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    Ser Alumno, HoyCarina Kaplan

    Profesora e Investigadora

    Facultad de Filosofa y Letras. Universidad Nacional de Buenos Aires Y

    Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educacin. Universidad Nacional de La Plata

    La escuela es una institucin social anclada en un contexto de produccin

    especfico y es desde ah que se deben interpretar las construcciones de sentido que se

    van configurando acerca de ella y de sus actores.

    En un informe reciente titulado El hambre es un crimen. La infantilizacin de

    la pobreza en la Argentina, se deja en evidencia que en nuestro pas el 56,4% de los

    menores de 18 aos son pobres y el 23,6% son indigentes; siendo mayoritarias las

    provincias que se ubican por encima del promedio nacional.

    Bajo esta realidad estructural, lo cierto es que la pobreza que atraviesa a las

    infancias y adolescencias no es slo una variable a considerar en la cuestin escolar sinoms bien una matriz que estructura la trama de las polticas, las prcticas educativas y

    la produccin de subjetividad.

    Cabe mencionar que opto por referirme a las infancias y las adolescencias en

    minscula y en plural, sin que ello connote una posicin relativista, sino precisamente

    porque, dada la heterogeneidad de condiciones materiales y simblicas que atraviesan a

    los diversos sectores y grupos, no es posible referirse a una infancia o a una adolescencia

    en mayscula y en singular y tampoco hay una sola pobreza en mayscula y en singular

    sino que los efectos de la desigualdad no son iguales para todos.

    Lo anterior me permite sostener que el logro de la homogeneidad debera seguir

    siendo una utopa. La heterogeneidad y diversidad se refieren a los condicionamientos

    de vida de los sujetos y no a sus caractersticas intrnsecas que se asociaran a unasupuesta personalidad des-socializada y a-histrica.

    Ahora bien, la pregunta en relacin al sistema escolar es la de si podemos pensar

    en un alumno en mayscula y en singular con el propsito de tender a la igualacin, al

    menos en el plano de las representaciones simblicas, dimensin que incide en la

    configuracin de discursos con sentido prctico en la vida cotidiana de la sociedad y en

    la de las instituciones. Estos nios y adolescentes con constricciones heterogneas y

    diversas se transforman en alumnos en el sistema escolar. Esta alquimia social es la que

    da fuerza simblica a la escuela para tender a superar el horizonte vital de los alumnos.

    El ser alumno, la condicin estudiantil, es una categora peculiar que se va

    transformando histricamente conforme se transforman las sociedades.

    La interrogacin es, por tanto, acerca de cmo se mira hoy a la pobreza y a la

    violencia estructural que condiciona fuertemente a los nios y adolescentes que habitan

    las escuelas o bien a aquellos que estn en sus bordes. Es la escuela un espacio de

    resistencia o funcionan en su interior los mecanismos de la relegacin de los estudiantes

    atravesados por la exclusin; o ambas cuestiones coexisten en el espacio escolar? A su

    vez, desde la sociedad, es la escuela mirada como un lugar posible de mayor justicia

    para los nios y adolescentes o es una institucin que perdi eficacia simblica en los

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    procesos de socializacin y biografizacin? Si la escuela perdi legitimidad lo ha hecho

    para todos los individuos y grupos? No ser acaso una lectura apresurada la de

    afirmarse en la prdida de sentido de la escuela? En todo caso habra que repreguntarse:

    qu sentido? Para quines?

    Los resultados de nuestras investigaciones evidencian el hecho de que los

    estudiantes marcados en sus trayectorias vitales por procesos de exclusin de diversostipos tienden a percibirse a s mismos como causa ltima de su propio fracaso; se

    desacreditan como producto del descrdito del que han sido objeto. Ello se debe a que, a

    contracorriente de la representacin propia del sentido comn, las dos dimensiones

    constitutivas de la experiencia temporal, las esperanzas subjetivas y las posibilidades

    objetivas, no son idnticas para todos. Por el contrario, no todos los agentes sociales

    tienen a la vez unas mismas posibilidades o potencias de beneficio material y simblico y

    unas mismas disposiciones que invertir en el mundo social.

    En esta lnea, afirmamos que la construccin de la autoestima escolar, en tanto

    que construccin de una vala social especfica, no afecta a todos los nios y jvenes del

    mismo modo. De hecho, el sufrimiento social sostenido opera sobre la imagen de los

    lmites y posibilidades que se van autoadjudicando.Ahora bien, en ciertos discursos sociales, en lugar de pensarse a los nios y

    adolescentes como sujetos con riesgo social y desprovistos de derechos, se los mira como

    sujetos de peligrosidad social. Lo llamativo es que los nios pasan a ser sospechados,

    donde la sociedad pareciera tener que protegerse de ellos, potenciales sujetos peligrosos.

    Se pasa entonces de una consideracin ingenua de la infancia y la adolescencia a una

    visin criminalizante y estigmatizada. Ello no escapa a la escuela en el sentido en que en

    ese contexto aparece en los ltimos tiempos una imagen recurrente acerca de los

    alumnos vinculada al ser violentos.

    Los adolescentes ya haban sido vistos como sujetos peligrosos. Lo novedoso,

    entonces, es que tambin los nios comienzan a visualizarse como sujetos peligrosospara la sociedad. De hecho, se habla mas de menores que de infancia y adolescencia y no

    es de sorprendernos que ello conlleve a la multiplicacin y proliferacin de las patologas

    y las formas de judicializacin.

    Ello va en consonancia con el rigor penal que impera en nuestras sociedades,

    sobre todo desde hace dos dcadas, que produjo, entre otras efectos, la cuadruplicacin

    de la poblacin penitenciaria y la baja de la edad promedio de los criminales, en

    prcticamente todos los casos tratndose de sujetos de los sectores subalternos.

    Al revisar los antecedentes bibliogrficos internacionales de esta nueva doxa

    punitivai(1) debilitamiento y retroceso del sector social del Estado y despliegue del

    brazo penal-, aparece entre otros el libro de Charles Murray, Losing Ground: American

    Social Policy 1950/1980, donde se sostiene que la excesiva generosidad de las polticasde ayuda a los indigentes sera responsable del ascenso de la pobreza en los Estados

    Unidos: recompensa la inactividad e induce la degeneracin moral de las clases

    populares, y en especial esas uniones ilegtimas que son la causa ltima de todos los

    males de las sociedades modernas, entre ellos las violencias urbanas. (pg. 26).

    En los 90 Murray vuelve a la carga con The Bell Curve: Intelligence and Class

    Structure in American Life, escrito con Richard Herrnstein, donde sostienen que lasdesigualdades raciales y de clase son reflejo de las diferencias individuales segn la

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    capacidad cognitiva. Con ello pasa a ser el protagonista el coeficiente intelectual y no

    las desigualdades.

    () el Estado debe prohibirse intervenir en la vida social para intentar reducir

    desigualdades fundadas en la naturaleza, so pena de agravar los males que trata de

    aliviar al perpetuar las perversiones del ideal igualitario originado en la Revolucin

    Francesa. (pg. 27)Desde la perspectiva crtica que sostengo son las sociedades las que vuelven

    brutales a las personas. As, de lo que se tratara es de superar las miradas esencialistas y

    sustancialistas sobre la infancia y la adolescencia, quitndoles la responsabilidad ltima

    sobre sus conductas que suelen denominarse como antisociales.

    Es la miseria de la sociedad que vuelve miserables a los hombres y es la violencia

    social la que torna violentos a los nios y adolescentes. Las sociedades en diferentes

    estados de desarrollo van de la mano con las diferentes estructuras de la personalidad.

    La pobreza hace brutales a las personas, escribe Elias (1998, Pg. 485) e

    inmediatamente aclara que esta afirmacin no se debe interpretar en relacin con

    personas sino con sociedades. Es la miseria de la sociedad que vuelve miserables a los

    hombres.ii(2). De modo anlogo, sostenemos que lo que torna violentos a losestudiantes no es su naturaleza, sino la violencia y la exclusin social.

    Estamos en condiciones de plantear que es preciso referirse a una construccin

    social de la violencia en el campo escolar, y aplicar, contrariamente a una nocin

    esencialista, un pensamiento relacional.

    El desafo a afrontar es el de intentar interpretar qu significado portan las

    categoras que atraviesan la trama del discurso social y a qu fines sirven en

    determinados contextos sociales. Entendemos que el conflicto en mbitos escolares

    puede ser comprendido en su singularidad aunque bajo el supuesto de que el conflicto

    involucra a una dimensin ms profunda y compleja, la del tejido social en su

    totalidadiii(3). Afirmndonos en los desarrollos de la sociologa de la educacin crtica,hipotetizamos que existe una estrecha relacin entre las formas de taxonomizacin

    social, que distinguen a los individuos y grupos violentos/no violentos, y las taxonomas

    escolares que reproducen esta divisin. Nos preguntaremos entonces, sobre qu

    parmetros se establecen estas clasificaciones.iv(4)

    Cuando se piensa hoy la violencia en la escuela, cules son las representaciones

    que se vinculan a este fenmeno? De qu se habla cuando se dice violencia? De qu

    no se habla cuando hablamos de violencia? Cules son las imgenes y los sentidos

    implcitos detrs de los actos identificados como violentos?

    En esta lnea, la investigacin que desarrollo e la actualidad junto a un equipo se

    propone aportar una serie de reflexiones sobre ciertas formas de naturalizacin y

    estigmatizacin que puede asumir la categora de violento con la que, sobre todo enlos ltimos tiempos, se tipifica a los estudiantes en las instituciones educativas. Esta

    categora apunta a cada vez alumnos de edades menores. Llevado a un extremo, se

    estima que podra detectarse a futuros delincuentes a partir de las conductas violentas

    de los nios en la escuela, inclusive desde el jardn de infantes. Una pregunta que resulta

    relevante es la referida a qu se connota cada vez que se impone el carcter de violento a

    una determinada prctica social o cuando se califica a un sujeto como violento en laescuela.

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    Es imprescindible avanzar en la desnaturalizacin de del alumno violento que

    deja bajo sospecha a los nios y adolescentes que transitan por el sistema escolar,

    espacio ste que debiera tender a asumirse como un espacio simblico para torcer los

    destinos socialmente pre-asignados.

    En su funcin simblica de biografizar, la escuela puede ofrecer otra miradasobre los nios y los adolescentes. La escuela, bajo ciertas condiciones, torna lo

    improbable en posible.

    i1 Aqu extraemos las citas deWacquant, Loic (2000): Las crceles de la miseria, Manantial,

    Buenos Aires.ii 2 Citado por Tenti Fanfani, Emilio Civilizacin y descivilizacin. Norbert Elas y PierreBourdieu intrpretes de la cuestin social contempornea Revista Sociedad N 14, Facultad de

    Ciencias SocialesUBA, Buenos Aires, 1999. Pg. 12.iii

    3 Kaplan, Carina; Spiegel, Alejandro; Durn, Maximiliano; Januszevsky, Sebastin y Pipito,Laura Los sentidos de las violencias en la escuela: un debate necesario previo a la definicin de

    polticas y acciones. En Violencia, medios y miedos. Coleccin: Ensayos y Experiencias - Tomo58. Ediciones Novedades Educativas, Buenos Aires, Abril/2005, Pg. 37.iv 4 Kaplan; Carina (1997): La inteligencia escolarizada. Un estudio de las representaciones

    sociales de los maestros sobre la inteligencia de los alumnos y su eficacia simblica, Mio yDvila, Buenos Aires.