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El pensamiento de S. Pablo sobre la mujer cristiana en la Iglesia *

La Constituci6n deI Vaticano II Lumen Gentium, hablando acerca deI Pueblo de Dios en el capîtulo segundo, dice: "el mismo Espîritu Santo no solamente santifica y dirige al pueblo de Dios pOl' los sacramentos y los misterios y 10 enriquece con las virtudes, sino que, distribuyendo sus dones a cada unD segûn quiere (1 Cor 12, 11), reparte entre los fieles gracias de todo género, incluso especiales, con que los dispone y prepara para realizar variedad de obras y de oficios provechosos para la renova­ci6n y una mas amplia edificaci6n de la Iglesia, seglin aquellas palabras: A cada unD se le otorga la manifestacion dei Espiritu para comûn utili­dad (1 Cor 12, 7; LG 12).

Con estas palabras, los Padres deI Concilio reconocen la continua exis­tencia en la Iglesia de aquellas gracias especiales Hamadas comunmente carismas, su fin eminentemente social y la subordinaci6n a los legitimos pastores, a los cuales compete juzgar su genuinidad y regular su ejercicio. En este estudio pretendemos examinar: 1. naturaleza de los carismas; 2. su relaci6n con la santidad persona! de quien los recibe; 3. relaci6n de estas gracias especiales con la jerarquîa y con los simples fieles. Tra­taremos brevemente los dos primeros puntos. Queremos insistir particu­larmente en el tercero, y mas peculiarmente en la relaci6n existente entre los carismas y la mujer en la Iglesia .

• Este estudio forma parte de un !ibro que con el titulo de La mujer en la 1 glesia pub!ic81'B la Editorial Monte Carmelo de Burgos.

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1. NATURALEZA DE LOS CARISMAS

En cuatro lugares nos da San Pablo una lista de los carismas: 1 Cor 12, 8-10; 12, 28-30; Rom 12, 6-8; Ef 4, 11 ss. A estos cuatro elencos podemos afiadir otros textos menos extensos, en los que se mencionan otros carismas no recordados en las listas principales. Estos textos se en­cuentran en 1 Cor 13, 1-3; 13, 8; 14, 6; 14, 26-29. Si confrontamos estos varios textos, vemos que la terminologia de los carismas no es constante. Encontramos los términos: carismas, gracias, dones, espiritus, dones es­pirituales. Esta terminologia fluctuante, unida a la oscuridad de la mate­ria, a la que San Pablo se limita a hacer s610 ciertas alusiones suponién­dola bien conocida de los destinatarios de sus cartas, ha ce muy dificiI una explicaci6n.

Aunque distintos entre si, estos dones forman en conjunto una unidad profunda, porque vienen concedidos por el mismo Espiritu, teniendo en cuenta el bien comun. La unidad en la variedad proviene, pOl' 10 tanto, de dos cosas: deI tinico Espiritu que los dispensa (a veces la distribuci6n de estas gracias es atribuida a Dios Padre 0 a J esucristo) y deI bien co­mun al que estan destinados. San Pablo ilustra esta verdad comparando los carismas a los miembros deI cuerpo humano en el que las varias fun­ciones propias de cada uno de los miembros concurren al bien de todo el organismo.

F. Prat, en su Teologia de S. Pablo, da esta definici6n de los caris~ mas: "don gratuito sobrenatural y pasajero, conferido teniendo en cuenta la utilidad deI Cuerpo mistico de Cristo". Esta definici6n "es actualmente muy discutida, especialmente pOl' 10 que se refiere al carâcter "pasajero" de los carismas" 1. J. M. Bover 2 distingue en el carisma, coma gracia social, tres elementos esenciales que ponen bien en claro la genuina no­ci6n: 1) un don fundamental; 2) una finalidad social; 3) una moci6n 80-

brenatural que ordena el don al bien comûn. El autor confronta cuatro carismas tipicos (en el sentido en que cada uno puede ser considerado camo tipo caractenstico de una serie a él subordinada): sabiduria, apos­tolado, beneficencia, milagro.

Sabiduria. Es un don intelectual que exige una realidad interna de or­den ontol6gico. Consiste en un conocimiento sobrenatural, profundo, de los misterios divinos, conocimiento que "contemplando las cosas desde el punta de vista de Dios y apreciândolas bajo tal punto de vista, da a Dios el primer lugar en la escala de valores, orienta el corazon hacia la santidad y dispone al hombre al magisterio espiritual". Junto a este ca­risma recuerda San Pablo también el "discurso de sabiduria". Parece que

1 V. JACONO, Epistole ai Rom., Gal., Cor. Marietti 1951, p. 367. 2 Estudi08 biblicos 9 (1950) 300 S8.

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10 hace consistir en la habilidad para manifestaI' externamente las altlsi­mas verdades conocidas a través deI carisma de Sabidurla, habilidad que podla sel' solo una redundancia del carisma de Sabiduria "en cuanto la palabra externa flula espontâneamente de la Sabidurla interior", 0 tam­bién un carisma distinto deI carisma de Sabidurla, "pero subordinado a él y destinado a suplir las eventuales deficiencias deI mismo" (Bover).

Santo Tomâs observa que el carisma "sermo sapientiae" como tam­bién el "sermo scientiae" no deben identificarse con los "dones deI Espl­ritu Santo" deI mismo nombre, porque estos estân ordenados al bien es­piritual deI sujeto, siendo aSI "gratiae gratum facientes", y no "gratiae gratis datae". No obstante, es muy probable que se trate deI mismo don de Sabiduria, ordenado, sin embargo, pOl' Dios principalmente al bien co­mlin. TaI es el parecer deI P. Bovel': "es el mismo don de sabidurla, 01'­

denado al provecho espiritual de los fieles, especialmente de los perfectos" . Los esquemas de Santo Tomâs no coinciden necesariamente con los de San Pablo.

Apostolado. La palabra "apostol" tiene en el Nuevo Testamento dos significados: principalmente indic a los doce, elegidos pOl' Jesus, durante el ministerio publico, con una vocacion especial. Después de la resurrec­cion, Matlas fue elegido para el puesto de Judas y, mâs tarde, Jesus glo­rioso eligio a San Pablo como apostoi de los gentiles. Secundariamente indica aquellos particulares colaboradores a quienes los apostoles hadan participes de su mision. Se nos recuerdan: Bernabé (Act 14, 4, 14), los esposos Andronico y Junia, llamados pOl' San Pablo "muy estimados en­tre los apostoles" (Rom 16, 7). Dice el P. Lagrange al comentar este texto: "nuestro texto es uno de los que prueban que habla dos acepciones de esta palabra: los Apostoles pOl' excelencia y otras personas consagradas al apostolado" 3. Probablemente también Sila y Timoteo eran apostoles en esta acepcion mâs amplia; en la eplstola a los Tesalonicenses, San Pa­blo (1 Tes 2, 7) asocia expllcitamente los dos disdpulos a esta dignidad: " ... y aun pudiendo hacer pesar sobre vosotros nuestra autoridad camo Apostoles de Cristo".

En los elencos aducidos, la palabra "apostol" debe entenderse siem­pre en el sentido carismatico en cuyo âmbito y en sentido eminente de­bemos incluir también a los Doce, 0 sea, a los Apostoles pOl' excelencia 4.

Objeto propio deI apostolado es la predicacion deI Evangelio hecha

3 Epître aux Rom., p. 366. 4 Cf. Enciclopedia de la biblia: apostolado. Vol. I. Barcelona 1963, cc. 604-611. E. PETERSON,

Apostoli, en «Encicl. catt. italiana)), Vol. l, cc. 1680-1687. Apôtres, en «Vocabulaire de Théologie biblique)), Paris 1962, cc. 54-59. N6tese que no todos los autores ven incluldos a Sila y Timoteo en el texto de 1, Tes. 2, 7. L. CERFAUX (Le Chrétien dans la théologie paulinienne. Les édit. du Cerf, Paris 1962, p. 233) opina que los carismâticos enumerados en primer lugar en las listas de 1, Cor. 12, 28-29 Y Er. 4, 11, serian los Ap6stoles «pOl' excelencia)) (Incluidos Matlas y Pablo), mientras los «Evangelistas)), enumerados en tercer lugal' en Er. 4, 11, deberlan identificarse con los Ap6stoles, entendidos éstos en un sentido més amplio.

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con autoridad, 0 sea, en fuerza de una misiôn divina, misi6n que puede ser otorgada inmediatamente por Jesus (los Doce, inc1uidos Matlas y Pa­blo) 0 mediatamente, 0 sea, por los Doce. San Pablo habla de misi6n de parte de Jesucristo y de Dios Padre, 0 también de parte de los hombres o por medio de hombres (Œil 1, 1-2-12-17).

Como vemos, el "apostolado" es una misi6n 0 potestad de orden ju­ridico, otorgada por Dios (inmediatamente 0 por medio de un interme­diario), la cual, sin embargo, no requiere en el sujeto realidad alguna nue­va de orden ontolôgico. Es cierto que cuando se trata de aposrolado je­rârquico, la constituci6n dogmatica Lumen GentÎum afirma que los Apôs­toles " ... con la imposici6n de las manos concedieron este don espiritual a sus colaboradores (cf 1 Tim 4, 14; 2 Tim 1, 6-7), don que ha sido trans­mitido hasta nuestros dias en la consagraciôn episcopal ... La consagraci6n episcopal confiere también, con el oficio de santificar, los de ensefiar y gobernar (a entenderse segun la nota explicativa n. 2). En este casa tene­mos en el sujeto también un don real, ontolôgico, el "caracter" (21 1),

pero es también verdad que el concepto de Ap6stol inc1uye s610 la mi­si6n divin a de obrar, en la predicaci6n deI Evangelio, coma representante de Jesus.

Beneficencia. Consiste en el empleo de los propios bienes en favor de los hermanos indigentes. Estos bienes pueden sel': riqueza, inteligen­ci a, trabajo, habilidad ... (Bover). TaI uso benéfico de los propios bienes, de por SI no afiade nada nuevo al sujeto, al benefactor. En cuanto "ca­risma", la beneficencia requiere una inspiraciôn sobrenatural, qUe empuja a una persona a socorrer las miserias fisicas 0 espirituales deI pr6jimo: es precisamente esta inspiraciôn 0 moci6n sobrenatural la que distingue al carisma de las mismas obras de misericordia hechas sôlo naturalmente. En virtud de la mociôn sobrenatl11'al no tenemos s610 "filantropia", sino también "filoteia". De hecho uno puede poner a disposiciôn deI prôjimo sus bienes, empujado pOl' el sôlo am or natl11'al 0 inc1uso pOl' un motivo menos noble, coma en el episodio de Anania y Safira (Act 5, 1-11).

Milagro. Es una obra deI poder de Dios, la cual no supone ni pone algo de orden ontol6gico en el sujeto, 0 sea, en el taumaturgo. El mila­gro puede tener lugar de tres maneras distintas: pOl' poder 0 mandato (Act 3, 6); con la oraci6n (Act 8, 4); con el contacto 0 presencia. Con estos actos, acompafiados por el carisma de la "fe de los milagros", el hombre se convier te en causa instrumental deI prodigio. Se discute si esta causalidad instrumental deI taumaturgo es siempre moral 0 puede sel' tam­bién fisica, coma también si es siempre "transeunte", es decir, pasajera, o puede ser, al menos algunas veces, estable 0 permanente (Bover).

De cuanto hemos dicho se deduce que la noci6n general de carisma no se realiza igualmente en los cuatro carismas-tipo. Mientras en el pri-

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mero, la Sabiduria, tal nocion se actua completamente en cuanto requiere algo de orden ontologico en el sujeto, unido a una mocion sobrenatural que 10 destina al bien comun, en los otros tres estan presentes practica­mente solo el segundo y el tercer elemento.

De todo esto derivan dos consecuencias de gran importancia, admiti­das hoy comunmente por los autores.

1. Especulativamente considerado, el carisma contiene dos elemen­tos esenciales: a. Una capacidad radical para ejercer una funcion social en el progresivo desarrollo deI Cuerpo mlstico de la Iglesia; b. Una mo­cion que es como la ultima determinacion formaI de la aptitud 0 capaci­dad y que pone en ejercicio esta capacidad. La capacidad puede ser 0

simplemente sobrenatural, 0 puramente natural, 0 también mixta, com­puesta de una aptitud natural inicial 0 incompleta, completada sobrena­turalmente. La mocion es siempre y estrictamente sobrenatural. Sin ella, algunos carismas no se distinguirian de las aptitudes puramente naturales.

2. Practicamente es de gran importancia y actualidad este modo de concebir los carismas. Si estos fuesen, como pensaban antes muchos, aigo totalmente insolito 0 espectacular, propio de los primeros tiempos deI cris­tianismo, seria de poca utilidad conocer hoy los carismas. Se trataria so­lamente de una cuestion de orden historico. Pero no es asi: nunca los ca­rismas han tenido una actualidad tan grande como en nuestro tiempo. El apostolado, por ejemplo, tan necesario e inculcado por los ultimos Sumos Pontîfices y por la Constitucion dogmatica, no puede ejercerse con fruto sin la gracia de Dios. Y dada su destinacion a la edificacion deI Cuerpo Mistico, se sigue que la gracia que 10 activa 0 sostiene, esta ordenada a la santificacion deI projimo. Ahora bien, una gracia que tiene como direct a finalidad la santificacion de los otras es un "carisma". La Jerarquia ecle­siastica, las Ordenes y Congregaciones de vida activa, la Accion cato1ica, las Congregaciones marianas ... no podrian realizar su apostolado sin los carismas 5.

Vemos, pues, que los textos de San Pablo, bajo el nombre comun de "carismas" 0 de "gracias": "nos presentan lllla doble serie de actos 80-

brenaturales: unos extraordinarios y transitorios, y otros que presuponen funciones permanentes y no necesitan manifestaciones extraordinarias dei Espiritu, sino solo "gracias de estado" 6. Y, de hecho, de 1 Cor 12, 4.9. 28.31 se deduce que la virginidad, como también el matrimonio, son "ca­rismas": "quisiera yo que todos los hombres fueran coma yo; pero cada uno tiene de Dios su propio don: éste, uno; aquél, otro" (1 Cor 7, 7).

Con razon, pues, afirma la Lumen Gentium: "estos carismas, tanto los extraordinarios coma los mas sencillos y comunes, pOl' el hecho de que

5 J. M. BaVER, 1. C., p. 328. , E. B. ALLO, Première epîtl'e aux Corinthiens, pp. 338-339.

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son muy conformes y utiles a las necesidades de la Iglesia, hay que reci­birlos con agradecimiento y consuelo" (LG 12). No obstante, dado que el fin de los carismas es eminentemente social, nos podemos preguntar si existe alguna relacion entre carisma y santidad personal.

2. CARISMAS y SANTIDAD PERSONAL

San Pablo termina el cap. 12 de la 1 Cor dirigiéndose a sus fieles con estas palabras: "Aspirad a los mejores dones. Pero quiero mostraros un camino mejor". A estos verslculos sigue inmediatamente el bimno a la caridad. El Apostol elige intencionadamente aquellos carismas que eran mâs llamativos y par 10 mismo mâs ambicionados por los fieles de Carinto, comparândolos con la rein a de las virtudes. La glosolalia, la profeda, aun unida al don de "sabiduria" y de "ciencia", la fe de los milagros, la li­mosna, el mismo sacrificio de la vida mediante el suplicio deI fuego su­frido para salvar a alguno, "nO' serviria de nada ante Dios". Los comen­taristas hacen notar la triple expresion del texto: "say (primera persona) coma bronce que suena ... , no say nada ... nad a me aprovecha. Se sigue de aqul que no son los dones los que no valen, sino la persona 7, si estâ desprovista deI don auténticamente necesario: la caridad 8.

Cuando San Pablo habla de la presencia de los carismas en un sujeto privado de caridad teologal, lenuncia una hipotesis posible, 0 solo una hipotesis irreal?

La mayor parte de los autores consideran la hipotesis no solo como posible, sino también, al menos en algunos casos, comO' real. El desprecio de las riquezas era ensefiado, y a veces incluso practicado, también pol' los estoicos (el filosofo Crate), quienes apreciaban altamente, como ma­nifestacion de ânimo fuerte y heroico, el suicidio mediante el fuego, prac­ticado por algunos gimnosofistas indios 9.

Pero incluso suponiendo la virtud de la caridad en el carismâtico, po­demos preguntarnos ulteriormente si estos dones especiales de Dios ago­tan toda su virtualidad en su funcion social, de manera que hayan de con­siderarse, en cuanto carismas, desprovistos de cualquier valor de santifi­cadon personal lO

• En otras palabras; leI ejercicio deI carisma es para el carismâtico también un medio con el que adelantar en la santidad per­sonal, con el que desarrollar la virtud de la caridad?

La respuesta a esta pregunta tiene que ser afirmativa. El P. Bover 11,

en el articulo citado, da dos razones, una de principio y otra de hecho.

7 ROBERTSON,PLUMMER.

8 V. JACONO, O. C., p. 370. 9 E. B. ALLO, O. C., p. 365. JO V. JACONO, O. C., p. 370. 11 J. M. BOVER, 1. c., p. 325.

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A los miembros de las Ordenes y Congregaciones de vida activa, el carisma de la '~gracia de estado" es indispensable para poner en prac­ticn cada vez con mas perfecci6n el fin deI propio instituto y progresar, por 10 tanto, en la virtud de la caridad, en su aspecto de "servicio", de amor de Dios- en el pr6jimo. Por 10 tanto, los carismas, aunque no todos en el mismo grado, "ponen al hombre en contacto Intimo con Dias, cosa que no puede sueeder sin un gran provecho deI espîritu" 12.

Esta ultima afirmaci6n aparece evidente en la conversi6n de San Pa­blo. La aparici6n en el camino de Damasco tiene un doble aspecto: ca­rismatico y santificante. Bajo el primer aspecto, Pablo es "Hamado" a ser "Ap6stol" de los gentiles. Para probar contra sus adversarios esta digni­dad que le coloca en el mismo pIano de los Doee, él apelara siempre a la visi6n de Damasco (1 Cor 9, 1 ss.; Gal 1, 1; 1 Tim 2, 7). Bajo el otro aspecto, el encuentro con Jesus, senala para Pablo el principio de una "nueva vida". Desde aquel momento su carrera sin descanso hacia la per­fecci6n: "la sigo por si logro apresarla, por cuanto yo mismo fui apresa­do en Cristo Jesus" (Fil 3, 12. Evidente la alusi6n a la visi6n de Da­masco).

Tenemos también el famoso caso de Balam: las visiones y revelacio­nes de que fue favorecido le ponen en contacto, le hacen conoeer al "ver­dadero Dios". Y, sin embargo, el adivino permaneee pagano y continua combatiendo a Israel: participa deI "don" de Dios s610 en su aspecto ca­rismatico 13.

La misma constataci6n podemos hacer también con los carismas me­nos extraordinarios y vistosos como "las gracias de estado" y el "carac­ter" deI Orden: tienden al bien comun, pero al mismo tiempo son tam­bién medios de santificaci6n personal. En caso de pecado mortal cumplen s610 su funci6n social. Que el Senor desee que el carismatico se aprove­che también de la fuerza santificadora del "don", apareee c1aramente de las duras palabras dirigidas por Jesus a San Pablo: "durum est tibi con­tra stimulum calcitrare" (Act 26, 14): la necesidad de corresponder a la gracia. De 10 contrario, aunque el carisma, como don de Dios, es siempre grande y precioso, no obstante yo, que he sido favorecido con él "soy co­mo bronce que suena 0 dmbalo que, retine ... no soy nada ... nada me aprovecha" (1 Cor 3, 1-3).

Por otra parte, no debemos olvidar 10 que dice Bonsirven: "bajo cier,.. tos aspectos, las comunidades cristianas primitivas, difenan considerable­mente de las nuestras, sobre todo por las manifestaciones de los dones extraordinarios de que gozaban algunos fieles: profedas, glosolalia, poder de haeer milagros ... Sin embargo, no se vivlan cotidianamente en la at­m6sfera de 10 maravilloso. Cuando los ap6stoles predicaban en las sina-

12 J. M. BOVER, 1. C., p. 325. 13 Nûmeros, 22-23.

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gogas 0 en las plazas publicas, instruyendo en Efeso en la escuela de Ti­rano, no confirmaban sus afirmaciones con otros tantos milagros. Tenîan siempre la certeza de que su palabra recibîa la eficacia dei poder divino y dei Espiritu Santo. Los nuevos cristianos debian esforzarse por practicar las virtudes evangéIicas, tan contrarias a sus instintos anteriores y lIegaban a ello mediante la gracia de Dias y deI Espîritu. Estas gracias no les pa­redan a ellos menos sobrenaturales, menos fruto deI Espiritu Santo que las que efectuaban milagros... Siendo confiadas las funciones sociales a una minoria, los otros no pueden contribuir (a la edificacion deI Cuerpo de Cristo) si no mediante el cumpIimiento de los deberes deI propio es­tado, sobre los que encontramos en todas las epistolas directivas muy precisas" 14.

3. RELACI6N ENTRE LOS CARISMAS, LA JERARQuIA Y LOS SIMPLES FIELES

1. Carismas y Jerarquia. Sobre este punto ensefia San Pablo "mas con las palabras que con las obras" (Bover) cuatro verdades:

a. Los carismas estan puestos bajo la autoridad jerârquica. En la primera a los Corintios 12 y 14 contemplamos a Pablo en el momento de impartir, autoritativamente, las normas a las que deben someterse to­dos los carismaticos, no excluidos los profetas, quienes, en las listas de los carismas, son recordados inmediatamente después de los Apostoles (1 Cor 14, 29-38). E. B. Allo 15, comentando las normas que imparte San Pablo para el ejercicio de la profeda, escribe: "pero, recordémoslo bien, era ciertamente necesario un arbitro, por ejemplo el "pastor" 0 el "obis­po" que presidia la asamblea para conceder 0 retirar la palabra. De 10

contrario, se debe presumir que no todos los profetas, a algunos de los cuales debîa gustar mucha hablar poniendo, ademas, un poco de am or propio, permitirian Se les impusiese silencio por el hecho de que unD de sus hermanos pretendia hablar en su lugar, a menos que no interviniese una inspiracion 0 mocion especial deI Espiritu". El ilustre exégeta supo­ne, justamente, en Corinto una jerarquia, al menos embrional, dotada de autoridad reconocida por todos, para hacer observar las normas estable­cidas por San Pablo. Si después leemos las vidas de los santos, vemos que estos héroes de la virtud, favorecidos tantas veces por Dios con los mas excelsos carismas, se mostraron siempre totalmente· sometidos a los superiores eclesiasticos. Nos agrada recordar particularmente a Santa Te­resa. Dice la Lumen Gentium: "el juicio acerca de su genuinidad y uso adecuado pertenece a la Autoridad eclesiastica, a la cual toca sobre todo

14 BONSIRVEN, Il Vanoelo di Paolo. Ediz. Paoline, Roma 1951, p. 273. 15 O. c., p. 371.

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no extinguir el Espîritu, sino examinarlo todo y retener 10 que es bueno" (1 Tes 5, 12 Y 19-21).

b. Algunos carismas son jerarquicos: Ap6stoles, pastores, doctores. Es de notar, sin embargo, que los ap6stoles, entendido en sentido amplio, podîan ser también simples fieles (Junia). Y 10 mismo se diga de los doc­tores, quienes muchas veces eran simples catequistas laicos, camo San Jus­tino, Clemente Alejandrino (probablemente no era sacerdote), Orîgenes, al menos mientras permaneci6 en Alejandria. Segun Suarez son auténticos carismas también el car acter sacramental del Orden, la infalibilidad deI Papa y deI Concilia Ecuménico.

c. En el desarrollo deI Cuerpo mîstico de Cristo estan asociados J e­rarquîa y carismas, sometidos los segundos a la primera no s610 de hecho, sino también de derecho, y animados ambos por la caridad que es la fuer­za vital con la que el Espîritu obra en el Cuerpo mîstico de Cristo (Rom 5, 5; 12, 3-9; Ef 4, 15-16; Col 2, 9) 16.

d. Los Apostoles y la Iglesia debian escoger sus dirigentes preferen­temente entre los "espirituales": el don deI Espîritu les disponîa casi na­turalmente al oficio jerarquico ... Muchos miembros de la jerarquîa po­seîan de hecho carismas extraordinarios, como testimonia el mismo San Pablo (1 Cor 14, 18) 17.

2. Los carismas y los simples fieles. Ya hernos citado el texto de la Lumen Gentium en la que se afirma: "el mismo Espîritu Santo no s01a­mente santifica y dirige al pueblo de Dios par los sacramentos y los mi­nisterios y 10 enriquece con las virtudes, sino que, distribuyendo sus do­nes a cada unD segun quiere (1 Cor 12, 11), reparte entre los fieles gra­cias de todo génera, incluso especiales, con que los dispone y prepara para realizar variedad de obras y de oficios provechosos para la renovacion y una mas amplia edificacion de la Iglesia, segun aquellas palabras: A cada uno se le otorga la manifestaciôn dei Espiritu para comun utilidad" (1 Cor 12, 7)" (LG 12).

Estas afirmaciones no son mas que la conclusion natural deducida de aquel sentido mas amplio con el que hoy explican los autores la natura­leza de los carismas. "Si en los carismas -tal coma los entendia San Pa­blo- incluimos también las gracias de estado, podemos decir que en la Iglesia todos los jerarcas son carismaticos, pero no todos los carismaticos son jerarcas. Si prescindimos de las manifestaciones mas llamativas de los dones divinos, como la profecia en sentido estricto (predicci6n de un futuro libre), la glosolalia y alguna otra obra de poder (curaciones mila­grasas) que se ejercîan de forma evidentemente eXlraordinario, podernos decir que los otros carismas de que habla San Pablo continu an sobrevi-

16 J. M. BOVER, 1. C., p. 326. 17 Cf. E. B. ALLO, Q. C., p. 339.

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viendo como gracias de estado 0 como gracias sacramentales, 0 como ca­racter permanente de algunos sacramentos" 18.

Pero inc1uso los dones extraordinarios de que hemos hablado arriba, si son pasajeros en relacion con el individuo que los recibe, no pueden llamarse tales si se les considera como economia estable, querida por Dios en casos extraordinarios para la edificacion deI Cuerpo mlstico: la Iglesia en determinadas circunstancias pide a Dios la confirmacion, por medio deI milagro, de algunos hechos (en las beatificaciones y canonizaciones), y en cualquier siglo de la historia de la Iglesia encontramos tales manifes­taciones extraordinarias deI Espiritu no ligadas necesariamente, como su­jeto que las recibe, a los miembros de la Jerarquia.

De hecho encontramos en los Libros Sagrados que estas gracias fue­ron concedidas por Dios no solo a simples fieIes, sino también a mujeres. Los Hechos de los Apostoles (Act 21, 9) nos hablan de las cuatro hijas virgenes deI diacono y evangelista Felipe, poseedoras dei carisma de la profecia. En la epistola a los Romanos, Pablo envia su saludo a Andrô­nico y Junia, "muy estimados entre los apôstoles" (Rom 16, 7). En la primera a los Corintios trata el caso dei hombre y de la mujer que oran o profetizan en la asamblea liturgica (1 Cor 11, 4-5). De este ultimo he­cho deduce el P. J. Leal: "tanto la oraciôn como la instrucciôn no pa­reee que fuera exclusiva de los que hoy llamamos clérigos 0 sacerdotes, sino que también tomaban parte muy activa los que hoy llamamos "lai­cos". Es mas, como Se ve por Il, 5, las mismas mujeres podian tomar parte en la oraciôn publica y en la exhortaciôn activa. Pablo solo les exige que en estas oraciones publicas y exhortaciones a la comunidad se cubran con un velo" 19. Con estas ultimas palabras toma posiciôn el docto exe­geta en una cuestiôn discutida entre los autores: cual es la relaciôn exis­tente entre los carismas y la mujer en la Iglesia, cuestiôn que pretendemos examinar mas largamente en las paginas que siguen.

3. Los carismas y la mujer en la 19lesia. De los capitulos 11 y 14 de la primera carta a los Corintios aparece que las reuniones liturgicas inc1uîan dos elementos: a. didactico-eucolôgico: instruccion de los fieles y oraciones public as (1 Cor 11, 5; 14, 12-18); b. eucaristico: celebraciôn de la Cena dei Seftor (1 Cor 11, 17-20; 14, 26) 20.

a. Sentido de los textos de San Pablo

Tres veces se habla en San Pablo de las mujeres en relaciôn con las reuniones liturgicas: 1 Cor 11, 3-16; 14, 34-36; 1 Tim 2, 11-15. En el primer texto se habla dei velo de las mujeres. La afirmaciôn principal

18 V. JACONO, O. C., p. 367. " La Sagrada Escritu1'a. Nuevo Testamento. Vol. II. BAC, Madrid 1962, p. 451. 20 Cf. J. LEAL, O. C., p. 451.

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la tenemos en el versÎculo 5: "y toda mujer que ora 0 profetiza descu­bierta la cabeza, deshonra su cabeza; es coma si se rapara". El Apostol aduce varios argumentos para probar que la mujer debe orar cubierta la cabeza con el velo. Si en el pIano de la redencion son iguales hombres y mujeres, porque los dos sexos forman la nueva humanidad redimida (cf v. 11); "pero ni la mujer sin el varon ni el varon sin la mujer en el Se­fior"), son ambos necesarios en la propagacion de la especie, y especial­mente son ambos necesarios para construir, mediante el sacramento deI matrimonio, el primer nucleo de la sociedad de los hijos de Dios; sin embargo, el orden mismo de la creacion quiere que la mujer dependa deI hombre (v. 3). Llevar el velo no es solamente signo de esta sujecion, sino tamblén de participacion en la gloria deI hombre, coma éste participa de la gloria de Cristo, y Cristo de la de Dios. Pensando, ademas, que quiza sus argumentos no iban a ser demasiado convincentes, San Pablo resuelve decididamente la cuestion apelando a la tradicion: "nosotros (= las igle­sias fundadas por Pablo. Para otros, no obstante, el pronombre indicaria la patria de Pablo: Tarso) no tenemos tal costumbre, ni tampoco las igle­sias de Dios (= las iglesias de Palestina y de Siria)".

Con estas uItimas palabras, la cuestion podria parecer totalmente ce­rrada: las mujeres cuando oran a profetizan en las reuniones liturgicas, deben cubrir la cabeza con el velo, en senal de sumision al hombre, su cabeza natural, y por respeto a los angeles presentes invisiblemente en la asamblea.

A estas disposiciones parece, no obstante, ser contrario el mismo San Pablo prescribiendo en otro lugar de la primera a los Corintios: "las mu­jeres callense en las asambleas, porque no les toca a ellas hablar, sino vivir sujetas, coma dice la Ley. Si quieren aprender algo, que en casa pregunten a sus maridos, porque no es decoroso para la mujer hablar en la Iglesia. l,Acaso creeis que la palabra deI Senor ha tenido origen en vosotros 0 que solo a vosotros ha sido comunicada?" (1 Cor 14, 34-36).

l,En qué relacion se encuentran ambos textos entre si? l,Se refiere tam­bién San Pablo en esta prohibicion a las mujeres carismaticas de las que habla en el cap. Il, 3-16, 0 se limita solo a los simples fieles?

Los autores no concuerdan en la interpretacion. Los que extienden las prescripciones deI cap. 14, 34-36, también a los carismaticos, presen­tan estos argumentas:

1. San Pablo da sus prescripciones sin restriccion alguna: apelando también aqui (como en el cap. 11, 1) a la tradicion de las iglesias, prohibe categoricamente a las mujeres casadas hablar en asambleas publicas: "co­mo en todas las asambleas de los santos, las mujeres callense en las asam­bleas, porque no les toca a ellas hablar ... "

2. Segun Sickenberger (seguido por Allo) no hay contradiccion en­tre 11, 5-16 Y 14, 34 ss.: se trata de un expediente tactico de San Pablo:

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"frente a un abuso complejo que el Apostol quiere hacer desaparecer, comienza examinandolo bajo un aspecto secundario antes de afrontar y cortar el aspecto que mas le interesa. Tenemos, dicen, un ejemplo de esta tactica en los capitulas VII y X a proposito de los idolatras: en el capi­tulo VIII reprende a los fieles par un motivo de caridad (el escandalo que puede darse a los "débiles de conciencia"), mientras en el capitulo X adu­ce esta otra razon, se trata de una "comunicatio in sacris".

3. Que la prescripcion de 1 Cor 14, 34 ss. tenga valor general apa­rece también por el texto de 1 Tim 2, 11-15 (tercer texto), donde se re­pite la orden de Pablo sin limitacion alguna, e inclus~ mas severamente: "la mujer (habla San Pablo de asambleas pûblicas) aprenda en silencio, con plena sumision. No consiento que la mujer ensefie ni domine al ma­rido, sino que se mantenga en silencio, pues el primero fue farmado Adan, después Eva. Y no fue Adan el seducido, sino Eva, que, seducida, incu­nio en la transgresion. Se salvara pOl' la crianza de los hijos si permane­ciere en la fe, en la caridad y en la castidad, acompafiada de la modestia" .

Los comentaristas que siguen esta sentencia distinguen, con Santo To­mas de Aquino, entre ensefianza oficial 0 publica y enseiianza privada: la primera le serîa prohibida absolutamente a la mujer; la segunda, inclu­so bajo el aspecto carismatico, puede y debe sel' ejercida, especialmente en relacion a los hijos; es mas, incluso para ayudar de diversas maneras a los apostoles en su actividad apostolica.

4. El P. De Labriolle 21 considera el caso tratado en Il, 5 ss. como un caso particular, porque "toda regla general tiene sus excepciones". San Pablo no se sentla con derecho para "extinguir el Espiritu" si una mujer en una reunion litûrgica recibia el carisma de "profeda" 0 de "hablar en lenguas". Se contenta con determinar cual debe ser su porte externo en tales circunstancias extraordinarias.

La posicion de De Labriolle coincide practicamente con la de aque­llos que distinguen en los dos textos de la primera a los Corintios y, por 10 tanto, también en el texto de la carta a Timoteo, entre mujeres caris­maticas y no carismaticas, postura que nos parece mucho mas conforme al texto. De hecho, a los argumentos propuestos se puede responder 22:

1. El significado de la frase "no les toca a ellas hablar" (1 Cor 14, 34) 10 tenemos claramente en el v. 35: "si quieren aprender algo, que en casa pregunten a sus maridos, porque no es decoroso para la mujer ha­blar en la 1 glesia". Es evidente que aqui no se trata de "hablar en len­guas" 0 "profetizar", porque ambos carismas eran conferidos por el Es­piritu para instruir 0' edificar: en este caso habrîan sido los maridos quie-

21 Cf. Mulieres in Eeelesia Taeeant, en «Bulletin d'ancienne littérature et d'archéologie chré. tienne» (1911) 11·12.

22 E. B. ALLO, o. c., p. 373, admite como probable la sentencia de Labriolle.

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nes, en casa, habrian debido preguntar a sus propias mujeres, y no al revés. Parece, pOl' 10 tanto, que la prohibici6n se refiere a las iniciativas no inspiradas, como las de pedir explicacion 0 tom al' parte en las discu­siones pûblicas.

2. El caso de los id61atras no puede sel' equiparado al nuestro: ob­servamos, de hecho, que deI cap. VIII al X tenemos un tratado continuo sobre el mismo argumento: el cap. VIII termina con la bella frase contra el escandalo: "pOl' 10 cual, si mi comida ha de escandaIizar a mi hermano, no comeré carne jamas par no escandalizar a mi hermano". En el cap. X San Pablo no hace mas que ilustrar esta ûltima frase con el ejemplo de toda su vida (cf especialmente el v. 13) 23, argumento que prosigue hasta el cap. 10, 13. Finalmente, desde el v. 14 da la solucion distinguiendo varias casas.

En cambio la solucion referente a las carismaticas se da, y enérgica­mente, en el mismo cap. 11, 16: "si, a pesar de esto, alguno gusta de disputar, nosotros no tenemos tal costumbte, ni tampoco las iglesias de Dias". En el mismo cap. 11, desde el versîculo 17 se afrontan los abusos en la celebraci6n de la Eucaristla. También este nuevo argumento se cie­rra en el Ultimo versîculo deI capitula: "la demas 10 dispondré cuando vaya".

b. Argumentos directos en Javor de nuestra postura

A las respuestas dadas a los argumentos sobre los que se funda la sen­tencia contraria, podemos anadir otras razones para sostener directamen­te nuestra sentencia, que nos parece mas probable: la que distingue entre mujeres carismaticas y simples fieles:

1. Los primeras cristianos sabian que la intervenci6n tan frecuente deI Espiritu no era mas que la realizaci6n de la profecîa de Joel, citada pOl' San Pedro el dia de Pentecostés: "Y sucedera en los ûltimos dias, dice Dias, que derramaré mi Espiritu sobre toda carne, y profetizaran vuestros hijos y vuestras hijas, y vuestros jovenes veran visiones, y vues­tros ancianos sonaran suenos. Y sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi Espiritu en aquellos dias y prafetizaran" (Act 2, 17-18). Y San Pablo exhortando a los Tesalonicenses a no recaer en los vicias en que vivian antes deI bautismo, escribe: "par tanto, quien estas pre­ceptos desprecia, no desprecia al hombre, sino a Dios, que os dio su Es­piritu Santo" (1 Tes 4, 8). En estas ûltimas palabras tenemos una clara alusion a Ezequiel 37, 14, donde el profeta anuncia el don deI Espiritu al puebla mesianico. En esta efusion estan comprendidas también las mu­jeres, coma aparece en la profecia de Joel.

23 Cf. tambi6n 10, 1-3, unido 16gicamente con el argumento central.

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2. San PablO' tiene una alti sima estima de lO's carismas. EstO' aparece ya en lO's aliO's 51-52 cuandO' escribîa a lO's TesalO'nicenses desde CO'rintÜ':

"pues nuestrO' evangelio entre vO'sO'trO's nO' fue s61O' en palabras, sinO' en pO'der y en Espîritu SantO' y muy persuasivamente. Bien sabéis cuâles fuimO's cO'n vosO'trO's pO'r amO'r vuestrO'. Os hicîsteis imitadO'res nuestrO's recibiendO' la palabra cO'n gO'zo en el Espîritu SantO'''. PO'r eso dira en la exhO'rtaci6n final: "nO' apaguéis el Espîritu. NO' despreciéis las prO'fecias. ProbadlO' todO' y quedaO's cO'n 10 buenO''' (1 Tes 1, 4-6; 5, 19-20). Y en la primera a lO's CorintiO's: "aspirad a lO's mejO'res dones ... EsforzaO's pO'r alcanzar la caridad, aspirad a lO's dO'nes espirituales, sO'bre tO'dO' al de prO'~ fecia" (1 Cûr 12, 31; 14, 1). Mas de una vez recuerda a sus fieles esta presencia deI Espiritu en mediO' de ellO's; a lO's Gâlatas: "si DiO's O'S da el Espiritu y O'bra milagrO's entre vO'sO'trO's" es s6lO' pO'rque habéis O'bedecido a la fe (Gal 3, 2.5.6). En RO'm reconoce que en tO'da su actividad apO's­t6lica ha sidO' instrumentO' de CristO', quien ha O'bradO' pO'r mediO' de él "de O'bra 0' de palabra, mediante el poder de milagrO's y prodigiO's y el pO'der deI Espiritu SantO''' (RO'm 15, 18. Cf también 1 CO'r 2, 4; 2 Cor 2, 12 ss.).

Es tO'talmente natural que supuesta esta estima pO'r IO's dO'nes "espiri­tuales, nO' se sintiese San PablO' autûrizadO' a "apagar" el Espiritu divino deI que era dispensadO'r, cuandO' éste se manifestaba en las asambleas por mediO' de mujeres. El exige sO'lamente que todo se desarrolle cO'n tranqui­lidad: "DiO's no es DiO's de cO'nfusi6n, sinO' de paz" (1 CO'r 14, 33). El P. AllO' ha escritO', en este sentido, unas palabras muy acertadas a prO'po­sitO' de la gIO'solalia 24.

Ahora bien, nO's parece pO'co probable que Pablo pensase en una co­laboracion deI cielo en la distribucion de sus dO'nes a las mujeres, incluso en el casû de que él les hubiese prohibidO' el ejerciciO' de lO's carismas en las asambleas pûblicas. Si el ApostaI pO'dîa cûntar cO'n tal cO'labO'racion, y cO'n fundamentO', cuandû se trataba de evitar desordenes, no vernas pOl' qué mO'tivo habria pO'didû hacer tales hipotesis si las carismaticas hubie­sen ejercidO' pûblicamente sus dones "decO'rosamente y con O'rden" (14,40). Para cO'nseguir esta finalidad era suficiente que el "pastor" 0 el "obispû" '. 0' inclusO' lO's "encargadO's" que presidîan la asamblea hiciesen observar las disposiciO'nes impartidas pO'r PablO': el carisma debîa ser ejercitadO' pO'r la mujer cO'n el velo sO'bre la cabeza. En el casO' de las "gIO'solalas" 0' de las "profetisas" debîan seguirse las reglas especiales establecidas para es­tO's dO's carismas (14, 27-32). Pretender la cO'labO'racion del cielO' mas alla de estO's casO's especiales, equivalîa a querer imponer, sin justO' mO'tivO', limites a la actividad deI Espiritu y al mismO' tiempO' a una "blanda" cri­tica a su mO'dO' de O'brar, ya que, al menO's hasta aquel mO'mento, El no se

24 E. B. ALLO, o. C., p. 370.

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habia regulado, en la distribucion de sus dones, segun las tradiciones vi­gentes "en las iglesias de Dios" y en las fundadas por Pablo.

Para los simples fieles, el casa era diverso, porque sus intervenciones en la asamblea litûrgica se debian, coma aparece bastante claro en el texto, no a un deseo de aprender, sino a un deseo de ponerse en evidencia: sus intervenciones no eran efecto de la actividad sobrenatural deI Espîritu, sino solo de la vanidad y ligereza femenina.

3. Hay otro hecho que parece confirmar que las prescripciones da­das por Pablo en el cap. 14 de la primera carta a los Corintios no se re­fieren a las mujeres carismatieas. La primera carta a los Corintios fue escrita, con toda probabilidad, hacia el 56 6 57. Ahora bien, en la epis­tola a los Romanos, enviada a esta Iglesia hacia el 58, es decir, un ano odos después de la carta precedente, Pablo manda su saludo, y desde Corinto, a Andronico y Junia, "muy estimados entre (todos) los Aposto­les". Casi todos los autores ven en estas dos personas un matrimonio. No sabemos nada en concreto de su actividad apostolica, pero, sin duda, debe ser mùy intensa si San Pablo les da un titulo tan honorifieo. Solo Cornely y Zahn traducen las palabras de San Pablo diciendo: "estimados por los apostoles", pOl' la liniea razon de que el titulo "ApostoI" estaba reservado solo a los Doce. Pero otros varios textos del Nuevo Testamento muestran coma este término tenia una acepcion mas amplia 25.

Ahora bien, es poco probable que San Pablo hubiese exalta do tanto el carisma de Junia, si pocos anos antes, en la primera carta enviada a la comunidad de Corinto, 0 sea, a la Iglesia donde se encontraba en el momento en que escribia la epistola a los Romanos, hubiese querido pro­hibir a las mujeres todo uso publico de sus carismas (en las asambleas liturgicas). En efecto, el apostolado carismatieo tan alabado pOl' Pablo en sus dos amigos, consistîa precisamente en el alluncio deI Evangelio, realizado por personas investidas de autoridad y en posesion de dotes par­tieulares, en regiones donde aun no habia sido predieado: practicamente consistia en la fundacion de nuevas iglesias.

Es natural suponer que Junia, juntamente con su marido, instruyese a sus fieles no solo en privado, sino también, es mas sobre todo, en las asambleas liturgicas. Ni debian limitarse a ensefiar a los fieles en el casa de haber recibido una intervencion extraordinaria deI Espîritu, sino que debîa hacerlo habitualmente, precisamente en virtud deI carisma deI "apos­tolado". En el momento en que Pablo manda sus saludos, los dos esposos estan en Roma, pero parece cierto que les ha conocido 0 en Grecia 0

en Oriente, ya que les Hama "sus compafieros de prision" (Rom 16, 7).

2S J. M. LAGRANGE, EpUre aux Rom., p. 366: «algunos ven en el nombre propio Iounian (vulg. «Juniam») el acusativo deI nombre masculino «Jounias», contracta de Jounianos (lat. Junianus). Pero hasta ahora no se ha encontrado caso alguno con seme jante proceso de abrevlaci6n». Tarn· poco es unanime la tradici6n: Origenes ve en Junia un hombre, san Juan Cris6stomo una mujer. Cf. J. HUBY, Epître aux Rom., Verbum salutis, vol. X, Paris 1957, pp. 499·500.

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En el mismo capitulo 16 de la epistola a los Romanos, San Pablo saluda también a Aquila y Priscila, bien conocidos por los Hechos de los Apos­toles, pero les 11ama solo "mis cooperadores en Cristo Jesus" (Rom 16, 3). El titulo glorioso de "muy estimados entre (todos) los apostoles", 10 re­serva solo a Andronico y Junia.

4. De cuanto hemos dicho hasta ahora se sigue que también el texto de la primera a Timoteo se refiere a las simples fieles y no a las carisma­ticas. No se puede negar que en esta carta la prohibicion es mas enérgica: "la mujer aprenda en silencio, con plena sumision. No consiento que la mujer enserre ni domine al marido (ainzentein, tomar la iniciativa, 0 tomar conscientemente una responsabilidad) 26. Pero el tono severo se explica por varios motivos. Pablo ejercito su apostolado en Efeso casi durante un trienio. Asi dira a los presbiteros de aque11a comunidad reunidos en Mileto hacia el fin dei tercer viaje misionero: "velad, pues, acordandoos que por tres aiios, noche y dia, no cesé de exhortarbs a cada uno con la­grimas" (Act 20, 31). Ahora bien, las disposiciones impartidas, y con tan­ta energîa, a las cristianas de Efeso unos diez aiios después de haber illl­puesto seme jantes disposiciones en la primera carta a los Corintios (la primera a Timoteo se escribio hacia el 66 0 67), causa cierto estupor. Podemos, en efecto, preguntarnos: les la primera vez que Pablo imparte esta disposicion a los efesinos, 0 se trata mas bien de la violacion de una disposicion dada por el Apostol desde hace ya tielllpo?

Nos parece mas probable la segunda alternativa. La primera a los Corintios se escribio desde Efeso (1 Cor 16, 5-6; 16, 17-18: Estéfana, Fortunato y Acaico de la Iglesia de Corinto, portadores, probablemente, de la primera a los Corintios). Ahora bien, nos parece imposible que Pa­blo haya podido escribir: "nosotros no tenemos tal costumbre, ni tam­poco las iglesias de Dios" (1 Cor 11, 16). 0 también: "como (enseiio) en todas las iglesias de los santos ... lAcaso creeis que la palabra dei Seiior ha tenido origen en vosotros 0 que solo a vosotros ha sido comunicada?" (1 Cor 14, 34-36), a no ser que tales disposiciones se hubiesen impuesto también en Efeso. Se trataba, pues, de una disposicion dada ya tiempo antes.

Debe notarse también que en el texto de la primera carta a Timoteo no se habla expllcitamente ni se hace alusion alguna a los carismas. Se pre scribe solo la postura que deben seguir los hombres y mujeres en la oracion publica. A las mujeres se inculca, ademas, la modestia en el ves ... tir, evitando cualquier lujo exagerado. Después se impone de "nuevo" la orden de no "enseiiar" en las asambleas liturgicas. Es. muy natural que no se hable deI uso desordenado de los carismas: el Espfritu no dispen­saba ciertamente sus dones a las "viudas jovenes" de las que se habla

26 Cf. C. SPICQ, EpUres pastorales, p. 70.

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en 5, 11-15, 0 a las "mujerzueIas", cargadas de pecados 0 de diversas concupiscencias" de las que hace mencion en 2 Tim 3, 6. Veremos que cuando Pablo impone a las mujeres no "ensenar" tiene presente, de modo especial, a estas mujeres.

Hemos observado ya cuâl es el significado deI término "ainzentein = una persona que toma la iniciativa, que asume una responsabiIidad por cu enta propia. Ahora, excepto en los casos de que habla en la primera a los Corintos, no se podîa hablar asî de una mujer en el ejercicio de su carisma: la iniciativa y la responsabilidad era también deI Espiritu dis­pensador dei don. La mujer era solo el instrumento dei que El se servîa para la edificacion deI Cuerpo mîstico. Esta afirmacion yale especialmen­te para la glosolalia, que algunos autores equiparan al éxtasis, aunque el carisma tuviese directamente una finalidad social. Mientras, en cambio, el término ainzentein conserva todo su significado si viene referido a las no carismaticas y especialmente a aquella clase de mujeres que turban la paz de la comunidad de Efeso; mas min, dado que, seglin nuestra opi­nion, se trataba de la violacion de una disposicion deI apostol, impuesta con anterioridad.

c. Categorîa de mujeres a que se refieren los textos de San Pablo

A esta altura de nuestro estudio podemos preguntarnos a qué cate­goda de mujeres cristianas se dirigian las disposiciones dadas por San Pablo en los tres textos que estamos examinando. A esta pregunta es muy facil responder: el Apostol tiene delante directamente a las esposas cris­lianas. Esto es evidente en los dos textos de la primera a los Corintios. En la primera a Timoteo las expresiones son mas generales; sin embargo, los autores sostienen comûnmente que también aquî las prohibiciones y recomendaciones deI Apostol se refieren a las mujeres que han contraldo matrimonio: "en nuestro caso, escribiendo a Timoteo, (Pablo) tiene pre­sentes directamente solo a las mujeres casadas y de éstas trata. La insis­tencia en la procreacion de los hijos, podîa tener una razon especial en Efeso, donde ciertos herejes, a los que denunciara mas adelante, llegaban incluso a negar el matrimonio" 27.

Este hecho, causa evidentemente, cierta extraneza. De hecho, en la primera a los Corintios (7, 29-33), Pablo exalta el estado de virginidad sobre el dei matrimonio, y por un motivo exclusivamente espiritual: "la mujer no casada ... solo tiene que preocuparse de las cosas deI Senor, de ser santa en cuerpo y en espîritu". No sabemos si eran muchas las que abrazaban el estado de virginidad en la iglesia de Corinto, pero deI hecho qUe el Apostol responde a preguntas que le han sido formuladas pOl' los fieles ("acerca de las virgenes no tengo precepto deI Senor. pero puedo

27 P. DE AMBROGGI, Le epistole pastorali di S. Paolo. La Sacra Biblia, Marietti 1953, p. 130.

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daros consejo ... ") en este tema, parece claro que debîa ya ser practicado tal estado.

En la primera a Timoteo (1 Tim 5, 9-10) se habla de las viudas "ca­talogadas" 0 "canonicas". "Del v. 12 resulta que el estado de viuda ca­talogada debîa implicar una especie de voto 0 juramento sea de castidad, sea de consagracion permanente a obras de caridad, por 10 que su falta importaba una violacion de la "fe" prometida con consiguiente "juicio" de condena" 28. "Por qué, pues, incluso existiendo en la comunidad de Corinto y de Efeso estas especiales categorîas de mujeres, san Pablo se refiere, en los tres textos, solo a las mujeres casadas?

El P. J. Huby 29 -que sostiene la inclusion también de las mujeres carismaticas en 1 Cor 14, 34-36- escribe a proposito de este texto: "este aviso se dirige directamente a las mujeres casadas; pero con mas razon se impone el silencio en las asambleas liturgicas a las mujeres no casa­das" 30. Ahora bien, esta precisacion nos parece poco probable, porque precisamente las "vlrgenes", a cuyo estado podemos equiparar (bajo el aspecto espiritual) también el de las viudas "catalogadas", en fuerza de su género de vida mas perfecto, debian ser favorecidas en modo particu­lar por los carismas. En los Hechos (Act 21, 8-10) tenemos un casa que confirma nuestra afirmacion.

En este texto recuerda san Lucas "las cuatro hijas vîrgenes que pro­fetizaban". Es evidente que Lucas pone de reIieve el estado de "virgini­dad" de las cuatro hijas de Felipe, con una intenci6n particular. He aquî el comentario de A. Boudou 31: "S. Lucas, evangelista de la virginidad de Marîa, sentia el deber de poner en claro este aspecto caractenstico que honraba tanto al cristianismo naciente ... Tenemos aqul coma el preludio dei "Orden" de las vîrgenes que mas tarde formara una categorîa aparte, junto a la de las viudas ... Su vida casta las disponia a los dones extraor­dinarios dei Espîritu."

También A. Wikenhauser insiste en 10 mismo: "la vida virginal era ciertamente la expresion de su consagraci6n a Dios (cf 1 Cor 7, 32-34). Con esta va unido seguramente también el don de profecîa (cf la profe­tisa Ana, Lc 2, 36)" 32.

Muchos comentaristas de los Hechos, en el texto antes citado, sostie­nen qUe las cuatro hijas profetisas anunciaron a Pablo, coma el profeta Agabo, su inminente arresto en J erusalén: por este motivo Lucas nos hace saber que estaban dotadas dei don de profeda. Este carisma tenia varios grados. En su grado mas Infimo consistla en una especial habilidad para instruir (que podia ser también una cualidad natural, pero potenciada 0

" S. CIPRIANI, Le lettere dt S. Paolo. Assisi 1965, p. 667. 29 Saint Paul: première epître aux Corinthiens. Verbum salutis, vol. XIII, Paris 1946, p. 342. 30 También S. Cipriani concuerda con Huby. Cf. o. C., p. 215. 31 Actes des Apôtres. Verbum salutis, vol. VII, Paris 1933, p. 465. 32 Atti deyli Apostoli. Morcelliana, Brescia 1958, p. 288.

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sobrenaturalizada por la gracia), a exhortar, a consolar. En el grado mas alto inclula también la revelacion, 0 sea, la prediccion de un futuro libre. Los mismos autores suponen a al menos tienen coma probable (E. J ac­quier, J. Huby, A. Wikenhauser) que la prediccion tenia lugar en la asam­blea pûblica, y que, por 10 tanto, las prescripciones de la primera a los Corintios no sedan obligatorias en Cesarea 33.

Estos autores se inclinan mas a admitir que las mujeres pudiesen ha­cer uso de su carisma incluso en las asambleas litûrgicas (coma excepcio­nal al menos). Nosotros, no obstante, pensamos que si las disposiciones de 1 Cor 14, 34-36, incluian también a las carismaticas, 'estas prescrip­ciones deberian estar en vigor también en Cesarea, dado que Pablo apela a la tradicion vigente "en las iglesias de Dias", "en las iglesias de los santos", a sea, en las iglesias de Palestina y de Siria. No es posible, par 10 tanto, admitir excepciones para aquella comunidad.

Todos los argumentos aducidos hasta ahora a proposito de los tres textos en cuestion nos permiten sacar esta conclusion que estimamos su­mamente probable: san Pablo distingue entre mujeres carismaticas y no carismaticas, y de las primeras solo exige que, en las asambleas pûblicas, hagan usa deI propio carisma cubierta la cabeza. Ademas, para las pro­fetisas y glosolalas valen las reglas establecidas para estos dos carismas en el cap. 14, 27-33. Las prescripciones deI cap. 14, 344-36, coma tam­bién las de la 1 Tiro 2, 11-15, se refieren a los simples fieles. "Si nos atenemos estrictamente al contexto, dice Lousseau-Collomb, parece que esta prohibicion (14, 34-36) tiene par objeto algunas iniciativas no inspi­radas; par ejemplo, el pedir explicaciones 34.

La distincion entre uso pûbIico y usa privado deI carisma, que se que­l'da introducir por la interpretacion deI cap. 14, 34-36, nos parece que no corresponde al contexto general en el que se encuentra el texto en discusion. Ciertamente san Pablo no niega el uso privado deI carisma, pero en nuestro caso, su preocupacion es otra. De hecho afirma:

1. Que "a cada uno le ha sido dada la manifestacion deI Espiritu para el bien comûn". De todo el cap. 12 y 14 aparece que este "bien co­mûn" consiste, al menas princip almente , en el "edificar" la asamblea, a sea, en ejercitar en pûblico el propio carisma. "El que habla en lenguas habla a Dios, no a los hombres, pues nadie le entiende, diciendo su es­piritu cosas misteriosas; mas el que profetiza habla a los hombres para su edificacion" (1 Cor 14, 2-3). El uso privado de la glosolalia esta per­mitido precisamente porque si no hay intérprete, la asamblea no es "edi­ficada"; "pues si tû bendices a Dias en espiritu, i,como podra decir Amén a tu accion de gracias el que esta en la ca:tegorfa de hombre privado?

33 En confirmaci6n de ésto véase: A. WnŒNHAusER, o. C., pp. 288·289; J. HUBY, O. C., p. 465; E. JACQUIER, O. C., p. 627.

H Manuel d'etudes bibliques, vol. 5/1. Paris 1930, p. 458.

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Porque no sabe 10 que dices" (1 Cor 14, 16). "Day gracias a Dios de que hablo en Ienguas mas que todos vosotros; pero en la iglesia prefiero ha­blar diez palabras con sentido para instruir a otros a decir diez mil pa­labras en lenguas (sin ser comprendido) (vv. 18-19)."

2. Es preciso, ademas, tener presente el peligro que podia derivar a los fieles deI uso privado deI carisma, especialmente por parte de las mujeres, cuando se trataba de la profeda en el grado mas alto a de la glosolalia. TaI peligro no era hipotético, sino real si consideramos las con­diciones en las que se encontraba la iglesia de Corinto: era una comuni­dad de reciente formacion (fundada en el 51-52), tenia una jerarquia todavia "embrional", los Heles eran "nmos" en cuanto al progreso en la vida cristiana, este "infantilismo" espiritual se manifestaba de diversas formas, pero especialmente en el desear los carismas mas llamativos y no los mas ûtiles (14,20). Es natural que en privado fuese mas facil la falsi­ficacion de los dones espirituales. "En Corinto podian haberse dado ca­sos en los que algûn cristiano, imaginandose invadido por el Espiritu, hubiera reaccionado diciendo: anatema a Jesucristo" 35.

Por este motivo, en el cap. 12, 1-3, Pablo ensena a los fieles el modo con que distinguir las auténticas manifestaciones dei Espiritu a partir de sus falsificaciones. Es evidente que tal control podia hacerlo mas facil­mente la jerarquia si el carisma era utilizado en las asambleas pûblicas.

d. Valor de las prescripciones dadas por san Pablo

Establecido, como sumamente probable, que las mujeres carismaticas no estuviesen comprendidas en las disposiciones emanadas por san Pablo en la primera a los Corintios (14, 34-36) Y en la primera a Timoteo (2, 11-15), queremos examinar otra cuestion: cual es d valor de estas pres­cripciones deI Apostol y de los argumentos en que las apoya. l,Pertenecen estas prescripciones al "deposito" de la fe siendo, por 10 tanto, inmuta­bIes, 0 se trata, pOl' el contrario, solo de disposiciones "disciplinares" que pueden, por 10 tanto, cambiarse una vez que las circunstancias que la pro­vocaron dejan de existir?

Hemos observado ya que en el cap. 11, 2-16, como también en el cap. 14, 34-36 de la primera a los Corintios, san Pablo apela a la "tra­dicion", a los usos existentes "en las iglesias de Dios", "en todas las igle­sias de los santos" y en "sus iglesias". Escribe S. Cipriani: " ... de todo esto se deduce que, junto a la "tradicion" dogmatica, se fue formando también una "tradicion" disciplinar y litûrgica, la cual indudablemente facilitaba la union espiritual de las varias comunidades que poco a poco se iban formando. Acerca de los varios argumentos aducidos por san Pa-

35 S. CIPRIANI, O. C., p. 198. Cf. especialmente E. B. ALLO, O. c., pp. 321-322. L. CERFAUX, Le chrétien dans la théologie paulinienne. Paris 1962, pp. 231-232.

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blo se debe honestamente reconoeer, que se refieren a costumbres de tiem­pos ya superados y a un simbolismo no deI todo convincente para nos­otros. No obstante, mas alla de estos elementos caducos y contingentes, 10 que queda afirmado es la decorosa subordinacion de la mujer al hom­bre en el ambito eclesiastico y liturgico, sugerido por el mismo orden de la creacion" 36.

Ni siquiera san Pablo debia estar muy convencido de la fuerza de sus argumentos. Por eso, conociendo la naturaleza "quisquillosa" y litigiosa de sus fieles (11, 16), corta decididamente toda oposicion con estas enér­gicas palabras: "si, a pesar de esto, alguno gusta de disputar, nosotros no tenemos tal costumbre, ni tampoco las iglesias de Dios". Seguramente preveia, escribe Obiols, que sus argumentos no eran deI todo apodicticos y qUe alguno habrîa podido interpretar de distinta forma las diversas cos­tumbres existentes en la materia en diversos pueblos" 37.

En las disposiciones dadas por san Pablo, tenemos, pues, algun ele­mento valido para todos los tiempos, pero también elementos qUe forman parte de la disciplina y pOl' eso mismo mudables con los cambios de cir­cunstancias de que se originaron aquellas disposiciones. Antes de deter­minar en concreto cuales hayan sido estos elementos, queremos aducir en sintesis un articulo deI P. De Labriolle, que lleva el sugestivo t11ulo "Mulieres in ecclesia taceant" 38. Aunque haee tiempo que fue escrito, sin embargo, es el mas completo en la materia, y por esto es citado por todos los autores modernos cuando comentan los textos de la primera a los Corintios y de la primera a Timoteo, que estamos examinando. Las con­clusiones deI docto autor, nos ayudaran a responder a la pregunta que tenemos enunciada.

e) Origen y conservaci6n pOl' parte de la 19lesia de la "tradici6n" que excluye a la muler deI "lus docendi"

P. De Labriolle examina la cuestion principalmente en relacion con la crisis gnostica y montanista del siglo segundo.

Si bien es cierto que los gnosticos tenian, en teorîa, poca estima de la mujer, incluso hasta llegar a condenar el matrimonio; sin embargo, en la practica, los mas grandes doctores de la secta supieron explotar su va­nidad y tendencia al misticismo, cosa que favorecio mucho la difusion del error. Junto a Simon Mago encontramos a Helena, Apeles (discipulo de Valentin) se "convirtio" por las visiones de Filomena; Tolomeo (otro disdpulo de Valentin) instruyo a Flora, "cristiana cuIta y piadosa", sobre el valor religioso deI Antiguo Testamento. l,Concedian los gnosticos in­cluso poderes jerarquicos a las mujeres? La cuestion es discutida (Tertu-

36 O. C., p. 189. 37 Epistoles de S. Paul. La biblla, vol. XX, Montserrat 1928, p. 214. " En «Bulletin d'ancienne l!tterature et d'archéologie chrétienne •• (1911) 15·24, 103·122, 292·298.

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liano). San Ireneo nos habla de un cierto Marcos, que se asociaba muje­res en la consagracian de un caliz.

Entre los montanistas fueron famosas las dos mujeres Maximila y Pris­cila. Seglin san Epifanio, en esta secta las mujeres eran elevadas a la dig­nidad de "presbtteros" y de "obispos". Se hadan fuertes en el texto de la epîstola a los Gâlatas (3, 27-28): "porque cuantos en Cristo habéis sido bautizados, os habéis vestido de Cristo ... No hay yani judîo ni grie­go ... no hay varan 0 hembra, porque todos sois unp en Cristo Jesus". A las pretensiones de los herejes y especialmente contra el papel de "en­senantes" asumido por varias "profetisas", los cat61icos oponian la tra­dician. P. De Labriolle quiere precisamente examinar "bajo qué influjos y en qué forma se habîa establecido la tradici6n, "locus classicus" de los defensores de la ortodoxia, a partir de finales deI siglo II y los primeros decenios deI III (Tertuliano, Orîgenes, Hip6lito)" .

El origen de la tradici6n 10 tenemos en los tres textos de san Pablo. El autor determina el sentido y el espîritu de los mismos.

1. Para el texto de 1 Cor 11, 5 ss. confrontado con 14, 34-36, he­mos visto ya cmll es el sentir de De Labriolle. Para el primero admite el autor una excepci6n: en los casos especiales de una intervenci6n deI Es­pîritu, las carismaticas pueden profetizar 0 hablar en lenguas, con tal de que 10 hagan con la cabeza velada.

2. Pero el ideal sonado por san Pablo para la mujer, como aparece de los otros dos textos, es un ideal de vida escondida y modesta en la cerca de los afectos familiares y de deferencia hacia su marido. Sobre este ideal, que, evidentemente, es bastante limitado, no ha influido el origen semita de san Pablo, ni su formaci6n rabînica "desconfiada de la capaci­dad teol6gica de la mujer". El Ap6stol ha ensenado siempre igualdad de los dos sexos en el orden sobrenatural. Por eso las limitaciones im­puestas en 1 Cor 14, 34-36 Y 1 Tim 2, 11 ss., es decir, eliminarIas dei "ius docendi", es de orden practico (p. 14). TaI aspecto de orden practico en la prohibici6n a la mujer deI magisterio publico, podemos verIo tam­bién en los siglos siguientes. De hecho, la libertad concedida a la mujer tanto por los gn6sticos como pOl' los montanistas, no s6lo no provocaba emulaci6n por parte de la Iglesia, sino qUe servîa para reavivar su descon­fianza, tanto mas cuanto que las diversas profetisas, especialmente las que se habian adherido al gnosticismo, eran acusadas, con raz6n 0 sin ella, de vida inmoral.

La referencia a la tradici6n por parte de los cat61icos era respondida por los herejes:

1. Pablo habîa consagrado el derecho de la mujer a profetizar. 2. Algunas iglesias se gloriaban de haber contado con profetisas:

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--> en Cesarea y en Efeso (las hijas de Felipe: Act 21, 19. Polîcrates de Efe-so, en la carta al Papa VIctor).

3. No era, pues, un crimen afiadir un nuevo boton a la cadena de estos consoladores carismas. Veremos, teniendo en cuenta la exégesis que hemos hecho de los tres textos, que las respuestas de la paite catolica no eran siempre convincentes.

Los defensores de la ortodoxia, y especialmente los polemistas contra los montanistas, admitian el principio de que la mujer:

1. Pueda profetizar, con tal de que la profecîa sea genuina, es de cil', sea de origen divina y no demonîaca. Limitaban, sin embargo, el âmbito de este derecho: prohiben que 10 ejercite en la asamblea 0, al menos, ante un auditorio mixto. Esto pOl' dos razones: a. la tradieion hebrea (Debora, Maria, hermana de Moisés, Holda) y cristiana, prueba que ninguna autén­tiea profetisa ha ejercitado el carisma en publico; b. es contra las pres­cripciones de san Pablo, quien prohibe a la mujer hablar en las "iglesias", 0, en general, "ensefiar". De esta prohibicion deducîan que en ningun casa los oficios jerarquicos podian ser cubiertos por una mujer, porque estos oficios son eminentemente didâctieos e implican una actividad pu­blica cotidiana. Dîdimo el ciego y el desconocido autor de la Discusion entre un Monatanista y un ortodoxo llevan las consecuencias a los extre­mos: las mujeres no pueden ni siquiera escribir libros (en materia de fe) firmândolos con su nombre. Evidentemente esta prohibicion tiene presen­tes los escritos de Maximila y Priscila.

De esta breve exposicion vemos que la exégesis de los textos de san Pablo, por circunstancias extemas (las pretensiones de los gnostieos y es­pecialmente de los montanistas), se ha ido precisando poco a poco, no en un sentido de mitigacion, sino todo 10 contrario, de mayor rigor. Se pre-­gunta De Labriolle: l,qué motivo puede haber empujado a la Iglesia no solo a mantener con tanta energîa, sino incluso a agravar, la tradicion de la que san Pablo escribio las primeras lîneas? Y responde:

No ha sido pOl' un sentido de desprecio hacia la mujer. Si en al­gunos Padres (especialmente san Epifanio, a quien De Labriolle califiea "de poco cortés", y Jeronimo) encontramos frases duras y despectivas, no podemos elevar estas expresiones a doctrina general. Es preciso ver 10 que en los autores es fruto de reflexion y 10 que es efecto de retorica y, pOl' 10 tanto, de temperamento personal (san Ambrosio habla siempre con respeto y veneracion de la mujer, y san Jeronimo, no obstante la as­pereza de sus expresiones, estuvo unido con fuertes lazos espirituales a las figuras de Marcela, Paula, Blesila, Eustoquio). El rigor de la Iglesia deriva de tres razones: .

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1. La disciplina de san Pablo creaba ya un fuerte prejuicio contra los derechos y capacidad de la mujer "para ensenar" y, por consiguiente, para acceder a cargos que implican magisterio (p. 119).

2. Este prejuicio se reforzo en el curso de los siglos por una serie de experiencias dolorosas. De Labriolle cita el famoso texto de san Jero­nimo en el que el santo Doctor muestra como las mujeres, desde el co­mienzo de la herejla, han sido siempre eficaces cooperadoras en la difu­si6n deI "misterium iniquitatis" (= herejla) 39.

3. Algunas mujeres no se contentaban con entremeterse en las dis­cusiones entre gente de iglesia, sino que llegaban hasta el punto de pre­tender ejercer funciones estrictamente eclesiasticas. Es famoso el casa de una profetisa montanista que, en Capadocia, el 235, osaba ofl'ecer el sa­crificio de la eucaristla.

Si leemos atentamente los textos podemos notar que el verdadero mo­tivo deI rigor de la Iglesia teilla su origen en el temor de que permitiendo a la mujer ensenar publicamente, quisiese también después formar parte de la jerarquia. Esta preocupaci6n explica también por qué los grandes campeones de la ortodoxia sean tan susceptibles cuando preveen cualquier amenaza por parte de la indiscriminacion femenina. Un ejemplo tenemos en san Juan Crisostomo. Exaltando la figura de Priscila, qUe tanto ayudo a san Pablo, interrumpe de improviso las alabanzas, como temiendo ha­ber dicho demasiado, para recordar a las que le escuchan que las estân prohibidas "las discusiones public as y las pretensiones doctorales" 40.

l,Como reaccionaron las mujeres al rigor de la Iglesia? Podemos de­cir, en general, que toda intervencion, todo decreto de la Iglesia sobre la materia, supone un tentativo por parte de las mujeres de reclamar oficios que no les compete. Varios hechos y distintos testimonios muestran esta preocupacion constante por parte de la Iglesia. Quiere defenderse de las exageradas pretensiones femeninas en el terreno religioso.

Esta reaccion de la mujer se explica fâcilmente: si la igualdad espiri­tuaI entre los dos sexos, tan fuertemente proclamada por san Pablo, como también el permiso para ejercitar en la Iglesia algunos oficios (por ejem­plo, el de diaconisas y viudas catalogadas) significaba una notable eman­cipacion respecto al judaismo, sin embargo, las mujeres se senti an infe­riores respecto al paganismo, que permitia a ciertasmujeres ejercer de sacerdotisas, como también con relacion a las sectas heréticas, especial­mente al montanismo.

He aqul algunos hechos: "Tertuliano, en el De Baptismo 17, 7, se opone a las pretensiones de las mujeres de Cartago descubriéndolas que los actos de Pablo y de Tecla, en los que ellas se fundaban para reivindi-

39 ML 22, 1152. '" MG 51-62, 121.

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car derechos seme jantes a los de la presunta disdpula de san Pablo, era un ap6crifo y, por 10 tanto, de ningûn valor. En la Didascalia Apostolica (siglo III), en las Constituciones Apost6lieas (final deI siglo IV), se pres­cribe a las "viudas" la discreci6n y sumisi6n al Obispo. El concilio de Laodicea (367, can 11), san Epifanio, el Ambrosiaster protestan contra la ceremonia de imposici6n de las mmws en la consagraci6n de las dia­conisas, por temor a que fuesen equiparadas a los diaconos.

El autor concluye su artlculocon estas palabras: "pero fue, sobre to­do, la crisis montanista y las discusiones que siguieron las que decidieron a la Iglesia a negar cualquier concesi6n. lC6mo olvidar el peligro que ha­bîan corrido las comunidades de Asia y a las que habrîan terminado por sucumbir sin el gran prestigio y la intervenci6n decidida deI episcopado? l.C6mo olvidar las defecciones que habla provocado incluso entre aquellos en los que la Iglesia ponia toda su confianza y su orgullo? Ahora bien, esta rebeli6n audaz deI individualismo sin mandato, que pretendia refol'­marlo todo sin contar con la autoridad y fl'ecuentemente contra ella, no era s610 cosa de Montano, sino también de dos mujeres aûn mas rabio­sas que é1.

De aqui, no el desprecio, sino una prudente circunspecci6n hacia la mujer, en cuanto creatura demasiado frecuentemente impulsiva, vIctima tantas veces de su sensibilidad, de sus nervios y, sin duda, poco apta a cubrir las augustas cargas deI sacerdocio; de aquI una voluntad firme­mente decidida a oponer a sus reivindicaciones... la ley paulina, paladin de la disciplina contra cualquier tentativa que quisiera eludirla".

f. Elementos dogmaticos y elementos disciplinares en las prescripciones de san Pablo

Esta sintesis deI docto artlculo deI P. De Labriolle nos ayuda a res­ponder a la pregunta sobre cual es la naturaleza de las prescripciones impartidas por san Pablo referentes a la ensenanza de la mujer en la "asamblea". Aunque no 10 diga expHcitamente, aparece clara la tenden­cia deI P. De Labriolle: el tentativo incorrecto de la mujer, equivale, practicamente, a la pretensi6n de cubrir los augustos cargos dei sGcerdo­cio. Es éste, coma hemos observado, el motivo principal deI rigor que muestra la Iglesia.

Segûn Cipriani 4\ es punto de doctrina inmutable en las disposiciones de san Pablo "la decorosa subordinaci6n de la mujer al hombre en el ambito eclesiastico, sugerido por la misma creaci6n". Cual sea este orden, 10 dice san Pablo en el verslculo 3 deI cap. Il: "Dios, de qui en todo tiene origen; Cristo que coma Dios procede deI Padre y coma hombre esta su-

41 O. c., P 189.

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jeta a El y es el Unico mediador entre el hombre y Dios; el hombre a quien Cristo comunica su autoridad, sus divinos poderes para instruir, santificar, regir; finalmente, la mujer que no tiene autoridad alguna y esta sujeta al hombre 42.

Ahora bIen, nosotros creemos que tal subordinaci6n permanece in­tacta por el hecho de que Cristo al fundar su Iglesia ha reservado al hom­bre "sus divinos poderes para instruir, santificar, regir", ha excluido ab­solutamente a la mujer de la jerarquia en todos sus grados: obispo, sacer­dote, diacono.

Es éste un hecho que permanecera inmutable hasta el fin de los tiem­pos y que es suficiente para salvar la subordinaci6n de la mujer al hom­bre, querida por Dios en el orden de la creaci6n. Afirmado este principio perenne, todo 10 demas se refiere, en las disposiciones de san Pablo, a los usos de su tiempo y a las peculiares dificultades en que se encontraban las comunidades de Cristo y de Efeso; son elementos de orden disciplinar.

Para el velo: "Pablo argumenta al estllo rabinico de las escuelas en que se habia formado, para mantener en la asamblea cristiana el velo de las mujeres, que usaban las mujeres judias cas ad as en senal de subordi­naci6n, y también las mujeres greco-romanas, segUn Plutarco" 43. Cierta­mente es una costumbre antiqulsima que merece ser conservada, pero no creemos dependa de eso la subordinaci6n de la mujer al hombre, tal coma Dios la quiere.

En el texto de Ef 5, 22-33, el Ap6stol no hace menci6n alguna deI velo, mientras, por el contrario, aprovecha largamente la simbologia deI Cuerpo Mîstico, como también acude a las bases naturales deI matrimo­nio coma fue instituido por Dios en los comienzos de la humanidad. El matrimonio es un "sacramento", es decir, "un a realidad mucho mas gran­de y misteriosa de cuanta pueda dar a entender el egoismo 0 la instinti­vidad humana, 0 incluso la simple ley natural" 44.

Las otras prescripciones se requerian por las dificultades especiales en que se encontraban las dos comunidades. Para la cristiandad de Corinto: "el género especial de esta carta (primera a los Corintios) nos la presenta coma un cuadro maravilloso de historia eclesiastica primitiva; la vida de una joven comunidad apenas salida de las aguas deI bautismo nos viene descrita con pormenores en su fe, en su disciplina, en su moral" 45. Pero, al mismo tiempo, icuantas reliquias deI pasado pagano en la vida de la comunidad!

Algunos fieles se daban todavia a los vicios mas degradantes (5, 9; 6, 9-10), amaban las discusiones hasta dividir la Iglesia en varios parti­dos (1, 17-31), a los ricos faltaba caridad para con los pobres (11, 21),

42 A. VACCARI, La sacra bibbia, vol. IX. Firenze 1968, p. 163. 43 J. LEAL, O. C., p. 422. 44 S. CIPRIANI, O. C., p. 575. 45 LousSEAU-COLLOMB, Manuel d'etudes bibliques, vol. 5/1. Paris 1930, p. 390.

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eran frecuentes los litigios entre ellos terminando ante los tribunales pa­ganos (6, 1-6), algunos entendian la libertad como libertinaje (6, 12; 10, 23), los dones deI Espiritu eran mâs apreciados por su vistosidad que por su utilidad (12, 21; 14, 1 ss.), "probablemente se habia dado en Corinto un movimiento de exagerado feminismo "ante tempus" 46, como puede apreciarse por las disposiciones de san Pablo referentes al velo y a otras intervenciones en la asamblea lirurgica".

También se explican las disposiciones mucho mâs enérgicas de la primera a Timoteo, teniendo en cuenta el estado de aquella comunidad. Hemos visto ya que la prohibiciôn de intervenir en publico impuesta a las mujeres databa de los anos de la fundaciôn de la misma iglesia: se trataba, por 10 tanto, de la violaciôn de una norma desde hacia tiempo establecida. Ademâs, en el cap. 5, 10-15, tenemos la descripciôn viva de las "viudas jôvenes": "desecha las viudas jôvenes, porque, cuando se de­jan llevar de la lujuria (apartândose de Cristo), quieren casarse, incurrien­do en reproche por haber faltado a la primera fe. Y, ademâs, se hacen ociosas y andan de casa en casa; y no sôlo ociosas, sino también parleras y curiosas, hablando 10 que no deben. Quiero, pues, que las jôvenes se casen, crien hijos, gobiernen su casa". Estas Ultimas palabras parecen el comentario a cuanto ha dicho Pablo en los vv. 11-16 deI cap. II: "La mujer aprenda en silencio con plena sumisiôn ... Se salvara par la crianza de los hijos." Es, ademâs, poco probable que estas viudas jôvenes, pre­sentadas como "parleras y curiosas, hablando 10 que no deben", no apro­vechasen las asambleas liturgicas para manifestarse ante los demâs con sus preguntas.

Por 10 que dice san Pablo en la segund,a a Timoteo (3, 6-7), escrita poco tiempo después, parece que las cosas no habian cambiado mucho, a pesar de sus prescripciones. Puede deducirse, sobre todo, de los con­sejos que da a su amado discipulo: "pues hay entre ellos (los falsos doc­tores) quienes se introducen en las casas y se captan el ânimo de mujer­zuelas cargadas de pecados, que se de jan arrastrar de diversas concupis­cencias, que siempre estan aprendiendo, sin lograr jamâs llegar al cono­cimiento de la verdad". "La historia de las herejias estâ llena de mujeres fanâticas que han contribuido no poco, incluso con seducciones sensuales, a la propagaciôn deI error" 47.

Teniendo presentes estas condiciones concretas, este estado de las dos comunidades, es fâcil explicar el tono enérgico usado por san Pablo, es­pecialmente en la primera a Timoteo. Se trataba de comunidades no muy numerosas, en las que los miembros Se conocian entre sI. Por eso, todos conocian las virtudes de los otros, pero también sus defectos, mas 0 me-

46 S. CIPRIANI, o. C., p. 187. 47 S. CIPRIANI, o. C., p. 176.

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nos graves. Podemos comparar estas comunidades de los primeros tiem­pos con las cristiandades de reciente formaciôn en nuestras misiones.

Por 10 tanto, es licito considerar estas disposiciones como "disciplina­res", y que, por 10 tanto, podrian desaparecer una vez cambiadas las cir­cunstancias que explican su origen. No por ello se alterara el "depôsito de la fe".

No obstante, determinar si existen 0 no las condiciones que justifican la supresiôn de esas disposiciones no toca a los simples fiel es, sino a la jerarquîa. De estos cambios en la disciplina, debidos al cambio de las circunstancias, tenemos algunos ejemplos en la historia de la Iglesia. He aquî algunos:

1. Las diaconisas. La primera alusiôn a esta instituci6n la tenemos en la epîstola a los Romanos (16, 1), donde san Pablo nombra a Febe "diaconisa de la iglesia de Cencres". No obstante, muchos autores inter­pretan la palabra "diaconisa" no en el sentido técnico que tendra mas tarde, sino en el sentido mas amplio de "ayuda", "tutora", "asistente" (v. 2).

Es dudosa también la interpretaciôn de 1 Tim 3, Il: "también las mujeres deben ser honorables, no calumniadoras, sobrias y en todo fie­les". lQuiénes son estas mujeres? lSon quiza las esposas de los diaconos, coma quieren muchos intérpretes 0, por el contrario, forman una clase especial, unida de alguna manera con un grado jerarquico, 0 sea, las dia­conisas, coma prefieren otros? Los argumentos de ambas partes estan muy equilibrados, quedando asî incierta la soluciôn deI problema. En el pri­mer caso, la instituciôn de la clase de las diaconisas seria muy posterior. Se habla, no obstante, de ellas con certeza a primeros del siglo II, en la carta de Plinio el Joven al emperador Trajano, dandole cuenta de haber torturado a dos criadas ("ancillae") cristianas llamadas "ministrae".

Su ministerio consistîa en la "beneficencia social": asistir a los po­bres, consolar y curar a las enfermas. Durante la liturgia vigilaban para que todo estuviese en orden en la parte de la iglesia reservada a las mu­jeres. Pero eran, sobre todo, una ayuda indispensable para el Obispo en el bautismo de las catecumenos, ya que se les administraba por inmersiôn. Probablemente en Oriente, donde tuvieron tanto desarrollo, fueron con­tadas entre las ôrdenes menores. Juan Morino, segnido de otros autores, sostenîa el caracter estrictamente clerical de las diaconisas, dado que eran consagradas con la imposici6n de las manos, coma los diaconos. Hemos observado ya cômo en la antigüedad se levantaron voces protestando con­tra esta ceremonia, por el peligro que corda de que fuesen equiparadas al diaconado.

El oficio de las diaconisas fue gradualmente desapareciendo a medi­da que se difundîa el bautismo de los nifios, uso ca si general en el siglo v,

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después de la victoria contra los pelagianos que negaban el pecado original. Las diaconisas sobrevivieron en la Iglesia griega hasta finales del siglo VII.

En las Galias fueron suprimidas en los sinodos de los siglos V y VI. El nombre, ya desprovisto de todo sentido, continu6 aplicândose como titulo honorlfico a algunas superioras de los monasterios femeninos de la Edad Media 48.

2. Otra categoria de mujeres era la de las viudas catalogadas 0 ca­nonicas. Se habla expresamente de ellas en 1 Tim 5, 9. Se establecen la edad ((sesenta afios, después cincuenta) y las cualidades morales necesa­rias para ser inscritas: "no sea inscrita ninguna viuda de menos de se­senta afios, fiujer de un solo marido, recomendada por sus buenas obras en la crianza de los hijos, en la hospitalidad, don los peregrino s, en lavar los pies a los santos, en socorrer a los atribulados y en la prâctica de toda obra buena".

Del hecho de que san Ignacio dirige un saludo !l las "virgenes Hama­das viudas" en la carta a los fieles de Esmima (13, 1), algunos querrlan identificarlas con las diaconisas de las que se habla en el cap. 3, Il ss. de la primera a Timoteo: " ... porque todas las diaconisas profesaban cas­tidad, incluso las viudas, en el sentido de que se obligaban a no contraer nuevo matrimonio". Pero hemos visto que el sentido deI v. Il del cap. III es muy discutido. Las palabras de san Ignacio indican s6lo que en su tiempo, "el término "viudas" habia perdido ya su significado primitivo para tomar el sentido técnico de una carga" 49.

Al menos en 10 sucesivo esta categoria era bien distinta de la catego­ria de las diaconisas, quienes eran admitidas a este estado mediante la imposici6n de las manos. Es probable también, no obstante, como sostiene J. Freundorfer 50, que las viudas de las que se habla en los documentos eclesiâsticos sean quienes reciblan la beneficencia de la comunidad, dis­tinguiéndolas asi de las encargadas de esta misma beneficencia. S6lo estas ûltimas podrian identificarse con las diaconisas.

El "servicio" de las viudas can6nicas Se identificaba casi con el de las diaconisas: "". se insiste s610 (para esta categoria) en la importan­cia de la ascesis (ayuno, oraci6n). Las dos categorias, siendo incluso dis­tintas, no estaban siempre divididas entre si en el culto, teniendo en cuen­ta, sobre todo, que el oficio de las diaconisas 10 realizaban en muchos ca­sos (yen un principio esto era la normal) las viudas" 51. Este es el mo­tivo por el que J. Freundorfer tenderia a identificar las dos categorias. Las Constituciones apost6licas, no obstante, indican con bastante claridad que las dos clases de mujeres eran muy distintas: "se adnùta como diaco-

48 Cf. K. BIHLMEYER-H. TUECLE. Storia della Chiesa. Vol. I. Brescia 1960, paragrafos 18,5 y 60,1. 49 J. FREUNDORFER, Lettere pastoraU, en «Nuovo Testarnento», vol. VII. Brescia 1961, p. 332. 50 O. C., p. 332. 51 K. BIHLMEYER-H_ TuECLE, O. c., paragrafo 18,5.

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nisa a una virgen casta, 0 par la menos a una viuda de primeras nupcias, . fiel y honesta" (VI, 17, 4). Coma puede verse en este texto, solo en casas que podrîamos 11amar de "emergencia" podîa ser consagrada camo dia­conisa una viuda, a no ser que la palabra "viuda" indique "la que era objeto de beneficencia", y no la que "estaba encargada de la beneficencia".

Parece que posteriormente el Ordo viduarum fue absorbido por el de las diaconisas, aunque también las viudas libres (no consagradas) gozasen de la proteccion de la Iglesia; es mâs, ésta, sobre todo en la Edad Media, ejercito sobre eIlas una verdadera y propia jurisdiccion, conservada hasta mediados deI siglo XIV" 52.

De todo esto podemos ver coma la Iglesia no ha tenido dificultad en de jar caer usas, instituciones venerables par su antigüedad, incluso de origen apostolico (por la menas en el casa de las "viudas catalogadas") cuando las circunstancias cambiantes habrîan hecho de estas instituciones algo superflu a y quizâ incluso perjudicial.

Conclusion

Resumamos en algunos puntos principales cuanto hemos dicho has­ta ahora:

1. Es un hecho innegable que, al menas antes de las prescripciones dadas par san Pablo en 1 Cor 11, 5 ss. y 14, 34-36, las mujeres ejercita­ban sus carismas incluso en las asambleas pûblicas.

2. Tanta para Pablo coma para los simples fieles, este hecho no sig­nificaba mâs que la realizacion de la profecia de Joel, citada par san Pedro el dîa de Pentecostés: " ... en los Ultimos dîas... profetizarân vuestros hi­jas y vuestras hija[Ç ... " De aquî la gran estima en la que tanto Pablo coma los cristianos tenîan los "dones deI Espîritu".

3. Nos parece sumamente probable que las disposiciones de 1 Cor 14, 34-36 Y 1 Tim 2, 11 ss. se refieran solamente a las simples fieles.

4. La exclusion de las mujeres no carismâticas de la ensenanza pu­blica se debio a circunstancias externas: las dificultades en que se encon­traban las comunidades de Corinto y de Efeso.

5. Si la Iglesia no solo no ha mitigado estas prescripciones de san Pablo, sino que incluso las ha agravado, se debe a los peligros externos que la amenazaban (gnosticos y montanistas).

6. Pero también a peligros internas,' deI examen atento de los docu­mentos aparece qUe tal dureza se explica par el temor de que la mujer pretendiese, fundada en estas concesiones, acceder también a los cargos estrictamente jerârquicos.

52 Cf. vedovanza, en «Dizionario ecclesiasticoll. Tonno 1958, p. 1284.

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7. En las prescripciones de san Pablo debemos distinguir dos ele­mentos: uno permanente e inmutable; el otro de "orden disciplinar" y, por 10 tanto, sujeto a cambios circunstanciales.

8. Elemento inmutable es la subordinaciôn de la mujer al hombre querida por Dios en el orden mismo de la creaciôn. Este elemento se salva siempre en el hecho de que la roujer ha sido excluida de la jerarquia en todos sus grados: episcopado, presbiterado, diaconado, oficios que Jesus, al fundar su Iglesia, reservô a solos los hombres.

9. Todo 10 demas es de "orden disciplinar" y, por 10 tanto, es mu­dable.

10. Determinar la conveniencia 0 no conveniencia de mantener en vigor tales disposiciones no se ha dejado al arbitrio de los particulares, sino que compete a la jerarquia.

PEDRO BARBAGLI, OCD Roma