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1 Después de un transcurrir movido donde todo se precipitó rápido y ligero quiero componer un libro remansado, lento y tranquilo que brotando de las profundidades del ser exprese las inquietudes del buscador de almas y mundos. Un libro para buscadores en verdad, aquellos que jamás se detienen ni dejan de interrogar al Misterio. Lo vivido, lo soñado, lo alcanzado y aun las búsquedas frustradas son dignos de evocación. Arrojo mis semillas en tierras feraces o estériles; lo mismo da: el buen sembrador entrega, entrega lo suyo. El dios de la escritura separará los merecedores de comprensión y los negados a las revelaciones. Destinado a expresar ideas, hallazgos de belleza, a descubrir mensajes y urdir historias una vez más, al modo fantástico en plenitud de inspiración y libertad de confidencia lo que me fué donado transmitir, la final comunicación del caminante a quienes lo acompañan y a los que vendrán. En medio de la locura del mundo y la perplejidad del hombre sea concedido al soñador la facultad de recordar, de revelar, de abrir surcos en la dura materia de la realidad circundante. Porque nada debe ser olvidado, todo digno de mención. Y dice el soñador que referir, comunicar es lo más alto que puede acontecer al varón de ideas. No importa si no eres oído ni entendido: día llegará. Porque lo esencial no es la resonancia sino la vibración interior de los grandes trances creadores. Tu hechura. Escribe, escribe... Tu cielo se va poblando de estrellas y en el suelo fértil las semillas germinan ansiosas de alzarse a la madurez de los frutos. No exijas recompensa, ya la tienes en la pasión del sembrador. Disfrútala. FERNANDO DIEZ DE MEDINA SAHARHATHA Verdad y Fantasía Escrito el año 1983 Primera edición electrónica 2006 * * * Editor © Rolando Diez de Medina, 2006 La Paz - Bolivia FERNANDO DIEZ DE MEDINA EDITOR Rolando Diez de Medina, 2006 SAHARHATHA "Saharhatha" en aimára esotérico quiere decir: semillas levantaos, poneos en pie. O también portasemilla. Y en significación simbólica musita: "Levanta la punta del velo de lo Desconocido. Te aguardaba." El Maestro del Ande

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Después de un transcurrir movido donde todo se precipitó rápido y ligero quiero componer un libro remansado, lento y tranquilo que brotando de las profundidades del ser exprese las inquietudes del buscador de almas y mundos.

Un libro para buscadores en verdad, aquellos que jamás se detienen ni dejan de

interrogar al Misterio. Lo vivido, lo soñado, lo alcanzado y aun las búsquedas frustradas son dignos de

evocación. Arrojo mis semillas en tierras feraces o estériles; lo mismo da: el buen sembrador entrega, entrega lo suyo. El dios de la escritura separará los merecedores de comprensión y los negados a las revelaciones.

Destinado a expresar ideas, hallazgos de belleza, a descubrir mensajes y urdir historias

una vez más, al modo fantástico en plenitud de inspiración y libertad de confidencia lo que me fué donado transmitir, la final comunicación del caminante a quienes lo acompañan y a los que vendrán.

En medio de la locura del mundo y la perplejidad del hombre sea concedido al soñador la

facultad de recordar, de revelar, de abrir surcos en la dura materia de la realidad circundante. Porque nada debe ser olvidado, todo digno de mención. Y dice el soñador que referir, comunicar es lo más alto que puede acontecer al varón de ideas.

No importa si no eres oído ni entendido: día llegará. Porque lo esencial no es la

resonancia sino la vibración interior de los grandes trances creadores. Tu hechura. Escribe, escribe... Tu cielo se va poblando de estrellas y en el suelo fértil las semillas

germinan ansiosas de alzarse a la madurez de los frutos. No exijas recompensa, ya la tienes en la pasión del sembrador. Disfrútala.

FERNANDO DIEZ DE MEDINA

SAHARHATHA

Verdad y Fantasía

Escrito el año 1983

Primera edición electrónica 2006 * * *

Editor © Rolando Diez de Medina, 2006 La Paz - Bolivia

FERNANDO DIEZ DE MEDINA

EDITOR Rolando Diez de Medina, 2006

SAHARHATHA

"Saharhatha" en aimára esotérico quiere decir: semillas levantaos, poneos en pie. O también portasemilla. Y en significación simbólica musita: "Levanta la punta del velo de lo Desconocido. Te aguardaba."

El Maestro del Ande

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* * * En la adolescencia y en la primera juventud no supe que estaba destinado. Caminaba,

caminaba sin saber por qué ni hacia dónde. Quería conocer el secreto de todas las cosas pero carecía del instrumento para escrutarlas. El mundo era entonces una gran interrogación sin respuestas. Mi mente virgen podía absorber visiones, impresiones que luego huían fugaces; ignoraba que las reencontraría en la carrera de los años. Aún no recogía el llamado de la Montaña que me anegaba con su presencia poderosa. Y la Patria la sentía pura, dichosa, sin comprender sus desventuras ni sus quebrantos. Leer, correr, saltar, pasar de una emoción a otra, compartir en la familia y con los amigos, tensar el cuerpo y conmover el alma: he ahí las fruiciones matinales. Era la fiesta de los sentidos cuando la inteligencia y la sensibilidad despertaban al desafío de la vida. El sol en lo alto, Puck mi perro en lo bajo los más fieles compañeros. Y un anhelo de dispararse al horizonte que con nada se compara.

Las tres diosas que amé en mi juventud: la forma, la luz, el color. Dos centauros invisibles

templaban mi osadía: la furia voladora detrás de una pelota, el ansia recomenzada de trepar los montes.

Recuerdo la llegada de la primera revelación. El día invernal fulgía de una luz secreta.

Todo en el paisaje cobraba una transparencia de cristales límpidos. Sentado en la cumbre del cerro un sol glorioso bañaba mi cuerpo todavía tembloroso por la ascensión. Bruscamente me pareció que el cielo descendía a la tierra, la transfiguraba en un transporte amoroso, mi corazón latía en un galope de diez mil corceles desbocados. Sentíme uno con la naturaleza y con el sueño diurno de un despertar delirante. Del Padre Blanco en lejanía un habla misteriosa transmitía: —"acércate, entenderás y serás entendido." Me invadía una alegría oceánica... Creí ser el mar azotando la cima del cerro, mi mente, y la masa armoniosa del coloso lejano. La llamada del paisaje me despertó a la adoración de la montaña.

Descendí del monte como un rey jovial cargado de rubíes y zafiros. Exultaba. Esa noche no podía conciliar el sueño. Pensé haber visto por primera vez la cara de la

verdad. Y una voz interior deslizaba no sé qué promesas de hazañas y victorias. Paralela a esos raptos de belleza y poderío una fina melancolía rozaba mi alma: pensaba

en una novia imaginaria que no acababa de llegar.

* * * No recuerdo cuándo ni cómo un impulso extraño me indujo a saltar de las lecturas

emocionantes de Dumas, Salgari y Julio Verne a los primeros libros traducidos al español de Keyserling, Spengler y Papini. Ellos me abrieron camino para volver a los clásicos y asomarme al torbellino de la literatura moderna. Fué el salto necesario de la fantasía al conocimiento. Y así me desdoblé en la segunda vida de la mente, tan rica, variada y sugestiva como el girar vertiginoso del mundo exterior.

Materia de otra historia seria recordar como conocí a Platón, Goethe, Shakespeare; o el

descubrimiento de esas estrellas remotas que encantaron mi juventud: Novalis, Hölderlin, Kleits. El mundo de la inteligencia es tan fascinante como el orbe de la sensibilidad. A veces leer, pensar deviene la mejor forma de la acción.

Aventuras, peleas, riesgos y sorpresas ¿quien no las tuvo? Fue mi juventud una illíada de

pugnas, descubrimientos y experiencias tan numerosas como las chispas de oro en el manto estrellado.

Pero me alejo del pórtico tempranero. Ese mundo inédito que todos guardan en su

corazón. * * *

Schubert y Sinding han tocado mi puerta. Comienza la gran aventura de la música. Darío, Nervo y Tamayo conciertan sus liras portentosas. Sueño...

* * *

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¿Quién descubre al hombre interior en el hombre de todos los días? Soy uno como todos, que no deja adivinar su carga de intuiciones y relámpagos.

Yo mismo no supe hasta muchos años después la misión que cumplía sin comprender su

origen ni su designio. Vivía, simplemente como el pájaro vuela moviéndome, haciendo cosas, buscando, pidiendo explicaciones que unas veces me eran dadas y otras negadas. El aire puro de la juventud circulaba impetuoso por mis venas. La ambición aun no quemaba mis alas: vivía simplemente. Pero en medio de ese transcurrir desasido de propósitos de victoria y de poder me visitaban destellos de esa luz poética que sólo se revela en los años tempraneros.

Recuerdo, por ejemplo, aquella ocasión en que durante un paseo solitario me pareció que

brotaba del suelo un hombre majestuoso. Era alto, esbelto, de barba negra y mirar penetrante. Me habló sin palabras, en una suerte de fluído mental que yo apenas entendí. Entonces no supe que se trataba del Maestro del Ande. Me visitó muchas veces en el curso de mi soñadora existencia mas nunca me causó tan honda impresión como en ese primer encuentro saturado de novedad y de belleza. Venía cuando él quería, no al ser llamado y me daba mensajes que no siempre yo descifraba, porque en los primeros tiempos era débil para recoger las voces ocultas que sólo se entregan a los ávidos y experimentados pesquisidores de verdades.

O esa vez que un cóndor poderoso pasó en vuelo rasante sobre mi cabeza y después de

trazar un gran círculo se detuvo a pocos pasos de la roca en la cual yo estaba sentado. Plegadas las alas parecía un árbol oscuro, un ángel negro, un preceptor inesperado pues sus ojos llameantes emitían palabras-chispas que referían cosas escondidas del reino de los aires. Jamás volvió.

Tampoco he olvidado el encuentro con esa mujer del pueblo, de ropas raídas y cara

ennegrecida por la miseria y la suciedad con una menguada criatura en los brazos que contemplaba con envidia o admiración a una hermosa señora acompañada por una linda niña. ¿Quería que la suya fuese igual? De pronto en su mirada lució un rayo inesperado de asombro y de bondad que transfiguró la mísera cara en un rostro hermosísimo más bello que el de la magnífica señora con su linda niña. Por un instante la condición de las personas se alteraba: la señora se opacaba y la pobre mujer irradiaba belleza y seducción. Después las cosas y los seres volvieron a su curso normal. Pero el mirar penetrante y radioso de la mujer me sigue todavía.

Si dijera que una tarde vi abrirse el sol y en el cárdeno llamear del crepúsculo

transformarse en siete globos que giraban velozmente no me creerían. Asimismo dudarían si les refiero lo sucedido aquella noche en Tiwanaku en el transcurso

de la cual los monolitos se deslizaban silenciosamente por el aire, mientras el subsuelo vibraba impaciente como sacudido por el despertar inaudito de imperios desvanecidos.

Todo es posible. Como el monte que se movió, me aterró con su abrumadora vecindad y

luego volvió a su primitiva ubicación. O el hecho de que una rosa se convirtiera en una sinuosa serpiente de escamas auriverdes. O el desdoblamiento de mi tío Ricardo a quien contemplé moviéndose con dos cuerpos iguales sin que el uno se percatara de la existencia del otro. O la visita de un Ángel con las alas desplegadas a la que siguió la llegada del otro maligno y nauseabundo que miraba torvamente con ojos de furia. Bien sé que en estos tiempos de ciencia y tecnología nadie cree en milagros ni en portentos, pero el portento y el milagro existen; y no se arguya que se trata de alucinaciones, fantasías o delirios mentales porque soy un hombre perfectamente normal. ¿Por qué me suceden cosas que jamás visitan a otros? Este es el enigma. Hoy mismo de una gota de agua cristalizada por la lluvia ha surgido una columna de fuego vertical que se agitaba como queriendo hablar. Brilló unos segundos en el aire y luego volvió a sumirse en la gota de agua. Juegos, refracciones de la luz — diría un físico. Yo sé que era una fugaz criatura aérea que deseaba ser conocida.

* * * Tuve una entrevista con el Jefe. Unas veces me escucha, otras no. En esta ocasión me

explicó largamente su nuevo plan para reorganizar los escuadrones agrícolas que devolverían mayor producción a los campos. Teóricamente excelente el plan adolecía de fallas prácticas. Súbitamente avancé en el tiempo y vislumbré el fracaso final: los hombres dóciles de la primera

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época se volverían en muchedumbre turbulenta contra el Jefe. Comprendí que sería inútil tratar de disuadirlo: la idea lo poseía férreamente.

Al acaecer el conflicto, meses después, el Jefe se quejó: — ¿Por qué no me hizo notar los defectos? Pudimos subsanarlos. — Cada cual sigue su destino — repliqué. No siempre es bueno aconsejar. En otra ocasión a mucha insistencia suya y pesando bien las ventajas o desventajas de la

acción, aconsejé suspender cierto tipo de medidas de carácter económico. El consejo resultó mal. O sea que cuando debí hablar, callé cuando debí callar, hablé. Mi fama de buen consejero no amenguó porque el Jefe recordaba los aciertos y olvidaba los errores. Pero en esto de dar u omitir consejos la experiencia me enseñó que no hay ciencia fija; los acontecimientos son imprevisibles: se acierta o se yerra indistintamente. No se puede torcer el destino. Predecir es mucho riesgo; entra más el presentimiento que el cálculo. A veces viajamos en el tiempo “vemos" lo que ha de suceder más tarde; a veces el tiempo su burla de nosotros, nos hace imaginar lo que no sucederá.

Hubo temporada que me decían el “brujo aimára” por una racha de ajustadas

predicciones. Después mi prestigio declinó por una sucesión de equívocos. Pero el jefe jamás perdió la fe en mi poder adivinatorio porque la suerte hacía que yo acertara en la mayoría de los casos para él importantes.

Si quieres vivir tranquilo mejor evitar consejos. No entrometerse en vidas ajenas y sólo a

mucha porfía pronunciarse.

* * * Tras largo cavilar, a través de muchos años de sondear el problema arribé a la siguiente

conclusión; ¿son los partidos, las ideologías, los programa políticos los líderes con sensibilidad social los que resolverán el marginamiento de las clases campesinas y nativas? No.

Aunque tengan derechos civiles, facultad de votar, posesión de la tierra, los campesinos

están distantes aún de ser ciudadanos efectivos. Falta alfabetizarlos, mecanizar la agricultura, incorporarlos a las modernas tecnologías y sistemas de la vida civilizada, reconocerles el valor de sus usos tradicionales, sus poderes culturales. No es llevando nativos a las Cámaras como se redimirá a kollas, quéchuas y cambas de su orfandad.

La solución vendrá de adentro: primero un gran movimiento agrario, un sacudimiento

interior, de tipo puramente indigenal no racista ni revanchista, sino más bien de integración a los núcleos humanos más avanzados del país. Ese movimiento colectivo, más social y económico que político partidista generará a su vez un jefe o conductor de las razas nativas que sabrá agruparlas y guiarlas no al poder político sino a la redención social.

Ese renacimiento nativista tiene que venir y vendrá. Será el despertar del alma india, la

sabia organización de la voluntad campesina que deben asentarse más en las instituciones y usos de su ancestro agrario que en los modernos sistemas de explotación del suelo.

La redención de los campesinos será obra de ellos mismos. Dése tiempo al tiempo y

esperanza a los hombres. Aprendamos a confiar en las virtudes ancestrales de las razas nativas, en su poder resurrector, elevamos sus potencialidades intrínsecas a la dignidad de una eclosión espiritual. Indias serán la mano y la mente para una resurrección futura.

* * * Recogí una piedra negra de la orilla del lago: carecía de ángulos y aristas, era una pura

superficie hermosamente redondeada, dócil de amoldarse a la palma de la mano. Daba calor, confianza, alegría como si poseyera una pequeña alma secreta escondida en su interior textura.

No quise separarme de ella y la llevaba constantemente en el bolsillo izquierdo del saco al

cual se avenía perfectamente.

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Cuando Oliveros me desafió a pelear — él era mayor y más alto — pensé empuñar la piedra negra para dar más fuerza al golpe de mi diestra. "Seria desleal — pensé y me limité a frotarla guardándola otra vez en el bolsillo del saco. La pelea fué corta y desordenada pues ninguno de ambos sabía boxear; golpes van golpes vienen, los dos magullados pero bravíos, la cosa andaba indecisa. De pronto sentí una fuerza extraordinaria en mi brazo izquierdo, mi puño salió como un bólido y asesté tal golpe a Olivares que se desmayó y tardó en recuperarse: tenía rota la clavícula. "Ha sido peor que una patada de mula" — comentó uno de los compañeros.

Olvidé el incidente hasta la tarde aquella en que tres grandullones borrachos intentaron

despojarnos a Ronaldo y a mí de nuestra pelota de fútbol recién comprada. Nosotros andábamos por los 13 años y los borrachos eran ya hombres más que jovenzuelos; pocos empellones bastaron para demostrar que estábamos a merced de los grandullones. Entonces metí la mano al saco, froté la piedra negra, sentí otra vez cómo afluía un vigor descomunal a mi brazo. Sin cerrar el puño, sólo con la palma dí un golpe al mayor de los matones y lo envié rodando a veinte metros de distancia. El segundo borracho corrió igual suerte: una fuerza misteriosa lo proyectó lejos de nosotros. Inútil referir que el tercero asustado por los fenomenales golpes a sus compañeros se puso en fuga.

— ¿Cómo lo hiciste? — preguntó asombrado Ronaldo. — No sé — repuse — ha sucedido simplemente. Nadie conocía el secreto de la piedra negra. Adquirí fama de gran peleador pues todos

mis encuentros terminaban con la derrota ominosa de mis rivales bajo golpe final de tremenda fuerza que los tiraba desmadejados al suelo.

Un día que olvidé la piedra negra en mi cuarto, salí perdedor. Nunca volví a separarme de

ella. — Si te preparas y con ese golpe fenomenal podrías llegar a campeón del mundo—

anotaba el profesor de gimnasia. Pero yo no tenía pasta de luchador con los puños ni ambición. Además ¿para qué requería preparación si con sólo frotar la piedra pulida tenía ganada cualquier pelea?

No era camorrero ni provocador, me gustaba intervenir sólo en defensa de causas justas

y tenía miedo de administrar el golpe final que en una ocasión rompió la mandíbula de mi contrincante. Cuando entré al cuartel una sola pelea bastó para ganarme el respeto de todos; el sargento Meneses resultó con el hombro fracturado pues la piedra negra cumplió a maravilla su cometido protector.

Pasaron muchos años. Conforme maduraba en hombría se me fué sosegando el ánimo.

Las peleas se fueron diluyendo, cada vez menos, pero en esos pocos encuentros que tuve siempre salía bien parado y mal mis contrincantes. Mejor que un bastón, una navaja o un revolver el talismán del Lago Sagrado me protegía eficazmente. No me gustaba lastimar a mis adversarios, mas la piedra negra infundía tal fuerza a mis puños que inevitablemente salían maltrechos y aterrados por ese poder terrible que si no les rompía los huesos los enviaba lejos impulsados por el vigor inusitado de mis manos.

El suceso que puso fin al reinado del pedrusco enigmático ocurrió así: Caminaba solo por el altiplano cuando tropecé con un indio de edad madura que estaba

castigando con un látigo a un muchachón sin que éste más alto y vigoroso le opusiera resistencia. Intenté intervenir pero el indio me echó una mirada despreciativa diciendo:

— Es mi hijo ha mentido, debe ser castigado. El dormido quijote despertó en mi espíritu. Interponiéndome entre el indio y su hijo le cogí

el látigo ordenándole suspender el cruel castigo. — Señor, estás rompiendo la ley del "ayllu". Tendrás que luchar conmigo.

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Ví como metía su mano al bolsillo de su pantalón de bayeta pensando que sacaría un arma contundente, pero la extrajo vacía. A mi vez froté mi piedra negra demandándole el habitual apoyo. Entonces se produjo un fenomenal extrañísimo: ni el ni yo alcanzábamos a tocarnos. Se diría que la fuerza que vibraba en mis puños se había trocado en una agilidad pasmosa que me permitía eludir los golpes del contrario. Este, a su vez poseído por el mismo poder elusivo eludía mis golpes sin que ni uno solo de ellos impactara su cuerpo. El indio, colérico, descargaba sus golpes sacándolos de todos los ángulos, quería sorprenderme. Yo, a mi vez acudía las tretas de un buen luchador, amagando golpes que luego convertía en sendos puñetazos. Pero ninguno de ellos ni los del indio llegaban a destino. Me imaginé que pensaría el muchacho indígena que miraba absorto la pelea. Éramos dos cobardes evitando tocarnos, dos luchadores cansados errando sus golpes? Nada de eso: ambos redoblábamos esfuerzos y nos aproximábamos peligrosamente, esquivábamos los puños encontrados, saltábamos, nos movíamos con sorprendente agilidad en un "ballet" fantástico de pies y manos volanderos, casi aéreos, que trazaban figuras flexibles en el aire sin llegar a tocarse mutuamente. Metí mi mano al bolsillo del saco, acaricié el pedrusco pera éste en vez de devolverme la temible fuerza conocida me devolvió, acrecentada, la facultad de eludir golpes. El indio y yo girábamos uno en torno al otro moviéndonos rapidísimos, cada vez más enardecidos por la imposibilidad de golpearnos fieramente. Pasó un largo rato de esfuerzos infructuosos: todos los golpes se perdían en el aire y los cuerpos se esquivaban inexplicablemente. Llegó el cansancio fatal de toda larga pelea, nuestros movimientos ya carecían de precisión elegancia. Estábamos exhaustos.

El indio hizo un gesto con la diestra pidiendo tregua, cosa que acepté por hallarme muy cansado. Poco después reanudaos la contienda sin que nada variase; seguíamos, ambos, girando, saltando, esquivando golpes con estupenda agilidad como si cada cual estuviese moviéndose dentro de un círculo que no podía cruzar el círculo contrario. Luego de algunos minutos yo pedía suspender el encuentro.

— Nuestros poderes son iguales, se neutralizan. El indio asintió con la cabeza. Enseguida sacó un objeto de su pantalón de bayeta: era

una piedra negra, negrísima que se parecía a la mía como una gota de agua se asemeja a otra gota de agua: tamaño, forma oblonga, color, superficie pulida. Se trataba de dos piedras gemelas.

Estupefacto interrogué: — ¿Dónde la encontraste? Mi contrincante eludió la respuesta. Y dijo: — El destino pétreo se ha cumplido. Si continúan en nuestro poder la corriente cósmica

no se limitará a vencer: matará a quienes nos agredan. Luego añadía pesaroso: — Tenemos que devolverlas a la Mama-Kocha, yo sé donde deben ser sumergidas. Era en pleno día. Me invitó a subir a una barca de totora, navegamos una media hora

hasta perder de vista la ribera del lago y al llegar a un punto muy distante de tierra, cogiendo los dos pedruscos y pronunciando palabras rituales y enigmáticas que no comprendí, arrojólos en el agua. Se alzó una tempestad imprevista en las aguas que se arremolinaron en altas olas como si un fuego interior las agitase. No sé cómo no se hundió nuestra frágil embarcación. Pocos instantes después las aguas se calmaron. Dos “allkamaris" que fingían salir del lago se alzaron en vuelo majestuoso hasta perderse en el horizonte lacustre.

Al regresar ya en la orilla de donde partiéramos una hora antes pregunté al nativo: — ¿Cómo te llamas y podrías explicarme el misterio de las piedras negras? El indio vaciló antes de responder:

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— Nuestros caminos se separan. Te aguardan grandes problemas y dificultades: los vencerás. Pero ya no verás más la piedra negra suscitadora de victorias. Las dos que sepultamos en las aguas dormirán milenios hasta que las recojan manos que aun no han sido.

Despojado de la fuerza invencible que me amparó tantos años me convertí en un hombre

pacífico. A veces en sueños o despierto solía aparecérseme la imagen borrosa, confusa de una piedra oblonga, negra, negrísima hermosamente pulida que parecía buscar el refugio de la palma de mi mano. Pero jamás regresó.

* * *

Si, ya sé, los lectores incrédulos no aceptarán estos recuerdos increíbles del tiempo que se fué. ¿Qué importa que crean o no crean? Yo sigo contando, hilvanando, redescubriendo verdades dormidas que estuve destinado a revelar. Y eso basta.

* * *

No el relato lineal ni las acrobacias funambulescas de los "nuevos"; mas bien una madeja de expresiones sueltas, libres, contradictorias pero ligadas por inevitables antinomias. Narrar es un arte: saber dosificarlo. O reinventarlo.

Eso de alterar los tiempos, confundir los espacios la pugna entre avances y retrocesos,

pretender que el lector sustituya al autor, esa dislocación permanente de lo que se narra son sofisterías, juegos verbales que ni enseñan ni entretienen. Hay que volver al buen sentido aun admitiendo toques aislados de ilógica y de surrealidad.

No renegaré de mi formación clásica y equilibrada. Saber contar una historia difundir un

mensaje, explorar los abismos del "yo", sumergirse en el lodazal de lo inverosímil; todo esto y muchas otras rarezas son fruto malogrado de la descomposición contemporánea. Escribe como Claudel como Rilke, como Eucken y saldrás adelante librándote de los anillos pérfidos de los cazadores de novedad y los pulverizadores del idioma. No importa que hoy te nieguen; mañana el tiempo te dará el desquite.

Sigue contando: la realidad, lo imaginado, el mundo objetivo de seres y cosas, lo subjetivo

de tu análisis te llevarán lejos. Prosigue narrador tu senda: es intransferible. Y al necio que ataca posiciones ideales, la falsa postura social, hallazgos lingüísticos, o

lineales relatos dile, simplemente: — No quiero ser decadente ni innovador. Escribir es una misión. Hónrala y sírvela. Con

decoro. La escritura ha de ser limpia, cIarificadora, de mensaje trascendente y estilo austero. No

importan el mal gusto, el "feísmo", la extravagancia reinantes. Pasarán. Sigue tu línea de verdad, de entereza, de inclaudicable orquestación. Eso que te distingue de la turbamulta de los escribidores.

* * *

Boceto para una novela. Protagonistas: Masha, ítalorusa, y David. Personajes secundarios: el subprefecto, el rico

hacendado, un geólogo, el turista, una mujer india, un niño nativo, el político, un mestizo, el Padre Juan.

David es de ascendencia indígena, un aimára cultivado y refinado pero que no abandona

su pasado ancestral ni adhesión a una antropología telúrica. Es la América india y mestizada que surge. Masha, producto de la cultura occidental, siente curiosidad por lo andino, pero no abdica del racionalismo europeo.

El drama gira en torno a la oposición América-Europa.

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El amor imposible de David, indio del tiempo nuevo y de Masha flor de civilización. Ella un centro solar que vive de todos y para todos. El una estrella solitaria que vive para sí y casi siempre contra los demás. Él andaba lleno de fuerza y de ambición, quería ser más que alguien pero aferrado a su tierra, a su raza, al gran escenario cordillerano. Ella diletante en arqueología buscaba “algo” que no le dieron las ruinas de México y del Perú.

David es un muchacho de 22 años que cursa ingeniería en la Universidad de La Paz y

sueña lograr grandes construcciones inspiradas en el arte del Tiwanaku legendario. Es hosco, retraído, desconfía de hombres y mujeres. Ella es la perfección física y una voluntad acerada que sabe sus caminos. Tiene 25 años y aparenta varios menos. Posee vasta cultura, exceso de mundanidad, y una maestría infinita para ganarse corazones. Escéptica no cree en Dios. El amor del muchacho la toca y la desgarra, pero no cae. Volverá a Italia rica de experiencias, sola, porque David se resiste a abandonar su altiplano.

Duros, ambos, coléricos, muchas veces al enfrentarse en el diálogo son dos fuerzas

poderosas que se neutralizan: ninguna puede vencer a la contraria. En la ciudad ambos recuperan su libertad. La dama cosmopolita y el muchacho indio

chocan con más fuerza que en las ruinas. El duro como sus montañas no se deja llevar a la intensa vida social que ama Masha. Tampoco ella comprende la soledad, el retraimiento de David. Son caracteres opuestos, ninguno renunciaría a su propio modo de vida. Pero se aman, no llegan a la entrega.

— Te analizas demasiado. Pensar es sufrir. — A la inversa, pensar es vivir y gozar la vida. — Tú buscas tu verdad en el cambio y la novedad. Tu avidez de conocimiento y

experiencias no tiene límites. Yo puedo estar horas contemplando el mismo monte y jamás me canso. Tú vives horizontalmente, yo en profundidad.

Otro diálogo: — David, te dejas arrastrar por la quietud. Yo no puedo dejar de movilizarme en cuerpo y

alma. — A veces me asalta la idea de odiarte porque has perturbado mi equilibrio interior. — Tampoco yo me siento entera desde que te conocí. — ¿Qué relación podría existir entre una arqueóloga millonaria y un pobre estudiante de

ingeniería? — Los vínculos humanos son más fuertes que las discrepancias transitorias. — ¿Pero renunciarías, tu, Masha, a la agitación de tu transcurrir occidental? — No. — Tampoco yo me podría sustraer al influjo de estas montañas, a este silencio y soledad

seculares. Pregunta: ¿cuántas generaciones, cuántos siglos se requieren para llegar a esta flor de

aristocracias que encarna en Masha; y cuántas palingenesias aterradoras para arribar al silencio sombrío del andícola?

Masha quería conquistar al joven sin entregarse. David aparentaba una indiferencia que

no sentía. Cada cual aspiraba a dominar al otro. Brotaba una espina de crueldad en ese amor que no alcanzaba a realizarse.

Europa y América. Luz y sombra. Soledad y ensimismamiento.

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— ¡La tempestad! Pero tú eres muy joven para haberla soportado, casi un niño... David sonrió con amargura: — La tempestad es mi tierra, esta cólera de cumbres y quiebras que petrificó el tiempo

geológico. Mi raza sometida y envilecida por el cautiverio de varios siglos, mi alma en pugna con el mundo. Las tormentas eléctricas del Ande, la vejez del suelo, la juventud del nuevo indio de América, la sequedad del clima, la frescura de los amaneceres, las noches cargadas de misterio. El mestizaje es también la tempestad; todo anda revuelta, destruyéndose, para volverse a organizar. Y el espíritu siempre fuerte, indeciso, sin saber bien qué camino debe elegir.

Otro diálogo: — Conmigo no irías a ninguna parte, te frustrarías. Tu inquieta movilidad moriría en esta

pesadumbre de montañas. Vete. Masha contestó airada: — Yo soy la más fuerte. Si decidiera quedarme no podrías echarme de tu lado, pero te

destruiría y me anularía yo misma. Mi mundo es la libertad, el tuyo la quietud. Eres elemental como tus montañas; yo soy la civilización viejísima, sagaz, que sabe defenderse de todo retroceso.

David repuso: — Eres como el mar inconstante, jamás terminas de llegar, sabes retirarte a tiempo y sin

embargo estás llegando siempre... Yo soy como la roca, todo está en mí definitivamente esculpido. Tú eres inasible, inabarcable, inalcanzable. Como el agua.

El europeo vive en el espacio, el indio en el tiempo. Escenas durante las cuales la carne está a punto de hacer sucumbir a los protagonistas.

Su amor no se consuma. Crítica da la civilización agonal de Occidente y anuncio del nuevo oleaje humano que

descenderá de las cimas de los Andes. — "La mujer es hoy un animal de presa tan egoísta como el hombre. Aprendió a controlar

sus pasiones, bebe fríamente su independencia. La paloma de antaño ha sido sustituída por la tigre, el ama de casa por la vikinga nórdica, la amorosa por la dominadora."

— "¿Por qué hablas con crudeza e ironía? Civilizada y cínica no es lo mismo. Raza no es el pigmento de la piel, la vestimenta, las costumbres seculares, ni siquiera el

mundo circundante. Es una actitud del espíritu. Puede existir un europeo más ensimismado que el indio, o un indio tan versátil como el europeo. Pero en el fondo y no obstante las evidencias de esta era de la velocidad persisten el arraigo a la tierra, este callar de siglos, esta hurañía aisladora que desconfía de la ciencia y de la técnica transeuropea, este silencio letífero, este estoicismo este frente al destino adverso, este perdurar como la tierra esta majestad enclaustrada en sí misma: esto es verdaderamente el indio pero también la esperanza de un futuro amanecer.

Europa en contraste es el principio de la acción, el perpetuo indagar, la constante

transformación, el ansia de viaje, de mudanza, de irrenunciable de movilidad. David evoca el pasado mítico del Ande. (Enlazar el amor frustrado de Masha y David con

el escenario primitivo y rechazante de los altiplanos). Mencionará los templos largos y sombríos que ahondaban el pavor de las tierras altas. Los adoratorios sagrados de los montes donde se adoraba en nocturnos ritos a la montaña, volviendo en el día al culto de Willka o Inti el Padre Sol. Las escuelas de cerámica y de escultura. Los grandes mercados y plazas de diversión. Los palacios de los reyes andinos. La formación de los guerreros. El secreto (apenas sugerido) de los

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Monolitos. La educación de canteros, tallistas y domeñadores de la materia lítica que nos dejaron en legado pétreo símbolos evidencias de su pasada grandeza. Subsistencia de "callaguayas” y “yatiris" ahora con influencia menguada en el núcleo social nativo disperso y vencido. El Ande irradia magia sobre las sensibilidades receptivas. El Kollasuyo, más antiguo que el Tahuantinsuyo, guarda enigmas que aun no han sido revelados. Cuando el lemur de rostro azulado fué sorbido por el océano, el americano cobrizo — antis, kollas, aimáras y quéchuas —brilló en toda su grandeza.

— ¿Y dónde están los restos de esa grandeza? — Duermen bajo tierra, aun no llegó el tiempo de su resurrección. Apenas si Tiwanaku

anuncia el pasado esplendor. Masha responde a la evocación de David relievando las culturas orientales, el legado

greco-romano, el Cristianismo, las Cruzadas, las sabias legislaciones en constante evolución, las catedrales góticas, la industria colosal, el comercio siempre en expansión, el Renacimiento, los santos y las santas, el Medioevo, el asombroso desarrollo de la ciencia y de la técnica, inventores y organizadores como jamás conoció la humanidad. ¿Tuvieron los andinos un Homero, un Shakespeare, un Goethe?

— Tu cultura andina fué de orden cerrado, nunca alcanzó lo universal. David replica: — tampoco quedan rastros de Babilonia, Tebas o Persépolis; apenas ruinas

mútilas que poco sugieren. El hombre, planta efímera, deja escasas huellas de su poderío y su ambición. El antiguo americano del sur que no pudo llegar al dios monoteísta porque ignoró la subjetividad de una religión abstracta, fué en cambio animista, panteísta, mago en la acepción profunda del vocablo. Simbolizó en los fenómenos telúricos y en una suerte de zoolatría su concepción del mundo y del destino.

"Saharhatha”: cuando se levanten las semillas y se pongan de pie volverán el valor y la

sapiencia antiguas, no en retorno al pasado pero tomando de sus enseñanzas el ímpetu organizador de una nueva creación. El nuevo indio, el hombre nuevo de América será un zumo de razas, será el civilizado de un radiante despertar.

Hay dos vejeces. La vejez de antigüedad, americana; y la vejez de civilización, la

europea. — Hay también dos misiones por cumplir: nosotros, indios, vivimos inmersos en la

naturaleza pánica, esperamos que suene nuestra hora; ustedes, europeos, viven en y para la historia, no pueden detenerse.

— No desprecies al mestizo, es la levadura del porvenir. Seguirá el cruce de las sangres,

se va formando ya la nueva raza, el gran mestizaje americano que fusionará al indio y al europeo en una tercera realidad surgente.

América del Sur es el continente del Misterio. Huid de las urbes y las playas, buscad en

las montañas y en las selvas: ahí moran los antiguos dioses y las fuerzas jóvenes del nuevo amanecer.

La novela terminará con la oposición Europa-América que concluirá en la fusión de los

contrarios. David y Masha se separan, su imposible amor se realizará en otro tiempo, tal vez bajo el ropaje de distintos seres. Pero las semillas de la nueva cosecha están germinando ya.

* * * De lo más remoto a lo más cercano. Somos, en estricta realidad, presente puro podemos

hacer volver el pasado, soñar que anticipamos el futuro, pero en el fondo sólo estamos realizándonos en la maravilla del instante. Cuanto con mayor fuerza nos proyectamos hacia adelante o hacia atrás, somos los amos del destino, destino efímero por cierto pero no menos verdadero que la eternidad de la montaña. Pensar es re-crear el mundo y la vida.

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Hay quienes viajan en el tiempo como otros viajan por el espacio. No es cuestión de magia ni de fórmulas cabalísticas. El vidente de lo pasado y de lo que vendrá es un fenómeno de la naturaleza, también una facultad del espíritu.

Recuerdo esa vez que después de muchos fracasos, merced a una poderosa

concentración mental y cumplidos otros requisitos misteriosos busqué separarme cien mil años de la hora presente. Víme en una vasta meseta poblada de altísimas torres unidas entre sí por canales aéreos. Los templos cupulares alternaban con parques de árboles y flores extrañas. Las gentes surgían y desaparecían de grandes cavidades abiertas en el suelo; otras se elevaban por los aires en pequeños artefactos triangulares. Se diría un pueblo subterráneo, aéreo y terrestre a la vez. Esas multitudes caminaban y se movían con lenta majestad como obedeciendo a un ritmo interior. No habían caballos, ni aves, sólo una extraña criatura que aparentaba ser un unicornio alado y que obedecía como dócil servidor las órdenes de su amo. Las personas de piel azulada y ojos saltones hablaban una lengua vedada a mi comprensión. No se veía guerreros ni policías. Todos se movían ordenadamente a pie. Las casas eran de forma cónica; en cambio los templos y palacios se alzaban en paralelogramos acumulados en planos sobre planos hasta adquirir forma de montañas. No ví reír ni llorar a nadie. Caminaban graves, sin prisa, y sus caras expresaban una suerte de felicidad íntima. Me aproximé, intenté hacerme conocer cuando advertí que mi ser casi etéreo no era percibido por las gentes del extraño país. Yo podía atravesar sus cuerpos y sus muros sin que nadie se percatara del hecho. Yo era, en realidad, un testigo invisible.

Hombres y mujeres vestían unos faldellines cortos que dejaban ver sus muslos y piernas

bien formados. Usaban unos casquetes de diversos colores y portaban un instrumento de forma romboidal que les servía para abrir y cerrar puertas sin tocarlas. De cuando en cuando las gentes se formaban en cortos círculos y giraban armoniosamente. De pronto del Templo Mayor salía el Rey Sacerdote, todos se prosternaban a su paso y unas músicas insólitas brotaban de todos los ángulos y la muchedumbre entonaba cánticos de salvaje belleza. Hasta la ciudad-condoril llegaban y partían transbordadores atestados de personas. Y unas potentes luces surgían del cielo proyectando rayos cromáticos sobre la ciudad. No sé qué voz incógnita me susurró: "son un pueblo agrario que ignora las guerras; su ciencia los aisló del resto del mundo."

La velocidad estaba ausente de la ciudad; todo ocurría en ritmo lento y pausado como si

nadie tuviera prisa alguna. Y el momento que me decidía a ingresar al Templo Mayor todo se desvaneció ante mis ojos y me ví semirecostado en mi lecho frente al espejo que devolvía mi figura sorprendida.

Nunca supe si esos cien mil años me transportaron a un pasado remotísimo o

prefiguraron un futuro que tardaría en llegar. Porque el tiempo no existe, lo elaboramos nosotros y en la dimensión de la memoria que es anamnésica y anticipativa a la vez todo se liga, se continua, se eslabona de era en era, de ciudad en ciudad, de época en época, de sueño en sueño, de realidad en realidad.

* * *

— El hombre es cada día más cruel, más violento, más sanguinario; la crónica roja llena los periódicos. No lo comprendo.

— Parece una regresión a su estado primitivo, pero en realidad es la fidelidad a su

constitucional estructura: así malo y cruel lo forjó la naturaleza. — ¿Y los largos períodos de paz de los cuales disfrutó la humanidad, la leche de la

bondad humana de que habló el hombre del Avon, la norma cristiana? — Fueron lapsos de tregua, paréntesis de sosiego. En el fondo fermenta la fiereza

antigua. Desde antis y atlantes, sumerios y egipcios, griegos y romanos, pasando por las Cruzadas hasta los tiempos modernos la historia del hombre es una larga sucesión de guerras, crímenes, espanto y destrucción.

— ¿Debemos renegar, entonces, de la civilización y la cultura? — Son tan naturales como incendio y aniquilamiento. Muchas veces aquellas brotaron de

la devastación y el terror. Se diría que la planta humana requiere del agostamiento permanente

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para resurgir también permanentemente revigorizada de esa constante de florecimiento y descaecimiento.

— Nunca como ahora, empero, las gentes fueron tan proclives a muerte y destrucción. No

sólo hambre y necesidad las impulsan; parecen intrínsicamente constituídas para el Mal. El terrorismo signa a la civilización actual, acosada por el miedo y la inseguridad.

— Y sin embargo nunca fué más poderosa... — ¿Poderosa para autodestruirse? — Los pensadores exageran: por uno que cae nacen miles. La naturaleza se sustenta y

se renueva en la lucha. Siempre existieron catástrofes y hecatombes, naturales o provocadas por los hombres, sólo que ahora los medios de comunicación masiva, prodigiosamente difundidos, acumulan y abultan los hechos.

— Recuerdo lo que sucedía cincuenta años atrás: no habían tanta violencia, tanta

crueldad, tanta destrucción. — Existieron siempre aunque jamás fueron tan pregonadas. Un instinto morboso nos

induce a relievar lo malo. — El hombre contemporáneo está enfermo de crueldad. — Es más bien la víctima del poder y la energía. — Confiemos que Dios nos preteja. — Sin olvidar que el Otro trabaja por dentro.

* * *

Lee Wolff, Mann, Conrad, Wassermann: son los novelistas — pensadores más profundos y de mirar más dilatado del siglo XX. Elude el análisis disociador de Sartre, Ionesco, Becket, Joyce: sólo desembocan en el vacío.

* * * El sol: ese ojo que nos mira y nos sustenta.

* * *

Tropiezo con esta frase en un libro olvidado: "Han de pasar millones y montañas enteras de millones de siglos, a lo largo de los cuales

no cesarán de formarse mundos nuevos”. ¿Quién la escribió? Kant, padre del rigorismo critico, el mayor racionalista del siglo XVIII,

lo que prueba que tampoco los científicos dejan de soñar. Kant no aclaró si esos nuevos mundos en incesante sucesión brotarían en el espacio

estelar, fuera de la Madre Tierra conocida o en su propio seno. Me inclino por la segunda hipótesis. Es en la viejísima y siempre joven renovada Tierra donde todo se muda y se remuda sin cesar. Pensadores hubo que creyeron que el mundo ha sido destruído y reconstituído muchas veces. Cordilleras y mares alternaron innumerables veces para irrumpir en la corteza terrestre. El mundo es pues semillero de mundos. Y el hombre y su historia apenas un mínimo espacio de tiempo dentro del tiempo palenteológico.

Los fósiles dicen mucho mas no pueden revelarlo todo. La Tierra es siempre más antigua

y remota que sus testimonios visibles. Y no se piense en fantasías extraterrestres ni en invasiones de otros planetas: nuestro Mundo, fábrica de maravillas, erige, destruye y recompone geografías y civilizaciones sin descanso.

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Los astrónomos verifican que las estrellas nacen, crecen, y mueren. Es admisible. Pero el planeta Tierra en términos de apreciación humana es infinito: está cambiando siempre y no hay indicios de su extinción. El mundo es forjador de mundos.

* * *

Que nuestro mundo civilizado se va desintegrando es un hecho. Todos luchamos para sobrevivir en este caos moral, político y económico que azota al mundo. Nuestros antepasados ignoraron las zozobras de la inseguridad social y las penurias pecuniarias. Se habita en la incertidumbre y el pánico, pero el hombre racional está obligado a no perder la confianza en los valores que le fueron donados.

Me levanto decidido a enfrentar las dificultades. Abro una revista moderna muy en boga y

conozco por estudios críticos y trozos fragmentarios a los epígonos de Joyce. Yo los llamaría los maestros del disparate literario. ¿Para qué nombrarlos? No sobrevivirán. Basta ocuparse de uno de ellos Julián Ríos.

Este malaventurado pertenece a la pléyade de los destructores del lenguaje. Deformar la

realidad y distorsionar el idioma son sus metas. Es un experimentador de sensaciones nuevas. Introduce la confusión babilónica en la narración mezcla frases de otros idiomas, cosas vulgares con pensamientos agudos, inventa vocablos, a la manera del profesor Joyce embarulla giros dialectales con acrobacias lingüísticas, multiplica planos entrecruzados y descoyunta el tiempo, es una burla gigantesca y un caos idiomático, todo se torna incoherente, vago, ambiguo, disparatado en el relato. Si el mundo se está desintegrando ¿por qué no desintegrar el lenguaje? Se diría que sólo tontos; locos o pedantes-críticos pueden leer tantos dislates apretados en pocas páginas y luego en largos textos.

La culpa de la difusión temporal de estos experimentadores de la novísima literatura la

tienen los críticos saturados de esnobismo y estructuralismo que ven portentos donde sólo existe una orgía de contrasentidos. Para estos inefables pregonadores del nuevo oleaje literario hay que violentar todas las reglas de lo normal, hay que avanzar a la "farsa", desconocer lo constante y regular, introducir la duda y la confusión en el estilo. Ritmos discontinuos, desarmonía romper las unidades básicas de la comunicación: esto es lo que cuenta. El "Finnegans Wake" de Joyce es el mejor ejemplo de esta subliteratura que “juega con la discohereacia innata de la lengua.” A esas “sabias distorsiones" del idioma llaman los críticos "delicias de la subversión verbal': Ven en el escándalo del mal decir la nueva estética literaria. Todo está en flujo constante — palabras, ideas, personajes, frases, situaciones — cuanto más absurdas mejor. La cosa es escandalizar al lector, desconcertarlo, marearlo con estallidos lingüísticos. Ya no hay contexto narrativo sino caos versalístico.

Céline, Beckett, Ionesco, el propio Joyce quedan atrás: Julián Ríos los sobrepasa a todos como demoledor de los procesas lógicos y creador de una tempestad onírica que todo lo disuelve.

Si esta es la literatura del futuro ¡adiós libros y autores: nadie os leerá! ¿No estaremos ya

en plena decadencia?

* * * La última boqueada del surrealismo: los epígonos de Joyce que hacen de la literatura un

estercolero de sensaciones.

* * * "Saharhatha": ¡levantaos semillas, poneos en pie! O llevad la buena semilla al campo

pedregoso. O intentad descifrar el misterio de la raza dispersa y perpleja. Ella no está “como acobardada y estupefacta", sólo que duerme. No ha nacido el férreo Moisés que la despertará.

Revivir las epopeyas del pasado cienmilenario: sueño estéril. Acunarse en los prodigios

que aun no han sido: vana esperanza. Lo que cuenta es el hombre de hoy, su riesgo actual. Pero las muchedumbres no responden y los doctos te dan la espalda. Medio siglo de prédica y combate desembocan en apariencia al vacío. No, no es verdad, siembra alguna se pierde si la animaron la fe y el dolor del varón intrépido. No busques la respuesta de las multitudes: es la semilla que brota en el alma individual la que dará razón de tu pensar y tu sentir.

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Gente boliviana, tan ruda y arisca, rebelde siempre y siempre infortunada. Ni guías ni profetas pudieron conducirla. Que aunque el pueblo es bueno en sus cepas primordiales le educó mal el carácter la ausencia de una pedagogía de verdad y disciplina. Se le enseñó la libertad sin frenos más no la responsabilidad constante. Se le incita al disturbio no a la solidaridad consciente. No se le entrega brújulas ni timones, sino engaños, ilusiones espejismos.

Reflexionando sobre el destino adverso de la gente boliviana he pensado atribuirlo, en

gran parte, a la escasez de diestros conductores cuya obra tenaz la oscurecen malos y mediocres. En esta tierra bendita no nos preparamos para la servidumbre heroica al bien común sino para el usufructo del poder. Los mandones deshicieron más de cuanto edificaron los estadistas. Subsistimos contra la propia torpeza y el sino infortunado. Pero no es el lamento hendeliano sino el apóstrofe al destino del hombre de la Heroica el que podrá redimirnos de la inercia y del desorden.

No hay pueblo enfermo ni fatalidad histórica. Individuo o nación cada cual es el conductor

de su andadura. No me duele el país sino el poblador que lo habita. Y al hombre presente miro, atiendo a su deber cotidiano. No hay razas irredentas ni patrias declinantes. El señuelo del mar perdido es signo de

cosecha futura. Ahora tenemos que afrontar la formación, la regeneración del hombre boliviano, luchar contra el duro presente, preparar el suelo para que fructifiquen las buenas semillas de una recuperación eficaz.

No perder la fe en un destino nacional. "Saharhatha": ¡levantaos semillas, poneos en pie! Nos tocó misión de sufrimiento y

sacrificio seamos dignos de tan alta empresa. Anoche no he dormido o he dormitado apenas reflexionando en la tristeza de la Noche

Boliviana. Sólo la trocarán en Nuevo Amanecer el esfuerzo, la constancia, el deber vigilante de cada ciudadano. Hay que despertar, hay que construir el futuro mejor con las manos presurosas y ágiles del buen sembrador que no teme a la tormenta. Las espigas del trigal están en pie: de nosotros depende convertirlas en el pan redentor de una patria fuerte y próspera que nos redima de la inercia y del desorden.

“Saharhatha”: que prosperan las semillas del Buen Obrar!

* * * ¿Quien soy, qué soy? Vengo de lejanísimas edades, ansío dispararme a remotísimos

futuros, construyo en el duro presente transido de pensar y de penar porque siempre la estrella, dibujada es inferior a la estrella imaginada en el rapto primordial.

No he llegado a maestro profeta ni adalid. Mi camino de artista fué interior: trabajé en

soledad y en aislamiento; pero mi trayectoria de varón igual a la de todos: en fricción con las ideas, las costumbres, los hombres. El Ángel del Buen Juicio pesará mis virtudes y mis errores. No temo.

Quise medirme con los mayores sin alcanzar su estatura. Sé, no obstante, que mi

hechura quedará, porque la fabriqué con los cristales de mi sangre y con el soplo poético que viene de arriba.

En la hora de las últimas confesiones doy testimonio: Dios existe, el destino también.

Aunque parezca contradictorio el hombre es criatura y amo de su riesgo. Nací en una isla, pereceré en otra. Y haciendo puente sobre los tiempos quedarán los

sueños del visionario: ¿qué designio mayor? Ni soberbio ni pusilánime me clasifico sembrador de verdad, de justicia, de belleza, de

música y poesía. Siempre gusté romper las líneas geométricas: descubrir, inventar, revelar. El

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Misterio fué mi padre y la Imaginación mi criatura. Y dice el Libro de los Enigmas que Fernando del Ande volverá...

* * * Creo en el río de los antepasados, en el poder vivificante de los progenitores, en la

astucia ordenadora de los genes y las células. Somos, a un tiempo, formas biológicas pre-determinadas y criaturas espirituales destinadas a labrarse, labrando.

* * *

La angustia existencial de nuestro tiempo nos conmueve a todos, pero no todos pueden ser agoreros de dolor, de miseria y de infortunios. No es verdad que no exista comunicación entre los hombres: la hay. Todo problema tiene solución. La manida "sensibilidad social "es la máscara de los adoradores de la masa que encumbrados la desprecian y envilecen. Definitiva respuesta: se puede ser un buen ciudadano sirviendo lealmente al Bien Común y a la Patria sin dejar por ello la tarea solitaria de la meditación y la escritura.

* * *

Visión retrospectiva. Un Jefe de Pueblos es dueño del mundo. Sus ejércitos dominan toda la geografía terrestre. Sus máquinas voladoras controlan los aires. La economía mundial y la política monetaria se manejan desde la capital del Imperio. Literatura y artes bajo candado. Una sola forma política: la dictadura totalitaria, el Estado todo, el individuo un esclavo. Sabios y técnicos planeaban conquistar la Luna. El bicentenario del Imperio mundial fué saludado con monstruosas manifestaciones colectivas. Y en esa culminación de poderío el mar se sorbió la Lemuria dura y cruel.

* * *

Escribiendo el LIBRO DE LAS IDEAS vacilo: hay cosas que no se pueden o no se deben referir, aunque el naturalismo zolesco y el laberinto joyceano lo permitan todo.

Desde los dramas de la conciencia religiosa hasta el abismo sin fondo de las

personalidades desmedidas conocí almas majestuosas ceñidas por un halo siniestro; contar sus historias sería faltar el respeto a los vínculos de sangre, de estirpe, de simple solidaridad humana.

De donde resulta que muchas veces lo más interesante, lo más trascendente no puede

ser contado. Historias conocí que superan a todas las historias. Dramas como no los narraron

Shakespeare ni Balzac. Almas proteicas, contradictorias que escapan al lápiz más diestro. Finos relatos y narraciones delirantes surgidos del dolor y del placer de vivir. No pueden ser referidos: sería romper con las leyes del afecto, de la gratitud, de la amistad, de la moral, y hasta de la elemental ética del narrador.

Sepulta pues el escritor en el hondón de su conciencia historias y figuras abocetadas que

no llegan a nacer. El mundo de lo no narrado acaso sea más misterioso y seductor que el universo de lo ya escrito.

Ese respeto enmudecedor lo ignoran los desaforados narradores de hoy, pero lo

agradecen las almas que se fueron cuyo secreto no fué revelado. ¡Oh celador de vidas y sucesos silenciados: tu gloria nace de tu prescindencia!

* * *

He asociado el recuerdo de los jardines de Versalles con la imagen del Parquecito del Montículo. Versalles es una constelación fulgurante de líneas, formas, y juegos geométricos que revelan el dominio del espíritu del hombre para transformar y embellecer la naturaleza. El Parquecito del Montículo un brote natural del paisaje hermoseado por el toque ligero de la delicadeza, humana. Versalles es lo grandioso: abruma, esplende. El Parquecito del Montículo es la intimidad: enternece. Puedes admirar al primero, regocijarte en el segundo. Allí el ingenio estético ha creado un mundo inédito que conjuga lo natural con lo artificial. Aquí la naturaleza montuosa, épica, contornea un refugio de paz y poesía. Versalles: la voluntad triunfante en todo su esplendor y poderío. El Parquecito del Montículo: el sentimiento, la ternura que lo embellecen

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todo. Francia tuvo a Le Notre. Bolivia al Ángel de los Parajes Recónditos que convierte lo rústico en primoroso.

* * *

Visión anticipativa. Pasará en el tiempo en que las aguas lo invadirán todo: sólo habrá imperios y ciudades acuáticos cruzados por puentes longuísimos y plataformas volantes en constante movimiento. Extinguidas las guerras la población terrestre excedente emigrará a otros planetas. El hombre adquirirá un poder espantable sobre la materia: destrozará y creará mundos, forjará nuevos organismos, estos seres mitad naturales mitad hechura de la inteligencia humana disputarán a sus creadores el dominio del globo y serán vencidos. Se podrá habitar el fondo de los mares y las zonas subterráneas. Lo sideral y lo telúrico entrelazarán vinculaciones increíbles. Se soñará con alterar el curso de los astros. El hombre desarrollará la total capacidad de su mente, llegando a ser un monstruo de saber y de poder. Supremo alquimista lo transformará todo a su antojo señoreando el reino de los genes y los átomos. Llegará el día en que se anuncie la comunicación con las más lejanas estrellas y el advenimiento de secretos maravillosos. Pero nadie se alegrará porque sumidos en su búsqueda de poderío y engrandecimiento, los hombres habrán olvidado la risa y el llanto. Y una inmensa tristeza será la sepultura de los supraterrestres.

* * *.

Cuidar los libros que produces como hijos. Pensarlos, engendrarlos, moldearlos lentamente con inventiva y con esfuerzo. Atravesar valerosamente la gran corriente de la escritura que es caprichosa, unas veces accesible, otras esquiva. Y una vez terminado el nuevo libro buscarle papel adecuado, tipo de letra legible, proporciones nobles, portada atrayente, en suma revestirlo de porte digno y llamativo. Ya te costará distribuirlo, llamar la atención de la crítica, hacerlo volar a playas extranjeras. No basta haber creado al nuevo hijo: tienes que presentarlo y defenderlo contra las viarazas de los envidiosos y los silencios deliberados de los malintencionados. El escritor es el padre inagotable: nunca se cansa de engendrar estos hijos ideales que le cuestan sudor, lágrimas, desalientos pero que también le restituyen confianza, alegrías, la magia de la creación desinteresada que se nutre de sí misma.

* * *

Si después de la lluvia sale el sol el paisaje se reviste de nueva hermosura; todo aparece inédito, madrugador. Los colores como más vivos, el verde de las hojas relumbrante. La montaña de nieve reverbera. Los elfos encarnados de la khantuta danzan inmóviles. Cruza un pájaro y estremece la tarde. Fragante y riente el tapiz de la hierba brilla a través de las gotas de agua. Los pinos se sacuden de la túnica pluvial. La luz enciende el paisaje de una tonalidad fosfórica. Y para colmar la magnificencia del espectáculo Dios despliega la maravilla del arcoiris que rasga las nubes grises con poderío cromático. Has asistido al renacimiento del mundo.

* * *

No es verdad como piensan los escépticos que nada existe, nada puede ser explicado, ni verdad ni bien ni belleza se alejan de meras ficciones.

Es justamente a la inversa. Todo existe aunque sea en la fugacidad del transcurrir

temporal. Explicaciones últimas, definitivas son difíciles de alcanzar pero eso que piensas te basta para tratar de descifrar los enigmas que te rodean. La verdad, cambiante, fulgurante, está en relación a la inquietud del indagador, que fluctuante y movible vibra con el alma que la busca. El Bien lucha constantemente con el Mal, es lo que da sentido al existir, lo que ennoblece el tránsito humano. Y la Belleza, aun negada unas veces, otras sepultada transitoriamente, renace siempre ante los ojos ansiosos de aprehenderla.

Es necesario reaccionar contra el pesimismo negador. Todo nace, crece, se fortifica,

declina, perece: es ley de vida. Pero el tiempo concedido a todo ser u organismo para subsistir es suficiente razón de vida, regalo que debe agradecerse. Aquello del pasar brevísimo y el hombre sueño de una sombra imágenes del escepticismo filosófico, ficciones literarias; la existencia es mas bien dilatada, variable y fructífera si sabemos administrarla con celo y en armoniosa sucesión de los días.

Mundos prodigiosos pueden crear el sentimiento, el pensamiento, la voluntad. El espíritu,

incansable, modela el mundo y remodela al hombre.

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Todo es maravilla si se contempla con ojos ávidos de saber y corazón ansioso de disfrutar el curso de los hechos. Nada se pierde para el buscador. Ideas, sensaciones, formas, colores, imágenes, seres vivos e inanimados, el concierto de lo visible y la atracción de lo invisible bastan para mantener en suspenso el alma.

Y si el cuerpo puede gozar de las fruiciones sensoriales sin tasa, el alma es el instrumento

inagotable que se nos dio para interpretar la creación y crear, a nuestra vez, nuevos sueños y realidades imaginarias.

Dios existe: todopoderoso, inaccesible, inconcebible, manifestándose sólo en el rayo

fulminante de la emoción intuitiva. Felices los que creen porque el sentimiento religioso alumbra las sombras del vivir.

Y patria, familia, amistad, vocación de servir a los demás, progreso, bondad, hermosura,

generosidad, nobleza, ansia de perfeccionamiento no son simples vocablos sino categorías del ser que se une al mundo y lo trasfunde en si, realizándose.

Bien mirado todo le es dado al hombre para regocijo de su alma y deleite de los sentidos.

La vida es música armoniosa para el sentidor de sus atractivos; estruendo y confusión para ciego y sordo a sus hechizos.

Comulguemos, pues, en el optimismo racional de Leibnitz. Creamos en la sabiduría de la

búsqueda y el sentido de Goethe. Aprendamos del Varón de Asis el amor a todo lo creado y el regocijo del Bien y la Humildad.

Y contra los grilletes opresores de la tecnología y de la ciencia, opongamos la fe, la

libertad creadora, la constancia del esfuerzo, la esperanza inextinguible del nuevo amanecer. Varón de amor, varón de realizaciones, el hombre es la criatura llamada a honrar la

existencia humana dándole un sentido de dignidad consciente y de responsabilidad por los dones recibidos.

¡Afirmar, afirmar sobre toda duda o desfallecimiento! He aquí la suprema misión del ser pensante.

* * * Era joven entonces. Escalaba montañas. No sé como dí con la Gruta de los Misterios. Las

configuraciones del mármol rosa fingían una cabeza de Beethoven, severa, colérica, con una cabellera tempestuosa y fantástica. Varios años después tropecé con una escultura prodigiosa de Pradelles: era la misma cabeza atormentada del Hombre de la Novena entrevista en la Gruta de los Misterios, ahora en yeso ocre. La adquirí. Ella ocupa el centro de mi Estudio y preside mis sueños y quebrantos petrificada en un rapto de tempestad y de belleza. Infunde energía y gravedad. Esplende.

* * * El eterno retorno es un mito. El pasado influye, impulsa, ayuda a la apertura de nuevos

horizontes, pero no se repite en su forma esencial. Lo qué fué, pasó. Ya no será. Ni el egipcio monumental, ni el griego genial, ni los imperios carolingios, ni el

Renacimiento fastuoso en su esplendor primitivo pueden repetirse. Tampoco el Kollasuyo tempestuoso ni el Tahuantinsuyo incásico volverán en su molde original. Sueños vanos alimentados por el resentimiento Social. Mirar atrás, perder el tiempo.

El ancestro y su fuerza renovadora se han de tomar no como un retroceso sino como un

nuevo salto hacia adelante. El indoamericano, el iberoamericano, o simplemente el americano del sur será un

compuesto de alma india, voluntad mestiza y famas creativas transeurapeas. Tres como uno. Quien lo niegue se equivoca. EI racismo de corte nativo es una ilusión peligrosa en un continente poblado por el flujo de las razas. No se puede retornar a las épocas pastoril y cazadora ni al

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primitivismo agrario; antes bien el hombre nuevo de América debe alzarse a la ciencia y a la tecnología universales única manera de adquirir vigencia y consistencia en la historia por venir.

Esto no supone olvido ni abandono de los valores ancestrales que pueden y deben

revitalizarse como savia impulsora de la creación futura. Mirar hacia adelante. Construir con la nueva instrumentación en boga. Asimilar sus

ventajas y enseñanzas. Formar parte en la idea y en los hechos de la gran comunidad universal que se proyecta sobre el planeta.

Indio es el soplo original, lo inmutable, lo permanente y osado que no puede perecer. Mestizo lo fluctuante, en perpetua transformación, voluntad de lucha y de victoria. Transeuropeo el flujo de las técnicas de vida y de estilo que universalizan al antiguo poblador del hemisferio.

Diré pues a la raza semillante que se levanta en una antropología telúrica y fusionante de

jugos étnicos: ¡atreveos a ser innovadores, constructores de una nueva edificación social! El pasado es una brújula, el presente timón de acción, el futuro será vuestro si lo potenciáis a un sincretismo ordenador.

Tomad del pasado el hálito inspirador pero edificad con nuevos materiales vuestra

residencia habitual. Americanos de esencia, transeuropeos de presencia.

* * *

Decid en forma nueva la verdad antigua.

* * * Soy un hombre afortunado. Tengo y tuve muchos amigos y seguidores. Les dí mucho, les

pedí poco. De todos tomé algo e hice de la amistad fuente cristalina. Los ausentes laten en mi memoria, los vivos en mi corazón. Si olvidé alguno le pido perdón.

Y a fe de ser reconocido atestiguo: mis tres mejores amigos son: María, mi esposa, eterna

musa y sempiterna consejera y mis hijos Sonia y Rolando tan afectuosos y solícitos cuya sagacidad y cariño me acompañan siempre.

¡Dichoso el hombre de muchos amigos: vive plural y desplegado en afectos y entenderes!

* * *

Admirables los doce conciertos del ARTE DEL VIOLIN de Locatelli, más virtuosismo que sentimiento. Yo les opondría un arte de la quena no escrito pero si escuchado en mis correrías altiplánicas. Arte aparentemente simple, elemental, transido de emoción terruñera, me nostalgia y lejanía, saturado de la melancolía del paisaje ancestral y de la tristeza de la raza andina. Los actuales tocadores de quena ignoran sus maravillosas posibilidades; es el indio de la soledad, de las alturas, el que sabe extraerle sus melodías recónditas. Aires escuché de sus labios que fingían haber volado del dolor beethoveniano o de la gracia schubertiana. La quena, la mejor compañera del aimára, su confidente y fiel receptora de emociones, es la música de la tierra que el aire andino expande y transfigura.

Jamás instrumento más sencillo transmitió reinos del sentir con mayor patetismo y

espiritualidad. La quena solloza y ríe, danza y canta, evoca triunfos delirantes y contrastes penumbrosos. Es magia viva. Sacude.

* * *

Cuanto más analizamos las doctrinas evolucionistas — ese condenado Darwin que vulneró la fe en lo divino — y su teoría central haciéndonos descender de un primate. Cuanto más la enfermedad y los quebrantos de la edad avanzada debilitan la conciencia. Cuanto más las investigaciones de paleontólogos, geólogos, arqueólogos y antropólogos nos llevan al reino de la simple materialidad. Cuanto más ciencia y técnica reducen todo a fenómenos físicos y químicos, llegamos a pensar que el espíritu es sólo una secreción del cerebro y éste una parte del organismo vivo que se extingue cuando el cuerpo humano deja de existir.

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Para materialistas y evolucionistas no hay esperanza. La vida individual es una vez y

fugazmente. Cuerpo y espíritu son formas de la animalidad única explicación del ser. Los idealistas pensamos de otro modo. Cuerpo y espíritu son fenómenos distintos aunque

en apariencia actúen y se interpenetren solidarios. Ignoramos cómo el espíritu se inserta en el cuerpo y cómo escapa cuando éste perece, pero si deducimos que memoria, entendimiento, voluntad, genio creador no pueden ser ni son florescencias de la animalidad. La gracia divina insufla el espíritu en el cuerpo — y no en todos los cuerpos — y les otorga el derecho de perfeccionamiento. Es la fuerza misteriosa que desvanece la materia ante el pasmo de los físicos, la energía incomprensible que mueve el sol y las estrellas. El espíritu: lo impalpable, lo invisible, lo indefinible pero al cabo el impulso que nos hace hombres forjadores de verdades, funciones y valores.

Un instinto secreto, mejor dicho un saber intuitivo nos dice que nada perece, todo se

transforma y que el espíritu emanación de Dios debe cumplir más altos fines más allá del tránsito terrestre. La tierra su morada, los animales sus antecesores en el tiempo culminan el milagro de la creación en la criatura humana llamada por designio divino a superar el sentido de la tierra y las limitaciones de la animalidad. Ese destino superior no termina en el esqueleto.

No sabemos cómo ni hacia dónde escapa el espíritu cuando perece el cuerpo; pero

escapa... Esa cosa sutil maravillosa, inasible que llamamos también el alma ¿cómo podría reducirse

a una simple y limitativa función orgánica? La naturaleza es más que lo visible y entendible; ese “más” es el espíritu. No, no terminan las almas con el despojo carnal. El cerebro es la cárcel del espíritu, no su

sepultura. Esa fuerza viva que te sostiene, te enciende de entusiasmo ante las maravillas de la

existencia, te permite luchar contra el mal y la adversidad y te proyecta al Más Allá: eso es el Espíritu, fruto no de la bestialidad sino de la angelidad del hombre.

* * *

Destino, dios implacable que nos desvía del camino.

* * * Saharhatha: las semillas están germinando. Espera.

* * *

Un día, escuchando el llamado de la montaña partí a su encuentro: era un cono distante alejado de caminos y gentes. Después de varias horas de marcha llegué a su falda y comencé a treparlo. A mitad del ascenso me senté en un repecho del monte y me puse a pensar que seria de la belleza salvaje del paisaje si no pudiera ser comunicada. La experiencia de uno solo y para uno solo es una cruel limitación. ¿De qué sirven una inteligencia, una sensibilidad poderosas, el mucho saber, ser joven, sano, enérgico, osado, poseer el don de simpatía y expresión si no tenemos a quien transmitir nuestras impresiones?

El hombre es, precisamente, la facultad de comunicación. Transmitir a otros lo vivido, lo sentido, lo pensado: he aquí la magia del ser humano.

Hacer conocer lo experimentado, encender con el propio lenguaje el entusiasmo de los demás. Crear mundos con palabras que a su vez darán origen a nuevos mundos de comprensión. ¿No es un don celeste?

Si pintor, músico o poeta pudiera reflejar el hechizo cósmico del panorama avizorado

desde el pináculo rocoso; si con solo imágenes verbales alcanzara a dibujar para ojos ajenos el encanto múltiple y variado de este paisaje, me sentiría transportado al magisterio de supremo de la palabra que re-crea el mundo y lo anima de un extraordinario dinamismo.

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No sé si fué el sol ardiente de la tarde invernal, el viento celoso que me azotaba el rostro,

la circunstancia de hallarme aislado, lejos de personas y animales —no se veía cruzar ni un ave—o simplemente un impulso interior, pero de pronto sentí el escalofrío de la soledad, de la absoluta soledad pues no había ni el menor punto vivo de referencia — hombre ni animal— como para sentirse integrado al mundo comunicable de los seres animados.

Díme a imaginar lo que sería hallarse solo, absolutamente solo aunque fuese en el paraje

más bello del mundo, sin tener con quien abrir diálogo, en perpetua mudez, abolido el uso del lenguaje, cerrado el individuo en si mismo en ideas e impresiones y sin poder capturar las de los otros. Dado el caso la personalidad se esfumaría no habiendo a quien transferir sensaciones o pensamientos, no dejarla de ser espíritu transmisor y receptivo. Si nadie nos escucha, si nadie nos habla ¿para qué venimos al mundo?

Podemos permanecer instantes, horas, algunos con poderoso esfuerza de voluntad hasta

días lejos de contacto humano o animal, pero la soledad permanente, absoluta — más sentida cuanto más vivaz la inteligencia — debe ser algo realmente espantoso.

Las torturas tormentos soñados por el Dante empalidecen frente al pavor del vacío lingual,

que equivale a la profunda oscuridad. Si el sol de la comunicación no alumbra ya ¿qué pueden importar mundo y persona?

La absoluta soledad es el infierno.

* * *

Las tres "Pasiones" de Bach, una cuarta de Telemann, el "Mesías" handeliano y la "Missa Solemnis" de Beethoven forman el hexágono radiante de la música religiosa. Sólo lo alcanzan Palestrina, Monteverdi y los cantos gregorianos.

* * *

Olvidaba agregar "Las Siete Ultimas Palabras de Cristo" de Haydn, los "Requiem” de Mozart, Brahms, Fauré y Dvorak y algunos preludios del ”Clavecín Bien Temperado de hondura metafísica. Las "Misas” de Haydn y de Schubert también.

* * *

Tres obras de grandeza y belleza excepcionales: el “Magnificat" y la “Misa de Gloria” de Vivaldi y la Cantata” N° 51 de Bach impar; pero hay que escucharla cantada por la soprano Teresa Stich Randall; otras interpretaciones son inferiores.

* * *

De pronto asoma un rostro feo, repulsivo: crees estar en las puertas del averno. Aparece una cara hermosa, radiante: te imaginas pisar el umbral del paraíso.

* * *

La Montaña dice al Hombre: — Sé fuerte, endurécete, eleva mente y corazón a las estrellas. El Hombre responde a la Montaña: — Soy débil, frágil, efímero... ¿Cómo podría alcanzar la eternidad de la montaña? La Gran Madre replica: — Busca lo eterno en lo fugaz. El que profundiza se exalta. Hazte fuerte obrando,

soñando, inquietándote. Vive.

* * * Sin familia, sin amigos, sin vínculos sociales ni intelectuales vivía sólo, marginado del acontecer cotidiano. Modesto dependiente de una librería había envejecido en el oficio. Durante muchos años se prestaba libros de toda índole que después de leer y tratar cuidadosamente

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devolvía cada mañana al estante respectivo. Parecía ser su única distracción pero todos ignoraban su copiosa vida interior: componía versos, cuentos, dramas, novelas, ensayos, prosa poética de maravillosa factura que sólo él conocía.

Al cumplir el medio siglo se le despertó la ambición de divulgar sus creaciones que podían

rivalizar en hondura de pensamiento, en perfección de forma y en belleza de estilo con las mejores composiciones de los clásicos, de los dramaturgos inmortales, de los románticos alemanes, de los poetas persas de los más exquisitos narradores de todos los tiempos.

— Los libros de este autor desconocido —dijo el Ángel de la Buena Muerte pueden

medirse con las más sobresalientes creaciones del ingenio humano: fueron inspirados por Dios. Pero el que debió ser famoso autor siguió ignorado porque no encontró crítico ni editor

que leyera sus escritos, dado el aislamiento en el cual vivía. El portentoso escritor envejeció y murió sin haber visto publicadas sus obras. El mundo

las ignoró definitivamente. Lo sepultaron manos piadosas y los textos inéditos de belleza indecible se extraviaron

para siempre. El Genio de la Literatura se rebeló contra tan cruel destino: — No puede ser, no puede ser — profirió — ¿cómo perderse tanta sabiduría y belleza

cuanta? El Ser Celeste no se inmutó. Y repuso: — No se perderán. Las ideas, las imágenes, los hallazgos de belleza encontrados por el

autor desconocido fueron restituídos al emporio del pensamiento universal inédito. Reaparecerán en un tiempo futuro bajo el numen de diversos creadores.

— Pero el escritor ignorado — porfió el Genio de la Literatura — ¿qué recompensa tendrá

para sus fatigas y desvelos? El Ángel de la Buena Muerte sonreía al contestar: — Cada vez que el escritor ignorado tuvo un pensamiento profundo, halló una imagen

hermosa, o terminó un relato o un poema seductores tuvo su recompensa en el éxtasis de la revelación alcanzada.

— ¿Y la paternidad de sus obras se perderá para siempre? — Si Dios la conoce ¿qué importa que la ignore el mundo? Y el escritor desconocido entró al país de los bienaventurados de las letras seguido por el

cortejo de sus libros inéditos que brillaban como estrellas en la noche misteriosa del pensamiento universal.

* * * La Muy Amada no perece nunca. Visible o invisible está siempre a tu lado como astro

inextinguible. Sientes su mirada benéfica, su sonrisa suave, su voz melodiosa, su mano guiadora. Nunca te abandona. Te fué destinada y la verás radiosa en esta vida y en la otra.

* * * El hombre, criatura tardía en la Creación, es el espejo del Universo pero no puede

abarcarlo ni comprenderlo todo. Creer como sostuvo el obispo Berkeley en su idealismo subjetivo que el mundo sólo existe en nuestra mente, es hijo exclusivo del pensamiento, es una audacia desmedida. "No existe en el mundo — Afirma — una cosa que pueda llamarse substancia material; todo existe sólo en la substancia pensante.”

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Verdad que no existe nada sensible fuera del espíritu, mas la inteligencia aunque todo puede intuirlo no abarca toda realidad que le es extrínseca.

Aunque sólo el ser vivo le dé representación ideal, la materia no cesa de existir cuando el

hombre deja de existir. Sigue siendo por sí misma. No es nada fuera de la mente que la concibe y la refleja: sigue siendo, aun apartada de ella.

El mundo material existirá siempre aunque desaparezca el último hombre, sólo que en tal

caso nadie podrá verlo, sentirlo ni capturarlo. Espíritu y materia coexisten misteriosamente entrelazados. No pueden negarse. Menos

perder su identidad fundiéndose la una en el otro. Absurda pretensión fuera pensar que el día que sea abolida la especie humana

desaparecería también el mundo sideral con sus galaxias, constelaciones y nubes de estrellas. La idea crea la representación del mundo más no el mundo mismo que existe

independiente de ella. La materia es pues autónoma y soberana. No que le atribuyamos todo pero si su propio

reinado.

* * * Esa piedra estaba ahí, esperándome durante miles de años, acaso millones. Nadie

transitaba el extraño paraje un corte en el lomo circular del cerro que yo había bautizado como el Inaccesible pues trepé a su cima después de muchas tentativas infructuosas. Y ahora, al descender de la cima, en una especie de anillo rocoso que la coronaba divisé la piedra que me miraba fijamente; sí: porque las piedras también miran cuando las contemplamos con amor y avidez de aprehensión.

Allí, brillando al sol, la piedra verduzca fingía un trozo de mármol mas no lo era; mas bien

una mezcla de pizarra y andesita teñida por quien sabe qué rara visita del tiempo, del sol, de las aguas o del viento, de un verde fosforescente que la hacía lucir como una princesa pétrea.

La cogí en mis manos y al punto me transmitió un calor tibio, simpático, que no pude

atribuir al sol porque persistía insinuante bastante rato después de haberla levantado. Pesaría unos dos kilos y su superficie suavemente ondulada se adaptaba dócilmente, cariñosamente al contacto de mis manos como si entre ellas y la recién encontrada hubiera una antigua conoscencia, el reconocimiento de una amistad olvidada.

La piedra despedía una fragancia sutil... Díle muchas vueltas sintiendo que a cada nuevo contacto se acentuaba la comunicación

entre mi piel y sus aristas líticas. Entonces comprendí que ella me hablaba con un lenguaje cifrado que fui entendiendo lentamente. "En mi interior —dijo la Bien Hallada— duerme un material que excede en mucho al mayor diamante en precio. Si me partieras lo extraerías y serías un Creso, pero no lo harás porque a tí no te atrae la riqueza sino la facultad de soñar y fabular."

Y la piedra maravillosa despedía tenues fulgores que yo recogía con ansiedad. Después anunció con tono profético "Ese amigo que te negó su apoyo volverá, ya está

arrepentido, dale una oportunidad y ambos gozarán del reencuentro." Creí estar soñando. ¿Eran ideas que brotaban de mi propia mente o mensajes autónomos

de la piedra? Seguí escuchando: “Sobrevendrá una catástrofe, recoge tu tienda, aléjate de tu morada

por un tiempo." Así lo hice y salvé de la inundación que arrasó mi vivienda.

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Finalmente la Bien Hallada pronosticó: "No desesperes, tu ansiado sueño se convertirá en realidad, pero aun debes conocer días de soledad y desesperanza porque lo grande, lo bello, lo inusitado cuajan entre lágrimas y quebrantos.”

Una extraña intuición hízome presentir que no volvería a ver a la piedra encantada que a

manera de un oráculo fabuloso desplegó en corto tiempo el viaje de mi vida. "Compondrás muchos libros — dijo— tendrás victorias y padecerás caídas, amarás y serás amado por la Reina de las Hadas, te visitarán el dolor de pensar y la gloria de expresar lo vivido e imaginado. Tres hijos de tu carne embellecerán tu vida. Serás exaltado y negado alternativamente. Tendrás destino de hombre y vocación de artista."

Yo tenía, en aquel tiempo, veinte años. Soñaba mil locuras y trepaba cerros empinados.

No imaginaba el futuro porque me sentía más fuerte que el destino. Muchas cosas que me dijo —o sugirió — la piedra verduzca con sus efluvios magnéticos me dejaron perplejo: no captaba bien su mensaje ni el sentido oculto de sus advertencias. Pero mi memoria retuvo —para siempre— estas sentencias:

— "En cuatro partes se dividirá el camino: una de soledad, dos de dicha acompañada la

última otra vez de soledad." — "Servirás y lucharás por tu pueblo, mas no serás comprendido.” — “Una estrella fulgirá ante tus ojos por encima de dolores y decepciones." — "El fiel amor y la noble amistad esmaltarán tus días." —"Tu viaje iniciático será interior: las revelaciones brotarán si sabes buscarlas.

Pensamiento y sentimiento lo dirán todo." — "El hogar, la montaña, los libros, la música, las artes, el paisaje desde el parquecito, la

casa, el rezo necesario y la beatitud de la Muy Amada. Son los signos." De pronto la Bien Hallada comenzó a quemarme las manos y sin que pudiera impedirla

voló hacia una pequeña cavidad del monte la cual se enclavó tomando la apariencia térrea. Dijérase que buscaba mimetizarse para que no dieran con ella perdidas ya su luminosidad verdosa y su fosforescencia mágica.

Regresé al Inaccesible por la vía que sólo yo conozco mas no pude hallar a la piedra

oracular que emitía ideas sin palabras. Ella duerme otra vez su sueño cienmilenario hasta que otro soñador la despierte de su larguísimo letargo.

* * *

Las cordilleras se mueven, no las geológicas sino las humanas. Todo el siglo XX es la lucha de la masa contra el individuo. Ella avanza inexorablemente, él se tiene que replegar a su propia intimidad para defenderse de su invasión poderosa.

El sindicato es el arma de las multitudes, lo que les da personería, su razón de ser. Pero

la dictadura de la muchedumbre excede en poder a la dictadura de un solo hombre. ¡Felices los tiempos en los cuales la masa no estaba organizada! Ahora el número vence de la calidad. Las voces ahogan la voz. La masa pide, impone y

vence. No quiere que nadie alce cabeza, sino que todos se abajen a su oscura dignidad. Triunfante en ciertos países, esclavizada en otros es siempre recelosa, envidiosa,

descontentadiza. Quisiera abolir lo más noble que hay en el hombre: la inteligencia superior y la voluntad que se encumbra por si misma.

La masa pretende anular al conductor. A veces le obedece cuando lo juzga sometido a

sus designios. Se extiende como un manto negro sobre los mejores y anhela sepultarlos en su inmensa extensión devoradora. Es la gran enemiga del talento creador.

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Se mueven las humanas cordilleras... Imposible oponerse a su avance arrollador. Acaso

el varón fuerte deba refugiarse en un bastión de soledad y de silencio para despertar mañana en la resurrección del "yo" que ya se presiente detrás de las moles obtusas que le cierran el camino.

* * *

Los antiguos buscaban y se movían dentro de los grandes conceptos fundamentales: Dios, alma, ser, mundo, cielo, tierra, filosofía, ética, estética, hombre.

Los modernos reptan entre: política, economía, técnica, producir más, ganar más,

divertirse más, ciencia, armamentismo, sociedad. Para aquellos el ansia de saber, para éstos la avidez de poder. Los antiguos perseguían

acrecentar el conocimiento. Los modernos buscan acumular fuerza. Más espirituales los unos, más utilitarios los otros. Se diferencian entre sí como el sujeto de ideas del animal de presa. El griego quiere comprender, el occidental contemporáneo pretende dominar. El hombre que fué quiso descubrir, revelar cosas; el hombre que es intenta deslumbrar, ama el escándalo.

Los antiguos indagaban a Dios. Los modernos se insumen en la Energía.

* * *

Sé de uno que quiere componer algo desmedido, inusitado, deslumbrante. Busca superar a todos y empinarse sobre el mundo. Ser admirado, indiscutido. Y de otro que sólo se afana en su tarea desligado de toda preeminencia. Trabaja por el placer de trabajar. Si: la ambición es necesaria cuando no raya en lo demonial, pero es más noble la acción desinteresada de quien halla en el propio obrar la mejor recompensa. Ascenso es la carrera del hombre, ahondamiento la meta del espíritu.

* * *

Dice el escéptico: juventud = jumentud; sociedad; suciedad. Responde el soñador: juventud = excelsitud; sociedad = solidaridad.

Interrogación: ¿cómo conciliar la fugacidad de la rosa con la eterna vibración de la vida? Admonición: aunque las almas zozobren, aunque las voluntades flaqueen, no abdicarás

de tu dignidad de hombre siempre presto al combate de los días. La forma soberana del vivir, convivir — dice el filósofo. ¿Pero cómo convivir en un tiempo

en que los hombres se exasperan, desconfían y apelan a la violencia sobre la razón? El siglo XX — hombres, gobiernos, pueblos — viven de buscar dinero. Si lo obtienen, lo

malgastan rápidamente; si no lo consiguen transcurren en eterna queja y estrechez. La casa: supremo refugio del espíritu. Por eso la detestan los demagogos partidarios de

las viviendas-cuarteles. Los multifamiliares ¿qué otra cosa son sino la negación de la individualidad?

La imposibilidad mágica del ideal; cuando Kafka dice: "quiero comunicar lo que no puede

comunicarse, quiero expresar lo que no puede expresarse.”

* * * La excitación interior es el pan del espíritu. Los estultos no comprenden que el verdadero

artista saca las estrellas de si mismo para poblar su cielo intelectual. Búsqueda, imaginación: palabras sacras; por ellas alcanzas a rey del universo. Nadie puede arrebatar al soñador el predominio de las revelaciones porque él es oráculo y demiurgo a la vez.

* * *

Concretamente la perfección no existe: es un ideal. Pero existe, si, el camino que lleva a la perfección. Pocos lo recorren largamente, muchos sólo a cortos trechos. La cuadriga de moral, sabiduría, imaginación y voluntad es difícil de guiar. Toda una vida no basta para aprender a

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conducirla. Ni el santo, ni el sabio, ni el héroe ni el gran de artista o el diestro conductor de pueblos alcanzan a seres perfectos. Sólo el Cristo.

* * *

En el tiempo crepuscular crees haber llegado a la cumbre. No por la respuesta que te den crítica y sociedad sino por el juicio inequivocable del Maestro Interior. Después de la gloria del ascenso coronado, ahora hay que emprender el descenso, más peligroso cuanto más alto se subió.

Vida y obra del escritor — artista se desenvuelven por una senda conocida e invisible a la

vez. Todo presentimiento, intuición, magia escondida. Interrogando al Misterio, aguijoneando la Voluntad, cruzaste ríos y cordilleras, interrogaste

oráculos y filosofías. La Vida te enseñó tanto cuanto los libros y la meditación. Padeciste ansiedad de saber y transfiguración en la belleza. Escrutaste el ancestro, escuchaste el llamado de la Montaña pero también te diste a las tareas del moralista y del orientador de opinión. Las visiones del soñador no te impidieron realizar al hombre de acción. Fuiste hacedor y poeta a la vez. ¿No es ésta la cumbre?

No sabes cómo llamar a esta fuerza secreta que terminado un libro te impele a emprender

otro. ¿Inspiración, destino, vocación, designio de lo Alto? Por el pensamiento viviste cien vidas, por la sensibilidad mil emociones. La memoria re-

creadora te aproximó mundos abolidos, la imaginación semillante fecundó tus sueños. Para burlar al monólogo a que te condenaba el ambiente fraguaste criaturas ideales

antagonistas en el diálogo. Nunca estuviste solo, creador de tus preguntas y respuestas. Más en el quehacer trascendental siempre solitario.

Ahora comprendes que amigos y enemigos te fueron igualmente saludables. Y los

obstáculos como imanes reveladores de las victorias esforzadas. Y la tristeza y las dudas compañeras necesarias.

Siempre activo, haciendo cosas, imaginando sueños, ayudando a otros; a pesar de las

graves caídas, las hondas pesadumbres, y los golpes adversos puedes llamarte varón feliz, el que cree en Dios, ama a la Patria y a su Familia; busca la verdad, el bien, la belleza. Ocupado sin tregua la inquietud interior te indujo a descubrir los encantamientos y las sombras del mundo exterior.

Auto-analizarse no es delito, aunque nos equivoquemos en un balance final. Nos dieron

memoria, inteligencia, capacidad razonadora precisamente para poder juzgar lo propio y lo ajeno. Piensa y examina.

Una vida en su total grandeza y complejidad es siempre incógnita, pero las ideas y los

libros brotados de ella la trascienden y la revelan en parte.

* * * Te fué dado llegar a la cumbre. Pagarás un precio por el descenso. ¿Qué importa que hoy

seas negado y desconocido? Un día los coros triunfales del Réquiem de Dvorak exaltarán tu tránsito terrestre.

* * * Del Meister de Goethe al Knecht de Hesse hay grados de perfeccionamiento; el hombre

se ha vuelto como más sabio y reflexivo, el escritor como más refinado y sensible. Goethe enseña y deleita, Hesse profundiza y eleva.

* * *

Trepaba el monte ansioso de llegar a su cima. Puck me seguía jadeante, lengua afuera. Era duro el ascenso. Al doblar un recodo, el perro fiel alzó la mirada angustiosa, me miraba como queriendo hablar. ¿Qué enigmas guarda el mirar del can a veces más expresivo que la palabra más esclarecedora? No le hice caso, seguí avanzando. Puck emitía pequeños ladridos de reproche y cada vez que me detenía para mandarle callar aumentaba la angustia en sus ojos.

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Pensé “éste ve un peligro inexistente." Seguí trepando y repentinamente cambié de dirección desviando la marcha; segundos después el repecho al cual me había encaminado se derrumbaba sin que lo hubiesen pisado mis pies. El soplo del desastre alejado me azotó el rostro. Puck me miró entonces con ojos serenos, radiantes de alegría como consciente de haber sido él quien me alejara del peligro inminente. Cuando salimos de excursión interrogo a la mirada de Puck qué dirección debemos seguir; sus ojos fieles, intuidores, por la angustia o el júbilo siempre señalan la buena ruta. Ve cosas que yo no percibo. Adivina.

* * *

La perfección no existe en el hombre; en la naturaleza — por otro nombre el paisaje— si. Tómese un ejemplo entre mil. Al mucho mirar sucede que nos subyuga el poder plástico y transformador de la naturaleza. "Illimani", en la tarde invernal finge un titán apacible y venerable destacándose sobre el cielo de cobalto y el zócalo de la sierra parda. Sus líneas se enlazan y recortan tan puras, nítidas, perfectas que nos dejan absortos en su contemplación: es una sinfonía de rocas y nieves. No puede ser de otro modo, el gran Nevado lo absorbe todo, henchido de fuerza y de hermosura. Ni el templo griego ni la catedral gótica esconden mayor vibración espiritual. A la escultura térrea sólo le falta hablar. Quedamos largamente cautivos, inmóviles como el monte mismo frente a tan singular portento. Todo el paisaje está como imantado por la montaña poderosa. ¿Es un dios dormido, un guerrero en reposo, un sacerdote del misterio? Cuanto más miramos más admiramos esta belleza trascendida y comunicante que una luz potente reviste de armonía. El hombre diminuto se prosterna ante la grandiosidad del monte insigne que refiere en su forma trapezoidal el origen mítico del pasado geológico. “Illimani” irradia luz, majestad, poderío, hermosura. Es el héroe telúrico jamás vencido y a un tiempo el mago fabricante de trances y raptos extáticos. Mirándolo se ha suspendido el tiempo, se ha transfigurado el paisaje. Nos sentimos criaturas del Ande milenario y enigmático, portadores de la nueva alegría que brota de la sabia contemplación del viejo acontecer. Si sabes mirar, si puedes entender el lenguaje cifrado de la luz y la montaña, "Illimani" vibrará como piedra mágica en tu corazón. Y para siempre.

* * *

¿Y si de pronto las estrellas rompieran el ritmo de su carrera vertiginosa y ordenada, precipitándose unas contra otras en loca ebullición, desencadenando el caos celeste? ¿Y si las cordilleras se derrumbaran como cristales frágiles sepultando sus restos en el abismo oceánico? ¿Y si del fondo de los mares surgieran las nuevas montañas trayendo a la luz la orografía escondida de las aguas profundas? ¿Y si seres elementales, minerales, plantas, animales y seres humanos se transformaran en nuevas formas orgánicas evolucionando hacia estados inéditos insospechados?

Todo pudo suceder pero en un tiempo biológico, geológico y sideral inalcanzable para la

mente humana. La fugaz y diminuta velocidad del hombre no puede medirse con la dilatadísima, morosa, y terrible marcha cósmica. He aquí por qué no podemos comprender la antiquísima edad de la Tierra ni sus transformaciones interminables.

La Creación no es un fenómeno inmutable sujeto a reglas fijas sino un proceso en

perpetuo desarrollo. ¿Quién alcanza lo que fué, lo que es, lo que será en su infinita mudanza y variedad?

Si hay mares que fueron cordilleras y cordilleras que se hundieron en los mares ¿por qué

no podría cambiar también el orden mágico de la maquinaria estelar? Poco sabemos del concierto de las galaxias, de las fuerzas internas que las hacen estallar, de los agujeros negros y blancos del espacio. ¿Por qué pensar que solo la diminuta Tierra y el efímero hombre se transforman, negando al Universo su propio poder de evolución?

¿Que son los soles sino inteligencias en combustión, y qué son las inteligencias sino

soles en fuga? Podemos imaginar mil sucesos cósmicos, diez mil hazañas telúricas, pero jamás

llegaremos a entender la infinita complejidad, el poder de cambio, la vastedad transformable de la naturaleza que ha sido muchas cosas, será muchísimas más sin que se amenguen las revoluciones que la mueven.

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El sueño y la fantasía nos abren las puertas a lo incomprensible, podemos atisbar penas de lejos, de muy lejos, los misterios universales. Por ambos instrumentos nos es dado quebrar el orden regular y concertado que ofrecen la vida, la naturaleza, el ser, para sustituirlo fugazmente por un imaginario trastorno de los fenómenos conocidos. Efímera ilusión: todo vuelve a su real y primitivo estado y el día ahuyentador de sueños y fantasías nos devuelve a la limitada comprensión humana.

Pero los hay que asistieron — anamnesis platónica o revelación iniciática intuitiva — a

diluvios, desplome de cordilleras, surgimiento de continentes de la ácuea inmensidad, y batallas de estrellas y derrotas de constelaciones...

Y es que al poeta — o soñador — fué concedido romper los límites estrechos del cosmos

conocido para invadir las inmensurables extensiones del universo desconocido. El alma mítica es el don que la naturaleza otorga al hombre para convertir lo real en irreal.

Y a la inversa. Y el poder fabulador de la mente es infinito. El secreto es que bordea la locura y hay que

saber evitarla. Sí: todo pudo suceder, todo podría sobrevenir. La memoria en que se hunde en los

tiempos pasados, la imaginación que horada los límites de la materia, el trance intuitivo que en un relampagueo vislumbra los futuros son fuerzas mágicas que refieren el poder transformador del hombre y del mundo. Sapiencia sin confines.

* * * D'Annunzio, gran poeta es demasiado retórico: cansa, abruma. Por ejemplo en su "Libro

Ascético de la Joven Italia” es recargado en exceso, muy oropelesco, fastuoso en abundancia. Su escritura desbordante ofusca y aburre pero tiene relámpagos de sabiduría y de belleza que hacen olvidar su insistente pedrería. Aterradoramente prolífico el épico y el lírico en él se insumen en un mar sin orillas. Bien espigado brinda hallazgos de imágenes felices. Es un preciosista que se embriaga de su propia fecundidad. Mi "Teogonía Andina”, en contraste, es prosa poética sobria y ajustada. Nada excede, nada sobra. Puede competir con la escritura más depurada sin que le falten fuerza y hermosura. El rapsoda del Ande no se pierde en oropeles verbales, se expresa como la montaña en rasgos precisos y cortantes. El itálico deslumbra y fatiga, el boliviano revela y musicaliza.

* * * Duro destino: ausentes los hijos te ves reducido a ti mismo. ¡Y hacen tanta falta la

comprensión y la ternura! * * *

No hay, no puede haber un Dios personal que vele por cada uno, pero si existe el Ángel de la Guarda de la bellísima tradición cristiana. Para los antiguos era el "Daimon”' que habitaba a Sócrates. Los modernos lo llaman el Maestro Interior. Las gentes sencillas dicen simplemente "la conciencia".

Pero es en verdad una presencia aérea, sutil, impalpable, un ser angélico que nos guarda

y nos preserva de todo mal aunque no siempre lo escuchamos. Es el intermediario entre los designios divinos y las torcidas interpretaciones humanas. Muchos lo ignoran, pocos advierten la influencia benéfica de su compañía. Él está, sin

embargo, gozoso y lloroso según nuestras acciones. Es el Ángel de la Anunciación antes de que nazcan los seres. Es el Ángel de la Guarda en todo el curso de sus vidas. Es el Ángel de la Buena Muerte que asiste al perecer de los justos.

Quien cree en él nunca está solo. Ayuda y consuela, reanima e infunde nuevas energías. El mejor consejero. El amigo más leal. Rectifica nuestros errores, ahuyenta los pesares. Portador de la dicha serena exige también rectitud y responsabilidad. Severo ante los extravíos sabe recompensar los aciertos.

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Guarda y guía es la luz que no se apaga jamás. Sólo que pocos advierten los rayos suaves de su brillo. Y en final instancia el Ángel donado a cada cual es el don divino que Dios otorga a los mortales para recordarles su origen celeste.

* * *

¿Cuál puede ser la mayor alegría de este mundo? — El advenimiento de la primera criatura nacida de tu carne y de tu sangre. ¿Y la más triste? — Sepultar a la Muy Amada. Descontando las inevitables perturbaciones del vivir normal, para un padre dichoso los

hijos sólo causan alegrías. Éxtasis en el ardor del mediodía. Estás solo en el parquecito habitual. El sol te penetra

poderosamente. Una brisa ligera te acaricia la faz. Una quena lejana trasfunde su son melancólico en revelación. Gritos, risas de niños a la distancia. Una mariposa — negro y bermellón las alas — se ha posado en el suelo. El ala de la Ausente te ha rozado la frente. Te sientes uno con la misteriosa armonía del paisaje y del instante.

Recuerdos... imaginaciones... ¿Cuáles más lejos y más hondo? Toda evocación es una

vibración interior, todo pensar un renacer. Si la memoria preserva el reinado de las dichas ausentes, imaginar abre las puertas de países desconocidos. Son las dos llaves de la magia mental: siempre inagotables, renovadas siempre. Tanto pensar en los poetas orientales, pero también recogiste las voces abolidas del rapsoda aimára. Recordando, imaginando levantaste de sus ruinas la tremenda arquitectura del pasado andino.

Diálogos con el Maestro Interior. Final sabiduría.

* * *

He aquí, sembrador, ninguna siembra es inútil. La tuya nocturna por no reconocida, fructificará en lontananzas todavía muy distantes...

Los otros no lo ven pero tú divisas el ejército de las gloriosas espigas vencedoras. Cada

una da razón de su combate y su victoria. Trabajando para ti labrabas la grandeza de tu pueblo. Lo indio, lo mestizo, lo transeuropeo trasfundidos en simbiosis armoniosa harán la nueva

raza americana telúrica y espiritual a un tiempo. Los antiguos señores de la teogonía andina cruzarán sangre con los jóvenes profetas

brotados de tu numen creador. Y en verbo de verdad y de belleza anunciarán la Nueva Redentora.

"Saharhatha": ¡levantaos semillas, poneos en pie! El Ande despierta de su sueño de

milenios. Habla de estrellas...

* * * Este era un hombre que se hacía invisible a voluntad. Enlo-que-cía a los estudiantes

primero, después a sus compañeros de oficina, finalmente a las bellas y a los sabios. Nadie podía descifrar el enigma de sus desapariciones y reapariciones súbitas. Sentíase el rey del mundo. ¿Para qué quería él poder y riquezas? Le bastaba ser el amo de la forma que se desvanece y presentifica a voluntad. ¡Cómo se burlaba de los demás regocijándose en su asombro y su pavor! Lo creían un demonio: no lo era, sólo el poseedor de una fuerza misteriosa. Un día excedido en su poder decidió desaparecer para siempre y jamás volvió.

* * *

Diré que existe una clase de escritores que podría llamarse de los "nocturnos".

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Estos habitan la oscuridad de su tiempo en espera de un amanecer que sus ojos no verán, porque fueron reducidos al pequeño renombre local que apenas si traspasa las fronteras.

Los hay que no buscan el encumbramiento social ni el éxito económico; artistas de

vocación sólo quieren ser conocidos, que la fama transmita sus ideas y sus sueños. Purificados por el desinterés persiguen únicamente el amor de los corazones. Toman la literatura como una ascesis del espíritu. Aman, crean, buscan comunicación y ven cerradas muchas puertas que pensaron les serían abiertas.

¿No fueron Novalis, Hölderlin, Kleist, Nerval, Stendhal poco menos que desconocidos en

su época? Ignoraron el universal aprecio, sólo la fama póstuma los visitó. Y es que no se puede ser demasiado fino, sutil, u original sin darse de bruces contra la

estolidez ambiente. ¡Desdichado el escritor nocturno condenado al monólogo interior que sólo la muerte

transformará en coloquio con el mundo! El desdeñado — o el olvidado — tiene conciencia de su valer, compara la calidad de su

obra con otras producciones que bogan en mares de acogida, siendo inferiores en fondo y forma, y no encuentra explicación a esa alteración de los valores que difunde lo vulgar y olvida lo selecto.

¿Qué es en suma el éxito literario sino una confabulación política, diplomacia social,

comercio, propaganda y compadreríos de capilla? ¡Guay del que pretende avanzar solo sin los andadores de logias y grupillos!

El escritor nocturno conoce los abismos de la soledad y del silencio. Devorado por su

tiempo, el otro, el intemporal lo devolverá al flujo universal. El artista diurno, en contraste, conectado con todos los medios de acercamiento personal

y de publicidad, astuto servidor del mal gusto y de las delicuescencias de la escritura de moda, no tarda en alcanzar fama, fortuna y voceríos laudatorios. Pasará, sus libros no se proyectarán al futuro. ¿Mas qué le importa? Lo esencial era disfrutar las granjerías del éxito efímero.

Aquel vive en la penumbra, éste se ahoga en luz. Uno cincela mármoles y bronces, el otro

erige toscas tallas de madera. La fuerza del artista verdadero brota de su sinceridad, de su vivir austero, de su enérgica

concentración interior ajena a los goces de fugaces recompensas. El mundo no conceda al escritor nocturno las alegrías de victorias transitorias: sólo su arte

le confiere el júbilo secreto de sus revelaciones. Conforme avanzan los años el artista severamente consagrado a lo suyo siente cómo se

cierra el anillo de las incomprensiones: cada vez más solitario, más ignorado. Debe revertir sobre sí mismo después de cada búsqueda memorable.

Avanza por la noche, conversa con las estrellas ya que le está casi vedado el

entendimiento con los hombres. ¡Cuán grato seria comunicar a los otros conocimientos adquiridos, relatar historias

portentosas, develar enigmas, transmitir hallazgos, hallar en el coloquio la transverberación del verbo en imágenes!

Todo hombre lleva en sí algo de profeta, de maestro, de esparcidor de ideas y

sentimientos. El artista nocturno construye para el Tiempo, no es escuchado; su profetismo, su magisterio, su saber y su sentir fluyen en sordina.

El es, a la vez, maestro y discípulos.

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Puede el nocturno ser entendido en un principio fugaz para ser negado después. Schelling, ese diamante negro de la filosofía alemana, padeció en vida vacíos e incomprensiones numerosos. Hoy la distancia del sepulcro lo devuelve genial, original revelador, pensador singular y potentísimo, cuyo idealismo trascendental mana verdad y poesía.

¡Cuántos artistas nocturnos contendrá el planeta! Su luz no brilla para todos, a pocos alcanzan los rayos de su fuerza creadora. Escapan al

vulgo y a la crítica menuda. Se diría que sin quererlo ellos mismos se embozan de oscuridad y de misterio.

El presente lo ignora o lo rechaza. Un mañana deslumbrante lo aguarda y restituye a su

verdadera dimensión. Por eso diré que el escritor nocturno no es un elegido de los dioses de la actualidad, sino el recóndito escogido de las Musas que trabajan para el Tiempo.

* * *

He vivido cien vidas, mil años, tal vez muchos más..... Pero esas vidas múltiples, distintas, resultaron incomunicables entre sí: sucedieron simplemente... Y no sé si en verdad fueron vidas completas, días, horas o sólo instantes de percepción debidos al transcurrir vertiginoso del pasar actual, a la lectura o a la imaginación.

Tiempos desvanecidos y épocas por venir acudían a mi mente alternadamente. O bien ocurría que las líneas de un presente prodigioso se multiplicaban incesantemente descubriendo paisajes, sucesos, personas que los demás no percibían.

No es que yo abdicara de mi integridad física y moral: seguía siendo “yo", el "yo” de todos

los días inconfundible, intransferible, sólido, lúcido, permanente, mas al mismo tiempo por un fenómeno incomprensible me desplegaba en desdoblamientos sucesivos que sin interferir en mi individualidad consciente me transportaban a mundos nuevos, ignorados hasta el instante en que los invadía mi inteligencia fabuladora; pero no, no eran experiencias fabuladoras, sino vivencias reales, realísimas las que se operaban en mi interior al captar las innumerables refracciones de soles desconocidos que sólo para mí brillaban.

No sé si en el pasado existieron mentes sibilinas, reevocadoras del pretérito,

multiplicadoras del presente, visionarias de cosas futuras. No sé... Lo que yo percibo, siento y absorbo no es transmisible. Me inclino a pensar que es el terrible mundo científico, tecnificado, descubridor de las maravillas intra-atómicas y de los espacios galácticos, el que ha ensanchado nuestro poder mental hasta límites inconcebibles...

Soy uno, soy muchos, muchísimos aunque sigo siendo uno solamente. Y así como

aparenta infinita la división de la materia, pienso que es interminable la fuerza expansiva del pensamiento para imaginar — o vivir — mundos y personajes a manera de hallazgos o reencuentros inesperados.

Creo que cuando muera no será el simple dejar de existir de una criatura humana, sino el

hundimiento de todo un universo con sus estrellas, sus espacios y velocidades espantables, sus agujeros negros y sus infinitas criaturas cósmicas que a veces encarnan o se presencializan en terrenas circunstancias.

Soy tantos, he sido cuantos... Alabado sea tu poder mente — universo.

* * *

Sí: existen las brujas, los hechiceros, los anticristos, pero también los ángeles, las hadas, los fantasmitas. En ciertos casos se manifiestan corpóreos, en otros sólo se intuyen por simpatía simbólica. Pero existen.

Y hay, además, los seres escondidos de la materia inanimada que tocamos o nos tocan

sin verlos. Y unas corrientes mágicas que no se sabe si bajan de las estrellas o ascienden de la oscuridad profunda de la tierra.

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Y es que todo se relaciona, se entrelaza, se comunica con todo, aunque nuestra ínfima capacidad de utilización cerebral sólo capte débiles andas del proceso cósmico.

Nada es inútil, nada mudo, nada ciego. Una infinita vibración sacude a los seres vivos y a

las naturalezas invisibles. Aprende a distinguir lo escrutable de lo inescrutable; ¿o será que todo es discernible aunque sea en forma intuitiva difícil de explicar?

La maravilla de la mente es que jamás detiene su curso interrogatorio, está descubriendo,

aprendiendo siempre. Crea mundos, seres, situaciones; escruta, razona, imagina. Y cuanto más extiende su fuerza expansiva avizora más infinito el universo y más grandioso el hombre. Cosas de Dios.

* * * El amor aproxima, la inteligencia separa.

* * *

Experiencia. La mejor hora para estudiar, comprender y también aguzar la capacidad creadora no es el amanecer, no es la noche, ni siquiera el mediodía. Es a las cuatro o a las cinco de la tarde, sentado en tu escritorio con un libro en las manos ubicado en la sombra. El sol te acaricia el torso y la nuca envolviéndote en una corriente cálida de afectos. Sientes que la inteligencia y la sensibilidad se abren en ángulo extremo, absorbes ávidamente lo que estás leyendo, pero ideas rápidas, agudas acuden a tu cerebro y debes correr a la máquina de escribir para ponerlas en orden. Trabajas gozando la caricia del instante, con breves pausas de paz y de silencio. El sol sigue su influjo benéfico: alienta, envuelve, te convierte en el mágico instrumento de comunicación entre el cosmos y la mente. Penetras al ambiente extasiado de la vida contemplativa que es también acción natural, indeclinable, permanente. En cierto modo tu naturaleza solar ha capturado el hálito invisible, misterioso del Astro Mayor lejano y vigilante.

* * *

No se ha compuesto música más desgarradoramente triste que el adagio "La Malinconia” del cuarteto Op.18 N° 6, y el adagio “molto e mesto” del cuarteto Op.59 N° 1 de Beethoven. En ambos vibra el dolor humano concentrado, alquitarado, captado en su mayor fibra emotiva, con una fuerza de sugestión conmovedora. Los conocí hace 50 años, cuando perdíamos a Beatriz y no sé si por la dolorosa coincidencia o sólo por si mismos constituyen refugios melancólicos cuando la pena me visita. Esos adagios no han sido superados en poder expresivo ni en belleza acústica por música alguna; y es que al hombre de la Novena le fué donado manejar con igual destreza los dos instrumentos del dolor y la alegría. Beethoven, ese mago que transmuta la pesadumbre en celestes armonías. Ese padre de la tristeza encantada que nos hace sentir más hondo y expresar mejor.

* * *

— Has llegado a la cumbre — dijo un amigo — cuando leo tus libros y los mido con otras lecturas advierto cómo te distancias de la literatura común. Sobresales.

Pero el amigo ignora lo que cuesta llegar a la cumbre, toda una vida de esfuerzos, fatiga y

sacrificios. Además la cima es elevada, fría, solitaria. El que se empinó debe expiar su osadía en soledad. Los amigos se reducen, por uno leal brotan cien envidiosos. La crítica enmudece o si se hace presente se va por las ramas y no quiere reconocer el tronco. La topografía intelectual señala lomas y colinas, mas no se atreve a perfilar el contorno ascendente de las cimas. En los pueblos chicos — más que en los grandes — es un delito subir demasiado.

Y no es vanidad ni petulancia recoger el juicio del amigo, pues tú lo sabías: desde la altura se otea mejor el horizonte estético y la perspectiva humana. La cumbre que alcanzaste en tenaz porfía de años y desvelos no será la más excelsa pero es la cúspide de un proceso interior que se objetivó en bellas creaciones. No intentes medirte con las cimas: te basta la tuya. Formas parte de la gran cordillera de las ideas sudamericanas y ésta es la mejor recompensa. Pero esas pirámides de nieve que la enarcan encierran su lección profunda de sabiduría: hay más dolor y desengaños en la victoria que en la derrota literariamente hablando. Y nada es más cierto que aquello que dijo el latino genial al referirse a la pesadumbre de la cumbre.

Negado, silenciado, malcomprendido el escalador de montañas se siente aislado de la

multitud y de las minorías cultas. ¿Por qué se fué tan lejos y tan alto? La masa no perdona, las

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inteligencias reptantes tampoco. Subir, siempre subir, es ley del pensamiento que se purga en la mudez reinante bajo un cielo soledoso.

— Llegaste a la cumbre... Frase terrible y dolorosa, que el escritor como el héroe trágico

sabe que su destino es uno de desgarre y aislamiento.

* * * Contra el pesimismo y el miedo circundantes, la fe en Dios y el optimismo racional que

jamás desmayan. Es posible que llegue la guerra termonuclear y que nadie sobreviva para contarla, pero en tanto no estalle mantener la esperanza de un mundo mejor. El temor envilece, la confianza dignifica. Seamos varones de ánimo levantado.

* * *

El cuerpo humano es la maravilla viva. Nada hay que iguale su multiplicidad de organismos, su complejidad de funciones, su riqueza de ajustes interiores, su delicadeza de aptitudes y variedades. Universal armonía, en ella nada falta, nada deviene excesivo.

De jóvenes lo ignoramos porque funciona admirablemente. En la edad madura

comenzamos a prestarle atención. Por el tiempo crepuscular nos vemos obligados a subsanar los efectos de su declinación.

Por su constitucional estructura y el prodigio de sus funciones es la máquina más

estupenda que produjeron Dios y la Naturaleza. ¿Cómo se inserta el alma en el cuerpo? ¿Viene de afuera, brota de adentro? ¿Es materia

incorpórea, es espíritu fluyente? Puntos que sabiduría alguna pudo resolver. Cuerpo y alma ¿cada cual en su específica identidad, a su manera o dos como uno? El

alma se manifiesta por el cuerpo, éste se espiritualiza a través del alma. Simbiosis perfecta. El nace, crece, alcanza la cima, caduca, perece. Ella despunta con la inteligencia y la sensibilidad, se esclarece por si misma, está siempre en expansión y cuando le falta el auxilio de las tensiones corporales se va, se evade hacia regiones misteriosas que presentimos sin llegar a comprender.

Alma y cuerpo son autónomas aun siendo interdependientes: enigma sin clave. Ella viene

de Dios por sus excelencias, él sufre las tentaciones de Satán por sus apetencias. Y no es menor arcano que materia y espíritu se funden pariguales para conformar el prodigio que llamamos: el Hombre.

* * * LECTOR— No entiendo eso del "modo fantástico”... ¿Quiere decir que todo es invención? ESCRITOR— De ninguna manera. Su mejor definición sería ésta: sobre un fondo verdadero la estrella imaginaria. LECTOR — No pueden coincidir lo real con lo irreal. ESCRITOR — Si enfocas la realidad desde un ángulo distinto al de todos los días, si dejas correr libremente la imaginación con brida audaz y flexible, al cabo ambas se juntan en un horizonte remoto al que se llega con porfía. LECTOR — ¿No se trata de un afán por ser original? ESCRITOR— No es. En el caso la originalidad no brota de un planteamiento inicial previo; va surgiendo insensiblemente de la misma búsqueda creadora. LECTOR — Se trataría de recorrer un camino nuevo distinto a los ya conocidos. ESCRITOR— Exactamente, pero un camino nuevo que se debe ganar con esfuerzo, no simplemente perseguido. LECTOR — Un realismo caprichoso...

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ESCRITOR— No. Más bien realismo mágico donde verdad y fantasía conjugan voluntades. LECTOR — La verdad no es mágica, es concreta. Lo mágico suena a pura irrealidad. ¿Cómo podría fusionarse en perfecta unidad? Yo pienso que una obra es realista o es de ficción, no cabe confundirlas. ¿O será que en el modo fantástico lo inventado aplasta a lo verdadero? ESCRITOR — Lo concreto traduce la verdad. Lo mágico es lo todavía ignorado, lo que no fué descubierto, pensado ni expresado. Si miras bien lo real puede tornarse nuevo, lo imaginario hacerse aprehensible. LECTOR — ¿Entonces personajes, sucesos, toda historia se verían por un lente hasta hoy desconocido? ESCRITOR — Ahora aciertas: lo fantástico es la otra cara de la verdad. LECTOR — Pretender siempre descubrir lo novedoso ¿no es demasiada ambición? Otra tierra, otro mar, otros cielos como trasfondo de personajes y hechos ya conocidos parece misión de taumaturgo, no de escritor. ESCRITOR — El fantasista, sin apartarse de lo real, es un revelador que busca nuevos perfiles en las cosas. LECTOR — El que busca lo escondido. ESCRITOR — Eso es, y lo saca de la sombra a nueva luz. LECTOR — Muchos se burlan de ese predominio de lo inventado sobre lo verídico. ESCRITOR — De tontos y necios está lleno el mundo. LECTOR — ¿No raya, en veces, la invención de locura o fantasía? ESCRITOR — Es el peligro de toda aventura. Pero también puede desembocar en mensaje inédito y en interpretación feliz. LECTOR — ¿Se trata de una nueva forma literaria? ESCRITOR — Al contrario: es tan vieja como el mundo. Existió siempre bajo otros nombres, en distintas circunstancias, con diversas formas. Poetas y soñadores, narradores e historiadores hasta filósofos como Pitágoras y Schelling la cortejaron. LECTOR — ¿Entonces tu has re-descubierto, como muchos, la supuesta novedad de antiguos mitos? ESCRITOR — En cierto modo si. El narrador veraz transmite la realidad fielmente; el fantasista la transfigura y la devuelve bajo un nuevo ropaje iluminado. LECTOR — Una pregunta: ¿qué diferencia existe entre una biografía histórica y otra al modo fantástico? ESCRITOR — La misma que la distancia existente entre una senda conocida y el puente que nos conducirá al camino ansiado por conocer. LECTOR — ¿Te juzgas, para este tiempo el inventor de este modo de escribir? ESCRITOR — Diré mas bien que él me inventó a mí. LECTOR — Finalmente: ¿Piensas que aguzando la imaginación el mundo se torna como más hermoso y sugeridor?

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ESCRITOR — Pienso que el modo fantástico transmite la belleza de una nueva idealidad a las cosas. LECTOR — Eres incorregible, exagerando siempre... ESCRITOR — Cada cual habita la morada que se busca. Soñar, imaginar ¿no es como re-crear mundos? El modo fantástico, a la manera novaliana, es una sacralización de la voluntad.

* * *. El poderosísimo Sultán podía estar contento: tenía dominados los reinos circunvecinos,

en su serrallo habitaban las mujeres más hermosas, amigos y parientes, dóciles, no se atrevían a levantar la mirada en su presencia, sus riquezas variadísimas no se podían contar. Amaba a su esposa la bella y buena Leonarella y a sus tres tiernos infantes. Su fama resonaba en todo el ámbito oriental como el más temible y sabio de los monarcas.

Súbitamente el Sultán cambió de ánimo, al entusiasmo que le hiciera emprender grandes

proezas, sucedió el fino velo de la melancolía: ni la música, ni las danzas, ni los poemas de Hafiz, ni las veladas con los amigos, ni emprender nuevas conquistas (era tan inmenso ya el imperio), ni objeto alguno por precioso y raro que fuera encantaba sus ojos.

Dignatarios y cortesanos se esforzaban en presentarle nuevos juegos, inventaban sutiles

distracciones pero el Soberano se mostraba indiferente, nada parecía cautivar su mente. Y una noche serena cuando la luna niquelaba el paisaje, el poderosísimo Sultán dijo a su

halcón favorito: — Lo tengo todo, lo puedo todo... Los deseos huyeron de mi alma. La verdad es que sufro

un exceso de poder: me aburro...

* * *. Al optimismo racional y a la armonía preestablecida de Leibnitz, hoy habría que oponerles

un pesimismo radical y la discordia como fuente de vida. Ni el pensador más equilibrado puede negar esta ola de terror y de confusión que anega al mundo. Y no obstante la fe, el entusiasmo, la esperanza nos repiten: todo volverá a su cauce.

* * * Te irás sin haber conocido el "Mantic-Uttayr"de Farid-Uddin- Attar, el “Sha-Nameh” de

Ferdusi, “Las preguntas del Rey Millinda” recopiladas por los monjes de Ceilán, las novelas de Juan Pablo Richter (Jean Paul) y tantas otras maravillas sólo nombradas que no llegaron a tus manos. ¿Para bien, para mal? Quién sabe si los mundos que no entregan su secreto son mejores o peores que los ya conocidos? La curiosidad insatisfecha del eterno buscador, el deseo no logrado, la persecución que no llega a su meta acaso conceden un supravalor a la vida. ¡Dichoso el que tiene horizontes lejanos hacia los cuales encaminar su inquietud! ¿Qué aconsejarías buscar a los soñadores reflexivos? Tal vez "Los Discípulos de Sais" y el "Enrique de Ofterdingen” de Novalis, la "Pentesilea” de Kleist, el "Empédocles" y el "Hyperion” de Hölderlin, el "Fausto" goethiano, "La Tempestad" shakespiriana, la filosofía de Schelling, los "Diálogos'" platónicos, la "Commedia” del Dante, el "Quijote” de Cervantes, la "Carta al Greco" de Katzanzaki, el "Anillo de Abalorios" de Hesse, las novelas de Gerardo de Nerval, "La tía Bela" de Balzac, los versos de Keats y de Shelley , “Los hermanos Karamazov” de Dostoiewski, "Guerra y Paz" de Tolstoy, dramas de Ibsen, "La lucha con el Demonio" de Zweig, el "Goethe" de Ludwig, “La Montaña Mágica" de Thomas Mann, páginas de Unamuno y de Azorin, versos de Franz Tamayo, las tragedias de Esquilo, Sofocles y Eurípides y La Biblia. He aquí sólo una parcela de lirios y jazmines en el frondoso jardín de la literatura. Hay tanto, tantísimo para leer y meditar que una lista mínima siempre seria incompleta. La lectura es el placer de los dioses, ellos leen en el Libro del Destino y en el Alfabeto de las Estrellas. Nosotros mortales, recibimos el pan divino de la escritura no alimento de masas sino manjar de los escogidos.

* * *

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Olvídate del tiempo, ignora las premuras del espacio. Que nada turbe la paz de tu alma ni el sereno discurrir de tu mente. El mundo entra en quietud, sumérgete en sus ondas de ventura. Desasido de la voraz ambición y de la febril inquietud comparte la espléndida armonía de la naturaleza. Deja que los minutos fluyan misteriosamente...

Hay un instante — ¿o son varios? — en que hombre y cosmos coinciden gozosos. Sabe

aprovecharlos. El canto de un pajarillo dice más que una melodía de Schubert. El sol enciende tu piel de

júbilos táctiles. La brisa es pura y suave. Los altos árboles te transmiten el mensaje inmóvil de su reposo inalterable. Hay un rumor de voces lejanas que se pierden a la distancia. Estás solo y estás numerosamente acompañado.

Sientes que Dios puso su mano en todo y que todo pide contacto y comunicación. Hablan

seres y cosas con lengua muda. Conoces la dicha secreta que descifra los enigmas aunque no puedas expresarla.

Criatura bienaventurada: absorbe y sueña...

* * *

El goce de la escritura radica en su propio desenvolvimiento. Voces acuden de remotas lejanías, voces llegan de cercanas presencias. Expresas lo que transmiten muchos. No envanecerse narrador de impresiones: las palabras te son donadas por la concurrencia de los espíritus. Como el imán atraes, aferras.

* * *

La "Cantata a la muerte del Emperador José II" no ha sido aun bien analizada en su compleja estructura acústica ni en su grandeza estética y filosófica; y es que Beethoven nunca termina de entregar los tesoros de su universo sonoro. Lo mismo sucede con determinadas "Cantatas" de Bach y las "Misas” de Schubert y Vivaldi, orbes inabarcables al primer contacto que exigen amor, frecuentación y oído ejercitado para su plena revelación.

* * *

Las siembras del periodismo y la política no cuentan: fueron el deber de cada día, la entrega a la ética civil. Sólo deseas que se rescate la sembradura de las 77 búsquedas que llegaran al libro. "Sahar-Hatha": levantaos semillas, poneos en pie! Nada se pierde de la escritura cuando es fidedigna y lumbre de vocación. Tu huella quedará, sembrador, y tus granos alimentarán otros tiempos, otras ideas, otros ingenios. No desconfiar.

* * *

¿Existe la inspiración flujo magnético que llega cuando él quiere llegar y no a tu voluntad; o es la tenaz porfía de la mente la que provoca los pensamientos? Mitad y mitad. El artista sabe que es alternativamente, amo y juguete de su deseo. Quien busca, encuentra. Pero no siempre el buscador queda satisfecho porque a veces la inspiración o la porfía no hallan asidero; entonces al anhelo sucede el desencanto. Sí: el Ángel y las Musas existen sólo que son invisibles. Nadie sabe cuándo y cómo nos visitan. Están aquí, cerca o lejos, aguardando el llamado veraz que excite su respuesta.

* * *

Los antiguos no conocían ni el uno por ciento del mundo estudiado por sus pensadores. Los modernos no alcanzamos ni el uno por mil de la vida escrutada por los sabios. Descontando el universo sideral que sólo investigan físicos, matemáticos y astrónomos, aun quedan la extensión, profundidad y variedad abisales del macro y del microcosmos terrenales.

Se sabe tanto no por todos sino en saberes individuales especializados que la mente

vacila ante la infinitud de los conocimientos. Ya no es posible el Hombre-Goethe abarcando la generalidad de los fenómenos. El Hombre-Atómico vive confinado en la órbita de su especialización. Es muchísimo más lo que ignora que aquello que conoce. Nadie puede abarcar la monstruosa multiplicidad de lo que vive.

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¿Es acaso el terrible despliegue de la mente arrancando sus secretos a la naturaleza y transformándola a su capricho el signo de un cercano aniquilamiento? Se diría que Dios — o los Magos para los no creyentes — han decretado que el exceso de poder, el laberinto de las inteligencias conduzcan al perecer. El árbol de la ciencia del Bien y del Mal no es un mito más una flagrante realidad: a mayor saber mayor dolor, a poder más inmenso más peligro de explosión.

Todo indica y augura que habiendo traspuesto los límites de un conocimiento racional, el

hombre está cavando su sepultura con sus propias manos y su propia mente. Es como si Dios dijera: "¡Basta ya, de aquí no pasarás." Y la guerra termo-nuclear más posible que improbable sería el vehículo para una nueva destrucción del mundo y su consiguiente re-nacimiento desde una ignorancia inicial.

* * *

Creyó que era un sueño pero no, no era un sueño. De pronto la montaña se transformó en una grandiosa escalinata sin fin que se tendía, se tendía hacia un horizonte remontado hasta perderse en una lejanía ascendente.

Con paso trémulo pisó el tramo inicial de la escalinata y empezó a subirla lentamente.

Conforme avanzaba el paisaje, en ambos flancos, le entregaba visiones laterales encantadoras pero él no se dejó engañar: nada importaban los sucesos que lo flanqueaban, sólo anhelaba recorrer hasta el fin la inmensa escalinata y descubrir el secreto de su ascenso: ¿dónde llevaba, cuál el enigma de su presencia poderosa?

Subía, subía, subía... No sentía hambre, sed ni fatiga. Sus músculos elásticos, flexibles

respondían maravillosamente. Habría trepado centenares, acaso millares de escalones y el ascenso parecía no tener término. Subía, subía sin descanso y sin deseos de detenerse. Al contacto de sus pies con la escalinata cobraba renovadas energías que lo impulsaban siempre a seguir subiendo. De los flancos se sucedían las visiones subyugadoras y luego unas músicas que despertaban ansias dormidas en el corazón.

Pero él no se dejó fascinar por visiones ni por melodías deliciosas. Siguió impertérrito su

marcha, escalón tras escalón advirtiendo que el graderío estaba recubierto por un extensísimo alfombrado a la o manera de un tapiz persa continuo de admirable cromatismo.

Una extraña alegría se apoderó de su alma como si un guía invisible le hubiese revelado

que al término de su andadura hallaría el arcano de la felicidad: ¡supremo trance, conocer el misterio del contentamiento inacabable, convertirse en el ser extraordinario de la eterna juventud en la imperecedera beatitud!

Seguía el dichoso ascenso pero de súbito el cielo ennegreció, resonaron los primeros

truenos, cayó una fuerte lluvia y rayos y relámpagos se cruzaban de todos los ángulos en un incendio carmesí. El no se dejó amedrentar prosiguiendo impávido su ascenso. Sorprendido advirtió que ni su persona ni la escalinata sufrían los embates de la tempestad. Era como si las fuerzas desbocadas de la naturaleza hubieran abierto un ancho cauce en su seno para dejar pasar a la escala y al escalador.

Cesó la tormenta y el paisaje recuperó su primitivo esplendor. El buscador siguió

elevándose por la hermosa escalinata que ahora fingía poseer un alma acogedora que incitaba: — ¡Sube, sube, no te detengas! La dicha te aguarda. El trepador de montañas obedecía a esa voz insinuante. Prosiguió el ascenso venturoso. Todo continuaba dentro de una inmutable armonía: ansioso el escalador, siempre

prometedora la escalinata. Y el horizonte remontado henchido de futuros deliquios... Entonces el buscador fué acometido por la ansiedad anticipatoria: ¿qué hay al término de

este trepar sin pausa, qué me espera, qué hallaré victoria o frustración? Y una voz sin palabras le respondió:

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— Has quebrado la continuidad del ascenso. Tu impaciencia impedirá que levantes el velo del misterio.

Arrepentido pidió ser disculpado: reanudaría su ascenso sin preguntar, sin fatiga, sin

ansiedad de conocer. Pero ya era tarde. Bruscamente la escalinata se cortó en un tajo formidable y el buscador

se vió precipitado en el abismo tenebroso de la negrura que no conoce fin. Caía, caía irremediablemente... Por que todo iniciado puede emprender la subida por la escalinata prodigiosa, mas a

ninguno fué concedido anticiparse a las claves del Destino. Y el que pregunta encuentra, el que persiste llega, el que confía en su búsqueda la termina. Pero eso sucede en una segunda vida que mortal alguno conoció en esta primera que nos arrastra y nos ciñe con los velos del enigma.

* * *

— Me siento terminado, ya nada tengo que decir. — Es un error. En tanto alienten mente y corazón siempre habrá algo por comunicar a los

demás. — ¿Conoces la fatiga del que mucho realizó? — Acaso no, pero si el deber de expresarme sin descanso. — Los temas se agotan, la inspiración también. — Sácalos de su cueva y ella llegará. — Cesó la ambición de ser entendido y admirado. — Entonces con pureza de alma, desinteresadamente, sigue produciendo y expresando:

tu destino. — Dices bien: aun en el crepúsculo debe dejarse escuchar la música de las palabras.

Ahuyentaré el cansancio. — Obrero de la escritura, cava, cava más hondo...

* * *

El sexteto más profundo y armonioso de la lírica universal es de origen persa: Ferdusi, Nizami, Attar, Khayyam, Saadi, Hafiz. Templaron cuerdas que poeta alguno volvió a pulsar. En sus versos verdad y sentimiento se entrelazan como al fulgor del relámpago: siempre rápidos y trémulos. Son los sacerdotes del Misterio.

* * *

Tropiezo con un pensamiento maravilloso de Novalis: "Mi Bien-Amada es la abreviación del universo; el universo la prolongación de mi Bien-Amada. "Nunca se hermanaron mejor el enigma del mundo con la gracia del amor. Pocos alcanzan la dicha suprema de transfigurar los reinos de lo visible en la invisible adoración del ideal hecho mujer. ELLA, la Única, es la clave primordial.

* * * Esparce luz, confianza y alegría por donde va. Por su voz cálida y vibrante todo adquiere

nuevo sentido, halla su explicación. Para ella no hay imposibles ni instantes oscuros: es el Hada de la Buena Suerte, beatifica toda la que toca. Ejerce el magisterio de la amistad sin desmayo y sabe infundir contentamiento sin pausa. Conoce todos los registras de la simpatía y de la comprensión. Activa, entusiasta, optimista conoce el arte de transformar lo cotidiano en maravilloso. Su ingenio y su sonrisa convierten lo baladí en importante. Es la Maga del Instante que torna el tiempo venturoso y el espacio rico de beatitud. La portadora del júbilo que enciende y

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comunica. Junto a ella los minutos felices, las horas inolvidables. Nos acerca a Dios y nos reconcilia con el mundo. Se nombra Sonia y es la mejor de las hijas.

* * *

En cierto sentido y en determinados momentos la vida del hombre viejo se parece al cautiverio de una pantera que recorre de un extremo al otro su jaula sin parar su andar. Los barrotes del hombre viejo son los médicos, los medicamentos, los achaques, las molestias, las deficiencias orgánicas, las limitaciones biológicas, ese cúmulo de pequeños incidentes que le impiden moverse con la libertad y ligereza de la juventud. El cuerpo que antes nada pedía ahora exige mimos y cuidados. Y el envejecido, como la pantera, tiene que volver sobre lo mismo y lo mismo en ritmo sin fin.

* * *

Gran pretexto de envidiosos y menguados para no emitir juicio sobre un libro: no domino la materia, no conozco al personaje, me siento impreparado para juzgar esta obra espléndida. Tema y personaje hacen una laguna en mi formación intelectual, por consiguiente debo enmudecer.

* * *

Mi "BOLIVAR” navega, navega... no llega a puerto. ¿Será bueno, será malo? Algunas de mis obras tuvieron la virtud de no llegar al grueso público y de silenciar a los críticos capacitados. A veces creo, a veces dudo... ¿Verdaderamente he creado escritos perdurables, o se trata de espejismos de la vocación? He leído tanto, conocí los mayores y mejores registros de la literatura universal, me siento autorizado para medir el propio quehacer con los ajenos. No, no debo desconfiar: justamente por ser distinto a los centenares de imágenes ya proyectadas, el héroe que yo perfilo brotado de treinta años de meditaciones, es fidedigno y re-creación a la vez. Podrá gustar o no gustar: pero está ahí como una montaña de luz y de verdad. He sentido a Bolívar próximo y actual, como si hubiera sido su contemporáneo, lo traigo a la comprensión de los demás, siempre nuevo y aleccionador venciendo el abismo de doscientos años. Claro que no se trata del héroe de historiadores, biógrafos ni investigadores sesudos. Mi personaje prometeico, poético, multifacetado abre campo a nuevas interpretaciones; acaso pertenece más a la leyenda que a la historia. Como sucede con “mi" Delhez "mi" Tamayo "mi” Barrientos Ortuño “mi" Bolívar brota de una penumbra que alcanzan psicólogos y soñadores. Veo al Libertador, converso con él, atravieso su época y sus contemporáneos, penetro el sentido de sus pensamientos, me ofusco en el deslumbramiento de sus batallas, participo en sus grandes creaciones ideales; ¿para qué más? Sentirse contemporáneo de Bolívar es don reservado a pocos. ¿Habré sido uno de sus generales desconocidos, un amigo fiel, el confidente invisible, el sentidor tardío de su genio inmortal? No pido fama ni recompensas: me basta, rompiendo la barrera del tiempo, haberme acercado al Bolívar de carne y hueso, de alma y voluntad, de sueños y proezas devolviéndolo, una vez más, a la comprensión mágica y poética de los americanos.

* * *

No es soberbia, no es necedad, mas llega un tiempo en que el escritor, seguro de su destino y de su arte, puede desdeñar elogios y ataques: nada vulnera su interior confianza.

Silencio y soledad rondan en torno. No importa, también la cumbre es triste y solitaria. Una sonata de Vivaldi no es para todos. Ni tu escritura.

* * *

Thunupa sembrador del Bien, Sariri buen caminante, Nayjama el Buscador, Pachakuti moralista y reformador, Maestro del Ande poeta y revelador, Mateo soñador: lo que sembrasteis os fué devuelto.

Esparcisteis amor, honor, fervor. Y actividad, solidaridad, creatividad. A Dios, Patria y

Familia: consagración. A la escritura y a la meditación: hallazgos numerosos. Fuisteis constantes en la persecución del Misterio, en la transfiguración poética de la realidad, en la interpretación de los mitos telúricos y el sentido de la Tierra. Vuestra filosofía fué una de Verdad, Belleza, Moralidad, Nobleza. Os llamo mensajeros del Ideal, ángeles del Ensueño, encantadores del sentimiento.

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Nada puede alterar la sólita armonía de creador y criaturas, buscándose se encontraron... Cerca ya del término de la terrena andadura os digo; todo estuvo bien: penas y alegrías,

ascensos y cardas, fatigas y regocijos. El círculo maravilloso de la vida recreada en arte se va cerrando dócilmente. Nada sobra, nada falta. Todo estuvo bien.

La sombra sagrada de la Muy Amada se proyecta a lo largo del camino recorrido. Los

hijos de la sangre prosperan nobles y sencillos. Los otros, los de la mente, se multiplican venturosos. La Niña de la Estrella brilla en el cielo del recuerdo... ¿Qué más se puede pedir?

No obstante los quebrantos y desventuras de la patria real, la otra, la que vosotros

forjasteis, la patria ideal, seguirá creciendo en el Tiempo, siempre lúcida y fragante. Ansia de saber, inquietud de hacer, sed de levantar templos ideales: todo fué uno. Me

ayudasteis a transcurrir artista y artesano. Os debo dicha y sufrimiento a la par pues no hay victoria sin esfuerzo ni nacimiento sin dolor. En el diálogo con vosotros me hice soñador y escultor.

Del arte de amar los libros y gozar la música hice vehículo de comprensión. Ellos me

enseñaron a llegar a vuestras moradas y captar la celestía del mensaje interior. Del sentimiento nacisteis criaturas ideales y en la entrega al bien ajeno se entrelazan

vuestro destino y el mío. No del enclaustre egoísta brotasteis sino de la conducta humana y generosa, primero el hombre, luego el artista, finalmente los arquetipos de luz y de belleza.

Como la estatua surge del mármol informe vosotros amanecisteis de la Montaña inmóvil.

Después la pasión de crear hizo su obra. Amigos sin fractura, maestros de ansiedad. Os entregué mi ardiente juventud, me

devolvisteis la sabia madurez. No tengo queja: todo fue necesario, inevitable. Padecí por la política, por los apuros

económicos, por el desgarramiento de perder seres amados, por la infidelidad de unos y la envidia de otros. De vosotros aprendí fortaleza y resignación. Busqué amistad y comunicación, pero ahora comprendo que el elegido de las Musas debe aceptar silencio y soledad. Númenes eternos, figuras solitarias recibid mi homenaje de gratitud. Porque vuestra compañía me sostuvo en los duros trances de la ingratitud y la incomprensión. ¿Puede existir la contradicción del solitario-acompañado? Nunca estuve solo, siempre revertido sobre mi mismo. Como vosotros.

De la Naturaleza, del Paisaje, de la Gran Cordillera, del hierático Padre Blanco, del

Parquecito Familiar ¿qué decir? En ellos germinaron las primeras semillas. El hierofante andino, ya destinado las apostrofó: "¡Sahar-Hatha, levantaos semillas, poneos en pie!" y así brotasteis del suelo grande y sempiterno, encarnación del indio adusto y memorable.

Aquel que escuchó el llamado de la Montaña edifica para el Tiempo. Todo se fué eslabonando pieza por pieza. No fué empresa fácil levantar las losas del

Panteón Andino: dioses que dormían como abruptos montes, montes en rapto de soberbios dioses.

A uno fué confiado transmitir el mensaje del Ande palingenésico joven y viejísimo a un

tiempo mismo. A uno que habla para todos aunque no todos recojan los sonidos de su voz. He aquí: la nueva aurora se dibuja en los altiplanos festoneados por los neveros

hercúleos. Del suelo alto y majestuoso, de las montañas perpetuas, del indio grave y taciturno surgirán la nueva sabiduría y el viejo misterio del ancestro.

Haciéndoos me hice. Simbiosis perfecta del habitante y su morada. Me esperabais, os

busqué y os encontré. Pero más allá de la gran creación estética reservo lo más hondo y sentido a la profunda ternura humana que me otorgó un amor indecible y la compañía de seres maravillosos de quienes jamás me separaré.

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¿Padres, hijos, hermanos, amigos? Lo fuisteis todo. Por la magia del sentimiento que liga

para siempre.

Mateo Montemayor, Martín Lucero, Leonardo Lisuarte, me disteis inquietud, intrepidez vuelos osados. Os devuelvo ternura y gratitud.

Dios signa con su poder la marcha del Soñador y lo desdobla en el cortejo de sus

criaturas reales e ideales. Le sea rendida la pleitesía del aedo andino por haberle permitido expresar en lengua nueva la verdad antigua.

El Cristo: lo más elevado. Platón, Beethoven, Bolívar: lo más singular. Facha, el Dios

Cósmico del Ande, aun debe ser re-descubierto. Y existen todavía, Wirakocha, Siripaka. Ainoka, Ollanta, lmantata, Huyustus, nombre preclaros.

El humanista se proyecta a los grandes horizontes de la cultura universal. El poeta se

sumerge en las claras linfas de la comarca original. Y en el vértice donde Europa y América se tocan pariguales despunta la fuerza trascendida del Ande primordial.

El que escuchó el llamado de la Montaña refiere la Buena Nueva: de la Gran Cordillera

descenderá el Mensaje Futuro. Sahar-Hatha -porta semilla: la siembra ha concluído!

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La presente primera edición de “SAHARHATA”. Es propiedad del Editor Rolando Diez de Medina, © 2006. La Paz - Bolivia