Kropotkin Las Prisiones

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. PEDRO KROPOTKINE LAS PRISIONES TRADUCCION Y NOT AS \ DE J. MARTINEZ RUIZ ALENCIA: ! 897 Jmpr en ta 11n t6n TiJIOt:r a ftea a\lo del Embnjado•· Yich 1 19

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. PEDRO KROPOTKINE

LAS PRISIONES TRADUCCION Y NOT AS

\ DE

J. MARTINEZ RUIZ

ALENCIA: !897

Jmpr ent a 11n t6n TiJIOt:ra ftea

a\lo del Embnjado•· Yich1 19

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Kropotkine, y con el sus compa:iieros, abomina en derecho penal igualmente de Ia escuela clasica que de la correccionalista. Que sea a titulo de castigo 6 a titulo de salud, la pena resultara siempre un mal. No se hable del «interes» del delincuente en sufrir Ia pena: 1,que interes puede tener el enfermo en tomar una droga que hade acarrearle Ia agravaci6n de su mal, si no Ia muerte? A ser consecuentes los correccionalistas, debieran cam­biar Ia naturaleza del remedio, no Ia etiqueta. Proceden en esto con Ia misma 16gica que los autores de derecho civil al tratar de ciertos contratos. uCondenamos, dicen, el pacto comisorio, pero admitimos la venta a Carta de gracia. ll

«No buscamos en nuestro sistema, dicen los correccionalis ­tas, el castige del delincuente por el hecho reatizado, sino la ?'emocion de las causas de delincuencia que ex.istan; para evitat· que produzcan efectos en lo fut~tron. Y, l,C6mo lo consiguen? l,06mo reducen a impoteucia las causas de criminalidad? Pues sencillamente creando el dolor en el delincuente,-porque eso, dolor, es la pena, ll*mese bien 6 llamese castigo.

Una de dos: 6 el criminal es el solo el responsable, como en­tendia la antigua escuela; 6 no lo es, y lo es el medio, interior y exterior. En el primer caso, encierresele en una prisi6n, tanto mejor cuanto mas dura sea; en el segundo, rechazad para el todo sufrimiento.

Si hablais de complicidad social,-podemos decirles a los correccionalistas,-si creeis que el medio, Ia sociedad. es tan res­ponsable como el individuo, entonces, l,con que derecho ence­rrais al delincuente en una prisi6n? 1,Creeis que el hombre em­pedernido, el vago, el reincidente mejoraran en ella? Lo conce­demos; pero, tY cuando salgan? l,No volvet•a Ia sociedad, el medio. a hacerlos otra vez delincuentes? Esto dado caso de que Ia pri­si6n pueda mejot•at· a nadie, que no sucede asi, y de probarlo se encarga el autor del presente estudio. En el encontraran clasi­cos y correccionalistas la mas elocuente refutaci6n de sus teo­rias.

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INFLUENCIA MORAL DE LAS PRISfONES

{CONFERENCIA)

I.

La cuesti6n que me propongo tratar es una de las mas impor­tantes en Ia serie de los grandes problemas que se presentan a Ia humanidad del siglo XIX. Despues del problema econ6mico, de , pues del problema del Estado, este es quizas el mas irnportante de todos. En el fondo, puesto que Ia distribuci6n de Ia justicia ha sido siempre el principal instrumento en Ia con stituci6o de todos los poderes, no habra exageraci6n alguna al afirrnar que Ia pregunta: «;,Que debe hacerse con los que cometen actos antisociales?» en­cierra en sf la gran cuesti6n del gobierno y del Estado.

Se ha dicho a meoudo, que Ia principal funci6n de toda organi­zaci6n politica consiste en garantir doce jurados, honradamente es­cogidos, a todo ciudadano contra el cual se querellaseo otros ciu­dadanQs. Pero falta saber lo siguieote: «;,Que derechos reconocere­mos a esos diez 6 doce 6 cien jurados sobre el hombre que hayan encootrado culpable de un acto at~tisociaH»

Hoy Ia soluci6n es sencilla; se contesta: «JEsos jur~dos castiga­ran al delincuentel 1Senteociaran Ia muerte, Ia cadena perpetua, Ia prisi6n correccionall» Eso es lo que se hace. Es decir, que en nues ­tro penoso desenvolvimiento, en esta marcha de Ia humanidad a traves de los prejuicios y de las falsas ideas, hemos llegado hasta ahi y no mas alia. Pero el tiempo tambien es llegado en que plan­teemos este problema: «;.Son justas Ia muerte y Ia prisi6n? ?,Reali­zan el doble fin que se proponen,-el de impedir Ia repetici6n del acto antisocial, y el de mejorar al hombre culpable de un acto de violencia! ;,Cual es, en fin, el significado de Ia palabra «culpable», que con tanta frecuencia usamos sin que tratemos de averiguar que es Ia culpabilidad?» (1l

(1) Rsta cuesti6n lleva envuelta en si Ia de que se entiende por erimen. Para nosotros entre todas las deftolclones que dan los crimi­nalistas, 1a {mica que nos parece aceptable es Ia de A. Hamon: Cri ­men e1 todo acto q'IU hiere la libertad indioidual.

VerDe la dijtnition du crime, Lyon 1893. Hay una traduccl6n espa~ panola de Joaquin 0. Zuloaga. (Centro editorial de G6ngora).

(Nota del tracluctor.J

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E~a son Ia pregunta que tratar e de c~ntestar, 6 mejor, de ~s­bozar una conte taci6n en el cor to e pacw de esta conferenc1a. Grave on toda elias, pue -to que ~n elias ~a. envuelta la ~ran­

Td d 0 6lo de ceotenare - de mlles de pr1 wnero que g1men q~l ~e~en~e en u- calabozo ; uo olo Ia suerte de su esposa - y au~ hijo- que pere en en Ia n~i er ia falto~ del o ~en del padre ~ ino que va en ello tambi n el wter~ . de. l~ humant~ad : :rodo e olidario en el mundo, y a i de cada IDJU llc1a con un md1v1duo co­

metida, se re. iente Ia bumanidad entera.

Todo lo- aiio ingre an en Ia prisione de Francia 150.000 hombres v mujere ; millone en toda Europa.

Todo io aii.o Francia a igna millones en us presupuestos para mantener Ja pri ~ jone , ~!.triple 6 c.uadruple de e a sum a para la complicada maquioa- pohCia y magt tratura-que sa en­caraa de poJ1larla . y como lo lui · e no nacen espontaneamente en Ia area del E tado, ino que cada pieza de 9ro represent~ Ia angu tio· a tarea del obrero, rtlsulta que. c~da ano gastans~ ~mllo · ne de jornad de trabajo en el mantemmtento de esas prlstoncs.

·Qui en aparte de ai (Tuno fihi.ntropos y de rar o hombres de ad · mi~i traci6o, e preocnpa de lo re. ultados obtenido basta:~~ dia? La pren a lo di cute todo; pero cast nunca habla de las .l~rlstone · y i alauna vez lo hace, es con motivo de alguna r evelacwn es?a~­dalo a. Entonce se clama durante quince dias contra Ia admmls­trRci6n, e piden nueva leye , que van a engr osar el c.audal de los millare en vigor, y depue ~odo . queda com? antes, s1 no peor.

Eo cuanto a Ia actitud ordwarta de Ia soCiedad y de ~a pransa re pecto de los encarcela:ios, e Ia. de la mas completa 1n~1feren: cia. Con tal que no le falte - se dtce- pan, agua y t rabaJo, ~u cho trabajo, todo va bien. » Iodiferencia corr;t.pleta, cuando no odto. Recordemos ino lo que recientemeote e dtJO en la prensa ~ pro­p6 ito de ciertas mejoras realizadas en el regimen ?e .las prlSlones. uE demasiado lujo para esos vagos;-decian pen 6d1?os en otras co a radicales. - Por muy duro que se les trate s1empre sera poco .» .

Pue bien: yo que he tenido oca i6o de con~cer ea:per~"!l-ental­mente dos prisione eo Francia y alguna en Ru 1a;. que he s1~0 lle­vado por circuo tancia de mi vida a hacer r epetldos estud1.os de lo problema penitenciario , me creo en el deb~r de hacer pubhco lo que on Ia pri iones, de relatar mis obser vacwnes y de exponer Ja retlexiooe que e as ob ervaciones me han suger ido.

Ante todo, ten que con i te el regimen de las prisiones francesas1 Todos aMi- que en Francia hay tres grandes categorias de

prhooes. Las pri 10nes departamentales, Ia penitenciar ia central Y la Nueva C ledonia.

Re-pecto a Ia Nueva Caledonia , son tan contradictorias y tan

- ~ -fragmentarias las noticias que llegan de aquellas apartadas islas, que es imposible formar una idea exacta del regimen de los trabajos forzados alii establecidos. .

En cuanto a las prisiones departameotales, Ia que he conocido en Lyon, esta en tal estado, que mejor es no hablar de ello. En otra parte he pintado lo que es y Ia funesta influencia que ejerce en los niii.os que alii son encerrado ; infelices seres, condenados a arra trar su vida en la prisi6n y a morir por fin en una isla del Pacifico.

No me detengo en Ia prisi6o departamental de Lyon y paso a Ia penitenciaria de Clairvaux, con tanto mayor motivo cuanto que, con Ia mllitar de Brest, es esta Ia mejor pri ion de Francia, y-por lo que de los demas paises podemo juzgar-una de las mejore de Europa. Veamos, pues, Jo que es una de las mejores prisiones modernas, y por ella juzgaremos de la demas. La he visto en las rnejores condiciones. Poco tiempo antes de mi llegada, habiendo sido muerto por los guardianes uno de los detenidos, fue renovado todo el personal administrativo; y debo confesar fran camente que los nuevos empleados no se parecian a sus cong6neres de las de­mas prisiones en lo de hacer Ja vida del preso lo mas dura posible. Por esto es el solo presidio frances donde no h~n ocurrido escan­dalos cuando la famosa r acha de hace dos afios.

Al acercarnos al inmenso muro que rodea :i Clairvaux en una extension de cuatro kil6metros, cree uno aproximar se a un pue­blecillo fapril mas que a una ca a de r eclusos. Maquina" de vapor, cuatro grandes chimeneas, una 6 dos turbioas, el ritmo acompa­sado y chill6n de los talleres .: . eso es lo que llama Ia atenci6n desde el primer momenta. Porque hay que tener en cuenta que

. para dar ocupaci6n a los 1.400 detenidos ha sido preciso estable­cer lo siguiente: una gran fabrica de camas de hierro; manufac­turas de seda y brocado de todas clase ; fabrica de lienzo burdo, de paii.o y calzado para los pri iooeros; fabrica de metros y de marcos; fabrica de gas; molinos de harioa; construcci6n t.l e botones y toda especie de chucherias de nacar ... y no se cuantas casas mas. Afi.adid a e to, que los penado - cultivan , dentro de los muros, una inmensa huerta y tierras de pan llevar, y que de cuando en cuando una brigada sale a cortar leila en lo bosques 6 a reparar un ca­nal. Tales son los oficios y fabricaciones que se han establecido para dar ocupaci6n a solo 1.400 hombres.

Pero como el Estado no puede hacer por su cuenta tan grandes gastos, oi colocat· convenientemente los articulos producidos, e ve en la necesidad de buscar contratistas, y para encontrarlos f:i­cilmente les concede el trabajo de los presos a prccios muy infe­riores :1 los que se pagan fu era.

Efectivameote, los salarios de Clairvaux oscilan entre cincuenta centimos y un franco. Mientras que con las camas de hierro 6 en el taller de confecci6n de los demas productos se llega algunas veces a ganar basta dos francos, muchos detenidos no ganan mas

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que 70 centimO!; por una jornada de doce horas de trabajo, y fre­cmentemente 6lo 50 centimos. De esta sumas el Estado descuenta para i de cinco a nue e decima parte , y del resto se hacen dos parte iguales, una. par~ el detenido-que e~plea generalmente .en adqnirir en Ia cantma ahmentos uplem~ntarws-y Ia o~r": tambten para el mi ~mo, pero entregada a u sahda del establec1m1ento

La mayor tparte del dta lo pasan lo penados en los talleres, e.·cepto una bora de e~cuela y t~e cuartos de paseo, en fil~, a las voce de 1ma, dos, de Jo guardtanes· I~ cual en el le~guaJe. de Ia ca a e llama hacer Ia queue des saucusons. El dom.mgo s1 hace buen tiempo Jo pa an en Jo ~atio ·' r en caso contr~rlO .en l?s ta­llere Aii.adamo que Ia pemtenctana central de Clar1~aux esta organizada bajo el i tema del ilencio . Pero tan contran~ es e.ste r e imen a Ia naluraleza humana, que no pue~e er mantemdo smo a fuerza de castigo~. i, durante los tres ano que he pasado en Clairvaux caia en desuso; se le abandonaba poco a poco con tal que las conver aciones en el taller 6 en el paseo no fuesen muy rUtdo as. .

Ma muchas co as mas habria que dec1r de esta casa de co­rreccto~, pero basta coo h dicho para dar. una ~dea aproximada.

En cuanto a las pri iones ~e lo demas pat ~s europeos, I per­m ita ~erne decir que no son meJore 9ue Ia de Clatryaux. En cuanto a la inglesas, por Jo que yo he P?dtdo ver en. Ia hteratura, en los informe~ oficiales y en Ia Memor1a , debo deCir que s~ conser_van aun en elias cierto u ~o que afortunadamente han stdo abolidos ya en Francia. El trato e rna ~ humanitari? en F'rancia, y e.l trad­mill Ia rueda obre la que el preso camma como una ardtlla, no e:i te. Mientras que por otra parte Ia punicion francesa que con-i te en hacer caminar a un hombre durante meses, por su carac­

ter deQTadante Ia prolonaaciCin desmesurada del castigo y Ia arbi-., ' ., 1 trariedad con que se aplica, es digno pendant de Ia pena corpora de Ioalaterra.

La pri iones alemanas son excesivamente penosas por su ex­tremada dureza,-y en cuanto a las au triacas y a las rusas, estan atin, si cabe, en mas deplorable estado. "' Podemos, pues, tomar

{l) De las carceles y presidios espailoles mas vale no bablar; su estado no puede ser mas detestable. Baste consignar un detalle: cuan­do en los tratados de Derecho administrativo se quiere expresar gra­ficamente UD regimen penal de Vida COmun, desordenado, caotiCO, se anade Ia frase a la espa,iola. .

Respecto a ciertos procedimientos judiciales para hacer cantar, ~~~­blicos son los que emplea cierto instituto policiaco; asi como so SIS­tema de ahorrar trabajo al ejecutor de la justicia, cuando se trata de criminates empedernidos.

Sobre Ia conducts seguida en especial con los presos anarquistas, puede verse Lo1 sucesos de Jerez (Barcelona 1893) y Bl proce1o de un gran ~rime• (Coruna 1895), dos rolletos barto sugestivos, que ... buble-ran indignado a Lardizabal. rN. del T.)

-9-ia penitenciarfa central de Francia como representante1 demasiado bueno, de Ia prisi6n moderna.

Este es en pocas palabras el sistema de organizaci6n de las prisiones considerado en Ia actualidad como el mejor. ;.Cuales son los resultados de esas costosfsimas organizaciones~ Para esta pre­gunta no hay mas que una sola contestaci6n: todos, incluso Ia ad­ministraci6n misma, estan de acuerdo en que son desdichados.

Todo el que ha estado en prisi6n, volvera a ella. Esto es cierto, es inevitable, y los numeros lo demuestran. Los Compte1-rendus an11uets de l' udministration de la justice criminelle en France nos dicen que la mitad 1> proximadamente de los que han sido condena­dos por los Asisses y las dos quintas partes de los que anualmente comparecen ante Ia polic£a correccional, han recibido .su educaci6n tln Ia prision: son reincidentes. Casi Ia mitad (42 a 45 por 100) de todos los condenados 'por muertes, y las tres cuartas partes (70 a 72 por 100) de los condenados por robo . son reincidentes. De es~ tos on detenidos solo en Francia basta 70.000 por aii.o. En cuanto a los e tablecimientos centrales, mas de una tercera parte (20 a 40 por 100) de los licenciados de estas pretendidas instituciones de correcci6n, son reintegrados en prision en el curso de los doce rreses que siguen 8. su excarcelacion. Constantemente oia yo decir en Clairvaux: «Es extraii.o que no !'!aya vuelto Fulano. j,Se habra trasladado a otro distrito judicial?» Y hay en los establecimientos presos veteranos que, habiendo logrado una buena plaza en el hos­pital 6 en el taller, ruegan, cuando son licenciados, que se Ia guar· den ha · ta la pr6xima vuelta. Tan seguros estAn esos pobres viejos de volver .

Por otra parte, los dedicaQOS 8. estos estudios-y baste citar, por ejemplo, a Lombroso-afirman que si se tiene en cuenta los presos que mueren despues de obtener la libertad, y los que cam­bian de nombre 6 emigran, 6 logran escapar despues de haber co­metido algun nuevo atentado contra las leyes; si teniendo en cuen­ta 8. todos estos no sera cuestion de preguntar si es que no todos los encarcelados se convierten en reincidentes.

Esos son los resultados de las prisiones. Pero hay mas. El hecho por el cual un hombre vuelve a la pri·

si6n, es siempre mas grave que el hecho por el que habfa sido condenado Ia primera vez . Si Ia vez primera lo fue por un robo de poca consideraci6n, Ia segunda lo sera por alguna gran rapifia; si antes lo fue por un acto de violencia, ahora lo sera por un asesi­nato. Todos los criminalistas estan de acuerdo en es te punto.

La reincidencia se ha convertido para Europa en un inmenso problema, y ya sabeis como lo resuelve Francia; con el exterminio en masa de los reincidentes 'por las fiebres de Ia Cayenne. Sin con­tar con que por el camino principia ya la resolucid". Habreis leido

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-10-hace tre dla que e ha pa ·ado por Ia arm a 1> & once reincidert­te & bordo del barco que los alejaba de Francia ... acto relevante que Ctertamente dar& meritos a U autor para ser nombrado direc­tor de Ia colonia de Cayenne.

Pue · bien, a pe·ar de toda Ia reforma hecha basta el dia, :1 pe ar de todo los i'tema penitenciario en ayado , el resultado ba ido siempre el mi mo. Por una parte el ntimero de hecho contrario a Ia !eye· exi tente , ni aumenta ni di minuye, cual­guiera que se el srstema de penas injltgidas. Se ha abolido el .tnout eo Ru~ia y Ia peoa de muerle en Italia, y el numero de muerte · e el mi ·m . L crueldad de lo juece aumenta 6 di mi­ouye; Ia crueldad 6 el je uiti ·mo de los i temas penitenciarios, cambta; per el ntim ro de lo' actos llamado· crimen permanece invanable, r olo e influido por otra cau · a de que me ocupare rna' adelante.

Y por otro lado cuale quiera que sean los cambio introducidos en el regtmen penitenciario, Ia reincidencia no di ·minuye. E to es inevitable, e·to debe er a-!: Ia pri ion mata en el hombre toda. las cualidade que le hacen apropiado para Ia vida en sociedad. La pri ion hace del hombre un er que fatalmente debera volver a ella y que acabara u-; dia· en una dee a tumba de piedra sobre Ia cuales ·e e cribe CastL de detulcidn y correccidn, y que los mis­mo ~arcelero Haman casas de corrupc1dn.

St ahora e me precrunta que que se podria hacer para mejo­rar el recri men penitenciario, conte tare lo icruiente: Nada. No se puede mejorar una pri"i6n. E:<ceptuando alg~aas reformas insigni­ficantes, no bay que hacer mas que destruirla. Para acabar el es­candalo o contrabando del tabaco, yo propondria que se permitiera fumar a los presos. En Alemania asi se hace· el E tado vende el tabaco en Ia cantina. Pero despues de e·te vendra el contrabando del alcuhol. Y tendremos iempre lo mismo,-la P.xplotaci6n de los pre 0 por U' cruardiane . Pudiera proponeros tambien que al fr~nte de cada p~i.-i6n -~ pu iera a un Pdstalozzi-el gran pedagogo utz~ que reconta lo nmo. abandonado y bacia de ellos e.·celes­

te ctudadano ;- y no olo uno, ino un Pe talozzi por cada cabo de vara y _dema .~arcel~ro· . Pero dir •i- vo otro , u&D6nde encon­trarlo ? ~ tendret razon en preguntarlo, porque ciertamente que a~_nqu.e e hall~ra . u? Pe~talozzi, e ne~aria 6 de empeiiar t11.l mi-01 terJO. «EI pnnClpto m1 mo de toda pri ·i6n es fa! o diria el ilu tre pedagogo, pue to que es Ia privacion de Ia libertad. 'No harei me . JO~ a. un hombre en tanto que le priveis de ella. 1Hareis tan s6lo remctdente I

E to mismo es lo que yo trato de demostrar.

II.

Ante tod? hay un hecho constante, un hecho que es por si solo la condeoact6n de todo nuestro sistema judicial: ninguno de los

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prisioneros reconoce que la pena que se le ha infligido es justa. Hablad con algun condenado por una gran estafa. <cLos ladrones pequefios estan aqui, os dira, pero los grandes estan en libertad y gozan de Ia publica estimaci6n .1l 4Y que osareis responderle, vos­otros que conoceis esas gt·ande!" compafiias financieras montadas exprofeso para atraerse el ahorru de lo humildes y facilitar a los honorables fundadores alzarse con esos rondos con todos los requi­sitos de Ia ley? Oonocemo todos esas grandes compaiiias de accio­nista , sus circulares engafiosas, sus estafas legales. lY que vamos a contdstar a ese preso, sino afirmar que tiene raz6n? 0 bien ha­blad con tal otro condenado como autor de alguna <<filtraci6n•l. <tNo he sido ba tante habil, y ahi esta mi pecado», os dirA. 6Y que va­mo a contestarle a este, nosotros que sabemos como se <cirregu­lat•iza» en las altas esferas y como se pasean tranquilos los ladro­nes de levita? jCuanta~ veces no he oido decir en prisi6n: \\Los grandes ladrones no somos nosotros, sino los que nos tienen aqui encerrados.l) j,Quien se atrevera a sostener lo contrario? Ouando se conocen las estafas increibles que se cometen en el mundo de Ia alta finanza y los fraudes multiples del comercio; cuando se sabe de que modo intimo el fraude esta ligado a todo ese gran mundo de Ia industria; cuando nadie ignora que basta los medicamentos con que se promete salvar la vida del moribundo son objeto de las m~s innobles falsificaciones-y con ultad si quereis los analisis del laboratorio municipal de Pari~;-cuando estamos viendo Ia sed de enriquecimiento a toda costa que constituye Ia esencia de la socie­dad actual; <1> cuando se considera todo esto, se llega a afirmar que efectivamente, la prision es para los inhabiles, no para los cri­minales &Por que, pues, pretender moralizar a los que en ellas se encierra?

Esto en cuanto a lo que sucede fuera de Ia prisi6n; respecto a lo que pasa dcntro, es inutil hablar largamente. En otl'a oca&ion me he ocupado del asunto {2) y lo que he dicho ha dado Ia vuelta a Ia prensa entera. Toda Ia filosofia del regimen penitenciario puede re­sumirse en Ia ya citada frase: «Los gran des ladrones no somo nos­otros, sino los que nos tienen encerrados». Un solo hecho bastara para pintar el cuadro. Todos sabeis que esta p.rohibido fumar en Ia prision. Pues bien; todo el mundo fuma; solamente que esta mer-

(I) Sobre esto puede verse Proud bon, La ProprWe (en Systeme des contradictions economiques) especialmente el parrafo ultimo, en el que pasa revista a las ccirregularizacionesn-digamoslo en culto,-que se cometen en Ia industria, el comercio, los contratos civiles, etc., etc.

(2) Articulo sobre las prisiones frllncesas publiclldo en Ia Nine­teenth Century, y traducido por Le Tempi y otros peri6dlcos.

(N. del T.J

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cancia el tabaco e vende al precio de veinte centimos el cigarro, 6 cine~ peseta 'el paqu~te de ~os reales .. 1:, Y qui eo Ia pr?cura a lo detenido ? Lo guard1anes ~~ mo , 6 b1en los contratlstas .de trabajo . He aqui como e practtca e to. ~l pre o se hace eny1ar cincuenta pe eta a nombre de un guardtan; de e ta suma dtcho guardian guarda para i veinticinco pe. eta~ y _Paga el res~o al pre-

o en tabaco umioi trado a lo premos 10d1cados, 6 bteo es el contrati ta quien paga el trabajo en cigarro . Y no~ad bien q~e .no e~ olamente en Francia donde e to ocurre. La tanfa de Ia pns16n de Milbank en Jocrlaterra e ab olutamente Ia misma, basta con iguale pre~io . La cosa, como e ve, es ioternacional.

Declaro fraocamente que no concedo gran importancia a estos hecho upongamo que e le permita A los detenidos organizarse en cooperaci6n para comprar Ia comida-como se hace en Rusia­y que Ia admini traci6n no pueda defraudarle nada; supongamos que el trafico del t baco de aparezca y que e le se venda en Ia cant10a - pue bien, en e e ca o Ia pri i6n no por eso dejara de ser pri i6n oi de ejercer Ia mi rna intluencia funesta.

Las causas de esa influencia son mucho mas profunda .

Todo el mundo conoce Ia influencia deleterea de Ia ocio idad. El trabajo digoifica al hombre. Pero hay trabajo y trabajo Existe el trabajo del hombre libre, que permite sentirse una parte del iomen-

o todo, el univer. o. Y exi te el forzado del esclavo, que degrada, -trabajo hecho violentamente solo por temor de una agravacion de Ia pena, y tal e el trabajo de Ia prL ion. No quiero hablar del molino de di ciplina iogles, en el cual el hombre debe moverse como una ardilla eo u rueda, ni del hilado de Ia estopa, que da a ganar a un hombre poco rna de cinco centimo por todo un dia de trabajo. E to no e rna que una indigna veoganza de Ia sociedad. ~lienlra que toda Ia humanidad trabaja para vivi r , el hombre 8 quieo e fuerza a hacer un trabajo que no sirve para nada. e ieote fuera de Ia ley· y i rna tarde trata a Ia sociedad como fue­

ra de la ley, no le acu amo a el, acu emooos a no otros mi mos. La co a no mejoran de a pecto cuando se coosidera el trabajo

uti\ ~~ Ia pri ione . Ya be dicho por que alario irri orio trabaja el p~nonero. En e a condiciones, el trabajo,-que ya no tiene en si m1 mo ninguo eocanto, porque no ejercita nioguna de las facul­tade m~ntale del trabajador-esta. tao mal retribuido, que llega a ser ?on 1derado como uo castigo . Cuaodo mis amigos de Clairvaux fabn~aban corses 6 botone de nacar y recogian sesenta centimo por d1ez bora de trabajo de lo cuales veinte eran retenidos por el E tado (para lo pri ionero de delitos comunes, treinta centi­mo ~ rna .' yo C?mprendia perfectamente Ia rdpugnancia que tal trabaJo debta 10 p1rar al hombre condeoado a realizarlo. 1,Que pia· cer eocontrar en semejante tarea? 4Que efecto moralizador puede

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producir, cuando el prisionero sabe y repite constantemente que no trabaja sino para enriquecer a un patrooo1 tCon raz6n exclama a fin de semana al recibir los siete reales de su jornal: uDecidida· mente, los verdaderos Jadrones no somos nosotros, sino los que nos tienen a qui encerrados» I

Sin embargo, nuestros cam:1radas no eran forzados A trabajar, y alguoas veces por un trabajo asiduo llege.ban a ganar una peseta; obraban asl porque algo en ellos les impulsaba a trabajar. Los que de estos erao casados, mantenian correspondencia continua con sus mujere ; los Jazos que ligaban al prisionero a su hogar no estaban rotos . Y aquellos que no teofan familia ni madre a quien mantener, alimentaban una pasion, el estudio; y trabajaban en el taller con Ia esperanzd de poder comprar a fin de roes un libro desde largo tiempo deseado. Porque, ;,d6nde si no es en Ia prisi6n tiene el obre­ro tiempo para estudiar? Tenian, si, una pasi6n . 1,Pero que pasi6n puede tener un preso por delitos comunes, privado de todo lazo que le una a Ia vida exterior? Por un refinamiento de crueldad los que han imagioado nuestras prisiones, han hecho todo lo posible por cortar toda relaci6n del preso con Ia sociedad. En Inglaterra ni su mujer ni sus hijos pueden verle mas que una vez cada tres meses, y las cartas que escribe son verdaderamente irrisorias. Los filcintropos han llevado el desprecio de Ia naturaleza humana basta no permitir al preso mas que poner su firma al pie de una circular impresa.

En las prisiones francesas las visitas de los parientes no estan tan severamente limitadas; en las penitenciarias centrales el direc· tor esta autorizado en casos excepcionales para permitir las visitas en un locutorio sin reja. Pero ocurre que estos penales estan situa­dos lejos de las grandes ciudades, que son precisamente las que su· ministran mayor numero de presos. Muy pocas son, pues, las mu~ jeres que cuentan con medios suficientes para hacer un viaje a Clairvaux con obejeto de ver a sus maridos.

Y de este modo Ia mejor influencia que el detenido podria su­frir. la unica que podria Jlevar a su cerebro un rayo de luz, ha­cienda jugar uno de los elementos mas beneficos de la vida -las rclaciones con los parientes <1l -esta sistematicamente descartad~.

(1) No ob~tante lo que dice el autor, hay que estar en guardia contra Ia pretendlda efir.acia moralizadora de Ia familia. Dejando otro orden de consideraciooes para un estudio mas detenido, haremos constar aqui que por de pronto el hecho que constituye el origen de Ia familia, el matrimonio tal como hoy existe, civil 6 can6nico, es una instituci6n profundamente inmoral. LED virtud de que convenien­cias saciales se enagena a perpetuldad Ia voluntad de dos indl'viduos? i.No es moostruoso dar por deftoitivo un estado accidental (amor), pro­ducto de mil circustancias diversas y pasajeras, de la juventud, de la belleza, del gesto, de Ia voz, del andar, del modo de vestir, etc.?

((Examinemos-dice Edward Carpenter-las modiftcaciones que podrian aplicarse a las leyes que rigen aotualmente el matrimonio, Es

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La prisione de lo tiempos antiguos eran ma in~al~res, menos ordenada que Ia actuale , pero eran mas humamtar1a~.

En Ia vida mon6tooa, gri • del pri iooer?, en esa ~1da que ~e de Jiza sin emoci6n alguoa, in ninguna pas16n, los meJores seotl­miento e atrofiao rapidamente . ~o obrero que an.te amaban su ollcio, pierden el gu to del trabaJO. La energla f1 1ca de aparece poco a poco . Si quer ei formaro . idea del e tado del preso, pensad en uo iovierno pasado en las reg10ne polare . Leed los relatos de

de prever que los iodividuos no tardaran en insurreccionarse contra Ia obligacioo de ligar irrevocnblemente sus vidas. Num~rosos sioto­mas atestiguan un camblo i.nmineote. Cuando mas se t1ene por sa­grads y natural Ia verdadera uoi6n, menos voluntariameute nos ao­metemos a dejarno encadenar por un artificial contrato ~rma~o en lo dias de ioex.periencia. Ha ta aq ui el bal uarte del matnmomo .ha sido Ia dependencia de Ia mojer; dependencia que daba a toda mu~er un interes directo y material en Ia conservaci6n del llamad~ «lazo ln­di oluble >> , por lo cual todo hombre algo generoso se abstem&: de pro­pooer modificaciooes que lo librasen en perjuicio de Ia D?UJer. Pero el acreceotamiesto de 1a iodependencia de esta Ultima, JUntO a la conciencia cads vez mas clara dd que el verdadero matrimonio es irre­ductible por esencia, destruir{m poco a poco, desp~jandolas ~e su valor, las antlguas barreras que impiden Ia realizac16n de uruonea reales.

llEI amor, cuando lo sentimos con algona intens\dad, Jleva en sl un elemento de inflnito, que bace natural ados amantes el juramenta de fidelidad eterna, aun en las aproximaciones fugltivas; asi es 9ue bay algo de diab61ico en Ia manera de obrar de Ia ley, que se deshza. digamo lo asl, entre ellos en el momento critico, y sorprendiendo su juramenta, grita al mismo tiempo que cierra el c6digo con ruido triunfal: cqEstais casados y ligados para toda vuestra vidal>>

'o podemos calcular las modiflcaclones que el espiritu social co­lectivo aporbara ala ley y.a las costumbres, y menos aun prever los detalle ; sin embargo, e evldente que Ia impulsi6n iniciada nos !leva a una forma de uni6n Ulas libre. En principia no se puede negar que toda uni6n no e<~ perfect& si no a condici6n de ser enteramente libre. Se admite in e fuerzo que un amante plleda, en un exce o de amor, bacer prome a y comprometerse 9. cumplirlaR; lo inconceblble es que un ser dotado de dignidad y delicadeza, indicios de sentimientos profundos, se~ capaz de exigir una tal prom~sa de aquel a quien an.a. Ya que bay s1empre en el amor cosas sobreotendidas naturales, qui­zas lomas cooveniente en un verdadero matrimonio seria. tambien no d~cir nada .• no prometer nada, ya ruese pRrR un ano 6 para toda Ia v1da. Es s1empre pellgroso prometer; cuando el coraz6n desborda, lo rna conveniente es el sllencio. En la practice In embargo se con­elba dificilmeote un amor de e t naturaleza; lA' co tumbrPB ~e trans­forman lentamente, Ia dependencia parcial 6 total rle Ia mujer subsis­tlr.a ~lgun tiempo aun, es evidente por esto que lo cootratos deben ex1 tlr, s6lo que perder~n, lo esperamos a \, su carflcter rigido para adaptarse en cierta med1da a Ia necesidades de las partes contratan­tes ... ,> (Marriage, Manchester 1894:.)

rN. del T.J

-15-las expediciones articas, de las antiguas, las del buen viejo Parry 6 las de Ro~ ·, y cuando, al recorrerlos sintais la nota de depresi6n fhca y mental que se percibe a traves de Ia narraci6n, y que va haciendose cada vez mas 1 higubre a medida que avanza Ia eterna noche; j en toP ~es es cuando podreis formaros idea de Ia situaci6n del prisione1·o. Su ce1·ebro ha perdido Ia energfa necesarfa para una atenci6n so tenida; el peosamiento es menos rapido y desde luego menos persistente, menos p1·ofundo. Un informe amerfcano demostraba ultimamente que mientras que el estudio de las lenguas pro ·pera en las prisiones, los presos son incapaces de los matema­tico : nada mas exacto.

No es err6neo uponer que ese rebajamiento de Ia energfa ner­viosa con iste sobre todo en Ia falta de impresiooes. En Ia vida or­dinaria mil sonido y coloi·es hiereo cada dia nuestros sentidos; mil hecho insignificantes llegan a nuestro conocimiento y estimulao Ia actividad de nuestro cerebro. Nada de esto le ocurre al preso; sus impre iones son poco numero as y siempre las mismas; de aquf su curiosidad por las novedades. Yo mi mono puedo olvidar el interes con. que observaba, cuando me pa eaba por el patio del penal, las variaciones de colores de Ia flecha dorada de Ia fortaleza; sus tiotas rosadas al ponerse el sol; sus colores azulados por la manana; sus aspectos diver os los dias nubosos 6 claros, por Ia manana 6 por la tarde, en el invierno 6 en el verano. La llegada al patio de uo novato era un acootecimieoto. Esta, el gusto por las novedades, es probable­mente Ia raz6o de que los presos gu ten tanto de las ilustraciones; su interes por lo nuevo. Todas sus impresiooes, ya provengan de sus lecturas 6 de sus ideas, pasan a traves de su imaginaci6n. y el cerebro insuficieotemente alimentado por un coraz6o menos activo y una sangre empobrecida, se fatiga y pierde toda su energla.

Existe en las prisiooes otra causa importante de de moralizaci6n, sobre Ia cual no se hablara nunca bastante, por ser comun a todas las prisiones e inhereote al sistema de privaci6n de Jibertad. (I)

(1) No puede haber instltuci6n alguns buena basada en Ia priva­ci6n de libertad, y abi estan las penitcnclarias, los hospitales, los asi­los. Respecto a las primeras, barto elocuentemente babla el autor; de los bo pitales dice mas el horror que por ellos siente el pueblo, que cuanto nosotros pudieramos escribir; y con relaci6n a los asilos, baste bacer constar que Ia mayoria de los mendigos preflere correr los riesgos de su estado, iocluso roorir de bambre 6 frio, a tener asegu­rada Ia alimentaci6n a co&ta de Ia independencia.

Es mas; aun aquellos establecimlentos en que no existe en realidad privaci6n, pero que sin embargo Ia vida se desenvuelve con arreglo 8. un plan fijo, desagradan a Ia naturaleza humans. Innumerables son las personas que sienten repugnanci.a porIa vida arida y normallzada de los hoteles. rN. del T.)

Page 9: Kropotkin Las Prisiones

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Tod~s 1 tran re ione a lo principios admitidos de Ia moral ptie~ den •mputar _e a Ia care~~i de una voluntad llrme. La mayo;fa de lo . hab1tante de Ia • pn 10~e · son persona que no han tenido su­llctente ll:meza para _rest ' llr las _tentaciones que les rodeaban 6 P.~ra dommar una pa ·16n que le tmpul · aba. Pues bien; en Ia ri-ton, como en el mona ter10, todo e ta di · pue to para malarIa ~0

lu~tad. El .h?mbre no .tiene libertad de e ·coger entre dos actos · Ia contadi 1ma . ocas10ne que se le pre entan de ejercitar u ~/­luntad, on exce 1vamente corta ; toda su vida e ta realamentada Ordeoada por adelantado; DO tiene rna que hacer ;ino seauir ti corr1e~te, obeJecet· en todo o pen"a de duros castigos En° estas _condtctone de apa~ece toda Ia voluntad que podia ten~r ante~ de : .n~re ar en Ia pn ~IOn. Y, 6d6nde encontrarA al alir de sus muros ~ uerza para re! · t1r a Ia • tentac10nes que como por en canto sur-

gtran1 ~~tedel? 6Donde encontrar Ia fuerza para re i tir Ia primera tmpu ton ~ un caracter pa · ional, si durante muchos ru1os todo ~: ed ta~1o dt yue tJ para d~ truir en el Ia fuerza interior, para ba-

r E-~t e b un~n trum~nto doctl en las manos de los que le gobiernan? .e ec o, en r:nt entender, es Ia mas energica condenaci6n d

~ado 1 dtefa ba a~? en Ia pri vaci6n de Ia libertad indi vid ua 1 El r't~e~n !t ~ _uprriOn dee ta libertad e· facil de comprender; ~on-

ro c e eo e g~arda: el mayor nlimero posible de prisione-t 0~ ~I rna pe9ueno numero de guardianes El ideal de nues ra pn lOnes seria el de un mill6n d t. -tr~bajando, _comiendo y aco lando e p~r a~~d%a~e clev~ nt~ndo~e y tnca maneJada por ~n olo empleado. orrten es e ec-

supu:st~gra ere~~~ ~~ mdudablem_ente hacer economias en los pre­a! estado df maquinas ~~u:e:~t~~~rr6ue t~~s hom~res reducidos que Ia sociedad nece ita. 1 eraCI 0 preCisameote de los

Tan pronto como uo preso es e . 1 d camaradas de aotano, que le recibe~c~~~ a a o, va a unirs? con sus modo eotra otra vez eo 1 . 0 un hermano, de este La ociedades de ocorr~ nc~rr~~te que le llev6 antes al presidio. alcanzar es combatir Ia eroigios e_n oada: Todo a lo que pueden trabalancear su fuoe to p efectos :6~~~~ea~~a de Ia pri iones, con-

}Y que contra te entre el recibimieoto d~~os det"los presos. -ro y el de toda e a geote . o an tguos compane­e o jesuitas cri tiaoo y fil~~~rose vaoaglona de fitantropa l Para verda~eros apestado . lQuieo de ~~~~ J 0~ presos ex~arcelados son Y le dmi seocillameote: ~ Abi tiene aht ~?s ~~ bnndara su casa bajo; ieotate a nue tra me· a fo una a ttaciOo, ab~ tie nes tra-preso lo que nece ita es un:s s~st~m; ptrte fe nuestra familia»? El le 3:uxilie. Pero 1cuan lejo de e t~ ratae~na ' u?a maoo amiga que soCiedad ha becho todo lo

0 .bl es a realtdadl De pues que Ia

despues de haberle iuoculad~ ~s ~ibior c;efr e ~n. el un enemigo, arroyo y le coodena ala reincideQci~~ e a pr1s1ooes, arr6jale al

Todo el mundo conoce Ia influencia de un vestido decente. Los mismos animates se averguenzao de aparecer ridlculamente t'l'ajea­dos ante sus semejantes. Uu gato que un chusco haya pioLarrajeado de rojo y negro no se atrevera a mezclarse con los demas gatos. Y el hombre comienza por vestir de locos A los que pretende mo­ralizar. H.ecuerdo haber observado en Lyon el efecto producido en los presos por sus vestimentas. Para entrar los novatos en Ia sala· roperia pasaban por el patio en que yo me paseaba; casi todos eran obreros, vestidos pobremente, pero con limpieza. Y cuando salian vestido el ionoble traje de Ia prisi6n, remendado de mil pedazos mullicolores, con eL panta16n a media pierna y uo mezquino gorro en Ia cabeza, se les veia avergonzados de preseotarse tan ridlcula­mente compuestos.

Esta es Ia primera impresi6n del preso, y durante toda su vida esta.ra sujeto a un tratamiento que !leva eo sf el mas grande des­precio a los sentimienlos humanos. En DartmOIJre, por ejemplo, los presos ~on considerados como hombres sin un resto de pudor. Se les hace formar en lllas, completatneote desnudos, ante las auto­ridades del penal, y ejecutar en tal estado una serie de movimien­tos gimnasticos: <qVolveros, levantad los dos brazos, levantad la pierna derechal» y asi por el estilo.

Un preso noes un hombre que puede tener algunos sentimieo· tos de respeto humano. Es una cosa, una cifra, un objeto numerado.

Si cede al mas humano de todos los de eost al de comunicar una impresi6o 6 un pensamiento a uo compafiero, cometera una infrac­ci6n a Ia disciplina, y cuenta que por muy d6cil que sea, acabara siempre por cometerla. Antes de entrar en Ia prisi6n habra expe­rimeotado repugnancia a mentir y a engafiar, pero una vez en ellat lo aprendera de seguro, hac;ta el punta de que en el constituya la mentira una seguoda naturaleza.

Y desgraciado del que no se sorneta, si Ia operaci6n del regis .. tro le humilla, si Ia mi a le repugoa, si descubre el desprecio que le inspira el guardian que trafica en tabaco, si parte u pan con el vecino, si tiene alia bastante dignidad para. irritarse de una iojuriat si es bastante honrado para rebelarse contra las intriguilla mise­rabies; desgraciado, si, porque para el Ia prisi6n sera un iofierno. Le ca.rgaran de trabajo a mas no poder . .. y gracia que no lo man­den a que se pudra en un calabozo. La mas pequeii.a iofracci6n a Ia disciplioa, aquella infracci6n que por lo iosignificante se toleraria en casa de un hip6crita, le acarreara los mas severos castigos, porque con ello, co n rebelarse, se coovierte en un insubordinado. Y cada castigo traera consigo otro. Se le llevara a Ia locura por Ia persecuci6n, y por feliz puede darse si abandona el presidio de otro modo que no sea en un ataud. En Clairvaux he vista como se tra­taba a los «insumisos». Un labriego vejetaba eo el calabozo de cas­tigo. Cansado de tal vida hiri6 a sn guardian. Se le conden6 A per· manecer perpetuamente en Clairvaux. Entonces el proyect6 suici·

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- 1S-d.ar e, Y no teniendo ningun . Cld6 comiendo e us propios arma para realtzat· su prop6sito se I

E facil e c ·b· excremento . SUI-. . . rt lr en lo periodi ~r \'1g1lado y que lo d' ~os que los guardianes deb'

dtgna . 1 ada ma . Jrectore convendria ue f Ieran

;~ d.~~;~~~f~.:t:i~j~~~ !i~i:~~:~,~~~ .. d;";u~~~~;gi~-todn Ll vida en itua . re son condenados A o ·ecuencia de ello . E~~~~~r~~ls: ' ufren ind~fec~ibleme~~~%~n~~~: f _rte, alvo ~n J,, mona terio · rue hace. qUI qmllo~o. En ninguna rJ cra y de ch, · me t d o 'retna un e piritu d b . .

pri ion. Forzado "anm e arrollado como entre los cruarde. aJa In-1 . « over e en u d' o 1anes de uego ~ u mfluencia. Tal acto . .(1 • n me to vulgar. ufren d

ge Zutano, con · tituyen el fo;~ol"ctmflcante de Fulano, tales pala~ r~~ re on lo hombre . ~ u convcr ·aciones 1

cui a de autoridad in'/ no podrels dar a un indi viduo. os hon:­menos e cru ulu o orromp~rle. (t) Abusara de el una partl­cuanto mas J~mitact! haria sentlr con tanta mas fuerz~a y sera .tanto vi vir en un campo de eea a ~ fer a de accion de . sta sOu bal~tortdad, d 1 - d nemtrro I · • wados a

llaelfga Je ~~rt~ai:c!le~~~~a£~d~nd.t'.(!.t ~~ ~i~~r~~anl~ss n~efe~1~~n ~~promneo-o que son· · 1 ucwn e la 1 ' n Pe talo . . per egutdore miserable y q~e es convierte en

ZZI en U Ju rrar (•' mezqu1nos C J . pro~1o .dera Jo O:i ~0 qu~ ~~/~u~ un Pestalozzi acepta fafc:a~cr~)uyn . pi amente Invade el o

Ctedad. Se habit · .· . coraz6n del preso el d' vide el mundo e~ada odtar cordialmente a los q o 110 con~ra Ia so-camarada otra os parte ; una, de Ia cual fo ue e oprtmen. Di­director ~~[ cr q_ue es el mundo exterio rman parte el y sus entre todo lo buardJaoes y los emple~dos rs retresentado por el cuale on us pre ? contra todos los u~ e ?rma una alianza pronto como er~~~tgosl y cont~a lo c~alesn~o~lsten su ~raje, los su moral. nte dearce ado obttene la libertad o es lfcito. Tan C~:ten tado sin reflex· .P~ dar po~ el presidio qui fone en .Practica ttcular u •a ton, e pues cuenta z s cometJera sus

/Quels uridi:isu~~~~~ehor:n~~r;:n:? la ~fg~?e~t~n;r~~os3!ia2~~;~

Sabido es en que e al pudor eo todo el m~~~~to<.:~~~li~~door~on~s crecen los atentados

I . uc as causas contribuyen

d (H) Sobre los efectos d I e amon Ps k l . e a autorJdad I . editor). yc o Oflt~ du militair~ prof~:s~onos fJ~ta~es, vease Ia obra

. ~I libro de Ham n~ • arls 1895. (Sa vine Mtlttartsme editad 00 estA conflrmado or '

' o porIa revista Soci~tfNo:;~W· dCorre eo au folleto ~. e Bruselas.

rN. del T.J

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a ello, pero Ia influeocia pestilencial de las prisiones ocupa el pri­mer Iugar. La perturbaci6n provocada en Ia sociedad por el regi­gimen de detenci6n es en esta direcci6n mas profunda que en toJa otra.

Es imHil que hable largamente de este asunto. De las prisiones de nino Ia de Lyon, por ejemplo) se puede decir que dia. y noche Ia vida de estos desgraciados esta impregnada de una atm6sfera de depraval.:i6n. Lo mismo sucede en las prisiones de adultos. Los he­cho que yo mismo he ob ervado d11rante mi encierro, sobrepujan lo que pudiera inventar Ia imaginaci6 n mas depravada. Es preciso haber estado largo tiempo en prisi6n y haber tenido las cooflden · cias de su vecinos para saber a que estado de e piritu puede llegar el de algunos detenidos . Todos los di.rectores saben que los esta­blecimientos centrales son Ia cuna de las mas irritaotes infracciones a las !eyes de la Naturaleza. Se engaii.a gravemente quien crea que una reclu i6n completa del individuo en el regimen celular puede mejorar la situaci6n. La causa de estos hechos esta en una per­version del espiritu, y Ia celda es el mejor medio de dar esa ten­dencia a Ia imaginaci6n.

III

Si tomamos en consideraci6n todas las diversas influencias de la prision sobre el detenido, convendremos en que cad a una separada­mente y todas en coojunto obran de manera a hacer al hombre que ha pasado algun tiempo en prisi6n, cada vez meoos apto para la vida de sociedad. Por otra parte, ninguna de esas influencias obra en sentido de elevar las facultades intelectuales y morales del hom­bre, llevandolo a una concepci6n superior de Ia vida, haciendolo, en fin, mejor que antes.

La pri i6n no mejora a los pri ioneros. Como, segun hemos visto, tn:mpoco impide que se cometan los llamados crimenes: testigos de ello los reincidentes. No responde, pues, 8. ninguo fin de los que Ia sociedad se propone.

Se impone por esto el siguiente problema: <lt Que hacer con los que violin Ia ley-no la e crita, triste hereocia de un pa ado triste -sino lo principios mismos de moral grabados en el corazon de cada cual?»

Este es el problema que debe resolvel' nuestro siglo.

Hubo un tiempo en que Ia medicioa era el arte de administrar algunas drogas descubiertas ittciertamente. Los enfermos que caian en manos de los medicos, sanaban 6 morian a pesar de tales bre­vajes· el medico solo tenia una excusa: la de que hacia como todo el mundo. No podia exigirsele que se adelantase a sus contempora· neos.

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~uestro siglo, al apodora~ e de los problemas antes apenas en­trevt tos, ha tornado 1~ ?Ue tt6n de Ia medicina por otro Jado. En vez de tut:ar, Ia medtmna actual trata de pre'Denir. y todos cono­cemos l~s mmensos re~uftados obtenidos de este modo 1 h' · es la meJor de Ia medicioa . · a tgtene

~tte bien; lo mi mo e ha de hacer respecto ese gran fen6 octal ql!e e llama. crimen y que nue tro hijos llamaran ~,.,r;;.:~~

dad soct.al. ~revemr e t enfermedad sera Ia mejor de 1 y e La conclu 't6n e el lema de toda una escuela que se o~up~u~as. to problema . e es-

La e cuela de referencia cuenta con toda una literatura. E fila e cl!-entan lo criminali ta italianos Poletti Ferri c '1 .n s~s y ha ta cterto punto el ~i .mo Lombro o; por dtra pa;te ~:ts~~nl~ ~ran e.c~ela de lo p 1copatas en Ia que figuran Griesin Kraft-Ebbm~ en Alemania, De pine en Francia y M audsl ger Y ~laterra ; ext ten tambien los soci61ogo como uetelet ey en In­ttnuadore , tie crraciadamente poco numero os· y final~ s~s con­tamo_ de u~a pa_rte con las modernas e cue\as' de sicol~ ~~con-~ei:ct~~i~~~~~lVlduo, Y de otra las escuelas socialist!s con !elac~~~.

d En lo trabajos publicados por e to novadore tenemo t

O' lo elemento nece. arios para tomar una . ~ ya o-

~~~~~~e~a~~u~~~~aq~r ~~e~~~~~~ad ha miserable~e~~~ ~j~~~;~i~;:s6 =====

anl~~fal~ra~l~~as£~!esc:i~~~~asc~~~~:j~~ ~afa producir los actos gica , cau as fi icas. · Cia es, causas antropol6-

Comenzare por las ultimas· son 1 ., . . bargo, su influencia es incontestable as meno conoCidas y sm em-

Cuando vemos a un am· · · decimos tgo arroJar al correo una carta sin seiias

f~d~~~~~ Y~~1~~;i~~~~~:~~:~:f1~~~ i~L~sv~~;i·e~~~!s ~~~a~s;s c~c~ de carta m sefia echada en lo es E\ prever. _EI numero en aiio con una regularidad asom~ buzon~s se reproductra de aiio e variar un poco. Pero i ese nu rosa. o mas. que podra hacer una ciudad de muchos millones :e~o ~_s, por eJemplo, de mil en modo de dos mil en el aiio s· . e a ~tantes, no sera de ningun oscilara iempre alrededor d~gm.~nte, ~~ t~mpoco de ochocientas; nas. Lo in formes anuale del mt ' van an o a pen as algunas doce­e te _rec;pecto . Todo se repite· h~o;ref d.e Londres. son curiosos a arroJado en vez de cartac:; v~ s a e numero de btlletes de Banco so como el olvido, sometido t~e,e p~es, un elemento tan c~pricho. como Ia~ que rigen los movimient: %;~o, a,Ieye tan rJgurosas

Lo mlsmo sucede con el . os p anetas. numero de muertes que se cometeQ to-

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dos los afios. Con las estadisticas de los anos precedentes delante, se puede predeci; el numero de homicidios que s~ cometer~ ~~. aiio pr6ximo en cada pals de Europa, con una exacbtud notabthstma. Y si se toma en consideraci6n las causas perturbadoras, de las cua­les unas aumentan y otras disminuyen, se puede predecir con algu­nas unidades de diferencia, el numero de dichos trtmenes que se co meter a.

Hace algunos ai'ios, en 1884, La Naturaleza, de Londres, publi-c6 un trabajo de S. A. Hill sobre el numero de actos de violencia y suicidios ocurrido en Ia India ioglesa. Todo el mundo sabe que cuando hace mucho calor y el aire es muy humedo, el hombre es mas nervioso que de ordinario. Pues bien, en Ia India donde Ia temperatura es muy calurosa en verano y donde el calor s" en­cuentra a menudo acompafiado de una fuerte humedad, Ia inlluen­cia enervante de Ia atm6sfera se deja sentir mucho mas que en nuestras latitudes. M. Hill ha recogido el numero cJ.e actos violen­to y de suicidios cometidos en Ia India mes por mes, durante una larga serie de aiios, y ha examinado Ia influencia de Ia temperatura y de Ia humedad sobre esas cifras. Por uo procedimiento matema­tico muy encillo, ha 1\egado a calcular una f6rmula que permite predecit· el numero de crimenes, con s6lo consultar el term6metro y el higr6metro,-el instrumento que gradua Ia hnmedad. Tomad Ia temperatura media del mes y multiplicadla por stete, ai'iadid Ia humedad media y multiplicadla por dos, y tendreis el numero de homicidios cometidos durante el mes. <1> Lo mismo se puede bacer con los suicidios.

Tales calculos deben parecer muy exlrafios a los que viven aun de los prejuicios legados por las religiooes. Pero para la ciencia moderna que sabe que los actos psicol6gicos dependen en absoluto de las causas fisicaf', no tienen nada de a ombroso . Ademas, los que por si mismos han experimentado la influencia del calor ener­vante, comprenderan perfectamente por que el indio, reinando un calor tropical y humedo, echa mano mas facilmente del cuchillo para terminar una disputa, y por que el hombre cansado de Ia vida pone fin a uc:; dias con un suicidio.

La inlluencia de las causas fisicas en nuestros actos estci. lejos de haber sido analizada por completo. Y sin embargo, es cosa sa-

( I) De modo que se~un esto, sl queremos saber el numero de bo­micidios ocurrido, por eJemplo, en Italia en Enero de 1893, tomhremos Ia temperatura media, qu~ es 6, 3 (V. Ia Statistica di utt quatlrien•io di o.!serTJaziotti .fatte ttella stazione meteorica del comizio agrat·io di Pozzuoli. Napoles 1 94), y 111 multiplicaremos por siete, de Io cual results 42; multiplicaremos despues Ia bumedad media, que es 68, por do!l, y tendremos 136. Sumando esta cifra con Ia otra resultara 178. ~Rs este, poco rolls 6 rnenos, el numero de bomlcldlos cometldos en I talia en Ia epoca indicada?

!-a f6rmula nos parae~ ine~acta tal como esta expuesta. (N, del f,J

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~ida que 1~ ac to de vio.len~ia contra las personas predominan en ' :ano, m1entra gue en mvterno lo que llevan ventaja son los ac­to contra Ia proptedad . Cuando examinamos las curvas trazadas P?r el profe or E. Ferri, y vemo Ia curva de los actos de violen­cta a cender y de ~en de~ con Ia cur va de I a temperatura siguien­dol~ en toda su ' wflexwnes, en limo viva impresi6n por Ia se­meJanza de la d? linea y compr endemo bas ta que punto el hom­bre . e una maqmna. El hombre que se vanagloria de su libre ar­bttriO depende .de Ia temperatura, del viento y de la lluvia co todo er orgamzado. ' mo

E evidente que esta investigaciones e tan erizadas de dificult • de Lo efe~to de Ia cau .. a ft ica son iempre muy complejos. As~ c~and? el n';lmero de ~< deh to '> ube 6 de ciende con Ia cosech d j tn o-o o.del nno,. Ia. mfluencia fi icas no obran ino i ndirectam~nt! por ~lmter~ed1ar10 de las cau as sociales. Pero, lquien dudara d~ e a. mfluencta. ? Cuando el tiempo es buena y la co echa excelente cuando en lo pueblos ~e iente Ia comodidad y el bieoesta~ cierta~ :fe~te ~ue hay Qlen? n~pul os de dirimir las coctiendas a 'pui'iala-a~ , o-mtentra que 1 .el t1empo e pe ado y Ia co echa mala el Ja­

brt~ o toroara e tac1turoo y las r encillas tomar an desde Iu'ego ~aracter rna vi~ l.ento. Pareceme que las mujeres que tienen conus~ dantemen.~e oca 1?D de ob er var el buen 6 mal humor de sus mari-

o. , poid r t~n dectrn.os mucho sabre las r elaciones entre la disposi­cwn p qUica y el tiempo .

del La ~ausasd fi iol6gicas, aquellas que dependen de Ia estructura c~re r oY e .los 6rgano de Ia digesti6n , asi como del estado

d.el 1 Htema ~erv10so,. son ciertamente mas importantes que las fl-tca . . an tdo tambten rna e tudiadas. .

Ia 0~!:~~ue~_cia ~~ Ia capacidades hereda~as de los padres y Ia de de in , f act?D ft tca obre los ac to ' han tdo recientemente objeto idea 1~ ~ga~IO~es tand profundas •. que podemos ya formarnos una

00 an e JU ta e e. te conJunto de causas. Ciertamente ue

No ~coedetamo Jas. ~onl c l u lOnes ?e Ia escuela criminalista italia~a. t

" mos a. m1tJ r a conclu wnes de Lombro o el representan e ffi<1 conoctdo de Ia e 1 b d ' -su libra ft 1 d ,. cue a, so r e to o aq uellas que expone eo

Lo ue h 1 u a o .aumen.~o de la criminalidad, pu blicado en 1879. terp~e' " nadcelmos es serv trt~ os de los lteckos r ecogidos por ellos in-

14 o os nosotros m1smos . ' te ~~~~~0 ~o!Dbros? nos der:n uestra que Ia mayorfa de los habitan­bro no ~r• ~~one tlene algun defecto en Ia organi zaci6n del cere­nad~ mas •~c t~amo ante tal ob ervaci6 n. Se trata de un hecho v que Ia ma.yo~; ~et~:os ta~?ie~ ten~ado de creerle cuando afirma Jar OS I pres! Iar~o t tene lo brazos un poco ma ' losga~eii~:t~sr~;~ g:u\~l~umhamd.add . Admiti.mos tam~ieD; c.on el que

s an 1 o comettdos por md1v1duos que

tenlan !gun vicio grave en la estructura de su cerebro; es una afir­maci6n conflrmada por Ia observaci6n.

Pero cuando Lombroso quiere deducir de estos hechos conclu­siones a las que no tiene ningun derecho; cuando afirma, por ejem­plo, que Ia sociedad liene derecho &. tamar sus medidas contra los que tienen defectos de organizaci6n, nos negamos en absolute A seguirle. Ill La sociedad no tiene derecho alguno a exterminar a los que <tienen enfermo el cerebro, ni a encarcelar a los que tienen los brazos mas largos que los demas mortales.

Admitimos voluntariamente que aquell os que han cometido actos atroce -esos actos que de cuando en cuando indignan a toda Ia humanidad-han sido casi siempre idiotas. l2l La cabeza de Frey, por ejemplo, de que loda Ia prensa se ocup6, es una prueba de las mas curiosas. Pero no todo los 'diotas resultan asesinos; y creo que el mas furio so de los criminalistas de Ia e cuela Jombrosina no llegaria basta Ia ejecuci6n en masa de todos los idiotas que viven entre nosotros. tCuanto de ellos no estan en libertad-los unos vi­gilados, lo otres ... vigilantes! tEn culmtas familias, en cuantos pa­lacios, sin hablar de las casas de salud, no encontramos idiotas con esos mismos r asgos de organizaci6n que Lombroso considera como caracterfs~icos deJa «locura criminal »! Toda Ia diferencia entrees­tos idiotas y los que han perecido a manos del verdugo no es mas que una diferencia de las condiciones en que uno y otros han vi­vida. Las enfermedades del cerebro pueden ciertamente favorecer el desarrollo de una inclioaci6n al a esinato. Pero esto noes forza­do. Todo dependera de las ctrcunstancias en que se halle colocado el individuo que sufra una enfermedad cerebral. Frey muri6 en Ia guillotina porque toda una serie de circunstancias le llevaron al asesinalo. Yen cambia tal otro idiota morira pacificamente rodeado de su familia porque nada le ha puesto en el camino de la violencia

Evidentemente, rehu amos aceptar las conclusiones de Lomhro­so y sus continuadores . Pero al popularizar este genero de investi­gaciones, Lombroso ba prestado un gran servicio. Porque todo hombre inteligente ve en lo hecho acumulados por el, que Ia ma­yoria de los que se trata como criminate no on mas que seres que padecen alguna enfermedad, y que, por consiguiente, es precise curarlos cuidado amente en vez cie lanzarlos al presidio, donde desde luego su enfermedad se agrava.

(I) Sobre Ia tan cacareada teoria del c1·iminal nato puede leerse el estudio de R. Mella en su obra Lombroso y los anarq.uistas (Barcelona, 1896), obra. inestimable como refutaci6n de ciertas apreciaciones del criminalist a i balia.no, y como ex posiciOn clara y terminante de Ia cien­cia ftlos6fica en su \:lltlma evoluci6n.

(2) Sobre el idiotismo vease el complete estudio del Dr. Jules Voisin, L' idiotie, Paris, lt:\93. (Alcan, editor) .

En esta misma obta se ballara (lecci6n primers) una exposicl6n su­mamente clara y precisa de Ia herencia., con un signiftcatlvo cuadro esquematico de Ia casa real de Espana. rN. del T.J

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- !4-Mencionare aun las inv tigaciones de Maudsley sobre 1a cres~

pon abilidad en Ia locura.ll Tambien en esta obra hay que tomar con re~ rva las conclusione del autor: las conclu ioaes no valen lo que lo hecho . Pero no puede Jeer e e te libro sin concluir que la inmen a mayoria de lo que hoy on condenados por actos de vio­lencia, son implemente individuos que padecen de alguna enferme­dad cerebral ma 6 meno grave·-casi siempre de anemia del ce­r~bro, no d~ pletora, como me decla hace un momento Elie Reclus.

1, de anemta -re ultado de falta de alimentaci6n. eEl loco ideal ?reado porIa le ·, -dice Maud ley,-el solo que Ia ley reconoce 1~re . pon able, n e'\i te, como no e~i te el crimi';lal ideal que Ia ley ca liga. Entre uno y otro hay una mmen a sene de gradacione in en ibles que hacen que lo dos se toquen se confundan. JY a e tos eres es a los que se emprisiona para agravar su enfermedadl

.Ha ta e~ prc~ente las instituciones penales-tan queridas de los legt ta" y Jacobmos-~o h~n ido. ~!las que un baturrillo del que formaban .parte Ia a.nttgua 1dea btbhca de venganza, Ia idea de Ia Edad ~Ied1a que atnbuia todos lo actos malos a un a mala volun­t~d, a un diablo que !mpul a al cd~eo, y en fin, Ia idea de los le­gt Las moderno -Ia 1dea de terronzc1r y de precaver por el castigo lo que ellos llaman crimen. . ~ero, estoy . e~uro, no e. ta lejano el dia en que las ideas que han ~~ pt~ad? a Grte tnger, a h.raft-Ebbing, a Despine, pasen al domi­mo ~u~hco, y entonces nos avergonzaremos de haber sostenido los pre tdto .Y pagado los v.erdugos . . i lo concienzudos trabajos de e . to escntores fuesen mejor. conoctdo , ya hubieramos compren­dido. todos que aquellos a qmenes se encarcela 6 se ajusticia soD senctllam~nte seres que nece itan un tratamiento fraternal. '

I Pero. ctertamente q?~ no son ~a as de alud lo que es necesario COD trmr en vez d~ prt 10ne . (LeJo de mi e ta idea execrable! La ca a. de alud e:s tempre una pri i6n. Lejo · de m! Ia idea lanzada de ltempo en lt~~po por eso senores filantropo que proponen conser.v~r Ia pr1st~n, per? confiilndola a medico 6 pedagogos. (IJ

I:o. pnslODeros ~~ian alh aun mas desgraciado ; saldrlan de tales SlllO mas de eqmhbrado auo.

Lo que lo detenidos no han encontrado en Ia sociedad actual es una mano fralernal .que les ayuda e desde Ia infancia A. desarrollar las facultades super10res del coraz6o y de Ia inteligencia, facultades

{I) Eo este error h:~curreo lg~_Ia!mente, -bien que de sus obras se desprenda Ia compl.eta lnutilidad e injosticla de las risiones -al u­D~?S pensadores radtcales, de los cuales hay derecho f esperar' mll.s~6-gica .en. 81_18 deducclones. De estos es Ch. Le tourneau· voase L' loolu­tton;undtqwe, cap. XIX, VII, Paris, 1891. (Lecrosnier et Babe, editores).

(N. del T.)

-2!>-cuyo desarrollo natural ha sido entrabado, sea por un defecto de organizaci6n -anemia del cerebro 6 enfermedad del coraz6n, del higado, del e~t6mag.:>-se~ por las condiciones sociales que Ia actual sociedad proporctona a mt!lones de s~res. hum~nos. Pero esas fa~ul­tades superiores del coraz6n y de Ia wtehgenCla no pueden ser eJer· citadas estando el hombre privado de libertad, no teniendo Ia elec­ci6n de sus actos, no sufriendo las infiuencias multiples de Ia socie· dad humana.

La prisi6n pedag6gica, Ia casa de salud, serlan infinilamente peore qu~ los calabozos actuates. La fraternidad y Ia libertad son los solos correctivos que deben oponer . .;e a las enfermedades del organismo; los solos correctivos que deben oponerse-lo repito-8. las enfermedades del organismo que impulsan a eso que se llama crimen.

Observad ese hombre que ha cometido un acto de violencia con-tra uno de sus semejantes. Hoy dia el juez- maniatico pervertido por el estudio del derecho romano <11-lo coge y se apresura a con­denarlo : lo manda A. una pri i6n. Y sin embargo, si analizais las cau as que le han impulsado al acto de violencia, vereis (como per­fectamente lo ha hecho no tar Grie ' inger) que el acto de violencia ha tenido su causas, y que esas cau::.as trabajaban ya desde lal'go tiempo, mucho antes que el hombre cometiese el acto en cue ti6o. En su vida precedente, descubria una cierta anomalia nerviosa, un exceso de irritabilidad: ya a prop6si to de una bagatela expre ·a­ba ruidosamente sus sentimientos; ya caia en Ia dese peraci6n a consecuencia de un disgusto nimio, 6 bien se encolerizaba a Ia me· nor contrariedad. Pero esa irritabi!idad era ella misma ocasiooada por una enfermedad cualquiera: una enfermedad del cerebra, del coraz6n, del higado, a menudo heredada de Jo · padres . Y de ·gra· ciadamente, nunca ha habido nadie alrededor de e e hombre para dar mejor direcci6 n 8. su impresionabilidad . En mejore condiciones hubiera ido aca o un arti · ta, un poela, un propa()'andi ta celo o. Pero falto de ello~, en uo medio de favorable, ha !legallO a ser lo que se llama un criminal. !~J

(I) El derecho romano es una de las calamidades mas grandee que ban caido sobre Ia especie humans.

Con justicia.lo detests el aut')r. Actualmente se opera contra el una poderosa reacci6n. El derecho

mercantil no es mas que el moderno derecho civil en contraposici6n al romano, vlgente boy dia.

Se impone, pues, no Ia fusion de ambos derechos, el civil y el mer-cantil- como dicen algunos autores y nosotros juzgamos impractica­ble-sino lk sustitucion de uno por otro, lo que se llama lmpropiamente Ia umercantilizacion del derecho civil)).

(2) Por desconocer estas verdades de Ia ciencia, seve P.n Ia lite­ratura, especialmente en el teatro, cada incongruencia psicol6gica que tumba de espaldas.

Por lo que toca.a Espana, los dramaturgos-en general-desconocen 4

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-26-ltay mas. Si cada uno de no otro se sometie e por sf mismo li

un e. amen evero v ria que alguna ve;.:: han pa ado por RU cere­bra germene de' idea-, _rapida c?mo un relampago, que cons­tituian el fonda de e a· tde que tmpul an al hombre <i co me­ter acto que el mi ·mo recoooce como malo . . Tal de no. otros ha rechazado e a idea tan pronto como han nactuo. Pero .H ellos hu­bieran encontrado un media propicio en Ia circunstancia exterio­re·: i otra- pa iooe m ociable y par lo ta~to bellas,-tales como el am or Ia camp a -ion, el e piritu de fratermdad, -no e en­contra en alh para contrarre tar lo rehimpago - de ideas eaoi tas y brutale-, e o relampago. , al repetir e, hub· ran acabado por lle­var al hombre a uo acto de brutaliuad.

Lo criminali ta gustan mucho de hablar de crimi nalidad hdre­ditaria, y los hecho- citados para comprobar e te a erto son nota­ble ; vea e lo trabajos de Thompson en el Diario inples de ciencia mental para 1 iO.

Pero, &que e lo que se !:!ereda de los antecesores criminale ? t,Sera aca o una protuberancia de criminalidad? Seria ab urdo el afirmarlo. Lo que se hereda es la falta de voluntad, una cierta debi­lidad de la parte del cerebra que registra ouestros actos; 6 bien pa­siooe violentas, 6 tambien el amor del peligro, una vanidad exce-iva. Por ejemplo, Ia vanidad combioada con el gusto del peligt·o e

un ra go cornua eo Ia poblaci6o de lo prisioneros. Pero Ia vanidad encuentra campos muy diversos en que desenvolverse. Puede pro­ducir uo criminal como Napole6n 6 como Frey. Pero si se asocia a otras pasione de uo arden mas elevado, podra dar de si gentes que, por ejemplo, taladran I tmos, gentes que se afanan eo inven­to varia . y observese, y e to e lo mas importante, que bajo la acci6o de una inteliaencia bien de arrollada, Ia vanidad misma e borra, se atro!i.a, desaparece. No hay rna- va•1idoso que los tontos.

En cuanto al amor del peligro, que es una caracteri tica de lo­que compareceo ante lo tribunate·, hay que notar que bien dirigi · do por las in!luencias de fuera, re ulta facilmenta una fuente de

Ia nocione! mas elementales de la psicologia. Es inutil que se re­pita un diay otro-y uo dia y otro lo repite el prlmero, y el unico, de nuestros criticos-q ue el artista literario debe er un hombre de cien · cia; es en vano ponerles delante el ejemplo de literates extrangeros ... Paraello el arti ta es un ser de inspiracio,£ y todo lo que se h11ble de ciencia es matar el genio. iA l. andan esos crttir:os que hablan de que un cardenal es el ca o mas curioso paro. Ia p icologl.a experimental (II), y asi les luce el pelo a esos dramaturgos t"eoolucionarios que em­plean tres mortales aetas para comunicarnos que el hombre no debe mirar hacia atras, y eso dicho entre mil celajes y rodeos para que Ia tal novedad no le cueste cara a su au tor! 10h, memos I

(.V. del T.)

-Z7-. 1 · d d E e amor es el que impulsa a los viajes lar-

bten para a soete a · d 1 ' · blan lo eligrosas 1Cuantos e 0'3 ,que pue s gos:.g. la~~m~~:i~~atf hecho grandes descubrimi~nt?s 6 exp.lor~­p~est lO . d , i su espiritu pro vi to de conoetmtentos c•en t•­cwne arne ga as, ' 1 que se abren fi le hubiera abierto horizontes mas vastos que os . JCfe 'et niiio cuando vive en una de nues tras 16bregas callejuelas y ~~cibe par toda in trucci6n el inutil bajage d~ las escuelas ~ctualesl

El cri tianismo trataba de ahogar las paswnes. La soctedad fu­tura-Fourier lo ha previs to-las utilizarA dandoles un ancho cam· po de actividad.

1Que excelentes pa iones se encootrarian en los encarcelados si relaciooe fraternale hiciesen por despertarlasl El ~~ctor ~ampbell que ha pasado como medico treinta afios en las pns10nes mglesas , dice lo siguiente: <<Tratando a los pres~ con dulzura,_ con tanta con ideracion como i fuesen damas dehcadas, con e.gmamo que reinase iempre en el hospital el arden m~s comple~o» .. (<Hasta los criminales mils gro eros me asombraban por lo. cutdado que pr?­diaaban a los enfermo >> ... <<Podria creer e-afiade-que su ha~n­to 0 de de arden y . u vida tormentosa los habian hecho duros e ln­diferente . Pero, al contrario, han conservado a pesar de e to un vivo sentimiento del bien y del mal>> .. . Y son muchas las gentes honradas que confirman lo 'dicho par el doctor Campbell.

El secreta de esto es muy sencillo. El enfermero del hospital­e) enfermero ae ocasi6n. se entiende, no el profesional- tienc oca­sion de ejercitar sus buenos s~ntimiento ; encue_ntra motivo de ~n· tir Ia compa i6n, y en el hosp1tal goza de una hbertad desconoetda a los otros presos. demas, aquellos de que Campbell hab.la se en· contraban bajo Ia iofiuencia del boodadoso doctor, y no baJO la fe­rula de brutales carceleros.

En resumen, las causas fl iol6gicas de que tanto se ha hablado modernamente, juegan un papel importante en Ia conducta del pri­sionero. Pero esa causas no lo son de <<criminalidad» propiamente dicho, como lo pretenden los criminalislas de Ia escuela de Lom­broso.

E as causa , 6 mas bien, esas afecciooes del cerebra, del cora­z6n, del higado, del sistema cerebro-espinal. etc., trabajan en nos­otros todos. La inmensa mayoria padece alguna de esas enfP-rme­dad e . Pero afirmemos tambicn que no llevao a\ hombre a come­ter un acto antisocial . ina cuando las circunstancias exteriores im­primen ese aire m6rbido al caracter.

Las pri:>iones no curan las afecciones fisiol6gicas. Al contrario, las agravan. Y cuando uno de esos enfermos abandona el presidio,

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-28-sale de alii meno apto para la vida social que el dia que lo ence· rraron· e ncuentra rna inclioado aun 1 cometer acto anti ocia· Je . P~ra impedirlo eria nece ario trabajar en de hacer tod? el mal que Ia pri i6n le ha he~h?, en bo~rar toda Ia rna a de cualt~a­des anti ociale que el pre idlO le ha wculcado. Pue e hacer e m­dudablemente: hay quien e e fuerza en hacerlo. Pero entonces, 1,por qu' comenzar por tornar al hombre. rna . mal.o de lo qu.e .~ra i rna tarde e ha d procurar borrar en I el lOflUJO de Ia pn wn?

Pero . i Ia cau a fi'ica ejercen tan podero a influencia en nue tro acto ; i nue tra orginizaci6o p icol6gica resulta a menudo Ia cau a de lo acto anti ociale que cometemos, no es menos po­teote Ia acci6n de la- causas sociates, de que ahora voy a tratar.

Lo que lo romano de la decadencia llamaban Odrbaros tenian una co tumbre excelente. Gada clan, cada comuna, era responsa­ble de lo actos violentos cometidos por uno de sus miembros. Un individuo perteneciente A un clan perj udicaba, heria a otro de cia e di tinta, pue su clan re pondia por e l.

Como tanta otras ha desaparecido tan saludable practica. El individuali mo ilimitado ha con tituido el comuni mode Ia antigue­dad fran co- ajona. Pero volvemo- a lo mi mo otra vez. Y de nuevo lo e · piritu ma- intelirrente- de nue tro siglo-obrero y pen:ado­re 11l-proclaman alto que la sociedad entera es re ponsable de cada acto anti ocial cometido en u eno . Todos tenemos nue tra parte de gloria en lo. acto· y produccione de nue tro heroes y de nue tro - genios. Teoemo Ia tambh~n en Jo actos de nueslros asesioo . Nosotro todo somo lo que los hemo hech.o como son.

Todo los anos millare de niiio crecen en medio de Ia miseria moral y material de Ia grandes ciudades, en medio de una pobla­ci6o de moralizada porIa vida, al dia, frente a Ia suciedad y al ocio, rodeado por Ia lujuria que alii reina.

lgooran lo que e Ia ca a materna: su hogar es hoy un misera­ble chamizo, el arroyo manana Penetran en Ia vida in conocer un empleo razonable de su fuerza . El hijo del salvaje aprende a ca­za~ allado de su padre; su hija en eria e a gobernar el pobre ine­naJe de Ia choza ... Para el hijo del proletario nada de esto. Por Ia manana el padre y Ia madre abandonan su casa en bu ca de traba­j~. El hijo queda e abandonado, vagando por Ia calle, sin aprender mogun oficio ... y en cuanto a la e cuela, si la frecuenta, no sacara de ella nada util.

Hablen, si, hablen ciertos caballeros de perseguir la embriaguez. Per~ yo le pregunto: Si vuestros hijos crecieran en e as circuns­tanClas, i,Cuanto de ello no harian hogar de Ia taberna?

(l) En Espana el profesor Dor11do, estre otros. Vease su follet.o .D~ la responsabiliU en. matiere de delit et de ton. e:11te1uion, Paris 189-l. (V. G1ard, _editor). La edlci6n espanola f:\gura en Problemas jurtdicos con­lemporatJeOI, del mlsmo autor.

rN. del T.J

-29-Cuando veo la poblaci6n in fan til desarrollarse en ese n:tedio,

6\o me extrai'io de una cosa, y es el escaso numero de band!dos y ase inos que de e a poblaci6n sale. Lo q~e me llama Ia ate~C16n es Ia profundidad de los sentimientos soClales d~ Ia hui?amdad ~e nuestro siglo, la buena fe que reina en el calleJ6n mas wfecto . . sm esto el numero de lo que se declararian en guerra contra l~s ms­tituciooes actuale seria inmenso. Sin e ta buena volu~tad, sm esta aver i6n a la violencia, no quedada piedra sobre piedra de los suntuosos palacios de nuestras ciudades.

Y, a la otra part~ de Ia escala, Lque . es lo que ve ~l. moo que crece en Ia calle? Un lujo desenfrenado, wsensato, estupido. rr:odo -comercios suntuosos, literatura que no cesa de hablar de lu]O y riqueza, ese culto, en fin, del diner~ con. ~asi6n fomentado,-to~o tiende a desarrollar Ia sed de ennquecimlento, el amor del _luJO vanidoso, Ia pasi6n de vi vir a expeosas de los de mas, de despllfa-rrar el trabajo del pr6gimo.

Cuando existen aun barrios enteros donde cada casa nos re-cuerda que el hombre es aun la bestia, aunque oculte su bestalidad bajo cierta cultura; cu:tndo ellema corriente es i Enriquecerosl Sal­tad por encima de to do lo que se encu,entre en 'Ouestro camino; ka­cedlo por todos los medios, ea;cepto por los qtte os lie'l>en ante el juez; cuando todos, Q.e de el banquero al artesano, oyen decir todos los dias que el ideal e descargar todo el trabajo en las espaldas age­na , vivir sin trabajar; cuando el trabajo manual es despreciado como degradante, hasta el punto de que las clases directoras pre­fieren hacer gimnasia a manejar una sierra 6 una azada; cuando la mano encallecida e tenida por un signo de inferioridad, y como seiial de superioridad un vestido de seda; cuando la literatura no sabe mas que desenvolver el culto de Ia riqueza y predicar el desden al «utopista.,, al «soiiador,, que tal culto desprecia: cuando, en fin, tantas cau as se ponen eo juego para inculcarnoc: principios malsanos, ;,para que hablar de herencia? Es la misma sociedad, la misma sociedad la que forma todos los dias seres incapaces de lle­var una hoorada vida de trabajo, seres repletos de sentimicntos anti ociales. Y cuan:io sus crimenes les han sa\ido bien, los glori­fica: y cuando no han alcanzado ((exito », los envia a presidio ...

E as son las verdaderas causas del acto antisocial. Cuando Ia r evoluci6n haya modificado completamente las rela­

ciones entre el capital y el trabajo; cuando Ia ociosidad desaparez­ca y cada cual trabaje segun sus inclinaciones en bien de la comu­nidad ; cuando todos los ninos aprendan a trabajar y amen Ia labor manual , y su espiritu y su coraz6n reciban un desarrollo normal· entonces no tendremos necesidad ni de prisiones ni de verdugos' ni de jueces. ' '

. El hombre es. ~n resultad.o del medio en que crece y pasa su Vida Que ~e hab1tue al trabaJO desde Ia infancia; que se acostum­bre a considerarse como una parte de Ia humanidad entera; que se acostumbre a comprender que en esta inmensa familia no se

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-30-puede hacer daiio a nadie in resentir finalmente en si mismo los r e ultado ; que cl cru. to de lo alto placere -los ma e\evado v lo rna- durabte~-de lo placere que no procuran el arte y Ia ciencia e convierta en una necesidad; y entonce estad eguros de que' e dar:in pocos ca~o en que ean violada Ia leye de mo­r alid· din cnta;::. en el ~entimiento intimo de cada cual.

L . do:· terceras partes ue lo que hoy se condena COJTlO crime­ne on acto contra Ia propiedad, y con ella de aparecerian. En cua~to a Jo· acto de violencia contra Ia per ona , van disminu­yendo a medida que la . ociabilidad aumenta , y cesaran del todo ouando obremo obre Ia cau a y no sobre los efectos.

Indudablemeute, en toda ociedad, por bien organizada que e.,te, e encontraran alguno individuo de pasione mas inte~ as que lo. uemi.' iodi viduo que eran impulsados a co meter de ttem-po en tiempo actos anti ociale .

Ln que e· nece·ario hacer para impedirlo es dar una mejor di-recci6n a e as pa ione . Iloy vivimo muy ai \ado . El individua­li ·mo propietario-esa batTera del indiviuuo contra el E tado-no· ha llevad a un individuali;;mo egoi ta en toda nuestra relaciones mutu·1s. pena no· conocemo ; no no encontram<>· in•) oca io ­nalmente; Jo- punto· de contacto on ex e·ivamente raro·. · Pero en Ia hi ·to ria hemos vis to, y vemos aun, ejemplos de una

vida comun rna~ intima. La <<familia compuestall de Ia China, las comuna agrar i:l. , on una prueba patente. Alii lo hombres se co­nocen, -e ayudan material y moralmente.

L1 antiaua familia ba ada en Ia comunidad de origen desn parece. Reemphizala Ia fundada en Ia comunidad de aspiraciones. <

1l En e a

nueva familia lo hombres e co noceran por fuerza, se ayudarU.n, se apoyaran moralmente en todas oca ione . Y e e apoyo mtttuo bastara para impedtr Ia masa de acto anti ociales que hoy e co· me ten.

«Y sin embargo, se no dira, quedaran siempre algunos indivi­duos-enfermo , i se quiere-que seran un peligro constante para

(I) Este e el verda.dero concepto de Ia familia, y a.si lo van en­tend1endo yo. algunos juristas al hablar de Ia reforma. de las sucesio­nes en el sentido de que entren a heredar forzosaml!nte las personas ~ que profesara mas ca.r!ilO e\ testa.dor, pnrieotes 6 no pa.rientes.

Celebro que Kropotkme haya. becho aqui e ta manifestaci6n, ya que con ello de truye las interpretaciooes err6oeas que pudie ran darse a SUB palkbras de Ia. pagina. 13, y que he aprovechado para prO· testar de la actual organizaci6n ram ilia.r. (N . del T.)

-at-Ia sociedad. LNo sera preciso deshacerse de ellos de una manera l\ otra, 6 al menos impedirles que dafien a los demas?»

Pues bien; una sociedad, por poco inteligente que sea, no ten­dra que recunir a e a absnrda soluci6n, y he aqui por que.

Antes con iderabase a los alienados como gentes poseldas por el d~monio, y en consecuencia se les trataba. Encerrabaseles en po­ctlgas y e les encadenaba a Ia pared como bestias feroces. Pero vino Pinel, un hombre de Ia Gran Revoluci6n, y os6 quitarles sus cade~a y tratarles como hermanos. « 1Serei devorados por ellos!; le anta~an los 12uardianes. Y Pinel, sin embargo, se atre'Did. Y los que Se )UZgaban hestia feroce se agruparon alredcdor de cJ, y \e demo: traron por su actitud que habian tenido raz6n al creet· en el lado bueno de 1a naturaleza humana, aun en los momentos t:n que la enfermedad asombra Ia inteligencia.

Estaba gunada Ia causa de Ia humanidad. Ces6se de encadenar a los alienados.

Las cadenas desaparecieron. Pero los asilos-esa otra forma de las prisione -permanrcieron ; y en u reciuto desarro116se uu sis­tema tan fune sto como el de las cadenas.

~ntonces, uno labriegos- si, no doctores, labriegos del pue­blectllo helga de Gheel-encontraron algo mejor. Dijeron: « E:nviad­nos vue tros alicnados; nosotros les daremos libertad absoluta.)) Y los adoptaron en sus familia ; lo sentaron a sus frugales mesas; los llevaban consigo a cultivar sus tierra ; los hac1an bailar en su fiestas campestres. (( \Corned, trabajad, bailad con no otrost tCorred por el campo; sed libre,ln Ese era todo el sistema, la cien­cia toda del labrador belga. Ill

(l) Estos labriegos no hicieron mas que prolongar l6gicamente el sistema de Pinel.

De los efectos rr..nravillosos de este si.stema. de libertad puede juz-_ga.rse p~r _lo que el mismo gran fl.lb.ntropo dice.

Escnb1endo de los locos furiosos, despues de encominr las ventaja.s d~ que se l~s conceda. rc\ibertad ilimita.da en el interior del hospital,,

• c1ta est~ eJemplo: ccUn loco que e ta.ba en el vigor de su edad, y tenia muchi!!lmas fuerzas, habia sido cond ucido por orden de !lU familia atado fuertemente en un carro, aterra.ndo a sus r.ooductores de ma­nera que ninguno se atrevia a desatarle para. Jlevarle a su 'jaula.. El conserge mand6 que todos se apartnsen. hab\6 con el enfermo un rato, ga.n6 su conftanza, y despuos de haberle dasatado, le convenci6 a que e dejase conducir 8. Ia nueva habiLaci6n que le estata. preparll­da. Gada. dia hizo nuevos progresos sobre su alma, ga.n6 su confiaoza, y por este medio consigui6 que el loco recobra e su juicio. Kste hom­bre regres6 a.l seno de su familia, a quien hace feliz a.\ presentell.

_Mas adela.nte aiiade: <cMe ha sido facil juzgar por comparaci6n lo utll que es no tener a los locos en una reclusi6n demasiado rigurosa: mientras que los mas delirantes y mas (urlosos del holilpicio de Bice­tre esta.ban en sus ja.ula.s atados a una cadena y se ha.lla.ban agitados contl.nuameute dia y noche, todo eran voces, alboroto y tuCJlulto; pero despues que se comenz6 a usar el camis6n, y que estos locos obtuvie-

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- g~ --La libertad hizo milagro . Lo alienado sanaban. Auo aquellos

que tent a una le i6n organica incurable tornaban e dulce , trata­ble miembro de Ia f milia omo lo dema . El cerebro enfermo trabajaba de un modo anormal, pero el coraz6n marchaba bien y nadia se quejaba. 111

Se grit milaaro : e atribuyeron Ia curas a un santo, a una virgen. Pt-ro e a

0viraen, era la Libertad · y e e an to el trabajo en

lo campo. , el tratamiento fraternal. El i · tema ha encontrado imitadore . En Edimburgo he tenido

el gu·to de encontrar y conocer al Dr. hlitchell, un hombre que ha COD a..,. rado • U vida enter a a Ia aplicaci6n del mi 010 r egimen liber­t no a lo alienado de E cocia. Ha tenido que veneer mucho pre­juicio · e le ha comb lido con lo mi mo ar gumento con que hoy no combateo a no otro ; pero ha triunfado. En 18 6 encontra­ban e ya en libertad, colocado en hogare particulare , 2,180 alie­nado e coce. e · y la ociedade cientifica e de hacian en elo­gio del i tema. Y coo raz6n; porque ninaun m ;dico podra hacer competeocia a la libertad, al trabajo libre, a los cuidados solicito de hermano .

En uno de los limite del inmen o «e pacio entre la enfermedad mental y el crimen», de que no habla Maud ley, Ia libertad y el tratamiento fraternal han hecho milagro . Lo~ haran ta1nbien en el otro limite, alli donde colocase hoy el crimen.

La pri i6n no tieoe raz6o de ser. Y vosotros todos lo sentis as! tan profuodamente, que i yo preguntara a lo padres y madres pre ente eo e ta sala cu<U de entre ellos suei'ia para su hijo un porveoir de carcelero, eo-uramente que no me conte taria nadie. CuaJe, uiera que eao Ia ambicione del padre y de Ia madre, no lleaaran nuuca a de ear para u hijo un empleo en los pre · idios, 6 uo cargo de ejccutor de la ju ticta.

Y e to e· Ia condenaci6o ab oluta del istema de pri ione y de Ia pena de muerte.

. La pri ion e hoy po ible ~orque en nue tra degradada sociedad el Juez de c1rga sobre un m1 erable a alariado Ia funci6n de car­celero 6 de verdugo. Pero i alguien vigilara por si mi mo dia y

ron ,Ia libertad de vagar por lo3 patio , su efervescencia se di ipa por el dta en esfuerzos contlnuados, se agitan y se atormentan sin peli­gro, y esto mismo loo1 dispone a que pasen Ia noche con mas tranqui­lidad y osief.lO·''

Tratado de la mula, p. 86!)-671. Traducci6n espaflola de Luis Guar-nerto y Allaveoa. Madrid I 04

(3) Hablo de los primeros tiempos. Hoy el tratamiento de los alie­nados en.Gheel se ha hecho profesional ; lY que puede haber de bueno donde ex1ste profesi6o?

rN. del T.)

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noche :i los presidiarios, y diese con sus manos la vuelta al ttJrni­quete de la horca, estad . ~eguro~ de que entonces esos mismos jue­ces encontrarian las pnswnes m~ensatas, y criminal Ia pena de muerte.

Y e !O me lleva :i decir ~os palabras so?re el asesinato legal que esos senores Haman en su Jerga pena cap1tal. Ese ase inato no es mas que un resto del principia barbaro enseiiado por la Biblia cuando predicaba ?i~n.te por diente, ojo por ojo. La pena de muer: te es una crueldad tnulll y dai'iosa a la sociedad.

En Siberia, donde millares de asesinos se encuentran en liber­tad despue de haber ~u~plido su condena,-6 sin haberla cumpli­do, puesto q~e lo.s cr1mmale fugados se cuentan por millares en lo~ bosques s1benanos-se goza de tanta seguridad como en las ca­lleJuelas de las grande . ciudade . En Siberia, repito, doode son tratad?s de cerca los a e mos, son general mente considerados com<> la n:eJor gente de todos los desterrados. Encontrareis alii a un ex­ase 100 col~cado c~~o cochero en una familia, y vereis como una madre confta su mnos a una mujer que fue desterrada pur asesi­nato. Es co~~ nota.ble; el patriota irlandes, Davitt, que conoce a fo~do l~s pnst?nes mglesas, ha traido de aquellos lejanos paises Ia m1s~a tmpres16n. Los asesinos que el ha conocido, eran tan bieu con tdera?os como los hombres mas respetables de las prisiones. Y se exphca. Se trata de gentes que han cometido un asesinato en un momento de pasi6n, porque los asesinatos combinadas con el robo son raramente premeditados: son en su mayoria accidentales.

~or numero as que sean las ejecuciones de revoluci'onarios en Rusta (mAs de 50 desde 1~79), Ia ~ena de muerte no existe alii para los delito com~nes. Ha s1do a.bohda desde hace mAs de un siglo, y no por e o el nu'?ero de a esmatos es mas grande en Rusia qu& eo las dem&.s nacwnes europeas; al contrario, es menor.Y en niogu­na parte se ha observado aumento de asesinatos al abolir Ia pena d? muet·te~ Esa "pena es una barbarie absolutatnente inutil, mantenida olo por la cobardia de los hombres.

Se que los s?cialistas condenan la pena de muerte. Pero aun se da el caso ~e 01r hablar a algunos revolucionarios de la guillotina como I!led10 de depurar Ia sociedad; y hasta he conocido j6venes que sonaban s~r los Fonquier-Tinville de Ia Revoluci6n social, y se veian ante. un JUrado revoluciooario pronuociando las clAsicas pa­labras: «Cmdadanos, pido Ia cabeza de Fulano».

Pues bien, para un revolucionario verdadero, convencido ese papel seria repugnante. Compreodo perfectamente las venga'nzas populares; comprendo que en Ia lucha baya victimas; comprend<> la conducta del pueblo de Paris cuando antes de correr a las fron­te~as exter~in6 en las prisiones a lo!' ari t6cratas que con el ene­mtgo con ~1raban contra lc1 Revoluci6n; comprendo las victimas de la Jacquene; compreudo todo esto y diria a los que a e e puebl<> denostan : «i,Habeis sufrido como el, con el? JPue si no habeis con~ llevado con el sus dolores tened el pudor de callarosl »

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Page 18: Kropotkin Las Prisiones

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Pero el fiscal que tranf{uilamente pide la cabeza de un ciudadano rod ado d «u rdiane , y que confia a un verdugo Ia tarea de cor· tar u cabeza me repugna Yo le diria: qSi quieres Ia cabeza de ese hombre, t6malal 1 e acu ador 6 juez, i quier~s, pero .e tam­bien verdugol1Deja tu papel teatral de · er uper10r y de ' Cleode a ejecutar Ia ignominia de I ley! »

Cu ndo el pueblo e venga nadie tiene el dereco de juzgarlo. Su conciencia ola debe er u juez.

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Re umo. La pri ion no impide la producci6n de actos antisocia­le ; al contrario, contribuye a u aumento. No mejora a lo que vlven en u recinto. Por rna que se Ia reforme sera iempre una privaci6n de libertad, un media falso como el conveoto, que hace que el prhonero sea cada vez menos apto para Ia vida social. Ca­rece de finalidad; e un baldoa de Ia sociedad; debe desaparecer.

La pri ione' son un re to de barbarie ingerto en filantropismo je uilico y el primer acto de Ia revoluci6n sera destruir esos mo­nllmento de Ia hipocre ia humana.

En una ociedad de iguale , en que todo trabajen para todos, en que todo hayan recibido una sana educaci6n y se ayuden mu­tuamente, no habra que temer lo actos antisociales. La mayorla de ellos no tendra raz6n de ser, y los de mas serao ahogados en german. El tratamiento fraternal, Ia libertad es nuestro (mico sis­tema. No es esto una utopia; no lo e porque ya se practica eo ca­sas ai lados, y como se practica hoy en individuos se practicar& manana en la colectividad. Y esos medias seran mas poderosos que todo los c6digos, que todo el sistema actual de castigos,-fuente fecundlsima de aetos antisociales y de crimenes.

FIN

Page 19: Kropotkin Las Prisiones

OBRAS DEL TRADUCTOR

LIBRERIA DF. £i'EHNANDO FE

Buscapies (satiras y criticas). Un volumen, .Madrid 1894.

Anarquistas lite?·art'os. Un folleto, Madrid 1895 .

• :rotas sociales. Un folleto. Madrid 1893. Litemtura (Fray Candil, Gald6s, Clarin, Altamira, etc.) Un

folleto, Madl'ld 1896. JJe la patria, por A. Hamon (traducci6n) . Un folleto, Barce­

lona 1896. La lntrusa, drama de Maeterlinck (traducci6n). Valencia 1896.

J. MARTINEZ RUIZ MON6VAR. (ALICUH£)

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