IOM HASHOÁ VEHAGVURÁ
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“DOS FRASCOS
LLENOS DE
AMOR”
Yo soy Elzbieta Ficowska, tengo 70 años. Y les voy a contar mi historia…
Yo nací el 5 de enero de 1942 en el Guetto de Varsovia, capital de Polonia.
La vida en el Guetto era muy dura para todos los iehudim.
En ese entonces mis padres pensaron en mi futuro y fue ahí donde apareció Irena Sendler.
Irena era una enfermera polaca, no judía, que amaba
ayudar al prójimo: trabajaba en comedores populares,
asistía a los necesitados y amaba a los niños…
Preocupada por lo que sucedía en su país, junto a otros polacos, decidieron hacer algo. Y esto es lo
que hizo Irena…
Día a día entraba al Guetto con un brazalete, con un Maguén David amarillo para no llamar la
atención.
Pronto se puso en contacto con familias a las que ofreció
llevar a sus hijos fuera del Guetto para salvarlos, lo hizo de diferentes maneras, por ejemplo:
En una ambulancia. En una caja(óleo de Bill Farnsworth).
Y así logró ir sacando y salvando a muchos bebés y niños judíos y los entregaba a familias o
instituciones dispuestas a ayudarlos. Por supuesto que les cambiaban el nombre y apellido para
ocultar sus identidades.
A lo largo de un año y medio, hasta la evacuación del
Guetto en el verano de 1942, consiguió rescatar
a más de 2.500 niños por distintos caminos: Irena
pasaba niños escondidos en el fondo de su caja de
herramientas y llevaba un saco de arpillera en la parte
de atrás de su camioneta (para niños de mayor
tamaño). También llevaba en la parte de atrás un perro al que entrenó para ladrar a los soldados nazis cuando salía y
entraba del Guetto. Por supuesto, los soldados no
querían tener nada que ver con el perro y los ladridos
ocultaban los ruidos de los niños.
Irena quería que un día estos niños pudieran
recuperar sus verdaderos nombres, su identidad, sus historias personales y sus familias. Entonces ideó un
archivo en el que registraba los nombres de los niños y
sus nuevas identidades: dentro de dos frascos de
vidrio guardó cada uno de los nombres verdaderos de los niños y a quiénes
fueron entregados. Enterró los frascos debajo
de un árbol en el jardín de su vecina para
asegurarse de que llegarían a las manos indicadas si a
ella le pasaba algo.
En esta foto de Irena con su hija, se ve al fondo el árbol bajo el que estaban
enterrados los frascos.
¿Y saben por qué les estoy contando esta
historia? Irena y su colaboradora me sacaron del Guetto
cuando yo tenía 5 meses: me pusieron en una caja
de madera a la que le hicieron agujeros para
que yo pudiera respirar, mi mamá escondió entre mis ropas una cuchara de
plata grabada con mi nombre para que algún
día me pudieran reconocer. Por eso soy
conocida como “la niña de la cuchara de
plata”.
Cuando se hicieron públicas las acciones humanitarias de Irena y su foto salió en los diarios,
nosotros, “sus niños”, la reconocimos y quisimos reencontrarnos con ella para agradecerle el
haberse arriesgado para salvarnos.
En 1965 la organización
Yad Vashem de Ierushalaim
le otorgó el título de Justa entre las
Naciones(Jasidat Umot
Haolam) y se la nombró
ciudadana honoraria de Israel.
Su familia y yo la acompañamos a
recibirlo.
Yad Vashem, árbol plantado en homenaje a Irena Sendler.
Cuando le preguntaron a Irena por qué lo hizo, es decir, por qué arriesgó su vida para salvar a hijos de otros, contestó lo que ya han contestado antes otras personas que han realizado actos heroicos: «Porque no podía dejar de hacerlo». Es decir, porque le salía de dentro.
«La razón por la cual rescaté a los niños tiene su origen en mi
hogar, en mi infancia. Fui educada en la creencia de que una persona necesitada debe ser ayudada de corazón, sin
mirar su religión o su nacionalidad.»
Irena Sendler, quien salvó a 2.500 niños del Guetto de Varsovia.
“No se plantan semillas de comida.
Se plantan semillas de bondades.
Traten de hacer un círculo de bondades, éstas las rodearán
y las harán crecer más y más”.
Irena Sendler («El ángel del Guetto de Varsovia»)
Encendemos esta primera vela por Ana Frank, y a través de ella, por todos los niños que vivieron durante la Shoá, nos dejaron sus testimonios y hoy no están con nosotros.
Encendemos esta segunda vela por las madres y los padres que brindaron apoyo a sus hijos, cuidaron de ellos con amor y con la esperanza de que sobrevivieran y tuvieran un futuro mejor.
Encendemos esta tercera vela por todos aquellos partisanos, que con valentía se enfrentaron a quienes los amenazaban y que nos dejaron como mensaje que nunca debemos rendirnos.
Encendemos esta cuarta vela por Janusz Korczak, maestro durante la Shoá, y a través de él, por todos los maestros que trabajaron para educar, cuidar a sus alumnos y regalarles una sonrisa cotidiana para hacerles olvidar aunque fuera un ratito el dolor y la tristeza que estaban viviendo.
Encendemos esta quinta vela por todos los sobrevivientes de la Shoá, que hoy ya no están con nosotros, y que decidieron contar lo sucedido, con la certeza de que sólo así lograremos que esta tragedia no vuelva a ocurrir.
Encendemos esta sexta vela por Irena Sendler, y a través de ella, por todos los Jasidei umot haolam, los Justos entre las Naciones, hombres y mujeres no judíos que arriesgaron sus vidas para salvar a sus prójimos.
Nuestro deber hoy es:Recordar para no olvidar.
Estudiar, transmitir, enseñar, honrar…