Helmántica. 1955, Volumen 6, n.º 19-21. Páginas 373-386

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 l  estilo  d e l  Orfeo  d e  Virgilio Sabido  es que  I a  versión  virgiliana  d e l  episodio  d e  Orfeo  y Eurídice  va inserta con muy hábil  traza  en el centro de  I a  bellísima fábula  de Aristeo y Cirene, que cierra el  libro  IV de las  üeérgicas. Tengo  para  mí que  Ia  originalidad  d el  episodio radica  e n  I a  plena movilización  del sentimiento  virgiliano,  Poco  importa que entre de lleno  s u  autor  en el  cercado  alejandrino,  ya que  seguro  de sí  acier- ta a  hurtarse  a  I a  tarea  al uso de  volver  d e l  revés  I a  fábula.  Virgilio infunde  a su elaboración  I o  mejor de su alma. De ahí que el  episo- d i o  salga  de sus  manos  recreado,  a u n  tiempo  e l  mismo  y  distinto. Por sus  poros  vemos  fluir  e s a  indefinible  esencia  virgiliana,  su sos- tenida entonación  d e  tristeza,  d e  ensoñadora melancolía,  no más q ue  insinuada  d e  antes  en el  poema  campesino Veamos  cómo  conden<a  I a  gama  de  matices  de ese  sentimiento q u e  hallará  s u  cauce  natural  en  I a  Eneida.  E l  episodio  s e  inicia  c o n I a  revelación  de  Proteo  a l  pastor  infortunado,  a  Aristeo,  t a n  hábil- mente conectada con el terna; Tibi  h a s  miserabilis  Orpheus haiidquaquam  ob meritum  poenas,  n i  fata  resistant suscitat et rapta graviter pro coninge  saevit. I U a  quidem,  dum te  ftigeret  pe r  flumina  praeceps, immanem  ante  pedes  hydrum  moritura  puella servantem ripas alta  n o n  vidit  i n  herba. Q .  I V ,  454-9. Este  castigo Orfeo —digno  d e  compasión por un mal en verdad no merecido— promueve contra ti, si tu  hado  n o  I o  impide, para vengar en su profundo enojo la [muerte  de su  esposa. Esta mientras huía  d e  t í  desalentada  a Io  largo  del río n o  vió  en su  triste  sino  a sus  pies escondida  e n  I a  alta  hierba a  Ia  horrible serpiente guardián  d e  estas riberas,

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  • El estilo del Orfeo de Virgilio

    Sabido es que Ia versin virgil iana del episodio de Orfeo yEurdice va inserta con muy hbil traza en el centro de Ia bellsimafbula de Aristeo y Cirene, que cierra el libro IV de las ergicas.Tengo para m que Ia originalidad del episodio radica en Ia plenamovilizacin del sentimiento virgiliano, Poco importa que entre delleno su autor en el cercado ale jandr ino, ya que seguro de s acier-ta a hurtarse a Ia tarea al uso de volver del revs Ia fbula. Virgilioin funde a su elaboracin Io mejor de su alma. De ah que el episo-dio salga de sus manos recreado, a un tiempo el mismo y distinto.Por sus poros vemos f l u i r esa indefinible esencia virgiliana, su sos-tenida entonacin de tristeza, de ensoadora melancola, no msque insinuada de antes en el poema campesino*

    Veamos cmo conden

  • / 4 |AY!! 'R O' n t ! t A y r - ' S l ^ T A r T A

    Dos eptetos espigo: miserabi l is, asignado a rfeo, y mori -tura a Eurdice. Desapercibidos pasan para los ms enesa re la jadavibracin inicial, obligada para Ia concentracin del sentido potico.En uno y otro, volumen, ritmo, meloda y posicin denuncian deli-cadamente Ia intencin virgiliana, esto es, suscitar de antemano ennuestro nimo una suerte de presentimientos de Io ineluctable desu adversa suerte, del f i jo designio de los hados. Con ello logra unantima adhesin espontnea de nuestro nimo a su desventura. Elprocedimiento reaparece en los episodios seeros de Ia Eneida, sin-gularmente en el de Dido, y el de Niso y Euralo. Notemos que aIa tcnica de insinuacin virgiliana Ie bastan las dos notas adjet ivas,frente a Ia acumulacin de funestos presagios en que insiste Ovidiocon su rodada faci l idad narrativa al reelaborar el conocido mito(cf. Met. X. 4-10) '.

    Observad Ia impetuosa asociacin de Ia naturaleza inanimada aldolor por Ia muerte de Eurdice, en Ia versin de Virgilio:

    At chorus aequal is D r y a d u m clamore sup remosimplerun t montes; f l e r u n t Rhodopeiae arcesa l taque Pangaea et Rliesi Mavor t ia tc l lusatqt ie Getae a tque Hebriis e Ac ias Or i thya .

    ( j . iV.-'60-3.

    Llen en tonces Ia cumbre de los montes con sus voces el coro[Je las Driada*i,

    sus companeras en edad, l lo ra ron los monSes de Rodopey el Paiigeo elevado y Ia t i e r ra de Reso belicosa,los etas, el ro iebro y Ia ateniense ( ) r i c i a .

    La asociacin esencialmente virgi l iana, a v i v a d a p o r l a s e r i e d eep!tetos determinativos, distensosde Ia cima precisa del quin to pie,es ndice de su destrexa en interesar a Ia naturalexa en los movi-mientos ntimos de nuestra alma. Ensayada desde Ia gloga 1, 38-9,se dira que el poeta reserva Ia ms delicada matizacin de su sen-timiento para el dolor de Orfeo. A su vista frena el impulso arreba-tado de Ia enumeracin precedente, y a!isa Ia expresin con esa

    1 Kl cont ras te en t re una y o t r a t c n i c a s e n o s r e v e l a a s i m i s m o e n e l m o d o

    de t r a t a r Ia m u e r t e de Emdice , i n s inuada no ms en V i r g i l i o pore l epteto mo-ritura, r e fe r ida cumpl idamente por Ovidio (Cf. Met. X, 10).

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  • Et CSTIl.O l>KL ORff iO Pl; V l R O l L l O 17 &

    prstina simplicidad de ritmo y meloda sin par en Ia poesa latina,como nacida desde el principio de los tiempos para sugerir estaporf iada afeccin:

    lpse cava solans aegriim tes tudine amoremte, duIcis coiriunx, e solo in Htore secum,te ven ien te die, te decedente canebat.

    G. IV, 464-6.

    Orfeo con su ctara sonoraconsolando su amor desventurado,a ti, su dulce esposa, con su dolor a solas cantaba en Ia ribera

    l s o l i t a r i a\cuando apuntaba el da, y cuando el sol mora , a ti cantaba.

    La melancola trasmana del concierto de adjetives f intsimamenteengarzados, y el realce de sonoridad de Ia ctara, Ia desventura desu amor, Ia dulzura perdida, Ia soledad entraada! Hemos de acu-dir a Ia gloga Vi I l y a Ia X en busca de luz. El sentimiento tanexquisitamente sugerido entona fielmente con Ia actitud connaturaldel alma virgiliana: Ia exaltacin del amor sin esperanzas, el regaloen Ia dolorida soledad. Slo Virgilio acierta a conferir su ms deli-cada expresin a ese sentimiento hurtado por entero a Ia robustasalud del a lmade los hroes homricos, y que ha11aun ntimo ecoen los lricos de nuestro segundo renacimiento, sigularmente enOarcilaso - y en Francisco de Figueroa, y que al cabo naturaliza enIa poesa el movimiento romntico.

    Notad por contraste Ia f r igidez narrativa de Ovidio;

    quam satis superas postquam R h o d o p e i u s a u r a sd e f l e v i vates, ne non t en t a r e t e nmbras ,ad Styga Taenar ia est ausus descender p o r t a ,

    X, 11-3,

    Una vez que en Ia t i e r r a el vate Rodopeyo l lo rado hubo a suesposa Io bas t an t e ,

    por Ia boca del Tnaro ba jar os a Ia ^stigiapara probar fo r tuna tambin en t re las sombras.

    2 Recurdese Ia d e f i n i t i v a expresin de esta misma ac t i tud en Ia cumbre de

    Ia Ligloga 1; *No me podrn q u i t a r e! do lo i ido sent i r , si ya del todo pr imero nome qu i t an el sentido ; 1, 349-51.

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  • 176 jAVII :R I)I: Eu!AVi-Su$TAI:TA

    De improviso, sin preparacin alguna, pasa Virgilio a operar ensu elemento propio. Comienza para ello por flanquear Ia entradade su hroe en Ia morada de Plutn de una densa atmsfera de te-rror, diluida al cabo en angustiosa tristeza por el cauce de su adje-tivacin:

    Q u o s c i r c u i n l i m u s n i g e r e t d e f o r m i s ha rundoCocyti t a r d a q u e palus i n a m a b i l i s undaA!Iigat et noviens Styx i n t e r f u s a coercet.

    . I V , 478-80

    En torno de ellos el Cocito oprime su negro cieno y sus h o r r e n d a s[caas

    y Ia odiosa laguna de estancadas aguas los encadenay en sus pliegues Ia Listgia de los nueve remansos Ios enrosca.

    Concurre esta obsedene sensacin aI c!aro designio virgi l ianode abrir una ancha va de conmiseracin hacia los seres privados de l a dulce l u z . Con notoria habi l idad obumbra de antemano nues-tros ojos a Ia entrada del bosque tenebroso de sombro terror:

    e caiigantein nigra fo rmid i i i e lucumG. IV1 468

    para concentrar nuestra mente en Ia amargada desesperanza del he-xmetro desolador:

    nesciaque h u m a n n precibus mansuescere corda. IV, 470

    y de los corazones que ablandarse no saben a splicas humanas.

    Y agobiada eI alma por Ia sensacin de desvalimiento, de par-vedad ante Ia indiferencia de los dioses, extiende a nuestros ojos auna con Ia expectante ansiedad de las sombras en el reino de Iamuerte, Ia visin de Ia tristeza de Ia vida:

    At cantii commotae f:rebi de sedibus imisumbrae ibant tenues simu!acraque luce carenum,qtiam multa in fol i i s avium se niilia conduntvesper ubi aut h ibernus agit de mont ibns imber,m a t r c s a t q u e v i r i d e f u n t a q t i e co rpo rav i t am a g n a n i m u m h e r o u m , pueri i n n u p t a e q u e puellae,i m p o s i i q u e rogis iuvenes ante ora pa ren tum.

    G.IV,471-77

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  • EL ESTILO HEL ORl7EO DE ViROILIO 177

    Movidas por su canto, desde el profundo seno del Erebo acudantenues sombras y espectros que gozaron un da de Ia luz,en tarUa profus in como las aves que al ocaso a millares se acogen

    [a Ia f ronda ,o cuando las ahuyenta de los montes !a l luvia torrencial ;madres, esposos, hroes magnnimoscumplida ya su vida, y nios y doncellasy mozos en Ia pira tendidos a Ia vista de sus padres.

    He aqu Ia misma entraada penetracin del alma virgiliana enel doloroso azar de Io humano, en Ia fugaz dulzura de Ia vida, enel misterio de Ia muerte, que abisma nuestro espritu en el remansodel libro VI de Ia Eneida.

    Un rpido trazo, de no ms de cuatro hexmetros, Ie basta parasugerir Ia expectancia de las sombras a los acordes de Orfeo.Casi del doble se sirve Ovidio con el mismo objeto sin que lo-gre su fr o virtuosismo vivificar Ia inercia de Ia fbula manida. Yello, despus de diluir en veinticinco hexmetros el quejumbrosoalegato imaginario que espeta el hroe cantor a Plutn y Proserpi-na. Slo un rasgo, de mano maestra por cierto, nos gana en Ia espa-ciosa narracin ovidiana, rasgo acentuado por Ia gracia del eptetoadscritoenposicin f inal .Movidos a compasin acceden losd io -ses del Trtaro a Ia splica de Orfeo y mandan l lamar a Eurdice:

    Umbras erat i l la recentesin te r et incess i t passii de vu lne re tardo

    Met. X, 48-49.

    Esta se hallaba en un tropel de sombras,poco haba llegadas, y acercndose fu, a causa de Ia h e r i d a , 3

    [a paso lento.

    Virgilio, por el contrario, sigue operando con exquista expedi-cin en su ambiente connatural. Su extrema susceptibilidad vuel-ve sobre el tema esencial: Ia indiferencia de Ios dioses a Ia acucian-

    1 No menos ingeniosa y harto ms delicada, sin duda,es Ia nota que aduce

    Ia sensibilidad de Lope (?) en el Orfeo f i rmado por Prez de Montalbn, porsu-gerir Ia ansiedad del cantor en su regreso a Ia luz seguido de Eurdice:

    que andaba menos por oir su paso.V. 10.

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  • 17$ j A V I f - K OF. EuiAVh-Sl 'STAl TA

    e ansiedad humana , Ia profunda sensacin de debi l idad , de desva-limiento, de impotencia. Notad Ia tensin a que somete nuestronimo, el ritmo de angustia con que gira el relato su consumadamaestra dramtica, en el estricto espacio de vein t ic inco verses:

    I;i:nque pedem referens casus evaserat oninesreddi taqi ie Eurydice superas veniebat ad auraspone sequens (namque hanc dederat Proserp ina legem)cum sbita i n c a u t u m dementia cepit aman tcm,i g u o s c e n d a quideni, scirent si ignoscere Manes:res t i i t Eurydicemque suam, iani luce sub ipsa n m e n o r heu! v ic tusque an imi respexit Ibi omn i se f f u s u s labor, a tque i m m i t i s rupa t y r a n n ifoedera , te rque f ragor stagni es a u d t u s Avemi,I!la: Quis et me, i n q u i t , m i s e r a m et e p e r d i d i t , Orpheu ,quis t an tu s f u r o r ? En i t e r u i n c r u d e 1 i a r e t r ofaa vocant cond i tque n a t a n t i a I u m i n a somnus,I a m q u e v a l e : f e r o r i n g e n t i c i r c u m d a t a n o c t ei n v a 1 i d a s q u e t ib i t endens , heu! non tua p a l m a s Dixit et ex ocu!is sb i to cu f u m u s in aurasc o m m i x t u s t e u u is , f u g i t d iversa eque i l l u n ip r e u s a n t e m n e q u i q u a n i u m b r a s et m u l t a voSen emdicere praeerea v id i t nec po r t i t o r Urc iamp l iu s obiectam passus t r a n s i r pa ludem.Quid faceret? quo se r a p t a bis coniuge ferret?quo f l e tu Manes, qiiae n u m i n a voce moveret?IMa q u i d e n i Stygia naba t iam r i g i d a cumba .

    G. IV, 485oti6.

    Ya Orfeo, de regreso, sa lvado haba los pel igros todos,seguido de su esposa (pues as Io o rdena ra Proserpina) .cuando asalt de pronto al i m p r u d e n t e a m a n t e un f r e n e s perdonable en ve rdad , si los manes s u p i e r a n de perdn:ya en los con f ines de Ia luz d e t u v o el paso y o lv idadoiay! y vencido de su afn , volvise a m i r a r a su Eurdice,Vano en aque l momento su e s fue rzo todo, q u e b r a n a d o e l pacto

    [con el cruel Plun.*Tf

    Oyse en Ia laguna del Averno un r u i d o fragoroso por tres vecesQu de l i r i o -clama eI!a- vino, tr iste de m, a perderme mi

    [Oifeo y a perder te!Qu tamao del i r io! De n n e v o h a d o s c r u e l e s me reclamany va cerrando mis f lo tan tes ojos el sueo de Ia muer te .Adis! Siento me arrastra Ia honda noche de sombras que me cercamientras, ayl, ya no tuya, t iendo hacia i mis manos impotentes>

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  • El- tSTlI.O [>L r L ORfEO DE V l K O l M O 179

    Dijo y perdise rauda de Ia vista en direccin cont rar ia , igual[que el h u m o

    dis ipado en el v iento sut i l , y nunca msvolvi a ver a su Orfeo, que in ten taba apresar su sombra en vanoy quer a seguir hab lando todava; ni el barquero del OrcoIe permit i de nuevo trasponer Ia laguna.Qu hacer? Dnde acud i r , despusde haber perd ido dos veces

    [a su esposa?Con qu l l a n t o a !os manes movera? Qu oras d iv in idades

    [su voz ablandar a?Ya bogaba Ia he lada sombra en Ia barca estigia.

    Os invito a seguir de hito en hito Ia gama de eptetos. Me hepermitido espaciar los tipos por facili taros Ia experiencia. Advertidcmo grada el engarce de dichos elementos vigorizados en las ci-mas prosdicas, Ia variedad y frecuencia de Ias pausas, Ia regula-cin de largas y breves, de acentuadas e inacentuadas, de movi-miento de moles y fugas, con que concurre el ritmo al realce deesa impresin de inanidad de los aanes humanos, de evanescentetenuidad, de frigidez desolada.

    Ha utilizado Virgilio en Ia narracin una personalsima tcnicade trazos sueltos. Lo silenciado, no slo Ia embarazosa trabazndialctica, y los detalles de Ia narracin lineal, sino toda Ia materiacomn, los elementos todos no poticos, slvalos con su peculiarsistema de flotacin: Ia magia sedosa de sus caden;ias o Ia areava de sugerencias porfiadas.

    Un postrer recurso tradicional inserta colmando Ia condensa-cin expresiva en el episodio predilecto: Ia comparacin artstica. Aella acude por igual Ovidio. Mas reparad en Io inexpresivo y mani-do de Ia doble comparacin con que ste encarece el estupor deOffeo al verse piivado por segunda vez de su Eurdice (Cf. 65-71),Por el contrario el sentimiento virgiliano cristaliza en Ia belHsimade todos conocida:

    Septem il lum totos perl i ibent ex ordine menses,rupe sub aeria, deserti ad Srymonis undamflevisse et gelidis haec evolvisse sub antrismuIcentem tigres et agentem carmine que rcu< ;qualis populea maerens phi lomeIa sub umbraamissos q u e r i i u r f e tus , qtios di ir i is a r a to r

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  • 180 j A V i E R I)E ECHAVE-Sl'STAETA

    ohservans nido implumes detraxi : at i!Ia!let nocem ramoque sedens miserabile carmenin tegra t et maestis Ia te loca ques t ihus imp!ei.

    G . IV.507-51x

    Siete meses seguidos, segn cuentan,al pie de una alta roca, por Ia or i l la desiertadel Es t r imn, al l lan to se entreg y renov sus que j a s en Ias

    heladas cuevas,amansando a Ios tigres, moviendo !as encinas tras de s con su canto,cual ruiseor dol iente a Ia sombra del aIamol!ora los h i jos de su amor perdidos, que labr iego cruel ,desnudos an de plumas, Ie arrebat, en acecho de su nido;g i m e Ia noche en te ra y posado e n l a rama repi te sin cesar su

    t is te cantoy l lena el campo todo en de r r edo r su d o l o r i d a q u e j a .

    Tratemos de atisbar eI proceso. La primera instigacin Ia recibede Ia ms generosa fuente, de Ia poesa homrica. El cantor deQuos realza as las lgrimas en que prorrumpen U l i s e s y Telmacoal reconocerse en Ia cabana de Eumeo.

    /),aiov o / . r fEu>; , uo'.vo'>"=pov J1 T*o:o>W..' f f jVu: r( urpr^o',/fi*H/^a'>v'j/s;, ooT* txvaypt'. s ^ s / . ovTO rripo; 7ce*e>;v" Ye v^^u ' -

    Od.XVI,216-18.

    Lloraba con a g i i d o s l a m e n t o s , con mayor v e h e m e n c i a que asfaves de presa,

    las gui las mar inas o bu i t r e s de uas corvas, a qu ienes loslabriegos

    su prole a r r eba t a ron antes de que pud ie ra s e r v i r s e de Ias alas.

    Una segunda comparacin, de l Iomero tambin, no menos be-lla, directamente utilizable, concurre al logro virgi l iano: Ia delicadavariante homrica del conocido niito de Filomela e I t i s :

    o>; o' ote i l ( i V O ( / p e o ' j xop^, /Ao>py^; ' ' Vy;o; ' iv,xu/.ov

  • r trEl . t S T . l o ori. O K ! t : < > ) h V l R ( J l I . K ) 181^v

    Como cuando Ia h i ja de Panda"reo, el plido ruiseor,aI nacer Ia primavera entona su cancin dulcementeposada ent re el espeso fo l l a j e de !os rboles,y en mil ondulaciones su polfono canto se derramallorando a su h i jo Hilo, vastago del Rey Zeto,el que un da mat a bronce sin saberlo.

    Apenas puede creerse prorrumpe el P. Luis de Ia Cerda, ensu monumental edicin virgiana en qu medida los ingeniespo t i coshanasp i r adoa l a g!oria conesta comparacin. Setrata,por tanto, de un lugar comn en Ia literatura griega, util izado hastaIa saciedad por sus poetas, no menos que por !os latinos. Remito allector al concienzudo anlisis que hace el P. La Cerda del tema. Del se deduce que las notas ms delicadas, que reaparecen en Ia com-paracin virgiliana, se dan nicamente en las dos comparacioneshomricas insertas. TaI Ia causa del dolor de Filomela, esto es, Iaprdida de su hijo I t i lo , y Ia crueldad de los labriegos que robanlos polluelos, sin plumas todava. Mas el postrerencanto indefiniblede Ia comparacin virgiliana no Io busquemos en las comparacio-nes homricas, instigacin y modelo generoso del mantuano. Unavez ms se cumple aqu el requisito esencial a todo logro supremode Ia poesa de Virgilio: Io descrito ha pasado de antemano por eltamiz de su experiencia, y an esimo que de su experiencia infan-t i l . El poeta ha percibido repetidamente, al pie del lamo, en lostrinos del ruiseor el eco de su tristeza inconsolable. Un nuevo ele-mento, varias veces aducido va a operar: su exquisita apti tud paraelevar los elementos de Ia naturaleza animada a un connatural nivelhumano. Esta irrefrenable simpata, esta afectividad vivificadora, hu-manizadora de los seres raturales, segrega Ia redundante melancola a que debe el apunte su encanto imperecedero.

    Paso por alto Ia novedosa delicadeza de Ia adjetivacin en loscuatro hexmetros iniciales. Reparad un punto en Ia calidad de Ioseptetos de Ia comparacin. Cada verso cobra en ellos su realce de-f in i t ivo. No acierta a celar su radiante primor. As, Ia sombra, ccn-natural a sus ojos, debe al epteto su expresiva determinacin: p o -p u l e a , del lamo. Me in te resa ins i s t i ren laprecusora in tu ic invirgiliana. El ruiseor, notado por el nombre sugeridor del tier-no mito, es intrincado en el umbroso recinto, en Ia copa dellamo, no a Ia sombra del mismo, segn Ia acepcin usual en nues-

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  • 1 8 2 [ A V l K K r > f : I i < I A V f - S r S ' A f l A

    tro idioma. De ah Ia sugestin de Ia audaz estilizacin slo veintesiglos despus fami l i a r en nuestra poesa. Sugerido as el marco,v i e r t e e n e lve r so s iguientesu ca rgazna fec t i va , d u r u s , cruel,refer ido a arator, en Ia precisa dma dactilica, para girar en eI tercerhexmetro su acendrada ternura hacia Ia indefensin de ios pajar i -l lo3 , exqu i s i t amen te sugerida. Para e!lo el poeta no contento ccnIa invencin del epteto perscnalsimo, embrida el r i tmo y Io so-mete al entrecortado huelgo de su angustia. De ah el espacioso, eldenorado paso espondaico total:

    ^Uf

    Observatis n ido implumes d e t r a x i t .((L IV, 513.

    de ah Ia pausa hepthemmera y el corte inus i tado en medio delquinto pie. Y pasa a consagrar Ios dos versos l inales al do!or delavecilla. Un punto al comienzo de Ia adversativa, el ri tmo nos su-giere el vuelo del pjaro desde !a mimbrera del nido abandonadoa Ia copa del lamo. Luego, a par del ruiseor, de Ia cima de am-bos hexmetros, de los eptetos distensos, va efundiendo en Ia som-bra su desolacin inacabable.

    Tan misteriosa es Ia atraccin del apunte virgiliano que, despla-zando a las numerosas variantes del tema, convertido, como dijimosen el lugar comn en Ia poesa clsica, concentra en s Ia atencin delos poetas modernos, incapaces de resistir a su seduccin, Percibidel eco que suscita en las dos a lmas de ms nt ima a f in idad quiz conIa del mantuano: a del sorrentino Tasso y Ia del toledano ()arci!a-so 4. He aqu cmo encarece mediante el s mil virgiliano Ia exquisi-ta sensibilidad del primero el llanto de Tancredo por Clorinda:

    Lei neI pa r t i r , lc i i iel t o r n a r del solechiama con voce stanca c prega e p lora ;come us ignuoI cui 'J v i l I a i i du ro invo ledai nido i f ig l i non p e n n u t i ancora ,

    4 La resonancia del tenia en nues t ra poesa ha sido t ra tada e x h a u s t i v a m e n t e

    con Ia penetracin y exact i tud que d is t inguen a su Autora, M." Rosa Lidaen R .F .H. , 1,21-31,1939.

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  • EL E S T I L O DKL ORMiO DE V i R O I L K ) 183

    chc in meserabil canto a f f l i t t e e solepiange e not t i e n' empie i boschi e l' ora.

    Gerusalemme Liberata, Canto XII, XC.

    Todava se nos antoja ms honda y conturbada, de ms ntimoparecido, Ia vibracin del anicr ideal de Oarcilaso, dolorido por Iaprdida de su Elisa, que transcribo;

    Cual suele el r u i s e o r con t r i s t e cantoquejarse, ent re las hojas escondido,deI duro labrador, que cau tamentee despoj su caro y dulce nidode los t iernos hijuelos, entre tantoque del amado ramo estaba ausente,y aquel dolor que sientecon d i f e renc ia t an tapor Ia dulce gargantadespide y a su canto el aire suena,y Ia callada noche no refrenasu lamentable oficio y sus querel las,t r a y e n d o de su penaal cielo por testigo y las e s t r e l l a s ;desta manera suelto yo Ia i i endaa mi dolor y as me quejo en vanode Ia dureza de Ia muer t e airada.

    Eg. I, 324-40.

    Volviendo al episodio, todava nos reserva una sorpresa al mis-mo f i lo del desenlace. Acudo para mejor percibirla aI eplogo delmito ovidiano. Tras el fo rmu la r io smil de Ia petrificacin de Olenoy Letea, y tras Ia negativa de Caronte a Ia demanda de Orfeo, acabaOvidio por sumir al cantor en eI seno de las montaas tracias deesta suerte;

    vSeptem tainen i l le dicbussqual idus in r ipa Cereris sine m u n e r e sedit:cura dolorque a n i i n i laci imaeque a l imenta fue re ,Esse deos tirebi criideles questus in alamse rec ip i t Rhodopem p u l s u m q u e Aqu i lon ibus I I a e m u m .

    Met. X. 73-77.

    Siete das Orfeoa Ia ori l la sentado, esculido pas sin probar al imente:su congoja y sus lgr imas s i rvieron de manjar a su dclor.

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  • 18* j A V I E R E ) ; EaiAYI;-SuSTAF:TA

    Lamentando el rigor de las divinidades inferna lesacogise a los montes de Rodope y al Henio donde t rema el

    [Aqui ln .

    La fantasia virgiliana disemina durante siete meses Ia errabundaso!edad de su hroe por los hielos hiperbreos y Ia ribera del ni-voso Don:

    Solus I I y p e r b o r e a s giacies Tanain ique nivakm.M e t . I V , 517.

    Notad el realce insistente, en cabeza de hexmetro, de Ia sensa-cin de soledad suspirada y el encarecimiento de Ia enardecida fide-lidad a su pasin, ausente del eplogo ovidiano;

    Nul la Venus, non u l l i a n i m u m tlexere hyinenaei .Met. IV, 516.

    No hubo amor ni h imeneo que el cora/n de Orfeo doblegase.

    Las mujeres ciconias prosigue ofendidas por tan firme tribu-to, en medio del sagrado culto y de las nocturnas bacanales, por elancho haz del campo esparcieron los miembros del desgarradocuerpo IV, 520-2. Y aade;

    Tum quoque marmorea caput a cerv ice r e v u l s u mgurgite cum medio porUns Oeagrius Hebrusvolveret, Eurydicen, vox ipsa et f r i g i d a lingua,al miseram Eurydicen anima fug ien te vocabat;Eurydicen oo r e fe reban f ! umine ripae.

    Met IV, 523-7.

    Y aun entonces g i rando Ia cabe/a arrancada deI cuello de albo[mrmol

    en medio de las ondas del Hcbro eagrio, E u r d i c e repeta Ia misma voz y Ia lengua helada*jay, malhadada Eur d ice l exclamaba yndoscle Ia v ida ,y *Eurdice, a Io largo del I l e b r o resonaba Ia r i be ra .

    La condensacin del sentimiento virgiliano ha alcanzado su pi-ce. De ah que el encanto indefinible del pasaje estribe, no tanto enel ntido acendro de Ia forma, n en el primor de Ia adjetivacin,obligado en Ia tensin afectiva, ni en Ia asociacin de Ia naturalezaal dolor humano, cuanto en Ia expresin intuida del amor ms all

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  • EL KSTiLO DEL ORFL :
  • 4S6 j A Y : r . R i )h E l I U ' i : - S ' V i . U : ' ! A

    cas sensaciones \ Procede, a rni ver, de esa suspirada ident if icacin,de esa hipostasia del alma v i rg i l i ana con Ia del in for tunado amante .Ella a lumbra , por modo diverso, Ia ms enardecida impuls in dei d e a l i d a d en Ia pasin amorosa, de todo el mundo antiguo. Notadque brota del a lma menos ligada a Ia t ierra , acucisda de ms avizo-rante ansiedad de una vida ms plena, de Ia mente que acier ta airradiar en nosotros los ms vivos reverberos de Ia claridad por ellaentrevista ms all de Ia sombra.

    Sealemos esta anticipacin incontestable del rumbo de nues-tros gustos. I Ie aqu un f i rme hito in ic i a l del movimiento romntico.El poema de amor a Ia naturale/a , de exaltacin de Ia vida de tra-bajo y religiosidad que ennobleciera a Ia antigua I t a l i a , se acendraen su eplogo de un sugerente acucio de amor ideal , no de otromodo que en su poema de Ia predestinacin de Roma, percibimosel ms delicado testimonio de Ia inmor ta l idad del a!ma y el msclaro nuncio de Ia ver.tura i nminen t e .

    A pr imera vista pudiera parecer chocane el contraste. La fue rzacohesiva qtie f l u y e de su poesa toda, esa interna unidad de tono ysent imiento desvanecen tal impresin. En el eplogo del episodiode Orfeo, en su dolorida expresividad, h a l l a c u m p l i d a confirmacinel de f in i t i vo encarecimiento de Tennyson en su cda a Virgil io: *Tuque haces f lorecer a menudo, en slo una palabra, odo el encantode las musas todas* .

    j A V i i : R DE ECHAVE-SUSTAETA.

    "' Cotejad el l l a m a t i v o pa rec ido , que I l e g a a i d e n t i d a d , en el hexmet ro *13?,pareado de impuls in y del icade/a con exqu i s i t o r i t m o i n t e r n o (Aen. IX, 431-37\M l imi to a subrayar Ia sensacin de b l a n c u r a y suav idad: s e d v i r i b u s e n s i s ada-c tus- t ransabi i t cosas et candida pectora rup i t (Acn. IX, 431-2).

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