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8/16/2019 Hora de España (Valencia). 2-1937 http://slidepdf.com/reader/full/hora-de-espana-valencia-2-1937 1/66  i  K iV A DE REVISTA MENSUAL SUMARIO ENSAYOS  E  ANTONIO MACHADO  Y  DÁMASO ALONSO. POEMAS  E  RAFAEL ALBERTI.  NOTAS  E  J GIL-ALBERT, B.  CLARIANA,  A GAOS, ROSA CHACEL.  A SÁNCHEZ BAR BUDO, R. DIESTE  y RENAU ROMANCES DE  EMILIO PRADOS. Viñetas  de  Ramón Gaya. Valencia, Febrero, it)^ ].

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  i K iV A

D E

REVISTA MENSUAL

S U M A R I O

ENSAYOS  E  ANTONIO MACHADO  Y  DÁMASO ALONSO.

POEMAS  E RAFAE L ALBERTI.  NOTAS  E J GIL-ALBERT,

B.  CLARIANA,

  A

GAOS, ROSA CHACEL.

  A

SÁNCHEZ BAR

BUDO, R. DIESTE

 

y

RENAU

ROMANCES DE

 EMILIO PRAD OS.

Viñetas  de  Ram ón Gaya. Valencia, Febrero, it)^ ].

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HOR

DE

ESP Ñ

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E N S Y O S

P O E S Í

C R I T I C

L

  SERVI IO

DB L C US POPUL R

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SIGUE

HABLANDO

MAIRENA A SUS ALUMNOS

Sie m pre he creíd o, con B ene det to C roce, en la índole

moral—la naturaleza práct ica—del error . Los tópicos más so-

lemnes y equivocados son hi jos de voluntad perversa, no sólo

de razón extraviada. Muchos son verdaderos sacos de malicias

o cajas fatales de Pandora. Algún día tendremos que agarrar-

nos a do nd e bien pod am os, para ver lo que lleva de ntro eso

de la

  revolución  es e arriba

¡Revolución desd e arr iba Com o si d i jéramos— com entaba

M airen a— reno vac ión del árbol por la co pa. Pe ro el árbol

—añadía—se renueva por todas par tes , y , muy especialmente ,

po r las raíce s. Re volución d esd e abajo, me sue na m ejor. Claro

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6   Antonio Macha do

qu e «revolución de sde arriba» es un eufemismo deso rientado r

y descaminante. Porque no se trata de renovar el árbol por la

copa, sino, ¡por la corteza Reparad en que esa revolución desde

arriba  estuvo siempre a cargo de los viejos, por un lado, y de

\a juventudes por otro (conservadoras, l iberales, católicas, mo-

nárquicas, tradicionalistas, etc.), a cargo de la vejez, en suma.

Y acabará un día por una contrarrevoLuctón desde

 abajo

un plante

pop ular, aco m pañ ado de una inevitable rebelión de m en ore s.

L a cultura, vista de sde fuera, com o la ven quiene s nun ca

con tribuyero n a crearla, pu ed e ap are ce r com o un cau dal en

numerario o mercancías , e l cual , repart ido entre muchos, ent re

los más, no es suficiente para enriquecer a nadie. La difusión

de la cultura sería, para los que así piensan, un despilfarro o

dilapidación de la cultura, realmente lamentable. Esto es muy

lógico. Pe ro es ex trañ o que sean, a veces, los antim arxistas,

que combaten la interpretación materialista de la historia, quie-

nes expongan una concepción tan espesamente material is ta de

la difusión cultural.

En efecto—añadía Mairena—la cultura vista desde fuerai

com o si di jéramo s, d es de la ignorancia o, tam bién , desde la

ped anter ía , puede apa rece r como un tesoro cuya posesión y

cus todia sean el privilegio de un os po cos ; y el ansia de cultura

que siente el pueblo, y que nosotros quisiéramos contribuir a

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Sigue hablando airena a sus alumnos

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aum en tar en el pueblo com o la am enaza a un sagrad o depósi-

to

la ingente ola de barbar ie que lo anegue y destruya. Pero

nosotros que vemo s la cultura des de de ntro quiero decir desd e

el ho m bre mismo no pen sam os ni en el caudal ni en el te so -

ro

ni en el de pó sito de la cultu ra com o fondos o existe ncia s

que pue dan repa rt irse a voleo m ucho m eno s ser en trado s a

sac o por la tur ba indigen te. Pa ra no sot ros difundir y d efender

la cultura son una misma cosa: aumentar en el mundo el huma-

no tesoro de conciencia vigilante. ¿Cómo? Despertando al dor-

mido. Y mientras mayor sea el número de despier tos. . . ¿Qué

piensa el oyente?

— Q ue des de ese pun to de v is ta— respond ió e l oyen te—

la difusión de la cultu ra seria en beneficio de la m isma co nt ra

lo que piensan quie nes pr et en de n defenderla com o privilegio

de clase. ¿Es esto lo que se trataba de demostrar?

—Ni más n i menos .

— R ep are us ted s in em bargo quer ido m aestro en que ese

pu nto de vista es exclusivam ente el nue stro. N oso tros futuros

alumnos o maestros de la Escuela Popular de Sabiduría Supe-

r ior sólo preten deríam os desp ertar al dorm ido y sólo de este

modo contribuiríamos a la difusión de la cultura. Pero enfrente

de noso tros estarán siem pre no precisa m ente los dorm idos s ino

aquellos qu e m edio desvelad os no quieren des pe rtar del todo

ni mu cho m enos de sp ert ar a su prójimo. No sé si me exp lico.

— Pr o s ig a

—En nuestra Escuela Popular de Sabiduría Superior habría

poc os alum nos lo que no sup ond ría un daño para la Escue la;

pe ro ser ían m ucho s en cam bio los enem igos de ella los que

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8  ntonio Machado

pre ten die ran cerra rla. Y aun días pu diera n l legar en que a

pro feso res y alum nos de la tal escu ela nos oiiese la cabez a a

pólvora. Ojo a esto que es muy grave.

Los alumnos de Mairena rieron la últ ima frase del oyente

que parecía remedar el est i lo del maestro.

— Te nd r íam os en efec to muchos enem igos— observó Mai-

ren a— lo que no implica ninguna seria objeción a nu estra

tesis ¿Conformes?

—Conformes .

Pa ra m í— cont inuó M airena— sólo habr ía una razón de

pes o co ntr a la difusión de la cul tu ra— o tránsi to de sd e un es-

trecho círculo de elegidos y de privilegiados a otros ámbitos

m ás extenso s— si aver iguásem os que el pr incipio de C arn ot r ig e

tam bién pa ra esa clase de energía espiri tual qu e des pierta al

do rm ido . E n ese caso habr íamos de proceder con sumo t ien-

to ;  p o rq ue un a difusión de la cultura im plicaría a fin d e cue n-

tas una d egradación d e la misma qu e la hiciese prác t icam ente

inút i l . Pe ro nad a hay averiguado sobre este part icu lar . N ad a

ser io podr íamos oponer a una tes is cont rar ia que de acuerdo

con la más acus ada aparienc ia afi rmase la co nsta nte revers i-

bi l idad de la energía espir i tual que p rod uce la cu l tura com o

no fuese nue st ra du da más o menos vehe m ente de la exis ten-

cia de la tal energía. Pero esto habría de l levarnos a una dis-

cus ión metafísica e n la cual el princ ipio C arn ot C lausiu s o no

po dr ía sosten erse o perder ía toda su t rascenden cia al es tadio

de la pedagogía.

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.'>•;, ;lie  hablando ¡Mairena a sus alumnos g

Vamos a otra cosa o, mejor dicho, a examinar otro aspec-

to de la cuestión. Nuestra  scuela Popu lar de Sabiduría Supe-

rior  tendría m uctios enem igos; todo s aquellos para quie nes la

cultura es, no sólo un instru m en to de pode r sobre las c osas,

s ino también, y muy especialmente, de dominio sobre los

hombres. Nos acusarían de corruptores del pueblo, sin razón,

pe ro no sin m otivo. P or qu e si la cultura sirve a un os po cos

para mandar, sólo hay una manera muy otra que la nuestra de

conservarla: enseñar a obedecer a todos los demás. Y reparad

en que esos hom bres se preo cup an, a su m odo, de la educa-

ción del pueblo, tanto o más que noso tros. ¿T endríam os en-

frente a la Iglesia, órgano supremo de salvación de las masas?

Acaso. Pe ro no por mot ivos de com petencia . Po rqu e a nos-

otros no nos preocupa la salvación de las masas. Recordad lo

que tantas veces os he dicho. El concepto de masa apl icado al

hombre, de origen eclesiástico y burgués, lleva implícita la más

ant icris t iana deg radac ión d e nue stro prój im o que cab e imagi-

nar . M uchas ge nte s de bue na fe, nu estr os m ejores am igos, lo

emplean hoy, s in reparar en que el tópico proviene del campo

en em igo . Salvación de las m asas, edu cació n de las m asa s.. .

De sconfiad de ese ye rro lógico, qu e es otra terrible caja de

Pandora. Se me dirá que el concepto de masa, puramente

cuanti tat ivo, puede apl icarse al hombre y a las muchedumbres

hum ana s, com o a todo cua nto ocupa lugar en el espacio. Sin

dud a; pero a condición d e no c onc ede rle ningún otro valor

cualitativo. No olvidemos que, para l legar al concepto de

m asas hu m ana s, hem os hecho abstrac ción de toda s las cual i -

da de s del hom bre, con excep ción de aquel la que el ho m br e

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Antonio Machad ^

co m pa rte con las cosas materiales: la de pod er ser m edido con

relación a unidad de volumen. De modo que en estricta lógi-

ca las m asas hu m an as ni pue den salvarse ni ser ed uc ad as. En

cam bio siem pre se po drá disp arar so bre ellas. H e aquí la ma-

licia que lleva implícita la falsedad de un tópico que nosotros

demócratas incorregibles y enemigos de todo señori t ismo cul-

tural no emplearem os nunc a por un respe to y un am or al

pueblo que nuestros adversarios no sent irán nunca.

A N T O N I O M A C H A D O .

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L INJUSTICI

SOCI L

EN LA LITERATURA ESPAÑOLA

APUNTES)

La importancia de la l i teratura como factor de propaganda social

en el s iglo x i x no ofrece du da. O tro día lo verem os con alg ún por-

m enor ; pero au n desde ahora creo que nadie pued e d iscut i r que u no

de los mayores difundidores del sentido de protesta ante la injust icia

social ha sido la gr an novela e urop ea de ese siglo y de lo que va

del XX. No ya sólo en autores que vieron claro y plantearon nít ida-

m ent e el prob lem a o en los que l levab an de ntro de sí un fe rm ento ge-

nial de rebeldía : los m ás alejados de toda intenc ión revoluc ionaria—

sólo con que fueran genuinos ar t i s tas—han colaborado en es ta obra .

Bastaba dar a la humanidad un espejo fiel para que ésta no pudiera

por menos de abochornarse a l ver la propia imagen manchada por tan tas

vergüenzas .

Para el s iglo xix no cabe duda. Pero lo cierto es que también de

m uch o ante s de la mism a Ed ad Media procede una generosa t rad i -

ción l i teraria de defensa del pobre y del desheredado. De esta l ínea o

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12  Dámaso Alonso

ascendencia t radic ional quiero poner aquí unos cuan tos e jemplos, cuya

elección ha dependido en gran parte del azar, todos ellos de nuestra

propia l i te ra tura . Los de hoy no van más a l lá del s iglo xvi . En otros

artículos procuraré completar una ojeada general sobre este tema en

la l i teratura española. Entiéndase bien que lo que presento es sólo una

serie de calas, abiertas acá y allá , en puntos más bien distantes, nada

(como dicen por ahí) «exhaustivo». Pero al ir a comenzar surge una

cuestión previa : hay que apartar una clase de textos que ahora no nos

sirven y podr ían inducirnos a er ror .

I .  UNA FALSA PISTA

I ,a religión cristiana ha defendido constantemente al pobre (por lo

menos, en los expositores de la doctrina) y ha excitado al r ico a la

caridad; pero (para el caso de que el r ico no respondiera) ha dado co-

mo final consuelo para el hambriento la esperanza en un reino mejor,

donde no exis t i r ían e l hambre ni e l t rabajo. El pobre—símbolo de Cris-

to—recibe siempre en esta l i teratura un trato de favor frente al hacen-

dado y a l poderoso.

Tomemos cualquiera de nuestras «danzas de la muer te», desde la

anónima de f ines del siglo xiv o principios del xv, hasta   El gran teatro

del mundo

de Calderón, pasando por la tr i logía de las

  Barcas

de Gil

Vicente ; s i rva de e jemplo la obra más ant igua de la ser ie . En   La Danza

de la Muerte

  ( i) , de hacia 1400, ésta va llaman do a todos los hu m an os :

a l Papa, a l Emperador , a l Cardenal , a l Duque, todos e l los a tentos a sus

r iquezas y vanidades. Todos protestan y quis ieran no entrar en la fúne-

bre danza . Ved cómo pide su cabal lo e l Condestable , pensando necia-

mente que podrá escapar :

« ¡ V e n i d , c a m a r e r o : d e c i d a m i p a j e

q u e t r a i g a e l c a b a l l o , q u e q u i e r o f u i r ,

q u e é s t a e s l a d a n z a q u e d i c e n m o r i r . . .

Pe ro le f renan un as palab ras helada s de la gra n v enga dora :

F u i r n o n c o n v i e n e a l q u e h a d e e s t a r q u e d o .

¡ E s t a d , C o n d e s t a b l e ¡ D e x a d e l c a b a l l o

A n d a d e n l a d a n z a , a l e g r e , m u y l e d o . . .

( I )  B i b l i o t e c a d e A u t o r e s E s p a ñ o l e s , t . 5 7 .

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La injusticia social en la literatura españo la

  13

El cura, convocado a la macabra fiesta, sólo piensa en los «pollos y

lechones» que le daban los fieles de su parroquia, en las obladas, el pie

de altar y los diezmos. Pero la Muerte, con burla cruel, le arranca de

su locura :

Ya non es tiempo de yacer al sol

con los perroqu iano s, b ebiendo del vino ;

yo vos mostraré un remifasol

que agora compuse, de canto muy fino.. .

Entre tan to desvar ío y tan ta l iv iandad , só lo e l pobre labrador sabe

contes tar a l requer imiento de la Muer te con unas palabras l lenas de

nobleza :

¿

 Cómo conviene danza r al villano

que nunca la mano sacó de la reja

 

Busca, si te place, quien dance liviano,

i déxam e, M uerte, con otro treb eja

Por una vez también la Muer te abandona su agr io sarcasmo, y le

conte sta que , s i ha traba jado h on rad am en te, en la (¡gloria eternal» ten

drá su recompensa.

En la g lor ia e ternal , s í . . . Pero , ¿y en e l s ig lo presente , qué?

Sufr imiento , hambre, t rabajo , enfermedades . No, no es es ta la l i tera

tura que ahora nos in teresa . L,a l i tera tura de propaganda cr is t iana, en

es te punto , no va más a l lá de preparar una a tmósfera de s impat ía hacia

el pobre. Los ejemplos de que quiero tratar son de otra clase : son aque

l los en los que ex is te una pro tes ta más o menos señalada, más o menos

veh em ente o ins is te n te , con tra la des igua ldad económ ica de los hom bre s

en es te mundo en que v iv imos, s in miras n i consolaciones u l t ra ter renas ,

con un ges to —apenas in ic iado , a veces , pero o tras muy claro—de in

conformidad o rebeld ía .

2.  EN EL uLlBRO DE BUEN AMOR»

Aquel arcipreste cetr ino, de gruesos labios rojos y oji l los apicarados,

aque l g ran doñeador que andaba po r e l mundo buscando ayun tamien to

con fembra placentera (a ser posible «ancheta de caderas» y con los

sobacos «un poco húmedos») , que nos dejó en su   Libro de Buen Amor

en una enorme carcajada, la más valiente sátira de la sociedad del s i-

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14  Dám aso Alonso

glo XIV, ¿qué intención tuvo a l componer su obra genia l , cumbre de la

l i te ra tura española de la Edad Media?

¡ Q ué l ibro e ste d e  Buen Amor Nunca en las le t ras de España ha

habido un humor tan f ino, tan desl izante , tan escurr idizo como e l de este

clérigo de una época, ruda si la comparamos con las maravil las y del ica

dezas de ahora. Tan escurridiza su ironía, que, si no se agarra bien el

lector, cae también, a la zaga, por el t rampolín abajo. A mí me recuerda

el humor anf ibológico de Samuel But ler . Cuando But ler publ icó

  The

fair haven,  hu bo un can dido dign atar io de la iglesia angl icana q ue lo

leyó ,

  picó en el anz uelo , y se lo envió a u n a m igo s uyo agn óstico , ¡ al

que deseaba, prec isamente , conver t i r

En l ibros de esta natura leza no nos puede ext rañar e l despis te de los

lec tores . Puymaigre vio en e l Arcipreste de Hi ta (según c i ta de Me-

néndez Pelayo) , ( (un precursor de Rabela is , un l ibre pensador en em

brión, un enemigo solapado de la Iglesia». De aquí a la inocente opinión

de Amador de los Ríos y Cejador , que le t ienen por un varón de austeras

costumbres y honda intención moral dentro de una est r ic ta or todoxia ,

ya hay d i s t anc ia . Pues póngase aun en medio e l ju ic io de Menéndez

Pe lay o ( 2 ); se gú n el gr an crí t ico, Ju an R uiz hab ía sido u n ((clérigo

l iber t ino y tabernar io» y su l ibro, ante todo y sobre todo, una gran car

ca jada . ¿No dan ganas de mirar la cr í t ica his tór ica con escept ic ismo a l

ver a estos cuat ro sabios varones op inar de u n mod o tan dive rgen te ?

Probablemente todos e l los han dicho a lgo de verdad. Que e l Arcipreste

amaba con frenesí la vida , que le gustaban las buenas mozas y la buena

mesa, y aun todo lo que t iene volumen, olor y color, todo lo que se pue

de oler y palpar o m ord er , es ind ud ab le . ¡ Prec isam ente por esto sa l ió

tan hi r ien te , tan desaforado rea l i s ta Que ha y una intención moral en

el l ibro, tampoco se puede dudar : todo gran sa t í r ico es un gran moral i

zante . Pero su moral , no es una moral a l uso, para que sesteen los favo

rec idos por la for tuna , los usurpadores del poder . Su l ibro es un gr i to

(a) Men. Pelayo,

  Antología de poetas líricos,

  t. 3 ; Amador de los Ríos,

Hist. crítica de la literatura española,  t. 4 ; Cejador, edición del  Libro de

Buen Amor,

 «Clásicos Castellanos», ts. 14 y 17 (todas las citas de este artículo pro

ceden—por no tener a mano la de Ducamin— de la edición de Cejador, por cierto

nada recomendable; véanse en ella las coplas 246-256 y 490-513).

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La injusticia social en la literatura española

  15

de rebeldía contra aquella sociedad, contra el orden social de aquella

época. Y en las cárceles arzobispales de Toledo, el buen Juan Ruiz, que

tanto amaba la l ibertad, el aire l ibre, el sol , las duras serranías carpe-

tove tónic as (¡ él mism o era ta n

  carpetovetónico ),

  se carg ó de razó n, y de

amor y de odio a la par, y escribió su l ibro turbio, jocundo y amargo.

S í,

  yo es toy mucho más cerca que de o tra a lguna, de la opinión expre

sada (¡ y ya ha l lovido ) por el viejo P uy m ai gr e.

Presentar pruebas exigir ía un es tudio especial que espero poder es

cr ib ir a lgún día . Pero quería decir es to porque, desgraciadamente, la

consideración de las desigualdades sociales sólo ocupa una pequeña parte

dentro de la formidable crí t ica de todo un orden social que es el l ibro.

Es necesario entrar dentro del ambiente general de protes ta que se res

pira en la obra para que cobren todo su significado las imprecaciones a

los maleficios del dinero o las burlas contra los avarientos que acá y allá

en el l ibro encontramos.

Ju an Ruiz odiaba al rico avariento :

Tú eres avaricia, eres escaso mucho,

al tom ar te aleg ras, el dar no lo ha s du cho (3) ;

no te fartar á Du ero con el su agu adu cho (4) ;

siempre me fallo mal, cadaque (5) te escucho.

Se encontraba mal , sent ía has ta repugnancia f ís ica , cada vez que

oía hablar a aquellos ricos insaciables a los que no podría hartar ni todo

el cau dal del gra n D ue ro . Y en otro pasaje les increp a : os pasaré is

como el rocío o como la flor del heno, vosotros, los ricos llenos del pan

y de los dineros que forzasteis de lo ajeno, que robasteis al prójimo:

. . .agora que estás lleno

de pan e de dineros que forzaste (6) de l 'ajeno,

non q uiere s dar al pobre un poco de cente no :

¡ ans í te secarás como rocío e fen o

Sus maldiciones a l d inero , c ier to que no son una orig inal idad del

{3) «No lo ha s ducho» : no lo tienes por cos tum bre .

(4) «Aguaducho» : cau dal de ag ua .

{5) «Cadaque» : ca da vez qu e.

(6) «Forzaste» : ro ba st e.

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i6  Dám aso lonso

poeta, s ino casi un lugar común de la l i teratura europea de la Edad

Media, pero, ¿acaso no revelan la posición del autor ante las injusticias

sociales  Todo se vende por dineros , nos dice, las mujeres lo mismo que

las indulgencias :

Si tovieres dineros habrás consolación,

placer e alegría e del Papa ración,

comprarás paraíso, ganarás salvación.. .

El r ico se l ibra de la prisión por dineros, en cambio el pobre va a dar

con sus hue sos a la cárcel «al que non da dine ros, écha nle las esposas» ).

N ad a se consig ue sino por el din ero : < el que n on t ie ne qu e da r , su caba-

llo non corre», nos dice en una ocasión, y en otra nos muestra al dinero

en función de juez que guiña el o jo picarescamente, compinchado en el

sob orno : «do el din ero juz ga , all í el ojo gu iñ a» . E l dinero da su van a

gloria e n m agníf icos p alacios a los pode rosos :

vi tener al dinero las mayores moradas,

al tas e muy costosas, fermosas e pintadas,

cast i l los, heredades, vi l las entorreadas.

M ientras tanto el pob re ve cómo le em barg an su casil la y su pe gu ja l :

Face perder al pobre su casa e sn viña,

sus muebles e raíces, todo lo desaliña.

Y con cluy e el poeta :

E n sum a te lo digo , tómalo tu m ejor :

el dinero, del mundo es gran revolvedor,

señor face del siervo e del siervo señor.

Digámoslo todo. Si e l lector , tan esperanzado como de buena fe ,

s igue avanzando en la lectura, se l lama pronto a engaño, cuando ve que

toda la an ter ior dec lam ació n co ntra el din ero ta n gran revolvedor)) ,

causador de tantas in just icias , es tá puesta en boca del Amor , e l cual

se la es tá d iciendo al mismo Arcipreste , para que, percatado el de Hita

de la impor tancia que t iene el saber dar , dé a manos l lenas a la alcahue-

ta in te rm edia r ia de sus amo res :

Por ende a tu vieja sé franco e llenero 7).

7) «llenero» : dadiv oso.

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i.a  ¡iiitisiicia .ocial en la Utcraiv.ra española  i

N o h a y r a z ó n p a r a e s c a n d a l i z a r s e . E l A r c i p r e s t e n o e s t á h a c i e n d o

s i n o a p l i c a r e l m é t o d o a n u n c i a d o ( co n f r a se a n t i r r a b e l a i s i a n a ) a l p r i n

c ip io de la ob ra :

K porque de buen seso non puede orne reír,

l)ubri' algunas burlas aquí a enxerir... (8).

Así, al increpar las injust icias del dinero, nos ha dicho lo que t iene

en su corazón, pero teme que el lector se aburra de moralidades, y entre

mezcla con el las la bu fon ada . M oralida d, choc arrería : dos asp ectos

imprescindibles en e l

  Libro de Buen Amor:

  que rer ignorar cualquiera

de los dos, equivale a dejar escapar el secreto del libro, que en eso resi

d e ,  en el choque grotesco entre ambos.

N o ,  el Arcipres te no podía es tar bien avenido con las des igualdades

sociales , como con tantas otras injust icias del mundo que le rodeaba. Y

tenía que ser as í , porque Juan Ruiz era , ent rañablemente , jmeblo, has ta

ta l punto que entre los muchos valores de .su l ibro, ninguno más evidente

que el de ser un genial estal l ido de expresión hispánica. Ya se pueden

afanar los eruditos en buscarle fuentes (9). Su ciencia es sobre todo y

ante todo c iencia popular ,

  folklore;

  él tom a el sem ierud ito niester d e

clerecía y le infunde un espíri tu juglaresco (10), al mismo t iempo que,

i r regular iza ndo su forma, le hace ins t ru m en to m uch o m ás apropiad o

para finos matices est i l ís t icos; él entrega su obra al pueblo, invitándole

a ser su colaborador :

Cualcjuier üine que l'oya, si bien trovar sopiere,

puede más añedir e enmendar si quisiere.

.\nde de mano en mano, cualquier que lo pediere.

Como pella (31I las dueñas, tómelo quien podiere.

Cualquiera que oiga mi l ibro—dice— añada o enmiende a su placer

(con tal de que sepa versificar) . Ande mi obra de mano en mano, como la

pelota cuando juegan var ías mujeres , que unas a ot ras se la echan. En-

(8) «enxerir» : en trem ezc lar.

(9) Ex isten varias perfectam ente conocidas, pero esto no obsta al predom i

nio del sentido popular en la obra.

'10) Véase : M en. Pid al,   Poesía juglaresca,  pág s. 266 y sigu ientes.

(11) «pella» : pe lo ta .

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ig   Dámaso Alonso

tregüese a quien lo pida, sea quien fuere. Sí: Juan Ruiz, hijo del pueblo

por su nombre de escueta castellanía lo mismo que por su inspiración

y su expresión, entrega su obra al pueblo. Y que éste supo recibir la y

gustar la nos lo prueba un emocionante tes t imonio recogido por Menén-

dez Pidal (12). En las hojas últ imas de una crónica se han conservado,

mal borronea dos, los ap un tes de l program a ca l le jero de un jug lar de l

siglo XV. Fr íos chistes, bufon ada s, alg un a pi rue ta, ta l trozo de é xito

de un autor popular , y, a l f inal , pedir unas monedas dando la vuelta

por el corro . (l Qu é lejanía la de la hu m ilde repres entac ión ¿P or qu é

plazas? ¿En qué fer ias?) . El pobre juglar no tenía muchos recursos .

Cuando e l públ ico se le aburre , anuncia que va a hacer una vis tosa

cabriola :

Agora quiero dar uti salto

cual nunca dio caballo rucio nin castaño.

Pe r o ,

  s in duda , n ingún recurso más ef icaz que es tas pa labras mági

cas : ( (Agora comen cem os del l ibro del Arcip reste . . .» Dice así el ju gla r ,

y en medio de l s i lencio expectante que e l nombre de Juan Ruiz , s in

duda, produce en e l audi tor io , comienza a ensar tar t rozos de l   Libro de

Buen Amor.  ¿ Y cuál es un o de los pasajes elegidos para mov er al bu en o,

a l candido, a l pobre públ ico de la plazuela? Pues prec isamente ese de

las injusticias que se cometen por el dinero, ese que hemos elegido como

prueba de la protesta del Arcipreste ante la división de la sociedad en

ricos y pobres. Y así aquella sesión en una plazuela de Guadalajara, o

de Segovia , o de Toledo, una ta rde de l s iglo xv, se t ransformaba, a la

sombra de l nombre jocundo del Arc ipreste , en un esquemático proyecto,

en una vis lumbre de mit in socia l .

3 .  EN EL aLIBRÜ DE MISERIA DE OMNEn

Son matices expresivos y su asociac ión dentro de una obra que t iene

un tono general de protesta contra la sociedad de su t iempo, lo que nos

ha obl igado a de tenernos ante a lgunos pasa jes de l Arc ipreste de Hita .

Al lector que desconozca el carácter general del l ibro, ta l vez le parezcan

(12) M en. Pid al,

  obra citada

págs. 300 y siguientes.

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La  injusticia social en la literaliira española  lo

una simple declamación retórica como las que sobre temas análogos exis

ten bastantes veces en la l i teratura de la Edad Media.

Para valorizar, pues, los ci tados lugares del Arcipreste, necesi tamos

un momento de reflexión y pausa. Pero hay un oscuro poeta (vivió, pro

bablemente pocos años después que Juan Ruiz) que, por excepción entre

la l i teratura de aquella edad, toma ante la injust icia social una acti tud

clara y decidida. Me refiero al desconocido autor del

  Libro de m iseria

de omne

  (13) (Libro de la miseria del hombre), poema de la úl t ima de

cadencia del mester de clerecía, el cual , s i atendemos a las condiciones

de lenguaje y versificación, parece que debió ser escrito muy a fines del

siglo XIV. En esta obra, su autor—probablemente clérigo—siguió bas

tante de cerca e l t ra tado de Inocencio I I I

  De contemptu mundi

Pero

el pasaje de que voy a tratar ahora—casi único lugar en que se anima

el pesadísimo poema—se puede decir que es original , pues no pudo más

que ser sugerido muy de lejos por el modelo. El haber metido dentro de

su l ibro esta estampa de las lamentables condiciones de vida de los s ier

vos en contraste con la holganza de los señores, revela una preocupación,

un tema de meditación favori to del poeta, y una postura ante los hechos

sociales que no he de vacilar en calificar de revolucionaria.

El poeta nos describe la visi ta que hace un señor a la casa de su

siervo. Es ya el atardecer. El señor se divierte cazando por los alrededo

res del lugar. Y envía por delante a su escudero a casa del s iervo para

que és te le tenga preparada cena. Bien querr ía ocul tar lo que t iene,

pero ,

  por su desgracia, ¿qué remedio le queda sino ponerlo a disposición

del amo?

Cuando en casa del siervo el señor quiere cenar

envía su escu dero que lo faga adob ar (14) :

el siervo malventurado lo que ha quiere negar,

m as con todo, i neg ro d ía , h alo de ma nifestar

L,a estrofa s iguiente no carece de humor. Por esta vez la diversión

le ha salido al señor fallida. Mientras el escudero ha ido a cumplir el en-

(•3) Ed itado por Artiga s en   Boletín de la Biblioteca Men Pelayo i i , 1919 ;

«1 pasaje que com ento ha sido reprodu cido en mi  Antología de la poesía medieval

(14) «adobar» : gu is ar .

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20   Dámaso lonso

cargo, el señor ha estado cazando por las viñas. En vano ha recorrido

valles y oteros : la caza parece haber desertado de aquellos lugares. ¿Hay

que decir que e l f rustrado cazador vuelve de un humor lamentable? No

es para m enos : l leva m uy can sado s los perro s y la cabalg adu ra. Y su

azor—aquel delicado ser por el que habría pagado tanto dinero y al que

tantos desvelos habría dedicado para cuidarlo según el complejo arte

de la ce trer ía—hambriento ahora , prorrumpe en chi l l idos. ¿Si se i rá a

enfermar? No nos maravilla , pues, que al entrar en la casa del siervo,

que va a servir de posada por aquella noche al señor, éste—con grosería

de poderoso—dé señales manif iestas de venir te r r iblemente enojado. El

pobre siervo teme la ira de su amo, y, no pudiendo desaparecer, se en-

coge lo más posible, se comprime ((como mur en el forado», como ratón

en e l agujero. ¿Es esto l i te ra tura española del s iglo xiv? Esta descr ip-

c ión,  ¿ no se pens aría e scrita a f ines del siglo x i x o princip ios del x x  ? :

E l señ or en e s t e com ed io (15) por l a s v iñ as va a caza r ;

a n d a v a l l e s e o t e r o s , c az a n o n p u e d e t r o v a r :

t r a e c a n s a d a l a b e s t i a , lo s c a n e s q u i e r e n f o l g a r ,

e l a z o r a n d a g r i t a n d o p o r a m o r d e s e c e b a r .

E l s e ñ o r v i e n e a p o s a d o , el su r o c í n m u y c a n s a d o ;

t r a e su s c a n e s f a m b r i e n t o s , e e l a z o r n o n c e b a d o .

C u a n d o e n t r a e n la p o s a d a m u é s t r a s e m u y a i r a d o ;

e l s i e r v o e s t á a p r e m i a d o c o m o m u r e n e l f o r a d o ( i 6 ) .

¡ O h, bien querría el pob re desap arecer Pe ro no le que da m ás re-

medio que adelantarse e ir , «como buey que pone su cerviz al yugo»,

a besa r la ma no del seño r. ¡ Qu é hace r  Si tiene gallina en la casa,

servirá pa ra cebar el halcón ; y si no la t iene, h ab rá d e ir a co m prarla

y pag ar po r ella lo qu e le pid an . (¡ Aq uellos caros y caprich osos bich os

no comían menos ) Más aún : el buey, el pollino o el cerdo de la mí-

sera casa serán arrojados de ella , porque hay que hacer sit io para que

el amo coloque su rocín; y aquel pobre hombre y sus hiji tos, tras que-

darse sin su cena, para que el señor pueda dormir a sus anchas, ten-

dr án que ir a pedir alo jam iento a casa de un v ecino :

: I5 ) (¡en e s t e com edio» : en t r e t an to .

(16 ) « a p r e m i a d o c o m o m u r e n e l f o r ad o » : e n c o g i d o c o m o e r a t ó n e n su

a g u j e r o .

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22 Dámaso

  Alonso

cuya t raducción cas tel lana por e l Arcediano del Alcor aparece entre

1525 y 1526, sirve de centro a aquella gran marejada. Erasmo, en sus

traducciones españolas y en especial en la del  Enquiridion,  predica

a todos una rel ig ión espir i tual , l lena de entus iasmo paul ino y de des

precio por las devociones externas , ayunos , peregrinaciones , oración

voca l, et c. , a las cuales l lega a l lam ar prácticas juda icas ».

Pero los t iempos son de mucho pel igro . Las doctr inas lu teranas

aca ba n de ser co nd en ad as de un m odo formal en 1519), y la iglesia ro

mana se dispone a la defensa, a ese vasto movimiento de reacción a lo

larg o de un ex ten so frente euro peo , que l lam am os Contrarreforma)) y

que se per fecc iona años más ta rde en Tren to . Nada más na tu ra l , según

eso, s ino que los fra i les de nuestra t ierra , temerosos de que desaparecie

ra e l i l imitado poderío que ejercían en España, pusieran el gr i to en el

c ie lo a l contemplar los val ientes avances de la l i teratura de Erasmo.

Aun antes de publ icarse e l

  Enquiridion,

  cua ndo se hacían ges t iones

para la impres ión, tocaron ya a rebato . Y, luego, los a taques no cesan.

En la campaña no deja de haber episodios graciosos . Tal a ta

ca nte le repro cha a Er asm o el hab er ensalzado la teología ger

man a» tan pe l ig rosa en aque l la época de lu te ran ism o) ; cuand o Era s

m o hab ía em plea do la pa lab ra germana» en el sen tido de genuina,

legí t ima», que el vocablo t iene en la t ín . Otro aseguraba que al t raductor

del Cherrión» o «C hicharró n» Enchiridion» qu ería dec ir, pero lo decía

mal) se lo había t ra ga do , por reprob o, milagro sam ente la t ierra . E n f in ,

para impedir la d i fus ión del l ibro l legaron sus contrar ios a s i tuar es t ra

tégicamente a la puerta de las t iendas de los l ibreros  per tabernas libra-

rias)  a lgunas personas que d i suad ían a los p resun tos compradores , enu

merándoles los monstruosos errores herét icos del autor .

El fin que perseguían los frailes era que se prohibiera el l ibro. Y

es tuv ieron a pun to de lograr lo ya en tonces . Pero Erasmo ten ía t am

bién valed ores inf luyentes : le pro tegía n e n la Can ci l ler ía im peria l , y

eran admiradores suyos nada menos que e l Arzob ispo de To ledo , Fon-

seca, y e l de Sevi l la , Manrique, es te ú l t imo cabeza también del Tribu

nal de la Inquisición. Y la minoría de erasmistas, todos ellos cultos y

entus ias tas , t rabajaba s in descanso en defensa de su ídolo . Una junta que

bajo la pres idencia de Manrique se reunió en Val ladol id en 1527 para

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-La

  injusticia sOíial en la literatura española

  23

examinar las proposiciones sospechosas de los l ibros del holandés, se

disolvió por miedo a la peste, s in haber l legado a tomar acuerdos. Por

entonces no ocurre nada, n i en España n i fuera de e l la . Erasmo muere

en 1536 dentro de la iglesia católica. Y sus obras van sólo lenta y tar

d íamente ent rando en los índices inquis i tor ia les , has ta que son prohi

bidas casi en su totalidad en el de 1559.

Había más en la obra de Erasmo que s imple cr í t ica de práct icas ex

ter na s. H ab ía lo qu e Ba tai l lon l lama con acierto u n radical ismo tols-

toiano» en la apl icación que hace el de Rotterdam de la doctr ina cris

t iana a la conducta de los hombres. Erasmo vuelve los ojos en torno

de sí y contempla una laxísima interpretación de los principios evangé

l icos. Y contra esta corrupción no cesa de predicar . Los hombres—

viene a decir en su   Enquiridion—han am oldado la doc tr ina de Cristo

a los usos del m un do . L,o qu e en los Ev ang el ios se dice para todos , c ada

uno cree que no le toca a él ; lo que al l í se manda en absoluto, todos

creen cumpl i r lo obedeciéndolo a medias . A recordar que los preceptos

a todos obl igan y que su cumpl imiento no admi te d is t ingos v ino el

  Ma-

nual del caballero cristiano

Este radical i smo se ve b ien patente en su doct r ina sobre e l uso de

los bienes temporales. Cierto que sus amonestaciones a los r icos vienen

a coincidir con las exci taciones a la caridad comunes en la l i teratura

rel igiosa. Pero el tono es más violento, más duro. Véase este pasaje que

supo t raduci r cas t iza y val ientemente e l Arcediano del Alcor . Habla

prim ero un r ico insensible y siguen lueg o las increpa cione s de Er asm o :

«Mi haciend a 9s ésta, y yo me soy el señor de el la. . . Pu es, ¿po r qué no usaré

yo de el la bien o mal, como quisiere?. . . ¿Por qué razón tengo yo de dar lo mío a

quien no lo debo? Si lo destruyo o lo gasto o lo malbarato, mío se es, que ni lo

tomo de lo ajeno ni tiene que ver nadie en ello». ¿Cómo, y parécete bien que tu

próxim o rabie y se consum a de hamb re y que tú andes rego ldando a perdices ;

que tu hermano ande desnudo y espeluzado de frío y a ti se te coman de polilla

tan tas vest idura s ; que juegues tá en una noche m il ducados al naipe o a los

dados, y no dudes de los perder , y que en este medio t iempo alguna miserable

doncella con pura necesidad pon ga su cast idad a ve nd er. . .? D ices t ú : «Qué

se me da a mi?, lo mío gasto a mi voluntad».. . Y estando fundado en esto y

teniendo tu corazón así sat isfecho, parecerate después que eres muy buen cr is

t iano, no s iendo en la verdad ni ann hombre humano.

Todo el l ibro respi ra es te indignado espí r i tu de jus t ic ia cont ra la

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3.)

  Dám aso Alonso

insensib i l idad d e los qu e, creyéndose cr is t ianos , ga s tan su d inero , s in

mirar la necesidad del desvalido. Y el buen Arcediano del Alcor no le va

en zaga al holandés en es te sent imiento , porque a veces , cuando Erasmo

calla en sus imprecaciones contra los ricos del mundo, añade todavía

el t raductor , de propia Minerva, a lgún ardiente apostrofe .

Y no era sólo el Arcediano del Alcor. Este absolutismo en la apli

cación de la doctrina evangélica pasó en general a los discípulos espa

ñoles de Erasmo. Tomemos, para poner sólo un ejemplo, e l

  Diálogo

de Mercurio y Carón  (22), de Alfonso de Valdés. Allí leemos la indig

nación del autor al ver que a los pobres se les entierro fuera de la

Iglesia, y a los ricos que lo pagan, dentro; que éstos, mediante dine

ros ,  son los únicos que pueden entrar en el templo en época de entre-

diclio. Allí , repetidas veces, se expone la idea de que todo el mundo,

sin exceptuar a los frailes,

  y

  aun los hijos de los caballeros, y aun los

mismos hijos del príncipe, deben aprender un oficio manual para ga

narse la vida con su trabajo. El que no trabaje, que no coma, viene a

decir V aldé s : el prín cipe no deb e ad m itir vago s en la rep úblic a, y

entre los vagos incluye a las órdenes mendicantes . Y cuando el ánima

de un obispo se escandaliza ante la idea de que los pobres se hubieran

po did o sen tar a la me sa con él, C aró n le con testa : (fPues por cier to

qu e ten ían ellos a tu ren ta m ás dere cho que tus criado s». E n fin,

cuando el alma de un príncipe confiesa que gastó sus rentas ea hacer

gue rras , la indigna ción del buen bar que ro es ta l la : ( (¡De ma nera que

el propio sudor del pueblo lo convertías tú en su destrucción   )>  Nó ten

se bien las ¡mlab ras : se hab la a quí del ((derecho» del m ene stero so a

las ((rentas» del rico; se afirma que las rentas del príncipe son dinero

públ ico , representan el ahorro del sudor del pobre y no pueden di la

pidarse en locas av en tura s gu err era s . ¡ Y es Alfonso de Va ldés , secre

tario de la Cancil lería del Emperador Carlos V, quien habla así , y en

un l ibro escri to, por otra parte, para defender la polí t ica de su señor

(22) Kditado por José

  V.

  Montesino.s, en «Clásicos Castellanos», t. ¡56. Los

pasa jes a que me refiero e n el tex to , figuran en las pá gs . 21, 32, 71, 109, 135, 191,

205 y 256. Léa nse los exc elen tes prólogos de M ontesinos a esta ob ra y al  Diá-

logo de las cosas ocurridas en Roma

del mismo Alfonso de Valdés, en

  Clásicos

Castellanos t.

  89.

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La injusticia i^ocial en la lilcralura españo la  25

En estos años, al rededor del saco de Roma, de erasmismo casi oficial ,

de i lustración de las esferas imperiales, la casa de Austr ia estuvo a

yunto de algo muy dist into de lo que tuvo que ser luego en la real idad

por un cruce de fuerzas nacionales e internacionales) , a punto de

cambiar los caminos de la h is tor ia de España y de la del mundo. Mas

vo lvamos a nues t ro Erasmo.

«Ni aun hombre» es para Erasmo, como hemos v is to más ar r iba,

el r ico que cree estar facul tado pa ra ejercer el «jus abu tend i» sobre

su propiedad. Pero , ¿no va más al lá la cr í t ica erasmiana? ¿No l lega

aiui a negar el derecho de propiedad mismo? Aquí , como siempre, el

pensamiento de Erasmo es í luctuante . En lu ios pasajes amonesta a l

rico para qu e sea fiel despe nsero» y repa rta su s biene s con los pob res ;

en otros l lega decididamente más al lá, aconsejando el apartamiento de

las r iquez as de este m un do :

. . .Si tú temes daño en el ahna tomando cargo de hacienda, desecha de t i

tan peligrosa y aun tan perdidosa ganancia, y haz lo que aquel filósofo Grates

de Teba s hizo cuan do le enojaba el cu idado de gua rda r su dine ro : échalo tú

también ien la mar como caxga pesada y mala.

Pero hay aun dos pasajes del   Enquiíidion tan categóricos, que

nadie, creo, podrá dudar que nos revelan el fondo del pensamiento de

Eiasmo, que son el eje de sus ideas sobre la propiedad, en torno al

cual g i raban a mayor o menor d is tancia sus aseveraciones usuales so

bre el tema, las cuales forzosamente habían de adaptarse en algo al

orden social establecido. Porque es lo cier to que en estos dos pasajes

que vamos a es tudiar en seguida, queda v i r tualmente negado el dere

cho de propiedad.

Los f ra i les españoles—siempre en la brecha—vieron claramente e l

pel igro . La negación del derecho de propiedad, la predicación de una

especie de comunismo crist iano, más o menos unida a la de la abol ición

de la jerarquía eclesiást ica, tenía una larga t radición en la historia de

las herej ías del cr ist ian ism o, como ¡ue la enco ntram os ya a fines del

siglo XII, y desd e ento nc es hast a la m ism a jpoca de la Re form a, no

deja de darse en Europa, en sectas que en lugares geográficos aparta

dos toman toda un a ser ie de nom bres d is t in tos : valdense s , pobres de

L eó n de L yo n) , iusa ba t tato s, frérots , frat icel l i , lolardos, beg ar-

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20  Dám aso Alonso

d o s . . .

  La mayor parte de los adeptos de estas sectas juntan , a la predi

cación o prác tica de u n com unis m o religioso , la profesión de do ctri

nas i lumin is tas .

Se comprenderá que esto aumentaba el pel igro , s i se t iene en cuen

ta la existencia de una serie de focos de i luminismo en la España de

enton ces un edicto inquis i tor ia l que cond ena a los «alumb rados» , es

de 1525, es decir, de la víspera misma de la divulgación del

  Enquiri-

dion .

  N o nos pue de ex tra ña r , pue s, ver a los frai les a larma do s ante un a

doctr ina que, aunque no i luminis ta por s í misma, había s ido profesa

da por muchos part idarios de esta tendencia , y que además podía aca-

rreai graves consecuencias sociales . Los dos pasajes en que Erasmo

niega el derecho de propiedad pasaron, por tanto , a l cuaderno de pro

posiciones cond enab les pres entad o por los frai les a la Ju nt a de Va -

lladolid, de 1527.

El pr im ero de estos pasajes dice en el tex to la t ino : «Pro prieta tem

chr ist ian a cari tas non no vit» . L,a carid ad crist ia na no conoc ió la pr o

piedad». Algún pel igro debía ver en la frase e l bueno del Arcediano

del Alcor , c uan do al t raducir la suavizó algo el sent ido : xPues la ca

r idad c r i s t i ana»—traduce—«no sabe tener cosa p ropr ia» . Y que no de

bemos dudar de in terpretar las palabras de Erasmo al p ie de la le t ra ,

se deduc e de l cotejo con el o t ro luga r a que aludíam os an tes : «¿ T ú

creías que sólo a los fra i les les es taba prohibida la propiedad y manda

da la pobreza

 

Te engañabas, que lo uno y lo ot ro a todos los cr is

t ianos concierne». Traduzco al p ie de la le t ra , que también aquí modi

f icó l igeram ente e l sent ido el A rced iano , con un hábi l escamo teo lo

mismo que antes) de la palabra «propiedad». Y también este pasaje

f igura—como he dicho—entre las proposiciones condenables del cua

derno presentado por los fra i les en Val ladol id , y aparece de hecho con

denado exp l íc i tamente en e l

  índice expurgatorio

  de A m ber es , 1571-

N o ;

  no cabe duda : la posición de Erasmo frente a l derecho de pro

p iedad e ra—para aque l la época—de un ex t remado rad ica l i smo. Coin

cidía Erasmo con todas las herej ías comunistas del cr is t ianismo—como

las de los valdenses , e tc .—en convert i r en

  precepto obligatorio

  la pro hi

bición de la propiedad y la adopción de la pobreza, que sólo como   con

sejo evangélico  pa ra los qu e qu iera n ser perfe ctos , se da en la rel igión

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  a injuiiicia social en la literatura española  27

católica. Tal vez en estos dos lugares se le fué a Erasmo la pluma y

expresó s in ambages lo que tantas ot ras veces no se a t revió a

  decir

LfO cie rto es qu e, a la luz qu e estos dos lug ar es n os da n , co bra sen

t ido la enemiga cons tante del autor contra las r iquezas y sus detenta

dores .  Su odio co ntra los ricos insen sibles no siem pre insensibles, dí

ganlo las mismas pens iones que Erasmo cobraba) no procedía sólo de

una reacc ión inmedia ta de an t ipa t í a , s ino de una pos ic ión doc t r ina l :

«Tu creías que a solos los frai les les estaba vedada la propiedad.. .? Te

engañabas : . . . a todos los c r i s t i anos conc ie rne» .

Y estos l ibros eran los que—en las cast izas, densas, bien castel la

nas tradu ccion es de aquel la época de noble lengua je a lgo re tór ico)—

se leían en la misma Cancil lería del Emperador; con el los se delei

t aba un grupo se lec to de in te lec tua les humanis tas ; y , en seguida , con

avance tr iunfal , l legarían a entrar en los conventos de frai les y aun

de monjas , y has ta a ser lec tura saboreada—como los procesos inqui

s i tor ia les nos prueban—de damas y varones seglares de mediano es-

lado.

La semil la había caído en buen terreno. No hubo cosecha porque

la co ntrar refo rm a qué es, no sólo u n a coacción de lo católico en tr an

ce de defensa, s ino, para los españoles, una suma de necesidades na

cionales e internacionales) la ahogó en flor. Pero al Siglo de Oro de

nues t ra l i t e ra tura l l egaron aún—como veremos o t ro d ía—algunas es

p igas b ien granadas .

D Á M A S O A L O N S O .

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CAPITAL

DE L

GLORIA

MADRID OTOÑO

CIUDAD de los más turb ios s in ies t ros provocados

de la angust ia nocturna que ordena hundirse al miedo

en los sótanos lívidos con ojos desvelados

yo quisiera furiosa pe ro im pasiblem ente

arrancarme de cuajo la voz pero no puedo

para pisarte toda tan s i lenciosamente

q u e la sangre t i rada

m ord iera sin pro testa mi llanto y m i pisa da.

Por tus desnivelados terrenos y arrabales

ciu da d po r tus l luviosas y ate rida s afueras

voy las hojas difuntas pisando entre t r incheras

charcos y barrizales .

L os árboles aco dan despro vistos las ramas

por bardas y tapiales

donde con ojos fijos espían las troneras

un cielo temeroso de explosiones y l lamas.

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30  Rafael lberti

Capital ya madura para los bombardeos,

avenidas de escombros y barrios en ruinas,

corre un escalofrío al pensar tus museos

tras de las barricadas que impiden las esquinas.

Hay casas cuyos muros humildes, levantados

a la escena del aire, representan la escena

del mantel y los lechos todavía ordenados,

el drama silencioso de los trajes vacíos,

sin nadie, en la alacena

que los biseles fríos

de la menguada luna de los pobres roperos

recogen y barajan con los sacos terreros.

Más que nunca mirada,

como ciudad que en tierra reposa al descubi erto,

la frente de tu frente se alza tiroteada,

tus costados de árboles y llanuras, heridos;

pero tu corazón no lo taparán muerto,

aunque montes de escombros le paren sus latidos.

Ciudad, ciudad presente,

guardas en tus entrañas de catástrofe y gloria

el germen más hermoso de tu vida futura.

Bajo la dinamita de tus cielos, crujiente,

se oye el nacer del nuevo hijo de la victoria.

Gritando y a empujones la tierra lo inaugura.

II

¡PALACIOS, bibliotecas Estos libros tirados

que la yerba arrasada recibe y no comprende,

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  apital de la gloria  31

estos descoloridos sofás desvencijados

que ya tan sólo el frío los usa y los defiende;

estos inesperados

retratos familiares

en donde los varones de la casa vestidos

los más innecesarios jaeces militares

nos contemplan partidos

sucios pisoteados

con ese inexpresable gesto fijo y obscuro

del que al nacer ya lleva contra su espalda el muro

de los ejecutados;

este cuadro este libro este furor que ahora

me arranca lo que tienes para mí de elegía

son pedazos de sangre de tu terrible aurora.

Ciudad quiero ayudarte a dar a luz tu día.

M O N T E D E E L P A R D O

TA NTO sol en la guerra de pronto tanta lum bre

desparramada a carros por valles y colinas;

tan rabioso silencio tan fiera mansedumbre

bajando como un crimen del cielo a las encinas;

este desentenderse de la muerte que intenta

de acuerdo con el campo tanta luz deslumbrada;

la nieve que a lo lejos en éxtasis se ausenta

las horas que pasando no les preocupa nada;

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32  Rafael lberti

tod o es to m e rem ue rd e m e socava m e qui ta

ligereza a los ojos m e los nu bla y m e p o ne

la conciencia cargada de llanto y dinamita.

La soledad re tumba y e l sol se descompone.

L O S C A M P E S I N O S

SE ven marchando duros color de la corteza

que la agresión del hacha repele y no se inmuta.

Co m o los pe de rna les som bría la cabeza

pe ro lum bre en su sue ño de cascara de fruta .

Huelen los capotones a corderos mojados

que forra un mal sabor a sacos de patatas

uncido a los est iércoles y fangales pegados

en las cansinas botas más rígidas que patas.

Sonando a obscura t ropa de mulos ins is tentes

q u e reb asan las calles e im pid en las aceras

van los hombres de l campo como inmensas s imientes

a sembrarse en los hondos surcos de las t r incheras .

Muchos no saben nada . Mas con la cer t idumbre

del que corre al asalto de una estrella ofrecida

de sol a sol trabajan en la nueva costumbre

de ma tar a la m ue rte para ganar la vida.

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  apital de la Gloria

  33

A N I E B L A M I P E R R O

N IEB LA tú no com pren des : lo cantan tus orejas

el taba co inocente to nto de tu mirada

los largos resplandores que por el monte dejas

al saltar ray o tierno de brizna des pe ina da .

Mira esos perros turbios huérfanos rese rva do s

que de improviso surgen de las rotas nebl inas

arrastrar en sus t ímidos pasos desorientados

tod o el te rr o r re cie nte d e su casa en ru inas.

A pesar de esos coche s fugaces sin corte jo

que t ransportan la muerte en un cajón desnudo;

de ese niño que observa lo mismo que un festejo

la batalla en el aire qu e asesinarle p ud o;

a pesar del mejor compañero perdido

de mi más que trist ísima familia que no entiende

lo que yo más quisiera que hubiera comprendido

y a pesar del amigo que deserta y nos vende.

Niebla mi cam arada

aun que tú no lo sabes nos queda todav ía

en medio de es ta heroica pena bombardeada

la fe que es alegría alegría aleg ría.

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34

  Rafael lberti

V O S O T R O S N O  C Í S T E I S

¡MUERTOS al sol, al frío, a la lluvia, a la helada,

junto a los grandes hoyos que abre la arti l lería,

o bien sobre la yerba, que de puro delgada

y al son de vuestra sangre, se vuelve melodía

Siembra de cuerpos jóvenes , tan necesar iamente

descuajados del triste terrón que los pariera,

otra vez y tan pronto y tan naturalmente

semilla de los surcos que la guerra os abriera.

Se oye vuestro nacer, vuestra lenta fatiga,

vuestro empujar de nuevo bajo la tapa dura

de la tierra que al daros la forma de una espiga

sien te en la flor del trigo su juv en tud futura.

(¡Quién dijo que estáis muertos? Se escucha entre el silbido

que abre el vertiginoso sendero de las balas

un rumor, que ya es canto, gloria recién nacido,

lejos de las piquetas y funerales palas.

A los vivos, hermanos, nunca se les olvida.

Cantad ya con nosotros, con nuestras mult i tudes

•de cara al viento libre, a la mar, a la vida.

No sois la muerte, sois las nuevas juventudes,

R A F A E L A L B E R T I .

( E n Ma d r i d , d i c i e mb r e d e 1 9 3 6 ) .

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T E S T I M O N I O S

EN TIERR S R GONES S

La conmoción española nos había despedido a todos de nuestros ho-

ga res había sacudido con su repe nt ina voz de a larm a la inercia de

un a v ida m edio l levada con aband onos y pro tes tas con súbi tos entus ias-

mo s y desalentada s pos t raciones pero organizada a un en torno a un as

premisas que daban el tono y la forma a cualquier manifestación de

nues t ra convivencia .

Estuvimos todos en la cal le despertados por ese Uamaniiento tremen-

damente angust ioso que precede a toda hora decis iva para los hombres .

E n la calle es tamos aú n y segu ram ente hem os de es tar lo por m ucho

tiempo. El que confía en una vuelta a la inercia pasada desconoce la mag-

ni tu d de nue s t ro mom ento y lo que es peor deja de v iv ir el dram a en

todas sus proporciones incoherentes de profética alegría e intensa nos-

ta lgia . Has ta e l corazón más tosco puede haber o ído derrumbarse det rás

de sí ese familiar edificio abandonado por nuestra incorporación a la

lucha .

Y desde entonces la vida en España adquiere caracteres insospecha-

dos .  U na febr il ans iedad una d iar ia m utació n de act iv idades las s i tua-

ciones má s apa ren tem ente i r reales los encu entros y las conversaciones

con gentes que hasta hace poco nos eran desconocidas y vivían por

ent ero des l igadas y has ta igno rante s de nue s t ra voz de nue s t ra ex is ten-

cia m isma hacen de la actual idad española un confuso r um or a t rave -

sado por l lam arada s . No creo desde lueg o que e l m om ento pueda ser

exp resa do por un arte realis ta ya que la informe m oda lidad de vida

anim ada por él no se s ien te no se v ive a la m anera razonada m inucio-

sa o detal l is ta que tal art e pr op ug na sino como tensión tota l que con-

vierte la real ida d en epop eya o sea en el poem a que quizá algiin día

su r ja desme surado como un sueño .

Así lo pensé por pr im era vez cua ndo en expedición de prop aga nda

salimos al frente no rte de Te ru el . L os días pasado s all í entre nue stros

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30   Juan Gil-Albert

combatientes, tenían toda la evidencia del trastorno español, la cruda

realidad de una guerra inesperada en país primitivo y pobre, pero sin

embargo, su misma especie de novedad insóli ta , de rompimiento feroz

con las normas de nuestra vida pasada, los hacía inaprehensibles a la

inteligencia, oscuros para los sentidos, a fuerza de chocar de manera

tan inmedia ta con la t ie r ra y sus hombres en armas.   L a  t ierra en Ar a-

gón adquir ía una preeminencia de s ímbolo. Eran largas e tapas de

tierra sola, ape na s sin árboles ni poblad os. U na t ierra increíble : era

E sp añ a. O algu ien dijo : la sierra de G ud ar. Y el nom bre del sistem a

montañoso me tornó colegia l sobre un mapa de pa labras desconocidas ,

pero sin guerra. Sólo de cuando en cuando, de pie sobre el repecho del

monte , con bajo matorra l y rodeado de su rebaño pardusco, e l pastor

nos m irab a pasar , l iado con su m an ta tam bié n terrosa, parad o en no sé

qué mít ico ar ra igo de cul to a la t ie r ra . ¿Y desde cuánto t iempo? Mucho

antes de que los árabes vinieran, antes incluso de los romanos, este

hombre es taba ya , ahí , mirando. Recuerdo que en Alcoy un joven te je-

dor me había dicho : «Lo que sucede es que e l m un do a delan ta , pero

nosotros no adelantamos». Tan c ier to , que e l e lementa l pastor a ragonés,

está separado por siglos de ese complicado mecanismo de los aviones

que vuelan sobre su le jana cabeza , y que ins tantáneamente pueden ani-

qui lar a sus mer inos , la única vida que comprende.

líUego, en ciertos sectores y entre la llovizna, el paisaje cobraba

de pronto, desde las altas carreteras, una delicadeza de tonos fr íos y opa-

cos,  de sienas, violetas y verdes palidísimos, donde los toros pacen cer-

canos a las hortalizas congeladas en valles que corona una nieve deslum-

brado ra , i Qué inte r rog ante quedaba suspen dido sobre estos campos de

casas sol i ta r ias con tech um bres rosas U n pelotón de j ine tes de l e jér -

c i to se adentraba t rotando sobre charcos , por los caminales que conducen

a los puntos de concentraciones de fuerzas. Sin embargo, el si lencio

en la ser ranía era desconcer tante .

Y, además, la miseria . También la miseria se nos ofrecía a nosotros

los que veníamos de las ciudades bonancibles, y ésta sí , con la seguridad

de su perpetuado cot idianismo, nos descubr ía una verdad desoladora .

Aquel los pueblos enfangados a los que l legábamos anocheciendo y lan-

zando nuestros altavoces con himnos revolucionarios, en las plazas sin

empedrar , donde el aletazo de la nieve próxima hiela los huesos, eran

las tr istes guaridas contra las cuales se habían lanzado en armas los

pr ivi legiados de España . All í no se disponía de otro loca l de asamblea

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E n

  tierr s r gones s

  37

para los milicianos. L,os convocábamos en las rudas iglesias, a la luz de

agonizantes peri l las instaladas por nuestro equipo, y los muchachos,

con sus casquetes de abrigo, escuchaban las arengas y los romances

que desde un camión de transporte, les decíamos en medio de aquellos

muros de a l tares arrancados . Luego, sobre un l ienzo proyectábamos pel í -

culas soviét icas relat ivas a la guerra. Voceaban los muchachos invadida la

nave y trepados a los basamentos de las pi lastras . Eran los que pronto,

según se adivinaba, tomarían las armas para la ofensiva.

Entumecidos por el fr ío , moviéndonos en un medio hosti l de barro

y l luvia, subiendo por desmontes bajo la escarcha, hasta una ais lada

vivienda donde en cuchitri les dormíamos hacinados mientras del res-

quebrajado techo nos caía el helor, un sentimiento profundo de solidari-

dad mantenía el tesón que el cuerpo envilecido no era capaz de sopor-

tar. Pero también de la fusión momentánea se destacaba a veces ese lazo

indiv idua l , pe ren ne, que eng alana la vida con el m ejor de sus frutos.

Y estando apoyado de brazos sobre un paredón frente a los montes des-

nudos, vino un miliciano y charlamos juntos. Me sorprendió su pulcri-

tud . Recuerdo exactamente que me d i jo a l separarnos : «Estaré aquí has-

ta que tomemos Teruel . Quisiera sobrevivir a la lucha porque tengo

mucho que aprender. Si es así , i ré a buscarte para que hablemos de poe-

s ía» .

  Y se anotó mis señas.

Pero uno no podía detenerse demasiado en el lo. Aquel día, en Corbalán,

a poca distancia de las avanzadil las , l legaron siete jovenzuelos evadidos

del campo enemigo. Apenas hablaban y buscaron el fuego en la cocina

sórdida donde comíamos unas pata tas con humo. Pero dos mujeres de

Teruel , venidas un mes antes a t ravesando los campos , nos descr ib ieron

la pesadilla aragonesa en la alta ciudad : la amiga fusilada por guardias

civiles en la misma puerta de su casa, y aquella otra, parida después de

m ue rta . ¡ No que da n i raza de los nue stros », di jeron.

Ea mujer es o t ro enigma del momento . Veo a aquel las que en Pera-

les nos dieron cobijo, la anciana, la hija y las nietas, desposeídas del

hombre, pastor de los vistos por las serranías y arrastrado por los fas-

cistas para la defensa de su miserable jornal. Veo la que nos dijo en el

camino, sola también, ofreciéndonos con conmovedora sinceridad sus

cuidados y su vivienda : «Los hombres se han ido a defender la patria».

Veo las que ya de regreso vinieron aterradas por el rumor de un bom-

bardeo aéreo a pedirnos noticias de los suyos. Eran las mujeres del

éxodo ; unas de las miles y miles de mujeres que hoy sobre el suelo de la

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38  Bernardo Clariana

Patr ia s ien ten la ex t rañeza del techo y del pan , arrancadas súbi tamente

de su vida.

Y cuando se vuelve, e l asombro pers is te de o t ro v iv i r c iudadano,

aun sacudido como está por la nerviosidad de la lucha. Por al lá, por la

t ierra hosti l , hemos visto y hemos oído. Nadie olvida hoy lo que oye

y lo que ve, cuando el mundo ha recobrado progres ivamente su exis ten

cia tangib le y e l hombre encuentra los nuevos bro tes de la a legr ía en re

mediar las desdichas del hombre.

J U A N G I L - A L B E R T

EL POET JEF L ST

LUCH NUESTRO L DO

Las grandes potencias , a las que nues t ra pobre y grande España

vuelve hoy los ojos con odio, con confianza o recelo, devoran la presen

cia arr inconada en nues t ra memoria actual , de a lgunos países . Y, s in

embargo, desde hace a lgún t iempo la so l idar idad in ternacional nos prue

ba también su ayuda desde un Estado pequeño. Entre e l los vamos a

des tacar uno : Ho landa . Y un hombre , Je f Eas t , en t re t an tos hombres

como hoy, venidos desde los más distantes rincones de la t ierra, luchan

a nues t ro lado como verdaderos y entus ias tas voluntar ios .

N in gú n suceso de estos ú l t imos año s , de guerra o revolución , ha

impres ionado tan to a las gentes de mi país , como la guerra de España.

Esto ha dicho Jef East , escri tor y poeta holandés. Jef Last , que ha

sido secretario de la Alianza de Intelectuales de Plolanda y delegado

en el Congreso de Escri tores, en Moscú, en 1934, t iene publicadas no

velas y volúmenes de poesía. Su obra se halla traducida a cinco idiomas.

En «Zuiderzée)), uno de sus l ibros más famosos, se describe el deses

perado esfuerzo del capital ismo holandés para salvar la cris is económica

de su país . ((Camaradas» y «Dos Mundos» son colecciones de poemas

en los que late una viva preocupación social . En ((Cantos de marineros»

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  l poeta Jef Last lucha a nuestro lado  39

alude a la vida penosa de los pescadores del Zuiderzée. En la colección

de el «Mono azul» hay un poema de Last , t raducido por Albert i .

Jef Last vino a España dejando su brumoso país de flores, en los

primeros días de sept iembre, y esto explica que no lucha en la Brigada

Internacional , sino como teniente del Batal lón Sargento Vázquez. Desde

su Uegada, Last combatió sin descanso al lado de Mangada y luego en

Madrid- Los lectores holand eses conocen ya sus Cartas de Esp aña »

escri tas desde el frente. Hace poco obtuvo un primer permiso de t res se

manas que aprovechó para volver a su patr ia y contar al l í a los apacibles

holandeses la verdad sobre la guerra española, que mezquinos intereses

y almas bajas desfiguran y tuercen. Durante la estancia en su país

Jef Last hablaba diar iamente t res o cuat ro veces sobre España . Empeza

ron pronto a l lover las dif icul tades para que el escri tor holandés siguiese

con su propaganda. En Har lem, Jef Last escuchaba un discurso que

alguien leía y de vez en cuando aplaudía con la gente. A su lado, el

hombre que leía , hablaba de España y alguna vez se oía clara y heroica

la pala bra miliciano)). E nt on ce s La st apla ud ía y su secre tario con ti

nuaba leyendo el propio discurso que Jef había escrito, para evitar la

prohibición de hablar que sobre él pesaba. Los vecinos de la ciudad

de los tu l ipanes , oyeron apenados cómo los niños madr i leños mueren

diariamente destrozados por las bombas de Alemania y de I tal ia . Jef Last

no pudo en los días restantes de su permiso volver a las salas con humo

donde los obreros escuchan los mít ines.

Por aquellos días la princesa Juliana se casaba en Harlem y la social-

democracia holandesa movilizó la policía de la ciudad y de la región, para

que vigi lase el cortejo fel iz de la princesa. . . , mientras, en un barrio apar

t ado ,  Last , t ranqui lamente , hablaba a los pescadores de la res is tencia he

roica de los madri leños.

Los mejores escri tores holandeses, dice Jef Last , incluso los catól icos,

s impat izan con nuest ra causa . Y c i ta a Van Duinkerken, uno de los

escri tores más celebrados, y a Van Walschap, a quien Jef t iene como el

mejor orador de lengua holandesa . Desde luego que la gran prensa ca

tól ica combate a l Gobierno republ icano, a pesar de que Holanda se ve

de cerca ame nazad a por la rapa cidad naz i . Lo s catól icos del país se

hal lan divididos.

Estando al lá todavía con permiso, sigue hablando Jef Last , se cele

braba en Amsterdam e l Congreso de l Par t ido Comunista . Después se

hizo una colec ta . Una mujer , no teniendo qué darme, me dio su ani l lo .

En Frisia , un anciano de sesenta y cuatro años, vino a pie desde un

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40

  ernardo  lariana

puebleci to d is tan te dos horas , só lo para o í rme hablar de España, y me

dio para los niños españoles más del diez por ciento de su salario de

cuatro florines, que es el socorro que recibe como parado. Todavía en

L eu w ar de n u n ferroviario le di jo : cada dos añ os, la compa ñía nos d a

un chaquetón gordo para el t rabajo. El que l levo, todavía está en buen

uso-

  Toma el nuevo para t i , que vas a España.

Jef lyast no descansaba un momento. I^a policía y ia administración

holandesa tampoco. Expiraba e l permiso de t res semanas , cuando Jef

Las t , c iudadano holandés , natural de I /cmmer, en Fr is ia , que había

dado a su país la gloria de sus obras, dejó de ser holandés por obra y

gracia de la socialdemocracia de su país , que no podía consentir que

Jef I^ast luchase desde España por el mejoramiento de los pescadores

del Zu iderzé e, por los Camaradas)) de su libro, los obreros que ga na n

terrenos al mar, por todos los camaradas del mundo. El mil iciano I^ast

era, desde ah ora , incom patible con la flemática c iudada nía holan desa ,

donde la seriedad monta flacas bicicletas y las rubias muchachas saben

pedalear graciosamente .

El joven poeta volvía a España hablando de nuestra guerra en las

capitales del camino. En Bruselas habló como miliciano flamenco, pues

ya no podía l lamarse holandés, ante varios millares de hombres. Y no

tardó en l legar la prohibición. La sala estaba abarrotada de público,

había muchos estudiantes y profesores, dada su calidad de escri tor, y

has ta as is t ían a lgu nas autor ida des unive rs i tar ias . F ué un autén t ico

cordón intelectual que l ibró a Last de que la policía cumpliera la orden

de arresto que l levaba.

Y aquí está de nuevo. Hace poco sal ió para incorporarse a su bata

l lón, que lucha en Madrid.

Al l legar de nuevo a España, Last dice que se s iente fel iz como si

en tra ra en su propia casa. E n su bata l lón, Sargento Vá zque z», La st

es el único holandés, pero en España luchan en nuestras fi las otros

camaradas holandeses . Para todos e l los , holandeses s in pat r ia , pero

más holandeses que nunca, España crea su mejor c iudadanía .

B E R N A R D O C L A R I A N A

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C O M E N T A R I O

P O L Í T I C O

EL DISCURSO DEL PRESIDENTE

El

  día 21 de enero en las salas de la Casa Consistorial de Valencia an te el

Gobierno el Cuerpo Diplomático y el Parlamento habló el Presidente de la Repú-

blica y sus palabras fueron retrasm itidas por todas las emisoras leales lanzadas

al aire l ibre de Europa.

Luego de saludado por el Alcalde de la ciudad en nombre de todos los muni-

cipios libres de Esp aña se levantó el Sr. Preside nte y pronun ció un largo dis-

curso mem orab le. Por lo que rep res en ta y vale como definición na ciona l como

hecho de volumen suficiente para constituir un hito de nuestra accidentada y

compleja guerra como aportación humana y documento histórico nosotros que-

remos recoger en estas páginas su vuelo y su destino reacuñando con la más

sintética forma de esta «hora de España» su caudal desbordante de sugerencias

y de afirmaciones.

EL DERECHO Y EL DEBER DE HACER LA GUERRA

tCuando se hace la guerra que es siempre un mal; cuando se hace la guerra

que es siempre aborrecible y más si es entre compatriotas; cuando se hace la

guerra que es funesta incluso para quien la gana hace falta una justificación

•mo ral de primer orden que sea inatacable que sea indiscutible...-n

Macem os una guerra terrible guerra sobre el cuerpo de nuestra propia Pa

tria pero nosotros hacem os la guerra porque nos la hacen. Nosotros somos los

agredido s; es decir nosotros la Repú blica el Estado que nosotros tenemos la

obligación de defender. Ellos nos combaten; por eso combatimos nosotros. Nues

tra justificación es plena ante la concienc ia má s exigente ante la Historia má s

rigurosa-n. xNunca hem os agredido a nadie; nunca la República ni el Estado ni

sus Gob iernos han podido no ya justificar sino disculpar o excusar un alza

miento en armas contra el Estado.j>

Con estas precisas palabras s i tuó   el  Presidente bajo la   luz  más clara el pro-

blema jurídico de la rebelión y de la guerra

disipando toda

  niebla en torno a

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42

  Ángel Gaos

esta cuestión previa, y permitiendo el calar hondo hasta considerar gravemente

el sentido profundo y la entraña misma de la revolución.

Noso tros somos—vino a decir—hom bres de la paz ; defensores de la libertad ;

la República quiso renovar el aliento de España, transformando sus viejas y anqui

losadas formas de vida, pacíficamente, respetando la libertad de todos. A nadie le

fué negado el derecho de hablar, de organizar, de dirigir si contaba con la volun

tad nacional expresada democráticamente. En las más difíciles circunstancias,

desde la calle, después de dos años de reacción y de poder anti-republicano, con

enem igos al frente del Es tad o y del Gobierno, el Fren te Popu lar ..de la R epública

gan ó las elecciones del i6 de febrero, a las que acudieron aceptándolas, por con

siguiente), con soberbio orgullo y estrepitosa altanería, los enemigos de la Repú

blica.

El i8 de julio de 1936 exi stía n en el país par tidos y organizacion es anti- repu -

blicanas ; los líderes de la reacción p ronu nciab an todos los días en el Parla

mento violentos discursos contra el régimen; las empresas económicas y los

Bancos funcionaban nor m alm ente y re part ían sus dividend os ; en las iglesias

se celebraba el culto religioso ; el Gob ierno intenta ba realizar el pr ogra m a mo

derado que había sido la base de la coalición electoral. En los cuarteles cons

piraban los generales mantenidos por la República. Y, sin embargo, a pesar de

todo esto, de este derecho, de este respeto, de esta moderación, se lanzaron a

la rebelión.

Han roto la paz y han secuestrado la l ibertad. Tremenda responsabilidad

para los que desencadenaron y sostienen la guerra cruel y destructora. Ellos

son los que deben presentar «esas» razones morales de primer orden, inata

cables e indiscutibles, que pueda justificar ante la conciencia y ante la histo

ria ese robo tremendo de la libertad, esa enorme catástrofe de la guerra. Nos

otros realizamos nuestro derecho y cumplimos nuestro deber al defendernos.

Por eso dijo el Pre side nte con la mejor dialéctica :

  apara extinguir la gue-

rra twsolros no tenemos más que un procedimiento que ns continuarla» y  a

continu ación, ergu ido sobre el m ás alto de ber :

«...)io

  estamos dispuestos a admitir que se ponga en tela de duda ni caiga

la fnenor sombra sobre la autoridad de la República sobre la legitimidad del

Régimen sobre la autoridad del Gobierno que la personifica y sobre ninguna

de las representaciones del Estado Oficial Español. Sobre eso. nada. Primero

perecer.»

LA DEFINICIÓN NACIONAL

Delincuentes contra el Estado y la ley—ellos, los idólatras de la ley y

del Estado—intentan justif icar los sublevados sus monstruosos crímenes como

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Comentario político

  43

u n a l u c h a « n a c io n a l» c o n t r a l a t i r a n í a m a r x i s t a c o m o u n a s a lv a c i ó n d e E s p a -

ña de «l os r o j o s » . L a r e s pu e s t a a e s t a s a f i r m a c i o ne s c on duc e ne c e s a r i a m e n t e a l

f o n d o d e l a s u n t o . N a t u r a l m e n t e q u e n o n o s b a t i m o s s ó lo p o r d e f e n d e r l a c a u s a

f o r m a l d e l d e r e c h o d e l E s t a d o .

« H a y

  el contenido apasionante patético arrancado del corazón que es el

objeto de la contienda: nosotros nos baiimos por la unidad esencial de Espa-

ña; nosotros nos batimos por la integridad del territorio nacional; nosotros

nos batimos por la independencia de nuestra Patria y por el derecho del Pueblo

español a disponer libremente de svs destinos. Por eso nos batimos.»

H e a q u í l a c l a v e d e l p r o b l e m a e s p a ñ o l e l s e n t i d o d e n u e s t r a l u c h a . L o s c o n -

t i n g e n t e s a r m a d o s y e l m a t e r i a l d e g u e r r a e n v i a d o s a l o s r e b e l d e s p o r a q u e -

l l a s p o t e n c i a s e u r o p e a s q u e h a n h e c h o d e l i m p e r i a l i s m o g u e r r e r o u n c u l t o n a -

c i o n a l d a n a b i e r t a m e n t e a n u e s t r a l u c h a u n c a r á c t e r d e l u c h a n a c i o n a l p o r l a

i n d e p e n d e n c i a . N o q u i e r e d e c i r q u e h a y a c a m b i a d o r a d i c a l m e n t e n u e s t r o m o -

v i m i e n t o s i n o q u e l a r e v o l u c i ó n p o p u l a r e s p a ñ o l a q u e a l f r a c a s a r e l m é t o d o

p a cí fi co y m o d e r a d o d e l a R e p ú b l i c a e l i 8 d e j u l i o c u a j ó v i o l e n t a m e n t e c o m o

n e c e s a r i a d e f e n s a c o n t r a e l f a s c i s m o s u b l e v a d o y e n g u e r r a c o n t r a n o s o t r o s h a

l l e ga do a c o i nc i d i r con l a c a us a na c i o na l de E s pa ña de s u l i be r t a d y de s u i n -

d e p e n d e n c i a . N o e s m á s q u e e l d e s a r r o l l o d e l a s e m i l l a l a m a d u r a c i ó n d e l p r o -

c e s o . S e h a r e a l i z a d o p l e n a m e n t e e l d e s t i n o q u e l a t í a e n l a e n t r a ñ a m i s m a d e l a

r e v o l u c i ó n .

Que e s t a r e vo l uc i ón e r a ne c e s a r i a pa r a r e s uc i t a r l a na c i ón de s u l e t a r go y

l e v a n t a r su t r i s t e d e c a d e n c i a l o p r u e b a q u e el l o s q u e s o n l a v i e j a E s p a ñ a d e

l o s d e s a s t r e s y d e l a s v e r g ü e n z a s r e s p o n s a b l e s d e t o d o e l p a s a d o i n m e d i a t o y

d e l a s i t u ac i ó n n a c i o n a l t e n g a n q u e e n m a r c a r s e b u r d a m e n t e p r e c i p i t a d a m e n t e

e n u n m o v i m i e n t o f a s c i s t a r e v o l u c i o n a r i o .

P e r o e l l o s no s on m á s que la r e vo l u c i ón l e ga l l a r e be l i ón c on t r a l a l e y . L a

r e v o l u c i ó n h i s t ó r i c a l i g a d a a l a g r a n d e z a d e E s p a ñ a y a l a s n e c e s i d a d e s y l o s

a n h e l o s p r o f u n d o s d e l p u e b l o s o m o s n o s o t r o s . N o s o t r o s l a r e v o l u c i ó n q u e c r e a

u n a v i d a n u e v a u n a n u e v a P a t r i a d e a c u e r d o c o n l a m á s l i b r e y g e n u i n a v o -

l u n t a d n a c i o n a l . N o s o t r o s

  tno importam os política extranjera. Ni admitiríamos

la importación ni nadie nos la ha pedido ni nos la ha propuesto ni lo desea

y estoy autorizado por mi función para declarar que la República española no

tiene contraído ninguna especie de comprom iso político con ningún país del

mundo.»

  «No

  sé cuál será el régimen político español: será el que el pueblo

quiera...»

Y e s e l p u e b l o — a t r a v é s d e l G o b i e r n o d e l a R e p ú b l i c a — q u i e n v a c r e a n d o c o n

s u o r i g i n a l i n s p i r a c i ó n l a n u e v a E s p a ñ a ; e s e l p u e b l o — c o m o s i e m p r e — q u i e n

s e l la c o n s u s a n g r e l a n u e v a p a t r i a . E s e l p u e b l o q u i e n a l i e n t a c o n s u g e n i o e n

t o d a s l a s i n s t i t u c i o n e s y l a s e m p r e s a s d e l a R e p ú b l i c a .

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44

  Ángel Gaos

La guerra ha puesto al descubierto el antinacionalismo de la reacción espa

ñola. Casta minoritaria separada por un abismo de explotación y de odio de su

pueblo, a la hora de la verdad—la hora del heroísmo y de la muerte—sus voces,

llamadas pálidas y falsas, se han perdido—sin eco, ni respuesta—, y sólo les ha

quedado un camino : la venta turbia y cenagosa del país, la traición a la Patria,

la servidumbre al Imperialismo extranjero.

nYo estimo que un movimiento nacional seria irresistible en cualquier sen

tido que se pronunciase... pero para que haya un movimiento nacional lo pri-

m-ero que tiene que haber son nacionales libres para manifestarlo.»

Mussolini e Hitler han subido al poder, sin duda, sobre una gran marea na

cional no es este el mo me nto de analizar por qué ), pero los rebeld es, aislados

por el pueblo, sólo pueden subir empujados por las fuerzas y las armas extran

j e r as .

  Así culmina ya el proceso, y sobre los hombros populares cae de lleno la

ingente y heroica tarea de salvar la Patria de la invasión. Nuestro movimiento es

ya tangible, real, indiscutiblemente el movimiento nacional. La revolución y la

independencia nacional se han identificado.

EL PROBLEMA INTERNACIONAL

El Pres idente , en su magno discurso , no podía muti lar nuestra dramática

realidad, amputándola del mundo europeo. No sólo porque nuestra guerra espi-

ri tualmente es un drama universal, s ino porque «La posesión de las r iquezas na

turales españolas, de sus puertas, de sus bases, que no necesitan para estar do

minadas por el extranjero enarbolar una bandera extranjera, que no necesita

repartirse en provincias el terri torio nacional para estar sometido a un yugo

extranjero; la posesión de todo eso mira a un objetivo superior». El objetivo

superior de romper el equilibrio del sistema occidental europeo a favor del Fas

cismo y de la guerra, en contra de las naciones democráticas.

Las palabras del Presidente, serias y dignas, fueron solamente una adverten

cia del peligro; lo demás hubiera sido «candor o impertinencia».

tCorresponde a otros limitar la guerra corresponde a otros restablecer la ob

servancia del Derecho Internacional escandalosamente violado en nuestro suelo.»

tEspero que la sabiduría de quienes gobiernan y dirigen los destinos de Eu

ropa sabrán darse cuenta...»

No puede darse mayor lealtad, discreción y pulcritud al abordar el problema

internacional de la guerra española.

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Comentario político   45

uNosotros tenemos que conservar en primera línea el valor nacional de nues-

tra causa y no envolverlo en ninguna otra causa más...i>

l is tas fueron sus palabras clarividentes.

LA FIGURA DEL PRESIDENTE AZAÑA

Bste sumario apuntamiento que hemos realizado quedaría incompleto sin unas

líneas de comentario en torno a la figura de Azaña y a la parte personal de su

discu rso magnífico y definitivo. Para n in gú n españo l es un secreto la alta cate-

goría m ental del Pres iden te. Intelectual de pu ra cepa en ello encu entra su gra n-

deza y su servidum bre. Profundidad y alteza en el planteamien to ; subjetivismo.

Lle gó a la Pre side ncia tr as una corta y azarosa lucha política casi como a u n

refugio. La tremen da conmoción de Es pañ a la gu erra y la revolución—

tlargo

plazo de sufrimientos^— ha n m adu rad o su corazón. Su figura se ha ido agr an-

dando y ennobleciendo.

El día 21 al anochecer comenzó su discurso analizando y allí resplandeció

su poderosa y clara inteligencia. Mas a partir del mom ento en que M adrid ba-

ñad o en sangre y coronado de fuego atravesó como una imag en de heroísmo y

de traged ia el discu rso su voz se veló de emoción y ya ha sta el final sus pala bra s

claras se t iñeron de hum anid ad y la voz las referencias y el sentido fueron cad a

vez más profundos.

«y   es   verdad Cano; en  Madrid donde nunca había pasado nada pasa ahora

lo más grande de la Historia C ontemporánea de España y será menester que

transcurra tiempo para que los propios madrileños todavía no asesinados alegre-

mente conformes con su tremendo destino puedan percibir las repercusiones

que su resistencia sin límite va a tener en los destinos de Espa ña.t

Y más abajo donde todos los casticismos las elegancias y las ironías de su dis-

curso se apagan para dejar levan tar un a l lama m ás alta : la expresión suprem a

de la creación colectiva fundida por el genio popular en el fuego y la sangre del

más tremendo sacrificio.

t...un  régimen donde los derechos de la conciencia y de la persona hu mana estén

defendidos y consagrados por todo el aparato político d el Estado; donde la liber-

tad moral y política del hombre esté asegurada; donde el trabajo recupere en Es-

paña lo que quiso h acer de él la República la única categoría cualificativa del ciu-

dadano español y donde esté asegurada la libre disposición de los destinos del

país por el pueblo español en masa en su colectividad en su representación

total. Si un día hace falta volver a com batir con tra la tiranía yo diré: ¡presenteh

Bella y concisa fórmula de la originalidad española  

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46   Ángel Gaos

Y luego estas palabras—

ya

  últ imas— colmadas de admirab le emoción :

tVendrá la paz y espero qtie la alegría os colme a todos vosotros. A m í no

señores. Perm itidme decir esta terrible confesión que desde el sitio q^e estoy

no se cosechan en circunstancias como ésta más que terribles sufrimientos tor

turas del ánimo de español de mis sentimientos de republicano. Ninguno de nos

otros hemos querido este tremendo destino ninguno lo hemos querido; hemos

cump lido el terrible d eber de ponernos a la altura de este destino.-»

tVendrá la Paz y vendrá la victoria. P ero la victoria será una victoria imper

sonal...»

tNo será un triunfo personal porque cuando se tiene el dolor de español que

yo tengo en el alma no se trmnfa personalmente contra compatriotas; y cuando

vuestro p rimer m agistrado erija el trofeo de la victoria seguram ente su corazón

de español se romperá y nunca se sabrá quién ha sufrido más por la libertad

de España.»

Y

  sobre todos cayó el dolor majestuoso del pueblo destrozado, de la Patr ia

en escombros. Y todos nos sentimos expresados con profundidad y elevación, repre-

sentados plenamente, con toda dignidad. Y recordando las palabras de uno de

nues t ros más agudos enemigos , aquel que le l lamó Pr imer Rey Natural de Espa-

ña, nos pareció que alguien escondido en el augusto si lencio nos gri taba : «¡Es-

pañoles , presentad las arm as »

ÁNGEL GAOS

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N O T A S

UN NOMBRE AL FRENTE: CALDOS

l/os devotos de la lógica dudan de que muchas de las cosas que van apare

ciendo como sugestivos hitos en la últ ima avanzada del pensamiento sean perti

ne nte s o siquiera consecuen tes con la revolución. La duda es explicab le pues

los qu eh ice res prácticos impiden casi siemp re la visión exte nsa aunq ue no es

preciso dem ostra r cómo ; sin ésta la acción se asfixia y exte núa pron to en el

practicismo. Pero si l levásemos a todas horas delante una  visión  total desde

el comienzo has ta el fin de la revolución tal dud a no exis tiría pues veríam os

entr ar en el conjunto las nuevas apariciones a su t iempo y natu ralm ente tal

como lo ordena su propia naturaleza.

Nada m ás indesea ble que una imag en o un símil a estas horas . Pero un a

visión alko que entrando por los ojos l legue a invadir nuestra razón con su

evidencia algo que sea como una vida en su órbita de pasión y de tiemp o es

lo que quisiéramos des pertar rem em orand o una simp le experiencia visual. Todo

el desenvolvimiento físico de una revolución es lo que se contempla cuando a un

agu a reposad a se le imp rime un mov imien to circular en su superficie cuando

todas las partículas que componen su masa giran arrastr and o en ráfagas des

iguale s las diver sas ma teria s del fondo y se las ve formar como sistemas este

lares en los que irrum pen cuerpos pequeños y gran des impelidos por la ley del

m ovim ienlo que los lleva pero originán dose en tre ellos toda suerte de choques

y azares. Nada más destacado un ejemplo nos cohibe su estrechez. Todo ejemplo

es pobre ; s in em bargo continuemo s extendiend o éste hasta donde nos pe rm itan

sus prop ias fronteras. E s ese proced er ese revolverse de la revolución sobre sí

m ism a lo que la visión aludida ense ña ; ese profundizar al ext en der se has ta

raer las sustancias yacentes en el últ imo fondo atrayéndolas en su vorágine

que empieza dibujando una clara y definida voluta y termina espesándose hasta

tupirse en la saturación total.

Sólo el que haya contemplado esa aventura de la materia en el misterio de su

movimiento puede tener una

  visión

  verd ader a de lo que es una revolución en

su total concierto de azares y leyes. Y si bien es verd ad que podem os ge ner ali

zar dicienoo una revolución mu cho más exacto sería aludir especial y determi

nad am ente a esta que atravesa mo s pues en ella el elem ento propulsor no ha he-

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48  Rosa hacel

cho pre po nde rar su matiz teórico no ha difundido su tinte en dem asía ante s al

con trario parece haberse estacionado en el logro de su com etido y en cambio

la onda agitada se extie nde y profundiza te naz m ente con imp ulso cada vez más

avasa llador conm oviendo aquellas zonas que parecían ya por siempre sedim enta

das en un olvido pétreo.

Esta angustiosa trayectoria que sigue nuestra revolución no desembocará en

orden adas innovaciones ya acreditadas y prósp eras ; seguirá revolviéndose sobre

sí mism a como inmen surable nebulosa sorbiendo todo nues tro pasado reacti

vando en cada palmo de tierra del planeta los gérmenes que el alma de España

dejara a su paso en tiempos más felices. Nuestra revolución trabaja hacia aden

t ro

hunde el embudo de su tromba en el mismo corazón de España. Nada de

lo que

  h }

 a sido verda deram ente nues tro debe quedar relegado . Y no se atreva

nadie a pronunciar el reprobado término repetición. No no nos amenaza ese

peligro : lo que fué alguna vez piedra o ley ahora puede ser estrella. Ahondando

cada uno en su propia min a pue s la revolución bien ente nd ida debe em pezar

por uno m ismo y no la carida d como se dijo con insigne torpeza logra rem os

hallazgos gloriosos sin más norma seleccionadora que el tacto necesario para re

conocer aquellas cosas que fueron creadas por obra del verdadero amor. Paso

a paso iremos vamos ya descubriendo las materias inapreciables que hierven

llenas de futuro en nuestro subsuelo y sin pararnos a pensar por qué ni para

qué las lanzaremos al actual desvarío. El orden nuevo duerme aún en el seno

de la nebulosa revolucionaria ; aun no es más que un embrión pegado a la entra

ña del alma nacional : tenemos ante todo que nutrir le . Cada pueblo y cada hombre

debe escarbar en su propio tesoro hasta encontrar el oro puro que para muchos

no será más que una palabra acaso un nom bre.

Estas l íneas están escritas únicamente para esto para hacer sonar un nom

bre ; para recorda rle para hacerle revivir entre lo má s vivo destaca r desde lo

m ás hon do hasta lo m ás alto para que despiert e de la fría m em oria a la infla

m ada actu alidad que al incorporárse le purificara a ún m ás la luz de su llama :

Galdós.

Iva epopeya de nues tros gloriosos desa stre s la pasión de nues tra fe en su

cárcel de an gu st ia ; en una palabra la vida de Es pañ a hora por hora un siglo

de vida española con todos sus poros sus venas su pulso sus lágrimas y su

resig nació n carg ada de poten cia. El que quiera cobrar alientos en la lucha ac

tua l el que necesite sentir en el corazón ger m inar una firmeza alt iva m ente es

pontán ea sustancialm ente propi:; hun da su pensa m iento en las página s galdo-

sianas láncese a atravesar esa extensión que es al mismo tiempo y en cada

uno de fus punto s selva y páramo .

Áspera soledad desengaño pobreza vencimiento . Vencimiento aceptado

bebido con lento valor sin venda en los ojos sin consuelo ; como un venen o

que

l levándonos al f ilo de la m uer te se transu stancia m ilagrosam ente en po ten

cia retoíia en los sentidos del alma que se abrazan al tronco de la vida y extien

den su arbóreo desorden con las raíces firmes en la tierra amada.

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 ot s

  49

M ás qv.e valor m ás que impu lso o hero ísmo lo que se enc ue ntra en las pág i-

na s de Ca ldos es confianza una clara confianza ilógica un esperanzad o de sp ren di-

mien to de las razones que nos harían desconfiar una ínt ima parado ja un ale-

gre secreto que nadie podrá quitarnos ni siquiera aquellos que puedan quitarnos

la vida ; la alegre firmeza que se expre sa e n esta frase «nadie se atreve a con -

quistar esta casa de locos». ¿Existe heroísmo más acendrado y soberbio que este

de avanzar por el m und o sin crédito sin más guía que la fe inextinguib le cir-

culando mezclada a las dem ás sustancias de nue stra sa ngre desechand o todas la s

vías urba nas que conducen al bien o a la verdad atendiend o sólo a su l lam ada

ma gnética que nos prom ete una entrega si má s penosa tan ínteg ra como na die

la ha alcanzado

 

«Grandes subidas y bajadas grand es asombros y sorpresas aparentes mu er-

tes y resuriecciones prodigiosas». Galdós traza esta l ínea del irante en la ruta de

los españoles «porque su destino es poder vivir en la agitación como la salamandra

en el fuego pero su perman encia nacional está y estará siemp re asegu rada» .

De ese fuego que nos al imen ta y nos consu me que nos ofusca y nos alu mb ra

a un t iempo es de donde únicam ente podemo s sacar nu estra fe nu estra clara

y  radia nte fe que por proceder de tan incognoscible origen no teme a la som-

bra ; no teme su fin y olvida su prin cipio porq ue su etern idad está en su pr opio

al iento porque crea por sí misma las horas t riunfales anudando increíbles con-

cordancias con su poderosa cadena. «Por un simple impulso del corazón de cada

uno obedeciendo a sentimientos que se comunicaban a todos sin que nadie supie-

ra de qué misterio so foco proce dían . Ni sé por qué fuimos co bard es ni sé po r

qué fuimos val ientes unos cuantos segundo s después». Nada nada sabe ni sabrá

nun ca el españo l nin gú n resabio com prom eterá jamá s la l ibertad de su alma

per o no por me cerse en la blan da inconscien cia no por vivir abrazad o a su volun-

tad prese nte arrobad o en el la y firmemente dispues to a no sust i tuirla a no trai-

cionarla con similares teóricas a mo rir cuando el la m uera a perm anec er en gla-

cial castidad si a alguna hora le es esquiva.

Las págmas de Galdós éstas que describen las vicisi tudes de España en la

pendiente de sus Episodios desparramá ndose pródigas acarician contemplan

todos los mo me ntos de la pasión de nu estra p atria y sin ensalzarlos los eterni-

zan. Con niveladora constancia pasan sus palabras por los corazones y las pie-

d ra s

por las mira das por los viejos mu ebles por los t rajes y sus bolsi llos donde

la avaricia esconde sus secretos nidos o el amo r sus confidencias todo queda po r

el las her m ana do trabad o con hi los tan sustanciales y vivos que su arm onía t ra s-

ciende como un sacramento de recíproca e incesante comunión.

La igua ldad la mo noton ía del estilo galdo siano es la clave de su excelso olvi-

do de las jerarquías en el que sólo puede incurrir el que se siente igual a Dios.

Nu nca se al tera ni se desorbita su tono sus palab ras no se revisten para seña-

lar los hechos supremos más que para denominar la sarta inerte de lo prosaico.

La sencil lez de sus palabras ante el misterio alcanza el vért ice insuperable en aque-

l la pregunta del hombre que t iene en sus brazos el cuerpo de la mujer querida y al

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  A Sánchez Barbudo

depositarlo en la sepultura exclama :  ¿ Por qué ten go yo ahora esto que llaman

vida y tú no» ?

Con ijalabras como éstas, prodigadas en miles de páginas llenas de cosas mí

nim as, que parecen brotar sin plan y sin fatiga, como de la naturale za mism a,

están delineadas las figuras cuyo recuerdo nos acompaña, tan vivo y extraño a

toda rememoración mental como si hubiésemos sentido realmente el calor de sus

ma nos. LÜS págin as de los Episodios son como una inm ensa fábrica de tiem po

que abriga en su entraña el fantasma de Salvador Monsalud : el más misteriosa

mente ambiguo e integral , e l más atormentado y atormentador, e l más incons

ciente y voluntarioso, el más español de los españoles : el arquetipo de la españoli

dad que no es precisamente lo que los españoles quisieran ser, sino lo que son,

aunque no quieran. Estas páginas épicas al dibujar el perfil de Salvador Monsa

lud arden con total desprendimiento en el amor humano.

Imposible hablar del Galdós de la paz, del de los menudos hechos y anónimos

heroísmos, del de la cotidiana angustia de sereno semblante.

  Los

  nombres de sus

personajes acosan la mem oria al recordar aquel mu ndo don de vivimos con ellos ;

pero no hay espacio para tan tos ; no lo hay para F ort un ata , que al acercarse a

ella oculta el horizonte con su contorno colosal, y, en este exiguo de que dispone

mos,

  no i-odemos menos de escribir el nombre de Camila, la inefable heroína de

cLo prohibido», esa diosa dom éstica, pén ate de la intimidad española ; esa tan

fundida, tan alma y carne de su medio que parece flor de él, la divina forma de

su gracia, como la gutupaga de nuestros rastrojos que brota su gentil presencia

entre los terrones idénticos a ella.

Todo el que quiera recordar y esperar, todo el que quiera sustentar su confian

za en el cimiento inconmovible de las amarguras superadas, busque estas fuentes

originarias de donde brota el caudal que hoy nos nutre y que nutrirá nuestro fu

turo .

  Si ese futuro es, será español ; y si no, no será.

ROSA CHACEL

MOM NTO

EL 98 . Y «EL AÑO DE LA VICTOR IA

En 1898, España, en plena guerra con los Estados Unidos, despertaba doloro-

samente a la realidad para darse cuenta de toda la magnitud del desastre que

sobre ella había caído. España iba poniéndose de luto. Al principio, el temor y

la falta de confianza en las propias fuerzas, se traducía en gestos de orgullo o

bravuconería. Luego, ante el fracaso evidente, nacían las oscuras protestas. Des-

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 ot s

  ¿ I

de hacía tres siglos España dormitaba recostada en su Historia hasta que un

duro golpe venía a conmoverla.

Era un pueblo genial, único, pero su alma estaba lejos, perdida, no servía.

Mientras, el cuerpo se pudría y unos bárbaros lo profanaban. Asi al menos se

decía.

Era para morir de pena. Y el mundo consentía esta tragedia. España vertía

su desprecio sobre las naciones que contemplaban impávidas su desgracia, o que

llegaban con palabras jurídicas o arreglos de comerciante a última hora. Miran-

do los periódicos de entonces, vemos que sólo el silencio dice a gritos la inmensa

pena que causó en nuestro país, por ejemplo, el desastre sufrido por la escua-

dra, lo cual significaba el fin de todo. Vemos entonces ilustraciones con la típica

castañera de todos los años y el señorito de la Castellana y la «mañuela» mar-

chando hacia la corrida benéfica. España sufre y calla. Como en una explosión

sorda de am argu ra y resen tim ient o leemos un artícu lo que comienza : «Esta

Eu ropa egoísta y bárbara.. .» i Qué dolor rezuman estas pal abr as Er a Esp aña

sola, lejana, indecible, quijotesca y fracasada, loca y cuerda. España royendo

sus propios huesos, mirándose sus l lagas. El mundo, mientras, marchaba hacia

la paz armada, hacia la industrialización y el progreso técnico, hacia la euforia

y la mentira que culminaron en el estallido de 1914.

La E sp añ a trist e de 1898, tuvo un grito en medio de su ang ustiosa perple ji-

dad que no fué oído. Era el grito de una razón de dentro.

Ho y, 1937, Es pa ña, la Espa ña aislada, irreal de otros t iem pos, es campo de

una batalla gigantesca. El mundo fija ahora sus ojos en España, sin buscar con

una sonrisa lo fantástico. El fascismo mundial, exasperado, escoge el campo de

España como propicio para sus audacias y provocaciones, y un mundo nuevo se

incuba en nuestro suelo con esta pelea. Ya no es la España sombría, la España

que queda atrás, sino, por paradoja, es el baluarte de la libertad y el porvenir.

Es España, en avanzada, luchando contra la reacción. Los hombres l ibres de

todo el mundo están a nuestro lado. La verdadera España, la España popular

se clarifica, descubre sus reserva» vitales y lanza al mundo, como antes, su voz

de intim idad , de unive rsalidad . Y esta voz ahora es escucha da. Es pa ña florecerá,

encontrará su forma, cuando después de esta guerra en su suelo se imponga la

justicia. Como en los cuentos de hadas, la más pobre, pero de mejor fondo, se

transformará luego en princesa. No es fruto del resentimiento este sueño, sino

de la conciencia escondida.

España no está sola. Si mira a los gobiernos de otras naciones y sólo ve ene-

migos, o salvo alguna honrosa excepción, amigos en exceso tímidos y cautos,

sabe en cambio que el pueblo laborioso de todo el mundo está con ella. Espe-

rando con ella. Y la conciencia de este apoyo, como los propios anhelos quijo-

tescos, es el motivo que endurece a nuestros hombres en la pelea y es la mejor

garantía de una victoria.

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52 4.

  Sánchez arbudo

UNA CONFERENCIA DE LEÓN FELIPE

Quien considere la poesía cosa superfina como algo ban al que se agre ga a

la vida podrá creer que es inútil invocarla en estos instantes. Pero para León

Felipe como para todos los verdaderos poetas de siemp re la poesía es el hom bre

entero frente al m undo libre de trabas y presiones. Y la poesía así enten dida

es nuestro destino. El destino último. El único que verdaderamente puede impor-

t a m o s .

En la magnífica conferencia que escuchamos en la Casa de la Cultura el vier-

nes 29 del pasado mes de enero I/eón Felipe nos habló del mo me nto de los pro -

fundos afanes que se enlazan con este momento habiéndonos de poesía. León

Felipe distingue el hombre heroico épico del hombre doméstico domesticado

diríamos nosotros. Don Quijote y Sancho el sueño y la realidad es lo que he m os

de ver fundidos un día como en los me jores tiem pos. Fu nd ir io épico con lo hist ó-

r ico el pueblo con los poeta s l iquidando a los drag ones y a los m ercad eres e s

nue stra verdad era labor. El pueblo y los poetas cada uno por su lado luch an

juntos por un mismo objetivo.

Hay que liquidar a los falsos señores y reivindicar para nosotros el señorío.

El verdadero señorío es el del pueblo y los poetas el del Cid que nos pertenece

como toda la H istoria viva. Los reyes enfermos y cretinos la Histo ria m uer ta

es la que a ellos perten ece. La His toria en su imp ulso creador es popu lar y

revolu cionaria como los poe tas de siem pre . La revolución— política y poética—

viene de muy atrás. Los enemigos de hoy son los mismos de todas las épocas.

Son los dragones que los poetas y el pueblo han ido matando.

Al poeta le suelen llamar loco los mezquinos y los imbéciles. Y será preciso

liquidar a los imbéciles de vicio a los que no tienen fe ni duda para de sata r

los impulsos mejores.

El poeta genial resume la obra de otros poetas menores que vivieron antes que

él y con su fuego da firmeza y estructura a toda una labor dispersa. El poeta

integ ral como llama León Felipe al poeta má s hum ano y am plio será el poeta

que rocoja todos los mu dos hero ísm os la oculta intim idad y belleza del

mundo todos los gestos perdidos de los seres anónimos y exalte los valore»

populares—misterios y realidades—en el gran poema del futuro. Quizá enton-

ces el hombre recobre su pureza virginal y su capacidad de maravilla.

E s en este m om ento de gu err a cuando los dos polos del dualism o españo l

clásico podrá n unirse para dar a luz el hom bre entero el hom bre español to tal

poético. Cuando el hombre se l ibre de la servidumbre económica realizará su

más a l to dest ino .

Ahora m archam os hacia la l iberación contra toda clase de drago nes y m er-

caderes.

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Notas

  53

«DIOS A LA VISTA»

En la exposición del libro antifascista pronunció Ángel Gaos, el día 30 de enero,

una interesante conferencia.

Señaló Gaos cómo la burguesía, agotado el papel creador que tuvo en la His-

toria, arremete ahora contra las l ibertades, contra el espír i tu y la técnica que

ella misma fundó,

  ha

  técnica sólo puede hoy ofrecer al capitalismo en crisis algo

que,  lejos de solucionar, agrava el problema planteado. No es la técnica lo que

ha fracasado, sino el sistema de producción capitalista. Mas los filósofos e ideó-

logos de la burguesía, basándose en esta crisis económica, dan por fracasada y

hundida toda idea de progreso. Y traducen al campo del espír i tu el malestar

general s in buscar una verdadera salida ni analizar las causas que verdaderamente •

originan esta cris is . Hablan de «retorno» a la Edad Media, de religión y jerar-

quía, sin pensar que todo «retorno» es una falsedad. Y esta falsedad encierra

hoy un crimen. La vuelta a Dios significa para ellos el paganismo y la barbarie.

Los dictadores fascistas necesitan la guerra para poder sostenerse en sus pedes-

tales y así sus discursos, teñidos de pseudofilosofía, son una apelación constante

a todos los instintos más primarios y crueles que el hombre esconde. Los filó-

sofos del fascismo coinciden con los políticos en su crítica del progreso, pero

usan la técnica y su maldad, usan a Dios, para atacar a aquellos que los devoran

con fuerza arrolladora, la fuerza arrolladora del destino, de la Historia y la justi-

cia. Ángel Gaos señala en su conferencia la clarividencia de Marx y cita como

m uestra de horror y anacron ismo textos de Mu ssolini, Hitle r y del f ilósofo

Spengler .

No tenemos a mano el ensayo de Ortega y Gasset , de donde toma Ángel

Gaos el título de su conferencia : «Dios a la vista». Creemos de todos modos que

Ortega no hace all í s ino, según él acostumbra, señalar , registrar y valorizar algo

que sucede.

El error de Ortega, como el de muchos filósofos, ha sido tal vez no ver a Dios

donde realmente estaba con más vida. Ortega, por ejemplo, estudia el fenómeno de

la rebelión de las m asa s y no está quizá de má s adve rtir que él llama «masa» a la

multitud de todas las clases sociales). Analiza el fenómeno deprimente del «lleno»

y la vulgaridad tr iunfante. Estudia ese fenómeno y no ve otro más inte-

resa nte y de más r icas perspec tivas : la rebelión polí t ica de una clase opri-

mida que es un fenómeno nada

  vulgar

l leno de espír i tu en el fondo, un movi-

miento que tiene también sus «reivindicaciones de Dios» más allá de las reivin-

dicaciones materiales. Esto es lo que Ortega no vio o no se atrevió a gri tar con

claridad si lo entrevio en algún momento, obseso con la busca de una solución

«española» al problema social , buscando una fórmula que no l legó nunca a poder

definir.

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54

  Rafael Dieste

«Dios a la vista» dijo Ortega adivinando más bien nn nuevo hallazgo de Dios

dentro del campo racionalista.

Fero nosotros prescindiend o de la intención orteguiana y extend iendo e l

sentid o de la frase tom ada a nues tro modo podíam os decir : «Dios a la vista

por am bos lados». Dos dioses : Uno falso y lejano y otro aqu í de ntro de las

cosas y de nosotros.

Gaos agudo ma rxista espera sin duda también algo de este dios ínt im o

al señalar que la espiritualidad más viva nacerá en el hombre al extender su

cultura cuando l ibremente borrando el tope y la t i ranía del fascismo pueda

seguir su camino.

NTONIO SÁNCHEZ B RBUDO

FR TERNID D VIRIL EN TORNO ESP Ñ

l/os conflictos latentes en la dinámica europea se plantean hoy con netitud

extrema en torno a nuest ra guer ra c iv i l y Europa cent ra en España su campo

de atención más apremiante. Pero esto no quiere decir todavía que Europa tenga

los ojos pue stos en Esp añ a en su esencial de stino y en el luga r que el verd ade ro

espír i tu europeo le reconoce. Desde hace siglos España parece desplazada de la

«senda del progreso » y sólo tenid a en cuenta por sus añejas g lorias . Se le ha

considerado como un país radicalm ente inm aturo inepto para la vida práctica

genial a su ma nera pero desco ncertante y condenado a perder siem pre. Hubo

sin dud a espír i tus de di latado y suti l saber que han p resentad o a Esp aña como

ejemplo vivo concreto de universal idad y de síntesis. Fero esa imag en de Es pa

ña tan orgánicam ente concebida por los mejores hisp anista s siendo acabada nos

deja un poco fuera de tiempo y de lugar.

H ay una historia dramá tica de Eu rop a que no suele na rrars e y en su esencial

dramaticidad España es un personaje inevitable. La cultura académica y el his-

toricismo formalista—en el cual las formas históricas o culturas cerradas han ve

nido a sust i tuir a la vieja fatal idad—apenas pueden i luminar el aire para nues

tro vuelo. Y así el verdadero español—o español en act ivo—siente su espír i tu

má s hon dam ente vinculado a quiene s por vías de conformidad o de con traste se

hallan en la esfera de oposiciones dramáticas vigentes en que se define la presen

cia de Espa ña. Querem os ahora señalar el ejemplo de Andre Malraux y lo hare

mos viniendo desde dejos pero en rápido e xam en.

El quijot ismo parece ser la forma de nuestra dignidad y la causa de nuestros

des astre s. Así eficiencia y dignidad ha n venido a parecer incompa tibles pero

la sosegada razón y el peso de experiencia de los dignatarios de toda índole ha-

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 ot s   55

l i a r o n l a c a u s a d e a q u e l l a « a p a re n t e » i n c o m p a t i b i l i d a d e n e l c o n s a b i d o a t r a s o y

e n e l n o m e n o s c o n s a b i d o i n d i v i d u a l i s m o q u e n o s h a c e n i n e p t o s — q u i z á p r o v i s i o -

n a l m e n t e , d e c í a n lo s p e d a g o g o s — p a r a l a p r á c t i c a d e c i e r t a s v i r t u d e s ; c o n s t a n c i a ,

d i s c i p l i n a , r e a l i s m o . . . , l i o y m á s n e c e s a r i a s q u e n u n c a . P e ro , ¿ n o se d e c í a q u e

e l e s p í r i t u e s p a ñ o l e r a e l m á s r e a l i s t a ? S í . . . E n l i t e r a t u r a . E n l o d e m á s i l u s o s ,

d í s c o l o s , f r a c a s a d o s . ) N o o b s t a n t e , e l e s p a ñ o l e s p e r f e c t i b l e , l o q u e n o s f a l t a e s

m a d u r e z , s e d i j o . M a d u r e z ,  p a ra q u é ?

A e s t a p r e g u n t a r e s p o n d í a e l í n d i c e d o c e n t e s e ñ a l a n d o a l a E u r o p a i n d u s t r i a l ,

p u j a n t e , c i v i li z a d a . S í , h e m o s m i r a d o . Y n o h e m o s v i s to n u n c a m á s n e g r o s d e s a s -

t r e s n i m á s t e r r i b l e b o s t e z o d e l c o n t r a s e n t i d o . A s í , p u e s , h a y q u e p r e g u n t a r d e

n u e v o .

E l a l m a d e D . Q u i j o t e m a d u r ó e n s o l e d a d y e n f a n t a s í a . S ó l o e s t a b a la r e a l i d a d

d e s u a l m a e n m e d i o d e l g r a n t u m u l t o d e l a p o s i b i l i d a d , e l c u a l , e s f é r i c a m e n t e

s o s e g a d o p o r e l a m o r , p a r i ó a D . Q u i j o t e , l a n z á n d o l o u n d í a , a l a m a n e c e r , h a c i a

o t r a s o l e d a d . S o l a e s t u v o d e s p u é s s u a l m a , r e a l í s i m a , e n p l e n a r e a l i d a d d e t r a j i -

n a n t e s c a d a u n o a s u n e g o c i o ) , c a m i n o s t o d o s h a c i a e l é x t a s i s ) , y d e s v e n t u r a s

n i n g u n a e n él h a c i a el d e s e n g a ñ o ) . A sí m a d u r ó s u a l m a p o r s e g u n d a v e z — p a r a

l a m u e r t e — . P e r o n o h a y q u e e n g a ñ a r s e : a n t e s y d e s p u é s e l a l m a d e D . Q u i j o t e

e r a u n a l m a e n t e r a d a , e s e n c i a l m e n t e d ó c i l , h i j a d e l c r e a d o r , c u m p l i d a c r i a t u r a .

L o c u a l e s m a d u re z .

P e r o C e r v a n t e s . . . ¿ T e r m i n ó e n é l , p a r a e l e s p í r i t u e u r o p e o , t o d a p o s i b i l i d a d

d e m a d u r a r d e v e r a s ? ¿ E s e s e e l t r á g i c o a v i s o d e C e rv a n t e s , l a s e ñ a l a m b i g u a ,

t r i s t e c o m o u n o c é a n o d e s o m b r a , c o n q u e s e d e s p i d e ? P o r q u e t a m p o c o h a y q u e

e n g a ñ a r s e e n e s t o : l a ú l t i m a m i r a d a d e C e r v a n t e s , e l ú l t i m o s i g n o — q u e e n é l

n o e s ú l t i m a p a l a b r a — e s u n a d e s p e d i d a . G r a n d e e s e l l l a n t o q u e s e q u e d a p a r a d o

e n l o s o j o s v i e n d o e s a d e s p e d i d a . P a r a d o , s i n p o d e r flu ir, p o rq u e t e n d r í a m o s  que

s e r p a d r e s o h i j o s d e C e rv a n t e s p a r a p o d e r l l o r a r l e a s í , r e c o n c i l i a d a i t i e n t e , c o n

p r o d i g a l i d a d q u e f l u y e d e l o s o j o s , y a u n n o h e m o s a l c a n z a d o e s a p o t e n c i a d e p a -

t e r n i d a d . P a d r e d e D . Q u i j o t e q u is o s e r U n a m u n o , p r o h i j á n d o l o c o n t r a C e r v a n t e s

m i s m o . ¿ C ó m o p o d r í a é l , d e s e s p e r a d a m e n t e i n m a t u r o , p r o h i j a r a D . Q u i j o t e ?

L o a m ó , s i n d u d a , p e ro n o p u d o r e c o n o c e r l o h a s t a e l f i n n i d a r l e a rm a s p a r a n u e -

v a s c o n t i e n d a s . Y n a d i e p o d r á l o g r a r l o s i n o c o n s i g u e p r i m e r o r e s c a t a r a C e r v a n -

t e s a t r a v é s d e l a a n g u s t i a .

G o e t h e , q u i z á c o n e x c e s i v a c a u t e l a y m u y a t e n t o a l c ó m o , q u e r í a s e r c r i a t u -

r a c u m p l i d a . . . E l c ó m o e s p a r a é l , y e n é l , l a n a t u r a l i d a d d e l a l m a , u n d e j a r s e

c r e a r , c o m o l o s á r b o l e s . I n v e s t i g a n d o y v i e n d o l a s f o r m a s d e l v e r b o c r e a d o r , n o s

t r a n s f i e r e s u v i v a a d o ra c i ó n a e s a s f o r m a s , y s i q u i s i é r a m o s a c o n s e j a rn o s d e é l

p a r a c u m p l i r n o s , h a b r í a m o s d e h a c e r a c t i v a t a l a d o r a c i ó n , e n t a b l a n d o c o n e l l a ,

d e s d e e l p r i m e r i n s t a n t e , u n c o m e r c i o a n á l o g o a l d e l a m ú s i c a y l a d a n z a ) . P e r o

C e r v a n t e s q u e d a s in r e s p u e s t a s i , fie le s a l a n a t u r a l i d a d d e l a l m a , s a l i m o s d e c a -

m i n o y s e n o s q u i e b r a e l h o r i z o n t e — n o p o r t r a g e d i a , s i n o p o r m u t u a a u s e n c i a

d e l a s a l m a s .

 

D e s p e d i r n o s t a m b i é n , b u s c a n d o r e f u g i o e n l a m u e r t e o e n

  un

v i d a q u e t e n g a s u m i s m a d i g n i d a d , c o m o l a d e l o s a s t ro s y . a s f l o r e s ?

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5^  Rafael ieste

Cervantes es una despedida, pero también una pregunta, una posibil idad de

volver gravitando hacia la respuesta, un inextinguible amor.

¿Se retiraba Cervantes sin esperanza? ¿O bien nos dice, sólo con los ojos,

con delicada indecisión, que D. Quijote, maduro para el amor, no lo estaba para

la historia?. . . Europa lo ha estado para los negocios, para todo lo que pone en

riesgo de superfluidad el mensaje de las primeras edades—niñez y juventud. La

edad madura parece dejada de la mano de Dios, y sólo en la vejez suele restable-

cerse la atención del hombre para el misterio de sus vínculos. Y son los nego-

ciantes los que vapulean o mandan vapulear a D. Quijote, a la criatura cumpli-

da—que ya suele enloquecer, antes de toda aventura, en el angosto círculo de la

domesticidad ; y son los bachilleres—metidos en el negocio de las letras—los que

se burlan de él. Y así, oh dolor, se ve al fin cómo se conciertan y recíprocamente

se blasonan los traj inantes y los académicos, para quebrar l impios dest inos.

En la esfera religiosa Kierkegaard, para quien la llamada edad madura era,

en sí misma, una impiedad, acabó decidiéndose a madurar para la muerte, aunque

no por eso dejó de enderezar las lanzas de su locura cristiana contra la iglesia

histórica. Pero su espíritu—o la interna fatalidad de su doctrina—le lleva a dejar

dt'.í mparada  nueitra  creación, desas istido al hom bre por el hom bre.  ¿ Hay tam-

bién un «pecado» de ascetismo?).

André Malraux—que no es conciliador, pero tampoco ascético—retorna de la

música y de aquellas distancias en que todo parece conciliarse y se sitúa en medio

del espanto, en plena creación humana.

(Sin este descenso tampoco hubiera sido posible el antihegeliano Kierkegaard ;

y es digna de ser señalada aquí la simetría de actitudes—opuestas, pero frater-

nas—del revolucionario y del asceta, uno adentrándose en la historia con exal-

tada v oluntad, con tra la humillación del hom bre ; y el otro despeñán dose en la

hondura del dolor divino. Uno y otro no pueden conformarse con las cuentas

justas de una mecánica armonía, ni dividir el dest ino, con horror y sosiego dan-

tescos, en ausencia y presencia. Infierno y Gloria. nDios está en un trono de

dolor», dice la paradoja kierkegaardiana. Y es difícil sostenerse mucho tiempo

entre el polo ascético y el revolucionario de la voluntad, sin que una chispa salte

y nos penetre, que no sabremos de qué extremo procede y si es en nombre del

Padre o del Hijo, que nos deja señalados.)

En plena contradicción humana se si tuó Cervantes, y hoy comenzamos a

adivinar que no quedó radicalmente indeciso y con el alma desconcertada y el

albedrío en fuga, sino en pleno aislamiento, sólo con su verdad y su pregunta.

Pero Malraux af irma y reconoce en torno una simultaneidad de voluntades

heroicas, y pone su fe, con esperanza o desesperada, en la fraternidad viril que

las concierta. Es un impulso que vale por sí mismo, aunque haya de atrave-

sar grandes t inieblas, donde pueden hacerse dif íci les el mutuo reconocimien-

to y aun la clara memoria del designio. Esa fraternidad existe. . . Empíricamen-

te da Malraux cuenta de el la al exaltar la. No es un imperativo formal, ni sólo

una pasión que convenga alabar , sino un poder de sentido ét ico, una vir tud que

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Notas  57

vuelve. Y ahora digamos que es realm ente la Eu ropa de los varones digno s

la que tiene los ojos puestos en España.

La últ ima presencia de Cervantes entre vida y muerte no era sólo una pre-

gunta suya o de su patria . Era la más decisiva que se hacía Europa en aquel

ins tan te. . . Y hoy cump lido un ciclo ya perfecto de men tiras en que no falta

nin gú n porm enor jurídico o retórico la conciencia europea t iene que aprestar-

se para una respu esta inm inen te clara inequívoca.

No se habla aquí del negocio español. Ni siquiera de nuestro carácter . Y

hem os de aven turarn os a decirlo : tampoco se trata de nuestra indepen dencia

sino de nu estra íntim a real divina depe nden cia. . . que puede ser horrible-

m en te queb rantad a y con ella—sabedlo—el alma libre y creadora del mund o que

hoy auguran los varones dignos.

R A FA E L D I E ST E

CONTESTACIÓN A RAMÓ N GAYA

Escribió Ramón Gaya en estas mismas páginas una emocionada   carta de un

pintor a un cartelis ta

que suscribo en cuanto se refiere a la critica de los carte-

les de guerra que encienden de colores— quizás con excesiva exuberancia— nues-

tras calles y plazas. Destaca Gaya con certero sentido critico la superficialidad

y bajo nivel d e eficacia emotiva en miestros carteles de guerra. N o responden

éstos ni mucho m enos a la intensidad del mom ento que vivimos. De acuerdo

con la apreciación del hecho.

Pero comienzo a discrepar cuando en el desarrollo del razonamiento crítico

aborda Gaya el sentido causal de estos hechos y concreta como consecuencia

una sutil conclusión cuyo alcance dentro de la intención práctica que encierra

llevaría a nuestros cartelistas a un confusion ismo peligroso.

Es indudable que la situación creada por la guerra pone al cartelista ante

nuevos

  mot ivos

  que rompiendo con la vacía rutina de la publicidad burguesa

transtornan esencialmente su función profesional. Ya no se trata de anunciar

un específico ni un licor: Ni la guerra es una marca de automóviles. De acuerdo.

Pero es sumam ente extraño que el compañ ero Gaya escamotee de pronto los

Jactares reales del problema planteado cuando insinúa que el único medio de

acabar con esa odiosa preocupación por la eficacia el cálculo la frialdad mecá-

nica en el cartel podría hallarse a través del ejercicio del tarte Ubre auténtico

y espontáneo sin trabas ni exigencias sin preocupación de resultar práctico ni

eficazn.

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  José Renau

La contradicción es evidente y la confusión entre la función específica de l ar-

tista libre y del cartelista punto de partida del error destaca aquí netam ente

como causa de la propia contradicción.

Desde el punto de vista de la pura apreciación estética cosa difícil es determ i-

nar el punto donde acaba   el cuadro  y comienza   el cartel .  Pero enfocada la cues-

tión desde ángulo distinto tomando como base la función social o finalidad

que cada cual realiza puede hallarse la diferencia si no el límite exacto.

Debo señalar para no caer en el propio error que critico que no es mi intento

sentar definiciones sobre la naturaleza del arte sobreentendiendo que el arte y

la cultura en general tienen en inmanencia y deben tener en conciencia un conte-

nido político y una función social en el alto sentido de la palabra.

Limito el alcance de estas breves líneas a dos cuestiones capitales: asentar

claram ente en cuanto a sus derivaciones prácticas la diferencia entre el cartelis-

ta y el artista libre y a reivindicar ciertos valores técnicos con los cuales no

comprendo con qué fin ha hecho tabla rasa el compañero Gaya.

El cartelista tiene impu esta en su función social una finalidad distinta a la

puram ente emocional del artista libre. El cartelista es el artista de la libertad

disciplinada de la libertad cond icionada a exigencias objetivas es decir exte-

riores a su voluntad individual. Tiene la misión específica— frecuentemente fuera

de su vohintad electiva— de plantear o resolver en el ánimo de las masas proble-

mas de lógica concreta.

El cartel de propaganda considerado como tal existirá y subsistirá mientras

existan hechos que justifiquen su necesidad y eficacia. Y mientras estos hechos

vivos y actíiales

necesidad de mando único en el ejército de respeto a la peque-

ña propiedad de intensificar la producción en el campo etc.

respondan a ne-

cesidades sociales de incuestionable urgenc ia necesitarán siempre del artista— •

artista especial si se quiere— para propagarlas y reforzar su proceso de realiza-

ción en la conciencia de las masas.

Las circunstancias de guerra o de revolución aún en lo que significan como

causas de transformación humana del cartelista y de su misión social no cam-

bian para nada su condición funcional.

Por eso en el artista qu e hace carteles la simple cuestión del desahogo de la

propia sensibilidad y emoción no es lícita ni prácticam ente realizable si no es

a través de esa servidumbre objetiva de ese movimiento continuamente renovado

de la osmosis emocional entre el individuo creador y las masas motivo de su

relación inmediata.

Por eso el cartelista necesita de un   concepto objetivo  sobre las cosas calcular

profundamente sobre la

  eficacia

  de sus procedimientos expresivos y de una con-

tinua comprobación de

  5U capac idad psicotécnica

  con relación a la naturaleza de

las reacciones de la masa an te su arte.

A este respecto el temblor de esa tmano desnuda» o de ese «brazo verdaderot

cuya plena justificación y cond ición es el libre albedrio inal podrían cum plir

con la necesidad de servidum bre objetiva que se exige a l cartelista.

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Notas  r-.

En estas horas abiertas a toda fecundación la idea la palabra pública ad

quiere honda responsabilidad en el mom ento de abordar la cuestión práctica a

que induce el razonam iento crítico. Porqu e hay ante nosotros extensos núcleos

profesionalm ente incipientes que necesitan si no esperan— cuando nos oyen

cuando nos leen— más que nuestra reacción interior ante su obra nuestro con

sejo.  Y en el terreno c oncreto de los problem as vivos como el que nos ocupa es

hoy menos lícito que nunca hacer del propio temperamento una teoría.

En estos mom entos en que la guerra lejos de circunscribirse a las líneas de

fuego tiene su repercusión dialéctica en el mun do subjetivo de tanto hom bre

que lucha sincerame nte contra la parte negativa de su pasado nadie tiene de re

cho a debilitar la voluntad de lucha de los artistas de la propaga nda subestiman

do la condición de su propia función social y política planteando alegreme nte

en tajante disyuntiva la necesidad de liquidar todo un pasado de experiencia

artística— aunque ésta sea puramente técnica— como condición indispensable para

incorporarse al nuevo orden que amanece.

El cartelista se encuentra de pronto ante la com plejidad gigantesca de la

inesperada situación que le plantea la guerra que mediatizando mom entáneamente

su sensibilidad le pone en la coyuntura de integrar la nueva emoc ión en su arte

a través de un proceso lento incrustado en la febril actividad inme diata sin

pararse a renovar sus procedimientos y recursos de expresión sobre la marcha

dr una situación que le llama insistentemente que necesita todas s-us horas.

No es justo para dar salida a un juicio crítico cualquiera negar categoría

hum ana a ciertos valores de la técnica apenas vislumbra dos aún por nosotros

en su mad urez conseguida a través de una larga evolución de la experiencia plás

tica en la historia. El profund o valor expresivo de la  t inta plana  ya se hizo pa

tente a través de las realizaciones plásticas de Picasso y los ctibistas y

en cuanto a la utilización del  elemento fotográfico la práctica del Dad aís

mo y de ciertos surrealistas se encargaro n de afirmar— a má s de esa tutilita-

riedad fría y docum ental para la propaga nda en el extranjeros a que lo reduce

Gaya— su valor emocion al y dram ático hasta extremos quizás no igualados por los

med ios tradicionales de la expresión.

Con poco que se extreme esta tendencia puede caerse en peligrosa analogía

con las tesis bien caracterizadas políticamente de ciertos úntelectuales-a que

luchan contra el maq uinismo contra el desarrollo de la técnica para re mediar

los males que bajo régimen capitalista siembra toda superprodu cción.

Jamá s hay que confundir el valor de los med ios técnicos con la equivocada—

o nociva— utilización que de ellos pueda hacerse.

Ayer G oya hoy John Heartfield. Aquél con su mano desnuda y éste con el

pleno dom inio de la com plicada técnica del fotomontaje y hasta del todiosot

somb reado m ecánico son los dos artistas revolucionarios que han sabido llevar

el hecho trág ico de la guerra a la más a lta expresión de la emotividad plástica.

Decir que el pueblo y la guerra merecen   o t ra ma nera intentando además

definirla me parece excesivo. Quizás más justo fuese decir:   otro cartel .  Y para

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6o   José Renau

conseguir lo que en el ánimo de todos es necesario sólo a través de la depuración

o purificación y yo diría que Imsta del perfeccionam iento de los medios técnicos

más modernos puede conseguirse.

Confiemos en la juventtid de nuestra nu eva España. Confiemos en que la san

gre española tan pródigamente derramada ahogará todo el barroquismo super-

fluo y odioso todo cartón o frivolidad en nuestro arte. Confiemos en que el ful

gor ardiente de nuestra causa lo purificará todo. Y la guerra contra el fascismo

tendrá sus carteles com o tiene sus héroes.

Esperémoslo y cooperemos con nuestro esfuerzo a que sea cuanto antes.

JOSÉ RENAU

TE TRO

En el teatro Principal de Valencia se ha estrenado la obra de José Ber-

gam ín y M anuel Altolaguirre aEl tr iunfo de las Gem ianías». E l m ovimiento

popular del siglo xvi en Levante es evocado por los autores buscando ofrecer al

pueblo en lucha presen te contra la t iranía un paralelo o m ás bien una fu

sión de ambo s mo vim ientos una actualización del pasa do. aEl Triu nfo de las

Germ anías» es un título que indica ya el propósito prin cipa l de la obra : los

esfuerzos dolorosos del pueblo no se pierden sino que se recogen en esta ho ra

definitiva.

Aun que es como señaló Alto laguirre en las palab ras finales que pron unc ió

una obra de circu nsta ncia s se advie rte en ella la estirpe lite raria de los aut ores :

graciosa versificación de línea romántica en que se transpareata la voz de Alto

lagu irre y perfiladas sentencias y simetrías de concepto en que se hace pre

sente el castizo ingenio de Bergamín pero se echan de m enos en ella unidad en

la concepción y relieve dramático virtudes entorpecidas por un desbordam iento

de escenas accidentales y de alocuciones con que los autores quisieron sin du da

reforzar los efectos de propaganda.

Alto laguirre y Bergamín han quer ido generosam ente ceder su ta lento re

nun cian do un poco a sí mism os ; pero esto no fué po sible y la renu ncia se llevó

indu dable me nte las mejores posibilidades de estos dos magníficos escritores.

La experiencia no sólo servirá en este caso a Bergamín y a Altolaguirre

sino tambié n a todos los escritor es y poe tas que como ellos se han ligado

con la espontánea pasión del momento a la causa popular.

Los decorados del escultor Alberto sobre todo aquellos que re prese ntaba n

las t ierras de Castil la que él tanto ama y com prend e hay que señalarlos como

lo mejor que hemos visto en los escenarios españoles desde no recordamos

cuándo.

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Notas

  6 i

INE RUSO

La U. R. S. S. nos había dado ya films perfectos que correspon dían a un a

etapa de disciplina rigurosa necesitada de una propa gand a que los rusos han

áabido hace r en cine con una excepciona l inteligen cia y m uch as veces con

delicada expresividad cuando util izan el paisaje o un ambiente retrospectivo.

Los últimos films soviéticos presentados en España en plena guerra civil

respon dían a esta tendencia y su eficacia como alentadores de entusiasm o está

en la conciencia de todos los españoles.

«El Circo» tiene el interés de presentarnos por vez primera una película

rusa elem ental imperfecta pero alegre y asomada a otros panoram as de vida

que los exclusivamente preocupados por esa nueva ordenación social a la que

aludíamos. También en ella el tema que sirve de fondo—la fraternidad entre

los hombres de razas distintas—está desarrollado con miras a una noble uti l idad

social pe ro la atmó sfera es otra y la aparición del am or ya casi en un pr im er

plano de la trama nos induce a pensar en la R usia de la .^mplia Constitución

dem ocrática salida de los r igores de sus años de prueba . Su juve ntud vestida

de blanco bajo las tr iunfales band eras pone su sonrisa de seguridad an te

los ojos de los españoles preocupado s aún por su sue rte.

Ap arte de sus balbuceos y de su inge nuid ad que en cierto mo do le dan como

un enc anto regre sivo la película vale m ás como significación que como cine en s i.

«La Patria te l lama» es otro fi lm ruso presentado en Valencia últ imamente.

Nos pre sen ta la intim idad del pueblo soviético el ho gar la fábrica el pueblo

todo viviendo apasionadamente los progresos de la técnica y de la aviación espe-

cialm ente en la que nuestro s cama radas de la Unión Soviética ponen su i lusión

mayor y centran la garantía de defensa de su gran obra constructiva. Luego un

simulacro de gu erra que all í repre senta una gue rra verdadera pero sin toma r

el inte rés que corre spo nde ría a este gran suceso sirve de mo tivo par a un desfile

bril lante que mu estra la capacidad técnica de la U. R. S. S. prepa rada pa ra rep e-

ler cualquier agresión de sus enemigos y sobre todo para que culmine en las

hazaña s de su aviación a quien realm ente es tá dedicada la película. «La Pat ria

te llama» es una cinta de calidad artística bastante inferior a otros films rusos

que hemo s v is to rec ientemente en nue stras panta l las pero t iene e l hondo in te-

rés docum ental de hacerno s entre ver a través de la representa ción cinem atográ-

fica el carácter de todo un pueblo que vive para la camaradería y el sacrificio.

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6

LA ALIANZA NACIONAL

DE LA JUVENTUD ESPAÑOLA

l.a Conferenc ia Nacional de las Juventudes So

cialistas Unificadas llama a todos los jóvenes espa-

ñol .s, sin distinción de clase ni partido, a unirse

para defender la independencia de la Patria amena

zada por el imperialismo extranjero.

E D   nno íie los momentos más críticos de nuestra guerra civil se ha reunido

en Valencia la Conferencia Nacional de Juventudes.

E n c ontraste con el nacionalismo faccioso, que no vacila en com eter los ma-

yores ul trajes contra la integridad y el honor de E spa ña, el espír i tu de esta

Conferencia ha estado informado por el más auténtico patriotismo y por una

clara conciencia de lo que debe unificar las voluntades de todos los españoles,

desde los anarquistas hasta los católicos. Todos los ideales que merezcan ese

nombre y no sean meros galimatías con que se disfraza la barbarie, se conciertan

para la empresa l iberadora y constructiva de la República. Y con esta ampli tud

de cr i ter io la Conferencia Nacional ha establecido las bases de una gran Fede-

ración de Juventudes.

Jóvenes de dist intos part idos y agrupaciones—social istas, sindicalistas, comu-

nistas , republicanos de izquierda y centro, nacionalistas vascos y catalanes,

U. F . E . H. , catól icos, etc.— han fraternizado, unidos por el mism o propósito,

identif icando la dignidad nacional con el mantenimiento de la República y del

Gobierno legít imo.

Se hallaban presentes delegados de todas las líneas de combate, oficiales jóve-

nes que han ganado sus estrel las en las más duras etapas de la lucha, obreros,

campesinos, soldados, aviadores, incluso evadidos del campo faccioso que dieron

test imonio de los horrores presenciados y de su propia angustia al tener que com-

batir a la fuerza.

Santiago Carrillo, secretario general, en nombre de 250.000 militantes, informó

sobre la em presa m ás trascend ental que debe apoyar este Congreso : E jérci to re gu-

lar, a base de servicio obligatorio, para acelerar la victoria y consolidarla.

E n la presid encia de hono r figuraban sabios e intelectu ales del má xim o presti-

gio que, con su palabra y su presencia, confirman el carácter nacional de este Con-

greso.

SUMARIO: Antonio Machado:  Sigue hablando Mairena a sus a lumnos.  Dámaso

Alonso:  La injusticia social en la liter atu ra espa ñola .  Rafael Alberti:  Cap ital de

la glo ria. Poem as.)  Juan Gil-Albert:  E n t ier ras aragonesas . Testimonios.)  Ber

nardo Clariana:  E l poeta Jef La st lucha a nue stro lado. Test imonios.)  Ángel Gaos:

E l d iscurso del Presidente .  Rosa Chacel:  Un nombre al frente : Galdós.  Antonio

Sánchez Barbudo:  Momento .  Rafael Dieste:  Fraternida d vi ri l en torno a E spañ a.

José Renau:  Con testación a Ra m ón Gaya. Tea tro. Cine ruso . I ,a Alianza Naciona l

de la Juventud española .  Emilio Prados:  Cinco roma nces de la gue rra civi l .

V I S A D O P O R L A C E N S U R A

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H O R A D E E S P A Ñ A

R E V I S T MENSU L

A V D A . P A BLO I G LES I A S 12 — V A L EN C I A — T EL É F . 16062

CONSEJO DE COLABORACIÓN

L E Ó N F E L I P E . J O S É M O R E N O

V I L L A . Á N G E L F E R R A N T . A N T O

N I O M A C H A D O . J O S É B E R G A -

M Í N . T. N A V A R R O T O M Á S . R A

F A E L A L B E R T I . J O S É F. M O N

T E SIN O S . A L B E R T O . R O D O L F O

H A L F T E R . J O S É G A O S . D Á

M A S O A L O N S O . L U I S L A C A S A .

R E D A C C I Ó N : M. A LT O LA G UIR R E. R A FA E L D IE ST E.

A . S Á N CH E Z BA RB U D O . J . G I L - A L BE RT . RA M Ó N G A Y A .

S E C R E T A R I O :  NTONIO SÁNCHEZ B RBUDO

SUSCRIPCIÓN ANU AL EN ESPA ÑA Y AM ÉRICA 12 PT AS .

S U S CRI P CIÓ N A N U A L EN O TRO S P A Í S ES i8 P ES ETA S

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