JORGE CIEZA LACHOS

59
I "; ' ir¡li[":frrtit [-,,,,1;i*1il' "] t' | | ! / ¿ / r ! ¿ r .¡, I ¡ 5; .'¡ J : ::::::l I ::::l f:, t: 1: ,: aa -i¡ ;;: f, 'l.,' s i'$.lii['l]:,"r , 'rli,l I , foi ¡i'l, irt hl I ii, ,i

description

CAP.GC JORGE CIEZA LACHOS HEROE PERUANO

Transcript of JORGE CIEZA LACHOS

  • I";' irli[":frrtit [-,,,,1;i*1il' "]t' | | ! / / r ! r ., I 5; .' J

    :::::::l

    I::::l

    f:,t:

    1: ,:

    aa

    -i;;:f, 'l.,'

    s i'$.lii['l]:,"r, 'rli,l I ,foi i'l, irt

    hlI ii,

    ,i

  • Guillermo Thorndike

    Jorge Cieza Lachos,Hroe de Juaniu

    De la Escuela de Guardiasa capitn y mrtir de la Patria

    Fernando Flores Araoz, editorPanal de Comunicaciones S.A.

    Primera edicin, 1998

  • /SBN

    Biblioteca Nuestros HroesJorge Cieza Lachos, hroe de Juanjuu@ 1998, Guillermo Thorndike Losadath o rl o s@ m ai L cos apid ata. co m. pe

    @ de la presente edicionGuillermo Thorndike y Fernando Flores Araoz, editor@ Panal de Comunicaciones S.A.

    242-4327 242-4328

    lmpreso en el Peren los talleres de UNIGRAF S.A.. San Pedro 956, SurquilloLima 34, Per

    Un aporte de Empresa Minera Retamasa la historia de los hroesdel Per contemporneo

    Con la colaboracin y participacinde la Facultad de Comunicacin Socialde la Universidad San Martn de Porras

  • Para Andrs Marsano Porrasy su noble obsesin, el Peru.

    A la memoria de su abueloel coronel Andrs A. Cceres

    heroe de Tarapac, Alto de la Alianza,C ho r ri I I os, M i raf I o re s

    y la camPaa de La Brea

  • Ser en la Vida un ejemplar de vida,y, entonces esperar a que la Muerte

    tenga et orgutlo de vencer a un hombre!Jos Galvez,

    "Profesin de Fe"

    ... Y los llamarn cuando la prxima guerra est lista.Millones de nombres demasiado numerosos para ser escritos en

    una sola tumba,Los hroes, la carne de can, los objetivos vivientes,

    Los mutilados, los muertos sagrados,El pueblo, s, el pueblo.

    Carl Sandburg, .The People, yes"

  • El ltimo viaje del teniente Cieza

    Er uevrs B or ocrueRr or 1 987, exactamente veinte aos desousde la muerte del Che Guevara en Bolivia, una pequeafuerza subver-siva atac la nfima guarnicin de Tabalosos, a un paso de Lamas y adiez kilmetros de Tarapoto, la ciudad ms importante del departamentode San Martn. Sumaban treinta y uno. Usaban uniformes verde olivocon botas de jebe negras y en el brazo izquierdo un brazalete rojo en elque se descifraba el emblema de su organizacin: MRTA. MovimientoRevolucio,nario Tpac Amaru. Ninguno pasaba de cuarenta aos. Loshaba de dieciocho o menos. Al revs de la esculida guerrilla del CheGuevara, se les vea macizos, bien alimentados. Traan el pelo largo,con gorras de diversos colores. Manejaban sus FAL con pericia y pare-ca sobrarles cartuchos. La sorpresa dej malheridos a cutro guardiasdefensores del pobre domicilio de la Guardia Civil. Las autoridadesconsiguieron escapar por las huertas al monte. Tres policas cayeronprisioneros. Al rato los atacantes dinamitaban los edificios pblicos. Otroguardia civil qued despedazado en los escombros.

  • Tabalosos contena el aliento. La prosperidad de la comarca delro Mayo que bajaba a encontrarse con el Huallaga, dependa de lacosecha de los cocales que el gobierno y la comunidad internacionalansiaban destrurr. En verdad, la coca de San Martn y las fabulosascosechas del vecino territorio de Hunuco, no tenan relacin con elantiguo Per, para cuyos pueblos haba sido un arbusto sagrado. Enesa parte del pas, nadie chacchaba para preguntar como sera el futuro,dulce o amargo. La hoja reunida por traqueteros y acopiadores del Mayoy Huallaga terminaba en grandes piscinas llenas de coca maceradacon cido sulfrico hasta producir una masa pestilente a la queagregaban leja y kerosene. El producto: pasta bsica de cocana, masconocida por sus siglas, PBC. El kilo de pasta sucia llegaba a trescientosdlares. Una fortuna para la poblacin rural. Lavada con acetona yprensada, el precio suba a mil. Del Per pasaba a Colombia a refinar-se con cido clorhdrico y a veces con ter. Se cotizaba a cuatro mil.Puesta en Estados Unidos, veinticinco mil. Al menudeo renda doscientosmil. El mejor negocio del planeta. Slo el Alto Huallaga y el Mayoexportaban semanalmente varias toneladas de PBC. Las cuencas delHuallaga y el Maran abastecan posiblemente a la quinta parte delmercado mundial de cocana.

    Siete aos antes, los campesinos se haban sublevado contra unacampaa nacional para quemar cocales. En el Alto Mayo, pasando laciudad de Moyobamba, capital del departamento, prosperaban fundosganaderos. Rumbo a Bagua se daban prodigiosas cosechas de arroz'Pero la coca solucionaba el hambre de muchas familias campesinaspobres. Adems, los pueblos se haban cansado de las promesas delgobierno central. Pedan electricidad, caminos rurales, salida a losmercados de la costa peruana. En vez de ayudar, el gobierno pretendafumigar los valles con substancias que mataban los arbustos de coca yque seguramente arruinaran otros cultivos. Coincidan los intereses decocaleros y campesinos con los opositores perpetuos, dos o tres demuchas facciones comunistas. Una de las regiones ms ricas yhermosas del pas sera envenenada como Viet Nam durante la guerra.

    l2

    Naci un Frente de defensa de los intereses populares. Demandabalegalizar el cultivo de la coca. Tabalosos se sum a la causa.

    Muchas ciudades de San Martin eran realmente pueblos de unasola calle, con una plazuela de rboles lluviosos y edif icios pblicos dequincha o madera con techos de calamina. Los tarapotinos tomaban elpelo a los de Tabalosos, con bromas pesadas sobre el vigor y lainclinacin de sus sexos. En vez de crecer, Tabalosos se achicaba,pues haba sido olvidado por la Carretera Marginal de la Selva quedeba conectar al Per en la vertiente oriental de los Andes y que seguade largo a medio kilmetro de distancia. En 1982, haca apenas cincoaos, la gente de Tabalosos se haba unido a la protesta bloqueando laMarginal. Se produjo una confrontacin con lafuerzapblica y Tabalososrecogi varios muertos y heridos.

    Pero los rencores de Tabalosos no daban para aplaudir el fusila-miento de los infortunados policas capturados en la sorpresa, as queel pueblo mostr su desacuerdo durante un "juicio popular" y los sieteguardias, cuatro malheridos, salvaron del paredn. Habia srdo unatrevimiento del MRTA, pues a la salida de Tarapoto estaba el cuartelde Morales, con medio batalln de infantera motorizada. Por cierto, elMRTA tanteaba la capacidad y velocidad de la respuesta militar delgobierno presidido por Alan Garca. Terminada la "asamblea del pueblo",a la que Tabalosos asisti a punta de fusil, agotados discursos y propa-ganda, los de verde olivo salieron a escape, llevndose armas, municio-nes y el dinero que haban expropiado a los ricos del pueblo. Dejabanel siguiente mensaje: el MRTA protega los cocales. Llamaba a lainsurreccin y a un gobierno popular.

    Al mismo tiempo, otra agrupacin del MRTA capturaba por sor-presa el pueblo de Soritor, entre Rioja y Moyobamba. Despus, a todosse los trag la montaa.

    IJ

  • En Lima, al otro lado de los Andes, casi otro mundo que parectaexistir en un tiempo distinto, actual y complicado, el presidente de larepblica rest importancia a la primera aparicin del MRTA en la regrnoriental. Ni siquiera los llam subversivos sino "bandas denarcotraficantes" conectadas a los carteles colombianos. Por cierto, losresmenes de Inteligencia

    --entregados cada maana al presidenteen ejemplar nico que deba destruir despus de su lectura-, habanmencionado muchas veces el nombre de Vctor Eloy Polay Camposcomo jefe supremo del MRTA.

    No era un personaje misterioso para el presidente Alan Garca.adems jefe del APRA, Alianza Popular Revolucionaria Americana,partido fundado seis dcadas atrs por Vctor Ral Haya de la Torre.Nacido en el Callao el 6 de abril de 1951, eljefe del MRTA era hijo deotro de los f undadores del APRA, el chrno Vctor Polay Risco, y de OtiliaCampos, toda su vida militante aprista. El futuro jefe del MRTA habaestudiado primaria en un colegio religioso y secundaria en un planteldel Estado. A los siete aos se haba inscrito en elpartido de su padre,perteneciendo a la CHAP "23 de mayo". Para 1972, el chapista delCallao se haba converlido en Secretario del Comando UniversitarioAprista y asista a la Escuela de Dirigentes conducida por el propioHaya de la Torre, a la que tambin asista Alan Garca, f uturo presidentede la repblica. Ese ao el APRA haba ensayado algunas accionesterroristas para desestabilizar al caudillo Velasco. La polica detuvo aPolay por actividades dinamiteras en lca y Lima. En la atestada prisinde El Sexto, Polay conoci a Antonio Meza Bravo y a otros militantesdel viejo MIR que haban intervenido en las guerrillas de 1965. Prontolos amigos del APRA obtuvieron la liberacin de Polay, despachndolobecado a Europa. En Madrid volvieron a encontrarse Polay y Alan Garca.Ah conocieron al chileno Jaime Castillo Pelruzzi, que representaba alMIR de su pas, entonces aliado del gobierno de Salvador Allende. Mstarde Polay y Garca fueron a Pars, uno a conectarse con el MIR in-ternacional, el otro a seguir siendo aprista. De esa poca procedan los

    vnculos de Polay con los Montoneros y el M'19 colombiano, adems desociedades secretas europeas v del Medio Oriente.

    En cuanto al MRTA, polica y servicios de inteligencia compartanun expediente repleto de datos. Se trataba del encuentro de dospequeos grupos, el PSR'ML (Marxista leninista), faccin del PartidoSocialista Revolucionario fundado en 1976 por un general cusqueoinvernalmente comunistn, y el MIR-EM (Movimiento de lzquierdaRevolucionaria El Militante), pacto que por un tiempo se haba conocidocomo "La Convergencia" y que se llam Partido Revolucionario SocialistaMarxista Leninista antes de asumir la denominacin definitiva deMovrmiento Revolucionario Toac Amaru.

    Tampoco haba sido dif cil identificar a otros asociados del MRTA,pues en los aos B0 era conocido que al MIR-EM pertenecan el veteranoElio Portocarrero, el antiguo dirigente campesino Meza Bravo y dosviejos amigos de Pars, Victor Polay y Hugo Avellaneda Valdez. Tambinera pblica la divisin del Partido Comunista Unidad, del que sali elPartido Comunista Mayora. Una faccin se haba integrado a las FRAS,Fuerzas Revolucionarias Antiimperialistas, con su jefe Miguel RinconRincn, que se haba sumado al MRTA. En fin, era imposible ignorar aNstor Cerpa Cartolini, dirigente sindical y ex senderista que habacapturado el diario "El Nacional" de Lima en 1986, presentndose comouno de los jefes del MRTA. Todo haba empezado con el asalto a unbanco en ,1982. A mediados de 1985 ya el MRTA haba captado a unafaccin del MIR especialmente activa en Chiclayo, en el norte del pais,asicomo a un pequeo contingente de sindicatos de la Carretera Central,atrados por Cerpa. El mismo ao se produjeron las alianzas con el MIRJuventud rebelde, MIR Yahuarina, MIR El Rebelde y MIR Cbordinadora23 de Octubre. Despus haban seguido secuestros y coches cargadoscon dinamita, la extorsin de fbricas y negocios, ajustes de cuentas yejecuciones callejeras. En memoria del Che Guevara, se habainauourado el inhumano ministerio del Terror.

    15

  • A ros HeRroos oe TnanLosos los llevaron primero a Tarapoto. Dosnecesitaban salvarse en et Hospital Central de las Fuerzas policialesen Lima. El viernes 9 de octubre, el teniente Cieza aterriz en Lima,para estacionarse en la base de la DIPA (Divisin de Polica Area), enel aeropuerto internacional Jorge Chvez" Usaba uno de los bimotoresincautados al Cartel de Medelln, cuyo equipamiento permita volar sinescalas a Miami y bajar a ciegas en plena selva. A bordo traa a losheridos y varios cartapacios con informacin clasificada y hasta pelculasin revelar entregada por un audaz vecino de Tabalosos. En la base dela DIPA esperaba un equipo mdico que se hizo cargo de los heridos.Por segunda vez viajaba el teniente Cieza con guardias mutilados enSan Martn. Adems de los ataques del MRTA, la Guardia Civil habiasufrido emboscadas senderistas al sur de Tocache. Tambin empeora-ba la violencia del narcotrfico debido a la destruccin de cocalesreiniciada por el gobierno a comienzos de ao. La verdad, en el Hua-llaga se viva de milagro. Elteniente Cieza daba gracias a Dios de seguirintacto despus de su primera poca en Tocache, capital de provincia,en la frontera misma con el pas de los crmenes, aunque todava lejosde abominables acontecimientos como el asesinato a sangre fra dedoce policas sorprendidos por una columna senderista en Tingo Mara,donde adems haban pasado a cuchillo a diecinueve funcionarios ytrabajadores de un programa agrcola internacional.

    Repas sus rdenes antes de telefonear a su esposa, el tenienteCieza. Llegaba a Lima en comisin por cuarenta y ocho horas. Enrealidad esperaba quedarse hasta la maana del12 de octubre, cuan-do su hijo cumplira siete aos. Pero apretaba la emergencia policial enmedio pas y Cieza tendra que volver en un vuelo especial a las 07:00del domingo 11 de octubre, llevando armamento para la jefatura de laSub Regin de la Guardia Civil en Tarapoto. Dnde acabara destinado?Un misterio por el momento! Daba saltos por la temida regin delHuallaga, ocupando vacos en pequeas guarniciones. Tarapoto enagosto; despus Saposoa, frente al monte pululado por traficantes y

    lo

    subversivos. De ah a Tocache Nuevo a fines de setiembre. En comisina Tarapoto la vspera del ataque a Tabalosos. A Lima con los heridos yotra vez a Tarapoto. Y despus? Slo Dios tena la respuesta. Porahora lo esperaban en casa. Estaba separado alafuerza de su mujer ysus hijos porque a San Martn, zona roja en emergencia, viajaban sinfamilia. Diez aos atrs haba conocido a la estudiante de sicologaCarmen Quiroz a bordo de un colectivo. Haba sido un tmido amor aprimera vista. A los dos aos se casaron, cuando l recibi su despachode alfrez. Al menos hablaban todas las noches por el nuevo telfonova satlite. Ya en Lima, tena que sellar su papeleta de comisin en laDireccin de Personal, en la primera planta del Ministerio del Interior.De ahpasara a la DlRlN, el servicio de inteligencia de la Guardia Civilque funcionaba en lo ms viejo de Lima, frente a la tradicional PlazaItalia, en un anciano edificio que mucho tiempo antes haba sido Minis-terio de Gobierno. Slo despus podra ver a su familia.

    De origen andino, elteniente Cieza estaba habituado al aire pesadoy hmedo de Lima. Senta mojrsele los pulmones tan pronto bajaba ala capital. En San Martn se respiraba seco y caliente antes de las lluvias.Prefera la atmsfera azul y limpia de las montaas cajamarquinas, enlas que haba nacido. En Lima asomaba el sol pequeo de octubre,cuando sola temblar la tierra. La ciudad se vea hosca y gris, vagamenteen guerra, con fbricas fortificadas y residencias encarceladas por temoral crimen. No necesitaba un ojo experto para detectar huellas de vio-lencia. Al caer la noche se sucedan apagones, sincronizados conataques dinamiteros e incendio de locales pblicos y grandes tiendas.Elteniente Cieza senta el Per a la defensiva, con sus fuerzas acuarte-ladas, a la espera del siguiente golpe. Empezaban a subir los precios ya devaluarse los intis, la nueva moneda estrenada en 1985. Aunqueprefera estar lejos del debate poltico, no le gustaba que los conductoresdel gobierno jugaran a la izquierda en un pas cada vez ms dividido, amedio destruir por los asesinatos y las bombas de Sendero o el MRTAy a la vez escenario de grandes movilizaciones pblicas derechistas,

    17

  • opuestas a una expropiacin de la banca privada;y socialistas, a favorde ella. Tanta distraccin permita que se propagaran las organizacionessubversivas como gigantescos hormigueros subterrneos, invisibles enla cotidiana superficie.

    Le pareca ms grande ahora la capital a la que haba llegado porprimera vez en 1973, a los diecinueve aos de edad. Entonces unhermano mayor, capitn de la Guardia Civil, lo haba puesto en la Escuelade Guardias. Elteniente cieza haba empezado desde abajo, lo mismoque Carlos, su hermano, que ahora usaba galones de comandante. yahaba dejado de ser un moroco, como llamaban a los guardias sinexperiencia, que estrenaban el uniforme, cuando fue admitido en laEscuela de oficiales en 1977. Rumbo al Ministerio del Interior, atra-vesaba un distrito financiero con edificios de muchos pisos, verdaderaaudacia en una regin de terremolos. Ms peligroso el hombre que losdesrdenes geolgicos, las bombas terroristas pulverizaban cristales yhasta torcan esqueletos de acero y concreto que esbeltamente habansoportado peridicos desastres naturales. An de maana, casi al medio-da, los transentes desconfiaban. A cualquier hora, en cualquier sitioestallaba la guerra. Hasta los policas de trnsito se protegan conchalecos blindados. En el vehculo del teniente cieza viajaban con eldedo en elgatillo. La mole del Ministerio del Interior, hasta 1960 aero-puerto principalde Lima, se extenda corpudamente en medio de chaletsque parecan cloneados presuntuosamente. carros con corazas oeacero vigilaban las avenidas de acceso. Tranqueras y alambradasobstruan el paso. Poco antes de que cambiara el gobierno en 1g85, elMRTA haba introducido un coche-bomba en el estacionamiento ministe-rial. cincuenta kilos de dinamita quemaron doce vehculos y, sobre todo,maltrataron gravemente el prestigio policial. Ahora nadie pasaba sinidentificacin, aunque vistiera uniforme. El teniente cieza mostr sucarnel de oficial, la papeleta de comisin, los documentos sellaoos ensus cartapacios y la muda de ropa que traa en una pequea bolsa delona. Despus se dirigi a la Direccin de personal, en ra primera pranta

    1B

    de un ministerio transformado en forlaleza.

    En la Direccin de Personal lo atendieron de inmediato. La DIRINesperaba urgentemente. El teniente Cieza pregunt si su hermanoestaba en Lima. Negativo. Haba partido de comisin a Panam, concuarenta y cinco oficiales de la Guardia Civil que reciban cursosavanzados de lucha contrasubversiva. Ya se haba entrenado en laclebre base de las fuerzas especiales en Mazamari. Pefieneca alapolica montada, como buen chotano, pues en Cajamarca los muchachoscrecan a caballo. Tambin era paracaidista. Aseguraba haber reco-rrido toda la cordillera a lomo de bestia. En lo peor de la lucha contraSendero, acababa de pedir su traslado a Ayacucho,la zona ms rojadel pas. El teniente Cieza quera seguirlo. Slo esperaba subir a capi-tn. Aunque busc amigos en la Direccin de Personal, no consiguiaveriguar su puntaje para los ascensos de noviembre. Tena una hojade servicios ejemplar. Estaba seguro de haber obtenido buenacalificacin en los exmenes de 1987. Slo faltaba oue midieran suconducta y valor.

    Le dieron otro vehculo para el viaje a la DlRlN. Aunque alproducirse el ataque estaba en Tarapoto, haba sido de los primeros enllegar con refuerzos a Tabalosos. Seguramente haran muchas pregun-tas. Lo subieron a una enorme camionela, con dos suboficiales armadosde fusiles AKM y un chofer locuaz que dijo vivir tres veces, pues habasalvado de una mina que estall a destiempo y de un coche-bombaque haba volado en plena calle Chota, casi en la maestranza de laPrefectura de Lima. Malditos terrucos, una de sus mquinas asesinaslos haba desintegrado por error, mientras conectaban explosivos enun taller clandestino. Hablaba de los coches bomba Ol MRtn, quehaban desaparecido desde mediados de 1986. Pero el domingo 23 deagosto de 1987 el MRTA haba soltado un auto con cien kilos de dinamitacontra el Cuartel Bolvar. Nadie muri aunque la explosin hizo polvolos vrdrios en todo el barrio, aparte de rajar miles de piezas arqueolgicas

    19

  • en un museo cercano a las instalaciones militares. Al da siguiente habanhecho volar otro coche asesino en el crucero de La Colmena y el JirnLampa, en pleno centro. Milagrosamente nadie haba muerto, pero dostransentes quedaron mutilados. Ms de treinta haban sufrido cortes yperdido parcialmente la audicin. Esa noche pareci que el HotelSheraton se derrumbaba. Un automvil repleto de TNT haba estalladoen el segundo nivel de un estacionamiento subterrneo, destruyendoquince automviles y causando un incendio que pudo ser sofocado alcabo de tres horas. Ya haban atacado el Citibank, la residencia delembajador de Estados Unidos y el nuevo gran edificio del Banco deCrdito en Miraflores. Mientras tanto, continuaban matando policas paratomarse el armamento o los seguan a sus viviendas para balearlos porla espalda cuando salan de franco. Sendero o el MRTA daba lo mismo,igual mataban sus balas. El chofer sacuda la cabeza mientras se abrapaso por el trfico denso de los Barrios Altos. Nadie mora tres veces,as que ya no tendra ms oportunidades si volva a cruzarse con unproyectil o una dinamita. Y en la selva? El teniente Cieza no supocontestar. "Peor son los narcos", dijo al fin. Era verdad. Mataban a lobestia. No era raro que el Huallaga arrastrase cadveres decapitados.Realmente molan a sus enemigos o les quemaban manos y pies ydesaparecan las cabezas para que nunca fuesen identificados. Elteniente Cieza no quiso decir lo que casi todos saban: narcos y sub-versivos se juntaban contra el gobierno.

    En la DIRIN lo recibi un capitn con gafas oscuras. Pas aldespacho de un comandante con chompa negra y pantaln de comba-te. No usaba insignias. El teniente Cieza present otra papeleta. Unavez sellada, entreg los cartapacios. Apareci un oficial superior quetampoco llevaba galones. Deba ser un coronel. Escucharon su relatosobre Tabalosos al llegar una hora y media despus de la fuga de lossubversivos. Por qu tanto tiempo? No tardaba el viaje veinte minutoso menos? Cieza explic: haba entrado por las huertas con un mayor,un capitn, doce guardias civiles y ocho republicanos. Usar la carretera

    20

    habra sido un suicidio. Mejor caminaban que moran emboscados. Slocuando dieron seguridad a la carretera, haban permitido el paso a doscamiones con refuerzos. Reoiti una historia conocida: el MRTA sa-queaba dependencias pblicas, regalaba vveres y autorizaba el repartode bienes al populacho. Someta a los guardias prisioneros a un juiciopopular. La gente no quera fusilamientos. Se marchaban los subver-sivos, en compaa de algunos jvenes del pueblo. Tal vez ya estabanadoctrinados. Tal vez los forzaban a cargar botn e impedimenta. Elmonte se los tragaba despus. Por cierto, la jefatura de la Sub Reginno tena helicptero para perseguir el rastro de los atacantes.

    Mientras renda su informe. el teniente Cieza descifraba unaevidente tensin en la DlRlN. Trece das antes, un comando del MRTAhaba secuestrado al magnate de Huaral, Julio lkeda Matsukawa, unode los principales productores de aves de corral del pas. Rastrillosconjuntos de la DIRIN y la DIRCOTE, la Direccin Contra elTerrorismo,haban permitido identificar varias pistas. Por primera vez actuabanjuntas la Polica de Investigaciones y la Guardia Civil, que solan tra-tarse como perro y gato, ms enemigas que los propios terroristas.Cuatro das antes del ataque a Tabalosos y Soritor, vigilaban en Limatres casas con habitantes sospechosos. Durante la confiada noche deun domingo para lunes, haban intervenido simultneamente enSalamanca, Surquillo y Maranga, barrios de clase media. No estaba elmillonario lkeda en una subterrnea "crcel del pueblo", pero caantres bases del MRTA. An ms, DIRCOTE y DIRIN estaban seguras dehaber atrapado a los fabricantes de coches bomba.

    En Maranga haba cado una profesora de Qumica de la Univer-sidad Nacional de Ingeniera. Tena escondidos diversos mecanismospara delonar cazabobos, adems de cien kilos de productos altamenteexplosivos. En Surquillo apresaron a una estudiante universitaria. Detrsde una falsa pared estaba escondida la espada del Libertador San Martny la primera bandera de la repblica que el MRTA haba robado de un

    l

  • indefenso museo en el pueblo de Huaura. En la lercera casa tuvo querendirse otra ingeniera, lris Lucero Cumpa Miranda, entregando unstano repleto de fusiles automticos, pistolas, sub-ametralladoras ylanzagranadas. un nuevo registro haba desenterrado doscientos kilosms de maleriales para fabricar bombas en Maranga. Tambin tenanun torno usado en granadas caseras. La DIRCOTE crea que LuceroCumpa haba participado en el secuestro de lkeda. Las capturaspermitan seguir rastros que seguramente llevaran a otras basessubversivas. Esa maana, la DIRIN haba detectado un rpido arregloentre los familiares del millonario y el MRTA. Lo dejaban en libertad casipor una propina. No haba sido un secuestro limpio y los subversivospreferan soltarlo y que se perdiera su rastro rpidamente.

    En la DIRIN no descansaban. Haca meses que nadie disfrutabade fines de semana libres, das festivos o asuelos extraordinarios. Noimportaba que fuese sbado, ordenaron que volviese a la maanasiguiente as que el teniente se apur por visitar a su familia. JorgeCieza Lachos haba nacido en Querocoto, una comarca verde ymontaosa de Chota, provincia de valientes en el departamento decajamarca. Era clebre chota en la historia del pas. Allse haba hechofamoso elteniente zenn Noriega, chotano que aplast una insurreccinsuperior a sus fuerzas en los aos 20 y que el 3 de octubre de 1g48,siendo jefe del Ejrcito en Lima, entr solo con un chofer y bao undiluvio de balas al Cuartel "Dos de Mayo" del Callao, sitiado porrevolucionarios apristas, resistiendo siete horas hasta que llegaronrefuerzos. Esa noche los disparos haban agujereado su capote sinllegar a herirlo y un proyectil de 105 m.m., disparado por un buquerebelde, decapit al rondn que tocaba el tambor a su lado. El27 delmismo mes, Noriega se encarg de confirmar en Lima elcuartelazo delGeneral Odra producido en Arequipa, de quien fue primer Ministro yMinistro de Guerra varios aos. Despus lo quiso derrocar y terminexilado en Argentina. En chota haban clavado en picas las cabezasde don Eleodoro Benel y sus ms conocidos montoneros. chota haba

    22

    conocido la infancia de Alejandro Esparza Zaartu,la mano de hierrodurante los ocho aos de gobierno del General Odra' En Cajamarcajuraban no conocer el miedo. En Chota se consideraban los msvalientes de Cajamarca. El colmol Jorge Cieza Lachos rea de loscuentos sobre chotanos. Slo recordaba una infancia pacfica, laboriosa,felizmente saciada. Su padre, Alberto, haba sido dueo de un almacn.Comerciaba azcar y productos cosechados en los fundos de unhermano mayor, que era el rico de la familia, agricultor y ganadero'Pero su oadre haba muerto antes de haber criado a toda ladescendencia. El teniente Cieza tena una memoria borrosa de 1, encontraste con la longeva fortaleza de Rosita Lachos, que haba dado aluz a hijas frtiles y a hijos de buena estatura y salud, fuertes y disci-olinados. La tradicin del uniforme empezaba con el to Adolfo Cieza,que haba llegado a capitn de la Guardia Civil antes de pasar al retiroen Trujillo. El to haba influido en la decisin de Carlos Cieza de hacersepolica, empezando por la Escuela de Guardias. A su vez el hermanomayor haba llegado a capitn cuando Jorge Cieza apareci en Limabuscando futuro. Ahora estaba a un paso de ser capitn y se pregunta-ba si su hijo no sera la tercera generacin de Ciezas en alcanzar capita-na o en subir a todo lo alto de la Guardia Civil.

    Haba llegado a Lima por primera vez haca once aos. La suyaera todava una vida corta y sencilla. Diez aos antes haba conocido aCarmencila Quiroz. Ocho se cumplan desde el matrimonio. Siete delnacimiento de su hijo. Cuatro cumplira su hija Cinthia Lorena. De alfrezhaba servido en el Rmac y como oficial de cuartel en la dcimacomisara de Brea; de teniente pas al enorme distrito limeo de SanMartn de Porres y durante siete meses se haba aburrido en la seccindenuncias de la 31a Comandancia. Despus lleg la poca ms feliz,cuando lo trasladaron a Cajabamba, cerca de su tierra natal. Al principiohaban dejado a su hijo Jorge Enrique con sus abuelos en Lima'Recordaba haber llevado a su mujer a conocer Chota y el clebre colegioSan Juan, fundado por el Mariscal Ramn Castilla en '1861, donde haba

  • estudiado la secundaria. An guardaban una fotografa de la seleccinde ftbol escolar de la que haba sido capitn durante un famosocampeonato. A poco de mudarse a cajabamba su esposa haba queda-do encinta. Ella lo visitaba en las minas de Algamarca, donde ciezacomandaba un destacamento. Nadie bailaba mejor que eljoven tenien_te. carmen sigui acompandolo en los saltos y evoluciones de loscarnavales cajamarquinos hasta avanzado el embarazo. Entonces viaja Lima para alumbrar ala nia. Ms tarde se reuni toda la familia,incluido el suegro, tambin cajamarquino, aunque de la capital deldepartamento, y ahi, en cajabamba, haban estado tan cerca de laperfeccin de la felicidad que el teniente cieza quiso creer que susvidas nunca acabaran.

    REonEsRsR cor'/o sr A'ENAS HUBTESE sarido esa maana. por elcamino compr unos juguetes para ros nios. lrse, vorver, una rutna ensu vida de polica. A veces estaba en paz, otras en guerra. Unos iban alos frenles de Ia guerra invisible, otros esperaban en casa. Nunca sesaba por dnde llegaba la tristeza. Mientras tanto haba que rer y vivir,como en la cancin de Rubn Blades que tanto gustaba al tenrenre.Nadie preguntaba cmo estaba la selva sin ley ni se atrevan a recordarla ferocidad de las noticias procedentes de Tocache. Esperaba la casareluciente, de fiesta la sonrisa de los nios, la esposa de asueto. porcierto, el sueldo de teniente no alcanzaba para mucho. Ella trabajabaen su profesin de sicloga. Tena dos hermanas, una profesora y orraperiodista, y un hermano empleado de una empresa importante. sumam era modista y maestra de artes manuales. Todos luchaban por lavida.

    Los dejaba reunirse, don Enrique euiroz. Su yerno ilamaba portelfono al llegar a casa. Entonces euiroz asaba los cuyes bien condi-mentados, horneaba papas serranas, daba su aprobacin a la salsa derocotos y sala con su parte de la merienda al cumplirse una hora. Esta-ban cerca. Por elcamino recoga cerveza fra y refrescos para los chicos.24

    Con Jorge, cualquier da era una fiesta, sobre todo si estaba de rerorno,aunque fuese por unas horas. Quiroz no olvidaba los das que habapasado con su hija y Jorge y sus nietos en Cajabamba. A veces llegabamedia guarnicin policial al almuerzo. Si un forastero no tena dondepasar la noche, seguramente terminaba en un cuartito de huspedesen casa del joven teniente. No siempre Carmencita aprobaba lasinvasiones a su hogar, as que Jorge se mostraba contrito slo parareincidir al cabo de un tiempo. Ella se daba por vencida. Despus detodo, as lo haba escogido, generoso, leal, fiestero cuando era posible,dado a la alegra y tambin metdico, duro consigo mismo, un hombreen quien poda confiar.

    Haba vuelto a ser un hogar la casa de Cieza, no el escenario deuna ausencia. Quiroz encontr a su yerno en sayonaras y pantalncorto, jugando con sus hijos. Cinthia Lorena se le suba a tocarle elrostro como si lo esculpiera, acaso intentando memorizar faccionessiempre en fuga, que no podra recuperar hasta unos meses ms tarde,que a ella le costaban como si fuesen dcadas, vidas enteras. JorgeEnrique quera escuchar historias de la selva. Realmente existian tosreducidores de cabezas? Haba visto canbales su pap? EltenienteCieza pudo decir que s, que olra clase de canbales, devoradores dehumanidad o juventud, traficantes de veneno que se haban estable-cido en la distancia de una selva apenas conocida, que ademsenarbolaban las banderas de una rara insurreccin protectora de lacocana y el crac y, desde haca poco, de nuevos sembros de amapola.Sin embargo callaba. Prefera hablar de monos y guacamayas, deltamao de los ros, de las vacaciones que se acercaban. euiroz loconoca demasiado bien para ignorar una sombra interior en su mirada.Del joven alfrez al candidato a capitn, Jorge Cieza,Lachos habaadquirido corpulencia y una sabidura que no se expresaba en discursossino en silencios. Una noche, haca varios aos, ambos habansorprendido a un forzudo asaltante en pleno delito. Traa en la diestrauno de esos puales de prisin, largo como un sable, que vol por el

  • aire a matarlos tan pronto aparecieron. Estaba desarmado pero Ciezano retrocedi. Su suegro tampoco haba corrido. Era rpido el teniente.No vacilaba. Pudo arrancar el cuchillo de la mano asesina pero noconsigui sujetar al asaltante, ni siquiera con ayuda de Quiroz. Al finhaba aparecido una patrulla. Se haban necesitado tres policas mspara amarrar al salvaje. Quiroz nunca olvidara la experiencia. Entoncesa Jorge se le vea alto y nudoso, ms bien delgado. Empezaba a serhombre. Ahora estaba cubierto de una poderosa musculatura. Seacercaba al metro ochenta. An en reposo se le descubra el alma militar.Cumpla siete aos de oficial. Haba aprendido a dar rdenes y ejemplos,pues los hombres slo seguan a los jefes verdaderos, quienes ibanpor delante, que se obedecan a s mismos primero y entendan que lospeligros eran para todos o francamente para nadie. El 24 de marzo,Jorge Cieza Lachos haba cumplido treinta y tres aos, justamente laedad de dar la vida por los dems.

    Pns el RESro DEL on con los nios, llevndolos de compras y aunos juegos mecnicos. Despus de ponerlos a dormir propuso a susuegro una caminata por el barrio. Ya a solas, al borde de un parque derboles maltrechos y geranios sedientos, destap sus preocupaciones.Enfrentaban a enemigos poderosos, de un lado una rebelin defanticos, de otro el negocio ilegal ms grande del mundo, una coalicinde intereses que pretenda aduearse de la regin amaznica tal comohaba llegado a controlar parte del territorio colombiano. No era fcilidentificar al verdadero enemigo, pues millones de dlares de la cocacompraban autoridades y roan secretos policiales hasta asegurarverdadera impunidad a los bandidos. El teniente Cieza mir fijamente asu suegro y dijo con amargura: "En Tocache no manda el gobierno ynadie habla de seguridad nacional. Es un desastre que recin comienza."Quiroz lo crey desalentado y elteniente Cieza protest. Todo concluapor saberse en Tocache. Quedaba en la confluencia del ro del mismonombre con el Huallaga, en un territorio sin ley, del que se habanmarchado los pioneros originales y los colonos llegados por la nueva

    26

    Carretera Marginal. Tena campo de aterrizaje, fondas, hostales y casastransitorias, de madera y techos de latn en los que repicaban las lluvias.Lo ms importante de Tocache eran las agencias de los principalesbancos del pas, empezando por el Banco de la Nacin, que cambiabaninmensas cantidades de dlares baratos por moneda nacional. A diariollegaban y partan aviones de los bancos transportando fardos de billetes.Principal abastecedor de dlares callejeros, por un tiempo Tocache habadesplazado a Uchiza o Tingo Mara como capital amaznica deltrficode coca. Llegaban personajes del crimen y se iban del Huallaga y lasnoticias volaban libremente a Tocache, donde nada poda hacer la policapara ir tras ellos o atraparlos. El crimen era ms fuerte que la ley, asdesimple. Llova dinero sucio en toda la regin y muchas autoridades ter-minaban por traicionar sus funciones y de ese modo al Per. "Y losterrucos?" --pregunt Quiroz. Sendero bajaba por las montaas deHunuco. Columnas senderistas campeaban por la Marginal cerca deTingo Mara. Usaban la ruta de Hunuco para acercarse al Huallaga.Llegaban por grandes cerros boscosos a lo alto del empinado valle delChuntayacu. De ah amenazaban Uchiza o bajaban a cortar la maltrechacarretera de la selva. Las avanzadas de Sendero Luminoso estaban enpleno Huallaga. Un ao antes haba llegado el MRTA. Pareca sobrarespacio para todos...

    Noche de viernes. Al pasar saludaban los vecinos. Hola seorCieza. Qu tal Jorge, hasta cundo te quedas?. Sigue usted en laselva, amigo Cieza? Tendra que cuidarse ahora que aparecan terru-cos. "Ya ve usted, don Enrique, la gente ni siquiera sospecha la realidad",deca el teniente a su suegro. Justamente un ao antes del ataque aTabalosos, cuando se cumplan diecinueve aos de la muerte del CheGuevara, el MRTA haba anunciado su alianza con el M19 colombiano.Las agencias internacionales recogieron la noticia. El MRTA aportabagente al "Batalln Amrica" en las montaas del Cauca, dondenstructores centroamericanos entrenaban a reclutas ecuatorianos deAlfaro Vive y del movimiento indgena colombiano Quintn Lame y a los

  • voluntarios peruanos del MRTA y chilenos del MlR. No faltabanaventureros argentinos y bolivianos. El propio M19 se haba encargadode hacerle propaganda al "Batalln Amrica". Pero el MRTA haba estadoactivo en el Alto Huallaga desde comienzos de ao, cuando antiguosmilitantes del MIR lV Etapa se dedicaron a organizar "la defensa de loscultivos de la coca" dirigidos por Antonio Meza Bravo. En junio de 1986haba llegado Polay. Ya entonces exista una organizacin clandestinadel MRTA en la regin. Hasta donde el teniente Cieza poda conocer,diversos reportes de inteligencia colombiana sealaban la presenciade Polay en el "Batalln Amrica", armado con FAL belgas que elgobierno venezolano de Carlos Andrs Prez haba aportado a lainsurreccin contra Somoza en 1978. Durante casi un ao, Polay y sucomitiva del MRTA haban viajado por la clandestinidad colombianamientras el "Batalln Amrica" intervena en diversas acciones en el'Cauca hasta acabar desbandado por el Ejrcito de Colombia en marzode 1987. Tres meses ms tarde se haba reagrupado el MRTA en SanMartn. Segn los servicios colombianos de nteligencia, haban llegadotreinta peruanos y se iban veintisiete. Otra informacin sealaba quedos ingenieras de la misma agrupacin haban recibido entrenamientocon explosivos. Estaban pasando armas de un pas a otro. Mientrastanto, el MRTA haba reclutado ms jvenes en la regin. Se oa hablarde un misterioso "comandante Evaristo". Todo apuntaba a la preparacinde una ofensiva desde la montaa del Alto Huallaga. Las FARC y elM19 negociaban con los carteles. Seguramente el MRTA calcaba elmodelo colombiano.

    Lo de Tabalosos y Soritor slo haba sido un ensayo. El tenienteCieza no crea equivocarse. Estaban frente a un enemigo fogueado yfuertemente armado, dispuesto a todo. No importaba lo que creyese uninsignificante oficial destacado en la regin o que en la DIRIN se preo-cuparan los expertos en inteligencia policial conforme montaban elrompecabezas terrorista. No mandaba la seguridad nacional. Mandabanlas intenciones polticas, los intereses inmediatos de qulenes

    28

    pasajeramente administraban el pas. El gobierno prefera restarimportancia a los subversivos del MRTA, sin siquiera conceder su veroa-dera identificacin. Insista en decir que eran bandidos rurales o narco-traficantes en fuga. Ni siquiera despachaban verdaderos refuerzos aSan Martn. La Sub Regin slo poda jugar a las sillas musicales,pasando gente a los sitios que supona amenazados para regresarlaunos das despus a sus guarniciones originales. "Y qu haras t siestuvieses al mando?"

    --pregunt al fin don Enrique Quiroz. "Pasar ala ofensiva", dijo el teniente Cieza, "el que espera, pierde."

    Despus prefiri el silencio. Caminaban despacio, de regreso acasa. No hacan otra que esperar sentados en sus cuartelitos sintorreones ni paredes gruesas, con techos de hojalata y pobres centine-las de pie, a mitad de nada. Casi se poda creer que a nadie le impor-taban sus vidas. Quiroz tambin callaba. Estaba seguro del ascenso desu yerno. Tan pronto subiese a capitn, tendran que cambiarlo dedestino. Pobre Per. Era su destino el que rehusaba cambiar.

    29

  • 2En el frente de laguerra invisible

    EL reveNre Crrzn poon DoRN/4tR profundamente cualro horas ydespertar nuevo, para ms tarde completar su cuota de sueo o estarsedespierto hasta dos y tres das, con unos minutos de descanso cadahora, sin que nadie lo estuviese despertando. Los rigores del serviciohaban afinado cierto reloj interior que lo haca volver puntualmente a lavigilia siempre que fuese necesario. Pese al resplandor de la ciudad,casi un crepsculo apagado por la neblina, le bastaba mirar la nocnepara calcular a qu distancia estaba la maana. La amoratadainmensidad de Lima lo desorientaba a veces. En la selva no ooda fa-llar, con su tiniebla total en el relevo de las 02.00 y remotas partculasde luz acercndose desde un sol todava invisible a las 04.00 y despuscierta tonalidad rosa, un plido rubor que clareaba por encima de densosbosques tropicales. Tambin la maana tena sus sonidos, una inquietudde pjaros, la humanidad que empezabaa moverse, el hambre de losnios. Hasta el viento cambiaba de direccin. Aunque no escuchase unclarn de diana, Jorge Cieza Lachos se incorporaba de un salto y salaa llenar sus pulmones de amanecer. Desde la infancia en Querocotodespertaba antes de que saliese el sol, bajo una amplitud celeste prontoincendiada en el horizonte. Su memoria quera conservar las madruga-

    JI

  • das de su existencia. lmposible. Se nos iban los paisajes al abismoinalcanzable del olvido, dejndonos porciones desde luegoexcepcionales, el convencimiento de que vala la pena vivir as, invitadosa la inauguracin del universo cada veinticuatro horas, sin ser nadams que arcilla organizada para pensarse a s misma y para amar ymultiplicarse en presencia de las glorias de la Creacin.

    El teniente Cieza nunca haba salido al extranjero, pero le gustabamirar fotografas a colores de otros continentes. Recordaba paisajeseuropeos, rboles monumentales en la soledad de verdsimos prados,suaves colinas cubiertas de pasto, campos que parecan parques enderredor de los palacios de la imaginacin. As eran ciertos parajes delHuallaga y el Mayo, en la ruta de Juanju a Trapoto, que el tenienteCieza record esa maana antes de salir rumbo a la DlRlN. Tuvo lasensacin de que aquel poda ser el ltimo desayuno en casa, observadoa fondo por su mujer y sus hijos todava con sueo. Unos tomabancocoa y cereal, Cieza disfrutaba sorbos de caf negro, preparado concaracolillo cajamarquino que le enviaban de una tienda en Moyobamba.No era slo suya su vida, tambin perteneca a sus hijos. Vena a serun componente de otras existencias para las que era desesperadamentenecesario, padre totalque sin embargo se ausentaba hasta no ser msque una vocecilla telefnica, una escritura en rudas postales de la selva,una promesa que no siempre se daba cumplimiento. De nuevo vestael uniforme y en su maletn de lona ya Carmen haba colocado ropalimpia de reemplazo. De la noche a la maana reaparecan lavadas yplanchadas las camisas del polica. Jorge Cieza Lachos haba abri-llantado personalmente sus zapatos, costumbre que no abandonabadesde su paso por la Escuela de Guardias. Carg y bes a los nios,dejando que volviesen a dormir, y mir largamente dentro de los ojosde su esposa, como si quisiera empaparse con su sbita tristeza. Loms probable era que adelantaran su regreso a San Martn. Cieza reco-gi su maletn de lona, tomndole el peso para confirmar que tena suarma personal, una hermosa pistola belga con cargador de catorce cartu-chos. No estaba seguro de volver esa tarde, as que se despidi hastanoviembre, cuando llegase a capitn. Abri la puerta a las siete en punto.A la hora exacta llegaba un vehculo de la DIRIN a recogerlo.

    El viejo edificio de la Plaza ltalia quedaba vecino a un convento declausura, que por casi cuatro siglos haba conservado preciosa

    32

    celebridad debido a postres, confites y otras delicias que cocinaban lasmonjitas, traspasando secretos de una generacin a otra. A ratosllegaban a la DIRIN perfumes azucarados, un vaho a canela y vainilla oel olor incomparable de bizcochos emborrachados, los huevos chimbosy los alfajores y polvorones que adornaban la mesa presidencial y lospiadosos agasajos de la Nunciatura Apostlica, proximidad contradictoriacon el olor a cuartel de las dependencias policiales, desinfectadas concreosota, con altos zcalos pintados de verde oscuro y pisos de antiguamadera bien pulidos con cera y petrleo. Las monjitas reciban encargosy despachaban sus delicadezas a travs de un torno, pues haban hechovolos perpetuos de soledad y hasta de silencio, y para su seguridadconfiaban en Dios y, por cierto, en la numerosa guarnicin concentradajunto a ellas. Al amanecer se oa rezar y cantar a las religiosas descalzasde hbito franciscano, casi hasta que sonaban los clarines de diana y elsaludo a la bandera. Ms tarde se confundan las campanadas religiosascon los silbalos y las voces de rdenes. El lugar ms secreto de laDlRlN, casi a la espalda del convento, pareca contagiado de la pazperpetua que conservaban viejsimos claustros. Ah se acomod elleniente Cieza, junto a una docena de oficiales, en su mayora consabatinas ropas de civil, a compartir datos sobre lazonade emergencia.

    Slo se oaaCieza si contestaba una pregunta. No se explicabaqu haca ah, en una reunin en la que era el nico teniente. En realidadsera un mensajero. Esta vez la DIRIN ni siquiera confiaba enclavegramas. La situacin oriental se resuma en tres hojas de informeestrictamente confidencial y en los datos que l iba almacenando en lamemoria. La DIRIN poda asegurar que tres de los siete integrantes delComit Central del MRTA se haban reunido en San Martn: Polay,Avellaneda y el "comandante Evaristo" o Nstor Cerpa. En la DIRINcrean que Avellaneda se haba trasladado a Lima, donde en agostoltimo haba cado otro integrante del Comit Central, Alberto GlvezOlaechea. Diversos informes de inteligencia recibidos de Colombiainsistan en la nueva relacin del MRTA con el Cartelde Medelln graciasal M19, lo que no slo significaba proteccin de los subversivos a lasrutas peruanas de la coca, sino abastecimiento de armas asegurado,fusiles automticos y bastones chinos y equipos an ms sofisticados.No se trataba de simples bandidos con escopetas de retro carga. Losdatos de la DIRIN coincidan con la informacin recibida de otros

  • servicios y agencias: haca cuatro meses, en junio de '1987, Polay habaaparecido por el Chuntayacu para encontrarse con el temido WaldoVargas Arias, elfamoso "Ministro", jefe de las bandas de colochos en elPer. Uno y otro estaban protegidos por numerosos guardaespaldas.La "cita cumbre" haba tenido como escenario el restaurante "El Tiburn",lugar bastante conocido a un kilmetro de la carretera que bajaba deUchiza a la Marginal, en la otra ribera del Huallaga. Dos representantesde Polay haban concertado la conferencia: Rodrigo Glvez, alias "Rodo",y Guillermo Arvalo Velzquez, "Bloquecito", que no se le habanseparado durante las negociaciones. A "Ministro" lo acompaaban dospoderosos traficantes. Uno se llamaba Moiss Zamora, "Moshe". El otro,"El Greco", era representante personal de Gonzalo Rodrguez Gacha,alias "El Mexicano". Desde luego, "Ministro" tambin se entenda conSendero Luminoso entre Uchiza y Tingo Mara. No se haban reunido adiscutir una ganga sino la parte crtica del negocio ilcito ms grandedel subcontinente.

    La DIRIN pretenda que pobres destacamentos policialesarrinconados en las soledades del Huallaga, vigilaran la conexin delnarcotrfico con los movimientos subversivos. Elteniente Cieza oenSabaen la amodorrada lentitud de los comandos lugareos, en las fuerzaspoliciales an divididas en tres instituciones rivales, en la diversidad desu armamento con calibres que ni siquiera coincidan. Saban ms enLima que en Tarapoto o Moyobamba, donde supuestamente vigilabanlas avanzadas del gobierno. Lo mismo que "Ministro" o "El Greco",pedidos por jueces y policas de siete pases, adems de Canad,Estados Unidos y Espaa, Polay y los jefes del MRTA se movan conaparente impunidad entre el Huallaga y el extranjero o la cordillera. Enlas horas quietas de Tocache, el teniente recordaba el zumbido distantede avionetas que se paseaban por la regin, sin que fuese posible contro-larlas. Con la Marginal arruinada, viajar a Uchiza tomaba un da portierra y diez minutos por va area. Aparatos de una y dos hlicespululaban los cielos del Huallaga, la mayora de las veces usandocampos de aterrizaje apenas visibles en las partes bajas, ya cultivadas,en esa frontera de una nueva civilizacin.

    Cieza pudo estudiar borrosas fotografas que mostraban a losintegrantes del "Batalln Amrica" en un boscoso campamentocolombiano. Se les vea barbudos, con el pelo largo, amistosos, de

    34

    asueto. Posaban para ojos complacientes, posiblemente aliados. Fotosparecidas se publicaban en peridicos liberales o socialdemcrataseuropeos que no disimulaban su entusiasmo por bandidosas rebelioneslatinoamericanas, mientras que en sus propios pases se dejabangobernar por monarquas y polticos conservadores. Acaso as alivia-ban conciencias maltratadas por la excesiva opulencia de sus vidas enel norte del mundo, en comparacin con las miserias del HemisferioSur y las desdichas del subdesarrollo. Nada decan al teniente Ciezaesos roslros estampados en papelfotogrfico. Ahestaba el enemigo yno lo pareca, hirsuto y favorable, con su pesado armamento en actitudde descanso. Intent imaginar a cien o doscientos de ellos al ataque yprefiri considerar que nunca ocurrira. Quines eran, cmo sellamaban, de dnde haban salido? Muchos pertenecan a la propiaregin del Huallaga, Se sorprendi al saber que los principales ya esta-ban identificados. No se vea a los comandantes Rolando y Evaristo, enrealidad Polay y Cerpa, pero la DIRIN conoca positivamente a AntonioMeza Bravo, indultado en la dcada de los 70, y a otros dos personajesque calificaba de altamente peligrosos: Gino Orlando Dorregaray,responsable de la seguridad personal de Polay; y Sstero Garca, unode los jefes del ataque a Tabalosos y Soritor. No mostraban duda losinformes confidenciales de la DlRlN. Otros veteranos llegados deColombia enlrenaban al "ejrcito popular", Miguel Crdoba y MigdonioSilva Sangama, conocido como "Puma". En la regin del Mayo estabaal mando Pedro Ojeda, el famoso "comandante Daro", tambin del"Batalln Amrica" y originario del MIR V.R. Elteniente Cieza recibi unsobre sellado con rdenes frescas para la Sub Regin. Tena eltiempoindispensable para llegar a la base de la DIPA en el aeropuertointernacional. Su destino: nuevamente Tarapoto.

    Volar sobre los Andes era lo mismo que viajar al pasado. La regindel Huallaga vena a ser un mundo perdido enlre las montaas y laprofundidad de la selva amaznica, por el que se volva a siglos yavividos y que a la vez estaban por cumplirse. Puebluchos de inmigrantesse sucedan en valles emparedados por inmensas montaas verdes.El Chuntayacu naca en las alturas de Hunuco y caa en picada hastacalmarse cerca de Uchiza. Las aguas de la quebrada de Shilco bajabancuatro mil metros en aoenas cinco kilmetros de tormentoso cauce hastadar con el ro Tocache, cerca de un oueblo sin Dios ni ley llamado Tambo

    35

  • de Paja. El teniente Cieza haba patrullado la parte alta del valle a lomode bestia, sabindose vigilado por ojos con miras telescpicas desdemal disimulados cocales montaosos, mientras l visitaba villorriossbitamente vacos o mudos. A veces salan nios descalzos y flacosde sus chozas de madera y hojalata, mujeres jvenes y ya desgonzadasy sin dientes, viejas quejosas que miraban el suelo y repetan la mismalamentacin por todas sus desdichas. Pashurungo, Aj, Cueva, Shilco.No haba visto hombres, el teniente Cieza. Nadie pareca ocuparse delos campos a medio cultivar. A trechos se oa un rumor de abejas apetrleo, pequeos generadores de electricidad destinados a alumbrarguaridas de miseria, de paso activando primitivas factoras de pastasucia. Por ah acopiaban hoja y llegaban recuas cargadas de cocahuanuquea, pero nada haba podido Cieza ver en su ingenuo patru-llaje, observado seguramente por emboscados fabricantes de PBC" Enverdad era un mundo recin terminado, lo ms nuevo de la Creacin,en ascenso desde la inmensa selva mojada por el Amazonas, todavaen fermentacin, apenas tierra f irme interrumpida por cinagas enormesy lagunas negras sin fondo. Aunque agrietado por los terremotos, SanMartn era un lugar estable, casi permanenle, agrcola y fluvial, conselenta y siete distritos y doscienlos mil habitantes que empezaban aaoiarse en ciudades recientes, sobre todo en Tarapoto y Juanju; yentre Moyobamba y colonias y pueblos que se sucedan por la Rioja, loms lejos posible de Sendero Luminoso y el MRTA, Por cierto, Limaabsorba todo, incluida la democracia, pues poco o nada era resueltooor las autoridades locales en consulta con el pueblo. Hasta las rdenesvinculadas a la seguridad nacional deban descender por infinitospeldaos de rangos y jerarquas y niveles regionales o provinciales ytardaban una vida en llegar a quienes les daban cumplimiento.

    Drl cRuce HELADo DE LA coRDrLLEnn al sbito descenso en el campode Tarapoto, apenas alcanz el tiempo para que el teniente Ciezapreparase su equipaje. Otros oficiales de la Guardia Civilcompartan elavin. Pasaron rpidamente a la jef atura de la Sub Regin. Ah se enterde que lo enviaban urgentemente a Saposoa. Los subversivos quehaban atacado Tabalosos y Soritor parecan concentrarse en lo remotodel Porotongo, cuyas aguas iban a dar fuerza al ro Saposoa, unosventicinco kilmetros al NNO de los sembros de Pasarraya, nfimo

    36

    pueblo al que se llegaba por un espinoso camino de herradura. Antesde las instrucciones portadas por el teniente Cieza haba llegado unaorden suoerior del Ministerio del Interior: "Refuercen saposoainmediatamentel" El comandante encargado de la jefatura en Tarapotomiraba un gran mapa de San Martn como si fuese el retrato de ladesolacin. Mova gente de Tocache a saposoa. Pedan tropa enMoyobamba. La seguridad de Tarapoto pasaba a depender del cuartelmilitar de Morales. Si atacaban al sur, tendra que pedir refuerzos de laInfantera de Marina o an ms distantes paracaidistas de Mazamari.Exista una tropa de conscriptos en Picota, al norte de Bellavista. Perolas fuerzas del gobierno actuaban cada una por su cuenta. Por cierto,no exista un comando regional unificado. Slo el 14 de julio de ese aohaban declarado en emergencia la regin de San Martn. Al tenientecieza lo haban tenido de un destino a otro en san Martn. Al menosconoca saposoa. Tan pronto hizo entrega de las encomiendas de laDlRlN, sali disparado al aeropuerto. Lo esperaba elcabo Alberto Salvoy dos guardias ms, destacados por treinta das a otro sector de la 764Comandancia. Destino: Saposoa. Sumaban cualro Salvadoresagregados a una guarnicin de diecisiete'..

    No era tiempo de lluvias pero la Marginal se haba vuelto peligrosaan para un viaje corto a Picota, Bellavista y saposoa. En 1985 mostrabapretensiones de autopista; colectivos y camiones volaban por el anchotramo de Tarapoto a Moyobamba. un automviltardaba menos de doshoras en ir a Juanju, al ssE. Antes de la carretera, san Martn habasido uno de los departamentos con ms baja poblacin del pas. Lanueva Marginal haba atrado a colonos y pioneros. Los habitantessubieron a doscientos cincuenta mil. Despus llegaron los traficantesde coca. Finalmente aparecieron bandas de subversivos y empez unxodo de sur a norte, a las tierras altas que se acercaban a Bagua y aldeoartamento de Amazonas. Elteniente Cieza sola decir que se repetala historia del Salvaje Oeste. Si en Nevada y California haban buscadopepitas de oro, ah reunan el maldito oro blanco de las drogas. En esepas en plena fundacin, vena a ser un sheriff que se enfrentaba a lospistoleros y asaltantes de diligencias.

    El cabo salvo haba pasado gran parte de su aventurera exlsten-cia con el uniforme de la Guardia civil. como a muchos chiclayanos, lebailaban los ojos frente a las mujeres bonitas. Segua soltero a los 32

  • aos. De dnde vena el teniente? Los que haban cumplido el duroservicio de la selva, miraban con sorna a los capitalinos. Coment elcabo que se dirigan a un lugar francamente peligroso. "Cmprate tuperro" ---contest en lenguaje de guardia el teniente Cieza y sonri,dndole unas palmadas en la espalda. Haba sido guardia de abajo,guardia de caballera como buen chotano, de la 42a Comandancia quetena sus barracas en el Cuartel del Potao, una unidad de gente recia,en la que no aceptaban a timoratos o ingenuos. As haba comenzadoCieza, moroco sin galones, guardia con polainas a quien mandaba elgobierno a las misiones ms duras. Su primer peldao haba sido la424 Comandancia, tan respetada como la 41a Comandancia y sus cuatrocompaas de pura Guardia de Asalto. Ah, en San Martn, haba servidoen la jefatura de lnea en Tocache. Nadie haba patrullado ms lejosque Cieza, por la otra ribera del Huallaga, hasta llegar a las profundidadesdel valle del ro Uchiza. Por cuatro das haba explorado la llamadaCordillera Azul, una cadena de montes bajos que an no estaban biendibujados en los mapas de una comarca peligrosa, cercana a TingoMara. De dnde haba salido el cabo Salvo? La sonrisa socarronadesapareci del rostro del subalterno. Y el equipaje? A bordo, miteniente. Pareca imposible que el aparato repleto de bultos y pasajerosconsiguiera separarse de la pista tarapotina salpicada de yerbajos. Otrosqueran meterse en la cabina para ocho pasajeros. El teniente Ciezacrey contar once, adems del piloto. Viajaban con costalillos repletosde vveres, alados de ropa, valijas de cartn prensado, bolsas de lona,cajas amarradas con soguilla. Una costumbre nacional inspirabadiversidad de meriendas. Nadie sala de casa sin su camarico, con lasalforjas llenas. Haba que causear durante los viajes, aunque slo tomaraun cuarto de hora, as que los viajeros intercambiaban bocados comosi se tratara de un agasajo. Muchos insistan en alimentar a pilotosdemasiado ocupados en mantenerse arriba, zangoloteados por vientosque rodaban en avalancha de la cordillera. EI teniente Cieza dud ensubir, pero no habra ms vuelos de la DIPA hasta dos das despus ytampoco quera ir por tierra sin un convoy armado. El cabo Salvo habareservado espacio en una estrecha hilera de asientos, cerca de la puertapor si haba que evacuar la nave. Respetuosos de la autoridad, lospasajeros del taxi se apretaban al fondo. El piloto pidi que movieranbultos al frente para equilibrar el peso. Al fin cerraron la puerta y el

    38

    teniente Cieza se sinti embaulado, sin aire para respirar. Observ alpiloto. Pareca loretano y llevaba unas gafas ray-ban y una pesada es-clava de oro en la mueca derecha. Nadie saba bien dnde aprendana pilotar los ases selvticos. Quiso girar la hlice, soport dos o tresexplosiones el nico motor, la cabina se llen de humo y al fin se produjola esperada rotacin que los arrastr casi a empellones, mientras elavin avanzaba sacudido por los baches hacia el extremo norte de lapista. La sonrisa del cabo Salvo pareca aprobar las maniobras quesiguieron. El avin, de edad incalculable, corri pesadamente por elcampo casi hasta acabarlo. Subi entonces con dolorosa lentitud,desplumando rboles y an ms alto, hasta que a lo lejos se pudo verel Huallaga gruesamente marrn, inagotable. El teniente Cieza pensen la tremenda distancia que creca entre 1, su esposa y sus hijos, conquienes haba desayunado. Seguan en el mismo pas y sin embargose alejaba por el tiempo, hacia un pasado imposible de predecir, unapoca antigua que faltaba completarse. As era el Per, nunca termina-ba de ocurrir.

    Medio siglo atrs, Saposoa haba sido ms importante que Juanju,entonces slo distrito. Saposoa quedaba a mitad de un valle en plenomonte. Era uno de los puntos terminales de la repblica peruana, aunqueestuviese lejos de las fronteras con Ecuador y Colombia. Hasta ahllegaba el atrevimiento de caminantes y exploradores que salan delobispado de Chachapoyas a Moyobamba y atrevidamente a un territoriode indios en Lamas. Primero viajaban a oriente y despus al surdesconocido, el gran vaco verde que asustaba a muchos vallentes.Cien aos ms tarde, el progreso llegaba al revs, desde el sur. Unatrocha para camiones conectaba Saposoa a la Marginal, por tratarsede la capital de la antigua provincia del Huallaga, casi siete mil kilme-tros cuadrados con apenas doce mil habitantes, segn el ltimo censo,y siete u ocho mil habitantes de acuerdo con estimados actuales, poste-riores al xodo causado por las guerras del narcotrfico y la aparicinde subversivos. Primero desapareca la juventud, en peligro de levapor cualquiera de las partes. Despus se marchaban las mujeresjvenes, amenazadas por infames ultrajes. Hasta los nios seevaporaban, pues Sendero se los llevaba de ocho o nueve aos a sercombatientes en la Guerra Popular Prolongada. Quedaban viejos yviejas. El valle de Saposoa comprenda cinco de los seis distritos de la

  • provincia, apiados a la orilla de una carretera de barro seco que seoona intransitable al comenzar las lluvias.

    No haban olvidado al teniente Cieza, as que acept diversidadde saludos, con abrazos de costado por parte de la poblacin inferior ycon oalmadotas en la esoalda de otras autoridades. Durante el vuelose haban sumergido en infinitos pozos de nada, para subir empujadospor torbellinos calientes y a ratos quedar horizontales, sonriendo comosi los hubieran arrojado a un parque de diversiones administrado porDios. Tan pronto se tambale fuera del avin, el teniente Cieza se tuvoque abrir paso por el gentio apelotonado en el campo de Saposoa,ansioso de conseguir espacio en el taxi de las nubes. Todo parecaigual, pero Cieza constat varias ausencias en los negocios del pueblo,gente rica que prefera pasar una prudente temporada de descanso enBellavista, en plena Marginal, a un cuarto de hora de Picota, con campode aviacin y escape fluvial por el Huallaga. En Saposoa quedaban uncapitn, dos sargentos, dos cabos y once guardias, con tres descuentospor hepatitis, en verdad trece y no diecisis, adems de cuatro efec-tivos de la Polica de Investigaciones y diez republicanos que debanproteger el aeropuerto, una crcel esculida, dos juzgados y una humildesubprefectura. Ahora daban un total de treinta y cinco.

    Esa noche, el teniente Cieza se atrevi a preguntar por qu noconcentraban sus fuerzas en un solo sitio. Mejor todava: por qu notrasladar las funciones de gobierno a una parte bien protegida junto alcampo de aviacin, donde fuese posible recibir abastecimientos poraire? El capitn ech a rer. Qu pretenda Cieza, que los echaran atodos por andar alborotando la administracin pblica? No debanmostrar miedo, seor teniente. Tampoco sera posible mudar juzgadosni el seor subprefecto aceptara vivir en un campamento. Vivan enestado de emergencia, nada ms. Significaba suspender garantasindividuales, obligar a que todos se identificaran, registrar domiciliossospechosos sin autorizacin judicial y mandar a los ciudadanos a suscasas temprano en la noche. Por ah andaban bandidos que no seatreveran a meterse en Saposoa. Cieza quera jugar a la guerra. Insistiel teniente: al menos podran acuartelarse unidos al caer la noche,Guardia Civil y Republicana, tambin los investigadores. Elcapitn volvia rer. Para que a la primera noche se liaran a trompadas o se dierande balazos? Ni hablar. Orden al teniente oue saliera de oatrulla. As se

    40

    convenceran todos de la pacfica realidad nacional. Cieza se mordilos labios. Unos partan por miedo, otros permanecan amparados enuna inmunidad que no exista. El joven oficial no estaba autorizado arevelar informaciones de la DIRIN ni lo que haba escuchado en elcomando dg la Sub Regin en Tarapoto. Pobre capitn, slo era uncomisario de provincia, entrenado para dirimir pleitos vecinales o imponerun orden pequeo en una repblica falsamente leliz e inmutable.

    En los das siguientes, el teniente consigui cabalgaduras pararecorrer la margen izquierda del Saposoa, siguiendo la huella queconduca a Pasarraya. Lo acompaaban dos guardias voluntarios y unganadero amigo con dos de sus peones. Nadie haba visto nadaextraordinario en los ltimos treinta das, ni una cara extraa, ni unaavanzada de pelucones con uniforme verde olivo. Por ahvadearon elSaposoa hasla encontrar el camino de herradura que llevaba a AguaBlanca, una capital de distrito con campo de aviacin, visitada, adems,por un desprendimiento de la carretera de Tarapoto a Juanjuque pasabaal norte, a San Jos de Sisa. Elteniente Cieza mostraba inters en esaruta, pues si la carretera conclua en Shatoja, de ah conlinuaba unahuella rstica que suba por el monte paralela al ro Mayo y se acercabaa la Marginal despus del abra de Tahgarana. Ah recomenzaba unacarretera de verano que permita acercarse a Moyobamba casi por laespalda. Slo como una curiosidad anot qqe haba aumentado elconsu-mo de leche condensada en lata. Tambin estaban agotadas las conser-vas de atn y sardina. De pronto mejoraba el apetito en las riberas delro Sisa. Por ese rumbo tena que estarse concentrando el MRTA. Ciezay sus acompaantes regresaron a las cuarenta y ocho horas. El capitncomisario lo recibi burlonamente. Qu podra haber encontrado? Nadade nada. Claro, a menos que hubiesen aparecido sardinas comunistas.

    As pas octubre, seco y caliente, rulinario, lleno de aburrimien-tos. Al MRTA se lo haba tragado el monte. Talvez estaba en otra partedel pas. A pesar de toda la informacin que apilaban los servicios deinteligencia y las agencias de la polica, el gobierno no odenaba moverfuerzas especiales al Huallaga nifortificar endebles cuarteles de ciudad.Pobre Saposoa, en realidad era imposible de defender. Reciban lasbalas contadas. Milcartuchos no servan para disparar rfagas los fusilesAKM16 oue la Guardia Civil haba recibido en 1986. Slo podran usarlostiro por trro, como viejas carabinas militares. Tampoco les daban chalecos

    41

  • blindados o cascos de combate. Ensayaban puntera una vez cada dosmeses, con siete cartuchos por persona. Carecan de puestos avan-zados de vigilancia o comunicacin confiable entre los distritos y la capitalde la provincia. A fines de mes, un clavegrama anunci la visita del jefede toda la Regin. Al rato bajaba un nuevo helicptero UH1 de la DIPA.No perdi tiempo el seor coronel en entrar a Saposoa. Sin moversedel campo pregunt si haban efectuado reconocimienlos. El tenienteCieza cont sus experiencias. Al comando lo preocupaba la capital deldepartamento. En efecto, Moyobamba estaba en el vrtice de untringulo cuya base se apoyaba en Soritor y Tabalosos. A falta deltraslado de ms policas a San Martn, tenan que reagrupar fuerzas.Ya haban cerrado el puesto de Sacanche, donde la Marginal seencontraba con la carretera de Saposoa. Todas las guarnicionesaportaban refuerzos para Moyobamba. De Juanju sal[a casi la terceraparte de los guardias civiles. Alteniente Cieza y cuatro subalternos losmandaban a Juanju. Slo quedara una patrulla de la POLCAR, la nuevaPolica de Carreteras, vigilando en Sacanche. Antes de partir en suhelicptero, elcoroneljefe de la Regin llam a un costado altenienteCieza. "Lo felicito", dijo dndole la mano, "informan de Lima que ya seaprob su ascenso a capitn."

    4243

    3

    Teniente, casi capitn en Juaniu

    Uru Escuero RADTocRAMA corurtnl el primer lunes de noviembre queel teniente Cieza deba trasladarse a Juanju, tercera ciudad de SanMartn y la ms importante en esa parte del Huallaga, con un buenaeropuerto que reciba vuelos regulares de Chiclayo y Lima, aparte unactivo trfico de aerotaxi que llegaba tan lejos como Pucallpa al sur elquitos al NE. Tambin tena Juanju una estacin de ENTEL que lacomunicaba oor satlite con el resto del pas, tres radioemisorascomerciales y varios peridicos del aire, Registro Electoral, cuatro farma-cias importantes, catorce hostales y pensiones de todas las categorias,una clebre panadera, juez instruclor penal y juzgado civil, concejoprovincial y fiscala, una fuente de soda a la americana y concurridasfondas que daban al malecn o al puerto, como llamaban aldesembarcadero para deslizadores y canoas motorizadas; una iglesiadedicada a la Virgen de Las Mercedes, casa parroquial, dos colegiosreligiosos. varios planteles para menores y un gran colegio nacionaldedicado a la memoria del educador e historiador carlos'wiesse. Losgeneradores a petrleo de la empresa Electro Oriente propagaban unalumbrado pblico a ratos penumbroso y energa suficiente para recibirimgenes de televisin a color a partir de las seis de la tarde. Ademsde la Subprefectura exista un cuartelito para la jef atura del Tercer Sector

  • de la 76a comandancia de la Guardia civil frente alaPlaza de Armas,que funcionaba con jerarqua de subcomandancia, entre la iglesia dela Virgen de Las Mercedes, y, al costado y atrs, la casa y huerta dedon Julio campos, comerciante en telas e importante propietario de laorovincia.

    A diferencia de otras ciudades, Juanju no tena acta de fundacinni fecha de nacimienlo. Juan-iuhaba existido en lo que ahora se conocacomo Juanjuchillo, antes Juanjuicillo y todava antes quebrada de cha-cho. Era el sitio donde se haba escondido un indio Juan que escapabade una venganza en Lamas y que seiu a encontrar ese paraso en lasriberas del Huallaga. Hubiese sido apenas otro poblado de indios, puesse le fueron agregando al Juan original atrados por la abundancia encarne de monte, de no ser por el espritu aventurero y obstinado deGaspar LlpezSalcedo, que segua siendo realista veinte aos despusde consumada la lndependencia del Per. cuando Torre Tagle se pasalbando delGeneral san Martn en Trujillo, elcapitn Gaspar Lpez sehaba marchado con otros realistas a juntar fuerzas en cajamarca paradefender al Rey, slo para acabar perseguido por una columna depatriotas cajamarquinos, principalmente chotanos, y ser derrotado enelfuturo territorio del departamento de Amazonas. Pobre capitn realistaGaspar Lpez, lleg a Moyobamba cuando ya era republicana, asi quesiguiO viaje a la regin an salvaje de Lamas, donde los tndios semataban de un barrio a otro con motivo de sus fiestas y borracheras, loque a su vez originaba venganzas, fugas y persecuciones' Uno de losprfugos haba sido precisamente el indio Juan, que tard seis aos enatreverse a regresar, cuando el vecino principal era el antiguo capitnGaspar Lpez, casado con una belleza lugarea, Valentina Lozano, dequienes habran de descender todos los Lpez de la bendita regin delHuallaga. Por cierto, el capitn Gaspar Lpez haba escuchado contoda atencin la historia del indio Juan, decidindose a seguir su rastropor el monte hasta acabar en un nuevo paraso. Ahcambio de nombrea la ouebrada de chacho, a la que llam Juanjuicillo, reservando Juanjupara la actual Plaza de Armas y las casas inmediatas. Asque realmente

    ,nadie haba fundado Juanju, se haba hecho sola, una futura ciudad ata oue Oronro envtaron un cura, en 1841, el reverendsimo padre DelAguiIa,activomisionerocuyoape||idocompartenmiIeSdechachapoyanos, moyobambinos, loretanos y por cierto juanjuinos'

    Cienaosdespus,Juanjuseguasiendounadependenc|adeSaposoa,capitaldelaenormeprovinciadelHuallaga'Todocambien1940,aunaode|aprrmerae|eccinpresrdencia|deManue|Prado,cuando el senador Vctor Manuel Arvalo, que habra de ser padre deIapatriapormuchosaos,propusoyconsigui|acreacindelaprovinciaMariscal Cceres, cuya capital pasaba a ser Juanju' joya predilecta delHua||aga.HabaescuchadomuchasVeces|ahistoria,e|tenientecasicapit Cieza, pues con su elevacin a provincia' a Juanju lleg elprimer avin que se pos audazmente en un campo de ftbol en lasafueras de la ciudad, trayendo a un sudoroso seor prefecto que deinmediatoinstalaunalcaldeyunconcejoprovincial'alaperuana'conc de cabildo en vez de s de sabidura, integrado por conceales y no por

    conseieros, a qulenes encarg las solemnes fiestas de la inauguracinpiouln"i"f para'el 2 de julio O I g0. A Cieza lo admiraba la exactitud deios datos y el instinto istrico de los antiguos juanjuinos, que iban es-culpiendo nombres y fechas en las vias pblicas a fin de que no.seolvidara su pasado. Bastaba visitar el aeropuerto para conocer el nomDredeeseprimerpi|otoyhastade|mecnicoque|ohabaacompaadoenel primer viaje a Juanju, los mismos que regresaron con el delegadopreiioencial, dos diputados, jueces y otras personalidades, a dar realceaUnaSemanadece|ebracionesque|osviejosdescribancomoUnatremenda fiesta.

    El teniente cieza haba visitado muchas veces Juanju. conociabien a don Julio campos, vecino de la subcomandancia de la GuardiaCivil. Al costado quedaban su huerta y su casa y' ms all' por el JirnGrau,sutiendadete|asyunedificiodesupropiedad.A|osguardiasles vendia a plazos. R una cuadra de distancia' en la esquina de losjirones Grau y Mariscal castilla, estaba la Jefatura Provincial de la Poli-ca de Investgac|ones deI Per, PIP, donde tambin funcionaba IaDLDNo(DivisindeINororiente),dependenciade|aDINTID(DireccinNaconal contra el Trfico llcito de Drogas) en Juanju, principal basedeapoyopara|asinvestigacionessobredrogasenTocacheyUchiza,conunimportantearsenalyunva|iosoarchivoregina|.LaPIPfuncionaba f rente a la casa de don Jos Campos' dueo de la zapateria"El buen amigo", y al Registro Electoral, que ocupaba uno de losrascacie|osde|aciudad,trespisosde|adri||oycemento,quemanejaDael doctor en leyes y futuro Notario Pblico don Julin del Aguila La PIP

    45

  • colindaba con la estacin de ENTEL y el depsito de Coca Cola. Juntoa ella se encontraban los generadores y tanques de combustible deElectro Oriente. A seis cuadras de distancia exista, adems, un localdestinado a los veinticuatro guardias republicanos que protegan losedificios pblicos y las propiedades estatales. En las afueras de la ciu-dad, en una orilla de la Marginal que se diriga al norte, no faltabanbebederos de mala reputacin. Juanju haba crecido mucho desde laaparicin de la carretera. El entusiasmo de los radio peridicos inflabala poblacin a veinte cuando no pasaba de once o doce mil, casi dosterceras partes de los habitantes de la provincia. si la ciudad antigua sehaba organizado a la vista del ro, la parte nueva prefera pegarse alaeropuerto y su pista de aterrizaje. La quebrada de Juanjuchillo, comodecan ahora a Juanjuicillo, cortaba la parte sur. por ah bajaba untorrente de lluvias en el invierno selvtico, que descargaba en unHuallaga entonces crecido y peligroso. De diciembre a marzo dabamiedo sentarse en el malecn a observar la masa turbia colmando laamplitud de su cauce, alimentada por infinidad de afluentes y avalan-chas licuadas por un diluvio que rodaba desde lo alto de la cordillera.No existan puentes. Todo Juanju se apiaba en la ribera occidental deese ro tributario del Maran, a su vez padre del Amazonas.

    En la comandancia de Juanjuesperaban buenas noticias. El mayorMedina, jefe operativo de la Guardia Civil, le entreg un clavegrama yadescifrado. Jorge Cieza Lachos, ascendido a capitn. Sera efectivo apartir del primero de enero de 1988. Estaba autorizado para vialar aLima en el siguiente vuelo de la DIPA que ira a Juanju con escala enTocache el sbado. En el peor de los casos tendra esoacio en unAntonov militar que pasaba el lunes con destino a Chiclayo y Lima. Erala una de la tarde del mircoles 4 de noviembre. Faltaban 66 horas paraque cambiara su existencia. Se ia Cieza a las siete de la maana del7 de noviembre. Dos veces siete y el siete le haba gustado siempreporque le traa buena suerte. Antes del medioda del sbado estaracon su familia en Lima, festejando el ascenso. Acaso le concedieranparte de sus vacaciones atrasadas. Pidi permiso para comunicarsecon Lima. Encontr a Carmen en el telfono de la familia euiroz

    "Llego el sbado", dijo en el estilo lacnico alque estaban obligados,"ya soy capitn." Era y no era teniente. A nadie lo reconocan capitnmientras no le agregasen la tercera barra de mando en el uniforme.46

    Estaba y no estaba en Juanju, el teniente Cieza. Acababa de llegar yya parta. Vesta de teniente y ya era capitn. Se le iban los pensamientoslejos de ese territorio pero an lo preocupaba la posibilidad de un asaltosubversivo. Aunque le quedaran 66 horas solamente, deshizo suequipaje para acomodarse en uno de los dormitorios de oficiales.Sobraba sitio, pues slo haba tres, incluido Cieza: el mayor Medina yel jefe de sector, capitn Luis Napa. Mientras estuviera en Juanju, alteniente casi capitn Cieza le corresponda actuar como jefe de servi-cios. En el interior de un estrecho ropero de metal coloc las fotos de sufamilia, una lmina de Santa Rosa de Lima, los uniformes en hilera, suarma personal con cargadores llenos de cartuchos, una caja de municinfresca para el Smith Wesson de servicio, las botas de campaa y otrasde jebe y un capote para las lluvias. Despus fue a presentar su saludoal capitn Napa.

    La gente de Juanju no pareca preocupada por la aproximacinsubversiva. A diferencia de otras poblaciones del oriente, a Juanjuhaban llegado varios jefes del Estado, la visitaban ministros, podacomunicarse por satlite con la capital de la repblica y, an ms lejos,salir al extranjero, a cualquier rincn del mundo; en fin, creca ms rpidoque la capital Moyobamba y se senta a salvo de los grandes peligrosque acongojaban a la regin. En efecto, colochos, gringos o nacionales,los personajes del narcotrfico preferan moverse al sur de Tocache oen el territorio oriental del Huallaga, los bandidos de Sendero Luminosose mantenan en las montaas de Hunuco y el MRTA se habaevaporado dejando un simple rastro de amenazas y conjeturas.

    El teniente Cieza saludaba al pasar a antiguos conocidos. Casiperda la cuenta de las veces que haba visitado ese lugar confiado yfeliz. Juanju era demasiado grande e importante para que se atrevie-sen a atacarla. Ni Soritor ni Tabalosos se comparaban con la joya delHuallaga a la que cantaban los juglares sanmartinenses, ademsprotegida por veinticinco hombres de la Guardia Civil, catorce de laPolica de lnvestigaciones y veinticuatro de la Guardia, Republicana.Junto al aeropuerto quedaban las instalaciones del Batalln de Inge-niera Huascarn, temporalmente desactivado pero smbolo del poderomilitar de la repblica. En el peor de los casos, estaban a dos horas delfuerte del Ejrcito en Morales. El Sector de Saposoa vigilaba al norte.En la regin no faltaba Infantera de Marina ni paracaidistas militares.

    47

  • Juanju dorma a pierna suelta en pleno estado de emergencta'Los cuatro recin llegados de saposoa siguieron juntos al asig-

    narse nuevos turnos Oe guardia y retn. El cabo Salvo prefera al tenientecieza,simplemente porque haba sido guardia y con l poda entendersecon pocas palabras. No se andaba con discursos, el guardia montadoahora teniente de a pie y pronto capitn. saba bien lo que costaba aveces cumplir con un deber sencillo y no por eso perdonaba la disciplina'TampocofueseparadoelguardiaCsarRomero,casipaisanode|teninte, pues haba nacido y estudiado en Cajabamba, otra provinciade cajamarca, aunque de antepasados chotanos. completaba el grupoun furiiel, suboficial de quinta Mario Pereyra, perfecto charapa nacidoen louitos haca veinticuatro aos. El teniente casi capitn cieza fue amirar la Plaza de Armas, con sus rboles tan grandes como extranjeros'queprotegana|osjuanjuinosde|fuegoperpendicu|arde|medioda.aoe saoia bien qu clase de rboles crecan en el centro mismo de laciudad, grandes pero diferentes, algunos en flor, de extica apariencia,de ms denso follaje otros, de diversas estaturas, todos viejos, de troncostan gruesos que era difcil abrazarlos. En verdad los haba trado derrchas partes del mundo el clebre diputado don Grimaldo Retegui,acaso el ms viajado de los polticos amaznicos, de quien se afirmabaquehabaestadoen|osHimalayasporambos|ados,unoe|dela|ndiay e| de China y e| Tbet e| otro. Don Grimaldo Retegui, famoso por Subspritu de innovacin, sola desencadenar situaciones de progreso

    "unqr" con cierto desorden, como en el caso de la luz elctrica, clamor

    en la antigua Juanju iluminada a vela y kerosene' Ya que no pudoreunir fonjos pblicos para obsequiar un motor a Juanju, el diputadoRetegui haba hecho liegar tres mil metros de cable elctrico olvidadooor el Ministerio de Fomento en algn lugar de la repblica, originandounaUrgenciaque|osjuanjuinosdebieronsolucionarcompranooconunacoIectasuprimergenerador"AsencendieronlosfaroIesornamentales de esa plaza llena de rboles exticos y sin nombre yescucharon las estratgicas emisiones de Radio Naclonal del Per enel Huallaga. Y es que de cada uno de sus viajes don Grimaldo Reteguitraa bolsas con semillas y an tallos y hasta plantitas que manteniaverdecidas en sus travesas por el Atlntico y el ro Amazonas al puertode lquitos, y de ah en vapor con paletas por el Maran y el Huallagalentamente a Juanju. Por cierto, haba trasladado lo mejor de sus

    48

    almcigos alaPlazade Armas, donde nadie se atrevi nunca a quebraruna ramita o a quitar una hoja de |as plantas del diputado, de modo quemuchas crecieron con el espritu de gigantismo caracterstico delAmazonas, recibiendo nombres que al pasar les dejaba la gente, ceibasporque daban flores, sicomoros para un misionero que haba estado enia India, baobabs para un marino que los conoca trasplantados hacaun siglo a Puerto Limn, en la parte atlntica de costa Rica; pisonaypara"quienesbajabande|assierrasyficusparalossabiosdeunaexpedicin cientfica japonesa. Lejos de esa sombra espesa, se secaoanplntas ansiosas de aguaceros. El Huallaga empujaba su propia brisa'qr""p"nutdisolvaelcalorestancadoalcomienzodelatarde'Losguardias se iban por grupos para el almuerzo' Unos a sus casas' comol caOo Saldaa, padie de siete nios. Otros a tomar pensin en fondascercanasoen|ospuestosdecomidaquedabana|Hua|lagaporPuertoAmberes. Salan, volvan, sin tiempo para descansar' As era la vida delos policas, apurada, de pie, haciendo guardia, con ojos que rehusabanverelaoarentevacodeesastardesdepazysecretadeso|acin.

    Haban confirmado el ascenso del teniente cieza y no sonrea'Fue a pasear por la plaza, sin saber qu molestaba sus pensamientos'Alratoentendiqueeran|osrboles,demasiadograndes,casiunbosquefrentealimprovisadocuartelurbanodeIaSubcomandanciadela Gardia civil, cuya jefatura departamental estaba en Moyobamba, amuchas horas de via. Mejor fuese establecer a las fuerzas policialesen otra pane, con un ptan onjunto de defensa bien organizada. Peroera demasiaoa propu'esta para un simple teniente casi capitn. Lasgrandesdecisiones|asdiscutandecorone|esparaarriba.Aba.ioerapreferible observar Y callar.

    Quedaban desiertos los iirones entre una y dos' con sus veredassinsombra,sinnadiequevigilaraverdaderamente'Uncaboycuatroguardias cuidaban la dubcomandancia, adems de un solitario vigi-lante de puerta armado con un fusil AKM' a quien Cieza observconforme se mova al interior, esquivando el peso insoportable del sol'Sobre ellos pasaba el da casi de perfil, con su esplendor er trnsito delroaIaMargina|,deIase|vaaIacordi||eraqUeno||egabaaVerseenJuanju. Para entonces ya elteniente cieza haba recibido el saludo delos servidores de esa mnima guarnicin provincial' El sargento

    'lq Prez

    Saavedra pareca un tlpo confiable' Tena a su cargo los trmites

  • documentarios, as que vena a ser el administrador policial de Juanju.El sargento 2a lmer Girano atenda las denuncias. Ambos se pasabanla vida golpeando teclas de dos viejas mquinas de escribir, paradespachar documentos por sextuplicado que iniciaban infinitos trmitesjudiciales o vecinales. Ya conoca al sargento 2e Prez Tello, quemanejaba los equipos de radio, el transreceptor con un couple paraorientar la antena, unidad integrada a la red nacional HF/SSB que recibaclavegramas de la Comandancia o directamente de Lima; y un viejomotorola que serva para comunicarse con los handies talkies usadosen las rondas. completaban la guarnicin un sargento 1e de descanso,los cabos Pinedo, Saldaa y Salvo, el SOSa Manrique, el guardiaChvarry destacado en el aeropuerto, catorce guardias efectivos y cuatrodescuentos, dos de comisin fuera de Juanju y dos con descansomdico.

    Vistos por separado, no componan mucha fuerza pblica en unaciudad de casi doce mil habitantes a quienes deban mantener en pac-fica convivencia, adems de protegerlos de terribles amenazas. Aserala antigua Guardia civil del Per, hecha con hombres de todo el pas,algunos envejecidos en un servicio que rara vez prestaban cerca decasa, en verdad duro, mal remunerado, peligroso, con frecuenciaincomorendido. El oficio de autoridad pequea, a ras del pueblo, losforzabaa intervenir en conflictos cotidianos, en los que tenan que mediaro juzgary hasta sentenciar a su manera, slo para que no se convirtieranen grandes disputas con papel sellado y jueces que actuabanforzosamente segn cdigos irreales y estrechos en vez llevarse por elsentido comn o el simple espritu de justicia. La intervencin policialpoda desembocar en reprimenda; la de los jueces conclua con barrotescarcelarios o multas impagables. La Guardia Civil estaba ah para evitarque la gente se maltratara, que no hubiese nios esclavos de susmayores o mujeres apaleadas por maridos borrachos y celosos. sufuncin ms importante consista en mantener un equilibrio entrederechos y deberes, la armona de los ciudadanos, la tranquilidad en lasociedad bsica, primaria, distrital, el barrio a cuya gente conocan porel nombre de pila. Polica, juez de paz, prroco, maestro de escuela'vecindario. Tales eran las races de la patria. Hasta los alcaldes estabanms alto y lejos de la base misma del pas que ellos. Vivan con elpueblo, los guardias. Terminaban el ao con las botas rodas por tant-

    50

    sima caminata. De tanto lavarse se les deshilachaban cuellos y puosde sus camisas de reglamento, casi siempre dos, una ms vieja que laotra. Muchos tenan que construirse viviendas rsticas en los pueblosjvenes, esas barriadas que empezaban con esteras y que tardabanuna vida o ms en crecer ladrillo por ladrillo. Compartan la pobreza dela mayora. Los ascensos podan empujarlos unos peldaos arriba, aun".1"." media ni siquiera adinerada, cargada de urgencias. Algunosse distanciaban y endurecan. En todas partes afloraba la codicia y semalograban corazones. Los hombres conocan toda clase de desencan-tos y veces se rendan y traicionaban. Algunos caan en las tentacionesdel camino. otros conocan el maltrato de autoridades superiores,polticas y transitorias, a veces enriquecidas no tan misteriosamente'en el peligro ausentes, que casi nunca rendan cuenta de sus conductas,no como los guardias que podan cambiar de destino aunque sln escaparnunca de la memoria popular y su mirada justiciera, ese rencor maslvoque mataba el sueo. observaba el pueblo a los canes como s

    "*pr"r"r" el odio de Dios. Policas de pobreza, rasos de la sociedad,

    magistrados rniciales, tenan que dar el ejemplo sin permitirse ceder alos iobornos o intimidaciones. Y qu dif cil resultaba ser autoridad justasin un centavo en el bolsillol Qu terrible defender lapaz pblica y susleyes con los cartuchos contados! Alcabo de un ao de guardia, tres de

    "d"te y siete, ya casi ocho de oficial, tres como allrez pegado a la

    tropa y cuatro de teniente al mando inmediato de clases y suboficiales,Joige Cieza Lachos saba separar a los guardias no doblegados dequines sucumban a la comodidad, coleccionistas de objetos intilesqu"

    "n vez de adornar denunciaban la corrupcin de sus espritus.

    Al atardecer del mircoles 4 de noviembre, el teniente cieza pudovisitar al comandante Castro, de la Polica de Investigaciones' Aunqueestaba al mando de la Jefatura Provincial, las operaciones msimportantes pertenecian a la DIDNO, dependencia sub regional de laOtftO, que trabajaba con personalde entrenamiento superior, muchasveces preparaoos en el extranjero' lo que explicaba la presencia enJuanjui de ms oficrales que suboficiales o vigilantes. El nuevo PlanNacional de operaciones de Emergencia, colocaba al comandantecastro en el mando de todas las dependencias policiales, pues tena elrango ms alto en la provincia. Recibi a cieza con muestras desimata. ya estaba enterado de su prximo ascenso. Adems conoca

    5l

  • al hermano mayor de cieza. No hablaron mucho, pero se mostraron deacuerdo: si era preciso entablar un combate urbano, nada ganabanencerrndose en una casa transformada en cuartel. se deba pereardesde los sitios ms altos o buscar los descampados y vigilar lasentradas y arrabales, no como entonces, confiados a la prontitud detres o cuatro centinelas en toda la ciudad.

    Ms tarde, el mayor Medina, jefe operativo de la Guardia Civil,sali con el teniente cieza para su cotidiana ronda social, una mirada alos antiguos juanjuinos reunidos en el club Mariscal cceres, una cortavisita al ms activo Club Loreto, despus el recorrido porestablecimientos en los que ya fulguraban luces de nen. A esa norase dilua el bochorno del atardecer y, todava con el cielo pintado decolores chillones, esos fuegos propios de los crepsculos de la selva,llegaba un viento tibio a favor del Huallaga para revolver el fatigadofollaje de los rboles sin nombre y sacudir las planchas de latn quecubran la mayora de las casas. Pareca el mejor momento para todos,pues salan los paseantes a la Plaza de Armas, unos a murmurar y rer,otros a buscar pareja; parpadeaban los anuncios luminosos, se llenabande gente los locales pblicos y se daban encuentro autoridades ypotentados para la cotidiana sesin de lo mismo, batir de dados, bebi-das heladas y progresivamente espirituosas, un productivo intercambiode informacin, y, cerca y alavez distantes, las imgenes a rayas y lasvoces profesionales que recitaban las noticias de hoy casi iguales a lasde ayer y de antes y seguramente de maana, la misma confrontacinpoltica, idntico el debate sobre el futuro de la banca privada, repetidala muerte por ejecuciones polticas o explosiones de dinamita, calcadasde un da a otro las declaraciones de personajes nunca reemplazaoos,siempre en cada el valor de la moneda nacional y, al revs, acelerndoseel ascenso de la inflacin, la profundidad de la crisis, el tamao de lasdeudas de la pobre patria cada vez ms harapienta. Encima, al frenre,en la penumbra, atrs, como un teln de fondo, en todas partes y atodas horas se repeta el rostro del seor presidente de la repblica,jefe supremo de las Fuerzas Armadas y de los servicios policiales, primermagistrado nacional, futuro senador vitalicio, jefe del partido, secretariogeneral perpetuo, dedicado a convencer con voz mussoliniana oueestbamos en paz confusa pero autntica, que el pndulo de la historiasala del reflujo y que pronto dara impulso memorable a un sarto52

    dialctico transformador del porvenir andino y latinoamericano. Parecaque el Per estaba hecho de slo cien ciudadanos principales y queexista a partir de diez o veinte asuntos y que nada cambiaba nunca enlas emisiones de noticias a todo color que lleg