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Lección 7, página 1 of 17 Estimados Hermanos: Hemos aprobado la enseñanza de lecciones sobre la Historia de la Iglesia en nuestro país con el propósito de fortalecer el testimonio de los santos en México y para el beneficio de las futuras generaciones. Esta lección sobre historia es la séptima de una serie de lecciones que se impartirán durante los próximos años. La historia brinda grandes oportunidades de aprender sobre aquellas experiencias que forjaron el carácter y la determinación de los prime- ros santos en épocas difíciles. Al estudiar y conocer los hechos y a las personas que los protagonizaron, podremos descubrir de manera personal, nuestro lugar y nuestro papel en la historia que hoy día a día se sigue escribiendo. Sus Hermanos, La Presidencia del Área México

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Estimados Hermanos:

Hemos aprobado la enseñanza de lecciones sobre la Historia de la

Iglesia en nuestro país con el propósito de fortalecer el testimonio de

los santos en México y para el beneficio de las futuras generaciones.

Esta lección sobre historia es la séptima de una serie de lecciones que

se impartirán durante los próximos años.

La historia brinda grandes oportunidades de aprender sobre aquellas

experiencias que forjaron el carácter y la determinación de los prime-

ros santos en épocas difíciles. Al estudiar y conocer los hechos y a las

personas que los protagonizaron, podremos descubrir de manera

personal, nuestro lugar y nuestro papel en la historia que hoy día a

día se sigue escribiendo.

Sus Hermanos,

La Presidencia del Área México

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ÍNDICE DE LAS LECCIONES DE HISTORIA DE LA IGLESIA

ANTERIORES

1. Cómo llegó el Evangelio y El Libro de Mormón a México.

2. La expedición del apóstol Moses Thatcher a la Ciudad de

México en 1879

3. Los colonizadores mormones en Chihuahua y Sonora.

4. Reapertura de la Misión Mexicana en 1901

5. Las tribulaciones de los santos durante la Revolución

6. La Tercera Convención y la reunificación de la Iglesia en 1946

Presentamos esta última lección:

7. La Iglesia y la educación.

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INSTRUCCIONES

1. Dado que el tiempo de la lección es corto, después de orar y estudiar el material completo, dé prioridad al estudio en clase de los puntos más sobresalientes pa-ra destacarlos con el fin de edificar la fe de los miembros de la clase .

2. Para obtener mejores resultados en el aprendizaje de la clase, imprima un juego completo de ésta lección para distribuirlo a los miembros de la clase (se sugiere uno por familia). De este modo podrán participar siguiendo la lectura al mismo tiempo que el maestro y tendrán oportunidad de repasar la lección completa en casa con su familia.

3. Sugerimos a los maestros que inviten a los miembros a buscar el contenido completo de esta lección y de todas las lecciones anteriores que se han imparti-do desde el 2012, en la página web de Historia de la Iglesia, para estudiarlo en las noches de hogar y otras actividades en la siguiente liga:

http://sud.org.mx/historia-de-la-iglesia-en-mexico

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24 de marzo, 2015

La Iglesia y la educación Lección 7

Historia de la Iglesia en México

LaMond Tullis

Prominentemente escritas en Provo, Utah; sobre una gran placa de piedra y concreto en la entrada oeste de la Universidad de Brigham Young, la principal escue-la de la Iglesia, se encuentran estas palabras: “Entra a aprender—sal a servir”. Aprender y servir siempre han sido distintivos de la Iglesia en dondequiera que ésta se ha establecido y sin importar las condiciones de vida de sus miembros. En el siglo veintiuno, estos atributos se han convertido en una norma social que motiva a mu-chos mormones de todas condiciones, edades y nacionalidades a inscribirse en escue-las públicas y privadas a través de todo el mundo para estudiar y aprender. Ya con nuevas capacidades y mejores circunstan-cias económicas tie-nen mayores posibi-lidades de servir a otros, a las comuni-dades en las que vi-ven e incluso a per-sonas en todo el mundo.

Motivados por estos mandatos de aprender y servir, de-cenas de miles de mormones que origi-nalmente no tuvieron

El lema de la Universidad de Brigham Young ENTRA A APRENDER—SAL A SERVIR

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acceso más allá de los primeros años de educación, también desarrollaron de por vida hábitos de progreso personal y de servicio. Para todos los miembros de la Iglesia, aprender y servir son parte importante en el camino hacia la perfección personal, una meta importante de la teología mormona.

La educación formal no es necesariamente un requisito previo para aprender y servir, aunque ciertamente es de utilidad y es probablemente esencial para la mayo-ría de los mormones hoy en día. En diversas naciones, incluyendo Estados Unidos y México, muchos de los primeros mormones tuvieron poca o nula oportunidad de ir a la escuela. Sin embargo, motivados en gran parte por un deseo de poder leer las es-crituras, numerosos miembros adultos han tenido éxito en adquirir mayor conoci-miento y en ponerlo en buena práctica.

Ejemplos de personas que tuvieron un progreso excep-cional con poca o nula educación básica.

Consideremos unos excelentes ejemplos de tiempo atrás en los Estados Unidos y más recientemente en México: John A. Widtsoe, George H. Brimhall, Pedro Martí-nez Cid, y Luis Cayetano Maldonado Medina.

John A. Widtsoe (1872-1952)

John A. Widtsoe, nacido en la isla de Frøya en Sør-Trøndelag, Noruega;había recibido escasa o nula educación formal hasta la edad de diecisiete años, once años después de que su madre viuda y sus dos pequeños hijos emigraran al estado de Utah. Widtsoe traba-jó largas horas para ayudar financieramente a su madre. Ella le ayudó a aprender a leer y escribir en dos idiomas y lo motivó para que alcanzara las estrellas con su aprendizaje. Sin una educación formal previa, a la edad de diecisiete años Widtsoe fue aceptado como alumno en lo que hoy se conoce como la Universidad del Estado de Utah (Utah State University) de donde se graduó con los más altos honores. Su excepcional desempeño le permitió ser aceptado con una beca en la Universidad de Harvard de la que, de la misma forma se graduó con honor en 1894. De allí entró a la universidad de Göttingen, Alemania recibiendo un doctorado después

John A. Widtsoe (1872-1952) Con escasa o nula educación formal hasta la edad de diecisiete años, Widtsoe llegó

a dominar tres lenguas y a ocupar el

puesto de apóstol en la Iglesia

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de varios años de estudio y, en el proceso, aprendió a dominar el alemán, su tercer idioma.

Con esas credenciales y el conocimiento que las avalaban, junto con las ense-ñanzas del evangelio que le sirvieron como ancla y le sirvieron para tener mucha sa-biduría en relación con la edad que tenía, Widtsoe se convirtió en un notable científi-co, académico, autor, administrador y líder eclesiástico. Sirvió como miembro de la facultad de BYU, dirigió una estación importante de investigación agrícola del go-bierno de los Estados Unidos y sirvió como presidente de dos universidades (Utah State University y University of Utah). En 1921 fue llamado a servir como miembro del Quorum de los Doce Apóstoles para empezar así treinta y un años de servicio como apóstol del Señor Jesucristo. Mientras tanto amó y nutrió su vida familiar que lo bendijo con siete hijos (de los cuales sólo tres llegaron a la edad adulta). Durante toda su vida Widtsoe estuvo motivado por un deseo de aprender y servir1. Trabajó diligentemente para lograr ambos desde un cimiento que al primero no incluyó la educación formal.

George H. Brimhall (1852-1932)

Debido a las empobrecidas circunstancias económicas de su familia, George H. Brim-hall, presidente de BYU (1904-1921), era ya relativamente mayor cuando se graduó de la preparatoria en la Academia de Brigham Young. Con la motivación constante de su madre y con la ayuda de los escasos recursos familiares así como de los ahorros obtenidos por su arduo trabajo, finalmente pudo al-canzar la formación formal de preparatoria que estaba a su alcance y continuó hasta convertirse en un sumamente exitoso presi-dente autodidacta de la Universidad de Brigham Young, un orador convincente y un dotado organizador. Aún años después de su servicio en BYU, los estudiantes ha-cían referencia a sus devocionales de cuatro minutos y sus discursos los cuales rebosaban de lenguaje preciso, pensamiento claro y exhortaciones concisas que motivaban a sus audiencias a vivir vidas rectas. Brimhall se obligaba a aprender de cualquier recurso disponible. Las cualidades que adquirió no las logró con facilidad ni rapidez sino con un esfuerzo enfocado.

George H Brimhall (1852-1932) A pesar de las empobrecidas circunstan-

cias económicas y falta de educación formal en su juventud, Brimhall llegó a ser un orador convincente y un dotado orga-nizador, lo que le permitió convertirse en un exitoso presidente autodidacta de la

Universidad de Brigham Young.

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Pedro Martínez Cid (1909-1997)

Pedro Martínez Cid buscó diligentemente oportunidades de educación a pesar de los obstáculos de pobreza y aislamiento. Nació en Huautla de Jiménez, un asentamiento ais-lado de Oaxaca al que, a principios de los 1900’s sólo se podía acceder por un camino a pie o a caballo. A la edad de diez años reco-rrió ese camino solo en una caminata de una semana para ir a la ciudad de Oaxaca para trabajar como sirviente de un médico. Antes de su éxodo a la ciudad de Oa-xaca, Pedro Martínez tuvo la oportunidad de tomar, a lo más, cuatro años de educación elemental. Sin embargo, en su nuevo hogar mejoró sus habilidades para leer y escribir; regresó a Huautla a la edad de quince años y tomó un examen que le permitió ser maestro rural por un tiempo, se unió a una mujer, procreó dos hijos y creció políticamente para llegar a ser presidente municipal de Huautla. Después vino el desastre: fue víctima de intri-gas políticas y tuvo que huir con su familia para salvar sus vidas. A mediana edad y cuando vivía en Toluca de Lerdo, estado de México, se unió a la Iglesia. Motivado para mejorar su condi-ción aún más, en sus cuarentas terminó la secundaria y la preparatoria y finalmente ter-minó sus estudios en leyes a la edad de sesenta y cuatro años. Se convirtió en un fe-nómeno nacional en los círculos de la educación y recibió su título directamente de las manos del ex presidente mexicano Adolfo López Mateos. Martínez litigó en To-luca y también fue el primer obispo de esa región.2 En ambas posiciones brindó un enorme servicio a los miembros de la Iglesia y a la comunidad en general.

Luis Cayetano Maldonado Medina (1913-1992)

Luis Cayetano Maldonado Medina, a quien llamaban Cayetano, aprendió en sus cua-rentas a leer y a escribir estudiando el Libro de Mormón, más tarde sirvió en el pri-mer obispado de Toluca y usó su taxi para beneficiar a la Iglesia en ese lugar.

Cayetano nunca recibió educación formal.3 Nacido en una familia disfuncio-nal en 1913 en Jiquipilco, Estado de México, a la edad de seis años sus padres lo

Pedro Martínez Cid (1909-1997) con

su esposa Amparo Carrera Roque

hacia 1940

Nacido en el aislado asentamiento de Huautla de Jiménez en Oaxaca, en su juventud Martínez se esforzó por edu-carse. Finalmente, a una edad relativa-mente avanzada, completó una licen-

ciatura en derecho. Sirvió como el primer

obispo de Toluca.

Fotografía cortesía de María del Carmen

Martínez Carrera

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abandonaron dejándolo al cuidado de su abuela materna. Siendo ella asombrosa-mente pobre carecía de recursos para darle a su nieto un apoyo económico que le ayu-dara en la vida y al ser anciana ya no tenía las energías necesarias para impulsarlo. Aunque sabía leer y escribir no le enseñó a Cayetano ni vio por su nieto para que éste fuera a la escuela. Nunca. Sin embargo, tenía aproximadamente una hectárea de tierra en donde permitió que su nieto criara animales, una actividad que él empezó con gran entusiasmo.

El conversar con los vecinos que también tenían animales le dio a Cayetano el conocimiento para la crianza y perfec-cionó su trabajo con ética, lo que le dio gran ventaja en el mercado laboral primero como sirviente siendo un niño y después como un adolescente trabajador. A la edad de doce años se atrevió a aprender a mane-jar un automóvil en las desiertas calles de su pueblo. Con esa experiencia nació un sueño: tener un taxi.

A los dieciséis Cayetano Maldona-do había ahorrado dinero. ¿Se lo gastaría en alguna trivialidad juvenil? ¿Lo perdería comprando alcohol o tabaco? No. Le dio a su abuela una pequeña cantidad como se-ñal de gratitud, compró al contado un taxi y se dirigió a Toluca en donde se unió a una cooperativa para poner su carro a trabajar, una actividad que ocupó su tiempo y atención por muchos años.

Había un problema. A pesar del éxito de su negocio, sus muchos amigos y su acercamiento emocional y financiero a sus necesitados padres quienes lo habían abandonado anteriormente, no tenía lo que más anhelaba: una esposa y una familia. No era que no la hubiera buscado. Sin embargo, todo lo que le había tocado ver eran riñas, peleas, culpas, señalamientos e infidelidad emocional y física. Todo esto siem-pre había sido ajeno a sus instintos básicos. Por lo tanto, aun en sus treintas este ta-xista todavía seguía buscando. No quería cosechar tristezas por tomar una mala deci-sión referente al matrimonio.

Conoció a una viuda de treinta y nueve años que era su pasajera regular. A pesar de que tenía seis hijos y de que era seis años mayor que él, ella representaba

Luis Cayetano Maldonado Medina

(1913-1992) a la edad de 42 años

Sin educación formal, en sus treintas, con la ayuda de una fuerte experiencia espiritual, aprendió a leer por medio de estudiar el Libro de Mormón. Sirvió co-mo consejero en el barrio de Toluca y

después como obrero en el templo de la

Ciudad de México.

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todo con lo que él siempre había soñado. Se casaron y vivieron en Toluca en donde Cayetano continuó trabajando como taxista y se convirtió instantáneamente en padre de seis hijos, a quienes cuidaba como si fueran propios.

En 1956 Cayetano conoció a los mormones y el mensaje del evangelio restau-rado de Jesucristo. Como le turbaban varias preguntas de índole religiosa, inmedia-tamente se interesó en recibir las charlas misionales durante las cuales aprendió sobre el Libro de Mormón. Claro que Cayetano no podía leer la copia que los misioneros le dieron con la usual invitación de leer y orar. Oró y ayunó, rogó e imploró pero no le sirvió de nada. A pesar de sus muchos logros Cayetano era analfabeto.

Dotado con una memoria prodigiosa junto con una capacidad de absorber, procesar, retener y manejar enormes cantidades de información, Cayetano había apa-rentado saber leer y escribir durante casi toda su vida. Ahora sin embargo no podía continuar con la farsa. Sollozó y con lágrimas en los ojos les confesó a los misioneros que no podía leer el libro.

Cayetano estacionó su taxi, se recluyó en su bien amueblada casa, se esforzó largas horas durmiendo poco, apenas dándose tiempo para comer, lo que era poco frecuente porque de todos modos ayunaba y oraba mucho. Con tan sólo una lección introductoria que le dieron los misioneros sobre el alfabeto y sus sonidos, Cayetano logró leer el libro. Les dijo a sus hijos que las cosas que había leído provenían del Señor. ¿Cuánto tiempo le llevó? ¡Lo hizo en una semana!

De allí en adelante, Cayetano puso un gran poster en su taxi que decía una frase que ahora es famosa en Toluca:

¡Sea feliz, sea mormón!

¿Le gustaría saber más acerca de los mormones?

¡Pregúnteme!

Hoy nos es preciso obtener una educación formal

No obstante estos y muchos valiosos ejemplos, la educación formal nos permite aprender y magnificar nuestra capacidad para servir, especialmente en el siglo vein-tiuno. Es por esta razón que la Iglesia pone un fuerte énfasis en aprovechar todas las oportunidades de educación que tengamos. En congruencia con esto, desde su fun-dación a principios del siglo diecinueve la Iglesia ha hecho varios esfuerzos e inverti-do cantidades considerables para ayudar a sus miembros a estar mejor educados. Con el tiempo estableció escuelas primarias y secundarias e incluso universidades en don-de la educación pública era inaccesible, inadecuada o inapropiada o en donde la edu-cación privada estaba más allá de las posibilidades financieras.

Las oportunidades educativas se presentan en diferentes formas que pueden enriquecer nuestro aprendizaje a lo largo de la vida y nos permiten utilizar las habili-dades que adquirimos para servir a otros. Por lo tanto el aprendizaje y el prestar ser-

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vicio son dos distintivos del contrato social que guía a los mormones en nuestro dia-rio vivir. De hecho, aprender y servir no son sólo responsabilidades culturales; son man-damientos de Dios.

Esta ansiedad por aprender y servir está ligada a nuestra teología, nuestra historia y nuestra cultura. Esta es una razón del por qué en la primera década del siglo veintiuno, los registros muestran que en donde quiera que se establezcan los mormones y después de varias generaciones tienden a estar mejor educados que la mayoría de la población en sus respectivos países, por ejemplo, Estados Unidos y México.4 Extrañamente y más allá de la norma, estos niveles más altos de educación se relacionan con mayor religiosidad entre nuestro pueblo. Lejos de no querer contar con una membresía más educada, la Iglesia la promueve. Estadísticamente hablando (sin contar prominentes excepciones), entre más educación adquieran los mormones, más fieles llegan a ser.5 Por lo tanto la frase “Aprovechen todas las oportunidades de educación que tengan”, se ha convertido en un mantra para nosotros.

¿Cómo y por qué esta inquietud de aprender y servir se ha arraigado tanto en nuestra mente?

Un mandamiento del Señor

Quizás la razón principal de tener esta necesidad de aprender es que el Señor nos ha mandado seguir un camino hacia la perfección, y una forma de progreso es el apren-dizaje. El Señor nos toma del nivel de entendimiento en el que nos encontremos y nos muestra el camino para llegar a ser no sólo más puros sino más inteligentes, más como Él.

Adquirir inteligencia, implica aprendizaje y conocimiento, fe, sentido común, rectitud moral, sabiduría, verdad, obediencia y perspicacia o discernimiento profun-do, lo cual es un punto importante en nuestro camino a la perfección. Nuestros tex-tos sagrados nos dicen que la gloria de Dios es la inteligencia, añadiendo la útil definición de que inteligencia es luz y verdad (D y C 93:36) y nos instan a que nos demos a la tarea de buscar ambas, y nos dicen que cualquier principio de inteligencia que logremos en esta vida, se levantará con nosotros en la resurrección (D y C 130:18).

Claramente, un componente importante de la inteligencia es el conocimiento, que se nos ha mandado adquirir tanto por el estudio como por la fe a medida que lo bus-quemos de los mejores libros (D y C 109:7). ¿Y qué debemos aprender? Debemos aprender de cosas tanto en el cielo como en la tierra, y debajo de la tierra; cosas que han sido, que son y que pronto han de acontecer; cosas que existen en el país, cosas que existen en el extranjero; las guerras y perplejidades de las naciones, y los juicios que se ciernen sobre el país; y también el conoci-miento de los países y de los reinos (D y C 88:79). Para los mormones, aprender es un lla-mamiento y un mandamiento así como un compromiso de por vida.

¿Por qué es necesario aprender y desarrollar habilidades como leer, escribir, historia, ciencias, matemáticas, ejercer fe, obediencia y sabiduría?, ¿de qué nos sirve aprender todas estas cosas? Las adquirimos y aprendemos para que podamos ser

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instruidos en teoría, en principio, en doctrina, en la ley del evangelio, en todas las cosas que pertene-cen al reino de Dios…. (D y C 88:78). El ser tan instruidos nos permite poner este co-nocimiento en práctica para mejorar nuestra condición y estar en posición de ayudar y socorrer a nuestros seres amados, a la Iglesia, a nuestras comunidades, a nuestras naciones y aun al mundo a medida que nos esforzamos por alcanzar un plano más elevado de existencia con un buen fundamento religioso, moral y ético.

Esta tarea no es en vano, ya que el prestar servicio a otros es servir a los in-tereses de Dios, por lo que tenemos esta admonición: Por tanto, oh vosotros que os embar-cáis en el servicio de Dios, mirad que le sirváis con todo vuestro corazón, alma, mente y fuerza, para que aparezcáis sin culpa ante Dios en el último día (D. y C. 4:2). No es de extrañar que, como regla, los mormones están afanosamente comprometidos con el aprendizaje a fin de que puedan servir los intereses de Dios que son: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre (Moisés 1:39).

El mandamiento acerca de la educación se desenvuelve en los primeros días de la Iglesia y en el centro de Méxi-co.

Ya en la práctica, observamos lo siguiente: Casi tres años después de que se organiza-ra la Iglesia en 1830, el Profeta José Smith estableció en Kirtland, Ohio una escuela de los profetas en donde un selecto grupo de los primeros líderes pudieron mejorar su aprendizaje teológico y secular. En 1840, encabezó planes para formar la Univer-sidad de Nauvoo. En 1844, después de su martirio y de la emigración de la mayoría de los santos de Nauvoo y sus alrededores a lo que ahora es el oeste de los Estados Unidos (lo que hasta 1848 era territorio mexicano), los santos rápidamente fundaron academias e incluso universidades.

Cuando un grupo de miembros de la Iglesia inmigraron al estado de Chihuahua, México en 1885, establecieron lugares para educar a sus hijos aun antes de realizar las primeras labores que aseguraran lo necesario para su sobrevivencia.6

Después de eso, los miembros mexicanos también iniciaron su propio inten-to por proporcionar oportunidades de educación a sus hijos, primero en el centro del país y luego en todo el territorio de la nación. Este modelo se ha extendido a lo largo de todo el mundo complementado con el trabajo que ha hecho la Iglesia para impar-tir educación religiosa a través de seminarios para jóvenes de preparatoria e institutos para jóvenes adultos de dieciocho a treinta años de edad. Sin embargo, muchos miembros mayores no se resignan a abandonar sus oportunidades. En México, aun algunas personas de setenta años estudian en institutos de la Iglesia a lo largo de todo el país.

El hecho de unirse a la Iglesia rompía drásticamente con la tradición de anal-fabetismo que frecuentemente se daba entre los primeros miembros mexicanos quienes, con sus notables excepciones, emergieron no de una aristocracia rural o una elite urbana sino más bien de familias relativamente pobres que no tenían acceso a la

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educación a principios del siglo veinte. En los años treinta, por lo regular en las co-munidades rurales sólo se estudiaba hasta segundo o tercero de primaria, ya era no-table si algún niño completaba seis años de educación y si era niña era más digno de tomar en cuenta porque a las niñas generalmente se les imponían cargas domésticas a muy temprana edad. La mayoría de los primeros miembros no tuvieron oportunida-des escolares más allá del sexto año de primaria.

Contrario a las predominantes tradiciones en la Europa medieval o aun en los tiempos coloniales en México, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días tenía textos sagrados que quería que sus miembros leyeran y estudiaran. Así que, muchos pioneros mormones en México, al igual que muchos primeros miembros angloamericanos, aprendieron el alfabeto y cómo formar palabras o mejoraron enormemente sus habilidades para leer al estudiar el Libro de Mormón y otros textos sagrados de la Iglesia.

Los esfuerzos para que los niños mormones mexicanos recibieran una educa-ción formal comenzaron en el centro del país, justo después de que se empezó a desarrollar un núcleo de líderes que pudo tener una visión acerca de esto y hacer los cambios necesarios para lograrlo. Con una primera escuela de la Iglesia en San Mar-cos, Hidalgo y otras de allí en adelante, la tradición de carencia educativa pronto cambió para los mormones en México.

La expansión de oportunidades para obtener una edu-cación formal

Contrario a las circunstancias que habían rodeado el ambiente educativo hasta finales de la década 1980 y que eran realmente malas; ahora en el 2015 muchos de los niños mexicanos disfrutan de oportunidades substancialmente mejores tanto en escuelas públicas como privadas en todos los niveles. Sin embargo, a mediados de los años cuarenta los observadores concluyeron que si a los niños mexicanos mormones les sería posible alcanzar su máximo potencial de educación y servicio, necesitarían las condiciones educacionales necesarias para preservar su fe en medio de un ambiente hostil.

En 1944 Bernabé Parra y sus amigos en San Marcos, Hidalgo pusieron el ejemplo para todos los demás,7 afianzando entre ellos y otras congregaciones mor-monas de la región central del México la idea de que era la voluntad de Dios el edu-carse, lo que significaba por lo menos, tener la habilidad de leer y escribir.8 Comen-zando en la casa de Parra en 1944 con seis estudiantes9 y su maestro Luis Gutiérrez, para 1959 la “Escuela de Parra”, la primera escuela para mormones mexicanos, se había convertido en “la escuela de la Iglesia” con 211 alumnos de primaria estudian-do en mejores condiciones. Por diez años las familias Parra, Monroy, Villalobos y Montoya financiaron las operaciones de la escuela junto con contribuciones más pequeñas de muchos miembros de San Marcos. Se cobraba una colegiatura simbóli-ca. Algunas familias que no pertenecían a la Iglesia también inscribían a sus hijos.

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En los años cincuenta ocasionalmente se recibían fondos de Salt Lake City para apoyar los esfuerzos de los miembros de San Marcos para recaudar fondos. A finales de los cincuentas la Iglesia asumió la construcción de un nuevo edificio para la escuela en un terreno que Bernabé Parra donó a cambio de otro.10

El trabajo de los santos en San Marcos ganó considerable notoriedad entre los miembros de otras regiones, quienes también tenían inquietudes acerca del futuro educativo de sus hijos. Peculiares circunstancias en San Marcos se unieron al hecho de que algunos miembros tenían en cierta forma un bienestar económico además de una visión y aptitudes organizacionales para desarrollar una experiencia educativa secular mormona para trabajar en conjunto y apuntalar la nueva “escuela de la Igle-sia”. Con el tiempo la escuela ganó reconocimiento oficial de la Secretaría de Educa-ción Pública. Todo esto no opacó el hecho de que otros niños mormones en México también necesitaban ayuda y que las circunstancias en San Marcos que permitieron que se tuviera una escuela mormona en San Marcos no existían con suficiente fuerza en otras ramas de la Iglesia.

Instruye al niño en su camino; y aun aunque fuere viejo, no se apartará de él (Proverbios 22:6). Muchos mormones piensan que esta escritura no sólo se refiere a educación moral y religiosa sino también a una educación secular que incluya aprendizaje de por vida. Alguien que pueda leer va a leer toda su vida. Alguien que lea y estudie toda su vida llega a estar mejor educado que alguien que no lo haga. Entre los mormones una mejor educación tiende a guiar hacia un testimonio y un servicio más grandes. Des-pués de pertenecer al evangelio por algunos años, muchos padres mormones aparte de los de San Marcos sabían esto intuitivamente y pidieron ayuda.

Los líderes angloamericanos tanto de educación como de la Iglesia en las colonias mormonas en Chihuahua y Sonora respondieron ayudando a los santos del centro de México y Monterrey ofreciéndoles oportunidades para los niños más pro-metedores. Trazaron un plan para extender becas a manera de que algunos niños mexicanos asistieran, con internado, a su reconocida Academia Juárez en la Colonia Juárez, Chihuahua. En 1959 el presidente de estaca David S. Brown dijo: “Tenemos una lista impresionante de graduados SUD, y apenas comenzamos. Esperamos que nos vaya mucho mejor en el futuro” [Con el programa de becas].11

Mientras tanto, las autoridades en Salt Lake City se esforzaban por resolver las necesidades educativas de sus nuevos miembros en todo el mundo. El comisio-nado de Educación de la Iglesia y muchas autoridades generales recibían buenas ideas acerca de cómo solucionar el asunto de la carencia educativa entre una gran cantidad de sus miembros en todo el mundo. En México resolvieron establecer es-cuelas primarias y facilitar servicio de autobuses escolares en áreas en donde hubiera una cantidad significativa de miembros.

La escuela “Benito Juárez” que se estableció bajo este régimen fue la primera en Chihuahua, que empezó a funcionar en 1959. Se abrieron tres escuelas más en 1960 (en los estados de Chihuahua, Nuevo León y Tamaulipas). Toda esta ráfaga de

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actividad y las subsecuentes discusiones, a veces frustrantes, con la Secretaria de Educación Pública (por ejemplo, que el gobierno reconociera los certificados mor-mones para que más adelante los niños pudieran ser aceptados en la secundaria) pro-piciaron pláticas para abrir secundarias y preparatorias mormonas a lo largo del país.

La idea de fundar escuelas de estos niveles probó ser poco viable financiera-mente hablando. Así que la Iglesia optó por adecuar su currículum a los programas de la Secretaría de Educación Pública y establecerse dentro del marco de las leyes mexicanas, formando la Sociedad Educativa y Cultural en 1961.12 La Secretaría de Educación reconoció esta sociedad y el gobierno ofreció su apoyo político, en parte porque México necesitaba toda la ayuda que pudiera obtener para educar a la niñez. En aquel entonces la tasa de natalidad en el país era alta y un gran número de la po-blación era muy joven, lo que significaba una gran carga para el presupuesto federal destinado a la educación. Con una modalidad laica como la ley requería, la Sociedad Educativa y Cultural pudo proveer educación secular, moral y cívica para sus estu-diantes y lograr que el gobierno aceptara sus certificados. Se vieron beneficiados mi-les de niños mormones e incluso algunos no miembros. Con los años, los niveles educativos entre los miembros de la Iglesia empezaron a elevarse substancialmente.

Con regularidad, la Iglesia aportó recursos financieros a la Sociedad para se-guir apoyando a la escuela de San Marcos (la cual renombraron “Héroes de Chapul-tepec”) así como a las otras escuelas primarias que había establecido en 1959 y 1960. Estas y otras primarias que se abrieron después normalmente utilizaban los mismos salones en los que se reunían los santos para sus servicios dominicales. Muchos de estos salones eran nuevos porque la Iglesia también se había comprometido con un ambicioso programa de construcción a fin de crear lugares adecuados en donde los miembros pudieran reunirse a estudiar y tener sus servi-cios de adoración.

Con una sociedad bien constituida y organiza-da, con la aprobación de la SEP y con el consentimiento e incluso con el apoyo ase-gurado por parte del sistema político, los años restantes de la década de los sesentas fueron testigos de una ráfaga de actividad: se abrieron veintiséis primarias, una se-cundaria y una escuela nor-mal desde el punto más le-jano del norte hasta el sur (Tapachula, Chiapas) y en la

Vista del Centro Escolar Benemérito de las Américas, 2012

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península de Yucatán (Mérida). En los siguientes años surgieron tres escuelas más, coronadas en 1966* con una preparatoria en el famoso Centro Escolar “Benemérito de las Américas” alojado en una extensión de 24 hectáreas en la Ciudad de México. “El Benemérito” como se le conocía a la escuela que para entonces contaba además con la primaria “Margarita Maza De Juárez”, una escuela normal, una secundaria diurna y otra nocturna equipada con gimnasio, auditorio y campos deportivos, así como oficinas administrativas, académicas y dormitorios para cientos de alumnos y sus supervisores.13

De los años 1960 a 1972 la Sociedad Educativa empleó mil maestros para sus escuelas en México.14 De 1972 a 1976 se contrataron a cientos de maestros más. Mi-les de alumnos, incluyendo no miembros, pasaron por los salones de las primarias, secundaria, normal y preparatoria. De hecho, en el ciclo escolar 1974-75 las instala-ciones del “Benemérito” alojaron por sí mismas a 2803 alumnos.15

Se cierran las escuelas; se establece el Fondo Perpetuo para la Educación.

Para mediados de la década de los ochentas, el sistema de educación pública en Mé-xico que había tenido problemas en satisfacer adecuadamente las necesidades educa-tivas en pueblos y aldeas, había mejorado notablemente. Por otro lado, también eran mejores las condiciones económicas de la mayoría de las familias pioneras mormonas y los recién conversos, lo que les dio oportunidades educativas de más calidad y que estaban acorde con el rápido crecimiento de una clase media cada vez más urbaniza-da.

Desde 1971, siguiendo un patrón que básicamente se estableció desde los primeros asentamientos mormones en el oeste de los Estados Unidos, la Iglesia re-afirmó su política de no duplicar lo que la educación pública puede hacer adecuada-mente. Sus limitados recursos necesitaban ser ampliados hacia otras áreas. Por lo que, en 1984 en México, la Iglesia cerró todas sus escuelas primarias, así como la secundaria y la normal del Benemérito, dejando en ese lugar solamente la preparato-ria. En el año 2013 también ésta fue cerrada para que las instalaciones se convirtieran en un centro de capacitación misional.

Los alumnos y sus padres derramaron muchas lágrimas en el momento del anuncio del cierre; pero para ese momento, virtualmente todos los jóvenes ya tenían opciones educativas en escuelas públicas y privadas. La mayoría de los miembros comprendieron completamente la gran contribución que las instalaciones del Bene-mérito aportarían en un futuro para la expansión mundial de la Iglesia.

*FE DE ERRATAS: En la versión anterior al 29 de mayo de 2015 decía que la preparatoria inició en 1976, fecha que se ha corregido a 1966.

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Algo que continua-mente preocupa a la Iglesia en México ha sido la titu-beante habilidad de los miembros jóvenes adultos, especialmente aquellos que se han tomado el tiempo para servir una misión, de encarrilarse en una vocación que ofrezca el sustento para una familia. Entre los mor-mones, junto con el apren-dizaje y el servicio, el formar una familia también es de-terminante en el camino hacia la perfección. La ma-yoría de los jóvenes ahora parecen tener oportunidades para que cursen la preparatoria, pero muchos carecen de los recursos para continuar y poder alcanzar su potencial como ciudadanos productivos dentro de una sociedad y una economía mexicanas que cambian rápidamente.

En el año 2001, el presidente de la Iglesia Gordon B. Hinckley anunció la creación del Fondo Perpetuo de Educación para ofrecer oportunidades educativas a los miembros en países en vías de desarrollo con el fin de que puedan elevarse, obte-ner un futuro autosuficiente y estar en posición de ayudar a otros para que también progresen. Para el 2009 más de 40,000 personas en cuarenta países habían recibido préstamos a través de este programa, teniendo la posibilidad de inscribirse en escue-las públicas o privadas para continuar con su educación. Varios miles de prometedo-res jóvenes mexicanos están entre ellos.16 Una vez que los alumnos están establecidos en sus carreras, se espera que paguen su préstamo con una mínima tasa de interés.

Entra a aprender—Sal a servir. Aprender y servir son un distintivo social de todo mormón, una canción mormona de vida con bases sólidas tanto teológicas co-mo históricas. El evangelio de Jesucristo se dirige a los hijos de Dios de una forma integral que incluye aprendizaje y servicio. El profeta José Smith estableció el modelo educativo y desde entonces todos los demás profetas lo han seguido: Obtengan toda la educación posible. Al estar al servicio de otros estamos al servicio de nuestro Dios.

Traducción al español por Laura Olguín Herrera de Mera, edición por Dulce María Ruiz Suárez.

En 2013 el Centro Escolar Benemérito de las Américas se con-virtió en el Centro de capacitación Misional México cuya capa-

cidad sirve a los intereses de la Iglesia en todo el mundo de habla hispana.

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1 Alan K. Parrish, John A Widtsoe: a Biography (Salt Lake City: Deseret Book, 2003). Ver,

también, un bosquejo biográfico por Ashley Holmes, “Building a firm Foundation,” Life Sciences, a publication of BYU’s College of Life Sciences, Fall, 2014, 8.

2 LaMond Tullis, Pedro Martínez Cid, 29 de octubre 2012, http://sud.org.mx/ Historia de la Iglesia en Mexico/Historias de los Pioneros Mexicanos.

3 LaMond Tullis, Luis Cayetano Maldonado Medina, 20 septiembre 2012, Http://sud. org.mx/ Historia de la Iglesia en México/Historias de los Pioneros Mexicanos.

4 Para información acerca de los mormones en los Estados Unidos, ver Education, Scolarship, and Mormonism, de Scott Gordon encontrado en http://www.fairmormon.org/ perspecti-ves/publications/education-scolarship-and-mormonism. Para México consultar el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, La Diversidad Religiosa en México, registrada por Kent Larsen, “Mormon Mexico,” http://Timeandseasons.org, 6 de mayo del 2009. Los datos muestran que en el año 2000, excepto por pequeños grupos de judíos, budistas y musulmanes, los relativamente jóvenes miembros de la Iglesia SUD (60% por debajo de la edad de 29 años) tenía el más alto nivel de estudios (mayores de 15 años) que cualquier religión en México, un nivel más alto de educación que la pobla-ción en general, y un nivel más alto de ingresos en su fuerza laboral que cualquier otra religión.

5 “Secularization, Higher Education, and Religiosity,” Review of Religious Research, vol. 26, no. 1 (September, 1984), 43-58 de Stan L. Albrecht y Tim B. Heaton. También, de Stan L. Albrecht, “The Consequential Dimension of Mormon Religiosity,” in Latter-day Saint Social Life: Social Research on the LDS Church and its Members (Provo, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University, 1998), 253-292. Para información publicada de Princeton Religion Research Center ver: http://www.mormonsandscience.com/religion--science-blog/education-and-religiosity-mormons-buck-the-trend del 2 de enero de 2015.

6 Ver el tema en Los colonizadores mormones en Chihuahua y Sonora de LaMond Tullis, 26 de sep-tiembre de 2012, http://sud.org.mx/ historia de la Iglesia en México.

7 “Mormon Education in Mexico: The rise of the Sociedad Educativa y Cultural,” de Clark V. Johnson, tésis de doctorado, Departamento de Historia, Brigham Young University, 1977, Ch. 3, The History of the Development of the School at San Marcos, Hidalgo, 64-76.

8 Para un fuerte argumento de que San Marcos es un modelo, ibídem. Los efectos de la edu-cación en una sociedad son tratados por John W. Meyer en “The effects of Education as an Institu-tion,” American Journal of Sociology Vol. 83, No. 1 (July 1977), 55-77.

9 Los seis estudiantes fueron Benjamín Parra, Bernabé Parra Jr., Alfonso Montoya, Calixto Cruz, Felipa Cruz y Virgilio de la Vega. En los registros se mencionan otros que rápidamente se unie-ron después. “Historia de la Escuela Héroes de Chapultepec,” LDS Church Archives, 1.

10 Entrevista por Richard O. Cowan y Clark V. Johnson, de Joseph T. Bentley, 9 de marzo de 1976 y reportado en “Mormon Education in Mexico,” por Johnson 73-74.

11 Carta de David S. Brown a Harvey L. Taylor, 9 de diciembre de 1959. Documentos de Jo-seph T. Bentley, archivos de BrighamYoung University.

12 Para un estudio detallado sobre la formación de la Sociedad Educativa y Cultural, ver “Mormon Education in Mexico,” de Johnson, p. 77-268.

13 Historia del Centro Escolar Benemérito de las Américas por Albert Kenyon Wagner y Leona Farnsworth Romney de Wagner, 1963-1975 (México D. F. Impresora Carbayón, 1977).

14 Johnson, 284-285. 15 Barbara E. Morgan, “Benemérito de las Américas: The Beginning of a Unique Church

School in Mexico,” BYU Studies Quarterly 52, no. 4 (2013), 111. 16 Salt Lake Tribune, 22 December 2009, obtenido de www.sltrib.com el 8 de enero del 2015.