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Mural de la iglesia de San Juan Bautista en el río Jordán que muestra el nacimiento de Jesucrist [email protected] de las Culturas del Mundo CORREO Vol. VIII, número 75, 1º de diciembre de 2010. CEDICULT Director: Leonel Durán Solís En este número: • Descubren doce nuevas esfinges en Egipto • Devolverá Yale piezas arqueológicas a Perú • ¿Es la cultura occidental buena o mala? • Lo que nuestro continente ha dado al mundo • La historia de la humanidad en 100 objetos • Un libro sobre el Congo • Mirando al norte de América, fotos de Edward S. Curtis

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Mural de la iglesia de San Juan Bautista en el río Jordán que muestra el nacimiento de Jesucrist [email protected] de las Culturas del Mundo En este número: • Descubren doce nuevas esfinges en Egipto • Devolverá Yale piezas arqueológicas a Perú • ¿Es la cultura occidental buena o mala? • Lo que nuestro continente ha dado al mundo • La historia de la humanidad en 100 objetos • Un libro sobre el Congo • Mirando al norte de América, fotos de Edward S. Curtis

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Mural de la iglesia de San Juan Bautista en el río Jordán que muestra el nacimiento de Jesucrist

[email protected]

d e l a s C u l t u r a s d e l M u n d o

CO

RR

EO

Vol. VIII, número 75, 1º de diciembre de 2010. CEDICULT Director: Leonel Durán Solís

En este número:

• Descubren doce nuevas esfinges en Egipto

• Devolverá Yale piezas arqueológicas a Perú

• ¿Es la cultura occidental buena o mala?

• Lo que nuestro continente ha dado al mundo

• La historia de la humanidad en 100 objetos

• Un libro sobre el Congo

• Mirando al norte de América, fotos de Edward S. Curtis

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Descubren doce nuevas esfinges en Egipto

Un equipo de arqueólogos ha descubierto doce nuevas esfinges en la antigua

avenida que unía los templos de Luxor y Karnak, en la actual ciudad de Luxor

–la antigua Tebas, capital de Egipto durante 1,500 años– a 600 kilómetros al sur de

El Cairo. Según un comunicado del Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto,

estas esculturas datan de la época del último rey de la XXX dinastía faraónica (343-

380 a.C.).

La avenida, flanqueada por una doble fila de esfinges que representaban al dios Amon-

Ra, tiene unos 2,700 metros de largo y 70 de ancho y fue construida por Amenhotep

III (1372-1410 a.C.) y restaurada, posteriormente, por Nectanebo I (380-362 a.C.).

Por otra parte, los arqueólogos descubrieron también un nuevo camino que une

la avenida donde fueron encontradas las estatuas con el Nilo. La nota explica que

hasta el momento sólo han sido desenterrados veinte metros de los seiscientos que

componen el nuevo camino, y que continúan las excavaciones para descubrir el resto

de este trayecto, construido con piedra arenisca.

Fuente: www.hoyesarte.com

Hallazgo

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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

Devolverá Yale piezas arqueológicas a Perú

La Universidad de Yale (Estados Unidos) devolverá a Perú las piezas procedentes

del yacimiento arqueológico de Machu Pichu que tiene en su poder desde 1912,

según ha informado este viernes el presidente peruano, Alan García. En un mensaje

emitido por la cadena estatal TV Perú, el gobernante ha anunciado que la decisión de

Yale le fue comunicada por el ex presidente de México, Ernesto Zedillo, quien llegó

a Lima como enviado especial del rector de la universidad. “Después de conversar,

Zedillo nos ha comunicado que la decisión del rector y la universidad, una decisión

excepcional, es reconocer el gran valor y la gran significación que tiene para Perú en

el centenario de Machu Pichu poder recuperar todos estos bienes”, ha destacado.

El Gobierno peruano lanzó hace unas semanas una campaña internacional por la

recuperación de las piezas, en poder de Yale desde 1912, antes de que se celebre en

julio de 2011 el centenario del “descubrimiento” de la ciudadela por el explorador

estadounidense Hiram Bingham. El plazo establecido para su devolución es el fin de

2012, según asegura el diario peruano La República.

García ha precisado que se reunió durante una hora y media con Zedillo, actual

director del Centro de Globalización de Yale, quien le informó de la decisión de

entregar “en su totalidad todos los bienes, fragmentos y partes que fueron tomados

de Machu Pichu por el señor Hiram Bingham hace casi un siglo”.

“El gobierno peruano agradece esta decisión”, ha enfatizado García, para luego

reconocer que “Yale conservó estas partes y piezas que de otra manera se hubieran

desperdigado en colecciones privadas por el mundo o tal vez hubieran desaparecido”.

El gobernante ha precisado que los bienes arqueológicos comenzarán a

entregarse a Perú durante los primeros meses de 2011 y serán puestos en custodia

Patrimonio

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en la Universidad San Antonio Abad, del Cuzco, la región del sur peruano donde

se encuentra Machu Pichu. En la universidad norteamericana permanecen 46,332

objetos y fragmentos arqueológicos de Machu Pichu, según un inventario realizado

en los últimos años por los expertos de Yale y una comisión peruana. “Vamos a

solicitar al Parlamento una partida presupuestaria extraordinaria, de los millones

necesarios, para habilitar un edificio en el cual puedan exponerse y continuar la

investigación de todos estos bienes por los arqueólogos de Cuzco, de Perú, de Yale,

de todo el mundo”, ha acotado el presidente peruano.

Fuente: www.elpais.com/articulo/cultura/

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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

¿Qué piensa el mundo islámico sobre Occidente? El arabista holandés Robbert

Woltering estudió el tema. Desde hace tiempo, no todos los pensadores islamitas ven

a Occidente como perverso.

Mucho se ha investigado sobre la imagen que los occidentales se han formado

sobre el Islam. Pero poco en el sentido inverso. ¿Por qué nos odian? Ésta era la pregunta

que, tras los atentados del 11 de septiembre del 2001, resonaba en Estados Unidos.

Pero ¿es justa esta imagen? ¿Es cierto que el mundo islámico odia al occidental?

Durante sus estudios de árabe en la Universidad de Ámsterdam, Robbert

Woltering consultó muchas obras sobre la formación de la imagen que los

occidentales tienen sobre el Islam. Para su sorpresa descubrió que apenas se ha

investigado en sentido contrario, es decir, la imagen que, desde el mundo árabe, se

tiene del occidental. Woltering decidió dedicar al tema la investigación para su tesis

doctoral. “Precisamente en estos tiempos me pareció muy útil esta investigación”,

manifestó.

Occidente diabólico

En los años 70, con su libro Orientalismo, el escritor palestino Edward Said ocasionó

una auténtica revolución en los círculos académicos de Oriente Medio. En su estudio,

Said argumentaba que la formación de la imagen occidental sobre lo que él definía

como “el Oriente” satisfacía el deseo de dominio sobre esa parte del mundo. En tal

visión, Occidente era presentado como ilustrado, racional y democrático, y Oriente

como atrasado, irracional y tiránico.

En las reflexiones de islamistas como Sayyid Qutb y Mohammed Imara, Woltering

encontró un fiel reflejo del orientalismo de Said. “Al igual que determinados

orientalistas hacen con el Islam, ellos describen un mundo occidental que en esencia,

¿Es la cultura occidental buena o mala?

Ideas

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desde su ser más profundo, es hostil hacia el Islam. Outb e Imara argumentan que el

Islam está en peligro y que los musulmanes se tienen que replantear la amenaza que

viene de Occidente”.

Modernidad occidental

Sin embargo, Woltering descubrió que en Oriente Medio existen muchas más

visiones de Occidente y que, desde hace tiempo, no todas estas imágenes se pueden

considerar tan extremadamente anti-occidentales. Pese a la frustración sobre el

dominio occidental, también existe en el mundo musulmán una elevada necesidad

de absorber ciencia, democracia y derechos humanos.

El autor Mohamed Abduh, modernista del siglo XIX, anticipa estas necesidades

manifestando que, realmente, Occidente es islámico. Según Woltering, Abduh alega

que Occidente se puso en contacto con la

civilización islamita durante las Cruzadas. El

conocimiento y la cultura que allí se aplicaba

condujo, a continuación, a Europa hacia el

Renacimiento y la Ilustración y, finalmente,

hasta la prosperidad económica y política

de hoy”. Abduh opina que, por tanto, los

musulmanes pueden tomar ejemplo de la

modernidad occidental tranquilamente,

ya que esta modernidad proviene del

propio Islam.

Pero para Abduh, esto no significa que el mundo islámico se tenga que secularizar

como Europa, señala Woltering. “En Europa el conocimiento científico tuvo posibilidad

de florecer porque el hombre se deshizo de la asfixiante influencia religiosa”.

Sin embargo, en el mundo islámico eso no fue necesario, ya que “el Islam es,

según Abduh, una religión racional que, al contrario del cristianismo, es compatible

con la racionalidad científica”.

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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

El Occidente ideal

Junto al diabólico occidente de los islamitas radicales como

Qutb, y el occidente islamita de modernistas como Abduh,

hay, según Woltering, una tercera imagen importante, es

decir, aquélla del Occidente ideal. “Pensadores liberales

seculares, como el autor egipcio Rida Hilal, consideran

que, en esencia, Occidente es bueno. Y con esa bondad

se refieren al ideal occidental del pensamiento crítico, la

democracia y los derechos humanos”. Al mismo tiempo,

Woltering plantea que entre los pensadores liberales

también existe un gran descontento con la política

occidental respecto a Oriente Medio, el apoyo a Israel,

las guerras en Iraq y Afganistán, etc. “Estos autores señalan que el problema con el

mundo occidental es, por tanto, que no siguen sus propios ideales en la práctica. A

juicio de Rida Hilal, lo único que ha de hacer Estados Unidos para solucionar la crisis

de Oriente Medio es vivir según sus propios principios”.

Fuente: www.rnw.nl

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I. La papa

Los incas, como todos los pueblos agrícolas de la antigüedad, rogaban a sus dioses:

Inti, el sol y Pachamama, la tierra, para que les permitieran tener buenas cosechas. Pero

no se contentaban con esto. Ellos ponían también mucho de su parte. Recientemente

un biólogo americano ha sugerido que las innumerables terrazas escalonadas que

rodean Machu Picchu, pudieron haber sido usadas como una estación agrícola para

estudiar la adaptación de los cultivos a diferentes condiciones climáticas (diferente

altura, mayor o menor radiación solar o humedad, etcétera). Independientemente de

que esto sea cierto o no, cuando los españoles llegaron al Perú, ahí se cultivaban cerca

de tres mil tipos diferentes de papas, de todas formas, tamaños, colores y texturas,

adaptadas a cualquier tipo de suelo, de clima y de altura.

De América con cariñoLo que nuestro continente dio al mundo

por Irene A. Jiménez

Interculturalidad

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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

Los campesinos de los Andes conocían técnicas de conservación de los alimentos

que a nosotros se nos antojan modernas como la deshidratación. Las papas eran

expuestas por la noche al aire helado de la alta montaña, al día siguiente cuando los

rayos del sol las descongelaban, el campesino y su familia las pisaban para exprimirles la

humedad, el proceso se repetía varias veces hasta que la papa quedaba convertida en

algo similar a una espuma de plástico. En esta forma su peso se reducía sensiblemente

y era fácil conducirlas a cualquier lado del gigantesco imperio inca, donde se las

necesitara para aliviar una hambruna. Para consumirlas bastaba con rehidratarlas,

o también se podían moler y convertirse en un polvo llamado “Chuño” que aún

emplean los campesinos andinos y que se usa en forma de atoles, sopas y pudines.

De esta inmensa variedad de papas sólo unas 250 son conocidas en el resto del

mundo y sólo veinte de ellas son comerciales. A pesar de que había una variedad

adaptable a cada condición de suelo y clima del viejo continente, el campesino

europeo no aceptó fácilmente la nueva cosecha. Estaba acostumbrado a las

gramíneas, y la papa, un tubérculo, se le hacía sospechosa. Los irlandeses fueron los

primeros en adoptarla y el resultado, medido en niveles de crecimiento demográfico y

mejor nutrición y salud para el pueblo, fue tan satisfactorio, que el economista escocés

Adam Smith (1723-1790) la recomendaba con entusiasmo.

En Irlanda, siguiendo la adopción de la papa se pudo observar un aumento

de población que de 3‘200,000 en 1754, en menos de un siglo, para 1845, había

alcanzado la cifra de 8‘200,000. Si se tiene en cuenta que en el mismo lapso 1‘750

000 irlandeses emigraron al Nuevo Mundo, se verá que en realidad la población se

triplicó. Cuando la roya de la papa atacó los sembradíos miles de irlandeses murieron

de hambre o tuvieron que emigrar, porque sin la papa Irlanda no podía sustentar una

población masiva. Si en lugar de cultivar unas pocas especies, los irlandeses hubieran

dispuesto de múltiples variedades, como el campesino andino, esta tragedia pudo

haberse evitado.

Pero el campesino de la Europa continental continuaba rechazándola pese a que

guerras y epidemias habían causado grandes hambrunas en el siglo XVIII. Sólo cuando

Federico de Prusia y Catalina la Grande de Rusia obligaron a sus respectivos pueblos

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a sembrarla, el campesino cedió a la presión. Una vez introducidos en los campos

del norte de Europa, los cultivos de papa medraron. La papa por crecer bajo tierra

estaba menos expuesta que las gramíneas a los vendavales, al granizo y a las heladas.

Su periodo de crecimiento era casi la mitad que el de los granos y no requería de un

complicado y costoso proceso de molienda.

Los países noreuropeos progresaron al contar con una fuente alimenticia segura

y confiable que aumentó su población, los libró de la dependencia de los países

sudeuropeos productores de granos y alimentó a sus ejércitos. Ahora alemanes y

rusos, así como polacos, holandeses, belgas, ingleses y escandinavos no se imaginan

siquiera cómo pudo haber sido su alimentación antes de la introducción de la papa.

Hay un dicho alemán que dice: “Una comida sin papas no es una comida” Los ingleses

por su parte consideran como la más típica de sus golosinas a los “fish and chips”

(pedacitos de pescado y de tiras de papas fritos). Y tú, ¿cuántas variedades de papa

conoces y cómo te gusta prepararlas?

II. El maíz

Desde el sur de los Grandes Lagos hasta los desiertos del

sudoeste de Estados Unidos que rodean las aldeas hopi y zuñi,

desde las terrazas andinas hasta los valles amazónicos, en las

islas del Caribe (de donde proviene su nombre) y, desde luego en

Mesoamérica, donde se le considera el alimento de los dioses,

el maíz, durante milenios ha nutrido a hombres y culturas en el

continente americano. Como otros muchos cultígenos el maíz

fue exportado a Europa donde generó grandes fortunas a los

propietarios de las tierras, pues se le podía sembrar en los mismos terrenos destinados

al trigo en el tiempo de descanso de este cultivo sin que agotara los suelos, pues su

requerimiento de nutrientes era diferente al de las gramíneas del viejo mundo.

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Desafortunadamente, a diferencia de la papa, que benefició directamente

al pueblo, el maíz no fue incorporado a la alimentación popular sino en casos

excepcionales como es el de la “polenta” (maíz quebrado, cocido y mezclado con

grasa formando una papilla espesa) que consumen las clases bajas del norte de Italia (y

sus equivalentes de países pobres como Rumania y la antigua Yugoslavia). En Europa,

aún oímos decir con cierto desprecio que el maíz es “comida para pobres” o, “era

con lo que hacían el pan durante la guerra y sabía muy mal” o peor aún “nosotros se

lo damos a los puercos”, cosa que ofende mucho nuestra sensibilidad de mexicanos

adoradores de “la planta que alimenta” y entusiastas consumidores de tortillas,

tamales y atoles en sus infinitas variantes.

El cultivo del maíz en Europa favoreció principalmente a los terratenientes que

se enriquecieron vendiendo las cosechas de maíz como alimento para los animales

domésticos, pues éste lo mismo se da en forma de grano a las aves de corral y cerdos

como en forma de forraje al ganado mayor. Desde luego al aumentar en forma

considerable el consumo de carne, huevos, leche y sus derivados se mejoró la dieta

del europeo con el incremento de proteína animal, pero el papel que en ello tiene el

maíz a menudo se pasa por alto.

En realidad el maíz nunca fue bien comprendido por el colono de origen europeo,

acostumbrado a los surcos rectos abiertos con arado en formación casi militar en los

que se siembra el trigo, y que veía en la “milpa”, conjunto orgánico en el que maíz,

frijol y calabaza crecen juntos ayudándose unos a otros, un sembradío donde imperaba

el desorden, digno de pueblos poco civilizados, cuando en realidad es una prueba

más del profundo conocimiento agrícola de los pueblos americanos. En la milpa, los

tallos del maíz sirven de sustento al frijol, mientras que sus anchas hojas protegen a

las delicadas vainas de la excesiva radiación solar. El frijol a su vez fija nitrógeno en el

suelo que ayuda a crecer al maíz. La calabaza repta entre los tallos de este y sus hojas

protegen la tierra capturando la humedad y evitando la erosión. Juntos maíz y frijol

proporcionan al organismo humano la proteína necesaria para su desarrollo.

¿Por que los europeos desdeñaron las enormes (y altamente disfrutables)

posibilidades alimenticias del maíz? La respuesta parece ser que, pese a que adoptaron

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el cultivo del maíz (aunque sin emplear el sistema de milpa) ignoraron las tecnologías

alimentarias de uso en las Américas que permitían un óptimo aprovechamiento

de este grano. El modo de elaborar nuestra cotidiana e imprescindible tortilla, por

ejemplo, incluye un procedimiento altamente efectivo, usado en México desde hace

milenios. El maíz es remojado en agua con cal lo que ayuda a disolver la recia cascarilla

que protege cada grano, el “nixtamal” resultante es después convertido en masa y

finalmente en tortilla.

Las investigaciones en materia alimenticia llevadas a cabo en nuestro siglo han

demostrado que remojando el maíz en una solución alcalina, como hacemos en

México, el cuerpo humano aprovecha mejor la proteína del grano y obtiene todo el

calcio y la niacina que el organismo necesita. En forma similar los indios de los bosques

de Norteamérica, remojaban el maíz en agua con lejía, proporcionada por cenizas de

madera. El grano despojado de su cascarilla, era consumido tal cual o se le secaba y

molía para preparar diversos platillos. Este alimento llamado hominy por los indios,

nunca llego a gustar a los angloamericanos hasta que un doctor de Michigan de

nombre Kellog, descubrió que el hominy podía ser aplanado y tostado. Así nacieron

los famosos “Corn Flakes de Kellog‘s”, el típico desayuno norteamericano.

¿Te acordarás de esta historia la próxima vez que desayunes tus Corn-flakes?

III. El jitomate

Si emprendemos una revisión, aunque sea somera, de los hábitos alimenticios de la

población mundial y de las diferentes cocinas típicas de muchos países, nos vamos

a encontrar infinidad de productos originarios del Nuevo Mundo. Aún en los lugares

más insospechados va a aparecer algún fruto de la feraz tierra de América, tan

adaptado a los suelos y a la tradición culinaria del lugar en cuestión, que muchas

veces los mismos nativos ignoran su origen importado. No hablaremos ahora de los

“cultivos milagrosos” como llamó el historiador francés Fernand Braudel a la papa

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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

y el maíz, que causaron una revolución alimenticia de alcance universal, sino de

productos menos trascendentales, los que sin embargo han enriquecido las dietas y

han proporcionado variedad y sazón a las cocinas del mundo entero.

Dos oleaginosas, el cacahuate y el girasol, encontraron entusiasta acogida allende

el océano. El cacahuate se extendió en Asia y África Occidental donde se le usa en

forma de aceite comestible, como complemento en la elaboración de otros muchos

platillos y como preciada golosina. En Rusia, cuyo clima no permite el cultivo del

cacahuate y donde tampoco se da el olivo, la más importante de las oleaginosas del

viejo mundo, se adoptó al girasol, originario de las Planicies de Norteamérica. Desde

entonces Rusia cuenta con una fuente confiable de aceite comestible y es uno de los

más grandes productores y consumidores de girasol.

Los tubérculos cultivados en los “conucos” del área del Amazonas, como la

batata o boniato, la yuca y el camote (de los cuales hay numerosas variedades) fueron

gustosamente aceptados en África y en el sur de Asia. El boniato, conocido en África

occidental como “Yam”, se encuentra tan entrañablemente unido a las culturas de

esta área que es mencionado en cuentos y mitos. Aun China, tan dependiente del

arroz como nosotros lo somos del maíz, ha adoptado algunas variedades de camote

con las que elabora diversos tipos de pastas de amplio consumo.

Algunas de las cocinas más afamadas del sur de China, como la de Hunan y la

de Sechuan, cuentan entre sus ingredientes al chile. Si viajamos a Europa y en un

restaurante chino pedimos un plato al estilo Sechuan, el mesero se sentirá obligado

a aclararnos que el platillo que pedimos es “muy, pero muy picante”. También en

Vietnam y en Indonesia sazonan sus comidas con condimentos a base de chile,

como el “sambal” que se puede encontrar en supermercados de Europa donde hay

población originaria del Sureste de Asia, pues ellos, como nosotros, no pueden vivir

sin el chile. En la India, pese a que tienen infinidad de especias, utilizan el chile en

combinación con éstas en muchos de sus encurtidos o “chutneys” a los que son

sumamente afectos. Europa no mostró especial interés en utilizar el chile en sus

comidas, sin embargo los españoles y los húngaros usan el pimentón o paprika en

algunos de sus guisos, y para dar color y sabor a los embutidos.

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También algunas frutas americanas como la papaya fueron adoptadas en la India

y el Sureste de Asia, y apenas se la distingue ya de las frutas nativas, como nos pasa

a nosotros con el mango, que de allá lo recibimos y es ahora una de nuestra frutas

predilectas. El aguacate, en cambio, sólo hace dos o tres décadas que apareció en los

mercados europeos (importado de Israel) y no ha logrado allá muchos adeptos. La

piña, que muchos asocian con Hawai, es asimismo nativa de nuestro Continente. ¿Y

qué decir del cacao cuyo cultivo ha sido adoptado en África Occidental, mientras su

procesamiento se realiza en varios países europeos originando la millonaria industria

del chocolate.

Pero ningún fruto procedente de América ha tenido más impacto en las

cocinas mundiales que el jitomate. Se le cultiva y consume en el sur de

Asia, en el cercano oriente, en el norte de África y en el sur de Europa. En

Italia lo llaman “pomodoro” (manzana de oro) y no se atreven siquiera a

imaginar qué sería de su cocina sin este ingrediente. El jitomate aparece

en las pizzas, combinado con queso mozarela y aromatizado con ajo y

orégano. Forma la base de la mayor parte de las salsas que acompañan

a las pastas, condimenta numerosos guisos de carne y pescado y es

consumido fresco dando un toque de color a las ensaladas. En forma

parecida se utiliza en todas las cocinas de la Europa meridional donde

abundan diversas variedades de este fruto. En el norte, en cambio, donde su cultivo

requiere de invernaderos, se piensa que es un desatino convertirlo en salsa. Allí

prefieren pequeños jitomates de consistencia firme para poder hacer delgadas

rebanadas con qué acompañar, junto con pepinillos en vinagre, sus refrigerios de pan,

queso y carnes frías.

Todos estos productos de América, más algunos que no hemos mencionado,

como el frijol y el amaranto, forman junto con la papa y el maíz, las 3/5 partes de las

cosechas a nivel mundial.

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La historia de la humanidad en 100 objetos

Cuando la BBC comenzó a emitir un programa radiofónico en el que el director

del Museo Británico, Neil MacGregor, explicaba a la audiencia británica la

historia del mundo a través de 100 objetos contenidos en la colección del Museo,

una serie narrada que constaba de cinco capítulos semanales –sin imágenes,

naturalmente– de 15 minutos de duración cada uno, pocos fueron los que apostaron

por el éxito de tan extravagante empeño cultural.

Sin embargo, a los pocos capítulos, la serie se convirtió en un verdadero éxito

de audiencia. Un fascinante viaje a través del tiempo que repasaba amenamente la

historia de la humanidad a través de sus herramientas, joyas, objetos de culto y uso

diario o simplemente de contemplación artística, en el que figuraban desde primitivas

hachas de sílex hasta tarjetas de crédito y pastillas de jabón de la década actual,

pasando por estatuas egipcias, mosaicos aztecas o pulseras vikingas, por poner

algunos ejemplos.

Ahora, esta serie, elogiada desde todos los ámbitos culturales y mediáticos como

una de las iniciativas más eficaces e intelectualmente ambiciosas de los últimos años

en beneficio de la difusión de la historia, se ha editado en forma de libro, con la

misma estructura de comunicación, tan sencilla como comprensible.

Y la transición a material impreso funciona muy bien. El aspecto más inspirado

y mejor conseguido del programa radiofónico era, sin duda, la fórmula con la que

se lograba superar el evidente obstáculo que suponía no poder mostrar a través

de palabras los objetos protagonistas de cada capítulo, un “pequeño” problema

que Neil MacGregor eludió gracias a su especial habilidad para conseguir que

cada oyente imaginara en su mente lo que se narraba, con la única ayuda de sus

detalladas explicaciones.

Esta cualidad –a la que MacGregor llama “poética recreación”– sigue siendo la

faceta más brillante del libro. Liberado de la necesidad de elegir los objetos por su

Libros

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impacto visual, el director del Británico muestra una selección basada simplemente

en su intención de destacar aquello que mejor representa la evolución de la historia

de nuestra especie y que de algún modo sugiere una serie de conexiones a través del

tiempo y los espacios geográficos.

Liberar la imaginación

En el libro, cada objeto se encuentra ilustrado con

una fotografía a color y a toda página, algunos muy

llamativos como un relicario de joyas y de oro macizo

del siglo XIV creado para conservar una simple púa de

la corona de espinas de Cristo, o un torso masculino

de basalto de tres metros procedente de la isla de

Pascua, pero la mayoría son objetos sencillos sin ninguna

espectacularidad, como una simple moneda común

del período eduardiano, desfigurada con las palabras “voto para las mujeres”, una

inscripción tan pequeña que casi no resulta reconocible a simple vista.

Una vez más, como ya demostró en su día el programa radiofónico de la BBC,

son las palabras de Neil MacGregor –al frente del British Museum desde 2002– y no

las imágenes las que cautivan al lector y le permiten liberar su imaginación hacia una

interesantísima historia de la humanidad conducida a través de 100 de sus a veces

insignificantes pero casi siempre imprescindibles objetos.

Fuente: www.bbc.co.uk/programmes/b00nrtd2 / hoyesarte.com

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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

Libros

Congo

El escritor belga David van Reybrouck ha ganado el premio holandés de literatura

AKO, con su libro Congo, que el mes pasado obtuvo el Libris, otro importante

galardón literario.

SvL: ¿Qué lo motivó a escribir un libro sobre la historia del Congo?

DvR: Porque yo mismo quería leerlo. En el 2003, viajé al Congo por primera vez.

Quería leer una historia accesible, integral y completa del país, pero no pude

encontrar nada por el estilo. Así que me dije: si no existe un libro de ese tipo, lo

escribiré. Entonces, escribí la historia del Congo de entre 1850 y el 2010. Entrevisté

a mucha gente del Congo y consulté documentos e historias de los archivos. Se trata

de la historia del Congo contada por los propios congoleños.

SvL: ¿Cómo recuerda los belgas la a veces sangrienta y racista época colonial del

Congo Belga?

DvR: Depende de la edad. Las personas mayores parecen tener un cierto orgullo

colonial, pero la generación más joven se siente culpable y avergonzada, y necesita

la autorreflexión. Creo que es muy importante que Bélgica atraviese por un periodo

de meditación. Pero, al mismo tiempo, uno no debe quedarse atorado en la reflexión.

También se puede sentir demasiada culpa, un sentimiento muy egocéntrico. El vínculo

entre Bélgica y el Congo es demasiado importante para tener sentimientos como ése.

SvL: A su juicio, ¿qué importancia tiene actualmente la relación entre Bélgica y la

República Democrática del Congo?

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DvR: Económicamente el Congo es menos importante para Bélgica, que antes. En la

época colonial, la economía belga dependía en gran medida del Congo, mas en la

actualidad, los intereses económicos belgas son mínimos. Existe un vínculo simbólico,

histórico y emocional, y hay manifestaciones de nostalgia que son bastante dolorosas.

Pero la generación joven muestra un nuevo interés por el Congo, quiere visitarlo y

encontrarse con la gente del Congo.

SvL: Pero, ¿es bienvenida? Usted se reunió con cientos de congoleños, ¿qué le

dijeron?

DvR: Cuando llegué al Congo por primera vez, me sentí avergonzado y me costaba

decirle a la gente que yo era belga. Temía que los congoleños me hicieran sentirme

responsable por lo ocurrido durante la época colonial, incluso a pesar de haber

nacido después de la independencia. Pero ese no fue el caso en absoluto. Por

extraño que parezca, los congoleños estaban bastante contentos, y me decían, ‘tus

antepasados fueron nuestros colonizadores, luego somos familia.’ Esto demuestra la

gran generosidad del pueblo congoleño.

SvL: Usted escribió una historia del Congo, ¿qué piensa sobre su futuro?

DvR: El país fue devastado por la guerra en el 2000, y es aún un Estado muy frágil.

Aunque hoy día la República Democrática del Congo vive una mínima recuperación

económica, también hay una gran cantidad de acontecimientos adversos. Los logros

democráticos de las elecciones del 2006 han disminuido, y los espacios públicos

y democráticos están menos abiertos que antes. En el 2011 se celebrarán nuevas

elecciones. Espero que eso reavive la gran aventura democrática que se está viviendo

en Congo.

Fuente: Radio Nederland Internacional

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Niños congoleños

http://correodelasculturas.wordpress.com

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Mirando al norte de AméricaUn álbum antológico de Edward S. Curtis

Etnografía

Texto de Simón Royo

¿Quién fue Edward Sheriff Curtis?

Nació en 1868 al poco tiempo de finalizar la Guerra Civil de Secesión y cuando los

Estados Unidos retomaban, tras exterminarse mutuamente, la llamada Conquista

del Oeste y la matanza de los pueblos que durante siglos y siglos habían poblado

esos territorios. La formación fotográfica y etnológica de Edward Curtis fue

eminentemente autodidacta. Hacia 1891 cuando se trasladó a Seattle y creó allí

su propio estudio de fotografía, todas las tribus aborígenes del Norte de América

entre México y Canadá habían sido diezmadas y reducidas a vivir en “reservas” (una

especie de campos de concentración), o bien a integrarse como lumpenproletariado

en la escala más baja de la cultura de los anglosajones. En esa época imperialista el

racismo estaba extendido en toda Europa y los puritanos misioneros que formaban el

contingente de Ocupación de las tierras indias habían sido formados en el odio racial

proveniente de las guerras de religión europeas.

Interesado por las culturas indígenas, Curtis comenzó a viajar y a fotografiar a unos

colectivos de los que su declinar se percibía con toda claridad. Por eso escribiría más

tarde: “La muerte de cada hombre o mujer significa el fin de alguna tradición,

de algún conocimiento o rito sagrado, que sólo ellos poseen. Por lo tanto,

la información que pueda ser recopilada para las futuras generaciones debe

recogerse ahora o la oportunidad se perderá para siempre”. La ambigüedad

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del etnólogo embargó a Curtis y fue una sombra constante sobre su trabajo. Al

recoger la cultura en los libros, como bien señaló ya el Fedro de Platón y guardarla

en un depósito no vivo, la memoria de un pueblo se desgaja de éste, al tiempo que

se preserva respecto a su destino; pero eso que al mismo tiempo les salva también los

destruye. En ese sentido se expresaba el célebre antropólogo Lévi-Strauss cuando nos

recordó que la cultura Occidental se dedica a rendir homenaje a aquello precisamente

que destruye: “De hecho, hablamos con naturalidad de los «pueblos sin historia»

(para criticar quizá a los que son más felices)” (Lévi-Strauss, Raza e historia, cap. 4).

Edward S. Curtis dedicaría su vida entera a fotografiar y conocer a los

indios norteamericanos en el último momento de su existencia como pueblos

independientes. Con la técnica de la difuminación en sus fotografías supo captar

bien la idea de unos pueblos en extinción debido a las violentas masacres acaecidas

con la ocupación de sus tierras. La obra de su vida además de la fotográfica incluye

los veinte volúmenes que escribió bajo el título genérico: The North American Indian,

cuyo primer tomo fue publicado en 1907 y el último de esta primera edición en

1930. Para recaudar dinero y llevar a cabo su labor estuvo obligado a pedir dinero al

millonario banquero Morgan o a rodar películas de género indio como “In the Land

of the War Canoes” (1914), donde convierte a unos pescadores de salmones en

cazadores de ballenas, pues tenía que falsear la realidad para hacerlas atractivas al

público. Pero eso le permitió llevar adelante su vasta obra de veinte volúmenes, cada

uno de los cuales está dedicado a una tribu particular o a un grupo de ellas, así como

realizar miles de fotografías. Murió este fotógrafo y etnógrafo amateur en 1952, en

pleno olvido y hasta los años 70 del pasado siglo no volvería a haber interés por su

trabajo y su legado.

Fuente: www.rebelion.org

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Tallador de marfil- Nunivak. c.1929. Biblioteca del Congreso de EEUU, Washington, D.C.

Heraldo del pueblo - Dakota c. 1910. Biblioteca del Congreso de EEUU, Washington, D.C.

Etnografía

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En una tienda piegan. c.1910. Biblioteca del Congreso de EEUU, Washington, D.C.

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Mujer apache y su bebé. c. 1906. Biblioteca del Congreso de EEUU, Washington, D.C.

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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

La molienda de gramineas. Mujeres Hopi. c. 1906. Biblioteca del Congreso de EEUU, Washington, D.C.

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Mujer (Ada López Richards) con vestido tradicional-Tolowa. c.1923. Biblioteca del Congreso de EEUU, Washington, D.C.

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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

Antes de la tormenta. c. 1906 Cuatro apaches a caballo. Biblioteca del Congreso de EEUU, Washington, D.C.

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Trueque, c. 1905. Hombres Crow a caballo aparentemente en intercambio. Biblioteca del Congreso, Washington, D.C.

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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

Indígena Cree llamando con un cuerno a un alce. c. 1927. Biblioteca del Congreso de EEUU,Washington, D.C.

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