Isabel, El Legado

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    Con la misma minuciosidad que aplicó en su vida, Isabel la Católica quisoponer orden tras su muerte. CARMELO LUIS LÓPEZ desgrana las disposiciones

    de su testamento, en el que decide sobre sus posesiones, organiza su entierroy apunta soluciones para los problemas que augura a sus sucesores

    EL TESTAMENTOReligiosidad y justicia

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    L os cuchillos que, según el cu-ra de Los Palacios, traspasaronel alma de la reina Isabel fue-ron tres: la muerte de sus hijos,el príncipe don Juan (1497) e Isabel(1498), reina de Portugal, y la de su nie-to, el príncipe don Miguel, heredero delas Coronas de Portugal, Castilla y Ara-gón (1500). A partir de estos aconteci-mientos, la decadencia física de la rei-na fue patente.

    En 1501, enfermó en Granada y nopudo acompañar y despedir a su hijamenor, Catalina, que embarcaría en La-redo rumbo a Inglaterra, para casarsecon el Príncipe de Gales. Tampoco asis-tió en 1502, postrada por sus dolenciasen Madrid, al reconocimiento de los de-rechos sucesorios de su hija Juana y desu nieto, Carlos, por las Cortes de Ara-

    gón. Sus sufrimientos aumentaron alconstatar el desequilibrio mental de suhija y heredera Juana, sobre todo a par-tir de sus arrebatos de demencia en Al-calá de Henares y en Medina del Cam-po, en 1503, después de que diera a luzal infante Fernando.

    Después de la marcha de Juana a Flan-des, en marzo de 1504, pasaron los Re- yes la Semana Santa en Medina. Cayeronenfermos de tercianas y se hicieron ro-gativas por su salud en las iglesias y mo-nasterios de Castilla y Aragón. Don Fer-

    nando se recuperó, pero la reina no. Pe-dro Mártir de Anglería puso de mani-fiesto la hidropesía que sufría, consu-mida por la fiebre, sin tomar apenas ali-mento y sólo bebiendo agua. Para ÁlvarGómez de Castro, estaba enferma a cau-sa de una úlcera que se produjo en laGuerra de Granada por montar en ex-ceso a caballo. Estas dolencias, adverti-das por sus contemporáneos, pudieranser síntomas de una enfermedad car-díaca, que sería la que causó su muer-

    te. El 12 de octubre, otorgó su testa-mento, al que añadiría el codicilo del día23, falleciendo en Medina del Campo el26 de noviembre.

    El testamento de Isabel la Católica esuno de los documentos que mejor po-nen de relieve la eminente talla moral y política de esta gran reina. En él estánpresentes el sentido religioso de su vi-da, los logros de su reinado, la correc-ción de actos contrarios al buen regi-miento, con la explicación de por quélos había consentido, la línea de actua-ción política que deseaba para sus rei-nos y hasta la preocupación por el pro-blema de la sucesión en la persona desu hija Juana. Si hubiera que resumirloen dos palabras, éstas podrían ser: re-ligiosidad y justicia.

    Las disposiciones testamentarias, pa-

    ra su mejor comprensión, se concretanen cuatro apartados: cláusulas de otor-gamiento testamentario, legados y mandas piadosas, deseos respecto a suenterramiento y encomendaciones fa-miliares.

    Fe en RomaEn el primer grupo –exposición testa-mentaria– se pone de manifiesto un pro-fundo sentido religioso, haciendo pro-fesión de fe en las enseñanzas de la Igle-sia de Roma. Posteriormente, confía su

    alma en las manos de Cristo, agrade-ciendo los muchos favores, mercedes y beneficios que ha recibido de la graciadivina e invoca a la Virgen y a los san-tos que considera sus abogados, a losque tiene especial devoción, para queintercedan ante Dios por ella.

    Deja constancia de la humildad de laReina, que dispone que sea amortajada,con el hábito franciscano, que sus exe-quias sean sencillas y que se depositesu cuerpo en una sepultura baja, sin es-cultura alguna, excepto una losa con sus

    letras esculpidas en ella, requiriendoque se emplee el exceso que se tuvie-ra previsto gastar en limosnas para los

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    CARMELO LUIS LÓPEZ es profesor titular deHistoria Medieval, UNED, y director de laInstitución Gran Duque de Alba, Ávila.

    Fernando e Isabel en una miniaturadel Chronicarum narrationes , un

    manuscrito conservado en elMonasterio de El Escorial.

    El pintor Eduardo Rosales interpretócon grandilocuencia historicista,propia del XIX, los últimos momentosde Isabel la Católica (Madrid, Museo

    del Prado).

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    pobres y en comprar cera para alumbraral Santísimo Sacramento en las iglesias

    que menos recursos tuvieran.Elegía como lugar de enterramiento elMonasterio de San Francisco, de La Al-hambra de Granada, ciudad de su pre-dilección, ya que consideró siempre suconquista como uno de los mayores lo-gros de su reinado. Su cuerpo deberíaser trasladado allí después de su falleci-miento y, en el caso de que no pudierahacerse de inmediato, disponía que sedepositara provisionalmente en el Mo-

    nasterio de San Juan de los Reyes de To-ledo, o en el de San Antonio de Sego-

     via o, si no fuera posible en éstos, en elmonasterio franciscano más próximo.Debería de cumplirse esto así, salvo si sumarido estableciera en su testamento quequería ser enterrado en otro lugar, en cu- yo caso la Reina dispone que se trasla-dara su cuerpo al lugar donde él eligie-ra, esperando de la misericordia divinaque, igual que iban a estar juntos en elsuelo, estuvieran juntos en el cielo.

    Tiene un recuerdo para sus hijos

    muertos, disponiendo que se constru- ya un sepulcro de alabastro para su hi-jo, el príncipe don Juan, en el Monas-terio de Santo Tomás de Ávila, y ordenaque se traslade el cuerpo de su hija pre-ferida, la reina de Portugal, doña Isabel,a La Alhambra de Granada para ser en-terrado junto a ella.

    Encarga a sus testamentarios el pagode todas las deudas que tuviese en elmomento de su fallecimiento, para loque les autoriza a vender todos sus bie-nes, excepto los ornamentos de su ca-pilla, que deja a la Catedral de Granada,las joyas que le habían entregado sus hi-jos, ordenando que se las devuelvan, olas joyas que deseara su marido comorecuerdo de ella. Si no eran suficientessus bienes para el pago, deberían sercanceladas con las rentas del Reino delprimer año de su muerte o con las delReino de Granada.

    Finalmente, después de pagadas todassus deudas, establece una serie de man-das piadosas: 20.000 misas por su almaen iglesias y monasterios observantes; vestir a 200 pobres; redimir a 200 cau-tivos; un millón de maravedíes para ca-sar doncellas pobres, otro millón paralas que, siendo tales, quisiesen entrar enreligión y limosnas para la Catedral deToledo y el Monasterio de Nuestra Se-ñora de Guadalupe.

    Disposiciones de gobiernoLas disposiciones políticas constituyenuna serie de importantísimas recomen-daciones –muchas de ellas se corres-pondían con acuerdos adoptados en lasCortes de Toledo de 1480– para el buengobierno de la Corona de Castilla: queel número acrecentado de oficiales pa-ra algunos cargos se redujera al que es-

    tablecía el uso y costumbre antiguos;que se cumplieran las disposiciones queprohibían entregar a extranjeros las al-caldías y tenencias de alcázares, castillos y fortalezas y los oficios que llevaranunida jurisdicción; y que no se propu-siera al Papa a extranjeros para ocuparlos arzobispados, obispados, abadías,beneficios eclesiásticos y cargos en losmaestrazgos de las Órdenes y en el prio-razgo de San Juan.

    Mostraba la Reina una especial preo-cupación por la recuperación de la ju-

    risdicción y patrimonio reales, que ha-bía cedido como mercedes a la noble-za con motivo de las guerras de suce-

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    Los pesares de la Reina

    C rea vuestra alteza que es tan grandeel peligro para la salud de la reina,nuestra señora, llevar la vida que lleva con

    la señora princesa, que cada día tememos

    estas recaídas, y quiera nuestro Señor que

    todo vaya mejor de lo que nos tememos.

    Y no le debe extrañar esto a su alteza, pues

    el estado en que se encuentra la señora

    princesa es tal que no sólo da mucha pe-

    na a los que la conocen y quieren, sino

    también a los desconocidos, porque duer-

    me mal, come poco, y a veces nada, estámuy triste y bien flaca. Algunas veces no

    quiere hablar, de manera que tanto en es-

    to como en algunas otras cosas se perci-

    be que está trastornada, su enfermedad es-

    tá muy avanzada... de manera que, ade-

    más de todo el trabajo y responsabilidad

    que habitualmente tiene la reina nuestra

    señora, esto recae a menudo sobre ella.

    Nos pareció que debíamos dar cuenta de

    todo esto a vuestra señoría para que sobre

    ello provea y nos aconseje... (Vicente Ro-

    dríguez Palencia, Isabel la Católica en la

    opinión de españoles y extranjeros, I, Valla-dolid, 1970).

    En El milagro de la multiplicación de los panes y los peces , de Juan de Flandes, la reina Isabel

    aparece representada a la izquerda, en actitud orante (hacia 1496-1504, Madrid, Palacio Real).

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    sión y de Granada. Por ello, establecíaque se anularan las concesiones reali-zadas de alcabalas, tercias, pechos y de-rechos, así como que se recuperasen losmaravedíes situados sobre las rentas re-ales por los préstamos para la guerra deGranada, evitando que pudieran con- vertirse en juro de heredad. Sería inte-resante encontrar la relación, firmadapor la Reina, de aquellas mercedes deciudades, villas, lugares y fortalezas, querevoca porque se concedieron contra su voluntad, y que anula en el testamen-to. Asimismo, suprime cualquier uso,costumbre y prescripción por los que losgrandes caballeros pudieran impedir quelos vasallos apelaran de sus justicias an-te la reina y sus chancillerías.

    En este apartado se incluyen, también,dos disposiciones testamentarias que de-muestran hasta qué punto se preocupóla reina por el cumplimiento de sus pro-mesas y juramentos: la primera, cuandoordena que se devuelvan a la ciudad deSegovia los lugares y vasallos que se ha-

    bían concedido a los marqueses de Mo- ya, entregando a éstos otros lugares y va-sallos, de similar importancia y cuantía,en el Reino de Granada; asimismo, man-da que se averigüe si podían los reyes ha-cer merced a dichos marqueses de la vi-lla de Moya con sus términos y jurisdic-ción, ya que habían jurado no dar ni ena-jenar la tierra y el término de Segovia, y más estando en “cabo e frontera del rey-no”, y si se les pudo hacer relajación deljuramento; en caso de que pudieran ha-cerlo, se quedarían los marqueses con la villa, y en caso contrario se les debía deconceder en el Reino de Granada otra vi-lla y tierra, lugares y vasallos, semejantesen valor al de la citada villa.

    La segunda disposición, cuando revo-ca y anula cualquier confirmación de lamerced de ciertos lugares y vasallos enla tierra de Ávila, realizada por Enri-que IV a don García Álvarez de Toledo,duque de Alba, y que ella había juradotornar y restituir a la ciudad de Ávila –po-siblemente se refiriera al juramento que

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    EL TESTAMENTOISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

    Un documentomuy estudiado

    Del testamento se conservan dos

    ejemplares originales: uno, en el

    Archivo General de Simancas y, el otro,

    en la Biblioteca Nacional. Son nume-

    rosos los editores que han publicado es-

    te importante documento: Antonio Ni-

    colás, en el Boletín de la Sociedad Cas-

    tellana de Excursionistas en el año 1904;

    Gómez del Mercado, en el año 1943;

    Vázquez de Parga, en 1969, publicado

    por la Dirección General de Archivos

    y Bibliotecas; Luis Suárez Fernández, en

    1992, publicado por el Ministerio de

    Cultura y la Comisión del V Centena-

    rio del Descubrimiento de América; y,

    en 2001, el magnífico estudio de Vi-

    dal González Sánchez y su edición fac-

    símil, publicados por el Instituto de

    Historia Eclesiástica “Isabel la Católi-

    ca” del Arzobispado de Valladolid.

    Monasterio de San Juan

    de los Reyes, donde

    estuvo temporalmenteenterrada Isabel (ilustración

    de Miguel Sobrino).

    Isabel pidió ser enterrada enSan Juan de los Reyes hasta elel traslado definitivo delcuerpo a la ciudad de Granada

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    hizo en 1468 de devolver loslugares y vasallos concedidospor Enrique IV, lugares de losque su hermano Alfonso había or-denado en 1465 que se quitaranlas señales de jurisdicción im-puestas por el conde de Alba–;pero, para no perjudicar los de-rechos de los herederos, les con-cede en el Reino de Granada sa-tisfacción y equivalencia de dichoslugares y vasallos.

    Ordena a sus sucesores que con-serven dentro de la Corona y patri-monio real el marquesado de Vi-llena y la ciudad de Gibraltar consu fortaleza, vasallos, jurisdicción,tierra, términos, rentas, pechos y de-rechos, porque el señorío de dichaciudad constituye uno de los títulosde soberanía de los reyes de Cas-tilla y de León. Asimismo, incorpo-ra a la Corona de Castilla el Reinode las Islas Canarias y todas las tie-rras descubiertas y por descubrir enlas Indias Occidentales, ya que ha-bían comenzado a ser descubier-tas y conquistadas con la finan-ciación de sus reinos y con el es-fuerzo de los naturales de ellos.

     Y, finalmente, hace una serie de re-comendaciones a sus hijos, los príncipes Juana y su marido Felipe: les pide queno cesen en la conquista de África y enla lucha con los infieles; que favorezcana la Santa Inquisición en la labor de per-seguir a la herética pravedad; que guar-den los privilegios, franquezas y liber-tades de las iglesias, monasterios, pre-lados, órdenes, hidalgos y a las ciuda-des, villas y lugares del reino; que obe-dezcan a su padre don Fernando, ha-ciéndole el honor que se merece; que

     vivan en amor, unión y concordia, con-servando el patrimonio real, adminis-trando rectamente justicia a sus vasallos,recaudando con especial cuidado lasrentas reales, guardando las leyes, prag-máticas y ordenanzas hechas en su rei-nado y mandando consumir los oficiosacrecentados.

    La preocupante sucesiónEstablece e instituye por heredera uni- versal de todos sus reinos y señoríos asu hija Juana. Fija de forma minuciosa el

    orden y prioridad en la sucesión de losreinos, ajustándose a lo dispuesto en las Partidas  ( Partida II, Título XV, ley II)

    que establecen que heredaran el reinolos que vengan por línea derecha, y que,si no hubiera hijo varón, heredaría el rei-no la hija mayor; y, si falleciese el hijomayor antes de que heredase, si dejasehijo o hija, que lo heredara aquél oaquélla y no otro ninguno. Según esto,en primer lugar, correspondería la su-cesión a Juana y a sus hijos: Carlos, Fer-nando, Leonor e Isabel –aún no habí-

    an nacido las infantas María, en 1505, y Catalina, en 1507–; en segundo lugar,a su hija María, reina de Portugal, y a sushijos e hijas: el príncipe Juan de Portu-gal e Isabel, la futura emperatriz; y, entercer lugar, a su hija Catalina, Princesade Gales, y sus legítimos sucesores, yaque aún no había nacido María Tudor. Y, finalmente, una importante dispo-

    sición testamentaria que había consul-tado con algunos prelados y nobles quedemuestra el conocimiento que tenía laReina del estado mental de su hija, que

    propiciaría un posible manejo por sumarido, Felipe, en contra de los intere-ses del Reino. Establece la Reina que su

    marido, el rey don Fernando,rigiera, administrara y gober-

    nara sus reinos y señoríos, has-ta que Carlos cumpliera los 20años de edad, en una serie desupuestos.

    Otras mandasEn este apartado final, se hanreunido unas mandas hechas enfavor de personas muy especia-les para la reina: al rey don Fer-nando le concede, además de losmaestrazgos de las Órdenes Mi-litares que tenía mientras viviera,diez millones de maravedíesanuales, situados en las alcabalasde los maestrazgos de Santiago,Calatrava y Alcántara, así comola mitad de las rentas que pro-porcionaban las Islas y Tierra Fir-me del Mar Océano que hastaentonces se hubieran descubier-to. Ordena que se entreguen a sunieto, el infante Fernando, has-ta “que se acabare de criar”, dosmillones de maravedíes cadaaño. Dispone que, si al mo-mento de su muerte no se hu-bieran finalizado de pagar las

    capitulaciones matrimoniales habidasentre su hija María y el rey de Portu-gal, así como las de su hija Catalina conel Príncipe de Gales, se cumpliera supago. Ordena que, cuando fallezca suhija María, los cuatro millones de ma-ravedíes que tenía situados sobre lasrentas de la ciudad de Sevilla, se con-sumieran y tornaran a la Corona Real.Pide al Rey y a sus hijos que honren y concedan mercedes a sus criados, en es-pecial a los marqueses de Moya, al co-mendador don Gonzalo Chacón, a don

    García Laso de la Vega, comendadormayor de León, a Antonio de Fonseca y a Juan de Velázquez.

    Finalmente, nombra como albaceastestamentarios al Rey, a fray Francisco Jiménez de Cisneros, arzobispo de To-ledo, a Antonio de Fonseca, su contadormayor, a Juan Velázquez, contador ma- yor de la princesa doña Juana, a fray Diego de Deza, obispo de Palencia, y a Juan López de Lizárraga, su secreta-rio y contador; y disponiendo para me-jor custodia que su testamento fuera de-

    positado en el Monasterio de Nuestra Se-ñora de Guadalupe, debiéndose hacerdos copias que se guardarían en el Mo-

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    Isabel la Católica con sus tres hijas mayores

    Isabel, Juana y María, en una ilustración delMarcuello . A sus pies, el autor de la obra.

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    nasterio de Santa Isabel de Granada, y en la Catedral de Toledo, donde podíaser consultado por todos.

    El codicilo final

    El codicilo, otorgado el 23 de noviembre,también contiene disposiciones impor-tantes y significativas para conocer la per-sonalidad de la Reina. En primer lugar,Isabel se angustiaba al pensar que en lainstauración que había realizado de lamonarquía autoritaria, en el control delestamento eclesiástico, en la reforma delclero y en la incorporación de los maes-trazgos de las Órdenes Militares, pudierahaber transgredido el principio de justi-cia que obligaba a todo buen gobernan-te. Por ello, disponía que se examinaranlos títulos que tenía el arzobispado deSantiago, que había manifestado que veíalesionados sus derechos por las continuasintromisiones que realizaban los alcaldesmayores del reino de Galicia, juzgandoen primera instancia, y que impedían alprelado que nombrara alguacil ejecutor.

    Respecto al obispado de Palencia, or-dena que se averigüe a quién corres-ponde nombrar corregidor y justicias enla ciudad, así como el cobro de deter-minados impuestos.

    Que se determinara si la fortaleza deRabé pertenecía a la jurisdicción delobispado de Burgos o a la regia. Y, engeneral, disponía que se devolviera a losprelados e iglesias la jurisdicción de to-das aquellas fortalezas para las que ella

    había nombrado alcaides sin tener au-torización apostólica, nombramientosque había realizado para conseguir lapacificación de sus reinos en los prime-ros años de su reinado.

    Respecto a las medidas sobre la re-forma de los monasterios, recomiendaa los reformadores que no excedieranlos poderes que se les había concedi-do para evitar escándalos y daños. Y manda que se examine detenidamen-te si lo recaudado por los conceptos decruzada, jubileo y subsidio para la con-quista del Reino de Granada se habíaempleado para lo que había sido con-

    cedido, así como si las rentas de lasÓrdenes Militares, de las que había si-do nombrado maestre-administrador elRey, se empleaban en lo que estable-cían los estatutos.

    En segundo lugar, hay tres disposi-ciones en las que la Reina se cuestionala legalidad de determinados impuestos –alcabalas, servicios, montazgos y diez-mos de la mar– sobre los que ordenaque se realice una investigación para co-nocer el origen y licitud de los mismos.En el caso de que fueran ajustados a de-recho, se deberían moderar, pero, si nolo fueran, ordena que cese inmediata-mente su recaudación y que se reunie-ra a las cortes para que se determinarasu sustitución por otros tributos justos. Y, por último, debe destacarse en es-

    ta síntesis la disposición relacionada conlas Islas y Tierra Firme de las Indias Oc-cidentales, en la que establece que su

    principal intención fue la conversión desus habitantes a la fe católica, enseñar-les buenas costumbres y dispensarles untrato idéntico al de sus restantes súbdi-tos, ordenando a sus herederos que así lo hicieran y cumplieran con las si-guientes palabras: “e que éste sea suprinçipal fin, e que en ello pongan mu-cha diligençia e non consientan nin denlugar que los yndios, vezinos y mora-dores de las dichas Yndias e Tierra Fir-me, ganadas e por ganar, reçiban agra- vio alguno en sus personas ni bienes,

    mas manden que sean bien e justamen-te tratados; e, si algund agravio han reçe-bido, lo remedien e provean”.   ■

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    EL TESTAMENTOISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

    Misal de los Reyes Católicos , obra de Francisco Flores (Granada, Capilla Real). La Reina

    dispuso en su testamento que se hicieran 20.000 misas por su alma y se vistiera a 200 pobres.

    Luto en Valladolid

    E l sábado siguiente, día de San Andrés,a treinta del mes de noviembre de milquinientos cuatro, los dichos señores Pre-

    sidente, oidores y otros oficiales de la men-cionada audiencia, junto con los regidores

    y caballeros de esa villa salieron de la ca-

    sa de la audiencia y fueron a Santa María

    la Mayor, donde se había alzado el cadal-

    so y puestas las hachas (de cera) y atavia-

    do como ya se ha dicho. Y el dicho señor

    Obispo dijo la Misa Mayor pontifical con

    sus ornamentos y vestiduras de negro, y

    allí llegaron las ordenes de la villa, todas

    con sus velas en las manos, y dijeron mi-

    sa cada una en su capilla. Y acabada la mi-

    sa, cada orden subió encima del estrado y

    dijeron su responso. Y ese día predicó Fray Juan de Ampudia, fraile profeso de la or-

    den de San Francisco de esa villa, el tema

    fue: Elisabet cunpleti sunt dies según está es-

    crito en el capítulo veintinueve del Evan-

     gelio de San Mateo. En este sermón hablómuy altamente tanto del tiempo pasado,

    como del presente y del porvenir, todo ello

    aplicado a las obras y vida de la gloriosa

    reina de España...

    Acabadas de decir todas estas misas y la

    misa mayor, todos los mencionados seño-

    res, en el orden que ya se ha dicho se vol-

    vieron a la casa real, donde su señoría man-

    do que todos los presentes y ausentes fue-

    sen a las tres del mediodía, sin luto, a alzar

    los pendones por la reina Juana, nuestra se-

    ñora (A. de la Plaza Bores, Exequias por Isa-

    bel la Católica y proclamación de Juana la Lo-ca en Valladolid , 1970).

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    Cuando la reina Isabel muereen 1504, el problema de lasucesión, que se había inicia-do con la temprana muerte

    del príncipe heredero Juan en 1497, se-guía sin resolverse y fue causa de ines-tabilidad hasta que su nieto Carlos de

    Gante, el hijo de la reina Juana, llegóa España en 1517.

    Durante este intenso período, en elque la gobernación se hace muy difícil y en el que se van alternando las re-gencias de Fernando el Católico y delcardenal Cisneros con el reinado de Jua-na y Felipe I el Hermoso, parecía quetodos los esfuerzos de los Reyes Cató-

    licos tendentes al fortalecimiento de laautoridad real y la construcción de unEstado centralizado se iban a derrumbar.La nobleza, que desde 1480 había vistolimitada su acción política, ve de nue- vo la oportunidad de intervenir en los

    asuntos públicos y de incrementar sufortuna y su poder.Los dos períodos críticos del inicio y 

    del final del reinado de Isabel tienen

    muchas analogías, ya que algunas de lasdisposiciones y decisiones que se adop-taron en el primero están en la base delos problemas que se plantearon des-pués en el segundo.

    El acceso al trono de Isabel se había

    producido tras una grave crisis que de-sembocó en guerra civil cuando, tras la

    muerte del rey Enrique IV, se enfrentaronsus partidarios, encabezados por su ma-rido Fernando de Aragón, y los que de-

    fendían los derechos sucesorios de su so-brina, conocida como Juana la Beltrane-ja, apoyada por Alfonso V de Portugal. Aquellos hechos marcaron fuertemen-

    te a la joven Reina, quien procuró hastalos últimos días de su vida asegurar la su-cesión para que no se repitieran las ten-siones y mantener la paz de sus reinos y la continuidad de su política. Tras sutriunfo, el esfuerzo de la acción del go-

    bierno de Isabel y Fernando se centró,entre otros asuntos, en el fortalecimien-to del poder real, el mantenimiento de lapaz, el engrandecimiento de sus reinos y la defensa de la legitimidad monárqui-ca. Y para que sus logros perduraran, era

    fundamental asegurar la sucesión. Nun-

    ca olvidó la Reina que su camino haciael trono castellano había sido largo y pe-noso y procuró poner las bases para que

    hechos similares no volvieran a repetir-se. Hay que tener presente, por tanto, to-das estas circunstancias para entender lasdecisiones de Isabel en relación con la

    sucesión y su sufrimiento al ver que to-dos sus planes se desbarataban.

    Consideraba la Reina que una ampliadescendencia le permitiría realizar unapolítica matrimonial que consolidase suposición internacional, cuyo principal ob-jetivo era contener a Francia y contar conun heredero idóneo que concentrase to-dos los reinos. Sin perder de vista estos

    objetivos, Isabel planificó cuidadosa-mente el matrimonio de sus cinco hijos.

    Para conseguir la alianza con Portu-gal, se utilizó el matrimonio de las prin-cesas Isabel y María con el heredero por-tugués; para asegurar la alianza con Bor-goña y la casa de Austria, el doble ma-trimonio de Juan y Juana con Margarita y Felipe, respectivamente; en el caso de

    Inglaterra, por medio de la unión de Ca-talina primero con el príncipe Arturo y,tras la muerte de éste, con Enrique VIII.

    Los designios de la muerteNada hacía presagiar que la Reina no

    fuese a tener una sucesión tranquila. Pe-ro la muerte irrumpió en su casa de for-ma violenta entre 1497 y 1500 y desba-rató sistemáticamente todos sus proyec-tos en relación con la sucesión.

    El 4 de octubre de 1497, murió en Sa-lamanca don Juan, el único hijo varón de

    los Reyes. Había sido jurado príncipe he-redero de Castilla y Aragón en 1480 y 1481, respectivamente, y, unos meses

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    Mª DOLORES CABAÑAS GONZÁLEZes catedrática de Historia Medieval,

    Universidad de Alcalá de Henares.

    La política de alianzas matrimoniales para asegurar la sucesión de los

    territorios unidos por los Reyes Católicos se desmoronó tras la muerte de

    sus hijos Juan e Isabel y de su nieto Miguel. La locura de Juana fue el último

    golpe. María Dolores Cabañas recuerda la amargura de la soberana

    La gran frustración de la Reina

    LOS HEREDEROS

    Los Reyes Católicos, en una capitular de unmanuscrito del siglo XV (Valladolid, Biblioteca

    del Palacio de Santa Cruz).

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    ISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

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    Felipe el Hermoso y Juana, príncipes herederos de Castilla y Aragón, tras la muerte del primógenito Juan y del nieto de los Reyes, Miguel.

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    antes, había contraído matrimonio conMargarita de Austria en una gran cere-monia celebrada en la Catedral de Bur-gos. Cuando el príncipe, que nunca ha-bía gozado de buena salud, enfermó gra- vemente, los reyes estaban camino de

    Portugal para entregar en matrimonio alrey Manuel a su hija la infanta Isabel.

     Ante la alarmante noticia de la dolen-cia de don Juan, Fernando tuvo el tiem-po justo para llegar a ver morir a su hi-jo, y a su angustia por esta pérdida, sesumó la de tener que comunicar la ma-la nueva a su mujer: “El Rey tenía horror

    en el ánimo que no permitía revelar tandolorosa nueva a la Reina. Caían las lá-

    grimas por la cara que mostraban laaflicción paterna”.

    Las múltiples manifestaciones de do-lor por la pérdida de aquel a quien Pe-dro Mártir de Anglería calificó de “es-peranza de España entera” fueron la ca-ra opuesta de los festejos celebrados conmotivo de su nacimiento. Conocemos larelación de honras fúnebres, el luto que vistió la corte durante cuarenta días, losfunerales en Salamanca, en cuya cate-dral se instaló un túmulo con el féretro, y el traslado del cuerpo a Ávila, para serenterrado en el convento dominico deSanto Tomás, donde descansa bajo elsarcófago de mármol que sus padresmandaron esculpir al florentino Dome-nico Fancelli.

    Dios se lo llevóLa Reina aceptó la desgracia con resig-nación: “El Dios mío y Señor mío nos lle- vó el fruto que por su piedad nos habíadado: de sufrir es con ánimo bueno, há-gase su voluntad”. La muerte del prínci-pe desvaneció la ilusión de los Trastámarade conseguir la unidad de España y lacontinuidad de la dinastía, que sólo unhijo varón podía asegurar, pues la pri-mogénita –llamada también Isabel y a

    punto de casarse con el heredero del tro-no portugués–, no podría heredar la Co-rona de Aragón, cuyas leyes sucesoriasimpedían que recayera en una mujer.

    Isabel centró entonces su esperanzaen la viuda del príncipe Juan, que es-taba embarazada y a la que se enforzó“en consolarla y darle placer como si na-da perdiera, y de su preñez está bue-na, bendito Dios, y esperamos de su mi-sericordia que el fruto que de ella saldráserá reparo y consolación de nuestro tra-bajo”. Pero la muerte de su marido ha-

    bía afectado tanto a Margarita que per-dió al hijo que esperaba.Se complicaba la sucesión al trono. De

    acuerdo con el derecho castellano, a fal-ta de varón o de descendencia del mis-mo, la Corona pasaba a la primogénitaIsabel, que, por otra parte, era la favo-rita de su madre por la similitud de susgustos, y que, además, era reina de Por-tugal, por haber casado en segundasnupcias, inmediatamente después de lamuerte de su hermano, con el rey Ma-nuel. Sólo había que esperar que tuvie-

    ran un hijo, que uniría bajo su cetro Cas-tilla, Aragón y Portugal.Pero no cesaban los problemas. En

    64

    Capitulaciones matrimoniales del príncipe Juan con la archiduquesa Margarita de Austria. Juan

    murió poco después y Margarita perdió al hijo que esperaban (Madrid, Fundación Casa de Alba).

    Proclamación de Juana

    E l martes siguiente, tres de diciembrela trajeron cuando la llevaban cami-no de Granada para enterrarla. El Cabil-do salió para recibirla y, debido a que ha-bía muchos lodos, el Cabildo fue a reu-nirse al Monasterio de San Juan de los Re-yes, y de allí salió con la Cruz y las Órde-

    nes de la ciudad y las de fuera, que son lasde San Bernardo y la Sisla. Los frailes deSan Juan de los Reyes salieron con la Cruz,y fueron delante hasta el centro de la Ve-ga, y allí la recibieron, y el clero y el Ca-bildo, junto con todas las Órdenes,espe-raron junto a la Puerta del Cambrón, don-de estaba puesta una tumba, y allí el ca-bildo rezó un responso. A continuaciónCaballeros y Regidores tomaron la tum-ba en hombros y la llevaron a San Juan delos Reyes, donde la pusieron en un cadal-so que estaba en el coro sobre cinco gra-

    das y donde el Cabildo ofició la Vigilia.Al amarecer del día siguiente el Cabildo

    celebró Misa de Requiem, y después se lallevaron a Granada.

    Después ese sábado a las Vísperas izaronpendones por la Reina doña Juana, hija deaquella Reina, de la siguiente manera: ElCorregidor y Ayuntamiento juntos envia-ron una petición al Cabildo para que sa-

    liese, y salieron con capas de brocado y concruces de la Iglesia y parroquias a la Puer-ta del Perdón. Salió a su vez Don Pedrode Castilla, Corregidor, con una ropa reza-gante forrada de martas, caballero a la bri-da en un caballo armado y el Pendón enla mano con las armas de Castilla y León,y así fue hasta las Cruces, y de allí entróel Cabildo con él hasta el Altar Mayor, yallí se hizo la parada, y Don Pedro y los Ca-balleros y el Ayuntamiento se fueron parael Alcázar, y se quedó el Cabildo, y puso elpendón sobre la Torre del Atambor, y allí estuvo hasta que se rompió.

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    este momento se manifestó la ambiciónde Felipe de Borgoña y de Austria, es-poso de la infanta Juana, que empezó atitularse príncipe de Asturias, título des-tinado a los herederos de la Corona, lo

    que provocó el disgusto y la preocupa-ción de los reyes, que solicitaron la pre-sencia urgente de su hija y de su mari-do en la corte para formalizar la sucesión.

    El 29 de abril de 1498 la ciudad de To-ledo recibió con júbilo a los reyes dePortugal y, acompañados por una grancomitiva de notables encabezados porFernando e Isabel, las Cortes les pres-

    taron juramento en la catedral comopríncipes herederos de Castilla: “Fue elcabildo a recibir a los reyes de Portu-gal Don Manuel y Doña Isabel (...) to-caron como cincuenta trompetas, saca-buches y chirimías, y quince pares deatabales, y así vinieron a la Iglesia, en laque se les hizo un recibimiento comoa los Reyes de Castilla (...) y después vi-nieron los Caballeros del Reino, y jura-

    ron a los Reyes de Portugal por Prínci-pes de Castilla (...) y asimismo vinieronlos Procuradores de las ciudades…”

    Desde allí estaba previsto que se di-rigiesen a Aragón para ser jurados porlas Cortes de este reino que habían sidoconvocadas en Zaragoza el 25 de mayo.

    Pero las cosas no fueron tan sencillas. Ya había habido que garantizar a los

    súbditos portugueses, que veían con re-celo su unión con Castilla, un estatutojurídico especial para asegurar que el go-bierno de Portugal lo desempeñasen

    siempre naturales de ese reino. Toca-ba, también, solucionar la herencia en Aragón, las Cortes de Zaragoza se resis-tían a reconocer como heredera a Isa-bel. La situación se desbloqueó al acep-tar Isabel y Fernando el acuerdo de que,

    si la princesa tenía un hijo, éste sería elRey, pero si tenía una hija la Corona de Aragón recaería en sus padres, es de-cir, en don Manuel y doña Isabel.

    La esperanza de MiguelEl 24 de agosto de 1498, cuando la prin-cesa estaba todavía en Zaragoza, dio aluz un niño, Miguel, pero ella murió co-mo consecuencia del parto ese mismodía. Las Cortes de Zaragoza, que toda- vía seguían reunidas, juraron inmedia-tamente a Miguel, con la salvedad de

    que si Fernando el Católico tenía otrohijo varón, éste sería el heredero y nosu nieto, y las castellanas le juraron co-

    mo príncipe de Asturias en enero de1499. El rey de Portugal accedió a que

    su hijo se educase con sus abuelos ma-ternos e Isabel volcó sus cuidados en es-te niño, sobre el que recaerían todos losreinos de España y las tierras que se aca-baban de descubrir. Pero Miguel murióantes de cumplir dos años, cuando es-taba en Granada con su abuela.

    El cronista Bernáldez relata: “El prime-ro cuchillo de dolor que traspasó el áni-ma de la reina doña Isabel fue la muer-

    te del príncipe. El segundo fue la muer-te de doña Isabel, su primera hija, reinade Portugal. El tercero cuchillo de dolor

    fue la muerte de don Miguel, su nieto,que ya con él se consolaban. E desde es-tos tiempos vivió sin plazer la dicha rei-

    na doña Isabel, muy nescesaria en Cas-tilla, e se acortó su vida e su salut.”

    Entonces, los derechos dinásticos re-cayeron sobre Juana, la tercera hija delos Reyes, casada con Felipe, archidu-que de Austria y conde de Flandes, quese convertiría en rey consorte de Casti-lla cuando Juana ascendiese al trono.

    Las relaciones de Isabel y Fernandocon la Casa de Austria atravesaban lospeores momentos. Durante la etapa de latruncada sucesión portuguesa habían te-nido serios enfrentamientos con su yer-no, que se consideraba con derechos so-bre la herencia castellana, a lo que se

    unía la predilección de Felipe por Fran-cia. Por otra parte, empezaron a llegar aCastilla noticias sobre la extraña conducta

    65

    LOS HEREDEROSISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

    El rey Manuel I de Portugal se casó primero con Isabel y, tras la muerte de ésta, con su

    hermana María, con la que aparece al pie de Cristo (Oporto, Iglesia de la Misericordia).

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    de Juana y el mal comportamiento de sumarido hacia ella, lo que llevó a los Re- yes a enviar, en 1498, una misión diplo-mática, en la que participó el superior deSanta Cruz fray Tomás de Matienzo, pa-

    ra investigar la situación. Efectivamente, Juana vivía aislada en un ambiente hos-til, sin dinero, descuidaba a menudo susobligaciones religiosas y sufría agudas cri-sis nerviosas, provocadas por los celos y los enfrentamientos con su marido.

    Los Reyes Católicos mandaron avisara Juana al mismo tiempo que aceleraronlas negociaciones para casar a sus hijas

    Catalina y María con Arturo de Gales y Manuel, el viudo rey de Portugal, res-

    pectivamente, con la intención de queestos matrimonios neutralizaran la fran-cofilia de Felipe. Querían que los ar-chiduques flamencos se trasladasen ur-gentemente a España para ser juradosen Cortes y, por otra parte, educar enla tradición de este país a los dos hi-jos que entonces tenía el joven matri-

    monio: Leonor (1498) y Carlos (1500),que era el heredero universal.Isabel y Fernando tuvieron que espe-

    rar dos años hasta conseguir que se tras-ladaran a Castilla, a causa del embarazo y nacimiento de la tercera hija de Juana,

    a quien llamaron Isabel; a los conflic-tos cada vez más violentos entre ésta y su marido, que llegó a negarle el poderde representarla en las negociacionesentre Francia y España, con la excusa deque antes tenía que consultar a sus pa-

    dres; o a las condiciones exigidas por

    Felipe, como el compromiso matrimo-nial de Carlos, de pocos meses, con Clau-dia, la hija de Luis XII de Francia, que ase-guraba al archiduque sus bue-

    nas relaciones con París.Finalmente, el 29 de enero

    de 1502 los archiduques de Austria pisaron suelo espa-ñol en Fuenterrabía. Desdeallí se dirigieron a Toledo,

    donde, el 22 de mayo, las

    Cortes de Castilla prestaron juramento a Juana como heredera de la Corona, si

    bien se oyeron voces que recelaban desu marido Felipe, heredero consorte,que no hablaba castellano ni mostrabainterés por conocer las costumbres delreino y, ni siquiera, vivir en él.

    Después se dirigieron a Aragón acom-pañados sólo por Fernando, pues Isabel ya se encontraba enferma, para ser ju-rados por las Cortes reunidas en Zara-

    goza y por primera vez, en contra de latradición, el 27 de octubre de 1502, unamujer fue reconocida heredera de aque-

    llos Estados. Fernando tuvo que regre-sar urgentemente a Castilla ante la agra- vación de la enfermedad de Isabel y de-jar que Felipe presidiera las Cortes, pe-ro éste ni siquiera esperó a que termi-naran las sesiones y partió pocos díasdespués dejando la presidencia en ma-nos de Juana.

    Todos se reunieron después alrededordel lecho de Isabel, en espera de una su-

    cesión que parecía inminente. Sin em-

    bargo, la recuperación de ésta permitióa Felipe regresar a Flandes a través deFrancia, con quien se había firmado unatregua; Fernando a su vez pudo volvera Zaragoza, desde donde afrontó losproblemas de la revuelta del Rosellón

     y el resurgimiento francés en Nápoles y obligó a Juana, debido al avanzado es-tado de su embarazo, a permanecer,muy contrariada, junto a su madre en Al-calá de Henares, donde residía Cisneros. Allí nació, el 10 de marzo de 1503, el in-fante Fernando, futuro emperador delSacro Imperio Romano-Germánico.

    El empeño de los reyes por retener a

     Juana, su sucesora, y que los herederosse instalaran en España, empeoró la si-tuación mental de ésta, temerosa de quequisieran apartarla de su marido. La in-sostenible situación y los enfrentamien-tos constantes con su hija minaron la de-licada salud de la Reina, que empeora-ba por momentos, al punto de que losmédicos que la atendían escribieron alRey: “Crea vuestra alteza que es tan gran-

    de el peligro para la salud de la Reina,nuestra señora, llevar la vida que llevacon la señora Princesa, que cada día te-memos estas recaídas (...) Y no le debeextrañar esto a su alteza, pues el estadoen que se encuentra la señora princesaes tal que no sólo da mucha pena a los

    que la conocen y quieren, sino tambiéna los desconocidos, porque duerme mal,come poco, y a veces nada, está muy tris-te y muy flaca”.

    Insolencia y desacatoEl momento más dramático se vivióen La Mota de Medina, donde Isa-bel acudió enferma desde Segoviapara calmar la crisis nerviosa de su

    hija, dispuesta a emprender de cual-

    quier manera el viaje a Flandes, co-mo ella misma explica en una car-ta: “Y a esta causa yo vine aquí conmás trabajo y prisa y haciendo ma- yores jornadas de que para mi sa-lud convenía. Y aunque le envié adecir que yo venía a posar con ella,rogándola que se volviera a su apo-

    sentamiento, no quiso volver ni darlugar a que le aderezasen el apo-sentamiento hasta que yo vine y lametí. Y entonces ella me habló tanreciamente, de palabras de tanto de-

    sacatamiento y tan fuera de lo quehija debe decir a su madre, que si yo no viera la disposición en que

    66

    “El estado en que se encuentra laprincesa Juana da mucha pena: duerme mal,come poco o nada y está triste y flaca”

     Juana, entre Fernando e Isabel,

    perdió pronto la razón. Suestado amargó los últimos

    meses de vida de su madre.

  • 8/17/2019 Isabel, El Legado

    13/3767

    LOS HEREDEROSISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

    Constelación de reyes

    1490

    Alfonsode Portugal Isabel (1470-1498)

    Fernando el Católico

    (1452-1516)

    Isabel la Católica

    (1451-1504)

    Miguel (1498-1500)

    1497

    1469

    Manuel I de Portugal

    1497

    Margarita de Austria Juan (1478-1497)

    Felipe el Hermoso

    1496

     Juana (1479-1555)

    Carlos I (1500) Fernando I (1503)

    1500

    Manuel I de Portugal María (1482-1517)

    Isabel de Portugal (1503)

    1501

    Arturo, príncipe de Gales Enrique VIII

    de Inglaterra

    1503

    Catalina (1485-1536)

    María Tudor (1516)

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    ella estaba, yo no las sufriera en ningu-

    na manera”.La realidad de la demencia de Juanase imponía e Isabel era consciente deque esa locura podía acarrear su inca-pacidad y que la continuidad de la di-nastía estaba en peligro. Y ni siquierahabía conseguido que le mandaran des-de Flandes a su nieto Carlos para sereducado en las costumbres españolas. Juana, finalmente, impuso su voluntad

     y embarcó hacia Flandes en la primave-ra de 1504. No volvería a ver a su madre,que murió el 26 noviembre de ese año.

    Poco antes, en octubre, había firmado –como hemos visto en el artículo ante-rior– un testamento y un codicilo, en elque tuvo en cuenta los problemas su-cesorios que se iban a plantear a sumuerte. En él, además de estipular quesus territorios se gobernaran de acuerdoa sus usos y costumbres, y que los ex-tranjeros no ocupasen oficios de la Co-rona destinados a ser desempeñados por“naturales del reino”, dejaba a Juana co-mo heredera, “conformándome con loque devo e soy obligada de derecho, or-

    deno e establezco e ynstituyo por mi uni- versal heredera de todos mis regnos (...)a la princesa doña Juana, archiduquesa

    de Austria, duquesa de Borgoña, mi muy cara e muy amada hija primogénita (...)e reciban e tengan a la dicha princesadoña Juana por reina e señora natural,propietaria de todos los mis reinos e tie-rras e señoríos e alzen pendones por ellafaciendo la solemnidad que en tal casose requiere (…) e fagan luego juramen-to e pleito omenaje en forma, según cos-tumbre e fuero de España”.

    Tiempo de regencias A Felipe se le debía otorgar lealtad co-mo marido de la Reina, es decir, comorey consorte, pero aseguraba que, si fue-ra necesario, el poder lo tuviera Fer-nando como regente, tal y como se lohabían pedido las Cortes de Toledo de1502, cuando ya se conocían los pro-blemas mentales de Juana: “Ordeno emando que cada e quando la dicha prin-cesa mi hija no estoviere en los dichosmis reinos o después que a ellos vinie-

    re en algún tiempo aya de ir e estar fue-ra de ellos, o estando en ellos no qui-siere o no pudiere entender en la go- vernación de ellos, que en cualquier delos dichos casos, el Rey mi señor rija, ad-ministre e govierne los dichos mis rei-nos e señoríos (...) por la dicha prince-sa fasta en tanto el infante don Carlos minieto, hijo primogénito heredero de losdichos príncipe e princesa, sea de edadlegítima, alo menos de veinte años cum-plidos para los regir e governar”. Y es-pecificaba aún más al pedir a la prin-cesa y a su marido: “que siempre sean

    muy obedientes e subjetos al rey, mi se-ñor, e que no le salgan de obedienciase mandado, e lo sirvan e traten e acatencon toda reverencia e obediencia”.

    Tras la muerte de la reina Isabel, Cas-tilla vivió una grave crisis, pues la su-cesión al trono planteó serios problemas,no achacables al deseo de Fernando deconservar su poder sobre Castilla, sinoa la debilidad política de la heredera,que no consiguió hacerse con el controldel reino y favoreció que afloraran denuevo las ambiciones de los diferentes

    sectores de la nobleza.El Rey, de acuerdo con la voluntad deIsabel expresada en el testamento, co-

    municó oficialmente la muerte de la Rei-na, ordenó que se alzasen pendones por Juana, la nueva soberana, y dejó claroque él era el gobernador. Las crónicas,como la escrita por Colmenares, se ha-cen eco de esta situación: “… hizo el rey levantar en Medina estandartes por suhija la reina doña Juana, propietaria deestos reinos, y por el rey don Felipe sumarido; admirable imitación de su abue-lo, el infante don Fernando, intitulán-dose, como él gobernador”.

    Las Cortes, reunidas en Toro en ene-ro de 1505, tras oír el testamento, reco-nocieron a Juana como reina de Castilla y recibieron el juramento de Fernandocomo gobernador y administrador de losreinos. Lucio Marineo Sículo escribe: “ElRey muy prudente don Fernando, des-pués de la muerte de la Reina, hechassus obsequias, mandó luego venir a Cor-tes casi todos los Grandes de Castilla, deLeón, de Granada… Estaba a la sazón la

    dicha doña Juana con su marido don Fe-lipe (...) en el condado de Flandes. A loscuales, haciendo saber la muerte de laReina Doña Isabel, entre tanto que vi-niesen tomó la gobernación y cuidadode sus reinos en Castilla y de los otros,por ruego de la Reina Isabel y consen-timiento de los caballeros y procurado-res de las ciudades”. Al mismo tiempo,los mismos procuradores acordaron ensesión secreta –tras conocer un informesobre la demencia de Juana que su mis-mo marido se había ocupado de comu-nicar– que, si Juana estaba enferma, Fer-

    nando fuese el regente permanente.

    La confrontaciónInmediatamente surgieron las opinionesde quienes pensaban que Juana tenía to-dos los derechos sucesorios y ningunoFernando, de acuerdo con lo estipuladoen el momento de llegar al trono los Re- yes Católicos y, por tanto, se apresura-ron a apoyar a Felipe. El enfrentamien-to entre suegro y yerno era inevitable:los dos competían por el poder con ar-gumentos a su favor que les permitiesen

    gobernar; uno se apoyaba en el testa-mento de la Reina difunta, el otro en sucondición de marido de la Reina actual.

    68

    En 1517, Carlos, el hijo de Felipe y Juana,pisó España. Con él se produjo el cambiodinástico de los Trastámara a los Austria

    La princesa Catalina fue casada en 1501 con

    Arturo, príncipe de Gales, y, tras su muerte,

    con el futuro Enrique VIII, en 1505.

  • 8/17/2019 Isabel, El Legado

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    Fernando pretendía que Juana y Feli-pe “se estuviesen holgando allá, en Flan-des, y que enviasen acá al príncipe donCarlos, mi nieto, para que yo le hiciesecriar acá y que supiese la lengua y cos-tumbres, y al llegar a la edad marcada enel testamento de su abuela tuviese ha-bilidad para gobernar (...) y así no en-trarían extranjeros en la gobernación”.

    Por el contrario Felipe, que tenía elrespaldo de Francia, pedía el aplaza-miento de cualquier decisión hasta queél y Juana llegasen a Castilla. Sus con-sejeros estaban propiciando la formaciónde un bando nobiliario que le apoyasea cambio de prebendas políticas: un nu-meroso sector de la nobleza, que había visto rechazadas sus demandas de ma- yor protagonismo político y no aceptóel autoritarismo de los Reyes Católicos, vio la oportunidad de conseguir sus as-piraciones, como relata Anglería: “Abier-tamente proclaman que sus antepasadospor este camino reunieron y aumenta-ron su patrimonio, afirmando que siem-pre hay ganancia cuando muchos andandesacordes acerca del mando”.

    La desilusión de Fernando ante estasituación explica su alianza, contra todopronóstico, con Luis XII de Francia y sumatrimonio con Germana de Foix, la so-brina de éste, en marzo de 1506. Con-siguió el apoyo del rey francés para go-bernar Castilla frente a Felipe, a cambiodel compromiso de designar herederodel Reino de Nápoles al hijo que tuvie-ra con su nueva mujer, pero, de no te-ner descendencia, el título retornaría ala Corona francesa.

    Un mes después de esta boda, Jua-na y Felipe regresaban a España y Fer-nando, después de varias negociacio-nes con su yerno y cansado de la acti-

    tud de la nobleza que le había aban-donado, se retiró a sus estados arago-neses el 27 de junio de 1506, fecha enque termina su primera regencia: “Siem-pre fue mi fin hacer lo que he hecho y posponer mi particular interés por elbien y paz del reino y por sostener enpaz esta heredad que yo, después deDios, he hecho con mis manos, la cual,si yo tomara otro camino, fuera des-truida para siempre (…) había pensa-do que después de treinta años de tan-ta familiaridad y amor mostrarían más

    sentimiento de mi partida”.Previamente había acordado con Fe-lipe declarar incompetente a Juana para

    gobernar y que él ejerciera exclusiva-

    mente el poder. Las Cortes de Vallado-lid, reunidas en julio en 1506, recono-cieron al marido de la Reina como go-bernador en su nombre y a su hijo Car-los como heredero, si bien se negaron aincapacitarla.

    Locura cuestionada

    Se abrió entonces un duro debate entrequienes apoyaban la propuesta de Feli-pe de encerrar a Juana y los que no es-taban dispuestos a consentirlo, que em-pezaron a considerar que la locura de la

    Reina había sido una invención de su pa-dre y su marido para reinar en su lugar.La repentina muerte de Felipe el 25 de

    septiembre de 1506, que sólo le permi-tió gobernar tres meses, abrió de nue- vo el debate sobre la enfermedad de Jua-na y surgieron violentos enfrentamientosentre las diferentes facciones nobiliarias.Cisneros, Cardenal Primado y Cancillerde Estado, el hombre más respetado,presidió la Junta que se constituyó parala gobernación de Castilla y solicitó al rey de Aragón que regresara para asumir de

    nuevo la regencia del reino. Fernandono atendió esta solicitud de inmediato: viajó primero a Italia para atender a sus

    asuntos de Nápoles y no regresó hasta el21 de agosto de 1507, para gobernar Cas-tilla en nombre de su hija Juana, a quienél mismo, en el otoño de 1509, recluyóen el castillo de Tordesillas.

    En su matrimonio con Germana deFoix, Fernando no tuvo hijos y cuandomurió el 23 de enero de 1516, su nieto,el futuro Carlos V, se convirtió en rey de Aragón, pero no de Castilla, pues en es-te reino el título lo tenía su madre, Jua-na, por lo que quedaba limitado a go-bernar en su nombre. Cisneros, que ha-bía sido designado regente por Fernan-

    do, le explicó los pormenores de la si-tuación, pero, en un acto que ha sidoconsiderado un golpe de Estado, Carlosse hizo proclamar en Bruselas, el 14 demarzo de 1516, rey de Aragón y Casti-lla, conjuntamente con la Reina, lo queprovocó el malestar de las Cortes y delConsejo de Estado.

    Cuando el 8 de noviembre de 1517murió Cisneros, Carlos, el nieto flamen-co de los Reyes Católicos, el hijo de Jua-na y Felipe, acababa de pisar suelo es-pañol. Fue él, finalmente, el heredero y,

    con él, se produjo el cambio de dinastíaque tanto temía la reina Isabel: de la ca-sa Trastámara a la de Austria.   ■

    69

    LOS HEREDEROSISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

    El emperador Maximiliano de Austria, su hijo, Felipe el Hermoso, y su esposa, María de Borgoña,

    en la fila superior. Abajo, los nietos, Fernando, Carlos y María (Viena, Kunsthistorisches Museum).

  • 8/17/2019 Isabel, El Legado

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    E sta ciudad de Granada es ma- yor en población del que pen-sar se puede; el palacio muy grande y más rico que el deSevilla”, decían los Reyes Católicos enuna carta escrita a los pocos días de latoma de la ciudad, mientras en Castilla y Aragón se organizaban ceremonias re-

    ligiosas de acción de gracias y festejosprofanos, con músicas, corridas de toros y regocijo general. La alegría llegó a Ro-ma, con una carta de los Reyes al Pa-pa: “Este reino de Granada, que sobre780 años estava ocupado por los infie-les, en vuestros días y con vuestra ayu-da se haya alcançado el fruto que lospontífices pasados tanto desearon y ayu-daron”. El autor de esta cita, N. H. Hill-garth, añade que en la Ciudad Eterna secelebraron oficios religiosos y sonadas

    fiestas a expensas del cardenal Borgia,que pocos meses después sería Papacon el nombre de Alejandro VI.

    Si los vencedores vieron la toma deGranada como “el más señalado y bie-naventurado día que nunca jamás en Es-paña ha habido”, los musulmanes la per-cibieron como “una de las catástrofes

    más terribles sucedidas al Islam”. Losgranadinos difícilmente podían sentir lagenerosidad de las Capitulaciones  y, sinembargo, pocos vencidos recibieron tra-to tan benévolo. Las concesiones de losReyes Católicos eran tan generosas co-mo imposibles de cumplir y su magna-nimidad estaba, probablemente, más im-puesta por la prisa en lograr la capitu-lación nazarita, que por un propósito ra-zonado de cumplir todo lo prometido.

    Las Capitulaciones convertían a todoslos granadinos –unos 300.000, según La-

    dero Quesada– en súbditos de la Coro-na; se les garantizaba la libre práctica desu religión, la propiedad, la libertad

    de comercio, la retribución de sus tra-bajos, la inviolabilidad de domicilio, laamnistía por las acciones de guerra o de-litos anteriores a los acuerdos, el respe-to a los helches  –cristianos convertidos alIslam–. Incluso se les permitió crear suspropios concejos, como el que funcionóen Granada, aunque su campo de ac-

    tuación se redujera a beneficencia, hi-giene, infraestructuras, etcétera. A los habitantes de la capital se les exi-

    mía durante tres años del pago de tri-butos para que se recuperasen de losquebrantos provocados por el asedio.Quienes lo desearan podían trasladar-se a África, permitiéndoseles vender susposesiones y llevarse cuanto poseyeran,salvo armas y caballos, por motivos deseguridad, y el oro y la plata, por razo-nes económicas. A quien pretendieraabandonar Granada, pero no quisiera

    trasladarse a África, se le proporciona-rían los oportunos permisos para esta-blecerse en otros lugares de Castilla.

    70

    SOHA ABBOUD-HAGGAR es profesora delDepartamento de Estudios Árabes eIslámicos, U. Complutense, Madrid.

    Traje de casa de muchacha morisca, según eldibujante alemán Weiditz, hacia 1525.

    Urgiéndoles terminar la guerra y eufóricos por la victoria, los Reyes

    Católicos firmaron compromisos muy generosos. Soha Abboud muestra

    que a la inicial voluntad de cumplirlos sucedió la necesidad perentoria de

    asimilar a aquella minoría, una fuente de problemas y un peligro ante la

    actividad corsaria y otomana en las costas mediterráneas

    TRAGEDIA

    MORISCA

    Un problema sin resolver

  • 8/17/2019 Isabel, El Legado

    17/3771

    Bautismo de mujeres musulmanas, por Felipe

    Vigarny. Las Capitulaciones  inicialmente

    garantizaban la libre práctica de su religión

    (Granada, Retablo de la Capilla Real).

    ISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

  • 8/17/2019 Isabel, El Legado

    18/37

    Los Reyes trataron de cumplir suscompromisos, pese a las dificultades queentrañaba el gobierno de una poblaciónque nada hizo por integrarse, sino que,por el contrario, rumiaba su resenti-miento y esperaba la resurrección islá-mica, gracias a una intervención oto-

    mana o egipcia, que la mayoría hubie-ra estado dispuesta a apoyar.Íñigo López de Mendoza, conde de

    Tendilla, en el gobierno, fray Hernando

    de Talavera, en la política religiosa, y el secretario real, Hernando de Zafra, enla organización del territorio, debierondesenvolverse con tacto y paciencia, tan-to que hasta 1499 no se produjeron enGranada problemas de importancia. Másaún: “Los musulmanes de Orán queda-

    ron tan impresionados por las condi-ciones concedidas a Granada que, en1494, ofrecieron la sumisión a Castilla sise les daba el mismo trato”.

    “No cabe duda de que los Reyes norebajaron a la ciudad de Granada, si-no que la mantuvieron como en lo al-to de un monte, dotándola de una se-lecta administración”, escribió Tarsiciode Azcona, y la mejor demostración esque permanecieron en Granada seismeses y, a lo largo de la siguiente dé-cada, en sendas estancias, sumaron másde un año y decidieron erigir allí la ca-pilla real y el mausoleo para su eter-no descanso.

    Pese al inicial cuidado por parte delos vencedores en eliminar asperezas,los granadinos más pudientes emigra-ron. Entre ellos, veinte meses despuésde su capitulación, el rey Boabdil, quehabía recibido un gran territorio en Las Alpujarras, pero al fin prefirió afincar-se en Marruecos. Ya le había precedi-do su tío, El Zagal, que se estableció elTlemcén hasta su muerte, en 1494. Y,con ellos, sus allegados. Al parecer, enlos traslados a África se respetaron lasCapitulaciones . Una comisión de nota-bles musulmanes colaboró con las nue- vas autoridades en la tasación de losbienes de los emigrantes y en los im-puestos que debían satisfacer; el tras-lado hasta la costa africana fue gratui-to durante los tres primeros años y lue-go, barato. Incluso existen casos de gra-nadinos emigrados a Marruecos queoptaron por retornar ante la dureza de

    72

    Una familia morisca del reino de Granada a principios del siglo XVI, por Weiditz. En los

    primeros años tras la conquista, los musulmanes recibieron buen trato de los Reyes Católicos.

    Simpatías mudéjares

    I sabel fue consciente desde su infancia delhecho diferenciador musulmán. Habíavivido en la Corte de su hermano, Enri-que IV, que tenía gran simpatía hacia mu-chas cosas árabe-andalusíes: había adoptado

    su modo de vestir, sus comidas, su forma desentarse y de cabalgar. Cuenta José-LuisMartín, en Enrique IV , que sus enemigosle acusaban de montar a la jineta, como losárabes, y no a la brida como era habitual en-tre los cristianos, asunto que irritaba a al-gunos porque ese “ejemplo era seguido pormuchos de los nobles”. Isabel vivió en eseambiente simpatizante con lo andalusí ycomprensivo con “la imagen del otro”, queestaba viva en la literatura y en la culturapopulares.

    No es de extrañar que mostrara cierta in-

    clinación y aprecio por las manifestacionesculturales de origen mudéjar, como obser-

    va Ladero Quesada en Isabel y los mudéjaresde Castilla. Según revelan las cuentas de laReina y el inventario de sus bienes, en la vi-da cotidiana solía usar piezas de vestido deestilo mudéjar. Ella y sus acompañantes se

    ponían camisas o alcandoras, labradas y bor-dadas o con adornos y guarniciones de pa-samanería que solían representar letras ára-bes; utilizaba tocas de camino, llamadas al-maizares o alharemes, que protegían la pieldel viento y del sol; vestía quezotes, sayos mo-riscos, marlotas y almolafas –vestiduras tala-res para las diversas estaciones– y  alborno-ces y capellares, mantos con sus capuchones,a modo de abrigo o sobretodo. Utilizaba cal-zas moras, cómoda babucha andalusí de as-pecto ancho y arrugado, aparte de borceguíesy botas de marroquinería. De marroquine-

    ría eran también las almohadas, cojines, gua-damecíes de pared; parte de sus joyas, armas

    blancas y guarniciones de caballo era de ori-gen granadino. Esto por no hablar de las co-midas y de sus postres: buñuelos, mante-cados, almojábanas, almendrados, polvo-rones, alfajores, alfeñiques, almíbares, to-

    rrijas, mazapanes y turrones, típicos dul-ces andalusíes. Y, por supuesto, asistía a tor-neos y fiestas en los que los caballeros dela Corte montaban caballos árabes a la jine-ta y utilizaban con destreza el arco y la lan-za al estilo árabe.

    Además, tuvo la percepción directa de lasminorías mudéjares esparcidas por las po-blaciones castellanas que ella frecuentaba:Madrigal, Arévalo, Medina del Campo, Ávi-la, Segovia, Valladolid... Allí escucharía sumúsica, presenciaría sus fiestas, oiría a susrecitadores, conocería sus condiciones de vi-

    da y, progresivamente, se enteraría de su im-portancia económica.

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    19/37

    la vida y del clima que allí hallaron. Esepermiso de retorno evidencia el deseo y esperanza de los Reyes de que fueraasimilada aquella población trabajado-ra e industriosa.

    Si esto último es evidente, también loes que las facilidades para la emigraciónse debían al principio enunciado por elconocido refrán: “A enemigo que hu- ye, puente de plata”. Suponían las nue- vas autoridades que quienes optaran porirse serían los más ofendidos, los más di-fíciles de asimilar, los musulmanes másacérrimos. El historiador Bernard Vin-cent tiene claro que lo pactado “no im-pedirá a Isabel, a Fernando y a sus re-presentantes actuar para deshacerse, lomás rápido posible, de todos aquellosque suponían cualquier amenaza”.

    Lenta asimilación Aunque la paz duró hasta finales de1499, el deterioro de las Capitulaciones  ya se percibía en 1495. La predilecciónmostrada por los Reyes estaba acompa-ñada por la esperanza de una rápidaasimilación y ésta no avanzaba conpaso firme. Sus bases deberían serreligiosas, sociales y políticas y enninguno de esos capítulos se ad-

     vertían progresos sustanciales.Los mudéjares seguía viviendo, vistiendo, comiendo, hablan-do, trabajando, gobernándose y orando según sus costumbres y leyes y de acuerdo con el Is-lam. Excepcionales eran los ca-sos de moriscos asimilados.

    Si eso contrariaba la políticade los Reyes, mayor era aún laimpaciencia de quienes temían,políticamente, a esa poblacióntan numerosa como inquietan-

    te; de los fundamentalistas re-ligiosos, que clamaban contraesa tolerancia, bastante más ge-nerosa que la mostrada por elIslam con las poblaciones cris-tianas sojuzgadas; y de los bui-tres que aguardaban impacien-tes la oportunidad de apode-rarse de los despojos de los vencidos. “El hecho fue queaun respetando la letra de lascapitulaciones, ya en 1495 co-menzó a alterarse gravemente

    el espíritu de las mismas, al exi-gírseles a los mudéjares unascontribuciones o servicios

    extraordinarios, lo que volvería a repe-tirse en 1499”, escribió Cortés Peña en

     Mudéjares y repobladores .Simultáneamente, se fueron aveci-

    nando en el territorio granadino nue- vos pobladores –cuarenta mil entre1485 y 1495–, que llegaban con la es-peranza de encontrar fértiles tierras pa-ra establecerse o con el ánimo de ha-cer rápida fortuna. Los problemassurgieron de inmediato: los recién lle-gados no obtuvieron los mejores lotes,propiedad de los nativos, ni podían, engeneral, competir con sus laboriosidad y destreza. Por tanto, sus rendimien-tos fueron inferiores y la envidia fo-mentó quejas y calumnias contra los

    mudéjares, sobre los que recayeronpaulatinamente mil presiones.

    Se les permitía vender, pero no com-prar, se les fue recluyendo en barrios se-parados, se les despojó de las armasblancas, se les obligó a prestar serviciosno remunerados. Al tiempo, se fomen-tó su segregación de los cristianos,creando mercados distintos, prohibién-doles que contrataran los servicios demusulmanes y que comprasen en lasmismas tiendas. Todos estos factores ori-ginaron un nuevo éxodo morisco hacia África en 1495 y, “como sucedió con losjudíos, aquí también se incrementaronlos problemas sobre los bienes que po-dían sacar, las aduanas por las que

    deberían salir y la organización de los viajes. Revisando las cuentas del teso-

    rero Morales, que llevó cargo de toda latesorería de los musulmanes, consta

    que los Reyes cobraron a éstos, sincontar el repartimiento anual, en-tre 1495 y 1503, 451.544 marave-díes”, según Tarsicio de Azcona.

    El santo alfaquí Las presiones sobre la poblaciónislámica tocaron el nervio cuan-do se les trató de convertir alcristianismo. El interés en esaconversión era comprensible:constituiría el gran paso para laasimilación, eliminaría el peligrode sublevaciones y de compli-cidades con las correrías berbe-riscas que acechaban las costas

    mediterráneas de la Península;calmaría a los cristianos más in-tegristas y cuadraba plenamen-te en los ideales de expansiónde la fe cristiana que tenían losReyes. De la cristianización seencargó a fray Hernando de Ta-lavera, confesor de la Reina, quefue nombrado arzobispo de Gra-nada. Sus métodos, basados enla caridad, en la comprensión, elestudio de la cultura y costum-bres de los musulmanes, le hi-

    cieron famoso y tan querido porellos, que le llamaban “el santoalfaquí”, pero proporcionaban

    73

    TRAGEDIA MORISCA ISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

    Un ángel inspira a los Reyes Católicos la idea de la cruzadacontra los musulmanes, en una ilustración del Rimado de la 

    Conquista de Granada , de Marcuello.

    La presión de los nuevos pobladorescristianos, en busca de fortuna rápida,fomentó calumnias contra los mudéjares

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    pocas conversiones, aunque fueran per-manentes.

    Consciente de que el Islam impreg-naba todos y cada uno de los actos delcreyente, Talavera trataba de que los

    conversos abandonaran sus prácticascotidianas tradicionales y adoptasen losmodelos cristianos: “Es menester que voz conforméis en todo y por todo a labuena y honesta conversación de losbuenos y honestos cristianos y cristia-

    nas en vestir y calçar y afeitar y en co-mer y en mesas y en viandas guisadascomo comunmente las guisan y en

     vuestro andar y en vuestro dar y tomar y, más que mucho, en vuestro hablar,olvidando cuanto pudiérades de la len-gua arábiga y haciendola olvidar y quenunca se hable en vuestras casas...”.

    Pero si pedía eso, también exigía queno hubiera distinciones entre cristianos

    nuevos y conversos, prohibía que se lesofendiera, denunciaba presiones, con-tribuciones y menosprecios, pues todoesto obstruía las conversiones. Esa polí-

    tica molestaba a muchos y sus quejas y denuncias llegaban hasta los Reyes. Isa-

    bel y Fernando se presentaron en Gra-

    nada en septiembre de 1499 y tuvieron,inicialmente, un gesto complaciente: exi-mieron a los mudéjares de las limitacio-nes suntuarias que les afectaban pero,

    como ya había ocurrido en 1495, se les

    impuso el duro tributo de 7.200.000 ma-ravedíes, el doble de lo que exigían alos mudéjares de Castilla. No fue eso lopeor. Aunque se desconocen sus con- versaciones con el obispo Talavera o susimpresiones sobre la marcha de la cris-tianización, es evidente que no queda-ron conformes y antes de que termina-ra el año fue llamado a Granada Fran-

    cisco Jiménez de Cisneros, arzobispo de

    Toledo y también confesor de la Reina,para que acelerase el proceso de las“conversiones”.

    Sublevación y conversiónCisneros abandonó la evangelizaciónlenta y libre de fray Hernando de Tala- vera y comenzó a bautizar por medio depresiones y sobornos. A los descen-dientes de los helches  se les obligó a

    bautizarse, con el pretexto de que no es-taban incluidos en las Capitulaciones .Los inquisidores trataban de hallar

    orígenes cristianos en todos los musul-manes para incluirlos en ese grupo y sunegativa significaba la prisión o el des-

    tierro. Cisneros llevó la provocación al Albaicín, uno de los barrios donde ha-

    bían sido concentrados los mudéjares, y convirtió su mezquita en iglesia, bajo laadvocación de Santa María de la O.

    Todas esas triquiñuelas jurídicas, pre-siones y vulneración de las Capitula-ciones crearon un clima de tan alta ten-sión que bastó un pequeño incidentepara iniciar los gravísimos disturbios de

    diciembre de 1499. Al parecer, varios al-guaciles penetraron en el Albaicín y de-tuvieron a una muchacha, a cuyos gri-tos se congregó gente en la calle y en eltumulto pereció un guardia: “... Y le-

     vantáronse y barrearon las calles y sa-caron las armas que tenían esconcidas y fisieron otras de nuevo y pusieronse entoda resistencia”.

    La sublevación fue sofocada en unos

    pocos días por el conde de Tendilla conla eficaz ayuda del obispo Talavera. Pa-ra escapar de las previsibles represalias,millares –5.000, según unas fuentes,50.000, según otras– de granadinos op-taron por bautizarse, tanto que Cisneros,para ponerse a la altura de la deman-da, se inventó el sistema del bautismo

    por aspersión... Probablemente sólo setrata de una figura retórica, pues los bau-

    tizados fueron inscritos como tales uno

    74

    Revuelta en Las Alpujarras

    C

    abía temer que en socorro de los mu-déjares sublevados acudieran sus corre-

    ligionarios de las ciudades corsarias nortea-fricanas o el propio Imperio Otomano, quese enseñoreaba de la mitad del Mediterráneo.Incluso cundió el temor a una nueva invasiónmusulmana de la Península.

    Por tanto, era urgente sofocar el levanta-miento y, para lograrlo, ni escatimaron re-cursos ni los medios más brutales, como elempleado por el conde de Lerín, que rindióla fortaleza de Laujar, en la zona del Andarax,tras volar con pólvora una mezquita en la quese hallaban refugiados “multitud de moris-cos, con sus hijos y mujeres”.

    En la campaña se distinguió Gonzalo Fer-nández de Córdoba –ya conocido como el Gran Capitán tras su victoriosa primera cam-paña de Italia– . Él fue el vencedor, en ene-ro de 1500, de la batalla de Guéjar, las más

    dura de la breve guerra. Al acercarse las tro-pas de Fernández de Córdoba a esa villa, sehallaron ante un amplio terreno descubiertoy recién arado; cuando los cristianos estabanatravesándolo, los musulmanes abrieron lasacequias y lo inundaron, dificultando el mo-vimiento de los caballos, que “se hundían has-ta las cinchas”. Entonces, emboscados en lasalturas, aparecieron centenares de ballesteros,cuyos tiros se cebaron en los empantanadosjinetes. Salvado ese trance, los cristianos al-canzaron los muros, tendieron las escalas y esfama que Gonzalo fue el primero en escalarla muralla y abrir el camino a sus soldados.

    Y si Fernández de Córdoba se hizo temerpor los levantados, parece que también logrósu admiración por su caballerosidad y dotesdiplomáticas, pues los sublevados pidieronsu intervención para negociar las condicionesde la capitulación.

    Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran

    Capitán, fue llamado para sofocar la

    rebelión de Las Alpujarras en 1500.

    Cisneros abandonó la evangelizaciónlenta de Hernando de Talavera y bautizó

    por medio de presiones y sobornos

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    a uno –según ha demostrado LaderoQuesada–, lo que significa una cuida-

    dosa individualización.Cisneros, feliz por su éxito, escribió

    el 4 de enero: “... Esto de la conversión

     va de bien en mejor, porque sus alte-zas, como cristianos príncipes, lo hantomado tan a pechos que esperamosque redundará el fruto que por todanuestra religión cristiana se desea”. La visión musulmana era diametralmente

    opuesta. El historiador magrebí del si-glo XVII al-Maqarri se queja en  Nafhal-Tib , una de las pocas crónicas ára-bes que se conservan sobre este pe-ríodo, de que “los cristianos violaronsus promersas e infringieron cada unade las cláusulas hasta obligar a todos

    los musulmanes a bautizarse. Los sa-cerdotes obligaron a todos los cristia-

    nos que se habían hecho musulmanesa renegar de su nueva religión, y no só-lo si ellos mismos renegaron del cris-tianismo pero incluso si lo había hechoalguno de sus abuelos”.

    Ese descontento hacía fermentar la re- vuelta en Las Alpujarras y la sierra de Gá-dor. A la cabeza de los descontentos es-taba Omar ibn-Ummayya, de una fami-

    lia notable. Los pueblos de la serra-nía se sublevaron, causando tal alar-

    ma que no sólo se puso en campa-ña el conde de Tendilla, sino que lle-gó en su apoyo Gonzalo Fernández

    de Córdoba y hasta el propio Rey acu-dió desde Sevilla a sofocar la rebelión.

    La contienda apenas duró tres meses,pues los sublevados carecían de mediospara prolongar más su resistencia, pe-ro la pacificación fue sólo aparente y unaño después rebrotaba la sublevación enla serranía de Ronda.

    El final de las Capitulaciones La esperanza de la convivencia pacífi-ca y, a la larga, la absorción total de la

    población islámica se convirtió en unaquimera. En consonancia, los Reyes dic-taron una batería de leyes destinada aterminar con el problema por la fuerza.La más impopular a los ojos contem-poráneos es la quema de libros musul-manes, ordenada en octubre de 1501por los Reyes. La orden, que algunossuponen sugerida por Cisneros, se re-

    fería a los ejemplares del Corán, sus co-mentarios, interpretaciones y otros li-bros piadosos; por lo que respecta a

    Cisneros, se sabe que no estaba en Gra-nada, pero que, por su mediación, sesalvaron numerosos códices antiguos,que fueron a parar a la Universidad de Alcalá.

    Mayor trascendencia tuvo, sin embar-go, el ultimátum que recibieron los mu-sulmanes en febrero de 1502: conver-sión o expulsión. Se bautizaron en masa.

    Evidentemente, la mayoría no contabacon grandes recursos para emigrar y, an-te el incierto futuro, optaron por bauti-zarse para capear el temporal. Otros,percibiendo el bautismo como una ce-remonia puramente formal, que no mar-caría sus vidas, se convirtieron atraídospor las ventajas fiscales que suponía.Muchos de los dirigentes de las comu-nidades musulmanas tuvieron un cálcu-

    lo estratégico: había que aguantar allí,aguardando la reacción islámica. Así lo recomendaba, en 1503, un mufti deOrán, que escribía a un amigo grana-dino recomendándole que fingiera su

    75

    TRAGEDIA MORISCA ISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

    La Crónica de Hispania, por Diego de Valera en1482, cubre desde los romanos hasta Álvaro deLuna, y tuvo mucho éxito durante sesenta años.

    La Virgen del Pilar ordena al apóstolSantiago que ayude a los ReyesCatólicos a conquistar Granada.Marcuello, el autor del Rimado de la conquista..., se retratójunto a la escena.

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    conversión a la espera de la llegada deapoyo otomano. Entre estos se encon-traba, sin duda, el dirigente rebelde

    Omar Ibn Ummayya, que se bautizó co-mo Fernando de Granada.¿Cuántos se marcharon en ese éxo-

    do que comenzó en 1492, se activó apartir de 1496 y, sobre todo, tras la or-den de conversión forzosa 1502 y de lasdisposiciones posteriores? Bernard Vin-cent calcula que entre 1492 y 1510, almenos cien mil musulmanes optaronpor abandonar el antiguo emirato na-zarí y establecerse en el Norte de Áfri-ca. Eso significa que en dos décadasemigró un tercio de la población mu-

    sulmana; más de treinta pueblos fueroncompletamente abandonados y el con-de de Tendilla exclamaba con amargu-ra: “El reino se vacía como un huevoque está en ascuas”.

    El problema musulmán había termi-nado. Comenzaba el problema morisco,nombre por el que se designó a aque-llos conversos o cristianos nuevos y que,según Ricardo García Cárcel, aparecedocumentalmente por vez primera en1521, aunque coloquialmente ya se uti-lizara antes, sobre todo como adjetivo,

    por ejemplo “fiestas moriscas”.En cuanto a los Reyes Católicos, no tu- vieron escrúpulos en incumplir no sólo

    las Capitulaciones  –que consideraronpapel mojado tras las sublevaciones– si-no sus promesas de febrero de 1500 alos sublevados en Las Alpujarras, a losque decían en una carta: “Sabemos quealgunos os han dicho que nuestra vo-luntad era de mandaros, tornaros y ha-ceros por fuerza cristianos; y porquenuestra voluntad nunca fue, ha sido, nies que ningún moro se torne cristianopor fuerza, por la presente os asegura-mos y prometemos por nuestra fe y pa-labra real, que no habemos de consen-tir ni dar lugar a que ningún moro setorne por fuerza cristiano...”, como re-coge Gregorio Marañón.

    “Ya lo serán sus hijos”Más aún, Fernando estaba plenamentesatisfecho: “Mi sentimiento, y también elde la reina, es que hay que bautizar a losmoros; si no son cristianos ya lo seránsus hijos o sus nietos”. Bien conocidas alrespecto son las llamadas “profecías” de Yusuf Benegas, imán de una mezquitagranadina: “... Si el rey de la conquistano guarda fidelidad, ¿qué aguardamos desus sucesores? Todavía digo, hijo, que iráen aumento nuestra caída...”.

    Otra ley lesiva para los moriscos fue

    la de septiembre de 1502, que les prohi-bía moverse de sus lugares de residen-cia. Aunque se les permitía negociar conlos otros reinos peninsulares, los per-misos eran tan difíciles de conseguirque el comercio granadino fue muy 

    perjudicado. Sin duda, la medida pre-tendía tanto evitar la contaminación mu-sulmana en esos viajes comerciales, co-mo acentuar el control policial, que se-ría mucho más efectivo sobre poblacio-nes totalmente sedentarias. Pese a la res-tricción de movimientos, en estos añosse sabe que fue continua la emigraciónclandestina de los mudéjares, que se ju-gaban la vida por huir a África.

    Para evitar esa sangría y para que secumplieran las leyes establecidas, hu-bo toma de rehénes y para acelerar laasimilación o, por lo menos, para que lopareciera, se prohibió a los moriscos sutradicional manera de vestir y el de-sempeño de ciertos trabajos. Todo ellodeterminó que hacia 1506 se diera porterminada la “cristianización” del áreagranadina. Pese a lo cual, dos décadasdespués se dictaría otra batería de nor-mas complementarias, que arrasaron ca-si todo lo que quedaba de la cultura mo-risca: se proscribe el árabe hablado o es-crito, la tenencia de cualquier libro enesa lengua, la posesión de objetos re-lacionados con la cultura o religión is-lámicas –ropas, joyas y adornos–, la cir-cuncisión, la forma tradicional de sacri-ficar las reses. La teoría de “si ellos noson cristianos sinceros, sus hijos o susnietos lo serán” se demostraría errónea:Ibn Ummayya, el sublevado alpujarreñocontra Felipe II, en 1568, era nieto deaquel Omar Ibn Ummayya, sublevadoen 1500 y bautizado con el nombre de

    76

    Fray Hernando de Talavera, arzobispo de

    Granada y confesor de Isabel, prohibió que se

    ofendiera y presionara a los moriscos.

    Músicos moriscos en una ilustración de Weiditz. La traición a las promesas hechas y las

    coacciones empujaron a los musulmanes a la rebelión en Las Alpujarras y la sierra de Gádor.

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    Fernando de Granada. La expulsión delos moriscos, en 1609, fue la clamorosamuestra del fracaso de la conversión,aculturación y asimilación forzosas.

    Con razón se quejaba un anónimopoeta mudéjar de Algeciras, recogidopor al-Maqarri en Azhar al-ryiad :

    “Ay qué pena por estas mezquitas quefueron cercadas y convertidas por los in-fieles en lugares impuros, después dehaber sido impolutas. Ay de estos minaretes en los que aho-

    ra repican sus campanas en lugar de oír-se Allâh Akbar. Y ay de aquellas florecientes ciudades,

    convertidas en tenebrosas por el invasorinfiel.

     Y en lugares seguros para los adora-dores de la cruz, después de terminarsetoda algarada.

    Hemos quedado reducidos a la con-dición de esclavos, ni siquiera somospresos que esperan la liberación, ni mu-sulmanes que puedan con su voz testi-

    ficar por Allâh”.Pero volvamos a la Granada del finaldel reinado de los Reyes Católicos.¿Quién determinó las líneas políticas se-guidas durante esos diez o doce añosque sellaron el destino de los musul-manes, primero y de los moriscos, des-pués? La opinión sobre la generosidadincumplible de las Capitulaciones es ca-si unánime: la tomaron los Reyes, im-pacientes por terminar aquella guerraque ya duraba una década, que estabaempeñando económicamente al reino y 

    que causaba importantes perturbacio-nes de tipo humano: levas, muertes, de-serciones. En la euforia del triunfo pen-

    saron que podrían cumplirlas y toma-ron medidas para que así fuera. Bastóuna década para mostrar las dificultadesde la asimilación de los mudéjares y lascontradicciones que las libertades reli-giosas y materiales encerraban tantorespecto a los otros musulmanes de losreinos peninsulares –20.000/25.000 enCastilla; en el reino de Aragón, más de80.000; y algunos millares en Navarra– como frente a la cuestión judía y al pa-pel de la Inquisición.

    La larga mano de Fernando¿Quien decidió las presiones sociales y fiscales, las recompensas a los colabo-racionistas, los bautizos bajo amenaza y la alternativa conversión o expulsión?.Evidentemente, ni fue Talavera, ni fueCisneros; sus consejos y opiniones ten-drían influencia, pero aquella era unacuestión de Estado que sólo decidíanlos reyes. El cambio parece obra delecléctico Fernando de Aragón. Domín-guez Ortiz no tiene duda: “El papel deD. Fernando era ya claramente predo-minante (...). El papel personal y polí-tico de doña Isabel estaba en clara de-cadencia. La muerte del príncipe don Juan, en 1497, había sido para ella ungolpe durísimo (...). La princesa Jua-na, casada con Felipe de Borgoña, acu-saba ya su enfermedad mental con sín-tomas inequívocos. Eran demasiadaspesadumbres para una mujer con gransentido familiar y no dominada, comosu marido, por la pasión de la políticainternacional. Isabel murió en 1504, ca-si a la vez que Hernando de Zafra, elsecretario que había llevado todo el pe-so de la organización del reino grana-dino (...) y en 1507, el arzobispo Tala- vera, totalmente anulado por sus ene-

    migos. Era el fin de una generaciónmuy ligada a Granada. En adelante, losasuntos de este reino, ocuparía un lu-gar muy secundario en la mente de donFernando”.

    Pero hay otras opiniones. Hillgarth,después de recordar que los mudéjaresdel Reino de Aragón no habían sido for-zados a bautizarse por Fernando el Ca-tólico, escribe: “Una actitud general deintolerancia animaba a Cisneros e Isabel(...). Fue ella la que soltó a Cisneros so-bre Granada y quien decidió no repu-

    diarlo o limitar el castigo por la revueltadel Albaicín, sino exigir la conversión ma-siva como precio del perdón”.   ■

    77

    TRAGEDIA MORISCA ISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

    El cardenal Cisneros endureció las presiones contra los moriscos, pero la decisión la había

    tomado el rey Fernando, que asumía protagonismo a medida que Isabel entraba en decadencia.

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    C oinciden cuantos les conocie-ron en alabar la buena edu-cación que habían recibidolos hijos de los Reyes Católi-cos, de la que Isabel se había preocu-pado directamente, dándoles buenosmaestros “de vida y de letras”, que en-señaran a cumplir el papel de rey alpríncipe don Juan y de reinas a sus hi-jas Isabel, María, Juana y Catalina. De es-ta última comentaron Luis Vives y Eras-

    mo de Rotterdam, dos grandes huma-nistas que la conocieron, que era “un mi-lagro de erudición femenina”. Y no só-lo habían sido educados para la cultura,sino también para brillar en los salones.De Juana y Catalina existen testimoniosque las califican como excelentes bai-larinas, y de todos ellos, que tenían bue-na cultura musical y podían tocar uno o varios instrumentos.

    Para la educación del Príncipe contóIsabel con los llamados  Regimiento o

     Espejo de Príncipes , cuyo modelo es el es-

    crito por santo Tomás de Aquino paraHugo de Lusiñán, rey de Chipre. Este gé-nero didáctico-literario fue seguido enla Península por personajes como JuanGil de Zamora, Álvaro Pais o Francesc Ei-ximenis, que pretendieron elaborar unadoctrina sobre los deberes de los reyespartiendo de la Sagrada Escritura, de losfilósofos de la Antigüedad –Aristótelespor encima de todos– y de los ejemplosde los príncipes famosos: si buenos, pa-

    ra imitar; si malos, para rechazar.También fueron dedicadas a la edu-cación de los príncipes obras como  El Conde Lucanor , de Don Juan Manuel,o la  Disciplina clerical , de Pedro Al-fonso de Huesca, en las que a través deldiálogo entre maestro y discípulo seabordan cuestiones de educación y for-mación. No menos interesantes son el

     Doctrinal de Privados , en el que el mar-qués de Santillana explica qué hizo Álvaro de Luna y nunca ha de hacer elheredero de la Corona, Enrique IV, pa-

    ra cuya educación escribió los  Prover-bios de gloriosa doctrina y fructuosa en- señanza, en los que el poeta ponía en

    boca del rey Juan II consejos y doctri-na sobre amor y temor, prudencia y sa-biduría, justicia, paciencia y honesta co-rrección, sobriedad, castidad, fortaleza,liberalidad y franqueza, verdad, con-tención de la codicia y de la envidia,gratitud, amistad, reverencia paternal, vejez y muerte, partiendo de la Ética de Aristóteles y de los Proverbios de Sa-lomón, a las que se unen las enseñan-zas sacadas “de las vidas y muertes de

    los virtuosos varones” gentiles y cris-tianos, entre los que no faltan el Cid, elconde Fernán González o Fernando III,a los que bien podrían unirse los per-sonajes biografiados en  Los claros va-rones de España  y en Generaciones ,semblanzas y obras de reyes, prelados y cabal leros escritas respectivamentepor Hernando del Pulgar y Fernán Pé-rez de Guzmán.

    Educación musicalDedicado a Enrique IV está el Vergel de 

     Príncipes , escrito por Rodrigo de Aré- valo quien, partiendo una vez más de Aristóteles, aconseja al Príncipe practicar

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     JOSÉ-LUIS MARTÍN es catedrático de Historia

    Medieval, UNED, Madrid.

    LETRAS,MÚSICA Y MODALES

    La educación de los hijos

    La reina Isabel cuidó mucho la formación del príncipe Juan y sus cuatrohermanas. José-Luis Martín detalla las lecturas, la educación musicaly los valores morales y religiosos que les inculcaban sus preceptores

    Los Reyes Católicos, representados en la

    portada de Vita Christi , impreso en 1502.

  • 8/17/2019 Isabel, El Legado

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    ISABEL LA CATÓLICA. EL LEGADO

    Los Reyes Católicos, con el príncipe Juan y las princesas Isabel y María, al pie de la Virgen de la Misericordia (Burgos, Monasterio de Las Huelgas).