FRAGMENTOS TERRORÍFICOS[1]

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FRAGMENTOS TERRORFICOS: SELECCIONADOS POR MANUEL TORRES

Se empezara por este. Sirve para dar ambiente a la clase. He hecho algunas modificaciones al texto original -las pongo entre parntesis- para adaptarlas a una sesin de lectura:

- ROBERTO PIUMINI, Atencin, lector!Atencin, lector.(OYENTE - ESPECTADOR) Yo no soy un cuento como los dems. Haras muy bien en no continuar la lectura. (ESCUCHANDO) Yo soy peligroso. Ms que peligroso, soy daino. Sigues leyendo? (ESCUCHANDO) No seas curioso, amigo. No, por lo menos por esta vez. Yo no soy un relato: soy una maldicin. El porqu lo soy es algo que nadie puede saber y que a ti no debe importarte. Quiz me ha escrito el diablo. As que te aviso: no me sigas leyendo (OYENDO), no sigas leyendo (OYENDO). Leerme (OIRME) trae desgracia. Por qu sigues leyendo? (OYENDO)

H.P. LOVECRAFT, Los mitos de CthulhuEl libro fue escrito por un poeta rabe llamado Abdul Al-Hazred. Este hombre visit las ruinas de Babilonia, los subterrneos ocultos de Menfis y posteriormente paso 10 aos en los desiertos de Roba el-Khaliyeh y Dahna, lugares donde se cuenta que habitan espritus malignos y criaturas monstruosas. Despus de su largo viaje, fue a pasar sus ltimos das en Damasco y ah escribi su libro Al-Azif para dejar testimonio de las terribles cosas que vio y aprendi como rituales y hechizos para: contactar con seres sobrenaturales, resucitar a los muertos, viajar a otros mundos, entre muchos ms. En su testimonio, Abdul Al-Hazred cuenta que haba visto Irem, la Ciudad de los Pilares, y debajo de las ruinas de la misma haba encontrado los anales secretos de una raza ms antigua que la humanidad. Tambin afirma que adoraba a unas entidades desconocidas llamadas Yog-Sothoth y Cthulhu. La leyenda dice que despus de escribir el libro, el poeta rabe muri en Damasco en pleno da, devorado de forma horripilante por una criatura invisible en presencia de muchos testigos. No obstante, a pesar de la muerte de su autor, el libro sobrevivi el paso del tiempo y en el 950 D.C., en Constantinopla, lleg a manos de Theodorus Philetas, quien en secreto estudi el contenido del mismo y lo tradujo al griego bajo el nombre de Necronomicn. A partir de entonces, durante casi un siglo y debido a la influencia del libro maldito, sucedieron eventos extraos y horrendos por lo que el patriarca Michael prohibi su lectura y mand quemar todas las copias existentes. Pero extraamente, el libro logr sobrevivir. Posteriormente, En el ao 1228, Olaus Wormius encontr una versin del libro en latn, la cual se volvi muy popular en aquella poca; provocando que para el ao 1232, el

Papa Gregorio IX prohibiera nuevamente su lectura. Sin embargo, las copias y traducciones se continuaron haciendo durante los siglos venideros En nuestros das, solo existen tres copias del Necronomicn: en Paris, en Lima y en la Universidad de Miskatonic, en Arkam, Nueva Inglaterra.

H. P. LOVECRAFT, El horror de DunwichLa noche en que Wilbur naci pudo orse un grito espantoso, que retumb incluso por encima de los ruidos de la montaa y de los ladridos de los perros, pero, que se sepa, ni mdico ni comadrona alguna estuvieron presentes en su llegada al mundo. Los vecinos no supieron nada del parto hasta pasada una semana, en que el viejo Whateley recorri en su trineo el nevado camino que separaba su casa de Dunwich y se puso a hablar de forma incoherente al grupo de aldeanos reunidos en la tienda de Osborn. () En la primavera que sigui al nacimiento de Wilbur, Lavinia reanud sus habituales correras por las montaas, llevando en sus desproporcionados brazos a su criatura de tez oscura. La curiosidad de los aldeanos hacia los Whateley remiti tras ver al retoo, y a nadie se le ocurri hacer el menor comentario sobre el portentoso desarrollo del recin nacido, visible de un da para otro. La realidad es que Wilbur creca a un ritmo impresionante, pues a los tres meses haba alcanzado ya una talla y fuerza muscular que raramente se observa en nios menores de un ao. Sus movimientos y hasta sus sonidos vocales mostraban una contencin y una ponderacin harto singulares en una criatura de su edad, y prcticamente nadie se asombr cuando, a los siete meses, comenz a andar sin ayuda alguna, con pequeas vacilaciones que al cabo de un mes haban desaparecido por completo. Al poco tiempo, exactamente la Vspera de Todos los Santos, pudo divisarse una gran hoguera a medianoche en la cima de Sentinel Hill, all donde se levantaba la antigua piedra con forma de mesa en medio de un tmulo de antiguas osamentas. Por el pueblo corrieron toda clase de rumores a raz de que Silas Bishop - de la rama no degradada de los Bishop - dijese haber visto al chico de los Whateley subiendo a toda prisa la montaa delante de su madre, justo una hora antes de advertirse las llamas. Silas andaba buscando un ternero extraviado, pero casi olvid la misin que le haba llevado all al divisar fugazmente, a la luz del farol que portaba, a las dos figuras que corran montaa arriba. Madre e hijo se deslizaban sigilosamente por entre la maleza, y Silas, que no sala de su asombro, crey ver que iban enteramente desnudos. Al recordarlo posteriormente, no estaba del todo seguro por cuanto al nio respecta, y cree que es posible que llevase una especie de cinturn con flecos y un par de calzones o pantalones de color oscuro. Lo cierto es que a Wilbur nunca volvi a vrsele, al menos vivo y en estado consciente, sin toda su ropa encima y ceidamente abotonado, y cualquier desarreglo, real o supuesto, en su indumentaria pareca irritarle muchsimo. Su contraste con el esculido aspecto de su madre y de su abuelo era tremendamente marcado, algo que no se explicara del todo hasta 1928, ao en que el horror se abati sobre Dunwich. Por el mes de enero, entre los rumores que corran por el pueblo se haca mencin de que el "rapaz negro de Lavinia" haba comenzado a hablar, cuando apenas contaba once meses. Su lenguaje era impresionante, tanto porque se diferenciaba de los acentos normales que se oan en la regin como por la ausencia del balbuceo infantil apreciable en muchos nios de tres y cuatro aos. No era una criatura parlanchina, pero cuando se pona a hablar pareca expresar algo inaprensible y totalmente desconocido para los vecinos de

Dunwich. La extraeza no radicaba en cuanto deca ni en las sencillas expresiones a que recurra, sino que pareca guardar una vaga relacin con el tono o con los rganos vocales productores de los sonidos silbicos. Sus facciones se caracterizaban, asimismo, por una nota de madurez, pues si bien tena en comn con su madre y abuelo la falta de mentn, la nariz, firme y precozmente perfilada, junto con la expresin de los ojos - grandes, oscuros y de rasgos latinos -, hacan que pareciese casi adulto y dotado de una inteligencia fuera de lo comn. Pese a su aparente brillantez era, empero, rematadamente feo. () Pronto la gente empez a sentir aversin hacia l. () Los perros se enfurecan ante la sola presencia del nio, hasta el punto de que continuamente se vea obligado a defenderse de sus amenazadores ladridos.

SHERIDAN LE FANU, CarmillaAquella noche tuve un sueo que fue el comienzo de una extraa angustia. No podra llamarlo una obsesin, porque tena la certeza de que estaba dormida, de que me hallaba en mi habitacin y yaca en mi cama. Vi, o cre ver, la habitacin con sus muebles de siempre, pero ms a oscuras; a los pies de mi cama se mova algo escurridizo, que no pude distinguir claramente. De repente, me di cuenta de que se trataba de un animal grande y negro, como cubierto de holln. Pareca un monstruoso gato. Tendra aproximadamente un metro y medio de longitud, y lo deduje porque cuando se paseaba al pie de la cama ocupaba toda su anchura. Se paseaba como una fiera enjaulada. Me sent tan aterrorizada, que no tena fuerzas ni para gritar. Los pasos del animal eran cada vez ms rpidos, y la habitacin se oscureca por momentos. Not que algo se encaramaba a mi cama. Unos ojos enormes se acercaron a los mos y de pronto sent un penetrante dolor en el pecho, como si me hubiesen clavado dos alfileres. Me despert con un grito. La habitacin estaba iluminada por la luz que dejaba encendida cada noche, y a los pies de mi cama haba una figura femenina vestida de negro y con la cabellera cada en cascada sobre los hombros. Estaba inmvil como una estatua. No se oa ningn rumor, ni siquiera el de su respiracin. La mir, y la figura pareci moverse; se desliz hasta la puerta, que estaba abierta, y desapareci. Inmediatamente, me sent como liberada de un gran peso y pude moverme y respirar. Mi primer pensamiento fue que Carmilla haba querido gastarme una broma y que yo me haba olvidado de cerrar la puerta. Pero me levant y la encontr cerrada por dentro, como siempre. La idea de abrirla me aterrorizaba. Volv a acostarme y escond la cabeza debajo de las sbanas, ms muerta que viva.

FITZ-JAMES OBRIEN, Qu fue eso?No soy cobarde y adems poseo una considerable fuerza fsica. Lo imprevisto del ataque, en lugar de aturdirme, templ al mximo mis nervios. Mi cuerpo reaccion instintivamente antes de que mi cerebro tuviera tiempo de percatarse del horror de la situacin. Inmediatamente rode con mis musculosos brazos a la criatura y la apret contra mi pecho con toda la fuerza de la desesperacin. En pocos segundos las huesudas manos que se aferraban a mi garganta aflojaron su presa y volv a respirar libremente. Comenz entonces una lucha atroz. Inmerso en la ms profunda oscuridad, ignorando por completo la naturaleza de aquello que me haba atacado tan repentinamente, sent que la presa se me escapaba de las manos, aprovechando, segn me pareci, su completa desnudez. Unos dientes afilados me mordan en los hombros, el cuello y el pecho, teniendo que protegerme la garganta, a cada momento, de un par de vigorosas y giles manos, que no lograba apresar ni con los mayores esfuerzos. Ante tal cmulo de

circunstancias, tena que emplear toda la fuerza, la destreza y el valor de que dispona. Finalmente, despus de una silenciosa, encarnizada y agotadora lucha, logr abatir a mi asaltante a costa de una serie de esfuerzos increbles. Una vez que lo tuve inmovilizado, con mi rodilla sobre lo que consider deba ser su pecho, comprend que haba vencido. Descans unos instantes para tomar aliento. Oa jadear en la oscuridad a la criatura que tena debajo y senta los violentos latidos de su corazn. Por lo visto estaba tan exhausta como yo; eso fue un alivio. En ese momento record que antes de acostarme sola guardar bajo la almohada un pauelo grande de seda amarilla. Inmediatamente lo busqu a tientas: all estaba. En pocos segundos at de cualquier forma los brazos de aquella criatura. Me senta entonces bastante seguro. No tena ms que avivar el gas y, una vez visto quin era mi asaltante nocturno, despertar a toda la casa. Confesar que un cierto orgullo me movi a no dar la alarma antes; quera realizar la captura yo solo, sin ayuda de nadie. Sin soltar la presa ni un instante, me deslic de la cama al suelo, arrastrando conmigo a mi cautivo. Slo tena que dar unos pasos para alcanzar la lmpara de gas. Los di con la mayor cautela, sujetando con fuerza a aquella criatura como en un torno de banco. Finalmente, el diminuto punto de luz azulada queme indicaba la posicin de la lmpara de gas qued al alcance de mi mano. Rpido como el rayo, solt una mano de la presa y abr todo el gas. Seguidamente me volv para contemplar a mi prisionero. No es posible siquiera intentar definir la sensacin que experiment despus de haber abierto el gas. Supongo que deb gritar de terror, pues en menos de un minuto se congregaron en mi habitacin todos los huspedes de la casa. An me estremezco al pensar en aquel terrible momento. No vi nada! Tena, si, un brazo firmemente aferrado en torno a una forma corprea que respiraba y jadeaba, y con la otra mano apretaba con todas mis fuerzas una garganta tan clida y, en apariencia, tan carnal como lama; y, a pesar de aquella sustancia viva apresada entre mis brazos, de aquel cuerpo apretado contra el mo no percib absolutamente nada al brillante resplandor del gas! Ni siquiera una silueta, ni una sombra. An ahora no acierto a comprender la situacin en la que me encontraba. No puedo recordar por completo el asombroso incidente. En vano trata la imaginacin de explicarse aquella atroz paradoja. Aquello respiraba. Notaba su clido aliento en mis mejillas. Se debata con ferocidad. Tena manos: me haban agarrado. Su piel era tersa como la ma. Aquel ser estaba ah, apretado contra m, firma como una piedra, y sin embargo completamente invisible!

RICARDO MARIO, El hombre sin cabezaLa casa del escritor era un antiqusimo casern heredado de un to hermano de su padre muerto de un modo macabro haca muchos aos. Los parientes ms viejos no se ponan de acuerdo en cmo haba ocurrido el crimen, pero coincidan en un detalle: el cuerpo haba sido encontrado en el stano, sin la cabeza. El escritor haba escuchado esa historia decenas de veces. Muchas noches de su infancia las haba pasado despierto, aterrorizado, atento a los insignificantes ruidos de la casa. Sin duda, esa remota impresin influy en el oficio que Lotman termin adoptando de adulto. Proyectada por la luz de las velas, la sombra de Lotman reflejada en las altas paredes pareca un monstruo informe que se moviera al lento comps de una danza fantasmal. Cuando Lotman se acercaba a las velas, su sombra se agrandaba ocupando la pared y el techo; cuando se alejaba unos centmetros, su silueta se proyectaba en la pared... sin la cabeza.

Ese detalle lo sobrecogi. Cmo poda aparecer su sombra SIN LA CABEZA?

ANA MARA SHUA, El show de los muertos vivosY antes de que sus padres alcanzaran a protestar, haba arrastrado a Gonzalo al escenario. En medio de frmulas mgicas y golpear de tambores, invit a Gonzalo a probar de una copa con un lquido verde y espeso y despus otra con un lquido rojo. Gonzalo estaba muy tranquilo y divertido. Lo nico que no le gustaba era que lo llamaran "Nio Inocente" y ya se imaginaba las burlas de Marisabel. Ojal no se lo contase a nadie. Prob primero del lquido verde y frunci la cara. Era fesimo, muy amargo. Despus tom del lquido rojo, que estaba muy bien. Y anunci al pblico, en un ingls bastante aceptable, que hizo sentir orgullosos a sus padres: Este verde es horrible y este rojo est bien dulce, parece coca sin gas. El Barn Samed intervino. La Sociedad puede ser Dulce como la miel o Amarga como el dolor. Pero slo castiga al Culpable. El Nio Inocente que vuelva a su mesa. Ahora, que pase el Culpable. Un hombre gordo, evidentemente norteamericano, fue empujado hacia el escenario entre las risas histricas de las mujeres que compartan su mesa. Prob el lquido verde y el rojo de las mismsimas copas que Gonzalo haba dejado sobre la mesita y que nadie haba tocado. Pero no alcanz a decir qu gusto tenan. Inmediatamente comenz la transformacin. Todo suceda al mismo tiempo, de manera que era imposible darse cuenta de qu haba sido lo primero, si los pelos crecindole por todo el cuerpo, reemplazando a la ropa o la forma en que se le alarg y estir la cara, formando un hocico mientras los ojos se separaban. El rabo largo iba asomando desde atrs, el pelo creca y se haca ms espeso y los cuernos se alargaban en la frente, y el que haba sido un hombre se pona en cuatro patas(ya no tena ni manos ni pies, sino pezuas hendidas) y balaba como un chivo, como el chivo gordo en el que se haba convertido. Gonzalo haba visto transformaciones como esa en muchas pelculas; con el maquillaje y los efectos especiales ahora se poda hacer cualquier cosa. Pero era algo muy distinto ver a un hombre convertirse en chivo ah mismo, delante de uno. Un silencio grande y asombrado rode a los balidos desesperados del animal.

LUIS BERMER, Puerta al infiernoEstaban sentados sobre la roca, juntos. Se besaron con ternura. Desde lo alto de la colina dominaban toda la extensin del valle; sus campos de cultivo, los estrechos senderos que conectaban casas aisladas, sus pequeos oasis flanqueados por palmeras y, al fondo, su querida ciudad, ancestral, bajo la proteccin de las montaas.

Contemplaban abrazados la lenta cada del sol tras el horizonte, que reflejaba sobre las escasas nubes la profunda gama del rojo; el lienzo de un pintor magistral, inhumano. -Qu bonitoverdad? dijo ella. -S-susurr l. Las primeras luces artificiales decoraron el valle, las diminutas ventanas y calles de la ciudad. Las nubes haban aumentado, conformando un manto anaranjado que tornaba, inexplicablemente, hacia un rojo cada vez ms brillante. El sol se haba retirado, pero la luminosidad creca tras las nubes. En silencio se miraron y volvieron a alzar la vista, sin comprender porqu este atardecer era tan diferente a cualquier otro que recordaran. Distantes truenos recorran la cpula; resplandores elctricos iluminaban el rojo creciente desde dentro, como en una digestin de luz pura. Comenz a llover. Sangre. Los rostros desencajados, goteantes, se miraron aterrorizados, extendiendo las palmas de las manos en medio de la tempestad, sin poder creer lo que estaba ocurriendo Cmo poda Al permitir que las pesadillas abandonasen su crcel del sueo? El viento golpeaba con su cortina carmes, arrastrando el orgnico olor del xido, dulzn, sofocante. Los relmpagos eran venas blancas, momentneamente visibles entre estallidos ensordecedores. Ciclpeos pilares quebrados y fragmentos de mampostera caan, desde las alturas, sobre el cuerpo postrado de su ciudad, baada en sangre. Un inmenso torbellino de negrura horadaba el cielo, engullendo las nubes en voraz espiral. Y desde sus entraas, vomitados entre chillidos monstruosos, escaparon cientos de bestias aladas formando una plaga negra, que se precipit sobre el mundo de los inocentes. Y con ellas, la certeza de muerte. Despiadada. Absurda. Cruel. () La puerta al infierno estaba abierta.

ROBERT LOUIS STEVENSON, El ladrn de cadveresNo haba constancia de que los cadveres se consiguieran por medio del asesinato. Si le hubiesen sugerido semejante idea, habra retrocedido horrorizado; pero la ligereza con que hablaba de un asunto tan serio era, en s misma, una ofensa a los buenas costumbres y una tentacin para los hombres con quienes trataba. Fettes, por ejemplo, le haba comentado a menudo lo recientes que eran los cadveres. Una y otra vez le haba sorprendido las miradas culpables y abominables de los rufianes que acudan a l antes del amanecer; y al sacar conclusiones para sus adentros, quizs atribua un significado demasiado inmoral y demasiado categrico a los imprudentes consejos de su maestro. En suma, su cometido se reduca, a su entender, a tres cosas: aceptar lo que traan, pagar el precio y hacer la vista gorda ante cualquier indicio de crimen. Una maana de noviembre aquella tctica de silencio fue puesta a prueba severamente. Haba estado despierto toda la noche a causa de un terrible dolor de muelas, recorriendo insistentemente la habitacin de un lado a otro como una fiera enjaulada o echndose con furia sobre la cama, y finalmente haba cado en ese sueo profundo e inquieto que tan a menudo sigue a una noche de sufrimiento. En eso le despert la irascible repeticin por tercera o cuarta vez de la seal convenida. Haba un brillante claro de luna, pese a estar esta apenas terciada, pero la noche era desapacible, ventosa y helada; la ciudad todava no haba despertado, pero una indefinible agitacin preludiaba ya el ruido y el ajetreo del da. Los profanadores de tumbas haban llegado ms tarde que de costumbre y parecan mucho ms ansiosos por irse que otras veces. Fettes, muerto de

sueo, les alumbr mientras suban. Oa como en sueos sus gruonas voces con acento irlands y, mientras despojaban del saco a su triste mercanca, l dormitaba con la espalda apoyada en la pared; tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para encontrar el dinero con que pagar a aquellos hombres. Mientras lo haca, sus ojos tropezaron con la cara del muerto. Se sobresalt y dio dos pasos hacia l con la vela en alto. Dios Todopoderoso! exclam . Es Jane Galbraith! Los hombres no contestaron, pero se dirigieron hacia la puerta arrastrando los pies. La conozco, os lo aseguro continu Fettes. Ayer estaba viva y bien sana. Es imposible que haya muerto; es imposible que hayan conseguido este cadver honradamente. Sin duda, seor, est usted equivocado afirm uno de los hombres. Pero el otro mir a Fettes a los ojos misteriosamente y exigi all mismo su dinero.

CARLOS SISI, Los caminantesDozer se puso bruscamente en pie y empez a asegurar las cintas de las protecciones acolchadas que llevaba en las espinillas y los muslos, como si quisiera cambiar de tema. Por fin, rompi el silencio de nuevo. Has estado alguna vez en el cementerio? pregunt con voz queda. No no se me ocurrira, tal y como estn las cosas. Yo s dijo . Ve algn da, si sacas cojones. Ve y agudiza el odo. Tmbate sobre una de esas losas y escucha Qu quieres decir? Algunos estn vivos. En sus tumbas. Ah abajo. Algunos estn vivos.