HISTORIA DE UNA EXCAVACION / History of a Dig. Louis M. Stumer (1955)

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¿Cómo decide dónde excavar un arqueólogo y cómo continúa, exactamente, su trabajo?. Estas preguntas se respondieron en términos de las excavaciones en un solo sitio: Cerro Culebra en la costa del Perú.

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HISTORIA DE UNA EXCAVACIÓN

Por Louis M. Stumer

¿Cómo un arqueólogo decide dónde

excavar y cómo continúa, exactamente,

su trabajo?. Estas preguntas se

respondieron en términos de las

excavaciones en un solo sitio: Cerro

Culebra en la costa del Perú.

Cada año grupos de arqueólogos clavan

sus azadas en unas pocas docenas de

sitios en rincones de la tierra más o

menos desiertas para excavar el pasado

enterrado del hombre. Cuando su

búsqueda de la aguja en el pajar es

recompensada con algún nuevo hallazgo

dramático –los tesoros de una

civilización desaparecida, las

herramientas de los hombres tempranos

destruidas hace mucho por tiempos

geológicos– somos propensos a pensar

los descubrimientos como golpes de

suerte. Desde luego, cualquier

excavación es una apuesta pero,

frecuentemente, los descubrimientos

aparecen lo suficiente como para que el

arqueólogo conserve el interés en su

profesión. No se emprende una

expedición arqueológica moderna

ligeramente: demanda dinero y una gran

cantidad de horas-hombre. ¿Cómo

seleccionan un sitio y llevan adelante sus

exploraciones los arqueólogos?.

Este artículo tratará de responder a esa

pregunta ofreciendo un relato de las

excavaciones efectuadas en un sitio de

Perú en 1952 y 1953. Como la mayor

parte de los trabajos arqueológicos de

campo, estas excavaciones arrojaron

algunos hallazgos inesperados, algunas

decepciones y algunas guías para futuras

excavaciones.

Los lectores de SCIENTIFIC AMERICAN

están bien familiarizados con la historia

del Perú, por las excavaciones que se

han hecho allí reportados en varios

artículos en esta revista [ver

especialmente “The History of a

Peruvian Valley” por James A. Ford,

agosto, 1954 y “Lost Cities of Perú” por

Richard P. Schaedel, agosto, 1951]. El

trabajo arqueológico en el Perú ha

estado guiado principalmente por la

peculiar geografía del país – un país

divido en muchas comunidades

separadas por la gran cadena de los

Andes y por desiertos. La larga costa

desértica del Perú al pie de los elevados

Andes, está cortada en muchos valles

por ríos fluyendo a lo largo de estrechos

desde las montañas hasta el Océano

Pacífico. En la prehistoria del Perú,

pequeños asentamientos en estos valles

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crecieron hasta estados-valle; los

estado-valle fueron unificados en reinos

a través de la conquista y,

eventualmente, los reinos se unieron en

el gran imperio Inca, el cual culminó con

la conquista española en 1532. Es en los

valles costeños que los arqueólogos han

realizado la mayor parte de sus

excavaciones para investigar sobre la

historia temprana del Perú.

FOTOGRAFIA AEREA fue una de las muchas estudiadas para encontrar un sitio Pre-Tiahuanaco. La fotografía muestra a Cerro Culebra, el sitio discutido en este artículo. La estructura trapezoidal de centro-derecha es el cercado del templo. Los pequeños pozos a la izquierda son tumbas huaqueadas.

Nuestra expedición quiso investigar la

cultura de la costa central peruana en el

periodo justo antes que los valles fueran

invadidos por un montón de gente

(asociada con el sitio conocido como

Tiahuanaco) desde los Andes. El periodo

en el cual estuvimos interesados, se

estima gruesamente desde los tiempos

de Cristo a 500 d.C.

Encontrar un sitio de estos no fue fácil,

debido a que sus asentamientos fueron

pocos y dispersos. Afortunadamente, la

Fuerza Aérea Peruana tuvo una serie

completa de fotografías aéreas de

nuestra región y, generosamente, las

puso a nuestra disposición. El valor de

las fotografías aéreas para los

arqueólogos no puede subestimarse. No

sólo hace posible una rápida prospección

de los sitios que son muy difíciles de

alcanzar a pie, sino que frecuentemente

es mucho más fácil identificar ruinas

cubiertas por la arena desde el aire que

sobre el terreno.

Examinamos las fotografías y estudiamos

cuidadosamente ampliaciones de

aquellas que contenían ruinas. Los

asentamientos de cada época en el Perú

tuvieron un patrón o una planta

característica; Así, desde la inspección de

las fotografías pudimos acotar nuestra

investigación a los sitios con más

posibilidades de ser del periodo que

deseábamos estudiar. Luego visitamos e

hicimos un minucioso examen de cada

uno de estos sitios, incluyendo un

análisis de fragmentos de cerámica

encontradas sobre la superficie. Luego

de tres meses de reconocimientos,

finalmente, elegimos el sitio conocido

como Cerro Culebra (significa la colina

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de la serpiente) en la boca del río Chillón

unas 10 millas al noroeste de Lima.1

Cerro Culebra mostró una alta

concentración de excelentes fragmentos

de cerámica de periodos pre-

Tiahuanaco; no fue complicado por

reocupaciones posteriores y ha tenido

poca atención de los huaqueros. Hubo

allí una impresionante pirámide, así

como, una extensa área de viviendas y

buena evidencia de cementerios no

disturbados bastante grandes.

GRAN RESIDENCIA de la cultura Playa Grande

excavada en Cerro Culebra. El poste en la parte

superior derecha es uno de los que sostuvieron

una logia.2 La pared en la parte superior está

hecha de tapial.3

Durante el reconocimiento adquirimos

las herramientas y equipos necesarios

1 Una milla –en tierra– equivale a 1,609 m. (Fuente: http://www.wordreference.com/es/en/translation.asp?spen=milla). Todas las notas a pie de página son del traductor. 2 Pasillo o corredor cuyo techo se sostiene por columnas

o pie derechos. Galería techada. 3 “poured adobe”.

para las excavaciones. Ya no es necesario

importar mucho equipo arqueológico a

Perú, prácticamente todo lo que se

necesita se puede comprar localmente a

precios favorables si los comparamos a

los de los Estados Unidos. También

dispusimos de espacios para almacenes

en el Museo de la Cultura Peruana,

gracias a su colaborador Director Luis E.

Valcárcel, uno de los arqueólogos

destacados del Perú. Cuando elegimos el

sitio para excavar solicitamos al gobierno

peruano un permiso de excavaciones.

Fue inmediatamente bienvenido por el

Director de Arqueología del Perú, Jorge

C. Muelle, un arqueólogo entusiasta, con

un animado deseo por el fomento de las

investigaciones científicas de campo y la

solución de los numerosos problemas de

las civilizaciones de la pre-conquista.

Afortunadamente, contamos con los

servicios de dos trabajadores en

arqueología de mayor experiencia en el

Perú para hacerse cargo de las

excavaciones; estuvieron disponibles al

mismo tiempo debido a que justo el

gobierno había suspendido sus largas

excavaciones en el famoso sitio de las

Necrópolis de Ancón. La habilidad y el

conocimiento de su labor son de la más

alta importancia en cualquier excavación

arqueológica. Es notable cómo puede

cumplirse con mucho más trabajo

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científico cuando la expedición no tiene

que supervisar de cerca la remoción de

cada carga de pala, o preocuparse por

los daños y fiascos que casi,

invariablemente, molestan una

excavación con trabajadores sin

experiencia.

ENTIERRO DE NIÑO excavado en Cerro Culebra.

A la izquierda se encuentra una gran vasija de

cerámica. A la derecha se ubica un cartel de

madera sobre el cual se colocan referencias de

la fotografía para las investigaciones

posteriores.

El trabajo más importante es la

excavación de los antiguos depósitos de

desechos, llamados basurales, con los

que cuentan los arqueólogos para

establecer la secuencia de culturas en un

sitio – esto es, la historia y desarrollo

cultural de la gente que lo habitó. En el

Perú el indicador principal para una

cronología relativa es el estilo cerámico.

Se excava cuidadosamente un basural

capa por capa (usualmente de 10 a 20

pulgadas a la vez), y los fragmentos de

cerámica y otros restos humanos de

cada nivel son tamizados y analizados. Se

debe tener mucho cuidado en estar

seguro que el basural usado para datar

no esté disturbado,4 debido a que los

antiguos peruanos tenían una tendencia

a usar materiales desechados como

rellenos de cimientos en la construcción

de sus casas y de sus templos

piramidales, resultando de este modo –

por el descuido en este detalle– con una

estratigrafía invertida!.

Con nuestros dos trabajadores,

comenzamos explorando un pequeño

cementerio adyacente a las ruinas de

casas de un antiguo asentamiento en

Cerro Culebra. Excavamos ocho entierros

de los cuales los primeros cinco fueron

de niños. Encontramos en ellos algunos

excelentes ceramios, algunos muñecos

de cestería extraordinariamente bien

preservados y dos entierros en urna.5 La

cultura resultó ser la llamada Playa

Grande, de otro sitio cercano.6 Se

identifica por motivos de serpientes o

peces entrelazados que aparecen sobre

la mayor parte de sus ceramios y

textiles. Se han encontrado restos de la

cultura Playa Grande en varios puntos

sobre unas cincuenta millas de extensión

a lo largo de la costa central del Perú. 4 Alterado, removido.

5 Vasija, cántaro funerario. 6 Sitio epónimo ubicado en el distrito de Santa Rosa.

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ENTIERRO DE UN ADULTO completamente

excavado en Cerro Culebra. Aunque el cuerpo

se encuentra notablemente conservado no está

momificado. Su preservación se debe a la aridez

del suelo.

En primer lugar, parece haber sido una

civilización de pescadores y agricultores,

pero también logró un alto grado de

elegancia artística para su tiempo –

comparativamente– temprano.

Luego que esta primera parcela de

cementerio fuera agotada nos movimos

hacia un gran montículo una 500 yardas

del centro del asentamiento. Aquí

encontramos la primera de las sorpresas

que nos aguardaban. Yo esperaba que

este montículo fuera un gran basural

debido a que hubo sobre la zona un

poco de basura orgánica. Pero las

excavaciones de la primera mitad del día

demostraron que no era para nada un

basural; el montículo cubría los restos de

una impresionante casa del periodo,

encontrada por primera vez.

LOS SITIOS mencionados en este artículo se

localizan en este mapa mostrando una pequeña

parte del Perú. Cerro Culebra está cerca de la

boca del río Chillón, unas 10 millas al noroeste

de Lima. La expedición a Cerro Culebra

también excavó en El Palmo. Playa Grande

prestó su nombre a una de las culturas en Cerro

Culebra. Las Necrópolis de Ancón es un famoso

sitio excavado anteriormente.

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Nos llevó seis semanas excavar esta

antigua casa – un elaborado caso de

cornisas de arcilla pintadas, patios,

galerías externas y fogones internos y

externos. Cerca al fogón interno se

encontraron varios depósitos circulares

abundantemente surtidos de pescado,

maíz, maní, yuca y frijoles. Allí también

había un corral de piedra para guardar

cuyes, todavía importante en la dieta

indígena en los Andes. La construcción

de la casa fue más bien compleja. Las

paredes externas fueron de tapiales, las

divisorias de adobitos y los techos y

corredores se sostenían con un armazón

de grandes troncos de sauce. El techo

fue construido de gruesas cañas

entretejidas, sobre las cuales fueron

colocadas varias capas de cañas más

ligeras extendidas juntas. En el clima casi

carente de lluvias de la costa peruana

este tipo de techo proporcionó todo el

abrigo necesario, y el espacio entre las

paredes de adobe y las vigas de troncos

de sauce proporcionó la circulación de

aire durante los cálidos meses del

verano. En conjunto, la casa fue muy

bien planeada y debe haber sido muy

confortable para su tiempo.

Excavaciones adicionales descubrieron

que el patio principal tenía 23 entierros y

que la casa se sobreponía a otra de una

fase más temprana de la misma cultura,

asimismo, con su propia parcela de

entierros familiares. Esto más bien

confirmó concluyentemente una teoría

tentativa que formulamos en

excavaciones previas en Playa Grande;

que los entierros de este periodo se

presentan, generalmente, en grupos

familiares pequeños. Y que la práctica de

enterramientos en áreas de cementerios

generales tuvo lugar, sólo, algo más

tardíamente. Sin embargo, encontramos

una extraña señal en la casa superior: en

tres de sus vanos de entrada colocaron

cuerpos de infantes envueltos para

entierros. El significado de esta insalubre

ceremonia permanece oscuro.

Excavamos sólo una parte de la casa

inferior, ya que su excavación total

habría implicado la destrucción de la

vivienda posterior de arriba. Lo que

excavamos mostró que el edificio más

temprano tenía paredes de pequeños

adobes y corrales de cuyes hechos de

cañas antes que de piedras. Debajo de la

casa inferior encontramos sólo arena

estéril.

Nuestra siguiente excavación fue la

limpieza de una zona de cementerio

colindante a un pequeño grupo de

simples viviendas. Como se esperaba los

entierros fueron pobres y simples –

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pobrísimos podría ser una mejor

palabra– pero en número suficiente para

proporcionar una muestra

representativa para el análisis de la

estructura física de la gente de este

periodo. Fuimos particularmente

afortunados en encontrar un alto

porcentaje de adultos para mediciones,

pues hasta esta excavación la mortandad

infantil entre los entierros había sido

alrededor del 40 por ciento!

PINTURAS MURALES del templo de Cerro

Culebra, pueden verse –en primer plano– en

una de las trincheras. Las cañas y fragmentos

de adobes a la derecha son restos de un techo.

Al concluir esta –más bien– opaca fase

de nuestras excavaciones nos dirigimos

al templo piramidal, el corazón del

asentamiento de Cerro Culebra. El

templo tuvo una pirámide central

trapezoidal rodeada por una pared

cuadrangular, también con planta de

forma trapezoidal, midiendo 820 pies en

su lado más largo. La pirámide misma

tiene unos 50 pies en su punto más alto.7

Fue la estructura Playa Grande más

grande que encontramos.

Comenzamos nuestras excavaciones en

el cuadrángulo central de la cima de la

pirámide. Y pronto se hizo visible que allí

–como en el lugar de la casa grande–

había dos periodos distintos. Los

primeros constructores habrían erigido

el montículo y el cuadrángulo

amurallado; su estilo arquitectónico

mostró que había sido construido

durante el periodo de la casa superior

que ya he descrito. Posteriormente, una

estructura masiva de tapia y una ancha

escalinata ceremonial habían sido

añadidas sobre éste. Los fragmentos de

cerámica encontrados en este nivel

superior lo identificaron con lo que se

conoce como cultura Maranga, la cual

siguió a la era Playa Grande, justo antes

del periodo Tiahuanaco. Así, esta

superposición nos dio la mayor parte de

la secuencia cultural que estuvimos 7 Un pie equivale a 30,48 cm. Fuente:

https://es.wikipedia.org/wiki/Pie_(unidad)

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buscando, una circunstancia afortunada,

ya que los basurales encontrados en

Cerro Culebra cubrían sólo en periodo

Playa Grande y no se asociaban a otras

épocas.

Se usó la cerámica para datar las excavaciones.

Estas vasijas decoradas de la cultura Playa

Grande proceden de entierros de Cerro

Culebra.

Sin embargo, la precisa superposición

que nos ayudó en nuestro problema

cronológico nos estorbó en nuestro

estudio del templo, pues no podíamos

explorar completamente la parte inferior

sin demoler la parte superior y el

gobierno peruano no vio con buenos

ojos la posible destrucción de esta

arquitectura prehistórica.

Un día, en mi fastidio con la situación

arquitectónica pateé la arena frente a

una de las paredes del cuadrángulo

original el cual se proyectaba sólo una

pulgada –más o menos– sobre la arena

acarreada por el viento y los escombros.

¡El surco donde había pateado la arena

expuso brillantes destellos de rojo, negro

y blanco sobre la pared!. Convoqué

rápidamente a los trabajadores, quienes

estaban ocupados limpiando la gran

escalinata, y excavamos ansiosamente a

lo largo de la parte superior del muro

hasta una profundidad de unas seis

pulgadas. Esta limpieza superficial

mostró lo suficiente como para darnos la

certeza que habíamos dado con la serie

mejor preservada y más extensa de

pinturas murales encontradas hasta

ahora en la costa central del Perú.

Aparentemente, las pinturas se

extendían a lo largo de montículo del

templo. El único método factible para

descubrirlos sin destruir la estructura

superior fue hacer una estrecha

trinchera a lo largo de toda la pared.

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Comprometimos a excavadores

adicionales y estuvimos ansiosos de

iniciar los trabajos. Durante las

siguientes semanas descubrimos seis

paneles distintos de murales pintados.

Algunos estuvieron pintados hasta con

nueve colores. Los paneles ocuparon la

mitad de la pared de 85 pies y algunos

tuvieron más de seis y medio pies de

alto. Más allá del fin de los paneles la

pared estuvo pintada de un amarillo

claro y brillante. Originalmente había

estado cubierta con un techo de caña y

barro, también brillantemente pintado,

pero éste y la parte superior del muro

habían sido destruidos durante la

construcción de la estructura superior.

Sin embargo, fue posible obtener una

imagen mental de cómo pudo haber

lucido la sección completa desde los

numerosos fragmentos de techo

encontrados en el piso de nuestra

trinchera, que estuvieron casualmente,

en el piso de arcilla del mismo templo.

Los colores fueron de origen vegetal y

habían sido aplicados sobre un fino

revestimiento de arcilla amarilla con una

técnica sorprendentemente similar al

verdadero fresco. Los paneles

representaron deidades o demonios y

fueron ejecutados en un estilo

geométrico muy eficaz. Tuvieron un

importante motivo de serpientes, de

diseño similar a los encontrados en la

cerámica y los tejidos del período Playa

Grande. Quizás estas pinturas explican el

nombre Cerro Culebra (colina de la

serpiente), porque las únicas serpientes

que hasta ahora hemos visto en este

lugar fueron las de los frescos.

Aparte de las artísticas pinturas y el valor

arqueológico, éstas sugirieron una línea

de investigación completamente nueva.

Varios de los motivos, así como, el

concepto y ejecución de las serpientes

son notablemente similares a las que

aparecen sobre la cerámica y la escultura

en piedra encontrada en el Callejón de

Huaylas, una cuenca en los Andes a más

de 200 millas al noreste del sitio de

Cerro Culebra. En algún lugar sobre esa

larga ruta entre estos dos puntos debe

haber trazas de los viajes de gentes

desde un lugar al otro. Por lo tanto, es

necesario un recorrido a través del

territorio entre la parte superior del

Callejón de Huaylas y el valle del Chillón,

y tiene altas posibilidades de ser

arqueológicamente productivo. Sin ser

muy optimista, yo siento que bien puede

haber uno o más sitios en esta área, de

igual importancia que Cerro Culebra.

Limpiamos toda la parte pintada de la

pared sur del cuadrángulo interno,

revisamos la pared norte en varios

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puntos, donde también definimos la

construcción piramidal más temprana y

la más tardía, penetrando a través del

piso del templo, dentro y fuera del

cuadrángulo, limpiando una porción de

la escalinata principal y alrededores del

templo, y haciendo cortes en varios

basurales. Esta intensiva actividad fue

posible gracias a la cooperación de

Richard P. Schaedel, cuya habilidad en

arqueología y conocimiento de la

arquitectura precolombina me posibilitó

concentrarme en las paredes pintadas y

la localización de los depósitos de

basura, con la tranquilidad que da la

certeza que los exámenes

arquitectónicos estaban siendo llevados

a cabo con una competencia mayor a la

que yo mismo podía reunir.

Luego de dedicar unas seis semanas a

este trabajo, fuimos forzados a

movernos de mala gana, en la medida

que el tiempo fue haciéndose corto y

nuestra mayor tarea fue el examen del

contenido de las tumbas y la

estratigrafía. Finalizamos nuestro trabajo

de campo con la excavación de una

cantidad de entierros en el cementerio

de El Palmo cerca de Cerro Culebra. Aquí

el reconocimiento de superficie había

levantado altas expectativas que

podíamos ser capaces de establecer, al

menos, los inicios de una secuencia

cultural ininterrumpida desde la cultura

Maranga directamente a través de los

periodos tiahuanacoides, bien adentrado

a la época de los reinos y

confederaciones los cuales precedieron

inmediatamente al imperio Inca.

Nuestras esperanzas se desvanecieron

cuando las excavaciones demostraron

que los entierros más tempranos de El

Palmo, aparentemente, no se

remontaban más allá de Tiahuanaco. Sin

embargo, nuestro trabajo no se

desperdició, ya que se encontraron

suficientes casos de superposición de

entierros para darnos la primera

secuencia cultural sólida para el valle del

Chillón desde los inicios del

tiahuanacoide a la época Inca. También

se recogió una gran cantidad de

información acerca de la extensión de

las culturas locales. Asimismo, los

entierros de El Palmo arrojaron buenos

ejemplos de la cerámica y otros

artefactos de los períodos tardíos de la

prehistoria de la costa central.

Al final de esta fase del trabajo, los

trabajadores fueron licenciados y

nosotros continuamos en nuestro

laboratorio en el museo analizando

nuestros hallazgos en Cerro Culebra.

Esperamos obtener de este trabajo una

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aceptable y concluyente tipificación del

estilo cerámico de Playa Grande,

especialmente cuando los

correlacionemos con los materiales

obtenidos de las excavaciones en el

mismo Playa Grande. En cuanto a los

objetos desenterrados con los entierros

ya nos han proporcionado una gran

cantidad de conocimiento sobre las

clases sociales de la civilización Playa

Grande, el intercambio entre la costa

peruana y la región del río Amazonas en

tempranos tiempos prehistóricos y el

trabajo en metalurgia, hueso y textiles

de la cultura Playa Grande, los cuales

fueron mucho más diestros de lo que

han sido considerados hasta ahora.

Durante este periodo de evaluación en el

laboratorio de Lima también hemos

catalogado, limpiado y empaquetado

todos los materiales excavados para

preservarlos de la alta humedad de la

neblina limeña en los meses de invierno,

hemos fotografiado todos los artefactos

significativos y hemos examinado

numerosas momias de niños removidas

de los entierros. Durante la actual

excavación se hicieron notas de campo

diarias y se han tomado muchas

fotografías. Hacia el fin de una

excavación usualmente hay una buena

cantidad de trabajo colocando todo este

material de campo en forma

conveniente para su estudio detallado, y

las excavaciones en Cero Culebra no

fueron la excepción a la regla. Debería

señalarse que en, prácticamente, todo

trabajo arqueológico de campo hay

muchos, muchos días que son

extremadamente aburridos e

improductivos y durante los cuales la

toma de notas de campo y fotografías

continúan de una manera tranquila y

algunas veces casi somnolienta. Sin

embargo, en otros momentos, por

ejemplo, cuando una tumba importante

está siendo abierta todos están tan

ocupados que el orden necesariamente

se va por la borda y se requiere de un

hábil asistente de campo para capturar y

apreciar el significado de muchas

observaciones que están haciéndose

durante el curso de la acción. Fuimos

afortunados en tener los servicios de

Patricia Fry en este puesto y su

entusiasmo y compresión del trabajo

resultó en que nuestros registros estén

en condiciones eminentemente

satisfactorias.

La última etapa de una excavación es la

preparación y publicación del informe

final. Esto involucra investigar en los

reportes de todos los trabajos previos

que podrían tener relevancia sobre el

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objeto, descripción y clasificación de la

data, consultas a especialistas sobre

artefactos como textiles, restos de

plantas, arquitectura y antropología

física y evaluación de los resultados.

En esta etapa el mismo trabajo de

campo se hace un recuerdo placentero,

y los arqueólogos intentan colocar los

restos mortuorios juntos, en un

significativo cuadro en su escritorio en

una oficina o biblioteca, ¡soñando con

ansias los días sobre el caluroso desierto

con el viento soplando arena sobre la

cara!

Entonces, esta es la historia de una

excavación, siendo en parte el relato

actual de una serie de excavaciones que

sólo recientemente llegaron a su fin, y

en parte un anticipo de lo que el autor

está atravesando ahora y que es

necesario antes que cualquier trabajo

arqueológico pueda tener algún valor

real. Requiere muchos meses de

evaluación, investigación y redacción.

Saliendo del campo los arqueólogos

jurarían que ni siquiera caballos salvajes

los arrastraran de regreso y todo lo que

desearían es gastar el resto de sus días

en los confortables alrededores de un

campus o museo. Luego de algunos

meses de hacer realidad su deseo, una

cierta inquietud comienza a notarse. A

su vez comienzan las conversaciones

para proyectos de campo, ¡usualmente

en áreas en las cuales no habrían sido

encontrados muertos seis meses antes!.

Se cristalizan los planes para una nueva

expedición y pronto el arqueólogo está

reservando pasajes en una aerolínea o

barco. Cuando este artículo va camino al

editor, el escritor está regresando al

Perú. [El último mes el Dr. Stumer

descubrió, en un sitio 15 millas arriba de

Cerro Culebra en el valle del Chillón, las

ruinas de un asentamiento más grande

que parece haber sido la ciudad capital

de la cultura Playa Grande.- Ed. ].

Título original: “History of a Dig”.

Scientific American, Vol. 192, N° 3,

1955: 98-104. N.Y.

Traducción: Lic. Victor Falcón Huayta.

Diciembre de 2013. Lima.