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XI Jornadas de Economía Crítica Página 1 de 23 Indicadores territoriales de sostenibilidad: obstáculos, nuevas propuestas Antonio Cano Orellana Departamento de Economía Aplicada II Grupo de Investigación “A.R.E.A.” Facultad de Económicas, Universidad de Sevilla «Ahora mucha gente mira los datos disponibles —las tendencias en el crecimiento de la población, de la contaminación, del agotamiento de recursos y de la agitación social— y pierde la esperanza. Dicen tristemente que hemos pasado el punto de no retorno hacia nuestra cita con el desastre; que no se puede hacer nada. Pero esta desesperación es una postura que debemos rechazar. El imperativo moral para nosotros es crear una nueva visión, construir un camino para sobrevivir a través de un territorio adverso donde no existen caminos» Nicolás Georgescu-Roegen 1 INTRODUCCIÓN La realidad actual nos revela dos hechos fundamentales en el devenir del desarrollo de los asentamientos humanos. De una parte, por primera vez en la historia de la humanidad la población urbana supera a la población rural en el mundo. De otra, la relación existente entre la dinámica social y el medio ambiente es cada vez más crítica. El advenimiento de la sociedad industrial desencadenó un proceso que ponía en tela de juicio el sentido del límite característico de las sociedades premodernas. La industrialización, de la mano de un extraordinario desarrollo tecnológico, abrió la vía a una progresiva urbanización de la población, que crecía exponencialmente, y que en el lapso de unas pocas décadas habría trasformado radicalmente la forma de hábitat humano existente hasta entonces. Efectivamente, a principios del siglo XIX tan sólo el tres por ciento de la población mundial habitaba en 1 Georgescu-Roegen, N y otros (1974): “Hacia una economía humana” en American Economic Review, mayo 1974, LXIV, 2, pp. 449-450. Recogido de la Antología Ensayos Bioeconómicos (Oscar Carpintero ed.) de Los Libros de la Catarata (2007).

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XI Jornadas de Economía Crítica

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Indicadores territoriales de sostenibilidad: obstáculos, nuevas propuestas

Antonio Cano Orellana Departamento de Economía Aplicada II

Grupo de Investigación “A.R.E.A.” Facultad de Económicas, Universidad de Sevilla

«Ahora mucha gente mira los datos disponibles —las tendencias en el crecimiento de la población, de la contaminación, del agotamiento de recursos y de la agitación social— y pierde la esperanza. Dicen tristemente que hemos pasado el punto de no retorno hacia nuestra cita con el desastre; que no se puede hacer nada. Pero esta desesperación es una postura que debemos rechazar. El imperativo moral para nosotros es crear una nueva visión, construir un camino para sobrevivir a través de un territorio adverso donde no existen caminos»

Nicolás Georgescu-Roegen1

INTRODUCCIÓN

La realidad actual nos revela dos hechos fundamentales en el devenir del desarrollo de los

asentamientos humanos. De una parte, por primera vez en la historia de la humanidad la

población urbana supera a la población rural en el mundo. De otra, la relación existente entre la

dinámica social y el medio ambiente es cada vez más crítica.

El advenimiento de la sociedad industrial desencadenó un proceso que ponía en tela de juicio

el sentido del límite característico de las sociedades premodernas. La industrialización, de la

mano de un extraordinario desarrollo tecnológico, abrió la vía a una progresiva urbanización de

la población, que crecía exponencialmente, y que en el lapso de unas pocas décadas habría

trasformado radicalmente la forma de hábitat humano existente hasta entonces. Efectivamente,

a principios del siglo XIX tan sólo el tres por ciento de la población mundial habitaba en

1 Georgescu-Roegen, N y otros (1974): “Hacia una economía humana” en American Economic Review, mayo 1974, LXIV, 2, pp. 449-450. Recogido de la Antología Ensayos Bioeconómicos (Oscar Carpintero ed.) de Los Libros de la Catarata (2007).

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ciudades, ya a mediados del siglo pasado esa cifra se elevaba hasta el veintinueve por ciento.

En la actualidad, la población urbana supera a la población rural y para 2030 está previsto que

aquella represente algo más del sesenta por ciento de la población total2. Esta dinámica

urbanizadora se ha traducido, además, en una importante concentración de la población en el

territorio. Hoy aproximadamente el cincuenta por ciento de la población total se localiza en una

superficie que no supera el 3,6% de la superficie terrestre existente.

La conjunción de estos fenómenos desató las alarmas a finales de los años sesenta del siglo

XX y se tradujo en lo que se enunció como crisis de “sobre-población”, retomando,

actualizadas, las tesis maltusianas sobre el crecimiento geométrico o exponencial de la

población y las limitaciones de recursos alimentarios para abastecerla. En efecto, en 1968 el

entomólogo de la Universidad de Stanford Paul R. Ehrlich en su libro La bomba poblacional,

presagiaba un futuro incierto no sólo para la especie humana sino para la propia pervivencia

del planeta Tierra. En dicho trabajo concluía: «La cadena causal del deterioro del ambiente

puede seguirse fácilmente hasta su origen. Demasiados coches, demasiadas fábricas,

demasiados detergentes, demasiados plaguicidas, demasiados gases tóxicos, plantas de

tratamiento de aguas residuales inadecuadas, demasiada poca agua, demasiado dióxido de

carbono. Todo eso conduce fácilmente a esta constatación: demasiada gente»3. Hambre y

deterioro ambiental constituían los dos componentes de un perverso binomio. Esto fue

posteriormente formalizado por el propio Ehrlich y Holdren a través de una fórmula. La

ecuación I=PAT, representa el impacto de la población el crecimiento económico y la

tecnología sobre el medio ambiente4. En esas mismas fechas, a principio de los años setenta,

por encargo del Club de Roma, el grupo de investigadores Donella H. Meadows, Dennis L.

Meadows, Jorgen Randers, William W. Behrens III, del Instituto Tecnológico de Massachussets

Meadows, redactó el informe titulado Los límites del crecimiento cuyos resultados se

expresaban de manera concluyente: «Si se mantienen las tendencias actuales de crecimiento

de la población mundial, industrialización, contaminación ambiental, producción de alimentos y

agotamiento de los recursos, este planeta alcanzará los límites de su crecimiento en el curso

de los próximos cien años. El resultado más probable sería un súbito e incontrolable descenso

tanto de la población como de la capacidad industrial»5.

Esto último anticipa otro aspecto asociado a los problemas ambientales presentes y futuros.

Esto es, junto a la concentración en grandes urbes, especialmente en los países pobres, se

observa un despoblamiento importante de vastas áreas territoriales. Se puede producir, 2 Naciones Unidas (2004): World Urbanization Prospects: The 2003 Revision (2004). PNUMA-UNEP (2002) Perspectivas del Medio Ambiente Global: GEO-3. 3 Paul Ehrlich (1968): The Population Bomb. New York: Ballantine Books. 4 Esta expresión, en la que I, representa el impacto humano en el habitat natural, P, la población, A, la riqueza (consumo medio de recursos por persona) y T, la tecnología (un índice del desgaste ambiental provocado por las tecnologías que proporcionan las mercancías consumidas), fue elaborada a principios del decenio de 1970 como parte de un debate relativo a la contribución de la población a la contaminación del aire en los Estados Unidos. Se la formuló matemáticamente de manera explícita en: Ehrlich, P. R., y J. Holdren. (1971): "Impact of Population Growth". Science 171: págs. 1212 a 1217. 5 Meadows, D.H. (et al.) (1972): Los Límites del crecimiento. Fondo de Cultura Económica. México.

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entonces, una crisis demográfica derivada de no tanto de un incremento ilimitado de la

población sino más bien de un descenso importante de ésta en determinados lugares.

De este modo, los movimientos migratorios en el sur y desde el sur, acentuado por los efectos

previsibles del cambio climático, se unen a dinámicas demográficas desequilibradas. No es

sólo un flujo de población de las áreas más depauperadas del Planeta, que combinan los

efectos pull y push, hacia las megalópolis del “sur” y las áreas urbanas del “norte”; es, también,

la despoblación de una parte importante de los territorios de los países más desarrollados.

Mapa 1: Evolución de la población municipal entre 1900 y 2001. Variación absoluta de población

Fuente: BBVA, IVIE

Por ejemplo, en España, a pesar de mantener una importante población en el ámbito rural, la

mitad de la superficie del territorio español tan sólo lo ocupa el 4,1% de la población. Mientras

que la creciente concentración de la población en los núcleos urbanos se ha traducido en que

el 40% de los españoles resida en tan sólo un 1% del conjunto del territorio6. El abandono de

extensas áreas del interior y la presión sobre las aglomeraciones y el litoral se antoja, pues, en

la actualidad, como una de los grandes desafíos desde la perspectiva de la sostenibilidad.

El profesor Dr. Mostafa K. Tolba, Jefe de la delegación egipcia en la Conferencia de las

Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano, reunida en Estocolmo del 5 al 16 de junio

de 1972, y Director Ejecutivo del PNUMA, 1975-93, declaró: «Una de las principales

responsabilidades de esta conferencia es emitir una declaración internacional sobre el medio

humano, un documento sin imperativos jurídicamente vinculantes, aunque, esperamos, con

autoridad moral, que inspire en los corazones de los hombres el deseo de vivir en armonía

entre ellos y con el medio ambiente».

6 Azagra Ros, Joaquín.; Choren Rodríguez, Pilar – Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas, IVIE (2006): La localización de la población española sobre el territorio. Un siglo de cambios: un estudio basado en series homogéneas (1900-2001). Fundación BBVA.

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Unos años más tarde, a finales de los años ochenta, el Informe Nuestro Futuro Común, de la

Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo (World Comisión on Environment and

Development-WCED) en respuesta a un requerimiento urgente de la Asamblea General de las

Naciones Unidas para establecer una agenda global para el cambio (A global agenda for

change) y dirigido por la Doctora Gro Harlem Brundtland, insistía en la misma línea de

preocupaciones: «La década actual (los años ochenta) está marcada por un retroceso en las

preocupaciones de carácter social. Los científicos llaman nuestra atención hacia problemas

urgentes y complejos relacionados con nuestra supervivencia: calentamiento mundial,

amenazas a la capa de ozono de la Tierra, desiertos que consumen tierras aptas para la

agricultura. Respondemos pidiendo más detalles y asignando los problemas a instituciones mal

preparadas para enfrentarlos»7.

Esta tensa relación entre actividad humana y naturaleza, entre el singular modo de

asentamiento que hemos desarrollado los seres humanos en los últimos doscientos años y el

progresivo deterioro ambiental se puso de manifiesto en la primera Conferencia de las

Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (Cumbre Mundial de la CNUMAD)

celebrada en Río de Janeiro en 1992. Durante su desarrollo Maurice Strong, Secretario

General de la Cumbre, afirmó que «la batalla por la sostenibilidad se ganaría o perdería en las

ciudades». Desde entonces, las diferentes agendas desarrolladas desde distintas instancias

internacionales han establecido una estrecha relación entre la dinámica urbana y los actuales

desarreglos planetarios. Se asume, pues, la necesidad del tratamiento de lo urbano para hacer

frente tanto a los problemas de ingobernabilidad social como de sostenibilidad ambiental.

Las líneas que siguen a continuación animan a una reflexión para profundizar en las razones

que explican estas dinámicas, para comprender mejor su significado y consecuencias, y, al

mismo tiempo, revisar los instrumentos metodológicos y conceptuales al uso. Con el propósito

de alcanzar una mejor aprehensión del medio ambiente urbano, favorecer diagnósticos

adecuados y garantizar una gestión y planificación ajustadas a las exigencias reales del mundo

actual.

EL MEDIO URBANO COMO MEDIO AMBIENTE ANTROPIZADO

Suele afirmarse que una noticia es noticia cuando es una mala noticia. Pues bien, a pesar de

disfrutar de un momento dulce para la economía a escala mundial8, las malas noticias ocupan

día tras día las agendas políticas, las páginas de diarios, revistas, e incluso de una parte

7 Comisión Mundial del Medio Ambiente y el Desarrollo (1988): Nuestro Futuro Común. Alianza Editorial. Madrid. 8 Estamos ante un positivo panorama mundial que hace difícil "encontrar una economía que no vaya bien"; la situación de la economía mundial “la mejor” en las últimas cuatro décadas. En estos términos se expresó el director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Rodrigo Rato en el I Foro de Economía de Madrid (EFE; El País, 31 de marzo de 2007).

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importante de la literatura científica. La verdad incómoda de Al Gore y el conocido como

Informe Stern han elevado la preocupación ambiental y oscurecido el horizonte. Han sembrado

de dudas el futuro de la humanidad, han mostrado la faz de La venganza de la Tierra9.

Esta creciente preocupación ambiental se ha acentuado en los últimos años fruto de una mayor

conciencia de que los seres humanos, en nuestro deseo por dominar la naturaleza, con el

propósito de mejorar nuestras condiciones de vida, hemos conseguido hacer —como afirmase

Whitehead10 — del enérgico ataque al medio el hecho más destacado de nuestra existencia.

Pero como sugieren José Manuel Cózar y Juan Sánchez, por “problemas ambientales” han de

entenderse no sólo los relativos a la degradación de los espacios naturales, sino también

aquellos otros vinculados al medio ambiente antropizado, resultado de una importante

intervención humana, incluido el medio urbano11. Es por ello, que resulte absolutamente

relevante ocuparse y preocuparse por el medio urbano como objeto de estudio si se quiere

avanzar en el sentido de la sostenibilidad.

La urbanización creciente del territorio, asociada —como señalábamos anteriormente— al

desarrollo de la sociedad industrial, ha modificado de manera sustancial la relación de los seres

humanos con la naturaleza. Dos aspectos, al menos, se revelan entre los más destacados

como consecuencia de esta importante transformación de los asentamientos humanos. En

primer lugar, el tránsito del un metabolismo circular, que cerraba los ciclos naturales, a un

metabolismo lineal que los deja abiertos. Este proceso, característico de la sociedad industrial,

ha dado origen al problema de la escasez de los recursos y al fenómeno de la acumulación de

los desechos. Uno de los aspectos más vistosos y engorrosos, en la sociedad del usar y tirar,

de los resultados de la transformación y uso de los bienes en la vida urbana lo constituyen los

residuos sólidos12. Según se desprende del Informe de Greenpeace Situación de las basuras

en España (2006), los residuos sólidos urbanos han aumentado el 40% en el período 1996-

2003, incumpliendo el objetivo de reducir el 6% de la generación de RSU establecido en el Plan

Nacional de Residuos13.

En segundo lugar, los modernos asentamientos humanos han consagrado el divorcio existente

entre localizaciones geográficas y localizaciones ecológicas. Esto es, el lugar donde habitamos

cada vez se distancia más de aquellos lugares desde donde obtenemos los recursos y de

aquellos otros donde vertemos los desechos que generamos como consecuencia de nuestro

9 Lovelock, J. (2007): La venganza de la Tierra. La teoría de Gaia y el futuro de la humanidad. Editorial Planeta, S.A. 10 A.N. Whitehead (2003): La función de la razón. Tecnos. Madrid. 11 Cózar Escalante, J.M.; Sánchez García, J. (2007): “Investigación orientada a la comunidad: la experiencia del Centro de Estudios Ecosociales de la Universidad de La Laguna” en Calidad de la democracia y protección ambiental en Canarias (Federico Aguilera Klink, ed.) Fundación Cesar Manrique. 12 Bettini, V. (1998): Elementos de ecología urbana. Editorial Trotta. Serie Medio Ambiente. 13 http://www.greenpeace.org/raw/content/espana/reports/la-situaci-n-de-las-basuras-en-2.pdf

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metabolismo14. Por ejemplo, la ciudad de Sevilla genera al año 457.903 tonelada al año de

residuos. Esta cifra representa 1,78 kilos por habitante y día, muy superior a la media española

que se sitúa esta cifra en 1,3815.

Ambos aspectos fuerzan la capacidad de carga de nuestros ecosistemas. «Los ecologistas

definen ‘capacidad de carga’ como la población de una determinada especie que un hábitat

definido puede soportar indefinidamente, sin dañar permanentemente el ecosistema del que

son dependientes. Sin embargo, debido a nuestra variable tecnológica cultural y los diferentes

modelos de consumo y comercio, no se puede aplicar para los seres humanos un simple

conteo de individuos vinculado a un territorio. La capacidad de carga humana tiene que ser

interpretada como la tasa máxima de consumo de recursos y descarga de residuos que se

puede sostener indefinidamente sin desequilibrar progresivamente la integridad funcional y la

productividad de los ecosistemas principales, sin importar dónde se encuentren estos últimos.

La correspondiente población humana es una función de las relaciones entre el consumo

material y la producción de residuos per cápita o la productividad neta dividida por la demanda

per cápita [expuesta por William Rees en 1990]. Esta formulación es un ajuste sencillo de la

‘Tercera Ley de la Ecología Humana’, [propuesta por Hardin en 1991, que mencionamos

anteriormente]: (Impacto humano total sobre la �omisión) = (Población) x (impacto per

cápita)»16. Sobre estas bases se desarrollaría el concepto de «huella ecológica» diseñado por

Mathis Wakernagel y William Rees a principios de los años 90 del pasado siglo17. Obsérvese

que tanto concepto como herramienta surgieron de la necesidad de trasladar una señal

inequívoca a la población y del diseño de mecanismos adecuados para la gestión y

planificación de la sostenibilidad. Fue concebido como un indicador territorial de sostenibilidad

y su primera aplicación tomó como objeto de análisis la ciudad de Vancouver. Sin embargo, un

obstáculo importante, entre otros, que aún no ha podido ser superado, para poder desarrollar el

indicador, y obtener datos solventes sobre las realidades urbanas, es la escasa o inexistente

información en este ámbito. De ahí, que posteriormente haya tenido mayor desarrollo como

indicador de impacto ambiental a escala regional, o referido a países concretos, que como

indicador sintético de realidades urbanas específicas. Las estimaciones urbanas,

generalmente, se han realizado trasladando la cifra alcanzada para el ámbito superior,

generalmente el país, para el que sí suele existir información suficiente. Este hecho, a nuestro

entender, asume que las poblaciones se comportan homogéneamente y, en consecuencia,

resta fuerza al argumento de que es justamente el distinto comportamiento de las poblaciones,

14 Wolman, A. (1965), “The metabolism of cities”, in Scientific American, n. 213. Esta idea de metabolismo está estrechamente vinculada a una concepción ecosistémica de las ciudades. Es decir, el medio urbano puede ser concebido como un ecosistema que tiene estructura y fisiología propias y en su proceso metabólico intercambia energía, materiales e información con el medio ambiente natural. 15 Instituto de Estadística de Andalucía (2004); Ministerio de Medio Ambiente (2003). 16 Constanza, R. et al. (1994): Investing in Natural Capital: The Ecological Economics Approach to Sustainability. Ann Mari Jansson, Mónica Hammer, Carl Folke y Robert Constanza (Eds.). Island Press. Washington D.C. 17 Wackernagel, M.; Rees, W. (1996): Our Ecological Footprint: Reducing Human Impact on the Earth. New Society Publishers.

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en sus pautas de producción y consumo, lo que justifica el desigual impacto y, por ende, el

distinto reparto de la huella ecológica en el conjunto del Planeta.

EL PARADIGMA DE LA SOSTENIBILIDAD

La sostenibilidad no es una opción18. Alcanzar la sostenibilidad o, al menos, orientarse hacia

ella es una decisión que no puede demorarse más. El ritmo de los cambios es tan intenso que

apenas disponemos de margen para seguir errando. Vitusek, Lubchenco y Melillo denuncian

que la dominación humana sobre los ecosistemas terrestres ha sobrepasado los límites y

concluyen, de manera contundente, que «estamos cambiando la Tierra más rápidamente de lo

que la entendemos»19. La deriva tecnológica, a este respecto, ha desarrollado de manera

extraordinaria las energías exosomáticas20, ha alimentado la arrogancia antopocéntrica y

despertado en la población la falsa ilusión de infinitud. Dentro de las muchas limitaciones que

nuestra especie presenta tal vez una de las más peligrosas, en este sentido, es la dificultad

para anticipar los cambios y, más aún, la capacidad para adaptarnos a ellos. Estos cambios,

además, y he aquí lo más trágico, han sido propiciados por el modelo de sociedad de que nos

hemos dotado. La especie humana se ha convertido en la fuerza geológica más potente del

Planeta21 y amenaza seriamente su superviviencia. Es probable que Gaia siga existiendo22,

que otras especies sobrevivan, pero de no provocar una inflexión en el curso de los actuales

acontecimientos el futuro de nuestra especie se verá seriamente comprometida.

Procurar unas prácticas humanas sostenibles, en consecuencia, constituyen un objetivo

irrenunciable. No obstante, la idea de sostenibilidad, más bien de desarrollo sostenible ha

estado casi desde sus inicios sometida a una importante controversia. La concepción actual de

sostenibilidad surgió hace casi 40 años con el nuevo mandato adoptado por la Unión

Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, acrónimo en inglés) en 1969. Fue

un tema clave de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano que se llevó a

cabo en Estocolmo en 1972. Por aquel entonces se acuñó el concepto explícitamente para

sugerir que era posible lograr el crecimiento económico y la industrialización sin dañar el medio

ambiente. Término que se oficializa en 1987 a partir de la definición de «desarrollo sostenible»

formulada en el Informe Nuestro Futuro Común de Naciones Unidas.

A partir de entonces, se ha sumido en una permanente controversia, hasta el punto de haberse

visto acompañado en su corta existencia de distintos epítetos. La principal crítica surge

18 Riechmann, J. (2006): Biomímesis. Ensayos sobre imitación de la naturaleza, ecosocialismo y autocontención. Los libros de la Catarata. 19 Vitousek P.M., Mooney H.A., Lubchenco J, Melillo J.M. (1997) “Human domination of Earth’s ecosystems”, Science 277 (25 July): 494–499 20 Lotka, A.J. (1956): Elements of Mathematical Biology. Dover Publications. New York. 21 Vernadsky, V.I. (1997): La Biosfera. Fundación Argentaria. Visor Distribución. Colección Economía y Naturaleza. 22 Lovelock, J. Op. cit.

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justamente de la primera definición. Esto es, de la dificultad de conciliar crecimiento económico

y sostenibilidad. Para Ramón Margalef se trata de un espejismo u oxímoron23. Para José

Naredo y otros, son términos condenados a no entenderse; esto es, el desarrollo económico

conduce a un creciente deterioro ecológico24.

La identificación de desarrollo económico y crecimiento cuantitativo, así como la ambigüedad

de su definición, han favorecido una discusión que en la actualidad, desde algunos ámbitos, se

ha resuelto recurriendo a la sostenibilidad como propósito, en el que está incluido el propio

desarrollo económico. Por tanto, parece más pertinente hablar en términos de sostenibilidad,

que concita mayor consenso, que en términos de desarrollo sostenible, que obligaría a definir

el propio término de desarrollo, fuertemente emparentado con el de crecimiento cuantitativo.

Desde este punto de vista, compartimos con Jorge Riechmann que “la sostenibilidad o

sustentabilidad no es una palabra huera, una cáscara que cada cual pueda rellenar con

cualquier cosa, a su antojo (…) En esencia el contenido de esta noción es el siguiente: los

sistemas económicos-sociales han de ser reproductibles —más allá del corto plazo— sin

deterioro de los ecosistemas sobre los que se apoyan”25.

Adicionalmente, la sostenibilidad no puede quedar reducida a un mero compromiso sentimental

—como observase el Nobel en Economía Robert Merton Solow26—, tampoco puede concebirse

al margen de la sociedad. Es más, la incorporación activa de ésta garantiza y hace más

efectiva su aplicación y cumplimiento. Es por ello, que adquieren relevancia, después de más

de 30 años, lo sugerido por la Comisión to Study the Organization of Peace (1972), en el

sentido de que: «Sólo mediante una profunda preocupación, información y conocimiento,

compromiso y acción por parte de los pueblos del mundo se podrá responder a los problemas

del medio ambiente. Las leyes y las instituciones no son suficientes. La voluntad de las

personas debe ser lo suficientemente fuerte y persistente para lograr una vida verdaderamente

satisfactoria para toda la humanidad». En esta cita se hace explícita la necesidad de contar con

la población. Es más, como afirman Federico Aguilera Klink y otros, la presencia activa de la

ciudadanía resulta imprescindible en la lucha contra el deterioro ambiental. Por ello, denuncian

que el deterioro ambiental se sustancia, en muchos casos, en un deterioro de la calidad de la

democracia. Dado que el medio ambiente “social” es inseparable del natural 27. Y aquél, para

23 Margalef, R. (1998): “El Marco Ecológico para Iluminar la Sociedad Actual” en Economía, ecología y sostenibilidad en la sociedad actual (Naredo, J. M. & Pane, F. (eds.)) Siglo XXI Editores. Madrid 24 Naredo, J.M. et al (1999): Desarrollo económico y deterioro ecológico. Fundación Argentaria. Visor Distribución. Colección Economía y Naturaleza. Naredo, J. M. (2006): Raíces económicas del deterioro ecológico y social. Más allá de los dogmas. Siglo XXI de España Editores S.A. 25 Riechmann, J. Op. cit. Las cursivas son del autor. 26 Solow, R. (1992) "An almost Practical Step towards Sustainability" (Conferencia pronunciada con motivo del 40 aniversario de Resources for the Future, 8-10-1991.) Citado por José Manuel Naredo (1997): “Sobre el origen, el uso y el contenido del término sostenible” en Ciudades para un Futuro más Sostenible (CF+S). http://habitat.aq.upm.es/cs/p2/a004.html 27 Aguilera Klink, F.; Sánchez García, J. (2007): “El deterioro ambiental en Canarias como resultado del deterioro de la calidad de la democracia” en Calidad de la democracia y protección ambiental en Canarias. Federico Aguilera Klink (ed.) Fundación César Manrique.

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que satisfaga las exigencias mínimas de saludabilidad, ha de desenvolverse en un marco de

participación activa de la ciudadanía.

El deterioro ambiental, en consecuencia, es el resultado de la manera autoritaria en la que se

toman las decisiones públicas, del empobrecimiento de la democracia o de la pérdida de su

calidad. Esto fue ya sugerido —como recuerdan Aguilera Klink y Sánchez García— en Nuestro

Futuro Común (1987) y se insiste en World Resources (2004), «aunque lo cierto es que se ha

prestado poca atención a este aspecto puesto que los problemas ambientales siguen siendo

erróneamente identificados con los impactos o repercusiones finales y no con sus causas

originales» 28.

INDICADORES AMBIENTALES

Los indicadores no pueden satisfacer en su totalidad el propósito anterior, pero pueden

ayudarnos a identificar causas. Y, al mismo tiempo, proporcionar la información necesaria para

establecer criterios que nos ayuden a actuar de manera correcta.

Antes de entrar en los indicadores como instrumentos necesarios para avanzar en una mejor

comprensión de lo existente nos detendremos, brevemente, a reflexionar sobre algunas de las

limitaciones que presentan ciertas miradas de los hechos económicos, que han quedado

extraordinariamente chatas para comprender el mundo real.

La realidad, para bien y para mal, se muestra cada vez más exigente y requiere aumentar la

amplitud de mira de la economía como disciplina y aceptar —como afirmara Hicks— que «…

debido a que el campo de los fenómenos con los que trata la economía es tan estrecho, los

economistas están continuamente dándose cabezazos contra sus límites»29. Desde esta

perspectiva, sería conveniente ser receptivos a la sugerencia de Alfred North Whitehead30

según la cual «si la ciencia no quiere degenerar en un confuso conjunto de hipótesis ad hoc,

debe llegar a ser filosófica y ha de realizar una crítica completa y continua de sus propios

fundamentos». A este respecto cabría preguntarse con Paul Krugman: «¿Qué es lo que hace

que algunas ideas sean aceptables para la mayoría de los economistas y otras no? La

respuesta —que es obvia para cualquier investigador, si bien misteriosa para los profanos— es

que para que una idea pueda tomarse en serio tiene que ser modelizable. Una idea modelizada

adecuadamente es, en economía moderna, el equivalente moral a lo que era una región

adecuadamente agrimensurada para los cartógrafos del siglo XVIII» 31.

28 Op. cit. 29 Hicks J. (1979) Causality in Economics (Oxford: Basil Blackwell). 30 A.N. Whitehead (1925): Science and the Modern World. New York: The MacMillan Company. 31 P. Krugman (1997): Desarrollo, Geografía y Teoría Económica. Ed. Antoni Boch. Barcelona.

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Además, como reconoce René Passet32: «Concebida entre los límites de la esfera más

reducida, la ciencia económica llega a definir combinaciones y conductas óptimas sin duda muy

válidas desde la perspectiva de la producción, del intercambio y del consumo; no obstante,

abarca sólo una parte de las motivaciones humanas y desatiende los mecanismos que regulan

el funcionamiento del entorno natural».

Esto conduce incluso, a replantear la propia consideración clásica de economía propuesta por

Lionel Robbins33, a principios del siglo pasado. Esto es, el estudio del «comportamiento

humano como una relación entre fines y medios escasos que tienen usos alternativos». Y

considerar definiciones como la propuesta por A.G. Gruchy34 que concibe a la economía como

«el estudio de la estructura y funcionamiento del campo en evolución de las relaciones

humanas que se interesa por la provisión de los bienes y servicios materiales para la

satisfacción de las necesidades humanas». Esto es, «el estudio de los cambiantes modelos de

relaciones culturales que se ocupan de la creación y distribución de los bienes y servicios

materiales escasos por parte de los individuos y grupos en función de sus objetivos privados y

públicos». Este segundo enfoque se aparta de la idea de escasez y de la conducta racional de

los individuos y se centra en el estudio de las estructuras y el funcionamiento de un sistema en

evolución de las relaciones humanas o culturales e incluye explícitamente, junto al

comportamiento individual y las necesidades individuales, la consideración del comportamiento

del grupo y los objetivos públicos35.

Otro aspecto sobre el que conviene centrar la atención es sobre el instrumental de medida del

cual nos valemos los economistas para dar cuenta de lo que está ocurriendo. Es una obviedad

lo que plantearemos a continuación, aunque siguiendo la recomendación de Nicolás

Georgescu-Roegen la primera misión que debe encomendarse un economista si quiere

abordar el tratamiento de la realidad desde una perspectiva crítica es enfatizar lo obvio. Es una

obviedad, decíamos, que la realidad que intentamos comprender, analizar, gestionar es más

compleja que la existente hace 50 o 60 años. Y es una obviedad, también, que las

herramientas que podrían resultar válidas hace 50 o 60 años hoy no resulten del todo

satisfactorias. Este hecho, fue constatado por la propia OCDE cuando a finales de los años

ochenta (1989) realiza el encargo de la elaboración de indicadores que suplan las deficiencias

de los indicadores monetarios, especialmente el PIB. En definitiva, se estaba cuestionando la

capacidad de indicadores tales como el PIB, el VAB o la RN para dar cuenta del estado de

salud de la economía y de los efectos de ésta sobre la salud de los ecosistemas, así como de

32 R. Passet (1996): Principios de bioeconomía. Fundación Argentaria. Colección Economía y Naturaleza. Madrid. 33 L. Robbins (1932): An Essay on the Nature and Significance of Economic Science. MacMillan. London. 34 A.G. Gruchy (1947): Modern Economic Thought: The American Contribution. New York: Prentice Hall. 35 K.W. Kapp (1995): “En defensa de la economía institucional” en Economía de los recursos naturales: un enfoque institucional. Textos de S.V. Ciriacy-Wantrup y K.W. Kapp. Federico Aguilera Klink (ed.) Fundación Argentaria. Colección Economía y Naturaleza. Madrid.

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la propia sociedad humana. Estos indicadores han mostrado una incapacidad manifiesta para

servir de barómetros de los fenómenos asociados a la realidad actual. Por dos razones, al

menos. De una parte, porque no incorporan muchos de los costes ambientales y sociales que

tienen lugar en el devenir de la propia actividad económica. Y, de otro, porque al contabilizar en

el “haber” de las cuentas nacionales y regionales la restitución de los daños ambientales y

sociales que dimanan del desempeño de la actividad productiva, orienta a la población y a los

propios gestores públicos en el sentido equivocado. Pueden alimentar la idea de que cuanto

más destructiva sea una economía, al incrementarse la riqueza en términos de PIB, más

saludable será.

Reducir el campo de la medida al universo de los valores monetarios presenta limitaciones

importantes en la gestión y manejo de los recursos naturales, de los ecosistemas, y de

gobernabilidad social. Es cierto, que a veces los mercados funcionan bien como mecanismos

señaladores y que los precios que se originan en ellos pueden enviar las señales adecuadas

para orientar acciones en un sentido correcto. Pero, en muchos casos, esto no es así. Las

magnitudes monetarias son extraordinariamente limitadas. Como afirmase Karl Polanyi, «el

mercado es un buen sirviente, pero un pésimo amo»36.

Pero es que, además, como afirma Nicolás Georgescu-Roegen «… la ilusión del precio está

tan fuertemente arraigada que incluso la mayoría de los ingenieros y otros especialistas acatan

el dogma de los economistas a la hora de establecer la eficiencia energética sobre la base de

los precios»37. Por ello, mantener una cierta distancia, pensar en términos no monetarios, no es

tarea fácil.

Sin embargo, entender las limitaciones que presentan las magnitudes monetarias

(generalmente utilizada para medir, pero al margen del Sistema universal de pesos y medidas)

es imprescindible para comprender por qué los indicadores monetarios no son buenos para

interpretar y actuar sobre la mayor parte de los aspectos vinculados a la gestión y planificación

sostenible de los recursos, son malos indicadores para el análisis territorial.

Este hecho se pone de manifiesto, por ejemplo, cuando intentamos usar los precios, de forma

indiscriminada, como el mejor mecanismo de asignación racional de los recursos. Volviendo de

nuevo a Nicolás Georgescu-Roegen en su artículo Mitos sobre la energía y la materia, ya

citado, nos recuerda que: «Fue precisamente gracias a que los precios del carbón y el petróleo

fueron correctos después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la industria del automóvil

decidió producir grandes devoradores de gasolina, mientras que la tecnología del carbón

quedaba rezagada y la pobreza se extendía en la región de los Apalaches»38. Generalmente,

un mayor nivel de renta va a asociado a un aumento del deterioro ambiental. Éste es un hecho 36 Polanyi, K. (1992): La gran transformación. Los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo. Fondo de Cultura Económica. México. 37 Georgescu-Roegen, N.: “Myths about Energy and Matter” Growth and Change, enero, 1979, pp. 16-12 en Ensayos bioeconómicos. Oscar Carpintero (ed.) Los Libros de la Catarata. 38 Op. cit. El subrayado es nuestro.

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comprobado una y otra vez. La denominada Curva de Kuznets Ambiental no ha soportado bien

las pruebas empíricas y lejos reducirse el deterioro a partir de un cierto umbral de renta, éste

se mantiene o aumenta, directamente en el lugar donde esta renta se genera o en otros

lugares inducidas por ella.

Gráfico 1

Sin embargo, la cuantificación de la información es necesaria y alcanzar la mayor objetividad

posible, deseable. A veces, recurriendo a magnitudes monetarias. A veces, a través de

indicadores no monetarios39. Benjamin Disraeli, estadista inglés del siglo XIX, comentó acerca

de la estadística lo siguiente: «Existen tres tipos de mentiras: las pequeñas mentiras, las

grandes mentiras y las estadísticas». Es cierto que las estadísticas pueden ser incorrectamente

utilizadas, pero si se manejan de forma acertada proporcionan una manera más clara de ver el

mundo. Es más, a pesar de la inconmensurabilidad de algunos fenómenos asociados al

análisis económico, bajo la perspectiva de la sostenibilidad, alcanzar el mayor grado de

objetividad posible sobre la base de información empíricamente contrastable se convierte en

una obligación, si queremos que nuestras decisiones se basen en realidades y no en mitos. El

premio Novel de Economía Edmund S. Phelps concluye al respecto lo siguiente: «Existe un

movimiento en el mundo de la medicina que pide que las solicitudes de licencia para vender un

nuevo medicamento estén “basadas en pruebas”. Por el contrario, los economistas cualificados

ven su disciplina como algo que ya cumple este criterio científico. Al fin y al cabo, expresan sus

ideas con las matemáticas y llegan a cálculos cuantitativos de relaciones implícitas a partir de

39 Cano Orellana, A. (2000): “Indicadores de Sostenibilidad. La necesidad de indicadores de síntesis”. En Estadística y Medio Ambiente. Instituto de Estadística de Andalucía. Pág. 159-174

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datos empíricos. Pero la economía no se basa en pruebas a la hora de seleccionar sus

paradigmas teóricos. Las iniciativas en política económica a menudo se emprenden sin todas

las pruebas empíricas previas que podría haberse realizado»40.

Una de las limitaciones más importantes, vinculado a lo anterior, en el ámbito de la

investigación sobre realidades territoriales, es la escasez de datos estadísticos disponibles o,

simplemente, su inexistencia. Éste es, sin duda, un obstáculo considerable, puesto que

difícilmente puede gestionarse algo cuyo conocimiento es extraordinariamente limitado. La

aproximación parcelaria al territorio (con un divorcio considerable entre diferentes disciplinas

científicas) se ve, en consecuencia, mal acompañada por esta escasez de información. Sólo es

mejorable aquello que se conoce con rigor y que puede objetivarse. Por ello, cada vez se hace

más necesaria la puesta en práctica de iniciativas que conduzcan a la generación de

información estadística relativa a ámbitos territoriales inferiores, tales como las realidades

urbanas. Esta información estadística, además, ha de ser concebida para el manejo,

planificación y gestión de la sostenibilidad. Sin esta información no es posible establecer

objetivos fiables, especialmente bajo una perspectiva sostenible.

William Kapp considera que los indicadores ambientales «deben su origen a la creciente

conciencia de que los indicadores económicos, expresados en términos monetarios, son

inadecuados y no miden, ni son capaces de expresar de correcta, lo que ocurre en la esfera

económica y social al ignorar e incluso ocultar las importantes consecuencias negativas del

proceso económico, es decir, omiten los costes sociales reflejados en el deterioro del medio

ambiente humano en el sentido físico y social del término»41.

Aunque estos adolecen de limitaciones, que si bien no son similares a las mostradas por los

indicadores monetarios, si son de cierta importancia. La principal es no disponer de indicadores

de síntesis como el PIB, VAB o RN ya referidos, que sean generalmente aceptados y

produzcan un impacto importante en la población, como elemento de comunicación. La

asociación de riqueza monetaria y bienestar social es un logro que han conseguido los

indicadores monetarios y que aún no han logrado los indicadores ambientales. En la

actualidad, existen centenares de indicadores ambientales. Abordan por lo general aspectos

parciales (agua, contaminación atmosférica, agricultura, cambio climático…) El hecho de ser

tantos y tan específicos hacen que su manejo resulte difícil y poco eficaz. Es por ello,

importante reconocer el esfuerzo de la Agencia Europea del Medio Ambiente, tal vez el

organismo más comprometido con la información ambiental, o el del Ministerio de Medio

Ambiente español que se ha traducido en la elaboración de la serie “Sistema Español de

Indicadores Ambientales”, también agrupándolos en áreas tales como: agua y suelo, atmósfera

y residuos, costas y medio marítimo, medio urbano, y turismo. O el Banco Público de

40 Diario El País, 10 de octubre de 2006. 41 Kapp, W. (1995): “Los indicadores ambientales como indicadores de los valores sociales de uso” en Economía de los recursos naturales: un enfoque institucional. Federico Aguilera Klink (ed.) Fundación Argentaria. Visor Distribución. Colección Economía y Naturaleza.

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Indicadores Ambientales – BPIA - (aunque sólo disponga de información sobre energía:

consumo de energía primaria; ecoeficiencia del sector energético; intensidad de CO2 de origen

energético e intensidad de energía primaria). En definitiva, el intento por encontrar indicadores

de síntesis, aunque no es algo nuevo, se antoja hoy una tarea imprescindible.

El Instituto de Recursos Mundiales (World Resources Institute) establece unos criterios para la

construcción de indicadores ambientales, y precisa que aunque «los indicadores representan

un modelo empírico de la realidad, no la realidad en sí misma» son muy necesarios. Sostiene,

además, que en aras a favorecer su manejo para orientar políticas públicas y facilitar la

participación de la ciudadanía, estos indicadores han de ser necesariamente comprensibles

(WRI, 1995). Algunas de las características que deberían verificar los indicadores para este

propósito serían:

i. utilidad para el usuario: los indicadores deben ser relevantes y comprensibles

para los profanos;

ii. relevantes para las políticas: los indicadores deben ajustarse a interpretar el

estado del ambiente y las presiones de la actividad humana en relación con los

objetivos de políticas y programas estatales, regionales y locales;

iii. elevada capacidad de síntesis: los indicadores deben ser capaces de sintetizar

en un valor numérico una gran cantidad de información

Así pues, la necesidad de construir indicadores ambientales se justifica principalmente por el

hecho de la necesidad de disponer de información adecuada y manejable que oriente a la

acción. En su concepción ha de huirse de concebirlos como herramientas técnicas que sólo

interesen a los técnicos. Por el contrario, han de servir para favorecer y garantizar la

participación activa de la población en la toma de decisiones. Quisiéramos traer a colación

unas reflexiones vertidas en el Informe Recursos Mundiales 2004 de World Resources Institute.

En su prólogo la titular del Ministerio de Medio Ambiente español, la Ministra Cristina Narbona,

afirmaba lo siguiente: «...no hay mayor amenaza para el medio ambiente que la demagogia, es

decir, el engaño a los ciudadanos, el ocultismo intencionado de datos y decisiones, la

manipulación interesada de la situación real de los recursos naturales y de las alternativas que

existen para explorarlos adecuadamente». El propio texto del Informe concluía: «la forma en

que adoptamos las decisiones y quién las adopta a menudo determina lo que decidimos»42.

42 World Resources Institute (2004): Recursos Mundiales 2004: Decisiones para la Tierra: Equilibrio, voz y poder. http://www.wri.org/governance/pubs_description.cfm?pid=3989#pdf_files

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LA DIMENSIÓN METROPOLITANA

Las realidades metropolitanas, en el proceso de expansión de las ciudades, representan en la

actualidad el escenario privilegiado en el que se materializa la manera en la que se ha

concebido la ordenación del territorio y si ésta, en caso de existir, se ajusta a los dictados de la

sostenibilidad. Uno de los problemas a que nos enfrentamos es que muchas de estas

realidades, en la que se asientan centenares de miles de personas, carecen de competencias,

capacidades y los procesos necesarios43. En la medida en que existen, un reconocimiento

institucional adecuado permitirá afrontar y manejar con mayores garantías de éxito los

fenómenos asociados a la dimensión metropolitana. Para ello, es necesario establecer la

manera en que éstas se ha constituido y su delimitación: espacial, social, ambiental,

económica…, dado que no existe una configuración normalizada. Cada aglomeración urbana,

en su proceso de formación, ha sido afectada por diferentes vectores, de distinta naturaleza,

que obligan a un tratamiento contingente. Esto no impide observar una serie de regularidades

presentes en buena parte de ellas, y de ahí la importancia de compartir experiencias y la

necesidad de los estudios comparados.

En muchas ocasiones, lo que pueden considerarse excepciones no es más que la expresión de

esta singularidad, que, sin embargo, puede reflejar elementos comunes a otros procesos de

formación de áreas metropolitanas. A modo de ejemplo, reproducimos un texto de Antonio

Font, Carles Llop y Joseph M. Vilanova referida a la expansión de la región urbana de

Barcelona. En él se define la singularidad del proceso de la siguiente forma: «Se configura así

una realidad metropolitana nebulosa, donde aparecen “nuevos artefactos” y donde los

procesos de ocupación, consecuencia de las nuevas condiciones socioeconómicas, se

presentan bajo formas fragmentarias, casi solamente perceptibles desde una visión cinética

sobre el territorio. Una realidad metropolitana diferente, que pone en crisis los modelos de

interpretación de la realidad tradicionales y los instrumentos habituales de la intervención

urbanística»44.

En cualquier caso, deberían establecerse criterios adecuados que condujeran a una

delimitación metropolitana confiable y perdurable, que reduzcan la incertidumbre del

planeamiento, y que permitan poder dotarse de sistemas y herramientas de información que

faciliten su estudio y seguimiento.

En este sentido, tal vez sea necesario un mayor consenso en la definición de “regiones

metropolitanas”, “áreas metropolitanas”, “aglomeraciones urbanas”, “ciudades-región”…, que

43 METREX. Red de Regiones y Áreas Metropolitanas Europeas (2006). De acuerdo con esta asociación: Por competencia entendemos el disponer de autoridad para adoptar, ejecutar y salvaguardar una estrategia territorial metropolitana. Por capacidad, el contar con conocimientos y entendimiento suficientes para tomar decisiones bien informadas. Por proceso entendemos el disponer de los medios para controlar, revisar y actualizar la estrategia a intervalos regulares. Éstos constituyen los fundamentos de una ordenación eficiente del territorio metropolitano. http://www.eurometrex.org/Docs/About/ES_Brochure.pdf 44 Font, A.; Llop,C.; Vilanova, J. M. (1999): La construcción del territorio metropolitano: morfogénesis de la región de Barcelona. Barcelona: Mancomunitat Metropolitana de Municipis.

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más allá de perseguir conceptos cerrados sean útiles para caracterizar las realidades

territoriales, para definir los conflictos existentes y para favorecer tanto la coordinación de

administraciones e instituciones cuanto el trabajo pluridisciplinar.

Incluso profundizar en las limitaciones y ventajas que presentan las diferentes propuestas de

diseños urbanos, partiendo de las restricciones que imponen las realidades urbanas actuales.

Practicar un “nuevo urbanismo”, planificar el “futuro de las ciudades” a través de la

revalorización de la “ciudad europea tradicional”, como propone, entre otros el urbanista

luxemburgués Léon Krier creando, a partir de las existente, nuevas unidades urbanas

autosuficientes que reduzcan, de manera importante, la movilidad obligada45. O bien

reconociendo, con Nikos A. Salíngaros, que una ciudad [o un área metropolitana] «es un

sistema de sistemas, con una arquitectura lógica (en el sentido de la arquitectura de la

computadora) que es mucho más cercana al cerebro humano que a las computadoras

electrónicas existentes»46.

Es importante, a este respecto, observar que las áreas metropolitanas españolas vienen

caracterizadas por un viario mononuclear radial en cuyo núcleo se sitúa la ciudad central. Este

hecho, incrementa de manera notable la movilidad obligada, lo cual complica de manera

importante la gobernabilidad y acentúa los problemas ambientales. La realidad “policéntrica”,

más racional, en la disposición metropolitana en el territorio, existente en otros lugares de la

Unión Europea, choca con la realidad metropolitana española “monocéntrica” asociada a un

proceso de conurbación extensiva.

Este perfil tipo(i)lógico observado en las realidades metropolitanas españolas, tal vez con las

diferencias de Barcelona o Bilbao de soporte más bien bijerárquico, incrementa

extraordinariamente la movilidad motorizada y con ello los problemas ambientales asociados.

Instituye el modelo de la ciudad del tráfico (transit city), frente a la ciudad a pie (walking city).

Esto es, aumenta la movilidad motorizada, especialmente en vehículo privado, en la

demarcación metropolitana y aumenta de forma considerable la motorización de la ciudad

central.

En el área metropolitana de Sevilla (ámbito territorial como referencia de caso de este trabajo)

esto se concreta, por ejemplo, en una elevada tasa de movilidad de 1,56 viajes motorizados por

habitante y día; gran intensidad de tráfico en la ciudad; gran uso del vehículo privado con una

participación superior al 70% de los desplazamientos motorizados; reducción de cuota del

transporte público (43,2% en 1983 a 21% en 2003), que, además, ven disminuida su velocidad

hasta 11,94 kilómetros por hora; aumento del parque de vehículos (522 por cada 1000

habitantes en la ciudad de Sevilla); demanda creciente de combustible, concentrado el área

metropolitana el 59,1% del total provincial…

45 El Futuro de las Ciudades: La Absurdidad del Modernismo. Nikos Salíngaros entrevista a Léon Krier. Ambiente, Revista 92 (Marzo de 2004). 46 Nikos A. Salingaros (2005): Principles of urban structure. Design Science Planning. Techne Press. Amsterdam

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Además, es necesario corregir diferentes inercias muy arraigadas. Se sigue poniendo más

énfasis en el crecimiento que en la recuperación y rehabilitación de zonas que pueden

garantizar mejor los requerimientos de proximidad, diversidad y compacidad. Es deseable que

las iniciativas legislativas emprendidas por la Junta de Andalucía y el Gobierno Central puedan

poner freno a esta tendencia. A través de La Ley 13/ 2005, de Medidas para la Vivienda

Protegida y el Suelo de la Junta de Andalucía y de la Reforma de la Ley de Suelo que tramita el

Gobierno Central, respectivamente. La puesta en marcha del POTA y del correspondiente

POTAUS, que parece retomarse de nuevo, pueden favorecer un cambio de tendencia.

De no actuarse con celeridad pueden acentuarse los patrones por los que ha venido

transitando la aglomeración. Esto es, perpetuando la estructura y fisiología de la aglomeración

y manteniendo los conflictos que de ello se deriva. Traduciéndose en47:

• Predominio entre los nuevos desarrollos de zonas de baja densidad, generadores de

impactos ambientales y sociales (consumo de suelo, de energía y de tiempo).

• Espacio público residual entre lo construido y las vías de tráfico. La identidad de las

ciudades sigue residiendo exclusivamente en la calidad de los espacios de sus zonas

centrales. Y tanto las periferias clásicas como las zonas de nueva creación adolecen

de espacios para la convivencia, absolutamente necesarios en una sociedad

multicultural y con gran diversidad social.

• Ciudad simplificada, espacios monofuncionales que exigen costosos desplazamientos

para todas las actividades de la vida cotidiana.

• Declive de zonas consolidadas que incitan, por su pobre calidad ambiental [o por su

revalorización asociada a fuertes procesos especulativos, como está ocurriendo con los

centros históricos de algunas de nuestras ciudades] al éxodo de parte de su

ciudadanía.

• Inadecuación de las estructuras urbanas en la solución de temas como la seguridad

urbana, el cuidado, la supervivencia de las economías débiles o los grupos sociales

vulnerables.

• Reaparición del urbanismo a saltos, producto de lógicas productivistas privadas frente

a la racionalidad del crecimiento en contigüidad que aprovecha las ventajas de las

infraestructuras urbanas consolidadas.

• Patrones de urbanización que impiden la accesibilidad y la movilidad urbana basada en

los itinerarios peatonales y ciclistas y el transporte colectivo y/o público.

• Localización de grandes equipamientos de todo tipo en zonas exteriores a las ciudades

consolidadas, con acceso exclusivamente viario.

47 Red de redes de desarrollo local sostenible (2006): Estrategia de medio ambiente urbano. Ministerio de Medio Ambiente. http://www.agenda21-local.net/portal//ficheros/344EMAUrbano.pdf

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• Simplificación de los sistemas rurales y naturales.

Orientar el urbanismo, desde la perspectiva de la sostenibilidad, exige crear ciudad, incorporar

nuevos valores sociales, abrir un espacio a la creatividad, recuperar el sentido del límite… La

gran ciudad no es la más poblada —como nos sugiere Aristóteles— «la ciudad más elemental

será necesariamente aquella formada por una población tal que sea la población más

elemental autosuficiente respecto a vivir bien, según las normas de la comunidad política»48.

Sin dejar de observar los aspectos ambivalentes que toda realidad urbana, por su complejidad,

tiene. «La ciudades como los sueños están hechas de deseos y temores…» nos recuerda el

escritor italiano, de origen cubano, Italo Calvino en sus Ciudades Invisibles49.

MIDIENDO LA SOSTENIBILIDAD DE LA AGLOMERACIÓN URBANA DE SEVILLA. ESTUDIO

DE CASO.

Hemos comentado anteriormente que las dificultades, la escasez de información para el ámbito

metropolitano, sobre todo en lo referido a información relevante para el uso de indicadores

ambientales, no pueden suponer un obstáculo insalvable para alcanzar el mayor grado de

aproximación a las realidades metropolitanas, a cómo éstas se comportan, a medir las

consecuencias de su comportamiento.

Los indicadores urbanos, a este respecto, son variados, las técnicas aplicadas diversas. Sin

embargo, la dificultad mayor es su manejo. La necesidad de indicadores sintéticos de

sostenibilidad sigue suponiendo un reto al que no debemos renunciar50. La propuesta más

sugerente llegó de la mano del indicador “huella ecológica”, al que ya hemos aludido en este

trabajo y del cual hemos manifestado sus limitaciones para el ámbito que nos ocupa; esto es, el

metropolitano, el ámbito urbano metropolitano.

No obstante, los intentos realizados son importantes. La primera aproximación para la ciudad

de Barcelona se realizó por el Ayuntamiento de Barcelona, para el año 1996. En Andalucía la

Consejería de Obras Pública y Transportes publicó, en 2001, Estimación de la huella ecológica

en Andalucía y aplicación en la aglomeración urbana de Sevilla. En ambos casos los resultados

alcanzados para el ámbito urbano proceden de las estimaciones realizadas para una realidad

territorial de ámbito superior, Cataluña y Andalucía, respectivamente. Representan un avance

importante, que duda cabe, pero adolecen de una limitación que consideramos fundamental: la

información que se toma como referencia es la relativa a la Comunidad Autónoma de manera

agregada. Esto es, se admite el comportamiento homogéneo de sus poblaciones en el conjunto

del territorio, restando fuerza al argumento de que son precisamente las poblaciones urbanas,

48 Aristóteles (1998): Política. Libro VII. Capítulo IV. Alianza Editorial, S.A. 49 Calvino, I. (1999): Las ciudades invisibles. Unidad Editorial S.A. 50 Cano Orellana, A. (2006): “Áreas metropolitanas y sostenibilidad: la importancia de los indicadores sintéticos para las áreas urbanas” en Los Procesos Metropolitanos: materiales para una aproximación inicial. Centro de Estudios Andaluces. Consejería de la Presidencia de la Junta de Andalucía.

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especialmente la localizada en las grandes aglomeraciones, las principales responsables de los

desarreglos ambientales.

Es por ello, que los datos a escala local son absolutamente necesarios. Y, en consecuencia,

una de las tareas más importantes es dotarse de una base de datos, de un sistema de

información estadístico, cartográfico… que permita su manejo y traducción en indicadores

reveladores de qué está ocurriendo en el espacio territorial por excelencia en la lucha por la

sostenibilidad. Junto a ello, desde una perspectiva sostenible no hemos de ocuparnos

exclusivamente de las condiciones de vida en las ciudades sino también —como indica el Libro

Verde de Medio Ambiente Urbano51— de la incidencia de éstas en el territorio. En este sentido,

el Informe final del Grupo de Expertos sobre Medio Ambiente Urbano de la UE, titulado

Ciudades Europeas Sostenibles (1995) señala que «el desafío de la sostenibilidad urbana

apunta a resolver tanto los problemas experimentados en el seno de las ciudades, como los

problemas causados por las ciudades». Por todo esto, es imprescindible que partamos de

presupuestos como éstos, ya que existe una necesidad fundamental: la gestión y planificación

de la sostenibilidad de realidades tan complejas como las aglomeraciones urbanas actuales, en

nuestro caso la aglomeración urbana de Sevilla.

El uso de indicadores físicos y los análisis expresados en unidades físicas pueden ayudar a un

mejor conocimiento de las realidades metropolitanas y, en consecuencia, a una mejor

planificación y gestión del territorio bajo su ámbito. La huella ecológica puede ser uno de ellos.

En nuestro caso, para salvar las limitaciones comentadas anteriormente, nos hemos apoyado

en un indicador instrumental la Intensidad de Consumo por Unidad de Superficie (ICUS). La

conjunción de diferentes variables52, para las que existe información local disponible, es posible

reducirla a un factor, a través del instrumental estadístico-matemático aplicando el Método de

los Componentes Principales, y de este modo comprobar el comportamiento de la

aglomeración y de cada uno de sus municipios. Esto nos ha permitido alcanzar la huella

ecológica y la ICUS para los 770 municipios andaluces y para la aglomeración de Sevilla. A

continuación presentamos los resultados, comparando dos situaciones la correspondiente al

año 1995 y 2000 (año de publicación de las últimas Tablas I-O para Andalucía, necesarias para

la estimación de la huella ecológica de Andalucía)53.

De acuerdo con las estimaciones de huella ecológica para los 770 municipios

andaluces puede concluirse que: i) como promedio la población andaluza consume por encima

51 Libro Verde de Medio Ambiente Urbano. Ministerio de Medio Ambiente. http://www.cecu.es/campanas/medio%20ambiente/movilidad06/Libro%20verde%20MA%20urbano%20210606.pdf 52 Las variables consideradas han sido: (1) residuos sólidos urbanos (toneladas); (2) consumo de electricidad (Kw); (3) parque de vehículos; (4) establecimientos; (5) parque de viviendas; (6) plazas de restauración y hostelería. Todas ellas expresadas en unidades por kilómetro cuadrado de la superficie correspondiente a cada uno de los 770 municipios existentes en Andalucía. 53 Cano Orellana, A. (2004): Economía y sostenibilidad en las grandes aglomeraciones urbanas. Aproximación al cálculo de la huella ecológica de Sevilla y su área metropolitana. Sevilla Global. Ayuntamiento de Sevilla

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de sus posibilidades; en concreto para satisfacer los requerimientos de las población andaluza,

en términos de huella ecológica, sería necesaria una extensión casi tres veces superior a la

existente; ii) las cifras más altas (verde más intenso en el Mapa 2) se corresponden con las

principales aglomeraciones urbanas (Sevilla, Málaga, Cádiz y Granada), el resto de las

capitales de provincia y extensas áreas del litoral andaluz; iii) el déficit ecológico en el que se

incurre es satisfecho por los recursos procedente de otros territorios y por el capital o stock

natural, generalmente no restituido, del que se hace uso de manera creciente e indiscriminada,

agotando de forma acelerada el patrimonio que se ha ido acumulando a lo largo de millones de

años; iv) las bases que sostienen el actual modelo de desarrollo urbano-industrial,

especialmente materializado en las grandes aglomeraciones urbanas, es ecológica y

socialmente insostenible.

Mapa 2

Fuente: Elaboración propia.

Mapa 3

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Fuente: Elaboración propia.

En el Mapa 3, puede observarse como los municipios de la provincia de Sevilla cuyas

demandas de recursos exceden su superficie total por encima de la media (verde más intenso

en el mapa) se concentran en el área metropolitana.

En el Cuadro 1 se muestran las huellas ecológicas de los municipios del área

metropolitana de Sevilla, para los años 1995 y 200054. Aunque los comportamientos, hábitos de

producción y consumo y estilos de vida de la población de los diferentes municipios de la

Aglomeración son similares se aprecian diferencias entre unos y otros, presentando cifras más

altas y consecuentemente comportamientos más similares en las localidades más próximas a

la ciudad central donde la función residencial es dominante y los estilos de vida semejantes.

Cuadro 1: La huella ecológica de la aglomeración urbana de Sevilla (Ha/hab) Municipio HE Municipio HE

1995 2000 1995 2000 Alcalá de Guadaira 3,16 4,98 Gines 9,48 17,73 Algaba (La) 3,32 5,67 Mairena del Aljarafe 6,13 11,54 Almensilla 2,51 3,89 Palomares del Río 2,53 4,46 Bormujos 4,43 6,20 Puebla del Río (La) 2,25 3,18 Camas 6,54 13,25 Rinconada (La) 3,59 4,07 Castilleja de Guzmán 3,82 5,72 Salteras 2,39 3,42

54 Las fechas de 1995 y 2000 se corresponden con las dos últimas publicaciones de las Tablas Input-Output de Andalucía, imprescindibles para la estimación de las cifras correspondientes a la huella ecológica de los municipios andaluces. En Cano Orellana (2004) se ofrece una explicación detallada, desde el punto de vista metodológico, de la necesidad de recurrir a este tipo de instrumento. Su uso proporciona unos datos mejores y, en consecuencia, una mejor calidad de la información suministrada por el indicador de huella ecológica.

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Castilleja de la Cuesta 19,35 34,01 San Juan de Aznalfarache 15,34 29,03 Coria del Río 2,67 4,65 Santiponce 4,26 6,88 Dos Hermanas 3,75 5,94 Sevilla 14,72 30,52 Espartinas 2,56 4,10 Tomares 8,99 18,49 Gelves 4,06 6,01 Valencina de la Concepción 2,96 4,57

Fuente: Elaboración propia.

En tan solo cinco años la huella ecológica de la aglomeración urbana de Sevilla ha

aumentado en un 31,4 por ciento. En su conjunto, para satisfacer sus exigencias de consumo,

un ciudadano de la aglomeración, como promedio, necesitaría una superficie 80,3 veces

superior a la superficie de la demarcación actual del Área. Esto es, una superficie equivalente a

1,3 veces el territorio de Andalucía; 3,5 veces la superficie de Cataluña y 3 veces la extensión

de Holanda. Expresado en otros términos, mientras en 1995 se necesitaban del orden de 7

campos de fútbol para satisfacer las exigencias de consumo de cada habitante de la

aglomeración en 2000 esta cifra se eleva a 9,6 campos de fútbol. Para que nos hagamos una

idea de lo que esto representa, en términos comparativos, la superficie bioproductiva disponible

en el conjunto del Planeta es de 1,5 hectáreas por habitante (aproximadamente 1,5 campos de

fútbol). Esto significa que si quisiéramos extender los patrones de consumo de los habitantes

de la aglomeración urbana de Sevilla al conjunto de la Tierra, necesitaríamos del orden de 6,4

planetas como el nuestro. Ello, nos lleva a la conclusión de la insostenibilidad de nuestro

modelo de consumo y, en consecuencia, a la necesidad de tomar medidas para paliar sus

efectos más indeseables.

Y aún así, los resultados anteriores no consideran lo acontecido en estos últimos años,

debido a la falta de información disponible. No obstante, las cifras obtenidas, dado el intenso

crecimiento que ha tenido lugar entre 2000 y 2005, subestiman las necesidades de

requerimientos de los habitantes de la aglomeración y, consecuentemente, la superficie

necesaria será superior. A conclusiones similares ha llegado el Observatorio para la

Sostenibilidad en España (2006): «Muchas de las grandes transformaciones de ocupación del

suelo se han acelerado en el último período 2000/2005. Cuando esté disponible la información

de CORINE correspondiente a este período se podrá afinar y analizar con mayor rigor los

importantes cambios en la ocupación del suelo sufridos recientemente, así como sus

consecuencias más inmediatas y los riesgos para el futuro»

CONSIDERACIONES FINALES

En definitiva, la extraordinaria expansión de las aglomeraciones urbanas actuales, tanto

cuantitativa como cualitativamente, y la dinámica de funcionamiento por ellas generadas, han

acentuado la importancia del fenómeno urbano desde la perspectiva de la sostenibilidad. Es

por esta razón que estas realidades supramunicipales, mucho más complejas que las

tradicionales ciudades, requieran de aproximaciones que sean verdaderamente útiles desde el

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punto de vista de su planificación y gestión. Para ello, es necesaria una acción coordinada que

rehuya los enfoques parcelarios, así como el uso de valoraciones en términos físicos que

cumplimenten las estrictamente monetarias. En estas líneas, se ha ofrecido una información útil

para afrontar la sostenibilidad. La gestión del fenómeno metropolitano es cada vez más

complejo y justamente esto obliga a transitar por caminos tal vez menos convencionales pero

absolutamente necesarios para un mayor y mejor conocimiento de los aspectos a él asociados.

La mejora de la información, de las herramientas conceptuales y metodológicas es

imprescindible para intentar aprehender unas realidades extraordinariamente complejas, vivas,

en permanente cambio. Esto último, exige flexibilidad, en los conceptos, en los instrumentos…;

así como, la puesta al día de la información necesaria. La falta de flexibilidad mental y la

lentitud en los procesos de generación de información y de toma de decisiones pueden

suponer un serio obstáculo para avanzar en una mejor compresión y manejo de la

sostenibilidad.

Es por ello, por lo que si queremos que la sostenibilidad sea algo más que —como expresara el

ya mentado Nobel en Economía Robert M. Solow— un mero compromiso sentimental, las

prácticas humanas han de ser observadas bajo el prisma no de las rentabilidades monetarias

inmediatas sino de los prejuicios que éstas provocan o pueden provocar en la salud de los

ecosistemas y a las propias sociedades.