Kant La Ilustracion Revista RET

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Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=179217262007 Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Sistema de Información Científica Liliana J. Guzmán ¡Sapere aude! Shakespeare refuta a kant. Actualidad de la pregunta por la experiencia del pensar RET. Revista de Estudios Transdisciplinarios, vol. 1, núm. 1, enero-junio, 2009, pp. 99-121, Fundación Instituto de Estudios Avanzados Venezuela ¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista RET. Revista de Estudios Transdisciplinarios, ISSN (Versión impresa): 1856-9161 [email protected] Fundación Instituto de Estudios Avanzados Venezuela www.redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Acerca de la idea de Ilustración, según Emmanuel Kant.

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  • Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=179217262007

    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y PortugalSistema de Informacin Cientfica

    Liliana J. GuzmnSapere aude! Shakespeare refuta a kant. Actualidad de la pregunta por la experiencia del pensar

    RET. Revista de Estudios Transdisciplinarios, vol. 1, nm. 1, enero-junio, 2009, pp. 99-121,Fundacin Instituto de Estudios Avanzados

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    RET. Revista de Estudios Transdisciplinarios Vol. 1. N 1 | Caracas 2009

    * Docente investigadora de la Universidad de San luis, Argentina. Investigadora del PROICO C yT 419301.

    Sapere aude! Shakespeare refuta a kant. Actualidad de la pregunta por la experiencia del pensar

    Sapere aude! Shakespeare refutes kant.Current situation of the question for the experience of thinking

    Liliana J. Guzmn* [email protected]

    Recibido: 22-04-08 Aceptado: 12-06-08

    ResumenInterpretamos el texto Respuesta a la pregunta: qu es la Ilus-tracin? (Kant, 1784). Lo leemos en un dilogo con nuestra actualidad, en las condiciones de posibilidad del imperativo sapere aude!, con un doble eje interpretativo: la filosofa her-menutica y el cine. Hermenuticamente, abordamos a Kant desde la tica filosfica (Gadamer) y la ontologa histrica de nosotros mismos (Foucault). Y el cine nos brinda tres situa-ciones filosficas de los filmes Lugares comunes y Roma (de Aristarain) y El mercader de Venecia (Shakespeare-Radford). Situaciones de un horizonte actual para leer a Kant mante-niendo vigentes sus preguntas y el desafo educador de su enunciado, sapere aude!; para hacer de las experiencias del pensar y del arte una experiencia de s mismo.

    Palabras claveKant, experiencia, pensar, cine, Ilustracin.

    AbstractWe interpret the text An answer to the question: what is En-lightenment? (Kant, 1784). We read it in a dialogue with our present, in the conditions of the possibility of the imperative sapere aude!, with a dual line of interpretation: hermeneutic philosophy and cinema. Hermeneutically, we approach Kant from the philosophical ethics (Gadamer) and the historical ontology of ourselves (Foucault). And the cinema provide us three philosophical situations in the films Lugares comunes, Roma (Aristarain) and The merchant of Venice (Shakespeare-Radford). Situations of a current horizon that allow us to read Kant keeping in force his questions and the educational challenge of his statement sapere aude!, to make from the experiences of thinking and art an experience of himself.

    Key wordsKant, experience, thinking, movie, Enlightenment.

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    Sofi fue una nena de papY hoy duerme en la crcel de mujeres

    Ella no saldr nunca ms As paga su libertad.

    Fito Pez

    En el presente trabajo me propongo abordar una lectura del texto kantiano Respuesta a la pregunta: qu es la Ilustracin? (1784). Para ello, en primer lu-gar realizar un trabajo hermenutico del discurso de I. Kant desde un dilogo con nuestro horizonte, aqu y ahora, para interrogar la misma pregunta, o mejor, para preguntarnos acerca de las condicio-nes de posibilidad para que tal pregunta por la Ilus-tracin y su respuesta provisoria, en el imperativo sapere aude!, pueden darnos a pensar la experiencia del pensar. Este trabajo de interpretacin o lectura culturalmente situada se dar en un marco de in-terrogacin de nuestro presente, desde las posibi-lidades del pensar para la constitucin de una tica filosfica o una filosofa prctica (Gadamer), y tam-bin con referencia a las posibilidades de interrogar hoy la pregunta kantiana por la Ilustracin desde un pensar para una ontologa histrica de nosotros mismos (Foucault). En segundo lugar, abordar una interpretacin situada del texto, puesto en dilogo con seis situa-ciones filosficas especficas tomadas de escenas y/o parlamentos puntuales de tres obras de arte: las pelculas Lugares comunes y Roma (ambas de A. Aristarain) y El mercader de Venecia (el clsico de W. Shakespeare, adaptado a la pantalla por M. Ra-dford). En ellas veremos tres lneas diferentes de uso interpretativo del texto kantiano acerca de la Ilustracin: en Lugares comunes encontramos una rehabilitacin de la pregunta por el saber y la in-quietud de s, desde un filosofar prctico que res-ponde desde la puesta en accin del pensar, pro-piamente; en Roma, un dilogo entre madre e hijo pone en enunciado cierto uso privado de la razn, segn aquello que es la esencia de la pregunta por la Ilustracin, tal sera, te atreves a pensar por ti mismo?; finalmente en El mercader de Venecia, por

    el contrario, veremos un ejercicio de inversin de la propuesta kantiana: all el sapere aude se nos da a pensar, precisamente, desde aquellos dispositivos de saber y poder que, aun con el gobierno y uso p-blico de la razn, imponen el dominio de un modo concreto de ley y racionalidad que clausura la pala-bra del ms dbil, determinndola desde acciones especficas y oficiales de exclusin e intolerancia. Situaciones todas que, segn veremos, pueden dar-nos a pensar en y desde el horizonte de actualidad desde el que interrogamos el texto kantiano, y a favor de mantener vigentes y vivas las clsicas in-terrogantes kantianas: qu puedo saber?, qu pue-do conocer?, qu me cabe esperar? Preguntas todas que, colocadas alrededor del tema de la Ilustracin, permiten interrogar el texto kantiano para no slo mantener viva la pregunta por la Ilustracin sino, ms an, la pregunta por la libertad, el saber y el hacer; en definitiva, la pregunta por s mismo.

    IKANT Y LA ILUSTRACINEn primer lugar, corresponde situarnos con rela-cin a ese autor singular y paradigmtico de la mo-dernidad que fue Kant, como tambin respecto a la situacin epocal y cultural que lo atraves al punto de reflejarse en su obra como en una suerte de es-pejo, como una filosofa de su tiempo. Immanuel Kant (1724-1804) naci en Knigsberg (Prusia), como el cuarto hijo de una familia protes-tante de once hermanos. Recibe su formacin en esa misma ciudad: primero en la escuela del hos-pital suburbano y luego en el Colegio Fridericiano. En su adolescencia, ingresa en la Universidad Al-bertina de Knigsberg, donde uno de sus primeros maestros M. Knutzen lo inicia en la filosofa de Wolff y en las teoras fsicas de Newton. Con ello toma conocimiento de los planteos filosficos de Leibniz, como tambin de la actualidad del conoci-miento cientfico en el terreno de las ciencias ma-temticas, fsicas y naturales. Al morir su padre, en

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    1746, abandona la universidad para trabajar como preceptor en familias nobles de los alrededores de Knigsberg. En ese momento se impone en Alema-nia la figura monrquica de Federico Guillermo, con fuerte incidencia en las polticas educativas es-tatales, de las que Kant no ser ignorante, mucho menos ajeno. Por el contrario, veremos que el texto que aqu nos ocupa es, precisamente, una respues-ta a una pregunta pblica de la Alemania imperial y culta del siglo XVIII. Kant publica en 1749 sus Ideas sobre la verdadera valoracin de las fuerzas vitales, inspirada en la fsica de Leibniz. Con ella inicia una serie de trabajos en los que predominan las obras sobre temas de co-nocimiento cientfico. En 1755 aparece su Historia general de la naturaleza y teora del cielo, como notas para una cosmogona mecanicista de inspiracin newtoniana. En ese mismo ao lleva a cabo dos habilitaciones: una para obtener el doctorado en fi-losofa, con una tesis Sobre el fuego, y otra Nueva elucidacin de los primeros principios del conocimiento metafsico para obtener el permiso para la docencia universitaria. Entre 1762 y 1764 publica obras espe-cficamente filosficas: Investigacin sobre la claridad de los principios de la teologa natural y de la moral, La nica prueba posible para demostrar la existencia de Dios, Intento de introducir en la sabidura del universo el concepto de las magnitudes negativas. En 1770, tam-bin en ocasin de habilitacin para un cargo de profesor de lgica y metafsica en la Universidad de Knigsberg, redacta la llamada Disertacin de 1770 (Sobre la forma y los principios del mundo sensible e in-teligible), dando as comienzo a lo que luego tomar cuerpo como su filosofa trascendental. La Crtica de la razn pura (1781) es un tratado fi-losfico sobre la investigacin o crtica, a la que Kant somete a la razn humana. Al ser de comien-zo una obra incomprendida, su autor escribe luego Prolegmenos a toda metafsica futura que pueda pre-sentarse como ciencia (prlogo a Crtica de la razn pura). Le siguen Idea para una historia general conce-

    1. Datos tomados del Diccionario de filosofa (Ferrater Mora, varias edic.) y el Diccionario de filosofa en CD-ROM (Corts Morat - Martnez Riu), Barcelona: Herder, 1996.

    bida en un sentido cosmopolita (1784), Respuesta a la pregunta: qu es la Ilustracin? (1784), Fundamen-tacin para una metafsica de las costumbres (1785) y Principios metafsicos de la ciencia natural. Luego publica Crtica de la razn prctica (1788), acerca de la moral del hombre libre, y Crtica del juicio (1790), en la que profundiza las relaciones entre naturale-za y libertad, ampliando as las Crticas anteriores. Posteriormente, sus obras tuvieron problemas de aceptacin pblica puntualmente, por disposicin del gobierno de Federico Guillermo II, entre ellas La religin dentro de los lmites de la mera razn (1793) y El fin de todas las cosas (1794). Kant obedeci los criterios de censura del monarca hasta la muerte de ste, tras lo cual public Por la paz perpetua (1795), El conflicto de las facultades y Metafsica de las costum-bres (1797). Ejerci cargos y funciones pblicas, como deca-no de su facultad y luego como rector, pero hacia los aos setenta abandon definitivamente la docencia y se dedic a la revisin de su obra escrita, como no-tas al margen de sus preparaciones de clases. Muri el 12 de febrero de 18041.

    LA ILUSTRACINImmanuel Kant perteneci a uno de los pocos mo-mentos de la humanidad que se han asignado a s mismos un nombre propio: tal fue la Ilustracin (Aufklrung). En el siglo XVIII, sta se corresponda con el apelativo de cuo enciclopedista que sign la centuria: el Siglo de las Luces. Y tal momento histrico tiene la doble singularidad de (a), darse un nombre propio, como momento especfico de la historia del hombre, y a su vez, (b), pretender arro-garse la posibilidad de conquistar la luz de la Razn para el gobierno y progreso del hombre. En ese marco, vemos que la obra y el pensa-miento de Kant son arte y parte de ese momento histrico singular, as llamado Ilustracin. En l-neas generales, tal momento se colma de fuertes y marcadas figuras en todos los rdenes de la cul-

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    tura: Hume, Helvetius, Mozart, Baumgarten, Con-dillac, Voltaire, Rousseau, Winckelmann, Lessing, Goethe, Schiller, Fichte, Herder, Novalis. Destacan especialmente de entre ellos (en nuestra lectura) las figuras de Herder, uno de los mayores discpu-los de Kant; Baumgarten, el creador de la esttica moderna; Goethe y Schiller, como figuras paradig-mticas del movimiento literario Sturm und Drang. Hacia el final de la vida de Kant aparece tambin una figura prominente para la filosofa romntica y precursora de la actual filosofa hermenutica: F. Schleiermacher. Tanto ste como otros nombres de ese momento histrico no slo contribuyeron y par-ticiparon del siglo de la Ilustracin, y de su espritu cultural en s mismo, sino que con esa epocalidad y efervescencia por pertenecer a uno de los mo-mentos ms plenos de conocimientos y transfor-maciones en todos los mbitos de la vida humana y social de Occidente constituyeron los andamios de pensamiento segn los cuales se iran configuran-do dos nociones fundamentales en nuestra cultura moderna, y de profundo impacto en las ciencias del hombre: tales seran los conceptos de formacin y experiencia. En tiempos de la Aufklrung, se constituyen as los pilares de la cultura moderna: la nocin educativa de la Bildung (formacin) y el concepto filosfico de la Erfahrung (experiencia). Conceptos constitutivos no slo de la cultura moderna cuya consumacin y mayor exposicin filosfica quizs sea la obra filos-fica de F. Hegel, que los aborda especficamente en Fenomenologa del espritu, sino tambin elementos cuyos fragmentos estallados an hoy nos es posible pensar en nuestra actualidad sin nombre propio, nuestro hoy desgarrado por el avasallamiento de las tecnocracias y el gobierno de la pulverizacin de la autonoma de la razn y, por ende, de la posibilidad del pensar. Actualidad que, sin embargo, nos da ocasin propicia para que, precisamente, eso que se oculta tras esos fragmentos estallados acaso pue-da ser interrogado y, por qu no, actualizado en una

    2. Cassirer, F.: Filosofa de la Ilus-tracin. Mxico: FCE, 1964.3. Cfr. Marcuse, quien, acerca de la razn histrica de las pocas iluminista y romntica, nos dice: Todas las filosofas de la Ilus-tracin francesa y sus sucesoras revolucionarias entendieron la razn como fuerza histrica ob-jetiva, la cual, una vez liberada de la cadena del despotismo, har de la tierra un lugar de progreso y de felicidad. Sostenan que el poder de la razn y no la fuerza de las ar-mas, propagar los principios de nuestra gloriosa revolucin. En virtud de su propio poder, la razn triunfar sobre la irracionalidad social y derrocar a los opresores de la humanidad: Toda ficcin desaparece ante la verdad y todas las extravagancias caen frente a la razn. Marcuse, H.: Razn y re-volucin. Madrid: Alianza, 1972, p. 134. Walde, E.: Proyecto de la mo-dernidad y aperturas posmoder-nas, en Folios, revista de la Facul-tad de Humanidades, Universidad Pedaggica Nacional de Colom-bia, 1966. N 5.

    experiencia del pensar. Volviendo al asunto de la Ilustracin, preciso es de-cir con E. Cassirer que sta se trat de uno de los movimientos literarios, filosficos y espirituales de ms importancia y transformacin de la vida hu-mana en la historia de la humanidad2. Transforma-cin e importancia que, sin embargo, se acota a las fronteras del mundo occidental y moderno, y ms especficamente, europeo y cristiano. Amn de la acotacin, debemos resaltar que la Ilustracin en-tonces constituy un momento de progreso espiri-tual de acuerdo al Siglo de las Luces, de ampliacin del saber en todos los campos de la ciencia, las ar-tes, la filosofa y la cultura, y cuyo motor absoluto y prcticamente inmvil fue la idea de Razn3. Las lneas directrices, entonces, de este momento sin-gular marcado por revoluciones cientficas, histri-cas, econmicas y espirituales, fueron las nociones de progreso, desarrollo, evolucin y racionalidad, todas contenidas en una nocin lineal del tiempo cuya representacin ms acabada quizs sea la cons-truccin de ese aparato mecnico y cuantificador llamado reloj4. Nociones stas que se sostenan en los proyectos epocales e ilustrados de emancipacin, expansin, renovacin y democratizacin, fundados en y tendentes al conocimiento pleno de ese fun-damento aparentemente slido, seguro y estable conocido bajo el nombre de Razn.

    IIPENSAR-NOS hOY, EN EL hORIZONTE DEL SAPERE AUDE!En ese marco epocal, y desde nuestro hoy, aqu y ahora, como occidentales herederos de esta con-cepcin de vida y saber construida en el horizonte euro-continental de la Ilustracin, veamos entonces las posibilidades de interrogar esa pregunta kantia-na sobre qu es eso que conocemos segn el nombre de Ilustracin. Para hacerlo en un ejercicio de actua-lidad, en un dilogo activo con nuestro presente complejo y estallado, veamos primero algunas l-

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    5. gadamer, H.: Antologa. Sala-manca: Sgueme, 2001, pp. 259-265.

    neas o ejes de lectura desde donde voy a procurar este ejercicio dialgico con la pregunta kantiana. Una de esas lneas es la proporcionada por el lti-mo gran humanista de la (acaso) modernidad post-modernizada, el padre de la filosofa hermenutica y heredero de la hermenutica romntica. En una conferencia titulada La filosofa griega y el pensa-miento moderno, H. Gadamer (1900-2002) nos da un mapa segn el cual podemos hoy establecer un dilogo autntico y actual entre las filosofas grie-gas y modernas5. En ese texto, Gadamer establece cuatro lneas comunes a las inquietudes y proble-mas filosficos de la tradicin occidental; estas l-neas seran la ciencia, la libertad, la conciencia de s mismo y el lenguaje. En el caso del texto kantiano que nos ocupa, el centro de atencin gira en torno a las preguntas por las posibilidades de la libertad y la conciencia de s mismo. Sin embargo, en el corpus kantiano en general vemos un especial inters en el problema de la ciencia, comprendido ese trmino bajo los saberes de la ciencia matemtica y fsica, pero tambin segn la bsqueda de comprensin de la verdad y el conocimiento. No de otra cosa se trata la filosofa trascendental, sino de una interro-gacin metdica y sistemtica acerca de las condi-ciones de posibilidad del conocimiento y la verdad. As y todo, en Respuesta a la pregunta: qu es la Ilus-tracin? vemos el foco kantiano en los problemas de la libertad y la conciencia de s. De ellos nos ocu-paremos en esta lectura, y con uno de los andamios afirmados aqu, en esta interrogacin de Gadamer hacia las posibilidades de actualizar las preguntas filosficas estableciendo un puente o dilogo entre los problemas griegos y modernos, puente que se-gn su interpretacin se tensa con relacin a esos ejes mencionados: la ciencia, la libertad, la concien-cia de s, el lenguaje. Problemas todos que, ms all del puente tendido entre lo griego y lo moderno, nos alcanzan a nuestro hoy, aqu y ahora.Para actualizar las preguntas, dice Gadamer, es pre-ciso demorarse no slo en la inquietud de interpre-

    6. Ob. cit. Sobre la posibilidad de una tica filosfica, pp. 117-133.

    tar esos trazos comunes a ambas epocalidades, la griega y la moderna, sino tambin en procurar cier-ta fusin de horizontes con relacin a la filosofa en nuestro mundo de hoy, con nuestra epocalidad. Y con nuestro modo de buscar el acontecimiento del pensar, el evento, segn cierta necesidad de procu-rar la realizacin efectiva y verdadera de una tica filosfica6. La que tambin ha sido llamada por su autor filosofa prctica, que no por llamarse prc-tica se reduce al pragmatismo, sino ms bien bus-ca ese dilogo entre la pregunta y la verdad, entre el hoy y el ayer, entre la palabra del texto filosfico y aquello que nos ocurre en esa experiencia con el texto. As, Gadamer nos da una clave de lectura del texto kantiano: buscaremos en la pregunta kantia-na por la Ilustracin un modo de interrogar-nos se-gn esos enunciados por los cuales el autor nos da a pensar su situacin y la nuestra, hoy, al responder a su envite por hacer de la filosofa un ejercicio del filosofar que como expresaba en la puerta de su aula no se clausure en el dogma, lo superfluo o lo pedante. Por otro lado, el otro andamio al que acudimos para leer filosficamente la pregunta kantiana es la hermenutica de M. Foucault (1926-1984). En una conferencia acerca este texto de Kant sobre la Ilustracin, Foucault nos da algunos indicios para leer filosofando esa pregunta. Personalmente, me detendra en dos de ellos: en primer lugar, el hecho de recordar que Kant se est haciendo esa pregun-ta con relacin al acontecimiento histrico anun-ciado y que atraviesa el momento de su pregunta, tal acontecimiento es el de la Revolucin Francesa; en segundo lugar, teniendo presente esa inquietud kantiana por pensar un presente en el que interro-gar la condicin humana: el dedo de Foucault seala hacia esa necesidad de pensar hoy la pregunta kan-tiana con esa actualidad segn la cual leemos y filo-sofamos con su texto, con su pregunta, pero desde nuestra experiencia histrica, como sujetos de una historia presente, atravesada por inquietudes y pro-

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    blemas que nos inquietan y nos ponen en el hori-zonte de una ontologa de nosotros mismos, de una experiencia del pensamiento por el cual pensar-nos. Doble ngulo de visin de Foucault que, como en la propuesta de Gadamer, nos da a ver la inquietud de pensar la pregunta kantiana en un acto reflexivo y actual, de relacin con el pensar, propiamente, y con un modo especfico de pensarnos en tanto su-jetos ticos y de experiencia que, para pensarse en sus modos de ser, estar y pensar hoy, se pone en dilogo desde nuestra situacionalidad y con esa si-tuacionalidad desde la cual y por la cual nos habla (e interroga) el texto de Kant. Invitacin sta de Foucault que, al implicar esta apuesta por una ontologa histrica de nosotros mis-mos, nos sita en un doble mbito del filosofar: como acontecimiento histrico y como aconteci-miento de la subjetividad, de esa subjetividad que se interroga en ese dilogo y experiencia con el tex-to de Kant, con la pregunta por quines somos, hoy, nosotros?, a la que procura responder y por la cual nos pone en camino de un ejercicio de la tica del cuidado de s, como as tambin en un dilogo vivo con el otro, con el texto, con el autor y con quines hoy nos preguntamos, con Kant, sobre ese motivo de inquietud que nos ocupa, podemos pensar?, o mejor an, nos atrevemos a pensar-nos?

    IIIEL TEXTO DE KANTSi abordamos especficamente el texto de Kant, ve-remos que se compone de ocho ejes que lo articulan segn el sentido filosfico y filosofante por el cual nos da a pensar esa pregunta que le inquieta, qu es la Ilustracin? Qu es ste presente que lo atraviesa, constituye, y configura el acontecimiento de la pregunta por qu sea ese momento histrico y cultural, y quines pueden entregarse al ejercicio de pensar ese momento que los constituye como sujetos histricos de un tiempo especfico, el de la Ilustracin moderna? Quizs sea interesante abordar ese ejercicio filo-

    7. Aristteles, Poltica, libro III, Cap. 1, Madrid: Austral, 2007, p. 104.

    8. Usar el texto traducido como Contestacin a la pregunta: qu es la ilustracin? Madrid: Alianza, 2004, p. 83. Traduccin de Rober-to Aramayo.

    sfico kantiano desde una inquietud ya sealada por Platn y Aristteles en sus tratados de filoso-fa poltica, Repblica y Poltica, respectivamente. Tal inquietud no es otra que la pregunta por la for-macin del ciudadano, pregunta que hoy no nos es para nada ajena sino, por el contrario, es un espacio emergente para propiciar y promover el ejercicio del filosofar con relacin a pensar-nos como sub-jetividades constituidas histricamente y formadas por esa trama extraa y compleja que conocemos por educacin. En ese tono, que tambin era el que ocupaba a Kant, probemos a interrogar el texto sobre la pregunta por el qu de la Ilustracin con relacin al siguiente enunciado aristotlico: El ciu-dadano, para nosotros, es un individuo revestido de cierto poder y basta, por tanto, gozar de este poder para ser ciudadano7. All Aristteles nos pone en direccin de los dos ejes de tensin desde los que abordaremos la pregunta kantiana como una pre-gunta por la formacin y el poder, pues en tal enun-ciado de la Poltica, eso que se nos da a pensar es precisamente el sujeto que piensa, el ciudadano, y las posibilidades de ste para pensar y hacer de su formacin un ejercicio de poder, para poder ser un verdadero ciudadano. Descomponiendo el texto de Kant en los siete ejes que visualizo en su discurso, tenemos entonces:

    1. una definicin de la Ilustracin: Ilustracin sig-nifica el abandono por parte del hombre de una mi-nora de edad cuyo responsable es l mismo8. En esa primera definicin de la nocin por la que se pregunta, encontramos dos elementos fundamen-tales para pensar la Ilustracin: el problema de la minora de edad y la responsabilidad, como prin-cipios negativo y afirmativo de la conciencia de s mismo. Problemas ambos que Kant pone en rela-cin, a su vez, con tres cuestiones: (a) se entiende por minora de edad cierta incapacidad de valerse del propio juicio o entendimiento, aferrndose al juicio de otro, algn tutor que piense en su lugar;

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    9. Nietzsche, F. III Consideracin intempestiva. Schopenhauer como educador, ediciones va-rias.

    (b) la responsabilidad de la minora de edad no es de otro sino de s mismo, por falta de valor y resolu-cin; (c) la preferencia humana de permanecer en la minora de edad reside en la pereza y la cobar-da, aquellos mismos defectos que un siglo despus F. Nietzsche objetar en el comienzo de su III Con-sideracin intempestiva a la educacin universitaria que no promueve el pensar verdadero sino la repe-ticin de dogmas de maestros o credos9.

    2. una advertencia de riesgo: como toda experiencia, la experiencia de pensar por s mismo conlleva algunos riesgos. Sabemos que la palabra experiencia provie-ne del latn em periri, en peligro, y lo mismo dice su origen alemn como erfahrung, en camino de riesgo. Pues bien, si el pensar por s mismo es una experiencia de riesgo, tenemos aqu algunos posibles componentes de tal riesgo que implica el pensar. Ellos son: (a) es un camino difcil que comienza a tropezones, como el aprender a caminar en los nios; (b) si uno es derrotado por los tropezones, nunca se atrever a pensar por s mismo y el pensar-segn-otros se le convertir en algo connatural a s; (c) superar los tropezones implica conquistar cierta libertad de movimientos, conquista imprescindi-ble para lograr un caminar seguro y sin ataduras o prejuicios; (d) los hombres (el pblico) consiguen lentamente la libertad de pensar en tanto Ilustra-cin, sin embargo, pueden conseguirlo, pueden educarse pensando con libertad y responsabilidad y siempre ser ms efectivo el gobierno de la razn libre en el pensar que una revolucin que proclame libertad sin cultivar el ejercicio del libre pensar. En suma, el riesgo de la experiencia del pensar no es otra cosa que el ejercicio activo de la libertad.

    3. la distincin entre los usos de la razn: de qu modo el hombre conquista la libertad? Cmo ejer-ce la libertad? Bsicamente, segn dos modos de ejercicio activo de la razn libre: un uso pblico y un uso privado. Kant define el uso pblico de la ra-

    10. Ob. cit., p. 86. Resaltado del autor.11. Ibid. 12. Ob. cit., pp. 88-89

    zn: aqul que cualquiera puede hacer, como al-guien docto, ante todo ese pblico que configura el universo de lectores10; en un mbito ms acotado, se define el uso privado de la razn como el que se realiza en determinada funcin o puesto civil, que se le haya confiado11.

    4. ejemplos puntuales sobre los usos de la razn: si buscamos ejemplos de stos, como uso pblico tendramos el del intelectual o autor, propiamente, y como uso privado, el de aquellos ciudadanos que de alguna manera son responsables de otros ciuda-danos o de deberes compartidos con otros, alguien que debe actuar con prudencia y justicia por el bien de algo que les excede como meras personas. Como ejemplo de ello tendramos el ciudadano corriente que paga impuestos, expresando su conformidad o no; en efecto, cumple con el pago ms all de pro-nunciarse como quiera al respecto; otra figura es la del sacerdote: ste hace uso privado cuando se limi-ta a la expresin domstica o en situaciones pun-tuales ante sus feligresas, y un uso pblico cuando puede hablar como un docto autorizado por esa ins-titucin eclesistica y el dogma elegidos por l.

    5. el peligro de la clausura al poder de la razn: la experiencia del pensar conoce algunas fronteras, al-gunos riesgos a su libre expresin. Esto es lo que Kant identifica como potencial peligro de clausura a la razn, y que define en el horizonte epocal de una cultura diciendo: una poca no puede aliarse y conjurarse para dejar a la siguiente en un estado en que no le haya de ser posible ampliar sus cono-cimientos, rectificar sus errores y en general seguir avanzando hacia la ilustracin12. Observemos aqu cmo Kant nos hace un llamado de atencin con un grito de alerta a toda poca que se crea poseedora de un poder tan libre de la razn que, por esa misma soberbia, arrogancia y pedantera, clausure para s misma y para el tiempo futuro la posibilidad de la experiencia del pensar y, con ella, la posibilidad de

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    13. Ob. cit., pp. 89-9014. Ob. cit., p. 9115. Ob. cit., p. 90

    seguir en camino de una verdadera ilustracin, como constante disposicin al ejercicio del pensar. Tal lla-mado de alerta est, a su vez, abordado aqu con relacin a una ley y una posibilidad: por un lado, la ley tica y moral segn la cual todos los ciudadanos pueden efectivamente expresar su pensar aun en instituciones que acoten esta tarea, y que esa posi-bilidad pueda confirmarse como palabra autorizada para gradualmente ir produciendo transformacio-nes que tiendan al bien pblico; por otro lado, Kant hace una observacin a esa ley y a ese riesgo epocal, y es que cada hombre puede renunciar a su derecho a la Ilustracin, pero si lo hace produce menoscabo en el tiempo futuro: un hombre puede postergar su ilustracin para su propia persona () pero re-nunciar a ella significa por lo que atae a su perso-na, pero todava ms por lo que concierne a la pos-teridad, vulnerar y pisotear los sagrados derechos de la humanidad13.

    6. los lmites del monarca para hacer posible la Ilustracin y su poca actual: aqu el filsofo vuelve a darnos un ejemplo representativo del uso de la razn como experiencia pblica y privada del pensar. Y ese ejemplo est en la figura del monarca: el mo-narca rene, en su autoridad, la voluntad pblica de todos los ciudadanos, pero ello no le da derecho a censurar o acotar el uso de la razn con la palabra, pues si as lo hiciera, instaurara un despotismo es-piritual que, en definitiva, es otra especie de tutela que potencia la minora de edad, obligando a los hombres a permanecer en ella, en lugar de promo-ver el pensar libre segn cada cual pueda servirse de su propia razn en todo cuanto tiene que ver con la conciencia14. Kant seala este riesgo a la razn con una observacin epocal a su propia actualidad: ante la pregunta de si la poca de las luces es ilus-trada, el texto afirma con vocacin filosfica No! Pero s vivimos en una poca de Ilustracin15. Su autor nos seala en direccin al pensar no slo con la pregunta por el acto mismo de atreverse a pensar,

    sino tambin con relacin a un momento especfico en el cual la posibilidad de la experiencia del pensar no es un fin ya logrado sino, por el contrario, un camino en trnsito, un ejercicio permanente, un filosofar.

    7. el proyecto de una razn ilustrada: cmo pueden los hombres hacer de su razn una cultura ilustrada? En la situacin de una Alemania monrquica y cul-ta, la respuesta de Kant a esa pregunta es, segn el texto, ejerciendo el derecho a un pensar pblico que pueda pronunciarse con relacin a los mbitos re-ligioso y legislativo, pero acotado en lo poltico por el principio de obediencia, principio que asegura al pueblo el libre uso de una libertad civil acotada por el gobierno para que ella no redunde en menoscabo de lo pblico. Y casi como en un manifiesto rock, el texto kantiano nos desafa al ejercicio del libre pensar y se pronuncia con fuerza arrolladora, cul-turalmente situada y tan categrica como su autor: si el hombre puede hacer uso de su capacidad de pensar, si esa experiencia es posible, lo es porque precisamente el hombre es algo ms, mucho ms, que una mquina.

    IVLA EXPERIENCIA DEL PENSAR EN TRES OBRAS ACTUALES Cmo resuena, hoy y a nuestros ojos y odos, esta pregunta kantiana por la Ilustracin, como una pregunta sobre la posibilidad para una experiencia de pensar por s mismo? Tratemos de ver esta expe-riencia del pensar en camino de cierta experiencia del arte. Y en camino de tres obras puntuales con tres situaciones especficas que distinguimos como: a) una rehabilitacin de la pregunta kantiana para pensar por s mismo. En el film Lugares comunes, de A. Aristarain (2002), encontramos a Federico Lup-pi en el papel de un profesor de literatura al que, inesperadamente, le llega la jubilacin obligatoria y decide tener una ltima clase con sus alumnos

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    16. Morey, M.: El orden de los acontecimientos. Barcelona: gedi-sa, 1988, p. 9

    procurando que stos, futuros profesores de litera-tura, hagan una experiencia bella con la literatura y verdadera con el propio pensar. En tal clase, y tras una convocatoria apasionada a leer a Julio Cortzar apa-sionadamente, el profesor les da a sus alumnos una ltima leccin filosofante: en ella les seala el cami-no de las preguntas de siempre, que son las nues-tras, y la necesidad de cultivar el libre pensar como ele-mento fundamental para toda experiencia de ensear literatura. Pues ensear literatura es mostrar, sea-lar, buscar la verdad, y buscarla apasionadamente en un camino de preguntas siempre abiertas, de exploracin de lugares comunes. Tal experiencia del pensar les dar, dice el profesor, una misin extraa e inquietante: la funcin de mantener viva no slo la conciencia de s sino tambin el deseo, el dolor y la necesidad de la lucidez. Como seala M. Morey con relacin a la experiencia del pensar apuntando hacia aquello que nos inquieta: Y lleg el tiempo en el que los hombres inventaron la lucidez16. Veamos entonces la ltima leccin del profesor: el ao que viene casi todos ustedes sern profeso-res () me preocupa que tengan siempre presente que ensear quiere decir mostrar, mostrar no es adoctrinar, es dar informacin. Pero dando infor-macin, enseando informacin, el mtodo con el que puedan analizar, razonar, cuestionar y criticar esa informacin. Si alguno de ustedes cree en ver-dades reveladas, en dogmas religiosos o doctrinas polticas, sera saludable que se dedicara a predicar desde un templo o desde una tribuna. () Lo que se impone por la fuerza, es rechazado o al poco tiem-po se olvida () Pnganse como meta ensearles a pensar, que duden, que se hagan preguntas. No los valoren por sus respuestas, las respuestas no son la verdad, busquen una verdad que siempre ser relativa. Las mejores preguntas son las que se vie-nen repitiendo desde los filsofos griegos. Muchas son ya lugares comunes, pero no pierden vigencia: qu?, cmo?, dnde?, cundo?, por qu? Si en esto admitimos que la meta es el camino, como res-

    puesta no nos sirve, describe la tragedia de la vida pero no la explica. Hay una misin o mandato que quiero que cumplan. Es una misin que nadie les ha encomendado pero que yo quiero que ustedes, como maestros, se la impongan a s mismos: des-pierten en sus alumnos el dolor de la lucidez, sin lmite, sin piedad. b) Una confirmacin de la libertad para pensar y hacer una experiencia de s mismo. En su ms re-ciente pelcula, Roma (2004), Aristarain nos pone en otra escena del acontecimiento de la experiencia del pensar. Tal acontecimiento sucede entre una ma-dre y un hijo: Roma es la madre viuda de un hijo que luego narra su propia historia como escritor. En esa historia, se remonta a un da de su juventud en el que, tras or a su madre tocar en su piano el Nocturno en Mi Bemol mayor, de F. Chopin, comien-za entre ellos un dilogo acerca de las posibilidades del hijo para viajar y ser alguien, conocer, pensar y abrirse otros horizontes de experiencia en el que pueda desplegar sus potencialidades y construir-se, en definitiva, a s mismo. En el fragmento ms contundente como invitacin al pensar y a ser libre, escuchamos en palabras de la madre lo siguiente: Quiero que sepas que yo nunca perd la confianza en vos. No porque sea tu madre, porque te conozco muy bien, porque s que sos muy capaz y que vas a salir adelante. Te equivocaste mucho como todo el mundo, nada ms. Tens que perderle el miedo al fracaso, y empezar a vivir! No hagas las cosas por m, ni te sientas mal porque no hacs lo que se supone que espero de vos. Yo espero que seas feliz, que hagas lo que te guste, que te sepas defender en la vida, que el mundo no te destruya. Tras esta leccin, y dilogo final entre ambos, Roma entrega a su hijo un pasaje en barco a Barcelona. All co-menzar un camino de experiencia con la escritu-ra y la traduccin, en suma, un pasaje abierto para buscarse a s mismo y cultivar una libertad creadora de s, un pasaporte a la experiencia del pensar por s mismo.

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    17. Pgina web en http://www.sonypictures.com/classics/mer-chantofvenice/index_site.html

    c) Un parntesis de sospecha al uso pblico de la razn cuando no es libre sino excluyente y totalita-ria. En otra situacin textual, de una pieza teatral adaptada al cine, encontramos un clsico de W. Shakespeare situado en la Venecia del siglo XVI. Hablamos de El mercader de Venecia, dirigida por Michael Radford (2004)17. En una cultura de ciuda-danos miembros de nobles familias venecianas que conviven en la ciudad y los espacios pblicos con la alteridad juda, ilegal y extrajera pero prspera y, por tanto, til para la vida productiva de Venecia, encontramos dos clases determinadas de hombre: el ciudadano libre, en el marco y proteccin de la ley, y el judo extranjero, discriminado por ilegali-dad y racismo y, ms an, por comercializar con prstamos e intereses de devolucin. En ese contex-to, en la ciudad ms liberal y progresista del siglo XVI, los ciudadanos libres y respetados vivan de sus conquistas comerciales pero, ms an, de las actividades de esos seres marginales que eran los judos, reducidos a vivir en ghettos, no legalmente posibilitados para tener propiedades, condenados a usar una gorra roja de da y mantenerse fuera de las puertas de la ciudad en la noche. Sin palabra ni ley, los judos eran hombres de nfima catego-ra en la ciudad, escupidos e insultados por prac-ticar la usura, el intercambio por inters de dinero prestado, dinero que procuraba el placer inmediato de los ciudadanos. En una de las ltimas escenas de la obra, encontramos una situacin de litigio pblico: el judo Shylock (Al Pacino) reclama del ciudadano Antonio (Jeremy Irons), un mercader en bancarrota, el cumplimiento efectivo de un pagar por 3.000 ducados. El mercader veneciano haba firmado con su vida para prestarle el dinero a un amigo en bsqueda de esposa, tal pagar consista en devolver la suma total en no ms de tres meses; de lo contrario, una libra de carne de Antonio se-ra cortada por Shylock, en venganza por insultos en la vida pblica. Puestos ante el tribunal, ambos contendientes esperan la ejecucin del pagar por

    una libra de carne, asistidos por un supuesto juez docto en estos temas. El juez docto configura un discurso legal sobre la justicia, por el reclamo de Shylock y el derecho de Antonio a vivir, y ofrece contrapropuestas racionales para disolver la ejecu-cin del pagar con el corte del cuerpo de Antonio: devolver el doble de la suma prestada, o peor, cor-tar una libra de carne sin una gota de sangre del cuerpo de Antonio. Ante esta imposibilidad, el juez docto detiene la ejecucin inminente de Antonio estableciendo para Shylock que las leyes de Venecia favorecen a Antonio: un extranjero no puede agra-var a un ciudadano, incluso reclamando un pagar. Si ello sucediera, el extranjero ser expropiado de sus bienes, que sern repartidos entre el Estado y el acusado o deudor, Antonio, en este caso. Para su-mar razn sin razn, o razn veneciana para vene-cianos, el juez docto propone al Dux disponer de la vida del judo, puesto que ni siquiera le pertenece el derecho a reclamo de ejecucin del pagar. Tras dis-posicin del Dux, la vida del judo queda a merced de Antonio, quien perdona a su acreedor pero rete-niendo su parte para la hija del judo, fugada con un veneciano, a cambio de la conversin de Shylock al cristianismo. Como bien puede advertirse, Shakes-peare no nos hace aqu una pregunta sobre la Ilus-tracin. Pero nos coloca claramente en torno a lo que Kant tambin sealaba: las condiciones de la posibilidad para una experiencia del pensar. Sin em-bargo, en el texto shakesperiano no tenemos an la razn ilustrada soando el progreso ni la conquista iluminada de la autonoma y la conciencia de cada quien, pero tenemos una inversin del mito moder-no de la Ilustracin en una ciudad que ya entonces va siendo muestra de una Europa moderna y libe-ral: Shakespeare all escenifica una inversin de la pregunta kantiana, no como negacin del pensar en tanto acto de libertad y constitucin de s, sino como la sospecha acerca de las condiciones verdaderas que hacen posible un pensar que tienda al ejercicio de

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    la libertad y la constitucin tica de s mismo. En esta inversin, tambin hemos visto jugar los usos p-blicos y privados de la razn, hemos visto actuar el peso de la ley, pero de una razn y ley determinadas por su condicin de ciudadana exclusiva para los mercaderes venecianos, pero razn y ley excluyen-tes, discriminatorias, xenfobas e implacables para con todos los hombres no ciudadanos de la ciudad. Y cuyo acceso a la ciudadana no est ni en la capa-cidad de produccin de dinero, como tampoco en la libre eleccin de un credo o institucin poltica de pertenencia. Como vemos con Shylock, su condena ante un reclamo tampoco racional, pero acorde a lo firmado, excede la expropiacin de bienes y ter-mina en la humillacin de una conversin forzada. Nada ms alejado de un ejercicio libre, pblico y progresista de la razn.

    VPODREMOS PENSAR-NOS?Quisiera concluir, provisoriamente, sealando dos notas que considero oportunas para promover y buscar la actualidad de la pregunta kantiana por la Ilustracin. Y tales notas van en el orden de lo pro-puesto hacia el comienzo de esta lectura de Kant: en el orden de cierta tica filosfica, y en el ejercicio activo del filosofar en el horizonte de una ontologa histrica de nosotros mismos. En el primer eje de la interpretacin, tenamos la puesta en ensayo programtico de Gadamer de po-nernos en dilogo no slo con el texto de Kant, des-de nuestra experiencia hoy, sino tambin de poner en dilogo esa herencia moderna que nos consti-tuye con el legado clsico de las preguntas filos-ficas; en este caso, la pregunta por una experiencia verdadera del pensar, y del pensar como una accin especfica de libertad y experiencia hermenutica, de comprensin de lo que (nos) pasa cuando ha-cemos morada en el acontecimiento del pensar, en la morada de la pregunta que (nos) interroga a no-sotros mismos. Y ah quizs est el sentido de ha-

    18. Morey, M.: El hombre como ar-gumento. Barcelona: Anthropos, 1997.

    ber visto actuar la pregunta kantiana en el ejemplo del maestro, de la madre y de una razn ciudadana fundada en la intolerancia y el poder de una sola palabra. Y all los lmites del ejercicio de un pensar libre de la razn: en la capacidad de ver que el otro tambin puede tener razn, desde la alteridad, des-de la exclusin a la que lo somete una razn parcial, calculadora, despiadada. En el segundo eje, traamos la propuesta de Foucault para una ontologa histrica del presente, del nosotros, desde un ensayo activo con la pregunta kantiana por la Ilustracin y a favor de una experiencia por pensar-nos como sujetos de saber y poder, como sub-jetividad. En esa lectura, y como en la del otro an-damio utilizado, la propuesta de Foucault tambin apostaba a actualizar la pregunta kantiana buscan-do pensar-nos en los dispositivos que nos constitu-yen, en los hilos de esa trama que hilvana nuestra experiencia y que puede realizar un acto reflexivo del pensamiento oyendo, nuevamente, la direccin tambin propuesta por Kant y las tres preguntas so-bre el hombre: qu puedo saber?, qu debo hacer?, qu me cabe esperar? Preguntas que, en esta lnea foucaulteana para una ontologa del nosotros18, Mo-rey aborda con direccin a una cuarta pregunta, tal es, qu es el hombre?, direccin en la que seala la perspectiva de Foucault por pensarlo en los disposi-tivos de poder y verdad y constitucin de s, y en las fisuras de esos dispositivos, en los quiebres, en los lmites, en sus fronteras, en sus desgarros. Tal como la leccin de Shakespeare nos ha podido mostrar, la pregunta de Kant puede, debe y amerita ser actualizada entre nosotros, para nosotros. Pero debe y puede ser actualizada, en efecto, en la con-sideracin de que tal pregunta sobre el poder de la razn y el libre pensar haga de nosotros, cada da, un mejor argumento, una mejor condicin huma-na, si fuere posible. Y tal posibilidad acaso no sea una utopa sino ms bien un arrojo de experiencia, cuidadosa y cauta respecto del sueo tecnolgico moderno y sus efectos de molde calculador y des-

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    19. gadamer, H.: Elogio de la teo-ra, ob. cit., p. 57.20. Ob. cit. p. 89

    piadado. O inhumano. Acerca del poder de la ra-zn, y de esa pregunta ilustrada por el poder de la razn para ser hombres libres, para hacer una expe-riencia verdadera con nuestra libertad y nuestra po-sibilidad de pensar y pensar-nos, tenemos un guio de Gadamer que dice: la razn consiste siempre en no afirmar ciegamente lo tenido por verdadero, sino en ocuparse en ello crticamente. Su hacer es el de la Ilustracin, pero no como el dogma de una nueva racionalidad absolutamente regulada que todo lo sabe mejor; la razn es tambin compren-derse a s mismo y nuestra propia relatividad en un autorreconocimiento perseverante19. En esa actua-lidad de la pregunta y su experiencia, contina en-sendonos: la Ilustracin contina siendo lo que fue siempre: viene de la fuerza del juicio, del pensar por uno mismo, y del cuidado de estas fuerzas. As se precisa el sentido presente de la divisa kantiana de la Ilustracin: sapere aude; ten el valor de hacer uso de tu razn, de una nueva manera, como llama-da a nuestra razn social para despertar de nuestro sueo tecnolgico20.

    Bibliografa

    ARISTTELES (2007): Poltica. Madrid: Austral.FERRATER Mora, J. (1990): Diccionario de filosofa. Madrid: Alianza.dICCIONARIO de filosofa en CD-ROM (Corts Morat - Martnez Riu). Bar-celona: Herder, 1996.GAdAMER, H. (2001): Antologa. Salamanca: Sgueme.GAdAMER, H. (1993): Elogio de la teora. Barcelona: Pennsula. KANT, I. (2004): Contestacin a la pregunta: qu es la ilustracin? Madrid: Alianza.MOREY, M. (1997): El hombre como argumento. Barcelona: Anthropos.MOREY, M. (1988): El orden de los acontecimientos. Barcelona: Gedisa.NIETZSCHE, F. (1999): Schopenhauer como educador: Tercera considera-cin intempestiva. Madrid: Valdemar.