HISTORIA de la memoria cien añosAnales del Museo E ...

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13 Sergio Raúl Arroyo García * H I S T O R I A Agenda de la memoria: cien años de publicaciones científicas. Anales del Museo Nacional, 1877-1977 ** n su inquietante frase: “El tiempo de hoy data a la vez de ayer, de anteayer, de antaño”, Fernand Braudel resume el concepto de civilización, bien común repartido entre todas las culturas del mundo. Tiempo y civilización, dos palabras que cifran el rencuentro de los distin- tos momentos del pasado con la diversidad del presente. Conciencia de haber sido lo que se es. Pero esa fórmula también es indicio de que las historias, remotas y recien- tes, necesitan obligadamente de la memoria —suma de conocimientos y ex- periencias— para ayudarnos a desentrañar los secretos de nuestras propias vidas, de nuestras tradiciones, del perfil vivo de nuestra civilización. El propio Braudel cita una honda reflexión del gran poeta T. S. Eliot sobre memoria y tradición: Si la única forma de tradición, la única transmisión posible, consistiera en se- guir los procedimientos de la generación que ha sido nuestra inmediata prede- cesora, debiera ser, sin duda, desaconsejada. Pero tradición significa mucho más que esto. No se obtiene por herencia, y hace falta mucho esfuerzo para conse- guirla. Supone en primer lugar, el sentido histórico, y (éste) implica la percep- ción no sólo del carácter pasado del pasado, sino de su carácter presente . Si historia y tradición son, en esencia, continuidad de la memoria y del sentido histórico, es imperativo que las instituciones que la investigan y preservan sean también sinónimo de continuidad como sustento ineludi- ble del conocimiento nuevo. De la experiencia brota la eficacia de sus discursos, de sus propuestas, de su aceptable interpretación del entorno civilizatorio. Las instituciones maduras pueden verse a sí mismas con E * Director General del INAH. ** Ponencia leída en la presentación del DVD y DC-ROM Anales del Museo Nacional de México. Colección completa 1877-1977, México, INAH / Fundación MAPFRE-TAVERA, 2002. Museo Nacional de Antropología, Auditorio Jaime Torres Bodet, 11 de diciem- bre de 2002. Xipe de bronce de Palenke

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Sergio Raúl Arroyo García*

H I S T O R I A

Agenda de la memoria: cien años de publicaciones científicas. Anales del Museo

Nacional, 1877-1977**

n su inquietante frase: “El tiempo de hoy data a la vezde ayer, de anteayer, de antaño”, Fernand Braudel resume el concepto decivilización, bien común repartido entre todas las culturas del mundo.Tiempo y civilización, dos palabras que cifran el rencuentro de los distin-tos momentos del pasado con la diversidad del presente. Conciencia dehaber sido lo que se es.

Pero esa fórmula también es indicio de que las historias, remotas y recien-tes, necesitan obligadamente de la memoria —suma de conocimientos y ex-periencias— para ayudarnos a desentrañar los secretos de nuestras propiasvidas, de nuestras tradiciones, del perfil vivo de nuestra civilización.

El propio Braudel cita una honda reflexión del gran poeta T. S. Eliotsobre memoria y tradición:

Si la única forma de tradición, la única transmisión posible, consistiera en se-guir los procedimientos de la generación que ha sido nuestra inmediata prede-cesora, debiera ser, sin duda, desaconsejada. Pero tradición significa mucho másque esto. No se obtiene por herencia, y hace falta mucho esfuerzo para conse-guirla. Supone en primer lugar, el sentido histórico, y (éste) implica la percep-ción no sólo del carácter pasado del pasado, sino de su carácter presente .

Si historia y tradición son, en esencia, continuidad de la memoria y delsentido histórico, es imperativo que las instituciones que la investigan ypreservan sean también sinónimo de continuidad como sustento ineludi-ble del conocimiento nuevo. De la experiencia brota la eficacia de susdiscursos, de sus propuestas, de su aceptable interpretación del entornocivilizatorio. Las instituciones maduras pueden verse a sí mismas con

E

*Director General del INAH.** Ponencia leída en la presentación del DVD y DC-ROM Anales del Museo Nacional de

México. Colección completa 1877-1977, México, INAH / Fundación MAPFRE-TAVERA,2002. Museo Nacional de Antropología, Auditorio Jaime Torres Bodet, 11 de diciem-bre de 2002.Xipe de bronce de Palenke

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perspectiva histórica y aquilatar su peso específico den-tro del país al que pertenecen, y en las historias parti-culares de las disciplinas que estudian.

Éste es el caso del Instituto Nacional de Antropolo-gía e Historia, institución que vive su madurez a pleni-tud. El INAH no sólo es un momento de la historia de laarqueología, la antropología, la geología, la paleontolo-gía y la etnografía, entre otras disciplinas, sino parte dela historia misma de la nación y de la construcción denuestra identidad. Ninguna otra institución mexicanaha tenido un papel tan decisivo en las tareas fundacio-nales de la conciencia nacional.

La presentación del CD y el DVD de los Anales delMuseo Nacional de México. Colección 1877-1977, es unainvitación a observar el horizonte de continuidad denuestro trabajo institucional.

El trabajo de compilaciónque hoy se ofrece es la semi-lla de un amplio proceso de digitalización de acervos, di-señado para dialogar con nuestro pasado manejandolas herramientas del futuro. Su contenido, centenaresde textos producto de la investigación y la reflexiónpaciente de igual número de especialistas. El replan-teamiento de viejos tópicos y de novedosos problemas

e interpretaciones, demuestran, contra lo quepudiera pensarse, que continuidad no es sinó-nimo de continuismo, sino su antónimo.

Pensar a la nación

Una fecunda continuidad ha sido, justamen-te, el elemento crucial de la historia mexicana.Durante la conquista, los procesos de articula-ción central y regional del mundo indígenafueron remplazados por los de la monarquíaespañola, perdiéndose así el núcleo ordenadorde la memoria colectiva desde los centros depoder y prestigio como Tenochtitlan, los reinosmixteco y purépecha. Ellos, a su vez, eran yaentonces herederos de las ciudades abandona-das de Monte Albán, Teotihuacan y las deluniverso maya. Es por ello que la rearticulaciónhistórica de los distintos pasados en países co-mo México ha resultado axial para imaginarmúltiples realidades interconectadas, no extin-

tas del todo pese a la muerte de las civilizaciones que lasgeneraron.

Según la filósofa judeoalemana Hannah Arendt,una pérdida sólo puede ser reparada cuando contamossu historia. Por ende, la abrupta privación de ese nú-cleo ordenador de nuestra memoria ancestral debido aun desgarrador evento externo sólo se pudo resolver apartir del Virreinato mediante un lento proceso de acu-mulación histórica. Y ello sucedió tempranamente.

Desde el siglo XVI, contamos con una impactantelista de precursores de la historia, como fray Bernardi-no de Sahagún, quien durante décadas estudió el mun-do náhuatl; o como Carlos de Sigüenza y Góngora,visionario que en el siglo XVII concibió lo mexicano co-mo nueva categoría cultural y captó la imperiosa nece-sidad de estudiar la historia prehispánica como pasadosingular de este confín americano del imperio español.

Al romperse la tutela ibérica, se reafirmó la idea decontar con una historia nacional propia. Altamentesignificativo fue que el 18 de marzo de 1825, LucasAlamán consiguiera de manos del recién investidopresidente Guadalupe Victoria un acuerdo, dirigidoal rector de la Universidad, en el que oficializaba la

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creación del Museo Nacional Mexicano, convirtiéndo-lo así en la primera institución del México indepen-diente. Una generación más tarde, en 1867, la juaristaLey Orgánica de Instrucción Pública buscaría vincularal proceso educativo el estudio de los valores culturalesque colmaban de signos a los objetos y reliquias delMuseo.

Fue durante el Porfiriato cuando, con ánimo positi-vista, Justo Sierra reunió los proyectos educativos y en-sayó la primera política cultural nacional, de la cualformó parte sustantiva el Museo Nacional de Arqueolo-gía e Historia, antecedente directo del INAH.

Paralelamente a los objetivos académicos ydidácticos del Museo, se buscó difundir conseriedad los trabajos de paleontólogos, biólo-gos, arqueólogos, bibliógrafos e historiadores.Se fundaron entonces, en 1877, los Anales delMuseo, publicación científica que cumplió laspreocupaciones, fatigas y explicaciones en tor-no al pasado mexicano.

Con coherencia intelectual, sus herederos,los constructores del INAH, continuaron esalabor institucional y la dotaron de los ritmosy discursos que la sociedad del siglo XX exigía.En este sentido, el instrumento de consultaque ahora se presenta mantiene la filiaciónque, de manera natural, se estableció desde1877 hasta 1977, y que nuestra generación si-gue alimentando. Estos CD y DVD congre-gan a antiguos y viejos maestros.

La nómina es tan afamada como extensa.Incluye desde los pioneros de las ciencias so-ciales hasta nuestros actuales eméritos y colegas.Ensayos interpretativos, noticias de descubri-mientos arqueológicos, debates de antropolo-gía, vocabularios de lenguas indígenas, lecturade códices, inventarios de colecciones de mu-seos, documentación legal y declaratorias depatrimonio histórico y arqueológico de obje-tos, piezas y ciudades prehispánicas, entre mu-chos otros textos, desfilan en este soportedigital como memoria del mundo, “lo que sesabe de cada cosa, de cada sociedad, de cadahistoria”, para robarle la frase a Italo Calvino.

Permítaseme hablar ahora de otra articulación, igual-mente esencial en el espíritu de nuestra institución.Me refiero al acervo bibliográfico y documental quecustodiamos y conservamos con el mismo ánimo conque se fundó hace casi 177 años el primigenio MuseoNacional. En este sentido, la Biblioteca Nacional deAntropología e Historia, fundada en 1825 y refunda-da en 1888, ha sido la depositaria de los papeles de na-turalización de nuestro ser histórico. Es un ejercicio demoderna difusión de sus colecciones, la Biblioteca haemprendido la vasta tarea de procesar y socializar susacervos; de hacerlos extensivos mediante el generoso

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Guechyotetl, de serpentina

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soporte digital; de relacionarlos conel mundo circundante, con nuestracivilización actual.

No podría ser de otro modo. Eltrabajo del INAH, desplegado a tra-vés de múltiples vías, carecería desentido si no hallara la mirada delOtro al final de todos los caminos.

Memoria de cara al futuro

Para contribuir a la tarea, estos CDy DVD, primeros dentro de una seriede instrumentos de consulta de nuestra ri-queza pictográfica, manuscrita e impresa, compen-dian el trabajo de las áreas sustantivas del INAH. Estadigitalización forma parte de un programa integral dereconstitución de fuentes históricas y catalogación deacervos de la Biblioteca Nacional de Antropología eHistoria, la cual alberga tesoros como la espléndidacolección de Sermones y Panegíricos del siglo XVII alXIX, cuyo catálogo se concluirá en los primeros mesesdel 2003; o los originales de la Ordenanza y la Instruc-ción para que fray Martín Valencia evangelizara elNuevo Mundo, lo mismo que los fondos cristeros ysinarquistas, —cuyos catálogos están prácticamenteconcluidos—, y el correspondiente al movimientodel 68 en el occidente del país.

Tan complejo proyecto ya hacristalizado en la digitalizaciónde 90 de nuestros 97 códices; enla conclusión de la versión digi-tal de la Carpeta de Méritos yServicios de Conquistadores —que estará lista el próximo año,y constituirá la esperada segun-da parte de los Papeles de laNueva España, de Francisco del

Paso y Troncoso— y en la catalo-gación y puesta en servicio de la He-

meroteca Histórica, que cuenta con920 diarios distintos. Actualmente elabora-

mos el nuevo catálogo de documentos pictográficos,y ya está en la red una página electrónica de la BNAH yde otras seis bibliotecas de investigación, entre ellas lade la ENAH.

Dar realce al patrimonio documental, bibliográficoy hemerográfico del INAH; ésa es la función de la BNAH,que resguarda cerca de 2.5 millones de volúmenes. Es-te acervo, el principal en términos patrimoniales, es undestilado bibliográfico y documental de nuestra na-ción.

La digitalización es una de las nuevas vías para leery construir el patrimonio, para multiplicar al infinitoesta construcción y enriquecer la tan deseada sociedaddel conocimiento cuyo eje fundamental es la educa-ción. Es innegable que la Gran Red se ha erigido en sis-tema nervioso de la nueva sociedad global, pese a queciertos cuestionables fenómenos ocasionen que la ma-sificación mediática sea interpretada ocasionalmentecomo una revolución ilusoria, incluso antidemocrática.

Pese a ello, es probable que la aparente disyuntivaactual entre mundialización y búsquedas identitariassea un falso dilema. Las evidencias de que el conoci-miento de calidad puede ayudar a un determinado gru-po social a pensar unido y actuar unido son cada vezmás numerosas.

Inmersa en este proceso globalizador, aparentemen-te inevitable, la humanidad enfrenta diversas tensio-nes: entre lo global y lo local, entre lo universal y losingular, entre la tradición y la modernidad. Frente aeste descomunal desafío cultural, social, económico y

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Máscara de Tlaloc, de diorita

Calendario de Oaxaca

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tecnológico, cabe preguntarse cuál deberá ser el papelde las instituciones e iniciativas culturales nacionales.

Es evidente que la conciencia global no conllevaúnicamente elementos positivos, y que el debilitamien-to de identidades culturales, y la consecuente unifor-midad de contenidos de la información en todo elmundo, son amenazas consistentes. La globalizaciónha provocado cierta desocialización de la cultura demasas, y hoy vivimos más “juntos” que nunca; ello nosexige habilidad para enseñar la historia.

Es posible construir espacios para combinar instru-mentalidad e identidad, lo técnico y lo simbólico, paraluchar contra el desgarramiento cultural y hacer del in-dividuo aislado un sujeto histórico. Para ello es menes-ter formular una especie de “agenda de la memoria”contra el tiempo sin temporalidad, fantasmagórico, pa-ra poder así reconstruir narrativas particulares y desar-ticular macronarrativas totalizadoras.

Volviendo a Braudel, no olvidemos que la diferencia

entre pasado y presente radica en que el presente cons-ciente es una comprensión del pasado, de una maneray hasta un grado en que la propia conciencia que el pa-sado tiene de sí mismo no puede ofrecer. Recuperar elpasado es la primera garantía para que el presente co-bre sentido; rememorando testimonios y relatos preté-ritos transformaremos esas narrativas en historia yestaremos en vías de hallar una conexión entre el pasa-do y los acontecimientos que se precipitan en la actua-lidad inmediata.

Estos CD y DVD, producto de una fructífera cola-boración entre la Fundación MAPFRE-TAVERA de Espa-ña y el INAH, son, en suma, la posibilidad inmediata deposeer el compendio de más de una centuria de esen-cia histórica mexicana. Con esta inmensa biblioteca ennuestras manos, dejemos que, como hizo Jorge LuisBorges en su poema Un lector, otros se jacten de los li-bros que escriban, para enorgullecernos nosotros deaquellos que leamos.

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