Freud y Pfister. Un Conflicto Irresoluble, Una Amistad Incuestionada

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    Freud y Pster:

    un conicto irresoluble,

    una amistad incuestionable

    Ricardo Blanco Beledo1

    El dilogo del psicoanlisis con la losofa y con la tradicin judeocris-tiana ha sido, y seguir siendo, crtico e inconcluso.

    La ambivalencia de Freud respecto a la losofa es una presencia per-

    manente en su vida y en su obra; lo podemos constatar en la revisin quePaul-Laurent Assoun hace en varios de sus trabajos sobre Freud, su epis-temologa, su relacin con la losofa y su lugar ante los lsofos2.

    Desde su adolescencia Freud mostr una inquietud por temas los-cos. Como estudiante universitario eligi, entre sus materias optativasde la carrera de medicina, aquellas centradas en la losofa, mismas quecurs con Franz Brentano, ex dominico, maestro de Husserl, a quienadmiraba especialmente y a cuyos cursos asisti durante diferentes

    perodos. De esta relacin surgieron temas fundamentales en su pensa-miento, ya declaradamente psicoanaltico, fcilmente rastreables en laobra de Brentano y, en particular, en el seminario sobre Aristteles (unode los muchos cursos a los que asisti)3. Baste sealar que Brentano fueel fundador de la psicologa fenomenolgica, as como el creador de lasnociones de intencionalidad y de pulsin que, junto con otras ms comola del lugar de la palabra, del sentir, etc., conforman los elementos an-tropolgicos que comparten el judasmo y el cristianismo.

    El hecho de que los tpicos bsicos del pensamiento de Freud se

    encuentren en los apuntes que tom durante el seminario sobre Arist-teles impartido por Brentano de quien tambin fue traductor de textos

    1 Psicoanalista. Investigador del Seminario de Hermenutica del Instituto de Investigaciones Filolgicasde la UNAM.2Paul-Laurent Assoun,Freud: la philosophie et les philosophes,Presses Universitaires de France (PUF),Paris, 1976;Introduccin a la epistemologa freudiana, Siglo XXI, Mxico, 1982;Freud y Nietzsche, FCE,Mxico, 1984;Psychanalyse, PUF, Paris, 1997;Lacan, PUF, Paris, 2003.3Franz Brentano,Aristteles [1911],Labor, Madrid, 1943.

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    del ingls al alemn, es un ejemplo de la inclinacin que tena por lascuestiones loscas. El artculo sobre la relacin Brentano-Freud deMauricio Beuchot4, muestra la inuencia del primero en los temas en los

    que el viens se reere a la constitucin del pensamiento psicoanalticoen su vertiente pblica, que es distinta al lugar desde donde se piensael cual est condicionado por el armado de la subjetividad que, en elcaso de Freud, es la subjetividad juda que corresponde a nales delsiglo pasado, y para cuyo entendimiento es condicin necesaria recon-siderar el estatuto y el alcance de dicha subjetividad. Es por esto que nodebemos olvidar que la palabra es el elemento central, fundante de losprocesos convergentes en la conguracin del sujeto. Lo que Lacan llamel Otro del lenguaje, donde hacen lazo las diversas disciplinas, tanto de

    las ciencias humanas como las del espritu (Geisteswissenschaften) queinteresaban y ponan en cuestionamiento constante a Freud.

    Palabra que en la tradicin judeocristiana ocupa el lugar de la ley, dela revelacin del encuentro hombre-Dios y que permite distinguir aquelloque es imaginario de lo que da lugar a la signicacin.

    Por otra parte, el cuerpo, con un lenguaje no verbal, ocupa el sitio delas pasiones, del deseo, del anhelo, de las emociones no verbalizables,pero s expresables.

    Freud, con una tradicin familiar juda, y educado en la subjetividadcristiana neoplatnica, tuvo una formacin cienticista y racionalistaque culmin en positivista; cuestion el funcionamiento mental desde lohermenutico, a saber, desde los mltiples signicados de la palabra y delsntoma, entendiendo a ste como la formacin de compromiso. El objetivode Freud, inuenciado por esa subjetividad cristiana que aspira a ser apol-nea, era hacer que el psicoanlisis se instaurara como parte del paradigmacientco de la psicologa. Sin embargo, el desarrollo del psicoanlisis tomotros rumbos en los que se han jugado signicaciones que van ms all de

    lo que la ciencia positivista est dispuesta a tolerar. Muestra que el armadode la subjetividad trasciende lo que el sujeto puede decir de s mismo, eincluso, en ltima instancia, de lo que otros puedan expresar.

    Freud, desde el bachillerato, deseaba estudiar losofa, pero optpor la medicina para asegurar su estabilidad econmica. No obstante,la investigacin neurosiolgica nunca logr calmar su ansia de saber,

    4 Mauricio Beuchot Puente, Aristteles y la escolstica en Freud a travs de Brentano,Espritu, No. 97,Barcelona, 1998, pp. 161-168.

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    dado que sus primeros contactos con la losofa y los antecedentes de latransmisin del judasmo (debemos considerar la constante relacin consu maestro S. Hammerschlag) ya haban inoculado en l la inquietud por

    la palabra o lo que hoy podemos considerar como el quedar atravesadopor el orden del lenguaje, de la relacin como sujeto en torno a un ejeordenador que le permiti atender a ciertos desarrollos tericos.

    Algo en Freud alude a satisfacer esta sed de saber, abandona/per-manece en el sendero de la ciencia positivista y se introduce/reniega delas disciplinas de la interpretacin. Por ejemplo, se inicia en el mbitode la sugestin, la hipnosis, a la que podemos considerar teniendo, ensu tiempo, un carcter expresamente esotrico. Esta prctica le abra laposibilidad de retomar la nocin de cuerpo parlante, sufrimiento como

    voz enmudecida (basar/nefesh/rouach)5; le permiti hacer un giro: de lalesin al sntoma y escuchar la palabra sorda de la representacin.

    Paulatinamente abre la escucha y as se va agrietando el positivismooriginal; interpreta, se inicia en la hermeneia. Descubre que aquelloscuerpos sofocaban la palabra; que los sntomas e historia, interpretadasal modo en que se desentraan los textos sagrados, revelaban su verdady se liberaban (se curaban?).

    Antes de adentrarme ms en el estudio de la sexualidad infantil he de recordarun error, al que sucumb durante algn tiempo, y que hubiese podido sermefatal. Bajo la presin del procedimiento tcnico que entonces usaba, reprodu-can la mayora de mis pacientes escenas de su infancia cuyo contenido erasu corrupcin sexual por un adulto. En las mujeres este papel de corruptorapareca atribuido, casi siempre, al padre. Dando fe a estas comunicacionesde mis pacientes, supuse haber hallado en estos sucesos de corrupcin sexualdurante la infancia las fuentes de las neurosis posteriores [...] Cuando luegome vi forzado a reconocer que tales escenas de corrupcin no haban sucedido

    realmente nunca, siendo tan slo fantasas imaginadas por mis pacientes,a los que quiz se las haba sugerido yo mismo, qued perplejo por algntiempo. Mi conanza en mi tcnica y en los resultados de la misma recibiun duro golpe [...]6.

    5 Palabras que en hebreo son los tres modos de referirse al ser humano, no son partes sino modos: ser viviente,ser deseante (a veces traducido como alma) y espritu (o relacin con la divinidad).6 Sigmund Freud, Autobiografa, en Obras Completas, Vol. III, traduccin directa del alemn por LuisLpez-Ballesteros y de Torres, Biblioteca Nueva, Madrid, 1973, pp. 2776-2777.

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    A partir de estas experiencias inicia su recorrido, escucha,phantasieren(fantasear), interpreta, teoriza.

    Conicto con la losofa y la religin.

    En su caminar, Freud, a pesar de las mltiples referencias explcitas eimplcitas a la losofa, a lo largo de su produccin como psicoanalistaexpres frecuentemente una necesidad de ajustarse a la lgica positivista yno dej de establecer un cierto desdn para con el pensamiento loscoy sus posibilidades. Quizs el ejemplo ms claro de esta descalicacinse encuentra en la trigsimo quinta de susNuevas conferencias de intro-duccin al psicoanlisis [En torno a una cosmovisin, 1932], en la queplantea tres obstculos fundamentales para el desarrollo de la humanidad:la ilusin del arte, la ilusin losca y la ilusin de la religin.

    En lo que respecta a la ilusin del arte, no parece existir mayor con-tratiempo. Lo mismo cuando se asiste al teatro que cuando se lee unanovela o se ve una pelcula, uno sabe que est en el campo de la ilusin.Las dicultades surgen, entonces, en lo que atae a la losofa.

    Segn Freud, la losofa, al ser del mbito de lo ilusorio, trata de

    rellenar con teoras pseudo-cientcas los huecos en el saber positivo.Pero, tambinsegn l, a partir de que la ciencia progrese, la losofase quedar sin ningn margen de maniobra, lo que la conducir a suirremediable desaparicin, ya que, dice, el quehacer losco cumplela funcin, exclusivamente, de proporcionar explicaciones sobre fen-menos no resueltos.

    Lo religioso, peor an, funciona bajo una hbrida capa de losofa,de metafsica, de ciencia y de otro tipo de campo disciplinar cuyaclasicacin es ms ambigua: la teologa.

    Por lo tanto, queda en pie el enemigo ms peligroso: la religin.sta, desde el lugar de lo ilusorio, se propone como esfera que respondea cuestiones trascendentales para la vida del individuo, tales como la se-guridad, la construccin moral, la ilusin de proteccin ante fenmenosde la naturaleza que no podemos controlar, supone la relacin del serhumano con entidades fantasmagricas, adems de permitir una orga-nizacin social en la que tambin se da cabida a los individuos que nose pueden autocontener, ya que, en un progresivo proceso de desilusin,

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    resulta capital lograr autocontenerse. Desilusionado de todo, pero armadode un slido conocimiento cientco-causal de las cosas, el individuo debepoder autocontenerse. No obstante, el nmero de personas capaces de

    tolerar la autocontencin es muy limitado.Tal vez podemos pensar que algo insiste en Freud y especular que enl operaban cruzamientos de su propia subjetividad, se entretejan distintasposiciones y abordaba su investigacin desde diferentes lugares epistemo-lgicos. Ambivalencia/escisin en la que, por una parte, se permita desa-rrollar el psicoanlisis desde la dimensin creadora de la palabra comolas leyes que rigen al inconsciente con sus mecanismos de condensaciny desplazamiento y por otra, se empeaba en mantenerse en laNaturwis-senchaft (ciencia de la naturaleza). No hay en Freudlugar para teorizar

    lo religioso si no es por reduccionismo; quizs no tuvo otra alternativa.Freud extrajo material de dos fuentes para el tema de lo religioso:

    del sueo y de las neurosis, es decir, de los procesos alucinatorios nor-males que todos elaboramos durante el sueo, pero en particular con laneurosis obsesiva.

    Son muchos los elementos que pueden contribuir a interpretar lo quefundament la analoga de la neurosis obsesiva con la prctica religiosa,pero si se tiene conocimiento de cualquier manual de prctica de la vida

    cotidiana en el judasmo, no resulta sorprendente descubrir cmo los sig-

    nicantes estaban ah para, precisamente, dar signicacin a esta neurosiscomo prototipo de la religin y cmo la ecuacin metfora-metonimiaest en juego en todo momento dentro de su cultura.

    An en nuestros das, en el judasmo existe una reglamentacin me-ticulosa. Por ejemplo, el agua que ha de utilizarse para lavarse las manospor la maana, antes de realizar la oracin, no debe estar ms all de dospasos de la cama, que es la mxima distancia permitida. Hay un clculo detodo: cmo se come, cmo se reza, cmo se cuantica la menstruacin

    de una mujer para no evitar el riesgo de tener contacto con alguien cuyoestado se considera impuro, cmo han de llevarse a cabo todas y cadauna de las actividades del da. Para Freud, al parecer esto va signican-do la ausencia de sentido, aunque paradjicamente adquiere sentido; loque la palabra es capaz de crear en los hechos. El acercamiento a un lugardonde las signicaciones pulsionales se relacionan con la muerte ascomo con la sexualidad y que el sujeto se resiste a admitir, generndoseuna seal de alarma, un sentimiento angustioso.

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    El ritual y el sntoma estn vinculados y son una cuestin de fondorespecto al sntoma, lo que corresponde a la causalidad psquica a la quealude Lacan: el sntoma no es un producto de deshecho resultado de algn

    mecanismo que no funcione o de una funcin que se degrade, sino quees una formacin dotada de leyes propias. Para Freud constituye tantola enfermedad como su intento de curacin.

    Todos los procesos religiosos sociales contienen rituales, circunstan-cia que puede contrariar al principio del placer al asumir el principio derealidad como la exigencia y limitacin impuesta por la realidad externa.Recordemos tambin que para Freud, ambos principios, el de realidad yel del placer, tienden hacia los mismos nes.

    Freud extrae signicados y conclusiones, establece asociaciones y

    reglas que lo proveen de argumentos para cuestionar el acercamientohacia lo religioso como lo maniesta en su diatriba contra la religin;expresa que todo este tipo de contagio ilusorio no puede ser ms que unaforma mediante la cual el ser humano resuelve la indefensin en la quevive de nio y de adulto ostentando hacia afuera una imagen relativa-mente alucinada de los poderes protectores primitivos, es decir, de lospadres, a quienes no se pierden al crecer, sino que slo son cambiadosde categora, por lo que aquellos dioses infantiles que todos tenemos se

    transforman en los dioses, resolviendo as el problema.Judo ateo y hereje como se autodenomina en su correspon-dencia con Pster, Freud mantiene, no obstante, similares relacionesde aproximacindistanciamiento respecto a la tradicin judeocristiana.Orgulloso de su herencia juda, no duda en regaar a quien, en un alardede liberalismo cienticista, le comunica su decisin de no circuncidar asu hijo. Freud lo conmina a hacerlo con el argumento de que privar alnio de su insercin en las admirables historia y cultura hebreas.

    Si bien Freud no era un hombre religioso, s era partcipe de la

    subjetividad constitutiva del judasmo ya que, como bien lo detect,los valores culturales siempre remiten a una religiosidad que es inde-pendiente de la creencia o experiencia personal que se tiene de Dios,que algunos la tienen parcialmente y otros, tambin parcialmente, nola tienen. Por ello, a pesar de que no celebraba las costumbres judascon rigurosidad, saba, entre muchas otras, que el Shabathse iniciabael viernes en la tarde y que en Pascua no se poda comer cabrito en laleche de su madre.

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    Que l mismo haya relatado cmo, en vsperas de su boda, se pasen vela estudiando las oraciones que tena que decir, es algo que no nosdebe extraar de Freud ni de ningn otro judo o cristiano que se vaya a

    casar. Este hecho no puede ser tomado como una prueba en contra de suparticipacin en la subjetividad del judasmo. Por el contrario, l sabaque la participacin del sujeto en una determinada concepcin del mundotiene una gran inuencia en el armado de su subjetividad.

    Por si fura poco, l era el primero en identicarse con los personajesbblicos y no con las divinidades ni los mitos alemanes, aunque en suspresentaciones pblicas haca uso de los mitos griegos para cumplir conlas exigencias acadmicas.

    En este orden de ideas, el libro de Tho Pfrimmer,Freud lecteur dela Bible7, es una buena fuente de consulta para profundizar ms sobreeste rubro. Desde luego que las constantes referencias a la Biblia noimplican la participacin de la creencia; es posible sostener que era unhonesto ateo agnstico quien, convencido por el ambiente acadmico enel que se desenvolva, haca su mejor esfuerzo por cumplir y desarrollarlas tareas del modelo positivista.

    Freud crece, se desarrolla, comparte su trabajo de investigacin fun-damentalmente en un entorno familiar, educativo, cultural y de colegas

    judos; la constitucin de una subjetividad y de la subcultura judavienesa, se maniesta en su vida y su obra8. Por otro lado, va desarro-llando su trabajo en medio de la cultura ocial austraca, rgidamentecatlica romana, regenteada por el P. Schmidt, antroplogo antisemita yanti-psicoanaltico, quien estaba inmerso y era un personaje muy activoen los mbitos del poder poltico y cultural de Viena.

    El encuentro

    Podemos imaginar lo que pudo haber impresionado a toda la familiacuando el domingo 25 de abril de 1909 hizo su aparicin en el hogar delos Freud un pastor luterano, con su indumentaria clerical, para parti-cipar en la comida y en la tertulia domstica. Quizs hoy, en medio del

    7Thom Pfrimmer,Freud lecteur de la Bible, Presses Universitaires de France,Paris, 1982.8 T. Pfrimmer, op. cit.

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    pluralismo religioso mundializado y posmoderno, no podamos registrarcon sutileza el sobresalto que esta intrusin cultural provoc en esafamilia y en sus amistades cercanas. Solamente lo podemos inferir por

    algunas referencias indirectas en el epistolario freudiano.Este encuentro implica la primera relacin de Freud y el psicoa-nlisis con el cristianismo, establecido a nivel de institucionalidadreligiosa.

    La primera visita del Pfarrer Oskar Pster inaugura el desarrollode una relacin creciente de amistad entre ambos hombres, y del pastorsuizo Pster con la familia de S. Freud, incluyendo a sus hijos, aprecioque persistir despus de la muerte de Freud. En la lectura de la corres-pondencia mantenida entre ambos (1909-1939)9, as como de las diversas

    biografas de Freud, llama la atencin que en la discrepancia evidenteen torno al tema de la religin y a las frecuentes diferencias relativas alpsicoanlisis mismo (en lo tocante a las pulsiones parciales, la sublima-ciny a cuestiones de tcnica, entre otras), la amistad y la colaboracinmutua jams se vieron interrumpidas.

    Desde 190910, Pster fue un prolco escritor en cuestiones psicoana-lticas, pedaggicas y teolgico-pastorales. Encontr analogas entre laspropuestas evanglicas y las psicoanalticas (al menos en lo referente a

    la liberacin de la capacidad de amar de los sujetos11

    ), pero sin dejar dehacer notar los lugares de separacin o disentimiento entre el cristianismoevanglico y el psicoanlisis, considerando siempre la posibilidad deconjugar, sin eclecticismos, aunque con un cierto espritu conciliador,ambas prcticas a pesar de sus contrastes12.

    Por su parte, desde el psicoanlisis, Pster fue un serio cuestionadorde las iglesias, tanto la catlica romana como las protestantes, incluidala suya, la luterana, as como las de Calvino y la de Zwinglio. Tambin,consideraba que ya desde el mismo apstol Pablo, no se haba logrado

    9 Sigmund Freud, Oskar Pster, Correspondencia. 1909-1939, traduccin de Matilde Rodrguez Cabo,Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1966.10 Citado por Carlos Domnguez Morano, Psicoanlisis y Religin: dilogo interminable [Sigmund Freudy Oskar Pster], Trotta, Madrid, 2000. Wahnvorstellung und Schlerselbstmord, Schweizer Bltter frSchulgessundheitspege, Num 1, 1909, Anwendung der Psychoanalye in der Pdagogik und Seelsorge,Imago, 1912, pp. 56-82.11 Ibid., Neuestestamentliche Seelsogre undpsychoanalytische Therapie,Imago20, 1934, pp. 425-443.Trabajo ledo en el Congreso de Psicoanlisis de 1930, en Lucerna.12 Ibid. pp. 425-443.

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    mantener la actitud y propuesta liberadora de la angustia que se maniestaen el vivir y hacer de Jess13.

    Desde la segunda carta que intercambian, el 9 de febrero de 1909,

    Freud abre el campo de lo que ser el leit motifde la temtica y las posturasconfrontadas de ambos: la relacin psicoanlisis-religin. En primer lugar,delimita los caminos de la sublimacin de analizantes religiosos ante unpsicoanalista tambin religioso, y de los de analizantes irreligiosos ante psi-coanalistas tambin irreligiosos. Esta problemtica le lleva a decir: Ens el psicoanlisis no es ni religioso ni lo contrario, sino un instrumentoneutral del que pueden servirse tanto el religioso como el laico, siempreque se utilice para liberar a los que sufren. Estoy muy sorprendido de nohaber pensado yo mismo en la ayuda extraordinaria que puede prestar el

    mtodo psicoanaltico en la cura de almas, pero esto se debe seguramentea que yo, como hereje perverso, estoy muy alejado de esas cuestiones14.

    A pesar de esta cita, en el prrafo anterior Freud sugera como pre-vencin o precaucin un tpico prejuicio laicista ante el cristianismo,segn el cual, para el Pfarrer Pster, la satisfaccin sexual tendra algode prohibido o pecaminoso. La contestacin a este prejuicio consti-tuye el cuerpo de la respuesta de Pster del 18 de febrero: Ya la ticaprotestante elimin () de las relaciones sexuales la tacha de lo impuro.

    La Reforma no es, de hecho, en el fondo, sino un anlisis de la represinsexual catlica, aunque desgraciadamente insuciente, y contina in-formndole acerca de la libertad que tiene para investigar y expresarseen estos temas. Esclarecido el prejuicio, dice Freud: Desde el puntode vista de su concepto histrico puedo yo tambin calicarme comoprotestante, recordando que mi amigo, el profesor Von Ehrenfels, enPraga, acu el nombre de protestantes sexuales para los dos15.

    Posteriormente, Freud hace una especie de alianza con Pstera partir de la reparacin de ese prejuicio: Nuestros antecesores en el

    psicoanlisis, los pastores de alma catlicos16.Luego del encuentro en Viena, Freud agradece la benca inuen-cia de Pster en su bienestar y no tiene reparo en decirle que por haber

    13Un desarrollo acucioso de estos temas se encontrar en la obra ya citada del colega y amigo CarlosDomnguez Morano, del que seguir, en mucho, sus propuestas.14 S. Freud, O. Pster, carta del 9 febrero de 1909, op. cit.,pp. 14-15.15 Ibid., carta del 20 febrero de 1909,p. 17.16 Ibid., carta del 18 de marzo 1909, p. 19.

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    seguido sus indicaciones se siente satisfecho y alegre y le doy la razna usted, expresndole que sus observaciones sobre transferencias ycompensaciones encontrarn en m la atencin que merecen17; Mi

    euforia se prolonga desde su visita18.Es interesante percatarse como, sumado a la radical diferencia encuanto a las cosmovisiones y antropologas sustentadas por los dos in-vestigadores, existe un notable contraste de actitudes vitales. Frente alpesimismo y manifestaciones negativistas si no depresivas de Freud,encontramos el entusiasmo y la vitalidad de Pster. Resulta sugestivoobservar cmo el primero reconoce en stas y en muy diversas oca-siones19 que las cartas de su amigo Pster le levantaban el nimo,extraando el intercambio epistolar por reconocer el efecto estimulante

    de las comunicaciones personales entabladas con l.De este modo se siguen trenzando las alabanzas mutuas en medio

    de las discrepancias. Por ejemplo, en la carta del 9 de octubre de 1918,Freud, rerindose a una obra de Pster, le comenta: Es de una vehe-mencia conmovedora y pone de maniesto todas las hermosas cualidadesque tanto estimamos en usted: su capacidad de entusiasmo, su amora la verdad y a los semejantes, sus convicciones, su comprensin, ytambin su optimismo20. A partir del siguiente prrafo comienzan las

    diferencias, entre otras, en torno a la tica y a la teora sexual en cuantoa la separacin del instinto sexual en instintos parciales21, culminando:Respecto a la sublimacin hacia la religin, slo me queda envidiarlodesde el punto de vista teraputico. Pero lo hermoso de la religin, desdeluego, no pertenece al psicoanlisis. Es natural que aqu en la teraputicanuestros caminos se separen; arribando a la ya conocida pregunta depor qu fue necesario esperar a un judo ateopara fundar el psicoanlisis,en lugar de uno de tantos piadosos. Sin demora, el 29 de octubre delmismo ao, Pster le responde: usted no es ateo, ya que quien vive para

    la verdad, vive en Dios, y quien lucha por la liberacin del amor, est

    17 Ibid., carta del 10 de mayo 1909, p. 21.18 Ibid., carta del 13 de junio 1909, p. 23.19 Ibid., cartas del 12 de julio, 16 agosto y 4 octubre 1909, entre otras, p. 24, p. 25 y pp. 26-27 respectiva-mente.20 Todas las citas de Freud en este prrafo, corresponden a: Ibid, carta del 9 de octubre de 1918, pp. 58-60.21Dado que he empeado la traduccin castellana de Lpez-Ballesteros, he dejado instinto, aunque eltrmino correcto es pulsin.

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    en Dios, segn San Juan 4.16, concluyendo con la calicacin que lemerece Freud: nunca hubo un cristiano mejor22.

    El vnculo de amistad e intercambio profesional contina de forma

    constante.

    Ilusiones, intercambios, porvenires.

    Dieciocho aos despus del primer encuentro se produjo una de lasconfrontaciones ms interesantes y estimulantes para ambos.

    Freud public en 1927 el texto, tan poco estimado por l mismo,Elporvenir de una ilusin. Espera con justa razn la respuesta crtica del

    Pfarrer Pster, la cual no tard demasiado.Fue el mismo Freud quien, en 1928, promovi la publicacin de

    La ilusin de un porvenir, de Pster, rplica puntual a cada una de lasaseveraciones manifestadas en el texto freudiano.

    Freud defini el mencionado texto como una declaracin deguerra23. Las batallas se inician, continan, pero sin provocar bajas enninguno de los bandos. En esta obra considera que lo religioso forma partedel dominio de lo ilusorio. Hasta aqu la novedad es poca; evoquemos

    que para l, tanto la literatura, la poesa, el arte en general, e incluso lalosofa, son constituyentes del terreno de lo ilusorio. Su tesis, enmar-cada dentro de la ms recia tradicin cienticista y positivista, se basaen sostener que todos los fenmenos religiosos son parte de procesoscuyo sustento no puede buscarse en la realidad, ni tampoco hallar apoyoalguno en lo cientco. De modo que, si bien han cumplido una funcindentro de la evolucin del hombre, ha de esperarse que una vez que seansuperadas las etapas primitivas de la humanidad, los fenmenos religiososse diluyan y desaparezcan, al igual que vaticina la losofa.

    Las propuestas de Freud, en las cuales y aqu estoy totalmente deacuerdo con Domnguez Morano el nico argumento propiamentepsicoanaltico de la obra es el que se deriva del concepto de ilusin24,reejan la esperable postura cienticista propia de la Ilustracin moderna

    22 Ibid., carta del 29 de octubre de 1918, p. 60.23 Ibid., carta del 22 octubre 1927, p. 108.24 C. Domnguez Morano, op. cit., 2000, p. 105.

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    y el talante de la creencia atea del autor, aunado a ese negativismo y pe-simismo sobre el ser humano y la tica que Pster le haba cuestionadoen forma reiterada. El tema sobre el que este ltimo tejer su confutacin

    ser, fundamentalmente, acerca de cunto de ilusin se esconde en elcienticismo.El pastor luterano, en respuesta al argumento central de la religin

    como ilusin, se adelanta notablemente a los trabajos posteriores deWinnicot sobre el objeto transicional, as como a las posteriores in-vestigaciones en las que se rescatan los sentidos positivos de deseo eilusin. En la misma vida de la ciencia, deseo y realismo se entrelazan ynecesariamente coexisten. Pero adems, sugiere Pster, es exactamentela ilusin de un porvenir cientco y positivista, rasgo presente en las

    meditaciones del austriaco, lo que empieza a develarse como ilusorio,como irrealizable. Por lo tanto, si hay una ilusin de un porvenir, esaes la propalada por el propio Freud.

    Para Pster es evidente que la tradicin judeocristiana tiene un com-promiso constante para liberar al ser humano de los primitivos compor-tamientos o estructuras obsesivas, al ser una superacin de las represen-taciones de un Dios sacricial y proponer una armonizacin del hombrecon la divinidad a travs de la libertad expresada en el amor fraterno.

    La posibilidad de vivir y realizar los deseos en conformidad con larealidad es un dato. Las desviaciones de esta dinmica se maniestantanto en la religiosidad patolgica, como en el atesmo de igual signo,siendo ambos modos disfrazados del asesinato del padre, tal como Freudlo hace notar en Una experiencia religiosa25.

    Este no es el lugar para un desglose exhaustivo de los textos con-frontados (El porvenir de una ilusiny La ilusin de un porvenir). Lalectura directa de ambos artculos, en paralelo, es lo ms recomendable.El eje de la dinmica de interaccin estriba en que Freud propone y Pster

    responde a cuatro argumentos fundamentales en contra del estatuto de loreligioso dentro del marco terico y de subjetividad, en ambas posturas,de dos representantes de la Ilustracin vigente en su poca.

    Hoy en da nos encontramos bastante distantes de estas argumenta-ciones, pero ellas tienen la relevancia de constituir el inicio de un dilogoregular, aunque conictivo, entre estos dos campos de la experiencia

    25 Ein Religises erlebnis,Imago, 14 (1), 7-10, 1928

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    humana. El psicoanlisis se ha desarrollado notablemente en los ltimoscien aos, y otro tanto ha sucedido con la losofa y las ciencias de lareligin. La actual confrontacin pasa por el conocimiento de la obra de

    Klein, Winnicot, Lacan y Dolto, entre otros, as como por la evolucinde las propuestas teolgicas actuales, tanto de mtodos histrico-crticosen las Ciencias Bblicas, como de la antropologa religiosa y la actualepistemologa hermenutica.

    Sntesis de la confrontacin Freud-Pster.

    Como sabemos, en El porvenir de una ilusin, Freud adjudicaba a lo

    religioso:

    Un carcter neurtico obsesivo (nada extrao si lo confrontamos concualquier texto sobre la prctica cotidiana del judasmo)26.

    La construccin, bajo una supuesta produccin terica, de modelosilusorios propios de un wishful thinking.

    Una hostilidad hacia el pensamiento crtico; y: El reconocimiento de que, en tiempos pasados, fue un guardin de la

    civilizacin con una funcin policiaca que domesticaba los impulsosantisociales.

    Pster responde puntualmente a cada uno de los argumentos:

    Acepta la existencia de compulsin obsesiva en formas primitivas dereligiosidad, pero niega el carcter obsesivo de las formas religiosasms desarrolladas (el cristianismo, el budismo, etc.), en las cualesprecisamente se busca la liberacin de las coerciones.

    Distingue claramente entre deseo y postulado, a la par que hace verel lugar de coexistencia entre deseo y realidad en las ciencias. Refuta enfticamente el supuesto (prejuicio?) de que las propuestas

    religiosas son incuestionables, a la vez que arma la presencia y pro-mocin del pensamiento crtico en las formas maduras de religiosidad.

    26Vase, por ejemplo, Rabino Nissim Behar, Gua para la prctica del judasmo, Ed. Centro EducativoOr Hachaim, Israel, 5749 (1989).

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    Sin desconocer la crtica sociolgica de Freud en cuanto a que enmuchas ocasiones las religiones han tenido funciones coercitivasen lo social, distingue y enuncia lo esencial de la propuesta cristiana

    como liberadora y promotora de la justicia. Concluye argumentando en contra de las creencias positivistas deFreud. Entiende que las tesis planteadas no representan ms que lailusin de un porvenir cienticista, fruto de un optimismo episte-molgicamente nada fundamentado.

    A la frase nal de Freud enEl porvenir de una ilusin: Sera una ilusinsuponer que aquello que la ciencia no puede darnos podemos obtenerloen otra parte, Pster responde al concluir su Ilusin de un Porvenir:

    Aqu el brillante intelecto de Freud se dispara a un intelectualismo(intelectualidad) que, intoxicado por sus xitos, olvida sus lmites.

    Pster rescata la honestidad de Freud, y la suya propia, en el caminode la investigacin y la crtica, al concluir: Y por lo tanto,El porvenirde una ilusin y La ilusin de un porvenir, se unen en la fuerte creenciacuyo credo es: la verdad los har libres 27.

    Como es evidente, esta apretada sntesis simplemente se proponecomo invitacin a la lectura directa y comparativa de ambos textos; la

    confrontacin de dos psicoanalistas situados en lugares opuestos. Ambosenraizados en el mismo mundo: la Ilustracin Moderna.

    Seguimiento, Continuidad.

    Desde la carta del 16 de octubre de 1927 en la que Freud comunica aPster la prxima aparicin deEl porvenir de una ilusin, hasta despusde la publicacin delMalestar en la culturaque reaviva la discusin

    que parece terminar a partir de la carta del 7 de febrero de 1930, se daun intercambio continuo entre los dos amigos y contrincantes sobre eltema del psicoanlisis y lo religioso.

    Durante este perodo la argumentacin se hace ms personal, advir-tindose claramente la disparidad desde el punto de partida de ambos.

    27 O. Pster, The Illusion of a Future: a Friendly Disagreement with Prof. Sigmund Freud,InternationalJournal of Psychoanalysis, N 74, 1993, p. 578.

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    Quedan, sin embargo, armaciones de Freud tales como: Partamos delhecho de que los puntos de vista de mi trabajo no constituyen partes inte-grantes del edicio doctrinario del psicoanlisis28, o Era absolutamente

    necesario que miIlusinfuera refutada dentro de nuestros crculos, y mealegro de que haya sucedido en una forma tan digna y amistosa29.Concomitantemente se mantiene la confrontacin desde cada trinche-

    ra. Freud sigue sosteniendo que el psicoanlisis se apoya en el conceptocientco del mundo con el que el religioso es incompatible30.

    Pster, a su vez, le indica a Freud:

    Yo no puedo discutir con usted de religin porque usted rechaza totalmente lalosofa, porque tiene una opinin sobre el arte muy distinta a la ma y porque

    considera la moral como algo sobrentendido (). Su pesimismo frente a lahumanidad incorregible es aqu demasiado manso; debera usted practicarel miserabilismo en forma mucho ms consecuente. Si formara parte deltratamiento psicoanaltico el lograr que los pacientes aceptaran este mundodesolado como la nocin suprema de la verdad, yo entendera muy bien queestas pobres gentes prerieran recluirse en la celda de su enfermedad en lugarde marchar por este desierto helado y horrible31.

    Poco tiempo despus le dice: La diferencia radica principalmenteen el hecho de que usted se desarroll en contacto con formas religiosaspatolgicas y las considera como la religin, en tanto que yo tuve lasuerte de poderme orientar hacia una forma religiosa libre32.

    Conclusiones

    Desde las pocas de Pster y Freud podemos elaborar una lista inmensa

    de psicoanalistas cristianos y judos que han desarrollado el psicoa-nlisis y la religin en todas sus vertientes: Beirnaert, Godin, Vergote,Pohier, Bellet, Roustang y Dolto, entre otros. Lacan, para citar slo un

    28 Ibid, carta del 26 noviembre 1927, p. 113.29 Ibid, carta del 24 febrero 1928, pp. 117-11830 Ibid, carta del 16 de febrero de 1929, p. 124.31 Ibid, carta del 24 de noviembre de 1927, pp. 109-111.32 Ibid, carta del 20 febrero 1928, p. 117.

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    caso, estuvo rodeado de psicoanalistas que sostenan la validez y vigenciade la experiencia religiosa.

    Se ha complementado el pensamiento teolgico con el pensamien-

    to psicoanaltico, al tiempo que la evolucin se ha enriquecido por lainclusin del mtodo histrico-crtico, de lo lolgico y de lo herme-nutico, en otros, en el anlisis y estudio de los denominados textossagrados.

    En resumen, resultan inconciliables los puntos de partida, las argu-mentaciones y las conclusiones de Freud y las de Pster. Pero en todoesto hay algo que se abre tanto a lo dicho como a lo no dicho: la relacinentre ellos se sostiene, se aanza y crece.

    Para terminar, puntualicemos que la teologa contempornea debe

    mucho a los maestros de la sospecha, y particularmente a Freud. Ahorabien, si los psicoanalistas pretendieran dialogar con los telogos, pre-sumiendo que estn en el lugar en el que Freud supona que estaban, noencontrarn ms que el vaco. Tan intil como si los telogos tratarande enfrentar las propuestas deEl porvenir de una ilusinde 1927, asu-miendo que el psicoanlisis se ha detenido en el tiempo.