[Gruner Eduardo] - El Fin de Las Pequenas Historias

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Eduardo Grüner El fin de las pequeñas historias De los estudios culturales al retorno (imposible) de lo trágico

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  • Eduardo Grner

    Elfin de laspequeas historias

    De los estudios culturalesal retorno (imposible)

    de lo trgico

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  • Eduardo Grner

    SE.Gl"':\"D.\ PARTE

    Ln g!ol",!i;:.acilI, o la lgiw (no slo) mlmm!dvlcolollJ[/!i:1Il0 tal"d/o

    Introduccin: De las "novedades" tericasy sus polticas posibles .

    l. Xlundiabzaci capiralistn, poscolonialidadv sistema-mundo en In era de la (lsiI totalidad

    , De las ventajas del colonialismo a 135 Yirtudesdel imperio. Aijaz Almud ,:enlIS: Negri y Hardr .

    3. Interludio filosfico . ..4. Literatura, arte e historia en L1 era poscolonial de L1

    rnuudializacin capitalista. O la suma de las parteses ll1, P.>,RTE

    Por 111I retorne a lo [cnda-meutnl

    1. La COS3 poltica .2. LJ experiencia de lo tLgico .3. La experiencia de lo potico .4. La experiencia de lo poltico .5. El nudo de las experiencias,

    o la estrategin antropof.irrica .. . .

    Conclusin, o bes) experiencia)de un recomienzo .

    Dill1iografJ .

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    El milI/do de hoy se, 110S aparece horrible,nialoado. sin esperillz{f. Erra esa tranquila desa-zn de un hombre que morir en ese mundo, Noobstante, es[ustntncnte a eso a loque1JU resisto. Ysquemoriresperanzado. Pero esnecesario crear11I1 !uJldallle1Jto para la esperanza.

    JEA..~-PAL"L SARTRE

  • Palabras preliminares(despus del 11 de setiembre

    de 2001)

    Este libro estaba ya escrito, y entregado a la implacable fa-talidad de la imprenta, cuando ocurri lo que ocurri el 11 desetiembre pasado, en Nueva York. Era inevitable, casi prescripto,que el autor se preguntara en qu medida ese acontecimientofulgurante, atroz, descomunal, del cual probablemente se dir,en un futuro no lejano, que parti en dos la historia, modifica-ba las modestas hiptesis sostenidas en este libro a propsito deun "fin de las pequeas historias" y de un consiguienterecomienzo de los "grandes relatos", sobre bases lluevas --omejor,renovadas- de percepcin y pensamiento crtico. 0:0 hay, porsupuesto, una respuesta definitiva para aquella pregunta; es::J1go que slo el lector puede decidir.' Pero, aun con todas lasdud,ls del caso (de las cuales la principal erJ}' sigue siendo si la

    L El lector puede, en e~cto, d~cidir, por ejemplo entre las siguientes(Jl'cion~,; a) comenzar por leer el prefJcio, ~ITiesg;indn,c J condicionar su propial""tur;! del libro; b) suponiendo que haya tenido la i111[lnJbJble paciencia de leertodo ,,1 libro, dej

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    inclusin de un prefacio sobre el 11 de setiembre implicar uncondicionamiento para la lectura posterior del libro. Esperamosque no, pero tambin eso est fuera de nuestras manos), el autorno pudo impedir sentir algo as como un imperativo tico queimpona esa inclusin: no para hacerse cargo de la "novedad" -locual supone disminuirla a mezquina mercanca de la escritura-sino para repensar, l mismo, todo lo que ser ledo a con-tinuacin.

    No es ste el lugar para dejar sentada nuestra "posicin",como se dice, sobre los atentados del 11 de setiembre y susposi-bies consecuencias a mediano plazo, por ms frgil y provisorioque esa posicin necesariamente sea. A quien pueda interesarte,remitimos para ello a otros lugares en los cuales hemos inten-tado decir algo al respecto.' Pero s es, tal vez, la oportunidadpara que el autor enuncie muy esquemticamente algunos delos interrogantes puestos en cuestin en el libro que -creeniosentender-los acontecimientos de marras contribuyen a drama-tizar, quiz a radicalizar. A saber:

    1. Es el fin de la llamada "posmodernidad''> La lgicacultural del capitalismo tardo, sin duda, continuar funcionandomientras este ltimo persista. Pero sus fetichismos ideolgi-cos ms flagrantes quedan, al menos, cuestionados en lossiguientes terrenos:

    a) La "globalz,aC/n": En este libro se encontrar, de maneraexplcita o implcita, la afirmacin intencionalmente provocativade que sobre la tan mentada "globalizacin" (o, para ser msexactos, elproceso de mundializacin capitalista) se pueden decirdos cosas simultneas y aparentemente contradictorias. Porun lado, que, lejos de constituir una novedad de laera PQj1, tieneal menos 500 anos, que es cuando comenz -con la expansincolonial-la lgica global del modo de produccin capitalista,

    l. Cfr., por ~j~Tlll'lo, "Babel y su(s) T

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    celebradores de la globalizacin.Al contrario: la verdadera gleba-lizacin -que, lejos de significar diversidad y di ferencia, produceuna creciente homogeneizacin dentro del discurso dominante-.consiste C:IJa vez mas en una bsqueda de unidad sin fisuras(unidad pol [rico-militar, econmica, ideolgico-cultural, jurdica,etctera) bajo los mandatos del imperio. Lo que en otras pocasse llam la "cuestin nacional" adquiere, en este contexto, unadimensin radicalmente nueva. Una dimensin que quiz porprimera vez en la historia moderna permite volver J pensar esa"cuestin" sustravndola a LIs ramplonerras simplistas odi rectamente reaccionarias de los chovinismos folclricos. Perojustamente por eso -por la posibilidad misma de esa sustrae-cin-, lacuestin nacional dispara un "retorno de 10reprimido",con una potencia que se opone a la no menor ramplonera de lasadmoniciones plaideras que nos insta ban a arrojarla al basurerode la historia, bajo el argumento de un "universalismo" falso yfetichizado: falso y fetichizado, porque un en-dndero univcrsa-lismo es el que toma en profundidad el problema -aunlJue, casipor definicin, no pueda resolverlo- del conflicto entre las Par-tes y el Todo, y no el que eh por supuesto un universal abstractovsin fisuras (que es la peornuner.1 de barrer bajo 1.1 alfombra lasdesigualdades e injusticias que fracturan al 'lodo). y ni qu decirtiene que junto -e incluso por encima- de la "cuestin nacional"se produce el retorno de otra macro-cuestin, la que sola ILl-maree (mal, probablemente) la cuestin del Tercer Mundo, deL1S "sociedades perifricas" arrasadas, violentadas y destruidashastlo indecible por [a mundializacin capit:1lista: destruccinsistem.itica -otra vez, poltica, econmica, social, cultural, jur-dica- que, insistimos, Ib-

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    -al menos en trminos de la pertinencia de los intl?1"1ogantes quedespierta- se ha vuelto una cuestin vital, de supervivencia[isicatanto como intelectual, de urgencia etica tanto como cultural.Nuevamente: las aporas de la relacin entre lo "Mismo" y lo"Otro", entre significantes como "Occidente" o "Europa" ysignificantes como "..:\mca", "Asia", "Amrica latina", entre loPropio y lo Ajeno, toda esa desgarrada banda de Moebius, tensadahasta el estallido por relaciones de fuerza oscuras, casi nos atre-veramos a decir que arcaicas (aunque, desde luego, hoy pensablesal mismo tiempo como histrica y polticamente situadas conprecisin), todo eso compromete en la actualidad la subsisten-cia misma de algo que mnimamente pudiramos llamarcivilizacin humana (no cioiiizacon humana, sino civilizacinhumana: esperamos que se entienda la diferencia; y a quien nosacuse apresuradamente de "humanistas" sentimentales y demo-des, slo podemos decirle que no se tome el trabajo de seguirleyendo]. Es una razn ms para instar enftica, apasionada-mente, a la (rejconstruccin de un "gran relato" histrico-filo-sfico: no por un voluntarismo ingenuo de "decirlo todo" -pro-yecro imposible, e incluso indeseeble-, pero s como voluntadfrrea de enfrentar, de mirar cara a cara esa imposibilidad, enlugar de renegar de ella, refugindose en la confortable tibiezade las "pequeas historias".

    c) El "pensamiento dbil": A decir verdad, nunca supimos bienque era esto del pensamiento dbil, por ms tediosos recorridosvatrimianos (u otros) que hiciramos. El pensamiento, oes "fuer-te", o no es nada. La idea misma de un "pensamiento dbil", sipudiera ser desarrollada con una consistencia que mereciera suprosecucin, requerira una formteza que, como en la paradojadel Menrroso, empezara por sabotear desde su mismo interiorsus propias premisas lgicas. La historia intelectual de Occidente-que es la que conocemos: la otra es parte de ese "gran relato"que todava nos hace falta-, la parte de esa historia intelectualque realmente importa, est atravesada de cabo a rabo por pen-sadores "fuertes" que tuvieron la osada de pensar contra elmundo, contra la "Cultura", contra el vaciamiento de las ideas en

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    Palabras preliminares

    el ritual acadmico, contra la repeticin de cantilenas dogmti-cas (por ms sedicentemenre "revolucionarios" que fueran suscontenidos). Esto no es una reivindicacin de los individuos"iluminados" o excepcionales que se levantan como santos ysabihondos por sobre la ignorancia y la mediocridad de la "masa".Todo lo contrario: es porque estuvieron siempre atentos a la po-lifona, a veces aparentemente incoherente, de la multitudtJ, queesos individuos supieron hacerse cargo de sus propias tensiones,de sus propios conflictos, en su vnculo con ella. Slo lapertenencia(vadscripta" o "adquirida", dira un socilogo funconalista)puede instalar una diferencia. Slo en las ltimas dcadas, y enun contexto de decadencia (un concepto que es necesario arran-carle a la derecha, como deca Osear Masona) signada por elfalso democratismo de un sometimiento, que no es lo mismo queun "respeto", al pensamiento de unas "mayoras" prefabricadaspor las encuestas de opinin y el marketing poltico, podaaparecer como postua la nocin -y peor: la intencin-de "debi-litar" el pensamiento para hacerlo ms tolerable: para quin>,de verdad, para las masas, para las "grandes multitudes" (pero,por qu ellas tendran que tolerar riada>, por qu ellas tendransiquiera que interesarse>, no tienen acaso mejores cosas quehacer?), o para la ruleta meditica, que -ningn intelecrnaloccidental lo ignora ni puede alegar inocencia al respecto- puedede la noche a la maana hacer inmensas fortunas acadmicas,fabricar inesperados e injustificables prestigios de "pensador im-portante": Xo es, en el fondo, insanablemente reaccionarioconformarse con esto, en lugar de trabajar para que algn dalas "multitudes" estn en condiciones de acceder a la fortalezade su propio pensamiento, de se que por ahora, casi nev-tablemenre, est a merced de sus "intrpretes"? Estas preguntas,despus del 11 de setiembre (y desde mucho antes, por supuesto:slo estamos haciendo una concesin a una fecha, como se dice,"emblemtica"), casi llevan retricamente inscripta su propiarespuesta. En cierto modo, hasta se podra decir que la discusinse ha vuelto perfectamente intil: ni los mismos canalesmediricos que los elevaron a jerarquas inmerecidas parecen yatener demasiado lugar para "pensadores dbiles" despus delII

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    de setiembre, como si hasta esos deleznables creadores de opininhubieran advertido --con su odo tambin atento, aunque por laspeores razones, a una voz de la multitud que pueda ser articuladaen la siempre hambrienta industria culrural- que vuelve a sernegocio el pensamiento "fuerte", que e! retorno de los "grandesrelatos" constituye una demanda efectiva, aunque no necesa-riamente consciente. Son los Chomskv, los Said, los Bourdieu,los j arneson, los Zizck, los Negri (no importan aqu las dife-rencias, ni las reservas que cualquiera de esos nombres puedandespertar) los que con mayor insistencia fueron llamados apronunciarse, invocando -dnreresadamente, sin duda, perotambin como un slllfOllla que vale la pena examinar-la fortalezade su palabra.

    d) La "democratizacin global": Posiblemente el ms falso,el ms insidioso, el ms macabro (por las esperanzas desme-suradas que despierta, y cuya desmesura hace ms siniestro elincumplimiento de esas esperanzas) de todos los "ideologemas"de la posmodernidad sea el de la"democratizacin glohal". La"globalizacin", el "fin de la historia", iba a traernos la pacifi-cacin universal, el fin de los regmenes dictatoriales y el triunfode una democracia, "formal", s, quizs, con restos en todo casotolerables de desigualdad econmica, social, cultural, pero en lacual, finalmente, una "ciudadana universal", una igualmente.un-versal igualdad ante la ley, una renovada confianza en las ins-tituciones y su "rcpresentctividad" poltica y social, un respetopor las diferencias ideolgicas, tnicas, sexuales, religiosas, harade ste el mejor de los mundos posibles. Es decir: ya no hara faltasiquiera el deseo de un mundo mejor, una vez que nos diramoscuenta de que -dentro de la ofC1"ta de posibilidades compatiblescon la "realidad"- esto es lo mejor que tenemos para consumir.Bien entendido, e! discurso de la democratizacin global, de!pragmatismo eolberal, de la mundializacin del mercado (todosellos van juntos, histrica y onrolgicamenre) siempre fue unaexhortacin a liquidar todo Imaginario descante que todavapudiera movilizar a la nwltitlldo.l\'o pareca un precio demasiadoalto para pagar por la paz, la democracia y la prosperidad. 1\'0 ya

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    Palabras preliminares

    las masas, sino, y especialmente, Jos intelectuales estuvieron msque dispuestos a pagarlo. Y tanto ms cuanto ms "desencantadosdel Mayo del '68" (como los llam alguien) estuvieran. Tantoms "desencantados", en efecto, cuantas ms ilusiones delirantesse hubieran hecho en aquel momento, tanto ms "pragmticos"CUanto ms "utpicos" hubieran sido en su pasado reciente. Yahora? Qu queda de todas esas nuevas, modestas pero atendi-bles, discutibles pero comprensibles esperanzas? Derrumbadas,definitivamente, junto a esos edificios demolidos el 11 de se-tiembre -y desde mucho antes, por supuesto: de nuevo, se tratade una mera taquigrafa cronolgica-o El propio atentado, esainjustificable soberbia de una elite de fanticos que se arroga elderecho de sustituir a las masas silenciosas COn el sonido" lafuria de un acto irresponsable y horroroso, es el sntoma de unestado de cosas que justamente promueve ese silencio, esa "aje-nidad" de las masas frente a la cosa pblica: por una lgica perversapero completamente consistente, una clula terrorista aisladade las masas, autnoma, incluso autista(sea quien sea) es tambindla el testimonio de una gigantesca prioatizacin de la prcticapoltica; en ese sentido hay una simetria -lo que, desde ya, nosignifica una identidad- entre esa soberbia y la de las "clasespolticas" mundiales, igualmente aisladas de las masas (y no, cier-tamente, de las clases dominantes), igualmente "autistas",igualmente vaciadas de toda legitimidad y represencatividad,incluso "formal", y mucho ms responsables de ladesesperacin,de la desconfianza en lo que pasa por ser la poltica, transformadamasivamente en un pool de grandes negocios en elcual los pueblosno pueden, no quieren, ni tienen por qu reconocerse. Elproblema, claro, es que el poder, la poltica en general, tienehorror al vaco: la poltica que no hacen las masas, la hace alglllC/l.El 11 de setiembre ha desnudado de una vez por todas lo quetambin debi haber sido evidente desde mucho antes: la poltica(y la ley, inseparable de ella) la hace, por el momento, el imperio.y cada vez ms, la hace bajo la forma de su lgica constitutiva, lade la guerra. La estrategia del Gran Hermano vigilante -ficil-mente transformable en un terrorismo de Estado mundial,consistente en distribuir con imprevisible arbitrio las grillas de

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    los "amigos" y "enemigos" segn lasnecesidades tcticas de cadafase del dominio, y actuar en consecuencia- es el ms feroz des-mentido posible de aquellas promesas de democratizacin uni-versal. Con todas las obvias diferencias del caso, las lecciones dela historia se imponen por su propio peso: ya la antigua Romahaba inventado todas las argucias posibles de una repblicaimperial; de una oligarqua o una plutocracia militarizada capazde "cesarismos", aun de "populismos" internos, mientras su pol-tica hacia los territorios conquistados alternaba la mano de hierrode sus legiones para quienes ofrecieran resistencia con el guantede seda para las clases dominantes locales que sumisamenteaceptaran sus leyes y sus dioses, y a las que se daba el lujo depremiar con una simblica ciudadana imperial. Pero confundirno con la democracia, slo por el hecho de que siguieranexistiendo nominales "tribunos de la plebe" cada vez ms inte-grados y obedientes a las migajas que el imperio dejara caer ensus bolsillos, es por lo menos un insulto a la inteligencia humana.Sin duda, la poltica no la hacen exdusiuamane los imperios, yhasta para hacerla ellos deben escuchar, sortear y moldear eldeseo de la multitud, que entonces se transforma en un datointerno a esa poltica. La discusin que planteamos en uno de loscaptulos de este libro con Negri y Hardr no nos impide reco-nocer que, bastacierto ptmto, es verdad que la propia constitucindel orden mundial imperante es en muchos aspectos un ciertoefecto -o, almenas, una cierta respuesta- a los deseos colectivos,conscientes o no; y es asimismo verdad que esa dinmica (esacompleja dialctica, por ms que :L\egri y Hardr renieguen de unconcepto que todava merece mucha exploracin) puedetransformar esos deseos en una monumental marea resistente ala dominacin, as como en otros momentos (no es cuestin deocultarlo, de hacer nosotros mismos "populismo" barato) puedenser, esos mismos deseos, los que empujan hacia lo peor, en labsqueda de nuevos y terribles "amos". Pero parecera que ahorahemos entrado en una etapa de mareas resistentes: eso ya hacomenzado a suceder, en nuestro propio pas y por rodas partes,en las formas mis diversas v creativas, por fuera de los deliriosvanrruardistas como el del i 1 de setiembre. Hay una voluntad. .

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    Palabras preliminares

    mundial -con incontables peculiaridades especficas locales, yno importa cun desarticulada e inorgnica se presente por aho-ra- de recreacin de una democracia de masas profunda, original,plebeya, "jacobina" en el mejor sentido del trmino. Y que de apoco comienza a comprender que esa totalidad compleja in-mensamente sutil de lo que suele llamarse "poltica", esthecha de una malla entrecruzada de races no slo polticas yeconmicas en sentido estricto -y estrecho-, sino tambin cul-turales, histricas, incluso psicolgicas. En las conclusiones deeste libro criticaremos el exceso de atencin prestado por lasdiversas teoras al uso a 10 que a veces se llaman "nuevas sub-jetividades" (como si fuera tan fcil periodizar algo a la vez tan"estructural" }' tan lbil como la subjetividad, reconstruirla en"etapas" paralelas a los acontecimientos histricos); pero ellono obsta para reconocer los efectos subjetivos de una historiaque, al decir de Sartre, "hacemos cada uno de nosotros: elproble-ma es que los otros tambin la hacen". Y "nuestra" historia, en susvericuetos fundamentales, y por ms que haya inequvocas sealesde una crisis, la sigue haciendo el Imperio. Y la historia que"nos" est haciendo est cada vez ms alejada de cualquierimaginario de democratizacin universal, y lo seguir estandohasta que aquella desordenada voluntad de recreacin de lademocracia opere su "salto cualitativo" (perdn por seguir abu-sando de la dialctica) hacia una prctica totalizadora dercfundacin de la polis humana. Es posible que tambin eso hayacomenzado a producirse, ante la evidencia creciente de la falaciade la democratizacin universal bajo el imperio. En esta etapade peligro en que lo viejo ha empezado a morir sin que lo nuevohaya terminado de nacer, qu decir, ms all de repetir ritual-mente una frmula cannica: "pesimismo de la inteligencia,optimismo de la voluntad":

    e) El "tnulticultnralismo": Aquin puede caberle duda sobrela cada estrepitosa de esta nia mimada de las teoras post: Enlas secciones correspondientes dcllibro, debatimos crticamente-y no sin cierro sarcasmo, hay que reconocerlo- el sueo de lahibridez cultural, al menos en sus versiones ms ramplonas que

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  • Edwlrdu Griincr

    pretenden que la glob

  • Eduardo Gruner

    funcin? No es que tengamos, en absoluto, la pretensron deescribir su obituario. Pero si es cierto que nociones consus-tanciales a ellos como las de hibridez, globalizacin, rnulri-culturalismo, fragmentacin cultural, etctera, y toda la vulgatade pensamiento post que las subtiende, han perdido su razn deser, no deberamos al menos ir rezando su responso? No nosatreveramos a decir exactamente lo mismo de la teora posco-[onia]: ella tiene "por naturaleza" ese horizonte totalizador, esaperspectiva potencial de gran relato, aunque los excesos de susteoras post la aborten con frecuencia; pero no hay duda deque -justamente ella, muchos de cuyos autores principalesprovienen del rea cultural islmica- tendr que repensar muyseriamente sus fundamentos filosficos e historiogrficos. Seacomo sea, esa crisis ofrece la gran oportunidad de reconstruiruna teora crtica de la cultura que sea implacable incluso connuestras propias ilusiones tericas y acadmicas (para no hablarde las polticas). Que ciertas fonnas del marxismo, del psico-anlisis, de la fenomenologa, de la escuela frankfurtiana, delsartrismo, e incluso de los estrucruralismos y las filosofas post,tendrn su lugar en esa reconstruccin, es algo que va de suyo:no tenemos por qu asumir la actitud intelectualmente suicidade renunciar en bloque al pensamiento de todo un siglo; y ade-ms, no podramos hacerlo aunque quisiramos (como en buenamedida s han pretendido los estudios culturales renunciar a casitodo lo arriba enumerado: fue una vana ilusin, pero en el caminolograron trivializar buena parte de todo eso, disfrazndolo enjergas desmaterializadas que a menudo pervirtieron aun sus msapreciables objetos de estudio). Pero, por supuesto, no basta conuna mera supcrposicion, ni siquiera con un buen montaje. dediscursos profundos para conformar una teora crtica de lacultura. Se requiere una nueva posicin, intelectual y pasional:una posicin que asuma sin ambages ni reticencias el carcterconflictivo, destructivo, incluso criminal (esa palabra tambin,en esta "nueva hora", hay que tomrsela en serio) del "campocultural" en el que esos discursos van a desplegarse. Ellosupondra no slo una nueva dialctica, sino una verdadera

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    Palabras preliminares

    metamorjosis' de dicho campo cultural. Semejante transforma-cin -tarea colectiva por definicin interminable, pero que serahora de comenzar-, que apuntara, de nuevo, a la construccinde un gran relato histrico-cultural, tiene adems por delanteuna tarea irrenunciable: la confrontacin de todo el acervohistrico-cultural de (lo que ha dado en llamarse) Occidente,con el de sus "Otros" ,4 con todo aquello que est en la propiaconstitucin originaria de Occidente, que subterrneamente sigueestando en su consolidacin yen su actualidad de rea dominante,pero que Occidente ha negado (v se ha negado a s mismo):negacin gracias a la cual esa parcialidad temporal y espacialpudo "naturalizarse" como (falsa) totalidad civilizaroria, en losltimos tiempos, de la peor manera -de una manera que nadiemnimamente sensato hubiera querido que fuese asf-, a Occi-dente se le viene recordando que, despus de todo, las cosas noeran tan fciles: que, como dira un psicoanalista, lo reprimidoindefectiblemente retorna. Y bien: es hora de darle a "lo repri-mido" su lugar no slo en la teora del inconsciente que fundFreud, sino tambin en una teora de la historia y la cultura.Irnicamente, hoy sera estrictamente actual que los "cultur-lagos" de cualquier clase revisaran disciplinas tambin ellasreprimidas u olvidadas: mucho de lo que alguna vez se llam"las humanidades" -trmino hoy peyorizado por los estudiosculturales, como lo estuvo antes de ayer por las "ciencias so-ciales"> debera ser revisado crticamente para sopesar su posiblepertinencia en la construccin de un "gran relato": de la antro-pologa filosfica y cultural a la historia de las religiones, de lafilologa clsica a la hermenutica de los mitos, de la filosofa

    3. Lo decimos en el sentido que le da IIol'.lcio Gonzalez en su ltimo libro,Lo,Tisdlidll, ....retll1"OIfosisy dill!m"II, Bueno, Aires, Colihue, 2001. Baste decir, ~modo de modesto homenaje, que si yo hubiese ledo ese libro antes de compleLlTel mio, el mio probablemente sera lllUY discinw: tambin se hubiera "meta-morfoseado".

    4. .'\Ls adelante, en el prlogo, ensayaremos una ha~tmte dura recusacinde este concepto del ~Otro~, "los Otros~; por ahora lo u,amOS en su se"ridoCOI""".

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  • Eduardo Griiner

    poltica a la historia de las civilizaciones extraeuropcas (y sinprejuicios; es curioso cun poco se menciona que, por ejemplo,los tericos del "sistema-mundo" no slo citan frecuentementea Marx, a Weber; a Braudel o a Polanyi, sino a... Toynbec), de lahistoria de! arte a las nuevas formas de arqueologa, todos esos"anacronismos" deben tener algo que decirnos sobre la cuestinde los oroenes, srJ.no es forzosamente una falsa cuestin, comopretende con soberbia el pensamiento post. Slo es falso e! evo-lucionismo ingenuo, lineal.yporeso misma ahistrico y a menudo

    ideol~rica1l1ente interesado, que pretende encontrar en e! co-mienzo las claves de un desarrollo posterior que sin embargo hadejado atrs, de una vez y para siempre, esos orgenestraumticos, y se dirige a la Felicidad suprema. Pero esto no esla Historia: es apenas una concepcin "occdentalizada" deltiempo, relativamente reciente -en todo caso, posterior a SanAgustn-, y en la cual se fusionan teologa y teleologa. Y parahacer su crtica -o, por lo menos, plantearle interrogantes- nohace falta llegar a, digamos, Lvi-Strauss. Ni siquiera llegar aMarx, con su idea de la historia como "desarrollo desigual" y su"modo de produccin asitico" (algo que convendra revisar aten-tamente para incluir en su justa posicin al mundo ertraeuropeoen ese gran relato): bastara con leer a Ibn Jaldun, el gran rna-

    rroqu,~ fundador en el siglo XI\~ en plena "medievalidad"islmica! de una sociologa o antropologa histrica que analizacon infinita sutileza el encuentro conflictivo de diferentes"tiempos" histrico-culturales, encuentro en el que los "orge-nes" insistcn v al mismo tiempo sonresignificados por los cambiosy las crisis del presente.' Seguiremos diciendo, despus del 11de setiembre, que estas "filosofas de la historia" (otra nocinque no habra que apresurarse a desechar despectivamente) nadatienen que ver con nuestro mundo? O aprenderemos de unavez a adoptar una filosofa estrictamente benjaminiana de lahistoria, en la cual todas las historias, todos los "tiempos", en su

    5. Cfr. Ibn j aldun, introduccin a la historia unh'crsaf (A/~"J"1atLli"'ah),.\bieo, FCf, 19ii.

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    Palabras preliminares

    desigual combinacin, puedan hacerse entrechocar una y otravez en nuestro presente?

    3. Es el "retorno de lo trgico"? Prcticamente toda la lti-ma parte de este libro est consagrada a argumentar la pertinen-cia (terica, cultural, poltica, existencial) de una recuperacinde la experiencia de lo trgico. Una recuperacin estrictamentei/l/posible -la experiencia originaria de lo trgico est por supuestohistricamente situada, en los comienzos mismos de la culturaoccidental- pero que intenta ser algo ms que una simple met-fora: siguiendo nuestro razonamiento anterior, la recuperacinde lo trgico m tanto imposibilidad es tambin una manera deponer en juego el entrechocar de tiempos histricos diversos,para denunciar la "naturalizacin" de un pretendido tiempo his-trico nico, el de la (posumodemidad occidental. Como tra-tamos de explicar en esa ltima parte del texto, lo trgico tieneun lugar de permanente (rejfundacin de la polis humana. Sudimensin esttico-cultural es indistinguible v consustancial, enese sentido, de su dimensin profundamente poltiw, incluyendoen esa "poltica" la produccin de una subjetividad histrica. Elritual rrsico-relinioso no es una mera repeticin obsesiva de 10

    , esiempre igual a s mismo: como 10ha explicado, de manera insu-perable, el antroplogo Ernesto de Martirio, en las sociedadesarcaicas (y que nosotros hayamos dejado completamente de serloes otro de esos efectos ideolgicos de nuestra concepcinhistoriogrfica) el ritual sirve para interrogar un racio OIltolgicoque se ha producido en la cultura, y por el cual la sociedadcomprende sbitamente que no tiene asegurado su propio Ser,su propIa existencia como "cultura"." El "sacrificio" ritual tienepor funcin restituir sobre nuevos lazos sociales (sobre un nuevore-lioare de all su carcter "religioso") esa existencia en riesgo

    o ' ode perderse, esa[atta-de-Sercultural. Pero entonces, cada ritualperidico no constituye una identidad repetitiva con el anterior,sino que articula simblicamente un re-canuenzc de la sociedad,

    6. Cfr. Eme'lO De .\hrtino, If Mondo MugitQ, Turn, Einaudi, 1967.

    ,-- ,

  • Eduardo Griiner

    en el que su origen mtico se "actualiza" en la Historia: la repe-ticin disfraza a la "novedad", el "tiempo circular" disimula unrenovado fundamento histrico. En el nterin, la sociedad viveen el espacio inquietante de lo sagrado: no en el sentido estrechode la.. religiones institucionales, sino en el sentido de un espaciode misterios, de enigmas, de secretos, a descifrar, es decir a cons-truir. Ahora bien: es esta experiencia de lo trgico (dejo potico-poltico, de lo sagrado) 10 que, aun cuando fuera de maneraperversa, ha "retornado" con los hechos del 11 de setiembre? Ellector tendr que transitar tediosamente por las pginas delli-bro para entender por qu nuestra respuesta a esa pregunta debeser necesariamente negativa. Los signos exteriores de esos hechos-el sacrificio "holocustico'' de los inocentes, el carcter fan-ticamente religioso de la ideologa de los dos contendientes- noson suficientes: les falta la voluntad multitudinaria de reparar loslazos sociales corrompidos. Ninguna elite proftica -como lasque se "enfrentaron" el 11 de setiembre, de un lado y del otro-puede, por s misma, hacer eso: ms all del resultado trgicoindividual de la destruccin de los cuerpos, hechos como ste-y sus consecuencias- pertenecen al orden de la jarSfl; no sirven,en verdad, ms que para confirmar, y aun profundizar, aquella[atta-de-Ser de la sociedad "global izada" actual. No obstante,aunque la farsa sea injustificable e inservible, permite al menoshacer euidente esa crisis ontolgica, abrir un interrogante crispadosobre el "estado de la cuestin" de Occidente. Se ha abierto uncierto abismo a los pies de ese Occidente demasiado seguro des mismo. Pero lo nuevo que pueda edificane -valga la expre-sin- sobre ese abismo, es una tarea coectiua de recuperacin delo trgico. Los estudios culturales, con su sustratoPMtque suponeun mundo fluido y calidoscpico, pero esencialmente terminado,descansando sobre el "fin de la historia", plenamentesecularizado, no estn -no estuvieron nunca- en condiciones depensar el retorno de lo trgico.

    Todos los tiempos fueron malos para los hombres quetuvieron que vivirlos. Esto, o algo muy parecido, dijo alguna vezJorge Luis 8orges. Es un atendible llamado a la sobriedad, a

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    Palabras preliminares

    sustraerse a la tentacin, siempre irresistible, del patetismo. Hay,por supuesto, buenas razones para que nosotros, hoy, en estemundo, caigamos en esa tentacin. Difcilmente haya habidouna etapa anterior de la historia en la que tantas y tan poderosaspromesas despertadas autnticamente por un estadio de desa-rrollo econmico, social, poltico y cultural de la humanidad,hayan quedado frustradas hasta la desesperacin. En la que lapotencialidad inmensa y cierta, cientficamente posible, tecno-lgicamente verusimll, de una "buena vida" humana haya con-ducido a una catstrofe semejante. Se trata solamente -porquesin duda se trata en pl"inpio de eso- del "modo de produccin"dominante? Es que adems, en algn momento, o incluso desdeel principio, nuestra ciencia, nuestra tecnologa, nuestros saberes,erraron el rumbo? Fall toda nuestra filosofa, nuestro arte,nuestra literatura, nuestras religiones y aun nuestros agnos-ticismos? Por supuesto, no tenemos respuestas para estasprcb'llntas. Nadie las tiene. Las ciencias sociales, los estudiosculturales, ya no creen, como lo hacan muchas filosofas clsicas,en la "naturaleza humana". Y aunque creyeran, qu solucionaraesa conviccin? Igual, esa "naturaleza" tendra que ser computadacomo un dato sometido a la historia. El problema es que lasciencias sociales, los estudios culturales, tampoco parecen ya creermucho en la historia. Y de todos modos, qu es cee-en la histo-ria? 1'\0 se "cree" en ella como se puede creer en Dios, en cual-quiera de los dioses disponibles. En los que, por lo tanto, puedeelegirse /10 creer. Con la historia, con la cultura, no hay eleccinposible: estn ah. "Estn ah", sin embargo, no como querra unobcecado positivista, como un dato de la realidad inevitable, quese nos impone. "Estn ah" como una Ir/dura humana, una pro-duccin de nosotros mismos para producirnos a nosotros mis-mes, en "cuerpo y alma", corno se suele decir. 1'\0 estamospostulando nada novedoso, lo dijo Giambansta Vico hace casitres siglos: lo que nosotros hemos hecho podemos deshacerlo;porque es nuestro, y porque ya sabemos cmo. Y,sin embargo, lahistoria y la cultura, en cierto modo, s se nos "imponen". Sparece que nos llegaran de aJl/cm, como una fuerza aplastante,como una lgica de hierro que, a la manera de la ley en El Proceso

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    de Kafka , fuera una maquinaria de designios enigmticos,indescifrables. No entendemos cmo hemos llegado a esto:sospechamos, o incluso sabemos (estamos informados, somos"intelectuales crticos") que en alguna parte hay un Poder, unospoderes, que han causado, que continan causando, la catstrofe.y a los que, de alguna manera, los hemos dejado llegar hastaaqu, aun habindoles opuesto heroica resistencia en tantos mo-mentos de la historia. Por qu? No 10 sabemos. Se nos habladel inconsciente, de la pulsin tantica; claro que s, pero no essuficiente: el mismo Freud, aun en sus etapas de mayor pesi-mismo cultural, apostaba a lassiempre transitorias, pero siempreeficaces, reacciones del eros. Entonces quiz Borges, tan pocofreudiano, o tan freudiano a pesar de s mismo, tenga razn:esto pasar, y ser otro recuerdo de "tiempos malos". Lo haremospasar nosotros. En algn momento. Tal vez pronto. Pero hay queestar preparados para ese momento. Aunque al final no lleguenunca, al menos en nuestra vida: "estar preparados" es, despusde todo, -cir, sin permitir que "nos vivan". Preparados, paraempezar, en nuestras cabezas abiertas: de nada vale la sospechade que nuestros saberes puedan haber estado equivocados, si noestamos dispuestos a usarlos contra el/os mismos, antes deapresurarnos a inventar otros nuevos -algo que rnrnbin esnecesario hacer- y arrojar los "viejos" por la borda. Ms arribaaludamos a diferentes, conflictivos, "tiempos" histricosenrrechocandose en el presente. Algo semejante est sucediendocon esos saber es, con nuestras teoras, con nuestras"concepciones del mundo". Tambin con nuestras prdaicas.inseparables de todo eso. Hay un nuevo "entrechocar", una nuevapotencia del pensamiento crtico. No sabemos, todava, a dndepuede conducir: por ahora el problema es praducira. Ese "nosaber", sin embargo, no debera ser entendido como una meraincertidumbre (lo que me gustara llamar la "metafsica de laincertidumbre" es uno de los mitos ms reaccionarios de nuestrapoca), sino ms bien una confrontacin con los lmites de laracionalidad instrumental: de una politica de!clculo que est ene! fondo de los "errores y excesos" del pensamiento occidental.Al revs de lo que suele decirse, el clculo no es "realismo": al

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    Palabras preliminares

    contrario, es un levantamiento de barreras artificiales que impidea la "realidad" desplegarse en todas sus determinaciones ml-tiples, complejas, contradictorias (otro mito reaccionario, apresu-radamente adoptado por los estudios culturales, por la teoraesttica y literaria, por las filosofas post: la liquidacin de! "rea-lismo"). El 11 de setiembre estaba acaso en los clculos dealguien? No lo creemos: el espesor intensamente corpora de eseacontecimiento -los cuerpos muertos de los atacados, que nuncase nos ha permitido ver, los cuerpos autosacrificados de losatacantes, que todava no sabemos quines son, los nuevos cuer-pos muertos en la represalia contra un pas miserable, cuyosnombres jams COnoceremos- excede inmensamente las grillasde cualquier articulacin simblica posible. Quedan, por fuerade todo "imaginario", los realia puros y duros: ladrillos calci-nados, vigas retorcidas, mampostera hecha polvo. El pusmo-demismo -un trrnino que empez a generalizarse en la arqui-tectura norteamericana a principios de la dcada de! setenta- seconsagr con el derrumbe de una construccin, e! muro deBerln, y l mismo se derrumb con la cada de unos edificios enNueva York. El posmodernismo -se dijo muchas veces- habaespecializado la experiencia, haba eliminado, con los tiempos"reales" de la informtica, ladensidad de los tiempos histricos.Eso se acab. La crisis de la arquitectura urbana es un signo delos tiempos: ya no sabemos en qu espacio vivimos. A la junglade asfalto se le caen los rboles. Se termin la era de los simu-lacros: volviendo aZizek, hemos sido arrojados al desierto de loreal. De la Ciudad al Desierto: tendremos que habituarnos avivir en otro paisaje. Porque e! 11 de setiembre s tuvo IlIgar(aunque ese lugar sea mucho menos un "antes y despus" que loque quisieran hacernos creer los medios: todo haba ya empe-zado). Y en e! desierto, donde no hay nada, slo queda construir.Hacer historia.

    Este libro, como todos, no tiene un nico autor. Hay, porsupuesto, un "individuo" que lo escribi, un nombre que figuraen su tapa. Pero a un libro lo hacen posible muchas persanns,durante muchos aos. Seres que escuchan, que leen, que

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    aconsejan, que aman, que demasiado frecuentemente tienen quesoportar a su "autor" -y que, por lo tanto, no son meros "coau-tores": son los afectos y las inteligencias sin los cuales ningunaempresa intelectual, por ms modesta que fuera, tendra sentido-.Son seres corno mi compaera Carina, mis hijos Cecilia yFederico, mi madre "Pompn", mi hermana Ma ra Laura, misamigos ms cercanos e "histricos" Norberto, Florencia, Len,Alberto, Laura, Horacio, Liliana, Hcror, Mirra.julio, y algunosque ya no estn: mi padre, Charlie, Miguel. Todos miscompaeros de las ctedras de Filosofa y Letras y de CienciasSociales. Y todos mis alumnos, de los que aprendo ms de loque ellos saben. Last but nat least, aquellos y aquellas que ademstrabajaron como locos, aguantando mis demoras y ambivalencias,para que este libro fuera materialmente posible: Ral, Moira,Andrea. A todos ellos, no vaya limitarme a agradecerles. }..TO lohicieron para hacerme un favor: lo hicieron porque creen que lacultura, que el pensamiento, que la pasin crtica, todava valenla pena. Yeso es infinitamente ms importante.

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    Prlogo:De las ruinas en peligro

    Ser, en ciertos y determinados aspectos, un estricto conserva-dor: quiz sta sea lanica manera-una manera, hay que admitir-lo, "dcfensiva''.- de ser hoy lo que sola llamarse "de izquierda". Labarbarie civilizaroria tardocapitalista, sesabe, consiste fundamen-talmente en el bombardeo vertiginoso de "novedades" que apun-tan a desplazar la densidad histrica de los objetos, los sujetos, losacontecimientos, los procesos culturales. ~i siquiera se trata yadecortas versus largas duraciones: lo que se ha denominado como laespaaalruicion de la experiencia aplasta la multiplicidad de dimen-siones temporales en una planicie de instantes sucesivos sin espe-sor ni volumen. La imagen recuerda, un poco, la diferencia entrelos relojes analgicos y los digitales. En los primeros, la marchacircular de lasagujas remedan larbita terrestre: uno puede sentir,Justamente por analoga, que est "con los pies sobre la tierra",como se dice, acompaando un proceso "revolucionario" (aunquenuis no sea la revolucin de las rbitas celestes). En los otros, latemporalidad, la historicidad, sevuelve un encadenamiento de iI/J-tanta separados, discretos, encerrados en s mismos: ya no hayproceso sino -para decirlo sartreanamenre- scrialidad, una expe-riencia posfordista de encadenamientos espaciales. Es, desde lue-go, una operacin ideolgica de primera importancia: laprdidade una conciencia y tambin de un "inconsciente" histricos noatenta slo contra el recuerdo del pasado, sino -y tal \TZ prin-

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    cpalmenre-conrra la constitucin de lo que Emsr Bloch llamabauna "memoria anticipada". Es decir; contra toda forma de proyec~to histrico que suponga la elaboracin, no importa cun ima-ginaria (;acaso no 10son todas, en cierto senrido-}, de un futuroo ,

    deseable, aunque se lo entienda, habermasianamenre, como mero"horizonte de regulacin''. y aqu no se trata, tampoco, de "posmo-dernismo": hasta ese trmino-que, por comodidad y habito, uti-lizaremos a lo lartro del libro- se ha vuelto anacrnico v callae .vez menos usado v usable. Irnicamente, se podra decir que loque fue en su momento un concepto combativo del arsenalideolgico-discursivo del proceso de reconversin capitalista,ahora es un siznificante conrelado v vaco que no define nadao o.estrictamente reconocible (como sucedi con "Libertad-Igual-dad-Fraternidad", digamos): tambin l fue disuelto en la licua-dora implacable de la industria cultural (que hoy por hoyes toda laindustria, transformada en un cmulo de imgenes virtuales ydesencarnadas).

    Ser, pues, conservador-de-izquierda -construir en seno eseaparente oxrnoron-es, en este contexto, y como genrica acritud,tomarse tambin en serio las TeSIS sobre la Filosofa de1(/ Historia deWalrer Benjamn: recuperar el pasado no como (creemos que)fue, sino "tal como relampaguea hoy en un instante de peligro",reescribir la historia de los vencidos a partir de sus rmnas, de losjirones de miles de naufragios que han abandonado sus restos enlas playas de la memoria combatir con nfasis crtico la idea de"progreso" que los dueos -es decir, los expropiadores- de laI {istoria identifican con su propio xito. Transformarse finalmenteen los (::por qu no-) custodios orgullosos de la inagotable reinrcr-pretacin crtica de un pasado cultural que el tardocapitalismoquisiera sencillamente borrar de sus bardeares atiborrados detransferencias burstiles. Incluimos, en ese "pasado actual", almarxismo? Por supuesto, entre otras cosas: hoy no basta decir-como se hizo tantas veces- que el mtodo de anlisis marxist.lpermita porssolo la absorcin y rearticulacin de toda la culturadel pasado en la definicin de una praxis para el pre~el1te. Entreotras razones porque nuestro presente no es una evidencia quepueda darse por descontada: su inestabilidad permanente, su Pcr-

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    hlogo

    petuo estado de crisis catica (resultado, para decirlo luxembur-guranamente, de que la siempre acechante bifurcacin socialis-mo/barbarieja se decidien favor de la barbarie), no ofrece precisa-mente un fondo de mnimas certidumbres para el recorte deaquellas absorciones y rearticulaciores. Va de suyo que, ante lapretensin salvaje de que e! marxismo es hoy una nosrls-icapieza de museo -pretensin sostenida desdel; ms reaccionariaderecha hasta la socaldernocracia-, combatiremos gallardamen-te bajo el estandarte (tambin sartreanojdc"la filosofainsuperablede nuestra poca"; no obstante la cultura poltico-ideolaica

    . I omarxista, a menos tal como fue leda y practicada empricamentepor muchos "marxistas", es tambin una benjaminiana ruina querequiere ser reexaminada en este "instante de pe!igro". Y tal vezincluso esto sea decir demasiado, o demasiado poco: despus detodo, incluso los partidos de izquierda lo hacen, cada tanto, comoritual obligado de sacrificio en el altar de laautocrtica; cada tanto,vale decir en los intermedios hasta las prximas elecciones en quesc comportarn nuevamente con e! estupor que los caracterizadesde hace mucho.

    En lo que sigue, pues, el lector encontrad una permanenteoscilacin entre, par un lado, la defensa de! marxismo (de unmarxismo abierto, cornplejizado, crtico, ms interrogador quedistribuidor de certidumbres) como matriz de pensamiento abso-lutamcnte vigente para examinar nuestra poca, y por otro, unrelcva111 ienro de sus insuficienci ascomo cuerpo doctrinario cerra-do sobre s mismo v dozmatizado. Esto no es desde Iueso ningu-

    b 'b ,na novedad: ha sido hecho muchas veces, y por pensadores hartorns autorizados que nosotros, como los miembros de la Escuelade Frankfurr o Sartre en su Critica dela razndifllfCI/ (por atener-nos slo a la tradicin del "marxismo occidental"). Pero eso fue,por supuesto, antes de la catastrfica cada de los llamados"socialismos reales" y, hasta cierto puntO, antes de las profundastransformaciones sufridas por el modo de produccin capitalistamundial en las ltimas tres dcadas (vhasta cierto punto", porqueen esas obras monmncnt.lles -especialmenre en el caso de la Es-cuela de Frankfurr- ya se atisbaban y se sometan a implacablecrtica los nuevos desarrollos culturales e ideolC1"icos en el sen-

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    tido ms amplio, que hoy estn plenamente instalados, yendoincluso ms lejos que lo previsible en elcamino de aquellas previ-siones). Despus de esas catstrofes y transformaciones, lo que serecisrra es un movimiento extrao, todava difcil de definir: laemerzencia de modos de pensamiento que no se resignan a perderel des~riptivo "marxista" en su nueva denominacin -seran "pos-marxistas", "neomarxistas", "mar-xistas postestrllctumlistas", loque sea- pero que intentan diferenciarse de cualquier varianteortodoxa, aun la de la "heterodoxia ortodoxa" delllam:l(lo mar-xismo occidental. Posiblemente quien, en un cierto sentido, hayallcaado ms lejos por esta va sea Alain Hadiou, con su propuestade~ue el marxismo est completamente desbc~'bocomom{)\~mi~nt histrico, aunque pervive como hecho de dIscurso. 1labra qUIenobjete, no sin sus razones, que semejante formulacin no slo secoloca por fuera de cualquier cosa que pueda ser llamada "marxis-ta" sino que es estrictamente antinutrxtsta: cmo pensar, sin que-rer' renunciar del todo a Marx, un "hecho de discurso" ajeno al"movimiento histrico"? Ka obstante, lafrmulatiene su inters:al menos problematiza la relacin entre "las palabras y las cosas"en una poca en que ese vnculo est muy lejos de ser evidente. Poreso, mientras l no diga lo contrario, seguiremos considerando aBadiou, va todos los que, de distintas maneras, sigan por esa va,c01l10 insa-iptos. todo 10 conflictiva y problcmticnmeme que sequiera, en el mismo "discurso". . '

    Por otro lado esas catstrofes v esas transfonnnclones dierontnmhin Jugar, en su momento, a una inaudita proliferacin dealternntivas no marxistas (cuando no, ahora s, decididamenteIlIltimarxistas) prercndidamente crticas del "sistema", y de cuyoxito academice e intelectual aquel marxismo dogmtico ydoctri-narro, inerme frente a la complejidad de las nuevas cuestiones, fueen buena medida responsnble. La ms exitosa de esas alternativasfue sin duda -y lo sigue siendo, aunque en las universidadesarcrentinas slo recientemente se ha acusado recibo del fenmeno-la~ue dio en llamarse "estudios culturales" y, ms mediatizada-mente, su sustrato terico en lo que denominarcmos "filoso-fas post". A decir verdad, afirmar que lo sibTJJe siendo representauna cierta concesin: tenemos la sospeche de que tambin ellos,

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    Prlogo

    --como reza la jerga juvenil- "ya fueron". Pero de ellos s quepuede decirse que sobreviven en eldiscurso aunque el movimien-to histrico que fue su cuna se haya congelado. Y es justamente suxito universitario el que aSCb'l.1Ta esa supervivencia; ya se sabe quees casi una condicin de la lgica acadmica que ella separe in-curablemente "las palabras y las cosas".

    La seduccin intelectual de esos estilos de anlisis, general-mente acantonados (y es todo un sntoma) en los departamentosde Letras o de Comunicacin, proviene de su exrrema sofistica-cin terica y complejidad discursiva -y conste que no tenemosnada deprinapo contra eso-, que no siempre se corresponde conun inicial impulso crtico quc hoy en da ha quedado, por decir lomenos, sumamente rezagado. Pero proviene tambin de su ca-pacidad de otorgar un barniz progresista y de izquierda a lo que enel fondo es un progresivo abandono de las grandes cuestioneshistrico-filosficas del siglo XX, en favor de lo "micro" o In"hibri-dez", y -con frecuencia, si bicn algo vergonzantcmeute-. bajo labandera propagandstica de Inmuerte de los grandes relarosnuer-te, o asesinato ms que prematuro, segn sostendremos aqu).Incluso In gr:m tradicin de la teora v critica literaria, esttica vcnlruml-que es la que ms ha sufrido']a invasin de los estudiosculturales- parece haberse empobrecido y haber perdido su crea-nvidad aun en el plano que le era tan propio de [a escritura, sin porello haber ganndo a cambio demasiada profundidad de anlisis..\1s an: tanto esas teoras crticas como las llamadas cienciassociales y humanas en general han perdido su autntico espritucrtico ypoI/rico (otra vez, en el mas amplio sentido del trmino] enfavor del mero registro ms o menos descriptivo de los nuevosfenmenos "microsociales" o "rnulriculrurales'' ahora existentes(o, en muchos casos, babas existircon frceps, por las necesidadesde los correspondientes departamentos universitarios).

    Por detrs de esta situacin "terica" hay un ideologemaque -en nuestra modesta opinin-todava no ha sido suficiente-mente explorado (aunque, como suele ocurrir ltimamente, sepueden encontrar atisbos en la obra reciente de Fredric]arueson):cl ideologemc que tiende a fusionar; a COII-ful/d!; la cultura con elarte, y por lo tanto a promover el retorno de Inesttica (incluyen-

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  • Eduardo Grnn-

    do, principalmente, a la teora literaria reducida a una esttica mso menos textualista) como disciplina reguladora de la investigacinfilosfico-poli tica, sncioa ntropolgica, o sencillamente humans-tica; 10cual conduce casi sin escalas a una reedicin del secularproblema de la "esretizacn de la poltica", para volver a Benja-min.! El movimiento es -o, al menos, parece- paradjico: losestudios culturales colonizan, explcita o implcitamente, los dis-cursos previos rf,,'idarnentc disciplinarios (de la filosofa a la an-tropologa, de la teora literaria a la historia, de la sociolo~a a lasemitica, v ra dicCIldo), de manera que todo queda subsumido en(y sometido a) la Cultura. Pero, como el propioJameson ha veni-do analizando v denunciando ronsisrcntemente en los ltimosaos, laCultu~ es hoy elmodo de producci6n (cl/pitalista) como tal: lapregnancia cultural (linguistico-scmitica, simblica, imagina-ria, subjetiva) de las "fuerzas" y "medios" d e produccin bsicosdel capitalismo tardo y mundializado -la informtica y la robti-ca, los medios masivos de comunicacin r la publicidad y, lastbut1I0t tcast, el capital financiero especulativo, operando puramentecon "signos" inmateriales- ha hecho de un "discurso" completa-mente disuelto en la lgica de la produccin fetichizada de mer-cancas un resorte constitutivo v decisivo de la propia configu-racin del "mundo de vida" de 'los sujetos sociales. De sujetosn-no-sociales, e incluso ya-na-polticos (aun en laacepcin "bur-;'uesa" clsica dc los sujetos-como-ciudadanos-universales) sinojibarizados a su mero rol de amsutnidcres, y esencialmente de con-sumidores de imdrenes y smholos igualmente desmatenalizados~. ~que ya no slo se adhieren a las mercancas (como en el casotradicional, y desde luego todava yigente, del packagingy la pu-blicidad inseparables de la imagen del producto), sino que son ens mismos repicimoslo mercancas v tambin "fuerzas producti-vas". sto~ son, al men~s idealment~ para el sistema, sujetos cuyocuerpo ha quedado a su vez reducido a una pmtl/llal'eg~_rt1-adorade impresiones audiovisuales por 1.1Sque hay que pagm: Estos son

    1 \ -,'

  • Eduardo Gruner

    ciendo 10contrario), a menos que superen-en el sentido dialcticova aludido de aurorrascenderse- su captura acrtica por el tex-tualismo, 10 microcultural, la celebracin de la "hibridez" y latentacin de fascinarse con los aspectos "atractivos" de la globa-lizacin v la posmodernidad (aspectos que sin duda existen, peroque no pueden ser aislados como fetiches de la lgcil culturaldominante del modo de produccin, cuyos efectos son siniestros).Semejante aurotrascendencia, a nuestro juicio, depende por 10menos de las siguientes condiciones:

    1) La I"tCOII.I"trllclI-que debera implicar la reconstruccin delos propios esmdios culturales y en particular de [a teora poscolo-nial-. de una teora crtica de la cultura, que sea implacable en elanlisis del modo como actualmente la Culrurn en tanto tal es uninstrumento de alienacin, dominacin y "engao de masas"-pararetomar la vieja y eficaz expresin de la Escuela de Frankfurt-.Esa reconstruccin supone tambin una teora crtica del arte y laliteratura que retome, a su vez, en las nuevas condiciones, la ideade una autonoma autotrascendentc de la singularidad de la obra entanto praxis que necesariamente entra en conflicto innepociablecon el actual "estado de cultura".

    2) La inscripcin de los estudios culturales, y en particular de lateora poscolonial, en una macrotearia hlst/"ca del modo de pro-duccin yde su naturaleza "expansiva" o "globalizadora". tal comopuede of-recerla, aun con ~1JS limitaciones y lns reservas que nosmerezca, as como con su propia heterogeneidad interna, la teoradel sistctua-rnundo de inspiracin hererodoxamenre marxiana,represcntadn por nombres como los de lmmanue l Wallcrstein,Sarnir Amin o Giovanni Arriuhi. A nuestro entender, slo esainscripcin permitir un an5lisis totllli~{fIlor (y defenderemos araja robla esta nocin) de los "mulriculruralismos" y las "poscolo-niahdades'' erioidas corno las crandes novedades tericas de laso oltimas dcadas.

    3) La r!'inscripcin de los estudios culturales, y en particular clela recria poscolonial, en fundamentos filosficos "duros" que per-mitan sortear las trampas evanescentes de lamera filosofa "post",y replantear el problema de la irresnluule tensin entre lo univer.

    Prlogo

    sal y lo panicular, en el marco de una "dialctica negativa" talcomo pudo aparecer en la praxis terica de pensadores comoAdorno o como Sartre (por Otra parte, tan diferentes entre si).

    4) La recupcraon de una concepcin trgico-potica-polticade la experiencia de lo Real que ha desaparecido del horiwnteterico reciente, tal como puede encontrrsela en el impulso ori-ginario del psicoanlisis de Freud, pero tambin en ciertas

    "~llosofasmalditas" -como hemos dado en llarnarlas-, cuyos para-digmas del siglo XX podran rastrearse en obras como las de Ba-taille, Girard o Blanchot, en las que la interseccin de un pen-samiento transfilosfico desacademizado con el arte, la literaturay una heterodoxa antropologa histrica intenta dar cuenta deaquellos fundamentos mter-dictos (prohibidos, pero simult-neamente entre-dichos), desde una perspectiva diferente pero nodesconectada de las preocupaciones "primarias" de las teorascitadas en los tres puntos anteriores.

    Este movimiento de reconscruccin/inscnpcon/e-n-e.,cripcn/recuperacn, sib'Tlificar, por su lgica misma, la desa-paricin lisa y llana de los estudios culturales? No lo podemossaber. Y si es as, tanto peor para ellos. De cualquier manera, talcomo estn hoyno son demasiado tiles a un pensamiento crtico

    1ibe~d?r. A veces son incluso un estorbo. Sca cama fuere, estemovmucnto reconsrructor, que no tenemos miramientos en pro-poner aun si resultara dcst1"1lct01'-y del cual en este libro slo po-d.elllos hiporetizar las direcciones todava dispersas y fragmenta-nas que podra tornar-no puede limitarse a un pastiche de teoras

    ~. perspectivas crticas que no supongan otra cosa que unreordenamienro (si no una mera yuxtaposicin) de sezmentos deteoras ya hechas. Su deseo -si no 'necesariamente re

  • Eduardo Griiner

    deber estar imbuida de una autntica historicidad que apunte a la"desustancializacin" v desnaturalizacin de la Historia entendi-da como historia de U;1 Occidente que ha forjado su autoimagengracias a la [ordusion de su Otro -llmese e! mundo colon~al yposcolonial, la mujer, elproletario, el marginal, etctera (alteridadsuprimida a la que, como acabamos de ver, podran agregarse elarte v la literatura en sentido estrictoj-, ese agujero negro en sucentro que, en el mismo gesto pare! cual es restituido en elcaminode una filosofa de la liberacin (como la que viene proponiendo,por ejemplo, Enrique Dussel), subvierte la imagen misma de unanecesaredad de la existencia de "cenrros'ty'tperfcrias". la oposicinde centrosy peri ferias geogrficos, econmico-polticos, esttico-culturales e incluso filosficos (la oposicin entre laRazn y cintas"sinrazones", para el caso). Estas oposiciones son cuidadosas, aveces muv sutiles construcciones ideolgicas del poder, pero susutileza (corno sucede la mayora de las veces) est apoyada enrelaciones de fuerza histricas que pueden ser desnudadas y so-metidas a una crtica activayapasionada. Asuvez, esedesnudamientov esa crtica, ese stripteasc -como lo llamarla Sartre- del pensa-;nicnto hecemnico en Occidente, de su pretensin dc (falsa)

    etotalidad, no podra sino hacerse, de lluevo, desde un lugarestrictamente simado en la particularidad (geogr fica,econmico-poltica, esttico-cultural y filosfica) que nos ha tocado, y en sutensin v su dialctica neearva con aouella pretendida totalidad.

    , ".,

    ":O quisiramos que todo lo que sigue, aun en 10 que tuviese deespeculacin aparentemente abstracta, fuera ledo (no digamos yacomprendido) fuera de ese campo debatalla, de ese espacio de con-flicto e incluso de esa tierra de nadie representada por "nuestra"situacin.

    Es necesario entender bien esto. Aun -y quiz sobre todo- enlas vertientes ms "progresistas" o "de izquierda" de los estudiosculturales, existe actualmente la tendencia a dejarse seducir por lametfora de la "desterritorializacin", segn la cual elproceso glo-balizador habra vuelto obsoleta roda reflexin realizada desde laafirmacin de un espacio (geogrfico, poltico, simblico, identi-tario, etctera) particular. Un buen ejemplo de esta tendencia pue-de encontrarse en un ensayo reciente de RenatoOrtiz, cuando dice;

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    Prlogo

    Se trata de lugares, de sitios, que revelanla desrerrirorializaodndel espacio,condicin necesaria para la constitucin de un mundo-mundo. No tienesentido pensarlos como elfruto de relacionesinter-nacionales, puesto que yano se vinculancon este o aquel pas,con elPrimer o el Tercer Mundo [...] Para aprehender enteramente lasconsecuencias derivadas de las transformaciones del inicio del sigloXAl, sehace necesario un desplazamiento de lamirada cientfica.Lacomprensin de un mundo desrerritorializado requiere un punto devista desterritcrializado r...] En lugar de pensar el mundo desdeAmrica latina(comodicen nuestros colegaslatinoamericanos),pro-pongo una reorientacin de la mirada. Pensemos el mundo en suflujo,y luego hagamoslas preguntas pertinentes a nuestras realidades[... ] La modernidad est constituida por un conjunto cn el cual eltodo seexpresaen la individualidad de laspartes. Diversidady seme-janza caminan juntas, expresando la matriz modernidad-mundo enuna escalaampliada."

    En su ltimo libro (del cual nos ocuparemos con detalle msadelante) Antonio Negri y Michael Hardt parecen coincidir, ex-rraamente -aunque desde una perspectiva infinitamente menoscomplacienteyms crtica que la de Ortiz-, con este diagnstico)

    ::\'0 estamos de acuerdo con una sola de estas afirmaciones.Buena parte de este libro estar directa o indirectamente dedicadaa la crtica de la falacia de la desterritorializacin (lo cual no impli-ca, por supuesto, que dicha falacia no sea el sntoma ideolgico dealgo que est realmente sucediendo}. Sealemos por ahora, demodo sucinto, las principales objeciones:

    a) Mientras existan las fronteras jurdicas, los pasaportes, losimpedimentos para que los obreros turcos trabajen en Berln, losncofundamcntalismos nacionalistas, los ejrcitos y fuerzas derepresin estatales, el E\H o el Banco Mundial (que, lejos de sersolamente entidades "rransnucionales", son tambin instrumen-tos de dominacin de la burguesa de la nacin norteamericana),

    2. R~llato Orriz: OlrotClTito,-io, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quil-rn~" 1()

  • Eduardo Gruncr

    los cdigos penales aplicables a unas melones y no a OtrJS (Pi-nochet puede ser juzgado en Londres, pero no tan fcilmente enSantiago de Chile), la represin contra los movimientos ami-sistmicos a cargo de ejrcitos y policas nacionales y tantas otras yheterogneas realidades perfectamente localiza bies, nada nos con-vencer de tomar corno evidencia indiscutible la metfora de ladesrerrirorializacion, ni muchsimo menos la pertinencia de deses-timar las diferencias entre e! "Primer" y el "Tercer" Mundo, aun-que esas mismas denominaciones puedan tam bien, hoy, sometersea discusin,

    b) La comprensin de un mundo desterritoriahzado (si es quetal cosa existe el! genera!y CI1 abstracto: acabamos de decir que lahiptesis nos parece harto dudosa) no requiere "un pensamientodestemrorializado", sino preasamente todo lo contrario: sin necc-sanamente defender el provincialismo tolsroiano que aconsejapintar la propia aldea para conocer el mundo, s creemos (es uncomplejo debate filosfico que tendremos que intentar aclararms adelante) que no slo es deseable, sino la nica posibilidadpara el pensamiento, hacerlo "arrancar" de larealidad particularque lo condiciona in-mediatamente, aunque ella aparezca en pri-mera instancia catica: hacerlo arrancar de 10que Marx hubierallamado 10 concreto-percibido (y por ello el propio ,\larx hace"arrancar" su anlisis crtico de la "globalidad" capitalista de lo quetodos tenemos ms inmediatamente ante nuestros ojos: la mer-canca), Lo cual no significa, desde luego, que despus el orden dela exposicin tenga que seguir puntualmente el orden del pm-samiento -de hecho, nosotros mismos no lo haremos as-o

    c) Por 10tanto, se trata cxaaamcntc de "pensar el mundo desdeAmrica latina", exactamente como dicen (muchos de) nuestroscolegas latinoamericanos (categora que, debemos colegir, /lO in-cluye al destcn-irorializado profesor Ornz, aunque su pasaporte losindique como brasileo). Justamente, "pensar al mundo en suflujo" requiere pensar las particular-idades de nuestra propia in-sercin diferencial en ese flujo, para evitar la ilusin que le preo-cupa al propio Ortiz: la de la completa homogeneidad del flujo, rpoder idenri ficar el carcter desigual (y combinado) por el cual elflujo determina que haya no homogeneidad sino begemolltl, es

    44

    Pnilogo

    decir dominacin, es decir s un "Primer" v un "Tercer" Mundo-con los trminos nuevos que se quiera-, aunque no slo eso (y essignificativo que en ningn momento Ortiz hable de "clases").Asimismo, para "pensar al mundo en su flujo" hay que evitar lascategoras esencialsms -salvo en el sentido de un "esencialismoestratgico" COnlC? el que invoca Gayatri Spivak, y que ya dis-cutiremos-, Va de suyo que ese "pensar desde Amrica latina" noes un pensar desde lanada, corno si el pensamiento empezara connosotros: todo 10 contrario, se trata de rcapropiarse crticamentede todo lo que seanecesario de 10 que ha sido pensado desde siempre~'en cualquier punto del "flujo", Pero lo que hace la entera di-ferencia no es tanto el enunciado como el lugar de enunciacin.

    d) Que "la modernidad est constituida porun conjunto en elcual el todo se expresa en la individualidad de las partes" es exacta-mente lafalacia de la totalidad expresixa que hace ya treinta y cincoaos Althusser criticaba en e! pensamiento idealista de Heeel 4 del, ,mismo Hegel que ms adelante en su texto Orriz criticar dura-mente, en particular por su dialctica del Amo y el Esclavo en laF('JIo1/{('JIo{ogf/ del Esnintu, que habra inspirado a Franrz Fanonuna visin crudamente tercermundista de ladominacin colonial.A esta altura, no hace falta decir que nuestra propia visin esexactamente la opuesta: la dialctica de! Amo v el Esclavo estentre 10 mejor que ha concebido Hegel, precisamente porquetodava no ha cado all en la "totalidad expresiva" de la Filosofia dela lfixtOl o la FilosoFa delDerecho, y Fanon es uno de los amoresque mejor ha aprovechado esa inspiracin, La deAlthusseresunacrtica, por otra parte, que en otros tnninos va haba sido em-prendida por Adorno en su Diakaica ncgarh'a', bajo la denomi-nacin de "pensamiento identitario": precisamente el tipo depensamiento que Orriz se propone combatir, v en el cual caemdcfectible y paradjicamente con su tesis de I~ individualidadque "expresa" al todo, Y sta es una tesis que inevitablementeconduce a la siguiente afirmacin que hemos citado: "Diversidadvsemejanza caminan juntas, expresando la matriz modernidad-

    4'

  • Eduardo Grner

    mundo en una escala ampliada". En efecto, slo la tesis de la tota-lidad expresiva puede legitimar la idea de que la diversidad y lasemejanza caminanjuntas (debemos entender que coexisten mso menos pacficamenre-}, cuando lo que nosotros nos propone-mos demostrar es que hay entre ellas un conflicto permanente yamenudo trgico, provocado por aquella "desigualdad combina-da" de una dominacin violenta: cosa que hubiera podido dis-cernirse mejor en la idea adorniana de que no ba)' tal totalidadexpresiva, de que la parte no "expresa" al todo sino que guarda conl una relacin de tensin irresoluble bajo esa dominacin de b"falsa totalidad" que, para nuestro caso, es elcapitalismo mundiali-zado. Imaginar que las panes expresan armnica y "totalmente" altodo es pasar por alto -con el peor, aunque sea no intencionado,gesto ideolgico- que lo que se llama el "todo" es justamente unaparte,una "individualidad" que en virtud de su carcter hegemni-co puede aparecer como totalidad. Es en este contexto que sloadmitiremos el concepto de "todo" o "totalidad", a la manera deJameson, para nombrar con todas sus letras lo que hace que nttcs-tra "parte" sea LJ. peor: el modo de produccin capitalista mundia-lizado. Que es justamente -y aqu llegamos al meollo de lacuestin- lo que Renato Ortiz /10 quiere hacer, como lo dice lmismo explcitamente ("a confesin de parte..."): ":\Is an, esincluso posible considerar el neoliberalismo como 'causa' de eseestado de cosas. Xo es esa mi intencin". Pues bien: s es la nues-tra, aunque no sea ciertamente la nica intencin. Para empezar,porque justamente se trata tambin, pero no slo, del neoli-beralismo.

    Se trata, entonces, de pensar ensituacicn, Aesa situacin prefe-riramos no llamarla la de las "vctimas". Xo nos termina de con-formar ese trmino, con su connotacin de cierta p(fsi~ld{/{1 ino-ccntc. Preferimos un concepto benjuminia no que ya hemosintroducido: el de "los vencidos". Sin embargo, no podemos negarque hayal menos dos modos en los que el trmino "victirna'ltieucsentido: por un lado, en la teora del "chivo emisario" de Girard yotros, sobre la que hablaremos en su momento a propsito denuestra ya mencionada hiptesis sobre la recuperacin de lo trgi-co; por orro -un lado, digamos, ms inmediato- en la tambin

    46

    Prlogo

    mencionada cuestin de la globalizacin, vale decir, de lo queSamir Amin llama una mundiaiizacin truncadelcapitalismo, que yaha "vicrimizado" (y continuar hacindolo) a las inmensas mayo-ras de la poblacin de Africa, Asia y Amricalatina, y a una parteimportante de la del Primer Mundo, o sea, a ms de las tres cuartaspartes del planeta. Aun en las admoniciones "progresistas" contrala globalizacin, cuando se habla de los "excluidos", cuesta re-conocer la inimaginable dimensin cuanttatioa de tal exclusin(que adems debera incluir en su contabilidad a las generacionesfururas, ya condenadas de antemano): "excluidos" suena siempre auna minora deseanable por el sistema; pero aqu estamos hablan dode inenorme 1J/ll)'orparte deinhumanidad. Y no estamos, siquiera,hablando de su exclusin, sino de su mera supervivencia biolgica-no digamos ya cultural, social o "psicolgicav-, en este sentidotiene razn el ya citado Dussel cuando dice que, hoy, una ticauniversal es posible (y necesaria) precisamente porque aquellamundializacin capitalista ha puesto en peligro esta supervivenciade la especie -y, a [ortiori. del planeta mismo, por primera vezrealmente amenazado de extincin inminente-oEspor eso, insisti-mos, que hoy hay lugar, ms que nunca, para un "universalismo"tico: ste tendra que asentarse sobre la defensa de lo ms univer-sal posible, la propia posibilidad de la produccin y reproduccinde los merposvivientes.

    Pero, una vez ms: esa defensa de la unuersalidad de la vida slopuede hacerse desde laparticularidad de los "vencidos", de los msamenazados. Y aqu sigue siendo absolutamente vlida la intui-cin de Marx, cuando (adems de defender la pertinencia del"cuerpo universal de la especie", en los Afa1Jtlscrttos) sostena queslo el estricto particularismo de los que no tienen ya "nada queperder" -no importa si hoy los llamamos "proletariado", "Tercero Cuarto Mundo", o lo que fuere: digamos, para hablar mal ypronto, los "Otros" del sistema- puede alcanzar el rango de unpensamiento autnticamente universal, precisamente porque saben-al menos,puedm saber- que han sido encerrados por los vence-dores en su particularidad siniestra. En cambio, los amos del "cen-tro" -clel centro del sistema, que no es salantente geogrfico ogeopoltico- noquieren saber (dejaran de ser tales amos si qusie-

    47

  • Eduardo Griiner

    ran) que sus pretensiones de universalidad globalizante no sonms que laproyeccin forzadil, hecha a la fuerza, de sus miserablesintereses particulares. Mientras que su pensamiento apenas puedealcanzar un rango nstnnnental, para decirlo con Adorno, elde "losOtros" puede sesusaterial. es decir, dialctico: puede caminaren lacuerda (no floja, sino) tensionada entre lo universal y la particu-laridad. Puede aspirara lareconsrruccin de un pensamiento pla-netario, que tome por lasastas la falacia de que el mundo-incluidoe! "moderno"- haya sido necesariamente construido a partir deun centro (un centro geogrfica e histricamente nfimo, comofue Europa occidental en su momento o los Estados Unidos ac-tualmente), cuando en verdad esese" centro" elque senlItOC(JIIstJ7IYcomo tal ejerciendo e!ms poderoso de los poderes: el de ocultare!lugar decisivo que "los Otros", el resto del mundo, tuvieron en talautoconstruccin.

    Lo cual nos presenta, por cierto, un grave problema: un Pr'>blema rerminolgicc-lingtstco, es decir, filosfico-antropol-gico (los signi ficantes de una lengua tambin construyen sus suje-tos, incluido en cieno nivel su cuerpo biolgico), es decir,politiw(todo significante es, en ltima instancia, poltico: organiza larelacin del sujeto con la simbolicidad de su pol). Lo que hemosllamado el pensamiento de "los Otros", por lo tanto, no es tal: eselpensamiento de una pm"tc tnavotirarta de lo mismo (e!mundo) a lacual se le ha rehusado su lugar constitutivo en el todo (identificadocon su pm1cminoritaria: Europa accidenta l/Estados Unidos, y nisiquiera todo eso, sino sus clases/emias/cultums/gncros domi-nantes), transformndola en "la parte que no tiene parte" de laquehabla Iacqucs Ranciere.s Cuando decimos "los Otros", entonces,hablamos no tanto la lengua de los vencidos como una ICllp;lIacencula: admitimos una calificacin que nos ha SIdo otorgada porla parte-Amo, y que es tanto ms engaosa e insidiosa dado quepretende ser una muestra de comprensin, de tolerancia,

    El problema lo present ya hace mucho, y como no poda serde Otro modo, Sartre, al postular e! escandalo de que es e:;117/(-

    5 .jacques Rancic: El dC5t/CIII'rdo, Buenos Aires, 0

  • Eduardo Grner

    (yano estn) preparados para esaempresa; han asumido demasiadosoiamente-esxc es, sin la suficiente cuota de tragedia- el lugar delOtro, de la "parte" como (falsa)autonoma, La teora poscolonialest, sin duda, un poco mejor preparada: su propio objeto ledemanda preguntar por las aporas de la relacin mismo/Otro;pero su fascinacin por-interrogarla en tanto (casi)pura textualidad-cosa que la relacin tambin es, desde ya- termina por mearle elampo a aquella tica de la produccin/reproduccin; la des-tmgediZll. Lo que ms adelante (yen el resto de este libro) propo-nemos como operacin en cuatro movimientos -reccnstrucdon deuna teora crtica de lacultura, inscnpan en la teora del sistema-mundo, reinscrpcin en fundamentos filosficos "duros", recn-pn'acin de las experiencias de lo trgico-potico-poltico- nopretende ser un saluata]e de los estudios culturales o la teoraposcolonial (eso sera apenas una disimulada concesin a ciertosprestigios acadmicos), ni mucho menos una introduccin a dichasconstelaciones discursivas (cuyo conocimiento aproximadodeberemos dar por sentado, aunque en aras de la claridad nosveamos obligados a referimos a algunas de sus premisas), sino unamanera de -por decirlo as, aunque suene un tanto soberbio-darles una oportunidad, someterlos a prueba. Este libro es,escasamente, un paso preliminar en esa direccin. j\l3l podra-mos, despus de todo lo dicho, aspirar ni siquiera a una pequeatotalidad. ~imucho menos hacerlo solos: esperamos ayuda.

    50

    Primera parte

    Estudios culturales oteoria cntica de la cultura?

    Casi siempre que se presenta 1111 problema in-soluble l/OS percatemos deque/a vIJ-rjul'da delaSO/II-II l/OS cncanrna hada la Historia.

    G. Lcxccs

    FII manto ohidalllos ene la [i[(ilI es ficticia/al/Timos f'1I 1111 retorno al peorde los mitos.

    F. KElUlDE

  • Introduccin:La cultura despus

    de Kosovo

    Introducir la cuestin de los estudios culturales de manera queno aparezcan como un simple dato abstracto del acrual panoramade [a cultura mundial, requiere una descripcin, necesariamentebreve y esquemtica (y a esta altura quiz redundante) de lastransformaciones operadas en el mundo en las postrimeras delsiglo recin terminado.

    El bloque sovitico, para bien o para mal

  • Eduardo Grane-

    concentracin con sus prisioneros (internos o externos, incluidoso excluidos, incluidos como excluidos) del shuppillg y la CNN"globales". . " .

    En verdad esta "inutilizacin" del lenguaje clsico de la pn-mera mitad del siglo XX es, en cierto sentido, el triunfo msespectacular de (lo que antes se llan:aba) el Sistema. Puesto,:ue ~Ilenguaje no se limita a nombrar, smo que a veces produce reali-dades" -j-epresentaciones que hacen hacer cosas a la gent,e-, ladesemantizacn de esas palabras tiene el efecto de una 16'11al-mente gigantesca desustancializacin del mundo. Pero no en,el(buen) sentido que ya desde Marx, Nietzsche o Freud -por vrasdesiguales pero combinables- promova la crtica imp:acable delos falsos sustancialisIllos eternos y originarios que hacan apare-cer los intereses particulares "naturalizndolos" como ~atego.rasuniversales indiscutibles, sino en e! sentido de que han SIdopnva-das de sustancia las diftrencias (no importa cun imaginarias),.?etal modo que todo parece haberse transfonnado en.una cucs~onde meras preferencias, inmotivadas, azarosas, contmgentes, Im-posibles de ser juzgadas por s mismas: sobre "gustos" (poltico-ideolgicos, esttico-culturales, ertico-sexuales): se sabe, no haynada escrito ni los s-ustos estn condicionados 1ll atravesados yapor inercias histri;as, hegemonas culturales o determinacionessocioeconmcas, ypor lo tanto no se les demanda que se;~l: argu-mentados demostrados o justificados, La nueva legltl1l11dlld"delllocrdti:R" que acompaa a la colonizacin mundial por elmercado (vest de ms abundar sobre elmodo en que ambas c()s~s-democracia V mercado- han conseguido identificarse, por pn-mera vez en una historia que ha olvidado que los mercados pudie-ron siempre existir junto con y gracias a instituciones e011l? laesclavitud, la servidumbre, la explotacin de la fuerza,de trabajo y,cuando fue necesario, el genocidio; y que, del rnismo modo,tiende ahora a olvidar las numerosas maneras bajo las cuales lasubordinacin al mercado ha corrompido la democracia, vacin-dola de contenidos, para fetichizarla en el reino de! puro pro,(~ditniento, esa nueva legitimidad reside en la a~sencia de t;,da legio-midad: es decir, en un criterio de pura eficacia (de pura raciona-lidad instrumental", diran \\'eber o Adorno) que ya no siente la

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    Introduccum: La culturadespus de Kosovo

    necesidad de justificarse terica, ideolgica o ticamente. Cuan-do se habla de "pensamiento nico", en el fondo se quiere deciresto: que hoyes factible "pensar" cualquier cosa, puesto que loslmites de la reproduccin del sistema estn asegurados.

    Sin embargo, por supuesto que la Historia no se ha terminado,ni su movimiento -aunquese lo juzgue un retroceso-se ha deteni-do. Al menos hayun "avance"del que podemos estar seguros: eldela consolidacin prcticamente in cuestionada y mundial delneoliheralismo globalizado. Siguiendo un reciente resumen dePerry Anderson,r esa consolidacin (y ese "incuesrionamienro")se expresa en las siguientes tendencias:

    1) La primaca prcticamente absoluta del capitalismonorteamericano en todos los campos: econmico, poltico, mili-tar, cultural.

    2) El abandono, por parte de la socialdemocracia europea triun-fante en los principales pases de la Comunidad Europea, de todabarrera de contencin al "modelo americano", incluyendo la des-regulacin Yprivatizacin no solamente de las industrias sino delos servicios sociales, an ms all de los lmites de los regmenesconservadores previos,

    3) La crisis del otrora pujante (y de lo que fue para muchos laesperanza de una "alternativa") capitalismo japons y, en general,de los "tigres" asiticos, gradualmente apremiados para some-terse a los estndares desregulacionistas y con crecientes ndicesde desocupacin.

    4) La nueva economa de Rusia y los pases del Este ("el es-labn ms dbil del sistema mundial de mercado"), que no ha pro-vocado ninguna reaccin popular importante, a pesar de sucatastrfica regresin en materia de produccin y expectativas devida.

    5) Desde un punto de vi sta ideolgico, el consenso neolibe-ral ha logrado un nuevo punto de equilibrio con la "Tercera Va"de Clinton-Blair (que han venido a sustituir a la pareja Rengan-

    l. Pcrry Ander>Oll: "RCllC"':lls", ,Ve"'-' Lift RlCvir.:! (nueva POC;.l), nO 1, enero/febrero de 2UOO.

  • Eduardo Grimer

    Thcrcher), cuya estrategia es no atacar verbal y frontalmente-aunque s en los hechos, mucho ms de 10que se deja entrever- elplacebo de un Estado compasivo, basado en la compatibilidad(imposible, COmO lo sabemos desde Hobbes) entre la competen-cia salvaje y la solidaridad social. Como lo ha dicho cnicamen~eThomas Friedman "hovuadie se atrevera a ser un buen global-, .zador sin primero ser un buen socialdemcrata") v

    6) Desde un punto de vista cultural en sentido estricto, y paraenunciarlo muv esquemticamente, tres fenmenos principalesdeben ser tenidos en cuenta: (a) el masivo desplazamiento desdelos cdi(ToS verbales a una dominacin (tan incontestada como lade los E~tados Unidos, v estrictamente ligada a ella, si se toma encuenta la pregnancia de su colonialismo cultural) de los cdigosvisuales; (b) la tensin entre la cultura dominante y las subor-dinadas o contestatarias (de las vanguardias estticas al rack, delneomodemismo cinematogrfico de los sesenta a la literatura de"resistencia", etctera) se ha reducido prcticamente a cero:estamos en el reino inconmovible de la fenchizacnmercantil y laindustria cultural; (c) la puesta en relacin conflictiva de lasculturas"alta" y "baja", caracterstica del perodo modernista, tiende asi-mismo a cero, por las mismas razones que las sealadas en (b), ypor la emergencia de un neopopulismo esteczante posmodernoque -comc dirajameson- ha trocado el distanciamiento irnicomodernista (tal como oriSrinariamente 10plantearon Breclu o losformalistas rusos) por un pastiche o un kitsch igualadores, en losque la escenijicacion del conflicto entre lo "alto" y lo "bajo" -querepresentaba la idea de la cultura como "campo de batana" a lamanera de un Cramsci o un Bejdn- ha quedado sepultada en laC01111110dificatWlJ mercadotcnica indiferenciada.

    7) Finalmente, la guerra de los Balcanes ha venido a cerrar ladcada con su demostracin militar (y diplomtica) de la as-cendencia de esta constelacin de cambios. La comparacin conla f,'l.lerra del Golfo indica cuanto ms fuerte que entonces es elllamado Nuevo Orden Mundial: Bush padre tuvo que movilizarun gigantesco ejrcito para revertir la invasin iraqu de Kuwait,

    1. dem_

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    Introduccin: La cultura despus de Kosovo

    en nombre de la proteccin de los intereses petroleros occi-dentales, sin tener xito en el derrocamiento del rgimen de Bao-

    . o' odad. Clinton, por su parte, someti a Serbia por la accin de lasbombas, sin que ninguno de sus soldados tuviera que disparar unsolo tiro, en nombre ya no de intereses econmicos sino delimperativo "moral".de detener la limpieza tnica.

    Qu tiene que ver todo esto con eltema de este libro? Mucho.yen muchos sentidos. Centrmonos por el momento slo en lospuntos primero, sextoy sptimo. La primaca absoluta del modelonorteamericano desmiente la sensacin de pluralismo, mulri-culturalismo, hibridez, fragmentacin cultural, etctera, que mu-chas veces parecen transmitir los estudios culturales. Por el con-trario, hay una unidad "subterrnea" de la lgica (econmica,pohrica, militar-y w/tliml) que preside esa fragmentacin. inclusopuede decirse -como lo argumentaremos ms adelante- que enbuena medida la fragmentacin es estrictamente [uncional a launidad (as como ms arriba decamos que la posibilidad de decircualquier cosa es funcional al pensamiento nico). Lo cual noSIgnifica, desde ya, que la fragmentacin no exista: ningunaideologa es eficaz si no dice parte de la verdad. Pero elproblemaes, justamente, la relacin de la parte con el todo: esen lasupresin-o, al menos, el desplazamiento- de esa relacin donde se verificalaideologa como operacin lgica, yno como mera coleccin decontenidos (que en s mismos seran fcilmente refutables).

    Es esa misma lgica de 10nico la que preside los fenmenosenumerados en el punto seis. 'la a fines de la dcada del cuarenta,Adorno y Horkheimer haban analizado la diferencia radical im-plicada en el triunfo de la industria cultural: ya no se trata de quecon b consolidacin del capitalismo toda obra de cultura puedepotencialmente ser transformada en mercanca (ste es un proce-so, despus de todo, que viene desarrollndose desde los iniciosmismos de la modernidad), sino que ahora es directamente v des-de elorigen col/cebida}'producida bajo la lgica de la mercanca) El

    3_ Theodor \\. _-\domo:-.\b" IIorkheimer, Dlf,ti

  • Eduardo Grner

    imperio de la "visualidad" contribuye de manera decisiva a estatransformacin, ela medida en que postula una (falsa e ideolgi-ca) transparencia y traducibilidad universales de una imagen queva no entra en conflicto con la palabra, sino que la absorbe delmismo modo en que la lgica mercantil absorbe las contradic-ciones que le plantean las vanguardias (que, por 10 tanto, ya noexisten como tales). En este contexto, no queda prcticamenteespacio para la 1Jeg{/ti~'idtldde la obra autnoma adorniana: todo elarte y la cultura tienden a ser afi17!lOtivos, en el sentido deMarcuse. 4Las diferencias aparentes entre los estmulos se multiplican alinfinito, pero todas terminan tarde o temprano subordinadas a laestilstica de Hollywood, M'Tv o la web, para ponerle nombresparadigmticos. Y no es, claro est (tendremos mucho que decirsobre esto) que las identidades (culturales, nacionales, tnicas,sociales, de gnero, etctera) no sigan siendo -v probablementems que nunca-un espacio de conflicto, sino que el imperio de lavisualidad tiende a opacar la visibilidad de ese espacio.

    En cuanto al punto sptimo (la guerra de los Balcanes, Koso-va), no nos importa aqu tanto el anlisis de la propia guerra, ni la"verdadera" naturaleza del rgimen deMilosevic, como la diferen-cia, tan agudamente destacada por Anderson, con todas las otrasagresiones imperialistas anteriores: a saber, quc ha logrado hacer"ixroshllil1a agresin, la masacre masiva yel genocidio, por razones"humanitarias". Esto representa una corrupcin cultural, inclusolingstica, prcticamente sin precedentes en la historia: ni losnazis haban llegado a tanto en el insulto a lacompetencia simb-lica de los seres humanos. Pero instalmonos un paso antes de laindignacin moral: estamos ante un indicador (particularmentedramtico, pero slo uno ms) del carcter decisivamente culturalque ha adquirido el modo de produccin capitalista en su nuevafaseher-cmnica. Lo decimos muv en serio, y no como rnet-ifcra: lacultura(en el sentido amplio de I~ generacin de nuevas formas de

    4_ Herben.\IarClJse, "Acerca del carcterafirmativo de J.l cultura", en eU/fIlnly sociedad, Bueno, Aire,. Sur, 1969.

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    Introduccin: La cultura despus de KnSODO

    lo simblico, lo imaginario y 10 subjetivo) es actualmente lafuncin dominante en las relaciones de produccion.s

    Por todas estas razones, lareconstruccin sobre base.'> relativa-mente nuevas de una teora crtica de la cultura se ha vuelto ur-gente, imperiosa. Pero la paradoja -y esa paradoja es; "meta-paradjicamente", Ia razn misma de la necesidad de aquellareconstruccin- es que la urgencia emerge en el contexto de"desustancializncin'' (ahora en el mal sentido) antes descripto.Como dice Anderson,

    [... ] virtualmente todo el horizonte de referencias en el cual madurla generacin de crticos culturnles de los sesenta ha sido barrido.Para la mayora de los estudiantes, el conjunto constituido por Bebel,Bemstein, Luxemburgo, Kautsky, jaurs, Lenin, Ti-otsky, Lukcs,Gramsci, etctera, ha devenido nombres tan remotos como un lista-do de obispos arrianos.ti

    y si bien cierto ma rxi.smo"occidental" mantiene una no des-deable ,"gmcia acadmica (quiz no tanto Sartre, Adorno oAfarcuse, pero s Benjamn o nombres ms recientes como elpropio Pen-y Anderson, Eric Hobsbawm, Ravrnond Williams,Fredric jameson) hay simult.ineamenrc un muy Vasto espectro

    5. Codclicr. con el fin de ,onear lo, malentendidos del esquema "base ~co"ninica/superesrrocm ra ideolgico-culru-al'', propone modi fiear b terrni noloaaalrnusseriana de la, "instanciJs" dominantes ,. la "ltima in,tancia" dcterminantepara hablar de un;} !tlllo' dominante

  • Eduardo Gruncr

    intelectual que se define vagamente como "de izquierda", peroque tiene muy poco, o ningn, origen estrictamente mamstaycuyo soporte terico es altamente diferencial y fragmentado: deDerrida aHabermas, de Foucaulta Bourdieu, de Deleuze aAmartyaSen, etctera, El resultado es por cierto "espectacular" en cuantoa la presencia de una intensa energa y productividad tericas,Pero cuva suma social es scnificauvamenre menor al valor de sus opartes intelectuales. Para no mencionar que tambin ellos, en sumodesta medida, han terminado conformando una suerte de "in-dustria terica" dentro de laindustria cultural.

    Los estudios culturales ocupan en relacin con esto un lugarambivalente: si por un lado su coto de caza privilegiado -yenmuchos sentidos su espejo identificarorio- es el ncopopulisrnoesttico-cultural, pore!otro intentan extraer suinspiracin filos-fica de la "alta cultura" industrializada (la academia y In univer-sidad son hoy e!menado de la industria terica), representada porlas "modas" postestrucruralistas/desconstructi\"istas (y aclaremosque, como ya se vera, distinguimos las modas de los autnticosfundamentos terico-filosficos). Ese "intercambio" da como re-sultado una mezcla (un pastiche, un kitsch) de oscurantismo ypopulismo que esal rmsmo tiempo demaggica y despolirizadorn.El "populismo oscurantista", en el fondo, remeda un igualitaris-mo de las f'llli;,'tt!Cllcias-entre votantes y consumidores, entre lec-tores y especradoree-, que disimula eficazmente lasdcsigua ldodesprofundas en materia de produccin de (y acceso al) saber y lacultura." es un terreno en el cual el cinismo de la derecha y latimidez de la izquierda pueden (peligrosamente) colaborar. Escierto que, por fortuna, hay "contracorrientes": a modo de com-pensacin (modesta pero interesante) de estos desarrollosdesalentadores en el centro metropolitano del mundo, y en buenamedida como consecuencia reactiva de una (falsa) globalizacin o

    7. Por supuesto, la referenci~ obligJda aqu C~ el ~njli,i., de .vlarx en d primercaptulo de El e/pil,d, dOllde el e~-,'{/kllfc gmerilf de I~ lll~rcanc~-dillero (misvitrenre que nunCI hoy por la l:ic~ financiera 'Iue preside al c.lpita])e, erigido ~nIllatriz td,rin I'-.lr~ la (rifie:! de l~ ab-rraccrn ulliwr

  • 1. La angustiasin influencias

    ste no es (almenos, esperamos que no sea .ro!a7J1ete) un anli-sis crtico de las formas ideolgicas y "textuales" dominantes enlos estudios culturales.~ En realidad, tomamos a los estudios cul-turales como un sntoma de ciertas formas dominantes del pen-samenro actual en el campo de lateora poltica ysocal, la filosofav los anlisis de la cultura. "Sntoma", porque es el emergente

    ~cadmicomis visible de las ambigedades (porno decir 1nomencbtuLlS de propuestas corno EstudiosClI!lIImle,.: rejlexion", ,"bre ti 1IlIlIIiCil!-

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    La angustia sin influenciasindicador ms evidente de aquella ambigedad, este pensamientono admitira, siquiera, elanacronismo deuna distincin entre esasdos posiciones. Ysta esuna de lasprimeras cosas que quisiramosexaminar: lamanera en que determinados conceptos que solanservir para orientarse en el mapa histrico, social o poltico (nosolamente izquierda y derecha, sino ideas como las de sujetos,clasessociales, modo de produccin o, para decirlo todo, historia)no pueden ser hoy pronunciados sin sentir que uno enrojece unpoco ante la