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Mi Museo y Vos Mi Museo y Vos Granada, Nicaragua. Junio de 2010 Año 4 No. 13 Nueva exposición: Intercambio comercial de la cerámica precolombina en Centroamérica

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Mi Museo y VosGranada, Nicaragua. Junio de 2010 Año 4 No. 13

Nueva exposición: Intercambio comercial de la cerámica precolombina en Centroamérica

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Editora: Nora Zambrana Lacayo

Redactores:Oscar Pavón SánchezAlexander GeurdsJorge Zambrana FernándezCarlos VillanuevaJosé Mejía LacayoJuana Sunsín

Diseñoydiagramación: Nora Zambrana Lacayo

Propietario:Peder Kolind

[email protected]

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Contenido

Intercambio comercial de la cerámica precolombina en Centroamérica ..................................................................................... 2

Escultura de piedra en el centro de Nicaragua: Logros y desafíos .............................................................................................. 4

Arqueología de Solentiname ........................................................ 8

La casa de Las Gabrieles .................................................................. 12

Estadística de visitantes ................................................................... 17

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Intercambio comercial de la cerámica precolombina en Centroamérica

Oscar Pavón Sánchez

Arqueólogo de Mi Museo

Desde tiempos muy antiguos

en la región centroameri-cana, las diferentes socie-dades que poblaron estas áreas estaban integradas en la práctica de intercam-bios comerciales, vincula-dos en la adquisición de diferentes tipos de cerá-micas foráneas así como también de piedras precio-sas, tales como: jade, refri-ta, serpentina. De la mis-ma manera, se encuentra materia prima (obsidiana) la cual era utilizada para fabricar herramientas muy especializadas, localiza-das a la lo largo y ancho de este espacio geográfico.

Muestra de ello se pue-de encontrar en las dife-rentes publicaciones del proyecto “Arqueología de la zona metropolitana de Managua”, en el cual re-portan en varias excava-ciones de diferentes sitios, el hallazgo de fragmentos de material cerámico de tipo Usulután Negativo, que normalmente es uno de los más antiguos estilos de pin-tar en Améri-ca Central; se supone tuvo origen en El Salvador. Así

como también de restos de cerámica de tipo Ro-sales Esgrafiado, que se localiza en el Pacífico de Costa Rica. Otros dato muy importan-te es la información obte-nida del sitio arqueológico

Cerámica tipo Usulután Negativo. Colección Mi Museo.

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El Rayo, ubicado cercano a la costa del Lago de Granada. El estudio cien-tíficamente hecho por la Universidad de Calgary1 da informes preliminares recientes donde se expli-ca que estas sociedades participaron de un sistema de intercambio comercial entre varias regiones de Centroamérica. Prueba de ello lo demuestran los restos de cerámica reco-lectada, identificando ti-pos de intercambio, como por ejemplo: 1- Delirio Rojo sobre Blanco, del oriente de El Salvador. 2- Los tipos hondureños Marimba, la clase Tenam-púa de los Ulúa Policromo.3- La variedad Jaguar del tipo Galo Policromo, manufacturada probable-mente en el sector sur de La Gran Nicoya. Todos estos restos encon-trados pertenecen al Perio-do Bagaces (300-800 d.C.). Además, existe referencia

de que los habitantes de El Rayo tuvieron acceso a la manipulación de obsidia-na (vidrio volcánico), esta materia prima es proce-dente de sitios geológicos de Honduras (Guinope) y Guatemala (Pixcaya e Ix-tepeque). Esto hace indicar contactos e intercambio co-mercial con grupos ajenos a la zona.

“Según el reporte de Joyce, ella sugiere que el Lago de Managua y el Lago de Nica-ragua jugaron un papel muy importante en el traspaso de la cerámica de Honduras”2

El jade es también par-te de la riqueza mineral apreciada por las culturas mesoameri-canas, y sus yacimientos geo lóg icos únicos en Centroamé-rica se en-cuentran en el valle de

1 Comunicación privada, Geoffrey McCafferty, 2009. 2 Descubriendo las huellas de nuestro antepasado, 1995, p. 102.

Motagua, Guatemala. De igual forma, las pieles de jaguar, las plumas de aves tropicales, el cacao que sir-vió como moneda, fueron parte del canje comercial en la vida de nuestros an-tepasados, esto acontecido en el último periodo crono-lógico (1350-1550 d.C.).

En la nueva exposición que exhibe Mi Museo, se en-cuentran diferentes tipos de cerámica y minerales preciosos que fueron co-mercializados durante los primeros y últimos periodos de las poblaciones indíge-nas en Centroamérica.

Cerámica tipo Galo Policromo. Colección Mi Museo

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Escultura de piedra en el centro de Nicaragua: Logros y desafíos

Dr. Alexander Geurds* MsC. Jorge Zambrana**

Carlos Villanueva***

* Universidad de Leiden, Países Bajos** Investigador independiente*** Museo Gregorio Aguilar Barea

L a escultura del área central de

Nicaragua cuenta entre la escultura monumen-tal más destacada en las Américas. Con un prome-dio de uno a tres metros de altura, estas estatuas an-tropomorfas se encontra-ron originalmente de pie y fueron monolitos tallados de basalto o andesita, con tallas en bajorrelieve (ver figura 1). De unas ciento veinte se sabe que tienen su procedencia en la zona del centro de Nicaragua (en su mayoría el depar-tamento de Chontales), la mayoría de los cuales es-tán ahora en la colección del Museo Gregorio Aguilar

Barea (MGAB) en Juigal-pa, Chontales. Aparte del MGAB, el Museo Nacio-nal en Managua cuenta con una colección de es-tas esculturas (específica-mente varias procedentes del sitio El Salto). Además, el Instituto Smithsonian (Washington DC) y el Mu-seo Etnológico de Viena poseen algunas. Esta últi-ma llevada allí por Emma-nuel Von Friedrichsthal en la década de los 40s del siglo XIX (Nowotny, 1956, 1961; Sellen y Taracena 2007).

La práctica de la extrac-ción indocumentada de las estatuas ha impedido

Figura 1: Escultura en el Museo Gregorio Aguilar Barea.

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cualquier tipo de docu-mentación sistemática de su contexto. En con-secuencia, no se sabe si fueron puestos por sepa-rado o se concentraron en agrupaciones más gran-des. Tampoco tenemos idea de la relación espa-cial con arquitectura pu-blica/ceremonial. Las es-tatuas datan entre 800 y 1500 d.C., pero las fechas de radiocarbono asocia-das no están disponibles (Gorin 1989).

Durante actividades de reconocimiento en 2009 y 2010, del Proyecto Ar-queológico Centro de Nicaragua (PACEN) se documentaron estas esta-tuas en un sitio arqueoló-gico, en terrenos munici-pales de El Ayote, tallados con diseños antropomor-fos en el llamado Estilo Chontales. Las esculturas figuran en un sitio núclea-do formado por dos mon-tículos públicos y diversos monolitos no trabajados de basalto columnar. Dis-minuyendo a lo largo del transcurso del tiempo, la mayoría de las estatuas to-davía siguen in situ. Cabe mencionar que este sitio arqueológico corre el grave

peligro de ser saqueado a corto o mediano plazo, por medio de la recogida ilegal de estas escultu-ras; un proceso que sigue ocurriendo con frecuencia en la zona. El sitio en El Ayote es el primero, y por ahora, único sitio arqueo-lógico de su clase que ofrece el potencial para la investigación contextuali-zada en las esculturas del centro de Nicaragua.

Antecedentes

El viajero Austriaco Von Friedrichsthal fue seguido por varios exploradores en las últimas décadas del siglo XIX. Viajaron a tra-vés de la zona central de Nicaragua, mencionando estatuas de piedra (Bo-yle 1968; Pim y Seeman 1869), pero proporcionan-do solo escasamente in-formación sobre su entor-no espacial. A partir de la década de 1960, después de algunos estudios com-parativos de la escultura de piedra en Centroamé-rica (Richardson 1940), la recopilación local de esculturas en Chontales, dio lugar a la formación de una colección de conside-rable tamaño en el MGAB.

Hoy en día, se considera como la más importante colección de escultura de piedra del país y una de las más importantes de Centroamérica. El museo y su creciente colección de escultura han facilitado varios análisis estilísticos (Baudez 1970; Haberland 1973) y la publicación de catálogos (Thieck 1971; Zelaya-Hidalgo et al. 1974).

Estos catálogos ofrecen descripciones detalladas de estilo, centrándose en un informe general sobre la coherencia de estilo, así como descripciones detalladas de cada una de las estatuas de estilo Chontales, destacando los aspectos iconográficos tales como ropa, armas y animales acompañantes. Datos contextuales, sin embargo, están totalmen-te ausentes de estas pu-blicaciones.

Avances recientes

En 2009, registramos el mencionado sitio en El Ayo-te. Midiendo unas seis hec-táreas, consiste de mon-tículos residenciales y un centro cívico-ceremonial.

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El reconocimiento de su-perficie reveló la presen-cia de veinte y tres escul-turas de basalto columnar y andesita, trabajadas en bajo relieve. Además, por lo menos veinte monoli-tos de basalto columnar no trabajado fueron docu-mentados. Todas las es-culturas miden entre 1,5 y 2,5 metros de longitud (ver figura 2). El conjunto de las esculturas estaban

situadas en las inmedia-ciones de su posición ori-ginal en lugares específi-cos en relación con dos plataformas públicas. Es-tas plataformas extraordi-narias se caracterizan por tener forma cuadrada de 24 x 24 metros (Estructu-ra 1) y de 16 x 16 metros (Estructura 2) y la pre-sencia de una escalinata en las dos, formando así una plataforma superior

encima de la más amplia (ver figura 3). La Estruc-tura 1 cuenta con treinta monolitos situados en sus esquinas, puntos interme-dios y sobre el eje central de la plataforma. De estos monolitos, diez muestran rasgos de haber sido en-terrados de manera verti-cal en la plataforma. Esta práctica fue reportada en otras ocasiones en Nica-ragua, y puede indicar la

Figura 2: Escultura columnar encontrada en el sitio El Ayote.

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deposición ritual de estos objetos. La Estructura 2 tiene nueve esculturas en su proximidad inmediata, de igual manera cerca de las esquinas y los puntos intermedios. Estas dos estructuras a su vez están rodeadas de montículos (posiblemente) residen-ciales. El sitio cuenta con cuarenta montículos más; mayormente plataformas de aparente uso habita-cional, pero también inclu-yendo varios montículos

de mayores dimensiones (por ejemplo varios de tres metros de altura y treinta de diámetro) de forma circular.

El crecimiento demográfico en la región de El Ayote y el profesionalismo cada vez mayor de los saqueadores, constituye una amenaza in-mediata y grave para el si-tio, y en particular para las esculturas. Por lo general, los saqueadores recorren la zona del centro de Ni-caragua por compradores

interesados. Se conoce que en algunas ocasio-nes se han identificado como funcionarios del go-bierno, autorizados para remover y trasladar las estatuas, cuando los pro-pietarios de los terrenos en donde se encuentran exigen algún documento, o se oponen a que sean trasladados fuera de la re-gión. La compra ilegal de esculturas y otros objetos arqueológicos se ha desa-rrollado prácticamente sin control. Además, por estar expuestas a las condicio-nes ambientales tropica-les, las esculturas se en-cuentran en la categoría de materiales arqueológi-cos más amenazados en Nicaragua. Esta situación coloca la protección de la estatuaria en un orden de gran prioridad a los esfuerzos tanto para com-prender como para prote-ger a estos íconos nacio-nales de Nicaragua, y ha resultado en un enfoque particular del PACEN para estudiar este sitio único a corto plazo.

Figura 3: Representación de la Estructura 1 y 2.

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Arqueología de Solentiname

Jorge Zambrana Fernández

MsC. ArqueólogoInvestigador independiente

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l conocimiento de las socieda-

des humanas que pobla-ron el actual territorio ni-caragüense ha sido una materia relegada al olvido por parte de aquellos que tradicionalmente se han ocupado de historiar nues-tro pasado. Este pasado se remonta, claro esta, a la vida autónoma anterior a 1523, fecha que marca el aniquilamiento de una sociedad y el nacimiento de otra, que arranca con el proceso de conquista y destrucción social conta-da precisamente por los conquistadores.

Desde esta perspectiva, la arqueología se propone desde un enfoque histórico, rescatar ese conocimiento

para beneficio de las futu-ras generaciones nicara-güenses, acceder al pasa-do desde el punto de vista de que quien conoce su pa-sado, afirma su presente y acondiciona su futuro.

Pero también, el conoci-miento de nuestra historia debe permitir asomarnos, no solo al mundo mudo de los objetos, sino acceder al conocimiento de las rela-ciones sociales que dieron origen a los diferentes con-juntos materiales, que no-sotros los arqueólogos es-tudiamos, con las técnicas y los métodos del presente, y los hacemos hablar.

La investigación arqueoló-gica desarrollada en el Ar-chipiélago de Solentiname,

obedece a la primera etapa de la investigación arqueo-lógica, inscribiéndose en el marco de la sistematización del proceso cognoscitivo del registro arqueológico o como se conoce popu-larmente, el patrimonio ar-queológico, existente en nuestro territorio nacional; relacionado con la catalo-gación y jerarquización de los depósitos, yacimiento o sitios arqueológicos, diri-gida al esclarecimiento de nuestra historia antigua, a la reconstrucción de los procesos sociales experi-mentados por la sociedad aborigen, a través de las manifestaciones culturales.

Las islas que están en el Gran Lago ofrecen un gran potencial para

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el esclarecimiento de la ocupación temprana de lo que hoy es Nicaragua, sus depósitos arqueológicos son de mayor importan-cia, quizás por ser áreas que por su distanciamien-to natural son menos per-turbadas que las de tierra firme, por lo cual pueden brindar mejores datos –de acuerdo a su naturaleza geográfica- del compor-tamiento cotidiano de los grupos humanos nicara-güenses más tempranos, su relación con la natura-leza y los mecanismos de defensa aplicados para su sometimiento, en vías a asegurar su superviven-cia, actividades que en su conjunto se conocen como manifestaciones culturales, el producto del desarrollo alcanzado por el hombre en ese periodo de nuestra historia.

Este proyecto fue ejecu-tado con la colaboración financiera de la Asociación de Arqueólogos de Suecia, canalizados a través de la Autoridad Sueca para el Desarrollo Internacional (ASDI), con la asesoría del arqueólogo sueco Hökan Nilsson, del Museo Históri-co de Estocolmo en 1996.

La prospección reportó la documentación de más de 75 sitios arqueológicos, entre los que se incluyen, lugares con varios rasgos a lo interno, así como lugares de un solo petroglifo.

La información obtenida sobre los sitios registrados y sus características, así como la temporalidad de la ocupación en base a los ma-teriales cerámicos, permite afirmar que el Archipiélago estuvo habitado al menos desde 800 a.C., y posible-mente antes, hasta el perio-do del contacto y aun después, por gente toda-vía indígena. El análisis prelimi-nar de los restos cerámicos reco-lectados sobre todo en los sitios saqueados de manera intensi-va, reportó que al menos un tipo cerámico representativo de cada periodo cronológico de la secuencia ce-rámica estable-cida al menos para el sector norte de la Gran

Nicoya, prueba la ocupa-ción continua.

Es muy probable que la población en los primeros periodos fuera reducida, incrementándose con el arribo de los Chorotega a Nicaragua, dada la baja proporción de restos bi-cromos con relación a los policromos. Esto también da pie para pensar en la ocupación ininterrumpida de las mismas áreas a través del tiempo, refor-zando la hipótesis sobre la multi-funcionalidad de

Petroglifo encontrado en la isla Mancarrón.

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los sitios. La observación de muchos fragmentos de manos, metates, macha-cadores, hachitas pulidas o celts, lascas de peder-nal y calcedonia, morte-ros, permite especular que practicaban la agri-cultura del maíz y el pro-cesamiento de tubérculos. Muy probablemente prac-ticaban la tala y quema para procurarse campos de cultivo. Obtenían pro-ductos del Lago mediante la pesca con redes, dado el hecho de encontrar pe-sas de red, aunque en una proporción muy baja.

Parece ser que el inter-cambio jugó un papel fun-damental en la sociedad del archipiélago, inter-cambiándose artefactos de jade, oro, metates la-brados, con sociedades asentadas en suelo hoy costarricense. La infor-mación recolectada entre varias personas que par-ticiparon en los saqueos es que extrajeron grandes cantidades de jade, oro y cerámicas de todas las formas, policromas y bi-cromas, las que eran en-viadas a Costa Rica por lotes. De estos saqueos varias personas del archi-

piélago y de San Carlos se enriquecieron. Entre los objetos de oro se ex-trajeron algunas barras.

Entre los extranjeros que realizaron excavaciones en Solentiname a inicios del siglo XX está el lingüis-ta alemán, W. Lehmann, que también realizó exca-vaciones en Costa Rica, encontrando alguna simili-tud entre las dos regiones. Queda por dilucidar cuál fue el tipo de intercambio realizado, si fue inter-cambio directo y muto, si el intercambio se daba en algunos lugares fijados convenientemente o por comerciantes ambulantes que visitaban los merca-dos de cada asentamiento importante, al estilo de los mercaderes mexicanos, los Pochtecas.

El conocimiento más ex-haustivo de la arqueolo-gía del archipiélago y sus vínculos regionales y ex-tra-regionales, solo será posible a través de inves-tigaciones controladas, dirigidas a la recolección de los datos de contex-tos estratigráficos de ca-rácter tanto arqueológico, así como de los múltiples

elementos que conforman el medio ambiente, lo que hará posible la recons-trucción de patrones de comportamiento de las sociedades que ocuparon el archipiélago y los cam-bios que se produjeron a través del tiempo, sinteti-zados mediante un enfo-que histórico.

No se cuenta con ningu-na fecha radio-carbónica para Solentiname; no obs-tante, existe una buena secuencia cultural y cro-nológica de un ambiente similar a Solentiname, en la Isla de Ometepe, lo que permite extrapolar dicha secuencia con la debida cautela. Una fecha de ra-diocarbono de 980-1070 A.D. (Fase Gato) para Ometepe, no concuerda con la secuencia de tierra firme, aunque no se sabe si con Solentiname tam-bién, pues la cantidad de restos de este periodo es muy escaso para hacer este tipo de comparacio-nes. No obstante, es im-portante lo que plantea Haberland, su descubridor en 1959-1961, de acuer-do al ambiente en que fue localizado: la fecha de 980-1070 A.D. no la hace

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contemporánea con fases de otras partes de Gran Nicoya. La fase Gato pue-de ser una fase transicio-nal, errada en otras partes por la mezcla de niveles; o el Policromo Temprano o Periodo Bagaces, pudo haberse prolongado en Ometepe, mientras en otras partes de Gran Ni-coya el Policromo Medio o Periodo Sapoa, ya se ha-bía iniciado.

Esto pudo estar relacio-nado con el arribo de los chorotegas a la isla de Ometepe, donde aisla-dos en medio del lago, los cambios del Policro-mo Temprano fueron más graduales al Medio y pudo ser más, una amalgama de dos culturas, que un desplazamiento de una por otra. El problema del arribo de los Chorotegas es claramente todavía un problema de debate, mientras los policromos apuntan a Mesoamérica, las vasijas estriadas son parte de un amplio com-plejo.

En Solentiname no se puede decir mucho por el momento con relación a los comienzos y finales

de las fases, ni con res-pecto a las características de los conjuntos artefac-tuales que su subsuelo guarda, pues los datos obtenidos no provienen de excavaciones contro-ladas, sino de los restos que las excavaciones ile-gales destruyeron en su afán por extraer las pie-zas decoradas, que son las que se comerciaban y

se siguen comerciando en la actualidad. No obstan-te, los restos cerámicos recuperados sobre todo en las islas Mancarrón, Mancarroncito, y Juana, permiten bosquejar una secuencia de ocupación del archipiélago de al me-nos 2000 años, desde 500 antes de Cristo, hasta el momento de la conquista.

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La casa de Las Gabrieles

José Mejía Lacayo

Editor revista Temas Nicaragüenses

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a casa que ocu-pa Mi Museo en

Granada era popularmen-te llamada la casa de “Las Gabrieles”, sobrenombre con que eran conocidas las cuatro hermanas solteronas María Teresa (1874-1964), Herminia (1881-1939), Ana María (1886-1955) y Do-lores (1880-1990) Lacayo Delgado, hijas de Gabriel Lacayo Argüello (1846-1933) y de Concepción Delgado Paiz (1848-1897), propietarias de la casa.

Inicialmente el sobrenom-bre “Gabriel” servía para diferenciar a los hijos de dos hermanos casados con dos hermanas. Ga-briel Lacayo Agüero (1817-1886) se casó en 1835 con su prima Dolores Argüello Agüero (1820-1883) y su

hermano Pánfilo Lacayo Agüero (1812-1893) se casó con María Josefa Ar-güello Agüero. La casa de Pánfilo ocupaba el lugar donde hoy está el Cine Ka-rawala y la casa de Gabriel donde hoy es Mi Museo. La gente se confundía en-tre los 15 hijos vivos de Gabriel y los 13 hijos de

Pánfilo, todos los 28 ape-llidados Lacayo Argüello, y además vecinos. Así fue que optaron por llamarlos los “Lacayo Gabriel” y los “Lacayo Pánfilo”. Los hijos de Gabriel y Concepción formaron sus propios ho-gares, y en el hogar familiar se fueron quedando solas las hermanas solteronas, y

Concepción Delgado Paiz y Gabriel Lacayo Argüello

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así la casa pasó a llamarse la “Casa de las Gabrieles”.

Como Granada fue re-construida después del incendio de 1857 orde-nado por William Walker, no sabemos cuando fue construida la casa de Las Gabrieles. Sabemos que el hogar de don Gabriel y doña Concepción fue ini-cialmente la casa que fue de don Francisco Lugo Aguilar (1873-1964), en-tonces de una sola planta, que luego pasó a manos de su hija Amanda Lugo Ma-renco casada con Héctor Mena Guerrero. Al crecer la familia de don Gabriel y doña Concepción, resol-vieron comprar o construir su casa que, en ese enton-ces, incluía la que hoy ocu-pa Mi Museo y la casa que ocupan Maruca Chamorro Pasos y Dionisio Cuadra Kautz, como veremos más adelante.

Las cuatro hermanas Ga-brieles hicieron un acuer-do entre ellas: Aquella que muriera, heredaría su parte a las hermanas que quedaran vivas. Así se aseguraron vivir de sus rentas y tener un hogar donde vivir por el resto

de sus días. La última en morir fue Dolores Laca-yo Delgado (1890-1990) que murió a la edad de 99 años, 3 meses y 5 días. La casa tuvo tres patios, el último conocido como “El Rancho” que fue vendido a sus vecinos del costado norte, Don Enrique Cha-morro Solórzano y María Engracia Carazo Morales, en la década de 1950. Al centro del patio hubo una construcción que era usa-da para habitarla cuando había “temblores”, que era “el rancho” propiamente, y que quizás era usado para pasar el día en un am-biente silvestre. Este patio media aproximadamente 40 metros por 40 metros y colindaba con el Cuartel de Bomberos por el oeste, por el sur con lo que fue el Colegio de Doña Ricarda Barberena, y al este con la familia Chamorro-Carazo.

En el Rancho había un pozo y una pila de agua que alimentaba por grave-dad a toda la casa cuando Granada no tenía tubería de agua potable. Al costa-do oeste había un techo de mediagua, enladrillado con ladrillos de barro, pero

sin más paredes que la que servía de división con los vecinos del oeste. Ha-bía una caballeriza techa-da para los caballos que llegaban de la hacienda y un cuarto que servía de depósito para repuestos de la casa y seguramente de mercadería.

En la parte trasera de la casa de los Chamorro-Carazo había otro galerón que era el depósito de car-bón para consumo de la casa. En otro cuartito ce-rrado estaba el generador de “carburo” que producía el gas acetileno, que en-tubado se distribuía por toda la casa para proveer las llamas que servían de alumbrado. Había también un depósito de leña que

Gabriel Lacayo Agüero

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servía para cocinar. El área sin techar era muy grande y en el crecían árboles de mango, guayaba de jalea y dulce, naranja agria, ano-na, jocotes. Aunque este patio no es parte de Mi Mu-seo, es importante porque explica el funcionamiento de la casa granadina de finales del siglo XIX.

En el frente que da a la Calle Atravesada, había una entrada con baldosas de piedra que era el za-guán por donde entraban las carretas y caballos de la hacienda, o la carga de mercadería, porque Don Gabriel era importa-dor mayorista. Al lado del zaguán estaba la sala, propiamente al tope de la

Calle Arsenal, y a su cos-tado sur, el “almacén”. En la calle, sobre la puerta del almacén había un ró-tulo de acero esmaltado en azul con letras blancas que decía: “Gabriel Laca-yo e hijos, establecidos en 1868”. El almacén era el lugar donde se hacían las transacciones comerciales de mayorista. Entiendo que era un negocio de ferretería que vendía las cajas selladas tal como se recibían del extranjero, pero ya en tiempos de las Gabrieles, ellas vendían al menudeo clavos por li-bra, jabón y otros artícu-los, aunque los clientes y la mercadería eran pocos, posiblemente los sobran-tes que había dejado su padre. Mi Museo fusionó sala y almacén en su Sala 1, y el zaguán se convirtió en recepción.

Hasta 1918, año en que se casó el hermano de las Gabrieles, Orontes Laca-yo Delgado (1875-1950) con Juana Zelaya Bone (1890-1921), (hija del pre-sidente José Santos Ze-laya y viuda de Joaquín Pasos Costigliolo), la casa de don Gabriel Lacayo y doña Concepción Delgado

incluía la casa vecina por el costado sur, hoy casa de habitación de Maruca Chamorro Pasos y Dionisio Cuadra Kautz. El tío Oron-tes dividió la casa en dos para ocupar él y su esposa Juanita Zelaya la mitad sur, dejando la mitad norte a sus hermanas solteras.

Antes de la partición, la casa tenía dos primeros patios, con tres habitacio-nes enormes al centro, y corredores al frente de las habitaciones por el costa-do norte y el sur, además de los corredores que ro-deaban los dos patios. La casa del tío Orontes era más pequeña porque dejó las tres habitaciones a sus hermanas Gabrieles y el se quedó con el patio y los co-rredores que lo rodeaban.

En la primera habitación (lado este, hoy Sala 2 de Mi Museo), vivía Ana María; la del centro la compartían María Tere-sa y Dolores (Sala 3), y la tercera (Sala 4) yo ya la conocí como cuarto de huéspedes porque la tía Herminia murió en 1939, cuando yo tenía dos años. Eran habitaciones enor-mes, construidas de este

María Teresa Lacayo Delgado

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a oeste, la más pequeña de 6.3 metros de ancho por 7.0 metros de largo, y la más grande, de 9.7 de largo por el mismo ancho. Había otras tres habitacio-nes más pequeñas, en un eje norte-sur que dividía el primero del segundo patio (dos de ellas ahora uni-das como Sala 5 y la otra convertida en laboratorio y baños), donde vivíamos los Mejía Lacayo inicial-mente, pero al morir Ana María pasamos a ocupar también su habitación. Entre estas habitaciones

había un pasillo que daba acceso al segundo patio.

El segundo patio estaba también rodeado de cua-tro corredores. La casa aquí medía casi 19 metros de ancho por 37 metros de largo. Los corredores me-dían tres metros de ancho. Aquí estuvieron la cocina, el comedor, las pilas de la-vado y el tendero de ropa en el patio, el cuarto de las cuatro o cinco emplea-das domésticas (hoy Sala de Conferencias y bode-gas), los únicos baños y

letrinas de la casa, y más modernamente el inodoro de tanque elevado. Todos estos detalles ayudan a entender el funcionamien-to de la casa. En la es-quina suroeste de la casa había una doble puerta de madera que daba acceso a “El Rancho” median-te un rampa de baldosas porque había un desnivel como de dos metros entre la casa y el Rancho. Hoy en día, Mi Museo demo-lió las construcciones del segundo patio, dejado los cuatro corredores libres

Al centro, Carmen Delgado Paiz; a la izq. Ana María y a la derecha Dolores Lacayo Delgado

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en lo que se conoce como “Centro de Reunión”.

Carmen Delgado Paiz (1842-1936), cuñada de don Gabriel, quedó viu-da sin hijos al morir su esposo Inocente Lacayo Argüello en 1890. Por esa razón se pasó a vivir a casa de su hermana Con-cepción; y al morir ésta en 1897, Carmen se hizo cargo de la administración de la casa y de criar a los hijos menores ya que Do-lores, la menor, tenía solo siete años.

Un poco de historia de los antepasados de las Gabrieles.

Los Lacayo descienden del Gobernador interino de la Provincia de León Josef Antonio Lacayo de Brio-nes y Palacios (1678-?) quien fijó su residencia en Granada. Su bisnieto José Antonio Lacayo Marenco (1770-1826) se trasladó a León para desempeñar un cargo colonial. Allí se casó con María del Pilar Agüero López y también allí nacieron todos sus 16 hijos, los Lacayo Agüero. Durante la guerra civil de 1844 en la que León fue

sitiada por tropas centro-americanas al mando del Gral. Malespín y por tro-pas granadinas al mando del Gral. Severino Laca-yo Mejía, primo hermano de los Lacayo Agüero, el mandamás de León, que se hacía llamar “Gran Mariscal”, Casto Fonseca acosaba a los hermanos Lacayo Agüero, quienes al final decidieron emigrar a Granada. Así fue que se radicaron en Granada Pánfilo de la Cruz (1812-1893), José Gabriel (1817-1886) y Fernando (1814-1880) Lacayo Agüero.

Los Delgado Paiz eran ocho hermanos, también leoneses. Concepción era hija de Terencio Delgado Soto hijo de padre cubano y madre panameña, y de Ana Paiz (1812-1882) po-siblemente de Nagarote donde Terencio tenía una importante hacienda ga-nadera con más de 1,500 reses, probablemente he-redad de su esposa.

Al quedar huérfana de madre Haydeé Lacayo Barillas (1882-1908), Lu-crecia Lacayo Lacayo (1905-1989) y contraer se-gundas nupcias su padre

Virgilio Lacayo Delgado (1878-1931), la hermana de éste, Herminia Laca-yo Delgado (1881-1939) se hizo cargo de Lucrecia quien creció al amparo de las Gabrieles. Lucrecia, aún después de casada con Constantino Mejía Marenco (1903-1982), siempre vivió en casa de sus tías Gabrieles donde nacimos y nos criamos to-dos sus hijos Mejía Laca-yo. En su lecho de muerte en 1939, Herminia hizo prometer a su hermana María Teresa que velaría por Lucrecia y sería como una abuela para sus hi-jos, quienes cuidaron a sus tías abuelas en su ve-jez. Fue así que al morir Dolores, la última de las Gabrieles, la casa fue he-redada por los Mejía La-cayo, quienes terminaron vendiéndola a don Peder Kolind, quien la adaptó para albergar su museo de cerámica indígena en Granada, Nicaragua.

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Mi Museo y Vos

Estadística de visitantes

JuanaSunsín castrillo

Responsable de guías y taller de Mi Museo

E

�7

Estados Unidos 275 Costa Rica 159Reino Unido 76Canadá 57Alemania 53Holanda 40Bélgica 39 Francia 37Australia 37España 31Dinamarca 22Brasil 16Noruega 15Argentina 14

n este trimestre, del 26 de marzo al 10 de junio, Mi Museo ha recibido la visita de 1827 personas, de las cuales 374 son nacionales, 460 estudiantes

y 993 son extranjeros. Los extranjeros provienen de 45 países diferentes, los cuales se detallan a continuación:

El Salvador 12Guatemala 10México 11Suiza 10Italia 9 Japón 7Taiwán 6 Sri Lanka 6Suecia 6Chile 5 Aruba 4Puerto Rico 4Republica Checa 3Corea 3

Finlandia 3Polonia 3Portugal 2Eslovaquia 2Belice 2Irlanda 2Filipina 2Nueva Zelanda 2Indonesia 2Israel 1

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Mi Museo, Calle Atravesada 505, Frente a Bancentro. Granada, Nicaragua. Telf. (505) 2552-7614

E-mail: [email protected] de atención: Lunes-Domingo: 8:00 a.m. - 5:00 p.m.

Entrada gratuita. www.mimuseo.org