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    DOSSIER

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    56. Religiosidad y

    justicia. El testamento

    Carmelo Luis Lpez

    62. La gran frustracin.

    Los herederos

    Mara Dolores Cabaas

    70. Un problema sin

    resolver. Tragedia morisca

    Soha Abboud-Haggar

    78. Letras, msica ymodales. La educacin

    Jos-Luis Martn

    85. La biblioteca.

    La joya ms valorada

    Nicasio Salvador Miguel

    ISABEL LA CATLICA

    Retrato de Isabel la

    Catlica, hacia 1500,

    atribuido a Juan de

    Flandes (Madrid,

    Palacio Real,

    Patrimonio Nacional).

    Hace 500 aos muri Isabel la Catlica. La mtica

    reina castellana y su esposo, Fernando de Aragn,

    marcaron el nacimiento de la Espaa moderna, con unas

    fronteras que han perdurado y una proyeccin internacional

    decisiva en los siglos siguientes. Sin embargo, una serie de tragedias

    frustr los planes de Isabel para la sucesin, mientras la conquista

    de Granada quedaba deslucida por el problema morisco. Cincoespecialistas analizan las luces y las sombras de su legado.

    El legado

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    Con la misma minuciosidad que aplic en su vida, Isabel la Catlica quisoponer orden tras su muerte. CARMELO LUIS LPEZ desgrana las disposiciones

    de su testamento, en el que decide sobre sus posesiones, organiza su entierroy apunta soluciones para los problemas que augura a sus sucesores

    EL TESTAMENTOReligiosidad y justicia

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    L os cuchillos que, segn el cu-ra de Los Palacios, traspasaronel alma de la reina Isabel fue-ron tres: la muerte de sus hijos,el prncipe don Juan (1497) e Isabel(1498), reina de Portugal, y la de su nie-to, el prncipe don Miguel, heredero delas Coronas de Portugal, Castilla y Ara-gn (1500). A partir de estos aconteci-mientos, la decadencia fsica de la rei-na fue patente.

    En 1501, enferm en Granada y nopudo acompaar y despedir a su hijamenor, Catalina, que embarcara en La-redo rumbo a Inglaterra, para casarsecon el Prncipe de Gales. Tampoco asis-ti en 1502, postrada por sus dolenciasen Madrid, al reconocimiento de los de-rechos sucesorios de su hija Juana y desu nieto, Carlos, por las Cortes de Ara-

    gn. Sus sufrimientos aumentaron alconstatar el desequilibrio mental de suhija y heredera Juana, sobre todo a par-tir de sus arrebatos de demencia en Al-cal de Henares y en Medina del Cam-po, en 1503, despus de que diera a luzal infante Fernando.

    Despus de la marcha de Juana a Flan-des, en marzo de 1504, pasaron los Re-yes la Semana Santa en Medina. Cayeronenfermos de tercianas y se hicieron ro-gativas por su salud en las iglesias y mo-nasterios de Castilla y Aragn. Don Fer-

    nando se recuper, pero la reina no. Pe-dro Mrtir de Anglera puso de mani-fiesto la hidropesa que sufra, consu-mida por la fiebre, sin tomar apenas ali-mento y slo bebiendo agua. Para lvarGmez de Castro, estaba enferma a cau-sa de una lcera que se produjo en laGuerra de Granada por montar en ex-ceso a caballo. Estas dolencias, adverti-das por sus contemporneos, pudieranser sntomas de una enfermedad car-daca, que sera la que caus su muer-

    te. El 12 de octubre, otorg su testa-mento, al que aadira el codicilo del da23, falleciendo en Medina del Campo el26 de noviembre.

    El testamento de Isabel la Catlica esuno de los documentos que mejor po-nen de relieve la eminente talla moral ypoltica de esta gran reina. En l estnpresentes el sentido religioso de su vi-da, los logros de su reinado, la correc-cin de actos contrarios al buen regi-miento, con la explicacin de por qulos haba consentido, la lnea de actua-cin poltica que deseaba para sus rei-nos y hasta la preocupacin por el pro-blema de la sucesin en la persona desu hija Juana. Si hubiera que resumirloen dos palabras, stas podran ser: re-ligiosidad y justicia.

    Las disposiciones testamentarias, pa-

    ra su mejor comprensin, se concretanen cuatro apartados: clusulas de otor-gamiento testamentario, legados ymandas piadosas, deseos respecto a suenterramiento y encomendaciones fa-miliares.

    Fe en RomaEn el primer grupo exposicin testa-mentaria se pone de manifiesto un pro-fundo sentido religioso, haciendo pro-fesin de fe en las enseanzas de la Igle-sia de Roma. Posteriormente, confa su

    alma en las manos de Cristo, agrade-ciendo los muchos favores, mercedes ybeneficios que ha recibido de la graciadivina e invoca a la Virgen y a los san-tos que considera sus abogados, a losque tiene especial devocin, para queintercedan ante Dios por ella.

    Deja constancia de la humildad de laReina, que dispone que sea amortajada,con el hbito franciscano, que sus exe-quias sean sencillas y que se depositesu cuerpo en una sepultura baja, sin es-cultura alguna, excepto una losa con sus

    letras esculpidas en ella, requiriendoque se emplee el exceso que se tuvie-ra previsto gastar en limosnas para los

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    CARMELO LUIS LPEZ es profesor titular deHistoria Medieval, UNED, y director de laInstitucin Gran Duque de Alba, vila.

    Fernando e Isabel en una miniaturadel Chronicarum narrationes, un

    manuscrito conservado en elMonasterio de El Escorial.

    El pintor Eduardo Rosales interpretcon grandilocuencia historicista,propia del XIX, los ltimos momentosde Isabel la Catlica (Madrid, Museo

    del Prado).

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    pobres y en comprar cera para alumbraral Santsimo Sacramento en las iglesias

    que menos recursos tuvieran.Elega como lugar de enterramiento elMonasterio de San Francisco, de La Al-hambra de Granada, ciudad de su pre-dileccin, ya que consider siempre suconquista como uno de los mayores lo-gros de su reinado. Su cuerpo deberaser trasladado all despus de su falleci-miento y, en el caso de que no pudierahacerse de inmediato, dispona que sedepositara provisionalmente en el Mo-

    nasterio de San Juan de los Reyes de To-ledo, o en el de San Antonio de Sego-

    via o, si no fuera posible en stos, en elmonasterio franciscano ms prximo.Debera de cumplirse esto as, salvo si sumarido estableciera en su testamento quequera ser enterrado en otro lugar, en cu-yo caso la Reina dispone que se trasla-dara su cuerpo al lugar donde l eligie-ra, esperando de la misericordia divinaque, igual que iban a estar juntos en elsuelo, estuvieran juntos en el cielo.

    Tiene un recuerdo para sus hijos

    muertos, disponiendo que se constru-ya un sepulcro de alabastro para su hi-jo, el prncipe don Juan, en el Monas-terio de Santo Toms de vila, y ordenaque se traslade el cuerpo de su hija pre-ferida, la reina de Portugal, doa Isabel,a La Alhambra de Granada para ser en-terrado junto a ella.

    Encarga a sus testamentarios el pagode todas las deudas que tuviese en elmomento de su fallecimiento, para loque les autoriza a vender todos sus bie-nes, excepto los ornamentos de su ca-pilla, que deja a la Catedral de Granada,las joyas que le haban entregado sus hi-jos, ordenando que se las devuelvan, olas joyas que deseara su marido comorecuerdo de ella. Si no eran suficientessus bienes para el pago, deberan sercanceladas con las rentas del Reino delprimer ao de su muerte o con las delReino de Granada.

    Finalmente, despus de pagadas todassus deudas, establece una serie de man-das piadosas: 20.000 misas por su almaen iglesias y monasterios observantes;vestir a 200 pobres; redimir a 200 cau-tivos; un milln de maravedes para ca-sar doncellas pobres, otro milln paralas que, siendo tales, quisiesen entrar enreligin y limosnas para la Catedral deToledo y el Monasterio de Nuestra Se-ora de Guadalupe.

    Disposiciones de gobiernoLas disposiciones polticas constituyenuna serie de importantsimas recomen-daciones muchas de ellas se corres-pondan con acuerdos adoptados en lasCortes de Toledo de 1480 para el buengobierno de la Corona de Castilla: queel nmero acrecentado de oficiales pa-ra algunos cargos se redujera al que es-

    tableca el uso y costumbre antiguos;que se cumplieran las disposiciones queprohiban entregar a extranjeros las al-caldas y tenencias de alczares, castillosy fortalezas y los oficios que llevaranunida jurisdiccin; y que no se propu-siera al Papa a extranjeros para ocuparlos arzobispados, obispados, abadas,beneficios eclesisticos y cargos en losmaestrazgos de las rdenes y en el prio-razgo de San Juan.

    Mostraba la Reina una especial preo-cupacin por la recuperacin de la ju-

    risdiccin y patrimonio reales, que ha-ba cedido como mercedes a la noble-za con motivo de las guerras de suce-

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    Los pesares de la Reina

    C rea vuestra alteza que es tan grandeel peligro para la salud de la reina,nuestra seora, llevar la vida que lleva con

    la seora princesa, que cada da tememos

    estas recadas, y quiera nuestro Seor que

    todo vaya mejor de lo que nos tememos.

    Y no le debe extraar esto a su alteza, pues

    el estado en que se encuentra la seora

    princesa es tal que no slo da mucha pe-

    na a los que la conocen y quieren, sino

    tambin a los desconocidos, porque duer-

    me mal, come poco, y a veces nada, estmuy triste y bien flaca. Algunas veces no

    quiere hablar, de manera que tanto en es-

    to como en algunas otras cosas se perci-

    be que est trastornada, su enfermedad es-

    t muy avanzada... de manera que, ade-

    ms de todo el trabajo y responsabilidad

    que habitualmente tiene la reina nuestra

    seora, esto recae a menudo sobre ella.

    Nos pareci que debamos dar cuenta de

    todo esto a vuestra seora para que sobre

    ello provea y nos aconseje... (Vicente Ro-

    drguez Palencia, Isabel la Catlica en la

    opinin de espaoles y extranjeros, I, Valla-dolid, 1970).

    En El milagro de la multiplicacin de los panes y los peces, de Juan de Flandes, la reina Isabel

    aparece representada a la izquerda, en actitud orante (hacia 1496-1504, Madrid, Palacio Real).

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    sin y de Granada. Por ello, establecaque se anularan las concesiones reali-zadas de alcabalas, tercias, pechos y de-rechos, as como que se recuperasen losmaravedes situados sobre las rentas re-ales por los prstamos para la guerra deGranada, evitando que pudieran con-vertirse en juro de heredad. Sera inte-resante encontrar la relacin, firmadapor la Reina, de aquellas mercedes deciudades, villas, lugares y fortalezas, querevoca porque se concedieron contra suvoluntad, y que anula en el testamen-to. Asimismo, suprime cualquier uso,costumbre y prescripcin por los que losgrandes caballeros pudieran impedir quelos vasallos apelaran de sus justicias an-te la reina y sus chancilleras.

    En este apartado se incluyen, tambin,dos disposiciones testamentarias que de-muestran hasta qu punto se preocupla reina por el cumplimiento de sus pro-mesas y juramentos: la primera, cuandoordena que se devuelvan a la ciudad deSegovia los lugares y vasallos que se ha-

    ban concedido a los marqueses de Mo-ya, entregando a stos otros lugares y va-sallos, de similar importancia y cuanta,en el Reino de Granada; asimismo, man-da que se averige si podan los reyes ha-cer merced a dichos marqueses de la vi-lla de Moya con sus trminos y jurisdic-cin, ya que haban jurado no dar ni ena-jenar la tierra y el trmino de Segovia, yms estando en cabo e frontera del rey-no, y si se les pudo hacer relajacin deljuramento; en caso de que pudieran ha-cerlo, se quedaran los marqueses con lavilla, y en caso contrario se les deba deconceder en el Reino de Granada otra vi-lla y tierra, lugares y vasallos, semejantesen valor al de la citada villa.

    La segunda disposicin, cuando revo-ca y anula cualquier confirmacin de lamerced de ciertos lugares y vasallos enla tierra de vila, realizada por Enri-que IV a don Garca lvarez de Toledo,duque de Alba, y que ella haba juradotornar y restituir a la ciudad de vila po-siblemente se refiriera al juramento que

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    EL TESTAMENTOISABEL LA CATLICA. EL LEGADO

    Un documentomuy estudiado

    Del testamento se conservan dos

    ejemplares originales: uno, en el

    Archivo General de Simancas y, el otro,

    en la Biblioteca Nacional. Son nume-

    rosos los editores que han publicado es-

    te importante documento: Antonio Ni-

    cols, en el Boletn de la Sociedad Cas-

    tellana de Excursionistas en el ao 1904;

    Gmez del Mercado, en el ao 1943;

    Vzquez de Parga, en 1969, publicado

    por la Direccin General de Archivos

    y Bibliotecas; Luis Surez Fernndez, en

    1992, publicado por el Ministerio de

    Cultura y la Comisin del V Centena-

    rio del Descubrimiento de Amrica; y,

    en 2001, el magnfico estudio de Vi-

    dal Gonzlez Snchez y su edicin fac-

    smil, publicados por el Instituto de

    Historia Eclesistica Isabel la Catli-

    ca del Arzobispado de Valladolid.

    Monasterio de San Juan

    de los Reyes, donde

    estuvo temporalmenteenterrada Isabel (ilustracin

    de Miguel Sobrino).

    Isabel pidi ser enterrada enSan Juan de los Reyes hasta elel traslado definitivo delcuerpo a la ciudad de Granada

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    hizo en 1468 de devolver loslugares y vasallos concedidospor Enrique IV, lugares de losque su hermano Alfonso haba or-denado en 1465 que se quitaranlas seales de jurisdiccin im-puestas por el conde de Alba;pero, para no perjudicar los de-rechos de los herederos, les con-cede en el Reino de Granada sa-tisfaccin y equivalencia de dichoslugares y vasallos.

    Ordena a sus sucesores que con-serven dentro de la Corona y patri-monio real el marquesado de Vi-llena y la ciudad de Gibraltar consu fortaleza, vasallos, jurisdiccin,tierra, trminos, rentas, pechos y de-rechos, porque el seoro de dichaciudad constituye uno de los ttulosde soberana de los reyes de Cas-tilla y de Len. Asimismo, incorpo-ra a la Corona de Castilla el Reinode las Islas Canarias y todas las tie-rras descubiertas y por descubrir enlas Indias Occidentales, ya que ha-ban comenzado a ser descubier-tas y conquistadas con la finan-ciacin de sus reinos y con el es-fuerzo de los naturales de ellos.

    Y, finalmente, hace una serie de re-comendaciones a sus hijos, los prncipesJuana y su marido Felipe: les pide queno cesen en la conquista de frica y enla lucha con los infieles; que favorezcana la Santa Inquisicin en la labor de per-seguir a la hertica pravedad; que guar-den los privilegios, franquezas y liber-tades de las iglesias, monasterios, pre-lados, rdenes, hidalgos y a las ciuda-des, villas y lugares del reino; que obe-dezcan a su padre don Fernando, ha-cindole el honor que se merece; que

    vivan en amor, unin y concordia, con-servando el patrimonio real, adminis-trando rectamente justicia a sus vasallos,recaudando con especial cuidado lasrentas reales, guardando las leyes, prag-mticas y ordenanzas hechas en su rei-nado y mandando consumir los oficiosacrecentados.

    La preocupante sucesinEstablece e instituye por heredera uni-versal de todos sus reinos y seoros asu hija Juana. Fija de forma minuciosa el

    orden y prioridad en la sucesin de losreinos, ajustndose a lo dispuesto en lasPartidas (Partida II, Ttulo XV, ley II)

    que establecen que heredaran el reinolos que vengan por lnea derecha, y que,si no hubiera hijo varn, heredara el rei-no la hija mayor; y, si falleciese el hijomayor antes de que heredase, si dejasehijo o hija, que lo heredara aqul oaqulla y no otro ninguno. Segn esto,en primer lugar, correspondera la su-cesin a Juana y a sus hijos: Carlos, Fer-nando, Leonor e Isabel an no hab-

    an nacido las infantas Mara, en 1505,y Catalina, en 1507; en segundo lugar,a su hija Mara, reina de Portugal, y a sushijos e hijas: el prncipe Juan de Portu-gal e Isabel, la futura emperatriz; y, entercer lugar, a su hija Catalina, Princesade Gales, y sus legtimos sucesores, yaque an no haba nacido Mara Tudor.Y, finalmente, una importante dispo-

    sicin testamentaria que haba consul-tado con algunos prelados y nobles quedemuestra el conocimiento que tena laReina del estado mental de su hija, que

    propiciara un posible manejo por sumarido, Felipe, en contra de los intere-ses del Reino. Establece la Reina que su

    marido, el rey don Fernando,rigiera, administrara y gober-

    nara sus reinos y seoros, has-ta que Carlos cumpliera los 20aos de edad, en una serie desupuestos.

    Otras mandasEn este apartado final, se hanreunido unas mandas hechas enfavor de personas muy especia-les para la reina: al rey don Fer-nando le concede, adems de losmaestrazgos de las rdenes Mi-litares que tena mientras viviera,diez millones de maravedesanuales, situados en las alcabalasde los maestrazgos de Santiago,Calatrava y Alcntara, as comola mitad de las rentas que pro-porcionaban las Islas y Tierra Fir-me del Mar Ocano que hastaentonces se hubieran descubier-to. Ordena que se entreguen a sunieto, el infante Fernando, has-ta que se acabare de criar, dosmillones de maravedes cadaao. Dispone que, si al mo-mento de su muerte no se hu-bieran finalizado de pagar las

    capitulaciones matrimoniales habidasentre su hija Mara y el rey de Portu-gal, as como las de su hija Catalina conel Prncipe de Gales, se cumpliera supago. Ordena que, cuando fallezca suhija Mara, los cuatro millones de ma-ravedes que tena situados sobre lasrentas de la ciudad de Sevilla, se con-sumieran y tornaran a la Corona Real.Pide al Rey y a sus hijos que honren yconcedan mercedes a sus criados, en es-pecial a los marqueses de Moya, al co-mendador don Gonzalo Chacn, a don

    Garca Laso de la Vega, comendadormayor de Len, a Antonio de Fonsecay a Juan de Velzquez.

    Finalmente, nombra como albaceastestamentarios al Rey, a fray FranciscoJimnez de Cisneros, arzobispo de To-ledo, a Antonio de Fonseca, su contadormayor, a Juan Velzquez, contador ma-yor de la princesa doa Juana, a frayDiego de Deza, obispo de Palencia, ya Juan Lpez de Lizrraga, su secreta-rio y contador; y disponiendo para me-jor custodia que su testamento fuera de-

    positado en el Monasterio de Nuestra Se-ora de Guadalupe, debindose hacerdos copias que se guardaran en el Mo-

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    Isabel la Catlica con sus tres hijas mayores

    Isabel, Juana y Mara, en una ilustracin delMarcuello. A sus pies, el autor de la obra.

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    nasterio de Santa Isabel de Granada, yen la Catedral de Toledo, donde podaser consultado por todos.

    El codicilo final

    El codicilo, otorgado el 23 de noviembre,tambin contiene disposiciones impor-tantes y significativas para conocer la per-sonalidad de la Reina. En primer lugar,Isabel se angustiaba al pensar que en lainstauracin que haba realizado de lamonarqua autoritaria, en el control delestamento eclesistico, en la reforma delclero y en la incorporacin de los maes-trazgos de las rdenes Militares, pudierahaber transgredido el principio de justi-cia que obligaba a todo buen gobernan-te. Por ello, dispona que se examinaranlos ttulos que tena el arzobispado deSantiago, que haba manifestado que vealesionados sus derechos por las continuasintromisiones que realizaban los alcaldesmayores del reino de Galicia, juzgandoen primera instancia, y que impedan alprelado que nombrara alguacil ejecutor.

    Respecto al obispado de Palencia, or-dena que se averige a quin corres-ponde nombrar corregidor y justicias enla ciudad, as como el cobro de deter-minados impuestos.

    Que se determinara si la fortaleza deRab perteneca a la jurisdiccin delobispado de Burgos o a la regia. Y, engeneral, dispona que se devolviera a losprelados e iglesias la jurisdiccin de to-das aquellas fortalezas para las que ella

    haba nombrado alcaides sin tener au-torizacin apostlica, nombramientosque haba realizado para conseguir lapacificacin de sus reinos en los prime-ros aos de su reinado.

    Respecto a las medidas sobre la re-forma de los monasterios, recomiendaa los reformadores que no excedieranlos poderes que se les haba concedi-do para evitar escndalos y daos. Ymanda que se examine detenidamen-te si lo recaudado por los conceptos decruzada, jubileo y subsidio para la con-quista del Reino de Granada se habaempleado para lo que haba sido con-

    cedido, as como si las rentas de lasrdenes Militares, de las que haba si-do nombrado maestre-administrador elRey, se empleaban en lo que estable-can los estatutos.

    En segundo lugar, hay tres disposi-ciones en las que la Reina se cuestionala legalidad de determinados impuestosalcabalas, servicios, montazgos y diez-mos de la mar sobre los que ordenaque se realice una investigacin para co-nocer el origen y licitud de los mismos.En el caso de que fueran ajustados a de-recho, se deberan moderar, pero, si nolo fueran, ordena que cese inmediata-mente su recaudacin y que se reunie-ra a las cortes para que se determinarasu sustitucin por otros tributos justos.Y, por ltimo, debe destacarse en es-

    ta sntesis la disposicin relacionada conlas Islas y Tierra Firme de las Indias Oc-cidentales, en la que establece que su

    principal intencin fue la conversin desus habitantes a la fe catlica, ensear-les buenas costumbres y dispensarles untrato idntico al de sus restantes sbdi-tos, ordenando a sus herederos que aslo hicieran y cumplieran con las si-guientes palabras: e que ste sea suprinipal fin, e que en ello pongan mu-cha diligenia e non consientan nin denlugar que los yndios, vezinos y mora-dores de las dichas Yndias e Tierra Fir-me, ganadas e por ganar, reiban agra-vio alguno en sus personas ni bienes,

    mas manden que sean bien e justamen-te tratados; e, si algund agravio han ree-bido, lo remedien e provean.

    61

    EL TESTAMENTOISABEL LA CATLICA. EL LEGADO

    Misal de los Reyes Catlicos, obra de Francisco Flores (Granada, Capilla Real). La Reina

    dispuso en su testamento que se hicieran 20.000 misas por su alma y se vistiera a 200 pobres.

    Luto en Valladolid

    E l sbado siguiente, da de San Andrs,a treinta del mes de noviembre de milquinientos cuatro, los dichos seores Pre-

    sidente, oidores y otros oficiales de la men-cionada audiencia, junto con los regidores

    y caballeros de esa villa salieron de la ca-

    sa de la audiencia y fueron a Santa Mara

    la Mayor, donde se haba alzado el cadal-

    so y puestas las hachas (de cera) y atavia-

    do como ya se ha dicho. Y el dicho seor

    Obispo dijo la Misa Mayor pontifical con

    sus ornamentos y vestiduras de negro, y

    all llegaron las ordenes de la villa, todas

    con sus velas en las manos, y dijeron mi-

    sa cada una en su capilla. Y acabada la mi-

    sa, cada orden subi encima del estrado y

    dijeron su responso. Y ese da predic FrayJuan de Ampudia, fraile profeso de la or-

    den de San Francisco de esa villa, el tema

    fue: Elisabet cunpleti sunt dies segn est es-

    crito en el captulo veintinueve del Evan-

    gelio de San Mateo. En este sermn hablmuy altamente tanto del tiempo pasado,

    como del presente y del porvenir, todo ello

    aplicado a las obras y vida de la gloriosa

    reina de Espaa...

    Acabadas de decir todas estas misas y la

    misa mayor, todos los mencionados seo-

    res, en el orden que ya se ha dicho se vol-

    vieron a la casa real, donde su seora man-

    do que todos los presentes y ausentes fue-

    sen a las tres del medioda, sin luto, a alzar

    los pendones por la reina Juana, nuestra se-

    ora (A. de la Plaza Bores, Exequias por Isa-

    bel la Catlica y proclamacin de Juana la Lo-ca en Valladolid, 1970).

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    Cuando la reina Isabel muereen 1504, el problema de lasucesin, que se haba inicia-do con la temprana muerte

    del prncipe heredero Juan en 1497, se-gua sin resolverse y fue causa de ines-tabilidad hasta que su nieto Carlos de

    Gante, el hijo de la reina Juana, llega Espaa en 1517.

    Durante este intenso perodo, en elque la gobernacin se hace muy difcily en el que se van alternando las re-gencias de Fernando el Catlico y delcardenal Cisneros con el reinado de Jua-na y Felipe I el Hermoso, pareca quetodos los esfuerzos de los Reyes Cat-

    licos tendentes al fortalecimiento de laautoridad real y la construccin de unEstado centralizado se iban a derrumbar.La nobleza, que desde 1480 haba vistolimitada su accin poltica, ve de nue-vo la oportunidad de intervenir en los

    asuntos pblicos y de incrementar sufortuna y su poder.Los dos perodos crticos del inicio y

    del final del reinado de Isabel tienen

    muchas analogas, ya que algunas de lasdisposiciones y decisiones que se adop-taron en el primero estn en la base delos problemas que se plantearon des-pus en el segundo.

    El acceso al trono de Isabel se haba

    producido tras una grave crisis que de-semboc en guerra civil cuando, tras la

    muerte del rey Enrique IV, se enfrentaronsus partidarios, encabezados por su ma-rido Fernando de Aragn, y los que de-

    fendan los derechos sucesorios de su so-brina, conocida como Juana la Beltrane-ja, apoyada por Alfonso V de Portugal.Aquellos hechos marcaron fuertemen-

    te a la joven Reina, quien procur hastalos ltimos das de su vida asegurar la su-cesin para que no se repitieran las ten-siones y mantener la paz de sus reinosy la continuidad de su poltica. Tras sutriunfo, el esfuerzo de la accin del go-

    bierno de Isabel y Fernando se centr,entre otros asuntos, en el fortalecimien-to del poder real, el mantenimiento de lapaz, el engrandecimiento de sus reinos yla defensa de la legitimidad monrqui-ca. Y para que sus logros perduraran, era

    fundamental asegurar la sucesin. Nun-

    ca olvid la Reina que su camino haciael trono castellano haba sido largo y pe-noso y procur poner las bases para que

    hechos similares no volvieran a repetir-se. Hay que tener presente, por tanto, to-das estas circunstancias para entender lasdecisiones de Isabel en relacin con la

    sucesin y su sufrimiento al ver que to-dos sus planes se desbarataban.

    Consideraba la Reina que una ampliadescendencia le permitira realizar unapoltica matrimonial que consolidase suposicin internacional, cuyo principal ob-jetivo era contener a Francia y contar conun heredero idneo que concentrase to-dos los reinos. Sin perder de vista estos

    objetivos, Isabel planific cuidadosa-mente el matrimonio de sus cinco hijos.

    Para conseguir la alianza con Portu-gal, se utiliz el matrimonio de las prin-cesas Isabel y Mara con el heredero por-tugus; para asegurar la alianza con Bor-goa y la casa de Austria, el doble ma-trimonio de Juan y Juana con Margaritay Felipe, respectivamente; en el caso de

    Inglaterra, por medio de la unin de Ca-talina primero con el prncipe Arturo y,tras la muerte de ste, con Enrique VIII.

    Los designios de la muerteNada haca presagiar que la Reina no

    fuese a tener una sucesin tranquila. Pe-ro la muerte irrumpi en su casa de for-ma violenta entre 1497 y 1500 y desba-rat sistemticamente todos sus proyec-tos en relacin con la sucesin.

    El 4 de octubre de 1497, muri en Sa-lamanca don Juan, el nico hijo varn de

    los Reyes. Haba sido jurado prncipe he-redero de Castilla y Aragn en 1480 y1481, respectivamente, y, unos meses

    62

    M DOLORES CABAAS GONZLEZes catedrtica de Historia Medieval,

    Universidad de Alcal de Henares.

    La poltica de alianzas matrimoniales para asegurar la sucesin de los

    territorios unidos por los Reyes Catlicos se desmoron tras la muerte de

    sus hijos Juan e Isabel y de su nieto Miguel. La locura de Juana fue el ltimo

    golpe. Mara Dolores Cabaas recuerda la amargura de la soberana

    La gran frustracin de la Reina

    LOS HEREDEROS

    Los Reyes Catlicos, en una capitular de unmanuscrito del siglo XV (Valladolid, Biblioteca

    del Palacio de Santa Cruz).

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    ISABEL LA CATLICA. EL LEGADO

    63

    Felipe el Hermoso y Juana, prncipes herederos de Castilla y Aragn, tras la muerte del primgenito Juan y del nieto de los Reyes, Miguel.

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    antes, haba contrado matrimonio conMargarita de Austria en una gran cere-monia celebrada en la Catedral de Bur-gos. Cuando el prncipe, que nunca ha-ba gozado de buena salud, enferm gra-vemente, los reyes estaban camino de

    Portugal para entregar en matrimonio alrey Manuel a su hija la infanta Isabel.

    Ante la alarmante noticia de la dolen-cia de don Juan, Fernando tuvo el tiem-po justo para llegar a ver morir a su hi-jo, y a su angustia por esta prdida, sesum la de tener que comunicar la ma-la nueva a su mujer: El Rey tena horror

    en el nimo que no permita revelar tandolorosa nueva a la Reina. Caan las l-

    grimas por la cara que mostraban laafliccin paterna.

    Las mltiples manifestaciones de do-lor por la prdida de aquel a quien Pe-dro Mrtir de Anglera calific de es-peranza de Espaa entera fueron la ca-ra opuesta de los festejos celebrados conmotivo de su nacimiento. Conocemos larelacin de honras fnebres, el luto quevisti la corte durante cuarenta das, losfunerales en Salamanca, en cuya cate-dral se instal un tmulo con el fretro,y el traslado del cuerpo a vila, para serenterrado en el convento dominico deSanto Toms, donde descansa bajo elsarcfago de mrmol que sus padresmandaron esculpir al florentino Dome-nico Fancelli.

    Dios se lo llevLa Reina acept la desgracia con resig-nacin: El Dios mo y Seor mo nos lle-v el fruto que por su piedad nos habadado: de sufrir es con nimo bueno, h-gase su voluntad. La muerte del prnci-pe desvaneci la ilusin de los Trastmarade conseguir la unidad de Espaa y lacontinuidad de la dinasta, que slo unhijo varn poda asegurar, pues la pri-mognita llamada tambin Isabel y a

    punto de casarse con el heredero del tro-no portugus, no podra heredar la Co-rona de Aragn, cuyas leyes sucesoriasimpedan que recayera en una mujer.

    Isabel centr entonces su esperanzaen la viuda del prncipe Juan, que es-taba embarazada y a la que se enforzen consolarla y darle placer como si na-da perdiera, y de su preez est bue-na, bendito Dios, y esperamos de su mi-sericordia que el fruto que de ella saldrser reparo y consolacin de nuestro tra-bajo. Pero la muerte de su marido ha-

    ba afectado tanto a Margarita que per-di al hijo que esperaba.Se complicaba la sucesin al trono. De

    acuerdo con el derecho castellano, a fal-ta de varn o de descendencia del mis-mo, la Corona pasaba a la primognitaIsabel, que, por otra parte, era la favo-rita de su madre por la similitud de susgustos, y que, adems, era reina de Por-tugal, por haber casado en segundasnupcias, inmediatamente despus de lamuerte de su hermano, con el rey Ma-nuel. Slo haba que esperar que tuvie-

    ran un hijo, que unira bajo su cetro Cas-tilla, Aragn y Portugal.Pero no cesaban los problemas. En

    64

    Capitulaciones matrimoniales del prncipe Juan con la archiduquesa Margarita de Austria. Juan

    muri poco despus y Margarita perdi al hijo que esperaban (Madrid, Fundacin Casa de Alba).

    Proclamacin de Juana

    E l martes siguiente, tres de diciembrela trajeron cuando la llevaban cami-no de Granada para enterrarla. El Cabil-do sali para recibirla y, debido a que ha-ba muchos lodos, el Cabildo fue a reu-nirse al Monasterio de San Juan de los Re-yes, y de all sali con la Cruz y las rde-

    nes de la ciudad y las de fuera, que son lasde San Bernardo y la Sisla. Los frailes deSan Juan de los Reyes salieron con la Cruz,y fueron delante hasta el centro de la Ve-ga, y all la recibieron, y el clero y el Ca-bildo, junto con todas las rdenes,espe-raron junto a la Puerta del Cambrn, don-de estaba puesta una tumba, y all el ca-bildo rez un responso. A continuacinCaballeros y Regidores tomaron la tum-ba en hombros y la llevaron a San Juan delos Reyes, donde la pusieron en un cadal-so que estaba en el coro sobre cinco gra-

    das y donde el Cabildo ofici la Vigilia.Al amarecer del da siguiente el Cabildo

    celebr Misa de Requiem, y despus se lallevaron a Granada.

    Despus ese sbado a las Vsperas izaronpendones por la Reina doa Juana, hija deaquella Reina, de la siguiente manera: ElCorregidor y Ayuntamiento juntos envia-ron una peticin al Cabildo para que sa-

    liese, y salieron con capas de brocado y concruces de la Iglesia y parroquias a la Puer-ta del Perdn. Sali a su vez Don Pedrode Castilla, Corregidor, con una ropa reza-gante forrada de martas, caballero a la bri-da en un caballo armado y el Pendn enla mano con las armas de Castilla y Len,y as fue hasta las Cruces, y de all entrel Cabildo con l hasta el Altar Mayor, yall se hizo la parada, y Don Pedro y los Ca-balleros y el Ayuntamiento se fueron parael Alczar, y se qued el Cabildo, y puso elpendn sobre la Torre del Atambor, y allestuvo hasta que se rompi.

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    este momento se manifest la ambicinde Felipe de Borgoa y de Austria, es-poso de la infanta Juana, que empez atitularse prncipe de Asturias, ttulo des-tinado a los herederos de la Corona, lo

    que provoc el disgusto y la preocupa-cin de los reyes, que solicitaron la pre-sencia urgente de su hija y de su mari-do en la corte para formalizar la sucesin.

    El 29 de abril de 1498 la ciudad de To-ledo recibi con jbilo a los reyes dePortugal y, acompaados por una grancomitiva de notables encabezados porFernando e Isabel, las Cortes les pres-

    taron juramento en la catedral comoprncipes herederos de Castilla: Fue elcabildo a recibir a los reyes de Portu-gal Don Manuel y Doa Isabel (...) to-caron como cincuenta trompetas, saca-buches y chirimas, y quince pares deatabales, y as vinieron a la Iglesia, en laque se les hizo un recibimiento comoa los Reyes de Castilla (...) y despus vi-nieron los Caballeros del Reino, y jura-

    ron a los Reyes de Portugal por Prnci-pes de Castilla (...) y asimismo vinieronlos Procuradores de las ciudades

    Desde all estaba previsto que se di-rigiesen a Aragn para ser jurados porlas Cortes de este reino que haban sidoconvocadas en Zaragoza el 25 de mayo.

    Pero las cosas no fueron tan sencillas.Ya haba habido que garantizar a los

    sbditos portugueses, que vean con re-celo su unin con Castilla, un estatutojurdico especial para asegurar que el go-bierno de Portugal lo desempeasen

    siempre naturales de ese reino. Toca-ba, tambin, solucionar la herencia enAragn, las Cortes de Zaragoza se resis-tan a reconocer como heredera a Isa-bel. La situacin se desbloque al acep-tar Isabel y Fernando el acuerdo de que,

    si la princesa tena un hijo, ste sera elRey, pero si tena una hija la Corona deAragn recaera en sus padres, es de-cir, en don Manuel y doa Isabel.

    La esperanza de MiguelEl 24 de agosto de 1498, cuando la prin-cesa estaba todava en Zaragoza, dio aluz un nio, Miguel, pero ella muri co-mo consecuencia del parto ese mismoda. Las Cortes de Zaragoza, que toda-va seguan reunidas, juraron inmedia-tamente a Miguel, con la salvedad de

    que si Fernando el Catlico tena otrohijo varn, ste sera el heredero y nosu nieto, y las castellanas le juraron co-

    mo prncipe de Asturias en enero de1499. El rey de Portugal accedi a que

    su hijo se educase con sus abuelos ma-ternos e Isabel volc sus cuidados en es-te nio, sobre el que recaeran todos losreinos de Espaa y las tierras que se aca-baban de descubrir. Pero Miguel muriantes de cumplir dos aos, cuando es-taba en Granada con su abuela.

    El cronista Bernldez relata: El prime-ro cuchillo de dolor que traspas el ni-ma de la reina doa Isabel fue la muer-

    te del prncipe. El segundo fue la muer-te de doa Isabel, su primera hija, reinade Portugal. El tercero cuchillo de dolor

    fue la muerte de don Miguel, su nieto,que ya con l se consolaban. E desde es-tos tiempos vivi sin plazer la dicha rei-

    na doa Isabel, muy nescesaria en Cas-tilla, e se acort su vida e su salut.

    Entonces, los derechos dinsticos re-cayeron sobre Juana, la tercera hija delos Reyes, casada con Felipe, archidu-que de Austria y conde de Flandes, quese convertira en rey consorte de Casti-lla cuando Juana ascendiese al trono.

    Las relaciones de Isabel y Fernandocon la Casa de Austria atravesaban lospeores momentos. Durante la etapa de latruncada sucesin portuguesa haban te-nido serios enfrentamientos con su yer-no, que se consideraba con derechos so-bre la herencia castellana, a lo que se

    una la predileccin de Felipe por Fran-cia. Por otra parte, empezaron a llegar aCastilla noticias sobre la extraa conducta

    65

    LOS HEREDEROSISABEL LA CATLICA. EL LEGADO

    El rey Manuel I de Portugal se cas primero con Isabel y, tras la muerte de sta, con su

    hermana Mara, con la que aparece al pie de Cristo (Oporto, Iglesia de la Misericordia).

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    de Juana y el mal comportamiento de sumarido hacia ella, lo que llev a los Re-yes a enviar, en 1498, una misin diplo-mtica, en la que particip el superior deSanta Cruz fray Toms de Matienzo, pa-

    ra investigar la situacin. Efectivamente,Juana viva aislada en un ambiente hos-til, sin dinero, descuidaba a menudo susobligaciones religiosas y sufra agudas cri-sis nerviosas, provocadas por los celosy los enfrentamientos con su marido.

    Los Reyes Catlicos mandaron avisara Juana al mismo tiempo que aceleraronlas negociaciones para casar a sus hijas

    Catalina y Mara con Arturo de Gales yManuel, el viudo rey de Portugal, res-

    pectivamente, con la intencin de queestos matrimonios neutralizaran la fran-cofilia de Felipe. Queran que los ar-chiduques flamencos se trasladasen ur-gentemente a Espaa para ser juradosen Cortes y, por otra parte, educar enla tradicin de este pas a los dos hi-jos que entonces tena el joven matri-

    monio: Leonor (1498) y Carlos (1500),que era el heredero universal.Isabel y Fernando tuvieron que espe-

    rar dos aos hasta conseguir que se tras-ladaran a Castilla, a causa del embarazoy nacimiento de la tercera hija de Juana,

    a quien llamaron Isabel; a los conflic-tos cada vez ms violentos entre sta ysu marido, que lleg a negarle el poderde representarla en las negociacionesentre Francia y Espaa, con la excusa deque antes tena que consultar a sus pa-

    dres; o a las condiciones exigidas por

    Felipe, como el compromiso matrimo-nial de Carlos, de pocos meses, con Clau-dia, la hija de Luis XII de Francia, que ase-guraba al archiduque sus bue-

    nas relaciones con Pars.Finalmente, el 29 de enero

    de 1502 los archiduques deAustria pisaron suelo espa-ol en Fuenterraba. Desdeall se dirigieron a Toledo,

    donde, el 22 de mayo, las

    Cortes de Castilla prestaron juramento aJuana como heredera de la Corona, si

    bien se oyeron voces que recelaban desu marido Felipe, heredero consorte,que no hablaba castellano ni mostrabainters por conocer las costumbres delreino y, ni siquiera, vivir en l.

    Despus se dirigieron a Aragn acom-paados slo por Fernando, pues Isabelya se encontraba enferma, para ser ju-rados por las Cortes reunidas en Zara-

    goza y por primera vez, en contra de latradicin, el 27 de octubre de 1502, unamujer fue reconocida heredera de aque-

    llos Estados. Fernando tuvo que regre-sar urgentemente a Castilla ante la agra-vacin de la enfermedad de Isabel y de-jar que Felipe presidiera las Cortes, pe-ro ste ni siquiera esper a que termi-naran las sesiones y parti pocos dasdespus dejando la presidencia en ma-nos de Juana.

    Todos se reunieron despus alrededordel lecho de Isabel, en espera de una su-

    cesin que pareca inminente. Sin em-

    bargo, la recuperacin de sta permitia Felipe regresar a Flandes a travs deFrancia, con quien se haba firmado unatregua; Fernando a su vez pudo volvera Zaragoza, desde donde afront losproblemas de la revuelta del Roselln

    y el resurgimiento francs en Npolesy oblig a Juana, debido al avanzado es-tado de su embarazo, a permanecer,muy contrariada, junto a su madre en Al-cal de Henares, donde resida Cisneros.All naci, el 10 de marzo de 1503, el in-fante Fernando, futuro emperador delSacro Imperio Romano-Germnico.

    El empeo de los reyes por retener a

    Juana, su sucesora, y que los herederosse instalaran en Espaa, empeor la si-tuacin mental de sta, temerosa de quequisieran apartarla de su marido. La in-sostenible situacin y los enfrentamien-tos constantes con su hija minaron la de-licada salud de la Reina, que empeora-ba por momentos, al punto de que losmdicos que la atendan escribieron alRey: Crea vuestra alteza que es tan gran-

    de el peligro para la salud de la Reina,nuestra seora, llevar la vida que llevacon la seora Princesa, que cada da te-memos estas recadas (...) Y no le debeextraar esto a su alteza, pues el estadoen que se encuentra la seora princesaes tal que no slo da mucha pena a los

    que la conocen y quieren, sino tambina los desconocidos, porque duerme mal,come poco, y a veces nada, est muy tris-te y muy flaca.

    Insolencia y desacatoEl momento ms dramtico se vivien La Mota de Medina, donde Isa-bel acudi enferma desde Segoviapara calmar la crisis nerviosa de su

    hija, dispuesta a emprender de cual-

    quier manera el viaje a Flandes, co-mo ella misma explica en una car-ta: Y a esta causa yo vine aqu conms trabajo y prisa y haciendo ma-yores jornadas de que para mi sa-lud convena. Y aunque le envi adecir que yo vena a posar con ella,rogndola que se volviera a su apo-

    sentamiento, no quiso volver ni darlugar a que le aderezasen el apo-sentamiento hasta que yo vine y lamet. Y entonces ella me habl tanreciamente, de palabras de tanto de-

    sacatamiento y tan fuera de lo quehija debe decir a su madre, que siyo no viera la disposicin en que

    66

    El estado en que se encuentra laprincesa Juana da mucha pena: duerme mal,come poco o nada y est triste y flaca

    Juana, entre Fernando e Isabel,

    perdi pronto la razn. Suestado amarg los ltimos

    meses de vida de su madre.

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    LOS HEREDEROSISABEL LA CATLICA. EL LEGADO

    Constelacin de reyes

    1490

    Alfonsode Portugal Isabel (1470-1498)

    Fernando el Catlico

    (1452-1516)

    Isabel la Catlica

    (1451-1504)

    Miguel (1498-1500)

    1497

    1469

    Manuel I de Portugal

    1497

    Margarita de AustriaJuan (1478-1497)

    Felipe el Hermoso

    1496

    Juana (1479-1555)

    Carlos I (1500) Fernando I (1503)

    1500

    Manuel I de Portugal Mara (1482-1517)

    Isabel de Portugal (1503)

    1501

    Arturo, prncipe de Gales Enrique VIII

    de Inglaterra

    1503

    Catalina (1485-1536)

    Mara Tudor (1516)

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    ella estaba, yo no las sufriera en ningu-

    na manera.La realidad de la demencia de Juanase impona e Isabel era consciente deque esa locura poda acarrear su inca-pacidad y que la continuidad de la di-nasta estaba en peligro. Y ni siquierahaba conseguido que le mandaran des-de Flandes a su nieto Carlos para sereducado en las costumbres espaolas.Juana, finalmente, impuso su voluntad

    y embarc hacia Flandes en la primave-ra de 1504. No volvera a ver a su madre,que muri el 26 noviembre de ese ao.

    Poco antes, en octubre, haba firmadocomo hemos visto en el artculo ante-rior un testamento y un codicilo, en elque tuvo en cuenta los problemas su-cesorios que se iban a plantear a sumuerte. En l, adems de estipular quesus territorios se gobernaran de acuerdoa sus usos y costumbres, y que los ex-tranjeros no ocupasen oficios de la Co-rona destinados a ser desempeados pornaturales del reino, dejaba a Juana co-mo heredera, conformndome con loque devo e soy obligada de derecho, or-

    deno e establezco e ynstituyo por mi uni-versal heredera de todos mis regnos (...)a la princesa doa Juana, archiduquesa

    de Austria, duquesa de Borgoa, mi muycara e muy amada hija primognita (...)e reciban e tengan a la dicha princesadoa Juana por reina e seora natural,propietaria de todos los mis reinos e tie-rras e seoros e alzen pendones por ellafaciendo la solemnidad que en tal casose requiere () e fagan luego juramen-to e pleito omenaje en forma, segn cos-tumbre e fuero de Espaa.

    Tiempo de regenciasA Felipe se le deba otorgar lealtad co-mo marido de la Reina, es decir, comorey consorte, pero aseguraba que, si fue-ra necesario, el poder lo tuviera Fer-nando como regente, tal y como se lohaban pedido las Cortes de Toledo de1502, cuando ya se conocan los pro-blemas mentales de Juana: Ordeno emando que cada e quando la dicha prin-cesa mi hija no estoviere en los dichosmis reinos o despus que a ellos vinie-

    re en algn tiempo aya de ir e estar fue-ra de ellos, o estando en ellos no qui-siere o no pudiere entender en la go-vernacin de ellos, que en cualquier delos dichos casos, el Rey mi seor rija, ad-ministre e govierne los dichos mis rei-nos e seoros (...) por la dicha prince-sa fasta en tanto el infante don Carlos minieto, hijo primognito heredero de losdichos prncipe e princesa, sea de edadlegtima, alo menos de veinte aos cum-plidos para los regir e governar. Y es-pecificaba an ms al pedir a la prin-cesa y a su marido: que siempre sean

    muy obedientes e subjetos al rey, mi se-or, e que no le salgan de obedienciase mandado, e lo sirvan e traten e acatencon toda reverencia e obediencia.

    Tras la muerte de la reina Isabel, Cas-tilla vivi una grave crisis, pues la su-cesin al trono plante serios problemas,no achacables al deseo de Fernando deconservar su poder sobre Castilla, sinoa la debilidad poltica de la heredera,que no consigui hacerse con el controldel reino y favoreci que afloraran denuevo las ambiciones de los diferentes

    sectores de la nobleza.El Rey, de acuerdo con la voluntad deIsabel expresada en el testamento, co-

    munic oficialmente la muerte de la Rei-na, orden que se alzasen pendones porJuana, la nueva soberana, y dej claroque l era el gobernador. Las crnicas,como la escrita por Colmenares, se ha-cen eco de esta situacin: hizo el reylevantar en Medina estandartes por suhija la reina doa Juana, propietaria deestos reinos, y por el rey don Felipe sumarido; admirable imitacin de su abue-lo, el infante don Fernando, intituln-dose, como l gobernador.

    Las Cortes, reunidas en Toro en ene-ro de 1505, tras or el testamento, reco-nocieron a Juana como reina de Castillay recibieron el juramento de Fernandocomo gobernador y administrador de losreinos. Lucio Marineo Sculo escribe: ElRey muy prudente don Fernando, des-pus de la muerte de la Reina, hechassus obsequias, mand luego venir a Cor-tes casi todos los Grandes de Castilla, deLen, de Granada Estaba a la sazn la

    dicha doa Juana con su marido don Fe-lipe (...) en el condado de Flandes. A loscuales, haciendo saber la muerte de laReina Doa Isabel, entre tanto que vi-niesen tom la gobernacin y cuidadode sus reinos en Castilla y de los otros,por ruego de la Reina Isabel y consen-timiento de los caballeros y procurado-res de las ciudades. Al mismo tiempo,los mismos procuradores acordaron ensesin secreta tras conocer un informesobre la demencia de Juana que su mis-mo marido se haba ocupado de comu-nicar que, si Juana estaba enferma, Fer-

    nando fuese el regente permanente.

    La confrontacinInmediatamente surgieron las opinionesde quienes pensaban que Juana tena to-dos los derechos sucesorios y ningunoFernando, de acuerdo con lo estipuladoen el momento de llegar al trono los Re-yes Catlicos y, por tanto, se apresura-ron a apoyar a Felipe. El enfrentamien-to entre suegro y yerno era inevitable:los dos competan por el poder con ar-gumentos a su favor que les permitiesen

    gobernar; uno se apoyaba en el testa-mento de la Reina difunta, el otro en sucondicin de marido de la Reina actual.

    68

    En 1517, Carlos, el hijo de Felipe y Juana,pis Espaa. Con l se produjo el cambiodinstico de los Trastmara a los Austria

    La princesa Catalina fue casada en 1501 con

    Arturo, prncipe de Gales, y, tras su muerte,

    con el futuro Enrique VIII, en 1505.

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    Fernando pretenda que Juana y Feli-pe se estuviesen holgando all, en Flan-des, y que enviasen ac al prncipe donCarlos, mi nieto, para que yo le hiciesecriar ac y que supiese la lengua y cos-tumbres, y al llegar a la edad marcada enel testamento de su abuela tuviese ha-bilidad para gobernar (...) y as no en-traran extranjeros en la gobernacin.

    Por el contrario Felipe, que tena elrespaldo de Francia, peda el aplaza-miento de cualquier decisin hasta quel y Juana llegasen a Castilla. Sus con-sejeros estaban propiciando la formacinde un bando nobiliario que le apoyasea cambio de prebendas polticas: un nu-meroso sector de la nobleza, que habavisto rechazadas sus demandas de ma-yor protagonismo poltico y no aceptel autoritarismo de los Reyes Catlicos,vio la oportunidad de conseguir sus as-piraciones, como relata Anglera: Abier-tamente proclaman que sus antepasadospor este camino reunieron y aumenta-ron su patrimonio, afirmando que siem-pre hay ganancia cuando muchos andandesacordes acerca del mando.

    La desilusin de Fernando ante estasituacin explica su alianza, contra todopronstico, con Luis XII de Francia y sumatrimonio con Germana de Foix, la so-brina de ste, en marzo de 1506. Con-sigui el apoyo del rey francs para go-bernar Castilla frente a Felipe, a cambiodel compromiso de designar herederodel Reino de Npoles al hijo que tuvie-ra con su nueva mujer, pero, de no te-ner descendencia, el ttulo retornara ala Corona francesa.

    Un mes despus de esta boda, Jua-na y Felipe regresaban a Espaa y Fer-nando, despus de varias negociacio-nes con su yerno y cansado de la acti-

    tud de la nobleza que le haba aban-donado, se retir a sus estados arago-neses el 27 de junio de 1506, fecha enque termina su primera regencia: Siem-pre fue mi fin hacer lo que he hechoy posponer mi particular inters por elbien y paz del reino y por sostener enpaz esta heredad que yo, despus deDios, he hecho con mis manos, la cual,si yo tomara otro camino, fuera des-truida para siempre () haba pensa-do que despus de treinta aos de tan-ta familiaridad y amor mostraran ms

    sentimiento de mi partida.Previamente haba acordado con Fe-lipe declarar incompetente a Juana para

    gobernar y que l ejerciera exclusiva-

    mente el poder. Las Cortes de Vallado-lid, reunidas en julio en 1506, recono-cieron al marido de la Reina como go-bernador en su nombre y a su hijo Car-los como heredero, si bien se negaron aincapacitarla.

    Locura cuestionada

    Se abri entonces un duro debate entrequienes apoyaban la propuesta de Feli-pe de encerrar a Juana y los que no es-taban dispuestos a consentirlo, que em-pezaron a considerar que la locura de la

    Reina haba sido una invencin de su pa-dre y su marido para reinar en su lugar.La repentina muerte de Felipe el 25 de

    septiembre de 1506, que slo le permi-ti gobernar tres meses, abri de nue-vo el debate sobre la enfermedad de Jua-na y surgieron violentos enfrentamientosentre las diferentes facciones nobiliarias.Cisneros, Cardenal Primado y Cancillerde Estado, el hombre ms respetado,presidi la Junta que se constituy parala gobernacin de Castilla y solicit al reyde Aragn que regresara para asumir de

    nuevo la regencia del reino. Fernandono atendi esta solicitud de inmediato:viaj primero a Italia para atender a sus

    asuntos de Npoles y no regres hasta el21 de agosto de 1507, para gobernar Cas-tilla en nombre de su hija Juana, a quienl mismo, en el otoo de 1509, recluyen el castillo de Tordesillas.

    En su matrimonio con Germana deFoix, Fernando no tuvo hijos y cuandomuri el 23 de enero de 1516, su nieto,el futuro Carlos V, se convirti en rey deAragn, pero no de Castilla, pues en es-te reino el ttulo lo tena su madre, Jua-na, por lo que quedaba limitado a go-bernar en su nombre. Cisneros, que ha-ba sido designado regente por Fernan-

    do, le explic los pormenores de la si-tuacin, pero, en un acto que ha sidoconsiderado un golpe de Estado, Carlosse hizo proclamar en Bruselas, el 14 demarzo de 1516, rey de Aragn y Casti-lla, conjuntamente con la Reina, lo queprovoc el malestar de las Cortes y delConsejo de Estado.

    Cuando el 8 de noviembre de 1517muri Cisneros, Carlos, el nieto flamen-co de los Reyes Catlicos, el hijo de Jua-na y Felipe, acababa de pisar suelo es-paol. Fue l, finalmente, el heredero y,

    con l, se produjo el cambio de dinastaque tanto tema la reina Isabel: de la ca-sa Trastmara a la de Austria.

    69

    LOS HEREDEROSISABEL LA CATLICA. EL LEGADO

    El emperador Maximiliano de Austria, su hijo, Felipe el Hermoso, y su esposa, Mara de Borgoa,

    en la fila superior. Abajo, los nietos, Fernando, Carlos y Mara (Viena, Kunsthistorisches Museum).

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    E sta ciudad de Granada es ma-yor en poblacin del que pen-sar se puede; el palacio muygrande y ms rico que el deSevilla, decan los Reyes Catlicos enuna carta escrita a los pocos das de latoma de la ciudad, mientras en Castillay Aragn se organizaban ceremonias re-

    ligiosas de accin de gracias y festejosprofanos, con msicas, corridas de torosy regocijo general. La alegra lleg a Ro-ma, con una carta de los Reyes al Pa-pa: Este reino de Granada, que sobre780 aos estava ocupado por los infie-les, en vuestros das y con vuestra ayu-da se haya alcanado el fruto que lospontfices pasados tanto desearon y ayu-daron. El autor de esta cita, N. H. Hill-garth, aade que en la Ciudad Eterna secelebraron oficios religiosos y sonadas

    fiestas a expensas del cardenal Borgia,que pocos meses despus sera Papacon el nombre de Alejandro VI.

    Si los vencedores vieron la toma deGranada como el ms sealado y bie-naventurado da que nunca jams en Es-paa ha habido, los musulmanes la per-cibieron como una de las catstrofes

    ms terribles sucedidas al Islam. Losgranadinos difcilmente podan sentir lagenerosidad de las Capitulacionesy, sinembargo, pocos vencidos recibieron tra-to tan benvolo. Las concesiones de losReyes Catlicos eran tan generosas co-mo imposibles de cumplir y su magna-nimidad estaba, probablemente, ms im-puesta por la prisa en lograr la capitu-lacin nazarita, que por un propsito ra-zonado de cumplir todo lo prometido.

    Las Capitulacionesconvertan a todoslos granadinos unos 300.000, segn La-

    dero Quesada en sbditos de la Coro-na; se les garantizaba la libre prctica desu religin, la propiedad, la libertad

    de comercio, la retribucin de sus tra-bajos, la inviolabilidad de domicilio, laamnista por las acciones de guerra o de-litos anteriores a los acuerdos, el respe-to a los helchescristianos convertidos alIslam. Incluso se les permiti crear suspropios concejos, como el que funcionen Granada, aunque su campo de ac-

    tuacin se redujera a beneficencia, hi-giene, infraestructuras, etctera.A los habitantes de la capital se les exi-

    ma durante tres aos del pago de tri-butos para que se recuperasen de losquebrantos provocados por el asedio.Quienes lo desearan podan trasladar-se a frica, permitindoseles vender susposesiones y llevarse cuanto poseyeran,salvo armas y caballos, por motivos deseguridad, y el oro y la plata, por razo-nes econmicas. A quien pretendieraabandonar Granada, pero no quisiera

    trasladarse a frica, se le proporciona-ran los oportunos permisos para esta-blecerse en otros lugares de Castilla.

    70

    SOHA ABBOUD-HAGGAR es profesora delDepartamento de Estudios rabes eIslmicos, U. Complutense, Madrid.

    Traje de casa de muchacha morisca, segn eldibujante alemn Weiditz, hacia 1525.

    Urgindoles terminar la guerra y eufricos por la victoria, los Reyes

    Catlicos firmaron compromisos muy generosos. Soha Abboud muestra

    que a la inicial voluntad de cumplirlos sucedi la necesidad perentoria de

    asimilar a aquella minora, una fuente de problemas y un peligro ante la

    actividad corsaria y otomana en las costas mediterrneas

    TRAGEDIA

    MORISCA

    Un problema sin resolver

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    Bautismo de mujeres musulmanas, por Felipe

    Vigarny. Las Capitulaciones inicialmente

    garantizaban la libre prctica de su religin

    (Granada, Retablo de la Capilla Real).

    ISABEL LA CATLICA. EL LEGADO

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    Los Reyes trataron de cumplir suscompromisos, pese a las dificultades queentraaba el gobierno de una poblacinque nada hizo por integrarse, sino que,por el contrario, rumiaba su resenti-miento y esperaba la resurreccin isl-mica, gracias a una intervencin oto-

    mana o egipcia, que la mayora hubie-ra estado dispuesta a apoyar.igo Lpez de Mendoza, conde de

    Tendilla, en el gobierno, fray Hernando

    de Talavera, en la poltica religiosa, yel secretario real, Hernando de Zafra, enla organizacin del territorio, debierondesenvolverse con tacto y paciencia, tan-to que hasta 1499 no se produjeron enGranada problemas de importancia. Msan: Los musulmanes de Orn queda-

    ron tan impresionados por las condi-ciones concedidas a Granada que, en1494, ofrecieron la sumisin a Castilla sise les daba el mismo trato.

    No cabe duda de que los Reyes norebajaron a la ciudad de Granada, si-no que la mantuvieron como en lo al-to de un monte, dotndola de una se-lecta administracin, escribi Tarsiciode Azcona, y la mejor demostracin esque permanecieron en Granada seismeses y, a lo largo de la siguiente d-cada, en sendas estancias, sumaron msde un ao y decidieron erigir all la ca-pilla real y el mausoleo para su eter-no descanso.

    Pese al inicial cuidado por parte delos vencedores en eliminar asperezas,los granadinos ms pudientes emigra-ron. Entre ellos, veinte meses despusde su capitulacin, el rey Boabdil, quehaba recibido un gran territorio en LasAlpujarras, pero al fin prefiri afincar-se en Marruecos. Ya le haba precedi-do su to, El Zagal, que se estableci elTlemcn hasta su muerte, en 1494. Y,con ellos, sus allegados. Al parecer, enlos traslados a frica se respetaron lasCapitulaciones. Una comisin de nota-bles musulmanes colabor con las nue-vas autoridades en la tasacin de losbienes de los emigrantes y en los im-puestos que deban satisfacer; el tras-lado hasta la costa africana fue gratui-to durante los tres primeros aos y lue-go, barato. Incluso existen casos de gra-nadinos emigrados a Marruecos queoptaron por retornar ante la dureza de

    72

    Una familia morisca del reino de Granada a principios del siglo XVI, por Weiditz. En los

    primeros aos tras la conquista, los musulmanes recibieron buen trato de los Reyes Catlicos.

    Simpatas mudjares

    I sabel fue consciente desde su infancia delhecho diferenciador musulmn. Habavivido en la Corte de su hermano, Enri-que IV, que tena gran simpata hacia mu-chas cosas rabe-andaluses: haba adoptado

    su modo de vestir, sus comidas, su forma desentarse y de cabalgar. Cuenta Jos-LuisMartn, en Enrique IV, que sus enemigosle acusaban de montar a la jineta, como losrabes, y no a la brida como era habitual en-tre los cristianos, asunto que irritaba a al-gunos porque ese ejemplo era seguido pormuchos de los nobles. Isabel vivi en eseambiente simpatizante con lo andalus ycomprensivo con la imagen del otro, queestaba viva en la literatura y en la culturapopulares.

    No es de extraar que mostrara cierta in-

    clinacin y aprecio por las manifestacionesculturales de origen mudjar, como obser-

    va Ladero Quesada en Isabel y los mudjaresde Castilla. Segn revelan las cuentas de laReina y el inventario de sus bienes, en la vi-da cotidiana sola usar piezas de vestido deestilo mudjar. Ella y sus acompaantes se

    ponan camisas oalcandoras, labradas y bor-dadas o con adornos y guarniciones de pa-samanera que solan representar letras ra-bes; utilizaba tocas de camino, llamadasal-maizares oalharemes, que protegan la pieldel viento y del sol; vesta quezotes, sayos mo-riscos, marlotas yalmolafas vestiduras tala-res para las diversas estaciones yalborno-ces y capellares, mantos con sus capuchones,a modo de abrigo o sobretodo. Utilizaba cal-zas moras, cmoda babucha andalus de as-pecto ancho y arrugado, aparte de borceguesy botas de marroquinera. De marroquine-

    ra eran tambin las almohadas, cojines, gua-dameces de pared; parte de sus joyas, armas

    blancas y guarniciones de caballo era de ori-gen granadino. Esto por no hablar de las co-midas y de sus postres: buuelos, mante-cados, almojbanas, almendrados, polvo-rones, alfajores, alfeiques, almbares, to-

    rrijas, mazapanes y turrones, tpicos dul-ces andaluses. Y, por supuesto, asista a tor-neos y fiestas en los que los caballeros dela Corte montaban caballos rabes a la jine-ta y utilizaban con destreza el arco y la lan-za al estilo rabe.

    Adems, tuvo la percepcin directa de lasminoras mudjares esparcidas por las po-blaciones castellanas que ella frecuentaba:Madrigal, Arvalo, Medina del Campo, vi-la, Segovia, Valladolid... All escuchara sumsica, presenciara sus fiestas, oira a susrecitadores, conocera sus condiciones de vi-

    da y, progresivamente, se enterara de su im-portancia econmica.

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    la vida y del clima que all hallaron. Esepermiso de retorno evidencia el deseoy esperanza de los Reyes de que fueraasimilada aquella poblacin trabajado-ra e industriosa.

    Si esto ltimo es evidente, tambin loes que las facilidades para la emigracinse deban al principio enunciado por elconocido refrn: A enemigo que hu-ye, puente de plata. Suponan las nue-vas autoridades que quienes optaran porirse seran los ms ofendidos, los ms di-fciles de asimilar, los musulmanes msacrrimos. El historiador Bernard Vin-cent tiene claro que lo pactado no im-pedir a Isabel, a Fernando y a sus re-presentantes actuar para deshacerse, loms rpido posible, de todos aquellosque suponan cualquier amenaza.

    Lenta asimilacinAunque la paz dur hasta finales de1499, el deterioro de las Capitulacionesya se perciba en 1495. La predileccinmostrada por los Reyes estaba acompa-ada por la esperanza de una rpidaasimilacin y sta no avanzaba conpaso firme. Sus bases deberan serreligiosas, sociales y polticas y enninguno de esos captulos se ad-

    vertan progresos sustanciales.Los mudjares segua viviendo,vistiendo, comiendo, hablan-do, trabajando, gobernndose yorando segn sus costumbresy leyes y de acuerdo con el Is-lam. Excepcionales eran los ca-sos de moriscos asimilados.

    Si eso contrariaba la polticade los Reyes, mayor era an laimpaciencia de quienes teman,polticamente, a esa poblacintan numerosa como inquietan-

    te; de los fundamentalistas re-ligiosos, que clamaban contraesa tolerancia, bastante ms ge-nerosa que la mostrada por elIslam con las poblaciones cris-tianas sojuzgadas; y de los bui-tresque aguardaban impacien-tes la oportunidad de apode-rarse de los despojos de losvencidos. El hecho fue queaun respetando la letra de lascapitulaciones, ya en 1495 co-menz a alterarse gravemente

    el espritu de las mismas, al exi-grseles a los mudjares unascontribuciones o servicios

    extraordinarios, lo que volvera a repe-tirse en 1499, escribi Corts Pea en

    Mudjares y repobladores.Simultneamente, se fueron aveci-

    nando en el territorio granadino nue-vos pobladores cuarenta mil entre1485 y 1495, que llegaban con la es-peranza de encontrar frtiles tierras pa-ra establecerse o con el nimo de ha-cer rpida fortuna. Los problemassurgieron de inmediato: los recin lle-gados no obtuvieron los mejores lotes,propiedad de los nativos, ni podan, engeneral, competir con sus laboriosidady destreza. Por tanto, sus rendimien-tos fueron inferiores y la envidia fo-ment quejas y calumnias contra los

    mudjares, sobre los que recayeronpaulatinamente mil presiones.

    Se les permita vender, pero no com-prar, se les fue recluyendo en barrios se-parados, se les despoj de las armasblancas, se les oblig a prestar serviciosno remunerados. Al tiempo, se fomen-t su segregacin de los cristianos,creando mercados distintos, prohibin-doles que contrataran los servicios demusulmanes y que comprasen en lasmismas tiendas. Todos estos factores ori-ginaron un nuevo xodo morisco haciafrica en 1495 y, como sucedi con losjudos, aqu tambin se incrementaronlos problemas sobre los bienes que po-dan sacar, las aduanas por las que

    deberan salir y la organizacin de losviajes. Revisando las cuentas del teso-

    rero Morales, que llev cargo de toda latesorera de los musulmanes, consta

    que los Reyes cobraron a stos, sincontar el repartimiento anual, en-tre 1495 y 1503, 451.544 marave-des, segn Tarsicio de Azcona.

    El santo alfaquLas presiones sobre la poblacinislmica tocaron el nervio cuan-do se les trat de convertir alcristianismo. El inters en esaconversin era comprensible:constituira el gran paso para laasimilacin, eliminara el peligrode sublevaciones y de compli-cidades con las correras berbe-riscas que acechaban las costas

    mediterrneas de la Pennsula;calmara a los cristianos ms in-tegristas y cuadraba plenamen-te en los ideales de expansinde la fe cristiana que tenan losReyes. De la cristianizacin seencarg a fray Hernando de Ta-lavera, confesor de la Reina, quefue nombrado arzobispo de Gra-nada. Sus mtodos, basados enla caridad, en la comprensin, elestudio de la cultura y costum-bres de los musulmanes, le hi-

    cieron famoso y tan querido porellos, que le llamaban el santoalfaqu, pero proporcionaban

    73

    TRAGEDIA MORISCAISABEL LA CATLICA. EL LEGADO

    Un ngel inspira a los Reyes Catlicos la idea de la cruzadacontra los musulmanes, en una ilustracin del Rimado de la

    Conquista de Granada, de Marcuello.

    La presin de los nuevos pobladorescristianos, en busca de fortuna rpida,foment calumnias contra los mudjares

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    pocas conversiones, aunque fueran per-manentes.

    Consciente de que el Islam impreg-naba todos y cada uno de los actos delcreyente, Talavera trataba de que los

    conversos abandonaran sus prcticascotidianas tradicionales y adoptasen losmodelos cristianos: Es menester quevoz conformis en todo y por todo a labuena y honesta conversacin de losbuenos y honestos cristianos y cristia-

    nas en vestir y calar y afeitar y en co-mer y en mesas y en viandas guisadascomo comunmente las guisan y en

    vuestro andar y en vuestro dar y tomary, ms que mucho, en vuestro hablar,olvidando cuanto pudirades de la len-gua arbiga y haciendola olvidar y quenunca se hable en vuestras casas....

    Pero si peda eso, tambin exiga queno hubiera distinciones entre cristianos

    nuevos y conversos, prohiba que se lesofendiera, denunciaba presiones, con-tribuciones y menosprecios, pues todoesto obstrua las conversiones. Esa pol-

    tica molestaba a muchos y sus quejas ydenuncias llegaban hasta los Reyes. Isa-

    bel y Fernando se presentaron en Gra-

    nada en septiembre de 1499 y tuvieron,inicialmente, un gesto complaciente: exi-mieron a los mudjares de las limitacio-nes suntuarias que les afectaban pero,

    como ya haba ocurrido en 1495, se les

    impuso el duro tributo de 7.200.000 ma-ravedes, el doble de lo que exigan alos mudjares de Castilla. No fue eso lopeor. Aunque se desconocen sus con-versaciones con el obispo Talavera o susimpresiones sobre la marcha de la cris-tianizacin, es evidente que no queda-ron conformes y antes de que termina-ra el ao fue llamado a Granada Fran-

    cisco Jimnez de Cisneros, arzobispo de

    Toledo y tambin confesor de la Reina,para que acelerase el proceso de lasconversiones.

    Sublevacin y conversinCisneros abandon la evangelizacinlenta y libre de fray Hernando de Tala-vera y comenz a bautizar por medio depresiones y sobornos. A los descen-dientes de los helches se les oblig a

    bautizarse, con el pretexto de que no es-taban incluidos en las Capitulaciones.Los inquisidores trataban de hallar

    orgenes cristianos en todos los musul-manes para incluirlos en ese grupo y sunegativa significaba la prisin o el des-

    tierro. Cisneros llev la provocacin alAlbaicn, uno de los barrios donde ha-

    ban sido concentrados los mudjares, yconvirti su mezquita en iglesia, bajo laadvocacin de Santa Mara de la O.

    Todas esas triquiuelas jurdicas, pre-siones y vulneracin de las Capitula-cionescrearon un clima de tan alta ten-sin que bast un pequeo incidentepara iniciar los gravsimos disturbios de

    diciembre de 1499. Al parecer, varios al-guaciles penetraron en el Albaicn y de-tuvieron a una muchacha, a cuyos gri-tos se congreg gente en la calle y en eltumulto pereci un guardia: ... Y le-

    vantronse y barrearon las calles y sa-caron las armas que tenan esconcidas yfisieron otras de nuevo y pusieronse entoda resistencia.

    La sublevacin fue sofocada en unos

    pocos das por el conde de Tendilla conla eficaz ayuda del obispo Talavera. Pa-ra escapar de las previsibles represalias,millares 5.000, segn unas fuentes,50.000, segn otras de granadinos op-taron por bautizarse, tanto que Cisneros,para ponerse a la altura de la deman-da, se invent el sistema del bautismo

    por aspersin... Probablemente slo setrata de una figura retrica, pues los bau-

    tizados fueron inscritos como tales uno

    74

    Revuelta en Las Alpujarras

    C

    aba temer que en socorro de los mu-djares sublevados acudieran sus corre-

    ligionarios de las ciudades corsarias nortea-fricanas o el propio Imperio Otomano, quese enseoreaba de la mitad del Mediterrneo.Incluso cundi el temor a una nueva invasinmusulmana de la Pennsula.

    Por tanto, era urgente sofocar el levanta-miento y, para lograrlo, ni escatimaron re-cursos ni los medios ms brutales, como elempleado por el conde de Lern, que rindila fortaleza de Laujar, en la zona del Andarax,tras volar con plvora una mezquita en la quese hallaban refugiados multitud de moris-cos, con sus hijos y mujeres.

    En la campaa se distingui Gonzalo Fer-nndez de Crdoba ya conocido como elGran Capitn tras su victoriosa primera cam-paa de Italia . l fue el vencedor, en ene-ro de 1500, de la batalla de Gujar, las ms

    dura de la breve guerra. Al acercarse las tro-pas de Fernndez de Crdoba a esa villa, sehallaron ante un amplio terreno descubiertoy recin arado; cuando los cristianos estabanatravesndolo, los musulmanes abrieron lasacequias y lo inundaron, dificultando el mo-vimiento de los caballos, que se hundan has-ta las cinchas. Entonces, emboscados en lasalturas, aparecieron centenares de ballesteros,cuyos tiros se cebaron en los empantanadosjinetes. Salvado ese trance, los cristianos al-canzaron los muros, tendieron las escalas y esfama que Gonzalo fue el primero en escalarla muralla y abrir el camino a sus soldados.

    Y si Fernndez de Crdoba se hizo temerpor los levantados, parece que tambin logrsu admiracin por su caballerosidad y dotesdiplomticas, pues los sublevados pidieronsu intervencin para negociar las condicionesde la capitulacin.

    Gonzalo Fernndez de Crdoba, el Gran

    Capitn, fue llamado para sofocar la

    rebelin de Las Alpujarras en 1500.

    Cisneros abandon la evangelizacinlenta de Hernando de Talavera y bautiz

    por medio de presiones y sobornos

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    a uno segn ha demostrado LaderoQuesada, lo que significa una cuida-

    dosa individualizacin.Cisneros, feliz por su xito, escribi

    el 4 de enero: ... Esto de la conversin

    va de bien en mejor, porque sus alte-zas, como cristianos prncipes, lo hantomado tan a pechos que esperamosque redundar el fruto que por todanuestra religin cristiana se desea. Lavisin musulmana era diametralmente

    opuesta. El historiador magreb del si-glo XVII al-Maqarri se queja en Nafhal-Tib, una de las pocas crnicas ra-bes que se conservan sobre este pe-rodo, de que los cristianos violaronsus promersas e infringieron cada unade las clusulas hasta obligar a todos

    los musulmanes a bautizarse. Los sa-cerdotes obligaron a todos los cristia-

    nos que se haban hecho musulmanesa renegar de su nueva religin, y no s-lo si ellos mismos renegaron del cris-tianismo pero incluso si lo haba hechoalguno de sus abuelos.

    Ese descontento haca fermentar la re-vuelta en Las Alpujarras y la sierra de G-dor. A la cabeza de los descontentos es-taba Omar ibn-Ummayya, de una fami-

    lia notable. Los pueblos de la serra-na se sublevaron, causando tal alar-

    ma que no slo se puso en campa-a el conde de Tendilla, sino que lle-g en su apoyo Gonzalo Fernndez

    de Crdoba y hasta el propio Rey acu-di desde Sevilla a sofocar la rebelin.

    La contienda apenas dur tres meses,pues los sublevados carecan de mediospara prolongar ms su resistencia, pe-ro la pacificacin fue slo aparente y unao despus rebrotaba la sublevacin enla serrana de Ronda.

    El final de las CapitulacionesLa esperanza de la convivencia pacfi-ca y, a la larga, la absorcin total de la

    poblacin islmica se convirti en unaquimera. En consonancia, los Reyes dic-taron una batera de leyes destinada aterminar con el problema por la fuerza.La ms impopular a los ojos contem-porneos es la quema de libros musul-manes, ordenada en octubre de 1501por los Reyes. La orden, que algunossuponen sugerida por Cisneros, se re-

    fera a los ejemplares del Corn, sus co-mentarios, interpretaciones y otros li-bros piadosos; por lo que respecta a

    Cisneros, se sabe que no estaba en Gra-nada, pero que, por su mediacin, sesalvaron numerosos cdices antiguos,que fueron a parar a la Universidad deAlcal.

    Mayor trascendencia tuvo, sin embar-go, el ultimtum que recibieron los mu-sulmanes en febrero de 1502: conver-sin o expulsin. Se bautizaron en masa.

    Evidentemente, la mayora no contabacon grandes recursos para emigrar y, an-te el incierto futuro, optaron por bauti-zarse para capear el temporal. Otros,percibiendo el bautismo como una ce-remonia puramente formal, que no mar-cara sus vidas, se convirtieron atradospor las ventajas fiscales que supona.Muchos de los dirigentes de las comu-nidades musulmanas tuvieron un clcu-

    lo estratgico: haba que aguantar all,aguardando la reaccin islmica. Aslo recomendaba, en 1503, un mufti deOrn, que escriba a un amigo grana-dino recomendndole que fingiera su

    75

    TRAGEDIA MORISCAISABEL LA CATLICA. EL LEGADO

    La Crnica de Hispania, por Diego de Valera en1482, cubre desde los romanos hasta lvaro deLuna, y tuvo mucho xito durante sesenta aos.

    La Virgen del Pilar ordena al apstolSantiago que ayude a los ReyesCatlicos a conquistar Granada.Marcuello, el autor del Rimadode la conquista..., se retratjunto a la escena.

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    conversin a la espera de la llegada deapoyo otomano. Entre estos se encon-traba, sin duda, el dirigente rebelde

    Omar Ibn Ummayya, que se bautiz co-mo Fernando de Granada.Cuntos se marcharon en ese xo-

    do que comenz en 1492, se activ apartir de 1496 y, sobre todo, tras la or-den de conversin forzosa 1502 y de lasdisposiciones posteriores? Bernard Vin-cent calcula que entre 1492 y 1510, almenos cien mil musulmanes optaronpor abandonar el antiguo emirato na-zar y establecerse en el Norte de fri-ca. Eso significa que en dos dcadasemigr un tercio de la poblacin mu-

    sulmana; ms de treinta pueblos fueroncompletamente abandonados y el con-de de Tendilla exclamaba con amargu-ra: El reino se vaca como un huevoque est en ascuas.

    El problema musulmn haba termi-nado. Comenzaba el problema morisco,nombre por el que se design a aque-llos conversos o cristianos nuevos y que,segn Ricardo Garca Crcel, aparecedocumentalmente por vez primera en1521, aunque coloquialmente ya se uti-lizara antes, sobre todo como adjetivo,

    por ejemplo fiestas moriscas.En cuanto a los Reyes Catlicos, no tu-vieron escrpulos en incumplir no slo

    las Capitulacionesque consideraronpapel mojado tras las sublevaciones si-no sus promesas de febrero de 1500 alos sublevados en Las Alpujarras, a losque decan en una carta: Sabemos quealgunos os han dicho que nuestra vo-luntad era de mandaros, tornaros y ha-ceros por fuerza cristianos; y porquenuestra voluntad nunca fue, ha sido, nies que ningn moro se torne cristianopor fuerza, por la presente os asegura-mos y prometemos por nuestra fe y pa-labra real, que no habemos de consen-tir ni dar lugar a que ningn moro setorne por fuerza cristiano..., como re-coge Gregorio Maran.

    Ya lo sern sus hijosMs an, Fernando estaba plenamentesatisfecho: Mi sentimiento, y tambin elde la reina, es que hay que bautizar a losmoros; si no son cristianos ya lo sernsus hijos o sus nietos. Bien conocidas alrespecto son las llamadas profecas deYusuf Benegas, imn de una mezquitagranadina: ... Si el rey de la conquistano guarda fidelidad, qu aguardamos desus sucesores? Todava digo, hijo, que iren aumento nuestra cada....

    Otra ley lesiva para los moriscos fue

    la de septiembre de 1502, que les prohi-ba moverse de sus lugares de residen-cia. Aunque se les permita negociar conlos otros reinos peninsulares, los per-misos eran tan difciles de conseguirque el comercio granadino fue muy

    perjudicado. Sin duda, la medida pre-tenda tanto evitar la contaminacin mu-sulmana en esos viajes comerciales, co-mo acentuar el control policial, que se-ra mucho ms efectivo sobre poblacio-nes totalmente sedentarias. Pese a la res-triccin de movimientos, en estos aosse sabe que fue continua la emigracinclandestina de los mudjares, que se ju-gaban la vida por huir a frica.

    Para evitar esa sangra y para que secumplieran las leyes establecidas, hu-bo toma de rehnes y para acelerar laasimilacin o, por lo menos, para que lopareciera, se prohibi a los moriscos sutradicional manera de vestir y el de-sempeo de ciertos trabajos. Todo ellodetermin que hacia 1506 se diera porterminada la cristianizacin del reagranadina. Pese a lo cual, dos dcadasdespus se dictara otra batera de nor-mas complementarias, que arrasaron ca-si todo lo que quedaba de la cultura mo-risca: se proscribe el rabe hablado o es-crito, la tenencia de cualquier libro enesa lengua, la posesin de objetos re-lacionados con la cultura o religin is-lmicas ropas, joyas y adornos, la cir-cuncisin, la forma tradicional de sacri-ficar las reses. La teora de si ellos noson cristianos sinceros, sus hijos o susnietos lo sern se demostrara errnea:Ibn Ummayya, el sublevado alpujarreocontra Felipe II, en 1568, era nieto deaquel Omar Ibn Ummayya, sublevadoen 1500 y bautizado con el nombre de

    76

    Fray Hernando de Talavera, arzobispo de

    Granada y confesor de Isabel, prohibi que se

    ofendiera y presionara a los moriscos.

    Msicos moriscos en una ilustracin de Weiditz. La traicin a las promesas hechas y las

    coacciones empujaron a los musulmanes a la rebelin en Las Alpujarras y la sierra de Gdor.

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    Fernando de Granada. La expulsin delos moriscos, en 1609, fue la clamorosamuestra del fracaso de la conversin,aculturacin y asimilacin forzosas.

    Con razn se quejaba un annimopoeta mudjar de Algeciras, recogidopor al-Maqarri enAzhar al-ryiad:

    Ay qu pena por estas mezquitas quefueron cercadas y convertidas por los in-fieles en lugares impuros, despus dehaber sido impolutas.Ay de estos minaretes en los que aho-

    ra repican sus campanas en lugar de or-se Allh Akbar.Y ay de aquellas florecientes ciudades,

    convertidas en tenebrosas por el invasorinfiel.

    Y en lugares seguros para los adora-dores de la cruz, despus de terminarsetoda algarada.

    Hemos quedado reducidos a la con-dicin de esclavos, ni siquiera somospresos que esperan la liberacin, ni mu-sulmanes que puedan con su voz testi-

    ficar por Allh.Pero volvamos a la Granada del finaldel reinado de los Reyes Catlicos.Quin determin las lneas polticas se-guidas durante esos diez o doce aosque sellaron el destino de los musul-manes, primero y de los moriscos, des-pus? La opinin sobre la generosidadincumplible de las Capitulacioneses ca-si unnime: la tomaron los Reyes, im-pacientes por terminar aquella guerraque ya duraba una dcada, que estabaempeando econmicamente al reino y

    que causaba importantes perturbacio-nes de tipo humano: levas, muertes, de-serciones. En la euforia del triunfo pen-

    saron que podran cumplirlas y toma-ron medidas para que as fuera. Bastuna dcada para mostrar las dificultadesde la asimilacin de los mudjares y lascontradicciones que las libertades reli-giosas y materiales encerraban tantorespecto a los otros musulmanes de losreinos peninsulares 20.000/25.000 enCastilla; en el reino de Aragn, ms de80.000; y algunos millares en Navarracomo frente a la cuestin juda y al pa-pel de la Inquisicin.

    La larga mano de FernandoQuien decidi las presiones sociales yfiscales, las recompensas a los colabo-racionistas, los bautizos bajo amenazay la alternativa conversin o expulsin?.Evidentemente, ni fue Talavera, ni fueCisneros; sus consejos y opiniones ten-dran influencia, pero aquella era unacuestin de Estado que slo decidanlos reyes. El cambio parece obra deleclctico Fernando de Aragn. Domn-guez Ortiz no tiene duda: El papel deD. Fernando era ya claramente predo-minante (...). El papel personal y pol-tico de doa Isabel estaba en clara de-cadencia. La muerte del prncipe donJuan, en 1497, haba sido para ella ungolpe dursimo (...). La princesa Jua-na, casada con Felipe de Borgoa, acu-saba ya su enfermedad mental con sn-tomas inequvocos. Eran demasiadaspesadumbres para una mujer con gransentido familiar y no dominada, comosu marido, por la pasin de la polticainternacional. Isabel muri en 1504, ca-si a la vez que Hernando de Zafra, elsecretario que haba llevado todo el pe-so de la organizacin del reino grana-dino (...) y en 1507, el arzobispo Tala-vera, totalmente anulado por sus ene-

    migos. Era el fin de una generacinmuy ligada a Granada. En adelante, losasuntos de este reino, ocupara un lu-gar muy secundario en la mente de donFernando.

    Pero hay otras opiniones. Hillgarth,despus de recordar que los mudjaresdel Reino de Aragn no haban sido for-zados a bautizarse por Fernando el Ca-tlico, escribe: Una actitud general deintolerancia animaba a Cisneros e Isabel(...). Fue ella la que solt a Cisneros so-bre Granada y quien decidi no repu-

    diarlo o limitar el castigo por la revueltadel Albaicn, sino exigir la conversin ma-siva como precio del perdn.

    77

    TRAGEDIA MORISCAISABEL LA CATLICA. EL LEGADO

    El cardenal Cisneros endureci las presiones contra los moriscos, pero la decisin la haba

    tomado el rey Fernando, que asuma protagonismo a medida que Isabel entraba en decadencia.

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    C oinciden cuantos les conocie-ron en alabar la buena edu-cacin que haban recibidolos hijos de los Reyes Catli-cos, de la que Isabel se haba preocu-pado directamente, dndoles buenosmaestros de vida y de letras, que en-searan a cumplir el papel de rey alprncipe don Juan y de reinas a sus hi-jas Isabel, Mara, Juana y Catalina. De es-ta ltima comentaron Luis Vives y Eras-

    mo de Rotterdam, dos grandes huma-nistas que la conocieron, que era un mi-lagro de erudicin femenina. Y no s-lo haban sido educados para la cultura,sino tambin para brillar en los salones.De Juana y Catalina existen testimoniosque las califican como excelentes bai-larinas, y de todos ellos, que tenan bue-na cultura musical y podan tocar uno ovarios instrumentos.

    Para la educacin del Prncipe contIsabel con los llamados Regimiento o

    Espejo de Prncipes, cuyo modelo es el es-

    crito por santo Toms de Aquino paraHugo de Lusin, rey de Chipre. Este g-nero didctico-literario fue seguido enla Pennsula por personajes como JuanGil de Zamora, lvaro Pais o Francesc Ei-ximenis, que pretendieron elaborar unadoctrina sobre los deberes de los reyespartiendo de la Sagrada Escritura, de losfilsofos de la Antigedad Aristtelespor encima de todos y de los ejemplosde los prncipes famosos: si buenos, pa-

    ra imitar; si malos, para rechazar.Tambin fueron dedicadas a la edu-cacin de los prncipes obras como ElConde Lucanor, de Don Juan Manuel,o la Disciplina clerical, de Pedro Al-fonso de Huesca, en las que a travs deldilogo entre maestro y discpulo seabordan cuestiones de educacin y for-macin. No menos interesantes son el

    Doctrinal de Privados, en el que el mar-qus de Santillana explica qu hizolvaro de Luna y nunca ha de hacer elheredero de la Corona, Enrique IV, pa-

    ra cuya educacin escribi los Prover-bios de gloriosa doctrina y fructuosa en-seanza, en los que el poeta pona en

    boca del rey Juan II consejos y doctri-na sobre amor y temor, prudencia y sa-bidura, justicia, paciencia y honesta co-rreccin, sobriedad, castidad, fortaleza,liberalidad y franqueza, verdad, con-tencin de la codicia y de la envidia,gratitud, amistad, reverencia paternal,vejez y muerte, partiendo de latica deAristteles y de losProverbiosde Sa-lomn, a las que se unen las ensean-zas sacadas de las vidas y muertes de

    los virtuosos varones gentiles y cris-tianos, entre los que no faltan el Cid, elconde Fernn Gonzlez o Fernando III,a los que bien podran unirse los per-sonajes biografiados enLos claros va-rones de Espaa y en Generaciones,semblanzas y obras de reyes, preladosy cabal leros escritas respectivamentepor Hernando del Pulgar y Fernn P-rez de Guzmn.

    Educacin musicalDedicado a Enrique IV est el Vergel de

    Prncipes, escrito por Rodrigo de Ar-valo quien, partiendo una vez ms deAristteles, aconseja al Prncipe practicar

    78

    JOS-LUIS MARTN es catedrtico de Historia

    Medieval, UNED, Madrid.

    LETRAS,MSICA YMODALES

    La educacin de los hijos

    La reina Isabel cuid mucho la formacin del prncipe Juan y sus cuatrohermanas.Jos-Luis Martn detalla las lecturas, la educacin musicaly los valores morales y religiosos que les inculcaban sus preceptores

    Los Reyes Catlicos, representados en la

    portada de Vita Christi, impreso en 1502.

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    ISABEL LA CATLICA. EL LEGADO

    Los Reyes Catlicos, con el prncipe Juan y las princesas Isabel y Mara, al pie de la Virgen de la Misericordia (Burgos, Monasterio de Las Huelgas).

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    el generoso y noble ejercicio de las ar-

    mas, para el que sirve de entrenamien-

    to la caza, y dedicarse al cordial, alegre

    y artificioso ejercicio de melodas y mo-

    dulaciones musicales, a la msica, entre

    cuyas virtudes figura la de purificar y cu-

    rar el corazn humano de muchas pa-siones y vicios: a los tristes hace alegres,

    a los temerosos osados y a los airados

    mansos; da salud corporal, amansa las

    fieras, ayuda a soportar los trabajos y

    fatigas corporales y, por ltimo, hace

    huir a los demonios y los expulsa de los

    cuerpos posedos.

    El hijo de los Reyes, don Juan, dedi-

    c una parte de su tiempo a la msica:

    en sus aposentos haba toda clase de ins-

    trumentos musicales: rgano, clavicm-balo, clavicordio, vihuelas de mano y de

    arco o flautas y en todos estos instru-

    mentos saba poner las manos. Entre sus

    servidores haba msicos de tamboril,

    dulzaina, arpa y rabel, tocado ste por

    un tal Madrid, natural de Carabanchel,

    de donde salen mejores labradores que

    msicos, pero ste fue muy bueno.

    No faltaban al alrededor del Prnci-

    pe ministriles que tocaban sacabuches,

    chirimas, cornetas y trompetas, todos

    muy hbiles en sus oficios y como con-

    venan para el servicio y casa de tan al-

    to prncipe, segn su maestro Gonza-

    lo Fernndez de Oviedo, quien recuer-

    da que a don Juan le gustaba cantar y

    como no lo haca tan bien como habra

    sido menester, a la hora de la siesta ha-

    ca acudir a palacio al maestro Juan de

    Anchieta con algunos mozos de capi-

    lla y el Prncipe cantaba con ellos dos

    horas o lo que le placa.

    Sus hermanas, las infantas, tambin tu-

    vieron buena educacin musical y cons-

    ta su destreza con clavicmbalo y cla-