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Historia, Voces y Memoria – 2 Boletín del Programa

de Historia Oral

Universidad de Buenos Aires Primer Semestre

2008

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Diseño de tapa y diagramación: Editorial El Colectivo www.editorialelcolectivo.org [email protected] Impreso en: Cooperativa Gráfica El río suena [email protected]

Programa de Historia Oral Historia, voces y memoria - 2. 1ª ed. Buenos Aires :

El Colectivo, 2008. 156 p. ; 21 x 15,5 cm. ISBN 1. Ciencias Sociales . I. Título

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FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES Decano Hugo Trinchero Vicedecana Ana María Zubieta Secretaria Académica Leonor Acuña Secretario de Investigación y Posgrado Claudio Guevara Secretario de Supervisión Administrativa Jorge Vladisauskas Secretaria de Extensión Universitaria y Bienestar Estudiantil Reneé Girardi Secretario General Jorge Gugliotta Subsecretario de Publicaciones Rubén Calmels Prosecretario de Publicaciones Jorge Winter Coordinadora Editorial Julia Zullo Consejo Editor Alejandro Balazote María Marta García Negroni Susana Romanos de Tiratel Susana Cella Myriam Feldfeber Diego Villarroel Adriana Garat Marta Gamarra de Bóbbola Programa de Historia Oral Sección de Etnohistoria Instituto de Ciencias Antropológicas Director del Instituto: Dra. Mabel Grimberg Directora de Sección: Dra. Ana María Lorandi Director del Programa: Dr. Pablo A. Pozzi

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Comité editorial Liliana Barela (Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires y Asociación de Historia Oral de la República Argentina) Josefina Cuesta (Universidad de Salamanca) Ana María de la O Castellanos Pinzón (Universidad de Guadalajara) Eugenia Meyer (Universidad Nacional Autónoma de México) Gerardo Necoechea Gracia (Instituto Nacional de Antropología e Historia, México) Pablo Pozzi (Universidad de Buenos Aires, Programa de Historia Oral) Alejandro Schneider (Universidad de Buenos Aires, Programa de Historia Oral) Miguel Galante (Universidad de Buenos Aires, Programa de Historia Oral) Lorena Almeida Gill (Universidade Federal de Pelotas – Brasil) Meri Fortscher (Laboratório de Pesquisa Práticas Culturais e Identi-dades, Universidade Estadual do Oeste do Paraná – Unioeste, Campus de Marechal Cândido Rondon – Paraná – Brasil) Rachel May (University of Washington-Tacoma)

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Historias orales y literatura escrita en la vida de los indios estadounidenses

contemporáneos Márgara Averbach1

Introducción Comunidades

Las culturas de los pueblos originarios de los EEUU eran esen-cialmente orales y sus literaturas contemporáneas (escritas) inten-tan acercarse al lenguaje oral, borrando la oposición binaria orali-dad versus escritura con diversas estrategias literarias desde la co-pia del lenguaje oral hasta el uso de cambios gráficos para indicar cómo se debe leer el texto en voz alta. Son literaturas mestizas que utilizan el inglés, un idioma occidental, para transmitir ideas no occidentales y que, instantáneamente lo modifican, como explica el título de una gran antología actual de literatura india: Reinventing the Enemy’s Language (reinventar el idioma del enemigo).1

La mayoría de las tribus indias de América del Norte eran socie-dades kinship, según explica Eric Cheyfitz, citando al economista Wolf.2 En este tipo de sociedad, el organizador es el “kinship”, el clan de parientes, no el individuo, al que no se considera una uni-dad independiente: los individuos existen sólo si son parte de una comunidad que no es solamente humana porque incluye el lugar geográfico en el que vive la tribu, los animales que se relacionan con ella, las plantas y los lugares. En las literaturas indias con-temporáneas, alejarse de ese lugar de origen es “perder el centro”, es decir, caer en la locura y la muerte. De esa pérdida, trata gran parte de las obras literarias de autores que son miembros de las

1 Doctora en Letras. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires.

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tribus amerindias (por ejemplo Leslie Marmon Silko, Simon Ortiz, James Welch, Linda Hogan, Anita Endreezze, Greg Sarris, Gordon Henry, Joy Harjo, Gloria Bird) y también los testimonios orales tra-ducidos aquí.

Antibinarismo

Hay una enorme cantidad de culturas diferentes en Norteaméri-ca pero existen puntos de contacto importantes entre ellas. Tal vez el más importante de ellos sea el rechazo del binarismo occidental, base de la filosofía europea, por lo menos entre Sócrates y Marx. En lo cultural, el binarismo organiza todo pensamiento en pares opuestos en los que uno de los miembros es jerárquico y positivo y el otro no y ambos se excluyen uno al otro: bien versus mal; humano versus animal; vida versus muerte; masculino versus fe-menino, etc. El miembro jerarquizado suele ir delante y el despre-ciado en segundo lugar. La jerarquización y la exclusión son esen-ciales.

Un ejemplo impactante del rechazo del pensamiento binario en estas culturas es la figura foclórica del trickster, que aparece como ser humano a veces y a veces como animal, un coyote, un cuervo, un zorro, según la tribu de que se trate. El trickster rompe muchos pares binarios: es humano y animal (rompe el par opuesto humano versus animal), por eso se llama Mujer Coyote, Hombre Cuervo, etc.; es viejo y joven; a veces hombres, a veces mujer; es un bromista pero consigue soluciones reales, serias para lo suyos, con lo cual es cómico y también sagrado (en Occidente, lo sagrado es siempre se-rio); y sobre todo es imposible clasificarlo dentro del par binario bá-sico para gran parte de las historias occidentales, malo versus bue-no.

El trickster es un bromista pero sus bromas pueden ser muy vio-lentas y terribles. Es capaz de actos de enorme crueldad, actos ab-solutamente “malos” según la moral de casi todas las visiones del mundo en el planeta (por ejemplo, la violación de una hija); sin embargo, el resultado de esos actos es siempre positivo para la co-munidad (en el caso de la violación, en algunas tribus, su incesto establece una regla fundamental que prohibe este acto para la co-munidad). Hay constantes reconstrucciones del trickster en la lite-ratura contemporánea de las tribus. Por ejemplo, Coyote Has a Full House in his Hand,3 de Leslie Marmon Silko, escritora laguna pue-blo. La figura del trickster aparece aquí en un formato y una am-

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bientación absolutamente contemporáneos con lo cual se afirma la continuidad de las culturas que le dieron forma en el pasado.

El protagonista es un hombre del siglo XX con todas las caracte-rísticas del trickster: tramposo, vengativo, egoísta, abusador, píca-ro. De novio con una mujer de su pueblo, la deja porque sospecha que apenas se casen, ella va a hacerlo trabajar. Cuando la mujer empieza a salir con un hombre de otra tribu, un hopi, él decide vengarse de esa comunidad y recuperar así la dignidad de su pro-pio pueblo. Viaja hasta territorio hopi sin saber qué va a hacer. Cuando toca el timbre de la casa de una mujer que conoce, algo interno, un poder, (el trickster es poderoso) le hace decir que es un Medicine Man, un curador. La mujer lo atiende con todo respeto, con admiración, le da de comer y le dice que tiene una tía enferma. Entonces, el trickster, que nunca se llama a sí mismo de esa forma y que no tiene ninguna relación con los coyotes fuera del título, le dice que no se preocupe, que él va a hacer una ceremonia y la va a curar. Pide a todos los hombres que se vayan del pueblo a un kiló-metro de distancia y después, indica a todas las mujeres del clan de la tía enferma que hagan una cola frente a él.

Se sienta en el suelo junto al hogar apagado, pone las manos en las cenizas y toca las piernas de todas las mujeres, de arriba abajo, una por una. La ceremonia es un truco de trickster, él acaba de in-ventarla pero como es un trickster, ahora que la ha inventado, la respeta, no la cambia y hasta toca las piernas de las viejas mien-tras piensa que debería haber dicho que no necesitaba a las mayo-res de 45. El acto que lleva a cabo es deleznable, claramente egoís-ta, lujurioso, falto de respeto. Pero él es un trickster y cuando toca a la tía, se da cuenta de que está curada, de que vivirá muchos años más. Su acto es horrendo y lo llevó a cabo por los peores mo-tivos y con las peores intenciones pero ha sido útil para la comuni-dad, dos comunidades en realidad: devolvió la salud a la tía y el orgullo a su propio pueblo.

Lenguaje y representación

Los resultados de la ceremonia del protagonista del cuento de

Silko tienen que ver con la forma en que las tribus de América en-tienden la representación y el lenguaje: una ceremonia es una re-presentación pero en estas visiones del mundo, toda representación

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tiene un contacto directo y no arbitrario con lo representado. Al contrario de lo que dice Michel Foucault sobre Francia y Occidente en general, en Las palabras y las cosas,4 aquí no hay grieta entre palabras y cosas y las palabras pueden modificar las cosas que nombran. En ese contexto, es evidente que las palabras –la repre-sentación lingüística—son poderosas y las historias, un arma im-portante de resistencia.

Para dar una idea de la forma en que se relacionan la represen-tación y lo representado en estas visiones del mundo, se puede to-mar un pasaje de Almanac of the Dead, otra obra de Leslie Marmon Silko. En esta novela, que como suele suceder en esta literatura no tiene protagonistas y es muy coral, transcurre en toda América del Norte, de Alaska a México, y tiene más de 60 personajes, hay un episodio del Norte, una Medicine Woman de la tribu yupik, que des-cubre el sentido de los mapas de clima en la televisión y decide uti-lizar esa tecnología blanca para defenderse de los aviones de la compañía petrolera que contaminan su tierra. Así, la vieja yupik se apropia la televisión y los mapas de clima, y modifica esas repre-sentaciones del clima con una ceremonia que involucra la electrici-dad estática y una piel de castor. Cuando ella modifica el mapa, es decir, la representación del objeto clima, modifica también el clima real en el mundo y de esa forma, con súbitas tormentas, derriba los aviones de sus enemigos, que no entienden lo que sucede.5 Varios temas de este episodio literario extraordinario y muy complejo, que aquí se resume muchísimo, pueden rastrearse en las historias ora-les que se analizaron y tradujeron: tanto la ceguera de los blancos (incapaces de ver nada que no se relacione con su visión binaria del mundo y que aquí no ven lo que sucede, no pueden impedirlo porque lo niegan) como la apropiación inversa entendida como una metodología válida para los actos de resistencia contra la coloniza-ción.

Relaciones entre testimonios orales contemporáneos y literatura escrita

Las literaturas de los autores indios contemporáneos de los Es-tados Unidos giran alrededor de la defensa de sus visiones del mundo, en las que el grupo es más importante que el individuo y el individuo no puede concebirse sin el grupo y este grupo incluye a la naturaleza en la que se vive porque en estas culturas, los anima-les, plantas, accidentes geográficos, ríos, bosques son parientes en

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el sentido primario de la palabra, hermanos en un sentido metafó-rico. El respeto a lo natural que se deriva de esta concepción es lo que muchas veces se interpreta como “actitud ecológica” desde la visión europea del mundo.

John Dick, diné (navajo para los blancos), no se concibe sin este entorno humano y animal. Cada vez que empieza a hablar, se pre-senta así:

“Mi clan es el del Pueblo Rojo que Corre hacia el Agua (Tá-chíí´nii). Mis clanes relacionados por el lado de mi madre son Pueblo del Tabaco (Nát’oh Diné’e), Pueblo de Vetas de Carbón (Naaeesht’ézhí) y Pueblo Ciervo (una división del clan Veta Roja que Corre hacia el Agua), (Bii Dine´é Táchíí´nii). El clan de mi pa-dre era Pueblo Comienzo de la Veta Roja (Deeshchí í’nii). Sus clanes relacionados eran Pueblo de Muchas Cabras (Tlízi Lani), Pueblo Madera de Veta Negra (Tsi’naajinii), y Pueblo Casa Roja (Kinlichií’nii); y nació para el Pueblo de la Sal (Ashiihi) (este es siempre el Clan de la madre, en el que se quedará cada persona cuando nace)”.6 John Dick no es un individuo solitario e independiente: está in-

tegrada por todos estos clanes, y esa pertenencia determina su conducta, por ejemplo en cuanto a la elección de pareja (el incesto es muy extendido entre los diné y no se puede elegir a nadie que tenga ningún clan común con los clanes propios). La tierra, los animales, los parientes no humanos están presentes en los nom-bres de los diferentes clanes.

La relación de los seres humanos con la comunidad humana y no humana es un tópico en las literaturas de las tribus. Un ejem-plo es el final del muy antologizado “Cities Behind Glass” de la es-critora oijbwe, Linda Hogan7:

Everything is foreign here. No one sees me. No one sees this woman walking city

streets. No one sees the animals running inside

my skin, the deep forest of southern trees, the dark grandmothers looking through

my eyes, taking it in, traveling still.

Todo es extraño aquí. Nadie me ve. Nadie ve a esta mujer que camina calles

de la ciudad. Nadie ve los animales que corren dentro

de mi piel, la selva profunda de árboles sureños, las abuelas oscuras que miran a través

de mis ojos, observándolo todo, viajando todavía.

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En este poema, en el que la primera persona ojibwe pasea por una ciudad europea antigua, hay una descripción explícita del con-traste entre las visiones europeas del mundo y las visiones ameri-canas (en el sentido del continente): los europeos solamente ven un individuo, una mujer, no entienden que dentro de ella hay árboles, animales y abuelas, el kinship completo que viaja con ella.

Esta ruptura de los pares binarios (aquí individuo versus grupo; individuo versus animales y plantas; individuo versus naturaleza o lugar geográfico), se repite en el testimonio de Joanna Nichol (De-laware, nacida el 12 de septiembre de 1919 en Hogshooter, Okla-homa, entrevistada el 14 de diciembre 1994 en los cuarteles gene-rales de la nación Delaware de Oklahoma del Este, Bartlesville, Oklahoma). Joanna se considera receptora oral de la cultura de dos tribus y se enorgullece de ellas. En una anécdota sobre la visi-ta de una serpiente a su casa, compara esa herencia doble con la cultura de los blancos. El relato deja claro que en las visiones del mundo de las tribus --transmitidas aquí por el abuelo--, las ser-pientes son “personas” según la definición de Hallowell: seres con quienes es posible la comunicación, seres que son tan valiosos co-mo los humanos y están “emparentados” con ellos:8

“Un día, cuando estaba cocinando, el abuelo entró en la cocina y dijo: ‘Ven aquí, hermana’. (…) ‘Quiero que hagas algo para mí’. Y yo dije: ‘Bueno’. ‘Siéntate. Tenemos un amigo que viene pero no sé dónde está. Quiero que tengas mucho cuidado. No lo asustes, busca una serpiente’. Y yo pensé: ‘Eeeey, no sé si me va a gustar esto o no’. Pero busqué y lo encontré detrás de la puerta de en-trada. Había entrado para salir del sol y entró y se puso detrás de la puerta donde estaba más fresco. Y el abuelo dijo: ‘Ahora quiero que vayas allá, al lado de la puerta. Él no se va a mover si no te mueves tú’. ‘Quiero que cierres los ojos y aspires el aire profundamente y te vas a acordar de ese olor. Después, cuando estés caminando por el bosque, vas a olerlo antes de que lo veas’. Y me hizo quedarme de pie ahí e inhalar unos diez minu-tos. Yo no tenía miedo de la serpiente porque era una serpiente negra y yo ya sabía que no eran malas aunque duelen a veces. Hice lo que él me dijo. Y les aseguro que, tal cual, hasta desde el lomo de un caballo, yo huelo una serpiente. Es algo que queda marcado a fuego en una, y ahí está. Así que una vez que lo hice, él dijo: ‘Ahora busca una escoba, y usa el lado de la paja y guía-lo hacia fuera para que pueda ir bajo el porche donde está fresco a la noche’”.9

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Este testimonio rompe varias oposiciones binarias occidentales

de las cuales la más importante es la oposición ser humano-animal: aquí los animales y los humanos son parte del mismo kinship, son hermanos, parientes. A nivel de la lengua y en un pa-saje posterior, hay otra ruptura de un par binario lingüístico. Los pronombres de la tercera persona plural, ellos, aparece como sinó-nimo de la primera plural, nosotros. Este uso es muy raro en los discursos occidentales, que sostienen el par binario opuesto noso-tros versus ellos. Aquí, en cambio, la que narra es parte del grupo pero hay momentos en los que decide mirarlo desde afuera. Este uso variable y complejo de los pronombres (aquí, espontáneo) se da muy frecuentemente como recurso literario intencional en autores como Leslie Silko, Greg Sarris o Jo Whitehorse Cochran. Dice Ni-chol:

“Llevábamos el maíz seco que nos sobraba al molino y lo molía-mos y hacíamos pan de maíz. Llevaban el maíz, muchísimo maíz en carretas. Tenían piletas de agua hirviendo ahí y lo dejaban caer en el agua y lo cocinaban unos tres minutos, no mucho más. Y entonces lo sacaban de ahí y eso era otra cosa para los jóvenes. Había un grupo grande de nosotros, los jóvenes, ahí, sentados en círculos alrededor de las telas de las carretas lim-pias y se le sacaba la chala y se cortaba. Tiraban el maíz en el agua caliente, en el medio. Entonces, tomábamos una cuchara y con la parte de atrás de la cuchara, sacábamos los granos”.10 John Dick también tiene una estrategia lingüística para manejar

la comparación cultura blanca-cultura india: la oposición entre las palabras “educación” (que Dick aplica a la escuela blanca) y “en-trenamiento” (que utiliza para hablar de la educación los navajos, los diné). De sí mismo, afirma que: “Como dije antes, soy un hom-bre sin educación; nunca entré en un aula cuando era chico pero crecí aprendiendo mi entrenamiento tradicional en casa”.

Esta comparación toca una problemática constante en las lite-raturas de los pueblos originarios de los Estados Unidos: la de la escuela del blanco. La relación de las tribus indias con la educa-ción escolar está en contraste completo con la que ha tenido la co-munidad afroestadounidense, que durante gran parte del siglo XX bregó por entrar al sistema educativo de los blancos. Por el contra-rio, las tribus tuvieron muy clara desde el principio la violenta tra-ducción que ejercía la escuela sobre ellos y la rechazaron. La lucha

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fue por no ir a la escuela, por tener el derecho a no mandar allí a sus hijos.

Hay innumerables cuentos, novelas, poemas y obras de teatro sobre el efecto terrible de la escuela para los chicos indios que se llevaban los agentes gubernamentales a las escuelas de pupilos. Entre muchos otros, se pueden nombrar novelas como Tracks de Louise Erdrich11 y Storyteller de Leslie Silko12, y también poemas como Halfbreed Girl at the City School de Jo Whitehorse Cochrane13.

El concepto de violencia de la traducción puede ayudar mucho a comprender este rechazo. Cheyfitz lo explica así: toda cultura do-minante (en este caso, colonizadora: hay que recordar que los pue-blos originarios de América no llegaron nunca a la etapa de posco-lonización) traduce violentamente a la cultura o culturas que do-mina y al hacerlo, borra, modifica y cambia su identidad cultural.

Cheyfitz cita las crónicas en las que los ingleses que llegaron a Virginia llaman king al jefe de guerra de los algónquinos, Powhatan (padre de Pocahontas). Esa traducción –king (rey) por la palabra algónquina weroance— ejerce una violencia enorme sobre el senti-do de la palabra original (lo que sigue es un resumen muy breve de las diferencias profundas entre un concepto y el otro):

-El rey inglés ejercía un poder muy grande sobre la sociedad in-glesa, que iba hacia el capitalismo. En cambio, en la sociedad kinship de los algónquinos, Powhatan era jefe solamente en casos de guerra o amenaza de guerra (había otros jefes que ejercían poder en otras); lo elegía el consejo de mujeres que también podía depo-nerlo y había otros límites muy claros a su “poder”.

-El rey inglés podía disponer de las tierras de su reino, vender-las, entregarlas, rendirlas antes otro rey. En cambio, los algónqui-nos no concebían la idea de “vender” la tierra, a la que considera-ban parte de la comunidad, un pariente (kin), no una posesión.

En un primer análisis, puede decirse que este tipo de traducción es inevitable: los ingleses no conocían ninguna otra sociedad ex-cepto la propia y sobre todo, les era imposible entender una en la que no existía la división binaria público-poderoso versus privado-sin poder. Pero en un segundo análisis, es evidente que la violencia de la traducción weroance-king era funcional a la conquista: con-vertía a Powhatan en un individuo capaz de vender las tierras a los ingleses o entregarlas después de una derrota. Esto se relaciona con la utilidad que tuvo para los Estados Unidos, en tiempos de la “conquista del Oeste”, la traducción de las tribus como “naciones” con las que podían firmar tratados (las tribus llaman a este perío-do, el tiempo de los “Broken Treaties”, porque la estrategia era fir-

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mar un tratado y luego romperlo y provocar otra guerra para con-seguir otro tratado, es decir, más tierra). Si bien es cierto que en el siglo XX, la idea de las “naciones” indias se volvió muy incómoda y complicada legalmente hablando (fue necesario inventar fórmulas absurdas y contradictorias como “naciones domésticas”), en el momento en que se hizo era una traducción muy funcional a la toma de las tierras al Oeste del Misissippi.

La educación en las escuelas estadounidenses –que se impuso por la fuerza a las tribus— traducía a los niños de las tribus con una violencia terrible y la situación fue muy semejante en todo el continente americano. Lo mismo hizo la educación argentina con los pueblos originarios de nuestro territorio. Estas escuelas de for-mato europeo tenían como objetivo convertir a los miembros de las tribus en “blancos culturales”, asimilarlos a la sociedad blanca pe-ro no en cualquier lugar social sino específicamente como peones o mucamas o sirvientas, es decir, en funciones secundarias, mal pa-gas y no especializadas, funciones que en muchos casos se aseme-jaban a la esclavitud. La situación boliviana actual es un buen ejemplo de esto: para la parte más europeizada y rica de la socie-dad de Bolivia es inimaginable que un “indio” como Evo Morales pretenda que su “asimilación” relativa a lo nacional le da derecho a acceder a la presidencia.

En el caso de los Estados Unidos, si se comparan fotos de algu-nos miembros de las tribus en el momento de entrar a esas escue-las con fotos del mismo individuo tomadas dos o tres meses des-pués, se ven claramente las marcas de la traducción violenta: se les ha cortado el pelo, la ropa es violentamente occidental y en otro ni-vel, lingüísticamente (aunque este dato no aparezca en el foto) se les prohibe hablar en su propio idioma.14 Las expresiones de las caras lo dicen todo: el resultado de este proceso es un terrible trauma de identidad, tema de innumerables novelas, obras de tea-tro, poemas y cuentos de autor indio, incluyendo las dos novelas de autor indio que inauguraron la llegada de estas literaturas al mer-cado más o menos extendido en todo el país: House Made of Dawn de Nathaniel Scott Momaday15 y Ceremony de Leslie Silko.16

Para analizar la forma en que los autores contemporáneos tra-tan el tema de la escuela, tal vez el mejor ejemplo breve sea el im-presionante poema de Jo Whitehorse Cochran, Halfbreed Girl in the City School17

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NENA MESTIZA EN LA ESCUELA DE LA CIUDAD eres mejicana eres italiana eres china eres japonesa latinita espaldas mojadas bola de grasa amarilla lo bastante oscura para cuestionar lo bastante clara para preguntar tienes un cabello casi negro ojos castaños y hablas inglés lento nosotras somos rubias de ojos azules y usamos faldas suéteres o panta-lones comprados en negocios tú llevas ropas hechas en casa pasadas de moda damos vuelta alrededor de ti y de tu hermana tú la abrazas fuerte ella es chiquita y todavía más oscura pateamos pellizcamos las trenzas y las chaquetas te arrancamos "Yo soy india" del cuerpo la asistente social quiere que describas tu familia pregunta tu padre te golpea tu madre tu padre bebe tu madre odias a tus padres lloras dime dime te gusta más la reservación te avergüenzas en la clase cuando te haces pis en los panta-lones por qué no hablas por qué no haces que te den permiso por qué no vas en el recreo dime dime habla miras por la ventana das vuelta un bloque de madera con letras en las manos

HALFBREED GIRL IN THE CITY SCHOOL are you Mexican are you Italian are you Chinese are you Japanese spic wetback greaseball slant-eye you are dark enough to question you are light enough to ask you have near black hair brown eyes and speak slow-english we are blonde blue eyes and wear store bought sweaters skits or pants you are in homemade clothes out of style we circle round you and your sister you hug your sister close she’s small and even darker we kick we tug at braids and coats we pull “I’m Indian! out of you. the social worker wants you to describe your family she asks does your father beat you does your mother does your father drink does your mother do you hate your parents do you cry tell me tell me do you like the reservation better are you ashamed in the classroom when you wet your pants why don’t you speak up why don’t you get excused why don’t you go at recess tell me tell me speak! you stare out of the window turn an alphabet block in your hands

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habla en inglés en inglés grazna la asistente social afuera los gansos canadienses atraviesan tu cielo inmediato seis en un arco se van al sur si fueras Una que Cambia de Forma como Muchacho Estrella podrías volar con esos cuellos lar-gos pero tienes que quedarte y mirar por esta ventana Las palabras de la abuela golpean en tu cabeza Ellos quieren des-nudarnos de nuestras palabras Ellos quieren lle-varse nuestras lenguas Para que olvidemos cómo hablar unos con otros tragas la roca que fue tu lengua tragas la canción que fue tu voz tragas tra-gas en el silencio.

speak english speak english the social worker caws outside Canadian geese pass through your immediate sky six in an arc going south if you were a Changer like Star Boy you could fly with those long-necks but you must stay and look out this window Grandma’s words pound in your head they want to strip us of our words they want to take our tongues so we forget how to talk to each other you swallow the rock that was your tongue you swallow the song that was your voice you swallow you swallow in the silence.

Aquí, las muchachas rubias, de clase media, traducen a la nena

india, mestiza, como “no blanca, pobre, no de nuestro grupo”. Ni siquiera saben de qué otro grupo es y es ella la que tiene que acla-rarles su verdadera identidad. La acosan por su visibilidad física (el aspecto oscuro, los ojos, los pómulos) y también por su clase social (la ropa comprada en negocios, la evidente pobreza), dos realidades que en los Estados Unidos suelen estar unidas tanto simbólica co-mo históricamente.

Ni las rubias ni la escuela ni sus funcionarios comprenden la distancia cultural que las separa de la nena mestiza. No entienden que la cultura de la nena india es holística, es decir, cree que todo está relacionado y unido y que eso le impide entender las reglas que rigen “ir al baño”, por ejemplo, la separación entre recreos y horas de clase (una separación artificial y totalmente cultural) o la necesidad de pedir permiso para hacerlo. No entienden lo que sig-nifica la pérdida del centro de la cultura, el lenguaje, que la escuela trata de borrar –como sucedió históricamente tanto con los negros esclavos como con los indios escolarizados por la fuerza--. No en-

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tienden que eso condena a las dos hermanas al silencio, a la invisi-bilidad absoluta. Hay que decir que la escuela estadounidense si-gue haciendo esto: cuando un chico entra a una escuela y es bilin-güe (digamos, habla inglés y también castellano), la escuela consi-dera ese bilingüismo una “desventaja” porque supuestamente el castellano no dejará que el chico se concentre en el inglés y lo dis-traerá de lo que la escuela quiere enseñarle. En lugar de alentar el bilingüismo y aprovecharlo, la escuela trata de borrar el “otro” idio-ma.

El fragmento de la “asistente social” muestra la traducción vio-lenta y parcial que hacen las instituciones occidentales del proble-ma. La “asistente” está encargada de solucionar el problema pero la forma en que analiza la falta de adaptación de la nena es terrible-mente violenta para la nena y para su comunidad.

La asistente no ve ningún problema institucional ni social, es completamente ciega ante el racismo de la escuela, que rechaza to-do tipo de diferencia. Traduce lo que pasa como un problema indi-vidual o familiar. Así, diagnostica que la negativa de la nena a hablar inglés, su timidez, su incontinencia provienen de una falla propia (no sabe adaptarse, es tonta, no entiende) o en todo caso, un defecto de su entorno familiar (el alcoholismo de la madre y el padre; la violencia que tal vez ejercían contra ella; el “atraso” de la reservación, todas imágenes relacionadas con el estereotipo). Con ese diagnóstico, no hay solución.

Para la nena mestiza, el resultado de esta violencia es la pérdida casi total de la capacidad de expresión. Y la abuela –que ella re-cuerda con cariño— era conciente de que esa incapacidad no se da solamente cuando los chicos y chicas a quienes la escuela ha las-timado quieren relacionarse con miembros de otras comunidades (los otros chicos de la escuela, por ejemplo) sino también cuando vuelven a su propia tribu y tratan de hablar con sus propios pa-rientes y amigos. La abuela lo dice con claridad: “quieren llevarse nuestras lenguas / para que olvidemos cómo hablar unos con otros”. Con esa terrible condena al silencio, termi-na el poema.

Lo que hace al poema una obra de arte es la forma en que esta violencia y este silencio tocan la estructura gráfica y fonética. Las oraciones están fragmentadas por espacios en blanco: “hablas inglés lento”, “quieren desnudarnos de nuestras palabras”. Ese habla cortada, vacilante, refleja el espanto de los lugares que la operación de traducción ha borrado en el lenguaje de la nena y por lo tanto, en su sentido de identidad, en su yo.

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Por otra parte, como ya se vio en uno de los testimonios, el poe-ma tiene un uso extraño del “nosotros”, que al principio es “noso-tras, las blancas” y luego “nosotras, las indias”. El lugar exacto en que se pasa de un significado a otro es muy difícil de determinar y nuevamente, esto tiene que ver con la forma en que las visiones tribales del mundo borran la oposición binaria individuo-grupo o nosotros-ellos que son tan importantes para el pensamiento occi-dental.

Por supuesto, hay visiones mucho más positivas del tema de la traducción forzada de la escuela en estas literaturas, pero son re-tratos de personajes que se han resistido a ella y han conseguido volver a casa sin perder la identidad que trataron de arrebatarles, su identidad grupal, su pertenencia al kinship.

Por ejemplo, en el final de Tracks, la tercera novela de Louise Erdrich18, el abuelo Nanapush y los otros parientes ven bajar del autobús a la nieta Lulu (a la que él rescató de la escuela) y los emociona que ella siga siendo ella misma, que esté entera aunque le hayan cortado las trenzas (la marca de su cultura), que su mira-da esté intacta, furiosa:

You stepped gravely down,

round-faced and alert, so tall we hardly

know to pick you out from the others. Your

grin was ready and your look was sharp.

You tossed your head like a pony, gathering

scent. Your braids were cut, your hair in a

thick ragged bowl and your dress was a

shabby and smoldering orange, a shameful

color, like a half-doused flame, visible for

miles, that any child who tried to run away

from the boarding school was forced to

wear. The dress was tight, too small,

straining across your shoulders. (…) But

your grin was bold as your mother’s, white

with anger that vanished when you saw us

waiting. You went up on your toes, and

tried to walk, prim as you’d been taught.

Halfway across, you could not contain

Bajaste, seria, la cara redonda,

alerta, tan alta que casi no pudimos recono-

certe entre los demás. Tu sonrisa estaba

lista y tu mirada, aguda. Movías la cabeza

como un potro que recoge olores. Tenías las

trenzas cortadas, el cabello en un casco

espeso, mal cortado y tu vestido estaba gas-

tado y era de un anaranjado vergonzoso,

como una llama medio apagada, visible en

kilómetros a la redonda, el vestido que obli-

gaban a usar a todos los chicos que trataban

de escaparse de la escuela. (…) Pero tu son-

risa era tan atrevida como la de tu madre,

blanca de una rabia que se desvaneció cuan-

do nos viste esperando. Caminaste sobre las

puntas de pie y tratabas de caminar así,

remilgada, como te habían enseñado. A mi-

tad de camino, no pudiste contenerte y te

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yourself and sprang forward. Lulu. We gave

against your rush like creaking oaks, held

on, braced ourselves together in the fierce

dry wind.

lanzaste hacia delante. Lulu. Cedimos fren-

te a tu carrera como robles que crujen, nos

sostuvimos, nos mantuvimos de pie, juntos,

en el viento seco, feroz.

Así termina la novela, en el final positivo tan común en el arte de las minorías estadounidenses,19 con un grito de victoria.

Nanapush, uno de los dos narradores (que aquí utiliza no el yo sino el nosotros del kinship, ya que es todo el clan el que recupera a una nena) se ha declarado legalmente padre de Lulu y así, con un truco legal, una trampa de trickster, consigue traerla de vuelta.

La última descripción de la nena la pinta como una persona que ha pasado por el trauma de la traducción escolar y ha salido forta-lecida, marcada pero no vencida. Palabras como “anger, pony, sharp” son marcas de la rebeldía que sigue intacta en ella y lo mismo sucede con el vergonzoso color anaranjado del vestido: es un castigo por escaparse pero para los parientes indios es la marca de la esperanza y una medalla de honor porque significa que ella ha tratado de huir de la traducción de la escuela, que se ha resisti-do hasta el final. Que así como ellos insistieron hasta que consi-guieron rescatarla, ella siguió intentando volver. El corte de las trenzas es una marca del intento que hizo la escuela para borrar lo indio en ella pero ella sigue siendo india, sigue siendo ella y por eso, en lugar de caminar “como le enseñaron”, corre al encuentro de los suyos.

La imagen del final, el encuentro, relaciona al “nosotros” de la comunidad india con los otros parientes, los no humanos, en este caso, los árboles. Los robles que todos ellos son sabrán defenderse del “fierce, dry wind” de la realidad de estos tiempos de coloniza-ción. La novela entera es parte de esa defensa: por lo menos la na-rración de Nanapush es un testimonio oral (dentro de la ficción) que intenta devolver a Lulu lo que ella perdió de su identidad en la escuela, la historia de su “nosotros”.

Históricamente, hay una reacción opuesta a ésta: la de aceptar las enseñanzas de la escuela como estrategia para sobrevivir. Lora Marks Siders de la tribu Miami, (mayor de la nación Miami de Indi-ana, nacida el 3 de mayo de 1919, en Wabash, Indiana. Entrevis-tada el 22 de julio de 1992, cuarteles generales del edificio de la nación Miami de Indiana) analiza esta actitud cuando habla de sus abuelos, que llevaron a sus hijos a la escuela del blanco y hasta les prohibieron hablar el idioma nativo en casa. Lora no está de acuer-

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do con esa actitud pero la entiende y analiza con cuidado sus razo-nes económicas y sociales: “Mi madre no entendía miami porque su madre les dijo cuando fueron a la escuela y aprendieron el lenguaje del blanco que ya no hablarían el idioma miami en su casa porque tenían que vivir en el mundo del blanco. Tenía miedo de que se confundieran o no hablaran buen inglés si hablaban miami en ca-sa”.20

Los abuelos de Lora –y Lora lo entiende-- eran conscientes de que el uso de un inglés no estándar es una importante causa de discriminación en los Estados Unidos y creían que lo mejor que podían hacer sus hijos era dejarse traducir por la escuela. La solu-ción de Lora es diferente: se llama bilingüismo. Lo que ella quiere es una educación bicultural, que mantenga el idioma y la cultura originales pero enseñe también las de los colonizadores: “Yo quiero que nos eduquemos de las dos maneras, quiero la educación india y quiero la educación blanca para que ellos puedan vivir y no cono-cer la pobreza (…) como nuestros Mayores que murieron pobres. Y no fue así porque eran perezosos. Eran enérgicos, eran buena gen-te”.

En este fragmento, como en el poema de Cochran, aparece tam-bién el problema del racismo y las traducciones incorrectas: una de las narraciones más comunes del racismo anti indio afirma que los “indios” son culturalmente incapaces de “triunfar” porque no quie-ren “trabajar”, por eso Lora tiene que aclarar que sus Mayores no eran “perezosos”.

Todas estas historias orales y también la obra de los autores que

se nombraron aquí son parte de la lucha conciente por la supervi-vencia de la cultura propia. Las culturas defendidas son esencial-mente comunitarias y esencialmente enemigas del individualismo WASP de los Estados Unidos. El testimonio de Frank Bush, de la tribu potawatomi, (Shelbyville, Michigan; entrevistado el 8 de julio de 1992 en su casa, en Michigan) contiene la metáfora que da títu-lo al cuadernillo que se publicó dentro del Programa de Historia Oral:

“Siempre nos arreglábamos para estar juntos. La gente en esos días se cuidaba una a otra. Desde esta casa a la otra, siempre había un sendero. Desde cada una de esas casas, ese sendero siempre estaba suave de tan usado. Pero ahora es todo yuyo, todo crecido, invadido por pasto. No sabemos quién vive en la casa de al lado. Todo el mundo siempre compartía lo que tenía.

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(…) Cuando algunos de los mayores ya no podían cazar, nuestro líder siempre veía que todo el mundo tuviera una parte igual. Así es cómo nos arreglábamos” 21 Frank Bush describe así las realidades anterior y presente de su

comunidad como una marca en el paisaje del lugar: está mostran-do los senderos abandonados, por eso el uso del deíctico “esta”. Es una metáfora perfecta de la forma en que se han deshecho los lazos comunitarios en las tribus, por influencia de la sociedad individua-lista del blanco.

El mismo tema tratan muchas de las obras de los autores indi-os, que giran alrededor de la oposición individualismo versus co-munidad: la muy hermosa Watermelon Nights de Greg Sarris es un buen ejemplo. Sus tres narradores necesitan dejar de lado el indi-vidualismo y la sociedad del blanco y hacer el viaje de regreso a la visión del mundo de la que provienen: la de la tribu pomo.

Esa vuelta es positiva para ellos y para el grupo. A ellos, les pro-porcionará una pertenencia, una identidad y un destino, sin duda alguna, les mejorará la vida. Completará el grupo y le permitirá armar el dibujo del árbol genealógico (es decir, una representación del kinship) para conseguir que el Estado los considere una nación originaria, lo cual les dará armas para luchar por sus tierras perdi-das. Lo que recupera al final el más joven de los narradores en la noche de las sandías del título es exactamente eso, la comunidad extendida, la capacidad de saberse parte de un grupo más allá de las rivalidades internas, de ese odio individualista que en la novela se llama “veneno” y que puede llevar a la tribu a la autodestruc-ción. El narrador mira las calles de su pueblo y ve la noche de las sandías:

Kindness, which is nothing more than

the sweetness of watermelon and the thought that somebody might like a taste. It was always there, even in the hardest places, the sad deaths and the loud, hate-spewing meetings, only we needed to see it, like on a watermelon night. It had become more and more of a secret, something we hid with the tough times, but nothing else ever held us together22.

Amabilidad, que es nada más que la dul-zura de la sandía y la idea de que alguien puede querer probarla. Siempre estaba ahí, incluso en los lugares más duros, las muertes tristes y las reuniones a gritos, que vomita-ban odio y lo único que necesitábamos era verla, como en una noche de sandías. Se había convertido cada vez más en un secre-to, algo que escondíamos con los tiempos duros, pero sólo eso nos mantenía juntos, unidos.

El libro plantea este momento como una utopía alcanzable, un

momento de comunidad y alegría al que hay que cuidar y al que

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hay que volver. La lucha por esa utopía, esa forma comunitaria de vida, que ha sabido mestizarse y adaptarse a la presencia de los colonizadores sin renunciar a sus principios kinship, está presente en todos estos testimonios y en todas las obras de estos autores. Cuando estos hombres y mujeres narran, por escrito en la literatu-ra u oralmente en estos y otros testimonios, el mensaje general po-dría resumirse así: aquí estamos, no desaparecimos y nuestra for-ma de vida, esta que contamos ahora, es mejor que la de ustedes para el planeta y para la especie humana en general; al contrario de lo que sostiene la parte poderosa de la sociedad, el individuo a solas, como entidad separada, es una idea peligrosa que nos ha llevado casi hasta el abismo.

Bibliografía

Fuentes de los testimonios

Always a People, Oral Histories of Contemporary Woodland Indians, collected by Rita Kohn and W. Lynwood Montell. Bloomington and Indianapolis: Indiana University Press, 1997.

Navajo Stories of the Long Walk Period, publicado por la Navajo College University Press en 1973, en Tsaile, Nación Navaja, Arizona (Fuente).

Stories of Traditional Navajo Life and Culture. Tsaile, Navajo Nation, Arizona: Navajo Community College Press, 1977.

Textos críticos y textos citados

Averbach, Márgara. Desde esta casa a la otra siempre había un sendero. Historias orales de indios estadounidenses contemporá-neos. Buenos Aires: Colección Palabras de la Memoria, Facultad de Filosofía y Letras, Editorial Imago Mundi, 2006.

………………... “Dos significados políticos para el final feliz: Hollywood contra cine de minorías”, en Taller, Buenos Aires: Volu-men 4, Número 12, noviembre, 1999.

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.................... Almanac of the Dead. Almanac of the Dead. USA: Penguin, 1991.

Wallace Adams, David. Education for Extinction, American Indians and the Boarding School Experience, 1875-1928. Kansas: University Press of Kansas, 1995.

Whitehorse Cochran, Jo. “Halfbreed Girl at the City School” en Dancing on the Rim of the World. Anthology of Contemporary Northwest Native American Writing. Editora: Andrea Lerner. Arizo-na: University of Arizona Press, 1990.

Notas:

1 Harjo, Joy y Bird, Gloria (editoras). Reinventing the Enemy´s Language. Contemporary Native Women´s Writing of North America. New York: Norton, 1997. 2 Cheyfitz, Eric. The Poetics of Imperialism, Translation and Colonization from The Tempest to Tarzan. Filadelfia: University of Pennsylvania Press, 1997, pp. 52-57. 3 Silko, Leslie Marmon. “Coyote Has a Full House in His Hand”, en Storyteller, Nueva York: Arcade, 1981, pp. 257-268. 4 Foucault, Michel. Las palabras y las cosas. Barcelona: Siglo XXI, 1984. 5 Silko, Leslie. Almanac of the Dead. Almanac of the Dead. USA: Penguin, 1991, p.151 y ss. 6 Averbach, Márgara. “Testimonio de John Dick” en Desde esta casa a la otra siempre había un sendero. Historias orales de indios estadounidenses contemporáneos. Buenos Aires: Colección Palabras de la Memoria, Facultad de Filosofía y Letras, Editorial Imago Mundi, 2006, pp. 34-41.

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7 Hogan, Linda. “Cities Behind Glass” en Songs From This Earth on Turtle’s Back, Contemporary American Indian Poetry. Editor: Joseph Bruchac, New York: Greenfield Review Press, 1983, p.118. 8 Hallowell, Irving. “Ojibwa Ontology, Behaviour and World View”, en Culture in History: Essays Presented in Honor of Paul Radin. USA: Columbia University Press, 1960. 9 Averbach, Márgara. Op.Cit., pp. 60, 61 10 Idem. p. 61 11 Erdrich, Louise. Tracks. New York: Henry Holt, 1988. 12 Silko, Leslie Marmon. Op.Cit. 13 Whitehorse Cochrane, Jo. “Halfbreed Girl at the City School” en Dancing on the Rim of the World, An Anthology of Contemporary Northwest Native American Writing. Editora: Andrea Lerner. Arizona: University of Arizona Press, 1990, p. 41. 14 Wallace Adams, David. Education for Extinction, American Indians and the Boarding School Experience, 1875-1928. Kansas: University Press of Kansas, 1995. (Imágenes en páginas: 104-105; 253-254) 15 Momaday, Scott Nathaniel. House Made of Dawn. New York: Harper and Row, 1967. 16 Silko, Leslie Marmon. Ceremony. New York: Signet, 1978. 17 Whitehorse Cochran, Jo. “Halfbreed Girl in the City School”. Op.Cit. 18 Erdrich, Louise. Op.Cit., p.226. 19 Ver mi artículo “Dos significados políticos para el final feliz: Hollywood contra cine de minorías”, en Taller, Buenos Aires: Volumen 4, Número 12, noviembre, 1999, pp.113 a 123. 20 Idem. p.51. 21 Idem. p.67. 22 Erdrich, Louise. Op.Cit., p.142

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Reflexiones en torno a la jerarquización social de los trabajadores en Tartagal y

Mosconi: su papel en la constitución de las organizaciones de desocupados

José Benclowicz2

Introducción

Las localidades de Tartagal y de General Mosconi pertenecen al departamento General San Martín, ubicado en la región norte de la provincia de Salta, en la frontera con Bolivia. Tartagal es su cabe-cera, y tiene 60.585 pobladores; General Mosconi cuenta con 19.811. De conjunto, ambas localidades concentran más de la mi-tad de los habitantes del departamento, que es el más poblado de la provincia luego de la capital.1 La principal vía de comunicación de la región es la ruta nacional N° 34. Recorriendo 60 kilómetros por ese camino desde Tartagal hacia el norte, se llega a Yacuiba, ciudad fronteriza del lado boliviano; Mosconi se encuentra nueve kilómetros al sur de Tartagal.

La abundancia del petróleo en la región y las potencialidades de la explotación forestal favorecieron tempranamente el desarrollo de una economía de enclave, caracterizada por importantes inyeccio-nes de capital en ambas actividades --especialmente en la primera--, ninguna inversión importante en otros rubros –a excepción del ferrocarril, vinculado a ambas actividades-- y el consumo o trans-formación de los productos extraídos o semi-elaborados fuera de Tartagal y General Mosconi. Durante la primera presidencia de Pe-

2 Historiador. Doctorando de la Universidad de Buenos Aires.

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rón, Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), que era la empresa más grande del país, fue visualizada como un símbolo de indepen-dencia económica. A su vez, la política social del primer peronismo favoreció el apoyo de los trabajadores petroleros al desarrollo de la compañía; la Federación de Sindicatos Unidos Petroleros del Esta-do (SUPE), consiguió importantes aumentos de salarios y mejoras en las condiciones de trabajo.

En ese contexto, la estructura económica de la zona reafirmó la coexistencia de un núcleo de la clase obrera moderna y calificada en la rama del petróleo, un creciente sector público, sectores eco-nómicos tradicionales, y un régimen político a nivel provincial con características marcadamente oligárquicas. En torno a Mosconi se concentró la extracción y el procesamiento del petróleo, y el grueso de los trabajadores de YPF se instaló en ese poblado. Tartagal, por su parte, se fue desarrollando como un importante centro comer-cial y de servicios, vinculado al conjunto de actividades económicas que irradiaba YPF. A su vez, la empresa construyó un pueblo don-de vivían los trabajadores más calificados y los directivos de YPF: Campamento Vespucio, a cinco kilómetros al oeste de Mosconi.

El proceso de privatización de YPF que se inició en 1990, in-volucró una intensa política de despidos y “retiros voluntarios” ma-sivos, e introdujo cambios drásticos en la estructura social y pro-ductiva de la zona. Una de las derivaciones de esas modificaciones fue la conformación, durante la segunda mitad de los años ´90, de uno de los movimientos de trabajadores desocupados más radicali-zados del país. En este artículo me propongo explorar las caracte-rísticas generales de la clase obrera de la región, y su relación con la conformación de los liderazgos en las principales organizaciones de desocupados, teniendo en cuenta el impacto de la privatización. Para abordar este tema, resulta particularmente pertinente combi-nar la utilización de fuentes tradicionales con las herramientas de la historia oral, que ofrecen la posibilidad de recuperar la voz de distintos protagonistas.

Jerarquías sociales y culturales en el campo obrero

El carácter verticalmente integrado de YPF, que involucraba la exploración, perforación, explotación, el transporte y la comerciali-zación de sus productos; los ingresos comparativamente altos de sus trabajadores; la obtención de una variada gama de ingresos indirectos característicos del Estado de bienestar inaugurado en

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ese período (seguro médico, jubilación, etc.); sumados a un impor-tante conjunto de servicios sociales, recreativos y residenciales que la empresa desarrolló para su personal –y que se mantuvieron has-ta la privatización-- convirtieron a esa empresa en un importante multiplicador de las actividades económicas. La siguiente entrevis-ta permite aproximarse a la extensión de la acción social desplega-da por YPF:

Pregunta: “¿Cuáles eran los beneficios de los trabajadores de YPF?” Respuesta: “Tenían muchos beneficios... tenían asistencia médica, remedios gratis, un hospital muy moderno con toda la tecnología […] te llevaban con transporte a la escuela primaria y secundaria... los llevaban gratis, tenían colectivo […] no nos fal-taba nada en las escuelas... P: ¿Y en eso YPF qué tenía que ver? R: YPF les regalaba la escuela, les ponía aire acondicionado, les ponía calefacción, les daba... nos daba los útiles, guardapolvos, nos regalaba, nos becaban... P: También me comentaron algo de una proveeduría que tenía YPF, ¿cómo funcionaba? R: La proveeduría era... vos ibas y YPF te daba un carné para ropa y electrodomésticos especial, y el común era para sacar mercadería. Y te descontaban pero YPF te vendía la mercadería a precio de costo”.2 Así, se desarrolló un fuerte sentido de pertenencia por parte de

sus trabajadores, un “mundo” ypefeano caracterizado por el orgullo de pertenecer a “la” empresa clave a nivel político, económico y so-cial, un verdadero “Estado dentro del Estado”, con recursos supe-riores a los del ámbito local y relación directa con el poder nacio-nal; todo lo cual alentó, a su vez, la diferenciación con relación al resto de la clase obrera los demás:

Pregunta: “¿Como veía el resto de los trabajadores a los ypefia-nos o eventualmente a los trabajadores de Agua y Energía?” Respuesta: “Muchas veces se debatió eso entre compañeros, pa-recían como la parte aristocrática del sector obrero, se los veía como privilegiados, a los que cobraban muy buenos sueldos, pe-ro además también se... se notaba una cierta eh... tendencia de los propios compañeros ypefeanos a pensar que eran parte de una clase media...” 3

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Varias entrevistas realizadas y diversos investigadores4 señalan la marcada diferencia establecida entre los que pertenecían a YPF, autodenominados “ypefeanos” y los que no pertenecían a esa em-presa, que veían a los primeros como ocupando un lugar destaca-do, de privilegio. Esa característica resulta relevante para explicar la posterior influencia de los primeros sobre el conjunto de la co-munidad. A su vez, los autores marcan la fragmentación interna entre los trabajadores calificados y los que no lo eran. Las propias condiciones de vida de los ypefeanos --y de otros trabajadores del Estado, como los empleados de la empresa de Energía-- los distin-guían claramente del resto de la clase obrera, que soportaba duras condiciones de vida:

“Y... debo decir que no hay nada que envidiarle al convenio co-lectivo de YPF porque también Agua y Energía era una empresa del Estado que gozaba de uno de los convenios colectivos de tra-bajo más importantes conquistado en el auge de la luchas obre-ras y... bueno, había muchas prerrogativas digamos en este convenio, un reconocimiento de un montón de cosas. P: ¿Los sueldos, cómo eran en esa época de Agua y Energía? R: No, eran muy importantes... digamos sería... dentro de... de un parámetro... Digamos en lo que se refería al costo de la ca-nasta familiar cubría todas las necesidades. P: ¿Y los del resto? R: No, el resto era insuficiente […] ganaba apenas para... P: O sea que las que pagaban buenos sueldos... R: Eran las empresas del Estado […] se notaba la diferencia en-tre los hijos de los trabajadores de estas empresas con el resto de la población...”5 Económicamente, bajo la sombra de YPF, se produjo un

destacado crecimiento del sector comercial y de servicios de la re-gión, donde se volcaba buena parte de los ingresos de los trabaja-dores. Socialmente, evocando la jerárquica estructura del orden oligárquico provincial,6 la diversidad del mundo obrero de Tartagal y Mosconi parecía adoptar una particular figura piramidal, con marcadas asimetrías. El mundo ypefeano, poblaba la cúspide, guardando cierta distancia, el del resto de los trabajadores estata-les. Al interior de ambos, especialmente entre los obreros de YPF, el sitial de los calificados, distante del resto. La gran mayoría de los trabajadores de la zona, con las necesidades básicas insatisfechas, desocupados o en condiciones de superexplotación, formaban la

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base de la gran pirámide. Según surge de los datos censales, en 1980 y 1991, con un 42,8 % y un 37% de la población con las ne-cesidades básicas insatisfechas (NBI) , Salta excedía holgadamente --y excede aun hoy-- la media nacional de NBI, que por esos años era del 24,4% y 19,3% respectivamente. Si se toman los datos co-rrespondientes al Departamento de General San Martín (58 y 46,7%), que es la región más rica en petróleo de Salta, surge que supera los ya elevados índices de la provincia. A su vez, el mismo indicador registra cifras más bajas en Mosconi (43, 5 y 32, 6%), donde se concentraba la mayor cantidad de empleados de YPF, que en Tartagal (52,9 y 45%).7 Así, al contrario de lo que sugieren cier-tas imágenes periodísticas, la extrema pobreza era una situación previa a la privatización de YPF y a las reformas neoliberales im-plementadas durante el gobierno de Carlos Menem, y no provocó un proceso de las características de la organización del movimiento piquetero. En este sentido, el impacto de las “reformas estructura-les” de la década del noventa parece ir mucho más allá del incre-mento del desempleo y la pobreza. Se trata de un golpe drástico al orden social y cultural establecido en la región, que derribó la pi-rámide que regía las relaciones entre los trabajadores, que provocó la caída de sectores de la clase obrera que percibían ingresos com-parativamente altos, y eran observados-envidiados-respetados por aquellos que no cayeron, porque aun no habían lograron levantar-se. Distintos teóricos han desarrollado este problema. Laclau y Mouffe8 han distinguido entre las relaciones de “subordinación” donde un individuo está sometido a las decisiones de otro, de las de “opresión” que aparecen cuando el sujeto entiende tal subordi-nación como opresiva. Justamente, son las relaciones de subordi-nación traducidas como opresión las que producirían resistencia y lucha, lo que parece claro en el caso de los ypefeanos. Es posible pensar que los trabajadores que conformaban la base de la pirámi-de antes de las reformas de los ´90, en general, no habían realizado tal traducción, de ahí que no se produjeran luchas significativas protagonizadas por esos sectores. Siguiendo este razonamiento, re-sulta coherente rechazar con Thompson las interpretaciones es-pasmódicas de la historia de los sectores populares9 basadas en la idea de que estos últimos reaccionan mecánicamente ante estímu-los de distinto tipo, en este caso la privación de las necesidades bá-sicas. La mayor parte de la clase obrera de Tartagal y Mosconi es-taba sometida a la extrema pobreza mucho antes del impacto de las reformas neoliberales. Esa situación, sin embargo, no parece haber producido reacciones significativas. Recién algunos años

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después de la privatización de YPF, es que se produce un cambio drástico del panorama.

De la ilusión al desencanto

En el marco del predominio ideológico del neoliberalismo se había instalado la idea de que las empresas estatales eran deficita-rias per se. Lo que generalmente no se debatía públicamente era el variado origen del déficit, que para el caso en cuestión muestra dis-tintas responsabilidades y que en algunos casos tiene que ver con inversiones estatales: YPF tomó préstamos para el tesoro nacional durante el último gobierno militar, fue forzada a otorgar subsidios a distintas empresas y regiones, pagó sobreprecios en insumos y servicios en el marco de las políticas de “fomento” de la denomina-da “patria contratista”, y la mayor parte de sus gestiones se carac-terizaron por su marcada corrupción. Por otra parte, a través de YPF, el Estado construyó pueblos, rutas y hospitales, entre otras obras de infraestructura.10 Pero todo esto va a ser denunciado o reivindicado con mayor amplitud algunos años después de la priva-tización, que en su momento era presentada --y en muchos casos visualizada-- como una medida que resultaría beneficiosa para to-da la sociedad. Sin embargo, hay que decir que el proceso no estu-vo exento de luchas y resistencias: durante 1991 se produjeron un conjunto de movilizaciones y asambleas en Mosconi, que culmina-ron con la convocatoria al primer corte de ruta en la historia de la región. Si bien esta lucha no logró frenar la privatización, impuso indemnizaciones por encima de las que se pagaron en otras regio-nes. Así y todo, no era esa la tendencia que predominaba por aquel entonces. Con indemnizaciones que oscilaron entre los 20.000 y los 100.000 dólares,11 los ex-trabajadores de YPF se volcaron a la compra o refacción de casas, autos, electrodomésticos y otros bie-nes de uso; la inyección de una importante masa monetaria en el mercado local produjo un auge momentáneo en el sector comercial y de servicios. A su vez, muchos invirtieron parte de sus indemni-zaciones y se lanzaron a organizar distintos tipos de micro-emprendimientos comerciales y de servicios para la población local (kioscos, bares, panaderías, carnicerías, verdulerías, remiserías, empresas de transporte, etc.) o para las petroleras que se hicieron cargo de la explotación de YPF (transporte de materiales, repara-ciones, etc.). En suma, al principio, nada parecía contradecir las expectativas de bienestar y ascenso social; se trataba del pasaje

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definitivo hacia la clase media, de la cual no pocos trabajadores se sentían ya parte:

“Porque en ese momento las cosas pintaban lindas. Yo me des-vinculé, me indemnizaron. Yo me incliné por hacer lo que yo sé hacer, puse un comedor… tenía 2, 3 empleados… El gobierno nos prometió que iba a haber cooperativas, que íbamos a tener prioridad nosotros los desvinculados… y van a ver cuando ven-gan las empresas que se hagan cargo de YPF, va a haber traba-jo… Bueno ¿no? Si uno piensa eso… que vamos a estar bien, los pesitos”. “[…] pensamos que iba a haber trabajo, trabajo para todos y pa-ra bien”12. Ahora bien, entre un año y dos años después de la privatización,

comenzaron a sentirse los efectos estructurales de mediano plazo. El rol multiplicador de YPF en la región en cuanto a encadenamien-tos productivos era de tal centralidad, que según los cálculos ofi-ciales, por cada puesto de trabajo directo en la actividad petrolera se generaban 13 puestos indirectos.13 Así, tras la euforia inicial, se impusieron los efectos de la reducción drástica de la masa salarial que aseguraba el consumo regular:

“[…] he pasado las de Caín, como le dicen, peor cuando se des-vincularon los de YPF que eran los que me daban una fuente de trabajo: se hacían su casa, su instalación de gas, de calefón, bueno, ahí se me corta todo”.14 Los micro-emprendimientos orientados al abastecimiento de la

población local se multiplicaron hasta generar un nivel de compe-tencia insostenible para la escasa capacidad de compra existente. Quienes habían apostado a proveer a las compañías petroleras ser-vicios tercerizados, al poco tiempo de montar sus negocios se en-contraron por un lado, con que las petroleras fijaban precios que dejaban escasos márgenes de ganancia, por el otro, que buena par-te de los servicios que demandaban requerían tecnología de punta y estaban fuera de su alcance.

A su vez, la llamada flexibilización laboral, orientada al abarata-miento de la mano de obra, introdujo el marco legal necesario para que los pocos trabajadores que quedaron empleados por las petro-leras sufrieran reducciones salariales, al tiempo que las horas de trabajo aumentaron de 8 a 12, mediante la eliminación de un turno

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de trabajo. Además, las empresas multinacionales redujeron drás-ticamente las actividades de exploración, centrándose en la extrac-ción de los pozos en funcionamiento para la exportación del pro-ducto, lo que contribuyó a achicar la demanda de mano de obra.15

Por otra parte, la instrumentación de la flexibilización laboral no se limitó al ámbito privado. La administración pública en todos sus niveles fue sometida a la llamada Reforma del Estado, que implicó por un lado, el despido de buena parte del personal, y por otro, la contratación temporaria de trabajadores que cobraban salarios muy inferiores a los de la planta permanente. Así, en Mosconi, fue despedido el 50% del personal de la Municipalidad, y fueron con-tratados, entre otros, ex-empleados de YPF, con salarios drástica-mente inferiores a los que cobraban en su antiguo trabajo:

“Estaban acostumbrados a un sueldo de bolsillo de $1200, $1300, los que fueron absorbidos por la Municipalidad pasaron a recibir $300.”16 La comparación entre las cifras del Censo Nacional de Población

de 1991, realizado en vísperas de la privatización, y las del siguien-te censo, de 2001, resulta elocuente: en el departamento de Gene-ral San Martín, al que pertenecen Tartagal y General Mosconi, de una tasa de 6,2% de desempleo, se pasó a 33,7%, lo que implica un aumento de más del 540% de la desocupación. Comparada con la media provincial --que pasa del 6% al 29,2%--, la tasa de General San Martín se ubica 4,5 puntos por encima. Como se puede ver, este conjunto de transformaciones sociales, entre las que sobresa-len las consecuencias de la privatización de YPF, alteraron radi-calmente el modo de vida de buena parte de la población de Tarta-gal y de Mosconi. La estabilidad laboral del sector público desapa-reció, y junto a ella los ingresos corrientes, la capacidad de consu-mo y la previsibilidad de la vida cotidiana, todo lo cual provocó un fuerte impacto social y cultural: ya no era posible conseguir trabajo y las carencias materiales se incrementaban de manera inconcebi-ble para sujetos que no estaban acostumbrados a ellas ni estaban dispuestos a aceptarlas. A su vez, las identificaciones políticas de muchos trabajadores desocupados entraron en crisis: el peronis-mo, que contaba con la simpatía de la mayor parte de los trabaja-dores, era quien promovido el programa de “reformas estructura-les”, y no ofrecía soluciones para los problemas sociales que se em-pezaban a multiplicar. En ese escenario surgieron, poco después, las organizaciones de trabajadores desocupados de la zona, donde

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sectores de ex-empleados estatales en general y de YPF en particu-lar, la mayoría con experiencia sindical o política previa jugaron, desde el primer momento, un papel central.

Elementos culturales y políticos en el surgimiento de las organizaciones piqueteras

La maduración de las experiencias de lucha locales ante el dete-rioro de las condiciones de vida de la mayor parte de la población fue gestando las condiciones para el desarrollo de una resistencia más general. La primera Marcha Federal, realizada en julio de 1994, en la que convergieron sectores de todo el país para rechazar la política económica del gobierno, fue posiblemente la primera ex-presión a gran escala del comienzo de la reorganización de los sec-tores populares, golpeados por la deserción de la mayor parte del sindicalismo peronista tradicional, factor de movilización clave du-rante el período precedente y hasta ese momento aliado al gobierno del mismo signo partidario. A nivel provincial, a fines de 1994 se produjo un corte de ruta en el cercano departamento de General Güemes, desencadenado por el cierre de un ingenio.17 Estas lu-chas, entre las que resaltan las encabezadas en la vecina provincia de Jujuy por el “Perro” Santillán --dirigente del Frente de Gremios Estatales y militante de la CCC y del PRC (Corriente Clasista y Combativa - Partido Comunista Revolucionario)--, abrieron una senda que luego sería profundizada por los trabajadores desocupa-dos de Tartagal-Mosconi. Expulsados del circuito productivo y de sus antiguas organizaciones sindicales, algunos trabajadores des-ocupados procuraron en un comienzo aglutinarse en función de la defensa de sus intereses, tendiendo de esta manera a una reconfi-guración de los lazos sociales que habían sido destruidos.

En 1996 surgió la primera organización: la Unión de Trabajado-res Desocupados de Mosconi (UTD). La mayor parte de sus referen-tes habían sido trabajadores de YPF,18 y algunos tenían experiencia sindical. Uno de sus dirigentes más importantes era Juan Nievas, ex-ypefeano delegado sindical y ex-militante del Partido Comunista (más adelante, Juan Nievas se vinculó a la Corriente Clasista y combativa, organización sindical vinculada al Partido Comunista Revolucionario (PCR)). En el año 2000, después de atravesar nume-rosos cortes de ruta y dos puebladas --en 1997 y en mayo de 2000-- quedó conformada la Coordinadora de Trabajadores Desocupados de Tartagal (CTD), vinculada al Partido Obrero. Su referente más

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destacado es José Barraza, empleado de la empresa de energía, mi-litante sindical y miembro del Partido Comunista antes de las pri-vatizaciones (después del corte de 1997 y hasta la actualidad, José Barraza se incorporó al Partido Obrero).19 Para ese entonces, el dis-curso neoliberal que había sido aceptado por los referentes sindica-les peronistas20 y buena parte de la población empezaba a ser re-chazado cada vez por más sectores, que registraban su carácter ilusorio en plano de la experiencia: las posibilidades de obtener un trabajo estable como el que tenían se había esfumado, sus condi-ciones de vida --y las de sus familias-- habían empeorado drásti-camente. Esta situación abrió el campo a la intervención de actores políticos y sindicales de izquierda, que venían participando con es-caso predicamento ante la cerrada estructura de jerarquías obreras preexistente. Con este aporte, la ahora golpeada pero aún respeta-da “aristocracia” obrera dio lugar a la conformación de una direc-ción para los trabajadores desocupados recientes y los de siempre. Alrededor de esos sectores que ocuparon un lugar reconocido --y deseado-- por muchos trabajadores, y en torno a los cuales con-fluían un conjunto de identificaciones locales --YPF, el Estado co-mo articulador de las relaciones sociales-- se agruparon quienes no lo habían hecho nunca. La intervención de la izquierda en esa di-rección favoreció el desarrollo de prácticas de lucha alternativas basadas en la acción directa y en la deliberación de las bases, que redefinieron en gran medida el mapa de las relaciones sociales al interior del movimiento obrero local. Sin embargo, según se pudo establecer, al menos en un sentido persiste la jerarquización pre-via: aquellos sectores que ocuparon los peldaños más altos de la pirámide obrera, son los que nutren las direcciones de las organi-zaciones piqueteros, conformadas por “nuevos” y “viejos” desocu-pados, muchos de los cuales nunca atravesaron la experiencia de un empleo estable, ni mucho menos, de organización sindical o po-lítica.

Seguida por la CTD, la UTD resultó ser --incluso hasta hoy en día-- la organización más influyente de la región. Según revelaron las entrevistas realizadas a sus miembros, en ambos casos --independientemente de que la primera está vinculada a un partido de izquierda: el Partido Obrero-- y la segunda siempre haya conser-vado su carácter independiente, sus dirigentes, pasaron por la es-cuela sindical-política-cultural del trabajo asalariado, y las bases en general, no. Hacia el año 2000, “Pepino” Fernandez se consolidó como el principal referente de la UTD. Al igual que Juan Nievas, que por ese entonces se retiró de la UTD, Pepino Fernández fue

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trabajador de YPF, pero no había militado de manera orgánica. Sin embargo, hacia finales de la dictadura, debió dejar Mosconi e insta-larse en el sur del país, tras denunciar el uso de fluidos contami-nantes por parte de los directivos de YPF. Allí, supo ganarse el re-conocimiento de sus compañeros de trabajo, lo que lo convirtió en un delegado sindical de hecho:

“Como yo estaba en el equipo tenía mucho contacto con la gen-te, ¿ha visto?... y eso me dio lugar a que la gente reconociera […] yo aparte no era un mal técnico, andaba bien dentro de mi tra-bajo y ahí conocí a mucha gente y empezamos a ayudarnos unos a otros […] poníamos plata para ayudarse ¿ha visto?... hacíamos casas... formábamos una unidad […] colaboraba con mucha gente, era solidario porque mi trabajo es más técnico... pero yo trabajaba a la par de los muchachos, del mecánico, del soldador, del boca de pozo, del que traía las bolsas […] y des-pués me gané la simpatía de mucha gente y mucha gente te-nía... envidiaba el lugar porque tenía poder de decisión y poder de manejar a toda esa gente, ¿no? pero por el trabajo, no por ser político ni por hablar bien”21 En ese contexto, participó con un rol destacado en las luchas

contra la privatización de YPF, y protagonizó diversos cortes de ac-ceso a las empresas como forma de protesta en el sur del país, mo-dalidad que impulsó después desde la UTD. Otros referentes de la UTD, como Rodolfo “Chiqui” Peralta, trabajaron en YPF y tuvieron experiencia sindical y política:

Pregunta: “¿En YPF que hacías, cuál era tu trabajo?” Respuesta: “Estuve en la parte de vigilancia, vigilancia y fui de-legado del sector, logramos empujar que se agremien los com-pañeros de ese sector que no era, no le permitía hasta entonces que se agremien, logramos que los agremien, a todos los compa-ñeros […] y metí en el plenario de delegados a todos los compa-ñeros de YPF de yacimiento norte y bueno desde ahí peleamos contra el plan Houston de Alfonsín y después contra la política de Menem […] pero bueno ahí fue donde se realizó el plenario, salió el primer corte de acá que fue en el ´90, ´90- 91 cuando es-tábamos tratando de pelear contra la privatización de YPF, y después también tengo una fugaz en la militancia política en el PI y bueno también en el ´96 en el Frepaso”.22

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El compromiso y la solidaridad ante los problemas cotidianos, junto a la capacidad de liderar sin alejarse del resto de sus compa-ñeros, constituyen características comunes de estos dirigentes, que les facilitaron volcar sus experiencias militantes --orgánicas o no-- en torno al crecimiento de un movimiento compuesto por jóvenes y mujeres sin experiencia laboral previa, desocupados con moderado, escaso o nulo nivel de politización, ex-ypefeanos y sectores margi-nados previamente al avance neoliberal. En parte debido al presti-gio ganado en la lucha, en parte por sus propias personalidades, Pepino Fernández y Pepe Barraza desempeñaron --y desempeñan-- un rol excluyente en tanto figuras líderes de sus organizaciones, y casi todas las iniciativas cotidianas de acción surgen de ellos.

A modo de conclusión

En este trabajo, he procurado examinar las características so-ciales y culturales más llamativas del mapa obrero de Tartagal y Mosconi, y sus transformaciones a partir de las reformas neolibera-les de los años ´90; y evaluar de qué modo influyeron en la emer-gencia del movimiento piquetero de la región. Consideré relevante el hecho de que las reformas hayan afectado a sectores obreros que ocupaban un rol central en el núcleo de relaciones locales, gozaban de estabilidad laboral y de una capacidad de consumo comparati-vamente alta, y contaran con el respeto del resto de los trabajado-res. Como se pudo establecer a partir del análisis conjunto de las entrevistas y los datos censales, el campo obrero estaba notable-mente jerarquizado antes de la privatización de YPF, ocupando primeramente los ypefeanos, y luego el resto de los empleados esta-tales, los peldaños más altos de una pirámide que albergaba en su base a la mayoría de los trabajadores, que no recibían los benefi-cios del supuesto Estado benefactor, desmantelado definitivamente durante el gobierno de Carlos Menem. Tras un período de transi-ción, que despertó expectativas de ascenso social, especialmente entre muchos ex-trabajadores de YPF, las reformas neoliberales implementadas en ese período volvieron ilegible el boceto piramidal en el plano económico-social, pero no en el político-cultural. Así, la destrucción de las relaciones sociales locales tras la privatización en cuestión llevó al replanteo de la vida cotidiana y la búsqueda de nuevas tácticas de subsistencia. De esos sectores, que no se resig-naron a las modificaciones económico-sociales que los perjudica-ron, y que gozaban del reconocimiento de muchos trabajadores en

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tanto portadores simbólicos de un conjunto de identificaciones re-gionales --entre las que se destaca YPF como símbolo de soberanía nacional, orgullo local e independencia económica, y el Estado em-pleador como articulador de relaciones sociales más justas--, sur-gieron dirigentes que aportaron distintos elementos –personales, experiencia de militancia sindical y/o en la izquierda--, con capaci-dad destacada para influir políticamente sobre los demás. Esa in-tervención, en un marco de crisis de las identificaciones políticas vigentes, parece haber sido una de las claves para la organización de los trabajadores desocupados tanto “viejos” como “nuevos”, y el surgimiento de uno de los movimientos piqueteros más radicaliza-dos del país.

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Notas:

1 Las cifras corresponden al INDEC. Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001. 2 T. Referente de la UTD, ex trabajador de YPF e hijo de un trabajador de esa empresa. Entrevista realizada en septiembre de 2006 en Vespucio, Salta. Entrevista del autor. 3 José “Pepe” Barraza, dirigente de la CTD-PO y trabajador de la empresa de Energía. En-trevista realizada en septiembre de 2006 en Tartagal, Salta. Entrevista del autor. 4 Ver Aguilar, M. A, y Vázquez, E., “Flexibilización salvaje en la selva chaco-oranense. El caso de Orán y Tartagal (Salta), en Realidad económica, N° 153, Buenos Aires, 1998, y “De YPF a la ruta: un acercamiento a Tartagal”, en M. Panaia, S. Aparicio y C. Zurita (eds.) Trabajo y población en el Noroeste argentino, Buenos Aires: La Colmena, 2000; Barbetta, P. y Lapegna, P. “Cuando la protesta toma forma: los cortes de ruta en el norte salteño” en La protesta social en la Argentina. Transformaciones económicas y crisis social. Buenos Aires: Alianza, 2001; Svampa, M. y Pereyra, S., Entre la ruta y el barrio, Buenos Aires: Bi-blos, 2003. 5 José “Pepe” Barraza. Entrevista realizada en septiembre de 2006 en Tartagal, Salta. En-trevista del autor. 6 Este tema excede los propósitos de este trabajo, para desarrollarlo se puede ver Figueroa, Gregorio Caro. Historia de la Gente Decente en el Norte Argentino. De Güemes a Patrón Costas. Buenos Aires: Ediciones del Mar Dulce, 1970. 7 INDE. Censos Nacionales de Población 1980 y 1991. 8 Laclau, E. y Mouffe, Ch. Hegemonía y Estrategia Socialista. Hacia una Radicalización de la Democracia, Madrid: Siglo XXI, 1985. 9 Thompson, E. P. “La economía moral de la multitud en la Inglaterra del siglo XVIII”, en Costumbres en común. Barcelona: Crítica, 1995. 10 Ver Calcagno y Calcagno, “El subsuelo nacional: tierra de contradicciones” e “YPF: otra privatización ruinosa” en Le Monde Diplomatique, año III n° 25, Buenos Aires, julio de 2001. 11 Ver, entre otros, El Tribuno, 9/5/1997, “Desocupados y sin asesoramiento”. 12 Ex-trabajadores de YPF. Entrevista citada en Aguilar y Vázquez, Op. Cit, 2000, p.332. Entrevistadores: Aguilar y Vázquez. 13 Los datos corresponden a un informe de la Secretaría de Empleo, dependiente del Minis-terio de Trabajo y Seguridad Social (2000) y están calculados sobre la base del año 1995, es decir, después de la privatización de YPF. 14 Gasista independiente. Entrevista citada en Aguilar y Vázquez. Op.Cit, 2000, p.335. En-trevistadores: Aguilar y Vázquez

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15 Para ampliar este punto ver Calcagno y Calcagno. Op.Cit., 2001. 16 Intendente de la zona. Entrevista citada en Aguilar y Vázquez. Op.Cit., 2000, p.336. En-trevistadores: Aguilar y Vázquez. 17 Ver Oviedo, L. Una historia del movimiento piquetero, Buenos Aires: Rumbos, 2001. 18 Ver Lopez Echagüe, H. La política está en otra parte, Buenos Aires: Norma, 2002 y Svampa y Pereyra. Op.Cit., 2003. 19 José “Pepe” Barraza, Entrevista realizada en septiembre de 2006 en Tartagal, Salta. En-trevista realizada por el autor. 20 El sindicato del sector, SUPE, colaboró abiertamente con el proceso de privatización. Ver, por ejemplo, Clarín, 6/1/1992, “El sindicato de petroleros estatales decidió subirse a la vereda de las privatizaciones”. 21 Pepino Fernández. Entrevista realizada en septiembre de 2006 en Mosconi, Salta. Entre-vista del autor 22 Rodolfo “Chiqui” Peralta. Entrevista realizada en septiembre de 2006 en Mosconi, Salta. Entrevista del autor.

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Partido Socialista: entre la represión y las divisiones internas

Liliana Federico3

Introducción

El Partido Socialista en la Argentina surgió como respuesta a la transformación económica derivada del desarrollo del modelo agroexportador. Se afirma que diferentes perspectivas de vida, además de las que obtuvo la oligarquía, se abrieron a sectores nu-merosos de la población como pequeños comerciantes e industria-les y profesionales universitarios. Este último grupo nutrió al socia-lismo, como también lo hicieron los inmigrantes dedicados a tareas más calificadas que se establecieron en las ciudades y pudieron tener algunas posibilidades culturales y económicas1. En 1896 tu-vo lugar el primer Congreso del Partido Socialista (PS), en el que se aprobaron la Declaración de Principios, los Estatutos y el Programa mínimo partidario, documentos que tuvieron como principal redac-tor al Dr. Juan B. Justo, a quien se considera el fundador del par-tido en nuestro país. La compleja realidad histórica y el oscilante contexto mundial de las décadas siguientes los ubicó como lucha-dores a favor de los sectores bajos, impulsando una legislación que terminara con los privilegios de clase. La crisis del ‘30 con su im-pacto sobre los trabajadores, la reafirmación de nuestra economía dependiente, el fraude político, la creciente actividad industrial y el planteo de nuevas ideologías, repercutieron sobre la agrupación2. El peronismo y su caída indicaron para el partido momentos de crisis y definiciones. Por una parte las medidas impulsadas por el líder a favor de los sectores obreros, proyectadas y ambicionadas

3 Profesora y Licenciada en Historia.

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por el socialismo, provocaron su desplazamiento. Por otra, la ideo-logía impuesta limitó en gran medida su actuar. La proscripción que continuó al ‘55 determinó un importante replanteo que derivó en debilitamiento interno y división partidaria. Este último aspecto originó el proyecto ya que los socialistas adoptaron con la caída de Perón una posición ambigua de defensa a las conquistas obreras, a la vez que apoyaron los límites que se impusieron a la actividad gremial peronista3.

De estos años se han rescatado muchos testimonios de los lu-chadores de la resistencia, pero ¿qué ocurrió con los jóvenes mili-tantes socialistas que durante la última fase del peronismo fueron censurados y encarcelados? ¿Qué historias familiares y personales los movilizaron a ingresar a las filas del partido? ¿Cómo se ubica-ron ante un gobierno que persiguió a buena parte de los obreros? ¿Qué consecuencias se derivaron para ellos mismos como militan-tes? Esta investigación recurre a la oralidad como parte central del trabajo, intentando dimensionar a través de relatos de militantes socialistas, la visión de los hechos y de los líderes que tenían como jóvenes de la época, los conflictos que debieron asumir y la continuidad que dieron a su lucha en esos años tan convulsionados.

Ingresar al partido: una opción para los jóvenes

Vincularse al partido, significó para algunos de los entrevistados una oportunidad para acercarse al conocimiento e inclusive llegar a ser profesionales. Así lo relata Abraham Austerlic, quien ingresó al partido durante la década del treinta:

“Por suerte cuando terminamos de sembrar maíz vino la langos-ta y se comió todo. Quedamos en la calle, mi padre vino a Bue-nos Aires y ahora soy abogado, si no hubiese sido agricultor. Cuando vine acá me dijeron “para estudiar tres o cuatro cua-dras tenés la biblioteca”, la de La Casa del Pueblo, que era muy famosa. Entonces empecé a concurrir y me resultó muy agrada-ble porque yo tenía todos los elementos, los empleados de la bi-blioteca me ayudaban, nunca tuve que comprar un libro, los te-nía todos allá, los podía llevar a casa. Además concurría a las conferencias. Y cuando termino el Bachillerato con un grupo de compañeros del colegio secundario, constituimos la Juventud de la Sección Once en la calle Castelli 375.Y ahí empecé eso que yo llamo un aprendizaje, porque creo que todos los que fuimos ahí aprendimos lo que es un partido”.4

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Este origen familiar humilde con limitadas posibilidades para estudiar, se reitera en el relato de Juan Carlos Espinosa:

“Nací en 1932 en Lomas de Zamora. Estoy en el Socialismo des-de el año 1947. Mi primera escuela fue un club de barrio de so-cialistas y anarquistas. Así que al socialismo le debo todo. Co-mencé muy joven en la secundaria en la Juventud Socialista. En mi familia no había socialistas, mejor dicho mi padre era pero-nista, ¡muy peronista! ¡muy peronista! Ese club que se llamaba Almafuerte fue para mí como una universidad temprana. Un ambiente muy moral. Eran un grupo severo, y eran antiperonis-tas. La mayoría obreros ferroviarios.”5 Elisa Rando analiza su ingreso a la agrupación como determi-

nado por el dramatismo de las guerras europeas y el contexto na-cional: “Hay que ubicarse en lo que pasaba en el país a partir de los años cuarenta ¡lo que pasaba en el mundo!”. Nieta de españoles y franceses ella asegura:

“No podés pasar por el mundo los chicos jugando a la bolita y nosotras haciendo punto cruz [...] Mi abuelito lloraba porque en Francia a su familia la estaban matando los nazis, mi otra abue-la la española porque estaban bombardeando España, Guernica. La guerra civil fue una cosa espantosa y este abuelo español murió de un síncope cuando se enteró que en España habían muerto sus sobrinos, y fue el primero que me sacó muy chiqui-ta a la avenida de Mayo a gritar ¡Franco, Franco muera! En el ‘45 me sueltan la mano porque termino la escuela primaria y me meto en la secundaria y aquí ya empezábamos a tener todo lo que había pasado allá, yo no tenía dudas de que si mis abuelos habían llorado tanto por lo que pasaba allá, aquí a mí ni que me pegaran me iba a quedar quieta. Yo ya tenía bastante claro y no podía dudar de que el atropello del nazismo, el atropello que había sufrido toda Europa con el nazismo, no lo podíamos aguantar aquí”.6

Ser opositor durante el Peronismo

El advenimiento del peronismo y la adhesión de los obreros al líder fue objeto de múltiples análisis. Poco después del derroca-

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miento el sociólogo Gino Germani, imbuido por el proceso de des-peronización imperante, afirmó que las migraciones internas habí-an generado un proletariado industrial sin experiencia sindical ni política. Ponía el acento en la relación líder – masa lográndose ma-nipular a los obreros. Aunque superado el análisis por otras co-rrientes, es interesante indagar cómo este enfoque aún es sosteni-do por los entrevistados7:

“Teníamos el problema de la clase trabajadora, llena de priva-ciones, de angustias […] El Partido Socialista tenía hombres ex-cepcionales, honestos, pero nunca tuvo un peso muy decisivo en ninguna Cámara [...] Hasta que desde la Secretaría de Trabajo y Previsión este buen hombre, sacó de las carpetas las leyes que allí dormían y las puso en práctica y después le agregó algunas más que la época ya las requería, que fueron el Estatuto del Peón de Campo, aguinaldo y las vacaciones [...] este hombre ha llegado a la conciencia de la gente con estas cosas tan elementa-les que a las burguesías gobernantes no se les ocurrió antes. ¡Qué mezquinos fueron todos esos tipos que gobernaron este pa-ís hasta ese momento! y ¡qué complicidad espantosa tienen con el hambre que ahora estamos soportando, con el advenimiento de todo lo que vino después! En esos años no se pasaba hambre. Faltaban libertades, pero eso lamentablemente a mucha gente no le interesa. Había una clase obrera agradecida, no ideologi-zada, agradecida.”8 El historiador Peter Waldman, afirma que el peronismo mantu-

vo en sus primeros años un estilo de gobierno estatizante, para luego intensificar los esfuerzos de “peronización” del sistema políti-co. El régimen sostenía como principio que “el que no está con no-sotros está contra nosotros”, por ello los ataques contra las fuerzas de la oposición se volvían cada vez más violentos9. Abraham Aus-terlic recuerda:

“Era abogado de gremialistas detenidos por el Poder Ejecutivo […] Para tener una idea no se podía defender porque no había una causa, lo detenían en Villa Devoto. El abogado lo único que podía hacer era visitarlos y yo visitaba las cárceles de Villa De-voto para hablar con ellos [...] Yo creo que ahí vino la gran co-rrupción que sigue hasta el día de hoy... los dirigentes gremiales que se acercaron a Perón es porque le dieron la dirección de sindicatos de tipo totalitarios, porque antes en cada gremio po-

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día haber dos, tres gremios. Desde entonces hasta hoy, hay un solo gremio por especialidad, no puede haber dos gremios”. Este testimonio se corrobora con lo afirmado por James sobre la

presión constante que ejerció el Estado peronista: “en cada sector de la actividad económica sólo se otorgó a un sindicato el recono-cimiento oficial que lo facultaba para negociar con los empleadores de esa actividad”. 10

El poder coercitivo que ejerció el peronismo tuvo diferentes in-terpretaciones. Algunas corrientes lo identificaron con el fascismo al violar los derechos civiles y políticos. Otras concepciones más modernas adjudicaron el empleo de estas estrategias a la falta de un amplio consenso entre el empresariado y los sectores medios11. No es el objeto de este trabajo discutir sobre estas posturas, sin embargo partiendo de la certeza del freno que impuso el gobierno12, interesa indagar sobre cómo lo experimentaron los entrevistados:

“Seriamente, no puedo decir que hubo los muertos que tuvimos después porque estaría mintiendo, falseando la historia y sería poco serio, pero los partidos entraron en la clandestinidad y cantidad de gente de la dirección partidaria socialista tuvo que exiliarse muy cerca, porque Montevideo no era un exilio duro, pero se iban a Montevideo, porque les iba la vida. Yo durante tres años o cuatro años iba todos los domingos a Villa Devoto, mi paseo de los domingos era ir a Devoto al cuadro quinto donde siempre teníamos trescientos, cuatrocientos entre estudiantes y trabajadores presos. Y eso no fue una novelita rosa para mí, y para todos mis compañeros. Yo tuve una suerte tremenda, lo único que tuve fueron seguimientos durante meses, meses y meses, querían ver, conocer la estructura clandestina del parti-do y eso me llevaba a tener que hacer de mis días ¡qué se yo! el recorrido del crochet. Era realmente difícil, pasar noches ente-ras esperando que vengan a detenerte. Pero lo que pasaba era que les interesaba tenernos circulando a algunos porque eso demostraba, les mostraba a ellos donde estaba escondida la gente de mayor envergadura, la dirección, no nosotros. Les inte-resaba conocer los contactos. La libertad era muy frágil, y la perdías en el menor descuido. Ellos querían llegar nosotros éramos perejiles en esa época. Éramos muy jóvenes, muy insig-nificantes para ellos. Lo único que hacían cuando nos detenían era sacarnos de circulación porque podíamos ser contactos en-tre los que estaban escondidos, prófugos. Nos seguían simple-

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mente para ver dónde estaba ubicada la gente que a ellos les in-teresaban: los dirigentes gremiales o los dirigentes políticos, en este caso los de mi partido. Todo el Comité Ejecutivo, la Comi-sión Gremial, la Comisión de Prensa estaba ilegalizado, los par-tidos políticos, los dirigentes universitarios. Nosotros éramos los pequeños contactos, las patitas que ellos tenían en la calle. Í-bamos a Devoto que dentro de todo tenía un régimen bastante tolerable porque era cárcel para los contraventores. Las Heras era una penitenciaría. Las Heras sí era una reclusión terrible, de una rigidez insoportable porque ahí no había ninguna posibili-dad de verlos ni de visitarlos ni siquiera de lejos, si no se era pa-riente directo y a veces los parientes directos eran un infierno para el preso, porque eran sesiones de reproches y lágrimas. ¡Ahí iban todos los presos políticos y gremiales! Todos estaban a disposición de una cosa terrible que era estar a disposición del Poder Ejecutivo, como si esto fuera absolutamente legal, depen-dés del Ministro del Interior, que dice sale éste, éste, o ¡no sale ninguno!. Entonces, allí te mandaban y era el limbo, la indefini-ción absoluta, sin ley, sin nada Las Heras era una fortaleza, vos caminabas por esas calles y veías esas torretas donde el tipo ahí, el vigía caminaba de torreta a torreta, era absolutamente medieval13[...] Las Juventudes Socialistas de aquellos momentos, cumplieron un papel importante, sin pretensiones de ninguna naturaleza. No pusimos bombas. Aunque las que explotaron en la Plaza de Mayo nos las atribuyeron, y usaron las bombas de la Plaza de Mayo para incendiarnos la Casa del Pueblo, La Biblio-teca Juan B. Justo, todo el archivo de las luchas gremiales des-de finales del siglo XlX, donde empezaron las luchas de la clase obrera14. Ese episodio me abatió muchísimo, me produjo mucho dolor, mirá…. creo que es la primera vez que lo confieso. ¡Cómo son las cosa! ahora la gente se rasga las vestiduras con que no son cuidados, con que la policía no existe, que esto no existe, que la seguridad es un adorno, que hay inseguridad, nosotros tuvimos realmente situaciones bastante serias de persecuciones, desamparo jurídico, todas las formas que se te pueden imaginar de inseguridades [...] Se detenía también a la gente en cualquier lugar que se encontrara el tipo que ellos buscaran. Aquí había un servicio de inteligencia muy severo, ¡muy severo! Los boxea-dores que se jubilaban de su carrera en el Luna Park, aparecían en la sesión especial. La sesión especial funcionaba sobre los al-tos de la comisaría octava, frente al hospital Ramos Mejía. Bue-no...ahí estaba Amoresano, Lombilla, todos ex boxeadores exito-

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sos en este país, y pasaban a ser funcionarios de ellos. Las trompadas eran reales y los que la sufrieron, las sufrieron. Yo nunca estuve torturada ni presa [...] Había gente que tenía que salir de circulación porque evidentemente la implicaban en co-sas que pasaban en este país que no eran de autoría nuestra: atentados, bombas, tiroteos, lo que quieras, pero caían las cul-pas sobre la gente que ellos tenían más o menos calificada como opositores peligrosos. ¡Y bueno! llegamos a tener el movimiento estudiantil absolutamente en la oposición al gobierno, secunda-rio y universitario. Ya te digo, fueron tres o cuatro años de ir siempre al cuadro quinto. Yo todavía tengo el olor de la cocina de Villa Devoto metido en la cabeza, esa comida rancia, pesada. Te hacían pasar por los peores lugares para que tuvieras con-ciencia de que eso era la represión, ¡no la ocultaban! ¡la mostra-ban! para atemorizar, para amedrentar, para doblegar, para si-lenciar, para lo que quieras [...] ¿En este país antes había segu-ridad? Nosotros, nos pasamos dieciocho horas dentro de la Casa del Pueblo tratando salvar del incendio los libros y los archivos y ellos, ¡incendiándola ellos! ¡no los trabajadores!, no fueron los trabajadores. Fue la Alianza Libertadora Nacionalista, adiestra-da para ese tipo de ataques. Los crímenes, la caída, la muerte de los trabajadores en las calles en las manifestaciones, de los que estaban en contra del gobierno, la fuerza de choque eran los de la Alianza Libertadora Nacionalista que eran fascistas de verdad, fascistas de verdad [...] Los socialistas nunca eludimos la res-ponsabilidad de la denuncia y la lucha, no porque ahora vaya a empeorar el panorama de nadie, ni repartir glorias que tampoco nadie reclama. La represión fue paulatina, es decir no hubo au-sencia de violencia en los años ‘47, ‘48. Desde el principio, tam-bién desde antes que Perón fuera gobierno. Se creó la Dirección y después Secretaría de Prensa en manos absolutamente de sir-vientes del estado. Entonces el cine estaba totalmente al servicio del estado con Sucesos Argentinos. No había libertad de opinión. Es decir, había en la medida que se arriesgara a sufrir las con-secuencias. Por supuesto que no se dejaba de opinar, pero las consecuencias eran muy, muy, muy terribles, era la ausencia de la libertad. Y no es la libertad tilinga de la burguesía para hacer estupideces. La libertad de los trabajadores que no aceptaban esa dirigencia gremial. La libertad de los trabajadores que querí-an tener su periódico, su lugar de reunión, sus sindicatos, con-seguidos por ellos, no como dádivas del gobierno. Y esto es lo que se hizo, el paternalismo fue espantoso y lo sigue siendo”.15

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El testimonio de Juan Carlos Espinosa es relevante, ya que es-tuvo preso en el cuadro quinto de Villa Devoto. Interrogado sobre las circunstancias de su detención nos comenta:

“En esa época para trabajar en la docencia había que ser pero-nista, estar afiliado y tener dos firmas de aval. Un día estaba haciendo trámites en el Consejo Nacional de Educación y me encuentro con un director de Río Negro y hablando así en ese momento, le cuento que me costaba mucho afiliarme, que no lo iba a hacer, estudiaba Filosofía y Letras en ese momento, y me dice “por qué no te vas al interior, ahí con tal de cubrir puestos no te preguntan qué sos”. Así como pasé veinticinco años en re-ducciones indígenas como director de escuela. Claro me dieron una escuela que estaba quemada. El director se había vuelto un alcohólico empedernido y en una borrachera. Y estuve veinticin-co años con mapuches y piragás y siempre haciendo algo hasta que se produjo la muerte de Eva y yo me tenía que poner luto. Pero no solamente era ponérmelo sino que estaba una emisora de radio que dirigía un hombre de apellido Yaco, que era socia-lista. Entonces me dio una audición de radio y yo me desboqué. Eso me motivó un proceso que me costó ocho meses de cárcel, me trajeron a Devoto. Estuve primero en el cuadro once que era un cuadro de contraventores, un cuadro donde estaba gente por vagancia, alcoholismo, los tenían treinta días llenos de piojos y alimañas, hasta que después nos pasan al cuadro cinco donde estaban los presos políticos y era una mezcolanza total. Ahí me tocó compartir, las camas eran de a tres, yo dormía en la de arriba y en la de abajo dormía Emilio Carreira, y otro socialista de apellido Gosorovsky. Pero había de todo, estaba la orquesta de Osvaldo Pugliese, un ballet griego Basil Irambrinos, que tam-bién metieron porque venían de juerga cuando había que estar en silencio y los metieron presos también. Giordano Bruno Genta, el ideólogo de la aeronáutica, presos de todo calibre: co-munistas, Cohen del teatro Paidós. Claro, la vida en el cuadro era más llevadera porque éramos presos políticos, teníamos cier-to status allí. Venía mucha ayuda de todo tipo de organizacio-nes. Repartíamos el trabajo y nos llevábamos aceptablemente, estábamos bien tratados. Nos preparábamos las comidas. Hacíamos la limpieza, teníamos días destinados para que fuera dedicado a la cocina, otros días nos dedicábamos a esparcimien-to, otros días nos dedicábamos a limpieza y eso funcionaba. Eso comenzó en octubre del ‘54 y duró hasta el 16 de junio del ‘55.

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Ya al final se produjo la hecatombe. ¡Oh, si yo le cuento! Apren-dimos a ser tolerantes [risas] ¡Es cómico! Con el tiempo aprendí a cantar las marchas. Cada uno se descargaba con sus cantos. Nosotros cantábamos La Internacional y los fascistas cantaban Cara al Sol. ¡De gran tolerancia! Había muchos presos comunis-tas. Tal es así que al cuadro cinco le decían la comuna y creo el momento de mayor temor lo pasamos cuando se produjo el bombardeo a Plaza de Mayo que ahí nos dijeron que nos iban a abrir las puertas para que vinieran y nos masacraran y llamati-vamente la reacción del peronismo fue al revés, fue de amnistía, abrió todas las cárceles [...] ¡las cosas que se vivían en esa épo-ca!, ¡es increíble! Cuando ocurrió la quema de iglesias empeza-ron a caer hasta menores, curas, ¡todo el mundo cayó ahí!, y al-gunos casos eran para el sainete. Era llamativa la gente que ca-yó presa, no daba abasto. [...] El partido da la instrucción de que el que estaba preso se la tenía que bancar. Tiene que defenderse por medio de la justicia pero no pedir ningún tipo de gracia al peronismo. Pero sí nos daba ayuda, la ayuda era la presencia fí-sica, la solidaridad. Si no fuera por la golpiza inicial que nos die-ron, no puedo decir que lo hayamos pasado mal. [..] Ellos hacían un procedimiento que le llamaban manyamiento. Todo el que era considerado un agitador social lo llevaban al departamento central de policía o a algún lugar y lo hacían pasar por una fila donde estaban todos lo policías de civil para que recuerden la cara. Pero a medida que uno pasaba entre esas dos hilera reci-bía toda clases de golpes y golpes ¡de qué manera golpeaban! A mi me tocó actuar así en esa época, en situaciones durísimas. Era esa parte del peronismo autoritario, es como si se estuviera borrando de la memoria colectiva. Yo me acuerdo lo que eran cosas muy simples, pegar afiches, nos encontrábamos con los jóvenes de Alianza Libertadora Nacionalista, ¡las cosas que nos hacían!, con armas, nos golpeaban, es decir nosotros también teníamos formas de respuesta. El socialismo tenía en ese mo-mento grupos de ayuda bastante bien entrenados, pero lo que pasa es que ellos contaban con apoyo oficial. Es decir ante una tremolina venía la policía y ya se sabía a quien metían presos. El peronismo tenía momentos de respuestas violentas y las res-puestas violentas siempre se daban en vísperas pre-electorales. Era cuando Perón se volvía violento. Y se pone violento en dos oportunidades ¡muy violento!, una es después que ponen la bomba en Plaza de Mayo. Una vez me llamaron para hacer cosas de ese tipo pero yo personalmente siempre distinguí entre el pe-

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ronismo y el obrero peronista, es decir que nunca utilicé la vio-lencia como... más aún tengo 72 años y no se lo que es tener un arma en mis manos. ¡Jamás!” “Sólo en algunos casos muy raros, sus medidas implicaban da-

ños físicos o la muerte de los opositores políticos. Por lo general se los encarcelaba y se confiscaba parte de sus bienes. A veces, en lu-gar de recurrir al encarcelamiento --una medida costosa--, Perón hacía llegar a los políticos opositores un aviso que debía interpre-tarse como invitación a que abandonaran sin demora el país”16 Pese a la represión impuesta por el gobierno, no sacrificaron sus reu-niones y en forma clandestina se las ingeniaron para llevarlas a cabo:

“Hubo persecuciones. Las reuniones se hacían en forma secreta. Había una casa, se había retirado la gente, entonces en el fondo yo vivía y la parte de adelante había un estudio jurídico conta-ble en el barrio Once. Nadie sabe, estábamos a cuatro cuadras de la comisaría séptima. Ahí se reunía el Comité Ejecutivo del partido. Pero todos venían secretamente de noche, ¡no se permi-tía!, si se hubiera reunido el comité anunciando, venían y lo de-tenían. Para mí durante la época de Perón era como el nazismo y el fascismo, una cosa muy igual. ¡Yo sentía eso!”.17

Los jóvenes frente a los líderes del partido

“Su voz tonitronante y engolada, sus trajes negros con el insepa-rable ponchito sobre el hombro, su peluca, sus tinturas, pudieron hacer de Palacios una figura ridícula”18, pese a esta descripción al-gunos autores coinciden en afirmar que fue uno de los políticos más respetados del país, con capacidad natural para imponer au-toridad. Perteneció al grupo de dirigentes longevos, Nicolás Repetto, Alicia Moreau de Justo, Carlos Sánchez Viamonte, Enrique Dick-mann, entre otros. Esta característica determinó que se convirtiera en el conductor y referente de muchos militantes durante las dis-tintas gestiones políticas por las que atravesó el país. Mantuvo siempre una postura ética y una conducta civil. Valiente y luchador frente a causas importantes, aunque sus comportamientos denota-ran una gran vanidad19

Abraham Austerlic da su apreciación sobre Palacios:

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“Durante el gobierno de Perón él también solía ir a la cárcel para atender presos. Participábamos en algunos actos y lo acompa-ñábamos para darle cierta seguridad. A veces pasábamos mo-mentos de peligro, recuerdo que una vez entramos a Villa Devo-to, golpeó la puerta y demoraban en abrirla, entonces él dijo ‘abran esta puerta que va a entrar un hombre que lucha por la libertad’. Nadie le había preguntado nada, él entraba a la cárcel y quería que todos supieran que él luchaba por la libertad [...] Íbamos con el coche tratando de que nadie sepa quienes éramos y en una esquina tuvimos que parar por la luz colorada, bajaba la ventanilla y saludaba a la gente. Palacios para mí era un hombre extraordinario y de una honestidad y corrección. Él cuando era abogado tenía un cartelito que decía que atendía gratis a los trabajadores”.20 Elisa Rando definió: “Palacios tenía un discurso fantástico para la calle, un discurso para el Comité Ejecutivo Nacional y un discurso para su casa de la calle Charcas. Nosotros no sabíamos con qué Palacios que-darnos. Yo considero que Palacios ¡qué se yo!...uno a veces pier-de la sensibilidad o se aumenta muchísimo. Cuando conocés a la gente en camiseta es una desgracia. Entonces Palacios de la calle, bueno sí: ¡era un monumento! Palacios en camiseta y bueno ¡era un hombre en camiseta! No, no quiero hablar de Pa-lacios [silencio] porque sería entonces prudente que a muchos otros hombres públicos lo hayamos podido conocer también en camiseta. Nosotros hemos cruzado muchas veces el Río de la Plata para ir a la embajada a decirle que se mande a mudar de ahí que lo queríamos en Buenos Aires, que lo necesitábamos en Buenos Aires. Una vez tenía que ser quórum en una discusión ¡muy difícil! dentro del Comité Ejecutivo, por supuesto yo no lo integraba, pero él era necesario para sacar del partido a un tipo que fue ¡nefasto! que era el Secretario General de los Obreros Municipales y que se llamó Francisco Pérez Leirós, no hubiera querido conocerlo nunca, fue ¡nefasto!. Cuando los municipales fueron detenidos en Las Heras les hacían hacer salto de rana, él era Secretario General y ¡no movió un pelo! para exigir la libera-ción de esa gente, eso durante la Libertadora famosa. Hubo que ir a buscar a Palacios para que el Comité Ejecutivo lo expulsara. Mandó una carta, no vino. Pero las cartas no votan y el señor

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Pérez Leirós siguió siendo miembro del Comité Ejecutivo Nacio-nal y Secretario General de los Obreros Municipales”. Por su parte Héctor Polino decía lo siguiente: “Palacios uno de los más populares del país. Tenía mayor predi-camento fuera del partido que incluso ¡dentro del partido! Inter-namente lo criticaban...el último discurso, las últimas declara-ciones, le leían todo con lupa. Yo en cambio lo admiraba a Pala-cios.” Juan Carlos Espinosa respondía: “A mí me tocó conocer a los grandes, conocer a los grandes en chancletas. Es decir verlos de cerca y compartir con ellos mu-chas cosas. Pero yo los tomé como ejemplo en su medida nada más. Palacios es una persona a la cual he respetado mucho, pe-ro nunca me gustó como modelo. A mí no me gusta como mode-lo una persona que siempre me habla como si estuviera subido a la tribuna, es decir no es socialista eso. Era un soberbio en todo. Es decir un hombre de una ética que tendría que servir para iluminar momentos como éste... pero era el dios sol y.... claro deslumbraba. Palacios tomaba agua en un país de tanos y españoles. ¡Es de locos eso! No le gustaba el tango, odiaba los equipos de fútbol y ese componente popular es el que lo hace que prendan las cosas en la gente. No sé creo que eso es lo que le faltó al socialismo […] Los socialistas que entendieron al pue-blo no tuvieron mucha vida y los que hicieron todas estas cosas vivieron mucho tiempo, murieron casi centenarios.” Mirtha Henault realizó la primera biografía sobre la Doctora Ali-

cia Moreau de Justo y afirma que el valor de esta mujer no se en-cuentra en la supervivencia a través de los años, sino en la actua-ción política y social puesta al servicio de un ideal. Su lucha por el mejoramiento de las condiciones de trabajo de las mujeres, el re-clamo por el voto femenino, la oposición a las guerras y al arma-mentismo, significó un largo trayecto desde la participación de su padre en las barricadas de los Comuneros de París en 1871, hasta la suya propia recibiendo a Madres de Plaza de Mayo en 1978. Im-posibilitada en su movilidad, en sus últimos días, no dejó de firmar una solicitada por la defensa de alguna causa, ni se negó a una en-trevista periodística. No vivió de las glorias del pasado ni aceptó

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homenajes.21 Esto se confirma con los testimonios de todos los en-trevistados, entre ellos el de Héctor Polino quien decía:

“Tengo también de ella el mejor de los conceptos. Era una políti-ca distinta al prototipo del político argentino. Era una política científica, ella era sobre todo una persona muy racional, que to-do lo analizaba con una gran rigurosidad intelectual, no estaba en la superficialidad de las cosas, todo lo analizaba con mucha profundidad. Tenía un gran espíritu crítico, una mujer de un ca-rácter muy severo, muy austera, muy estudiosa”. Juan Carlos Espinosa también valora la capacidad de esta mu-

jer a la vez que la identifica con cierto sector dentro del partido: “Con la doctora Alicia Moreau de Justo me tocó estar más tiem-po, a ella sí que la respeté más. Tal es así que yo era responsa-ble de una publicación que la tenía a ella como responsable máxima, se llamaba El Socialista Argentino. Era una publicación que salió durante toda la dictadura pero también era una mujer que...es la aristocracia del socialismo. El socialismo siempre tu-vo su aristocracia. Yo creo que uno de los problemas por los cuales no pudo esparcirse y crecer fue porque le faltó capacidad docente, mostrarse”.

La Libertadora y las divisiones internas

El peronismo significó para el Partido Socialista, persecución ideológica, clandestinidad y división interna22. El triunfo de la Re-volución Libertadora concretó la esperanza que durante muchos años mantuvieron los partidos políticos de ver derrocado el régimen peronista23

Interrogados los entrevistados acerca de las expectativas que te-nían ante la etapa que se abría con la Revolución del ‘55, sus pos-turas varían desde afirmar que los hombres del partido la conside-raron un medio necesario para terminar con la dictadura y por en-de adhirieron sin reservas a lo planteado por el grupo de militares que se impusieron24, a manifestar que no tenían ninguna esperan-za y que siempre repudiaron todo lo que tuviera uniforme y se vin-culara al sector militar25.

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“Yo no apruebo para nada lo que hizo la llamada Revolución Li-bertadora, que no fue ni Revolución ni Libertadora. Fue un golpe más, fue el inicio del puntapié final que los milicos le dieron a este país. En Buenos Aires una de las primeras cosas que hicie-ron fue bombardear la sede de la Alianza, y aunque eran nazis ese acto fue horrible. Contábamos los estampidos del bombar-deo y fue horrible aunque sabíamos que la Alianza era una ban-da de asesinos. No la vivimos, la padecimos. Nosotros no que-ríamos. ¡Eso no fue Libertadora, no fue Libertadora! P- ¿Y la convocatoria a la Junta Consultiva? ¿Cómo vio que Ali-cia Moreau estuviera allí? R- No fue nada fácil. Agudizaba nuestra lucha interna, y la colo-caba a ella en un lugar que a ella misma le pesaba mucho. Ya ves, la propuso el mismo Muñiz pensando que nos iba a desar-mar, y se equivocó fiero. Te diré que ella lo estimaba mucho a Muñiz. Creo que aceptó por no contradecirlo y abrir una discu-sión a destiempo. P- ¿Los más jóvenes qué sentían? R- Y sentíamos asco, y se lo hacíamos saber a cada rato. Había ¡tremendas asambleas! y reuniones permanentes y había discusiones todos los días, todas las noches. Nuestro paso político fue lucha afuera y lucha adentro. Pero al partido lo queríamos y los compañeros luchadores también. Casi todo el interior, que era muy importante, estaba muy bien ubicado. P- ¿Ellos qué argumentaban? R- Que a este país había que reconstruirlo, había que ayudar. Siempre el que está en esas componendas trata de quedar en un papel favorable. Lo que es complicidad dicen que es ayudar. ¡Pe-ro siempre es complicidad! Nosotros integramos, ¡nosotros no,…. esa dirección integró la Junta Consultiva! y había personas que yo personalmente quise mucho. Yo con la doctora Moreau discu-tía todos los días pero no puedo dejar de reconocer que fue una militante de primera línea y frente a eso yo me paraba. Discu-tíamos ¡todos los días! Ella sabía lo que pensaba yo y yo sabía lo que pensaba ella. Creo que ella me estimaba bastante, yo tam-bién la estimé mucho. Lamenté su posición, como ella habrá lamentado la mía. Tenía valores que muy pocas mujeres he visto que tuviera. Ella también estaba luchando en varios frentes y dentro de su propia conciencia. Sabía que teníamos razón. Con-fundían un poco las cosas, creían que con la evolución de la educación conseguirían los cambios y nosotros pensábamos y

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pienso que solamente con cambios estructurales, con revolucio-nes se cambia de manos el poder”.26 Daniel James sostiene que los locales de los sindicatos de gráfi-

cos, ferroviarios, bancarios, petroleros y trabajadores de la carne y del vestido fueron abandonados por los peronistas frente a los ata-ques de grupos antiperonistas armados. Esos grupos, conocidos como comandos civiles, estuvieron integrados por activistas socia-listas y radicales, que con apoyo de sectores de las fuerzas arma-das, actuaron violentamente sobre algunas sedes gremiales27. Este tema resultó complejo de abordar en las entrevistas. Las respues-tas argumentaron desconocimiento, ya sea por no haber vivido en grandes ciudades en esa época, o porque se derivaron hacia otros aspectos. Sólo Elisa Rando contestó en forma concreta:

P-Y durante los años de la Libertadora ¿los socialistas intentan entrar en los sindicatos? R-Hubo muchos intentos, hubo muchos grupos que quisieron constituir sindicatos por rama de actividades, pero siempre se requería la bendición oficial, de lo contrario era imposible. Tra-bajar en la vida sindical en nuestro país, por afuera de la expe-riencia peronista, en este país, es absolutamente imposible. P-En esta época de la Libertadora ¿hay militantes del partido que entran en los sindicatos peronistas, que entran a asaltar los sindicatos peronistas? R-A mí no me consta porque yo no los he visto, yo no estuve en nada semejante, me hubiera muerto de vergüenza. Si hubiera sabido eso con absoluta seguridad, pero bueno ¡pudo haber habido! [silencio], pudo haber habido [silencio]. Te digo que tengo mis serias dudas, incluso les estoy viendo la cara a algunos de ellos que para mí siempre fueron servicios. Nunca supimos bien su lugar de afiliación en el partido. A qué centro, a qué federación. Eso fue muy serio en esos años pero era tan ¡tremendo eso! que nadie lo confesó, por lo menos a mí. Nadie me dijo “yo anoche estuve haciendo tal cosa”. ¡No!, pero creo que si se lo proponían algunos muy gorilas, estarían. En algunos no había la menor formación ideológica y contra el peronismo hubo un odio muy profundo, y contra nosotros también, yo te llegaría a decir hasta de clase, de origen. Así que sí, hay matones siem-pre, gentes que ponen en las armas las fuerzas que no tienen sus ideas. Porque esos no tienen ideas ni ideales. P-¿Esto no lo hablaban dentro del partido?

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R-No, no. Lo hablábamos con reserva, con preocupación, con gran preocupación. Porque también nosotros corríamos peligro y si los encaraba y les preguntaba y les decía que no fueran ani-males, nunca iban a aceptar que habían estado en alguna locu-ra de esas. Además lamentablemente ningún grupo político en esos años y en estos también se libró de esos terribles elemen-tos. P-¿Eran muchos Elisa? R- No por suerte muchos no eran. Por eso es que los queríamos encarar de uno en uno. Pero nunca pudimos, tendríamos que haber estado ahí y ahí no íbamos a estar pero por sus convic-ciones, sus afirmaciones, por sus actitudes, por sus conciliábu-los con algunos dirigentes, por su falta de vinculación a los compañeros de abajo, a los que nunca íbamos a estar en eso. Siempre estuvieron muy apartados de nosotros. Así que era muy probable, que si estando tan apartados de nosotros seguían te-niendo algún peso dentro del partido, la vinculación era con otros cuadros dirigentes. No eran militantes. P-¿La dirigencia no investigaba? R-Sí, sí, sí...Pero la dirigencia que podía hacer, no tenía pruebas y no todos los dirigentes eran amigos, ni siquiera los considerá-bamos compañeros. P-¿Le servían a la dirigencia de alguna manera? R-No, no, eso era una convicción personal y muy riesgosa y bas-tante solitaria. Muy riesgosa porque si caían en algo, muertos o detenidos nadie los iba a reconocer, al contrario. Jamás hubié-ramos encubierto algo semejante. Tuvimos sí contra eso, infini-dad de compañeros gremialistas que estuvieron presos, estuvie-ron detenidos, que a esos sí, nos rompíamos el alma para que ni en su casa ni a ellos nada les faltara, ni a su gremio. El caso de los ferroviarios, los gráficos, los telefónicos, los textiles. Esto después del ’55 estamos hablando R-Durante los ’50 y los ’60. Y después también. Tuvimos canti-dad de compañeros combatiendo como trabajadores, como inte-grantes de diversas listas en los gremios. P-O sea que mientras parte del partido, los jóvenes, trataban de ayudar a sus compañeros, estos grupos hacían R-[Interrumpe] Sí, pero te aclaro, nosotros teníamos en los gre-mios compañeros socialistas en luchas genuinas por las reivin-dicaciones de clase. Los otros no eran compañeros para nada, eran los que poco tenían que ver con los trabajadores ni con el socialismo. Te diría son los que ahora le llamarían grupo de ta-

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rea., ellos tenían sus protectores, yo creo que de diez o doce, no pasaba. Pero para un partido como nosotros eso era mucho, uno hubiera sido mucho. Después desaparecieron, cuando nos divi-dimos. P-¿Hacia dónde fueron? R-No lo sé. Probablemente a los servicios [largo silencio]. Proba-blemente. Yo te digo probablemente porque me da vergüenza de-cirte que sí, que fueron servicios siempre y que nosotros fuimos infiltrados. También iban contra nosotros. No fue fácil. La mili-tancia en esos años fue una dura experiencia entre el compañe-rismo, la solidaridad, el terror y la traición. Eso era lo grave, si hubieran sido servicios antes me hubiera quedado más tranqui-la, no, no eran servicios antes, pero tenían mentalidad de servi-cios. Te digo que en esos años ningún partido se salvó de eso, porque sino no hubiera sido tan fácil hacer lo que hicieron mu-chas veces [silencio]. Aunque algunos, y esto entre vos y yo, al-gunos de ellos ahora estén en alguna función pública y sean ex-celentes editores de libros de autoayuda. Son unos chan-tas...Viejos y chantas. P- ¿Quién por ejemplo? R- No, no. Son viejos ya, se caen de viejos...Y te vuelvo a decir nunca pudimos tener la seguridad”. Al mes de producido el golpe de estado aparecieron los primeros

indicios de lo que sería la Resistencia Peronista28. Los jóvenes so-cialistas no eran ajenos a este fenómeno:

“Conocía mucha gente de la resistencia, yo vivía en un barrio obrero, en Mataderos, que fue un barrio eminentemente pero-nista. De modo que yo los veía, era amigo, conocido, me había criado con ellos. Era gente honesta, que veía la Revolución Li-bertadora como la revancha, como que le cercenaban derechos, conquistas que habían obtenido en la época del peronismo. En-tonces veían como un fenómeno conservador, reaccionario. ¡Y luchaban!, hubieron huelgas, existió la huelga del frigorífico... Entonces yo veía bien la lucha que llevaban a cabo ¡contra la proscripción!, porque yo estaba en contra de la proscripción del partido peronista, que no pudiesen utilizar la palabra peronista. Me parecía ¡una barbaridad!. Es decir fui consecuente, luché contra el peronismo porque cercenaba las libertades, pero cuan-do la Revolución Libertadora le cercenaron las libertades al pue-blo peronista yo era solidario con esa lucha por recobrar la liber-

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tad. De modo que estuve en contra de las proscripciones políti-cas, en contra de las intervenciones de los sindicatos y demás. De modo que en ese sentido veía con cierta simpatía lo que es-taban haciendo en defensa de sus legítimos derechos”.29. “Como te digo lo que fue la lucha contra el gobierno de Perón, te digo también que los grupos peronistas, después del ’55, los grupos de luchadores peronistas que estaban en la resistencia, fueron de un valor excepcional, que nosotros tuvimos que pos-tergar nuestras cuestiones partidarias, digamos de querer que el partido retomara sus principios, y fue así porque sin adherir ideológicamente a ellos, respetábamos y acompañábamos esa lucha que les costó infinidad de vidas, infinidad de situaciones de las que también muchas veces sufríamos los coletazo. Los apoyábamos, los defendíamos, le brindábamos, en la medida de nuestras escasas posibilidades, una solidaridad de estructuras para poder salvar algunas vidas. ¡Más no podíamos hacer! por-que no éramos muchos y no teníamos la conducción. Vos sabés. Ahora recuerdo algo terrible de Américo Ghioldi cuando los fusi-lamientos de José León Suárez, planteamos al partido que se hiciera la denuncia, la condena y la solidaridad con los asesina-dos y sus compañeros y ¿sabés lo que salió diciendo por radio para contestarnos a nosotros? ‘Ahora se acabó la leche de la clemencia’. Fue un horror, que la mayoría de los compañeros socialistas se derrumbó. Yo acompañé como tantos esta deses-peración y esta lucha, desde el seno del Partido. Otros compañe-ros se integraron. Los respeto. Cada uno sabe en qué lugar y de qué manera desarrollar sus luchas.”30 El período comprendido entre 1955 y 1958 significó para varios

de los partidos políticos, una de las etapas más controvertidas que derivaron en fracturas. El Partido Socialista sufrió una honda cri-sis, traducida en la división en dos sectores, al cabo del 32º Con-greso Ordinario celebrado en Rosario los días 10 al 13 de julio de 1958. Se constituyeron dos fracciones: el Partido Socialista Argen-tino y el Partido Socialista Democrático. En el primero actuaron figuras como Sánchez Viamonte, Alfredo Palacios, Alicia Moreau de Justo. En el segundo grupo Nicolás Repetto y Américo Ghioldi. Pa-ra Galletti la lucha interna se relaciona con un problema que de-nominaríamos generacional ya que en los últimos años se fueron incorporando núcleos juveniles constituidos principalmente por obreros y estudiantes, algunos de los que pretendieron que el par-

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tido retomara sus bases para transformarse en una agrupación de clase. Ellos imputaron errores ideológicos a los sucesivos Comités Ejecutivos y los culparon de haber llevado al partido por sendas no socialistas, deslizándolos hacia formas liberales31 Juan Carlos Es-pinosa parece confirmar esta postura:

“La juventud siempre peleó por tener puestos en todos los terre-nos. Nosotros en esa época peleábamos para que dejaran paso a los de la juventud”.

Para Vazeilles el análisis de “viejos y jóvenes” es superficial y no constituye la esencia del problema. Afirma que en 1955 la vieja oli-garquía todavía tenía cierto peso, aunque había sido desplazada por una burguesía financiera e industrial que manejaba la econo-mía en complicidad con el imperialismo yanqui. Así todos los parti-dos debieron aceptar y adecuarse a esos cambios que habían co-menzado con el advenimiento del peronismo. Sin embargo para el autor a los socialistas esta problemática recién les ocasionó pro-blemas en 195632. Elisa Rando se refiere en su testimonio a que las cuestiones internas habían comenzado mucho antes:

“Yo no adhiero absolutamente a todo lo que fue la posición polí-tica del partido, porque el partido estaba fraccionado, se discu-tía, se disentía, y se actuaba discutiendo la forma de hacer la oposición al sistema. Había una dirección que caía en declara-ciones absolutamente reaccionarias era me opongo porque me opongo, me opongo porque viene de ahí. Además, por los pactos que se hacían con fuerzas conservadoras, con fuerzas reacciona-rias que nada tenían que ver con los postulados del socialismo. Pero los jóvenes teníamos ideales, no la conducción. Entonces el partido aparecía en la calle con esas expresiones que eran de al-gunos: de Ghioldi, de Solari, del mismo Repetto de gente que es-taba enredada en pactos extrapartidarios con fuerzas de la reac-ción. Nosotros teníamos una doble lucha, la interna dentro del partido para que el partido sea un partido socialista, que ya era mucho decir, y la de afuera porque tampoco apoyábamos lo que estaba haciendo Perón, desde el punto estrictamente socialista, no era una revolución, ¡para nada! ni siquiera un cambio apa-rente de estructuras”. También deja deslizar la cuestión de la actitud a favor del impe-

rialismo norteamericano que algunos los líderes sostenían:

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“Era una conducción de un socialismo bastante alejado de los postulados del marxismo. Si vamos achicando más el cuello de la botella cuánto más exigencia ideológica le pongamos, más le-jos del socialismo los vas a encontrar. A ellos les molestaba mu-cho que hubiera corrientes dentro del partido. Eran corrientes muy numerosas y muy militantes que exigían respeto por la ideología que sustentábamos, en política exterior, por ejemplo, era tener un poco más de respeto a favor de los gobiernos que considerábamos de avanzada socialista en el mundo, para hacer un elogio a Rusia, que tuvieran alguna pizca de lo que para no-sotros debía ser un gobierno socialista. Bueno teníamos que de-cir siempre que no éramos comunistas aunque fuéramos críticos de los norteamericanos. La simpatía era extrema hacia todo lo que hiciera Estados Unidos”.

Héctor Polino analiza la cuestión en términos similares: “P-¿Qué llevó a la ruptura del ’58 a su juicio? R-Fundamentalmente dos cuestiones: la cuestión del peronismo y la cuestión del imperialismo. Había un sector del partido, el sector de la juventud al cual yo pertenecía que teníamos una in-terpretación del peronismo distinta, no éramos gorilas, distinta a la que tenía el otro sector. La otra cuestión fue el tema del im-perialismo nosotros criticábamos, censurábamos, peleábamos contra el imperialismo norteamericano que se entrometía en las cuestiones internas de los países de América Latina e incluso de nuestro propio país. Y el otro sector tenía una visión diferente, más benévola, más tolerante, tal es así que Américo Ghioldi que era el símbolo del otro sector, lo habíamos caracterizado como Norteamérico”. Ante la misma pregunta Abraham Austerlic no repara en estas

internas y adjudica la división a cuestiones de tipo personal: “Yo tengo la impresión era que el Partido Socialista era un poco más conservador en cuanto a los principios y el Partido Socialis-ta Argentino, en fin un poco más moderno, aceptaba una serie de cosas que el otro no aceptaba. Pero eran formales porque en el fondo los dos querían lo mismo. Yo veía que la lucha era casi de tipo personal, fulano sostenía tal cosa, mengano tal otra.”

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Conclusión

Es indudable que el Partido Socialista sufrió un quiebre importante como organización política en 1958. La imagen de agrupación sólida comienza a desmoronarse. A pesar del triunfo de Palacios como senador en 1961 que auguraba junto con la Revolución Cubana una oposición al imperialismo norteamericano, a esa ruptura le siguió inmediatamente otra33 y un progresivo debilitamiento que aun hoy el partido no pudo superar.

En estos años convulsionados y en esa lucha no lograda se pue-den insertan los testimonios de “jóvenes” que se identificaron como tales y que de alguna manera procuraron desprenderse de las deci-siones que tomaba la conducción34

Provenientes de familias de pequeños comerciantes o trabajado-res calificados, el ingreso al partido les dio herramientas para ca-pacitarse, a la vez de habilitarlos en la lucha por cambiar la terrible realidad social, tanto nacional como mundial, que los agobió du-rante la infancia. Ninguno de ellos tuvo padres militando en el par-tido, en un caso además era peronista, lo que hace que todas las incorporaciones partieran de decisiones personales. Los relatos hacen mención al ambiente moralizador, correcto, académico y de contención que ofrecía el partido, en épocas de crisis y donde la corrupción política estaba instalada y era visible para la ciudada-nía, los niños necesitaban “un lugar digno” en el que insertarse y poder desarrollar sus capacidades. Posiblemente este juicio se re elabora desde el presente y adquiere así una connotación mayor, ya que hoy se denuncia la falta de instituciones u organismos que atiendan las demandas y ayuden al crecimiento de los jóvenes.

Ese camino que iniciaron no les resultó nada fácil. En la década del cincuenta convivieron con la incertidumbre, la represión, el desamparo jurídico, la inseguridad en sus domicilios o en los luga-res de reunión, se sintieron usados para ubicar a los líderes que les interesaban detener y conocieron la realidad de la vida en prisión. Es significativo como el recuerdo del horror de una penitenciaría --mencionan las condiciones de hacinamiento, la suciedad, la comi-da, los reproches de los familiares-- se mezclan con relatos de haber convivido en forma pacífica y tolerante con personas prove-nientes de otros sectores ideológicos contrarios a ellos. Es posible que en una situación extrema como en la que se encontraban los detenidos, la certeza de estar todos en oposición al régimen, los mantuvo unidos, sin permitir que afloraran convicciones persona-les. Dimensionando el carácter represivo del estado peronista, el

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testimonio de un detenido en Villa Devoto, está posiblemente tami-zado por el horror que muchos años después le tocó vivir y que comparativamente fue mucho menos condescendiente35

Reivindican las luchas de las juventudes de aquellos años que en forma totalmente desinteresada dedicaban gran parte de su tiempo a reunirse en la clandestinidad y a apoyar a sus compañe-ros detenidos, repartiendo su tiempo con las actividades que reali-zaban. Todos los testimonios coinciden en afirmar que no utilizaron armas, ni pusieron bombas, pretendiendo dejar muy en claro que no fue la violencia la lucha que se propusieron.

El relato del asalto e incendio a la Casa del Pueblo fue para ellos una situación dramática. Hechos como estos, tantas veces reitera-dos en la historia de la humanidad, no podrían los protagonistas asignarles otro significado más que el de haber pretendido borrar-les el pasado que tenían escrito y que los identificaba en la lucha por la defensa de los sectores obreros.

El gobierno de Perón no logró interrumpir la militancia, de una u otra manera siguieron vinculados y en actividad. El golpe de es-tado de 1955 les permitió blanquear plenamente su situación, sin embargo las disidencias pronto surgieron, ya que la incorporación de los líderes al gobierno militar fue para ellos motivo de repudio. Parecería que los lazos entre compañeros, la trayectoria recorrida, el cariño por el partido y la valoración de los dirigentes, hicieron posible sobrellevar esas contradicciones y aceptar esa participa-ción. En esta etapa tan confusa y antagónica surgieron los coman-dos civiles. Un testimonio explica que es de su conocimiento que diez o doce personas integraron estos grupos violentos que ataca-ron sedes gremiales peronistas. Estas acciones se emprendieron al margen de toda directiva partidaria y sin consenso del resto, al punto de no considerarlos verdaderos compañeros. Sin embargo ante la falta de pruebas contundentes, con mucho pesar se admite no haber podido detenerlos. Frente a la Resistencia Peronista los grupos de la juventud fueron solidarios, los ayudaron para que al-gunos pudieran salvar sus vidas. Estos les significó oponerse en otro aspecto más a la conducción, postergando sus luchas internas y hasta la pérdida de militantes que se integraron al peronismo.

Los jóvenes continuaron su lucha mientras la conducción cada vez más conservadora y sin ideales revolucionarios, se acercó al gobierno de facto que en poco tiempo implementó un nuevo proyec-to socioeconómico de país. Esta situación enmarcada en el contex-to de la Guerra Fría, despuntando el socialismo cubano, de alguna manera determinó la toma de posiciones. Aunque la militancia ac-

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tiva se fue diluyendo para ellos poco a poco, esta juventud ya había jugado un papel fundamental, porque a corta edad habían decidido su lugar en la lucha, comprometiéndose con sus ideas y hasta pos-tergado cuestiones personales. En palabras de Elisa Rando:

“Yo creo que siempre hay que estar en algún lugar, hay que te-ner la decisión de estar y bueno...si te equivocás, te equivocás. Pe-ro…¡hay que estar en la lucha! El que no está no se equivoca nun-ca”.

Bibliografía

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Waldmann, Peter. El Peronismo, 1943-1955. Buenos Aires: Hys-pamérica, 1986.

Notas:

1 José Vazeilles. Los Socialistas. Buenos Aires: Jorge Álvarez, 1967, p. 29 2 Vazeilles afirma que el socialismo “ignoró las voces” que surgieron en la Década Infame, refiriéndose a FORJA y al nacionalismo de derecha y que pronto tuvo que “enfrentarse dramáticamente a las consecuencias que estas nuevas concepciones generaban, Idem. p. 48. 3 Daniel James. Resistencia e integración. Buenos Aires: Sudamericana, 1990, p.97. 4 Abraham Austerlic, 84 años, polaco, abogado. Entrevista realizada el 18 de junio de 2004 en la Ciudad de Buenos Aires. Entrevistador: Liliana Federico. 5 Juan Carlos Espinosa, 72 años, argentino, docente. Entrevista realizada el 10 de diciem-bre de 2004 en la Ciudad de Buenos Aires. Entrevistador: Liliana Federico. 6 Elisa Rando, 73 años, argentina, correctora. Entrevistas realizadas el 10 de agosto de 2004 y el 3 de mayo de 2005 en la Ciudad de Buenos Aires. Entrevistador: Liliana Federico. 7 Varios historiadores se ocuparon de este análisis. Los más significativos corresponden al revisionismo seguido por Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero que se formuló a fines de la década del ‘60, en el contexto de las luchas contra la dictadura de la Revolución Argen-tina. Abordaron la problemática a partir de analizar que en la conformación del peronismo jugaron un papel protagónico no sólo los obreros “nuevos”, como sostenía Germani, sino también la vieja dirigencia y militancia sindical. Más adelante Daniel James aportó al análi-sis la cuestión de la identidad peronista que se estructuró como una red de elementos sub-jetivos que unía a los trabajadores. Citado por Alejandra Giuliani. “Conformación de la alianza peronista (1943-1955)”; en AAVV, Pasados presentes. Política, economía y conflicto social en la historia argentina contemporánea. Buenos Aires: Dialektik, 2006, pp.174,175. 8 Elisa Rando 9 Peter Waldmann. El Peronismo, 1943-1955. Buenos Aires: Hyspamérica, 1986, pp.68 y 69. 10 Daniel James. ob.cit. p.23. 11 Alejandra Giuliani. ob cit., p.191. 12 El control político fue paulatino e “iba a llevarlo en un proceso cada vez más acelerado a establecer un régimen de semidictadura”. En 1947 fue la depuración de la Corte Suprema y la clausura de semanarios de opinión. 1951 se expropió La Prensa, se controló la propia prensa del gobierno y se utilizó el proselitismo ampliamente, comenzando por la enseñan-za. En Tulio Halperín Donghi. Argentina en el callejón. Buenos Aires: Ariel, 1995, p.158. 13 La penitenciaría de Las Heras quedaba reservada a opositores de mayor envergadura polí-tica, como fue el caso de la detención en 1953 de Alfredo Palacios, Nicolás Repetto y Car-los Sánchez Viamonte que primero fueron detenidos y permanecieron un tiempo en diferen-tes comisarías de la Capital y luego fueron trasladados a ese lugar. David Tieffemberg, compañero de Elisa Rando, fue un militante socialista definido hacia el marxismo que sufrió también detención en este centro durante un año y medio. Había estado antes en el cuadro quinto de Villa Devoto. 14 En 1953 fueron incendiados los locales de varios partidos políticos y la Casa del Pueblo, sede del Partido Socialista, de los talleres de su periódico La Vanguardia y de la biblioteca de más de 70.000 volúmenes especializados en problemas sociales y obreros. En Alfredo Galletti. La política y los partidos. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1961, p.200. 15 Elisa Rando

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16 Peter Waldman. ob.cit. p.59 17 Abraham Austerlic 18 F. Gil Lozano; F. Bianchini, y C. Salomone. “Palacios, Fidel y el triunfo de 1961”. En Todo es Historia Nº 341, Buenos Aires, p.6 19 Ovidio Andrada. Palacios, el socialismo romántico en la Argentina. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1984, p.191. 20 Abraham Austerlic 21 Mirta Renault. Alicia Moreau de Justo. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina; 1983; pp.152 a154. 22 Enrique Dickmann se entrevista con Perón y esto originó una fracción que adhirió al idea-rio gubernamental. Originándose el partido Socialista Revolución Nacional. En Daniel Rodrí-guez Lamas. La Revolución Libertadora. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1985, p.60. 23 David Tieffemberg escribía en 1956: “Abatida la oprobiosa dictadura fascista que había vertebrado su sistema despótico y opresivo sobre el cercenamiento de todas las libertades, el pueblo argentino se apresta a retomar el ancho camino de la democracia, para dar a esta el contenido social que le había retaceado o escamoteado el régimen depuesto quebrando su trayectoria histórica.” En David Tieffenberg. Exigencias proletarias a la revolución y la legislación obrera en el régimen peronista. Buenos Aires: Ediciones Populares Argentinas, 1956, p.11. 24 Abraham Austerlic y Héctor Polino, 71 años, abogado y Diputado Nacional por el Partido Socialista, entrevista realizada el 16 de septiembre de 2004 en Buenos Aires. Entrevistador: Liliana Federico. 25 Elisa Rando y Juan Carlos Espinosa 26 Elisa Rando 27 Daniel James. ob. cit. p.70. 28 Idem., p.78. 29 Héctor Polino. 30 Elisa Rando 31 Alfredo Galletti. ob.cit., pp.238,239. 32 José Vazeilles. ob cit. pp. 165, 166. 33 En mayo de 1961 el Partido Socialista Argentino se dividió. Con la acción de grupos arma-dos el sector tradicional asaltó y tomó distintos locales del partido incluyendo el del Comi-té Nacional. La causa se debió a que el sector de izquierda había obtenido la mayoría. Nacieron así el Partido Argentino “Casa del Pueblo”, bajo la secretaría de Rubén Visconti y el Partido Socialista Argentino de Vanguardia cuyo secretario fue David Tieffemberg. Citado en F. Gil Lozano; F. Bianchini. ob.cit., pp.21 a 24. 34 Elisa Rando manifestó “Por estatuto podíamos permanecer en la Juventud Socialista has-ta los veinticinco años. Nosotros por la falta de dirigencia con posiciones de izquierda de-ntro del partido tuvimos que continuar con esa actitud de jóvenes hasta bastante después de esa edad. Discutíamos posiciones, ideas, con hombres y mujeres extraordinarios, equi-vocados, pero decentes” 35 En 1977 detuvieron a Alfredo Bravo e inmediatamente a Juan Carlos Espinosa en el barrio de Caballito. Fue trasladado al Vesubio donde sufrió terribles torturas.

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Argentina, 1976-1983: historias de solidaridad, oposición y resistencia a la dictadura en el ámbito escolar

Mariana Gudelevicius4

“¿Quién que tuviera un instrumento de formación ciudadana tan eficaz como la escuela lo entregaría a sus enemigos?”1

“Nosotros hemos matado, estamos matando y seguiremos matando”

(Palabras del coronel Valladares en una reunión con rectores)2

“Es una imagen: la puerta de la escuela se cerraba para protegernos entre todos y luchar”

(Carlos Prado, docente) Este artículo es una síntesis de mi tesis de Licenciatura en His-

toria3 cuyo tema fue analizar las características, alcances y limita-ciones de la política educativa implementada en Argentina durante el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” (PRN).

La investigación desarrollada en mi tesis permitió demostrar que, si bien el gobierno dictatorial implementó una eficaz política represiva y disciplinadora, que instaló el terror a nivel de lo que podríamos denominar una “capilaridad social”, este terror encontró límites y resignificaciones concretas.

En el ámbito educativo eso fue posible porque los docentes, en tanto trabajadores de la educación, lejos de ser sujetos pasivos, constituyeron un colectivo activo cuyas acciones generaron perma-nentemente tensión entre la función que socialmente se les asigna-ba y sus propias subjetividades culturales y políticas.4

De hecho, las redes sociales al interior de las comunidades edu-cativas de nivel primario permitieron el establecimiento de intersti-

4 Historiadora. Doctoranda de la Universidad de Buenos Aires.

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cios donde las prácticas políticas y las prácticas pedagógicas de los docentes no resultaron excluyentes, generando mecanismos de respuesta que paliaron el impacto del terrorismo de estado en el ámbito educativo.

Esta capacidad de oposición y resistencia así como el manteni-miento de redes solidarias fueron posibles por la experiencia de lu-cha acumulada, entre algunos sectores docentes, en las décadas anteriores.

La resistencia fue desplegada, fundamentalmente, para la defen-sa de la vida. También, para la defensa de derechos humanos, so-ciales y laborales así como para la defensa de la autonomía del do-cente en su tarea cotidiana, para la conservación de redes y espa-cios, para la defensa de la escuela pública y para la construcción de una sociedad mejor.

I

Esas conclusiones surgieron después de realizar una investiga-ción donde, por un lado, analicé la política educativa dictatorial y los modos en que fue implementada y, por otra parte, observé los modos en que la misma fue recibida en las escuelas.

A partir de entrevistas a docentes5 que habían trabajado entre 1976 y 1983 comencé a reconstruir aspectos de la cotidianeidad escolar en un contexto de terrorismo de estado. Las historias de vida de los entrevistados revelaban una complejidad de situaciones escolares que otras fuentes6 utilizadas para la investigación apenas dejaban entrever.

Además de brindar información fáctica, los relatos permitieron conocer la elaboración que el sujeto había hecho de su experiencia, el diálogo entre la memoria individual y la memoria social del pa-sado reciente argentino. Es decir, la relación entre historia y me-moria.

Entonces, el problema a analizar se presentó en dos niveles. Por un lado, el tema de qué cosa había ocurrido, cómo habían ocurrido las cosas; por otro lado, qué cosa se ha relatado7en relación a la última dictadura en general y a las acciones gubernamentales im-plementadas en el ámbito educativo durante el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” en particular.

El trabajar con la historia de vida permitió que los entrevistados no sólo reconstruyeran los momentos más significativos de su bio-grafía escolar sino que pudieran dar cuenta del colectivo docente.

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La mayoría de los testimoniantes habían comenzado en la do-cencia entre los años sesenta y comienzos de los setenta, partici-paban en actividades sociales, gremiales y/ o políticas al momento del golpe de estado, habían vivenciado momentos de enfrentamien-to con el poder político y habían trabajado en otros contextos dicta-toriales. Además, los entrevistados continúan en la docencia en la actualidad.

De este modo, las historias de vida narradas permitieron que el tema de la dictadura quedara inserto en una continuidad histórica dentro de la historia del colectivo docente.

Para los docentes que entrevisté, la dictadura significó el horror, la pérdida de seres queridos, la persecución, la cárcel o el exilio pe-ro no el fin de la actividad militante ni el fin de lo que ellos conside-raban lucha.

En sus relatos, los docentes recordaron los intentos de “seguir luchando” o de “seguir enseñando” o de “mantener los lazos” a pe-sar del contexto represivo. Estas percepciones y el relato de expe-riencias individuales y colectivas de oposición al gobierno fueron las que me permitieron dar cuenta de la existencia de acciones que podemos caracterizar de resistencia a la dictadura.

Para dar cuenta de esas percepciones y experiencias, elegí una definición amplia del concepto de resistencia que refiere a todas aquellas acciones en tensión con el modelo hegemónico que se in-tentaba imponer.

Como planteara Raymond Williams8, una hegemonía dada es siempre un proceso. Es un complejo efectivo de experiencias, rela-ciones y actividades que tiene límites y presiones específicas y cambiantes. Por ese motivo, es un proceso social total, que no se da de modo pasivo como una forma de dominación sino que por el contrario debe ser continuamente renovada, recreada, defendida y modificada.

Asimismo, es continuamente resistida, limitada, alterada, desa-fiada por presiones que no le son propias.9

La realidad de toda hegemonía, dice Williams, es que mientras por definición siempre es dominante, jamás lo es de un modo total o exclusivo. En todas las épocas las formas alternativas o directa-mente opuestas de la política y la cultura existen en la sociedad como elementos significativos. Esto significa que las alternativas acentuaciones políticas y culturales y las numerosas formas de oposición y lucha son importantes no sólo en sí mismas, sino como rasgos indicativos de lo que en la práctica ha tenido que actuar el proceso hegemónico con la finalidad de ejercer su control.

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II

Durante el período 1976-1983, el área educativa fue una de las más inestables de las áreas gubernamentales si tenemos en cuenta los cambios sucesivos de ministros y funcionarios10.

Si bien el objetivo era implementar una nueva ley de educación cuyos pilares fueran la descentralización educativa y el alejamiento del estado a favor de las instituciones privadas, ésta no llegó a con-cretarse. Las medidas realizadas en política educativa tendieron más a la destrucción del sistema educativo imperante que a la de-finición positiva de una propuesta.

Dichas políticas apuntaban a la exclusión en distintos niveles: En primer lugar, las medidas tomadas para restringir el acceso

de la población al sistema educativo: cierre de universidades y ca-rreras, falta de oportunidades de acceso a la educación básica para los sectores populares, profundización del proceso de transferencia del servicio educativo a las provincias y alejamiento del estado na-cional como garante de la educación obligatoria, gratuita y laica.

En segundo lugar, las medidas para excluir toda posibilidad de oposición al régimen. Estas medidas apuntaban tanto al discipli-namiento del sector como a la aniquilación lisa y llana de toda opo-sición.

Todas estas acciones eran de conocimiento público y llevaban la firma de los ministros a cargo de cada gestión.

La intencionalidad de las mismas era eliminar los elementos de democratización y renovación presentes en el sistema educativo, y disciplinarlos alrededor de la cosmovisión del régimen11.

El primer grupo de medidas buscaba destruir el sistema de ins-trucción pública centralizado estatal que, si bien tenía sus defi-ciencias estructurales, aún garantizaba el acceso a la educación a todos los sectores sociales, especialmente a partir del impulso da-do, desde mediados de los años sesenta, por las experiencias de educación popular y por las teorías que caracterizaban a la cultura y la educación como espacios de liberación.

El segundo grupo de medidas buscaba desarticular la capacidad de acción docente.

Desde 1955 el conjunto de los educadores mostraba transfor-maciones en los significados y sentidos construidos individual y colectivamente en torno a la identidad y las prácticas docentes.

Muchos maestros y maestras comenzaban a pensarse a sí mis-mos como trabajadores de la educación, desplegando nuevos mo-dos de organización y de participación política12 para la concreción

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de sus demandas laborales pero también para la defensa de la educación pública y el cambio social. A su vez, la docencia en sí se había convertido en un espacio de militancia, especialmente para las mujeres.

Para los responsables del gobierno, la pretensión de profundizar y completar13 la “modernización” del sistema educativo subordi-nándolo a las demandas de mercado y al modelo de distribución regresiva de la renta, sólo era posible una vez que se eliminaran los elementos que la impedían.

Todas las cuestiones mencionadas generaron que el gobierno dictatorial desarrollara, entre 1976 y 1983, una política educativa represiva con el objetivo de disciplinar y lograr consensos en los docentes para el cumplimiento de las metas del PRN pero funda-mentalmente para eliminar a aquellos sectores con capacidad de impugnación.

Sin embargo, la estrategia represiva fue mucho más que un in-tento de disciplinar el ámbito educativo: formaba parte de un plan sistemático de represión cultural.14

Según la CONADEP, el 5,7 por ciento de las víctimas del terro-rismo de estado eran docentes y el 21 por ciento eran estudian-tes.15La CTERA (Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina), a través del aporte de los sindicatos de ba-se, ha confeccionado un listado donde se registran más de seiscien-tos casos de maestros asesinados y desaparecidos.16 En Capital Federal los docentes desaparecidos y asesinados son aproximada-mente ciento ocho.

Además, la peculiaridad de esta “maquinaria del terror” fue que no culminó con el aniquilamiento material de los “enemigos” sino que el modo de articular las prácticas genocidas hizo posible que los efectos de las mismas continuaran en los modos en que ese aniquilamiento fue procesado en la memoria, en las representacio-nes, en las modalidades de construir las imágenes de esa experien-cia.

Para el gobierno dictatorial, el logro de los objetivos del PRN se completaría una vez que las “nuevas generaciones” comprendieran y desarrollaran el “legado” que el golpe de estado pretendía instau-rar.17

Por ese motivo la educación cumplía un rol destacado en la transmisión de valores y contenidos acordes con los lineamientos generales de la política oficial.

Justamente, la característica central de las prácticas genocidas es que son prácticas sociales que operan sobre el conjunto de la

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sociedad, en el sentido que no están dirigidas sólo a las víctimas sino que buscan transformar a toda la sociedad sin que esta pueda tomar conciencia de dicha transformación18.

A partir de un proceso de enajenación de la experiencia, se construyeron modos de representación “sedantes”, en el sentido en que tranquilizan a la conciencia, y permiten que la experiencia pa-rezca ajena para continuar la vida como si este proceso no hubiera existido.

III

El gobierno dictatorial consideraba al área educativa como un ámbito que favorecía la infiltración subversiva pero también un es-pacio para la lucha contra la misma.

En esa “lucha antisubversiva”, los docentes tenían asignado un rol central como garantes de la “restitución de la moral cristiana, la tradición nacional y la dignidad del ser argentino”.19

Desde el momento del golpe de Estado se observaba la preocu-pación de los funcionarios educativos por la definición de “enemi-gos”.20 A este elemento se sumó el recurso de la violencia directa, en el marco de una concepción de “estrategia global contra la sub-versión” desarrollada por el terrorismo de estado.

Según el diagnóstico de las Fuerzas Armadas, el “terrorismo en el poder, en particular entre 1973 y 1975”, llevó a cabo su acción en el nivel primario mediante “el accionar subversivo de maestros ideológicamente captados, quienes, dada la edad de los educandos, inciden con facilidad en su mente y en su sensibilidad”.21

Sin embargo, como planteara Pablo Pineau22, “por ser todo po-tencialmente subversivo, se decidía qué lo era de hecho y se actua-ba en consecuencia”, en el sentido que si bien existió un plan or-ganizado, la búsqueda de dichos elementos llevó a situaciones que de tan extremas parecen absurdas.

En las páginas siguientes desarrollaré los modos en que el apa-rato represivo atentó contra la docencia.

IV

La dimensión clandestina del estado terrorista23 se articuló con la política educativa desde los primeros meses de gobierno. El pri-mer ministro de educación nombrado por la Junta Militar, profe-

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sor Pedro Bruera, inició en 1976 un plan llamado “Operación Cla-ridad”24.

Dicho plan fue implementado a través de la creación --en el Mi-nisterio de Cultura y Educación-- del Área de Recursos Humanos y la Asesoría de Comunicación Social. Estos organismos, mediante la acción desarrollada por departamentos bajo su dependencia, dise-ñaron y ejecutaron el sistema de control ideológico tanto en el ám-bito educativo como en el cultural desde 1976 hasta 1983.25

En estos departamentos, subvencionados con fondos reserva-dos, trabajaban agentes de inteligencia cuya misión principal era infiltrarse en colegios, universidades y ámbitos culturales para de-tectar “subversivos”. El mando de los operativos estuvo a cargo, sucesivamente, del contraalmirante Enrique Carranza (1976-1978) y del coronel Agustín C. Valladares (1978 hasta las elecciones de 1983).

La información producida por el Área de Recursos Humanos del Ministerio de Cultura y Educación era utilizada para la identifica-ción de docentes y estudiantes contrarios al gobierno.

Una de las acciones más frecuentes para obtener información fue la de reunir al personal educativo para “orientarlos” en esta ta-rea. Esto generaba en las escuelas un clima de tensión, de miedo, donde “era mejor no hablar de ciertas cosas”.

Una docente entrevistada planteaba: “Por ahí te cruzabas con otra maestra que siempre había sido compañera tuya y de repente se cruzaba de vereda” 26 Sin embargo, la tarea de delación era una función asignada

principalmente al personal directivo. Testimonios demuestran que el coronel Agustín Valladares en persona organizaba reuniones pa-ra instruir al personal directivo en el reconocimiento de material considerado subversivo pero fundamentalmente en la tarea de de-lación de su personal a cargo.

La existencia de estas reuniones muestra el grado de involucra-miento con las razones de estado que se esperaba del personal de conducción. Aún así, la información disponible permite comprobar que el acatamiento a este tipo de directivas fue bastante resistido por los sujetos apelados.

En los testimonios de los docentes que entrevistamos aparecen ejemplos de directores “colaboracionistas”27 o que si bien no esta-ban de acuerdo “igual lo hacían” pero también ejemplos de directo-

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res que se negaron a delatar e incluso que ayudaron a docentes a escapar de un secuestro.

El testimonio de Susana Dieguez, maestra y miembro de UMP y UTE, es ilustrativo de esta realidad compleja:

“En el ’76 trabajaba en la escuela de Recuperación del Distrito Escolar 16 y tenía a mi compañero preso. La directora me deja-ba viajar a Bahía Blanca que era donde él estaba, ya ves que también había solidaridad. Pero en el año ’77 trabajé en la escuela 23 del Distrito Escolar 16 y un día la directora entró al aula y le arrancó de los cuader-nos una carta que los chicos le habían escrito a (Rafael) Videla. A los pocos días me secuestraron. Estuve detenida en el (Centro Clandestino de Detención) Atlético. Cuando me liberan, en la escuela me hacen un sumario por abandono de cargo...me quedé sin trabajar tres meses. Por fin conseguí una suplencia en la escuela 4 del Distrito 16. Allí el director, Sacco, tuvo una actitud de protección porque cuando vinieron a pedir informes sobre mí me avisó. Era una realidad compleja y se daban estas contradicciones”28 En el testimonio de Francisco “Tito” Nenna, secretario adjunto

de la Unión de Maestro Primarios también se menciona la ayuda brindada por el director de la escuela en la que trabajaba:

“Durante la época de la dictadura, desparecieron compañeros muy queridos, entrañables como los compañeros Cacho y Amé-rico. La última vez que nos vimos con Cacho fue en el bar de Pueyrredón y Córdoba en agosto del ´76. -‘Mirá que estamos muy complicados’- me dijo. Nos estaban siguiendo. Tiempo después desaparecieron los dos. Entonces dejé la escuela y me fui a trabajar de otra cosa. Al año siguiente, a mediados de marzo de 1977, testarudamen-te, volví a trabajar como suplente a la Escuela 14 del (Distrito) 4, hasta que el director Jorge Cortés, que no era militante, me lla-mó a casa y me dijo: -‘Tito no vengas porque hay tres coches que parecen que te están esperando’”.29 En el testimonio de Nenna aparece la distinción entre directores

“militantes” y los “que no eran militantes”. Esta distinción permite suponer que aquellos directores o directoras con militancia gremial

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o partidaria generaban más acciones de oposición a las medidas de gobierno que aquellos que no la tenían.

Carlos Prado, militante y director durante el PRN, brinda testi-monio de lo que significaba tener ese cargo en esos momentos:

“(...) ¿Cómo era la función de director? Era difícil enfrentar la si-tuación desde ese lugar. En mi caso fue estar con los compañe-ros, contenerlos, esclarecer y seguir luchando...”30. No poseo testimonios suficientes para extraer conclusiones fir-

mes sobre la actuación general de directores y supervisores. En las historias de vida con las que trabajé se mencionaron ejemplos de colaboración con el gobierno así como de solidaridad con el perso-nal a cargo.

De este modo, el análisis de los testimonios sobre la actuación del personal directivo sugiere que no se puede generalizar en la re-lación entre el cargo y la colaboración con la dictadura. En todo caso, esa era la función que el gobierno esperaba del personal de conducción.

Además, muchos de los recuerdos de situaciones de solidaridad o de acciones de oposición generadas dentro del ámbito escolar mencionan que éstas fueron posibles por acuerdos consensuados entre docentes y directivos.

Ricardo31 contó en su entrevista cómo llegaron a un acuerdo con la autoridad en la institución donde trabajaba, la Escuela Hogar de Ezeiza:

“R: En la medida en que iban surgiendo los problemas dentro de lo que era la institución.... entonces, nos juntábamos, charlá-bamos, íbamos viendo cómo cambiar la escuela. Hemos hecho cosas muy lindas. P: Y...y en él ámbito de la escuela, todas las ordenanzas, directi-vas, normativas, todo lo que llegaba del ejecutivo, del Ministe-rio... ¿Circulaban a nivel de los maestros? R: No, porque habíamos llegado con el interventor a un acuerdo: que adentro de la escuela...no íbamos a manejar cosas impues-tas por arriba si no había un consenso de los maestros. Y él lo aceptó. Como era maestro también, había venido de La Rio-ja...pero, ¿viste? siempre nosotros...con mucha cautela traba-jando, porque en esa época.... O sea que bueno. Bueno, durante todo ese proceso siempre hubo lucha, ¿no? Lucha docente per-

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manentemente tratando de mejorar toda la educación porque la docencia siempre fue muy vapuleada toda la vida.” También hubo casos en que, si bien los directores colaboraban

con el gobierno, los docentes encontraron subterfugios para man-tener redes solidarias entre ellos. En estas situaciones fueron im-portantes las tareas clandestinas realizadas por docentes.

En La Matanza, oculta en la guardería Lirolay, se mantuvo una continua organización y actividad sindical pero también una activi-dad educativa de resistencia. En esa guardería las relaciones entre docentes eran de mucha solidaridad. El conjunto de los maestros que trabajan allí compartían un proyecto colectivo de seguir traba-jando “a su modo”, burlando los dispositivos de control estatal.

Una maestra32 que trabajó en la guardería contó que: “Yo entré a los 17 años, recién recibida. No tenía experiencia. Allí me encontré con maestros con mucha trayectoria política que enseguida me pusieron al tanto de las tareas que allí se rea-lizaban (...) Me acuerdo que bajábamos la persiana y empezaba toda una tarea de resistencia. Hacíamos de todo. Me acuerdo que con los chicos usábamos dos cuadernos. Ellos ya sabían que había cosas que escribíamos en el “cuaderno que no se puede mostrar”. Es más, ellos te preguntaban ‘¿Esto en que cuaderno lo escribimos?’ (...) En Lirolay como en otras escuelas, pudo mantenerse la cohesión

entre los maestros e inclusive con el aval del personal directivo, pa-ra efectuar actividades contrarias a las establecidas por la política oficial. El recurso de utilizar dos cuadernos, o trabajar con libros censurados, forrando las tapas o conservando copias mimeografia-das, fue posible por el mantenimiento de esta unidad.

Carlos Prado, director durante la dictadura, brindó testimonio de cómo en algunas escuelas se desplegaban lazos de protección y solidaridad entre los miembros de la comunidad educativa.

“Tengo la imagen de que nosotros cerrábamos las puertas y nos protegíamos todos. Es una imagen: la puerta de la escuela se ce-rraba para protegernos entre todos y luchar. Sigue la lucha, si-gue...pero protegiendo al compañero, protegiendo al colega.”33

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Una práctica común en las escuelas fue la de recolectar fondos para los docentes cesanteados o para los familiares de docentes desaparecidos.

Mariana34, hija de una maestra desaparecida, contó que cuando las compañeras de su madre se enteraron, enseguida organizaron una colecta para ayudarla a ella y su hermano, de 11 y 13 años respectivamente. Lamentablemente, en este caso la intervención de la directora que les cerró la puerta de la escuela cuando fueron a buscar el dinero, dejó a Mariana y a su hermano sin la posibilidad de contar con esa ayuda.

En las escuelas también hubo una negativa generalizada a cola-borar con los listados que se enviaban para ubicar niños que se habían mudado y de ese modo dar con el paradero de sus padres. También hubo negativa al pedido oficial de expulsar a niños Testi-gos de Jehová de las escuelas por considerarse que no respetaban los símbolos patrios. También hubo casos de escuelas que se nega-ron a realizar el homenaje al General Aramburu que el gobierno quiso imponer.

El Área de Recursos Humanos del Ministerio de Cultura y Edu-cación recibía la información obtenida, ya sea por delaciones de miembros de la comunidad educativa, ya sea por “infiltrados” del gobierno y la utilizaba para perseguir a aquellos docentes conside-rados “subversivos”.

Una de las modalidades de persecución consistió en la aplica-ción de cesantías sin causa justificada. La antesala muchas veces era, según los entrevistados, aparecer nombrado en un listado35.

La aplicación de sanciones disciplinarias era un atributo de la Junta de Disciplina Docente cuyos miembros eran elegidos por el voto de los educadores. Durante la dictadura, el Estatuto del Do-cente fue eliminado y de este modo las sanciones disciplinarias eran injustificadas y sin posibilidad de descargo.

El uso político de las cesantías fue frecuente en otros contextos históricos con lo cual no constituyó una novedad durante el “Pro-ceso de Reorganización Nacional”.Sin embargo, la magnitud de las cesantías efectuadas y los usos que se hicieron de ellas marcan di-ferencias con épocas anteriores que analizaré a continuación.

El Área de Recursos Humanos produjo más de ocho mil cesantí-as en siete años. Las cesantías eran justificadas por el gobierno mediante la aplicación de la ley 21.274 y, más específicamente de la Ley 21.260 que preveía, en su artículo primero, que cualquier empleado público “que de cualquier forma se encuentre vinculado a

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actividades de carácter subversivo o disociadoras” pudiera ser des-pedido en el acto sin indemnización alguna.36

Si el docente cesanteado tenía trayectoria política pública, dia-rios de la época, especialmente La Opinión, publicaban la informa-ción, generalmente presentada por un gremio. Podemos suponer que la información publicada encerraba cierto tono de denuncia de la situación.

La acción de cesantear por “razones de servicio” fue aplicada masivamente con el objetivo de, no sólo de “deshacerse” de aquellos docentes considerados “subversivos” sino también de privarlos del medio legítimo de subsistencia, el trabajo.

Los docentes cesanteados no sólo fueron obligados buscar otros medios de vida para su subsistencia sino que también en la mayo-ría de los casos, debieron exiliarse o recluirse en el interior del país para evitar ser detenidos o asesinados por el aparato de estado.

En las historia de vida de docentes cesanteados, se narra la do-lorosa vivencia del desarraigo, el miedo, el tener que vivir escondi-do, la necesidad de subsistir y de sobrevivir que muchos argentinos debieron atravesar.

En la historia de vida de Laura37 se puede apreciar su reflexión en relación a los motivos por los cuales fue cesanteada, perseguida y encarcelada:

“Yo estuve presa del 76 al 79 y fui exiliada del 79 al 83. Tomé la opción y fui a parar a Europa porque no me daban la libertad acá. Y nunca me juzgaron ni me hicieron una causa. En reali-dad mi detención tiene que ver con mi participación gremial en la UEPC (Unión de Educadores de la Provincia de Córdoba). Soy parte de la corriente opositora, de esa que formaba parte de la coordinadora y de impulsar este proceso de movilización fuerte. Nosotros estábamos infiltrados, el gremio, las asambleas, inclu-sive los coordinadores del gremio estaban infiltrados. Que en mi es un hecho absolutamente gremial, y político por mi participa-ción en el PST lo demuestra que no tuve ni causa ni interrogato-rio. Es decir, sabían perfectamente...lo que querían era sacarme de circulación para que no pudiera realizar actividad gremial o actividad de resistencia a la dictadura. Entonces ahí yo paso a formar parte de los docentes presos”. Laura planteaba en la entrevista la vinculación directa entre su

militancia partidaria y gremial y la persecución política. Además, mencionó la existencia de actividades de resistencia a la dictadura

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y el conocimiento que de estas actividades tenía el aparato represi-vo.

La cesantía en muchos casos era la antesala del posterior se-cuestro y/o desaparición. Algunos docentes estuvieron desapareci-dos un tiempo pero pudieron luego recuperar la libertad y volver a la docencia. Sin embargo, el terror de lo vivido hizo que mantuvie-ran el silencio durante mucho tiempo.

El testimonio de Delia Bisutti publicado en el libro de memorias de la Unión de Maestros Primarios es elocuente de las marcas que dejó en ella esta situación:

“Yo estuve secuestrada, desaparecida dos veces en el año 77, en enero y en agosto, con el agravante de que en enero desaparece mi marido. Se le sumó a eso que cuando me llevan la primera vez ya estaba embarazada de mi segunda hija y ella nace con problemas, con discapacidades. Mi nene tenía un año y medio. Viví un exilio interno muy fuerte, de mucho miedo, de no hablar mucho con nadie ni contar nada, por ejemplo, no poder decir que tenía un marido desaparecido sino que estábamos separa-dos (...) Durante dos años estuve con licencia en mi escuela de la pro-vincia de Buenos Aires. Cuando retorno a la escuela, tuve que hacer malabares para organizarme familiarmente y pedí traslado a un lugar cercano a mi domicilio de Capital. Cuando me dan la escuela, cercana a la General Paz, descubro que estaba al lado de la comisaría de Villa Insuperable donde había estado detenida-desaparecida. Estuve trabajando en los años de la dictadura al lado del lugar donde me habían secues-trado. Estacionaba mi coche al lado del lugar por donde me habían entrado las dos veces de mi desaparición. Con ese dato viví. Yo no pude dar la información hasta que llegó la democracia y entonces hice las denuncias correspondientes (...) Así que esos primeros años en que me reincorporo a la escuela, fueron años de terror, de silencio porque, además, el presidente de la Coope-radora de la escuela era el presidente de la Cooperadora de la Comisaría.”38 El testimonio citado es un claro ejemplo de cómo las prácticas

genocidas actúan tanto al nivel material como al nivel simbólico en una sociedad. El terror y el silencio autoimpuesto como modo de

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supervivencia son aspectos centrales en los análisis sobre la me-moria de hechos traumáticos.

La desaparición de un compañero de trabajo, en los relatos de los entrevistados, se convertía, en muchos casos en un “de eso no se habla” dentro de la escuela. El estado terrorista buscaba --y lo-graba-- la desaparición física de las personas pero también la des-aparición simbólica.

Una maestra recuerda: “Nosotros nos enteramos que algo había pasado con Patricia cuando a la semana de faltar vino la madre a buscar el delan-tal... sus cosas personales ¿no? Hasta ese momento pensába-mos que estaba enferma...encima el director le había iniciado un sumario por “abandono de lugar de trabajo”.39 La figura de cesantías por “abandono de lugar de trabajo” fue

utilizada para encubrir desapariciones. Muchos docentes cesan-teados pudieron reincorporarse al sistema educativo a partir de la utilización de nombres falsos o bien debieron esperar a la apertura democrática. Otros decidieron dejar la docencia en escuelas públi-cas y pasarse al sector privado. Esta decisión muchas veces fue motivada por el hecho que en los momentos de inscripción a los listados, en las sedes de los distritos escolares se obligaba a los maestros a llenar una exhaustiva planilla con datos personales del docente y de su grupo familiar. Ante el temor a ser perseguidos, muchos docentes prefirieron no anotarse en los listados.

Sucedió también que el Ministerio de Cultura y Educación titu-larizó masivamente a docentes interinos y suplentes de manera ar-bitraria ocupando los cargos docentes cesanteados o anulando concursos legítimos.

Un ejemplo de esta práctica fue denunciada por la CTERA en septiembre de 1977 cuando el ministro Juan José Catalán por me-dio de un Decreto40 titularizó a veinticinco mil docentes interinos previa anulación de concursos que se habían efectuado el año an-terior. La medida perjudicó a cincuenta y seis mil doscientos nueve docentes concursados. La CTERA, como medida de protesta, publi-có una solicitada en el diario Clarín donde denunciaba la situa-ción.41

Desde los órganos clandestinos del Ministerio de Educación también se efectuaron tareas de seguimiento y pedido de informa-ción de alumnos, de escuelas públicas y privadas, como un modo de lograr el paradero de determinados progenitores.

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La negativa a brindar esa información constituyó una de las ac-ciones que los docentes entrevistados señalan como de resistencia. Incluso hubo casos de instituciones privadas que presentaron re-cursos de amparo contra la resolución de la Superintendencia Na-cional de Enseñanza Privada (SNEP) de intervenir el registro de inscripción de alumnos primarios y secundarios.42

Tal vez el resultado más aterrador de la “Operación Claridad” fue la enorme cantidad de docentes y estudiantes que permanecen desaparecidos. Entre 1976 y 1983 fueron secuestrados, desapare-cidos y asesinados más de seiscientos docentes.

En muchas oportunidades los secuestros se realizaron en la puerta o en cercanías del lugar de trabajo, generalmente sin que la ayuda de los compañeros, directores porteros y alumnos pudiera evitarlo.

Los secuestros y desapariciones de docentes fueron posibles por complicidad de las fuerzas armadas en el accionar represivo y el encubrimiento de datos.

Docentes con lo que conversé, y que presenciaron el secuestro de un compañero, de trabajo contaron cómo el miedo los hizo per-manecer callados, en algunos casos, casi treinta años.

La práctica genocida intentó dejar dos mandatos, uno a la so-ciedad y el otro a los sobrevivientes. A la sociedad, la desconfianza eterna, el “por algo será” que quedó incorporado en el tejido social. Y en los sobrevivientes también el pensar “si yo estoy vivo por algo será”.

El trabajo de divulgación y concientización realizado por los or-ganismos de Derechos Humanos en la Argentina, permitieron que el rol del testigo fuera valorado socialmente. Además, al trabajar sobre la memoria social del período, las actividades desarrolladas por organizaciones como Abuelas de Plaza de Mayo, Madres de Pla-za de Mayo junto a políticas públicas a favor de los derechos humanos implementadas en los últimos años, dieron impulso a la aparición de una abundante cantidad de experiencias sobre la memoria de la historia reciente de nuestro país.

En el ámbito educativo porteño, por ejemplo, en el año 2000 la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires declaró el día 24 de mar-zo como “Día de la Memoria”.43 Al año siguiente, el gobierno porte-ño se comprometió con las organizaciones sindicales a elaborar un listado de los alumnos, docentes y no docentes que fueron víctimas del terrorismo de estado entre 1976 y 1983 y a realizar los corres-pondientes homenajes en los lugares de trabajo.44

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Todos estos avances en el campo de los derechos humanos ge-neraron que un mayor número de personas se involucraran con el tema.

Lo antedicho junto con la incorporación del tema en la currícu-la escolar permitió que muchos docentes pudieran hablar del tema con sus compañeros de trabajo y encauzar colectivamente acciones de trabajo con la memoria en las escuelas.

La represión también golpeó a las organizaciones sindicales do-centes que en muchos casos debieron suspender sus actividades frente a las persecuciones. Sin embargo, la actividad gremial conti-nuó pese a las intervenciones y amenazas.

El mayor desarrollo de actividades de oposición y resistencia se generaron en el ámbito gremial. Si bien las organizaciones sindica-les estaban intervenidas o disueltas por la desaparición de los miembros de la comisión directiva, la actividad gremial se mantuvo gracias a la tarea de sostenimiento de muchos militantes.

Lo que motivaba a continuar la acción gremial era, por un lado, mantener los canales de comunicación entre docentes y, por otra parte, “no perder ni un cachito de la posibilidad de seguir funcio-nando”.

Pese a las muertes, las desapariciones y las cesantías, grupos de militantes docentes en distintas partes del país siguieron soste-niendo alguna actividad gremial. En muchos casos las reuniones se efectuaban en clubes barriales o bien se establecían domicilios al-ternativos a la sede sindical de manera preventiva.

A través de la correspondencia, el teléfono o viajes esporádicos, se pudo mantener una mínima relación entre los grupos de mili-tantes y las estructuras sindicales que seguían funcionando. Éstas lo hacían sostenidas por los aportes que se recaudaban escuela por escuela ya que no existían descuentos por planillas. En caso de te-ner que desplazarse por alguna gestión, los delegados financiaban ellos mismos sus viajes aunque contaban con la solidaridad de compañeros que ofrecían hospedaje y comida.

Durante 1976 la mayoría de los docentes con militancia conti-nuaron reuniéndose y desarrollando actividades como la publica-ción de folletos y revistas o colectas para los docentes cesanteados.

Hector Frutos45, docente, cuenta cómo se realizaban reuniones y publicaciones en los primeros meses de la dictadura:

“En la primera etapa de la dictadura todavía no habíamos toma-do contacto de lo que nos estaba pasando. Después el golpe se-guíamos reuniéndonos. Nos juntábamos los sábados en una

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iglesia que quedaba en Villa Lugano, que nos prestaba un sa-cerdote (...) Hasta que en un momento hubo que suspender esas reuniones. Éramos bastante inconscientes porque sacábamos volantes (...) y los firmábamos con nombre y apellido. Aunque estaban prohibidas las publicaciones políticas, con otra compañera publicamos una esquela también con nombre y apellido. Hasta que en un momento ¡paf! Nos dimos cuenta y cada uno hizo lo que pudo. A unos nos tocó vivir y a otros les tocó morir”. Según el relato de los entrevistados, la continuidad de estas ac-

tividades de manera pública se debió en parte por convicción y en parte por desconocimiento de la magnitud de la represión de esta-do. En todos los testimonios relevados-inclusive en los de aquellos docentes que por su actividad política tenían mayor acceso a in-formación- surgió como percepción en común el “no saber lo que se venía”.

La voz de Ricardo46 sintetiza la percepción de lo antedicho que muchos docentes tuvieron:

“Éramos unos perejiles realmente. No sabíamos... imaginate que de marzo hasta agosto habían pasado cosas pero... estaba todo muy...en el aire. Mientras, trabajaban muy socavadamente. Había secuestros pero fueron tan...dispersos... E: ¿Ustedes conocían....? R: Nosotros conocíamos pero, ¿viste?, no nos dábamos cuenta ni pensábamos que nos podía pasar a nosotros. Por eso te digo que éramos perejiles (...) Cuando empezamos a ver todo este cúmulo de cosas entonces ahí sí empezamos a reaccionar de otra manera. Bueno, yo a través del Partido sabía que venía una “mano mala” pero no de la manera que supimos. Habíamos cambiado los cuadros. Se reemplazaban. Si me pasaba algo a mí, había otro para seguir trabajando. Y....entonces, es-tee...eh...no sabíamos el extremo. Y cuando se lo llevaron a mi primo de la puerta de la escuela...y se lo llevaron y no lo vimos nunca más...”. Para la mayoría de los entrevistados, trabajar en un contexto

dictatorial no constituía una novedad. Desde 1955 amplios secto-res docentes habían realizado acciones de protesta para el logro de la sanción del Estatuto del Docente, la defensa de la educación pú-

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blica y la anulación de proyectos de reforma educativa antipopula-res. Además, desde 1974 la docencia había sido víctima de atenta-dos de la Alianza Anticomunista Argentina pero ello no había dete-nido las actividades de organización y de lucha sino todo lo contra-rio. Por ese motivo, durante el año 1976 abundaron las reuniones, publicaciones y acciones públicas de protesta docente.

En todos los casos, la conciencia de la desaparición sistemática de conocidos y la persecución, generaron mayores precauciones en el desarrollo de actividades públicas, pasando generalmente a la clandestinidad.

Muchas actividades de denuncia se canalizaron a través de la CTERA. Los escasos miembros de la Junta Ejecutiva Nacional en funciones, se vieron abocados casi exclusivamente a concretar ges-tiones de Hábeas Corpus y otras actividades por la aparición de sus compañeros y a llevar asistencia a docentes detenidos o a los que tenían que dejar el país.

En algunos casos, se realizaron denuncias colectivas por la des-aparición de docentes en la prensa y frente a organismos interna-cionales. El caso más paradigmático fue el de Alfredo Bravo que movilizó a toda la docencia nacional e internacional y contó con el apoyo de organismos de derechos humanos de distintas partes del mundo.

Una maestra recuerda el momento en que, gracias a las gestio-nes del gremio, fue liberada de la cárcel:

“Habían llamado a una reunión de la Unión de Maestros en una escuela del (Distrito) 18. Una compañera me llevó con el auto porque no me sentía bien y cuando llegamos cayó la policía y nos llevaron a todos. Nos llevaron en un colectivo entre dos hile-ras de itacas. Sacaron a todos los presos y nos metieron a noso-tros. Ahí nos fueron a buscar Alfredo Bravo, Juan Carlos Co-minguez y una abogada que mandaron los radicales... A la ma-drugada fue algo divino... salimos y como cincuenta compañeros nos estaban esperando. Era una mañana de tanto frío pero de tanto calor....”47. La misma docente recuerda que, a pesar de haber pasado la no-

che en la cárcel fue a dar clases como modo de protesta, para po-der contar lo que había pasado:

“Fuimos a las escuelas esa misma mañana y dimos clase. Yo te-nía sexto grado y di clases sobre cómo defender las ideas. Los

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que estuvimos detenidos nos habíamos comprometido a contar lo que había pasado”.48 Muchos de los docentes entrevistados mencionaron que poder

ejercer la docencia luego de una cesantía o incluso en la cárcel era un modo de resistencia.

Por otra parte, las cuestiones gremiales continuaron gestionán-dose en los espacios donde funcionaban las sedes sindicales. En el caso de la Capital Federal, se hicieron presentaciones a las autori-dades pidiendo aumentos de salarios, en defensa del Estatuto del Docente, en contra de prescindibilidades en la Municipalidad de Buenos Aires, reclamo del cese de intervenciones en las entidades de base y manifestando preocupación por la situación educativa nacional.

En 1982 comenzaron los paros docentes protagonizados por sindicatos provinciales del interior del país; Por ejemplo, en Santa Fe los docentes sostuvieron un conflicto en los últimos meses del año.

Esta capacidad de viabilizar protestas en la esfera pública fue posible porque entre 1981 y 1982 se había iniciado la reorganiza-ción del campo gremial docente en distintos lugares del país.49

Adelina50, maestra entrevistada, recordó cómo se “pasaba la voz” para organizar una mediada de protesta.

“Hacia el final de la dictadura me acuerdo que empezamos a hacer paros para que nos aumenten el sueldo. Alguien te llama-ba por teléfono –‘Vamos a hacer paro ¿te prendés? Avisale a tus compañeras.’- Éramos pocos pero igual lo hacíamos. En la es-cuela te miraban mal, te decían que estabas loca, pero yo igual lo hacía”.

V

El propósito de este artículo fue mostrar brevemente un aspecto poco desarrollado sobre el tema de la educación durante la última dictadura: la existencia de acciones de solidaridad, oposición, re-sistencia (o una mixtura de todas ellas) en el ámbito escolar.

La recuperación de esas vivencias- y las subjetividades inheren-tes- permitió enriquecer y complejizar el análisis de la política edu-cativa dictatorial al incorporar aspectos de la cotidianeidad escolar.

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Sin embargo, aún resta mucho por explorar en el universo de las subjetividades.

La reflexión sobre la memoria colectiva, desde la perspectiva de la construcción y resignificación de subjetividades culturales y polí-ticas es un aspecto clave para que la sociedad, en su conjunto, lo-gre superar sucesos traumáticos que han marcado fuertemente el proceso de transición a la democracia en la Argentina.

Bibliografía

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Clarín, 9 de septiembre de 1977. La Opinión, 25 de marzo de 1976. Boletín Oficial del 26 de marzo de 1976. Decreto 2540/77. Directiva Nro 221/76(Reunión de información) Ley 355/00, Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Ai-

res. Ley 547/01, Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Ai-

res.

Notas:

1 Alfredo Orts Ramos. Enseñanzas: religiosa y laica. Barcelona: Villarroel, 1933, p. 147 2 Testimonio de Rubén Cucuzza citado en Pablo Pineau et al. El principio del fin. Políticas y memorias de la educación en la última dictadura militar (1976-1983). Buenos Aires: Coli-hue, 2006, p.56. 3 La tesis, dirigida por el Dr. Alejandro Schneider, se titula “Aportes para comprender la cotidianeidad escolar durante el ‘Proceso de Reorganización Nacional’ en Argentina. Histo-rias de vida de docentes primarios: análisis de experiencias y memorias”. 4 Sobre las características del rol docente hay intensos debates. Una síntesis sobre el deve-nir histórico de la función docente desde “educar al ciudadano” a considerarlo un trabaja-dor de la educación puede encontrarse en Juan Balduzzi y Silvia Vázquez. De Apóstoles a Trabajadores. Luchas por la unidad sindical docente.1957-1973, Buenos Aires: IIPMV, CTE-RA, 2000. 5 Entre los años 2003 y 2007 conversé con maestras y maestros sobre el tema y grabé en-trevistas con aquellos que estuvieron dispuestos a hacer públicos aspectos de su de vida. En la investigación trabajé con las historias de vida de Laura, Ricardo, Haydée, Clara, Héctor, Mariana, Graciela y María a quienes entrevisté en esos años. También incluí testimonios publicados en medios masivos de comunicación y entrevistas del archivo oral de la Unión de Trabajadores de la Educación, publicadas en el libro para homenajear los cincuenta años de la institución. El libro mencionado es: Ana Vazquéz Gamboa et al. Uemepé 50 años. Histo-ria del sindicalismo docente porteño. Tomo I 1957-1992. Buenos Aires: UTE, 2007. 6 La investigación se realizó a partir de la combinación de documentos emitidos por el Co-mando en Jefe del Ejército, el Ministerio de Cultura y Educación, el Poder Ejecutivo, las FFAA, organizaciones gremiales docentes junto con información obtenida en diarios y revis-tas de la época y datos obtenidos de las entrevistas. 7 Un trabajo por demás interesante sobre este problema es el presentado por Alessandro Portelli. “El uso de la entrevista en la historia oral” en Historia, Memoria y Pasado Recien-te, Anuario de la UNR, Nº20. Rosario: Homo Sapiens, 2003/2004, pp. 35 a 50. 8 Raymond Williams. Marxismo y Literatura. Barcelona: Península, 1980. 9 Estos son los aspectos prácticos que Antonio Gramsci había denominado contrahegemonía y hegemonía alternativa. Ver Raymond Williams. op.cit., p.134 10 Durante la “presidencia” de Rafael Videla fueron ministros Ricardo Pedro Bruera (marzo de 1976 a mayo de 1977), Juan José Catalán, (mayo de 1977 a agosto de 1978) y Juan Ra-fael Llerena Amadeo (agosto de 1978 a marzo de 1981). En el ínterin estuvo Albano Hardin-deguy como ministro interino. Durante la “presidencia” de Viola, el ministro fue Carlos

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Burundarena (marzo a diciembre de 1981) y con Bignone, el ministerio estuvo a cargo de Cayetano Antonio Licciardo (diciembre de 1981 a diciembre de 1983). 11 Este planteo es desarrollado en profundidad en Pablo Pineau et al. Op.cit. 12 En contraposición al imaginario social imperante desde los inicios del sistema que otorga-ba al docente la función de ser “apóstol de la civilización” resaltando los atributos vocacio-nales, apolíticos y “maternales” de la docencia. 13 Durante el PRN se profundizó una tendencia que había comenzado en el primer peronis-mo de aumentar la injerencia de las instituciones privadas en el otorgamiento de servicios educativos y títulos oficiales. Esta tendencia cobró nuevo vigor a partir de 1955 pero espe-cialmente a partir del Desarrollismo cuando los principios tecnocráticos junto con las “re-comendaciones” de organismos internacionales, al tiempo que otorgaban a la educación un lugar clave para el desarrollo, proponían un alejamiento del Estado Nacional como garante del acceso a la educación. 14 Esta hipótesis fue la que dio origen al desarrollo de una investigación cuyos resultados fueron publicados en el libro de Hernán Invernizzi y Judith Gociol. Un golpe a los libros. Represión a la cultura durante la última dictadura militar. Buenos Aires: Eudeba, 2002. En mi tesis compruebo la sistematización de ese plan en el ámbito educativo, que es uno de los aspectos que engloba el concepto de cultura. 15 Comisión Nacional contra la Desaparición Personas. Nunca Más. Buenos Aires, 1985, p.480. 16 Para el aniversario de los 30 años del golpe de estado, La CTERA preparó este listado tras años de recopilación de datos. Actualmente muchas entidades gremiales docentes continú-an aportando datos que incluyen el período de gobierno de María Estela Martínez de Perón. Esta información todavía está en proceso. Para consultar listados de docentes desapareci-dos y asesinados remitirse a la página web de la CTERA, www.ctera.org.ar. 17 El general Viola declaraba en mayo de 1976: “...esta magna empresa, que no sabe de partidos ni sectores, reconoce sólo como enemigos de la Patria a los corruptos, a los deshonestos y a los delincuentes subversivos, en cuanto con su accionar intentan destruir nuestro auténtico ser nacional. En la realización de esta gesta debemos volcar el esfuerzo en la educación de nuestros hijos y de la juventud toda, porque ella será la receptora de nuestro legado y la que tendrá en un futuro cercano la misión de proseguir por el camino que estamos transitando”. 18 Para un mayor desarrollo de esta tesis ver Daniel Feierstein. El genocidio como práctica social. Entre el nazismo y la experiencia argentina. Buenos Aires: FCE, 2007. 19 “Propósito y Objetivos Básicos para el Proceso de Reorganización Nacional”, La Opinión, 25 de marzo de 1976. 20 Incluso antes, durante el ministerio de Oscar Ivanissevich. 21 Fuerzas Armadas, Evolución de la....op.cit, p. 373. 22 Pablo Pineau et al. op.cit.. 23 Tomo la definición que hiciera Eduardo Luis Duhalde de Estado Terrorista. Según el autor, el Estado Terrorista es una forma de Estado de Excepción caracterizada por una doble faz de actuación de sus aparatos coercitivos: una pública y sometida a las leyes y otra clandes-tina, al margen de toda legalidad formal. Ver Eduardo Luis Duhalde. El Estado Terrorista Argentino. Quince años después, una mirada crítica. Buenos Aires: Eudeba, 1999, pp. 217-218. 24 Directiva Nro 221/76(Reunión de información) 25 La centralización político-ideológica de la infraestructura represiva para el ámbito cultu-ral estaba a cargo del Ministerio del Interior que, por razones de “eficiencia” delegaba tareas a otros organismos. El Ministerio de Cultura y Educación, si bien actuaba con cierta autonomía, generalmente debía coordinar acciones con el Ministerio del Interior. En 1976 se creó el área de Recursos Humanos en el Ministerio de Educación que era, en realidad, el espacio institucional dentro del cual funcionaba la delegación del servicio de inteligencia

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del Ejército encargada de hacer inteligencia en la red escolar. En el año 1979 se creó la Comisión Orientadora de Medios Educativos con la facultad de censurar libros. La Opera-ción Claridad estaba bajo la responsabilidad directa de Roberto Viola. 26 Entrevista a Haydée, docente, septiembre de 2004.Entrevistadora: Mariana Gudelevicius. 27 En algunas regiones del país se produjo la ocupación de cargos directivos, sin concurso, por personal cercano a las FF.AA., generalmente esposas de militares. También hubo cola-boración de civiles. 28 Entrevista a Susana Dieguez, archivo de UTE, 2007. Citada en Ana Vazquéz Gamboa et al. op.cit., p.228. 29 Testimonio de Francisco “Tito” Nenna publicado en Idem., p.238. 30 Entrevista a Carlos Prado, 2007, archivo UTE. Ver fragmento en Idem. p.240. 31 Entrevista a Ricardo, docente jubilado, realizada el 2 de abril de 2007. Entrevistadora: Mariana Gudelevicius. 32 Esta información la brindó una maestra que había trabajado en Lirolay, de manera espon-tánea y anónima, al finalizar la presentación de un avance de esta investigación en un Con-greso de Historia Oral en octubre de 2007. 33 Entrevista a Carlos Prado, 2007, archivo UTE. Ver fragmento en Ana Vazquéz Gamboa et al. op.cit., p.240. 34 Conversación con Mariana Pellegrino después del homenaje realizado a su madre desapa-recida, la maestra Maria del Carmen Di Blasi, en la escuela 7 del D.E. 17 en julio de 2006. (Capital Federal). La historia de su vida está narrada en un libro de su autoría Más allá de ellos pero no sin ellos. Buenos Aires: Ultimo Reino, 2007. 35 Muchos docentes señalaron la existencia de “listas negras” que manejaban los directivos y que algunos conocían su existencia por rumores o por el aviso de alguien que les mencio-naba que su nombre estaba en alguno de esos listados. 36 Boletín Oficial del 26 de marzo de 1976. 37 Entrevista a Laura, maestra, marzo de 2004. Entrevistadora: Mariana Gudelevicius 38 Testimonio de Delia Bisutti publicado en Ana Vazquéz Gamboa et al. op.cit., pp. 221 y 222. 39 Entrevista a María, marzo de 2007. Entrevistadora: Mariana Gudelevicius 40 Decreto 2540/77. El año anterior, el ministro Pedro Buera había asignado por decreto cinco puntos a los docentes interinos. 41 “Se cuestiona una medida de Catalán”, Clarín, 9 de septiembre de 1977. 42 El caso es el del Colegio San Miguel ubicado en las calles Beruti y Larrea de Capital Fede-ral. El recurso de amparo se elevó en septiembre de 1977. Un año antes, cuatro docentes-sacerdotes del colegio habían sido detenidos en el colegio pero luego fueron liberados. 43 Ley 355/00, Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 44 Ley 547/01, Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 45 Entrevista a Héctor Frutos, archivo UTE, 2007. Citado en Ana Vazquéz Gamboa et al. p.229. 46 Entrevista a Ricardo, abril de 2007 47 Testimonio de Pilar Iglesias publicado en Ana Vazquéz Gamboa et al. op.cit., p.229. 48 Idem. 49 En junio de 1981, se constituyó en Paraná la Comisión Directiva de la Asociación Gremial del Magisterio de Entre Ríos (AGMER), que comenzó una política de acercamiento a todos los grupos del interior de la provincia. En el Gran Buenos Aires también comenzó la reorga-nización, en Berazategui (1982) y en General Sarmiento (1983). Procesos similares se dieron en la UEPC, el SUTE de Mendoza, y la AMP de La Rioja. Paralelamente comenzó la reconstrucción de la CTERA. . 50 Entrevista a Adelina, docente, febrero de 2008. Entrevistadora: Mariana Gudelevicius.

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Historias y memorias sobre los clubes carnavalescos negros

de Pelotas (RS), Brasil∗ Beatriz Loner y Lorena Almeida Gill5

En este artículo pretendemos abordar aspectos de la historia de

los clubes carnavalescos negros en el siglo XX en Pelotas, ciudad del interior de Río Grande del Sur; urbe importante por haber sido polo de desarrollo industrial de aquella provincia. Para la escritura del trabajo, combinamos las técnicas de historia oral temática (Meihy, 1996) con la investigación hecha en periódicos y libros de actas de las asociaciones. Intentamos analizar, al mismo tiempo, los principales momentos distintivos de los clubes y la memoria de los sujetos que formaron parte de este proceso, tanto en las rela-ciones internas de la comunidad negra, como en sus percepciones de aspectos de la discriminación dentro de la sociedad.

Entre los años de 2003 y 2004, fueron entrevistadas las siguien-tes personas: Otília Silveira Oliveira, nacida en 1918; Sumai Silva Reis, en 1940; Jaci Moreira de Oliveira, en 1910; Enilda Dias Cha-gas, en 1927; Idalina Mesquita Cardoso, en 1932; Sirlei da Silva Amaro, en 1936; Giselda Maria Marques Lima, en 1947 y Flávio da Costa Farias, en 1931.

Para la escritura del artículo, por lo tanto, fueron utilizadas las declaraciones obtenidas por Beatriz Ana Loner con José Facundo Mira, en 1996 y con Mário Chagas, en el año de 2007. Cada una de estas personas concentró sus memorias sobre los clubes carnava-lescos, objeto de esta investigación, pero abordaron en sus comen-

5 Profesoras Doctoras del Núcleo de Documentación Histórica de la Universidad Federal de Pelotas (RS), Brasil.

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tarios otros aspectos, con relación principalmente a la historia de la ciudad.

Contexto histórico-social

Pelotas, como polo charqueador, concentró una gran población negra, con su apogeo alrededor de la década de 1860, iniciando después una disminución numérica de la población de descendien-tes de africanos, debido al tráfico interprovincial, que desplazó tra-bajadores esclavizados para las labranzas de café del centro del pa-ís. Asimismo, ha quedado un número considerable de miembros de la etnia negra en la ciudad, que era alrededor de 15% de la pobla-ción del municipio en 1940.

Desde los tiempos del Imperio brasileño, un sector de los traba-jadores negros, se congregó en entidades filantrópicas y mutualis-tas, musicales y religiosas. En el principio de la República (1889), las entidades negras de Pelotas se reciclaron, creando fuertes enti-dades recreativas y carnavalescas, además de clubes de fútbol. Sin embargo, las entidades mutualistas mantuvieron su actuación y fueron, en esta etapa de transición, los elementos más importantes para la congregación del grupo negro, dado que sus actividades no se limitaban a las de socorro mutuo. Por el contrario, también for-maron bibliotecas, dieron clases para los socios y sus familias, or-ganizaron charlas sobre asuntos de interés general, se unieron en fiestas, cubriendo de esta forma una variedad de funciones esen-ciales para un grupo tan desprotegido y carente de amparos insti-tucionales en aquel entonces. Las entidades más establecidas que poseían sedes, frecuentemente servían de abrigo, temporario o permanente, para otras varias entidades, como la Sociedade Bene-ficente Feliz Esperança, nacida probablemente en 1878, que fue la primera asociación negra de la ciudad. Esta sede, cuna de distintas entidades incluso de la clase obrera, estará presente en todos los momentos importantes de los inicios de la República, manteniendo clases nocturnas y biblioteca para los socios y sus hijos, a partir de la premisa de que solamente la educación podría contribuir con la transformación de la situación de exclusión social del negro.

La formación de estas redes asociativas también fue observada en Porto Alegre y en otras ciudades de la provincia de Río Grande del Sur, pero fue en la ciudad de Pelotas, que alcanzó su mayor de-sarrollo, incluyendo entidades recreativas, mutualistas, deportivas, de representación política e incluso periodísticas. Estas redes fue-

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ron necesarias para enfrentar la fuerte discriminación reinante en la ciudad, donde los negros tenían prohibido frecuentar distintos ambientes, entre ellos clubes, plazas y cafés o confiterías en las primeras décadas de la República. Uno de los entrevistados relató la dificultad que tuvo en estudiar en una escuela privada de Pelo-tas y como era maltratado en la calle, cuando pasaba con el uni-forme, porque algunas personas blancas sentadas en los cafés lle-gaban a lanzar pequeños restos de lo que consumían en sus pren-das1.

En el contexto organizativo, se destacó A Alvorada, periódico ne-gro y operario, mantenido por la comunidad de la región desde 1907, que se constituyó, dada su existencia hasta 1965, en el pe-riódico de la prensa negra de mayor duración de Brasil. Contaba con un grupo de periodistas y redactores que eran líderes de la co-munidad negra; muchos de ellos ocupaban puestos de dirigentes en las asociaciones operarias. El periódico también influyó en la formación de la Frente Negra Pelotense, institución fundada en 1933, inspirada en el Frente Negra Brasileira de São Paulo, que, además de denunciar la discriminación, asumió la lucha por la in-tegración de la “raza”2 en la sociedad brasileña y por su elevación a través del estudio.

Sin embargo, en un proceso que empezó en la década del ‘20 y se fortaleció en los años ‘30, se produjo la involución de esta red, con la extinción o transformación de las entidades iniciales y el surgimiento de nuevos clubes, marcados por el binomio carnaval-fútbol, reforzando el estereotipo sobre la etnia. En el periodo que va de los años ‘20 hasta el final de los años ‘50, cuando empezaron a surgir las escuelas de samba, los clubes carnavalescos eran la principal forma de asociación negra y concurrían a ellos por la pre-ferencia de los elementos del grupo. Los principales clubes que existieron en este período fueron el Fica Ai para ir Dizendo, el De-pois da Chuva, el Chove Não Molha, el Está tudo Certo y el Quem ri de nós tem paixão, que fueron los estudiados en nuestra investiga-ción.

El carnaval y los clubes negros

El Carnaval en Brasil sigue el modelo iniciado en Río de Janeiro, con pocos trazos distintivos regionales. El carnaval de la provincia gaucha, el que tiene lugar en las calles de Pelotas, era considerado, durante el siglo XX, como el mejor del interior, manteniendo un

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fuerte apego entre la población local. En el principio de la Repúbli-ca, el carnaval de la ciudad se concentraba en bailes de disfraces en salones o en casas, paseos burlescos, corzos con carrozas, ade-más del persistente “entrudo”3, que se intentaba reprimir. En las primeras décadas del siglo XX, aparecieron nuevos clubes de clase media o alta y se pasó al carnaval de la calle, con la participación de grupos (Barreto, 1998). Durante los años ‘20 y ’30, hubo mu-chos desfiles en la calle de los cordones y grupos existentes, entre ellos, los que reunían a los negros y formaban la propia alma del carnaval, puesto que eran la mayoría de los cordones4 a desfilar.

A diferencia de Río de Janeiro y San Pablo, donde el carnaval de la elite se desarrollaba en espacios completamente apartados del carnaval popular (Queiroz 1992; Von Simsom 1989), en la ciudad de Pelotas, todos los clubes se presentaban en los mismos locales, ocupando algunas calles centrales y el entorno de la actual Plaza Cel Pedro Osorio, justamente en el centro de la ciudad. Pero la ac-tuación era por separado, dado que los clubes de la clase media y alta desfilaban en un día y los cordones en otro. Aunque congrega-dos en locales idénticos, había una cierta segregación espacial, da-do que las clases de “colores” de la población solían ocupar locales distintos en los lados de la plaza, reservando un espacio para la elite y otro para el carnaval popular. Doña Sirlei5 revela que la con-centración de los jóvenes en la Plaza Coronel Pedro Osório era muy grande. “Desde el [club] Caixeral hacia la esquina del [banco] Itaú se quedaba la clase rica blanca [...] y la clase más pobre negra se quedaba en la esquina del Itaú hacia el Ayuntamiento.”

Desde el final del Imperio, existían clubes recreativos negros, como el club Carnavalesco Netos D’África (1884) y el Grêmio Re-creativo Operário que perduró después de la proclamación de la República. Desde este último momento, nuevas asociaciones apa-recieron, como la Sociedade Beneficente Satélites do Progresso en 1891, y el club carnavalesco Flores do Paraíso en 1898, además de la S.R. Quadros da Aliança en 1902, y, un poco más tarde, el Grêmio Recreativo 24 de Junho, que existió por lo menos hasta 1952. En los finales de la década del ‘10, empezó el proceso de desaparición de las entidades tradicionales más antiguas, como las nombradas anteriormente, el surgimiento de los bloques y cordo-nes carnavalescos, al tiempo que los clubes de fútbol negros se or-ganizaban y formaban una Federación, la Liga José do Patrocínio (1919).

El Depois da Chuva nació en 1917 y, en 1929, inauguró su pro-pia sede en la zona central de la ciudad, la cual está actualmente

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invadida por el ocupante urbano, habiendo desaparecido sus prin-cipales documentos. Esta cuestión aparece en la declaración men-cionada de Doña Sirlei, en la que revela que, en varios momentos, intentó reconstruir el club en el que pasó una parte de su niñez, sin encontrar apoyo oficial o lograr sensibilizar a la propia comuni-dad. Se sabe que el Depois da Chuva mantuvo actividades hasta la década de 1980. Fue inicialmente apodado el Club de los “cisque-ros”, dado que estaba cerca del depósito de basura del Ayunta-miento, donde los terrenos eran más baratos y, por lo tanto, con-centraba mayor cantidad de familias negras. El señor Flávio6 con-firma esta idea también señalada por otros entrevistados, con estas palabras: “El Depois da Chuva era discriminado, porque la mayor parte de los componentes era do fundo do cisco”. En esta misma región existieron, en la década de 1940 y 1950, agrupamientos carnavalescos que ganaron nombres de animales, tales como el “Girafa da Cerquinha”, el “Dromedário”, etc.

El Quem Ri de nós tem paixão, que data de 1921, sobrevivió has-ta los inicios de 1940. Fue un club muy popular, realzado por sus desfiles en la calle. Incluso, en la década de 1930, llegó a competir por el título de “cordón carnavalesco más simpático” (Folha do Po-vo, carnaval de 1938). Sin embargo, desapareció completamente de la memoria de las personas de la ciudad, dado que, de todos los informadores, solamente una persona declaró saber que un parien-te fue ex socio de ese club.

El Chove não Molha fue fundado el día 26 de febrero de 1919, en la sastrería de Otacílio Borges Pereira, de manera informal, inicial-mente sólo para jugar en aquel carnaval, pero como no hubo recep-tividad, ampliaron sus propuestas formando el Grupo Carnavalesco Chove não Molha, que aún se haya en funcionamiento con sede propia. En 1938, en el concurso realizado por el Periódico Folha do Povo, fue elegido como el cordón carnavalesco más simpático7.

En cuanto al Está tudo certo, recién apareció en 1931 y tuvo una importante participación hasta el inicio de la década siguiente en los carnavales de calle, siendo el principal club de jóvenes negros de la década de 1930. Vinculado al periódico A Alvorada y a su dueño, tenía su sede en la Calle General Osório, justo en el centro de la ciudad.

El Club Fica Aí para ir Dizendo surgió el 27 de enero de 1921, como cordón carnavalesco, siendo su primer punto de encuentro la propia Plaza Coronel Pedro Osorio en el centro de la ciudad. Las informaciones orales crean varias versiones sobre cómo fue funda-do; en una de ellas, se señala que sería un desprendimiento del

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Chove Não Molha, provocado por discordias iniciadas en un partido de fútbol entre los clubes América y Juvenil, que culminaron con la separación de parte de los socios, quienes fundaron el club Fica Aí 8 y uno de ellos se quedó en el local para avisar a los demás. Sin embargo, la mayoría de los testimonios utiliza su pintoresco nom-bre para referenciar su creación, pero sin relacionarlo con el club rival. El club está en actividad hasta el día de hoy en un sólido edi-ficio en área central de la ciudad. Según nos dice la tradición oral sobre el club, después de conseguir el terreno en donación, el pre-dio fue construido a través del trabajo de los socios, en los fines de semana, utilizando partes de hierro antiguo del ferrocarril en su estructura.

Hubo otras sociedades, una de ellas la S. R. Democráticos que apareció en 1934. De ella, los testimonios orales9 informan que se-ría de mulatos y que había una discriminación contra las personas de “color” más oscura (negros), situación que puede ser corrobora-da en las páginas del periódico A Alvorada, donde una crónica re-clama la “selección de colores interna” (5/5/1956). Otro club negro de esta década fue el Juvenil, del cual poco se sabe. En 1937, sur-gió el Bloque Carnavalesco Futurista, que buscó limitar sus activi-dades al carnaval de los salones, exigiendo mucho lujo en sus ves-timentas, pero teniendo un comportamiento muy abierto en rela-ción con los participantes de sus bailes. Como la invitación era comprada en la puerta del baile, se permitía la entrada a cualquier persona, situación que generaba problemas como borracheras, pe-leas, disturbios con la policía. Otras asociaciones más precavidas aceptaban solamente socios o invitados recomendados en sus fies-tas.

Vinculados a esos clubes o en las agremiaciones deportivas, surgieron varios grupos o bloques carnavalescos que funcionaban dentro de ellos, incorporando socios que se presentaban en fiestas, desfiles u otras actividades internas, como agremiaciones pro-pias10. Solían organizar fiestas, especialmente bailes para ayudar a los clubes en su fundación; las mujeres tuvieron una fuerte impor-tancia en estas actividades.

La evolución del carnaval en las calles de la ciudad de Pelotas llevó a que, al principio de los años ‘30, los cordones carnavalescos negros hubieran dominado la escena del carnaval. Había días mar-cados para sus desfiles y corzos, que eran aguardados con amplia expectativa por el público y descriptos siempre por muchos perió-dicos. La ciudad de Pelotas poseía el principal carnaval del interior de la provincia, como lo hemos mencionado, a eso se sumaba la

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afluencia de extranjeros; por ejemplo, alrededor de mil uruguayos concurrieron a observar los desfiles en 1939 (Folha do Povo, 22/12/1938).

Sin embargo, en el año de 1938, por la fuerza represiva del “Es-tado Nuevo”, la dictadura de Getúlio Vargas impuesta a la sociedad brasileña a partir de 1937, provocó una disminución de la partici-pación popular en estos eventos, dado que cualquier actividad, una simple reunión asociativa y recreativa, necesitaba del permiso poli-cial para ser llevada a cabo. Asimismo, en 1938 y 1939, algunos de los cordones salieron a la calle pero surgieron problemas por la fal-ta de inversiones y de apoyo por parte de las autoridades. En ese momento, de los cinco principales cordones que desfilaban por las calles de la ciudad, cuatro eran formados por carnavalescos ne-gros. Pero en 1939, ocurrió un incidente en el desfile del Chove não Molha, que sacó de las calles a los principales cordones negros en los años posteriores. En la concentración previa al desfile, algunas personas ajenas al mismo, asediaron a las mujeres del grupo, sien-do defendidas por sus compañeros de cordón. Este hecho provocó que, justo en el momento del desfile, las fuerzas militares de la ciu-dad (Brigada militar y el Ejército) interviniesen, golpeando tanto a los miembros del club como a los espectadores, provocando serias heridas en muchas mujeres y niños (Folha do Povo, 22/02/1939).

La indagación posterior fue ocultada; los periódicos que osaban meterse en el asunto fueron censurados y el episodio sirvió de mo-delo a futuro para la mayoría de los clubes negros, que dejaron de participar del carnaval de calle. En esa década y durante la si-guiente, los clubes se refugiaron en sus sedes y en ellas, siguieron promocionando bailes y otras actividades. Dos de los clubes - Está tudo Certo y Quem ri de nós tem paixão – desaparecieron en la dé-cada de 1940, en parte también debido a la II Guerra Mundial y a una mentalidad que no veía con buenos ojos estas explosiones de alegría en medio del esfuerzo bélico. Los tres clubes sobrevivientes, a partir de 1948, empezaron a planear la vuelta a las calles de ma-nera controlada. Aún así, su espacio ya estaba ocupado por otros grupos, que en su mayoría, utilizaban nombres de animales (Dro-medarios, Camellos, Jirafa...) y, en la década de 1950, por el sur-gimiento de las escuelas de samba. En otro tipo de asociación se han hecho presentes muchos socios de estos cordones, pero en un contexto diferente. A fines de los años ‘40 y principios de la década siguiente, se intentó, de nuevo, reeditar su presencia en las calles, inicialmente con mucha aprehensión; solamente hombres desfila-ban muy precavidos. Pero la expansión del modelo de escuelas de

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samba terminó por prevalecer; no obstante, algunas de ellas em-prendieron sus pasos dentro de aquellos clubes y en poco tiempo terminaron por establecerse como entidades separadas.

El Fica Ai y sus padrones asociativos

Al estudiar estos clubes negros se muestra una realidad comple-ja. El simple hecho de ser una etnia discriminada y compuesta de trabajadores manuales no era suficiente para provocar sentimien-tos de identificación entre sus miembros y de solidaridad interna. Por lo contrario, lo que se observa es el despuntar de algunos tipos de comportamientos esencialmente discriminatorios entre los pro-pios clubes, de los cuales el Fica Ai es un ejemplo máximo para la ciudad de Pelotas y, quizás también, para toda la Provincia. Se des-taca porque es el club negro más exigente en sus estatutos y que cuenta con una rigurosa vigilancia por parte del directorio sobre la moral y el comportamiento de sus miembros, especialmente sobre el sexo femenino, manteniendo una fuerte y feroz discriminación contra aquellos que no aceptaban sus imposiciones morales.

En este sentido, su influencia trascendía el estricto espacio de su sede, inmiscuyéndose en la vida privada de sus socios, dictando reglas y comportamientos en los que eran controlados en todas las circunstancias de la vida, incluso en términos de amistades y per-sonas que deberían ser evitadas. Actuando de esa manera y man-teniendo una severa vigilancia sobre las mujeres socias, el club buscaba disciplinar sus mentes y sus cuerpos, influyendo directa-mente en su comportamiento e imponiendo un padrón también en la formación de las familias negras y su adecuación a las reglas y normas vigentes en la sociedad blanca.

Proclive al establecimiento de una política de normas de conduc-tas admitidas por los socios, el club esperaba también ser la única asociación para ser frecuentada por las familias ahijadas, aunque manteniendo relaciones supuestamente cordiales con las otras asociaciones negras. La fidelidad esperada expresaba respeto para evitar la competencia asociativa con las demás, pero recaía en una visión de que ellos serían la única asociación que seguía una con-ducta adecuada y, así, los socios que frecuentasen otros clubes es-tarían corriendo riesgos y ensuciando su buen nombre. De esta manera, la exigencia de exclusividad funcionaría como una especie de sacrificio para confirmar las buenas intensiones en mantener un prototipo para las demás familias asociadas. Por familia, se enten-

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día a las mujeres, pues en el conjunto de la sociedad brasileña de esta época, estaba en acción una doble moralidad, que permitía a los hombres muchas cosas que les eran negadas a las mujeres. En sus libros de actas, se suceden ejemplos de exigencias más riguro-sas a las chicas, que podrían ser castigadas por frecuentar otras asociaciones, tales como el liberal Futurista o hasta mismo el Chove não Molha. Por ejemplo, en 1942 algunas jóvenes son denunciadas por los miembros del directorio del club Fica Ai, por haber frecuen-tado un baile del Chove, con la salvedad de que los directores esta-ban presentes en la misma fiesta, pero no recibieron ninguna cen-sura, mientras las chicas fueron suspendidas por 90 días. Lo que torna el hecho más interesante es que, en esta década, solamente el Chove es considerado entidad “hermana”, mientras el Depois da Chuva, casi nunca es nombrado. También se intenta regular la participación de las mujeres en festivales o actividades corales, siempre en el sentido de que las socias restringieran su actuación solamente a fiestas y conmemoraciones del Fica Ai.

El moralismo con relación a la conducta femenina continuaba en la vigilancia sobre sus actos dentro del club, sus compañías y sus novios. Aunque no de manera explícita, ésta era parte de una política de formación para las jóvenes mujeres que deberían ser disciplinadas dentro de los “padrones adecuados” que el club que-ría imponer, dado que después tendrían un papel fundamental al inculcar estos valores a sus hijos. Nada nuevo, si recordamos que es el mismo papel que a ellas les fue reservado por la Iglesia Católi-ca, otra fuente de inspiración de este grupo eminentemente católi-co, aunque algunos también practicasen el espiritismo.

La vigilancia sobre la conducta de las mujeres y de los jóvenes también era efectuada por otros órganos, como el periódico A Alvo-rada, que poseía editoriales dedicadas a vigilar y denunciar lo que consideraban “una mala conducta de los jóvenes”. El principal edi-torial era hecho por el dueño del periódico, el señor Penny, también miembro del Fica Aí, quien se escondía con el seudónimo de “Dr. Pescadinha”. El impacto de sus críticas puede ser evaluado por las declaraciones de sus “víctimas” de la época, como Dona Idalina11, quien afirma, cuando fue entrevistada, que cualquier desliz que se cometía el “Pesquei” lo publicaba.

Entre las exigencias para la participación en el Fica Ai por las familias, se mencionaba la no aceptación de uniones consensúales y la condena de la separación matrimonial que impedía a la mujer frecuentar el club, así como a sus hijas. Por otra parte, había una serie de reglas de conductas internas, tales como el uso de vestidos

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largos y traje completo para bailes que, además de otros factores, hacía inviable la participación de muchas familias, debido a sus altos costos financieros.

Esa posición rigurosa en términos morales, juntamente con la búsqueda de una diferenciación interna de la etnia, corresponde a un tipo de práctica común a otros clubes negros de diversos locales del país, que optaron por la integración sin cuestionamientos en la sociedad blanca, buscando diferenciarse de la población negra, por la adopción de una conducta elitista, influenciada conscientemente o no, por la ideología del blanqueamiento12. Esta ideología es co-múnmente entendida como el intento de liquidación de la etnia ne-gra en la composición racial brasileña, a través del blanqueamiento por mezcla con el europeo y su anulación cultural. Sin embargo, también puede ser vista como una estrategia de incorporación en la sociedad blanca a través de la disolución y el olvido de sus raíces étnicas, por parte de grupos negros mejor ubicados socialmente.

En cuanto a los demás clubes, se sabe que algunos de ellos te-nían distintas posturas, permitían la entrada de no-socios por invi-tación y eran más flexibles en relación con la conducta exigida a sus socias, aunque, en ciertos momentos, las chicas fueron expul-sadas o impedidas de participar de fiestas debido a “cuestiones de honra” o conducta inadecuada. Un punto común para la mayoría de estos clubes era la restricción a la participación del hombre blanco, lo que se justifica por dos cuestiones básicas y relaciona-das con la comunidad negra: la reserva de mercado para los jóve-nes negros en edad de casarse y el miedo del disfrute de chicas ne-gras por los hombres blancos.

Según el relato de Doña Sirlei, socia del Depois da Chuva y del Chove não Molha13

“Los frecuentadores del Fica Aí eran aquellas personas que tení-an más poder económico, nosotros ni íbamos. Yo no me acuerdo de cómo era la discriminación, la selección, porque las personas tenían que asociarse, entonces conforme la profesión y las con-diciones, no eran aceptados, entonces aquella persona que ya sabía que no tenía condiciones, no iba.” En verdad, aunque en el imaginario de la ciudad pesan muchas

explicaciones sobre quienes serían los socios del Fica Ai (que pa-saban por la selección económica y de “color” de la piel básicamen-te), ninguna de ellas se confirmó en la investigación con documen-tos escritos. El club no aceptaba gente blanca14, en las fotos de los

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socios resaltan una gradación variada de colores, de los más claros a los más oscuros. El criterio financiero era importante, como una manera de atender a las exigencias de vestidos caros y de frac masculino, pero era el único. La manutención del padrón de mora-lidad adecuada también era muy importante en cuanto a las pose-siones materiales. Esto no significa que los demás clubes no man-tuviesen un padrón moral, pero esta intención, en este club, alcan-zó un ápice nunca visto en ninguno de los otros, intentando im-plantar patrones de conducta para sus socios y, por extensión, pa-ra la comunidad negra. (Loner, Gill, 2005).

Por último, es importante señalar que, excepto el Fica Aí, que no se refiere a sus concurrentes más directos de la ciudad de Pelotas, los clubes mantenían buenas relaciones con sus “hermanos” de otras ciudades, especialmente de Porto Alegre, Río Grande y Bagé, participando o promocionando fiestas junto a la comunidad negra y también recibiendo visitas de ellas. Con el tiempo se desarrollaron torneos especiales de pingue-pongue, que motivaban la ida o vuelta de caravanas de competidores juveniles.

Su programación era muy parecida a la de las festividades en otras fechas de conmemoración, como aniversario de la institución, día de las madres, día de los padres, además de quermeses, fiestas beneméritas y bailes de carnaval. Había varios festivales al año, normalmente para la coronación de la reina del club y la reina del carnaval. Estas festividades eran capaces de durar más de un día. En aquellos momentos, los cordones hacían desfiles por las calles, buscando en la casa a las homenajeadas y llevándolas hacia el tea-tro en que se desarrollaba el espectáculo con mucha pompa.

Además de la socialización e incorporación de la comunidad, los clubes cumplían otras funciones, como la calificación profesional para sus socios con la oferta de varios cursos, como el de modista o de técnicos. El Fica Aí contó con un equipo de fútbol, salón de gim-nasia y grupos de danzas y, durante algún tiempo, amparó a la Es-cuela Estadual Francisco Simões, en convenio con el gobierno del Estado, que permitió contar con un subsidio para su mantenimien-to, además de dar énfasis al aspecto cultural del club.

Aún una última función de estas entidades se mostró muy im-portante en la formación de la identidad étnica: la institución de concursos internos sobre “la más bella negra”, “Miss mulata” y otras denominaciones parecidas. Estos concursos, que se disemi-naron por todas las ciudades y clubes del país, empezaron paulati-namente a reforzar la auto-imagen del grupo negro, vista muchas veces de forma negativa en la sociedad. Lo que se intentaba probar

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era que la “raza” negra también podría ser bella y que los criterios de belleza, fundados apenas en el modelo estético blanco, no eran los únicos a ser seguidos. Esa fue una innovación fundamental y que ha repercutido en la conducta posterior y en la estrategia de auto-afirmación étnica de los negros.

Consideraciones finales

La investigación sobre los clubes negros fue desarrollada, con-forme a lo ya mencionado, a través de la pesquisa documental en periódicos y libros de actas y de la historia oral temática.

Estas fuentes proporcionaron la posibilidad de contar con una visión bastante amplia sobre el desarrollo de estas entidades, desde su fundación hasta, en algunos casos, el final de sus actividades.

Sin embargo, con relación a las declaraciones, una cuestión que surgió de manera latente fue el papel de las mujeres en lo cotidiano de estas organizaciones. Aunque la lectura de las actas revele una cierta limitación a su accionar, sus discursos evidencian otro papel que se constituye en las rendijas del poder.

Sus memorias apuntan en el sentido de que eran ellas quienes articulaban las fiestas, cosían los disfraces, dirigían los camisones de invitaciones, de decoración y de trabajo, además de organizar los bloques y auxiliarlos en sus desfiles.

Para ellas, además de poder pensar en estas actividades como funciones complementarias a las ejercidas por el directorio (consti-tuido esencialmente por hombres), sus percepciones apuntaban en el sentido de que sus actos eran los que realmente importaban. Era, a través de ellos que, no solamente consolidaban la importan-cia del grupo, sino que también fortalecían las familias negras.

La historia oral, en este caso, expresa su fuerza, al permitir vi-sualizar esa dualidad de percepciones que ciertamente no sería po-sible apenas con el análisis de fuentes escritas.

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Entrevistas utilizadas

- Sirlei da Silva Amaro, en el día 22 de agosto de 2003, en su re-sidencia. Acervo del NDH/UFPel.

- Flávio Alves da Costa Farias, en el día 16 de junio de 2004, en su residencia. Acervo del NDH/UFPel.

- Jaci Oliveira, Enilda Chagas y Idalina Cardoso, en el día 23 de noviembre de 2004, en la residencia de la primera. Acervo del NDH/UFPel.

- Giselda Maria Marques Lima, en el día 13 de abril de 2004, en su residencia. Acervo del NDH/UFPel.

- Mário Chagas, en el día 31 de agosto de 2007, en el Club Fica Aí.

- José Facundo Mira, en el día 10 de julio de 1996, en la resi-dencia de Beatriz Loner. Acervo del NDH/UFPel.

Otras fuentes

- Libro de Actas de Directorio y de Asamblea del Club Fica Aí, referentes a los años de 1938-1943, 1946 - 1947 y 1947 - 1956. Archivo del Club.

- Libros de actas del Club Chove Não Molha. 1930-1931 y 1936-1941. Acervo del Club.

- Periódico Folha do Povo, Pelotas, Biblioteca Pública Pelotense. - Periódico A Alvorada, Pelotas, Biblioteca Pública Pelotense. Referencias bibliográficas Andrews, George. Negros e brancos em São Paulo (1888-1998)

Bauru: EDUSC,1998. Barreto, Álvaro. O apogeu do carnaval veneziano em Pelotas

(1906-1921). Cadernos do ISP, Pelotas, n.8, 1998. p. 5-32, ……………. Dias de Folia. Pelotas: EDUCAT, 2003. Domingues, Petrônio. Uma história não contada. Negro, racismo

e branqueamento em São Paulo no pós abolição. São Paulo: Senac, 2004.

Guimarães, Antonio. Classes, raça e democracia. São Paulo: Ed.34, 2002.

Hofbauer, Andréas. Uma história de branqueamento ou o negro em questão. São Paulo: Ed.UNESP, 2006.

Loner, Beatriz. Negros: organização e luta em Pelotas. História em Revista, v. 5, dezembro 1999b, p.7-27.

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………………….Construção de classe: operários de Pelotas e Rio Grande (1888-1930). Pelotas: EdUFPEL, 2001.

…………………y GILL, L. Classe, etnia e moralidade: estudo de clubes negros. En: www.anpuh.uepg.br/xxiii-simposio/anais/anais.htm. XXIII Simpósio Nacional de História – Londrina, 2005.

Meihy, José. Manual de História Oral. São Paulo: Ediciones Lo-yola, 1996.

Queiroz, Ma. Isaura. Carnaval brasileiro: o vivido e o mito. São Paulo: Brasiliense, 1992.

Von Simson, Olga. Brancos e negros no carnaval popular paulis-tano (1914-1989). Tesis de doctorado FFLCG-USP, 1989.

Notas:

∗ El artículo es resultado de una investigación financiada por el CNPq y que contó con la colaboración de las becarias y voluntarias Débora Clasen de Paula, Marcele dos Santos, Viviani Tavares y Fernanda da Silva. 1 Entrevista realizada con Flávio Alves da Costa Farias, en el día 16 de junio de 2004. Acervo del NDH/UFPel. 2 Hace un tiempo se abandonó el estudio de las razas humanas en el sentido biológico, lo que no ocurre en términos antropológicos o sociales. Debido a las complejas mediaciones de la construcción de las identidades culturales, todavía se discute la validez del término raza, especialmente en relación con los negros. En este artículo no pretendemos discutir esta cuestión, remitimos a los lectores interesados ver Hofbauer (2006), quien rastrea la cuestión, o, para la comprensión de la existencia de una raza social a Guimarães (2002). 3 El “entrudo” venía desde el periodo Imperial y consistía en juegos pesados como tirar alimentos y otros líquidos sobre los transeúntes. 4 Según Barreto (2003) “las presentaciones de los cordones guardan algunas diferencias radicales en relación con los prestidos de las grandes sociedades, para empezar por la au-sencia de coches alegóricos, críticas y alegorías”. 5 Declaración de Sirlei da Silva Amaro, obtenida el día 22 de agosto de 2003. Acervo del NDH/UFPel. 6 Conforme la entrevista ya citada con el señor Flávio da Costa Farias. 7 Llama la atención en este concurso que, de los seis cordones más votados, los primeros cinco eran de negros. 8 Información oral del señor Mario Chagas, actual presidente del Chove não Molha, el 31/08/2007. 9 Entrevista de José Facundo Mira del 10 de julio de 1996, en la ciudad de Pelotas, a Beatriz Ana Loner. Además de este, otros cincos entrevistados recordaran también saber sobre un club que promovía la discriminación con base en el color. 10 El Bloco das Sevillanas pertenecía al Club Chove, antes de su autonomía y el Bloco dos Futuristas solamente existió dentro de este Club. 11 Entrevista a doña Idalina Cardoso, realizada el día 23 de noviembre de 2004 en su resi-dencia. 12 Para mayores informaciones, ver Hofbauer (2006).

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13 Entrevista ya mencionada a Doña Sirlei. 14 Su primer presidente fue un blanco, pero casado con una mujer negra, situación que, según Giselda Maria Marques Lima, le permitía participar de la comunidad negra.

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Reseña de:

Remembering Slavery: African Americans Talk About their Personal

Experience of Slavery and Emancipation.

Robin Kelley. New York, The New Press, 1998.

Esta colección de testimonios orales de ex esclavos grabados du-

rante la presidencia de F. D. Roosevelt es una descripción impre-sionante de la esclavitud desde el punto de vista de negros que la vivieron como esclavos en la infancia o la adolescencia. Lo que está en juego aquí --el prólogo de Robin Kelley es muy claro al respecto-- es una pregunta básica para cualquier tipo de relato: ¿quién es el dueño de la historia?

Durante más de un siglo, los principales narradores de la escla-vitud fueron blancos o, en todo caso, negros que escribieron “slave narratives” en un nivel de lengua alto, diseñado para complacer a la prensa abolicionista que los publicaba. Luego la literatura escri-ta por negros se atrevió a tocar el tema --por ejemplo en Beloved de Toni Morrison-- pero estos testimonios permiten acceder a él desde un punto de vista no sólo negro y esclavo sino también oral. De ese modo, la colección privilegia la experiencia directa de la esclavitud y no el acceso a la escritura, y la única forma de lenguaje a la que podían acceder legalmente los esclavos: el inglés oral (tenían prohi-bidos la escritura y los idiomas africanos).

Las narraciones orales de estos hombres y mujeres, todos ex es-clavos, dicen mucho no sólo sobre los actos de los amos sino tam-bién sobre las estrategias, lingüísticas, corporales y políticas que

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adoptaban los esclavos para sobrevivir al régimen y conservar, aunque fuera en un sitio escondido y secreto, su propia humani-dad, sus propios cuerpos y, por un tiempo, sus comunidades pro-visorias, siempre al borde de la desaparición.

En las entrevistas, hay instancias constantes en las que las res-puestas de los negros desafían las ideas previas de los entrevista-dores (blancos) y construyen una imagen independiente del tema, en la que, entre otros puntos: 1- se hace hincapié en el costado económico de la esclavitud (en estos relatos, la esclavitud es clara-mente una forma de explotación), 2- se pone a los esclavos en un lugar de resistencia activa, muy diferente del de “víctimas pasivas”, que les daba la historia abolicionista. Por ejemplo, se describen momentos en que, a través de la inteligencia, la máscara y el cono-cimiento profundo de la situación, los esclavos consiguen pequeños triunfos sobre los amos, como pasa en los cuentos folclóricos afri-canos estudiados en The Signifying Monkey de Henry Louis Gates, en los que el mono vence al león, 3- se describe la libertad como un momento de infinita trascendencia, que nada tiene que ver con la versión de los esclavistas, según la cual los negros no eran capaces de ser libres, 4- se despliegan razonamientos claros, sorprenden-temente realistas sobre el futuro de los negros después de la aboli-ción.

La colección presenta también las cintas sobre las cuales se hicieron las transcripciones. Allí puede estudiarse muy claramente la importancia del idioma “vernacular” y la manera en que las es-trategias de resistencia y supervivencia se apoyaban en ella para constituirse en burlas sutiles al amo. Estas estrategias que H. L. Gates llama “Signifyin’” están ahí constantemente, a pesar de que los entrevistadores blancos originales intentaron, en muchos casos, borrar las características de esta lengua en sus transcripciones.

Aquí, como bien dice Kelley, se muestra la violencia de la escla-vitud no como una serie de ataques sádicos y sanguinarios sino como un sistema de coerción salvaje, extrema y rutinaria, que no era lateral o secundaria en la Institución sino absolutamente nece-saria para poder transformar a seres humanos en cosas o posesio-nes.

Los testimonios tienen distintas formas de acercarse a esa reali-dad: 1- con un relato cuidadoso, terrible, a veces amargamente cómico, a veces muy serio, del maltrato en sí; 2- con una descrip-ción constante de los “sentimientos” frente al abuso (ése, hay que decirlo, es un discurso de resistencia porque los esclavistas soste-nían que los esclavos no sentían de la misma forma que un blan-

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co); 3 –con un constante “Signifyin’”, una burla irónica, clara pero no directa, de la crueldad de los amos, de su ceguera y sus miedos; 4- con un relato de los actos de triunfo de la resistencia, sean estos huidas organizadas hacia la libertad o estrategias para quedar temporariamente fuera del alcance de la violencia o del agotamien-to del trabajo.

La fantástica capacidad del “vernacular” para expresar todo es-to, duplicando los sentidos de cada palabra, como requiere el ejer-cicio del “Signifyin’”, es esencial en estos relatos y lo es justamente por su calidad de orales. Las cintas y las transcripciones fieles a ese “vernacular” preservan este lenguaje indispensable para enten-der la historia y hacen de esta colección un tesoro inestimable.

Márgara Averbach6

6 Doctora en Letras. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires.

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Reseña de:

Formación, Saberes y Representaciones: historia

de vida de Helena Ferreira Teixeira. Roberto Bancher. Santa María, UFSM, 2007.

Vaintor Brancher es un investigador del Programa de Postgrado

en Educación de la Universidad Federal de Santa María. Santa Ma-ría es una ciudad en el corazón del Estado de Río Grande do Sul en Brasil. En la década del 40, la protagonista de la historia, Helena Ferrari Teixeira, vive intensamente los problemas y los desafíos de una mujer que fue elegida como representante parlamentaria por el Partido de los Trabajadores brasileño y quien se dedicó durante dos décadas a la causa de los trabajadores, pero no por esto descuidó su profesión de docente a la que se dedicó, también, con devoción. Su historia de vida es elegida por el autor, porque es la primera mujer que es elegida como concejal por el Partido de los Trabajado-res brasilero, en todo Brasil. La elección de la historia de vida de Helena Ferrari Teixiera se debe a que fue una mujer que logró rom-per con el imaginario colectivo de dominación de la mujer que im-peraba en la década del 40.

Este trabajo se encuentra enmarcado dentro de las concepcio-nes de la Historia Oral utilizando la metodología de la Historia de Vida. Así, el autor de este libro, Vaintor Roberto Brancher, se pro-pone mostrar como era la sociedad brasileña de los años 40 a tra-vés de la historia de vida de Helena Ferrari Teixiera y de las subje-tividades que encierra la misma. Del mismo modo introduce distin-tas problemáticas metodológicas que suceden cuando se realiza este tipo de investigación. Luego, describe los distintos aspectos metodológicos que utiliza para conformar el relato de la historia de vida y así, en el siguiente capítulo, preguntarse e indagar cómo se puede construir el relato de ancianos que, en este caso en particu-lar, sufren del mal de Alzeheimer. Dedica la última parte del libro a entrecruzar la vida de militancia de la protagonista con su profe-

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sión de docente para desembarcar, finalmente, en el relato de sus alumnas acerca de cómo era la institución donde ella dictaba sus clases.

Sin duda, Brancher realiza una interesante interacción entre la historia de vida de Helena Teixeria y los aspectos metodológicos y analíticos que surgen en el transcurso del análisis. Esta recons-trucción se logra a partir de dos entrevistas que le hicieron a Texei-ra, quien muere en la mitad de la investigación; y de otras realiza-das a sus familiares y a cinco alumnas que eligieron seguir los pa-sos de su mentora y ser profesoras.

El texto mantiene la riqueza del entrecruzamiento de la cons-trucción y representación de una historia de vida con los aspectos y obstáculos metodológicos con los cuales se debe lidiar para con-formar un boceto que narre los procesos históricos desde la vida de una mujer dedicada tanto a la causa de los trabajadores como a la docencia. Y, a través de su lectura queda en claro que las historias de vida son construcciones y reconstrucciones, y que siempre en una relectura se encuentran nuevos significados.

Además, un aporte interesante de este libro es cómo se recons-truyó la historia de vida, a quiénes se indagó, cómo y cuáles fueron los soportes materiales a los que se recurrió: fotos, escritos, cartas, panfletos, es decir, a todo aquel material que "le hablaba" al autor del libro y que le permitió conformar la historia de una persona.

Si a partir de la multiplicidad de métodos y metodologías, el au-tor describe a un personaje en particular que relata desde sus ac-ciones la historia del Brasil en la década del 40, la pregunta que surge es si reconstruir y discutir una historia de vida de una mujer que logra romper con el imaginario social femenino puede construir una imagen de la mujer brasileña en la sociedad de su época. El autor piensa que sí porque es la historia de la lucha personal y profesional de una mujer que busca la autosuperación.

En definitiva, el libro es un aporte más a los nuevos estudios que surgen a través de la Historia Oral y como trabajar la historia de vida de aquellos personajes que contribuyen al telar inacabable de la Historia.

María Belén Menéndez7

7 Profesora en Historia. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires.

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Normas de publicación Historia, Voces y Memoria es el Boletín semestral del Programa

de Historia Oral, Sección Etnohistoria, Instituto de Ciencias Antro-pológicas, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Bue-nos Aires. Publica artículos de investigación, reseñas bibliográficas, comunicaciones y ensayos de discusión científica vinculados con temas de memoria e historia oral. Se aceptan trabajos en lengua española, portuguesa e inglesa.

Los trabajos para publicación deben ser enviados por correos: Dr. Pablo A. Pozzi Director Programa de Historia Oral Biblioteca Facultad de Filosofia y Letras Universidad de Buenos Aires Puán 480 Buenos Aires, Argentina Con una copia enviada por archivo attacheado a Programa

Historia Oral: [email protected]

Normas de publicación

1) Los manuscritos que se sometan a evaluación para ser publi-cados deberán ser preferentemente inéditos. También pueden acep-tarse originales o traducciones de artículos aparecidos en publica-ciones de poca difusión en el Cono Sur de América Latina, que el Comité Editorial considere importantes y relevantes en el campo de la historia oral. Todo artículo o comunicación recibida será evalua-do por el Comité Editorial que podrá referirlo a evaluación externa.

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Las evaluaciones externas serán realizadas por dos personas idó-neas que serán seleccionadas por el Comité Editorial. Esta publica-ción depende de la Subsecretaría de Publicaciones y del Consejo Editor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires cuyo dictamen y opinión son determinantes y finales en cualquier evaluación.

2) Cada trabajo debe presentarse con una copia en CD o disket-

te en programa Word, RTF o ASCII y dos copias impresas en papel carta, mecanografiado en una carilla a doble espacio y en hojas numeradas. Si hubiera cuadros, gráficos o mapas, éstos se inclui-rán en hojas separadas del texto. Las notas de los artículos deben presentarse al final. No se reciben manuscritos de más de 60.000 caracteres con espacios y notas incluidas.

3) El trabajo debe acompañarse con un abstract o sumario en

español (y preferentemente en inglés) de no más de diez (10) ren-glones.

4) Las notas deben enumerarse correlativamente al final del tra-

bajo. Las referencias bibliográficas deberán contener los datos co-rrespondientes en el siguiente orden:

Si son libros: Nombre y apellido del autor. Título en itálica o bastardilla.

Lugar, casa editora y fecha de edición; volumen, tomo, etc.; núme-ro(s) de página(s) [pág.] (en caso que corresponda).

Ellen Meiksins Wood. The retreat from class. A new ‘true’

socialism. Londres: Verso Books, 1986, pág.97. Si son artículos de revistas: Nombre y apellido del autor. Título del artículo entre comi-

llas. Título de la revista en itálica o bastardilla; volumen, número, año. Lugar, fecha de edición; número(s) de página(s) (en caso que corresponda).

Daniel James. "The Peronist Left, 1955-1975". Journal of Latin

American Studies, Vol. 8, Nº 2. Londres, noviembre 1976.

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Si son artículos de libros: Nombre y apellido del autor. Título del artículo entre comi-

llas; en nombre y apellido del compilador/editor/coordinador. Títu-lo del libro en itálica o bastardilla. Lugar, casa editora y fecha de edición; volumen, tomo, etc.; número(s) de página(s) [pág.] (en caso que corresponda).

Stuart Hall. "Notas sobre la deconstrucción de 'lo popular'"; en

Raphael Samuel (ed.). Historia Popular y Teoría Socialista. Barcelona: Crítica, 1984.

Si son entrevistas: Si la transcripción fue realizada por el mismo entrevistador: Entrevistado. Fecha y lugar de la entrevista. Entrevistador. Julián Ostrovsky. Entrevista realizada el 11 de diciembre de

1996 en la Ciudad de Buenos Aires. Entrevistador: Adriana Korn-blihtt.

Cuando hay más de un entrevistado: Antonio Espósito y Raúl Gómez. Entrevista realizada el... c) Si la transcripción no fue realizada por el entrevistador: Entrevistado. Fecha y lugar de la entrevista. Entrevistador.

Transcriptor. Oscar Pijuán. Entrevista realizada el 24 de septiembre de 1996

en Lanús (Provincia de Buenos Aires). Entrevistador: Laura Gonzá-lez. Transcriptor: Jorge Martínez.

d) Si la entrevista forma parte del acervo de un Ar-

chivo Oral: Entrevistado. Fecha y lugar de la entrevista. Entrevistador.

(Transcriptor, si no fuera el entrevistador). Nombre del Archivo. Re-ferencia de la entrevista.

Alberto Lais. Entrevista realizada el 11 de diciembre de 1996 en

Villa Maipú (Provincia de Buenos Aires). Entrevistador: Daniel Plo-

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tinsky. Archivo Oral del Archivo Histórico del Cooperativismo de Crédito. Entrevista Nº 30.

En todos los casos, puede agregarse algún dato del entrevistado

que ayude a contextualizar su testimonio: Danilo Gobbi. Dirigente de Caja de Crédito Bahiense Cooperati-

va de Crédito Ltda. (Bahía Blanca, Provincia de Buenos Aires). En-trevista realizada el 15 de diciembre de...

e) En caso que el entrevistado no autorice a publicar su

nombre, se lo registrará con sus iniciales o alguna otra referencia que lo identifique en el contexto del trabajo en cuestión.

J.C. Entrevista realizada el 15 de.... o Entrevistado 1. Entrevista realizada el.... o Docente, 57 años. Entrevista... 5) En general no se acepta bibliografía en artículos. En caso ex-

cepcional y de ser necesario, la bibliografía irá al final del artículo y se hará en orden alfabético siguiendo las normas establecidas an-teriormente.

6) Toda palabra extranjera utilizada en el texto debe ir en itálica

o bastardilla. 7) Todo trabajo deberá contener, en hoja aparte, los datos per-

sonales del o de la autor(a), incluyendo teléfono, dirección de co-rreos, y dirección de correo electrónico. Asimismo, deberá traer un breve resumen del currículum del autor de no más de media pági-na (15 renglones).

8) Serán rechazados sin recurrir a evaluación todo trabajo pre-

sentado que no se someta a las normas de publicación.

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Índice

Historias orales y literatura escrita en la vida de los indios

estadounidenses contemporáneos Márgara Averbach …………………………………………….…………7 Reflexiones en torno a la jerarquización social de los

trabajadores en Tartagal y Mosconi: su papel en la constitución de las organizaciones de desocupados

José Benclowicz …………………………………………..……………27 Partido Socialista: entre la represión y las divisiones internas Liliana Federico ………………………………………… ……..………43 Argentina, 1976-1983: historias de solidaridad, oposición

y resistencia a la dictadura en el ámbito escolar Mariana Gudelevicius …………………………………………………69 Historias y memorias sobre los clubes carnavalescos negros

de Pelotas (RS), Brasil Beatriz Loner y Lorena Almeida Gill ………………………….……93 Reseñas Robin Kelley. Remembering Slavery: African Americans Talk

About their Personal Experience of Slavery and Emancipation. New York, The New Press, 1998. Por Márgara Averbach ………109

Roberto Bancher. Formación, Saberes y Representaciones:

historia de vida de Helena Ferreira Teixeira. Santa María, UFSM, 2007. Por María Belén Menéndez .....……………………113

Normas de publicación ………………..………………………….115

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