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Igualdad animal, el por qué todos los animales debemos ser considerados sin distinción de especie Jennifer Santander Aguilar ([email protected] ) Re sumen: “Los animales del mundo existen por sus propias razones. No fueron hechos para los humanos, de la misma manera que los negros no fueron hechos para los blancos o las mujeres para los hombres”. Alice Walker Palabras claves: Especismo, igualdad, antropocentrismo, ética y/o moral. La igualdad animal puede sonar ridícula para aquellos sobrevalorizadores de lo humano, pero lo cierto es que en tiempos más antiguos, hablar de igualdad de raza e igualdad de sexos también lo era, la gente solía escandalizarse al pensar que los negros podían tener los mismos derechos que los blancos y los hombres solían burlarse al intentar considerar a la mujer como un igual ante la naturalización de la "superioridad" masculina, hoy en día existe la idea incuestionable y naturalizada de que los animales están para servirnos, lo cierto es que esta idea al igual que las ideas racistas y sexistas están basadas en prejuicios arbitrarios asociados a la ignorancia que poco y nada tienen que ver con argumentos racionales, tanto el sexismo ( infravaloración de los intereses de un individuo basada en la pertenencia a un sexo determinado) el racismo ( infravaloración de los intereses de un individuo basada en la pertenecía a una raza

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“ Igualdad animal, el por qué todos los animales debemos ser considerados sin distinción de especie ”

Jennifer Santander Aguilar ([email protected])

Resumen:

“Los animales del mundo existen por sus propias razones. No fueron hechos para los humanos, de la misma manera que los negros no fueron hechos para los blancos o las mujeres para los hombres”. Alice Walker

Palabras claves:

Especismo, igualdad, antropocentrismo, ética y/o moral.

La igualdad animal puede sonar ridícula para aquellos sobrevalorizadores de lo

humano, pero lo cierto es que en tiempos más antiguos, hablar de igualdad de raza e igualdad de sexos también lo era, la gente solía escandalizarse al pensar que los negros podían tener los mismos derechos que los blancos y los hombres solían burlarse al intentar considerar a la mujer como un igual ante la naturalización de la "superioridad" masculina, hoy en día existe la idea incuestionable y naturalizada de que los animales están para servirnos, lo cierto es que esta idea al igual que las ideas racistas y sexistas están basadas en prejuicios arbitrarios asociados a la ignorancia que poco y nada tienen que ver con argumentos racionales, tanto el sexismo ( infravaloración de los intereses de un individuo basada en la pertenencia a un sexo determinado) el racismo ( infravaloración de los intereses de un individuo basada en la pertenecía a una raza o etnia determinada) y especismo (la infravaloración de los intereses de quienes no pertenecen a la especie animal Homo sapiens y este ultimo termino acuñado en 1970 por el psicólogo Richard D. Ryder para denominar esta

discriminación arbitraria en función de la especie, que tiene sus orígenes en el antropocentrismo moral), tienen en común la idea de que la diferencia justifica la discriminación moral arbitraria. Todas contienen en sus formas el mismo principio.

Ahora, ¿por qué deberíamos ampliar nuestro círculo ético y moral a los demás animales? A continuación esbozaré una serie de argumentos a los cuestionamientos frecuentes del pensamiento antropocéntrico-especista.

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A menudo se suele argumentar que lo que nos diferencia como especie es nuestra capacidad mental superior, idea que nos refuerzan desde pequeños para diferenciarnos del resto de los animales, si bien es cierto que los humanos como especie tienen una capacidad intelectual mayor al resto de los animales, esta no debería ser una causante de ser reducido a favor de los intereses de otro, ya que dentro de nuestra misma especie existen humanos con menos dotes mentales. Los bebes no hablan hasta tener una cantidad de años considerable y no por eso consideramos la idea de someterlos a nuestros caprichos, se les siguen otorgando ciertas características que los hacen dignos de ser considerados, pero ¿cuales son estas características por qué los respetamos y cuidamos de ellos? La cuestión es simple, porque pueden sentir. Este es el principio moral por el cual no dañamos a nuestros pares humanos, ahora debería surgir la siguiente pregunta, ¿los animales pueden sentir?,¿ tienen intereses como los humanos? La respuesta es sí, los animales sienten porque tienen cerebros, empíricamente esta demostrado que sienten dolor, miedo, tristeza, angustia, alegría, incluso el hecho de que no puedan pensar las situaciones como nosotros, los hace más susceptibles de vivir situaciones angustiantes al poseer una menor comprensión de las cosas. Los animales poseen edades mentales comparables a las de los humanos así se dice que los cerdos por nombrar una especie poseen la edad mental de un niño de 5 años, ya se podrán imaginar ustedes. No obstante, la capacidad de sufrir y gozar no sólo es necesaria sino también suficiente para que podamos decir que un ser tiene interés, aunque sea mínimo, en no sufrir. Un ratón, por ejemplo, sí tiene interés en que no se le haga rodar a puntapiés por un camino porque sufrirá si esto le ocurre.

Diversos representantes del pensamiento antropocéntrico-especista en intentos desesperados por avalar sus practicas, señalan que un ser debe ser autónomo, vivir en una comunidad respetar los derechos de otros, etc. Para ser constituyente de derechos, pero esto no tiene relevancia, ya que hay humanos que tampoco poseen estas características, sin nombrar que el resto de las especies maneja sus propios códigos de comportamiento no humanos, por lo tanto:

“Si un ser sufre, no puede haber justificación moral

alguna para negarse a tener en cuenta este sufrimiento. Al margen de la

naturaleza del ser, el principio de igualdad exige que —en la medida en

que se puedan hacer comparaciones grosso modo— su sufrimiento

cuente tanto como el mismo sufrimiento de cualquier otro ser. Cuando un

ser carece de la capacidad de sufrir, o de disfrutar o ser feliz, no hay

nada que tener en cuenta. Por tanto, el único límite defendible a la hora

de preocuparnos por los intereses de los demás es el de la sensibilidad

(entendiendo este término como una simplificación que, sin ser

estrictamente adecuada, es útil para referirnos a la capacidad de sufrir

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y/o disfrutar). Establecer el límite por alguna otra característica como la

inteligencia o el raciocinio sería arbitrario.”(Pág. 44, Liberación Animal.

Peter Singer, Madrid 1999.)

Si ya aceptamos que las mujeres no son menos que los hombres por tener cuerpo distinto y que los negros no son menos que los blancos por tener un color distinto ya hemos comprendido el principio de igualdad y no debería ser extraño aplicarlo al resto de los animales, ya que sabemos que también somos animales ¿o no?

Como hemos visto los animales pueden sentir dolor, cualquiera que conozca a su perro puede saberlo, pero ahora ¿Qué consecuencias prácticas se siguen de esta conclusión?

Por ejemplo si le pego una palmada a un animal grande y fuerte, lo más probable es que no se sobresalte si es que me conoce, pero si le pego esa misma palmada a un niño lo más probable es que llore porque su piel es más débil, por eso es peor pegarle una palmada a un niño que un animal grande y fuerte, ahora para causarle el mismo dolor a el otro animal quizás sea necesario un palo. Si nos parece mal causarle ese dolor innecesario a un niño inocente, nos debería parecer igual de mal (a menos que seamos especistas) provocarle ese dolor al animal grande y fuerte.

Existen otras diferencias entre los humanos y los demás animales ya mencionadas antes, hay ciertas capacidades mentales que en determinadas circunstancias les harán sufrir más de lo que sufren los demás animales.

“Si, por ejemplo, decidiéramos utilizar adultos humanos

normales para experimentos científicos extremadamente dolorosos o

letales y los secuestrásemos al azar en los parques públicos, todos los

adultos que entraran en un parque tendrían miedo a ser secuestrados y

este terror sería una forma de sufrimiento adicional al dolor del

experimento. Los mismos experimentos realizados con animales no

humanos causarían un sufrimiento menor, ya que los animales no

tendrían el temor anticipatorio de ser secuestrados y convertidos en

objeto de experimento. Pero, por supuesto, esto no quiere decir que

estaría bien realizar el experimento con animales, sino sólo que hay una

razón, que no es especista, para preferir el uso de animales al de los

adultos humados normales en caso de que haya que realizarse tal

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experimento. No obstante, debemos señalar que este mismo argumento

nos da una razón para preferir experimentar con niños muy pequeños —

huérfanos, quizá— o humanos con un grave retraso mental antes que

con adultos, ya que ni unos ni otros tendrían ni idea de lo que les iba a

suceder. Por lo que respecta a este argumento, los animales no

humanos, los bebés y los retrasados mentales se encuentran en una

misma categoría; y si es éste el argumento que utilizamos para justificar

los experimentos con animales no humanos, tenemos que preguntarnos

también si estamos dispuestos a permitirlos con los otros dos grupos; y si

establecemos una distinción entre los animales y estos humanos, ¿sobre

qué base se apoya, sino sobre una preferencia mal disimulada —y

moralmente indefendible— por los miembros eje nuestra propia

especie?” (Págs. 52-53 Liberación Animal, Peter Singer, Madrid 1999.)

Sin duda todos hemos visto, como se violan los principios morales fundamentales, que deberían regir nuestras relaciones con los demás animales, una prueba del especismo más visible por la cultura antropocéntrica-especista es el reciente caso del rey de España matando elefantes por placer y gusto. También queda de manifiesto como los humanos intentan por todas las formas defender el “derecho” a ellos mismos a ser especistas. Pero nada de esto es casualidad, el especismo al igual que el racismo y el sexismo tiene sus formas de promoción y reproducción.

Nuestras actitudes hacia los animales comienzan a tomar forma cuando somos muy pequeños y están dominadas por el hecho de que empecemos a comer carne a una edad muy temprana, como le ha ocurrido a muchos niños en mi caso particular también, los niños se niegan a comer carne una vez que se enteran de donde proviene, cuestionan, pero rápidamente son contra argumentados por sus padres quienes equívocamente creen que para estar sano hay que consumir el cuerpo de animales muertos. Dada las circunstancias en las que esto ocurre nunca tomamos una decisión conciente y reflexiva acerca de lo que estamos haciendo, como muchos otros hábitos poco cuestionados, dado el carácter reproductor y normalizador de nuestra sociedad. A la vez los niños sienten un amor natural por los animales mientras se les enseña a respetar y cuidar de sus mascotas, perros y gatos. De esta forma los niños crecen con una dualidad cuidadosamente separada, de forma que la contradicción no se hace tan evidente. Pero ¿qué pasa con los animales que nos comemos? El afecto del niño se dirige a aquellos animales que no se come, perros y gatos, ya que estos son los que un niño urbano suele ver, los graciosos peluches, suelen ser simpáticos osos, leones,

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más que cerdos y vacas, pero cuando se trata de animales de granja los cuentos, programas de televisión infantiles hacen un esfuerzo deliberado por engañar al niño y no mostrarle la realidad que se oculta tras los muros de las granjas industriales, los textos y la televisión nos dicen que los animales disfrutan de una buena comida, aire libre, nunca vemos jaulas y rejas, incluso se revuelcan en el barro dichosos, así los niños crecen pensando que los animales crecen libres y dichosos hasta que “ les llega la hora”.

Compramos nuestra carne bajo nombres engañosos, que suavizan y alivian en cierta medida nuestra conciencia, y así evitamos enfrentarnos con el hecho de que lo que comemos es un cadáver que fue cruelmente gestado, Hoy gracias a Internet, revistas o libros, podemos desenmascarar y mostrar que es lo que de verdad ocurre y cómo, aunque los propietarios de granjas industriales intenten convencernos de otra cosa, fomentando mitos que oculten lo que de verdad ocurre con tal de dar una buena imagen al consumidor.

Para la gran parte de los seres humanos, especialmente aquellos que habitan en las comunidades urbana, o que se han visto influenciadas por la servidumbre moderna, la forma de contacto más directa con los animales no humanos se produce al momento de comer, simplemente nos comemos al animal. En este simple acto que a muchos les puede parecer de lo más cotidiano está la clave de nuestra postura y actitud hacia los demás animales (que fue reforzada a través de una educación y crianza que siempre nos mostró a los animales como simples objetos de entretención y/o consumo, como he mencionado anteriormente). El especismo en su cara más dura se lleva a cabo en la industria, en este caso la industria de la granja, es necesario mencionar que los animales que se crían para ser futuro alimento sobrepasa con creces, en cantidad y calidad de animales afectados, a cualquier otro tipo de malos tratos del que se tenga registro de humano a animal.

Generalmente, porque resulta más cómodo, desviamos la vista o ignoramos el abuso que hay detrás de lo que estamos comiendo, claro está que todo a nuestro alrededor nos llama hacerlo, si no, es cosa de reflexionar sobre los disfraces verbales con los que eufemísticamente llamamos a nuestro alimento animal.Comemos carne no vacas o toros, chuleta en vez de cerdo, pollo no gallinas.Es procesamiento o renderización o confinamiento, en vez de asesinato.

Todo con el fin de disimular lo que verdaderamente es.

“Solemos comprar la carne y las aves envueltas en pulcras

bolsas de plástico, donde apenas hay sangre. No hay razón para asociar

estas porciones con un animal vivo que respira, camina y sufre.”

(Pág.135, Liberación Animal, Peter Singer, Madrid 1999.)

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La vida en la apacible imagen de la granja hace mucho que dejó de ser tan hermosa. Las escenas de pastizales verdes y parques idílicos representadas en los libros para niños están siendo rápidamente reemplazadas por establos de metal sin ventanas, jaulas de alambre, "establos de hierro", y otros sistemas integrales de encierro, lo que hoy se conoce como "granjas industriales". No muchas personas se ponen a pensar y cuestionar la vida de los animales de granja, que este consciente de los métodos “modernos” de cría de animales. Hay quienes se preguntan si los animales sufren o no cuando son asesinados. No es extraño ver la imagen de un camión lleno de ganado en condiciones de hacinamiento por la carretera; pero pocos van más allá de la creencia de que el transporte hacinado y el matadero es la breve conclusión que compensa una vida cómoda, pacífica y libre de los riesgos de la vida salvaje y la lucha constante por la supervivencia. Cuando la realidad actual está lejos de ser así.

“Para empezar, ya no se trata de una tarea controlada por

sencilla gente del campo. Durante los últimos cincuenta años las grandes

compañías y los métodos de producción en cadena han convertido la

agricultura en una agroindustria. Los pequeños productores restantes

han tenido que adoptar los métodos de los gigantes como único medio

de evitar la ruina. Compañías que nunca habían tenido conexión alguna

con la agricultura se han convertido en granjas a gran escala para

conseguir desgravaciones fiscales o diversificar los beneficios.”(Pág.

137, Liberación Animal, Peter Singer, Madrid 1999.)

A las grandes industrias y compañías, sumándole las competidoras, poco o nada le interesa respetar la armonía del animal, entre las plantas y la naturaleza, la agricultura es competitiva y lo único que importa es la búsqueda obsesiva de nuevos métodos que ayuden a reducir los costes, y a aumentar la producción.

Los animales son convertidos en simples objetos y maquinas de producción, como están sujetos a intereses, las condiciones a las que son sometidos desde su nacimiento hasta su muerto, nunca serán pensadas desde la comodidad del animal, sino desde el beneficio del bolsillo del capitalista.

“A veces se aconseja a los granjeros que eviten métodos

que hagan sufrir a los animales porque esto les impediría ganar peso, y

se les insta a que se les trate con más cuidado cuando se les envía al

matadero porque una carcasa magullada se cotiza menos; pero no se

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menciona que se deba evitar encerrar a los animales en condiciones

incómodas porque esté mal hacerlo. Ruth Harrison, autora de una

exposición pionera sobre métodos de explotación ganadera intensiva en

Gran Bretaña titulada Animal Machines, concluía que «sólo se reconoce

la crueldad allí donde el negocio no es lucrativo” (Pág.138, Liberación

animal, Peter Singer, Madrid 1999.)

Visto de manera sencilla, el sistema de granja industrial de agricultura moderna apunta a producir la mayor cantidad de carne, leche y huevos, de la forma más rápida y barata posible, y en la menor cantidad de espacio posible. Las vacas, terneros, cerdos, gallinas, pavos, patos, gansos, conejos y otros animales son puestos en pequeñas jaulas o compartimentos muchas veces sin posibilidad de darse vuelta. Se los priva del ejercicio para que todas las energías del cuerpo conduzcan a producir carne, huevos o leche para el consumo humano. Se los alimenta con hormonas de crecimiento para engordarlos más rápidamente y se los altera genéticamente para que crezcan más grandes o para que produzcan más leche o huevos que lo que la naturaleza originalmente propone.

Dado que el amontonamiento es una de los principales causantes de enfermedades, los animales en las granjas industriales son alimentados y rociados con grandes cantidades de pesticidas y antibióticos que permanecen en sus cuerpos y que se transmiten a la gente que luego se alimenta de ellos, lo que causa serios peligros en la salud de los seres humanos.

El primer animal que fue relegado de las condiciones relativamente naturales de la granja tradicional fue a la gallina, los seres humanos utilizan a las gallinas de dos maneras: carne y huevo. Donde la industria en este aspecto ha realizado técnicas a gran escala de producción mediante técnicas normalizadas.

Esencialmente se paso al pollo de un ave de corral, a un producto manufacturado, y puesto en un espacio cerrado. Las gallinas se dividen en dos grupos: las gallinas ponedoras y pollos de engorde. Se coloca de cinco a seis gallinas ponedoras en una jaula de tela metálica de 14 pulgadas y las jaulas son a menudo apiladas en varios niveles. Cintas transportadoras llevan la comida y el agua, y además retiran los huevos y el excremento. Dado que las gallinas se encuentran en un lugar superpoblado, se las mantiene casi en la oscuridad y se les corta el pico con cuchillas candentes (sin anestesia) para evitar que se picoteen entre ellas hasta morir. La tela metálica de las jaulas las despluma, les irrita la piel y las deja lisiadas. Como son forzados a un rápido y antinatural crecimiento mediante técnicas de manipulación genéticas, los pollos son propensos a sufrir lesiones y deformidades, forzando a los productores a sacrificarlos, y puesto que solo los casos severos son desechados, se deben mantener un gran número de animales

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con deformidades y lesiones. En cuanto a la ventilación, es la adecuada para mantenerlas vivas, pero al pequeño inconveniente o fallo, pronto se asfixiarían.

“Pero además de ésta hay otras formas de asfixia. Existe el

fenómeno del «amontonamiento». Los pollos que viven en estas

condiciones se convierten en criaturas nerviosas e inquietas.

Deshabituados a una luz fuerte, a ruidos o a otras intromisiones,

cualquiera de estos fenómenos pueden crearles un estado de pánico y

hacerles huir a un rincón de la nave. En su carrera desenfrenada hacia

sitio seguro, se amontonan unos encima de otros de tal forma que, como

describe el encargado de una granja, se «asfixian unos a otros creando

una pila lastimosa de cuerpos en un rincón de la zona de cría»”. (Pág.

144, Liberación Animal, Peter Singer, Madrid 1999.)

Los animales que más sufren el cruel encierro y las privaciones en las granjas industriales son los novillos, cría macho de las vacas lecheras, criados para el consumo de carne de ternero. Luego de que se los separa de sus madres tan sólo algunos días luego de su nacimiento, se los encadena en establos de sólo 22 pulgadas de ancho con pisos de listones que les causa severos dolores en las patas y en las articulaciones. Dado que la leche de su madre es utilizada para el consumo humano, se los alimenta con un sustituto de la leche que contiene hormonas, pero carece de hierro. Esto les produce una anemia que mantiene su carne tierna y de un color pálido pero los deja muy débiles. Cuando se los sacrifica con tan sólo 16 semanas de vida, por lo general ya están muy enfermos o lisiados para caminar. Uno de cada 10 terneros muere en reclusión.

El 90 por ciento de todos los cerdos son recluidos en algún momento de sus vidas, y el 70 por ciento son mantenidos en reclusión permanentemente. A las cerdas se las mantiene preñadas o amamantando continuamente, y se las mete dentro de estrechos establos de hierro, sin que puedan darse vuelta. Si bien los cerdos son animales tranquilos y sociales por naturaleza, recurren al canibalismo y muerden las colas de los otros cerdos cuando los meten en corrales repletos, además desarrollan conductas neuróticas cuando los aíslan y encierran. Los productores de cerdos pierden 187 millones de dólares por año debido a la disentería, cólera, triquinosis y otras enfermedades promovidas por las granjas industriales. Aproximadamente el 30 por ciento de todos los productos que derivan del cerdo están contaminados con toxoplasmosis.

Por otra parte, apoyar la industria cárnica no es algo que solo vaya afectar a los animales, es algo que nos afecta a todos, al planeta y a la biodiversidad. En el año

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2007 se sacrificaron 60.000 millones de aves y mamíferos para satisfacer la demanda cárnica, para el consumo humano. ¿Qué es lo que comen los animales? 40% de la cosecha mundial acaba en los establos de la ganadería intensiva en los países industrializados. Se estima que para producir un kilo de carne bovina se necesitan 9 kilos de cereal. Los países pobres como siempre son quienes se llevan la peor parte, debido a que se ven obligados a vender alimentos para la alimentación del ganado mundial. 60% de su producción (cereales, soja, cacahuetes), son importados de países en desarrollo.

“Para 200 gr. de bistec se utilizan como pienso hasta dos kilos de cereal.

Con 2 kilos de cereal se saciarían unos 8 niños. 6 millones de niños

mueren de hambre al año.1020 millones de personas pasan hambre

cada año. Si los países industrializados redujeran en un 10% el consumo

de carne, 100 millones de personas podrían ser alimentadas

adicionalmente. Nadie debería morir de hambre.” (www.vidauniversal.es)

También tenemos el problema de la deforestación, cada dos segundos se destruye un espacio forestal de la superficie de un campo de fútbol, en gran medida para la obtención de pastos 5 m2 de bosque tropical son talados para producir una hamburguesa. Las consecuencias de la destrucción para el circuito climático y del agua de la Tierra son aún imprevisibles.

O el caso del agua potable, siendo el 50% del consumo total de consumo va destinada a la ganadería. Sin contar el efecto de los abonos orgánicos, la erosión de los suelos, el uso de materias primas, etc. En resumen, la industria cárnica en su conjunto, producción, elaboración, consumo, genera un impacto global a gran escala.

La granja industrial es un método extremadamente cruel para criar animales, pero su rentabilidad la hace popular. Una manera de detener el abuso de las granjas industriales es apoyar aquellas leyes que prohíban las jaulas en batería, jaulas de terneros y los sistemas intensivos de encierro. Pero en la mayoría de los casos todo cambio que se quiere realizar amparándose por la ley, solo aspira a cambios reformistas y bienestaristas que tienen como fin ablandar la explotación, en vez de aspirar a eliminarla de raíz.

“Si los animales pudieran decirnos algo, sería que no importa cuan digna

sea su vida, sólo querrían alejarse de la muerte y tener libertad. Muchas

personas defendían la esclavitud con este argumento de mejorar las

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condiciones de vida de los esclavos… pero recordemos que aunque el

esclavo comiera cuatro veces al día, sigue siendo eso: esclavo. La

esclavitud – humana o animal – es mala por sí misma. No importa cuan

buenas o malas sean sus celdas, siguen siendo oprimidos, y eso es

moralmente incorrecto” (http://www.eligeveganismo.org/?page_id=209)

Una gran opción que en masa podría realizar un cambio, sería la dieta, si cambiamos nuestra dieta por una que se abstenga en la mayor medida de crueldad, dejaremos de ser cómplices en alguna medida de la explotación animal en las granjas industriales. El no consumir ningún tipo de carne es una gran opción, y si se deja de lado el huevo y los lácteos aun mejor. Aunque la sociedad y la seudo ciencia se empeñen en satanizar la dieta vegetariana/vegana, fomentando mitos, y exponiendo siempre lo peor con aires sensacionalistas. No negamos que el ser humano sea omnívoro, pero esto no quiere decir que estrictamente necesitemos de la carne para estar completamente saludables, ser omnívoro en el ser humano gracias a su capacidad de razonamiento, su capacidad para ser empático y sensible, es simplemente elegir lo que podemos comer, no que tenemos que comer lo que el mercado de alguna forma nos quiere imponer, además esta comprobado científicamente que el sistema digestivo humano se asemeja mucho más al de un herbívoro que al de un carnívoro, de ello provienen todas las consecuencias nefastas que la carne provoca en los organismos humanos. Y finalmente:

"Cuando recordamos otros movimientos de liberación nos

gusta pensar que, de haber estado allí, hubiéramos sido abolicionistas o

sufragistas, o al menos, no habríamos cooperado con la opresión, ni nos

habríamos desentendido del tema. No llegamos a tiempo. Ahora

tenemos otra oportunidad, la de la revolución menos sangrienta de la

historia. Y no se nos pide que arriesguemos la vida, ni siquiera la cárcel:

simplemente, que elijamos otro plato del menú"...  

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Referencias bibliográficas.

* Peter Singer (1999): Liberación Animal. © Editorial Trotta, S.A.Sagasta, 33. 28004 Madrid

Webgrafia.

* www.eligeveganismo.org