Gudynas, Eduardo - Ecología, economía, ética y desarrollo sostenible

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  • Ecologa,Economa y Etica

    del DesarrolloSostenible

    Eduardo Gudynas

    5a. edicin revisada

  • Eduardo Gudynas, CLAES - Centro Latino Americano de Ecologa Social yD3E - Desarrollo, Economa, Ecologa, Equidad Amrica Latina para los textos originales.

    CLAES, Magallanes 1334, Montevideo.Casilla Correo 13125, Montevideo 11700, [email protected] - www.ambiental.net/claesMontevideo, junio 2004.

    1a edicin, 2002, DEI (Departamento Ecumnico de Investigaciones), UNED (Universidad Estatala Distancia) y UBL; San Jos, Costa Rica. Prlogo de Ingemar Hedstrom.

    2a edicin, 2002, Universidad Nacional del Comahue, Escuela M. Vilte de Ctera (Confederacinde los Trabajadores de la Educacin de la Repblica Argentina) y CLAES; Buenos Aires, Ar-gentina. Prlogo de Carlos Galano.

    3a edicin, 2003, ICIB (Instituto para la Conservacin y la Investigacin de la Biodiversidad) de laAcademia de Ciencias de Bolivia, y CLAES; La Paz, Bolivia. Prlogo de Eliana Flores Bedregal.

    4a edicin, 2003, ILDIS FES (Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales) y EdicionesAbya Yala; Quito, Ecuador. Prlogo de Alberto Acosta.

    Las opiniones en esta obra son personales del autor y no comprometen a CLAES /D3E.

    Coscoroba es el sello editorial del CLAES Centro Latino Americano de Ecologa Social (CLAES)y Desarrollo, Economa, Ecologa y Equidad - Amrica Latina (D3E). Coscoroba o cisne blanco esun ave tpica de los ambientes acuticos del Cono Sur.

    Impreso en junio de 2004 en Grficos del SurMartnez Trueba 1138 - Montevideo 11200 - UruguayTel./Fax (598-2) 413 7370 - [email protected]

    Amparado al decreto 218/96Comisin del Papel - Depsito legal 323.730/04

    ISBN 9974-7616-7-0

    Amrica Latina posee una enorme riqueza ecolgica en ambientes que van des-de hielos continentales a selvas tropicales. Esos recursos naturales se encuentranbajo una intensa explotacin desde hace mucho tiempo, en especial por los usosmineros, agrcolas y ganaderos, que siguen siendo componentes claves en las eco-nomas nacionales. Paralelamente ha crecido la preocupacin frente a los impactosnaturales, y de esta manera se han generado fuertes tensiones entre las necesida-des ambientales y las demandas por el aprovechamiento econmico. La crisis quese viven en estas naciones acentan las contradicciones, donde el contexto genera-lizado de pobreza y endeudamiento en muchos casos alimenta estrategias de desa-rrollo que profundizan los impactos econmicos, con dudosos resultados socialesy ambientales.

    En circunstancias de ese tipo hace ya muchos aos surgi la discusin sobre eldesarrollo sostenible, un par de palabras que se han popularizado en los ltimosaos, generando diversas corrientes y posturas distintas. Hoy por hoy se invoca aldesarrollo sostenible de las ms variadas formas, tanto en el plano ambientalcomo en el econmico, tanto en un barrio como en documentos gubernamentales.Si bien esto ofrece varios problemas, por ejemplo qu quiere decir sustentabilidad?,a la vez muestra la importancia de esta temtica. No son discusiones nuevas paraAmrica Latina, y de hecho ya tienen una larga historia en casi todos los pases.

    En esta obra se analizan varios de los aspectos que se debaten sobre el desarro-llo sostenible. Se consideran las relaciones entre conceptos que provienen de dife-rentes campos, como la ecologa y la economa, y la forma en que se relacionan en

    Introduccin

  • 6 Ecologa, Economa y tica del Desarrollo Sosteniblelas discusiones sobre el desarrollo sostenible. En esos debates, como se ver, una yotra vez surge la problemtica de los valores, y es justamente la tica la que ofrecelas mejores opciones para salir del laberinto. Es importante advertir desde un ini-cio que se usarn indistintamente los trminos desarrollo sustentable, sostenido osostenible, ya que las claves estn en las concepciones por detrs de las palabras.

    Ciertamente que en esta obra no se tratan todos los temas involucrados en lasustentabilidad, sino que se enfatizan algunos de ellos buscando ofrecer informa-cin bsica sobre las diferentes ideas en juego. De esta manera, el texto que sigue esun manual de introduccin al debate actual sobre la sustentabilidad. Se comentanposturas diferentes, a veces contradictorias entre ellas mismas, con la intencin deaclarar los elementos bsicos para que cada lector, en su propia circunstanciaecolgica y social, pueda a su vez generar sus propias ideas referidas a lasustentabilidad.

    Se comienza con un anlisis sobre los diferentes conceptos de la Naturaleza,una breve resea histrica sobre el desarrollo sostenible, y desde all se profundizaen las relaciones entre ecologa y economa. Se consideran las limitaciones de lasposiciones economicistas, en especial las que se atrincheran en el mercado e inten-tan asignar precios a la Naturaleza. Se advierte sobre las serias limitaciones de losintentos de medir el ambiente, y frente al concepto de Capital Natural, propio deaquel economicismo, se postula como alternativa la idea de Patrimonio Natural.Ese anlisis se profundiza considerando la situacin en Amrica Latina, y cmoviene siendo afectada por los procesos de globalizacin econmica. En ese contex-to global, las vas alternativas de integracin regional pueden brindar mejores po-sibilidades para construir estrategias en desarrollo sostenible.

    La elaboracin de nuevas estrategias que apelan a la sustentabilidad deben re-conocer las limitaciones de la ciencia tradicional, y moverse en un mbito de incer-tidumbre, de donde ser necesario atender los componentes ticos y polticos. Comoconclusin se ponen en primer plano los procedimientos que aseguren la expre-sin de las mltiples valoraciones sobre la Naturaleza y las formas de relacionarsecon ella. Esto convierte al desarrollo sostenible en una empresa de construccincontinua que, desde los valores, debe asegurar una discusin abierta y plural, ypor lo tanto poltica.

    Esta obra es una versin revisada de las diferentes ediciones que se han publi-cado sucesivamente en Costa Rica, Argentina, Bolivia y Ecuador. Cada una deellas mantiene buena parte de un texto comn, pero poseen ejemplos ajustados alas regiones donde se realizaron las publicaciones (la edicin de Costa Rica ofreceejemplos centroamericanos, la Argentina incluye referencias propias del Cono Sur,y las de Bolivia y Ecuador incorporan la situacin andina y amaznica). La presen-te versin mantiene varios de los diferentes ejemplos, se revisa el texto en algunassecciones, y se actualiza la situacin del Cono Sur. Las diferentes secciones se ba-san a su vez en artculos publicados en diferentes revistas y libros, as como envarios cursos y talleres dictados en distintos pases Latinoamericanos, muchos delos cuales se citan en la bibliografa. En esos cursos, talleres y conferencias se han

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    presentado secciones de este libro, donde los asistentes contribuyeron con tilesobservaciones; se destacan los ofrecidos en el Congreso Iberoamericano de Educa-cin Ambiental (Venezuela), Universidad A. Hurtado (Chile), en la maestra deecologa y conservacin de la Universidad Mayor de San Andrs (Bolivia), el Cen-tro de Estudios Avanzados de la Universidad de Buenos Aires (Argentina), laUniversidad de Campinas (Brasil), Universidad Andina (sedes Ecuador y Bolivia),y en Estados Unidos en las universidades de Illinois y Georgia, los cursos de CEPALy el Banco Mundial sobre ambiente y comercio, y los talleres de capacitacin delproyecto en desarrollo local sostenible amaznico de la Fundacin F. Ebert. Final-mente es indispensable reconocer el apoyo brindado por muchas personas quepermitieron la publicacin sucesiva de las cuatro ediciones anteriores, especial-mente a Ingemar Hedstrom, Carlos Galano, Guillermo Priotto, Eliana Flores, Car-men Miranda y Alberto Acosta, as como a los compaeros del trabajo cotidiano enUruguay. A todos ellos mi agradecimiento.

  • La palabra Naturaleza ocupa un lugar central en las discusiones sobre ambien-te y desarrollo en Amrica Latina. Es invocada desde las ms variadas tiendas condistintos fines. Sea en la preservacin de sitios silvestres, como en el anhelo pormejores condiciones de vida, se hacen continuas referencias a trminos como Na-turaleza, ecosistema o ambiente. Las corrientes englobadas bajo el desarrollo sus-tentable apuntan a diferentes modos de proteger la Naturaleza. Esta se convierteen el sujeto de buena parte de las preocupaciones ambientales. Pero a pesar deestas discusiones, no se ha profundizado adecuadamente en los conceptos, ypreconceptos, envueltos en la palabra Naturaleza, y sus implicancias para la cons-truccin del desarrollo sostenible.

    La etimologa de la palabra Naturaleza indica que proviene del latn natura,que se refiere al nacimiento (natus participio pasivo de nasci, nacer). Desdeese contexto se explican dos usos comunes: por un lado, naturaleza, comoreferida a las cualidades y propiedades de un objeto o un ser; y por otro, Na-turaleza, para los ambientes que no son artificiales, con ciertos atributos fsi-cos y biolgicos, como especies de flora y fauna nativas. Este captulo enfocaeste segundo uso.

    En esa lnea, el concepto ha recibido significados tanto positivos como negati-vos. La Naturaleza ha sido invocada como el origen de la riqueza de un pas, perotambin como un medio salvaje y peligroso, donde lluvias, terremotos u otros de-sastres deben ser controlados. Sobre ella se han superpuesto otros trminos. Amanera de ejemplo se pueden recordar a la Madre Tierra, como proveedora de

    Concepciones dela Naturaleza enAmrica Latina

    1.

  • 10 Ecologa, Economa y tica del Desarrollo Sosteniblealimentos; el Reino Salvaje de los primeros exploradores del continente; y otrosms recientes, como ecosistema o simplemente ambiente.

    En el presente captulo se analiza la conceptualizacin de la Naturaleza en susegunda acepcin referida a un ambiente que no es artificial. El estudio est deli-mitado en varios aspectos. Primero, considera el concepto de Naturaleza en parti-cular en Amrica Latina (se elaboran con ms detalle y precisando ideas presenta-das en Gudynas, 1995, 1999). En la revisin se ofrecen los puntos ms destacadoscon ejemplos ilustrativos. En segundo lugar, se enfatizan las ideas contempor-neas; existen otros estudios que analizan el concepto en un sentido histrico, co-menzando por la antigedad clsica (por ejemplo, Collingwood, 1960, o Glacken,1996). En tercer lugar, el anlisis se restringe a los conceptos de la Naturaleza ensus vinculaciones con las estrategias de desarrollo. Es una mirada a la pareja Natu-raleza-desarrollo, con lo cual otros temas quedan por fuera del objeto del estudio.En las lneas que siguen se revisan los conceptos tradicionales sobre la Naturaleza,se ofrece un breve anlisis sobre cmo se articulan con las estrategias de desarrollocomnmente seguidas en la regin, y desde all se comenta sobre las nuevas postu-ras actuales.

    La herencia europea en las concepciones de la Naturaleza

    Las ideas latinoamericanas sobre la Naturaleza derivan directamente de lasvisiones europeas. Por un lado, los europeos que llegaron a Amrica Latina impu-sieron sus concepciones de la Naturaleza sobre las culturas originarias. Por otrolado, desde la colonia, los principales polticos, empresarios e intelectuales de laregin se nutran educativa e informativamente de las posturas europeas.

    Diversos estudios sobre la historia ecolgica de la regin, han demostradoque la conquista y colonizacin descansaron en una estrategia de apropiacin delas riquezas mineras del Nuevo Mundo (entre los estudios ms destacados sepueden citar a Gligo y Morello, 1980, Vitale, 1983, Tudela, 1990, y Brailovsky yFoguelman, 1991). A ella le siguieron una agricultura extractiva, de alta expolia-cin ecolgica, dependiente de la mano de obra esclava, a la que se sum la gana-dera extensiva.

    Durante esta etapa inicial se difundi la idea que la Naturaleza ofreca todoslos recursos necesarios, y que el ser humano deba controlarla y manipularla. Estavisin se inicia en el Renacimiento con las ideas sobre el conocimiento de F. Bacon,R. Descartes y sus seguidores. Estos pensadores rompieron con la tradicin medie-val que vea a la Naturaleza en forma organicista, como un ser vivo, y donde laspersonas eran un componente ms. A partir de entonces la Naturaleza qued des-pojada de esa organicidad y desde una postura antropocntrica se la vio como unconjunto de elementos, algunos vivos y otros no, que podan ser manipulados ymanejados. La Naturaleza pas a ser interpretada como el reloj de Descartes, cons-tituida por engranajes y tornillos, donde el conocer todas sus partes, permite en-

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    tender y controlar su funcionamiento (ver entre otros los anlisis de Collingwood,1960, Williams, 1972, Duerr, 1987, Evernden, 1992, Rothenberg, 1993, y Glacken,1996).

    Conocidos analistas sostienen que la visin antropocntrica tiene en realidadraces ms antiguas, que se colocan sea en la tradicin judeo-cristiana como en lacultura helnica (Whyte, 1967; Moncrief, 1970). Pero ms all de esa discusin, elcambio clave tuvo lugar en el Renacimiento, apoyado en particular en la experi-mentacin, la nueva metodologa promovida tanto por Descartes como Bacon. Allse introduce el novedoso elemento de la manipulacin; el experimento no es lasimple observacin, sino la modificacin premeditada como va para alcanzar unconocimiento pretendidamente cierto.

    Mientras la visin medieval conceba al ser humano como parte de su entorno,no dejaba de ser jerrquica en tanto era un interlocutor privilegiado de Dios. Desdeel cambio renacentista esa distincin se acenta, y el ser humano cobra un nuevopapel por fuera y por encima de la Naturaleza. La descripcin metafrica es reem-plazada por la simbolizacin geomtrica o matemtica, apelando a una abstrac-cin creciente. Se manipula y apropia la Naturaleza como condicin y necesidadpara atender requerimientos cuya meta era el progreso perpetuo. Consecuente-mente, paso a paso, se redefina el entorno natural, y se acentuaban los medios desu manipulacin y control. La Naturaleza qued tan disminuida que fue reducidaen los primeros estudios de economa al factor de produccin tierra. Los recur-sos naturales eran considerados como ilimitados, y tan slo deban encontrarse susparaderos para enseguida explotarlos.

    Los primeros economistas, profundamente imbuidos en estas concepciones,promovan tanto el progreso material como la apropiacin de la Naturaleza parahacerlo posible. Adam Smith en su texto monumental sobre la riqueza de las na-ciones, publicado en 1776, alude especficamente a las metas de la acumulacinde riqueza, mediante un progreso sostenido. Es una situacin de progreso cons-tante la que se considera la ms ptima: El progresivo es, en realidad, un estadofeliz y lisonjero para todas las clases de la sociedad; el estacionario, triste, y eldecadente melanclico. El progreso permite avanzar hacia ulteriores incremen-tos de riqueza.

    John Stuart Mill en su influyente obra de economa poltica, publicada desde1848, tambin sealaba las ventajas del progreso perpetuo y el dominio de la Natu-raleza como su aspecto privilegiado. La marcha de las naciones era concebida comoun movimiento progresivo que se contina con pocas interrupciones de un ao aotro y de una a otra generacin: un progreso de la riqueza, un progreso de lo que sellama la prosperidad material. Este movimiento econmico progresivo es unaforma de crecimiento perpetuo y es mediado por el dominio ilimitado del hom-bre sobre la naturaleza.

    Smith y Mill no actuaron solos. A sus nombres deben sumrseles los de Turgot,Condorcet, Saint-Simmon, Comte, Hegel, Marx, y tantos otros, quienes ms allde sus conocidas diferencias, mantuvieron sin embargo posturas similares sobre

  • 12 Ecologa, Economa y tica del Desarrollo Sosteniblecmo relacionarse con la Naturaleza. Todos ellos promovieron la idea del pro-greso, la que de ser una de las ideas importantes de la civilizacin occidentalpas a convertirse en la idea dominante, incluso teniendo en cuenta la crecienteimportancia de ideas como las de igualdad, justicia social y soberana popular... (Nisbet, 1980).

    En este contexto si bien se desarrollaron diferentes concepciones sobre la Natu-raleza, todas ellas eran parte de ideas generales sobre el desarrollo y el papel delser humano, todo lo cual puede ser analizado como una ideologas. El concepto deideologa se lo maneja aqu en un triple sentido: deformacin, legitimacin e inte-gracin, tal como lo analiza Ricoeur (1989). Debemos reconocer que existe una ideo-loga del progreso, que engloba a las diferentes escuelas sobre el desarrollo, las queen realidad corresponderan a distintos paradigmas. Seguidamente se revisarnlas principales concepciones de la Naturaleza en referencia a las estrategias de de-sarrollo, poniendo el nfasis en las posturas contemporneas; en el prximo cap-tulo se considerarn especialmente las ideas sobre el desarrollo.

    La frontera salvaje

    En el inicio de la conquista y colonia, segn la informacin disponible, parecehaber predominado una concepcin del entorno como espacios salvajes. La Na-turaleza era incontrolable y se impona sobre los seres humanos, quienes debansufrir los ritmos de lluvias y sequas, la fertilidad del suelo, la disponibilidad deagua o las plagas de los cultivos. Los espacios sin colonizar eran, a su vez, sitiossalvajes, potencialmente peligrosos por las fieras y enfermedades que pudierancobijar.

    Esta perspectiva era tpicamente europea, proliferando en escritos de los siglosXVII a XIX. Un buen ejemplo son varias secciones de la enciclopedia del CondeBuffon, cuya versin en castellano se distribuy ampliamente en el continente, conafirmaciones como La naturaleza salvaje es horrible y letal y el ser humano es elnico que puede convertirla en grata y habitable (vase el anlisis de Glacken,1996).

    Esas mismas ideas se repetan en Amrica Latina. Desde una fase inicial dondese alternaba la admiracin con la belleza y riqueza de los paisajes, con el temor, sepas al control y dominio de las fuerzas naturales. Las primeras crnicas hacanreferencia a animales fantsticos y sitios con enormes riquezas. Por ejemplo, en losrelatos de la expedicin de los naturalistas Johann von Spix y Carl von Martius(1817-1820) en Brasil se repiten referencias a jardines exuberantes y magnficos;describen un rea en Minas Gerais como un jardn artsticamente plantado, don-de alternan romnticos escenarios y paisajes de ficcin idlica (Macknow Lis-boa, 1997). Pero esos mismos exploradores tambin encuentran un lado salvaje ypeligroso; un encantador paisaje de palmeras puede ser un sitio peligroso por lasalimaas que encierra, y llegan a describir a la selva como tenebrosa, ruda y

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    salvaje con animales monstruosos y venenosos, clima insalubre, bosquessofocantes y ros lgubres (Macknow Lisboa, 1997).

    Los colonizadores se vuelcan decididamente a controlar esos ambientes salva-jes, promovindose el cultivo de la tierra, la desecacin de humedales, la construc-cin de canales, la caza intensiva, la tala de bosques, la introduccin de especiesproductivas o la domesticacin de aquellas salvajes que fueran de utilidad. Siguien-do la imagen de Descartes, donde todo era en realidad una mquina, la Naturalezaera analizada en sus piezas (con el notable ejemplo del esfuerzo de catalogacintaxonmica de la fauna y flora del Nuevo Mundo emprendida por los explorado-res europeos), y desde all se proveen los medios para la manipulacin y control.Por ejemplo, a inicios del siglo XIX, en Brasil Jos Bonifacio consideraba que laNaturaleza era un gran libro que poda ser descifrado por la observacin emp-rica y racional, no para contemplarla, sino como medio para el progreso (Pdua,1987).

    La misin se entendi como una conquista de la Naturaleza, pero ademsser la obra humana la que permite civilizar a la Naturaleza, para que ofrezcasus frutos y riquezas. Se buscaba civilizar espacios que se consideraban salvajes,junto a los grupos indgenas que all vivan, tal como se justificaba en buena partede las campaas de conquista de la colonia tarda como en los primeros aos de las

    Figura 1.1. La frontera salvaje: Su, monstruo mtico que supuestamente habitaba laPatagonia, en el sur de Argentina, segn Gaspar Schotts en su Physica Curiosa sive

    Mirabilia Naturae et Artis; 1697 (reproducida en Dance, 1978).

  • 14 Ecologa, Economa y tica del Desarrollo Sosteniblerepblicas independientes. Retomando el testimonio de Spix y Martius en Brasil,estos exploradores alemanes consideraban que la cultura occidental era superior ydeba domesticar los ambientes salvajes para volverlos habitables; Martius agre-gaba que los indgenas americanos no eran capaces de dominar a la Naturaleza yennoblecerla por medio de la cultura, de donde seran excluidos de ese procesode civilizacin, que estara en manos de los occidentales. El destino de losambientes silvestres sera el cambio por el irresistible avance de la historia de loshombres (Macknow Lisboa, 1997).

    Un proceso muy similar tuvo lugar en Argentina, con el avance de la coloniza-cin hacia el oeste y el sur, donde se buscaba en suprimir los indios y las fronte-ras para poblar el desierto, nombre que se usaba para referirse a ambientes queno tenan nada de desiertos, pero se encontraban ms all de la dominacin de losoccidentales (Brailovsky y Foguelman, 1991). Al referirse a la Patagonia y el Cha-co, Luis Jorge Fontana sostena en 1881 que si bien estas dos regiones se encuen-tran casi en su totalidad en estado salvaje, por su prodigiosa magnitud y porla diversidad de los productos naturales estn destinadas a concurrir al en-grandecimiento futuro de la nacin argentina. En Uruguay, el reformador educa-tivo Jos Pedro Varela sostena que tenemos pues, una naturaleza virgen que do-mear, una sociedad entera que organizar, una nacin nueva que hacer surgir deentre el caos de la primitiva ignorancia. En todos estos casos se conceba que laNaturaleza posea enormes potencialidades para el aprovechamiento humano, ypor lo tanto la tarea era promover una educacin y una cultura que permitiera esaexplotacin.

    La Naturaleza como canasta de recursos

    A medida que avanzaba el control de la Naturaleza, se impona a su vez unavisin utilitarista. Quedaban atrs los miedos ante el entorno, convirtindolo enuna canasta de recursos que pueden ser extrados y utilizados. Minerales, ani-males y plantas eran vistos como abundantes y al alcance de la mano; las llanurasy bosques eras descriptos como inmensos y aguardando su explotacin..

    Los elementos de la Naturaleza se los observa como recursos, desvinculadosunos de otros (por ejemplo, los recursos minerales no eran percibidos en sus co-nexiones con el suelo que los recubra). El nfasis apuntaba a la eficiencia y pro-ductividad en cmo extraer esos recursos, y en cmo se los aprovecha en las estra-tegias de desarrollo. Castro Herrera (1996) recuerda que los indgenas del valle deMxico catalogaban los suelos de acuerdo a su productividad, mientras los espa-oles pasaron a diferenciarlos por su valor mercantil. De esta manera setransplantaron al nuevo continente tanto las concepciones culturales, como las ideasde la Naturaleza. De esta manera, el concepto de culturas transplantadas descritaspor Darcy Ribeiro (1972) debe ser expandido hasta incluir las visiones sobre elambiente. Incluso se intentaba reproducir paisajes europeos, totalmente diferentes

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    a los latinoamericanos, y as se realizaban plantaciones de pinos junto a enjardinadosque recordaban al Viejo Mundo.

    El dejar recursos sin aprovechar era una forma de desperdicio. Dentro deesta misma perspectiva se reconocieron especies de animales o plantas tiles,distinguidas de aquellas inservibles, peligrosas o dainas. Las primerasenglobaron tempranamente a cultivos utilizables (notablemente el maz, papa, to-mate, etc.), las maderas preciosas (caoba, palo-Brasil, etc.) y algunos animales decaza para alimentacin o piel (capibara, chinchilla, etc.). Las segundas eran unaamplia categora que iba desde los grandes felinos y zorros, a los escorpiones yaraas.

    Durante los siglos XVIII y XIX proliferan visiones en Amrica Latina donde seinsista que la regin se mantena atrasada, no por lmites ambientales (como dis-ponibilidad de agua o baja fertilidad), sino por trabas esencialmente culturales ypolticas. Los indios y criollos eran frenos a un mejor uso de la Naturaleza, ypor lo tanto se busc atraer nuevos inmigrantes y civilizar a la poblacin residentepara hacer un uso todava ms eficiente de los recursos naturales. Visiones crticassobre los indgenas y gauchos, como las ejemplificadas en el siglo XIX por Domin-go F. Sarmiento en Argentina, proliferaron en muchos lugares del continente, don-de apareca como idea subsidiaria la demanda por incentivar el uso de los recursosnaturales.

    Dentro de esta perspectiva utilitarista se desarrollaron algunas ideasconservacionistas. Es importante este hecho, en tanto indica que an dentro deuna visin manipuladora y utilitaria de la Naturaleza es posible encontrar unapostura conservacionista, con lo que se hecha por tierra la presuncin que cual-quier postura de proteccin de la fauna y flora, por ella misma, ya indica otraconcepcin del ambiente. En efecto, el desarrollo de una proteccin ambiental noes necesariamente incompatible con las posturas progresionistas del crecimientoperpetuo o con una razn instrumental. En realidad esas posturas no protegen laNaturaleza sino los recursos que alimentan a la economa (Worster, 1995).

    La conservacin utilitarista se origin en Europa, y se traslad a las Amricas.Es muy conocido el caso del estadounidense Gifford Pinchot, creador del ServicioForestal de ese pas, quien ampli y copi la tendencia europea de no desperdiciarrecursos. Conceba a la conservacin como el desarrollo y uso de la tierra y todossus recursos para el permanente beneficio de los hombres (Worster, 1985). Espe-cialmente los ingenieros agrnomos y forestales se presentaban como los expertosen manejar las reas naturales para obtener de ellas el mejor provecho. Esta tradi-cin se difundi en toda Amrica Latina, en particular en la apertura de distintasreas a la produccin agrcola y ganadera, y sus consecuencias se siguen observan-do en la actualidad. La Naturaleza se percibe y valora en lo que resulta til, y deesa manera se fragmenta en varias vertientes: hay una Naturaleza para el gelogo,otra para el promotor agrcola, y otra para el promotor de urbanizaciones. El brasi-leo Jos Bonifacio, mencionado arriba, reaccionaba no en contra de la destruccinde la Naturaleza, sino contra el despilfarro y el desperdicio (Pdua, 1987).

  • 16 Ecologa, Economa y tica del Desarrollo SostenibleLa Naturaleza como sistema

    En paralelo a estas tendencias, desde fines del siglo pasado se ha venido desa-rrollando la ecologa como ciencia, conjuntamente con otras disciplinas relaciona-das (botnica, zoologa, geologa, etc.) y posturas tericas que le servan de susten-to (especialmente la teora darwiniana de la evolucin). La ecologa es tambin hijade la ciencia renacentista, y por ello qued igualmente atrapada dentro de la visincartesiana de la mquina, concibiendo de esta manera a la Naturaleza. La tarea deleclogo era describir las partes de ese conjunto, y comprender como funcionaba(sobre la historia de la ecologa vase Worster, 1985, 1993, y Delage, 1991). Bajoesta visin la Naturaleza posee sus propios mecanismos y funcionamientos, que seconciben como leyes, y que el hombre no debera violar o alterar. La Naturalezaposea cierta unidad interna, una dinmica basada en el equilibrio dinmico y undesarrollo temporal que transitaba desde estadios iniciales a otros maduros.

    Con la irrupcin del concepto de ecosistema, por el ingls A. Tansley en 1935,se aplic la nocin de sistema sobre la Naturaleza en el sentido que en esa poca ledaban los fsicos. Este concepto era ms que una forma de descripcin sinttica,tambin corresponda a un principio organizador de comprensin de la Naturale-za (Golley, 1993). En muchos casos el trmino ecosistema reemplaz al de Natura-leza. Desde ese punto de partida se pudo aplicar a la Naturaleza un lenguaje mate-mtico, diseccionndola en sus elementos y estudiando sus vinculaciones. Por eso,como indica Golley (1993), el concepto de ecosistema es manipulativo, en contras-te con otro que pudiese ser relacional. Siguiendo con las tradiciones utilitaristasindicadas arriba, el eclogo brindara la informacin de cmo intervenir en la Na-turaleza para conseguir los mejores xitos productivos. Buena parte de los prime-ros estudios de la dinmica de poblaciones de animales derivaron en discernir losniveles ptimos y las tasas mximas de explotacin de recursos naturales renova-bles, en especial en los sectores forestal y pesquero.

    Estas mismas corrientes conceban que los ecosistemas se encontraban bajo con-diciones de equilibrio dinmico, especialmente por fuerzas como la competencia.Las comunidades de plantas y animales, y los propios ecosistemas, seran entida-des reales y no una invencin del observador. Presentaran un orden particular, yuna evolucin temporal desde condiciones de simplicidad a otras de mayor com-plejidad (sucesin ecolgica), que rememoraba la maduracin de un individuo.Por lo tanto algunos eclogos postularon que representaban cuasi-organismos.Incluso quienes rechazaban esa postura, como el propio Tansley, eran tambinutilitaristas, sosteniendo que no haba diferencias sustanciales con los balancesnaturales logrados por otros medios, como la intervencin humana, con lo cual sedesvanecan las objeciones para que las personas controlaran el entorno (Worster,1985).

    Este tipo de concepciones dominaron la ecologa como disciplina cientfica du-rante gran parte del siglo XX. Se difundieron en Amrica Latina al amparo de loslibros de texto, por lo menos desde la dcada de 1940. Sin embargo, a pesar de que

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    el objeto de estudio era el mundo natural, la ecologa enseada a los bilogos noimplicaba una preocupacin ni por la conservacin ni por el desarrollo. Desde losprimeros tiempos de esta disciplina se vivi una tensin con aquellos que intenta-ban abandonar esas posturas, volcndose hacia un respeto no instrumental (Worster,1985), y que en el da de hoy se expresan por las polmicas sobre el cientfico yel militante en temas ambientales.

    Aquellos eclogos interesados en los temas ambientales generaron un vnculoentre el campo cientfico y su prctica ambientalista. Los estudios sobre la extin-cin de especies o los niveles de contaminacin que proliferaron desde la dcadade 1960, alertaban sobre una creciente problemtica. La vieja imagen de una Natu-raleza agresiva y todopoderosa, poco a poco, dio paso al de una Naturaleza frgily delicada. La Naturaleza como salvaje desaparece, y lo natural adquiere mri-tos de ser la situacin a la que se desea regresar. A ello contribuyeron varios apor-tes novedosos sobre la Naturaleza, como las primeras imgenes satelitales, dondeel planeta aparece como una delicada esfera azul. Se toma conciencia de una tota-

    Figura 1.2. La descripcin de la Naturaleza: Tucanes de pecho rojo;redibujado de una litografa coloreada a mano de Monograph of the Ramphastidae

    or Toucans por J. Gould, 1834 (reproducida en Dance, 1978).

  • 18 Ecologa, Economa y tica del Desarrollo Sosteniblelidad, y entonces resurgen conceptos como el de biosfera, que apunta a la vez haciaa una perspectiva holstica y la existencia de lmites.

    La ecologa clsica al presentar una Naturaleza con un orden propio, tambinofreca un marco de referencia para proponer medidas de gestin. Esto fue realiza-do por aquellos que s estaban interesados en la articulacin con la conservacin yel desarrollo. Ese tipo de concepciones calaron muy hondo en Amrica Latina. Porejemplo, la CEPAL en 1992 mantena la visin del cuasi-organismo con una su-cesin ecolgica, sosteniendo que existe un orden en s mismo en la Naturalezaque brinda referentes para evaluar los impactos humanos. Es importante notarque esta visin fue cuestionada por otras ms recientes que sostienen que no exis-ten comunidades ni ecosistemas reales en s mismos, y que la dinmica de losecosistemas no est en equilibrio, sino en continuo cambio, sin un orden pre-esta-blecido (Botkin, 1990). Bajo esta visin la Naturaleza sera un gran desorden, y laecologa pierde as su capacidad para determinar parmetros incuestionables so-bre como volver a un estado natural.

    La Naturaleza como Capital

    Un nuevo giro en las concepciones de la Naturaleza se inicia en la dcada de1980 con una perspectiva originada en la economa. Desde diferentes puntos departida y opciones conceptuales, varios autores comenzaron a considerar a la Na-turaleza como una forma de capital. Economistas provenientes de diversas tien-das, desde posturas liberales, neoliberales a otras ancladas en el marxismo, y queestaban genuinamente interesados en los temas ambientales, utilizaban el concep-to de Capital Natural. De esta manera, la omisin de haber concebido la Naturale-za dentro del factor de produccin tierra podra ser subsanada, integrndola alas herramientas y conceptos a disposicin de los economistas (vase por ejemploa Anderson y Leal, 1991). Este intento es una economizacin de la Naturaleza,en el sentido de ampliar el concepto de capital hasta englobarla.

    El hecho notable ha sido la intensidad con que estas posturas se han difundidoen Amrica Latina. Sus promotores engloban varios pensadores; incluso la CEPALen su transformacin productiva con equidad, destaca que ese objetivo debeservir al desarrollo sustentable, pero lo entiende como un equilibrio entre formasde capital, entre ellos el capital natural (CEPAL, 1991). Al considerar el ambientecomo una forma de capital es posible promover la internalizacin de esos recur-sos a la economa.

    Si bien este aspecto se analizar en un prximo captulo, es necesario adelantarque estas posturas expanden la racionalidad econmica manteniendo el mismopropsito de instrumentalizacin y manipulacin, as como el antropocentrismo,donde la valoracin de la Naturaleza est dada por los valores de uso y cambioasignados por el ser humano. La Naturaleza se podra contabilizar en dinero, y porlo tanto la proteccin del ambiente en realidad sera una forma de inversin. A su

    19Eduardo Gudynas

    vez, los ciclos ecolgicos (como del agua o regeneracin del suelo) pasan a serconsiderados servicios que pueden ser tambin ingresados al mercado. Bajo estapostura, la conservacin abandona sus objetivos primarios y queda al servicio delas posturas de desarrollo tradicional. Nuevamente los criterios de eficiencia y be-neficio econmico se imponen, y quedan rezagados los valores ecolgicos, cultura-les o estticos.

    La reduccin de la Naturaleza a un componente ms dentro del mercado, termi-na diluyendo las particularidades del funcionamiento de los ecosistemas. En reali-dad la conservacin apunta a asegurar tanto los procesos ecolgicos como las espe-cies vivas, y todo eso depende de una dinmica ecolgica, pero no de una econmi-ca. Si concebimos un ambiente natural, sin ninguna interferencia humana, eseecosistema se mantendr dentro de su sustentabilidad bajo sus patrones ecolgicospor s mismo. Es necesario adelantar desde ya que la presencia humana, an en elcaso de que sta sea ambientalmente saludable, no es necesaria ni indispensablepara mantener la sustentabilidad ecolgica. Por lo tanto, la dimensin ecolgica deldesarrollo sustentable es una propiedad de los ecosistemas y no del ser humano. Elreduccionismo economicista no necesariamente reconoce esta cuestin ya que al in-gresar a la Naturaleza dentro del mercado, de alguna manera desarticula y anula elpropio concepto de Naturaleza. La reemplaza por trminos como capital, servicios,bienes, productos, o recursos.

    La Naturaleza fragmentada

    Una consecuencia inevitable de varias posturas anteriores es la erosin y frag-mentacin de la propia Naturaleza. Deja de tener sentido usar ese trmino por quela Naturaleza pierde cohesin, unidad y atributos comunes. Ella es desagregadaen distintos componentes y referidas a distintos conceptos. Especialmente la vi-sin economicista, en tanto utilitarista, slo se reconoce aquellos elementos queposean un valor econmico, sea actual o potencial. Este nfasis guarda muchassimilitudes con las posturas utilitaristas comunes en los siglos XVIII y XIX.

    Adems, cada uno de esos componentes debe tener dueos, proponindosederechos de propiedad sobre las formas de vida y los ecosistemas. En especial lastendencias del ambientalismo neoliberal o del libre mercado bregan por una asig-nacin de propiedad extensa sobre la Naturaleza, lo que permitira una gestineconmicamente ms eficiente del medio ambiente. Tradicionalmente una perso-na poda ser propietaria de una finca o un predio, pero nunca se entendi que eraduea de un ecosistema o de toda una especie. En la nueva versin defendida porneoliberales y neoclsicos, la propiedad puede existir sobre un ecosistema (conejemplos en la asignacin de propiedades sobre secciones de ecosistemas de ros ycursos de agua), y en la forma ms extrema, sobre variedades genticas de especiesvivas (patentes sobre microorganismos y cultivos). En ese caso ni siquiera el servivo completo es de inters, sino alguno de sus atributos genticos, los que pueden

  • 20 Ecologa, Economa y tica del Desarrollo Sostenibleser comercializados, y por lo tanto se los regula por medio de patentes y otrosderechos de propiedad. La reduccin de la propiedad y de la gestin a nivel de losgenes es un ejemplo de una extrema fragmentacin de la vida.

    Las nuevas visiones de la Naturaleza

    A pesar de la impronta de la ideologa del progreso y su concepcinantropocntrica de la Naturaleza, en los ltimos aos se han generado nuevas ideas.Algunas intentan romper con las visiones tradicionales descritas ms arriba, y aveces lo hacen apelando a valores propios en la Naturaleza. Estos cambios sonimportantes, ya que en las conceptualizaciones anteriores la Naturaleza usualmenteera un predicado, y en estas nuevas visiones se intenta convertirla en un sujeto. Enesta seccin no se analizan todas las nuevas corrientes (algunas escapan a las posi-bilidades de anlisis del autor; otras requieren estudios particulares, como puedenser la eco-teologas o el ecofeminismo).

    Es necesario comenzar por el concepto de biodiversidad. Originado entre bi-logos preocupados por temas ambientales, cobr notoriedad con una publicacinde la Academia de Ciencias de los Estados Unidos, editado por el conocidoentomlogo Edward O. Wilson (1988). El concepto se populariz y en muchos ca-sos suplant al trmino Naturaleza. Es importante observar, por ejemplo, que du-rante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Ambiente y Desarrollo de 1992(Rio de Janeiro), se firm un tratado internacional que no se denomin Conven-cin sobre la Naturaleza sino Convencin sobre la Biodiversidad.

    El concepto de biodiversidad encierra tres diferentes tipos de elementos: porun lado a las distintas especies de fauna, flora y microorganismos; en segundolugar, a la variabilidad gentica que posee cada una de esas especies; y finalmente,a los ecosistemas, incluyendo a las especies vivientes pero tambin a los elementosfsicos inanimados. Es obvio que este concepto est lejos de describir un nicoatributo del ambiente, sino que es extremadamente amplio. Sin embargo tambinofrece una imagen de unidad y coherencia; genera la ilusin de un todo gestionable.Pero a la vez enfatiza la particularidad de la diversidad, donde el ambiente encie-rra mltiples pluralidades y cada representacin de la vida es singular y debe serconservada. De todas manera no evita una visin fragmentada del entorno natu-ral, sea como conjunto de seres vivos como en sus diferentes atributos genticos.Por esta razn, el concepto de biodiversidad puede igualmente ser manejado sinproblemas por las perspectivas economicistas, enfatizando sus valores econmi-cos.

    La preocupacin por la extincin de especies de fauna y flora y la desaparicinde ecosistemas emblemticos (especialmente la deforestacin amaznica), contri-buy al redescubrimiento de la Naturaleza Latinoamericana como espacios silves-tres. Esta corriente fue promovida por varios cientficos y militantesconservacionistas, buscando mantener intocados distintos sitios que consideraban

    21Eduardo Gudynas

    silvestres y aparentemente intocados por las poblaciones humanas. Esta corrienteapela a trminos como silvestre o salvaje para referirse a la Naturaleza. Las distin-ciones entre esas dos palabras son importantes. Silvestre alude a los seres u objetosque ocurren de manera natural, que no son cultivados ni domesticados, y derivadel latn silvestris, que significa originario del bosque (silva = bosque). En cambio,el trmino salvaje por mucho tiempo posea un componente negativo, al referirse aaquello que es primitivo, feroz o brutal. El vocablo proviene del latn vulgar salvaticusque deriva de silvaticus, y que tambin se refiere al bosque. En los siglos XVIII yXIX lo que se buscaba precisamente era domear todo lo salvaje que encerrara laNaturaleza. En este nuevo redescubrimiento el concepto de salvaje dej de tenerun sentido negativo, y era buscado como la mejor opcin para la conservacin.Todava ms, algunos apuntaron a una Naturaleza sin personas en ella. Este tipode posturas han sido promovidas tanto por grupos ambientales como por algunoscrculos acadmicos, y cuenta con un gran apoyo en los Estados Unidos, Canad yotros pases europeos. Sus defensores mezclan muchos deseos y aspiraciones. Soncomunes las invocaciones a la Madre Tierra como lugar silvestre que es viola-do y mancillado por los seres humanos.

    La Naturaleza es puesta adems como un espacio idlico, donde predomina lacooperacin y la simbiosis entre los seres vivos, y que debera servir como ejemploa la humanidad. La depredacin, en tanto violencia, o la agresin y la competen-cia, seran la excepcin. Precisamente las relaciones cooperativas que dominaranen la Naturaleza son las que deberan servir de ejemplo a los seres humanos paraconstruir una nueva sociedad (un buen ejemplo de esta trasposicin desde la Na-turaleza al mundo social es Bookchin, 1990).

    Muchas organizaciones de conservacin de la regin as como internacionales(especialmente WWF, Conservation International y The Nature Conservancy)enfatizaron el trabajo sobre reas silvestres. La presencia de grupos indgenas ycampesinos dentro de los parques nacionales y reas protegidas pasaron a ser vis-tas como un problema, ya que no encajaban en su visin de una Naturaleza sinpersonas. Un examen crtico de estas posturas muestra que, en realidad, las reasllamadas silvestres en Amrica Latina han sido hogar de grupos indgenas des-de tiempos ancestrales. Para esas comunidades esos sitios no son salvajes, sinoque son su hogar (Diegues, 1996). Prcticamente todos los ambientes latinoameri-canos han sido ocupados por el ser humano. Los bosques tropicales han sido elhabitat de varios grupos indgenas por miles de aos; Mesoamrica y la reginAndina mantuvieron y mantienen extensas poblaciones indgenas que han modi-ficado esos ambientes de manera intensa y extensa; y otro tanto se observa en lasdems regiones del continente. Desde tiempos pre-hispnicos se han sucedido dis-tintas formas de aprovechamiento humano, desde la caza y recoleccin hasta laagricultura intensiva asistida por terrazas y regados. En las zonas subtropicalesocurri lo mismo: las praderas y estepas del Cono Sur siempre estuvieron habita-das por grupos indgenas que aprovechaban los recursos disponibles, usualmentepor la caza, recoleccin y una incipiente agricultura.

  • 22 Ecologa, Economa y tica del Desarrollo SostenibleLas poblaciones indgenas en la actualidad son estimadas en ms de 45 millo-

    nes de personas; adems el 86 % de las reas protegidas Latinoamericanas po-seen poblaciones humanas en su interior. A los grupos indgenas se les debensumar mestizos con colonizadores y descendientes de portugueses, espaoles yafricanos, que desde hace siglos utilizan reas naturales por medios que hoy sedenominan como tradicionales, como pueden ser los siringueiros o castanheirosde la selva Amaznica, o los campesinos andinos. Todos ellos poseen su propiosacervo de conocimientos de enorme valor para cualquier tarea volcada a lasustentabilidad.

    El nfasis en los sitios silvestres deshabitados llevaba a concebirlos como laverdadera Naturaleza, y en ella tanto las personas, como sus productos (sea unpredio ganadero o una parcela cultivada), no representaban la verdadera esenciade lo silvestre. Por lo tanto, se rechaza la presencia de seres humanos, y la conser-vacin queda acotada hasta restringirla a la preservacin. Todas estas visiones enmuchos casos, la adjetivacin de silvestre en realidad correspondera a percepcio-nes de grupos urbanos que viven lejos del contacto con la Naturaleza (Gmez Pompay Kaus, 1992) y que poco entienden del papel de los grupos indgenas. A pesar deeste debate, en Amrica Latina la polmica no ha avanzado ms profundamente,como se observa en el hemisferio norte donde se discute sobre el contenido deadjetivar como silvestre un sitio cualquiera (por ejemplo, Burk, 1994; Cronon,1995; Sessions, 1997).

    Otras corrientes novedosas sobre la Naturaleza se han inspirado en las concep-ciones indgenas y campesinas. En ellas se presta atencin tanto a los conceptossobre el entorno que poseen esos grupos, como a las formas de relacionarse con elambiente. En estas aproximaciones el ser humano vuelve a ser un elemento msdentro de la Naturaleza, y en varias de ellas se pone en discusin la dualidad quela separa del ser humano. Por lo tanto es una perspectiva en buena medida contra-ria a la anterior, y que igualmente puede llegar a posiciones extremas donde slopuede hablarse de Naturaleza all donde estn presentes ciertos grupos indgenaso campesinos.

    Estas posturas se basan en vivencias de pertenencia y empata con el entorno, yla religiosidad hacia el ambiente, encontrada en varios de estos grupos. Por ejem-plo, en los Lamas, de las ladera andino-amaznicas no hay jerarquas verticales,concibindose parte de la Naturaleza. Los Lamas conversan con los rboles o lalaguna, y entienden que en ese dilogo hay cosas para decirse; los jvenes deben iral bosque para presentarse ante l, y a la laguna se le habla con sigilo para nodespertarla (Rengifo, 1995). Hay reglas de apropiacin que se vinculan a esquemasreligiosos, mitos y sistemas de tabes y prohibiciones, que en general determinanniveles reducidos de impacto sobre el entorno (Rengifo, 1995). Este tipo de infor-maciones han llevado a poner en primer plano relaciones que se consideransimbiticas y equilibradas con la Naturaleza. La recuperacin de esos vnculosanulara el antropocentrismo occidental y abrira las puertas a una nueva relacincon el ambiente.

    23Eduardo Gudynas

    Una revisin crtica de estas posturas muestra que en algunos casos se ha llega-do a exageraciones donde se supona que todos lo grupos indgenas correspon-dan a la imagen del noble salvaje con una relacin simbitica con el entorno.Los ejemplos positivos que se descubran en un grupo eran extendidos como unatributo cierto a todas las etnias (ver adems a Buege, 1996). Consecuentemente secre el mito que los indgenas y campesinos eran la mejor gua para entender elentorno y gestionarlo, y que las concepciones occidentales deban ser re-elabora-das siguiendo su ejemplo. La proliferacin a fines de los aos 80 de artculos dedivulgacin sobre los Yanomami amaznicos, en el sentido de la armona y la co-existencia, constituyen un buen ejemplo.

    Este apego por las posturas idlicas y ednicas de indgenas y campesinosolvida varios hechos. Unos son histricos, ya que en muchos casos esos gruposrealizaron una extensa y profunda modificacin del entorno. Otras son demo-grficos, ya que sus reducidas poblaciones son una de las principales causas deuna menor presin sobre el ambiente. Finalmente, hay limitantes tecnolgicas,ya que la tecnologa a disposicin de ellos tambin limitaba las alteraciones sobreel entorno.

    Un ejemplo ilustrativo es la repetida invocacin de la Pacha Mama como sin-nimo de una relacin equilibrada y simbitica con la Naturaleza. La Pacha Mamaes presentada a veces como el sucedneo a los conceptos occidentales y ejemplo aseguir por todos. Sin embargo un examen atento de la realidad andina demuestraun cuadro mucho ms complejo. Esta concepcin debe entenderse en la propiacosmovisin andina, donde hay diferentes creencias entre los grupos tnicos, eincluso diferencias a su interior, con distintas influencias del catolicismo resultantede la conquista espaola. Tambin debe atenderse que Pacha Mama es parte de uncomplejo de deidades y no puede ser entendida en forma aislada.

    Por ejemplo, en un estudio detallado de una comunidad peruana, Len Carap(1994) describe que en la actualidad este sistema incluye a la Pacha Mama y unahermana gemela, Pacha Tierra, ambas femeninas, y subordinadas a dos divinidadesmasculinas: Ausangati, el creador del universo, de carcter bondadoso y protectordel equilibrio de la Naturaleza, y Qaiqway, de emociones ambivalentes y respon-sable de la fertilidad. La esposa de Ausangati es la Pacha Tierra, una divinidad demayor jerarqua que Pacha Mama; preserva la fertilidad de la tierra, y su carcteres bondadoso. La Pacha Mama, de menor jerarqua, posee un carcter ambivalente,en tanto puede ser agresiva. En ese contexto, cuando se hacen las invocaciones a laPacha Mama en realidad se pide por una buena cosecha, y en ello va implcita laalteracin y manejo de la Naturaleza para convertirla en un espacio agropecuario.

    El concepto de Pacha Mama est muy lejos de un vnculo de contemplacin deuna Naturaleza intocada. Por el contrario, en los Andes se enfrenta continuamenteel riesgo ambiental, lo que determina la prdida de cultivos, y con ello, la hambrunade la familia y la comuna. Las condiciones ecolgicas andinas limitan severamentelas opciones productivas (limitaciones en fertilidad del suelo, niveles de erosinpotenciales altos, variabilidad en la insolacin y en disposicin de agua, fluctua-

  • 24 Ecologa, Economa y tica del Desarrollo Sostenibleciones trmicas importantes, etc.). Pacha Mama y el sistema del que forma parteapunta a que las intervenciones que realiza el grupo aseguren la cosecha. Cuandono se trabaja adecuadamente la tierra, no slo se pone en riesgo a la propia familia,sino a la comuna, y ello incluso es penado socialmente.

    Posturas que se generan en el hemisferio norte, como la que ilustraelocuentemente Apffel-Marglin (1998) invocando una relacin dialgica y equili-brada con el ambiente, ejemplifican la reivindicacin de ciertos aspectos culturalesque sirven a las metas del discurso ambientalista, pero que olvida otras manifesta-ciones que son contradictorias con esos propsitos. Estas posiciones contribuyen agenerar lo que Soul (1995) ha denominado el mito de la inferioridad moral occi-dental, donde se presupone que todas las concepciones originalmente europeasde relacin con la Naturaleza son las responsables de la destruccin ecolgica delNuevo Mundo, y en contraste con ellas, los grupos indgenas y campesinos (juntoa las culturas orientales) seran ejemplos de coexistencias armoniosas.

    Un anlisis desapasionado muestra situaciones ms heterogneas, ya que haytanto ejemplos de coexistencia armoniosa como de altos impactos ambientales. Nopuede olvidarse que la cultura andina apunta a intervenir el entorno y reducir almnimo el azar. Esto se expresa en el sistema de creencias con la dualidad delmundo entre el mbito del maz (sara) o el espacio de la maleza (cora), uno es elorden que asegura el alimento, el otro es el desorden natural que puede llevar alhambre. Es el ser humano quien intenta forzar los destinos, siempre hacia el espa-cio del sara (Kusch, 1986). La consecuencia ha sido que los ambientes que hoyllamamos silvestres en muchos sitios de Amrica Latina en realidad son el pro-ducto de la accin humana a lo largo de milenios. Por cierto que la apelacin aconceptos como Pacha Mama u otros similares, posee importantes valores paraayudar a la bsqueda de alternativas, pero eso no puede justificar caer enreduccionismos del mismo tipo que se critican en las actitudes occidentales. Por lotanto es importante avanzar por un punto medio, donde la perspectiva de lasustentabilidad no debera caer en el extremo del noble salvaje ni en la posicinque rechaza la importancia de las comunidades locales, ya que los seres humanosson parte del ambiente (Gmez Pompa y Kaus, 1992). Ms all de esas distintassituaciones, en especial las visiones andinas tienen el mrito de enfocarse bajo laperspectiva de seres humanos en tareas productivas que son parte del ambiente, yno enfrentados a ste, tal como sucede con las visiones europeas.

    En otros casos se ha generado una visin organicista de la Naturaleza. Existenvarios ejemplos a nivel de grupos indgenas, pero tambin en la tradicin occiden-tal, tal como lo ilustra la hiptesis de Gaia de J. Lovelock (1983). Esta idea sostieneque todo el planeta constituye un sistema que se auto-regula, con propiedadesemergentes que recuerdan a un cuasi-organismo de nivel superior. La vida misma,como un conjunto, no slo se adapta a las condiciones del entorno, sino que escapaz de generar sus propios ambientes. Este concepto posee algunas convergen-cias con el de bisfera, y el de cuasi-organismo en la ecologa vegetal de principiosde siglo. Ha tenido un reducido impacto en Amrica Latina, a pesar de la gran

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    discusin acadmica que se sucede en el hemisferio norte. Pero es importante entanto tambin contribuye a reconocer valores intrnsecos en el ambiente.

    Los aportes ms importantes en los ltimos aos rompen con elantropocentrismo y reconocen valores propios en la Naturaleza, y por ello sonllamados biocntricos. Uno de los promotores ms conocidos es el filsofo norue-go Arne Naess, animador de la llamada ecologa profunda (por ejemplo, 1989).Los biocntricos han sido exitosos en promover un debate sobre los valores, peroadems han rescatado antecedentes importantes por lo menos desde el siglo XIX.Entre ellos se destacan en el hemisferio norte H.D. Thoreau y Aldo Leopold. Conmayores dificultades estamos descubriendo antecedentes similares en AmricaLatina. En ese sentido es importante rescatar la figura del boliviano Man Csped(que se comentar ms adelante) como del argentino Rodolfo Kusch. Si bien laspreocupaciones de Kusch se originaron en la antropologa, comprendi que todacultura presupone un ambiente, y por esa razn habla de la geocultura. En susposturas esa geocultura se construye desde los grupos populares, especialmenteindgenas y campesinos (analizando con detalle las tradiciones andinas), y recha-zando los aportes de origen europeo (Kusch, 1986). En esa lnea avanzan los actua-les programas de recuperacin de cosmovisiones indgenas y campesinas (un casoilustrativo es el programa Compas; una revisin se ofrece en Rocha, 2001).

    En las tradiciones nativas de Amrica Latina un destacado ejemplo est repre-sentado por las antiguas creencias de los guaranes sobre el s-mismo (entendidocomo su concepto de persona). Esta etnia se distribuye actualmente en bosquessubtropicales y savanas del sur de Bolivia y Brasil, Paraguay, y norte de Argentina.La evidencia disponible muestra que en tiempos pre-hispnicos, este grupo pre-sentaba un concepto del s-mismo y del ambiente donde uno contiene al otro. Enefecto, en los guaranes el s-mismo (teko) era inseparable del ambiente (teko-ha). Laautodefinicin de la persona requera un ambiente. Este es un caso de s-mismoexpandido en el sentido de alcanzar el ambiente inmediato, lo que era indispensa-ble para la vida. Sin un habitat natural no podra existir la persona; sin teko-ha nopoda haber un teko. El teko-ha era adems un espacio comunal, con corrientes deagua y rboles, y ofreca adems el sustento a otros conceptos, como las normasmorales (teko emboroy) o la buena vida (teko bratu). Se ha documentado bastantebien cmo la colonizacin cultural espaola modific estas creencias, en particularpor la imposicin religiosa (vase Meli, 1986).

    Creacin social de la Naturaleza

    La breve revisin de este captulo demuestra que hay muchas concepcionessobre la Naturaleza. Hay quienes la ven como un mero agregado de elementos,otros como un super-organismo; para algunos est al servicio de las personas,mientras que para otros posee derechos. Esta diversidad adems se correlacionacon matrices culturales (no es la misma la percepcin y valoracin de un vecino de

  • 26 Ecologa, Economa y tica del Desarrollo SostenibleSao Paulo, que la de un indgena miskito). Incluso dentro de una misma matrizcultural, como es la occidental de origen europeo, hay una tendencia a que lasconcepciones de la Naturaleza sean espejo de las apreciaciones de la sociedad(Worster, 1995). Tambin hay diferencias en cmo un sitio es evaluado por quienesviven en l, y por quienes lo observan desde fuera (el paralaje cultural de Nabhan,1995; vase adems la misma intuicin en Porto Gonalves, 1990).

    La categora de Naturaleza es una creacin social, distinta en cada momentohistrico, cambiante de acuerdo a cmo los hombres se vinculan con su entorno.Tambin se determina socialmente qu se considerar Naturaleza, y qu deja deserlo cuando es artificializado (Cronon, 1995). La Naturaleza resulta ser una cate-gora propia de los seres humanos. La inversa no existe: el concepto de ser humanono es una subcategora de la Naturaleza. Como apunta Evernden (1992), el serhumano es el autor de la Naturaleza, y por consiguiente el responsable del dualis-mo que le permite separarse de ella. Apuntemos adems que especialmente enAmrica Latina, los humanos han sido tambin los autores ecolgicos de la Na-turaleza en muchas reas, al haber intervenido en la configuracin de losecosistemas, seleccionado variedades de plantas y animales y moldeado el paisaje.

    El reconocer que hay una Naturaleza conlleva la nocin de que sta es distintade las personas. Aceptar que existe la Naturaleza es tambin aceptar una separa-cin entre ella y los seres humanos, lo que constituye una forma de dualismo. Es elser humano el que se reconoce como distinto y se separa del resto, al que llamaNaturaleza. Es precisamente esa distincin la que es motivo de crtica por variosautores, con lo que se pone en cuestin la nocin misma de Naturaleza, al menosen el sentido actual de la palabra. Autores como Evernden (1992) postulan que esedualismo es una construccin humana, y que en realidad nunca podr ser resueltoen tanto no existe. Segn Evernden, el dualismo slo existe por nuestra propiadecisin, con el propsito de crear un concepto contenedor, ya agrega: Unopuede incluso decir que no hay una naturaleza y que nunca la hubo.

    Ms all de esa advertencia, en la actualidad el paradigma de desarrollo tradi-cional usa el concepto de Naturaleza (y sus asociados, como ambiente, recursosnaturales, etc.). De esta manera se establece una relacin dialctica entre los con-ceptos de Naturaleza y los de desarrollo, donde stos se determinan mutuamente.Esto es comprensible en tanto ambas clases de ideas se inscriben en una mismaideologa. Tan humana es la Naturaleza que ella no escapa a las ideologas. Msall de la diversidad de posturas sobre la Naturaleza, en muchos casos se puedenobservar atributos comunes que se relacionan con la ideologa del progreso y larazn instrumental manipuladora. Pero tambin es evidente una pluralidad deideas sobre la Naturaleza, con una diversidad internamente acotada dentro de laideologa del progreso, pero con otras que escapan por fuera de esos lmites.

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    As como los colonizadores europeos determinaron las ideas sobre la Natura-leza Latinoamericana, las concepciones sobre el desarrollo siguieron un caminosimilar. El ambiente debera proveer los recursos que aprovecharan los huma-nos para lograr su bienestar. Las ideas de los pensadores europeos sobre el pro-greso y el crecimiento se extendan hasta Amrica Latina, y a partir de ellas sejustificaba la continua apropiacin de los recursos naturales. Europa era un mo-delo a seguir.

    El crecimiento material no slo era un objetivo, sino que no se dudaba de suposibilidad. La Naturaleza era el marco que haca posible esos sueos; se invoca-ban las riquezas en cada uno de los pases, los espacios vacos a ocupar, y la cali-dad de la poblacin. Para ello se diseaban distintas formas de incrementar la ex-traccin minera, descubrir petrleo, acentuar y ampliar la explotacin agropecuariay promover el desarrollo industrial.

    Es importante revisar las concepciones sobre el desarrollo que explican esasestrategias de aprovechamiento de la Naturaleza desde una ecologa poltica. Laproblemtica socio-ambiental actual responde en buena medida a las consecuen-cias de esas estrategias, y los conceptos que se defiendan presuponen ideas sobreel desarrollo y la Naturaleza que deben revisarse para avanzar a un camino alter-nativo volcado a la sustentabilidad.

    Naturalezay estrategiasde desarrollo

    2.

  • 28 Ecologa, Economa y tica del Desarrollo SostenibleProgreso y desarrollo

    La herencia europea del desarrollo pona el acento en el crecimiento econmicocomo generador del progreso social y poltico. Esos avances implicabanculturalizar los ambientes (en el sentido de artificializarlos), su control y mani-pulacin, para aprovechar recursos que alimentaran procesos productivos orien-tados en un inicio a los bienes materiales. El cambio expresaba el compromiso conla idea del progreso, como un avance continuado. El progreso pasa a ser un ele-mento clave con atributos ideolgicos, donde es posible reconocer diferentes estra-tegias de desarrollo aunque dentro de ese compromiso progresionista (puedenconsultarse las revisiones de Nisbet, 1980; Ferrarotti, 1985; Arndt, 1987; Kay, 1991;y Esteva, 1992 entre otros).

    Algunos no negaban que esa bsqueda ocasionara costos, referidos usualmen-te al rea social, sino que se los entenda como inevitables. En cambio, los impactosambientales o los lmites ecolgicos no eran tenidos en cuenta. Sin embargo, laNaturaleza era simplemente ignorada o referida al medio que hara posible eseprogreso. El inicio de la vida independiente de los estados Latinoamericanos con-tinu con la masiva apropiacin de recursos naturales, usualmente concentrada enuno o dos productos, y que por lo general eran volcados a la exportacin. El proce-so se mantuvo por dcadas, e incluso en el siglo XIX se pueden citar ejemplos deciclos del azcar en Amrica Central y el Caribe, el caf en Brasil, el auge del guanoen Per (1840 a 1880), el tambin acotado boom exportador del salitre desde elPacfico, la apropiacin del caucho amaznico, la plata boliviana, o las carnes des-de Argentina y Uruguay. Ante este tipo de situaciones se desataron discusionesnacionales sobre cmo remontar la dependencia de uno, o unos pocos productosde exportacin, y las medidas necesarias para fortalecer las economas nacionales.En todos estos debates una y otra vez se haca referencia a la amplia disposicin derecursos naturales que podan ser tomados para generar nuevos caminos en eldesarrollo de cada pas.

    Desde mediados del siglo XIX en casi todos los pases se intentaban o imagina-ban nuevos despliegues industriales, proliferacin de cultivos, tendido de lneasfrreas y diversificacin comercial. Se insista en la enorme disponibilidad de re-cursos, en la existencia de espacios vacos que deban ser civilizados y en unaamplia capacidad de amortiguacin de cualquier impacto ambiental. JustamenteOrden y progreso, el lema de Auguste Comte es el que aparece en la bandera deBrasil. En el siglo XX, y en particular desde 1940, los modelos latinoamericanos deldesarrollo, reivindicaban las ideas bsicas del progreso perpetuo y el carcter sub-sidiario de la Naturaleza. En un anlisis de esta problemtica desde Amrica Lati-na, Felipe Mansilla (1991) ofrece varios anlisis sobre las plataformas de los parti-dos polticos entre 1950 y 1975, donde la industrializacin aparece como un ejeimportante, proponiendo alcanzar la soberana poltica y la independencia eco-nmica mediante la industrializacin masiva. En esos casos se deban aprovechartodos los factores de produccin de la manera ms eficiente, lo que implica una

    29Eduardo Gudynas

    mayor apropiacin de los recursos naturales. Mansilla destaca que la desatenciny la negligencia en que estn sumidos los argumentos ecolgicos y proteccionistasde la naturaleza se deben en realidad a un preconsciente colectivo latinoameri-cano, para el cual los recursos naturales con que cuentan las naciones latinoame-ricanas son ilimitados para los proyectos ms audaces de industrializacin masi-va, y las dimensiones gigantescas del continente, de sus selvas y ros garantizanpor s solas una enorme estabilidad ecolgica.

    Existen muchos ejemplos sobre la aplicacin de estas ideas. Un caso ilustrativose observa con los programas de desarrollo aplicados a la Amazonia de Brasil en lasegunda mitad del siglo XX. El actual patrn de apropiacin de esa selva tropicalcomenz hacia 1945, bajo la presidencia de Getulio Vargas, con la idea de aprove-char recursos que estaban siendo desaprovechados o subutilizados, y poblarun espacio que se consideraba vaco. Es notable que las aspiraciones y justifica-ciones de esos esfuerzos sean muy similares a las que se vivieron en otros pasesmuchos aos antes; en Argentina la Conquista del Desierto durante la dcada de1870 tambin apelaba a controlar un espacio vaco para volverlo provechoso,mientras que se ha llegado denominar a la Amazonia como un desierto verde.

    En Brasil, los programas y proyectos amaznicos alcanzan un pico hacia 1973 a1984, bajo los gobiernos militares de E. Geisel y J. Figueiredo, incluyendo largascarreteras, aprovechamiento maderero, expansin agrcola-ganadera, minera yrepresas. Esfuerzos emblemticos, como la carretera Transamaznica, deban abrirel camino a la tierra sin hombres de la Amazonia, tal como pregonaba la publici-dad gubernamental. Esta tendencia desemboc en los grandes polos de desarro-llo con mega-emprendimientos como Carajs, Tucuru, Balbina o el Polo Noroes-te (se llegaron a crear hasta 15 polos de desarrollo). En el inicio de la dcada de1990 el ritmo disminuy y se intentaron algunas medidas ambientales; pero desde1995 renacen las intenciones de grandes emprendimientos. El gobierno de Fernan-do Henrique Cardoso plante la iniciativa Avanza Brasil, con un fuerte nfasisen infraestructura carretera e hidrovas (Carvalho, 2001; Porto Gonalves, 2001),muchos de los cuales no se concretaron por carencia de fondos. Sorpresivamente,el gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva volvi a defender las grandes obras deinfraestructura amaznica, apelando a la necesidad de un progreso econmico yaumentar las exportaciones.

    Mas all de que a lo largo de esos aos siempre se busc la apropiacin de losrecursos amaznicos, es posible distinguir dos fases en la ocupacin territorial y laarticulacin con procesos productivos tradicionales. En la primera, especialmentebajo los regmenes militares, la ocupacin del rea y su utilizacin estaba ligada aesfuerzos de integracin y balance entre regiones dentro de Brasil, como compo-nentes para incrementar el crecimiento econmico. En la segunda fase, bajo losgobiernos Cardoso y Lula, el aprovechamiento amaznico est volcado al contextomundial, desatendiendo coordinaciones y balances nacionales, y por el contrariobuscndose una rpida insercin en la globalizacin. Eso explica la proliferacinde iniciativas de infraestructura con los pases vecinos, en especial corredores que

  • 30 Ecologa, Economa y tica del Desarrollo Sosteniblefaciliten el transporte y la salida de recursos directamente a los puertos tanto en elOcano Pacfico como el Atlntico.

    Este nuevo embate sobre la Amazonia de Brasil muestra caractersticas que serepiten en otros pases de esa cuenca. Inicialmente se observ cierta coexistenciaentre las formas locales de produccin (indgenas, caboclos, colonizadores recien-tes, etc.), los que son marginalizados y suplantados por los grandesemprendimientos, en casi todos los casos al amparo del capital transnacional, y enotros tantos casos involucrando medios violentos sobre las poblaciones locales,tanto desde el Estado como desde los actores privados (Porto Gonalves, 2001).

    En el caso de la Amazonia brasilea, la esencia de la postura ha sido la domina-cin y aprovechamiento. Por ejemplo, el presidente Vargas en 1940 en una visita aManaos sostena que en el siglo XX, la ms alta tarea civilizadora humana eraconquistar y dominar los valles de los grandes torrentes ecuatoriales, transformarsu ciega fuerza y su extraordinaria fertilidad en una energa disciplinada; agre-gando que el Amazonas bajo el impacto de nuestra voluntad y nuestro trabajo,debe cesar de ser un simple captulo en la historia del mundo y, hacindolo equi-valente a otros grandes ros, debe convertirse en un captulo de la historia de lacivilizacin (citado en Hecht y Cockburn, 1990). Dcadas despus, en 1970, elentonces presidente Mdici inaugur una placa a propsito del inicio de las obrasde la Transamaznica en la ciudad de Altamira, en las mrgenes del Xing, dondese sostena que la carretera era un inicio histrico para la conquista y colonizacindel gigantesco mundo verde (citado en Leroy, 1991).

    En todos estos casos la visin de la Naturaleza que se desprende de estas postu-ras cubre una amplia gama de posiciones (comentadas en el captulo 1), desde lacanasta de recursos hasta el capital natural. El ambiente est a disposicin del serhumano, y su tarea es conquistar y civilizar para volverlos productivos. Esuna Naturaleza al servicio del ser humano y de un desarrollo restringido al apro-vechamiento material y el crecimiento econmico. La misma perspectiva de domi-nacin alcanz a las poblaciones indgenas y campesinas del rea. Incluso en lapropuesta brasilea Nuestra Naturaleza, que lanz el presidente Jose Sarneycomo intento de frenar la destruccin amaznica (y adems contrarrestar las insi-nuaciones intervencionistas ambientales de pases europeos y EE UU), cae en unconservacionismo utilitarista. La publicidad oficial de ese gobierno insista enslogans sobre nuestros ros, nuestros mares, nuestra fauna, nuestra flora, adjudi-cndole siempre una propiedad humana.

    Otro caso particularmente notable se ha dado en Venezuela, donde el descubri-miento de petrleo en 1914 sustent el mito de una enorme riqueza natural quepoda alimentar un progreso acelerado. Ese pas inici las exportaciones de petr-leo en 1918, y rpidamente ocup los primeros puestos a nivel mundial. En aque-llos aos la explotacin de hidrocarburos en manos de empresas extranjeras eraconsiderada como una prdida de soberana (entrega de la riqueza de la nacin),y por complejos procesos polticos termin bajo el control directo del Estado. Ve-nezuela se convirti as en un petroEstado, donde sucesivos gobiernos se pre-

    31Eduardo Gudynas

    sentaban a s mismos como hacedor de milagros que poda convertir su dominiode la naturaleza en fuente de progreso histrico (Coronil, 2002). En realidad susprogramas desarrollistas requeran enormes sumas de dinero, lo que a su vez sebasaba en la explotacin de hidrocarburos; el aprovechamiento de la Naturalezaera apenas una mediacin para lograr recursos financieros, los que en su mayorafueron despilfarrados en locas aventuras y persistente corrupcin. Se gener elespejismo de poder contar siempre con amplios recursos financieros, donde el pro-pio petrleo pas a ser visto simplemente como dinero.

    Esa petroeconoma estaba desconectada de la productividad del trabajo local, ypor lo tanto no slo fue ineficaz desde el punto de vista del desarrollismo tradicio-nal (por ejemplo, por sucesivos fracasos en intentos de industrializacin), sino quedescansaba sobre la expoliacin de un recurso natural que es finito. Se ha calcula-do que Venezuela recibi entre 1976 y 1995 aproximadamente 270 mil millones dedlares por la venta de petrleo, lo que equivale a unas 20 veces las ayudas delPlan Marshall para la recuperacin de Europa despus de la segunda guerra mun-dial (de Rivero 2002), y a pesar de esto, casi el 50% de la poblacin se encuentradebajo de la lnea de pobreza.

    El historiador Fernando Coronil (2002) advierte agudamente que ese estilo dedesarrollo foment an ms la idea que la riqueza se encontraba directamente enla Naturaleza, y no en otras esferas como el propio trabajo y creatividad humana.Coronil agrega que paradjicamente el dinero proveniente del petrleo, que erael resultado de las actividades de algunas de las ms dinmicas empresastransnacionales, reforz en Venezuela concepciones y prcticas surgidas a partirdel descubrimiento y la colonizacin de las Amricas, que consideraban la riquezano tanto como el resultado del trabajo productivo sino ms bien como la recom-pensa por actividades no directamente relacionadas con la produccin, que in-cluan la conquista, el saqueo o la pura suerte.

    El caso venezolano encuentra muchas correspondencias con los actuales deba-tes actuales en Bolivia y Ecuador. All tambin se invoca el petrleo y el gas naturalcomo fuentes potenciales de enorme riqueza, e incluso se plantea una reapropiacinbasada en la soberana nacional. En ese contexto, la experiencia de Venezuela de-muestra que es extremadamente importante no slo la propiedad sobre esos recur-sos, sino las formas en que sern aprovechados y cmo se los articular con pro-puestas de desarrollo que necesariamente deben ser alternativas para no repetirtantos errores.

    El problema es que el apego en la apropiacin de los recursos naturales y lacreencia en el desarrollismo tradicional se encuentran firmemente arraigados. Entoda Amrica Latina las mismas ideas han sido defendidas desde las ms diversasposturas polticas; tanto la derecha como la izquierda defendan la industrializa-cin y el progreso material. Todas estas visiones eran antropocntricas, y en mu-chos casos la Naturaleza era algo ajeno a la problemtica del desarrollo, no se lamencionaba o apenas se la intua bajo trminos como materias primas o factores deproduccin.

  • 32 Ecologa, Economa y tica del Desarrollo SostenibleTeora de la Dependencia

    Es necesario considerar brevemente a la Teora de la Dependencia, en tanto ellarepresent una visin propia latinoamericana sobre el desarrollo, y por lo tanto esimportante averiguar si posea una concepcin distinta sobre la Naturaleza. Estacorriente, iniciada por el economista argentino Ral Presbich, en la dcada de 1950postul como ideas bsicas el estructuralismo y la dependencia, criticando las con-cepciones clsicas y neoclsicas de la asignacin de precios y las formas de operardel mercado. El concepto de dependencia parte de reconocer que ciertas regionesse desarrollan a expensas de otras (un centro y una periferia). Esta idea fue elabo-rada todava ms por autores como Celso Furtado, A. Gunder Frank y F.H. Cardoso.

    La perspectiva perifrica de la teora determinaba una visin obligada de loque suceda en los pases centro. Si bien denunciaba el carcter apropiador ydesigual de las relaciones entre los pases, lo que constituy uno de sus grandesmritos, de alguna manera sus postulados buscaban cmo desprenderse de esadependencia, pero sin renunciar a los pretendidos beneficios que se vivan en elcentro industrializado. Los dependentistas tambin apostaban a la industrializa-cin, la bsqueda del progreso econmico, y la continua generacin de un exce-dente. Se intentaba a cualquier precio una sustitucin de las importaciones para deesa manera independizar econmicamente a nuestros pases.

    Los dependentistas no desarrollaron una visin alternativa sobre la Naturaleza,o sobre cmo articular el desarrollo con su marco ambiental. En sus estudios losrecursos naturales jugaron un papel muy menor, y entendan que los problemasambientales podan ser solucionados por medios tcnicos, demostrando un notableoptimismo tecnolgico. A pesar de que los primeros estudios de impacto sobre lascondiciones ambientales al desarrollo aparecieron a fines de la dcada de 1960, losdependentistas siempre consideraron que la regin posea enormes espacios libres eimportantes reservas de recursos; los problemas en realidad estaran en las trabassociales a un correcto proceso de desarrollo.

    Aunque sin confundirlos con los dependentistas, es importante recordar quelas expresiones sobre desarrollo provenientes de la izquierda marxista y no-mar-xista tampoco generaron visiones alternativas sobre la Naturaleza. Todas ellascompartan la fe en el progreso tcnico, en el manejo cada vez ms afinado delambiente.

    Lmites del crecimiento

    En el contexto de los primeros aportes de importancia sobre temas ambientalesdebe destacarse el reporte, Los lmites del crecimiento preparado por Meadowsy colab. (1972), encargado por el Club de Roma, y realizado en el Instituto de Tec-nologa de Massachusetts (MIT). Ese estudio desencaden una gran polmica enAmrica Latina. All se sostiene que la Naturaleza es limitada, tanto en los recursos

    33Eduardo Gudynas

    disponibles como en sus capacidades de amortiguar impactos ambientales. Aque-llo que siempre apareci como inmenso, o que nunca suscit inters en buscarlefronteras, repentinamente se evidenci como finito y acotado. Es ms, y aunquehoy suene ingenuo, la economa tradicional no haban reparado en que los proce-sos productivos en realidad descansan sobre la Naturaleza, y este informe precisa-mente recordaba ese hecho.

    El mensaje del estudio era muy claro: no poda invocarse un crecimiento econ-mico continuado ya que los recursos eran finitos. Ms tarde o ms temprano sechocara contra esos lmites. La Naturaleza, que siempre se mantuvo por fuera dela temtica del desarrollo, repentinamente toma un papel central en la discusin.

    La reaccin en Amrica Latina contra esas ideas fue virulenta. Desde las msdiversas tiendas fueron interpretadas como un ataque directo a la base de la con-cepcin del progreso continuado, y desde un flanco que se consideraba menor (elambiental). Tanto gobiernos como intelectuales tras atacar el informe invocaban lanecesidad de mantener el proceso de desarrollo de la regin, considerando que losproblemas ambientales eran propios de los pases industrializados y no de Amri-ca Latina.

    Estas discusiones continuaron en Estocolmo, durante la primera conferencia delas Naciones Unidas sobre ambiente y desarrollo, tambin en 1972. Con ella latemtica ambiental pas al primer plano, hacindose explcita su vinculacin conel desarrollo. La reunin se centr en temas como la responsabilidad de los pasesindustrializados en la contaminacin o las consecuencias del crecimientopoblacional. Las naciones latinoamericanas sostuvieron que cada Estado era sobe-rano en manejar sus recursos naturales, por lo que al decir del entonces secretariogeneral de la OEA Galo Plaza, las normas ambientales de los pases desarrolladosno pueden ser aplicadas a los pases en vas de desarrollo. Esa postura terminconvirtindose en un pretexto para minimizar las medidas ambientales efectivas.Por ejemplo, el destacado Helio Jaguaribe sealaba en 1973 que el continente noenfrentaba una sobre-explotacin ecolgica ni una sobrepoblacin, y tildaba al es-tudio del MIT como neo-malthusiano.

    Muchos latinoamericanos estaban en lo cierto cuando sealaban que en granmedida las proclamas ecolgicas de los pases industrializados ocultaban otroscomponentes, usualmente vinculados al comercio internacional y la intervencinpoltica. Sin embargo, quedaron atrapados en defender a sus gobiernos, los que noeran mejores a la hora de proteger sus ambientes naturales, y legitimaron as elutilitarismo sobre la Naturaleza. Los dependentistas criticaron el enfoque ecolgico,y como respuesta lo re-interpretaron como un problema ms del subdesarrollo,acuando el famoso slogan de que la pobreza es el primer problema ambientalde Amrica Latina.

    La respuesta ms elaborada contra los estudios del MIT provino de la Funda-cin Bariloche (Argentina). La rplica, a cargo de Amlcar O. Herrera y un equipode colaboradores, busc probar ms all de toda duda legtima que en el futuroprevisible el medio ambiente y los recursos naturales no impondrn lmites fsicos

  • 34 Ecologa, Economa y tica del Desarrollo Sostenibleabsolutos. Por un lado se reconoce que existe una crisis ambiental, aunque sesostiene que en realidad es el resultado de un sistema de valores en gran partedestructivos. Por lo tanto, la solucin no sera la aplicacin coyuntural de medi-das correctivas sino la creacin de una sociedad intrnsecamente compatible consu medio ambiente.

    Sin embargo, el estudio niega que existan lmites al desarrollo, atacando la ideaen varios frentes. Por un lado, vuelve a invocar la existencia de recursos enormes,considerando que es imposible determinar la cantidad total de recursos no reno-vables existentes en el planeta (con ello se refuerza el mito de los recursos muyabundantes). Por otro lado, subraya la posibilidad de desarrollar nuevas tecnolo-gas que permitan aprovechar nuevos recursos, ahora intiles y ms abundantes,con lo que refuerza la fe en la manipulacin tecnolgica del entorno, llegando aapelar a la energa nuclear (con ello se refuerza el mito optimista sobre la ciencia yla tecnologa).

    Todava ms: en el informe Bariloche se sostiene que la contaminacin debe serpuesta en trminos de su verdadera significacin, donde prcticamente todassus formas seran controlables, y sus causas y soluciones dependeran de decisio-nes polticas y econmicas. Siguiendo esas ideas el estudio de la Fundacin Barilocheminimiza el lmite a la disponibilidad de las tierras de cultivo, apelando a incre-mentos de productividad o la expansin de la frontera agropecuaria, olvidandoque todo eso tambin posee efectos ambientales negativos. Apunta a convertir reasenormes en tierras de cultivo como si ello no tuviera ningn impacto. En todo caso,los diferentes aspectos son todos reducidos a un problema poltico, donde se cues-tiona el orden econmico internacional, y se vuelve a postular un posible futurobrillante para todos los pases del Sur.

    La respuesta de la Fundacin Bariloche, vista en su conjunto reduce a un mni-mo toda la problemtica ecolgica, minimizndola, apostando exageradamente ala tecnologa y a los contextos polticos. No hay en esas pginas una nueva visin,crtica y renovada, de la Naturaleza o del desarrollo, sino una expresin ms de lasposturas desarrollistas tradicionales.

    Las consecuencias de este debate fueron importantes, y as toda vez que seanalizaba la vinculacin entre ecologa y desarrollo se terminaba reclamando au-tonoma para el crecimiento econmico. Ello se conseguira, segn algunos, pormedio de usos ms eficientes de los recursos naturales; otros enfatizaban todavams la contaminacin del subdesarrollo, tal como ilustra el difundido manualdel argentino Santiago Olivier (1983).

    De Estocolmo a Rio de Janeiro

    Desde 1972, con la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre Ambien-te y Desarrollo (Estocolmo), a 1992, con la segunda conferencia (Rio de Janeiro), sesucede un prolfico debate. Parte de esa discusin se analiza seguidamente, mien-

    35Eduardo Gudynas

    tras que otras nuevas concepciones emergentes durante estos aos se consideranen el captulo siguiente.

    La conferencia de Estocolmo de 1972 tuvo un marcado tono conservacionista,en especial promovido por los pases industrializados. Ello gener una crtica muyfuerte desde los pases en desarrollo, donde algunas naciones Latinoamericanas,como Brasil, defendieron la intensificacin en el uso de recursos naturales. Antesque una nueva conceptualizacin sobre la Naturaleza o los modos de relacionarsecon ella, la conferencia de Estocolmo apunt a manejar y reducir impactos ambien-tales, especialmente por contaminacin. Otras perspectivas eran entendidas comofrenos a los esfuerzos de progreso, y por lo tanto podan ser potencialmentepeligrosas. Se insista que cada pas tena el derecho soberano de determinar susprioridades econmicas y polticas, y consecuentemente sus niveles de proteccinambiental y cmo dispondr de sus recursos naturales.

    Desde ese momento se sucedieron importantes aportes en varios terrenos. Porun lado, a nivel acadmico proliferaron los estudios sobre los impactos ambienta-les, la extincin de especies, y la accin de los contaminantes. Por otro lado, diver-sas disciplinas comenzaron a generar corrientes de anlisis desde una sensibilidadambiental (tal como sucedi con la economa ecolgica o la tica ambiental). Final-mente, se comenz a tomar conciencia que graves problemas ambientales, como lacontaminacin urbana o la destruccin de reas naturales, igualmente ocurran enel continente, como lo atestiguaban los casos de ciudad de Mxico o la selvaAmaznica.

    En 1987, la Comisin de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarro-llo, present el estudio Nuestro Futuro Comn (tambin conocido como Infor-me Brundtland, atendiendo al apellido de su coordinadora), a partir del cual sepopulariz la idea del desarrollo sostenible. Si bien el concepto ser analizadoen detalle en el prximo captulo, de cualquier manera se puede adelantar aquque ese informe no implica un cambio de rumbo, sino que por el contrario refuerzaal paradigma tradicional del desarrollo, basado en el crecimiento econmico y laapropiacin de la Naturaleza. Es un ejemplo sobre cmo esas corrientes tradicio-nales se reapropiaron de muchos conceptos ecolgicos, hacindolos funcionales asus objetivos. Estas situaciones demuestran que incluso desde distintos puntos departida se llegan a similares visiones sobre la Naturaleza, mantenindose la pers-pectiva utilitarista instrumental. En otras palabras, los preconceptos sobre el en-torno natural logran manifestarse de diferentes maneras en distintos contextos te-ricos y prcticos.

    En la segunda Conferencia de las Naciones Unidas sobre Ambiente y Desarro-llo en Rio de Janeiro (1992) se repiti un hecho similar, ya que si bien los debatesfueron acalorados, en todas las declaraciones se mantiene el apego por el desarro-llo material y el crecimiento continuo se mantiene en pleno vigor. De hecho, en lasltimas dcadas se mantiene el sesgo en concebir a la Naturaleza como recursosque deben ser aprovechados en beneficio de la economa. Finalmente, en la terceracumbre, realizada en Johannesburgo (2002) se mantiene la tendencia, en un caso

  • 36 Ecologa, Economa y tica del Desarrollo Sosteniblebuscando un equilibrio entre una supuesta correspondencia entre ecologa yeconoma, a la vez que se concedieron nuevos pasos en convertir a los elementosy procesos de los ecosistemas en mercancas.

    Geografa y desarrollo

    Si se siguiera la teora tradicional, la enorme riqueza en recursos naturales deAmrica Latina debera haber desencadenado un progreso econmico fenomenal.Sin embargo, el continente continua sumido en la pobreza y se suman los impactosambientales. Por otro lado, muchos de los intentos actuales por preservar esosecosistemas chocan contra rechazos basados en la necesidad de apropiacin de losrecursos para alimentar las economas nacionales y sus exportaciones. Estos he-chos ejemplifican que es necesario repasar la discusin contempornea sobre ladisponibilidad de recursos naturales y el desarrollo.

    Este asunto en la actualidad se encuentra en el centro de un acalorado debatedebido a que varios analistas consideran que una gran abundancia en recursos natu-rales sera un impedimento para el desarrollo. Esta postura ha sido presentada devarias maneras, desde el conocido Jeffrey Sachs y sus colaboradores del HarvardInstitute for International Development (uno de los ms recientes es Sachs y Warner,1997), pero muy especialmente desde el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).En los informes anuales del BID para 1997 y 1998-99 as como en algunos reportestcnicos (especialmente Gavin y Hausmann, 1998; Londoo y Szkely, 1997), se pos-tula que la alta desigualdad del ingreso en Amrica Latina se debe a varios factores,en especial la riqueza en recursos naturales, donde los pases tropicales tienden a serms pobres y desiguales. La inequidad se correspondera con la latitud. Por ejemplo,la dotacin de recursos, especialmente los minerales y la disponibilidad de tierrapara cultivos y ganados, est fuertemente asociada con la inequidad. La contracarade esta vinculacin se observa en pases que poseen dotaciones reducidas en recur-sos, pero que han ganado en riqueza y equidad. A juicio del BID, cuanto ms rico seaun pas en recursos naturales, ms lento ser su desarrollo.

    La explotacin de los recursos naturales, sigue explicando el BID, genera unarenta que va a unas pocas personas, se desenvuelve por prcticas que requierenempleo reducido y una mnima educacin, lo que junto con el concurso de otrosfactores termina desencadenando la situacin de pobreza y desigualdad actual. Elbanco defiende un determinismo geogrfico, donde los pases tropicales, ms cer-canos a la lnea del Ecuador, al poseer comparativamente mayores dotaciones derecursos naturales, terminan degenerando hacia condiciones de pobreza.

    La forma en que se distribuye la propiedad de los bienes productivos es tanimportante para la distribucin del ingreso como lo son los volmenes de esosrecursos. En este terreno, segn el BID, Amrica Latina est en desventaja ya quela propiedad sobre los recursos naturales y las oportunidades para la educacinestn muy concentradas. Entonces el crecimiento econmico y las nuevas oportu-

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    nidades econmicas que se brindan no estn equitativamente disponibles para to-dos los grupos de poblacin, y en casos extremos la concentracin tiende a intensi-ficarse. Muchos coincidiran con esa afirmacin, y de