José Pablo Feinmann - Los Libros de Autoayuda No Ayudan
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7/21/2019 José Pablo Feinmann - Los Libros de Autoayuda No Ayudan
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“Los libros de autoayuda no ayudan”
Por José Natanson
No se trata de una revalorización de la filosofía, de un fenómeno como el que se está dando, quizá, con
algunos libros de historia. Se trata más bien de una búsqueda, del intento por enfocar una mirada
filosófica latinoamericana. “Es un momento en que podemos volver a decirles a los filósofos académicosque vamos a seguir pensando desde aquí, que no vamos a seguir citando compulsivamente a los
pensadores europeos o norteamericanos”, sostiene José Pablo Feinmann, que la semana que viene
reinaugura sus masivos cursos de filosofía en el Club Armenio.
–¿Hay una revalorización de la filosofía?
–Yo no creo que pueda hablarse de un fenómeno de la filosofía a nivel global, pero indudablemente hay
algo. Una hipótesis que tengo es que mucha gente se ha dado cuenta de que los libros de autoayuda no
ayudan, o son endebles o han perdido prestigio. Esos libros que te prometen mejorar la vida si los lees.
Los filósofos livianos, tipo Fernando Savater, quizá perdieron prestigio. Hay libros también de chantas
filosóficos, tipo El mundo de Sofía o Más Platón y menos Prozac, un título graciosísimo por lo tonto,
porque si alguien está deprimido más vale darle Prozac y no Platón. O ese libro La filosofía puede sanartu vida, un disparate. Al margen de estas cosas, creo que está pasando algo. Aparece el libro de
Eduardo Grüner, El fin de las historias pequeñas; el de León Rozitchner, La cosa y la cruz, que apareció
antes pero fue fundamental. Va a salir un libro de Rubén Ríos sobre Nietzsche. Están en esta línea. Y en
los cursos que yo doy planteo este enfoque de ligar la filosofía con la historia. Es salir del giro lingüístico,
hermenéutico, del último Heidegger, de Althusser, de la muerte del hombre de Foucault.
–¿Qué implica salir de ese giro?
–Recuperar la determinación histórica de la filosofía, algo que introdujeron Hegel y Marx, los grandes
negados por las filosofías post. Yo no creo en los regresos en filosofía, y además no quiero regresar de
Derrida, Foucault, Al-
thusser, porque he aprendido mucho de ellos. Y menos de Heide-
gger, que es el que los alimenta a todos. Pero se puede traer a Hegel y Marx al presente y decir que la
filosofía se hace en un contexto histórico. Es cierto que el marxismo no le añadía de un modo
preponderante materialidades como el lenguaje. En ese sentido se puede incorporar el giro lingüístico,
pero como un elemento más dentro de un espacio político, social e histórico en el cual la filosofía surge
como la instancia de totalización. La única posibilidad de rescatar a la filosofía es como saber de
saberes. Por eso la idea es poner otra vez bien adelante las situaciones sociales, económicas, políticas,
junto a la densidad que la sociedad tiene dentro, a sus lenguajes. A una filosofía que no razone acerca de
la historia como conflicto no le veo densidad.
–¿Cuándo se perdió ese enfoque?
–Hay algo que pasó en la filosofía a partir de los ’60 con la caída del sartrismo, con Las palabras y las
cosas, la proclamación de la muerte del hombre por Foucault, el antihumanismo y luego con ladeconstrucción de Derrida. Lo más interesante es que todo está basado en Heidegger. Si vos lo sacás se
cae todo, y si lo dejás también, porque todo está basado en un señor que fue rector de una universidad
nacional-socialista. Nadie pretende, y yo menos aún, reducir Heidegger a eso. Pero no fue un momento.
Fue largo. Tal es así que reedita su libro en 1953 y sigue hablando de la grandeza del
nacional-socialismo. Fue su momento más luminoso, de optimismo. En ese momento cree, el problema
es que cree mal. Y cuando uno cree se puede equivocar. El primer Sartre es una relectura enormemente
talentosa de Ser y tiempo de Heidegger. Lo interesante es que después Sartre lo lleva al encuentro con el
marxismo, en La crítica de la razón dialéctica. Después, llegará la estructura, el lenguaje, el
posestructuralismo, Nietzsche pasado por Heidegger. Lo que pasa es que para huir de Marx se cae en
Heidegger. Lacan es eso. El drama de la filosofía europea en este momento es la deconstrucción del
sujeto. Se sacaal hombre de la historia. Y la historia la hacen los hombres o no la hace nadie. Yo lo que
propongo es buscar una situación local desde la cual mirar estas cosas.
–¿Qué significa el color local en la filosofía?
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7/21/2019 José Pablo Feinmann - Los Libros de Autoayuda No Ayudan
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–El sujeto cartesiano en tanto sujeto del capitalismo a nosotros, los latinoamericanos, nos esclavizó. Eso
no implica volver a la teoría de la dependencia, pero sí admitir ciertas cosas. Cuando Marx dice que el
capital viene al mundo chorreando sangre y lodo, la sangre que chorrea es sangre de la periferia.
Nosotros somos parte de la cultura de Occidente, cuyo centro se constituye saqueándonos. La
centralidad que el pensamiento post quiere deconstruir se hace saqueando la periferia. Mi propuesta es
pensar desde la periferia. Y la propuesta más ambiciosa es pensar una ontología de la periferia.
–¿Qué es esto?
–El centro, las culturas europeas y norteamericanos, si algo han sabido es totalizar. Como somos parte
de una falsa totalidad globalizadora, lo primero es establecer que esa totalidad sin nuestra particularidad
no puede constituirse. Somos esenciales para esa totalidad, porque no hay totalidad sin una de esas
partes. Cuando Borges dice que nuestra cultura es la de Occidente yo creo que tiene razón, con un
agregado: nosotros pertenecemos a Occidente como periferia saqueada, que permite la acumulación de
capital financiero, industrial, y tiene sus grandes filósofos. Heidegger piensa el sujeto cartesiano y lo
denuncia. Le adjudica características demoníacas, como sujeto que somete a los entes a través de la
técnica y olvida la pregunta por el ser. Yo, como filósofo sudamericano, me pregunto si esos entes
sometidos, el mundo óntico, no es la periferia. Es una visión nuestra de Heidegger. Los sometidos por la
instrumentalidad del sujeto cartesiano hemos sido nosotros, los de la periferia.
–¿Cree que este fenómeno de la filosofía podría vincularse al interés por la historia evidenciado en lasincreíbles ventas de libros de historia, como el de Felipe Pigna?
–Es posible. Creo, de todos modos, que los libros de este tipo se acercan peligrosamente a la búsqueda
del chisme histórico. No hay que caer en la tentación de ofrecer las versiones secretas de la historia,
porque si no una se expone a la crítica de los historiadores académicos. Yo a Pigna, al que le tengo
mucho cariño, le diría que se cuide de eso. En todo caso, lo que sí se podría subrayar es que quizás hay
una búsqueda por una mirada local. Yo, como otros, me propongo volver a mirar las cosas desde
nuestra situación.
–¿Esta nueva mirada filosófica, el interés renovado por la historia, son efecto del estallido y el colapso
institucional de 2001?
–Me siento más tranquilo diciendo estas cosas ahora que tres años atrás. Me siento, digamos, menos
idiota, que era lo que me decían los otros, los que decían que no había que hablar de Latinoamérica, los
que decían, como Kissinger, que Latinoamérica se puede hundir y no va a pasar nada. En estos tres años
después de diciembre del 2001 y con la primavera kirchnerista es posible hablar de una ontología de la
periferia desde otro lugar. Aparece el libro de Grüner, está el de León Rozitchner, mis cursos. Es un
momento en que podemos volver a decirles a los filósofos académicos que vamos a seguir pensando
desde aquí, que no vamos a seguir citando compulsivamente a los pensadores europeos o
norteamericanas.
–¿Está mal citar?
–No en sí mismo. Pero la cita, en el pensador latinoamericano, muchas veces es como un pasaporte a la
filosofía. Los europeos se caracterizan por no citar. Lacan, Foucault, Sartre no citan. O citan poco. No
lo necesitan porque ya están. En cambio, el pensador latinoamericano, como traductor del pensamientoeuropeo, necesita citar y no piensa, sino que comenta los debates que se dan en los centros del saber.
Esto no implica de ninguna manera pensar sin admitir que somos parte de Occidente, porque somos
parte de una tradición que se hizo saqueándonos, pero sí reclamamos el derecho a repensar todo. Y a
volver a la historia, porque no nos podemos alejar de la historia. Nosotros necesitamos creer en la
historia, que se hace a través de los conflictos, que puede devenir, cambiar, que se hace a través de la
praxis política. La praxis política es organización, organización de los hombres. Y entonces vamos a
tener que postular el regreso al hombre. Si uno se aleja de la historia en un momento en que ocupa la
posición del esclavo se congela como esclavo. Si lo hace en la posición del amo es distinto. Al que está
en la posición del amo le interesa congelar la historia y recluirse en el lenguaje o en la hermenéutica
infinita.
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