Islam en áfrica oriental

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Introducción

El término swahili hace referencia a la lengua y a la cultura nacida de la mezcla de

componentes árabes y africanos que se desarrolló desde los primeros siglos de la época

cristiana en la costa oriental de África, su consolidación vino aparejada con la expansión del

Islam en el siglo VII de nuestra era (n. e.). La síntesis de tales elementos se desenvolvió desde

el cuerno de África, en los territorios de la actual Somalia, hasta llegar al sur del continente, en

lo que hoy es Mozambique.

El contacto se dio gracias a los intereses comerciales de los pueblos árabes y persas, de tal

suerte se fueron desarrollando en la zona costera, y sus islas, una vasta red comercial que fluyó

de manera escasa durante los primeros siglos, pero se incrementó partir del siglo VIII de n. e., e

inclusive llegó más allá de la península arábiga, desembarcando en los puertos de la India y de

China.

Gracias a la expansión del Islam, y los problemas surgidos en su seno, a partir de la octava

centuria fue que varias migraciones musulmanas, motivadas por fines comerciales o por

persecuciones religiosas, se empezaran a asentar en las islas y en los litorales del continente.

Sucesivas oleadas proporcionarían nuevos habitantes, los cuales comerciarían por toda la costa

africana, la península arábiga, la India y China, el intercambio de productos se fue

intensificando y se erigieron ciudades con una aristocracia musulmana, pero no pasaron más

allá de ser meros puntos de intercambio, los cuales nunca se adentraron hacia el interior.

“La cultura swahili puede definirse, a grandes rasgos, como una cuya actividad principal fue el

comercio, sus características son de origen persa-árabe elementos que son ajenos a la otra

cultura del este de África: la bantú”.1

“Los orígenes de la cultura Swahili [como tal] los podemos encontrar desde el siglo VIII n. e.,

surgida de la combinación de elementos árabes, indios, persas y bantúes, que mediante el

establecimiento de importantes ciudades-Estado, desarrolló una red comercial que la unió a

diversos pueblos ubicados en la cuenca del Índico y en el lejano oriente”.2 Estos Estados

marítimos-musulmanes como Mogadiscio, Kilwa, Malindi, Mombasa, Pemba y Zanzíbar eran,

frecuentemente, Estados corsarios y mercantiles al mismo tiempo.

1 Lyndon Harries, “The Arabs and Swahili Culture”, en African Historical Studies, Boston, vol. 34, núm. 3, 1964, [en línea] disponible en: http://www.jst or.org/stable/1158023, (fecha de consulta 15 de octubre de 2012), p. 224.2 José Arturo Saavedra Casco, “La literatura swahili como documento para la historia de África”, en Estudios de Asia y África, México, El Colegio de México/Centro de Estudios de Asia y África, vol. 31, núm. 2, 1996, p. 389.

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Los árabes comerciaban desde tiempo remotos con los pueblos de lengua bantú quienes se

extendieron desde el centro de África hasta la costa oriental, absorbiendo, fusionando o

conquistando a los pueblos que encontraban en su camino, este proceso no terminó con la

llegada de los árabes, persas, ni de los musulmanes, sino continuó avanzando hasta lograr

difuminarse por todo el centro-este de África, desde el Congo hasta lo que se conoció como

Rhodesia. Si observamos un mapa, nos percatamos la facilidad existente para que el comercio

floreciera, si contamos también que es una zona donde las corrientes marítimas favorecen la

idea y vuelta de embarcaciones rudimentarias.

Por su parte los árabes con la llegada del Islam, y su expansión, por todo el Antiguo Mundo, se

convirtieron en los hilos neurálgicos del comercio internacional, desde el Mediterráneo hasta

China se extendían sus poderosos lazos comerciales, conectaron, así, al planeta como nunca

se había visto, y África fue el punto central.

Entre los años 1100 y 1500, África fue un miembro privilegiado en las relaciones intercontinentales del Viejo Mundo. A través del mediterráneo, así como del océano Índico, un tráfico intenso, realizado casi siempre por mediación de los musulmanes, unía el continente con Europa y Asia (…) amplias corrientes de intercambios culturales han atravesado el continente en todos los sentidos (…) no han existido regiones aisladas, porque ni los bosques ni los desiertos han constituido una barrera infranqueable.3

El papel de los muslimes fue de vital importancia para la difusión de ideas, técnicas y productos,

dando por consecuencia que la llamada Edad Media acaeciera sólo en Europa Occidental, pues

“el mundo islámico desbordó ampliamente los marcos tradicionales de los imperios romanos,

parto o bizantino (…) la expansión musulmana parece vinculada tanto a las relaciones

mercantiles y el afán misionero como a la inmigración y a la conquista militar”.4

En ese marco de difusión de la religión islámica surge, si bien no la lengua swahili, que parece

ya haberse ido fraguando desde los primeros contactos entre árabes, persas y bantús en los

primeros siglos de nuestra era, sí la cultura como tal, siendo la lengua el factor que constituyó el

elemento de cohesión de las diferentes ciudades y culturas que comerciaban en el océano

Índico, en especial de las pequeñas ciudades-Estado situadas en el litoral oriental africano.

Esas ciudades de intercambio eran pequeños Estados bajo el gobierno de musulmanes locales.

Ello nos remite a una clase dirigente rica e islamizada que buscaba legitimar su poder

3 D. T. Niane, “Las relaciones entre las diferentes regiones: intercambios entre las regiones”, en Fermín Muñóz (trad.), Historia General de África IV: África entre los siglos XII y XVI, Madrid, Tecnos/UNESCO/Comité Científico Internacional para la Redacción de una Historia General de África, 1985, p. 635.4 Jacques Heers, Historia de la Edad Media, 3a. ed., Barcelona, Labor, 1984, p. 413.

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remitiéndose a un pasado, más mítico que real, que los vinculara con una dinastía, ya fuera

chiita o sunita. La prosperidad de los pueblos de lengua swahili se vio interrumpido por diversos

factores desde el cierre de las rutas comerciales, hasta las guerras internas por hacerse del

poder, y por último la llegada de los europeos, portugueses.

Los elementos africanos

Los geógrafos, cartógrafos y viajeros árabes como Yakut, Idrisi e Ibn Battuta nos hablan de un

territorio al que llamaban el país de los Zanÿ, es decir, «de los negros», estos pueblos, a los

cuales se refieren son pertenecientes a un tronco lingüístico en común: el bantú. Estas lenguas

“no constituían en sí una familia lingüística sino que formaban parte de una rama más extensa.

Y encontraba su zona de mayor concentración y homogeneidad en la frontera entre Camerún y

Nigeria; allí se ubicaría el punto de origen, y es el centro del movimiento conocido como la

expansión bantú, de donde partiría hacia el este y el sur irradiándose en diferentes

direcciones”.5 Además los grupos de lengua bantú están íntimamente relacionados con la

expansión y difusión de la agricultura y la metalurgia.

Se creía que la técnica de fundición, y utilización, del hierro por estos pueblos, les había sido

legado por los habitantes de la parte norte del continente, de los bereberes, o del oriente, de los

árabes, esto no es verdad pues existió un conocimiento autóctono del trabajo del hierro, lo cual

contribuyó a la creación de herramientas como las hachas, que les permitió ampliar “las

posibilidades agrícolas, al poderse explotar nuevas zonas de un modo más activo (…) [además]

la colonización humana de África (…) se activó, tanto más en cuanto que la posesión del hierro

implicó un mayor poderío militar y la posibilidad de conquistar nuevos espacios a costa de

grupos humanos técnicamente menos avanzados”.6

Los grupos bantú alcanzaron el territorio continental de Tanzania, parte de Kenia y Uganda,

esto ya para el siglo segundo de la nuestra era, entre estos pueblos existían escuetos

intercambios comerciales, los mismos que entre grupos persas y árabes con las comunidades

bantús situadas en el litoral oriental, “se supone que para este período ya existían

asentamientos dispersos de grupos bantú a lo largo de la costa, que no lograron construir una

unidad económica, sino simplemente una serie de pueblos-mercado, cada uno con su propio

jefe, con apenas un escaso intercambio al interior”.7

5 Óscar Rafael Jiménez González, “Lengua y poder en Tanzania: política lingüística y Estado”, en Estudios de Asia y África, México, El Colegio de México/Centro de Estudios de Asia y África, vol. 28, núm. 1,1993, p. 217.6 Joseph Ki-Zerbo, Historia del África negra, Madrid, Alianza universidad, 1980, p. 138.7 Óscar Rafael Jiménez González, op. cit., p. 223.

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Los primeros migrantes de Persia avecinados a África fueron asimilados pronto por la cultura

autóctona y ellos mismos no hicieron mucho por cambiar o influir de manera profunda en la

cultura africana, a lo más podría ser considerado el sistema calendárico solar persa, pero es

conocido que en la costa africana ya se utilizaba un calendario símil por ser pueblos agrícolas.

Así, podría señalarse que la influencia persa y árabe pre-islámica no fue tan profunda, como lo

sería al discurrir el tiempo.

Hacia el siglo VII hasta el XII siguen llegando a la costa oleadas de pobladores musulmanes, en

especial en el siglo X un grupo de chiitas perseguidos de la región de Shiraz (Irán), estos

“árabes musulmanes empiezan a instalarse definitivamente en estas regiones, aunque

guardándose en general de las tierras del interior por temor a las raids de los autóctonos,

prefiriendo sobre todo las islas, más fáciles de defender”.8

Los elementos árabes

Ya en los primeros milenios anteriores a nuestra era tribus árabes cruzaron el mar rojo por el

estrecho de Bab al-Mandeb y se establecían en las pendientes de los montes del Tigré. Unos

de sus clanes, los habashat, dio (por deformación) su nombre al país que durante largo tiempo

se llamará Abisinia, de igual manera los reinos árabes pre-islámicos del Yemen y del

Hadhramaut se hallaban en relación estrecha con la costa oriental de África que sin llegar

nunca a penetrar en el interior, intercambiaban tejidos, especias, esclavos9 y sobre todo marfil.

Por tal se puede afirmar que durante la expansión islámica, se inició una “penetración, mercantil

más que militar y política, pero de carácter absolutamente decisivo, de los blancos en los

antiguos reinos negros todavía mal conocidos, los musulmanes ya estaba en la zona en torno al

años 700”.10

De igual forma “antes de expansión del Islam, los países de Omán y Bahréin eran famosos por

sus pescadores de perlas, sus pilotos y sus piratas. Ya entonces los navíos árabes

frecuentaban los puertos de la India (…). Con la unificación política y religiosa de Arabia

realizada por el Islam, así como la prosperidad de las ciudades y puertos de Iraq dieron un

fuerte impulso a estas actividades marítimas de los pueblos de la Arabia meridional o del litoral

del Golfo Pérsico”. Lo que permitió la difusión del Islam siguiera “las huellas de los mercaderes

árabes que ya antes frecuentaban los puertos del país de los Zedjs [negros en persa] hasta

8 Joseph Ki-Zerbo, op. cit., p. 176.9 Íbid. pp. 129-134.10 Jacques Heers, op. cit., p. 377.

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Sofala (…) estableciéndose también en la costa oriental de África, en particular en la isla de

Sanjo y Kato al sur de Kilwa”.11

La existencia de intercambios afro-malayos se puede rastrear desde el siglo VIII e inclusive

antes, llevaron al continente negro armas y cuentas de cristal, recibiendo a cambio metales,

colmillos de marfil y aceite de palma. Los malayos (asiáticos) introdujeron el cultivo del arroz por

inundación, el cocotero, la cerbatana, la cría de ganado, y el tallado de madera, etc.,12 además

empezaron a poblar junto con los negros la isla de Madagascar.

Los vestigios arqueológicos hacen considerar la región como zona de refugio para los pueblos

del cuerno de África que huían bajo la presión de los árabes, no sin antes haber aprendido

determinadas técnicas.13 Tres elementos propulsaron el florecimiento de esas comunidades

bantú-árabe, la utilización del hierro; la densidad demográfica y la solidaridad; y como tercer

factor la demanda comercial.

Tanto en el norte como en el este, el interior del mundo negro no se ha visto alterado: se trata de factorías y establecimientos comerciales que constituye a veces (…) verdaderas colonias de poblamiento, que permiten la introducción de ideas, de técnicas, de productos nuevos (…) [pero] en la costa oriental (…) los árabes tomaban mujer en el país, formándose así una población mulata de nuevo cuño, que se autodenomina Shirazi y que habla una lengua que es fundamental y estructuralmente bantú, pero que se ha amestizado gracias a numerosos vocablos árabes: el swahili.14

Los árabes y persas llegados desde antes de la expansión islámica a la costa africana, pero la

cual fue mucho mayor durante ésta sufrieron un proceso de africanización, al adoptar elementos

culturales del continente en todos los ámbitos, en el religioso, en la dieta, etc. Los árabes

dispersos que emigraron a África del este entre los siglos IX y X perdieron su cultura tradicional

y falló al establecer otra, una árabe. Los llegados recibieron del continente africano más de lo

que pudieron aportaron, a excepción de la religión; los musulmanes no lograron mantener el

elemento más vinculante con su origen: la lengua.

Ya que si un elemento es característico de los pueblos islámicos, además de la unidad política

de Arabia que consiguió el Profeta Mahoma con el Islam, es la lengua, pues en “en la Edad

Media (…) [fue] factor de cohesión interna: la legua árabe, concebida y utilizada como

instrumento de comunicación entre las diversas naciones y etnias islamizadas, si bien en la

época que nos ocupa (s. XIV d. c.), este papel había sido muy mermado (…), pese a tal declive

11 Jacques Heers, op. cit., p. 420-433.12 Joseph Ki-Zerbo, op. cit., p.139.13 Íbid. p. 267.14 Íbid. p. 178.

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del Árabe como nexo cultural, el elemento estrictamente islámico seguía desempeñando una

función de unión y hermandad profunda entre musulmanes”.15

Estos pueblos musulmanes africanizados; o africanos islamizados, como se quiera ver, es que

A partir del siglo XII y hasta el siglo XVI se mantiene el apogeo de estos pequeños Estados que han venido multiplicando con el tiempo: las islas de Lamu, Pate y Mafia, junto con los asentamientos costeros de Panagani, Gedi y Kilwa, se incorporaron al próspero sistema económico creado por las primeras poblaciones. Todas compartes una cultura en común: la swahili, nombre derivado de la palabra árabe ‘sahel’ (costa) (…) [que se convirtió en una lengua con] perteneciente al tronco lingüístico bantú [y conformado también] con palabras árabes, hindis y persas (…) es [ante todo un] idioma de comerciantes y navegantes que debido a la enorme necesidad de comunicación que tienen tales actividades, posee una enorme sencillez, la que permitió desde sus inicios que otros pueblos africanos y de Asia lo aprendieran fácilmente.16

La cultura Swahili

Existen dos vertientes de estudio acerca del desarrollo de las comunidades swahili, una en que

los persas y los árabes tienen el papel preponderante y se le adjudica una fuerte influencia,

dando el crédito de haber impulsado a las ciudades, y quienes serían los verdaderos artífices de

su desenvolvimiento, otorgando un papel pasivo a las comunidades autóctonas las cuales

tendieron a degradarse paulatinamente. La otra visión es donde se da una participación activa y

dirigente a los africanos, lo cual es más valedero.

El comercio del oro, de conchas de tortuga, de esclavos, y sobre todo del marfil fue que los

grupos bantús de la costa empezaron a entrelazarse y tomar contacto cada vez mayor con otras

comunidades del océano Índico, lo cual dio origen a pequeños Estados, compuestos de una

sociedad jerarquizada donde las capas dirigentes estaban arabizadas e islamizadas.

Para el siglo VII se empiezan a consolidar estas poblaciones, nutridas con nuevos contingentes

de musulmanes, quienes al asentarse y formar parte de una nueva cultura contribuyeron a que

“los mercaderes de Arabia y de la India anclaran sus barcos a los largo de las costas que ahora

son de Somalia, Kenia y Tanzania para transportar oro, marfil, hierro, conchas de tortuga y

esclavos. Este comercio litoral del este también se había iniciado en tiempo muy antiguo”,17

intensificado a partir de aquél siglo.

15 Serafín Fanjul y Federico Arbós, “introducción, traducción y notas”, en Ibn Battuta (1304-1377), A través del Islam, Madrid, Alianza Universidad, 1987, p. 23.16 José Arturo Saavedra Casco, “África anterior a la colonización europea”, en Beltrán Toledo, Daniel (coord.), Asia y África en la historia, México, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa/División de ciencias sociales y humanidades, 1996, pp. 120-121.17 Basil, Davidson, Reinos africanos, México, Ediciones Culturales Internacionales, 2004, p. 87.

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“En las costas africanas, la expansión musulmana fue a remolque de las del tráfico marítimo y

de los mercados, así como de las migraciones de grupos y tribus expulsadas de Arabia o del

Irán por las persecuciones religiosas. La debilidad de estos grupos les impidió formar algún gran

imperio”.18 Pero gracias al mestizaje entre poblaciones africanas y asiáticas dio nacimiento, el

swahili (de sáhil, plural de sawahili, la "costa" en árabe). Que poco a poco fue consolidando a

las mismas ciudades sobre todo gracias a las primeras olas migratorias, fueron movimientos

relativamente informales, pero con el tiempo otras oleadas de musulmanes ayudaron a reforzar

a las poblaciones que ya estaba asentadas.

“Los Swahili no constituyen una comunidad homogénea, ni en el plano étnico ni en el social. En

el plano étnico: al fondo indígena constituido por una población de lengua bantú, viene añadirse

elementos que proceden tanto del interior del continente como de más allá de los mares:

árabes, persas e indios”.19 Riqueza ligada al comercio, igual a la pesca y a la agricultura. El

comercio era una de las principales actividades, igualmente la pesca lo que hace suponer que

estas comunidades tenían un conocimiento amplio sobre la navegación.

Lo cual fue la base para la creación de ciudades que pronto experimentaron un desarrollo

considerable, entre las más ricas de ellas, y que mantuvo cierta preponderancia fue Kilwa la

cual tenía como función principal de fungir como intermediaria, pues “controlaba el intercambió

de géneros entre el África interior y los barcos de carga de Arabia y de la India que navegaban

en aquella costa. Los mercaderes de Kilwa compraban para sí y para sus socios africanos,

telas, perlas, porcelanas y otros artículos de lujo; en cambio vendían oro, marfil, cobre y

hierro.”20

La islamización

En la isla de Pemba existió una población gobernada por una familia de origen musulmán, sin

embargo hablaba el lenguaje Zanj. Los gobernantes legitimaban su poder, aduciendo una

emigración de Kufa, el bastión de la comunidad chiita, y partieron de ahí desde la guerra civil

por la sucesión del naciente imperio. La cual se extendió hasta la lucha dinástica entre los

omeyas y abasí, es decir, su llegada a la isla podría situarse en torno al 750 de n. e. Esta es

una evidencia de una inmigración en fecha temprana. Por ejemplo el geógrafo “Yaqut,

mencionó, que Mogadishi de ser el lugar más importante de la costa, y en una pequeña carta 18 Jacques Heers, op. cit., p. 419.19 V. V. Matveiev, “Desarrollo de la sociedad swahili”, en Fermín Muñóz (trad.), Historia General de África…, op. cit., p. 475.20 Basil, Davidson, op. cit., p. 88.

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Ibn Said describe a la ciudad como un famoso lugar de que todos hubieran escuchado, y un

centro del Islam (...) además, nos dice, citando la fuente, que las dos ciudades en lo que es

evidentemente isla Pemba cada una tenía su propio sultán, uno que profesa ser un árabe de

Kufa”.21

Tenemos entonces que “los antiguos mitos swahilis, refieren su llegada a las ciudades del África

oriental de grupos más o menos numerosos de musulmanes en los siglos VII y VIII, y después

en los siglo IX y X, se sustituyen por relatos que describen la llegada procedente de arabia o de

Persia de los fundadores de las dinastía en el poder a las numerosos ciudades swahilis y

también la fundación de ciudades por los árabes y persas”.22

Este movimiento de personas a las que se refiere como Emozaydij, el historiador Joao de

Barros, por lo que evidentemente significa que los seguidores del chiita Zayd. Barros nos dice

que los herejes Zaydites se extendieron por toda la costa. También mencionó, que no se

encontraba ninguna ciudad célebre cuando los musulmanes llegaron, y se instalaron donde

podrían vivir con seguridad, pues si se situaban en sitios poco seguros corrían con la

probabilidad ser atacados los habitantes paganos. Subsecuentemente llegó un nuevo grupo de

árabes que eran de una especie diferente del Islam.23 Seguramente hace referencia grupos de

sunitas.

Así está fue una de las primeras emigraciones de gran alcance, la de los partidarios de Alí

originarios de las orillas del golfo Pérsico y dirigidos por jefes religiosos, que fundaron varios

centros comerciales, entre los cuales el de Mogadiscio eclipsaría a los restantes. Hacia el 910,

las tribus árabes de las islas Siete Hermanos obligaron a los nuevos habitantes a refugiarse en

el interior, y aproximadamente para el año mil las costas africanas se verían incrementadas en

población por la llegada de un príncipe persa de la región de Shiraz, llamado Alí, al que

acompañaron todos sus fieles.

Alí fundó Kilwa y muchas otras colonias, fortalezas, enclaves comerciales, conquistando

posteriormente las tierras e islas próximas.24 La aparición de la dinastía Shirazi en Kilwa y Mafia

es marcada por la aparición de monedas inscritas en estilo caligráfico cúfico, oriundo de Kufa, y

donde llevan inscrito el nombre ‘Ali b. al-Hassan’, y la construcción de mezquitas con piedra.25

21 H. Neville Chittick, “The east coast, Madagascar and the Indian Ocean”, en J. D. Fage and Roland Oliver, The Cambridge History of Africa, from c, 1050 to c. 1600, v. III, Gran Britain, Cambridge University Press, 1977, p. 196.22 V. V. Matveiev, “Desarrollo de la sociedad swahili”, en Fermín Muñóz (trad.), Historia General de África…, op. cit., p. 498.23 H. Neville Chittick, op. cit., p. 199.24 Jacques Heers, op. cit., pp. 420-421.25 H. Neville Chittick, op. cit., p. 202.

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La introducción del islam y su difusión en un clima de actividades comerciales intensas explican también los numerosos préstamos hechos a la lengua árabe, sobre todo, en las materias del comercio, religión y derecho (…) la lengua swahili tuvo que adoptar una escritura fundada en la grafía árabe (…) esa creación se remontaría a un período comprendido entre los siglos X y XIII.26

Aunque la mayoría de musulmanes africanos son considerados sunitas, estos no llegaron sino

en una oleada ya más tardía, pues los primeros grupos fueron de los chiitas. Sin embargo, tanto

en el Sudán como en el cuerno de África llegaron grupos de sufistas que servían a su vez como

colonizadores gracias a la especie de conventos, tariqas, que fungía como fuentes de

irradiación del Islam.

El Islam estaba limitado a la región costera, hacia el interior del continente sólo se utilizaba para

intercambiar con pueblos ‘paganos’. De hecho, gran parte de la influencia musulmana estaba

restringida a islas tales como Kilwa, Zanzíbar y las Comoras. Posiblemente el primer

asentamiento islámico en la región estuvo localizado en la isla de Kilwa que fue fundando en el

siglo X y se convirtió en un importante centro comercial para árabes y persas.

En Kenia, y a lo largo de la costa del este de África, aun cuando los árabes han tenido cierto

grado de influencia, su cultura no era tan dominante como en el norte del continente. En

general, la cultura árabe se mezcló con la cultura bantú local. Un buen ejemplo de ella es la

ciudad de Mombasa en Kenia. Los árabes la fundaron en el siglo XI d.C., con la finalidad de que

sirviera de enclave comercial.

En el siglo XII, una oleada más de musulmanes emigró de diversas partes del Golfo Pérsico y

se establecieron en Mogadiscio, quienes desarrollaron el comercio, que se elevó rápidamente a

una posición de preeminencia. En particular, se abrió el comercio con el país del oro, Sofala,

hasta entonces sólo puede haber sido en una escala menor.27

La lucha dinástica a finales del siglo XIII hizo que Kilwa y Mafia disputaran el control, así la

dinastía Shirazay fue sustituida por los la Mahdali, “el cambio en el equilibrio del poder

dependía del control de las rutas del oro (…) Los nuevos gobernantes eran de la familia

Mahadila, el nombre de un clan de sayyids que en la época en cuestión estaba viviendo en el

sur-oeste del Yemen.28 Esta dinastía residió igualmente en Kilwa, la cual empezó a recuperar su

viejo esplendor. La dinastía acuñó su propia moneda ligeramente diferente a la emitida por la

dinastía anterior.

26 V. V. Matveiev, op. cit., p. 489.27 H. Neville Chittick, op. cit., p. 200.28 Íbid. p. 205.

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Hacia el siglo XIV, Mombasa se había convertido en unos de los principales centros

comerciales, y punto importante entre África y el oriente, y de África hacia sí misma, “la gente

de allí tiene gran cantidad de camellos, que degüellan por cientos todos los días; tienen también

muchas ovejas y son poderosos comerciantes. En esta ciudad de Mogadiscio hacen los tejidos

que llevan su nombre y que son incomparables: exportan la mayor parte al país de Egipto”.29

Un aspecto en el que coinciden la mayoría de los historiadores es el de la vulnerabilidad de la ciudades-Estado swahili respecto a la riqueza económica y disponibilidad de recursos. Antes de Pate, Kilwa y Malindi habían tenido el mismo destino; y ciudades como Mombasa, Lamu y Zanzíbar habían pasado por serios altibajos a lo largo de cuatro siglos. Una ciudad que perdiera el control del comercio local no podía sostener durante mucho tiempo los costos de la sociedad urbana, acostumbrada a vivir en la abundancia. Aunque se siguiera manteniendo el control sobre las rutas de esclavos y marfil hacia el interior.30

Es difícil catalogar a la cultura swahili como homogénea ya que dentro de la misma sociedad

existen diferencias, esto debemos tenerlo en cuenta ya que han existido tiempos en que el

término swahili y musulmán han sido utilizados como sinónimos en el este de áfrica, inclusive el

tronco lingüístico bantú se refiere a eso, a lo lingüístico y no necesariamente a la homogeneidad

cultural. Ibn Battuta describió a estos pueblos swahili “como corpulentos y gordos en extremo”.31

Y nos menciona

Vivían en unas cabañas de paños y de tierra, cubiertas con hojas de palmera o con hierba. Grupos de cabañas constituían aldeas o pueblos. [Realizaban actividades como] la caza de leopardos y lobos, la explotación del mineral de hierro para la venta de metal, el arte de hacer inofensivas a las fieras salvajes hechizándolas (…) [utilizaban] perros pelirrojos para la caza de lobos y de leones, y un enorme tambos, semejante a un tonel, que produce un ruido ensordecedor, y al que dedican un culto.32

En cuanto a la religión de las ciudades costeras eran en un principio chiitas, al discurrir el

tiempo se adhirieron a la rama suní, y en especial a la escuela Shafiri, los pobladores de la

zona, son descritos por Ibn Battuta como devotos castos y virtuosos. Los sharifitas parece más

bien haber sido atraídos al lugar por la posibilidad de obtener dinero, más que por amor de

aprendizaje u otras causas.33

En Mombasa la gente no cultivaba la tierra, así que se surtían de los enceres para subsistir,

como los cereales, de swahili, es decir de los pueblos costeros; su dieta era a base de plátanos

y pescado y

29 Ibn Battuta op. cit., p. 345.30 José Arturo, Saavedra Casco, “La literatura swahili como documento para la historia de África”, en op. cit., p. 397.31 Ibn Battuta, op. cit., p. 436.32 V. V. Matveiev, op. cit., p. 477.33 H. Neville Chittick, op. cit., p. 211.

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Sus mezquitas son de madera y están acabadas con mucho esmero. (….) [Kilwa es] una importante ciudad ribereña habitada en su mayor parte por Zany de color muy negra, que tiene sajaduras [tatuajes] en la casa como las de los Limi (…) Kilwa es ciudad muy bella y bien construida; todos sus casas son de madera, con la techumbre de aldiza. Las lluvias son abundantes (…) esta gente hace la guerra santa, porque su tierra está junto a la de los zany infieles. Siguen la escuela chafeíta y son todo devotos y religiosos.34

En cuestión religiosa, aunque la penetración del Islam ocurrió durante el siglo VII y VIII, y se

difundió primero por las islas y luego por todo el litoral, para el siglo XIII ya era una religión bien

conocida y consolidada en esas tierras, pero “se trató de un Islam diferente del de los países

árabes (…) [pues lo que importaba al principio] era simplemente ser considerado como

musulmán, y esta religión coexistía con los cultos tradicionales”.35 Y muchos dirigentes bantúes

sólo portaban el título o decían convertirse aunque en la práctica siguieran con sus prácticas y

cultos autóctonos, como nos los describe Ibn Battuta, al referirse al jeque de Kilwa, que llevaba

“sobre la cabeza abiertos cuatro quitasoles de seda de color, rematados todos ellos por la

estatuilla de un pájaro”.36

La conversión voluntaria o forzosa al Islam, por parte de los africanos representó cambios de

conducta y la adopción de nuevas, como lo son el vestido, los nombres y los títulos nobiliarios,

la forma de herencia, el derecho, la ley, etc. Pero sobre todo “la toma de conciencia de vínculos

sociales nuevos (…) en la práctica, las prescripciones y las prohibiciones del Islam distaron

mucho de ser adoptadas completamente y que los hábitos y ritos vinculados a los cultos

tradicionales se perpetuaron”.37

Por ejemplo el del “sultán Abu al-Muzaffar Hasan acometía muchas algaradas en la tierra de los

Zany y del botín que cogía separaba el quinto para administrarlo según lo prescrito en el

Corán”.38 Esto nos puede reflejar en que se tomaron algunos elementos del sistema islámico,

tanto en el ámbito religioso como en el jurídico pero no todo en su conjunto, los primeros

conversos fueron seguramente los comerciantes y las clases dirigentes, y a la postre el pueblo.

La difusión del Islam propició el desarrollo del urbanismo, las construcciones de piedra. Así

zonas como Gedi, Zanzíbar y Kilwa fueron dotados de mezquitas con materiales

imperecederos.

34 Ibn Battuta, op. cit., pp. 348-935 V. V. Matveiev, op. cit., p. 488.36 Ibn Battuta, op. cit., p. 34637 V. V. Matveiev, p. 489.38 Ibn Battuta, op. cit., p. 349.

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Unas de gran envergadura. “Por su estructura, su estilo y las técnicas de construcción religiosa

y civil, con sus moldeados en piedra tallada y sus motivos decorativos, la arquitectura swahili se

ha conservado durante siglos, con peculiares y originales arreglos, que la distinguen de las de

Arabia, Persia y de los demás países musulmanes [también] aparecen elementos

arquitectónicos como las cúpulas esféricas o puntiagudas, arcos de medio punto, columnas de

piedra, bajorrelieves ornamentales”.39 Lo que no infiere a pensar la fuerte penetración y

aceptación plena de elementos musulmanes.

La estructura de los asentamientos más pequeños era a la usanza tradicional de las ciudades

musulmanas, construidas dentro de formas rectangulares donde se apiñaban una sucesión de

casas con pequeños callejones, las construcciones eran realizadas con una base de zarzo y

barro, probablemente con techo a dos aguas de o simplemente techadas con frondas de palma.

Los únicos edificios de piedra, en las ciudades, fueron las mezquitas, tal vez una o dos casas

de las clases privilegiadas, y un número, eso sí considerable, de tumbas40 las cuales eran

lujosamente ornamentadas, en las que se incrustaban porcelanas chinas o cuentas de vidrios.

Lo que ha hecho que perduren algunas construcciones, como en Kilwa, Malindi es que algunas

de las casas de piedra eran de un piso, excepto en las grandes ciudades, en las cuales había

incluso de hasta hay tres plantas, ellas se encuentran en Kilwa. La mampostería se estandarizó

para las construcciones, realizada sobre todo de piedra de coral, además se utilizó, para la

construcción de mezquitas, casas de los privilegiados y de los funcionarios, mortero y cal,

dando por resultado un material muy duro, gracias al cual algunos edificios, así como canales y

tuberías, han logrado pervivir hasta ahora, las paredes y pisos eran revestidos con una

combinación de cal y limo. La gran mezquita de Kilwa es, aunque más pequeñas que las

mezquitas más grandes de los países de origen árabe, un ejemplo del alto grado estilístico

alcanzado en la zona.

En general la arquitectura swahili es sui generis, su estilo es peculiar, desarrollada por las

comunidades de los litorales así como en las islas. Los elementos de las mezquitas tiene los

elementos generales: grandes patios, muchas columnas y un par de fuentes. Ciertos

ornamentos las hacían estéticamente agradables, diseñadas con sensibilidad, utilizando un

concepto ingenioso y sincrético, tomando la estructura en conjunto.

El retornó de Kilwa a la preponderancia que iba cediendo a Pemba y otras islas y ciudades del

interior se ve igualmente en la arquitectura, en esta época aparecen nuevos estilos, y se

39 V. V. Matveiev, op. cit., p. 491-2.40 H. Neville Chittick, op. cit., p. 212.

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empiezan a hacer más construcciones de piedra, “el nuevo estilo arquitectónico aparece incluso

con la introducción de bóvedas y cúpulas”,41 este tipo de edificaciones se encuentran raramente

fuera de la región de Kilwa, y Zimbabue, en el siglo XIV fueron adornadas a menudo con

cuentas de vidrio de la India y porcelana china y decorada con el estilo geométrico islámico en

sus superficies menores.

Había una diferencia social y antagonismo entre la ciudad y el campo. En las ciudades vivían

los comerciantes, en construcciones de piedra en algunos casos, funcionaban esas ciudades al

mismo tiempo como centros comerciales y como centros de irradiación del Islam. Por lo que se

sabe la ciudad de Manda fue la más próspera durante los siglos IX-XI, lo cual fue decayendo

durante los siguientes dos siglos para ser remplazada por Kilwa, y Mombasa. Pero siempre

existió un centro urbano como punto fuerte, lo que nos remite a la importancia del urbanismo en

el Islam. Entre las ciudades más importantes encontramos a Marka, Brava, Mogadiscio, Malindi,

Mombasa, Zanzíbar y Kilwa.

El comercio, elemento primordial para el surgimiento, desarrollo y florecimiento de las ciudades

swahili, se vio incrementado cuando la influencia musulmana creció con la expansión mameluca

de Saladino que conquistó la Arabia del suroeste, agregándose también la inclusión de

“elementos pertenecientes a sectas [islámicas] puestas fuera de la ley, como los ismaelitas (…);

por su lado los chiitas lograron imponerse en las mismas regiones como magos famosos”.42 La

mezcla de nuevos elementos empujó nuevamente a las ciudades swahili. Los jefes locales, la

vieja nobleza se concretaron matrimonios con los musulmanes ricos para reforzar su situación

mediante el islam ellos hacía crear mitos sobre sus orígenes y su procedencia, remontando su

pasado a viejos linajes árabes o persas.

El oro del sur de áfrica, Zambeze, desempeñó desde el siglo XI un papel fundamental en el

comercio africano, el cabotaje musulmán hasta Sofala existía desde esa época, y no fue

interrumpido más que a la llegada de los portugueses, el flujo que conducía a Adén, generaba a

la vez corrientes de exportación de productos del interior de África hacia los mundos musulmán,

indio y chino, y creaba astilleros de construcciones navales.43

El comercio se basaba sobre todo en el oro del sur, y en el marfil del norte.44 El hierro tenía una

importancia vital pues con él se comerciaba, valiendo dos de oro por tres de hierro. Sobre el río

Limpopo se han “encontrado numerosos restos de objetos con placas de oro de una pureza

41 Íbid. p. 205.42 Ki-Zerbo, op. cit., pp. 178-17943 D. T. Niane, op. cit., p. 654.44 Joseph Ki-Zerbo, op. cit., p. 177.

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notable, como por ejemplo estatuillas de rinoceronte, del mismo estilo que el de Zimbabue, se

encontraron también (…) cuentas de oro, objetos de cobre, trozos de porcelanas chinas”.45 Lo

que nos hace inducir a un comercio hacia el interior y que los pueblos costeros servían de

intermediarios.

Desde el período de los Song (960-1279) ya existían grandes flotas navieras que comerciaban

con la India, llegando incluso hasta Omán, pero fue bajo las dinastías mongolas de los Yuan y

de los Ming (1280-1644) que alcanzaron su apogeo y se produjo un intenso intercambio entre

China y Malindi (Kenia) a la cual llegaban tejidos, productos manufacturados, por ejemplo la

porcelana que ha sido encontrada en lugares muy adentro del continente.

Durante el siglo XIII y XV las ciudades de Mogadiscio y Kilwa eran los centros del comercio, y

desde donde se irradiaba el Islam hacia el interior, llegando incluso a la zona de los grandes

lagos, y al sur hasta lo que sería llamado Rhodesia. El oro con el que se comerciaba se extraía

de varios puntos al interior de África, pero sobre todo de Sofala, “el sultán Alassan Ibn Taluth

(1277-1294) de la segunda dinastía de Kilwa acuñaba monedas de cobre (…), mandó a edificar

una bella mezquita”.46

Para comienzos del siglo XIV Kilwa pasó de ser el gran centro económico y cultural para quedar

relegada a un segundo lugar, gracias a al poder que adquirió Pate (la isla verde), cuando

gobernaba el sultán Omar que “al anexionarse las islas de Lamu, Manda, Malindi y

Songomnara; las cuales sirvieron de base para el control del puerto de Kilwa”.47 Poco después

Kilwa vuelve a recuperar la importancia de antaño. Pero debido a las querellas palaciegas se

depuso al sultán, y los emires se hicieron del poder, quitando o poniendo al sultán a su antojo.

Después de una guerra dinástica entre ciudades Kilwa logró imponerse a las demás y es la

época de florecimiento de la cultura swahili. Anterior a ello las zonas y ciudades se encontraban

bajo el dominio de la dinastía Shirazis, y a mediados del siglo XIII, y para el siglo XIV se logró

imponer la dinastía Abú-al-Mawahin de la familia Malindi, y florecerían. Debido a esta

inestabilidad política, otra ciudad comienza a tomar importancia, Mombasa, quien mantendrá la

hegemonía de la zona hasta la llegada de los portugueses

Probablemente un concilio en Kilwa, en donde se acordó la forma de pasar el sultanato, que

había sido sucedido de manera hereditaria, pero ocurrió, como en otras partes, la usurpación,

pero no está claro cómo los gobernantes fueron seleccionados, pero por lo menos en un caso

45 Íbid. p. 269.46 Íbid. p. 275.47 Íbidem.

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es conocido que un sultán designó a su sucesor. El gobernante era asistido por una serie de

funcionarios, una corte y guardia personal. Éstos eran nombrados por el sultán, al parecer, las

familias que ya eran de por si parte de una ‘aristocracia’ bantú-árabe-persa. La familia real, al

menos en Mogadiscio, tenía a su servició una guardia de eunucos.48

La cuestión de la esclavitud no se sabe bien a bien cómo se llevaba a cabo, podría deberse a

las constantes revueltas de los pobladores autóctonos que cayendo prisioneros eran reducidos

a la esclavitud. Algunos autores mencionan que la trata podría haber sido de “por lo menos de

20 mil esclavos por año (dos millones por siglo). Se alimentaba sobre todo en los confines

meridionales de las grandes sabanas y en los mercados frecuentados por los jefes esclavistas

de los bosques”.49

Conclusiones

Tratamos de abordar lo fundamental que fue la constitución y desarrolló de la cultura swahili.

Vista en el conjunto del desenvolvimiento del mundo musulmán, siendo este último el

componente cohesionador del mundo durante la Edad Media occidental. Las falanges del Islam

alcanzaron un continente el cuál se consideraba sin historia, sin pasado, lleno de pueblos

condenados al olvido y sometidos al peso de occidente.

Visión errónea si consideramos a los pueblos de lengua bantú, siendo ellos sólo uno de los

varios que existieron y florecieron, si bien no gracias al Islam, sí fue un motor que los propulsó y

se conocen gracias a ellos. Quienes tras su misión conquistadora, “evangelizadora” conectaron

al Mundo Antiguo y más allá. La costa oriental no da muestra de la poderosa influencia que tuvo

la religión islámica, inclusive sirvió para cohesionar zonas alejadas de su principal punto de

irradiación.

Los musulmanes además de propalar rápidamente su fe y su cultura, ésta no fue estática, claro

ejemplo las ciudades-Estado swahili. Movimiento que se unió a las tradiciones locales para parir

una cultura diferente en cada región en que se instauró, bajo la égida del Islam se crearon

diferentes formas del mismo, demostrando la gran adaptabilidad de la religión islámica.

48 H. Neville Chittick, op. cit., p. 210.49 Jacques Heers, op. cit., p. 382.

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Fuentes consultadas

Primarias

Ibn Battuta (1304-1377), A través del Islam, Madrid, Alianza Universidad, 1987.

Secundarias

D. T. Niane, “Las relaciones entre las diferentes regiones: intercambios entre las regiones”, en Fermín Muñóz (trad.), Historia General de África IV: África entre los siglos XII y XVI, Madrid, Tecnos/UNESCO/Comité Científico Internacional para la Redacción de una Historia General de África, 1985.

Davidson, Basil, Reinos africanos, México, Ediciones Culturales Internacionales, 2004.

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H. Neville Chittick, “The east coast, Madagascar and the Indian Ocean”, en J. D. Fage and Roland Oliver, The Cambridge History of Africa, from c 1050 to c. 1600, v. III, Gran Britani, Cambridge University Press, 1977.

Harries, Lyndon, “The Arabs and Swahili Culture”, en African Historical Studies, Boston, vol. 34, No. 3 (Jul., 1964), pp.224-229, [en línea] disponible en: http://www.jst or.org/stable/1158023, (fecha de consulta 15 de octubre de 2012).

Heers, Jacques, Historia de la Edad Media, 3a. ed., Barcelona, Labor, 1984.

Jiménez González, Óscar Rafael, “Lengua y poder en Tanzania: política lingüística y Estado” en Estudios de Asia y África, México, El Colegio de México/Centro de Estudios de Asia y África, vol. 28, núm. 1, 1993.

Ki-Zerbo, Josep, Historia del África negra, Madrid, Alianza universidad, 1980.

V. V. Matveiev, “Desarrollo de la sociedad swahili”, en Fermín Muñóz (trad.), Historia General de África IV: África entre los siglos XII y XVI, Madrid, Tecnos/UNESCO/Comité Científico Internacional para la Redacción de una Historia General de África, 1985.

Saavedra Casco, José Arturo, “África anterior a la colonización europea”, en Beltrán Toledo, Daniel (coord.), Asia y áfrica en la historia, México, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa/División de ciencias sociales y humanidades, 1996.

Saavedra Casco, José Arturo, “La literatura swahili como documento para la historia de África”, en Estudios de Asia y África, México, El Colegio de México/Centro de Estudios de Asia y África, vol. 31, núm. 2, 1996.

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