Grandes Aventuras

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1 GRANDES AVENTURAS

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Alerta para Latino américa.

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AGRADECIMIENTO

Desde estas líneas, quisiera agradecer a todos aquellos, que supieran alentarme de diferentes maneras. Unos con la palabra oportuna y amiga. Otros con el consejo sano y sincero.

Pero, a quien más debo en ese sentido, es a mi esposa y

a mis hijos, quienes siempre supieron apuntalarme cola-

borando permanentemente, cuantas veces fuera necesa- rio hacerlo. Sin ellos esta obra - y otras mías - no habrían cobrado

vida. Por lo tanto, a todos, MUCHAS GRACIAS.

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P R Ó L O G Omigo lector. Usted en este volumen tendrá oportunidad de vivir interesantesaventuras. Cuyas bases son en algunos casos reales en su totalidad, como es elrelato de LA INUNDACIÓN. Otras - fundamentadas en lo verídico - contie-

nen partes ficticias y/o noveladas; si bien lo extractado, en todo momento es fiel reflejode la mejor buena voluntad, para hacer conocer algo de lo nuestro, en lenguaje sencillo yameno. Los lugares y los nombres pueden estar algo cambiados, lo que estimo nada quitaa la calidad y veracidad del conjunto.

El presente tomo de GRANDES AVENTURAS II se encuentra integrado por tresRelatos, donde el autor trata de transmitir las emociones y vivencias que es posiblerescatar, para una mayor comprensión de lo ocurrido. Todo basado en el respeto y elamor que un argentino - profundamente sudamericano - siente por su Patria. Lo que enconjunto hace que las cosas transiten por carriles definidos, con explicaciones y detalleimportantes, que seguramente el lector sabrá apreciar. Aseguran - los que saben - que cuando se cuentan ciertas historias, que pueden estarconsideradas como fuera de lo común, es bueno basarse en lugares lejanos, con paisajesdesconocidos y personas exóticas, comentando - si es posible - casos exagerados. Quienescribe, modestamente no piensa así, ya que los hechos que se dan aquí a conocer,ocurren o se desarrollaron muy cerca - en nuestro país - tal vez en las proximidades dellugar de residencia de alguno de los lectores. Fácilmente comprobable si se dispone deun mapa a mano. Incluso algunos de ellos con vivencias personales. Los que tuvieran oportunidad de leer mi obra anterior - sobre el mismo tema - titula-da GRANDES AVENTURAS I seguramente comprendieron el mensaje que detalloen su Prólogo. El que es una comunicación de argentinidad, con un alerta hacia Latino-américa. Para que todos los que habitamos esta inmensa parte del globo, sigamos defen-diendo lo nuestro con todas nuestras fuerzas, ya que los apetitos foráneos están siemprelatentes y en espera de que bajemos los brazos. Lo que jamás debe ocurrir, y es por elloque describo - con cierto detalle - la fauna y flora de nuestro país, como así los sitios delas acciones, para de alguna manera insertar una cuña positiva, informativa y didáctica,que permita dar a conocer en forma franca el suelo, donde nacimos y desarrollamosnuestra existencia. Espero sinceramente - señora, señor, niños y jóvenes - que disfruten con la lectura deestos sinceros escritos míos.-

Arturo Silvio Armando ONETO

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M O R T A LFILMACIÓN

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I - UNA GRAN ESTANCIA

icardo Monzuoni - Ruy para los amigos - venía al galopito corto de suhermoso zaino cruzando una enorme extensión de terreno bastante salvaje,cuando notó que el animal evidentemente comenzaba a mezquinar la mano

derecha. Como buen jinete detuvo la cabalgadura para poder así observar la misma. Laque presentaba en su extremidad final un significativo magullón, el que probablemente seproduciría debido a un fuerte golpe con los tocones y raigones secos que existían pordoquier, desparramados sobre el enmarañado suelo. Afortunadamente, y según su pare-cer, no era demasiado seria la contusión. De todas maneras decidió cambiar su plan demarcha, continuando a pie. Dirigiéndose - llevando al animal por las riendas - hasta unode los equidistantes puestos de la estancia El Infiernillo. Por lo tanto y según sus cálcu-los, tenía por delante un buen par de horas de camino pedestre.

El casco de la hacienda citada se encontraba en un punto - aproximadamente a distan-cias iguales - de los pequeños pueblos de Libertad y Monte Caseros, en la provincia deCorrientes, muy cercana al río Uruguay que hace de frontera natural, en la zona provin-cial, con las naciones brasileña y uruguaya. Región considerada inhóspita y pantanosa, laque fuera ganada a la selva a fuerza de coraje, sudor, tiempo, hacha y machete. Territorioque recibe ese nombre, por los numerosos ríos y arroyos que dispone y que lo cruzan endistintas direcciones, integrando la parte septentrional de la Mesopotamia argentina. Pa-ra dar una mejor idea de la ubicación diremos al lector que el pueblo correntino de Mon-te Caseros se encuentra, río Uruguay mediante, casi enfrente del similar uruguayo lla-mado Santa Rosa. Por ese entonces Ruy tenía unos 30 años de edad. Alto, parejo, tipo italiano. Pelo ybarba castaños, ojos grises claros, cutis blanco curtido por la intemperie y miles de soles.Se desempeñaba como segundo al mando y adjunto a la administración, que recaía en supadre don Roque. Ambos dependían, obedeciendo órdenes, de un hijo de los dueños a-fincado en el lugar, descendiente de una familia de prestigio. El nombre del superior eradon Pedro de Luengo, vástago de pura estirpe española. Hombre capaz y conocedor. Ruy había salido bien temprano en la mañana para hacer un reconocimiento, acompa-ñado por dos peones, debido a que se encontraron algunas reses misteriosamente muer-tas. Analizado el asunto llegóse a la conclusión que el misterio no era tal. Ocurría quecomo en otras oportunidades, habían sido acometidas por animales salvajes - probable-mente pumas, ocelotes, o los sanguinarios perros cimarrones - que las destrozaran porcompleto. Y como el tropero que las atendía estuvo ese día alejado atendiendo otras ocu-paciones, motivadas por el tipo de trabajo al que estaba afectado, nadie podía precisarexactamente como y en que momento fueron atacadas. Ante el hecho consumado dejó a sus hombres con la misión de sepultar los restosexistentes para evitar ulterioridades, regresando solo. Entonces es cuando ocurre el

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percance con el zaino (denominación que se aplica al equino de pelo castaño oscuro, queno presenta mezcla de otro color). Como agregado, diremos que los cadáveres de los vacunos estaban prácticamenteirreconocibles, por la acción de una bandada de urubúes, que si bien en su diario vivir,eliminan las pestilentes carroñas y limpian los parajes de todo animal muerto, a veces sonpeligrosos para las crías pequeñas y animales lastimados o enfermos. Por esa causa y como ya las reses muertas comenzaban a descomponerse, Ruy mandóenterrarlas. Por higiene y en prevención de cualquier tipo de peste, evitando de pasotentaciones por hambre, de cuanta alimaña abunda en el bosque. Las que con su agudoolfato son atraídas al festín. Debido a que había algo de ganado con crías pequeñas por lazona, era mejor estar atento ante cualquier eventualidad que pudiera presentarse. El urubú Cathartes urubú o similar, es una especie de aclimatado buitre americanode 60 a 70 centímetros de largo por algo más de un metro de envergadura. Es parecido alaura Cathartes aura, pero se distingue de esa ave de rapiña, por tener la parte desnuda dela cabeza de color negro en vez de rojo. El aspecto de ambas especies es repulsivo. Este singular y atrevido tipo de rapaz - de exclusivas costumbres diurnas - recibe enel Continente americano y adecuado al lugar, distintos y variados nombres como ser,aura en Cuba. En México y Sur de los EE.UU. es un viejo conocido de las novelasvaqueras el llamado zopilote. En Colombia lo denominan calembo o chicora; samuro enVenezuela, chulo en Perú. En Paraguay es el viejo carranco, y en la Argentina se losuele mencionar como gallinaza, buitre conejero, negrón, etc. Se lo estima cobarde, perola realidad nos dice que cuando está hambriento y con comida a la vista, se torna osado ydañino. No se lo debe confundir con el chimango o chimachima Milvago pizophora quetambién es un clásico tipo de ave - comedora de carroña - bastante abundante en elterritorio nacional, donde apreciamos que su tamaño alcanza apenas a ser la mitad de losbuitres mencionados. Su color es en parte oscuro, en otras blancuzco y acanelado, siendouna falcónida muy voraz, cuya misión es aproximadamente idéntica. Limpiar los camposde restos, ya que no le hacen asco a nada. Las dos especies disponen de picos fuertes yencorvados, patas robustas, armadas de uñas curvas y aceradas. Mediaba la primavera del año 1939, y a pesar de la zona alejada, ya se conocíanpormenores primarios de la gran contienda desatada en Europa, conocida como Segunda- y en ese momento reciente - Guerra Mundial. Pasaba que los domingos se llegabannumerosos integrantes del personal hasta Curuzú Cuatía, que era una localidad algomayor que las otras mencionadas anteriormente. A la que arribaban noticias con ciertaregularidad, no solamente del país, ya que a veces se incluían algunas internacionales. Las personas en general aprovechaban el viaje, para hacer variadas compras deelementos o necesidades pequeñas, encontrarse con los amigos, jugar algún partido denaipes o de bochas, beber alguna que otra copa, y traer distintos diarios (a veces de díasanteriores) que para ellos eran válidos. Aparte que siempre los viajantes y camioneros,dejaban a su paso por el pueblo las últimas novedades. Las que inmediatamente se

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conocían, por ser transmitidas de boca en boca entre todos los enterados. Eran un pocoesos portadores, los correos gratuitos siempre esperados en las diferentes zonas quetocaban, siendo muy apreciadas y comentadas esas noticias, en las rondas de los bolicheso almacenes generales, que toda población de una cierta importancia disponía. A pesar que la distancia que los separaba estaba en el orden de los 35 a 40 Km. Losmismos se recorrían con gusto. A veces en un viejo camión, otras en destartalado carro,las más a lomo de caballo. Especialmente cuando lo que se debía transportar era liviano,ya que con el animal solo y por ser conocedores, cortaban camino progresando másrápidamente. Era común viajar el sábado a primeras horas de la tarde, para regresar al díasiguiente bien entrada la noche. Esas salidas estaban consideradas como indispensables.Eran una distracción sana y común en las gentes del lugar, que si no la efectuaban todaslas semanas por distintos motivos, se hacían infaltables domingo por medio. El Infiernillo era uno de los escasos establecimientos de la zona, que respetaba elasueto de día y medio por semana de todo su personal; el que se alternaba de acuerdo aun cronograma, para la vigilancia y atención del mismo, ya que el citado disponía de unaguardia propia, armada, permanente y rotativa. Esos viajes eran independientes de losrealizados asiduamente para traer la provista en general, o sea los artículos necesariospara el diario vivir, el que se concretaba cuando hacía falta, y ordenado por lospropietarios. Este grupo aventajaba en media jornada a los de otras estancias, quesolamente tenían el día domingo como fecha de descanso. De allí el entusiasmo paraconcurrir al pueblo, que se transformaba desde horas tempranas.

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Estando Ruy preocupado por la caminata, en la que molestaba sobremanera el calor,los insectos, y lo difícil del terreno, percibió el clásico sonido de un caballo que seacercaba al galope aminorado. Prudentemente se escudó detrás de un robusto árbol,empuñando su Winchester calibre 44. En esas soledades era mejor prevenir que curar.Pero resultó ser una falsa alarma, ya que el que se acercaba siguiendo su rastro, no eraotro que un mensual de la estancia, que tenía como misión solicitarle que a la brevedadse apersonara ante su señor padre. Le explicó al hombre en forma rápida, que debido alinconveniente sufrido con su animal, era muy probable que recién al caer la tarde pudierahacerlo, indicándole donde estaría en las próximas horas por si el recado era realmenteurgente. El mensajero partió al punto para llevar la novedad. Al filo - del mediodía - Ruy estuvo al alcance de la voz de los ocupantes del puesto,que en este caso llevaba el número tres. El mismo estaba como recostado en la punta deun pequeño monte, donde se podían ver - entre otras - grandes y bien cuidadas plantasde fruta y sombra. Saludó con un fuerte ¡buenos días para todos! penetrando en un co-

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queto y bien cuidado patio rodeado de paredes encaladas, que a un lado lucía un artísticobrocal de rojos ladrillos. El que adornaba el pozo excavado en la tierra, de donde sesurtía de agua potable la gente de la casa.

- Hola muchacho. Contestó el encargado de nombre Joaquín, que lo conocía desdesiempre. ¿Problemas de monta?, adelante. Estamos justo para sentarnos a la mesa. Por lotanto sos bienvenido y andá pasando nomás -. Todo dicho con esa cordial, respetuosa ysencilla cortesía del verdadero hombre de campo. Luego de higienizarse en una palangana rebosante de agua fresca, montada sobre untrípode metálico asentado en plena galería - la que bordeaba un costado del patio - contóen forma precisa el problema de la mano del animal al atento puestero, mientras este lodesensillaba para alivianarlo de peso. Al revisarlo estimó que no tendría complicacionesgraves la parte afectada, informándole que dejaría al zaino descansando unos días en elcampo o el corral. De mientras lo atendería observando su evolución. Almorzaron un buen asado de carne vacuna, cocinado en la parrilla y a las brasas,acompañado de una sola copa de vino, y como postre algunas pintonas frutas del lugar.Terminada la comida y previa selección de otra monta - para el caso eligió una robustayegua malacara con una gran lista de color blanco en la frente - y a pesar que la hora dela siesta no era la más indicada, Ruy se marchó, ya que tenía una buena cabalgata hasta elcasco de la estancia, que sumado al aviso recibido, lo decidió a partir. Joaquín prometióocuparse del animal dejado a su cuidado, manifestando que lo tendría informado. La temperatura era soportable a pesar de la hora y del sol casi a plomo, debido a unaregular brisa proveniente desde el río, que ayudaba refrescando el ambiente. De todasmaneras y como era buen conocedor no apuró a su montura, haciendo que por trechosgalopase corto, al trote luego, y en otros lugares simplemente al paso. Cuando el astrorey medianamente declinaba hacia el poniente, llegó hasta las primeras viviendas delenorme complejo, que era el conjunto principal de la hacienda-estancia. Había allí un pequeño pueblo, el que fuera creciendo y organizando desde un par degeneraciones atrás. Casas para el personal casado y con hijos, cuadras comunitarias paralos solteros, corrales, dos grandes patios y varios chicos, depósitos, una carpinteríacombinada con aserradero, las viviendas de los capataces y del administrador; más unaedificación tipo colonial donde se alojaban los dueños, tanto estables como los que laocupaban circunstancialmente. La citada disponía de un amplio recibidor, gran comedordividido en dos partes, varias habitaciones, cocina acorde, dos baños, sala de estar,patios, y una entrada bien lograda que armonizaba con el resto del lugar. Disponiendo degalerías con enredaderas, donde se destacaban las madreselvas, que trepaban por unosrectángulos de madera. Todo adornado con flores de la zona, que ofrecían un agradableestar, perfumado y en colores. Desmontó frente a la vivienda de sus padres con quienes convivía, dirigiéndose a losfondos. Sabiendo que a esas horas los encontraría en ese lugar tomando mates amargos,sentados en cómodas reposeras. Por allí el día normalmente se comenzaba temprano por

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la mañana (hacia la salida del sol); pero anticipándose al anochecer todo el mundo sesentaba a gozar de un merecido descanso antes de la cena, ya que apenas si se hacía algode siesta. Por el contrario, en pleno verano - la misma era prolongada - dejándose detrabajar ya entrada la noche. En una palabra se adaptaban los horarios a las temperaturasreinantes, que en los meses de diciembre, enero y febrero, se tornaban elevadas, con unsol quemante y el acompañamiento de fuerte humedad.

- Hola mamá, hola papá dijo. Me demoré un poco por un problemita con el zaino,cosa que avisé por intermedio del peón que mandaran. Medio se me mancó el animal.Cuando volvía a pie me alcanzó el hombre en pleno campo, manifestando que lo envia-ban para que regresara pronto. Me apresuré a volver todo lo que pude, pero me fue impo-sible llegar antes. ¿Algún inconveniente? -.

- No al contrario contestó don Roque. El asunto es que don Pedro, te tiene queinteriorizar por un contingente de personas que están al llegar. Las que ingresarán alestablecimiento por motivos que ya te informará. Ahora no está aquí. Anda por el Surrecorriendo desde temprano los potreros con unos fuertes compradores de ganado. Dejódicho que lo esperáramos recién para la noche. Así que podrás darte un baño en la lagunay una buena ducha antes que regrese, ya que tenés tiempo de sobra. La citada laguna era un espejo artificial de agua retenida que tenían bastante a mano.Mantenida con aguas embalsadas de lluvia, permanentemente reforzado su caudal por elaporte de varios robustos molinos a viento que funcionaban día y noche. Era agua que nose utilizaba para consumo humano (elemento provisto en el último caso por un potentemotor a gasolina y un pozo profundo) que combinado con un generador de corrientecontinua, suministraba luz eléctrica al conjunto edilicio cercano. Siendo ese sistemailuminatorio utilizado pocas horas al día, debido al considerable gasto de combustibleque el mencionado demandaba en razón de su extensión. Donde el servicio no llegaba, seiluminaban con lámparas a querosén o con velas. Con respecto al líquido componente represado, era cuidadosamente mantenido paraatender las necesidades de los animales y de las plantas caseras, ya que los vacunos yequinos mantenidos a campo, satisfacían sus necesidades en el río y arroyos cercanos.Pero como la estancia mantenía una regular quinta, y una considerable cantidad deanimales para consumo, el agua allí cerca les era absolutamente indispensable. Debido aque la profundidad del estanque era escasa y su contenido relativamente limpio, se loutilizaba cuando los grandes calores como lugar ideal para bañarse (sin utilizar jabones)y nadar un poco. Lo que al final de la primavera y en verano era realmente apreciado. Remojón mediante, duchado, fresco y acicalado, Ruy se mantuvo expectante hastaobservar que don Pedro regresaba. Esperó un tiempo que consideró prudencial, paraluego caminar lentamente el centenar de pasos que separaba su puerta de la casa delpatrón, mientras fumaba un segundo cigarrillo, cuya marca era *La Colmena*. De tabaco

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negro, fuertes y económicos, que por esa época eran muy solicitados por la gentes dellugar. Los que se conseguían fácilmente - en los almacenes de ramos generales - queatendían a todo faltante de los lugareños.-

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II - RUY ES INFORMADO

todo esto cerraba la noche. Aproximándose subió los tres escalones de laentrada, tocando en forma fuerte y pausada con el fino llamador de metal quese destacaba en la puerta de grandes dimensiones, esperando ser atendido.

Luego de un corto espacio de tiempo se lo invitó a pasar y sentarse en un primer pa-tio interior, que se destacaba por lo adornado. Plantas de todo tipo, algunas en macetasde tres patas, otras colgantes y en aleros de doble saliente. Canteros plenos de flores deagradables aromas, hacían del lugar un estar acogedor. Allí una chinita pequeña, leacercó un refresco de naranja que paladeó con deleite, esperando la llegada de susuperior. Que tenía fama de hombre duro y recio, pero justo. Agregaremos que por elapelativo de chinita, se conocían o denominaban a ciertas niñas - las más de las vecessolas o huérfanas - que eran criadas por los hacendados, en cuyas viviendas y dentro delo normal, se desempeñaban en labores domésticas. Algunas de ellas se aquerenciabantanto con sus patrones que no solo los servían durante toda su vida, sino que los atendíana veces por dos o tres generaciones, permaneciendo junto a ellos hasta muy ancianas, ohasta que la muerte se las llevaba. Don Pedro demoró un rato prolongado hasta hacer acto de presencia. Apenas estuvocon Ruy le manifestó que una compañía cinematográfica había arrendado el complejo ylas instalaciones del mismo, además de cierta cantidad de personal, para filmar partes deuna película de acción y aventuras ambientada por esos lugares. La misma - pensaba - sedesarrollaría en los montes vecinos, cercanos a las orillas del río Uruguay; pero segúnlograra saber, los sitios a utilizarse serían los que finalmente elegiría el director, comoasimismo productor de la misma, previa verificación sobre el terreno. Manifestó no disponer todavía confirmación sobre fechas exactas de arribo. Si biencalculaba que la llegada de directivos, artistas, técnicos y equipos se produciría dentro dela semana venidera - tal vez 10 días - de lo que sería informado convenientemente víatelegráfica. Asimismo le comunicaba que desde ese momento estaba designado como lapersona que a partir de allí, estaría al frente de todo lo relacionado con el evento,haciendo de nexo entre la filmación y la estancia. Por lo tanto le daba poder general dedecisión en todo lo relacionado al acontecimiento. Simplemente debía esperar el arribode esas personas para proceder. Por lo que debía estar atento a las novedades que seproducirían seguramente a la brevedad. Seguidamente y en confianza le entregó varioslistados que recibiera, donde se precisaban datos de las necesidades a satisfacer, para asísimplificar las tareas del filmado. Luego de unas cuantas preguntas aclaratorias, que eljoven subadministrador consideraba necesarias, las que le fueran detalladas para cumplircon los primeros requisitos y cometidos, saludó Ruy a don Pedro retirándose.

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La rutina continuó, pasando unos cuantos días sin mayores novedades, donde comosegundo al mando tuvo el joven que desarrollar, las innumerables actividades que sonnormales en el control de un establecimiento de campo de esa envergadura. El mismo sededicaba al desmonte en general, cortando leña (normalmente dura) que vendía trozadapara ser utilizada en los hornos, especialmente en los de panadería. Los rezagos de lasmismas y otras menos comerciales, se transformaban en inmensas cantidades de carbón,proveyendo a varios mayoristas de postes y estacas de maderas seleccionadas para esosmenesteres, además de tablas que se entregaban con su debido estacionamiento, cortadassegún pedido y calidades. Asimismo eran proveedores de vigas, tirantes y alfarjías. Lascantidades manufacturadas se consideraban importantes, siendo el personal afectadonumeroso. Muchos de ellos hacía años y años que trabajaban en el lugar, incluso algunoshabían nacido allí debido a que sus padres se desempeñaban - desde larga data - en elestablecimiento. Se criaba para la venta y en los campos desmontados, numeroso ganado vacuno paraconsumo, como así caballar y mular, común y de raza, predios que convenientementeacondicionados ofrecían abundantes pastos naturales. También y en las cercanías, seexplotaban extensos terrenos, donde se cultivaba todo tipo de cereal, frutas y verduras,cerdos y ovinos destinados a ser reproductores finos, como así abundantes aves de corral. Una parte de esa producción era consumida o utilizada por el propio establecimientointegrado por dueños, directivos, peones mensuales, puesteros, medieros, hacheros,troperos y cosechadores ocasionales. El principal producto trabajado era el maíz, cuyasáreas sembradas eran suficientes para satisfacer holgadamente las necesidades humanas yde los animales. Caso similar ocurría con el trigo y otros cereales. En una palabra. Elextenso establecimiento se autoabastecía de gran cantidad de artículos. Como ese abaste-cimiento cubría todas las necesidades, quedaba a los propietarios remanentes importan-tes. Los mismos eran vendidos, como así la totalidad del ganado en pie.

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El movimiento general era constante y permanente, incrementándose notablementeen invierno, en razón que los caminos de tierra de la zona, por esa época se mantenían enmejores condiciones de tránsito. Llegada la primavera y el verano - con las intensaslluvias - los mismos se deterioraban considerablemente, a pesar del cuidado intensivo delpersonal y equipo afectado a su mantenimiento. Toda la mercadería que dependía de lamadera como materia prima, se apilaba convenientemente en espera de los compradores,que para el caso eran numerosos. Totalizaban esos inmensos lotes, con diferentes yadecuados tiempos de estacionamiento, según la especie de árbol cortado, y para quetipo de trabajo sería destinado.

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Efectuadas las ventas - se arbitraban los medios de transporte - de los elementosadquiridos. Los que movilizaban un número considerable de personas y animales de tiro,ya que la tracción era mayormente a sangre hasta las rutas principales. Eso no quitabaque llegaran al lugar grandes camiones, los que se ocupaban preferentemente del carbóny de la leña, cargada por esos tiempos de la forma llamada a granel. Que es un sistemaadoptado sin orden, número ni medida, al montón y en abundancia. Una vez listo yacondicionado el producto en el vehículo, se calculaban los metros cúbicos del mismo; selo multiplicaba por el precio establecido, abonándose la suma convenida del resultante,siendo el mecanismo una forma real de ganar tiempo y mano de obra. Eso por supuestosno quitaba que se vendiera - por lotes - o en otras formas menos acostumbradas. Seempleaba lo relacionado a granel casi con exclusividad para el carbón y la leña utilizadapara quemar en los hornos; si bien algunas veces el mecanismo era usado en la venta deciertos cereales. Los principales clientes de equinos y mulares comunes, a menudo era elEjército y la Policía Montada, a la que solían también llamar Escuadrones. Organismos alos que les interesaba que los animales fueran sanos, fuertes y de buen tamaño. Todas las personas externas afectadas, eran atendidas en forma adecuada por unaespaciosa cantina propiedad del establecimiento. La que se surtía en buena parte de losproductos provistos por la misma estancia, especialmente en lo referido a la comida.Disponiendo además de una dependencia que podía abastecerlos de ropas, calzados,combustibles, cartuchos, y mil artículos más, haciéndose esto extensible al personal,gente en tránsito, vecinos, etc. Por su parte el ganado - de cualquier tipo vendido - partíaen pie hacia los mercados consumidores, directamente desde el campo donde se encon-traban en esos momentos. Los que eran varios, divididos en extensos predios con sus po-treros bien definidos, que se alternaban para una recuperación normal en el crecimientode los pastos. Tema que dependía de la cantidad de lluvia caída. En ese caso específico los troperos eran siempre provistos por El Infiernillo hastadeterminados lugares, donde se los cargaba en camiones especiales. Cuando la haciendase desplaza en esa forma, se evita hacerla transitar por el camino, para evitar que con suspezuñas lo arruinaran, siendo conducidos - dentro de lo posible - a campo traviesa.Como todo el conjunto estaba bien alambrado, con buenas y amplias tranqueras a trechosconvenidos, la tarea se simplificaba. Es de hacer notar que para llegar a la ruta debíancruzar por lo menos dos arroyos, por fortuna poco profundos, - no dificultando esto -mayormente el avance. Los que a su vez servían para calmar la sed del ganado. Como sería de importante ese gran complejo - forestal-industrial-agrícola-ganadero-comercial - que para el consumo general de carne vacuna, todos los días se faenaba unanimal de tamaño grande. Que era reforzado con los productos de granja, entre los que seencontraban otras carnes rojas, blancas, leche, huevos, frutas, cereales, verduras, etc. Alo que se agregaba lo comprado al por mayor, para así poder satisfacer las necesidadesbásicas del numeroso personal estable, y la gran cantidad de personas que debido alnormal movimiento generado por los trabajos y negocios que del establecimiento depen-

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dían, necesitaban comer en el lugar y a veces pernoctar de uno a varios días. Lo cualestaba previsto en mercaderías y espacio para comodidad de todos. El movimiento era tan notable, que incluso en ocasiones - y para cumplimentarcontratos - El Infiernillo absorbía los productos agrícolas, forestales y ganaderos de otrosobrajes o establecimientos que eran vecinos, si bien a varios kilómetros de distancia a laredonda. Compraba los productos de terceros en todas sus formas, abonando segúnconvenio; parte en dinero de contado, parte en servicios y productos propios, en unllamativo comercio local o zonal, que a todos dejaba satisfechos. Por lo tanto el ir y venirde la gente era intenso y continuo. Lo que amenguaba un poco en pleno verano, por laseveridad del clima y las lluvias, que solían presentarse muy intensas. El agravante era,que si un camión fuese atrapado por el estado fangoso del camino, podía tardar variosdías - tal vez una semana - en poder librarse y continuar su marcha, siempre y cuando nose produjeran nuevas precipitaciones. El espeso lodo que se producía era realmenteinfranqueable, haciendo inútiles los esfuerzos para salir, debiendo esperarse que elcamino se secara. En algunas oportunidades y cuando el vehículo era pequeño y noestaba cargado, se lo sacaba del apuro tirando con varias yuntas de bueyes. Lo que eratremendamente engorroso y a lo que se apelaba como recurso extremo. Si el camiónempantanado estaba cargado, debía descargarse, esperar el oreado del barro, ayudarlo asalir como fuera y ponerlo en camino seguro. Luego volver a cargarlo. Debido a esascircunstancias, los camioneros eran sumamente cautos de introducirse en el caminosecundario al menor amago de lluvia, por los costos (en dinero y tiempo) que elimprevisto significaba. Con respecto a la cría de caballos, el tema merece un párrafo aparte. Disponían debuenas tropillas en lugares especialmente apartados del gran campo, seleccionando porseparado finas razas diferentes. Los había de silla, de carrera y de trabajo. Ejemplares,especialmente los primeros, de gran calidad con precios elevados, destinados a compra-dores selectos. En unos potreros adaptados, se observaba buena cantidad de los llamadoscriollos, que es el animal especial para las rudas tareas del campo. Con los de silla, seprocedía en oportunidades al separado de algunos, que interesaban a los dueños o al per-sonal jerárquico del establecimiento. Es decir no los colocaban a la venta. También pro-veían en numerosas oportunidades al Ejército y a otros organismos oficiales, de consi-derables lotes caballares y mulares, en distintas calidades y estado de amansamiento. Esde destacar que en el movimiento económico, la parte correspondiente al ganado equinoy mular, era lo que más capital involucraba, por la calidad y cantidad de los elementosvendidos.-

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III - INQUIETANTE CACERÍA

uando llegó el fin de semana, y al no tener ningún tipo de noticias al respectode los probables visitantes, con el consentimiento de su padre y del patrón,Ruy con otros dos amigos planificó una partida de caza a concretarse en unos

alejados esteros, ricos en patos salvajes y en todo otro tipo de aves acuáticas, que por ladistancia y comodidad, exigía al menos un día y medio de tiempo. En los palmípedos primeramente mencionados, abundaban varias clases como sercrestones, sirirís, silbadores, etc. Los que presentaban una carne siempre apetecida porlo agradable, ayudando a variar la dieta cotidiana. Existían bandadas enormes que permi-tían con unos pocos disparos lograr una buena cacería, presentándose en oportunidadesde tal tamaño, que al elevarse ocultaban la luz solar. Eso sí. En lo posible era necesariodisponer de un caballo canchero para ese menester, si bien se podía cazar de otrasformas, como ser embarcados en canoas, al cruce, al acecho, etc. Los equinos mencionados eran adiestrados convenientemente desde muy pequeños,tarea comenzada cuando apenas son potrillos, y se los denominaba gateadores, debido aque adquirían la rara habilidad de acercarse a las desprevenidas presas, cuando estabanretozando o comiendo asentadas. Se iban aproximando a las aves con disimulo y sigilo,hasta una distancia que permitía al cazador tirar sobre seguro. Además no se espantabanpor el ruido del disparo. Sumado a que su jinete no se cansaba mayormente ni se mojaba,hacían de este tipo de animal, un elemento realmente indispensable. Eso no quitaba - que a veces - tuvieran que cazar de a pie, con los innumerables ycomplicados trastornos que esa forma ocasionaba, más el riesgo potencial de algunaserpiente desplazándose por el agua, escondida, acurrucada o enrollada en las distintasplantas acuáticas. A esos peligrosos seres los caballos los descubrían por instinto, advir-tiendo - de alguna manera - al jinete. Con lo que disminuía el peligro considerablemente. Con los debidos recaudos era una forma alegre y saludable, de pasar unas horas encontacto directo con la naturaleza; especialmente las del amanecer y atardecer, que escuando más se moviliza ese tipo de cacería. Contaban además con la ayuda de un par deperros cobradores, duchos en el trabajo y búsqueda de alguna pieza herida o que cayerafuera de la vista. Los mismos portaban las aves derribadas, depositándolas delicadamenteen manos del cazador. Lo que aseguraba la recuperación prácticamente total - en formarápida y cómoda - de las aves abatidas. Los esteros mencionados recibían de una u otra manera las aguas del río Uruguay, dealgún arroyo cercano, y de las lluvias torrenciales tan comunes por el lugar. En ocasionesse encontraban muy cercanos del río mayor, como se lo denominaba al Uruguay por lazona. Incluso cuando disponían de tiempo y las aguas no estaban demasiado elevadas, sellegaban hasta su cauce. Esos esteros, bañados o pantanos, se extendían por kilómetros,

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siendo parte de campo casi nula. De todas maneras cuando se producían fuertes bajantes,podían servir de algún apoyo al ganado. Al referirse al mismo lo llamaban El pantanal. Es de buen americano recordar que Uruguay, en voz autóctona significa algo asícomo Río de los pájaros, ya que en lengua guaraní, uru es pájaro, y guay agua o río;siendo una de las grandes masas de agua dulce de la América Meridional, el que adquiereelevada importancia por el hecho geográfico de hacer de frontera natural - en gran partede su curso - a tres naciones sudamericanas. Que son Argentina, Brasil, y la RepúblicaOriental del Uruguay. Está formado por varias corrientes que nacen en el estadobrasileño de Santa Catharina, en un lugar denominado o conocido como Serra do Mar,bastante cercanas al océano Atlántico. Entre ellas podemos mencionar algunas: como lasdel río Pelotas, Das Canoas, Da Peixe, etc. Desde que toca el territorio nacional - en la provincia de Misiones - hasta sudesembocadura, el citado río forma la frontera Oriental de la Argentina, con el estado deRío Grande Do Sul de Brasil, y luego con la República Oriental del Uruguay; lugaresdonde acrecienta su ya importante caudal con diversas corrientes (algunas mayores),como por ejemplo el Ijuhy Grande, Ibicuhy Guazú, Comaquan y Cuareim. El trayectoque recorre desde este último hasta el punto donde comienza a ser límite nacional, elcitado río tiene una corriente considerada muy tortuosa, con diversos saltos - siendo va-rios de ellos elevados - que impiden una normal navegación mayor. La dirección desde elCuareim es mayoritariamente Sur, lo mismo que su corriente. Las orillas Occidentales - o sea del lado argentino - son relativamente bajas. Lo quelas torna fácilmente inundables y se hacen escasos los pobladores ribereños, ya quetemen las periódicas invasiones de las aguas. Por el contrario las orillas opuestas (lasOrientales), son algo más altas y escarpadas sus pendientes. El lecho en numerosas partesestá sembrado con rocas de diversos tamaños, que casi lo inutilizan. Los peñascos enalgunos lugares se agrupan en forma tal, que dibujan pequeños y peligrosos canales, pordonde las aguas se escurren con dificultad, relativa fuerza y velocidad. Lo que conformaun panorama único - y por cierto - de una belleza general indescriptible. Precisamente esas costas bajas y de fácil acceso, fundamentaban un activo comercioilegal, donde imperaba el robo, la fuerza, el contrabando, tráfico de drogas - en estadopuro y casi virgen, o sea en hojas - trata de blancas, etc. Lo que preocupaba seriamente alas autoridades zonales. Por ello la gente responsable de El Infiernillo, siempre estabanatentas, recorriendo esos críticos lugares armados convenientemente, para evitar todotipo de ulterioridades. No era raro encontrarse con personas indeseables y extrañas, queno vacilaban en abrir fuego contra cualquiera, para defender sus oscuros intereses ocubrir sus retiradas. En más de una oportunidad llegaron a ser peligrosos por la osadía ycrueldad demostrada, ya que no vacilaban en cometer crímenes aberrantes para alcanzarel objetivo fijado. Debido a esas circunstancias en las fundas de las monturas nuncafaltaba un arma larga para defensa personal, siendo una regla de oro muy respetada, el

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transitar por allí siempre acompañado. Aparte existían animales y alimañas salvajes decierto cuidado.

* * * * * * * * * * Ese sábado apenas almorzado salieron para los esteros mencionados - los tres amigoscon su equipo - en el que llevaban lo estrictamente indispensable y necesario para pasarun día y medio fuera de casa. El mismo consistía en: cabalgadura para cada uno de ellos,y dos animales cargueros, que a su vez eran los utilizados como gateadores. Los que enrealidad portaban pocas cosas, debido a lo corto de la excursión. La usual vestimentautilizada para esos casos, con botas de caña media y alpargatas - para cuando las prime-ras - debieran dejarse obligadamente de lado por ser mayor la altura de las aguas pordonde se transitara. Como armamento tres escopetas del 16 con cartuchos de municióngruesa (del número uno y del tres) y dos Winchester calibre 44. Cada uno portaba asimis-mo machete y cuchillo de monte convenientemente afilados. Más dos perros amaestradoscomo cobradores y un escaso número de elementos para cocinar. La escopeta de Ruy era un arma interesante, de la misma marca de la renombrada*Casa Winchester*. De seis tiros a repetición, con cargador debajo del cañón del arma.Se recargaba prestamente llevando hacia atrás y hacia adelante una pequeña empuña-dura torneada tipo semi tonel con bordes circulares. El cartucho servido era expelido porun costado de la recámara al accionarse la citada empuñadura, que en el mismo actovolvía a cargarla, colocando otro proyectil listo para el disparo, teniendo seguro en labase del gatillo, que era del tipo oculto. Un solo caño de gran alcance y penetración,poco peso y muy esbelta. Todo ese conjunto de bondades convertían a la mencionadaescopeta en una verdadera joya. Las otras eran más antiguas. Las clásicas de dos caños,uno al lado del otro, con gatillos a la vista. El equipo incluía agua potable, mate, yerba ybombilla. Harina para hacer pan cazador (el que consiste en una tira trenzada de engrudocondimentado, cocinado a la parrilla), sal ajo y pimienta. Lo demás y como era la cos-tumbre debía proveerlo la naturaleza. Viajando rápido, hacia la media tarde estaban haciendo un pequeño campamento enuna parte algo elevada y seca de los bañados. Lugar que limpiaron prolijamente a punta yfilo de machete en unos cuantos metros a la redonda, para así poder ver claramente elsuelo y detectar cualquier tipo de alimaña, especialmente víboras, alacranes y arañas.Reunieron leña, que en corto trecho la había en abundancia, tomaron unos cuantos matesamargos cada uno, preparándose para hacer una entrada al lugar elegido. Sus amigos se llamaban Miguel y Jorge, contando una edad aproximadamente igual ala de Ruy, o sea unos 30 años. Eran íntimos desde pequeños, teniendo uno confianza enla habilidad, criterio y prudencia del otro. Cuando el tiempo lo indicara, concurrieronjuntos a la capital provincial, para concretar estudios primarios y secundarios, siendo lostres integrantes de respetadas familias zonales. Además de la sana amistad estaban

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permanentemente en contacto, en un continuo cambio de información. Lo que hacia quese apreciaran sinceramente como si fueran hermanos, siendo un trío muy requerido porel lugar, invitados a toda fiesta o acontecimiento comunal. Jorge y Miguel eran hijos dedueños de obrajes intermedios, que eran asimismo vecinos - a varios kilómetros - de ElInfiernillo. Establecimiento con el que sus padres mantenían fluida relación económica. Como buenos y expertos cazadores, tenían la certeza de asegurarse la cena con unospocos tiros. Aparte que nunca - y eso era inapelable - lo cobrado el día anterior seconsumía o se llevaba a la familia, ya que para ambos casos esperaban las piezas deúltimo momento. La medida era tomada debido a que por lo riguroso del clima las presasse echaban a perder, con excepción de las obtenidas en tiempo de invierno. Era unamodalidad prudente que dictaba la experiencia de años y de innumerables partidas.Aparte que para mayor seguridad, al llegar de regreso al campamento, todas las aves eraninmediatamente evisceradas y colgadas de una rama alta, cubiertas por una fina lona. Porética jamás derribaban en la primera jornada, más piezas de las que podían consumir, ypara alimentación de los perros. Por sus respectivas mentes nunca pasaría la idea de ladepredación, a pesar de la abundancia existente. Ruy y Miguel penetraron lentamente sobre sendas monturas en la zona prefijada delinmenso pantanal, donde los equinos eran insustituibles. Jorge quedaba a la espera de al-gún cruce prometedor. La consigna era: uno o dos disparos certeros de cada uno y nadamás, al efecto de no acoplar más carne de la que se podía utilizar. Apenas recorridosunos metros los jóvenes se separaron para ofrecer menos bulto y hacer poco ruido, yaque el pato cuando está asentado es sumamente desconfiado, disponiéndose a volar a lamenor anormalidad que detecte, en un arranque fulminante que de no estar sobre ellos noda tiempo para nada. Los perros los acompañaban fielmente y en silencio como era lacostumbre y para lo cual estaban entrenados. Sigamos al primero, en las fases de lainteresante y próxima aventura. Se introdujeron al paso corto en la zona anegada, con un espejo de agua de menos demedio metro de profundidad. Estaban seguros de ello, ya que los dos canes caminabancómodamente haciendo pie y tocando el fondo barroso, por ser animales de gran alzada.Pero de haber más agua deberían nadar - lo que para nada los molestaba - siendo lavegetación acuática tan elevada, que casi lo cubría a Ruy por completo. Se componía estamasa de varios tipos de plantas comunes al agua, que mayormente se conocían comochurcales, las que se presentaban en distintos tonos de verde, grosor y altura. Despacitosacó el seguro del arma, ya que entre las ramas vislumbró una interesante y densa banda-da de patos, comiendo y jugando en la superficie del líquido elemento. Pacientemente es-peró unos momentos para que todo se aquietara en el lugar. El perro que le acompañabaestaba tenso como un arco a punto de dispararse, pero obediente a las señas del amo, semantenía completamente inmóvil. El bien adiestrado animal que montaba, fue dando vueltas por el lugar de forma talque su cuerpo cubría al del cazador, que se inclinaba pronunciadamente hacia el lado

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contrario, mientras los palmípedos al parecer nada sospechaban, ya que no daban señalesde alarma. El tirador no se apresuraba debido a que los mismos estaban mezclados conbandurrias, aves que en ese momento no le interesaba abatir, y que aparentemente seencontraban de paso, o sea que por los indicios se aprestaban al abandono del lugar. Dejó que el equino conocedor de la tarea, comiera algo mordisqueando unas pocashojas, disimulando su avance lento pero seguro, preparando con cuidado el disparo. Unavez ubicado en el lugar que consideraba favorable, pasó el arma por debajo del cuello delanimal, apuntó con tranquilidad y efectuó la descarga. Al momento una cantidad de aves enloquecidas levantaron vuelo raudamente. Ruyincorporándose prestamente, disparó un segundo tiro al bulto que se alejaba rápidamente.El primer disparo por norma se efectuaba a ras del agua, pero en el siguiente se cambiabala elevación de acuerdo a la altura lograda por las espantadas presas, que en este caso nopasaba del metro y medio. Acallado el estruendo avanzó con el perro que a su lado se había mantenido quieto yexpectante, teniendo la satisfacción de ver seis piezas abatidas flotando panza arriba, másuna que aleteaba a lo lejos buscando la salvación en el escape. El can obediente y prolijo,ante la indicación de Ruy partió como una flecha en busca del ave herida, trayéndola sinmás ni más. Luego le fue alcanzando las otras tomando una por una con sus dientes. Eltirador a medida que las recibía las introducía en una bolsa especial - de cuero - que per-mitía el escurrido del agua por tener en su parte baja varias pequeñas perforaciones. Laque se encontraba atada tipo alforja en el costado izquierdo del caballo. El método resul-taba práctico, rápido y seguro. Luego comenzó una detallada búsqueda entre el tupido ramaje - ya que los patos - eneste caso de los llamados crestones - que son de los más corpulentos - cuando se sientenheridos, por una lógica de su instinto buscan salvarse escabulléndose nadando, o quedán-dose quietos y ocultos, para lo cual aprovechan todos los escondrijos que pueda brin-darles la naturaleza. Lo acompañó en este recorrido la buena fortuna, encontrando unomás que estaba alejado, derribado seguramente con el segundo tiro. Absorbido en latarea percibió a lo lejos un disparo, que era de suponer efectuara uno de sus compañeros.Agregaré que las piezas heridas son - si no las encuentra el cazador - la mayoría de lasveces pasto de las aves de rapiña, o de los peces que puedan existir en esas aguas. Quelas devoran a menudo aún estando vivas. Detallarlo es realmente duro, pero es la ley dela naturaleza. Los cazadores que saben de esa alternativa nunca, dentro de lo posible,dejan animales heridos. Con lo que les evitan una agonía innecesaria, y una muerterealmente cruel. Lo dicho no solamente vale para los volátiles, sino para todo tipo decacería. Conforme con las aves cobradas y seguro de que por allí no quedaba ninguna, ya quela estampida en esos casos es colosal, lentamente fue saliendo del bañado, rumbeandohacia el campamento. Era temprano ya que todavía se percibía algo de la luz solar, lo que

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le permitió un cómodo y descansado desplazamiento, mirando hacia todas partes enbusca de sus amigos para regresar juntos.-

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IV - SE TORNA MISTERIOSA LA PARTIDA

omo llegara con tiempo al lugar de reunión, se dispuso a despanzar y pelar lasaves que se presentaban grandes y gordas. Al rato llegaron los dos amigosrestantes con cuatro patos silbadores que abatiera Miguel de un solo tiro - ya

que no le dieron oportunidad de un segundo según explicó - por lo enmarañado del lugar.Jorge comentó algo apesadumbrado, no haber tenido ninguna oportunidad; ya que lasenormes bandadas movilizadas por los tiros de sus dos compañeros, le pasaron demasia-do lejos, completamente fuera de alcance. Detalle sin mayor importancia, ya que la pro-visión obtenida por los otros, era más que abundante para las necesidades de la noche, eldesayuno del día siguiente y la alimentación de los canes. Las piezas cobradas por Ruy,debido - a la diferencia en la clase de aves - presentaban un tamaño considerablementemayor que el de las otras. Mientras dos de ellos limpiaban a conciencia lavando en un lugar cercano lo cazado,el otro avivó el fuego preparando un asador al horno tipo campo. Esto consiste en hacerun pozo poco profundo en el que se introducen brasas bien encendidas. Una vez que seconsidera que está suficientemente caliente, se sacan la mayoría de ellas, dejando unaspocas para mantener un calor estable. Luego se introducen - desplumados o no - los patosincrustados en unos pequeños y secos palitos, tipo grandes agujas, que se logran a purocuchillo, y se fijan clavándolos en el fondo del pozo; para que la carne no toque la tierrani el fuego por ningún lado. Se puede - en el caso de los pelados - rellenarlos y/o interca-lar verduras, pedazos de tocino, panceta, etc. Quedando el conjunto armado como sifuera una brocheta o brochet. Siempre todo bien condimentado, ya que esa es la basefundamental del sabor, cuando se consumen carnes silvestres. Vigilando con cuidado el calor - para saber su justo punto se arroja al pozo un peque-ño pedazo de papel, una pluma, una hoja seca, o una pizca de harina -. Por la forma y eltiempo empleado en quemarse, quien cocina deduce rápida y acertadamente la tempera-tura, siendo para los conocedores suficiente el dato observado. Si el elemento arrojadoarde demasiado pronto conviene esperar, de lo contrario se debe agregar fuego. Con esesencillo sistema la carne se cocina deliciosamente pareja. Si está limpia, o sea pelada, sepasa a comerla directamente, y si se cocinan con plumas (siendo este otro sistema unpoco más complicado), hay que cubrirlas antes con un poco de barro. Terminada la cotu-ra se sacan las mismas en forma sencilla, ya que quedan adheridas a la masa de tierra yagua endurecida por el calor. En los dos casos listas para servir en alrededor de una hora,lo que depende del tamaño del ave. Cuanto más corpulenta, más tiempo de cocinado.Mientras tanto y en este caso, prepararon un poco de pan cazador en una parrilla impro-

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visada con ramas bien secas; utilizando la simple receta de harina mezclada con agua,sal, y a veces un poco de pimienta. Se lo da una vuelta y terminada la faena. Una vez todo a punto, comieron lentamente dentro de una franca camaradería, dandouna generosa ración a los dos perros, que se mantenían atentos a ellos. La noche habíacerrado completamente. Los caballos estaban - cerca y a la vista - mordisqueando elabundante pasto del lugar, mientras un manto casi fresco comenzaba a cubrirlo todo.Terminada la cena acomodaron el campamento, guardando una buena cantidad de carnecocida, para ser consumida en el desayuno del día siguiente. El silencio de los montes selváticos a veces era inquietante, apenas interrumpido porel crepitar del fuego entre los leños, y ocasionalmente algún aullido, rugido, o bramidolejano que se destacaba en la espesura. La tranquilidad y el verdor que rodeaban esasaguas mansas y cercanas, llenaban de gozo la mente y el corazón, suavizando el escapede los sentidos, intensificando la amistad y las confidencias.

Los tres amigos se sentían seguros. Estaban bien armados, conocían el lugar desdepequeños, sabiendo que las fieras no se acercarían mientras se conservara una buenafogata. Las de mayor peligro, aparte de las víboras de las especies yarará, de la cruz, y laserpiente de cascabel - todas mortalmente venenosas - eran los abundantes pumas.Ocasionalmente algún yaguareté o jaguar - la bestia conocida como tigre americano -. Unprobable como muy escaso ejemplar de jaguarondó o Eyra, los gatos onza, ocelotes,chanchos matreros, pecaríes (mal llamados jabalíes) y los sanguinarios perros salvajes. Con respecto a las primeras la mejor precaución son las botas, limpieza del terreno,estando atento a cualquier cosa que se moviera en el piso, para lo cual eran bastanteduchos en tiempo y experiencia. Las arañas fácilmente detectables por su tamaño no eranproblema mayor, recordando el refrán de cuando más pequeñas más peligrosas. Lasgigantes prácticamente estaban consideradas como inofensivas. Con los carniceros quepodrían acercarse atraídos por el aroma a comida y las cabalgaduras, tenían el olfato, elinstinto y la vigilancia de los perros, más la nerviosidad de los equinos; sumado a unabuena cobertura de activo y alegre fuego que se debía mantener vivo toda la noche. Conayuda de esa luz verían asimismo si se acercaba algún alacrán. Ese arácnido de la familiade los escorpiones era muy raro de ver en el monte, pero se debía estar atento. Su picadu-ra es dolorosa y peligrosa, llegando a ser mortal en caso de ejemplares adultos. Probablemente los potencialmente más dañinos, a pesar de figurar en último término,eran los perros salvajes o cimarrones. Los que en manadas o jaurías, atacan a cualquierser viviente en forma brutal, matando a dentelladas incluso a grandes toros cuyo pesoronda la media tonelada. Si se está montado la defensa estriba en bajarlos a balazos. De apie la situación es mucho más complicada y a veces la única solución es treparse a unbuen árbol. Son cobardes ya que solamente atacan cuando se reúnen unos cuantos,siendo seguidores, tozudos y malignos. El tirador mata a uno o dos pero eso no los de-tiene. Al contrario, envalentonados por el número la muerte cercana los enfurece; prefi-riendo para sus correrías el día a la noche, al revés de lo que ocurre con los felinos.

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Los pecaríes y los chanchos matreros también resultaban peligrosos, especialmentecuando se juntan varios. Más de un ser humano sucumbió a sus poderosos colmillos, conlos que suelen desgarrar el vientre de los equinos y vacunos. Los segundos normalmenteson los de más cuidado por su tamaño y agresividad. Normalmente se desplazan de día. En el caso del yaguareté o jaguar, cuya denominación científica es Panthera onca,diremos que tiene un ataque veloz, verdaderamente fulminante y no respeta ni al hombre.Afortunadamente existían muy pocos en la zona - y cuando se los detecta - se aprestanpartidas bien organizadas y equipadas para liquidarlo, ya que es un depredador nato y anada le teme, desempeñándose en forma eficaz las 24 horas del día, atacando a todo y atodos, incluidos los grandes bueyes, poderosas serpientes (como el caso de las boas yanacondas) y a los yacarés adultos. El puma es más peligroso para los animales que parael hombre, al que normalmente esquiva; si bien no es de despreciar su fuerza, astucia, ycoraje, especialmente cuando tiene crías pequeñas o se encuentra hambriento. En elúltimo caso suele arremeter contra los animales domésticos, odiando por instinto al perroy al gallo, convirtiéndose en un problema que solamente se soluciona con su eliminación. Este félido cuya denominación parte de una voz quichua, es el mamífero carnicerollamado por su color león americano y zoológicamente Puma o Felis Concolor, tanabundante en la Argentina, como en todo el Continente. Tiene una regular corpulenciacon dos metros de longitud total incluida la cola, poseyendo cabeza apreciada comomediana, orejas pequeñas y ojos redondos - muy bien adaptados a la oscuridad - siendosu pelo suave y leonado. Se destaca en el conjunto como excelente cazador nocturno, ycuando escasea la comida salvaje, produce gran daño atacando - como ya se mencionaray sin vacilación - a corderos, cabras, vacunos y equinos. Que sucumben ante su fiereza. Una especial recordación merece el jaguarondó o Felis yaguarundi F. eyra, que esuna fiera carnicera; mamífero de la familia de los félidos, que ya por entonces se habíareducido, a prácticamente una sola especie, conocida como Merpailuros yaguarundi.Siendo un tipo de gran gato americano cuyo cuerpo presenta un curioso como raroalargamiento, acostumbrado a vivir en los bosques no muy tupidos y en los montes bajos.Sabiéndose que en épocas anteriores existían numerosos ejemplares en la fronteraargentina-paraguaya, que se fueran extinguiendo con el correr del tiempo, y se hacía raroverlos tan al Sur. Gran cazador, rápido y temerario, preferentemente no ataca a laspersonas. No se debe confundir con el gato montés, o su pariente el gato de las pajas, queson especies bastante más pequeñas y de muy escaso riesgo para el hombre. Con respectoal gato onza o Felis onca, diremos que es un felino de colores vistosos, cuyo pelaje seasemeja al de un leopardo atigrado. Esa vistosidad lo lleva a la muerte, ya que como nose manifiesta como demasiado peligroso y su cuero se valora logrando buenos precios,siempre fue cazado a mansalva. Gusta de los montes medianos, se desplaza casi siempreen familia y sus hábitos son nocturnos. Su tamaño es algo menor que el del puma, con unaspecto que recuerda al del perro, siendo peligroso para con los animales caseros,especialmente cuando es pobre la caza salvaje.

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Mientras cenaban charlando y contando cuentos, decidieron hacer guardia toda lanoche para mayor seguridad alternándose para ese menester. Terminada la comida ma-tearon una hora larga. Recorrieron luego el perímetro del campamento, acopiaron algomás de leña que estaba a la vista, verificaron las ataduras de los caballos, se aseguraronque los perros estuvieran bien alimentados y se dispusieron a dormir sorteando las guar-dias. La primera tocaba a Ruy y la última a Miguel, quedando por lo tanto Jorge al me-dio. El último centinela debería despertar a los otros dos compañeros de madrugada contodo listo, para hacer la comida mañanera un rato antes de la salida del sol. Se tendieron las mantas y monturas, que en conjunto hacían de cama y almohada.Pronto fuertes ronquidos aseguraban un buen dormir de los dos primeros afortunados.Ruy alimentó el fuego abundantemente, se cubrió con su poncho acurrucado cerca de lafogata - de espaldas - para gozar de su luz y calor, sosteniendo el Winchester entre laspiernas; siguiendo de vez en cuando con la vista las variadas chispas luminosas que lesobrepasaban, saltando por los aires y cayendo al vacío. El estar de espaldas es unamedida de prudencia practicada para que la persona de guardia no quede cegada por elresplandor de las llamas. Afuera la noche se dividía en minúsculos mundos de violencia ynegrura, pero allí en el pequeño claro - como en una isla de paz - el fuego dibujabaextrañas y saltarinas sombras que lo ocupaban todo. Era un remanso de civilización entrelos inmensos y achaparrados marañales. Pasaron las horas normalmente, alternando los turnos de vigilia como estaba previsto.En la última - cuando lo hacía Miguel - mientras estaba un poco aletargado por el can-sancio, el frescor, la tranquilidad de la madrugada, y la observancia del espacio de luzque ampliaba el ojo intenso y rojizo de las llamas y las brasas, alertado por los perros,adivinó más que escuchó o viera algo anormal. Sus compañeros, acostumbrados a esassorpresas del monte, si bien dormían profundamente se despertaron al instante, empu-ñando cada uno el arma que siempre mantenían al alcance de las manos. Evidentemente algo los rondaba por la manifiesta nerviosidad de los caballos y losgruñidos sordos de advertencia de los perros. Pero ese algo estaba lejos, de lo contrariolos canes habrían arremetido contra el intruso. Si bien obedientes y como el peligro aúnno se manifestaba, esperaban las órdenes de sus amos. Los tres jóvenes tenían la molestasensación en sus nucas de estar siendo observados. Transcurrido un buen rato y al ver que se aquietaban los animales, resolvieron - porturnos - salir del cono de luz para investigar los alrededores, marchando de a dos a laoscuridad mientras el tercero los cubría. Nada vieron ni oyeron en esos momentos quelos pudiera alarmar. Pero los perros insistían con sus ladridos, corridas y olfateos hacia

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un lugar determinado, algo distante y de una negrura impenetrable, debido a la frondosavegetación y a la falta de luna. Los canes hacían una corta salida volviendo al lado deellos, mirándolos en un mudo interrogatorio. Por prudencia resolvieron estarse quietos,pero sí observar y verificar cualquier cosa que pareciera una novedad en la mañana quese apreciaba cercana. Por lo tanto llamando a los animales se replegaron al campamentoretrocediendo, dando el frente hacia la noche. Les resultó imposible seguir durmiendo, por lo que se dedicaron a matear, comiendola carne fría que mantenían reservada desde la noche anterior, hasta que por el Estecomenzó por aparecer una pequeña claridad, preanunciando la eminente salida del sol,presentándose el astro rey con un color rojizo amarillento. Primeramente se verificó unadelgada línea de luz en el horizonte, para poco a poco ganar espacio elevándose hacia loscielos. Realmente era un bello espectáculo presenciar ese amanecer en la costa; era comosi por un momento el mundo se detuviera, para que todos los seres vivos pudieran gozarde tamaña maravilla. Unos soplos - de niebla - rondaban por los aires, mientras un avemediana se alejaba sin gran prisa y sin mirar a los costados. El día nacía en todo suesplendor dejando atrás a la noche, sus misterios, sus secretos, y sus sombras. El amanecer se presentaba fresco y prometedor, mientras los portentosos trinos demiles de pájaros alegraban el espíritu con sus sonidos encantadores. De paso el aire sepurificaba con una sostenida brisa procedente del río grande. Se prepararon con prestezapara la cacería ya que estaba aproximándose la mejor hora. Pero antes pasaron por ellugar sospechoso de la noche anterior. Al pie de unos centenarios algarrobos vieronnítidas huellas de un caballo, que estuvo largo rato parado en el mismo lugar, y un pocomás allá a no más de tres metros, ¡pisadas humanas!. De miembros enfundados en moca-sines de cuero casero. Extrañados - y no menos intrigados - se miraron entre ellos por unos breves instantes.Rompiendo el pesado silencio dijo Miguel.

- ¿Quien pudo haber sido - que estuvo tan cerca - y no diera señales de vida? Opinoque cualquiera que fuera conocido de la zona, no se acercaría a menos de 200 metrospara observarnos sin mostrarse.

- Aparte que se arriesgaba a que nosotros en una reacción lógica le disparáramos,acotó Jorge. Evidentemente la persona que estuvo aquí, no quería que se supiera de supresencia. Realmente y por donde se lo mire es un misterio.

- ¿Podría ser algún bandolero, ladrón, o contrabandista que nos estuvo estudiando?manifestó Ruy, continuando seguidamente. Desde aquí nos veía perfectamente, ya que elcampamento era todo luz en la noche cerrada. Por el contrario nosotros no podíamos de-tectarlo por la densa oscuridad. De no ser por los perros ni nos enteramos. ¿Que opinandebemos hacer?

- Es evidente que debemos seguir con nuestra proyectada cacería. Pensemos en unplan que permita no alejarnos demasiado uno del otro, contestó Miguel. Y no dejar nada

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tentador en el campamento, especialmente los caballos de silla y las monturas como que-daran la tarde del día de ayer. Así lo hicieron. Los elementos dejados en el lugar que acampaban fueron los que seutilizaran cuando la comida, y que nada valían. Lo demás se cargó a lomos de los trescaballos de montar, los que fueran acercados al bañado. Con los gateadores cazarían, y elque se quedaba para disparar de a pie, no perdería el menor detalle de los primeros quese mantendrían atados a rienda corta para mayor seguridad. Por lógica pura, eso era loque les dictaba la prudencia. Se internaron inmediatamente en la zona prometedora, yaque debido a la demora el horario ideal se les estaba pasando.-

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V - BUENA CAZA Y REGRESO CON INESPERADAS ALTERNATIVAS

a mañana se presentó fantásticamente tranquila, recuperándose rápidamente eltiempo perdido, debido al imprevisto mencionado. En poco más de hora y me-dia, redondearon sesenta y tantas piezas de variados tipo de palmípedos, ma-

yormente crestones que eran los preferidos; ya que pasaron a buena distancia de numero-sas bandadas, integradas por gran número de aves, eligiendo sabiamente. Lo que les per-mitiera lograr varios dobletes - que es el término usado entre los cazadores - cuando setiene tiempo de disparar dos tiros seguidos al blanco previamente seleccionado, no per-diendo prácticamente piezas. A pesar de la tupida y enredada vegetación del lugar, losperros se multiplicaron detectando cualquier ave derribada - que acercaban al tirador - talcual estaban enseñados. Si bien por supuesto algunos animales heridos podían en el tu-multo fugar, detalle que estaba previsto. Lapso de gran actividad que los compensó porlo alegre, movido, emocionante y productivo. El extenso bañado era un hervidero de todo tipo de aves acuáticas - espantadas a másno poder - por el continuado como seco estruendo de los disparos. Garzas, bandurrias,zambullidores (grandes y chicos) llamados asimismo macá y macacito, gayaretas, caraos,etc. Todos alegrando la vista con sus típicos y algunos vistosos plumajes, ruidosas estam-pidas, rápidos aleteos, y alboroto en general. Pero no disparaban contra ellas, debido aque buscaban patos - de ser posible de los grandes -. Vieron en sus andares solamente unpar de culebras de agua, una bastante larga y gruesa, que huyeran rápidamente. Especiecompletamente inofensiva que sobresaltan al verlas en un primer momento, nadandoenérgicamente con su forma tan particular, ya que lo hacen con la cabeza erguida, sobre-saliendo la misma un medio palmo de la superficie del agua. Calmados se reunieron los tres, fumando unos delgados y fuertes cigarritos paragua-yos que siempre portaban, cambiando opiniones al respecto de los próximos pasos aseguir. Con los kilos de carne que tenían en las bolsas, bastaba y sobraba para todos. Porlo tanto decidieron limpiar lo cobrado - que les llevaría un buen tiempo - almorzar, paraluego emprender tranquilamente el retorno, sin esperar el atardecer, que es otro buen mo-mento para la cacería, acortando así casi medio día la partida, debido a la abundanciamañanera. Hasta el momento del desconocido de la noche anterior, ni noticias. Cuidadosamente volvieron al lugar primario de reunión, con todos y cada uno de lossentidos alerta. Al llegar - inmediatamente - se dieron cuenta que los habían visitado.Para conocedores como ellos los pequeños rastros observados, demostraban sin lugar adudas el paso de un intruso. Aparte que prudentemente habían improvisado unas peque-ñas y bien ocultas marcas que solamente ellos conocían. Las que demostraban a primera

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vista que estaban movidas, si bien nada faltaba y todo dejado en su lugar. Pero con segu-ridad eran vigilados. Lo notable era que ni los perros ni los caballos demostraron el me-nor signo de intranquilidad, si bien los primeros olfatearon el perímetros así como de pa-so. Por lo tanto - lo que fuere - estaba muy lejos en distancia y tiempo. Eso sí, en elambiente percibieron algo así como un efluvio suave, un olor o tufo raro muy tenue. Sin vacilar montaron armas en mano, cubriendo círculos concéntricos, encontrandoen media docena de lugares distintos, idénticos rastros - huellas humanas y de animal -¡pero de dos personas! Calzadas con mocasines. Se preguntaban ¿mocasines? Ese tipode calzado era usado casi exclusivamente por los indígenas y ocasionalmente por matre-ros (se solía llamar así a la gente de mala calaña, bandoleros o individuos de avería). Queandan por los montes huyendo de la policía y de la justicia. Y por allí en los últimos me-ses no se tuvieron noticias ni de unos ni de otros. Pero podría ser que alguien anduvieraen malos pasos, ya que los robos - especialmente de ganado - permanentemente estaban ala orden del día. Al parecer los citados se mostraban inofensivos, ya que se dedicaron so-lo a investigarlos y observarlos en dos ocasiones. De todas maneras se hacía necesariovigilar, debido a que cualquier novedad podía ser la punta del ovillo. Regresaron al tranco sin apuro, verificando todo el entorno hasta en los menoresdetalles. Lo que realmente los confundía era que los visitantes nada hicieron para ocultarsu presencia, siendo solamente sutiles y cuidadosos cuando visitaran el campamento. Sise trataba de nativos alzados, eran los que más querían pasar desapercibidos. En caso debandidos, contrabandistas o asesinos, son gente malvada que siempre se ocultan. Pero eneste caso se daba lo contrario. O era una broma pesada de la paisanada, o estaban frentede un posible misterio, que podría derivar en delito. Dos de ellos se dedicaron a la evisceración de las aves. Ruy encargado de la cocinapreparó cinco crestones a la parrilla campera, que es la improvisada con ramas biensecas, las que pueden ser construidas como las del tipo común o en forma de spiedo. Enel último caso la rama - que es única - se monta sobre dos horquetas, siendo cocinadaslas carnes girándolas de tanto en tanto, un poco a las brasas y otro poco al calor de lasllamas. Por la pinta prometían un buen bocado, máxime que se consumen las partes máscarnosas. Lo demás se suma a los restos para alimentar a los perros. Cinco aves de esetamaño (limpias promedian el kilo y cuarto) parecerían una exageración para una solacomida; pero el apetito de esos estómagos jóvenes era realmente de lobo. Además noeran acompañadas con nada que no fuera, y como excepción, con algo de pan cazador. Mantenían las armas permanentemente al alcance de las manos y con la atenciónpuesta en los dos fieles canes, que por instinto avisarían de cualquier novedad. Cuando lacomida estuvo en su justo punto llamó a sus compañeros palmeando las manos, quienesse lavaron de prisa dándose el grupo un banquete. La carne de pato silvestre, que es deun color rosado mediano, así elaborada y bien condimentada es más que agradable. Elpan recién hecho a la parrilla crujía fresquito entre los sanos dientes de los tres amigos.Dieron buena cuenta del suculento almuerzo teniendo la precaución de reservar la parte

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correspondiente para la alimentación de los dos animales, que debía ser generosa por eltamaño de los mismos. Luego se dedicaron a matear largo y tendido; nada de bebidasespirituosas cuando se sale con armas de fuego. Solamente agua para beber, y mate o ca-fé como complemento. Una medida que dictaba la experiencia haciendo tener siemprepresente la vieja máxima de los duchos en estas lides la cual dice los picnic con escopetano sirven. Como una valedera recordación - de que la bebida con las armas nunca hacenbuenas migas - ya que todos los que tuvieran oportunidad de practicar tiro de cualquiertipo que fuese, en más de una circunstancia escuchó historias al respecto de accidentesabsurdos ocasionados por la baja de los reflejos que produce el alcohol, que a vecesconduce a fatalidades irreparables. Nadie niega que siempre está latente el imprevisto yque a cualquiera puede escapársele un tiro; pero no es menos cierto el hecho de queestando sobrio las posibilidades desgraciadas disminuyen notablemente.

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Terminado de acomodar el equipo y lo cazado se prepararon a partir, dividiendo lacarga equitativamente entre los dos caballos destinados a ese efecto. Apagaron el fuegocuidadosamente, verificaron que las armas estuvieran - listas y prestas - para enfrentarcualquier emergencia o peligro, comenzando en forma lenta y pausada la vuelta a casa.Adoptaron la forma de fila india larga, con espacios bien pronunciados y calculadosentre uno y otro. Azuzaron a los perros y luego de dar una amplia mirada general, paraasegurarse de nada olvidar, tomaron el camino de regreso que les era arto conocido. Peroestaban tensos y alertas, especialmente cuando cruzaban pequeños o medianos arroyoscuyas barrancas a veces empinadas obligaban a un esfuerzo de hombre y bestia al tenerque repechar, momento que no era el más propicio para repeler una agresión. Por lo tantocruzaba uno que era cubierto por los otros, y así los tres; ya que consideraban poca todaprecaución, debido a los lugares desolados y salvajes por los que transitaban. Ojos yoídos atentos al menor detalle. Para quien el término fila india no sea conocido, diremosque es el sistema de avanzar de uno en fondo. Lo que - teóricamente - debería ofrecermenos blanco, permitiendo una mejor defensa. Adelantaron bastante esquivando con baquía el chaparral tupido y el monte bajo yespeso. De pronto cuando pasaban por una alameda natural yendo casi al paso, escucha-ron un fuerte grito por lo que pararon en seco. La voz era femenina y pedía auxilio enforma desesperada. Dejando atados los cargueros se apuraron a desplegarse con las ar-mas de fuego en las manos, los cinco sentidos alerta, esperando y observando. Necesita-ban otro sonido para ubicar exactamente dirección y distancia, el que no se hizo esperar. Un nuevo y agónico llamado partió al frente de ellos, por lo que avanzaron rápidohasta una pequeña descubierta, que daba a una reducida playa de arroyo, viendo de golpe

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un espectáculo aterrador. Tres mujeres jóvenes y con escasas ropas estaban enloquecidasde terror, ante cuatro corpulentos y babeantes perros cimarrones. La posición se presen-taba aproximadamente en un ángulo de 45 grados unos de otros. Lo que permitía dispararsin peligro de lastimar a las chicas. Al segundo siguiente tronaron las armas y tres de lasfeas y peligrosas bestias mordieron el polvo.

La cuarta rodó sobre sí misma y en un intento de salvar la vida, en vez de huir atacó.Se fue como una flecha hacia el caballo de Ruy, quien apenas disparado el primer tirohabía recargado su escopeta de repetición. Cuando la fiera comenzó el inmenso y biencalculado salto que la llevaría a su garganta, disparó de frente a menos de cuatro metros.La fuerza del impacto frenó de golpe a la criatura selvática, que hecha un ovillo seretorció en el aire ya muerta, cayendo como fulminada al suelo semi arenoso, ya que losgruesos perdigones le habían impactado entre el cuello y la cabeza. Por unos segundospareció que todo el contorno se paralizaba, tal era la tensión del momento. El hombre, bajóse del caballo lentamente y con prudencia. Una vez afirmado en elblando piso recargó el arma. El cartucho servido fue expelido todavía humeante cayendoparado, o sea con el culote para abajo, quedando así como mudo testigo de los instantesvividos. Ruy despacio se acercó a los canes salvajes, comprobando que los cuatro esta-ban muertos por los certeros disparos, mientras sus compañeros - montados - vigilabanpor las dudas aparecieran más en tren de ataque, ya que, ese tipo de alimaña tiene unaconducta impredecible. Se aproximaron a las jóvenes completamente asombrados de ver allí en ese insólito ydesolado lugar, a personas tan ajenas al panorama circundante, las que estaban asustadas,confusas y aturdidas. No era para menos. La experiencia que acababan de vivir, casi lescuesta el padecer severas heridas, o tal vez la vida. Ruy personalmente se presentó, pasando luego por cortesía, el hacerlo con sus doscompañeros. Una rubia de unos 25 años de edad, temblorosa, abatida, y con las manoscrispadas sobre su pecho, la cara blanca como un papel y la lengua todavía pastosa, tomóla palabra. Se la notaba apuesta, bella de cuerpo y cara - la que apenas serenada - pasó arelatar en detalle lo ocurrido. Informó, que eran parte del equipo de filmación que llegara el día anterior al cascode la estancia en forma imprevista, es decir sin el aviso convenido, y al parecer apenasun par de horas después de la partida de los cazadores. En forma imprudente salieron esedomingo en un vehículo - el que se vislumbraba a la sombra de unos sauces - en busca deun lugar tranquilo para tomar sol, pasar la tarde, y eventualmente bañarse. Confesaronque fueron advertidas reiteradamente que no se alejaran, haciendo - caso omiso - a larecomendación, lo que casi les cuesta una desgracia. De no ser por los cazadores que eldestino mandara, y que la buena fortuna guiara hasta allí, sus existencias habrían corridoserio peligro, por tener casi cortada la retirada hacia la camioneta que las transportara, laque era el único y eficaz refugio a mano para semejante emergencia. Aparte reconocieronhaber quedado paralizadas al ver a los cimarrones aprestándose al ataque.

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- Señoritas dijo Ruy muy serio. Están alejadas de la cobertura de los hombres de laestancia, sin armas, desconociendo la zona y con ropas inadecuadas (vestían trajes debaño). Realmente cometieron un error que podría haberles resultado fatal. Por favorvuelvan con nosotros al campamento grande. Las jóvenes asintieron y así lo hicieron - serenadas - entre cuchicheos y sonrisas, yaque evidentemente y a pesar del mal rato pasado, una corriente de simpatía había nacidoentre las chicas y los muchachos, y eso aparentemente alegraba a todos. Laura, que así sellamaba quien conversara con Ruy, indudablemente fue la más expuesta en los momentosde peligro. La misma, y según el hombre se desplazara, insistentemente lo seguía con lamirada. Se trataba de una bella joven de cabellos claros, cutis blanco mate, cara simpáti-ca, contagiosa sonrisa, dueña de proporcionado cuerpo. Apreciado y destacado plena-mente dentro de la malla que calzaba, dejando la prenda al descubierto sus largas yesbeltas piernas. Las otras dos eran más vale trigueñas, de edad aproximada a la anterior,con similares atributos y llamativo desenvolvimiento. Como los caminos a recorrer, eran distintos para los caballos que para la unidadmotorizada, los varones - decidieron - acompañar a las mujeres. Es decir, fueron todosjuntos y en apretado grupo por una senda transitable a un cuatro ruedas, completamentesecundaria y escasamente usada. Por lo tanto en bastante mal estado, la cual alargaba ladistancia y el tiempo para recorrerla, con respecto de hacerlo a campo traviesa, pero ellolos tranquilizaba, ya que las tenían siempre a la vista. Atentos ante cualquier emergenciaque pudiera ocurrir. Aparte que las muchachas era evidente que estaban prácticamente perdidas, y sin las

oportunas indicaciones del trío autóctono, quien sabe si pudieran haber regresado confelicidad. El simple cambio de una rueda en esos terrenos y con las ropas que portaban,les hubiera significado todo un problema; ni pensar que imprevistos podrían haber sur-gido y/o tenido que sortear si el automotor se descompusiera en esas lejanas soledades.Los tres amigos francamente no comprendían la falta de responsabilidad de todos los quedebían estar enterados de la salida, donde - seguramente - la gente de la estancia nadatendría que ver. Máxime que las mismas jóvenes habían reconocido, que fueran impru-dentes al desobedecer o no atender las sanas indicaciones que les suministraran. Se con-solaban pensando que eran personas de la ciudad que poco, tal vez nada, sabían de lasinesperadas alternativas que presenta el campo, más en las zonas despobladas. La vuelta se desarrolló rápida y normalmente - dentro de la lógica aspereza de uncamino duro de transitar -. Pero los tres amigos por experiencia sabían, que por esoslugares podrían encontrarse con más perros cimarrones compañeros de los recientementeabatidos, que por razones de tiempo y seguridad, fueron dejados para alimento de lasaves de rapiña y de sus propios congéneres, debido a que es ampliamente conocido queesas salvajes bestias por su hambruna permanente, a nada le hacen asco, devorándose en-tre ellos cuando las circunstancias le son propicias. Sabiéndose que incluso se comen loscachorros propios y ajenos y en oportunidades a los heridos. Son animales temibles ya

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que cuando están reunidos en jaurías atacan en forma brutal y despiadada, lo que poresos años representaba un verdadero azote para los pobladores lugareños y los animalesdomésticos. Por turno uno de ellos efectuaba una pequeña recorrida, galopando hacia loslaterales de la dirección seguida. Los tres siempre vigilantes y con las armas listas, enprevisión de algún ataque sorpresivo. Si bien recorrieron cuidadosamente los alrededores, afortunadamente nada alarmantepudieron verificar. Solamente Jorge informó haber observado a lo lejos unos cuantos,que, o seguían otro rumbo, o estaban en plan de retirada, lo que los tornaba pocopeligrosos por la distancia. A ese respecto tranquilizados, se dedicaron a dar charla a lasforasteras, conversación que ellas evidentemente contestaban con gusto, si bien - y comoera lógico - se mostraban sumamente curiosas, preguntando por cualquier cosa que te-nían oportunidad de contemplar, ya sea en el camino o en las áreas circundantes al mis-mo. Detalle comprensible debido a que procedían de lugares diametralmente distintos alque transitaban siendo todo lo que se manifestaba a la vista una completa novedad. Lostres amigos respondían informando lo mejor posible, ya que para ellos no dejaba de seruna satisfacción el poder hacer resaltar todos y cada uno los elementos autóctonos que sefueron presentando en el largo trecho del regreso. De todas maneras en momento algunodescuidaron la vigilancia, atentos a cualquier novedad que pudieran captar. Los perros sedesplazaban por los diferentes flancos, manifestándose tranquilos, lo que alentaba apensar que ningún peligro acechaba. Luego de un tiempo prolongado, al que ambos grupos consideraron como bienaprovechado, llegaron a un doble codo de la senda secundaria, que empalmaba con otraalgo más transitada, la que con manifiesta alegría de todos los depositó hacia el atardeceren las primeras casas del casco de la estancia. En silencio apresuraron la marcha, debidoa que ambos grupos estaban ansiosos por llegar, en especial el de los varones, en laseguridad que las gentes del lugar estarían preocupadas por la tardanza de las tresjóvenes. No se equivocaban.-

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VI - DETALLES PREOCUPANTES

rribados los dos grupos a la principal parte de la estancia y en el centro de lamisma, los tres amigos fueron presentados a los directivos y productores de lacompañía cinematográfica, los que estaban realmente preocupados por la

escapada y tardanza de sus principales figuras femeninas. La noticia de la aventura vividaesa tarde, corrió - como por arte de magia - entre la totalidad de las personas interesadas,quedando los muchachos como verdaderos campeones. A no dudarlo habían demostradomerecer las congratulaciones recibidas. Ruy después de cumplimentar con esos preliminares, se marchó a casa con su partecorrespondiente de la cacería. Los dos compañeros se aprestaban por hacer lo mismo.Dirigiéndose a sus respectivos hogares, devolviendo previamente los dos caballos utiliza-dos para la caza - en el sitio acostumbrado - debido a que los trabajos menores, como eldar acomodo a los perros y enseres, era área de los peones de las caballerizas. Con respecto a las montas de Jorge y Miguel - como eran personales - fueron aseadasy cepilladas por el mismo personal, mientras descansaban un poco antes de partir. La tar-de estaba cerrando para todos, ya que el tiempo se les pasó casi sin darse cuenta. La sim-pática casa de los padres de Ruy, prolijamente blanqueada, regalaba el grato aroma deltomillo y del cedrón, confundido con el de tortas fritas en grasa, que su madre debíahaber preparado como le era habitual, en los días domingo. Apenas bañado, afeitado y acicalado, recibió la invitación del señor Cáceres - quienera el director de la película, su co productor y el que ejercía la autoridad - para que con-curriese a su cercana casilla rodante, así lo hizo, siendo comprometido para cenar con losintegrantes de la compañía. De paso al sitio donde los forasteros habían hecho lugar deestar, volvió a percibir aquel fuerte tufo, como el campamento de los esteros. No le diomayor importancia preparándose a pasar así una agradable velada con los visitantes, quepor esos lugares no eran precisamente comunes. Aclaremos que por tufo se entiende unaroma o emanación molesta - no demasiado fuerte - que despide algún elemento. La invitación se había hecho extensiva a sus dos camaradas, que sin saberlo Ruyfueron apalabrados en el momento que estaban por marcharse, incluyendo en el convite alos padres del joven y al propietario del establecimiento, incluida su familia. Conrespecto a Jorge y Miguel, tenían previsto para ocasiones similares ropas y enseres, en unarmario que con llave se encontraba en los dormitorio del personal soltero. Por lo tantoestuvieron listos casi al mismo tiempo que los demás, dilatando su partida para el díasiguiente. De todas maneras lo cazado - y para evitar que se pudiera echar a perder - loenviaron con un mensual a sus respectivos hogares, el que al mismo tiempo explicaría latardanza, llevando tranquilidad a las respectivas familias.

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Mientras conversaban con las chicas y demás componentes del conjunto, que en totalreunía un grupo numeroso, volvieron a sentir la extraña sensación de ser observados. Nolo hicieron notar, pero - en un aparte trazaron - un sencillo plan; el que consistía en quecada uno investigara, disimuladamente, un sector del espacioso lugar ocupado por losintegrantes de la compañía. Luego los tres reunidos, alejados y tranquilos, cambiaríanopiniones. Era necesario verificar por el lado de los transportes, equipos, casas rodantes,vehículos varios, depósitos de víveres, utilería, iluminación, etc. No podían definir queera lo que pasaba. Pero algo no andaba como debía, o no encajaba. La cena y después el baile los sacaron momentáneamente del problema, ya que enconjunto el agasajo resultó ser agradable y ameno; donde los forasteros prepararon unmenú de primera, que acompañaron con excelentes bebidas y variados postres. Laura sehabía pegado a Ruy como una estampilla, presentándolo a todo el mundo, y no es paranada necesario decir que el joven estaba más que contento con tan agradable compañía.Era prematuro prejuzgar, pero todo parecía indicar que allí estaba naciendo un romance.A media noche la mayoría de los presentes se encaminó hacia sus camas, pero los tres in-vestigadores muy quedamente, se prepararon para una exploración. Seguidamente recorrieron con gran paciencia, sigilo y el mayor silencio, todo elperímetro del lugar. Previamente se habían provisto en la armería de la hacienda - de lacual Ruy tenía llaves -. Retiraron revólveres calibre 38 largo, con sus cargas de municióncompletas. Nada encontraron, pero cuando se reunieron en el lugar convenido que eligie-ran algo retirado, para no despertar la menor sospecha, por si se daba el caso de que al-guien los viera o vigilara, los tres comentaron que habían vuelto a sentir en varios luga-res, la característica fetidez que los alertara anteriormente, y que por allí se la percibíacon una mayor intensidad. Cambiando opiniones decidieron seguir el fuerte, inconfundible, penetrante y molestoefluvio, que se adueñaba del ambiente aún en el pleno aire libre. Caminaron quizás unpar de cientos de metros más, encontrando otro mini campamento, con una cantidad alparecer importante de gente durmiendo tendida en cualquier parte y forma. Incluso de-tectaron algunos guardias - para ellos completamente desconocidos - que sortearon hábil-mente, pudiendo constatar que era un núcleo numeroso de individuos que a primera vistase presentaban sórdidos, sucios y vestidos burdamente. Mientras calladamente evaluabanel conjunto, su atención se centró en algunos curiosos y conocidos calzados, verificandoque varios de los que allí descansaban portaban ¡mocasines caseros! Extrañados pero sin proceder ni decir absolutamente nada, se retiraron en el mayorsilencio, decidiendo pedir explicaciones - a quien o a quienes correspondiera - en el díaque se avecinaba. Pero como medida de seguridad, con el consentimiento de su padre, alque sacó de la cama para informar, Ruy apostó una media docena de hombres de guardia.Normalmente se dejaban un par de serenos por las noches, pero el joven consideró que elrefuerzo era necesario. Ninguno de los tres se lo podía explicar, pero algo flotaba por el

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lugar que los intranquilizaba. En una palabra, sentían como una cuña de misterio que nolograban definir, detalle que los intranquilizaba.

* * * * * * * * * * A la mañana siguiente los visitantes no se levantaron demasiado temprano, Ruy hacíaun rato largo que estaba desempeñando las múltiples ocupaciones a su cargo, cuandoalgunos aparecieron bastante soñolientos. El paso primero del joven apenas amanecido,había sido conversar con toda su gente de guardia, a quienes asesorara claramente. Losque manifestaron que nada anormal había ocurrido en el transcurso de la noche, cosa queen cierta medida calmara su ansiedad. Debemos decir que sus hombres estaban autoriza-dos para llamarlo al momento, ante cualquier novedad que consideraran importante. En un alto de sus tareas cotidianas, se acercó a curiosear los preparativos de la fil-mación, esperando tener oportunidad de encontrarse con el señor Cáceres para hacerlealgunas preguntas al respecto del numeroso grupo que se encontraba algo retirado, sibien pudo observar que algunos de ellos estaban ocupados en menesteres menores, bajolas órdenes del asistente del director. Lo que no dejaba de ser algo positivo. De lejos Laura llamó su atención saludándolo cariñosamente, a lo que correspondióen forma similar, si bien continuando cada uno con lo suyo. En una de las varias recorri-das que diera verificando el funcionamiento general, se encontró con la persona buscada,solicitándole aclaraciones al respecto de la gente que viera por allí acampada y algoretirada del núcleo principal, y que en esos momentos estaban ocupados en diversastareas, especialmente afectados a la descarga de grandes bultos. El director amablemente le informó en detalle, manifestando que la película estabaproyectada como de aventura y acción. En más de una oportunidad se sacarían tomas decombates, incluida - una recia carga de indios - contra un fuerte escuadrón de caballería,integrado por soldados nacionales caracterizados todos al siglo XIX. La gente que vieraeran unos cuantos indígenas más algunos mestizos (varios argentinos y otros de paíseslimítrofes) que les enviara un antiguo proveedor de extras. Integraban también el grupoun conjunto de gauchos sin trabajo, que pidieron por poca paga los incluyeran en la nó-mina. El problema que no pudiera resolver era que prácticamente ninguno poseía docu-mentos en regla; manifestando que no eran muy de su agrado, pero no se disponía de otragente y realmente los necesitaba para tomas sencillas, y que estaban dentro de lo que alparecer conocían. O sea montar, andar bien a caballo, cargar hacia un frente de batalla,etc. Agregando que según lo convenido, cuando no se los necesitase para las filmacionesserían utilizados como mano de obra para los quehaceres generales. En confianza le informó, que al principio esos individuos no le gustaron, ya que esta-ba acostumbrado a trabajar con otros tipos de personas, pero como la policía de la pro-vincia le asignara tres agentes para guardia y mantenimiento del orden, sinceramente es-

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peraba no tener sorpresas desagradables. Pero que de todas maneras no los perdería devista, comprometiéndose el mantenerlo informado. Casualmente en ese momento llega-ban los hombres de seguridad, uniformados y de buena presencia. Los que se presentaroncorrectamente mostrando sus credenciales y el documento de tránsito, que el gobierno lesotorgara para la ocasión. Uno lucía las jinetas de cabo y llegaban bien montados. Ruy aceptó los dichos si bien con alguna reserva, sin mencionar nada al respecto delo sucedido, ya que era muy poco lo acontecido y por el momento era mejor callar, sibien decidió mantener una buena vigilancia con un grupo de sus hombres, los que erande completa confianza. La misma sería concretada las 24 horas del día por gente expertay leal quienes - disimuladamente - mantendrían bajo atenta mirada a todos los del con-junto sospechoso, comunicándosele todos los días las novedades. Si fueran de impor-tancia, lo convenido era, que debía hacerse al momento. Por las noches destacó otro per-sonal al que dispensó de las tareas diurna, para que así pudieran descansar normalmentey se mantuvieran atentos y vigilantes cuando cerraran las sombras. Indudablemente allí en el mini campamento estaba el misterio de los mocasines y dequienes los observaran. Algunos de ellos - sin poderse precisar la razón - los estuvo vigi-lando constantemente cuando excursionaban por los alejados montes y bañados. A Ruyle tranquilizaba el hecho de que los tres representantes del orden enviados, parecíancompetentes y buenas personas, con un proceder limpio y claro que agradaba, y que encierta manera respaldaba sus inquietudes. Pasaron varios días de gran actividad diurna. Por las noches fiestas y bailes, debido aque los artistas y demás miembros del grupo de filmación gustaban de ellas. El romanceviento en popa, si bien Ruy interiormente se preguntaba que pasaría con Laura una vezfinalizada la película. Pertenecían a dos mundos completamente distintos, siendo muy di-ferentes sus estilos de vida. Si bien el conocía bastante del exterior, por haber cursado laescuela primaria y secundaria en la capital de la provincia, comprendía que su prepara-ción no era suficiente. Necesitaba una educación superior y mayores contactos para estara la altura de ciertas circunstancias. La presente era una de ellas. La joven estaba acostumbrada a otras variadas amistades, ropas, alimentos, trabajo, y

vivencias. Si bien ella parecía muy enamorada, trataba él - dentro de lo posible - de noentusiasmarse demasiado a fin de que si existiera una ruptura no sufriera su corazón. Sussentimientos eran puros y mucho la amaba a pesar del poco tiempo de conocerla. Pero ensu exterior demostraba a la vista solo un prudente interés. La guapa chica era realmenteun primor que conquistara a todos, incluidos sus padres. Por su don de gente, presencia ysimpatía, a lo que agregaba una personalidad avasallante. Económicamente Ruy se sentía respaldado, debido a que estaba habilitado con unporcentaje del establecimiento, que le aseguraba buenos ingresos. Monto que se le abo-naba anualmente, mitad en efectivo y el remanente en animales; lo que le había permitidocon el tiempo, reunir un buen número de ellos entre vacunos y equinos, representandoesto un mediano capital que manejaba personalmente, teniendo asignado un predio para

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cuidarlos, conjuntamente con los de su padre. Detalle que le alentara, desde hacía un parde temporadas a introducirse en la venta y cambio de animales, con excelentes resulta-dos. Además disponía de un sueldo mensual. Pero reconocía que le faltaba algo más.Como ser el roce, la ciudad, la gente importante, el manejo eficiente del dinero, y estu-dios complementarios. En fin era otra vida. La discreta observación del lugar por la gente de su confianza comenzó a dar susfrutos. Primero se constató que eran ladrones - no todos - debido a que hurtaban comidasenlatadas y bebidas alcohólicas del depósito, que como era enorme poco se notaba. Se-gundo. Estaban armados, si bien no con armas de fuego. Pero poseían machetes, facones,boleadoras, lanzas, arcos y flechas. Y tercero y lo más alarmante. Tenían un caudillo alque temían y protegían. El que a menudo andaba acosando a la gente, rondando dondenada tenía que hacer, mirando ávidamente a las mujeres, molestando incluso a variasjovencitas que desarrollaban tareas de atención y limpieza entre el variado grupo de per-sonal necesario para atender a los artistas, al cuerpo técnico y al superior. Introduciéndo-se a escondidas en la parte que hacía de cocina, logrando con amenazas bocados especia-les. Dándose el caso que sus compañeros lo ocultaban, realizando los trabajos que a él lecorrespondían. En una palabra - se lo podía catalogar - como un parásito violento, falso yescurridizo. Ruy puso ese paquete de información en conocimiento del director, quieninexplicablemente, no le supo dar mayor importancia. Para el joven que tanto se preocu-paba por el bienestar del conjunto, el directivo estaba pecando de imprudente. Esa misma semana con varios integrantes del elenco, personal especializado, directory ayudantes, estuvieron recorriendo - por días y días - diversos parajes de la estancia, pa-ra así determinar posibles tomas según las diferentes características de los lugares. Losque luego se concretaron con pruebas preliminares. Al fin eligieron un llano bastante re-tirado y desolado, para hacer la parte de la carga final, espacio que teóricamente lindabacon los confines de la inmensa propiedad. Esa parte del predio era tan agreste que sehacía difícil marcar los límites reales, pero con buena voluntad todo se fue solucionando. Había que reconocer que la parte elegida era perfecta para lo que se pretendía, si biense presentaba el inconveniente de estar bastante alejada, calculándose en más de 10 kiló-metros la distancia hasta el casco principal, no debiéndose olvidar que el tránsito eralogrado en apenas sendas precarias, y en más de una oportunidad se debía hacer caminoal andar. Pero las pruebas efectuadas en diversas partes del terreno, dejaron al directormás que satisfecho, determinando por esa circunstancia el lugar. Así que lejos, incómodoo no incómodo, allí tenía que ser. En los días siguientes comenzó a transportarse lo necesario hacia el llano elegido, loque comprendía un sinnúmero de elementos entre montajes, cámaras, trípodes, pequeñasgrúas, fondos, armazones, vestuarios, baños químicos, duchas prefabricadas, utilería, etc.Ruy por no dominar el tema filmativo estaba confundido con lo que hacían. Se lograbantomas aquí y allá, y un poco más lejos, que parecían no tener la menor relación. Pero nu-meradas y evidentemente una vez compaginadas servirían, si bien algunas - por lógica -

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serían descartadas. Por fin llegó el día donde se decidiera que se adecuaba el momentopropicio, para lograr las tomas previstas referentes al combate principal, para lo cual seajustaron innumerables detalles anexos, preparándose un considerable número de perso-nas a las que se instruía convenientemente, de acuerdo al papel que le fuera asignado. Los preparativos iban desde elementos y uniformes, hasta la caballada, pasando porlas armas y los equipos de combate. Quienes figurarían como soldados, tendrían fusilesmarca Rémington - antiguamente usados por las tropas argentinas - los que disparabanfuertes balas de salva, las que no involucraban peligro alguno, y que a todas luces se a-preciaban como legítimos. El citado fusil se carga por la recámara, pero no es de repeti-ción. El mismo, supo ser adoptado en un principio, por algunos cuerpos de las fuerzas ar-madas nacionales por ser en su época un buen elemento, si bien oportunamente fue susti-tuido por otros más livianos, manuables y modernos. Originalmente era pesado y degrueso calibre, pero en este caso y con el tipo de proyectiles con que se cargaban, resul-taban completamente inofensivos. Para el caso debían cuidarse dos detalles de importan-cia al respecto. Uno era que se trataban de piezas prácticamente de colección con un altovalor histórico, cuya pérdida o rotura sería causa de fuerte desembolso económico paracubrir el imprevisto. Lo otro trataba, de que por ser un elemento de cierto tamaño y peso,debía manejarse con sumo cuidado para evitar accidentes. No se debe olvidar que latropa asignada si bien era una fuerza regular acostumbrada al manejo de armas, no teníala menor experiencia con ese tipo de fusil. Pudiendo darse el caso que en el fragor de lalucha se golpearan entre ellos. Y un impacto del Rémington estando su portador de acaballo, podía ser un golpe de serias consecuencias. Por lo que se destinaron un par dedías a pulir el detalle. Es decir un apresurado pero prolijo aprendizaje general. Las que portaban los que hacían de contrarios - machetes, facones, lanzas y flechas -tenían un cierto filo que se apreciaba a simple vista, detalle que preocupaba seriamente aRuy por lo que podría llegar a significar. Cosa que intentó revertir, hablando con eldirector y su ayudante sobre el tema. Ambos manifestaron que las mismas debían parecerreales, y por lo tanto no podían mostrarse demasiado romas. De todas maneras secomprometieron el hablar con los hombres que las empuñarían, para recomendarles deque tuvieran el mayor cuidado con el uso. El joven no estaba para nada de acuerdo con elproceder, pero los que decidían eran los cineastas y de ellos la total responsabilidad, asíque debió aceptar algo que consideraba peligroso; pensando que en el ardor y revuelo delcombate - aunque sea fingido - siempre existe el peligro de algún herido, máxime si unaparte de ellos se manejan con elementos cortantes.-

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VII - SE AVECINA UNA TRAGEDIA

or fin llegó el esperado momento, y allá se fueron todos los que de algunamanera debían desarrollar labores al respecto. Era un conjunto que nucleabacasi un centenar de personas, donde Ruy debía multiplicarse para poder aten-

der a todo y a todos. Siendo días de trabajos intensos y más bien calurosos, presagiandolas fuertes tormentas del verano tan comunes en la zona; lo que notificó a los directivospara que apresuraran al personal en general y a las filmaciones en particular, debido aque con las lluvias se tornaría difícil el moverse en esos terrenos inundables. De sorpren-derlos fuertes chaparrones estando alejados en los campos, la situación tomaría carácterde desastre, debido a que podían quedarse allí varados por días - tal vez semanas- segúnla intensidad de las precipitaciones. Se sucedían jornadas agobiantes por los extenuantes compromisos. Si bien el jovenfuera dispensado de sus obligaciones con la estancia, las actividades desarrolladas para ellogro de la película eran numerosas, variadas, y en oportunidades en distintos lugares - aveces distantes unos de otros - que complicaban el accionar de Ruy; que entre otras cosassupervisaba personalmente el lugar y momento a utilizarse, secundado por una cantidadde peones que rastrillaban el terreno para alejar o eliminar cualquier tipo de alimaña ras-trera, especialmente serpientes y alacranes venenosos. Seres que podían atentar contra laintegridad física de las personas venidas de afuera, poco acostumbradas a esos imprevis-tos, y que por su falta de experiencia podían ser víctimas en un ataque sorpresivo. De acuerdo a las necesidades que se le fueran manifestando, dispuso los puestos deabastecimiento, higiene, y vestuarios; el agua potable, los combustibles, y las mil cosasnecesarias para el mantenimiento, la movilidad, seguridad y trabajo de tanta gente enmovimiento. Si bien la compañía tenía varios hombres afectados a tal fin, la organizacióny responsabilidad final estaban a cargo de Ruy. Incluso se instaló un pequeño, perocompleto y bien provisto puesto sanitario, que profesionalmente era atendido por unmédico y una enfermera contratados a tal fin, que afortunadamente hasta esos momentosno había intervenido más que para dar solución a problemas considerados menores. Ruy extrañaba la buena y eficiente compañía de sus dos amigos, que partieran apenaspasado el primer agasajo, hacia sus hogares y respectivas obligaciones, que eran variadasy complejas. Lo que les impedía ayudarle a pesar de su buena voluntad, absorbidos porsus quehaceres. Aparte que sus domicilios estaban retirados y en sentido contrario al ele-gido para concretar las tomas que se estaban planificando - y en algunos casos ejecutadaso en vías de hacerlo -. Antes de marcharse habían quedado de acuerdo en venir a visitarlocuando dispusieran un poco de tiempo, pero al parecer no lo tuvieron. Como ambosestaban al tanto de lo ocurrido, convinieron que si Ruy descubría algo fuera de lo común

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que lo alarmara y que no pudiera resolver con el personal de guardia disponible, los lla-maría mandando aviso con alguno de sus hombres. Dentro de la gran fajina cotidiana, se debía reconocer que las partes seleccionadaspara las próximas tomas eran realmente hermosas. Cercana y buena sombra, pasto enabundancia para los animales, un arroyo muy próximo que proveía agua límpida consimpáticas playitas que - invitaban bañarse - más un excelente y extenso llano que seprestaba muy bien a las exigencias del director. Todo adornado con millones de floressilvestres y aves canoras, que alegraban las horas, aminoraban las fatigas, renovando yretemplando el espíritu. Se calculaba que los trabajos en general, contando con la preparación del terreno,distribución de la gente, montaje, detalles de carpintería y utilería, más otros quehaceresvariados y afines a la filmación, demandarían de cinco a seis jornadas completas. El pri-mer día tuvieron la buena fortuna de que el tiempo los acompañara espléndidamente,siendo íntegramente aprovechado para lograr una serie de tomas en distintas partes deldilatado campo elegido, que al cambiar los ángulos de las mismas, hacía aparecer al cita-do de muy diferentes y atractivas formas. Como se llevaron abundantes alimentos, si bien los almuerzos eran ligeros, las cenascompensaban en cantidad y calidad, tema en que los empleados a cargo de las cocinas seesmeraban. Es bueno recordar que mientras ese gran grupo estuvo en el casco de laestancia, los propietarios de la misma corrieron mayormente con esa obligación - cosaque estaba prevista en el presupuesto - brindando a todo el personal y directivos sinexcepción, apetitosas comidas criollas en noches consecutivas que se tornarían inolvida-bles, ya que se les ofreció entre otros, platos compuestos de carne de cordero a la llama,empanadas zonales y asado de vacuno con cuero. Lo que al parecer hiciera las delicias deesa gente de la ciudad. Pero allá en la zona donde se encontraban en esos momentos elmenú era más variado y completo, ya que los cocineros y ayudantes de cocina, (quetrajera la compañía) eran verdaderos profesionales. Todo parecía marchar bien, excepto las miradas torvas y casi de odio de los extrascontratados por allí, principalmente para hacer el papel de indios, aunque algunos no lofueran. Trabajaban eso sí según lo programado en el ordenado y montaje de todos loselementos necesarios, sin causar mayores problemas, si bien esa parte de las tareas estabaaclarada de antemano. Pero si se observaba con detenimiento era evidente su hostilidad ypor momentos mala voluntad, especialmente cuando las tareas eran pesadas. De todasmaneras los trabajos avanzaban a buen ritmo. Así pasaron tres agitadas y bien aprovechadas jornadas, con noches notables, plenasde música, alegría y colorido. Donde Laura y Ruy mantenían un idilio muy tierno, pre-guntando el joven en una oportunidad si ella lo quería lo suficiente como para dejar sucarrera compartiendo su existencia en la estancia. La joven contestó que con lo que gana-ba y sus ahorros, bien podían fundar un hogar en cualquiera de las ciudades donde la lle-

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varan sus compromisos, manteniendo uno estable donde más les agradara. Ruy no se sen-tía satisfecho con la idea, ya que pensaba que siempre es el hombre el que debe proveer alas necesidades de la casa. Laura respondía que ella seguramente le conseguiría en lacompañía un puesto importante por su gran responsabilidad. ¡Y quien dice que con suprestancia algún día la acompañara en una o más películas! pero Ruy no cedía y allí a lavista de todos andaban muy enamorados pero al tira y afloje. El tiempo seguramente ten-dría la última palabra. Desafortunadamente las cosas comenzaron a demorarse por no lle-gar los soldados nacionales, unos 30 hombres, que según lo previsto ya deberían estarallí, para lo que tenían tomadas las medidas en cuanto a vestuario, alojamiento y comida. A la tarde de la cuarta jornada llegó un peón del casco principal solicitando hablarcon Ruy. Concedida la autorización, le indicó que debería regresar al momento, ya quesu padre dirigiendo trabajos afines a sus labores, se había fracturado la pierna derechaen una desgraciada maniobra ocasionada por un carro que estaba cargando tablones demadera, los que en un momento dado se desplazaron cayendo sobre su persona. El médi-co de la compañía cinematográfica de nombre Aníbal, se ofreció acompañarlo para pres-tar al accidentado sus servicios profesionales, dejando a cargo del puesto allí instalado, ala enfermera que consideraba altamente responsable. Aceptó Ruy y con el consentimiento del director, decidieron partir sin más trámites,ya que había una buena cabalgata hasta donde se encontraba postrado don Roque. Eljoven efectuó varias recomendaciones a los guardianes del orden, y con pena en el almasalió para su casa. Sinceramente se ausentaba con un mal presentimiento, algo indefinidoque no acertaba como explicar. Viajaron rápido de acuerdo al terreno, llegando a destino en las primeras horas de lanoche. Una vez en el lugar el doctor constató que la fractura no era realmente grave, yque con los auxilios que personalmente podía prestarle, esperaba fueran suficientes. Asíque procedió a tratar el miembro herido, medicando convenientemente al accidentado,quien al momento se durmió profundamente. Se le notaba un poco de fiebre mostrándosealgo inquieto, por lo que fue necesario administrarle asimismo un sedante. Seguramentede allí el pronto y reparador sueño. En la mañana siguiente por fortuna el enfermo despertó muy mejorado, lo que llevaratranquilidad a todos. El dueño de la estancia estando Ruy se ausentó unas horas, ya quedebía verificar un ganado que fuera reunido para la venta, indicando que volvería haciamedia tarde, expresando que si las cosas no se complicaban, el joven podría regresar alescenario cinematográfico, para así los trabajos allí programados dejar concluidos antesde que llegaran las lluvias. Tema que preocupaba a todos, pero que hasta esos momentosfuera sorteado con bastante éxito. Ruy estaba más que ansioso de partir, por su alto sentido de la responsabilidad, y poruna cierta preocupación al respecto que no lo abandonaba, manifestando el médico, quesi lo creía oportuno volvería con él. Debido a que la atención del herido no demandabaque estuviera permanentemente junto a su cama, pudiendo repartir el tiempo entre ambos

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campamentos. Por supuesto, siempre y cuando don Roque evolucionara favorablemente.De los contrario se quedaría para atenderlo.

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Todo marchó según lo previsto, así que los dos hombres partieron de la propiedadmayor hacia el lugar del trabajo artístico, tratando de llegar a la hora de la cena. Aníbalhabía dejado instrucciones precisas para con el enfermo, que volvería a ver todos losdías, indicando que si sucedía una emergencia lo mandaran llamar de inmediato. Se de-moraron a pesar de sus deseos un poco más de la cuenta, debido a que en el camino secruzaron con unos vecinos inquietos y angustiados al respecto del accidente y la salud dedon Roque, manteniéndolos en la senda de regreso, un buen rato inactivos con sus pre-guntas a pesar de la premura que tenían por llegar. Pero por educación tuvieron que in-formarlos con cierto detalle, debido a que eran personas que conocían al herido y a lamayoría de sus familiares - Ruy incluido - desde numerosos años atrás. Luego y como la noche se les vino encima tuvieron que viajar al paso, a pesar deconocer Ruy los senderos como la palma de su mano, pero en ese manto de oscuridad erapeligroso hasta el trote. Atentos como estaban al andar hizo que conversaran poco. Esesilencio les permitió al estar llegando, escuchar una enorme como infernal gritería. In-cluso les pareció percibir alaridos de dolor, por lo que se acercaron tomando las mayoresprecauciones para no delatarse; aproximándose hasta una distancia desde donde podíanobservar perfectamente y en detalle el campamento iluminado por varias grandes fogatas. Ambos se estremecieron. La chusma, o sea los extras contratados y ya detallados,estaba completamente ebria, y se había al parecer apoderado del control del mismo.Vieron impotentes como dos bellas señoritas del personal auxiliar eran desnudadas,flageladas y violadas salvajemente. A los gritos de dolor de las desdichadas, los muy ca-nallas respondían con otros de júbilo, mientras danzaban en forma macabra. Luego letocó el turno a un muchachito delgado de unos 17 años, que era hijo adoptivo del direc-tor. Lo que le hacían al pobre jovencito - era completamente imposible de narrar - ya quevirtualmente lo estaban destrozando. En un rincón algo más alejado, el caudillo y una pareja de rufianes, se deleitaban conuna mujer que no podían individualizar. Evidentemente ya la habían vejado varias vecesy aplicado una paliza descomunal. Se percibía que su cuerpo era una masa de moretonessanguinolentos, presentado las carnes desgarradas con abundante pérdida de sangre. Enesos momentos unos de los bribones la martirizaba con una rama espinosa, mientras losotros dos a su alrededor actuaban como enloquecidos. Sus alaridos y gorgoteos realmenteespantaban. El médico y Ruy contemplaban helados las dantescas escenas que se pre-

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sentaban nítidamente ante sus ojos. ¿Y Laura por Dios?, ¿dónde estaba Laura? ¿dónde?Vanos fueron los intentos que hicieron ambos para ubicarla.

¿Que hacer? ¿Regresar a la hacienda en busca de ayuda y apoyo? ¿Que tiempo lesdemandaría la vuelta y en medio de la noche organizar un pelotón numeroso de socorro?Seguramente para cuando volvieran, todos o por lo menos una gran mayoría habrían pa-decido de una manera u otra. O tal vez perecido en manos de esos bandoleros sin escrú-pulos. Debían de inmediato trazar un plan que fuera viable y lógico, en el que solamentepodían depender de sus fuerzas y de su ingenio. Provisoriamente se ocultaron en unosdensos matorrales a deliberar, extremando recaudos para no ser descubiertos, siendo enparte favorecidos por lo apretado del chaparral. En ese cambio de ideas estaban, cuando la providencia de repente vino en su ayuda.La caterva es de suponer que obedecía a sus instintos y debía estar tan borracha, que susintegrantes comenzaron a caerse dormidos en el sitio que ocupaban. Poderosos ronquidosdemostraban que por fin el sueño los había vencido. Contaron una treintena larga de indi-viduos que estaban a la vista, pero seguramente otros más estarían por allí vaya a saberdonde. Lo que si notaron - sin lugar a duda - que dos de los bandidos estaban de guardiay parecían sobrios. Los ubicaron perfectamente por las brasas de sus cigarrillos. Cerca de ellos pudieron observar un grupito despierto de cinco o seis, que se divertíadando palos a diestra y siniestra por todo el cuerpo a uno de los agentes de policía, mien-tras un horrendo mestizo con la cara espantosamente arrugada y desfigurada por heridasanteriores, lo quemaba con un tizón encendido. El hombre era duro pero ante la torturaestaba al borde del colapso. Al cabo y al otro agente no podían verlos por ningún lado,pero seguramente estarían por allí sujetos, heridos, o eliminados definitivamente. A lagran mayoría de la gente restante de la compañía se la divisaba fuertemente amarrada,como si estuvieran esperando turno. Lastimados, ensangrentados, golpeados, agotados.Con los rostros tensos y desencajados, espantados de ver tanta maldad. Ante la disyuntiva y de acuerdo a como se estaban presentando las cosas, decidieronesperar. Algún otro se tenía que obligadamente dormir, abatido por la bebida y las orgíasde todo tipo practicadas, lo que les permitiría acercarse más y decidir que se podía hacer;mientras los dos expectantes se preguntaban que era lo que había ocurrido, y como losrevoltosos se apoderaron del control del campamento, eliminando a los tres policías des-tacados por la provincia, los que desde un primer momento demostraron ser competentes.Seguramente tendrían estudiado de antemano un completo, elaborado y astuto plan enespera de alguna contingencia favorable. Indudablemente atacaron al comprobar el aleja-miento de Ruy con Aníbal por las circunstancias antes apuntadas, y que los guardias poréste destacados quedaran en la estancia por orden del director, quien adujo una exagera-ción en la vigilancia, con demasiada gente para mover y alimentar. Los forajidos debíanhaber actuado en forma fulmínea, sin dar tiempo para la más elemental defensa. Sobre el asunto vigilancia, Ruy no estuvo - en momento alguno - de acuerdo en dis-minuirla. Comprendía las razones que esgrimía el director y productor de la película,

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quien explicaba que el costo de movilización y alimentación de 15 o 20 hombres másera importante, ya que se movía con un presupuesto programado; pero el joven insistiósobre el particular, manifestando que la medida la consideraba absolutamente necesaria,debido a la lejanía por donde se desplazarían en el transcurso de esos días; manifestandoque por esas zonas no eran raros los hechos delictivos llevados a cabo por individuosmuy osados que a nada temían y que al verlos así medio indefensos se transformaban enun bocado apetecible. Aparte que poco y nada les gustaban los extras contratados, lo quemanifestara en más de una oportunidad alertando a los directivos al respecto. Insistía enuna guardia permanente, o sea jornada completa dividida en tres turnos. Fue inútil. Susrazones se estrellaron con la mecánica de quien dirigía la filmación. Por lo tanto debió,muy a su pesar, ceder. Lamentablemente allí estaban los resultados. Al poderse aproximar un poco más reptando a veces - aprovechando todo escondrijoo cono de sombras -vislumbraron entre la espesa maraña un espectáculo casi de locura.Torturaban a latigazos al co-productor y a un ayudante de iluminación, que recibían elcastigo postrados y a espaldas desnudas, teniendo a otro de los empleados estaqueado enel suelo, prácticamente sin ropas y sujeto con cuerdas tan tirantes, que se introducían ensus carnes laceradas. A uno de los cocineros - atado por los tobillos y las muñecas - leanudaron en la cabeza una latigadera. Que vendría a ser la soga o correa con que se suje-ta y afirma el yugo contra el pértigo de la carreta. En esos momentos estaba casi estran-gulado, con la piel lívida, los ojos saltones y la lengua afuera. Evidentemente de no aflo-jarse a la brevedad esa atadura el hombre moriría. Algunos otros, que se podían apreciar con algo más de precisión, mostraban en suscarnes huellas de numerosos golpes, especialmente en sus rostros, observándose heridasy moretones en brazos y piernas. Los demás parecían todavía no haber sufrido grandesdaños, ya que era de suponer que los atacantes dieron prioridad a los actos sexuales quepor suerte, y al parecer por el exceso de bebidas, no habían sido todo lo grave como erade suponer. No olvidemos que una treintena de individuos de esa calaña y con tiempo su-ficiente podrían haber violado a una cantidad enorme de personas. Asimismo lograron ver en un apartado descampadito, a unos cuantos de los gauchosque pertenecían al grupo primario de extras. Al parecer no todos se habían plegado a lasangrienta y cruel revuelta. A simple vista pudieron constatar que los integrantes de eseconjunto estaban bastante apaleados, con heridas expuestas que sangraban, hechos un re-voltijo por los suelos, amarrados con ligaduras fuertes y seguras. Incluso un par de ellosaparentaban estar muertos. Se mantuvieron inmóviles por largo rato esperando que la noche avanzara, y por unavez la fortuna comenzó a favorecerlos. Aquí y allá varios de los salvajes individuos seestaban adormeciendo en los mismos sitios en que se encontraban. Seguramente vencidospor el cansancio de los recientes acontecimientos, el comer descontroladamente y la graningesta de bebidas alcohólicas. La verdad era que esos momentos parecían querer no

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pasar nunca, tal era la ansiosa premura de los dos vigilantes. Pero poco a poco la mayoríacomenzó a derrumbarse.-

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VIII - RESCATE Y DEFENSA

os villanos habían tomado oportunas precauciones. Teniendo a toda la gentebien asegurada, algunos amarrados a postes y a estacas clavadas en la tierra;otros a las ruedas de los carros que se utilizarían en las tomas de guerra, que

eran fuertes, altos y de madera dura, más unos pocos en árboles cercanos. Cambiandoopiniones los dos observadores, en un momento dado decidieron jugarse el todo por eltodo, partiendo del factor primario y principal que era anular a los dos guardias, con elarmamento que disponían. Ruy portaba el Winchester y el médico la escopeta de seistiros a repetición que era del antes mencionado, la cual - de casualidad - solicitara ytrajera prestada para divertirse cazando algunas piezas. La que en esos momento, por lapoca distancia de los probables blancos, se transformaba en un arma formidable. Porfortuna ambos disponían de buenos cuchillos de monte y en las monturas aguardaban losmachetes. Que se cargaran en la oportunidad más por costumbre que por otra causa. Evidentemente y en conjunto poca cosa para enfrentar a tantos peligrosos adversariosque seguramente sabrían como combatir. Por lo tanto las armas las tendría que proveer elcampo enemigo, lo mismo - y de ser posible las municiones - ya que las que disponíaneran las clásicas que se portaban en los cintos, o sea 30 tiros por boca de fuego.Rápidamente se pusieron de acuerdo y cada uno se dedicó a la eliminación del guardiaque estuviera más a mano y en el mayor de los silencios. La operación resultó sencilla. Los centinelas si bien algo más sobrios que los otros,estaban lo mismo atiborrados de comidas y bebidas. Así que los sorprendieron, les qui-taron las lanzas, más los facones que portaban. Los amordazaron convenientemente atán-dolos con sus propios cintos y ropas, siendo arrastrados hasta unos frondosos y retiradosárboles que los ocultaban, donde los aseguraron a los mismos para evitar todo riesgo. Volvieron sobre sus pasos y con infinitas precauciones, se fueron deslizando comoculebras desatando - a todos los transformados en víctimas - que podían, o cortando lasligaduras con los filosos cuchillos, cuando lo otro resultaba imposible, cuidando de nolastimarlos debido a la escasa visibilidad reinante, ya que las fogatas languidecían. Los a-lentaban dentro de lo factible, diciéndoles que se mantuvieran quietos y en silencio en el

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mismo lugar, para que una vez dormidos o eliminados los malhechores que faltaban, in-tentar una fuga en masa. Que de mientras movieran disimuladamente los miembros entu-mecidos para restablecer la circulación. Por suerte fueron comprendidos colaborando sinentrar en pánico, procediendo Aníbal en forma extraordinaria. En esos momentos en vezde médico parecía ser un verdadero comando. Sin él, otro podría haber sido el resultado. Al poco rato el conjunto de maleantes - menos uno - quedó planchado, derribado yvencido por la bebida. El que no se abandonaba, o era más resistente o habría bebidomenos. La cosa fue que en una pasada que se puso a su alcance, lo barrieron de un golpeen la cabeza. Inmediatamente hicieron correr la voz, para que todos fueran en silencio areunirse en un lugar pre fijado para el encuentro general, llegando los que podían andar,ayudando a otros que estaban imposibilitados de hacerlo. A los gauchos que no se plegaran a la revuelta los dejaron como estaban, debido aque ignoraban - cuales serían sus reacciones al verse libres - no queriendo correr riegosinútiles, siendo ese un dilema que se decidió sobre la marcha y entre todos, pensando queera la mejor solución. Aparte que estaban terriblemente golpeados y con heridas expues-tas, que complicarían la atención médica y el panorama defensivo. Tal vez la medida fue-ra algo extrema, pero había demasiado en juego para vacilar. Laura ¡aparecida por fin!hecha un mar de lágrimas pero entera, contó lo ocurrido a grandes rasgos. Dijo que en un momento impensado y a una señal del caudillo, la totalidad de losbandidos rebeldes involucrados se abalanzaron sobre alguien. En un movimientos prestoy perfectamente sincronizado, anulando de entrada a los tres guardias oficiales. Al cabopor considerarlo el más competente, lo mataron casi al momento de varias puñaladas apesar que ofreciera dura resistencia, derribando con su revólver a dos de los forajidosantes de caer. Uno de los agentes se trabó en lucha con un grupo que lo hiriera dejándolocasi agonizante, y al último - por la misma causa - lo redujeron a golpes para luego tortu-rarlo como Ruy y Aníbal tuvieron oportunidad de apreciar. Les quitaron las armas, desatándose seguidamente y por todo el campamento un im-presionante como sanguinario festín, con una orgía sexual imposible de reproducir. Si noocasionaron más daños con respecto al sexo, fue aparentemente por la falta de controlcon el alcohol. Varios quedaron absolutamente ebrios casi al momento, y otros más que amedias, detalle que salvara en ese sentido a la gran mayoría de los agredidos. Pero losque pudieron mantenerse en pie, se ensañaron con alevosía. En el grupo atacado quedaron seis heridos sin poder andar y cuatro a los que se tuvoque ayudar. Los restantes eran doce, más los dos salvadores, lo que hacía un total de 24personas vivas. Apresuradamente se decidió ayudar en todo lo posible a los impedidosfísicamente, recoger las armas y municiones que se pudieran encontrar, traer agua y co-mida, para así poder atrincherarse rápidamente en algún lugar propicio. Daban por segu-ro que cuando despertaran los alzados beodos, las reacciones serían terribles y dramáti-cas, por lo que era indispensable la celeridad.

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Corrían un gran riesgo, debido a que nadie sabía cuando comenzarían a salir de esepesado letargo. Los cálculos eran optimistas al respecto, pero sin mayores seguridades.Ni pensar en atarlos para reducirlos; por borrachos que estuvieran se defenderían fie-ramente, lo que los tornaba más que peligrosos. Así que todos los disponibles se repar-tieron tareas, comenzando por acopiar elementos de todo tipo y clase. A los heridos queno se podían mover los arrastraron sobre unas lonas hasta el lugar de reunión, encontran-do en uno de esos movimientos un bulto con varias mantas y uno de los botiquines.

El director les informó que en su casilla rodante tenía una carabina calibre 22 del tipocon mira telescópica y una caja con 100 proyectiles. La encontraron, más dos de los re-vólveres calibre 38 largo que pertenecían a los policías, no hallándose el tercero. Estabanlos últimos sobre un armario al alcance de cualquiera. Uno con su carga completa de seiscartuchos, el otro con solamente cuatro y dos vainas servidas. Seguramente ese fue el queutilizara el cabo en su desesperada resistencia, cuando abatiera a dos de sus asesinos. Pormás que revolvieron el lugar no lograron ubicar más municiones. Con el reducido arsenal que reforzaran con las armas requisadas al enemigo - arcos,flechas, lanzas, facones, etc. - y las provisiones logradas, decidieron retirarse en el mayorsilencio; tratando de encontrar un lugar favorable para resistir, ya que era imposible consolamente dos caballos a mano y todos esos heridos, pensar en replegarse hasta el segurorefugio que significaba la estancia. Las armas de utilería para nada servían, por lo tantono perdieron tiempo en buscarlas, así que sin más trámites dejaron lugar tan peligroso. Ruy recordaba un mediano sitio que podía ser la salvación de todos. El que estabarelativamente cerca, teniendo bastante bien cubierta la retaguardia por un tupidísimomonte de arbustos espinosos, con una reducida elevación natural al frente, producto deldeclive en un área de esos terrenos - de no más de un metro de altura - pero que serviríade improvisado parapeto. Además el lugar disponía de sombra. La única contra era queno brindaba nada de agua. La que debería ser racionada severamente, debido a que ladisponibilidad se basaba en dos bidones de 25 litros cada uno no totalmente llenos, másdos de jugos de frutas que contenían un galón por unidad. El lugar elegido daba su frentehacia el Norte, por lo tanto una gran parte del día el sol les daría en los ojos. Si bien elinconveniente sería mitigado en buena parte por la espesa cobertura arbórea, mientras asus espaldas las grandes espinas de las matas, les transmitían cierta seguridad, ya que in-troducirse por allí (hombre o animal) era harto dificultoso. La comida obtenida era casi toda enlatada. Se logró asimismo reunir una razonablecantidad de galletas secas y otras dulces en grandes paquetes, y una bolsa intermedia conpan. Es decir que calculaban con los víveres disponibles, poder resistir un asedio de dosa tres días relativamente bien. Ese tiempo sin noticias, seguramente alertaría a los direc-tivos de la estancia, mandando - suponían - alguien a verificar que pasaba. El riesgo eraque cayera esa persona en una emboscada tendida por los criminales bandoleros, quedemostraran ser perversos y astutos. Además el problema era como parar a esos asesinosdurante todo ese tiempo. Pero no nos adelantemos a los acontecimientos.

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Mientras Aníbal cumplía con los escasos medios disponibles sus funciones de médicoatendiendo a los heridos - tarea en la cual era eficientemente apoyado por la enfermera -la que si bien no fuera violada presentaba serios golpes en las piernas y el bajo vientre,comenzó a darse cuenta de lo serio de la situación sanitaria, debido a la diversidad deheridas que se le presentaban, comenzando con los que evidenciaban los cuadros másgraves. Ruy y otro voluntario decidieron acercarse y tratar de ver si podían espantar lacaballada existente, ya que la banda una vez despabilada seguramente los atacaría bienmontados, por ser esa una ventaja demasiado apreciable para dejarla sin aprovechar. Depaso cargaron cada uno un saco de lona para tratar de obtener algo más del depósito, es-pecialmente agua y alimentos. La primera se encontraba almacenada en varios grandesbarriles, no disponiendo en esos momentos de envases o recipientes que les sirvieran pa-ra transportar el líquido elemento, así que partieron rápido y sigilosamente a ver que lesdeparaba el destino. Se llegaron hasta el almacén principal en el mayor silencio, amparados todavía porla oscuridad de la madrugada, pudiendo apoderarse de un buen número de latas de frutasen conserva y de variadas verduras frescas, más cuatro caramañolas - de litro y medio -que encontraran y llenaran con agua de los barriles. Colocaron lo obtenido en los sacos,dejando todo a mano para recogerlo cuando volvieran, incluyendo dos pares de hachas yuna fuerte y larga cuerda trenzada, que pensaban les sería de utilidad en el evento. Luegoreptando se deslizaron hasta el improvisado corral tipo indio - que trata de un solo cordeltendido entre dos árboles o postes - al cual son atadas las bestias. Pero antes que pudie-ran hacer algo con los animales fueron sorprendidos por la aurora y el despertar de algu-nos de los dormidos. Por lo que tuvieron que retirarse ocultándose como podían, mien-tras comenzaban a escucharse los alaridos del indiaje, mestizos y renegados, que a lostumbos y como enloquecidos recorrían el campamento. La borrachera al parecer no loshabía abandonado del todo, ya que unos más y otros menos caminaban a los tropezones,comprendiendo y constatando con furia la huida de sus prisioneros. Era de prever queuna vez repuestos, encontrarían en forma fácil y sencilla, el fresco y amplio rastro queellos dejaran al huir en masa. Arribados de vuelta al reducto con los nuevos elementos y provisiones, se aprontaronimprovisando las defensas, eligiendo las tandas de tiradores. El Winchester fue solicitadopor un señor de edad que era el encargado de la utilería, quien manifestara conocer eltipo de arma y haber sido años atrás un destacado deportista en la especialidad de tiro alblanco - detalle conocido por varios de sus compañeros - por lo que se le tenía aceptableconfianza. La escopeta a repetición la reservó Ruy para sí, siendo adjudicada la carabina

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a una de las señoritas que se desempeñaba como extra en el conjunto que informara, loque fuera corroborado por otras personas, que tuviera recientes participaciones en variostorneos con ese tipo de elemento. Los revólveres a otros dos buenos voluntarios, mientras los demás empuñaron lanzas,facones y palos. Lo que más preocupaba era la munición, debido a que del primero sedisponían de solo 30 tiros, con igual número de cartuchos para la escopeta, contando lacarabina con 100. Más las armas cortas recuperadas que fueran de los policías, con sudotación de seis y cuatro proyectiles respectivamente. Disponían también de dos arcoscon un carcaj que contenía 10 flechas de caza con puntas metálicas. Preguntó Ruy si al-guno de los presentes sabía manejarlos, y al respondérsele negativamente los reservó cer-ca, debido a que de jovencito supo usarlos; saliendo a cazar con solamente ese tipo de e-lemento, en compañía de otros chicos de su edad, lo que le permitiera, alguna que otracorrería. Se consideraba - si bien no un experto - por lo menos el poder hacer buen usode ellos. De todas maneras el armamento era insuficiente y la munición escasa para en-frentar a tantos individuos dispuestos a todo. Ya verían como se las arreglaban. Hacia la mitad de la mañana aparecieron una docena de facinerosos con su caudilloal frente, el que pidió hablar con el jefe. Como todos lo habían apoyado Ruy fue ese jefe.Apenas asomándose preguntó con voz fuerte.

- ¿Qué querés? Hablá pronto y mucho ojo con tus manos. ¡Las quiero a la vista! Co-mo podrás observar te estoy apuntando. El individuo alzado, luego de unas vueltas de su caballo, bajando la cabeza contestó.

- Querer a todas las mujeres de allí. Si dar a nosotros esas hembras nos vamos y de-jarlos tranquilos. Querer también los dos revólveres de policías y toda la plata. De acuerdo a como se presentaba la situación, el bandidaje parecía desconocer laexistencia de otras armas de fuego, lo que los favorecía. Al desconocer ellos el verdaderopoder de réplica disponible, atacarían con toda seguridad más confiados y al descubierto.Ruy para ganar tiempo le dijo que volviera en una hora, porque debía consultar. Las mujeres del tan vapuleado grupo, en forma apresurada interpretaron mal el gestodesesperándose, pidiendo por favor no las entregara a esos bárbaros. Ruy las tranquilizólo mejor que pudo, explicando cual era su plan. Ganar todo el tiempo que se pudiera, ha-ciendo uso de cualquier tipo de engaño o triquiñuela. Ellas lo comprendieron. Mandó que se cubrieran - poniéndose al reparo - todos los que no tenían armas defuego. Dijo que en caso de ser rebasados por la velocidad de los caballos, tenían queestar bien protegidos por los árboles, defendiéndose con lo que tuvieran más a mano.Decidió que uno de los portadores de revólver se situara en una segunda línea, brindandodesde allí algo de protección a las espaldas del grupo. Que la carabina por su alcance yprecisión disparara primero, luego el Winchester, su escopeta y el revólver restante. Eseorden para los preliminares de la carga que se avecinaba, pero una vez generalizado elcombate cada uno debía obrar según sus conocimientos y posibilidades, o lo que leindicara el criterio. Manifestó que apenas tuvieran un respiro o si demoraban la carga,

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cortarían ramas de la retaguardia con las espinas más grandes, para así achicar el frentecubriendo los flancos, poniendo la mayor cantidad sobre el parapeto natural para dificul-tar en todo lo posible el acceso al perímetro que defenderían. Aprovechando el tiempo envió a varios hombres con las hachas para iniciar la laborsobre el monte cercano. Puntualmente volvió el jefe de los bandidos haciendo caracoleara su caballo para impresionarlos. Le dijeron que todavía el tema estaba en discusión yque volviera en un rato, por lo que se acordaron otros 30 minutos a la hora convenida.Plazo que los defensores aprovecharon al máximo adecuando las defensas. En el segundoarribo del criminal y al recibir contestación negativa, insultó a todos con los más grose-ros términos, ya que al parecer contaba con una afirmativa; replegándose pausada ycautelosamente sin dar nunca la espalda, hasta donde lo esperaban sus hombres, quehabían crecido hasta unos quince. Al observarlos y en honor de la verdad diremos quealgunos, apenas si podían sostenerse sobre sus monturas de mareados que estaban. Concierta energía los separó, mandando la mitad a la carga con su persona al frente. Medidaque apreciativamente fue un grueso error - ya que dividió sus fuerzas - permitiendo a losasediados una mejor defensa. De arremeter todos al montón y a la bruta, quien sabe silograban pararlos, máxime que no tenían terminado el cerco de espinos. Ladinamente se acercaron al paso hasta estar a menos de cien metros de los parapeta-dos defensores. Desde allí y luego de una breve pausa, dando alaridos que erizaban loscabellos se lanzaron a la carga, esquivando las numerosas plantas de poca altura que seelevaban en el pequeño y descampado llano. Pausadamente los tiradores dispararon co-mo estaba previsto y convenido, tratando de ahorrar municiones. Dos de los montadoscayeron a lo lejos, otro cuando estuvo a tiro de escopeta, y un cuarto volvió grupas tiradosobre el cuello del animal evidentemente mal herido, levantando el conjunto una polvare-da colosal. Era evidente que retrocedían completamente sorprendidos, siendo el primerround de los cercados, que sobre la marcha se reorganizaron esperando un segundo em-bate, que pensaban no se haría esperar. No fue así. Se situaron lo más cerca posible y como pudieron al reparo de troncos,matas y depresiones, enviando desde esas posiciones flechas de bolea hacia el puesto queestaba en pie de guerra. Las primeras quedaron cortas, pero en una segunda y terceratanda acertaron. Se colaron perfectamente bien en el claro que marcaba el perímetro delpequeño sitio. No hubo heridos graves por esa circunstancia, solamente dos o tres conarañazos. Lo que enervaba era el inquietante y característico silbido que este tipo deproyectil transmite, el que escuchado de cerca produce escalofríos, manteniendo en unaconstante tensión a las personas agredidas. Aparte que si el impacto es directo, puedellegar a ser serio, incluso mortal. Lo que preocupaba seriamente a los defensores era el método empleado - primitivopero eficaz - ya que no se lo podía ver al atacante, por estar el arquero agazapado y biencubierto. En un momento dado uno de ellos se descuidó levantándose para tender el arcoa pleno. Aprovechando la momentánea negligencia la tiradora de la carabina le puso una

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bala en el medio de la frente, mientras Ruy recogía las flechas enviadas y se las devolvíade la misma manera. Esas circunstancias los tornaron más cautelosos, permitiendo unrespiro de los defensores que bien lo necesitaban y que supieron aprovechar. Luego de una breve pausa de reposo vigilante, se turnaron - hachas y machetes enmano - para dirigirse al monte espinoso existente en la retaguardia, cortando largas ramascon ramificaciones que fueron acarreando tanto hombres como mujeres, para que otroslas distribuyeran en los flancos, cerrando posibles entradas o grietas en ellos. Luego co-locaron las más amenazantes apenas pasado el parapeto, cosa que de llegar los atacantesa pie o a caballo vieran dificultados sus movimientos por esas enormes espinas, dondelas más grandes acusaban un largo de 15 centímetros y un grosor en la base de dos. Loque las transformaban en verdaderas dagas naturales. Cuando creyeron concluido eltrabajo, comieron y descansaron por tandas, bebiendo pequeños sorbos de agua, que suscuerpos tanto necesitaban. Un detalle que desconcertaba a Ruy era como habían llegado allí esas flechas conpuntas de acero. Cuando las revisaran con el director las mismas estaban provistas de ex-tremidades de bronce redondeadas para no ofrecer peligro. O sea que las mismas habíansido introducidas a escondidas y con funestas intenciones. El señor Cáceres también esta-ba perplejo con respecto al tema, debido a que nadie podía ofrecer una explicación. Laúnica que cabía era que el solapado ataque había sido de alguna manera preparado.-

IX - FEROCES COMBATES

asado un tiempo y enarbolando un trozo sucio de trapo blanco, volvió uno deellos a intimidar la rendición. Se le contestó negativamente, advirtiendo al vo-cero, que de allí en más no se respetaría ningún avance, así fuera con bandera

de tregua, fundamentando lo resuelto en la absoluta falta de seriedad y garantías queofrecía el bando atacante. El individuo dudó apenas un instante, dando rápida mediavuelta, volviendo al trote largo a sus líneas. La calma duró poco, debido a que al rato sehizo trizas con una nueva y alucinante carga, avanzando esta vez al galope todos juntos,en una apretada masa de hombres, caballos y aceros. Calmosamente se disparó según lo previsto en el plan y luego a discreción. Varios delos atacantes rodaron mientras otros quedaban a la deriva, pero una media docena largalogró saltar el parapeto en una incontenible y arrolladora embestida. En ese momento tanespecial se pudo apreciar la bondad de un arma, la frialdad del tirador y la puntería de sudueño. Nos referimos a la escopeta de Ruy que causó estragos. Por su parte los defensores de la segunda línea bajaron varios de los más audaces alanzazos, tiros, golpes con machetes, palos, etc. De forma tal que ninguno de los intrusos

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que invadieran el recinto logró sobrevivir. Eso sí tuvieron dos bajas, una de ellas mortal.Pero el resto amalgamando voluntades estaba dispuesto a todo. Algunos de los bandidosheridos, se retiraron por la parte - de afuera - arrastrándose, mientras que los caballosenloquecidos y espantados huían por doquier; unos heridos, otros despidiendo a susjinetes, pisoteándolos cuando se les interponían. Aníbal y la enfermera no daban abasto para atender a los necesitados, ya que algunossi bien no estaban heridos seriamente, fueron arrollados por los equinos, quienes en laembestida dejaron varios contusos. Laura con la ropa destrozada y la cara cubierta detierra, se multiplicaba auxiliando a los suyos, dando de beber a los heridos, ayudando alos necesitados. En uno de los tantos vaivenes se encontró con su amor, abrazándoseambos con ternura por breves instantes; luego cada uno continuó con lo que estaba ha-ciendo, tratando la pareja de sobreponerse al pandemónium que los rodeaba. La enferme-ra a pesar de estar sensiblemente disminuida en su condición física, aportaba todo lo quemás podía al conjunto. Se organizaron otra vez preparándose para repeler, por si se pro-ducía otro ataque demencial y a fondo como el que soportaran. Ello no ocurrió, avan-zando lentamente el día, hasta llegar a la temida negrura de la noche. La misma se presentó totalmente falta de luz, realmente impenetrable; pero los sitia-dos se consolaban sabiendo que los contrarios al igual que ellos, nada deberían ver en tandensa oscuridad. En momentos en que reinaba una relativa calma, Ruy con un reducidogrupo de voluntarios decidió salir unos metros a descubierta, para dejar un puesto de vi-gilancia y tender una cuerda - que hicieran aportando todos los cintos disponibles y algu-nas fuertes sogas de diversas ataduras que sobraran de los grandes envoltorios -. La otra,o sea la que trajeran cuando buscaban elementos para defenderse, como se mostraba máslarga y fuerte, la utilizaron para unir el ramaje espinoso que colocaran como una defensaen el frente atándola a los árboles del lugar; impidiendo así que las enlazaran, y lasarrastraran fuera del parapeto defensivo, lo que los dejaría en inferioridad de condicionesante el enemigo. La primera tenía como misión la de interponerse en una próxima carga,ya que obligadamente se la llevarían por delante los atacantes al avanzar, lo que haríaque rodaran. Además con el puesto adelantado querían estar a medio camino, por si en lanoche se aventuraba alguno de los malhechores. La medida dio buen resultado ya quesorprendieron a dos infelices que remataron en el suelo a garrotazos para no descubrirsecon los fogonazos de las armas de fuego que se verían fácilmente en la noche. De mien-tras economizaban las preciosas municiones. Con las primeras luces del nuevo día Ruy abatió limpiamente con un preciso disparode arco, a uno de los contrarios, que imprudentemente se desplazara sobre unos troncos,ofreciendo buen blanco al quedar a tiro. Escondido y en silencio esperó que se acomoda-ra cabalgando una rama, y cuando se aprestaba a lanzar algo contra los sitiados, le colocóuna certera flecha en medio del pecho. Seguidamente y por largo rato estuvo devolviendosaetas de volea tirando varias al montón, aprovechando las disparadas sobre ellos y quese mantenían en buen estado, es decir no se rompían con el impacto. Los resultados eran

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inciertos por no verse los blancos, pero mantenía al contrario ocupado y en desgaste, talcual lo intentaban ellos. Los atacantes de a caballo estuvieron caracoleando horas y horascon los animales alejados pero frente a los defensores, sin aparentemente decidirse. Perono daban paz, manteniendo a los acorralados dentro de un marco de gran tensión. Lo que sí les causaba extrañeza era que no se notaba la presencia del caudillo. Pensa-ban que podría estar anulado por una herida, o se encontraba planificando alguna devas-tadora operación, temiendo todos que esos monstruos dieran fuego al monte situado a susespaldas, lo que los haría terriblemente vulnerables. Por suerte parece que esa idea nocuajó en los embrutecidos cerebros de sus agresores, que para darse mutuamente valor,seguían empinando el codo. De todas maneras la posibilidad del incendio existía enforma irreversible. De ocurrir, deberían salir ellos hacia sus enemigos y enfrentarloscomo se pudiera, ya que el fuego en ese lugar los impelería hacia adelante - lo cual seríaun desastre - considerando la cantidad de mujeres y heridos que tenían. Sería esa unaarremetida casi ciega a matar o morir. Estaban realmente afligidos por lo relacionado con la progresiva y continuada mermadel agua. Resultaban ser demasiados para la disponibilidad, con varios heridos - algunosgraves - que pedían de beber a cada momento. Unas pocas latas de frutas en conservafueron abiertas para consumirlas con una porción de pan. La consigna era alimentarserefrescando las irritadas gargantas, debido a que las otras comidas disponibles, casi todasenvasadas, y las galletas secas, transmiten más sed al ser humano. Se decidió que una vezal día se entregaría a cada uno un cuarto de copa de jugo de frutas y unos pocos sorbosde agua, solicitando a los que mejor estuvieran se privaran al máximo de consumir esoslíquidos vitales, para que sus compañeros necesitados dispusieran de una mayor raciónde ambos esenciales elementos. La situación todavía no era desesperada - pero en conjunto los estaba preocupandoseriamente - calculando que la reserva de líquidos, probablemente resistiera un día ymedio más, racionándolos a niveles mínimos. Sacrificados tal vez llegaran a dos. Luegose tendría que buscar una solución por difícil y penosa que fuera, deduciendo que los a-lertados forajidos sabrían de esa escasez. Miraban esperanzados el cielo rogando llovie-ra, pero el mismo se mantenía despejado y con un sol radiante. Inexorablemente la tarde llegó con malos presagios, debido a que por lo que teníanoportunidad de observar, era evidente que se preparaba otra carga masiva. No podían porla distancia distinguir bien, pero según el parecer de todos el número del grupo atacantehabía disminuido considerablemente, notándose ciertas indecisiones entre los individuos.Se percibían incluso fuertes discusiones y reproches a grandes voces, pareciendo que nose ponían de acuerdo. Es que los muertos y heridos por esas horas eran varios y nadiequería correr tamaña suerte, ya que al parecer - creyeron - que la osada aventura lesresultaría considerablemente más fácil. El jefe volvió apareciendo de pronto, intentandocon enérgicas medidas y desaforados gritos restablecer la menguada disciplina. Pero notodos estaban dispuestos el acatar órdenes, marchando a un enfrentamiento, cuya muerte

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se les antojaba casi segura. Aparte que pasada la fuerte borrachera y satisfechos susprimitivos instintos, volvían a ser unos brutos cobardes, haraganes, buscavidas. A los queno les agradaba obedecer y menos si había que arriesgarse. Por lo que podían percibir, tenían la seguridad que los ánimos en el bando contrarioestaban bastante caldeados y las decisiones no eran unánimes, siendo eso de alguna ma-nera beneficioso para los sitiados. Por otro lado se dilataban las cosas siendo el tiempoun factor primordial. La demora podía hacer que llegaran auxilios - detalle que no igno-raban los atacantes - pero también que se les agotara la provisión de agua, o empeoraransus heridos. ¿Cual de los dos bandos lograba ventajas con ello? Tal vez ninguno. Solo lamuerte, que estaba recogiendo una buena cosecha. La solución final sería que se marcha-ran, pero por el momento la medida parecía lejos de concretarse. Dentro de esa tensaespera el miedo comenzó a infiltrarse lentamente. Y no hay que confundir. Existen dis-tintas clases o picos de temor. Las mujeres estaban al borde del pánico y del terror.

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La buena estrella signó, que el momento crítico se aliviara, cuando en el conjuntorival estalló una cruenta y corta pelea, que se apagara al poco rato entre insultos, golpes yquejidos. Al parecer las cosas por allí no marchaban bien, lo que alentaba a los atacados,si bien no eran demasiado optimistas conociendo la calaña de sus enemigos. Hacia el caer de la tarde los bandidos ya serenados amagaron y amagaron, no dandotregua al grupo acorralado, manteniéndolos en una continua vigilia. Los que esperabanpacientemente, muy atentos y sin disparar, economizando al máximo las municiones. Losdelincuentes varias veces formaron un frente de ataque, que cuando se aproximaba sedisolvía hacia los costados, buscando con ese juego macabro el desgaste humano y decartuchos, juego al que no se plegaron. Estando nuestro amigo en primera fila y en esatensa expectativa, escuchó que alguien lo llamaba quedamente.

- Ruy. Una de las chicas que vejaron y maltrataron, te llama insistentemente. DijoLaura en voz baja.

- ¿Ahora? Estoy de guardia. ¿No se podría esperar hasta que me releven?- Se muere Ruy. Realmente está al límite de sus fuerzas.

El joven llamando a uno de los hombres de reemplazo se acercó gateando hasta ellugar donde se encontraban reunidos todos los defensores de la segunda línea, heridos,maltrechos y refuerzos. Allí tuvo oportunidad de observar un espectáculo conmovedor.La pobre muchacha estaba lacerada, golpeada, ultrajada y lastimada que era un horror.Le tomó una de sus manos expresando.

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- Ánimo pequeña, ánimo. Apenas terminemos con los atacantes te llevaremos al hos-pital. Mientras hablaba interrogaba con la mirada al médico, el que bajando los ojos mo-vió negativamente la cabeza.

- Es tarde para mí, me muero señor. Palabras que pronunciara en un susurro apenasaudible. Quería agradecerle todo lo que luchó y se sacrificó por nosotros, agregó. No habló más. Ruy que no abandonaba su mano notó que la respiración que hastamomentos antes se presentaba agitada, se estaba calmando. Su mirada fija en la del hom-bre como si algo estuviera esperando. Al ratito, sin moverse, sin nada más, con la manolibre sobre su pecho expiró. Todo se desarrolló dentro de una dulzura infinita, con unagran paz, en un tránsito inmaculado. Dejó este mundo como un pajarillo, cuyas alas can-sadas se negaran a sostener esa vida - entre las lágrimas de quienes la acompañaban -. Elhombrón con la palma de su mano derecha cerró piadosamente esos ojos recién apagadosque quedaran fijos mirando el cielo. Laura lo abrazaba entre sollozos, mientras su espíri-tu se desahogaba en tierno y cálido llanto. Ruy quedose un momento postrado mirando el sitio donde estaba tendida. Al cadáverlo condujeron a la sombra junto al otro, que cubrieran con unas mantas, ya que el delcabo no lo pudieron encontrar - como así a ningún otro - ignorando si los faltantes delgran grupo primitivo estaban muertos, heridos, escondidos, o lograran escapar, ya quelos 24 que se estaban allí debatiendo eran menos de la mitad del total. El hombre seencontraba como fuera de la realidad, totalmente abrumado y entristecido por lo quepasaba. No era para menos. En eso una gritería feroz y demoníaca proveniente del bando contrario lo volvió almomento, por lo que de inmediato se parapetó contra el protector montículo de tierra.Pero los atacantes una vez más se retiraron sin presentar combate, en una hábil y calcula-da maniobra. Rabioso Ruy se tendió en el suelo y accionando el arco con brazos y pier-nas - extendido al máximo - envió una saeta por los aires al montón de hombres y anima-les que estaban semi cubiertos y a unos 100 metros. Un fuerte quejido seguido de un corode maldiciones, le indicó que la misma había encontrado un blanco. Comenzó una calma llena de presagios, mientras las horas pasaban tensas con todoigual, dentro de una monotonía sin decisiones; como si el tiempo estuviera detenido y/osuspendido. En una espantosa quietud preñada de negras conjeturas, enervante, postran-te, desgastante. Percibió que se acercaba Aníbal, el que tomando precauciones informó.

- Acaba de fallecer el muchachito que tanto martirizaran esos animales sanguinarios.Realmente la muerte lo bendijo, evitándole seguir soportando un suplicio espantoso, libe-rándolo de dolores insufribles. Nada pude hacer por él, apenas consolarlo, debido a queestaba despedazado. Se necesitó de un milagro para que resistiera todo este tiempo. Como la noche se avecinaba - se decidió por unanimidad - comer temprano algo delo disponible, cambiando opiniones de que oportunidad tendría alguien de eludir el cercoque los asfixiaba para pedir auxilio. Consideraron que eran nulas, debido a que la únicasalida viable era por el frente, que se encontraba permanentemente vigilado, y recorrido

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continuamente. En la pesadez y oscuridad de la noche cabrían algunas posibilidades;pero la persona que podría intentarlo con alguna probabilidad de éxito era Ruy, por co-nocer el terreno, los atajos, senderos, picadas y caminos - los que debería recorrer a pie -debido a que era impensable sacar un caballo por allí (disponían los dos que trajerancuando regresaron de la estancia) ya que con un animal sería descubierto en el acto. A-parte era imprescindible en la defensa, quedando latente la esperanza de una ayuda exter-na. De lo contrario si los agresores no se marchaban, acobardados por la fiera resistenciaque ofrecieran, o cautos y temerosos por el tiempo transcurrido, había que terminar contodos para zafarse. Lo que se presentaba como un hueso más que duro de roer. En esas deliberaciones estaban, cuando volaron tres certeras flechas al claro, que lostomaron desprevenidos. Dos de las saetas se perdieron en la nada, pero la tercera seclavó limpiamente en la cadera izquierda de Aníbal, tirando hacia la nalga, penetrandoprofundamente en las carnes del médico. Inmediatamente tomando el asta con las dosmanos tiró de ella, sacando la punta ensangrentada entre espasmos de dolor. La situaciónse complicaba cada vez más; teniendo un nuevo herido, siendo el mismo la única asisten-cia médica que disponían, ya que por ese entonces su ayudante, la joven y voluntariosaenfermera, apenas si se podía mantener en pie, siendo poco lo efectivo de su aporte debi-do a esas circunstancias. Por verdadera casualidad la saeta que recibiera el doctor no dañó partes vitales. Enun alarde de guapeza y dentro de lo posible, se curó asimismo la desgarrante herida, quedesinfectara automedicándose con lo poco que disponía, pasando la noche con altibajos.Por turno lograron dormir algo, vigilando Laura el inquietante y agitado sueño del nuevolesionado, cambiando unas compresas humedecidas, que aplicaba periódicamente sobresu frente ardiente. Lo alentador era que parecía superar el trance ya que se notaba unamejoría. Seguramente su robusta naturaleza ayudaba. Al amanecer el bravo médico se incorporó, informando a todos que se sentía bien.Cualquiera que observara de cerca daríase cuenta que lo expresado era relativo; si biencojeando bastante se las arregló para atender a los otros heridos, siendo notable, comoasimismo digno de destacar, su sorprendente estado de ánimo que estimulaba. El gruposospechaba que padecía, pero en cumplimiento de su tarea nada hacía trascender. La mañana se presentó límpida y soleada, donde los pájaros ajenos a las locuras delos hombres cantaban, revoloteando de rama en rama y de árbol en árbol ebrios de felici-dad. Una bandadita ocasional de cotorras verde-amarillas, pasó casi rozando el suelo delcampamento, alborotando el lugar con sus agudos y característicos graznidos. Se cono-cen jornadas en que lo poco es demasiado, existiendo algunas que si bien se presentanbellas, en el fondo simplemente son intolerables. Esa parecía ser una de ellas, que eradeslumbrante, pero cubría con su luz un extenso manto de muerte, dolor, desolación, an-siedad y angustia. Serían las diez y media - tal vez algo más - cuando los defensores captaron inequívo-cas señales de que los criminales sujetos, se preparaban para embestirlos con otra carga.

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Formaron de frente, pero variaron la táctica de otras anteriores, avanzando los primerosde a dos, encolumnándose seguidamente en una apretada fila india; probablemente paraofrecer menos blanco y por la evidencia notoria de su número disminuido. Sutilmente en-gañaron a los defensores y los atacaron en forma rapidísima en una arrolladora como ver-tiginosa marcha bien planeada, que aparentaba por momentos incluso retroceder. No lohicieron ya que dando una vuelta completa sobre si mismos, arremetieron a toda carreray al descubierto. Castigando sin piedad a los animales que parecían volar, mientras sealentaban con fuertes gritos. Resultó alucinante, pero repuestos los atacados de la sorpresiva maniobra, repelieronla irracional agresión desgarradamente pero con la mayor energía, ya que los bandidoscon semejante empuje llegaron al mismo borde del parapeto que los cubría, luchando nosolo con los acorralados sino también con las agudas espinas que destrozaban sus carnesy la de sus animales, lo que en cierta manera aminoró la carga. Entraron disparando con el único revólver que disponían, arrojando lanzas y flechashacia quienes los enfrentaban en defensa de sus vidas. En el entrevero se pudo observarque algunos volvieron grupas visiblemente disminuidos, cayendo dos o tres que se arras-traron hacia los costados para salirse de la línea de fuego, mientras un par de ellos que-daron de entrada inertes sobre las ramas y el piso. Pero restaban unos pocos más decidi-dos a todo, si bien cubiertos de heridas, agotados y babeantes, que trataron de zafarsehacia cualquier parte, seguramente para tomar aliento, debido a que esos minutos decombate fueron terribles. En el fragor de la lucha - absolutamente sin cuartel - donde cada quien daba y recibíaconstataron, que la cuerda tendida había jugado un papel importante en el duro batallar.Debido a ella un trío de caballos rodaron violentamente y dos de los asesinos al parecerse desnucaron. En buena hora ya que los defensores estaban jugados en todas sus líneas,al límite de sus fuerzas y resistencia, siendo la acción narrada la más violenta de todas yque al parecer más daño ocasionara a los porfiados agresores.-

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X - OPORTUNA AYUDA - DESENLACE

n un breve como tenso momento de calma, Ruy efectuó un balance de la mu-nición disponible, preguntando al servidor del Winchester, de cuantos proyec-tiles disponía, pero el citado no contestó. Alarmados fueron hasta su rincón

donde lo encontraron inclinado hacia a delante. Cuando lo volvieron constataron que unalanza le traspasara el pecho. El buen hombre murió defendiendo su puesto. De inmediato

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otro integrante se acercó para hacerse cargo del arma, y al revisarla la encontró vacía.Tampoco tenía cartuchos el cinto que el muerto portaba. Valientemente había combatidohasta el último tiro. Ese recuento resultó patético. Uno de los revólveres disponía de una sola bala. Elotro ninguna. La escopeta contaba con solo seis cartuchos y con respecto a la carabina sedisponía para tres cargadores de diez llenos, más otros tres proyectiles que portaba elcolocado en el arma - o sea que sumados - contaban munición para cuarenta disparos entotal. Por lo tanto se decidió que ante otro ataque contestara solamente la última ba-rriendo el campo lo más posible, quedando de reserva la de Ruy. De no terminarse elcombate, agotado el stock, se debería apelar a todo elemento cortante o contundente paradefenderse. Pero en esas condiciones, agotados, sedientos, con mujeres y heridos; enfren-tando a hombres rudos, duchos y a caballo, las posibilidades eran mínimas. Casi nulas. Todo se precipitaba. Los sobrevivientes en condiciones de combatir estimaban queprobablemente fuera la última embestida que podrían repeler. Al poco rato, cargaron co-mo de costumbre, y al igual que otras veces aullando como demonios, ya que al parecerse daban ánimo y coraje con esos gritos espantosos. La carabina disparó, disparó y dispa-ró; pero en un momento enmudeció. Ruy estremecido e impotente pudo ver como la ser-vidora del arma se tomaba la cara, que un asaltante le alcanzara con una certera y brutalcuchillada. De inmediato otro voluntario la retiró del frente, recibiendo la recalentadaarma, mientras Ruy recontando con mente fría las cargas que disponía en la suya, seguíatirando metódicamente. La segunda línea de defensa con Aníbal al frente, avanzó temera-riamente sobre la primera, arrojando sobre sus cabezas todo tipo de elemento al cercanoy acechante enemigo, algo detenido y demorado por las matas espinosas, pero buscandocon rabia pasos para colarse. En ese instante supremo cuando la suerte de todos pendíade un hilo, el sonido áspero y bronco de un clarín se escuchó nítido a pesar del fragor delcombate, los gritos de rabia, de angustia y dolor. Una fuerte exclamación de ¡a la carga! resonó. Y entre la opaca y confusa visión quepermitía la polvareda, apareció un pelotón de soldados, reforzado por civiles que sableóy fusiló sin asco al malevaje, los que no pudieron resistir el embate. Así que cambiandosobre la marcha de objetivo trataron de huir, perseguidos de cerca por las fuerzas del or-den. Al poco rato los hombres de uniforme regresaron al trote corto, informando al ofi-cial que ejercía el mando de que el peligro había pasado trayendo algunos prisioneros,mientras aquí y allá se veían asimismo varios policías en acción; dedicándose luegotodos, al auxilio masivo de los agredidos y sitiados que estaban por demás necesitados. En el lugar Ruy se enteró de como se gestó la épica y salvadora carga de caballería.En el casco de la estancia al no recibir las previstas novedades del campamento, en espe-cial la prometida visita de Aníbal - relacionada con el paciente que allí quedara - una tar-de mandaron dos peones de los más avispados, con la misión de ver que pasaba, los quefueron aleccionados por don Roque. Estos al aproximarse percibieron el sonido de unaserie de disparos, que no asociaron con los de utilería de días anteriores, cuando fueron

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probados los fusiles - con cargas de salva - en el predio del establecimiento grande. Eralógico, las armas sonaban diferentes debido a que eran distintas. Entonces con la clásica picardía criolla, prudentemente se acercaron escondidos entrelos altos matorrales, que los había en abundancia hacia el costado del monte espinoso,aprovechando las primeras sombras que se adelantaban al anochecer. Teniendo al ver ra-ros movimientos, sumo cuidado de eludir las miradas de dos centinelas que permanente-mente y a caballo cubrían el campo, colocados estratégicamente por quien hacía lasveces de jefe o caudillo, el que sabía de que lado podría venir una intervención de ayuda.Al observar los dos mensajeros lo que estaba pasando y por no poder en nada ayudar, yaque no disponían de medios eficaces, retrocedieron quedamente. Regresando primero alpaso y luego al trote debido a lo enmarañado del lugar - y a la escasa luz nocturna -llegando en poco tiempo al casco principal de la estancia, donde narraron, con lujo dedetalles, al administrador y al propietario lo que estaba pasando. Ambos y de común acuerdo, tomaron medidas más que urgentes. El padre de Ruy, apesar de estar enyesado, organizó una partida de voluntarios bien armada, incluidos losdos compañeros del hijo. Grupo que colocara bajo las órdenes de un competente capataz. De mientras cuatro hombres con las mejores montas disponibles, se desplazaron hasta lacomisaría local y el puesto militar más cercano. El último al recibir el parte destacó unaavanzada compuesta por un pelotón de doce hombres de tropa, un cabo, un suboficial, yun jefe, para acudir de inmediato en socorro de los sitiados. A los que se sumaron variospolicías del pueblo, no tardando en unificarse las fuerzas, acudiendo al lugar de loshechos en el menor tiempo posible, llegando al sitio de la acción justo para evitar malesmayores. El haber destacado dos pares de jinetes para dar aviso a cada lugar, fue unamedida precautoria por las dudas alguno sufriera cualquier tipo de percance en elcamino, ya que era imperativo que alguien llegara.

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Las medidas consideradas prioritarias, fueron el socorro y traslado de los heridoshasta la estancia, donde por medios oficiales ya se había establecido un completo puestosanitario con médicos, enfermeras y equipos. Luego a los menos afectados y contusos seles proporcionó todo lo necesario en alimentación, atención por deshidratación, algunasropas, calzado, curas de poca importancia, además de otros detalles anexos. Asimismo sehace necesario informar que en varias recorridas - programadas por los alrededores - dellugar del hecho se fueron encontrando algunos de los integrantes de la compañía, variosde los componentes del equipo técnico y numerosos trabajadores generales, que tuvieran

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la suerte de zafar cuando la revuelta. Estaban asustados, hambrientos y extenuados, perosin mayores problemas. Los muertos que al final fueron siete por parte de los sitiados, y dieciocho de los ata-cantes (cifra en la que se incluyera el fallecimiento de algunos heridos de ambos bandos),fueron acondicionados en improvisados ataúdes de madera que se construyeran de apuroen el establecimiento. Los que tomaron los rumbos correspondientes luego de acreditarselos datos personales y evacuarse los mínimos trámites legales. Debido a que por lo rigu-roso del clima era así aconsejable proceder. Al total de sobrevivientes de la banda, yaque ninguno pudo huir, con solamente tres sin presentar heridas y sin la menor posibili-dad de fuga, se los condujo al puesto militar, para luego ser derivados como detenidos alpolicial. Debemos aclarar que los gauchos que estaban atados y no se habían plegado a larevuelta, al final fueron convencidos por el caudillo y ante sus requerimientos se unieron- los que estaban en condiciones de hacerlo - a los atacantes. De momento no se sabía silo mencionado fuera logrado por las promesas del jefe o ante sus amenazas. Pasaron varios días de fatigados como agitados vaivenes, quedando la película pos-tergada por las razones apuntadas. Los dos enamorados apenas tuvieron tiempo de cam-biar las imprescindibles palabras que exigían las circunstancias. Oportunamente llegóautoridad competente, representados y dirigidos por un juez, que recorriera los lugaresdonde se desarrollara la tragedia. Se tomaron notas, declaraciones, fotografías, etc. Inte-rrogándose en forma personal a la totalidad de los intervinientes, indagando a fondosobre lo ocurrido y la forma de como se desarrollaron los acontecimientos. Luego de un tiempo considerado prudencial el hecho fue reconstruido para clarificarpor intermedio de las investigaciones las culpabilidades, y deslindar a ese respecto lasresponsabilidades, por lo que Ruy debía estar prácticamente en todo. Así pasó un largomes de agotadoras jornadas, donde se alternaban variados tipos de tareas; idas y venidas,declaraciones, conferencias con periodistas, escritos para las radios, y demás pormenoresque desataran los graves acontecimientos mencionados, con sus trágicas consecuencias. Cuando la calma renació, Laura y Ruy conversaron largamente, ella insistiendo en sutipo de trabajo y él colocando cada cosa en su lugar, firme en la resolución de no aban-donar el pago. Pasó otra semana en que la joven por razones personales tuvo que viajarhacia la Capital Federal, conjuntamente con los últimos elementos y equipos. La despedida demás está decir que fue triste, prometiendo ella volver. Ruy no teníademasiadas esperanzas al respecto, ya que comprendía la situación de su novia. Personal-mente tenía el firme convencimiento, de que un hombre debe hacer lo que le dicta suconciencia y lo que sus sueños le indiquen. Era duro. Sinceramente amaba a la chica. Detodas maneras y de acuerdo a su forma de ser, quedose firme en la espera. Como el destino y el tiempo todo lo puede, una mañana el patrón le comunicó quedebía llegarse hasta Curuzú Cuatiá para esperar a unos compradores de ganado. Sepreparó convenientemente para el viajecito, marchando contento a desempeñar la misión.Ocurría que todo era una trampa, pero el muchacho no lo sabía. En vez de encontrarse

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con los ganaderos habituales, fue Laura la que le diera la bienvenida en el pequeño hoteldonde solían hospedarse los que visitaban la estancia. Mientras lo besaba con pasión ycon ternura le dijo.

- Ruy volví. Y es para quedarme como tu esposa. Al poco tiempo contrajeron matrimonio, formando un bello y próspero hogar, dondenada faltaba y abundaba el amor. Que Dios bendijo con tres herederos, dos niños y unaniña. Los que alegraban el hogar colmando de satisfacciones a sus abuelos, a los que ca-riñosamente llamaban nonos. Solían contar - tanto Laura como Ruy -que aún resonaban en sus oídos los disparos,gritos de guerra, alaridos de dolor y voces de mando. El tremendo fragor de las cargas deesa caballería rústica y salvaje, el quejido de los heridos, la agonía de los que murieron, yel clarín con su salvadora voz de bronce. Recuerdan también con lágrimas en los ojos los actos sublimes, las entregas totales,el sacrificio, la mano amiga. Piensan que la vida es una verdadera película y que cadauno debe interpretar el rol que Dios le asignara. Ellos sobrevivieron debido a que así elCreador lo dispuso. Y Él que todo lo observa, seguramente tendiera su mano piadosa so-bre los que ofrendaron la vida en defensa de los demás. Aníbal, que quedara algo afectado en su pierna debido a la herida recibida, al igualque otros de los buenos amigos que hicieran de por vida en la oportunidad, los visitan.Aprovechan algunos fines de semana largos o cuando alguna fiesta tradicional, y según eltiempo disponible. Cada uno siguió - como es lógico - el derrotero que su existencia tra-zara. Pero esa tragedia los unió para siempre. Y lo saben desde lo más íntimo de sus res-pectivos corazones. Pasa el tiempo y los hijos crecen. Cuando en el matrimonio las cosas se complican yestán algo apesadumbrados, o preocupados por los vaivenes del quehacer cotidiano, sellegan hasta el fatal y ahora silencioso lugar. Luego de unas sencillas oraciones destina-das principalmente hacia los que allí cayeron, y de un rato de contemplación, vuelvencon el espíritu renovado.-

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Í N D I C E

Prólogo................................................................... Página 5

Capítulo I Una gran estancia........................ Página 9

Capítulo II Ruy es informado........................ Página 15

Capítulo III Inquietante cacería...................... Página 19

Capítulo IV Se torna misteriosa la partida... Página 25

Capítulo V Buena caza y regreso con ines- peradas alternativas.................... Página 31

Capítulo VI Detalles preocupantes................. Página 37

Capítulo VII Se avecina una tragedia............. Página 43

Capítulo VIII Rescate y defensa....................... Página 49

Capítulo IX Feroces combates....................... Página 55

Capítulo X Oportuna ayuda - Desenlace..... Página 61

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PÁNICOENTRE

LASROCAS

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I - INTENSOS PREPARATIVOS

sa mañana del año 1949 salté de la cama al sonar el silbato del suboficial desemana con el ánimo diferente. Había sido designado para integrar uno de losdiez grupos de rescate - de diversas compañías - que el Comando de Institutos

y la Escuela de Aviación Militar enviaba, en la búsqueda de una máquina Bristol, quedesapareciera hacia 72 horas, y de la que no se tenían noticias; habiendo fracasado losintensos y específicos rastrillajes aéreos efectuados hasta esos momentos. Por lo tanto,ante el resultado completamente negativo, la superioridad decidió intensificar al máximolos mismos por tierra con tropas propias, ya que la policía y las fuerzas vivas de la zona,o zonas, que se suponían pudieran ser teatro de la tragedia, se mostraban superadas en lainfructuosa búsqueda, a pesar de la cantidad de personas afectadas al caso. Es decir quela Fuerza Aérea y por medios terrestres, intentaría ubicar a la misma, a sus tripulantes, ya unos pocos soldados aeronáuticos que colaboraran con lo transportado. Por el tiempotranscurrido sin lograr novedades, se descontaba que lo ocurrido podía ser de gravesconsecuencias. El aparato Bristol del que se hace referencia, era una nave bimotor usadapara cargas, bastante utilizada por esos años. Cada grupo se componía de veinte hombres de tropa, en el cual estaban incluidos dossoldados cocineros, dos enfermeros, dos operadores de radio y un dragoneante. Que esquien escribe este relato. El mando era ejercido por un suboficial ayudante, secundadopor un sargento, si bien los rangos en algunos casos presentaban pequeñas variaciones.Cada uno de esos grupos o escuadrones, compuestos por tres pelotones, eran en sutotalidad de voluntarios - elegidos cuidadosamente - entre la gente que se ofreciera, porsus conocimientos y adaptabilidad, especialmente en lo referente a lugares montañosos.Fueron planificados el día anterior a toda marcha, en un envidiable operativo de buenavoluntad y disciplina. Esa misma mañana los doscientos veinte hombres debían partir sinmás demora, acompañados de sus respectivos jefes, en una misión que se presentabacomo toda una aventura. Pasé a las duchas, donde conjuntamente con el resto de los integrantes de la cuadrade la Compañía de Servicios, ubicada en la planta alta de la Agrupación de Tropas de lacitada Escuela de Aviación, me proporcioné un enérgico baño de alta temperatura y unaafeitada a la carrera. Luego a vestirse. Tratando de ganar tiempo porque debía ser elprimero en mi grupo para reunirlos y presentarlos al jefe. Era yo un soldado de la clase1928, que había sido ascendido al primer grado de la escala subalterna. Por lo tanto ese grupo de hombres en ausencia de otro superior estaban a mis órdeneslos que eran todos conocidos. Buenos y fieles amigos que estaban seguros no me haríanquedar mal, lo que así ocurrió efectivamente. Quienes, como guiados por una mano invi-

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sible, cuando estuve listo y enfundado con el equipo de campaña; estaban todos al pie dela cama, correctamente tendida, prontos para emprender la importante jornada. Apenas se tuvo tiempo para una rápida repasada, cuando llegaron los dos superiores,ambos poseedores de gran experiencia, en la que se incluían salvamento y paracaidismo.Se saludó como correspondía presentando a la reducida tropa, que pasara esa primerainspección sin problemas. El suboficial tenía en sus manos varias órdenes firmadas, listaspara su ejecución inmediata. Entregó dos al sargento y otras tantas a mí. Luego con voztranquila pero firme, interiorizó a toda la gente con algo más de profundidad, sobre laspautas perseguidas en la misión encomendada, que comenzaba en esos momentos; man-dando luego al conjunto para que desayunara, indicando que terminado el mismo, latropa se reuniría en un punto ya prefijado de la plaza de armas. Los dos subalternos quetenían en su poder las sendas directivas escritas, debían proceder a cumplirlas, afectandoal personal que se considerara necesario. Por su parte debía concurrir personalmente auna reunión de jefes de grupos presta a comenzar, donde se le proporcionarían mayoresdetalles. Así que todos ¡al trabajo! El desayuno - del soldado por esos años - consistía en un enorme jarro de café conleche bien caliente y pan en abundancia. Pudiendo repetirse el contenido líquido si así selo deseaba. Se lo servía en el comedor de la tropa, que era un inmenso recinto con largasmesas y filas de bancos afines, donde también se almorzaba y cenaba, estando ubicadoen planta baja. Los domingos y días festivos, en vez de pan, se acostumbraba el serviralgunas facturas dulces. La merienda de la tarde era igual en todo menos en la parte delcafé, ya que en las horas vespertinas se lo reemplazaba con mate cocido. Por turnos se escalonaban las compañías y los diversos destinos, atendida la tropa porrancheros - que son soldados que reparten los alimentos atendiendo las mesas - dispo-niendo de un tiempo prudencial para ingerirlos. Ese día los grupos designados tuvieronpreferencia en los turnos, así que apenas terminado el refrigerio, que fuera logrado entiempo relativamente breve, cada uno se dispuso a cumplir con las tareas encomendadas.Mis órdenes eran para la sala de armas y la cocina, que estaban prácticamente una al ladode la otra. Las del sargento, luego me enteré, se basaban en intendencia y transporte. De la primera debían retirarse seis fusiles máuser calibre 7,65 y tres pistolas 45. Losprimeros con cinco rondas de municiones cada uno, y las segundas con tres cargadorescompletos. Las armas eran para una eventual cobertura, ya que la misión era de rescate,pero siempre se estilaba llevar un mínimo. Siendo las pistolas portadas por los tres supe-riores. Las armas largas se intercalaban entre la tropa para las guardias a sortearse; desig-nándose los nombres que quienes figurarían como responsables de las últimas, mientraslas cortas fueron entregadas personalmente. Reservándome una, ya que así correspondía.Ese trámite fue rápidamente evacuado por la organización imperante y la premura delcaso, sin ningún tipo de problema. En la cocina estaban ya dispuestos recipientes - con suficientes alimentos - para unmínimo de 10 días, más los elementos necesarios para poder elaborar y servir la comida

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en campaña, incluida una reducida cocina y cuatro faroles a kerosén, con dos bidones de30 litros de combustible c/u y cinco atados de leña. Como llegaran esos elementos a esasección resultó ser un misterio por más que se preguntara, pero allí estaban. Los dossoldados del escuadrón que estaban encargados de lo referente a las comidas, pusieronmanos a la obra, transportando y acomodando el total de lo provisto. En forma idénticalos otros nueve grupos estaban procediendo, llevándose cada uno lo que le correspondía. Cada encargado de grupo tenía siempre la misma misión, o sea tratar que le propor-cionaran los mejores elementos posibles y la mayor cantidad, lo que en más de una opor-tunidad se transformaba en un risueño tira y afloje, entre quienes daban y los que reci-bían. Casi siempre eran dragoneantes, como en mi caso, o cabos de la reserva. Lo agra-dable era que - invariablemente - las dos partes quedaban conformes. Pero en esa oportu-nidad todos se llevaron un chasco, debido a que las provisiones y las vituallas, estabanlistas, empacadas y divididas en sus respectivos bultos. Cuando se firmó el remito, pudie-ron observar que el listado de referencia incluía chocolate en barras y leche condensada.Golosinas sumamente apreciadas, especialmente cuando se trata de tropas al descubierto. Eran comienzos del mes de agosto. El aire a esa hora temprana de la mañana cortabacomo navaja por lo frío y penetrante. Llegados los encargados al Detall, que es la ofici-na donde se organizan todos los complejos movimientos y destinos de las tropas dispo-nibles, en el cual quien escribe había sido un tiempo furriel de compañía (trata del solda-do preparado, que lleva adelante la papelería de la misma), prestando servicios en el cita-do periódicamente; preguntaron a la gente que estaba de turno si tenían conocimiento dela temperatura, contestaron que alrededor de cinco grados bajo cero. Pero una suavebrisa, colocaba seguramente la sensación térmica, algún punto por debajo de ese registro.

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Cuando reunido con el escuadrón, se tenía todo listo y esperando, llegó el sargentocon el camión que nos transportaría, que cargaba un buen equipo para pasar varios díasen campaña, conjunto provisto por la sección Intendencia. Como personalmente estába-mos bien equipados con nuestros uniformes invernales, y con lo que se nos adjudicaba,incluidas cinco carpas nuevas con doble techo para seis personas cada una, pensamosque no pasaríamos frío a pesar de las bajas temperaturas reinantes, que en los zonas ele-vadas y montañosas, solían incrementarse notablemente. Los camiones adjudicados para todos los grupos en general, eran los medianos yclásicos Chevrolet Canadienses de dos diferenciales. Vehículo - tipo guerrero - apto paracualquier clase de terreno, fuerte, robusto y batallador. Pero severamente duro para viajardebido a su escasa suspensión. La capacidad de la caja era suficiente para portar esareducida partida y su equipo, perfectamente acomodados, bajo el toldo de gruesa lona,

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que hacía de barrera al frío exterior, parando bastante bien el agua en caso de lluvia.Como el automotor debía volver a la base una vez cumplida su misión de acercarnos aldestino fijado, el chófer no era parte integrante del grupo. La tarea del conductor era llevarnos hasta un punto determinado - volviendo para re-gresarnos - en día y hora a programar. En la cabina apretadamente viajaban además losdos jefes, y quien escribe en la caja, cuya lona color caqui estaba bien asegurada. Lohacía con un cabo mayor de carrera, que acompañaría al hombre que manejaba en elviaje de regreso, ya que así lo había dispuesto la superioridad. Los pasos y trámites necesarios fueron evacuados en forma veloz, debido a la granurgencia del caso, y en cumplimiento de las órdenes recibidas. Durante la noche, se ha-bía destacado personal competente, para que en la madrugada la totalidad de los elemen-tos requeridos estuvieran listos, lo que evitaría demoras y el personal destacado paraviajar lo haría descansado. Detalle que revestía importancia debido a que esos hombresestaban afectados a una misión que se la suponía desgastante. En el horario previstoarrancaron los camiones, saliendo de uno en fondo por la puerta principal de la Escuelade Aviación Militar, en cumplimiento de la tarea asignada. El rumbo era casi netamente hacia el Oeste, transitando sobre la ruta pavimentadaque pasaba por la ciudad veraniega y turística de Carlos Paz, al costado y bordeando elimponente lago San Roque; luego la ciudad de Tanti, hasta donde llegaba - por esa épo-ca - el asfalto, seguían los complicados y peligrosos caracoles, del paraje conocido comoEl Durazno, continuando siempre de subida montaña arriba, donde los camiones debíantrepar desniveles a veces pronunciados, ya que el camino en escasos kilómetros asciendebastante, encontrando aquí y allá algunos manchones de nieve, en parte derretidas, en loslugares sombreados de las laderas vecinas, que se mostraban en toda su belleza, y severoesplendor invernal; cortadas en diversas partes por pequeños pasos de cristalinas aguas,que brindaban al paisaje un encanto particular, las que en ciertos lugares, y como peque-ños canales cruzaban la ruta, portando ocasionalmente en su corriente reducidos trozosde hielo, que a la luz del sol semejaban inmensos diamantes. Iniciaron la marcha con un tímido sol que asomaba a sus espaldas y a una velocidadconstante, que calculaban entre los 40 y 45 kilómetros horarios. Los diez camiones enese primer tramo, avanzaban dejando amplios espacios bien calculados, encolumnadostipo convoy. La muchachada a bordo cantaba, bromeaba, fumaba y reía. Muy contentos,ya que con esa misión, dejaban de lado la rutina monótona del cuartel, pasando unoscuantos días al aire libre, que para ellos significaban toda una fiesta que debían celebrar.Es que cuando se tienen 20 años, se está sano y en buena compañía, las cosas se sopesande manera distinta. Lo simpático del caso era que la alegría predominaba por doquier.-

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II - VIAJE Y ZONA

uestro destino - según lo informado - era el lugar denominado Los Gigantes.Cordón montañoso, que en la parte baja sobre la calzada, está en casi los dosmil metros de altura sobre el nivel del mar, zona escabrosa, quebrada y tor-

tuosa, escasamente habitada, de difícil tránsito, que impresiona solo con verla. El cami-no marcado en la hoja de ruta detallaba perfectamente el itinerario a seguir, mencionadoen el capítulo anterior, en forma general indicativa, lo que reforzaremos seguidamente. Salidos de la Escuela de Aviación Militar, tomando por la izquierda, se pasaba porYocsina, la mencionada Carlos Paz hacia Tanti, dejando hacia la derecha el camino quecontinúa en dirección de Cosquín. Luego de Tanti, aproximadamente entre El Durazno yRancho Alegre, la famosa, penosa y dilatada cuesta conocida como Los Caracoles por suendemoniada traza, la que con sus complicadas y reptantes curvas cerradas, exigen alconductor de cualquier tipo de vehículo una permanente y seria atención, que se acre-cienta cuando el transporte es pesado. Se llega seguidamente a Los Mataderos, donde sedecidió por la hora hacer un corto almuerzo frío, que fuera provisto en la mañana; arri-bando hacia media tarde al cruce de la ruta con el hermoso y rápido río Yuspe, al que sepasa por encima de un buen puente, por lo que mencionaré que en sus alrededores setenía previsto instalar nuestro campamento. El - área designada - para la exploración delescuadrón que integraba, partía desde ese curso de agua hasta un punto imaginario, quese ubicaba entre variados parajes cercanos y vecinos conocidos como El Mirador en zonade los Gigantes, y aproximadamente equidistantes, sobre el mismo camino, que en esoslugares gira un tanto hacia el Norte. El mismo se presentaba cortado y pedregoso comotodo tránsito de alta montaña, que recibe en forma violenta las aguas de lluvia de lasladeras vecinas. Aguas que apuntaladas por masas de nieve, constantemente lavan elpiso, de la escasa tierra y arena que puedan contener, dejando peligrosamente al descu-bierto desnudas rocas, que son la base del conjunto y el terror de las cubiertas. A la derecha de esa ruta se debía inspeccionar una escarpada y desolada zona que seadentraba sierra arriba, unos 15 a 20 Km. por el amplio frente mencionado, que en formaaproximada es parte correspondiente al cordón montañoso, y hacia la izquierda hasta elcomienzo de las primeras estribaciones del Cerro Los Gigantes, cuya mayor altura estácalculada en 2.380 metros sobre el nivel del mar; lo que significaba una considerableextensión que con solamente verla a la media luz de la tarde que caía, infundía el mayorde los respetos, debido a que se presentaba impactante y soberbia. El lugar era bastante peñascoso y accidentado especialmente la parte última detalladaque presentaba imponentes como agudos acantilados, algunos coronados con nieve. Por

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causa alguna se debía variar el territorio a recorrer, ya que todo estaba perfectamenteplanificado con los otros nueve grupos militares, civiles voluntarios, y fuerzas policiales.A primera vista y sobre los mapas disponibles - actualizados y detallados - aparecía elconjunto como un territorio enorme y rudo para trabajar. Pero no se debe olvidar que ungrupo bien organizado, equipado y experto, puede cubrir una gran cantidad de terreno ensolo un día. Y se disponían de diez para llevarlo a cabo. Las provisiones a simple vista senotaban que estaban bien calculadas tomando en cuenta ese lapso. Fuimos los primerosen detenernos, ya que nuestro grupo era el número uno. Los demás siguieron avanzandopausadamente en busca de sus respectivos destinos, en la seguridad de que si se cumplíany respetaban las directivas generales, ninguno invadiría la parte correspondiente a otrosconjuntos, fueran civiles, policiales, o militares.

Previo unas pocas recorridas se eligió un buen lugar para instalar el puesto, tomandoen cuenta el estar cubiertos por el lado Sur, por ser el viento considerado más gélido ypunzante. Se acomodaron las cinco carpas que se disponían. Tres para la tropa, una paralos bastimentos generales y la última, apenas menor que las otras, para los tres hombrescon mando, procediéndose a dejar funcionando el vivac con su respectivo fogón, quefuera adornado a gusto con piedras pequeñas que abundaban por el lugar. En esa tareacolaboraron voluntariamente el conductor y su acompañante - que fueron invitados acompartir una simple y rápida merienda - lo que permitió que antes de la caída del sol, setuviera todo listo y organizado, con un buen fuego que seguramente colaboraría en formaeficaz, cuando apretara el frío nocturno. En esos momentos el termómetro de exterioresque disponían, indicaba una temperatura de siete décimas por debajo del cero. Lo que sinduda presagiaba una noche bastante cruda. A su debido tiempo el vehículo partió de vuelta, con la consigna de recogerlos cuan-do lo ordenara la superioridad. Al verlo alejarse, en verdad, se sintieron un poco solos,pero estaban cerca de un camino transitado, bien equipados, mejor armados, y con uncompleto aparato de radio que les permitía comunicarse con la lejana base central, encuanto lo consideraran necesario. De todas maneras a las 9 y 16 horas, se debía transmitirel parte de novedades. Por supuesto, y eso figuraba en las órdenes desde un primer mo-mento, de producirse algo considerado importante, se podía romper el silencio radial encualquier día y hora, para lo cual se disponía de una frecuencia estipulada. Estaba previsto que si uno de los grupos encontraba a los accidentados, comunicaríainmediatamente la novedad a la base. Esta a su vez la retransmitiría al resto de las tropas,para que recibida la misma, se suspendiera la búsqueda y fueran recogidos por losmedios de transporte. Estaba calculado - que una vez enterados - se levantaran los cam-pamentos, ya que dentro de las 12 horas de producida la comunicación, pasarían loscamiones; adecuándose cada uno al grupo indicado, para con tiempo emprender el re-greso. No olvidar que los puestos estaban bastante alejados unos de otros y que la vueltadebía ser efectuada con luz diurna, por lo que habrían algunas diferencias de acuerdo alos lugares, donde pudieran estar apostados. Demás está decir que se estaba siempre

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atento a la radio, existiendo amplia confianza en el éxito de la gran operación, basado enla perfecta organización y planificación. Personalmente cuando - todo estuvo a punto y en su sitio - me quedé observandoextasiado el eminente anochecer, con el maravilloso espectáculo que ofrecían esas altascumbres. Imponentes montañas atravesadas en una parte por el sinuoso camino reptantey con el río a sus pies. Que inolvidable momento pasó mi espíritu en ese pequeño, comoagraciado paréntesis, breve lapso vivido intensamente. Parado en un recodo del senderoque llevaba al puesto que se instalaría para la guardia de avanzada, pude apreciar queinmensa es la naturaleza, y con que familiaridad bondadosa el Supremo Hacedor repartiósus diversas como majestuosas gracias. Casi a mi frente, grandes moles pétreas se elevaban gigantescas, cual inmensas cate-drales, con sus cúpulas perdidas en el inalcanzable azul de los cielos. Observando deteni-damente se apreciaban detalles sencillos y grandiosos a la vez. Una enorme y oscura avede vuelo reposado y elegante, buscando tal vez cobijo o alimento. Un lejano como redu-cido conjunto de cabras firmemente aferradas a las prominentes laderas de empinadamontaña mordisqueando el escaso y duro pasto serrano. Un manchón de verdor, queindicaba una mayor cantidad de plantas que en el resto del contorno - seguramente porgozar de alguna corriente extra de agua - que les daba humedad, transmitiéndoles alegrevida, y mayor crecimiento. Y arriba el firmamento, enorme, frígido, inmutable. ¿Es posible que el hombre antetanta grandeza pueda dudar de la existencia de Dios? ¿O es porque los seres humanosque todo lo prostituimos y corrompemos, ya somos indiferentes a lo que nos indican susdo-nes? ¿Será posible que algún día tengamos un mundo limpio y puro, sin mentiras, singuerras, traiciones, ni delitos? Puede que sí. Pero nosotros mismos debemos tratar delograrlo, interior y exteriormente. Probablemente ese sea el mayor de los desafíos quedeberá enfrentar la raza humana en los siglos venideros.

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Sintiéndome empequeñecido y deslumbrado ante tan portentosa contemplación, deli-ciosamente perdido en conclusiones filosóficas, me volvió a la realidad el fuerte silbatodel jefe que llamaba a una inmediata reunión. Por lo que debí reingresar a la actualidad,al presente del mundo; bajando apresuradamente por el sendero, llegando al lugar algojadeante pero a tiempo. Inmediatamente percibí las inequívocas señales de toda tropa reunida. El fuerte yclásico aroma del cuero trabajado, el alegre de la ropa limpia, el penetrante de la trans-piración, el ácido del aceite de las armas, el agradable y tentador de la comida que se es-taba preparando. Asimismo capté las voces de mando con sus órdenes correspondientes.

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Una de ellas - a indicación del ayudante - me señaló que debía colocarme a un costado ya la izquierda de su persona, dando frente a la tropa. Nos habló brevemente de la muyimportante misión emprendida, solicitando a todos, el mejor desempeño y la mayor cola-boración dentro de lo posible, más el mantenimiento de las normas de higiene, la moral yla disciplina. Porque donde no existe disciplina, recalcó, nace el peligro de la anarquía.Seguidamente el sargento agregó unas pocas palabras que reforzaban las recientes delsuboficial al mando. Todos escucharon con el mayor respeto, ya que los dos jefes eranpersonas de reconocida solvencia profesional, moral y humana, que hacían honor aluniforme que vestían; a lo que se agregaba, que según lo conocido, invariablementedictaminaban con la mayor imparcialidad y justicia. La noche se nos vino encima en forma total y repentina, prestamente se encendieronlos faroles que se portaban, los que ya estaban abastecidos de combustible. Los cocinerosa paso de carga apuraron la comida, preparando un buen guiso - muy esperado - comocena, ya que la merienda y por imperio de las circunstancias mencionadas, había pasadoapresurada, magra, fría, y de pie. Unido eso al severo y cortante aire de las sierras, la ju-ventud, y los trabajos concretados, hicieron que el conjunto en general clamara por unabuena comida caliente. La que fuera satisfecha con creces. Ya detallaremos la misma. Se sortearon las guardias y como la tropa era numerosa, los turnos se redujeron a unahora, cuando por lo común ese lapso se estila en dos. Una vez apostado el centinela,(teníamos un solo y elevado puesto como atalaya en un punto estratégico) dimos buenacuenta del gran recipiente con comida; que fuera rematado con un espumoso y estupendomate cocido hirviente perfectamente azucarado. Que cubriera con generosidad las ansiasde beberlo, quedando un razonable remanente, para quien deseara tomarlo durante lashoras de la noche, funcionando desde un primer momento un amplio fogón mantenidocon leña obtenida en las cercanías. El custodio había cenado antes de ocupar el puesto.

Los hombres que se turnaban desempeñando las guardias, tenían asimismo la misiónde mantener uno de los faroles encendido toda la noche, que estaba colgado en la entradadel campamento, avivando cuando falta hiciera, el fuego de leña que ardía en el ampliofogón, proporcionando algo de luz y buen calor, ya que las carpas estaban armadas en unsemi círculo alrededor de él. Como el elevado mangrullo de vigilancia se encontrabaubicado a unos 120 metros, en cada ida y vuelta el soldado verificaba que todo estuvieraen orden velando por la seguridad del campamento y el sueño de sus compañeros. Loshombres con mando se levantaban cada dos horas, por riguroso turno sin distinción dejerarquías, para observar y supervisar la marcha del conjunto, acompañando al centinelaen sus rondas. Por lo tanto - permanentemente - dos componentes del grupo estabandespiertos y alertas. Como agregado diremos que el soldado de turno tenía órdenes dellamarlos ante cualquier novedad por pequeña que fuese y en el momento que ocurriera.En una palabra, con las medidas tomadas, estaba cubierta en un ciento por ciento laseguridad del lugar y el de la gente que lo ocupaba.

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Las horas transcurrieron rápidamente para los fatigados cuerpos, en un reparadordescanso. El amanecer los encontró levantados, higienizados y listos para las tareas de lamañana. Con buen criterio el suboficial designó dos pelotones de seis hombres cada uno,al mando del sargento y mío para salir al campo. Otro conjunto de igual cantidad a susórdenes quedaba en el campamento base, para apoyar en cualquier momento a los otrosdos, cubriendo el lugar de vigilancia y el mantenimiento radial. Se desayunó fuerte concafé negro, leche condensada, pan y galletas. Los dos soldados cocineros tenían la tarea de preparar las comidas y tener - sinobligación de salir al exterior - el campo ordenado en toda el área. Tarea no muy com-plicada ya que antes de salir la tropa en cumplimiento de la misión, dejó todo limpio ylisto, incluida buena cantidad de leña, provista por el lugar, cortada en trozos manejables,que sumada a la que les fuera entregada en la base, constituía una buena reserva. Si biense debía continuamente acrecentarla, debido a que la idea era mantener el fuego prendidolas 24 horas del día. Los seis hombres que quedaban por turno en el campamento estaríana cargo del mismo en forma rotativa, para que el trabajo a concretarse estuviera correcta-mente distribuido y compensado. Recorrida un poco la zona en el plan investigativo asignado, el pelotón al mando delsargento, tuvo la suerte de descubrir un lugarcito resguardado, bastante oculto a primeravista, donde había varios árboles secos, unos caídos, otros de pie. Que convenientementehachados engrosaron el tesoro de luz y calor que disponían. Con mis hombres nos tocóexplorar la parte derecha del lugar, con puntos perfectamente delimitados. El frío reinante era penetrante. Mientras el grupito caminaba en plena sierra, con losbotines rompían la costra dura y helada asentada por todos lados. Donde había algunosespacios con tierra, la misma semejaba una sabana blanca, y las matas congeladas sequebraban con seco estampido al pisarlas. Por el contrario en los lugares de roca pura, sedebían extremar cuidados para no resbalar - sobre la película de hielo - allí acumulada.Equitativamente los tres pelotones se alternaban en la búsqueda, quedando como semencionara antes, siempre uno por turno en el campamento con sus respectivos jefes. Porlo que la tarea estaba encomendada a todos los integrantes por partes iguales. El quedar-se en el puesto establecido por lógica se presentaba más cálido y descansado, cosa quegozaban todos por igual. Solamente los dos soldados de maestranza o cocineros no salíanal campo, ya que una vez finalizadas las cuatro comidas diarias, les competía lavar ydejar en sus respectivos sitios, todo elemento utilizado en las mismas, proveer de com-bustible a los faroles y a la cocina de campo, como así mantener el fuego de la hogueraen forma intensa, agregando leña cuando ello fuera necesario, lo que hacía agradable elestar en el apretado recinto. El grupo de apoyo que quedaba en el campamento, y que en teoría debía estar me-nos cansado que los otros dos, tenía la misión de cubrir los turnos de guardia en esashoras, más los trabajos generales - que todo conjunto numeroso necesita mantener -cuando se encuentra en descubierta. La alternativa era cronométrica, con desayuno por la

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mañana, regreso y almuerzo; por la tarde exploración (saliendo el pelotón que estuvieraen el campamento, quedando otro con la misma misión), merienda fría - donde seencontraran - la que se concretaba en plena montaña, ladera o campo, con regreso seguroantes del oscurecer. Se destacó como premisa importante, el estar de vuelta aún con la luz del día, paraevitar cualquier eventualidad, debido a lo quebrado del terreno y a un ambiente gélido entodo momento, lo que dificultaría el tener que pernoctar en plena montaña si no seregresaba a tiempo, ya que el espacio donde se investigaba, durante las horas de la nochepodía ser causa de cualquier tipo de accidente, aparte del bajón en la temperatura. Por lasdudas cada hombre cargaba con una ración de emergencia, una caramañola con agua, unamanta, el poncho y fósforos. Pero ninguno aceptaba en su mente el tener que pasar unade esas noches a la intemperie. Así que antes que el sol declinara completamente, todospresentes en el campamento al que llegaban agotados por el esfuerzo que debían realizar,helados y hambrientos. No era para menos, ya que por turno, recorrían dilatadas distan-cias, con temperaturas que permanentemente se mantenían por debajo del cero, aún apleno sol, a lo que se agregaba una brisa constante - por momentos intensa - que hacíaque la sensación térmica fuera sumamente baja.

Estaba previsto de antemano, que en caso de alguna novedad relevante, el jefe delpelotón - en ese momento de seis hombres - estaba autorizado a ordenar el regreso cuan-do lo considerara oportuno y conveniente, para comunicar la misma con la mayor celeri-dad, debido a que esa información podría resultar de vital importancia, no solo para ese,sino para la totalidad de los grupos afectados a la búsqueda. Asimismo si por desgracia ocurriera un accidente cualquiera, se suspendía el itinera-rio en el acto, socorriendo al herido en el lugar del mismo con - los variados elementosque portaban - en un botiquín de campaña; para luego trasladarlo al campamento con lapremura y los recaudos del caso, donde sería mejor atendido. Se recomendó a todos en general, tratar de evitar cualquier cruce, movimiento o des-plazamiento considerado riesgoso, y que pudiera poner en peligro la integridad física dela gente en campaña. Directiva que en todo momento fuera cumplimentada al pie de laletra. Un accidente, aunque no fuera grave - en esos lugares y circunstancias - sería algoque consideraban complicado y dificultoso de resolver. Por lo tanto era mejor que noocurriera. Por lo que informaré, que pasaron sin mayores sobresaltos los dos primerosdías, sin contar el de llegada.-

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III - A CAMPO TRAVIESA

sí llegamos al tercer día, que describiré para dar una idea al lector de como seefectuaban las actividades generales de búsqueda, pasando a detallar esa jor-nada, desplegando apenas llegado al lugar a los seis soldados como se me ha-

bía indicado. Cada uno a una distancia aproximada de 30 pasos, permaneciendo quienescribe al centro. Es decir se tenían 3 hombres a la derecha y otros tantos a la izquierda.Todos perfectamente visualizados y bien al alcance del silbato o de la voz. Se avanzababatiendo el campo - del tipo que fuera - en forma paralela, marcando un punto imaginariocomo máxima cota. Desde allí se giraba 90 grados y se repetía la operación. Luego otrogiro igual en escuadra, completando los tres lados de un rectángulo, acercándonos alcampamento por el restante. De esa forma se cubría un gran espacio que a primera vistase presentaba inmenso, pero el que era perfectamente factible de recorrer, si bien a vecesse complicaba, debido a que en el transcurso se cruzaban arroyos, montes, sierras, pircas,zanjones, y cortaduras, más los inesperados inconvenientes de terreno tan bravío. La caminata se efectuaba en forma sosegada, verificando todos los detalles que sepresentaran, tomando nota - si hacía falta - de cualquier novedad observada. Se disponíade mapas detallados de la zona a explorar, perfectamente cuadriculados y ampliados, unabuena brújula, a lo que se sumaba el instinto. Elemento natural sumamente valioso,cuando se recorren áreas desconocidas que de por sí son complicadas. Lamentablementepasaron las horas y nada se encontró, a pesar de haberse revisado hasta en los menoresrecovecos. Por supuesto, no se esperaba encontrar la máquina en lugares tan pequeños;pero sí cabía la posibilidad de algún sobreviviente, ya sea que se arrastrara hasta ciertoslugares, o en su defecto dejara alguna señal. Los únicos seres vivos que se vieron fueronanimales silvestres, como ser perdices y liebres. Ocasionalmente pájaros menores quenos revoloteaban cerca, y aves mayores en las inmensidades de picos y montañas. En cada pelotón se contaba con un soldado enfermero quien cargaba un completoequipo de primeros auxilios, mientras dos de los hombres y el jefe portaban las armasque ya fueran mencionadas. Es bien sabido y es bueno recordarlo en obsequio de quienle interese, que el máuser es un tipo de fusil a repetición que inventaran los armeros ale-manes Paul y Wilhelm Máuser. Su construcción es fuerte y precisa, teniendo generalmen-te un alza graduada hasta los dos mil metros, con un alcance máximo - teórico - algo ma-yor, si bien las cifras mencionadas son elásticas, ya que su uso normal es para efectuardisparos (sin miras especiales), contenidos dentro de los 300 metros. Su ingenioso depó-sito de carga admite cinco proyectiles siendo su punta blindada, y éstos unidos en uncargador, por un tipo de práctico y pequeño riel, que a su vez son portados en el cinturón

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del combatiente en unos receptáculos de cuero que permiten la cabida de hasta cincorondas. Es un arma liviana, confiable, y de gran efectividad, utilizada por largos años ennumerosas fuerzas armadas del mundo entero. Con respecto a las pistolas eran de la marca nacional Ballester Molina, que es muyparecida a la Colt norteamericana - de siete cartuchos - diferenciándose de aquella, queno tiene, la primera, seguro en su empuñadura. Se usaban indistintamente las dos. El cali-bre 45 del arma citada es interesante saber su procedencia, como así de los otros calibres,debido a que parten de la pulgada inglesa que tiene - redondeando - 25,4 milímetros delongitud. Y la denominación surge porque este calibre en particular es de 0,45 depulgada (45 centésimos). O sea que su proyectil, trasladándonos al Sistema MétricoDecimal, tie-ne un diámetro de 11,43 milímetros, que resulta de la ecuación matemáticasiguiente: 25,4 mm. por 45 dividido 100. Para que lo mencionado se comprenda mejordaré el si-guiente ejemplo. Una ametralladora de las que se denominan - pesadas - es decalibre 50. ¿Cuanto tiene entonces de diámetro su proyectil? Tiene 12,7 mm. ¿Porqué?Porque los mencionados 25,4 mm. y de acuerdo al procedimiento citado nos dan los 12,7mm. ya que las 50 centésimas de pulgada es la mitad (o un ½ de la misma). Por su parteun arma calibre 38, empleando para el caso, igual cálculo y sistema, nos daría undiámetro de proyectil de 9,652 mm. También tenemos otras armas con calibres clásicos como las llamadas veintidós, tancomunes en los usos nacionales. Esa medida es 0,22 de pulgada, que reducida al sistemaantes mencionado, nos informa de un calibre de 5,588 milímetros, que redondeando se lapuede recordar como de 5,50 mm. en su proyectil. Otro ejemplo. El conocido winches-ter calibre 44 tan usado en los campos, tiene una bala de 11,176 de diámetro, común ysimplemente conocida como de 11 mm. Estos guarismos nada tienen que ver, atento conla composición del elemento de impacto, que puede ser de plomo, blindado en cromo-níquel, con diferentes formatos y con largos distintos, portando cargas explosivas - en laparte propulsora - potencialmente diferentes. Por su parte el máuser, por ser de origen a-lemán, viene ya con su calibre en milímetros, que es bien conocido, como el 7,65. Espero que el lector comprendiera la explicación, ya que es rara la persona - a excep-ción de gente versada en el tema - que sepa como son estos calibres y su aplicación real.Las medidas mencionadas la tiene el cañón del arma en su parte interior, y el proyectil obala, que es la parte del mismo impelida hacia adelante. Por su parte el culote o sea labase que queda en la recámara del arma una vez disparada, asimismo es conocida comocápsula o vaina. Al conjunto también se lo titula en oportunidades como cartucho. Deno-minación mayormente utilizada en las armas cargadas con perdigones o numerosas muni-ciones juntas, como por ejemplo las escopetas de caza, si bien en la munición de pistolaes casi común decir cartucho, término que no está mal empleado.

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De vuelta al campamento, luego de rendir el informe correspondiente, marcando enun mapa bastante mayor el terreno explorado en el citado lapso, nos acomodamos lo me-jor posible para almorzar. La comida del día consistió en sopa, y un puchero muy bienpreparado, que se comiera con verdadero apetito y en franca camaradería. Es sabido quenada mejor es el estar en descubierta para fortalecer la amistad y el compañerismo. En elgrupo había varios integrantes que incluso eran amigos. Daré solo el nombre de algunospara no comprometerlos: Angel, Arnaldo, Cesar, Francisco, Hipólito, José, Miguel, Raúl,Rodolfo, y otros tantos que mi memoria no los recuerda, pero que siempre llevaré suimagen en la mente, por más años que viva.

Los soldados que quedaron esperando, contaron que cuando se llegaron hasta el ríopara traer agua, se encontraron con el Yuspe helado en sus orillas. En ciertos lugares elancho del hielo era de dos a tres metros, con un espesor de varios centímetros. Capa quetuvieran que romper con fuertes golpes de las hachas, para dar cabida a los cubos reco-lectores. Y aquí cabe una acotación. El agua de referencia era para la higiene en general,ya que calentándola nos lavábamos y afeitábamos perfectamente, sirviendo asimismo pa-ra la limpieza de los elementos de cocina. Con respecto a la de beber y para la comida sedisponía de un pequeño tanque que se trajera a remolque tipo acoplado (luego nos ente-ramos que los había prestado el ejército), cuyo líquido elemento se cuidaba razonable-mente. La tarde fue un calco casi completo de la mañana en todo sentido, la que no apor-tó noticia alguna, por lo que los dos partes diarios a la base eran sin novedad. Los hom-bres a la hora prevista, estaban de regreso visiblemente cansados, esperando con ansiasuna sana comida y un acogedor catre de campaña para reponer energías. Bien comidos y mejor arropados se agruparon alrededor del fogón, para poder contary escuchar, cuentos y relatos interesantes de vivencias ocurridas con alguno de los pre-sentes, en lugares y tiempos distintos, mientras el mate amargo circulaba de mano en ma-no sin parar un momento. Alrededor de las 21 horas y sorteadas las guardias, se recogie-ron alegremente en los sitios asignados, disponiéndose la tropa a pasar la noche que sepresentaba extremadamente fría. El equipo térmico marcaba siete grados bajo cero y endescenso, lo que presagiaba sin duda una madrugada realmente dura. Los catres con susrespectivas mantas y colchones, eran dentro de las carpas un refugio apetecido. Las horas de oscuridad fueron transcurriendo y de acuerdo a lo previsto se hicieronlos relevos correspondientes en el único puesto de guardia, alternando los hombres conmando, el levantarse cuando les tocaba el turno de dos horas, ya que los llamaba el cen-tinela en el momento indicado. Tiempo aprovechado, para efectuar una inspección derutina, observando el sitio y los contornos. Cada cual aportaba un buen leño al fuego, queasí se mantenía rojo, vivo y alegre durante todo el tiempo, atemperando el ambiente. Co-mo estaría de gélida la noche, que a cada rato los que estaban a la intemperie, tenían que

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sacar con sus manos el manto de escarcha que se les acumulaba en los hombros y en losbirretes. Vestían camiseta, camisa, chaleco con y sin mangas, gabán y poncho en la partealta del cuerpo. Todo especial para crudos inviernos, pero nada les sobraba. A un costado y sobre unos hierros provistos, acondicionados con piedras del lugar, seconservaba caliente un gran recipiente con mate o café ya azucarado, para ser bebido encualquier momento por el personal afectado a la vigilancia. Ese detalle reconfortaba no-tablemente en la noche álgida y estrellada, haciendo más llevaderas las horas y la rutina.Lo que no quitaba que si alguno de los acostados deseara un jarro del líquido hirvienteno pudiera hacerlo. Todo lo contrario estaba a disposición del conjunto. El día siguiente amaneció medio brumoso, tendiendo a nublarse con temperatura casiestable. Es decir que contra nuestros pesimistas cálculos no aumentó el frío, pero estandoencapotado, la sensación térmica era notablemente baja, soplando un leve viento del Surque por suerte y debido a la previsión en la ubicación del campamento, no daba de llenoen el mismo. Se esperó vanamente el sol, pero el cielo se mantuvo totalmente cubierto.De todas maneras a la hora señalada, todos y cada uno de los integrantes del escuadrónse hicieron cargo de sus respectivas obligaciones. Nubes más o nubes menos, el trabajodebía concretarse. En la mañana a mi pelotón le tocaba hacer campamento, por lo que se dispusieron lasmedidas respectivas que aconsejaban las circunstancias. Así pasaron las horas de luz,monótonamente. A medida que las mismas avanzaban, el - tiempo empeoraba - en formaproporcional. Las únicas novedades fueron un par de porrazos y otro par de torcedurasde tobillos, debido probablemente a la escasa visibilidad y el mal estado de los suelos.Pero nada grave. La tarde se fue lentamente diluyendo en un manto húmedo y opaco quebastante molestaba. De todas maneras, y si bien con algunas dificultades, el área de in-vestigación a cubrir en la jornada fue completada. Esa noche luego de la cena y de un corto periodo junto al fogón, donde aprovecharonpara paladear un generoso jarro de chocolate con leche - oportuno y muy bien recibidopor la inclemencia del tiempo - se ordenó retirarse a dormir, o por lo menos estar a cu-bierto en las carpas. Medida atinada ya que comenzaba a caer una fina cellisca (trata lamisma de un temporal de aguanieve muy menuda, que azota impelida por el viento), quemolestaba sobremanera, humedeciendo los uniformes a pesar de nuestros impermeables,que se llevaban puestos sobre los ponchos de campaña. El intenso frío sin importarle deesos buenos abrigos para repeler el agua, que se vestían solo cuando las circunstancias lorequerían, los penetraba, haciendo desear el estar a cubierto. Donde la tibieza del bienacondicionado y cercano fuego era impagable. La noche presagiaba ser realmente cruda, y nada alentaba, a que se fuera a componer.Por el contrario el vendaval seguía creciendo, con viento en constante aumento, el quemolestaba seriamente. Se tuvo que proteger debidamente el fogón para evitar que reci-biera agua desde arriba, o soplos por los costados. Lo que se logra sin dificultad si sedisponen de troncos para ese menester.

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IV - TERRIBLE SORPRESA

n el sorteo efectuado me tocó levantarme a las cuatro de la mañana, ya que losturnos de los hombres con mando se dividieron de otra manera, debido a quepor conveniencia se decidió estirar cada lapso a tres horas. De las 22 a la una

de la mañana era el primero. El segundo hasta las cuatro, y el tercero desde esa hora a lassiete, momento en que se levantaba la tropa - debido a que era inútil hacerlo antes - yaque no había visibilidad hasta pasadas las ocho. Siempre con el mismo mecanismorotativo, efectuando los tres mencionados variadas verificaciones y recorridas cuandoestaban de pie. De esa manera, aparte del centinela que hacía la ronda del puesto alcampamento y viceversa, siempre existía el apoyo nombrado. O sea que el trío de jefesdormían solamente seis horas por noche, que alcanzaban pero para nada sobraban. Lossoldados por su parte cubrían la tarea de vigilancia las 24 horas, siendo para ellos labormás descansada, por ser su número mayor con turnos más cortos. El hombre de guardia me despertó puntualmente de acuerdo a lo ordenado. Me vestícon todo lo disponible saliendo fuera de la carpa rápidamente, acercándome al fuego quese mostraba bien protegido. Se había improvisado un bendito con las ramas más gruesasque se disponían, las que se colocaron convenientemente inclinadas para evitar que el a-gua o la nieve que continuamente estaban cayendo lo apagara, deteniéndose por los cos-tados con troncos y piedras el fuerte viento reinante. El fogón con esos mínimos cuidadosse mantenía muy vivo, esparciendo un agradable calor a su alrededor. Diremos que porbendito se conoce en nuestro país, cualquier tipo de refugio que se improvise con lo quese disponga para guarecerse de la intemperie y de los vientos, proteger algún elemento dela humedad, o al fuego de la lluvia. El término - muy utilizado por la gente de campo -cubre todo cobijo que se logre, con lo que la persona lleva o que le brinda la naturaleza.Numerosos seres humanos salvaron su vida, gracias a ese simple abrigo protector. El centinela luego de una corta charla se fue caminando lentamente hasta el elevadopuesto de guardia, quedándome en las inmediaciones, observando como andaban las co-sas, verificando aquí y allá, bebiendo entretanto un buen jarro de café caliente. El tiempofue desgranándose lentamente y minutos antes de las seis se despertó al soldado quedebía reemplazar al que estaba de turno desde las cinco, el que por dormir prácticamentevestido - como todos - puntualmente estuvo equipado. Las rondas, como era lógico porser ellos más, eran más cortas que las vigilias de los hombres con mando que sumabansolo tres. A los primeros les tocaba una hora y a los segundos el triple. Si bien una vezorganizados, todo se desenvolvía dentro de un mecanismo sin mayores problemas. El nuevo guardia era un soldado de buen porte cuyo apellido respondía al de Belluci,el que saludando en la impenetrable madrugada y previa buena ración de café, tomó ha-cia la pequeña elevación, distante un largo centenar de metros, donde su compañero un

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tal Rodriguero esperaba ansiosamente el relevo. Se marchó alejándose en la oscuridad,calculando yo su posición por la linterna encendida que llevaba en la mano, ya que lamañana se manifestaba completamente cerrada, dificultando la visión. Con respecto altiempo, sin lugar a dudas se aprestaba a nevar. Sacudiendo los pies y las manos, caminédos vueltas completas por el campamento, elevando la mecha del farol para aumentar suluz, esperando el regreso del centinela que estaba arriba para escuchar su parte, y reti-rarme luego al abrigo del fuego hasta las siete horas, en que se comenzaba con las acti-vidades, levantando a toda la gente. De vez en cuando con las manos enguantadas debíasacarme la escarcha que se formaba sobre el impermeable a la altura de los hombros. Cuando completaba el segundo giro me fijé en la luz que ascendía, calculando que elhombre estaba al llegar. En ese instante escuché un alarido impresionante, algo difícil dedescribir, profundo y desgarrante. Como si en un ser viviente se condensara en un sologrito, toda la negrura de los tiempos y el dolor de los necesitados. Un sonido bestial,enfermizo, inhumano, atrozmente insondable. Parecía que no salía de una garganta, sinode varias a la vez, rebotando el quejido en las rocas cercanas para perderse en un largolamento, siendo imposible escuchar semejante espanto, sin que se le erizaran a uno loscabellos. Inmediatamente después un rugido escalofriante, dos clamores más débilescomo gemidos, y un disparo de fusil - que se asemejó a una pequeña explosión en el airehelado - sumado a voces alarmistas del soldado que trepaba. Todo ello en segundos.

Demás está decir que con el silbato alerté a toda la tropa dormida, informando conpalabras entrecortadas a mis superiores, y como era el único enteramente vestido tomé lacercana y elevada cuesta a la carrera. Como no disponía de luz tuve que guiarme por dosdetalles; primeramente por unas piedras blancas con que marcáramos un senderito, y laotra por una débil claridad que se vislumbraba arriba. Seguramente la linterna que porta-ba en sus manos el soldado había quedado encendida. Mientras avanzaba apresurada-mente desenfundé la pistola colocándola en posición de disparo. Aguzando la vista y alos tropezones llegué a tres cuartos del camino. En la elevación encontré a Belluci caídodesmayado en un barranco, y con una pierna que por la posición estaba evidentementefracturada. Como nada podía hacer por el soldado y como el misterio estaba más arriba,seguí trepando. Instintivamente tomé la linterna que por milagro continuaba dando luz. Del soldado postrado al centinela Rodriguero había alrededor de 15 metros, así queen un segundo estuve al lado del nombrado. Fue verlo y comprender que había sidoatacado por algo muy feroz, enorme, y de una fuerza descomunal. Estaba de cara al pisohecho un revoltijo en el desparejo suelo cubierto de sangre y tierra. El arma larga dispa-rada y sin recargar se encontraba a su lado aún caliente. Lo di vuelta suavemente pregun-tando que había pasado mientras lo observaba detenidamente con la luz que poseía. Con-testó dos veces con la misma palabra Yeti, Yeti, quedando a continuación sin habla y conlos ojos en blanco; dándome cuenta al percibir los latidos de su corazón y su intermitentecomo pesada respiración, que no estaba muerto, solamente desmayado.

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En ese instante percibí fuertes ruidos de piedras cayendo, distinguiendo una colosalsombra a escasa distancia, como tratando de ocultarse o huir. Sin vacilar me puse de pie,afirmando bien las piernas entre las rocas. Tomando mi arma con ambas manos disparéal bulto cuatro veces en rápida sucesión, advirtiendo seguidamente que los primeros trestiros de las pesadas balas de la 45 se perdían entre las peñas, donde se fueron aullando,rebotando y silbando. Pero el cuarto disparo seguramente hizo blanco ya que noté unsonido sordo, opaco y ahogado, como si los 12 gramos del proyectil blindado se incrusta-ran en algo blando, penetrando un cuerpo o algo así. También creí captar unos sonidosconfusos, que bien podrían haber sido un bramido. Con dos linternas, ya que había recogido la de los soldados heridos, barrí el espacioque las mismas alcanzaban con sus focos de luz, pero nada logré ver, si bien percibí soni-dos extraños - que al parecer se alejaban - y a los cuales me resultó imposible clasificar.Considerando aventado el peligro primario, con una de las lámparas y apuntando hacia elcampamento efectué el clásico S.O.S. en alfabeto Morse en dos oportunidades. Haciendoun pequeño intervalo marqué: tres puntos, tres rayas, tres puntos (...---...) teniendo la ale-gría de ver que el mensaje acusaba recibo. Desde abajo efectuaron al momento, y comocontraseña, la letra R, un punto, una raya, un punto (.-.) por recibido, en el mismo alfabe-to, siendo esa la contestación que se había establecido para cualquier tipo de mensaje. Lorelatado se desarrolló tan rápido, que aún hoy me cuesta admitir lo que puede ocurrir enpocos segundos. Quedé en una tensa espera mientras mis compañeros venían subiendo enapresurada misión de socorro, que se viera apenas retardada por la impenetrable oscuri-dad y lo resbaladizo del piso rocoso. En la emergencia el jefe a cargo, dividió la tropa y el armamento en dos pelotones.Uno quedó de custodia en el acantonamiento a cargo del sargento. El otro trepaba a sumando con los dos soldados enfermeros, mantas, y los botiquines de primeros auxilios,ya que se había hecho evidente, por el desarrollo de los acontecimientos, que existíanheridos. Descendí unos metros para alertar a los que llegaban sobre el soldado tendido enel pequeño y oculto barranco, ya que en el apresuramiento podían incluso pisarlo. Lo queseguramente empeoraría aún más las cosas. Llegados a la posición se aprontaron de inmediato dos camillas que se trajeran conlos demás elementos previstos, y antes que nada se taparon a los heridos con varias man-tas, debido que además del intenso frío caían algunos gruesos copos de nieve. De paso, yen forma poco militar, rendía el informe increíble - pero real - de lo que terminaba de pa-sar, sin omitir detalle alguno, de lo que pudiera rescatar en esos momentos, para una me-jor y mayor comprensión, lo que fuera bien entendido; sabiendo que luego debería pasarese informe por escrito, por lo que era importante memorizar, al máximo posible, la tota-lidad de lo ocurrido, para poder ser preciso y concreto. Solicité autorización para indagar, lo que fuera mi enorme y confuso blanco, la quefue denegada. Era lógico, ya que el amanecer y su claridad estaban muy próximos, tor-nando impenetrable la mañana a esa hora, a lo que se unía una tenue niebla. En la borro-

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sa oscuridad, sea lo que fuese que andaba merodeando tenía todas las ventajas, por cono-cimiento del lugar y seguramente por mejor visión nocturna. Por lo tanto se decidió espe-rar las primeras horas de luminosidad diurna, para un correcto - y más seguro - factor dereconocimiento. Cuando descendíamos con gran cuidado por los heridos, comenzaba aincrementarse silenciosamente la nevada, lo que sin ninguna duda dificultaría toda acti-vidad, borrando o desdibujando cualquier posible huella. Arribados al campamento, en una de las carpas de mayor tamaño se improvisó laenfermería. Belluci presentaba una fractura simple en la pierna derecha sin al parecermayores complicaciones. Había recobrado el conocimiento quejándose de fuertes doloresen la citada extremidad. Despojado del calzado, medias y pantalones - previo reconoci-miento - los soldados enfermeros, que eran estudiantes de medicina, le entablillaron enforma provisoria la pierna, lo que tuviera éxito, ya que al poco rato dejó de lamentarse ypudo ser interrogado, manifestando en forma clara que prácticamente nada había visto.El accidente se debió mayormente a un tremendo y súbito susto por el espantoso alaridode su compañero, sumado a varios aterradores resoplidos o bramidos, que le hicieranperder toda coordinación, y de allí su desgraciada caída. Le administraron una bebidasedante y al momento nomás estaba profundamente dormido, recobrando paulatinamenteel color, normalizando asimismo su antes agitada respiración. Con respecto a Rodriguero la cosa era bastante más seria, ya que cuando se procedióa quitarle las destrozadas ropas, se pudo observar una espantosa herida en la espalda, quela cruzaba a la altura de las axilas. Salvó la vida debido a que la garra o zarpa de la cria-tura que lo atacara, tuvo que cortar un sin número de prendas que lo cubrían. De todasmaneras los surcos tenían una profundidad media de un centímetro en la carne viva. Ade-más presentaba un gran magullón en la parte delantera a la altura del estómago. Se pensóque allí recibiera uno de los impactos de la fuerte agresión, si bien lo grave era la otra he-rida que sangraba profusamente. El soldado se estremecía y deliraba con voz apenasaudible. En su delirio repetía una y otra vez la palabra Yeti. Los dos enfermeros informaron, como era de presumir, que ellos no estaban lo sufi-cientemente preparados y capacitados para una emergencia tan seria y complicada comola presente. Solamente limpiar, desinfectar bien, administrar un coagulante y algún anti-biótico, suministrando potentes calmantes. Ambos estaban de acuerdo que el estado delherido exigía urgente atención médica especializada, en un hospital que estuviera proyec-tado para una emergencia como la citada. El ayudante decidió romper el silencio radial y pedir, atento a la gravedad del mo-mento, rápido auxilio a la base. Decidido esto, mandó a uno de los operadores traer elaparato de radio, mientras se cursaban oportunas órdenes que transformaron el lugar,preparando su defensa, debido a que nadie sabía a lo que se estaban enfrentando. Esatarea estuvo a cargo del sargento que inmediatamente y de acuerdo a la velocidad de losacontecimientos, puso al mismo en pie de guerra. Por mi parte estuve designado para ve-

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lar por la seguridad interna, atención de los heridos y otras tareas anexas. Relacionadotodo con el especial momento que se estaba viviendo.-

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V - EMERGENCIA

or lógica y prudencia, se levantó - el puesto de guardia - que se creara en laelevación ya mencionada, debido a que se hacía insostenible su mantenimiento.Cada hombre era un mar de ojos tratando el desentrañar la semi oscuridad aún

reinante, debido a que cualquier sonido exterior, era seguro mensajero de advertencia ymiedo, amalgamado a un temor indefinible, indescifrable, difícil de comprender, dondecada uno lo sobrellevaba a su manera con la mayor entereza. Pero estaba allí, latente ysolapado, absolutamente real. Para colmo el tiempo empeoraba a cada minuto, lo quetodo dificultaba, haciendo aún más escasa la pobre visibilidad circundante. Cuando regresó el soldado enviado a buscar el equipo radial, su rostro parecía de pa-pel. Al elemento lo encontró caído y completamente estropeado. Seguramente en el tu-multo desatado durante la sorpresiva emergencia, alguno se lo llevaría por delante sindarse cuenta. Pero el daño estaba hecho y todo se complicaba. Se tomaron medidas deurgencia, como destacar un pelotón de hombres que serían apostados en el cercano cami-no, para que detuvieran el primer vehículo que pasara, sabiéndose que la medida signifi-caba un riesgo. Pero por simple lógica, estando seis hombres agrupados y bien armados,la situación debería ser más llevadera en caso de un ataque sorpresivo. Al salir de las carpas el personal que debía cumplir esas órdenes, informó que lanevada arreciaba y que se habían acumulado unos 30 centímetros de nieve en el suelorocoso. ¿Que hacer? Estaban incomunicados, con dos heridos - uno de ellos grave - y conun monstruo o algo parecido vagando por los alrededores. De todas maneras y luego deser debatido el tema, se decidió lo mismo mandar esos hombres al camino. Perfecta-mente equipados y convenientemente alistados, se turnarían durante las horas de luz. Nose alentaban demasiadas esperanzas de que - con semejante tiempo - algún automotor semovilizara, pero se debía intentar la posibilidad. De momento se triplicó la guardia delreorganizado campamento, dándose la orden estricta de que nadie, a excepción de losvigías destacados en la ruta, debía abandonar la posición establecida por causa alguna. Mientras se hacía de día tomaron el desayuno de pie, alternando los distintos gruposde gente para así mantener una vigilancia permanente. Realmente lo necesitaban. Algo

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caliente al estómago era imprescindible en esa terrible mañana. Los tres hombres conmando reflexionaban sobre las extrañas palabra de Rodriguero, que mencionara en variasoportunidades el término Yeti, presentando unas heridas que indudablemente las causarangarras o zarpas, ¿tal vez manos? de grandes dimensiones. Alguna bestia de gran tamañopodría ser, pero ¿Yeti? ¿Que sería lo que podía asociar la mente del herido confundidapor la sorpresa, el espanto y el dolor? El conjunto era todo un misterio, que solamente seles ocurría asociar con alguna cosa rara que se debería investigar. Si bien parecía desca-bellado pensar en una criatura que hiciera de nexo entre lo imaginario y lo real. Pero poraparte existían las lesiones, que estaban allí a la vista de todos.

Yeti, es un término o nombre nepalí, dado a un animal gigantesco de especie total-mente desconocida, que los tibetanos llaman asimismo Kangmi. Sobre el que la leyendatanto hablara y cuyas pretendidas huellas fueran encontradas y fotografiadas por expedi-ciones que se efectuaran en las partes más elevadas de las cumbres del Himalaya, siendocreencia popular que la citada criatura existe - incluso algunos exploradores aseguranhaberla visto - conociéndose por el Abominable hombre de las nieves, catalogado por al-gunos conocedores como sub humano, parecido a un hombre primitivo y con cierta inte-ligencia. Su tamaño pareciera ser bastante mayor que el de un gran gorila, y su color sesupone estaría intermedio entre un gris claro y un blanco sucio. En América del Norte sesupo fotografiar de lejos un ejemplar, que al parecer allí en zonas inexploradas tambiénexisten, si bien en las mismas aparece con tono oscuro, siendo más que confusas las des-cripciones del por allí llamado Pie grande. La duda estriba en saber si de existir realmen-te las dos especies están emparentadas, o sin son dichos populares que tomaran enverga-dura con el transcurso de los años, al pasar de boca en boca lo referente a esos legenda-rios seres. Incluso en el último se sospecha, que hasta podría tratarse de un fraude.

También se conocen comentarios de científicos que los estudiaran, que tienden a de-mostrar que son extremadamente astutos, o desarrollan una cierta inteligencia, por la for-ma perfecta que eluden al hombre. Que son parecidos, por el cuerpo y en su forma decaminar, al ser humano, estando totalmente cubiertos por largos y gruesos pelos. Lo querealmente no se les puede atribuir es su grado de ferocidad, ni su capacidad de combate.Por su tamaño se lo supone dueño de una fuerza formidable, que unido a una agilidadportentosa, podría resultar más que peligroso. ¿Pero un Yeti aquí en la Argentina y en lasmontañas cordobesas? Positivamente un verdadero rompecabezas. Esas zonas parecerían no ser lo suficientemente deshabitadas o salvajes - aún en laspartes más alejadas - para el caso que viviera uno, o más de esos seres, sin haber sidonunca detectados. Realmente era un misterio más que profundo, si bien la realidad decíaque algo había. Tal vez la criatura viniera desde muy lejos, y por allí, y en lugares ina-ccesibles encontrara cobijo. O que habitara otras inmensidades y que caminando perdidorecalara por esos lugares bastante desolados. ¿Tal vez desde la cordillera andina?. Pero

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lo preocupante y letal era que existía, nos había atacado con saña y enorme vitalidad, de-mostrando una cierta sutileza al refugiarse y esconderse entre las rocas. Cuando se lo creyó oportuno - a eso de la media mañana - con seis soldados y elsargento, nos encaminamos hacia el lugar del ataque, ya que se debía investigar para lle-gar a saber. La tropa se componía de dos hombres armados con fusiles, más nuestraspistolas. Otras dos armas largas quedaron en el campamento con el restante pelotón,mientras que similar armamento - las dos bocas de fuego faltantes - estaban en poder delos hombres destacados en el camino. Es decir que la potencia de tiro estaba dividida enla forma que las circunstancias lo aconsejaban, puestas en manos de los mejores tiradoresde que se disponía. El jefe de todo el operativo, también armado de pistola, quedóse enel recinto en espera de las novedades que deberían aportar alguna de las dos patrullas encomisión, teniendo la misión de sincronizar la totalidad de las acciones, tratando delograr el mejor resultado con lo disponible. Con infinitas precauciones nos fuimos aproximando al lugar, tratando de no borrarninguna huella. Lamentablemente el temporal - que seguía si bien con menor intensidad -con su copiosa nevada, había cubierto prácticamente todos los alrededores con un regularmanto blanco. Se desplegaron en parejas y en amplios círculos concéntricos, revisandocuidadosamente todo el terreno. Una de ellas descubrió sobre un peñasco inclinado gran-des manchas, que con seguridad era sangre congelada. Evidentemente, el último de losdisparos había dado en el blanco. Las despegaron con una bayoneta colocándolas entrelos pliegues de un pañuelo, para tener luego oportunidad de estudiarlas más a fondo y asíestar seguros de lo que tenían. A unos pocos metros y en otra piedra, verificaron rastroscomo de grandes y filosas uñas que lastimaran su superficie. Al conjunto le asaltaba yperseguía la desagradable impresión de que no estaban solos. Era una sensación pegajosay molesta que les decía que eran observados. Pero aparte de lo mencionado nada vieron. La vuelta se concretó pasado el medio día. La nevada había amainado pero seguíacayendo molesta, húmeda y fría. La guardia destacada en el camino - que se había torna-do intransitable - informó que no pasara un solo vehículo en toda la mañana y que no seobservaran movimientos sospechosos por los alrededores, los cuales mantenían perma-nentemente vigilados. Con respecto a lo último estaban sumamente atentos y con los sen-tidos agudizados por el peligro que ciertamente rondaba. Los heridos evolucionaban bien dentro de sus respectivos estados. El solo hecho deque no empeoraran era todo un triunfo, debido a los medios precarios que se disponíanpara atenderlos y los escasos conocimientos médicos de los soldados enfermeros. Porfortuna Rodriguero había recobrado el conocimiento, teniendo oportunidad de narrar loacontecido. Dijo que en un momento dado percibió un profundo jadeo a sus espaldas yunos sonidos como que algo grande y pesado avanzaba, presumiblemente en dos patas.De inmediato sacó el seguro del arma y en el momento que estaba por reaccionar, sintióel espantoso rugido - que la mayoría escucháramos - viendo a su frente una masa de más

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de tres metros de altura totalmente cubierta de pelos color claro, con ojos llameantes ypoderosa boca entreabierta. Haciendo un descanso debido a que se fatigaba hablando, siguió con el relato, mani-festando que caminaba erguido. Sus patas no logró verlas, pero las que hacían las vecesde manos eran dos enormes, terribles y robustas zarpas, provistas de largas y poderosasuñas afiladas como navajas. Sin pensarlo dos veces y a una distancia de unos diez pasos,le efectuó el disparo que se escuchara, ignorando si diera en el blanco, no teniendo tiem-po de recargar. Al momento sintió un poderoso golpe a la altura del estómago que le hi-ciera dar la vuelta como si fuera un muñeco. Cuando se desplomaba la fiera lo atacó porla espalda, produciéndole la profunda herida que en la misma presentaba. Se salvó de serpartido en dos, por la sencilla razón de que el ataque se produjo con su cuerpo cayendo ypor la gruesa capa de ropas que lo protegía de las inclemencias del tiempo, reconociendoasimismo el haber gritado - una o dos veces - completamente aterrorizado. De allí en más nada sabía debido a que se desmayó en el acto. Seguramente la bestiase desconcertó y no continuó el ataque que podría haber resultado mortal, en razón quepercibió la luz del soldado que subía, quien diera voces de alarma, y luego el fuerte yagudo sonido del silbato, como el apresurado ascenso de quien escribe. Segundos de va-cilación preciosos para su integridad, que permitieran que el atacante fuera tiroteado, yseguramente herido con un proyectil de pistola, quedando la duda si el del fusil le diera. Luego del almuerzo que resultara bastante triste, nos reunimos en un consejo generaldel grupo, donde se recapituló sobre lo ocurrido y sus visibles consecuencias; los ele-mentos disponibles, las medidas más urgentes a tomar, la falta del radio, la emergenciamédica y nuestras posibilidades, opinando todos sin distinción de rango. Allí nos dimoscuenta que sutilmente se nos estaba introduciendo un enemigo intocable, invisible, perolatente y poderoso. El miedo. La tropa buscaba disimular, pero era evidente que en losrespectivos ánimos existía temor. Tal vez no necesariamente grave por el momento, peroera de suponer que inevitablemente crecería con las horas. Los hombres al mando trataron de disiparlo haciendo prevalecer razones y ventajas,pero honestamente también estaban preocupados. Los pro y los contras eran sencillos dever. Se disponía de un escuadrón completo con solo dos bajas y nueve armas de fuego,como asimismo de varias bengalas para pedido de auxilio, las que eventualmente podíanservir para repeler ataques. Aparte que la base al no recibir los acostumbrados partesdiarios, seguramente tomaría medidas de emergencia para averiguar lo sucedido. El áni-mo a excepción de algunos alicaídos era bastante bueno, las provisiones abundantes, nofaltando el agua. Aparte que todos estaban en pie de combate en alerta máxima. Pero por otro lado era razonable reconocer, que si bien era conocido el lugar dondeestaban acantonados los otros grupos - que seguramente disponían del radio en buenascondiciones - la marcha hacia ellos para que pidieran auxilio y les prestaran ayuda, nosolo era casi imposible por el estado del tiempo y del terreno, sino que se corrían seriosriesgos de que la patrulla designada fuera atacada por la fiera en el descampado, donde

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las posibilidades de defensa eran mínimas, por desconocerse a lo que se enfrentaban,cantidad de seres, tamaño, fuerza, sagacidad y astucia. Asimismo el camino que se tor-nara intransitable no permitiría el paso de vehículo alguno, quien sabe por cuantas horas- o días - si bien la guardia que en el mismo se mantendría durante el periodo de luz, te-nía la consigna de requisar cualquier transporte que pasara. A lo que se sumaba el climaque se presentaba pésimo, tendiendo a desmejorar aún más. Lo que en conjunto signifi-caba un formidable problema, y al que no le podían encontrar solución por el momento.

Se pensaba asimismo que la base podría no mandar auxilio aéreo debido precisamen-te a las inclemencias del temporal y a la casi nula visibilidad. ¿Y si en la central pensa-ban que nuestra falta de noticias se debían a los trastornos ocasionados por la tormenta,que impedían un normal contacto radial?. Por lo tanto urgía planificar con criterio, sien-do la premisa el de aguantar hasta que el tiempo mejorara, debiéndose extremar todos losrecaudos, para hacer que las cosas fueran más llevaderas. En campaña y en momentos difíciles, los hombres se percatan como se jerarquizanlos grados, el respeto y la confianza hacia el hombre que manda. Y en este caso especial,aún más debido a los heridos y al peligro potencial existente. El ayudante que era nuestrojefe, en el cuartel era un suboficial más entre los integrantes del arma, al igual que el sar-gento. Que decir de un dragoneante - o cabo conscripto - que vendría a ser un grano dearena en el enorme engranaje. Pero allí en el acantonamiento las cosas cambiaban nota-blemente. Aumentando la disciplina, la colaboración y la consideración hacia el superior.Era así de simple. Pero absolutamente verídico y real. Por disponerlo los dos jefes se estaba a punto de poner a consideración varias ideasque se estuvieran intercambiando, cuando los acontecimientos se precipitaron. Los hom-bres de guardia en el camino se venían replegando desplazándose a los tropezones sobreel espeso manto de revuelta nieve. Lo hacían ordenadamente y como mejor podíandebido - a los inconvenientes del terreno y a la nevada que continuaba - en dirección alcampamento, dando fuertes voces de alerta. Al mismo tiempo se escuchaban potentes ycontinuados rugidos, jadeos, profundos bramidos y retumbe de pasos que intimidaban amás no poder, por los ecos y los rebotes en las rocas circundantes, que hacían que semultiplicaran en forma arto notable, haciendo que se confundiera la dirección. Allí a todos los asaltó una profunda y angustiosa duda. ¿Y si fueran dos o más lascriaturas?. De inmediato se ordenó al grupo formar en cuadro para cubrir dentro de loposible todos los frentes. En cada una de las líneas se destacaron las armas proporcional-mente en espera de conocer bien el sentido de ataque para poder así concentrar el poderde fuego. Los aullidos - o como se los llamase - seguían perforando los tímpanos y es-tremeciendo las carnes. Por una fracción de segundo se pudo observar una gran mole alparecer amarronada, imponentemente grande, a unos ochenta o cien metros de distancia,que avanzaba pesadamente desde la parte por donde pasaba el camino, lo que permitióorientar la defensa sin duda alguna, si bien en previsión de un ataque por los flancos opor detrás, se mantuvo una constante vigilancia sobre esos sectores.

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Luego de unos momentos se mostró algo mejor, pudiendo constatarse que la bestiaera de gran tamaño, peluda y veloz. Su color casi pardo se destacaba nítidamente sobre elfondo claro de la nieve. La que formaba remolinos a su alrededor, debido al intensomovimiento de sus miembros superiores que se sacudían y giraban como aspas, constitu-yendo un conjunto aterrador imposible de describir, siendo indudable que se desplazabasobre dos patas. La notable diferencia con el color según lo que les informara Rodrigue-ro - cuya tonalidad la estimara clara - probablemente se debiera a dos cosas. Primera, lapenumbra de la madrugada cuando la captara. Segunda, que en el instante del ataque elagresor estuviera cubierto de nieve, debido a que la misma, había estado cayendo endistintos lugares y momentos con variada intensidad. De lo contrario existía otra posibi-lidad. De que fueran dos o más los irracionales que los estaban atacando, con pelos decoloración diferente, abriendo otro canal de incertidumbre para los sitiados, cuya angus-tia sin duda aumentaba a medida que pasaba el tiempo.-

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VI - SEGUNDO ATAQUE

l punto y debido a las graves y especiales circunstancias, se colocaron mediadocena de fusileros dando la cara a la bestia que avanzaba desde la ruta, o seacon dirección Oeste-Este aproximadamente. Se dio la orden de fuego y las seis

bocas dispararon al instante. Los proyectiles blindados en cromo-niquel partieron raudosy mortíferos, percibiéndose perfectamente los silbidos - de dos de ellos - y sus impactosentre las rocas, mientras los cuatro restantes hacían blanco. Se pudo escuchar sin dudaalguna el chasquido inconfundible de huesos y tejidos perforados. Aparte que los rugidosque esta vez atronaban el espacio, se intensificaron, y eran de dolor. No se tuvo tiempomaterial de recargar y tirar de nuevo, debido a que la criatura dando una formidablemedia vuelta rápidamente se ocultó, desapareciendo del campo visual. Pero siguieronmuy atentos, oyendo sus pesados pasos, acompañados por destemplados y gor-goteantesbramidos. Seguramente quedara herida, si bien se ignoraba hasta donde.

La disyuntiva que se les presentaba era agobiante. ¿Se debía mandar nuevamente laguardia al camino para interceptar un probable auxilio vehicular?. ¿No sería esa medidaextrema un suicidio?, preguntándose si en el momento era prudente el dividir y por lotanto disminuir las fuerzas. Ya que era necesario que se destacaran en la ruta nuevamenteseis hombres como mínimo, para que tuvieran posibilidades ciertas de defensa en caso deagresión, que como se estaban presentando los acontecimientos era más que segura. ¿Oera más sensato y prudente el agruparse y esperar lo que fuese?. En el camino estaba laposibilidad de alguna ayuda y el mismo quedaba cerca, pero lo suficientemente lejos paraque los que pasaran por él no los vieran - si se quedaban en el puesto - o que nosotros nopudiéramos detectarlos. Quedaba la esperanza de percibir el sonido del motor ¿pero eraeso suficiente?. Seguramente para cuando llegaran ya el automotor siguiendo su marchase habría retirado una cierta distancia como para no verlos. Además si se mandaba la pa-trulla ¿que método se emplearía para su designación?. ¿Sería ese método justo?. El páni-co estaba allí nomás, en las mentes y en los cuerpos. ¿Que hacer?. Imperiosamente sedebía hacer algo y pronto, pero que fuera positivo, seguro y concreto.

Primeramente se decidió reforzar más la guardia. Luego poniendo en práctica y desa-rrollando una idea - con paciencia - utilizando numerosos troncos recogidos, sumados alos que disponían por haberlos traído como leña para el fuego y elegidos los mejores, alo que se sumara partes de carpas y correajes, se construyó un aceptable vallado para co-locarlo cortando el camino. En lugar visible, y por ambos lados, se escribió con marcado-res la palabra AUXILIO en grande, y una flecha que indicaba el rumbo de nuestro cam-pamento. En más pequeño una leyenda que decía, suene fuertemente la bocina y no sebaje de la cabina. Cualquier vehículo que avanzara en uno de los dos sentidos no podíadejarlo de ver, ya que necesariamente debía enfrentar el obstáculo.

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No se debía arriesgar la vida de ninguna persona. Por la citada causa le indicaba elmensaje al conductor, que se mantuviera montado en el automotor, mientras nosotrosacudiríamos de inmediato al percibir el sonido de atención que nos marcaran con la boci-na. Con sinceridad estimaron que era un buen plan y que en nada menoscababa nuestradignidad, el pedir ayuda en situación semejante. Además con un dilema realmente com-plejo como el que se tenía por delante para resolver sí o sí, todo intento era válido. Enespecial pensando en los heridos que debían ser transportados de urgencia. En el campamento, en vez de un fuego grande y principal, se improvisaron cuatroalgo más pequeños, colocados en cada lateral del mismo, que se mantenían encendidosen forma permanente con grandes leños. Afortunadamente la excelente provisión de ma-dera para quemar permitía esa medida, agradeciendo mentalmente la buena idea de díasanteriores, cuando decidieran reunir toda la que les fuera posible. Por aparte se disponíade un lugar seguro para cocinar con el elemento provisto abastecido a kerosén. Todosbien cubiertos con troncos y ramas gruesas inclinadas, que facilitaban el mantenimientoaún con temporales de agua o nieve. En ese sentido no existía preocupación. La noche, por supuesto, se presentaba más peligrosa por la falta total de visibilidad.Durante su transcurso y sin excepción, todo el personal estaría afectado a guardias, tantoactivas como pasivas. Es decir que en caso de ataque, en segundos se estaría de pie y pre-parados para el combate. Todavía con luz de día se instaló en forma segura la valla en laruta. Operación severamente vigilada por los tiradores, cuya misión era avisar el menormovimiento sospechoso. Pero nada ocurrió en el tiempo empleado en esos trabajos. Eltotal de la gente se había transformado en una máquina perfectamente calibrada, listos yatentos a la menor señal de peligro, formando un solidario y compacto equipo que estabarecuperando la calma. Para darle más visos de seriedad al vallado, se le colocaron dos birretes de aeronáu-tica fuertemente atados uno en cada punta, medida que los tornaba más visibles. Una vezconvenientemente colocado, la tropa se replegó en orden y con infinitas precaucioneshacia la seguridad del campamento, ya que en un mediano trecho - desde el camino haciael puesto - se transitaba como dentro de un tubo, por la forma curiosa que presentaba laparte rocosa. De ser atacados allí la defensa se complicaba, debido a que apenas podíanavanzar de uno en fondo, detalle que desde un primer momento se tuvo en cuenta. De paso por ese sendero obligado, se pudo observar el sitio donde pocas horas antesse viera y se tiroteara a la criatura. En un espacio, calculado en un par de centenares demetros cuadrados, se podían observar huellas de tremendas patas, nítidamente impresasen las partes duras de la nieve y en algunos húmedos manchones de tierra casi licuada.Por ser de dos medidas y con formas distintas, se dedujo que se desplazaba tanto en doscomo en cuatro de ellas. Un tremendo revoltijo de agua, barro, nieve y reducidas piedras,más una docena de manchas de sangre, indicaban que se retiraba herida. Decididamentealgunos disparos debían haber hecho blanco, con pruebas que estaban a la vista. Estudio

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que se concretó posteriormente a la colocación de la valla en razón de prioridades. Loprimero era más importante que lo segundo. Se ordenó cenar temprano y abundante, en razón que nadie sabía cuando se podríavolver a comer un plato caliente, atendiéndose dentro de las posibilidades a los heridos.A continuación se distribuyeron las guardias con el máximo de armamento, incluyendolos lanza bengalas, que en un caso de real emergencia podían ser útiles para iluminar elcontorno, como así dispararlas - a distancia adecuada - contra cualquier cuerpo. Los queno estaban afectados a la primera línea trataron de dormir un poco y de a ratos. Algo quenecesitaban realmente porque en general estaban agobiados y deshechos debido al can-sancio, las emociones y la vigilia de tantas horas. Medida rotativa para que todos tuvie-ran oportunidad de recuperar fuerzas. De los tres hombres al mando, uno estaba recorriendo continuamente el perímetro delacantonamiento. Verificando que todo estuviera en orden, que nadie en la vanguardia sedurmiera, tratando siempre de elevar los ánimos y de paso infundir confianza, mostrán-dose sereno. Lo que se lograba si bien todos sus sentidos estaban allá, afuera. El tiempopor fortuna se mantenía estable, muy frío pero con caída de escasa nieve, si bien el vientodel cuadrante Sur no dejaba un momento de soplar. Se distribuyeron barras de chocolate y se suministró una generosa ración de café conleche condensada, dejando como de costumbre un recipiente - acorde para la ocasión -lleno de ese líquido vivificante. Se corrieron los cuatro faroles para permitir una mayorcobertura lumínica, revisándose las linternas para asegurarse que las mismas dispusierande baterías nuevas o en perfecto estado de funcionamiento, cuidando que los fuegos ar-dieran a todo ritmo. Es decir. Se tomaron las mayores previsiones y los recaudos lógicos,que aconsejaba la experiencia en una emergencia tan atípica como inesperada, lograndola totalidad de lo expuesto dentro del mayor orden y disciplina. Pero había temor. En másde una cara el miedo se insinuaba, y hasta cierto punto el detalle era de esperar. Se esta-ban enfrentando a algo desconocido, que había demostrado ser agresivo, fuerte, astuto,perverso, altamente peligroso y potencialmente mortal. Las horas avanzaron lentas y progresivamente hasta cierto punto sin novedad, ya quela única que se estuvo presentando era que a ratos nevaba. Grandes copos caían calmos yblandos como espesos plumones blancos, que cubrían el contorno con amplio y perezosomanto. Por momentos y debido al viento la nieve arreciaba mezclada con una fina capade agua helada. Noche de brujas dirían algunos, que se combatía con crepitantes fuegosy bebidas hirvientes, mientras los tres jefes estaban continuamente de ronda, alentando alos alicaídos, tratando de levantar el espíritu de la tropa, acción que a la vez era era unaeficaz aliada, para aventar el temor de los cercados por la negrura nocturna. Se permitió fumar todo lo que se quisiera, siempre y cuando se estuviera en lapso deguardia pasiva, recambiándose las mismas cada hora, tratando de ser en todo sentido, lomás positivo posible. A los heridos se los cuidaba con el mayor esmero, tratando de quelas bajas temperaturas reinantes no los afectaran. Se los mantenía abrigados al máximo y

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medicados lo mejor que permitían las circunstancias. Como ambos manifestaron sentirfrío en los pies por más mantas que tuvieran, se calentaron piedras en los fuegos, parauna vez obtenida la temperatura deseada - y envueltas en trozos de telas - introducirlas ensus respectivos catres de campaña, siendo al parecer una acertada medida al problema. Pasada la media noche el campo comenzó a moverse, debido a que se podían percibirsonidos extraños. Pasos furtivos como de cuerpos pesados y ronquidos, que era evidentepertenecían a fieras mayores. Comenzando personalmente a pensar seriamente sobre eltema del Yeti, ya que las bestias que nos rondaban evidenciaban una cierta inteligencia, yde lo que estaban seguros era que allí afuera transitaba más de una, calculando que po-dían ser dos o tres. Pero no atacaban de frente, como si esperaran una oportunidad,siendo la espera enervante y desgastante. En un momento dado un guardia disparó dosveces en rápida sucesión, manifestando haber detectado un bulto inmenso que se despla-zara dentro de su área de tiro. Y como las órdenes eran hacer fuego hacia cualquier cosasospechosa que se moviera, así lo hizo. Luego de los estruendos de las descargas y losfogonazos, sobrevino un silencio verdaderamente pegajoso y cruel. Y la maldita nieve cayendo. Espectáculo bello y agradable, cuando quien lo vive seencuentra en paz, en un sitio acogedor y confortable, lo que allí para nada ocurría. Laprecipitación no era demasiado fuerte como para llegar a entorpecer la visión, pero lostenía humedecidos en forma permanente molestando bastante, estando la mayoría tensos.Se percibía con facilidad el frío y el miedo a lo desconocido, si bien el término miedo talvez fuera demasiado recio. Pero algo nos pasaba debido a que no es sencillo sobreponer-se a lo que se desconoce. En lo personal ignoraba totalmente los resultados de una estam-pida de pánico, pensando - que de ocurrir - nos hubiera resultado fatal. Por lo tanto setenía que confiar en la integridad de los hombres. Fuera del perímetro iluminado del campamento y falto de la protección de nuestrasarmas, ningún ser humano tendría posibilidades contra el horror que se desplazaba porallí. Así lo comprendieron los tres al mando, tratando con la presencia y con la palabra,mitigar la enorme tensión reinante, a pesar que más de un estremecimiento era evidente yalgún castañeteo de dientes no estaba ausente. Lo último ¿sería por el intenso frío?. Lentamente llegó la madrugada. A eso de las cinco se distribuyó una ronda de bebidacaliente con galletas secas. Se estaba algo más optimista. La noche pasaba, los rugidoshabían cesado, y el día con su luz volvería a darles esperanzas. Los sentidos auditivos seencontraban agudizados al máximo, tratando cada cual de percibir la menor señal de unvehículo en el camino, si bien interiormente pensábamos que con semejante noche y laruta en estado imposible, era una verdadera temeridad arriesgarse por ella. Cualquierconductor sensato y prudente, estaría detenido esperando que aclarara y mejoraran lascondiciones climáticas. También se dedujo el riesgo en potencia que esas personas podrían correr, si debidoa las circunstancias tuvieran que enfrentarse con el peligro latente de los irracionales querondaban. Así que para nuestros adentros casi rogábamos que llegaran pero de día, donde

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se tendría oportunidad de cubrirlos, lo que se produciría en unas tres horas más, ya queamanecía tarde por la época. Es decir que no se dispondría de regular luz diurna hastapasadas las ocho horas y si despejaba. De todas maneras encapotado o no, con o sin nie-ve, el día era esperado con renovadas ansias,-

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VII - EL HORROR DE FRENTE

ero el destino había dispuesto otra cuestión. De inmediato atravesarían ciertosmomentos - que nadie podría dejar de recordar - aunque viviera otro ciento deaños. Minutos antes de las seis, el animal enorme o ser colosal que acechaba en

el exterior avanzó sobre nosotros en medio de la nevada y de tremendos gruñidos. Nosdaba la impresión de una legión de hombres de las cavernas en pleno y demencial ataque.Por momentos, aproximóse tanto, que se escuchaba claramente el entrechocar de suspoderosos dientes cuando cerraba las formidables mandíbulas, acompañado de un estru-endoso bufar, como si el mismo saliera de cientos de gargantas enronquecidas. En se-gundos todos los hombres en pie de combate. Los que poseían las armas en primeralínea, el resto con tizones bien encendidos al alcance de las manos, ya que se habíatomado la precaución de tener prendidos y cerca, largos troncos en las fogatas, debido aque parecía que era el resplandor del fuego lo que mantenía alejado al engendro que nosrondaba. Los lanza bengalas bien cerca, para ser utilizados como fuentes de luz o decalor contra el ser viviente que se acercaba. La doble intención era quemarlo de algunamanera para desconcentrarlo, rematándolo luego a tiros. Si bien todos los movimientosestaban supeditados a como se presentaran las cosas. La última orden impartida y por la experiencia recogida, era no disparar hasta estarseguro de ver el atacante y así poder tener un blanco cierto. De allí en más el fuego a cri-terio y discreción pero cuidando la munición, que si bien no les faltaba, no era por demásabundante. Si eran dos o más las fieras, se le arrojarían las ardientes y pesadas teas, haciadonde éstas se encontraran. Un poco para mayor luz y otro poco para amedrantarlas. Setenía la casi seguridad que esos palos de fuego viajando por los aires de la cerrada maña-na, confundirían por algunos momentos a los animales, permitiendo dispararles con unacierta mayor seguridad, o haciendo que pudiera fracasar el ataque. Como medida finalapelarían a las bengalas. El conjunto sabía que se estaban jugando la vida. Pero las tan mentadas bestias no aparecían. Sentíamos un pandemónium a nuestro al-rededor, pero por más que nos esforzáramos nada se podía ver, si bien el campamento seestremecía (algo parecido a un temblor de tierra) que hacía que la tensión fuera terrible.

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Nadie retrocedía un paso tratando de perforar con la vista las tinieblas, pero los ánimosestaban triturados, ya que luchar contra algo tangible y que se pueda observar es unacosa, pero contra un ignorado número de animales - que ninguno sabía realmente comoeran - hacía que el asunto cambiara; barajándose mil conjeturas dentro de una sensacióntremenda de impotencia y ahogo. ¿Era un humanoide?. ¿Un ser desconocido que veníahacia nosotros desde la bruma de los tiempos?. ¿Una criatura de otros mundos?. Pregun-tas y contestaciones que quedaban truncas. La respuesta se encontraba allí a pocos metros, decidiendo el destino que en brevesinstantes la conociéramos. En un momento electrizante, irreal y fantasmagórico, aparecióante nuestros atónitos ojos, un ser descomunal, que caminaba pesada y rápidamenteasentado en dos enormes patas. De tres a cuatro metros de altura, provisto de un par debrazos inmensos, largos y velludos, armados de filosas y semi curvas garras. Avanzó derepente en forma fulminante hacia uno de los soldados de la primera línea que le disparóal bulto. Pero segundos después estaba entre esos robustos miembros gritando y pata-leando a dos metros del suelo, cerca de una boca aterradoramente grande. De la que aso-maban fuertes colmillos puntiagudos acompañados de hileras de dientes escalofriantes. Nuestro jefe al ver el soldado en peligro - rotos todos los diques de la razón - avanzósobre la mole disparando su pistola automática hacia uno de los flancos de la gran masa,para no herir al hombre, cosa que podría haber ocurrido de hacerlo de frente, teniendo lamaniobra un éxito inesperado. Logró que fuera soltada la presa, pero recibió un fantásti-co cachetazo de derecha a izquierda que lo tomara a la altura de los hombros, haciéndolovolar varios metros como si fuera un paquete, pudiéndose verificar que quedara hecho unovillo en el piso sin evidente recuperación. Esa baja se presentaba en un momento crucialy cuando más se necesitaba de su experiencia, anulado por la fatalidad, más la angustiade saber si continuaba con vida. De mientras los acontecimientos se estaban desarrollan-do a la velocidad de un tren expreso. El sargento al observar la dantesca escena iluminada a media luz, por las llamas delos fuegos y los faroles, se agachó apresuradamente tomando en sus manos el fusil delagredido centinela que se quejaba fuertemente a pocos pasos. Recargó rápidamente elarma haciendo funcionar la palanca a velocidad sorprendente, y en un alarde de coraje,esperó a pie firme el ataque elevando la mira del máuser hacia la gigantesca cabeza cuyocuerpo casi tenía encima, ocurriendo lo relatado en fracciones de segundo. El conjunto de defensores seguía sus movimientos, como si todo se lo viera por inter-medio de una cámara cinematográfica operada en forma lenta. Realmente el espectáculoa la claridad predominante de los faroles y los intermitentes destellos de las llamas eraconmovedor, fascinante y sobrecogedor, impactando hasta las médulas. Sin mediar tiempo alguno disparó hacia la colosal bocaza de la inmensa bestia que noabandonaba el ataque a pesar de estar recibiendo intenso fuego cruzado de los demás fu-sileros. El pesado proyectil disparado por el sargento le impactó de lleno, incluso vimosvolar materia que supuse fuera parte de la masa encefálica del animal, ya que la bala con

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blindaje penetró por el paladar saliendo por el cerebro. Eso hizo que cortara su avance,girando unos 150 grados tratando de huir hacia un costado, regalando íntegramente sulomo. De inmediato le alojé tres de mis plomos en la base de la nuca, saliendo entoncesde nuestro reducido campo de luz. A continuación se pudo percibir - entre espantosos,agónicos y fuertes bramidos - una caída estrepitosa y aterradora. Se derrumbó levantandoun torbellino de sucia nieve del grueso colchón formado en el piso, que fuera visible enforma de nube, a pesar de lo escaso que estaba iluminado el sector. Por unos segundos pareció que el mundo se detenía en su andar cotidiano, inmerso enun aire enrarecido que afectaba nuestros sentidos. A pesar del frío el sudor era como unasegunda piel, sintiendo las manos agarrotadas en las empuñaduras de las armas. Por arri-ba se sentían heladas, por debajo - o sea en las palmas - completamente transpiradas. Elsargento nos volvió a la realidad ordenando no aflojar, siendo el momento de alerta totalpara toda la tropa. En instantes nomás se percibieron fragorosos y retumbantes sonidoscomo si avanzara una locomotora a vapor sobre nosotros. Viscosos y pesados pasos sesentían por doquier, dentro de un tumulto y un estruendo tan estrepitoso que mareaba,dificultando la concentración. Algunos dientes humanos castañeteaban, pero nadie cedióun ápice ni la línea se quebró. Seguramente todos y cada uno de los presentes percibía elgolpeteo sordo de su corazón, preanunciando la hora de la verdad. La que se les vinoencima, llegando en un alucinante como implacable aluvión.

La segunda criatura avanzó en cuatro patas a tremenda velocidad, lo que achicaba ydificultaba el blanco. Al enfrentarnos se elevó en dos, enfurecida y con la boca babeante.En ese momento una docena de teas ardientes llovieron del cielo y una bengala partióveloz hacia su cuerpo, desconcertando y quemando en parte al animal, ya que la dantescavista de esos maderos en llamas que venían de todas partes y el impacto recibido, le hizoperder parte de su forma y precisión en el ataque, lo que nos permitió reagruparnos. Detodas maneras repuesta de la sorpresa y del dolor, arremetió con increíble furia homicidatransformando el momento en algo alucinante. El sargento por estar mal parado y demasiado cerca de la atacante mole, recibió ungolpe espectacular resbalando en el enlodado piso - perdiendo pie - cayendo cerca peromalamente. Al punto y sin mediar orden alguna todas la bocas de fuego dispararon a lavez. Lo que contuvo y amainó en parte el avance del inmenso ser por un par de segundos,salvando al caído, que como pudo se arrastró hasta nosotros. Entonces y vaya a saberporqué, el bruto cuerpo se volteó de costado. Al momento desde tan corta distancia se lovolvió a fusilar desde ese flanco. Nada en la tierra - ningún ser vivo - puede resistir se-mejantes descargas sincronizadas que lo hicieron pedazos. Concretado todo dentro de unexcepcional panorama de lucidez, donde la valentía, la decisión, la intrepidez, y el cum-plimiento del deber se impusieron al lógico temor. El segundo monstruo pudo ser mejor observado al ser abatido. En su final siguió elmedio giro que empezara con los primeros disparos, derrumbándose como si cayera unañoso árbol, de a poco, lentamente. El cuerpo se fue inclinando y abandonando la preca-

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ria vertical que lo sostenía hasta que llegó al suelo, estimando que ya estaba muerto en elaire, cosa imposible de asegurar. La tropa a pie firme recargó esperando, debido a quenadie sabía si el horror había terminado totalmente, o si lo ocurrido era solamente unaparte del mismo drama, si bien alentaba el hecho de que ya nada se percibía. De todosmodos quedaron en medio de una tensa espera. Del primer animal al caer se escucharon grandes manotazos, fuertes golpes en la tie-rra nevada y algunos estertores. Del último nada, reinando un silencio casi quieto, quecontrarrestaba con los terribles momentos pasados instantes atrás; donde se viviera unconcierto de terroríficas visiones acompañadas con innegables fragores. Nos asaltaba lapesada sensación de tener entre nosotros y sus cuerpos, una transparente y voluminosalápida helada. Pero en conjunto supieron sobreponerse, percibiendo la rara sensación deestar aniquilados de frío por fuera y transpirados por dentro, con sudor que les bajabahasta las medias. Dentro del panorama que ya no se presentaba tan desalentador, apretadamente nosreunimos de nuevo en espera de alguna otra acometida. Al no verificarse movimientosextraños escalé un montículo cercano para atisbar el contorno de la mañana que avanza-ba. Como no tuve oportunidad de observar nada alarmante, ordené apresurar el auxiliode los heridos. Un par de hombres lo hizo con el suboficial y otros con el sargento, yaque el primero, que era el soldado atrapado por el atacante número uno, se las arreglósolo, llegando a la carpa que hacía las veces de enfermería, donde fuera atendido. Increí-blemente sus heridas eran menores y ninguna gravedad revestían. A todos nos pareció raro que el sargento no se incorporara cuando se arrastrara haciala línea defensiva. Ocurría que estaba algo herido, manando sangre por la boca y losoídos, presentando golpes por todo el cuerpo - probablemente debido al violento re-volcón - si bien al parecer no revestían mayor peligro. Un examen primario permitió ave-riguar que al caer de cabeza, se había dado la misma contra la parte metálica del fusilque empuñaba, lo que le produjera algunas contusiones por la fuerza del impacto. Lo másserio era que debido a la forma cruzada de su cuerpo al caer y con el recio golpe acusadose había torcido la pierna derecha que presentaba una fuerte hinchazón, acompañada degrandes moretones, que dificultaron sacarle la bota de esa extremidad. Igualmente intentóponerse de pie lo que le resultó imposible, por lo que colocado y bien arropado en un ca-tre, quedóse quieto mientras era curado de algunas heridas menores. Convenientemente atendido se fue reponiendo, pero por estar imposibilitado de cami-nar fue dando indicaciones desde la enfermería, tratando de mantenerse sereno antetantos problemas. La tropa en general estaba bien, exceptuando algunos golpes y quema-duras leves que se fueran produciendo en el fragor de la lucha. Felizmente nada serio. Lodel soldado herido también se presentaba dentro de lo manejable, manifestando en vozbaja que había nacido de nuevo, y la verdad que más de uno le daba la razón. Lo quehabía vivido este hombre, con respecto a su estado, era casi un milagro de difícil explica-

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ción. Con respecto a la salud del ayudante ya hablaremos con más detalle en el próximocapítulo.-

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VIII - RENACE LA ESPERANZA

ebemos decir en - honor de la verdad - que esperamos tensos, angustiados yatentos largos minutos. El sargento como quedara al mando me ordenó quecon dos de los mejores tiradores nos adelantáramos cautelosamente para ver

como estaban las cosas afuera, mientras hacía que se cubrieran nuestras espaldas con lasdemás armas. Seleccioné dos de los soldados que consideraba más seguros y templados,para concretar una tarea que ninguno sabía que nos podía deparar. Descolgamos uno delos faroles, le dimos máxima luz, y con dos de las mejores linternas nos alejamos paso apaso hacia lo desconocido. Apenas salidos y a primera vista, comprendimos que los dosseres que nos atacaran se encontraban sin vida. Elevamos la vista agradeciendo al cielopor ello, y que por ese entonces había dejado de nevar. De todas maneras y para aventar la menor duda, nos fuimos asegurando tocandodiversas partes de sus cuerpos con los caños de las armas, tomando los mayores recaudoscomo así infinitas precauciones, sabiendo - por haber sido testigos - de la fuerza enormede los dos yacentes. Pero el pleito por lo menos y por allí había concluido. Las dos fierassin la menor duda estaban definitivamente muertas. Sus corpachones estaban empezandoa perder el calor natural debido a la baja temperatura reinante. Sin casi darnos cuenta por lo agitado de los horrendos instantes vividos - que seme-jaran una eternidad - se había hecho bien de día y al parecer se estaba despejando. Enesos momentos como si fuera un sonido celestial, percibimos una fuerte y ronca bocina,la que sonaba insistentemente. Gracias a Dios alguien había visto - y captado - nuestroangustioso mensaje. Sin dilación alguna y con los dos hombre que tenía a mi lado avancéhacia el camino asumiendo directivas propias. Allí nos dimos con una agradable sorpre-sa, que atemperaba esa inolvidable noche, como así a nuestros agitados ánimos. Un grancamión cargado hasta el tope se dirigía a unas minas cercanas, y que al parecer se pusieraen movimiento cuando aflojara la noche y las inclemencias del tiempo. Estaba tripuladopor un conductor y un capataz, quienes - siguiendo estrictamente las instrucciones - delcartel colocado en el vallado a través de la ruta, esperaban atentos, precavidos y sentadosen una elevada y cerrada cabina.

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Al último se lo interiorizó sobre lo ocurrido, especialmente haciendo mención de losheridos. El hombre se puso a nuestra disposición, comunicando que podía conducir hastael próximo puesto militar a uno o dos de nuestros operadores, para que radiaran la nove-dad a la base. Pero que él de todas maneras llegado a su destino - que era la mina - losrecogería de vuelta con un vehículo más liviano y cerrado, ideal para conducir a los quenecesitaban atención médica, comprometiéndose a cargarlos, y desde allí acercarlos, alcentro asistencial más próximo. La verdad que ese capataz con su forma de ser y su hom-bría de bien nos reconfortó y devolvió la fe y las esperanzas, dentro del angustiante pano-rama que estábamos viviendo. Siempre a ese desinteresado colaborador le estaremoseternamente agradecidos debido al cumplimiento con amplitud de la palabra empeñada. Siguiendo sus consejos, dos de los muchachos, que al igual que todos los demás sediplomaran de hombre en una sola noche, se fueron llevando (uno de ellos) que era el o-perador de la radio, un parte que redactara y firmara el sargento, para ser comunicado ala superioridad, y otro más corto al jefe del grupo que nos ayudaría con su equipo. Unosolo - el que hacía las veces de custodio - estaba armado con la pistola cedida por el jefe,ya que por nada en el mundo quisimos disminuir más nuestro poder de fuego atentos acualquier eventualidad; pensando no correrían los dos hombres designados peligro enesas circunstancias, debido a que se montaron y acomodaron, si bien un poco apretados,dentro de la cabina del camión. Con órdenes expresas de no intentar por causa alguna, elenfrentarse a ninguna criatura similar a las abatidas y que pudiera estar vagando por lasserranías, suponiéndose que en el vehículo estarían relativamente seguros, aparte que losque viajaban estaban armados con un winchester 44 y una escopeta de grueso calibre,que si bien para el caso no eran armas lo suficientemente poderosas para enfrentar seme-jantes adversarios, por lo menos en caso de ataque servirían para disuadirlos y así poderretirarse del teatro de los hechos que podrían llegar a ocurrir. Se marcharon masticando unas barras de chocolate y galletas secas, ya que suscuerpos jóvenes necesitaban indispensable alimentación . Golosinas con las que obse-quiaron a los inesperados colabores. Ocurría que debido al tiempo transcurrido, la nochetan tensa y agitada - luego de aventado el peligro - los estómagos estaban realmente ne-cesitados de algo que los nutriera. Por fortuna la solución estaba allí y al alcance de lasmanos.

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Apenas el camión con su carga de esperanzas se perdiera en un nevado recodo delcamino cuidadosamente se levantó el vallado. Dejándolo en un costado del mismo, de-sandando el trecho que nos separaba del campamento, caminando prudentemente por elangosto sendero que nos regresaba al grupo, mientras se vigilaba atentamente los cerroscercanos; ya que si bien teníamos a dos criaturas anuladas, nadie nos aseguraba que no

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existieran algunas más agazapadas en las montañas vecinas en espera de una nueva opor-tunidad para atacar. En esas soledades existían numerosas cavernas, recovecos, cuevas, ylugares donde podían refugiarse sin temor de ser descubiertas, tornándose no muy senci-llo el poder detectarlas. Por lo tanto cualquier tipo de precaución, por extremada que fue-ra, resultaba necesaria. Se formó una fila de uno en fondo intercalando los tiradores, observando con lamayor atención los contornos. Preocupaba a la mayoría el saber donde habrían hechoesos animales su cubil. No se descartaba la posibilidad de que tal vez se descubriera algomacabro en él o en sus alrededores. Como por ejemplo algún cadáver a medio devorar,que podría ser - pensaban - de hombre o animal, debido a que la imaginación volaba. Na-da pasó en el corto y peligroso trayecto, que estaba convertido en un gran pantanal por lanieve y el agua caída, luego removida y pisoteada. El arribo se concretó sin problemas,llegando los seis extremadamente fatigados, por la noche en vela y lo agitado de la mis-ma. El informe con la novedad del camión ya se había enviado en oportunidad de interio-rizar al sargento sobre el mismo; cuando se recabaran el hacer los dos partes antes men-cionados, los dos soldados para ser enviados al puesto vecino, más un arma para uno deellos. Que como se manifestara era la que tenía asignada el jefe, el que imposibilitado es-taba de usarla debido a su estado. Seguidamente y a pesar del gran agotamiento general que se acusaba, nos dedicamosa una reorganización total del lugar y a la atención integral del único herido grave de lafatídica noche, quien fuera socorrido provisoriamente ante la velocidad de los aconteci-mientos. El ayudante según informaran los dos soldados enfermeros que le estaban aten-diendo, presentaba un cuadro complicado. Por lo menos tres de sus costillas estaban ro-tas, y en el hombro - en la parte precisa donde recibiera el soberano chirlo - se podía ob-servar una gran contusión, con serio riesgo de tener fracturada la clavícula. Zona despro-porcionadamente edematosa, con pérdida casi total de la movilidad del brazo. Se encon-traba consciente pero tan dolorido, magullado y maltrecho, que delegó el mando en elsargento y a mí automáticamente me asignó el lugar de éste, cosa ya real en la práctica.La dificultad principal que se presentaba, era que el sargento también estaba postrado enun catre, golpeado y con heridas - si bien no graves - pero suficientemente serias comopara inhabilitarlo para el desarrollo de sus tareas. Mientras se intentaba reanimarlos y atenderlos con los elementos disponibles, el cam-mento era un hervidero de actividad interna. Cada uno de los que no acusaban molestiaso lesiones que debieran atenderse, olvidando el cansancio y las penurias pasadas, tratabade dar lo mejor de sí sin pensar en sí. Con lo que se fuera logrando un cuadro alentador yun regreso a la normalidad. Al suboficial herido los enfermeros le suministraron fuertes calmantes, le sujetaroncon vendas elásticas las partes afectadas para evitar todo movimiento innecesario, siendobien arropado; tratando de que estuviera y se sintiera cómodo dentro de lo posible, y has-ta que llegara o fuera conducido a un auxilio médico especializado, que se estimaba de-

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moraría varias horas en concretarse por la lógica del lugar y de los hechos. Con respectoal soldado que fuera levantado en vilo por el brutal abrazo de la bestia, y que potencial-mente estuvo más cerca de la muerte que el resto, milagrosamente solo recibió un fuerteapretón que le produjera pocas y pequeñas lesiones sin mayor importancia; las que setrataron superficialmente con excepción de una desgarradura en el costado derecho de untamaño aproximado a los 10 centímetros, que si bien no grave tuvo que ser suturada. Delo que se reponía más lentamente era del soberano susto, comentando que aún le durabala sensación de impotencia de esos momentos. El sargento recluido en un catre por nopoder caminar, se reponía del percance. Mostrándose lúcido y enérgico dentro de las cir-cunstancias que se estaban viviendo. Con respecto a los dos heridos anteriores, su situa-ción se mantenía estable. En el reordenamiento del sitio trabajó todo el personal, sin para nada disminuir lasguardias que continuaban en máxima alerta, atentas a cualquier evento imprevisto. Se de-sayunó por tandas y se sortearon los que descansarían por turnos, dándose prioridad a losque presentaban pequeñas quemaduras, golpes o magulladuras. Detalles leves que unavez atendidos permitieron descabezar algunos sueños que les eran tan necesarios. Lapsoscortos de descanso muy bien aprovechados. Dentro del panorama mencionado alentaba que el tiempo fuera mejorando en formapaulatina, comenzando a media mañana un pálido sol que con el correr de las horas fueraganando en intensidad y fuerza, reflejándose en millones de puntitos luminosos que de-volvía la nieve, la que disponía su luz en la diversidad de colores del arco iris. El espec-táculo hacia el Nordeste se presentaba tan bello con el astro rey remontando entre lasmontañas, que resultaba un placer contemplarlo. Pero volviendo la mirada hacia el Oestela visión cambiaba totalmente, donde se apreciaba un gran revoltijo de sangre, barro, nie-ve pisoteada, agua desparramada y piedras diseminadas por doquier. Aparte de los dosdescomunales cuerpos sin vida de las criaturas que nos atacaran, las que por su gran ta-maño se estaban enfriando pausadamente. El conjunto de hombres demostraba estar másque alegre; no era para menos, la diáfana claridad diurna estaba aventando una larga no-che de verdadera pesadilla. Ordenadamente - se aventuraron corridas - de inspección. Primeramente en los alre-dedores inmediatos, para luego desplegarse hasta 300 o 400 metros en la redonda. Unavez asegurados que los agresores eran los dos eliminados, ya que nada se descubriera alrespecto que indicara lo contrario, nos acercamos a los cadáveres para observarlos conmayor atención. Sobre el terreno se comprendió perfectamente la causa de que el soldadoprimeramente atacado y herido, mencionara varias veces el término Yeti. Los cuerpos pertenecían a dos ejemplares adultos - tremendamente desarrollados - deosos color pardo claro, que al estar erguidos, algo cubiertos de nieve, y en la oscuridadreinante, o sea cuando el soldado Rodriguero viera al primero, mucho se parecían a lasdescripciones del, llamado Hombre de las nieves. Por nuestra parte, seguramente al estar

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influenciados por esa versión y debido a que en ningún momento durante los ataques selos pudiera observar en detalle, estábamos confundidos al respecto. Cuando personas entendidas (arribaron con la partida de rescate dos hombres deciencia) los examinaron, primeramente en el lugar donde cayeran, debido a que fueranluego debidamente transportados para estudios más profundos; llegaron a la segura con-clusión de que eran una rara mezcla de oso pardo (Ursus arctos) y oso de las cavernas(Ursus spelaeus), especie esa ya extinguida según lo que se sabe. Los resultados de esostrabajos fueron realmente apasionantes, teniendo la fortuna de haber podido tomar notasde los mismos. Con respecto al segundo de los nombrados, sus últimos rastros - en formade huesos y dientes - fueron encontrados por un médico, el doctor P. J. Hayn, en ciertasescondidas como inaccesibles cavernas de los Montes Cárpatos hacia el año 1673, siendoesos restos al principio confundidos, por creencias populares de ese entonces, con los deun dragón. Lo que posteriormente fuera descartado. Ese animal más conocido como osode las cavernas, era el mayor de los carnívoros existentes en remotos tiempos en el Con-tinente Europeo, úrsido propio de la época glacial, donde sus dimensiones gigantescascausaban espanto. Al parecer su dieta era variada, en la cual se incluían ciertos vegetales,miel y frutas, desconociéndose a fondo cual era su grado de agresividad y si atacaba alser humano, pero sabiéndose que ningún animal de su tiempo, podía comparársele enlongitud, mole y fuerza. Lo que indudablemente acentuaba el misterio. Los dos ejemplares que se tenían a la vista poseían un tronco poderoso, sostenido porpatas gruesas de largo mediano, manos y pies cortos (proporcionalmente), a la magnitudde su tamaño, con dedos provisto de largas, desarrolladas y afiladas uñas curvas; las queseguramente la criatura utilizaba como formidables armas defensivas y ofensivas. Cuellocon base y remate ancho, cabeza amplia, cráneo robusto, hocico semi alargado y media-namente cónico, terminado en punta roma. Orejas y ojos pequeños - los que a todos nos parecieron enormes, debido a que bri-llaban intensamente en la oscuridad - siendo esas comparaciones en base al tamaño delanimal, estando estos oblicuamente dispuestos y con pupilas circulares. Cola corta, pelode longitud media muy denso y áspero. En el hocico esos pelos tenían la particularidadde ser más cortos y de color negro. El tamaño sobrepasaba holgadamente los tres metrossin contar la cola, con un peso que probablemente rondara la media tonelada, siendo layunta compuesta por un macho y una hembra. Entre ambos existían pequeñas diferenciasen sus tonalidades pardas, siendo asimismo diferentes en tamaño y peso, pero sinexagerar. Al verlos allí tendidos - se comprendía - que ningún ser humano solo, podía decerca enfrentarlos, ni aún conveniente armado, ya que sus fuerzas y peso, hacían pensarque si bien un disparo de gran calibre podía abatirlo, le quedaría suficiente resto paradeshacer entre sus brazos y garras al presunto y ocasional adversario. Solamente, uncazador profesional con experiencia y armamento adecuado tendría posibilidades. El estudio detallado a que fueran sometidos, demostró sin lugar a dudas el motivo desus punzantes embestidas, ferocidad y rencor hacia los hombres. El macho - que fuera el

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primero en sucumbir - el que asimismo atacara al solitario centinela, dando comienzo a laseguidilla de violentas acometidas, tenía en el lomo o espalda, un largo trozo de estacaquebrada, que bien podría haber sido el extremos cortante de una lanza de madera, con laparte correspondiente al filo profundamente incrustada. Era una terrorífica herida que asimple vista se presentaba completamente infectada, cubierta en todo su alrededor pormateria en descomposición. Evidentemente la misma databa de largo tiempo, lo que se-guramente causaría al animal intensos dolores, que lo llevaran a una cruel brutalidad,agresividad y ensañamiento. Por su parte la hembra presentaba una pesada bala de fusil de caza introducida mediode costado, incrustada en ángulo en el anca izquierda, evidentemente gangrenada cuyaputrefacción era bien visible. Seguramente algún cazador le disparara a la distancia en unimpacto ya débil, o tal vez un rebote sin mayores efectos momentáneos, pero que pasadoel tiempo martirizara al animal. Asimismo sus cuerpos y lesiones estaban cubiertos deparásitos, a lo que se sumaban infinidad de golpes, peladuras, laceraciones, tajos y pe-queñas heridas - producidas seguramente en el transcurso de sus últimas correrías - y eltener que desenvolverse entre los roquedales de la zona. Es de suponer que con ese conjunto de traumatismos, la pareja de osos debían estarcontinuamente afiebradas y locas de dolor. Además podían estar hambrientas, ya que consemejantes cuerpos, la cantidad de alimento para subsistir debía ser considerable. Locierto es que fuimos su foco de ataque por una gran cantidad de horas, que a los inte-grantes del escuadrón se les antojó una eternidad. Los embates encadenados que soporta-ra la totalidad del grupo, por momentos casi logra desorganizarlo. Continuando la investigación sobre los cuerpos abatidos, se pudo verificar que el ma-cho tenía volada una parte de la cabeza, además de otras serias heridas que le produjeranlos proyectiles disparados en las tres oportunidades que nos enfrentara, mientras que sucompañera se encontraba realmente acribillada, por el frente y sobre su costado derecho.Los impactos del máuser 7,65 y de las pistolas calibre 45, producen grandes daños a uncuerpo vivo, más a esas cortas distancias, que en algunos casos fueran bien reducidas. Severificó sin dudas, que las lesiones antiguas y las más recientes eran perfectamente in-dentificables, por lo que se podía precisar al respecto. Los cadáveres presentaban innumerables quemaduras, ninguna seria, con excepciónde la que produjera una bengala, lo que demostraba el acierto de usarlas, más la punteríalograda con las teas encendidas enviadas por los aires y que sirvieran en la defensa, yaque al descontrolar y desorientar a las bestias, lograron que se perdiera cierta eficacia yprecisión en los ataques. Seguramente al sentir que se abrasaban sus pelos y carnes porefectos de las llamas y puntas incandescentes de esos oportunos palos voladores, necesa-riamente el desconcierto tendió a favorecer a los defensores. Nadie podía ni siquiera ima-ginar el daño que podrían haber producido, si debido al ímpetu de sus arremetidas y rotaslas líneas de defensa, llegaran hasta el centro del campamento, donde estaban tendidaslas carpas; debido a que en el amontonamiento y estando tan cerca de los hombres, la

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defensa seguramente se hubiera tornado necesariamente más difícil - tal vez imposible -ya que a corta distancia la ventaja, era total y completa para los atacantes. Afortuna-damente fueron abatidos, si bien cerca, pero antes de llegar, con escasas bajas tomandoen cuenta la magnitud y celeridad de las embestidas.-

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IX - HACIA EL AUXILIO MÉDICODETALLES FINALES Y REGRESO

a mañana pasó rápidamente, encontrando un pelotón en el transcurso del día,el refugio de las dos grandes bestias, donde solamente se descubrieron restosde animales medianos y pequeños, sin rastros de humanos. Estaba ubicado a

una distancia calculada entre 400 y 500 metros del acantonamiento, lo que explicaba bas-tante, que en la quietud del paraje se percibieran todo tipo de sonidos, con distintos volú-menes antes de enfrentarnos - excluido el primero - cuando fuera atacado en silencio y enforma feroz el centinela. Como el cubil se encontraba dentro de una caverna en una me-diana y oculta elevación del reducido conjunto circundante, nuestra base y por su lumi-nosidad, era un faro perfectamente visible cuando reinaba la oscuridad. Es decir estába-mos bien visualizados y permanentemente vigilados, durante el día y la noche - si nonevaba - por los animales que suponíamos de potente vista. Además el aroma de las co-midas que se elaboraban, los deben haber puesto más que ansiosos a ese respecto.

A media tarde regresó el capataz de la mina con nuestra pequeña embajada de doshombres, a bordo de un camión liviano provisto de cerrada capota. En el mismo y conlos mayores cuidados se acomodaron a los heridos, que fueran delicadamente transporta-dos desde las carpas al camino, sobre camillas con mantas que bien les abrigaban. Lossoldados que volvieran, comunicaron que el parte enviado estaba en poder del jefe delescuadrón más cercano y que el mismo había sido radiado a la superioridad, describiendola situación con los mayores detalles, recibiendo la correspondiente contestación. La quefuera portada por escrito y entregada como correspondía al sargento, que para ampliar ymejorar la información tuvo un aparte con ellos. El citado pensaba no viajar soportando sus molestias y heridas en el campamento, pe-ro un agravamiento en el estado de su pierna le obligó a partir hacia el auxilio médico, loque se concretara en compañía de cuatro soldados que no estaban lesionados, pero queemocionalmente estaban deshechos. Por lo tanto me dejó a cargo del puesto y del perso-

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nal restante. El vehículo con su carga doliente partió al anochecer, ya que se demoró bas-tante por el traslado a su bordo de los que viajarían; aparte que se tuvo que improvisarcon mantas y colchones unas simples camas, para que pudieran ubicarse los heridos conun mínimo de comodidades, especialmente los más afectados. Entonces se pudo observarque la medida era más que urgente. A pesar de los desvelos y atenciones, se podía cons-tatar un desmejoramiento en general como si empeoraran. Por lo tanto la atención médicay como único recurso, estaba en ese oportuno camión. El último en trepar a la caja delmismo fue uno de los soldados enfermeros para que los fuera cuidando y atendiendo, yaque se había decidido que su otro compañero continuara en el puesto. Perdida las luces traseras en una de las tantas vueltas del camino, volvimos hacianuestro sitio a refugiarnos del frío que nuevamente comenzaba por hacerse sentir. Per-noctamos al abrigo, pensando que al día siguiente nos recogería el servicio de transporte;aclarando que la misión de búsqueda de la máquina accidentada, había sido por nosotrosabandonada debido al imperio de las circunstancias, y como estábamos incomunicadosradialmente nada se sabía al respecto, pero por lo que dijeran los soldados que fueran alotro grupo, la misma continuaba en forma intensa, debido a la falta de novedades sobreel particular. El jefe de ese escuadrón supo enviar algunos elementos que pensó serían dealguna utilidad en la emergencia. Asimismo ya teníamos el generoso ofrecimiento de otrocamionero - que pasara luego por el lugar - quien adecuándose a lo que había acontecido,se ofreció a prestar todo tipo de ayuda. Las guardias se mantuvieron reforzadas atentas a cualquier imprevisto, cenando latropa en horas tempranas, para permitir dentro de lo posible un mejor descanso, y nosacostamos menos los centinelas. A los que diera orden de que me llamaran cada dos ho-ras para dar una recorrida, y ante cualquier novedad lo informaran de inmediato. Nuestro sueño fue realmente de troncos. El cansancio era tal que los hombres en vezde dormir parecían dopados. Pero el puesto se mantuvo vigilante y alerta, descansando lagente por controlados turnos. Personalmente y a pesar de las llamadas cada dos horas pa-ra la ronda, logré reponerme bastante. El tiempo con una noche clara y sumamente fríamostraba evidentes signos de haber mejorado, presagiando una jornada buena para el díasiguiente, si bien y por lógica con bajas temperaturas, pero soleado, límpido, sin viento ysin nieve, que tanto dificultaba. Con la tropa las consignas fueron de razonable cumpli-miento, lo que permitió a la misma llegar a la mañana completamente lúcida, renovada, ycon una envidiable presencia de ánimo. La diana para levantarnos fue temprana. Luego del desayuno se comenzó a desmante-lar el acantonamiento, sabedores que a la brevedad seríamos recogidos por el transporte,y que de acuerdo al cronograma antes establecido no debería tardar; desconociendo si semontaría en el mismo sitio la base para otro escuadrón en reemplazo del nuestro tan dis-minuido, dejándose el lugar limpio, en orden como así correctamente acondicionado. Setenía todo prácticamente listo, cuando llegó un Chevrolet Canadiense, acompañado deuna camioneta doble cabina, a eso de las nueve de la mañana y al mando de un teniente.

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Al verlo, formé apresuradamente la menguada tropa y la presenté. El oficial con finadelicadeza solicitó permiso para ingresar al campamento. Esto a un dragoneante, pero asíocurrió. Concedido el mismo con gran cortesía presentó a dos personas, que resultaronser dos eminentes hombres de ciencia (por los cuales nos fuimos enterando de numerososdetalles interesantes ya mencionados) y dos periodistas acreditados por la Fuerza Aérea.Los últimos sin dejar casi respirar efectuaron una y mil preguntas al respecto, sacandofotos a granel, interrogando a todos y a cada uno, mientras tomaban nota de lo que lesinteresaba. Su avidez por fotografiar a los dos enormes animales caídos - especialmentesus cabezotas - resultó patética, asemejándose a dos incansables y molestos tábanos. Seles suministró información, debido a que estaban autorizados según sus documentacio-nes, lo que fuera confirmado por el teniente antes citado. Recorrieron el perímetro del asentamiento, los alrededores, el cubil de las fieras, elpuesto de guardia, el senderito que se utilizara para llegar al mismo, y el otro trajinadopor nuestro calzado, las huellas de los animales y los vestigios de los enfrentamientos.Las manchas de sangre, el camino con su vallado y los numerosos sitios ocupadosdurante la dura operación. En una palabra no dejaron lugar sin verificar y revolver.Mientras los dos científicos medían las criaturas, las estudiaban y comparaban, tomandofotografías con anotaciones de todo lo que pudiera interesarles. El sargento seguramente en su informe nos supo elogiar, ya que la deferencia con quese nos trataba era impecable y llamativa. El teniente informó del estado de los heridos enforma superficial prometiendo luego extenderse, si bien comunicó que estaban mejoran-do y fuera de peligro. Al citado en un aparte le comuniqué verbalmente y a grandes ras-gos lo ocurrido; quien me recordó que debía hacerlo por escrito apenas volviera a la basetratando de retener mentalmente lo máximo posible con los pormenores más precisos,demostrando realmente un gran interés en todo lo relacionado con los ataques a que nossometieran las bestias muertas, incluyendo nuestra defensa. Cuando tuvo oportunidad deacercarse a la fieras abatidas, felicitó a todos por el comportamiento y valor demostrado. Viajaron asimismo - llegaron tres camiones en cortos intervalos de tiempo - variosempleados de maestranza que construyeron con materiales por ellos traídos, dos artefac-tos parecidos a un trineo de esos usados comúnmente en regiones extremadamente frías,para movilizar bultos de gran tamaño y peso. En ellos depositaron los cadáveres de lososos que se encontraban por entonces parcialmente congelados, maniobrando así conalgo más de libertad, para lo cual agrandaron el sendero hacia el camino. Los animales fueron levantados hasta la base de cada trineo con un aparejo, como losque utilizan los mecánicos para elevar pesados motores. Realmente se habían presenta-dos bien provistos, con personal idóneo y en cantidad, lo que permitió una labor rápida yeficiente. Con seguridad el sargento en su informe, debe haber comunicado todo lo refe-rente abundando en detalles. Que contribuyeron en el éxito de esa parte de la delicadamisión, permitiendo ganar un tiempo precioso.

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Una vez colocadas las grandes moles en los robustos trineos, fueron arrastrados apulso por el ampliado sendero hasta llegar al camino. Donde nuevamente la pequeñagrúa - que era portátil - los elevó hasta la altura necesaria de cada uno de los camiones,con los trineos incluidos. Haciendo asentar los patines de ellos en el piso de la caja delvehículo que le tocara, donde quedaron debidamente acondicionados y asegurados sinmayores problemas. Realmente fue una labor de profesionales por seguridad y precisión,en el manejo de grandes pesos; que si no fuera por las previsiones tomadas por ese perso-nal, sinceramente no se como se las habrían arreglado para sacar de lugar tan incómodo,a las pesadas y abultadas criaturas, teniendo que vencer un terreno difícil con pendientedesfavorable, casi pantanoso, y a un par de cientos de metros largos del camino. Mientras tanto se redactó un acta por intermedio del teniente, donde se trató de rese-ñar lo ocurrido, siguiendo fielmente el curso de los acontecimientos. Ese documento,donde opinó libremente toda la tropa presente, más los tres informes que se presentarían;el del jefe, el del sargento y el mío, incluida una muy exacta, minuciosa como responsa-ble información científica, serviría para amalgamar - con un perfecto conocimiento - delos hechos, lo actuado por cada hombre, sus responsabilidades y demás detalles anexos. Los cocineros - tanto los nuestros como los que viajaran con los recién llegados - ycomo si estuvieran festejando, nos regalaron un excelente menú. Consistente en polentacon salsa y milanesas acompañadas con puré. De postre fruta de estación y como bebida,grandes jarros de café o mate cocido según el gusto de cada uno. Comida que vino deperlas ya que en ese lugar abierto, las tareas, y el aire frío, despertaban un apetito delobo. Era domingo. Sin darnos cuenta hacía una semana que estábamos en campaña.Nuestros uniformes verde oliva, que tan impecablemente llegaran, volvían hechos unacalamidad de sucios y rotos, siendo ello un poco el precio de la aventura. Una vez que estuvo todo correctamente distribuido y ubicado en los automotores co-mo verificado hasta el último detalle, el oficial que ostentaba el mando, ordenó subir abordo de los vehículos para partir sin más trámites a nuestro destino final, que era la Es-cuela de Aviación Militar. Personalmente y cuando todos estaban en sus sitios, solicitéun minuto para despedirme del lugar a solas. Comprensivamente el joven teniente lo concedió, tendiéndome como muestra deafecto un paquete de cigarrillos rubios. Mientras aspiraba con deleite el humo del tabaco,recorrí un poco caminando y otro poco con la mirada, el lugar que tantos sinsabores noscausara. Allí 22 hombres se mancomunaron y hermanaron para siempre, debido a que elpeligro une. Donde algunos fueron heridos, otros golpeados, y los restantes jaqueadospor una situación realmente inverosímil, que puso en peligro la vida de todos.

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Recogí un pedacito de leña del apagado fuego que guardé cuidadosamente, y en esemomento me asaltó la idea, adecuándose a mis sentimientos, de escribir - algún día - sinlugar ni tiempo, la odisea de la pasada aventura como un relato sin mayores pretensiones.Hubo pánico, dolor, aprensión, terror. Pero también bravura, compañerismo, entrega ycoraje. Donde cada hombre se transformó en un engranaje maestro, dentro de una fuertemáquina sin fallas. Ni una queja, ningún lamento, ni un renuncie, donde todos se supie-ron comportar admirablemente. Me demoré, bastante más del tiempo concedido, peronadie me apresuró en lo más mínimo; y mirando al cielo di gracias a Dios, que con su in-finita bondad nos permitiera regresar a salvo. Finalizado mi acercamiento espiritual re-gresé al paso vivo, abordando la cabina del camión donde estaban acomodados en la cajatodos mis compañeros, que seguramente me supieron comprender. En un alto que se hiciera durante el recorrido para estirar las piernas, el teniente secomunicó con la base dando la hora aproximada de arribo. De la misma le informaronque hacía poco tiempo la máquina perdida y accidentada había sido encontrada, con cua-tro muertos y cinco heridos, dos de ellos de cierta gravedad y los otros tres con fracturasen las extremidades inferiores, pero todos con posibilidades de recuperación. Que debidoa esas circunstancias no pudieron caminar para solicitar algún tipo de auxilio. Parece ser que la máquina de fabricación británica tuvo una falla en el sistema dealimentación, debiendo intentar un aterrizaje forzoso, en un lugar relativamente accesibledentro de la amplia zona montañosa. Lamentablemente, el suelo estaba regado con rocassueltas que transformaron la maniobra en un desastre. En la agonía del momento no pu-dieron radiar la posición, cosa imposible después, por el deterioro ocurrido en el aparatoal impactar con el irregular suelo de las serranías. Luego pudimos enterarnos que el avión bimotor con toda su carga había quedadoprácticamente oculto en un profundo barranco, que parecía cortado a pico, y se les inter-pusiera en el desesperado arrastre sin tren de aterrizaje, ya que el piloto intentó salvarhombres y máquina, tratando de tocar tierra de panza. Probablemente por esa circunstan-cia y por estar alejado de donde se lo suponía y con su gente imposibilitada, no lo detec-taron los intensos y prolijos rastrillajes aéreos, que se supo fueron numerosos. Perfecta-mente planificados, impecablemente ejecutados y a conciencia llevados a cabo. El lugar de la caída se precisó a 22 kilómetros al Nordeste de una pequeña localidadllamada La Candelaria, descubriéndolo el escuadrón número siete, que le prestó como es-taba previsto, auxilio inmediato. Esa maniobra permitió - seguramente - recuperar variasvidas, ya que sin esa oportuna ayuda, la misma podría haber llegado demasiado tarde. De toda esa increíble, extraña, peligrosa y apasionante historia, que fuera asimismoextraordinaria aventura, quedaba y quedó, una incógnita colosal. ¿De donde vinieron ocual era la procedencia, de esos dos formidables y fieros carnívoros que por poco nosdestrozan?. Se arriesgaron por supuesto variadas como interesantes alternativas; algunasde las cuales podrían haber tenido un válido asidero, cuya elección dejo a consideracióndel lector, el que seguramente sabrá analizarlas.

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Se mencionó que por un misterio de la naturaleza se produjo la cruza de un animal dela actualidad, con otro extinguido hace tal vez milenios. Que de haber ocurrido, pudieronescapar de algún zoológico que los retuviera, y que por temor de ser amonestados - losque lo conocieron - y que de alguna manera eran responsables, lo supieron callar.También se pensó que de pequeños alguien, tal vez en forma imprudente y transitoria, lostuviera como mascotas, y en un momento dado desaparecieron sin haber llegado a seradultos. Esa o esas personas comprometidas, de entrada no le dieron al caso una mayorimportancia, por desconocer de que clase animal se trataba, a pesar que el hecho en síentrañaba un cierto riesgo. Un peligro latente difícil de precisar, con una responsabilidadde sus potenciales dueños o cuidadores, casi criminal. Se consideró también de un probable extravío en la América del Norte - donde po-drían existir algunos ejemplares más, en zonas alejadas y desoladas - que derivaran alazar por años y años hacia el Sur del Continente, transitando por territorios consideradosinhóspitos. Pero ¿como sobrevivieron?. Son bestias que normalmente consumen grandescantidades de alimentos, si bien su dieta puede ser no solo carnívora sino variada. Lo queharía más sencillo y soportable el obtenerlos según sus necesidades. Algunos científicos de elevados conocimientos que abordaran el tema, opinaron queen la zona donde se desarrollaran los hechos, podrían haberse mantenido sin mayoresproblemas con pescado, debido a que el río Yuspe en la alta montaña es muy rico en tru-chas. Que mataran de vez en cuando algún ganado menor, muertes que podrían atribuirsea otros depredadores zonales, o en su defecto comieran animales silvestres, más algunosescasos vegetales que se dan por allí. ¿Pero en todo ese largo tiempo nadie los detectó?.No olvidar que un adulto de ese tipo de especie necesita numerosos años para desarro-llarse. ¿Y las heridas?. Alguna persona en algún lugar y tiempo los atacó con lanzas y ba-las de grueso calibre, sin informar nunca a las autoridades - posiblemente para evitarsecomplicadas explicaciones -. ¿Era la primera vez que atacaban seres humanos?. ¿Esosataques fueron efectuados por hambre, o por rencor?. También comentaban que podríadarse el caso de algún individuo que los cruzara utilizando técnicas modernas, y que unavez lograda, la situación le explotara en la cara y se le fuera de las manos, sacándoselosde encima en forma secreta. Lo que podría haber ocurrido en cualquier parte sin pensaren lejanías. En fin, el misterio era total. Al regresar al cuartel comprobaron con enorme alegría que los heridos estaban evolu-cionando favorablemente, lo que llevara tranquilidad al conjunto. Posteriormente el per-sonal fue felicitado y recompensado con licencias extras, estimando que los integrantesdel grupo - en su totalidad - se sintieron ampliamente satisfechos por el deber cumplidoen esa gran aventura que nunca fuera programada. Lo demás haciendo mía una frase deun conocido que siempre la tiene a flor de labios y la pronuncia constantemente, me restasolamente decir que eso es otra historia.-

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F I N

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Í N D I C E

Capítulo I Intensos preparativos............... Página 70

Capítulo II Viaje y zona................................ Página 74

Capítulo III A campo traviesa....................... Página 80

Capítulo IV Terrible sorpresa........................ Página 84

Capítulo V Emergencia................................. Página 88

Capítulo VI Segundo ataque.......................... Página 94

Capítulo VII El horror de frente..................... Página 98

Capítulo VIII Renace la esperanza.................. Página 102

Capítulo IX Hacia el auxilio médico. Deta- lles finales y regreso.................. Página 108

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L AINUNDACIÓN

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I - UNA SALIDA MAS

omenzaba un bochornoso y cálido verano en el Litoral argentino, de finales dela década del ´40. Húmedo lluvioso, con miríadas de molestos mosquitos. Quese sumaban a los innumerables inconvenientes que traen aparejados los gran-

des calores. Los días con un sol de fuego, con noches apenas tolerables, hacían a nodudarlo, que la gente buscara afanosamente el respiro de un chapuzón en aguas del ríoParaná, sus numerosos comunicadores y afluentes, o alguna que otra pileta de natación. Es que las fuertes y seguidas temperaturas se hacían realmente insoportables. El mesde diciembre comenzaba a tomar cuerpo en la Argentina. Es el estío con el astro rey queabofetea sin la menor piedad al caminante, convirtiéndolo de hecho, en un simple comoperfecto mecanismo de horno ambulante. A pesar de eso, un grupito de cinco unidos y buenos camaradas se aprestaban a salir,en un largo y oportuno fin de semana. Conseguido en base a la acumulación de horasextras sin salario adicional de tres de ellos, en la moderna empresa donde trabajaban.Una vez al mes - normalmente - planificaban una salida sin importar la época del año. Aveces concretaban solamente lo relacionado sobre un día al aire libre. Y en otras, cuandodisponían de una fracción de tiempo mayor, cazaban y pescaban. Mayormente el mecanismo era el siguiente. Uno de ellos - por riguroso y respetadoturno - salía el viernes o el sábado en horas tempranas de la mañana hacia los lugares quefrecuentaban, teniendo como misión elegir el mejor sitio, preparando el tan necesariocampamento con lo poco que portaba. Pasado el mediodía debería encender buena fogatade la que debía desprenderse intenso humo (que lograba agregando ramas y hojas verdesa las brasas encendidas), para que sus compañeros que salían de sus trabajos a las ochohoras, debido a que la fábrica trabajaba en tres turnos corridos, pudieran localizarlo. Losque se acercaban al lugar portando sus cosas y el resto del equipo faltante, pero hacíanprimeramente contacto con dos de los integrantes, que vivían en una renombrada villabalnearia que les quedaba de paso. Se lograba el que hacía la punta, rotando los horarios,y con la buena voluntad de los propietarios de la firma empleadora, que lo permitían sinofrecer trabas o problemas, lo que sin duda facilitaba las cosas. Las zonas utilizadas eran ampliamente conocidas por todos desde niños, y antes desalir el primero, se dejaba aclarado aproximadamente la ubicación del lugar - donde sereunirían - que luego los otros que portaban el grueso de los elementos se encargaban delocalizar. El que salía más temprano, si era posible de madrugada, tenía la obligación deesperarlos con el almuerzo listo. Si se hacía camping, normalmente era un asado a lasbrasas; pero si el plan era el otro, con caza y pesca, el puntero debía de alguna maneraprocurar los alimentos que brindaba la naturaleza. Y no había excusa posible. Era sí o sí.

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El plan por años había funcionado bien. Los lugares elegidos, por su cercanía, eranfácilmente accesibles a pie o en bicicleta, estando ubicados apenas al Norte de la ciudadde Santa Fe, Argentina. Donde la franja de tierra, que sería la costa, se recuesta sobre lasaguas del Paraná o El río grande, representada en esa zona por la inmensa masa de aguaconocida como Laguna Setúbal, formando en sus riberas y alrededores, enormes esterosy bañados, siempre ricos en aventuras. Con su bella naturaleza agreste y ríspida. Como los terrenos al Oeste de esa extensa franja son bajos, cuando el río está en sunivel normal, son regulares campos aprovechados generalmente para algo de pastoreo olugar de recogimiento del ganado. Pero cuando el Paraná crece y rebalsa el dique naturalde contención de la mencionada lonja de tierra y arena, los mismo se anegan total oparcialmente, con profundidades que van desde los veinte centímetros a casi dos metros,por lo que quedan prácticamente inútiles y no laborables. En la oportunidad y debido a que los que trabajaban en la fábrica mencionada teníanfranco desde el día viernes, la salida se concretó en masa, sin el hombre de punta. Solíanreunirse en casa de uno de ellos de nombre Silvio que vivía en la villa ya citada, famosapor sus extensas y suaves playas de finas arenas, denominada Guadalupe - por la Virgendel lugar y su correspondiente como renombrada basílica -. Era el que estaba más cerca yde paso, por los caminos hacia los lugares elegidos. En cada partida y desde el día ante-rior, se almacenaban en el citado domicilio, los elementos indispensables y necesarios alrespecto. Que variaban de un día y medio, a tres como máximo, si bien en las vacacionesanuales era posible que el lapso se ampliara. El equipo portado era sencillísimo. Lo personal, alguna que otra arma -a munición -para cazar patos u otros volátiles comestibles, aparejos de pesca, sartén, pava, parrilla(no siempre), mate con bombilla, unos jarros de buen tamaño, y prácticamente nada más.Que no fueran un buen par de gruesos machetes y un hacha mediana. Vivían a lo indio,sin llevar carpas, ya que lograban refugios con cañas y ramas. Los comestibles eran paraese propósito muy pocos. Algo de azúcar, un buen paquete de sal gruesa, otro menor defina, una botella con aceite, yerba y harina (para obtener pan cazador). Fósforos no falta-ban debido a que algunos fumaban. Como medicamento portaban aspirinas. Los demás debía disponerse de lo provisto por el amplio campo, los bañados y el río.Cuando se trataba de hacer solamente camping, entonces se sumaba al conjunto algunoskilos de carne vacuna o de cordero. Por supuesto que lo del asado no tenía una regla fijay se planificaba en el mismo momento de salir, especialmente de como estuvieran de bol-sillo. Es decir que el churrasco en ocasiones era común en los dos tipos de salidas, y siandaban cortos de dinero simplemente lo anulaban. La reserva de alimentos para caso de apuro era ¡una lata de sardinas en aceite de 200gramos para cada uno!. Por todas esas razones viajaban habitualmente muy livianos. Yaunque pareciera exagerado, siempre se las habían arreglado sin mayores dilemas; muyprobablemente debido a que los cinco integrantes eran ingeniosos y hábiles para vivir endescubierta. Además lo mencionado era parte vital de la aventura. Cada uno portaba co-

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mo equipo personal, un cuchillo de monte de buen filo y una cantimplora intermedia paraagua potable, que obtenían hirviendo la del río, cuando se les agotaba la que cargaran alsalir. Por necesidad - la primera se podía beber - pero por costumbre y prudencia, aplica-ban el mecanismo descripto. Mencionado el dueño de casa, los demás campamenteros eran Abel, Eduardo, Rubény Alberto. Contando todos a esa fecha con alrededor de 20 años escasos, con excepcióndel último de los nombrados que era algo mayor, quien respondía al apodo de Luiyin.Reunidos en la casa mencionada y repartida la carga, ese viernes marcharon muy de ma-drugada, esperando con sinceridad - pasar unos días - de sano esparcimiento. Pero eldestino que todo lo puede, les tenía reservada una inolvidable y casi fatal sorpresa; lo su-ficientemente dura como para probar el fuerte temple, la enorme amistad, y el incondi-cional y solidario desprendimiento de los cinco que componían el grupo. Diremos que Silvio y Alberto eran parientes lejanos. El segundo nombrado trabajabapor su cuenta, viviendo desde siempre en la casa paterna del primero, en total comunidadcon sus padres. Por su parte Abel colaboraba con sus mayores en un importante comerciofamiliar y sus viviendas estaban prácticamente frente una de la otra. Los restantes amigosintegraban con Silvio el plantel de una importante fábrica, donde ocupaban buenos pues-tos, que entre otras cosas producía artículos variados para cocinas, faroles y todo lo refe-rente a la calefacción en general, con ventas hasta en el exterior. Como el conjunto se de-sempeñaba a pesar de la corta edad, y debido a sus conocimientos, en lugares de ciertaimportancia, se las arreglaban trabajando los días comunes horas de más para - con elconsentimiento de los dueños - disponer de francos prolongados. Los otros dos mencio-nados no tenía mayores problemas con respecto al factor tiempo.

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El frescor luminoso de la mañana que nacía, hizo corta y agradable la caminata.Como esa vez estaban todos reunidos y disponían de tiempo, decidieron hacer un largotrecho de más, en la búsqueda de un conocido y hermoso monte mediano provisto deárboles variados, situado a unos 20 kilómetros del punto de partida, el que se encontrabaubicado casi sobre la costa. Ofrecía sombra, abundante leña en numerosos secos ramajes,y buen reparo; aparte que el que llamaban Río grande estaba medianamente crecido, loque auguraba posibilidades de buena pesca. En el bañado cercano y en sus partes másbajas le calcularon aguas de 70 a 80 centímetros de profundidad. Pero ellos evitando ese cruce que los mojaría, avanzaron por un camino de tierra api-sonada (paralelo a los terraplenes ferroviarios), usado a menudo por los lugareños, yluego por senderitos más altos. De los que eran buenos conocedores, sabiendo que conesa medida se mantendrían secos, si bien por esa ruta alargaban la distancia. De esa for-

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ma llegaron a la zona del pequeño terreno sobreelevado, que se presentaba sin agua, porestar enclavado en una isleta más alta que el resto del lugar. Otra forma de llegar era cru-zando los esteros-bañados con todas las pertenencias (a veces sobre la cabeza) para queno se humedecieran. Así el trecho a recorrer era más corto pero más incómodo. De allíque, buscando mayor conveniencia, optaran por el primero. Apenas llegados se distribuyeron las tareas, de mientras comentaban con pena, el ha-ber pasado por lugares arrasados por incendios. Ocurría que debido al fuerte calor rei-nante y ante la menor imprudencia al respecto, los campos ardían fácilmente. Fuego queno era combatido en razón que se apagaba solo, cuando el mismo llegaba a las aguas delbañado que estaban por todos lados, los que solían desarrollarse en las escasas partesaltas. No sabían extenderse demasiado por esa circunstancia, pero siempre era una dolo-rosa como triste realidad contemplar sus daños. Dos de ellos con las únicas armas disponibles, un antiguo rifle a cartucho del 12 chi-co, y una veterana escopeta belga de dos caños calibre 16, se llegaron hasta un lugar delbañado - que empezaba allí mismo por estar pegado al monte mencionado - donde sabíanse les podría brindar un par de tiros y así obtener carne de ave para la comida inmediata.Los otros tres con el par de machetes y el hacha que portaban, debían dejar el lugar listo,de forma que quedara cómodo y habitable, encendiendo alegre fuego en espera de algosabroso para cocinar. Aprovechando la pausa, mateaban tranquilos. Los dos tiradores, cuando se internaban con el agua más arriba de las rodillas, y porentremedio de la tupida vegetación acuática - notaron que aquella se movía - y que el lí-quido elemento se presentaba notablemente más fresco por debajo. Señal inequívoca queel espejo de agua estaba creciendo, por una fuerte entrada desde el río del fluido mencio-nado; en ese caso la cercana como inmensa Laguna Setúbal, y por los conductos natura-les que ellos conocían al dedillo. No le dieron mayor importancia al detalle, pensandoque en esas entradas podrían lograr algunos peces fijándolos; siendo ese un sistemaempleado por los aborígenes desde muy antiguo. El que consta de una lanza con punta enforma de arpón, generalmente con una cuerda atada al asta de madera y a la cintura dellanzador. Elemento que debe ser preferentemente fino y en lo posible bien derecho. Método antiquísimo que resulta sumamente efectivo en manos expertas. La únicacontra es que como con el golpe se hiere o mata a la presa, se debe lograr lo que se con-sume o se lleva. De lo contrario es carne predispuesta a corromperse en clima tan húme-do y cálido. Lo que no ocurre en los casos cuando se atrapa al pez con anzuelo, red, otramallo. Este último es un tipo de malla que se coloca fija en las bocas de los arroyos oentradas de agua, formando un ángulo recto con la superficie. Se mantiene en el lugarcon una boya en la parte superior y un peso por debajo, unido por fuerte cuerda a la quese engancha la citada red, sacándose en ese caso las piezas vivas, que quedan allí enreda-das. A las que se pueden así mantener en una jaula o canasto, que se confecciona en for-ma simple con ramas delgadas del lugar, atadas convenientemente, o entrecruzadas, te-niendo que disponerse de algo que haga de tapa, que se logra con los mismos materiales

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descriptos. Recipiente que se mantiene continuamente al fondo en aguas de poca profun-didad amarrado a una estaca, encerrando y conservando con vida lo pescado. Por lo tantolos peces se consumen siempre frescos, ya que se sacrifican según las necesidades. La técnica para fijar es la siguiente. El arponero o cazador - si se prefiere pescador -se coloca estratégicamente en un lugar que considere adecuado, tratando que su sombrano se refleje sobre la superficie, teniendo que esperar inmóvil y en completo silencio.Cuando pasa la presa a ras del agua o a escasa profundidad - lo que permite visualizarla -se lanza el golpe que debe ser certero. De no dar en el blanco aquella nunca ofrece unasegunda oportunidad, debido a que su escape es fulmíneo. Los dos cazadores del momento eran Silvio y Abel, propietarios respectivamente dela escopeta y del rifle mencionado. Con paciencia y sagacidad se fueron aproximando allugar elegido, donde avistaron a unos pocos patos zambullidores, rodeados de bullangue-ras gayaretas. Estaban comiendo y retozando debido a la hora, ya que son aves que sedesplazan en la madrugada y al atardecer nadando ya que vuelan poco. Luego se aquie-tan para alimentarse, huyendo prestamente si son espantadas por algo. Silenciosamente se distanciaron un poco caminando con gran cuidado por la marañaexistente, pero manteniéndose al alcance de la vista para disparar los dos a la vez, ya quecon el estruendo no quedaría pieza alguna en el lugar después de los tiros. Abel llegó pri-mero haciendo señal de estar en posición. Entonces Silvio cuando se acomodó y lo creyóoportuno hizo la acordada para esos casos. La que consiste en levantar un brazo con elpuño cerrado, bajándolo fuertemente como si se pagara a algo imaginario con el codo. Al instante se percibieron dos disparos distintos. El del riflecito dejó tres gayaretastendidas panza arriba, teniendo la escopeta más fortuna - no olvidar que su calibre es su-perior - abatiendo a cuatro patos asentados. Cuando la bandada enloquecida iniciaba laestampida, con el cartucho restante tirando casi en línea con la del agua y a una altura de20 centímetros, se pudo ver caer a tres más que se desplomaron muy cerca completa-mente fulminados. Si bien eran piezas chicas el almuerzo estaba asegurado. En esos momentos se podía captar que la corriente del lugar era lenta, como si ellatambién estuviera derrotada por el calor infernal, por su soporífero paso y por la imposi-bilidad de huir de él. A los humanos y animales les quedaba el recurso de la zambullidarefrescante, si bien en minutos la temperatura corporal se tornaba agobiante. Para el casolos cinco amigos eran bien duros y estaban aclimatados a todo, soportando airosamenteel calor y los inconvenientes derivados anexos. Lo mismo pasaba con el frío. De vuelta con las aves desplumadas, limpias y evisceradas - en el caso de las gayare-tas cuereadas - encontraron el campamento casi listo con dos aceptables refugios, bancoshechos de troncos y el infaltable fogón. En el que previo salado colocaron las diez piezasque se ensartaron en ramas secas apoyadas sobre minúsculas horquetas, para que se fue-ran asando y dorando lentamente, mientras entre todos terminaban el acomodo final, loque fuera rápidamente logrado. Asimismo con gruesas ramas por allí localizadas, impro-visaron una precaria y tosca mesa de cuatro patas bajas.

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Comieron lentamente ya que debían dejar pasar lo fuerte del calor, para luego salir deexcursión por los alrededores, comida que fuera regada con mates amargos - llamados enla zona y en muchas otras partes cimarrones por no contener azúcar - debido a que nuncaconsumían otra bebida que no fuera agua, la que tornaban potable por el procedimientodel hervido. Seguidamente limpiaron los escasos utensilios empleados, notando que erancasi las 16 horas, lo que les permitiría un rato de siesta a la sombra de esos grandesárboles. Pero antes un baño (en cueros) más que estimulante en las aguas cercanas. Luego del descanso y cuando lo creyeron oportuno, merendaron con carne asada delmediodía y mate cocido dulce, adornado con pan cazador que ellos mismos facturaran,trazando planes para los futuros movimientos, pensando en la cena para lo cual queríanlograr algo de pescado para consumir y tener en reserva en el canasto que construyeran.Con respecto a la carne de cacería como por el calor no se puede conservar debe ser utili-zada en el día. Solamente la lograda en las últimas horas de la jornada prevista para elregreso se guarda limpia, colgada y tapada con una tela fina que se lleva a tal fin para asípreservarla. Luego sí se procede a portarla a sus respectivos hogares. Si bien en sus planes nunca eso último se tenía realmente en cuenta, ya que lo que lesinteresaba era tener para el consumo del grupo, si podían regresar con algunas piezaspara cada uno mejor, repartiendo el total en forma equitativa. Con respecto a las dos ar-mas, las mismas eran antiguas y muy usadas, pero no por eso menos efectivas. Los mu-chachos apenas si tenían para comprar cartuchos. Debido a ese detalle no se les pasabapor la mente la posibilidad de renovarlas. Aparte que estaban muy conformes con ellas. El paso de las horas hizo que la tarde se tornara agradable en las cercanías del agua,siendo la naturaleza pródiga, brindándoles sus frutos generosamente, lo que les permitióregresar en las primeras horas de la noche alegres y predispuestos, por el buen número depresas cobradas. Cuando el sol se deshacía sobre el gran monte-bañado se aproximaronbajo el calor amenguado del ardiente verano en busca de cobijo y del necesario descanso.Con ramitas pequeñas avivaron el fuego que dejaran protegido y con brasas, para que susllamas sirvieran de luz - que era con la única que contaban - debajo de esos inmensos fo-llajes, fuego que asimismo necesitaban para cocinar sus alimentos. El apetito formidableque siempre los acompañaba, hacía que esa fuera de momento la tarea más importante,por lo que mancomunadamente pusieron manos a la obra.

En el bien preparado fogón fritaron a la sartén una buena cantidad de carne de pesca-do que consumieron golosamente, reservando una parte de ellos en la trampa construidaque los mantenía vivos y a mano para cuando sus necesidades los requirieran. La caceríafue asada para que sirviera a la mañana siguiente como desayuno, colgada de rama dealto árbol, bien cubierta para resguardarla de los insectos que por allí abundaban. Acondicionado el lugar, preservaron el fuego con gruesos troncos para disponer delmismo a la mañana siguiente, retirándose a dormir en los refugios - dos para cada uno -mientras otro de ellos mantenía la vigilancia nocturna, agregando leña al fogón cuando locreyera necesario, atento a los alrededores y al descanso de sus compañeros; que con el

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trajín del día y muy rendidos, se durmieron de inmediato con sueño pesado y reparador.Cada hora y media y según lo planificado, se rotaba la persona de custodia, quien mitiga-ba el tiempo caminando por el perímetro alumbrado, observando las estrellas y mateandode vez en cuando. El asunto era estar ocupado en algo, para que el sueño y el cansanciono lo venciera.-

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II - EMERGENCIA NOCTURNA

a noche con su atenuada temperatura permitió reparador descanso que todosaprovecharon, levantándose complacidos y dispuestos con la pronta salida delsol. Viendo al astro rey elevarse sobre el inmenso espejo de agua que apenas

si se encontraba al Este de ellos, no saliendo ninguno a cazar, a pesar de las enormes ytentadoras bandadas que revoloteaban por los alrededores, debido a que no podrían con-servar lo cobrado, dedicando el día a la pesca y al reposo, en una jornada que práctica-mente resultara ser un calco de la anterior. Lo que rompió la monotonía de la tarde fue que avistaron un chajá con su pareja. Esesa un ave zancuda perteneciente a las especies Chauma cristata o Chauma chavaría. Laque presenta un color más bien claro, y con tamaño de un pavo intermedio, cuello largo,numerosas plumas altas en la cabeza, con dos enormes púas en la parte anterior de susgrandes alas, que suele utilizar en defensa y ataque. De andar fantástico, elegante, meti-culoso, lento, erguido y señorial; teniendo por inveterada costumbre el lanzar fuertes gri-tos de prevención - con resultados como de vigilantes - que causan alarma, con los quealertan a otros animales de cualquier peligro. Como se domestica y se aquerencia concierta facilidad, intentaron capturar uno de ellos, sin mayor fortuna por ser un ave de rá-pido escape. Huyeron a la carrera tomando direcciones distintas y causando un alborotodescomunal, dejando cinco jóvenes jadeantes y agotados de tanto correr. La segunda noche y como estaba todo en absoluta calma, resolvieron levantar la vigi-lancia acostumbrada, violando una norma elemental que aconseja la prudencia cuando sepernocta en descubierta. Luego de la cena y de las infaltables charlas junto al fogón, to-dos a dormir. Pasadas las dos de la mañana, Alberto al girar su cuerpo en el duro sueloen que reposaba, se sintió repentinamente mojado con una humedad que no era la normalde la transpiración. En menos de un segundo se incorporó gritando fuertemente.

-Despierten. Arriba todo el mundo, ¡inundación!, Rápido. ¡¡Inundación!!.

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En instantes el grupo estuvo de pie listo para la emergencia. Como dormían casivestidos, incluso con los pantalones y el calzado puestos - por el peligro de las alimañasrastreras - al momento estaban tratando de salvar las pertenencias del avance de las aguasque subían velozmente. En forma apresurada se trasladó sobre las primeras ramas de losárboles cercanos, armas, municiones, comida, ropa y demás elementos. Luego con el apuro del caso y la escasa visibilidad reinante, se hizo un precario sos-tén, subiéndose al mismo el tronco más grande del fuego encendido disponible en el fo-gón, que por estar algo más elevado del piso continuaba ardiendo. Eso era primordial yasí lo entendieron, acopiando buena cantidad de leña para mantenerlo vivo, con una apre-ciable porción de cenizas, que colocaron entre las ramas sostén y las brasas que tan deprisa subieran. Lo de la leña les resultó sencillo debido a que el día anterior estibaran unacierta cantidad. Por lo tanto las de arriba estaban secas. Las subieron todas incluida lamesa precaria. Operación comandada íntegramente por Alberto que era el más ducho yexperimentado para ello. El resto del conjunto debía todo conocimiento de vida al airelibre, gracias a las pacientes enseñanzas de Luiyin, que incluso fuera el maestro instructoren el manejo de los variados tipos de armas que usaban. Exigente al máximo, supo incul-carle a cada uno, normas elementales y prácticas que les sirvieran de por vida.

A todo esto la crecida se venía bravísima. Cuando terminaban la apresurada retiradael agua les llegaba a las rodillas, moviéndose el conjunto algo torpemente en una semioscuridad, apenas atenuada por la luz de la luna que se filtraba entre el follaje, la que re-sultaba insuficiente por los grandes conos de sombras que proyectaban las variadas plan-tas. Era evidente que ante la subida del río grande se inundara la colosal laguna; cedien-do entonces la precaria barrera de tierra y arena en las zonas de acceso, o fueron las mis-mas rebasada por completo. Lo que explicaría la gran celeridad en el aumento del nivel. Como por el momento no podían hacer nada más, se acomodaron lo mejor posible ydonde pudieron, usando los lugares que consideraron más adecuados de la gran arboleda.Se ataron a los troncos y a las ramas más bien altas con los cintos y unas cuerdas quesiempre cargaban, descabezando sueños intranquilos y agitados, hasta que se hizo nue-vamente de día, por suerte sin otros inconvenientes. Procuraron que uno se mantuvieradespierto, para evitar dentro de lo razonable cualquier otra sorpresa desagradable, ya quela que tuvieran cubría el tema con creces. Cuando menos acordaron apareció la aurora,que los cinco esperaban con ansias para evaluar la situación y saber a que atenerse.

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El amanecer se presentó raudamente, dando paso a un panorama imponente y desola-dor. Al estero y hasta donde alcanzaba la vista se lo observaba completamente cubiertopor un manto líquido. Con una profundidad calculada de metro y medio a dos y crecien-

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do. Se habían unido en la superficie la inmensa laguna con lo integral del bañado, for-mando un espejo de agua impresionante. Donde solamente sobresalían algunos monteslejanos de altas y frondosas plantas, ya que el churcal estaba casi totalmente tapado,como así el monte ralo y bajo. Ni hablar de los pequeños y útiles senderos que el díaanterior eran transitables. Se los había devorado la creciente. Ante la eventualidad, era urgente un positivo como estudiado plan de supervivencia.Por el agua a esa altura y los innumerables inconvenientes naturales a presentarse. Po-dían ser troncos sumergidos, plantas y ramas rotas, enredaderas mezcladas a distintas al-turas de la vegetación menor, cortes, zanjas, pozos, etc. Lo que tornaría imposible cami-nar, nadar o flotar, grandes trechos. Los 5 a 6 kilómetros que nos separaban de las víasdel tren, que por allí corría de Sur a Norte, resultaban inalcanzables en esas circunstan-cias. Los terraplenes ferroviarios se sabía - que siempre salieran airosos - por fuertes quefueran las crecidas, no así el camino de tierra que corría paralelo a su costado y que enparte utilizaran al venir. Seguramente el mismo, debido a su bajo nivel con respecto alferrocarril, si bien algo más elevado que los campos ubicados hacia su lado Este, sedebería encontrar bajo las aguas completamente inutilizado. Los componentes del grupoconocían desde siempre esas drásticas crecidas del Paraná, pero nunca fueron atrapados.Ninguno recordaba otra tan importante, fulmínea y agresiva. El elegir el escape haciadonde se asentaban los rieles era el resultante de aplicar la lógica, los conocimientos y elcriterio. Razonaban que los citados estaban considerados como uno de los lugares másseguros y confiables de los conocidos, el camino relativamente más corto y la posibilidadde algún encuentro - que los auxiliara - por ser zona transitada en toda época, más entiempos que se presentaban grandes crecidas con su secuela de inundaciones zonales. Abel calculó (era el que mas experiencia tenía en esos asuntos) que la cota no dismi-nuiría por lo menos en 10 días, a una altura que les permitiera caminar medianamenteseguros, por ese fondo fangoso plagado de todo tipo de obstáculos. Pero también aclaró,que el problema bien podría durar todo un mes. Lapso que - solo podría ser asegurado -en jornadas posteriores, cuando el nivel de las aguas se estabilizara tendiendo a bajar. Cabía la posibilidad de un rescate por parte de las autoridades fluviales con base enel puerto de Santa Fe. Pero esa dependencia náutica mayormente sus patrullajes los efec-tuaba - por razones de calado - río o laguna adentro; siendo muy posible que no los de-tectaran por la distancia y el tupido y verde follaje que los cubría y cobijaba. Aparte quepor una decisión de último momento, recordaban haber cambiado el lugar donde habi-tualmente desarrollaban sus actividades de fin de semana. O sea que por los detalles enu-merados en nada eran optimistas. Por lo tanto era preciso dejar los lamentos para otra ocasión y prepararse para sobre-vivir el tiempo necesario, tratando de salir airosos, vivos y sanos, del atolladero por suspropios medios. Como por buena estrella disponían de prácticamente la totalidad de loselementos portados, ya que poco y nada perdieron en el apurón primario, más un bosquebastante provisto, se decidió hacer un refugio para poder dormir cubiertos y una plata-

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forma que les permitiera pasarla mejor. Lo que era indispensable debido a que se tornabamuy incómodo y peligroso el desplazarse, estar parados o sentados sobre las casi redon-das y nudosas ramas. Aparte que había comenzado a llover intensamente, lo que todoempapaba, sumándose ese inconveniente a las demás problemáticas comentadas. Con gran vigor pusieron manos al trabajo a pesar de la cortina líquida que bajaba delcielo. Lo que verdaderamente les preocupaba era la comida, ya que solamente disponíande la escasa carne reservada el día anterior para el desayuno de la fecha, y lo poco quetrajeran. Ni pensar en los peces que tenían vivos y en resguardo en la trampa construida aese fin apenas llegados. Les era absolutamente imposible llegar al lugar sin correr seriosriesgos. Aparte que era casi seguro que la jaula que los contenía fuera arrasada por lasaguas, por lo que la daban por perdida, como así la red y el tramallo. Se planeó que como la alimentación debía proveerla la naturaleza, uno de ellos enforma permanente estaría atento a un par de líneas de pesca, teniendo a mano la fija y lasarmas de fuego. Por si pasaba algún pez por la superficie del agua o cualquier tipo de avecomestible se ponía a tiro. Los demás rotándose, se dedicarían a la tarea de cortar lasramas y los troncos necesarios, eligiendo el lugar apropiado para concretar lo planeado.Por fortuna las plantas estaban suficientemente cerca para pasar de unas a otras sin tocarlas aguas. Tema que no los preocupaba debido a que eran jóvenes y ágiles como monos,por lo que no tenían temor de saltar, si bien - cuando ello no fuera posible - deberíanalcanzarlas a nado. Para eso se atarían con una de las cuerdas por las dudas fueran arras-trados, sirviendo además las mismas para acercar el material a la base. Párrafo aparte me-rece el cuidado que tuvieran con el fuego y los cartuchos, que preservaran a toda costadel agua y de la lluvia. No era para menos. Ambos elementos resultaban indispensablespara la supervivencia. Hábilmente construyeron un grueso tablado para tener continuamente brasas encendi-das, sin que éstas lo destruyeran por su acción de quemado. Lo que se precisaba imperio-samente para tener algo de luz en la oscuridad reinante de las noches cerradas, más calorpara cocinar los alimentos, secar las ropas y calentar los ateridos cuerpos agredidos porla humedad, lluvia y lloviznas. El calor reinante de días anteriores había desaparecidocasi por completo. En la madrugada con alguna que otra brisa tiritaban. Hacia la segunda noche tenían listo el apoyo principal del refugio y el de una ampliaexplanada, que les serviría para estar, comer y eventualmente dormir. Si bien lo último sepensaba hacerlo luego en el refugio cerrado, ya que no escapaba a sus conocimientos queesas crecidas arrastraban camalotes (es una planta acuática común en los ríos del Litoralargentino). En conjunto ellas, enredadas con otras de muy diferentes especies, formabanverdaderas islas flotantes, que pasarían sin dificultad desde las aguas grandes al bañado,acusando tamaños considerables. En las mismas - acorraladas - se suelen encontrar infinidad de víboras y serpientesletales, que en su desesperación se refugian en cualquier árbol o tronco que encuentran.También alacranes o escorpiones; arácnidos que presentan donde sería su post-abdomen

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una terminación o uña venenosa, cuya ponzoña puede resultar peligrosa y tal vez mortalsi no se trata convenientemente. Tornándose por ese motivo en enemigos de real y positi-vo riesgo que debían enfrentar decididamente, para poder salir con vida de trance tan de-licado. Por fortuna los cinco eran hábiles, ingeniosos y experimentados, en lo que se rela-cionara con el tema campo afuera o vida silvestre. Lo que sin duda ayudaba. Al otro día correspondió a Silvio estar a cargo para ver de obtener comida, teniendosuerte, ya que abatió una yunta de brujas. Nombre común de un ave acuática similar a lacigüeña pero de tamaño más reducido y elegante, poseedora de carne clara y comestible.Son de plumaje blanco, tamaño de una gallina pequeña o intermedia, cuyo nombre esmás que probable que derive de su clásico grito, que resulta ser un horrible graznido. A-nida en los árboles cercanos a las aguas. Numerosas personas incluidos cazadores y pes-cadores, ignoran el excelente bocado que resulta esta presa. Ocurrió que un regular con-junto de ellas buscando refugio se puso a tiro - por no verlo entre el tupido ramaje - loque fuera bien aprovechado, logrando además con la fija un par de sábalos de unos treskilos de peso cada uno. Elementos que bien racionados les aseguraba alimento por un parde días. En las líneas nada, lo que era de prever por lo revuelto de las aguas. Las carnes limpias, se colocaron en el aéreo fogón para ser asadas, al que le habíanimprovisado un ingenioso - techo a dos aguas - para que el fuego se conservase aunquelloviera,, el que lograron con ramas de espesores aproximados recubiertas de barro, quesacaban buceando de lo que sería el pie del refugio, el que endurecido por la acción delfuego y estando la cubierta bien inclinada, para un rápido escurrimiento del agua de llu-via, les aseguraba brasas y llamas en cualquier momento. Es de hacer notar que con tan precarios elementos y montados sobre árboles debieronextremar talento y voluntad para obtener buenos resultados. Cuando se hizo la hora co-mieron con gran apetito, debido a que el desgaste de energías era considerable; lo quesumado a la juventud y al aire libre, hacía que permanentemente sintieran una sensaciónde hambre intensa, que por suerte y hasta el momento lograran aplacar, con lo que la ma-dre naturaleza les estaba brindando. El final de ese día y su consecuente oscuridad, los sorprendió terriblemente cansadosy sin haber terminado por completo el refugio. Por lo tanto una nueva y dilatada nochepernoctaron al raso con uno de ellos en vigilia permanente. En la madrugada y con lasprimeras luces del día, Rubén derribó tres patos de un solo tiro. Al verificar las líneascomprobaron que en la noche se habían prendido en los anzuelos dos gordos moncholos(trata de un pez de buena mesa de tamaño mediano). Hasta esos momentos el tema comi-da se presentaba bastante llevadero, tratando dentro de lo posible para que la misma fue-ra provista por la pesca, atesorando los cartuchos que eran irremplazables. En la siguiente jornada y con el esfuerzo mancomunado de todos finalizaron el refu-gio. Lo que les demandara grandes y sacrificados trabajos, con agotamiento general y lasmanos cortadas, doloridas y ampolladas, debido a lo incómodo y pesado de las tareas.No olvidar que se tenían que traer cada vez de más lejos los troncos y las ramas al hom-

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bro, haciendo equilibrios de malabaristas, subirlos al sitio elegido, atarlos con lianas ojuncos ¡y primero cortarlos!. La cubierta lograda permitiría dormir a cinco personas a lavez en forma tal vez estrecha, pero por lo menos acostados y amparados por paredes y te-cho. En días posteriores concretaron variadas pasarelas - que bien pensadas - conectabanel fogón, la plataforma y donde dormirían. Lo que resultaba una gran comodidad debidoque al desplazarse sobre las ramas desnudas era todo un riesgo agotador. Así pasaronvarias jornadas sin observar, ni siquiera a la distancia, embarcación o persona alguna. Enocasiones debían detener los trabajos, debido a que las extremidades de todos sangrabande tanto cargar y darle con todo al hacha y a los machetes. Se fueron sucediendo los días monótonamente. Calurosos, soleados, frescos, lluvio-sos - con tormentas y vientos fuertes - otros, apenas notables o regulares. Algunos concomida abundante, otros de total escasez, siempre con la esperanza puesta en un espera-do rescate. Una noche sin luna en que Eduardo fue al improvisado baño aéreo que cons-truyeran, se dio de buenas a primeras con dos serpientes que por la oscuridad no pudoindividualizar, las que se encontraban enroscadas sobre la pasarela y amenazaron atacar-lo. Las evitó, pero desde ese momento se decidió no salir del refugio - por causa alguna -durante las horas nocturnas, para así evitar cualquier tipo de sorpresa desagradable. Porlo tanto y salvo una razonable excepción, había que aguantarse. Terminados los trabajos considerados indispensables, la atención o tarea diaria era,aparte del abrumador compromiso de lograr algo para comer, la recolección de leña delos distintos árboles y donde se encontrara, buscando sus ramas secas para mantener elfuego permanentemente encendido. El que a la vez era un faro de esperanza, debido aque alguien podría ver el humo de día o el resplandor durante la noche. Se debía conse-guir - dentro de lo posible - alguna ayuda, manteniendo una severa vigilancia sobre lasaguas, por las dudas lograran avistar una nave cualquiera. Lamentablemente las medidasno daban el resultado apetecido, lo que hacía cundir la amargura y el desaliento. Se las arreglaron para con una camisa hacer algo parecido a una bandera, que coloca-ran atada por las mangas a un extenso palo en lo más elevado del monte. La que si eravista por alguna persona se acercaría a averiguar o daría parte a las autoridades sobre lanovedad. También confeccionaron dos largas varas con forma de horqueta en la punta.Con ellas en más de una oportunidad, desalojaron víboras venenosas y culebras de todotipo, más algunos alacranes que se refugiaban sobre los árboles huyendo del agua, tre-pando ágilmente por los troncos, lo que en conjunto entrañaba un serio peligro. Una mor-dedura o picadura de criatura venenosa en esas circunstancias podría llegar a ser mortal,y no querían ni pensarlo, debido a que nada disponían para contrarrestar la agresión, antesemejante emergencia. La gran creciente, llegó a su pico máximo catorce días después de la fatídica nochedel alerta. El agua, al pie de las plantas que los cobijaban tenía una profundidad mayor alos dos metros y medio, lo que tornaba imposible todo intento de retirada razonable.

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Detalle que daba la razón a Abel cuando pronosticara que podía demorar un mes en bajara un nivel manejable. O sea que ¡estuvo dos semanas continuamente subiendo!. En cierta manera se extrañaban que la policía, prefectura y gendarmería no los busca-ran, ya que los familiares debieron radicar las respectivas denuncias, donde detallaran elcaso, marcando día y lugar aproximado de estar. Pero la situación se presentaba tan gra-ve, que era de imaginar que el personal de los organismos afectados al auxilio y rescatede los inundados, se viera sobrepasado por los salvatajes y las urgencias de todo tipo queseguramente se presentaran. También - cabía la posibilidad - que la búsqueda estuvieraorientada hacia otros lugares, o que por distintas informaciones, se concentrara en dife-rentes sitios. Lo real era que estaban solos y abandonados a sus propias fuerzas. Por lotanto ante la ausencia de socorristas y con un panorama para nada alentador, debíanseguir luchando hasta que las aguas bajaran. Ya verían como se las arreglarían cuandoello ocurriese. De momento debían seguir como hasta esos instantes, tratando siempre dellegar al día siguiente. Lo demás quedaba en manos de Dios.-

* * * * * * * * * *

III - SUPERVIVENCIA

na apacible y calurosa tarde, cuando en conjunto se dedicaban a gozar de labonanza del clima, prestando la mayor atención a la caza, pero especialmentea la pesca para lograr subsistir, escucharon fuertes gritos de socorro a lo lejos;

observando una canoa - aparentemente de dos remos - que era arrastrada a la deriva porla parte costera hacia el río mayor con tres personas adultas a bordo. Los habían visto yles pedían auxilio desesperadamente. Pero ellos allí se encontraban impotentes para so-correrlos. Con lágrimas en los ojos los vieron desaparecer en la distancia, y nunca su-pieron sobre su destino. Uno más de los incontables dramas que tantas vidas costaran yque ocurrieran por esos días de la gran crecida, como luego se comenzó a llamarla. A partir del décimo tercer día el agua se estancó en la subida, tendiendo a bajar muylentamente. Ocasionalmente vieron - a lo lejos - varios tipos de chalanas, que es una em-barcación mediana de fondo plano, proa generalmente aguda, con popa cuadrada. Usadacasi con exclusividad para transportes en parajes de escaso calado. Las que por lo obser-vado, se tenían que defender bravamente luchando contra las traicioneras y fuertes co-rrentadas, generadas por toda gran crecida que trastornan la generalidad de las cosas.Trataban de seguir por el centro de la laguna Setúbal para mejorar sus movimientos ypoder avanzar con la carga buscando el río franco. Cargamento que por esos lugares casi

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siempre se compone de productos frutales, si bien eso no quita que lleven a veces merca-derías diversas. En algunas oportunidades van tan abarrotadas, que sus pocos tripulantespara trasladarse de una punta a la otra de la nave, deben arrojarse a las aguas, y tomadosde las bordas pasar de proa a popa y viceversa. Ninguno de esos hombres los pudo ver oescuchar a pesar de sus intentos, debido a que estaban demasiado lejos. Ellos sí podíanobservar la embarcación debido a su tamaño, pero nada más. En la décima quinta o sexta jornada - ya no estaban seguros del día en que vivían -una desgracia casi cuesta una vida, dejando huellas profundas en sus mentes, en sus áni-mos, y una enorme pena en sus espíritus. Ocurrió que Alberto en la mañana temprano ba-jó animoso y resuelto del refugio, pensando higienizarse y asimismo traer agua para lapreparación del desayuno. Probablemente por los conos de sombra que se proyectabansobre las aguas, o no suficientemente atento (cosa rara en su persona), tardó en advertirel peligro que rondaba por las inmediaciones. Fue apresado, mordido rabiosamente y casiarrastrado al vacío con peligro cierto de su integridad física, que se viera tremendamentecomprometida. Los hechos ocurrieron de acuerdo a lo que se pasa a relatar. Al introducir su mano izquierda en el agua, un yacaré de tamaño mediano lo atacósorpresivamente, apretujando entre sus poderosas mandíbulas el antebrazo de ese lado,tirando en forma potente para hacerlo caer. En el agua ningún ser humano - desarmado -tiene posibilidad alguna con este tipo de bestia asesina, que es increíblemente astuta yque se oculta en el líquido elemento, dejando sobre la superficie solo la punta de suhocico y los ojos, lo que lo torna casi invisible. Pero Alberto demostrando bravura ydecisión, sobreponiéndose a la sorpresa y al dolor, al espanto y a la fuerza del reptil, seafirmó con ambas piernas y su libre mano derecha al tronco que lo sostenía, resistiendola mortal agresión mientras sus carnes eran impiadosamente desgarradas. Al escucharse el fuerte grito de angustia, alarma y auxilio, los cuatro amigos se movi-lizaron a la mayor velocidad. Tres de ellos tomaron al herido por la cintura y las espaldasen forma tal, que el agresor no pudiera arrastrarlo; observando atentamente y con deses-peración la superficie cercana para el caso de que no estuviera solo, lo que sin dudacomplicaría el salvamento. Mientras tanto Silvio, cargando la escopeta con la municiónmás pesada que disponía, bajó temerariamente hasta ponerse a la altura de la cabeza delatacante, buscando un lugar vulnerable para matarlo sin dañar al amigo. En un momento dado vislumbró la posibilidad, disparándole los dos cañones a unadistancia de centímetros, justo entre los ojos. Los dos tiros simultáneos le volaron la par-te alta de la cabeza, produciéndole un boquete formidable al animal, que mortalmente he-rido abrió sus fauces y se perdió en un remolino de sangre y espuma. Los impactos colo-cados hábilmente en nada afectaron al atacado y desfalleciente Luiyin, que lo resistiótodo sin queja alguna a pesar de los horrores pasados. Inmediatamente socorrido, los cuatro compañeros pudieron observar consternados,las profundas marcas del serio mordisco desgarrante. Lo izaron prestamente hasta la cer-cana plataforma completamente desmayado. Allí comprendieron que debían apresurarse

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y actuar, para detener la fuerte hemorragia producida, evitando a toda costa una infecciónen la inquietante y terrorífica herida, cuyo aspecto espantaba. La que era realmente alar-mante en todo sentido, por el gran tamaño, profundidad y forma. Así que sin más dilacio-nes y dentro de sus posibilidades comenzaron la atención del herido. Como solamente disponían de sal para una eventual cura, prepararon con agua hervi-da una salmuera tibia bien cargada, con la que lavaron con especial cuidado esa parte delbrazo, sacando a fuerza de insistir todo vestigio sospechoso. Luego lo vendaron con telaslimpias cubiertas con una película de sal fina. Con respecto a calmantes nada tenían másque aspirinas, por lo que le hicieron ingerir dos, acostándolo delicadamente en el refugioabrigándolo bien, manteniendo uno o dos de ellos una vigilia constante junto al acciden-tado, cuya piel tostada se presentaba casi blanca. Era evidente que semejantes cortadurasen la carne viva necesitaban alguna sutura, pero no disponían elementos para concretarla. La bestia atacante era un ejemplar de los reptiles crocodílidos, llamado vulgarmenteYacaré, perteneciente a los géneros Caimán y Alligator. Son los llamados emidosaurios,más pequeños que los cocodrilos, de formato achaparrado, con la piel gruesa, fuerte, yrugosa. Midiendo los adultos algo así como de tres a cuatro metros de longitud, si bien sehan encontrado machos muy desarrollados que sobrepasaran holgadamente esas medidasreferenciales. Atacando siempre - en cualquier momento - a toda presa, aún sin la menorprovocación. Mencionaremos que el término Yacaré deriva o se ajusta a una voz guaraní. Sus fuertes mandíbulas, cuentan cada una de 18 a 22 dientes poderosos y cortantesque se constituyen en su arma principal, con una coloración que varía bastante, donde ellomo y la parte superior normalmente son de un pardo negruzco, siendo verde claro ocolor aceituna, la panza y lo correspondiente a la inferior, con parte de sus flancos. Elhábitat natural de esta criatura por regla general son los ríos lentos, lagos y pantanos deAmérica; poseyendo la especial cualidad de poder estar totalmente sumergido e inmóvilpor largo rato, asomando solo sus ojos y a veces la punta del hocico, lo que lo transformaen un formidable y peligroso adversario para hombres y bestias, sean las últimas caseraso salvajes. Aparte que es sanguinario, cruel, oportuno y ladino. En el líquido elemento son sumamente riesgosos y de una voracidad infernal. Nadancon gran destreza y vigor, ahogando por lo general a sus víctimas al arrastrarlas hacia elfondo, cuando las aprisionan con su boca descomunal. También su arrugada cola es muypeligrosa, ya que la maneja eficientemente, dando tremendos golpes con ella que atonta omata a la presa. Por el contrario en tierra son casi inofensivos, por ser lento y torpe ensus desplazamientos, lo que ofrece cierta oportunidad, permitiendo así dar tiempo a unadefensa. Normalmente es raro encontrarlos tan al Sur del Continente, pero debido a lasgrandes crecidas bajan con las aguas a veces hasta el Río de la Plata. Afortunadamente, dentro de la gran desgracia ocurrida, el atacante era un ejemplarmediano y estaba solo. De lo contrario el ataque podría haber resultado mortal. Es cos-tumbre de este animal devorar a sus víctimas en lugares desolados, y cuando el hambreno lo apremia las deja que se pudran, para lo cual las enganchan en ciertas partes por

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ellos conocida - normalmente bien oculta - si bien en ocasiones las comen de inmediato.Como por el formato de su boca y la colocación de sus dientes no pueden masticar, des-pedazan la carne y los huesos con poderosos mordiscos tragándola a los tirones, por loque resulta espantoso el verlos comer. Alberto pasó una jornada considerada como terrible; agitado, semi inconsciente, ex-tremadamente afiebrado y quejándose continuamente, por lo que debía estar bastantedolorido. En la tarde repitieron la operación de limpieza, desinfectado y vendado, cons-tatando una pronunciada y violácea hinchazón en el miembro atacado. Por la noche lafiebre se acentuó delirando de a ratos, sudando copiosamente, con fuertes escalofríosintermitentes, dejando escapar suspiros lastimosos. Nadie dudaba que eran motivadospor los fuertes dolores que producía la grave herida. Ese día todo se complicó. Aparte del problema del hombre atacado comenzó a lloverintensamente. Lo que dificultaba todo tipo de tarea anulando la cacería y para colmo lapesca resultó escasa. Pasaron hambre apenas mitigada con unas pocas tortas fritas que hi-cieran con la harina de reserva y una docena de mates amargos cada uno, con yerba desegunda cebadura, debido a que la misma se estaba terminando, siendo ese el único ali-mento ingerido en 24 horas. Miraban golosamente las latas de sardinas que atesorabanmás que nunca. Pero se propusieron no tocarlas hasta que la hambruna fuera tal, que nopudieran resistir más. Debido a esa circunstancia y a la tenue bajante, intentaron llegar anado y buceando, hasta la trampa que construyeran apenas llegados para mantener vivosa los peces, en la secreta esperanza de algo encontrar. Desalentados comprobaron que elagua se la había llevado, lo que en cierta manera resultaba comprensible.

* * * * * * * * * *Se turnaban para cuidar al herido, velando a su lado de día y de noche, al que sola-

mente podían administrar alguna que otra aspirina, humedeciendo constantemente la ca-lenturiada frente con un pañuelo mojado, higienizando y desinfectando la herida con elmayor esmero. Estaban allí quietos, ateridos y empapados, hambrientos y preocupados,así que el sueño que de vez en cuando podían conciliar era una verdadera bendición. Pa-sada la madrugada del segundo día del ataque, al fin dejó de llover.

Con las primeras luces y el frescor del alba se despertó el herido luego de 48 horaslargas de parcial inconsciencia, al parecer algo mejorado, lo que se notaba en sus ojos,que habían perdido el brillo siniestro del día anterior, detalle observado en las pocasveces que recobrara el conocimiento. Según sus dichos el brazo le dolía menos y la sen-sación de atroz ardor que tanto le molestara hasta horas antes, había disminuido bastantelo que era alentador. Improvisaron un desayuno precario, dando al enfermo lo mejor quedisponían. Luego revisaron los vendajes volviendo a limpiar a fondo la parte afectadacon salmuera, verificando - a simple vista - que tanto el color de la herida como la partehinchada, habían evolucionado favorablemente.

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Una bandada de bochincheras urracas, localmente conocidas con el nombre de pirin-cho, desde el día anterior los estaba molestando, probablemente por no encontrar dondeir, y al no disponer de mayores lugares debido a la inundación, sentaron reales en esosmontes. Como ese tipo de ave - semejante al arrendajo - del orden de los pájaros, no escomestible, tenía que ser espantada para dejar más cómodos a los sitiados. Nadie sepodía mover para lado alguno, sin que los animalitos empezaran con un coro terrible deraros sonidos y revoloteos rasantes que ningún bien hacían al accidentado. Estaban como enloquecidas y probablemente hambrientas. Es parecida a un cuervopero de coloración negro-amarillo, predominando el último. Cuando se lo proponen setorna sumamente molesta por lo vocinglera y glotona, debido a que roban todo tipo dealimento que pueda quedar a su alcance. Se dice que es fácilmente domesticable y quedebidamente entrenada imita la voz humana. Ellos no se explicaban su insistencia porquedarse allí, si volando podían alcanzar lugares secos aprovechando para alimentarse.Para sacárselas de encima las corrieron a garrotazos y arrojándoles trozos de palos, yaque no podían darse el lujo de gastar los preciosos cartucho que aún les quedaban dispa-rando al aire para que el estruendo las espantara. Al parecer entendieron el agresivomensaje, debido a que cuando menos lo pensaban se marcharon, dejándolos en paz. En una de las tantas recorridas, cuando afanosamente revisaban las líneas de pescaque mantenían permanentemente tendidas, se dieron con la excitante y grata sorpresa detener dos piezas enganchadas con tamaños más que regulares, las que fueran rápidamentecocinadas, improvisando un caldo para Alberto, lo que atenuara el hambre que veníanpadeciendo. Las vísceras fueron utilizadas de carnada, logrando hacia el mediodía otrobuen moncholo y un dorado mediano, que enriquecieron las pobres provisiones que contanta urgencia necesitaban. Lloraron de alegría y apenas les dieron tiempo de cocinarse,tanto era el apetito acumulado. Es que hay que tener hambre atrasada para tener una ideade lo que significa la comida. El dorado es un pez apetecido por su estupenda carne. Luchador y fuerte, de coloresvivos con reflejos dorados. Presa estimada en los concursos de pesca por lo resistente ypeleador, al punto que lo llaman el tigre de los ríos, siendo peligrosa su mordedura, yaque dispone de una boca armada con poderosos dientes. Cuando se lo deja en el fondo dela embarcación al ser sacado del agua, más de una persona calzada con zapatillas, o talvez sin nada en los pies, perdió un dedo de ese miembro al ser atacado por el dorado enuna arrebato ciego y ya moribundo. Por lo general los pescadores toman debidas precau-ciones a ese respecto, matándolos en ocasiones de un fuerte golpe en la cabeza. Adultossuelen sobrepasar el metro de longitud y los 5 a 6 kilos de peso, si bien existen ejempla-res mayores, que brindan gran emoción por su fuerza y bravura, que exigen a fondo aldeportista, cuyo premio mayor es lograr una pieza gigante. Ya no estaban seguros de los días pasados pero calculaban que iban por el décimonoveno al vigésimo primero. La situación variaba poco, si bien las aguas estaban en fran-co retroceso, lo que se notaba por las marcas dejadas en los troncos, siendo la bajante

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lenta si bien continua, pero todavía insuficiente para intentar un escape, que esperabanansiosamente, no solamente para abandonar lugar tan comprometido, sino atender el he-rido brazo de Alberto que al parecer se mantenía estable. Esa jornada la recorrida resultónegativa y la cacería nula. El día siguiente, nuevamente volvió a depararles otra muydesagradable, peligrosa, y complicada sorpresa. Rubén esa mañana era el encargado del acopio de leña o ramas secas, las que empe-zaban a escasear obligándoles quemar cualquier cosa. Por lo que tenían que alejarse casihasta los extremos del monte. Había aportado en unas dos horas, unos reducidos ataditosque se lograba con el siguiente procedimiento. Se cortaba lo que encontraba ya sin mu-chas pretensiones, sobre el propio árbol proveedor, atando bien al conjunto. Luego se loarrojaba al agua arrastrándolo un poco caminando a los saltitos y otro poco nadando oflotando - según la profundidad del lugar - hasta llegar al pie del campamento arbóreo. Elinconveniente era que se debían dejar luego un rato largo cerca del fuego para que sesecaran. Pero no habían encontrado otra forma mejor de proceder. Eduardo mientras tanto estaba apostado con la escopeta, siempre esperando el pasode cualquier ave comestible que valiera un cartucho, mientras observaba atento lo queestaba ocurriendo a su alrededor, especialmente la probable - y continuada - subida deofidios ponzoñosos, culebras y alacranes , hacia los lugares de estar. Esas plagas eran de-salojadas con las largas varas de forma especial que se disponía para esos casos. Acababa de dispararle a una yunta de gansos salvajes, que pasaran volando muyrápido y casi al ras de las copas de los árboles más altos, abatiendo a solo uno de ellos.Es esa un ave palmípeda de plumaje gris mezclado con marrón mediano, si bien algunasclases presentan un tinte que tira al amarillento casi desteñido con listados negros. El de-rribado era el llamado tipo cucharón debido a que su pico hacer recordar a ese utensillodoméstico; de carne entre morena y clara agradable al paladar, con un tamaño que por loregular está dentro de los cinco kilos vivo. Lo estaba izando contento por el logro, cuan-do escuchó el grito de alerta preñado de angustia de su compañero. Al levantar la cabeza pudo ver que el amigo corría por una larga y gruesa rama, arro-jándose - sin vacilación - al vacío. Al hacer contacto con las aguas, comenzó a nadarvigorosamente hacia él. Por detrás una serpiente de regular tamaño, que se descolgara dela misma planta por donde transitara quien huía, y siguiendo el derrotero por el joven de-jado sobre la superficie, venía velozmente con la cabeza levantada buscando su cuerpo.Evidentemente para atacarlo. La mayoría de los que frecuentan esas zonas salvajes saben como se desenvuelvenestas criaturas en el agua, y lo peligrosas que son en todo momento. Por eso Eduardoapenas pudo encañonarla sin riesgo para el amigo, le disparó sin dilación. El tiro resultócertero matando al gran reptil en el acto, el que se perdió en un momento. Nuncasupieron en el apuro si era serpiente venenosa, o por su envergadura de la conocidascomo boas constrictor, o tal vez una anaconda, si bien esta última no es común verla poresas latitudes, ya que su hábitat se ubica más al Norte del Continente. Pero en épocas de

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inundaciones, especialmente cuando son extraordinarias como las que estaban padecien-do, todo es posible. Lo real y concreto fue que ambos cosecharon un susto mayúsculo.Una mordedura de víbora o serpiente con ponzoña, y en las precarias condiciones a queestaban sometidos, era a no dudarlo decididamente muy peligrosa, con riesgos ciertos dela propia vida. Igualmente de haber sido de la línea de las llamadas quebrantahuesos, lasituación podría haber resultado más que comprometida, debido a que el ser humano enesas condiciones no tiene la menor defensa. Por fortuna la escopeta cumpliendo con sumisión la había liquidado destrozando su cuello. El disparo cortó el avance del reptil quedesapareció al instante de la superficie. Pasado el amargo momento cada uno a sus tareas, recogiendo el ave abatida y elatado de ramas respectivamente. La primera fue convertida en apetitosa pieza asada len-tamente a las brasas, que mitigó en buena parte el apetito crónico del grupo. Esa tardeAlberto, al que se reservaba la mejor y mayor porción de los alimentos, pudo levantarsepor primera vez desde que fuera atacado. Se lo veía bastante mejorado, si bien el aspectode su brazo por las horribles heridas en proceso primario de cicatrización, presentaba unaapariencia lastimosa. Detalle - que todos trataban de disimular - incluido el propio afec-tado, quien con fe y una enorme fuerza de voluntad trataba de sobreponerse.-

* * * * * * * * * *

IV - DECISIÓN SUPREMA

n un consejo de grupo se decidió que cuando el agua a sus pies tuviera laaltura máxima de un metro a uno veinte, intentarían una vía de escape, graciasa sus amplios conocimientos del terreno inundado. Trazaron con la opinión de

todos un plano mental de los bañados, sabiendo con seguridad por donde caminarían,evitando los cortes medianos y profundos, las grandes canaletas y los pasos que se for-maban - por los lugares donde se escurrían las aguas -. Era riesgoso pero necesario,sabiendo todos lo que estaba en juego. ¡La vida!. Decisión tomada por lógica, ya quecomprendieron que si esperaban que el nivel bajara más para mayor seguridad, y deacuerdo a como se movía la cota diaria, el tiempo que deberían estarse allí era excesivopara sus castigados organismos y la condición del herido. Por lo tanto debían marchar. Para alcanzar esa meta necesitaban de tres elementos indispensables. PrimeramenteAlberto debería estar suficientemente repuesto, para enfrentar esa gran caminata dentrodel líquido elemento - seguramente con agua arriba de la cintura - con un fondo inesta-ble, pegajoso y movedizo. Segundo. Debían lograr un acopio mínimo de alimentos, debi-

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do a que no estaban seguros de que con solamente un día de luz, podrían llegar a losterraplenes ferroviarios, incluyendo por lógica con la comida agua hervida para beber.Por último necesitaban una pequeña balsa para portar los elementos que se debían man-tener secos, y para poder apoyarse cuando alguno fuera vencido por el sueño o la fatiga.Eso sí, por unanimidad decidieron que salían todos intentando salvarse o se quedabantodos. Así lo juraron solemnemente. La balsa, era realmente indispensable para transportar armas y municiones, el restodel escaso equipo, alimentos y demás cosas. No se sentían con fuerzas para cargar pesoen forma normal de mochila sobre las espaldas. Además en caso de una flaqueza, poragotamiento o por cualquier otra causa, tendrían un lugar donde tenderse sin mojarse. Sibien esto último era un decir optimista. Comprendían que la pequeña embarcación quepudieran construir, solamente podría sostener una persona a la vez. Así presentadas las cosas, a la mañana siguiente con sus fuerzas peligrosamente redu-cidas, pusieron tres de ellos manos a la obra, lo que sería rotado entre cuatro, ya que Al-berto nada podía hacer a pesar de su enorme voluntad, quedando siempre uno alerta paraun probable disparo a las aves que pasaban, la vigilancia de las dos líneas siempre encar-nadas, la posibilidad de un afortunado golpe de fija, y el no desdeñable peligro de tantaalimaña suelta. Aparte que en forma permanente y a intervalos calculados - como lo ve-nían haciendo desde el primer día - se arrojaban durante el día ramas verdes al fuegopara producir humo, en la secreta esperanza de que alguien los localizara, si bien a eserespecto estaban desalentados. En todo ese tiempo y a pesar del cuidadoso aporte de nu-bes humosas, nunca vislumbraron el menor detalle que les pudiera acercar alguna noticiaalentadora. Lo que se hacía extensivo al resplandor de las brasas y la luz de las llamas, dela perpetua fogata nocturna. La jornada resultó trabajosa, desgastante y agotadora. Los troncos que necesitabanpara ese menester debían tener un grosor mínimo de 12 a 15 centímetros, y un largo útildisponible superior a los dos metros, para ofrecer la flotabilidad requerida. Como ya ha-bían consumido casi toda la leña seca existente, se vieron forzados a cortar elementosverdes, disponiendo de solo un hacha mediana y dos machetes, por ese entonces bastantedesafilados por el uso intenso que les dieran. Aparte que sus manos sangraban a la horadel trabajo. Se las veía destrozadas y amoratadas de tan maltratadas, penando por ello. Los inconvenientes no los desanimaron, por el contrario sacando fuerzas de sus reser-vas, el primer día se dieron a la tarea de elegir y cortar parcialmente los troncos, dejandoun pequeño sector sin terminar el corte. Así no tenían que amarrarlos uno por uno, paraque no se los llevara la tenue corriente que por allí, y por esos días, presentaba el aguadel bañado. A último momento con unos pocos y certeros golpes los terminarían deseccionar, atarían y acercarían al campamento para ensamblarlos. El problema era queestaba escaseando el material ideal, debiendo recurrir a cualquier tipo de rama o troncocuyas medidas se aproximaran. Por las noches colocaban las manos en salmuera para así

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aliviarse. En las mismas seguían aumentando todo tipo de fisura, golpes, cortaduras, yampollas sangrantes. Lo que hacía que disminuyera el ritmo de trabajo. Por norma madrugaban y en más de una oportunidad presenciaron la salida del sol.Lo estaban observando antes que despuntara, verificando el color rojizo primario y cuan-do se transformaba en una inmensa ascua escarlata, pasando luego al maravilloso doradorefulgente que anunciaba un nuevo día para toda la creación. Un apasionante y estupendoespectáculo que los admiraba y sobrecogía, al sentirse más que pequeños ante tanta ma-jestuosa grandeza. La jornada siguiente se les presentó pródiga en alimentos que tan imperiosamente ne-cesitaban. Abel estando de servicio vigilante, abatió hacia la tardecita una media docenade patos crestones, que limpios promedian el kilo, fijando dos sábalos intermedios. Unverdadero golpe de fortuna que permitiría a los hambrientos jóvenes comer en formaabundante, reservando una parte cocinada, por las dudas pudiera servir de base a lo quepensaban que debían reunir. Veremos más adelante que no pudo ser. Fueron perdiendo la cuenta de los días vividos. Unos lluviosos o nublados, otros conun sol que por las tardes se tornaba asesino, pero la balsa avanzaba. A la quinta jornadade comenzada se disponía de todos los elementos al pie de la base, incluidas grandescantidades de un tipo de churqui. Que es una planta acuática cuyos tallos si son conve-nientemente retorcidos sirven de cuerda. Luego pacientemente trenzados unirían confuerza los troncos facilitando la flotación. La mencionada especie es un tipo de marañaque se designa con ese nombre vulgar, que crece en cantidad en los bañados, cuyo tallofino y largo permite obtener un razonable tipo de soga vegetal de escasa resistencia. Afalta de algo mejor fueron usadas tratando de que fueran útiles.

Algunas jornadas fueron medianamente pródigas en comida, las que debían consumiren su mayoría debido a los rigores del clima. Lo que tenía la virtud de alejarlos del ham-bre desesperante que a veces los atacaba, permitiéndoles recuperar algo de sus fuerzas.Cuando los alimentos escaseaban se sentían débiles, desalentados, deprimidos y sin vo-luntad. El que acumularan anteriormente con la esperanza de utilizarlo en el proyectadoescape, no se pudo concretar por la demora en hacer la balsa que demandara bastantemás tiempo del calculado, comprobando con espanto y completamente consternados, quese estaban quedando físicamente. Como si sus resentidos organismo no reaccionaran alos continuados esfuerzos a que eran sometidos. Cuando estimaban estar casi en el mes de refugiados en esos parajes, las aguas llega-ron al nivel que alentaba salir del lugar. La minúscula embarcación de troncos estabalista y probada, con un poder de flotación aceptable. Sostenía todo el equipo que se debíaportar, más un cuerpo quieto y tendido. A último momento le cruzaron varios refuerzospara darle mayor seguridad y una mejor estabilidad. Por lo tanto faltaban los comestiblesy la ocasión, ya que estaban decididos marchar a la primera oportunidad. Alberto se presentaba un poco recuperado, lo que alentaba al escape, pero la natura-leza debía regalarles buen tiempo y de alguna manera comida para dos días. Sabían que

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era sin retorno y que no tendrían posibilidades de capturas mientras caminaban hacia lasalvación. Y aunque esto se produjera no dispondrían del fuego necesario para cocinar.Todavía no se les pasaba por la mente el tener que comer algún tipo de carne cruda, sibien in extremis, tendrían que hacerlo para sobrevivir. En ese caso deberían derribaralgún ave de las mejores comestibles con uno de los pocos cartuchos restantes, pelarla ycomerla a trocitos, para que sus estómagos desacostumbrados a ese sistema no la devol-viera. Sinceramente imploraban no tener que llegar a esa prueba. Se encontraban con el cabello largo, barbudos y sucios a pesar que se bañaban conti-nuamente y lavaban las ropas, no adelantando mayormente en la higiene, debido a la faltaabsoluta de jabón, si bien con el sistema alejaban los parásitos y muy especialmente evi-taban en parte las picaduras de los mosquitos, ya que cuando se tornaban insoportables laúnica medida eficaz era sumergirse en las aguas lo más que podían. Los había por millo-nes en negras y densas nubes, que por momentos se tornaba enloquecedor el soportarlos.El humo de la hoguera algo ayudaba, pero era un verdadero martirio cotidiano que notenía solución. Sus cuerpos terriblemente lacerados como así infectados lo atestiguaban. Eran un desastre por donde se miraran, realmente daban lástima. Las prendas únicasque vestían estaban irreconocibles y en girones, las zapatillas bastante deterioradas, ropainterior casi nula. Solo se conservaban bien un par de botas y otros dos de borceguíesque tres de ellos llevaran, y que ante la imposibilidad de usarlos estaban como nuevos.De las municiones quedaban solamente siete cartuchos - para las dos armas - aspirinaninguna, sal muy poca, nada de harina y aceite, casi sin azúcar. Es decir faltos de todo. Atesoraban algunos fósforos debido a que los conservaban celosamente en una cajitametálica de buen cierre, y a su vez la misma dentro de una bolsa impermeable, lo que nose daba solo en ese caso sino en cualquier tipo de partida, ya que siempre se los manteníasecos. No olvidar que una vida puede depender del vital elemento mencionado y en el ca-so que nos ocupa, como mantenían fuego permanente, con más razón los ahorraban. Conrespecto a la sal ocurría, que si bien cargaran una buena cantidad, la misma se les agotóprematuramente, por las continuadas salmueras al brazo herido y a las manos laceradas.Por lo tanto hacía varios días que comían casi sin nada de ella, reservando una mínimacantidad para fines terapéuticos. En lo que atañe al azúcar, cuando se sentían desfallecer,se colocaban en la boca una cucharadita que ingerían lentamente con gran cantidad de sa-liva, acto que les resultaba altamente estimulante y les reconfortaba el estómago. Lo quesí se mantenían firmes eran las cinco pequeñas latas de sardinas. Una madrugada cuando tenían todo listo para intentar la retirada, se levantó de repen-te una impensada y fuerte tormenta de verano, con seguidos aguaceros y sostenidos vien-tos que les hicieran desistir - por ser imposible mantenerse de pie - caminando en esasaguas encrespadas. Decidieron esperar por lo menos una jornada más, ya que por causaalguna se aventurarían salir en la tarde; debido a que seguramente la oscuridad losatraparía en el camino, lo que podría resultarles fatal.

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En los cálculos, cabía la posibilidad de una sola noche al agobiante sereno. Pero seríauna locura arriesgarse a dos, al riguroso raso y a la completa intemperie. Por lo tanto de-bían partir de mañana, cuando más temprano mejor. Lo que así había quedado estableci-do desde un primer momento; pensando los cuatro que mejor se mantenían, en la capaci-dad que podría tener Alberto de soportar la fatiga, detalle que no dejaba de preocupar-los. Una cosa era estarse allí en el refugio y otra muy diferente el enfrentarse con losnumerosos inconvenientes que presentaría la caminata, siendo una hazaña que se debíaemprender con las mejores posibilidades de éxito. Intentarían no dejar nada librado alhazar, tomando los recaudos indispensables. Uno de ellos era no salir por nada del mun-do luego de pasado el medio día. Otro no menos importante era el brindar todo tipo deayuda al herido, lo que a simple vista se notaba indispensable.

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Por fin, se dieron con un fresco amanecer que lo unificaba todo. Algo de comida,buen tiempo, razonablemente descansados, el herido optimista ¡los cinco con ganas devivir!. Como medida primaria apagaron cuidadosamente el fuego que tanto les sirviera,dejando para no cargar peso y como mudos testigos, los utensillos que no les eran ya ne-cesarios. Se arrodillaron silenciosamente en la plataforma, elevando una plegaria al Se-ñor, solicitando fe, fuerzas, compañerismo y un par de días sin tormentas. Necesitaban dela mano del Altísimo - que tanto los acompañara en los pasados trances - para salir delbrete en que estaban inmersos hasta el cuello. Seguidamente se fueron introduciendo muy lentamente en el agua, que por fortuna sepresentaba templada. Luego tomando la balsita, dos por cada lado y uno por detrás, em-prendieron el camino que no admitía ningún retroceso. La salvación estaba, y así lo com-prendían, en los lejanos terraplenes ferroviarios, o en el casual encuentro con algún tipode auxilio al acercase a los lugares más transitados. Pero ante la incertidumbre o eventua-lidad debían cuidar sus propias fuerzas. Solo administrándolas sabiamente, con inteligen-cia y paciencia, tenían posibilidades de llegar a la meta. Razonaban que el trance eradifícil pero no imposible. Caminaron con prudencia, lentamente pero sin pausas. Debían evitar a toda costa elmenor accidente. Una cortadura o la torcedura de algún tobillo, allí con el agua casi alpecho, no dejaba de ser un contratiempo poderoso. En momento alguno descuidaron lavigilancia sobre las aguas por las dudas se acercara algún ofidio u otra alimaña cualquie-ra que los pusiera en peligro. Conservaban el aliento observando constantemente al heri-do Alberto, que parecía soportar bastante bien la fatiga, marcando Abel el rumbo. Detanto en tanto un breve descanso para recuperarse. Luego ¡adelante!. Se habían juramen-

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tado salir de ese infierno todos juntos, y - por decisión unánime - seguirían así fuera atán-dose unos a otros, pero jamás bajarían la guardia. Verificaban con cuidado todo paso o lugar sospechoso. En ocasiones de adelantabandos del grupo con largas varas para ese fin, explorando el cambiante fondo cenagoso delgran pantanal. Esa avanzadilla estaba unida a sus compañeros por una cuerda, que semantenía lo más tensa posible en manos de los otros tres, ya que era mejor prevenir quecurar. Así lo entendieron desde un primer momento por lo que les dictaba la experiencia.En buena hora que lo hicieran. En más de una oportunidad uno de ellos desaparecía de lasuperficie, por patinar en el blando lodo, por encontrarse con cortaduras que eran peque-ños canales que se forman durante las crecientes, o por ser tragados por un pozo desco-nocido. Gracias a su baquía para nadar y la cuerda mencionada no tuvieron que lamentarsituaciones desagradables. Al medio día, hicieron una pausa más extensa para almorzar. Estaban famélicos ymuy molestos. Con la mitad del cuerpo bajo el agua y un inestable fondo, colmado deobstáculos, nadie puede sentirse cómodo. Por fortuna el nivel se mantenía casi constante,con muy pequeñas diferencias, exceptuando algunos cruces, canales o cortaduras. Allíconsumieron un tercio de los alimentos que portaban, sospechando que deberían hacerpor lo menos tres comidas en esas condiciones. Probablemente la merienda de esa tardedeberían pasarla por alto, siendo el apetito en todo momento formidable. Detalle quepreocupaba a todos por igual, y que no era otro que la cantidad de comida disponible. Por lo avanzado en ese lapso comprendieron que les sería imposible llegar con luz allugar prefijado en sus planes. O sea que deberían pasar una noche totalmente al descu-bierto, parados en el agua a merced de los elementos y de todo tipo de insectos. Debido aque por la ruta elegida - que era la más corta - no recordaban la existencia de monte oreparo alguno que les pudiera brindar refugio. De allí la mención y el cálculo de tres co-midas. Dos en esa jornada y una la siguiente, esperando sinceramente que así se dieranlas cosas. Caso contrario improvisarían sobre la marcha. Por el momento se manteníantranquilos, sin desesperarse. Debieron evacuar sus vientres así como estaban. Cuando uno sentía el apremio los

otros avanzaban unos metros y lo esperaban. El primero se desembarazaba de sus ropascomo podía. Efectuada la operación de hacer sus necesidades en pleno bañado, se rein-tegraba al grupo. Contarlo es sencillo, pero no es sencillo hacerlo. Realmente la situacióngeneral era difícil y complicada, pero no le encontraban otra solución. Nadie se quejabaempujando con ganas y fuerzas la balsa. Incluso se contaban chistes para olvidarse delasunto, lo cual mitigaba algunos momentos, cantando de a ratos a viva voz. Haciendorealidad el dicho de que la unión hace la fuerza, siendo un conjunto sólido y decidido elque avanzaba. No se entregarían nunca. Emplearían hasta el último átomo de sus reduci-das energías para llegar triunfantes a las partes secas del terreno. No les quedaba lamenor duda de que lo lograrían, y esa fuerza de voluntad resultaba vital ante tamaño pro-blema. Pero debían de alguna forma vencer y salir de semejante atolladero.

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En uno de los tantos vaivenes se vieron obligados el hacer un gran rodeo. El fondodel pantano que ellos conocieran, había cambiado completamente por los movimientosnaturales, presentando el agua profundidades imposibles de atravesar caminando. Comodebían evitar toda sorpresa o peligro, fueron tanteando cuidadosamente el lecho que pi-saban, hasta que dieron con un paso que les permitió, si bien con grandes esfuerzos, salirdel apuro, pero con una considerable pérdida de tiempo. Así pasó esa tarde espantosa, llegando la noche más rápido de lo deseado. A los repe-tidos sinsabores de todo momento, debían agregar el suplicio de los mosquitos, que pormillares los picaban por todos lados sin piedad, introduciéndose en sus bocas si hablabano comían, lo que se fuera acentuando a medida que oscurecía. Cuando estaban refugiadosen los árboles también los atacaban, pero en la plataforma y en lo seco de las ramas, o enel pequeño cuarto que construyeran era más simple evitarlos, teniendo además las manoslibres. Incluso usaban humo para espantarlos y cuando no los resistían más, se zambu-llían un rato escapando al asedio. Es decir había más defensa. En cambio allí en el agua y en mitad de la nada, parecía que ellos con sus laceradoscuerpos los arrastraban, formando nubes como canales, donde se podía observarlos em-bravecidos. Era para enloquecer estando el hombre a su antojo y merced. Para evitarlosse sumergían con desesperación hasta donde podían respirar, introduciendo las manos enel maloliente cieno con el que se cubrían la piel y los cabellos en un intento de escapar asemejante tortura. Tenían el cuello, la cara, el cuero cabelludo, las manos y las espaldasacribilladas, con centenares de picaduras, muchas de ellas infectadas y supurando, y co-mo en la balsa no podían prender fuego para alejarlos vivían una verdadera pesadilla.Las fétidas emanaciones del fango, casi verde sacado del fondo, les descomponía los es-tómagos, si bien su frescor algo aliviaba - evitando esa capa barrosa - y por un rato,nuevas picaduras. Resignados solamente les quedaba aguantar ¡aguantar sin aflojar!. Agotados estaban todos por igual con excepción del herido, quien presentaba un cua-dro patético de extenuación, semejando un autómata en sus movimientos. No se quejabapero sus ojos eran un mar de lágrimas debido al desconsolador momento que estaba vi-viendo, lágrimas que se transmitían a sus compañeros; viendo a un hombre tan fuerte,duro y valiente, que se supiera enfrentar a los mayores peligros y privaciones sin la me-nor queja, mantenido allí por su fuerza de voluntad, herido, cansado, afiebrado, dolorido,indefenso. Decidieron por unanimidad que Alberto sería el único que pernoctaría arribade las aguas tendido sobre la balsa. Mientras ellos lo harían de parados, aferrándose a losbordes de la misma, debido a que ésta no tenía mayor capacidad. Allí comprendieron queel hálito de la muerte los estaba rondando. Luiyin se les estaba muriendo. Decidieronvigilarlo constantemente, ya que en un momento de desesperación Alberto para no seguirsiendo una carga era capaz de matarse, de seguro agallas no le faltaban. Cosa que jamáspermitirían mientras pudieran evitarlo. Pero estaban seguros que la idea rondaba por sucabeza. Disimuladamente varios lo distrajeron mientras Silvio escondía con rapidez loscartuchos de las dos armas de fuego que estuvieran durante el día al alcance de todos.

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Con los últimos atisbos de luz comieron el segundo tercio de los alimentos - que nofueron suficientes - pero algo los reanimó, bebiendo por turno unos contados tragos delagua hervida que portaban, haciendo durar cada sorbo en la boca, debido a la poca canti-dad disponible, atesorando un par de litros para el día siguiente como única reserva queles quedaba. En caso que se agotara deberían apelar a la del pantano tal como estaba,cuyo color y mal olor desalentaba a cualquiera, pero era agua al fin. Al terminar el escasorefrigerio era noche plena, bastante oscura y hasta esos momentos tranquila. Como estaban detenidos en un páramo desolado, decidieron atar la balsita a unasplantas acuáticas, que asomaban aquí y allá algo más que las otras, cuyos troncos se ma-nifestaban de un grosor mayor que la generalidad circundante, por lo que les inspirabancierta confianza. Una vez logrado el amarre inclinarían sus cuerpos hacia la plataformade madera flotante, uniendo sus manos y sus brazos con los cintos, en un precario y deli-cado equilibrio preñado de peligros, incomodidades, temor y sufrimientos. Allí Dios fuefiel testigo de lo que se llama amistad verdadera. Despedazados como estaban, con susenergías al borde del colapso, encontraron fuerzas y palabras para atender al herido quepor momentos divagaba. Como les era imposible asegurarlo, temiendo que en algúnmovimiento y estando ellos dormidos se les deslizara al agua, lo mantuvieron firme consus cabezas, que apoyaban junto a su cuerpo, mientras las mandíbulas reposaban sobrelos troncos pelados. Afortunadamente Alberto se durmió, lo que permitió al conjunto elpoder algo descansar. Probablemente pasarían muchos años, tal vez toda una vida, para poder olvidar esaaterradora noche, que luego de un rato comenzó a presentarse nublada, con fuertes ycontinuadas descargas eléctricas que los estremecían. Los relámpagos cruzaban el oscurofirmamento como enormes latigazos de luz, retumbando de vez en cuando fuertes y ron-cos truenos. Rogaban que no lloviera ni que se levantara viento. Esas dos dificultadessumadas a las que estaban padeciendo podían resultar funestas, especialmente lo últimoque podría llegar a alborotar las aguas, estando ellos indefensos en ese inmenso marinterior, cuyos confines no podían ser avistados por lo alejado que estaban. Las horas de oscuridad se deslizaron lentamente, haciendo que la noche les parecieraeterna. Estaban entumecidos, doloridos y hambrientos, mal dormidos, cansados y lasti-mados, sangrando por las manos y supurando por viejas cortaduras y en las picaduras demosquitos. Pero estaban juntos y se mantenían vivos. Hasta esos momentos no se habíantopado con grandes camalotes, detectando algunos que fueron esquivados. Tampoco conalgún yacaré ni serpientes venenosas. Lo que significaba un respiro.-

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V - HACIA LOS TERRAPLENES

e distribuyeron turnos de guardia entre los cuatro más enteros de una hora paracada uno. El que quedaba despierto, mantenía una de las dos armas cargada,debiendo vigilar en forma constante todo movimiento extraño y al compañero

tendido, que luego del primer sueño comenzó a quejarse amargamente.Evidentemente deliraba, ya que no hacía falta ser médico para comprender queempeoraba. Las horas de oscuridad se fueron deslizando normalmente - si a eso

que ellos estaban viviendo podía considerarse normal - donde cada uno descabezóalgunos agitados sueños, interrumpidos mayormente por la angustia, ya que la situación,y por esas cosas del destino no se agravó más, lo que era todo un decir. La noche cuandola luna era cubierta por los numerosos nubarrones tormentosos, se tornaba color tinta.Una verdadera boca de lobo, donde sería difícil defenderse si eran atacados por cualquiertipo de alimaña. Por mo-mentos se tornaba imposible ver, a más de dos o tres metros dedistancia, lo que los tornaba vulnerables. Casi agradecían cuando los relámpagosiluminaban el contorno. Que no pasó por esas mentes en esas inacabables tinieblas. Seguramente desfilaronante los ojos cerrados todo tipo de imagen agradable, que se borraba ni bien los abrían.Los padres, parientes, la novia, los amigos. La comida, una cama, ropa limpia. Cosas tanbellas como sencillas. Que lejos, inalcanzable y remoto parecía ser todo eso. Pero porvencido que se esté, se tiene que vivir, ¡se debe arremeter y vencer!. Antes del amanecer - que milagrosamente se presentara amigable y límpido - estabael conjunto dispuesto, esperando con desasosiego la salida del sol. Aparte de serles indis-pensable la luz diurna, el mismo les serviría como indicador para marcar el rumbo exactodentro de esa inmensidad acuática. El día anterior se habían guiado por el astro rey y porinstinto, debido a que se observaba agua hasta donde alcanzaba la vista. Era como estarperdidos en el mar, tan grande era la masa del líquido elemento. De estar bien encaminados, deberían tener al mismo - al poco tiempo de aparecer - asus espaldas, ya que la dirección buscada era el Oeste neto. Si tenían alguna deriva o des-viación deberían corregirla sobre la marcha, medida que se tornaba sencilla con la guíamencionada. De allí el terror de que amaneciera completamente cubierto, cosa que enesos momentos parecía según lo verificado bastante improbable. Mientras esperaban revisaron el brazo de Alberto que seguía manifestadamente esta-ble, o sea no muy bien, ya que desde el día anterior y probablemente por el esfuerzo, elmismo había comenzado a supurar. Por más que lo desinfectaran con salmuera - dos ve-ces - desde que abandonaran el refugio, no notaban progresos alentadores. Nada decían

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entre ellos pero era evidente que el herido lo entendía, aparte que el dolor parecía acen-tuarse. Consumieron apenas dos bocados por cabeza del resto reservado para el almuerzode esa jornada y una pequeña porción de azúcar que cuidaban como oro. La que fueradiluida lentamente en sus bocas, operación que los reanimaba un poco. El apetito se sostenía y si bien tenían oportunidad de abatir alguna buena pieza, lesresultaría imposible cocinarla. De todas maneras si no salían de allí en muy poco tiempo,tendrían que consumir las pequeñas latas de sardinas - que eran su reserva final - para pa-sar luego a comer carne de ave cruda, antes de perecer de inanición. Estaba firme en susmentes que era el único camino. Pero las sardinas se resistían a usarlas por considerarlasalgo así como un símbolo que los mantenía con ánimos. Los volátiles completamente ajenos a la tragedia y a la angustia que atenazaban esoscinco corazones, giraban en densas bandadas que en algunos momentos pasaban sobresus cabezas, como burlándose al verlos indefensos, las que levantaban vuelo bulliciosasen busca de espacio y alimento luego del descanso nocturno. Quienes más se acercabanmolestando con sus graznidos eran las gaviotas, pero ellos sabían que su carne es horri-ble, rechazada hasta por los perros. De tener que adoptar una actitud suprema debían ele-gir algún tipo de pato que tienen agradable sabor cocinados. No tenían idea de como sepresentaría al paladar al ingerirlo crudo, si bien pensaban que podría ser tolerable, siendoesa una medida extrema que aún no habían considerado llevarla a la práctica. En forma lenta el disco dorado del sol comenzó por dibujarse sobre las aguas, al quesaludaron con emoción y alegría. Apareció entre girones de medianas nubes neblinosas,las que por ser pequeñas no molestaban la visión y que se fueron dispersando en formapausada impulsadas por una suave y sostenida brisa. Como estaban ateridos y acalambra-dos por tantas horas inmóviles en el agua, tiempo que les pesaba enormemente, necesita-ban moverse. Apenas obtenida la luz suficiente y trazado el rumbo seguro, continuaronla marcha que resultaba penosa y extenuante, por lo debilitados que estaban y por eseenorme pantanal cuyo lecho estaba formado por blando lodo y millones de ramas y raícesmuertas entrecruzadas. Lo que dificultaba cualquier tipo de movimiento en forma nota-ble, debido a que las contrariedades para el avance se sucedían una tras otra. Cada paso era un suplicio, debido a que los pies se perdían enterrándose en el barrofino, flojo y pegajoso que hacía las veces de ventosa, siendo la succión tremenda. Y decada tres pasos, en dos tenían que levantar las piernas para liberarse con las manos de lamaraña sumergida que - parecía multiplicarse - y no tener fin. Pero tesoneramente, yvenciendo la enorme fatiga que los embargaba, siguieron poniendo proa hacia la salva-ción. Si de algo podían sentirse satisfechos y vanagloriarse, era que la ruta seguida entodo momento resultó ser la correcta, a pesar de los incontables rodeos efectuados. Sen-tían la secreta satisfaccióm de saber que nunca se sintieron perdidos. El herido, manifestando estar algo más repuesto se bajó de la balsa comenzando co-mo todos a empujar, a pesar que sus compañeros insistieron en que se quedara sobre ellay descansara. Alberto - era demasiado hombre - para aprovecharse de la menor ventaja o

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circunstancia a pesar de su evidente desmejoramiento físico, disimulando seguramenteestar mejor de lo que realmente se sentía. Debido a ello nada más agregaron y dejaronque hiciera su voluntad, notando que el movimiento les sentaba bien, alejando el frío, losdolores y el entumecimiento. Al rato para animarse tres del grupo se pusieron a cantaruna tonadita de moda mientras dos hacían coro, comprendiendo allí ante tanta adversidadque el buen estado físico y su preparación anterior, los estaba ayudando en tamaña emer-gencia. Otros en tan difícil trance ya habrían sucumbido. Pasada la media mañana tuvieron la gran alegría de ver en lontananza un convoyferroviario. El oscuro humo de la máquina se percibía claramente recortado contra elazul del cielo. Imaginaron que la gran caldera burbujeante, con su parpadeante fogón decolor rojo intenso los invitaba a emerger. Estaban - gracias a Dios - bien encaminados,faltando solo unos pocos kilómetros para llegar a esa lonja elevada de tierra salvadora.Desde allí las posibilidades se agigantaban para un auxilio inmediato. Circunstancia quelos reanimara notablemente, redoblando esfuerzos y ganando distancias.

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Contra lo previsto no llegaron en horas del mediodía, ni siquiera al camino que co-rría paralelo a las vías. Así que nuevamente comieron las escasas - y últimas - reservas.Todo en ese océano infinito de agua, ya con su nivel a medias y con el confín a la vista.Estaban más agotados de lo que pensaban, ya que el avance se hacía por momentos másy más lento, a pesar de mejorar las condiciones. Terminada la frugal comida, con apenasun descanso de media hora, con valor volvieron a la carga. No tenían más agua potable yel herido continuamente se mordía los sangrantes labios para no gritar de dolor y deses-peración. Por la despedazada manga de la camisa podían ver la materia que el brazosupuraba, teniendo una fiebre que volaba. Por Dios ¡tenían que salir!. Por fin llegaron a la ruta secundaria que era de tierra y estaba sumergida como eraprevisible, bajo un manto líquido de unos veinte centímetros. Sus cerebros ordenaban alrespecto, sobre la necesidad imperiosa de abandonar el fangal, así que se dispusieroncruzarlo trepando al terraplén, venciendo el pronunciado desnivel para así llegar a lasvías y a sus senderos anexos, lo que les costó penosos sacrificios a los cinco para lograr-lo. Normalmente lo hubieran subido sin inconvenientes y cargando peso, pero en el es-tado lastimoso en que se encontraban, llegaron a la cúspide arrastrándose y ayudándoseunos a otros, siendo Alberto prácticamente izado. Esas casi 36 horas inmersos en el líqui-do elemento del gran pantanal los habían terminado. Se tendieron largo rato junto a las paralelas de hierro completamente exhaustos recu-perando de a poco el perdido aliento. En esos momentos pasó raudo el coche-motor quepartía de Santa Fe, haciendo escala en Guadalupe a las 16 horas con 18 minutos, pero no

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los vieron. Dándose ánimos mutuamente y abandonando la balsita que tanto les ayudara aun costado del camino, pusieron rumbo al Sur, o sea hacia la ciudad capital. Vistos delejos parecían un conjunto de robots que caminaban, ya que el cansancio y la rigidez delos músculos causaban estragos. Pero estaban a un paso de la salvación. En pleno avance pudieron percibir nítidamente las campanas de la famosa basílicaque ostenta orgullosa la villa guadalupense. El viento hacia viajar el sonido, llegandohasta sus cansados y doloridos cuerpos como un bendición. Redoblaban gravemente y supesada voz metálica se multiplicaba en mil ecos que parecían venir de varios lados a lavez. Reconfortados se impusieron un pequeño ritmo de marcha, que se presentaba lentodebido a que el herido venía prácticamente cargado por sus compañeros, quienes no sa-bían como obrar para hacerle menos - dolorida y fatigosa - la aproximación al centropoblado, mitigando la sed y los apremios del estómago, masticando hinojos silvestresque crecían al costado de las vías. En lo posible evitaron beber agua del bañado, que poresos lados y por ser ya de escaso nivel, presentaba casi la densidad del chocolate. Pudieron constatar desde esas alturas el majestuoso y aterrador espectáculo de vertanta tierra bajo el agua que se lo tragara todo. Casas, alambradas, tranqueras, arboledas,frutales, senderos, animales, depósitos, etc. El camino que corría a sus pies y hacia suizquierda ya solo era una senda lodosa, sin estar cubierto más que por una capa barrosa,lo que era lógico. A medida que avanzaban hacia el Sur, el nivel de la tierra subía en for-ma proporcional. Se detuvieron por allí un momento para descansar, dando gracias aDios por haberlos ayudado a salir de situación tan comprometida. Reconocían no ser ca-tólicos fervorosos, pero en esos instantes sentían al Señor como si lo estuvieran tocando.Sus mentes y corazones agradecían al Altísimo no solo que les diera fuerzas, sino razón ycordura. En todo ese tiempo nunca discutieron por nada a pesar de las necesidades y pri-vaciones, y jamás - pero jamás - paso por sus mentes el abandonar al amigo en desgraciapor considerarlo un impedimento. Juraron que o todos regresaban o morirían en el inten-to. En momento alguno tuvieron una idea mezquina con respecto al sacrificio, el trabajoo los alimentos. La amistad para ellos se manifestaba como sagrada. Hicieron el camino a los tropezones y con más de una caída personal. Transitaron va-rios kilómetros por los estrechos pero seguros senderitos que corrían a la par de las vías,los que normalmente eran bastante utilizados. De pronto - saliendo de una curva pronun-ciada - avistaron sin lugar a dudas un puesto de socorro, que ellos conocían bien por sercomunes en épocas de inundaciones. Consistían de un vehículo (generalmente una ca-mioneta o camión pequeño) y un remolque como suelen usar los puestos camineros cuan-do están reparando rutas alejadas de los centros poblados.

La avanzada de guardia del mismo también los había captado, dando la voz de alertaa los demás integrantes. Al poco rato un cabo primero y dos agentes de la policía que laprovincia destinaba para esas emergencias, los alcanzaron trotando inversamente, ayu-dándolos a llegar al reducido y acogedor destacamento. Cayeron como si fueran fardostotalmente consumidos, extenuados, vencidos, acabados y doloridos. Al límite de sus

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fuerzas. El superior sin más trámites les suministró amplios y reconfortantes jarros dedulce y buen café caliente, con generosos trozos de un pan blando que denominaban poresos tiempos con el término de galletón, mientras se disculpaban por no tener en esemomento otra cosa que ofrecerles, si bien para ellos esa merienda tenía un sabor y un va-lor especial. A pesar del calor reinante estaban ateridos y temblando de frío. La debilidadsumada al cansancio, las heridas y las numerosas horas con el cuerpo en el agua, eviden-ciaban sus efectos. Se cubrieron con mantas provistas por los agentes que se desvivíanpor atenderlos. Apenas repuestos por el breve descanso y la alimentación, el jefe del destacamentocon calma y tranquilidad les requirió a cada uno sus nombres y apellidos completos, másel número del documento personal. Que cotejó con una extensa y apretada lista, cuyoencabezamiento terroríficamente decía en forma muy clara - DESAPARECIDOS -. Allífiguraban los cinco por las respectivas denuncias de sus familiares.

Seguidamente y con un teléfono de campaña portátil, accionado a pedal como si fue-ra una bicicleta, pero con las manos, se puso en pleno contacto con la sub comisaría de lavilla antes mencionada, para que adjuntado la identificación por los nombres dar el partede la novedad, solicitando de paso urgente auxilio médico, informando de un herido gra-ve. La posta policial que receptara el llamado estaba ubicada, por casualidad, a pocosmetros de los domicilios de Abel y Silvio. Incluso el jefe de la misma, un excelente subcomisario, era persona de íntima amistad con el padre del segundo, conociendo a variosde los muchachos motivo de esta historia desde chicos. El superior a cargo cuando lo creyó oportuno, viendo que se recuperaban, los invitó asubir al camioncito y así acercarlos a la tan necesaria ayuda médica, como a sus familia-res que fueran prestamente avisados. Desengancharon el vehículo del remolque, quedan-do ese último que cumplía asimismo las funciones de puesto anti-ofídico y estar de la tro-pa, que turnándose cubría las guardias. Cariñosamente los cubrieron con las mantas antesde subir a la caja del transporte, las que presentaban una abertura al centro para que sir-vieran también como ponchos. Partieron acompañados por dos agentes. Se notaba que estaban vivos debido a que respiraban y parpadeaban, pero daba lásti-ma ver esos jóvenes cuerpos lacerados, demacrados, enflaquecidos, cubiertos de ampo-llas, moretones, raspaduras, como así de cientos de picaduras de mosquitos, heridas algu-nas infectadas cubiertas de pus. Caso especial era el de Alberto, cuyo estado hacia temerpor su vida, y que en esos momentos a pesar de las atenciones estaba como en otro mun-do, completamente ido, falto de coordinación y del habla. Luego de algunas maniobras partió el mencionado pequeño camión, en forma lentapero segura. Haciendo el camino que transitaran ellos tiempo atrás caminando pero a lainversa. El citado se presentaba sumamente embarrado y pantanoso, así que debieron re-correrlo pausadamente, demostrando el conductor ser bastante conocedor, sorteando laspartes bravas y traicioneras sin mayores dificultades; llegando a la esquina que formabanla avenida General Paz con la calle Javier de la Rosa, donde una vocinglera y apretada

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multitud se agolpaba para recibirlos, victoriarlos, acariciarlos y felicitarlos. La realidadera que numerosas de las personas presentes los dieran por muertos hacía tiempo, debidoa la total falta de noticias. La buena nueva debe haber viajado con la rapidez del rayo,aglutinando un gentío alegre y notable como se dan en ciertos días festivos. También losesperaba una ambulancia. Llegados, luego de cortos y efusivos saludos, lágrimas incontenibles y apretadosabrazos familiares, las autoridades ante la gravedad del herido, dispusieron que los cincofueran trasladados de inmediato al llamado Hospital de Caridad, que en esos momentosse encontraba hacia el Sur de la ciudad de Santa Fe sobre la avenida Freire, muy cerca ycasi enfrente del ese entonces Regimiento Doce de Infantería, que ocupaba un amplísimopredio en la zona. Lo que fuera cumplido sin más demoras. Una vez en el nosocomio y evacuadas las entradas pertinentes, procedieron a cortar-les el cabello que les llegaba por debajo de la nuca casi al ras, afeitarlos y someterlos aun enérgico baño con agua caliente y jabón especial. Todo dentro de un llamativo marcode público hospitalario que trababan de ver y averiguar lo más que les fuera posible, sibien fueron con cortesía, alejados rápidamente. Pasando a ser revisados en forma prolijay detallada por el personal de turno. Después de completos exámenes los facultativos llegaron a la conclusión, que a ex-cepción de Alberto cuya herida tendió a agravarse con riesgo cierto para su salud, losdemás presentaban un cuadro extremo de desnutrición, gran agotamiento, infinidad decortaduras, ampolladuras, heridas menores y centenares de picaduras de insectos de todotipo con principios de infección. De cuidado, pero nada realmente grave, o que hicieratemer consecuencias posteriores, si bien quedarían algunas cicatrices y marcas. El herido del brazo y ante la urgencia del caso, fue operado esa misma noche por dosespecialistas, que aparte de la intervención normal tratando de salvar el brazo en peligro,le efectuaron una primera cirugía plástica (luego necesitaría dos más) para tratar de disi-mular las horrorosas cortaduras, llagas o úlceras, que se formaran a raíz del tremendo yalucinante desgarrón, provocado por la mordedura del yacaré.

Según les informaran el tema fue encarado en su justo tiempo. Un par de días más enesas condiciones y perdía el brazo, el que salvara gracias a los cuidados sencillos peroefectivos, realizados por sus amigos con lo poco y nada que disponían, los que evitaronuna evolución fulminante. Incluso afirmaron que en algunos momentos estuvo en riesgoasimismo su vida, acción que fuera contrarrestada por la fortaleza del atacado.

Al resto del grupo le fueron administradas entre otras cosas, variadas inyecciones,píldoras de diversos tipos, desinfectados locales y un especial régimen de comida, rico envitaminas para que se recuperaran, sumado todo a un completo y absoluto descanso. Conlos primeros días sin ningún tipo de visita, para lograr un total reposo físico y mental.Alberto fue medicado con fuertes calmantes, abundantes antibióticos, más otros específi-cos que no trascendieron. Asimismo los facultativos les hicieron conocer de que no dis-ponían de una seguridad total sobre la evolución final y movilidad del miembro operado

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debido a la gravedad del caso, lo que se sabría luego de un periodo curativo de ciertaintensidad, si bien se tenían fundadas esperanzas. El afectado por supuesto eso lo ignora-ba, debido a que ya tenía demasiadas preocupaciones para sumarle una más. El tiempoque todo lo puede oportunamente daría su última palabra.-

* * * * * * * * * *

VI - DE VUELTA AL HOGAR

lgo más de veinte días estuvieron internados, mimados y muy bien atendidosdebido a que eran los héroes del momento. La prensa se ocupaba del caso, pe-ro, sin que se permitiera, entrevistarlos. Repuestos satisfactoriamente fueron

dados de alta. En esas jornadas - luego de la primera semana - se vieron visitados por unacierta cantidad de amigos y parientes, quienes consideraban, que en ellos, se obrara unverdadero milagro. Las autoridades policiales, legales y médicas, solicitaron la mayorcantidad de datos posibles para sus respectivos informes, siendo la opinión generalizadaterminante. La salvación del grupo se debió, a los conocimientos que poseían de la vidasilvestre y del envidiable estado físico que siempre presentaba el conjunto, sumados a ladecisión y al coraje demostrado en todo momento. Por los distintos organismos oficiales, como así medios informativos, tuvieron opor-tunidad de enterarse de las pérdidas de vidas humanas, que resultaron ser numerosas, condaños materiales considerados incalculables. Por más que indagaron nadie supo infor-marles, de los tripulantes de la embarcación que vieran pasar a la deriva, en uno de losdías tan críticos que vivieran, a quienes no pudieran auxiliar y se perdieran en la inmensi-dad líquida que motivara la gran inundación. Tal vez el agua los devorara sin dejar ras-tros. Rogaban que eso no ocurriera y que salvaran sus vidas, cuyos datos se perdieran enla enorme confusión que la catástrofe ocasionara. Al fin llegó el día de abandonar el hospital. Se sentían renovados y si bien allí fueronperfectamente atendidos, esperaban con impaciencia el momento de reintegrarse a los co-tidianos quehaceres. Se despidieron de los médicos y del personal en general, a los cua-les agradecieron las numerosas atenciones recibidas. De allí, debían dirigirse a la subcomisaría de Guadalupe, donde por jurisdicción estaba radicado el caso. Se labraron lasactas médicas respectivas, firmaron las mismas y otros documentos al respecto, paraquedar ya librados a su suerte menos Alberto, que debía permanecer en el nosocomio conel brazo inmovilizado. El que tenía aproximadamente para dos meses más de asistencia

A

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profesional especializada. Aparte del brazo quieto y con respecto a su salud, la recupera-ción fue asombrosa. Se lo observaba jovial, fuerte como un roble, total y completamenterepuesto. Al punto que le fue permitido acompañarlos. Afortunadamente y dentro de la gravedad de las heridas, todo había concluido bien.Se les aseguró que la extremidad dañada, en opinión de los profesionales actuantes, que-daría normal, si bien con algunas cicatrices, que pensaban disimular en las próximas ope-raciones. El éxito de todo se amalgamó en que las intervenciones, curaciones y atencio-nes del complicado caso fueron altamente específicas, concretadas en su momento, porprofesionales de primer nivel. Alberto les confesó, que interiormente rogaba el poder re-cuparar la completa movilidad del miembro, y que no le quedaran estigmas en las partesdañadas, que le obligaran ocultar el brazo de por vida. Terminantemente los facultativosles aseguraron que de acuerdo a los progresos observados ello no ocurriría, lo que fueraun bálsamo para todos, debido a que cada uno sentía como en carne propia la tremendadesgracia sufrida por el inseparable compañero de aventuras. Quien siempre demostraraser un amigo fiel, servicial, sincero y seguro, al que mucho debían de sus conocimientosrelacionados con la vida salvaje. Cuando llegaran, a la dependencia policial en un movil de la jefatura, para concluircon las diligencias programadas, se quedaron asombrados y perplejos, completamenteextrañados del rumoroso gentío que allí se había reunido. Centenares de personas, entrelas que se contaban parientes, amigos, conocidos, vecinos y curiosos de la villa. Pero ha-bia asimismo gente completamente desconocida, que enterados del hecho a concretarse,se apersonaron en el lugar desde horas tempranas. Entre todos y muy ruidosamente, les proporcionaron - una inolvidable - bienvenida,penetrando muchos en el interior de las dos reducidas oficinas existentes al frente, por loque estaban bastante apretados. Donde el sub comisario en persona los recibió, quien co-nocía a Silvio y Abel desde jovencitos, al Luiyin desde años atrás y a los otros dos porverlos en el grupo. Ese hombre bueno y servicial estaba tan emocionado, que a menudollevaba el pañuelo a los ojos. El nombre del jefe de ese puesto es perfectamente recorda-do por todos y si no se lo menciona, es que se debería hacerlo con infinidad de otras per-sonas, corriendo el riesgo de poder olvidarme de algunos. Lo que no sería justo. Increible era la cantidad de periodistas de diarios locales, nacionales, internacionales,revistas especializadas y demás medios que se dieran cita allí. Los asediaban curiosos ypreguntones, atentos a sus dichos, sacando fotografías de todos los ángulos imaginables,molestando, pisando, insultando y por momentos rogando. Transformando el lugar enuna verdadera y moderna Torre de Babel. Era ese el primer contacto con la prensa escrita y radial, y como ellos en el tema notenían la menor experiencia, eran llevados de un lado para el otro, hasta que la policía sefastidió de tanto desbarajuste, poniendo un poco de orden - casi casi - a la fuerza. Reciénentonces se calmaron y encarrilaron. Un locutor de la radio local, por esos años L. T. 9,

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transmitía todo lo que acontecía al momento y con lujo de detalles, lo que mantenía porese medio, y con varios parlantes cercanos, informado al público en general. Tuvieron la impensada fortuna de que varios representantes de las publicaciones máscotizadas y concretas, ofrecieran comprar ciertas exclusivas. Los muchachos aconsejadosconvenientemente por sus mayores, aceptaron y las vendieron gustosos. No se debe olvi-dar que hacía largo tiempo que no trabajaban y que perdieran - menos las armas - todo elequipo incluidas las ropas. Y como no tenían reservas sus fondos resultaban más que es-casos, por lo que una pequeña entrada extra no les vendría mal. Así que negociaron ha-ciendo de intermediarios dos de los padres. La realidad estribaba en que nunca pensaronen una compensación económica, por lo que la misma, si bien no era importante, fue a-gradecida y bien empleada. Finalizada la parte oficial pasaron al patio de la vieja casona, donde al fondo se man-tenían un par de fuertes caballos utilizados para rondas y recorridas. Ese día los habíanretirado, estando todo impecablemente limpio, adornado y brillante, conociéndose luegoque varios vecinos colaboraron con los agentes en ese menester. En el lugar el CentroVecinal había organizado un vino de honor para unas 200 personas, utilizando el patio,la caballeriza y parte de la calle trasera de la sub comisaría, ya que la misma en suformato y por estar asentada en una cuadra corta, tenía entrada y salida por dos arterias.La gente estaba invitada por tarjeta que incluía autoridades policiales, de la provincia,del citado Centro vecinal, de la villa y del municipio. Los padres, familiares directos, elcura párroco, amigos, vecinos notables, compañeros de la secundaria, etc. En general todos relacionados con los cinco valientes. Además se tuvo que admitir alperiodismo, lo que ciertamente estaba previsto. Y como de costumbre una buena legiónde colados, que nunca faltan y a los que es prácticamente imposible de controlar. Porfortuna abundaba de todo debido a que la colaboración fuera masiva, lo que permitió unbuen agasajo. En el acto hablaron varias personas detallando el hecho y resaltando que loocurrido sirviera como ejemplo válido. Agradeciendo en nombre del grupo el padre deEduardo, ya que los protagonistas estaban tan emocionados, que solamente a ese expec-tante y ávido público, lágrimas podían ofrecer. Terminado el refrigerio el párroco les informó que al poco rato se oficiaría una misaen acción de gracias, por lo que les rogaba lo acompañaran al templo. Fueron la mayoríade los presentes, colmando así la nave de la hermosa y famosa basílica, que se encontra-ba desde horas tempranas ocupada por un público fervoroso y creyente. El que se pusoautomáticamente de pie cuando ingresaron los cinco perdidos, en un momento solemnede saludo y respeto que los conmovieron profundamente. El acto se demoró unos minu-tos debido a que desde la entrada las personas asistentes querían saludarlos, abrazarlos, opor lo menos tocarlos. Entre la concurrencia era dable observar una buena cantidad deniños y jóvenes. Luego del servicio religioso y ya en el atrio, recibieron nuevamente el saludo cordialy sincero de numerosas personas que quedaran sin poder entrar por estar colmada la ca-

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pacidad de la amplia basílica. Se enteraron allí que varios de los presentes habían perdi-do alguno de sus seres queridos en la reciente catástrofe. Inundación que puso asimismoen peligro algunas partes relativamente bajas de la villa balnearia mencionada, donde tu-vieron que combatir con gran energía una verdadera invasión de ofidios ponzoñosos, queatacaran a varias personas, sin producir mayores daños debido a los oportunos recaudostomados; pero produjeron bajas en perros, equinos y algunos vacunos, que murieran acausa de las letales mordeduras de víboras venenosas. Todo el mundo conmovido pero alegre, debido a que se lograra rescatar de las garrasde la muerte cinco vidas jóvenes. Quienes - lucharan a brazo partido - contra todo tipo deadversidad, mucho más allá y seguramente sabido, de lo considerado razonable. La gentese manifestaba en forma, que creaba en cada uno de ellos, a un verdadero paladín. Quearremetiera contra los elementos y la seguidilla de desgracias personales y de conjunto.Un ejemplo para todos de que la unión hace la fuerza. Que si la entrega es total, la re-compensa es generosa. Que cuando se quiere ¡se puede!.

* * * * * * * * * * Hacia las catorce horas estaba prevista una gran comida en un restaurante de la villamuy conocido por esa época. La citada se prolongó bastante por los infaltables discursos,ramos de flores, telegramas, fotografías y centenares de abrazos, siendo ya media tardelarga cuando el grupito íntimo se viera libre del grueso de los asistentes. Entre charlas ycomentarios se enteraron que los días que estuvieran desaparecidos fueron 41 en total, loque fuera confirmado por la repartición policial, según fechas de las denuncias de los fa-miliares. Consultado el calendario y sumado el tiempo de internación, su alejamientohabía sobrepasado los dos meses. En esos momentos los muchachos solicitaron a los quetodavía los acompañaban, les concedieran el favor de dejarlos solos por un rato. Los ci-tados comprendiendo, saludaron y se retiraron. Obtenida la merced pedida, los cinco tomados del brazo se fueron apaciblemente ca-minando, hasta las extensas playas que daban a la gran laguna, por la misma calle dondese encontraba edificada la basílica en cuyo templo hicieran acto de presencia en horas dela mañana. Pasaron frente a ella - que se mostraba cerrada - contemplando las impresio-nantes campanas, cuyos sones tanto los animaran cuando se encontraban casi vencidos.Al frente de esa monumental edificación se encuentra una gran plaza, cuya superficiecubre holgadamente dos manzanas, la que tantas veces los viera correr y a la que dedica-ron un respetuoso saludo haciendo un alto. La emoción del momento era tal que no solose les hacía difícil hablar, sino que tampoco atinaban a caminar. Repuestos, continuaron avanzando a paso mesurado - no olvidemos que hacía pocashoras que abandonaran las camas del hospital - siguiendo la misma dirección de la ci-tada calle, que descendía hasta las mismas aguas en épocas normales, pudiendo inclusobajar los automóviles cuando el espacio libre era suficiente, si bien cuando la Setúbal

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crecía el paso estaba prohibido. Parados allí observaron en silencio por largo rato elgrandioso espectáculo de esa inmensa masa de agua cuya corriente la llevaba hacia elSur; que si bien había decrecido bastante, todavía se mantenía indomable y poderosa. Sinpoderse vislumbrar el menor trozo de tierra por lado alguno, que no se situara hacia elOeste, es decir por el lado que vinieran. Para ser más explícito en el sentido de la puestadel sol, o si se quiere rumbo al centro de la República. En otros tiempos más felices la lonja de arena que hacía las veces de playa parecía noacabar nunca. La misma se extendía llameante y amarilla ante los ojos, y se perdía en unhorizonte de oro y plata, disuelto por los intensos rayos del sol. Donde en tiempos del ve-rano, hermosos y proporcionados cuerpos solían tostarse, adquiriendo un bronceado na-tural sano y legítimo, que enorgullecía a sus dueñas. A esas suaves arenas llegan peque-ños como medianos botes con sus cargas felices de bañistas o pescadores, los que luegose dispersan formando núcleos alegres y bullangueros. Y en esos momentos de recordación, cambiando ideas al respecto, se preguntabanunos a otros y ya más tranquilos, como nadie logró verlos cuando estaban acorraladospor las aguas. Ni la camisa-bandera del atalaya, ni el humo del fuego, ni las brasas o lla-mas nocturnas sirvieron. Un verdadero misterio. Supieron que la policía, gendarmería,destacamento fluvial, defensa civil y vecinos de la zona, patrullaron intensamente a loscuatro vientos, salvando numerosas vidas humanas y gran cantidad de animales vacunosy equinos. Brindando ayuda a las familias ribereñas, apoyando en forma efectiva a losisleros y a los cercados, evacuando a centenares de personas, elementos personales, yhasta pequeños animales domésticos. Pero a ellos no los detectaron. ¿Que les habría ocurrido de no trazar entre todos unplan de supervivencia y adaptarse a la realidad por ácida y dura que fuera?. Seguramentehubieran perecido. Pero la entereza, la fe, el sacrificio de uno para todos y todos parauno, el renunciamiento, la experiencia, el compañerismo, la austeridad y las ganas de vi-vir obraron el milagro. No les quedaba duda que ellos hicieron todo lo que humanamenteestuvo a su alcance - pero que Dios siempre los acompañó - era una realidad que sentíanen lo más profundo de sus corazones. Recordaron asimismo, que tampoco se diera el caso de algún botero, pescador o ga-nadero, que en algunas de sus recorridas por el cuidado de sus intereses los vieran. Pen-saron que acertados y lógicos estuvieron cuando sin desesperar idearon medios para re-sistir tanto infortunio. Lo exacto del cálculo de Abel, para no alentar falsas esperanzasque los hubieran destruido, y la pronta reacción - ante el avance de las aguas - en la pri-mera noche cuando se manifestara Alberto; que por ser el mayor y el de más experienciatomó un poco el mando guiándolos desde el principio. Su resistencia al intenso dolorcuando herido y casi mutilado asumió lo mismo sus responsabilidades y su cuota de sa-crificio. Tal vez como dijeran y repitieran hubo un milagro. Pero ellos durante 41 largosdías no bajaron los brazos, sobreponiéndose a tantos como variados infortunios, que eran

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para enloquecer. Con una entrega totalmente sacrificada, honesta, leal y sincera, muchocontribuyeron para que aquel se concretara. Charlando de todo un poco rememoraron con cierta nostalgia la extraordinaria aven-tura vivida. Silvio portaba un misteriorso paquetito que le alcanzara con cierto sigilo donMario - su padre - momentos antes. Cuando el tema de conversación estaba agotado y sedisponían e reemprender la marcha para volver a sus respectivos domicilios, al calor dela amistad, al afecto de sus hermanos y al cariño de sus padres, les pidió un momentomás de atención antes de dispersarse. Los cuatro compañeros restantes lo rodearon cariñosamente. Procedió entonces enforma lenta y serena, a desatar el hilo que mantenía firme algo que contenía y ocultaba elpapel. Luego ceremoniosamente fue desenvolviendo lo atado, apareciendo en sus manoslos cinco envases de sardinas, que ellos guardaran como última reserva, y que no consu-mieran a pesar de numerosas veces estar postrados por el hambre. Como si esas simplesy modestas latitas, demostraran la gran fuerza de voluntad de cinco personas mancomu-nadas al logro de un gran fin. Allí, esos minúsculos recipientes brillaban como si estuvie-ran revestidos con un baño de plata. Resultó ser un momento mágico, único, fascinante yprofundo. Realmente inolvidable. Como un símbolo les entregó en manos propias una a cada uno, acompañada de unfuerte y emotivo abrazo, preñado de incontenibles y varoniles lagrimones, que querían atoda costa disimular. Los cinco camaradas guardaron el trofeo, que seguramente conser-varían en sus hogares y que sin duda, serían con el tiempo motivo de conversacionesrecordatorias para con sus hijos, nietos y amigos. A los que les contarían la verdad sinnecesidad de novelarla, la que de por sí era suficientemente impactante, conmovedora yprofunda, que merecía tenerla resguardada como un tesoro personal compartido. Luego dando el grupo media vuelta, escuchando el rugiente murmullo de las aguas asus espaldas, fueron perdiéndose en la bella tarde que en esos momentos tranquila y pau-sadamente declinaba. El sol, enturbiado por sus llantos de hombres curtidos, parecía unainmensa moneda de cobre, apoyada de canto en el infinito horizonte escarlata.-

* * * * * * * * * *

F I N

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Í N D I C E

Capítulo I Una salida más......................... Página 119

Capítulo II Emergencia nocturna.............. Página 125

Capítulo III Supervivencia.......................... Página 131

Capítulo IV Decisión suprema.................... Página 137

Capítulo V Hacia los terraplenes.............. Página 145

Capítulo VI De vuelta al hogar................... Página 151

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