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Violencia Ambiental y Derechos Ecológicos de la Niñez 1 PRATEC: Jorge Ishizawa Oba Lima, marzo 2017 PRATEC - Proyecto Andino de Tecnologías Campesinas Jr. Daniel A. Carrión 866, 2do piso. Magdalena del Mar. Teléfono: (+51-1) 2612825 / Email: [email protected] / Web: pratecnet.org/wpress Foto: El Comercio.Editorial: Cruda negligencia. 01de Julio 2016 Instituto para los Derechos Ecológicos de las futuras generaciones - PRATEC Serie: Derechos Ecológicos - 2017 3 VIOLENCIA AMBIENTAL Y DERECHOS ECOLÓGICOS DE LA NIÑEZ

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Violencia Ambiental y Derechos Ecológicos de la Niñez 1

PRATEC: Jorge Ishizawa Oba

Lima, marzo 2017

PRATEC - Proyecto Andino de Tecnologías CampesinasJr. Daniel A. Carrión 866, 2do piso. Magdalena del Mar. Teléfono: (+51-1) 2612825 /

Email: [email protected] / Web: pratecnet.org/wpress

Foto: El Comercio.Editorial: Cruda negligencia. 01de Julio 2016

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Serie: Derechos Ecológicos - 2017

3 VIOLENCIA AMBIENTAL Y DERECHOS ECOLÓGICOS DE LA NIÑEZ

2 Instituto para los Derechos Ecológicos de las futuras generaciones - PRATEC

ContenidoTipología de los confl ictos ambientalesDe los confl ictos ambientales a los derechos ecológicos¿Qué son los derechos ecológicos?¿Qué es la violencia ambiental?El desarrollo como violenciaLos derechos ecológicos en la Jurisprudencia de la Tierra ¿Hay forma de implementar los derechos ecológicos?¿Puede proporcionar la Carta de la Tierra un terreno común?¿Pueden los principios y valores de la Jurisprudencia de la Tierra

ser expresados en el lenguaje de los derechos?Los Ángeles Custodios y los derechos ecológicosEncarar a Gaia: la propuesta de Bruno Latour¿Qué sabemos sobre Gaia en el Antropoceno?¿Quiénes son los enemigos?

Foto El Comercio. Julio 2013

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VIOLENCIA AMBIENTAL Y DERECHOS ECOLÓGICOS DE LA NIÑEZ

Resumen

Los informes de desastres ecológicos son unánimes en destacar a los niños y niñas como sus mayores víc mas. No cabe duda de que son ellos a quienes debemos proteger. El presente ensayo aborda la cues ón de los conceptos necesarios para pensar esa protección. En este contexto tratamos de fundamentar el concepto de violencia ambiental en su relación con las nociones de confl icto ambiental y de derechos ecológicos. Abordamos aquí la cues ón de la per nencia del concepto de violencia ambiental para comprender el crucial papel del concepto en un marco global. En efecto, la valiosa defi nición de la noción de violencia que ofrece Humberto Maturana (1997) nos permite comprender su aplicación en el ámbito familiar de relaciones cara-cara o incluso en el ámbito comunitario-social, pero nos deja la interrogante de su per nencia en un ámbito mayor. Aquí tratamos de fundamentar una respuesta posi va, pero encontramos la necesidad de precisar los requisitos que impone ese ámbito global.

Aquí apelamos a una presentación sumaria (y parcial o parcializada) de la posición elaborada por el pensador francés Bruno Latour sobre la cues ón del “cambio climá co”, actualmente el tema global por excelencia, como base para pensar y comprender los retos contemporáneos. Pendiente queda, aclaramos, alguna respuesta sobre los requisitos de la aplicación local del concepto mediante la incidencia en el sistema legisla vo a diversos niveles y la judicialización de casos de violación de los Derechos Ecológicos de la Niñez. En par cular, cuáles son las alterna vas de su agenciamiento. De lo pendiente, tenemos que conversar si aceptamos que hay alguna validez en lo que aquí se propone para esa conversación.

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Tipología de los confl ictos ambientales

En un ensayo del 2003 Wolfgang Sachs nos ofrece una ilustra va pología de confl ictos ambientales que muestro en la tabla de la página siguiente.

En la primera columna de la tabla, Sachs dis ngue las clases de confl ictos por sus causas: 1) la extracción de recursos naturales de erra, bosques, ríos y mares; 2) la modifi cación de ecosistemas para la explotación de recursos naturales; 3) la reprogramación de la naturaleza; 4) la desestabilización provocada por el cambio climá co; 5) la contaminación del espacio urbano y 6) la fl uctuación en los precios de las materias primas.

Los encabezamientos de las columnas van desde (i) las causas de confl icto a (ii) ¿cómo se manifi estan los confl ictos?; (iii) ¿dónde?; (iv) impacto de la globalización en la generación y solución de los confl ictos ambientales; (v) las consecuencias ecológicas de las causas y (vi) consecuencias en los territorios y sus habitantes, en par cular, en sus medios y modos de subsistencia.

Foto tomada de: panamericana.pe

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Tabla. Recursos naturales y derechos de subsistencia: una pología de confl ictos

Causas de confl icto

Manifestación Localización Efecto de la globalización

Consecuencias ecológicas

Consecuencias para los derechos de subsistencia

Extracción de materias primas

Minería, petróleo, deforestación, sobrepesca

Bosque lluvioso, áreas montañosas, áreas costeras

Inversión extranjera facilitada, pero también mayor efi ciencia en procedimientos de redundancia, y presión a exportar debido a la deuda externa

Pérdida de biodiversidad, envenenamiento de suelos y agua

Desplazamiento de lugares de vivienda, pérdida del modo de vida, contaminación del espacio vital

Alteración de ecosistemas

Plantaciones, represas, langos neras

Tierras de cul vo, valles, áreas costeras

Inversión extranjera más fácil en la agricultura y en los agronegocios; producción de alimentos concentrados y bienes de lujo para el Norte

Monocul vo, pes cidas, pérdida de biodiversidad, mayor consumo de agua

Desplazamiento de lugares de vivienda, pérdida de medios y modos de vida

Reprograma-ción de la naturaleza

Plantas híbridas, semillas gené camente modifi cadas, ganadería op- mizada

Monocul vos Aplicación de derechos de patente a nivel planetario vía TRIPS y tratados de libre comercio

Mayor consumo de agua, pérdida de especies y variedades

Pérdida del libre acceso a plantas cul vadas y animales, dependencia del dinero y de las corporaciones, concentración en el sector agrícola

Desestabiliza-ción por cambio climá co

Cambios en el nivel del mar, precipitación, temperatura

Regiones áridas y semiáridas; áreas costeras bajas

Emisiones CO2 crecientes debido al crecimiento, pero también difusión de tecnologías efi cientes en CO2

Fer lidad menor, enfermedades, pérdida de especies, inundaciones

Desplazamiento, enfermedades, pérdida de modos de vida y de fuentes de ingresos

Contamina-ción del espacio urbano

Sustancias químicas dañinas en el agua potable, aire y suelos, desagües no regulados

Barrios marginales urbanos

Urbanización por el crecimiento; competencia entre ciudades por la inversión; mayor peso de las elites y menor peso de las polí cas sociales

Envenenamiento del ambiente

Enfermedades, especialmente entre mujeres y niños

Precios fl uctuantes de los recursos naturales

Baja de precios al productor; alza de precios al consumidor

Agricultura de pequeña escala; barrios marginales urbanos

Más facilidades para las exportaciones agrícolas al Sur; priva zación de los servicios: agua, saneamiento y electricidad

Pérdida de especies y variedades

Declinación de la agricultura familiar; menor seguridad alimentaria; desconexión de agua y electricidad

Fuente: Sachs, W., Environment and Human Rights, Wuppertal Ins tute for Climate, Environment and Energy, Wuppertal, 2003.

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De los confl ictos ambientales a los derechos ecológicos

Al llenar los recuadros con ejemplos específi cos de confl ictos ambientales en el planeta al 2003, Sachs nos aclara la medida en que es preciso ampliar la exploración de las medidas necesarias para enfrentar el reto de los confl ictos ambientales. Para ello propone optar por el camino de los derechos humanos, en par cular, los derechos de subsistencia:

“… sólo desde las úl mas décadas del siglo XX se ha pensado que estas formas de considerar dispensables a otros involucran desprecio por los derechos humanos. En el pasado, de acuerdo a la época y las circunstancias locales, podrían haberse considerado [esas formas] como violaciones de los deberes del gobernante, como vulneraciones de derechos y costumbres, como pecados contra Dios o como evidencia de opresión. Hoy, sin embargo, surge una nueva interpretación que enfa za los inalienables derechos de quienes son atacados. La pobreza y la humillación, especialmente donde son crónicas y en gran escala, son consideradas incompa bles con la demanda de derechos humanos. Así, en la era de la globalización, el discurso de los derechos humanos establece crecientemente los términos de referencia dentro de los cuales se dan las disputas entre el poder y sus víc mas.

Foto:www.cantovivo.wordpress.com

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En la visión del mundo de los derechos humanos, las personas nacen con iguales derechos y éstos deben ser reconocidos y garan zados por la comunidad. Al menos en la tradición occidental europea, esta concepción descansa sobre una idea de la dignidad humana que exige que los individuos no sean jamás tratados como meros medios para el fi n de otros, sino estar siempre en la posición de decidir por sí mismos cómo actuar. Los derechos humanos, en consecuencia, enen un carácter absoluto: no pueden ser suspendidos mediante ninguna compensación ni un cálculo económico de costo-benefi cio. Tampoco pueden someterse a votación, incluso por la mayor felicidad de la sociedad en conjunto [como quieren los u litaristas]. Sigue entonces que los derechos humanos deberían tener prioridad sobre todas las otras reivindicaciones morales, polí cas y económicas. Esta máxima se aplica a cualquiera en una posición de poder. El propósito de los derechos humanos es garan zar que la gente tenga una capacidad básica para actuar frente al poder.” (Sachs, 2003:26)

En el derecho internacional, antes de la Segunda Guerra Mundial, sólo los estados nacionales podían reclamar derechos. En diciembre de 1948 los derechos individuales fueron reconocidos mediante la Declaración Universal de los Derechos Humanos que forma parte de la Carta Internacional de Derechos Humanos conjuntamente con otros instrumentos aprobados y puestos en vigencia por las Naciones Unidas en diversos momentos posteriores:

Foto: Gloria Alvitres. Comunidad Simón Bolívar. Cerro de Pasco.

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• El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Polí cos (PIDCP), adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 16 de diciembre de 1966, con entrada en vigor el 23 de marzo de 1976.

• El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC), adoptado el 16 de diciembre de 1966 y entrada en vigor el 3 de enero de 1976.

• Los protocolos faculta vos correspondientes (dos protocolos faculta vos del PIDCP, el segundo des nado a abolir la pena de muerte; y el protocolo faculta vo del PIDESC, aprobado por la Asamblea General el 10 de diciembre de 2008 y en vigor desde el 5 de mayo de 2013).

• Las Convenciones Internacionales sobre: (i) Eliminación de todas las formas de discriminación racial (1969); (ii) Eliminación de todas las formas de discriminación contra las mujeres (1981); (iii) Contra la tortura y otros tratamientos y cas gos crueles, inhumanos o degradantes (1989); (iv) Los derechos de la niñez (1990) .

• La Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas aprobada por la Asamblea el 13 de se embre de 2007 que ene como predecesoras a la Convención 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Convención 107. “La Declaración precisa los derechos colec vos e individuales de los pueblos indígenas, especialmente sus derechos a sus erras, bienes, recursos vitales, territorios y recursos, a su cultura, iden dad y lengua, al empleo, la salud, la educación y a determinar libremente su condición polí ca y su desarrollo económico. Enfa za en el derecho de los pueblos originarios a mantener y fortalecer sus propias ins tuciones, culturas y tradiciones, y a perseguir libremente su desarrollo de acuerdo con sus propias necesidades y aspiraciones; prohíbe la discriminación contra los indígenas y promueve su plena y efec va par cipación en todos los asuntos que les conciernen y su derecho a mantener su diversidad y a propender por su propia visión económica y social.”

La Declaración Universal de Derechos Humanos ene el carácter de derecho internacional consuetudinario y recoge los derechos humanos considerados básicos e indivisibles (la violación de uno es violación de todos). Son inseparables e interdependientes. No obstante, la Declaración no ene el tratamiento de acuerdo o tratado internacional.

En las tres décadas úl mas, ha habido progreso en el reconocimiento internacional de los derechos humanos en tres frentes: (i) el jurídico iniciado por la Declaración Universal, (ii) el de su promoción y (iii) el frente de su aplicación. El progreso se ha registrado principalmente en el primero. ¿Por qué?

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“Una concepción minimalista de los derechos humanos que se refi ere sólo a las libertades nega vas… discrimina contra los desposeídos y aquellos cuya subsistencia se encuentra amenazada; el reconocimiento de su dignidad supone la protección de sus derechos de subsistencia. Todo ser humano –más aún: todo colec vo humano- ene un derecho básico a vivir, porque los derechos a la libertad y a la autonomía no enen asidero sin bienestar sico y social. Los derechos de subsistencia por tanto abarcan lo que los individuos requieren para desarrollarse como seres vivos: aire limpio y agua potable, salud elemental, comida y ropa adecuadas y un techo.” (Sachs 2003: 29)

Los derechos de subsistencia son derechos humanos posi vos y complementarios. El ejemplo que ofrece Sachs de una polí ca de abstención de ciertas acciones en relación a derechos posi vos como el derecho a comida adecuada, “implica que se evitará la acción que lleve a la expropiación de erras de cul vos de panllevar.” La ola global actual de la apropiación de erras

por corporaciones transnacionales es la ilustración de este ejemplo y pone en cues ón la idoneidad de los estados nacionales para cumplir con alguno de los tres niveles de obligación (de nega vo a posi vo) que Sachs propone para los derechos de subsistencia: la obligación de respetar y renunciar a re rar esos derechos, la de garan zar su protección y la de restablecerlos en caso de pérdida. (Sachs 2003: 30)

Es posible que el clima de la época de búsquedas de acuerdos y alineamientos internacionales sobre diversas crisis dis ntas a las guerras de aniquilación que se magnifi caron entonces haya contribuido a que Sachs viera en la apuesta de la sociedad civil internacional por los derechos de subsistencia como un aspecto tan básico de los derechos humanos:

“… el logro de los derechos humanos (sumado al respeto por la biosfera) debería ser la caracterís ca defi nitoria de la sociedad global emergente. Con este fi n la sociedad civil puede benefi ciarse de las codifi caciones de derechos humanos que diversos estados nacionales han acordado entre sí y que logran legi midad así como una fuerza legal indiscu ble. Desde este punto de vista, la sociedad mundial no es de ninguna manera un espacio carente de leyes; ene una cons tución. Sin embargo, la sociedad mundial está lejos de ser una república, y no sabe de representación democrá ca ni autoridad jurídica transnacional. Tiene una cons tución pero no un estado. Esto explica la enorme brecha entre retórica y realidad. Es que los derechos humanos son una cons tución sin los necesarios cimientos en leyes, procedimientos y escru nio. La fuerza de la imaginación é ca en la sociedad civil corre por delante de la condición polí ca de la sociedad mundial. Esta tensión entre ideal y realidad es la fuerza motriz tras los confl ictos sobre la forma de la globalización.” (Sachs 2003: 36)

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Es notable que desde la publicación del ensayo de Sachs (2003) el tema del cambio climá co o crisis climá ca ya presente en la experiencia de comunidades arraigadas en sus territorios como las andino amazónicas y en la conciencia de un número creciente de personas, cien fi cos en su mayoría, ha ido cobrando la máxima urgencia que ya en 2008 mo vó a Sachs la publicación de un ar culo sobre “Cambio Climá co y Derechos Humanos”. Recordemos que en su pología de confl ictos ambientales, “cambio climá co” era una de seis causas, así como la expropiación de territorios generalmente ocupados por poblaciones indígenas fue incluida en el rubro de “alteración de ecosistemas”.

¿Qué son los derechos ecológicos?

La noción de derechos ecológicos aplicado a las niñas, los niños y los jóvenes fue introducido en 1999 “por la Coalición Nacional para la implementación de los Derechos del Niño en Alemania… [Se enuncia como un principio:] Todo niño ene el derecho de crecer en un entorno seguro, a llevar una vida saludable y a desarrollar perspec vas de futuro posi vas.” (PRATEC 2016: 5)

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Sen mos que esta formulación posi va ene una desventaja en términos conceptuales. En efecto, su implementación puede suponer un privilegio excluyente de la niñez en el ejercicio de un derecho de todos. Por ello, hemos propuesto una formulación nega va más acorde con la tradición jurídica u lizando el concepto de violencia ambiental que si bien afecta a todo grupo etario se encarniza con la niñez (ibid: 1-3).

¿Qué es la violencia ambiental?

Refi riéndose a la (tecno)ciencia y al desarrollo socio-económico, Claude Alvares defi ne escuetamente “violencia (himsa) como el daño sico y mental a los organismos vivientes” (1992: 64). Propongo entender su e ología con el biólogo chileno Humberto Maturana quien elabora su comprensión desde la biología:

“En mi opinión, hablamos de violencia en la vida co diana para referirnos a aquellas situaciones en las que alguien se mueve en relación a otro en el extremo de la exigencia de obediencia y some miento, cualquiera que sea la forma como esto ocurre en términos de suavidad o brusquedad y el espacio relacional en que tenga lugar. Es la negación del otro que lleva a su destrucción en el esfuerzo por obtener su obediencia o some miento, lo que caracteriza a las situaciones en las que nos quejamos de violencia en las relaciones humanas. No todas las relaciones que ocurren en lo que un observador puede ver como un «desequilibrio de poder» se viven como relaciones de violencia. Es la emoción bajo la cual se vive esa relación que un observador externo a ella llama de «desequilibrio de poder», lo que le da a tal relación el carácter de violenta y no violenta…” (Maturana 1997: 71)

“Es decir, hay una dimensionalidad de encuentro en el vivir del ser humano en un espacio relacional que permanece invisible, para siempre o por un empo, dependiendo de lo que hagamos como observadores, pero que

en tanto no es visible, pertenece a lo inconsciente.… [E]l sistema nervioso no funciona con representaciones de un mundo externo, no funciona con símbolos, funciona con relaciones de ac vidad neuronal que son… completamente diferentes de los fenómenos que enen lugar en el dominio de la conducta que es donde están los objetos, el acercamiento, la separación, la codicia, el enojo y la agresión… Yo llamo a este espacio relacional, en que todo ser vivo vive de hecho: espacio psíquico, el espacio relacional donde se cons tuye el modo de vivir que hace a cada clase par cular de ser vivo el po de ser vivo que es.” (ibid: 79)

“Con eso también estoy diciendo que así como cada cultura confi gura un espacio psíquico inconsciente como un inconsciente colec vo, cada familia

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confi gura un espacio psíquico inconsciente como un inconsciente familiar. Y estoy diciendo, también, que tal espacio psíquico se hace evidente en los modos conductuales que los niños adquieren como es los de ver, de oler, de tocar, de desear, de aceptar y rechazar, de sufrir y gozar, sin darse cuenta, y de una manera que no es asociable a ninguna experiencia par cular consciente. En fi n, estoy también diciendo que esto pasa porque el sistema nervioso se transforma según la confi guración relacional del vivir como un fl uir [devenir] histórico, y no como una crónica de sucesos, de modo que genera correlaciones senso/efectoras propias de ese fl uir relacional y no de los sucesos vividos. De modo que el niño en crecimiento no solamente aprende las conductas par culares que uno pueda enseñarle, sino que aprende el espacio psíquico inconsciente propio de la familia, de la comunidad o de la cultura en que le toca vivir… (ibid: 81-82)

“… [L]a violencia es un modo de convivir, un es lo relacional que surge y se estabiliza en una red de conversaciones que hace posible y conserva el emocionar que la cons tuye, y en la que las conductas violentas se viven como algo natural que no se ve. Las culturas son redes cerradas de conversaciones, espacios psíquicos que generan conductas invisibles para las personas que las realizan en su vivir. En una cultura de violencia, las conductas violentas y el espacio psíquico en que surgen como conductas legí mas, son invisibles para sus miembros. Dada la invisibilidad de las conductas dentro de una cultura, no se refl exiona sobre la violencia dentro de una cultura de violencia. Nada lo permite; en el espacio psíquico de una cultura sólo surgen refl exiones propias de esa cultura, y, por lo tanto, se generan desde él sólo explicaciones que la jus fi can. Para que los miembros de una cultura refl exionen sobre sus conductas en ella, se requiere un confl icto en el emocionar que genere conductas contradictorias sufi cientemente intensas como para que éstos suelten su natural cer dumbre sobre la legi midad de sus acciones.

Pienso que el curso que sigue la historia es el curso de las emociones, no el curso de las oportunidades materiales ni de los recursos naturales ni de las oportunidades tecnológicas; el curso que sigue la historia es el curso de las emociones, en par cular, es el curso de los deseos. Son los deseos los que hacen de algo una oportunidad, o un recurso, o un camino preferido. Si nos conducimos como si el modo de resolver los confl ictos fuese la violencia, la guerra, la negación del otro, es porque vivimos una cultura en el es lo de pensar, de relacionar, de sen r, en el que ésta surge. Para que la teoría de la solución de los confl ictos a través de la guerra surja como el modo de explicar las relaciones humanas, hay que vivir en una cultura que hace al emocionar que funda la negación del otro la emoción fundamental. Para mí el origen de la humanidad no está centrado en la agresión. Pienso que

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la historia de la humanidad se origina cuando lo humano surge con el vivir co diano en el lenguaje, o mejor aún, en la conservación generación a generación del vivir en el conversar en el aprendizaje de los niños. Pienso que cuando surge el vivir en el lenguaje, surge en un espacio psíquico en el cual el amor es la emoción fundamental que, como la aceptación del otro como legí mo otro en la convivencia, hace posible una convivencia en la cual el vivir en coordinaciones de coordinaciones conductuales consensuales se hace posible como un es lo de vida que se conserva, de generación en generación, en el aprendizaje de los niños.” (ibid: 83-84)

“El problema está con los deseos. ¿Qué queremos?... La acción responsable, la acción coherente con el entendimiento requiere del deseo inconsciente o consciente de ser coherente con el entendimiento y no con otra cosa. Ese es nuestro verdadero problema, o la verdadera difi cultad para cambiar de cultura y vivir un espacio psíquico en el que la violencia no surja como el modo natural de convivir. Si queremos acabar con la violencia tenemos que querer vivir de otro modo; en el respeto mutuo y no en la negación del otro, en la colaboración, en un deseo compar do y no en la exigencia y la obediencia, en todas las dimensiones de nuestra existencia. Es decir, tenemos que apoyarnos en nuestra biología de seres humanos que surgen desde la biología del amor en la historia de lo vivo, para abandonar el espacio psíquico de la violencia, y recuperar el espacio psíquico de la colaboración.” (ibid: 89-90)

Hasta aquí Maturana desde la biología y la violencia en colec vos que alcanzan a quienes comparten una cultura incluso nacional.

El desarrollo como violencia

Según lo anterior, podemos dis nguir la violencia intra- e inter-cultural ¿Podemos iden fi car un espacio psíquico social de violencia? En el capítulo “Mercado” del Diccionario del Desarrollo editado por W. Sachs, su autor Gérald Berthoud incluye la siguiente cita:

“El desarrollo económico por sí mismo de un pueblo subdesarrollado no es compa ble con el mantenimiento de sus costumbres y conductas tradicionales. Una ruptura con éstas es una condición previa del progreso económico. Lo que se necesita es una revolución en la totalidad de ins tuciones y hábitos sociales, culturales y religiosos, y de esta manera en su ac tud psicológica, su fi loso a y modo de vida. Lo que se requiere, por tanto, equivale en realidad a la desorganización social. Ha de generarse la infelicidad y el descontento en el sen do de querer más que lo que es asequible en un momento cualquiera. El sufrimiento y la dislocación que pueden ser causados en el proceso

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pueden ser objetables, pero parecen ser el precio que ene que pagarse por el desarrollo económico: la condición del progreso económico.” (Sadie, 1960: 302)

Sadie ha sido posiblemente el primero y el más claro exponente de la idea pero no el único ni el úl mo. El lenguaje asociado es más o menos atemperado en otras versiones como la de Vargas Llosa, pero no he encontrado un ejemplo de violencia global más completo ni expresado con la mayor convicción. En efecto, el Desarrollo ha sus tuido al colonialismo para ahora confl uir con la globalización en curso y sus nuevas formas de violencia. En este contexto, ¿a qué denominamos “violencia ambiental”?

Hoy se va reconociendo al así denominado cambio climá co como una causa tan fundamental que ha ido forzando a un cambio paradigmá co que se va cons tuyendo basado con el reconocimiento de una nueva era geológica: el Holoceno ha dado paso en el curso de los dos úl mos siglos (¿o en las úl mas siete décadas del Desarrollo?) al Antropoceno, así llamado porque el Homo sapiens sapiens se ha conver do en una formidable fuerza geológica, capaz de modifi car el planeta con consecuencias que recién se van haciendo indiscu bles.

Es contraproducente hoy no reconocer una situación impensada que pide, por ejemplo, una revisión de lo que se en ende por “ecología”. Chet Bowers señala que la palabra “ecología” que, según los textos, el biólogo alemán Ernst Haeckel (1834-1919) introdujo en 1866, llevó a una comprensión de la Ecología que la comunidad cien fi ca de su empo aceptó como un hecho. En efecto, u lizó la raíz griega oikos que supuestamente se refería a la casa familiar, de modo que su traducción como administración del hogar le sirvió de metáfora para crear el término “ecología” como la administración del entorno natural. “Este ejemplo de pensamiento metafórico muestra cómo la relación con “el medio ambiente” se entendió como la ges ón del hogar, conduciendo a un entendimiento muy estrecho de la ecología como ‘el estudio del comportamiento de los sistemas naturales’... Se perdió en la traducción lo que Haeckel como temprano defensor de la teoría de la evolución de Darwin era menos capaz de entender, es decir, que para los an guos griegos, oikos incluía las normas que gobernaban una amplia gama de prác cas culturales.” (Bowers 2014)

La observación de Bowers ene importantes consecuencias conceptuales porque evidencia además la necesidad de revisar otros conceptos clave. Aquí no podemos limitarnos a la u lización de la palabra “ecología”, sólo por ejemplo, en “ecologías” como diferente de “ecosistemas” o en frases como “ecología de saberes” como diferente de “sistemas de conocimiento”. Es, de hecho, la revisión es necesaria para fundamentar la comprensión de la palabra “ecología” como el estudio de las relaciones de diversa índole entre los agentes del mundo que vive el homo

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sapiens, no sus relaciones con un entorno inerte. De inmediato, la defi nición implica la superación de los dualismos sistema / entorno, cultura / naturaleza. La interpretación de oikos propuesta por Haeckel hereda esos dualismos. En ella, el observador cien fi co (sujeto humano) estudia “el comportamiento de los sistemas naturales” como si no hiciera parte de ese mundo porque se asume separado del objeto de su curiosidad. Supone la existencia independiente de un mundo fuera que hace posible la obje vidad de su conocimiento. Como ejemplo, el llamado al “retorno a la naturaleza” como vía de recuperación de una relación saludable y sanadora con el mundo que habitamos en “nuestro estar en el mundo” no se en ende desde el lenguajeo inaugurado por Haeckel (Rengifo 2012). En esta entrada epistemológica la naturaleza está fuera, está unifi cada, es inanimada y las conclusiones de su inves gación se consideran indisputables (Latour 2013).

Una confusión similar ocurre en relación con las deidades a quienes los estudiosos de sociedades primi vas atribuyen una exclusividad de lo espiritual. En mi opinión, el origen de la confusión se encuentra en la noción de diseño por una en dad trascendente, es decir, en la presunción de mente y fuerzas externas en la conformación material del mundo creado: la naturaleza.

Los derechos ecológicos en la Jurisprudencia de la Tierra

El enfoque de derechos fue, en el marco del desarrollo neoliberal, una defensa frente a la violencia del ejercicio del poder estatal especialmente (pero no sólo) en América La na bajo el paradigma del estado nación. En nuestra experiencia el enfoque liberal de los derechos humanos prevaleció y éstos fueron atribuidos a individuos (ciudadanos). Este sesgo individualista del enfoque de los derechos humanos sigue presente en las legislaciones nacionales y no conversa con la organicidad de las comunidades de los Andes centrales (Ecuador, Bolivia y Perú).

La propuesta de Thomas Berry, el historiador cultural norteamericano, de una Jurisprudencia de la Tierra (JT) nos ofrece un enfoque de los derechos que amplia el horizonte para abarcar al universo mismo y a todo lo que lo cons tuye. Es conceptualmente atrac vo porque su defi nición de los derechos supone una referencia absoluta. La propuesta de Berry del universo mismo como referencia fi nal (“el universo es el único texto sin contexto”) es una inspirada e inspiradora hipótesis de trabajo que animó, por ejemplo, la Declaración de los Derechos de la Madre Tierra proclamada en la Cumbre de los Pueblos de Cochabamba (2010). Incluyo como anexo su versión de los Principios de la Jurisprudencia de la Tierra considerando que puede ayudarnos a alcanzar una comprensión transcultural de la noción de derechos. An cipándose a Chet Bowers propone una noción de ecología tal que todos los derechos pueden entenderse como derechos ecológicos.

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En su libro La Gran Tarea (1999), Berry nombra el reto que confrontamos como “la reinvención de lo humano” y destaca el papel que los pueblos indígenas del planeta enen hoy como guardianes de tradiciones de Buen Vivir. Iden fi ca la progresiva alienación del humano respecto a la naturaleza como la raíz de nuestro predicamento, y la cultura corpora va prevaleciente como su encarnación. Su reinvención de lo humano resuena con Edgar Morin, el pensador francés para quien: “Hoy somos tes gos del despliegue combinado de dos plagas para la humanidad. La primera es la unifi cación abstracta que homogeniza y destruye las diversidades. La segunda plaga es el repliegue dentro de sí mismas de las singularidades que se abstraen del resto de la humanidad. Padecemos del despliegue de dos abstracciones de naturaleza diferente.” Dos abstracciones derivadas de la homogenización que implica la globalización y del despliegue ofensivo de la colonización que implican obligando al repliegue defensivo de las culturas regeneradoras de la vida. Con Brian Swimme, un sico transdisciplinar, Berry se empeñó (The Universe Story, 1992) en fundamentar con argumentos cien fi cos la necesidad de recuperar la relación de los humanos con la Tierra (y el universo) que los pueblos indígenas man enen desde siempre.

El principio rector de la Jurisprudencia de la Tierra es que “el universo está compuesto de sujetos con los cuales comulgar y no de objetos para ser usados.” Y que “como sujeto cada componente del universo ene derechos inherentes.”

En mi opinión, esta comprensión de los derechos como asociados al papel de cada uno de los miembros de la comunidad de la Tierra y a sus obligaciones proporciona el contexto adecuado para los derechos ecológicos. En par cular, la equidad, en el sen do de equivalencia, puede entenderse como el reconocimiento de “igual capacidad de acción [agencia] de todos los miembros de la Comunidad de la Tierra,” lo que compensa por lo menos en la letra el énfasis corpora vo en su reclamo de un rol dominante y excluyente en la producción de bienes y servicios en benefi cio del conjunto de la humanidad.

¿Hay forma de implementar los derechos ecológicos?

Debemos primero aclarar la naturaleza del agenciamiento al que nos estamos refi riendo. Hasta aquí, el marco más abarcador ha sido el de las Naciones Unidas. Este contexto ene por lo menos una limitación: hace que la adopción de un conjunto de valores y principios universales tales como el de la Declaración del Milenio de las NNUU, por ejemplo, se vean como una imposición auto-limitada por los gobiernos de los estados nacionales que componen la Asamblea General; no convoca a todos los actores que componen la Comunidad de la Tierra.

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Sin embargo, si como parece claro, el sistema debiera incluir a la naturaleza o a la Tierra como parte de él y no como entorno, el sistema de referencia no puede ser las NNUU, un sistema mul nacional, que debería ser transcultural, auto-referente si fuera posible, pero no lo es, ya que el único sistema auto-referente, como afi rma Thomas Berry, es el universo…

¿Puede proporcionar la Carta de la Tierra un terreno común?

La Carta de la Tierra, que reproducimos en el Anexo 2, salió a la luz el año 2000 luego de una larga gestación y la consideramos el referente más reciente y avanzado en el tema de los derechos ecológicos. Llega al límite de lo que se pudo hacer en el marco de las Naciones Unidas. A pesar de la destacada par cipación de quienes compar an el aprendizaje de Thomas Berry cuya Jurisprudencia de la Tierra inspiró los principios y valores de la Carta se man ene en el texto la agencia determinante de los humanos con la naturaleza como entorno o medio ambiente, como externo sin agencia, como se hace claro en la formulación del principio “respeto a la naturaleza”. En esencia, la Carta en su versión fi nal la en endo como una recomendación a los gobiernos de los estados miembros para luchar por su foco principal, es decir, el desarrollo sostenible con el permiso de las deidades. Por otro lado,

Foto: GIZ

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es preciso señalar que no se requiere inventar un conjunto de principios y valores. Además de, y en vez de los de la DM, se puede adoptar los de la Carta de la Tierra o la más reciente Declaración Universal del Bien Común de la Madre Tierra y de la Humanidad (2009). Sin embargo, lo que se requiere hoy es una formulación de los valores como orientadores dinámicos que podrían aceptarse como universales. Es lo que encuentro en el trío que proponen Thomas Berry y Brian Swimme en The Universe Story (La historia del Universo). Ellos son: diferenciación, subje vidad, y comunión. Estos provienen de la interpretación que hacen Berry y Swimme del proceso cosmogené co que norma el universo desde su inicio primordial. En mi lectura, ellos pueden ubicarse en el nivel de principios y valores y relacionarse con los principios y valores adoptados en la Carta de la Tierra. Así,

Diferenciación -> diversidad, libertad / autonomía

Subje vidad -> Igualdad / equivalencia, libertad / autonomía

Comunión -> solidaridad, respeto a la naturaleza, responsabilidad común pero diferenciada por los recursos a disposición de cada quien.

¿Pueden los principios y valores de la Jurisprudencia de la Tierra ser expresados en el lenguaje de los derechos?

“Conver r los principios y valores en derechos” tendría por lo menos dos maneras de entender. Una es la referencia al creciente cuerpo de legislación internacional sobre los derechos humanos que toma el camino norma vo, una visión está ca de la sociedad y sus normas. La otra es complementarla con un enfoque dinámico, cosmogené co, que parece ser también la idea de Lévi-Strauss en sus “Refl exiones sobre la libertad”: “Sólo una [base teórica de

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las libertades tan evidente como para ser universalmente aceptada] parece ser posible, pero esto implica que en vez de defi nirlo como un ser moral, el humano debería ser defi nido de acuerdo a su caracterís ca más obvia: la de ser una criatura viviente. Sigue de inmediato que cualquier derecho que la humanidad puede reclamar como especie encuentra su límite natural en los derechos de otras especies. Esto es, los derechos humanos se de enen justo donde su ejercicio amenaza la existencia de otra especie… Esto no quiere negar, por cierto, que como cualquier animal, el hombre ob ene su sustento de otras criaturas vivientes. Pero este requisito natural, que es legí mo en la medida en que es sa sfecho a costa de individuos, no se puede extender al punto en que la especie a la que pertenecen fuera eliminada.”

Los Ángeles Custodios y los derechos ecológicos

En algún momento del año 2012 fui invitado por nuestros amigos de Andahuaylas a una reunión con los Angeles Custodios. Los Angeles Custodios cons tuyen un colec vo de Apus sanadores que a enden a un amplio corredor de los Andes del Sur. En ese empo, se habían formado ya comunidades con base en Andahuaylas y Ayacucho. Hoy por hoy han extendido sus visitas a Lima y otros lugares. Andábamos entonces con un pequeño proyecto de inicia vas sobre estrategias campesinas locales de adaptación al cambio climá co y sen a que el enfoque vigente del tema no nos llevaba a ningún lado. Me llamó la atención que el Apu “vocero” (Potosí, creo) enganchara tan bien con las preocupaciones de cada quien y las conectara entre sí. Llegado el momento de las preguntas de la asistencia, la pregunta no empezaba a formularse que ya el AC daba respuesta que no se sen a como interrupción. Repasando la conversación me doy cuenta de la capacidad de sintonización de los ACs. Como me comentó uno de los amigos presentes, “el AC sabía que estabas ahí, noté que su exposición fue hoy más académica…” Y sabía lo enredado que andaba con el tema climá co. Recuerdo dos pasajes del AC Arcángel Gabriel: el primero referido a la amenaza del impacto de un meteorito de gran tamaño en la Tierra y el segundo sobre el tema climá co. El tema del meteorito efec vamente estuvo presente en esa época pero no tuvo la difusión que habría causado pánico. Relató las ges ones que debieron emprender con otras fuerzas del universo para evitar la colisión y tuvieron éxito, logrando desviar la trayectoria del meteorito.

Sobre el tema del cambio climá co, el Arcángel Gabriel fue tajante: la urgencia climá ca ha sido causada por los humanos y son ellos los que deben ocuparse de superarla. Recordé la noción de derechos (y obligaciones) de cada miembro de la Comunidad de la Tierra que debemos a Thomas Berry (Anexo 1). Uno de los tres es el derecho de cumplir con su papel en la Comunidad de la Tierra.

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Encarar a Gaia: la propuesta de Bruno Latour

Lo que hace el pensador francés Bruno Latour en su serie de seis conferencias Giff ord del 2012 es presentar su abordaje de la emergencia climá ca con una propuesta que denomina “teología polí ca de la naturaleza”. En mi comprensión, recoge lo que aportan las “teologías de la naturaleza” como las de Berry y la Carta de la Tierra que hemos revisado hasta aquí y que consiste en: (1) la superación de la división “humanos” / “no humanos” mediante su equivalencia como miembros de la Comunidad de la Tierra, incluyendo a las deidades o divinidades con derechos y obligaciones específi cos (“izquierdos” como los en endo) y (2) la precisión del papel de los humanos, en par cular el aporte de las comunidades cien fi cas en el entendimiento de las múl ples relaciones entre los diversos agentes en las diferentes ecologías mediante el monitoreo de los circuitos de toma y daca (“loops”) entre ellos. En efecto, en nuestro recorrido no nos hemos detenido en el aporte de la comunidad cien fi ca de los climatólogos que Latour valora por la puesta en operación de la compleja red de sensores y de interpretación de los datos que otorgan credibilidad a la hipótesis, por ejemplo, del origen antropogénico del calentamiento global. Latour aborda la carencia que achaca al ecologismo que es valerse de la ciencia para evadir la polí ca. Aclaremos de entrada que hacerse cargo de la polí ca añade un factor más a una pócima bastante recargada que no sólo requiere una comprensión diferente de la polí ca aquí como “la composición de un mundo común” sino también de la naturaleza los otros dos factores: ciencia y religión natural. Él llama la atención a la existencia de posiciones contrapuestas sobre la urgencia climá ca. Aunque los climatólogos conectan series largas de registros locales de temperaturas con los registros de emisión de gases de efecto invernadero (dióxido de carbono, metano, etc.) y afi rman la existencia de la conexión, los “negacionistas” desechan la explicación de la comunidad de climatólogos atribuyendo la conexión a causas naturales: “siempre hubo cambio climá co y por razones diferentes…”

Latour resume la tarea de la polí ca, la composición del mundo común, en tres preguntas que ningún agente humano o no humano puede responder sin considerar la agencia de todos los otros ya que no existe autoridad dirimente: (i) ¿cuál es la amenaza?; (ii) ¿quiénes son los enemigos?; y (iii) ¿qué po de geo-polí ca se requiere?

Tratemos de comprender desde nosotros las preguntas a par r de las respuestas de Latour. El tema climá co resume la amenaza a la supervivencia de la especie homo sapiens sapiens y es, en consecuencia, transnacional y transcultural. Lo que sintamos, pensemos o hagamos como naciones, culturas, comunidades e individuos en ese marco ene que ver básicamente con nuestros deseos. En breve, ¿qué queremos?

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Hoy por hoy, es una cues ón de salvación no de realización de una utopía. Lo que vivimos hoy es una amenaza no porque caminemos hacia un futuro prome do en peligro de no realizarse sino porque, en la imagen de los zapa stas, es la tormenta que está formándose y que se nos viene no sabemos cuándo ni de qué intensidad. Latour nos recuerda que “ya estuvimos ahí” refi riéndose a la amenaza de la u lización de las armas atómicas que llegó a su clímax en el enfrentamiento URSS-USA de 1962. La sanidad se impuso momentáneamente, y el “fi n de los empos” o “el empo del fi n” se postergó luego en una carrera nuclear en el marco de una

Guerra Fría que vio: (i) la competencia por la u lización pacífi ca de la energía atómica y tomó la forma de (ii) la formación de arsenales nucleares en todo el planeta. Esta amenaza sigue latente.

Lo que destaca Latour es que a diferencia de la crisis de las armas atómicas que tuvo una resolución inmediata aunque limitada a la postergación del confl icto abierto, la urgencia climá ca no parece provocar una resolución urgente como ates guan los magros resultados de las sucesivas COPs (Conferencia de las Partes) sobre cambio climá co. Mi impresión es que paliar la crisis climá ca no entusiasma a quienes enen la agencia pero no la “voluntad polí ca” donde no hay negocio seguro. Me baso en la resistencia a la única modalidad capaz de enfrentar la crisis: la adaptación y en que los proyectos de mi gación y geo-ingeniería conocidos no ofrecen benefi cios conmensurables con los costos. Éstos son radicalmente inviables y ninguna modalidad incluyendo la adaptación da cuenta de la causa del fenómeno que se resume en un modo humano de vivir que es insostenible. La fe en el progreso encarnado en ese modo de vivir alimenta los deseos que hacen olvidar que, si se quiere realmente, existen alterna vas al progreso del desarrollo.

¿Qué sabemos sobre Gaia en el Antropoceno?

La noción de Gaia es todavía hoy mo vo de debate y así ha sido desde que fue introducida como un concepto de la ecología. Al igual que oikos la palabra es un don de los an guos griegos. Aquí no me ocuparé de la genealogía de su u lización moderna que me parece vital para comprender la ac vidad cien fi ca sigo a Latour para denominar un sistema, es decir que se presta a un tratamiento cien fi co en su sen do contemporáneo de una disciplina intelectual que ofrece explicación a observaciones que cumplen estrictos requisitos. Quien lo presentó al mundo cien fi co es James Lovelock, un químico de formación, a quien la NASA norteamericana había encargado responder a la pregunta sobre la existencia de vida en Marte. En vez de imaginar formas de recolectar datos, Lovelock le dio vuelta a la pregunta y la formuló en una forma que podía tener una respuesta viable: ¿qué condiciones hacen que la atmósfera de la Tierra

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promueva la aparición de la vida en el planeta? Encontró una sorprendente estabilidad en la proporción de los gases componentes, en par cular, el alto contenido de oxígeno, un gas par cularmente tóxico. La hipótesis Gaia como inicialmente la denominó Lovelock fue una brillante intuición que nos permite el rescate de la noción de oikos como nomos. A pesar de la resistencia de las diversas comunidades cien fi cas, Lovelock tuvo la fortuna de contar con la co-inspiración de Lynn Margulis quien aportó la biología de la intuición e hizo que la hipótesis se graduara a teoría. El origen de la aparente homeostasis de Gaia la explicó Lovelock sólo por la química pero los agentes de la vida que es más que el mantenimiento de una homestasis requería que los seres vivos de todo po hicieran lo suyo para modifi car las condiciones de su vivir para hacerlo medrar. No nos detenemos en los fascinantes detalles de un relato aún no concluido.

En mi opinión, el concepto de Antropoceno es consecuencia de la aceptación de la teoría Gaia de Lovelock y Margulis reconociendo que el homo sapiens sapiens “es naturaleza”, una fuerza geológica y que las manifestaciones del “cambio climá co” son recordatorios de las consecuencias funestas de su modo de habitar el mundo en ignorancia cultural. En lo que sigue expongo mis refl exiones sobre conceptos alterna vos para la comprensión de lo que considero necesario para abordar el tema de la violencia ecológica y la per nencia de la noción de derechos ecológicos.

Anoto aquí que aceptar el Antropoceno como concepto implica abandonar la noción de “autoridad dirimente” en los confl ictos ecológicos (“Ni Estado, ni Naturaleza, ni Iglesia”). ¿Por qué? Berry diría que la autoridad dirimente sería el universo que se expresa a través de cada uno de nosotros, individual y colec vamente. Simplemente no hay autoridad que escape a la rotación que cada circunstancia impone. Ésta es la polí ca en el Antropoceno. Los agentes que se caracterizan por la equivalencia que les otorga su rol exclusivo y excluyente enen que ponerse de acuerdo en la defi nición de cada polí ca que emprendan

con responsabilidad de dar cuenta no sólo de acciones sino de resultados.

¿Quiénes son los enemigos?

Una vez defi nida la amenaza: “el fi n de los empos”, o “el empo del fi n” y antes de defi nir qué hacer, inspirado por el “tóxico” pensar de Carl Schmi a quien debemos un extraordinario ensayo sobre El Nomos de la Tierra (Schmi orig. 1950), Latour nos recomienda defi nir los enemigos y, en consecuencia, iden fi car a los aliados. ¿Son los aliados el colec vo que se reclama de Gaia? ¿O quienes suscriben la Carta de la Tierra? Latour apuesta por los “artesanos de la paz” citando el fi nal de la introducción (no se encuentra en la traducción al castellano) del Nomos de la Tierra de Carl Schmi :

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“La cues ón de un nuevo Nomos de la Tierra no será respondida con tales fantasías, ni con más descubrimientos cien fi cos. El pensar humano debe dirigirse nuevamente a los órdenes elementales de su ser terrestre aquí y ahora. Buscamos comprender el orden norma vo de la erra. Esa es la arriesgada tarea de este libro y la ferviente esperanza de nuestro trabajo. La erra ha sido prome da a los artesanos de la paz. La idea de un nuevo Nomos de la Tierra sólo pertenece a ellos.” (Latour 2013)

Se requería el coraje de Schmi para escribirlo con la lucidez que muestra en su ensayo. Como señala Latour aún hoy el mensaje es tóxico para los bien-pensantes modernos. La traducción de Latour del texto de Schmi del inglés “peace makers” = pacifi cadores = hacedores de la paz por “artesanos de la paz” revela su apuesta, en lo que en endo, por el colec vo que desde los Andes podemos defi nir como los criadores campesinos inspirados por los principios y valores de la Comunidad de la Tierra que avizoró Thomas Berry. Lo que caracteriza a los artesanos de la paz es el arraigo en un terruño. Se trata de una vivencia primordial, la del humano recién nacido que como observadores vemos totalmente desvalido. Son los padres y las familias quienes acogen, hacen aterrizar al humano. Que fi nalmente es el terruño, nuestro hábitat, que se hace cargo de nosotros es lo que aprendemos de l@s compañer@s de ABA Ayacucho quienes aplicaron la denominación allpachukos (brotes o emergencias de la Tierra) a los huérfanos de la guerra interna. Si en endo bien a Schmi y Latour esta conexión primordial con la Tierra dis ngue amigos de enemigos.

Ahora bien, es preciso aclarar la noción de “enemigo” que viene de inimicus (no amigo) en la n pero también en su acepción de hos s (adversario de donde procede “hos l”). Aquí optamos por entender el término por “el otro” caracterizado por deseos diferentes de los nuestros. “Adversario” sería en mi opinión la acepción apropiada.

De acuerdo con la noción de polí ca que hemos adoptado: “la composición de un mundo común” la u lización de la violencia proscribe la indispensable confi anza mutua que es el propósito de la polí ca.

¿Quiénes son los enemigos entonces? Hay múl ples adversarios como señala Latour; empezando con uno obvio cons tuido por quienes comparten la fe corpora va en el progreso y promueven la cultura del desarrollo cuya encarnación entre nosotros François Greslou ha presentado en forma ejemplar. Latour se refi ere a ellos como los “humanos” y aquí añado que su deidad convocante es el mercado. No cedamos a la tentación de descalifi carlos porque en este momento hacen la “polí ca” en el panorama

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mundial y porque no podemos excluirlos de nuestra polí ca, porque nuestro afán es la composición de un mundo común que no los excluye.

Otro adversario es el colec vo convocado por Gaia entendida como naturaleza o Madre Tierra. Eventualmente un aliado, requerimos que abandone la esperanza en una intervención supernatural. Recordemos la posición de los Ángeles Custodios: para bien o para mal, la cues ón climá ca es nuestra, la de los allpachukos. El otro adversario, en realidad bien visto un aliado, es lo que Latour denomina el “anthropos”, el colec vo del Antropoceno cuya fi gura representa va sería, en mi opinión, el propio Lovelock. Al anthropos lo convoca Gaia no como diosa ni naturaleza benevolente, sino como una en dad enteramente secular, es decir una en dad que podemos iden fi car como unitaria por una agencia que ejerce en cumplimiento de su rol en la Comunidad de la Tierra. Es esa en dad asociada con la atmósfera terrestre, la delgada capa que circunda el planeta donde fl orece esa en dad tóxica que es la vida.

La tercera pregunta de Latour es sobre el po de geo-polí ca que se requiere una vez defi nidos el nosotros, los aliados y los enemigos. Un aporte lo ve en la propuesta de asociar el Antropoceno con los “límites planetarios” que los socio-ecólogos exploran para asegurar el desarrollo sostenible respetando esos límites. Es mi impresión que los socio-ecólogos, los estudiosos de la interfase sociedad-ecosistemas, se inspiran aquí en el impacto de la publicación del trabajo de los sistemólogos del Ins tuto Tecnológico de Massachuse s (MIT) Límites al Crecimiento que movió a Suecia a promover la primera Cumbre Mundial de la Tierra en 1972. El trabajo sobre los límites planetarios está en sus inicios y como se acostumbra a decir hoy “en proceso”. Recordemos la idea de Gaia de Lovelock y Margulis, mucho más arriesgada, para darnos cuenta del camino que falta recorrer. Pero, se ubica en la parte que menos entusiasma de la ac vidad cien fi ca que es la indispensable exploración de los límites y de las consecuencias de sus nuevas aplicaciones técnicas a las que obliga el ejercicio responsable del propio rol en la Comunidad de la Tierra.

De acuerdo con mi actual comprensión de Latour, concuerdo en que es preciso hacerse como previó Schmi expresándolo en alemán, no sé bien en qué contexto, “artesanos de la paz” como interpreta Latour la traducción de “peacemakers” o “pacifi cadores” en Nomos de la Tierra. En nuestra experiencia en el PRATEC, la interpretación de Latour ene perfecta resonancia en los criadores campesinos de la biodiversidad para quienes la paz es el propósito de sus prác cas de mutua crianza que cons tuyen su modo de vida milenario. Es la paz, además, un ingrediente del Sumak Kawsay o Buen Vivir o Vivir Bien. Como lo quiero entender, la apropiación

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(no la conquista) de un territorio es un requisito primordial para la mutua crianza, una condición puesta globalmente en peligro hoy por la codicia de las corporaciones con la complicidad de los estados nacionales. La cultura andino amazónica de la crianza mutua es en la actualidad y por esa razón una fuente de sabiduría polí ca que daría respuesta al escep cismo de Latour cuando se pregunta:

“¿Sería posible aceptar la candidatura de aquellos pueblos que reclaman estar reunidos, por ejemplo, por la Pachamama, la diosa de la Tierra? Puede ser, si sólo estuviéramos seguros de que lo que se toma como respeto a la Tierra no se debe a su parvedad y a la rela va debilidad de su tecnología. Ninguno de los pueblos que llamamos “tradicionales”, cuya sabiduría admiramos con frecuencia, está siendo preparado para ampliar sus formas de vida a la escala de las gigantescas metrópolis técnicas en las que estamos hoy acorralados más de la mitad de la raza humana.” (Latour 2013)

Referencias

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Rengifo, Grimaldo, El retorno a la naturaleza, PRATEC, Lima, 2012.Sachs, Wolfgang, (ed.) Diccionario del Desarrollo: Una Guía del Conocimiento como Poder, PRATEC, Lima, 1996.____ Environment and Human Rights, Wuppertal Ins tute for Climate, Environment, Energy, Wuppertal, Alemania, 2003.____ “Climate Change and Human Rights”, Development 51:332-337, Society for Interna onal Development, Roma, 2008.Sadie, J. L. ‘The Social Anthropology of Economic Underdevelopment’ (La Antropología Social del Subdesarrollo Económico), The Economic Journal, No. 70, 1960, Schmi , Carl, El Nomos de la Tierra, Ed. Struhart y Cía, Buenos Aires (original en alemán publicado en 1950)Shiva, Vandana, The Violence of the Green Revolu on: Third World Agriculture, Ecology and Poli cs, 2da. Edición, The Other India Press, Mapusa, Goa, India, 1997.

Foto: ABA - Ayacucho

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Anexo 1

PRINCIPIOS DE LA JURISPRUDENCIA DE LA TIERRA

1. Los derechos se originan donde se origina la existencia. Lo que determina la existencia determina los derechos.

2. El universo es auto-determinado en su ser y auto-norma vo en sus ac vidades ya que no existe un contexto de existencia mayor en el orden fenoménico,. Es también el referente primario en el ser y las ac vidades de todos los modos de ser derivados.

3. El universo está compuesto de sujetos con quienes se comulga, no de objetos que se usan. Como sujeto, cada componente del universo ene derechos inherentes

4. El mundo natural en el planeta Tierra ob ene sus derechos de la misma fuente de la que los seres humanos ob enen los suyos: del universo que los trajo a la vida

5. Cada componente de la comunidad de la Tierra, tanto viviente como no viviente, ene tres derechos: el derecho a ser, el derecho al hábitat o a un lugar para ser, y el derecho de realizar su papel en el proceso de regeneración de la comunidad de la Tierra

6. Todos los derechos en forma no viviente son específi cos del rol; los derechos en los vivientes son específi cos de la especie y limitados. Los ríos enen derechos de río. Los pájaros enen derechos de pájaros. Los insectos enen derechos de insecto. Los humanos enen derechos humanos. La diferencia en derechos es cualita va, no cuan ta va. Los derechos de un insecto no tendrían valor para un árbol o un pez

7. Los derechos humanos no cancelan los derechos de otros modos de vida a exis r en su estado natural. Los derechos humanos de propiedad no son absolutos. Los derechos de propiedad son simplemente una relación especial entre un ‘propietario’ humano par cular y una par cular pieza de ‘propiedad’ de modo que ambos puedan realizar sus roles en la gran comunidad de existencia

8. Ya que las especies sólo existen en la forma de individuos, los derechos se refi eren a individuos, no simplemente en una forma general a especies

9. Estos derechos se presentan aquí basados en las relaciones intrínsecas que los diversos componentes de la Tierra enen uno con otro. El planeta Tierra es una única comunidad unida por relaciones de interdependencia. Ningún ser viviente se alimenta a sí mismo. Cada componente de la comunidad de la Tierra es inmediata o mediatamente dependiente de otro miembro de la comunidad para el nutrimento y la asistencia que requiere para su propia supervivencia. Este nutrimento mutuo, que incluye la relación predador-presa, es integral al rol que cada componente de la Tierra ene dentro de la comprehensiva comunidad de existencia

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10. De manera especial, los humanos no sólo enen necesidad sino también un derecho de acceso al mundo natural que les sa sface sus necesidades sicas y la maravilla que requiere la inteligencia humana, la belleza que

necesita la imaginación humana y la in midad que requieren las emociones humanas para su realización personal.

(Tomado de Berry 2006)

Anexo 2

LA CARTA DE LA TIERRA

PREÁMBULO

Estamos en un momento crí co de la historia de la Tierra, en el cual la humanidad debe elegir su futuro. A medida que el mundo se vuelve cada vez más interdependiente y frágil, el futuro depara, a la vez, grandes riesgos y grandes promesas. Para seguir adelante, debemos reconocer que en medio de la magnífi ca diversidad de culturas y formas de vida, somos una sola familia humana y una sola comunidad terrestre con un des no común. Debemos unirnos para crear una sociedad global sostenible fundada en el respeto hacia la naturaleza, los derechos humanos universales, la jus cia económica y una cultura de paz. En torno a este fi n, es impera vo que nosotros, los pueblos de la Tierra, declaremos nuestra responsabilidad unos hacia otros, hacia la gran comunidad de la vida y hacia las generaciones futuras.

La Tierra, nuestro hogar

La humanidad es parte de un vasto universo evolu vo. La Tierra, nuestro hogar, está viva con una comunidad singular de vida. Las fuerzas de la naturaleza promueven a que la existencia sea una aventura exigente e incierta, pero la Tierra ha brindado las condiciones esenciales para la evolución de la vida. La capacidad de recuperación de la comunidad de vida y el bienestar de la humanidad dependen de la preservación de una biosfera saludable, con todos sus sistemas ecológicos, una rica variedad de plantas y animales, erras fér les, aguas puras y aire limpio. El medio ambiente global, con sus recursos fi nitos, es una preocupación común para todos los pueblos. La protección de la vitalidad, la diversidad y la belleza de la Tierra es un deber sagrado.

La situación global

Los patrones dominantes de producción y consumo están causando devastación ambiental, agotamiento de recursos y una ex nción masiva de especies. Las comunidades están siendo destruidas. Los benefi cios del desarrollo no se comparten equita vamente y la brecha entre ricos y pobres se está ensanchando. La injus cia, la pobreza, la ignorancia y los confl ictos violentos se manifi estan por

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doquier y son la causa de grandes sufrimientos. Un aumento sin precedentes de la población humana ha sobrecargado los sistemas ecológicos y sociales. Los fundamentos de la seguridad global están siendo amenazados. Estas tendencias son peligrosas, pero no inevitables.

Los retos venideros

La elección es nuestra: formar una sociedad global para cuidar la Tierra y cuidarnos unos a otros o arriesgarnos a la destrucción de nosotros mismos y de la diversidad de la vida. Se necesitan cambios fundamentales en nuestros valores, ins tuciones y formas de vida. Debemos darnos cuenta de que, una vez sa sfechas las necesidades básicas, el desarrollo humano se refi ere primordialmente a ser más, no a tener más. Poseemos el conocimiento y la tecnología necesarios para proveer a todos y para reducir nuestros impactos sobre el medio ambiente. El surgimiento de una sociedad civil global, está creando nuevas oportunidades para construir un mundo democrá co y humanitario. Nuestros retos ambientales, económicos, polí cos, sociales y espirituales, están interrelacionados y juntos podemos proponer y concretar soluciones comprehensivas.

Responsabilidad Universal

Para llevar a cabo estas aspiraciones, debemos tomar la decisión de vivir de acuerdo con un sen do de responsabilidad universal, iden fi cándonos con toda la comunidad terrestre, al igual que con nuestras comunidades locales. Somos ciudadanos de diferentes naciones y de un solo mundo al mismo empo, en donde los ámbitos local y global, se encuentran estrechamente vinculados. Todos compar mos una responsabilidad hacia el bienestar presente y futuro de la familia humana y del mundo viviente en su amplitud. El espíritu de solidaridad humana y de afi nidad con toda la vida se fortalece cuando vivimos con reverencia ante el misterio del ser, con gra tud por el regalo de la vida y con humildad con respecto al lugar que ocupa el ser humano en la naturaleza.

Necesitamos urgentemente una visión compar da sobre los valores básicos que brinden un fundamento é co para la comunidad mundial emergente. Por lo tanto, juntos y con una gran esperanza, afi rmamos los siguientes principios interdependientes, para una forma de vida sostenible, como un fundamento común mediante el cual se deberá guiar y valorar la conducta de las personas, organizaciones, empresas, gobiernos e ins tuciones transnacionales.

PRINCIPIOS

I. Respeto y cuidado de la comunidad de la vida

1. Respetar la Tierra y la vida en toda su diversidada. Reconocer que todos los seres son interdependientes y que toda forma

de vida ene valor independientemente de su u lidad para los seres humanos.

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b. Afi rmar la fe en la dignidad inherente a todos los seres humanos y en el potencial intelectual, ar s co, é co y espiritual de la humanidad.

2. Cuidar la comunidad de la vida con entendimiento, compasión y amor.a. Aceptar que el derecho a poseer, administrar y u lizar los recursos

naturales conduce hacia el deber de prevenir daños ambientales y proteger los derechos de las personas.

b. Afi rmar que a mayor libertad, conocimiento y poder, se presenta una correspondiente responsabilidad por promover el bien común.

3. Construir sociedades democrá cas que sean justas, par cipa vas, sostenibles y pacífi cas

a. Asegurar que las comunidades, a todo nivel, garan cen los derechos humanos y las libertades fundamentales y brinden a todos la oportunidad de desarrollar su pleno potencial.

b. Promover la jus cia social y económica, posibilitando que todos alcancen un modo de vida seguro y digno, pero ecológicamente responsable.

4. Asegurar que los frutos y la belleza de la Tierra se preserven para las generaciones presentes y futuras.

a. Reconocer que la libertad de acción de cada generación se encuentra condicionada por las necesidades de las generaciones futuras.

b. Transmi r a las futuras generaciones valores, tradiciones e ins tuciones, que apoyen la prosperidad a largo plazo, de las comunidades humanas y ecológicas de la Tierra.

Para poder realizar estos cuatro compromisos generales, es necesario:

II. Integridad ecológica

5. Proteger y restaurar la integridad de los sistemas ecológicos de la Tierra, con especial preocupación por la diversidad biológica y los procesos naturales que sustentan la vida.

a. Adoptar, a todo nivel, planes de desarrollo sostenible y regulaciones que permitan incluir la conservación y la rehabilitación ambientales, como parte integral de todas las inicia vas de desarrollo.

b. Establecer y salvaguardar reservas viables para la naturaleza y la biosfera, incluyendo erras silvestres y áreas marinas, de modo que endan a prot eger los sistemas de soporte a la vida de la Tierra, para mantener la biodiversidad y preservar nuestra herencia natural.

c. Promover la recuperación de especies y ecosistemas en peligro.d. Controlar y erradicar los organismos exógenos o gené camente modifi cados,

que sean dañinos para las especies autóctonas y el medio ambiente; y además, prevenir la introducción de tales organismos dañinos.

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e. Manejar el uso de recursos renovables como el agua, la erra, los productos forestales y la vi da marina, de manera que no se excedan las posibilidades de regeneración y se proteja la salud de los ecosistemas.

f. Manejar la extracción y el uso de los recursos no renovables, tales como minerales y combus bles fósiles, de forma que se minimice su agotamiento y no se causen serios daños ambientales.

6. Evitar dañar como el mejor método de protección ambiental y cuando el conocimiento sea limitado, proceder con precaución.

a. Tomar medidas para evitar la posibilidad de daños ambientales graves o irreversibles, aun cuando el conocimiento cien fi co sea incompleto o inconcluso.

b. Imponer las pruebas respec vas y hacer que las partes responsables asuman las consecuencias de reparar el daño ambiental, principalmente para quienes argumenten que una ac vidad propuesta no causará ningún daño signifi ca vo.

c. Asegurar que la toma de decisiones contemple las consecuencias acumula vas, a largo término, indirectas, de larga distancia y globales de las ac vidades humanas.

d. Prevenir la contaminación de cualquier parte del medio ambiente y no permi r la acumulación de sustancias radioac vas, tóxicas u otras sustancias peligrosas.

e. Evitar ac vidades militares que dañen el medio ambiente.

7. Adoptar patrones de producción, consumo y reproducción que salvaguarden las capacidades regenera vas de la Tierra, los derechos humanos y el bienestar comunitario.

a. Reducir, reu lizar y reciclar los materiales usados en los sistemas de producción y consumo y asegurar que los desechos residuales puedan ser asimilados por los sistemas ecológicos.

b. Actuar con moderación y efi ciencia al u lizar energía y tratar de depender cada vez más de los recursos de energía renovables, tales como la solar y eólica.

c. Promover el desarrollo, la adopción y la transferencia equita va de tecnologías ambientalmente sanas.

d. Internalizar los costos ambientales y sociales totales de bienes y servicios en su precio de venta y posibilitar que los consumidores puedan iden fi car productos que cumplan con las más altas normas sociales y ambientales.

e. Asegurar el acceso universal al cuidado de la salud que fomente la salud reproduc va y la reproducción responsable.

f. Adoptar formas de vida que pongan énfasis en la calidad de vida y en la sufi ciencia material en un mundo fi nito.

8. Impulsar el estudio de la sostenibilidad ecológica y promover el intercambio abierto y la extensa aplicación del conocimiento adquirido

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a. Apoyar la cooperación internacional cien fi ca y técnica sobre sostenibilidad, con especial atención a las necesidades de las naciones en desarrollo.

b. Reconocer y preservar el conocimiento tradicional y la sabiduría espiritual en todas las culturas que contribuyen a la protección ambiental y al bienestar humano.

c. Asegurar que la información de vital importancia para la salud humana y la protección ambiental, incluyendo la información gené ca, esté disponible en el dominio público.

III. Jus cia social y económica

9. Erradicar la pobreza como un impera vo é co, social y ambiental

a. Garan zar el derecho al agua potable, al aire limpio, a la seguridad alimen cia, a la erra no contaminada, a una vivienda y a un saneamiento seguro, asignando los recursos nacionales e internacionales requeridos.

b. Habilitar a todos los seres humanos con la educación y con los recursos requeridos para que alcancen un modo de vida sostenible y proveer la seguridad social y las redes de apoyo requeridos para quienes no puedan mantenerse por sí mismos.

c. Reconocer a los ignorados, proteger a los vulnerables, servir a aquellos que sufren y posibilitar el desarrollo de sus capacidades y perseguir sus aspiraciones.

10. Asegurar que las ac vidades e ins tuciones económicas, a todo nivel, promuevan el desarrollo humano de forma equita va y sostenible.

a. Promover la distribución equita va de la riqueza dentro de las naciones y entre ellas.

b. Intensifi car los recursos intelectuales, fi nancieros, técnicos y sociales de las naciones en desarrollo y liberarlas de onerosas deudas internacionales.

c. Asegurar que todo comercio apoye el uso sostenible de los recursos, la protección ambiental y las normas laborales progresivas.

d. Involucrar e informar a las corporaciones mul nacionales y a los organismos fi nancieros internacionales para que actúen transparentemente por el bien público y exigirles responsabilidad por las consecuencias de sus ac vidades.

11. Afi rmar la igualdad y equidad de género como prerrequisitos para el desarrollo sostenible y asegurar el acceso universal a la educación, el cuidado de la salud y la oportunidad económica.

a. Asegurar los derechos humanos de las mujeres y las niñas y terminar con toda la violencia contra ellas.

b. Promover la par cipación ac va de las mujeres en todos los aspectos de

Violencia Ambiental y Derechos Ecológicos de la Niñez 33

la vida económica, polí ca, cívica, social y cultural, como socias plenas e iguales en la toma de decisiones, como líderes y como benefi ciarias.

c. Fortalecer las familias y garan zar la seguridad y la crianza amorosa de todos sus miembros.

12. Defender el derecho de todos, sin discriminación, a un entorno natural y social que apoye la dignidad humana, la salud sica y el bienestar espiritual, con especial atención a los derechos de los pueblos indígenas y las minorías.

a. Eliminar la discriminación en todas sus formas, tales como aquellas basadas en la raza, el color, el género, la orientación sexual, la religión, el idioma y el origen nacional, étnico o social.

b. Afi rmar el derecho de los pueblos indígenas a su espiritualidad, conocimientos, erras y recursos y a sus prác cas vinculadas a un modo de vida sostenible.

c. Honrar y apoyar a los jóvenes de nuestras comunidades, habilitándolos para que ejerzan su papel esencial en la creación de sociedades sostenibles.

d. Proteger y restaurar lugares de importancia que tengan un signifi cado cultural y espiritual.

IV. Democracia, no violencia y paz

13. Fortalecer las ins tuciones democrá cas en todos los niveles y brindar transparencia y rendimiento de cuentas en la gobernabilidad, par cipación inclusiva en la toma de decisiones y acceso a la jus cia

a. Sostener el derecho de todos a recibir información clara y oportuna sobre asuntos ambientales, al igual que sobre todos los planes y ac vidades de desarrollo que los pueda afectar o en los que tengan interés.

b. Apoyar la sociedad civil local, regional y global y promover la par cipación signifi ca va de todos los individuos y organizaciones interesados en la toma de decisiones.

c. Proteger los derechos a la libertad de opinión, expresión, reunión pacífi ca, asociación y disensión.

d. Ins tuir el acceso efec vo y efi ciente de procedimientos administra vos y judiciales independientes, incluyendo las soluciones y compensaciones por daños ambientales y por la amenaza de tales daños.

e. Eliminar la corrupción en todas las ins tuciones públicas y privadas.

f. Fortalecer las comunidades locales, habilitándolas para que puedan cuidar sus propios ambientes y asignar la responsabilidad ambiental en aquellos niveles de gobierno en donde puedan llevarse a cabo de manera más efec va.

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14. Integrar en la educación formal y en el aprendizaje a lo largo de la vida, las habilidades, el conocimiento y los valores necesarios para un modo de vida sostenible.

a. Brindar a todos, especialmente a los niños y los jóvenes, oportunidades educa vas que les capaciten para contribuir ac vamente al desarrollo sostenible.

b. Promover la contribución de las artes y de las humanidades, al igual que de las ciencias, para la educación sobre la sostenibilidad.

c. Intensifi car el papel de los medios masivos de comunicación en la toma de conciencia sobre los retos ecológicos y sociales.

d. Reconocer la importancia de la educación moral y espiritual para una vida sostenible.

15. Tratar a todos los seres vivientes con respeto y consideración

a. Prevenir la crueldad contra los animales que se mantengan en las sociedades humanas y protegerlos del sufrimiento.

b. Proteger a los animales salvajes de métodos de caza, trampa y pesca, que les causen un sufrimiento extremo, prolongado o evitable.

c. Evitar o eliminar, hasta donde sea posible, la toma o destrucción de especies por simple diversión, negligencia o desconocimiento.

16. Promover una cultura de tolerancia, no violencia y paz.

a. Alentar y apoyar la comprensión mutua, la solidaridad y la cooperación entre todos los pueblos tanto dentro como entre las naciones.

b. Implementar estrategias amplias y comprensivas para prevenir los confl ictos violentos y u lizar la colaboración en la resolución de problemas para ges onar y resolver confl ictos ambientales y otras disputas.

c. Desmilitarizar los sistemas nacionales de seguridad al nivel de una postura de defensa no provoca va y emplear los recursos militares para fi nes pacífi cos, incluyendo la restauración ecológica.

d. Eliminar las armas nucleares, biológicas y tóxicas y otras armas de destrucción masiva.

a. Asegurar que el uso del espacio orbital y exterior apoye y se comprometa con la protección ambiental y la paz.

e. Reconocer que la paz es la integridad creada por relaciones correctas con uno mismo, otras personas, otras culturas, otras formas de vida, la Tierra y con el todo más grande, del cual somos parte.

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EL CAMINO HACIA ADELANTE

Como nunca antes en la historia, el des no común nos hace un llamado a buscar un nuevo comienzo. Tal renovación es la promesa de estos principios de la Carta de la Tierra. Para cumplir esta promesa, debemos comprometernos a adoptar y promover los valores y obje vos en ella expuestos.

El proceso requerirá un cambio de mentalidad y de corazón; requiere también de un nuevo sen do de interdependencia global y responsabilidad universal. Debemos desarrollar y aplicar imagina vamente la visión de un modo de vida sostenible a nivel local, nacional, regional y global. Nuestra diversidad cultural es una herencia preciosa y las diferentes culturas encontrarán sus propias formas para concretar lo establecido. Debemos profundizar y ampliar el diálogo global que generó la Carta de la Tierra, puesto que tenemos mucho que aprender en la búsqueda colaboradora de la verdad y la sabiduría.

La vida a menudo conduce a tensiones entre valores importantes. Ello puede implicar decisiones di ciles; sin embargo, se debe buscar la manera de armonizar la diversidad con la unidad; el ejercicio de la libertad con el bien común; los obje vos de corto plazo con las metas a largo plazo. Todo individuo, familia, organización y comunidad, ene un papel vital que cumplir. Las artes, las ciencias, las religiones, las ins tuciones educa vas, los medios de comunicación, las empresas, las organizaciones no gubernamentales y los gobiernos, están llamados a ofrecer un liderazgo crea vo. La alianza entre gobiernos, sociedad civil y empresas, es esencial para la gobernabilidad efec va.

Con el objeto de construir una comunidad global sos tenible, las naciones del mundo deben renovar su compromiso con las Naciones Unidas, cumplir con sus obligaciones bajo los acuerdos internacionales existentes y apoyar la implementación de los principios de la Carta de la Tierra, por medio de un instrumento internacional legalmente vinculante sobre medio ambiente y desarrollo.

Que el nuestro sea un empo que se recuerde por el despertar de una nueva reverencia ante la vida; por la fi rme resolución de alcanzar la sostenibilidad; por el aceleramiento en la lucha por la jus cia y la paz y por la alegre celebración de la vida.

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Jorge Ishizawa Oba. Ingeniero civil [email protected]

Editado: Marzo 2017.