LA CAUSA DE LA RECONCILIACIÓN...el mensaje de Jesús. Su concepción, su estilo, su testimonio y su...

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PLIEGO LA CAUSA DE LA RECONCILIACIÓN JUAN MARíA URIARTE Obispo emérito de San Sebastián ROSA LLUCH BRAMON Profesora de la Universidad de Barcelona 2.886. 15-21 de marzo de 2014

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PLIEGO

LA CAUSA DE LA RECONCILIACIÓN

Juan María uriarteObispo emérito de San Sebastián

rOSa LLuch braMOnProfesora de la universidad de barcelona

2.886. 15-21 de marzo de 2014

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Levadura en la masa

cuarto es el papel que, a petición de eta y del Gobierno español, tuve que jugar en un momento determinado. el quinto es la amable insistencia de la editorial Sal terrae y de su director literario, Ramón Alfonso Díez. estos factores han estimulado mi reflexión, mis lecturas respecto de otros procesos de paz en el ancho mundo, mi trato con los diferentes actores de la confrontación, la redacción de cartas pastorales y las conferencias sobre la paz, el trato frecuente y empático con víctimas de signo diferente. Me han hecho comprender que una sociedad reconciliada se construye desde abajo, en la familia y en la escuela, y se consolida por unos aprendizajes que jóvenes y adultos hemos de asimilar.

Sentía necesidad de expresar y articular, condensándolo en un libro, la experiencia acumulada, la reflexión formulada, las dificultades y posibilidades descubiertas. comprobaba, además, que circulaban versiones excesivamente idealistas o despectivas respecto de la reconciliación. echaba de menos un libro que, sin ambiciones académicas pero con cierto rigor, expusiera al amplio público la estructura de una

reconciliación auténtica. Sentía la necesidad de dejar claro ante el gran público que la reconciliación no es solamente un concepto religioso, sino un valor antropológico y social. registraba en la ciudadanía –y, dentro de ella, en la comunidad eclesial– una conciencia afligida y preocupada, pero demasiado pasiva respecto de la parálisis del proceso de paz. este fenómeno me invitaba a señalar respetuosa pero nítidamente la tarea que correspondía, a mi entender, a los diferentes grupos sociales, entre ellos la iglesia. cada vez iba comprendiendo mejor que la plena pacificación y la auténtica reconciliación de nuestra sociedad requería unas actitudes bien arraigadas desde una temprana educación y cultivadas ulteriormente por un cuidadoso aprendizaje. todos estos pensamientos y sentimientos bullían en mí. necesitaba plasmarlos y comunicarlos. el fruto es este libro.

II. APORTACIONES

¿cuáles pueden ser las aportaciones de este libro a la reconciliación de nuestra sociedad y, por extensión, a otros procesos de reconciliación?

esta intervención se va a ceñir a explicar, en primer lugar, por qué he creído conveniente publicar

este libro y asumir la conflictividad que pudiera surgir en torno a él. en segundo lugar, a mostrar cuáles son, a mi juicio, las aportaciones de esta publicación a la causa de la reconciliación en un pueblo como el mío, bien necesitado de ella, y en ámbitos más amplios. Y, en fin, a pronosticar, sin aires de profeta, cuál es la suerte que va a correr la propuesta reconciliadora que el libro contiene.

I. POR QUÉ HE ESCRITO UN LIBRO SOBRE LA RECONCILIACIÓN

Varios factores han confluido para estimularme a la redacción de este libro. el primero es mi pertenencia vivida y sentida a mi pueblo. ella me ha hecho muy sensible a su condición de comunidad plural, enfrentada, marcada durante tanto tiempo por la violencia y necesitada de reconciliación. el segundo es mi pasada responsabilidad episcopal, ejercida primero en bilbao y después en San Sebastián, epicentros de muchos atentados terroristas. Me tocó aprender y sufrir muchos. el tercero es la viva conciencia de que contribuir a la reconciliación pertenece de lleno a la vocación de la iglesia, de toda la comunidad cristiana. el

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El pasado 16 de diciembre, el Colegio de Periodistas de Cataluña, en Barcelona, acogía la presentación del libro La reconciliación (Sal Terrae), de Juan María Uriarte, obispo emérito de San Sebastián. Unas páginas que, según su autor, nacen con “la convicción de que es preciso hablar ya ahora, con serena sensibilidad y con la

máxima objetividad posible, de la reconciliación”. Y así lo hicieron el prelado vasco y la profesora Rosa Lluch, hija del ex ministro socialista Ernest Lluch, asesinado por ETA,

durante el acto celebrado en la capital catalana. Dado el interés y actualidad del tema, recogemos en este Pliego sus intervenciones y una reseña de la obra.

Juan María urIartE. Obispo emérito de San Sebastián

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estamos ante un libro que no es ni magistral ni magisterial. no es magistral, porque no es una investigación académica. no es magisterial, porque lo ha escrito un obispo jubilado cuya palabra no tiene ante los creyentes la autoridad doctrinal propia de un pastor de una diócesis. en ese modesto espacio sitúo el libro que presento.

cuanto acabo de decir no significa que su aportación sea inexistente ni irrelevante. con el temor de no ser juez equilibrado en una causa que me afecta, estimo que este libro ofrece algunas aportaciones que reclaman la atención de los lectores, bien para asumirlas, bien para desecharlas, bien para matizarlas.

1. este libro puede servir, en primer lugar, para concebir con mayor precisión lo que es y lo que no es una auténtica reconciliación. Porque la palabra y el concepto de reconciliación suscitan resistencias y reticencias. algunos piensan que contraviene a la justicia. el desagravio a las víctimas y el bien de la sociedad reclamarían una justicia sólida y firme que no se compaginaría con la reconciliación. Otros la creen propia de las relaciones privadas interpersonales, pero no aplicable a la vida social. algunos la miran como un concepto de cuño cristiano, carente de relieve en la sociedad laica en que vivimos. no faltan quienes estiman que la reconciliación supone una traición a las víctimas, cuya memoria debe honrarse y perpetuarse. también existen quienes interpretan la invitación a perdonar, a pedir perdón, a reconciliarse como una presión indebida, exigente o humillante.

estas objeciones no son inútiles. nos ayudan a purificar nuestro concepto espontáneo de reconciliación. Porque la auténtica reconciliación no oculta la verdad de todos los derechos humanos violados en la cruda confrontación sangrienta que ha durado 50 años, sino que la reclama, al tiempo que la libera de cualquier carga de rencor o resentimiento. no sacrifica la justicia, sino que la aplica con humanismo y la adapta a las nuevas circunstancias. no reclama que los enemigos del pasado se conviertan en amigos, sino que se respeten, se reconozcan, reparen sus

ofensas y se propongan no repetir la confrontación destructiva que han sostenido. La reconciliación no obliga legalmente a perdonar, sino que a su debido tiempo propone el perdón como un deber ético saludable para agredidos, agresores y sociedad. no comporta olvido de ninguna víctima, sino un recuerdo de todas, impregnado de reconocimiento, sanación y reparación.

2. Otra posible aportación de este libro puede consistir en reclamar el valor cívico de la reconciliación. en términos clásicos, diríamos que el espíritu reconciliador es una virtud cívica, que pertenece no solo al mensaje moral cristiano, sino a la ética civil. hay especialistas en ética que han subrayado este valor antropológico y social de la reconciliación. Pero su reflexión no ha traspasado entre nosotros el ámbito académico. curiosamente, cuando en europa se habla sin reparos de reconciliación y de perdón, aquí necesitamos adobar este concepto con la expresión eufemística de “paz y convivencia”. es verdad que, como dice uno de nuestros teólogos relevantes, “el perdón entra en la historia de la sociedad de la mano del cristianismo”. Pero, como sucede con otros valores humanos, una es la vía por la que los humanos hemos conocido un valor y otra la naturaleza de este valor. el trabajo del profesor de Ética Galo Bilbao sobre la perspectiva filosófica del perdón resulta iluminador. el perdón es, con la verdad y la justicia, pieza clave para la reconciliación. esta se da plenamente cuando se entrecruzan el perdón ofrecido y el perdón demandado.

3. es preciso reconocer, sin embargo, que el cristianismo no ha sido un mero

interlocutor del valor del perdón, sino que ha elaborado un pensamiento de una gran riqueza cuya fuente originaria es Jesús. todos los comentaristas de relieve de los evangelios reconocen que el perdón es un punto central en el mensaje de Jesús. Su concepción, su estilo, su testimonio y su exigencia de perdonar y pedir perdón no tiene parangón en la historia de las religiones. un autor judío, Levine, afirma: “el mandato de amor a los enemigos es único y original en Jesús”. consciente de esta novedad y de esta exigencia incluso tajante, dedico once páginas de mi libro a esclarecer el pensamiento de Jesús sobre el perdón. esto puede resultar para muchos una tercera aportación. el pensamiento cristiano explícito de la reconciliación encuentra sobre todo en Pablo su mejor exponente. el libro se propone expresar con claridad estos dos puntos del mensaje que, curiosamente, han sido tratados en muy pocas monografías. Veinte páginas se dedican en mi libro a este menester.

4. no es infrecuente encontrarse con una mentalidad que estima que la reconciliación es asunto exclusivo de los grandes antagonistas de la confrontación: eta, que inicia la confrontación armada terrorista, y el Gobierno, que responde a ella con medios legítimos y a veces ilegítimos. Serían ellos los protagonistas únicos de la reconciliación social. a lo sumo, los partidos políticos tendrían que ayudarles en este empeño. Discrepo de esta concepción reduccionista de la reconciliación. Toda nuestra sociedad está implicada en una medida u otra. Muchos estamentos de nuestra

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Sin embargo, estimo que debe sembrarse. es saludable introducir en los procesos sociales elementos que los especialistas llaman prolépticos, es decir, anticipadores de la realidad futura deseada, necesaria, posible. estos elementos, cuando son sensatos y se introducen con respeto, hacen su camino. Son algo así como una pequeña porción de levadura que realiza silenciosamente su trabajo en la masa de harina a la que se aplica.

Personalmente, no acierto a concebir una verdadera reconciliación que prescinda de este planteamiento. albergo la esperanza de que, mejorado por otras manos más expertas, el camino irá abriéndose. eso sí, mientras tanto, quienes nos atrevamos a profesar y promover esta visión estaremos expuestos a la crítica. bienvenida sea si nos ayuda a mejorar la propuesta. Quienes la mantengamos hemos de tener el suficiente realismo y la paciencia necesaria para encajar, en un clima aún crispado y pasional, bastantes tarascadas que exceden la crítica libre y leal. Si este es el precio que es preciso pagar por que se vaya generando una nueva mentalidad y una nueva sensibilidad, yo estoy dispuesto a pagarlo.

Muchas gracias.

III. QUÉ FUTURO SE PUEDE PREVER A LA MENTALIDAD QUE ESTE LIBRO QUIERE CONTRIBUIR A DIFUNDIR

he de comenzar reconociendo que este libro es un modesto ladrillo, no una “herramienta multiuso”, para construir un futuro de reconciliación. hacen falta muchos ladrillos como este, que sean básicamente convergentes y, al mismo tiempo, complementarios, y que mejoren sensiblemente este modesto “producto”. Yo mismo quisiera seguir profundizando en algunos surcos abiertos en él. hacen falta, asimismo, agentes sociales como los medios de comunicación que interioricen y difundan esta visión y estas actitudes.

Me parece que a una buena parte de la sociedad española –e incluso a una parte no desdeñable de la sociedad vasca– le va a resultar costoso asumir la óptica de este libro. hay todavía mucho sufrimiento, muchas heridas abiertas y mucha pasión no sosegada, mucha ideología granítica no elucidada, muchos intereses creados. he sido y soy consciente de que el libro encontrará resistencias. Las primeras reacciones expresadas lo confirman. con una expresión gráfica, podríamos decir que “no está el horno para bollos”, que la tierra no está aún en las debidas condiciones para acoger la semilla.

sociedad pueden y deben contribuir a este noble y necesario objetivo. uno de los principales propósitos de este libro consiste, como sugiero más adelante, en señalar de manera respetuosa a estos estamentos los servicios que pueden y deben, a mi entender, prestar a la causa de la reconciliación. encontrarán ustedes identificados y bosquejados estos servicios en el capítulo V.

no sería honesto omitir en este apartado la misión que la iglesia ha recibido de su Señor, y llegar a señalar no solo los servicios que junto a otras instancias ha prestado y presta a la reconciliación, sino también sus deficiencias y sus tareas de presente y futuro. Juan Pablo II, en un documento vinculante para los creyentes, extiende a toda la comunidad cristiana la tarea de hacer todo lo posible para dar testimonio de la reconciliación y llevarla a cabo en el mundo.

5. Schreiter, un especialista destacado, que ha escrito dos libros sobre la reconciliación (traducidos y publicados por Sal terrae), afirma reiteradamente que la reconciliación es algo de mayor hondura que una pura estrategia. bajo ella han de subyacer convicciones firmes, actitudes humanizadoras, sentimientos controlados que no son simple fruto espontáneo de la evolución de las personas y los grupos. Son fruto de la educación. este libro explica en 21 páginas, de manera bastante pormenorizada, los principios, los aprendizajes generales y básicos y los aprendizajes más específicos que es preciso interiorizar. reconoce una gran importancia a los aprendizajes básicos que tienen como caldo de cultivo la familia, la escuela y los movimientos educativos. enseñar en edades tempranas a diferir la satisfacción y tolerar las frustraciones, a defender al débil, a perdonar y pedir perdón, etc., crea el suelo vital para otros aprendizajes más específicos, necesarios para la reconciliación sociopolítica, como son la capacidad de un pensamiento político autocrítico, la educación de los sentimientos nacionales (que son de buena cuna, pero “radiactivos”), la impregnación de nuestras opciones políticas por criterios y actitudes éticas y la educación por la misma praxis política.

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El primer capítulo pretende ofrecer un concepto aquila-tado de la estructura y los objetivos de una auténtica reconciliación. Pretende pu-rificar este concepto y po-nerlo al abrigo de deforma-ciones y falsas expectativas.El segundo capítulo se propo-ne asentar el proceso recon-ciliador sobre un suelo ético firme. Sin él, la reconcilia-ción es endeble en su fun-damentación. Analizaremos en este apartado su relación con la verdad, con la justicia, con el diálogo, con el perdón.Tras estos dos capítulos de corte antropológico, nos in-

ternaremos en el mensaje cristiano de la reconciliación, que asume muchos postula-dos de los saberes humanos, subraya algunos de ellos y los ensancha al incluirlos en el gran Proyecto Recon-ciliador de Dios realizado en Cristo por su Espíritu. La doctrina y el testimonio de Jesús y el pensamiento de Pablo serán nuestros hilos conductores.Este mensaje marca a la Iglesia una misión recon-ciliadora. Identificarla y señalar sus tareas más re-levantes será cometido del cuarto capítulo.

La reconciliación es no solo intersubjetiva, sino también social. En el quinto capítulo apuntaremos el papel que corresponde cumplir a cada una de las instancias socia-les en juego.La reconciliación es mu-cho más que una táctica o una estrategia. Lleva en su seno toda una constelación de actitudes que necesitan ser interiorizadas mediante una adecuada pedagogía. Diseñar algunas líneas fun-damentales de dicha peda-gogía constituirá el objeto del último capítulo.(La reconciliación, pp. 20-21)

EL rEcOrrIdO, caPítuLO a caPítuLO

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Me gusta mucho cómo empieza el libro y, por ello, quiero iniciar mi intervención con

sus primeras palabras: “hablar de reconciliación en nuestro contexto actual resulta delicado y arriesgado”. cuando me propusieron hablar en el acto de presentación de esta obra de monseñor uriarte, me sentí abrumada, y ese sentimiento se ha ido incrementando a medida que leía el libro, y –por qué no decirlo– más todavía cuando vi las reacciones que las declaraciones de monseñor Uriarte habían despertado entre determinados colectivos. Pensé: “¡Menuda responsabilidad me ha caído encima!”. Pero la asumo, asumo el riesgo, el honor y el orgullo que supone estar sentada a su lado, y agradezco que pensara en mí en un acto tan importante. Gracias monseñor, espero estar a su altura, y me gustaría que se respetaran e intentaran entenderse mis palabras, aunque no se compartan.

Para reconciliarse, tiene que valer la pena. nadie puede obligarte a la reconciliación ni tampoco al entendimiento, aunque sí a la coexistencia. antes incluso de plantear la posible reconciliación que, como dice el autor, “intentar ese objetivo no es sinónimo de lograrlo”, es necesaria mucha generosidad, pero, al mismo tiempo y de igual manera, la firme convicción de que es posible y necesaria y que merece todos los esfuerzos. ahora bien, ¿reconciliarse por reconciliarse? Yo creo que no, quizás es un mensaje negativo, o no el esperado en un día como hoy. Será

que últimamente me siento pesimista, pero creo que derrochar esfuerzos en proyectos irrealizables o innecesarios no compensa. O quizás es que entenderse con algunas personas es imposible…, aunque debamos aprender a convivir sin molestarnos, sin imposiciones y desde el respeto.

Me gustaría, antes de seguir, volver a dejar muy claro que hablo por mí y solo por mí. a través de mis estudios, lecturas, circunstancias, vivencias, así como también mis propias investigaciones científicas sobre un conflicto que se alargó durante más de cien años entre campesinos y señores feudales, he llegado a pensar lo que pienso, a formarme una imagen, a enfrentarme a mis fantasmas y realidades. todo ello me ha llevado a ser lo que soy y todo tiene su valor, como decía Verónica Portell, periodista a cuyo padre, también periodista, mató hace ya muchos años eta. Por ello, lo que diré es lo que yo pienso, lo que mi formación tanto personal como académica me ha llevado a asumir. naturalmente, he tenido la gran suerte de vivir en una familia, en un grupo de amigos y compañeros, en un ambiente, en un contexto en el que se me ha estimulado a que me “atreviese a pensar”, a pensar por mí misma y, sin duda, en determinados momentos de mi vida, he tenido la suerte de contar a mi lado con gente que de ninguna manera me hubiera permitido desviarme del camino y alejarme de la serenidad.

Sirvan estas palabras, por otra parte, de reconocimiento y agradecimiento.

Por suerte, nunca he vivido en un entorno como el que se describe en el libro, el de aquellos que justificaban, jaleaban o apoyaban a eta, aquel en el que, en palabras de monseñor uriarte, “el déficit de contacto real con grupos y ambientes diferentes al suyo ha favorecido un pensamiento endogámico que no recibía la riqueza del contraste con otras maneras de pensar”. a mi modo de ver, una de las riquezas de la sociedad catalana es que todos tenemos familiares cercanos y no tan cercanos, amigos, compañeros, conocidos, vecinos que piensan y votan opciones distintas a las nuestras, y eso con la mayor naturalidad, a pesar de los mensajes apocalípticos de fractura social que últimamente se oyen en demasiadas tertulias y declaraciones políticas similares.

como historiadora, he reflexionado mucho sobre las relaciones sociales. La mayoría de mis investigaciones pivotan alrededor de los campesinos de remensa en los siglos XiV y XV. estos campesinos serviles catalanes, que se caracterizaban por la falta de libertad y el total sometimiento a los señores feudales que les exigían exacciones económicas y extraeconómicas cuando querían, protagonizaron un largo conflicto, más de cien años de enfrentamientos no abiertos y unos veinte de conflicto abierto con una (o dos) guerras. Las demandas de los remensas eran claras:

Luz en el camino hacia la pazrOsa LLuch BraMOn. Universidad de Barcelona

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actos terroristas perpetrados por eta. en diversas ocasiones afirma que urge la disolución de la banda. La –a mi modo de ver– dichosa “equidistancia” no deja de ser una acusación demasiado fácil y, en el caso de este obispo o de este libro, de nuevo –a mi modo de ver– una falacia. Él, con una gran elegancia, lo califica de “descomunal malentendido” e incluso reconoce y reprende, aunque comprende, a algunos sacerdotes que, según él, “no mostraron ante eta el rechazo moral que merecía su actividad”. Y sigue reconociendo con humildad “a fuer de sincero, he de reconocer que, a pesar de todo, nuestra sensibilidad evangélica debería haber sido más fina y más activa con todas las víctimas”. Son palabras que yo agradezco, y estoy segura de que no seré la única que lo haga.

Sus innegables críticas a eta no le impiden, como no nos deberían impedir a todos, criticar los abusos que, en nombre de la democracia, se han cometido. a mí me repugnan los crímenes, abusos, torturas, secuestros… cometidos por aquellos cuya obligación era defendernos y protegernos. una cosa no quita la otra, ni la justifica ni podemos simular que no existió. no podemos esconder parte del pasado bajo la alfombra porque nos incomoda o nos molesta. no podemos y no debemos acusar a nadie que lo diga en voz alta y clara. no hay que equiparar, pero no hay que disimular ni mucho menos justificar. nadie merecía sufrir. nadie.

La justicia y el reconocimiento tienen que ser para todos y, en mi opinión, no hay que castigar a aquellos que no han hecho nada; aquellos que no han delinquido no tienen por qué pagar un precio tan alto por los delitos de sus familiares y amigos, aun cuando no los condenaran e, incluso, los entendieran en su momento. La condena tiene que ser únicamente para aquellos que han cometido delitos, no para su entorno. La justicia no puede ser vengativa, como dice monseñor uriarte, “es preciso profesar el primado de la conciencia sobre la impulsividad”. no puedo dejar de repetir otra frase del libro que comparto plenamente: “un Gobierno no pierde su dignidad por confesar la verdad. Lejos de debilitarse, se fortalece”.

comparación posible con los delitos cometidos por las Fuerzas del Orden”. Los abusos cometidos por los terroristas, según el autor, “no tienen parangón”. incluso reclama muy claramente que hay que investigar y esclarecer todas las “muertes violentas cuya autoría no está todavía suficientemente comprobada”, tal como reclaman las asociaciones de víctimas y, creo, la mayor parte de nuestra sociedad.

hay muchos párrafos en el libro que no pueden interpretarse más que como una condena clara e inequívoca de los

querían obtener la libertad personal e impedir las exigencias arbitrales típicas de la servidumbre y del feudalismo y todos los abusos que conllevaban. Por ello lucharon y tuvieron que defenderse de las agresiones señoriales.

hace ya demasiados años hablábamos con mi padre de escribir un artículo a cuatro manos. un artículo contrastando “la violencia de baja intensidad” ejercida por los campesinos de remensa contra los señores feudales y la violencia ejercida por aquellos que apoyaban a eta y se oponían al resto. en los siglos XiV y XV aparecían horcas (símbolo de la muerte) en las casas de los calificados como colaboracionistas, como siglos más tarde aparecerían dianas. antes se quemaban campos, bosques y cosechas, como después se quemarían coches, autobuses y bienes inmuebles. antes se amenazaba como se haría después, se hería, se torturaba, se mataba e, incluso, se secuestraba. De hecho, el eclesiástico responsable del señorío al que he dedicado buena parte de mis investigaciones fue secuestrado en 1462 durante la guerra remensa. Lo secuestraron sus propios campesinos, le llevaron a barcelona y le hicieron pagar el coste de su propio cautiverio, y de todo ello se quejaba el eclesiástico.

antes de leer este libro, me costaba entender que se “acusara” a su autor de equiparar sufrimientos y víctimas de uno y otro lado, de equiparar el terrorismo con los cuerpos de seguridad que lo combatían. con lo que leía, a mí no me parecía que fuera así. bien es verdad que pocas veces, por desgracia, he compartido el discurso de aquellos que se erigen en representantes de las víctimas de eta o, todavía menos, el de sus grandes defensores. ahora bien –y quiero ser categórica–, creo que si, tras la lectura de este libro, alguien quiere seguir afirmando que monseñor uriarte se pone del lado de los verdugos y frente o contra las víctimas del terrorismo, o es que no sabe leer, o no quiere entender, o no está preparado para ponerse en el sitio de otros o miente directamente. Dice textualmente, y podría haber elegido muchas otras frases: “es innegable el número, las circunstancias y la inhumanidad con que eta ha asesinado, secuestrado y extorsionado, no admite

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dIáLOGO, dIáLOGO, dIáLOGO

En su Discurso a responsables políticos y diplomáticos, culturales y religiosos, académicos y empresariales, pronunciado en Río de Janeiro el 27 de julio de 2013, el papa Francisco afirma: “Cuando los líderes de los diferentes sectores me pi-den un consejo, mi respuesta es siempre la misma: ‘Diálogo, diálogo, diálogo’” (La reconciliación, p. 85).El mensaje cristiano de la reconciliación es un servicio de primera magnitud que la Iglesia está obligada a prestar a nuestra sociedad. No debe omitirlo ni descafei-narlo por temor a reacciones disconfor-mes e interpretaciones sesgadas, incluso agresivas. El papa Francisco nos ha dado un ejemplo estimulador. En el Angelus del 1 de septiembre, refiriéndose a la trágica situación de Siria, ha dicho: “Lo repito alto y fuerte: no es la cultura de la con-frontación, la cultura del conflicto, la que construye la convivencia en los pueblos y entre los pueblos, sino esta: la cultura del encuentro, la cultura del diálogo; este es el único camino para la paz”.Verdad, justicia, diálogo, reconciliación, perdón son mensajes que la Iglesia no puede esconder sin traicionar la misión recibida de su Señor (p. 12).

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Yo, que no soy ni practicante ni creyente, me he sentido muy comprendida y confortada con la lectura de este libro (y también me ha ayudado a reconciliarme con determinada jerarquía católica). De hecho, yo firmaría párrafos enteros de este libro, aunque ni estarían tan bien escritos ni tan bien justificados si los hubiera escrito yo. hay frases que requieren una larga reflexión, como “la sanación comienza con la curación de la memoria” o “recordar el pasado es condición necesaria para la reconciliación”. nunca se me habría ocurrido a mí plasmarlo de este modo, pero llevo unos días con las frases en la cabeza y las tengo ya como mías. una de las cosas más sorprendentes que me ha pasado con este libro es que, a medida que lo leía, me iba identificando con sus ideas, sus frases, sus palabras, era como si estuviera leyendo aquello que llevo tiempo sintiendo y que no habría sabido expresar en voz alta. como siempre, una cosa es la teoría, la que nos ofrece el libro, y otra la práctica, la que cada uno de nosotros, víctimas de lo que sea, podamos sentir.

Otro de los pasajes del libro también me ha hecho reflexionar mucho: cuando afirma que los que han perdido

a seres queridos pueden “considerar la reconciliación como una infidelidad a sus deudos”. Para mí, es exactamente lo contrario. creo que es nuestro deber y nuestra obligación, después de tantos años trabajando para el buen entendimiento de los pueblos por parte de muchas víctimas del terrorismo, entre ellas mi padre. estas víctimas no merecen que todo acabe en una confrontación cerrada y sin esperanzas de cambio. creo que, si no abogáramos por la reconciliación, les estaríamos traicionando y dejaríamos que la violencia, la venganza y la ignorancia nos vencieran.

no puedo dejar de agradecer el ejemplo que nos ofrece monseñor uriarte con su libro. escrito de manera clara pero contundente, a menudo muy sustentado sobre las escrituras, encíclicas pontificias, cartas pastorales y documentos de la jerarquía eclesiástica. De forma sencilla, con un lenguaje claro y directo, pero con carga de profundidad. no se le caen los anillos, no, y reconoce que hay que pedir perdón en ocasiones, y recuerda que así lo han hecho tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI, tan alejados del famoso Dictatus Papae de 1075 que leyeron mis alumnos el otro día y con el que “alucinaron”. Por cierto,

como profesora y madre, me ha resultado muy estimulante y útil el último capítulo del libro, “educar para la reconciliación”, y la idea de que “perdonar es amar intensamente”. nunca se me hubiera ocurrido afirmarlo con tanta serenidad de espíritu.

Muchas gracias, monseñor uriarte, por ejercer su ministerio y, desde su larga experiencia personal y pastoral, iluminarnos en el camino abierto para conseguir una paz duradera y –sobre todo, y lo que es más importante– con unos cimientos indestructibles. Sus páginas con recomendaciones para los cristianos en relación a las víctimas son de una gran sensibilidad y humanidad. necesarias, sin duda. Pero también lo son sus propuestas para muchos otros colectivos tales como la universidad (las asumo como propias), los profesionales del derecho, los medios de comunicación social, el profesorado escolar, las asociaciones cívicas, entre las que destaca el importante papel ejercido en el País Vasco por Gesto por la Paz y elkarri y después Lokarri, y los municipios.

Me parece que nada queda al margen en este libro; todos los actores que tienen un papel en la consecución de la reconciliación son citados y aconsejados. Y yo ahora –repito que a título personal, y solo personal– comparto buena parte de sus reflexiones y sugerencias al estado y a los partidos políticos. Yo también tildaría de “monolíticamente inmóvil la posición del Gobierno español”, tal y como lo hace el autor del libro. “el primer partido de la oposición no propone alternativas más flexibles”; por desgracia, añado yo. Y también suscribo que, en un momento como el actual, “a los partidos, al Gobierno y a los ciudadanos, [nos] tocaría no poner trabas [a la disolución de eta], antes bien favorecerla con nuestras actitudes”.

Sin duda, sin reconciliación, la paz no será definitiva ni plena. aunque hay que armarse de paciencia para alcanzar el objetivo que merece todos nuestros esfuerzos. Muchas gracias por el libro, y recomiendo su lectura a todos aquellos que crean en la paz, el entendimiento y en el buen hacer de las personas. Si seguimos sus recomendaciones, seguro que llegaremos a buen puerto.

La educación en la cultura de la paz y la reconciliación no se reduce al área escolar. Es necesario también intervenir en el área social. Tal intervención requiere la contribución de los medios de comunicación social eclesiales y cívicos. Por encima de sus opciones ideológicas, están la paz plena y la reconciliación. La manera de informar y de valorar las noticias, el tono comedido y respetuoso con las personas, el acento puesto en aquellos hechos que favorecen la reconciliación, la preocupación por no exacerbar la confrontación pública de los diferentes grupos reflejada en sus páginas y emisiones son una aportación inestimable. Los medios de comunicación social tienen un notable poder modelador y configurador de la mentalidad y de la sensibilidad de muchas personas.La educación escolar y extraescolar y la aportación de los medios de comunicación social, si son básicamente convergentes y comprometidas en la gestación de la cultura de la paz y la reconciliación, siembran el terreno para una paz sólida y una reconciliación auténtica.

(La reconciliación, pp. 99-100)

PrOMOvEr una cuLtura dE La rEcOncILIacIón

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Estamos ante un libro cuya pu-blicación resulta sumamente

oportuna en los momentos ac-tuales, cuando la democracia ha ganado la guerra a ETA pero falta todavía mucho para ganar la paz: cincuenta años de con-frontación armada han dejado profundas heridas en unos y otros que no están cicatrizadas en modo alguno. Como afirma el propio autor, “a menudo, nues-tra condición de ofensores o de ofendidos, a la manera de los discos rayados que se atascan en un pasaje de la melodía y la re-piten machaconamente, bloquea nuestras relaciones humanas. La reconciliación es como esa mano delicada que arranca la aguja de su atolladero y hace fluir de nuevo la melodía de la relación” (p. 46).Por desgracia, muchos no quie-ren saber nada de “reconcilia-ción”. Un número importante –aunque minoritario– de víc-timas, integradas en la AVT y otras asociaciones similares, consideran que la reconcilia-ción va en contra de la justicia y quienes hicieron sufrir a otros deben simplemente pagar sus deudas; consideran, además, que la reconciliación sería una infidelidad a los seres queridos que han perdido (pp. 18-19). Por su parte, muchos miembros de ETA consideran humillante la reconciliación porque no es fá-cil renunciar a ser considerados defensores de la libertad por un grupo social todavía amplio y reconocerse necesitados de per-dón (p. 113).¿Por qué, entonces, el obispo emérito de San Sebastián ha querido meterse en ese avispe-ro? Precisamente por fidelidad a su ministerio episcopal; como él mismo dice, el ministerio de la reconciliación ha sido encargado ante todo –aunque no exclusi-vamente– a los Apóstoles (cfr. 2 Cor 5, 18-20) y a sus sucesores (p. 79).

Para evitar malentendidos, ex-plica el autor que la reconcilia-ción no supone actuar “como si no hubiera pasado nada”, porque han pasado muchas co-sas terribles; tampoco se trata de olvidar lo que pasó, sino de “mirarlo de otra manera”. Olvi-dar un pasado tan traumático sería reprimirlo, y esa actitud es semejante a la que desencadena las neurosis: Antes o después se produciría “el retorno de lo reprimido”, bien sea en forma de culpabilidad o de agresividad (p. 25). Por eso –decía Butros-Ghali– “arrojar luz sobre la ver-dad no es solo condición, sino parte integrante del proceso de reconciliación” (p. 38). Es ne-cesario, sin embargo, que los investigadores sean personas que hayan logrado erradicar el rencor y actúen bajo la coordina-ción de expertos o instituciones de reconocida competencia e imparcialidad (p. 39).La reconciliación tampoco supo-ne olvidar el dolor de las vícti-mas, porque “el rostro humano más desgarrador que nos ha dejado la cruda confrontación” es precisamente el suyo; “una re-conciliación que no reconociera, reparara y ayudara a las víctimas estaría viciada de raíz” (p. 27).

Respeto mutuoPara que podamos hablar de reconciliación, no es necesario que “los enemigos se conviertan en amigos, sino que vuelvan a respetarse mutuamente como miembros de una misma socie-dad. No requiere necesariamen-te una interpretación común de la naturaleza y el origen de la confrontación violenta que ha durado cincuenta años, sino una voluntad firme y eficaz de evitar su repetición” (p. 23). Para alcanzar esos objetivos, Juan María Uriarte ha llevado a cabo un verdadero trabajo inter-disciplinar, combinando el análi-sis de la realidad y los aspectos

psicológicos con las exigencias éticas y la iluminación teológica. Por otra parte, no se limita a una reflexión perenne y universal sobre la reconciliación, sino en-carnada en nuestra situación que termina mostrando el camino a seguir por unos y otros: víctimas y victimarios, fuerzas políticas e Iglesia, medios de comunicación social y educadores, etc. El autor tiene experiencia sobrada para descender a esas cuestiones prácticas porque, como todo el mundo sabe, actuó como me-diador en las conversaciones que el Gobierno de José María Aznar mantuvo con ETA durante la tregua de catorce meses en-tre 1998 y 1999. Por desgracia, pocas veces nuestra teología y nuestra pastoral saben moverse con soltura en ese nivel práctico (como escribió Rahner, “Dios y el diablo parecen andar en el detalle, pero la predicación eclesiástica se mueve en lo in-concreto”). El tono del libro no es en abso-luto arrogante, como si el autor se creyera por encima del bien y del mal; tiene más bien el tono

humilde de quien sabe que está predicándose a sí mismo antes que a los demás. En cuanto a los aspectos formales, puedo decir que tiene una prosa clara y es bastante breve, lo que facilita mucho la lectura.

Una acusación injustaComo en la memoria de muchos lectores estarán, sin duda, las repetidas acusaciones de “equi-distancia” que algunos medios han hecho a los obispos vascos en general, y a D. Juan María en particular, quiero terminar esta recensión diciendo que la lectura de este libro pone de manifiesto la injusticia de semejante acu-sación. En opinión del autor, merecen la consideración de víctimas “todas aquellas perso-nas, de cualquier signo, que en esta confrontación han padecido una agresión injusta que vulnera gravemente sus derechos huma-nos” (p. 28). No se incluirían entre las víctimas, por lo tanto, quienes han sufrido debido al uso legítimo de la fuerza coac-tiva por parte de la autoridad, aunque sí quienes han sufrido en aquellos casos en que la autori-dad deliberadamente no respetó los derechos humanos (p. 28). Sin embargo, no homologa las víctimas de ETA con las vícti-mas de abusos policiales: “Las víctimas mortales provocadas por ETA están requiriendo una destacada valoración propia y específica no solo porque esta inició y provocó la confrontación armada, sino por el número, las circunstancias agravantes y la inhumanidad con que cometió asesinatos, secuestros, amena-zas y extorsiones. No sería justo equipararlas con las respuestas delictivas de la lucha antiterro-rista. (…) Hay víctimas inocen-tes y otras que no lo son. Hay víctimas que han sido a la vez agresoras y agredidas” (p. 29).

Luis GonzáLez-CarvajaL

santabárbara

La MELOdía dE La rELacIón

La rEcOncILIacIónJuan María UriarteSal TerraeSantander, 2013152 pp.