Francisco Hernández

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Francisco Hernández (Puebla de Montalbán, Toledo, ca.1515 - Madrid, 1587) Autor | José Pardo Tomás, Departamento de Historia de la Ciencia. Institución Milá i Fontanals (CSIC). Barcelona Francisco Hernández estudió medicina en la Universidad de Alcalá de Henares, donde se doctoró el año 1539. Prosiguió su formación en ámbitos de práctica científica como la disección anatómica, las herborizaciones y la asistencia a enfermos en los hospitales reales de Guadalupe y de Toledo, lo que le vinculó a los aledaños de la corte de Felipe II. Allí, en diciembre de 1569, se tomó la decisión de enviar a Francisco Hernández "a las Indias por protomédico general de ellas" , con la misión de "hacer la historia de las cosas naturales" de aquellos territorios. El encargo real se dirigía principalmente a conocer el mayor número posible de plantas medicinales:"Os habéis de informar dondequiera que llegáredes de todos los médicos, cirujanos, herbolarios e indios y de otras personas curiosas en esta facultad y que os pareciere podrán entender y saber algo, y tomar relación generalmente de ellos de todas las yerbas, árboles y plantas medicinales que hubiere en la provincia donde os halláredes" . Sin embargo, en contraste con lo estipulado en las instrucciones reales, Francisco Hernández expresó así el objetivo de su empresa: "No es nuestro propósito dar cuenta sólo de los medicamentos, sino de reunir la flora y componer la historia de las cosas naturales del Nuevo Mundo, poniendo ante los ojos de nuestros coterráneos, y principalmente de nuestro señor Felipe, todo lo que se produce en esta Nueva España". Esta tensión entre utilidad pública y desarrollo del plan de una auténtica historia natural del territorio estuvo presente siempre en la expedición hernandina y obligó a desplegar estrategias de negociación entre su protagonista y los patrocinadores de la empresa. Hernandez, figurado como el preguntador. Hernández y sus compañeros se embarcaron a finales de agosto de 1570. La flota

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uno de los contribuyentes en la historia de la biogeografía

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Francisco Hernández (Puebla de Montalbán, Toledo, ca.1515 - Madrid, 1587)

Autor | José Pardo Tomás, Departamento de Historia de la Ciencia. Institución Milá i Fontanals (CSIC). Barcelona

Francisco Hernández estudió medicina en la Universidad de Alcalá de Henares, donde se doctoró el año 1539. Prosiguió su formación en ámbitos de práctica científica como la disección anatómica, las herborizaciones y la asistencia a enfermos en los hospitales reales de Guadalupe y de Toledo, lo que le vinculó a los aledaños de la corte de Felipe II. Allí, en diciembre de 1569, se tomó la decisión de enviar a Francisco Hernández "a las Indias por protomédico general de ellas", con la misión de "hacer la historia de las cosas naturales" de aquellos territorios.

El encargo real se dirigía principalmente a conocer el mayor número posible de plantas medicinales:dondequiera que llegáredes de todos los médicos, cirujanos, herbolarios e indios y de otras personas curiosas en esta facultad y que os pareciere podrán entender y saber algo, y tomar relación generalmente de ellos de todas las yerbas, árboles y plantas medicinales que hubiere en la provincia donde os halláredes". Sin embargo, en contraste con lo estipulado en las instrucciones reales, Francisco Hernández expresó así el objetivo de su empresa: "No es nuestro propósito dar cuenta sólo de los medicamentos, sino de reunir la flora y componer la historia de las cosas naturales del Nuevo Mundo, poniendo ante los ojos de nuestros coterráneos, y principalmente de nuestro señor Felipe, todo lo que se produce en esta Nueva España"entre utilidad pública y desarrollo del plan de una auténtica historia natural del territorio estuvo presente siempre en la expedición hernandina y obligó a desplegar estrategias de negociación entre su protagonista y los patrocinadores de la empresa.

Hernandez, figurado como el preguntador.

Hernández y sus compañeros se embarcaron a finales de agosto de 1570. La flota llegó al puerto de Veracruz, en febrero de 1571; desde allí, ascendieron hasta la ciudad de México, que debía convertirse en el epicentro de sus actividades durante los siguientes seis años. Durante una primera fase, Hernández se dedicó a recorrer varios territorios del virreinato, acompañado por un grupo de colaboradores: mozos y acemileros para el transporte de enseres y personas, así como escribientes, pintores y herbolarios, tanto indios como españoles, encargados de recoger por escrito sus dictados, traducirlos y hacer de intérpretes con sus informadores, dibujar del natural plantas, animales u otras escenas del paisaje, copiar esos dibujos y pintarlos sobre papel a partir de los apuntes tomados en el campo y otras tareas similares. Los viajes largos se planearon tomando como apoyo la red de conventos y hospitales, sobre todo franciscanos pero también dominicos y agustinos, establecida por los colonizadores a medida que fueron expandiendo su dominio sobre el territorio. Estos hospitales en un territorio colonial constituían una eficaz herramienta de penetración de las formas culturales de los colonizadores, pero, paradójicamente, eran también escenario privilegiado del intercambio entre las culturas de colonizadores y colonizados, incluyendo

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saberes y prácticas en torno a las enfermedades y sus remedios. La segunda fase del proyecto hernandino se desarrolló en la ciudad de México y sus alrededores. El objetivo esencial fue ordenar y elaborar los materiales que se habían tomado in situ a lo largo de los viajes por el territorio, traducir el texto pulido y ordenado de la Historia natural del latín al castellano y al náhuatl. Asimismo, en el Hospital Real de Naturales se probaron la mayor parte de remedios medicinales recogidos, para poder clasificarlos según las afecciones para las que servían, las partes del cuerpo que sanaban, o los nombres que recibían en las lenguas de indios y españoles.

En marzo de 1576, Hernández envió los tomos de su obra que había hecho encuadernar lujosamente para ser presentados al Consejo y al monarca: diez contenían más de dos mil ilustraciones de plantas y animales; los otros albergaban los textos, aunque, advertía Hernández, "no van tan limpios ni tan limados o tan por orden ni ha sido posible, que no deban esperar la última mano antes que se impriman". En febrero de 1577, por fin, Hernández y su hijo bajaron hasta Veracruz, donde se embarcaron con un inmenso equipaje, que no incluía solamente libros y papeles, sino también semilleros y numerosas barricas con especímenes vivos.

Portada de la obra de Francisco Hernández

Pero el Francisco Hernández que volvió a pisar el muelle sevillano en 1577 no era la misma persona que había embarcado siete años antes. Las experiencias en México y en las largas travesías habían deteriorado su salud. En mayo de 1578, su estado se agravó, incluso redactó su testamento. Logró sobrevivir; pero desde entonces, en los casi nueve años que le quedaban de vida, "no tuvo un día de salud", como escribieron sus hijos al rey. Ésta es una de las razones que explican la desaparición de Hernández de los escenarios donde se tomaron las decisiones sobre lo que debía hacerse con su obra. La más importante fue encargar al médico napolitano Nardo Antonio Recchi "ver lo que truxo escripto de la Nueva España el doctor Francisco Hernández y concertarlo y ponerlo en orden, para que se siga utilidad y provecho dello". La tensión entre el proyecto científico de Hernández y el de quienes lo habían patrocinado acabó resolviéndose claramente a favor de éstos. Los tomos en poder del rey quedaron en El Escorial hasta que en 1671 fueron pasto de las llamas; los originales en manos de Hernández acabaron dispersos, tardaron siglos en ser redescubiertos y aun esperan una edición completa; sólo el De materia médica de Recchi consiguió publicarse, aunque no se distribuyó efectivamente hasta 1651.

El Armadillo. Códice Pomar

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Aún así, una parte sustancial de la obra hernandina fue conocida por sus contemporáneos y por las generaciones que le siguieron y por eso consiguió ejercer una duradera influencia en quienes abordaron en los siglos posteriores el estudio de la botánica y de la materia médica. Unos pocos tuvieron el privilegio de visitar El Escorial antes del incendio, otros tuvieron acceso a las diversas copias manuscritas de la selección hecha por Recchi. Una copia llegó a manos del fraile Francisco Ximénez, que la tradujo al castellano y la publicó en México, en 1615. Otra copia llegó a manos del holandés Jan de Laet, de la Compañía de las Indias Occidentales; otra más, circuló por Inglaterra. Además, las copias que Recchi se había llevado a Nápoles despertaron gran interés e incluso pudieron ser consultados por algunos estudiosos, antes de acabar en las manos del joven Federico Cesi y un entusiasta grupo de científicos reunidos en laAccademia dei Lincei. De ahí surgiría, tras largos avatares, la publicación del que ya desde 1625 muchos naturalistas europeos conocían como Il tesoro messicano. La obra hernandina estaba destinada a marcar decisivamente una parte del devenir de la medicina y de la botánica de Europa y de sus territorios coloniales.

Fachada de Universidad de Alcalá

La vida de Francisco Hernández contiene muchos elementos que la convierten en representativa de su época; por ejemplo, de la manera en que muchos médicos se formaban dentro y fuera de las universidades, se forjaban una carrera profesional y abordaban el estudio de la naturaleza, del cuerpo humano, de la enfermedad o de los remedios medicinales. Pero, al mismo tiempo, otros elementos de la vida y la obra de Hernández poseen rasgos de una singularidad y originalidad excepcionales. El más destacado de ellos fue, sin duda, la empresa que lo llevó a viajar a la Nueva España entre 1570 y 1577 para elaborar una obra que marcó verdaderamente un hito en la ciencia europea de la época y cuyo influencia se dejó notar durante muchas generaciones posteriores de científicos, médicos y naturalistas.

Más información:

José Pardo Tomás. El tesoro natural de América. Colonialismo y ciencia en el siglo XVI. Nivola libros y ediciones S.L, Madrid 2002. 183 páginas

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Herbario Sessé y Mociño: Plantas de la Real Expedición Botánica a Nueva España (1787 – 1803) (MA)

Real Jardín Botánico de Madrid, CSIC Plaza de Murillo, 2. 

28014 Madrid, España Tel. +34 91 420 3017 Fax +34 91 420 0157 

Correo electrónico: [email protected]. Paloma Blanco Fernández de Caleya Curadora de los Herbarios Históricos Tel. +34 91 420 3017 Fax +34 91 420 0157 Correo electrónico: [email protected] Herbario Histórico de Sessé y Mociño contiene ejemplares recolectados por los botánicos Martín de Sessé, José Mariano Mociño, Juan Castillo y Jaime Senseve durante la Real Expedición Botánica a Nueva España llevada a cabo entre 1787 y 1803. Esta expedición fue creada por la corona española para inventariar los recursos naturales de la Nueva España. Actualmente, esta colección pertenece al herbario del Real Jardín Botánico y forma parte del Patrimonio Histórico Español.

La base de datos cuenta con 14 515 registros correspondientes a 1 879 géneros y 7 635 especies pertenecientes a México, Cuba, Perú y Estados Unidos.

Real Jardín Botánico de Madrid

Martín Sessé(Baraguás, 1751-Madrid, 1808) Médico y botánico español. Realizó sus estudios en Zaragoza y en Madrid y posteriormente viajó a Cuba y a México. Participó en la expedición botánica a Nueva España, junto con J. Mariano Mociño, con quien escribióPlantae Novae Hispaniae (1893) y Flora mexicana (1894).

Alejandro Malaspina (Mulazzo, 1754 - Pontremoli, 1810)Nace Alejandro Malaspina el día 5 de noviembre de 1754 en la localidad italiana de Mulazzo, de la que su padre, Carlo Morello, es marqués. Igual de notable resulta la línea materna; su madre, Caterina Meli Lupi, entronca con los príncipes de Soragna. Cuenta ocho años cuando la familia se traslada a Palermo. Viene después la ciudad de Roma, donde completa sus estudios en el colegio Clementino.Finalmente, el año 1774 ingresa en la academia de guardiamarinas de Cádiz. Su carrera militar es vertiginosa. Méritos no faltan en una hoja de servicios que recoge su presencia en diversas campañas militares. En 1775 lo encontramos embarcado en la fragata Santa Teresa defendiendo la ciudad de Melilla, sitiada por la hueste marroquí. El año 1780 participa en el asedio a la plaza de Gibraltar. Durante el combate, los ingleses capturan el navío San Julián a cuya tripulación pertenece. Aprovechando la fuerte tempestad que descarga sobre la zona, el teniente de fragata Alejandro Malaspina subleva a la marinería, recuperando el control de la nave. Se corre la voz y el clamor popular inunda la bahía gaditana celebrando la hazaña.

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El año 1782 se encuentra inmerso en la operación naval contra la armada inglesa desarrollada en el cabo Espartel, mereciendo por su valeroso comportamiento el ascenso a capitán de fragata. En la década de los años ochenta comienza una etapa dirigida a explorar el Nuevo Mundo. En 1783 efectúa su segundo viaje a Manila embarcado en la fragata Asunción, y en el año 1786 parte al mando de la fragata Astrea rumbo a las islas Filipinas circunnavegando el globo. El 10 de septiembre 1788 presenta al ministro Antonio Valdés su plan para realizar un viaje científico y político alrededor del mundo. Un mes más tarde el proyecto es aprobado. El jueves 30 de julio de 1789 las corbetas Descubierta yAtrevida, comandadas por los capitanes de fragata Alejandro Malaspina y José Bustamante, parten de Cádiz rumbo a Montevideo. Comienza el viaje. El 21 de septiembre de 1794, la expedición regresa al puerto gaditano. Han transcurrido cinco años. No dieron la vuelta al mundo, aunque exploraron detenidamente tierras de América, Asia y Oceanía, consumando un viaje sin precedentes en la historia de España.En marzo de 1795 Malaspina es nombrado brigadier. Unos meses más tarde, el 23 de noviembre, es encarcelado. El primer ministro, Manuel Godoy, le acusa de conspiración. Concluido el proceso, el brigadier es expulsado de la armada y condenado a la pena de diez años y un día de prisión en el castillo de San Antón de La Coruña. En abril de 1796 ingresa en el penal coruñés. En el año 1803 se le conmuta la pena de privación de libertad por el destierro a Italia, fijando su residencia en la localidad de Pontremoli. Fallece el 9 de abril de 1810.

Alejandro Malaspina(Palermo, actual Italia, 1754-Pontremoli, id., 1809) Marino italiano al servicio de la Corona española. Se distinguió en diversas operaciones navales contra Inglaterra, tras lo cual fue ascendido a teniente de navío (1780). En 1789 lideró una expedición científica al mando de las corbetas Descubierta y Atrevida con el objetivo de circunnavegar el globo, llevando a bordo a importantes personalidades científicas y a un buen número de expertos dibujantes. En el curso de la misma recorrió las costas americanas del Virreinato del Río de la Plata y las occidentales desde la Tierra del Fuego hasta Alaska, así como las Filipinas y algunos archipiélagos de Oceanía, para regresar finalmente en septiembre de 1794. Sin embargo, Malaspina cayó en desgracia y, en noviembre de 1795, fue acusado por Manuel Godoy de revolucionario y conspirador y condenado a diez años de prisión. En 1803 fue desterrado a Italia, donde murió.

Hipólito Ruíz López (1752-1816) José A. Pavón

Nació en Belorado (Burgos). Marchó a estudiar a Madrid bajo la tutela de un tío farmacéutico. Estudió farmacia y también siguió los cursos que se impartían en el Jardín de Migas Calientes; se le puede considerar como discípulo de Casimiro Gómez Ortega. Sin haber finalizado sus estudios de farmacia fue nombrado primer botánico de la expedición que el rey Carlos III ordenó organizar para el estudio de los productos naturales de América meridional. Junto con él también marchó como segundo botánico el médico francés Joseph Dombey. Tras partir de Cádiz en 1777, llegaron a Lima en

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abril de 1878. Recorrieron Perú y Chile durante un periodo de diez años recogiendo materiales. Destacan, ante todo, cerca de 3000 ejemplares de especies vegetales, unos 2500 dibujos botánicos a tamaño natural, y plantas vivas.

Esta expedición se la considera como una de las más importantes del siglo XVIII desde el punto de vista científico. Las colecciones llegaron ordenadas a Cádiz en 1788 y fueron depositadas en el Jardín Botánico de Madrid y en el Gabinete de Historia Natural. Esto significó la incorporación de un centenar y medio de nuevos géneros y de unas quinientas nuevas especies.

Ruíz terminó sus estudios de farmacia obteniendo el título en 1790. Mantuvo una estrecha relación con el mundo médico. Fue nombrado miembro de la Real Academia de Medicina en 1794, en cuyas Memorias publicó varios trabajos, que dejan entrever los derroteros por los que iba a ir la materia médica en los años sucesivos. Mantuvo fuertes discrepancias con Cavanilles.

Una de sus obras más importantes fue la Quinología o tratado del árbol de la quina(1792), fruto de sus trabajos en la expedición. La obra fue traducida al alemán, inglés e italiano y le reportó una polémica con el grupo de botánicos de Nueva Granada que encabezaba Celestino Mutis. Sin embargo, la gran obra destinada a exponer en detalle los hallazgos de la expedición fue la Flora peruviana et chilensis, de la que Ruíz y Pavón publicaron los cuatro primeros volúmenes entre 1798 y 1802. Después quedó interrumpida. Murió en Madrid en 1816.

José A. Pavón Jiménez, nació en Casa Tejada, Cáceres, en 1754. Estudió farmacia, e igual que Ruíz, siguió los cursos del Jardín botánico. Fue nombrado también botánico de la expedición a Perú y Chile. Como hemos visto, trabajó estrechamente con Hipólito Ruíz. Tras su muerte, se esforzó en continuar la publicación de la Flora peruviana et chilensis, en las adversas circunstancias del reinado de Fernando VII. Fue una de las víctimas del aislamiento científico que sufrió España en esta época. Se vio obligado a vender ejemplares de la expedición a Aylmer Bourke Lambert, traductor de varias disertaciones botánicas de Ruíz, y más tarde a Philip Barker. En 1820, por mediación de Lambert, fue elegido miembro correspondiente de la Sociedad Linneana. Igual que Ruíz también fue miembro de la Academia de Medicina, donde dio a conocer varios trabajos. Murió en Madrid en 1840.

José Celestino Mutis(José Celestino Bruno Mutis y Bosio; Cádiz, 1732 - Santafé de Bogotá, 1808) Médico y botánico español que figura entre los más destacados iniciadores del conocimiento científico en el Nuevo Mundo.

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José Celestino Mutis estudió medicina y cirugía en el Colegio de Cirugía de su ciudad natal, que fue un centro de renovación médica a la vanguardia de la ciencia aplicada en España. Sin embargo, como dicha institución no estaba autorizada a otorgar el grado de bachiller en Artes y Filosofía, Mutis tuvo que terminar su carrera en la Universidad de Sevilla. Una vez concluidos sus estudios, se vinculó, durante cuatro años, al Hospital de Cádiz.

José Celestino Mutis

Se interesó entonces por la astronomía y la botánica, disciplinas en las que tuvo por maestros a Jorge Juan de Santacilia para la primera y a Domingo Castillejo y Miguel Barnades para la segunda. En realidad, en su período de formación, Mutis tuvo excelentes preceptores: Jorge Juan fue, junto con Antonio de Ulloa, el gran pionero del redescubrimiento científico de América, y Barnades fue el protagonista del renacimiento de la ciencia botánica en la Península. Cuando Mutis recibió el título de médico del Real Proto-Medicato de Madrid, contó con la tutela de Andrés Piquer, la mayor eminencia de la medicina española de la época.

Mutis se desempeñó como suplente de la cátedra de anatomía del Hospital General de Madrid y perfeccionó sus conocimientos botánicos en el Jardín del Soto de Migas Calientes. En 1760 rechazó una beca de especialización en París y partió para América como médico particular del recién nombrado virrey Pedro Messía de la Cerda, pues entendió que en el Nuevo Continente podría consagrarse como científico, dedicándose especialmente al conocimiento de las quinas. Deseaba desentrañar algunas de sus incógnitas, establecer sus reales propiedades curativas, sus limitaciones terapéuticas y sus potencialidades económicas. En los primeros años de su vida en Santafé, abrigaba la idea de viajar a Loja, en la provincia de Quito, para cumplir con tales investigaciones.

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José Celestino Mutis partió de España rumbo a América el 7 de septiembre de 1760, y llegó a Santafé el 24 de febrero de 1761. El impacto del trópico fue grande, pues a cada paso se encontraba con una novedad botánica o zoológica. También le sorprendió el ambiente cultural y social: la educación superior era una copia de las instituciones educativas metropolitanas, especialmente de la contrarreformada Universidad de Salamanca, y se hallaba encomendada a las distintas órdenes religiosas (Santo Tomás a los dominicos, Javeriana a los jesuitas, Agustiniana de San Nicolás de Bari a los agustinos) o al clero secular (Nuestra Señora del Rosario). La pedagogía que se infundía en las escuelas y seminarios era heredera del Concilio de Trento de 1530 y estaba centrada en el aristotelismo y la escolástica tardía, sin ninguna explicación científica de la realidad.

Desde que Mutis desembarcó en Cartagena se preocupó por adelantar observaciones astronómicas, recolectar plantas con las que fue formando un herbario, comprobar gran parte de lo consignado en obras escritas sobre América y estudiar la quina. Al año y 17 días de su llegada a Santafé, sentó las bases de la revolución científica e ideológica en el Virreinato de la Nueva Granada cuando, en el discurso inaugural de la cátedra de matemáticas del Colegio Mayor del Rosario, expuso los principios elementales del sistema de Copérnico: fue la presentación de una nueva metodología, la del eclecticismo, y de una novedosa actitud ante el mundo y la vida, que significaba el abandono del fanatismo y la credulidad, para entrar en los terrenos de la física de Newton.

En ese empeño por modernizar las estructuras mentales de los criollos neogranadinos, Mutis se enfrentó con los sectores tradicionales de aquella sociedad estamental, y en especial con los dominicos. Así, en 1773, se declaró copernicano ante el virrey Manuel Guirior, en 1774 se le siguió causa, que fue archivada, y en 1801, tuvo que volver a defenderse, todo un escándalo para la hipócrita y pacata sociedad de la época.

Una de las consecuencias de la exposición de la teoría heliocéntrica de Copérnico fue que, después de la expulsión de los jesuitas en 1767, la Corona tuvo que llenar de alguna manera el vacío cultural e ideológico que dejaron los padres de la Compañía de Jesús. En ese contexto el fiscal y doctor Francisco Antonio Moreno elaboró un Plan de Estudios en el que se creaba una universidad pública y unos estudios generales; la base ideológica para tales planteamientos fue el discurso inaugural de Mutis en la capilla de La Bordadita.

En 1763, Mutis envió al rey de España una representación, escrita desde Cartagena, en la que planteó escribir la Historia Natural de América. No

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obtuvo respuesta y volvió a redactar, al año siguiente, otra carta, con el mismo resultado. Decidió entonces ir adelantando por su cuenta ese trabajo, para el cual necesitaba fondos. Aunque era el médico preferido de los habitantes de Santafé y percibía buenas entradas económicas, prefirió incursionar en arriesgadas empresas comerciales y mineras. Entre 1766 y 1770 permaneció en las minas de La Montuosa, en las cercanías de Pamplona, y entre 1778 y 1782 estuvo en las del Sapo, en las proximidades de Ibagué. En ambos intentos fracasó económicamente, aunque introdujo, junto con su socio Juan José D'Elhuyar, el método de amalgamación para la extracción de la plata.

En lo que no fracasó, aunque tuvo que afrontar serias disputas, fue en el descubrimiento de la quina en el territorio de la actual Colombia. El interés de Mutis lo llevó a recorrer constantemente los alrededores de Santafé y la búsqueda dio resultados cuando en 1772 encontró el vermífugo en compañía de don Pedro Ugarte, en el monte de Tena. En 1774 el médico panameño Sebastián López Ruiz obtuvo una comisión real para hacer indagaciones sobre la existencia de la quina en Tena, Guayabal y La Mesa, con lo que entró en polémica con el sabio.

Al cabo de dos años, López Ruiz demostró que efectivamente había quina en los alrededores de Santafé. Luego de algunos análisis en España, fue confirmado como director de los acopios de quina en el virreinato y en 1778 el rey le otorgó un sueldo anual de dos mil pesos. Comenzó entonces un largo pleito entre ambos personajes, al final del cual Mutis salió victorioso, pero muy desgastado, y de todas maneras los resultados no fueron lo que la Corona esperaba.

Mientras llevaba a cabo sus aventuras comerciales y sus disputas con López Ruiz, el sabio Mutis continuó con sus trabajos de investigación en botánica, especialmente en el campo de las plantas útiles, que era aquello que más interesaba a la Corona. Además, mantuvo una nutrida comunicación con científicos europeos, como Carlos Linneo, Carlos Alstroemer y Antonio José Cavanilles. Fue designado académico de Upsala y algunas de sus reseñas científicas fueron publicadas en revistas suecas.

En 1777 envió una colección de plantas disecadas al Jardín Botánico de Madrid y otra a Linneo. Formó una voluminosa biblioteca, entre seis y ocho mil volúmenes, especialmente de botánica (unos tres mil ejemplares), que el sabio alemánAlexander von Humboldt juzgó comparable a la de míster Banks, presidente de la Real Sociedad de Londres.La Real Expedición Botánica

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En 1776, España creó la primera Real Expedición Botánica, en el Perú; en ello tuvieron mucho que ver los conceptos que el famoso marino español Antonio de Ulloa lanzó en su libro Noticias americanas (1772) acerca de la conveniencia económica, científica y cultural para la metrópoli de conocer en profundidad el continente americano. En 1783 el arzobispo-virrey Antonio Caballero y Góngora creó la Real Expedición Botánica del Virreinato del Nuevo Reino de Granada y nombró a Mutis como su director, con una asignación anual de dos mil pesos.

Durante los seis meses que van de abril a septiembre, la expedición funcionó provisionalmente y tuvo su sede en La Mesa de Juan Díaz; el equipo humano inicial fue reducido: el sabio, como director, Eloy Valenzuela, como segundo, y Antonio García, como dibujante. Luego se incorporaron, como herbolarios, el indígena Luis Esteban y el campesino Roque Gutiérrez.

El 23 de noviembre de 1783, la expedición fue confirmada por real cédula y se trasladó a Mariquita. Esta población resultaba bastante propicia para adelantar las labores de inventario de la expedición: se asentaba entre dos cordilleras, su comunicación con Santafé no era difícil y era paso obligado en la vía que enlazaba la capital con el principalísimo puerto de Honda, hecho que favorecía las labores comerciales, además de situarse también cerca de un centro minero de relativa importancia, donde era factible ensayar las diversas técnicas de minería.

La Real Expedición permaneció ocho años en Mariquita, hasta que el virrey José de Ezpeleta decidió que para su mayor control debía ser reubicada en Santafé, con lo cual el ambiente cultural de la capital virreinal se vio fortalecido. Se formó así la Casa Botánica, que funcionó hasta 1816, cuando las tropas de la reconquista española la cerraron definitivamente, remitiendo su patrimonio científico a España.

En Mariquita la expedición se reorganizó poco a poco. Se crearon cargos con funciones muy definidas: los comisionados, personal de confianza de Mutis y del virrey, emprendían largas excursiones a diversas partes del virreinato, para reconocer y recolectar minerales o plantas diferentes a las ya conocidas, pero también para acumular datos y observaciones científicas; se destacaron fray Diego de García, Pedro Fermín de Vargas, Bruno Landete, el geógrafo José Camblor yFrancisco José de Caldas.

Los botánicos debían recoger muestras exclusivamente botánicas y eran acompañados de uno o varios herbolarios que ejercían funciones auxiliares. Los pintores se encargaban de copiar las plantas recolectadas sin omitir el más mínimo detalle y con la mayor perfección posible. A

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partir de 1791, existieron agregados científicos como Francisco Antonio Zea, Juan Bautista Aguilar, José y Sinforoso Mutis, y de igual forma se creó el cargo de oficial de pluma, que ejerció José María Carbonel. Así, de los tres puestos creados inicialmente, la Real Expedición llegó a contar en 1808 (año de la muerte de José Celestino Mutis) con un total de 35 personas.

Tradicionalmente se ha insistido en que la coyuntura para que el arzobispo-virrey se decidiera a formar la Expedición Botánica en el virreinato fue la solicitud de unos científicos alemanes para recorrer los territorios de la actual Colombia. Como parte de las labores asignadas, Mutis debía enriquecer las colecciones botánicas del Gabinete de Historia Natural y del Jardín Botánico de la Corte mediante permanentes remisiones de semillas y raíces vivas de las plantas y árboles más útiles, sin omitir observaciones geográficas y astronómicas y la redacción de La flora de Bogotá.

Todo ello es cierto, como también lo es que en la iniciativa de la expedición jugó un papel determinante la Revolución de los Comuneros de 1781 y que los comisionados debían informar y evaluar social, política y económicamente los distintos pueblos y provincias del virreinato, con el fin de que la Corona pudiera tener una idea de las distintas situaciones y poder aplicar correctivos.

El aspecto más importante de la Expedición Botánica fue su contribución a la conformación y consolidación de una clase culta criolla, toda vez que muchos de sus miembros fueron próceres de la Independencia y que en torno de la expedición giraron las grandes figuras de la política de la Primera República.

Los resultados científicos y económicos son más relativos, pues, si bien se coleccionaron 5.393 láminas magistralmente realizadas, compuestas por 2.945 estampas en color y 2.448 dibujadas a pluma, que representan 2.696 especies y 26 variedades, muchas de ellas no tienen la descripción correspondiente, no hay clave alguna de tal iconografía y no se conoce una correspondencia entre las láminas y el herbario. Su aporte a la taxonomía nacional actual es prácticamente nulo, ya que sólo ocho géneros y especies han conservado la denominación dada por Mutis:Barnadesia, Beforia, Ezpeletia, Ternstroemia, Vallea, Spilanthes americana,Aristolochia cordiflora y Sericotheca argentea.La flora de Bogotá nunca se publicó en vida de Mutis. El sabio no la pudo concluir, disperso en infinidad de ocupaciones y fracasadas aventuras comerciales, como la organización de la factoría y estanco de la quina, basado en un meticuloso estudio que luego de 25 años de investigaciones dio como resultado el libro El arcano de la quina, obra

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aparecida inicialmente en el Papel Periódico de Manuel del Socorro Rodríguez y que es el único trabajo terminado de Mutis, en el que diferenció cuatro especies de quina: anaranjada, roja, amarilla y blanca, las cuales distinguió unas de otras según las reglas botánicas y su aplicación médica.

Con anterioridad, había escrito un proyecto de estanco de la quina, en el cual llamó la atención sobre la necesidad de racionalizar al máximo posible la explotación del producto. También intentó aclimatar los canelos de los andaquíes, que bien pronto se secaron, promover en la Corte el amargo té de Bogotá, que no fue aceptado en los mercados europeos, resolver consultas oficiales, trazar y dirigir políticas sanitarias y de minería, reformar los estudios de matemáticas del Colegio del Rosario e implantar los de medicina, de acuerdo con los logros del momento. Mutis murió en Santafé, el 11 de septiembre de 1808, a los 76 años de edad.

EXPEDICIÓN BOTÁNICA A NUEVA GRANADA POR JOSÉ CELESTINO MUTISJosé Celestino Mutis fue un botánico, matemático, sacerdote y expedicionario español que ha pasado a la historia de la Humanidad por descubrir una riqueza natural americana nunca antes investigada, desde cargamentos de quina a una extraordinariarepresentación iconográfica de la flora y la fauna del virreinato de Nueva Granada. Su expedición ilustrada también se encargó de radiar las nuevas teorías científicas de Linné y Newton sobre la América española.

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JOSÉ CELESTINO MUTIS

 

José Celestino Mutis y Bosio nació en Cádiz el 6 de abril de 1732. Una ciudad en plena ebullición del comercio americano que iría posteriormente desarrollando el estudio de las ciencias y el movimiento de la Ilustración.

En la década de 1750, estudió medicina y cirugía en el vanguardista Colegio de Cirugía de Cádiz fundado por Pedro Virgili y concluyó su carrera en la Universidad de Sevilla. 

Tras concluir sus estudios trabajó durante cuatro años en el Hospital de Cádiz. Sus primeras etapas profesionales se desarrollaron bajo la tutoría de algunos de los más eminentes científicos del momento. 

Durante tres años se interesó por la física, la química, la fisiología, la patología y la historia natural, trabajando como suplente de la cátedra de anatomía del Hospital General de Madrid. En esta ciudad recibió la influencia de la botánica linneana impartida por Miguel Barnades y participó a algunas tertulias ilustradas, entre ellas a la de la Sociedad Médica de la Real Hermandad de Madrid. Perfeccionó sus conocimientos botánicos en el Jardín del Soto de Migas Calientes y en el Hospital Real de la Marina de Cádiz. 

En septiembre de 1760 zarpa desde Cádiz con destino a Cartagena de Indias en la comitiva que acompañaba al nuevo virrey de Nueva Granada, Pedro Messía de la Zerda, alcanzando Santa Fe de Bogotá, en 1761. El territorio virreinal englobaba las actuales Colombia, Ecuador, Panamá, Venezuela, norte del Perú y Brasil, y oeste de Guyana.

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A pesar da la dureza del clima tropical, las continuas lluvias, la agresividad de los mosquitos y su limitada salud, se ocupó a la actividad médica. Durante sus primeros meses quedó cautivado por la agreste y exuberante naturaleza tropical, lo que estimularía su estudio por la botánica americana. Desde entonces, Mutis se dedicó a observar y describir el medio natural: desde la medicina popular a los venenos animales, desde las propiedades medicinales de las plantas a la utilización de las aguas, desde la explotación minera a las lenguas vernáculas. Mientras tanto ejercía la profesión médica en la corte virreinal y educacional en la cátedra de matemáticas en el Colegio del Rosario.

En 1763 y 1764, Mutis propuso a la corte de España el apoyo y la subvención para la realización de una expedición botánica por el virreinato de Nueva Granada con el objetivo de estudiar la flora y fauna americanas al más estilo de las expediciones patrióticas e ilustradas de su época. Su proyecto consistía en elaborar una completa Historia Natural, explorar la población indígena y la naturaleza, y mejorar la economía de virreinato.

Ante la negativa burocrática, Mutis continuó sus investigaciones científicas y su cátedra, iniciándose a la explotación de las minas de plata de La Montuosa, en la provincia de Nueva Pamplona. Durante este período tuvo notable importancia el descubrimiento de quinos en varios lugares. 

Después de veinte años, a petición del virrey y arzobispo Antonio Caballero y Góngora realizó un actualizado tercer proyecto científico a la corte de Carlos III. Este rey lustrado, que había estudiado botánica además de otras ciencias, técnicas y artes, aceptó la propuesta en 1783. 

LÁMINA DE LA FLORA ESTUDIADA EN LA EXPEDICIÓN

La Real Expedición Botánica al Nuevo Reino de Granada se inició bajo su mando ese mismo año y prolongó unos treinta años más. Fue englobada en el marco científico e ilustrado en el que se fomentaron las expediciones de su época y que se denominó como el "redescubrimiento de América".

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Hasta el momento Mutis se había ocupado de la investigación botánica como actividad secundaria, y aunque durante veinte años de vida en el territorio americano le aportó una valiosísima información científica, en adelante la observación y el estudio del medio natural constituyeron su ocupación principal siendo nombrado primer astrónomo y botánico de la Real Expedición. 

Cubrió unos 8.000 kilómetros cuadrados, utilizando como eje el río Magdalena: Santafé y sus alrededores, la laguna de Pedro Palo, la Mesa de Juan Díaz, Guaduas, Honda y los alrededores de Mariquita, donde se establecería la base científica hasta 1790.

El proyecto expedicionario permitía el adiestramiento de un grupo de naturalistas, formados por Mutis, para colaborar en sus trabajos de campo. Por esta razón, en Bogotá se abrió una Casa Botánica donde se formaron numerosos licenciados de pluma y herbolarios que estudiaron la Historia Natural y que realizaron láminas de excepcional calidad. Entre los dibujantes destacaban Salvador Rizo y Francisco Javier Mutís, que fue calificado por Humboldt como el mejor ilustrador botánico del mundo. Años más tarde, el médico y botánico bogotano José Jerónimo Trianacontribuyó decisivamente a la determinación de las especies. También fue relevante su herbario y su biblioteca.

Su obsesión por pintar plantas desde su entorno natural, el respeto por el sistema linneano y la reproducción con colores naturales le permitió realizar extraordinarias colecciones de dibujos de la flora colombiana y encontrar algunos pies de quinos.

Entre sus colaboradores más notables, que extendieron la cobertura geográfica a estudiar, estaban sus sobrinos José y Sinforoso Mutis,  este último exploró el norte del virreinato y la isla de Cuba, recogiendo materiales y participando en el negocio de la quina; el científico naturalista Francisco José Caldas,  sobre quien habrían de reposar los trabajos astronómicos y consiguiendo además un extensísimo herbario delas tierras de Ecuador; fray Diego García, que reunió un amplio muestrario de fauna y geología desde el Alto Valle del Magdalena, entre La Palma y Timaná, hasta la zona de los Andaquíes; Eloy Valenzuela, que había sido subdirector de la Expedición, efectuó colecciones en Santander, y más tarde en Bucaramanga; el botánicoFrancisco Antonio Zea, quien llegó a ser director del Real Jardín Botánico de Madrid; Jorge Tadeo Lozano, fue responsable de los trabajos zoológicos. Sus trabajos botánicos fueron la fuente de la Historia natural del Nuevo Reino de Granada.

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LÁMINA DE LA FLORA DE LA EXPEDICIÓN

Preocupado por la utilidad y el provecho que de estos estudios se podía beneficiar la Humanidad, se centró en ciertas especies vegetales como el “té de Bogotá”, la canela americana y muy especialmente en la quina.

La quina era extraída de la corte de los quinos, árboles de la familia de las rubiáceas, cuyas propiedades febrífugas eran utilizadas por los indígenas. En Europa, ya se conocía sus propiedades curativas de este llamado “polvo de los jesuitas” desde que precisamente un jesuita, Bernabé Cobo, descubriese su uso como medicamento en 1638. La quina se había convertido en un remedio eficaz contra las fiebres, como el paludismo o la malaria.

Durante su tiempo, otros naturalistas se dedicaron al estudio de esta planta: el naturalista francés La Condamine realizó investigaciones sobre la curativa corteza en la región de Loja (Quito); el médico español Pedro Virgili, maestro y protector de Mutis, fue el primer promotor de la creación de un monopolio de la quina peruana a instancias de Ulloa.

En 1772, descubrió una especie de quino en los bosques de Cundinamarca, por lo que hallazgo relevante ya que hasta la fecha se creía que el quino sólo crecía en las cercanías del Ecuador. Más tarde, descubrió otras especies de cinchona, el tipo de quina más habitual, teniendo propiedades medicinales algunas de ellas.

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Sobre esta planta medicinal, sus especies, su forma de cultivo, recolección y protección, sus propiedades, y utilización en las enfermedades se volcaron algunos de sus más importantes trabajos.

A principios del siglo XIX, Mutis consiguió implantar en el virreinato su plan de desarrollo científico desde la base fundacional de instituciones a imagen y semejanza a las europeos: funda la Sociedad Patriótica del Nuevo Reino de Granadatambién conocida como Sociedad Económica de Amigos del País de Bogotá, inaugura el Observatorio astronómico de Santa Fe, y elabora un plan de estudios de Medicina, vinculados al Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario.

REAL OBSERVATORIO DE SANTA FE DE BOGOTÁ

La Sociedad Económica de Bogotá promovió novedades en los sistemas educativos, económicos y sociales que mejoraron la vida en el virreinato.

Esta Expedición resultó decisiva para el desarrollo de la cultura y la investigación en Colombia, ya que no sólo estudió la flora, la fauna y la minería, sino además, las lenguas indígenas de su entorno. Es destacable la elaboración de una serie de vocabularios elementales constituidos por 100 palabras de cada idioma indígena por encargo del rey Carlos III. El Borbón respondía a la demanda de la zarina Catalina la Grande que le había pedido vocabularios de las lenguas habladas en todos sus reinos, para hacer un monumental Diccionario de todas las lenguas del mundo. Esto viene a verificar tanto en Mutis como en otros hombres y mujeres de su tiempo las defensa de los indígenas y de sus culturas por parte de la Monarquía española.

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Impulsó el desarrollo de otras ciencias especialmente las relacionadas con procesos industriales, como la minería de la plata y la destilación del ron. Contribuyó a mejorar la Universidad de Bogotá en la que introdujo la ciencia moderna, siendo muy notable su influencia sobre las matemáticas, la física, la medicina y la historia natural. Se preocupó por el progreso de la sanidad en campos como la enseñanza de la medicina, la mejora de la profesión, las instituciones y los tratamientos adecuados. Las líneas de reforma eran novedosas: la medicina debía basarse en las ciencias y ser enseñada por medio de modernos libros. Era necesario cultivar la observación las prácticas médicas, así como las autopsias, los estudios de enfermos y la atención a estos junto a sus lechos. La medicina se abría a los idiomas modernos, a las ciencias y a las prácticas recientes. Entre sus colaboradores y discípulos destacó Miguel Isla.

La apertura hacia la ciencia astronómica permitió la fijación de los puntos geográficos y el estudio de los cielos. Francisco José de Caldas, su principal figura, fue quien estableció las coordenadas de Bogotá y comenzó una importante labor cartográfica necesaria para la geografía, la economía, la política y la defensa de las costas frente a los ingleses.

 

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Durante su carrera científica, Celestino Mutis tuvo que defenderse de las acusaciones de la Iglesia, por ejemplo en 1762, cuando al inaugurar la cátedra de Matemáticas del Colegio del Rosario de Bogotá, en el virreinato de Nueva Granada, expuso los principios del sistema de Copérnico, de la ciencia moderna y del método experimental.

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Fue el primer defensor de los principios Copernicanos, así como de la física y matemática modernas, inspiradas  en Isaac Newton, y de la "filosofía natural" lo cual le ocasionó en 1774 el enfrentamiento a los sectores más conservadores de la Iglesia del virreinato, en una nueva controversia.

Con el tiempo, Mutis adquiriría un gran renombre en los círculos científicos europeos. Mantuvo constante correspondencia con los principales científicos europeos y españoles, entre los que destacaba Carlos Linneo, "padre de la taxonomía". 

La relación entre Linneo y Mutis se inició a través de los discípulos del gran naturalista sueco, Clas Alströmer y Frederic Logié, a quienes Mutis conoció en el puerto de Cádiz, cuando se disponía a partir a Nueva Granada. El gran naturalista sueco mostró interés en el estudio de la quina, por lo que Mutis le remitió ejemplares de una especie diferente a la Conchona oficiales. Linneo hijo introdujo en su honor el género Mutisia, ampliando el significado que le dieron los alumnos de Mutis.

También compartió sus observaciones con Aimé Bonpland y con el prestigioso geógrafo y naturalista alemán Alexander von Humboldt, que le visitó durante su viaje expedicionario por América en 1801. Tal fue la admiración despertada por el alemán que le llamó "príncipe e ilustre patriarca de los botánicos".

ALEXANDER VON HUMBOLDT

También consiguió que Juan José Elhuyar fuese a Nueva Granada para mejorar la producción de la plata en el virreinato y, al igual que había hecho su hermano Fausto Elhuyar en Nueva España, planteó con Mutis posibles mejoras en la extracción y administración de este metal. Eran dos magníficos científicos con muy buena formación en química, minería y metalurgia. La Corona quería mejorar la extracción de la plata en los virreinatos, aumentando así las remesas a Europa necesitada de metales nobles para la acuñación de monedas debido a los importantes cambios políticos, bélicos, sociales y económicos de la época.

José Celestino Mutis murió en Bogotá el 11 de septiembre de 1808. Sus restos reposan en la Universidad del Rosario en Bogotá como docente que fue de esta institución.

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Su sobrino, Sinforoso Mutis Consuegra, hijo de su hermano Manuel, se hizo cargo de la Expedición Botánica con la colaboración de los oficiales de la Casa Botánica. Sinforoso completó el trabajo de su tío sobre la quina publicando en 1809 un importante libro médico-botánico llamado Historia de los árboles de la Quina. Describía siete especies del género cinchona: lancifolia, cordifolia, oblongifolia,ovalifolia, longiflora, parviflora y flora; y comentaba asimismo sus propiedades medicinales.

El arcano de la quina. Obra póstuma del doctor don José Celestino Mutis, que contiene la parte médica de las cuatro especies de quinas oficiales, sus virtudes eminentes y su legítima preparación fue publicada en Madrid en 1818 por el doctor Manuel Hernández de Gregorio. Se trata del trabajo que Celestino Mutis entregó para su publicación en 1807, poco antes de morir.

2.000 PESETAS 1992 JOSÉ CELESTINO MUTIS

Tras el estallido de los movimientos de emancipación de 1818, los materiales de laexpedición (herbario, manuscritos y dibujos) se llevaron a España y actualmente se conservan en el Real Jardín Botánico de Madrid. Los más destacado son sus más de 6.000 dibujos botánicos de flora colombiana que forman parte del patrimonio nacional.

 

 

Mutis está considerado un padre fundador de la formación nacional de Colombia, por eso significativo que el Jardín Botánico José Celestino Mutis en Bogotá fuese nombrado en su honor, al igual que el Parque Botánico José Celestino Mutis en Palos de la Frontera.

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Juan Sebastián ElcanoNavegante español que completó la primera vuelta al mundo (Guetaria, Guipúzcoa, 1476 - océano Pacífico, 1526). Las primeras noticias que se tienen de él le presentan como un marino vasco con amplios conocimientos náuticos, que participó en la expedición de Cisneros a Argel (1509) y en las campañas de Italia del Gran Capitán.

Juan Sebastián Elcano

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En 1518 conoció en Sevilla al navegante portugués Magallanes, que preparaba una expedición al servicio de España para buscar la ruta a las Indias navegando hacia el Oeste. Elcano se enroló en la expedición, que partió de Sanlúcar de Barrameda en 1519 y exploró el Río de la Plata y la Patagonia; allí ayudó Elcano a sofocar un primer motín, pero participó en un segundo intento contra Magallanes, el cual le perdonó la vida, sea por no hallarle culpable o por considerarle imprescindible para continuar el viaje (1520).

Con Elcano reducido a un papel secundario, la expedición descubrió el paso del Atlántico al Pacífico por el sur del continente americano, así como las islas Marianas y las Filipinas. Cuando Magallanes murió en un combate con los indígenas de las isla filipina de Mactam (1521) la expedición quedó bajo el mando, sucesivamente, de varios de sus capitanes que se disputaban el poder, mientras continuaban explorando las islas, entablando relaciones con los jefes locales y buscando denodadamente la ruta a las Molucas.

Finalmente, un triunvirato encabezado por Elcano se hizo con el mando de lo que quedaba de la flota, argumentando que los jefes portugueses (incluido Magallanes) habían eludido a propósito las Molucas para no perjudicar a Portugal, que poseía el lucrativo monopolio del comercio de las especias navegando hasta aquellas islas alrededor de África y a través del océano Índico (1521).

Tras alcanzar las Molucas y establecer tratados con los príncipes nativos, adquirieron un cargamento de especias y se dispusieron a regresar. Sin embargo, una avería en una de las dos naos que quedaban hizo que la expedición se separara: la nao averiada se quedaría en las Molucas hasta su reparación y regresaría a tierras españolas de América cruzando el Pacífico; mientras que Elcano regresaría con la nao Victoria a la Península por la ruta portuguesa.

Este último viaje fue una hazaña difícil y peligrosa, pues a las dificultades propiamente marítimas (como la de doblar el cabo de Buena Esperanza) se añadía la necesidad de cruzar el Índico y bordear el continente africano sin hacer escalas, por miedo a ser capturados por los portugueses, que ya habían enviado una flota para hacer fracasar el empeño de Magallanes.

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El viaje de Magallanes y Elcano

Elcano consiguió dominar la impaciencia de la tripulación, ansiosa de bajar a tierra desde que pasaran ante las costas de Mozambique; pero la falta de víveres le obligó finalmente a repostar en las islas de Cabo Verde, donde varios tripulantes fueron apresados por el gobernador portugués y el resto hubo de huir apresuradamente. Allí descubrió Elcano que en su cuenta del tiempo llevaban un día de menos, consecuencia de haber dado una vuelta completa al mundo. Por fin, la expedición llegó a Sanlúcar de Barrameda en 1522, con sólo 18 hombres de los 265 que habían partido de allí mismo tres años antes.

El emperador Carlos V recibió a Elcano en audiencia, aunque no fue muy generoso en las recompensas por su hazaña. Su viaje constituyó un éxito, tanto desde el punto de vista geográfico (pues confirmaba experimentalmente la esfericidad de la Tierra) como económico (ya que la venta de las mercancías en Amberes sufragó sobradamente los costes de la expedición).

Las expectativas de negocio así abiertas hicieron que se fundara en La Coruña una nueva Casa de Contratación destinada a especializarse en el comercio de las especias. Desde allí salió una segunda expedición, costeada por los Fugger y mandada por Loaisa (un aristócrata, para evitar nuevos problemas de insubordinación); Elcano viajaba, a pesar de sus protestas, como piloto mayor. Pero aquella expedición, que salió de La Coruña en 1525, fracasó por la muerte de Loaisa y de Elcano sucesivamente (1526).