Historia de Las Ideas Esteticas en Espana Hasta Fines Del Siglo Xv 0

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 H i sto r i a d e las i d e a s e sté ti ca s e n E sp a ña .  H a st a f i ne s d e l si g lo X V  Índice: PRÓLOGO A LA PRESENTE EDICIÓN DEDICATORIA ADVERTENCIA PRELIMINAR A LA PRIMERA EDICIÓN  NOTA SOBRE ESTA SEGUND A EDICIÓN  INTRODUCCIÓN.  DE LAS IDEA S ESTÉT ICAS ENTRE LOS ANT IGUOS GRIEGOS Y L AT INOS Y ENTRE LOS FILÓS OFO S CRISTIAN OS CAPÍTULO I.—  IDEAS LITERARIAS DE LOS ESCRITORES HISPANO- ROMANOS. SÉNECA EL RETÓRICO.—SÉNECA EL FILÓSOFO.— QUINTILIANO.—MARCIAL.— CARÁCTER DE LA LITERATURA HISPANO- ROMANA DEL IMPERIO.—NOTA SOBRE PORCIO LATRÓN Y OTROS RETÓRICOS MENORES.—IDEAS LITERARIAS DE MARCO ANNEO SÉNECA, EXPUESTAS EN LOS PRÓLOGOS DE SUS CONT ROVE RSIAS Y S UASORIAS.— PENSAMIENTOS ESTÉTICOS DE SÉNECA EL FILÓSOFO.—EXPOSICIÓN DE LAS INSTITUCIONES ORATORIAS DE QUINTILIANO.—NOTA SOBRE SUS FUENTES.—EL DIÁLOGO DE LOS ORADORES.— MARCIAL EN SUS REL ACION ES CON LA CRÍTICA LITERARI A CAPÍTULO II.— DE LAS IDEAS ESTÉTICAS EN LOS PADRES DE LA IGLESIA ESPAÑOLA DURANTE LOS PERÍODOS ROMANO Y VISIGÓGITICO.— ORÍGENES DE LA POESÍA CRISTIANA.—JUVENCO.—PRUDENCIO.—SAN DÁMASO.—IDEAS DE OROSIO SOBRE LA HISTORIA.—IDEAS ESTÉTICAS Y LITERARIAS DE SAN ISIDORO.—NOTA SOBRE LA ENSEÑANZA DE LAS LETRAS HUMANAS EN LA ÉPOCA VISIGÓTICA.—LA ESCUELA ISIDORIANA EN LAS GALIAS: TEODULFO, OBISPO DE ORLEANS.—LA TRADICIÓN ISIDORIANA ENTRE LOS MOZÁRABES DE CÓRDOBA, Y EN LOS REINOS DE LA RECONQUISTA CAPÍTULO III.  DE LAS IDEAS ESTÉTI CAS ENT RE LOS Á RABES Y JU DÍOS ESPAÑOLES.—LOS NEO-PLATÓNICOS: AVEMPACE, TOFÁIL, BEN- GABIROL.—LOS PERIPATÉTICOS: AVERROES.—SU COMENTARIO A LA «RETÓRICA» Y A LA «P TICA » DE ARIST ÓT EL ES CAPÍTULO IV.  — DE LA FILOS OFÍA DEL A M OR Y DEL ART E EN LA ESCUELA LULIANA: RAMÓN LULL.—LA TEOLOGÍA NATURAL DE RAIMUNDO SABUNDE.—INFLUENCIA ITALIANA EN CATALUÑA.— PRIMERAS MANIFESTACIONES DEL PLATONISMO ERÓTICO: AUSÍAS MARCH.—NOTA SOBRE ALGUNOS TRATADOS ESPAÑOLES DE LA EDAD MEDIA, CONCERNIENTES AL AMOR (ARNALDO DE VILANOVA, D. JUAN MANUEL, DON ALONSO DE MADRIGAL

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Historia de las ideas estticas en Espaa. Hasta fines del siglo XV

ndice:PRLOGO A LA PRESENTE EDICIN DEDICATORIA ADVERTENCIA PRELIM INAR A LA PRIM ERA EDICIN NOTA SOBRE ESTA SEGUNDA EDICIN INTRODUCCIN. DE LAS IDEA S ESTTICAS ENTRE LOS ANTIGUOS GRIEGOS Y LATINOS Y ENTRE LOS FILSOFOS CRISTIANOS CAPTULO I. IDEAS LITERARIAS DE LOS ESCRITORES HISPANOROM ANOS. SNECA EL RETRICO.SNECA EL FILSOFO. QUINTILIANO.MARCIAL. CARCTER DE LA LITERATURA HISPANOROM ANA DEL IMPERIO.NOTA SOBRE PORCIO LATRN Y OTROS RETRICOS M ENORES.IDEAS LITERARIAS DE M ARCO ANNEO SNECA, EXPUESTAS EN LO S PRLOGOS DE SUS CONTROVERSIAS Y SUASORIAS. PENSAM IENTOS ESTTICOS DE SNECA EL FILSOFO.EXPOSICIN DE LAS INSTITUCIONES ORATORIAS DE QUINTILIANO.NOTA SOBRE SUS FUENTES.EL DILOGO DE LOS ORADORES. MARCIAL EN SUS RELACIONES CON LA CRTICA LITERARIA CAPTULO II.DE LAS IDEAS ESTTICAS EN LO S PADRES DE LA IGLESIA ESPAOLA DURANTE LOS PERODOS ROM ANO Y VISIGGITICO. ORGENES DE LA POESA CRISTIANA.JUVENCO.PRUDENCIO.SAN DM ASO.IDEAS DE OROSIO SOBRE LA HISTORIA.IDEAS ESTTICAS Y LITERARIAS DE SAN ISIDORO.NOTA SOBRE LA ENSEANZA DE LAS LETRAS HUMANAS EN LA POCA VISIGTICA.LA ESCUELA ISIDORIANA EN LAS GALIAS: TEODULFO, OBISPO DE ORLEANS.LA TRADICIN ISIDORIANA ENTRE LOS MOZRABES DE CRDOBA, Y EN LOS REINOS DE LA RECONQUISTA CAPTULO III. DE LAS IDEAS ESTTICAS ENTRE LOS RABES Y JUDOS ESPAOLES.LO S NEO-PLATNICOS: AVEMPACE, TOFIL, BENGABIROL.LOS PERIPATTICOS: AVERROES.SU COM ENTARIO A LA RETRICA Y A LA POTICA DE ARISTTELES CAPTULO IV. DE LA FILOSOFA DEL AM OR Y DEL ARTE EN LA ESCUELA LULIANA: RAM N LULL.LA TEOLOGA NATURAL DE RAIMUNDO SABUNDE.INFLUENCIA ITALIANA EN CATALUA. PRIM ERAS MANIFESTACIONES DEL PLATONISMO ERTICO: AUSAS MARCH.NOTA SOBRE ALGUNOS TRATADOS ESPAOLES DE LA EDAD M EDIA, CONCERNIENTES AL AM OR (ARNALDO DE VILANOVA, D. JUAN MANUEL, DON ALONSO DE M ADRIGAL

CAPTULO V. DE LAS IDEAS ACERCA DEL ARTE EN LA EDAD M EDIA. EL SETENARIO .EL TESORO, DE BRUNETTO LATINI.LAS POTICAS TROVADORESCAS, AS EN CATALUA COMO EN CASTILLA.NOTA SOBRE RAM N VIDAL Y GIRALDO RIQUIER.RESTAURACIN PEDANTESCA DEL CONSISTORIO DE TOLOSA Y SU ESCUELA EN BARCELONA.ARTE DE TROVAR, DE D. ENRIQUE DE VILLENA.ARTE DE TROVAR, DE JUAN DEL ENZINA.LA TRADICIN TCNICA EN OTRAS ARTES.EL POEMA DE LA MSICA, DEL M ONJE OLIVA.NOTA SOBRE LAS DOCTRINAS M USICALES EN LA EDAD M EDIA.LA TCNICA ARQUITECTNICA: NOTA SOBRE LOS CUADERNOS DE RODRIGO GIL DE ONTAN.NOTA SOBRE ALGUNOS TRABAJOS RELATIVOS AL ARTE ESPAOL DE LA EDAD M EDIA APNDICE I. FRAGM ENTOS DEL ARTE DE TROBAR O LIBRO GAYA SCIENCIA, QUE HIZO DON ENRIQUE DE VILLENA INTITULADO A DON IIGO LPEZ DE M ENDOZA, SEOR DE HITA APNDICE II. PRLOGO Y DEDICATORIA DEL LIBRO DE MARCHO TULIO CICERON Q. SE LLAMA DE LA RETRICA, TRAS | LADADO DE LATIN EN ROM ANCE POR EL MUY REUERENDO DON ALFONSO | DE CARTAJENA OBPO. DE BURGOS YNSTANCIA DEL M UY ESCLARECI | DO PRNCPE DON EDUARTE REY DE PORTUGAL APNDICE III. PROHEM IO CARTA QUEL MARQUS DE SANTILLANA ENVI AL CONDESTABLE DE PORTUGAL APNDICE IV. DOS CAPTULOS DE LA VISIN DELECTABLE DE LA PHILOSOPHIA Y ARTES LIBERALES DEL BACHILLER ALFONSO DE LA TORRE. DE LA RETRICA ET DE SUS INVENTORES, ET DE SU MODO ET DE SU PROVECHO APNDICE V. ARTE DE POESA CASTELLANA, DE JUAN DEL ENZINA APNDICE VI. ARTE DE TOCAR EL LAD (DE UN ANNIM O DEL SIGLO XV) ADICIONES Y ENM IENDAS

HISTORIA DE LAS IDEAS ESTTICAS EN ESPAA I : HASTA FINES DEL SIGLO XV [p. IX] PRLOGO A LA PRESENTE EDICIN El Ministerio de Educacin Nacional quiere pagar, por mediacin del Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, creacin insigne de nuestro Caudillo, una deuda que Espaa, desde hace muchos aos, tiene contrada con el ms glorioso espaol de los tiempos modernos: Don Marcelino Menndez Pelayo. Sale hoy a la luz pblica el tomo primero de sus Obras Completas, en Edicin Nacional . El Ministerio, al editarlas, recoge el anhelo de todos los pueblos de habla espaola y pone los primeros sillares espera poner pronto, muy pronto, los ltimos del monumento ms digno que a la memoria del Genio animador de nuestras dormidas energas puede elevarse; un monumento adems que es obra de la misma persona a quien se dedica: la coleccin sistemtica y completa de sus Obras, que por fin van a ver reunidas los estudiosos y estudiantes de todo el mundo. La juventud espaola conseguir leer fcilmente algo ms que citas dispersas, resmenes, traducciones y extractos, y podr tener en su cuarto de trabajo, en los propios estantes, en edicin esmerada, todas las obras del Maestro de la Literatura, de la Crtica y de la Esttica Espaolas. Ahora, cuando es frecuente encontrar en los escaparates, las obras completas de cualquier escritor de novelas, de cuentos, de ensayos, es imposible, an recorriendo libreras y bibliotecas pblicas [p. X] y privadas, poder examinar toda la produccin bibliogrfica deMenndez Pelayo. Sus estudios fueron numerosos, y dentro de cierta direccin, muy varios, de verdadero polgrafo, de difcil sistematizacin y no al alcance de todos, esparcidos como estn en publicaciones, algunas ya raras. Comenz a escribir antes de abandonar las aulas del Instituto. En esta edicin, saldrn a luz algunos trabajos de su niez y puede decirse que desde aquellos tempranos das no conoci el descanso. Primero los apuntes y estudios para su propia formacin, despus, a los veinte aos, sus primeras polmicas con los jerifaltes de la Institucin, y las poesas, aquellas poesas amorosas y eruditas, flores de su corazn y de su entendimiento. Luego la vida intensa de relacin y los inevitables compromisos que no supo o no pudo eludir: hoy una solemne conmemoracin, maana un discurso acadmico, pasado un centenario, y siempre los consabidos, los acosadores, los irrechazables prlogos. Prlogos breves, de compromiso a veces, en los que de pasada derrama gotas del nfora de su sabidura; prlogos en los que la vierte a raudales, deleitosa, amorosamente encariado con el autor o con la materia; aquellos, en fin, en los que el cauce henchido y pletrico se rompe rebosando ciencia y poesa, en pginas que se alargan tanto como la obra presentada. Muchos y valiosos prlogos; tantos, que Clarn deca, con amable irona que todo libro, mediano o malo, que se publicaba en Madrid en aquellos aos tena, por lo menos, la buena cualidad de llevar un hermoso prlogo de Menndez Pelayo. Al lado de estas obras ocasionales, del momento, se iban formando las canteras decisivas de su

labor, las obras largas, fundamentales, de grandes alientos, de perspectivas geniales, tan ambiciosas, intelectual y patriticamente, que ah han quedado algunas empezadas o diseadas tentando a los estudiosos a continuarlas o por lo menos a imitarlas. [p. XI] No escapaba a su perspicacia madrugadora la conveniencia de recoger con orden los trabajos del entendimiento; precisamente ha llegado a nosotros, y segn uno de sus bigrafos se conserva en su Biblioteca de Santander, el modelo de una portada que dice as: Obras de Marcelino Menndez Pelayo... Bachiller en Artes . Este bachiller que acaba de cumplir los quince aos suea con unas Obras Completas que slo en la vejez ha de ver comenzadas; pues aunque un editor bautizara antes con el epgraje de Obras Completas, La Ciencia Espaola y la Historia de las Ideas Estticas , lo cierto es que esta denominacin no fu ms que un ardid editorial sin transcendencia. Amigos y editores le incitaban a que con la verdadera edicin de las Obras Completas diese ocasin a que se reimprimiesen algunas, como los Heterodoxos que, segn l mismo confesaba, se haba hecho rara y se pagaba como tal. Esta consideracin y el afn de revisar, corregir y enmendar los libros, que corran en manos de todos, le hizo por fin intentar la edicin definitiva de ellos. El tomo I lleva la fecha de julio de 1910. Tena el autor cumplidos cincuenta y cuatro aos y de stos haba pasado cuarenta, entregado en absoluto a la vida intelectual, al trabajo asiduo, sin descanso, sin alzar su noble cabeza, inclinada sobre los libros, o sobre las cuartillas en que acostumbraba a escribir, grandes, en folio, acaso por que su vida interior, su mpetu, necesitaban amplio campo en que mover la pluma. Durante estos aos no se le haba ocurrido hacer un alto en el camino recorrido, volver la vista atrs, recoger la labor realizada, ordenarla por lo menos, para alivio y direccin de los que le siguieran. Era humilde y pensaba ms que en lo que haba hecho, en lo que le quedaba por hacer. Lstima, dicen que exclam en los ltimos das de su vida, tener que morir ahora, cuando tanto tena que leer. Y precisamente, una de las cosas que estaba haciendo cuando le sorprendi la muerte era, adems de escribir otros trabajos originales [p. XII] y completamente nuevos, recoger, recopilar su labor, editar las Obras Completas. Esta idea fu sin duda de su editor; porque l, as como prefera comprar un libro nuevo a gastar dinero en encuadernar los usados, se ocupaba con ms gusto en los mltiples trabajos desde largo tiempo prometidos, que en corregir, remozar y ordenar los que ya corran impresos y agotados. Y sin embargo, esta pausa, este descanso para anotar y compilar las Obras Completas, era de todo punto necesario y Menndez Pelayo no dejaba de comprenderlo. La produccin cientfica haba nacido de su potente entendimiento y de su frrea voluntad, de un modo un tanto arbitrario, con un orden y un mtodo subjetivo, tan suyo, tan ambicioso y tan espaol, que era difcil, por no decir imposible, que una vida sola bastase para realizar sus planes, aunque sta alcanzara los aos de los antiguos patriarcas. Decidido por fin a publicar las series todas de su produccin literaria, no poda lograr, a pesar de sus propsitos, detener el cauce torrencial de su actividad y de su pensamiento, y alternaba la labor de ordenar, corregir y coleccionar, con la de composicin y redaccin de obras originales nuevas. La edicin de sus Obras Completas fu, desde

antes de 1910, su principal tarea; trabajo rudo y difcil por el rigor y probidad cientficos del Maestro. Pudo dejar por ejemplo, la Historia de los Heterodoxos, tal como haba sido leda y celebrada desde su aparicin, ( 1880 a 1882 ), y varios editores se disputaban el reimprimirla as; pero no poda determinarse a ello sin someterla a escrupulosa revisin. Fruto de sta fu un primer tomo de 500 pginas, ampliacin de las 16 del primer original sobre la poca de las creencias primitivas. A este paso, con semejante esfuerzo, desatendiendo toda idea de clculo, de lucro y an de justa y honesta recompensa, se comprender que haba de multiplicarse prodigiosamente el nmero de tomos de las XIX series proyectadas, si Dios hubiera concedido [p. XIII] a su autor tan largo tiempo como requera la labor puesta en el telar. Pensar que Don Marcelino autorizase reproducciones hechas a la ligera, ediciones mercantiles, era no conocerle, y mucho menos el que editase manuales y compendios: Compendia sunt dispendia escribi a este propsito, y recuerdan sus ntimos y familiares la indignacin con que rechaz el cheque en blanco que la previsora codicia de un editor le present, para que sealase precio a un compendio de Historia de la Literatura Espaola que haba de comprometerse a redactar. Los clculos de los pesimistas se cumplieron: el programa magno de la Edicin de las Obras Completas de Menndez Pelayo qued suspendido muy a los principios. En julio de 1910 escribi las advertencias preliminares del tomo I que apareci al comienzo de 1911. Dej completamente terminado tambin el tomo I de la Poesa Hispano-Americana. Le faltaban pocas pginas para terminar la impresin del II volumen de este libro y ya tena corregidos doce pliegos del primero de la Historia de la Poesa Castellana en la Edad Media, cuando tuvo que dejar la pluma para coger e1 crucifijo, en su agona. El magno proyecto de la edicin definitiva y revisada por su autor qued por tanto en sus comienzos, porque segn el anuncio de la casa editora haba de comprender el conjunto de las 19 series siguientes: I.Historia de los Heterodoxos Espaoles. II.Historia de la Poesa castellana en la Edad Media. III.Tratado de los romances viejos. IV.Juan Boscn. V.Historia de la Poesa hispano-americana desde sus orgenes hasta 1892. VI.Orgenes de la novela espaola y estudios de los novelistas anteriores a Cervantes. [p. XIV] VII.Estudios de Crtica Literaria. VIII.Ensayos de crtica filosfica. IX.La Ciencia Espaola. X.Historia de las Ideas Estticas en Espaa hasta fines del siglo XIX. XI.Historia de las Ideas Estticas en Europa hasta fines del siglo XIX. XII.Historia del romanticismo francs. XIII.Poesas completas y traducciones de obras poticas.

XIV.Traduccin de algunas obras de Cicern. XV.Caldern y su teatro. XVI.Bibliografa hispano-latina clsica. XVII.Opsculos de erudicin y bibliografa. XVIII.Horacio en Espaa. XIX.Estudios sobre el Teatro de Lope de Vega. De estas 19 series, las que se han impreso completas han sido: I.Historia de los Heterodoxos en siete volmenes. II.La Historia de la Poesa castellana en la Edad Media tres volmenes. V.Historia de 1a Poesa hispano-americana, dos volmenes. VIII.Ensayos de Crtica filosfica, un volumen. IX.La Ciencia espaola, dos volmenes. XIX.Estudios sobre el Teatro de Lope de Vega, incompleta (se han publicado seis volmenes). Estas series no seguan un orden cronolgico, ni sistemtico perfecto; pero hay que confesar que, dando una extensin amplia a los ttulos generales, podran caber en ellas todos los libros que durante su vida haba publicado y tal vez los que pudiera publicar, aunque como sucedi luego, con el rasgueo de su pluma se fueron ensanchando, como la Castilla del Cid, los volmenes de sus obras. [p. XV] Empezaron las Obras Completas intentando publicar la ms popular (aunque no la ms estimada por l): La Historia de los Heterodoxos. Es sabido, que de esta serie no pudo ver terminado ms que el tomo primero, pues la muerte le sorprendi con la pluma en la mano. Dirigi despus, la edicin de Obras Completas Don Adolfo Bonilla y San Martn, discpulo de Menndez Pelayo, hombre de gran entendimiento y de vastsima erudicin. Trabajador infatigable, pesaban sobre l cargos y cargas de gran importancia y tan diversos que le ocupaban su tiempo y sus esfuerzos. Bajo su direccin se imprimieron los tomos II y III de los Heterodoxos, los cinco tomos primeros de los Estudios sobre el Teatro de Lope deVega y los Ensayos de Crtica filosfica. Muerto Bonilla, se encarg de ordenar y dirigir la edicin de las Obras Completas, el ilustre Director de la Biblioteca de Menndez Pelayo, en Santander, Don Miguel Artigas, que termin, con mxima competencia y celo, los tomos de las series del Teatro de Lope de Vega, los de los Heterodoxos y La Ciencia Espaola. Preparndose estaba La Historia de las Ideas Estticas y la reimpresin de algunos tomos de la de los Heterodoxos, cuando sobrevino la guerra de liberacin gloriosamente vencida por nuestro Caudillo. La guerra, causa de tantas perturbaciones, ha sido el ltimo obstculo que ha impedido hasta ahora, la publicacin de las Obras Completas. Intent recientemente publicarlas el Instituto de Espaa, que se haba percatado de la necesidad que el pblico culto senta de tener a la mano estas obras, verdadero Corpus de patriotismo cientfico, tan importante y de eficacia tan oportuna en los momentos presentes en que se trata de fundar sobre

base firme y cristiana la nueva Espaa. Nuestra guerra ha sido en realidad una consecuencia necesaria del desvo y abandono del camino tradicional de la Cultura espaola que, desde los comienzos del siglo XIX y acaso antes, ciegamente [p. XVI] se empeaban muchos en desnacionalizar, creyendo posible y fcil improvisar una cultura y borrar de las inteligencias y de los corazones ideas y creencias arraigadas para seguir el naturalismo, el materialismo y el positivismo histrico. Menndez Pelayo adivin desde muy temprano la equivocacin y en el fondo de toda su inmensa produccin late la enemiga abierta y franca al torrente de descrdito y de menosprecio que los llamados intelectuales desbordaron sobre la ciencia espaola. Muy justa y racional hubiera sido una revisin seria y cientfica de las ideas tradicionales hechas carne y hueso en la vida de Espaa e incorporar fundamentalmente los progresos y direcciones que la cultura moderna haba acarreado, procurando desarrollar y cultivar con un sentido espaol los grmenes y antecedentes de los geniales pensadores del siglo XVI; pues en este cultivo del propio espritu vea Don Marcelino la fuente de la renovacin de la ciencia Espaola. De las XIX series que, segn el plan del Maestro, haban de formar las Obras Completas hay algunas que ni en todo ni en parte entraron en los veintin volmenes de la edicin Surez, el benemrito editor que tom a su cargo la empresa de publicar estas obras, ms que como negocio, como muestra de amistad y de admiracin al Maestro y al amigo. Tal sucede con la Historia de las Ideas Estticas en Espaa y con su continuacin Historia de las Ideas Estticas en Europa, obra que va abrir el camino de esta Edicin Nacional. El tomo primero de las Ideas Estticas en la edicin de Escritores Castellanos, apareci en 1883. En realidad vena su autor madurando el proyecto de escribir este libro haca varios aos, tal vez desde que en la clase de Mil y Fontanals, de Barcelona, se puso en relacin con el sabio catedrtico cataln que tanta influencia tuvo en la formacin de su espiritu y de su cultura, sobre todo en materias de Esttica. El discpulo pag esta sabia iniciacin transcribiendo al frente [p. XVII] del primer volumen, como dedicatoria las palabras de Dante: Tu duca, tu Signore, tu Maestro. Ya antes haba intentado escribir un tratado de preceptiva literaria en colaboracin con Don Gumersindo Laverde y puede decirse que de este benemrito catedrtico fu la primera idea de La Historia de las Ideas Estticas. Se ha publicado una carta de Laverde a Menndez Pelayo fechada en 1875 en la que se dice: Cuando vuelva a escribir a Valera, pienso indicarle que proponga a la Academia por asunto para concurso o certamen, La Historia de la Esttica en Espaa, a fin de que usted, utilizando las muchas y exquisitas noticias que tiene, acuda a la cita y se lleve el premio. A los pocos meses le remita Don Marcelino un extenso plan de esta Historia, que, comenzando por los escritores hispano-romanos, alcanzaba hasta Mil y Fontanals. Este plan fu modificndolo su autor y ensanchando los lmites inmediatos de su campo de una manera prodigiosa. En los tres primeros volmenes se atiene al ttulo y en el tomo IV comprende la Historia de las Ideas Estticas en Europa hasta fines del siglo XIX. Este tomo tiene dos volmenes: el primero dedicado al estudio de las Ideas Estticas en Alemania durante el siglo XIX y el segundo a

las de Inglaterra y Francia. El tomo V trata del romanticismo en Francia exclusivamente. Como puede observarse, la idea sugerida por Laverde se ha modificado sustancialmente. Ya no se intenta un tratado que pudiramos llamar bibliogrfico y que poda consistir en sealar y juzgar los libros y artculos escritos en Espaa sobre estas materias, sino que se acomete la Historia de las Ideas, lo cual es completamente distinto: es una historia de ideas no de libros, ni siquiera de materias. Esta obra es acaso la ms original y la de mayor importancia cientfica sobre todo en la parte que se refiere al juicio y comento de las literaturas extranjeras, pues constituye una aportacin espaola, muy rara en nuestra bibliografa y que adems ha merecido fervorosos [p. XVIII] elogios de especialistas extranjeros, alguno tan calificado como Benedetto Croce. Qued sin terminar porque la concepcin que su autor tena de la tal historia es de una magnitud extraordinaria y an quedan en la Biblioteca de Santander, apuntes, extractos y notas que aparecern en tomos sucesivos y que dan idea de su colosal grandeza. Convienen los crticos en que este libro, con el que empieza la Edicin Nacional de las Obras Completas, es en cierto modo la obra central del Maestro, desde la cual se explica todo lo que hizo y se adivina lo que le restaba por hacer, es como una sntesis de la literatura espaola en su parte ms esencial y un ejemplo o anticipo de lo que podra conseguirse aplicando el mismo procedimiento a la historia de otras ideas bsicas, pues la idea fundamental suya era nada menos que escribir la historia del pensamiento y del arte espaol. Esta Historia de las Ideas Estticas es por una parte como un resumen y por otra como unos prolegmenos de la Historia de la Literatura espaola, que se cree en la obligacin de escribir como catedrtico de la asignatura. Aplicando el procedimiento a otros conceptos filosficos podra hacerse la historia de la filosofa espaola, su sueo dorado y su aspiracin constante, que quera ver realizada si a tanto llegaban sus alientos y sus das. Despus de la Historia de las Ideas Estticas es propsito de quienes dirigen la presente edicin reunir, ordenar y sacar a luz la coleccin de Estudios de Crtica Literaria que podrn formar varios volmenes ms que los aparecidos con este ttulo, si se agregan a esta serie otros trabajos de Don Marcelino de la misma o parecida ndole, perdidos o esparcidos en revistas y ediciones antiguas de las cuales apenas se encuentran ejemplares. Se aaden, adems, algunos estudios que duermen, todava, inditos en las carpetas de su Biblioteca santanderina. Vendrn luego los volmenes de los Orgenes de la Novela, el Tratado de los Romances Viejos, El Juan Boscn, La Bibliografa [p. XIX] Hispano Latina Clsica, El Horacio en Espaa, Las Poesas originales y las Traducciones de Obras Poticas, las traducciones de Cicern, de Plauto, etc., y otros trabajos que no estn coleccionados ni impresos formando unidad. E inmediatamente, o al mismo tiempo, la reimpresin de las series comenzadas por el mismo Don Marcelino y continuadas por Bonilla y Artigas. De estas series casi todos los ejemplares estn agotados en su primera edicin y son muy solicitados por los estudiosos. Respecto a la inteligente escrupulosidad con que se hace la presente Edicin Nacional de las Obras

Completas de Menndez Pelayo bastar indicar los nombres de las personas que el Consejo Superior de Investigaciones Cientficas ha designado para dirigirla: Don Miguel Artigas, Director de la Biblioteca Nacional y Don Enrique Snchez Reyes, Director de la Biblioteca de Menndez Pelayo, en Santander. La revisin de textos se hace con todo detenimiento, compulsndolos con las obras originales citadas, precisando a veces con ms detalles el pasaje y teniendo siempre a la vista los autgrafos del Maestro y las numerosas notas y apostillas que dej en los mrgenes de anteriores ediciones de sus libros. En cuanto a la esmerada y limpia impresin, como el lector la tiene a la vista, huelga todo comentario. Cuando se puedan ver ordenadas e impresas formando unidad las Obras Completas de Menndez Pelayo an quedar la tarea grande e importante de preparar la edicin de su copioso Epistolario. En el ltimo nmero del Boletn de la Biblioteca de Menndez Pelayo con el que se cierra su primera poca, se incluye un extracto de esta valiosa coleccin de cartas: algunas escritas por el Maestro y la mayor parte dirigidas a l. En este epistolario una condensacin por modo eminente de la vida intelectual de Espaa en los ltimos aos del siglo XIX y en los primeros del XX. El estudio y comentario de estos documentos puede formar la historia viva del [p. XX] pensamiento, y del arte nacionales en estos tiempos tan transcendentales para la vida de Espaa. Continuarla y engarzarla con el pasado a travs y por medio de la obra ingente de este gran espaol es nuestra tarea. Esta obra copiossima viene a ser el puente providencial que hace fcil el paso y soldadura de aquella gran Espaa de los siglos de oro con los tiempos de mpetu imperial que se anuncian y se ven venir. El empeo, rduo y difcil, es de la ms alta alcurnia espiritual y ningn honor para m de tan elevada estimacin como el haber contribudo a que Espaa realice con plenitud la obra de reparacin y justicia, que es debida a uno de los espaoles ms ilustres de todos los tiempos. La ingente produccin de Menndez Pelayo, tesoro inmenso de erudicin y doctrina, es a la vez la dogmtica de un espaolismo frreo, exigente y lleno de emocin, nacido del estudio del alma espaola en la ms noble de sus servidumbres, la cultura, y de tan firme y clara orientacin que su doctrina debe ser gua luminosa para nuestra insobornable y heroica juventud. Y el ejemplo de su vida excepcional, en permanente vigilia para aumentar la gloria de la patria, debe ser norma inexorable, para todos los que, con verdad y noble espritu de sacrificio, piensan trabajar por la grandeza de Espaa. El Caudillo, seguro y firme rector de los destinos de la Patria, ampara con su augusta autoridad esta magna empresa que marca, con huella profunda, la irrevocable decisin de la Espaa victoriosa, de trabajar por la cultura con su inconfundible y glorioso sentido universal.

JOS IBEZ MARTN. Ministro de Educacin Nacional.

NOTAS A PIE DE PGINA:

HISTORIA DE LAS IDEAS ESTTICAS EN ESPAA I : HASTA FINES DEL SIGLO XV [p. 1] DEDICATORIA A LA BUENA MEMORIA DEL EXCMO. SEOR MANUEL MIL FONTANALS CATEDRTICO INSIGNE DE ESTTICA Y LITERATURA GENERAL EN LA UNIVERSIDAD DE BARCELONA

Dedica este libro, como recuerdo de los das en que recibi una docta enseanza. MARCELINO MENNDEZ Y PELAYO

"Tu duca, tu signore e tu maestro" (Dante, Inf., Canto II.)

NOTAS A PIE DE PGINA:

HISTORIA DE LAS IDEAS ESTTICAS EN ESPAA I : HASTA FINES DEL SIGLO XV [p. 3] ADVERTENCIA PRELIMINAR A LA PRIMERA EDICIN Con este volumen doy comienzo a la publicacin de un largo y rido trabajo, de ndole puramente analtica y expositiva. Para que nadie busque en l lo que yo no he querido poner, ni se asombre tampoco de encontrar cosas que por el ttulo no esperara, dir en breves palabras cul ha sido mi objeto y mi plan. Ante todo, advertir que este libro ofrece poco o ningn inters para los meros aficionados. No es libro de estilo, sino de investigacin; y como la materia estaba virgen, todo lo he sacrificado al empeo de dar claridad a las doctrinas que expongo. El hacer frases sobre autores y libros, desconocidos en gran parte para m mismo hasta que empec a escribir sobre ellos, me parecera un pecado de ligereza imperdonable. Por esta vez renuncio gustoso a deleitar, y me contento con traer a la historia de la ciencia algunos datos nuevos. De la fidelidad de estos datos es de lo que respondo. No he retrocedido ante ninguna lectura, por rida que pareciese, y tengo mi orgullo en afirmar que hay pginas de esta obra que me han costado el estudio de volmenes enteros, slo para descubrir en ellos alguna idea til acerca de la belleza o del arte. No hay que decir que muchas veces, y aun tratndose de obras muy alabadas por los crticos, mi esperanza ha resultado completamente vana, y mi tiempo perdido. Pero ni siquiera en estos casos me he desalentado, y, bueno o malo, afirmativo o negativo, consigno siempre con sinceridad de impresin el resultado de mis [p. 4] lecturas. Aadir otra cosa para mayor autoridad de esta historia, y es que, con leves excepciones, est compuesta toda sobre libros propios, quiero decir, sobre libros que he recogido y poseo. Permtaseme esta satisfaccin de biblifilo, que es al mismo tiempo nueva garanta de que no me he aprovechado de datos ajenos ni de trabajos de segunda mano, por excelentes que sean. As, aun en este tomo, que es de todas las partes de la obra la que menos curiosidad bibliogrfica ofrece, se hallarn extractos no vulgares de la Potica de Averroes, del Autodidacto de Tofil, etctera, al paso que slo he acudido al libro, por otra parte tan docto y apreciable, de Munk, para las cosas que nicamente en l son accesibles, verbigracia, el Rgimen del Solitario de Avempace, y la Fuente de la vida de Gabirol, que he cotejado (aunque en el texto no lo digo) con dos diversos cdices latinos, uno de Pars y otro de Sevilla. Estos accidentes, por otra parte de poca importancia, se citan slo para dar muestra de la minuciosidad con que he procedido en una labor que no aspira a otro mrito que al de ser exacta y honrada. Este trabajo tiene un triple carcter. En primer lugar, si se le considera aisladamente, es lo que su ttulo indica, es decir, la historia, o (si este ttulo parece ambicioso) una coleccin de materiales para escribir la historia de la ciencia de la belleza en general y ms especialmente de la belleza artstica, entre nosotros. Como esta ciencia es una de las derivaciones o ramas secundarias de la filosofa sin perjuicio de su independencia y valor propio, puede considerarse tambin, a lo menos en parte, como un captulo de la historia de la filosofa en nuestra Pennsula; historia que est todava por escribir, y que escribir algn da, si la vida me alcanza para completar el crculo de mis trabajos, y si no

mueren stos ahogados por el general escarnio o la general indiferencia, que en nuestro pas persiguen a todo trabajo serio, de los que aqu se denigran con el nombre, sin duda infamante, de erudicin. Es al mismo tiempo esta obra una como introduccin general a la historia de la literatura espaola, que es obligacin ma escribir para uso de mis discpulos. Han pasado los tiempos en que era lcito tejer la historia de la literatura por mtodo exclusivamente cronolgico, o atendiendo slo al desarrollo ms externo de las formas artsticas, as como tampoco bastan meras generalidades [p. 5] histricas o sociales para explicar la aparicin del hecho literario. Detrs de cada hecho, o ms bien, en el fondo del hecho mismo, hay una idea esttica, y a veces una teora o una doctrina completa de la cual el artista se da cuenta o no, pero que impera y rige en su concepcin de un modo eficaz y realsimo. Esta doctrina, aunque el poeta no la razone, puede y debe razonarla y justificarla el crtico, buscando su raz y fundamento, no slo en el arranque espontneo y en la intuicin soberana del artista, sino en el ambiente intelectual que respira, en las ideas de cuya savia vive, y en el influjo de las escuelas filosficas de su tiempo. Infirese de aqu (y hemos llegado al principal propsito de nuestro libro) que paralelamente a la historia del arte, ya se le considere en general, ya en su desarrollo dentro de cada siglo y de cada raza, va marchando la historia de la Esttica, influyendo de una manera recproca los preceptos en los modelos y los modelos en los preceptos, ampliando el arte sus formas para albergar concepciones cada da ms vastas y sintticas, y ensanchando la ciencia sus moldes para dar entrada y explicacin a las nuevas formas que el arte incesantemente crea. No admitimos, pues, que se d arte alguno sin cierto gnero de teora esttica, explcita o implcita, manifiesta o latente; ni en el rigor de los trminos confesaremos jams que pueda crearse ninguna obra propiamente artstica, por mera espontaneidad, con ausencia de toda reflexin, como si trabajase slo una fuerza inconsciente y fatal. El arte, como toda obra humana digna de este nombre, es obra reflexiva; slo que la reflexin del poeta es cosa muy distinta de la reflexin del crtico y del filsofo. De aqu que al crtico y al historiador literario toque investigar y fijar, estn escritos o no, los cnones que han presidido al arte literario de cada poca, deducindolos, cuando no pueda de las obras de los preceptistas, de las mismas obras de arte, y llevando siempre de frente el estudio de las unas y el de las otras. Pero entindase siempre que estos cnones no son cosa relativa y transitoria, mudable de nacin a nacin y de siglo a siglo, aunque en los accidentes lo parezcan, sino que, en lo que tienen de verdadero y profundo, se apoyan en fundamentos matemticos e inquebrantables, a lo menos para m, que tengo todava la debilidad de creer en la Metafsica. [p. 6] Pero noto que, sin querer, me voy dejando llevar a la exposicin de mis ideas particulares, que tambin irn en esta obra, pero no ciertamente interrumpiendo el curso de la exposicin, en que casi siempre dejar la palabra a los autores mismos, nico medio de que las preocupaciones individuales no ofusquen la doctrina ajena; sino en el ltimo lugar, que es el que les corresponde, y ordenadas en forma de eplogo. Mezclarlas con la exposicin de las ajenas, dara a la obra un carcter de polmica impertinente, sobre todo tratndose de siglos en que las cuestiones se planteaban y discutan de un modo tan diverso del que ahora usamos. Aunque nuestra ciencia sea substancialmente la misma de Platn y de Aristteles, a nadie se le ocurre en los tiempos que corremos hacer una apologa o una diatriba en favor o en contra de Aristteles y de Platn. Se los expone, procurando entenderlos, y es mucho ms seguro.

Hay, pues, una gran parte de esta obra, casi todo lo anterior a Kant, en que he seguido el mtodo histrico, nico que por su sabia serenidad conviene a cosas ya tan lejanas. De all en adelante la exposicin tiene que tomar forzosamente carcter ms animado y ms crtico, y resolverse, al fin, en ideas propias. Todo lo dems sera combatir con fantasmas. A nadie asombre que aparezcan aqu tan antiguos los orgenes de una ciencia tenida en la comn opinin por modernsima, como que su nombre actual slo se remonta a la mitad del siglo XVIII, en que aparecieron los trabajos de Baumgarten. Pero si bien se mira, slo el nombre de Esttica es moderno: la ciencia ha existido (aunque a la verdad en estado rudimentario) desde que hay arte en el mundo. Y aadir una observacin que parece paradjica, y no lo es; a saber: que la Esttica es al mismo tiempo una de las ciencias ms antiguas, y una de las ciencias ms modernas y ms atrasadas todava. Slo una obra de genio ha producido, quiero decir, la Esttica de Hegel, y aun en ella, cuntos vacos, errores y obscuridades! Cunto de arbitrario y casustico! Cunto trnsito de nociones extraas al arte y que violentamente se introducen en su dominio! La Esttica, tal como generalmente se la considera, abarca tres partes. Llmase la primera Metafsica de lo bello, y es la que ha sido cultivada desde ms antiguo, aunque no tanto por los [p. 7] hombres de arte como por los filsofos, que tienen razn en encarecer su importancia (evidente para quien no profese un vulgar positivismo); pero no la tienen para encastillarse en los principios generalsimos y aplicarlos luego violentamente a la prctica artstica, que en absoluto ignoran o desconocen, y a la cual, no obstante, pretenden imponer direccin y reglas, en nombre de la belleza absoluta e increada. Estas vanas y pedantescas pretensiones, enunciadas gravemente por hombres, no ya incapaces de coger en la mano un cincel o de medir un exmetro, sino absolutamente negados para sentir la emocin que una obra de arte produce, han contribudo mucho, no hay que negarlo, al descrdito de sta ciencia entre los artistas, que generalmente se ren de estos estticos de Ateneo o de Seminario, con la misma razn que tuvo Anbal para rerse de aquel filsofo griego que vena a ensearle el arte de la guerra. Y, sin embargo, no aciertan los artistas en burlarse de la ciencia misma, que no tiene la culpa de la sandez de sus cultivadores, ni de que stos tengan el gusto tan perverso y estragado, ni de que se hayan dedicado a discurrir sobre el arte, en vez de consagrarse a la teologa o a la economa poltica. Este olvido y desdn en que los artistas tienen la Esttica influye desventajosamente en los artistas mismos, que, faltos de ideal, se abandonan a un empirismo rutinario, y caen fcilmente en la manera o en el industrialismo, o envilecen su arte en asuntos triviales, o se entregan a una facilidad desmayada, o crean un mundo falso y reproducen formas anticuadas; vicios todos contra los cuales previene con tiempo una teora slida, que para no estar en el aire y tener consistencia cientfica y valor universal, ha de descender forzosamente de la Metafsica esttica, es decir, del estudio de lo bello y de su idea. Pero nada adelantara la ciencia, y todava menos luz sacara el arte, si se encerrase siempre el esttico en regin tan area y nebulosa como es la de las ideas puras, y satisfecho con la consideracin de lo bello ontolgico, olvidase lo bello en la naturaleza y lo bello en el arte. De aqu dos nuevas partes de la ciencia, que se conocen con los nombres de Fsica esttica y de Filosofa del arte. Puede decirse que el primero de estos estudios anda en mantillas, aun en la misma escuela

hegeliana, que es positivamente de todas [p. 8] las modernas la que ms ha contribudo a ensanchar el campo de la Esttica. Hegel mismo trata esta parte muy por cima, y slo en Vischer comienza a tener importancia. No as la Filosofa del arte, que es conocida desde la ms remota antigedad, y produjo ya un verdadero monumento en la Potica de Aristteles. De todas las divisiones de la Esttica, esta parte, que designaremos con el nombre de Filosofa tcnica, o simplemente tcnica, es la ms adelantada. No slo abraza el sistema y clasificacin de las artes, sino adems la tcnica particular, que se subdivide en tantos captulos como artes. Para ser completo nuestro estudio, comprender, pues: 1. Las disquisiciones metafsicas de los filsofos espaoles acerca de la belleza y su idea. 2. Lo que especularon los msticos acerca de la belleza en Dios, considerndola principalmente como objeto amable, de donde resulta que no podemos separar siempre en ellos la doctrina de la belleza de la doctrina del amor, que llamaremos, siguiendo a Len Hebreo, Philographia, y que, rigurosamente hablando, corresponde a la filosofa de la voluntad, y no a la del entendimiento ni a la de la sensibilidad, que son las facultades que principalmente intervienen en la contemplacin y estimacin o juicio de lo bello. 3. Las indicaciones acerca del arte en general, esparcidas en nuestros filsofos y en otros autores de muy desemejante ndole. 4. Todo lo que contienen de propiamente esttico, y no de mecnico y prctico, los tratados de cada una de las artes, verbigracia, las Poticas y las Retricas, los libros de msica, de pintura y de arquitectura, etc., etc. 5. Las ideas que los artistas mismos, y principalmente los artistas literarios, han profesado acerca de su arte, exponindolas en los prlogos o en el cuerpo mismo de sus libros. De tan desemejantes orgenes proceden las ideas cuya historia ensayamos en este libro. Y puesto que ni l ni otro alguno de los mos tiende a presentar a Espaa como nacin cerrada e impenetrable al movimiento intelectual del mundo, sino, antes bien, aprobar que en todas pocas, y con ms o menos gloria, pero siempre con esfuerzos generosos y dignos de estudio y gratitud, hemos llevado nuestra piedra al edificio de la ciencia universal, he credo necesario mostrar el enlace estrecho que nuestra cultura esttica [p. 9] tiene con las ideas que sobre la misma materia han dominado en cada uno de los perodos de la historia general de la filosofa. Por eso el primer perodo, cuya historia publico, lleva una larga introduccin sobre las doctrinas estticas entre los antiguos griegos y latinos, y entre los filsofos cristianos. Quiz resulten demasiado extensos tales prolegmenos; pero los tengo por indispensables, y puedo decir que he excludo de ellos cuidadosamente todo lo que es de pura curiosidad, o lo que no ha infludo directamente en Espaa. Ostentar erudicin en tal materia, fuera cosa fcil; pero yo he tratado ms bien de disimular la poca que tengo, y de hacer, sobre todo, un libro til.

Julio de 1883.

NOTAS A PIE DE PGINA:

HISTORIA DE LAS IDEAS ESTTICAS EN ESPAA I : HASTA FINES DEL SIGLO XV [p. 10] NOTA SOBRE ESTA SEGUNDA EDICIN Por causas que interesan poco a mis lectores, el presente tomo, escrito e impreso por primera vez en 1883, sali ms desaliado e incorrecto que otro alguno de mis libros. Le escrib de prisa y correg las pruebas con suma negligencia. Quiz algunos (los menos) de los defectos que sac aquella primera edicin, podan achacarse a la excelente imprenta que tiene que luchar con mis borrones; pero de la mayor parte de los descuidos, as de concepto como de estilo, que tanto perjudicaban a la claridad de la doctrina, slo poda y deba responder el autor, y suya era la obligacin de corregirlos. Con todas mis fuerzas lo he procurado ahora, sometiendo el texto a una severa y minuciosa revisin, y refundiendo totalmente algunos captulos, adems de aadir gran nmero de notas y completar en lo posible la parte bibliogrfica. Suplico encarecidamente a los que posean ejemplares de esta obra ma, que si quieren servirse de ella con utilidad, sustituyan el primer tomo con ste que ahora se imprime, quiz menos indigno de su atencin.

Noviembre de 1889.

NOTAS A PIE DE PGINA:

HISTORIA DE LAS IDEAS ESTTICAS EN ESPAA I : HASTA FINES DEL SIGLO XV INTRODUCCIN. DE LAS IDEAS ESTTICAS ENTRE LOS ANTIGUOS GRIEGOS Y LATINOS Y ENTRE LOS FILSOFOS CRISTIANOS [p. 11] I : DOCTRINA ESTTICA DE PLATN Cuenta Xenofonte ateniense, en el captulo X, lib. III de sus Recuerdos socrticos, que Scrates, hijo de Sofronisco, pregunt un da al pintor Parrasio: Crees que la pintura es representacin de cosas visibles por medio de colores? Yo veo que cuando vosotros, los artfices, imitis una forma hermosa, como no es posible hallar un hombre perfecto en todas sus partes, elegs de cada uno lo que ms bello os parece, y formis as un cuerpo hermossimo [1] . Verdad dices,le contest Parrasio. Y no imitis tambin una alma cariosa, dulcsima y amable, o por ventura esta alma no es susceptible de imitacin? Y cmo ha de ser imitable, oh Scrates! lo que no tiene proporcin ni color, ni en modo alguno es visible? [p. 12] Y no acontece que el hombre mira de un modo dulce o de un modo hostil a otros hombres? As es. Luego esto podr expresarse en los ojos. S, por cierto. Luego tambin pueden representarse los afectos del nimo. Indudablemente,dijo Parrasio. Otro da fu Scrates al taller del escultor Criton y tuvo con l este dilogo: Veo, Criton, cun bellos son los corredores, luchadores, pgiles y atletas que t representas; pero cmo llegas a darles vida? Dud un poco Criton antes de responder, y Scrates acudi a darle la mano, diciendo:

Lo haces mediante la imitacin de formas vivas? S, por cierto. Luego podrs tambin expresar y hacer visibles las cosas que, por medio del gesto y de la mirada, se manifiestan en los cuerpos? Verdaderamente que s. Luego la escultura debe reproducir, por medio de la forma, los afectos del alma, de tal modo que los hombres parezcan vivos. Por primera vez proclamaba en estos dilogos el moralista ms popular de la antigedad el valor de la expresin moral en el arte; pero al mismo tiempo, su recelo en orden a las especulaciones ontolgicas le haca encerrar el concepto de la belleza en una frmula estrictamente relativa, que toca los linderos del concepto de utilidad. As podemos aprenderlo en el cap. VIII del mismo libro, donde Scrates discurre con Aristipo sobre la nocin de hermosura. Qu es la hermosura?le pregunta Aristipo. Muchas cosas,responde Scrates. Pero son cosas semejantes entre s? Algunas son muy desemejantes. Y cmo puede ser bello lo que difiere tanto de otra cosa bella? Llamo hermoso y bueno todo lo que es acomodado a su fin. [p. 13] Dices, pues, que una misma cosa puede ser bella y fea? S que lo digo, y aado que puede ser a un tiempo buena y mala. Lo que es bueno para el hambre, es malo para la fiebre; lo que es hermoso en la carrera, resulta feo en la palestra, y al contrario; porque todo es bueno y hermoso en cuanto sirve a su fin, feo y torpe en cuanto no sirve. Y as vemos que la casa que es buena para el invierno, es mala para el verano. En el cap. VI, lib. IV de la citada obra, Scrates, en dilogo con Eutidemo, vuelve a encerrarse en el mismo estrecho y relativo empirismo, llamando bello a todo lo que es til para el objeto a que se destina. As, an no nacida la ciencia esttica, se iniciaba ya la funesta intrusin del concepto de utilidad, o de finalidad til, en los dominios de lo bello.

Semejante invasin vena a herir de plano el armonioso conjunto de las ideas helnicas respecto de la hermosura; ideas que no estaban escritas, pero que inspiraban y vivificaban secreta y cariosamente toda obra de ingenio, porque en las razas privilegiadas y prceres en cuanto al sentimiento artstico, una esttica latente, pero real y armnica, antecede al desarrollo especulativo de la filosofa de lo bello. Que la belleza tena por s un valor propio, real y substantivo, independiente de cualquiera relacin extrnseca, llmese utilidad o de otro modo, bien lo mostr el padre Homero, haciendo caer a Ulises de rodillas ante Nausicaa, porque nunca los ojos del sabio Ithacense haban visto otra belleza igual, ni de varn ni de mujer. Y de un modo semejante, los ancianos de Troya daban por bien empleadas las fatigas de la guerra, que les consenta tener dentro de sus muros a aquella mujer cuya belleza igualaba a la de los eternos dioses. Presentaron Homero o los poetas homricos, sin auxilio de teoras, y como por intuicin semidivina, el dechado ms perfecto y ejemplar de arte que han podido contemplar entendimientos humanos, y sus procederes tcnicos se perpetuaron entre los aedos y los rapsodas, que constituyeron a la larga escuelas y certmenes pblicos, en que la ingenuidad de la primitiva inspiracin hubo de perderse, sobreponindose a ella los artificios de la profesin literaria, templados, no obstante, en aquella remotsima poca, por la rudeza y simplicidad de las costumbres, y en aquella raza [p. 14] feliz, por el equilibrio casi perfecto de las facultades creadoras. [1] As se fu educando lentamente una generacin literaria ms reflexiva y estudiosa, engendradora a la larga de gramticos y de sofistas. La tradicin literaria y el innato buen gusto bastaron a guiar a los crticos o diaskevastas, que, en la era de los Pisistrtidas, ordenaron en un haz las rapsodias homricas y fijaron su texto. Al mismo perodo, que pudiramos llamar espontneo, de la crtica literaria, pertenecen los fallos de los jueces de los concursos dramticos de Atenas; la oposicin de Soln al teatro por considerarle como una nueva falsedad propia para pervertir a los ciudadanos; el elemento crtico que se insina en la tragedia ateniense (juntamente con el abuso de recursos patticos y de ingeniosos efectos teatrales), haciendo, por boca de Eurpedes [2] , la censura y aun la parodia de la ruda naturalidad del viejo Esquilo; y la protesta que, en nombre del arte tradicional, patritico y semirreligioso, formula la comedia antigua, dechado de lo cmico ideal y fantstico, en Las Ranas y en Las Tesmoforias [3]. [p. 15] Gran cmulo de observaciones tcnicas debi de contenerse tambin en los primitivos tratados sobre la msica, en los ensayos que hicieron los gramticos y sofistas (Crax, Tisias, Gorgias), para sistematizar la filosofa del lenguaje y las reglas de la retrica, y quiz en los libros perdidos del abderitano Demcrito, que escribi, segn refiere Digenes Laercio, del ritmo y de la armona, de la msica, de la belleza de los versos de Homero y de la correccin del lenguaje, de la Pintura, de la Historia, etc., etc. [1] . Con todo eso, los sofistas ms bien que los filsofos, analizando por primera vez las condiciones estticas del lenguaje, fueron tambin los primeros en sentar las bases de una teora de la elocuencia, no alterada en lo substancial ni por el mismo Aristteles; debiendo aadirse que ellos educaron la prosa griega y le dieron su ritmo propio, distinto del de los versos, y que si a los principios afect pompa montona y simtrica, harto ms ingrata que los candorosos anacolutos de los primitivos loggrafos, trocse luego en instrumento fcil y armonioso de la divina filosofa de Platn y de la austera palabra de Demstenes [2]. [p. 16] Viniendo despus de la tendencia, en todo relativa o ms bien escptica, de los sofistas, no

son de maravillar las proposiciones de Scrates que antes trasladamos, conforme al verdico testimonio de Xenofonte, el cual, por ser de ndole mucho menos propensa [p. 17] a la metafsica que los dems condiscpulos suyos, reprodujo tambin con rasgos menos idealizados la figura del pensador popular, psiclogo y moralista. Pero dentro de la misma escuela socrtica comenzaba a despertar [p. 18] la tendencia contraria, que, apartando la vista de lo fenomenal y limitado, busca en regin ms alta el principio generador de lo bello, as en las obras de la naturaleza como en las del arte. Fu intrprete de esta tendencia y (por decirlo as) hierofante y revelador de los misterios de la hermosura a los mortales, el filsofo ms digno de declararlos, varn naturalmente estoico, amado ms que otro alguno por la Venus Urania, y en quien toda idea y abstraccin de la mente se visti con los hermosos colores del mito y de la fantasa, templados por una suavsima tinta de tica irona, fcil y graciosa. Fu la filosofa de este sabio filosofa de amor, como l mismo la define. Yo nada s, fuera de una exigua disciplina de amor, dice en el Theages [1] , y quera dar a entender con esto que su enseanza no era dogmatismo estril y cerrado, sino que se fundaba en la simpata entre maestro y discpulo; fusin ntima, misteriosa y divina, nica que puede hacer fecunda la transmisin de las ideas, para que stas no caigan en el alma del oyente como en tierra ingrata a los afanes del cultivador. Y quera indicar adems que sin las alas del amor (entendido como deseo de la sabidura) no puede menos de ser flojo y tardo el ascenso del alma a las regiones de lo puro inteligible. Empdocles haba comprendido el amor como elemento esencial de su teora cosmognica; Platn le hizo entrar el primero en una teora metafsica. Ciencia del Amor o Ciencia de las Ideas son para l trminos idnticos, puesto que el Amor, lo mismo que la Idea, reduce la pluralidad a unidad, y crea el orden, la armona y el nmero en el universo, componiendo todas las oposiciones y diferencias. La ciencia del amor es, por consiguiente, una verdadera Dialctica. Ni tampoco se enderezaba esta doctrina platnica a henchir de vanagloria el nimo del alumno, sino a producir en l la templanza o sophrosyne, unida a la justicia, segn leemos en el dilogo de Los Amantes [2]. [p. 19] A causa de su forma libre y potica de exposicin, no puede decirse que la doctrina platnica (aqu nos limitamos a la que especula sobre el amor, la hermosura y las bellas artes) se encuentre compendiada en un solo dilogo, sino derramada en muchos y muy desemejantes, e informando ocultamente los dems. Recorrerlos todos es imposible; pero conviene analizar los ms sealados, porque nada ha inflido de un modo tan directo y eficaz en todos los idealismos posteriores; y aunque el idealismo ande hoy decadente, nunca deja de ser la mitad, por lo menos, de la especulacin cientfica. Volva triunfante el rapsoda Ion [1] de los juegos de Epidauro, cuando se le hizo encontradizo Scrates, y quiso persuadirle que no era el arte quien gua al rapsoda, sino cierta fuerza divina que le mueve, al modo que el imn atrae los anillos de hierro. As arrebata el divino furor a los poetas, y son admirables los picos, no por el arte, sino por este instinto sagrado, y lo mismo los mlicos (o lricos), que, arrebatados de un furor anlogo al de los Coribantes, se empapan en la armona y en el ritmo, y salen de seso como las Bacantes, que se imaginan beber en los ros leche y miel. Porque el poeta es cosa leve, alada y sagrada, que trae sus cantos de los huertos y de los vergeles de las musas, y no

puede poetizar sino cuando est lleno del dios y arrobado. Un dios saca de seso a los poetas y los convierte en orculos y adivinos suyos. No hemos de creer, pues, que hablan ellos, sino que habla el dios por su boca. A esta teora de la inconsciencia artstica acampaba en el Ion otra, muy digna de notarse, sobre las relaciones entre el artista y el pblico. El espectador es el ltimo anillo de una cadena cuyos eslabones se enlazan por su virtud atractiva semejante a la piedra imn, siendo el anillo medio el rapsoda o el mimo, y el anillo primero el poeta, por ministerio del cual lleva el dios los nimos de los hombres a donde le place. El arte emprico y utilitario que los sofistas llamaban Retrica, ha sido discutido por Platn en uno de sus dilogos ms extensos [p. 20] y famosos, el Gorgias [1] . Pregunta Scrates a Gorgias qu idea tiene de la Retrica, y contesta l que la Retrica versa sobre las palabras: per lgouj , en las cuales consiste toda la virtud y eficacia oratorias. Y qu palabras son esas?contina interrogando Scrates. Las mejores y ms excelentes. Y en qu consiste su excelencia? En llegar los hombres, por medio de ellas, a dominar en su ciudad, a persuadir con palabras a los jueces en el tribunal, a los senadores en la asamblea, a los congregados en el gora. Luego la Retrica es arte de persuasin (objeta Scrates); pero tambin hay otras artes que persuaden: variarn, pues, en el modo de la persuasin y en la materia de ella. Sobre qu versa la persuasin retrica? Sobre lo justo y lo injusto, responde Gorgias. Pero no hay ciencia alguna que sea a un tiempo verdadera y falsa; habr, pues, dos maneras de persuasin: una fundada en doctrina, y otra que carece de ella. Aqu Gorgias, en vez de contestar directamente a la objecin socrtica, pondera en grrulas frases la utilidad de la Retrica con tal que se haga buen uso de ella y no se la deshonre; y aun entonces ser lcito aborrecer, mandar al destierro y aun matar al que abuse de la elocuencia; pero no a su maestro. Scrates obliga a Gorgias a declarar que no atae al retrico conocer las cosas mismas, tales como son en s, y que le basta tener cierto arte para persuadrselas a los ignorantes. Pero a lo menos deber conocer lo que es bueno o malo, hermoso o feo, justo o injusto, antes de llegar al aula del maestro de Retrica, o tendr ste que enserselo,objeta Scrates. As es,dice Gorgias. Luego el que aprende lo justo, ser justo.

Concedido. Y obrar la justicia y no har injuria a nadie. Luego forzoso es que el retrico sea justo, y entonces, cmo ha de ser posible [p. 21] que nadie use injustamente de la Retrica, como t decas, oh Gorgias!? Aqu interviene otro sofista agrigentino llamado Polo, y pregunta a Scrates: Qu arte juzgas t que es la Retrica? Ninguna especie de arte, a decir verdad, sino cierta prctica. Y prctica de qu? De producir gracia y placer, no de otro modo que el arte de cocina y la sofstica y el arte cosmtica, partes de un estudio nada bello ni honesto, fundado en la adulacin del apetito. La retrica es un simulacro o fantasma de la ciencia poltica, y, por tanto, cosa torpe, como lo es el arte opsnica, simulacro de la medicina, y la cosmtica, que simula la verdadera hermosura corporal, la cual se adquiere slo por la gimnstica. Y es fundamento de todas estas artes la adulacin, porque slo tiran a halagar el gusto, y no se fundan en razn; as, la sofstica remeda a la nomotcnica o arte de legislar, y la Retrica a la dicstica o arte de justicia. Replica groseramente Polo que los retricos ejercen en las ciudades igual poder que los tiranos, matando a quien quieren, despojndole de su patrimonio y arrojndole de la ciudad. Ni los tiranos ni los retricos hacen lo que quieren (contesta Scrates): hacen solamente lo que les parece bien, y esto de ninguna manera ha de tenerse por gran poder, puesto que le posee un loco. Y aqu, por medio de una digresin tica fundada lgicamente en el optimismo socrtico, Platn distingue el fin y el medio de la accin humana. El fin es siempre el bien, y nadie que est en su juicio tiende al mal. De los medios se escoge el que pueda acomodarse y proporcionarse al fin. No hace el hombre el mal por voluntad propia, sino por ignorancia de la relacin que hay entre los medios y el fin... Las ideas favoritas de Scrates: que la virtud es una ciencia, y que el criminal tiene derecho a la pena, dominan en esta parte del dilogo, que slo en apariencia se desva del objeto principal, para defender la idea de justicia y la pura nocin del sumo bien contra los sofistas que tienen por suprema felicidad la tirana. Si el malo es siempre desdichado, lo es todava ms cuando no paga la pena de su injusticia: l mismo debe confesarla y ofrecerse al castigo, aunque le pongan en tormento, aunque le [p. 22] saquen los ojos, aunque vea el suplicio de su mujer y de sus hijos, aunque le crucifiquen, o le quemen vivo, o le sumerjan en pez hirviente, porque as ser mucho ms feliz que si en su ciudad usurpase la tirana y viviese a su capricho, de tal manera que le envidiasen todos los ciudadanos y los extraos. Niega Polo la identidad entre lo bello y lo bueno, lo malo y lo feo. Y Scrates le pregunta:

Cuando llamas hermosos los cuerpos, las figuras, los colores, las voces, los estudios, no lo haces refirindolos a la utilidad o al placer que producen en los espectadores? Lo mismo ha de juzgarse de las artes y disciplinas. Lo bello se define por el deleite y por el bien; lo feo, que es su contrario, por el dolor y por el mal. Luego el que castiga justamente, y el que es justamente castigado, hacen y producen cosa bella, buena, expiatoria y que limpia de la depravacin el nimo. De todo esto deduce Scrates que la Retrica es arte intil y nociva, como no nos valgamos de ella para acusarnos a nosotros mismos y a nuestros deudos y amigos, cuando hayamos o hayan ellos cometido algn crimen, y para descubrirle y sacarle a luz, hasta que, siendo castigados, se libren ellos o nos libremos nosotros de nuestra maldad y error de nimo, y sin temor ni vacilacin nos entreguemos, con los ojos cerrados, al tormento, al destierro, a la muerte, como quien se entrega al mdico para que con el hierro y el fuego le cure. Tales sublimidades morales no aquietan a los sofistas, y Calicles comienza a defender la teora del placer, la ley del ms fuerte y los instintos de la naturaleza sensible, contra la ley moral y la ley escrita. La naturaleza nos muestra que los ms fuertes y robustos deben poseer y gozar ms que los dbiles e inferiores. La ley es un fingimiento y una convencin; la filosofa, entretenimiento de nios, vano y ridculo para hombres hechos. Entonces prueba Scrates que no se ha de confundir el deleite con el bien, por ser el deleite cosa relativa que va mezclada siempre con el dolor de la privacin o necesidad moral sentida, al contrario del bien, que es, por su esencia misma, absoluto. El placer es comn a todos, y el bien no, ni el bien se mide por la intensidad y la duracin del deleite; y cuando se habla de deleites conformes al bien, es el bien mismo, no el deleite, lo que se convierte [p. 23] en regla de vida. No se ha de buscar el bien por el deleite, sino el deleite por el bien. Artes adulatorias del deleite, lo mismo que la Retrica, son la didascalia de los coros, y la poesa ditirmbica, y aun la misma tragedia, que se dirige principalmente a halagar el gusto de los espectadores. La poesa es una manera de Retrica; la Retrica popular, una especie de poesa desligada de la forma mtrica. Puede haber, con todo esto, dos maneras de oradores: unos que miran en sus discursos a la utilidad de los ciudadanos y procuran hacerlos mejores con sus palabras, y otros que quieren engaar al pueblo con halagos, como a los nios. El arte de los primeros es adulatorio y torpe; el de los segundos hermoso y bueno, como lo es siempre el decir la verdad, agrade o no a los oyentes. De este gnero de oradores que hayan hecho ms buenos a los atenienses, an no hemos visto ninguno, ni lo fueron Cimn, Milciades ni Pericles. Pero la Retrica de tal varn, dado que alguna vez exista, ser arte, porque mirar a algn trmino, es decir, al bien, y conforme a l ordenar su obra, o le dar cierta forma ajustada al orden, y as ser arte, porque el arte es orden y ornato; y de esta manera, el orador artificioso y bueno ahuyentar del nimo de sus conciudadanos la injusticia y la destemplanza, y har que reinen en ellos templanza y justicia, porque el alma que tiene su ornato propio es mejor que la que carece de l. Este ornato es la templanza y la sophrosyne, a segrur y ejercitar la cual debemos enderezar todos nuestros esfuerzos, apartndonos por igual razn de la intemperancia, para obtener la felicidad. Quien se deje arrastrar de

las pasiones, no ser querido ni de los hombres ni de los dioses, ni podr vivir socialmente y en amistad; porque ya nos ensearon los sabios antiguos que el cielo y la tierra y los dioses y los hombres estaban unidos por cierta sociedad y amistad (philia), por ornato, por sophrosyne y por justicia: de aqu que el mundo se llame cosmos y no acosmos; de aqu que valga tanto la armona geomtrica entre los hombres y los dioses. Este es el punto culminante de la discusin, puesto que el divino filsofo prodama el valor absoluto y transcendente de la ley de armona, de justicia, de orden; ley que es a la vez ontolgica, tica y esttica. No importa el vivir, sino el vivir conforme [p. 24] al orden; ni se ha de amar por s misma la vida, sino dejar a Dios el cuidado de ella. Todo arte que tiende al deleite, es arte servil, y todava concede Platn a la sofstica cierta ventaja sobre la Retrica, por la misma razn que la nomottica se aventaja a la juciaria y a la gimnstica. Para entender cmo, en el pensamiento de Platn, se concordaban la idea de la absoluta inconsciencia del artista, manifestada en el Ion, y el fin moral y purificador que asigna al arte en el Gorgias, y exagera luego, como veremos en la Repblica y en las Leyes, conviene penetrar ms adelante en la teora platnica, y preguntar a otros dilogos suyos lo que el filsofo pensaba sobre el concepto de la belleza y sobre la nocin del amor, inseparables en su mente del concepto del arte. No es el Hipas Mayor [1] , si slo se le mira en la corteza, un dilogo dogmtico, sino polmico, o ms bien erstico [2] , ni da al parecer solucin alguna, aunque pone en camino de buscarla; pero lo cierto es que en el fondo de esta especie de comedia, donde ojos poco atentos slo vern la vanidad burlada del sofista Hipas de Elea, que con el estudio de la sabidura haba acumulado ms dinero que ningn otro de los griegos, yace el principio capital de la esttica platnica (anttesis viva de los principios del Scrates de Xenophonte), esto es, que la belleza es una idea o realidad ontolgica separada e independiente de las cosas bellas, y por cuya participacin pueden llamarse bellas estas cosas (y todas las cosas hermosas por la hermosura son hermosas). [p. 25] Veamos ahora por qu hbiles procedimientos dialcticos de exclusin y de reduccin al absurdo, y con qu mezcla de blanda irona, llega el Scrates platnico a esta conclusin, no tan disimulada y latente como induciran a creerlo las ltimas palabras del dilogo. Hipas ha ledo en Esparta una oracin sobre los hermosos estudios , y Scrates le pregunta qu es lo bello, y si es algo como la justicia que hace justas las cosas, y la sabidura que hace los sabios, y el bien que hace las cosas buenas; porque si el bien, la sabidura y la justicia no existiesen, no habra cosas buenas, justas ni sabias. Hipas, con su ligereza de retrico, empieza confundiendo lo bello con las cosas bellas; v. gr.: una mujer hermosa, un caballo hermoso... Y una hermosa olla fabricada por un buen alfarero, aade Scrates. Retrocede Hipas ante lo ridculo de la conclusin; pero Scrates le ensea que la inferioridad slo consiste en el gnero; y por eso (segn parecer de Herclito), el ms hermoso de los monos resulta feo en cotejo con el gnero humano; pero lo mismo sucedera a la ms hermosa de las mujeres y al ms sabio de los hombres, si se los comparase con los eternos dioses. De aqu se inferira que toda belleza es cosa relativa, no habiendo diferencia alguna esencial entre una belleza y otra. Abandonada su primera posicin, busca Hipas nueva definicin de la belleza, y concede que lo bello

es lo que adorna o decora las cosas bellas, y con su presencia las hermosea; v. gr.: el oro. Luego fu rudsimo artfice Fidias (objeta Scrates), que no hizo de oro, sino de marfil, los ojos, los pies y las manos de su Minerva. Tambin es hermoso el marfil,responde Hipas. Y entonces, por qu no hizo de marfil, sino de mrmol, las pupilas de los ojos? Nueva definicin de Hipas: Lo ms hermoso es ser sano, rico, honrado entre los griegos hasta la extrema vejez, y ser enterrado magnficamente por sus hijos. Pero lo que buscamos (dice Scrates) no es una belleza particular, sino aquello que hace hermosas todas las cosas en que reside: una piedra, un leo, un hombre, un dios, y toda accin y todo conocimiento; [p. 26] lo que es bello siempre y para todos. Ser la belleza el decoro, es decir, una mera relacin o conveniencia? Pero qu es el decoro ? Lo que hace parecer bellas las cosas, o lo que las hace ser realmente bellas? Mas el que lo parezcan sin serlo es una falacia y un simulacro, y no puede ser tal la belleza que buscamos, independientemente de que las cosas parezcan bellas o no. Si el decoro y la belleza fuesen la misma cosa, no habra disputas entre los hombres sobre la belleza, porque pareceran bellas todas las cosas que realmente lo son. El orden, el decoro, la conveniencia manifestarn o harn aparecer en forma sensible la belleza, y sern imagen de ella; pero nunca la imagen podr confundirse con el original. Y Scrates contina proponiendo definiciones, y analizndolas y destruyndolas. Todas ellas han sido profesadas y defendidas, andando el tiempo, y han servido de base a sistemas estticos. La belleza es lo til? Ser, pues, bella la fuerza, fea la impotencia, bello lo que sirve para algn fin, feo lo que para nada sirve? Pero llamaremos bella la potencia que se ordena al mal? De ningn modo. Y la que se ordena al bien? S. Luego la belleza ser la causa eficiente del bien, ser como su madre; pero no ser el bien mismo, sino que se distinguir de l como la causa se distingue del efecto, y el hijo del padre. Ser la belleza lo que nos deleita por el odo y por la vista, verbigracia, la hermosura humana, una estatua, un cuadro, el canto, la msica, los discursos y conversaciones? Pero cmo reducir a las impresiones de estos dos sentidos la belleza, y excluir los restantes, que tambin, a su modo, nos deleitan con la comida, la bebida, el acto carnal, etc.? Por ventura no son agradables estas cosas? Y, sin embargo, quin las llamar bellas, aunque las tenga por dulcsimas y suaves? Adems, llamamos bellas las ciencias y las leyes, porque se nos comunican mediante la vista y el odo, o por otra ms alta razn? Lo que es bello para el odo es bello para la vista, o viceversa? De ningn modo. Luego la belleza de la vista ser distinta de la belleza del odo, y para encontrar su naturaleza comn, hemos de buscarla fuera de los sentidos, porque si no, la belleza de un sentido excluira la de otro. Algo de comn tienen que las hace ser bellas: lo son por la esencia ideal que hay en ellas, de la cual esencia participan entrambos y cada una. [p. 27] Scrates termina con el antiguo proverbio: Todas las cosas bellas son difciles.

El conocimiento, posesin y goce de esta belleza perfecta, suprema e ideal, se logra por medio de la filosofa de amor, cuyos misterios estn expuestos por el hijo de Ariston con estilo ditirmbico, y casi proftico y sacerdotal en dos dilogos, que contienen lo ms sublime y arcano de su doctrina, y que en la relacin de arte no ceden a ninguno de los suyos: el Fedro [1] y el Symposio, venero inagotable de conceptos para todos los tesofos y msticos posteriores. A orillas del Iliso, a la sombra del pltano, sobre la blanda hierba, lugar acomodado para juegos de doncellas, santuario de las ninfas y del Aqueloo, donde espira fresco viento y resuena el estivo coro de las cigarras, se sientan Scrates y Fedro, a oir la lectura de un discurso de Lisias sobre el amor. Pero a Scrates no le contentan ni la invencin ni la disposicin del elegante retrico. El ha aprendido mejores cosas sobre el amor, leyendo a los antiguos hombres y mujeres, especialmente a la hermosa Safo y a Anacreonte el sabio y adems le bullen en la mente mil ideas, que no sabe de dnde ni cmo le han venido. Fedro le excita a declararlas. Previa invocacin a las Musas, comienza a explicar Scrates qu es el amor y cul su fuerza. El amor es deseo. En cada cual de nosotros hay dos ideas dominantes e impelentes: un innato deseo de deleites, y una opinin adquirida que ambiciona lo mejor. Unas veces aparecen conformes estos impulsos, otras lidian entre s. Cuando domina la opinin, llegamos a la templanza; cuando domina la concupiscencia irracional, su imperio se llama liviandad. Al llegar a este punto, toma el discurso (palinodia le llama Scrates, por ser en alabanza del amor, a quien antes haba maltratado) un tono ditirmbico, como nacido de inspiracin de las ninfas. Para conservar su verdadero carcter a este bellsimo trozo potico, hay que traducirle casi ntegro. Las mejores obras humanas (dice Platn) se hacen por cierto furor, mana o delirio que [p. 28] los dioses nos infunden. Mana es el arte que predice lo futuro, y por eso se llam mantikh . Mana, el arte expiatoria y propiciatoria que lava la mancha de antiguos crmenes, y mana tambin la inspiracin potica que instruye a los venideros de los hazaosos acaecimientos de los pasados. Quien sin este furor se acerque al umbral de las Musas, fiado en que el arte le har poeta, ver frustrados sus anhelos, y comprender cun inferior es su poesa, dictada por la prudencia, a la que procede del furor vaticinante, concedido a nosotros por los dioses inmortales para nuestra mayor felicidad. Tambin es mana el delirio ertico, el de la Venus Urania. El alma es semejante a un carro alado, del cual tiran en direccin opuesta dos caballos regidos por un auriga moderador. Es oficio de las alas elevar el alma a la esfera de lo divino, sabio y bueno; a la regin de las ideas, a donde se encamina el carro del mismo Jpiter, y tras l todo el ejrcito de los dioses y de los demonios, dividido en once escuadrones. Los caballos de los dioses son excelentes, y con facilidad llegan al trmino; pero el carro de los hombres, por la fuerza del caballo partcipe de lo malo, tira hacia la tierra. Aquel lugar supraceleste ningn poeta le alab bastante, ni habr quien dignamente le alabe, porque la esencia existente en s misma, sin color, sin figura, sin tacto, slo la puede contemplar el puro entendimiento. All reside la verdadera e inmaculada ciencia. Nutrido con ella el pensamiento divino, nutrido todo entendimiento en algn tiempo remoto, gozar y se alegrar en la contemplacin de lo que es, y ver, como en crculo la justicia en s, la templanza en s, la ciencia del ente; y cuando esto haya contemplado, atar el auriga sus caballos al pesebre y les dar a beber nctar y ambrosa; que tal es la vida de los dioses.

No llegan a tan pura contemplacin los hombres, sino que bregan con sus caballos entre tumulto y sudor, y unos ruedan del carro, otros vacilan y tropiezan; ni alcanzan a descubrir, sino de lejos, los resplandores de la verdad, y entre tanto se nutren con el alimento de lo opinable, que les hace anhelar por descubrir el campo de lo real, donde brotan las hierbas que vigorizan el nimo. Y es ley de la diosa Adrastea que el nimo imitador de los dioses que logre alguna parte de la verdad, pase ileso a otro crculo celeste [p. 29] y se trueque en filsofo amante de la hermosura, msico o ertico, y quien alcance menos, en rey o tirano. Los adivinos y profetas estn en el quinto grado de la metempscosis, y los poetas y dems artfices de imitacin en el sexto. Slo el conocimiento de la filosofa restituye al hombre sus alas y le hace recordar las ideas que en otro tiempo vi (doctrina de la reminiscencia), y despreciar las cosas que decimos que son, y volver los ojos a las que realmente son. El que se instruye en tales reminiscencias y sacrosantos misterios, se hace verdaderamente perfecto, se aparta de los mseros anhelos de los dems humanos, y atento a lo superior y divino, pasa por dementado a los ojos de la multitud, la cual ignora que est lleno de espritu celestial. Y por eso, cuando ve alguna hermosura terrena, acordndose de aquella verdadera hermosura recobra sus alas y quiere volar; y como no puede hacerlo, y ama las cumbres y desprecia los valles, dicen las gentes que est loco, como si esta divina enajenacin no fuese la sabidura ms excelente de todas. Toda alma de hombre ha contemplado en otro tiempo la verdad; pero el recordarla no es para todos, o porque la vieron breve tiempo, o porque, al descender, tuvieron el grande infortunio de perder la memoria de las cosas sagradas. Pocos quedan que las recuerden; pero cuando ven aqu algn simulacro de ellas, salen de su sexo, y ellos mismos no se dan cuenta de la razn, ni atinan con el gnero, sino que aciertan cuando mucho a vislumbrar entre obscuras nubes aquella ntida hermosura que en otro tiempo vieron al lado de Zeus y de los otros dioses, contemplando, cercadas de luz pursima, las ntegras, sencillas, inmviles y bienaventuradas ideas. Entonces estbamos puros y no ligados, como la ostra, a esto que llamamos cuerpo. El privilegio de la hermosura es ser percibida por la vista; no as la ciencia, que excitara ardentsimos amores, si cara a cara la contemplsemos. Quien no est iniciado en estos misterios, vase, como un cuadrpedo, tras del deleite; pero quien est iniciado y ha contemplado las ideas en otro tiempo, en viendo un cuerpo hermoso, siente al principio una especie de terror sagrado, luego le contempla ms, y le venera como a un Dios, y si no temiera ser tenido por loco, levantara a su amor una estatua y le ofrecera sacrificios. Experimenta amor y ardor inslitos, y bebiendo por los ojos el influjo de la belleza, comienzan a brotarle alas, y siente [p. 30] extrao prurito y dolor, como los nios en las encas cuando empiezan a brotarles los dientes... El un caballo de los que tiran el carro del alma es alto, bien dispuesto de miembros, erguida la cabeza, ancha la nariz, blanca la color, negros los ojos; es codicioso de honor, amigo de la sophrosyne y de la opinin recta, dcil a la razn y al dictamen prudente. El otro es torcido, obscuro y mal dispuesto, dura la cerviz, breve el cuello, aplastada la nariz, fosca la color, sanguinolentos los ojos; es sbdito de la petulancia y de la terquedad; hirsutas y sordas son sus orejas; apenas obedece al ltigo ni a la espuela. Cuando el auriga ve un objeto hermoso, el uno de los corceles quiere arrojarse a l para disfrutarle, aquejado por el deseo bestial; pero el otro, contenido por la templanza, reprime su furia y da tiempo a que el auriga medite y traiga a la memoria la naturaleza de la hermosura y la vea inseparable de la templanza, y asentada en casto fundamento, por donde le inspira temor y reverencia. A este sagrado embebecimiento se aplica aquel antiguo mito de los hombres convertidos en cigarras, sin comer ni beber, absortos en el canto de las Musas.

La segunda parte del dilogo, ms enlazada con la primera por el pensamiento del autor que por sus palabras expresas, versa sobre la Retrica. Scrates manifiesta su acostumbrado desprecio a los loggrafos y sofistas; pero no condena en absoluto el arte de escribir, y trata de averiguar en qu consiste su perfeccin. Recuerda Fedro la sentencia de algunos, que afirman no ser materia del orador lo justo, sino lo que parece tal a la multitud. Pero cul ser el fruto de semejante oracin? Ni esa Retrica podr llamarse arte, sino prctica o empirismo sin arte. No se limita la Retrica a los juicios ni a las arengas, sino que se dilata mucho ms, y alcanza a toda la vida humana. La semejanza o desemejanza entre las cosas, principal base del arte retrica, slo la conocer quien penetre la verdad de las cosas mismas, no quien se deje guiar por la opinin. Para no tropezar en las ambigedades en que tropieza la multitud, es necesario saber definir y conocer los caracteres de cada especie y de cada gnero. Ha de ser el discurso como un animal que no carezca ni de pies ni de cabeza, y tenga medios y extremidades, correspondientes al todo, y correspondientes entre s. Dos especies hay de oratoria: unas veces el orador refiere a una [p. 31] idea los miembros esparcidos; otras veces, apoderndose de la idea general, la divide en sus especies. Ver lo mltiple y lo uno es el ejercicio propio del dialctico (anlisis y sntesis), y tambin el ejercicio propio del orador. Desde tal altura, natural es que Scrates desdee los libros del arte de decir, compuestos por los Trasmacos, Teodoros, Lisias y Gorgias, con la doctrina del exordio, el orden de las pruebas y los esquemas retricos, que hacen parecer grande lo pequeo y pequeo lo grande. Todos estos preceptos retricos son preparaciones y antecedentes para el arte, pero no son el arte mismo, a la manera que no basta mover los afectos para producir poesa trgica. La dificultad est en disponer el cuerpo de la tragedia o del discurso. Slo la naturaleza, ayudada por la doctrina y el ejercicio, hace al orador excelente. Pero este arte es muy distinto del que Lisias y Trasmaco ensearon, y apenas puede concederse el lauro de orador perfecto a otro que a Pericles, amamantado con la filosofa de Anaxgoras, de la cual aprendi la naturaleza y esencia del alma humana. El alma humana no se conoce sino conociendo el alma del universo. Y as, lo primero que deberan ensearnos Trasmaco y los dems maestros de Retrica era si la naturaleza del alma es una y simple, o es multiforme segn la variedad de cuerpos. En segundo lugar, cules son sus facultades activas y pasivas. En tercero, distinguiendo los gneros de elocuencia y los afectos del alma, mostrar qu razonamientos se acomodan a cada estado del espritu, porque la fuerza de la oratoria consiste en ser una psicagoga o potencia de conmover los nimos. Pero cmo se han de conmover, si no se conocen los afectos del alma humana [1] , y no corremos tras de lo verdadero, contentos con lo verosmil, que es tan slo un simulacro de verdad? La retrica platnica, pues, no se distingue de la dialctica ms que en su poder afectivo e incitador o moderador de la pasin; pero conviene con ella en gnero y materia: dividir las cosas en sus especies, o comprenderlas todas en una idea. Este poder se ejerce ms noblemente por la palabra que por el razonamiento escrito: la palabra es un animal vivo; el libro, un simulacro o apariencia. [p. 32] En el Convite (Symposio), cada uno de los convidados al banquete triunfal del poeta trgico Agatn, hace, a propuesta de Fedro, un breve discurso en elogio del Amor [1] , el ms antiguo de los dioses, y mulo del Caos en vetustez, segn Hesiodo y Parmnides. Establece Pausanias la distincin de la Venus Urania o celeste y de la popular o demtica, correspondientes en cierto modo a los dos grados del conocimiento platnico, la opinin y la ciencia. Prueba Eriximaco la universalidad del amor en la naturaleza viva. Toda ciencia es para l ciencia de amor y de armona y consonancia entre

principios desemejantes: as la msica, as la astronoma, as la medicina, que concuerda los elementos discordes del cuerpo humano y puede ser llamada la ciencia del amor en los cuerpos; as el arte adivinatoria, que funda la amistad entre hombres y dioses. Segn Agatn, el Amor es el ms feliz de todos los dioses, por ser el ms bello, el mejor, y el ms joven, tierno y sutil. Entre jvenes mora, y huye de la vejez. Perpetuo enemigo de la fealdad, posa entre flores, y se deleita con aromas suavsimos. Posee en grado sumo la templanza que enfrena el placer y el deseo. Ni hace ni padece violencia. Es poeta, y hace poetas a los que l domina. Toda invencin de arte liberal procede de l. Amor crea la familiaridad, los convites y las dulces congregaciones; preside las ceremonias y los sacrificios; es propicio a los buenos, y grato a los dioses; admranle los sabios; es padre de la comodidad, de las gracias, del suave deseo y del encendimiento amoroso; ornato de hombres y dioses; a quien todo hombre debe celebrar con himnos, uniendo su voz a la cancin que el mismo Amor entona, y con la cual esparce suave sophrosyne en el nimo de hombres y dioses. Scrates observa que el Amor es amor de algo, y amor de aquello de que se carece. Y de qu otra cosa puede ser amor sino de belleza, ya que los dioses ordenaron todas las cosas por amor de [p. 33] lo bello, y de cosas feas no puede haber amor? Pero si el amor busca la belleza que no tiene, evidente cosa es que no se le puede llamar hermoso por s mismo, como quiere Agatn. Y si lo bueno es juntamente bello, tampoco es bueno el amor, puesto que desea el bien que no tiene. Y Scrates contina declarando lo que del amor le ense una forastera de Mantinea, llamada Ditima, profetisa y gran maestra en purificaciones y sacrificios expiatorios. El amor no es bello ni bueno, pero tampoco es feo ni malo, as como la opinin no es la ignorancia, aunque tampoco sea la ciencia, sino un medio entre ambas. No todo lo que no es bello es necesariamente feo, ni todo lo que no es bueno necesariamente malo. Infirese de aqu que el Amor no es un dios, porque no es bello ni feliz. Pero no es mortal tampoco, sino un medio entre mortal e inmortal. Es, por consiguiente, un demonio, pero de grande y extraordinario poder. Son los demonios seres intermedios, que llevan a los dioses los votos de los hombres o traen a los hombres las voluntades de los dioses, y mantienen la armona en el universo, sirviendo de lazo entre lo mortal y lo inmortal, lo terreno y lo celeste. De ellos se derivan el arte proftica y adivinatoria, y todo lo concerniente a la magia y a los sacrificios. Por medio de los demonios se comunican los dioses con los hombres, as en la vigilia como en el sueo. Uno de estos demonios es el Amor, hijo de Poros [1] y de Pena [2] , engendrado en las fiestas del natalicio de Afrodita, cuando su madre vino descalza y cubierta de harapos a pedir limosna a la puerta de los dioses. Como nacido de Pena, es pobrsimo, flaco y macilento; anda descalzo y sin lumbre donde calentarse; duerme en el suelo, por las calles o en los caminos. Como hijo de Poros, es fuerte, audaz y terco; anda siempre tras de lo bueno y lo hermoso; es astuto artfice de dolos e ingeniosidades, gran sofista, mago y encantador. Y como no es sabio ni tampoco ignorante, filosofa y es amigo de la sabidura [3] . [p. 34] Amor es el deseo de poseer siempre el Bien y la Belleza, deseo comn a todos los hombres, aunque slo a una de las especies del amor se aplique el nombre del todo, como a una sola manera de produccin aplicamos el nombre de poesa. Para comprender esta singular especie y manera de amor que por excelencia llamamos as, hay que considerar lo siguiente. Existe en lo bello un misterioso parto, as por lo que hace al cuerpo como por lo que respecta al alma. Un alma mortal se hace

inmortal por la fecundacin y generacin en lo armnico; y la belleza es amparadora de la generacin, como Parca o Lucina. De aqu que el Amor, ms que amor de belleza, sea amor de engendrar o de producir en lo bello. Toda naturaleza creada y perecedera tiende a inmortalizarse y a dilatar su vida en un nuevo sr, por obra de generacin: as llega a participar de la inmortalidad lo mortal, en quien todo cambia, y sin cesar se trasmuda. De aqu nace el anhelo de gloria, por el cual se arrojaron a la muerte la piadosa Alceste y Aquiles y Codro. Cuanto ms excelentes son los hombres, ms aman la inmortalidad. Unos son fecundos en el cuerpo, otros en el alma, y engendran y conciben de ella la justicia, la templanza y todas las virtudes. Esta fecundidad de alma la tienen los poetas y todos los artfices e inventores; pero an es mejor gnero de prudencia la de los polticos que rigen bien la ciudad. Quien siente en s este anhelo de generacin y lleva consigo la semilla de las virtudes, en abriendo los ojos a la razn, busca algn sr hermoso en quien engendrar, y por instinto huye de lo feo. Prefiere, pues, los cuerpos hermosos que decoran un alma bella y de generosa ndole. Y viviendo ntimamente unido con el sr hermoso y amado, fecunda el germen de las virtudes que yace [p. 35] en su alma, y habla con l de virtud, y le encamina a ella, con familiaridad todava ms sagrada que la de los padres y los hijos. As se engendran frutos de virtud y de ciencia; de bellas obras y de sabias leyes, como las de Licurgo o de Soln. Por tales hijos espirituales se han levantado templos; nunca por los hijos humanos. Estos son los primeros grados de la iniciacin del amor, lleguemos a los ltimos. Comience el que ama por amar un solo cuerpo; comprenda luego que no reside en l toda la belleza, sino que es la misma de otros cuerpos y una sola en todos, con lo cual dejar de amar exclusivamente al primero. Entienda que la belleza del alma es superior a la del cuerpo; y si encuentra un alma armnica, aunque el cuerpo no lo sea, siembre en ella mximas de virtud, y contemple y admire la belleza realizada en las acciones y en las leyes. Pase de aqu a la belleza de las ciencias, tendiendo siempre a una belleza ms alta, y no esclavizndose a una sola, sino abismndose en el inexhausto pilago de la hermosura, hasta que, nutrido y vigorizado con tan copiosa filosofa, contemple la ciencia una, la ciencia de la belleza en s. Y el que por sus grados haya sido conducido hasta aqu, viendo por su orden las cosas bellas, llegado al fin de los arcanos de amor, ver de sbito una admirable belleza, por la cual, oh Scrates! bien podemos tolerar los anteriores trabajos; la cual belleza existe siempre, y ni nace ni muere, ni mengua ni crece, ni es en parte hermosa y en parte fea, ni hermosa unas veces y fea otras, ni hermosa respecto de unas cosas y fea respecto de otras, ni hermosa aqu y fea all, ni parece a unos hermosa y a otros fea. Ni puede imaginarse esta belleza como un rostro hermoso o unas hermosas manos, o cualquiera otra cosa corprea; ni como un razonamiento, ni como una ciencia. Ni podemos pensar que resida en otra cosa, v. gr., en un animal o en la tierra, o en el cielo, o en otra cualquiera parte, sino que ella existe por s misma, y uniforme siempre, y todas las dems cosas bellas lo son porque participan de su hermosura, y aunque todas ellas nazcan o perezcan, a ella nada se le aade ni nada se le quita, ni ella se inmuta en nada. Y as, el que comienza por amar un cuerpo, y de all pasa a dos, y luego ama todos los cuerpos hermosos, y despus las bellas acciones y las ciencias o doctrinas bellas, llegar finalmente a la [p. 36] doctrina de la misma belleza, y conocer lo que es bello en s. Y cuando llegues a contemplarla (aadi la extranjera de Mantinea), te parecer ms preciosa que el oro y los vestidos recamados, y

ms que los hermosos adolescentes, ante los cuales te quedas ahora embebecido, y te quedaras t y se quedaran otros muchos, sin comer ni beber y sin ms que contemplarlos. Y si esto es as, cun maravilloso espectculo ser el de la belleza misma, simple, pura, ntegra, no revestida de humanas carnes o colores ni de ninguna otra apariencia mortal, sino bella en s misma, uniforme y divina? No crees que quien contemple entonces cara a cara la belleza, con los ojos con que puede ser contemplada, no producir ya imgenes de virtud, sino la virtud misma, porque ya no poseer un simulacro vano, sino la cosa en s? Y no crees que, produciendo y nutriendo verdaderas virtudes, se har amigo de los dioses, y que si algn hombre llega a ser inmortal, ste lo ser sin duda? Si existe en lengua humana algo ms bello que este ditirambo en loor de la eterna belleza, por m indignamente traducido, declaro ingenuamente que no lo conozco [1] . Pero de este mismo entusiasmo lrico de Platn por la pura e incorrupta idea, por la idea en s , por el mundo metafsico, nace fatalmente, impuesto por una necesidad lgica, su menosprecio de las artes de imitacin, que, semejantes al arte del sofista, de que se habla en el Teetetes, producen slo fantasmas y simulacros de cosas vanas. Para Platn, slo es potica, en el ms alto sentido del vocablo (creacin que diramos), la obra divina. Dios es el verdadero artista, el nico creador de esencias reales. Las del hombre son falsas y aparentes, sueos para gente despierta. Y es el arte ms ruin de todos el que no conoce por principios de ciencia el objeto que se propone imitar. De aqu surge la intolerante disciplina tica de la Repblica (o gobierno de la ciudad) y de las Leyes, en que el arte est subordinado siempre a un fin pedaggico y de utilidad civil, que, si tal utopa fuera realizable, acabara por reducir la poesa a los versos gnmicos y a las sentencias de Foclides. Conviene conocer en [p. 37] todos sus detalles este plan de educacin esttica, tan rgido y cerrado como puede serlo el del ms austero moralista cristiano. Pero se ha de advertir que la enemiga de los filsofos contra la poesa homrica no comienza en Platn, ni propiamente se dirige contra Homero, pues lo que llevaba en el fondo era una condenacin implcita de la antigua religin helena, consagrada por el poeta en versos inmortales [1] . La educacin, en la ciudad perfecta e ideal [2] , ha de ser armnica, por medio de la gimnstica y de la msica, mezclando el oro y el hierro, la dulzura y la fuerza en partes iguales. La msica, en el sentido de los antiguos, abarca tambin la poesa; pero Scrates se declara contra la costumbre de imbuir a los mancebos en todo gnero de fbulas poticas, contrarias muchas de ellas a lo que han de tener por verdadero cuando lleguen a la madurez. Tarde [p. 38] se pierde el sabor de las primeras impresiones. Y no ha de servir de excusa a los poetas la ficcin, porque Homero y Hesiodo no fingen hermosamente, antes describen mal a hombres y dioses, cometiendo el mismo yerro que un pintor que se apartara de la similitud con su original. Aunque fuesen verdaderas algunas de las cosas que los poetas cuentan de los dioses, no deban decirse sino muy en secreto, para que no se excusase ningn crimen con el mal ejemplo de los inmortales. Aun las narraciones de guerras debieran omitirse, y persuadir, si fuera posible, a los jvenes que nunca un ciudadano puede ser enemigo de otro. Y no se hable de alegoras; que no est para los mozos el penetrar su sentido. Las primeras fbulas, pues, con que se eduque a la juventud han de estar hermosamente compuestas y ordenadas para la virtud. Si el modelo es un dios, debe ser presentado conforme a su dignidad, as en la poesa pica, como en la mlica o lrica y en la tragedia. Y as el poeta ha de mostrar que Dios no es la causa de todo, sino solamente causa del bien, y que Dios es inmutable y simple en su sr, no sujeto a metamorfosis, porque el pasar a una forma peor, o a otra mejor, contradice igualmente a la absoluta perfeccin de su

naturaleza. Los poemas destinados a la enseanza no han de infundir el terror que enmuellece el nimo de los jvenes y los h