Jardiel Poncela - Los Ladrones Somos Gente Honrada

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Enrique Jardiel Poncela (1901 1952)

LOS LADRONES SOMOS GENTE HONRADA(1941)

Comedia casi policaca en un prlogo y dos actos

Enrique Jardiel Poncela

Circunstancias en que se ide, se escribi y se estren LOS LADRONES SOMOS GENTE HONRADA

Nunca es ms difcil conseguir un xito como despus de haber padecido un fracaso. Y, sin embargo, nunca es ms necesario conseguirlo. Porque al que tiene xito se le da siempre la razn, aunque no la tenga. Y el que fracasa no tiene razn nunca, aunque rebose de razn. Estas perogrulladas iba yo pensando una tarde de finales de febrero de 1941, a la salida del teatro de la Comedia, donde acababa de sostener una entrevista con Tirso Escudero. He aqu la traduccin de lo que Tirso y yo hablamos aquella tarde, claramente expuesto: Querido Tirso: vengo a que hablemos muy seriamente. Usted dir, Jardiel. Es a propsito de nuestro compromiso... Ah! ...que, por mi parte, si usted quiere que lo suspendamos, estoy dispuesto a ello. Pero qu dice usted? Pues eso: que si usted quiere que deshagamos nuestro compromiso, estoy dispuesto a complacerle1. Porque seis comedias son muchas comedias: y ya ve usted que no ha empezado con muy buen pie que digamos. Qu tontera! Se refiere usted a lo ocurrido con la ltima obra? Claro! Y usted se piensa que yo voy a exigirle ni a usted ni a nadie que acierte siempre? Si yo buscara un autor que no se equivocara nunca, estara loco, porque ese autor no existe. A usted le esperan xitos muy grandes y fracasos igual de grandes tambin, como a todo autor de primera lnea. Pero...2

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Djese usted de historias y empiceme cuanto antes la comedia nueva, que me va a hacer falta para el viernes que viene. Tiene usted ya ttulo? Creo que s. Probablemente, Los ladrones somos gente honrada. Buen ttulo. Muy gracioso y muy atractivo. Habr papel largo para Elvira? Espero que s. Pero, de todas maneras, esta vez voy a preocuparme poco del reparto. Pues? Porque voy, ante todo, a ver si agarro un xito econmico de los grandes. Las experiencias del tipo de El amor slo dura 2.000 metros no pueden repetirse mucho, pues usted mismo acabara por perder la fe en m. No. Eso, no. Porque... Bueno, yo me entiendo, Tirso. Yo me entiendo... A usted y a m nos hace falta ahora una comedia muy brillante y muy estridente, y hay que ir por ella! Bien; pues manos a la obra. Empezar maana mismo. Este fue el dilogo a consecuencia del cual iba aquella tarde por la calle pensando las perogrulladas que han quedado advertidas de NUNCA ES MS DIFCIL CONSEGUIR UN XITO COMO DESPUS DE HABER PADECIDO UN FRACASO, y SIN EMBARGO, SEGUIRLO. NUNCA ES MS NECESARIO CON-

Pero estaba firmemente resuelto a lograrlo, y lo primero que haba de tener en consideracin para llegar a aquel fin era el tema de la futura comedia, el cual forzosamente deba reunir condiciones especiales de atractivo, de simpata, de gracia, de inters y de popularidad. Un par de das antes haba rebuscado mentalmente entre las clulas primarias de argumentos que posea en almacn, y del primer golpe y sin dudar eleg una microidea cuya poca de catalogacin se elevaba a quince aos atrs y resida latente en un cuento que publiqu en Blanco y Negro en 1926 con el ttulo de El poder de la imaginacin. El asunto del cuento no era muy complicado, pero s delicadsimo: Una noche, en un baile dado en cierta villa veraniega, dos personas coinciden en salir a respirar aire puro a la terraza: l es un hombre de3

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ms de treinta aos; la edad de ella ya no es tan fcil de determinar, pues en lo fsico revela una fragante juventud, pero su prestancia, su mirada y su personal aplomo denuncian la experiencia de una mujer madura; enlazada la charla entre ambos, la dama refiere una vida atormentada, de viajes extraordinarios, aventuras fantsticas y fabulosas peripecias; ha sido espa, estafadora, princesa consorte; ha derrochado fortunas; ha padecido terribles amores y los ha inspirado no menos terribles; ha atravesado por media Tierra como un vendaval apasionado y mrbido; lo ha visto todo, lo ha sentido todo y lo ha vivido todo; ahora est ya exhausta, quiere descansar, reclinar en algn regazo la agotada cabeza; el caballero impresionado por el relato se siente atrado por la mujer fatal que hay en la dama y esclavizado por el hechizo de su juvenil apariencia; la habla en voz baja; suspira; va probablemente a confesarle y a transmitirle sus sentimientos; pero entonces la duea de la villa donde se celebra el baile irrumpe en la terraza y traba conversacin con el caballero y con la dama. Cmo? No se conocen?, y los presenta: El seor don fulano de tal..., mi hija Herminia, que acaba de salir del internado y a la que ponemos de largo hoy. El caballero retrocede un paso estupefacto, clavando sus atnitos ojos en la colegiala que l tom por una aventurera internacional; la nia tiene la vista fija en el suelo; por sus mejillas ruedan las lgrimas. Este precioso cuento (ustedes perdonen que afirme que es precioso siendo mo, pero igual lo afirmara si no lo fuese); este precioso cuento digo constitua indudablemente el arranque de una comedia, porque en l exista un tipo de mujer, el de la joven imaginativa: y basta un tipo de mujer, o de hombre, siendo bueno, para hacer una comedia. Y si a este tipo de mujer, de apariencia complicada y extica, pero en el fondo inocente y colegial, se le una un tipo masculino antittico, es decir, de exterior sencillo e ingenuo, pero en realidad vivido, experto, audaz y aventurero, la comedia ofreca el porvenir mximo. Desde el momento en que vi en aquel cuento mo la posibilidad de una comedia futura, decid que el tipo masculino fuese un ladrn de guante blanco, que al acudir al baile lo hiciera con el propsito de dar un golpe en la casa, y que al enamorarse de la muchacha renunciara a su propsito. Despus, y a consecuencia de eso... Bueno: lo que a consecuencia de eso tuviera que ocurrir despus... era ya lo de menos. ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

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Tan era lo de menos, que en junio de 1936, despus de estrenar en el Infanta Cuatro corazones con freno y marcha atrs, bajo el primitivo ttulo de Morirse es un error, comenc la comedia basada en el cuento relatado, sin ms idea ni ms trama ulterior, con destino a la compaa de Arturo Serrano y denominndose: Los encantos de la delincuencia. Decid entonces un prlogo y tres actos y constru el prlogo sobre el argumento y la accin del cuento, aadindole nicamente la idea complementaria de que el caballero de la terraza fuese un ladrn preparado a dar un golpe all; y la de que el ladrn, seducido por la infantil ingenuidad de la dama, se enamoraba de ella y renunciaba, al final, a dar el golpe. Slo que para enterar al pblico de ambas cosas era necesario algn personaje supletorio, y con ese objeto aad otro ladrn un ayudante, o consorte, como se dice en la jerga carcelaria, introducido como criado en la villa. El prlogo qued, pues, terminado en aquella poca con la intervencin de cuatro figuras nada ms: el ladrn, la dama, la madre de la dama y el consorte del ladrn; y en la ltima escena se insinuaba la posibilidad de que el ladrn y la damita se casasen ms adelante. Pero ya no pas de all. Comprometido con la Cifesa para realizar unas pelculas cortas en los estudios C. E. A., de la Ciudad Lineal, abandon la comenzada comedia y me dediqu por entero a la nueva labor. Pero tampoco este trabajo estaba destinado a terminarse. Me hallaba una maana enzarzado con la parte de imagen de mis cortos, cuando alguien entr de pronto, agitadamente, en la sala de montaje, lanzando una frase de once palabras que nos dej paralizados de estupor a cuantos estbamos presentes en aquel momento: Esta madrugada unos guardias de Asalto han asesinado a Calvo Sotelo. Era el principio del fin. Cuatro das despus, el Ejrcito de frica se alzaba en armas contra el marxismo gobernante; ste se revolva, como una vbora pisada, contra el Ejrcito y contra los espaoles de corazn que le seguan, y de all en adelante, en la zona gubernamental, se acab todo trabajo decente, todo esfuerzo digno y toda vida civilizada. El 18 de julio, tres forajidos y dos mujerzuelas me quitaron de mis propias manos el automvil, ganado a fuerza de trabajo, de lucha y de esfuerzo. Mientras se alejaban dentro de l, entre risotadas de burla, pens:5

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Es lo mismo, granujas. Las cosas pueden obtenerse robndolas; pero cuando se han robado, no se conservan. Igual que lo habis conseguido os quedaris sin l para siempre. Y yo, trabajando, volver, siempre tambin, a tener otro igual. Un mes ms tarde, el 16 de agosto, cinco milicianos los fusiles y las pistolas por delante se colaron en mi domicilio. Sal al pasillo en pijama. Enrique Jardiel Poncela? S. Tiene usted que venir a declarar. Adnde? Cuando lleguemos lo sabr. De qu se me acusa? De esconder a Salazar Alonso. En mi vida he cruzado la palabra con l. Bueno; eso ya lo veremos. Vstase y vngase con nosotros. Era la frmula tpica del paseo. Con estas palabras, desde haca ya veinte das y luego, por espacio de meses, se estaba sacando de sus casas a miles de hombres honrados para llevarlos a fusilar a cualquier cuneta del extrarradio. Como se trata de contar la verdad, tengo que dejar dicho que, en virtud de no s qu mecanismo interno, no me alter en absoluto. Y que lo que aquella vez pens fue nicamente: Pues si queris verme asustado, vais listos. Me vest, pas ante la fila de pistolas que me encaonaban en el pasillo y baj, escoltado por la milicianada. En los pisos altos de la casa o a alguien que deca: Del principal se llevan a uno... A la vuelta de la esquina aguarda un Rolls amarillo. Avanzamos en grupo, y justo en el momento de poner el pie en el estribo not que la lengua se me pegaba al paladar y que me quedaba sin saliva. Pero no fue ms que un instante, y al caer en el divn, entre dos milicianos que se colocaron a derecha e izquierda, volv a sentirme normal, y no slo normal extraos misterios del sistema nervioso, sino inclinado a la burla.6

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Buen coche, eh? exclam sonriendo y pensando as no es difcil tener buenos coches. S. No es malo contest con el ceo fruncido uno de aquellos hombres. Y dirigindose al que llevaba el volante, orden: A Medinaceli! Menos mal. No bamos hacia el extrarradio. Para empezar bamos a una checa. Y no se habl ms. Llegamos al palacio de los duques de Medinaceli, convertido en checa en aquella poca por las milicias socialistas de la motorizada. Subimos por la suntuosa escalera del vestbulo central, que ya empezaba a no ser suntuosa; me metieron en una salita-despacho con balcn al jardn, y me dejaron, mano a mano, con un miliciano de cara tan sumamente espantosa, que, a la primera ojeada que lanc sobre l, supuse: Este es un infeliz. En efecto, era un infeliz, como todos los seres de cara demasiado espantosa. Al primer pitillo, la cara se le puso ms espantosa an: era que sonrea. Al segundo pitillo ya hablbamos como viejos amigos. Respecto a la guerra, que entonces empezaba y que haba de durar tres aos, el miliciano tena opiniones absolutamente personales. Por ejemplo : Esto es cosa de diez u doce das. Con esto de las guerras pasa que los unos arrean unas veces y los otros arrean otras. En esto hay mucha traicin, porque infinid de veces avanza ust, un suponer, por el campo pensando que es de uno, y est plagao de facistas. No hemos tomao vila, sin ir ms lejos, porque los facistas han formao alrededor de las murallas un cinturn de mujeres y chicos. De Rusia nos van a mandar un aeroplano que lleva dentro de las alas otros aeroplanos ms pequeos, pa soltarlos de pronto y pillar desprevenido al enemigo, con el que se va a acabar esto escapao. Los del Alczar se rindieron ya el martes pasao, y eso que haba dentro cuarenta mil hombres. En cuanto que tomemos al Alto del Len, ya estamos en Corua. Etctera, etc.7

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Le llev el aire, y al cuarto o quinto pitillo logr que hablsemos de mi caso. No saba mucho, pero saba algo. Ust ya est arreglao con la de denuncias que tiene... Hay muchas denuncias contra m? indagu. Uf! Se reciben muchas denuncias diarias? Aqu, unas tres mil un da con otro. Yo que ustedes las rompa todas sin leerlas. Se sonri con aquella deliciosa expresin que le caracterizaba de orangutn de Borneo para decir de un modo despectivo y suficiente: Claro! Ust, s. Tos lo de la cuerda de ust romperan las denuncias pa librar el pellejo y... Le ataj bruscamente, poniendo en el gesto y en el tono toda la grosera, toda la chulera, toda la superioridad y toda la acometividad que me fueron posibles; y bajando la voz, para mayor efecto: No sea usted animal. Yo no digo que rompera las denuncias para librar el pellejo, porque a m me sobran agallas para morir yo o para cargarme un to si se tercia. Eh? susurr l. Digo que rompera las denuncias porque son todas falsas. S, falsas!replic con desdn y empezando a mirarme de mala manera. Segu, convencido de tenerlo ya en el bolsillo, a pesar de todo, y siempre hablndole en su idioma: El que denuncia es un cobarde que quiere matar a un enemigo y no se atreve a hacerlo de cara por si las moscas; y con el truco de la denuncia consigue que se lo maten ustedes sin molestias y adems gratis. Mi hombre sufri una conmocin mental y se qued con la boca abierta, en silencio. Haca tanto tiempo que aquellas desgraciadas gentes no oan ms que mentiras idiotas, que el peso de una verdad, asestado de pronto, era superior a sus fuerzas. Me aprovech de su esperado estupor para remachar el clavo con un martillazo ms: Y as resulta que ustedes estn matando enemigos de desconocidos, no8

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enemigos propios; es decir: estn ustedes matando, seguramente, inocentes. Hubo un largusimo silencio. El miliciano, al cabo de mucho rato, exclam de pronto, mirndome recto a los ojos y quiz asaltado por una sospecha: Ust est sindicao? No contest. Yo no estoy sindicado. Yo soy un trabajador libre. Volvi a aparecer en su rostro el desdn hostil que apareciera antes. Trabajador? Y ust en qu trabaja? Escribo comedias y novelas. El miliciano arrug el ceo, como si no conociera el significado de aquellas palabras. Yo busqu en mi interior el ttulo de mi comedia ms popular, y agregu: No vio usted una funcin que echaron en Cervantes, y que se llamaba Usted tiene ojos de mujer fatal? Pues esa funcin la invent yo. Mi hombre cambi su gesto por una expresin de asombro; me contempl minuciosamente de arriba abajo, y, por fin, dijo: Ah! Y ya no volvimos a cruzar la palabra. Las horas pasaron lentas y densas en la soledad de la salita-despacho. Al cabo, la puerta se abri y entr otro miliciano de aspecto bastante menos cerril. Mi amigo se apresur a llevarse a un rincn al recin llegado, y all cuchiche largo rato con l. Como final de la conversacin, el que acababa de entrar avanz hacia m y me pregunt: Y usted por qu esta aqu? Porque me han sacado a la fuerza de mi casa esta maana, pistola en mano y me han trado en un coche. Parece ser que se sospecha que esconda en mi domicilio a Salazar Alonso. Y no es verdad? Yo no conozco a Salazar Alonso ms que de fotografa. Pero, en fin: no lo conozco porque ha dado la casualidad de que nadie me lo ha presentado, pues si hubisemos coincidido en algn lado con un amigo comn de los dos, ahora sera yo amigo suyo. Y eso qu demostrara?

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Nuevo silencio. Y por qu ms le han trado a usted? Este (y seal al miliciano primero) dice, que, adems, hay muchas denuncias contra m. Y de qu le acusan en esas denuncias? Terci el primer miliciano, tomando la palabra: De que aqu (sealndome a su vez) es fascista. Y usted qu dice a eso? Que me juego la cabeza a que esas denuncias estn firmadas por compaeros de oficio, que me aborrecen y que desean que ustedes me quiten de en medio cuanto antes. De quin sospecha usted? De Fulano, Mengano y Zutano. Y di tres nombres de redactores de un popular diario de la noche. Un interrogador revolvi en un gran montn de papeles y me pregunt sin levantar la vista de ellos: Qu nombres ha dicho? Fulano, Mengano y Zutano. Una pausa. El miliciano volvi a dejar los papeles sobre la mesa y murmur: Est bien. Dio media vuelta y se encamin a la puerta, desde la que aadi antes de irse: Ahora vendr el comandante. Y quin es el comandante?le pregunt al miliciano de la cara espantosa. Puente. El comandante Puente, de las milicias socialistas. Era la primera vez que oa yo aquel nombre. Y es militar?insist. Claro. Es comandante de las milicias socialistas. Digo si es militar de oficio. No. De oficio es panadero.10

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El comandante Puente tard an en presentarse una hora larga. Por fin hizo irrupcin andando de prisa, desparramando autoridad y seguido de dos o tres ms. Mi miliciano, al surgir los nuevos personajes, qued convertido en un mueble con patillas. Puente era un hombre joven y rubio; vesta de uniforme y llevaba una pistola al cinto. Daba la sensacin de hallarse muy satisfecho de s mismo. Cruz la estancia sin mirarme siquiera y se instal detrs de la mesa, de espaldas al balcn. A su lado, de pie, qued un joven moreno, con aire de empleado de Banco o algo as. Entre los acompaantes de Puente figuraba el que mandaba el piquete de milicianos que haba ido a buscarme a casa; pero volvi a marcharse en seguida de entrar. Durante diez minutos largos Puente revis los papeles desparramados sobre la mesa con una cara tan seria y un entrecejo tan excesivamente fruncido, que empec a sospechar que no lea nada y que en realidad estaba pasando todo el rato para m y para sus hombres. En esto, la puerta se abri y asom un miliciano. Qu hay?dijo Puente. El chfer de la marquesa de ***, que viene a poner a nuestra disposicin los tres coches de la casa contest el miliciano. Bueno; que se queden aqu los coches orden Puente. Y al chfer le asustis un poco y luego le dejis marchar. El miliciano sonri; todos sonrieron; yo sonre tambin. Slo que la sonrisa de ellos quera decir: Qu bromas tan graciosas se le ocurren al comandante!, y la sonrisa ma significaba: Ahora, despus de veros en la intimidad, ya estoy seguro de que perdis la guerra. Pasaron otros diez minutos, y, al fin, Puente cruz unas palabras con el joven moreno y se encar conmigo: Y siendo usted escritor pregunt, no est usted sindicado? No. Pues la Sociedad de Autores pertenece a la U. G. T. Los empleados administrativos, s; los autores no pertenecamos a nada. Yo no me he sindicado jams. Pero se sindicar usted ahora... Dud qu contestar, pero decid seguir en la actitud firme y sin paliativos de siempre.

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No he pensado nunca en sindicarme dije. Y ahora, menos que nunca. Cmo dice usted? borbot el comandante. Que no he pensado nunca en sindicarme, y ahora menos que nunca repet. El que se haya sindicado antes pudo haberlo hecho por ideas; el que se sindique ahora lo har nicamente por serles a ustedes simpticos o por miedo. Yo no me sindicar2. Un brusco silencio sigui a mis palabras. De pronto, Puente volvi a tomar la voz cantante para advertirme: Se dice que tiene usted amigos que son de Falange y otros que son de derechas. Es muy posible contest, porque el crculo de mis amistades es grandsimo y yo no he preguntado nunca a mis amigos a qu partido poltico pertenecan. Lo que s puedo afirmarle desde ahora es que los peores amigos que tengo, los ms cobardes, y peor intencionados, son de izquierdas. Cmo? Porque de izquierdas son los que me han denunciado. El joven moreno de la cara de empleado de Banco se inclin a su odo y le habl en voz baja al comandante. Ambos discutieron un cuarto de hora; tal vez ms tiempo an, sin que ni una sola palabra llegase hasta m. Por ltimo, el comandante me dijo bruscamente: Vamos a mandarle a usted a su casa... Cre haberle entendido mal, pues en todo aquel dilogo se haban razonado cuestiones que, sin duda, requeran ms de una explicacin3. Pero no haba entendido mal, por cuanto mi interlocutor se apresur a repetir: Vamos a mandarle a usted a su casa por ahora. Lo celebro contest, porque la congoja en que estar mi familia debe de ser terrible. Puede usted telefonear tranquilizndoles. No me hice repetir la invitacin. Y desde el mismo telfono del panaderomilitar llam a los mos, asegurndoles que estaba bien y que regresaba a su lado. Puente me advirti a continuacin:12

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Maana irn otra vez a buscarle para nuevos interrogatorios. Pues le agradecera, para evitar un nuevo susto all, que no fueran a mi casa. Que vayan al caf Europeo, donde estar trabajando. Bien dijo el comandante. Hizo un gesto el miliciano de la cara espantosa, y ste abri la puerta de la salita. Sal, y la puerta se cerr detrs. Unos momentos despus estaba en la calle. ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... Desde aquel mismo instante empec a tener miedo. ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... Insondables misterios de la psicologa y del sistema nervioso. Por qu conserv aquella sosegada indiferencia dentro de la checa de Medinaceli, donde todo pudo haber ocurrido? Y por qu al cesar el riesgo de mi permanencia entre los milicianos me invadieron la preocupacin y el temor? No s. Pero as fue, y como repito que aqu estamos para decir la verdad, no hay ms remedio que apuntar el fenmeno; desde que sal de la checa de Medinaceli, hasta lograr abandonar Madrid, muchos meses despus, tuve ya siempre miedo; verdadero miedo; escrito lisa y llanamente: MIEDO. No obstante, sin decirles nada a los mos, cogiendo un puado de cuartillas cualquiera, y haciendo un esfuerzo violento sobre mi miedo, a la siguiente maana me fui al caf Europeo, dispuesto a trabajar. Me sent ante una mesa prxima a uno de los ventanales, extend las cuartillas, desenchuf la pluma Qu cuartillas eran las que haba cogido? El lector lo habr adivinado ya. Eran el Prlogo de la iniciada comedia Los encantos de la delincuencia. Pero, naturalmente, no trabaj absolutamente nada, ni creo que nadie hubiera sido capaz de trabajar en mi caso: sentado en un caf, en el verano de 1936, en Madrid y aguardando la llegada de unos milicianos para ser llevado por segunda vez a la checa de Medinaceli... Pero haba que seguir dando la sensacin de indiferencia. Y durante un par de horas hice13

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que trabajaba: copi de nuevo varias rplicas, correg otras: eso fue todo. A la una, el corazn me dio un fuerte brinco dentro del pecho. Acababa de ver a mis milicianos, que se haban apeado del coche, acercarse al ventanal que quedaba a mi izquierda y contemplarme al travs del cristal... Apresuradamente comenc a escribir. Mi pluma galopaba por el papel. Ellos seguan mirndome. Despus se pusieron a deliberar en la acera. Yo escriba cada vez con ms furia. Luego volvieron a contemplarme. La pluma corra a ms y mejor. Por fin, se separaron de la ventana; regresaron lentamente al coche. Y yo continuaba escribiendo con ansia. An discutieron algo entre s. Y yo escriba, escriba. Por ltimo, entraron en el coche, cerraron y se fueron boulevard abajo. Dej caer la pluma, con un suspiro profundo. He aqu lo que haba escrito en todo aquel tiempo: ACTO PRIMERODECORACIN

Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de14

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Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. No poda decirse que con aquello avanzase mucho la comedia, pero mi actitud haba alejado para siempre a los milicianos. (Un hombre que escriba tranquilamente en un caf era en el verano de 1936, en Madrid un hombre que no tena miedo. Y un hombre que no tena miedo en el verano de 1936, en Madrid era un simpatizante del marxismo.) Y tambin era indudable y esto, indudable de veras, que, gracias a mi trabajo de aquellos momentos en que los milicianos me contemplaron desde el ventanal, el lugar de accin del primer acto de la obra quedaba resuelto:AMPLSIMO VESTBULO DE LA CASA DEL PADRE DE HERMINIA, EN MADRID.

* * *Todava, en dos ocasiones distintas, volv a recurrir al dichoso prlogo, a saber: 1937: Buenos Aires, recin salido de zona roja. Nueve conferencias de tema libre, contratadas en la Radio. (La cuarta conferencia fue el prlogo en cuestin, con el ttulo de El golpe de mano.) 1939: Barcelona, a poco de la Liberacin. Una novela corta, pedida para la revista Los Novelistas, la constituy tambin el prlogo de la comedia empezada, titulndose en esta ocasin Diez minutos antes de la medianoche.

* * *Y en fin, aquella tarde de febrero de 1941, despus de mi conversacin con15

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Tirso Escudero, por cuarta y ltima vez me puse a la mesa, cara a cara, con el resobado prlogo, decidido a convertirlo definitivamente en una comedia lo suficientemente atractiva, simptica, graciosa, interesante y popular, para que, al ser estrenada en el coliseo de la calle del Prncipe, constituyese un xito excepcional, capaz de hacer olvidar a todo el mundo el fracaso de El amor slo dura 2.000 metros. Mi mesa de trabajo estaba instalada en esta circunstancia en el caf Cndor, plaza de Santa Ana, entrando a la izquierda, en el fondo. Y he aqu lo que, sentado en aquella mesa y ante las cuartillas del prlogo, resolv en la primera tarde de labor:PRIMERO.

Cambiar el ttulo primitivo por el ltimamente ideado, a todas luces mejor, ms ingenioso y ms brillante: Los ladrones somos gente honrada; y hacer dos actos en vez de tres.SEGUNDO.

Partir de la idea final del prlogo el ladrn enamorndose de la dama y renunciando por ello a dar el golpe, para presuponerlos a ambos ya casados en el principio del primer acto.TERCERO.

Ya convertido el ladrn en hombre honrado, por matrimonio con la dama, enfrentarlo dentro de su nuevo hogar con otros ladrones, antiguos compaeros suyos. De esta ltima idea brotaron en seguida cinco consecuentes: A) Que los ladrones amigos del protagonista fueran dos pobres diablos de la profesin. B) Que acudieran a robar a casa de su antiguo compaero. C) Que ste les sorprendiese en el trance, afendoles su conducta. D) Que se enterase de ello el suegro del ladrn, y que ste, para no descubrir su verdadera filiacin, presentara los dos cacos como parientes venidos a menos. E) Que los dos se instalasen definitivamente en la casa, con todas las consecuencias, la principal de las cuales era que acabasen por proceder ellos tambin honradamente. Y por anttesis humorstica de esta ltima consecuente brotaba fcilmente una idea-clave; a saber:16

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Que los tres ladrones resultasen honrados y que los personajes aparentemente honrados fueran en la realidad delincuentes, a los que los otros desenmascarasen en sus fechoras. Para un primer da de trabajo no poda pedirse ms: all estaba ya toda la comedia. Porque nicamente faltaba por idear las fechoras de los dueos de la casa, y eso ya ira saliendo... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... A la maana siguiente empec el arreglo del prlogo, elevando el nmero de sus intrpretes de cuatro a seis, con la introduccin de los chorizos El To del Gabn y el Castelar. Los dos nuevos personajes quedaron ya, en su breve intervencin del prlogo, teatralmente definidos. A continuacin la emprend con el primer acto estampando unas palabras que quizs el lector ya conoce... ACTO PRIMERODECORACIN

Amplsimo vestbulo de la casa del padre de Herminia, en Madrid. Pero en qu diferentes circunstancias las escriba ahora! Y durante das y das trabaj sin levantar cabeza.

* * *Entretanto se haba estrenado en la Comedia la obra cmica titulada La casa de los brujos, de Antonio Quintero y Pedro Prez Fernndez, con Elvira Noriega y Mariano Azaa a la cabeza del reparto, y que tuvo un buen xito inicial, pero que no era la comedia arrolladora que aguardaba Tirso, por lo cual el primero de marzo empez ya a meterme prisa. Como de costumbre, segu trabajando a mi velocidad normal, sin hacer caso de sus excitaciones a la rapidez, las cuales fueron aumentando progresivamente con el paso de los das, lo que probaba que el pblico no17

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se daba de cachetes ante la taquilla de la Comedia por ver a la Noriega y a Mariano Azaa en sus creaciones. En el interregno se haba despedido de la compaa Elosa Muro, y Tirso la sustituy contratando a Consuelo Nieva, hermosa mujer y excelente actriz, a la que mentalmente dediqu de antemano el papel de Germana. Ya el primer acto empezaba a dar las boqueadas, y haba que ir pensando en el reparto, que por otra parte no era muy complicado, a saber: la Noriega, Herminia; para Orjas y Miguel Gmez Castillo, los dos ladrones de va estrecha; el suegro, Monsell, actor modelo de disciplina y de comprensin; el galn, Lemos; y a Pepe Rivero le destin desde el primer momento el falso mayordomo, que despus haba de llamarse el Pelirrojo, y que entonces llam el Chino, porque as era como denominbamos en la intimidad al entonces primer actor de la Comedia, por su eterna cara de poker, impasible e inalterable. Los dems papeles se distribuiran entre la salada Conchita Fernndez, que hara la doncella llorique; Mara Zaldvar, Amelia Noriega, Gutirrez, Fernangmez, Hidalgo, Malln y Ayora. En cuanto a Mariano Azaa, qued tachado de la lista para que pudiera consagrarse al turismo contemplativo, que tan ganado se tena desde mi estreno anterior. El da 8 de marzo conclu el primer acto de Los ladrones somos gente honrada, se lo llev a Tirso, junto con el prlogo, y se dieron a copiar manuscritos. El 10 le a la compaa. Fue un fracaso completo. Nadie se sonri ni durante la lectura del prlogo ni durante la lectura del primer acto. Es decir: a nadie le gust ni uno ni otro. El galn, Lemos, al darse cuenta de la longitud de su papel, se anim algo. Orjas me pidi que le dejase el ejemplar para leerlo. Porque no me he enterado de la comedia, don Enrique me confes. Y nicamente Monsell y Paquito Gutirrez Galvn, el apuntador, me dijeron: Va a ser un xito muy grande. S; indudablemente va a serlo les contest, porque, como veis, no le ha gustado a nadie4. Al acabar, todo el mundo se apresur a salir corriendo, a divulgar por el mundillo teatral el clsico: Menuda nos van a dar con la obra que nos han18

Los ladrones somos gente honrada

ledo!, propio de estos casos. Me qued solo en el escenario con Manolo Gonzlez. Bueno: ya ha visto usted le dije; se han ido hechos polvo... Y cmo quiere usted que se vayan, si no ven ms all de sus narices? replic Gonzlez. Entonces, a usted le ha gustado esta primera parte? A m me ha parecido muy divertida y muy interesante. Eso creo yo; y, despus de este espectculo, ya casi estoy seguro del xito, y no le oculto que me voy contentsimo. Remos y nos marchamos juntos a tomar caf al Cndor, a hablar de los decorados y del atrezzo. ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... Los ensayos comenzaron al da siguiente, bajo la direccin de Gonzlez. En cuanto a m, tena bastante con trabajar en el acto segundo y deshacer la madeja de misteriosos acontecimientos que haba dejado liada al final del primer acto, y de cuyo desenvolvimiento y solucin no posea en aquellos momentos la ms mnima idea. Conforme pasaron los das y el acto avanzaba, la madeja se liaba ms, y el 18 de marzo an no saba yo si el Chino (el Pelirrojo luego) era o no un traidor, ni quin haba disparado desde el jardn durante el concierto de Conchita, ni qu pito tocaba Daz en todo aquel asunto, ni quin era la dama que se haca pasar por Doa Andrea. Pero la necesidad de resolver esto ltimo es decir, el misterio particular de Herminia, obligndome a imaginar que Teresa era la madre vergonzante de la muchacha, me llev como sobre ruedas a solucionar lo dems. El da 19 ya estaba todo claro en mi interior: Teresa y Daz eran los indignos padres de Herminia, a la que Arvalo haba prohijado, y cuya fortuna legada a Herminia por el hermano de su madre estaba Felipe dilapidando arrastrado a ello por Germana. Daz haba ido a la casa a exigirle a Arvalo, bajo amenazas de muerte, la entrega del dinero de su hija, que Felipe tena an en su poder; y Teresa, hacindose pasar por el ama de llaves asesinada, haba estado, hasta ahora, intentando abrirle los ojos sobre la verdad a Herminia, para que se apoderara de los restos de la fortuna que le perteneca; y en esta empresa la ayudaba el Chino (el Pelirrojo luego) por pura hombra de bien. Por su parte, Germana,19

Enrique Jardiel Poncela

valindose de la sugestin amorosa que ejerca sobre Antn, trataba de que ste se apoderase del dinero y huyera con ella y con los fondos, ante el dolor y la indignacin de Adelcisa, enamorada, a su vez, de Antn. Por lo que afectaba a Doa Andrea, haba muerto, intoxicada con pantopn, a manos de Daz, para evitar que denunciase a la Polica toda la verdad, que conoca y que amenazaba con revelar. En cuanto a Menndez, era un agente enviado por la Brigada de Investigacin para esclarecer los hechos por denuncia del vecino de la villa de al lado, el Doctor Laredo. Llegado a estas conclusiones, retroced al prlogo y al primer acto un par de veces para introducir en ellos antecedentes justificativos, y segu ya el terreno desbrozado hasta volver a detenerme momentneamente en las ltimas escenas. Porque, al llegar all, era preciso un acontecimiento extraordinario que elevase al mximo el inters de toda la comedia, justo en el instante en que sta iba a terminar. Sin este acontecimiento extraordinario, surgiendo en los ltimos instantes de las comedias, no hay gran xito posible. Aprndanlo y no lo olviden los autores noveles. En Espaa, en el oficio teatral espaol, no existe palabra propia que exprese ese acontecimiento final imprescindible en las comedias. En ingls, s. En ingls se llama clmax; y al especial cuidado de idearlo y aplicarlo siempre se deben todos los xitos, por ejemplo, del cine norteamericano, pues en Hollywood no se ignora esta verdad axiomtica, que sera muy conveniente que grabaran en su mente los jvenes autores espaoles: EL XITO DE UNA COMEDIA O DE UNA PELCULA DEPENDE DE SUS LTIMOS DIEZ MINUTOS. En ninguna de mis comedias falta el clmax; y cuando el clmax estuvo bien elegido, el xito fue rotundo, y fue menor o no existi el xito cuando el clmax fall por debilidad de imaginacin o por concepcin equivocada5. Estaba a 22 de marzo y segua sin hallar el clmax apetecido para mis Ladrones. Por fin, el da 23, afeitndome, lo cac entre la selva de mil ideas nacidas y rechazadas a poco de nacer; era sencillo y de extraordinario efecto, como todo lo sencillo: se reduca a solucionar la comedia por medio de un disco de gramfono, en el cual hubieran quedado impresas todas las escenas que el pblico no conoca, por suponerse ocurridas durante el entreacto. Para ello no haba sino darle la vuelta al personaje llamado Menndez, y que en vez de ser un pobrecillo inepto para su profesin policaca, fuese, por el contrario, un hbil polica que hubiera fingido la tontera y la ineptitud. Puse manos a la obra, y en cuarenta y ocho horas la comedia qued20

Los ladrones somos gente honrada

terminada. El 24 de marzo, por la tarde, ech el teln final de Los ladrones somos gente honrada. La haba escrito en veinticinco das y medio.

* * *Si el prlogo y el primer acto gustaron poco en la lectura a la compaa titular de la Comedia, menos gust an el segundo y ltimo acto. Aquello fue tan triste y tan negro como una visita de psame en el Nger, y slo bajo juramento poda creerse que se trataba de la primera audicin de una comedia cmica que, justamente un ao ms tarde, haba ya recorrido triunfalmente todos los escenarios de Espaa. El desfile de las actrices y actores se celebr esta vez an ms rpidamente, si cabe, y ya al llegar al vestbulo, sin esperar siquiera a instalarse en los cafs, se oyeron los comentarios que caba esperar de las caras, de las actitudes y de las miradas y sonrisitas despectivas sorprendidas y observadas durante la lectura. En este acto ni el galn Lemos tuvo ocasin de animarse al ver la longitud de su papel, pues en el segundo la actuacin suya era mucho ms breve que en el acto primero: por lo que se apresur a unirse a la fila india del desfile, pasando inmediatamente a ser uno ms entre los detractores de la comedia que aguardaban el fracaso como se aguarda la lluvia en abril: impepinablemente. Conque seguimos creyendo en la obra Manolo Gonzlez, el actor Monsell, el apuntador y un servidor de ustedes... Pas plus! Yo estaba ya al llegar a este punto absolutamente seguro de haber logrado lo que me propona: una comedia atractiva, simptica, graciosa, interesante, y, por lo tanto, popular. Y logrado todo esto, el xito era matemtico. Pero miento... Otro hombre an crea ciegamente en el xito futuro de Los ladrones somos gente honrada: mi padre. El cual me dijo despus de leerla: Si esta comedia no gustase, podas retirarte de la profesin. Pero gustar. Y te producir en el primer ao veinte mil duros. Con que produzca doce mil, me conformo le contest.

* * *21

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Puesto Burmann a la tarea de pintar el decorado, slo me quedaba cuidarme del atrezzo, que esta vez se redujo a fabricar tres pistolas; a encargar los numeritos de msica que Monchita canta en el principio del segundo acto, y a grabar el disco de gramfono con que la obra concluye. Para la msica llam a Pepe Rivera, un joven lleno de porvenir, con el que ya haba trabajado al hacer Mauricio, o una vctima del vicio, el cual me compuso rpidamente las dos graciosas intervenciones musicales que completan la comedia. En cuanto al disco, me puse al habla con la casa Columbia, y en una maana, en el viejo edificio del Forteen, de la calle del Barco, qued grabado para un tiraje de veinte copias. Los ensayos continuaron a toda marcha, y una tarde pas al teatro a dar un vistazo. Era un espectculo irresistible. Nunca, a lo largo de mi carrera teatral, haba presenciado ni haba de presenciar tanta descortesa, tanta hostilidad, tan inicua actitud de desdn hacia m y hacia una comedia ma como la que testifiqu aquel da en que acud a presenciar ensayos de Los ladrones somos gente honrada. Convencidos todos del fracaso, con las nicas excepciones ya enunciadas; apoyados para creerlo por contera en el fracaso de la obra anterior; persuadidos, quiz, de que con el hundimiento de esta comedia iba a terminar para siempre mi actividad en aquel escenario; unidos la mayor parte de los intrpretes alrededor de Elvira y Amelia Noriega descontentas por igual de sus papeles en una tcita ofensiva contra m, tuve la sorpresa de ver como se me insolentaban actores siempre disciplinados Miguel Gmez Castillo, por ejemplo, a quien le aguardaba, sin embargo, el mayor triunfo personal que pudiera apetecer. Era demasiado para mis nervios, y decid no soportarlo, porque dispona de una solucin: retirar la obra; pero ni me lo permita, sin suscitar un conflicto, el compromiso establecido con Tirso Escudero, ni me convena despus del tropiezo de El amor slo dura 2.000 metros. Haba que aguantar y obtener un xito ruidoso que dejase sin habla a todos los conjurados. Pero para aguantar all, a pie firme, un da y otro, haca falta demasiada paciencia, y yo haba agotado la ma en aquella nica sesin. Se lo dije a Gonzlez al salir: Usted comprender, Manolo, que esto no hay quien lo soporte. No, seor; no hay quien lo soporte. Pero no venga usted por aqu. No pienso volver hasta los ensayos generales.22

Los ladrones somos gente honrada

Y no volv. Me aisl de nuevo en Cndor, dedicado a componer una conferencia sobre Teatro que deba inaugurar un ciclo organizado por la Sociedad de Antiguos Alumnos de San Antn, y era Gonzlez quien todas las tardes, al acabar el ensayo, iba dndome noticias de la marcha de todo. Una de esas tardes me habl de la conveniencia de variar el reparto, vista la importancia que en el acto segundo haba adquirido el personaje Menndez, entregado al principio a Fernangmez. Me pareci imprescindible el cambio; Fernangmez pas a hacer el Chino, y Pepe Rivero se encarg del Menndez. Con la nueva combinacin, el apelativo de Chino ya no tena base, y la circunstancia de ser pelirrojo Fernangmez me movi a bautizar de Pelirrojo al mayordomo, con lo cual los actores que ms tarde hicieron la comedia por provincias tuvieron que ponerse peluca, y al pasar la obra al cine, pintarse el pelo de amarillo. Nos hallbamos ya en abril. El Sbado de Gloria haba comenzado la temporada de primavera en el teatro de Tirso Escudero con la reposicin de Lo increble y entradas muy flojas. Urga estrenar. El 17 volv por la Comedia, di el visto bueno a la direccin y montaje de Gonzlez, que eran excelentes, y nos dedicamos ambos, ya juntos, a perfilar los ltimos detalles y a ensayar el altavoz y el pick-up Philips, a quienes estaba encomendado hacer llegar al pblico, amplificado, el disco de gramfono. Ajustamos esta ltima escena, que no dej de plantearnos dificultades por el entreverado de voces humanas y voces de disco, y, despus de varias pruebas, instalamos el altavoz en el reloj de pared del foro, de frente al pblico. El da 23 todo estaba ya listo, y el 24 celebramos el ensayo general definitivo. Result admirablemente bien, pero fall el altavoz. Y los pocos que asistieron al ensayo, bajo aquella mala impresin final, quedaron convencidos de que bamos de cabeza a una catstrofe. No crea yo semejante cosa, sino precisamente lo contrario, pero el altavoz tena que funcionar por fuerza. Si no logramos que funcione, no hay estreno maana resum. Al da siguiente, recin levantados, fui al teatro con Gonzlez, y nos pusimos a la tarea de hacerlo funcionar. A la hora de comer seguimos trabajando. A las cuatro de la tarde el altavoz funcion.

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... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... Desde el mircoles 23 no haba ya localidades para el estreno de Los ladrones somos gente honrada. El viernes 25, a las diez y media de la noche, el teatro fulga. Se alz el teln. Pasaron los primeros instantes de expectacin y de reserva atenta, y estall el xito mutis aplaudidos, frases ovacionadas, que ya no deba acabar sino cerca de las dos de la maana. Fue un triunfo tan abundante, que alcanz a todos, chicos y grandes. Claro! Con una compaa as... decan por los pasillos los que no quieren reconocer ni las verdades patentes. Con actores de la talla de ese rubio que hace el mayordomo... El rubio en cuestin, el actor de talla haba sido meritorio hasta el ao anterior, y en aquel momento cobraba tres duros. As se escribe la historia en el Teatro cuando quien la escribe la ve nicamente desde la butaca, ajeno a toda interioridad, y no sabe nada de nada, creyendo saber de todo.

* * *Los crticos reconocieron el xito; unos, como El Tebib Arrumi y Marquerie, sin paliativos y sealando todos los mritos de la comedia; otros, yndose por los cerros de beda, en su buen deseo de quitarle toda la importancia posible al indudable y completo acierto. Entre stos cmo no? se hallaba mi adorado y despistado amigo don Cristbal de Castro de la buena sociedad antidiluviana, el cual sostena que los personajes de la comedia tenan bula para hacerlo todo sin justificar nada, falsedad manifiesta, pues todo cuanto los personajes hacan estaba justificado reiterada y claramente, y ay de m de no haber sido de esa suerte!... Pero este buen seor, con su mana de volverse de espaldas al escenario durante la representacin, no se enteraba de las cosas ms que a medias. Hablando de Orjas aada que haba estado gracioso en facha y fecha. En facha y fecha... Sabra lo que escriba ni lo que quera decir al escribir el imponderable don C. de C.?24

Los ladrones somos gente honrada

En cuanto a Igoa, aun elogiando la comedia, olvidaba en tal ocasin su frecuente claro juicio al empezar su crnica con estas palabras inverosmiles en un hombre de su discrecin: Si bien no es demasiado difcil armar una comedia policaca... Cuando realmente, tratndose de una trama eficaz no hay en el teatro nada, pero nada, ms difcil de hacer que lo que Igoa reputaba como fcil. Obregn, incluido tambin en el grupo de los que quitaban hierro al xito, pequeez y cicatera tan suyas, escriba varias toninadas, como de costumbre, y repeta una vez ms, creyendo, sin duda, hacerme con ello un gran dao, la risible insidia de que yo no haba escrito nunca ms que fragmentos de comedias. Rdenas sala del paso con cuatro camelancias acerca de lo disparatado del tema, demostrando una vez ms que la silla de Aristarco solvente segua vaca en su redaccin desde que la abandonara Arajo Costa. Y don Jorge de la Cueva, el ilustre crtico-autor, deca agrrense ustedes bien, seores que con arreglo al procedimiento de construccin inversa usado por Conan Doyle en sus novelas, es sencillsimo imaginar una intriga interesante. No se me alcanza cmo a don Jorge de la Cueva le puedan ser tan familiares los procedimientos de construccin usados en la intimidad de su cuarto de trabajo por Conan Doyle, aunque quiz el novelista victoriano pudo comunicrselo, como amable y amistosa expansin, en uno de los infinitos viajes hechos a Edimburgo, cada lunes y cada martes, por don Jorge de la Cueva, que, como todo el mundo sabe, se pasa la vida en Escocia. Pero suponiendo que, en efecto, Conan Doyle hubiera escrito sus novelas valindose de tan grosero mecanismo, y no siendo difcil, aplicando ese sencillo truco, realizar una intriga interesante, Santos Cielos!, por qu no se vala de l el propio seor Cueva, cuando actuaba de autor, para darles algn inters a sus comedias? O es que, tal vez, lo verdaderamente difcil es escribir comedias, sin inters ninguno, y el seor de la Cueva segua deliberadamente el camino difcil? En fin: sin excepcin, todos los crticos, hasta estos ltimos, declararon que la obra haba gustado; y, en el fondo perdidas ya por completo las esperanzas de orles decir alguna vez algo sagaz o inteligente ya me conformaba con eso. ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... Y mi propia opinin?25

Enrique Jardiel Poncela

Ah va. Los ladrones somos gente honrada no es, ni mucho menos, mi mejor comedia; ni siquiera la incluyo en el grupo de las ms prximas a la perfeccin, como son por ejemplo Un marido de ida y vuelta, Las cinco advertencias de Satans, Angelina, Cuatro corazones con freno y marcha atrs, Elosa est debajo de un almendro, Madre (el drama padre) y Blanca por fuera y Rosa por dentro. Es pura y simplemente una comedia ingeniosa y construida con la mxima habilidad tcnica. Es una comedia escrita para gustar. Y desde ese exclusivo punto de vista, mi acierto no poda ser ms grande, pues gust, gusta y gustar mientras el Teatro sea Teatro y el pblico sea pblico.

* * * Bueno, don Manolito! le dije al da siguiente del estreno a Gonzlez, mientras intercambibamos un estrecho abrazo de mutua felicitacin. Nos hemos salido con la nuestra de lograr un xito excepcional... S, querido. Nos hemos salido con la nuestra de lograr ese xito..., y yo me voy de la Comedia. Lo esperaba. Har un par de pelculas continu Gonzlez y luego formar compaa. Volvimos a abrazarnos. Le deseo el mejor resultado repliqu en lo uno y en lo otro. Y ya sabe usted que se lo deseo de corazn. Y el resultado no pudo ser ms brillante. Meses despus, Gonzlez formaba la compaa que haba de conocerse en toda Espaa por los cuatro ases. Por mi parte, con Los ladrones somos gente honrada tambin haba hecho poker. Cuando mi padre me predijo los 20.000 duros de ingreso en el primer ao, y cuando yo me declar conforme con 12.000, nos quedamos los dos muy cortos. En el primer ao la comedia destinada al fracaso lleg a26

Los ladrones somos gente honrada

producirme, incluyendo su venta para el cine, 265.000 pesetas. Exactamente, 2.560 pesetas por cada cuartilla escrita. Y justo, 10.000 pesetas por cada da de trabajo.

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Enrique Jardiel Poncela

LOS LADRONES SOMOS GENTE HONRADA

Comedia casi policaca en un prlogo y dos actos

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Los ladrones somos gente honrada

REPARTO DEL ESTRENO

PERSONAJESHERMINIA........................ GERMANA........................

ACTORES

Elvira Noriega Consuelo Nieva TERESA ........................ Antonia Plana EULALIA ......................... Conchita Fernndez MONCHITA....................... Mara Zaldvar ADELCISA........................ Amelia Noriega LUCA............................ Mara T. Alonso MARIF ........................ Mara V. Muoz DELFINA ........................ Esperanza Muguerza DANIEL ........................ Carlos Lemos EL TO DEL GABN ......... Jos Orjas EL CASTELAR................ Miguel Gmez Castillo FELIPE ARVALO ............. Antonio Monsell MENNDEZ ................... Jos Rivero EL PELIRROJO............... Fernando Fernangmez EVELIO.......................... Manuel Gutirrez ANTN ....................... Juan Hidalgo BENITO ....................... Luis Malln DAZ ........................... Antonio Ayora LAREDO ....................... Manuel Gutirrez ROS ........................... Luis Malln MUGURUZA ................... Armando Casado.

La accin, en Madrid los actos primero y segundo, y actualmente. El prlogo, tres meses antes, en una finca de verano, en San Sebastin.

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Enrique Jardiel Poncela PRLOGO

Teln corto, en las primeras cajas, que representa la terraza de un hotel o villa particular. El foro, absolutamente constituido por el jardn: un teln negro, porque es de noche y el jardn aparece completamente en sombras; dicho jardn figura rodear la casa, y sobre l se levanta la terraza en cuestin. En la izquierda, un pao estrecho, con puerta de cristales, que desde la terraza sirve de acceso a la finca. Se supone que el patio de butacas es un estanque situado en el jardn; y paralela a la batera corre de derecha a izquierda, todo a lo ancho de la embocadura del escenario, una balaustrada de piedra, la cual por el extremo izquierda termina y muere en el pao de la puerta, y por el extremo derecha se pierde en las cajas. La balaustrada simula, pues, limitar y bordear el estanque invisible, y por entre la balaustrada y la batera hay una faja de hierba o csped. Son las doce menos veinte minutos de la noche. Se celebra una fiesta en la casa, y de vez en cuando el rumor de una msica de baile llega hasta la escena. Al levantarse el teln, la escena desierta. Hay una pausa, durante la cual se oye la msica que suena dentro y que ya se ha odo, durante unos instantes, con el teln echado. De pronto cesa la msica y

EMPIEZA LA ACCIN Hacia la derecha, dentro, se oye un silbido prolongado, seguido de dos cortos. La puerta de la casa se abre poco a poco, para dar paso a Daniel. Es un hombre de treinta y cinco o treinta y seis aos, bien plantado, de aire enrgico, decisivo y resuelto. Va de frac o de smoking y sin nada a la cabeza. Se dirige rpidamente hacia la derecha y queda mirando hacia dentro. Se oye un nuevo silbido y en seguida, por la derecha, pisando la faja de csped, entra el Pelirrojo, un individuo vestido de criado, de aire listo y sagaz. Avanza con precauciones y se rene con Daniel.DANIEL.Qu

pasa? Daniel. Te avisaba para que supieras que por nuestra parte est todo listo. DANIEL.Y no hay novedad, Pelirrojo? PELIRROJO.Ninguna.PELIRROJO.Nada,

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Los ladrones somos gente honradaDANIEL.Por

aqu dentro tambin van bien las cosas. PELIRROJO.Lo esperaba: porque donde t trabajas y lo que t diriges... DANIEL.La invitacin que falsificaste a nombre del argentino Juan Torres, con la que logr entrar en la fiesta, ha pasado como buena. Cada cual me ha supuesto conocido de los dems..., y desde hace una hora soy amigo de la infancia de los dueos de la casa..., tus amos, y de varios invitados importantes. PELIRROJO.Bueno, es que, realmente, eres el nico. DANIEL.Est ah todava el To del Gabn, o se ha ido ya a su sitio? PELIRROJO.No. Est aqu an, echando un pitillo para tranquilizarse, mano a mano con el Castelar. DANIEL.Llmalos. PELIRROJO.(Asomndose a la derecha y dirigindose hacia dentro, a media voz.) Pchs! To! Castelar!... Zumbad, que os llama Daniel! (Mirando hacia dentro, sonriente.) Son unos pintarrias, pero no los hay ms decididos en el oficio... (Por la derecha, -por la franja de csped, aparece el ilustre personaje conocido por el To del Gabn. Es, efectivamente, una pinta de edad indefinida, vestido con una ropa indescriptible, color de ala de mosca. Tambin la gorra que luce ha debido de ser premiada en varias exposiciones.) TO.Ocurre algo que me afezte? PELIRROJO.El jefe te dir. TO.Qu hay, Melanclico? DANIEL.Por qu no ests en tu sitio? TO.Porque t me diste orden de que aztuase a las doce en punto, y como no son ms que las doce menos veinte... DANIEL.Pero, a las doce? TO.A las doce estar en mi puesto como un clavo. DANIEL.Y el Castelar?... TO.Se ha quedao ah, metindose unas piedrecitas en la boca, pa ver si as consigue hablar claro contigo, porque hoy est incapaz. PELIRROJO.Aqu viene. (Por la derecha surge el Castelar, otro pinta como el To, con un gran aire de pasmado, pero que, en realidad, no tiene de pasmado ms que el aire. Da la sensacin de que habla en rumano.) CASTELAR.Atarapan malfico. TO.Esto es que te saluda. CASTELAR.Tora de tarum picitas pormocin, pero trupemenerdio todo. TO.Dice que se ha tragado las piedrecitas y que se le traba la lengua de la emocin, pero que est dispuesto a todo. PELIRROJO.Oye... Es que ahora le traduces lo que habla? TO.S. Pero cuando el prrafo es largo, le cobro una peseta. DANIEL.T no olvidars mis instrucciones, To. TO.Descuida. A las doce en punto, en cuanto que empiecen a sonar las campanadas del reloj del asilo de la esquina, que, por cierto, va seis minutos atrasao, apagar la luz de toda la casa.

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Enrique Jardiel PoncelaDANIEL.Eso

es. TO.Y ste tambin est al tanto de lo suyo. CASTELAR.Atrop mistigale turliendo turliendo; con la pandalla del droguro caresto colupinas logran dar ler otros. TO.Venga la peseta. (Castelar le da una peseta, que el To se guarda. A Daniel.) Ha dicho que l y tres hombres ms de la pandilla de Isidro el Inseguro tienen su puesto en las cocinas. Y que, aprovechando el barullo, llegarn hasta el saln grande a ayudarte a ti y a los otros. DANIEL.Y los coches? TO.Dispuestos para la fuga, en la fachada que da al rompeolas. La verja est abierta, y de los perros tampoco ties ya que preocuparte... DANIEL.(Serio.) Habis matado a los perros? TO.No. Les hemos trado una perra a cada uno. Estn encantaos. (Ren.) DANIEL. Chist! No armis ruido. T no descuidars tu misin, Pelirrojo? PELIRROJO.No pases cuidado. Como nadie sospecha de m, despus de dos meses de servir a conciencia en la casa, ya s que mientras dure la cosa, yo, quieto! Y que en cuanto que se oiga el ruido de los coches, huyendo de la fachada de atrs, a entrar en el saln, disimulando y preguntando azorao: Pero, qu ha pasao aqu? Pero, qu ha pasao aqu?... Con la mayor cara de idiota que me sea posible... TO....que es mucha. PELIRROJO.Esta es la cara de idiota que voy a poner. (La pone.) TO.Puede que sea demasiao. DANIEL.Y si todo sale bien, como supongo, ya sabis: a primeros de mes os vens con ste (por el Pelirrojo), que os esperar en la frontera de Portugal y os tendr preparado, en Ayamonte, lo que os haya correspondido en el reparto. TO.Se le hace a uno la boca agua de pensar que, si todo sale bien, de esta hecha puede uno retirarse de los negocios... DANIEL.Todo el que quiera podr retirarse. (Con voz sorda.) El que buscara dinero nada ms, desde luego que se podr retirar. PELIRROJO.Y t no, Daniel? DANIEL.Yo ya he comprobado por m mismo hace tiempo que el dinero no basta para vivir a gusto. A m no me retirara ms que una mujer. Tal vez si encontrase una mujer joven e inocente... TO.Pues no pides t na... CASTELAR.Y para qu querras que fuese inocente? TO.Pa que dejase de serlo a su lado, so primo. CASTELAR.Y joven? TO.Pa que le durase ms tiempo. CASTELAR.(A Daniel, admirado.) Con razn se te conoce en la profesin por el Melanclico! Y por algo se murmura que eres un hombre raro...

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Los ladrones somos gente honradaDANIEL.(Volviendo

la cabeza bruscamente hacia la izquierda.) Chist! Calla!! (Queda escuchando.) TO.Eh? DANIEL.Alguien sale... CASTELAR.(Tragndose las piedras del susto.) Achumpe te renesta tiren demigarcio andata... TO.Dice ste que el que sea va a meter la pata... DANIEL.No hay cuidado. Si es hombre, lo arrastrar para adentro charlando. Si es mujer, me la llevar a bailar. El plan no debe alterarse por nada. Cada uno a su puesto con los relojes al segundo! Todos prevenidos! TO.Bien. PELIRROJO.Conformes. CASTELAR.Atrupacio. DANIEL.Y a las doce en punto, decisin, confianza y al bulto! (Se van los tres agachndose, para ocultarse con la balaustrada, y desaparecen por la derecha. Ya es tiempo. Porque por la izquierda, por la puerta de cristales, que vuelve a cerrar tras s, ha surgido la delicada silueta de Herminia. Es una muchacha, vestida de noche, de edad indefinida. Por la firmeza y soltura de sus lneas, puede tener dieciocho o veinte aos; pero, por el aplomo, la gallarda y la determinacin de sus gestos, representa mucho ms. Sus ojos, que miran de frente y con firmeza, tienen el fuego propio de los caracteres apasionados, y en el trazado de la boca se le descubre una rara energa. Todo ello contrasta con la delicadeza juvenil de su aspecto, formando un conjunto poderosamente atractivo. Herminia avanza lentamente, como si se saliese de la terraza sin objetivo fijo. Saluda a Daniel con una simple inclinacin de cabeza y se acerca a la balaustrada, apoyando en ella sus brazos abiertos y mirando a lo alto. Daniel contesta a la inclinacin de cabeza de ella.) DANIEL.Buenas noches... (Larga pausa. Daniel intenta entablar conversacin.) Precioso cielo, eh?... (Herminia ni contesta, ni siquiera mira a Daniel. l vuelve a la carga.) Precioso cielo y preciosa luna, aunque demasiado plida. Alguien ha dicho que la luna est tan plida porque hace exclusivamente vida de noche. No deja de tener gracia, verdad? (Herminia le mira un solo instante, distradamente, como si fuera un mueble, y no contesta. Nueva pausa. Y como Herminia mira hacia abajo, donde se supone que est el estanque, Daniel mira tambin hacia abajo, y toma el estanque de tema para un nuevo intento.) Qu fuerza misteriosa la de la luz de la luna cuando se refleja en las aguas de un estanque! (Acercndose a Herminia y mirndola insinuante.) La misma fuerza misteriosa que adquiere una mujer cuando, en lugar de hablar, lo mira todo silenciosa y ensimismada. (Daniel, ante el mutismo de Herminia, echa miradas impacientes a su reloj. Lanzndose de nuevo.) Y, al fin y al cabo, para qu hablar? Tiene usted razn. El silencio es lo ms elocuente que existe. Slo cuando callamos lo decimos todo...

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Enrique Jardiel PoncelaHERMINIA.Entonces,

por qu no se calla usted? DANIEL.(Se le escapa un suspiro de alegra por haber logrado hacerla hablar.) Porque yo no tengo nada que decir. HERMINIA.Y si tuviera usted algo que decir, se callara? DANIEL.S. HERMINIA.Pues es una pena que no tenga usted nada que decir. DANIEL.Supngase que estuviese un rato sin hablar. Sabe usted lo que dira con mi silencio? Pues que mi alegra suprema sera entrar de nuevo ah (Por la izquierda), y que bailsemos juntos un baile, dos bailes, todos los bailes de la noche... HERMINIA.Gracias, pero aborrezco el bailar. DANIEL.Me extraa en una muchacha como usted. HERMINIA.(Burlona.) Como yo? Pues qu edad cree usted que tengo yo? DANIEL.Dieciocho..., veinte... HERMINIA.(Enderezndose, despus de rer, mirndole con lstima.) Dieciocho! Veinte! Cunta ingenuidad! DANIEL.(Maravillado.) Ingenuidad? HERMINIA.Ingenuidad, claro... (Vuelve a rer.) DANIEL.(Con cierta broma.) Le parezco a usted realmente un ingenuo? Qu extraordinario! HERMINIA.Por lo dems, todos los hombres son ustedes igualmente ingenuos. DANIEL.(Con guasa.) Ha tratado usted a muchos? HERMINIA.Los suficientes para aprender esa verdad; y para saber tambin que si todos los hombres son igualmente ingenuos, aquellos que la sociedad tiene por malos, como ladrones, estafadores y delincuentes de diversas clases, esos son los ms ingenuos de todos... DANIEL.(Ponindose serio de un golpe, ya para siempre, y sin poder evitar un sobresalto.) Eh? HERMINIA.Deca usted algo? DANIEL.Deca eh. Simplemente eh. HERMINIA.(Ligeramente.) Por otra parte, tambin es verdad que he cumplido los treinta y cuatro aos... DANIEL.Los treinta y cuatro aos! HERMINIA.Que mi vida ha sido hasta ahora tan novelesca como pueda serlo, por ejemplo, la vida de usted... DANIEL.(Interrumpindola, ya alarmado.) Mi vida? HERMINIA.... y que, en realidad, en el mundo ya no hay nada ni nadie capaz de asombrarme. He viajado por casi toda la tierra y en mi camino se han cruzado, por lo tanto, hombres de los ms opuestos caracteres y profesiones. DANIEL.Incluso delincuentes? HERMINIA.Eso es. Incluso estafadores y ladrones... Le asusta? DANIEL.Tanto como asustarme!... HERMINIA.Hace quince aos que abandon la casa de mis padres por

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Los ladrones somos gente honrada el amor de un hombre que no lo mereca: como tantas otras muchachas. Tuve una hija, que me fue arrebatada al nacer, y de la que no he vuelto a saber nada, y trat por primera vez delincuentes en viaje a Buenos Aires, cuando sal de Espaa huda y queriendo olvidar. Ellos me ayudaron a su modo, porque yo viajaba sin un cntimo; pero al tocar en Ro ya haba reunido seiscientos pesos. Los haba ganado asocindome a uno de ellos, un tal Daz, que trabajaba las lneas sudamericanas jugando al poker con ventaja. DANIEL.Oiga usted; aquel Daz tena una cicatriz en la cara? HERMINIA.S. DANIEL.En qu parte de la cara? HERMINIA.En la frente. DANIEL.Justo! En la frente. HERMINIA.Es que acaso le ha conocido usted? DANIEL.No... Bueno, es decir, s. Me gan el dinero en una travesa. No ha dicho usted que l trabajaba las lneas martimas sudamericanas? Yo he hecho ese viaje varias veces... Y cmo acab aquello? HERMINIA.Enamorndose Daz de m y huyendo yo de l en cuanto llegamos a Buenos Aires. Despus pas a Chile con un tal Landau, que se dedicaba a la venta clandestina de cocana: un negocio seguro y relativamente ilegal... DANIEL.Relativamente ilegal? Era quiz que la cocana que venda Landau contena un cincuenta por ciento de perborato? HERMINIA.No. Era que contena un noventa por ciento de cido brico... (Ren.) Pero, por desgracia, la cocana que Landau y yo nos acostumbramos a tomar algn tiempo despus careca de cido brico en absoluto; y, al ao, Landau mora intoxicado en ciudad de Mxico, y yo ingresaba en un sanatorio de Veracruz. Cur gracias a los esfuerzos desesperados de un mdico austriaco, que, no contento con haberme vuelto a la vida fsica, normaliz del todo mi vida espiritual casndose conmigo. Guillermo y yo nos trasladamos a Colombia, a las plantaciones de caucho del Alto Orinoco. No ha estado usted nunca en una plantacin de caucho del trpico? Son sitios olvidados de Dios. Los caucheros trabajan de sol a sol, sin poder salir de all, rodeados de insectos monstruosos y bajo las miradas feroces del capataz. Estos capataces, mimados por las empresas explotadoras, no llevan ltigo, pero se untan con curare la ua del dedo pulgar; y para ser verdugos de los trabajadores, les basta con un simple araazo. (Sordamente.) Guillermo quiso luchar a favor de los condenados de aquel infierno, y pereci en la lucha contra enemigos demasiado poderosos. Me lo mataron una noche, cuando volva de la plantacin. (Daniel hace un gesto de asombro.) DANIEL.Es posible? HERMINIA.Das enteros pas yo preguntndome eso mismo. Pero haba sido, y mi vida acababa de desmoronarse para siempre. (Con

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Enrique Jardiel Poncela acento ligero.) Los ocho aos transcurridos desde entonces los he vivido sin conciencia de vivirlos. Pas maquinalmente de unos pases a otros; y he hecho de todo, sin que nada de lo que haca interesase verdaderamente. Una temporada me dej absorber por la msica... Durante los dos aos que siguieron practiqu el espionaje... He tenido rfagas de misticismo... pocas de vivir obsesionada por el juego... Para unas personas, he sido un demonio; para otras, un ngel. Y, en realidad, slo soy una mujer que se ha dejado en el camino los mejores resortes de la vida. (Confidencialmente.) Comprende usted ahora por qu no me interesa la fiesta que se celebra ah dentro (Por la izquierda), y por qu no he aceptado su invitacin de bailar? He cado hoy en esta casa, donde ni siquiera conozco a los dueos, por pura casualidad. Me he refugiado en este rincn para estar a solas con mis recuerdos... DANIEL.Y yo se lo he impedido... HERMINIA.Todo lo contrario. Usted me ha hecho evocarlos en voz alta... Le estoy muy agradecida. Como que casi le he tomado afecto. DANIEL.(Que ha vuelto a recuperar el control de s mismo y ha lanzado una nueva ojeada a su reloj. Intentando llevarla hacia dentro.) Pero ahora son ya las doce menos diez... HERMINIA.S. Y a las doce en punto empieza a funcionar el bar. Vaya usted, amigo mo. Y, para cuando yo entre, me tendr usted preparado un whisky con hielo? DANIEL.(Consultando, ahora abiertamente, su reloj.) S, si no tarda usted en venir ms de cinco minutos... HERMINIA.Se lo prometo. DANIEL.En ese caso, hasta ahora mismo. (Se vuelve para iniciar el mutis. En ese instante, la puerta de la izquierda refleja una sombra interior.) Ah! HERMINIA.Qu ocurre? DANIEL.La duea de la casa viene hacia aqu. HERMINIA.(Asustada.) La duea de la casa? (Por la izquierda aparece Germana. Es una dama de treinta y tantos aos, muy elegante, con una gran estampa.) GERMANA.(Yendo recta hacia Daniel.) Querido seor Togores! Muchas gracias, muchsimas gracias por la gentileza que representa de su parte el estar dndole conversacin a Herminia! (A Herminia.) Justamente andaba buscndoles para presentarles. Pero la juventud no necesita presentaciones. Qu? Le habr mareado bastante, verdad?... DANIEL.(Sin comprender nada.) Quin? GERMANA.(Sorprendida.) Quin va a ser? Herminia. (Ms sorprendida todava.) Ah! De manera que estaban charla que te charla sin conocerse? Cmo poda figurrmelo? (Sonriente.) Herminia es mi hija, querido seor Togores. A mis buenos diecisiete aos me cas con su padre en un momento de desvaro. Y no lo digo porque me haya ido mal, sino porque las mujeres no debamos casarnos tan

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Los ladrones somos gente honrada jvenes... Pero no tenemos arreglo; y lo que yo hice con el padre de Herminia a los diecisiete aos, lo har tambin Herminia cualquier da a sus dieciocho. DANIEL.(En el colmo del estupor.) A sus dieciocho? (Vuelve su mirada a Herminia, que tiene los ojos clavados en el suelo.) GERMANA.Ni uno menos, pero ni uno ms. Herminia ha salido del colegio el mes pasado: estaba interna desde los siete. Ahora que yo no he visto una cabeza ms despabilada que la suya... Todo lo sabe, de todo se entera, todo lo lee... Qu le parece a usted que se trajo del internado, que se los haba dejado el hermano de una compaera? Cinco tomos, as de gordos, que se titulaban: Misterios de la Polica y del Crimen! Y anoche tuve que entrar en su cuarto a apagarle la luz, porque se haba quedado dormida leyendo. Y el libro que tena en la cama se llamaba: La vida en las plantaciones de caucho de Colombia. Hay absurdo mayor? En mi vida me ha interesado a m el caucho, ni poda yo figurarme que se plantase como los esprragos. Yo pienso que las mujeres no hemos nacido para leer libros, sino para dar motivo a que se escriban, porque... Pero qu es eso? Lloras? DANIEL.(Dando un paso hacia Herminia, que ha roto a llorar.) Herminia... GERMANA.(Avanzando tambin.) Qu te ocurre? Nena! HERMINIA.Djame... (Con voz ahogada; rechazndola.) Djame! (Huye por la izquierda, ocultando el rostro.) GERMANA.Pero, qu le pasa? Se va llorando!! En un da como el de hoy! Pero, disclpeme, amigo Togores. (Inicia el mutis.) Voy a ver. Hasta ahora. (Se va por la izquierda, cerrando la puerta. Por la derecha aparece de nuevo el Pelirrojo.) PELIRROJO.Qu? DANIEL.Pelirrojo! A escape! Avisa al To, que no apague las luces de la casa a las doce! PELIRROJO.Que no apague las luces de la casa? DANIEL.Contraorden general! Que se retiren los coches de la fachada del rompeolas! Que se larguen todos! PELIRROJO.Pero, Daniel! DANIEL.Ya no se da el golpe esta noche. PELIRROJO.Que no se da ya? DANIEL.Es que no hablo claro? Que no!! Anda, y no pierdas un segundo, Pelirrojo! PELIRROJO.Ah voy, ah voy. (Se va por la derecha rpidamente. Daniel queda pensativo, apoyado en la balaustrada. Dentro vuelve a sonar la msica de baile.) DANIEL.(Hablando consigo mismo.) Madre de una hija desaparecida... Cmplice de estafadores... Traficante en cocana... Viuda de un marido que no tuvo nunca... Aventurera internacional... Todo lo haba conocido... Nada le interesaba ya... Y lleg, incluso, a hacrmelo creer a m! (Sonriendo, embelesado.) Poder de la imaginacin! Po-

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Enrique Jardiel Poncela der de la juventud y de la inocencia! Inocencia y juventud: las dos cosas que yo he perdido, y que slo ella podra darme!... (Una idea sbita le cambia, de pronto, la expresin del rostro.) Pero, por qu conoce a Daz? Dnde le ha visto para saber lo de la cicatriz en la frente? Un misterio... Un aliciente ms... No haba de ser as mi compaera ideal, mi mujer ideal? Casarse! Casarte t, Daniel! (Se re, no sin cierta amargura en la voz y, de pronto, se queda serio, con la mirada fija.) Y despus de todo..., por qu no? (Sigue oyndose dentro la msica y empiezan a sonar doce campanadas en un reloj de torre lejano. Cae el

TELN (Un teln de boca, en el que se lee:)

DE SOCIEDADEsta maana, en la iglesia de la Concepcin, se ha verificado el enlace de la bellsima seorita Herminia Arvalo Iturride con don Juan Togores y Surez Guerrico, de antigua familia espaola, radicado en el Plata desde hace varios aos. Apadrinaron a los nuevos esposos el padre de la novia, el acaudalado prcer don Felipe Arvalo, y su distinguida esposa. Y firmaron como testigos numerosos y honorables amigos de los contrayentes. Con tan brillante ceremonia se ha escrito el ltimo captulo de una historia de amor que tuvo su iniciacin hace seis meses en San Sebastin, donde la juvenil pareja trab conocimiento en el hotelito veraniego de la novia, justamente la noche en que sta, recin salida de un internado de Toulouse, celebraba su puesta de largo y su feliz entrada en Sociedad. Esta noche, en el palacete de los Arvalo, en la calle de Lista, se festejar con una comida ntima el dicho acontecimiento. Felicitamos a todos los interesados, y deseamos una luna de miel eterna a los nuevos esposos. (De un semanario dedicado a la vida social.)

ACTO PRIMERO 38

Los ladrones somos gente honrada

Amplsimo vestbulo en la casa del padre de Herminia, en Madrid. Es una mezcla de vestbulo y de saln, trazado muy irregularmente; el lateral izquierda y el foro forman un ngulo con la batera; y el lateral derecha, un brusco recodo con el foro. El muro del lateral izquierda es bastante ms bajo que los otros muros que constituyen el recinto, pues por encima de l corre una galera por la que se baja a la escena merced a una escalera que, en su ltimo tramo, da frente al pblico. En el extremo de la galera, ya en el foro, se abre una puerta que conduce a habitaciones interiores, y a la que llamaremos foro izquierda superior. En el otro extremo, otra puerta igual, la izquierda superior. A lo largo de la galera, en el lateral izquierda, corre un ventanal con forillo de jardn. Debajo de la galera, el lateral izquierda forma una especie de chcena con una gran puerta que da al jardn, en el primer trmino del precitado lateral izquierda, y en el segundo trmino otro ventanal, tambin con forillo de jardn. Al lado de la gran puerta de la izquierda, pero en el foro, otra puertecita, cuya situacin y tamao corresponden exactamente con la del piso de arriba; para diferenciar ambas, a esta ltima la llamaremos puerta del foro izquierda inferior. La pared del foro, que, como queda dicho, forma ngulo recto con la de la izquierda, se abre en un amplsimo arco de medio punto que conduce a un saln, muy iluminado, y cuya perspectiva se pierde hacia la derecha. Este saln est a un nivel superior al nivel de la escena, y se llega a l gracias a dos largos peldaos que nacen junto al pie del arco de medio punto descrito. A este hueco, para mayor claridad, le denominaremos foro centro. Por lo que afecta al lateral derecha, est constituido por un pao que corre desde la batera hacia el foro con puerta en el primer trmino; al llegar al segundo, forma un ngulo recto para volver a doblar y concluir en la pared del foro, cerca del arco de medio punto. En ese segundo trmino as formado se abre una sptima y ltima puerta pequeita, por la que se va a las cocinas y dems dependencias de la casa. Respecto al moblaje, es el siguiente: en primer trmino derecha, en la rinconada que forma este lateral, un divn en ngulo, con una mesita delante, y a su lado un silln. Un gran divn en el saln del foro centro, y al lado, una mesita enana con un cacharro con flores y un piano de cola. Otro divn, en la izquierda, adosado al ventanal inferior y todo a lo largo de l. Al pie de la escalera, dando frente al pblico, dos silloncitos pequeos, y entremedias, una mesita enana con un telfono. En la pared del saln del foro, un gran cuadro encima del divn, y, a ambos lados, aparatos de luz. Luz indirecta en

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Enrique Jardiel Poncela la chcena de la izquierda, con conmutador, que juega varias veces, situado en la jamba de la puerta de la izquierda, detrs de la escalera. Sobre el divn de la derecha, otros dos cuadros. El que da frente al pblico necesita aclaraciones: es pequeo, de unos 40 x 60, y est colgado de forma que se bascula al tocarlo; cuando el cuadro se retira del todo, detrs de l se descubre una trampita de unos 30 x 30 centmetros, y al accionar su resorte en la misma pared, la trampita se descorre hacia la derecha, mostrando el motivo de todo aquel artificio, y que es, sencillamente, una pequea caja de caudales, redonda, de acero pulimentado, empotrada en el muro. En la pared de la derecha, segundo trmino, junto a la escalera de servicio, un telfono interior. Hay que advertir, respecto a la puerta de la izquierda, que siempre que se abre y mientras se mantiene abierta, suena un timbre, que no cesa hasta que la puerta se cierra de nuevo. Es de noche, cerca de las once. En febrero. Al levantarse el teln estn encendidas todas las luces, y el cuadro del foro derecha aparece torcido. La escena, desierta.

EMPIEZA LA ACCIN Unos instantes de pausa, y la luz de la chcena se apaga, aparentemente, sola. Nueva pequea pausa, y se oye en la escena la voz del To, aunque no se le ve por ninguna parte.VOZ DEL TO.Quieto!

Quieto! (Otra brevsima pausa, y por el foro aparece el Pelirrojo. Va de mayordomo. Vestido de toda gala y con un empaque fantstico. Avanza solemnemente en direccin a la escena, estirndose los guantes; baja los peldaos y se dirige al telfono interior del segundo derecha. Descuelga y habla, levantando una ceja con pedantera atroz.) PELIRROJO.Oiga! All! Cocina? Cuisine? Office? Aqu es Peter, el mayordomo. Os llamo para rogaros encarecidamente que subis al comedor, cuanto antes, el helado, porque los seores lo esperan desde hace tres minutos. (Pausa.) Yes. S. (Pausa.) Oui, oui: el helado, el glac, el ice cream. (Pausa.) Eso es. Trs bien. All right. (Pausa.) Od, boceras, no me hagis bajar ah, porque si bajo, os voy a partir la boca a todos! Y ya est aqu el helado como las balas!, eh? (Pausa.) Ah, bueno!... Bien. Parfaitement. Okay! (Cuelga. Fijndose de pronto en el cuadro torcido y arrugando el entrecejo.) Pero... otra vez? (Se acerca al cuadro.) Ya me est a m mosqueando esto del cuadro torcido... (Lo pone derecho y fija la vista, tambin con aire preocupado, en la chcena de la izquierda.) Y esa luz tambin me tiene ya negro. Quin demonios la apaga? No voy a tener ms remedio que echar un

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Los ladrones somos gente honrada vistazo ah fuera. (Saca del bolsillo una pistola, la monta, cerciorndose de que nadie le ve, y, despus de encender la chcena, se va por la izquierda, volviendo a cerrar la puerta, con lo cual, el timbre, que suena al estar abierta, deja de sonar. Queda la escena sola. Una breve pausa y vuelve a orse la voz del To, aunque sin vrsele por ningn lado.) VOZ DEL TO.Apaga otra vez esa maldita luz, que si no, van a acabar por vernos... (La luz de la chcena se apaga.) Y ahora que no hay nadie, aprovecha! Dame la bolsa de la herramienta! Y mucho tiento pa que, si vuelve del jardn ese granuja, no nos pille desprevenidos. (De debajo de la escalera de la izquierda sale el Castelar, el cual se dirige al ventanal y observa el exterior. Del mismo sitio que el Castelar surge el To, con una bolsa de herramientas en la mano.) CASTELAR.Cincontrar melandro los calataos... TO.Castelar, maldita sea, no te pongas nervioso, que aqu no hay piedrecitas pa echarse a la boca... CASTELAR.Es que me parece que hemos hecho una burrada, To. Hemos debido entrar cuando se hubieran ido todos los invitados y las gentes de la casa estuvieran durmiendo. TO.Y cmo habramos entrao entonces? Si no nos colamos aprovechando el descuidillo de esta tarde, no nos colamos. Pues no ests viendo que en cuanto se toca una ventana o una puerta suenan timbres? CASTELAR.Y estoy esperando que al tocar la caja de caudales suene un pasodoble. Esto ha sido cosa del Melanclico. TO.Como que no hay hueso ms duro que querer afanar en casa de uno del oficio; y peor an cuando el del oficio es un ladrn de altura que se casa con una rica...; y peor todava cuando est de mandams en la casa un ltimo mono de la profesin, como pasa aqu con el Pelirrojo, que, protegido de Daniel, de criado chivato ha pasao a mayordomo. Y a la servidumbre la trae de cabeza, pa que no pueda sacar los pies del plato. Y as se da el pote que se da. Has visto los cordones que lleva? Y te has fijao que ahora se llama Peter? CASTELAR.Calla, hombre, que cuando daba rdenes mezclaba el ingls, el francs y alguna que otra frase de Cabestreros; pa no rerme he tenido que pensar en la cadena perpetua. TO.Nos lo tienen que pagar! Lo que han hecho con nosotros nos lo tienen que pagar... Suspender el golpe de este verano, que era hincharse, Castelar, pa acabar el uno casndose con la nia de la casa, y el otro quedndose de mayordomo internacional: y t y yo navegando por el Pacfico... y por el Paseo de Ronda... Eso nos lo pagan! Porque el viejo guarda todo el dinero en casa, que hace falta estar borracho. Y la caja de caudales es una Dover de combinacin de tres cifras, que con el tanteador numrico la abro yo en un Jess. Y aliviando, Castelar... (Va al foro derecha.) CASTELAR.(Muy nervioso y queriendo hablar, sin conseguirlo, con sntomas de excitacin y alarma.) Tureponencio! Tureponencio de

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Enrique Jardiel Poncela delgis! TO.Qu dices? Pasa algo? CASTELAR. Tureponencia una argarosa! TO. Por tu madre, Castelar! Qu dices? Qu viene alguien? Dices que viene alguien? (Castelar afirma y ambos se esconden bajo la escalera. Por el foro centro surge Germana, vestida de noche. Viene riendo y mirando hacia atrs, pero en seguida deja de rer, mira con precaucin a su alrededor y corre hacia el foro derecha. Ladea el cuadro, descorre la trampilla apretando un resorte de la pared y da vueltas al botn de la caja, consultando un papel que se ha sacado del escote.) GERMANA.Dos... veintitrs... cincuenta y uno... (Intenta abrir la caja sin conseguirlo. Furiosa.) No se abre! Es falsa!! Tambin sta es falsa! Me ha engaado otra vez!! (Corriendo la trampita y colocando el cuadro.) Con cien vidas no paga lo que yo estoy pasando! (Va hacia el foro centro.) Ni con cien vidas! Ni con cien vidas!... (Se retoca la cara, hace un esfuerzo para adoptar un aire tranquilo y se va, foro centro.) TO.(Saliendo con Castelar.) Has visto? CASTELAR.Y sa quin es? TO.La duea de la casa. La madre. La suegra del Melanclico. CASTELAR.Y qu los se trae? TO.Cualquiera sabe! CASTELAR.Pues a m s me gustara saberlo, porque estos barullos caseros me entusiasman; me viene de familia, porque como mis padres no se conocieron hasta cinco aos despus de nacer yo... TO.Bueno, deja en paz a tus padres y vamos con la caja. Ya est comprobado que la combinacin es de tres cifras. Hay que dar con ella. Ponte ah y me zumbas la alarma al menor ruido. Si te pones nervioso y no puedes hablar claro, me silbas. (Va a la derecha, y cuando ha ladeado el cuadro y ha descorrido la trampita, Castelar da un respingo y silba. Ambos corren a meterse debajo de la escalera. El cuadro queda ladeado, como al principio del acto. Por el foro aparece Evelio, un mozo de comedor, con platos y bandejas con restos de comida. Va de muy mal humor.) EVELIO.Vaya una manera de comer! Despus de seis platos y de tres postres de no dejar nada, ahora del queso de Roquefort no sobra ms que el papel de estao, y del de Gruyre, los ojos. Mira pa qu me sirven a m los ojos! (Al hacer mutis por el segundo derecha, se tropieza con Antn, otro criado bastante bien parecido, que viene leyendo un papel.) ANTN.Cuidado! EVELIO.Ah va eso! ANTN.Para qu te sirven a ti los ojos? EVELIO.Pa na. Eso es lo que vena diciendo. (Se va segundo derecha.) ANTN.(Leyendo el papel.) Acaba de decirme la combinacin. Esta noche sin falta. Rompe esta nota en cuanto la hayas ledo, y tenlo

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Los ladrones somos gente honrada todo preparado y dispuesto. (Por la izquierda vuelve a entrar el Pelirrojo guardndose la pistola.) PELIRROJO.Pero otra vez han apagado aqu? (Enciende la chcena y llama al mozo.) Antn! ANTN.(Volvindose.) Mande usted, seor Peter. (Se guarda el papel.) PELIRROJO.Has apagado t esa luz? ANTN.No, seor. PELIRROJO.Ni antes tampoco? ANTN.Tampoco. PELIRROJO.(Viendo el cuadro torcido.) Eh!!! Y ese cuadro? No has tocado t ese cuadro hace un momento? ANTN.No, seor. PELIRROJO.(Mirndolo fijo.) A ver!... Mrame fijo. Ms fijo... (Lo mira muy fijamente.) Ese parpadeo es nervioso? ANTN.No, seor. Es de herencia. A mi hermana le da por guiar un ojo, y todas las palizas que le atiza su marido son por culpa de eso. PELIRROJO.Respiras muy seguido. ANTN.Es que cuando dejo de respirar me asfixio. PELIRROJO.(Dejando de mirarle, al parecer satisfecho.) Bueno. Esta vez parece que no mientes. All right. Anda con Dios. ANTN.S, seor. (Se va por el foro centro. El Pelirrojo va al cuadro del foro derecha, lo ladea del todo, hace funcionar la trampita, que al descorrerse descubre la caja, y la examina atentamente.) PELIRROJO.La caja est intacta. Pero aqu hay gato encerrado y tengo que avisrselo a Daniel ahora mismo. (Corre la trampita y pone el cuadro en su lugar. Por el segundo derecha surge Evelio, llevando un gran helado adornado con siete fresas.) Qu es eso? El helado? EVELIO.S, seor. PELIRROJO.Ya era hora. (Por el segundo derecha, Benito, otro criado, que lleva una enorme bandeja con servicio de caf para varias personas. Queda de pie aguardando el momento de hablarle al Pelirrojo.) Oye, Evelio. EVELIO.Mande ust. PELIRROJO.En cuanto entres en el comedor, te acercas al seor discretamente y le dices de mi parte que yo creo que va a llover. EVELIO.Que ust cree que va a llover? PELIRROJO.S. EVELIO.Pero al seor joven? PELIRROJO.Al seor joven. EVELIO.De manera que yo, al entrar en el comedor, me acerco al seor joven discretamente y le digo que ust cree que va a llover. PELIRROJO.Eso es. EVELIO.Y ust cree tambin que, en su noche de boda, al seor le va a importar mucho que llueva? PELIRROJO.T haces lo que te he dicho, y lo que tengas que opinar lo escribes en un papel y te lo comes.

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Enrique Jardiel PoncelaEVELIO.S,

seor. PELIRROJO.Pues andando. (Evelio inicia el mutis foro centro.) Ah! Un momento... (Con ademn de que se acerque.) Please... EVELIO.(Volviendo. Aparte.) Ser capaz de notarlo? PELIRROJO.A ver ese helado, s'il vous plat. EVELIO.(Aparte.) Lo nota. PELIRROJO.(Despus de examinar el helado.) Cmo has tenido la poca vergenza de meter aqu el dedo? EVELIO.Yo, seor Peter? PELIRROJO.T. Siete veces. EVELIO.(Aparte.) Lo ha notado. (Alto.) Pero, pa qu iba yo a meter el dedo en el helado? PELIRROJO.Pa chuprtelo. Pero como yo no me lo chupo, s que esas siete fresas aburridas, que hacen de adorno, las has puesto t para tapar los agujeros del dedo. Lo niegas? EVELIO.No, seor. Yo a ust ya no le niego na. PELIRROJO.Pues si vuelve a ocurrir, ya sabes por dnde se va a la calle... EVELIO.S, seor. PELIRROJO.Slo que t te iras bastante ms caliente que el helado. Comprendes? EVELIO.S, seor. PELIRROJO.(A Benito.) Y eso? BENITO.El caf, seor Peter. Que quera preguntarle a ust dnde se sirve. PELIRROJO.En el saloncito verde. Pero acrcame el servicio un momento... EVELIO.(A Benito. Aparte.) Vers... PELIRROJO.(Examinando la bandeja de Benito.) Medio terrn de azcar por taza? BENITO.Ya sabe ust, seor Peter, que el azcar est un poco escaso ahora... PELIRROJO. (Examinando un terrn.) Y porque est escaso hay que cortar los terrones con los dientes? (Despus de una pausa. Muy serio.) Vengan los otros medios terrones que te has echado al bolsillo. (Le saca terrones del bolsillo y se los guarda.) Y quedas advertido: si quieres pasar un rato amargo, no tienes ms que volver a coger azcar... All right y en marcha. BENITO.S, seor. (Se va con Evelio por el foro centro.) EVELIO.(A Benito.) Ves como tengo yo razn cuando digo que este to ha sido de la polica? (Se van. Se oye en la izquierda la voz del To.) VOZ DEL TO.Te has fijao? Se ha guardao el azcar! PELIRROJO.Eh? (Se vuelve rpidamente hacia la izquierda, donde ha sonado la voz, pero le despista la presencia de Eulalia. Es una doncella que aparece por la puerta del foro izquierda superior; tiene veinte o veintids aos y un aire muy sentimental. Viene

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Los ladrones somos gente honrada enjugndose los ojos con un pauelo.) Eulalia! Acabas t de decir algo? EULALIA.Cmo, seor Peter? PELIRROJO.Que si acabas t de decir algo. Que si has hablado sola hace un instante... EULALIA.Que si he hablao sola!! Seguro que he hablao sola!! (Echndose a llorar.) Ay, qu desgracia ms grande, que ya hablo sola!! (Bajando a la escena.) Otro motivo pa llorar! Hay das que no da una abasto. Y menos mal, seor Peter, que a m llorar me alimenta y me deja los nervios tan a gusto, que hay maanas que hasta que no lloro un rato no puedo ni limpiar el polvo; porque est bien visto que yo, cuando no tengo un motivo pa llorar, es porque tengo dos, y cuando no tengo dos, es porque tengo tres! (Se ha sentado en un silln de la izquierda.) PELIRROJO.Y hoy, cuntos has tenido? EULALIA.Hoy he tenido siete. Ayer no tuve ms que cuatro... PELIRROJO.Es que era martes... EULALIA.Pues el domingo tuve once... PELIRROJO.El domingo es siempre mejor da. EULALIA....y en el momento de acostarme no tena ningn motivo pa llorar, pero de acordarme de los once que haba tenido, se me saltaron las lgrimas y me result la docena. PELIRROJO.Vives como quieres, Eulalia. Y eso te ocurre desde hace mucho? EULALIA.De nia ya era algo llorica; pero luego me ha ido creciendo con los aos. Ahora que as, en gran escala, lo que se podra llamar el llanto navegable, se no me ha empezado hasta que vine a servir a esta casa. Porque una no quiere decir na, y, a fuerza de empapar pauelos y de escurrir pauelos, va tirando; pero en esta casa se ven cosas pa que la instalen a una grifos, seor Peter!... (Llora.) PELIRROJO.(Acercndose interesado.) Qu cosas son las que ves, Eulalia? EULALIA.No se las digo, porque si se las dijera se echara ust a llorar; y pa eso ya estoy yo aqu. PELIRROJO.Pero... cosas relativas a las personas de la familia? EULALIA.S, claro. Todas a las personas de la familia: el seor mayor y la madre, y hasta la seorita!, todos tienen su misterio y