Hernández, J.a. - Pensar La Violencia Desde Las Mediaciones

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    Johandry Alberto Hernndez

    Pensar la violencia desde las mediaciones:retos epistemolgicos en comunicacin

    Thinking Violence from the Mediations:Epistemological Challenges in Communication

    Chiara Sez Baeza

    Polticas pblicas de comunicacin y participacin ciudadana:

    el caso de la televisin digital en ChileCommunication Public Policies and Citizen Participation:

    The Case of Digital Television in Chile

    AgendasAgendas

    Ana Brizet Ramrez Cabanzo

    Infancias, nuevos repertorios tecnolgicos y formacinChildhood, New Technological Repertoires

    and Academic Training

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    Johandry Alberto Hernndez

    Periodista graduado en la Universidad del Zulia, magster en Sociosemitica de la Comunicacin y la Cul-tura y cursante del Doctorado en Ciencias Humanas de la Universidad del Zulia. Miembro de la Asociacinde Investigadores Venezolanos de la Comunicacin (Invecom) y jefe del rea de Comunicologa de la Uni-versidad Catlica Cecilio Acosta. Maracaibo, Venezuela. Correspondencia: Edificio del Rectorado, piso 10,Direccin General de Comunicacin, Universidad del Zulia, Maracaibo, Venezuela. Correo electrnico:[email protected]

    Pensar la violenciadesde las mediaciones:

    retos epistemolgicos encomunicacin

    Origen del artculo

    Este trabajo constituye un punto de partida del autorpara la elaboracin de su tesis de doctorado en CienciasHumanas de la Universidad del Zulia, entre marzoy julio de 2011. El trabajo ha contado con la asesoraacadmica del doctor Guillermo Orozco, de la Uni-versidad de Guadalajara, y del doctor Grard Imbert,catedrtico de la Universidad Carlos III de Madrid.

    Recibido: 11deoctubre de 2012Aceptado: 14de mayo de 2013

    Submission date:October 11, 2012Acceptance date:May 14, 2013

    cdigo sici: 2027-2731(201212)32: 632.0.CO;2-A

    Thinking Violence from the Mediations:Epistemological Challenges in Communication

    Pensar a violncia desde as mediaes:desafios epistemolgicos em comunicao

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    O objetivo traar anlise da violncia desde a comunicao a partir de uma dupla perspectiva: indagar qualo papel da mdia nas violncias e qual das violncias na mdia. Concentra-se no estudo da violncia desdea subjetividade e, por tal, recorre ao conceito dasmediaesde Martn-Barbero (2002, 2003), os estudos derecepo de Orozco (1997) e os trabalhos de Imbert (2003, 2004). A violncia reclama validez de interpretaoem termos simblicos, desde as representaes mediticas at sua construo no imaginrio coletivo. Estadiscusso lobriga-se como urgncia acadmica, pois preciso constatar se efetivamente os cidados terminaram

    por naturalizar e legitimar desde a mediao a violncia e o crime na Amrica Latina.Palavras-chave: Violncia meditica, representaes de violncia na mdia, violncia simblica, mediaessociais, estudos de recepo.Descritores:A violncia nos meios de comunicao, aspectos sociais, Amrica Latina, violncia.

    The purpose of this article is to propose the analysis of violence from a communicative perspective based on adual perspective: to investigate the role of media in violences and the role of violences in the media. It focuseson the study of violence from the subjectivity and, therefore, it uses the notion of mediations(mediaciones)of Martin-Barbero (2002, 2003), the reception studies of Orozco (1997) and the work of Imbert (2003, 2004).Violence claims a valid interpretation in symbolic terms, from media representations to construction in thecollective imaginary. This discussion is emerging as an academic urgency, as it is needed to determine whethercitizens have come to naturalize and legitimize - from mediation - violence and crime in Latin America.Keywords:Media violence, depictions of violence in the media, symbolic violence, social mediations, recep-tion studies.Keywords plus:Violence in mass media, social aspects, Latin America, violence.

    El objetivo es plantear el anlisis de la violencia desde la comunicacin a partir de una doble perspectiva:indagar qu rol ocupan los medios en las violencias y qu rol las violencias en los medios. Se concentra en elestudio de la violencia desde la subjetividad y por eso se recurre al concepto de las mediacionesde Martn-Barbero (2002, 2003), los estudios de recepcin de Orozco (1997) y los trabajos de Imbert (2003, 2004). Laviolencia reclama una validez de interpretacin en trminos simblicos, desde las representaciones mediticashasta su construccin en el imaginario colectivo. Esta discusin se perfila como una urgencia acadmica,pues hace falta constatar si efectivamente los ciudadanos han terminado por naturalizar y legitimar desdela mediacin la violencia y el crimen en Amrica Latina.Palabras clave:Violencia meditica, representaciones de violencia en los medios, violencia simblica, media-ciones sociales, estudios de recepcin.Descriptores:Violencia en los medios de comunicacin de masas, Amrica Latina, aspectos sociales, violencia.

    Resumo

    Abstract

    Resumen

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    Pensar la violencia desde las mediaciones:retos epistemolgicos en comunicacin

    Introduccin

    Difcilmente, alguna teora poltica prosperar enAmrica Latina si antes no se asume entre otrastantas urgencias una reflexin sobre cmo laviolencia est configurando los modos decon-vivirde nuestros ciudadanos.

    Los casos de Mxico, El Salvador, Venezuelay Brasil son expresin de cmo la violencia avanzacon el aumento de las cifras de asesinatos cadaao1. En un caso particular, el Observatorio Vene-zolano de Violencia afirma que ms del 60% dela poblacin en este pas apoya los linchamientos.Se trata, sin duda, de una apuesta por la muerteviolenta como va decontrol.

    Esos atisbos de irracionalidad han motivadoa los socilogos del pas a demostrar que el vene-zolano es hoy un ser mucho ms cruel (Moreno,2007), con una tendencia cada vez ms asesina. Lahiptesis supone que la violencia debe analizarsecomo una fuerza psquica demoledora que atentacontra todo proyecto de convivencia democrtica.El miedo ha permeado en las rutinas ms cotidia-nas y es signo de la incapacidad de la modernidad

    por lograr en nuestros pases un contexto deconvivencia y de emancipacin del espacio pblico.Ese horror, llamado eufemsticamente inseguridad,constituye el elemento central de una sospecha queengendra el crimen como fuerza dinmica de unasociedad que ya no es sospechosa, sino cmplice.

    La violencia ha fracturado todo proyecto civil,desmoviliz la participacin para convertirse en

    inaccin, en repliegue. Las seas muy anticipadasde esta realidad ya las ofreca Engels en su libroAnti-Dhring, en el que dedica todo un captulo ala teora de la violenciay explica que el conceptoest estrechamente vinculado con la economapoltica. Resalta la importancia del estudio de lascondiciones y de las formas en que la sociedadhumana se ha concentrado en la produccin ydistribucin de bienes simblicos.

    Garca Canclini (2005) ha sustentado todo untrabajo sobre la potencia simblica de los procesosde mediacin en la cultura latinoamericana. Enel anlisis sobre violencia y su alcance destructor,se debe aadir una perspectiva desde la comu-nicacin que complemente la visin sociolgica,antropolgica y psicolgica que hoy se hace desdelas universidades. La comunicacin, entonces,debe asumir el anlisis de la violencia a partir dela mediacin2.

    Para esta tarea, resulta pertinente considerarel aporte de Imbert (2004), cuando demuestra quela violencia ha llegado a constituirse en un tema

    recurrente del discurso social: categora difusaque todos plantean en trminos negativos sin quenadie se lo plantee como expresin social, comoobjeto significante. Su posicionamiento como unmetadiscurso de la vida social hoy obliga a asumirel desafo de entender cmo se est comunicandola violencia simblica derivada de la repre-sentacin meditica de la violencia real en los

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    espacios de la cotidianidad. La presencia de laviolencia como objeto se traduce de manera casiobsesiva en los mensajes y discursos sociales con lamediatizacin de la cultura (Imbert, 2004, p. 11).

    La violencia como hecho de representacinreclama una validez de interpretacin, a partir desu planteamiento en trminos simblicos: cmo seconstruye el objeto, tanto desde las representacio-nes de lo meditico como desde la construccin enel imaginario colectivo. La revisin de la violenciadesde el mbito comunicativo ha sido una exi-gencia acadmica en los ltimos aos. El trabajode Bonilla y Tamayo (2007) pone en relieve tresetapas que deben abarcarse: 1. problematizar laviolencia desde los lenguajes, las gramticas, losdispositivos y contextos que la dotan de signifi-cacin; 2. emprender estudios que se aproximena los procesos de comunicacin propiamente yno se limiten nicamente al anlisis meditico;y 3. investigar los procesos de recepcin de laviolencia, es decir, los usos y contextos espacio-temporales desde donde son ledas las represen-

    taciones mediticas de la violencia, y verificar losconsensos, las resistencias y las tensiones.Toda esta cartografa obliga a pensar la vio-

    lencia como espacio intersubjetivo, como tema quedebe revisarse desde las mediaciones, porque sucontacto directo, penetrante, invasivo ha decons-truido todo un imaginario cultural sobre violenciaen las sociedades latinoamericanas.

    El acoso del discurso psictico

    Estudiar la violencia implica, como acota Jimnez(2007), descifrar una forma de accin social consti-tutiva en relacin con el poder, el derecho, el mito.Durante los ltimos aos, los trabajos sistemticosde Imbert (2003, 2004) han demostrado la enormeconsistencia simblica de los medios en la que con-fluyen los fantasmas sociales y que alimentanretroactivamente el imaginario colectivo. Imbertplantea que, ante el dficit de lo real, los mediostransforman la realidad en espectculo, a travs desus mutaciones en los formatos mediticos.

    En el caso de la violencia y su representacin,el autor habla de una lgica de la construccin dela realidad a partir de la distorsin, del desdobla-miento de las representaciones de la identidad (ypuesta a prueba del sujeto), junto con la presenciade objetos de fuerte carga simblica, como lamuerte, y por medio de nuevas formas narrativas.Mediticamente, se ha consolidado un acoso sim-blico a la intimidad como el extremo del desorden.

    Kellner (2004) afirma que el espectculo ha llegadoa ser uno de los principales modos de organizacinde la economa actual y que no hay espacio deactuacin del hombre que no escape a esa lgica,en la que la violencia ocupa un lugar privilegiado enlos medios. Rincn (2006) agrega, adems, que elmundo delshowy su emocionalidad se ha multipli-cado y ha llegado a la poltica, la educacin, la reli-

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    gin y sobre todo al crimen. La advertencia deReguillo (1996, p. 24) es an ms clarividente: La

    violencia se diversifica y se alimenta del miedo,la incertidumbre, la desesperanza y especialmentede la disolucin del vnculo social.

    El miedo, como categora social, es un acer-camiento a la angustia como consecuencia de unarealidad insegura que existe para los sujetos, quese refuerza en las representaciones mediticas dela muerte. Esto sugiere la presencia de un miedoinserto en el entramado social que encuentra suorigen en un constructo subjetivado, que pasa porel tamiz de la imagen y del texto, de sus retricasy sus mitologas (Roncallo, 2007, p. 147).

    La representacin de la violencia en los mediosproduce una dicotoma entre terror-fascinacin.Rosenberg (2004) explica que la gente se encuentraaterrorizada, fascinada, obsesionada por el crimencallejero, y se imagina: podra haber sido yo.Cuando Imbert (2004) habla de una prdida delvalor de la violencia, plantea un elemento parael anlisis, que coexiste, tal como expone Vizer(2006), con un proceso multidimensional, cohe-rente e histrico que implica instituciones, interac-ciones, relaciones sociales e identidad, lo cual superala intersubjetividad. En esa trama de lo invisiblese gestan novedosas percepciones, ideas, lecturase interpretaciones sobre la violencia y la muerte.

    Sobre la violencia cotidiana real vivida y laconstruccin meditica de la violencia que consu-men esas mismas personas es pertinente asumiruna distincin crtica, porque en el segundo campode estudio se da afirma Vizer (2004) unaconstruccin del sentido en la vida social y, a suvez, las relaciones de sentido que surgen de la vidacotidiana (y de narrativas y smbolos culturales).La violencia mediatizada y la construccin de una

    imagen de la muerte adquieren en las audienciasun sentido. Y estas relaciones de sentido cons-truidas en la vida cotidiana de la gente sirven desustento para el reconocimiento de s mismos apartir de sus relatos, de las conversaciones de lascostumbres con los medios masivos.

    Lewkowicz (2004), al referirse a una imagende la violencia, propone una pregunta desafiante:

    Nos hemos instalado definitivamente en mediode la violencia social como si lo que se llama vio-

    lencia social constituyera una condicin esencialde nuestra experiencia actual? (Lewkowicz,2004, p. 54).

    La violencia se corresponde con determinadaconsistencia con las representaciones, deseos yafectos que forman a quienes se vinculan, en unmomento o acontecimiento social, con el fin cons-ciente o no de subvertir el modo natural en que sepresentan las cosas. La continuidad y persistenciade la violencia es lo ms puramente carente derazn y sume la existencia en el absurdo que esuna suerte de incongruencia vital, pero que con la

    carga de fascinacin se vuelve un espejismo de goce,de placer, que instituye al individuo objeto mismo desu propia seduccin y contemplacin morbosa.

    La normalidad de la violencia ha trado con-sigo una indiferencia moral que amenaza. Citandoa Savater (1983), el discurso de la violencia se esta-blece sobre el principio de indiferencia universal.Se trata de lo que muchos autores denuncian comola aventura de la representacin, de laestetizacingeneral de nuestra cultura. Los nuevos objetos msall de la esttica, los objetos puros, transestticos,espejos de nuestra desilusin radical. De la aniqui-lacin de lo real por su doble. De una ilusin porotra. La guerra capturada en directo y exacerbadano deja lugar a la ilusin, sino que satura el posibleimaginario violento del espectador.

    Esta sociedad de la violencia est signada porla ilusin y la emocin. El estatuto central de estetipo de organizacin social es la garanta de laalteracin a partir de la imagen, y el espectculo semuestra a la vez como instrumento de unificacin.El espectculo no es un conjunto de imgenes,sino una relacin social entre personas mediati-

    zada por imgenes (Debord, 1967, p. 3).Este autor seala que parte de la sociedad esexpresamente el sector que concentra todas lasmiradas y toda la conciencia, porque, segn dice,es el lugar de la mirada engaada y de la falsaconciencia. La espectacularizacin de la violenciay de la muerte crece a partir de los mecanismospropios de la mediatizacin: pruebas, informacin

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    emocional (Aguaded, Correa y Tirado, 2002, p. 9).As, la muerte no es solo fsica, sino tambin sim-

    blica, tiene su origen en las dinmicas socialescotidianas y se inscribe dentro de una dialcticade pulsiones contradictorias. Es difcil hablar deviolencia sin remitir el objeto a una tensin entreorden y desorden porque esta tensin es constitutivade toda la vida social (Aguaded,et al., p. 19).

    El establecimiento de esta relacin ha impe-dido que se tenga nocin de lo que es realmentela muerte. Y coquetear con la muerte es mantenera raya el miedo, se le da un rostro, se crea unarelacin familiar con el objeto de la angustia, com-pilado y estructurado en lo que Gonzlez (1999)

    denomina eldiscurso psictico de los medios. Enten-der por qu no resulta repulsivo ante la mirada lasescenas de cruda violencia en las noticias o en elcine nos remite a Fromm (1994), cuando afirmaque los seres humanos generalmente tienen unaactitud de miedo ante la muerte, pero siguenfascinados por su complejidad e incertidumbre:No podemos soportar ni siquiera una concienciaartificial de la muerte (p. 67).

    Esta dinmica meditica ritualiza la muerte, laconvierte en espectculo y la incrusta en una narra-tiva de entretenimiento que fomenta, sin duda,una representacin de la violencia en el adiestra-miento del imaginario colectivo, para (re)fundar y(re)fundir una concepcin inconcretacomo diraImbert (2004) de la muerte, pero arraigadadesde la antinomia de la mirada. As, como diceiek (2004) de la pornografa, el espectador esforzadoa prioria ocupar una posicin perversa: Elespectador ocupa la posicin de objeto: los sujetosreales son los actores de la pantalla, que tratan deexcitarnos, mientras que nosotros, los espectadores,somos reducidos a la condicin de objeto-mirada-

    paralizada (p. 183).Finol explica que la hipervisibilidad remite ala nocin de exceso de lo visible, una sobreabun-dancia de la imagen, de su redundancia y sobrees-timulacin perceptiva cuantitativa y cualitativa.Tiene que ver, en lo fundamental, con la transgre-sin de los lmites fsicos y fisiolgicos de lo visibley de su perceptibilidad (Finol, 2005, p. 147).

    Convertir la muerte en fascinacin y en el epicen-tro de la cultura espectacular denota una propuesta

    de celebracin de la transgresin para adentrarseen las gozosasmaneras de ser comunicativos.Estas prcticas expresan unas simbologas paraprivilegiar el primitivismo de complacerse con lamuerte violenta. Proponemos catalogarlo comoomofagia meditica,trmino que permite entenderla deconstruccin radical de los valores de la vidaque marcan la distancia con la civilizacin y hacenuna aproximacin a lo animal, a lo catico y quees relacional entre audiencia-medio.

    Cuando una sociedad asume (implcita o expl-citamente) esta premisa, avanza en la transgresin

    de lo prohibido: tal como el griego Digenes deSnope invitaba a consumir carne cruda, los mediosde comunicacin, en su afn por sustentar el espec-tculo de la muerte a partir de la representacindel cuerpo como vctima de la violencia, incitana la audiencia a la prctica simblica de consumirla carne desgarrada que se observa en las imgenesde impacto, de detalle de la herida, del recorridode la sangre, para alimentar un imaginario de lamuerte. No se trata solo de invadir la intimidad,se trata decomersealotro. Para explicar mejor estapropuesta, es necesario recurrir a la teora del escn-dalode Onfray (2002), segn la cual, ante algunosestatutos ontolgicos sociales, se plantea un desafoa las prohibiciones de la materia: canibalismo,omofagia, incesto y repudio a la sepultura.

    El misticismo recobra una fuerza insos-pechada en la representacin meditica de laviolencia: a la audiencia hay que hacerla devotade la muerte. Cmo justificar esta prctica?Sencillamente, mostrando que todas son varia-ciones sobre el tema de la materia y que slo existeuna nica sustancia que se modifica de diversas

    maneras (Onfray, 2002, p. 125).Alrededor de la violencia se ha codificado unanarrativa concentrada en su espectacularizacin,en la que la muerte deja de tener (o pierde) sucarcter destructivo para agudizar un sentimientode libertad y goce a partir del sufrimiento del otro,lo cual reafirma una subjetividad individual quenaturaliza ese dolor desde la postura de espectador.

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    Se trata de una inmolacin de la violencia comoparadigma de la sociedad actual. Estas represen-

    taciones mediticas contribuyen a instaurar unimaginario en torno a la muerte.

    Indagar desde la razn sensible

    Evidentemente, el imaginario colectivo da a darecopila y gesta nuevas significaciones sobre losasuntos de mayor inters colectivo, y ya hemosdicho que la violencia se ubica como el discursode mayor visibilizacin meditica; pero ante laproliferacin del gran nmero de trabajos aca-dmicos que desentraan la estructura de este

    tipo de discurso, otra tarea surge con desafostremendos para las ciencias sociales. Nos referimosa comprender cules son las ideas, las distorsiones ylos sentimientos sobre la violencia que da a da seconstruyen en los imaginarios sociales. Hace faltaindagar desde la sensibilidad de los receptores deldiscurso meditico de la violencia.

    Resulta pertinente plantear tres instancias deanlisis desde la comunicacin: 1. la reconfigura-cin de los usos del espacio a partir del replieguede la ciudadana hacia otros discursos mediticos,como los de la violencia, y como resultado dela adulteracin del sentido del espacio pblico;2. la densificacin cotidiana de la comunicacinmeditica sobre violencia que opera desde y a par-tir de los dispositivos de visibilizacin (agenda) einvisibiliza otros; 3. la multidimensionalidad de lasinteracciones, las temporalidades desde las que elsujeto (individual y colectivo) procesa los discursos,las narrativas, las mitologas y los imaginarios delteleversobre la violencia y la muerte.

    Pinto (1995) cataloga los medios de comuni-cacin comoempresas de construccin de realidades.

    Esta conceptualizacin se refuerza con la explica-cin de Humanes (2003), cuando argumenta quelos mensajes mediticos son un modo de organi-zacin simblica, pues a travs de ellos organizay reflexiona simblicamente el mundo en unconjunto de historias dispuestas para ser contadas.

    La representacin social, como una entidad dela construccin meditica de la realidad, incluye

    contenidos cognitivos, afectivos y simblicos quetienen una funcin de organizacin de percepcio-

    nes en los grupos sociales. El mundo de la vidacotidiana es aquel que se da por establecido comorealidad y, por tanto, como explica Araya (2002),es una construccin intersubjetiva, un mundocompartido. La accin simblica y la represen-tacin social conducen a la construccin de losimaginarios sociales, que, como dice Pinto (2003),son esquemas, construidos socialmente, paraintervenir operativamente en lo que cada sistemasocial considere como realidad o para confeccionarlo que Schtz (2000) llama la trama de signos ysmbolos con su particular estructura de sentido,

    y que logran, como apunta Rivera (2009), unintercambio social y simblico que reconfiguranla dinmica de las relaciones sociales.

    Martn-Barbero (2007) dice que los imagina-rios son comprensibles desde los nexos que enlazanlas sensibilidades a un orden visual de lo social.Este proceso aplica en el intercambio simblicode la violencia y contribuye a la confeccin de unapropia ideologa, que organice efectivamente lasrepresentaciones sociales que exigen la resistenciay el cambio (van Dijk, 2005). La ideologa de laviolencia recoge, desde la perspectiva de Althusser(1988, p. 23), un sistema de ideas, de representa-ciones, que domina el espritu de un hombre o ungrupo social.

    Plantearse una revisin de la ideologa de laviolencia desde la razn sensible de la audienciaindica tomar en cuenta sus mltiples interpreta-ciones, que han permeado a partir de la represen-tacin meditica en el imaginario colectivo.

    Para las agencias de rating y empresas comer-ciales de medios, las audiencias son cifras, segmen-tos cuantitativos en los que se divide la sociedad

    respecto a su exposicin y preferencias a algnmedio. Desde la perspectiva de los anunciantes,las audiencias son potenciales consumidores de losproductos y servicios publicitados en los medios,a las que se debe convencer de sus bondades. Unavisin ms acadmica y humanstica, como la deOrozco (1993, p. 85), define la audiencia comotodos los seres del conglomerado social:

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    Somos todos, con nuestras destrezas cognosci-tivas, hbitos comunicativos, pero tambin con nues-

    tras deficiencias analticas, carencias informativas,necesidades de comunicacin y reconocimiento. Lasaudiencias somos sujetos capaces de tomar distanciade los medios y sus mensajes, pero tambin sujetosansiosos de encontrar en ellos lo espectacular.

    Si se toma en cuenta que para la fenomeno-loga la presuposicin ser implica directamenteindagar en el sentido del ente, entonces la her-menutica funciona como mtodo para el anlisisdel sentido, sobre todo cuando la racionalidadinsensible impide el acceso a ese sentido. El reto

    est en explorar, en cartografiar las sensibilidadesde la violencia en esos sujetos comunicantes, enesas intersubjetividades.

    Barriga y Henrquez (2007) dicen queun fenmeno social es aquel que se trata de unfenmeno sobre el cual diferentes subjetividadescomparten. Si revisamos la violencia como un granespacio intrnseco, implica un desafo: revisar elesfuerzo comunicativo desde el que se construyela violencia en ese espacio de experiencia inter-subjetivo, y el investigador deber remitirse nece-sariamente a la ontologa del espacio meditico ypblico, porque justo all circulan los discursos.

    Hace ya tres dcadas, Martn Serrano (1983)proyectaba la posibilidad de una aplicacinfenomenolgica al anlisis de la televisin y laconceba desde dos mbitos precisos: el papel enla construccin del conocimiento de la realidad(adscrita a los sistemas de representacin) y elanlisis de la mediacin, referida a la construccinde juicios de valor sobre la realidad. La indagacin delas influencias que estructuran los imaginariossobre violencia y muerte desde las mediaciones

    sugiere despojarse del carcter positivo de con-cepcin de la audiencia, para adentrarse en unmbito sensorial. Epistemolgicamente, hace faltatomar en cuenta la mxima de Ricoeur (1996)cuando exhorta a considerar la verbalidad detoda experiencia, al tomar en cuenta que toda esaverbalidad fecunda una teora del sentido. Estoimplica ontologizar desde la escucha.

    No se puede desligar del proceso de la vidacotidiana, de la interaccin comunicativa y del len-

    guaje comn (Weber, 1991, p. 247). La sociologacomprensiva se sustenta en la conexin del sentido,en la que el actor aparece como el fundamento deuna conducta. Esta idea nos introduce en la ideadel conocimiento desde el imaginario del receptor.

    La semitica y la lingstica proveen herra-mientas de aprehensin en eso que Husserl (1985)denomina comolaexperiencia de pertinencia. Lafenomenologa comienza cuando se interrumpelo vivido para significarlo. Establecer, vivir, recrearentre las mediaciones implica una interpretacinque, sin duda, remitir al signo desde el que se

    descifrar la sustancia de las costumbres, el carcterderivado de las significaciones lingsticas. La filo-sofa hermenutica debe empezar diciendo lo queviene al lenguaje (Bengoa, 1997, p. 118). El anlisisdebe centrarse en el caso de las mediaciones dela violencia en el plano de la percepcin.

    En tono de confusin, Mafessolli (2004) serefiere a la convivencia de las paradojas ms visi-bles de nuestro continente. Le parece llamativa laconvivencia con la ley de la muerte, esa regida porlos escupitajos de fuego que no ha podido infligiruna disminucin de la actitud de fiesta del latino-americano. Contrario a lo que sucede en Europa,Amrica Latina es escenario de las paradojasy hoy admite Mafessolli da lecciones a lasociologa europea que le pueden servir de insumopara pensar lo incomprensible de la vida cotidiana.

    La articulacin del sentido es una objetiva-cin productiva por medio de las significacionesen el discurso, sentido que se antepone a lareferencia cognitiva, aquella que se articula demanera hablante. La articulacin del sentidolleva a la impresin, gracias a la aprehensin, y

    sus significados en el transcurso de lo vivido(van Kerkhoven, 1998, p. 77). Este texto de vanKerkhoven tiene, sin duda, una conexin filosficaen la articulacin del sentido de Ladrire (1986)y los retos de la racionalidad. El propio Ladrireapela al concepto de interacciones de la cultura que,desde una dimensin antropolgica, se constituyeen aspecto funcional y normativo. La instancia

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    cultural est formada por los sistemas que asegu-ran el funcionamiento de los significados (p. 55).

    La epistemologa que lucha por descolonizar losestigmas, las hegemonas, los prejuicios positivos,enerva el ataque contra el aplastamiento de laconciencia, instancia intersubjetiva que ningunainvestigacin social puede evadir hoy, muchomenos en la comunicacin.

    Hegel (1985) construye una brjula racionalpara guiar el tanteo dentro de la incertidumbre:La conciencianos da en ella misma su propiapauta, razn por la cual la investigacin consiste encomparar la conciencia consigo misma (p. 36).En esa tnica, Husserl menciona una egologa

    como tribunal supremo del sentido: Construir enm y a partir de m otro se trata del trabajo infinitoque el despliegue de los horizontes de las expe-riencias conlleva (Husserl, 1985, p. 121). Nadiepuede negar que la violencia ha permeado todo elfilamento constitutivo de lo social; sus distorsionesen la instrumentacin meditica seguramente hanejercido como fuerza de cambio de percepcinhacia la violencia misma como objeto omni-presente que puede inspirar, como dice Imbert(2004), conductas violentas e integrar la violenciaal universo cotidiano, hacerla consuetudinaria.

    El vaco de la representacin que seala Bau-drillard (1991), irnicamente, gua la comprensinde la realidad a partir de smbolos y narrativas queadministran las interpretaciones sobre la violencia.Los destellos de la pantalla se arman de unapotencia discursiva sustentada en el espectculode la sangre y en la tergiversacin del dolor. Qutoman los lectores, de qu material se aprovechan,cul desechan, qu se gesta en sus mentes y quconstruyen con estos insumos? Ah, donde lasensibilidad se transfigura, el investigador de las

    mediaciones sobre violencia debe intentar llegar,no para ofrecer lecturas o anlisis totalizantescomo lo hace la sociologa estadstica, sinopara intentar construir una interpretacin distintasobre la violencia desde la comunicacin. DiceRicoeur (1996) que la reflexin real debe hacerseen el autntico trabajo de interpretacin en unadeterminada configuracin simblica.

    Indagar desde la razn sensible es un plan-teamiento terico que alude a la posibilidad de

    exploracin de las conexiones de las audienciascon la violencia, para as verificar las resistencias,simbolismos, mutaciones y nuevas concepciones deeste fenmeno en sus comportamientos cotidianos.Su contacto directo con el discurso de la muerte ysu espectacularizacin ha socavado toda nocin deorden y ha minado, quiz, las sensibilidades sobreel tema. El reto es verificar la (in)sensibilidad delos receptores sobre este tema.

    El imaginario de la violencia

    En mayo de 2011, durante su participacincomo conferencista en el tercer encuentro de losInvestigadores Venezolanos de la Comunicacin(Invecom), el catedrtico Guillermo Orozcocomentaba que en Amrica Latina hay un dficiten estudios de mediaciones sobre violencia. Esediagnstico alerta sobre una deuda acadmica,sobre todo cuando se asume el compromiso porcontribuir con la resolucin de la violencia desdela universidad y desde la comunicacin.

    Para el acercamiento a la evidencia emprica delas hiptesis planteadas, Orozco (1993) ha sugeridoque el anlisis debe centrarse en la institucionalidadmeditica como agente de mediaciones cognitivo-ideolgicas. Para este autor, la mediacidad estconstituida por gneros y formatos desde los quecada medio interpela a la audiencia.Se trata deubicar esa interaccin en la multidimensionalidadsimblica, de racionalidades y emocionalidades, acti-tudes y expectativas (Martn-Barbero,2002, p. 455).

    Dice Habermas (1981) que el fenomenlogotiene que estudiar las condiciones que han decumplirse para que se pueda alcanzar comuni-

    cativamente un consenso. Por eso, explica quelas condiciones de validez de las expresionessimblicas remiten a un saber de fondo, compar-tido intersubjetivamente por la comunidad decomunicacin. En el anlisis de la construccinde la realidad, deben tomarse en cuenta lascreaciones espirituales, los mitos, las costumbres,la religin, los fenmenos cognitivos. La cultura

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    es esencialmente simblica y el hombre es unproductor de smbolos culturales. En la teora

    culturalista de las representaciones y los imagi-narios prevalecen metacdigos que designan lospensamientos, los sentimientos, las ideas y lasimgenes de la espiritualidad o la mente, no ori-ginadas por la conciencia individual, sino en unadimensin diferente, la del inconsciente colectivo,que orienta la actividad de los individuos en la vidasocial. Esta lgica induce a una correlacin sobrenuevos significados (individuales y colectivos) queest provocando la naturalizacin de la violencia.

    Si se asume la hiptesis de Arteaga (2003)sobre el espacio de la violencia como un modelo

    de interpretacin social, deben diseccionarse tresmbitos de trabajo: la postura del sujeto frente a laviolencia simblica, la significacin y los simbolis-mos que se le endosan, y las formas en que la socie-dad venezolana est comunicando? la violencia.Puede que un ciudadano no haya padecido nuncauna accin de violencia real y, sin embargo, tieneuna concepcin propia de violencia, estructuradaa partir de mltiples lecturas y mediaciones. Eneste punto, el camino se bifurca: la violencia esun hecho de representacin (probablemente elde mayor potencia semntica y semitica enel discurso meditico actual) y es un espacio dereinterpretacin subjetiva constante desde la quesocialmente nos identificamos y reinventamos.Cmo es posible empricamente estudiar al sujetode la violencia simblica a partir de su contactomeditico diario?

    La hiptesis propuesta de Wieviorka (2006),que habla de la violencia simblica como productode una subjetividad: Se trata de la definicin deviolencia a partir de la definicin de sujeto, apartir de la subjetividad de la persona violenta o

    de la persona receptora de esa violencia, de aquellasubjetividad que es cuestionada por la violencia(p. 241). Esta aseveracin localiza la violencia enel sujeto, que desplaza la interpretacin que hacaWeber sobre un Estado que manejaba el mono-polio de la violencia. Si ella tiene sentido por laobediencia a una autoridad o cualquier ente reco-nocido como legtimo, entonces en s misma est

    cargada de sentido. En estos tiempos prevalecenunos lmites en la representacin de la violencia.

    Como se dijo antes, los dispositivos instrumentalesde la comunicacin masiva construyen un discursode la violencia desimbolizada.

    Imbert (2004) se interroga sobre qu entiendeel individuo como lcito o ilcito, cul es su gradode aceptabilidad del hecho violento a travs dela proyeccin de imgenes y relatos, en qu medidase ha enquistado una prdida del sentido dela violencia. Tales preguntas obligan a mirar unasituacin comunicativa en un marco social espec-fico. Es preciso indagar si el sujeto contrariado hadevenido en una hipersubjetividad de la violencia

    como negacin del reconocimiento en el espaciopblico y el desplazamiento del consenso a partirde la competencia comunicativa para erigirse comoun acto de resistencia destructiva.

    El imaginario de la violencia simblica abrepaso al planteamiento de analizar un sujeto quetiene un discurso y una nocin del mundo y sucontraparte, la existencia de un antisujeto, unindividuo que acta con base en el sadismo, enla crueldad desde la deshumanizacin del otropara pensarse a s mismo como humano y poderdescargar sobre el otro la potencia destructiva de laviolencia subversiva. Adentrarse en la constatacinde la anterior afirmacin lleva a una revisin dela tesis de banalidad del mal de Hannah Arendt yel concepto depulsin escpica del psicoanlisis deFreud. Trasladando estos planteamientos al ordensimblico, es posible hablar de un antisujetomeditico o un antisujeto comunicativo? Desde elmomento de la exposicin y asimilacin del men-saje, el receptor idea una nocin sobre su mundoinmediato, en cuya complejidad intervienen ladialctica histrica e intersubjetiva. La mediacin,

    como manifestacin de la cultura, de la poltica, delos gneros, involucra mecanismos de comprensindel complejo proceso de comunicacin.

    Ese espacio intersubjetivo que son las mediacio-nes demanda de la comunicacin una meditacinproseguida indefinidamente, porque la reflexin esdesbordada por las significaciones potenciales de lasvivencias (Bengoa, 1997,p.121). Al ubicarnos en el

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    plano de la recepcin, de la interaccin simblica, elespacio narrativo es vital, como forma de organiza-

    cin de la experiencia. Las vivencias, relatadas enel espacio narrativo, expiden su esencia en la vidacotidiana como el nuevo terreno desde donde setrabajar en las ciencias sociales. La revisin debehacerse desde el espacio intersubjetivo de la cotidiani-dad. Benhabib (2006) argumenta que el humano seconvierte en ser capaz de habla y de accin solo paraaprender a interactuar en una condicin humana.

    Los estudios de la caracterizacin de lospatrones de interaccin social permiten hacerlodesde una praxis de verificacin de la interaccin.Se toma de Sotolongo (2006) el concepto de los

    patrones de interaccin social de la vida cotidiana,pues son prcticas caractersticas de los procesossociales de comportamiento colectivo que pro-ducen y reproducen distintos aspectos de la vida.La intermediacin del lenguaje en este estadiode anlisis se convierte, tal como plantea Arfuch(2008, p. 135), como tesoro de la experiencia,donde los sentidos y los significados exceden lasdiferencias opositivas de los signos en tanto hansido amasados con la misma vida.

    Una fenomenologa de las mediaciones implicala apertura del poder de la experiencia cotidianaen la trama del consumo meditico de la represen-tacin con la familia, bajo influencias de amigos,instituciones sociales: en esas instancias sensibles serecogen los significados de la violencia. La narra-tiva como cercana a la experiencia, como inspira-cin, como traza, huella, delinea prioritariamenteun espacio tico, que es en realidad norte de suindagacin [] como modo posible y confron-table de aproximarse al conocimiento a travsde la prctica ms extendidamente democrtica dela humanidad (Arfuch, 2008, p. 138). La autora

    pone de relieve un espacio de interlocucin quehaga posible la inclusin y las pistas para descifrarlos fantasmas, los pensamientos, los miedos, losconceptos sobre violencia que hoy tienen nuestrassociedades a partir de su contacto con lo meditico.

    En el espacio narrativo hay dos vas: pensarracionalmente o pensar con los sentimientos,tal como propone Mrquez-Fernndez (2008).

    Contra cualquier sealamiento cartesiano, estaactitud de pensar con el corazn adquiere un

    carcter gnoseolgico atribuible a la necesidadde una epistemologa capaz de servir como entepoltico de conciliacin entre el investigador, susobjetos y sujetos, y que sean capaces de concebiruna investigacin en comunicacin como unaprctica social real. La comunicacin que tantocientificismo ha intentado endilgarle un carcterpositivo e insensible rescata la idea sobre elmundo y la idea que se percibe en el mundo, enpalabras de Bajtn (2002, p. 391):

    El acontecimiento en el mundo y la participa-

    cin en el acontecimiento, en el que un texto vivenicamente en contacto con otro texto (contexto),donde todo lo vivido, el tiempo menor(la actualidad,

    el pasado reciente y el futuro previsto y deseado), esun dilogo infinito e inconcluso en el cual no muereni uno solo de los sentidos.

    Nuestro planteamiento se centra en la inda-gacin de un imaginario de violencia latente ennuestros pases, la autenticacin de unas narrativasque permitan conocer su contexto, profundidadesy simbolismos.

    Aproximacin metodolgica

    La anterior y amplia disertacin centra la discusinen la transaccin meditica y su relacin con elgusto cultural por el crimen en los receptores de loscontenidos mediticos sobre violencia y muerte. Enun estudio previo, Hernndez (2011) demostr queen el Zulia, uno de los estados ms importantes entrminos econmicos y polticos de Venezuela,la poblacin prefiere la lectura de sucesos en la

    prensa. Las consecuencias sociolgicas del impactode la violencia en la sociedad venezolana tienenque relacionarse con las mutaciones simblicas quelos grandes medios promueven y que las audienciasasimilan para la interpretacin de una realidadcotidiana.

    El esfuerzo por la exploracin del cono-cimiento sobre la violencia simblica parte del

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    abordaje desde otras preocupaciones y otrosenfoques tericos-metodolgicos. La comprensin

    de la interpretacin de las audiencias sobre la vio-lencia cotidiana que leen en los medios amerita lacomprensin sobre el espacio-tiempo-demandas.

    Cmo leen la violencia? Cules son susprofundos deseos? Cmo llegar al imaginariode violencia, su lgica, dinmicas, percepciones,conceptos, reconfiguraciones? Si la postura tericaque se asume en este trabajo se ubica en la explo-racin microsociolgica del consumo mediticode violencia, la conexin metodolgica se ubica enel anlisis del relato de los lectores, porque si cadapersona es una sntesis de lo social en lo individual,

    como apunta Moreno (2007), entonces cada sujetose acopla al grupo o los grupos en los que convive yrelee. Si de la narracin de una persona se puedenextraer nociones y concepciones de la sociedad, esel espacio intersubjetivo el lugar en el que el cono-cimiento se hace posible. All se centra la plenitudde su vivencia, se pueden encontrar las mutacionessimblicas de la violencia meditica y el lugar queocupan los medios en las violencias sociales.

    Los individuos mediatizados se enfrentan auna doble lectura de la violencia: la real fsica quepueden padecer, sospechar o sufrir en su actuacindiaria, y la que presencian y leen en trminossemiticos a partir de la representacin medi-tica. Puede que un ciudadano no haya padecidonunca una accin de violencia real y, sin embargo,tiene una concepcin propia de violencia, estructu-rada a partir de mltiples lecturas y mediaciones.La bsqueda de un mtodo para captar aspectosemotivos y la relectura de contenido mediticosobre noticias de violencia pasa por responder: quse produce de lo que leen en los medios y qu usosdan a ese contenido? Qu mediaciones interfieren,

    en qu segmentos de audiencia, con qu resulta-dos? Es preciso, entonces, esbozar una alternativametodolgica para indagar sobre los medios en lasviolencias sociales. La comunicacin del objetivoinmediato de la violencia y la emocin que el actoconlleva son elementos claves para desentraarsituaciones de violencia (Fernndez Christlieb,2011, p. 6). Para averiguar sus contextos, mediacio-

    nes y mltiples interacciones con los medios, dentrode un intento por producir un conocimiento ms

    integral y adecuado de los procesos comunicativos.

    El espacio meditico-biogrfico

    Entre la an joven tradicin de estudios de recepcinen Amrica Latina, sigue con vigencia el modelo dela mediacin mltiple de Orozco (1993), que estudiaa la audiencia por medio de las interacciones, segnmediaciones provenientes del gnero, edad, clasesocial, ubicacin territorial, poltica, filiacin tnica yreligiosa, y sus competencias comunicativas. Orozcolas llamacomunidades de interpretacin.

    La idea en este punto es establecer un cruceentre lo planteado por Moreno sobre la contextua-lizacin de la violencia (realidad de esa violencia)con la mediacin de la violencia en las audiencias.

    La propuesta metodolgica en este trabajoes aadir y complementar el mtodo de Orozcocon otras dos nociones: la incidencia del espaciomeditico-biogrfico, a partir de los trabajos deSbada (2007) y Arfuch (2002). Sbada dice quenadie duda del carcter transaccional del procesocomunicativo-meditico. Esta autora aseguraque la emisin de una noticia es un espacio desimulacin de la realidad y se llega al lmite entrerealidad y ficcin en la informacin; por lo tanto,los productores se presentan en los contextos derecepcin, que son mltiples. La transaccin sim-blica en los medios est vinculada con el espacioy el tiempo de recepcin, de lectura del mensajede los medios. El inters, entonces, es cognoscitivo,vinculado con el anlisis del sujeto-receptor apartir de sus condiciones culturales y sociales con-cretas, referentes culturales, referentes y contextos,resonancias mediticas, referencias personales.

    La herramienta metodolgica para aplicartiene un enfoque conversacional (nocin primi-genia de la comunicacin), por medio de tcnicasque se clasifican en la entrevista en grupos dediscusin o entrevista personal. La comunicacines un tipo de actividad social simblica que implicala produccin, transmisin y recepcin de formassimblicas (Sbada, 2007, p. 208).

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    Este insumo capturado a partir de la narra-cin de un sujeto a travs de una entrevista puede

    analizarse desde la semitica, partiendo de lalectura de los medios y su consumo mediticode violencia. Esa narracin abarca la categora deArfuch (2002) del espacio biogrfico. Nuestrointers es la indagacin de la vivencia propia, laconstruccin del imaginario a partir de la expe-riencia de lo que lee. Entrevistas, conversaciones,retratos, anecdotarios, testimonios, relatos operanen la identificacin especular, en la narrativa de lapropia idea de mundo-vida, en el compartir sobrehbitos, sentimientos y prcticas constitutivos delorden social. Un sujeto-receptor puede ser espejo

    de las tramas culturales, la desnudez de los rasgosde nuestras sociedades mediatizadas.

    La entrevista como mecanismo de cartografadel receptor indaga en la construccin de los hitossimblicos. Cmo se narra la vida a varias voces?,cmo se narra la experiencia meditica con la vio-lencia? Cmo se articula lo ntimo con lo pblicoen el caso de la violencia? Qu lugar ocupan losmedios en las violencias sociales? Es posible haceruna lectura de la violencia simblica a partir de lasubjetividad?, la violencia simblica representauna negacin del rol de actor del sujeto en el espaciopblico (lugar que desplaza la opinin pblica)?Es una marca de un sujeto mediticamentecontrariado? Es posible hablar de vctima de laviolencia simblica? Cules son los cdigos deinterpretacin de esa violencia?

    Si se asume la hiptesis de Arteaga (2003)sobre el espacio de la violencia como un modelode interpretacin social, deben diseccionarse tresmbitos de trabajo: la postura del sujeto frente ala violencia simblica, la significacin y los simbo-lismos que se le endosan, y las formas en que la

    sociedad est comunicando? la violencia.Qu lugar ocupan los medios en la violencia?

    Conclusin

    La cuantificacin de los hechos de violencia y suvisibilizacin en los medios mutila un anlisissobre el trasfondo, sobre los espacios complejos de

    la violencia, sus referentes, las relaciones de poder,legitimidad, consenso y cooperacin que se hace

    desde los medios.El fenmeno de la adulteracin de la violenciay la hipervisibilidad espectacular de la muerte ganacada vez ms espacio en los grandes y reconocidosmedios. La revisin del referente axiolgico ypoltico de los medios debe incluir, en su examen,esta tarea para los prximos aos.

    La fascinacin del desorden se sustenta en lapornografa del horrory trae consigo la instaura-cin de pulsaciones secretas sobre la muerte quedespiertan reacciones con alcances insospechadosen los destinatarios: la omofagia meditica aparece

    como nueva lgica de acercamiento a la violenciay como prctica mediatizada individualista ydesosegada, que procura la anulacin del otropara fagocitar el instinto. Se satisface el sentidoms primario como valor de satisfaccin privativo.

    La crisis en el rgimen de la representacinse apoya en la reiteracin para lograr la desclasi-ficacin del valor-signo que el objeto tiene en lacultura y el resultado es el posicionamiento de losoez como primer elemento de reconocimiento. Seest en presencia de una prctica meditica queno se conforma con la trivializacin de la muertey la violencia, sino que desarrolla unaantiticadela prohibicin, una moral sin sancin como meca-nismos de la transmutacin de los valores sociales.

    El peligro radica en que se desarrollarnen una sociedad que anula el miedo y disloca lamuerte para convertirla en objeto sin valor. Almargen de un discurso apocalptico de los medios,vivimos en una realidad de signos sin sentidos,de significantes vacos, libres y arbitrariamentedispuestos, con el propsito de ser sustituidos pornuevas significaciones. Al introducir la violencia

    y la muerte al universo cotidiano, se convierten enpatrn desestructurado sin fundamento simblico.La emergencia de los nuevos imaginarios en losprocesos comunicativos es un problema que debeser estudiado en sus dimensionalidades y alcances.El significado de la violencia y la muerte, adulte-rado en su reiteracin, se impone y llena los signosvacos creados por la cultura de la polmica de los

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    medios y se instituye en una falsa cultura garantedel desorden infinito del sistema social.

    Lo que aqu se plantea es la interpretacin delos modos de lectura de los medios y su discursode violencia, y la construccin de un significado delproblema en los individuos. Este desafo significaun acercamiento al sujeto receptor, que obliga aindagar en su sensibilidad hermenutica y feno-menolgica.

    El inters en este trabajo es avanzar en laconstatacin de una sospecha: la representacinde la violencia en la prensa y los medios obedece auna estrategia de legitimacin y naturalizacin dela violencia misma ante la incapacidad del Estado

    de detener su potencia destructiva. Imbert (2004)plantea una conclusin mucho ms agresiva: larepresentacin de la violencia ha provocado unaverdadera tentacin del suicidio; la creacin deuna nueva cultura de violencia, el reforzamientovertiginoso de cdigos y smbolos de muerte.

    Hace falta constatar tanto en Venezuelacomo en los pases ms violentos de Latinoam-rica una advertencia que en 2009declarabael Instituto de Investigaciones Psicolgicas de laUniversidad Central de Venezuela: los ciudadanoscorren el riesgo de naturalizar la violencia.

    El siguiente paso pide la interpretacin de lasinfluencias que estructuran, organizan y reorga-nizan la comprensin de la realidad de los indi-viduos, a partir de las narraciones, formulacionesy significados que dan a los discursos mediticossobre violencia. Es un paso para analizar ms pro-fundamente, desde la subjetividad, cmo podraestar cambiando la representacin de la violenciaen la sociedad latinoamericana.

    La teora de las mediaciones se convierte enalternativa metodolgica (desde la herramienta de

    la entrevista en el espacio meditico-biogrfico)

    para este propsito, pues evala la audienciaa partir de las exploraciones de las interacciones de

    los receptores con el medio y que toma en cuentael gnero de los sujetos, la edad, la clase social, laubicacin territorial, poltica, tnica, as como suscompetencias comunicativas, hbitos y prcticascognitivas.

    Se trata de ofrecer salidas, desde la contri-bucin de la comunicacin, al problema de laviolencia. Entender el imaginario social implicauna lectura sobre cmo la concebimos. Las cienciassociales deben seguir en la indagacin sobre cmoel Estado erige su legitimidad en la produccinsimblica de la violencia, pero a la par est la

    violencia cotidiana, que ha modificado toda ideo-loga de convivencia y racionalidad poltica parainstaurar el derroche, la teatralizacin del exceso,la desconfiguracin de lo informativo en contrade la generacin del debate, alimento de eso queSalazar (2009) llama esquizofrenia dilatada.As,caracteriza el estado anmico de una persona queacta con espontaneidad, sin tener en su mente elsentido de su accin y con una sensacin mediticade permanente miedo, goce y acoso. Una personaque adems ha legitimado el uso privado de laviolencia como va de supervivencia.

    El control social a travs de la violenciase ejerce todos los das desde los medios y seconstruye en espacios de reconocimiento. Hoy elplanteamiento meditico es naturalizar la violenciapara convertirla en objeto reprimido, carente desensibilidad; pero, como deca el escritor OctavioPaz, si la muerte carece de sentido, tampoco lotuvo la vida. Mirar las mediaciones de violenciapermitir corroborar si Amrica Latina naturalizel crimen. Y este diagnstico permitir contribuirdesde la comunicacin con el exorcismo de

    este demonio social.

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    Notas

    1. Segn el informe de la Red de Informacin Tecnolgicade 2008, Latinoamrica es ms peligrosa para los jve-nes que otras partes del mundo. El Salvador est en el

    primer lugar, seguido por Colombia, Venezuela y Guate-mala. Estos datos coinciden con un informe del BancoInteramericano de Desarrollo, publicado en el 2000,con el ttulo Asalto al desarrollo, violencia en AmricaLatina, en el que destaca la muerte de 140.000 perso-nas por ao y resea que una de cada tres familias esvctima del crimen. Lo ms alarmante del informees que no se tiene una idea concreta de la magnitud dela violencia, ni de sus causas, y menos an de la efecti-vidad de las polticas pblicas aplicadas para su preven-cin y control. A juzgar por el informe de 2008 sobreinseguridad y violencia, Venezuela se ha convertido enuno de los pases ms inseguros del mundo: report14.600 homicidios (un promedio de 36 diarios), ndicesuperior a naciones tradicionalmente violentas, como

    Mxico, Brasil y Colombia. Ms recientemente, en agos-to de 2009, Caracas se haba convertido en la segundaciudad ms peligrosa de Amrica Latina, segn el Con-

    sejo Ciudadano para la Seguridad Pblica de Mxico,que ubic a Ciudad Jurez como la ms insegura. Laubicacin de la capital venezolana en eserankingde lamuerte supera ciudades como El Cabo, en Sudfrica, yBagdad, en Irak.

    2. El maestro Jess Martn-Barbero, en su obra De los me-dios a las mediaciones,amplifica el estudio de la comu-nicacin y urge a estudiar el proceso de la recepcin delmensaje masivo. Dice que en la instancia de recepcinse dan lugar las resistencias y las variadas formas deapropiacin de los contenidos mediticos. Argumentaque la comunicacin, como espacio cultural, exige mirarlos medios masivos en un contexto ms amplio, queabarque las distintas redes que configuran los procesosde recepcin del mensaje.

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