Guerras Justas e Injustas
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Guerras justas e injustas. Cap 2. M. Walzer.
La realidad moral presenta dos vertientes. 1) ¿Es justo que el Estado vaya a guerra? 2) ¿Son
justos los medios que usa el Estado? 1 tiene carácter adjetivo: G es justo o injusto. 2 tiene
caracter adverbial: G se ha desarrollado justamente/.
Las anteriores diferencias nos llevan a una división que ya era patente en la época
medieval, iud ad bellum y el ius in bello. Derecho a la guerra y derecho en la guerra. La primera
se refiere a si es justo que un Edo. entre en guerra: agresión y legítima defensa. La segunda,
refiere a la observación de violación de reglas consuetidinarias en combate.
La lógica de la guerra
Es un título para entrar a la cuestión. Parece que juzgamos la guerra respecto a si es justo agredir
o no. Además, hacemos consideraciones en tanto que sabemos que muere todo tipo de gente.
Analizaremos lo que nos dice Karl von Clausewitz, en De la guerra.
El argumento de Karl von Clausewitz.
1. La guerra es un acto de fuerza. 2) No se le pueden poner límites. No hay actos no bélicos en la
G. Poner límites sería caer en el absurdo. Se trata de perpetrar los mayores males morales al
extremo. Walzer nos dice que el actor se hace responsable de todo lo que hace. Y citando a un
general -Eisenhower- dice que uno no sabe en dónde se mete y una vez que empieza, se tiene que
seguir, y entonces, se descubre que el menor límite no existe, excepto el que afecta a la misma
fuerza.
La LDG -lógica de la guerra, según Clausewitz es que 'Cada uno de los adversarios trata
de torcer el brazo de sus oponentes'. Según Clausewitz, esto refiere a la idea de guerra absoluta.
Sin embargo, Walzer nos dice que también existen otros factores en los que debemos fijarnos,
tales como libre albedrío. Apreciamos que hay grados de violencia. Nadie nunca ha llegado a la
GA. Entonces, ¿qué queremos decir cuando señalamos que la guerra es un infierno? Walzer nos
dice que la G se rige también por las prácticas de las personas, prácticas que influyen en los
juicios que hacen las x respecto a si la G es justa o no, cuándo se debe abandonar la G, qué sigue
luego de la victoria, qué medidas son plausibles, etc. Lo mismo respecto con las instituciones que
se ligan con la toma de decisiones referentes al uso de la fuerza. La guerra es limitada, nos dice
Walzer. Incluso lo que llamamos la guerra como infierno, tiene grados. Para ello es que aludió
Walzer al intentar imaginar un estadio en donde todo fuera constante castigo: imaginaríamos
grados.
Los límites del consentimiento
Hay G que no son un infierno. Empecemos por ellas. Hay contiendas que son resultado de los
aristócratas que quieren combatir, en efecto, es un acto voluntario. Podría ser el caso que la pelea
que se da ahí sea brutal y terriblemente sanguinaria, pero señalar que el contendiente murió
injustamente o que incluso el juego es un crimen o es injusto, no tiene sentido: los aristócratas
participan por su voluntad.
Parece que, por lo tanto, los que combaten no consideran un infierno tal escenario, de ser
así, no entrarían a pelear. Dice Walzer que no importa que los hombres no quieran combatir
aunque les haya tocado, lo importante es que puedan abandonar la pelea. Esto ocurría en
comunidades primitivas, donde los pelotones estaban llenos de jóvenes, pero podían abandonar
la pelea, sin embargo, eran expuestos a la deshonra y al ostracismo. Sugiere Walzer que durante
la batalla no hay presión social ni militar que sea capaz de eficacia bélica. Entonces, si varios
abandonan la batalla, no durará mucho ni habrá muchos muertos. Así, no hay tal cosa como el
uso extremo de la fuerza -del que hablaba Clausewitz-. Los que continúan la pelea, lo hacen por
voluntad propia -dice Walzer-. Y su muerte, por muy terrible que sea, no se puede considerar
injusta.
El caso de mercenarios y de soldados profesionales debe ser analizado, es más complejo.
En la Italia del Renacimiento XV-XVI, para librar combates se recurría a mercenarios, pues no
había ejércitos. Lo anterior implicaba un gasto alto. Sin embargo, las guerras así dirigidas -con
mercenarios- no implicaban muchas muertes ni eran comunes enfrentamientos cuerpo a cuerpo:
se requería más de tácticas. Walzer pone de ejemplo algo que narra Maquiavelo, donde en una
guerra sólo hubo tres muertos, y dos fueron por ahogarse en el barro. En este escenario, la guerra
tampoco parece un crimen, porque hay espacio de libertad, de límites: el mercenario elige
participar o no, pone precios y si no le parece, abandona el juego. Tal vez esta manera de actuar -
con mercenarios- no nos parezca adecuada, pero en contraste con el infierno que imaginamos
cuando pensamos en G, esto no es un crimen.
El juicio respecto a mercenarios cambia cuando sabemos que se estos se reclutan entre
personas pobres, que no tienen dinero para pagar, tal vez ni comida. Personas que sólo van a
morir y que nunca antes ni después, tendrán nada. Nada de garantías. Así, cuando se enfrentan
con otro ejército preparado, sí es justo nombrar criminales a los que perpetran estos actos.
Los mercenarios son soldados que venden sus servicios en el mercado abierto. Pero
también hay mercenarios al servicio de su príncipe o su pueblo, aunque ellos rechazan que se les
llame mercenarios. Walzer cita al príncipe Andrei en su Guerra y paz, diciendo que los
'mercenarios' prefieren ser considerados como oficiales al servicio del zar y que pelean por un
triunfo o derrota común o bien, lacayos que no importan en asuntos del señor. Walzer sugiere que
hay término medio en esto, que la distintión es tosco. Luego nos dice Walzer que se plantea un
punto importante: entre más se vea que se combate por algo común, problamente diremos que si
se le obliga a pelear es un crimen. De esto podemos sugerir que se convierte en deber el pelear,
ya no queda libertad para elegir, pelea cuando es necesario proteger su patria. Es como el
médico, adquiere conocimientos porque quiso, pero no desea que existan epidemias en donde
ahora arriesga su vida: igual pasa con el soldado, sugiere Walzer. En tal caso, muere el soldado
por voluntad.
De lo anterior, Walzer menciona que la G es un I cuando se obliga a pelear, siempre que
se superan los límites del consentimiento. La historia nos demuestra que siempre es así.
Luego, Walzer menciona que nos interesa es en qué medida la guerra es una elección
personal que el soldado hace por su cuenta y por motivos personales. Esta elección desaparece
cuando combatir se convierte en obligación legal y deber patriótico. Y esto es así, tanto en el
caso de que el gobierno haya alistado en un sistema de voluntarios o bien reclutado por fuerza.
La razón es que el Estado es quien recluta, sea con métodos de persuación, coacción etc., La
batalla deja de pertenecerle a los soldados. Van a guerras por coacción o por toma de su
conciencia, se vuelven inmoderados en la batalla. Se convierten en instrumentos, sólo reciben
órdenes. Se dice que Napoleón presumía de poder perder treinta mil hombres al mes. Tal vez,
pero porque eran coaccionados, es probable que si se les pidiera su opinión, no irían. Se supone
de un límite para desarrollarse de la guerra, y además, si ocurre, de un límite respecto a los
medios con que esta se desarrolle. Ese es el tipo de consentimiento al que se refiere Walzer. La
autodeterminación política no es sustituto de tal consentimiento. Y los actos de fuerza -que usa la
autodeterminación política- son condenados moralmente. Los medios en la guerra también
superan límites, límites que sugiere Walzer, no deberían ser así.
La tiranía de la guerra
En la mayoría de casos, la guerra es una tiranía. Walzer cita a Trotsky <Puede que tú no sientas
interés por la guerra, pero la guerra sí que siente interés por ti>. Es inquietante, dice Walzer, el
interés que tienen las instituciones por la gente que prefiere estar en combate que hacer otra cosa.
La guerra es terrible porque las personas, como ya decía antes Walzer, no se conciben como
libres para hacer algo, actúan por deber, obligación o sentido de patriotismo. Decimos que la
guerra es un infierno por las víctimas. Y no usamos infieron en el sentido teológico: en el
infierno teológico están los condenados por sus mismas acciones, se lo merecen, es su castigo.
Tampoco implica que los que están en guerra sean inocentes, dice Walzer. Aunque regularmente,
parece que son personas que nada tenían que ver con los asuntos en disputa.
Se dice que la guerra es un infierno a pesar de que se respeten sus reglas: que los civiles
no salgan dañados y que sólo mueran soldados.
Walzer menciona un poema, página 63. Sin embargo, hacer este tipo de cosas, sólo hacec
mistificar la guerra. La tiranía es siempre resultado de una relación entre personas o un grupo de
personas. Puede que haya dificultad de identificar culpables por la G, pero siempre serán
humanos. No son accidentales. Una vez identificados, les llamamos criminales. Son responsables
de todo lo que acontece, respecto a las personas que no desean ese mal. Walzer menciona que su
nombre, en el derecho internacional contemporáneo recibe el nombre de 'agresión'. Tal cosa, de
atacar, podemos entenderla como el poder que ejerce el tirano contra su pueblo, y luego en
complicidad con el Estado adversario, contra las otras personas. Rara vez esa tiranía encuentra
enemigos locales, los levantamientos son brutalmente reprimidos. El único enemigo lo
representa el otro Estado adversario.
Ocurre que los soldados -partícipes de guerra- encuentran un pensamiento que les dice
que están combatiendo un crimen. Así, el pensar la guerra como un infierno, adquiere matices del
tipo en donde lo que importa es la victoria, así como exterminar al tirano de la guerra, y en caso
de que no se le extermine, dejarlo tendido a manera de que no se pueda vengar después. Quienes
imitan la fuerza de la tiranía, se ven obligados a superarla. Esto es lo que parece que Walzer
busca referirse con infierno de la guerra.
El general Sherman y el incendio de Atlanta
Sherman decía que la G es un infierno. La G es el crimen que unos empiezan y que otros la
encaran, y éstos no pueden ser censurados por sus acciones para conseguir la victoria. La
sentencia 'La G es un I' es una doctrina, no una descripción, un argumento moral una tentatiava
de autojustificación. Sherman causó un incendio total en su ciudad para que no sirviera de
arsenal para la Federeción. Se argumento fue que él fue obligado a hacer eso, la guerra es así, te
obliga. Fijarnos sólo en la agresión, nos hace mirar sólo una cara de la tiranía. Y esta visión no es
muy amplia: nos olvidamos de las responsabilidades. Y es que como sugiere Walzer, a pesar de
estar en el infierno, se puede actuar con o sin restricciones.