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Formativo Sudamericano,Una Revaluación

EditoraPaulina Ledergerber - Crespo

del Departamento de Antropología

Museo de Historia NaturalSmithsonian InstitutionWashington, D.C., 20560

DDeeddiiccaaddoo aa::Betty J. Meggers y Alberto Rex González que

con su ejemplo nos enseñaron el ser profesional y a la ciudad de Cuenca “Patrimonio Arqueológico

Cultural de la Humanidad”

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ORDENAR A:

Paulina Ledergerber - CrespoDepartamento de Antropología, NHB-112Smithsonian Institution, Fax: (202) 357.2208, Washington, D.C.E-mail: [email protected] Deidre Ter., McLean, Va. 22101-1605 U. S. A.

Ediciones Abya-Yala12 de Octubre 14-30 y WilsonCasilla: 17-12-719Teléfono: 2562-633 / 2506-247Fax: (593-2) 2506-255E-mail: [email protected]@abyayala.orgQuito-Ecuador

Editora:Paulina Ledergerber-Crespo

ISBN 9978-41-187-9ISBN 9978-04-466-3Derechos de Autor Nº: 013516

1a. Edición Ediciones ABYA-YALA 19991da. Reimpresión Ediciones ABYA-YALA 20002da. Reimpresión Ediciones ABYA-YALA 20013ra. Reimpresión Ediciones ABYA-YALA 2002

Autoedición: Abya-Yala EditingQuito - Ecuador

Diseño Gráfico:Daniela AriasMaría Alexandra CarrilloRaúl YépezTamara Castro

Ilustración Portada:“uyucuya” de concha Spondylus princeps de la fase Cerro Narrío, y “asamblea”recipiente de cerámica bicromade la fase Chorrera, Museo del Banco Central del Ecuador.

Impresión:Producciones Digitales Abya-Yala, 2002

Latin American Archaeology PublicationsDepartment of AnthropologyUniversity of Pittsburgh Fax: 412-648-7535E-mail: [email protected]: http://www.pitt.edu/~laapPittsburgh, PA 15260, U.S.A.

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Formativo Sudamericano,Una Revaluación

EditoraPaulina Ledergerber - Crespo

Homenaje a

Alberto Rex González y Betty J. Meggers

Ponencias presentadas en el Simposio Internacional

de Arqueología Sudamericana

CUENCA - ECUADOR. 13 - 17 DE ENERO DE 1992

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Agradecimientos:

Museo del Banco Central del Ecuador (Cuenca)

National Geographic Society, Fondo No. 4647-91

Organización de Estados Americanos

Smithsonian Institution

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I. INTRODUCCIÓNANTECEDENTES Y PERSPECTIVAS DEL SIMPOSIO EN CUENCA 9

Paulina Ledergerber Crespo

LISTA DE AUTORES Y PARTICIPANTES 21

II. HOMENAJE A, ALBERTO REX GONZÁLEZ Y BETTY J. MEGGERSHOMENAJE 29

Paulina Ledergerber Crespo

BETTY J. MEGGERS 31Paulina Ledergerber Crespo

LISTA DE PUBLICACIONES 35Betty J.Meggers

ALBERTO REX GONZÁLEZ 48Lautaro Núñez Atencio

LISTA DE PUBLICACIONES 51Alberto Rex González

REFLEXIONES DE LA VIDA Y PROFESIÓN DEL ARQUEÓLOGO 57Alberto Rex González

III. EL FORMATIVO DE COLOMBIAEVIDENCIAS CULTURALES PLEISTOCÉNICAS Y DEL TEMPRANO HOLOCENO EN LA CORDILLERA ORIENTAL

DE COLOMBIA: PERIODIZACIÓN TENTATIVA. 63Gonzalo Correal Urrego

ADAPTACIONES AGRÍCOLAS DE EL VALLE MEDIO DEL RÍO CAUCA 74Leonor Herrera,Marianne Cardale de Schrimpff y Warwick Bray

EL CONCEPTO DEL FORMATIVO EN LAS INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS EN COLOMBIA: UNA REVISIÓN CRÍTICA. 86Roberto Lleras Pérez

IV. EL FORMATIVO DE ECUADORLA PRODUCCIÓN DURANTE EL FORMATIVO TEMPRANO: EL DESARROLLO AGRÍCOLA

ARTESANAL Y EL INTERCAMBIO DE EXÓTICOS EN REAL ALTO 97Jorge G.Marcos Pino,Aurelio Álvarez Pérez y Giorgio Spinolo

EL FORMATIVO EN LA SIERRA ECUATORIANA 114Jaime Idrovo Urigüen

EL FORMATIVO EN PUTUSHÍO; SIERRA SUR DEL ECUADOR 124Mathilde Temme W.

LA CERÁMICA FORMATIVA TARDÍA DE LA SIERRA AUSTRAL DEL ECUADOR

(CAÑAR,AZUAY Y LOJA): unidad territorial y particularidades regionales. 139Dominique Gomis

PRIMERAS EVIDENCIAS DEL FORMATIVO TARDÍO EN LA SIERRA CENTRAL DEL ECUADOR 160A.Jorge Arellano López

V. EL FORMATIVO DE PERÚLAS FUNDACIONES PRECERÁMICAS DE LA ETAPA FORMATIVA EN LA COSTA PERUANA 179

Daniel H.Sandweiss y James B.Richardson III

Contenido

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EL PERÍODO FORMATIVO EN EL ALTIPLANO DE JUNÍN, PERÚ 189Ramiro Matos Mendieta.

SOCIEDADES FORMATIVAS DE BAGUA-JAÉN Y SUS RELACIONES ANDINAS Y AMAZÓNICAS 201Ruth Shady Solís

DE MOXEKE A MOCHE: LAS EVIDENCIAS PARA LA FORMACIÓN TEMPRANA

DEL ESTADO EN LA COSTA NORTE DEL PERÚ 212David J. Wilson

VI. EL FORMATIVO EN CHILEFASE TILOCALAR: NUEVAS EVIDENCIAS FORMATIVAS EN LA PUNA DE ATACAMA (NORTE DE CHILE) 227

Lautaro Núñez Atencio.

EL FORMATIVO EN LA REGIÓN DE VALLES OCCIDENTALES DEL ÁREA CENTRO SUR ANDINA

(SUR PERÚ - NORTE DE CHILE) 243Calogero M.Santoro

EL FORMATIVO ANDINO: PROBLEMAS Y PERSPECTIVAS DEMOGRÁFICAS. 255Tom D.Dillehay.

VII. EL FORMATIVO EN BOLIVIADESARROLLO TEMPRANO DE LA AGRICULTURA DE CAMPOS ELEVADOS

EN LOS LLANOS MOXOS, DEPTO. DE BENI: BOLIVIA 271Marcos R.Michel López

VIII. EL FORMATIVO EN ARGENTINALA CULTURA DE LA AGUADA Y EL PERÍODO FORMATIVO. EVOLUCIÓN E HISTORIA EN EL PROCESO CULTURAL DEL NOROESTE ARGENTINO. 285

Alberto Rex González

EL FORMATIVO Y EL SURGIMIENTO DE LA COMPLEJIDAD SOCIAL EN EL NOROESTE ARGENTINO. 302Myriam Noemí Tarragó

EVOLUCIÓN DE LA TECNOLOGÍA PREHISTÓRICA EN EL SUDESTE DE AMÉRICA DEL SUR. 314Jorge Amílcar Rodríguez

IX. EL FORMATIVO DE BRASILA LIMITAÇÃO AMBIENTAL COMO BARREIRA À TRANSPOSIÇÃO DO PERÍODO FORMATIVO NO BRASIL. 331Tecnologia, produção de alimentos e formação de aldeias no sudoeste da Amazônia.

Eurico Theofilo Miller

ANTIGOS PADRÔES DE ASSENTAMENTO NA COSTA BRASILEIRA 340Ondemar F.Dias Junior

X. FORMATIVO EN VENEZUELALAS BASES SOCIOHISTÓRICAS DE LAS SOCIEDADES SEDENTARIAS EN EL NORTE DE SURAMÉRICA. 355

Mario Sanoja Obediente e Iraida Vargas Arenas

LA ETAPA FORMATIVA EN LA CUENCA DEL ORINOCO: SISTEMÁTICAS DE TIEMPO-ESPACIO 366William Barse

XI. EL CONTEXTO ECOLÓGICO DEL FORMATIVO 383Betty J.Meggers

XII. RESOLUCIONES Y RECOMENDACIONES DEL SIMPOSIO 395Paulina Ledergerber Crespo (cordinadora)

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I

INTRODUCCIÓN

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Para debatir algunos temas a la luz de las nuevasinvestigaciones arqueológicas nos reunimos en el“Simposio Internacional de Arqueología Sudameri-cana: Una Re-evaluación de la Etapa Formativa”enCuenca, Ecuador, del l3 al l7 de enero de 1992. Noses grato entregar al lector los resultados de esa tras-cendental reunión cuya publicación fue postergadapor diversas razones fuera del alcance de los organi-zadores.

Por lo tanto, el principal objetivo de este libro espublicar los datos arqueológicos referentes con laetapa Formativa de América del Sur. Estos datosfueron revisados por los investigadores de cadapaís después de dar sus ponencias en Cuenca.Igualmente, otro objetivo es rendir un homenajepúblico a los doctores Alberto Rex González yBetty J. Meggers por sus merecidas contribucionesal avance de la ciencia y cultura del continente.Finalmente, es presentar las recomendaciones delos arqueólogos a las autoridades de los respecti-vos países del continente.

Las raíces de esa reunión estuvieron principal-mente en el Simposio “Prehistoria Sudamericana”lle-vado a cabo en el Museo Nacional de Historia Natu-ral,en l988 (Meggers 1992),cuando algunos de los ar-queólogos presentes,sentimos la necesidad de teneruna nueva reunión para profundizar en otros temasde la arqueología que los tratados en Washington yespecialmente rendir un homenaje internacional alos doctores Alberto Rex González y Betty J.Meggers.Los colegas Ruth Shady, Luis Lumbreras, Lautaro Nú-ñez y Ramiro Matos,me pidieron que me hiciera car-go de la organización, lo que gustosamente acepté.Luego les propuse que ésta tratara sobre el Formati-vo de Sudamérica y que nos reuniéramos en mi país,Ecuador, lo que fue aceptado.

También creemos que el Simposio de Cuenca1992,se relaciona con las bases sentadas en nume-

rosas reuniones anteriores donde se debatieronvarios temas sobre el Formativo, tanto en América(por ejemplo: Bennett 1944; Larco 1948; Lumbreras1959; Ford 1969; Benson 1971; Marcos y Norton1982; etc.) como en Europa (ver referencias biblio-gráficas que demuestran que desde un principiode los estudios sobre el Formativo, se llevaron tra-bajos a conferencias nacionales e internacionales,especialmente las que se encuentran publicadasen las diversas Actas de Congresos Internacionalesde Americanistas). La mayoría de arqueólogos noha podido asistir a tantas reuniones,pero gracias alas publicaciones de ellas, podemos independien-temente evaluar sus mejores contribuciones. Igual-mente los eventos arqueológicos no son eslabo-nes perdidos sino que generan cadenas de ideasproyectadas al futuro; así, ese Simposio de Cuenca92,enseguida generó nuevos proyectos,e ideas pa-ra otras reuniones tanto en el norte, Estados Uni-dos y Europa, como en América del Sur.Con la pu-blicación de este libro esperamos aclarar variosaspectos de interés para los arqueólogos y promo-ver nuevas investigaciones y debates sobre los di-versos temas relacionados con nuestra profesión,que continúa dando la base empírica a nuestrosvalores ancestrales.

Después del Simposio de Cuenca, la mayoría delos conferencistas revisaron (entre 1992-1998) por lomenos una vez más sus trabajos poniéndolos al día.

El libro está organizado en la forma siguiente:La primera parte incluye los antecedentes de la

reunión, filosofía y objetivos de la misma, asuntosorganizacionales y la lista completa de los partici-pantes.

La segunda parte, resalta la vida de los dos profe-sionales homenajeados, el Dr. Alberto R. González yla Dra. Betty J. Meggers, y se ofrece una síntesis deuna parte de sus respectivas obras, como ejemplos

I. Introducción

INTRODUCCIÓN

Paulina Ledergerber Crespo

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para todos los arqueólogos; también damos a cono-cer una extensa lista de sus publicaciones,incluimosel discurso del doctor González “Reflexiones sobre lavida y profesión de un arqueólogo”,en el que nos ha-ce ver la dimensión humana del científico.

La tercera parte de esta publicación incluye los tra-bajos presentados por los investigadores siguiendoun orden por país y región. Lamentablemente losdoctores Luis Lumbreras, Arturo Toscano, así comoRichard L. Burger y su esposa, Lucy Salazar, no hanenviado sus trabajos para la publicación.

La cuarta parte presenta las resoluciones, reco-mendaciones, guías sobre investigación y responsa-bilidades de los arqueólogos sudamericanos, quefueron aprobadas por todos los asistentes al Simpo-sio de Cuenca en 1992 y que son aun hoy de más ac-tualidad para la práctica profesional eficiente en lapróxima década.

1. ANTECEDENTES Y PERSPECTIVAS

A. Antecedentes, teoría y objetivos del Simposio

Aunque hay muchos temas en arqueología que re-quieren nuestra atención, propuse que la reuniónfuera sobre una revaluación del Formativo por las si-guientes razones:

1. El importante papel de los procesos culturales quese sucedieron en lo que hoy conocemos como Ecua-dor,Colombia y Perú que sirvieron de ejes fundamenta-les en el desarrollo de las culturas del continente.

2. Que no se había realizado una conferencia envarias décadas sobre el tema,siendo necesario dar aconocer recientes investigaciones y avances en el es-tudio de la temática realizados sobre todo por ar-queólogos sudamericanos.

3. Que era necesario hacer una re-evaluación prin-cipalmente porque a la luz de investigaciones que sehan intensificado y ampliado en las últimas déca-das,hay nuevas teorías y metodología de trabajo aúnmás complejas que las anteriores, como por ejem-plo: imágenes de satélite, G.I.S. y sensores remotos,análisis de flotación, utilización de computadoras,microscopios electrónicos,etc.

4. Porque el Formativo se une íntimamente a valio-sos aportes realizados por los investigadores home-najeados: Meggers y González, y que la gran magni-tud de sus obras sirvan para el mejoramiento de losestudios arqueológicos en el hemisferio.

5. Que los colegas de mi país tuvieran la oportuni-dad de intercambiar ideas con prestigiosos profesio-nales de otros países hermanos,como sucedió no so-lamente durante el Simposio, sino también despuéscuando algunos de los arqueólogos participantesviajaron a otras regiones del Ecuador, para visitar acolegas que no habían podido asistir a la reunión deCuenca,pues los anteriores querían entablar vincula-ciones.

6. Ofrecer un foro para la fertilización cruzada deconocimientos e ideas,para motivar la colaboraciónentre los proyectos individuales y los arqueólogosque trabajan en varios países del hemisferio occi-dental. Una tentativa de poner al día la bibliografíasobre el Formativo se encuentra en los capítulos deeste libro.

Ahora debemos analizar brevemente cuál es elconcepto de “formativo”.Desde un punto de vista eti-mológico básico, quiere decir “que forma o da for-ma”y viene de la palabra “formar: juntar y congregarpersonas o cosas,uniéndolas entre sí para que haganaquellas un cuerpo y éstas un todo”(Real AcademiaEspañola 1992:985).Podemos aplicar ese término va-riadamente a la cultura, y podríamos decir que escuando las familias se juntan para arraigarse en pue-blos y empiezan nuevos patrones de asentamiento yorganización social,es cuando se congregan las gen-tes para rituales especiales en centros ceremonialescon sacerdotisas/tes y surgen nuevos sistemas socio-políticos, es cuando las personas comienzan a unir-se para trabajos comunitarios o mingas con un jefe/aorganizador, es cuando se inicia la especializaciónen la producción técnica, agrícola-artesanal connuevas expresiones artísticas y surge un nuevo siste-ma económico. Es también cuando el resultado delos trabajos se los unen como mercancias para lle-varlars a intercambiar con diferentes productos decortas y hasta largas distancias,etc.

Es importante aquí brevemente relacionar al “for-mativo” desde un punto de vista de su significadocon la historia de la arqueología. El concepto del“Formativo” fue desarrollado inicialmente con unabase empírica, metodológica y teórica por los ar-queólogos de las Américas de los años 1940s, 1950s,1960s y 1970s.El Formativo se convirtió en un instru-mento teórico de análisis, un medio utilizado paraexplicar y caracterizar los variados cimientos, he-chos y procesos acaecidos en un tiempo/espacio es-pecífico (época o período) en los cuales se asenta-

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ron los avances del cambio sociocultural, político,económico y técnico de los pueblos posteriores ennuestro continente, y diferenciarlos de sus similaresocurridos en el viejo mundo (Europa y Asia) dondese lo ha llamado el “Neolítico” (Ford y Willey 1949;Willey y Phillips 1958; Ford 1969:4; Lumbreras 1969;Benson 1971). El tratado más completo sobre la his-toria de los estudios realizados hasta 1969, es la mo-numental obra de James A.Ford (l969). Allí él se ba-sa en algunos trabajos, inclusive los de Betty J. Meg-gers,pero trata brevemente sobre los de Alberto RexGonzález. Entonces Ford definió al Formativo como:“los 3.000 años (o menos en algunas regiones) enque los elementos de la cerámica,piedras de moler,figurinas hechas a mano, la agricultura del maíz y layuca fueron difundidos y se unieron a la vida socio-económica de la gente viviendo en la región que seextiende desde el Perú hasta el este de los EstadosUnidos.Al principio de esos años, toda esa gente te-nía una economía y tecnología propias del períodoArcaico,al final,ellos poseian los elementos esencia-les para lograr la civilización”(ibíden p.5).

En el contexto de Sud América, el concepto fuedesarrollado entre varios arqueólogos desde un pun-to de vista de las investigaciones en la región andinaperuana desde la década de los 1940´s. Ese concep-to implica la evolución cultural y, desde l969, surgennuevas preguntas, por lo que muchas ideas expresa-das en este libro sólo son posibles gracias a la acu-mulación de nuevas evidencias y metodología inno-vadoras, como a la luz de nuevas teorías revisadas.Por lo tanto, algunos conocimientos del Formativohan cambiado, ya no es visto como una evoluciónsolo unilineal, sino también en algunos casos comouna “evolución puntual” que aclara y ayuda aexplicar los cambios,con mecanismos internos y ex-ternos de adaptación y a veces hasta con saltos deuna gran diversidad, especialmente en lo que con-cierne al vector tiempo-espacio y a particularismosde los procesos culturales que se muestran en diver-sas subregiones tan vastas y diversas que incluye atodos los países sudamericanos (Gould y Eldredge1993).Es así como la anterior visión de aceptar natu-ralmente la evolución unilineal, el caso de los sitiosde la región andina peruana,deja su puesto prepon-derante. La importancia de muchos otros sitios so-bresalen para ser apreciados con la gama de sus ver-daderos contextos arqueológico dialéctico integral,con los diversos factores internos y externos,como la

intervención humana directa, la interación de la cul-tura con su medioambiente, los eventos geológicos,climáticos,el cosmos,etc. Cuando la cultura se desa-rrolla hasta una etapa y no “sigue a la siguiente” porejemplo a cacicazgo,reino o imperio,no quiere decirque la cultura se estanca, ¿es quizás que en muchoscasos se refuerza internamente y con su desarrolladasabiduría propia humana que va controlando loscambios,adaptando lo que quiere de lo externo e in-terno,para llegar a una etapa quizás muy superior debalance consigo mismo y el medioambiente?, ¿o esque en otros casos si se estanca,retrocede y extinge?(Ver una variada argumentación más detallada enlos trabajos de Lleras,Meggers,González,Herrera, Sa-noja y Vargas, Santoro, Shady, Gomis, Sandweiss y Ri-chardson,Tarragó, Wilson,etc.). El concepto de “For-mativo”como uno de períodos de la evolución cultu-ral, en la nueva forma revitalizada con nueva meto-dología nos ha ayudado a reconocer las variantesevidencias arquelógicas en un contexto más com-pleto propio de nuestro continente, que son muy di-ferentes si comparamos con las variantes evidenciasarqueológicas del Viejo Mundo (del Neolítico.) Poreso continúa utilizándose Formativo para explicarlos diversos procesos en una área y un tiempo pasa-do pues todavía no encontramos un mejor término.

Desde el punto de vista teórico siguen publicándo-se diversas alternativas y revaluaciones arqueológi-cas aparecidas en los últimos años. Por ejemplo, losdebates sobre la arqueología post-procesual, el neo-evolucionismo, sobre agentes humanos estructura-les, arqueología social, el llamado post-modernis-mos,estos y más se encuentran publicados como ar-tículos de varios autores en los libros de Preucel yHodder (1996),Meggers (1992),o el reciente de Lum-breras (1999); además a los lectores les interesaráconsultar los trabajos de O´Brien y otros (1998),Gid-dens (1984),Gibbons (1984),y otros publicados en laRevista de Arqueología Americana, American Anti-quity, etc. Son docenas de revaluaciones teóricas(¿hipótesis?), demostrando las diversas tendenciasde los arqueólogos, y que lo permanente, en más de100 años de práctica profesional, son las evidenciasarqueológicas de los artefactos y demás datos quetienen su propio ser. Estos al plantearnos un enigmaa cada generación de arqueólogos,con nuevas meto-dología y revaluaciones teóricas, los podemos rein-terpretar viendo profundamente mucho más allá(Ortega y Gasset 1959:5-125).

I. Introducción

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En lugar de hacer una introducción a cada uno delos trabajos, creo que solamente el lector se benefi-ciará de los datos específicos de cada área relacio-nados a otras,presentados por sus propios arqueólo-gos. Esas evidencias en contextos de tiempo-espa-cio, muchos de los autores integran íntimamente enforma brillante con la parte teórica y conceptual.Antes del Simposio de Cuenca 92, los cientos de pu-blicaciones en la segunda mitad de este siglo sobreel Formativo no habían agotado el tema,al contrario,generaron nueva problemática y la necesidad de in-tensificar la investigación arqueológica, que aun enel nuevo milenio es indispensable continuar,pues nollegamos a un nuevo consenso.

Hay temas unificadores en la arqueología sudame-ricana en esa etapa formativa. Contactos e intercam-bios de corta y larga distancia están documentadosarqueológicamente, tanto para las culturas de las tie-rras bajas orientales,como también para las culturasandinas y las localizadas a lo largo de la costa del Pa-cífico. En este período, en particular en su segundamitad, es cuando proliferan las aldeas nucleares, seforman y diseminan nuevos estilos artísticos; y se de-sarrolla un modo de vida sedentario basado en unaeconomía agrícola con un nivel básico de señoríosque al arraigarse van paulatinamente incrementan-do su complejidad sociopolítica, artistica y técnica(se inicia el cultivo en campos elevados, la irriga-ción, la orfebrería, etc.). Es en esta etapa cuando seestablecen las relaciones socio-económicas básicasentre la población rural y los centros urbanos (enmuchos casos éstos son sitios ceremoniales). La eta-pa formativa da pasos de cambio aunque se basa enlos períodos egalitarios-igualitarios anteriores, Pa-leoindio y Arcaico. Se encuentran nuevos temas demayor complejidad como pueden ser: la agriculturadel maíz y/o yuca,el algodón, las curcúbitas, los po-rotos, las papas,etc.y/o en otras la domesticación deanimales como el cuy, la llama, etc. o la forma máscompleja de organización social (como se puede in-ferir por ejemplo,la identidad propia de un grupo so-cial reflejado en el muestreo de la cerámica,“assem-blage”),y la producción de excedentes para las élitesque surgieron en esa etapa. Asimismo, debemos en-fatizar que el Formativo no es uniforme,al contrario,como igualmente demuestran las evidencias presen-tadas en este libro, sus características adoptan varia-dos matices en las diversas regiones y espacios geo-gráfico/ecológicos del continente. Las característi-

cas del Formativo aparecen durante diferentes siglosa través del tiempo según el área. Ya para el final delFormativo se inician desarrollos regionales más dife-renciados que son los orígenes de los cacicazgos yde los estados en algunas regiones (por ejemplo,vercapítulo sobre Perú), mientras en otras áreas el For-mativo es variable y se extiende en el algunos casoshasta el presente siglo (por ejemplo, al sur de Chile,ver capítulo en éste libro).

Previa a la reunión de Cuenca, mandé una bre-ve guía temática a los arqueólogos invitados apresentar trabajos. Este documento y los resúme-nes de las ponencias fueron publicados por elMuseo del Banco Central de Cuenca en forma defolleto (1992) que se distribuyó a todos los parti-cipantes en el Simposio.También la Revista de An-tropología,Nuevos Aportes,Vol.1,Enero-Abril 1992,de La Paz, Bolivia (Ledergerber 1992) publicó losmismos resúmenes junto con las resoluciones ynoticia del Simposio. Igualmente lo hicieron otrasrevistas idóneas de América como por ejemplo:The SAA Bulletin 11(3):1993 (Dillehay), y la Ar-queología Americana 5:265-272, enero-junio 1992(Ledergerber),etc. Parte de esa guía, las recomen-daciones y las resoluciones que se presentan eneste libro, se enviaron a las respectivas entidadesgubernamentales a cargo de educación, arqueo-logía y patrimonio cultural de la mayoría de paí-ses de Sur América.

B. Descripción sumaria de los principales pro-pósitos y alcances del Simposio:

Fueron tres los principales propósitos:l. Discutir y evaluar resultados de las investigacio-

nes arqueológicas recientes, relativos al “Formativo”en Sudamérica, y pensar en nuevos cuestionamien-tos.

2. Identificar los vacíos más notorios en el conoci-miento de la arqueología sudamericana y realizaruna agenda para investigaciones futuras,y

3. Alentar la mutua colaboración e intercambioentre los arqueólogos y los proyectos individuales.

4. Revaluar la parte teórica del concepto del ¨For-mativo¨y su validez presente.

Los participantes representaron a la mayoría de lospaíses de Sur América, a los Estados Unidos y algu-nos de Europa. La reunión permitió intercambiarmuchos datos aún no publicados, relativos al pobla-

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13I. Introducción

miento del continente, al origen y posterior desarro-llo de la vida aldeana y de la agricultura, desarrollopolítico,urbanístico,tecnológico,etc.La oportunidadpara la interacción va más allá del contenido de es-te libro, pues hicieron posible el intercambio deideas varias, la comparación de métodos e interpre-taciones, identificación de sitios amenazados pordestrucción y hasta planear proyectos conjuntos.

Entre las principales preguntas que se hicieron du-rante la reunión están las siguientes: ¿Cuales fueronlas adaptaciones de las poblaciones del “Arcaico”encuanto a la domesticación de plantas,horticultura ypatrones de asentamientos en Colombia, Chile, Ar-gentina,Brasil,Ecuador,Perú o Venezuela? ¿Qué ocu-rrió al término del período “Arcaico” para generarnuevos procesos que condujeron al surgimiento desociedades más complejas? ¿Cuál es el origen del“Formativo”y su diversidad entre el desarrollo de losAndes y la Amazonia? ¿Cuál es la naturaleza y el im-pacto de la etapa “formativa”en diferentes áreas delcontinente? ¿Cuáles son los marcadores o datos es-pecíficos que documentan los cambios del “Arcaico”al “Formativo”? ¿Cuáles son las evidencias que de-muestran el proceso de sedentarismo? ¿Qué es lomás importante en la etapa formativa? ¿Que in-fluencia tuvieron en el medio ambiente, los eventosgeológicos y climáticos en los patrones de asenta-miento y cambios culturales? ¿Qué información so-bre la diversidad de los complejos “Formativos” enlos Andes y las tierras bajas hace altamente relevan-te la revisión de la naturaleza y características deesta etapa o período y el determinar la existenciade similitudes fundamentales y diferencias signifi-cativas? ¿Cuáles son las evidencias de la produc-ción de alimentos,patrones de asentamiento,cam-bio demográfico, adaptaciones marítimas, estilosde arte, tecnología y otros comportamientos cultu-rales? ¿Cuándo, dónde y por qué se iniciaron la al-farería y la orfebrería y su respectiva importanciapara la arqueología? ¿Cuáles son las variables en-tre el desarrollo de la agricultura y de los sistemaspolíticos a ella relacionados? ¿Qué validez tiene elconcepto “Formativo” de los años 1940s y 1950s ala luz de las investigaciones realizadas en las dosúltimas décadas? ¿Cuáles son las variaciones de laarquitectura al final del “Formativo”, incluyendoformaciones nucleares, urbanismo, centros cere-moniales, etc.? ¿Cuáles son los nuevos datos sobrela domesticación de plantas y animales, sobre la

adopción de una vida sedentaria entre los cazado-res-recolectores en las tierras bajas que podríanpermitir examinar posibles diferencias entre estoscomplejos y los que posteriormente alcanzaronun nivel de organización de “Señorío” y “Cacicaz-gos”? ¿Cómo deberían definirse?

El Simposio resaltó el desarrollo desde el iniciodel “Formativo”en nuevas dimensiones basadas eninvestigaciones multidisciplinarias de varios añosde diferentes trabajos sumarizados en cada unode los capítulos presentados aquí. Por ejemplo, pa-ra la Cordillera Oriental de Colombia, con datosempíricos claros de geología,climatología,arqueo-zoología, palinología, economía, antropología físi-ca, botánica,etc., Gonzalo Correal nos lleva a en-contrar las raíces de los primeros seres humanosen Colombia, desde sus actividades en diferentessitios en los específicos ¨estadios¨, empezando al-rededor 15 mil años atrás y continuar hasta 2.700antes del presente. Asímismo, en una región muydiferente en la Costa del Perú, Daniel Sandweiss yJames Richardson por ejemplo, muestran eviden-cias sobre los diferentes factores para el desarrollode sociedades precerámicas complejas,y explicanpor qué llegaron a ser la base de los centros For-mativos. También Ondemar Dias Jr.,en la costa delBrasil; Eurico Miller en el sur de la Amazonia, Lau-taro Núñez en Chile, Ramiro Matos en Perú, JorgeArellano en el Ecuador nos llevan desde la diversagama de los pasos iniciales del Formativo en muydiferentes regiones.

Este libro incluye detallados trabajos arqueológi-cos tanto a un nivel microscópico (por ejemplo enEcuador el trabajo de Jorge Marcos y otros), local yregional con sus rasgos propios (por ejemplo: de Co-lombia el artículo de Leonor Herrera y otros; de Ve-nezuela el trabajo de William Barse; de Bolivia el ar-tículo de Marcos Mitchel; de Argentina el trabajo deMyriam Tarragó, etc), como a un nivel continentalcomo corrientes de similaridades y diferencias (porejemplo, los trabajos de Betty J.Meggers,Alberto RexGonzález, de Jorge Rodríguez, Mario Sanoja e IraidaVargas, etc.). El Formativo es más temprano y antesde Cristo en el norte (ejemplo, los capítulos de Leo-nor Herrera y otros de Colombia; Jaime Idrovo deEcuador), mientras que en las áreas al sur del conti-nente, el Formativo es más tardío y aun después deCristo (artículo de Tom Dillehay de Chile).

Reconocemos que hay muchos más trabajos en

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cada país que los que podemos dar cabida en un so-lo Simposio.Los representantes de cada país incluye-ron datos pertinentes que creyeron significativos pa-ra aclarar el tema y sintetizaron los datos de su áreade estudio. Los relacionaron y compararon a datosempíricos más allá de los límites regionales y nacio-nales; como ya indicamos, se coordinaron varios as-pectos relacionados con metodología,teoría y termi-nología del “Formativo”. Se reconocio que “el Forma-tivo es una estapa de gran experimentación”. Algu-nos artículos ponen en claro el concepto del Forma-tivo, su utilización teórica, práctica y variable aplica-bilidad a través de la arqueología de Sudamérica.Sehicieron intentos de unos pocos arqueólogos, in-fluenciados por Europa,de reintroducir la terminolo-gía del “Neolítico”,pero la mayoría de ellos estuvo deacuerdo en continuar utilizando el vocablo ”Forma-tivo” para evitar confuciones y seguir adelante. Lasvariables demuestran los distintivos de cada conti-nente en base a los datos arqueológicos de los últi-mos veinte años, que son muy diferentes en Europay Asia comparado con las Américas. El concepto deFormativo a la luz de las nuevas evidencias arqueo-lógicas todavía ilustra mejor las ideas de lo que suce-dió en las Américas, a más de evitar errores, diferen-cia mejor y aclara los hechos propios que sirven pa-ra explicar los procesos que se sucedieron y dan labase de nuestra identidad propia,a diferencia de losdel Viejo Mundo (ver trabajos de González, Gomis,Herrera, Tarragó,etc.).

Además de los resultados científicos per se, el in-tercambio de ideas entre colegas y la publicación delas actas del Simposio,el grupo de autoridades en ar-queología con responsabilidad social,aprovechó pa-ra establecer una agenda de sugerencias a sus ho-mólogos, inclusive la formación de asociaciones ocolegios de arqueólogos para el respaldo profesionaly sugerencias a las autoridades encargadas de políti-ca de investigación arqueológica. Unirse para traba-jar a que se aprueben permisos de excavaciones fu-turas y promuevan estudios tendientes a llenar va-cíos en los conocimientos actuales. También pararescatar sitios que están en peligro de destrucción,restaurarlos, protegerlos y darlos a conocer por me-dios educativos al público (ver “Resoluciones y Re-comendaciones del Simposio”).

C. Organización del Simposio en el Ecuador

Aunque esta sección no está relacionada con elperíodo Formativo en sí mismo, debo incluirla porpedido de varios arqueólogos,para dejar en claro al-gunos aspectos que son de interés de los colegas encuanto a detalles para la organización de otras reu-niones.

Acordamos que el número de conferencistas seríade alrededor de 25 arqueólogos; escogimos pocosrepresentantes de diferentes países, para tener unareunión tipo “taller” y poder mantener la comunica-ción entre los participantes. Originalmente pensa-mos que el grupo sería solamente de sudamericanospero en el transcurso de la organización de la reu-nión y debido a requerimientos de las institucionesfinancieras del evento, incluimos a cinco norteame-ricanos, fuera de la homenajeada. En 1988, solicitécolaboración al Director de Museos del Banco Cen-tral del Ecuador, señor Rodrigo Pallares Z., al Direc-tor del Museo en Cuenca,arquitecto Pablo Abad y alarqueólogo principal de la entidad en Cuenca, doc-tor Jaime Idrovo U., quienes aceptaron y quedaronencargados de la organización y de los detalles en elpaís anfitrión.

Conformada la lista de conferencistas,junto con lacarta de invitación se incluyó un documento base.Algunos arqueólogos invitados propusieron másnombres para presentar conferencias, asimismootros colegas que se enteraron de los objetivos de lareunión pidieron ser invitados para presentar traba-jos.Por razones de tiempo,no cabía tener más de 26conferencias con su respectivo debate y mesas re-dondas de trabajo. Debido al carácter y naturalezade una reunión/taller de 5 días intensos, disponibili-dad de fondos económicos, etc., decidimos no am-pliar más la lista de conferencistas y aceptamos la su-gerencia de dar cabida a más trabajos con la presen-tación de “Trabajo Afiche”. Esta modalidad de traba-jo/afiche, para exhibirse en el área de la reunión, es-taba abierta para cualquier arqueólogo que desearaparticipar, pero no tuvo mayor acogida entre los co-legas. Después de terminadas las sesiones regularesde cada día, algunos participantes dictaron charlassobre varios temas de la arqueología diferentes a losdel horario regular.Además,se organizó un ciclo deconferencias sobre arqueología con las universida-des de Cuenca y del Azuay para todos los estudian-tes y público en general. En realidad se acogió a to-

I. Introducción

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15I. Introducción

Parte del grupo de arqueólogos visitando el sitio Ingapirca, de izquierda a derecha: Tom Dillehay, Richard Burger, Paulina Ledergerber,David Wilson, Jorge Rodríguez, Gonzalo Correal, Betty J. Meggers, Calogero Santoro, Lautaro Núñez, Daniel Sandweiss, Leonor Herre-ra, Jorge Arellano, Dominique Gomis, y Jaime Idrovo.

Inauguración de la exposición sobre el Formativo del Ecuador.Constan en la fotografía de izquierda a derecha: el Arq. Pablo Abad, Director del Museo del Banco Central de Cuenca; Sr. Rodrigo Palla-res Director de los Museos del Banco Central del Ecuador; Drs. Betty J. Meggers y Alberto Rex González, homenajeados y Paulina Le-dergerber.

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16 I. Introducción

dos los arqueólogos interesados en asistir, como sepuede leer en lista de autores y participantes, mu-chos más que lo planeado inicialmente.

Invitamos a los principales investigadores sobre elFormativo para representar al Ecuador: A Jorge Mar-cos “La Producción Durante el Formativo Temprano”;a Jaime Idrovo y Dominique Gomis “El Formativo enel Austro Ecuatoriano”; a Marcelo Villalba “El Forma-tivo en la Sierra Norte”. Luego se sucedieron ciertoscambios, Olaf Holm por asuntos de trabajo prefirióno aceptar la invitación y sugirió que sea MathildeTemme quien representara a los proyectos financia-dos por el Museo del Banco Central de Guayaquil.Ella participó con la ponencia:“La presencia del For-mativo en Putushío”. Jorge Arellano, invitado a pre-sentar un trabajo sobre Bolivia,prefirió leer un infor-me sobre sus investigaciones recientes en el Ecua-dor:“Primeras Evidencias del Formativo Tardío en laSierra Central del Ecuador”. Para completar el cua-dro del Formativo del país anfitrión, invitamos a pre-sentar una conferencia sobre el Formativo de laAmazonía a los arqueólogos del Centro de Investiga-ciones Arqueológicas de la Pontificia UniversidadCatólica. Patricio Moncayo, Director del Centro, con-testó que prefería participar sin ponencia. El licen-ciado Villalba,desgraciadamente se excusó de asistir.Participaron otros arqueólogos del Banco Central(ver lista adjunta), por supuesto, Jaime Idrovo hizouna síntesis de “El Formativo de la Sierra” y Domini-que Gomis leyó: “La Cerámica Formativa de la SierraAustral del Ecuador”. Es así como en un foro interna-cional por primera vez se presentaron más trabajosde investigación sobre el Formativo de la Sierra ecua-toriana que sobre la Costa.

Solamente a finales de octubre de l991, la princi-pal institución patrocinadora la National GeographicSociety confirmó su respaldo, que junto con el res-paldo entusiasta del Banco Central de Cuenca y elpersonal de su Museo creó la base concreta del éxi-to. Seguidamente se envió a los conferencistas laconfirmación de la invitación. Igualmente, el coor-dinador local, doctor Jaime Idrovo,solamente desdefinales de noviembre ya pudo mandar las invitacio-nes al resto de arqueólogos ecuatorianos y a las ins-tituciones relacionadas con arqueología para queenviaran sus representantes y estudiantes como par-ticipantes u observadores (por las razones antedi-chas no podíamos tener más de 5 conferencias so-bre el Ecuador en una reunión de todo América del

Sur). Inclusive el doctor Idrovo viajó de Cuenca aQuito y Guayaquil para coordinar personalmentecon sus colegas los detalles pertinentes. El DirectorNacional del sistema de Museos del Banco Centraldel Ecuador, señor Rodrigo Pallares, dio licencia es-pecial a todos los arqueólogos que desearan partici-par en el Simposio.Solamente en el mismo enero de1992, las otras dos instituciones patrocinadoras con-firmaron su total respaldo, y los entusiastas colegasllegaron a la reunión para hacerla un éxito.

El último día los participantes nombraron una co-misión de tres miembros (doctores Gonzalo CorrealUrrego, de Colombia, Ondemar Dias Jr., de Brasil, yTom D. Dillehay, de Estados Unidos de Norte Améri-ca) para coordinar el cumplimiento de los acuerdosy recomendaciones del Simposio (Capítulo XII). Fi-nalmente, se nombró una comisión más numerosade colegas de varios países para que trataran denombrar un nuevo coordinador sudamericano conel objetivo de realizar una reunión futura similar alSimposio de Cuenca,con temas arqueológicos dife-rentes, pues todavía quedan muchas preguntas porcontestar.

D. Agradecimientos

El Simposio pudo tener efecto gracias a las sub-venciones del Museo del Banco Central del Ecuador(Cuenca), de la National Geographic Society, FondoNo. 4647-91, la Organización de los Estados America-nos,de la Smithsonian Institution (Washington,D.C.),y del señor Harinder S.Kohli,nuestras expresiones degratitud a todos ellos por su incondicional respaldo.

En primer lugar quiero agradecer al Econ.César Ve-ga V., Gerente del Banco Central de Cuenca, quiencon su diplomacia,total respaldo y patrocinio institu-cional, pudo hacer concreto el Simposio. Al señorRodrigo Pallares Z., Director de los Museos del Ban-co Central del Ecuador y al arquitecto Pablo Abad,Director del Museo de Cuenca,por su incondicionalrespaldo para que se pudiera realizar este simposio.A todo el personal de esta institución en Cuenca,principalmente quiero dar las gracias al doctor JuanCordero y señor Antonio Vásquez V., Sub-Gerentesdel Banco Central en Cuenca y especialmente aldoctor Jaime Idrovo (arqueólogo coordinador delevento en Ecuador),al licenciado Francisco Álvarez,arquitecto Leonardo Aguirre y al doctores Jorge Dá-vila y Ernesto Dávila; a las señoras Susana Salgado,

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Durante un almuerzo en el Hotel La Laguna: el licenciado Nicanor Merchán, doctor Jorge Rodríguez, doctor Eurico Miller y Lcdo. Marcos Michel.

Uno de los grupos de trabajo escribiendo las resoluciones y recomendaciones locales,licenciados: Raúl Marca, Antonio Carrillo, y Sr. Caicedo.

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Bernarda Crespo,Mónica Muñoz,Marlene Ullauri,Ro-cío Pozo, Ma. Esperanza Martínez; y a los señores Es-teban Salazar,Carlos Freire,Raúl Daza y especialmen-te a los señores Marcelo Parra por los diseños y Jor-ge Ortega por los dibujos del afiche,y los estandartesdel Simposio que sirvieron de base para la portadade este libro.

El domingo, antes de iniciarse el Simposio, graciasa la Comisión de Ingapirca y el Museo del BancoCentral,tuvimos un emocionante reencuentro de loscolegas asistentes en el extraordinario museo y sitioCañari-Inca Ingapirca,en la provincia de Cañar.Tam-bién gracias al doctor Edgar Palomeque I., al doctorJaime Idrovo y el licenciado Raúl Marca y demás au-toridades de la comunidad cañari, por ese hermosopaseo y el delicioso almuerzo.

La inauguración del Simposio y homenaje a losdoctores González y Meggers se realizó,gracias al Al-calde de Cuenca, señor Jorge A.Piedra L.,quien per-mitió que éste tenga lugar en el Salón de la Ciudad.Las autoridades del Museo del Banco Central y laUniversidad del Azuay, junto con la Universidad deCuenca se unieron al mismo.

Con la oportunidad del Simposio, el personal delMuseo del Banco Central preparó una didáctica e in-teresante exhibición sobre el Formativo Ecuatorianoque fue inaugurada y abierta al público por el Direc-tor General de los Museos del Banco Central, señorRodrigo Pallares Z., el arquitecto Pablo Abad, Direc-tor del Museo de Cuenca y las autoridades de la ciu-dad de Cuenca. Con esa oportunidad el Museo pu-blicó como catálogo la ponencia del doctor Idrovo.

Agradecemos especialmente a la licenciada LucíaAstudillo, Presidenta de la Asociación Latinoameri-cana de Museos,por su constante respaldo y guía. Allicenciado Nicanor Merchán, Director del diario “ElMercurio” por la publicación diaria de las reseñasdel Simposio.Al doctor Jorge Salvador Lara,Presiden-te del Instituto Panamericano de Geografía e Histo-ria,a la señora Teresa Crespo de Salvador y al doctorClaudio Malo, Director del Centro Internacional deArtesanías Populares,por sus sugerencias; a las seño-ras María Augusta Crespo y Cecilia Tamariz por susgentiles muestras de amistad; a los doctores Fernan-do Ortiz y Ximena Ortiz, por sus sugerencias.A la se-ñora Margot Leith de Ledergerber por su respaldo yprincipalmente a la profesora María Luisa de Corde-ro por su decidida e invalorable ayuda y colabora-

ción al encargarse de varios aspectos de la produc-ción del libro y Ediciones Abya-Yala por la impresiónde este.

Va un agradecimiento a Raquel Crespo Toral quienme enseñó la perseverancia aún en circunstanciasadversas.

Fuera del Ecuador expreso mi más profundo agra-decimiento a los colegas doctores Lautaro Núñez yRuth Shady, por el total respaldo desde el inicio delevento. Especialmente agradezco a Ruth Shady porsu sincera amistad, entusiasmo y sus valiosas suge-rencias en todas las etapas del Simposio,por la sínte-sis del mismo y comentarios sobre el Formativo pe-ruano, a Lautaro Núñez quien realizó el resumen delas ponencias sobre el “Cono Sur”. Igualmente a TomDillehay por sus valiosas sugerencias, por resumir ydar sus valiosos comentarios el tercer día de sesio-nes, así como por aceptar la responsabilidad de eje-cutar algunas de las resoluciones del Simposio, conla esperanza de que sigamos adelante y realicemosotras reuniones similares a la de Cuenca.También,aJorge Rodríguez por las traducciones y sugerencias,igualmente a Martha Otonello. A Mario Sanoja porsus comentarios, sugerencias y la redacción de lasresoluciones y recomendaciones “De los Países An-dinos”,y una resolución a mi favor.A Richard Burgerpor sus comentarios sobre las magistrales ponenciasde los colegas colombianos. A Marcia Bakry por al-gunos dibujos adjuntos; y a los señores Bruce A. Da-niels, A. Kurt Luginbyhl, y William Offenheiser, delcentro de computación del National Museum of Na-tural History, quienes pacientemente me ayudaron aresolver los diferentes problemas de sistemas decomputadoras venidos de 10 paises; igualmente alseñor Harpaul Alberto Kohli Ledergerber, particu-larmente en lo que respecta a las bibliografías.Gracias a la doctora Inés Chamorro por sus cons-tructivas sugerencias. También agradezco al De-partamento de Estudios Precolombinos de Dum-barton Oaks por abrirme sus puertas y permitirmeutilizar su estupenda biblioteca.

Finalmente un agradecimiento póstumo al doc-tor Barry Bishop, quien en 1991, como Presidentedel Comité de Investigación y Exploración de laNational Geographic Society, dió una acogida en-tusiasta a mi propuesta que dicha institución sub-vencione la mayoría de los gastos del Simposio sinla cual este no hubiera podido realizarce.

I. Introducción

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I. Introducción

BIBLIOGRAFÍA CITADApara la introducción y el homenaje

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I. Introducción

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AURELIO ÁLVAREZ PÉREZ,Departamento de Geología, Unidad de Cristalografía y Metalografía. Edif.“C”, Universidad Autónoma de Barcelona, España.

A. JORGE ARELLANO LÓPEZ,Facultad de Ciencias Geológicas y Departamento de Antropología,Universidad de San Andrés,La Paz, Bolivia.USAID/Quito,APO,AAMiami,34039,U.S.A.

WILLIAM P. BARSE,Anthropology Department, Smithsonian Institution. 1026 Union Ave., Baltimore, Md., 21211, U.S.A.

WARWICK BRAY,Institute of Archaeology, University of London. 31-34 Gordon Square, London WC1H OPY, Inglaterra.

MARIANNE CARDALE DE SCHRIMPFF,Asociación PRO CALIMA. Apartado Aéreo 51010, Bogotá 2, Colombia.

GONZALO CORREAL URREGO,Academia Colombiana de Ciencias Exactas Físicas y Naturales. Calle 75A, No. 20-80, Bogotá, Colombia.

ONDEMAR F. DIAS, JR.,Instituto de Arqueología Brasileira. Rua Ribeiro Guimarais No. 220,Apt. 402; 20511-070. Rio de Janeiro, R.J., Brasil.

TOM D. DILLEHAY,Department of Anthropology. Lafferty Hall, University of Kentucky. Lexington, KY., 40506-0024, U.S.A.

DOMINIQUE GOMIS,Alianza Francesa. Tadeo Torres #192 y Solano, (Fax: 503-7-894-988) Cuenca, Ecuador.

ALBERTO REX GONZÁLEZ.Museo Etnográfico “J. B Ambrosetti”, Universidad de Buenos Aires. Ave. Belgrano 887, 1er. cuerpo, 2do. piso,Buenos Aires,Argentina.

LEONOR HERRERA,PRO CALIMA. Carrera 5, # 26-30 (108), Bogotá, Colombia.

JAIME IDROVO URIGÜEN,Fundación INKA. Apartado Postal 01-01-143, Cuenca, Ecuador.

I. Introducción

LISTA DE AUTORES Y PARTICIPANTES

A) AUTORES Y PARTICIPANTES*

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PAULINA LEDERGERBER CRESPO,Anthropology Department, Mail Stop P.O.Box # 37012, Smithsonian Institution, Washington, D.C., 20013,U.S.A.6516 Deidre Ter., McLean,Va. 22101-1605

ROBERTO LLERAS PÉREZ.Museo de Oro, Banco de la República. Calle 16 No. 5-41, Bogotá, Colombia.

JORGE G. MARCOS PINO,Universidad de Barcelona, Paseo San Magi 2-4, 1o, 5a, 08190 Barcelona, España. Centro de Estudios Arqueológicos y Antropológicos (CEAA),(E.S.P.O.L). Campus Gustavo Galindo Velasco, la Prospeina,Guayaquil, Ecuador.

RAMIRO MATOS MENDIETA,National Museum of the American Indian. Cultural Resources Center, Mail Stop -541, Smithsonian Institu-tion. Washington, D.C., 20560 U.S.A.

BETTY J. MEGGERS,Anthropology Department, Mail Stop NHB-112, Smithsonian Institution. Washington, D.C., 20560, U.S.A.

MARCOS R. MICHEL LÓPEZ,Gerente General, Empresa Consultora en Arqueología, y Docente de la Universidad Mayor de San Andrés.Ave. 20 de Octubre 2005, Depto. 901, LaPaz, Bolivia.

EURICO THEÓFILO MILLER,Laboratorio de Arqueologia de Rondonia (SEDUC) e ELETRONORTE - BSB-DF. Caixa Postal 08712(CEP)70312-970 Brasília-DF, Brasil.

LAUTARO NÚÑEZ ATENCIO, Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo “R. P. G. Le Paige”, Universidad Católica del Norte.Casilla 28312,Antofagasta, Chile.

JAMES B. RICHARDSON III,Division of Anthropology, Carnegie Museum, 5800 Baum Blvd., Pittsburgh, PA, 15206.1120 Lancaster St., Pittsburgh, PA, 15218, U.S.A.

JORGE AMILCAR RODRÍGUEZ,Universidad Nacional y CONICET. Espejo No. 375, 3200 Concordia, Entre Ríos,Argentina.

DANIEL H. SANDWEISS,Department of Anthropology and Institute for Quaternary Studies, S. Stevens Hall, University of Maine.Orono, ME, 04469-5773, U.S.A.

MARIO SANOJA OBEDIENTE, Academia Nacional de Historia,Apartado 47372, Caracas 1041-A,Venezuela.

CALOGERO M. SANTORO,Departamento de Arqueología y Museología, Universidad de Tarapacá. Casilla 6-D,Arica, Chile.

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23I. Introducción

RUTH SHADY SOLÍS,Instituto Nacional de Cultura, y Universidad de San Marcos. Casilla 18-0780, Miraflores, Lima, Perú.

GIORGIO SPINOLO,Departamenti di Fisica, Universitá degli Studi di Milano. Milán, Italia.

MYRIAM NOEMÍ TARRAGÓ,Museo Etnográfico, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, CONICET. Moreno 350, 1001 Buenos Aires,Argentina.

MATHILDE TEMMEOña/ Azuay, Ecuador. Grönenweg 23, 22549 Hamburgh 531,Alemania.

IRAIDA VARGAS ARENAS,Universidad Central de Venezuela. Apartado 47372, Caracas 1041-A,Venezuela.

DAVID J. WILSON, Anthropology Department, Southern Methodist University. Dallas,Tx. 75275, U.S.A.

B) PARTICIPANTES

Marco AGUIRRE,Francisco ÁLVAREZ,Nancy ARPI,Lucía ASTUDILLO,Leopoldo BERMEO,Richard BURGER,Juan Carlos CABRERA, S. CAICEDO, Delfa CAPELO, Freddy CALDERÓN, Byron CAMINO, Pablo CÁRDENAS,Antonio CARRILLO,Juan CORDERO I.,Armando CRESPO,Felipe CRUZ,Rita DÍAZ,Luis DURÁN,José Luis ES-PINOSA, Bolivar GALARZA,Wladimiro GALARZA, Dolores GALINDO, María Victoria GARCÍA M., Mario GAR-ZÓN,Jorge GUAMÁN,Susana GURIN,Anne Marie HOCQUENGHEN,Mario JARAMILLO,Peter KAULICKE,Ale-xandra KENNEDY,Nelly LAZO,Ma.Rosa LÓPEZ,Pedro Jorge LÓPEZ,Benigno MALO,Raúl MARCA MEJÍA,Ni-canor MERCHÁN, Luz MOLINA, Edgar MOGROVEJO, Patricio MONCAYO, Agustín MOROCHO, Rolando MO-ROCHO REDROVAN,Mónica MUÑOZ, Laura NACARINO, Patricia NETHERLY,Silvana PARRA,Tatiana PÉREZ,Carlos RAMÍREZ, Gustavo REINOSO, Ignacio ROBLES, Fanny RODRÍGUEZ,Alison SALAZAR, Lucy SALAZAR-BURGER,Amelia SÁNCHEZ MOSQUERA,Arturo H.TOSCANO,Antonio VALDIVIESO,Yashila VERA, FranciscoGustavo VIMOS, Irina XOMCHUK,Abraham ZEVALLOS.

* Los AUTORES, primero tienen su afiliacion institucional o su dirección seguidamente algunos incluyen

su dirección personal a las que sus colegas pueden escribir.

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24 I. Introducción

Conferencistas del Simposio de Cuenca 1992, de izquierda a derecha:

(Primera fila): Gonzalo Correal, Ondemar Días, Jorge Rodríguez, Jorge Arellano, Alberto Rex González, Richard Burger,

Lucy Salazar Burger, Leonor Herrera, Lautaro Núñez, Arturo Toscano, Iraida Vargas, Betty J. Meggers, William Barse,

Marcos Michel L.

Faltan los doctores Dominique Gomis, Jaime Idrovo, Jorge Marcos, Ramiro Matos, Eurico Miller y Mathilde Temme.

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25I. Introducción

(Segunda fila): Paulina Ledergerber, Roberto Lleras, Myriam Tarragó, Calogero Santoro, David Wilson, Ruth Shady,

Tom Dillehay, Mario Sanoja, y Daniel Sandweiss.

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II

HOMENAJE AALBERTO R. GONZÁLEZ

Y BETTY J. MEGGERS

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El 13 de enero de l992,en la noche,se realizó una“Sesión Solemne” en homenaje a los Drs. Betty J.Meggers y Alberto Rex González y se inauguró elSimposio en el Salón de la Ciudad,con la presenciade las autoridades de la provincia del Azuay y per-sonas relacionadas a la cultura y educación,así co-mo los participantes. Correspondió al Alcalde de la

ciudad de Cuenca, Sr. Jorge Piedra L., dar la bienve-nida a todos y declarar Huéspedes Ilustres a los dosarqueólogos homenajeados. Asimismo, el Econo-mista César Vega V., Gerente del Banco en Cuenca,dio un discurso en que resaltó el compromiso de suentidad,para aportar a las causas de la arqueológi-cas a través de la investigación, difusión y educa-

II. Homenaje a Alberto Rex González y Betty J. Meggers

Homenaje a Betty J. Meggers y Alberto Rex González

Paulina Ledergerber Crespo

Un aspecto de la sesión de homenaje: Dr. Edgar Palomeque I., Presidente de la Comisión de Ingapirca; Dr. Lautaro Núñez A., de la Uni-versidad del Norte, San Pedro de Atacama, Chile; Arqgo. Paulina Ledergerber C., del Instituto Smithsonian de Washington; Dr. AlbertoRex González, del Museo Etnográfico de Buenos Aires; Lcdo. Jorge A. Piedra L., Alcalde de la ciudad de Cuenca; Econ. César Vega V.,Gerente del Banco Central; Dra. Betty J. Meggers, del Instituto Smithsonian de Washington; Sr. Antonio Vásquez, Sub-Gerente del BancoCentral; Dr. Juan Cordero I. Rector de la Universidad del Azuay; Arq. Pablo Abad, Director del Museo del Banco Central de Cuenca.

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ción por medio especialmente de sus museos. Dijoque con acciones concretar entidades similares tie-nen la responsabilidad de aportar al conocimientoarqueológico e histórico para encontrar las raícesculturales de los pueblos. El Dr. Juan Cordero I., co-mo Rector de la Universidad del Azuay resaltó bre-vemente la personalidad de los homenajeados y lesentregó el nombramiento de Profesores Honora-rios. La autora dio la bienvenida a todos y explicólas razones de la reunión. El Dr. Lautaro Núñez A.luego de su discurso, resaltando los aportes del Dr.González, hizo la entrega de un Certificado de Ho-menaje de la Sociedad Chilena de Arqueología de-clarándole “El Mejor Arqueólogo de Latinoaméri-ca”; igualmente leyó la adhesión al homenaje por laUniversidad Católica del Norte de Chile.

Entre los arqueólogos más distinguidos del conti-nente, dos personas que realmente se han destaca-do porque han dedicado todas sus vidas a la inves-tigación en forma honesta y eficiente son los docto-res Betty J. Meggers y Alberto Rex González.A ellosdedicamos este libro,el simposio y la sesión solem-ne inaugural para resaltar algo de sus respectivascontribuciones a la arqueología.

Así como en la arqueología no se puede ignorarlas estratas culturales más profundas, tampoco losarqueólogos más jóvenes y los del siglo 2l, si quie-ren proceder éticamente, podrán ignorar las contri-buciones de los arqueólogos antecesores de sí mis-mos. En la cadena de la expansión de los conoci-mientos arqueológicos, González y Meggers tam-bién se basaron en las experiencias y enseñanzasde sus mayores y luego,conjuntamente con algunossacrificados colegas de todo el continente, genera-ron nuevas teorías y metodologías de trabajo en losaños 40, 50, 60, y 70 (Willey y Phillips l958; Meggers,Evans y Estrada l965;Reichel-Dolmatoff 1965;Gonzá-lez y Pérez l966; Rowe l967; Lumbreras 1969/1974).Asimismo con metodologías innovadoras en su épo-ca, ellos dieron bases sólidas para investigacionesposteriores de ellos mismos y principalmente variasgeneraciones de nuevos arqueólogos.

Yo traté de expresar algo de lo que muchos profe-sionales presentes y ausentes creen sobre ellos.

Como dije en mi discurso en la sesión inaugural,nos reunimos en Ecuador, corazón y centro de lasAméricas con un propósito común,el de demostrarnuestro respeto, admiración y cariño a dos grandesamericanistas, con una convicción, que moral ycientíficamente ellos, con su ejemplo, demuestranlo mejor no solo de nuestra profesión, sino del mis-mo ser humano.

En el proceso de la organización de este simposiofue muy satisfactorio comprobar que muchos másarqueólogos de los que estábamos presentes en elEcuador quisieron unirse al homenaje. Igualmenteque para muchísimos profesionales, Betty y Albertoson verdaderos héroes. Para establecer paradigmasen la investigación ellos han librado luchas con dig-nidad y nobleza.Betty y Alberto han tenido la valen-tía de romper las barreras del pasado y del presentepara hacer una Ciencia mejor. Ellos no se han ame-drentado ni ante peligros físicos, ni ante los peligrosde la soledad,la discriminación sexual,o la discrimi-nación profesional, ni ante la cárcel, la crítica deotros colegas y peor, la envidia de seudo-científicos.No se han dejado abatir ni siquiera ante la enferme-dad y la muerte de seres queridos, con sus espíritusbatalladores aún en el dolor han seguido luchandopor sus ideales y especialmente estimulando nuevasideas y ayudando hasta personalmente a otros cien-tíficos latinoamericanos. Como diría nuestro poetacuencano Luis Cordero (l957:309) “continúan siem-pre adelante esculpiendo con diamante en las pági-nas humanas”.Betty y Alberto han abierto nuevos ca-minos en los conocimientos humanos.

De estas dos vidas tan fructíferas y de total dedi-cación al trabajo, con vastos logros alcanzados, esimposible hacer aquí un sumario. Solamente trata-remos de presentar una brevísima reseña,el Dr.Lau-taro Núñez sobre el Dr. González; y yo, sobre la Dra.Meggers, y acompañamos sendas listas de sus res-pectivas publicaciones para que el lector tenga unaidea de la magnitud e importancia de las respecti-vas contribuciones. Por suerte mi tarea debería serfácil, pues Betty realmente no necesita presenta-ción, ustedes que la conocen y aman saben bienque su obra habla por sí misma.

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Betty J. Meggers nace en Washington, D.C., yluego de sus estudios y viajes siempre regresa asu ciudad natal para continuar difundiendo susideas.Betty ha realizado varias décadas de traba-jo eficiente sin interrupción y hasta ahora siguesiendo una de las arqueólogas norteamericanasmás frecuentemente citada mundialmente enpublicaciones. Es por eso y sobre todo por la ca-

lidad y profundidad de su obra,que es un honory privilegio, mencionar unos pocos aspectos desus múltiples contribuciones a las ciencias,a ma-nera de ilustración.Betty ha realizado trabajos decampo en Dominica, Guayana, Brasil,Venezuela,Ecuador, etc.; ha dictado cursos en muchos paí-ses más y desarrollado una amplia labor de in-vestigación, inclusive en Cuba en las últimas dé-

II. Homenaje a Alberto Rex González y Betty J. Meggers

Betty J. Meggers,una perspectiva ecuatoriana

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cadas.Tiene más de doscientas publicaciones so-la o en co-autoría con otros especialistas, princi-palmente con su difunto esposo,Clifford Evans.Es-tas tratan de temas relacionados con las cuatro ra-mas de la antropología y con la ecología: sus con-tribuciones son claves tanto en teoría y metodolo-gía como en la práctica profesional, por ejemplo,sobre teoría de la evolución cultural,difusión,etc.

Desde el principio de su carrera, Betty ha ex-presado sus ideas con gran valentía y éstas hancausado en muchos casos gran controversia. Sustrabajos etnológicos, ecológicos y arqueológicosde la década de los años 40s y 50s continúanevolucionando hasta hoy. En una época de dis-criminación sexual, no se detiene ante nadie yhabla y escribe sobre nuevas ideas; por ejemplo,es pionera en estudios ecológicos. Un par deesos hitos científicos son: “Limitaciones medioambientales en el desarrollo de la cultura” publi-cado en l954; o “Amazonia, hombre y cultura enun paraíso ilusorio” publicado por primera vezen l97l y traducido a varios idiomas (la recienteedición revisada de Amazonia salió en l996). Enésta última obra, analiza las adaptaciones tecno-lógicas, instituciones sociales e ideológicas degrupos amazónicos dentro del marco teóricoevolucionista aplicado a la cultura.

Por cinco décadas, en sus estudios sobre laevolución cultural y adaptación, ha aplicadoanálisis biogeográfico, incluyendo varias clasesde datos lingüísticos y culturales.Luego de variasdécadas de acumular datos como las secuenciasseriadas y C-l4, puede ella reconstruir las adapta-ciones aborígenes,detectar barreras ecológicas yalinear discontinuidades a través de episodiosáridos que demuestran son debido a eventos delmega-Niño. Esas correlaciones de biodiversidady cultura tienen también una visión a los sucesosactuales. Amazonia, de acuerdo a la “BibliografíaCrítica Alemana” (Hartman l984), es el libro so-bre Brasil más controvertido de la década de los70 y sigue siendo uno de los más citados hasta elpresente. En el Brazil tiene una importante cola-boración con arqueólogos locales creando elprograma PRONAPA ( Programa Nacional de In-vestigaciones Arqueológicas),que continuan pormás de tres décadas produciendo valiosas dece-nas de informes y publicaciones (Meggers 1992).

La revolución que ellos producen en la ar-queología sudamericana no tiene precedente.Ilustramos como ejemplo lo que ella con suesposo Clifford Evans realizaron en el Ecuador,en verdad en la mayoría de países que han tra-bajado han desempeñado una gran labor simi-lar. En el Ecuador se unen a Emilio Estrada y po-nen a ese país en un muy alto nivel científico in-ternacional. Ellos son quienes procesan mejorlos datos arqueológicos de la Costa, al darnos lasbases científicas más sólidas de nuestra arqueo-logía y nuestra nacionalidad, en las décadas delos años 50s y 60s. Dan al Ecuador por primeravez estudios sistemáticos: diferenciaciones y ana-logías biológico-culturales, metodologías innova-doras como: dataciones de C-l4,hidratación de laobsidiana, termoluminiscencia, análisis cuantita-tivo de la cerámica y seriación, cuadros cronoló-gicos ordenando las fases que desde entonceshasta hoy en día son las bases claves que han ser-vido a generaciones de arqueólogos para orde-nar sus ideas. Por ejemplo, una de las decenas detrabajos publicados por ellos es la monografíasobre Valdivia y Machalilla (l965), una de lasobras maestras del análisis arqueológico exhaus-tivo. Por su actualidad hasta hoy es conocida enel país como “La Biblia Azul”. Además, Evans yMeggers realizan la primera prospección arqueo-lógica en la Amazonia ecuatoriana, la del valledel río Napo (l968). Los artículos que publicansobre el Ecuador (de l950s a l960s) atraen al áreae insentivan a varios arqueólogos y se incremen-ta vertiginosamente el número de estudiosos quequieren realizar trabajos arqueológicos, princi-palmente en la Costa.

Betty publicó el libro Ecuador (1966),en el quesintetiza sus ideas de la arqueología ecuatorianay las del Grupo de Guayaquil -Emilio Estrada I.,Francisco Huerta R., Olaf Holm y Carlos ZevallosM. Con visión presente y futura, ella define y or-dena ampliamente las características y procesosde los diferentes períodos prehistóricos y presen-ta un cuadro cronológico que, a pesar de los in-tentos de nuevos arqueólogos por revisarlo, bási-camente no ha sido superado y sigue siendo labase referencial más lúcida y práctica para nues-tros estudios (Idrovo l990:36-37).

Entre los múltiples trabajos de Betty en meto-

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dología, debo recordar dos contribuciones ge-niales para la arqueología mundial: Primero, jun-to con los geólogos Irving Friedman y RobertSmith, Betty Meggers y Clifford Evans (1960) in-ventan el método de hidratación de la obsidianapara datación. Son precisamente los artefactosde Chorrera, Guangala, Daule, Tejar y Milagro losque sirven para sus análisis. Segundo, ella refinala técnica de análisis cuantitativo de la cerámicay la seriación como método de datación paraconstruir una cronología relativa, y las convierteen herramientas de estudio socio-económico-po-lítico-cultural, para varias áreas sudamericanas.

Muchos arqueólogos se contentan con hacersu propio trabajo lo mejor que pueden, sin entre-garse a contribuir al progreso de los arqueólogoslatinoamericanos. Lo contrario es lo que hacedestacar a Betty sobre la mayoría de sus colegasdel norte. Realmente sobresale su generosidad ybuena voluntad de ayudar a los latinoamerica-nos en diversas formas, respetando sus respecti-vas ideas, aunque estén en desacuerdo con ella.Inclusive por ejemplo, da varias horas de su tiem-po para ponerlos al día con el envío frecuente dediversos artículos y libros del respectivo interés desus colegas y estudiantes.Presta atención a todos,les recibe para intercambiar ideas y sugerencias odar ayuda si lo requieren.También trata con igualbondad al personal del museo y organizacionesdonde trabaja sin diferencia de rango.

Betty pone esmerado cuidado tanto en los pe-queños detalles como en las generalidades,cadaoración escrita va respaldada por horas de inves-tigación seria. En su vida espartana sobresale supaciencia. Vale recordar que desde su profesorLeslie White, generaciones de arqueólogos hantolerado su mano editorial para beneficiarse desus sabias observaciones. En su crítica construc-tiva guía a muchos más científicos que a los ar-queólogos que le frecuentan. Como Ruth Shady(conferencia de Cuenca l992) y otros arqueólo-gos lo han expresado “a Betty debe reconocérse-le su dedicación científica y el interés por desa-rrollar la ciencias arqueológicas en cada uno denuestros países.Principalmente hay que destacarsu aporte y verdadera contribución a la forma-ción de arqueólogos sudamericanos para queseamos nosotros mismos actores y promotoresde nuestras investigaciones, que estemos al díaen el conocimiento de la bibliografía y tengamosacceso a información reciente que de otro mododifícilmente llega a nuestros respectivos países.Por ejemplo, a Clifford Evans y Betty Meggers lesdebemos la formación de la Biblioteca en la Uni-versidad de San Marcos en Lima y otras universi-dades de América”. La relación de Betty con losarqueólogos sudamericanos ha combinado loprofesional y lo humano.Su respaldo y aliento hasido crucial para el avance de la arqueología delsiglo XX proyectándose al nuevo milenio.

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Paulina Ledergerber Crespo

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“Quem descobriu a América?” Américas 4(5):16-18, 36, 43. (edición en portugues).The archeological sequence on Marajó Is-land, Brazil, with special reference to theMarajoara culture. Tesis doctoral, ColumbiaUniversity. University Microfilms,Ann Arbor.Con C. Evans y C. G. Holland.“The East Moun-d”. Quarterly Bulletin of the ArcheologicalSociety of Virginia 7 (3):Con C. Evans..“Uma interpretação das cultu-ras da ilha de Marajó”.Instituto de Antropolo-gia e Etnologia do Pará, Publicação 7.“Civilizations on parade”. Américas 6 (5):19-21, 30-31. (Edición inglesa)“Desfile de civilizaciones”.Américas 6 (6):19-21, 30-31. (Edición española)“Civilizações em desfile”. Américas 6 (6):19-21, 30-31. (Edición portuguesa)Reseña de Charles Wagley: Amazon town; astudy of man in the tropics. Natural History63 (1):5-6.“Environmental limitation on the develop-ment of culture”. American Anthropologist56:801-824.Con C.Evans.“Life among the Wai Wai Indians”.National Geographic 107 (3):329-346.Con C.Evans.“The Wai Wai of Guiana”. Natio-nal Geographic on Indians of the Americaspp.345-355.National Geographic Society,Was-hington D.C.“The coming of age of American archeology”.New interpretations of aboriginal Americanculture history, 75th Anniversary Volume ofthe Anthropological Society of Washington,pp. 116-129.Con C. Evans.“Las culturas de Marajó”. Cien-

Lista de publicaciones

Betty J. Meggers

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Viking Fund Publications in Anthropology23:156-164.“Environmental limitation on Maya culture: areply to Coe”. American Anthropologist 59:888-890.“Environment and culture in the Amazon Ba-sin: an appraisal of the theory of environmen-tal determinism”. En Studies in human eco-logy- una serie de conferencias dadas a laAnthropological Society of Washington. So-cial Science Monograph 3:71-113.Pan Ameri-can Union,Washington D.C.“Las culturas marajoaras y del río Napo”.Cua-dernos de Historia y Arqueología 7 (19-21):240-242. Casa de la Cultura Ecuatoriana,Núcleo del Guayas.Reseña de Kenneth E. Bock:The acceptanceof histories: toward a perspective for socialscience. American Anthropologist 59:163-165.Reseña de Herbert J. Spinden: Maya art andcivilization. Annals of the American Aca-demy of Political and Social Science313:188-189.Con C. Evans.“Archeological investigations atthe mouth of the Amazon”.Bureau of Ameri-can Ethnology, Bulletin 167.Washington D.C.xxviii + 664 pages, 206 figs., 112 plates, 52apéndices tablas.Con C. Evans. “Formative period cultures inthe Guayas Basin, coastal Ecuador”. Ameri-can Antiquity 22:235-247.Con C. Evans. “Archaeology of western andsouthern South America”.Handbook of LatinAmerican Studies 19:24-36. University of Flo-rida Press, Gainesville.Con C. Evans. Reseña de “Program of the his-tory of America, indigenous period”. Ameri-can Antiquity 22:306-309. (Spanish version:Revista del Museo Nacional 26:299-302, 1958.Lima.Reseña de G.H.S. Bushnell: Peru. AmericanJournal of Archaeology 62:134-135.Reseña de Harold E. Driver y William C. Mas-sey: Comparative studies of North AmericanIndians.American Antiquity 24:197-198.Con C. Evans.“Identificação das áreas cultu-rais e dos tipos de cultura na base da cerámi-ca das jazidas arqueológicas”. Arquivos do

1956

1957

1958

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1959

1960

1961

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El arqueólogo más talentoso y pleno de virtu-des que se haya conocido en Latinoamérica viveen Buenos Aires en un viejo departamento de lacalle Belgrano No. 887. Nació en Pergamino, elaño 1918 y desde que fundara “su”primer museode fósiles pleistocénicos, colectados en la pro-vincia de Buenos Aires, aún como adolescente, asu primer artículo del año de 1938, pasando porsu doctorado en antropología logrado en la Uni-versidad de Columbia en 1948, y su retorno en

democracia a los más altos cargos argentinos(como por ejemplo, Profesor Honorario de laUniversidad de Buenos Aires), ha pasado muchaagua bajo su singular puente. Aquel que unió lomejor de la vieja tradición europea y de la antro-pología científica norteamericana, desde y parala inteligencia y problemática sudamericana.

Fue médico para sobrevivir como “chamán”en-tre los Tehuelches o como navegante furtivo, qui-zás mejor para actuar en los momentos de emer-

Profesor Dr. Alberto Rex GonzálezHomenaje de la Sociedad Chilena de Arqueología

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gencia cuando los hospitales están a una vida dedistancia.

En el año 1936,inicia sus labores de campo portodo el territorio argentino, especialmente en suquerido noroeste. Identifica y ordena en tiempoy cultura los componentes Ciénaga,Aguada,Con-dorhuasi y Tafi. Sus obras son todas magníficasdesde la monografía del arcaico de Intihuasi has-ta los sitios incaicos. El puede enseñar culturasincaicas en Cuzco o la problemática Molle enChile,con la misma propiedad con que encara ladestrucción del patrimonio cultural y el recursohumano colapsado por las mismas dictaduras.Hay que decirlo: ¡ha sido nuestro gran ejemplo!.Es el gran referente y amigo, capaz ahora mismode recordar hasta en los mínimos detalles los he-chos arqueológicos en el medio de un debateacadémico o sobre las mulas en el filo de los An-des.

Fue así, un día sin vehículo, ni equipo adecua-do, cuando comenzó sus excavaciones científi-cas en Córdoba y en el Valle de Hualfín, en don-de sólo se conocían las etnias del tiempo de con-tacto y es allí donde establece las primeras car-tas de secuencias y contextos culturales que die-ron profundidad cronológica al proceso, bajo sunotable principio:“El arqueólogo es hoy como elcirujano,se pone sus guantes y va a trabajar al lu-gar, abriendo plano por plano con el instrumen-tal adecuado”...

En Estados Unidos se rodeó de la inteligenciade vanguardia de post-guerra como Bennett,Sha-piro, Wolf, Steward, Fried, Service y sus queridosamigos Clifford Evans y Betty Meggers, con quie-nes el destino manifiesto los une en este home-naje. En Argentina, algunos pueden disentir consus propuestas pero nadie duda que la arqueolo-gía allí se mide antes y después de Alberto RexGonzález.A lo largo de su trayectoria se rodea decompañeros leales que marcan sus hitos referen-ciales.Nombraré solo a seis:Aníbal Montés, J.Ste-ward, Domingo García, José Pérez, Myriam Tarra-gó y por cierto su esposa recientemente falleci-da, la inolvidable Ana Elsa Montes, licenciada deBellas Artes.

La angustia de su virtual insatisfacción teóricay metodológica cruza los umbrales de la búsque-da de un pensamiento único e hilvanador de laciencias humanas, aquel que pueda explicar el

proceso de la cultura. Aquella explicación unifi-cadora y generalizadora pasa por aclarar el “có-mo” y el “por qué” del proceso cultural, algo asícomo un concilio necesario entre antropología ehistoria. Así, indaga los mecanismos que ordenaen tiempo y cultura los indicadores de continui-dad y cambio. Hasta saberse dispuesto a encon-trar en ese mar de sitios, objetos, viajes, amigos ylibros, el meollo del fenómeno humano. Primeroordenó su kancha de datos, ahora ha jerarquiza-do los aspectos simbólicos de la cultura.Su espo-sa lo dispuso entre el arte y la arqueología y allíse desenvuelve tan dispuesto como la arena lo esal mar.

Profesor en las Universidades de la Plata,del Li-toral, Córdoba, Rosario, Harvard y Comahue, ensu vida todo es posible.Se le ve caminando sobreruinas en la soledad andina como Asesor Perma-nente de UNESCO o sin boina por los Congresosde Americanistas. Ha escrito más de un centenarde artículos y una docena de libros, algunos tanreveladores como los vinculados con las culturasdel Noroeste argentino, otros más universalistascomo la monografía sobre el arte precolombinoargentino.

Siempre ha buscado la vida y la arqueología“acá”. Definitivamente es hombre de una huasi:la nuestra. Con las pasiones de sus 74 años acuestas,en él palpita la cultura del asombro y delrigor científico, unido a sus discípulos, porque elarte de su conversación ha sido y es la maestríamás explícita de su discurso.

Ex-fundador del CONICET, ha vivido todos losextremos posibles,desde su exoneración al auto-exilio en la lejana Universidad de Comahue,a lasamenazas de una absurda jubilación en su mejoredad, a la Dirección Nacional de Antropología ydel Museo Etnográfico.

Ahora ha sentido el llamado sensato de escri-bir todo lo que oculta su célebre archivo, dejan-do de lado cargos y clases para descifrar el “mis-terio” teórico que lo abruma:“Creo que mientrasno conozcamos el mecanismo al que está some-tido el proceso evolutivo cultural,no tenemos po-sibilidad de hacer absolutamente nada para en-tender los cambios y las transformaciones que vi-ve el hombre”.

Recuerdo con tensión aquel memorarle XXXVIICongreso Internacional de Americanistas en la

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Plata,por el año 1966,cuando Alberto representaculminación de la antropología Argentina. Justose produce el golpe de Estado de Onganía.En es-te escenario tuvo el coraje de exponer:“Y no sonúnicamente los recursos materiales imprescindi-bles: un clima de tranquilidad de respeto y liber-tad es condición indispensable para posibilitarsu labor creadora. Desdichadamente cada alter-nancia del péndulo político, antes y después dehaber alcanzado el límite de sus movimientos,re-corre una trayectoria cuyo clima es la incerti-dumbre y la esperanza, tan ansiadas como loshechos que presagian”... Así de valentía y plenode claridad, lo hemos observado con admiracióntanto en los claustros como en nuestras travesíasdel desierto.

Fue desde antes, por el año 1948, cuando se levio por el sur argentino atándose solo en su mas-carón de proa, tenaz impenitente, se abalanzó debruces por las marejadas de la ciencia, sin caeren la tentación de los “cantos de sirena”. Sorteóel devaneo del culto a la belle piece y la provo-cación fascista, a la “superioridad” histórico-cul-tural, con suspicacia esquivó la seudo inteligen-cia artificial y el mundo de la fantasía y extrava-gancia teórica de moda, rebotó sobre la magiadel funcionalismo y el llamado seductor del es-tructuralismo, entrevió el materialismo burdo ylos gritos de los positivistas, además de los exce-

sos simbolistas.Cerró los ojos ante la belleza exó-tica y efímera de la Nueva Arqueología y ya no leteme al maquillaje del post modern. …l, por fin,ha tocado la costa y vive más allá del “Dios y deldiablo”; en verdad, ha escuchado cantar al galloy solo él sabe dónde. Se le ha visto desatarse só-lo de su mascarón de proa.Ahora él puede escri-bir de lo que se le plazca, con todas las más be-llas flores de la escuela del pensamiento antro-pológico. Porque su visión simbólica, al emergerde un análisis metalúrgico concreto advierte quemás que recrear una antropología filosófica, Al-berto ha vuelto a su sociedad indígena preco-lombina que había ordenado en tiempo y cultu-ra, esta vez para escudriñar en ella algo que sólolos elegidos pueden revelar: el alma de los pue-blos que no decidieron escribir sus historias.

¿En qué modelo explicativo podría entenderseesta tremenda complejidad de la humanidadmeridional? El pensamiento de Alberto Rex Gon-zález se siente, en su hito del multiplico, porqueél escribe y pregona sobre esta tierra viva,a la es-pera de la consumación de la primavera: Es cier-to, el arqueólogo más talentoso y el pleno de vir-tudes que se haya conocido en Latinoamérica vi-ve en Buenos Aires,en un viejo departamento dela calle Belgrano No. 887.

Lautaro Núñez A.

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“Excavaciones en un túmulo del ParanáPavón”. Revista Geográfica Americana.Agosto de 1939. No. 71, pp. 151 - 153. Bs.As.“Pinturas Rupestres del Cerro Colorado”.Revista Geográfica Americana. Noviem-bre de 1940, No. 56, Bs.As.“Exploraciones arqueológicas en los abri-gos naturales de las Sierras de Córdoba”.Revista de la Universidad de Córdoba,año XXIX, No. 9 - 10, Córdoba.“Las figuras arcaicas de los yacimientos deCórdoba”.Revista Geográfica Americana,Junio No. 117, pp. 345-350. Bs.As.“Restos arqueológicos del abrigo de Onga-mira”. Actas del Congreso de Historia Ar-gentina del Norte y Centro, reunido enCórdoba. Octubre de 1941, pp. 143 - 158.Córdoba.“Figuras antropomorfas de los paraderosindígenas de Córdoba”. Actas del Congre-so de Historia Argentina del Norte y Cen-tro, reunido en Córdoba. Octubre de 1941,pp. 159 - 180, Córdoba.“Arqueología del yacimiento indígena deVilla Rumipal (Provincia de Córdoba)”.Instituto de Arqueología, Lingüística yFolklore de la Universidad de Córdoba.Publicación No. 4, pp. 3-71, Córdoba.“Paradero indígena de Soto, Córdoba”.Anales del Museo Argentino de CienciasNaturales “Bernardino Rivadavia”, Publi-cación No. 84. Antropología, Etnografía yArqueología, pp. 53 - 70, Bs.As.“Algunas observaciones sobre los caracte-

res antropológicos de los primitivos habi-tantes de Córdoba”.Publicación No. IX delInstituto de Arqueología, Lingüística yFolklore de la Universidad de Córdoba.“Investigaciones arqueológicas en las na-cientes del Paraná Pavón. Instituto de Ar-queología, Lingüística y Folklore de laUniversidad de Córdoba. PublicaciónXVII, pp. 1 - 41. Córdoba.“Importantes descubrimientos para la Pa-leontología humana”. La Prensa, Bs. As.Mayo. Edición dominical.“Notas sobre la arqueología de la Pampade Oláen”. Notas del Museo de la Plata, t.XIV, Antropología, No. 56, pp. 463 - 503, LaPlata.“Métodos cronológicos en Arqueología, apropósito de una publicación reciente”.Ciencia e Investigación, T.VII, pp. 3 - 10,Bs.As.“Excavaciones arqueológicas en la Grutade Intihuasi,San Luis”.Ciencia e Investiga-ción,T.VIII,Abril.“Resucita el avión los secretos de la civili-zación milenaria”. Revista Nacional deAeronáutica, No. 128 - 129, Nov.- Dic.“Antiguo horizonte precerámico en las Sie-rras Centrales de la Argentina”. Runa,V;pp. 100 - 133, Bs.As.“Concerning the existence of the pit-housein South America”. American Antiquity,XVIII, No. 3, p. 271.“La boleadora, sus áreas de dispersión y ti-pos”.Revista del Museo de la Universidad

Lista de publicaciones

Alberto Rex González

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Decirles que en este instante me domina laemoción o que las palabras no son capacesde trasmitirles mis vivencias afectivas, seríaopacar con lugares comunes la magnitud delos sentimientos que me poseen y se replie-gan en la intimidad de mi espíritu, más allá detoda posibilidad de cualquier comunicación.

Esta reunión y homenaje cobran un senti-do muy especial para mi pues me llegan enun momento crítico de la existencia en elque confluyen sentimientos y circunstanciascuyo sentido solo puede medirlo el propioprotagonista.

No deseo referirme a términos personales,sino hacer propicia la ocasión para algunasreflexiones que la vida y la profesión de ar-queólogo me sugieren. Síntesis sobre algu-nos puntos fundamentales, que en gran me-dida nos son comunes a todos nosotros, pe-ro que no expresamos con demasiada fre-cuencia.

La vida puede definirse como acción y,quizás esta sea una de las tantas expresionesde la energía, que se manifiesta en el cosmoscomo movimiento planetario, en el mundobiológico como infinitas especies evolucio-nando en millones de años, en la dinámicade la cultura desarrollándose en la flecha deltiempo y por último en la actividad humana.Dentro de esta idea de la acción, el hombrees el único ser que tiene la capacidad de es-coger, dentro de ciertos límites, el sentido yla dirección de su propio camino.

Nosotros los arqueólogos elegimos la sen-da de la búsqueda y recuperación de las cul-turas desaparecidas, la tarea de recrear la

historia y devolver a la vida del conocimien-to las sociedades desaparecidas, de otra ma-nera irremediablemente olvidadas.

Recuperamos la existencia de pueblos en-teros movidos por el asombro que esa recu-peración nos depara. Esta idea nos es comúna todos nosotros y así la he sentido desdesiempre. Quizás una de las variantes perso-nales está dada por el lugar, la región, el áreaque despertó nuestro primer interés y, queavisó nuestro primer asombro. Me tocó queesa región fuera el N.O. de mi país. La que meatrajo por múltiples motivos algunos de loscuales puedo fácilmente racionalizar, mien-tras muchos otros no los alcanzo a definirpor completo, pues están inmersos en elmundo de los símbolos que escapan a las ex-plicaciones racionales. Allí en esa área des-plegué toda la acción que mis fuerzas y capa-cidad me permitían, ese fue el norte y el sinode mi existencia. Lo hice en la medida en quelas circunstancias me lo permitieron, perosiempre con el mayor grado de probidad po-sible. Pero las culturas no son entidades ais-ladas y lo particular, elegido a veces por cir-cunstancias aleatorias, como objeto de estu-dio, no puede hacernos perder de vista el to-do del que nuestra región forma parte en cír-culos cada vez más amplios: la región andinaprimero, la América toda después, la prehis-toria universal por último. Nos interesa la to-talidad de la que se refiere al proceso cum-plido por el hombre en su lucha desde los al-bores de la hominización hasta la creaciónúltima de todas las culturas de la ecúmene.Tratamos de comprender y explicar los me-

Discurso: “Reflexiones de la Vida y Profesión de un Arqueólogo”

Alberto Rex González

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canismos básicos que rigen el proceso evo-lutivo de la cultura, tratamos de explicar elCÓMO de su desarrollo y también el PORQUÉ del mismo. Buscamos los principiosrectores que guían la actividad humana enun proceso de complejidad creciente desdeOlduvai a la liberación de la energía nuclear.Quizás una visión tan clara del devenir histó-rico, de esta continuidad ininterrumpida delas culturas, por más de dos millones deaños, de la que formamos parte y de la queno toda la humanidad tiene plena concienciade la magnitud que abarca.

El quehacer científico tiene en sus momen-tos normales, vale decir en el lapso entre elinicio y lenta sumatoria de hechos cuidado-samente seleccionados, clasificados e inter-pretados. A esa adición aunamos en mayor omenor medida el aporte individual. Son losmodestos ladrillos del interminable edificiocientífico a cuya construcción contribuimostodos. Acumulación de interminables pala-bras que forman las infinitas frases queconstituyen el saber de un momento dado. Elcambio en la ciencia es, entonces, la conse-cuencia inevitable de la acumulación progre-siva. De allí que las nuevas generaciones, do-tadas del brío juvenil contribuyan con nue-vos aportes y renovados enfoques suplan-tando lentamente a las generaciones que laprecedieron, así como nosotros suplanta-mos en nuestro momento muchos de lospostulados de nuestros predecesores. Elcientífico tiene que aceptar con entereza es-te inevitable destino de un cambio que nosva superando. Solo debe mantener clara laconciencia de que es parte finita, de un grantodo que nos contiene y cuyo crecimientocontribuimos en la medida de nuestros es-fuerzos y de las circunstancias propicias.Conciencia de que por modesto que haya si-do el aporte individual, éste se suma al con-junto imponderable del saber. Este es el ma-yor aliciente en el esfuerzo de la diaria labor.

Transitando el tramo final del laberintoexistencial, aparecen con toda su enormemagnitud los interrogantes más difíciles dela verdad trascendental, los que no encuen-tran respuestas en el marco estricto del sa-

ber acumulado tal como el sentido de la exis-tencia individual y de la sociedad en su con-junto. El hombre despertó a su auto-concien-cia en la remota lejanía de la prehistoria. Enun momento del proceso evolutivo aparecenlas primeras modestas cuentas con que en-galanó su cuerpo. Adquiriría así una signifi-cación nueva se colocaba fuera de sí mismo.Pasaba a ser al mismo tiempo sujeto y obje-to. Casi simultáneamente aparecen las pri-meras expresiones de un incipiente culto fu-nerario. El hombre se enfrenta así al másgrande dilema que aún pesa sobre su vida: lafinitud de su existir. Había adquirido la luz yla gloria de auto descubrirse, pero al preciode enfrentar la angustia metafísica frente a lamuerte. Paralelamente debieron surgir losprimeros destellos de los sistemas simbóli-cos que contribuyeron a dar un sentido es-tructurado a la realidad que lo rodeaba. Na-cía la condición humana que lo diferenciabadel resto de la escala biológica. Sin embar-go, a medida que nos acercamos a la épocacontemporánea, la interpretación de la reali-dad se aleja cada vez más de los sistemassimbólicos primordiales que daban sentidoal existir. Este alejamiento no encuentrareemplazantes ni paliativos pese a las bús-quedas por infinitos caminos. La respuestacorriente es la del agnosticismo cuando noel vacío del nihilismo angustiante. Idealessimbólicos, vestidos con distintos ropajes sediluyen a diario, mientras el avance tecnoló-gico nos atrapa a cada minuto con mayor te-nacidad. Tragedia la del hacedor de cienciaque contribuye a ahondar el dilema sin encon-trar respuesta al supremo interrogante final,paradójica situación de no poder alcanzar loslímites últimos cada vez más alejados segúnavanza su propia creación. Sin embargo, confervorosa y admirable pasión continúa el de-rrotero de su destino, la de seguir construyen-do sobre sus propias huellas. Quizás esta fe esla que lo redime como hombre.

Pero si el científico contribuye al saberacumulado es porque alguna vez recibió yasimiló conocimientos que otros crearon an-tes que él. El ser más individualista no es elproducto de sí mismo, se debe de una mane-

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ra u otra a quienes contribuyeron a formar-lo, a nutrirlo en el saber dejado por genera-ciones innumerables. No puedo dejar de re-cordar a los maestros que nos enseñaron adar nuestros primeros pasos, demasiado nu-merosos para mencionarlos. Pero quienes al-guna vez han impartido enseñanzas sabentambién de lo mucho que debemos a discí-pulos, ayudantes y alumnos que estimularoncon sus inquietudes la búsqueda de más deuna respuesta a un interrogante impensado.El quehacer científico es paralelo a la activi-dad del diario existir, a la realización comoser humano. Por eso no puedo dejar de tenerun recuerdo para la compañera que por másde cuarenta años alentó mi existencia conuna abnegación sin límites, participando enla mayoría de mis campañas arqueológicas ycompartiendo las vicisitudes y el afán de ca-da día.

También debo expresar mi adhesión al ho-menaje tributado a la Dra. Betty Meggers, aquien me unen lazos de amistad de muchasdécadas, desde lejanos días compartidos enla universidad de Columbia, a quien admiropor la magnitud de su obra como por la ayu-da que siempre estuvo dispuesta a brindar alos jóvenes investigadores de América Latina.Este recuerdo involucra la evocación del ami-go y compañero que fue el Dr. Clifford Evans.

La mayoría piensa que las etapas del co-

mienzo son las más arduas de la vida. Sinembargo, creo que la esperanza es el granaliciente que supera las dificultades de la ini-ciación, impulsando la actividad hacia hori-zontes de promisión. Por lo contrario creoque el tramo final es el más difícil. En él seacrecienta la angustia existencial, surgen lasdudas de poder concluir, en parte mínimamultitud de proyectos, las fuerzas decaen.Pero a pesar de todo, una de las cualidadesmás valiosas del espíritu humano es la vo-luntad de seguir adelante. El no cejar en lalucha es, quizás en el hombre, su más altodon espiritual. El estímulo que me brindáishoy, es una luz para continuar el derrotero.

Llegue todo mi reconocimiento al Sr. Alcal-de de Cuenca por designarnos huéspedes dehonor de esta histórica ciudad, al Sr. Rectorde la Universidad del Azuay por el alto honorde ser designado profesor honorario de laUniversidad, al Sr. Gerente del Banco Centralpor todo el apoyo prestado para la organiza-ción del simposio, a mi querido amigo Lauta-ro Núñez por sus cálidas palabras fraterna-les; a la Sociedad Chilena de Arqueología porsu mensaje de adhesión y un muy especialagradecimiento a Paulina Ledergerber, almay nervio de la organización de este simposio.A todos sin excepción mil gracias por vues-tra generosidad y aliento.

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III

EL FORMATIVO DE COLOMBIA

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INTRODUCCIÓN

El presente trabajo resume los resultados de in-vestigaciones llevadas a cabo en desarrollo del pro-yecto “Medio Ambiente Pleistocénico, Holocénico yHombre Pleistocénico en Colombia” iniciado, en1969,en el Instituto Colombiano de Antropología y elcual ha tenido continuidad a partir de 1970,en el Ins-tituto de Ciencias Naturales Museo de Historia Natu-ral de la Universidad Nacional de Colombia con elapoyo de la Fundación de Investigaciones Arqueoló-gicas Nacionales del Banco de la República.Estas in-vestigaciones han permitido la identificación de másde una veintena de sitios precerámicos en diferentesáreas territoriales y posibilitan en la Cordillera Orien-tal la reconstrucción de una secuencia cultural pre-cerámica, comprendida entre aproximadamente15.000 a 2.500 años antes del presente.Este resumenintenta formular una división en Estadios o etapas,para la altiplanicie de la Cordillera Oriental de Co-lombia, considerando las características culturalesmás relevantes, a la luz de las evidencias arqueoló-gicas obtenidas en esta área del territorio nacional.

OBSERVACIONES TERMINOLÓGICAS

Hasta el momento del presente ensayo de perio-dización cultural y cronológica, los arqueólogos quehan adelantado trabajos de investigación en la alti-planicie de la Cordillera Oriental de Colombia, hansido muy cautelosos en formular categorizacionesdivisorias,para el acontecer prehistórico que antece-dió al formativo y más concretamente a lo que co-múnmente ha sido denominado el “precerámico”,con una connotación genérica que abarca toda ex-presión cultural anterior a la alfarería.

Aunque en Colombia han sido usadas tambiéncon cierta frecuencia en el léxico arqueológico cate-gorías como “Paleoindio”y “estadio de cazadores re-colectores”, conviene señalar que la primera deno-minación no es aplicable en toda su extensión, si seanalizan en conjunto los rasgos que caracterizan lossitios arqueológicos hasta ahora investigados. Aun-que en el sitio del Tequendama (Correal, y Van derHammen 1977) en la zona de ocupación I) fechadaentre 11000 y 10000 A.P. fue hallado un fragmento depunta de proyectil en asocio con artefactos de la cla-se Tequendamiense a la que haremos referencia másadelante,no han sido registradas puntas de proyectilasociadas a contextos que tipifiquen su procedenciapaleoindia en forma nítida.Las investigaciones lleva-das a cabo hasta el momento sólo permiten la iden-tificación en Colombia en el sitio de Tibitó, cuya da-tación se remonta al tardiglacial (11740 ± A.P.), deevidencias culturales asociados a megafauna (mas-todonte de dos géneros (Haplomastodon y Cuviero-nius hyodon), junto con caballos americanos, vena-dos y zorros (Correal 1981).

Conviene señalar igualmente que la mayor partede los hallazgos de puntas de proyectil líticas a lo lar-go del territorio colombiano corresponden a regis-tros superficiales.En la costa del Caribe en el sitio de“Cueva de los Murciélagos”,aunque fue hallada unapunta de proyectil estratificada que tipológicamentese corresponde con el tipo Restrepo, del valle delCauca descrito por Reichel-Dolmatoff (1965:48) y Ar-dila (1985) no pudo ser datada. No lejos de cada si-tio sobre la playa fue hallado un ejemplar que corres-ponde al tipo de cola de pescado similar a los des-critos por Bird y Cook (1977) para el Lago Meden ypor Snarkis (1977) para el sitio de Turrialba en estaperspectiva,es sugerida una tradición paleoindia pa-

III. El Formativo de Colombia

Evidencias Culturales Pleistocénicas y del Temprano Holoceno en la Cordillera Oriental

de Colombia: Periodización Tentativa

Gonzalo Correal Urrego

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ra el norte de Colombia pero sólo futuros trabajospermitirán consolidar su existencia en esta área.

En lo que se refiere al valle del Magdalena, re-cientes hallazgos (López 1991), permiten definiren los sitios de San Juan de Bedout y en el de Pa-lestina, asentamientos que se remontan al décimomilenio A.P. (López 1991); en estas localidadesjunto con artefactos que se corresponden con laclase “abriense” descrita anteriormente para la Sa-bana de Bogotá,fueron hallados raspadores plano-convexos, que podrían relacionarse con instru-mentos similares de la zona 1 del Tequendama(López 1991).

Es importante el hallazgo en esta zona de 13puntas de proyectil fragmentadas, las cuales inclu-yen por lo menos tres tradiciones, estando repre-sentados tipos que muestran rasgos similares a lospresentes en la conocida Punta Paiján.Otros mues-tran rasgos asimilables a la fase Puente de la serieAyacucho (Andes Centrales); y algunos apuntanhacia la tradición Restrepo. Dadas las característi-cas de estos artefactos es previsible que futuras in-vestigaciones consolidarán la existencia de un es-tadio Paleoindio en esta importante área. Final-mente, en lo que refiere a la zona Sur Oriental deColombia, Illera y Gnego (1986:53) establecen si-militudes morfológicas y tecnológicas, entre mate-riales del sitio La Elvira en el valle de Popayán, yelementos que proceden de la Sierra Norte delEcuador, descritos por Mayer-Oakes (1984) para elsitio del Inga; particularmente con los tipos el IngaPéndulo ancho (Broad Stemmed) y el tipo lanceo-lado con hombros (Shouldered Lanceolate).Tipo-logía similar a elementos del Inga es diferenciadaen elementos descritos por Méndez (1984),para elsitio de Cajibío en el valle de Popayán.

Del panorama general antes presentado paraColombia puede establecerse que el término “Pa-leoindio”, entendido con la connotación que leasignara Krieger (1974:86-98) requiere de mayorprofundización en el futuro para afianzar su vali-dez como categoría que defina todo un acontecercultural, dentro de marco espacio-temporal.

Por consiguiente encontramos más adecuadodefinir, por lo menos en lo que atañe a la Sabanade Bogotá, un primer estadio de “Cazadores reco-lectores” al que nos referimos a continuación, ex-presando sus características más relevantes,así co-mo sus sitios más representativos.

ESTADIO DE CAZADORES RECOLECTORES(Ca./15000 hasta aprox. 9500 A.P.)

Los límites cronológicos de este estadio pue-den situarse entre el Pleistoceno Tardío y los albo-res del Holoceno, siendo sus sitios más representa-tivos el Abra, en el municipio de Zipaquirá, el Te-quendama en el municipio de Soacha y el sitio deSueva en las vertientes del río Guavio.

Los abrigos rocosos del Abra muestran las evi-dencias más antiguas hasta ahora registradas enColombia en la unidad más baja de la secuenciacultural (C/1/2). El registro de lascas y de dos“choppers”, atestiguan la presencia del hombrecon una antigüedad que se remonta más allá deldécimo segundo milenio A.P. Aunque se carece defechas absolutas para este estrato,sus rasgos geoló-gicos y palinológicos se corresponden con el lla-mado estadial de Fúquene (aprox. 21000 -13/14000 A.P.) como es señalado por E. Schreve-Brinkman (1978:3); las condiciones climáticaseran las de un páramo seco, en el tiempo duranteel cual se depositó esta unidad.

LAS OCUPACIONES DEL INTER-ESTADIAL DEGUANTIVA

Este inter-estadial toma su nombre de la lo-calidad tipo (Páramo de Guantiva, en el Depar-tamento de Boyacá), en donde las determina-ciones palinológicas permiten diferencias im-portantes fluctuaciones climáticas (Van derHammen, 1974, Schreve - Brinkman, 1978). Losregistros palinológicos correspondientes a esteinter estadial evidencian que la altiplanicie dela Cordillera Oriental estuvo cubierta del Bos-que Andino y por consiguiente el clima habíamejorado.

Los artefactos líticos, corresponden a la claseabriense, término usado para designar útiles que secaracterizan para la preparación de borde de utili-zación sobre uno de sus lados (Edge,Trimmed “tooltradition”) y entre otros los que se incluyen básica-mente raspadores de diferentes tipos, cuchillas ela-boradas sobre lascas y en menor proporción instru-mentos como perforadores.

Las densidades de artefactos sugieren que los si-tios sólo fueron visitados temporalmente por los ca-zadores.

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MEGAFAUNA ASOCIADAS A EVIDENCIAS CULTURALES EN EL SITIO DE TIBITÓ

El sitio de Tibitó se encuentra localizado alnorte de la Sabana de Bogotá en el municipio deTocancipá. La fecha de C14 obtenida para la capacultural más baja, inmediatamente sobre los sedi-mentos lacustres, corresponde a 11740 ± 110 A.P.(GrN 9375).

En este sitio fueron registradas dos unidadesculturales que contienen,como fuera señalado an-teriormente, dos géneros de mastodontes (Haplo-mastodon y Cuvieronius hydon), así como restosde caballo americano (Equus Amerhippus LasalleiDaniel), junto con artefactos de hueso y de asta,instrumentos líticos de la clase abriense, carbón yfragmentos de areniscas de caras planas. Todo es-te conjunto fue hallado en la periferia de una rocaarenisca,en tres depósitos de forma oval.Algunos delos restos muestran calcinación, incisiones paralelaso fracturas longitudinales; una escápula (fragmenta-da),muestra depresión oval,causada probablementepor el impacto de un artefacto punzante contunden-te como podría ser una lanza o jabalina.

La asociación en los tres depósitos de artefactosóseos y líticos, con molares de mastodonte y de ca-ballo, y la colocación en el depósito N° 1, de un parde defensas de un individuo joven y un adulto,sugie-ren el carácter ritual de estos conjuntos culturales.Los registros palinológicos correspondientes a estacapa indican las condiciones favorables del inter es-tadial de Guantiva.

LOS CAZADORES DEL ESTADIAL DEL ABRA

Este nombre deriva del sitio arqueológico delAbra,en el que las evidencias palinológicas (Van derHammen 1974),muestran un descenso de la tempe-ratura,ocurrido entre 11000 y 10000 A.P.

La vegetación correspondía entonces a un sub-páramo en el que alternaban áreas abiertas de pra-dera con bosques de compuestas (Correal,y Van derHammen 1978). Los restos de fauna muestran quedurante este estadial, el hombre cazó preferencial-mente venados (Odocoileus y Mazama) y en menosproporción pequeños mamíferos como el curí (ca-via),el ratón silvestre (Sigmodon),el conejo (Sylvila-gus),el armadillo (Dasypus),el zorro patón (Tayra) yel perro de monte (Potos).

Aunque persisten artefactos abrienses en el sitiodel Tequendama (zona 1) hacen su aparición los arte-factos que han sido denominados “tequendamienses”en atención al sitio en donde fueron por primera vezidentificados (Correal,y Van der Hammen 1977).Estosartefactos muestran cuidadoso retoque superficial,obtenido mediante presión o por percusión bien con-trolada,e incluyen raspadores aquillados,un fragmen-to de punta de proyectil (probablemente lanceola-do),el que fue objeto de reutilización,raederas,perfo-radores,un cuchillo y abundantes cuchillas que repre-sentan más del 80% del total de los artefactos obteni-dos.Instrumentos de hueso son escasos.

Durante el estadial de Abra, restos de megafauna(mastodonte),solamente aparecen una acumulaciónselectiva como en la ocupación precedente.

La ausencia de restos de megafauna en los sitiosdonde aparecen evidencias culturales precerámicasdurante el temprano Holoceno, sugieren su extin-ción durante el tardiglacial.Entre los factores que pu-dieron causar esta extinción pueden mencionarse lareducción de las áreas de pradera por el incrementode los bosques,ocurrida durante el Pleistoceno (Vander Hammen 1990:269-372).

ESTADIO DE RECOLECCIÓN INTENSIVA (9500 - 6500 A.P.)

Un incremento en la actividad recolectora marcael advenimiento de este estadio en la Sabana de Bo-gotá. Este cambio en la actividad económica puederelacionarse con los cambios climáticos ocurridos aldeclinar el Pleistoceno e iniciarse el Holoceno (E. J.Schreve - Brickman 1978:3; Van der Hammen y Co-rreal 1978:187);el clima mejoró considerablemente yel bosque andino cubrió la altiplanicie de la Sabanade Bogotá.

Aunque los artefactos continúan siendo abrien-ses, la presencia de abundantes martillos de manoa los que se suman gasterópodos de tierra firme(Drimaeus gratus y Plekocheilus coloratus) evidencianun incremento en las actividades de recolección en elbosque andino.

Es muy característico el aumento de artefactos dehueso en algunos sitios. En contraste con las ocupa-ciones anteriores es muy notorio el aumento de losrestos de roedores (en el Tequendama, alcanzan unporcentaje del 75%),con notoria disminución de ma-míferos más grandes como los venados.

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La gama de roedores, incluye ratones (Sigmo-don), curíes (Cavia), borugo o tinajo (Stictomys) yguatín (Dasyprocta), encontrándose además el to-po (Cryptotis), el runcho (Didelphis), el puma (Fe-lis),el mapuro (Conepatus) y la comadreja (Muste-la). Entre los restos hay menos conejo (Sylvilagus)y armadillo (Dasypus).

Fogones de arcilla quemada en el Abra y Te-quendama hacen evidente la afinidad de estos si-tios. Por otra parte es notoria la reducción de acti-vidad en los abrigos,hecho que es razonable inter-pretar como el resultado de nuevas estrategiasadaptivas que condujeran a la conquista de espa-cios abiertos hacia el VI milenio antes de Cristo oprobablemente un poco antes.

Puede decirse con base en los datos disponi-bles que durante los propios comienzos del Holo-ceno se van sentando las bases de lo que más ade-lante configurará un arcaico con sus rasgos espe-cíficos.

Entre los sitios representativos de este estadioen la Sabana de Bogotá, además del Tequendama(zonas II y III),pueden mencionarse Chía III,Galin-do (ocupación III).

Hacia el año 8300 A.P. (Beta Analitic 21060),grupos de cazadores recolectores continuaban de-jando huellas de su actividad en los páramos quecircundaban la Sabana de Bogotá, así, en el sitioNeusa I, Rivera (1987:45-57) pudo identificar arte-factos líticos asociados a restos de venados y pe-queños mamíferos.

No pueden dejar de mencionarse fuera de laSabana de Bogotá, investigaciones efectuadas porSalgado (1986) y por Herrera,Cardale,y Bray (1987)en el Valle del Cauca,cuyos resultados permiten de-terminar la presencia de cazadores y recolectoresadaptados a un ambiente tropical y cuya subsisten-cia se basó principalmente en la recolección deplantas y secundariamente en la cacería de peque-ños mamíferos.En los sitios de El Pital,Sauzalito y ElRecreo los artefactos incluyen martillos de mano,machacadores,pequeñas placas para preparar ocrey otras sustancias, así como cantos rodeados conescotaduras laterales. Las fechas de este complejose ubican entre 9670 y 5360 A.P.

Trabajos en la Amazonia Colombiana (Correal,Piñeros, y Van der Hammen 1990:245) permitenidentificar artefactos líticos en una secuencia da-tada entre 7250 ± 10 A.P. (GrN 16.669) y 2235 ± 20

A.P. (GrN 16666); los artefactos aquí recuperadosen sus rasgos recuerdan los definidos en los con-juntos abrienses.

EL ARCAICO COMO CATEGORÍADIFERENCIAL

Antes de definir algunas características cultu-rales de los sitios que podrían tipificar en la alti-planicie de la Cordillera Oriental una etapa arcai-ca, consideramos procedente algunos breves co-mentarios sobre el alcance de esta categoría clasi-ficatoria.

Aunque el término “arcaico” se remonta a latercera década del presente siglo cuando lo intro-dujo William A. Ritchie (G. Willey and P. Phillips,1958:104), para designar las culturas que dieronorigen a los concheros litorales el este de los Esta-dos Unidos, sólo toma cuerpo genérico con lospostulados de Willey y Phillips (1958:104-144); altexto de estos autores:“With these points in mind,we may briefly define the archaic as the stage ofmigratory hunting and gathering cultures conti-nuing in to environmental conditions approxima-ting these of the present”.Los autores (Willey y Phi-llips 1958) consideran entre otros rasgos caracte-rísticos de este estadio la extinción de los grandesmamíferos pleistocénicos, factor que conduce a lacacería de una fauna más pequeña y variada,el in-cremento de la recolección, la aparición de imple-mentos relacionados con la preparación de ali-mentos vegetales, las técnicas especializadas derecolección y preparación de alimentos silvestres,especialmente en áreas donde éstos contienenprincipalmente semillas de cubierta dura. La tec-nología de artefactos durante el arcaico está mar-cada por la edición de machacadores y pulimen-tado a la primaria técnica de percusión y presión,igualmente en los términos de Willey y Phillips,son importantes para definir este estadio elemen-tos como hachas,cuñas,implementos usados en lapreparación de alimentos vegetales como moli-nos, metales, morteros y manos. En algunas áreasson señalados igualmente recipientes de piedra.Sialgunos de los rasgos propios del Arcaico en lostérminos antes expuestos son reconocibles en si-tios como Aguazuque y Vistahermosa en la Sabanade Bogotá, consideramos que el total de las evi-dencias arqueológicas no es suficiente para esta-

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blecer diferencias más sutiles como serían las dedividir el Arcaico en: inferior, medio y superior; enconsecuencia es más prudente en el estado actualde la investigación hablar de un Arcaico en suacepción más amplia y genérica.

EL ARCAICO EN LA ALTIPLANICIE DE LACORDILLERA ORIENTAL

Hacia el quinto milenio antes del presente, losgrupos de la Sabana de Bogotá se habían adaptado anuevas condiciones de vida; los abrigos fueron aban-donados definitivamente y los grupos de este estadiose establecieron gradualmente en las terrazas o coli-nas bajas, fuera de las áreas de inundación, como loatestiguan los yacimientos a cielo abierto de Chía I,en el municipio del mismo nombre (Ardila 1984),Vis-tahermosa en Mosquera (Correal 1983) y Galindo enel municipio de Madrid (Pinto 1991).

Un sitio recientemente investigado por Grootde Mahecha (1991, información personal), en lasproximidades del municipio de Nemocón presen-ta rasgos similares a los de los sitios antes nombra-dos, los estudios de laboratorio y cronología aso-ciadas permitirán afianzar en forma más precisasu identidad cultural.

Desde comienzos de la presente década,Broadbent (1971:176) identificó en el municipiode Mosquera frente al presente de Balsillas, un ya-cimiento arqueológico (sitio MSQ 10) a cieloabierto, en el que fue identificado un piso de pie-dra sobre el que se registraron artefactos; este sitiofue interpretado como un posible taller precerámi-co. Posteriormente hallazgos en la hacienda LaMana en el municipio de Chía (Ardila 1984), per-mitieron identificar cambios sustanciales en pau-tas de asentamiento y mecanismos de adaptación;estos cambios se expresan no solamente en elabandono de los abrigos como lugares de vivien-da, sino también en la aparición de nuevos tiposde artefactos como son cantos rodados con bor-des desgastados (Edge Ground Cobbles) juntocon otros artefactos que posibilitarían prácticascomo la domesticación de raíces y/o tubérculos.La fecha asociada al sitio Chía I corresponde a3120 ± 210 A.P. (GrN 10266); a finales de la presen-te década, el sitio de Aguazuque en el municipiode Soacha, nos permitió identificar componentesarcaicos desde el sexto milenio antes del presen-te, a ellos nos referimos a continuación.

III. El Formativo de Colombia

Foto 1. Semillas de calabaza (Cucurbita sp.) y cubio calcinado (Oxalis tuberosa), de lazona de ocupación 3 de Aguazuque, fechada en 3850 ± 35 A.P.

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EL SITIO DE AGUAZUQUE EN EL MUNICIPIO DESOACHA

En este sitio arqueológico pudieron ser reconoci-dos cinco ocupaciones sucesivas que guardan ras-gos similares entre sí, el límite inferior de la secuen-cia fue datado en 5025 ± 40 antes del presente (GrN14477) y el superior en 2725 ± 35 A.P.(GrN 14479).

La presencia de Dioscórea (ñame) en la segun-da zona de ocupación fechada en 4030 ± 35 A.P.(ca-pa 4) y en la 5 (Ca.3400),puede sugerir el aprovecha-miento de esta raíz en las vertientes cordilleranas ha-cia el V milenio antes del presente.

Evidencias inconfundibles de plantas cultivadascomo los cubios (Oxalis tuberosa) y la calabaza (Cu-cúrbita sp), se encuentran asociadas a la zona deocupación 3 (Foto 1), datada en 3850 ± 35 A.P. (GrN4478). El contexto cultural indica prácticas de reco-lección junto con incipientes procedimientos agrí-

colas, intensificados en la parte alta de la secuencia.La presencia de morteros para machacar nueces (Fo-to 2), cantos rodados con bordes desgastados y pla-cas de moler, indican igualmente el procesamientode alimentos vegetales.Entre los artefactos es impor-tante la presencia de cantos rodados con perforacióncentral bicónica (Foto 2); (pesas para palos cavado-res). Otro rasgo muy importante es la diversidad yabundancia de instrumentos de hueso que incluyenperforadores,grabadores,punzones,láminas,bruñido-res y cuchillos (Foto 3), estos últimos, elaborados so-bre omoplatos de venados. Los adornos personalesestán representados por cuentas tabulares de hueso ycuentas circulares de concha.

Los abundantes restos de fauna muestran que elhombre añadía a los recursos vegetales las especiesque cazaba en las praderas y bosques que circunda-ban la Sabana de Bogotá.Los mayores porcentajes derestos de fauna corresponden nuevamente a vena-

Foto 2. Artefactos líticos de Aguazuque: Morteros, percutor, placa de moldear, pesas con perforación bicónica, cantos con bordes desgastados (Edge ground cobbles).

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dos (Odocoileus virginianus), estando representadosen proporciones más bajas otros mamíferos como eloso antiojero (Tremarctos ornatus), oso hormiguero(Tamandua tetradactyla), el curí (Cavia porcellus), elguatín (Dasyprocta), la guagua (Agouti paca), el cu-sumbo (Nasua nasua),la nutria (Lutra sp.),felinos co-mo el puma (Felis concolor),el ocelote (Felis parda-lis) y otras especies menores.

Aves como la pava (Penelope montagnil), la lora(Amazona mercenaria) y el pato (Anas discoes), es-tán representados en los restos de fauna.

Es registro de restos de tortuga (Kinosternonpostinginale),caimán (Crocodilus acutus) y otras deagua dulce (Anodontites), junto con la presencia deartefactos elaborados en materiales foráneos, sonindicadores de movimientos ejercidos entre el valledel Magdalena y la altiplanicie; otro indicador deestos movimientos es la presencia de artefactos ela-borados en materiales foráneos, como los lutitas ybasaltos.

Peces como el capitán (Eremophilus mutisii) ygasterópodos terrestres, completaron igualmente ladieta.

Un rasgo muy importante en el sitio de Aguazu-que lo constituye la presencia de plantas formadaspor huecos dispuestos en círculo (Foto 4); la inclina-ción de éstos, indica estructuras en forma de colme-na; entre las estructuras de Aguazuque, se destacanigualmente, una serie de plataformas circulares so-bre las que fue esparcido ocre y en las que fueron ex-cavados huecos circulares dentro de los cuales fue-ron dispuestos restos de fauna,artefactos y areniscas.

El ritual funerario incluye la práctica de entierrosindividuales, entierros dobles, entierros colectivos(Foto 5) dispuestos en círculo; así como entierros se-cundarios; en estos últimos es importante el integra-do por un cráneo, a cuyo alrededor fueron coloca-das paredes craneales biceladas y cuidadosamentedecoradas en rojo con motivos curvilíneos,volutas ylíneas paralelas. Igualmente, este conjunto está inte-

Foto 3. Tipos de artefactos de hueso: cuchillos, percutores, cuchillas, raspador, desangrador, espátula.

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Foto 4. Plantas circulares (Aguazuque 2).

Foto 5. Entierro colectivo (Aguazuque 2).

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grado por huesos largos con las extremidades (epífi-sis) cortadas; al lado de este entierro ritual secunda-rio y dentro de un entierro de cuatro individuos dis-puestos en círculo, fueron colocadas paredes cra-neales decoradas con pintura nacarada.

La abundancia de restos aislados y calcinados,así como el hallazgo de restos desprovistos de crá-neo o de extremidades, evidencia que en el sitio tu-vieron ocurrencia prácticas funerarias y posible an-tropofagia.

LAS EVIDENCIAS FORMATIVAS DE ZIPACÓN

En los abrigos rocosos de Zipacón,al sur oriente dela Sabana de Bogotá, fueron reconocidas evidenciasagro-alfareras que se remontan a 3.270 A.P.,constituyen-do hasta ahora el registro más antiguo de este ordenpara la Cordillera Oriental.Entre los tipos cerámicos re-conocidos pueden mencionarse los descritos comoHerrera (Broadbent 1971,Cardale 1981),entre los quese destacan Mosquera Rojo Inciso y Mosquera RocaTriturada.Junto con estas evidencias cerámicas,fueronhallados restos de plantas como el Aguacate (Perseaamericana), la batata (Hiponea batata), el maíz (Zeamaiz) y el totumo (Crescentia cujete L).

CONSIDERACIONES FINALES

Hasta el momento de la presente lectura,las inves-tigaciones arqueológicas llevadas a cabo permiten,enColombia,reconocer la huella de cazadores-recolecto-res en la Costa Atlántica, en la Costa del Pacífico, a lolargo del valle del Magdalena hasta el departamentodel Huila,en las vertientes cordilleranas adyacentes aeste valle,en la vertiente del río Cauca y en el valle delmismo nombre,en la altiplanicie de Popayán y en la re-gión de la Amazonia.

La Altiplanicie de la Sabana de Bogotá en la cor-dillera Oriental por su condición privilegiada y laprofundidad de sus sedimentos ha permitido reunirla mayor información secuencial y la cronologíamás antigua,hasta hoy obtenida en Colombia.

Las primeras evidencias de ocupación de esta

área configuran un estadio de cazadores recolecto-res, que tentativamente puede ubicarse entre ca.15000 años antes del presente y cuyo límite superiorse sitúa aproximadamente en 9500 años A.P.

Un segundo estadio puede ser reconocido enel extremo lapso transcurrido entre 9500 y ca 6500A.P. El Holoceno Temprano con los cambios eco-lógicos ocurridos, el ascenso de la temperatura yel cierre del bosque andino, indujeron cambiosfundamentales en las formas de vida de los ocu-pantes de la altiplanicie, intensificándose las acti-vidades de resolución en el bosque andino, aun-que la cacería continuó desempeñando importan-te papel en la economía.

Hacia el sexto milenio antes del presente, apa-recen en el altiplano oriental andino, manifesta-ciones de lo que en sentido estricto puede deno-minarse Arcaico. Aunque persisten artefactosabrienses, la presencia de abundantes implemen-tos como morteros con depresión anular, martillosde mano, cantos rodados con bordes desgastadosy abundantes restos de gasterópodos (caracoles),es indicadora de prácticas recolectoras; la vivien-da bajo abrigos rocosos, es sustituida progresiva-mente por la vivienda en terrazas y terrenos eleva-dos fuera de áreas de inundación.

Es durante este período cuando aparecen indi-cios de domesticación de algunas plantas como lacalabaza y los cubios, así como el aprovechamien-to de tubérculos como la Dioscórea. Algunos ele-mentos como cantos rodados, pueden ser indica-dores igualmente de prácticas agrícolas tempranas.

Los restos de fauna de especies foráneas y el ma-terial de algunos artefactos indica movimientos ejer-cidos entre la altiplanicie y el valle del Magdalenadurante este estadio.

Hacia el IV milenio antes del presente aparecenmanifestaciones formativas en la Sabana de Bogotá,como lo atestiguan evidencias arqueológicas de losabrigos rocosos de Nemocón y sus inmediatos alre-dedores,por aquel entonces,la cerámica y la agricul-tura intensiva eran elementos presentes en los gru-pos que habitan esta área del altiplano andino.

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74 III. El Formativo de Colombia

INTRODUCCIÓN

El río Cauca da su nombre a dos de las grandesdivisiones administrativas de Colombia: el Departa-mento del Cauca en su curso alto y en su curso me-dio el Departamento del valle del Cauca.En éste atra-viesa una planicie muy extensa;hacia el norte su cur-so va estrechándose al pasar por los Departamentosdel Viejo Caldas (hoy Quindío, Caldas, y Risaralda)hasta encañonarse en el Departamento de Antio-quia,para luego entrar,en lo que corresponde al ba-jo Cauca, en las planicies del Atlántico y tributar alMagdalena (Fig.1).

La cuenca alta y buena parte de la cuenca mediadel río Cauca corresponden a la amplia región delsuroccidente colombiano, cuyas más conocidas so-ciedades precolombinas son las que habitaban enTumaco, el altiplano nariñense, San Agustín, La Platay Tierradentro, entre las cuales hay nexos importan-tes en diferentes épocas prehispánicas.Para este artí-culo la porción más relevante es la del Cauca medio,aunque la región de Calima sobre la cual se tratará,no pertenece estrictamente a ésta, pues se localizaen las vertientes altas de la cordillera Occidental,cu-yos ríos tributan al océano Pacífico. Sin embargo, lasvarias culturas y tradiciones culturales que en la re-gión Calima se sucedieron, tienen áreas de disper-sión mucho más amplias, que rebasan los límitesgeográficos,tanto en dirección al mar como hacia eloccidente y hacia el norte por el eje fluvial del ríoCauca. Esta zona se constituye, a partir del inicio dela era cristiana, en un área cultural con característi-cas distintivas,aunque con límites difusos.

Dentro de la amplia zona del medio Cauca,la re-gión de Calima es la mejor conocida,gracias al traba-jo de dos grupos interdisciplinarios,en la actualidad

cuenta con la segunda secuencia cultural más largadel país, después de la sabana de Bogotá. Los datosde las investigaciones iniciadas a finales de la déca-da del setenta han contribuido a modificar las sínte-sis del desarrollo cultural aborigen elaboradas porCarlos Angulo Valdés (1963) y Gerardo Reichel-Dol-matoff (1965),dentro de las cuales adquirió significa-do y relevancia el concepto de Formativo. En estetexto se resume el desarrollo de las adaptacionesagrícolas y se discuten las tendencias del cambiocultural concomitante (para una versión más ampliade la arqueología de Calima se puede consultar aCardale de Schrimpff et al.1992).

LAS ADAPTACIONES AGRíCOLAS EN CALIMA(7.000 A.C. - 1.500 D.C.)

El Ámbito Geográfico

La región de Calima está formada en su mayorparte por suaves lomas y valles de piso plano entrelos 1.200 y los 1.600 m.s.n.m. El clima es templado(18° a 20°),con dos períodos lluviosos y una precipi-tación media anual entre 500 y 2.000 mm.Se conser-van relictos de bosque sub-andino, pero en el paisa-je predominan las plantaciones de café o los pastiza-les para ganadería.Para el octavo milenio a.C.,cuan-do aparecen las primeras evidencias de ocupaciónhumana,el clima era más frío y la vegetación bosco-sa que predominaba correspondía al límite entrebosque andino y sub andino.La región había estadopor milenios bajo el influjo de la actividad intermi-tente de volcanes en la cordillera Central, en la for-ma de lluvias de ceniza volcánica, que se acumula-ron en una capa de grosor variable, sobre la cual seformó el humus actual.Los principales episodios vol-

ADAPTACIONES AGRÍCOLAS EN ELVALLE MEDIO DEL RÍO CAUCA

Leonor Herrera, Marianne Cardale de Schrimpff y Warwick Bray

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75III. El Formativo de Colombia

Figura 1. Mapa de Colombia. El recuadro de la izquierda muestra la región del Suroccidente, el de la derecha la región de Calima

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76 III. El Formativo de Colombia

cánicos responsables de estas capas ocurrieron hace30.000 y 20.000 años,pero finas lluvias de ceniza vol-cánica seguían cayendo en el tiempo en que se re-gistran las primeras ocupaciones humanas (Fölster yvon Christen 1977; Herrera et al. 1992). Otras fluctua-ciones en el medio ambiente ocurren durante losmilenios subsiguientes.

A finales del siglo XVI se inicia el proceso de des-poblamiento de la región,como consecuencia de laconquista española.Durante los tres siglos que trans-currieron hasta el repoblamiento del área,a partir definales del siglo XIX, hubo amplia oportunidad parauna regeneración del bosque, sin embargo esto noocurrió en todas las áreas.Los nuevos colonizadoresencontraron un paisaje de bosque y hierbazales, losúltimos probablemente huella de la prolongada ex-plotación agrícola a que fuera sometida la región du-rante las dos últimas ocupaciones prehispánicas(Cardale de Schrimpff et al. 1985:12, Bray et al.1987:445).

Ocupaciones tempranas y primeras evidenciasdel manejo de plantas

No se han localizado en la región Calima restosinequívocos de la etapa de cazadores-recolectores.Se reportan algunas puntas de proyectil que por su ti-pología serían antiguas,pero los contextos de hallaz-go son dudosos (Bray s.f.). Las cuevas y los abrigosrocosos prospectados por Gonzalo Correal no conte-nían evidencia de ocupación humana en esa época(Herrera et al. 1982-3:390). Debido a la humedadfluctuante de los suelos y su acidez, las condicionesde conservación son malas y las evidencias obteni-das en los tres sitios precerámicos conocidos (El Pi-tal,Sauzalito y El Recreo),no son abundantes.Se en-contraron fragmentos carbonizados de madera, se-millas y nueces. Las últimas corresponden, según laidentificación en curso de Deborah Pearsall,a frutasde palmas. Estas no son comunes en la región hoy.Sin embargo más o menos para la misma época apa-recen,en el registro de fitolitos de otro sitio investiga-do, evidencias de una formación vegetal similar almorichal.Este sitio,conocido como valle de El Dora-do fue en algunas épocas lago en otras pantano (Pi-perno 1985; Herrera et al.1992).

Se han obtenido ocho fechas de C-14 en los estra-tos precerámicos de los tres sitios arriba menciona-dos.La más antigua es de 7720 a.C.y la más reciente

es 2140 a.C. Las fechas son respectivamente: 9670 ±50 A.P. (Beta 23746) obtenida en el sitio Sauzalito(Herrera et al.1992) y 4090 ± 90 A.P.(Beta-16839) ob-tenida en El Pital (Salgado 1986).

El material lítico excavado comprende piedrasburdas y piedras partidas,piedras con señales de ha-ber sido utilizadas para golpear, algunos raspadores,núcleos, lascas y pequeños cantos rodados planoscon orificios para suspender. Sobresalen ademásdentro de este conjunto lítico dos categorías de ins-trumentos: yunques y martillos,que pudieron ser uti-lizados para machacar semillas u ocre y objetos ten-tativamente denominados “azadas” (Salgado 1989;Herrera et al 1992).

La mayoría de éstas son aproximadamente circu-lares u oblongas, aplanadas y con cintura para en-mangar. (Fueron elaborados en rocas ígneas intrusi-vas obtenibles en el lecho del río Calima. El experi-mento llevado a cabo por el geólogo Rupert Kidd de-mostró que no era particularmente difícil elaborarpor percusión una azada,similar a las más burdas deéstas.Algunas tienen un perfecto pulido y acabado,que no sería difícil de lograr tampoco partiendo deun canto rodado muy liso y plano de tamaño y for-ma similares a las del producto final deseado.) Estosobjetos (Fig.2) de alguna forma estarían relacionadoscon el uso o manejo de plantas,pero surgen dificulta-des de interpretación en cuanto a la actividad espe-cífica en la cual estuvieron involucradas. No presen-tan huellas de uso como hachas y tienen una super-ficie relativamente frágil,aunque esto puede debersea la meteorización natural posterior a su manufactu-ra. Podrían haber sido utilizadas para revolver el sue-lo en busca de raíces,o tal vez en la preparación delsuelo para siembra;como los suelos de la época erande ceniza volcánica blanda y fácil de trabajar, su su-puesta fragilidad no habría sido un inconveniente.

Herramientas como éstas se han detectado enhallazgos superficiales o fortuitos en otros sitios de laregión Calima y en el valle medio del Cauca, tan alnorte como Manizales y Pereira y hacia el sur, en laregión de Popayán,en la cuenca alta del Cauca (He-rrera et al.1992;Gnecco y Salgado 1989).Para el yaci-miento de El Pital,que tiene las fechas más recientes,se han definido dos fases de ocupación precerámi-ca,separadas por un estrato estéril; en la segunda fa-se,que tiene la fecha más reciente arriba menciona-da,ya no se encuentran estos instrumentos (Salgado1986,1989).

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77III. El Formativo de Colombia

De los tres sitios investigados,Sauzalito,por áreaexcavada y la ausencia de factores que compli-quen la estratigrafía,se presta más fácilmente a unainterpretación sobre su naturaleza; aún así, no haytotal claridad sobre las actividades que allí se desa-rrollaron.A pesar de la presencia de dos huellas deposte, no hay otras evidencias, como compacta-ción,de una planta de vivienda.Tanto las caracterís-ticas del suelo como los exámenes de fracciona-miento de fosfato indican mezcla por actividad hu-mana, aunque de menor intensidad que en los es-tratos superiores del yacimiento,que correspondena ocupaciones cerámicas. Si bien no tiene caracte-rísticas típicas de suelo de cultivo,según el edafólo-go Pedro Botero no es imposible que allí hubierahabido cultivos,aunque de forma intermitente (He-rrera et al. 1992). La razón por la cual se está consi-derando esta posibilidad es la aparición en el quin-to milenio a.C. de evidencias de maíz en un perfilde polen obtenido en el valle de El Dorado (Bray etal 1987). La fecha es 4730 a.C., 6680 ± 230 A.P. (GrN13073) (Bray et al. 1987:Fig.3).Aunque para esta zo-na de polen la fecha es muy posterior a las datacio-nes de los sitios Sauzalito y El Recreo,es contempo-ránea con la primera fase de El Pital, en la cual seencuentran los instrumentos para enmangar descri-tos arriba.

Tenemos entonces,para una amplia zona del su-roccidente de Colombia, en la zona andina, la pre-sencia de poblaciones tempranas con una economíaprobablemente muy variada, en la cual posiblemen-te empieza a figurar el cultivo de plantas,en un perío-do no determinado todavía.

Los hallazgos tempranos de polen de maíz enCalima se enlazan bien con datos similares de lacosta ecuatoriana y la selva tropical panameña(Stothert 1985; Piperno 1989; Pearsall 1990), llenan-do un vacío. Es interesante anotar que para estasépocas tempranas el maíz se encuentra ya en estagran variedad de ambientes, que incluye tambiénla sabana de Bogotá, por encima de los 2.500m.s.n.m., donde empieza a aparecer en columnasde polen hacia el año 6.000 a.C. (Kuhry 1988). Parala Amazonia colombiana también hay datos relati-vamente antiguos de polen de maíz,en el 2.700 a.C.(Mora et al. 1991). Estos datos podrían significar laintroducción del maíz en Sur América en una épo-ca más temprana de lo que se cree,o tal vez,la exis-tencia de regiones distintas al centro de México co-mo áreas de domesticación de maíz (Bonavia yGrobman 1989). Por supuesto el suroccidente deColombia no posee las regiones climáticas ópti-mas,de estaciones secas definidas y bien prolonga-das (Hawkes 1989:483), para que se diera este pro-

Figura 2. Objetos de piedra para enmangar, de tipología precerámica, encontrados en elmunicipio de Darién (Departamento del Valle del Cauca).

5 cm

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78 III. El Formativo de Colombia

ceso,pero si parece haber tenido importancia en suposterior diversificación y éste es uno de los aspec-tos que requiere mayor investigación.

La primera ocupación cerámica

Hay todavía, en la secuencia cronológica de Ca-lima, un hiato de más de medio milenio entre la fe-cha precerámica más tardía,del tercer milenio a.C.yla fecha más temprana de 1590 a.C. para la primeraocupación cerámica, denominada Ilama (3540 ± 70A.P. (Beta 2830). Para el período Ilama hay en 1992,once fechas de C-14,nueve de las cuales se agrupanen los últimos ocho siglos anteriores al comienzo dela era cristiana.Por esta razón la fecha arriba mencio-nada se tenía descartada, más aún cuando al cali-brarse es 1888 (2125 - 1695) a.C.(Bray et al.1988:Figs.4 y 5).Sin embargo recientemente Salgado (comuni-cación personal) obtuvo una fecha del siglo XIV a.C.que le resta dudas a la fecha más antigua, la cual sinembargo debe considerarse con reserva, ya que notiene la aceptación de todos los autores de este escri-to. Ninguna de estas fechas se asocia con orfebrería(Cardale de Schrimpff et al.1989b).Durante este lap-so, del cual no existe todavía información, debieronacelerarse los procesos que en la etapa anterior te-nían un ritmo más lento. Habría contactos tal vez ymovimientos de población, que explicarían el surgi-miento de la cultura Ilama, típicamente Formativa,con el perfil de una sociedad bastante compleja enalgunos aspectos.

En cerámica se elaboraban piezas finas, de for-mas complicadas y representaciones variadas, entrelas cuales sobresale la vasija de doble vertedera yasa puente.La orfebrería aparece en un momento to-davía no determinado del período de ocupación Ila-ma,probablemente en la etapa tardía,en la forma desencillas pero hermosas piezas de lámina martillada,entre las cuales resaltan las máscaras de tamaño na-tural (Cardale de Schrimpff et al.1989b).

La gente Ilama habría vivido en aldeas nuclea-das, como algunas que se representan en piezas ce-rámicas, y entre las gentes había la clase de diferen-cias que se reflejan en la presencia de entierros conajuares abundantes, de piezas finas, y otros más sen-cillos.Los asentamientos podían estar nucleados,pe-ro las poblaciones no parece que fueran grandes onumerosas y en esta época, según las evidencias depolen, todavía se conservaba el bosque, dentro del

cual los campos de cultivo serían pequeños claros.No hay para el período Ilama evidencias de adecua-ciones agrícolas,que son numerosas en los períodossiguientes, posiblemente porque había oportunidadde escoger los mejores suelos; porque éstos, con unalto contenido de ceniza volcánica (que todavía es-taba cayendo en forma de finas lluvias) serían muyfértiles y cuando mostraran señales de agotamientosería posible tumbar bosque para hacer nuevas cha-gras (Bray et al 1987:448).Sin embargo hay que teneren cuenta que para El Topacio,principal asentamien-to estudiado de esta cultura, las evidencias parecenindicar que tuvo una ocupación continua o intermi-tente durante cinco siglos.Es muy probable tambiénque los recursos de los bosques, arroyos, pantanos yríos jugaran un papel muy importante en la econo-mía de estos grupos (Bray et al. 1988:18; Cardale deSchrimpff et al.1989a:7).

La curva de polen de maíz sigue la tendencia ini-ciada durante la época precerámica, aumentandomuy gradualmente (Bray et al 1987: Fig.3).Granos demaíz de éste período fueron identificados como deun posible ancestro de la línea Chapalote/Nal Tel/Po-llo (Kaplan y Smith 1988:43). También se encontra-ron fragmentos carbonizados de frijol común (Pha-seolus vulgaris) y un fragmento de semilla,identifica-do tentativamente como de achiote (Bixa orellana).La evidencia de los fitolitos analizados por Piperno,indica la presencia de calabaza o ahuyama (Cucur-bita sp.) y de arruruz (Maranta arundinacea L) y es-pecies de Chrysobalanus,así como de palmas de losgéneros Scheelea y Elaeis.Aunque no hay identifica-ción a nivel de especies de estas palmas, hoy en díaalgunas como la Scheelea butyracea tienen usos va-riados (Cardale de Schrimpff et al.1989a:6).

La cultura Ilama perduró hasta poco antes delcomienzo de la era cristiana y sus restos hasta hacepoco se pensaba que,a diferencia de los de las épo-cas precedentes y posteriores se concentraban en laregión de Calima. Sitios arqueológicos de la culturaIlama afuera de la región de Calima, en el plan delrío Cauca, comienzan a parecer después de 1992(cuando se entregó inicialmente este texto para pu-blicación). Sin embargo, de tiempo atrás se conocíala extensión hacia el oeste de esta cultura, como seobserva en el yacimiento de Catanguero excavadopor G.y A.Reichel-Dolmatoff (1962).Este representa-ría una cultura emparentada con Ilama, cuyo desa-rrollo tuvo lugar en un medio ambiente distinto,el de

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79III. El Formativo de Colombia

Figura 3. Adecuaciones agrícolas. En la parte superior se representan los cortes transversales y en la inferiorlas plantas de estas estructuras. A) canales en ladera. B) camellones y C) zanjas. N.F.= nivel freático (toma-do de Herrera et al. 1990: figura 9)

humus

ceniza volcánica

arcilla roja

suelo gleizadosuperficie de cultivoarcilla lacustre grisN.F

suelo arcillosossuperficie de cultivo

N.F

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80 III. El Formativo de Colombia

las selvas de la llanura pacífica (Cardale de Schrimpffet al. 1989a:12). Algunas similitudes estilísticas entrematerial Ilama y de Tumaco - La Tolita, y en generaldel norte del Ecuador,así como el origen ignorado dela cultura Ilama se prestaría a especulaciones en elsentido de asignar su origen a una migración, quedesde el sur hubiera llegado por el litoral.Sin embar-go, las fechas más tempranas obtenidas hasta ahorapara las poblaciones costeras,son de la segunda par-te del último milenio a.C.,contemporáneas con la fa-se tardía de la cultura Ilama. Reichel-Dolmatoff, Bou-chard y Patiño han obtenido fechas para sitios exca-vados en el litoral pacífico sur, a partir de más o me-nos el año 500 a.C.(Patiño 1990:48); las fechas obteni-das por Salgado y Stemper (comunicación perso-nal),coinciden con las anteriores.

Los contactos sin embargo,debieron jugar un pa-pel importante en la configuración de los rasgos quecaracterizan a la cultura Ilama. La orfebrería porejemplo (que para el suroccidente de Colombia tie-ne fechas a partir del siglo IV a.C.) se difundió proba-blemente desde el sur.En la misma dirección se evi-dencian nexos, ya mencionados con las regionescosteras meridionales, así como con Tierradentro ySan Agustín,en el suroccidente colombiano.

Es bien peculiar la forma en la cual todavía sepercibe el desarrollo en la cultura Ilama: ésta parecesurgir, como si no tuviera antecedentes, como unconjunto complejo y elaborado, que perdura tal vezpor más de diez siglos. El record cerámico de El To-pacio sorprende por los pocos cambios que se de-tectan a través de los cinco siglos de habitación delsitio (Cardale de Schrimpff et al. 1989a). Parece co-mo si la población hubiera aumentado muy lenta-mente y la tendencia no era a expandirse, sino másbien a conservarse dentro de los límites de un medioambiente homogéneo,en equilibrio con una natura-leza pródiga. Una sociedad pequeña, sofisticada yque manteniendo contacto con sociedades vecinas,proseguía su desarrollo con parsimonia. En Calimapor lo menos, cuando esta sociedad comienza a ex-perimentar cambios marcados, éstos posiblementeno se deben a una dinámica interna de desarrollo,si-no a influjos externos.

Cambios notorios en la que imaginamos comovida apacible de esta sociedad, se evidencian a par-tir del siglo que precede el comienzo de la era cris-tiana. Dadas ciertas continuidades entre las dos cul-turas,posiblemente se trató de la llegada gradual de

nuevas gentes a la región y de una convivencia ini-cial entre dos culturas, o una situación en la cual lasociedad Ilama se vió expuesta a contactos e in-fluencias de grupos vecinos. Lo cierto es que haycontinuidades estilísticas y tecnológicas entre la ce-rámica Ilama y la de Yotoco, la cultura que la reem-plaza en Calima (Cardale de Schrimpff et al.1989a:14).Transformaciones radicales,que se debana la nueva cultura o a nuevas situaciones o presionesde población, tienen que ver con la tecnología orfe-bre, agrícola y de movimientos de tierra. Los últimosse hicieron para diferentes fines y dejaron modifica-ciones duraderas en el paisaje.

La ocupación Yotoco

Yotoco es una tradición con un campo más am-plio de dispersión geográfica en la cuenca del Cau-ca medio, variantes locales y un área de contacto eintercambio muy extensa. A la tradición Yotoco co-rresponde el florecimiento de las orfebrería y tienenexos, todavía por estudiar, con la sociedad orfebreQuimbaya Clásica o Temprana de la región del ViejoCaldas y zonas más al norte.Se ignora aún en dondese sitúa,dentro de esta amplia zona,su centro de dis-persión,ya que sólo en la región Calima tiene fechassuficientes y consistentes,según las cuales se prolon-ga hasta los siglos VII a XI o XII d.C. Para el períodoYotoco, tanto de la región Calima como del plan delrío Cauca, hay por encima de 20 fechas de C-14, delas cuales la mayoría corresponde al primer mileniod.C.(Cardale de Schrimpff et al.1989a:25-26).Dos ob-tenidas en el plan del Cauca (Bray y Moseley1976:60,74) corresponden al siglo IX a.C.y en el esta-do actual del conocimiento se consideran descarta-bles. Las dos fechas más tardías, del siglo XII d.C. co-rresponden también al plan del río Cauca.Como lasprimeras evidencias de la siguiente ocupación co-mienzan a aparecer en Calima en el siglo VII d.C., elsupuesto traslapo se explicaría como una “conviven-cia”de dos culturas en la zona Calima,pero las carac-terísticas que ésta pudo haber tenido son campo deespeculación.

Durante el período Yotoco se incorporan nuevasáreas a la agricultura por medio de tala y quema debosques,según sugieren los datos de fitolitos y polen(Piperno 1985:39, Bray et al. 1987: Fig.3), primero alparecer en zonas de ladera y luego los fondos inun-dados de valles como El Dorado, sitio donde se ha

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81III. El Formativo de Colombia

concentrado el estudio de adecuaciones agrícolas,que son un rasgo distintivo del paisaje de la región.En este valle se llevaron a cabo obras para adecuarlos suelos para agricultura. Estas son de varios tipos:a) zanjas de drenaje, conectadas al arroyo que loatraviesa, para encauzar el agua subsuperficial -es-tancada debido a subsuelos arcillosos impermea-bles- y para bajar el nivel freático,alto aún en los me-ses secos; b) campos de cultivo aproximadamenterectangulares, delimitados por zanjas, que formabanparte también del sistema principal de drenaje; y c)camellones con crestas que sobresalían de la super-ficie original; construidos en grupos paralelos yorientados en ángulo recto con los canales de drena-je,su función era,además de contribuir al drenaje,se-car y airear el suelo de cultivo,así como aumentar elgrosor y la fertilidad de éste (Bray et al 1987).

Los restos de estos antiguos campos de cultivo(Fig.3: B,C.) cubren buena parte de la superficie delvalle de El Dorado y tanto zanjas como camellonesestán asociados con cerámica Yotoco y fechados en-tre los siglos I y XI d.C.(Bray et al.1987).Por medio deestas obras se incorporaron para la agricultura terre-nos inaptos.La adición de limos provenientes de laszanjas habría fertilizado el suelo y permitido un usoagrícola tal vez continuo o con pocos períodos debarbecho. Su mantenimiento debió implicar unafuerte inversión de trabajo humano y una organiza-ción que sustentara esta continuidad.

Además de los suelos planos e inundables, se se-guía cultivando en las laderas y en algunos sitios sehan detectado paleosuelos negros (con cierto pare-cido con las terras pretas amazónicas) que por su as-pecto mezclado y superficie ondulada se cree repre-sentan suelos de cultivo,mientras que su color y altocontenido de materia orgánica sugiere que fueronabonados (Bray et al. 1985, Cardale de Schrimpff etal.1989a,Herrera et al.1990).

Hacia el año 1.200 d.C. hubo un cambio climá-tico que se experimentó en todo el país, consisten-te en una disminución de la temperatura y hume-dad (Van der Hammen 1981),que posiblemente in-fluyó sobre el abandono de los campos de cultivodel valle. Es factible que descendiera el nivel freáti-co, inutilizando el sistema de camellones y zanjas,al restarle la humedad necesaria.La explicación noes del todo satisfactoria,pero lo que sí parece habersucedido en esta época es un desplazamiento delfoco de la actividad agrícola hacia las faldas,en las

cuales se iniciaría, o se incrementaría, la construc-ción de canales en ladera.

La ocupación Sonso

En el siglo VII d.C. ya aparecen las primeras evi-dencias de la llegada de nueva gente a la región,que denominamos la ocupación Sonso y cuyos des-cendientes combatieron a los invasores españoles.No sabemos de donde provenían estas gentes; se-gún una hipótesis (Rodríguez 1988) la región Cali-ma habría sido ocupada por gentes de la culturaSonso, que habitaban hacia el siglo VI d.C. el litoralPacífico.De todas maneras la vecina región cordille-rana de Pavas hacia el sur,donde las evidencias cul-turales Yotoco son supremamente escasas, estaba apartir de mediados del primer milenio d.C., ocupa-da por una serie de culturas relacionadas con la tra-dición Sonso (Gähwiler 1988:59,1989).

La ocupación Sonso en Calima es una manifes-tación local de una tradición —dentro de la cual sedefinen numerosas culturas— que se extendía a lacuenca del alto Cauca y hacia el occidente avanza-ba por la cordillera Central en dirección al valle delMagdalena. Esta situación puede estar relacionadacon un probable aumento de población general enla región andina. En Calima durante la ocupaciónSonso se acentúan las tendencias iniciadas durantela ocupación Yotoco: deforestación de zonas cadavez mayores para agricultura, para la construcciónde plataformas artificiales para vivienda y usos pú-blicos y en general aumento de población, que seinfiere de varios indicios .En la región Calima no sehan llevado a cabo todavía estudios específicosorientados a averiguar comportamiento de pobla-ción durante las varias ocupaciones, como porejemplo, los del grupo de Robert Drennan en la re-gión de La Plata, pero se han hecho extensas reco-lecciones superficiales, especialmente en la etapade prospección, mapeos detallados de plataformasartificiales y campos de cultivo en áreas escogidas,etc. Los datos de las recolecciones superficiales es-tán en proceso y no es posible citar cifras, pero elperfil general de una recolección sería éste: la mayo-ría o la totalidad del material sería Sonso, habría talvez alguno o unos pocos tiestos Yotoco y ningunoIlama.Este patrón se repite en la mayoría de los son-deos y excavaciones llevados a cabo; los yacimien-tos estratificados, que presentan componentes Ila-

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ma y precerámicos,son atípicos.Por otro lado,a me-dida que avanzan nuestros estudios en la región,nosdamos cuenta que muchos sitios habitados en el pe-ríodo Ilama fueron modificados tan drásticamentedurante los dos períodos posteriores,que es muy di-fícil recuperar algún vestigio de los primeros habi-tantes del lugar.Lo mismo sucedió con asentamien-tos del período Yotoco.

Es difícil encontrar en Calima una ladera que nomuestre por lo menos unos pocos restos de antiguoscampos de cultivo formados por canales paralelos,que bajan por pendientes de declives suaves y pro-nunciados (Fig.3:A). Se construyeron en diferentesclases de suelos, lo que hace difícil la intepretaciónsobre la función que cumplían. Según la hipótesismás favorecida en el momento, tenían que ver concontrol de agua: drenar suelos derivados de alteritacon problemas de anegamiento estacional causa-dos por un nivel freático alto y fluctuante (Eidt1983a:39), o suelos derivados de ceniza volcánica,muy permeables y que colocados sobre una capade arcilla impermeable, pueden al sobresaturarsecausar deslizamientos en masa (Botero 1983).

En cuanto a las plantas que se cultivaban en es-tos campos, a aquellas ya mencionadas para el pe-ríodo Ilama se puede agregar la yuca, según lo su-gieren los fraccionamientos de fosfato (Eidt 1983b)y coca por la evidencia de los poporos de oro de lamisma época. En el maíz sigue predominando la lí-nea Chapalote/Nal Tel/Pollo, aunque restos carbo-nizados del período Yotoco corresponderían a unalínea de evolución hacia la moderna raza Cabuya.El frijol común de un sitio del período Yotoco es si-milar al de Huacaloma (valle de Cajamarca,Perú),sugiriendo la existencia de un área de domestica-ción común (Kaplan y Smith 1988).

Estos campos de cultivo comenzaron a utili-zarse durante el período Yotoco, pero hay indiciosde que su florecimiento corresponde a la ocupa-ción Sonso. Su constante presencia en las laderassugiere que muy poca vegetación boscosa se con-servaba. La escasez de representaciones de faunaen la cerámica Sonso podría tal vez interpretarseen este sentido, sugiriendo para la población deesta época una dependencia marcada en recur-sos agrícolas, aunque el pescado obtenido en elrío Cauca y las lagunas aledañas sería, según loscronistas, un componente importante de la dieta.

Si bien estos campos de cultivo implican la in-

corporación de áreas extensas para agricultura,no son evidencia de una agricultura verdadera-mente intensiva. Posiblemente no se usaban enforma simultánea; West (1959:280) anota queconstrucciones actuales de tipo similar se culti-van en forma intermitente, uno o dos años de cul-tivo, dos o tres de barbecho, por un período pro-longado hasta su abandono o transformación enpotreros.El hecho ya mencionado de que ampliasáreas no recuperaran su vegetación boscosa lue-go de su abandono en el siglo XVI, apunta tam-bién hacia el uso agrícola predominante, prolon-gado y de cierta intensidad.

Campos de cultivo como éstos habían sido re-portados con anterioridad para diversas zonas delCauca medio: West (1959) los observó en los de-partamentos que componen el Viejo Caldas,Bruhns (1981) los describe con detalle para unazona del Quindío en la cual posteriormente Ro-dríguez (1988) hace reconocimientos y llega a laconclusión que esta técnica se implantó en áreasrestringidas; Salgado (1982) los investiga en elnorte del departamento del Valle del Cauca, sien-do éste hasta el momento el único estudio deta-llado afuera de la región Calima. Según una rese-ña (Bray et al. 1988) ocurren también en otras zo-nas del suroccidente colombiano y el norte delEcuador, lo cual podrían interpretarse como lapresencia de una tradición de agricultura de tem-poral en ladera, característica de los Andes delnorte y diferente de la de los Andes centrales(Bray et al 1988:457).

EL FORMATIVO Y EL DESARROLLO CULTURALEN EL VALLE DEL CAUCA MEDIO

En la reconstrucción del desarrollo de las ba-ses económicas a lo largo de nueve milenios deocupación prehispánica de Calima, se ha hechoreferencia a los cambios en otros aspectos de lavida de las poblaciones que allí se sucedieron.Conviene volver sobre este punto para preguntar-se qué caracteriza estos cambios, cómo puedeninterpretarse en términos del esquema evolutivodentro del cual el concepto de Formativo tienesignificado, así como qué factores podrían estarimpulsando cambios mayores o acelerando el rit-mo del cambio. Desde esta perspectiva resalta laimportancia que en Calima han tenido factores co-

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83III. El Formativo de Colombia

mo el comportamiento de la población (tanto entérminos de crecimiento demográfico, como demovimientos de población),los impulsos o factoresexternos (en truncar líneas de desarrollo o desen-cadenar cambios mayores) y la forma como ciertostemas o rasgos se reinterpretan y mantienen.

En la transición entre el período precerámicoy la cultura Ilama, hay un cambio cualitativo endiversos aspectos de la vida de sus pobladores,pero nuestros conocimientos sobre ambos perío-dos son demasiado escuetos para permitir docu-mentarlos en algún detalle; se sospecha que lastécnicas de subsistencia fueron desarrolladas len-tamente durante la primera época y que, si excep-tuamos la ampliación del inventario de cultíge-nos, no habría cambios notables o que afectaransignificativamente el medio ambiente. Ilama tienetodo el perfil de una cultura formativa típica, sinembargo no desarrolló algunos de los rasgos for-mativos más distintivos, como grandes construc-ciones públicas o ceremoniales. Estas se manifies-tan claramente hacia el siglo XII en la tercera y úl-tima ocupación cerámica, durante la cual se po-pulariza la construcción de grandes plataformas(que al parecer se usaban como espacios públi-cos al aire libre). Sin embargo no se puede estirarel concepto de Formativo para incluír estas socie-dades, primero porque son muy tardías y segundoporque no representan una línea evolutiva a par-tir de Ilama.Tampoco, y más o menos por las mis-mas razones, se puede catalogar a Yotoco, comouna cultura Formativa. Pero por otro lado, ¿conqué otros criterios vamos a decir que no lo es?,¿en qué punto termina el Formativo y comienzaalgo diferente en Calima?

Los rasgos materiales Ilama pueden interpre-tarse como de una sociedad de rangos, aunqueno están presentes todos los indicios por mediode los cuales se identifica arqueológicamente uncacicazgo. Algunos, como la producción de bie-nes suntuarios, el intercambio a larga distancia,son indicativos de que este nivel de complejidadsocio-política se estaba gestando en la época. Es-tos rasgos se acentúan en la época Yotoco, con elclímax del desarrollo de la orfebrería y su abun-dancia, así como con los contactos a larga distan-cia,evidenciados por una extensa red de caminosque se extienden en todos los sentidos. Para el si-glo XVI las crónicas españolas no dejan lugar a

dudas sobre la presencia de cacicazgos en el va-lle medio del Cauca.Comparando la evidencia ar-queológica para cacicazgos en las ocupacionesYotoco y Sonso, se puede plantear que habría unamayor integración política en la época Yotocoque en la Sonso. En las prácticas agrícolas porejemplo, las evidencias de intensificación en laagricultura son más marcadas durante la épocaYotoco y se podría proponer una hipótesis alter-nativa o complementaria del abandono de loscampos de cultivo en terrenos pantanosos: colap-so de la organización social sobre la cual su exis-tencia se sustentaba.

Carneiro (1991) en su análisis de los cacicaz-gos del siglo XVI en el valle del Cauca anota queno son incipientes y que por el contrario reflejandiversos niveles de integración política. Se pre-gunta por qué avanzaba tan lento el proceso deformación del estado, en una región que mostra-ba rasgos ambientales favorables para este desa-rrollo.Supone una continuidad de ocupación des-de antes del comienzo de la era cristiana, cuandorealmente en Calima tenemos una secuencia deocupaciones, lo que probablemente también se-ría la norma para la cuenca del Cauca medio engeneral. Aún así su pregunta sigue teniendo vali-dez aplicada a la ocupación Sonso, y la direcciónque él sugiere para responderla también: en elcurso normal del desarrollo, el paso de cacicaz-gos a estados tomaría milenios más bien que si-glos, porque la evolución política no es un cami-no recto sino accidentado. Probablemente gana-ríamos en la comprensión de las etapas de desa-rrollo de las sociedades prehispánicas surameri-canas si desviáramos un poco la atención de losproductos terminales del cambio, de los inventariosque definen una etapa y enfocáramos las compara-ciones hacia la forma como ocurren los cambios,suritmo,y las circunstancias que pueden estar afectan-do de alguna manera su derrotero.

Agradecimientos. El Proyecto Calima, fue finan-ciado gracias a: la Fundación Pro Calima con se-de en Suiza, el Instituto Colombiano de Antropo-logía y la Fundación de Investigaciones Arqueoló-gicas Nacionales del Banco de la República deColombia, y el grupo del Instituto Vallecaucanode Investigaciones Científicas de Cali.

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84 III. El Formativo de Colombia

Aclaración

Este manuscrito se entregó para publicación enMarzo de 1992.En Abril de 1996,se le hizo una some-ra revisión para modificar algunas afirmaciones quelos datos más recientes contradecían. Una revisiónmás a fondo habría resultado en un texto nuevo y di-ferente para lo cual los autores no disponen por aho-ra de tiempo.Esta información nueva,obtenida a par-tir de 1992,por varios colegas y por nosotros mismospodría introducir nuevas luces en una futura discu-sión alrededor del Formativo y temas afines,que seríatan estimulante como la que tuvo lugar en Cuenca.

Entre estas investigaciones recientes o en cur-so se pueden mencionar las de Neyla Castillo, enAntioquia, que incluyen sitios precerámicos hastaahora no encontrados en la región, así como losprimeros datos sobre una ocupación cerámicatemprana, cronológicamente Formativa, pero de la

cual se conoce muy poco material diagnóstico(comunicación personal). Tanto los trabajos deCastillo, como los de Gustavo Santos y Elda Oterohan logrado situar cronológicamente el complejoMarrón Inciso, cuyo inicio es contemporáneo conla fase tardía de la cultura Ilama, y que se prolon-ga hasta casi la conquista española.

Los trabajos de Héctor Salgado y David Stemperhan ampliado el conocimiento de las regiones limí-trofes con Calima en el litoral Pacífico sur y las exca-vaciones de las dos primera autoras de este texto yCarlos Armando Rodríguez en el sitio Malagana (si-tuado en el plan del valle del río Cauca en cercaníasde la ciudad de Palmira) han permitido conocer quelos vínculos entre Calima y esta región en época For-mativa eran más importantes de lo que se pensaba yque el panorama del desarrollo cultural en los últi-mos siglos a.C. y primeros siglos d.C. para la regióndel Cauca medio va a sufrir reacomodaciones.

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El concepto de Período Formativo fue inicial-mente desarrollado en Colombia por GerardoReichel-Dolmatoff (1958) en el artículo titulado“The Formative Stage: an appraisal from the Co-lombian perspective” (XXXIII Congreso Interna-cional de Americanistas, San José de Costa Rica)como un esfuerzo para enmarcar los resultadosde sus propias investigaciones arqueológicas dellitoral Caribe en una periodización coherente ycomparable con aquella ya desarrollada en esaépoca para el continente americano. Esta elabo-ración teórica revestía la mayor importancia enuna época en la cual cada región de Américaconformaba su propia secuencia periódica reco-nociendo las particularidades locales y procu-rando, a la vez, adquirir una posición y un senti-do dentro de la evolución cultural postulada porla arqueología norteamericana, a cuya cabeza seencontraban Willey y Phillips (1958). Este artícu-lo de Reichel constituye el primer documentopublicado en el cual se abordó el tema, aúncuando estuvo precedido de una serie de discu-siones y reuniones entre los principales arqueó-logos de la década de los cincuenta en América.

La aplicación del concepto del formativo en-contró desde un principio escollos; habiendo si-do formulado para Mesoamérica y los AndesCentrales, se perfilaba como una etapa transicio-nal entre el período de los cazadores y recolec-tores nómadas y las altas culturas estatales comolas encontradas por los españoles. Pero en elárea intermedia, a la cual pertenece Colombia,no se formaron altas culturas de este tipo; sola-mente se produjeron lo que el mismo Reichel lla-mó Florecientes Regionales, como fenómenosgeográficamente aislados.Tomando en cuenta el

panorama de las sociedades indígenas en el si-glo XVI, parecía que la gran mayoría de estospueblos se hubieran detenido en la etapa forma-tiva.Tenía que adaptarse el concepto a la realidadcolombiana y esto fue precisamente lo que Rei-chel hizo en el mencionado artículo proporcio-nando un marco teórico que luego, extrañamen-te, ni siquiera él mismo volvió a usar o discutir.

Reichel segmentó el concepto general de “for-mativo” originalmente referido a la etapa en lacual se produce la “integración y el aumento dela vida de aldea sedentaria basada sobre unaeconomía agrícola estable”(traducción U.Andes,Depto. de Antropología) en tres definiciones:

1) El “formativo evolucionado”que compren-día a todas las culturas que en cualquier tiempoo espacio se establecieron siguiendo el patrónde aldeas sedentarias; 2) El “formativo correlati-vo”, para designar a las culturas del formativoevolucionado que comparten un “complejo sig-nificativo de rasgos tecnológicos y estilísticos in-dividuales” y que cronológicamente son anterio-res a la etapa clásica o floreciente regional y; 3)El “formativo sincrónico”, para agrupar las cultu-ras del formativo evolucionado que no compar-ten el conjunto significativo de rasgos y que ocu-pan la misma posición temporal que las del for-mativo correlativo.

Hay que decir que este conjunto de definicio-nes no aportó realmente un marco claro ya que,en esencia,continuó vigente el criterio de que to-das las sociedades que siguieron a la etapa decazadores y recolectores eran formativas, bienpor presentar aldeas agrícolas sedentarias (For-mativo evolucionado), bien por tener conjuntossignificativos de rasgos (Formativo correlativo) o,

86 III. El Formativo de Colombia

EL CONCEPTO DEL FORMATIVO EN LA INVESTIGACIONESARQUEOLÓGICAS EN COLOMBIA:

UNA REVISIÓN CRÍTICA

Roberto Lleras Pérez

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87III. El Formativo de Colombia

simplemente, por su posición temporal (Formati-vo sincrónico). En la investigación arqueológicaposterior no se aplicaron las definiciones auncuando desde entonces y, en especial, desde laaparición del libro “Colombia” de la serie “An-cient peoples and places” de Reichel-Dolmatoff(1965) todos los arqueólogos colombianos co-menzaron a hablar del Formativo para designarla etapa cultural representada por los yacimien-tos de Malambo y Momil sin que nadie se atrevie-ra a aplicar el concepto a otros sitios y conjuntosarqueológicos.

“Colombia”representa el segundo paso de in-terés en la historia del concepto ya que en el ca-pítulo V,“The early horticulturalists”, se desarrolla-ron los contenidos y se concretaron las particu-laridades del contexto colombiano dejando delado la elaboración teórica inicial. El complejohortícola temprano basado en raíces como la yu-ca, propias de las tierras tropicales, constituye labase de asentamientos permanentes en aldeaslocalizadas a la orilla de los ríos, lagunas y ciéne-gas de la costa atlántica.Estas aldeas derivan aúnuna parte sustancial de su subsistencia de los re-cursos animales abundantes en los medios ribe-rinos y lacustres, encontrándose en una posiciónprivilegiada para la experimentación con los cul-tivos.

El sitio más antiguo que Reichel reconoce enel cual se alcanza este modo de vida típico de laetapa formativa es Malambo, excavado por Car-los Angulo Valdés, localizado sobre el río Magda-lena y cuya fecha inicial (cerca de 1.000 a.C.) co-rresponde con la fecha terminal de la secuenciade los concheros. Malambo representa un com-plejo arqueológico notable por desarrollos tec-nológicos que, por ejemplo, en el caso de la alfa-rería, rebasan ampliamente los logros registradosen los sitios de Puerto Hormiga, Canapote y Bar-lovento. El aprovechamiento del ambiente escompleto y eficiente y las aldeas alcanzan estabi-lidad y un crecimiento demográfico que se refle-ja en la densidad y profundidad de los estratosculturales.

El ulterior desarrollo del Formativo está repre-sentado por Momil,complejo que puede encade-narse cronológicamente con Malambo mas noestilísticamente como lo admite Reichel (ver “Co-lombia”, 1965, capítulo V). El análisis del contex-

to arqueológico de Momil es extenso, ya que sir-ve a su autor para realizar un inventario de losrasgos tecnológicos y culturales de un sitio tipodel periodo Formativo. La antigua teorización de1958, no ciertamente muy productiva, abre el pa-so a otra tendencia, posiblemente más operativadesde el punto de vista de la investigación; la de-finición por contenidos.A partir de este momen-to será posible decir que un sitio Formativo esaquel que presenta unos determinados rasgos(los hallados en Malambo y especialmente enMomil para el caso de Colombia) y,a la vez,se di-rá que tal o cual característica de la cerámica odel trabajo en piedra es “formativo”.

Aparte de las características formales y fun-cionales del complejo cerámico de Momil se de-sarrollan, según Reichel, otra serie de interesan-tes rasgos culturales en el Formativo. Entre estoscabe citar el chamanismo y las prácticas curati-vas, representados por varios cientos de estatui-llas en Momil,el surgimiento de la estratificaciónsocial y el canibalismo del cual dan evidencia al-gunos huesos humanos desarticulados y trabaja-dos. De capital importancia es la adopción delmaíz, cuya introducción como cultígeno ya ple-namente desarrollado y adaptado, marca la tran-sición entre Momil I y II. La adopción del maízabre la posibilidad de colonización agrícola delinterior cordillerano y, por ende, del surgimientode los cacicazgos sub-andinos poniendo términoal periodo Formativo cuya distribución espacialy duración temporal son, en este primer esque-ma, bastante restringidos.

Los resultados preliminares de investigacio-nes en los concheros de la Costa Atlántica, ade-lantados por Reichel en el segundo lustro de ladécada del 60 y primero de la del 70, le permitenre-elaborar su concepción del período Formativode una manera bastante radical. Este nuevo es-quema es plasmado en el capítulo primero,“Co-lombia indígena-período prehispánico”, del “Ma-nual de Historia de Colombia” (1978). En él laetapa formativa se amplía considerablemente cu-briendo todo el período que va desde los co-mienzos de la vida sedentaria hasta el desarrollode la agricultura y las aldeas. Especial énfasis seda a dos aspectos: en primer lugar el importantepapel jugado por la Costa Atlántica como focode desarrollo cultural mucho más temprano que

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Mesoamérica o los Andes Centrales y en segun-do lugar la existencia de cerámica temprana enPuerto Hormiga y otros sitios relacionados de lamisma área geográfica. En estos pasajes encon-tramos parte de la célebre controversia respectode la mayor antigüedad de la cerámica que sedio entre los excavadores de Puerto Hormiga yValdivia.

Un aporte fundamental en este escrito de Rei-chel está constituido por su descripción del me-dio ambiente y de la importancia que jugó la di-versidad ecológica en el desarrollo de estas co-munidades. Una aclaración fundamental en estecapítulo es la referencia a numerosos sitios noexcavados,pero que se conocen a través de reco-lecciones superficiales y cuyas características losrelacionan bien con Puerto Hormiga,Malambo oMomil. De esta manera el autor rompe la creen-cia de que cada sucesiva etapa del Formativo es-tá representada por un sólo sitio tipo; Reichelsustenta así su afirmación respecto a la exten-sión de estos desarrollos. En el “Manual” Reichelconserva como elemento importante de su inter-pretación la difusión que encuentra especial-mente evidente en Momil y la Costa Pacífica apartir de los desarrollos Mesoamericanos.

Habrá de pasar varios años antes de que sereanimen las discusiones en torno del concepto.Solamente hasta la aparición de “Monsú: un sitioarqueológico” (1985) el mismo Reichel-Dolma-toff vuelve sobre el Formativo. Este nuevo libro,en especial su capítulo XVIII, refrenda el cambiofundamental dado al contenido del concepto.Las excavaciones del autor en el montículo deMonsú lo llevan al convencimiento de que losantiguos alfareros de la Costa Atlántica, cuyas fa-ses iniciales de desarrollo pueden situarse inclu-so antes del 4000 a.C., habían alcanzado un pa-trón de asentamiento estable que cumplía lostérminos propuestos al definir el período Forma-tivo.El antiguo término usado para designar a loshabitantes de los concheros (Arcaico) desapare-ce aquí, al igual que en el “Manual”, para dar lu-gar a una extensión hacia atrás del Formativo(Formativo Temprano). También por extensión,gran cantidad de sitios (concheros o yacimien-tos con cerámica de desgrasante de fibra) delárea circumcaribe, conforman ahora el Formati-vo Temprano.

La nueva elaboración teórica fue comple-mentada un año más tarde con la aparición, en1986, del segundo gran libro de carácter generalsobre arqueología colombiana, escrito por Rei-chel-Dolmatoff: “Arqueología de Colombia: untexto introductorio”. El capítulo IV dedicado en-teramente a la etapa formativa define tres sub-etapas dentro de la misma: Formativo temprano,medio y superior.Reichel asoció la iniciación delFormativo al fenómeno de la estabilización delclima que comenzó alrededor de 7000 años a.C.El conjunto de culturas del Formativo Tempranosucedió a la etapa Arcaica del Pleistoceno Tardíoy tuvo una duración de 6000 años aproximada-mente, llegando hasta el 1000 a.C. o incluso has-ta los últimos años antes del inicio de la era cris-tiana. La reaparición del concepto de Arcaicocomporta nuevos contenidos totalmente distin-tos; en esta categoría se incluyen ahora los sitiosde cazadores y recolectores de finales del Pleis-toceno que carecen de formas incipientes dehorticultura, sedentarismo y alfarería.

La ampliación del concepto de Formativoconlleva, como es natural, la inclusión de formasculturales muy diversas. Para Reichel la diversi-dad en el patrón de asentamiento se da desde el4000 a.C., al menos así como la práctica de unaeconomía mixta que pudo incluir un incipientecultivo de tubérculos. La experimentación agrí-cola, favorecida por el sedentarismo, debe mu-cho a la riqueza y variedad de recursos de la Cos-ta Atlántica, lugar privilegiado para el asenta-miento de los grupos formativos tempranos. Sólohasta el 3000 o 2000 a.C. se opera una progresivacolonización de las tierras bajas hacia el interiorcoincidiendo con un período de sequía regional.

El Formativo Medio está representado por elsitio de Malambo en el cual el cultivo de la yucaya esta sólidamente establecido y constituye labase alimenticia de la comunidad, aún cuandola diversidad en el aprovechamiento de recursoscontinúa bajo condiciones ambientales muy fa-vorables. Momil, con su transición del cultivo deraíces al de semillas, constituye el sitio tipo delFormativo Tardío.El maíz, introducido muy tardía-mente y ya desarrollado en la Costa Caribe co-lombiana,marcará una diferencia fundamental ypreparará las condiciones para la transición ha-cia la siguiente etapa: los Desarrollos Regionales.

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Es fundamental anotar aquí que Reichel noconcibe esta larga secuencia del Formativo Infe-rior, Medio y Superior o, dicho de otro modo, lade los sitios Monsú, Puerto Hormiga, Canapote,Barlovento, Malambo y Momil, como autoconte-nida y susceptible de ser entendida y explicadapor sí misma. Los vacíos, las soluciones de conti-nuidad y la aparente ausencia de relación entreunos y otros elementos de la secuencia (por ejem-plo,entre Barlovento y Malambo o Malambo y Mo-mil) y las relaciones y similitudes establecidas consitios contemporáneos en la Costa Ecuatoriana,Ve-nezuela,Panamá y Mesoamérica llevan a Reichel alconvencimiento de que fuertes corrientes de difu-sión jugaron un papel muy importante en esta am-plia región durante el Formativo. Ciertos rasgos sedifundieron de una región a otra y pudieron serluego reintroducidos en un nivel de desarrollo ma-yor.Se reconfirma nuevamente el vital papel jugadoen esta época por la Costa Caribe colombiana.

Al finalizar el capítulo Reichel hace una ob-servación que merece ser íntegramente transcri-ta, ya que revela la esencia de su concepción:“ElFormativo,obviamente,es una etapa dinámica degran experimentación en las estrategias de adap-tación ambiental, de recursos alimenticios y deavances tecnológicos. Parece ser que haya sidola etapa que marcó los comienzos de una socie-dad organizada por rangos, por la especializa-ción artesanal y por la consolidación de un mo-do de vida aldeana. Definitivamente, fue una eta-pa en que se establecieron las bases para máscomplejos desarrollos, para formas sociales yeconómicas más elaboradas”.

En una reseña preliminar de dos sitios locali-zados en la Serranía de San Jacinto, uno de loscuales ha aportado la más antigua fecha paramaterial cerámico conocida en América el ar-queólogo Augusto Oyuela (1987), emplea el tér-mino Formativo Temprano en un sentido funda-mentalmente idéntico a aquel usado por Reichelrecientemente. Oyuela aporta datos, aún tentati-vos, sobre lo que pudo ser este modo de vida enun sitio localizado lejos del litoral. Uno de sus si-tios, sin embargo, muestra evidencias de ocupa-ción temporal y no permanente pese a lo cual elautor sostiene la posible existencia de agricultu-ra incipiente e incluso de cultivo de maíz (SanJacinto 2).

Sobre el valle medio del río Magdalena sehan hecho recientemente investigaciones ar-queológicas en sitios clasificados por sus investi-gadores como formativos. Castaño y Dávila (“In-vestigación arqueológica en el Magdalena Me-dio-sitios Colorados y Mayaca”, 1984: 12) discu-ten marginalmente el concepto del formativo asi-milándolo al circumcaribe o subandino para di-ferenciarlo de la cultura de selva tropical, de in-fluencia Caribe, en la cual enmarcan sus hallaz-gos. Para estos autores el Formativo está ligado alcomplejo agrícola maicero en culturas agrícolasasentadas en vertientes, bordeando arterias flu-viales o costas marítimas.El Formativo supondríauna especialización de labores, jerarquías socia-les, grandes conglomerado de viviendas, un jefeo cacique y “...el complejo templo-ídolo-sacerdo-te.” Hay que anotar que el contenido asignado alFormativo en este libro es excepcional en la ar-queología colombiana, acercándose mucho másal período comúnmente llamado Desarrollo Re-gional o cacicazgo.

Hernández y Cáceres de Fulleda (“Excavacio-nes arqueológicas en Guaduero-Cundinamarca”,1989) reseñan un sitio fechado entre el 230 a.C. yel 480 d.C.,constituido por una aldea estable concultivo de maíz.Aparte de designar el sitio comoFormativo no se presentan otros aportes al conte-nido del concepto.

En la secuencia cultural del área de San Agus-tín, el concepto de Formativo se abrió paso des-pués de la publicación de la nueva periodiza-ción de Duque Gómez y Cubillos (“Arqueologíade San Agustín, Alto de los Idolos, Montículos yTumbas”, 1979).Aún cuando no se precisan con-tenidos en esta formulación inicial, un largo lap-so del desarrollo agustiniano se enmarca en elperíodo Formativo ubicado cronológicamenteentre el 1000 a.C.y el 300 d.C.y subdividido en unFormativo Inferior (1000 a.C.a 200 a.C.) y uno Su-perior (200 a.C a 300 d.C.). El concepto es reto-mado por Héctor Llanos (“Arqueología de SanAgustín, pautas de asentamiento en el Cañón delrío Granates,Salado Blanco”,1988 y “Proceso His-tórico Prehispánico de San Agustín en el Valle deLaboyos,Pitalito,Huila”,1990).El Formativo Agus-tiniano se asocia con la presencia de polen demaíz fechado en 2350 a.C.aún cuando la cerámi-ca formativa en el valle de Laboyos aparece en

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una fecha algo más tardía; las evidencias de ha-bitación indican la ocupación de terrazas y lamanufactura de cerámica y líticos. Llanos siste-matiza los resultados y las fechas obtenidas enSan Agustín por Duque y Cubillos, delimitandolos períodos Formativo Inferior y Superior y des-cribiendo lo que denomina el sistema alfarerodel Formativo Agustiniano.

La mayor parte de la discusión se centra,aparte del sistema alfarero,en las pautas de asen-tamiento. Para el Formativo en San Agustín las vi-viendas se habrían localizado en cerros, vertien-tes suaves y terrazas a la orilla del río Magdalena.Ya en el Formativo se evidencia un elaboradoculto funerario, la presencia de estatuaria en ma-dera y, en general, el fundamento de “...los princi-pios económicos, sociales, políticos y cosmogó-nicos de la etapa posterior, que para San Agustínse ha llamado Clásico Regional.” (Llanos,1988:109).El investigador Leonardo Moreno (“Ar-queología de San Agustín, pautas de asentamien-to Agustinianas en el Noroccidente de Saladoblanco (Huila)”, 1991) utiliza el concepto agre-gando algunos contenidos de interés como laexistencia en este período de movimientos detierra con fines públicos y la pauta de viviendadispersa y nucleada. También Carlos A. Sánchez(“Arqueología del Valle de Timaná, Huila”, 1991)utiliza el concepto para clasificar uno de los con-juntos cerámicos por él excavados.

La anterior revisión no pretende ser exhausti-va en cuanto a los casos y ejemplos de la arqueo-logía colombiana en los que se haya utilizadomarginalmente el término Formativo.Se esbozan,sin embargo, las definiciones y elaboracionesteóricas más importantes logradas por aquellosinvestigadores que han empleado el conceptocon mayor frecuencia y en aquellas áreas a cu-yos hallazgos más se ha aplicado. Otros muchoscasos podrían considerarse, pero en aras de labrevedad tan sólo se mencionarán sin discutir-los: Ardila (“Chía; un sitio precerámico en la Sa-bana de Bogotá”, 1984) encuentra una ocupa-ción (la número 3) situada en el Holoceno Me-dio que representa un puente entre “...dos mo-mentos diferentes de la historia del hombre.” Enesta tercera ocupación irrumpe la cerámica traí-da a Chía por gentes diferentes a los grupos de lasegunda ocupación que ya practicaban, proba-

blemente, una forma incipiente de agricultura. Eltérmino Formativo no es utilizado, sin embargo,para referirse a esta ocupación.

El uso de Formativo sí aparece recientementepara referirse a un sitio (El Pozón) excavado porClemencia Plazas y Ana María Falchetti (“Cerá-mica arcaica en las Sabanas de San Marcos, Su-cre”, 1986), fechado en 1700 a.C., aún cuando eltítulo del artículo sugiere la conservación de laantigua terminología usada por Reichel en “Co-lombia”.También se encuentra el término Forma-tivo asociado a cerámica temprana (3200 a.C.)en la excavación de Camilo Rodríguez y ThierryLegros en Puerto Chacho (Golfo de Morrosqui-llo) cuyos resultados preliminares se publicaronen el Boletín de Arqueología, año 3, no.2 de 1988(“Las tradiciones alfareras tempranas en las lla-nuras del Caribe colombiano, departamentos deBolívar y Atlántico. Periodización y comparacióncerámica.”).

En una escala muy general y aplicando el ex-tenso contenido del concepto, tal y como lo defi-ne Reichel en “Arqueología de Colombia: un tex-to introductorio”, muchos de los períodos ar-queológicos de las secuencias regionales defini-das hasta ahora podrían llamarse Formativos.Talsería el caso del período Herrera, en el AltiplanoCundiboyacense y, consecuentemente, de la faseAntigua en Santander y el pre-Lache de la SierraNevada del Cocuy,el período Ilama en el área Ca-lima, las fases más antiguas de Tumaco y el Valledel Patia, algunos de los complejos tempranosdel área amazónica, la fase I y posiblemente la IIde Cupica,la Tradición Zambrano en su totalidadcon fuertes nexos hacia el sur con Chorrera y Ma-chalilla en el Ecuador e inclusive las fases inicia-les del primer horizonte pintado en el valle delRanchería y César además, por supuesto, de losperíodos ya bautizados, como formativos en laCosta Atlántica y San Agustín.

Dentro del panorama de las interpretacionesglobales de la arqueología que son, por cierto,bien escasas, el Formativo adquiere su mayor di-mensión en la obra de Reichel-Dolmatoff en lacual es una pieza conceptual clave. Una caracte-rística no muy desarrollada pero si muy dicientede esta obra es, como ya se mencionó, el intentode sacar al Formativo de la costa Caribe y hacer-lo un periodo general y válido para todo el terri-

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torio.Esta tendencia es retomada por María Victo-ria Uribe y Santiago Mora (“Historia Prehispánicade Colombia” en Enciclopedia Temática Colom-biana, 1991); sin modificar el contenido del con-cepto definido por Reichel, extienden a tres gran-des focos geográficos el desarrollo inicial de lasculturas formativas: la costa Atlántica, el litoral Pa-cífico sur (Tumaco-Esmeraldas) y la Amazonia.

En la obra global de Luis Duque Gómez(“Prehistoria: Etnohistoria y Arqueología” de laHistoria Extensa de Colombia, 1965) el conceptono se utiliza debido, probablemente, a que cuan-do la obra se concibió y escribió el desarrollodel mismo y su uso eran muy limitados. En laobra de Warwick Bray (“Across the Darien gap; acolombian view of isthmian archaeology”, 1984)se presenta una visión conjunta de la prehistoriadel norte de Colombia y el istmo de Panamá sinacudir en absoluto al uso del término y concep-to de Formativo.

Una cosa salta a la vista después de esta so-mera revisión y es que, pese a los esfuerzos quese han hecho,el concepto de Formativo no ha lo-grado desprenderse de la carga teórica que vie-ne arrastrando desde su origen.Sigue definiendoun período que “forma” o lleva a algo posterior(véanse como ejemplos las definiciones de Rei-chel y Llanos en este artículo). Desde este puntode vista hace surgir un doble problema: en pri-mer lugar su caracterización como período detránsito o transición no puede ser universalmen-te válida y en segundo lugar su validez se cir-cunscribe a un esquema evolutivo fuera del cualpierde sentido.

Como período de transición puede definirsecualquier período de la historia humana, cadauno es una transición entre el que le antecede yel que le sigue, en cada uno se forman los ele-mentos de todo orden que producirán la nuevaorganización; no podría ser de otra manera. Elperíodo del poblamiento temprano es una transi-ción hacia el de los primeros agricultores y éste,a su vez, lo es hacia el de los cacicazgos, así co-mo el esclavismo es una transición al feudalismoy este lo es al capitalismo. Es el punto de interésdel investigador el que determina cual períododefine como de transición y es válido así hablarde estructuras de transición referidas a otras es-pecificas y particulares pero no caracterizar toda

una época y unas estructuras como transiciona-les y a las otras épocas y estructuras no.

¿Qué ocurre, además, cuando a las estructu-ras “formativas” no les siguen otras radicalmentedistintas? Sabemos que innumerables comunida-des de la Amazonia, el valle del Magdalena y lamisma costa Atlántica no desarrollaron formassociopolítica jerarquizadas ni formas de tecnolo-gía superiores a las conocidas en el primer mile-nio antes de Cristo.A partir del concepto de For-mativo tendríamos que concluir que aquello quedebía formarse no se formó, o bien que el desa-rrollo se estancó lo cual resulta manifiestamentefalso ya que estas sociedades cambiaron y conti-núan cambiando en mil aspectos de su culturarespecto a aquellas existentes hace tres o cuatromil años. Pero si lo que esperamos es un flore-ciente o un clásico regional,entonces no recono-ceremos el cambio.

Esto nos lleva al segundo problema: el Forma-tivo sólo tiene validez dentro de un esquemaevolucionista unilineal.Y sólo lo tiene porque esun curioso engendro que solo se define, sólopuede existir en función del período que le si-gue; si los elementos de lo que ha de venir se re-tiran la definición desaparece. Esta es una situa-ción absurda y sui géneris que no ocurre con losdemás períodos culturales del esquema más ge-neralmente aceptado en la actualidad; el pobla-miento temprano, los cacicazgos, etc. se definenpor sus características internas no en función delsiguiente paso al cual le sirven de puente.

En tercer lugar podría anotarse que el Forma-tivo, tal y como está definido hoy en día para laarqueología colombiana, cubre una gama dema-siado amplia de formaciones socioeconómicas.Muy distinto resulta el contexto arqueológico dePuerto Hormiga con sus recolectores que apenasexperimentaban con el cultivo de raíces al deMomil con sus grandes aldeas alimentadas poruna agricultura estable y con excedentes. La in-clusión de tan diversos contextos en el mismo“cajón Formativo” tiende a homogeneizar la va-riabilidad adaptiva y cultural y a minimizar la im-portancia de los logros que no van en la línea dela evolución unilineal; posiblemente sea éste elfactor que le ha impedido a Reichel aceptar ple-namente la importancia de las sociedades agrí-colas que no adoptaron el maíz.

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Pero si, por un lado, el Formativo opaca la va-riabilidad otro de los elementos de su definición,asume una premisa según la cual este períodorepresenta una apertura a la variabilidad en con-traste a una supuesta homogeneidad adaptivaanterior. Los aportes de los investigadores del pe-ríodo del poblamiento temprano (“Nuevos datospara un viejo problema”, Gerardo Ardila y Gusta-vo Politis, 1989) han demostrado que el norte deSuramérica se caracterizó desde esa época, pre-cisamente, por la variabilidad adaptiva. La formade vida de los concheros y las aldeas riberinasdel cuarto y tercer milenio antes de Cristo repre-sentaron, tan solo, la continuación de estrategiasadaptivas iniciadas con mucha anterioridad.

Tan graves y notorias deficiencias conceptua-les llevan, forzosamente, a la conclusión de quese requiere una re-elaboración del concepto quedeberá partir del abandono de las premisas teó-ricas del evolucionismo unilineal y del examende las secuencias arqueológicas del país en todasu amplia variedad. En este marco lo primeroque debe desaparecer es, tal vez, el nombre por-que las connotaciones que éste acarrea dificul-tan cualquier labor de renovación teórica.

No se pretende con ello censurar o menos-preciar la labor de quienes, como pioneros de la

arqueología en Colombia, adaptaron y aplicaronel concepto de formativo desarrollándolo en to-das sus posibilidades hasta convertirlo en el ins-trumento teórico que hemos venido examinan-do. El concepto de período Formativo adquieretoda su validez y sentido cuando se examina ensu contexto histórico; aquí es posible ver con cla-ridad que fue una herramienta útil para la ar-queología colombiana en las décadas de los se-senta, setenta y parte de los ochenta.En esta épo-ca y con referencia a los conocimientos y al ni-vel de desarrollo de la teoría el concepto cum-plió muy bien su papel,permitió organizar en for-ma inteligible los datos y hallazgos y estímulo lasinvestigaciones en busca de asentamientos tem-pranos con alfarería y horticultura incipiente.

Hoy en día se ha puesto de presente que ofre-ce muchas dificultades y los datos procedentesde los nuevos hallazgos han vuelto insosteniblessus premisas básicas.Las investigaciones sobre elpoblamiento temprano, sobre los cacicazgos ysobre los grupos indígenas actuales nos han he-cho ver que ni el sedentarismo, ni la horticulturay, menos aún, la alfarería pueden tomarse comoindicadores seguros para situar culturas en unmismo nivel de desarrollo.

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IV

EL FORMATIVO DE ECUADOR

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INTRODUCCIÓN

Real Alto es el sitio arqueológico Valdivia mejorpreservado y estudiado en mayor detalle en el Ecua-dor. Ocupado durante las fases Valdivia I al VII (c.3800-2000 a.C., ver Tabla V), presenta una de las máslargas secuencias cerámicas correspondientes al pe-ríodo Formativo Temprano, faltando solamente la fa-se terminal Valdivia VIII (Hill 1972/74).

La estratigrafía de la aldea está conformada porla super-posición de pisos de vivienda y restos deáreas de actividad, rellenas de basura, abandonadosen favor de nuevas o renovadas construcciones. Es-tos restos arqueológicos, que forman un perímetrorectangular alrededor de una plaza central en la quese destacan los montículos que soportaban estructu-ras de uso público,nos proveyeron con un registro ar-queológico sobre los cambiantes patrones de pobla-ción y sobre las relaciones económicas de la comu-nidad, y de Valdivia de Real Alto con su entorno(Lathrap, Marcos y Zeidler 1977; Marcos 1988b;Zeidler 1984) (Fig 1, mapas).

A través de más de quince años de investigacio-nes se han podido establecer los diferentes sistemasde cultivo que se desarrollaron en la Costa del anti-guo Ecuador,y los indicadores culturales y botánicosque los caracterizan.También se ha podido estable-cer que los agroalfareros Valdivia empezaron a cons-truir,desde las fases iniciales,vasijas de cerámica pa-ra almacenar y manipular líquidos o productos se-cos para que sean resistentes a los golpes,y manten-gan su contenido en buen estado de conservación,seleccionando pastas con un alto contenido naturalde feldespato y el acabado apropiado.Las vasijas pa-ra cocinar no solamente las hicieron resistentes a losgolpes,sino,más importante aún,al impacto térmico

generado por los cambios extremos de temperaturaa que son sometidas durante su uso, lo que lograronmediante la adición de cuarzo molido a la pasta.Almanufacturar vasijas aparentemente destinadas aluso ceremonial, funerario o social, las alfareras pare-cen haberse preocupado más sobre el acabado y de-coración, que sobre la resistencia y durabilidad delartefacto.

VALDIVIA I (c. 3800-3200 a.C.): La Horticultura de Jardín Casero

Las poblaciones Valdivia más tempranas conoci-das, entre éstas la ocupación inicial de Real Alto, seinician cerca de los 3800 a.C. (Marcos l988:78) y laspocas viviendas de ramazón que las conformaban seencontraban distribuidas en herradura alrededor deun espacio abierto en el centro al parecer se desta-caba una estructura más sólida, probablemente una“casa de hombres”(Damp 1988).

Tres formas distintas de vasijas de cerámica sonlas más comunes,una vasija grande,de cuello alto ydecorado por incisiones, una olla de cocina algochata y con borde doblado y unos tazones, algunosengobados en rojo, e incisos con diseños simplesque conforman,bajo el borde,una banda de triángu-los o rectángulos achurados.

Durante esta fase,pequeños cantos rodados alar-gados se hallan decorados con líneas grabadas paraindicar cabellera,y muchas veces,sobre piedras mássuaves, el grabado sugiere rasgos de la anatomía fe-menina.

La producción de alimentos complementa a lacaza y la pesca,y a la recolección,mediante la horti-cultura en el jardín casero y en pequeños claros enel bosque aledaño.

IV. El Formativo de Ecuador

LA PRODUCCIÓN DURANTE EL FORMATIVO TEMPRANO:EL DESARROLLO AGRÍCOLA, ARTESANAL Y EL

INTERCAMBIO DE EXÓTICOS EN REAL ALTO

Jorge G. Marcos P., Aurelio Álvarez Pérez, y Giorgio Spinolo

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98 IV. El Formativo de Ecuador

Figura 1a.: Mapa con los principales sitios de la cultura Valdivia

Figura 1b.: Mapa de los principales sitios arqueológicos tratados en el texto.

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99IV. El Formativo de Ecuador

La horticultura de Jardín Casero puede ser iden-tificada arqueológicamente por la presencia en lospisos de vivienda, o en su rededor: a) de restos ve-getales carbonizados o fitolitos; b) de instrumentospara la molienda (manos, metates y morteros) he-chos de piedras escogidas por su forma, sin mayormodificación ulterior; c) de medios de labranza co-mo pequeñas hachas de piedra tallada, parcialmen-te pulidas; de picos y azadas de uso manual (no en-mangados) hechos de la columela de las grandescaracolas (Strombus peruvianus, Strombus galeatus)y de las bivalvas conocidas como Pata de Mula (Ana-dara grandis). La evidencia de la actividad agrícolaes, sin embargo, incompleta debido a que los palossembradores y otros artefactos para el cultivo, he-chos de madera,no se habrían preservado por la hu-medad del clima tropical.

VALDIVIA II-III (3200-2600 a.C.): La Agricultura de Roza y Quema

El recinto ceremonial estaba formado por dosmontículos orientados a lo largo de un eje esteoeste,sobre ellos se construyeron una “casa de reuniones”en el del levante,y un “osario”en el del poniente (Lath-rap,Marcos y Zeidler 1977; Marcos 1988b).

Se calcula que entre l500 a 2000 habitantes po-blaron Real Alto durante los 600 años en que los Val-divia construyeron cerámica clasificadas por Hill(1972/74) como fases II y III.

Ellos hilaron y tejieron con algodón,hicieron an-zuelos y joyas de madreperla y otras conchas, y du-rante la fase III ampliaron su inventario cerámico enmás de 30 formas (Marcos 1988b; Zevallos y Holm1960).

Las figurinas se manufacturaron en piedra y cerá-mica representando “bellas”mujeres, mujeres preña-das, unos pocos hombres jóvenes, tales como sacer-dotes o “chamanes”en sus parafernales rituales,y pe-queños bancos en formas de animales (similares alos bancos de “chamán”de las sociedades de la flo-resta tropical) (García 1989).

Durante esta época,los agricultores Valdivia de laPenínsula de Santa Elena desbrozan chacras me-diante la roza y quema, suplementando la produc-ción del huerto de la etapa anterior. En Colimes deBalazar,en la Cuenca Alta del Guayas se había inicia-do ya la agricultura extensiva (Raymond, Marcos yLathrap 1980).

La Agricultura de Roza y Quema puede ser iden-tificada por:aa)) el incremento en el tamaño,variedad,calidad en el pulido y eficiencia que distinguen a lashachas de piedra de forma “T”,a las hachuelas y a lashojas de azuelas; bb)) por la complejidad de los arte-factos de concha: picos, azuelas y azadones, todosellos preparados para ser enmangados; cc)) una consi-derable variación de fitolitos a parte de los del maíz(Pearsall 1978, 1988; Piperno 1981; Veintimilla 1990)que podría servir para diferenciar el sistema de plan-tío sea este la Milpa o el Conúco (Sanoja 1981; Mar-cos 1988a); dd)) un incremento en el tamaño de ma-nos y metates y por la preparación más evidente dela superficie de molienda.

VALDIVIA IV-VII (c. 2600-2000 a.C.): La Agricultura Extensiva

Durante las fases Valdivia IV a la VII (c.2600-2000a.C.) en la Península de Sta. Elena recién aparecenindicios de agricultura extensiva, 600 años despuésque en la cuenca del Guayas.

La agricultura puede ser arqueológicamente de-terminada por: aa)) aparición de asentamientos tem-porales o permanentes (de una a pocas viviendas)alejadas de los poblados, erigidas para controlar lastierras productivas; bb)) aumento de pozos de almace-naje de alimentos en el poblado; cc)) fabricación depiedras de molienda más eficientes; dd)) instrumentosde labranza en piedra pulida (se nota mayor espe-cialización en hojas cortantes).

Alrededor de los sitios principales y de larga du-ración,a lo largo de los bancos que dominan las ve-gas y playas de los ríos principales de la Penínsulaencontramos pequeños caseríos,mientras que en lossitios principales, como Real Alto, aparecen pozoscampaniformes para el almacenamiento de produc-tos, especialmente el maíz (Marcos 1988b:190-191).Se encuentran manos y metates de mayor tamaño,ymanos en forma de medialuna para ser usada sobre“bateas”de madera. También hallamos el uso ritualde las piedras de molienda, al encontrarlas rotas, enun sacrificio de esos instrumentos con los que se re-llenó un pozo de almacenaje. Otro caso, en el se re-cubrió el fondo interior de la tumba de una mujerprincipal con “manos”de moler, mientras que las pa-redes de la misma se lo hizo con “metates”cortadospor la mitad,y la parte superior se halló parcialmen-te cubierta por “metates”enteros,es muestra de la im-

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portancia del maíz en la cosmovisión Valdivia de esaetapa (Pearsall 1977/78,1988).

Hacia la cuenca del Guayas encontramos cen-tros poblados de mayor tamaño durante esa época(Marcos 1988b:75-77).

En este período se inicia la agricultura extensivaen Real Alto, parte de la población deja el sitio y seconstituye en grandes viviendas sobre los barrancosque dominan las vegas de los ríos Verde y Real(Zeidler 1986). En la parte norte del poblado seconstruyen hileras de pozos de almacenamiento. Sereconstruyen una y otra vez los montículos del áreacomunitaria,haciéndoselos cada vez mayores y revo-cándolos cada vez con arcilla blanca amarillenta(Marcos 1988b:41-72).

La cerámica y las figurinas de esta etapa demues-tran una exquisitez técnica en el logro de variadas for-mas, la introducción del cuenco y la vasijas de bordecarenado que facilita el control al verter los líquidos.En pocos casos se introduce la decoración a travésdel engobe y del ahumado controlado, llegándose albícromo (rojo sobre leonado) y al tricolor (negro so-bre rojo y leonado) (Marcos 1988b:171-184).En la de-coración plástica se destacan las ollas en que se repre-sentan plantas de maíz con sus mazorcas (Zevallos1971; Lathrap,Collier y Chandra 1975).

Las figurinas son muy decoradas y se aprecia ladeformación craneana que empieza aparecer en losentierros de la fase Valdivia VII (Muñizaga 1965).

La división social del trabajo se hace más fuerte,con una parte de la población viviendo en Real Alto,dedicada a la producción de artefactos, para las ta-reas agrícolas, para el trabajo de la madera y de usosuntuario, mientras que la otra parte de la poblaciónmueve sus viviendas cerca de los mejores terrenos decultivo donde,se dedica a la producción agrícola pa-ra la comunidad (Lathrap,Marcos y Zeidler 1977; Ray-mond, Marcos y Lathrap 1983; Marcos 1988b:191-193;Zeidler 1986).

VALDIVIA VIII (c. 2000-l500 a.C.): La agricultura intensiva

Durante esta etapa,Real Alto pierde su hegemoníay vemos surgir una cantidad de poblados portadoresde cerámica Valdivia VIII en toda la Península de San-ta Elena,apareciendo también en los centros tradicio-nales Valdivia como Real Alto,sólo como piezas de in-tercambio hacia el final de la fase Valdivia VII.

Se han hallado centros de importancia regionalen San Isidro (Manabí), San Lorenzo del Mate (Gua-yas) (Marcos y Álvarez 1987), y Arenillas (El Oro)(Staller 1991).

La Agricultura Intensiva se destaca: aa)) por elmanejo de la tierra como medio de producción através de la modificación del paisaje con el fin deincrementar su productividad (campos de camello-nes, albarradas, terrazas de cultivo en ladera);bb)) por el aumento y eficiencia de los instrumentosde cultivo; y cc)) por la fabricación de manos y meta-tes muy eficientes en que se destaca el diseño in-tencional de una plancha de molienda rectangularligeramente curvada sobre la que se desliza unamano en forma de rodillo.

Durante la Fase Valdivia VIII (c.2000-1500 a.C.),enel Sitio San Pablo (Zevallos y Holm 1960) de la Penín-sula de Santa Elena, existen indicios de intensifica-ción agrícola a través de la recarga del acuífero supe-rior de los tablazos, mediante la construcción de al-barradas (Marcos 1987). Mientras que en la bajacuenca del Guayas la intensificación agrícola se ini-cia en este período con la construcción de los pri-meros campos de camellones (Marcos 1987;Parsonsy Schlemon 1983).

La cerámica Valdivia VIII se vuelve “barroca”enforma y decoración. Se introduce el plato con ba-se anular y la compotera de pedestal alto, así co-mo las primeras botellas con picos largos y delga-dos. Las figurinas cambian totalmente, se inicianlos ojos en forma de granos de café; la nariz agui-leña, y lo plano de las figurinas sugieren el iniciode la tradición Machalilla (Marcos y Álvarez 1987;Staller 1991; Jadán 1986).

LA PRODUCCIÓN DE LA CERÁMICA

La primera segregación funcional de la cerámicaValdivia lo dio Norton (1983:27,34-35).

Marcos (1988b:179-180),en su disertación docto-ral separó la cerámica Valdivia de Real Alto en gru-pos de acuerdo a su función como ollas de cocina,cántaros para líquidos y vajilla ceremonial y para ser-vir,basándose en la asociación recurrente de ciertosfragmentos cerámicos con particulares áreas de acti-vidad en pisos de viviendas, así como en contextosexclusivamente ceremoniales.

En 1983, Braun hacía énfasis que los arqueólo-gos en su afán de extraer información cronológica y

100 IV. El Formativo de Ecuador

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101IV. El Formativo de Ecuador

cultural tendían a olvidarse que las ollas de cocinafueron hechas originalmente para cocinar. Braun in-dicaba que ciertos aspectos del diseño de las ollas decocina,tales como forma,espesor de sus paredes,y ta-maño del desengrasante, podrían haber sido selec-cionados para mejorar ciertas características en rela-ción a su función como instrumento de cocina, talescomo resistencia al “shock”térmico,y a los impactos.

Investigaciones experimentales han contribuido alconocimiento sobre la construcción y funcionamien-to de las ollas de cocina y sobre los tratamientos de su-perficie,y sus efectos sobre la función específica y re-sistencia a los impactos en los cántaros para líquidos yen las ollas de cocina (Bronitsky y Hammer 1986;Rice1987; Schiffer 1988, l990; Schiffer y Skibo 1987; Skibo,Schiffer y Reid 1989; y Young y Stone 1990).

Nosotros defendemos una preparación intencio-nal de pastas en la cerámica prehispánica del Ecua-dor después del estudio de la cerámica Valdivia deReal Alto.

EL ANÁLISIS GEOLÓGICO DE LAS ÁREAS FUENTES DE ARCILLA

Las arcillas utilizadas en la actualidad para la ela-boración de cerámicas,procedentes de río Verde y deColimes, muestran una gran semejanza entre suscomponentes de origen detrítico y los componentesdel desgrasante presente en las cerámicas de la faseValdivia estudiada.

La principal fuente de suministro de materialesfue la cordillera Chongón-Colonche,que ha sido pro-gresivamente desmantelada por la erosión.Los mate-riales arrancados son depositados primeramente alpie de dicha cordillera y posteriormente son trans-portados hacia el mar.Por tanto los principales mate-riales depositados son: cuarzo, feldespatos, plagiocla-sas y amfíboles (hornblenda).En algunas zonas pue-den observarse algunos minerales particulares (gra-nates,olivino),todos con una granulometría bastantevariable.(Tabla 2).

La observación de la fracción detrítica de las arci-llas de Río Verde y las procedentes de Colimes indicaque el río ha actuado como un decantador naturalde las arcillas y en los periódicos traslados de mate-rial de un lado a otro de la cuenca, cruzada por nu-meroso meandros,ha lavado la fracción más gruesa,que,en parte,ha sido repuesta por los aportes torren-ciales posteriores.

Estas particularidades quedan reflejadas en eldesengrasante de la pasta cerámica, formado por laparte detrítica de las arcillas y estabilizado despuésde la cocción.La manipulación en la preparación delas pastas ha sido muy escasa, utilizándose normal-mente la arcilla en su estado natural,pues tenía ya enorigen una composición óptima para su manejo. Eldesengrasante indica un origen local de las arcillas.

LA CERÁMICA DE REAL ALTO Y LA PREPARA-CIÓN DE LAS PASTAS SEGÚN SU FUNCIÓN

Para este estudio, se excavaron dos unidadesde sondeos en áreas ya conocidas de Real Alto, enPunta Tintina y en la Loma de Los Villones.Las dosunidades de Real Alto se presentaron secuenciasestratigráficas con contextos cerrados bien defini-dos (Spinolo, Álvarez y Marcos 1991). El materialcerámico estudiado en sus pastas fue el mismo, ose encontraba asociado con las muestras que fue-ron datadas por termoluminiscencia (Tabla V).

Al segregar conjuntos de vasijas de acuerdo asu función (Marcos 1988b:179-180; Norton 1983:27,34-35; Zeidler 1984; Álvarez 1989) se han podido re-gistrar cambios en la composición de la arcilla ydel material desengrasante.La aplicación de méto-dos estadísticos permite evitar al máximo la subje-tividad en la interpretación selectiva de los datosobtenidos y puede indicarnos los datos que sonútiles para la clasificación, rechazando aquellosque son redundantes.También puede poner en re-lieve los procesos gracias a los cuales se hicieronevidentes las diferencias entre los grupos.

Se prepararon láminas delgadas de las diferen-tes formas de vasijas encontradas: ollas de cocina,cántaros para líquidos, y vajilla para servir, paraello se asignaron funciones a la cerámica deacuerdo a los siguientes criterios: 1) forma, 2) aca-bado de superficie, 3) tratamiento de superficie(Figs 2, 3, 4).

LAS CATEGORÍAS DE SEGREGACIÓN FUNCIONAL DE LA CERÁMICA (Tabla 1).

Ollas de cocina:FORMA: Diámetro mayor o igual a su altura,boca

ancha, agarraderas o alguna forma de sujeción parasu manipulación sobre el fuego, tales como el bordeengrosado o doblado,etc.

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102 IV. El Formativo de Ecuador

Fig

ura

2.

a)

fase

I;

b)

fase

II; c

) fa

se I

II

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103IV. El Formativo de Ecuador

Fig

ura

3.

a)

fase

IV

; b

) fa

se V

; c)

fase

VI

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104 IV. El Formativo de Ecuador

Fig

ura

4.

a)

fase

VII;

b)

fase

VIII

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105IV. El Formativo de Ecuador

ACABADO DE SUPERFICIE: La superficie exte-rior debería ser raspada o alisada a dedos, mien-tras que la interior está pulido (Schiffer 1990).

TRATAMIENTO DE SUPERFICIE: La superficieinterior debería haber sido engobada,o haber reci-bido un tratamiento resinoso orgánico,el que en al-gunos casos podría aparecer también en la super-ficie exterior, la parte inferior de la misma deberíahallarse ahumada.

Cántaros para líquidos:FORMA: Cuerpo globular y cuello alto.ACABADO DE SUPERFICIE:CUERPO, pulido el exterior y alisado el interior;CUELLO, alisado e inciso el exterior y pulido el in-terior;LABIO, pulido.TRATAMIENTO DE SUPERFICIE:CUERPO, engobado el exterior, o pulido sobre lapasta parcialmente húmeda, sin tratamiento en lasuperficie interior;CUELLO, inciso, punteado o “rocker stamped”en lasuperficie exterior, engobado en la superficie inte-rior.LABIO, engobado.

Vajilla para servir:FORMA: Vasijas, cuencos y platos; en las fases tar-días se incluyen botellas (de pico alto y delgado dela fase Valdivia VIII).ACABADO DE SUPERFICIE:EXTERIOR, pintura, engobe y ahumado controladopara producir diseños.INTERIOR, en la generalidad de los casos el inte-rior de los cuencos y platos se encuentra engoba-do,en épocas tardías se obtiene una superficie ne-gra brillante por ahumado controlado, o por coc-ción en atmósfera reductora.TRATAMIENTO DE SUPERFICIE: Decoración va-riada en el exterior y en algunos casos en el inte-rior.

ANÁLISIS ESTADÍSTICO

Una vez definidos los grupos,aplicamos el aná-lisis discriminante a la composición mineralógicacuantitativa de las pastas cerámicas, establecidamediante la difracción de rayos-x, Tabla II (Sán-chez Carrión 1984).

Las correlaciones de Pearson entre variables y elanálisis factorial, indican que no hay ningún par devariables altamente correlacionado y que tampocoexiste ningún factor clasificatorio determinante. Enefecto, el coeficiente de Pearson más elevado es delorden de -0.79987 (entre cuarzo y feldespato) (TablaIII) de significación poco relevante, cosa ya conoci-da por cuanto ambos constituyen la mayoría del de-sengrasante y si uno aumenta el otro disminuye, pa-ra mantener, dentro de la pasta, una cantidad totalmás o menos constante.Tampoco hay un factor (ca-racterística de la composición mineral de la pasta)que por si solo explique en alto grado la separaciónde grupos. El factor principal de discriminación ex-plica el 76.08% de las variaciones inter grupos y el se-gundo el 23.92% (Tabla III).Todo esto corrobora la ne-cesidad del análisis estadístico,ya que las posibles di-ferencias existentes son difícilmente observables.

El análisis discriminante es una técnica compa-rativa que pone de manifiesto los aspectos en quelos varios grupos establecidos se asemejan o se dife-rencian.También indica si los grupos son total o par-cialmente separables. Por tanto uno de los objetivosprincipales del análisis discriminante es determinarsi, en función de las variables utilizadas, los gruposhan quedado lo suficientemente diferenciados (Fig5).Para este análisis no se precisa que los grupos ten-gan un mismo número de individuos,así se han utili-zado 22 artefactos del primer grupo (olla de coci-na),19 del segundo (cántaro para líquidos) y 16 deltercero (vajilla de servir o ceremonial). Se utilizanecuaciones de discriminación lineal (rectas de Fisher),que son funciones de las variables y definen regio-nes del espacio euclideo y sirven además para fijarlos criterios clasificatorios de los individuos (Cuadras1981; Álvarez 1989) (Tabla IV).Como puede verse de57 artefactos solamente uno, asignado al grupo pri-mero, tiene más semejanzas con los artefactos delgrupo 3 con una probabilidad de pertenecer a estegrupo de 0.7123 frente a 0.2654 de probabilidad depertenecer al grupo asignado. Debido al tamaño deeste fragmento de borde,en el que no encuentra pre-sente uno de los atributos considerados (tratamientode superficie del cuerpo de la vasija),su adscripciónha sido ambigua.Sin embargo,por la misma razón nopodemos justificar su adscripción previa al grupo 3.

El análisis discriminante nos indica no solo labondad de la clasificación establecida,sino el rangode dicha bondad, base de la seguridad con que po-

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106 IV. El Formativo de Ecuador

demos seguir trabajando en el futuro.De los 57 casosconsiderados,29 presentan una probabilidad de per-tenencia al grupo mayor de 0.9 y 40 están por enci-ma de 0.8.

ANÁLISIS PETROGRÁFICO DE LAS LAMINASDELGADAS

Se analizaron las láminas delgadas,a través de unmicroscopio petrográfico de luz polarizante, encon-trándose que las pastas en las láminas delgadas de ca-da conjunto se parecían entre sí,y se diferenciaban decada otro conjunto estudiado.

CONCLUSIONES

1.Ceramistas en Real Alto tenían ya 300 años de ex-perimentación con la manufactura de cerámica,cuan-do en la etapa de transición entre las fases I y II se ini-ciaron la manipulación de las pastas, aparentementecon la intención de mejorar los aspectos técnicos quehicieran a sus productos más eficientes en su función.

2. La composición de todas las pastas hacía a lacerámica Valdivia resistente a los impactos, pero elmayor contenido de cuarzo en las ollas de cocina,mejoraba su resistencia al shock térmico, y la difu-sión del calor a su contenido (ver Schiffer y otros1989). Esto se lograba además, por la aplicación delpulido, con adición de engobe en muchos casos, alinterior de las ollas (Schiffer 1990).

3.El tratamiento de superficie en los cántaros pa-ra líquidos,con superficie alisada a dedos en el inte-rior y la superficie exterior pulida y engobada, pro-ducía una ligera evaporación controlada que refres-caba el contenido (Schiffer 1988).

4. El análisis discriminante (análisis estadístico)ha permitido a partir de la composición mineraló-gica la perfecta separación de tres grupos funciona-les. Las diferencias pueden ser originadas, o bienpor la manipulación de la pasta, o bien por la ex-plotación de diversas áreas fuente.El estudio de ar-cillas locales indica la uniformidad de los materia-les utilizados, eliminando la existencia de diversasáreas fuente.

5. La manipulación de la pasta, se manifiesta enuna selección natural de la arcilla en el mismo yaci-miento, y sólo en algunos casos se extraían por de-cantación los fragmentos mayores de la fracción de-

a)

b)

c)

Figura 5: a) Jardín casero; b) Milpa; c) Conuco.

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107IV. El Formativo de Ecuador

trítica.En el caso de la pasta para las ollas de cocina,posiblemente se les añadía una pequeña porción dearenas ricas en cuarzo.

6. El análisis al microscopio y la difracción derayos X,permiten fijar una temperatura de cocciónal rededor de los 850o C, y ponen de manifiesto latécnica de construcción por acordelado.

7. Las fechas de termoluminiscencia han con-firmado la contemporaneidad de vajilla que Lath-rap llamó Proto Machalilla con Valdivia VII,cerámi-ca con la cual aparece asociada, y con laminillasde obsidiana.

8. Las fechas de termoluminiscencia (Tabla V),que aquí reportamos, también han corroborado lacontemporaneidad de la ocupación de Punta Tin-tina con Valdivia II.

Agradecimientos:

Este informe corresponde a una primera fasede la investigación generada dentro el proyectoCERAMIC DATING BY THERMOLUMINESCENCE,AND GEOLOGICAL IDENTIFICATION OF RAW MA-TERIAL SOURCE AREAS gentilmente financiadopor el Departamento de Ciencia y Tecnología de laComunidad Europea. Agradecemos también a laDGICYT (Dirección General de Investigación Cien-tífica y Técnica, Secretaría de Estado de Universi-dades e Investigación, Ministerio de Educación deEspaña) por el apoyo a la investigación en situa-ción de sabático conferido al doctor Jorge Mar-cos, permitiendo su cercana interacción con suscolegas europeos en los análisis de laboratorio.

Figura 6. Agricultura extensiva en vegas,playas y bancos fluviales.

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108 IV. El Formativo de Ecuador

TABLA I. LA SEPARACIÓN DE LAS MUESTRAS POR FASE Y FUNCIÓN

OLLAS DE COCINA CANTAROS PARA LÍQUIDOS VAJILLA PARA SERVIR Y CEREMONIAL

VALDIVIA VIII7248-B 7249-D 7249-A7248-C 7249-C7249-B 7249-E

VALDIVIA VII7240-C 7240-A (PM)7240-D 7240-B 7240-E

VALDIVIA VI7220-B 7220-C

7220-D 7220-E

VALDIVIA V7241-B 7241-A 7241-E7241-C 7241-D

VALDIVIA IV7243-B 7243-A 7243-C 7243-E 7243-D

VALDIVIA III7222-E 7222-A 7222-B7223-B 7223-C 7222-C 7223-A 7222-D

7223-D7223-E

VALDIVIA IIa y IIb7234-A 7235-A 7234-B7235-C 7245-A 7235-B7245-B 7245-D 7246-A7245-C 7246-B7245-E

VALDIVIA Ib7236-A 7236-C 7236-B7236-D 7236-E 7238-D7238-A 7238-C 7238-B 7238-E

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109IV. El Formativo de Ecuador

Loma de los Villones VIII 7248 B 1.6 0.0 62.6 22.4 10.7 1.3 0.3

7248 C 0.6 0.0 90.1 8.4 1.5 1.6 0.07249 A 3.0 0.0 63.5 23.9 1.5 2.8 3.67249 B 0.5 2.0 78.7 10.0 0.0 3.3 5.27249 C 10.5 0.0 45.1 24.2 3.6 1.7 1.77249 D 3.3 2.0 68.5 19.6 1.2 2.8 2.47249 E 4.2 0.0 69.9 16.0 4.2 1.4 3.6

Real Alto 2 VII 7240 A 0.0 10.8 21.1 32.7 17.0 11.8 7.37240 B 0.6 12.5 19.8 38.5 11.5 8.2 9.27240 C 4.1 3.2 50.4 21.7 6.6 5.6 8.47240 D 0.0 0.0 68.1 16.9 11.1 2.8 4.47240 E 0.6 0.0 68.2 13.4 2.5 7.7 10.7

Real Alto 1 VI 7220 B 1.4 0.0 84.0 10.5 2.9 1.2 1.87220 C 2.4 0.8 58.4 19.9 4.5 7.2 6.47220 D 3.9 15.3 39.5 19.2 7.8 9.6 5.07220 E 0.3 2.0 71.0 11.2 - 10.9 5.3

Real Alto 2 V 7241 A 0.0 2.5 44.0 31.6 7.9 5.8 10.67241 B 0.0 1.2 86.6 10.1 2.5 2.6 0.07241 C 2.3 3.5 71.9 16.3 2.6 0.0 4.47241 D 3.9 4.8 57.5 19.7 6.2 4.6 4.37241 E 2.1 1.0 60.0 20.9 4.2 4.8 6.1

Real Alto 2 IV 7243 A 1.8 2.8 52.6 28.7 8.9 0.0 7.97243 B 0.0 4.4 23.3 35.7 16.3 10.9 9.57243 C 4.0 2.2 78.9 10.6 0.0 3.8 2.67243 D 4.7 1.4 72.1 10.0 2.3 0.3 8.97243 E 3.4 0.9 63.1 17.9 4.2 5.7 3.8

Real Alto 1 III 7222 A 1.7 1.1 71.1 9.2 3.7 8.0 6.07222 B 1.1 - 79.5 13.7 2.1 2.7 3.67222 C 6.7 0.1 56.7 17.7 9.7 4.4 1.47222 D 0.0 3.5 51.2 31.3 9.1 2.8 4.27222 E 1.2 - 88.0 4.1 4.0 3.1 0.97223 A 1.4 1.1 67.9 16.6 3.6 3.6 2.67223 B 0.7 1.5 46.5 28.0 10.6 2.0 6.67223 C 2.7 0.0 74.8 12.6 7.8 0.0 4.67223 D 3.1 0.7 66.4 16.4 5.8 0.0 10.47223 E 0.3 0.1 57.5 26.2 6.2 1.6 8.6

Punta Tintina IIb 7245 A 3.0 0.1 65.1 21.8 0.8 3.2 5.07245 B 0.7 0.0 81.9 7.6 1.2 4.3 5.17245 C 3.7 0.0 71.8 14.8 0.4 0.0 9.47245 D 0.3 2.0 50.6 24.4 7.9 7.6 6.87245 E 1.5 0.3 72.8 16.2 2.7 0.0 7.87246 A 0.0 11.1 48.9 20.7 8.0 11.7 2.07246 B 8.8 0.3 50.4 21.2 2.0 9.5 5.5

Real Alto 1 IIa 7234 A 3.9 0.0 54.9 20.6 1.5 11.7 7.77234 B 3.5 4.1 50.1 18.6 10.3 3.7 7.77235 B 1.5 3.2 57.6 19.8 10.7 1.9 5.57235 C 2.9 0.0 76.2 15.8 6.2 0.0 5.27236 A 0.8 0.8 92.5 8.3 0.0 0.8 0.07236 B 0.0 0.0 63.4 25.8 7.1 0.0 3.47236 C 2.5 3.8 53.6 25.4 4.4 2.3 9.57236 D 3.2 0.0 70.2 23.8 1.5 0.6 3.87236 E 0.0 1.1 50.9 29.7 5.9 4.0 9.2

Real Alto 1 Ib 7238 A 3.0 0.9 47.6 31.5 4.0 7.9 2.97238 B 4.1 3.2 55.1 23.9 4.4 3.1 5.67238 C 4.1 1.3 79.6 7.7 0.4 1.6 5.67238 D 2.3 0.8 63.7 20.2 0.6 2.4 9.57238 E 1.7 0.0 59.7 23.2 7.2 6.3 7.1

YACIMIENTO FASE MUESTRA Illita Amph. Quarz. Feld. Gehl. Hemat. Espin.VALDIVIA

TABLA II - DIFRACTOMETRIA CON RAYOS X DE LA CERAMICA

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110 IV. El Formativo de Ecuador

11..0000000000

--00..1166331111 11..0000000000

--00..1100553388 --00..5555224488 11..0000000000

--00..0033118844 00..1199661166 --00..7799998877 11..0000000000

--00..2244001177 00..3377770022 --00..5577998800 00..3388999999 11..0000000000

--00..2244993366 00..4477661199 --00..5500331122 00..2211330022 00..2211990011 11..0000000000

--00..1155885566 --00..0077888877 --00..1122004411 00..1100669911 --00..0066997799 --00..0088446622 11..0000000000

IILLLLIITTAA

AAMMFFIIBBOOLLEESS

CCUUAARRZZOO

FFEELLDDEESSPPAATTOO

GGEEHHLLEENNIITTAA

HHEEMMAATTIITTAASS

EESSPPIINNEELLAA

TABLA III. CORRELACIONES DE PEARSON

IILLLLIITTAA AAMMFFIIBBOOLLEESS CCUUAARRZZOO FFEELLDDEESSPPAATTOO GGEEHHLLEENNIITTAA HHEEMMAATTIITTEESS EESSPPIINNEELLAA

GGRRUUPPOOSS DDEEFFIINNIIDDOOSS AASSIIGGNNAACCIIOONN AA

LLOOSS GGRRUUPPOOSS

CCoonncceeppttoo NNúúmmeerroo ddee ccaassooss 11 22 33

11 2233 2222 00 11

OOllllaass ddee ccoocciinnaa 9955,,77%% 00,,00%% 44,,33%%

22 2200 00 2200 00

RReecciippiieenntteess ppaarraa llííqquuiiddooss 00,,00%% 110000,,00%% 00,,00%%

33 1144 00 00 1144

VVaajjiillllaass ddee sseerrvviicciioo yy cceerreemmoonniiaall 00,,00%% 00,,00%% 110000,,00%%

TABLA IV. ANALISIS DISCRIMINANTE

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111IV. El Formativo de Ecuador

TABLA V. FECHAS DE TERMOLUMINISENCIA

MUESTRA REAL ALTO PUNTA TINTINA LOMA VILLONES

VALDIVIA VIII7248 b 1596±296 a. C.7248 c 1602±329 a. C.

VALDIVIA VII (y PROTO-MACHALILLA)7240 A 1894±328 a. C. (P-M)7240 B 1811±333 a. C.

VALDIVIA VI7220 b 2052±353 a. C.7220 d 2039±411 a. C.7220 e 2037±300 a. C.

VALDIVIA V7241 a 2243±324 a. C.7241 e 2292±300 a. C.

VALDIVIA IV7243 a 2458±331 a. C.7243 d 2524±358 a. C.

VALDIVIA III7222 c 2829±404 a. C.7222 2897±409 a. C.

VALDIVIA IIb7245 c 2727±467 a. C.7245 e 2958±433 a. C.7246 a 2888±483 a. C.7246 b 2904±524 a. C.

VALDIVIA IIa7234 a 3052±426 a. C.7235 a 3270±441 a. C.7235 b 3093±407 a. C.

VALDIVIA Ib7236 b 3149±496 a. C.7238 a 3577±454 a. C.

UNIDAD 1 UNIDAD 2

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112 IV. El Formativo de Ecuador

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IV. El Formativo de Ecuador

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114 IV. El Formativo de Ecuador

INTRODUCCIÓN

La revisión adecuada del Formativo en su signifi-cado y aplicación en distintos sectores del planeta,evidencia que más allá de constituir un conceptoque se ajustó a las exigencias ideológicas y metodo-lógicas en un momento de la historia del pensa-miento arqueológico, hoy en día no responde a lasnuevas demandas que la propia dinámica y desarro-llo de esta ciencia así lo expresan. De allí que urgeun nuevo análisis no sólo de la terminología que em-plea el arqueólogo,sino lo que es más importante,delos contenidos y alcances de cada palabra y esque-mas elaborados, en este caso para definir los proce-sos históricos de los pueblos antiguos.

En efecto,una rápida aproximación al Formativo,o lo similar que será definido como “Neolítico”de Eu-ropa,del Asia y África, indica que no todas las socie-dades cambiaron al mismo tiempo, existiendo ele-mentos diferenciales en cada caso;así,en el CercanoOriente la cerámica aparece mucho después de quese produzca la sedentarización de los grupos huma-nos. En Eurasia Septentrional, la alfarería comienzaantes que la agricultura y domesticación de anima-les,mientras que en Europa Septentrional y la mayo-ría de Asia,será desconocido este estadio de desarro-llo social en esa misma época.

Diferencias que ocurren también en nuestro con-tinente, si comparamos los Andes Centrales, sin alfa-rería ni textilería por telar, pero organizados en cen-tros pre urbanos y con una economía agrícola, con-trario a los Andes Septentrionales en donde al me-nos 1500 años antes (3500 a.C.) se dominaba ya lacerámica y los tejidos de telar,en medio de una eco-nomía también agraria, pero con una organizacióndel espacio,mejor entendida como aldeana.

Lo que quiere decir que más allá de los con-ceptos evolucionistas que para el caso americanohan propuesto un modelo de sociedades con unaconducta aceptada en términos unilineales, se im-pone en el presente un entendimiento global delos pueblos que han atravesado distintos nivelesen el enfrentamiento con una doble contradic-ción y relación simultáneas: 1) la naturaleza y elpropio desarrollo de su complejidad social, enten-dido esto último en los mecanismos económicos,tecnológicos,políticos e ideológicos que permitie-ron la apropiación del medio y la reproduccióndel grupo; y 2) su relación con otras sociedades.

Resulta entonces que efectivamente, la obso-lencia del término Formativo como sinónimo deprimer paso en el proceso civilizador está fuera deduda. Sin embargo, quedarse en el simple cambioformal de nombres no resuelve nada, por lo cualhabrá que tomar en cuenta varios factores:

Cada pueblo tiene su historia, producto de lascontradicciones con el medio y con su propia rea-lidad cambiante, en términos dialécticos.

La relación y contradicción con otros pueblosvecinos o localizados a larga distancia, señalan laexistencia de un espacio de inter-influencias regio-nales susceptibles de ser medidas.

Las relaciones entre distintos pueblos no sedan necesariamente en términos igualitarios,puesto que en una misma región,subsisten gruposhumanos estructurados en formaciones socialesdistintas.

Formaciones sociales y regiones culturales per-miten ubicar a los pueblos investigados desde unpunto de vista cronológico: en la comprensión delos cambios sociales e históricos; y cronológico:en el espacio de las relaciones regionales.

El Formativo en la Sierra Ecuatoriana

Jaime Idrovo Urigüen

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115IV. El Formativo de Ecuador

La demarcación de regiones en donde actúandeterminadas formaciones sociales dominantespuede explicar los factores exógenos que actúan so-bre un pueblo,a tiempo que ayudan a cimentar unavisión mucho más amplia del espacio. De esta suer-te,el concepto de “Área”ya explicado por Lumbreras(1979), podría entenderse como un macro espaciohistórico -cultural,que en ciertas etapas o segmentosde su existencia articula varias regiones y en dondecada pueblo tiene su identidad,pero está a su vez in-ter relacionado con el conjunto o Área.

Una nueva periodización deberá combinar losdistintos factores entendidos dentro de los concep-tos “formación”y “proceso social”.El estudio de lo re-

gional tiene que dar paso al entendimiento de lasáreas histórico - culturales en donde quizá,si es posi-ble, comprender un modelo dominante y aquellosmenores que de alguna forma explican al primero yson también explicados por contradicción con éste.

Dentro de este panorama,el Formativo ecuatoria-no tiene todavía más preguntas que respuestas. De-trás de los trabajos realizados básicamente en la Cos-ta,se han tejido numerosas interrogantes que nos lle-van a la formulación hipotética de un proceso queincluyó todas las regiones del país,pero del cual co-nocemos muy poco (Fig.1,Mapa).De suerte que losestudios realizados sobre Valdivia, Machalilla y Cho-rrera, sirven de base para un acercamiento hacia lo

Figura1, Mapa del Ecuador con las zonas del Formativo.

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116 IV. El Formativo de Ecuador

poco que se ha descubierto en la montaña alta delEcuador. Lo cual se complica aún más si considera-mos que los sitios trabajados metódicamente no su-peran la decena, para el caso de esta Región, carac-terizándose además porque en su mayoría, estos re-presentan estudios puntuales sobre problemáticasespecíficas de cada lugar, sin llegar a abordar pro-puestas más de conjunto,o sobre la variada temáticaque plantea el Formativo.

ANTECEDENTES

Con estas consideraciones antedichas,surgen en-tonces interrogantes concretas como aquella de laformación y desarrollo de las sociedades de la Sie-rra,habida cuenta del nivel de relaciones con la Cos-ta y del manejo de una alta tecnología cerámica conla que se encuentran estos pueblos en el momentode su descubrimiento contemporáneo.Aspectos queno explican las sucesivas etapas que debieron pasarhasta alcanzar los niveles de complejidad social quesupone el “Neolítico andino”(Formativo de la Sie-rra),con un manejo espacial y comercial que permi-tía la circulación de productos a corta y larga distan-cia.Es decir los correspondientes elementos que via-jaban de un sitio a otro y viceversa; partes del inter-cambio que no sólo indican la compartición de bie-nes manufacturados o de subsistencia,sino tambiénla transferencia de tecnologías y el contacto culturalde los involucrados en la red de comercio, con losconsiguientes vínculos ideológicos y políticos queen diferentes categorías debieron producirse.

De otra manera tendríamos que aceptar que losresultados del proceso evolutivo del Litoral se des-plazaron en una época relativamente tardía hasta laSierra, acoplándose en escaso tiempo a las nuevascondiciones geográficas, climáticas, etc.; esto es uncuadro de adaptabilidad de personas,plantas,tecno-logías, instituciones y demás componentes del mun-do chorreriano, por ejemplo, en una rápida secuen-cia de transformaciones que conocería sobre el pai-saje serrano, más o menos hacia el 1500-1200 a.C., avarios pueblos de origen costeño, especializados yaen el manejo del medio ambiente, a tiempo quemantenían relaciones con el Litoral y también con laAmazonia (Fig.1).

Esta hipótesis impone tener en cuenta algunospuntos de vista; así: las evidencias de asentamien-tos paleolíticos identificados en la arqueología del

Ecuador como precerámicos, datan de más de10.000 años de antigüedad. Chobshi en la provin-cia sureña del Azuay,Cubilán en el extremo Sur,enLoja, y el Ilaló en la provincia norteña del Pichin-cha son el testimonio de una ocupación tempranade la Sierra.

Ahora bien:¿qué ocurrió con estos grupos huma-nos? ¿se sucedieron en la historia de los asentamien-tos y el dominio de esta zona o simplemente desapa-recieron?

Si es lo primero: ¿en qué estadio cultural fueronencontrados por los emigrantes que provenientes delas zonas tropicales,aportaron el maíz,el ají,el fréjol,etc. hasta las alturas de la Cordillera? Sí es lo segun-do: ¿debemos aceptar la llegada intermitente de dis-tintos grupos procedentes de la Costa, de la Amazo-nia o incluso de otras partes de la Sierra, luego deque los cazadores- recolectores se extinguieron?

Los dos supuestos exigen análisis mayores, loscuales no pueden ser asumidos en su totalidad, da-do que en la actualidad no contamos con los datossuficientes,pero que quizá permiten argumentar me-jor la primera hipótesis, si aceptamos lo ocurrido enla Costa,con el complejo Las Vegas (Stothert 1990).

Este sitio de ocupación Paleoindio entregó infor-mación confiable sobre la iniciación de la domesti-cación del maíz, y si bien no existen las pruebas dela continuidad en el mejoramiento de este cerealhasta Valdivia (3600 a.C.),es lógico suponer un cami-no próximo, puesto que para la época de la forma-ción de las primeras aldeas en el litoral Pacíficoecuatoriano,el maíz aparece ya como un recurso ali-mentario plenamente controlado, a tal punto deconstituirse en la base de su economía.

Es decir, se trataría de un escenario de cosas endonde, grupos locales que evolucionaron hasta unaorganización social basada en la agricultura,cuentacon cereales como la quinua. La sociedad, acepta-rían el cruce de gente provenientes de distintas geo-grafías y en distintos momentos, hasta la llegada enel segundo milenio a.C. de los primeros alfareros,con quienes, siendo todos pueblos de agricultores,pudieron mantener contactos comerciales y cultura-les, incluso mucho antes. Por lo tanto, sociedades se-rranas que no habían incorporado la cerámica co-mo respuesta inmediata a las necesidades domésti-cas y de culto, pero que, una vez producido un ma-yor y continuo contacto con el Litoral, especialmen-te con el área de Chorrera,habrían asimilado esta ex-

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117IV. El Formativo de Ecuador

presión artesanal y su universo tecnológico-cultural,en una etapa de alto dominio y maestría como suce-de en esos siglos.

Algo similar a lo que ocurrió entre Valdivia y Hua-ca Prieta,hacia el 2.000 a.C.; la primera introdujo de-talles de su decoración cerámica sobre un puebloque siendo agricultor, no era alfarero. La transferen-cia se dio sin embargo sobre las calabazas,grabadascon diseños de rostros humanos de estilo valdiviano.En consecuencia, dos procesos históricos diferentespudieron encontrarse y asimilarse a través de las ex-presiones ideológicos de la cerámica, a condiciónde estar emparentados por una base económica si-milar, sustentada en este caso por la agricultura.

En consecuencia, si en el Litoral se había inicia-do con mucho tiempo de anticipación la estructura-ción de sociedades neolíticas,en la Sierra, la domes-ticación de plantas y animales habría mantenido for-maciones sociales en idéntica dirección,salvo el he-cho de no haber conocido la alfarería,la cual vendrásólo cuando los contactos con la Costa se acrecenta-ron, sobre todo en el llamado Formativo Tardío. Esteargumento explica el alto nivel tecnológico y formalque en materia de cerámica expresa el Formativo se-rrano, especialmente de la región austral del país(Gomis en este libro).

LA SIERRA DURANTE EL FORMATIVO TARDÍO

La Sierra está situada entre la planicie costeray los inicios de la llanura amazónica, aún limitadaen sus bordes occidentales por discontinuos ra-males montañosos de una tercera Cordillera, másbaja que la mal llamada Oriental,que en este casose convierte en efecto, en la cordillera Central. Sehalla por lo tanto enmarcada, en esencia, por lasestribaciones de los Andes,entre los ramales Occi-dental y Central, mientras se divide de norte a surmediante “Nudos”o macizos montañosos transver-sales que forman enormes valles u “Hoyas”. Lasmúltiples condiciones ecológicas que se formanen este escenario físico,permiten distinguir los de-clives cordilleranos, húmedos y cubiertos por unespeso manto de bosque, los valles cálidos o “yun-gas”, valles templados y páramos, hasta las nievesperpetuas.Esto es un espacio natural diversificadoy en capacidad de enlace con otras regiones, apartir de las cuencas fluviales que ayudan al reco-rrido de los ríos que bajan hacia el este y el oeste.

Estas condiciones permitieron la conforma-ción de unidades histórico-culturales con contac-tos bien definidos con la Costa y la Amazonia,mientras que en sentido norte-sur se dificultan lasrelaciones, de manera especial cuando existencordilleras con elevaciones superiores a los 4000m.s.n.m.; así el Nudo del Azuay, al norte de la pro-vincia del Cañar,que se definió como una fronteranatural entre los Cañaris y Puruháes.

ALGUNOS DATOS HISTÓRICOS

Existe desde fines del siglo pasado y a lo largodel siglo XX, una secuencia de investigaciones ar-queológicas, que hasta antes de la década de lossesenta y posteriormente en los últimos años, dancuenta de dos etapas en el estudio del Formativoserrano.El primero se inicia con M.Uhle (1922), in-cluye a J. Jijón y Caamaño (1952) y se articula lue-go con los trabajos de D. Collier y J. Murra (1943)y W. Bennett (1946), en un momento en el que sedesconocía la antigüedad real de las manifestacio-nes culturales tempranas de la serranía.

Vienen después para la región austral, los traba-jos de la Misión Británica (que no dejaron informesescritos),y el de M.Temme (trabajo en este libro),enla cuenca del río Jubones y Putushío, Provincias delAzuay y Loja respectivamente.Le siguen las investiga-ciones de K.O.Bruhns (1987;1988;1989) en Pirincay;de D. Gomis en Chaullabamba (1989); de la Misiónfrancesa en Catamayo (Guffroy y otros 1987); y re-cientemente la de P. Ledergerber en Gualaquiza(1995),en las estribaciones de los Andes sur-orienta-les, en la provincia de Morona-Santiago. Todas estasúltimas investigaciones fueron organizadas y desa-rrolladas con problemáticas propias.

Para la Sierra Central quedan sólo informes in-completos de las campañas por Collier y Murra(1943),de Porras (1977) y recientemete, los de Arella-no en la provincia de Chimborazo (trabajo en este li-bro),desconociéndose en su mayoría los componen-tes principales del Formativo de esta zona.

Para el norte del Ecuador,contamos con los estu-dios pioneros de Jijón y Caamaño (1952) y reciente-mente los de Porras (1982) y Villalba (1988) en Coto-collao,provincia de Pichincha.

Todos estos trabajos forman un cuerpo de estu-dios disímiles en el tiempo,con objetivos y metodolo-gía de investigación igualmente heterogéneas,que de

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ningún modo han facilitado la comprensión ordena-da del desarrollo que debió presentarse aproximada-mente desde el 1500 al 500 a C.en la Sierra ecuatoria-na.Pese a ello,podrían resumirse de manera prelimi-nar algunos aspectos en el orden que sigue:

A) Economía:¿Cuáles fueron las bases de la economía en el

Formativo de la Sierra? Sin duda ésta reposaba en la agricultura y el co-

mercio. Los trabajos de Bruhns (1989-1990) en Pirin-cay informan también sobre la utilización de camé-lidos,sin que hasta la fecha sepamos con claridad siéstos fueron tenidos como animales de consumo,producción de lana, o utilizados como medios decarga. Las sepulturas especialmente dedicadas a suconservación, sugieren de todas formas un aprecioparticular por estos animales,lo que quizá,aparte desu valor alimenticio, indicaría que sí hubo domesti-cación y que se los mantenía en corrales o lugaresespecíficos destinados para el efecto.

La agricultura progresivamente llegó a ser inten-siva,al ser favorecida por la benignidad del clima enlos valles,a lo que se debe añadir la variedad de mi-cro climas que pudo influir en la selectividad de lasplantas,su mejor adaptación al cambiante paisaje se-rrano y la diversidad de plantas producidas.Se cono-ció el maíz, el chocho, fréjol, ají, calabaza, papa, oca,quinua,provenientes de las tierras altas y templadas;en los valles calientes se cultivó el algodón,el camo-te, el aguacate, la coca, y una variedad de frutas co-mo la chirimoya,guaba,etc.Sumándose a esto activi-dades complementarias como la cacería, que pro-porcionó una dieta rica en proteínas. En Chaulla-bamba, se han reportado el conejo, la zarigüeya, elvenado, aves diversas, peces, tortugas y cangrejos derío,llamados “pangora”.En Cotocollao,sabemos de laexistencia de venados, llamas,puma,guanta,conejo,comadreja,tortuga,y numerosas aves y reptiles.La ca-cería se evidencia además por la presencia de dar-dos y puntas de proyectil que se han recuperado encantidades considerables, por ejemplo en Narrío,provincia del Cañar. A estas actividades se suma ladomesticación de ciertas especies como el cuy y loscamélidos.

La agricultura, domesticación de animales ycaza, fueron además complementadas por el co-mercio y el intercambio de productos con otraszonas ecológicas.

Los pueblos se ubicaban en zonas estratégicasque controlaban el espacio inmediato de subsis-tencia, pero también representaban el acceso aáreas localizadas a corta y larga distancia y geo-gráficamente distintas, desde donde aprovecha-ban, mediante el intercambio, de otros recursospara mejorar sus niveles de vida y adquirir produc-tos suntuarios.Tómese para ello en cuenta el casode pueblos como Narrío, localizado a más de 3000m.s.n.m., pero próximo a tierras de yunga y vallestemplados en donde marcó su influencia, utilizan-do además la cuenca del río Cañar para llegar a laCosta, en prácticas de comercio a larga distancia.

Los pueblos de Chaullabamba en cambio, seasentaron en las orillas de los ríos Cuenca y Bur-gay, asendiendo a las zonas altas del norte, a laCosta,y a la Amazonia por medio de la cuenca delrío Paute. En esta línea de movimientos se alcanzóel máximo de extensión en los contactos a largadistancia, al emparentarse con Bagua en la Ama-zonia peruana y con Chavín de Huántar en la Sie-rra, a través de la cuenca del Paute - Santiago - Ma-rañón, mientras por el Occidente, se llegaba hastaCupisnique en la Costa norperuana.

Es decir los pueblos aprovecharon al máximolas condiciones de una geografía extremadamen-te cambiante y dura en sus componentes, peroexuberante cuando las sociedades supieron resol-ver eficientemente la contradicción Hombre-Natu-raleza a través del manejo del comercio y el con-cepto de complementariedad.

Al sur se proveían asimismo de sal en la regióncostera y en las estribaciones de la Cordillera Cen-tral. En Cotocollao sucedía algo similar con esterecurso y la comercialización de la obsidiana.Otras mercancías utilizadas en el campo religiosoy como materia prima para la joyería, llegaban delLitoral; se trata de todo un conjunto de conchasmarinas de las más variadas especies, en dondesobresalen la Spondylus Princeps, el Strombus y laMadreperla. Las primeras eran frecuentemente uti-lizadas para la confección de objetos de uso fune-rario y las prácticas propiciatorias de la agricultu-ra; actos en los cuales se revela el complejo univer-so de las relaciones Costa - Sierra - Amazonia y laregión del norte del Perú, puesto que este mismomaterial circulaba en ese espacio proveniente víacomercio del Austro ecuatoriano. Aquí era proce-sado o semi elaborado y bajaba hasta la Amazo-

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nia, como lo demuestran los hallazgos de Porras(1983) en la Cueva de Los Tayos, para luego seguira través del Santiago y el Marañón hasta la Sierracentro, norte del Perú.

Otra ruta hacia el sur,pero de menos importan-cia, y que pudo tener accesos diferentes, fue aque-lla que unió a Catamayo con el tráfico y el consu-mo de la Spondylus: una concha entera fue locali-zada por la Misión Francesa (Guffroy 1987) entrelos cimientos de una casa del Formativo Tardío. Lamisma pudo llegar en la dirección Cañar - Azuay -Loja,o directamente desde la provincia costera deEl Oro,afirmándose en este caso una ruta indepen-diente digirida por el litoral hasta la costa perua-na. Estos hechos no sólo se ubican en la compro-bación del tráfico a larga distancia, sino que nosintroducen en el campo de las relaciones ideoló-gicas y religiosas entre dos amplias regiones limi-tadas por la actual frontera del Ecuador y Perú, ysobre las cuales regresaremos más adelante.

B) Patrones de asentamiento: Se trataría de aldeas con un patrón semi-concen-

trado,aunque no existen pruebas de un sistema de or-ganización espacial como ocurría en el sitio valdivia-no de Real Alto (Marcos 1988). Narrío y Pirincay sonpoblados que ocupan colinas claramente diferencia-les en los valles del Cañar y del Paute,respectivamen-te.Un área superior a cinco hectáreas está utilizada enambos casos por restos de antiguas viviendas.Para Na-rrío,Collier y Murra (1943) reportaron planos de edifi-cios de tipo ovalado con divisiones interiores.Bruhns(1988), pese a realizar excavaciones sucesivas y con-troladas rigurosamente con estratigrafía natural, sóloha obtenido pruebas de pisos endurecidos de vivien-das y fragmentos de bahareque.

Chaullabamba se extiende asimismo sobre un te-rreno de ocupación humana de más de siete hectá-reas, en una planicie junto al río Cuenca. Los sitiosemparentados con este pueblo ocupan, todos, luga-res similares que van desde Pumapungo en la ciu-dad de Cuenca hasta 30 kms al norte, frente a la ciu-dad de Azogues, en las orillas del río Burgay, cuyasaguas engruesan el caudal del Paute hacia la Amazo-nia. Igualmente en Chaullabamba, Gomis (1988) re-porta cimentaciones de vivienda logradas con cantosrodados,en planos que podrían ser vistos como circu-lares y cuadrados, hallándose también fragmentos depisos y barro cocido.

Para Cotocollao,Villalba (1988) señala que el po-blado fue creciendo paulatinamente durante 1000años consecutivos (del 1500 al 500 a.C),hasta alcan-zar una extensión de 26 hectáreas. Las casas fueronrectangulares, ubicadas junto a otras y con fogonesasociados, pero asentadas sin un orden establecidoen medio de dos quebradas y próximas a varias lagu-nas naturales.

Los datos para Loja son de alguna manera simila-res: las casas tenían planta circular con base de pie-dra, mientras los poblados se establecieron en lasplanicies de Catamayo, próximos a ríos y vertientes.Narrío y Pirincay, ubicados sobre colinas que domi-nan ampliamente los valles cercanos tenían en susmanos el control de tierras fértiles ubicados a distan-cias mínimas,seguramente fueron éstos los espaciosagrícolas,dada la cercanía de las fuentes de agua.

Desconocemos en cambio las evidencias de es-pacios religiosos, excepción hecha quizás en Pirin-cay, que tiene una zona de sepultura de camélidos,más los cementerios reportados por Uhle (1922) enChaullabamba,en una suerte de pirámide baja de lacual no quedan en la actualidad huellas visibles.Sinembargo es evidente que sociedades complejas co-mo las que tratamos, debieron tener una organiza-ción del espacio determinada para viviendas, áreasrituales y otras actividades como las artesanales.

Así,Pirincay se especializó en la talla de cristal deroca manufacturadas en varios “talleres”, quizá de ti-po familiar y que fueron localizadas en un lugar es-pecífico de la colina (Bruhns 1987). En Cotocollao(Villalba 1988),se hallaron evidencias arqueológicasque señalan la presencia de “talleres” para una pro-ducción articulada en la talla de piedra y la textile-ría,manejadas en términos de unidades domésticas.Para Chaullabamba por su parte, la alta especializa-ción alfarera y la elaboración masiva de productoscerámicos, sugieren que tal vez existió una divisióndel trabajo mucho más compleja que en el norte, loque quiere decir que pudieran ubicarse en futurasinvestigaciones, zonas de trabajo especialmente de-dicadas a esta actividad. Considérese como datocomplementario en este sentido,la presencia de másde 200.000 tiestos en un área excavada de 36 metroscuadrados por 1,50m de profundidad promedio.

En el caso de Cotocollao,Villalba plantea igual-mente que el asentamiento temprano (1500-1100a.C) contó con 27-37 casas y una población de 162-259 personas; para la etapa tardía (1100-500 a.C) am-

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plia los datos a 106 viviendas y 636 habitantes. Estascifras podrían aumentar de manera considerable enlos poblados australes,dada la mayor concentraciónde viviendas en las colinas o las orillas de los ríos ycomo lo demuestra la abundancia de tiestos locali-zados en la superficie de los terrenos.

C) Expresiones materiales: Son numerosas las manifestaciones de este pe-

ríodo. Se representa en el “corpus”de objetos y uten-silios,diversidad de materiales,pero muy en particu-lar la cerámica,que sobresale por sobre las otras ex-presiones artesanales y artísticas; similar a lo queocurre con el resto del territorio ecuatoriano en esaépoca.Se trabajó además el hueso,la concha,piedrassemi-preciosas, piedra en general, los textiles, etc., atiempo que se daba inicio al uso y manejo de los me-tales (Zevallos Menéndez 1995).

En hueso se fabricaron agujas, espátulas para eltejido, punzones para abrir las mazorcas, conocidashasta la actualidad con el nombre de “chagliadores”;una variada gama de flautas con embocaduras de ti-po “quena”y también de madera, otras laterales; cu-charas,cuentas de collares realizados con finos hue-sos de aves,pequeños recipientes para la cal,usadoscon “llipta”para el consumo de la coca similares alos de la Costa (Ledergerber 1992).

En concha existen las “ucuyayas”o exvotos fune-rarios con múltiples representaciones antropomor-fas, cuentas de collares, orejeras, aretes, “botones”yuna enorme gama más de artefactos minúsculos deuso ornamental.

En piedra simple y semi-preciosa usaron el peder-nal, la andecita,el basalto,el sílex y la obsidiana; tam-bién el jade y la jadeíta, el lapislázuli, cristal de roca,entre las frecuentes; es decir materiales propios e im-portados,con los cuales se manufacturaron puntas deproyectil, instrumentos de labranza, metates y manosde moler, martillos, cuchillos, perforadores, ornamen-tos, idolillos,collares,etc.

En relación a los metales, la información de Zeva-llos Menéndez (1995), que reporta el hallazgo de unanillo y un arete de oro en Narrío,parece corroborar-se,merced a las nuevas evidencias que tenemos de Pi-rincay y Putushío (Temme en este libro).Sobre los tex-tiles contrariamente no tenemos información directa,pero sí pruebas colaterales como son la existencia degran cantidad de instrumentos usados en este oficio:agujas, espátulas y fusayolas o pesas halladas en casi

todos los sitios Formativos de la Sierra; completándo-se la información con el uso posible del algodón co-mo materia prima,al cual deben añadirse fibras vege-tales y talvez lana de alpaca y llamas (Peña 1989; Mi-ller y Gill 1990).Otras especializaciones de trabajo enmadera,cestería,etc.,no han dejado huellas o hasta lafecha son desconocidas.

La cerámica, o capítulo mejor estudiado, planteapor su parte numerosos problemas emparentados demanera directa con la cronología y tipo de pueblosque se desarrollaron en este período.

Cotocollao representa un sub-capítulo único (Po-rras 1982; Villalba 1988) en la Sierra norte, mientrasque Alausí (Porras 1977) perteneciendo a la Sierracentral, se incluye de alguna manera en el corpus ce-rámico del Sur.En el primer caso,abundan las vasijasde paredes rectas,carenadas y de base plana.Hay bo-tellas esféricas con pico de asa de puente,de estribo yotros similares a las botellas silbato de Chorrera. Lasparedes son compactas y de mayor grosor que las delsur o la Costa.Usan el rojo y el rojo pulido,al igual queel negro pulido.En la decoración es frecuente el inci-so,acanalado,punteado y otros más.

La utilización de las botellas de “asa de puente”y“estribo”señalan el parentesco de Cotocollao conMachalilla, lo que le confiere una antigüedad mayorque a los otros sitios de la Sierra, asociados mejorcon Chorrera. Contrario a lo que está ocurriendo enel Litoral, las representaciones antropomorfas son li-mitadas a algunas figurinas con las piernas cruzadasen “semi-loto”y otros parecidos a Chorrera,encontra-dos por Villalba (1988).

Porras (1982) enfatiza las relaciones entre Coto-collao,Alausí y Upano (de la Amazonia sur).Villalba(1988) ve elementos de correlación entre la “botellaasa de estribo”localizada en la Cueva de los Tayos yvarios pueblos del norte peruano,concretamente Pa-copamba,Waira-Jirca y Chavín.

La aparente simplicidad de Cotocollao contrastacon el complejo cuadro que dibuja la Sierra sur. Eneste aspecto intervienen varios factores, sobre todolos tipos de investigación realizados en épocas dis-tantes las unas de las otras, lo que supone valoracio-nes muchas veces opuestas a sin parámetros de con-fluencia.El panorama propuesto por Collier y Murra(1943) para Azuay y Cañar, resulta de una excava-ción llevada a cabo con niveles arbitrarios desigua-les de 25-30 cm. de espesor, en una época en la quetodavía no se había descubierto el método de data-

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ción de C14; lo cual significa una valorización pococonfiable, pero utilizada universalmente por la ar-queología ecuatoriana.

Los recientes trabajos en Pirincay (Bruhns1989; Bruhns 1990) y Chaullabamba (Gomis en es-te libro) precisan una realidad diferente a lo ante-rior. Con esta nueva visión, Gomis propone cuatrotradiciones que emparienten a distintos niveles lacerámica del Formativo del sur del país. Estas son:

1) Tradición Bicroma de Bandas Rojas; conhomogeneidad entre Pirincay y Narrío, mientras elgrosor de las paredes disminuye en Chaullabam-ba, distinguiéndose claramente las vasijas llama-das “cáscara de huevo”de menos de 3mm de espe-sor. Catamayo, sin mayores vínculos con las ante-riores,ensancha aún más el grosor de la cerámica.Son frecuentes, en Chaullabamba y las otras regio-nes, los vasos rituales y miniaturas.

2) Sigue la Tradición Chorrera de la Sierra,con expresiones de corte naturalista no estilizado:re-cipientes en forma de calabazas, cabezas de anima-les, reproducción de la flora y fauna del lugar. Partedel “Cañar Pulido”de Collier y Murra (1943) corres-pondería a esta tradición que está ausente de Cata-mayo,pero existe en Alausí y sobre todo en Chaulla-bamba.En Pirincay tenemos casos que asocian la bi-cromía con la pintura iridiscente. Bennett (1946)afirma el uso de esta técnica y la del negativo enHuangarcucho, perteneciente a Chaullabamba, endonde existen abundantes picos tubulares y asas pla-nas de botellas silbato que parecen fueron exporta-das a Pirincay y Narrío.Se reportan igualmente algu-nas esculturas antropomorfas, pero éstas no son tra-bajadas en forma similar a lo que hizo Chorrera.

3) Viene luego la Tradición Mate-Pulido-Lus-trado, definida sobre todo en Pirincay-Chaullabam-ba (Bruhns 1989; Gomis 1989) y más al sur,en Cupis-nique-Chavín. Luego, este tipo de cerámica se en-cuentra también en la fase Guangala de la Costa (Le-dergerber 1982). El color más frecuente es el negropero hay piezas café acaramelado y,en menor núme-ro,rojo claro.Son platos pequeños y hondos de pare-des rectas (3 a 4 cm de alto) y base plana.Técnica-mente esta tradición exige un amplio conocimientoen materia de cocción,proceso que se realiza en dosfases y que en Chaullabamba incluye el lustrado pos-terior.

4) Bandas Rojas entre Incisiones; Collier yMurra (1943) ubican a una serie de fragmentos

que en su mayoría se conforman como el “GrupoX”de los niveles tardíos de Narrío. Ledergerber(1995) los encontró en sitios de la zona de Guala-quiza y Santiago. Bruhns (1989) también informasobre tiestos de las capas superiores de Pirincay,mezclados con la Tradición Bicroma de BandasRojas y otros tipos tardíos,al parecer de proceden-cia amazónica, próximos al “Upano Rojo entre In-cisiones”de Porras (1987). Esta tradición está au-sente en Chaullabamba y Loja y parece anunciarel advenimiento de Tacalshapa en Azuay y Cañar,caracterizado por decoraciones geométricas gra-badas en vasos medianos abiertos, con cuerposglobulares y cilíndricos y frecuente uso de la poli-cromía y el negativo.

Finalmente se indican otros tipos incluídos co-mo “estilos locales”,así: el negro brillante de Chau-llabamba, acarenado en muescas, grabado, etc.

En el mismo complejo arqueológico de Chau-llabamba, fueron además recuperados varios se-llos, más otros fragmentos de “origen importado”,de Chavín de Huántar y Cupisnique entre los másimportantes.

D) Ideología: Lo ideológico/religioso se impone en la com-

partición de productos “sagrados”y la simultanei-dad de ritos y conceptos que pueden ser acepta-dos, sólo cuando una misma base económica em-parenta a pueblos distantes y de variada geografía;esto es, cuando los componentes esenciales quecaracterizan a las sociedades son similares y se ar-ticulan mediante la agricultura desarrollada y losefectos del excedente acumulado o comercializa-do en la consolidación de las castas dirigentes,con objetivos más o menos similares.

Se ven estructurados entonces, algunas mani-festaciones similares de carácter religioso entre elcentro-sur del Ecuador y el centro-norte del Perú,íntimamente ligadas a la agricultura y fortalecidascon prácticas comunes como son el uso de lasconchas marinas provenientes de los mares ecua-toriales. No se desencadenaron las mismas mani-festaciones formales; así, sociedades como Chavínde Huántar levantaron una gigantesca infraestruc-tura religiosa de templos y palacios (Lumbreras1965-66), mientras que en los Andes ecuatorianos,las que se hicieron fueron más bien modestas o nose han encontrado aún vestigios similares.

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Desde otra perspectiva, tanto al norte como enel sur del Ecuador, la ritualidad se ocupó de mane-ra insistente en las prácticas funerarias. Aparecenlos cementerios organizados en lugares específi-cos. Uhle (1922) habla del sector sureste de CerroNarrío como el área de enterramientos. En Pirin-cay y Chaullabamba se observan sepulturas den-tro de lo que parecen ser las viviendas, tradiciónque sobrevivirá más o menos de forma homogé-nea hasta el período de Integración. Para Cotoco-llao en cambio, es clara la asociación de las sepul-turas a un espacio definido como cementerio, yson frecuentes las bandejas ceremoniales de pie-dra con cráneos en el interior o incrustados enuna de las paredes del recipiente. Una tumba deChaullabamba tiene una concha Strombus ínte-gra. Por otro lado, son características de Narrío lasfamosas “ucuyayas”o exvotos funerarios. Se tratade pequeñas estatuillas de 3-8 cm, trabajadas enconchas marinas.

Algunas tienen varias cabezas y parece fueronutilizadas como alter ego de los individuos sepul-tados, habíendose recuperado miles de estas pie-zas especialmente en la provincia del Cañar.

CONCLUSIÓN:Hemos tratado de un período en la Sierra,en el

cual no se produjeron cambios de importancia ensentido cualitativo,pero si cuantitativo,si compara-mos lo que ocurrió en la Costa ecuatoriana o en elPerú,en donde hay más investigaciones que mues-

tran evidencias del surgimiento de los primerosgrandes centros ceremoniales y las consecuenciassocio-políticas que ello entraña.

En la Sierra austral ecuatoriana, el número deviviendas y las aldeas aumentaron, igual que el es-pacio agrícola, el comercio, etc., pero sin enfrentarla escasez de tierras o los conflictos que entrañanla concentración mayoritaria de riquezas en ma-nos de las élites religiosas y la materialización desu ideología de dominación en obras monumenta-les. Como muestran las investigaciones realizadashasta ahora en el Ecuador Formativo, los centrosceremoniales existieron aunque de menor volu-men y esplendor que en el Perú, y empezando enel Ecuador más temprano, desde Valdivia (Marcos1988).Se demostraría así la existencia de un podersacerdotal que no llegó a contradicciones mayo-res con el resto del componente humano, que semanejó en términos de economía familiar, en unmedio rico por su flora y fauna y su potencial agrí-cola. Los productos del intercambio, a decir de lassepulturas, tuvieron asimismo una distribuciónmucho más homogénea, sin que ello quiera decirausencia de rango y estratificación social.

De suerte que sólo a finales del Formativo, sedio paso a la estructuración de sociedades máscomplejas, que desembocaron en la formación delos Kuracazgos Regionales, durante el Período delos Desarrollos Regionales (500 a.C - 500 d.C)(Idrovo 1992).

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124 IV. El Formativo de Ecuador

INTRODUCCIÓN

En Putushío, situado en el valle superior del ríoJubones, se encontraron restos del Formativo Tardíosobre grandes extensiones. Se comparan estos ha-llazgos con los de otros sitios de la Sierra Sur,para ca-racterizar lo que es distintivo de Putushío en estetiempo y presentar reflexiones sobre la evolución desus materiales y sus patrones de asentamiento.

Los sitios ahora considerados formativos de laSierra Sur del Ecuador fueron recorridos y excava-dos desde el inicio de este siglo; primeramente porRené Verneau y Paul Rivet (1912:106-113) cerca de laconfluencia del río Ricay, afluente del Jubones, des-pués en los años veinte por Max Uhle (1922, 1929),quién entre otros sitios nombra a Cerro Narrío,Chau-llabamba, Monjashuaico, Huancarcuchu, al curso in-ferior del río Cuenca,por Paute y el valle del Catama-yo. En estos lugares y regiones profundizaron estu-dios los arqueólogos Donald Collier y John Murra(1943), Wendell Bennett (1946), Elizabeth Carmi-chael,Warwick Bray,John Erikson (1979),Jean F.Guf-froy (1981,1987),Karen O.Bruhns (1989),DominiqueGomis (Idrovo 1992:20) y recientemente Paulina Le-dergerber (1995) en Gualaquiza. Lo que llama laatención,es una cerámica finísima y restos arquitec-tónicos. Max Uhle (1922) relacionó estos hallazgoscon Centro América, postulando influencias Mayasen el alto Ecuador.

Putushío encaja perfectamente en la descripciónde Uhle con respecto al área de estos asentamientosde cultura supuestamente “Maya”.El sitio se encuen-tra en el valle seco del río León,afluente superior delrío Jubones, en un sector donde hasta ahora se lavaoro. Los restos se extienden sobre cerca de 400 hec-táreas (Fig.1 y 2).

Los pobladores de la región siempre lo conocieroncomo un área de antiguo asentamiento y pidieron quese realicen estudios. En 1969 (Diario El Mercurio) ungrupo de cuencanos excavó sobre todo en la cima dela loma de Putushío e interpretó la función del sitio co-mo fortaleza y como de una gran necrópolis en expo-sición.Las ofrendas funerarias no demostraron caracte-rísticas incásicas y se creía que se trataba de restos delos Paltas que dominaron la actual Prov. de Loja antesde la invasión de los Incas (Collier y Murra 1943).La au-tora casualmente pasando por el lugar en 1980, pudoadmirar por primera vez la majestad de este sitio,impre-sionante tanto por su peculiar ambiente natural comopor la acumulación extraordinaria de restos culturales.

A la vista parece sumamente difícil que en estelugar inhóspito pueda haber sobrevivido por largotiempo una población numerosa en forma sedenta-ria a base de la agricultura, aunque se observan re-servorios artificiales para el agua, canales de riego ynumerosas terrazas. La muy quebrada topografía, encambio, solamente pudo haber permitido que entreel agua a una muy reducida área con terrazas.El pro-pósito de ellas forzosamente debía ser otro que sola-mente servir para el cultivo.

Para estudiar más sobre el importante pasado deesta región, nació el Proyecto Arqueológico Pu-tushío, patrocinado por el Museo Antropológico delBanco Central del Ecuador, Guayaquil. Se realizaroncinco períodos cortos de trabajo de campo (un totalde 16 meses) entre 1982 a 1986,con dos objetivos: 1)identificar la sucesión de culturas que,según los pri-meros hallazgos superficiales de cerámica, abarca-ron un período de ocupación de tres mil años, y 2)definir el patrón de asentamiento. Se excavaron enaquellos años 100 m2 en la cima aplanada del Hua-huaPutushío (Fig 2).

EL FORMATIVO EN PUTUSHÍO - SIERRA SUR DEL ECUADOR

Mathilde Temme

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Restos de pisos del inicio de la ocupación en esta-do no removido,se encontraron en las plataformas so-bre las terrazas.Los terraplenes sostenidos con murosde piedra por más abajo resultaron tener edades mu-cho más tardías. Su construcción había causado quepisos del Formativo Tardío fueran desplazados, lo queexplicó en gran parte la presencia de cerámica forma-tiva ya en la superficie.

CRONOLOGÍA Y MATERIALES

Veintitrés fechas de C-l4 señalan el tiempo deocupación de Putushío entre ca. 3420±255 A.P hasta435±135 A.P. Ocho de estas fechas se refieren a pisosdel Formativo Tardío. Las dataciones fueron realiza-dos en el Niedersaechsisches Landesamt fuer Bo-denforschung, Hannover, República Federal de Ale-mania de 1987 a 1991; la más tardía por Krueger En-terprise Inc.,Cambridge,Mass.,USA,1984.Las edadesen fechas de C-14 y los números de laboratorio (en-tre paréntesis) son los siguientes:

3420±255 (Hv 16798); 2815±95 (Hv 16797);2780±120 (Hv 15381); 2705±155 (Hv 15832); 2560±85(Hv 14707); 2535±120 (Hv 15835); 2450±65 (Hv14706); 2360±130 (Hv 14704).

No se encuentra todo el material analizado,peropensamos poder dar indicaciones sobre la cerámi-ca, los restos de construcción e informar sobre lasevidencias metalúrgicas.

La cerámica:Aunque el Formativo Tardío parece cubrir un espacio

de tiempo de más de mil años;Putushío fue descubiertoen siete diferentes unidades estratigráficas,con diferentesfechas para este período,no se observa un verdadero de-sarrollo por tiempo en las formas y decoraciones.

En las Figs.3 a 5,se presentan las formas de las va-sijas con sus respectivas decoraciones.Leves diferen-cias temporales se distinguen entre el grupo A y lasagrupaciones B, C, D, E, F y con los grupos G y H. Elprimero tiene la fecha más temprana con 3420±255A.P. y lleva como característica un cuello sumamen-te corto.Ni la forma de las vasijas,ni las decoracionesparecen indicar un proceso evolutivo.No tenemos fe-chas tan antiguas que verifiquen la postulación deBraun (1982:6) de que la cerámica Cerro Narrío finí-sima puede tener un origen de 2580 a.C.Más excava-ciones en pisos no removidos y más dataciones sonnecesarias para poder comprobar la sugerida evolu-

Figura 1. Ubicación de Putushío y demás sitios mencionados en el texto:

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ción a un acabado menos fino.A pesar de la diferen-cia de tiempo entre el primer grupo A y las siguien-tes agrupaciones que se dan a partir de 2815±95 A.P.,en las decoraciones no existe un gran cambio.Es desospechar,que las agrupaciones de B a F,que se ma-nifiestan desde allí hasta el fin del Formativo Tardío,surgieron hasta antes de la segunda fecha menciona-da. Solamente los grupos G y H se inician más tardecon la fecha 2535±120 A.P.

Predominan las vasijas cerradas, que se distin-guen por cinco formas básicas de sus bordes:1) corto multiforme, 2) evertido de alto hasta muyalto,3) evertido alto con ángulo cambiante,4) altocon engrosamiento del labio hacia afuera y5) evertido entrante (Figs 3 a 5, grupos A a F).

El grupo F, el más abundante en la excava-ción, es el que más prueba que las formas fueronmantenidas por largo tiempo. La presencia de es-te tipo en los pisos del Formativo Tardío, de dife-rente datación en Putushío, como su aparición endistintos sitios desde 1900 a.C. hasta el Período deDesarrollo Regional, tanto en la Costa como en laSierra, manifiesta que esta forma fue conservadapor más de 1000 años (Lathrap y otros 1975:75;Bischof 1975a:54; Lecoq en Guffroy yotros1987:227).

Los bordes de los cuencos de la época más tem-prana (Fig 4 c) se agrupan en tres variantes de gro-sor: 1) disminuyendo este hacia el labio, 2) constan-te, y 3) levemente engrosado. En el exterior de loscuencos la franja del engobe rojo pulido puede ex-tenderse desde el labio, teniendo un ancho de uncentímetro,hasta cubrir más de la mitad del cuerpo,o como marcándose de manera vertical. En tres ca-sos existe una franja de engobe blanco pulido, con-trastando con el engobe rojo o café pulido, lo quepuede indicar un origen diferente. Los grupos G y H(Fig 5), formas de vasijas probablemente abiertas ydel fin del Formativo Tardío en Putushío, tienen el la-bio biselado o el labio engrosado redondo haciaadentro.

Con excepción de los grupos G y H, todos tie-nen el labio rojo pulido y áreas o franjas rojas pu-lidas o no pulidas, sobre un engobe de color antede la misma arcilla empleada para la pasta. Es es-ta cerámica que Uhle incluye en su tipo “mayoide”y que presentan Collier y Murra como el tipo “Ce-rro Narrío” con la decoración rojo sobre leonado.Varios autores ven esta alfarería relacionada conla cerámica Machalilla, Chorrera y Egoroy, supo-niendo e implantando un origen en la Costa ecua-toriana y tal vez, no se puede negar por completo,

Figura 2. Vista al Huahua-Putushio desde la loma grande de Putushio, la flecha indica el sitio de excavación.

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Figura 3. Tipos A y B de formas de vasijas con decoración.

A

B

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IV. El Formativo de Ecuador

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una relación con Mesoamérica (Meggers 1966:62-65 y 110; Collier y Murra 1943:85; Bishof 1975:56;Braun 1982:89; Guffroy 1987).

Las figuras 6 y 7 demuestran dibujos de las deco-raciones del cuerpo,ordenado por seis categorías:

-De “A” a “D”, se relacionan a lo que consta ya enla descripción e ilustración de las formas.El pintadocon engobe rojo está combinado con aplicacionesde variedad redonda,representación del ojo de café,manos, culebras, monos, conchas; existen aplicacio-nes de bandas con muescas, a veces en subdivisióncon zonas de ahumado e incisiones de uña, con lí-neas horizontales incisas o en ángulo.

-“E”se refiere a decoraciones que por su posiciónestratigráfica se asocian a las formas reportadas peroque no se dejan fácilmente incorporar. Entre ellasconsta la decoración incisa post-cocción, y entreotros, hasta en una asa típica de botella silbato (Fig7,E4 y E5).

-“F” en cambio demuestra decoraciones, tantoprovenientes de la excavación,como de la superficiey posos de cateo en otras áreas Putushío, que pare-cen tener edades aún más tempranas, en una parterelacionándose con Valdivia Tardío y Machalilla, enla Costa,a partir de 1800 a.C.

El examen sobre las pastas de la cerámica rojasobre ante, a través del estudio microscópico de lá-minas delgadas, dio el resultado que pertenecen aun mismo grupo,tienen como desgrasante en su ma-yor parte cuarzo,seguido por plagioclasa y rocas vol-cánicas. El tamaño del grano de desgrasante oscilade muy fino hasta muy grueso (0.06 a más de 2 mm)y la porción es del 20 a 40%.El cuarzo tiene una for-ma angulada,esquinosa y está bastante claro que fuetriturado y adicionado por el alfarero.El núcleo de lapasta es negra, probablemente de un contenido to-davía alto en substancias orgánicas, lo que indicaque las temperaturas, al hacer las vasijas, no eranmuy altas y además el tiempo de quema era corto.(Comprobado por el análisis microscópico de la mi-neróloga Vera Rabelt,Grupo de Arqueometría,Institutfuer Anorganische und Analytische Chemie, FreieUniversitaet Berlín,Alemania, l990.)

Por la forma y decoración existen parentescoscon los sitios de Catamayo,Sumaypamba y Cerro Na-rrío en distintas maneras.Por ejemplo,en lo referentea la forma de los bordes cortos de las vasijas (Fig3A), comparados a los tipos reportados para CerroNarrío (Collier y Murra 1943:Fig 10 fila 1 y Fig 12 fila

1) y Catamayo (Guffroy 1987:83-84) no parecen ser lomismo que en Putushío.Se acercan a la tradición Ca-tamayo B en cuanto se encuentran engrosados y dis-minuyéndose hacia el labio, pero en Catamayo noson decorados.Más bien en Huancarcuchu se notanformas idénticas y decoraciones similares (Bennett1946:Fig 6,K y N).Con respecto a la forma B (Fig 3 y4B),no se muestran exactamente las mismas formasde los otros sitios,pero son similares en su forma ge-neral a las vasijas globulares con bordes evertidos al-tos.Tienen las características de decoración, de Ce-rro Narrío (Collier y Murra 1943:62, Lam. 16 y 21). Laforma D (Fig 4D) se ilustra de Cerro Narrío (obra ci-tada Fig 13 fila 3),en la tradición Catamayo C y Cata-mayo D (Guffroy 1987:87,93). Parte de la tradiciónCatamayo C es diferente, porque en ésta se encuen-tra el borde más recto y además tiene incisión de li-neas rectas verticales y en forma de ángulos. El gru-po E (Fig 5E) guarda cierto parentesco con la varian-te C, rojo sobre leonado, de Cerro Narrío (Collier yMurra 1943:Fig 11).El grupo F (Fig 5F) demuestra en-laces con casi todos los sitios del Formativo Tardío enel Austro, hasta el Período de Desarrollo Regional(Uhle 1922:12; Bruhns 1989; Lecoq en Guffroy y otros1987:227).

Similitudes sobre las decoraciones del cuerpo A yC (Fig 6), se dan muy claramente con Catamayo C(Guffroy 1988:135Lam.6); con Cerro Narrío (Collier yMurra 1943:Lam.16, Fig. 6,10; Lam. 18, Fig. 1,2,11; Lám.19, Fig. 3, 9,11;Lam.20,Fig.15 a 29) y en las de la posi-ble afiliación a la Costa (Op. cit. Lam. 43, Fig. 11,12).Existen relaciones con los grupos de decoración A,C,D y E3 (Figs 6 y 7),con Sumaypamba (Ob cit.Lam.11,Fig.2) sobre el grupo B de decoraciones (Fig 6).

Se observa que en la cerámica rojo sobre anteexiste en una variación total, mayor que la descritaanteriormente. Comparada con Putushío, se notamás variedad en Cerro Narrío y menos en la cerámi-ca del valle del Catamayo.En Huancarcuchu y Mon-jashuaico se observa en cambio una inclinaciónmás fuerte al tipo finísimo.Están claros los contactoscon estos sitios y también con la región de Santa Isa-bel, por el valle del río Jubones. Pero el conjunto detipos en cada uno de estos sitios es distinto hasta ensu clasificación temporal.

Las áreas de influencias para los asentamientosno han sido iguales. Las relaciones se reducen a ti-pos seleccionados dentro de la cerámica.El grupo Xde Cerro Narrío no asoma en Catamayo ni en Putus-

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129IV. El Formativo de Ecuador

Figura 4. Tipos B,C y D de formas de vasijas con decoración.

B

C

D

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Figura 5. Tipos E,F, G y H de formas de vasijas con decoración.

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IV. El Formativo de Ecuador

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Figura 6. Tipos A,B,C y D de tiestos con decoración.

D

C

B

A

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IV. El Formativo de Ecuador

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Figura 7. Tipos E y F de tiestos con decoración.

E

F

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hío. Los análisis de pasta de Catamayo (Guffroy1987:82-83,92) y Cerro Narrío (Roy en Collier y Murra1943:91-92) sobre cerámica similar a Putushío,dejanla impresión que los recipientes fueron elaboradosen distintos lugares. Pirincay en cabio se asemeja aPutushío en el aumento de material orgánico a lapasta (Bruhns 1989:60).Pero resulta difícil compararla cerámica bajo este último aspecto,porque fueronempleados diferentes métodos de análisis.La elabo-ración de las pastas y el acabado de esta cerámicaindican técnicas refinadas que probablemente pue-den haberse mantenido dentro de familias o pue-blos alfareros. Una producción mayor parece expli-car su aparición en lugares a mayores distancias yhasta cierto grado el mantenimiento de las mismasformas en largo tiempo. No se puede excluir que ta-les grupos,con una economía artesanal especializa-da,tenían una red extensa de comercio,o que miem-bros de ellos desarrollaron cierta movilidad para tra-bajar en diferentes lugares.¿Se podría explicar tal vez

la aparición aislada de subtipos con un acto de selec-ción por el comprador? Pensando en estas posibilida-des, el material cerámico parece perder algo de supoder eminente para la descripción de complejosculturales,queda como un indicador de contactos yvastos espacios de tiempo.

La ArquitecturaUhle (1922:Lam I-III) publica fotos de los sitios

Cerro Narrío, Sumaypamba y Llaver. Demuestra lo-mas con cimas aplanadas por el hombre, similar alo que se ve en Pirincay (Bruhns 1989:60) y tal vezmenos pronunciado en La Vega del valle de Catama-yo (Guffroy 1987:196,197). De los sitios Llaver yUchucay se conoce murallas levantadas de lajas(Uhle 1922:Lams. II-III). Estas son particularidadesque se observan en Putushío. Pero, solamente pode-mos estar convencidos de pocos sitios, en que esteaspecto externo, hasta paisajístico, pertenezca úni-camente al Formativo Tardío. En el área de excava-

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Figura 8. F 15 - Hilera de cimiento de piedrasFigura 9. F 240/1580, construcción posiblemente de bahareque

con subdivisiones pequeñas rectangulares

8

9

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ción en Putushío consta que el movimiento de tierraspara construcción de terrazas con muros de piedrasse realizó al inicio del Período de Integración.Pero po-demos afirmar que durante el Formativo Tardío la pie-dra igualmente era un material de construcción bas-tante utilizado (Fig 8).

Las Figs. 8 a 10 ilustran restos de tres estructurasde edificios hallados en la plataforma del Huahua-Putushío. Son diferentes entre sí: El complejo F240/1580 (Fig. 9), con una fecha de 2560±85 A.P.,contenía una construcción de bahareque con sub-divisiones rectangulares muy pequeñas. En el pisoF 1167 (Fig. 10), fechado 2450±65 A.P, se presentóuna hilera de lajas grandes puestas verticalmentejunto a un empedrado. La leve inclinación de laslajas sugiere que sirvió como zócalo de un edificiogrande que debía haberse extendido hacia el Estede la plataforma, donde ahora existen terrazas delPeríodo de Integración. Las lajas grandes puestasverticalmente son características en otros sectoresde Putushío y de sitios del valle de León. El piso

más reciente del Formativo Tardío, F-15 (2360±130A.P.),presenta un cimiento simple de una hilera depiedras. En la Fig 11, se ve un trozo de revoque decasa, adornado con líneas incisas y pintura roja,que se encontró en el contexto F-1167.

Todas las edificaciones excavadas, eran rec-tangulares o cuadradas. Uhle (1922:4) mencionaconstrucciones de este trazado en Chinguilanchi yChaullabamba. Con tal generalidad fueron obser-vados también en Sumaypamba y Cerro Narrío(Collier y Murra 1943:29,43).En valle del río Cuchi-pamba y sus tributarios Ledergerber (1995:Figs 2ay 2b) excavó estructuras semicirculares.En el vallede Catamayo se descubrieron estructuras rectan-gulares y semicirculares (Guffroy 1987:70,198).Aunque las formas se parecen, la manera de edifi-carlas es muy diversa.

Las Evidencias Metalúrgicas

Los hallazgos de metales son escasos para el For-mativo (Bruhns 1989:66).En Putushío los indicios deactividad metalúrgica consisten en chispas y micro-pepitas de oro nativo y en desechos de elaboracio-nes con oro. Fueron hallados en algunos contextosde este período.Todos son restos muy diminutos en-tre 0.02 hasta 1 mm de diámetro. Los pedacitos deoro que demuestran la intervención del orfebre, sonláminas martilladas sumamente finas y muestras so-lidificadas en formas de bolitas esféricas perfectas,también de esferas deformadas o solamente salpica-duras amorfas. Hasta 1994, solamente se realizaronanálisis semicuantitativos de pocas de las muestrasde los metales encontrados en los pisos tempranos,utilizando un microscopio electrónico de energíadispersa espectrométrica (SEM-EDS). Esos análisisfueron referentes al contenido de oro, plata y cobre.Los estudios sobre los restos metálicos realiza el Dr.Thilo Rehren,Institute Archaeo-Metallurgical Studies,University College of London.

En el piso F 1470, el más temprano del Forma-tivo, se encontraron dos fragmentos de un moldede cerámica que tienen adherido oro, a casi dosmetros de separación. Los pedazos tienen una di-mensión de sólo 2,5 x 2 cm y 1,5 x 1,5 cm, ambosde un grosor de 1 cm. Su superficie está cubiertacon una capa sinterizada de carbonato, pero co-mo veinte gotitas de oro se encuentran pegadas enla superficie original. Los análisis de espectrome-

Figura 10. F 1167 - vista parcial de hilera de lajas, puestasverticalmente.

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135IV. El Formativo de Ecuador

tría de energía dispersa demuestran que el metales oro casi puro con el 6% de plata aprox.y menosde 0.5% de cobre, siendo una composición de oronatural no aleado.

En los pisos más tardíos del Formativo (WO3-1552 y W13-1283) se observa un aumento de cobreen las muestras solidificadas que llega hasta el27.9% de cobre. Por haber encontrado tambiénchispas y micropepitas de oro nativo en los pisosarqueológicos, que bajo el SEM son iguales a lasmuestras geológicas del río León, al pie del Pu-tushío, podemos indicar el aprovechamiento delos lavaderos en la vecindad. En éstas se observasiempre una aleación binaria de oro y plata (conmás de 35% de plata) y un contenido de cobreque no excede el 1%. Consecuentemente es desospechar que ya al fin del Formativo Tardío lasaleaciones con cobre fueron producidas por elhombre.

La lámina delgada más grande,que tiene un ta-maño de 1 mm2 y varias veces doblada, fue encon-trada en el piso F 1580, datado en 2560±85 A.P. Nose analizó todavía esta muestra. Es de mencionarque en las láminas más tardías igualmente se re-gistró un pequeño aumento en cobre,posiblemen-te puesto para influir la flexibilidad del metal.

La función de Putushío como taller aurífero si-gue hasta el fin del Período de Integración.Los res-tos excavados de esta actividad revelan una evolu-ción técnica al fin del Período de Desarrollo Re-

gional con dos particularidades: 1) se aumentanlas aleaciones de cobre al oro en cantidades nota-bles, y 2) se encuentran instalaciones fijas de ba-rro como hornos-receptáculos en gran número so-bre las plataformas y terrazas del HuahuaPutushíoy alrededor de la laguna Tasqui para el procedi-miento metalúrgico. Su presencia en la loma gran-de de Putushío tampoco se excluye (Rehren yTemme 1994).

El Patrón de Asentamiento

Se destaca el desarrollo funcional del sitio Pu-tushío más allá del Formativo, porque la funciónespacial es el indicador más revelador para lacreación de diferencias en el cuadro de áreas cul-turales. Aunque se excavó muy poco, se llegan aplantear un número de hipótesis que de maneramás consecuente pueda verificar la imagen de es-ta sociedad y sus materiales. Se anuncian las posi-bilidades de comercio a larga distancia y a su vezinfluencias múltiples desde lejos a este sitio.

¿Cómo se declara la función de los demás si-tios hasta el momento? Para Chinguilanchi en elalto Catamayo, Uhle (1943:4) interpreta como deutilización religiosa, describiendo restos arquitec-tónicos como de un altar.Para el valle seco del Ca-tamayo,se propone la llegada de agricultores (Guf-froy 1987:125), quienes en este caso debían tenerconocimientos del riego.Pirincay, según las indica-

Figura 11. Trozos de revoque, uno adornado con líneas incisas y pintura roja.

cm

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ciones de Bruhns (1989), era un taller de cristalesy lugar de comercio de productos sobre grandesdistancias. Cerro Narrío se presenta como un posi-ble cementerio, siendo utilizado como tal aún entiempos modernos. Los asentamientos en la con-fluente del río Ricay con el Jubones,posiblementeeran sitios de paso; ellos ocupan un paisaje com-pletamente árido.Hasta hace pocos años funcionóel camino de herradura desde los poblados en elvalle del León hacia la Costa.Huancarcuchu,Mon-jashuaico y Chaullabamba se encuentran sobrelas fértiles terrazas fluviales del río Cuenca en laconfluencia con el río Paute, a su vez un puntomuy estratégico hasta ahora, para entrar desde allíhacia la Amazonia. Colocando los sitios reporta-dos sobre un mapa geofísico, se anota, que todosellos se encuentran en importantes vías de comu-nicación, en el medio de valles intermediarios en-tre la Costa y el Oriente y dentro de la Sierra deNorte a Sur, todos ellos incorporados de algunamanera a la cerámica tipo Cerro Narrío, donde lasCordilleras Andinas por bajas alturas y poca an-chura facilitan enormemente el traspaso entre tandistintos espacios.

También se observan sitios donde hay yaci-mientos importantes de minerales: metales, sales,piedras para tallar, etc. Fueron asentamientos dedensa y larga ocupación dentro de la época delFormativo Tardío.Algunos de ellos,como Cerro Na-rrío y los sitios en la confluencia del río Ricay conel río Jubones y Putushío, demuestran aún ocupa-ción hasta el fin de la era prehistórica. Pero no co-nocemos varios aspectos de esta “cultura” y el gra-do de dispersión en áreas estratégica y económi-camente menos atractivas. Muchos de estos sitiosse encuentran sobre lomas secas en valles semi-áridos hasta áridos, donde la actividad agrícola yarequería conocimientos técnicos elevados y es-fuerzos entre grupos numerosos para hacer llegarel agua a los campos de sembrío. Indudablemente,las lomas ofrecen una función de defensa y conlas dimensiones que tienen,en muchos de ellos seobstaculizaría la vida diaria,si en estos sitios se tie-ne que mantener la vida a base de la agriculturacon una economía de subsistencia.

Tenemos que preguntarnos: ¿Los espacios so-brantes eran despoblados? ¿Si en el Formativo es-tos y otros poblados tenían o no alfareros? La ce-rámica tipo Cerro Narrío rojo sobre ante señala

una inmigración desde muy lejos, de un pueblomás evolucionado a la Sierra Sur.Por las marcadasdiferencias entre los conjuntos de estilos de cerá-mica en cada uno de estos sitios formativos, pode-mos constatar que probablemente vinieron de le-jos, pero de diferentes lugares y civilizaciones. Eneste caso su ubicación exclusivamente en las víasclaves, pueden indicar que desde estos sitios odesde más lejos estaban en contacto con asenta-mientos que tenían otras técnicas con otros bie-nes culturales. De todas maneras tenemos que in-terrogarnos: ¿Cuándo se terminó el Período Prece-rámico en la Sierra Sur?

CONCLUSIONES

Anteriormente se ha expuesto que el conceptode “Formativo” sirvió como un indicador de tiem-po. Fueron comparados vestigios de diferente ín-dole, presentes en Putushío durante este período,con aquellos conocidos en otros de la Sierra Sur.Sobre todo la cerámica aparentemente similar pa-ra este tiempo estimuló el describir el Formativoen Putushío para resaltar las diferencias y similitu-des con otros sitios.

Sin lugar a duda es la cerámica la que ofrecehasta el momento más posibilidades de compara-ción. Las observaciones sobre los recipientes conla decoración rojo sobre ante de Putushío, de-muestran que en este período no hay un desarro-llo evolutivo claro.La comparación de la cerámicacon otros sitios, muestran otras agrupaciones y va-riaciones de los subtipos. El examen de las pastasde vasijas de diferentes asentamientos aún no pue-de resolver el problema de en dónde tiene esta ce-rámica su centro de elaboración. El fino acabadoy a veces la aparición de tipos idénticos a los en-contrados en sitios distantes indicaría tanto la es-pecialización del trabajo, como la comercializa-ción de esta alfarería.

La ubicación de los demás sitios con esta cerá-mica en zonas intermedias entre Costa, Sierra yOriente explicaría por un lado la dispersión de lacerámica tipo rojo sobre ante, como la presenciade estilos de otro origen cultural dentro de estaépoca.

La arquitectura de Putushío, como el otro fac-tor sujeto a una comparación con otros sitios deesta época, fue menos aclarado.Lo poco excavado

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en Putushío demuestra que debemos calcular pa-ra este tiempo bastantes variaciones en el diseñoy la técnica de edificación.

Respecto a la metalurgia del oro en Putushío,sus evidencias demuestran que es un sitio único,para el período Formativo ecuatoriano, si lo com-paramos con los de la Costa.Esos trabajos especia-lizados causaron una ocupación del sitio Putushíohasta el fin de la era precolombina. Durante el pe-ríodo Formativo los habitantes desarrollaron elmartillado, la fundición y la aleación. Solamentepara esta fase temprana contamos con el hallazgode un pequeño molde de fundición elaborado dearcilla.

Finalmente, los patrones de asentamientos delos diversos sitios durante el Formativo en la SierraSur, indicarían que tenemos tal vez nuestros pun-tos de vista demasiado en vías de comunicación.Solamente la excavación de más sitios en diferen-

tes regiones y el estudio utilizando metodologíassimilares hará que las variaciones de los materia-les sean comparables. También las variaciones deun conjunto de materiales de diferente clase, queson observables en sitios que muestran funcionesiguales en espacios y tiempos análogos, hará posi-ble descubrir la diversidad cultural y estado evolu-tivo de diferentes pueblos y culturas que ocuparonla Sierra Sur del Ecuador en aquel tiempo.

AGRADECIMIENTOS

Los estudios fueron auspiciados en su mayorparte por el Museo Antropológico del Banco Cen-tral del Ecuador, Guayaquil. Mis agradecimientosse dirigen en especial al difunto Dr.Olaf Holm y enesta fase de estudio a todos que facilitaron losanálisis sobre los materiales tanto en el Ecuadorcomo en distintos laboratorios del extranjero.

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INTRODUCCIÓN

Presentamos a continuación una tentativa pre-liminar de reorganización de lo que fue la produc-ción alfarera durante el período Formativo Tardíoecuatoriano dentro de la Sierra austral (1500-500a.C.). Nuestro trabajo se basa sobre comparacio-nes estilísticas de los materiales cerámicos reuni-dos en distintas investigaciones arqueológicas denaturaleza desigual en sus diferentes procedi-mientos teórico-metodológicos y trabajadas entrelos comienzos de este siglo hasta el presente dece-nio (Mapa, Fig. No. 1). (No incluimos estudios deTemme en Putushío, Prov. del Azuay, de Lederger-ber en Gualaquiza, Prov. de Morona-Santiago, y deotros arqueólogos pues los resultados no están ter-minados-También ver artículos de Arellano,Idrovo,y Temme en este libro.)

PLANTEAMIENTOS TEÓRICOS Y METODOLÓ-GICOS

1. Problemas cronológicos: Uno de las mayoresproblemas de la arqueología ecuatoriana, desdesus comienzos, reside en la falta de una definiciónrigurosamente elaborada de la calificación de susdiferentes períodos cronológicos, y del Formativoen particular en la Sierra. Hasta hoy, el término serefiere a un concepto que identifica “alfarería”con“sociedad”; esto es que el desarrollo progresivo delas sociedades formativas se manifiesta primeropor la tecnología alcanzada en el arte cerámico, ydespués por su base económica. Según este enfo-que, es la cerámica la que identifica el tipo de so-ciedad:“Valdivia” o “Formativo Temprano”,“Macha-lilla” o “Formativo Medio”,“Chorrera” o “Formativo

Tardío” de la Costa. Etapas que corresponden res-pectivamente desde el comienzo de la alfareríahasta el perfeccionamiento tecnológico alcanza-do en Chorrera (Meggers 1966; Porras 1987a; Lath-rap y otros 1975; Holm y Crespo 1981 Vol.1).

Hoy en día, aunque los estudios de los dos últi-mos decenios en la Costa y la Sierra norte delEcuador modificaron ampliamente este esquema,la falta de investigaciones regionales, así comotambién de una reflexión teórica sobre el desarro-llo de la arqueología nacional, no permiten que laSierra austral se deshiciera de este enfoque evolu-cionista basado en la arqueología de la Costa.

Igualmente, la aplicación de una cronologíauniforme para todo el Ecuador, elaborada sobreestudios que se limitan a la Costa, obstaculizó elconocimiento del desarrollo histórico austral.Añá-dase a esta situación,el vacío cronológico entre elperíodo Pre-cerámico y el Formativo Tardío que seexplica por la falta de estudios regionales en laSierra. No significa que los cazadores-recolectoresde Chobshi (Holm y Crespo 1981:79-81) y Cubilán(Temme 1982) desaparecieran sin dejar rastro, nique las sociedades agro-alfareras formativas tar-días poblaran de golpe los valles interandinos me-ridionales. Así, el alto grado de especialización al-farera no se explica sin la existencia de una tradi-ción cerámica; es decir que, sin duda alguna, sedebe encontrar aquí rastros de sociedades en tran-sición entre los cazadores-recolectores-horticulto-res y los pueblos alfareros.

Siendo imposible negar los estrechos vínculostejidos en esta época entre la Sierra y Costa, confuertes influencias de esta última, sin embargo de-bemos tener en cuenta otros razonamientos, puespara que los aportes extraños a una sociedad ten-

LA CERÁMICA FORMATIVA TARDÍA DE LA SIERRA AUSTRAL DEL ECUADOR

(PROVS. DE CAÑAR, AZUAY Y LOJA: UNIDAD TERRITORIAL Y PARTICULARISMOS REGIONALES)

Dominique Gomis

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Figura 1. Sitios arqueológicos del Ecuador y del norte del Perú, mencionados en el texto.

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gan utilidad dentro de la misma,ésta tiene que ha-ber desarrollado mecanismos materiales e ideoló-gicos de recepción que correspondan a una nece-sidad básica para sí. No es el factor “difusión” elque condiciona estos vínculos, sino el elemento“cohesión”el que permite atraer a lo foráneo y a lavez llevar a fuera una producción comparable. Deesta manera, el intercambio no puede existir sinreciprocidad o la influencia sin un contexto recep-tivo, que es lo que asegura la existencia de un de-sarrollo interno propio a la zona austral de la Sie-rra ecuatoriana que debió naturalmente haberseincrementado bajo el impulso de influencias cos-teñas en un momento dado.

Finalmente, los estudios arqueológicos siem-pre partieron del espacio colonial que aísla la Cos-ta,Sierra y Oriente por un lado,y que por otro,divi-de a la Sierra, por ejemplo, según conceptos admi-nistrativos europeos: las Provs. de Cañar, Azuay yLoja. Mas no trataron de ubicarle dentro del espa-cio real andino que funciona a partir de un ejefundamental, la “constante integracionista trans-versal”que une a los tres diferentes ambientes geo-gráficos Costa, Sierra y Oriente y gracias a la cualse cimentó la unidad andina, a través de relacio-nes específicas que definieron un modo de pro-ducción típicamente andino (Murra 1972; Lumbre-ras l979).

2. Sociedad y producción cerámica: La tecno-logía que sustenta a la producción material de lospueblos en general, es el resultado del trabajo or-ganizado de los hombres en su enfrentamiento co-tidiano con la naturaleza.Dentro de la producciónmaterial, la alfarería es una de las variadas formasde la práctica social que es el trabajo,y a través deella es posible medir el nivel alcanzado por las re-laciones contraídas entre los hombres, teniendoen cuenta los parámetros de consumo, distribu-ción e intercambio y estudiándoles paralelamentecon las demás expresiones tecnológicas compren-didas dentro de la cultura material en su conjunto(arquitectura, textilería, etc.).

El proceso de trabajo cerámico no se da sinoparalelamente a las necesidades de subsistenciade la sociedad. Las formaciones sociales que ha-cen el “Formativo Tardío”, son sedentarias y confir-man la conquista paulatina de un espacio estable,a partir del cual la contradicción Sociedad-Natura-

leza se midió en la apropiación colectiva de la tie-rra y su transformación en diferentes productos so-ciales como son: la agricultura para subsistir ymultiplicarse; la arquitectura para abrigarse (vi-vienda doméstica) y controlar las fuerzas sobrena-turales (construcciones ceremoniales); la cerámi-ca para su uso doméstico y los ritos sagrados.

Dentro de esta trilogía, mientras la primera re-presenta el orden macro cósmico dentro del cualevoluciona la arquitectura y la agricultura, la cerá-mica halla su realidad en el microcosmos de la fa-milia y de la aldea, tanto en el uso doméstico co-mo en el uso ideológico de los forjadores de estassociedades. Por esto, el alfarero debe dar a la arci-lla natural una utilidad social y lo consigue en lacreación de un producto consumible: una pastaque puede adoptar varias formas, aguantar unacocción mantenida a una cierta temperatura,resis-tir a los cambios térmicos dentro del horno y tam-bién al proceso de enfriamiento y a los choquessufridos en la manipulación de las vasijas. Igual-mente la pasta debe permitir la permanencia delacabado (engobe, etc.), evitando grietas, desposti-llaje, etc.

De este modo, el alfarero de esta época es unproductor que goza de prestigio dentro de su ám-bito social porque éste requiere de su sabiduríapara vivir; sin que por esto se deje de lado el im-portante papel que debieron jugar otras expresio-nes tecnológicas dentro de la afirmación de laidentidad, ya sea en la aldea como también frentea sus vecinos cercanos y lejanos mediante el co-mercio. Nos referimos al arte lapidario y a la texti-lería, entre otros.

3. Reflexiones sobre la tipología: Si la arqueo-logía enfoca los hombres del pasado a partir deltrabajo que produjeron, a nuestro modo de ver latipología parte del concepto de que los producto-res crearon las referencias tecnológicas,morfológi-cas y decorativas dirigidas hacia funciones especí-ficas dentro de la sociedad, según normas particu-lares, correspondientes a las necesidades de con-sumo.Así la tipología es un instrumento científicoque nos permite ordenar los fragmentos de unaproducción cerámica antigua, partiendo del estu-dio analítico sobre la producción material. El con-junto de las informaciones provistas por la tecno-logía, la morfología y la decoración nos da todo el

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proceso del trabajo. Además, permite alcanzar losinstrumentos indispensables en su realización, asícomo los medios de trabajo o condiciones, ya nosólo materiales sino también ideológicas (las nor-mas como respuestas super-estructurales a las ne-cesidades del grupo estudiado): es decir la organi-zación social del trabajo y su división (por ej.,exis-tencia de especialistas alfareros) y las relacionesque se tejen a partir de este trabajo entre los dife-rentes individuos de la sociedad, las cuales nosdan por la función social de la alfarería (por ej.,es-tratificación social y jerarquización de las funcio-nes; diferencia entre las vasijas utilitarias-domésti-cas y ceremoniales; o diferencia entre los recipien-tes utilitario-doméstico y los doméstico-elitista).

Para tal propósito, la tipología que hemos es-tructurado la tipología que revisaremos después,sobre la base de tres criterios:a) El tipo: Como criterio general que en primerlugar describe morfológicamente, ornamental-mente y tecnológicamente los productos; en se-gundo lugar, define su función, orientada hacia unconsumo específico dentro de la sociedad.

Como criterio particular “utilitario-doméstico”,que analiza una producción alfarera singular, arti-culada dentro de una economía restringida y al in-terior de un espacio que recién se está conforman-do, como es el caso del ayllu, la comunidad y/o laaldea, donde el consumo y la distribución de losbienes revelan tanto la presencia de relaciones deproducción basadas en el parentesco cercano detipo “totémico”, como la existencia de un inter-cambio de carácter “endogámico”. Las piezas nosalen de la unidad doméstica que aseguran la sub-sistencia individual inmediata (principalmentecocción de los alimentos, almacenamiento de es-tos, vajilla doméstica). Como criterio particular“ceremonial”ritual se refiere a piezas que circulanfuera de las unidades domésticas y a partir de uncierto grupo de personas escogidas, como el cha-mán (yachak) y sus ayudantes para cumplir unpropósito determinado dentro de la comunidad:asegurar el equilibrio Sociedad-Naturaleza, res-guardado por el orden social. De una subsistenciaindividual familiar, la cerámica pasa a permitir laperennidad de una subsistencia colectiva

De su función utilitaria-doméstica o ritual, de-penderán las normas tecnológicas, morfológicas ydecorativas. La religión y la religiosidad son los

medios de control desarrollado por los hombressobre la naturaleza a partir de la sociedad.Los ins-trumentos y los medios que les sirven, no son sus-ceptibles de sufrir cambios en su fabricación y uti-lización. Las normas ideológicas que rigen a unasociedad determinada,son las que fueron desarro-lladas del sistema de apropiación del trabajo porun grupo de hombres, cuyo poder sobre el restode la comunidad depende de la mantención y laperennidad del orden social existente. Por eso ysobre la base de nuestro análisis efectuado en lacerámica del sitio Chaullabamba, estimamos queun tipo utilitario-doméstico, siendo una produc-ción individualizada en función de la familia, estáaún más sujeto a variar en formas y decoración sindejar de respetar ciertas normas, como por ejem-plo, un contraste rojo sobre crema o una arcilla enparticular.

En cambio, la ideología que se proyecta en latecnología empleada en las vasijas ceremonialesexige una mano experta, casi sagrada, es decir laexistencia de rigurosas reglas en la preparación yla elaboración de las piezas, así como de alfarerosespecializados quienes poco a poco, según el gra-do de complejidad alcanzado por la sociedad,ten-drán que separarse de la producción profana de laaldea y volverse dependientes del grupo dirigentede la colectividad. Lo que significa una apropia-ción del trabajo, mano de obra y medios de pro-ducción por parte de una elite incipiente del For-mativo que será reforzada en épocas más tardías.

Hemos desarrollado con amplitud el criteriode tipo,porque constituye la unidad de base indis-pensable en la elaboración de la tipología que sos-tiene a los dos parámetros siguientes:b) El estilo. Reúne varios tipos dentro de un sitio,o bien de un espacio más amplio, como por ejem-plo un valle. El hecho que represente la suma devarios tipos dentro de un solo sitio, muestra que elparentesco define las relaciones de produccióndentro de un espacio ya no tanto unifamiliar, sinoentre grupos familiares o ayllus articulados en tor-no a tótems opuestos y complementarios a la vez,que definen fronteras sociales no trasgredibles,acompañadas por una división del trabajo más de-finida.Esto es que el despliegue de varios tipos ce-rámicos correspondería a una sociedad demográ-ficamente mayor, gracias a un incremento de latecnología agrícola que le permitió ensanchar su

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territorio y que tiende a mayores necesidades yque está en condición de ofrecer una gama másamplia de productos frente a una mayor deman-da.

Si un estilo abarca varios tipos diferentes y pre-sentes en múltiples sitios, supone que las relacio-nes de producción se basan sobre un parentescoexogámico (por medio de alianzas político-matri-moniales) y en economías complementarias deun territorio a otro (aldea,valle o piso),en funciónde un intercambio controlado a partir de puntosestratégicos; lo que supone la existencia de unconsumo y una distribución mayor entre los indi-viduos, y por consecuencia, un incremento de laproducción y la división del trabajo.

Un tipo puede volverse un estilo: esto suponeuna formación social superior, en donde intervie-nen todos los individuos vinculados con una pro-ducción particular en todos los sitios de una re-gión, dirigida hacia un consumo más estandariza-do,mediante una mayor división social del trabajoy jerarquización de los grupos.c) La tradición. Si los dos primeros criterios nospermiten establecer los particularismos regionalescomprendidos en un territorio que tiende a ensan-charse más y más, la tradición en cambio las unifi-ca dentro de su trayectoria histórica.

La acumulación de un capital cognitivo es tan-gible en el espacio, cuando al observar a la socie-dad horizontalmente,captamos la producción ma-terial en un periodo particular de su existencia; esdecir en un punto permanente de su historia.Tam-bién podemos perfilar su existencia en el tiempo,cuando alcanzamos a la sociedad en sentido ver-tical en todas sus etapas de desarrollo, esto es decambio. Al combinar ambas visiones, decodifica-mos los fragmentos de aprendizaje y de avancematerial-ideológico acumulados etapa tras etapaen algo superior y nuevo. La tradición nos permiteenfocar de manera global las relaciones de pro-ducción entre los individuos y darles su dimen-sión espacio-temporal porque es a través de ellaque se vislumbra,en mayor escala,el carácter interdependiente de la cultura material con la culturaideológica. En este contexto, los particularismosregionales toman su verdadera posición dentro dela realidad global que conforma un territorio da-do. Aquí las relaciones de producción definen unparentesco étnico o multi-étnico a partir de eco-

nomías complementarias asentadas sobre un es-pacio más amplio: sub-área o área por ejemplo, endonde el consumo, distribución e intercambio si-guen patrones comunes,generalmente de largo al-cance (como en el caso del Spondylus princeps) yun proceso histórico similar, articulado en una ex-presión ideológica que lo afianza (por ejemplo:culto, ritos de fertilidad y funerarios).

ESTRUCTURACIÓN DE UNA “SUB-ÁREA SURSEPTENTRIONAL ANDINA” DURANTE ELFORMATIVO TARDÍO A TRAVÉS DE LAS EVI-DENCIAS CERÁMICAS:

1. Problemas generales: Antes de abordar el es-tudio propio de la alfarería, se debe anotar el he-cho de que no existe aún un análisis interpretativode la cerámica rescatada en las excavaciones rea-lizadas en las tres provincias australes. Todos losestudios retoman la clasificación hecha por Co-llier y Murra (1943) y se contentan con describiruna muestra del material excavado en base deltrabajo de los dos norteamericanos. Tampoco li-gan los aspectos tecnológicos a todo el procesodel trabajo alfarero, desvinculando a menudo laelaboración de la pasta de las demás operacionescomo son la formación, cocción, y el acabado. Delmismo modo, deciden “a priori”que el montaje delos recipientes se efectuó mediante la superposi-ción de anillos de barro. Sin embargo, en nuestrosito de Chaullabamba, hemos podido apreciar nosólo el uso del anillo en la construcción de las va-sijas, sino también el golpeado (que logra mejorescuerpos esféricos en pastas muy finas) y el mode-lado.

Sin tener un registro completo de las pastas detodos los sitios formativos del Austro (el análisis deuna colección de tipos, procedentes de Chaulla-bamba fue confiado a Jorge Marcos, en 1992, perono tenemos aún los resultados), podemos sola-mente esbozar ciertos problemas relativos a estaparte del proceso alfarero. En primer término, po-demos avanzar la hipótesis de que,dentro de la ce-rámica típica de la Sierra sur ecuatoriana (más nolas que fueron importadas), el barro natural comomateria prima no va a constituir un criterio objeti-vo de diferenciación local. En este sentido, el estu-dio pedológico nos permite apreciar la relativa ho-mogeneidad de la parte meridional de la serranía,

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vinculada con el Terciario. La presencia en las ho-yas, de arena, de arcillas siliceosas y montmorillo-níticas, con o sin la intercalación de caolinita, de-terminaría similitudes entre las pastas. ¿Será posi-ble decir entonces que el papel de diferenciaciónlocal, lo cumpliría la relación cualitativa entre ar-cilla y desgrasante, es decir partiendo de las posi-bilidades plásticas óptimas que puede brindar laprimera y el rol catalizador del segundo sobre és-ta, para lograr un buen material de trabajo? O tam-bién argumentar la posibilidad de que los cera-mistas formativos pudieron mezclar varias arcillaspara equilibrar la sobra o la falta de plasticidad?

Por otro lado, el hecho de que el tipo “NarríoRojo sobre crema Fino”de Collier y Murra (1943)asocie una base montmorillonítica y un desgra-sante de piedra pómez, se explica por el carácterdemasiado plástico del primer elemento y porosodel segundo que, al combinarse permiten una ma-yor evaporación de la humedad contenida en elbarro, así como también su cohesión molecular. Elanálisis de esta pasta nos brinda una informaciónsuplementaria,ésta a nivel espacial: la hoya del Ca-ñar se caracteriza por un 30% de suelos de arcillamontmorillonítica desde los 2800 m.s.n.m., que vadisminuyendo a medida que sube la altitud. Losceramistas de Cerro Narrío ocupaban el barro dela zona, pero el desgrasante de piedra pómez im-plica el acceso y control de un espacio alejado deésta,situado más al norte y nordeste (Garganta delSilante) y a partir de los 3200 m.s.n.m., lugar en elcual abunda este material en capas espesas.

En lo concerniente a la cocción de las vasijas,tampoco se toma en cuenta este aspecto en los di-ferentes estudios localizados en el Austro. Siemprese argumenta el hecho de que, para comprobar elcaso de una especialización alfarera, forzosamen-te se deben hallar las huellas de hornos o de fogo-nes. En realidad, todo depende del tipo de forma-ción social a la cual el arqueólogo se enfrenta enel transcurso de las excavaciones.A menos que setrate de una sociedad en donde se desarrolló unaindustria alfarera de tal magnitud que ocupe unazona particular de la aldea, convirtiéndola en unárea especializada. La cerámica formativa pareceser en cierta forma de carácter familiar, por lo me-nos en lo que concierne a aquella utilitaria-do-méstica, incluso si se da el caso de una especiali-zación, como no se trata de sociedades de fuerte

densidad demográfica, las áreas de trabajo no se-rán demasiado demarcadas. Más aún si tomamosen cuenta el hecho de que, al igual de lo que pasaactualmente en los pueblos de especialistas alfare-ros como Jatunpampa (provincia del Azuay) entreotros, los productores limpian constantemente ellugar donde cuecen los recipientes (comunica-ción personal con Lena Sjoman).Por ello, la ausen-cia de huellas visibles de hornos en Chaullabam-ba, nos permite inferir que estos debían construir-se en el momento de la producción y deshacerseal final del proceso.

2. Tradición “Bicroma de Bandas Rojas”; rela-ciones dentro de un espacio intra-regional: re-presenta aprox.60% del “corpus”total de los tiestosy se extiende sobre un territorio comprendido en-tre el nudo del Azuay y la mitad norte de la provin-cia de Loja.La conforman cuatro estilos regionaleshasta hoy conocidos en las publicaciones arqueo-lógicas.

Su rasgo diagnóstico consiste en la aplicaciónde bandas rojas pintadas sobre el borde interiorcrema de las ollas y cuencos de tamaños medianoy pequeño. Esta decoración se complementa conotros motivos rojos (bandas, puntos, comas y zo-nal) pintadas sobre el cuerpo exterior de estas pie-zas y en el fondo de los platos engobados de caféclaro o sobre el color natural de la pasta. Los esti-los regionales se definen por las variaciones mor-fológicas y decorativas dentro del rasgo dominan-te de bandas rojas. Esta cerámica se encuentracon mayor homogeneidad, tanto en las formas co-mo en la decoración, en las hoyas del río Cañar yde Cuenca-Paute, que en la hoya del Catamayo(Cuadro1). Cada estilo muestra una división basa-da en el espesor de las paredes en un tipo “media-no” y otro”fino”.

En el Cuadro # 1, en la cerámica se puede no-tar: a) la similitud entre Narrío y Pirincay; b) el ais-lamiento de Catamayo; y c) la particularidad deChaullabamba, que despliega formas muy varia-das (ollas esféricas muy cerradas, ollas elipsoida-les más abiertas, cuencos abiertos y platos hon-dos). El juego artístico entre bandas de diferentesanchuras,dispuestas de diversos modos es particu-lar del último sitio

El estudio del material nos llevó a considerar aChaullabamba como el centro de producción de

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145IV. El Formativo de Ecuador

la famosa cerámica “cáscara de huevo”(1 mm de es-pesor de las paredes), pues a diferencia de Narrío yPirincay, la encontramos en muy grandes proporcio-nes (60%) (Lam. 1,a). Por otra parte es notable lapresencia en todos los sitios del cuenco de paredesverticales y base plana decorado con una banda ro-ja (a veces adornada de incisiones circulares o enforma de herradura, en la unión entre cuerpo y ba-se).Esta forma podría haber cumplido una funcióndeterminada: ceremonial,o doméstico-elitista (Lam1,b).

Chaullabamba prueba la existencia de unamayor especialización con productos de gran fine-

za, mejor acabado de superficie (pulido brillanteen las vasijas ritual o doméstico-elitista), un altocontrol de la cocción, comprobada por la ausen-cia de grietas, y de malformaciones en los reci-pientes utilitario-domésticos, especialmente losque fueron sometidos al fuego (huellas de quema-do y/u hollín).El rasgo diagnóstico: decoración debordes interiores, es un motivo rojo complejo queasocia bandas horizontales y verticales escalona-das y terminadas por una voluta (Lam.1,c y d).Ca-be anotar la asociación de la bicromía a un sinnú-mero de técnicas mixtas: modelado, incisión, im-presiones de uña, inciso/modelado, lustrado/inci-

Lámina 1. Tiestos: a, “cáscara de huevo”; b - g,bandas rojas y decoración mixta.

cmcm

cm

cm

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146 IV. El Formativo de Ecuador

so, etc.(Lam. 1,e y f). Muy pocos vasos (menos del3%), tal vez rituales o juguetes, y que no midenmás de 3-4 cm de alto conforman el tipo “fino”,co-mo las miniaturas que pueden adoptar formas va-riadas y en donde no se puede dudar del carácteraltamente especializado de los alfareros (ej. ollasglobulares con asas pequeñas, vasos periformes,ollas acarenadas, que llevan en el cuerpo motivoscomplejos de bandas,puntos y a veces representa-ciones naturalistas).

El análisis de esta “tradición” en su conjuntonos muestra una homogeneidad territorial serranadebida a la existencia de sociedades agro-alfare-ras similares en las hoyas de Cañar y de Cuenca-Paute,y que domina el piso ecológico “keshwa”,declima templado, bien irrigado y con extensos va-lles de alto rendimiento agrícola,en donde la con-tradicción Hombre-Naturaleza se resolvía sin ma-yores problemas. Por ende, grupos humanos cuyaselites dirigentes, aunque incipientes, necesitabandel reconocimiento tanto dentro de sus territorioscomo fuera de ellos.Es decir,un orden de cosas endonde Chaullabamba marcó su lugar dentro delespacio regional,como centro de producción alfa-rera, altamente especializada en fabricar la más fi-na cerámica formativa tardía conocida hasta hoyen toda la serranía.

De este modo, el valle de Cuenca se convirtióen el eje fundamental del desarrollo de relacionesintra-regionales, de tipo longitudinal, paralelo a lacordillera de los Andes. Esto explicaría el hechode que Cerro Narrío y Pirincay no presenten unmaterial tan variado como el de Chaullabamba,endonde se inventaron formas y decoraciones.

Los diferentes caminos de la producción espe-cializada tomados por cerro Narrío, Pirincay yChaullabamba durante el Formativo Tardío, dibu-jan espacios micro-regionales posiblemente rela-cionados con el intercambio mutuo de sus pro-ductos, explicándose de esta manera la poca pre-sencia de cerámica “cáscara de huevo”en los nive-les más antiguos de los dos primeros sitios (menosdel 5% en Pirincay). En cambio, si Pirincay no secaracteriza por una alta tecnología alfarera, sinembargo se presenta desde esta época remota co-mo un pequeño centro de talla de cristal de roca(Bruhns 1988:4); mientras que Cerro Narrío se ha-bría definido como un centro regional de fabrica-ción y distribución de las placas funerarias en cal-

cita, del “mullu”y otros artefactos suntuarios deri-vados de la concha Spondylus princeps, pues sehalla en contacto vía el valle del río Cañar y la cor-dillera del Cajas,con el golfo de Guayaquil, y el Pa-cífico, hábitat del molusco.

La presencia de material hecho en conchaSpondylus princeps, en Pirincay y de adornos enMadreperla en Chaullabamba (sitios que, por laorientación de sus ríos hacia la Amazonia, no par-ticipaban directamente de los contactos con laCosta) podría entenderse mediante la existenciade una red de intercambio intra-regional con pro-ductos de un valor equivalente

3. Tradición “Chorrera de la Sierra”; relacio-nes dentro de un espacio inter-regional: repre-senta aprox. 5% del “corpus”de la cerámica exca-vada. El Cuadro No. 2 muestra la presencia de dostipos de recipientes: uno sencillo y otro escultóri-co. Esta tradición se manifiesta en Cañar y Azuay,escaseando en Loja.También, nos permite consta-tar que ciertos tipos propios de la Costa fueron ex-portados hacia la Sierra austral, tales como las va-sijas denominadas “Cañar Pulido”por Collier y Mu-rra (l943) y que en realidad son costeñas. En loque concierne a la presencia de pintura iridiscen-te en Narrío y Pirincay, varios estudiosos aceptan yafirman su origen importado, tesis a la cual nosunimos porque aún no se ha reportado el uso deóxido en los estilos serranos del Ecuador.

En Chaullabamba se destaca la presencia debordes ondulados pertenecientes a cuencos abier-tos asociados a la bicromía.

La cerámica escultórica en la Sierra austral tie-ne un tratamiento diferente que el de la Costa:dentro de esta “tradición” se destaca Chaullabam-ba con una predilección por la representación dela calabaza: redonda y aplanada o bien ligeramen-te romboide. No existe la variedad fitomorfa parti-cular al Chorrera costeño y es notorio el énfasissobre las cucurbitáceas, testimonio incontestablede que la agricultura debió desarrollar el cultivode estas junto con el maíz.

El zoomorfismo (Cuadro 2, Lam 2) sobresalecon los búhos, las ranas y lagartijas, sin dejar a unlado los mamíferos, aunque sin el mismo trata-miento artístico costeño.

Hay igualmente representaciones antropomor-fas, pero en menor cantidad que las zoomorfas,

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147IV. El Formativo de Ecuador

Uhle (1922,fig.76) halló una representación humanaque remueve una substancia en una vasija gigante,puesto que el cuello del recipiente le llega a la cin-tura.Esta pieza de carácter ritual (procedente de unatumba) es idéntica a otra oriunda de la Costa,que es-tá ilustrada por Lathrap y otros (1975, fig.407).Por sugran tamaño,se suponen que servían para una colec-tividad en aumento y que debían almacenar los pro-ductos alimenticios sólidos y/o líquidos,y para coci-nar en grandes cantidades en ciertos momentos dela vida social de la aldea.

Particular a Chaullabamba se destacan lasollas globulares, muy cerradas, generalmente fito-morfas, en el borde de las cuales se yerguen doscabezas de pájaros frente a frente (Cuadro 2a). Desuerte que el arte escultórico de esta “TradiciónChorrera de la Sierra”no se detalla en la variedadde formas como ocurre en la Costa.

Dentro de las relaciones Costa-Sierra-Amazo-nia, el comportamiento de la misma “tradición”,muestra la adaptación tanto de las formas comode las decoraciones, dentro de modelos regiona-les; cada geografía con su fauna y flora está repre-sentada (Cuadro 2). La región Amazónica no seaparta,según podemos ver con la analogía entre eldibujo “g”del “Chorrera costeño”, y el dibujo “a”del“Chorrera amazónico”de la zona de Sangay (Po-rras 1987), salvo que para el segundo, la temáticase refiere a un conjunto de monos en vez de hom-bres. En cambio, el sur de la provincia de Loja nocomparte esta homogeneidad de la “tradición”. Sehallaron muy pocos fragmentos que no nos permi-ten caracterizar a la misma (Guffroy 1987).

Puesto que no pudimos asociar los tiestos zoo-morfos con el resto de fragmentos en Chaullabam-ba, sin embargo, la forma “calabaza”con las cabe-zas de pájaros erguidas, halladas en Cerro Narrío(Holm y Crespo 1981,I:171), hace pensar más bienen una vasija de tipo ceremonial. Cabe señalar lapresencia del cuenco de paredes rectas y baseplana, ricamente decorado con un rojo brillante-crema y con el motivo estilizado de un “Strombus”,la ausencia de hollín,nos permite aceptar el carác-ter ceremonial del mismo en Chaullabamba.El ha-llazgo de cabezas de cabezas de pájaros y otrosanimales similares a las de Chaullabamba, en Pi-rincay, reiteran la existencia de los contactos intra-regionales entre ambos sitios.

4. Tradición de “Bandas Rojas entre Incisio-nes”; relaciones en un espacio inter-regiona-les: (Cuadro # 3) representan menos del 5% del“corpus” total de los fragmentos. La razón por laque hemos definido una tercera “tradición”es queaparte de reunir expresiones orientales y locales,la técnica decorativa de zonas pintadas bi o poli-cromas (subrayadas por finas incisiones) no estásolamente presente en la Amazonia y Cañar, sinola encontramos en las vasijas costeñas de Chorre-ra: amarillo-rojo y negro-amarillo-rojo (Lathrap yotros 1975),como también en Chaullabamba.Es tí-pica de cuencos ceremoniales de paredes rectas ybase plana (Cuadro 4). Chaullabamba tiene unejemplar con el motivo de la concha Strombus es-tilizada. Al contrario de las dos primeras tradicio-nes, ésta es caracterizada por el los motivos geo-métricos de sus diseños (por ej.graderíos,cruces yzigzag).

Hay que notar que en Narrío y Pirincay,más noen Chaullabamba, fueron importadas vasijas de lazona del Sangay, pertenecientes a jarros del tipo“Upano rojo entre incisiones” (Porras 1987b;Bruhns 1988). Los fragmentos fueron hallados enlos niveles ubicados al final del Formativo Tardío,en el umbral de los Desarrollos Regionales, juntocon tiestos policromos (Cuadro 5),propios del Ca-ñar y que Idrovo (1996 manuscrito) denominó co-mo “Tacalshapa I”. Igualmente acompañan al “Na-rrío Grabado” de Collier y Murra (1943), que ellosdenominaron “de la Costa”, pero que constituyeuna producción tardía local, totalmente ausentede Chaullabamba.

El análisis de esta “tradición” comprueba laexistencia de vínculos muy bien establecidos en-tre Costa y Sierra,más aún porque el estudio de es-tos tipos que no son tanto utilitario-domésticos, si-no rituales o doméstico-elitistas,afirman la co-exis-tencia de ceremonias estructuradas desde patro-nes socio-económicos intercambiables y recípro-cos dentro de un espacio más amplio, que articu-lan los diferentes pisos ecológicos de la Cordillera.

La presencia de la tradición en la Costa, la Sie-rra y la Amazonia,bajo adaptaciones diversas perocon una técnica decorativa común, permite enfo-car un nuevo tipo de relaciones, basadas sobre unconsumo ritual y doméstico-elitista en la Sierraaustral, dentro del cual Loja no se integra, vincu-lándose por su parte con la zona de Piura en la

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148 IV. El Formativo de Ecuador

Lamina 2. Tiestos: a,b-g,zoomorfos; h-i,antropomorfos; j-k, rojo entre incisiones.

cm

ab c

0 1 2 3cm0 1 2 3 4 5

d e f g

cm0 1 2 3

i

h

cm0 1 2 3 4

cm0 1 2 3 4

cm0 1 2 3 4

j

k

cm0 1 2 3 4

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149IV. El Formativo de Ecuador

costa norte peruana (Guffroy 1987). La existenciade una cierta homogeneidad cerámica entre Cos-ta, Sierra y Amazonia, producto de una respuestasocio-económica similar, pudo darse por el hechode que, la “transversalidad integracionista andina”(Lumbreras 1979) obligó a las sociedades formati-vas del Área Septentrional Andina,desde muy tem-prano, a manejar la movilidad e implantar el inter-cambio como factor decisivo de control a partirdel piso “keshwa”, en donde, en el caso de la cerá-mica, nacen, confluyen y se dispersan a la vez cá-nones estilísticos universales pero de raigambresparticulares.

5. Tradición “Mate-Pulido/Lustrado”; relacio-nes dentro de un espacio supra regional (Cua-dro 4): representa el 30% del “corpus” total de losfragmentos.Hemos elevado un tipo local a la cate-goría de “tradición” porque su característica prin-cipal reside en que particulariza una tecnología,una morfología y una decoración comunes a zo-nas muy alejadas las unas de las otras: Chaulla-bamba y el extremo Norte del Perú. A su vez estodefine un territorio bastante amplio en el cual noparticipan los valles del Cañar, ni del Catamayo.

La técnica de la doble cocción está presentesólo en el Austro ecuatoriano en la época del For-mativo Tardío y en épocas posteriores en la Costaecuatoriana durante la fase Guangala (Lederger-ber 1980). El lustrado es el “toque” regional deChaullabamba frente a otras decoraciones presen-tes en el Norte de Perú: se trata de decoración re-petitiva generalmente articulado sobre varios pa-neles alternados, en donde los motivos adoptanun patrón basado en líneas verticales,horizontalesy oblicuas, paralelas-simples, dobles o triples, obien entrecruzadas, o en triángulos opuestos. Elfondo es tratado con un brochado fino y en algu-nas ocasiones muestra la pasta negra.

Altamente pulidos, las vasijas se caracterizanpor un negro brillante próximo al efecto de la ob-sidiana. La forma es única: cuencos de paredesrectas y base plana, medianos y pequeños. Un so-lo ejemplar es morfológicamente atípico en Chau-llabamba: se trata de una botella mediana y com-pletamente globular y cerrada, posiblemente me-diante un pico, manufacturada en tipo “cáscara dehuevo” (Lám 1). Igualmente la doble cocción sepresenta en Chaullabamba en numerosos frag-

mentos de picos y asas planas, pertenecientes abotellas.

En muy pocos casos, las vasijas no se realizanmediante una atmósfera reductora, sino oxidante,gracias a la cual éstas adoptan una tonalidad caféacaramelada típica. Cabe anotar la presencia deestos tiestos (en muy poca cantidad) en Pirincay,lo que testifica una vez más la existencia de un in-tercambio entre Pirincay y Chaullabamba.

El análisis tipológico de esta “tradición” nosmuestra que la forma es ampliamente distribuidaen los Andes, de norte a sur y de oeste a este, y enla Amazonia (Cuadro 4, columna de izq.).Abundaen Chaullabamba, por lo cual pensamos que el lu-gar fue centro de producción de las vasijas mate-pulido-lustrado. Por la ausencia de hollín tanto enel exterior como en el interior de los recipientes,se podría avanzar que constituyó un tipo domésti-co como vajilla y, tal vez, ceremonial. Debemos re-calcar que también ligados a esta “tradición”cons-tan formas idénticas pero con motivos diferentesque constituyen lo que hemos llamado “estilos re-gionales mixtos”(Cuadro 5), y en donde se nota lasimilitud decorativa con la zona de Cupisnique yJequetepeque en el norte del Perú (Alva 1986), elrelieve es altamente pulido contrastando con zo-nas mate de puntos hundidos. Esto, a más del ha-llazgo de fragmentos de influencia peruana o pe-ruanos en Chaullabamba, comprobaría los víncu-los entre el sur ecuatoriano y el norte peruano du-rante el Formativo Tardío.

Estamos entonces en condiciones de definirun nuevo carácter dentro de las relaciones de tipoideológico: si la transversal integracionista fue do-minada en los Andes, no obstante surgió una con-tradicción dentro de este patrón, en los lugares endonde la geografía impidió seguir con la mismarespuesta y no permitía el desarrollo del intercam-bio de productos que se tornaban indispensablespara estas sociedades.La barrera natural que cons-tituye el desierto de Sechura en el norte del Perú,habría obligado a que en ambos lados de estafrontera natural se estructure una respuesta co-mún que se podría denominar “cohesión longitu-dinal”, ubicada en sentido paralelo y lateral a lacadena andina dentro de un ambiente homogé-neo: al oeste la Costa,en donde se habían desarro-llado la agricultura intensiva y la navegación marí-tima desde el Formativo (3500-1500 a.C) y al este,

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150 IV. El Formativo de Ecuador

Lamina 3.Bordes con decoración excisa e incisiones profundas.

0 1cm

f g

ce

ab

d

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IV. El Formativo de Ecuador 151

la Amazonia, en donde los hombres hacian la na-vegación fluvial, venciendo al río más largo de laselva: el Marañón. Esto permitió al hombre andinounir regiones muy alejadas y desarrollar a nivel su-pra regional un intercambio continuo. Más tarde,también la cohesión longitudinal aparece en laSierra, entre Cerro Narrío y la región de Frías-Perú(presencia de una estatuilla de la Tolita,provenien-te del extremo norte de la costa ecuatoriana),sien-do la montaña austral el eje articulador principaldel comercio entre la Costa septentrional y el res-to de los Andes (Hocquenghem y otros 1993).

6. Los fragmentos únicos de tipo norperuano,relaciones dentro de un espacio supra-regio-nal: Un primer análisis nos había llevado a definirtres tipos particulares de cerámica peruana halla-da en Chaullabamba que son: a) “Chavín exciso”representado por extremidades de golletes;b) “Cupisnicoide”, visibles en fragmentos decora-dos en zonas hundidas, con efecto mate logradopor punteados y contrastando con otras altamen-te pulidas en relieve; c) “Sellos chavinoides”, se-llos excisos, de mango plano, extraños a los cono-cidos de la Costa ecuatoriana. A la luz de variasinvestigaciones sobre el norte del Perú, se demos-tró la compleja problemática que entraña la es-tructuración de sociedades como Chavín deHuántar y sus contemporáneas, coetáneas, de unperiodo comprendido entre el Pre-cerámico y el“Horizonte Blanco sobre Rojo” de los peruanos.

Lumbreras (1989) pone en claro que si bienChavín constituye una sociedad de extensa irra-diación en su fase clásica, sin embargo es el pro-ducto de un largo proceso histórico que no empe-zó forzosamente con sociedades alfareras, y quemuchos de los sitios costeños antes conocidos co-mo de “Chavín”, son expresiones particulares re-gionales anteriores (el caso de Cupisnique esuno) o contemporáneas de la misma. Estas tienenuna similar base económica e ideológica. En estecaso, Chavín de Huántar sería la representaciónmás sublimada de una realidad socio-económico,política y religiosa en pleno apogeo, que concen-traría los aspectos regionales de una zona dadaen un período particular, y sin los cuales no hu-biera podido existir como tal. Sabemos ahora quela mayoría de nuestro material a-típico de Chau-llabamba no es Chavín,y que mejor, tiene relación

con la zona ubicada más hacia el norte, dándo-nos como límite el valle de Jequetepeque, en laCosta peruana,el valle del Chota en la Sierra y Ba-gua-Pacopamba, en las orillas de la Amazonia.

De los 42 tiestos únicos en su género, sólo cua-tro (4) fueron identificados como representativosde “Cupisnique Tardío” o “Janabarriu de la Sierra”(Hocquenghem y otros 1993), y mientras que cin-co (5) fueron situados como próximos a ciertoselementos peruanos, pero no precisos. Anterior-mente Lumbreras (comunicación personal en1990) había reconocido un tiesto típico de la faseRaku (Chavín de Huántar) y varios otros de Cupis-nique.

Sin embargo surge un problema cronológico:“Cupisnique Tardío (300 a.C.) se hallaría en Chau-llabamba, dentro de un “corpus” datado entre1200-800 a.C.; pero si tomamos en cuenta el crite-rio de Shady y Burger (comunicación personal1992), una parte de este material peruano coinci-de con fechas de 1400 a.C., y la otra, con fechasubicadas en el 300-200 a.C. Situación que se com-plica aún más si tomamos en cuenta las fechas deC-14 que disponemos para la Sierra austral delEcuador, se muestra un patrón de existencia quese desenvuelve entre el 1600 y 800 a.C., segúnconsta en el informe de Carmichael y otros(1979), aunque estos datos no fueron acompaña-dos con el debido registro de excavación.Así mis-mo, Bruhms en Pirincay (1988), Temme en Putus-hío (comunicación personal) y Guffroy en Cata-mayo (1987) reporta fechas ubicadas en los alre-dedores de 1500 a.C. para las fases formativas desus sitios respectivos, mientras que la secuenciade Chorrera propuesta por Bischof (1975),ubica alas fases tardías del Formativo en los alrededoresdel 300-200 a.C. lo cual empataría con CupisniqueTardío. Quedando por ello la necesidad de expli-car el desfase entre las fechas anteriores al 800a.C., que no encuadra con el esquema Chorrera-Cupisnique. Algo similar a lo que sucedió con lasfechas establecidas para Chavín, antes de las ex-cavaciones de la “Galería de las Ofrendas” (Lum-breras 1966-1973), en donde un espacio definidocronológicamente de aproximadamente milaños, y confirmadas por fechas de C-14, se “con-fundieron”dentro de un mismo acontecimientoprehistórico.

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152 IV. El Formativo de Ecuador

Análisis de los tiestos únicos:

1. Fragmentos de bordes exciso profundo: (Lámina 3) Son 12 tiestos con bordes planos,

que fueron rotos intencionalmente al parecer,de modo que solamente quedó un motivo aisla-do, generalmente geométrico, en forma de unavoluta o una cabeza zoomorfa.Todos tienen unacoloración crema-café claro, salvo dos fragmen-tos que son negros.Uhle (1922) habla de “braza-letes” y muestra ejemplares similares más com-pletos. Podrían haber sido de recipientes cilín-dricos o “tímbalos”, similares a los trabajados enpiedra en el Perú para la misma época.Entre losmismo Kaulicke (Hocquenghem y otros 1993)señaló dos bordes como relacionados con ma-terial nor-peruano, aunque sin poder precisarlos estilos.

2. Fragmentos de vasijas indefinidas: Al igual que los precedentes, se tratan de 13

tiestos únicos procedentes de piezas rotas inten-cionalmente. Se caracterizan por el típico con-traste mate-pulido, pero subrayado mediante unrelieve pronunciado y altamente pulido. Otrosde los elementos distintivos es en la acentua-ción del efecto mate mediante puntos hundidospre-cocción, en la pasta húmeda. Unos pocostiestos (Ob cit. Fig 3) fueron identificados comoCupisnique Tardío.

3. Sellos de mango plano y exciso profundo:Son 19 de gran variedad de formas de una

geometría muy estilizada. En la colección tene-mos sellos similares a los encontrados en la Cos-ta, algunos por la forma del mango sabemosque no son de la Costa ecuatoriana, donde sue-len ser cónicos. Hay sellos asociados a un moti-vo de base constituido por el ojo, nariz y colmi-llos del felino.El color del engobe puede ser ne-gro o café amarillento. El sello fue identificadocomo cercano a las tradiciones peruanas por P.Kaulicke (Hocquenghem y otros 1999) y L.Lum-breras (observación personal 1990) lo apartócomo representativo de un ser mítico propio deCupisnique, de cabeza felina y cuerpo termina-do en una cola de serpiente. Guffroy (1994:265,Figs h,i) muestra un motivo idéntico en sus ex-cavaciones en el sitio Formativo de Ñañañique.

CONCLUSIONES

La imbricación de las varias “Tradiciones”cerá-micas y estilos regionales que hemos hallado enlas investigaciones en Chaullabamba, nos permi-ten empezar a definir la existencia de una “sub-área andina septentrional sur”, en la cual las rela-ciones tejidas entre las variadas sociedades forma-tivas tardías se manifiestan a través de una identi-dad establecida sobre territorios alejados; tambiénesto supone el desarrollo de una económia sufi-cientemente fuerte como para mantener este tipode relaciones, reforzada por un cierto tipo de pa-rentesco. Dentro de este espacio, es notable la po-sición del valle del Cuenca-Paute, en donde la na-turaleza permitió la confluencia de los hombrescon sus ideas, y la potenciación de una dinámicapropiamente andina-septentrional,dentro de la es-tructuración paulatina de una formación socialsuperior: los cacicazgos avanzados, característicosde los Desarrollos Regionales (Idrovo, ms. en im-prenta).

En efecto, si añadimos a la cerámica los demáscomponentes de la cultura material formativa tar-día, como son los artefactos relacionados con latextilería, la talla de piedra, el comercio del“Spondylus”, los patrones de asentamiento, entreotros, y cuyas huellas aún quedan en el territorioaustral, veremos aparecer y definirse paulatina-mente la silueta de lo que podríamos llamar “unaetnia Proto Cañari”La frontera de ellos en el extre-mo norte sería Alausí, en donde convergen ele-mentos típicos del valle del Cañar (los estilos gra-bados bi y policromos) con otros del Upano y dela zona Puruhá, mientras que la frontera meridio-nal se ubicaría hasta la actual ciudad de Loja, esdecir hasta el norte de la provincia del mismonombre. El sur de esta última, muy individualiza-do en sus restos materiales, sería parte de un terri-torio “híbrido”entre el sur del Ecuador y el nortedel Perú, esto es una zona comprendida entre elrío Jubones y el valle de Jequetepeque, durante laépoca tardía del Formativo. A su vez, esta regiónintermedia habría actuado de enlace comercialen la redistribución de la concha “Spondylus”y ensu intercambio con otros materiales como la tur-quesa (muy apreciada en la joyería formativa delCañar), y el lapislázuli, oriundo de los Andes cen-trales y el sur.

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153IV. El Formativo de Ecuador

Queda por definirse la organización socio-polí-tica e ideológica de estas formaciones socialesque Jaime Idrovo definió como “cacicazgos inci-pientes”,clave para entender en el futuro la defini-ción y conformación de un territorio propiamenteCañari, aún tangible en la terracería, los pucaraes,

los fragmentos de alfarería, las sepulturas, etc., quequedaron como las partes diseminadas de un có-digo fragmentado, al igual que un quipu, cuyos nu-dos serían suspendidos en el espacio, fuera de loshilos que les dimensionan temporalmente.

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IV. El Formativo de Ecuador

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INTRODUCCIÓN

Las sierras andinas del Ecuador y la Sierra Centralen particular, han producido pocas evidencias deocupaciones del período Formativo,a pesar del favo-rable medio ambiente, el fácil acceso hacia las tie-rras bajas de la Amazonia y de la Costa,donde se en-cuentran los asentamientos formativos más tempra-nos de Sudamérica.

Las primeras descripciones de un Formativo en laSierra, se conocieron por las investigaciones realiza-das en Cerro Narrío (Collier y Murra 1943; Bennett1946),las mismas que proporcionaron valiosos datosque dieron lugar a la inferencia de una interrelaciónSierra-Costa durante el Formativo Tardío, período deexpansión de la cultura Chorrera.

Posteriormente nuevas evidencias provienen delos trabajos en Alausí (Porras 1977),Achupallas (Uz-cátegui 1977) y Pirincay (Bruhns 1989). Este últimositio estrechamente conectado con Cerro Narrío porlas características presentes en su secuencia culturaldesarrollada desde el 1400 a.C. hasta el 200 d.C., fe-chas determinadas sobre la base de una serie de da-taciones C-14 (Bruhns 1989:58). De manera particu-lar, Pirincay constituye uno de los pocos eslabonesde las manifestaciones formativas serranas en el Sur,metódicamente estudiados y contemporáneos aChorrera; con un material que muestra las eviden-cias de un “intercambio a larga distancia” (Bruhns1989:61).

El panorama del Formativo de la Sierra Norte seencuentra mucho más claro por los aportes obteni-dos en el asentamiento de Cotocollao (Porras 1980:Villalba 1988).

Por su parte, la perspectiva arqueológica del For-mativo de la Sierra Central carecía de datos, no obs-

tante según una tradicional interpretación se en-cuentra vinculada al Formativo de Cerro Narrío pormedio de la fase Alausí (Echeverría 1983:193; Porras1987:157).

Estos antecedentes dieron origen al Proyecto For-mativo en la Sierra Central, de esta manera el objeti-vo también estuvo dirigido a tratar de entender lasrelaciones Norte-Sur desde los grupos humanos delPrecerámico o Arcaico hasta el Formativo.

Consiguientemente, luego de un análisis meto-dológico de la extensa superficie que cubre la Sie-rra Central, nuestras investigaciones se enfocaronen la cuenca del drenaje del río Chimbo, en el co-rredor interandino que comunica la cuenca deRiobamba con Alausí y en el valle del río Cebadas.Este trabajo pretende mostrar los primeros resulta-dos del Proyecto en relación a ocupaciones for-mativas (Mapa No. 1).

El Medio Ambiente en la Sierra Central

La Sierra Central, desde el punto de vista geomor-fológico, puede ser dividida en: las serranías orienta-les,los valles interandinos,cuenca de Riobamba y se-rranías occidentales.Las conexiones hacia la Costa yel Oriente están definidas mediante las cuencas dedrenaje de los ríos Chimbo, Chanchán y CebadasChambo, que muestran en sus cabeceras a valles deorigen glacial de típica conformación en U (Fig. 1).Posteriormente desarrollan valles juveniles al cortarlas estructuras de rocas sedimentarias dispuestas co-mo divisorias de aguas tanto en el Oriente como enel Occidente.

Así mismo en la Sierra Central se tienen determi-nadas áreas como particulares características, entreellas la disposición de los volcanes Chimborazo, Ca-

PRIMERAS EVIDENCIAS DEL FORMATIVO TARDÍO EN LA SIERRA CENTRAL DEL ECUADOR

A. Jorge Arellano López

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161IV. El Formativo de Ecuador

Figura 1. Mapa de ubicación de la Sierra Central del Ecuador. Principales áreas geomórficas y sitios de ocupación del

Formativo Tardío.

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rihuairazo, Tungurahua y Altar, que circundan lacuenca de Riobamba rellenada por sedimentos denaturaleza terrígena y volcánica.

Entre otras formas geomórficas que sobresalen es-tán: 1) los diseños de drenaje radial de los ríos quenacen en los conos volcánicos; 2) los niveles de an-tiguas terrazas en la hoya interandina de Riobamba,cubiertas por cangagua (asfalls) y una delgada cu-bierta de suelo;3) amplias terrazas aluviales en Palla-tanga y Guasuntos. Grupos de terrazas sobre el valledel Chambo; 4) morrenas, tilitas y depósitos fluvio-glaciares en Osogoche,Atillo y Zula; 5) cubiertas dearenas negras en forma de dunas en las alturas delmargen occidental del valle de Cebadas y en la zonade Palmira; 6) en Salinas mesetas con abrigos y cue-vas creadas por erosión diferencial en rocas volcáni-cas.

Los escasos suelos fértiles no afectados por la de-posición de cangagua, erosión y desertificación, seencuentran en determinadas áreas como en la mar-gen oriental de los ríos Cebadas-Chambo, en las te-rrazas y planicies del sudeste de Palmira, en el valledel Chimbo y el valle del río de la Chimba.Estos sue-los fueron creados predominantemente por aluvio-nes depositados por corrientes de agua o glaciares.En muchos casos los suelos son retransportados yproducto de una sedimentación reciente,tal es el ca-so de Riobamba, Flores, Guamote. En otros la cons-tante deflación en los suelos arenosos sin cubiertavegetal ha dejado al descubierto las superficies decangagua,como se observa en Salinas,Palmira,Dáva-los y Punín.

Estos paisajes que se presentan en la Sierra Centraldeterminan una variedad de micro-ecosistemas convarios pisos ecológicos, donde las precipitacionespluviales varían de acuerdo a su relación con la cor-dillera Oriental (promedio anual 500 mm) o con lacordillera Occidental de la Costa (promedio anual1000 mm).

En cada uno de estos micro-ecosistemas se desa-rrolló una vegetación nativa particular llegando in-cluso a formar pequeños refugios forestales en luga-res protegidos y con provisión de agua, denomina-dos corrientemente como “montaña”.

La agricultura es a secano,los cultivos varían segúnlos pisos ecológicos establecidos con relación a ladiferencia en altitud.Entre 2500 y 2000 mts,es domi-nante el maíz (Zea mays), de 2800 a 3500 mts, la pa-pa (Solánum tuberósum).Se complementa con culti-

vos de chocho (Lupinus mutábilis),melloco (Ullucustuberoso).Las especies introducidas como la cebaday el trigo tienen aceptación principalmente en el va-lle del Chimbo.

La agricultura a irrigación por acequias ocurre enlos valles con pendientes y cercanas a fluentes natu-rales de agua.

Los páramos húmedos tienen un marcado desa-rrollo hacia el este del Chimborazo entre Salinas y Si-miatug,y en las nacientes de los ríos Atillo,Osogocheen las serranías orientales. Estos páramos por sobrelos 3500 mts. son utilizados como pastizales para ga-nado.

Metodología

Como el principal objetivo de las investigacionesen la Sierra Central es el de reconstruir la secuenciacultural desde el Precerámico o Arcaico al Formati-vo, fue importante la determinación de los espaciosgeográficos aptos para las ocupaciones tempranas.Estas fueron reconocidas inicialmente utilizando fo-tografías aéreas y mapas topográficos en escala de1:50000.

Los límites señalados por los rasgos geomórfi-cos, generados en unos casos por el retiro de losglaciares de montaña de la última fase del Wiscon-sin, en otros por la posterior deposición de la can-cagua de las erupciones volcánicas, fueron trasla-dados de las fotografías a los mapas y luego reco-nocidos en el campo paralelamente a la prospec-ción arqueológica.

Por otra parte, con la aceptación generalizada deque las condiciones ambientales se estabilizaron apartir de los 9000 A.P. para llegar a los niveles actua-les, pudimos inferir las áreas propicias para un pa-trón de movilidad de grupos humanos, siguiendoasentamientos estables usualmente ubicados por de-bajo de los 3.500 mts.de altura como el valle del ríoCebadas, el corredor interandino entre Riobamba yAlausí,y la cuenca del drenaje del río Chimbo.

Así mismo considerando las lentas transiciones deadaptación a nuevos medio ambientes locales porlos grupos humanos del Arcaico y Formativo,y la su-pervivencia de un estilo de vida en el cual la explo-tación de recursos de varios pisos ecológicos fuemanipulada desde pisos superiores, las exploracio-nes se concentraron principalmente entre los 300 y3500 mts.de altura.

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En ciertos casos se realizaron exploracionespuntuales en alturas inferiores,particularmente endirección a la Costa. En otros por sobre los 3500mts, para ubicar los afloramientos de la materiaprima empleada en artefactos líticos.

Se reconocieron principalmente terrazas aluvia-les, quebradas que mostraban perfiles erosiona-dos, cuevas, abrigos, nuevos cortes de caminos depenetración y lotes utilizados para cultivos.

La mayor parte de los sitios tienen escaso mate-rial cultural en superficie, pero mucha de la laborfue facilitada por la destrucción de sitios por bus-cadores de tesoros. En estos se obtuvieron un por-centaje considerable de material desechado porlos depredadores.

El material cultural recuperado cronológica-mente pertenece a varios períodos, las ocupacio-nes formativas también muestran un desarrollopaulatino hasta el Formativo Tardío. Estos sitiosfueron estudiados con restringidas cuadrículas desondeo y en su caso con excavaciones intensivasmediante cuadrículas de 2 x 2 mt.

Esta primera aproximación de estudio del mate-rial mayormente cerámico, fue realizada por unacomparación de sus atributos y la combinaciónde los mismos con otros conocidos para la SierraSur, incluido a dataciones radio-carbónicas (C-14).

Las Ocupaciones Formativas

De los sitios de ocupación localizados durantela prospección,sólo dos tienen una relación direc-ta con el período Formativo.Algunas evidencias seencuentran en otros tres. Los restantes pertenecenal período de Integración,con una ocupación cro-nológicamente corta y con material homogéneoque puede ser atribuible a dos únicos componen-tes culturales tardíos. El primero en la hoya inte-randina de Riobamba y el otro en el valle delChimbo (Fig. 1).

Serranías Occidentales

La ocupación formativa BA-1,situada en El Tingosobre la margen occidental del valle del río Chim-bo, se ubica a una altura de 3200 mts. en el trayec-to del denominado Camino del Rey, senda de acé-milas utilizada desde la Colonia para comunica-ción Sierra-Costa. Probablemente esta ruta fue en

parte sobrepuesta a un camino prehispánico porlos rastros culturales que existen de manera inter-mitente a lo largo de la misma.

El sitio forma parte de una pequeña terraza alu-vial superior,con un perfil expuesto donde se loca-lizaron los estratos formativos. Para obtener la dis-posición estratigráfica de la cerámica se efectuóen el perfil un corte de 50 cmts. en sentido hori-zontal y luego se amplió la superficie en 50 cms deancho por 50 cms de profundidad (Fig. 2).

Se expusieron cuatro significativos estratos. Eltercer estrato III, contiene la cerámica formativasusceptible de ser correlacionada con cerro Na-rrío. El estrato I, humus superficial, está relaciona-do a cerámica tardía. El segundo II, es estéril y fi-nalmente el IV que descansa en contacto con can-gagua presenta algunos fragmentos de cerámicaderivados del II, posteriormente se torna estéril.

La cerámica del estrato III fue definida tipológi-camente en base a su decoración, tratamiento dela superficie, espesor y antiplástico, característicaspor las cuales el conjunto de fragmentos obteni-dos se relacionan con el Formativo Tardío de laSierra Sur. Es probable que el tipo más tempranoesté representado por una cerámica de engobemarrón rojizo con decoración geométrica en fran-jas rojas. No se tienen formas reconstruidas, noobstante por el carácter semiesférico de los frag-mentos podrían tratarse de cuencos de paredesconvergentes (Fotos 3 y 4).

En la cerámica no decorada se incluyen vasijasglobulares de superficie engobada o alisada, conbordes evertidos que eventualmente pueden tenerbandas decoradas en su parte interna (Fig. 3).

En adición a la cerámica se encontraron lascasde obsidiana, evidencias que determinan clara-mente un intercambio con la Sierra Norte.

Corredor Interandino

En el corredor interandino se tienen muy pocasevidencias formativas en los sitios de Tzitus-Puma-llacta (CHP-1) y La Merced (CHM-1).

La colección de cerámica del sitio CHP-1, obte-nida superficialmente, muestra una secuencia delFormativo Tardío hasta el período Inca.Se tiene deigual manera la clásica cerámica ordinaria de lacultura Puruhá. El sitio ubicado entre Guasuntos yGonzol, sur de la Prov. de Chimborazo, se encuen-

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Figura 2. A,sitio BA-1,El Tingo.Provincia de Bolívar,valle del Chimbo. Perfil estratigráfico: I,humus con cerámica tardía (negro obscuro).II, arena limosa estéril (marrón grisácea). III, arena limosa con cerámica formativa. IV, limo arenoso estéril (gris marrón).B y C,cerámica formativa,BA-1,El Tingo. Tazón tipo engobado en marrón rojizo.Pedestal tipo decorado negro sobre leonado.

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tra en el valle de Sevilla sobre una colina de 2810mts., domina parte del valle del río Guasuntos.

Sobre la colina se construyó un Pucará con murosdefensivos en la pendiente Sur y una estructura supe-rior de forma ovoidal con una escalinata de ingreso.Aunque se trata de una estructura tardía,en sus alre-dedores se encuentran diseminadas fragmentos decerámica de los períodos mencionados. Sin embar-go, el asentamiento temprano pudiera haber estadolocalizado en las cercanías del actual pueblo de Pu-mallacta, por la presencia de mayor porcentaje dematerial cultural del Formativo, debido a la constan-te remoción de la tierra por los arados (Foto 1).

Entre la cerámica formativa sobresalen las formasglobulares (ollas) de bordes evertidos y paredes del-gadas usualmente con engobe y franjas decorativasinternas.La superficie externa tiene engobe leonadosin decoración. Otras formas son los cuencos, estosvarían entre los con decoración incisa sobre superfi-cie engobada en rojo, o sin decoración con engobeleonado (Figs.4 y 5).

El acabado y formas de esta cerámica son idénti-cas a las descritas para Cerro Narrío,lamentablemen-te se tiene solo una cronología cruzada comparativapor la falta de una base estratigráfica.

El segundo sitio con algunos elementos formativosse encuentra entre Palmira y Tixán (CHM-1), forman-do parte de una serie de terrazas bajas a 3200 mts.dentro del angosto corredor interandino y en su pun-to más alto de conexión entre las hoyas y valles delSur y Centro.

Este sitio cercano a la hacienda La Merced,presen-ta una particular característica geomórfica en direc-ción al río Pumachaca,se trata de un relieve fósil queen la definición de Ochsenius (1987:47), se denomi-na “criptomorfogénesis”. Es decir un relieve pre-exis-tente de cangagua exhumada, por la acción combi-nada de viento,agua,y remoción continua de la del-gada cubierta de suelo con maquinaria agrícola.

Estos factores hicieron posible la exposición enuna área aproximada de una hectárea, un materialcultural compuesto por 70% de líticos y 30% de frag-mentos de cerámica. La relación lítica-cerámica espor el momento imposible de definirla. El trabajo ymateria prima de los líticos es homogéneo,mientrasque en la cerámica se tiene del Formativo, luego Pu-ruhá e Inca.Además este último material se encuen-tra muy fragmentado dando la impresión de ser másabundante que el material lítico.

La lítica comprende un 36% de los artefactos,des-tacándose denticulados gruesos, medianos y finos,raspadores de varios tipos,grabadores raederas y nú-cleos. La materia prima en cuarcita metamórfica ycalcedonia blanca (Fotos 5 y 6).

Los escasos elementos del Formativo son fragmen-tos de cuencos incisos sobre una superficie negraalisada o engobada en rojo que recuerdan al tipo tar-dío del Narrío grueso (Fig.5).

Serranías Orientales

El sitio más importante y actualmente en fase deestudio es el asentamiento CHLP-1,que se encuentraen el valle del río Cebadas sobre una terraza com-puesta por sedimentos arenosos de acumulaciónaluvial y eólica. Se complementa con dos sitios se-cundarios contiguos,CHLP-3 y CHLP-4,el primero enun pequeño valle transversal de perfil cóncavo y elotro sobre una segunda terraza (Foto 2).

Este conjunto se ubica en la comunidad HierbaBuena Ichubamba, hacia las laderas orientales delvalle a 3320 mts de altura y se encuentra limitado porlas quebradas Pancún y Rushurumi, transversales alrío Cebadas.

En el asentamiento CHLP-1 se excavaron seis cua-drículas de 2 x 2 mts,hasta una profundidad de 1.80y 2 mts.El estrato del Formativo es un espeso depósi-to de sedimentos areno limosos entremezclados conmaterial cultural y restos de carbón vegetal. Se en-cuentra por debajo de otros estratos eventualmenteculturales que varían entre 15 y 40 cms.de espesor.

No obstante haber realizado una excavación porniveles arbitrarios para obtener mayor detalle, en to-das las cuadrículas no existen evidencias definidasde pisos de ocupación. Dos elementos aislados po-drían marcar un límite cronológico para dos fases dedeposición cultural, se trata de algunos pequeñosbloques de rocas sin labrar que se encuentran a 0.8y 1.8 mts.de profundidad en la cuadrícula 4.

Los niveles más antiguos de todas las cuadrículasse encuentran en el 7 y 8, aunque generalmente notienen un contenido cultural abundante.Por su partelos niveles 4,5 y 6 presentan la mayor concentraciónde material cultural, la misma que está compuestapor 48% de fragmentos de cerámica,y 52% de restosde huesos de animales.

Los líticos son escasos y se reducen a pequeñaslascas de obsidiana, manos de mortero fragmenta-

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Figura 3. A,B y C,cerámica formativa,BA-1.El Tingo. Vasijas globulares sin decoración y con engobe rojo obscuro.

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Figura. 4. Sitio CHP-1, Tzitus-Pumallacta, Provincia de Chimborazo. A y C, vasijas globulares, borde interno decorado con franja roja oscura. B, vasija globular, borde interno decorado rojo sobre leonado. D, cuenco engobado en leonado. E, cuenco con decoración geométrica incisa sobre engobe rojo.

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Figura 5. A, sitio CHP-1, Tzitus-Pumallacta. Bordes de cerámica formativa tardía. B y C, sitio CHM-1, La Merced.Cuenco inciso en superficie negra alisada. Cuenco con decoración geométrica incisa sobre engobe rojo oscuro.

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das, azadas fragmentadas y dos hachas en formade T. Los artefactos de hueso consisten en burdaspuntas tal vez utilizadas como punzones.

Sin lugar a dudas, la cerámica es un factor deter-minante para considerar a este asentamiento den-tro del período Formativo. Se observa que los nive-les profundos tienen como característica su aso-ciación a la cerámica conocida como “cáscara dehuevo”, presente en formas globulares (ollas) conbordes evertidos internamente decoradas confranjas de color rojo oscuro.También existen cuen-cos incisos, cuencos carenados sin o con decora-ción a muescas realizadas mediante uña.

En los niveles medios las paredes de la cerámi-ca se hacen ligeramente gruesas conservando susformas, la superficie engobada o pulida muestraen ocasiones una decoración de franjas verticalesen rojo oscuro efectuadas mediante el uso de losdedos (Fotos 7 y 8).

Esta tradición cerámica se complementa condos tipos muy escasos. Una gris pulida con formasde tazones evertidos y una carenada usualmentedecorada con muescas y el otro tipo, una cerámi-ca pulida de pasta blanca, paredes gruesas conformas globulares de bordes evertidos y cuencosde bordes directos.

Entre los restos de animales se pudieron diferen-ciar en principio a huesos de venados y cuyes.Va-rios de los huesos grandes estuvieron en procesode corte y otros muestran huellas de raspado, ras-gos que podrían ser similares a los del material dePirincay estudiados por Miller y Gill (l990), (Fotos9 y l0).

Es necesario subrayar la disposición no estructu-rada de los diversos restos culturales y la falta deestructuras de habitación tanto en los niveles su-periores como inferiores.

Los sitios CHLP-3 y CHLP-4, contienen superfi-cialmente similares tipos de cerámica a los obteni-dos en excavaciones en el CHLP-1, incluido a ma-terial tardío.

Discusión

Por el momento se tiene toda la evidencia paraafirmar que la Sierra Central de ninguna forma seencontraba aislada de los movimientos de pobla-ción durante el Formativo. Estas evidencias pare-cen indicar que la región fue como un punto de

encuentro entre el Norte y Sur, al margen de loscontactos con el Oriente a través de Macas y conla Costa por Balsapamba.

Por otra parte, desde el Formativo fue conocidoel manejo de los recursos naturales de ciertos me-dio ambientes,por ejemplo,en el valle de Cebadasy en el pequeño valle de Sevilla donde se tienenocupaciones desde el período Formativo hasta elperíodo Inca.

Algunas apreciaciones con respecto a estos gru-pos del Formativo Tardío se pueden citar en basea los resultados de las excavaciones efectuadas enel valle de Cebadas. En primer lugar las fechas deC-14 más antiguas para la ocupación en HierbaBuena (CHLP-1), indican que a los 2620 +- 80 A.P.existía un grupo humano concentrado en el valle,utilizando y aprovechando sus varios pisos ecoló-gicos.

Su material cultural infiere una economía basa-da en la caza, recolección y agricultura, significan-do patrones de ocupación cercanos a corrientesde agua y con una amplia cobertura visual. La ce-rámica contiene tipos que sugieren contactos adistancias considerables, como las formas carena-das que marcarían su relación con la Sierra Norte,además de la obsidiana. Al Oriente por la cerámi-ca pulida en la pasta blanca y a la Costa por algu-nos fragmentos del tipo Chorrera incluyendo unfragmento de cuello de botella. Su relación conCerro Narrío está mejor definida por el porcentajede idénticas formas y decoración.

El sitio de El Tingo (BZ-1) en el Sur del valle delChimbo, también presenta una variedad de ele-mentos que amplían el panorama regional de in-tercambio a través de la Sierra Central. Entre estostenemos al tipo de cerámica incisa en franjas rojasque denotaría un contacto con el Oriente posible-mente vía Alausí y Cerro Narrío. Esta misma rela-ción mencionada para Pirincay por Bruhns(1989:66), de igual manera se apoya en esta varie-dad de cerámica.

Así mismo, el contacto con el norte se pude tra-zar por el movimiento de transporte de obsidiana,en contrada desde Cutagua (norte de Simiatug).Simiatug, Salinas,Tomavela y El Tingo. Este comer-cio de obsidiana es básicamente una continua-ción de períodos precedentes al Formativo.

A pesar de este sucinto resumen proyecta unavisión generalizada de los trabajos realizados para

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170 IV. El Formativo de Ecuador

conocer el Formativo en la Sierra Central, es evi-dente que el valle de Cebadas incrementará el co-nocimiento del período Formativo en el Ecuador.

Agradecimientos

Deseo expresar mis agradecimientos a la NationalGeographic Society por otorgar los financiamientosnúmero 4147-89 y 4543-91 para el desarrollo de las in-vestigaciones arqueológicas en la Sierra Central delEcuador.

De igual forma al Instituto Nacional de PatrimonioCultural del Ecuador por los permisos concedidos.

Mis agradecimientos al Centro de InvestigacionesArqueológicas de la Universidad Católica,que traba-ja en forma conjunta en las investigaciones.Tambiéndebo destacar la colaboración brindada en Quitopor la “American Embassy Recreation Association”,

José Echeverría, Patricio Moncayo, Mónica Bolaños,Ernesto Salazar, Ángel Bonilla,Lupe Cruz y Evon Váz-cones. En Cebadas, al Padre Miguel Alexandre, Ma-nuel Ortiz, Arsenio Sánchez, Centro Campesino deCebadas y Comunidad de Hierba Buena. En la Pro-vincia de Bolívar a Monseñor Cándido Rada,y los pa-dres Antonio Polo y Jorge Alarcón.

Participaron en los trabajos de campo y laborato-rio, María Fernanda de Bonilla,Marcelo Qhispi y Do-lores Galindo.

Finalmente, me permito agradecer a Paulina Le-dergerber por la invitación a participar en el Sim-posio “Arqueología Sudamericana: Hacia una Re-evaluación de la Etapa Formativa”y al mismo tiem-po darme la oportunidad de adherirme al home-naje a los Drs. Betty J. Meggers y Alberto Rex Gon-zález.

Fotografía 1. Sitio CHP-1,Tzitus-Pumallacta.Provincia Chimborazo.

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171IV. El Formativo de Ecuador

Fotografía 2. Sitio CHLP-2, Ichubamba Hierba Buena, Valle de Cebadas. Provincia de Chimborazo.

Foto 3.

Foto 4.

Fotografías 3 y 4. Sitio BA-1,El Tingo. A, inciso en franjas rojas,motivos geométricos. B, fragmentos de

tazones engobados en marrón rojizo.Pedestal anular negro sobre leonado.

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172 IV. El Formativo de Ecuador

AA

BB

Fotografías 5 y 6. Sitio CHM-1, La Merced. Artefactos líticos en calcedonia. A, denticulados finos. B, raspadores.

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173IV. El Formativo de Ecuador

AA

BB

Fotografías 7 y 8. Sitio CHP-1, Ichumbamba Hierba Buena, cerámica formativa (cáscara de huevo). A, tipo decorado con incisiones finas. Nivel S2(80-100). B, tipo decorado con franjas rojas verticales u horizontales y

bordes internos con franjas decorativas. Nivel S6(80-100).

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174 IV. El Formativo de Ecuador

AA

BB

Fotografías 9 y 10. Sitio CHP-1, Ichubamba Hierba Buena. A, resto de huesos de animales y cornamenta de venados. B, mandíbulas de roedores. Nivel S5 (140-160).

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175IV. El Formativo de Ecuador

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V

EL FORMATIVO DE PERÚ

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179

INTRODUCCIÓN

El Precerámico de la Costa peruana (12.000-3.800A.P.) fue un período de ambientes cambiantes. Cier-tos datos sugieren que el clima de la costa norte fuemás húmedo y que hubo lluvias estacionales hastaChimbote (9°S) o posiblemente hasta Lima (12°S).Entre 6.000 y 5.000 A.P., se estableció el nivel actualdel mar y empezaron las condiciones áridas que per-duran hasta hoy en la costa.Es decir,antes de aproxi-madamente 5.000 A.P.,el ambiente de la costa perua-na no solamente fue diferente del actual, sino queexperimentaba constantes alteraciones espaciales ytemporales.Estos cambios condicionaron la disponi-bilidad y el uso de los recursos marinos y terrestresde la zona costera, que a su vez se relaciona con eldesarrollo de las sociedades complejas de la etapaFormativa.Nuestro propósito en este informe es resu-mir las evidencias para los cambios ambientales ysugerir posibles relaciones con el uso de los recursosmarítimos y el desarrollo de las culturas de la costaandina (Mapa Fig.1).

Antes de proceder, es importante advertir lo si-guiente.No estamos proponiendo factores ambienta-les o ecológicos como el único motor de cambiosculturales,pero creemos que estos factores sí fueronimportantes y deben de tomarse en cuenta en cual-quier intento de explicar la historia cultural de lacosta andina (o cualquier otra parte del mundo)(Seltzer y Hastorf 1990;Shimada y otros 1991 para ex-presiones recientes de esta orientación).

También quisiéramos aseverar que no ignoramosla importancia de los procesos contemporáneos enla Sierra y Selva y sus interacciones con la Costa.Es-tas interacciones son claves para entender el desa-rrollo de las culturas formativas de los Andes, tema

que ha sido tratado en otra oportunidad (Richard-son 1989). Sin embargo, pensamos que se puedetratar de la Costa como una entidad ambientalque sostuvo un desarrollo diferente de los demásambientes andinos, por lo menos en términos desistemas económicos.

Finalmente, quisiéramos señalar que al hablarde la importancia de los recursos marinos y lasadaptaciones marítimas, no queremos decir quelas fuentes alimenticias terrestres carecían de im-portancia.Al contrario, los recursos terrestres siem-pre formaban parte de la economía de subsisten-cia de los pueblos de las costas andinas, y no du-damos que la interacción entre los sistemas de ex-plotación marina y terrestre tuvo mucho que vercon el surgimiento de las culturas de la etapa For-mativa. Al hablar de una plena adaptación maríti-ma, referimos a la predominancia de las especiesmarinas en la parte animal de la dieta. Esto indicaun conocimiento íntimo del Litoral y sus recursos,sin excluir igual conocimiento y uso de los am-bientes terrestres de la zona costeña (que dichosea de paso se incluyen en la zona “marítima”).

CRONOLOGÍA DEL PRECERÁMICO

El Precerámico peruano consta de tres períodos:Temprano (12.000 a 8.000 A.P.),Medio (8.000 a 4.450A.P.), y Tardío (4.450 a 3.800 A.P.) (modificado deQuilter 1989:11, 1991). Según la reciente reseña deQuilter (1991),

“El Precerámico Temprano se caracteriza por unatradición cazadora-recolectora en un ambiente Pleis-tocénico tardío, el Precerámico Medio. . .comienzacon el establecimiento de condiciones ambientales ysociedades que practicaban economías de base am-

V. El Formativo de Perú

LAS FUNDACIONES PRECERÁMICAS DE LA ETAPA FORMATIVA EN LA COSTA PERUANA

Daniel H. Sandweiss y James B. Richardson III

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V. El Formativo de Perú180

Figura 1. Mapa de la costa del Perú y Chile, mostrando los sitios arqueológicos y pueblosactuales mencionados en el texto; los isobatos de 100 y 200 metros; las zonas ambien-tales (Norte, Central y Sur) definidas en el texto; y el área de arquitectura monumental

del Precerámico Tardío.

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181V. El Formativo de Perú

plia pero empezaban a enfocarse en la explotaciónde recursos locales específicos,como la pesca en laCosta, y el Precerámico Tardío. . .marca el comienzodel uso generalizado de cultígenos y la construcciónde arquitectura monumental en muchas partes delPerú.”

En general, estamos de acuerdo con esta formula-ción,excepto que redefiniríamos el Precerámico Me-dio como el tiempo durante el cual el ambiente mo-derno se estableció progresivamente en las diferen-tes zonas andinas; no se estabilizó en toda el áreahasta después de 5.000 A.P., o sea, al comienzo delPrecerámico Tardío.

CAMBIOS AMBIENTALES EN LA COSTA CEN-TRO-ANDINA

Son dos los cambios ambientales que quisiéramostocar:el cambio del nivel del mar y las evidencias pa-ra un clima más húmedo en la costa norte.Ambos re-flejan procesos que siguieron desde antes de la llega-da del hombre a la costa andina alrededor de11.000-12.000 A.P. hasta aproximadamente 5.000 A.P.Después de 5.000 A.P., El Niño viene a ser otro factorimportante.

Cambio del nivel del mar (Fig. 1, Mapa)

Richardson (1981) ha resumido previamente losdatos sobre los cambios del nivel del mar debidoa la última desglaciación. El mar llegó a su nivelmás bajo entre 18.000 y 15.000 A.P. con la máximaglaciación; los cálculos del cambio de nivel co-rren entre 85 y 135 m, con mayor aceptación de lasegunda figura. Luego, el mar empezó a subir; a7.000 A.P., estuvo unos 20 m por debajo del nivelactual, y llegó a su nivel actual alrededor de 5.000A.P. Este cambio tiene varias implicancias para laprehistoria de la costa andina.

Primero, significa que gran parte de la zona coste-ra del Precerámico Temprano y parte del Precerámi-co Medio está sumergida. El área perdida dependede la batimetría del zócalo continental. Donde esempinado y la trinchera Perú-Chile se acerca a la pla-ya actual,se perdió poco terreno.Donde la gradientees suave y la trinchera se aleja,se perdió mucho másterreno,hasta 100 Km en partes.Se puede usar el iso-bato de 100 m para aproximar la línea de playa dehace 15.000 años (Fig 1), para indicar las zonas de

mayor o menor pérdida de terreno (Richardson1981). Como se verá abajo, las diferencias en elárea sumergida afectan la distribución de los sitiosdescubiertos para los períodos tempranos; a suvez, esto ha afectado la interpretación del uso delos recursos marítimos.

Segundo, mientras que el nivel del mar subía, elambiente marítimo no estaba tan estable comoahora. No solamente las playas cambiarían conmayor frecuencia, sino que los valles bajos esta-rían en un régimen aluvial, lo que limitaría su po-tencial para la agricultura. Después de 5.000 A.P.,los procesos litorales cambiaron de una transgre-sión marina a una etapa de estasis o de regresiónmarina. La regresión se debe a la formación de lí-neas de playa (o cordones litorales) al norte de losríos mayores de la costa nor-peruana.Varios estu-dios indican que estos cordones empezaron a for-marse a partir de 5.000 A.P., y que probablementeestán relacionados con eventos mayores de El Ni-ño (Ortlieb y otros 1989; Richardson 1983; Sand-weiss 1986).

El clima de la costa norte en el PrecerámicoTemprano y Medio

Existen varias evidencias que sugieren que el cli-ma de la costa norte del Perú estaba más húmedodurante el Precerámico Temprano y Medio, hasta5.000 A.P.,debido a la presencia de una corriente deagua tropical.Estas evidencias han sido expuestas ydiscutidas en varios artículos (DeVries y Wells 1990;Richardson 1973,1978;Rollins y otros 1986).Aquí,noslimitamos a resumirlas,y más abajo las trataremos enmayor detalle.

Antes de la llegada del hombre en la costa perua-na, la avifauna de La Brea de Talara (Fig. 1) sugiereun ambiente de lluvias estacionales,con grandes sa-banas, bosques, lagos, y pantanos al rededor de14.000 A.P.(Campbell 1982).A partir de 11.500 A.P., laevidencia principal para un clima húmedo y calien-te es la presencia de moluscos tropicales en sitios ar-queológicos, en latitudes donde ahora se encuen-tran especies de aguas frías. En Talara, los sitios delcomplejo Amotape/Siches tienen especies de man-glares (Richardson 1973, 1978, 1992); este complejofecha entre 11.500 y 5.000 A.P. Los manglares requie-ren agua marina tropical y el influjo de agua dulce;hoy en día, no se encuentran manglares al sur de

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Tumbes, Perú. Una excepción menor es un relictode manglar en la boca del río Piura (Peña y Vásquez1985). En el siguiente complejo, Honda (5.000-3.500A.P.), no se encuentran las especies tropicales; losmoluscos son propios de las aguas frías de la corrien-te Peruana o Humboldt.

Al norte del río Santa, la playa fósil de Ostra y lossitios asociados tienen una fauna malacológicaque consiste mayormente en especies tropicalesque hoy habitan la zona de Tumbes (Fig. 1). Estossitios fechan de 6.250 a 5.000 A.P. (Sandweiss yotros 1983, Sandweiss 1996). Unos 20 Km al nortede la playa Ostra, las Salinas de Chao (Fig. 1) tie-nen sitios que remontan a 4.500 A.P.; solamentecontienen moluscos de aguas frías (ibídem).

Actualmente, se discute la interpretación de losmoluscos de Ostra; DeVries y Wells (1990) creenque su presencia se debe a condiciones geográfi-cas locales, mientras que nosotros pensamos quereflejan cambios climáticos de mayor escala.Volve-remos a este punto más abajo. Aquí, notamos quelos sitios del Precerámico Temprano y Medio,que seconocen por publicaciones, al sur del río Santa so-lamente contienen moluscos de aguas frías.Si hubouna corriente caliente en la costa norte del Perú,probablemente no se extendió hasta Lima. Entre elrío Santa y Talara, son pocos los sitios que fechanentre 6.000 y 5.000 A.P.; la mayor parte de los sitiosanteriores, como los del complejo Paiján, son mástempranos y por ende estuvieron lejos del litoral;nose pueden considerar como sitios marítimos.La úni-ca excepción es la Quebrada de Chorrillos (605’S),en el lado sur del Macizo de Illescas,en donde Mer-cedes Cárdenas y sus colegas (1993) encontraronmoluscos de aguas tropicales asociados a fechadosentre 6.970±140 y 7.540±90 A.P. Así que, la distribu-ción espacial de sitios con moluscos tropicales ymoluscos fríos sugieren que el cambio fue regionaly no local. A partir de 5.000 A.P., la distribución delas especies y consecuentemente las condicionesclimáticas se asemejan a las actuales. Es el mismomomento en que el nivel del mar se estabiliza; pro-bablemente la coincidencia no es casual.

Si los hallazgos de moluscos tropicales en lacosta norte del Perú reflejan un cambio en las co-rrientes marinas,una consecuencia es que El Niñono puede haber funcionado del mismo modo queahora; posiblemente no existó antes de 5.000 A.P.(Richardson 1981; Rollins y otros 1986).

EL PRECERÁMICO DE LA COSTA CENTRO-ANDINA

Desde que Moseley propuso, en 1975, que el eco-sistema marino proporcionó la base de subsistenciapara las etapas más tempranas en el desarrollo de lacivilización andina, los arqueólogos han librado undebate candente acerca del rol de los recursos mari-nos en ese desarrollo (Moseley 19975, 1992; Osborn1977; Quilter y Stocker 1983; Raymond 1981; Wilson1981).Tanto el estudio de Moseley (basado parcial-mente en los trabajos de Lanning 1967) como la ma-yoría de los estudios posteriores se enfocan en el Pre-cerámico Tardío de la costa central y nor-central delPerú, cuando y donde aparecen los signos más ob-vios de incrementos en el tamaño de la poblacióncosteña y en su grado de organización.En parte,esteénfasis en un solo período resultó de la importanciade los cambios que aparentemente ocurrieron enese entonces; también refleja el hecho que hasta re-cientemente, la mayor parte de los datos sobre lasadaptaciones marítimas precerámicas se refirieronal Precerámico Tardío de la costa central del Perú.Enlos últimos años,sin embargo,nueva información sig-nificativa ha sido descubierta para los períodos mástempranos y las zonas alejadas de la costa central.También se ha empezado a discutir los criterios paradefinir la sociedad compleja y el momento en queapareció, para entender mejor la naturaleza de loscambios observados (v.g., Burger y Salazar-Burger1991; Quilter 1991).

El Precerámico Temprano

El uso de los recursos marinos como fuente princi-pal de proteina se remonta hasta el Precerámico Tem-prano, en sitios como Quebrada de las Conchas (Lla-gostera 1979),Tiliviche 1 (Núñez 1983:181-184),el “RingSite”(Sandweiss 1989), y los sitios del complejo Amo-tape/Siches (Richardson 1973,1978,1992) (Fig.1).

Quebrada de las Conchas se ubica en Antofagasta,Chile (24°S) y tiene fechados de 9.400 ± 160 A.P. y9.680 ± 160 A.P.Los restos zooarqueológicos incluyenmoluscos,24 especies de peces,mamíferos marinos,aves,y camélidos (Llagostera 1979).Una vez comen-zada la explotación marítima en el PrecerámicoTemprano, la tradición marítima continúa en el nor-te chileno a través del Precerámico Medio y Tardío(ibídem; Llagostera 1991; Núñez 1983).

182 V. El Formativo de Perú

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183V. El Formativo de Perú

El sitio de Tiliviche 1 (19°40’ S) se ubica a unos 40Km de la costa actual.Con fechados de 9.760 ± 365 y7.850 ± 280 A.P. para el estrato Temprano, al inicio dela ocupación, la playa debe haber estado un pocomás lejos que hoy. El basural contiene restos vegeta-les, huesos de camélidos y cuyes, y restos de anima-les marinos, pese a la distancia al mar (Núñez 1983:181-184). Núñez (ibídem) cree que el complejo Tili-viche representa trashumancia entre los oasis ribere-ños y la costa.

En el Ring Site,al sur de Ilo,Perú (17°45’ S),encon-tramos una secuencia cultural que cubre unos 5000mil años desde un fechado temprano de 10.575 ±105 A.P. hasta un fechado de 5.060 ± 65. Por factoresde conservación, todavía no podemos comentar laparte vegetal de la dieta, pero desde el principio dela secuencia hasta el final (la secuencia termina enel último nivel que se conservó de la destrucción re-ciente,pero no es el fin de la ocupación del sitio), laparte animal de la dieta se basaba exclusivamenteen especies marinas, sean moluscos, cangrejos, eri-zos, peces, aves o mamíferos marinos. La industria lí-tica es sencilla y consiste en lascas utilizadas, herra-mientas unifaciales,y lascas de cantos rodados.Tam-bién se halló un martillo y dos pedazos de galena.Las excavaciones no produjeron ni puntas ni piedrasde moler o morteros, aunque estas categorías de ar-tefacto están presentes en la superficie del sitio.Apar-te de las herramientas líticas, las únicas otras herra-mientas son unos huesos trabajados que probable-mente son ganchos para anzuelos compuestos, yparte de un arpón de hueso.Los artefactos de huesovienen de niveles fechados entre aproximadamente7.000 y 8.000 A.P.,o sea el Precerámico Medio (Sand-weiss y otros 1989).

Tanto los vertebrados como los invertebrados delRing Site indican un clima y rango de hábitats mari-nos parecidos a las condiciones actuales de aguasfrías.Sin embargo, los suelos y los restos de fauna su-gieren un clima un tanto más húmedo que ahora(Sandweiss y otros 1989:69-72).

En el extremo norte del Perú,en las inmediacionesde Talara (4°30’ S), Richardson ha definido una se-cuencia de complejos culturales que va desde el Pre-cerámico Temprano hasta el Precerámico Tardío. Enrevisar la evidencia del complejo Amotape, antesconsiderado el complejo más temprano (Richard-son 1978), la industria lítica y los fechados de C-14traslapados claramente sugieren que Amotape es en

realidad una fase temprana del siguiente complejoSiches (Richardson 1992). Juntos, los complejosAmotape y Siches fechan entre 11.500 y 5.000 A.P.,esdecir,el Precerámico Temprano y Medio.

Los sitios Amotape/Siches tienen moluscos mari-nos de los manglares, y el análisis de los huesos deun sitio Siches identificó peces de estuarios (Ri-chardson 1978).

No nos sorprende que los sitios más tempranos conevidencia de explotación de recursos marinos son delos extremos sur y norte del Perú y el norte de Chile:son las áreas en donde el isobato de 100 m se acercamás al continente (Fig.1).En otras palabras,son las zo-nas en que la playa actual es la más cercana a la pla-ya del Precerámico Temprano y Medio.Este hecho ex-plica por qué no se encuentran evidencias tempranasde las adaptaciones marítimas en la costa sur-central,central, y nor-central del Perú (Richardson 1981). Losextremos de la costa peruana y la costa nor-chilenason las zonas más provechosas para seguir la búsque-da de sitios marítimos tempranos.

En las partes de la costa peruana en donde el iso-bato de 100 m se aleja de la playa actual y se ha per-dido mucho terreno con el levantamiento del mar,los indicios de la explotación de recursos marinosen el Precerámico Temprano son menores. Esto sedebe a la mayor distancia entre los sitios estudiadosy la playa.Tal sería el caso de Paiján,en la costa nor-te del Perú,entre Lambayeque y Casma.Fechados re-cientes para Paiján indican que va de 10.500 a 8.000A.P. (Chauchat 1988), pero fechados más tempranosdel valle de Moche sugieren un comienzo alrededorde 12.000 A.P. (Ossa y Moseley 1973; Ossa 1978). EnPampa de los Fósiles, Chicama, el Sitio 13 tiene unaamplia variedad de especies de peces marinos,lagar-tijas, zorros, y otros animales menores (Chauchat1988). En Quebrada Cuculicote, Chicama, la subsis-tencia Paiján también incluyó peces marinos y pe-queños animales, además de unas pocas conchasmarinas (Gálvez Mora ms.). Estos sitios paijanensesse ubican a más de 15 Km de la costa actual;a 10.000A.P., el reducido nivel del mar expuso unos 10 Kmmás del zócalo,así que no sorprende la ausencia demoluscos u otros elementos marinos pesados. Estossitios de tierra adentro probablemente representenparte de la ronda estacional de los cazadores-reco-lectores paijanenses que incluyera el uso intensivode recursos marinos en el zócalo continental (ahorasumergido).

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En la costa central del Perú, en donde Lanning(1963, 1967) produjo el primer intento de una se-cuencia larga para el Precerámico de la costa perua-na, los efectos del levantamiento del mar le hizocreer que el uso intensivo de los recursos marinosempezaba alrededor de 5.000 A.P.,con su fase Encan-to. En verdad, veía los efectos del gradual acerca-miento de la playa y sus recursos a su zona de estu-dio. Pudimos ver este proceso en la secuencia delRing Site, en donde los peces y aves marinas predo-minan en los niveles inferiores,cuando el mar estuvomás retirado; a través del tiempo,el mar se acercabay los moluscos se hicieron cada vez más comunes(Sandweiss y otros 1989:71 y Tabla 17).En general,losmoluscos son el elemento marino más visible en losbasurales,y su ausencia podría dar la impresión queno existen restos marítimos en un sitio, si no se reco-gen e identifican los restos de vertebrados.

El Precerámico Medio

El complejo Honda de Talara, los niveles superio-res del Ring Site, y los sitios chilenos evidencian lacontinuación de la explotación del mar a través delPrecerámico Medio, pero para ese período tambiénse conocen sitios en la costa central del Perú que de-muestran la importancia de los recursos marinos(Fig. 1). Esto se debe al hecho que los sitios litoralesdel Precerámico Medio-tardío no están sumergidospor el levantamiento del mar.Un caso bien conocidoes Paloma (12°30’S), un sitio sedentario o semi se-dentario ubicado al sur de Lima y fechado entre7.800 y 4.700 A.P. (Benfer 1990:Tabla 1). Los estudiosde los restos alimenticios y humanos demuestran unincremento en la población durante el PrecerámicoMedio y Tardío,acompañado por la deterioración delos recursos terrestres,un mayor énfasis en los recur-sos marinos,y un mejoramiento en la salud de la po-blación (ibídem 289 ff).

Otro caso sería el complejo de sitios Ostra, ubica-do al norte del río Santa en la costa nor-central delPerú (9°S), que representa una adaptación marítimaa fines del Precerámico Medio.El complejo consisteen un campamento base y una serie de estacionesde recolección, todos ubicados alrededor de unaplaya fósil. La mayor de las estaciones de recolec-ción tiene dos fechados,de 5680 ± 90 y 5160 ± 60 A.P.,mientras que el Campamento Base tiene ocho fecha-dos entre 6250±300 y 5450±110 (Sandweiss y otros

1983; Sandweiss 1996).Tanto la playa fósil como lossitios arqueológicos presentan moluscos marinos deaguas tropicales. Se discute el origen de los molus-cos: ¿se debe a condiciones locales de calentamien-to (DeVries y Wells 1990) o a un cambio en las co-rrientes de la costa nor-peruana hasta hace 5.000años (Sandweiss y otros 1983; Rollins y otros 1986)?En noviembre y diciembre de 1991, Sandweiss reali-zó excavaciones en el Campamento Base de Ostrapara solucionar ese problema a través del análisis delos restos de vertebrados e invertebrados.La mayoríade los huesos consisten en peces, aves, y mamíferosmarinos, sin una presencia obvia de mamíferos te-rrestres. Los únicos restos vegetales son carboniza-dos, entre los cuales hasta ahora se ha identificadosemillas de algarrobo y guarango (Cano y LaTorre1992).

Casi todos los moluscos de Ostra son especies queactualmente se encuentran a unos 400 Km al norte,en la zona de Tumbes,Perú,aunque hay una mínimapresencia de moluscos de las aguas frías de la costacentral peruana. Posiblemente Ostra se encontrabacerca de la división entre las corrientes frías y calien-tes hace 5.000 años; esperamos que la identificaciónde los vertebrados marinos y sus rangos geográficosdefina mejor la situación de las corrientes.

La industria lítica de Ostra consiste en artefactosunifaciales (denticulados, etc.) hechos en cantosrodados y en lascas de cantos rodados; manos,morteros,y metates; martillos; pesas y boleadores; yunos cantos pequeños,planos,y oblongos con unapunta aplanada y una o dos incisiones en una ca-ra debajo de la punta aplanada (Sandweiss 1990).Este último tipo no se conoce de sitios precerámi-cos peruanos,por lo menos al sur de Ostra,pero tie-ne cierta similitud con las figurinas del tipo “PalmarPlain” de Valdivia Fase A (Meggers y otros 1965:95-96). Siendo la ostra (Ostrera chilensis) una de lasespecies más comunes en el sitio, no sorprendemucho el hallazgo de perlas en el basural. Encon-tramos algunos artefactos de hueso y de concha,incluyendo parte de un anzuelo de concha que se-gún la reseña de Llagostera (1992) sería un tipoecuatoriano. Estos datos resultan interesantes con-siderando que la fauna también es norteña.

Para la costa norte de Chile,Núñez (1983:196-197)define un proceso de “maritización”durante el Prece-rámico.Este proceso llega a un clímax marítimo al fi-nal del Precerámico Medio, durante su Etapa IV o

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Chinchorro (5.000 y 4.000 A.P.).En este momento,losmoradores de aquella costa explotaron “el rangocompleto de recursos de la pesca y la recolecciónmarinas”(ibídem).

Dillehay (1992) demuestra que los espacios y acti-vidades públicas estuvieron ampliamente distribuí-dos en el Precerámico Medio, el Cementerio de Nan-chóc en el norte del Perú,Asana en el sur del Perú,ensitios como Real Alto en Ecuador y el complejo Chin-chorro en el norte de Chile. Estas evidencias no sonedificios monumentales como los del PrecerámicoTardío, sino áreas o rasgos de actividades aparente-mente rituales.Dillehay sugiere que:

“Podemos encontrar que los principios básicos es-paciales y organizativos de los grandes edificios mo-numentales, del Período Precerámico Tardío, tienensus raíces en el uso de espacios ceremoniales menoselaborados o en pequeñas estructuras públicas im-permanentes del Período Precerámico Medio” (ibí-dem:56).

El Precerámico Tardío

El Precerámico Tardío de la costa peruana es mu-cho mejor conocido que el Precerámico Tempranoo Medio (v.g.,Fung 1988;Lanning 1967;Moseley 1975,1985,1992;Quilter 1991;Rick 1983;Williams 1985 y lasreferencias en aquellos trabajos); por ende, solomencionaremos los resultados más importantes pa-ra nuestro tema.

El Precerámico Tardío es el momento cuando co-menzaron a construir grandes edificios públicos, tan-to en la sierra como en la costa. En el litoral, estos si-tios monumentales tiene una distribución muy parti-cular: se encuentran en la costa nor-central y centraldel Perú (Figura 1). En cuanto a la subsistencia en elPrecerámico Tardío, los últimos estudios indican quela dieta animal siguió en base a las especies marinas.En El Paraíso,al norte de Lima (12°S) (Fig.1), la fuen-te principal de proteínas fue pescado,con alguna con-tribución de moluscos marinos; restos de animales te-rrestres fueron muy escasos.La dieta también tenía unimportante componente de plantas domesticadas ysilvestres, pero no se encontró maíz (Quilter y otros1991). El Paraíso es el sitio monumental más grandedel Precerámico Tardío,y aparentemente su dieta mix-ta es típica de los sitios monumentales del litoral.

La dieta mixta continuó en el siguiente Período Ini-cial. El mar seguía como la fuente principal de pro-

teínas en la Costa Central,en sitios como Cardal (Fig.1), aunque las plantas proveyeron la mayor parte delas calorías (Burger y Salazar-Burger 1991:276-278).

DISCUSIÓN

Ciertos hechos sobresalen en este breve resumen.La fecha de 5.000 A.P. es clave: es el momento cuan-do el nivel del mar y el clima costeño se estabiliza-ron.Poco después, los grandes monumentos del Pre-cerámico Tardío empezaron a ser construídos. Loscambios culturales que siguen- cronológicamente- alos cambios ambientales son muy visibles, pero soncambios de intensidad, no radicales. Es decir, tienenantecedentes, tanto en los sistemas económicos delPrecerámico Temprano y Medio, con su fuerte com-ponente marítimo,como en las actividades rituales yla definición de espacios públicos del PrecerámicoMedio.Desde este punto de vista,es consistente quelas últimas interpretaciones de las construccionesmonumentales del Precerámico Tardío y del PeríodoInicial indican que no requerían una organizaciónaltamente jerarquizada (Burger y Salazar-Burger1991; Quilter 1991). Más bien, representan un incre-mento en la población y la producción de exceden-tes basado en una combinación de recursos mari-nos y terrestres; la organización social puede habersido muy similar a aquella del Precerámico Medio,pero a una escala mayor (ibídem).

Otro dato importante es la distribución de los sitiosmarítimos. Los sitios del Precerámico Temprano seencuentran donde el cambio en el nivel del mar su-mergió a la menor extensión de terreno costeño.Lossitios marítimos del Precerámico Medio demuestranuna distribución más amplia, sobre todo alrededorde 5.000 A.P. Finalmente, los sitios monumentalesdel Precerámico Tardío se encuentran en la parte dela costa que perdió el mayor terreno debido al levan-tamiento del mar,y su límite norte (Salinas de Chao,Alva 1986) colinda con las evidencias para una co-rriente tropical antes de 5.000 A.P. (Véase Quilter1991, para otro tratamiento de la distribución de lossitios monumentales del Precerámico Tardío.)

Tomando en cuenta todos estos factores,se puedeproponer algunas hipótesis.Las diferentes áreas de lacosta deben tener una trayectoria histórica diferenteen cuanto a sus sistemas económicos,según las rela-ciones entre el perfil del zócalo (área perdida con ellevantamiento del mar), la intensidad del aluvión en

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los valles bajos, los cambios climáticos a 5.000 A.P., ylos efectos de El Niño después de 5.000 A.P. En esteintento preliminar, definiremos tres macro-áreas: laZona Sur,que es el extremo sur del Perú y el norte deChile; la Zona Central,que es la costa sur-central,cen-tral, y nor-central del Perú; y la Zona Norte, que es elextremo norte del Perú cerca de Talara (Fig.1).El es-pacio no permite una consideración de la costa surde Ecuador, pero se puede decir que no rompe elesquema que presentamos para Perú y Chile.

En la Zona Sur, se perdió poco terreno con el le-vantamiento del mar.Por ende,no cambió mucho larelación espacial entre las poblaciones (o asenta-mientos) litorales e interiores. De otro lado, con unperfil empinado del zócalo, los efectos del levanta-miento del mar en cuanto al aluvión de los valles ba-jos sería más intensos que en zonas de perfil suave.El Niño no afecta mucho a esta zona.

En la Zona Central,el zócalo continental es anchoy se perdió mucho terreno al levantamiento del mar,pero el aluvión de los valles debe haber sido menorque en la Zona Sur.La Zona Central está afectada porEl Niño,pero los efectos son mucho menos negativosque en la Zona Norte (Arntz 1986; Sandweiss 1982).

En la Zona Norte,el perfil del zócalo es empinadoy no se perdió mucho terreno en la desglaciación.Elaluvión en los valles bajos debe haber sido intensa.Los efectos de El Niño son muy fuertes, y es así queel clima fue más húmedo hasta hace 5.000 años.

Dadas estas condiciones, las Zonas Sur y Norte se-rían las áreas menos aptas para el desarrollo de laagricultura y de las economías mixtas, aunque notendría mayor inconveniente para el uso de recursosmarinos y terrestres silvestres.Los valles son general-mente angostos y profundos; una vez comenzada laagricultura, esta conformación llevaría a una mayorseparación entre las áreas de agricultura y de explo-tación marina. Ambas Zonas demuestran una tem-prana adaptación marítima.Carecemos de datos pa-ra la introducción de la agricultura en la zona de Ta-lara, pero para el norte de Chile, Núñez (1983) seña-la que llegó tarde y aparentemente fue intrusiva.

Los datos que presenta Santoro (este tomo), paraArica en el norte chileno también concuerdan conlo propuesto- los sitios de explotación marítima nomixta con la agricultura seguían más tarde que en lacosta central del Perú.En Arica,la economía mixta vi-no más tarde,cuando el valle se estabilizó.

En cambio,la Zona Central tiene valles anchos,y el

efecto del aluvión fue menor. En este contexto, latransgresión marina hasta 5.000 A.P. juntaría cadavez más los grupos de adaptación litoral-marina e in-terior/horticultura, creando las condiciones para sis-temas de subsistencia como en el Paraíso con su die-ta mixta entre mar y valle. Este proceso también po-dría ser el comienzo de la especialización de los gru-pos de pescadores y agricultores que siguió vigentehasta la Conquista (Rostworowski 1970, 1981 interalía). Es necesario mencionar que Sandweiss y P. B.Roscoe, están preparando una explicación más am-plia del surgimiento de la sociedad compleja en laCosta peruana durante el Precerámico Tardío,basán-dose en los procesos aquí elaborados, junto con lateoría de la práctica (Roscoe 1993).

Tendríamos una situación opuesta a la que Rodrí-guez (este tomo) describe para la costa atlántica delCono Sur. La reunión de los diferentes grupos espe-cializados es una parte importante del proceso quellevó al incremento en la complejidad organizativade los Andes Centrales, lo que no se dio en el áreaque Rodríguez estudió, con su adaptación generali-zada.Tal vez el caso peruano aquí planteado sea pa-ralelo al proceso que Núñez (este tomo) informa encuanto a la juntura de los especialistas agrícolas ypecuarios en Tulán.

A partir de 5.000 A.P.con el probable comienzo deEl Niño,los efectos de este fenómeno en la costa nor-te habrían contribuido al proceso de juntar más gen-te en la Costa Central (Sandweiss 1982) mientras quelas lluvias de El Niño destruyen sistemas agrícolas enla Costa Norte y las aguas calientes ahuyentan a lospeces de consumo, en la Costa Central el incremen-to en humedad permite un afloramiento de las lo-mas (Dillon 1985), y los cardúmenes de anchovetasy otras especies de peces se acercan a la playa (véa-se referencias en Sandweiss 1982).También vale re-cordar el ‘boom’de concha de abanico (Argopectenpurpuratus) en Pisco durante El Niño de 1982/83.Es-tos procesos llevarían al incremento en la pobla-ción observado por Benfer (1990), Quilter (1991) yotros hacia fines del Precerámico Medio y en el Pre-cerámico Tardío.La alta producción de los recursosproteínicos marinos, junto con los recursos vegeta-les terrestres,permitieron que la población crecien-te sobreviviera e incluso gozara de un mejor estadode salud (Benfer 1990). Esa población aumentadafue la base necesaria para los cambios de la EtapaFormativa.

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189V. El Formativo de Perú

INTRODUCCIÓN

La cuenca del Mantaro tiene tres grandes pisosecológicos definidos básicamente por la altitud,topografía,biomasa y clima.Ellos son: la puna o al-tiplano, valle, y quebrada (Matos 1976) (Fig 1).

El presente trabajo se ocupa del período Forma-tivo en la puna de Junín, con datos y argumentosrecogidos principalmente en nuestras investiga-ciones de campo (1968-1975; 1987-1988), publica-dos parcialmente (Matos l971, 1972, 1976; Matos yRick 1981) y reforzados por otros trabajos (Lava-lleé 1979, Lavalleé y Julien 1976, Morales 1975).

Los tres principales aspectos que discutiremosson los siguientes: 1) la continuidad sin hiatos enel proceso cultural entre el Arcaico y el Formativo;2) la temprana sedentarización humana y el usode avanzada tecnología mucho antes en la punaque en los valles vecinos; y 3) la interacción socialdentro del ecosistema de la puna.

ANTECEDENTES

La investigación arqueológica en la puna ha si-do siempre poco atractiva,no solamente motivadapor la monotonía del paisaje, la pobreza de la gen-te y la lejanía de los modernos centros poblados,sino también debido a la ausencia de grandes mo-numentos arqueológicos.

Las pocas incursiones en la arqueología de lapuna, fueron llevadas a cabo por Gladys Nomland(1939), la cual reportó sobre el sitio de San Blas,delarga ocupación alfarera. Distinguió un estilo tem-prano y otros tardíos. El primero es cerámica decolor negra, incisa, estampada y bruñida, y los se-gundos son de color marrón o bayo, con diseños

pintados en rojo. Veinte años más tarde, AugustoCardich (l958, l964) encontró en los yacimientosde Lauricocha, al norte del altiplano, una sucesiónde ocupaciones, desde el lítico hasta el post-for-mativo. En 1959, la Misión de arqueólogos de laUniversidad de Tokio, Japón, visitó San Blas, publi-cando una foto del sitio con una corta leyenda(Izumi 1960).Aunque no hicieron estudios en el si-tio,usaron el nombre para definir una fase en la se-cuencia de Kotosh, la fase Kotosh-San Blas. (Izumiy Terada 1972).

Entre los años 1968-1975 y 1987-1988, desarrolla-mos programas de investigaciones arqueológicasen la puna de Junín, con participación de estu-diantes de las universidades de Huancayo y SanMarcos y algunos extranjeros. Ubicamos 55 sitioscon filiación Pre-cerámica y Formativa. De ese to-tal, el 86% están ubicados por encima de los 3.800m.s.n.m.,11% en la puna baja (3.600-3.800 m) y só-lo el 3% en los valles por debajo de los 3600 m. Es-tos últimos corresponden a las fases media y tar-día del Formativo, vinculados a un pre-cerámicomarginal, como Chupaca en el valle del Mantaro.(Matos 1971,1972,1976,Matos y Rick 1981).Dentrodel proyecto Junín, varios estudiantes prepararonsus tesis de grado (Morales 1975,Rick 1980,Kaulic-ke 1980, etc.).

EL MEDIO AMBIENTE Y SUS RECURSOS

La puna de Junín se encuentra ubicada en la Sie-rra Central del Perú.Aunque el territorio es una solaunidad geográfica, la moderna división geo-políticadel país la ha segmentado en dos secciones para for-mar el departamento de Cerro de Pasco. Sobre el al-tiplano convergen las dos cadenas de cordilleras, la

EL PERÍODO FORMATIVO EN LA PUNA DE JUNÍN - PERÚ

Ramiro Matos Mendieta

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V. El Formativo de Perú190

Figura 1. Mapa del altiplano de Junín con la ubicación de los principales sitios del Formativo.

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Occidental y la Oriental,modelando el paisaje y el re-lieve del suelo, configurando la meseta y definiendosu unidad geomorfológica.

El altiplano de Junín es el más extenso en la Sierraperuana, y el segundo en los Andes Centrales des-pués del Collao.Aunque la altura y las característicasexternas del paisaje son similares entre Junín y Co-llao, la naturaleza ambiental, la potencialidad de re-cursos y la estabilidad de las condiciones climáti-cas, son sustancialmente diferentes. Junín es cono-cida como puna húmeda o puna dulce,debido a laabundancia de manantiales y lagunas de origenglaciar y la proximidad a la Ceja de Selva,de la cualllega bruma húmeda con cierta frecuencia. Estosfactores naturales y su posición frente al trópico,han permitido que la puna de Junín tenga un rela-tivo equilibrio en la biomasa y los ciclos estaciona-les sean más regulares.

Los datos obtenidos en las excavaciones arqueoló-gicas, revelan que los períodos Holoceno Tempranoy Medio fueron notablemente favorables a la vidahumana.La potencialidad de la puna en recursos na-turales,fue mucho más benigno en el pasado que enla actualidad.Por eso acaso la actividad y la tecnolo-gía desarrollada por los primeros habitantes de esaregión, presentan caracteres diferentes a sus coetá-neo del norte, el sur y la costa. No es casual que enJunín se hayan encontrado las mejores evidenciassobre la domesticación de camélidos sudamerica-nos, llamas y alpacas por ejemplo (Wing 1975;Whe-ler 1977).

La economía agro-pastoril incipiente caracterizael período Arcaico en Junín. La incorporación de lacerámica hacia 1.700 a.C.al menaje doméstico,defi-ne por su parte el Formativo.Los datos revelan que lainteracción socio-económica durante esos dos pe-ríodos fue dinámica.La red de relaciones habría fun-cionado dentro del mismo escenario de la puna,co-mo una suerte de simbiosis entre la puna baja (Jalcao Sallca) y la puna alta (Hatun-Jalca).No existe unaevidencia clara sobre la interacción complementa-ria puna-valle durante los períodos tempranos, lacual en cambio fue activa durante los tardíos.

El pastoreo fue intensa en la puna alta (3.900-4.400m.s.n.m.),mientras que la agricultura en la puna ba-ja (3.600-3.900 m.s.n.m.).Algunas especies cordillera-nas como la maca (Lepídium mejanni Walp) y dos va-riedades de papa amarga (Solánum andigenus sp.),la mawna y la chiripapa producen hasta los 4.200 m.,

aunque económicamente la puna baja es el más ren-table. Este segmento ecológico permite alternar elcultivo con el pastoreo, mientras que la puna alta esexclusivamente de pastoreo.Los datos arqueológicosal respecto son abundantes y revelan la riqueza defauna y flora utilizada por el hombre. En Pachama-chay se ha encontrado maca y quinua (Chenopó-dium sp) en el estrato final del precerámico, y conmayor insinuación asociada a la cerámica inicial(Pearsall 1980).

A los recursos de origen vegetal y animal de losperíodos Arcaico y Formativo se agrega la sal. Esteingrediente utilizado en la dieta humana, asumiópapel importante durante los períodos tempranos.Fue uno de los objetos de intercambio, pero tam-bién símbolo de poder y de control social. El quetuvo control sobre la explotación de la sal, tuvocontrol sobre la población usuaria.La explotaciónde la sal evolucionó desde el uso como agua natu-ral, hasta su sedimentación y conversión en sal enpolvo. Durante el formativo el agua salada fue her-vida y sedimentada. Evidencias de esta técnica deexplotación son los millones de fragmentos depo-sitados en el sitio, y que corresponden a todos losperíodos culturales de la historia, desde la cerámi-ca inicial hasta su agotamiento en el siglo XX. Latecnología inventada hace 4.500 años,de “hervir elagua salada y enfriarla para sedimentar”fue la mis-ma todo ese tiempo, aunque obviamente los im-plementos cambiaron.

En Junín existe dos salineras,San Blas y San Pedro.De acuerdo a los datos arqueológicos encontradosen la excavación de San Blas,este recurso usado porlos domesticadores de camélidos hacia 3.000 a.C.,sirvió de ingrediente para la comida y también paraprocesar charki.

LOS DATOS ARQUEOLÓGICOS

En la excavación de la cueva de Pachamachayhemos definido quince estratos. Los tres primeroscorresponden a pastores-alfareros, y los doce a ca-zadores y criadores de camélidos pre-alfareros. Delos tres con cerámica, los dos más profundos perte-necen al Formativo y el tercero que es el superficial,contiene estilos post-formativos (Matos 1976; Matosy Rick 1981).

La trinchera excavada, corta el talud de la cuevadesde el borde de la cámara hasta la parte inferior

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del talud,10 x 1.m.,con 2 m.de profundidad en prome-dio.El depósito arqueológico es compacto y sumamen-te rico en restos culturales. El contexto del basural delos dos períodos de ocupación, pre y post-cerámicos,presenta la misma naturaleza.Pareciera que la cantidadde gente que habitó la cueva y manejó los recursos cir-cundantes por cerca de ocho milenios, fue más o me-nos igual.La diferencia de un período y el otro,o de unafase y la otra en el proceso evolutivo, es un tenue cam-bio tipológico en algunos instrumentos, o en la varia-ción de densidad de algunos tipos por estrato.Mientrasque en los estratos pre-cerámicos, el porcentaje de ob-jetos de piedra y de osamenta animal es del 98%,en lascapas asociadas a la cerámica la proporción de líticosbaja y cede progresivamente a la cerámica. En el For-mativo Medio la cerámica ocupa el mayor porcentajedel material colectado.

En Pachamachay como en otros sitios de habitaciónpre-cerámica, se ha constatado en la estratigrafía queno existe hiatos entre la fase final del Pre-cerámico y lacerámica inicial (Fig 3). Es muy claro que la cerámicaes incorporada al uso doméstico por los pastores inci-pientes, sin trastornar sus normas de vida cotidiana.Só-lo después de un tiempo de ocupación alfarera, se ad-vierte el predominio de la cerámica sobre los demáselementos culturales y el cambio que éste promueve enla vida cotidiana.En el análisis del contenido estratigrá-fico de Pachamachay, hemos sido beneficiados con lavisita y los consejos de Richard MacNeish y Alberto R.González en 1970, de Kent Flannery en los años 1970-1974 y de Luis Lumbreras en 1974.

La excavación de Pachamachay fue ampliada porJohn Rick (1980) y luego por Peter Kaulicke (1980). Elinforme publicado por Rick registra 17 niveles con ce-rámica y 10 pre-cerámicos en su primera excavación y11 niveles con cerámica y 22 pre-cerámicos en la am-pliación. No vamos a discutir la diferencia en la canti-dad de niveles ni la definición de los estratos en la ex-cavación de una misma porción de la cueva. Dejamosesto para otra oportunidad.

En cuanto a fechados C-14 para los comienzos del pe-ríodo alfarero en Junín, hemos conseguido tres fechas.Una data el final del Pre-cerámico en Pachamachaycon 1.870 a.C., la segunda es de la cerámica inicial deSan Blas con 1.650 a.C y la tercera de la cerámica ini-cial de Ondores con 1.620 a.C. Rick (1980) consiguiótambién tres fechas para Pachamachay,de 1.690 y 1.710a.C. para el final del Pre-cerámico y 1.050 a.C. para elFormativo Medio. Lavallée (1979) por su parte, dispone

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Figura 2. Perfil oeste estratigráfico de San Blas

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de otras fechas para la fase transicional entre el finaldel Pre-cerámico y la cerámica inicial en Telarma-chay,con las cuales después de calibrarlas concluye,que la cerámica habría llegado al sitio hacia los1,500 AC.Los fechados para el final del pre-cerámicoy los comienzos de la alfarería en las punas de Junín,son más o menos concordantes.Creo que no estaría-mos fuera de la realidad,si concluimos señalando lafecha de 1.600 a.C, como la edad más antigua en eluso de cerámica por los aldeanos pastoriles de Ju-nín, la cual guardaría relación con la fase Kotosh-Wairajirca de Huánuco que tiene 1.800 a.C..

Por los datos que disponemos principalmente dePachamachay, Panaulauca,Telarmachay, Lauricocha,San Blas y Ondores,podemos asumir que en la punade Junín, el tránsito cultural del Precerámico al For-mativo, fue de lenta evolución, sin cambios dramáti-cos en la vida cotidiana.Por eso no es posible enten-der un período desarticulando el otro,máxime cuan-do se excava un mismo sitio como Pachamachay.Cercenar la secuencia estratigráfica de un asenta-

miento para dedicar la atención a un solo período,es ignorar el proceso histórico en su esencia.La con-tinuidad del uso de implementos y tecnologías delArcaico durante el Formativo es notable. Por otro la-do, la penetración del nuevo bagaje alfarero al que-hacer doméstico es igualmente visible. Aparece porejemplo, bolas de arcilla semi-preparada como testi-monio del empeño por fabricar vajillas en la habita-ción. Es obvio que en los comienzos no hubo traba-jo especializado.

En Curimachay,abrigo rocoso ubicado en el litoraloccidental del lago de Chinchaycocha, excavamosun pozo de 2.x 1 m.,en el cual se constató la mismasecuencia de Pachamachay,sin hiatos entre el Prece-rámicos y el Formativo. En San Blas, debido a su na-turaleza de yacimiento salinero,se encontraron gran-des depósitos de cerámica, como testimonio de laocupación continua del lugar y de la explotacióndel recurso.San Blas fue habitada a manera de cam-pamento minero.Los del Arcaico y Formativo se ubi-caron en el lado NO, sobre un espacio de 3.000 m2.

Figura 3. Perfil estratigráfico de Pachamachay.

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Figura 4. Cerámica de San Blas, tipo Junín inciso geométrico.

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Figura 5. Cerámica de San Blas, tipo Junín punteado en zonas.

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En ese lugar excavamos dos pozos, el primero com-prometió los períodos Arcaico y Formativo y el se-gundo exclusivamente al Formativo. La profundidadpromedio del basural es de 5 m. La excavación fueampliada por D.Morales (1975).

El basural arqueológico de San Blas,es un depósitocompacto de ceniza, carbón y cerámica. El materialcultural rescatado en la excavación,muestra la siguien-te proporción:87% cerámica,10% huesos de camélido,1.5% artefactos líticos,y 1% elementos exóticos comotallados en hueso.Además de los materiales mencio-nados,aparece con cierta frecuencia restos de plantascarbonizadas, entre las cuales hemos identificadochuñu,quinua y maca. Aunque la naturaleza del estra-to pre-cerámico es semejante al Formativo,la composi-ción porcentual de los restos colectados,ofrecen unaproporción interesante: 68% osamenta animal,19% ar-tefactos líticos,3% objetos de hueso y 8% no identifica-dos.Tanto en la industria lítica como en la alfarera seadvierta cierta monotonía en la producción.No existela variedad de formas o atributos decorativos que seobserva en los estilos tempranos de los valles.Los cam-bios estilísticos durante el Formativo fueron muy lentosy a veces poco perceptibles.

En el Litoral occidental del Chinchaycocha exis-te tres grandes aldeas del Formativo; Ondores,Pari-corral y Walmipukio.En el primero excavamos unavivienda de planta circular y de piso semi-hundi-do. Estuvo asociada a la cerámica inicial y fueconstruida sobre basural Precerámico. Supone-mos por las evidencias encontradas, que la aldeafue instalada por los pastores iniciales de caméli-dos y antes de la introducción de la cerámica.Lue-go de la incorporación de la cerámica, la pobla-ción creció y la producción agro-pastoril igual-mente, hasta convertir la aldea en una de las másgrandes de la puna.

En Panaulauca, al suroeste del altiplano, excava-mos el talud inferior de la cueva,sobre un corte re-ciente de carrera. Aunque el corte fue pequeño,1.50 x 1 m., fue suficiente para constatar la mismasecuencia y la misma característica observada enPachamachay. Los ocupantes pre-alfareros de lacueva incorporan a su menaje doméstico vajillasde cerámica, la cual al parecer no alteró el contex-to básico en la organización de la habitación. Elhombre ya sedentario, con economía pastoril, pro-ducción textil y agricultura cordillerana agregó eluso de vajillas como una positiva contribución a

su bagaje cultural.De igual manera en la cueva deUchcumachay, excavada inicialmente por noso-tros y continuada por Kaulicke (l980), las eviden-cias del proceso histórico se repitieron con igualescaracterísticas.

En el abrigo rocoso de Telarmachay, excavadopor Lavallée (l979), la sucesión y la continuidaddel proceso de incorporación de la cerámica porlos grupos pre-alfareros, presenta el mismo stan-dard de caracteres de los campamentos arribamencionados. Lavallée ha definido en Telarma-chay siete capas culturales. La primera (I) post-for-mativa, disturbada, las capas II y III correspondenal Formativo y las capas IV,V,VI y VII al Pre-cerámi-co. Ha observado también que la incorporaciónde la cerámica en el menaje de los pastores arcai-cos fue de manera sutil, tal como ha ocurrido conotros elementos culturales, sin causar mayor de-sorden en la vida cotidiana (Lavallée, Julien,Wheeler y Karlin l985).

En Lauricocha,A. Cardich (l958; l964) ha distin-guido cinco horizontes culturales. Los dos prime-ros asociados a la cerámica y los otros tres al pre-cerámico. El autor advierte que no existen hiatosentre los dos períodos de ocupación de la cueva,y algunos elementos de la tradición pre-alfareracontinúan junto con la cerámica.

En nuestro reconocimiento de las punas deHuancavelica y Cerro de Pasco,hemos encontradoel mismo patrón cultural, tanto en el uso domésti-co del espacio como en la persistencia de las tec-nologías originadas en el pre-cerámico durante elFormativo. Por otro lado, podemos afirmar que noexiste evidencia alguna de grupos intrusos que in-vaden el lugar y ocupan las viviendas habilitadaspor los nativos, así como tampoco existe una solaevidencia del abandono o despoblamiento de lasinstalaciones del período Arcaico antes de la in-troducción de la cerámica. Más bien la evidenciaconcreta,es la introducción de la cerámica de ma-nera sutil al contexto general de la vida ordinaria,sin alterar en esencia los patrones establecidos.

Con los datos que se dispone para Junín, esta-mos en condiciones de concluir, que en la estrati-grafía cultural del altiplano, la cerámica es incor-porada después de la domesticación de llamas,al-pacas y posiblemente el cuy, de la quinua y la ma-ca, de la construcción de viviendas organizadasen aldeas, del uso de la sal, metales y la manufac-

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Figura 6. Cerámica de Pachamachay, tipo inciso en pasta húmeda.

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tura de tejidos. Es decir, la cerámica es incorpora-da tardíamente a la economía agro-pastoril del Ar-caico, definiendo con su presencia y evolución alperíodo Formativo. Arqueológicamente sabemosque la cerámica es el principal indicador de cam-bios e interacciones culturales, así como el mejortestimonio para afiliar un pueblo, su cultura y suedad. En Junín este hecho se confirma plenamen-te.

RELACIONES DE INTERACCIÓN

La evidencia arqueológica que se dispone hastaahora, revela que el poblamiento del altiplano deJunín por cazadores y recolectores fue notablecomparada a las regiones ecológicas vecinas. Es-tos habitantes se instalaron primero en cuevas yabrigos rocosos, y al ensayar las técnicas de do-mesticación de plantas y animales se organizaronen campamentos abiertos organizándose en pe-queñas y dispersas aldeas y/o hatus de pastores.Lagran mayoría de sitios afiliados a los períodos Líti-co, Arcaico y Formativo, tuvieron asentamientospor encima de los 3.700 m.s.n.m.,mientras que pordebajo de esa altura,en los valles de Paucartambo,Palcamayo-Tarma, no existe un solo ejemplo de lacategoría de establecimientos hallados en la pu-na. En el valle del Mantaro, los pocos sitios que seconoce corresponden al Formativo Medio y hastaahora no se ha encontrado una muestra del perío-do Inicial.

No se trata simplemente de mencionar la abun-dancia de asentamientos arcaico/formativos concerámica inicial en la puna y la ausencia en los va-lles vecinos. El problema es más complejo. Mien-tras que más al norte, entre Huánuco y Ancash, laformación aldeana ocurre más temprano en losvalles, en la Sierra Central, entre Pasco, Junín yHuancavelica, las aldeas iniciales surgen en el alti-plano y son casi ausentes en los valles. Sobre el si-tio de Chupaca en el valle del Mantaro, lamenta-blemente no existe publicada una buena informa-ción sobre su estratigrafía.

Entre los sitios estudiados por el equipo de Mac-Neish, García, Lumbreras, Viera, y Nelken-Terner(1981),en Ayacucho, los de ocupación pre-cerámi-ca ubicados en el valle presentan característicasbastante locales, mientras que los de la puna, co-mo Jaywamachay o Rosasmachay, comparten ple-

namente los patrones descritos en Junín.De acuer-do a los reportes publicados,creo que en los vallesde Huanta y Huamanga, no se ha encontrado im-portantes asentamientos asociados a la cerámicaInicial.En todo caso,los que existen son huellas deuna débil ocupación. Los sitios de Wishjana, Kish-kapata,Usnoera y Chupas, reportados hace tres dé-cadas por J. Casafranca y estudiados posterior-mente por diversos arqueólogos, al igual que el re-ciente hallazgo de José Ochatoma (1992) en laciudad de Huamanga, de cerámica barroca empa-rentada a Chavín, presentan caracteres que vincu-lan al Formativo Medio y Tardío, y ninguno al Ini-cial, salvo que entre esos sitios u otros existan da-tos a los cuales no hemos tenido acceso.

Si tomamos en cuenta la cerámica como indica-dor cultural para identificar al Período Inicial, en-tre el final del Arcaico y la expansión Chavín, ve-mos que la cerámica llega al altiplano de Junínmucho más temprano que a los valles, sumándoserápidamente al repertorio cultural. De igual mane-ra, la organización aldeana con economía diversi-ficada entre el pastoreo y la agricultura alto andi-na es intensa en la puna,mientras que los valles elpanorama es oscuro.Suponiendo que nuestras ob-servaciones de campo habrían errado, las sistemá-ticas exploraciones llevadas a cabo por J. Parsonsy sus estudiantes en las cuencas del Mantaro y Tar-ma, así como las conducidas por D. Lavallée enPalcamayo,habrían corregido el error.Ellos tampo-co encontraron un solo sitio afiliado al períodoInicial, por debajo de los 3.700 m.s.n.m.

Los valles de Tarma y Mantaro tienen una mejorpotencialidad ecológica con relación a la puna.Sin embargo no fueron escenarios preferidos delos aldeanos iniciales. Es preocupante en la re-construcción de la ecología prehistórica de la Sie-rra Central,considerar a esos valles como margina-les, precisamente en un estadio de emergencia so-cio-económica, con eventos trascendentales, quefinalmente condujeron a la formación de la socie-dad compleja en los Andes.Entre las muestras cul-turales recogidas en las excavaciones de las cue-vas de la puna, sólo un porcentaje mínimo sugiereproceder de los valles o de la Ceja de Selva. Por elmomento no existe suficiente evidencia como pa-ra postular hipótesis sobre una dinámica interac-ción entre la puna y los valles, ni siquiera basadaen las fluctuaciones estacionales. Los restos de

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animales, plantas y pedernales son de origen lo-cal. Creo que estamos en condiciones de concluirque durante los períodos Arcaico y Formativo Infe-rior, no hubo relaciones de complementariedadecológica entre el altiplano y los valles, las cualessi fueron intensas durante los períodos tardíos(Matos y Rick 1981; Pearsall, 1980).

A manera de especulación podemos suponerque el movimiento de los pastores durante el For-mativo de la puna,habría sido de corta distancia ysólo entre el litoral de los lagos y los campamen-tos de vivienda, entre los pisos de cultivo y los depastoreo, entre los centros de producción alfareroy los chuñeros,etc.pero siempre dentro del mismoecosistema del altiplano. La sal y la cerámica juga-ron papel importante en la dinámica de esas rela-ciones inter poblacionales, y la simbiosis entre losdos niveles de la puna fue estrecha y posiblemen-te rutinaria. La aparente mono-producción de lapuna, debido a la actividad al interior de ella, fuediversificada con varios tipos de cultivos o con lamanufactura de bienes como el chuñu,charki, teji-dos, etc.

CONCLUSIÓN

Los cinco sitios excavados en la puna y otros 50no excavados, pero que muestran las mismas ca-racterísticas de las intervenidas, revelan algunoshechos comunes que se resume en los siguiente:

11)) En la puna de Junín hubo desarrollo socio-cultural continuado entre el Arcaico y el Formati-

vo.La cerámica fue incorporada al menaje domés-tico después de varios logros socio-económicoscomo el pastoreo, la organización aldeana, el usode la sal,de metales y la textilería.La introducciónde la cerámica en la puna fue mucho más tempra-na que en los valles vecinos y la interacción socio-económica durante los períodos Arcaico y Forma-tivo fue dentro del mismo escenario de la puna.Evidencias que den testimonio sobre las relacio-nes con los valles son ausentes o muy escasas.

22)) En la puna del centro,entre Huancavelica porel sur y Cerro de Pasco por el norte,entre los 3.700-4.300 m.s.n.m.,no se ha registrado un solo sitio co-mo habitación exclusivamente pre-cerámica. To-dos los abrigos rocosos o campamentos abiertoscon ocupación pre-alfarera muestran continuidadsin hiatos entre el Arcaico y el Formativo.

33)) El descubrimiento de la mina de sal fue he-cho por los pastores del Arcaico y su explotaciónimpulsó el desarrollo socio-cultural de la puna. Lacerámica y la sal, juntamente con el chuñu, charkiy tejidos, fueron los primeros elementos de inte-racción y aquellos que impulsaron el desarrollo.

AGRADECIMIENTOS

Los trabajos de campo fueron hechos gracias al“Proyecto Andino de Estudios Arqueológicos”,conauspicio del Smithsonian Institution (1968-1975) ydel I.P.G.H.(1987-1988).La ponencia fue escrita,en1991, durante mi trabajo como Profesor Visitantede la Universidad de Copenhagen en Dinamarca.

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INTRODUCCIÓN

Las sociedades de la sierra y de la selva andina delnorte del Perú siguieron procesos culturales diferen-tes a los de sociedades Formativas del área central.En esta área desde el Arcaico Tardío (3000-1800 a.C.)los habitantes de las varias regiones, con diversasadaptaciones, tenían organizaciones comunales, au-toridades y redes de interacción regional e interre-gional.Son destacables los complejos administrativo-ceremoniales edificados en la costa,en particular losdel valle de Supe, más también los identificados enla Sierra, de la llamada “tradición Kotosh”. No obs-tante, ya desde entonces, las construcciones coste-ñas mostraban mayor elaboración en su diseño y ta-maño; distinción cualitativa que se acentuó duranteel período Formativo.

En el Formativo Temprano (1800-900 a.C) se pro-dujo un mayor desajuste entre las poblaciones deambas regiones en el área central. En la costa sedio prioridad a la ocupación de los valles y la eco-nomía dependió de la agricultura,complementadapor la pesca; se erigieron centros públicos impo-nentes (algunos de los cuales como Pampa de LasLlamas-Moheke, en el valle de Casma, ocupabanunas 200 ha.o como Garagay,en el valle del Rímac,160 ha.); aparecieron especialistas y se diferencia-ron “clases” sociales en base a las funciones y al“status” que la sociedad les confería. En valles co-mo el de Casma, es probable que estuvieran for-mándose organizaciones estatales. En la sierra, sinembargo, las comunidades continuaron con un pa-trón de vida muy similar al de la etapa previa, quesólo fue modificado a partir del Formativo Medio(900-400 a.C.), cuando se construyeron grandescentros públicos,como Chavín de Huántar y se ma-

nufacturaron elaborados objetos, pero, paradójica-mente, este cambio coincidió con la decadenciade los tradicionales centros ceremoniales coste-ños. Por factores aún no bien conocidos, las socie-dades de la Sierra estuvieron usufructuando delexcedente producido por las poblaciones de lacosta.

En el norte peruano las sociedades presentabanen el Formativo Temprano un nivel similar al quetenían las de la sierra central,pero se había estable-cido una esfera de fuerte interacción que abarcabadesde los valles costeños como Jequetepeque has-ta la selva andina, donde está ubicada Bagua. Sóloa partir del Formativo Medio varias sociedades delos valles interandinos de esa área construyeroncentros públicos piramidales de elaborada arqui-tectura y escultura,tales como Udima en el valle deZaña,Cerro Blanco y Kunturwasi en el valle de SanMiguel, Huacaloma y Layzón en el valle de Caja-marca, Pacopampa en el valle de Chota, etc.A dife-rencia de la sierra central no hubo un solo centrodestacable como Chavín de Huántar sino varios desimilar complejidad.Es posible incluso que Chavínmismo, ubicado en el límite de las dos áreas, hayaestado integrado al proceso norteño (Fig. 1).

Las poblaciones de la selva andina del norte tu-vieron participación activa en la esfera de relacio-nes establecida en el área.A partir del estudio rea-lizado en Bagua, vamos a referirnos al rol que sushabitantes ejercieron como agentes en la comuni-cación a larga distancia por las vías del Marañón-Ucayali entre las sociedades del sur de Ecuador onorte del Perú y de la sierra sur o el altiplano delCollao; así como a la incidencia que estos contac-tos tuvieron para el florecimiento de Chavín deHuántar.

SOCIEDADES FORMATIVAS DE BAGUA-JAÉNY SUS RELACIONES ANDINAS Y AMAZÓNICAS

Ruth Shady Solís

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Las Sociedades de la Selva Andina

La selva andina del Perú constituye el territoriooriental de los Andes que limita con la llanura ama-zónica,y a la cual desembocan sus ríos.Dos sistemasfluviales discurren de sur a norte,el Ucayali por el es-te y el Marañón por el centro, hasta su confluenciaen el Amazonas.Ambos eran utilizados como vías decomunicación por las poblaciones nativas desde an-tes de la invasión europea.

La geografía favorecía la conexión entre las variasregiones andinas y la selva en las áreas del norte ysur del Perú, por los sistemas del Marañón-Huallagaen el norte;Madre de Dios,Urubamba y Apurímac en

el sur. La vía del Ucayali-Marañón enlazaba por eloriente a estas dos áreas, del norte y el sur, comoigualmente hacía la del Océano Pacífico a lo largode la costa en el oeste.En cambio,no sucedió lo mis-mo entre la selva y la sierra del área central, ésta semantuvo más aislada,resguardada por elevados fara-llones, desolados e inhóspitos paisajes y sin ríos na-vegables de nexo, pero sobre todo por organizacio-nes andinas tempranamente complejas.

El aspecto sociopolítico es de considerable impor-tancia por cuanto una vez establecidas las socieda-des con estructuras políticas estatales,éstas impusie-ron las condiciones de la relación entre regiones.Enla sierra central del Perú esto ocurrió a partir del For-

V. El Formativo de Perú

Figura 1. Mapa con los sitios formativos del norte peruano y sur ecuatoriano: 1. Pacopampa; 2. Cupisnique; 3. Chavín de Huántar; 4. Kunturwasi; 5. Huacaloma; 6. Kotosh; 7. Nazaratequi; 8. Tutishcainyo; 9. Bagua; 10. Udima; 11. Paita; 12. Jaén; 13. Pirincay (Azuay, Ecuador); 14. Pandanche.

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mativo Medio,con evidente ventaja para las socieda-des allí asentadas. Por entonces, patrones culturalesandinos se distribuyeron hacia el oriente, incorpo-rando o modificando a tradiciones culturales hastaentonces diferentes.

En el norte peruano, en cambio, las poblacionesde la selva andina hicieron de intermediarias no só-lo entre las sociedades de las varias regiones,ubica-das en el eje transversal del área, sino entre las so-ciedades andinas de áreas distantes. Rol que con-servaron,en tanto estuvieron estructuradas las orga-nizaciones políticas andinas y se mantuvo vigenteel intercambio. Hasta antes de la intervención his-pana florecieron en las vertientes orientales cultu-ras conectoras como las de Pajatén y Cuelap, consus elaborados centros urbanos. Bagua tuvo esafunción de intermediaria durante el Formativo.

La permanente interacción por motivos comer-ciales,ceremoniales o bélicos entre poblaciones dela selva y la sierra, o el cambio de productos entrelas mismas poblaciones serranas, ubicadas en terri-torios alejados entre si, conectadas a través de gru-pos de selva y por las vías fluviales, conocidas poréstos, han sido descritos en sucesivos relatos deconquistadores,viajeros y misioneros desde el sigloXVI hasta la presente centuria (Shady 1987:487-461). Cuando Salinas de Loyola, gobernador de Ya-guarsongo y Pacamoros, en el siglo XVI, navegó enbusca de El Dorado, guiándose de informantes lo-cales, siguió la vía del Marañón al Ucayali hasta lle-gar a la ciudad del Cusco (Jiménez 1965(IV):200-203), lo que hace evidente el uso de una ruta ya co-nocida y la identificación con el Dorado que ha-cían del centro del poder Inca las poblaciones deSelva. En el siglo XVII los Conibo del Alto Ucayaliviajaban por canoas cientos de kilómetros hastaChasuta en el Huallaga para adquirir sal y otros ar-tefactos (Jiménez ibídem).

Por otro lado, incursiones o invasiones de gruposselváticos hacia los Andes debió haberse produci-do en algunas ocasiones, por los lugares de accesofluvial,pero sólo habrían tenido éxito en épocas decrisis de las organizaciones estatales andinas. Unazona como la de Bagua-Jaén en el nororiente pre-sentaba en el siglo XVI un panorama lingüísticocomplejo: “sin contar a quechua-hablantes en eloeste de la cuenca, la parte restante la disputabansiete pueblos de lenguas distintas: Palta-Jíbaros,Chi-rinos (Muratos),Tabancales, Copallines, Baguas (de

lenguas no identificadas),Patagones (Caribes) y Zá-catas (probablemente Arahuacos)” (Torero1989:245), situación que sugiere probables migra-ciones étnicas, cuya historia aún no conocemos.

Como no puede hablarse de una sola cultura pa-ra la costa ni para la sierra, tampoco puede hacersepara la selva andina, los procesos culturales fuerondiferentes en cada área en relación con las diversascondiciones geográficas y los contactos entre las,asimismo, distintas organizaciones sociopolíticas.

Las poblaciones que se asentaron en Bagua, sibien entraron en comunicación con las serranas,sólo fueron influenciadas por ellas cuando se cons-tituyeron los estados a partir del Formativo Medio.Pero, por las características que tuvo la formaciónde esos estados,varios con similar nivel de desarro-llo,y el rol de Bagua como agente en el intercambioa larga distancia, su organización y cultura no fueasimilada,como ocurrió con Kotosh en el área cen-tral al desarrollarse Chavín de Huántar (Fig. 1).

La cuenca de Bagua-Jaén

La cuenca de Bagua-Jaén presenta característicasmuy especiales,desde los aspectos geográfico y cul-tural. Se halla en el sector donde la cordillera andi-na, que seguía una dirección sureste-noroeste, curvahacia el nordeste,reducida en extensión horizontal yen altura. Como efecto de estos cambios la costa esmás ancha,hay mayor proximidad entre las regionesextremas, y las condiciones climáticas se extiendende una región a la otra.La cordillera misma es atrave-sada por un abra o paso, el de Porculla a 2144 m. dealtura, en tanto en el área central, el de Ticlio está a4815 m.En el sur,Crucero Alto (Arequipa-Puno) 4450m.y La Raya (Puno) 4318 m.Sólo el Boquerón del Pa-dre Abad (Loreto-Huánuco) se halla a 600 m.s.n.m.

Por otro lado, la cuenca se halla en una zona deconvergencia geográfica de una serie de ríos prove-nientes de los Andes del norte peruano,del oeste y eleste,y del sur ecuatoriano,los cuales van a desembo-car en el Marañón, que corta luego la cordillera ensucesivos pongos hasta abrirse paso hacia el orientey salir a la llanura amazónica.Los valles de todos es-tos ríos - Chinchipe, Chotano, Huancabamba, Utcu-bamba, Cenepa, Zamora, Santiago, Nieva y el Mara-ñón - poseen recursos naturales diversos y fueron ha-bitados por poblaciones con tradiciones culturalesdiferentes. Se han identificado siete zonas de espe-

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cialización, notándose mayor diversificación en lazona occidental (Jaén-San Ignacio-Sur de Bagua),enla que se proponen cinco, en tanto, a la zona orien-tal de la región le corresponden sólo dos (Inst. Nac.de Planificación 1982:3-7). Estas producciones espe-cializadas,concitaban el interés común y habrían es-timulado la confluencia y el intercambio.Aún en laactualidad, el proceso de articulación económicacontinúa,y cada cierto tiempo “se encuentran”en de-terminadas partes del Marañón individuos proce-dentes de diferentes lugares para comercializar susproductos.En esos eventos,este “río de las balsas”,co-mo lo denominaron en el siglo XVI,sigue siendo cru-zado incesantemente de una orilla a la otra por “bal-sas cautivas” donde se transporta gente y toda clasede mercancías.

En el siglo XVI se describía la existencia en lacuenca de poblaciones diversificadas en distintasocupaciones: agricultores;“curicamayos”, que traba-jaban el oro extrayéndolo de minas y lavaderos; co-merciantes; mineros de sal; bogueros; etc. (Shady1987:460).Sal,oro y artefactos de piedra fueron obje-to de trabajo especializado, distribuidos al exterior.Igualmente, eran importantes los servicios que ofre-cían los pobladores por su conocimiento de la nave-gación en los ríos “en canoas que en muchas dellascaben á cuarenta é cincuenta indios bogando”.“Na-dan tan maravillosamente que parece cosa increí-ble...saben nadar desde que saben andar...” (Palomi-no 1549:XLVII en Jiménez de la Espada 1965).

En relación con la subsistencia humana, las tie-rras de Bagua, a unos 600 m.s.n.m. son fértiles, enparticular en el sector de La Papaya (posiblemen-te el antiguo Puyaya), que era inundado anual-mente por las crecidas de los caudales causantesdel retroceso y desembalse del Utcubamba y Ma-rañón. Un recurso natural muy abundante lo cons-tituyen los peces y crustáceos que habitan los ríos;asimismo, son aprovechados los animales de mon-te. Se ha descrito bien que en la cuenca “los ríostienen mucha cantidad de pescados é muy gran-des...hay mucha cantidad de comidas maíz y raí-ces y muchos é diversos géneros de frutales bue-nos é mucha caza por el monte...así puercos,vena-dos, antas, e otras muchas...que con facilidad lasmatan los dichos indios con unas tiraderas é la-zos...” (Relación de la Gobernación de Yaguarson-gos y Pacamoros, Jiménez 1965- 1582-pp. 36-38).

LOS ASENTAMIENTOS FORMATIVOS DE BAGUA

En el norte peruano el poblamiento sedentario dela selva andina puede remontarse al Formativo Tem-prano-Tardío (1200-900 a.C). Los grupos identificadoscon la tradición Bagua I ocupaban las márgenes delvalle bajo del Utcubamba y las quebradas adyacen-tes, dependían de la agricultura y la pesca y fabrica-ban una alfarería tecnológicamente bien elaborada,con uso de pigmentos pre-cocción. Para entonces, yase hallaban asentadas en la sierra de esa área otras so-ciedades agricultoras que compartían una tradiciónalfarera diferente, denominada Pandanche, teníanprocesos adaptativos distintivos y mantenían una fre-cuente relación transversal, aunque todavía no esta-ban organizadas por gobiernos estatales, como ocu-rría en la costa central y nor-central.

Los establecimientos de Bagua estaban ubicadosen lugares protegidos de las inundaciones, a lo largode los ríos o quebradas,en un patrón disperso.Fueronocupados en forma permanente,en una extensión de1 a 1.5 ha. Si bien, se cuenta con un sólo fechado de960 ± 135 a.C., éste es coherente con la informacióncronológica que se ha obtenido por datación cruza-da.Se manufacturaba una alfarería bien cocida,oxida-da:ollas con cuellos anchos evertidos,reforzados conuna tira aplicada en el exterior del borde, superficiealisada y pintada de blanco en el cuello;platos y jarrascon decoración pintada precocción en áreas delimi-tadas por incisiones (Shady 1987:Fig.2,f-j y a-f).

Al lado de la cerámica de estilo Bagua I se recogie-ron piezas foráneas,por la tecnología y el estilo:

1. Fragmentos de cocción reductora,que llevan ti-ras aplicadas a muescadas; otros con decoraciónbruñida en contraste con zonas alisadas y peinadas,y unos con punteado fino en áreas demarcadas conincisiones.Rasgos todos comunes a la tradición Pan-danche de la sierra norte (ibídem Fig.2a-e).

2. Fragmentos grises de cocción reducida con de-coración hachurada y pintada de rojo post-cocción(Fig.2,a-b).

3. Fragmentos grises decorados con zonas excisas(Fig.2,c-d).

Mientras las piezas del primer grupo podrían pro-venir de uno de los establecimientos de la sierra nor-te, que participaron de la tradición Pandanche, losotros (2 y 3) presentan rasgos comunes a los comple-jos Pastaza (Porras 1975:Lams.5 y 9 a-b),Kotosh-Wai-

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V. El Formativo de Perú 205

Figura 2. Fragmentos exóticos, Fase Bagua I: a-b, hachurados; c-d, excisos; e-j, estilo Pacopampa-Pandanche.

a

b

e

c

d

fg

h ij

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Figura 3. Fragmentos exóticos, Fase Bagua II: a, gris inciso y pintado post-cocción; b, pintados pre-cocción.

Fase Bagua- La Peca: c-f, pintados pre-cocción marrón o negro sobre blanco.

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207V. El Formativo de Perú

Figura 4. Tiestos de la fase Bagua I.: a-e, alfarería incisa y pintada pre-cocción; f-g, alfarería ordinaria.

cm

f

g

e

d

a b

c

0 2 4

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rajirca (aunque no en la forma) (Izumi y Terada1972), y Tutishcainyo (tampoco en la forma) (Lath-rap 1970:86-87),ubicados en lugares de la Selva andi-na o próximos a ella y de la selva baja.

Por otro lado,el estilo de Bagua comparte una seriede rasgos estilísticos de forma y decoración con com-plejos alfareros de la sierra sur del Ecuador y de la sie-rra del área sur y el altiplano del Collao (Shady 1971).

Al respecto, es probable que Bagua formara partede la tradición alfarera que se distribuyera por el te-rritorio andino oriental, pero también que funciona-ra como puerto para el intercambio de productosprovenientes de diferentes áreas: de la sierra norte,de los valles de Ecuador y de la sierra sur; comuni-cación que debió efectuarse a través del sistema flu-vial. Los pobladores de la zona de Bagua directa-mente u otros grupos de selva harían la navegacióny el transporte por los ríos.Creemos,sin embargo,queeste lugar funcionó como uno de los puertos impor-tantes para el intercambio de las transacciones quese daban a lo largo de la ruta del oriente.

A partir del Formativo Medio se puede distinguirdos épocas marcadas por las fases Bagua II (aprox.800-600 a.C.) y La Peca (600-400 a.C.). No obstanteque Bagua II continuó con la tradición,muestra fuer-te vinculación con sociedades de la sierra y costanorte,como puede observarse en la presencia de va-sijas de este estilo entre las piezas foráneas descritasen los complejos Cerro Blanco, Huacaloma Tardío,

Pacopampa- Pacopampa I (Rosas y Shady 1979:Fig 1,i,k-ll) y Montegrande (Tellenbach 1981:Fig 8,3).Frag-mentos relacionados con el estilo Bagua han sidoencontrados, asimismo, en contextos de Kotosh-Ko-tosh (ibídem 45b, 12, 18), en Urabarriu-Chavín (Bur-ger 1984:350, 97-98), y en la fase Huaricoto (Burger1985:Fig.13a).En el mismo Bagua aparecieron rasgosen común con Ñañañique del alto Piura (Shady1987 Fig.6b;Guffroy 1991:Figs 8a-b y 9e) y el comple-jo Formativo del valle de Lambayeque de la costanorte (Fig.3,a-b).

Corresponde esta época a la de formación de losestados en la sierra norte y de construcción de gran-des centros ceremoniales-administrativos. Si bien enBagua no se ha identificado ninguno con las carac-terísticas de los serranos,es probable que la organiza-ción política tuviera cierta complejidad, pero conconstrucciones de quincha no recubiertas, adapta-das a las condiciones climáticas calientes de la zona.Se puede señalar para Bagua: la existencia de un úni-co estilo alfarero, extendido en una zona amplia en-tre los tributarios del sector comprendido desde laconfluencia del Chamaya y los Pongos;el hallazgo decerámica más elaborada en los cementerios que enlos establecimientos, con tecnología e iconografíacomplejas; y la relación con otros estilos contempo-ráneos.Podemos inferir la existencia de una organiza-ción que incorporaba a todos los establecimientos yde especialistas,encargados de producir alfarería de

Figura 5. Tiesto de fase Bagua II, inciso sobre superficie pintada de color blanco.

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incomparable calidad,así como de obtener los variosrecursos requeridos para esta actividad. Organiza-ción que protegió la identidad cultural del grupoa través de varios siglos y que estableció relacio-nes con los estados de la sierra norte y centro delPerú.

Con el fortalecimiento de los estados en el nor-te del Perú y la intensificación de la integración in-terregional (600-400 a.C), Bagua formó parte acti-va de esa esfera, manteniendo su identidad. La fa-se La Peca de Bagua incorporó iconografía de Pa-copampa-Pacopampa II, así como piezas de esteestilo se hallaron en Bagua. Por otra parte, piezasde Bagua o rasgos de ese estilo aparecieron en Pa-copampa. Similar situación fue compartida conlos sitios de los valles de Cajamarca, valle mediode Jequetepeque y Zaña. En estos dos últimos va-lles de la hoya del Pacífico se encontraron vasijascon formas, decoración e iconos casi iguales a losde Bagua-La Peca (Alva 1986:Figs 91, 60 a-b, 108,etc.).

Ninguno como estos valles de la zona Yunga, declima caliente, ubicados en las vertientes occiden-tales,ha mostrado la amalgama de rasgos y la con-fluencia de estilos de las varias culturas regionalesdel norte.Es posible que recursos como la coca es-tuviesen atrayendo a poblaciones de las varias re-giones, como se ha sugerido para el área centralen otros períodos; pero esta zona de la yunga oc-cidental también ofrece condiciones favorablespor su ubicación central como nudo de caminos,que conecta varios valles de la costa y la sierra.Asimismo, como hemos informado, en la yungaoriental, en los cementerios de la cuenca de Ba-gua-Jaén, es notable la presencia de piezas de esti-los de diversa procedencia, de Ñañañique-Paneci-llo, en el Alto Piura (Guffroy 1991:257j), de Huaca-loma Tardío o Pacopampa en Cajamarca, y deLambayeque, Cupisnique, de la Costa, etc.

Fue ésta una época de expansión de la esferanorteña al valle y litoral de Piura, la que tambiénllegó a Pirincay en el valle del Paute (Bruhns yotros 1990, Fig 8).

La activación de contactos por la vía del Mara-ñón-Ucayali al oriente, parece que, fue igualmenteintensa, como puede apreciarse en los rasgos quecompartieron las fases La Peca Tardía y El SaladoTemprano con Nazaratequi, Shakimu Tempranodel Ucayali o el complejo Marcavalle de la sierra

sur. Se ha señalado que en la fase Marcavalle D(cerca de 700 a.C.) aparecieron algunos rasgos co-mo el gollete estribo, los boles de piedra tipo Hua-yurco de Jaén, un diente de pecarí, además delpredominio de la alfarería pintada (Mohr1980:260), rasgos que podrían ser utilizados paraindicar vinculaciones entre la zona de Bagua y lasierra sur (Shady 1971), ya sea en forma directa omediante algún otro grupo por la vía de los ríos dela selva. Es interesante también llamar la atenciónsobre el hallazgo en Bagua de vasos en forma dekeros,parecidos a los descritos en una muestra delFormativo de Misque, Bolivia (Brockington y otros1986).

La fase El Salado de Bagua,alrededor de los 400-200 a.C., es la que muestra mayores cambios en elestilo alfarero,como efecto de dos eventos casi pa-ralelos que se produjeron en diversas partes de losAndes con diferentes expresiones. En los centrosceremoniales-administrativos como Pacopampase copiaron diseños vinculados al Chavín-Janaba-rriu. La extensión hacia el norte de la esfera de in-teracción del área central llegó atenuada a Bagua,pero influyó en la adopción de la tecnología alfa-rera por cocción reducida, de golletes estribo conreborde y de algunos diseños circulares estampa-dos.Sin embargo,al lado de estos rasgos y de la al-farería de tradición local, aparecieron vasijas dedoble gollete y asa puente, aplicaciones figurati-vas, la técnica negativa y del blanco sobre rojo.Creemos que, coincidente con la difusión de losiconos Chavín, se introdujo en Bagua y en variosotros sitios del extremo norte del Perú rasgos deuna tradición cultural foránea a los Andes Centra-les. Complejos como El Salado, Pechiche de Tum-bes, Paita D de Piura, tienen en común la presen-cia de aquellos rasgos innovadores, junto a los detradición local y a los de la esfera Chavín (Shady1987:481-482).

Esta época del Formativo Tardío fue de cambios,de popularidad de un culto y de movimientos po-blacionales en el centro y norte del Perú. En Ba-gua, uno de los puertos de comunicación a largadistancia por la vía fluvial del oriente, se reflejaronlos acontecimientos que se vivían en los Andes yen la selva y que se repitieron en otros lugares:conflictos entre las sociedades andinas e introduc-ción de grupos foráneos.

V. El Formativo de Perú 209

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210 V. El Formativo de Perú

EL FIN DEL FORMATIVO

Se inició cuando el complejo identificado conChavín-Janabarriu del área central, que se habíaextendido a través de los centros ceremoniales-ad-ministrativos, llevando íconos vinculados con laproducción agrícola,no fue ya capaz de respondera las presiones ejercidas por las nuevas situacio-nes cambiantes. Los centros de la Sierra dejaronde funcionar o fueron ocupados por poblacionescon tradiciones culturales diferentes o que ya noreconocían su anterior sacralidad. Es posible queel abandono de patrones de vida tradicionales,que caracteriza a este tiempo,y la introducción denuevas tradiciones se produjeron en un períodode crisis,provocado por alteraciones climáticas deefecto prolongado (Cardich 1985) y por la incapa-cidad de los gobiernos estatales tradicionales deadecuarse a las nuevas condiciones.

Una época de fuerte inestabilidad, de incursio-nes y asaltos, como los testimoniados en los vallesde Santa (Wilson 1988) y Nepeña (Proulx 1985;Daggett 1984) incidieron en el cambio del patrónde asentamiento hacia lugares altos y protegidospor murallas y zanjas.

No obstante, las sociedades costeñas volvierona recuperar protagonismo en la historia del desa-rrollo económico y social del área central. Una se-rie de centros urbanos de diferente carácter quelos del Formativo fueron construidos en la partebaja de los valles y se enfatizaron obras de defen-sa y control del medio ambiente (Shady y Ruiz1979).

En la selva andina del norte, las poblacionesde Bagua sufrieron los efectos de los aconteci-mientos que ocurrían entre las sociedades andi-nas. Algunos asentamientos permanecieron ocu-pados, otros, sin embargo, fueron abandonados yse restringieron los contactos interregionales. Seincorporaron nuevos patrones alfareros,pero éstosy los anteriores perdieron calidad.

CONCLUSIONES

1.En el variado territorio andino del Perú no se al-canzaron similares niveles de organización sociopo-lítica al mismo tiempo;hubo desarrollos más comple-jos en el área norcentral y en la costa desde el Arcai-co y el Formativo Temprano; sólo a partir del Formati-vo Medio participaron de ese desarrollo sociedadesde la sierra y del área norte.

2. Las sociedades del norte peruano,aunque menoscomplejas que las del centro,desde el Formativo Tem-prano enfatizaron una relación interregional, que seacentuó a partir del Formativo Medio.Hubo allí varioscentros ceremoniales-administrativos, fuertemente re-lacionados en el eje transversal,a diferencia de lo queocurrió con Chavín de Huántar,en el área norcentral.

3. Las zonas de Yunga marítima y fluvial en el nor-te,el sector medio de los valles costeños de Jequete-peque y Chongoyape o del bajo Utcubamba, en eloriente, fueron lugares de encuentro y convergenciade tradiciones culturales diferentes. Nudos de cami-nos y puertos para la comunicación interregional,concitaron interés y ganaron importancia a travésdel Formativo.

4. La vía fluvial del Marañón-Ucayali fue utilizadadesde el Formativo Temprano-Tardío; por el orientese desplazaron poblaciones que comunicaron a lasáreas del norte y el sur,que compartieron o intercam-biaron una serie de elementos culturales.

5. La conexión fluvial fue importante durante elFormativo Medio y Tardío,como lo sugieren los rasgoscompartidos por Huayurco,Shakimu y Marcavalle.

6. Hubo mayor contacto entre las sociedades an-dinas del norte y el sur del Perú que entre las del cen-tro y el sur.Asimismo, la integración entre el centro ynorte se produjo a partir del Formativo Medio.

7. Aunque de menor complejidad política, las so-ciedades del norte y sur del Perú establecieron ensus respectivas áreas ejes transversales de interac-ción desde el Formativo Temprano.

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INTRODUCCIÓN

Hasta hace pocos años,la mayoría de los peruanis-tas hubieran estado de acuerdo con la aseveraciónque el mejor candidato para la formación del estadoprístino en los Andes Centrales es la cultura Mochede la Costa Norte del Perú.El estado Moche,que sur-gió hacia 450 d.C., se hubiera visto como precedidopor un largo período de desarrollo formativo no tancomplejo durante el cual los habitantes de los vallesde la Costa Norte iban adoptando los cultígenos ydesarrollando las técnicas de la agricultura intensiva(Moseley 1975; Isbell y Schreiber 1978 para otros ar-gumentos que no se aceptan en forma tan general;vease también Wilson 1981, 1988b para una criticade ambas posiciones).

La aseveración de que Moche fuera una sociedadorganizada a un nivel sociopolítico estatal se basaentre otras cosas en las fuertes semejanzas cerámi-cas,arquitectónicas e iconográficas entre centenaresde sitios en los 11 valles mayores que se encuentranentre Jequetepeque y Huarmey (v.gr., Benson 1972;Donnan 1973; Lumbreras 1974). La aseveración deque el control Moche fuera coerciva (impuesta porla guerra y la conquista) se basa no sólo en la estra-tigrafía del valle de Virú,donde el estilo cerámico Ga-llinazo fue reemplazado en forma abrupta por el es-tilo Moche (Strong y Evans 1952), sino también enlos patrones de asentamiento del valle de Santa,don-de hubo un cambio abrupto en la ubicación de lamayoría de los sitios del valle superior al valle infe-rior (Wilson 1988b). De acuerdo con estos datos, laiconografía Moche que representa la guerra, la con-quista y la presentación de prisioneros tendría mu-cho que ver con los aspectos prácticos de la forma-ción y el mantenimiento del estado.

Recientemente, a base de sus excavaciones en elsitio del Período Inicial (ca.1800 a 1000 a.C.) de Pam-pa de la Llama-Moxeke, que se ubica en el valle deCasma, los Pozorski (1986, 1987) han propuesto quela complejidad sociopolítica (o sea el estado) se de-sarrolló precozmente en este valle hacia 1500 a.C.es-to es, en el período Formativo más temprano, casi2000 mil años antes del desarrollo del estado Moche.Estos investigadores proponen que los cuartos celu-lares de la Huaca “A” (Fig. 5) se utilizaron para el al-macenamiento de los recursos que se extraían enforma “coerciva”de la población local rural.Despuésde la publicación de esta hipótesis,el valle de Casmallego a ser el enfoque de mucha atención en la pren-sa popular estadounidense (por ej.,“Andean CultureFound to Be As Old as the Great Pyramids”, Stevens1989).En efecto,actualmente hay varios investigado-res que ven el período Inicial no sólo como una épo-ca del desarrollo precoz del estado en varios vallesde la costa peruana,sino también como representan-te del desarrollo más temprano del estado en lasAméricas.

Si se presupone teóricamente que el estado, biensea al nivel de un solo valle o al nivel multi-valle,con-siste fundamentalmente en un sistema organizadode varios sitios (Wright y Johnson 1975), es sorpren-dente que hasta la fecha no se hayan realizado mu-chas investigaciones de patrones de asentamientoen la costa peruana - ya que este método obviamen-te es el más apropiado para entender los procesosque conducían a la formación de un sistema queabarcaría por lo menos una gran parte de los vallesde que se trata.Una vez que se introdujo la agricultu-ra de riego,los procesos que hubieran afectado la es-tructura adaptiva de los valles incluirían seguramen-te los siguientes: el crecimiento de la población, un

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DE MOXEKE A MOCHE: LAS EVIDENCIAS PARA LA FOR-MACIÓN TEMPRANA DEL ESTADO EN LA COSTA

DEL PERÚ

David J. Wilson

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Figura 1. Mapa de la costa norte del Perú, con los valles de Moche a Casma.

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este último,actualmente tenemos datos muy sugesti-vos en cuanto a la importancia de los procesos de lademografía,de la guerra y del desarrollo de los cen-tros cívico-ceremoniales en la evolución de los sis-temas formativos de la costa norte.De hecho,comose mencionará abajo, nos parece probable que laformación del estado prístino en Casma no ocurrie-ra durante el período Inicial sino que este procesogeneral sistémico ocurrió a comienzos del períodoIntermedio Temprano, o sea hacia 350 a.C. En todocaso, este desarrollo es todavía bastante precoz encomparación con el surgimiento mucho más tardíodel estado Moche unos 500 años después.

En este trabajo,primero delinearé el contexto teó-rico dentro del cual se hacen las proposicionesacerca de la formación del estado temprano.Luegose delinearán aspectos de los datos sobre los patro-nes de asentamiento del valle de Santa y de los da-tos preliminares sobre el estudio de los patrones deasentamiento del valle de Casma.Intentaré,a la vez,no sólo evaluar las proposiciones recientes acercade la naturaleza de los procesos de la formacióndel estado sino también precisar la época en queésta ocurrió.

aumento en el número de sitios, cambios en la ubi-cación de los sitios,cambios en el tamaño y la distri-bución de los centros mayores y menores,y también(si se supone que la guerra formaba una parte inte-gra de estos procesos) la construcción de fortalezasmayores y menores (Carneiro 1970).Aunque las ex-cavaciones son importantes para iluminar la natura-leza de la subsistencia y la arquitectura y para preci-sar las fechas de los artefactos diagnósticos, sin em-bargo todos los otros procesos aquí mencionadossólo pueden investigarse por medio del estudio delos patrones de asentamiento.

Durante más de 12 años he llevado a cabo tres es-tudios de patrones de asentamiento en la costa nor-te peruana (Fig. 1), en una tentativa de iluminar losaspectos más importantes del proceso de la forma-ción del estado en esta área. Entre estos se incluyen(1°) el Proyecto del Valle de Santa, realizado en losaños de 1979 y 1980; (2°) un estudio de los caminosy los sitios adyacentes en los cinco desiertos que seencuentran entre los valles de Moche y Casma,reali-zado en 1986 y 1987; y (3°) el Proyecto del Valle deCasma,que comenzamos en 1989 y que continuare-mos hasta 1994.A pesar de que no hemos terminado

Figura. 2. El propuesto modelo sistemático - jerárquico

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LA TEORÍA SISTÉMICO-JERÁRQUICA Y LAFORMACIÓN DEL ESTADO

Entre los modelos más útiles que se han propues-to para entender las variables que fueran importan-tes en la formación de la complejidad sociopolíticase encuentran los que yo prefiero designar comolos modelos “sistémico-jerárquicos.”A pesar de quemuchos investigadores ahora tengan la opiniónque la “teoría de sistemas” fue de poca utilidad enlas tentativas de explicar el desarrollo de la com-plejidad,me parece más y más obvio que los mejo-res argumentos acerca de este proceso general se

basan en las siguientes ideas: 1°) la interacción en-tre numerosas variables (v.gr., el medio ambiente fí-sico y biótico, la agricultura, la población, la guerra,el intercambio de recursos útiles y la ideología); y2°) la organización de estas variables en una formajerárquica (v.gr., con la ideología informando a lagente como actuar en forma específica y general,los líderes y los ritos controlando las actividadescríticas para el mantenimiento de la sociedad y lainfraestructura proporcionando la producción paramantener al sistema).

Aunque quizás nunca lograremos crear una expli-cación total de la formación del estado,sin embargo

Figura 3. Aplicación del modelo sistémico-jerárquico a los sistemas de la época pre-Moche del valle de Santa.

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es bastante útil tener modelos que nos ayuden a en-tender por lo menos los argumentos frecuentementeenredados y (necesariamente) circulares de los me-jores investigadores especialmente cuando ellosplantean no sólo las variables sino también las su-puestas relaciones de causa y efecto entre ellas.

En otra publicación (Wilson 1992) he propuestoun modelo sistémico-jerárquico en el cual se combi-nan lo que yo veo como los mejores elementos devarias teorías de este tipo. Por eso, me limitaré aquísólo a mencionar las fuentes que me sirvieron de ins-piración a desarrollarlo,y luego,a una breve descrip-ción del modelo en sí mismo. Siguiendo a la teoríamaterialista de Marx (con la excepción significantede la dialéctica hegeliana que según el no sirve deningún modo como un planteamiento práctico), M.Harris ha propuesto en varias publicaciones (v.gr.,1979) que los sistemas sociopolíticos consisten entres niveles organizados en forma jerárquica. Entreellos se encuentran “la infraestructura”,“la estructura”y “la superestructura”. En la infraestructura se inclu-yen “el modo de la producción” y “el modo de la re-producción;” en la estructura se incluyen “la econo-mía doméstica”y “la economía política;”y en la supe-restructura se incluye “la ideología,”entre otras cosas.Aunque el modelo de Harris es bastante útil por su es-pecificidad al proponer variables nombradas,sin em-bargo creo que está equivocada al proponer que só-lo la infraestructura,o sean las variables materialistas,es la fuente de la causalidad primaria en el desarro-llo de las adaptaciones culturales. Según Harris, laideología sólo es una variable dependiente muy se-cundaria, o sea que no tiene mucha fuerza comofuente de la causalidad primaria.

Por otro lado, Flannery (1972) ha propuesto enuna forma bastante convincente la importanciacausal no sólo de las variables de bajo nivel sino tam-bién de las de alto nivel en la evolución,el funciona-miento, el mantenimiento y (al final) la devoluciónde los sistemas sociales.A su parecer,las variables dealto nivel funcionan no sólo para regular y controlarun sistema sino también para procesar la informa-ción,a la vez que las variables de bajo nivel proveenla información y la producción. De hecho, el únicoproblema con este modelo quizá sea que el propues-to modelo gráfico (Flannery 1972:410) es demasiadoabstracto para ser verdaderamente útil en una tenta-tiva de entender la interacción de las supuestas va-riables importantes en el proceso de la evolución de

los sistemas sociopolíticos.En la Figura 2 se presenta un modelo sistémico-je-

rárquico en el cual he intentado incluir las mejoresideas de Flannery y Harris, además de incluir lasideas de otros investigadores. Siguiendo a Harris, elmodelo identifica en forma específica a una serie devariables organizadas en forma jerárquica que carac-terizarían a cualquier sociedad. Pero, además de losmodos de producción y de reproducción,el modelosigue la sugerencia de Steward (1955) al señalar laimportancia de los patrones de asentamiento comouna parte básica de la infraestructura de todos lossistemas sociales. Siguiendo a Rappaport (1979), elmodelo también señala dos niveles de la superes-tructura, incluyendo un nivel más abstracto de laideología y “las proposiciones sagradas máximas” yun nivel más concreto del ritual y de la dirección.Si-guiendo el espíritu de la teoría de Flannery, todas lasvariables de alto nivel se consideran tan importantescomo las de bajo nivel,no sólo en cuanto a la causa-lidad sino también en cuanto a la regulación de lainfraestructura del sistema. Finalmente, también seincluye en el modelo el ambiente medio físico/bióti-co y el ambiente medio social, ya que presumible-mente deberían incluirse datos sobre aspectos de losdos si quisiéramos entender la evolución de los siste-mas adaptivos complejos.

Se puede concluir esta sección por mencionarque al proponer el uso de tal tipo de modelo no es-pero convencer de todo a un “materialista cultural”como Harris que la causalidad es más compleja queel determinismo infra-estructural que el propone.Yno espero convencer del todo a un “ideólogo”orien-tado hacia los símbolos que la causalidad es máscompleja que el determinismo mental. Mas, por lomenos el modelo requiere una tentativa de indicarespecíficamente la relación jerárquica de las varia-bles importantes en la evolución social.Por ejemplo,quisiéramos saber más sobre el desarrollo de la com-plejidad en el valle de Casma que sólo los datosacerca de los centros mayores (v.gr.,Pampa de la Lla-ma-Moxeke).También queremos saber algo sobre eltamaño de la población rural que apoyaba al siste-ma;algo sobre el número de sitios rurales,su tamañoy su distribución con relación al sitio central; y algosobre la guerra y el intercambio económico entre lasvarias regiones.

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LOS DATOS DE LOS PROYECTOS DE LOS VALLES DE SANTA Y CASMA

El Proyecto del Valle de Santa. Como los datossobre los patrones de asentamiento demuestran,Santa no parece representar un valle en el cual seformó un estado prístino.De hecho, las primeras evi-dencias de una complejidad de nivel estatal (v.gr.,una población grande y por lo menos una jerarquíaque consiste en tres niveles de función y tamaño en-tre los sitios;ver Wright y Johnson 1975) no aparecenhasta la intrusión Moche. Sin embargo, los datos deSanta son útiles para indicar no sólo las variablesque fueron importantes en el desarrollo de la com-plejidad local,sino también los efectos de la interac-ción con otros valles caracterizados por su propia se-cuencia de desarrollo.Los resultados de la investiga-ción del valle de Santa ya han sido publicados (Wil-son 1983, 1987, 1988a, 1988b, 1990, y 1992), y por esoaquí me limitaré a resumir brevemente los principa-les aspectos del desarrollo de los sistemas agrícolaspre-Moches del valle.

El primero de estos aspectos es la presencia de nu-merosas fortalezas en cado uno de los cuatro siste-mas pre-Moches, que sugiere que el conflicto eramás o menos continuo en la evolución pre-estatal.Elsegundo es que casi todos los sitios de cada sistemase ubican en las partes superiores del valle,que tam-bién sugiere que la defensa era importante.El terce-ro es que desde un principio de la secuencia los si-tios se concentraban en grupos locales, enfocados

tanto en las fortalezas cercanas para la defensa co-mo en los centros cívico-ceremoniales cercanos pa-ra las actividades supra-aldeanas. Este último aspec-to por sí sólo sugiere que no existiera la guerra entrelos sitios del mismo grupo; también sugiere que loscentros hubieran surgido para funcionar como “me-canismos” reguladores de las actividades cooperati-vas del grupo.

El cuarto aspecto es que una comparación de loscálculos de la población indica que no había el re-quisito “balance de poder” para sostener la guerracontínua entre las agrupaciones de sitios (y así crearlas condiciones necesarias para construir las fortale-zas).El quinto es que una comparación de los cálcu-los de la población de cada grupo de sitios con lacapacidad productiva del terreno local indica quelos grupos de valle arriba no eran auto suficientes,cosa que sugiere que no había guerra entre los gru-pos de sitios del mismo valle.

En su famosa teoría sobre el rol de la guerra en losorígenes del estado, Carneiro (1970) ha planteadoesencialmente dos hipótesis sobre él: 1°) que la gue-rra y los líderes militares formarían una parte íntegraen el desarrollo del estado; y 2°) que esta guerrasiempre se empezaría por el conflicto entre vecinosy parientes en un sistema caracterizado por sitiosesencialmente autónomas del mismo valle. Los da-tos del valle de Santa apoyan la primera hipótesis,porque no hay ninguna duda de que sí había guerracontinúa en los sistemas pre-Moches. Mas, los datosde Santa no apoyan la segunda, porque la guerra

Figura 4. Patrón de asentamiento del período Moxeke, valle de Casma.

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siempre hubiera sido entre forasteros de distintos va-lles en vez de ser entre vecinos de la misma región.

Moseley (1974) ha propuesto que hubiera sido ne-cesario que los agricultores tempranos de la costaubicaran sus sitios valle arriba para lograr la máximaeficiencia en la construcción de los canales, ya queno hubo una población suficientemente grande pa-ra poder construirlos en la parte inferior del valle.Aunque esto sugiere una razón adicional por la cualse ubicarían los sitios en la parte superior, en reali-dad la situación parece ser más complicada.Amena-

zada continuamente por los ataques externos, pare-ce más probable que los habitantes prefirieron vivirvalle arriba y agruparse cerca de las fortalezas. Lasconsideraciones defensivas así hubieran sido la ra-zón principal por la cual se ubicaron los sitios vallearriba, y las de eficiencia agrícola hubieran sido se-cundarias aunque por supuesto importantes a la vez.

En la Figura 3 se muestran los aspectos principalesdel sistema formativo de Santa que mencioné arriba.La figura demuestra que el aspecto más importantedel ambiente físico/biológico consiste en que Santa,

Figura 5. El sito de Pampa de la Llama, valle de Casma.

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como los demás valles de la costa, es estrecho y sedelimita por desierto absoluto. Sin embargo, a pesardel terreno limitado,había mucho más agua en el ríode lo que se necesitaría para el riego intensivo (el ríoSanta se caracteriza por el volumen más amplio detodos los valles de la costa,y tiene agua todo el año).Al adaptarse a este ambiente por medio de la agri-cultura de riego, las aldeas agrícolas se hubieran vis-to forzadas a hacerse parte de los sistemas localesde canales.Esto va en contra de las ideas teóricas deCarneiro de que las primeras aldeas serían esen-cialmente autónomas, y que se ubicarían en formadispersa por todas partes del valle para evitar cual-quier tipo de cooperación/colaboración entre sí,sólo abandonando esta autonomía con su conquis-ta por otros sitios vecinos. Dentro de un contextosociopolítico de conflicto continuo con otros vallesvecinos, los centros cívico-ceremoniales hubieransurgido no sólo para facilitar la defensa sino tam-bién para regular la distribución de los terrenos enuna situación de desigualdad en cuanto al accesoal terreno agrícola. Finalmente, las fuertes semejan-zas entre la cerámica de Santa y la de las areas ad-yacentes al norte (v.gr.,Virú) y al este (v.gr., el Calle-jón de Huaylas),y la falta notable de tales semejan-zas entre Santa y los valles al sur (Nepeña y Cas-ma),sugieren que el origen de los ataques contra elvalle serían estos últimos al sur.

Presuponiendo la validez de estos argumentos, elmodelo claramente enseña que la “causalidad” queconducía al desarrollo de los centros cívico-ceremo-niales,y así a la jerarquización de la sociedad,no se

V. El Formativo de Perú

Fig.6. Patrón de asentamiento del período Pallka,valle de Casma

debería a una sola variable (v.gr.,al ambiente mediofísico/biótico, a la subsistencia, al patrón de asenta-miento, a las relaciones económicas, a la guerra, o auna ideología de odiar a los enemigos y tener bue-nas relaciones con los que colaboraban por mediodel intercambio) sino que esta complejidad surgió acausa de la interacción entre todas estas variables.De hecho,no existe una sola “causa,”y no hay ningu-na manera mejor para demostrar esta aseveraciónque resumir tal tipo de argumento (textual) en la for-ma de un modelo sistémico-jerárquico.

Como frecuentemente ocurre al llevar a cabo unainvestigación científica, el trabajo del valle de Santano sólo produjo indicaciones de cuales serían las va-riables que formaron parte de la evolución del siste-ma sociopolítico del valle sino que también hizo sur-gir otras preguntas para futuras investigaciones. Porejemplo,terminamos el trabajo de Santa con un inte-rés de investigar en forma más concreta los patronesde asentamiento de los dos valles, o sean Nepeña yCasma,que quizás fueran el origen de una sociedadmás compleja que atacaba a Santa. De hecho, aun-que los patrones de asentamiento de Nepeña ya ha-bían sido bastante estudiados por Proulx (1973), es-te valle no parecía tener el tamaño y la complejidadnecesarios para poder sostener el conflicto continuócon Santa. Por eso, nos parecía más probable que elorigen de los ataques y una complejidad mayor seríael valle de Casma.Con la apariencia de los argumen-tos de los Pozorski que Casma hubiera logrado un ni-vel sociopolítico estatal durante el Período Inicial,nos parecio aún más necesario realizar el primer es-

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tudio comprensivo de los patrones de asentamientodel valle al sur.

El Proyecto del Valle de Casma. Como se men-cionó en la introducción, actualmente estamos lle-vando a cabo un estudio comprensivo de los patro-nes de asentamiento prehispánicos de los ríos Se-chín y Casma, que son los dos valles que forman elvalle mayor de Casma. Por esta razón, los argumen-tos que se proponen aquí deberían considerarse ten-tativos. En esta sección me limitaré a una discusiónde los aspectos más generales de sólo los primerostres períodos cerámicos de la secuencia, entre loscuales se incluyen los períodos Moxeke, Pallka y Pa-tazca (ca.1800 a 0 a.C.).

En la Figura 4 se enseña el patrón de asenta-miento del Período Moxeke/Período Inicial (ca.1800 a 1000 a.C.). Hay varios aspectos de este sis-tema que son interesantes de mencionar aquí. Elprimero es que las fortalezas, igual que en el casode Santa, se encuentren en cada una de las tresagrupaciones que presumiblemente constituyeronla base rural que apoyaba al sitio central de Pam-pa de la Llama-Moxeke. El segundo es que el pa-trón de asentamiento sea tan nucleado como losde Santa.Aunque hasta ahora no he calculado enforma precisa la cantidad de habitantes, pareceposible a la simple vista que las dos agrupacionesgrandes pudieran estar en conflicto, ya que el nú-mero de sitios en cada una es bastante igual. Enefecto, cada una parece tener suficientes terrenosadyacentes para mantenerse en forma indepen-

diente y,por eso,para poder sostener el conflicto launa con la otra.

Sin embargo, no sólo existen bastantes semejan-zas entre la cerámica de cada grupo sino tambiénhay una pequeña agrupación de fortalezas y sitiosque se ubica entre las dos grandes agrupaciones.Ya que parece muy probable que el conflicto con-tinuó entre estas dos hubiera borrado a la peque-ña agrupación, es probable que no existió la gue-rra entre ellas. Entonces, hasta este punto en la in-vestigación no se encuentra ningún apoyo aun enel valle de Casma para la teoría de Carneiro.

Otro aspecto llamativo del sistema es que haya re-lativamente pocos sitios (44 hasta la fecha,y quizásuna población de menos de 10,000 habitantes), yque haya solamente dos niveles en la jerarquía detamaño y supuesta función de los sitios. El centromayor de Pampa de la Llama-Moxeke tiene una ex-tensión de unas 90 hectáreas, mientras que todoslos demás sitios tienen una extensión de menos deuna hectárea.Obviamente,este es un sistema de só-lo dos niveles y, como tal, se concuerda bien con ladefinición clásica de un cacicazgo (Wright y John-son 1975).A pesar de las características más o me-nos “urbanas”de Pampa de la Llama-Moxeke, no he-mos encontrado hasta la fecha el apoyo para el ar-gumento de los Pozorski que el estado se habría de-sarrollado en Casma durante el Período Inicial.

En la Figura 6 se enseña el patrón de asenta-miento del siguiente período de Pallka (ca. 1000 a350 a.C.), que he designado en honor del impor-tante trabajo de Julio C.Tello (1956) en el sitio del

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Figura 7. Patrón de asentamiento del período Patazca, valle de Casma.

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mismo nombre (Pallka es el sitio señalado con elcuadrado negro en el mapa).Dos aspectos de estesistema deberían mencionarse aquí.Primero,com-parándolo con el sistema anterior,el número de si-tios se ha reducido a la mitad y, por eso, pareceque hubieran una disminución de la población yde la complejidad sociopolítica general. Mas, lostrabajos preliminares que se han realizado en el

valle de Sechín indican que existen varios sitioscomplejos de este período allí (estos estudiamosdurante las temporadas de 1993 y 1994).La hipóte-sis de que el enfoque del sistema Pallka hubiera si-do el valle de Sechín también se apoya por laorientación del sistema de caminos antiguos quese encuentra en el desierto entre los dos valles deCasma (Fig 5).Durante nuestro reconocimiento de

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Figura 8. El sitio de Chanquillo, valle de Casma.

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estos caminos, descubrimos nueve sitios del Perío-do Pallka.A juzgar por nuestro estudio de los cami-nos en los desiertos entre Moche y Casma, este sis-tema es el más antiguo que se ha descubierto has-ta la fecha en la costa norte.

En la Figura 6 se muestra el patrón de asenta-miento del Período Patazca (ca. 350 a.C. a O d.C).,el último período de que tratamos aquí. Es inme-diatamente obvio que este sistema es mucho máscomplejo que los dos anteriores. El número de si-tios ha aumentado más que cinco veces en com-paración con el período anterior,y un cálculo con-servador preliminar de la población sería de25.000 a 30.000 personas. Aunque se encuentranfortalezas en todas partes del sistema (vease la Fig.7,en la cual se enseña el sitio de Chanquillo, la for-taleza más grande de esta área de la costa norte),la distribución de sitios es esencialmente conti-nua, que sugiere un sistema íntegro organizado alnivel del valle mayor. En efecto, existe una jerar-quía bastante clara de por lo menos tres niveles detamaño y función de los sitios. El sitio más grandey complejo es Pampa Rosario, que se ubica en laconfluente de los dos ríos; hay seis sitios interme-diarios que tienen una distribución extensiva portodas partes del sistema; y hay una gran cantidadde sitios rurales. Evidentemente, el mejor candida-to que tenemos hasta ahora para la formación delestado al nivel del valle local en esta área de lacosta norte es el Período Patazca, durante el cualel estado aparece unos 500 años antes del estadoMoche.

CONCLUSIONES

Los datos del estudio de los patrones de asenta-miento en el valle de Casma todavía son demasia-do incompletos para poder ofrecer argumentossólidos acerca del desarrollo de la sociedad for-mativa que resultarían, por ejemplo, en un modelosistémico-jerárquico del tipo que he sugerido parael valle de Santa. Es prematuro también construirargumentos sobre la validez de la teoría de Carnei-ro en cuanto al valle de Casma, o sea sobre la po-sibilidad de que existiera la paridad demográficanecesaria para que el origen de la guerra contraSanta fuera el valle de Casma. Mas, uno de los da-

tos interesantes y sugestivos de los valles como Ne-peña y Casma es que se caracterizan por ríos cuyovolumen de agua es cíclico, variable y en generalinferior al volumen del río Santa. Esto sugiere laposibilidad de una presión demográfica relativa-mente mayor en estos valles, además de la posiblerazón por la cual hubiera sido bastante atractivo elvalle de Santa como “solución” a tal presión o seaque, una vez incorporado Santa a un estado multi-valle, el valle conquistador habría tenido acceso aterrenos irrigables durante todo el año.

Aparte de las conclusiones que he mencionadoarriba en cuanto a la utilidad del modelo sistémi-co-jerárquico, se puede señalar otras que han sali-do de los estudios que hemos realizado hasta la fe-cha. Primero, es obvio que los argumentos másconvincentes acerca de la formación del estadodeberían basarse en los estudios de patrones deasentamiento. Sin tales datos, los argumentos quese basan en las excavaciones de un solo sitio nodeberían considerarse muy convincentes. Segun-do, los argumentos acerca de la naturaleza del sis-tema de un período tienen mayor fuerza si se ha-cen a base de una comparación con los períodosinmediatamente anteriores o posteriores.Por ejem-plo, se puede entender el Período Patazca mejorcomo el de la formación del estado si se le com-para con los dos sistemas anteriores no muy com-plejos.

Finalmente, siguiendo el espíritu del modelo sis-témico-jerárquico, es claro que muchos aspectosde los sistemas tempranos de Santa y Casma for-maron una parte integra del proceso del desarro-llo de la complejidad sociopolítica. Entre estos seincluyen el desarrollo de la agricultura de riego, elcrecimiento de la población, la apariencia deagrupaciones de sitios desde el comienzo de laagricultura, la necesidad desde un principio decooperar/colaborar con otros sitios vecinos no só-lo al nivel local sino también (probablemente) alnivel del valle mayor, el desarrollo de los centrosmayores y menores, el establecimiento de relacio-nes económicas con algunos valles vecinos, y elsurgimiento de la guerra entre regiones a la vezque la población se aumentaba y empezaba a sen-tir la presión de un ambiente físico que no siem-pre le ofrecía agua suficiente.

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VI

EL FORMATIVO DE CHILE

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Evidencias arquitectónicas, artefactuales, econó-micas, biológicas, e ideológicas, fundamentan unatemprana emergencia de complejidad formativa in-volucrada con el surgimiento del complejo culturalSan Pedro de Atacama (Fig 1).

La fase Tilocalar (componente inferior) representaepisodios enraizados en la disolución de las ocupa-ciones arcaicas tardías locales y en desarrollo intra-circumpuneño de complejidad creciente,con atribu-tos idiosincrásicos autónomos sincrónicos con loseventos formativos del área centro sur andina.

Consideraciones Teóricas

Hay consenso en los Andes del rol jerarquizado dela poblaciones pastoralistas formativas en las tierrasaltas en términos productivos e ideológicos (Lum-breras 1981; Lynch 1973). La expansión de las socie-dades pastoralistas formativas antes del desarrollode las prácticas agrícolas de regadío,no sólo reduje-ron el nomadismo sino que propusieron asenta-mientos estructurados y estables, en ámbitos dondelos recursos agrarios fueron complementarios (fenó-meno agropecuario).

La factibilidad del surgimiento de aldeas formati-vas pastoralistas en los drásticos ambientes de la su-bárea circumpuneña (Núñez y Santoro 1988), se halimitado a registros de una relativa densidad demo-gráfica (Aschero et al 1991).En la vertiente occiden-tal se han localizado asentamientos formativos sóloen cotas bajas prepuneñas,con patrones residencia-les muy efímeros en el río Loa Medio (Benavente1982) y entre los oasis de San Pedro de Atacama nomás arriba de 2300 m.s.n.m. sustentados en la com-binación ganadera y agrícola con conglomeradosestructurados (Llangostera et al 1984) y otros de cro-

nología en proceso (Orellana 1988-1989). Sólo re-cientes estudios a nivel circumpuneño han dado pa-so al reciente registro de asentamientos formativosaltos entre los 3000 y 4000 m.s.n.m. en donde la ba-se ganadera también es relevante (Olivera 1991).

Esta presencia de datos en torno al surgimiento dealdeas formativas en la subárea Circumpuneña man-tendría vínculos con Wankarani,en el Altiplano Meri-dional (1210 a.C.) como un locus de donde prove-nían estímulos sustanciales hacia los yacimientosaledaños más tardíos (Ponce 1970). Ha prevalecidoel criterio de detectar de dónde viene la compleji-dad pastoralista, o los pueblos con cerámica, cuyodestino sería el de transformar a la sociedad local,más que identificar asentamientos locales que pue-dan representar complejidad, estratificación y rai-gambre.

En efecto, ha existido una tendencia a correlacio-nar el inicio de los estilos de vida formativo a partirde sociedades marginales que asimilan cambios sus-tanciales: pecuarios, agrarios y artesanales, desarro-llados en las tierras altas desde Kaluyo a Wankarani(González y Pérez 1968; y Núñez 1982).

Esta situación se apoyaba en parte en la ausenciade un locus de domesticación de camélidos y la pre-sencia de aldeas formativas bien estructuradas nomás allá de los 500 a 300 a.C.,tanto en la Puna trasan-dina y en su borde como en Tulor,entre los oasis deSan Pedro de Atacama (Llangostera et al 1984).

El problema de los “orígenes”de las sociedades for-mativas o “periféricas”circumpuneñas está en deba-te y se ha reactivado a partir del reconocimiento decomunidades arcaicas que incorporaron a sus labo-res de caza y recolección las primeras labores de do-mesticación de camélidos por los 2000 a 1675 a.C.enla quebrada piepuneña de Puripica (Núñez 1980;

VI. El Formativo de Chile

FASE TILOCALAR: NUEVAS EVIDENCIAS FORMATIVAS EN LA PUNA DE ATACAMA

(NORTE DE CHILE)

Lautaro Núñez Atencio

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228 VI. El Formativo de Chile

Figura 1. Ubicación del sitio Tulán - 54 en la vertiente occidental de la Puna de Atacama.

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229VI. El Formativo de Chile

Druss 1977) estas transformaciones sustanciales ha-brían ocurrido a nivel de ambas vertientes de la Pu-na (Yacobaccio 1991).

En un territorio donde la población arcaica tardíafue densa (Le Paige,ms; Núñez 1980) se podría espe-rar que su patrón residencial aglutinado y sus arte-factos de caza, faenamiento y recolección fueroncompatibles con el crecimiento de la opción pasto-ralista inicial y formativa,independiente de su locali-zación “marginal”.

En suma, se debería esperar teóricamente que enterritorios sometidos a stress de aridez (Grosjean etal 1991),por los 2000 a 1000 a.C.(Tabla 1) existieronfocos de recursos habitados por ocupaciones arcai-cas semi-sedentarias,que transitaron hacia mayor es-tabilidad ganadera y artesanías complejas, a travésde nuevas propuestas productoras de alimentos sus-tentados en aldeas que combinaban las viejas estra-tegias de caza y recolección con innovaciones en lacría de llamas en aglomeraciones aldeanas organiza-das en una secuencia a través de tres modelos arqui-tectónicos superpuestos en tiempo: Tilocalar-Calar-Tulor.

Para que estas hipótesis sean conducidas, se re-quieren de la identificación de un conjunto de con-diciones,a saber:aa)) Yuxtaposición de asentamientos arcaicos tardíoscon reocupaciones formativas posteriores más com-plejas,bb)) Recursos de caza, recolección y forraje en pisoscontrastados y complementarios estacionalmente,cc)) Suelos de uso pastoralista dominante,dd)) Asociación a recursos líticos minero metalúrgi-cos,ee)) Espacios quebradeños habitables en alturas mo-deradas con posibilidades de ocupación permanen-te y cercanía a los extremos altos y bajos del transec-to circumpuneño (manejo estacional de recursos).

Estas condiciones habrían estimulado el desarro-llo de asentamientos “insulares”propios de territoriossometidos a stress de aridez, con incremento de ga-nadería y cultivos,recolecta y caza complementaria,localizada in locis de recursos más confiables. Talorientación adaptiva y productiva podría generar co-munidades formativas autónomas tan tempranas co-mo cualquiera otra de los Andes nucleares,dando lu-gar a sociedades complejas que,si bien contactaroncon agrupaciones similares extra-territoriales, logra-ron iniciar y mantener una idiosincrasia circumpu-

neña.Se combinó así una adaptación dinámica y es-table a la vez, integrada por conexiones caravánicasresponsables de la circulación de bienes comple-mentarios desde los inicios del Formativo Temprano(Núñez y Dillehay 1979).

En este marco de referencia se procede a presen-tar un asentamiento Formativo (Tulán-54) que apor-tará nuevos datos a la problemática expuesta.

Ubicación del sitio Tulán-54

La quebrada de Tulán se ubica en el blanco occi-dental del plateaux Ignimbritico de la Puna de Ata-cama,en el extremo S.E.del salar homónimo.Su arro-yo nace de vertientes desde la cota de 3000 m.s.n.m.para desaguar en el oasis del Tilomonte sobre los2300 m. Cubriendo un recorrido de 9 Km. (Fig. 1). Elsitio se emplaza en el borde de la quebrada (bandasur), a unos 2950 m.s.n.m. sometido al clima desérti-co de altura propio de la Puna salada.

Descripción de las unidades excavadas

Una zona montícula fue identificada con concen-traciones de talleres de reducción de láminas del pa-trón Tulán, con láminas trasladadas desde las cante-ras ubicadas a 5 Km. al NE (Toba desvitrificada). Laescasa cerámica superficial sugería posibles intrusio-nes, dando la impresión que Tulán-54 reiteraba otroasentamiento Arcaico Tardío como Tulán-52, locali-zado a unos 800mts. aguas arriba. Un examen de lasuperficie ofreció los siguientes rasgos:aa)) Junto a las preformas laminares ocurrían artefac-tos de roca fina seleccionadas: calcedonia, jaspe,ob-sidiana, ópalo, cuarzo, basalto, para fines artefactua-les más reducidos.bb)) Ciertos alineamientos y concentraciones de pie-dras parecían ser restos de recintos.cc)) Restos de vegetales,cuentas de concha y malaqui-ta, cercanas a fogones expuestos, admitían posiblesdepósitos.dd)) La alta frecuencia de manos y morteros de huecono cónicos sugería el desarrollo de un patrón de mo-lienda distinto al Arcaico y,ee)) Grandes sectores más monticulados con restosorgánicos superficiales, podrían encubrir recintoscomo Tulán-52 (Arcaico Tardío) con depósitos yáreas de actividades superficiales distribuidos encerca 2700 m2.

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230 VI. El Formativo de Chile

TTAABBLLAA NNoo 11.. DDAATTAACCIIOONNEESS AABBSSOOLLUUTTAASS DDEE LLAA FFAASSEE TTIILLOOCCAALLAARR

DDAATTAACCIIÓÓNN

2.240±50(290 a.C)

2.420±70(470.a.C)

2.490±80(540.a.C)

2.630±70(630 a.C)

2.660±80(710 a.C)

2.840±60(890 a.C)

2.900±70(950 a.C)

2.940±60(990 a.C)

3.000±65(1.050 a.C)

3.030±70(1.080 a.C)

3.080±70(1.130 a.C)

3.140±70(1.190 a.C)

NNÚÚMMEERROO DDEE LLAABBOO--RRAATTOORRIIOO

Beta-32387(coprolito)

Beta-44414(carbón)

Beta-44413(carbón)

Beta-44415(ceniza/fogón)

Beta-32388(ceniza/fogón)

OxA-1839(hilos)

Beta-18197(carbón/coprolito)

OxA-1838(hilos)

OxA-1841(hilos)

Beta-25506(carbón)

OxA-1840(hilos)

Beta-25508(carbón)

SSIITTIIOO

TU-58/Cementerio de

TU/54

TU-54/ Recintos

TU-54/ Recintos

TU-54/ Recintos

TU-85/Basural

TU-54/Basural

TU-54/Basural

TU-54/Basural

TU-54/Basural

TU-54/Basural

TU-54/Basural

TU-85/Basural

UUBBIICCAACCIIÓÓNN

E-6 a

F4

F4

H4

C3/IV

B3/VIsup

C2/VIinf.

B3/VIsup.

B3/VIIsup.

C4/VIIinf.

B3/VIInf.

C1/XIV

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231VI. El Formativo de Chile

Los primeros “tests” estratigráficos se localizaronen dos montículos extendidos,dando cuenta de am-plios sectores de basurales con una profundidadpromedio del orden de los 110 cm., con capas altasconsolidadas algo impermeables,que permitieron laconservación subyacente de restos orgánicos, se lo-calizaron tres componentes básicos:a) Un sector sin arquitectura, con actividades bási-cas de cocina y superposición de capas de residuosorgánicos y líticos (control de 6 m2),b) En un borde, un conjunto de recintos aglomera-dos al interior de un muro perimetral (control de 55m2),c) Separado de la zona de habitación por un leve to-rrente seco,un cementerio bajo un emplantillado depiedras (control de 8 m2).

Análisis del basural de TU-54

Al observar el perfil de la cuadrícula 2, se advierteque la zona estratigráfica (ZET) se caracteriza porlos episodios de deposición con actividades de coci-na localizadas en fogones semiestructurados (Fig.2).Son depósitos extendidos extramuros, asociados la-teralmente a capas de cenizas, desecho alimentarioy vegetales fibrosos finos y presionados, datados en-tre los 1080 a 1050 a.C. Se registraron fragmentos decerámica gruesa negra pulida reductora, corrugaday unguiculada.Un piso sobre estos depósitos lo sellay señala un momento de exposición subárea.

En la zona media (ZEM) continúan los residuos ar-tefactuales de ceniza, arena semiestéril, fibras, vege-tales gruesas, residuos alimentarios y sedimentos

Figura 2. Planta del sitio Tulán - 54. Se advierte el muro perimetral sombreado y las divisiones de los recintos interiores. A-A´: perfil transversal del montículo excavado (sector nuclear).

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eólicos. Las dataciones de C-14 cubren desde 1050a 890-990 a.C. (Tabla 1). Un depósito de sedimentofino sella el techo de ZEM, configurando a su vezuna capa expuesta temporalmente a condicionessubárea.La zona tardía (ZETA) se caracteriza por laacumulación de vegetales, ceniza, arena eólica,huesos semi-concentrados, configurando lentes yestratos imbricados y manteados con restos de ali-mentos y artefactos. Una cubierta superficial de fo-gones delgados y conglomerados asociados a sec-tores de ceniza compacta, sellaron el depósito evi-tando percolación (Fig. 2).

Del análisis de los materiales se desprenden variasconsideraciones.El material vegetal es homogéneo,alas tres zonas, destacándose el consumo de raícesacuáticas y frutos de Opuntia.La fibra vegetal de pre-sencia muy frecuente no fue usada significativamen-te en cordelería a raíz de la alta producción de hila-do de lana.Los análisis de coprolitos (CO) recupera-dos desde el comienzo del ZEM permitieron identifi-car el consumo dominante de frutos de Opuntia y raí-ces de Scirpus,además de escasos restos de ají (Cap-sicum) y quinua (Chenopodium) (Holden 1991).

La explotación de camélidos es dominante y cre-ciente culminando en ZETA.En los inicios de ocupa-ción (ZET y ZEM) cuando la frecuencia de llamas no

VI. El Formativo de Chile

es muy alta, se advierte como complemento dietéti-co la presencia de roedores (cholulo/Ctenomys ful-vus; vizcacha/Lagidium viscacia) y aves no identifi-cadas.A pesar de la alta frecuencia de huesos de lla-mas adultas y subadultas, hay escaso uso en térmi-nos artefactuales.

Los coprolitos de llamas se registraron en las treszonas estratigráficas,al igual que vellones e hilos tor-cidos de colores de animales silvestres y domésticos(Dransart 1991). Aunque aún no se conoce la fre-cuencia de camélidos salvajes cazados, debe recor-darse que los agropastores del área practicaban ca-za colectiva de camélidos aún durante los siglosXVIII y XIX. La alta frecuencia de hilos torcidos dacuenta del uso de técnicas de hilar asociadas al re-gistro de torteras.

El material lítico, a juzgar por el residuo de talla(218 unidades) alcanzó las siguientes opciones: ba-salto (37,15%),sílice/cuarzo (25,68%), toba desvitrifi-cada tulán (19,72%), obsidiana (11%), calcedonia(2,75%), ópalo (2,75%) y jaspe (0,91%). El hecho deque el rubro de la obsidiana sea cercano a un terciodel total de las rocas usadas,significa que los despla-zamientos hacia la alta puna tras las labores de cazay forraje trashumántico de llamas fue más importan-te que lo esperado.

Figura 3. Interior del muro perimetral del recinto No 2. Se advierte el acceso a la bodegaembovedada y el bloque vertical del cimiento izquierdo con grabados de cortesy cabeza de camélido.

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Entre los artefactos líticos formatizados se destacaun grupo de 115 especímenes;cuchillos presionadoso en filos naturales (40%), micro perforadores(35,65%), raspadores y raederas (9,56%), puntas deproyectil (7,82%), perforadores grandes (5,21%) ymanos de moler (1,73%).

De este análisis se reitera el énfasis en labores defaenamiento y luego en la confección de perforacio-nes en cuentas y otros implementos de ornato querequieren de sustentación. La caza ya no es domi-nante,al igual que las prácticas de molienda,aunqueeste último rasgo no refleja su alta distribución deotros sectores,tanto la industria de láminas como laspuntas pedunculadas, además de los micro perfora-dores, son muy comunes desde el comienzo al finalde la ocupación.

Atributos Arquitectónicos

La aldea TU-54 (Fig. 2) se conforma de varios mó-dulos arquitectónicos,delimitados por muro perime-tral y cobijos celulares interiores, todos cubiertos dedepósitos de basuras subhorizontales y monticula-dos.La unidad-1 excavada cubre ca.del 60% del mó-dulo total,conservándose un bloque de residuos pa-ra estudios cuantitativos (BAC) y otro mayor comotestigo estratigráfico (TNE).

La unidad presenta un diámetro máximo de 10 m.Los recintos intramuro perimetral se separan conmuros divisorios más delgados que nacen del perí-metro en dirección al núcleo de la unidad.La plantase advierte como un ocho levemente acinturado

con divisiones interiores a modo de rueda de carre-tera (ca.72 m2 de ocupación inicial).

Los recintos habitacionales son subovoidales a su-brectangulares limitados por el muro perimetral,elipsoide,constituido por grandes bloques o macho-nes verticales, 8 puertas con dinteles dan acceso alas bodegas abovedadas apegadas al muro perime-tral. Si cada acceso dintelado comunica a bodegascomo el caso excavado (BES),entonces deberían ro-dear el muro perimetral ca.de 11 silos techados conlajas planiformes. Sobre los bloques verticales y elacceso a silos se levantaron hiladas de lajas horizon-tales para dar más altura al muro (Foto 2).

El piso residencial ha sido intervenido por socava-dos circulares u ovoidales destinados al enterra-miento de 7 neonatos bajo lajas preparadas (CI -CD).Se situaron además 4 depósitos de uso no escla-recido (B) y 2 depresiones más extensas y limpias deuso desconocido (D).En los pisos de 3 recintos se re-gistraron 6 fogones semicirculares estructurados conpiedras laterales, más concentrados en D2, C2 y C1.Algunos morteros (M) sobre el piso señalan prácti-cas de molienda in situ.

El registro de un tronco de cardón entre la hiladade lajas horizontales (I-3) y otros dos más gruesoscercanos al comienzo de ocupación (F9 y G8),sugie-ren que los techos estaban sustentados desde el fon-do de los recintos y de los bordes altos de los muroscon troncos de cardón.Los bloques y lajas se adosancon un leve mortero de barro, siendo el peso y elajustado de rocas bien seleccionadas,el factor de subuena conservación.

VI. El Formativo de Chile

Figura 4. Perfil A-A´del sector nuclear del montículo excavado: MP, muro periférico; MDA, muro divisorio abatido; BNA, bloqueno excavado; MD, muro divisorio; C, poste de cardon; BNE, bloque no escavado; AB, acceso a bodega embovedada; • muroabatido en sedimento eólico y cenizas (MA); D, depresión semicircular central; CI1, cuerpo neonato individual 1; CI2, cuerponeonato individual 2 con ofrendas de iconos de oro; //// piso original de los recintos del módulo habitacional. ZET, zona

estratigráfica temprana (datada entre 2630 a 2420 años a.P.); ZEM, zona estratigráfica media; ZETA, zona estratigráfica tardía.

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Al comparar este modelo con el asentamiento ar-caico tardío TU-52 (separado por 800 ms.),se advier-ten varias relaciones estructurales y funcionales quesugieren cierta transferencia tecnológica de ances-tro Arcaico:aa)) Empleo de grandes bloques verticales o macho-nes sobre el piso;bb)) Recintos semicirculares con pisos socavados;

VI. El Formativo de Chile

cc)) Un caso de acceso con dintel a pequeña bodega;dd)) Alta explotación de camélidos;ee)) Bloques con cortes;ff)) Bolsón socavado como bodega;gg)) Patrón de acumulación monticulado de basurassobre las estructuras;hh)) Industria de láminas Tulán y lascas de obsidiana;ii)) Tradición de molienda y artefactos foliáceos.

Indicadores Culturales

En la zona estratigráfica temprana (ZET) se han lo-calizado varios restos culturales indicadores que acontinuación se señalan:

Cerámica: En los inicios de los basurales de losasentamientos TU-54 y 85 se han registrado fragmen-tos gruesos negros y grises,alisados y pulidos y restosde cerámica de tradición San Francisco Currugada(Dougherty 1972),datado en ambos sitios por 1190 a1050 a.C. asociados en TU-54 con otros fragmentoscorrugado-ungulado, corrugado-imbricado irregulary ungulado en línea (E. Miller y A. Barbosa comuni-cación personal). Estas conexiones con la subáreatrasandina de Selvas Occidentales perduran duranteZETA a través de un fragmento de tubo de cerámicade pipa ubicado en G9/E II y un hornillo ubicado enZEM (F8/E IX) (Fig. 4). Otra conexión se observa através de una vasija zoomorfa miniatura. Se trata deun pequeño recipiente (I4/EIX/ZETA) de superficiegris pulido,con un cuerpo globular y dos patas cóni-cas,demarcándose el cuello,el cual presenta rasgosfaciales incisos punteados de la tradición Candela-ria (Heredia 1974). La pipas angulares gruesas sonfrecuentes entre los componentes San Francisco da-tados desde los 620 a.C. (Dougherty 1977, 1972). Seconsidera que las pipas grises de hornillos cilíndri-cos presentan una dispersión selectiva por la subá-rea circumpuneña,por ejemplo,Tebenquiche y Lagu-na Blanca o en la Cuevas (Raffino 1977) y otros yaci-mientos de los oasis de San Pedro de Atacama (Ta-rragó 1984).

De un análisis provisorio de los 443 fragmentos ce-rámicos recuperados de G-8 (I-M2) se observa quedesde los inicios (ZET),680 a.C.,se reconoce a la fa-milia cerámica doméstica gris-negra alisada. Se ca-racteriza por sus paredes espesas y desgrasante muygrueso que tiene a disminuir en la Zona Tardía. Noobstante la alisada con desgrasante regular y fino sepopulariza hacia las zonas Media y Tardía.La familia

Figura 5. Industria lítica típica del sitio Tulán-54: 1, Cuenta de concha; 2 a 20, diversas categorías de perfora-dores; 21 a 28, diversas categorías de puntas de proyectil

(flechas); 29-30-31, diversas categorías de raederas; 32-33-34-35, artefactos foliáceos y raspador proveniente

de preformas laminares.

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negra pulida gruesa y mediana alcanza las 3 zonaspero la gruesa tiende a desaparecer en ZETA. Porotro lado,aquella fina tiende a no representarse en laZET pero sí ocurre a ZEM y ZETA.

La familia café alisada con paredes espesas y me-dianas, con desgrasante grueso, ocurre en baja fre-cuencia en la ZET,pero incrementada en las dos zo-nas más altas, aunque llama la atención la escasezdel tipo más grueso en la ZETA. La variante café ali-sado con desgrasante regular a fino, con espesoresmediano delgado está prácticamente ausente en laZET, incrementándose en las zonas posteriores.

La familia café pulida de espesor mediano se vebien representada en la ZET,no así la más delgada,pe-ro ambas se popularizan en las zonas más altas.En ge-neral,la cerámica rojo-ladrillo y rojo pulido,con distin-tos espesores,son poco comunes en la ZET y tiende adisminuir sensiblemente en la ZETA.

En suma, se advierte desde los 1190 a.C. los iniciosmaduros de una tradición doméstica muy popular ne-gra-gris pulida y alisada, más gruesa que fina, en sin-cronía con tiestos café y rojos pulidos/alisados de me-nor frecuencia,en especial estos últimos de más bajarepresentación. Debe recordarse que la cerámica ne-gra pulida y alisada gruesa se asocia a los corrugadosdatados en el basural aledaño desde los 1080 a.C.

Lítica: Para la confección de puntas,buriles,mues-cas, perforadores y micro cuchillos, se han seleccio-nado rocas más adecuadas: cuarzo,calcedonia, felsi-ta, jaspe,ópalo,cristal de roca,obsidiana negra,y plo-mo dominantes.Usualmente con lascas y láminas derocas basáltica y toba desvitrificada tallaron in situartefactos más gruesos; puntas foliáceas grandes,grandes cuchillos con un lado recto y curvo,cepillos,raederas,etc.Entre los artefactos gruesos se destacan

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Figura 6. Cuerpos individuales neonatos 1 y 2 in situ, datadosentre los 2630 a 2490 años a.P., asociados a dos iconos de oro.

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láminas con escotaduras pulidas transversales usa-das en la preparación de tientos de cuero (Fig 5).

Son muy comunes los artefactos y preformas lami-nares traídas de las canteras de Tulán Cerros (5 Km.alNE) los que una vez rebajados y modelados fueronusados como raspadores,raederas,muescas,cepillos ypuntas foliáceas gruesas. El uso de obsidiana es tam-bién muy frecuente para la confección de puntas pe-dunculadas con o sin aletas y denticulación.Tambiénson muy comunes los micro perforadores de sílice ycuarzo vinculados con la sobreproducción de cuen-tas líticas y de conchas,registrados tanto en la superfi-cie del sitio como en toda la estratificación del basu-ral y de los recintos.

Las prácticas de molienda en morteros de huecoextendido fueron muy intensas intramuro,en toda laestratificación desapareciendo el uso de morterosarcaicos de hueco cónico presentes en TU-52.

Se han identificado martillos con escotadura ysurco central de enmangamiento,de distintos tama-ños, incluyendo uno localizado a 10 cm. del iniciode ocupación, de gran factura, vinculado con mo-lienda de minerales. Presenta una escotadura o re-baje superior,pulido similar a la zona del enmanga-miento de las hachas, en donde se debió atar concueros húmedos los maderos longitudinales quepermitían su manipuleo por dos o más hombres a

modo de un “chankador” o “maray” (F9/E IX) de ta-maño notable a juzgar por sus medidas máximasde: altura 50 cm., ancho 27 cm., espesor 24 cm.

En relación al material lítico se ha practicado uncontrol más detallado en la columna G8 de dondeprovienen 1049 especímenes sujetos a clasificación.

Se advierte que la familia puntas de proyectil in-volucra a aquellas pedunculadas y foliáceas desdeel comienzo de ocupación (ZET), incrementándo-se en las zonas más altas. Los micro perforadoresson muy comunes en ZET, disminuyendo gradual-mente hacia las zonas más altas, pero siempre conaltas frecuencias en relación a otros artefactos.

La familia cuchillos se denomina (tareas pastori-les) a base de litos poco formatizados y variablesmorfológicamente, aumentando su uso en la zonamedia y tardía. Por otro lado, las labores de raspadose ven más disminuidas a pesar que es posible quealgunos cuchillos hayan sido multi-funcionales (ac-ción de raído).

Llama la atención la familia de pulidores de usopersistente,homogéneo, similar a los llamados soba-dores o láminas con escotaduras pulidas para la pre-paración de tientos de cuero (Fig.5).

Metalurgia: (Fotos 6 y 7) El registro de iconos deoro entre dos neonatos ubicados en el centro del sitioy el uso de piedras semipreciosas y restos de minera-

VI. El Formativo de Chile

Figura 7. Detalle del icono de oro del cuerpo CI-2. Representa una lámina recortada concabeza antropomorfa rediada y un cuerpo opuesto zoomorfo in situ.

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les de cobre desde el componente inferior, habla afavor de labores minero-metalúrgicas locales desdeel comienzo de la ocupación. Esta temprana orien-tación minero-metalúrgica se ha corroborado en eldistrito de Tilocalar. En efecto, la presencia de unacuchara de cobre en un entierro de neonato, entrelas basuras tempranas de TU-85,confirma que las la-bores mineras se orientaron a la confección de bie-nes de status.

El registro de minerales de cobre, martillos y ma-chacadores de molienda, metalurgia sofisticada decobre y oro con técnicas de fundido, martillado, re-cortado y repujado, durante la fase Tilocalar, planteaque la economía pastoril se asoció a labores minero-metalúrgicas. La mantención de rebaños de llamasfue compatible con la explotación minera, en unasingular combinación que pervivió hasta la invasióneuropea (Lozano Machuca 1895).

Recursos Vegetales: Para contrastar la hipótesisde una eventual orientación más pastoralista queagraria,a través de la fase Tilocalar, se analizaron losresiduos orgánicos y coprolitos de TU-54,58 y 85,gra-cias a la colaboración de Holden (1991).Un total de28 coprolitos, dos contenidos estomacales (TU-58/T-6 y 4) y muestreos de flotación,dan cuenta de ciertauniformidad dietética. El registro dominante de se-millas y pulpa de cactáceas (Opuntia sp.),es seguidopor junquillo (Schoenoplectus americanus) y semi-llas de Susimbrium sp. Otros componentes son másminoritarios: rica-rica (Acantholippia riojana), brea(Tessaria absinthioides), Krameria cistoidae y calan-drina sp.

La presencia de abundantes semillas de Opuntiaen los depósitos y coprolitos, sugieren que los frutosse comían frescos y se recolectaban con escasa res-tricción estacional.También consumían algo de pul-pa la cual pudo almacenarse con la técnica de seca-do al sol (Núñez y Hall l982).

De la misma manera como la fauna menor deroedores complementó el déficit de camélidos(Hesse 1982), la necesidad de equilibrar la dietacárnea dominante con alimentos de origen vege-tal, a través de intensas prácticas de recolección ymolienda, permitió suplementar la escasez de ali-mentos cultivados en el transecto Tulán. En efecto,más de cien fragmentos de grandes morteros dehueco extendido, en 50 m2 de excavación en TU-54, advierten que la molienda era una labor priori-taria.

Los análisis de flotación han registrado escasasevidencias de plantas cultivadas: semillas pequeñasde ají (Capsicum sp.) tal vez doméstico y semillasde quinoa (Chenopodium sp.) de una variedad do-méstica.En el primer caso se sabe que el ají es ricoen grasa, carbohidrato y proteínas (vitamina A y C,además de hierro).En el segundo, la quinoa es con-siderada uno de los alimentos más completos delos Andes.

En ambos sitios formativos se incorpora calabaza(Cucurbita sp.) y hasta ahora muy escaso maíz(Zea mayz) solo en TU-85,asociado a una dataciónde 710 a.C.

Recursos cárneos y textiles: Se acepta que lacrianza de camélidos domésticos involucra cambiosen la estructura de la fibra del vellón, más variaciónen color, calidad para una mejor hilación (hay usode tortera),etc.Estos cambios precisamente marcanla diferencia con los asentamientos arcaicos de cazay recolección más antiguos como el cercano Tulán-52 (Núñez 1980).

En el estudio (Dransart, 1991) se analizaron 702muestras de hilos de lana de fibra de camélidos pro-venientes de seis cuadrículas del basural (controlcuantitativo), adjunto al asentamiento TU-54, ratifi-cándose una estrecha relación entre rebaños y pro-ducción textil.

En términos de identificación de especies domés-ticas,la data etnográfica de rebaños de llamas y alpa-cas dan cuenta de fibras de varios colores uniformesen los tonos gris,blanco,café y negro.Al comparar losvellones de los sitios TU-54 y 85 es evidente que pue-den correlacionarse con rebaños actuales.Se han re-gistrado múltiples lascas y láminas con filos natura-les usados, algunos con residuo de grasa y pelo. Laextracción y preparación de tientos de cuero posibi-litó el surgimiento de nuevos artefactos como lámi-nas Tulán, esta vez con denticulaciones pulidas porla acción del paso del cuero (Fig.6).Su ausencia enlos sitios de caza especializada como Tulán-52, de-muestra que las láminas con muescas y zonas puli-das son componentes correlacionado con la cría yexplotación de subproductos de camélidos.

Las escasas evidencias de tejidos como redes,gasao técnicas simples de un solo elemento, no son dis-tintos de los sitios arcaicos tardíos, observándoseuna tecnología de transición en donde las modalida-des de torcido se incrementan en los asentamientosformativos.

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Evidencias funerarias: En el sector B3,A2 y EIde TU-54 se ubicaron esqueletos erosionados may-ormente adultos, uno de ellos en el interior de lazona de acceso a una bodega embovedada(BES1).Otros se registraron de modo disperso conorientaciones genuflexas decúbito lateral. Estos 7a 8 cuerpos corresponden a intrusiones, una vezque ya se había acumulado entre 40 a 60 cm. desedimentos y basuras de relleno sobre los pisosoriginales.

Otras evidencias se localizaron en un cemente-rio aledaño al asentamiento.Tanto en el registro decuentas de conchas, micro perforadores, puntaspedunculadas de obsidiana, artefactos líticos defaenamiento, coprolitos con semillas de Opuntiasp., asegura una clara relación con los contextosrecobrados en el asentamiento TU-54. Por otro la-do, entre enterramientos adultos y subadultos ex-tendidos decúbito lateral con extremidades infe-riores flectadas (tradición arcaica), se ubicó unogenuflexo como sentado,asociado a un poste mar-catorio (“taco”), correspondiente a una tradiciónfuneraria comprometida con poblaciones más tar-días. Esta simultaneidad de tradiciones funerariasindicaría un patrón transicional propio del perío-do Formativo antiguo, que da paso al incrementode popularidad de las posiciones genuflexas “sen-tadas”, compatibles con las prácticas de enfarda-miento con piezas tejidas.Una muestra de coproli-to del cuerpo N° 6 dio un resultado de 290±50años a.C., considerada algo tardía por correspon-der a un borde del cementerio cuando ya estabatotalmente constituido.

Evidencias de cinco enterramientos individua-les y dobles, esta vez exclusivamente de neonatos,fueron detectados en el interior del asentamiento,dispuestos en bolsones socavados en el piso origi-nal de los recintos. Presentan escasas ofrendas:cuentas, láminas de oro repujada,fragmento de ce-rámica doméstica retomada, etc., siempre cubier-tos con lajas planiformes, una de ellas con canteoy pulido subrectangular. Estos enterramientos seubican junto al muro perimetral, apegados a lasaperturas o acceso a las bodegas. Esta correlaciónno parece accidental. Una muestra de fogón es-tructurado sobre el piso original, cercano al ente-rramiento de I5 e I4, fue datado a los 630±70 a.C.,determinando el tiempo más próximo de los ente-rramientos (ver Tabla 1 con listado C-14).

Dos enterramientos de neonatos fueron locali-zados a 150 cms. de profundidad en el núcleocentral del asentamiento, cerca a un socavadocircular de uso desconocido que pareciera cum-plir algún rol ceremonial a juzgar por un bolsónmás reducido en donde se había depositado unconjunto de artefactos óseos y líticos (ver planode recintos Fig. 3; perfil A-A’ y Fig. 6). La situaciónestratigráfica está definida por la no perturba-ción de las camadas finas de arena con restos or-gánicos finos y lentes de fogones sobre impues-tos.

Se ubicaron a un mismo nivel, sobre los prime-ros lentes de fogones y escasas basuras. Están si-tuados bajo dos fogones datados, e inmediata-mente sobre la proyección de un fogón cercano,registrado a comienzos de ocupación, en un re-cinto aledaño.En suma,estos dos enterramientosestán fechados con rigor entre los 630 a 540 a.C.,constituyendo las primeras evidencias funerariascomplejas a nivel de recintos pastoriles de la su-bárea circumpuneña (Fig. 6).

El primer enterramiento (CI-1) se localizó bajouna loza preparada con incisiones y bordes can-teadas con protuberancias. bajo la loza se regis-tró un neonato de ca. 6 meses de edad con uncollar de malaquita y lapislázuli en el cuello,aso-ciado a una litoescultura miniatura de ave, cercao en capacidad bucal. A sus pies se registró uncollar de cuentas de incisivos de llamas, asocia-do a otro con fragmentos de conchas del orienteandino, y pegado al rostro una lámina de oro re-cortada con un motivo de sierpe que transita auna cabeza humana con adorno “emplumado”orayos recortados.A unos 85 cms.,del cuerpo,a unmismo nivel, se registró otra lámina exactamenteigual pero en ubicación invertida (ver Foto 6).

El segundo enterramiento (CI-1) estaba cubier-to con cinco fragmentos de un jarrón o gran tazóncanteado en roca volcánica. Se identificó entrelos intersticios del recipiente “matado” restos dealimentos o bebida de harina (en análisis).Todoel tiesto resultó estar grabado con un instrumen-to lítico fino,bajo un estilo singular. El ideogramarepresenta dos a tres intervenciones estilística,siendo la primera u original aquella con llamas“humanizadas” en distintas fases del proceso decópula, correlacionado con rituales vinculadoscon la reproducción de los rebaños.

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Evaluación cronológica y relaciones regionales.

Por ahora la fase formativa Tilocalar representadapor ZET es la mejor cronologizada en la quebradaTulán, con una docena de dataciones procedentesdel asentamiento estructurado, dos basurales y uncementerio, lográndose un rango entre 1190 a 470a.C.para el componente inferior (Tabla 1).

La correlación entre la ocupación inicial y clímaxde TU-54 (fase Tilocalar) y la secuencia absoluta deasentamientos y fases contextualizados del áreaCentro Sur,se desprende que la fase Tilocalar es con-temporánea con los episodios más tempranos de lasubárea Circuntitikaka, aunque con inicio algo másreciente. Es también sincrónico al comienzo de lasocupaciones formativas de las subárea Altiplano Me-ridional y Valles Occidentales, mientras que a nivelde la subárea circumpuneña cubre el episodio mástemprano, correlacionado a episodios con quienescomparte similares atributos artefactuales,tal vez co-mo segmentos dispersos de una misma poblaciónpastoralista. En efecto, la conexión con el campa-mento pastoralista ChiuChiu-200 (Benavente 1982)es muy estrecha en términos de similar uso de sub-productos de camélidos domésticos (V.gr. hilados ytextilería),además de cerámica gris y café domésticaalisada,pulida,engobada con antiplásticos gruesos yaquella corrugada que también ha servido para elplanteo de tempranas conexiones entre el río LoaMedio y la Subárea Selvas Occidentales.

El hecho de que la fase Tilocalar tenga réplicas porel río Loa Medio (ChiuChiu-200) y probablementeentre los oasis de San Pedro de Atacama (cerámicacorrugada en Poconche),señalaría que las prácticaspastoralistas integraban los espacios forrajeros de laalta puna y sus respectivos bordes occidentales yorientales como segmentos de una sola poblacióncircumpuneña, distribuida en ambas vertientes delos Andes,con un patrón disperso trashumántico-ga-nadero,sometido a un régimen de fluctuación de re-cursos, en donde los asentamientos tienden a optarpor hábitats más confiables en vegas forrajeras esta-bles tal como ocurrió en el transecto Tulán.

CONCLUSIONES

En el transecto quebrada Tulán se han identificadomás de un centenar de sitios arqueológicos,configu-rándose allí una secuencia relativa y absoluta, arcai-

ca y formativa, en donde la fase Tilocalar (compo-nente inferior) representa a dos ocupaciones aleda-ñas pastoralistas tempranas. Se propone que esta fa-se se formaliza con aportes arcaicos locales y cone-xiones trasandinas,estableciendo sus instalaciones ymanufacturas complejas o maduras en hábitat pie-montanos.Se asocia a recursos integrados y más per-manentes (quebradas intermedias) desde los 1200a.C., con posibilidades de situar fases más experi-mentales entre los 1200 a 1800 años a.C., fecha estaúltima de los remanentes arcaicos más tardíos delrío Loa Medio y quebradas en Atacama.

Esta tesis de continuidad arcaica de complejidadcreciente, imbricada a innovaciones económicaslocales y provenientes de las subáreas limítrofes,pa-rece oponerse a planteamientos neodifusionistasque tienden a desconocer el proceso local queacondicionó la emergencia de auto-productividadalimentaria y complejidad durante los dos últimosmilenios a.C. (Thomas et al 1988-9; Orellana 1988-9).Aun se advierte cierta tendencia a buscar en lassubárea aledañas aquellos objetos que prueben ladirección de las conexiones, considerándose másbien a la vertiente occidental puneña como un re-ceptáculo de innovaciones derivadas de otras pra-xis históricas. Del examen de la literatura sobreocupaciones formativas localizadas en la vertienteoccidental, se desprende que estas poblacionesestaban casi incapacitadas para crear o recrearrespuestas productivas-adaptivas a pesar de haber-se constatado una ocupación sostenida desde el Xmilenio a.C.

Precisamente, la fase Tilocalar presenta un pro-fuso equipamiento lítico de tradición de caza-re-colección arcaica, que pone en duda aquella in-terpretación en torno a que existió un: “abruptocambio en la tradición anterior cazadora-recolec-tora típica de la zona caracterizada mayoritaria-mente por microlíticos y la obtención de instru-mentos líticos a partir de láminas,por instrumentallítico confeccionado a partir de lascas preferentede andesita” (Thomas el al 1988-9:127).

El patrón de asentamiento TU-54 es único porahora,pero la superposición de basuras monticula-res y las manufacturas (V.gr. lítica, cerámica, textil,etc.) lo integran a los primeros brotes de un estilode vida formativo circumpuneño, válido en ambasvertientes, incluyendo los yacimientos monticula-dos sincrónicos del Altiplano Meridional.

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En término de subsistencia, se advierte una basede sustentación pastoralista con suplemento hortí-cola (ají, quinua, maíz, calabaza) y mayor consumode vegetales silvestres (frutos de cactáceas),aunqueno está claro si esta porción podría ser distinta si seubicase esta fase en ambientes de oasis piemonta-nos (V.gr.Tilomonte,Peine,Toconao,San Pedro de Ata-cama) en donde clima,suelo y regadío acceden me-jor a las prácticas hortícolas,agrícolas y de recolectaarbórea.

La fase Tilocalar da cuenta de labores sedentariascuasi permanentes en estructuras residenciales com-plejas de uso doméstico y ritualístico, que combinaestabilidad con salidas hacia los extremos del tran-secto transpuneño a base de grupos especializadosen labores trashumánticas ganaderas, minero-meta-lúrgicas, extracción de obsidiana, caza, recolecta es-tacional, horticultura y caravaneo de circulación debienes complementarios.

La distribución de esta población habría cubiertoun espacio mayor,desde el río Loa Medio a Superior ylas quebradas del flanco occidental de la Puna,en tér-minos de ocupaciones muy estructuradas como TU-54, en campamentos menos jerarquizados comoChiuChiu-200 (Benavente 1982) y refugios del Loa Su-perior (Aldunate et al 1986).Tal vez en aldeas de oasisaún no documentadas, con componentes cerámicoscorrelacionados (V.gr. corrugada), considerados tipo-lógicamente tempranos (Le Paige, Ms.) En las tierrasaltas de la vertiente oriental de la Puna se adviertenevidencias correlacionadas en aleros (Aschero et al1991) o en reducidas aldeas cubiertas de montículosde basuras como quebrada El Toro (Raffino 1977).

Se trata siempre de sitios con distintas funcionali-

dades y densidades, que se habrían localizado enambas vertientes tras el acceso a forraje alternativo yestable, en un período crítico de sequías, configura-do desde los 1200 a.C. un “sedentarismo dinámico”(Olivera 1991) con manufacturas comparables (Gar-cía 1988).No está claro aún si los sitios referidos sono no segmentos de la fase Tilocalar, pero todos tie-nen rasgos económicos-culturales afines y encubrenconexiones complementarias entre las subárea Alti-plano Meridional, Circumpuneña y Selvas Occiden-tales (Tarragó 1984; Núñez y Dillehay 1979). No obs-tante, el locus arquitectónico y deposicional de TU-54 es suficiente para aceptar la tesis de un clímaxocupacional local que repercutió en el ámbito cir-cumpuneño, configurando una irradiación regionalcuyas consecuencias y ramificaciones aún se ignora,pero que fuera de dudas se comprometió con los ini-cios de la Tradición Atacameña.

AGRADECIMIENTO

El autor agradece la colaboración de los investiga-dores que han participado en los trabajos de campoy laboratorio en torno al Proyecto Tulán: Ricardo Pa-redes,Vivien Standen,Hugo Yacobaccio,Tom Holden,Penny Dransart,Francisco Téllez,Virginia Pooper,RaúlMavrakis y Donald Jackson. En especial a los técni-cos del IIAM: Manuel Abán,Santiago Ramos,Luis Ra-mírez,Tomás Cruz,Leonel Jofré y Felipe Abán.

Finalmente, el reconocimiento al Proyecto FON-DECYT 043 y al aporte de la DGI de la UniversidadCatólica del Norte. Próximas publicaciones del co-lectivo científico darán cuenta de los resultados máspormenorizados en proceso de análisis.

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Introducción

El estudio del proceso de descomposición de lassociedades de cazadores recolectores y el desarrollode nuevos modos de vida y organización social,con-secuencia de la incorporación gradual de la agricul-tura,pastoreo,y nuevas tecnologías,ha mantenido surelevancia en la región valles Occidentales del áreaCentro Sur Andina (Lumbreras 1979:35; 1981) desdelos trabajos de Uhle a comienzos de siglo XX. Esteproceso, definido como Formativo regional, ha sidoenfocado, sin embargo, con esquemas difusionistas.Con distintos matices se ha insistido que los gruposde la costa y valles cálidos semi-tropicales de esta re-gión, cambiaron sus tradicionales estilos de vida aconsecuencia de sucesivas inmigraciones que termi-naron por reemplazar a las poblaciones locales.Estaregión corresponde a los pequeños valles de Aricahasta Pisagua en el extremo norte de Chile; Tacna yMoquegua hasta Arequipa y Sihuas en el extremo surde Perú.

Los datos radiocarbónicos disponibles para los va-lles de Arica, sugieren un período que abarca entreca.1400 a.C.300 d.C.La fecha más temprana de 1400a.C. (I-I-186; 3350±95 a.P.) Se obtuvo de carbones deun fogón con basuras junto al cementerio AZ-71,aso-ciados a grandes tiestos globulares sin asa (Santoro1981). Un fechado por termoluminiscencia de lacerámica asociada, la ubica en el período Desarro-llos Regionales ca. 1000-1350 d.C. (Iván Muñoz, co-municación personal),contradicción que deberá serresuelta con nuevos datos. Las otras fechas de C-14de la fase Azapa, obtenidas en AZ-71, fluctúan entre1000-500 a.C. Se reconocen los sitios tipo Faldas delMorro (Dauelsberg 1985), El Laucho (Focacci 1974)y Azapa-71, etc., los que caracterizan a la fase más

temprana que denominamos Azapa y abarca entre1400 a 500 años a.C. (Santoro 1980a, 1981). La fasetardía denominada Alto Ramírez se ubica entre 500a.C.a 300 d.C.(Focacci y Erices 1972-73; Rivera 1975,1980).Estas fases corresponden aproximadamente alo que Rivera (1984, 1991) presenta como fases AltoRamírez I y Alto Ramírez II, que ubica cronológica-mente entre 1000-500 a.C.y 500 a.C.-300 d.C.respecti-vamente.

En los valles tarapaqueños,al sur de Arica,se iden-tifican establecimientos formativos en quebradas co-mo Tarapacá, Guatacondo, a partir de ca. 1000 a.C.Como en los valles de Arica, se reconoce el desarro-llo de artesanías como cerámica, textilería sofistica-da, cestos de fina elaboración, etc. y bienes importa-dos como objetos de metal, plumas de aves orienta-les,entre otros.

En el sur de Perú, Moquegua, se reconoce la fasetemprana Huaracane,con una fecha tentativa de 800a.C., sobre la base de correlaciones de formas y téc-nicas de la cerámica y el horizonte con temperantede fibra vegetal, asociado con las fases Chiripa 2(Llusco) a Chiripa 3B, ubicadas entre 850 a 600 a.C.(Feldman 1989 : 209-211).La fase tardía,Trapiche,co-rresponde a una variante local de Pukara de acuer-do a los diseños de tejidos y cerámica que,a su vez,se comparan con elementos de la fase Alto Ramírez.Se le asigna una fecha tentativa inicial de 300 a.C.(Feldman 1989,213-215).

Con fuerte énfasis difusionista,modelos e hipótesispara explicar los cambios ocurridos durante el For-mativo en los valles occidentales,han insistido en lainfluencia de centros más desarrollados, ubicadosen la costa central de Perú y la región circum-Titica-ca, donde los cambios fueron, aparentemente, másacelerados y complejos. Desde los planteamientos

FORMATIVO EN LA REGIÓN DE VALLES OCCIDENTALES DELÁREA CENTRO SUR ANDINA

(SUR PERÚ - NORTE DE CHILE)

Calogero M. Santoro

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de Uhle (1919) y,aunque más recientemente, se re-conoce la existencia y el aporte de tradiciones ar-caicas pre-existentes, no ha variado, sustancial-mente, la idea que la región Valles Occidentalesfue un área periférica donde los cambios cultura-les fueron el resultado de la inmigración de pobla-ciones, que a su tiempo, penetraron con ideas re-novadoras. Se asume, además que las poblacioneslocales no habrían tenido las condiciones paraconducir sus propios procesos de cambio cultu-ral. (Núñez y Dillehay (1978) sugieren que Tiwana-ku debió establecer explotaciones directas en losvalles occidentales, dado que las poblaciones lo-cales no generaban excedentes intercambiables.)

Esta visión se ha reafirmado en la definición ydiscusión general del área Centro Sur Andina (dis-cusión de varios autores en Lumbreras, 1979). Seacepta que la región circum-Titicaca tuvo un rol“verdaderamente nuclear que se expresa a travésde su papel generador e impulsador a lo largo detoda la historia” (Lumbreras 1979:31). En el perío-do Formativo esto se expresaría “a través de una se-rie de rasgos comunes cuyo foco máximo de desa-rrollo estaba cerca del Titicaca, probablemente in-fluenciando sobre las demás áreas” (Ibid.:39). Seenfatiza, además, que para esta región, como enninguna otra de los Andes, fue fundamental el ac-ceso a una periferia con recursos complementa-rios,esenciales para sostener el desarrollo de com-plejidad social.

El rol hegemónico o gravitante de la región cir-cum-Titicaca aunque es claro para el Período Tar-dío,merece revisiones en relación al Formativo.Es-te rol se basa en el marco histórico del siglo XVI,donde efectivamente era imperioso que los reinosaltiplánicos controlaran colonias y establecieranalianzas con los pequeños cacicazgos yungas cos-teros (Hidalgo 1987; Lumbreras 1981; Murra 1972;Rostworowski 1986; Santoro, Hidalgo y Osorio1987). Este modelo de complementariedad proba-blemente, fue válido para Tiwanaku. Berenguer yDauelsberg (1989:134-138) sugieren que la hege-monía de Tiwanaku a partir del siglo IV d.C., se lo-gró gracias a que tenían control directo de los en-claves de valles occidentales.

Durante el Formativo, en cambio, considerandoque el panorama de integración regional era mu-cho más limitado, que no existían estructuras polí-ticas con capacidad para controlar espacios multi-

ecológicos y pluri-étnicos, debieron desarrollarseotros mecanismos para la interrelación de gruposcosteros y altiplánicos.También, no sólo la necesi-dad de complementariedad económica debió in-fluir en esta interrelación, factores sociales e ideo-lógicos debieron ser decisivos en este proceso.

En este trabajo se analiza el rol que pudo cum-plir esta “periferia” en relación al área “nuclear”.Luego, se analizan las características internas delproceso de cambio social que pudo afectar a laspoblaciones de la costa y valles bajos durante elFormativo.Consecuentemente,se analizan algunoselementos económicos y sociales que podrían ex-plicar, de modo distinto, la interacción observadaentre costa y altiplano.

Periferia y área nuclear

Estimamos que la relación entre la región cir-cum Titicaca y los valles occidentales habría teni-do características distintas durante el Formativo,en comparación a lo ocurrido durante los perío-dos Tiwanaku IV - V y Tardío. Las evidencias dispo-nibles no son suficientes para probar que este pe-ríodo fue una etapa menos elaborada o inicial delos mecanismos de complementariedad y controlecológico social que se conocieron siglos más tar-de. Evidentemente, la proyección de la estructurapolítica económica del siglo XVI para comprendery explicar el desarrollo histórico de las sociedadesagropecuarias tempranas, es riesgoso.

Tampoco las evidencias son concluyentes parasoportar la hipótesis (Rivera 1975, 1980, 1984, 1991;Muñoz 1987) que flujos migracionales altiplánicosfueron agentes de cambio cultural para las socie-dades de cazadores recolectores y, el estableci-miento de la vida aldeana agropecuaria en los va-lles costeros.

Es probable que la relación entre la región cir-cum Titicaca y la región Valles Occidentales, ocu-rrió bajo una dinámica más dialéctica y no simple-mente donde una actuó como emisora y la otracomo receptora. Resalta el hecho que esta perife-ria in toto presenta un mosaico complejo de alter-nativas no sólo en sus condiciones ecológicas, si-no también, en sus tradiciones culturales y los ni-veles de interacción intra/extra territorial y étnico,ejercido por grupos de poder local que tratabande perpetuar su posición social y económica,de la

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misma manera como ocurría, en una escala socialmayor, entre los grupos formativos altiplánicos.

Los valles occidentales, lejos de ser uniformes,conforman un mosaico de posibilidades, depen-diendo si se trata de cuencas que descienden di-rectamente de la región circum-Titicaca (v.gr. Mo-quegua) o si se trata de valles originados en la al-tiplanicie de la Puna Seca (con ríos de agua salo-bre) o valles que nacen al pie de la montaña andi-na (con aguas más dulces). Consecuentemente,estos valles debieron ser valorados de distinta ma-nera, dependiendo de su accesibilidad y distanciadesde la región del Titicaca, de la calidad y canti-dad de agua de sus ríos, de la disponibilidad y ex-tensión de suelos aptos para la agricultura, etc.

Por otro lado, en comparación con los valles oc-cidentales,existieron otras áreas complementariaspara la cuenca del Titicaca, como el valle del Vil-canota, de más fácil acceso y mejores potenciali-dades agrícolas donde los grupos circum-Titicacapudieron establecer ocupaciones de control di-recto, previo al dominio Wari en la zona (ver Muji-ca 1978).Si este fue el caso,no habría sido necesa-rio que trataran, al mismo tiempo, de controlar en-claves en los alejados y menos productivos vallesoccidentales. Se requiere conseguir pruebas adi-cionales de las evidencias Pukara en el Vilcanota,interpretadas como asentamientos de tipo colo-nial (Lumbreras 1977, 1985; Mujica 1985) y al mis-mo tiempo, evaluar en la propia “área nuclear” losindicadores que demuestren que los grupos for-mativos circum-Titicaca tenían la capacidad paraacceder y controlar un espacio multiecológico deamplitud regional. (Berenguer y Dauelsberg(1989:136-139).

Sobre la base de estos antecedentes, se puedepresentar una proposición alternativa para expli-car la relación entre el altiplano y la costa.Para losaltiplánicos la necesidad de contar con acceso di-recto a los valles costeros, durante el Formativo,aparentemente fue menos vital que en épocasmás tardías, dada la posibilidad de controlar en-claves más ricos y accesibles en el Vilcanota. Almismo tiempo, grupos como Wankarani, Chiripa,Tiwanaku I y II no tuvieron poder político suficien-te para controlar espacios alejados dentro de lapropia región altiplánica (Browman 1980; Ponce1970; Albarracín y Mathews 1990), lo que limita laposibilidad que hubieran controlado enclaves en

los valles del Pacífico. Consecuentemente, debie-ron operar mecanismos más simétricos que permi-tieran el intercambio de bienes y productos, a tra-vés del tráfico de caravanas (Núñez y Dillehay1978), redes de intercambio igualitario (Browman1980) u otro tipo de interacción desconocido(Feldman 1989). Cual halla sido la manera cómose interrelacionaron estos pueblos, en las fasesprevias a Tiwanaku IV, habría sido consecuenciadel interés y necesidad no sólo de los altiplánicos,sino también, de los propios grupos costeros.

Cambio cultural

El énfasis en la presencia e influencia altipláni-ca para explicar el cambio cultural durante el For-mativo, representa una manera unilateral de ver elproblema. No se considera, en ello, la dinámica in-terna de los grupos de cazadores recolectores cos-teros, quienes muestran interesantes aspectos decomplejidad social, dentro de un esquema de or-ganización social igualitaria, como es el caso delas poblaciones Arcaico, Medio, Tardío, Chincho-rro.

El proceso de cambio se explica como un fenó-meno de “posta o relevo”, donde los cazadores re-colectores prepararon todo el escenario para la vi-da aldeana, aportando conocimientos sobre elmanejo de los recursos silvestres y la adaptaciónlocal de plantas y animales domésticos. (El cuye,por ejemplo, se habría domesticado entre el V y IImilenio a.C. (Núñez 1989:89). Núñez, tambiénmenciona al maíz, con antigüedades de cinco mily más años a.P.,cronología que no se ajusta con lasevidencias de los Andes Centrales.)

Hasta comienzos de los setentas, los cambios seexplicaban sobre la base de influencias derivadasde los “tempranos agricultores” de la costa centraldel Perú, constatadas en contextos formativos dePunta Pichalo al sur de Arica (Bennett y Bird 1960;ver también Uhle 1919). Browman (1980) sugiereque algunos productos como mandioca, camote,achira, maíz, cucurbitáceas y porotos, fueron tras-ladados desde la costa de Perú. La publicación delas evidencias de Wankarani (Ponce 1970) cambióel eje de la discusión y el altiplano se ha perfiladocomo la principal área difusora de cambio cultu-ral.Así, por ejemplo, en una reciente revisión se re-sume que:

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“durante el primer milenio a.C., colonos yemigrantes trasandinos arribaron con rasgosmás avanzados tales como cerámica, textile-ría, metalurgia, etc., mejorando las condicio-nes para la expansión y consolidación deprácticas agropecuarias y ganaderas más per-feccionadas y asimilando, a su vez, los logrosproductivos preexistentes a su llegada” (Nú-ñez 1989: 83).De la misma manera Rivera (1975, 1976, 1980,

1991) resume este proceso, a través de la existen-cia de una tradición arcaica de adaptación coste-ra (Tradición Chinchorro), cuya fase final, Chin-choro III, (ca. 2000-500 a.C.) habría coexistido conla primera fase de la Tradición Altiplánica,Alto Ra-mírez I (ca. 1000-500 a.C.). Esta tradición altipláni-ca habría dado inicio al desarrollo de la vida al-deana en los valles occidentales (Rivera 1984 : 146-148).

Estos planteamientos difusionistas, que se repi-ten en varios otros autores (Ponce 1970; Gonzálezy Pérez 1966; Núñez 1974; Mujica 1985, citados porNúñez (1989).Además,Browman 1980; Dauelsberg1985; Focacci 1972-73; Muñoz 1983, 1987, 1989; Ri-vera 1975, 1980, 1984, 1991; Santoro 1980a, 1980b;1981; Ulloa 1974, 1981a, 1981b), ponen acento enun proceso de reemplazo de población para expli-car el inicio de la vida aldeana en la región. Estavisión también ha influenciado las interpretacio-nes de análisis genéticos y de antropología física.Recientemente,Rothhammer et al. (1989 : 405-406)proponen una hipótesis de migraciones sucesivasen el territorio chileno, asociadas a los distintosperíodos culturales, desde los primeros cazadores(ca. 10.000 a.P.) hasta las penetraciones incaica yeuropea. El Formativo coincidiría con el arribo deuna migración del altiplano, cuyo flujo habríacambiado la composición genética de poblacio-nes de los valles de Arica, oasis de San Pedro deAtacama, valles semi-áridos de Huasco y costa dePeñuelas. Estos análisis no documentan, sin em-bargo, reemplazos masivos de población que ex-pliquen los cambios culturales ocurridos en losvalles occidentales durante el Formativo.Es proba-ble que nuevos antecedentes, en este tipo de estu-dios, demuestren una situación de miscegenaciónentre poblaciones locales y foráneas como ocu-rrió en la bahía de Coquimbo,vinculada con la se-gunda corriente migracional, pre-Formativa

(Ibíd.).Los factores ecológicos, sociales, económicos y

demográficos reseñados no documentan el mode-lo de complementariedad vía colonización (tam-bién Browman 1991).Tampoco hay evidencias só-lidas que demuestren que el proceso de cambiocultural en los valles occidentales fue consecuen-cia del reemplazo de poblaciones. Consecuente-mente, es necesario poner atención en la propiadinámica cultural de estas sociedades y, la maneracomo integraron la “influencia” o se relacionaroncon la región circum-Titicaca.

Las poblaciones locales, gradualmente, fueronincorporando elementos tecnológicos que les per-mitiera una dependencia más segura y estable enlos ambientes áridos e impredecibles de los vallesoccidentales (v.gr. incoporación de tecnologíaspara el cultivo de plantas y animales domésticos,arquitecturas estables adaptadas al desierto, etc.).También, fueron descomponiendo las tradiciona-les estructuras sociales igualitarias,para dar paso aestructuras más jeraquizadas.En la etapa de transi-ción entre fines del Arcaico y comienzos del For-mativo (ca.2000-1400 a.C.), se desarrolla un proce-so nuevo de estructuración y diferenciación so-cial, expresados en nuevas prácticas funerarias(enterramientos individuales con objetos exóticosque parecen representar niveles diferenciados deprestigio y jerarquía social. Este tipo de enterra-miento reemplaza definitivamente la práctica demomificación artificial y enterramientos colecti-vos, propios de las sociedades igualitarias, Chin-chorro (i.e. Quiani 7; Dauelsberg 1974).

Este proceso de diferenciación social continúaen la Fase Azapa (ca. 1400-500 a.C.) con enterra-mientos individuales diferenciados, cubiertos conamplias y gruesas capas vegetales, armadas conseleccionadas especies arbustivas silvestres. Estetipo especial de arreglo funerario, constituye unantecedente local de los característicos enterra-mientos en túmulos de la segunda fase del Forma-tivo,Alto Ramírez (ca. 500 a.C.-300 d.C.). En ambasfases, ciertas tumbas recibieron atención especiala través de elementos finamente manufacturados,sin funciones domésticas, como textiles, figuras decobre,oro,etc.,a los que se les asigna un origen al-tiplánico. Otros objetos como cerámica, cestería,tejidos, etc. fueron manufacturados localmente yen conjunto con los anteriores formaban parte de

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las ofrendas que acompañaban a seleccionadosindividuos. Estas tumbas contrastan con la simpli-cidad de la mayoría de los demás enterratorios,cu-biertos con esteras de totora o fibra vegetal mece-rada y escaso ajuar funerario (Dauelsberg 1985;Focacci y Erices 1972-73; Muñoz 1987; Santoro1981).

Los objetos de estatus presentan imágenes ico-nográficas (v. gr. figura del sacrificador, rostros hu-manos radiados, llamas, batracios, etc.) que losgrupos costeros filtraron o seleccionaron de la di-versidad conocida en el altiplano,con el objeto derecrear algunos de los valores ideográficos y po-nerlos al servicio de sus estructuras sociales eideológicas. Estos objetos, probablemente, fueronobtenidos a través de redes de intercambio, y ha-brían sido vitales para la perpetuación de las jerar-quias sociales,como ocurrió en el neolítico de Eu-ropa (Sherratt 1984).

De esta manera, en la “periferia” los segmentosde la sociedad que comenzaron a adquirir poder,necesitaron mantener cierto nivel de interaccióncon la región circum-Titicaca y otras áreas vecinasa fin de obtener los elementos que les permitieraperpetuar su prestigio en la nueva estructura so-cial que se gestaba. (Browman 1980, sugiere tam-bién un “nivel intermedio” de elementos de inter-cambio que incluía productos como maíz, ají, al-godón, calabazas, coca, quinua, etc.).

Se postula, a modo de hipótesis, que los gruposformativos de los valles sub-occidentales desarro-llaron estructuras políticas, con élites capaces decontrolar la producción en distintos enclaves en-tre los valles cordilleranos (3000 m) y la costa,combinando técnicas de producción y recolec-ción de recursos. Parte de esta producción habríaservido para acceder a bienes y materias primasexóticas foráneas. Igualmente, estas élites fueroncapaces de movilizar fuerza de trabajo para la pro-ducción restringida de artesanías con fines deofrendas y la construcción de masivos túmulos fu-nerarios, ubicados junto a los emplazamientos ha-bitacionales, en áreas de vertientes a lo largo delos valles.

En el valle de Azapa se reconocen dos áreas contúmulos funerarios: Pampa Alto Ramírez y San Mi-guel de Azapa, a 8 y 13 km de la costa respectiva-mente. En este último lugar se inventariaron 39túmulos concentrados en un área de 3 km2. Miden

entre 0,5 a 4,5 m de alto y 7,5 a 40 m de diámetro,con mayor preponderancia de los tamaños inter-medios (Figura 1). Estos montículos se armabancon gruesas capas de distintos tipos de plantas api-sonadas con piedras y alternadas con capas de are-na.No muestran señas de actividades domésticas,pe-ro su función como recintos ceremoniales habríapersistido,en algunos casos,hasta épocas coloniales(i.e. ofrendas de higos; Muñoz 1982). Originalmentesirvieron para inhumaciones secundarias de selec-cionados individuos ubicados en la parte central ymás profunda del montículo. Luego, otros enterrato-rios, menos elaborados y de carácter secundario sepracticaban en las partes periféricas y más superfi-ciales.(Soto-Heim 1987).

Aunque los túmulos más grandes representan laacumulación de sucesivos montículos más pe-queños, la construcción de una de estas unidadesrequirió del esfuerzo de un grupo mayor que unaunidad familiar. Probablemente, estas obras eranorganizadas y subsidiadas por los líderes localescon el objeto de crear una imagen de identidad yreconocimiento del orden social que se simboliza-ba en estos monumentos funerarios y objetos deestatus y prestigio que acompañaban a los indivi-duos de más alta jerarquía.Si efectivamente los en-terramientos de individuos de distinto rango ocu-rrieron en una misma época y no representa laacumulación de épocas distintas, significaría quese trataba de resaltar una imagen de identidad co-lectiva,como ocurre en sociedades con relacionessociales asimétricas (Shanks y Tilley 1982:152). Es-ta representación se lograba a través de la partici-pación de los distintos segmentos de la comuni-dad, en la construcción e inhumación directa enel montículo. Esta imagen de “igualdad” distorsio-naba la realidad social y actuaba como un meca-nismo para reproducir y legitimar el order social.Este fenómeno de cohesión social, tendría sus an-tecedentes en la fase temprana del Formativo,Aza-pa, con enterratorios simples y más elaboradosubicados bajo cubiertas vegetales,que no llegarona formar montículos.

La economía fue sustentada con recursos de ca-za y recolección obtenidos en enclaves entre lacosta y valles sub-cordilleranos, transportados aasentamientos permanentes en ambientes inter-medios de oasis y valles costeros donde se com-plementaban con productos agrícolas y de reco-

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Figura No. 1. Túmulos funerarios en el Valle de Azapa.

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lección local.En el valle de Azapa,por ejemplo, lossitios, habitacionales y cementerios, muestran im-portantes aportes marítimos. Complementaria-mente, se accedió a enclaves relictuales de cazaen valles sub-cordilleranos, a unas dos jornadasdesde la costa. Paraderos de caza se han constata-do en aleros,con Arte Rupestre en Pampa El Muer-to,área de pequeñas quebradas ubicadas en la ca-becera del valle de Azapa (ca.3000 m).En el alero13, maíces y cerámica temprana han sido fecha-dos en 680 a.C. (Beta-24356 2630±50 a.P.), dataciónque se inserta mejor con la aparición del maíz enlos Andes Centrales.

El control del perfil ecológico, costa quebradasbajas, se ha documentado también en las quebra-das tarapaqueñas donde tempranos asentamientossedentarios, a partir de 500 años a.C., fueron soste-nidos con intensivas prácticas de recolección de al-garrobo (Prosopis) y el traslado de recursos maríti-mos, unos 30 Km de distancia (Núñez 1989).

El desarrollo de sedentarismo, nunca alcanzadopor los “arcaicos” a pesar de la utilización de en-claves “relativamente óptimos” en las desemboca-duras de río, fue un logro de las comunidades for-mativas locales, a través de la combinación de ca-za y recolección marítima y terrestre y actividadesagro-pastoriles.

Los modelos de interacción

Hasta la fecha se han sugerido y discutido variasalternativas para explicar el interés de los altipláni-cos por los valles occidentales y el consecuente es-tablecimiento de un modo de vida agro-pastoril,que a su vez, habría afectado a las tradicionales so-ciedades de cazadores recolectores. No se ha con-siderado,sin embargo,como se insertaron los rasgossupuestamente de origen altiplánico en los proce-sos culturales locales, ni la posible confrontaciónde intereses entre grupos foráneos y costeros.

Los modelos analizados sugieren que la interac-ción entre la región del Titicaca y los valles occi-dentales ocurrió a través del envío de coloniascon fines de complementariedad económica (i.e.Rivera 1975, 1991; Berenguer y Dauelsberg 1989;Mujica 1985), vía redes de intercambio de carava-nas o acceso indirecto a los recursos del perfil al-tiplano costa, pero con fines igualmente económi-cos (i.e.Browman 1980; Núnez and Dillehay 1978).

La hipótesis de complementariedad temprana,propuesta por Rivera (1975, 1980, 1984, 1991; Muji-ca 1985; Berenguer 1989; Lumbreras, 1979; Mujica,Rivera y Lynch 1983; Núñez y Dillehay 1978; Muñoz1989), pone énfasis en los aportes altiplánicos pa-ra explicar el desarrollo formativo en los valles oc-cidentales. El desarrollo creciente del sistema decomplementariedad a través de asentamientos co-loniales altiplánicos en los valles del Pacífico, ha-bría creado una nueva tradición cultural, la “Tradi-ción Altiplánica”, que habría terminado por rem-plazar a la tradición costera local (Tradición Chin-chorro).

Los elementos comparativos, mencionados másarriba, usados para contrastar el modelo de com-plementariedad temprana, no constituyen, sin em-bargo, verdaderos asentamientos de origen altiplá-nico.Por el contrario, se trata de piezas selecciona-das que aparecen en contextos funerarios de po-blaciones netamente costeras.

Los datos recientemente publicados de Moque-gua,aunque preliminares, invitan a una revisión re-gional del problema. Allí, las primeras evidenciasde colonización altiplánica ocurren después deca. 300 d.C. a través de Tiwanaku IV (Feldman1989:216, 1990:72; ver también Goldstein 1990).Moquegua ofrece las condiciones más adecuadaspara contrastar la hipótesis de complementarie-dad temprana. Se trata de un valle que desciendedirectamente desde la cuenca del Titicaca y repre-senta un importante enclave para la producciónagrícola semitropical (Feldman op. cit.). Por estarazón se esperaba constatar ocupaciones directaso de tipo colonial durante el Formativo del tipo su-gerido por Rivera para Arica. Sin embargo, las evi-dencias disponibles, hasta la fecha, no son conclu-yentes (Feldman 1989 y Goldstein 1990).

La fase formativa más antigua: Huaracane (ca.800-500 a.C.) muestra una ocupación con rasgosque se repiten a lo largo del sur de Perú, norte deChile y altiplano de Bolivia (i.e.cerámica con tem-perante de fibra vegetal), lo que se interpreta co-mo un signo de mayor interacción regional. En lafase siguiente, Trapiche (ca. 300 a.C.), esta cohe-sión regional habría decrecido; la población resi-dente en Moquegua comenzó a producir una va-riedad local de cerámica polícroma derivada delestilo Pukara (Feldman 1990:72).

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Los valles de Arica, en contraste, se encuentranmás alejados y desconectados orográficamente dela cuenca del Titicaca, al tanto que ofrecían un po-tencial agrícola menos favorecido que Moquegua;con menor disponiblidad de agua y tierras de culti-vo.Estos factores influyeron en la temprana relacióncon el Titicaca,y señalan otra limitación a la hipóte-sis de complementariedad económica temprana.

En este contexto, quisiera sugerir a modo de hi-pótesis,que los rasgos que caracterizan el Formati-vo en el área Centro Sur habrían sido selecciona-dos y filtrados de manera diferenciada,por los gru-pos de los valles del Pacífico dependiendo del ta-maño y poder de las estructuras sociales, de la di-námica de cambio cultural y del tipo de interac-ción establecida con los altiplánicos. Estos a suvez habrían alcanzado hasta estos valles depen-diendo de la distancia y accesibilidad desde el al-tiplano y de la relación establecida con los gruposlocales.Esto explicaría que los rasgos de origen fo-ráneo se presentan en combinaciones distintasconformando contextos diferenciados espacial ytemporalmente. Como en el Neolítico de Europa,también considerada una área periférica (Zvelebil1986), podría proponerse que el desarrollo de lasnuevas formas de vida aldeana agro-pastoriles, de-pendieron en gran medida de las condicionesecológicas y del nivel de desarrollo cultural dondese insertaban.

En términos generales, la interrelación entre losnúcleos circum-Titicaca con las subregiones deMoquegua, valles de Arica, valles Tarapaqueños yPuna de Atacama,presentaría una gradiente latitu-dinal en la intensidad y tipo de interacción, conposibilidades de un control más directo hacia elnorte, (Moquegua) y niveles más indirectos haciael sur (Berenguer y Dauelsberg 1989; Feldman1989, 1990; Rivera 1991).

Conclusiones

El período Formativo, en los valles occidentalesdel Área Centro Sur Andina,representa el inicio deasentamientos más permanentes con o sin eviden-cias claras de arquitecturas sólidas. Las condicio-nes semitropicales permitió que se levantaran edi-ficaciones con materiales livianos y perecibles co-mo cañas, esteras, etc, tradición que perdura hastael presente en los valles costeros.La baja inversión

de energía en la construcción de las habitacionescontrasta, sin embargo, con la solidez y mayor tra-bajo empleado en las tumbas (inhumaciones bajocapas vegetales, fase Azapa y en túmulos, fase AltoRamírez), vinculado, probablemente, con los me-canismos simbólicos para perpetuar el desarrollode una estructura social jerarquizada que emergea partir del Formativo.

A pesar del uso más intensivo de plantas y ani-males domesticados, incorporados gradualmentedesde fines del arcaico, el medio limitó el desarro-llo de un sedentarismo pleno, basado exclusiva-mente en prácticas agro-pastoriles. La vida aldea-na sedentaria fue soportada gracias a la combina-ción de estrategias complementarias de subsisten-cia: Continuación de los patrones de movilidad es-tacional con el objeto de trasladar recursos desubsistencia desde enclaves alejados,como la cos-ta o valles sub-cordilleranos, que permitiera man-tener asentamientos permanentes en enclaves devalles y oasis. En estos enclaves no sólo se realiza-ban prácticas agrícolas, sino también había unaexplotación sistemática de recursos silvestres lo-cales,como recolección de Prosopis,que tuvo ma-yor importancia en las quebradas tarapaqueñas,alsur de Arica.

El traslado de bienes, desde fuera de los valles,incluyó elementos y materias primas de carácterno económico, como objetos de metal, textiles,obsidiana, plumas, etc. traídos desde las tierras al-tas y, conchas del Pacífico, con fines de estatus yprestigio. A esto se sumaba el perfeccionamientolocal de tecnologías para la manufacturación detextilería, cerámica, cestería, tallados en madera,demostrando un importante desarrollo artesanallocal.

Los indicadores reseñados permitirían sugerirque la organización social de los grupos formati-vos de los valles occidentales,se caracterizaba poruna estructura jerarquizada con capacidad paramantener una esfera de interacción destinada aobtener, en primer término, recursos de subsisten-cia en diferentes enclaves entre la costa y vallescordilleranos y, adicionalmente, bienes de estatusque requerían la interrelación con otros grupos ét-nicos, como los de la región circum-Titicaca. Estaformación social permitió, también,movilizar fuer-za de trabajo suficiente para la producción de ar-tesanías con y sin fines domésticos y construir

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gruesas y extensas capas vegetales que cubrían losenterramientos individuales de la fase Azapa(1400-500 a.C.) y la construcción de masivos túmu-los funerarios en la fase Alto Ramírez (500 a.C.-300d.C.). Probablemente, se trataba de sociedades es-tratificadas donde se distiguía al menos una pe-queña élite, de rango superior, que acumulabaprestigio y poder para administrar actividades pro-ductivas, obtener e intercambiar bienes económi-cos y de prestigio, organizar la construcción demonumentos funerarios, etc., lo que les permitíaperpetuar y consolidar sus posiciones de jerarquíasocial.

Los datos analizados permiten sugerir que lascondiciones ecológicas locales y las condicionessociales inter y supraregional, habrían favorecidoel desarrollo de procesos con gérmenes realmen-te formativos en los valles y oasis de la costa. Estosintentos se habrían visto drásticamente limitados,primero por debilitamiento de las condicionesadecuadas para sostener una vida sedentaria, so-bre la base de la producción de alimentos y elcomplemento de recursos silvestres, en ambientesque progresivamente se hacían más áridos (Núñez1979, 1982) y que requerían de proyectos tecnoló-gicos más complejos (i.e. sistemas de irrigación).Segundo, la pérdida del área complementaria derecursos en la región del Vilcanota, habría obliga-do a los grupos altiplánicos a girar el eje de los te-

rritorios complementarios hacia los valles occi-dentales,ejerciéndose una competencia mayor so-bre estos enclaves, que se integran más directa-mente a la esfera altiplica partir de Tiwanaku IV.

Nota: A través de este trabajo he querido sumar-me al emotivo y merecido homenaje que se le rin-de a Betty J. Meggers y Alberto Rex González, conquienes aunque me une una amistad y relaciónprofesional de pocos años, ha sido suficiente paravalorar y admirar su ejemplo en la arqueología deAmérica Latina. Quisiera agradecer a Paulina Le-dergerber,de Smithsonian Institution,por esta invi-tación a participar en este evento y junto a ella atodo el equipo de personas e instituciones quehan hecho posible la reunión de Cuenca y la pu-blicación de sus resultados. En la elaboración deeste trabajo debo reconocer los comentarios deDavid L. Browman,Vicki Cassman, Daniel H. Sand-weiss, Eliana Belmonte y María I. Arrieta quien co-rrigió varias versiones del manuscrito.

Los datos presentados son el resultado de pro-yectos financiados por la Dirección de Investiga-ciones de la Universidad del Norte, actual Univer-sidad de Tarapacá, Arica, Chile, y gracias a unabeca para estudios de doctorado de la fundaciónHeinz en la Universidad de Pittsburgh en la déca-da de 1990.

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255VI. El Formativo de Chile

INTRODUCCIÓN

A pesar de casi un siglo de trabajo de campo, yde la producción a menudo de excelentes infor-mes, los arqueólogos sudamericanos aún enfren-tan dos persistentes problemas en la interpreta-ción del panorama cultural propio del períodoFormativo. El primero de estos problemas consisteen que muchas sociedades formativas regionalesno han sido bien definidas,por lo menos en térmi-nos de sus contextos domésticos (los patrones deasentamientos aldeanos).Debido a este problema,aún nos faltan datos arqueológicos sobre algunosaspectos muy básicos de estas impresionantes cul-turas. Quizás como un resultado parcial, los ar-queólogos han dado rienda suelta a especulacio-nes acerca de grandes áreas de sociedades forma-tivas, no comprobadas por los hechos arqueológi-cos. Probablemente, pocos podrían estar en desa-cuerdo con estas observaciones.

Un área de especulación ha consistido en el rolde la presión demográfica en el surgimiento de lasincipientes sociedades formativas. Haya sido plan-teado explícita o implícitamente, muchos estudio-sos aún asumen que el crecimiento de la pobla-ción y la presión demográfica fueron los factoresprimarios responsables de ciertas innovacioneseconómicas y sociales durante las épocas formati-vas (Dumond 1965; Carneiro 1967), incluyendotecnología agrícola, aumento de la producción yde la migración, y la emergencia de montículosceremoniales (e.g., Moseley 1985; Johnson y Earle1987; Fung 1988; Drennan 1988; Cohen 1977). Tan-to respecto a los Andes como de las tierras bajastropicales orientales, a menudo esta suposición sefundamenta en la presencia de grandes asenta-

mientos y/o un incremento en la densidad deasentamiento. En algunas áreas de los Andes, éstase basa más específicamente sobre la apariciónde grandes sitios ceremoniales públicos y susasentamientos de soporte circundantes.

Muchos investigadores podrían ofrecer el si-guiente escenario para explicar el surgimiento dela arquitectura ceremonial y de la sociedad forma-tiva temprana.(También,este escenario nos puedeservir como una definición de una sociedad for-mativa.) Primeramente, debido a las presiones de-mográficas, una economía agrícola y una organi-zación jerárquica fueron adoptadas permanente-mente en un área fuertemente poblada por aldea-nos. Con la adopción de una organización y eco-nomía formativas, los asentamientos nucleados seexpandieron más. Esta expansión demográfica lo-cal creó entonces una necesidad por el aumentode liderazgo, y más tarde el comercio y el inter-cambio de bienes exóticos apoyaron una estratifi-cación social. La proliferación de élites y jefaturasen expansión dieron surgimiento entonces a luga-res ceremoniales y a una jerarquía política, todolegitimada por instituciones religiosas.

Muchos colegas han adoptado una posicióntentativa con respecto a sus modelos, los que sebasan en procesos generales que se cree que afec-tan a las jefaturas en general.Yo no tengo ningúnproblema real con ellos, particularmente porqueyo mismo he contribuido a la especulación en elmismo sentido, con respecto al desarrollo a largoplazo de las sociedades prehispánicas en Chilesurcentral,norte y centro del Perú,y las tierras bos-cosas del oriente de Estados Unidos. La única co-sa acerca de estos modelos que puede limitar sucredibilidad es que ellos requieren un considera-

EL FORMATIVO ANDINO:PROBLEMAS Y PERSPECTIVAS DEMOGRÁFICAS

Tom D. Dillehay

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256 VI. El Formativo de Chile

ble crecimiento y expansión de la población lo-cal, y nosotros aún no tenemos otros datos sobrepatrón de asentamiento para muchas de estasáreas, que los grandes sitios ceremoniales.Y aun sila población de soporte vivió en estos sitios, difícil-mente ella podría haber constituido una poblaciónbajo presión demográfica viviendo en los valles endonde muchos de estos sitios se encuentran.

El segundo problema, aunque es un resultadode cómo los arqueólogos han definido las culturasformativas,es de un diferente pero relacionado ca-rácter. El término Formativo, a pesar de sus limita-ciones conceptuales,se nos ha presentado con no-tables variaciones sobre lo que yo llamaría “ele-mentos ceremoniales”en cuanto a los Andes: mon-tículos de tierra, huacas de piedra o ladrillos debarro, y estructuras asociadas. De un modo intere-sante y posiblemente único, estos elementos cere-moniales se encuentran claramente relacionadosunos a otros, y con un mundo doméstico mayor-mente hipotético. Pero este aspecto del pasado hainvitado también a especulaciones no comproba-das. Nosotros conocemos muy poco acerca del la-do doméstico de las culturas formativas, y de có-mo éste se relaciona a estas elaboradas estructu-ras. A pesar de que nuestra falla en la caracteriza-ción de las culturas formativas puede estar en queésta no considera los contextos domésticos, tal ca-racterización ha establecido una serie de tipos deestructuras los cuales han tendido a permanecervivos de suyo propio. Por su tamaño y compleji-dad, éstos han sugerido una rica y variada vida re-ligiosa centrada sobre la muerte y enterramientos,con engañosamente complejas implicaciones so-ciales y económicas.

Tal vez más que ningunos otros, Gerardo Rei-chel Dolmatoff, Luis Lumbreras, Donald Lathrap,Betty J. Meggers, Alberto Rex González, y otros sehan centrado sobre los posibles procesos sociales,religiosos y ambientales más amplios, que puedenhaber llevado al surgimiento de las culturas forma-tivas en sus respectivas áreas. Entre las muchas pu-blicaciones de González,una de las más obligadases Arte, Estructura, y Arqueología (l974) en la que,muy curiosamente,él nunca alude a la presión de-mográfica o al crecimiento de la población comofactores explicativos de la emergencia de sitios ce-remoniales y grandes asentamientos en el noroes-te argentino. Por el contrario, él mira hacia la orga-

nización social y hacia “los conceptos duales deoposición... nos llevaron a buscar informacionesque demuestran existencia de organizaciones so-ciopolíticas que estuvieron relacionadas con losconceptos de dualidad. La organización dual fuecomún entre los pueblos andinos y sobrevive ac-tualmente”. Al igual que otros, González siempreha mirado hacia principios de organización so-cial, dualismo en este caso, para explicar patronesde nuclearización, asentamiento y comunidad yno tanto hacia la presión demográfica.

Claramente, el Formativo invoca interpretacio-nes que vinculan antiguas y nuevas sugerencias,las que caminan sobre una fina línea ubicada en-tre los efectos de estos dos problemas.Sin detener-me sobre la falta de datos respecto del patrón deasentamiento doméstico, o intentar reconstruir ellado doméstico de las culturas formativas, lo queme gustaría hacer en este ensayo es centrarme es-pecíficamente sobre el rol de la presión demográ-fica en el surgimiento de la sociedad formativatemprana,y lo que es más importante, sobre la evi-dencia arqueológica correspondiente. Al conside-rar este tema,me apoyaré sobre datos etno-arqueo-lógicos y arqueológicos de Chile sur central parailustrar un caso especulativo por medio del cuallos procesos sociales pueden ser relevantes parala presencia de grandes sitios en el registro ar-queológico, en lugares modestamente pobladosdurante las épocas formativas tempranas. En esteesfuerzo, me apoyaré y trabajaré sobre algunas ob-servaciones de Betty J.Meggers y Alberto Rex Gon-zález, para demostrar una conciencia acerca deeste tema, y para considerar un modo alternativoplausible de remplazarlo.

PRESIÓN DEMOGRÁFICA

Indudablemente, la presión demográfica comouna causa primaria del surgimiento de civilizacióntiene valor para algunas áreas de Sudamérica, peropresenta un problema.Muchos de los más altamentedesarrollados asentamientos formativos incipienteso tempranos asentamientos precerámicos Andinossurgieron en lugares donde,hasta el presente,no hayevidencia de grandes y densas poblaciones, y unaprecedente presión demográfica. Por ejemplo, en elPerú norte central, aún no sabemos dónde estuvie-ron las grandes poblaciones de soporte para sitios

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257VI. El Formativo de Chile

Figura 1. Ubicación geográfica de la región Mapuche de estudio

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ceremoniales tales como Las Haldas, La Galgada, ynumerosos otros sitios del Período Inicial y del Perío-do Precerámico Tardío (Quilter 1991). Inversamente,áreas documentadas como sobre-pobladas raramen-te estimularon algo más que simples jefaturas, sin ar-quitectura monumental, como en partes de Colom-bia central y en muchas áreas del este de EstadosUnidos.Esto no niega el rol del crecimiento de la po-blación en algunas áreas, pero sin embargo cuestio-na su utilidad como un factor causal.

Cualquiera familiarizado con la distribución de lassociedades formativas tempranas en los Andes,nota-rá que muchas áreas no tienen datos para substan-ciar la pretensión de una gran presión demográfica,o bien ellas no pasan la prueba.A juzgar por las po-cas prospecciones de sitio disponibles,la presión de-mográfica enfáticamente no existió en todas partes.Hubo muchos lugares con sólo modestas poblacio-nes,y aún algunas grandes áreas, incluyendo virtual-mente el norte completo de Chile,que aparentemen-te tuvieron una modesta población. Sería un intere-sante ejercicio intentar hacer un mapa de densidadpoblacional para amplias áreas durante las etapasformativas tempranas. Las prospecciones probable-mente mostrarían que la gente estuvo aglutinada enciertas áreas,levemente dispersa en otras,y aun otrasáreas estuvieron prácticamente vacías.Me atrevería aimaginar que en muchos casos los sitios más com-plejos y más grandes,incluyendo aquellos con arqui-tectura monumental, no estuvieron correlacionadoscon las áreas más densamente pobladas.Y aun si haygrandes sitios, podemos cuestionar si ellos verdade-ramente representan crecimiento de la población ypresión demográfica o reflejan otros procesos, talescomo principios de organización social,agrupaciónsocial periódica, y redundancia ocupacional en elmismo sitio.

Este proceso (redundancia ocupacional por lomismo grupo) es importante, especialmente enáreas donde la arquitectura perecedera no se en-cuentra preservada,tal como en muchas áreas de lastierras altas o de las tierras bajas tropicales. BettyMeggers ya nos ha prevenido acerca de sobre inter-pretar el rol de la presión demográfica en la dinámi-ca cultural del Amazonas.

En sus comentarios sobre el uso de los registros ar-queológicos y etno históricos del Amazonas para es-timar el tamaño de la población y la densidad de losasentamientos agrícolas formativos, Meggers (1991)

destaca que “la información etnohistórica y los efec-tos de las epidemias han llevado a muchos observa-dores a concluir que las tierras bajas completas estu-vieron densamente pobladas en épocas Precolombi-nas...Las estimaciones demográficas que apoyan es-ta visión se han basado en parte sobre la suposiciónde que el área y la profundidad de los residuos enlos sitios arqueológicos representan una sola ocupa-ción de largo plazo (Roosevelt 1980; Lathrap1970:8485). El Amazonas Central ha sido retratadocomo el lugar de una continua explosión poblacio-nal, y ‘la lucha por el limitado abasto de tierras decultivo productivas’ ha sido citada como la más im-portante, fuerza única en la historia de la cultura(Lathrap 1977, 1970:20). Estas interpretaciones noson respaldadas por la evidencia arqueológica reco-lectada por los participantes en el Programa Nacio-nal de Pesquisas Arqueologicas na Bacia Amazonicadurante la pasada década”.

Mas aún,ella plantea que entre otros problemas deinvestigación, los participantes en el programa ar-queológico brasileño han estudiado la seriación ce-rámica intra sitio para determinar si la variación enel tamaño del sitio durante la misma fase cerámicase debe a diferencias en el tamaño y permanenciadel asentamiento, o a diferencias en el número deepisodios de reocupación.Los resultados del progra-ma sugieren que los grandes sitios se formaron bási-camente por múltiples reocupaciones. La extensiónespacial de cada reocupación involucró sólo unaparte del área total del sitio, y no fue mayor que laocupada por los modernos grupos de agricultoresde tala y roce amazónicos. Meggers concluye “queno hay indicio de significativos incrementos en el ta-maño o permanencia de los asentamientos desde suinserción en el registro arqueológico, cerca del co-mienzo de la Era Cristiana”(Meggers 1991:200).Tam-bién ella concluye que una combinación de factoressocioculturales, biológicos, climáticos, y geológicosimpidieron sostenibles ocupaciones de largo plazo ygrandes poblaciones en un solo asentamiento. Esmuy probable que el mismo razonamiento puedeser aplicado a otras áreas de América.

EL CASO MAPUCHE: ARQUEOLOGÍA Y ETNOARQUEOLOGÍA

El crecimiento de la población y la presión de-mográfica también han sido invocados para expli-

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car el desarrollo de las aldeas agrícolas (e.g.,Dille-hay 1976) estructuras-montículos,y sociedad com-pleja incipiente entre las sociedades Mapucheproto histórica e histórica de Chile sur central (Fig1), un área donde he estado trabajando intermi-tentemente desde hace varios años.

En un intento de evitar potenciales trampas ar-queológicas y para ganar una percepción más cla-ra dentro de los procesos de formación de los si-tios Mapuches prehispánicos tardíos e históricos,fue necesario identificar y estudiar los contextosetnográficos y arqueológicos en los que las activi-dades humanas y/o los artefactos produjeron el re-gistro arqueológico doméstico. De una forma uotra, todos los arqueólogos tienen que apoyarsesobre analogías (etnográficas, etnoarqueológicas,ecológicas, etc.), para proporcionar sugerentes es-cenarios, variables, y funciones que ayudan a des-cribir y explicar pasados fenómenos. Nosotros sa-bemos que la premisa básica general de la analo-gía etnográfica-que la cultura viviente hoy día pue-de proporcionar analogías para culturas pasadases cuestionable, porque también sabemos que lacultura cambia a través del tiempo. Sin embargo,

todos utilizamos la analogía como un punto departida para probar la identificación de la culturamaterial y conducta cultural en el nivel concretode la identificación del objeto. Los problemas sur-gen cuando la etnoarqueología es utilizada paraexplicar amplios sistemas de economía, organiza-ción política, y estructura demográfica. Cuandoexiste un enlace histórico y geográfico directo en-tre casos etnográficos y arqueológicos, y entre ob-jetos y sus patrones, como en el caso de los Mapu-che, la analogía etnográfica es muy apropiada pa-ra proponer que los procesos en el pasado no fue-ron muy cualitativamente diferentes de aquellosque nosotros observamos hoy día.

Excavaciones limitadas en los sitios arqueológi-cos sugirieron un patrón de material subterráneosimilar al que Meggers (l991) describió para elOriente. Los sitios se caracterizaban por presentaragrupaciones espaciales discretas de tipos cerámi-cos generalmente fechados en el mismo períodoestilístico, y depósitos culturales poco profundo,superficiales y/o subterráneos (10 a 15cms), gene-ralmente esparcidos sobre áreas de aproximada-mente entre 200 y 500 mts de extensión. Además

Figura 2. Patrón de rukas (chozas) intergeneracionales de una familia en el sitio contemporáneo de Rukalleco.

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260 VI. El Formativo de Chile

de realizar excavaciones relativamente extensasen un sitio (Salado) del período Cerámico Tardío,también realizamos mapas, localizamos y excava-mos porciones de asentamientos históricoetno-gráficos (e.g.,Rukalleco) en un intento de estudiarel tamaño y crecimiento de las localidades ar-queológicas en relación al tamaño de la pobla-ción humana que las produjo. Junto con este tra-bajo yo entrevisté a los ocupantes, centrándomesobre el período de tiempo que ellos habían esta-do allí, el número e identidades de las personashaciendo uso del sitio, los tipos de actividades de-sarrolladas en éste, y cuando fue posible, la histo-ria de la ocupación de cada lugar. En algunos ca-sos los sitios fueron excavados,y los restos recupe-rados se mostraron a los anteriores ocupantes pa-ra obtener información acerca del uso y el tiempodel lugar.Aquí están,brevemente resumidos, los re-sultados comparativos de estos estudios.

El sitio etnográfico de Rukalleco ha sido conti-nuamente ocupado desde el siglo pasado.Los des-cendientes lineales de los Mapuches,quienes esta-blecieron el sitio, aún viven sobre la colina, locali-zados actualmente en la “ruka” A (ruka = términoque indica casita, choza o cabaña) (Fig 2). Comomuchas otras sociedades en el mundo, las activi-dades domésticas de los Mapuche parcialmente

aculturados, representan muchas de aquellas delpasado, desplegando el mismo patrón de conduc-ta, y generando casi la misma concomitante agru-pación de artefactos, aunque los artefactos mis-mos pueden ser diferentes.A pesar del proceso deaculturación,el pasado permanece fuerte tanto enla memoria como en la acción cultural y, particu-larmente, respecto a la vida cotidiana y a la con-gregación para rituales públicos (cfr. Faron 1961,1964; Stuchlik 1976, 1979; Dillehay 1990, 1991). Así,mientras existen obvios cambios en la naturalezaeconómica y política de la ocupación, la continui-dad cultural desde la población original hasta elpresente es demostrada.A pesar que debe tenerseextrema precaución al aplicar la analogía Mapu-che a otras regiones, la utilidad de los datos y pa-trones es usada aquí simplemente para demostrarun proceso sociocultural que puede crear un re-gistro arqueológico de numerosos locales domés-ticos, que pueden ser interpretados como un casode alta densidad de población humana.

La superficie de Rukalleco se caracterizaba poruna ruka (choza) contemporánea y una ruka cer-cana, y por varios tiestos discontinuamente espar-cidos en una extensión de más de 250 mts a lo lar-go de la cima de una colina. La familia que actual-mente está ocupando la cumbre planteó que sus

Figura 3. Excavación de piso habitacional de ruka 4 (choza) en el sitio de Rukalleco. Nótese el material cultural enterrado en el piso

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261VI. El Formativo de Chile

TiposCerámico

ABCDEFG

TOTAL

Chozas*

*Representa material excavado de 45 m2 en áreas de chozas.

1

2912157

2060

89

2

3213213945221

173

3

02

185361235

162

4

00

2748498167

272

5

00

14867297

123

392

TOTAL

612795

233247229193

1088

Figura 4. Distribución espacial de tipos de cerámica Mapuche en las rukas inter-generacionales en el sitiode Rukalleco. Nótese la frecuencia de tipos más antiguos (D-G) y más recientes (A-C) en las rukas

más antiguas (3-5) y recientes (1-2).

Figura 5. Seriación de tipos de cerámico en las rukas inter-generacionales en el sitio de Rukalleco. Nótese la frecuencia en la seriación de tipos más antiguos (D-G) y más recientes (A-C)

en las rukas más antiguas (3-5) y más recientes (1-2).

Tipos de CerámicaChozas

1

A B FC ED G

2

3

4

5

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262 VI. El Formativo de Chile

padres y abuelos habían vivido en el área por másde 90 años, y que las antiguas casas de sus ances-tros estuvieron en las áreas donde se observabanlos tiestos esparcidos.En 1982,nosotros realizamosexcavaciones en bloque en estos sitios para com-probar cualquier correspondencia entre el mate-rial esparcido de superficie y los supuestos pisossepultados de las casas (Fig 3).La Figura 2 muestrala ubicación de las excavaciones y la exposiciónde pisos de cuatro agrupaciones de casas (BE),restos culturales asociados y los moldes de lospostes, en relación a la ruka actual (A).

Los descubrimientos de este trabajo revelaronque existía poca variación en la forma, tamaño, ycontenido de los artefactos encontrados sobre lospisos de las casas.La diferencia estratigráfica entrelos pisos de las casas más antiguas y las construi-das más recientemente fue sólo de 10 a 15 cm, yésta diferencia se encontró a través de una super-ficie de uso sepultada y ondulante. Se detectarondiferencias temporales casi exclusivamente por elanálisis de seriación de la cerámica a través del si-tio (Figs 4 y 5).Este análisis sugirió frecuencias do-mésticas diferentes de varios tipos de cerámica,botellas de vidrio, y restos misceláneos los quepertenecieron a diferentes décadas del siglo pasa-do. Los depósitos superficiales y de una escala decorto tiempo hicieron muy difícil distinguir ar-

queológicamente entre diferentes generacionesde ocupación familiar. Si no fuera por los infor-mantes y la seriación de cerámica, los pisos de lascasas expuestos podrían haber sido fácilmente in-terpretados como un conjunto de hogares con-temporáneos, si nosotros siguiéramos la técnica ypráctica arqueológica normal de interpretar unconjunto de pisos domésticos como chozas con-temporáneas de un asentamiento. Sin los infor-mantes, también pude haber interpretado las dife-rencias de frecuencia en los tipos de artefactos en-tre las estructuras de las casas como indicadoresde diferentes tareas económicas realizadas por di-ferentes familias. Sin embargo, sabiendo que el si-tio fue ocupado por la misma familia durante unperíodo de un siglo más o menos, fue posible co-rrelacionar otros patrones a la sola redundanciaocupacional familiar en el sitio.

Esto es, los datos de seriación sugirieron un pa-trón espacial este a oeste en la frecuencia de ocu-rrencia de los tipos cerámicos y de botellas de vi-drio. Es decir, los materiales más antiguos fueronrecuperados en la primera ruka en el extremo es-te límite del sitio, donde la primera ruka, de acuer-do a la información, fue construida en algún mo-mento alrededor del comienzo de este siglo. Pro-gresivamente, los estilos cerámicos y botellas másnuevas estaban asociados secuencialmente con la

Figura. 6. Levantamiento de croquis de vestigios arquitectónicos de chozas excavadas en el sitio arqueológico de Salado.

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263VI. El Formativo de Chile

*Representa material excavado de 62 m2 en áreas de chozas.

Figura 7. Distribución espacial de tipos de cerámica arqueológica en rukas (chozas) históricas y prehistóricas en el sitio de Salado. Nótese la frecuencia espacial de los

tipos más antiguos (F-K), a más recientes (A-E) de ruka 4 a ruka 1.

Figura 8. Seriación de tipos de cerámica en las rukas excavadas en Salado. Nótese la frecuencia dela seriación de tipos de cerámica más antiguas (F-K) a más recientes (A-E) en rukas 4 a la 1.

TiposCerámico

ABCDEFGHIJK

TOTAL

Chozas*

1

127938617

186197411030

616

2

10376

239269726

11143460

731

3

9944

1238173386493196912

715

4

862177694153316716

11920

600

TOTAL

41523452519339713628021439

19732

2662

Tipos de CerámicaChozas

1

A B FC ED G H I J K

2

3

4

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264 VI. El Formativo de Chile

línea de las rukas más recientes localizadas máshacia el oeste, donde la ruka moderna actualmen-te está ubicada. Es altamente dudoso que ésta fre-cuencia en el patrón de dirección espacial pudie-ra existir en un asentamiento constituido por ho-gares familiares colindantes. Quizás lo más intere-sante fue el descubrimiento de una dirección es-pacial similar para los tipos cerámicos seriados enel sitio arqueológico Salado, excavado en 1985,que sugiere que éste también fue formado proba-blemente por una sola familia (o pocas familias)que periódicamente construían nuevas rukas a lolargo de la misma cima (Fig 6). Esto es, se encuen-tra un patrón horizontal de seriación entre las ru-kas de la zona este, hacia la zona oeste. A pesarque el registro arqueológico contiene mas tipos decerámica y que la del patrón espacial de ellos, noson tan claros como en el caso etnográfico,se pue-de ver la dirección y orientación de casa a casa.Me imagino que el mismo patrón puede existir pa-ra un grupo más grande.

En breve, la evidencia Mapuche puede sugerirque la redundancia espacial o el aumento de lareocupación pueden ser un factor clave en la crea-ción de extensas, y a menudo sobrepuestas, con-centraciones de restos culturales. Los sitios consti-tuídos de palimpsestos de episodios de reocupa-ción de una sola familia (o pocas familias) pue-den ser justamente tan extensos y complejos co-mo los grandes sitios aldeanos,y ellos pueden y nopueden tener áreas de actividad separadas clara-mente, representativas de cada episodio de uso.Partiendo de esto, podemos especular que, en unaescala regional, numerosas familias practicandoredundancia ocupacional en numerosos sitiospueden producir lo que puede aparecer como undenso sistema de asentamiento, caracterizado pornumerosos grandes sitios, los que a su vez puedenser vistos como un indicador de crecimiento de lapoblación y densidad, cuando de hecho no lo es.Puedo imaginar hipotéticamente el descubrimien-to de 100 grandes sitios arqueológicos, cada unade los cuales fueron ocupados por una sola fami-lia o pocas familias; y que, por ej., se caractericenpor extensos esparcimiento de tiestos, cada unode los cuales es interpretado como un hogar dis-creto o áreas de actividad.Basándonos sobre estasfiguras, podríamos llegar a estimar una densa po-blación de entre 500 a 600 familias, y de entre

2.000 a 2.500 individuos viviendo en estos sitios,cuando en realidad allí pueden haber existido só-lo de 5 a 6 familias, y 200 a 250 individuos. El com-prender esto y otros factores productores de sitiosaldeanos o de una gran familia, es muy importan-te para las estimaciones demográficas, y para in-terpretar procesos sociales locales.

No es mi deseo detenerme demasiado sobre es-te asunto, pero estoy cada vez más convencido deque nosotros podemos estar sobrestimando los ta-maños de pasadas poblaciones en algunas áreaspor una lectura incierta de la extensión espacial yla estructura interna de los sitios. Esto no significanegar la ocurrencia de un incremento en el tama-ño y densidad de la población en algunas áreas ositios (e.g., Real Alto en Ecuador o los sitios prece-rámicos grandes de la costa del Perú),pero segura-mente hubieron ciertos momentos y lugares cuán-do y dónde esto ocurrió. Sin embargo, un sitio degran tamaño y el aumento de la población pue-den ser explicados por otros factores que periódi-camente movilizaron y fusionaron familias paraformar pequeños y grandes sitios dentro de un sis-tema de asentamiento.

Ahora, ¿qué tiene que ver todo esto con la apari-ción de jefaturas formativas y centros ceremonia-les? Permítame contestar esto llamando la aten-ción a la presencia de lugares ceremoniales ymontículos de tierra proto-Mapuche y Mapuche,cuya organización espacial fue un reflejo diagra-mático de la organización del grupo de parentes-co doméstico y los roles en el interior de las jefa-turas (Dillehay 1990). Al respecto podemos pre-guntarnos si grandes poblaciones de soporte cons-truyen estos elementos ceremoniales, o si unacambiante actividad organizacional significa algopara ellos, al igual que su densidad y tamaño dife-rencial.

En otra parte he argumentado que una particu-lar coincidencia de condiciones sociales internasse encuentra detrás de la construcción de montí-culos de tierra y el aumento de población entrelos Mapuche. Basándome en entrevistas etnográfi-cas, y en evidencia arqueológica y etnohistórica,yo concluía que “como un resultado de (la regula-ción estratégica de los matrimonios externos) unmayor número de parientes afines y no afines sonsumados a los grupos locales, llevando posible-mente a la erosión de la autoridad de la jefatura

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265VI. El Formativo de Chile

local, y forzando a los linajes a validar los recla-mos sobre los derechos de uso de la tierra. Los re-clamos del linaje son legitimizados en la forma si-guiente: 1) por referencias a una ocupación delargo plazo en un área particular; 2) por demarcarterritorios con arquitectura del linaje (e.g. montí-culos,“earthworks”, estatuas de madera, y otras fi-guras); y 3) por transformar los jefes de ancestrosdel linaje local a ancestros regionales especiales”(Dillehay 1990:234-235).En otra parte he argumen-tado que no hay evidencia de una correlación se-gura entre escasez de tierra, tierra agrícola básica,y construcción monumental en la sociedad Mapu-che tradicional. De hecho, muchos grandes vallesfértiles están vacíos de montículos, y aun algunasagrupaciones de montículos existen en áreas mar-ginales desde un punto de vista agrícola (Dillehay1990:239). En Chile surcentral, los más grandes si-tios de montículos (o complejos de sitios) apare-cieron no en los valles de los ríos Toltén y Cautín,históricamente documentados como sobrepobla-dos, sino más bien en los cercanos ríos laterales yprecordilleranos, los cuales, relativamente hablan-do, tuvieron poblaciones pequeñas a moderadas.De este modo, la ocurrencia de agrupaciones demontículos protohistóricos y históricos en el terri-torio Mapuche, marcando sucesión dentro de gru-pos principales de parentesco particulares, conlle-va poca relación con áreas mostrando evidenciade largo plazo de alta densidad poblacional.

Para terminar con este caso, los períodos proto-Mapuche y Mapuche de estructuras-montículos es-tán históricamente asociados con la emergenciade agricultura de aldeas, pero no necesariamentecon incremento de la población.La imposición deun modo de vida sedentario probablemente requi-rió nuevos modos de interacción socioeconómicaentre los grupos de parentesco corporados basa-dos en la horticultura,y a éstos puede haberles lle-vado tiempo para evolucionar al punto de efectivi-dad. Aun cuando un cambio a una agricultura dealdea puede haber mitigado las presiones demo-gráficas inmediatas, si nosotros elegimos invocareste factor causal, la presión social y el estableci-miento de alianzas todavía podrían haber existido.Más aún,grupos de jefatura, subsumidos dentro delos grupos de parentesco local,con montículos co-mo el enfático indicador monumental de su dere-cho a gobernar en un área dada, son vistos esen-

cialmente como reacciones políticas contra los re-clamos y amenazas potenciales de nuevos inmi-grantes o grupos vecinos en expansión.

De este modo,el hecho fue la mezcla de diferen-tes poblaciones de Araucanos, locales y no loca-les, sedentarizadas y cerradas en torno a relacio-nes inter-matrimoniales, lo que yo creo que llevó aestrategias político-religiosas diseñadas para miti-gar el conflicto social durante el período históricoy para preservar los derechos tradicionales de losgrupos corporativos locales en el lugar. Las estruc-turas-montículos y el aumento de la poblaciónocurrieron en un momento histórico de una pro-bable reducción poblacional, no de incrementoy/o nucleación de población, debido al aumentodel contacto con las enfermedades europeas y de-bido a la guerra.Los Mapuches construyeron mon-tículos de tierra y tuvieron lugares ceremonialespúblicos cuya organización espacial fue un reflejodual de la organización de los grupos de parentes-co entre múltiples jefaturas vecinas en el nivel delinajes, las que se fueron dividiendo y fusionandodurante épocas de conflicto interno y guerra ex-terna.

CONCLUSIÓN

Aunque actualmente faltan datos para muchasáreas de los Andes, es posible que patrones deasentamiento y procesos sociales semejantes aaquellos del área Mapuche, ocurrieron en otrasáreas de los Andes y en el Oriente.Asumiendo lue-go,por el momento,que la presión demográfica nofue un impulso primario en algunas de estas áreas,como Meggers lo ha demostrado convincente-mente para algunas áreas de Amazonas. Entonces¿qué es lo que cuenta para la presencia periódicao aumento de algunos grandes asentamientos y elsurgimiento de jefaturas formativas incipientes?Sobre la base de la evidencia anterior, uno tendríaque presumir que estas áreas fueron fuertementecolonizadas con nuevos asentamientos (desdeáreas cercanas más densamente pobladas), o queprincipios cambiantes de organización social(p.ej.,aumento de ocupación redundante o de nu-clearización de la población) fueron fuentes deaumento de la población en grandes sitios, inclu-yendo lugares ceremoniales, los cuales no necesa-riamente significa un aumento de la población.Es-

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tos procesos sociales pueden ser algo diferenteque el crecimiento in situ de poblaciones pre-jefa-turas locales en expansión. Por ejemplo, es posibleque procesos sociales tales como lazos inter-matri-moniales entre poblaciones locales y entre pobla-ciones regionales vecinas fueran importantes con-ductos para el movimiento de la población en al-gunas sociedades-jefaturas.Este escenario es espe-culativo, pero tal vez no más que el de cualquieraotro,y en el proceso esto puede llevarnos a pensaracerca de algunas de las implicaciones socialesde mover o acomodar gente a través de un territo-rio y crear los programas de investigación para es-tudiarlos.

Por supuesto, no hay necesidad de insistir enque algo de esto haya existido. Debido a mi traba-jo arqueológico y etnoarqueológico de largo tiem-po con los Mapuche, y a mi investigación arqueo-lógica en sociedades formativas tempranas en va-rias áreas de los Andes y en el Este de los EstadosUnidos,yo,como Alberto Rex González,he llegadoa estar cada vez más interesado en aquellos casosdonde las sociedades evidentemente tuvieron la

necesidad de resolver su distribución social deformas duales u otras formas dentro de territoriosceremoniales específicos, dando como resultadouna arquitectura ceremonial que refleja, si no im-pone, roles simétricos y asimétricos entre los gru-pos sociales.Como lo muestra el registro arqueoló-gico, no todas las sociedades hicieron esto. La pre-gunta es: ¿por qué? Si estoy en lo correcto, ustedespercibirán que una posible respuesta parcial tieneque ver con una altamente localizada resoluciónde conflictos en un territorio social caracterizadopor relaciones rápidamente cambiantes, incluyen-do reglas de inter-matrimonio y intercambio de pro-ductos entre grupos locales y no locales. En las so-ciedades-estado desarrolladas, estos tipos de pro-blemas fueron resueltos muy a menudo medianteejércitos y leyes. En las sociedades con jefaturas lo-cales en competencia, éste fue un problema de or-denar reglas de residencia local entre grupos se-dentarios por vía del acceso a áreas y la regulaciónde las relaciones inter-matrimoniales y económi-cas, y seguramente mediante muchos otros proce-sos, incluyendo la presión demográfica.

VI. El Formativo de Chile

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VII

EL FORMATIVODE BOLIVIA

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271

Introducción

Hoy en día las regiones inundables en Bolivia sonusadas para la ganadería en época seca y en míni-ma escala para la agricultura. Es el caso de las lla-nuras benianas en las que los cultivos se realizan enbosques de galería e islas de bosque mediante elsistema de roza y quema, produciendo humaredasque llegan a cubrir el Altiplano,más el grave peligrode la desertificación de los actuales pulmones de lahumanidad, los bosques.

En el Altiplano boliviano-peruano las tierras inun-dables han sido consideradas marginales, la siem-bra se efectúa en laderas de los cerros y cualquierotro tipo de agricultura implica el uso de químicos,arado mecánico y poca mano de obra, vinculadosal fracaso de la “revolución verde”.

Efectos importantes de la tecnología de camello-nes han sido descritos en las márgenes del lago Ti-ticaca, los canales de camellones con un determi-nado nivel de agua proporcionan calor durante lasnoches y en épocas de helada, refractan la energíacalorífica acumulada en el día, también sirven co-mo acumuladores de agua para la época seca ybrindan el medio ambiente adecuado para la prác-tica de acuicultura. En el fondo de los canales porproceso de sedimentación se acumulan nutrientes,producto de la descomposición de aportes de la vi-da acuática generada, (reptiles, insectos, aves yplantas).Durante la época seca se extrae el lodo delos canales y se coloca en la parte superior de loscampos elevados, siendo este un abono nutrienteque puede usarse cíclicamente en diferentes tem-poradas, como posiblemente se hizo durante cien-tos de años y lo más importante,la producción agrí-cola se incrementa en cantidades considerables.

Los beneficios obtenidos estimulan a los campe-sinos migrantes a retornar a su tierra.

Los camellones prehispánicos en Bolivia mere-cieron atención ya en la década del 60 por geógra-fos que accidentalmente descubrieron las huellasde sus rasgos, lamentablemente su estudio se pos-tergó.

La presente síntesis pretende una aproximacióngeneral al desarrollo y antigüedad de los camposelevados en América del Sur y en el Depto. de Benien particular, con el objetivo de mostrar que dichatécnica se presentó desde tiempos tempranos en laregión Oriental de Bolivia, fue experimentada du-rante cientos de años por poblaciones organizadasque lograron perfeccionarlos, lo que nos lleva a re-flexionar sobre su estudio intensivo antes de plan-tear un programa de rehabilitación de la técnica agran escala.

Camellones prehispánicos en Sudamérica.

Las primeras investigaciones en el continente serealizaron en el Depto.de Beni,Bolivia. El año 1961se identificaron mediante fotografías aéreas deprospecciones petrolíferas,una serie de largas y pe-queñas zanjas paralelas que podían haber sido he-chas por el hombre (Denevan 1970:2).

Posteriores estudios dieron mayores ideas sobreel problema indagado, se efectuó una apreciacióngeneral del número de camellones, distribución, si-tuación ecológica, funciones y su asociación conotras obras construidas en tierra,como ser mounds,terraplenes, canales, etc.

Más tarde se encontraron vestigios impresionan-tes de campos elevados en sabanas tropicales suje-tas a inundaciones y en regiones de altiplano.

VII. El Formativo de Bolivia

DESARROLLO TEMPRANO DE LA AGRICULTURA DE CAM-POS ELEVADOS EN LOS LLANOS DE MOXOS,

DEPTO. DE BENI, BOLIVIA.

Marcos R. Michel López

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Dichos restos se ubicaron en diferentes regiones deAmérica : en San Jorge y en algunos lugares de la Sa-bana de Bogotá,Colombia (Parsons y Bowen 1966,Par-sons 1966;Eidt 1959,Broadbent 1968),en los Llanos delOrinoco (Denevan y Zucchi 1978), Guayaquil en lacuenca de Guayas,Ecuador (Parsons 1969) y los cam-pos más extensos en las márgenes del lago Titicaca enel Altiplano peruano-boliviano (Denevan, Smith y Ha-milton 1981).

En las tierras altas de México se conocían las Chi-nampas,jardines de cultivo construidos en áreas rec-tangulares,elevados encima del nivel del agua en la-gos poco profundos,similares a los camellones perodiferentes en la cantidad de agua que las sustentan.Se encuentran diseminadas en el valle de México,(Parsons 1991), ligadas a la tradición Azteca, su usoha sido continuo desde antes de la llegada de los es-pañoles, habiendo sido las más estudiadas hasta elmomento (Gómez-Pompa y otros 1982).

Algunos grupos de Chinampas abandonadas separecen en el tamaño y la forma a los camellones deSudamérica, además las Chinampas en uso aportandatos valiosos para las experimentaciones en came-llones prehispánicos.

Antigüedad de los camellones en S. América.

Los datos existentes sobre la antigüedad de loscamellones en S. América todavía son escasos, enbase a la fechas de C-14 obtenidas se sugiere quecorresponden a un largo período entre aproxima-damente el 300 a.C y el 1550 d.C.

Las fechas tentativas de momento indican unaantigüedad de 1200 a 1400 d.C en Barinas,Venezue-la (Zucchi y Denevan 1979:72), 1250 d.C para lacuenca del lago San Pablo en Ecuador (Knapp yRyder 1983); 600 a 700 d.C para la cuenca de Gua-yas en Ecuador (Denevan, Mathewson y Whiten1985); 1200 a 1500 d.C para la región de San Jorgeen Colombia (Parsons 1978: 123) o posiblemente100 a 700 d.C (Plazas y Falcheti 1981:59).

En general, las fechas más antiguas se obtuvieronde los pisos inferiores a los campos de cultivo, de590 a 2000 a.C en la cuenca del río Guayas (Parsons1969; Denevan y Mathewson 1983 : 167).

Los datos para S. América parecen indicar unaaparición tardía de la técnica, aproximadamente el500 al 1200 d.C, sin descontar que los campos másantiguos pueden estar todavía bajo sedimentos(Guiesso 1989:13-14).

Camellones en el Altiplano peruano-boliviano.

Circundando la cuenca del lago Titicaca se pre-senta una amplia extensión de camellones deaproximadamente 82.000 Has., mayores a las32.320 Has. de la llanura aluvial de San Jorge enColombia (Denevan y otros 1981:28). Los diferen-tes tipos de estos camellones y sus funciones fue-ron estudiados en forma amplia por Denevan yotros (1981), y en detalle en algunas regiones porErickson (1980) y Kolata (1989).

Sus principales tipos son: Damero abierto, patrónirregular represado, patrón fluvial, patrones linealesy patrón escalera, todos responden a característicasambientales específicas y se pueden encontrar endiferentes regiones.

Las funciones que cumplieron los camellonesfueron inferidas a partir de investigaciones enChinampas y las desarrolladas en los campos ele-vados que todavía están usándose en el ViejoMundo (Denevan y Turner II 1974). Dichas funcio-nes fueron luego probadas a partir de las experi-mentaciones de Erickson y Garaycochea en laspampas de Huata en Puno. Se investigaron lasmodificaciones micro-climáticas que permitíanelevar la temperatura encima de los camellones,fenómeno que protegía a los cultivos de las hela-das extendiendo la estación de crecimiento. Me-diante la retención de agua se ampliaba el nivelde humedad para irrigar los campos en períodossecos, así también, se daba paso a una mayor ymejor formación de nutrientes vegetales en los se-dimentos de los canales y otros (Erickson y otros1991 a y b; Garaycochea 1986).

Antigüedad y desarrollo de los camellones enel Altiplano.

Erickson en el Altiplano puneño, obtuvo una cro-nología absoluta para campos de cultivo y otros aso-ciados,entre el 1000 a.C y el 400 d.C y fechas más tar-días 1000 d.C. Dos “mounds” habitacionales asocia-dos a campos de cultivo en camellones fueron exca-vados, presentándose en ellos una serie de ocupa-ciones culturales, desde contextos Qaluyo hastaasentamientos Pucará e incluso material cultural delos Señoríos Regionales Altiplánicos. Seis muestrasde cerámica de canales y camellones obtenidas me-diante excavación fueron fechadas por el método dela termoluminiscencia, correlacionándose su anti-

VII. El Formativo de Bolivia

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güedad con las muestras de C-14 obtenidas en los“mounds”(Erickson y otros 1991).

La interpretación de este trabajo apunta a ligar elcrecimiento de las culturas Pucará y Tiwanacu conel cultivo y explotación de camellones, una vez quePucará habría abandonado los camellones,Tiwana-cu tomaría la técnica y la desarrollaría hasta llegar aser con este sistema una “alta cultura”.

Las fechas de C-14 obtenidas para los camellonesde Pampa Koani en el lado boliviano del lago, pare-cen validar esta hipótesis, ya que presentan corres-pondencia con las épocas IV y V de Tiwanacu,(Kola-ta 1989:173) con la posibilidad de su uso en la épo-ca III,todavía no comprobado. El uso limitado de loscamellones por los Señoríos Regionales hasta la do-minación Inka continuó en Huanta,una correlacióndel uso de ésta técnica en dicho período todavía noha sido estudiado en la parte boliviana.

El aprovechamiento y abandono de los camposelevados por diferentes culturas, en diferentes tiem-pos, estaría relacionado según Erickson a factoresmedio ambientales (Erickson y otros 1991).

Existen algunas propuestas para vincular un posi-ble origen de los camellones del altiplano con la cul-tura Chiripa (Rivera 1989),de las orillas lacustres,co-rrespondiente al formativo de Bolivia,o de relacionarlos campos de camellones con la cultura Arawakque en tiempos anteriores a las “altas culturas”habríamigrado desde la selva al altiplano portando la tradi-ción de cultivo en campos elevados (Bouyse 1991comunicación personal).

Llanuras inundables del Beni (Mapa No. 1).

Se encuentran en la fracción nordeste de Bolivia yestán conformadas por grandes sabanas inundables,(50%) bosques de galería o ribereños (30%) y saba-nas de matorral y palmera (30%) (Denevan 1980:33).

Los Llanos están rodeados por un cordón de selvadensa, denominado Hyalea Amazónica, que envuel-ve la parte norte,parcialmente el este y el oeste,don-de se confunde con los Yungas (Dougherty y Calan-dra 1984-1985:40).

La región es una especie de gigantesca “Bandejasedimentaria”, entre la Cordillera oriental al Oeste yafloraciones del escudo brasilero al este.

Los ríos que fluyen desde la Cordillera Oriental de-jan sus sedimentos en las pampas,compuestos de ar-cillas compactas e impermeables (Denevan 1980:33;

Dougherty y Calandra 1984).Los principales ríos de la cuenca del Beni son: el

Itenez o Guaporé, el Mamoré, el Beni y el Madre deDios, todos confluyen en el Madera.

En época de lluvias se producen inundaciones,aproximadamente desde el mes de enero,son causa-das por el desborde de los ríos afluentes del Madera,que rebasan sus cauces debido a las precipitacionespluviales en la Cordillera. La inundación llega a du-rar de pocas semanas a varios meses dependiendode la cantidad y de las lluvias en las zonas altas, laépoca seca puede ser extrema iniciándose por lo ge-neral en junio con la posibilidad de permanecer sie-te meses (Denevan 1980:18).

Dentro de condiciones climáticas adversas, los lla-nos de Moxos fueron poblados desde tiempos tem-pranos,diferentes estrategias para enfrentar los perío-dos secos y de inundación fueron desarrolladas, seconstruyeron sectores elevados para ser habitados ose adoptaron áreas de altura con el mismo fin, seconstruyeron terraplenes de tierra con canales parael transporte,comunicación y para el funcionamien-to de complejos sistemas de irrigación y represa-miento de agua.

Camellones prehispánicos en el Beni.

Diferentes rasgos arqueológicos han sido estudiadosen el Depto.de Beni,en particular las lomas de asenta-mientos humanos prehispánicos (Dougherty y Calan-dra 1981-1985;Bustos 1978 principalmente).

Menos atención han recibido los camellones, queaunque se encuentran asociados a las lomas sola-mente fueron descritos (Michel 1990).

Las lomas varían en tamaño y pueden tener de 3 a16 m. de altura y 300 m. de longitud, existen diferen-tes opiniones sobre si son artificiales (Dougherty yCalandra 1984-1985 y Erickson 1980). Se pueden ob-servar también islas artificiales de entre 1 y 2 m. dealtura y más de 50 m. de longitud (Denevan1980:118; Erickson y otros 1991a:25).

Los rasgos más notables son los terraplenes artifi-ciales que se encuentran en todos los llanos,son unaespecie de carreteras de tierra elevada,se construye-ron a través de terreno bajo,fueron conocidas por losjesuitas y exploradores, siendo objeto de un estudiodescriptivo hecho por Denevan, basado principal-mente en fotografías aéreas (Denevan 1980:31).

Los terraplenes presentan, en su mayoría, cana-

VII. El Formativo de Bolivia

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274 VII. El Formativo de Bolivia

Mapa 1. Bolivia y mapa físico del Departamento del Beni, con la ubicación del área estudiada.

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275VII. El Formativo de Bolivia

les a los lados, en forma paralela, se trata de cons-trucciones para el control de niveles de agua deuna compleja tecnología, es por ello que tambiénse encuentran asociados a ellos una serie de came-llones (Erickson y otros 1991:63), o en algunos ca-sos se encuentran terraplenes formando grandes di-ques de represamiento y control de agua (Michelen preparación).No se puede descartar la hipótesisde que sirvieron también para el transporte en épo-cas secas y de lluvias (Denevan y otros 1981:131).

Los camellones prehispánicos del Beni presen-tan diferentes formas, como ser: campos drenadoslineales,campos elevados,campos de camellones,campos zanjados, campos loma y campos parrilla(Denevan 1980:144-150) y su estudio arqueológicocomienza en la década del 90.

Antigüedad de los camellones en el Beni.

La mayoría de los trabajos sobre camellones hansido descripciones basadas en estudios de fotogra-fías aéreas e interpretaciones de ellas (Denevan1980, Dougherty y Calandra 1984:172-182).

Existe una relación comparativa que puedeacercarse más a la interpretación del proceso dedesarrollo de la agricultura de campos elevadosen el Beni. Guiesso, (1989) haciendo un segui-miento exhaustivo de la arqueología de camello-nes y de contextos asociados en el Beni presentaun análisis enfocado en forma correcta para esteproblema.

Reconoce una cronología comparativa muy im-portante:

Para la región de los llanos centrales de Moxosidentifica dos sitios con una secuencia ocupacio-nal larga; Loma Kiusiu 550 - 1200 d.C de la que su-giere, en base a los datos de excavación, una masi-va remoción de sedimentos y Loma Mary con unasecuencia de 245 a 1310 d.C, existe una interrup-ción entre el 590 y 980 d.C la misma se interpretacomo una fase de aumento de tierra en la cons-trucción de la loma en forma deliberada, que po-dría ser directamente relacionada con la construc-ción de camellones (Guiesso 1989:5).

Las ocupaciones iniciales muestran pequeñoslentes de ceniza, basura y tiestos cubiertos por se-dimentos estériles que hoy en día estarían por de-bajo del nivel de inundación.

Existiría una diferenciación con el sector Estedel Mamoré donde se detectó un incremento en elmovimiento de tierra entre 1000 y 1100 d.C, laconstrucción de los “mounds” se habría llevado acabo entre el 600 y 900 d.C. y 1000 al 1100 d.C. enla Loma alta de Casarabe.

Aunque los indicios del cultivo del maíz se pre-sentan en huellas de marcas de maíz en los tiestosde cerámica datada el 300 d.C fecha que podríaestar ligada al cultivo de camellones, Guiesso noafirma una mayor antigüedad y los sitúa cronoló-gicamente entre el 500 y 1000 d.C,arguye que cam-pos elevados de mayor antigüedad pueden estarcubiertos por sedimentos.

Los contextos tempranos fechados por la Misiónargentina presentan una antigüedad 200 a 300 d.Cpero son huellas de permanencias breves, en todocaso se sugiere que la técnica de campos elevadospudo ser el producto de una invención aislada enrespuesta a situaciones como la presión demográ-fica (Guiesso 1989:14-15).

En el mes de julio de 1990, se efectuaron tra-bajos arqueológicos en los llanos de Moxosdentro de los marcos del “Proyecto Agro-arqueo-lógico Integral Beni”que dirige C.Erickson de laUniversidad de Pennsylvania, E.E.U.U. y tiene laco-dirección del arqueólogo J. Estevez del Insti-tuto Nacional de Arqueología de Bolivia,partici-paron como arqueólogos de campo W.Winkler yM. Michel de la Universidad Mayor de San An-drés de La Paz.

En esa oportunidad se efectuaron labores decampo que comprendieron:

- Prospección arqueológica de la región de SanCarlos al sur de Trinidad.

- Reconocimiento aéreo de las estructuras agrí-colas entre las ciudades de Trinidad y San Borja.

- Prospección y excavación de camellones pre-hispánicos en la Estancia “El Villar”, e inicio de laconstrucción de camellones experimenta-les(Erickson y otros 1991).

Posteriormente en el mes de septiembre se efec-tuó la construcción de camellones experimentalesen la Estación Biológica del Beni (Michel 1990).

Las excavaciones efectuadas en el sitio “El Vi-llar”,a 50 Km.al Oeste de San Borja arrojaron resul-tados preliminares muy interesantes, se colectaronmuestras de carbón, tierra y polen de 5 trincheras(Mapa No. 2).

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Mapa 2. Sitio arqueológico “El Villar”, Departamento Beni, Provincia Yacuma.Referencias: t, terraplenes canales; C, camellones canales; T, trinchera excavada.

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277VII. El Formativo de Bolivia

MUESTRAS RADIOCARBÓNICAS. La Muestra T-2-58, con fecha del 840 aC ±170 años, es una muestra

de carbón de la parte superior del Estrato F (6), inmediatamente bajo del piso de vivienda de Estrado

E(5) de la trinchera No.2. Esta muestra es de antes de la construcción de las camellones y canales,pro-

bablemente de muchos años. La muestra T-4-30 tiene una fecha de 490 aC ±70 años. El análisis fue he-

cho en base a carbón y suelo (“Bulk soil”) de muestras T-4-29,T-4-30,T-4-31 de la misma ubicación. Ras-

go No. 2 en la trinchera 4. Rasgo No. 2 es un pozo de aproximadamente 2-30 cm. en diámetro excavado

desde Estrato E(5) entre Estrato J (subsuelo) a una profundidad de 40-50 cm. El relleno del pozo tiene

mucho más materia orgánica que el subsuelo alrededor del rasgo y tiene fragmentos de cerámica, arci-

lla quemada,y carbón. El canal fue excavado sobre este pozo años después cortando la parte superior

del pozo. Este pozo podía ser un pozo de poste de una estructura de madera, después rellenado con

materia del basural. Esta muestra es de antes de la construcción de los camellones y los canales. La

muestra T-4-34 tiene una fecha de 1150 dC ±70 años. Esta muestra, de análisis de suelo (“Bulk Soil”), es

de la parte inferior del estrato medio (Estrato H(8)), el relleno de sedimentos del canal. Este sedimento

es resultado de la acumulación natural producida por la erosión de los camellones, acumulación de

materia orgánica en los canales (plantas acuáticas, pastos, etc.). Estos eventos probablemente ocurrie-

ron después del abandono de los camellones y canales como campos de cultivo. Los canales probable-

mente fueron rellenados con un proceso muy gradual (una acumulación de 35 cm. de sedimentos en

800 años o 0.0438 cm/año). Esta fecha proveerá una estimación de que los canales tienen por lo menos

800 años (“mean residence time”). La construcción, el uso y el abandono de los camellones y canales

fue antes de esa fecha. El uso del sistema agrícola probablemente fue de muchos años antes porque la

muestra viene de la parte media del relleno del canal, no del fondo.

(Tomado de Erickson y otros 1991b)

LAMINA 3.CAMPOS ELEVADOS Y CANALES. Unidad 2, 3, 4, perfil Este.

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278 VII. El Formativo de Bolivia

Las muestras de carbón fueron fechadas en el la-boratorio Beta Analitic Inc., y el análisis general dela correlación de estratos y fechas fue realizado porErickson (1991 a).

Las fechas radio-carbónicas se presentaron conuna desviación Standard de 1 y 2 sigma, de todasformas se realizó una interpretación general de lasexcavaciones.

Las fechas presentan una alta posibilidad de sercorrectas, tienen consistencia y se relacionan en se-cuencia correcta con la estratigrafía de las trinche-ras (ibídem 3).

Para el tema que nos ocupa describiremos la ex-cavación de las trincheras 2,3 y 4 trabajadas porErickson, Estevez y Michel (Lám. 3).

El primer estrato fue identificado como un pisode vivienda, ocupación “E”, de duración larga o va-rias ocupaciones cortas, la parte inferior del estratotiene una fecha de aproximadamente 840 a.C y lasuperior de 120 a.C.

Los camellones y canales parecen correspondera un período posterior al 120 a.C, en el que se cons-truyeron sobre el primer estrato de ocupación hu-mana.

Los camellones son prehispánicos y de bastanteedad.

Las excavaciones realizadas en las trincheras 2,3

y 4 mostraron que los camellones fueron construi-dos y utilizados durante aproximadamente 800años, los estratos A, B, C, D representan una serie deacumulación de tierra de los canales en la loma delos camellones en diferentes épocas.

El relleno del canal muestra también una historialarga de sedimentación y erosión, existen variasépocas y rapidez en la sedimentación, creándoseestratos distintos.

Después de su abandono los canales se llenaronde sedimentos (Erickson y otros 1991a:50-51).

Durante la última época seca, entre los meses deseptiembre a octubre de 1991,se efectuaron laboresde prospección arqueológica en la región de SanIgnacio de Moxos en los llanos centrales del Beni,entre las lagunas Isirere y Mausa, como 1era. Fasedel “Proyecto de Prospección arqueológica de SanIgnacio de Moxos”, en esta ocasión se registraronsistemas complejos de cultivo entre ellos: grandesdiques de contención de agua con camellones alinterior,conformados por terraplenes que se cruzanentre sí (Foto 1), una especie de “cocha”de represa-miento y drenaje de agua casi similar a los sistemasdescritos por F.Ochoa y W.Rosas al norte del lago Ti-ticaca (Foto 2) y otros que implicarían el desvío delcurso de las aguas de los ríos para la inundación decampos de camellones.

Foto 1. Sistema de Diques de represamiento de aguas, con camellones al interior(Estancia la “Vibora”), a 9 km al Oeste de San Ignacio de Moxos.

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279VII. El Formativo de Bolivia

Foto 2. Sistema de Camellones y de represamiento de agua en forma “Cocha”(Estancia la “Vibora”),a 10 km.al Oeste de San Ignacio de Moxos.

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Todos estos sistemas serán descritos en formaamplia en una síntesis que incluirá interpretacio-nes preliminares del uso de estos sofisticados sis-temas (Michel en preparación), que posiblementecorrespondieran a una última etapa de control ymanejo de aguas de las culturas del Beni.

CONCLUSIONES

Se puede concluir en forma preliminar que loscamellones prehispánicos del Depto.del Beni tieneuna antigüedad notable en relación a otros conjun-tos del continente.

Los campos elevados en Sud América presentanfechados de C-14 promediados entre el 500 y 1000d.C.

En la región del lago Titicaca están relacionadosdesde épocas formativas con el crecimiento y de-sarrollo de las “altas Culturas”, los campos eleva-dos estudiados están ligados con sitios habitacio-nales de elevada densidad en artefactos, algunosinvestigadores apoyan la tesis de que presiones de-bidas al aumento poblacional determinaron el

crecimiento y desarrollo de esta forma de agricul-tura intensiva (Boserup tomado de Denevan1970).

Aunque de momento la mayoría de las investiga-ciones en base a fotografías aéreas nos han permi-tido interpretar el fenómeno de uso y extensión delos campos de cultivo en camellones en forma ma-cro, solamente labores intensivas de trabajo decampo arqueológico nos permitirán ubicar en eltiempo y en el espacio diferentes conjuntos y sis-temas de cultivo prehispánico. Mayores indagacio-nes deberán efectuarse en relación a la antigüe-dad y contexto cultural de la técnica, así mismolos trabajos experimentales deberán ampliarse enla zona oriental de Bolivia con el objetivo de cono-cer en detalle los riesgos y posibilidades del uso yapropiación de la técnica por pueblos indígenas.

La antigüedad del sistema del cultivo de cam-pos elevados en los Llanos de Moxos debería lla-mar la atención de los investigadores, en el senti-do de buscar las mayores posibilidades de inter-pretar en forma cabal procesos de desarrollo aúndesconocidos.

VII. El Formativo de Bolivia

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VIII

EL FORMATIVODE ARGENTINA

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INTRODUCCIÓN

Objetivos y síntesis

Este artículo tiene por objeto estudiar el rolde la cultura de La Aguada en el desarrollohistórico-cultural y evolutivo del Noroeste Ar-gentino (NOA) prehispánico. Trataremos de fi-jar sus límites espaciales y temporales, sucontenido religioso-cognitivo y material des-de su integración hasta su, casi, abrupto final.Intentaremos ubicar a la misma en el cuadrode periodización que sintetiza el proceso cul-tural de esa región. Desde una perspectivaconcreta trataremos paralelamente de interro-garnos acerca del contenido de conceptos co-mo Evolución General y evolución específica yde historia cultural y “accidente histórico”.Estos integran la idea central del gran proce-so evolutivo de la cultura. El caso de La Aguadanos servirá, también, para sintetizar el conteni-do del término Formativo como jalón demarca-torio y significativo de los procesos aludidos.

Evolución General y específica.

El concepto de Formativo en América se re-laciona estrictamente con la idea evolutiva dela cultura. Por eso debemos aclarar algunospuntos claves que hacen a la misma, comoson los del epígrafe de este parágrafo. Tam-bién la relación existente entre Historia y Evo-lución. Hemos desarrollado estos puntos enun trabajo de próxima aparición (González1996a, MS). Daremos un brevísimo resumende los mismos.

El objeto de la Antropología y por ende de laArqueología como una rama específica de lamisma, no sólo es -parafraseando a Geertz- ha-llar el significado y sentido de la “espesa red desímbolos que el hombre ha creado”, sino queademás, tiene por objeto describir el procesohistórico cumplido por las distintas culturas dela tierra desde sus más remotos orígenes hastala actualidad. Esta descripción es el “cómo” serealizó este proceso. Su descripción correspon-de a la arqueología y la prehistoria. El “por qué”es la explicación de los mecanismos que actua-ron en dicho proceso. Sobre todo la búsquedade los agentes que provocaron el cambio cultu-ral, desde el comienzo de la fabricación de losutensilios de Olduvai hasta la liberación de laenergía atómica. Las definiciones y los objetosasignados a la arqueología se han multiplicadoen las últimas décadas; no creemos que la ar-queología del comportamiento humano (beha-vioral), cognitiva, estructural, post-procesual,del paisaje y tantas otras, modifiquen la idea tra-dicional de la arqueología como la ciencia quereconstruye la historia de las sociedades desa-parecidas a través de sus restos. Estas nuevasaceptaciones no se contraponen a la definiciónoriginal sino que la complementan.

Nosotros utilizamos el término Evolución Cul-tural como sinónimo de transformismo cultural,es decir, cambio procesual en el tiempo, cuyocontenido es independiente por completo de lateoría evolutiva de la cultura, tal como fue defi-nida por los evolucionistas clásicos de la épocade Tylor. El término Evolución Cultural se refie-re a la síntesis abstracta del proceso seguido porla cultura en la flecha del tiempo desde la apa-

VIII. El Formativo de Argentina

LA CULTURA DE LA AGUADA Y EL PERÍODO FORMATIVO. EVOLUCIÓN E HISTORIA EN EL PROCESO CULTURAL

DEL NOROESTE ARGENTINO

Alberto Rex González

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Figura 1. Mapa del Noroeste de Argentina con los tres sectores de la cultura de La Aguada:

I. Sector Septentrional. II. Sector Meridional. III. Sector Oriental.

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287VIII. El Formativo de Argentina

rición del hombre, y los primeros instrumen-tos hasta nuestros días y de acuerdo con losjalones demarcatorios, más o menos arbitra-rios, fijados por los investigadores para deli-mitar las distintas etapas del proceso. En cam-bio evolución cultural se refiere al proceso deculturas específicas -históricas- con coordena-das definidas de espacio, tiempo y tradicio-nes, que contribuyeron al origen de la civiliza-ción actual o quedaron frustradas, desapare-cieron o fueron paralelas, durante algún tiem-po, al proceso general. La Evolución Generalpoco tiene en cuenta la coordenada espacial.Por eso tiene carácter ecuménico. Parte de es-tas ideas han sido aclaradas en el clásico yviejo trabajo de Sahlins y Service (1973). Es-tos autores señalaron que estos dos concep-tos tratan de un similar proceso evolutivo, pe-ro que ambos se han confundido y mezcladoen sus detalles con conceptos diferentes co-mo evolución unilinear, multilinear, etc., o aúncon las ideas de evolución e historia (Op.cit.12). De cualquier manera la evolución es-pecífica se refiere a las ramas (branches) de laEvolución General; el otro se refiere a nivelesevolutivos. (Los casos de extinción, de “cam-bios de dirección”y paralelismo cultural, no in-validan la reconstrucción de un esquema gene-ral abstracto, representado por una curva expo-nencial de complejidad tecnológica progresiva yacumulativa.) En este esquema se descarta laidea de “progreso” debido a las implicancias va-lorativas que involucra este término. Pero debeconsiderarse la idea de pauperización de la cul-tura que a veces puede aparecer como “retroce-so” cultural.

La idea de Evolución Cultural vs evolucióncultural específica y concreta, es análoga a laidea de Historia Universal e historia. La prime-ra no existe como hecho concreto, es sólo unaabstracción de uso didáctico (Godelier 1984).Se asemeja también a la idea de Cultura Uni-versal como una abstracción inexistente, co-mo generalización ecuménica frente al hechoreal, de las múltiples culturas de la tierra. Laprimera carece de una estructura sistémicapropia que la sustenta como unidad funcional,contrapuesta a la de cultura específica, posee-dora sí de una estructura particular que le

permite su funcionamiento real armónico (Op.cit. 14).

En resumen, tendríamos que el concepto deevolución específica incluye al “proceso histó-rico”. Entendido como el proceso particular yúnico de una cultura o de las culturas descri-tas o por describir. Esta descripción incluyetambién los casos de pauperización o involu-ción cultural. La arqueología reconstruye lahistoria particular de esas culturas. Sobre labase de esa reconstrucción histórica concretase elabora el concepto abstracto y ecuménicode Evolución General. Esta es emergente yacumulativa en lo técnico utilitario y no acu-mulativa en los sistemas simbólicos constan-tes de la cultura (González, MS, 1996b). Conestas premisas teóricas trataremos de ubicarel lugar concreto de la cultura de La Aguadadentro del Formativo. También nos servirá deejemplo para ilustrar la definición de los tér-minos a los que hemos hecho referencia.

LA CULTURA DE LA AGUADA

Antecedentes.

Lo que definimos como cultura de La Aguadaes el producto de un siglo de investigaciones(Fig 1). Hemos historiado sus comienzos hastala época de los años 60 (González 1961-64). Enun libro de González y Montes (1998) sistemati-zamos los trabajos posteriores y aquí esbozare-mos una síntesis del mismo. Aquí no podemosmencionar -por su extensión- todos los trabajosen que se basa este análisis. En nuestro libropuntualizamos esas contribuciones con referen-cias precisas a sus autores.

La identificación de la cultura de La Agua-da comenzó por la descripción de especíme-nes alfareros sueltos distintos a otros ejem-plares conocidos en esa época (Lafone Que-vedo, Ambrosetti, Bruch, etc.). Estas piezasse hallaron aisladas de todo contexto, se vin-culaban entre sí solamente por los motivosde su decoración (“draconianos”) y por al-gunas de sus características técnicas. Unacontribución de excepcional importanciafue el intento de cronología arqueológica delNO. argentino, hecho por el pionero alemán

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Max Uhle en 1910 (Uhle 1912). En ese trabajo,con intuición genial más que con elementos pro-batorios concretos, Uhle apunta que la cerámi-ca “draconiana” corresponde a un período ante-rior al de la alfarería que llama Calchaquí. En1917 Debenedetti fija los límites australes de laalfarería “draconiana” en la provincia de SanJuan (Debenedetti 1917). Posteriormente definea la alfarería “draconiana” como formando par-te de la “cultura de los barreales”. Boman yGreslebin (1917) dieron una descripción formaldel “estilo draconiano” afirmando que fue con-temporáneo al Santamariano y afines. Una críti-ca al término “draconiano” fue hecha por Levi-llier, quien creía que esas imágenes representa-ban un felino estilizado, común en las culturasandinas. Casanova (1930) fue el primero en rea-lizar excavaciones cuidadosas en un sitio de lacultura “barreal” opinando al igual que Uhle,que sus restos eran anteriores a los pueblos en-contrados por la conquista hispánica. Sin em-bargo, por largo tiempo los arqueólogos argenti-nos siguieron creyendo en la contemporaneidadde todas las culturas arqueológicas del NOA.Una interpretación integral de la “cultura de losbarreales”, con descripción de su patrimonio ysu ubicación temporal temprana fue hecha porW. C. Bennett en 1948.

Nosotros analizamos todos los antecedentesque pudimos reunir y basados en éstos y ennuestros trabajos de campo y en el estudio decerca de 2.000 tumbas excavadas en el valle delHualfín por las expediciones de B. Muñiz Barre-to, tratamos de definir lo que desde entoncesse llamó cultura de La Aguada. Tomamos comositio tipo el vallecito de este nombre aledaño alvalle de Hualfín, donde se excavaron cerca deun centenar de tumbas que atribuimos a estacultura (González 1961-64). La definición de“cultura” basada en el contexto de tumbas te-nía sus falencias. Lo hemos analizado y tratadode superar en el trabajo citado (González1996a). Hoy creemos con otros fundamentosque Aguada es una cultura, definida por sus lí-mites espaciales y temporales, por su organiza-ción socio-política de señorío, con estatus so-ciales diferenciados, su ideología religiosa, sutecnología, su lengua propia. y su adaptación almedio ambiente. Cuando las condiciones de és-

te se deterioraron se produjo una reacción encadena entre varios factores y la desintegra-ción cultural. Las raíces de Aguada están en lasculturas que la precedieron (González 1961-64,72; Núñez Regueiro 1974, Pérez Gollán y Here-dia 1875; Gordillo 1991a, etc.). Sobre éstas ac-tuaron de manera decisiva ideologías simbóli-co-religiosas. En nuestro trabajo original creía-mos que esta ideología podía haberse origina-do en el Tiahuanaco Clásico. Eran desconoci-dos por entonces estilos y procesos pre-tiahua-nacotas estudiados después de la desintegra-ción de Pukara, ente el 200-300 d.C.. estos relic-tos interactúan con ideas preexistentes mani-fiestas en estilos como Pajano y Yaya-Mama. Enconjunto constituyen la raíz común de la quese nutren las primeras fases de Tiahuanaco(Queya) y de Aguada.

Dispersión geográfica (Figura 1, Mapa).

Actualmente los sitios Aguada identificadosdeben estar cerca de los trescientos. Se ubicanen el área Valliserrana, especialmente en lasprovincias de Catamarca y La Rioja. Por el Surllegan hasta la provincia de San Juan. Fragmen-tos cerámicos se han encontrado en los vallesde Santa María, de Salta y en el Sur del valleCalchaquí. También en la Puna de Argentina, enAntofagasta de la Sierra y en Laguna Blanca. Nohay en esos sitios verdaderos asentamientosde Aguada. Se trata sólo de indicios de comer-cio o intercambio. Asimismo aparecen frag-mentos de alfarería en San Pedro de Atacama yotros con afinidades Aguada en Copiapó, Chile.

Los sitios Aguada se ubican en los valles ybolsones situados entre los 1000 y 2000 m.s.n.m. Por excepción hay una ocupación Agua-da en el vallecito de El Tolar, frente a Hualfín, amás de 3.200 m. s.n.m. Los lugares de asenta-miento en este último se hallan en los camposmás o menos llanos del fondo de valle y en lasladeras de los cerros a orillas de los ríos. En laépoca del florecimiento de esta cultura estossitios estaban cubiertos de espesos bosquesde algarrobo. Cuando éstos desaparecieronpor acción de la sequía progresiva, esos luga-res se convirtieron en lo que hoy llamamos“barreales”.

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Economía de subsistencia.

La economía de Aguada fue típicamente andi-na, con prácticas agropecuarias centradas en lacría de camélidos. En los basureros abundan loshuesos de llama, se los representa en la cerámi-ca y han aparecido como ofrendas fúnebres. En-tre los cultígenos se han identificado cuatro es-pecies de maíz. Quizás dos de ellos fueron intro-ducidos en épocas de esta cultura, las especiesZea maiz var. mínima y Zea maiz var. amilácea.Desde el Período Temprano y aún desde el pre-cerámico, se conocen en el NOA una gran varie-dad de especies cultivadas, de manera que sibien no todas figuran en los registros de Agua-da, todo hace suponer que estas especies fue-ron bien conocidas; entre ellas los porotos (Pha-seolus sp.), zapallo (Cucurbita sp.), maní (Arachissp.), amaranto (Amaranthus sp.) (González y Pé-rez 1968).

Muy importante fue la recolección de los fru-tos de algarrobo (Prosopis sp.), los que se hallanquemados en casi todas las excavaciones. Estosfrutos proporcionaron un alimento farináceoque aún se consume en el NOA y una bebida fer-mentada. También se recolectaron los frutos delchañar (Gourleia sp.). No se hallaron hasta ahoraestructuras para almacenaje de granos, para locual pudieron usarse grandes cántaros de masde 100 litros de capacidad.

Tecnología.

Cuidadosas obras de irrigación, con canales yrepresas son bastante comunes. N. Kriscautzkyha encontrado en el valle de Catamarca, juntocon andenes y canchones, dispositivos hidráuli-cos bastante complejos como el uso de endica-mientos transversales en las laderas, en el caucede escurrimiento formando pequeños reservo-rios u otros de mayor capacidad al pie del cerro(Kriskautzky y Togo 1994).

La metalurgia de Aguada estuvo muy desarro-llada. Es probable que gran parte de esta técni-ca la recibieron de Condorhuasi-Alamito (NúñezRegueiro 1993 ). En esta cultura y en Ciénaga sehan hallado objetos de bronce arsenífero y esta-ñífero, que hasta ahora serían lo más antiguo deesta aleación en el continente. Por lo que no

puede descartarse que el NOA fuera el centro deorigen de esta importante técnica (González yMotes1998). Con ella fabricaron objetos de sin-gular valor cúltico y artístico, como el disco deLafone Quevedo, elaborado a la cera perdida.Todo parece indicar que en Aguada la metalur-gia se usó más para fabricar objetos cúlticos ysuntuarios que para útiles de valor práctico in-mediato. Entre los primeros se encuentran laselaboradas hojas de hachas usadas en los sacri-ficios humanos y otras sin filo que pudieron sercetros o emblemas de mando. Entre las segun-das se encuentran agujas con ojos, cinceles ypinzas depilatorias. Entre los objetos suntuariosse han hallado algunos adornos frontales y bra-zaletes. Hay pocos objetos de oro.

La alfarería reconoce una gran variedad de ti-pos, los que se disponen en distintas series, deacuerdo al tiempo y al sector geográfico al quepertenecen; la tarea clasificatoria está aún porhacerse. Hay tipos toscos, de uso culinario yotros finamente exornados con una rica icono-grafía, cuyos diseños están grabados o pinta-dos. Entre los primeros están las alfarerías gri-ses, plomizas del valle del Hualfín y las negrasbruñidas típicas de Ambato. La cerámica pinta-da puede tener dos o tres colores. A veces ad-quiere una gran perfección técnica y alta cali-dad artística. Quizás alcanzaron los más altosniveles de estas manufacturas en toda la histo-ria del NOA. Uno de los tipos policromos deno-minado Portezuelo, tiene fondo blanco y figurasen negativo, delineadas en negro y pintadas enrojo púrpura y amarillo.

En el sector Sur se encuentran figuras antro-pomorfas de terracota o trabajadas en piedrasblandas. Dos o tres ejemplares excepcionales debarro cocido son huecos y con sonajero. En losotros sectores las figuras antropomorfas debie-ron ser de madera y no se conservaron. Algunasfiguras nos ilustran sobre la vestimenta y lospeinados.

En el sector oriental y austral hay pipas de al-farería. Son casi desconocidas en el sector sep-tentrional. Llevan figuras modeladas en relieve yse emplearon seguramente para fumar alucinó-genos como el cebil o Anadenanthera (González1974, Pérez Gollán1993b).

Trabajados en piedra blanda se hallan gran-

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des vasos “keriformes” que llevan sobresalien-do en relieve figuras de felinos, del sacrificadoro de sujetos con ricos atuendos frontales. Otrosllevan grabadas figuras geométricas. hay unejemplar en que el vaso sirve para desplegar unrostro humano. Sin duda sirvieron a fines cere-moniales. Los creemos copias de modelos tia-huanacotas de las primeras épocas, anterioresal desarrollo del Tiahuanaco Clásico hallados enSan Pedro de Atacama. El desarrollo de estepunto lo hacemos en nuestro trabajo próximo aaparecer (González 1996).

Entre el material lítico se hallan hachas concuello, de piedra pulida. Debieron usarse en ta-reas agrícolas. Las de metal no se populariza-ron, sólo fueron utilizadas por la élite político-religiosa.

Aguada debió tener una rica textilería, a juz-gar por algunas de las vestimentas de algunas fi-guras antropomorfas modeladas en arcilla y porla cantidad de torteros encontrados. Los únicostextiles conocidos fueron hallados en la provin-cia de San Juan y descritos por Teresa Micheli(1994). Son de técnica por completo distinta alos conocidos con anterioridad en esos mismosyacimientos y desaparecen junto con la culturade La Aguada. Un uncu hallado en San Pedro deAtacama lleva un diseño realizado con una va-riedad de atado y teñido (plangi), lo que indica-ría el conocimiento de esta técnica en Aguada(Llagostera 1995); varias “tipas” de la mismaprocedencia señalan el conocimiento de esa ar-tesanía (Berenguer 1984).

Fabricados en hueso se conocen torteros y al-gunas figuras antropomorfas. Objetos de made-ra sólo se conservaron por excepción.

Patrón de asentamiento.

En el valle de Hualfín las casas fueron de barroy ramas a juzgar por los pocos restos hallados.Los poblados en Bañados del Pantano tenían en-tre 100 y 200 m. de diámetro y estaban próximosentre sí (Kusch 1994). En el valle de Ambato, unsitio que comenzamos a excavar en 1977 y luegofue estudiado por Inés Gordillo (1991a) es uncentro ceremonial. Mide 130 por 120 m. de ladoy tiene la forma de una U con una gran plaza

central cerrada por el sur por un gran montícu-lo artificial de 3 m. de alto y 30 m. de largo quese dispone de N a S con una ligera desviación de10°. El montículo tiene su base formada por mu-ros, de los cuales el que mira hacia la plaza estáconstruido con lajas seleccionadas. Además po-see dos rampas, una sobre el frente y otra seabre hacia el lado O. No hay duda que sirvieronde acceso y de retiro en las ceremonias. Alrede-dor del patio existen en La Rinconada los restosde una veintena de habitaciones colocadas si-métricamente sobre los lados N. y E. del patiocentral. Estas habitaciones tienen planta rectan-gular o cuadrada, con paredes dobles de piedray adobe. Incluidos en estas paredes se hallan,distribuidas regularmente, columnas de piedraschatas. Este detalle es típico de las habitacionesde Condorhuasi-Alamito (Núñez Regueiro 1993;Pérez y Heredia 1975). En San Juan Aguada utili-zó el mismo tipo de habitación que la culturaprecedente (Gambier 1994). En La Rioja se hallóun gran montículo artificial y asentamientos conestructuras rectangulares de paredes de piedra(Callegari et al 1996).

Funeraria.

En el Hualfín existen verdaderos cementerios.Las tumbas carecen de indicadores externos.Los sepulcros son pozos simples de planta ovalo circular, con una fila de 3 ó 4 piedras en un la-do. Están entre 2-3 m. de profundidad, por ex-cepción llegan a 5 ó 6 m. Los sepulcros más co-munes son individuales, pero en trece casos so-bre 107, se hallaron 2 esqueletos, dos casos con3 y uno con 6. Como parece que los entierrosfueron hechos al mismo tiempo, puede conjetu-rarse en el caso de entierros múltiples que par-te de los esqueletos pertenecen a sujetos sacri-ficados, mujeres o servidores, destinados aacompañar al señor al más allá. Los niños se en-terraban directamente en el suelo. Hay algunoscasos de niños enterrados en urnas finamentepintadas. Se los ha interpretado como sacrifi-cios a la deidad solar (González y Baldini 1991).Los esqueletos están en posición genupectoral.Han aparecido cráneos aislados que acompañana un esqueleto completo. En Ambato se han ha-

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llado cráneos pintados con motivos geométri-cos en uno o dos colores (Herrero, comunica-ción personal).

El ajuar fúnebre es muy variado. Se hallan suje-tos a los que acompaña una única pieza de alfare-ría. Pero en una sepultura de dos adultos se en-contraron 24 ceramios y en otra con un solo es-queleto de adulto se hallaron 15 piezas de alfare-ría y un hacha de metal (González 1961-64: 228).

Armas.

El arma típica representada en la cerámica fuela tiradera; sin embargo el arco y la flecha se co-nocía para la misma época de Aguada en San Pe-dro de Atacama y en Candelaria. Hay represen-taciones de escudos. Son alargados y sugierenfueron hechos con la piel de algún animal.

Vestimenta y símbolos de prestigio.

Se hallan figuras antropomorfas de terracotadesnudas. Otras visten largas túnicas y parecenuna especie de uncu. Están decorados con fle-cos en el ruedo. La camiseta hallada en San Pe-dro de Atacama tiene el diseño de un felino (Lla-gostera 1995).

Las figuras antropomorfas de alfarería tienena veces reproducidos peinados muy complejos,seguramente un indicador de estatus. Los suje-tos diseñados en la cerámica llevan a menudosuntuosos tocados. También se reproduce unaespecie de turbante, con saliencias laterales obarbijo. Un emblema frontal en forma de ancla,simple o doble, es igual al que se halla en Mochey Chimú. Los pectorales, la mayoría metálicos,serían símbolos de poder. Los del tipo de Lafo-ne Quevedo fueron usados sólo por los grandesjerarcas. Uno de los pectorales reproducidostiene forma de hoja de hacha con aletas en for-ma de T, otro tiene forma de pájaro con las alasabiertas. Los pectorales que llevan la imagendel sacrificador debieron ser emblemas de es-tos oficiantes.

Grandes orejeras están representadas en pie-zas cerámicas. A veces están decoradas en elborde. Pinturas o tatuajes faciales aparecen confrecuencia. En ocasiones reproducen el motivofelínico. Algunas pudieron estar hechas con pin-

taderas o sellos con motivos idénticos a los delas pintaderas de madera halladas en San Pedrode Atacama.

Sociedad.

Carecemos de estudios sobre la densidad depoblación. Los núcleos habitacionales, segúnlos restos superficiales registrados en Bañadosdel Pantano, en la provincia de La Rioja, revelanla existencia de 5-10 habitaciones, lo que indica-ría una aldea pequeña. Las aldeas están entre100-500 m. de distancia entre sí (Kusch, Infor-mes 1985, 87, etc.). La construcción de las obrashidráulicas, de andenes y represas y de los cen-tros ceremoniales planificados requirieron deun esfuerzo colectivo dirigido. La especializa-ción de algunas técnicas, como el fundido delbronce y el uso de la cera perdida, o la tejeduríacon plangi reflejan un cierto grado de especiali-zación, aunque no demasiado grande, ya que es-tos objetos no alcanzaron una difusión popular.Mayor diferenciación de estatus lo revelan elcontenido desigual de las tumbas y la posiblepráctica del sutee. Costumbre muy común enlos Andes, y rasgos de la organización señorial.Objetos suntuarios como los pectorales, los ce-tros, las hachas muy elaboradas, los frondososatavíos frontales, la complejidad de algunos pei-nados, los cráneos pintados, apuntan en el mis-mo sentido. Sin embargo, la ausencia de centrossemiurbanos y de dispositivos de almacenaje,no hallados hasta ahora, hacen pensar que esta-mos ante los primeros niveles de una organiza-ción señorial.

Religión y arte.

En estudios anteriores, al igual que Pérez Go-llán (1988), llegamos a la conclusión de que ladeidad principal de Aguada fue de carácter so-lar (González 1992). Se la halla representada enel disco de Lafone Quevedo. Variantes del mis-mo son el personaje de los dos cetros y el sacri-ficador. Otra representación de la misma hiero-fanía es el personaje con máscara felínica. El fe-lino es el emblema de la deidad principal, de allíla profusión de sus representaciones. Este“complejo felínico” se relaciona con Pucara y las

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primeras etapas de Tiahuanaco, anteriores alClásico. Habrían llegado al NOA desde San Pe-dro de Atacama (González y Motes 1998). Estaverdadera “obsesión felínica” traduce el impor-tante rol que jugó la religión en la cultura de LaAguada, como lo señalara Pérez Gollán (1994).Muy importante fueron los frecuentes sacrifi-cios humanos practicados seguramente en ho-nor a la deidad y relacionados con ritos de ferti-lidad, de acuerdo con prácticas muy extendidasen la región Surandina (González 1992). El pan-teón de Aguada incluía, además de la deidadidentificada, una serie de representaciones co-mo la serpiente felinizada de una o dos cabezas,el ofidio con cabeza humana, el felino antropo-morfizado y el felino multicéfalo común en Am-bato. Es difícil desentrañar el significado de es-tas figuras multiformes. Algunas estuvieron pre-sentes en las culturas anteriores a Aguada. Perorecién con ésta adquirieron estabilidad y uni-dad, la que se tradujo en elemento básico inte-grador de la cultura (Núñez Regueiro y Tartusi1996; Heredia y Pérez Gollán 1991).

Un aspecto importante en relación con la so-ciedad y la religión es el de la excelencia artísti-ca que alcanzaron los artesanos de Aguada. Es-tas tenían que satisfacer por igual las demandasde la élite social emergente y las necesidadesimpuestas por los oficiantes de la religión. Estaes característica común de todos los señoríos.Los artífices debieron competir en la supera-ción de sus trabajos a fin e satisfacer a los gru-pos sociales de quienes dependieron para sub-sistir. No puede descartarse que fueron los mis-mos shamanes quienes fabricaron los objetosdestinados al culto o a la jerarquía sociopolíticay religiosa. Los artífices de Aguada se expresa-ron por igual en la cerámica, metal y hueso. Elequilibrio y la belleza de las formas, no fueronsobrepasados ni igualados por las otras cultu-ras que habitaron el NOA.

Cronología.

Aunque hemos avanzado mucho en este pro-blema, aún tenemos que fijar los límites del co-mienzo de Aguada, que aparecen bastante con-fusos. Hoy poseemos más de medio centenar dedataciones radiocarbónicas. En nuestro trabajo

original poseíamos sólo tres fechados utiliza-bles. Inés Gordillo ha resumido críticamente losfechados conocidos, distribuidos por zonas ycon las variantes probables de una o dos sigmas(Gordillo MS 1996). Las fechas así obtenidas ex-presan umbrales muy amplios y es necesario es-coger entre ellas. Para esto es preciso tener encuenta la cronología relativa y la asociación derestos Aguada con las de otras culturas delNOA. Esto nos llevaría a aceptar en forma total-mente personal y por razones que exponemosen otro lado (González y Motes 1998) los si-guientes fechados: Valle de Hualfín y de Abau-cán 600-900 d.C., Valle de Ambato y de Catamar-ca 500-750 d.C., provincia de La Rioja 600-850d.C; en sitios de la provincia de San Juan Agua-da se ubicaría entre el 730-1000 d.C. (Gambier1994). Resumiendo, Aguada tendría sus comien-zos hacia el 500 d.C. y habría desaparecido alre-dedor del 900 d.C. Es de notar que algunos delos componentes religiosos de Aguada tendríansus comienzos algo antes del 500, pues estánpresentes en los finales de la cultura Ciénaga delValle de Hualfín y en Condorhuasi-Alamito.

Orígenes.

El problema de los orígenes de una culturatrata de explicar el “cómo” (descripción del de-sarrollo) y facilita la búsqueda de las causas ex-plicativas del proceso que la origina.

La cultura de La Aguada es, en términos gene-rales, una cultura de rasgos predominantemen-te andinos: el uso del bronce -tenga o no origenlocal-, la llama, sus cultígenos, su iconografía yla técnica del plangi. Algunos de sus elementos-los menos- son no andinos, como la pipa acoda-da, el hacha de cuello, las ocarinas, etc.

En 1981-64 decíamos que Aguada se desarro-lló sobre la base de las culturas preexistentes deCiénaga, Condorhuasi y Candelaria (González1961-64: 247), sobre las que habrían actuado in-fluencias culturales relacionadas con Tiahuana-co. Esto podría entenderse que se trataba delTiahuanaco Clásico; el que, decíamos, habríallegado indirectamente desde San Pedro de Ata-cama, ya que en el ámbito de la cultura de LaAguada no se han encontrado piezas de la men-cionada cultura altiplánica. Hoy descartamos

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las influencias del Tiahuanaco Clásico, pero node sus etapas anteriores, donde se encuentranya gran parte de los símbolos y atributos delcomplejo felínico que luego se desarrollará pa-ralelamente en Tiahuanaco y Aguada. Seguimoscreyendo que los mismos llegaron al NOA víaSan Pedro de Atacama (González MS 1996).

Las evidencias de continuidad cultural entreAguada y las culturas que la precedieron sonmúltiples: las estratigrafías, la arquitectura, lasformas cerámicas, el uso del bronce, etc. Másimportante debieron ser los cultígenos y el pas-toreo de la llama, existentes ya desde el Forma-tivo temprano.

El tránsito de Condorhuasi-Alamito, con algúncomponente de Ciénaga a Aguada, parece serbastante gradual en el Valle de Ambato. El cen-tro más antiguo de Aguada (Pérez Gollán 1981,1994, Núñez Regueiro 1993). Este centro contri-buyó luego al desarrollo de Aguada del Valle deHualfín (González y Motes 1998).

Similitudes generales en la cultura del Forma-tivo altiplánico pretiahuanaco, se encuentranen Condorhuasi-Alamito en la cerámica, en lasesculturas de piedra, en el patrón de pobla-miento, etc. (Op. cit.). Algunos rasgos estabanen la cultura Tafí y en Vaquerías, pero la repre-sentación integrada del complejo felínico consus personajes típicos no aparece en ningunade ellas.

La interacción de San Pedro de Atacama y elNOA, comienza desde épocas tempranas. En laprimera localidad se hallan fragmentos cerámi-cos de las culturas de San Francisco, Vaque-rías, Ciénaga, Condorhuasi y Aguada. Tambiénhay interacción con la Quebrada de Huama-huaca, Valle Calchaquí y la Puna argentina. Hayuna pieza Ciénaga en una tumba de San Pedro(Tarragó 1989: 444-461) y en sentido inverso unvaso de San Pedro hallado en un contexto Cié-naga (Op. cit.: 471). Restos arqueológicos típi-cos de Aguada se han hallado en San Pedro (Ta-rragó, Op. cit.). La interacción muy activa, pro-longada por centurias entre San Pedro y elNOA no puede ponerse en duda. En el proble-ma de los orígenes es necesario tener en cuen-ta la cronología absoluta de los especímenesque se utilizan como prueba del mismo. El in-tercambio de objetos entre San Pedro y el NOA

se realizó en diferentes momentos. Algunos deestos objetos como las “tipas” y la camiseta deAguada, corresponden a un momento en queesta cultura estaba ya plenamente formada.Sirven para probar relaciones, no para estable-cer el origen de los componentes felínicos de lareligión de Aguada. Las “tipas” y una figura an-tropomorfa de Aguada hallada en San Pedro,corresponden a la fase Coyo o V de Tarragó, laque se fecha entre el 700-900 d.C. (Op cit: 489).Esto reafirmaría que los objetos mencionadosllegan al N. de Chile cuando Aguada estaba ensu apogeo. Nos quedaría como indicador deorígenes un kero de madera, que nosotroscreemos de filiación Tiahuanaco, quizás de laetapa inicial de esta cultura, que tiene su equi-valente en vasos keriformes asociados a Ciéna-ga o comienzos de Aguada. El fechado del kerode madera de San Pedro no es del todo seguro,podría estar entre el 400-700 d.C. (Llagostera,1995: 22). Los vasos keriformes del Hualfín seubicarían entre el 500-550 d.C.. Es decir se tratade dataciones bastante compatibles. Otro indi-cio sería la posible copia de vasos retrato deTiahuanaco reproducidos en una pieza tipo RíoDiablo, de la cultura Condorhuasi (250-350 d.C.).Pero ésta es una prueba más del intercambio en-tre San Pedro y el NOA, no es prueba directa delorigen del complejo felínico.

Por último tendríamos la presencia en Ciéna-ga final del personaje de la nariz prominenteque se halla en tabletas y un tubo de San Pe-dro. Aquí el vínculo se vería reforzado por elaspecto funcional común de los objetos en queaparece la imagen referida: objetos destinadosal uso de alucinógenos (González y Motes1998). Finalmente hay que agregar que un mo-tivo representado en las pintaderas de San Pe-dro se hallan en rostros antropomorfos de figu-rillas Ciénaga y Aguada (Op. cit.).

En la búsqueda de los orígenes del complejofelínico de Aguada es básico el hecho de queantes de su plena aparición en Tiahuanaco deSan Pedro se hallan sus componentes en obje-tos que son pre-Tiahuanaco y pertenecerían asu fase más temprana: Queya o Tiahuanaco IIIo aún serían de influencias Pucara (Llagostera1995: 27).

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Colapso y desaparición.

La desaparición de Aguada ocurre como unproceso muy rápido y abarcó toda su área deocupación. Se manifiesta en la decadencia yreemplazo de sus tipos cerámicos y sus pobla-dos. Los motivos básicos de la iconografía felíni-ca antes de desaparecer se desintegran: susimágenes formales son apenas reconocibles. Designificativas pasan a ser puramente decorati-vas. Esta desaparición es casi coetánea con lade Tiahuanaco-Huari, con sólo una diferencia de100-150 años. Hace tiempo adelantamos una hi-pótesis sobre las causas de esa desaparición.Hoy estamos en condiciones de hacer una inter-pretación mucho más amplia y concreta. Hubovarias causas que originaron la desintegracióndel sistema, pero una causa fue la desencade-nante. La estudiamos con más detalle en nues-tro libro (González y Motes 1998). La causa ini-cial de la declinación fue de orden ecológico.Trabajos recientes, muy bien fundados, señalanque la desaparición de Tiahuanaco se debió a ladisminución de la lluvia y al aumento de tempe-ratura en el altiplano boliviano. Este fenómenoclimático afectó a una amplia área de los Andes(Ortloff y Kolata 1993) y suponemos alcanzó alNOA entre el 900-1000 d.C. La sequía debió traerconsecuencias catastróficas sobre los cultivosde Aguada. También debió incidir en su organi-zación política y religiosa. El fracaso repetido delas cosechas llevó al descreimiento sobre la efi-cacia del sistema ritual y de las creencias sobrela deidad solar y los dioses de la fertilidad y lalluvia. La autoridad del shaman o de los inci-pientes sacerdotes decayó y con ellos el rígidosistema sociopolítico del que formaban parte.Aguada había logrado un sistema bien adaptadode su sociedad al medio ambiente. Su rápida in-tegración y extensión en el NOA así lo demues-tran. Fue un proceso sociocultural adaptativode probada eficiencia. Al colapsar el fundamen-to básico del sistema se produjo una reacciónen cadena que lo hizo más vulnerable a los ata-ques externos. El deterioro climático es posibleque se hiciera sentir también en la región y lasselvas del oriente. Esto impulsó a sus habitan-tes, de costumbre depredadoras, a avanzar a lasestribaciones de los Andes. Los invasores des-

truyeron la unidad de Aguada, pero aculturaronalgunos de sus rasgos tecnológicos y algunascreencias religiosas ya deformadas (ver Gonzá-lez 1992). Perduró, posiblemente, el idiomatransformado en tres dialectos diferentes.

Se impuso un nuevo patrón de asentamiento yprácticas funerarias como el entierro de párvu-los en urnas formando verdaderos cementerios.Debió transcurrir un tiempo entre el final deAguada y el pleno florecimiento del Período quesigue. Pero este lapso está mal estudiado aún.Con el auge del Período Tardío, se produce unafragmentación cultural que culmina con las cul-turas Santa María, Belén y Sanagasta, que aun-que hablan dialectos de una lengua común, losarqueólogos las han clasificado tradicionalmen-te como culturas diferentes.

LA CULTURA DE LA AGUADA Y EL FORMATIVO

Antecedentes.

En un libro ya clásico, Ford (1969) historió enforma muy completa las ideas y hallazgos quegestaron la definición del Formativo. Además, sucontribución factual al tema fue extraordinaria.Aquí sintetizamos algunos puntos de su historia.

Spinden (1917) definió lo que consideraba laetapa arcaica de las culturas americanas. Vaillant(1935) utilizó por primera vez el concepto de Pre-clásico. Hacia los años 30 los arqueólogos delimi-taron las etapas del Clásico y Post-Clásico. Ford yWilley (1940) afirmaban la existencia de influen-cias mesoamericanas en el SE de EE.UU. Strong(1943) llamó la atención sobre técnicas y decora-ción cerámica comunes a Sud y Mesoamérica y elSE de América del Norte. Las posibles relacionesentre Perú y Mesoamérica fueron consideradaspor numerosos autores: Armillas, Bennett,Strong, Steward, Coe, Porter, Reichel-Dolmatoff yEvans y Meggers. A la lista historiada por Fordhay que agregar los trabajos presentados en unSimposio reunido en Ecuador en 1971 (Marcos yNorton 1982). Todos ellos contribuyeron de algu-na manera a establecer el Formativo como el pro-ducto de la difusión panamericana de algunoselementos comunes. También coinciden en con-siderar a esta etapa como equivalente del Neolí-tico europeo. Sin embargo, se debe preservar el

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término por la independencia del Formativo ame-ricano respecto al último. Es sólo una semejanzade contenidos por paralelismo cultural.

De acuerdo con esto y las opiniones pasadasen revista, el concepto Formativo tiene tres con-notaciones básicas: 1) es la etapa de un procesoevolutivo que comprendería las tres Américas;2) como consecuencia incluye un proceso de di-fusión; 3) presenta niveles de desarrollo econó-mico, técnico y sociopolítico que le son propios.Respecto al primer punto hay que hacer notarque la evolución cultural en América es un casoparticular de evolución específica, existan o norelaciones transpacíficas. El origen de los cultí-genos, de la metalurgia y el proceso de organiza-ción sociopolítica de instituciones progresiva-mente más complejas desde la banda al estado,se cumplió en forma independiente de la delproceso del Viejo Mundo. América intervienesólo después de la conquista en el proceso deEvolución General cuando los cultígenos delNuevo Mundo se incorporan a la alimentacióneuropea y a casi todo el ecúmene. El Formativoes así una etapa de un proceso evolutivo especí-fico, según la definición dada al comienzo de es-te artículo. Como jalón del proceso posee ele-mentos que recibe de su etapa precedente (Ar-caica) a lo que incorpora otros nuevos. Por logeneral esos elementos habrían sido difundidosde centros situados en distintos ámbitos geo-gráficos.

Este es un concepto distinto al sustentado porlos pioneros; Kroeber y Spinden creían en uncentro casi único de difusión. La idea prevalen-te era la de un difusionismo casi rectilíneo. Elprogreso de las investigaciones ha multiplicadoel conocimiento de los centros de origen de loscultígenos que actualmente se reconocen comoformando parte del Formativo. Creemos que es-to no desvirtúa el concepto de Evolución en susdos acepciones. Pero ha aumentado los aportesen relación con las variantes específicas y hacenque a un concepto de Formativo Americanomuy generalizado debamos considerar ahorasus variantes regionales; lo que resulta clarocuando consideramos el origen de sus cultíge-nos difundidos en ambas Américas. El progresode la genética molecular contribuirá, en el futu-ro, a precisar más los orígenes y la difusión de

estos cultivos. Pero la agricultura por sí solatendría poca significación si no integrara uncomplejo de factores interactuantes estructura-dos que llevan al desarrollo de la sociedad, delas tecnologías y de los sistemas simbólico-cog-nitivos que actúan en relación dialéctica conaquellos.

El maíz debió originarse en los trópicos; enMéxico parece estar el centro más temprano(5000 a.C.). Desde allí se extendió hasta Suda-mérica y más tardíamente al E. y O. de losEE.UU. (Smith 1987:93). El frijol es otro integran-te del Formativo pero su origen está lejos de serclaro. Hay especies silvestres a lo largo de lapendiente oriental de México y América Centraly también desde Venezuela a la Argentina. EnPerú hay evidencias de su cultivo en el 8000 a.C.y en México en el 5000 a.C. (Op. cit.: 96). Otromiembro de la triada clásica alimentaria delhombre americano, difundida en el Formativoes el zapallo o calabaza (Cucurbita). Estaría en elValle de Oaxaca en el 2000 a.C. (C. pepo); en Pe-rú tiene fechados del 3000 a.C. (C. máxima) (Op.cit.: 97). Hay especies que desde México emigra-ron hacia el Norte y otras hacia el Sur.

También son muy tempranos los cultivos deLagenaria. El origen de la mayoría de las espe-cies parece ser el Sur de México. En cambio la C.máxima pudo haberse originado en Perú (Op.cit.: 98).

Un grupo de tubérculos forman parte de ladieta del Formativo Andino. Sus orígenes pudie-ron ser muy antiguos (8000 ? a.C.), pero hay du-das si los restos encontrados fueron cultivadoso no.

Nos hemos extendido un tanto en estos deta-lles pues son demostrativos de las variantesque ofrecen los orígenes de los ítems del Forma-tivo. Lo que no altera la utilidad del conceptocomo jalón del proceso cultural de América, aigual que los jalones de la Evolución General(Neolítico); son el producto histórico de una in-teracción compleja y larga. De su abstracción ysíntesis obtenemos el concepto heurístico delFormativo.

Nosotros y J. A. Pérez (1966) basados en estaspremisas al estudiar el NOA lo llamamos Forma-tivo Regional Surandino. Se puede usar este tér-mino o quizás mejor Formativo Periférico Suran-

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dino. Núñez Regueiro retomó el problema de laperiodización y analizó aspectos teóricos delmismo, enfatizando en primer término los mo-dos de producción, y en segundo lugar, la formaque adquiere la superestructura (religión, arte,funebria, etc.) en el registro arqueológico (Nú-ñez Regueiro 1974:173). Estableció la existenciaen el NOA de tres etapas bien marcadas. En laetapa Productora de alimentos, incluye un pri-mer período, el Arcaico, al que sigue el Formati-vo. Este está subdividido en: Formativo Inferior(600 a.C. a 700 d.C.), Medio (600 a 850 d.C.) y Su-perior (700 a 1000 d.C.).

La Aguada y el Formativo.

La periodificación de las culturas del NOA hasido objeto de muchas controversias y polémi-cas (Núñez Regueiro 1973, 1974, 1975b, NúñezRegueiro y Tartusi 1993. Orquera 1974, 1976).Gran parte del problema radica en la falta de ex-plicitación clara de las unidades y categoríasutilizadas en las distintas síntesis. Por otra parte,las variables intervinientes -períodos fijos detiempo, cronologías, coetaneidad y contenidocultural, homotaxialidad- se han ido definiendopoco a poco. Hoy, después de muchos años, sidefinimos a Aguada como jalón demarcatorio delPeríodo Medio, nos encontramos con que sus lí-mites cronológicos iniciales están aún sujetos arevisión. Por lo tanto, sería imposible utilizar eltérmino con un exclusivo contenido temporal.Por fuerza hay que recurrir a contenidos. De cual-quier manera, esbozamos una síntesis más quetentativa, a partir del concepto que creemos in-negable de La Aguada como jalón demarcatoriode la periodificación del NOA.

Sintetizando lo expuesto queda en claro quese considera al Formativo como un jalón delproceso evolutivo en América. Sucede a la etapaarcaica e implica la idea de Evolución cultural,según sus dos aspectos básicos ya definidos.Como tal, presupone un principio de difusión,analítico en cuanto al origen de sus elementosespecíficos, con conocimiento de centros de ori-gen y trayectorias de sus elementos componen-tes. El estudio de Ford (1969) en este sentido esun ejemplo. Las subdivisiones homotaxiales delFormativo deben ser unidades precisas de con-

tenido similar y comparables entre sí; nos per-miten apreciar las etapas progresivas del proce-so evolutivo, señalan momentos semejantes delíneas más o menos paralelas. Estando integra-das por multitud de elementos culturales: eco-nómicos, tecnológicos, sociopolíticos, religio-sos y sus manifestaciones tangibles como la ar-quitectura, urbanismo, obras públicas. Es muydifícil encontrar homogeneidad en estas unida-des y establecer subdivisiones correctas y com-parables. Las opciones clasificatorias varían ca-si tanto como los autores. Las líneas evolutivasespecíficas presentan infinitas variables; de allílas dificultades de su sistematización.

Lo que antecede es aplicable al NOA. Siemprenos resultó difícil colocarlo en el cuadro de pe-riodización de los Andes. Al definir el FormativoPeriférico Surandino indicábamos su caráctergeográfico y su posible cronología, algo más tar-día que la del Formativo Nuclear de Sudamérica.Como de alguna manera era necesario vincularel proceso cultural del NOA con el Centro Andi-no, adaptamos la periodización de Bennett yotros (1948) de tres Períodos: Temprano, Medioy Tardío. (Rowe 1960, utiliza la denominaciónperíodo como lapso definido de tiempo; noso-tros usamos el término por su contenido cultu-ral sin desmedro que ese contenido tiene límitescronológicos precisos). De cualquier manera ha-bía un importante escollo con el Período Medio.Si bien este muestra indudables rasgos simila-res a Tiahuanaco en lo simbólico-religioso yaún, conexiones directas con aquella cultura enla Quebrada de Humahuaca, no alcanzó el desa-rrollo socio-político centralizado en una gran ur-be como la de Tiahuanaco. En conjunto, el desa-rrollo cultural del NOA no alcanzó un nivel supe-rior al del pequeño señorío.

En el Centro Nuclear el proceso culmina con lacreación de verdaderos Estados, de gran exten-sión, y urbanización clasista con complejos sis-temas productivos y de redistribución. La reli-gión está en manos de sacerdotes organizadosen clases centralizadas con grandes templos. Esobvio que este nivel no es el del NOA.

El Formativo Inferior o Inicial está bien estu-diado por M. Tarragó en este mismo volumen.Allí pueden verse las diferentes causas actuan-tes: la interacción de la selva con los espacios

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puneños y con los valliserranos y como se esta-blecen centros aldeanos que van adquiriendouna amplia dispersión geográfica. Fueron gru-pos agrarios de pequeño tamaño “que mantu-vieron relaciones directas de carácter tribaligualitario”. El cambio hacia el Período Mediocon la cultura de La Aguada lo hemos descritodetalladamente el la primera parte de este tra-bajo. En Aguada hay si no clases sociales, por lomenos estatus bien diferenciados y desiguales.Es evidente que representa una etapa compara-ble a los comienzos de Tiahuanaco con el quecomparte similares creencias religiosas mani-fiesta en su iconografía, semejante en lo formalpero no en el estilo de aquella. También compar-te cronologías similares en el origen y en su fi-nal. Ahora bien es el caso de preguntarse: ¿porqué Aguada no alcanzó el clímax estatal de de-sarrollo, con todas sus implicancias, de socie-dad compleja de clases sociales definidas, tec-nología de gran desarrollo y alta densidad depoblación capaz de producir obras monumenta-les? ¿Por qué permaneció en el nivel de señoríosrelativamente pequeños? En estos casos negati-vos no hay demostraciones posibles sino conje-turas sin mayor valor. Pero sí pueden apuntarsealgunas causas que promovieron el auge de Tia-huanaco-Huari. Quizás el alto grado de produc-tividad agrícola de Tiahuanaco con gran exce-dente de producción, como lo ha señalado Kola-ta (1991), se tradujo en una alta densidad de po-blación, la que muy bien integrada en un siste-ma socio-político coherente, y con gran capaci-dad expansiva y productiva, dio cima a la forma-ción de un fuerte Estado, o un Gran Señorío (Pa-ramount Chiefdom) como sostenía Schaedel.Aguada con algunos elementos similares igua-les, no alcanzó cuantitativamente el nivel tia-huanacota y prosiguió paralelamente su desa-rrollo en menor grado de complejidad cultural.

Ambas culturas parecen reconocer un mismodestino final con el común denominador de lacausa ecológica como desencadenante. Estacausa, por completo aleatoria, no pudo ser supe-rada por una tecnología adaptativa adecuada(¿nuevas formas de irrigación?). Esto es lo queconsideramos como “accidente histórico” al co-mienzo de este artículo. El mismo es de caráctercircunscripto y actúa como variable indepen-

diente del proceso evolutivo. No impidió que enotros lugares de los Andes Sudamericanos elproceso de Evolución continuase su ritmo haciamayores niveles de complejidad cultural.

Se ubica a Aguada como Formativo Superior(Raffino 1988:4). Nosotros siguiendo la pauta dehomotaxialidad creemos que el Formativo Supe-rior, como equivalente del Preclásico Superiorposee un contenido de complejidad cultural queno alcanzó Aguada. En Mesoamérica está ejem-plificado por el Olmeca III y en Sudamérica porla cultura Chavín. Ambas son teocracias con cla-ses sociales estratificadas, manifestación de hie-rofanías complejas, enormes centros ceremo-niales, organización sociopolítica centralizada ysacerdocio establecido. Los olmecas llegaron in-cluso a desarrollar una escritura y registros grá-ficos del tiempo. Si se las ubica dentro del For-mativo es porque ambas fueron la raíz de granparte de las culturas mesoamericanas y de losAndes Centrales más tardías.

Después de Aguada sigue el Período que en al-gún momento designamos como Tardío y al queNúñez Regueiro denomina “Desarrollos Regio-nales” (Núñez Regueiro 1974). Ya dijimos quedesaparecida la cultura de La Aguada, parecieraproducirse durante 100-150 años, aproximada-mente, un “impasse” cultural. Desaparece la ricaiconografía de Aguada y se reemplaza por unacerámica decorada con simples figuras geomé-tricas y en algunos casos (alfarería Hualfín) derasgos técnicos muy pobres, pareciera dismi-nuir el número de sitios de asentamiento y cam-bian sus patrones. Pero estas “impresiones” sonpuramente subjetivas basadas en escasa infor-mación y circunscrita al Valle de Hualfín. Es ne-cesario realizar nuevos trabajos y fechados. Aeste primer momento sucedería una nueva fase.Aumenta el número de poblados, aparecen nue-vos tipos alfareros de mejor calidad y más ricaexpresión iconográfica (culturas Belén, SantaMaría) hay mayor producción metalúrgica yagricultura con obras hidráulicas especializa-das y sobre todo la aparición de protociudadesaglutinadas, a veces bastante extensas como esel caso de La Paya, con 602 recintos y más de 12hectáreas de superficie y quizás 2-3000 habitan-tes. Pero también en este caso se impone un ri-guroso análisis de sus diferentes momentos y

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sus contenidos específicos. Debemos discrimi-nar muy bien que es lo de desarrollo totalmen-te local y que es lo que puede estar enmascara-do por la expansión incaica. Es probable queen lo socio-político reaparezca la organizaciónseñorial.

Esta fase se altera bruscamente con la inva-sión incaica y da comienzo la Etapa Imperial. Eldesarrollo evolutivo local se ve interrumpidonuevamente por un hecho aleatorio, esta vez decarácter cultural pero igualmente imprevisible.La ruptura anterior con el fin de Aguada, fueotro hecho aleatorio, imprevisible pero de ca-rácter ecológico. Estos son los “accidentes his-tóricos” para calificarlos de alguna manera. Dis-tintos y locales que inciden en la conceptualiza-ción del proceso histórico cultural y de evolu-ción específica. El proceso evolutivo, a nivelcontinental, prosiguió en la Región Andina Cen-tral. Allí otros pueblos y culturas alcanzaron elnivel estatal o aún imperial de las sociedadescomplejas. Es evidente que este no fue el casode las culturas del NOA, que no superaron en es-ta fase preinca el nivel de desarrollo tecnológi-co, religioso y socio-político de Aguada. Aunquepudo haber diferencias de grado permaneciódentro de los límites del Formativo. Por eso entérminos generales, se debe incluir este momen-to dentro del Formativo, aclarando su situacióntardía en las subdivisiones de esta etapa delNOA. El empleo del término Tardío no implicaun categorización homotaxial equivalente al deFormativo Superior, lo que podría hacerlo con-fundir con el Preclásico Superior del Area Andi-na o Mesoamericana. Cualquiera sea la designa-ción que demos a la cultura de La Aguada, ésta-como ya señalamos- no altera para nada su im-portancia como jalón cultural en el proceso his-tórico evolutivo del NOA y es el equivalente porsus orígenes y límites temporales con el Hori-zonte Medio del Centro Nuclear Andino; aunqueesta periodización (uso de Horizontes y Perío-dos) es muy distinta, metodológicamente, a lausada en el NOA. Aguada es el jalón demarcato-

rio claro entre el Período Temprano y Tardío delas culturas de la región Valliserrana. Influenciastiahuanacotas llegaron por otras vías en otromomento a la Quebrada de Humahuaca y aleda-ños. Estas influencias no pertenecen por lo con-trario a lo que ocurre en Aguada a los inicios deTiahuanaco (Fase Queya o antes), sino que for-man parte del pleno desarrollo del clásico. Porotra parte parecen llegar directamente del Titi-caca a la Quebrada. Allí esas influencias apare-cen fugazmente sin integrarse a las culturas lo-cales. Muy distinto a lo ocurrido con la forma-ción de Aguada. El problema radica entonces encomo incluimos ambas regiones y culturas enun mismo término clasificatorio y sintético.creemos que la clasificación como Período Me-dio (comprendiendo en este caso tiempo y par-te del contenido), incluye tanto a la cultura deLa Isla de la Quebrada como a La Aguada. Ade-más, de esta manera queda implícita la similitudde orígenes de la coetaneidad de Aguada y granparte del Horizonte Medio de los Andes Centra-les. Debió existir en esos comienzos una ciertasimilitud en las causas y los mecanismos delproceso que dio origen Aguada y al TiahuanacoTemprano. Sus líneas evolutivas siguen despuésdiferentes trayectorias. Su estudio es un intere-sante ejercicio, tanto sobre la evolución especí-fica como General.

AGRADECIMIENTOS

Nuestro más profundo agradecimiento a Pau-lina Ledergerber por su dedicación sin descan-so a la organización del simposio y por su infini-ta paciencia para esperar este artículo.

A Myriam Tarragó que nos facilitó copia de al-gunos de sus importantes trabajos.

A Marta Baldini, mi colaboradora por déca-das, por haberme ayudado con su eficacia y efi-ciencia, a completar este manuscrito.

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Un complejo proceso socioe-conómico y tecnoló-gico se inició en los Andes entre los milenios quintoy tercero antes de nuestra Era,al producirse la gesta-ción de nuevas formas de obtención de alimentos através de la agricultura y la ganadería.Este conjuntode fenómenos concatenados implicó, también, uncrecimiento demográfico y la paulatina incorpora-ción del sedentarismo. En su desenvolvimiento, seprodujo el desarrollo de un nuevo nivel de organiza-ción de las sociedades americanas expresado, en elregistro arqueológico,por la aparición y la consolida-ción de aldeas con un modo de vida sedentario.Esaépoca, constatada en distintos lugares de América,recibió la denominación de Formativo (Ford 1969).

En los Andes del Sur, las nuevas condiciones de vi-da fueron englobadas en la expresión de FormativoRegional Surandino, a fin de señalar su especifici-dad con respecto al Formativo de los Andes Centra-les (González y Pérez 1966:254). En su formulaciónestos autores partieron de la consideración del For-mativo como un estadio de la evolución social equi-valente al Neolítico del Viejo Mundo,etapa en la cualla revolución agropecuaria ya estaba cumplida. Eltérmino fue redefinido por Núñez Regueiro(1974:177),desde una perspectiva que pone el énfa-sis en los modos de producción.Destaca que la agri-cultura y la ganadería constituyen una parte esencialdel modo de producción del período,se modifica latecnología con la incorporación de nuevas manu-facturas como la cerámica, los textiles por telar y elempleo del metal.

El vocablo fue aplicado con posterioridad para elNoroeste Argentino por otros autores. Raffino(1990:4) utiliza casi el mismo esquema de periodiza-ción que Núñez Regueiro sin aclarar los conceptosopuestos que se derivarían del neo-evolucionismo

cultural que asume.Olivera (1988) usa el término For-mativo como un tipo de sistema de adaptación queimplica estrategias que define como productivas. Elenfoque privilegia el estudio de la “adaptación”y unaperspectiva de análisis funcional-sincrónico.

Cabe señalar que, a pesar de las diferentes postu-ras teóricas de estos trabajos,se reiteran aspectos sus-tantivos tales como el proceso de sedentarismo, elpapel de las prácticas agrícolas-ganaderas en la pro-ducción de alimentos, la mayor estabilidad de losasentamientos, la ubicación de las viviendas estre-chamente relacionada con las labores agrícolas ypastoriles,así como el desarrollo de nuevas tecnolo-gías.Por lo tanto,en el proceso de re-significación deltérmino en los Andes Meridionales se sigue aludien-do a un contenido que nosotros consideramos bási-co y fundamental para comprender el cambio so-cial: el proceso de transformación de las sociedadeshacia una vida aldeana bien establecida,a través delas implicaciones revolucionarias que se generaronen el tránsito a la producción de alimento. Si se loconcibe en este sentido, el Formativo brinda pers-pectivas de análisis comparativo a nivel macro-regio-nal dentro de la América Andina, aspecto importan-te si se pretende abordar cuestiones generales. Encuanto al nombre, lo que interesa en última instan-cia, es el contenido de un concepto, siempre quequede claro con qué acepción se utiliza (Núñez Re-gueiro 1975:1).Dado que su uso es corriente,preferi-mos no innovar.

El período representado por comunidades iguali-tarias de índole agraria fue de corta duración en lasregiones andinas centrales. En cambio, en el suresteandino se dio un ciclo de larga duración de socieda-des de aldea. El Noroeste Argentino ofrece, en esesentido, una extraordinaria oportunidad de analizar

VIII. El Formativo de Argentina

EL FORMATIVO Y EL SURGIMIENTO DE LA COMPLEJIDADSOCIAL EN EL NOROESTE ARGENTINO

Myriam N. Tarragó

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Figura 1. Noroeste Argentino. 1, Cº Colorado. 2, Antumpa. 3, El Infante, 4, Las Cuevas. 5, Campo Colorado, 6. Kipón.7, Molleyaco. 8, Tafí. 9, Caspinchango. 10, Loma Alta. 11, Laguna Blanca. 12, Alamito. 13, La Rinconada. 14,

Los Troyanos. 15, El Cantadero.. 16, Punta del Barro.

72°

24°

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304 VIII. El Formativo de Argentina

el desenvolvimiento de sociedades aldeanas cuyaorganización social y de la producción les posibilitóuna larga estabilidad de por lo menos 1500 años.

El presente trabajo se propone realizar un balancede los datos arqueológicos disponibles acerca de lasunidades sociales conocidas. El segundo propósitoes delinear las tendencias y cambios que ocurrieronentre los siglos V y VII d.C. y que llevaron a algunassociedades formativas a producir los fenómenos deintegración y complejidad expresados,en el registroarqueológico, por el complejo estilístico y ceremo-nial conocido como Aguada.

LAS SOCIEDADES DEL FORMATIVO

El estudio de las comunidades aldeanas inicialesen el ámbito del Noroeste Argentino comenzó a per-filarse con las investigaciones de Alberto Rex Gonzá-lez, quien, a partir de 1950, ejecutó métodos para laobtención de secuencias y cronologías regionales.Entre sus principales aportes para la problemática,seencuentran las columnas cronológicas de los vallesde Tafí en la provincia de Tucumán, de Hualfín yAbaucán en la provincia de Catamarca, además desitios varios como Pozuelos en la puna jujeña y Pam-pa Grande en el sur de Salta. La secuencia maestrade Hualfín propuesta por González en 1955, fue lo-grada a través del método de seriación de contextosmortuorios. Después, con la aplicación del métododel C-14 y la incorporación del análisis cuantitativopor medio de computadora, fue posible poner aprueba esa secuencia relativa y ajustarla (González yCowgill 1975).

La obtención de marcos cronológicos básicos ylas preguntas que se suscitaron en ámbitos espacia-les acotados, actuaron de estímulo para la investiga-ción de asentamientos de aldea específicos.A partirde la década del 60, se iniciaron excavaciones ar-queológicas que se proponían este objeto de estudioen diversas regiones del Noroeste Argentino (NúñezRegueiro 1971; Pérez 1973; Heredia 1974; Dougherty1974; Raffino 1977; Sempé 1977;Tarragó 1978,1980).

Estudios recientes, que se apoyaron en aquellostrabajos primeros, han permitido profundizar el gra-do de información e incorporar nuevas entidades so-cioculturales a las ya conocidas (Berberián et al.1988,Olivera 1988,Scattolin 1990).

El conjunto de estas investigaciones demuestra laexistencia de una serie de sociedades aldeanas que

se desenvolvieron en diversos ámbitos de la regiónValliserrana y de los valles húmedos orientales en losprimeros siglos de la Era con antecedentes que al-canzan al 1000 a.C.

El Noroeste Argentino comprende los ambientesdesérticos del extremo más austral del altiplano y elpaisaje serrano del borde oriental de la Puna que,por sucesivos escalones,desciende hacia la faja sub-tropical Salto-jujeña. Es la región de los Andes Meri-dionales donde la relación con el Océano Pacíficotuvo una menor incidencia en la economía de las so-ciedades precolombinas, que en cambio contabancon múltiples accesos al Chaco (Fig 1). Estas tierrasbajas de latitudes medias ofrecían una oferta de re-cursos muy variados en el intrincado mosaico for-mado por cejas de selva,montes xerófilos,prados dealtura y bosques en galería articulados por grandesvías fluviales de escurrimiento hacia el Atlántico. Supapel fue señalado desde los inicios de las indaga-ciones arqueológicas. Parece ser la región andinaque mayor vinculación sostuvo con la vertienteatlántica propiamente dicha.

Los antecedentes del proceso aldeano todavía noestán bien documentados. Sin embargo, la informa-ción empírica, que todavía es esporádica, plantea eluso de alfarería culinaria con cocción probable dealimentos cultivados hacia el 1000 a.C. en la cuevade Cristóbal, en el borde la Puna jujeña (Fernández1988-89). Esta fecha se ve reforzada por otra similarpara restos cerámicos utilitarios en el Alero I de IncaCueva.

Entre el 600 a.C. y el siglo VI de nuestra Era, los es-pacios puneños y valliserranos aptos fueron paulati-namente colonizados por sociedades aldeanas di-versas y relativamente pequeñas que construyeron ti-pos de asentamiento peculiares (Fig 1). En la franjaoriental de la Puna,o Puna Seca,se han registrado lasaldeas de Cerro Colorado 2,La Quiaca Vieja y Tucute1,ubicadas todas en la provincia de Jujuy.En la PunaSalada u occidental de la actual provincia de Cata-marca, se hallan en forma más espaciada y vincula-das a cuencas con concentración de recursos, losasentamientos de Tebenquiche en el salar de Antofa-lla (Krapovickas 1955), Casa Chávez Montículos y si-tios anexos en Antofagasta de La Sierra (Olivera1988) y, en Laguna Blanca, una serie de núcleos al-deanos en medio de amplias instalaciones agrícolas.

El mayor número de emplazamientos aldeanos seha ubicado en el ecosistema de valles y quebradas

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mesodérmicas. En el ámbito de la Quebrada de Hu-mahuaca,provincia de Jujuy, se conoce hasta el pre-sente,la existencia de dichos asentamientos en la zo-na de Antumpa, en el conoide fluvial de Tilcara y lacuenca anexa de Alfarcito, en Estancia Grande (Pé-rez 1973) y Huachichocana. En su borde oriental seencuentran vestigios en Iruya, Santa Victoria y ValleGrande de Jujuy.Más hacia el este,el gran sistema hí-drico de los ríos San Francisco y Bermejo posee se-

ñales de ocupaciones aldeanas en montículos a lolargo de la red fluvial como en las localidades de Pal-palá,El Infante y El Piquete (Dougherty 1974).

La Quebrada del Toro y el Valle Calchaquí, en laprovincia de Salta,fueron focos importantes de desa-rrollos agrarios diversificados. Los asentamientos deCerro El Dique, Potrero Grande, Las Cuevas y Las Ca-pillas, entre otros, han sido registrados en la primeraquebrada (Raffino 1977). Por su parte, el alto Valle

Figura 2. Patrón de asentamiento. Loma Alta, Catamarca.

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Calchaquí ha proporcionado toda una serie de asen-tamientos formativos, verbigracia, Campo Colorado,Potrero Ralo, Kipón, Potrero Gutiérrez, Jaime, etc. (Ta-rragó 1980:35).En el tramo inferior del mismo río hu-bo otros sistemas agrarios que se instalaron en tornode la llanura aluvial,en la zona que comprende des-de San Carlos a Cafayate.Siguiendo por el valle de Yo-cavil,existen grandes áreas de campos agrícolas conviviendas del Formativo como ocurre en Caspin-

chango, Andalhuala y Famatanca, departamento deSanta María. El mismo tipo de patrón se sucede acontinuación, en la falda occidental del Aconquija,en una serie de oasis en las quebradas de Tesoro,Ce-rrillos (Fig 2),Buey Muerto,Zarzo,Loma Redonda,ElArenal,Las Conchas (Scattolin 1990).

En ambientes de valles más húmedos, lo que posi-bilita la formación de prados naturales de tipo “alpi-no”, se emplazan los interesantes sistemas aldeanos

306 VIII. El Formativo de Argentina

Figura 3. Patrón de asentamiento. El Alamito, Unidad D.

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de Tafí (González y Núñez Regueiro 1960, Berberiánet al. 1988), en la provincia de Tucumán, y Alamito(Núñez Regueiro 1971),en el Campo del Pucará,pro-vincia de Catamarca (Fig 3).Al oriente de estos dosconjuntos, existen huellas de aldeas con menor visi-bilidad arqueológica en las Selvas Occidentales delsur de Salta y Tucumán, tales como las descubiertasen La Candelaria,Pampa Grande,Chuscha,Choromo-ro,Molleyaco y Alto de Medina,entre otros (Heredia1974).

Los Valles de Hualfín y de Abaucán, provincia deCatamarca,proporcionaron también numerosas ma-nifestaciones aldeanas conocidas,en primera instan-cia,a partir de materiales mortuorios de sitios comoLa Ciénaga y Condorhuasi. La secuencia regionalplanteada fue controlada luego por fechados radio-carbónicos (González y Cowgill 1975).Excavacionesde áreas de vivienda,sobre todo en Abaucán,permi-tieron luego, asociar aspectos arquitectónicos y fun-cionales de índole doméstica (Sempé 1977).

En el extremo meridional del Noroeste, en los va-lles preandinos de La Rioja y San Juan se han recu-perado indicadores relacionados con antiguos pro-cesos de tránsito a la producción de alimentos culti-vados en las grutas de Ansilta.A partir del 500 a.C.sefue dando el paso paulatino a la constitución de al-deas estables con un particular manejo agrícola enPunta del Barro, Bauchaceta y Calingasta (Gambier1988).

Emplazamiento de la aldea y aprovisionamiento

La posición de las aldeas dentro del territorio deexplotación tomó variadas formas pero en todos loscasos se observa una elección apropiada para el me-jor acceso a los recursos. El análisis efectuado noslleva a plantear que la ubicación de las comunida-des agrarias del norte argentino en puntos estratégi-cos del gradiente andino o en el cruce de antiguoscaminos les permitió aprovechar los productos delos distintos pisos, así como participar en el inter-cambio de bienes con otras aldeas próximas y condiversos grupos humanos ubicados a larga distancia.Se señalan las siguientes alternativas en cuanto a lasituación de la aldea en su entorno: a) ubicación enecotonos entre la puna y quebradas del borde mon-tañoso oriental; b) posición de ecotono entre que-bradas áridas y valles más húmedos del este; c) ins-talación en la intersección de cuencas hidrográficas

de envergadura; d) colocación a la vera de caminosen nudos caravaneros que ofrecían agua y forraje(Fig 1).

La ubicación en fajas ambientales de transiciónentre ambientes de quebrada y de puna,se presentaen varias zonas como,por ejemplo,en los sistemas al-deanos de Antumpa y Estancia Grande en Jujuy;Campo Colorado,Las Cuevas y Las Pailas en Salta;Lo-ma Alta, Catamarca. Durante el ciclo agrario podíanmanipular, en cortas distancias, los recursos de pas-tos para los camélidos por encima de los 3000m.s.n.m.y los recursos hídricos de los fondos aluvio-nales de quebradas para un cultivo de valle. Sin du-da, fue una posición de gran valor desde un puntode vista económico pues posibilitaba un alto gradode autosuficiencia a esas pequeñas poblaciones.

El emplazamiento en el límite entre quebradas se-miáridas y valles más húmedos fue otra opción quemanejaron algunas sociedades aldeanas para sacarprovecho de los recursos agrícolas y forestales mu-cho más ricos y variados que les ofrecía la faldaoriental andina.Este tipo de ubicación es conspicuode la zona de Valle Grande, Iruya,Tafí del Valle y Ala-mito.

La colocación de la aldea en la intersección decuencas hidrográficas de envergadura permitía,ade-más de mejorar el acceso a recursos locales, partici-par en el intercambio de productos a mayor distan-cia dentro del marco regional.Estos factores parecenhaber interjugado activamente, en las aldeas de losvalles de Abaucán y Hualfín, en la provincia de Ca-tamarca, Iglesias en San Juan y San Francisco en Ju-juy. Un caso ejemplar se dio en el sector entre SanCarlos y Cafayate,zona “pivote”entre el valle Calcha-quí, el valle de Santa María y la confluencia de am-bos en el río Guachipas, de pendiente atlántica. Esnotable la variedad de bienes y la fuerte interac-ción de esas sociedades tanto hacia el Oriente,conla zona de Candelaria, como hacia el Pacífico, conel área de Atacama.

La situación en nudos caravaneros, con reservasde agua y forrajes, parece haber sido una elecciónpredominante en los ambientes puneños,con zonasde recursos circunscriptos y escasos.Los sistemas dealdeas en Laguna Blanca,Antofagasta de La Sierra yTebenquiche en el camino que atraviesa la puna sa-lada en dirección a los oasis de Atacama es un casode pequeñas poblaciones integradas en redes de trá-fico a media y larga distancia.Otros nudos se dieron

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en la puna Jujeña, tales como La Quiaca, Pozuelos,San Juan Mayo y Susques.

Asentamiento y organización social

Según la forma de distribución y la densidad delas casas, se pueden distinguir las aldeas con vecin-dario agrupado o de mayor densidad, los caseríos ogrupos de casas dispersas y las unidades habitacio-nales aisladas o estancias que se disponen entre loscampos de cultivo.

El patrón de asentamiento que predominó fue eltrazado alveolar o tipo Tafí.Se compone de varias ha-bitaciones circulares con muros de piedra seca,quese distribuyen en torno de un patio central. El espa-cio central parece haber sido el foco de múltiples ac-tividades tanto de índole doméstica como de carác-ter ceremonial (González y Núñez Regueiro 1960,Berberián et al.1988).

Un modelo de instalación similar, pero con algu-nas particularidades, se registró en Cerro del Dique,Laguna Blanca y el grupo de asentamientos en la fal-da occidental del Aconquija. Se trata de aldeas pe-queñas compuestas por núcleos de vivienda circula-res rodeadas de sus parcelas de cultivo que se dispo-nen en forma escalonada sobre terrazas o conos deacumulación fluvial (Fig 2).Ejemplos de este tipo deasentamiento se han registrado en Estancia Grande,Antumpa y Alfarcito en la quebrada de Humahuaca,Caspinchango y Andalhuala en el valle de Santa Ma-ría e Ingenio del Arenal.En su conjunto,como apare-cen expresados en el sitio de Loma Alta, tales case-ríos estarían representando la residencia de variosgrupos familiares intervinculados y socialmenteigualitarios (Scattolin 1990).

Otra clase de aldeas son las que presentan en laactualidad un aspecto monticular semejante a Wan-karani, en el altiplano boliviano. Se trata de aldeasconcentradas integradas por viviendas también cir-culares, pero con muros de barro, que se iban ado-sando unas a otras conformando varios sistemas deceldas.Es el caso de la aldea de Tulor en los Oasis deAtacama y de Campo Colorado,en la vertiente orien-tal. La ductilidad del barro les permitía reconstruc-ciones sucesivas en el mismo espacio.Tanto en LasCuevas como en Campo Colorado se registraron cin-co superposiciones constructivas (Raffino 1977, Ta-rragó 1980). Las características monticulares se hanobservado,también,en Punta del Barro,Casa Chávez

Montículo, La Quiaca Vieja y Cerro Colorado 2. Noobstante, los casos de patrón aldeano agrupado sonescasos.Se lo encuentra con definición,en sitios delvalle Calchaquí como Campo Colorado y Kipón,pro-bablemente también en Las Cuevas, quebrada delToro.Al parecer,estas aldeas de mayor densidad fue-ron menos frecuentes en el Noroeste y verosímil-mente estarían representando un grado de desarro-llo social mayor. Su tamaño sugiere un crecimientodemográfico considerable y prácticas agropecuariasbien establecidas.

Un asentamiento también monticular, pero de pa-trón habitacional rectangular, toda una novedaddentro del período Formativo,se desarrolló en Saujil,Valle de Abaucán (Sempé 1977: Lámina I).

En las Selvas Occidentales, en cambio, el padrónde instalación fue mucho más sencillo. Se trata defondos de cabañas cuyo contorno circular era deli-mitado con piedras que servían de apoyo a las pare-des livianas,de caña y barro.Este tipo de vivienda fuecomún tanto en el área sur, o Candelaria, como enlas Selvas Occidentales septentrionales o San Fran-cisco (Fig 1).

El primer caso de planificación recurrente del es-pacio aldeano se produjo, al parecer, en los asenta-mientos Alamito, del Campo del Pucará (Núñez Re-gueiro 1971) entre los siglos II y VI d.C.Varias habita-ciones de forma trapezoidal se disponen radialmen-te al este del espacio o patio central mientras que aloccidente se emplazan dos plataformas ceremonia-les y más hacia el oeste, un notorio montículo basu-ral. Si se atraviesa el núcleo con un eje Este-Oesteque pase por el pasillo entre las dos plataformas, re-sultan dos mitades similares (Fig 3).

Estas comunidades de aldea fueron ampliando elaprovechamiento de los espacios fértiles,que eran li-mitados y discontinuos,mediante la fisión de los nú-cleos aldeanos y la colonización de nuevas fajas. Amedida que expandían sus formas de ocupación delhábitat,fueron también desarrollando una rica gamade bienes manufacturados.

A partir de la distribución de los asentamientos enel espacio regional y de la confrontación entre losrasgos singulares y los aspectos compartidos postula-mos el funcionamiento, en los primeros siglos denuestra Era,de sistemas de aldeas vinculadas entre sípor lazos económicos y sociales. Se trataría de gru-pos agrarios de tamaño pequeño que mantuvieronrelaciones directas,cara a cara.Ubicados en las pro-

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ximidades, o entre treinta y cuarenta kilómetros,mantenían relaciones de vecindad,a través de víncu-los de reciprocidad,lo que les permitía mejorar el ac-ceso a los recursos,asegurar su reproducción y crearcontextos de refuerzo social de carácter prolongado.Estas relaciones se expresan a nivel arqueológico,enlas tradiciones tecnológicas y estilísticas comunes aligual que en los modos de instalación similares.

Según la muestra conocida,podemos visualizar es-tos sistemas en el Alto Valle Calchaquí, en la red for-mada por las aldeas de Campo Colorado,Huasa Cié-naga,Kipón,Jaime y Las Pailas temprano.Es probableque la aldea de Kipón haya sido la aldea primera omadre de las demás que fueron estableciéndose pordivisión o segregación de aquella ocupando las tie-rras aptas, de acuerdo con la propuesta de Service(1984:94) para el desarrollo de aldeas en un área derecursos diversificados. Sin embargo, parecería quecon el tiempo,Campo Colorado llegó a ser una aldeanuclear per se.En la quebrada del Toro puede haberocurrido un proceso similar.Otros sistemas aldeanosse dieron en el Valle de Santa María (Tolombón, ElBañado, Caspinchango,Andalhuala), en la Falda delAconquija, la Cuenca de Laguna Blanca y el Valle deHualfín.

Uno de los sistemas más visibles y extensos se dioen el valle principal de Tafí y quebradas subsidiariasde El Mollar,Anfama y El Pedregal conformando unacompleja trama de unidades domésticas y áreas deexplotación (Berberián et al. 1988:42,47).En la Que-brada de Humahuaca existen conjuntos de asenta-mientos con características compartidas en Tilcara,Alfarcito,Humahuaca y Estancia Grande.En el bordeoriental de la puna más húmeda se dio el sistema al-deano de la Quiaca Vieja y Cerro Colorado con pro-longaciones hacia Iruya y Santa Victoria.

Con organizaciones sociales de carácter tribal y re-laciones esencialmente igualitarias (Service1984:66,73) lograron una prolongada estabilidaddentro de ese nivel de desarrollo, manteniendo almismo tiempo diverso dinamismo en las redes detráfico a larga distancia con otros conjuntos aldea-nos del Altiplano y de la vertiente pacífica.

HACIA LA COMPLEJIDAD SOCIAL

Las condiciones de estabilidad empezaron a disol-verse hacia el siglo V d.C. manifestándose cambiosen la base económica y social.Esto tiene que ver con

las sociedades Alamito-Condorhuasi del Campo delPucará y sus vinculaciones con poblaciones del va-lle de Ambato y de Hualfín.Habría señales de luchasy desajustes a juzgar por el abandono repentino yaparentemente violento de las aldeas más tardías deAlamito. Correlativamente, en Ambato se han docu-mentando estructuras residenciales con columnasde piedra similares (Figs 3 y 4) a las de Alamito (Pé-rez y Heredia 1987; Gordillo 1990). También existenindicios de ocupaciones Alamito en la falda del pie-demonte de Tucumán.

Las transformaciones de la base económica y tec-nológica se vinculan con la explotación de nuevasvariedades de cultivos más productivos, como el ca-so de razas de maíz de mayor rinde,y amplios siste-mas de áreas agrícolas en Ambato con probablesobras de regadío (Pérez y Heredia 1987:171). Laabundancia de restos óseos de camélidos en los si-tios de residencia indica un buen desarrollo delpastoreo. Pero parece que estos avances tecnológi-cos estuvieron precedidos por situaciones de desa-justes entre el aumento de población, el desarrollode los medios de producción y probables coyuntu-ras climáticas desfavorables entre el 450 y 600 d.C.,al menos en la parte centro-oriental de la región Va-lliserrana.

A comienzos del siglo VII, dos esferas de interac-ción económica y sociocultural independientes es-taban funcionado en los Andes de Argentina: Agua-da e Humahuaca. Esta última se relaciona con laspoblaciones Yavi Temprano (Cerro Colorado sitio 2),Las Cuevas y La Isla de Tilcara que desde núcleos po-blados en la Puna Seca y en la Quebrada homóni-ma, complementaban los recursos de la altiplaniciepuneña, quebrada y valles, entre los 22° y 25° de La-titud Sur. Mantenían, a la vez, activas redes de inter-cambio con regiones bajo el influjo de Tiwanaku,co-mo las tierras altas y valles meridionales de Bolivia(territorios Lipez y Chicha),el Loa y los Oasis de Ata-cama. Permanecieron, en cambio, fuera de la esferade interacción de Aguada, hecho altamente signifi-cativo para comprender los procesos de los AndesMeridionales durante la época de Tiwanaku (Brow-man 1980,Tarragó 1977).

La segunda esfera de interacción abarca el com-plejo proceso socioeconómico y religioso conocidocomo “La Aguada” que se desarrolló en el corazónsemiárido de la región valliserrana y en su bordeoriental húmedo (González 1961-64 y trabajo en este

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libro). La densidad de sitios arqueológicos, su dife-renciación y subordinación dentro de sistemas deasentamientos más grandes, pero sobre todo la apa-rición del conjunto arquitectónico constituido por el“núcleo plaza-pirámide”, sugieren un crecimientodemográfico notorio con respecto a los sistemas dealdeas de comienzos de la era y cambios en el nivelde organización social con la gestación de estamen-tos sociales jerarquizados. Estructuras ceremoniales

de tal carácter se han observado en la Loma Largade Shincal,Valle de Hualfín, en Chaquiago y en An-dalgalá. En el Norte de La Rioja se han registrado si-tios en Bañados del Pantano,Anillaco, El Cantadero,El Pedregal y Los Troyanos.Estos últimos presentan laparticularidad de estar adornados por piedras detres colores,blanco,negro y rojo.

Sin embargo, parece ser que el centro “Iglesia delos Indios”en La Rinconada de Ambato,precisamen-

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Figura 4. Iglesia de Los Indios, La Rinconada. Plataforma. Detalles constructivos (según Gordillo 1990).

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te el más antiguo, fue el que alcanzó mayor enverga-dura. Con una fecha para la base de la pirámide de570 d.C.,sufrió varias fases constructivas hasta alcan-zar la planta en U característica (Fig 4, Gordillo1990:21-23). Un centro probablemente similar ha si-do documentado por Pérez y Heredia (1987:166) enel “Bordo de los Indios”.

El complejo religioso gestado en torno del culto fe-línico, de viejas raíces andinas, del hombre-jaguar yde la práctica del cráneo trofeo debió de estar estre-chamente vinculado con el uso de alucinógenos y elproceso de transformación chamánica.

Un abundante bosque con el árbol del cebil se de-sarrolla al este de Ambato, en la falda oriental de laSierra del Alto.Si bien participó de los adelantos tec-nológicos de las sociedades altiplánicas y de un an-tiguo núcleo mítico-simbólico sur andino (Pérez1986), puso de manifiesto en el transcurso de su de-senvolvimiento una sensible autonomía con respec-to a los centros hegemónicos del altiplano.

La expansión de esa concepción religiosa a di-versas zonas a través de la circulación de objetosceremoniales y de los cruentos rituales, incidió dediversas formas en las sociedades de un amplio ra-dio desde Angastaco, en Salta, hasta el norte deSan Juan y desde Antofagasta de La Sierra y Teben-quiche hasta la ceja de bosque en Ancasti y Tucu-mán, por el oriente. Considerada en primera ins-tancia como una entidad cultural unitaria, diver-sos estudios plantean ahora, que la Aguada es lamanifestación arqueológica de un proceso de in-tegración regional (Pérez y Heredia 1987, NúñezRegueiro y Tartussi 1987).

Por nuestra parte, pensamos que el complejoAguada con sus varias manifestaciones territoria-les y estilísticas diferenciales, es el reflejo a nivelarqueológico, de organizaciones sociopolíticas decarácter teocrático que se encontraban en distin-tos niveles de consolidación de su poder político.Las representaciones iconográficas plasmadas enestilos altamente visibles actuaron de legitimación

de esas organizaciones dentro de los diversos es-pacios regionales (Earle 1990).

Se trata de la aparición, por primera vez en el No-roeste, de relaciones sociales desiguales o asimétri-cas. Los linajes de los señores-sacerdotes habríanejercido su influencia en el mundo circundante através de redes de “redistribución”de bienes de altovalor simbólico, desde los centros ceremoniales dedistinta jerarquía.

En el estado actual del conocimiento,el sitio de LaRinconada aparece como el centro de mayor nivelde desarrollo socioeconómico como político,proba-blemente sustentado por un recurso de primera im-portancia en la vida ceremonial andina, la naturale-za psicotrópica del árbol del cebil (Anadenantherasp.) y por el trabajo de especialistas en bienes sun-tuarios.

Hacia el siglo IX d.C.,los centros ceremoniales quehabían actuado como polos de desarrollo y ejesaglutinantes,habían dejado de funcionar.Mientras sedescomponía el fenómeno Aguada otros procesosestaban en gestación anunciando un nuevo nivel deevolución social en el Noroeste Argentino. La épocade Desarrollos Regionales se caracterizó por la con-formación de sociedades pre-estatales jerarquizadas,con un mayor énfasis en los aspectos seculares de lavida social.Tal desenvolvimiento se basó en un cre-cimiento demográfico notable, la intensificación dela ganadería y de la agricultura hidráulica,y la espe-cialización artesanal altamente calificada, aspectostodos que posibilitaron el desarrollo de organizacio-nes políticas poderosas expresadas en ámbitos terri-toriales bien definidos y con cabeceras urbanizadas.

Agradecimientos.

Agradezco la lectura y las valiosas correccionesdel manuscrito al Dr. José A. Pérez y al Lic. Miguel A.Palermo. Igualmente expreso mi reconocimiento aPaulina Ledergerber, organizadora del Simposio so-bre el Formativo.

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INTRODUCCIÓN

El presente trabajo intenta analizar el procesocultural precolombino,sobre todo el desarrollo tec-nológico, de la cuenca del río Plata, la cual abarcabuena parte del sudeste sudamericano(Fig. 1).

Reiteradamente se ha intentado erigir al Formati-vo como una de las etapas que mejor unifica a la ar-queología americana.Pero esto puede ser válido,nosin objeciones,sólo para las áreas llamadas “nuclea-res” y “perinucleares” (Andina y Mesoamericana).En la mayor parte de las tierras bajas llamadas “mar-ginales” su aplicación ha enfrentado mayores difi-cultades y por ende fue más esporádica. Su defini-ción ha soportado variantes, pero la acepción másrepetida lo concibe como la etapa cultural en laque aparecen y/o se afianzan una serie de aspectosque son fundamentales para los desarrollos máscomplejos que luego emergen,a saber: la cerámica,vida aldeana, prácticas agrícolas intensivas, cultoselaborados,arquitectura y arte relacionado al culto,jerarquización social (Coe 1963:31,Willey y Phillips1958:144, Ford 1969:5). Es decir que ese complejode rasgos habría sido la base en la que se asentaronlos desarrollos posteriores que en algunas regionesdesembocaron en las “altas culturas”. Tal concep-ción no tiene cabida en otras áreas que no sean las“nucleares”, por lo que fue sufriendo modificacio-nes al extenderse su aplicación a otros ámbitos delcontinente.De todas maneras,en la arqueología delsudeste de América del Sur este concepto pasó ca-si desapercibido. Es que las características de losdesarrollos culturales en la mayor parte de las tie-rras bajas son muy diferentes a los de las áreas pa-ra las que fue creado.

En síntesis, el Formativo, como otras unidades ta-xonómicas,adolece de diversos problemas,no sólode índole operativa sino también algunos que se

derivan de su inspiración e implicancias teóricas.Estas y otras razones comprometen su vigencia enla arqueología americana.

Aunque la fragmentación de los desarrollos cul-turales en unidades como “etapas” o “períodos” esun expediente instrumental muchas veces necesa-rio, ello a menudo genera más problemas que solu-ciones a la hora de interpretar la dinámica cultural,sobre todo en un tipo de desarrollo como el queaquí se analiza.En consecuencia,en este trabajo seadoptará una aproximación de sistematización in-tegrativa diferente y se aplicará como categoría ma-yor la noción de “tradición”. No por que este con-cepto esté excepto de problemas,sólo por el hechoque para este caso y contexto particular es el máspertinente. En la mayoría de las síntesis culturaleselaboradas para el área se lo viene utilizando comounidad de integración.Por otro lado,no tiene un en-casillamiento teórico ni una definición rígida queinhiba su readecuación.También facilita una mejorvisión de la continuidad cultural.

Lo crucial, entonces, es explicitar el significadoque se le otorga y definir algunos parámetros parasu acotación:

-Se trata de la pervivencia continuada, en un lap-so de tiempo y en un espacio determinado, de laspropiedades formales básicas de un conjunto deasociaciones de artefactos.

-Las entidades que conforman una tradicióncomparten un conjunto de rasgos básicos, pero elmismo casi nunca se repite en forma idéntica, ho-mogénea o unitaria, porque la realidad cultural esvariable.

-Una tradición puede no corresponderse con unaunidad racial, lingüística o étnica.

-En una misma tradición es perfectamente posi-ble y más bien cabe esperar variación adaptativadiacrónica y/o sincrónica.

VIII. El Formativo de Argentina

EVOLUCIÓN DE LA TECNOLOGÍA PREHISTÓRICA EN EL SUDESTE DE AMÉRICA DEL SUR

Jorge Amilcar Rodríguez

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316 VIII. El Formativo de Argentina

-El que se definan tradiciones amplias, abarcati-vas o en su defecto restringidas depende de los cri-terios clasificatorios que aplica el investigador.Aquí, dadas las características del desarrollo cultu-ral y con el propósito de potenciar su significaciónsistemática, se tiende a enfatizar la diferenciación,resultando un esquema bastante partitivo.

En el análisis que sigue se ha puesto énfasis en loartifactual,en lo tecnológico,ya que es la evidenciaa disposición mas abundante y sólida. La recons-trucción que se propone no tiene otra pretensiónque sugerir lineamientos generales, algunos plan-teos y argumentos son especulaciones que necesi-tan corroborarse.

AMBIENTES Y PALEOAMBIENTES

En la actualidad esta parte del continente es tem-plada, con una temperatura media anual que varíaentre 23°C en el norte y 15°C en el sur, y relativa-mente húmeda, con precipitaciones que fluctúanentre 2200 mm y 1000 mm.Su relieve es alto y ondu-lado en el sector septentrional,donde se manifiestael plan alto brasileño, y relativamente bajo y llanoen la parte meridional, produciéndose esa transi-ción en forma gradual. Los dos tipos de vegetacióndominantes son la selva (pluvial atlántica, de arau-caria, tropical, en galería) y la sabana (abierta y ce-rrada). La variación ambiental que se manifiesta esmarcada, pudiendo ser sintetizada esquemática-mente así: (a) el plan alto, (b) la planicie costeraatlántica (c) las sabanas y estepas, (d) la llanura ri-bereña paranaense.

En el pasado el clima experimentó en esta partedel continente reiterados cambios (Markgraf yBradbury 1982:41, Iriondo 1991), con la consecuen-te transformación de las comunidades vegetales yanimales (Ab´Saber 1977:2, 1989:20, Ochsenius1985). Una síntesis esquemática de los eventos so-bresalientes, ocurridos en los últimos 15000 años,indicaría lo siguiente: al inicio de ese lapso el climafue más frío y seco que el presente, después del12000 comienza la transición Pleistoceno\Holoce-no con una elevación gradual, al principio lenta ydescontinua, de la temperatura y la humedad (hayalternancia de períodos con precipitaciones inten-sas); para el 8000 ya está instalado un clima subtro-pical húmedo (tropical en el norte del área) quecon alguna alternancia (árida) persiste hasta el3500, dentro de este intervalo hay que notar el “op-timun climaticum” (± 5500) cuando la temperaturay la humedad alcanzan su máxima expresión; con

posterioridad se suceden los eventos áridos del± 3000-1500, ±700 y ±300 A.P. de gran significaciónpara las poblaciones humanas.

ENUMERACIÓN DE LAS ENTIDADES

Tradiciones acerámicas

Una descripción más amplia de estas entidadespuede encontrarse en Kern (1983), Schmitz (1987)o Rodríguez (1992), quienes a su vez han recopila-do información de numerosas fuentes.

Las manifestaciones más tempranas que apare-cen en el área entre 12500 y 9000 A.P. (Miller1987:54) corresponden a lo denominado como tra-dición Paleoindígena.Exhibe evidencias,hasta aho-ra, solo en el río Uruguay medio pero es muy posi-ble que tenga una distribución mayor. El ambienteocupado parece ser la sabana y la selva en galeríade los ríos mayores. Los vestigios exhumados con-sisten en artefactos líticos tallados,muy escasos res-tos faunísticos y algunas semillas quemadas.

La tradición Umbu se hace presente por lo me-nos en el 8000 A.P. y persiste hasta el afianzamientode las entidades cerámicas.Tiene una amplia distri-bución en casi toda el área, ocupando ambientesabiertos variados. El registro material consiste bási-camente en artefactos de piedra tallados y pulidos.En unos pocos sitios se han detectado artefactos dehueso, restos de fauna (holocénica), semillas, frutosy enterramientos humanos.

Sobre las márgenes del río Sao Francisco Verdadei-ro, afluente del Paraná, Chmyz (1982:14) encontrómanifestaciones poseedoras de puntas de proyectil ytrabajo bifacial, que denominó Fase Vinitú. En unprincipio no fue adscripta a tradición alguna, peroúltimamente algunos autores (Schmitz 1990, Ribeiro1990) la han incluido en Umbu.Se ha sugerido paraeste complejo una antigüedad de unos 8000 A.P., locual no está corroborado por dataciones absolutas.

La tradición Humaitá, previamente subtradiciónTamanduá (Rodríguez 1992:182), se distribuye bási-camente a lo largo de los ríos que surcan el Planalto(Paraná, Uruguay, Jacuí, etc.) y que tienen densa ve-getación selvática en sus márgenes, a veces mezcla-da o próxima al bosque de araucaria.La caracterizauna industria de artefactos líticos que combina tallabifacial gruesa y unifacial. Su antigüedad máximaestá todavía en dudas,por algunos indicios podría re-montarse hasta unos 8500 A.P., pero sus datacionesmás seguras son a partir del 7000 A.P., persistiendohasta la aparición de las entidades cerámicas.

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La tradición Ivaí, antes subtradición Ivaí, tiene sudistribución centrada en la cuenca del Paranápane-ma, donde aparece alrededor del 6500 A.P. y en elUruguay medio,donde se hace presente a partir del4500 A.P. La vegetación en estas regiones es la selvaextendida y ribereña respectivamente.El registro sereduce por lo general a materiales líticos con tallaunifacial y pulidos.

La tradición Litoraleña se presenta entre el 6500 yel 1200 A.P.a lo largo de la costa atlántica,desde To-rres\Tramandaí hacia el norte.Se trata de los montí-culos (conchales) denominados “sambaquies”. Ex-hibe artefactos de piedra, concha y hueso. Los res-tos faunísticos más abundantes son los provenien-tes del mar.Son comunes los entierros primarios,ex-tendidos o flexionados, a veces depositados en fo-sas apuntaladas con huesos de ballena,piedra o ar-cilla. Pueden estar cubiertos de ocre y acompaña-dos de alguna sencilla ofrenda.

Tradiciones cerámicas

La tradición cerámica más antigua parece ser Sa-banas Bajas, remontándose al 2400 A.P.. Se subdivi-de en tres subtradiciones: Salto Grande,Vieira e Ibi-cueña.Tuvo su distribución en la parte meridionaldel área, ocupando particularmente las márgenesde ambientes acuáticos, ya sean ribereños, laguna-res o de esteros. La caracterizan artefactos líticostoscos, instrumentos de hueso y una cerámica pre-dominantemente lisa,de formas simples y manufac-tura rudimentaria.Además,el registro generalmentetambién incluye restos faunísticos (sobre todo ma-míferos,peces y moluscos).Se exhumaron entierrosprimarios y secundarios, particularmente en Vieirae Ibicueña.

La tradición Planáltica, que es más o menos con-temporánea de la anterior,está conformada por dossubtradiciones:Tacuara e Itararé. Como su denomi-nación lo indica su distribución se centra en el Pla-nalto, al sur del Paranápanema, pero también llegóa extenderse a la costa atlántica adyacente. De sucultura material se ha encontrado: cerámica, arte-factos de piedra y hueso,algunos elementos de cor-delería y textilería,de madera y caña.Un rasgo muytípico es la presencia de casas pozo.Suelen presen-tarse otras estructuras de tierra, como montículos ycordones circulares o rectangulares.

La tradición Ribereña Paranaense se conformacon: la subtradición Goya-Malabrigo y la fase Lechi-guanas.Se distribuye a lo largo de la llanura aluvialdel Paraná medio y bajo, en el delta y el bajo Uru-

guay.A ambas manifestaciones las unifica la presen-cia de una cerámica bien elaborada con la técnicadecorativa del surco rítmico como rasgo más típico.Goya-Malabrigo se distingue por los escultóricosapéndices zoomorfos. Los restos faunísticos de ani-males de la várzea del Paraná suelen ser abundan-tes. En los mismos sitios habitacionales aparecenentierros primarios en posición extendida y secun-darios (paquetes funerarios).

La tradición Tupiguaraní llega al área ya desarro-llada unos 1500 A.P.para expandirse por buena par-te de la misma,ocupando básicamente los ambien-tes con formaciones selváticas. En lo que se refierea su cultura material la define una cerámica condecoración plástica y formas de vasijas bastante ex-clusivas. Hay además instrumentos de hueso y líti-cos tallados o pulidos.Suelen presentarse abundan-tes restos faunísticos de ambientes acuáticos comoterrestres. Los entierros secundarios en urnas sonlos más populares.

TECNOLOGÍA LÍTICA

Artefactos tallados

Paleoindígena se caracteriza por tener puntas deproyectil, bifaces (preformas), cuchillos bifaciales,raspadores (circulares, terminales, laterales), lascascon rastros de uso y “choppers” . Las puntas son pe-dunculadas,con limbo triangular estrecho,poca de-finición morfológica y de un tamaño que tiende aser reducido.

El conjunto de Umbu es muy semejante al antesdescripto, se agregan nuevos tipos de raspadores,muescas, puntas perforantes, y buriles. Las puntasde proyectil son por lo general de mayor tamaño yaparecen nuevas formas. (Fig. 2, 9 al 12). Se observadiversidad tipológica y variación morfológico\esti-lística entre los conjuntos de las distintas fases, locual es de esperar dada la amplitud espacial y tem-poral abarcada por la tradición.

Ivaí exhibe especímenes unifaciales (Fig.2,1 al 4)careciendo de puntas de proyectil y de cualquierotro artefacto producido por percusión o presiónbifacial. El conjunto se compone de raspadores devarias clases, choppers, puntas perforantes, mues-cas, lascas y núcleos con rastros.Algunos tipos sonsemejantes a los que se pueden observar en las dosentidades anteriores.

Los artefactos más típicos de Humaitá se diferen-cian claramente de los de las anteriores tradicio-nes, (Fig.2,5 al 8) tal el caso de los bifaces (elonga-

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dos, angulares “clavas”,“rectos”,“picos”), que en al-gunos casos alcanzan notable tamaño (18 cm de lar-go). Los especímenes unifaciales: raspadores, chop-pers,cuchillos,muescas y lascas utilizadas,aparte delmayor tamaño,suelen ser bastante semejantes.

La fase Vinitu está caracterizada por un conjun-to de artefactos que tanto en los aspectos técnicoscomo en los morfológicos tiene claras diferencias

con el resto de las entidades.Se compone de: pun-tas de proyectil (pedunculadas de limbo triangu-lar y apedunculadas foliáceas y triangulares), ras-padores, cuchillos bifaciales, lascas y núcleos conrastros de uso.

Litoraleña por lo general muestra especímenestallados bastante toscos,atípicos y poco estandari-zados: lascas y núcleos con rastros de uso,“chop-

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Figura 2. Artefactos líticos de entidades del área. 1 al 4 talla unifacial tosca; 5 al 8 talla bifacial tosca;

9 al 12 talla bifacial fina por percusión y presión.

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Figura 3. Artefactos de la tradición Sabanas Bajas: del 1 al 6 cerámica: formas y decoración; del 7 al 9 lítico pulido;

del 10 al 12 instrumentos de hueso; del 13 al 14 lítico tallado.

pers”y “chopping tools”,hachas bifaciales,algunosraspadores, puntas perforantes y en ciertos casospuntas de proyectil.

Las tradiciones cerámicas Planáltica y SabanasBajas heredan el lítico de las tradiciones que las an-tecedieron en sus respectivas regiones. Los artefac-tos de Taguara muestran similitudes con los de Hu-maitá, mientras que los Itararé parecen vincularsemás con Ivaí. En el caso de Sabanas Bajas, SaltoGrande también se vincula a Ivaí (Fig. 3, 13 y 14). Elconjunto de Vieira parece combinar varias influen-cias, sobre todo de Litoraleña y de Umbu, es tosco,de morfología atípica,con numerosos especímenespequeños, compuesto por: lascas y núcleos utiliza-dos, choppers, raspadores y puntas de proyectil. Ibi-cueña presenta por lo general pocos artefactos depiedra, debido fundamentalmente a la carencia dematerias primas en su hábitat.

Con Ribereña Paranaense ocurre algo similar, losespecímenes suelen ser escasos y toscos.

La tradición Tupiguaraní exhibe algunos artefac-tos típicos en otras tradiciones del área, como loschoppers, raspadores, lascas y núcleos con rastros ya veces puntas de proyectil.El conjunto suele ser re-ducido y sufre algunas variaciones regionales.

Técnicas de manufactura

Paleoindígena aplicó la talla bifacial por percu-sión y presión de bastante buena calidad para laelaboración de las puntas de proyectil, de algunoscuchillos y raspadores. El resto del instrumentalfue elaborado utilizando percusión unifacial. Lamisma es directa,efectuada con percutores (guija-rros) de distinta dureza y en algunos casos conapoyo en litos que actuaron como yunques. Las

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formas-base seleccionadas fueron guijarros o las-cas de espesor variable.

En Umbu se aplicaron las mismas técnicas paralos mismos propósitos con mínimas innovacio-nes.Las variantes tienen que ver con la diversifica-ción que resulta de su amplia dispersión espacialy temporal. Se tallaron los artefactos directamen-te sobre guijarros o sobre lascas desprendidas delos mismos.

Ivaí presenta una talla unifacial tosca sobre gui-jarros semejante a la ya descripta,pero está ausen-te el trabajo bifacial y por presión. Los especíme-nes están elaborados,en proporción más o menospareja, sobre lascas medianas o chicas obtenidasde guijarros o directamente sobre éstos. La tallacasi nunca es extendida y se limita a configurarun borde activo apto para el logro de algún pro-pósito.

Humaitá tiene una modalidad técnica que esdistintiva. Combina también tallado bifacial y uni-facial, pero el primero difiere del realizado en Pa-leoindígena y Umbu por su aspecto más tosco ypor emplear lajas y bloques en lugar de guijarros,pero básicamente porque su aplicación buscó ob-tener directamente instrumentos en lugar de pre-formas aptas para puntas de proyectil.

La fase Vinitu exhibe tallado bifacial por percu-sión y presión por un lado y unifacial por otro.Conrelación a las otras entidades,este último suele sermás cuidado,más extendido (la formación abarcaa toda o casi toda la pieza) y se nota mayor reto-que y retalla. Una particularidad técnica es quemuchas de las puntas de proyectil se elaborarondirectamente a partir de lascas delgadas. La mayo-ría de los artefactos están elaborados sobre lascas.

Litoraleña exhibe un tallado rudimentario y ex-peditivo, que combina la percusión directa unifa-cial y el piqueteado bifacial. Cuando hay retalla oretoque se limitan al trabajo del borde activo.

Las tradiciones cerámicas Planáltica y SabanasBajas reiteran las técnicas de las entidades prece-rámicas que las antecedieron, como ya fue nota-do, pero se observa un claro decaimiento de lasmismas, lo que se manifiesta en artefactos más tos-cos y menor variedad de tipos, posiblemente enrespuesta al desarrollo y/o al énfasis puesto enotras tecnologías (cerámica, hueso, madera y qui-zás de la cestería, cordelería e incluso textilería).

El desarrollo del lítico tallado en Ribereña Para-naense no es destacado,debido posiblemente a lacarencia de materias primas en buena parte del te-rritorio ocupado.

En el caso de Tupiguaraní, aparentemente fueadoptando la tecnología unifacial cruda típica delárea y en algunos casos el trabajo bifacial por per-cusión y presión para elaborar puntas de proyectil.

La talla bipolar,si bien está presente en el área,apa-rece esporádicamente,particularmente en algunos si-tios de las tradiciones Litoraleña,Vieira y Umbu.

Materias primas

Se empleó mayormente guijarros de cuarcita,cal-cedonia o basalto, y bloques o lajas de basalto. Loscantos rodados se pueden obtener en los valles dela mayoría de los ríos del área,mientras que los aflo-ramientos de basalto rojo son más habituales en elPlanalto.

Paleoindígena utilizó bloques y lajas de basalto yde arenisca metamórfica así como guijarros decuarcita, calcedonia, basalto, carneolita y ópalo.Umbu, Ivaí y Sabanas Bajas emplearon una gran va-riedad de guijarros, entre los que predominan losantes nombrados.Humaitá en cambio utilizó sobretodo lajas y bloques de rocas volcánicas (ej. basal-to) y arenisca silicificada, en menor cantidad guija-rros de diversas clases. Planáltica reitera lo antesmencionado para Humaitá, incorporando mayorproporción de guijarros. Litoraleña empleó cuarzo,granito, basalto, arenisca, diabasio, esquisto.

En casi todas las entidades hubo una variaciónregional que generalmente estuvo condicionada ala distinta disponibilidad de materias primas.

Artefactos Pulidos

Para Paleoindígena no se han registrado eviden-cias de este tipo,pero no se puede aseverar que esoimplique carencia de esta tecnología. La mismaestá claramente representada a partir del 7000 A.P.por artefactos para la molienda (molinos y/o mor-teros), para percutir (hachas, azuelas, picos y ma-nos), para arrojar (bolas y lenticulares); así comopesas de red y las piedras con hoyuelo,que en algu-nos casos son “quiebra cocos”, pero en muchosotros su funcionalidad no está clara.

Umbu presenta en algunas de sus fases tempra-nas bolas y hachas,más adelante incorpora algunosespecímenes de molienda, sobre todo en sitios lo-calizados próximos al bosque de araucaria. Hu-maitá parece adoptar el lítico pulido en momentostardíos, siendo los especímenes más populares lashachas (circulares), bolas y lenticulares y elemen-tos de molienda.En Ivaí está presente desde sus co-

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mienzos, con una gran diversidad de especímenes:bolas con y sin surco, molinos chatos, manos, ha-chas, piedras con hoyuelo y en la fase La Palomaplacas grabadas.En Litoraleña también esta clase deartefactos son numerosos, pero la manufactura escruda y en muchos casos no son verdaderamentepulidos sino piqueteados y/o alisados.La excepciónes la calidad artesanal de los “zoolitos”,especímenescon posibles connotaciones artístico/religiosas.

Las tradiciones Planáltica y Sabanas Bajas, comoes de esperar, incorporaron buena parte del líticopulido que ya existía en los conjuntos de las entida-des que en cada región las antecedieron. Se nota,particularmente en Sabanas Bajas,una marcada de-gradación en la calidad de esta tecnología (Fig. 3,7,8 y 9). Planáltica posee sobre todo elementos demolienda. Tupiguaraní presenta hachas (trapezoi-dales, troncocónicas, circulares, con agujero cen-tral),molinos chatos,manos y piedras con hoyuelo.

PLANTEOS GENERALES REFERIDOS ALLÍTICO

Sintetizando lo ya expresado, en el área se mani-fiestan cuatro modalidades del tallado de la piedra:a)percusión unifacial restringida y tosca (presenteen todas las tradiciones) (Fig.2,1 al 4),b)percusiónbifacial gruesa (Humaitá) (Fig. 2, 5 al 8), c)percu-sión bifacial fina y presión (Paleoindígena, Umbu,Vinitu,Vieira,Tupiguaraní) (Fig. 2, 9 al 12), d)percu-sión unifacial extendida sobre lascas (Vinitu).

La modalidad unifacial tosca, lejos la más popu-lar del área por su dispersión espacial como tempo-ral,está presente en la mayoría de las entidades, so-la o conjuntamente con otra modalidad.

La evidencia actual indica que la asociación detalla bifacial fina y unifacial tosca tiene las datacio-nes más tempranas en el área.Aunque no hay datoscontundentes en contra de eso, se pueden planteardudas sobre si es la más antigua,ya que la sospechade que pudo haber sido antecedida por complejosexponentes de la talla exclusivamente unifacial esfuerte.Contribuiría a esclarecer ese problema el de-terminar la verdadera naturaleza de la asociaciónque caracteriza a la fase Ibicuí,por ahora dentro dela tradición Paleoindígena (Miller 1987:54), que encaso de carecer de puntas de proyectil líticas, con-trariamente a lo que se ha supuesto, podría conver-tirse en un exponente bien antiguo de los comple-jos unifaciales.

En regiones vecinas,situadas más al norte (NE deBrasil), parece darse la situación de que los com-

plejos unifaciales anteceden a los bifaciales conpuntas de proyectil.Esto se repite en varios sitios co-mo:Alice Boer (Bryan y Beltrao 1978),Lapa Vermel-ha, Santana do Riacho, Lapa do Boquete (Prous1986),Abrigo do Sol (Miller 1987) y Toca do Boquei-rao da Pedra Furada (Guidón 1986, 1989). Aunqueesa evidencia no es totalmente contundente, puesalgunos de los sitios presentan problemas, debe to-marse en cuenta.

Si ese fuera el caso,el argumento de que los com-plejos del área que exhiben conjuntamente talla bi-facial y unifacial, exhibiendo como artefacto másdiagnóstico a las puntas de proyectil, sean un desa-rrollo local, originado de esas expresiones exclusi-vamente unifaciales puede adquirir entidad.

Es preciso hacer notar que resulta sugestiva esacombinación de talla por presión y percusión bifa-cial (empleada preferentemente para la manufac-tura de puntas de proyectil) con unifacial tosca.Porun lado,porque se repite con pocas variantes en di-ferentes tradiciones y por su dilatada persistenciahasta momentos bien tardíos. Pero por otro, porquecombina una tecnología relativamente sofisticada,que requiere destreza e insume esfuerzo y tiempo,no solamente para el tallado sino también para ob-tener la materia prima apropiada, con otra que tie-ne características exactamente diferentes, es rudi-mentaria, expeditiva y los productos resultantesson toscos y utilitarios.En estos últimos artefactos,tan comunes en casi todas las tradiciones delárea, se nota como preocupación principal el lo-grar un borde activo apto para cumplir alguna fun-ción, no interesa la formación integral de la pieza,ni lo estilístico.

Por otra parte,las puntas de proyectil muestran unacalidad de manufactura variable, pero son minoríalas que exhiben una terminación que pueda califi-carse como sobresaliente, lo cual puede deberse enciertos casos a carencias técnicas, a la escasez demateria prima apropiada y a la existencia de ciertoscondicionantes en la utilizada, pero sobre todo a lafalta de interés por lograr mejores productos.

La tecnología lítica muestra su mejor calidad enmomentos tempranos,al inicio de la puesta en prác-tica de cada modalidad, luego por lo general, no senota un perfeccionamiento o mejoramiento con elpaso del tiempo, sino más bien un gradual decai-miento, que se hace notorio al incorporarse la cerá-mica.

Es llamativa la amplia distribución tanto espacialcomo temporal de algunos artefactos, repitiéndosesin variantes notorias en varias tradiciones; tal el ca-

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so de las piedras con hoyuelo y de algunos tipos deraspadores, hachas, molinos y bolas arrojadizas. Otrapeculiaridad para apuntar es la forma como apare-cen las “placas grabadas”, restringidas básicamente ala localidad de Salto Grande en el río Uruguay medio.

Es notable la estabilidad de la tecnología de ma-nufactura, de la morfología y de la composición ti-pológica de los conjuntos, perdurando en cada tra-dición por miles de años.

TECNOLOGÍA CERÁMICA

Sabanas Bajas muestra una diversidad regionalde este aspecto cultural, que se expresa sobre todoen lo estilístico (decoración).Pero guarda uniformi-dad en otros rasgos como: la apariencia general tos-ca y simple, el color predominantemente sepia dela superficie, las formas globulares simples, la coc-ción deficiente, la manufactura por acordelado y lapasta semicruda y frágil.El antiplástico más populares la arena, también incluye gránulos de hemetita yde cuarzo y en Salto Grande espículas de UruguayaCoralloides.El tratamiento de la superficie suele re-ducirse a un alisado,el color puede ser sepia,naran-ja o variantes del gris. Las vasijas lisas son bastantemás abundantes que las decoradas.Las técnicas de-corativas más populares son el inciso,el punteado yla aplicación de pintura roja (Fig. 3, 1 al 6). Los mo-tivos son geométricos y rudimentarios,salvo el casode Ibicueña donde se nota mayor complejidad yademás se extienden a la mayor parte de la pieza.

Planáltica posee una cerámica también poco so-fisticada,pero con decoración y algunas formas máscomplejas que la anterior.Además de las escudillas,platos y ollas subglobulares aparecen recipientesmás altos y con cuello insinuado.Las técnicas deco-rativas consisten en: punteado, punteado arrastrado,impreso (de cestería, mallas y cordeles) inciso y es-tampado. En fases tardías aparecen técnicas típicasde la tradición Tupiguaraní.En la subtradición Taqua-ra la cerámica no es abundante, pero predomima ladecorada.Por el contrario en Itararé domina la lisa.

La tradición Ribereña Paranaense exhibe unatecnología cerámica más elaborada que las dos yamencionadas, que se hace evidente en una mejorcochura, un tratamiento de la superficie y de la de-coración bastante más depurado, lo cual alcanzagran sofisticación en el modelado de los apéndiceszoomorfos de Goya-Malabrigo (Fig. 4, 1 al 7). En Le-chiguanas las técnicas son surco rítmico, inciso,punteado y pintado (rojo); en Goya-Malabrigo seagregan el impreso (redes,cordeles,cestería),cepi-

llado,pintado (rojo sobre blanco o crema) y engoberojo. Entre los productos que actuaron como an-tiplástico cabe notar la presencia de tiestos molidos.

La entidad Tupiguaraní también exhibe un muybuen dominio de esta tecnología,tanto en lo referen-te a manufactura como a decoración. Se brindó es-pecial atención a la confección de las urnas funera-rias. Hay que notar la variedad de técnicas decorati-vas aplicadas:corrugado,dígito/unguicular (Fig.4,8 y9), estampado/unguicular, brochado, punteado, inci-so, pintado (motivos geométricos en rojo, negro omarrón sobre un fondo blanco o crema) y engoberojo.Es habitual que la decoración plástica se extien-da a toda la pieza.En cuanto a las formas,las más dis-tintivas son las vasijas de contorno carenado,los fon-dos cónicos y planos y los cuellos bien insinuados.

Origen y desarrollo

Está bastante claro que la tecnología cerámica in-gresa al área desarrollada y que su dispersión se pro-duce gradualmente,al difundirse por contacto direc-to entre poblaciones vecinas.Es decir, se trata de co-munidades de las tradiciones precerámicas que yahabitaban el área,que en determinado momento to-man conocimiento de la innovación y la adoptan.Enalgunos casos,esto probablemente ocurre en mediode una situación de transformación de sus estrate-gias adaptativas, lo que habría facilitado la introduc-ción de la misma; en otros, su adopción es la quepuede haber actuado como disparador de esos pro-cesos de cambio.

Con la excepción de la cerámica de la tradiciónTupiguaraní, las otras comparten una serie de rasgosbásicos: formas de contorno simple, globulares, bo-cas abiertas,mayoría de fondos cóncavos,(Fig.3) es-cases de asas; énfasis en la decoración plástica rústi-ca, motivos geométricos; la decoración pintada esmucho menos notable y se reduce por lo general ala aplicación poco sofisticada de pintura roja.La ma-nufactura,cochura y terminación de las piezas es ru-dimentaria por lo que el producto resultante mues-tra una rusticidad distintiva. Lo anterior sugiere quecomparten un mismo antecedente y/o que las uneun desarrollo inter/relacionado. Varios complejoscerámicos localizados al norte del área (Una,Perí Pe-rí,Pedra do Caboclo,Mina,etc.) muestran semejanzasentre sí y con las que se está analizando, sobre todoPlanáltica (Brochado 1984:206). De todas ellas lamás antigua,datada en 3000 A.P.es la tradición Mina(Simões 1972).Si efectivamente éste es el anteceden-te más lejano, no está claro cómo ocurrió su disper-

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Figura 4. Especímenes cerámicos: del 1 al 7 tradición Ribereña Paranaense; del 8 al 10 tradición Tupiguaraní.

sión desde la boca del Amazonas hacia el sur. Es ló-gico pensar en un progresivo avance por la franjamás oriental de Sudamérica (Brochado 1984). Perolas dataciones, que todavía son escasas y disconti-núas, plantean la dificultad de fechas para la tradi-ción Sabanas Bajas más tempranas que para Planál-tica y otras situadas a medio camino hacia el Plata.Esto no se resuelve proponiendo al complejo PaloBlanco,en base a sus dataciones supuestamente an-tiguas,como otro centro de difusión,como lo sugirióBrochado (1984:239), ya que en la actualidad existebastante certeza, que esa cerámica es una intrusiónpor re-deposito en la capa de valvas datada. Por lotanto, si se está a favor de una dispersión desde uncentro único ubicado hacia el NE,cabe esperar quelas rutas de difusión configuren un modelo máscomplejo que la sola progresión gradual,continua ylineal por la franja costera. Pero es preciso contarcon un esquema cronológico más completo para di-lucidar este problema.

Dentro de ese conjunto de tradiciones cerámi-cas, que bien se podría decir conforman un “hori-

zonte” en el oriente sudamericano, la tradición Ri-bereña Paranaense es la que más se diferencia,quizás eso se debe a que alimentaron su emergen-cia, además de ese sustrato común, otras influen-cias provenientes de la Pampa y/o el gran Chaco.

El Delta y el Paraná medio donde se origina ydesarrolla, fueron ámbitos propicios para la con-vergencia de influencias culturales que llegan des-de los distintos puntos cardinales.

La cerámica de la tradición Tupiguaraní es biendiferente a la del resto del área, tiene claras simili-tudes con lo amazónico y no hay dudas que arri-ba plenamente desarrollada.

Aparentemente no sufre cambios significativos,a no ser una regionalización dentro del estilo quela caracteriza, a pesar de su extraordinaria disper-sión espacial y de un milenio de perduración. Noobstante el contacto que mantuvo con numerosasentidades que ya poblaban las distintas regiones,no se ve afectada por ellas, en cambio sí parecehaber influido fuertemente sobre algunas de lasmismas.

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TECNOLOGíA DE MATERIALES OSEOS

Para Paleoindígena, Humaitá e Ivaí no se registra-ron evidencias de trabajo en hueso,más que ausen-cia completa de esta tecnología eso debe reflejardestrucción del registro por la naturaleza pereciblede estos materiales.En Umbu son raros, se los suelehallar en los sitios situados en abrigos o cuevas y enunos pocos a cielo abierto tardíos; se trata de perfo-radores, agujas, retocadores y puntas de proyectil;en diente y concha sobre todo aparecen adornos.

Litoraleña exhibe instrumentos variados y debuena factura, entre los de hueso se destacan: ar-pones de varias clases,perforadores,agujas,puntasde proyectil, adornos y esculturas; en concha: ras-padores, cuchillos, puntas, anzuelos, cuentas; endiente: perforadores, pendientes y cuentas.

En Sabanas Bajas esta tecnología está bien re-presentada. Los instrumentos más comunes son:arpones, punzones, agujas, puntas de proyectil(Fig. 3, 10 al 12), cuentas de collar, pendientes. EnVieira y particularmente en Ibicueña se nota unmayor esmero en la manufactura, incluso fuerondecorados con grabados e incisiones geométricas.

En la tradición Planáltica parecen ser bastantemenos frecuentes,con la salvedad de los sitios dellitoral emplazados sobre los sambaquies. De hue-so se registran: punzones,puntas de proyectil,arpo-nes, tembetás; de concha: cuentas de collar y bra-zaletes.

Ribereña Paranaense muestra una tecnologíadel hueso de buena calidad y con variedad de ar-tefactos. Entre los que cabe destacar: arpones (ti-po chaqueño), punzones, espátulas, tubos, corna-mentas de cérvidos perforadas y puntas de proyec-til (en lengüeta de pájaro,pedunculadas y de basetriangular). De concha hay: cuentas, anzuelos yagujas. De diente pendientes.

En Tupiguaraní también estos artefactos son re-levantes, punzones, arpones, agujas, puntas, cuen-tas y tembetás.

Los huesos más empleados para la confecciónde este instrumental son los de las extremidadesde mamíferos (cérvidos, carpincho, tapir, etc) y deaves (zancudas, ñandú).

TECNOLOGÍA DE LA MADERA Y DE LAS FIBRAS

Aunque la evidencia directa ha desaparecido,esindudable que ya en las tradiciones precerámicasse realizaban artefactos de madera y de otros pro-

ductos vegetales. Las características funcionales ylos rastros de uso del instrumental de piedra indi-can un intensivo trabajo de esa clase de materiales.

Por otra parte el conocimiento de la cestería y cor-delería debe tener una significativa antigüedad en elárea,que no se puede establecer con precisión.

ORÍGENES Y RELACIONES

Sobre los antecedentes de Paleoindígena no hayevidencias claras. Como se puntualizó antes, unaposibilidad es que la fase Uruguay sea un desarro-llo de complejos líticos caracterizados por talla uni-facial y carentes de puntas de proyectil de piedra.Referente a esto se expusieron algunas considera-ciones atinentes al panorama del oriente de Suda-mérica.En las áreas vecinas situadas al occidente yal sur, por el momento, no hay manifestaciones conlas que se pueda vincular.Hacia el oeste,no hay da-tos confiables de similar antigüedad. En el áreapampeana existen sitios con una antigüedad bas-tante coincidente,pero se trata de asociaciones queincluyen las puntas tipo “Cola de Pescado” (Flegen-heimer 1986).

Umbu pudo ciertamente emerger de Paleoindí-gena (Schmitz 1987:97), sus semejanzas son talesque algunos se animan a reducirlas a una mismatradición (Ribeiro 1990,Schmitz 1990).Esa integra-ción enfrenta todavía algunos escollos, por la exis-tencia de problemas con solución pendiente. Unoes el establecer con claridad la continuidad cultu-ral y temporal entre ambas,ya que existe un hiatosentre el 8500 A.P. cuando Paleoindígena se esfumay el 6000 A.P. cuando Umbu se hace notar en el re-gistro. Por otra parte, para adscribir manifestacio-nes a esta última tradición se ha tomado como cri-terio de mayor peso la posesión de puntas de pro-yectil, sin atender posibles diferencias tipológicaso tecnológicas en esos mismos especímenes y enel resto del conjunto.Finalmente,como muchos delos sitios son de superficie y no se han realizadoanálisis más allá de una tipología convencional delos materiales, no hay una sistematización y me-nos una interpretación consistente de la variaciónde los mismos. Es muy posible que una profundi-zación de los análisis y la obtención de secuen-cias mejor datadas conduzca no sólo a una seg-mentación del conjunto que hoy es Umbu, sinotambién a una re-sistematización de las manifesta-ciones con puntas de proyectil del área.

Para el caso de Ivaí,si bien no se puede descartaralguna vinculación con complejos de Paleoindíge-

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na o Umbu, ya que algunas similitudes existen, lomás probable es que su antecedente esté entrecomplejos exponentes del tallado exclusivamenteunifacial.

Lo que es claro, es que Paleoindígena/Umbú eIvaí muestran elementos comunes: como el uso dela misma talla unifacial y varios tipos de artefactosasí producidos. Difícilmente ello sea producto deuna convergencia independiente, más bien debepensarse en una relación genética directa por com-partir el mismo ancestro o en una vinculación pos-terior que permitió el intercambio de rasgos.

Humaitá parece distanciarse del grupo anterior,mostrando un matiz foráneo distintivo. Algunas se-mejanzas morfológicas sugieren una posible rela-ción con complejos de bifaces que tienen centradasu distribución más hacia el oeste, incluso en la zo-na serrana andina. Pero con la evidencia actual esdifícil poder establecer una vinculación clara.

Con relación a Litoraleña caben dos alternativasposibles, que sus antecedentes hayan sido comple-jos con una adaptación similar que ya estabanasentados en la zona o que llegaron de más al nor-te,cuyas evidencias no se encuentran porque estándebajo del actual nivel del mar, o en su defecto po-blaciones del interior (Humaitá, Ivaí, Umbu, etc.)que por alguna razón se ven forzados a emigrar ha-cia el litoral y a transformar su modo de vida.No sepuede descartar una tercera posibilidad que conju-gue las dos anteriores. Hay que puntualizar que,aunque esta tradición exhibe una modalidad adap-tativa bastante uniforme, racialmente parece repre-sentar a por lo menos dos poblaciones distintas(Cocilovo y Neves 1987).

Con respecto a las tradiciones cerámicas, Planál-tica y Sabanas Bajas son emergencias directas delas manifestaciones precerámicas que las precedie-ron en sus respectivos territorios.Entonces,Planálti-ca se configuró básicamente a partir de Humaitá,mientras que Sabanas Bajas de Ivaí,pero a posterio-ri sus cerámicas son adoptadas también en las re-giones vecinas por remanentes de otras manifesta-ciones precerámicas, dando lugar a diversificacio-nes.Tal es el caso de la subtradición Itararé, que sedesarrolla aparentemente a partir de complejosIvaí; o por otro lado el caso de Vieira que se gesta-ría a partir de pervivencias de Litoraleña que ya te-nían o recibieron después influencias de manifesta-ciones tipo Umbu, como lo demuestra la presenciade puntas de proyectil.

El orígen de Ribereña Paranaense continua sien-do problemático. No se conocen manifestaciones

con semejanzas tales que permitan establecer unavinculación. Puede ser un desarrollo local, resulta-do de la convergencia de varias influencias,una delas cuales casi seguro es Sabanas Bajas.A partir dela misma parece gestarse, en el estuario del Platay/o el bajo Paraná,la fase Lechiguanas,que a su vez,podría ser el sustrato desde donde emerge Goya-Malabrigo. ¿Un problema relevante con soluciónpendiente es como la misma desarrolla su peculiarestilo cerámico? ¿Es un desarrollo local autónomo?¿Recibió alguna influencia desde el oeste o desdeel norte?

Existe bastante acuerdo con respecto a que latradición Tupiguaraní proviene de la Amazonia cen-tral o meridional. Hay discrepancias sobre el lugarpreciso desde donde se produce su dispersión, so-bre las rutas seguidas y con relación a cuales seríansus antecedentes.Dos propuestas alternativas sobreel particular pueden encontrarse en Meggers(1982) y Brochado (1984).

CONCLUSIONES Y PLANTEOS GENERALES

Como se puede notar, a pesar de la diversifica-ción regional de la tecnología prehistórica del área,la cual es mayor durante la etapa cerámica, la ma-yoría de las tradiciones comparten una serie de ras-gos básicos. Es notable la extensa y uniforme distri-bución espacial de los mismos, pero mucho másllamativa es su ininterrumpida persistencia por va-rios miles de años. De todas formas, esa semejanzaen aspectos de la cultura material, al articularsecon diversos ambientes naturales,genera configura-ciones culturales con variantes distintivas, sobre to-do en lo adaptativo.

En los desarrollos culturales de varias regiones seobserva una notable continuidad y estabilidad tec-nológica, los cambios son por lo general graduales,siendo muy raras las rupturas o las modificacionesabruptas.

Características de las estrategias tecnológicas

La naturaleza de los artefactos y de las asocia-ciones de artefactos de las diversas tradiciones pa-recen ser el resultado de estrategias tecnológicas“expeditivas”,así como de conductas tecnológicas“oportunistas”, en contraposición a las llamadasestrategias “cuidadas” o “controladas” (curation)(Binford 1979). Por “expeditiva” se entiende el mi-nimizar el esfuerzo tecnológico bajo condicionesdonde el tiempo y el lugar de uso son altamente

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predecibles (Nelson 1990:64), es decir, se prevé laexistencia de materiales suficientes y disponibili-dad de tiempo al momento de ser requeridos en unlugar determinado. La conducta es “oportunista”cuando es una respuesta a condiciones inmediatasy no anticipadas (Binford 1979, Nelson 1990:65).

Esta forma de organización de la tecnología, enun contexto más amplio,está inserta en un tipo deestrategia adaptativa, que también debe sercomún a las diversas manifestaciones culturalesdel área, la cual puede calificarse como “generali-zada”, en contraposición a una “especializada”.Los seres humanos pueden optar por uno u otro ti-po de adaptación en razón de: la naturaleza delambiente que los rodea, las relaciones que esta-blece con este según los conocimientos y las ca-pacidades tecnológicas con que cuenta y a comojuegan en ese contexto sus preocupaciones socia-les y económicas.

Una tecnología “expeditiva” integrada en una es-trategia adaptativa “generalizada” es justamenteapropiada para responder a los desafíos que plan-tea la estructura y composición de los ambientes deesta área, donde entre otras cosas los recursos sonvariados y abundantes en lo genérico pero no en loespecífico; están a disposición por largos períodos,pero distribuidos desigualmente en el territorio;están dispersos, casi nunca concentrados en un lu-gar determinado; generalmente no son predecibles.

Las fluctuaciones ambientales y los cambiostecnológicos

Las mudanzas en el clima y en los ambientes,queexperimentó esta parte del continente, fueron unfactor importante de cambio en el desarrollo cultu-ral. Varias transformaciones en la tecnología y laaparición de innovaciones estuvieron motivadospor ese tipo de causa.

No debe ser producto de circunstancias casualesel hecho de que el registro arqueológico se hacenotar en el área a partir de unos 12000 años A.P.,delmismo modo que sucede en buena parte de Suda-mérica.Para esos momentos tempranos existe en elárea evidencia correspondiente a una única enti-dad: la fase Ibicuí. La diversificación cultural y porende tecnológica se comenzaría a producir variosmiles de años después, aparentemente a partir del8000 A.P., cuando la inestabilidad climática de latransición Pleistoceno/Holoceno y un período dearidez muy severo entre el 9000 y el 8000 A.P. esténya superados. Una diversidad mayor que se corres-

ponde mejor con la variación ambiental del árearecién se logra durante la etapa cerámica.

Se ha sugerido que la preeminencia de las enti-dades con puntas de proyectil de piedra debe ocu-rrir durante los períodos áridos,cuando se produceuna expansión de las formaciones vegetales abier-tas. En contraposición, durante los períodos máscálidos y húmedos se destacarían las tradicionesHumaitá e Ivaí, mejor adaptadas a las formacionescerradas (Schmitz 1987:102).Litoraleña tiene su clí-max alrededor del 3500 A.P. cuando el mar alcanzaun nivel alto, su decadencia comienza a operarse apartir del 2000 A.P. coincidentemente con el des-censo gradual al nivel actual.

La adopción de la cerámica se produce coinci-dentemente con la existencia de un importante epi-sodio árido,que se inicia cerca del 2700 A.P. y se ex-tiende hasta pasado el 2000 A.P. Aunque en la ma-yoría de las regiones del área la continuidad del de-sarrollo cultural parece no verse afectada por inte-rrupciones o reemplazos abruptos, se nota un rea-comodamiento general que da por resultado la ges-tación de sistemas culturales que exhiben diferen-cias respecto de la etapa anterior.

Quizás ese mismo evento fue responsable de lamigración desde la Amazonia central de la tradi-ción Tupiguaraní, que empieza a ocupar el área enalgún momento entre el 1800 y 1500 A.P. Con elarribo de la misma se agrega, aunque no debe des-cartarse su práctica anterior,una innovación tecno-lógica importante: la agricultura de roza y quema.Sibien esta tradición ejerció una gran influencia encasi toda el área,impactando de diversa forma a lasculturas que va contactando,no se tiene un panora-ma claro sobre lo que sucedió con la agricultura, lacual aparentemente fue adoptada solo por algunasentidades y de manera restringida.

AGRADECIMIENTOS

La investigación para la elaboración de este tra-bajo fue realizada como Científico Visitante en resi-dencia en el Departamento de Antropología del Na-tional Museum of Natural History,de la SmithsonianInstitution, Washington D.C.. Se agradece al CONI-CET de Argentina,y a la institución anfitriona por laayuda brindada para hacer posible la permanenciay ésta investigación.De igual manera a Betty J.Meg-gers por su orientación y estímulo permanente y aPaulina Ledergerber, coordinadora de este Simpo-sio, por su muy amable invitación a participar delmismo.

VIII. El Formativo de Argentina

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EL FORMATIVODE BRASIL

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INTRODUÇÃO

Como não poderia deixar de ser, também entre osarqueólogos com interesse científico voltado sobre aRegião Amazônica, ocorrem sérios desacordos. Deum lado estão os que vêem o potencial ambientalcomo limitado, impossibilitando o desenvolvimentode sociedades complexas: solo infértil (Meggers1954), escassez de proteina (Gross 1975, Ross 1978),ausência de “circunscrição” (Carneiro 1988). No ex-tremo do lado oposto estão aqueles que vêem o po-tencial ambiental como ilimitado, favorável para odesenvolvimento de culturas complexas (Roosevelt1991,Myers 1992).

O Sudoeste da Região Amazônica é o “laboratório”apropriado para a avaliação do potencial ambientalporque combina os habitats de terra firme e várzea,florestadas, savanas,planícies de inundação e panta-nais .

Evidências extensivas,agora disponíveis,permitemo traçado das mudanças nos padrões de comporta-mento e de assentamento durante os últimos 15.000anos em diferentes habitats. Estes dados sugeremque o aumento do tamanho e concentração da po-pulação foi limitado e inibido pelas flutuações sazo-nais dos recursos de subsistência e inaptidão paraestocar alimentos para o consumo durante os perío-dos de baixa predabilidade e produtividade.

Meio ambiente

O Sudoeste Amazônico, aquí considerado, com-preende a bacia do rio Madeira e seus formadores,tendo ao Norte o rio Amazonas, a Leste os rios Su-cunduri/Tapajós,no Sul a bacia do rio Paraguai,peloSudoeste a Cordilheira dos Andes e ao Noroeste o

rio Purus.Constitue-se na sub-região amazônica maiscomplexa e diversificada, abiótica e bioticamente.Em território brasileiro ocorrem solos dos mais varia-dos,desde os de baixo nível de nutrientes e elevadaacidez,com médios a pequenos rios de águas trans-parentes escuras (preta) e claras (esverdeada a leve-mente turva); solos medianamente eutróficos e áci-dos,com grandes a pequenos rios de águas transpa-rentes claras (esverdeada a levemente turva);e solosde terra roxa eutróficos, com pequenos a grandesrios de água clara (levemente turva) a branca nãoandina (barrenta no período chuvoso).Os solos pre-dominantemente se apresentam sob a forma de terrafirme (alta), várzeas reduzidas baixas junto ao rioAmazonas (Norte) e várzeas reduzidas altas no Mé-dio rio Madeira, até as cachoeiras de jusante. Por to-da a extensão de várzeas ocorrem lagos-de-meandro,igapós e,no trecho encachoeirado,grandes áreas deinundação.A montante destas,para o Sul,estão situa-das: a Serra dos Pacaás Novos, atingindo até 1.126mde altitude (n.m.m.); o Chapadão dos Parecis, até812m de altitude (n.m.m.);e a Serra de Ricardo Fran-co (BR)/Serrania de Huanchaca (BO),com um picochegando a l.078m de altitude (n.m.m.).

Ao longo do Médio e Alto rio Guaporé (Iteñez),a Oeste do Chapadão,ocorrem o Pantanal do MédioGuaporé (cerca de 10755km2, RO/ BR) e o Pantanaldo Alto Guaporé (cerca de 1627km2,MT/BR),ligadosentre si por uma estreita e longa planície (130km),com inundações pluvio-fluviais anuais (com consi-deráveis extensões em território boliviano). Situam-se respectivamente de l30 a 230m e 200 a 230m de al-titude (n.m.m.).Neles se sucedem depressões flúvio-lacustres pantanosas e lagos,com concentrações dearroz-do-campo, uma gramínea selvagem; de peripe-riaçu,uma ciperácea (Rynchospora cephalotes) e de

IX. El Formativo de Brasil

A LIMITAÇÃO AMBIENTAL COMO BARREIRA À TRANS-POSIÇÃO DO PERÍODO FORMATIVO NO BRASIL.

TECNOLOGIA, PRODUÇÃO DE ALIMENTOS E FORMAÇÃO DEALDEIAS NO SUDOESTE DA AMAZÔNIA.

Eurico Theófilo Miller

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332 IX. El Formativo de Brasil

Fig. 1. Rigiões geográficas e fases cerâmicas mais antigas do Sudoeste de Amazônia Brasileira.

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tabua, uma tifácea (Typha domingenses). A vegeta-ção é de cobertura graminóide e arbórea aberta, ci-liar e/ou ilhada; incorpora grande quantidade depalmeiras de várias espécies.Ocorre em abundânciao caramujo-do-banhado (uruá), um molusco gastró-pode dulce-aqüícola (Pomacea sp.).Os gaviões-cara-mujeiros (Rostrhamus sociabilis),devoram os molus-cos no cimo das árvores; as conchas liberadas pelasaves de rapina formam, ao redor da base dos tron-cos, agrupamentos irregulares de dezenas a cente-nas de montículos cônicos (recentes), e meias-calo-ta (antigos). Crustáceos tricodatilídeos, como o ca-ranguejo (Trichodactylus fluviatilis?) e peixes carací-deos,como a traíra-pixuna ou jeju (Hoplerythrius uni-taeniatus) que hibernam no subsolo úmido ao longoda estiagem, afloram com o início das chuvas (quede início extravasam do pantanal para dentro da re-de fluvial),atraindo grande quantidade de aves.Algu-mas aves migratórias, como a andorinha-grande(Progne chalybea?), sucumbem aos milhares com ofrio noturno das “friagens”, dentro (junho-agosto) daestiagem.

Afora pequenas áreas de cerrado,ao Norte,os cer-rados pedregosos nas encostas íngremes e topos dasserras e o extenso cerrado arenoso sobre o cha-padão, a região de Norte a Sul apresenta uma com-plexa e diversificada cobertura de florestas perenifó-lias tropicais úmidas a florestas semi-caducifólias,atéo divisor de águas das sub-bacias dos rios Guaporé eParaguai.

A fauna é abundante e diversificada, predomi-nando a biomassa da pesca, caça e coleta aquáti-ca (peixes, mamíferos, répteis, etc., e ovos) nosgrandes volumes/superfícies d`água, principal-mente a jusante das cachoeiras, limite do peixe-boi (Trichechus inungüis), do pirarucu (Arapaimagigas) e da tartaruga (Podocnemis expansa). Dosquelônios de porte, apenas o tracajá (Podocnemisunifilis) sempre esteve presente por toda a região,nas cachoeiras e acima delas.Também é muito sig-nificativa a biomassa da coleta de porções vege-tais e de insetos (ortópteros, himenópteros), suaslarvas e lagartas lisas (coleópteros, lepidópteros)no solo, em árvores e principalmente em palmei-rais, no coco e tronco do babaçu (Orbygnia mar-tiana), do urucuri (Attalea excelsa,Attalea phalera-ta ou Scheelea phalerata), do tucumã (Astrocar-yum tucuma), da pupunha (Guilielma gasipaes) edo miriti (Mauritia flexuosa), etc.

Do extremo Norte até o Sul,do rio Amazonas até orio Cabixí ou Branco (tendo por eixo os rios Madei-ra/Baixo Mamoré/Baixo e Médio Guaporé (AM eRO)), o clima é do tipo Am (Köppen), equatorial,quente. Do rio Amazonas até o rio Ji-Paraná (AM)ocorre uma pluviosidade de 2.800 a 2.500mm, tem-peratura máxima de 40ºC, mínima de 15ºC e médiade 26ºC; sendo úmido com 1 a 2 meses secos, e umenclave super-úmido, subseco, de Borba ao rio Mar-melos.Do rio Ji-Paraná ao rio Cabixí (RO) a pluviosi-dade oscila de 2.500 a 1.500mm, temperatura máxi-ma entre 40 e 35ºC, mínima entre 15 e 11ºC (ocasio-nalmente 0ºC ao sul de 12ºLat.S) e média de 26 a22ºC.No extremo Sul, tendo por eixo o Alto Guaporé(MT),o clima é do tipo Aw (Köppen), tropical,quen-te e semi-úmido; pluviosidade entre 1.500mm e1.250mm, temperatura máxima de 35ºC, mínima de11ºC (ocasionalmente -1ºC) e média de 22ºC,com es-tação seca de 4 a 5 meses, mas umidade suficientepara a existência de florestas.

Na estiagem,do extremo Sul para o Norte até as ca-choeiras de montante ocorrem várias “friagens” ,com ventos frios e queda de temperatura,à noite nãoraro abaixo de 0ºC, por cerca de dois a três dias, emmédia. Os dias mais quentes (frente quente) anteci-pam e prenunciam a “friagem” (frente fria).A quedarepentina da temperatura de mais de 35ºC para me-nos de 5ºC em menos de 5 minutos,com chuva e gra-nizo, pode ocasionar um forte choque térmico, emorganismos humanos quentes,suados e desagasalha-dos,com câimbras musculares/intestinais,e paralisiadas funções fisiológicas, acompanhadas por doresquase insuportáveis,por mais de vinte horas (nessesdias, os indígenas das áreas mais impactadas, redu-zem ao mínimo suas atividades fora dos abrigos).

Arqueologia

O Sudoeste Amazônico vem sendo ocupado des-de pelo menos 14700± 195 anos a.P.(N-2359), pelospaleoindígenas representados pelas Fase Dourados eFase Piriquitos (Miller 1987a:39-61),e outros pre-cera-mistas seqüentes (arcaicos) a remanescentes (agri-cultores não-ceramistas); estes últimos, geografica-mente ao lado e contemporâneos de culturas cera-mistas (Eletronorte 1992:32-46; Miller l983,1987b,l992:219-29).Essas tradições,subtradições e fases cul-turais, algumas panamazônicas, outras microrregio-nais, foram tão diversas e numerosas quão numero-

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sos e diversos foram os ecossistemas e nichos ecoló-gicos,desde o Pleistoceno.

Nas terras acima das cachoeiras de jusante,ao lon-go do Alto rio Madeira e Baixo rio Mamoré,ocorremtradições ceramistas regionais, com decoração plás-tica e aplicada e alguma pintura bicromática sobreengobo branco ou simples.Em algumas fases predo-mina o tempero de cariapé (Licania microcarpa e L.pruinosa) e, em outras, o cauixí (Tubella reticulata eParmula batesii). No baixo curso de afluentes, entre-meiam-se tradições microrregionais, com pouca ounenhuma decoração plástica, aplicada e pintadamonocromática e bicromática; predomina o tempe-ro de cauixí nas águas transparentes,com algum ca-riapé nas águas turvas.

Ao sul, ao longo das planícies e terra firme do rioGuaporé,são encontradas dezenas de fases culturaisde várias tradições microrregionais. A decoração éplástica e aplicada,com engobo vermelho e retoquebranco, e alguma pintura monocromática, com tem-pero de cauixí. No Pantanal do Guaporé (em terrafirme,planície,“ilhas”,e sambaquis) e no sopé da en-costa do Chapadão dos Parecis, são encontradas la-do a lado fases culturais,umas com nenhuma deco-ração,outras com muita decoração plástica e aplica-da com retoque branco.O engobo vermelho e pintu-ra monocromática podem ocorrer em qualquer dasfases,predominando o tempero de cauixí.Na cuestaarenítica e encosta superior do chapadão, dentro efora de abrigos-sob-rocha, ocorrem fases culturaiscom decoração plástica, aplicada e retoque branco,com superfícies enegrecidas e polidas numas e reci-pientes antropomórficos noutras. Muitos motivos dadecoração plástica (incisa,excisa,etc.) do vasilhamesão assemelhados a alguns motivos da arte rupestrelocal, não-Nambikwara (Wasúsu), segundo os mes-mos.

Nas várzeas de água branca andina do rio Madei-ra, a juzante das cachoeiras, predominaram as fasesculturais da Tradição Polícroma, com as Subtradi-ções Guarita e Jatuarana, que chamam a atençãopela decoração pintada polícroma, associada á de-coração plástica e aplicada. O tempero de cariapépredomina e está presente em todas as fases, commaior ou menor percentual. Nos baixos cursos deafluen- tes de águas transparentes preta,e claras,radi-caram-se as culturas de tradições microrregionais,com alguma decoração plástica. Na grande maioriadas fases,o tempero de cariapé é o mais popular.

Agricultura incipiente e antropocória

Arqueologicamente, a passagem da condição desimplesmente predador para predador-produtor, ouda condição de caçador-coletor para caçador-cole-tor agricultor incipiente,ocorre no Sudoeste Amazô-nico (Rio Jamari-RO) pelo menos desde 4780±60anos a.P.(SI-27021).Esse evento cultural -primeira eta-pa do Período Formativo,com base na agricultura- es-tá representado pela Tradição Massangana, com re-fugo cultural pré-cerâmico embutido em solos deterra preta antropogênica, resultantes das transforma-ções, in loco (fogo, decomposição, etc.), sobre orga-nismos do bioma (animais e vegetais) e da agricul-tura,na satisfação das necessidades do biociclo (ali-mentação, habitação, etc.). Histórica e presentemen-te,ocorrem tribos nesse estágio cultural,como os Mu-ra Pirahã e os Nambikwara,que geram terra preta on-de, obviamente, ocorrem apenas poucos restos líti-cos (implementos de matéria-prima orgânica), co-mo evidências perenes. Pela presença de vários sí-tios-habitação de terra preta antropogênica sem ce-râmica por toda a sub-região,é válido considerar queessa modalidade cultural de caçador-coletor-agricul-tor pré-ceramista foi adotada ampla e extensivamen-te, perdurando alguns até o presente. A mitologiabrasileira,à sua maneira, relata amplamente o inícioda transição cultural do acampamento do bandopré-cerâmico,caçador-coletor nômade,para a aldeiada tribo pré-cerâmica,caçadora-coletora,agricultoraincipiente.

Todos os sítios-habitação de agricultores, pre-cera-mistas e ceramistas contém evidências de antropo-cória (disseminação voluntária ou involuntária, feitapelo homem,de plantas daninhas ou cultivadas),emparte certamente intencional, representada princi-palmente,pela palmeira urucurí.O urucurí não é en-dêmico nessa região; sob o nome de Bacurí ocorreexpontânea, intensa e extensamente ao sul, leste eoeste do rio Guaporé,no divisor d´águas,e junto aosformadores da margem direita do rio Paraguai,a par-tir do sopé meridional do Chapadão dos Parecis.Pe-la densidade chega a ser considerado como plantadaninha,caracterizando solos argilosos com algumafertilidade. Sua introdução e aproveitamento no rioJamarí remonta a mais de 4130±160 anos a.P.(Beta-27406),segundo restos de cocos carbonizados, recu-perados em meio aos sedimentos antropogênicos daTradição Massangana. Nas culturas ceramistas,esses

334 IX. El Formativo de Brasil

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335IX. El Formativo de Brasil

testemunhos já foram detectados na Subtradição Ja-tuarana, ao redor de 2730±75 anos a.P. (SI-3950) e naTradição Jamarí, desde pelo menos 2500±90 anosa.P. (Beta-22750). Esta palmeira se restringe às áreasde terra preta na maioria quase absoluta dos sítios;asexceções conhecidas estão numa pequena região,estreita e alongada (cerca de 300km2 ao longo de70km de rio) que envolve a área centrada na Ca-choeira Teotônio (150km2).Aí,o urucurí extrapola asáreas da constelação de sítios, ocorrendo esparsa econcentradamente desde a várzea até a terra firmeadentro, em capoeiras, matas secundárias e aparen-tes matas primárias (matas secundárias milenares);associado a outras palmeiras, como o babaçu, a pu-punha,o tucumã,o mirití,o açaí-do-Pará (Euterpe ole-racea),o açaí-solitário (Euterpe sp.), o marajá miudo(Pirenoglyfis maraja), endêmico da várzea e do iga-pó,resultado de antropocória na terra firme,e o ma-rajá graúdo (Pirenoglyfis sp.) certamente de antro-pocória intencional, por não ser aí endêmico, masde outra sub-região ainda não identificada.

Introdução da cerâmica

Considerando-se a introdução da cerámica comoum traço diagnóstico fundamental do início da se-gunda etapa do Período Formativo, então esse even-to ocorreu em distintos momentos, com cerâmicasque surgiram já elaboradas (produtos de difusões),que pouco se diversificaram e evoluiram através dotempo, mas que se diferenciaram ao longo do espa-ço geográfico.

No Sul do Sudoeste da Amazônia Brasileira,em al-gum momento entre não menos de 3475 anosa.P.(3580±105, SI-6846) e não mais de 3835 anos a.P.(3920±85,SI-6847) surgiu a Fase Bacabal,no Pantanaldo Guaporé,após uma prolongada descontinuidadeclimática (úmido-seco-úmido), entre cerca de 3920±85 anos a.P (SI-6847) e 4395±70 anos a.P. (SI-6747)(final do Ótimo Climático) com extensão ao redorde no mínimo 320 e no máximo 630 anos,demarca-da por uma camada de solo com 10-15cm de espes-sura (entre 220-235cm de profundidade),onde ocor-rem algumas conchas e evidências culturais intrusi-vas por buracos de estaca em dois sambaquis.No so-lo do pantanal o término dessa descontinuidade cli-mática, de seco para úmido, está representada poruma fina camada (1-3cm), com carbonato de ferro(siderita?), na qual se incrustam os testemunhos ce-

râmicos mais antigos, tendo os furos,rebaixos e vãosda decoração plástica preenchidos por concreções.

O complexo cerâmico surge já desenvolvido ecom padrões de assentamento em sambaqui,estabe-lecidos durante a Tradição Sinimbu, com início empouco mais de 6420 anos a.P. (6315±105,SI-6850). Es-sa tradição préceramista ocupou a área por cerca de2000 anos,precedida por uma fase pré-Sinimbu,pou-co conhecida, desde o início do Ótimo Climático eda formação do Pantanal do Guaporé (especulativa-mente, cerca de 7500 anos a.P.), quando a caça (os-sos mineralizados, abaixo das conchas do samba-qui) ainda era bem menos escasso que os moluscos.A inversão dessa situação,com maior abundância demoluscos e a possível preferência pela facilidade decoleta ocasionou o surgimento dos sambaquis. Asdimensões em RO-PN-08 chega a 80x60x4,2m comvolume aproximado de 20.730m3 (um quinto dosambaqui final).A população Bacabal,mais numero-sa e possivelmente semi-sedentária,explorou intensae extensamente a proteína de moluscos gastrópodeslacustres,alguns terrestres (raramente os lamelibrân-quios, utilizados em artefatos). A prática de algumaagricultura, o consumo da tabua e/ou arroz selva-gem, são sugeridos pelo vasilhame cerâmico, mós ealmofarizes;do fumo ou similar (poligonácea),peloscachimbos cerâmicos; de peixes, por anzóis conchí-feros e restos ósseos; da caça, pelas pontas-de-projé-til ósseas (idênticas às da Tradição Sinimbu).O peri-periaçu e a tabua foram largamente empregados nacestaria, segundo moldes negativos nas bases do va-silhame cerâmico (uma provável sobrevivência cul-tural da Tradição Sinimbu).As bases são plano-circu-lares e as bordas são elipsóides,com extremos eleva-dos, portando asas simples a bastante elaboradas eestilizadas, às vezes zoomorfas e raramente antropo-morfas.O engobo vermelho e decoração excisa e in-cisa foram largamente empregados. Construíram ca-sas sobre os sambaquis da Fase Sinimbu, onde ente-rraram os mortos em posição dorsal distendida,comoferendas diferenciadas (cerâmica: tigelas, cachim-bos; lítica: lâminas-de-machado,mãos-de-pilão,almo-farizes,mós; concha e osso: adornos de valvas perfu-radas e túbulos).A área das evidências cerâmicas ex-trapola os sambaquis (que são sub-circulares, desde63m2 (08x10m), até 12.800m2 em RO-PN-08(105x145m) e volume até 82.920m3 (quatro quintosdo sambaqui total),circundando-os e expandindo-seem direção às depressões flúvio-lacustres, podendo

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abranger até 30.000m2 de área contínua.A segunda tradição cerâmica, com tempero de

cariapé,apareceu no Médio rio Madeira,na área cen-tro-norte dessa sub-região.Trata-se da Subtradição Ja-tuarana, Tradição Polícroma, com 2730±75 anos a.P-.(SI-3950), ou pouco mais. Ocupou o rio Madeira(água branca andina) até pouco acima das cachoei-ras de jusante (Teotônio e Morrinhos), lagos e baixocurso dos rios afluentes (águas transparentes preta,eclaras),até onde ocorriam a tartaruga,o pirarucu e opeixe-boi. Nesses ambientes, a juzante das grandescachoeiras,a apreensão de proteina animal aquática(por caça,pesca e coleta),seja em biótopos de águastransparentes ou branca,é muito mais produtiva quea caça e coleta terrestres.A biomassa dos peixes e datartaruga era muito maior, facilmente renovável e di-ficilmente exaurível. Nos sítios-habitação das Ca-choeiras Teotônio (RO-JP-01 e 03) e Santo Antônio(RO-PV-19), as terras pretas antropogênicas atingematé 680 x 440m de área e até 2,40m de espessura.Adiversidade dos tipos decorados é muito grande eengloba quase tudo que existe nessa microrregião,sugerindo que eles foram centros de convergência,recepção e aprimoramento de formas, técnicas emotivos plásticos e/ou polícromos.

As oficinas líticas refletem uma tecnologia espe-cializada na apreensão da proteína aquática.Canale-tas em meia cana, de largura homogênea até 1,7cme comprimento até 238cm, atestam o preparo de va-ras de fisgar,prática ainda utilisada pelo neobrasilei-ro local até o princípio do século.Grandes almofari-zes, inúmeros afiadores de láminas-de-machado,grandes superfícies planas polidas e implementosbem-elaborados, refletem um aprimoramento tecno-lógico,uma intensa atividade e repetidas ocupaçõesdesses três sítios-habitação, junto ao rio, nas estia-gens. A extensa antropocória e o adensamento depalmeiras em áreas bastante amplas sugerem inten-sa atividade agrícola itinerante, também na terra fir-me,no início das chuvas e cheias.Enterramentos se-cundários em urnas antropomórficas polícromas,em cemitérios fora das aldeias,atestam um tratamen-to desenvolvido de enterramento.

A posição de alguns sítios, em diques marginaisarenosos e relativamente baixos como em RO-PV-09:Mangal,e outros,agora quase totalmente destruídos,sugere que o regime fluvial local,regulado principal-mente pela pluviosidade andina, deveria ter entãoum volume de cheia menor e mais suave que o pre-

sente, com um pico ao redor de menos 3m abaixodo atual. A posição mais alta de RO-PV-19: Igapó-1,com 2340±90 anos a.P.(Beta-33456), sugere que o as-sentamento de RO-PV-09, mais baixo, teria sido bemanterior. Se estas considerações estiverem corretas en-tão a datação, 30cm acima da base de RO-JP-01, com2730±75 anos a.P. (SI-3950) ou pouco mais, não seriaexagerada para o início da Subtradição Jatuarana.

A terceira tradição cerâmica é a Fase Urucurí, Tra-dição Jamarí, com início pouco antes de 2500±90anos a.P.(Beta-22750). Localiza-se no Baixo Jamarí,afluente do rio Madeira, ao centro da sub-região. Acerâmica é bastante simples, envolvendo a inclusãogradativamente acentuada do tempero de cariapé,formas de perfis simples a compostos, bordas e lá-bios, motivos e técnicas de decoração plástica e po-lícroma da Subtradição Jatuarana. A antropocória eadensamento de palmeiras praticados por essa faseparece originária e continuidade do Tradição Mas-sangana, que ocupou a mesma área desta e de ou-tras fases situadas na bacia do rio Jamarí.

No Sudeste da sub-região,ocorre a quarta tradiçãocerâmica,com tempero de cariapé,representada pe-la Fase Poaia, encontrada em abrigos-sob-rocha dacuesta do Chapadão dos Parecis. Situada em cama-das abaixo da Fase Aguapé (MT-GU-01 e 08),é consi-derada como surgida ao redor de 2500 anos a.P.comfinal em 1945±55 anos a.P.(SI-3744).A forma do vasil-hame cerâmico é de vasos globulares a tigelas rasaspequenas, configuração em calota-ovóide. Nessas, ofundo é aplanado a ovalado, com paredes verticais,levemente encurvadas para dentro num extremo,evoluindo harmonicamente para expandida diretacom extremo oposto em bico. Estão regularmentealisadas, com decoração incisa e motivos formandolinhas paralelas retas,curvas e em ziguezague.

Considerações

No Sudoeste Amazônico, junto ao rio Madeira, en-tre as terras firmes,pobres em nutrientes e ácidas,su-jeitas às “vacas magras” de estiagens prolongadas emudanças para clima mais seco,ocorrem os solos devárzea e igapó,e os solos entre-margens (ilhas,praiase diques marginais),de fertilidade anualmente reno-vada pelas cheias. As enchentes eliminam ou redu-zem as ervas daninhas, sem prejudicar ao arroz-de-várzea, uma gramínea selvagem, espontánea. Aí, nociclo anual, além de uma agricultura itinerante em

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terra firme no início do período chuvoso,é praticadauma agricultura fácil e produtiva, localizada e inten-siva, entre a vazante e a crescente.A fauna aquáticaé variadíssima e abundantíssima; concentrada na es-tiagem, dispersa e seletiva nas cheias, quando ocor-rem significativos deslocamentos de cardumes, rioacima, ao longo dos diques marginais das cachoei-ras e corredeiras.Contudo,aí,mais rigorosa e restrita-mente na área que envolve os biótopos e cachoeirasde jusante (alto Médio-Madeira/baixo Alto-Madeira),onde aparentemente sempre teria havido condi-ções alimentícias para sustentar uma cultura relati-va e proporcionalmente complexa, a nível de “va-cas gordas” (com menor fartura ao longo dascheias),e sem o impacto definitivo de drásticas os-cilações climáticas; mesmo aí, culturas complexasnão ocorreram.

Principalmente junto às Cachoeiras Teotônio eSanto Antônio, a concentração de grandes, espessase densas terras pretas antropogênicas,com cerâmicacontínua horizontal e verticalmente, é compatívelcom uma intensa e constante reocupação de sítios-habitação. Esses sítios, todos da Tradição Polícroma,representam o centro da Subtradição Jatuarana, comalgumas comunidades que, na estiagem, poderiamser razoavelmente grandes, provavelmente semel-hantes às calculadas para as áreas da Calha Amazô-nica e do Circum-Caribe (500 -3.000 pessoas)(Ste-ward 1949:676-8). As densidades demográficas ripí-colas, localmente possíveis, poderiam estar ao redorde até 70-100 habitantes/km2, durante a estiagem(entre 7.000 e 10.000 pessoas); e até 35-50 habitan-tes/km2 durante as cheias (de 3.500 a 5.000 pes-soas)1. Nos sítios-habitação, entre a margem direitado alto Médio e baixo Alto rio Madeira e as margensdo rio das Garças (afluente do Candeias/Jamarí). Acerâmica ocorre esparsa e descontinuamente, hori-zontal e verticalmente, sugerindo reocupações sazo-nais por pequenos grupos Jatuarana durante ascheias.

Essa pequena área-tipo-biótopos junto/justo-juzan-te de cachoeiras de porte ó em praia/várzea de águabranca andina (como as suas congêneres)2, é a queconcentra mais e maiores possibilidades alimentí-cias no ciclo anual, ano após ano. Esse tipo de área,pela exeqüível agricultura entre-margens e igapó,se-ria menos prejudicada que os demais tipos de áreas,pelas oscilações climáticas locais, sobre a agricultu-ra somente de várzea e/ou terra firme. Portanto, reu-

ne condições menos problemáticas para uma possí-vel residência estável e sedentária.Nas demais áreas-tipo3 da Amazônia,dentro do ciclo anual,a abundân-cia nas estiagens e relativa escassez no auge das chu-vas,cede lugar à escassez gradativa,com crises sazo-nais ao longo dos rios de águas transparentes preta(escura) e claras (esverdeadas a levemente turvas),e brancas não andinas.Tal escassez é acentuada aci-ma das altas cachoeiras, obstáculos intransponíveispara a fauna aquática4,onde somente a fauna terres-tre é o recurso significativo para a subsistência. Aí,mesmo na relativa abundância das estiagens,são im-praticáveis os estoques de alimentos vegetais e ani-mais pelo clima úmido e abundância de microorga-nismos,invertebrados e vertebrados,que rapidamen-te destroem a matéria orgânica.Em conseqüência,osassentamentos são relativamente semi-sedentários,esparsos e pequenos.

A índole nômade do caçador teria sido gradual erelativamente semi-sedentarizada pela índole relati-vamente sedentária da agricultura.A duração dos as-sentamentos seria regulada mais pelos estoques vi-vos da fauna terrestre, exaurível, do que pelos esto-ques vivos da fauna aquática,renovável anualmente,e/ou da agricultura, também renovável quando emsolos banhados por rios de água branca andina. Apossibilidade de subsistência predatória nessesecossistemas relativamente abertos, foi a solução pa-leativa para o problema insolúvel da produção deproteina animal doméstica. A importância da caça-da e o prestígio do caçador refletem a importânciados animais terrestres (preferencialmente mamífe-ros),como fonte de proteína para a alimentação.

Os textos de mitologia, não refletem nenhum su-cesso,nem sequer tentativa,na transformação do pre-dador caçador-coletor de animais silvestres em pro-dutor de animais domésticos,para a alimentação dacomunidade tribal. Os relatos e fatos apenas de-monstram uma fase de amansamento e adoção depoucos animais para o artesanato,divertimento e dis-tração, alguns consumidos ocasionalmente por par-celas familiares da tribo.

Historicamente,missionários,por meio da compul-são religiosa e da introdução de animais domésticoseuropeus,conseguem sedentarizar várias tribos indí-genas. Com omissão de etapas, numa rápida e artifi-cial transição do Período Formativo, pela tutela mis-sionária, surge em poucos decênios o ImpérioGuaranítico, em pouco tempo destruído pelos

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bandeirantes portugueses. Desse processo de se-dentarização existem os testemunhos arqueológi-cos monumentais arquitetônicos, artísticos, meta-lúrgicos, bélicos e cerâmicos, etc. O processo paraum sedentarismo cultural complexo,apesar de ini-ciado, com a ruptura dos fatores missionários en-trou em colapso.

A continuidade do padrão comportamental de ca-çador seria a resultante do complexo de condicio-nantes ambientais, físicos e bióticos, redundando naimpossibilidade de produção de animais domésti-cos,compensada pela relativa abundância e facilida-de de predação em ecossistemas relativamente aber-tos, da pesca e/ou caça e coleta. Essa situação agiu

como uma barreira à transposição e superação dasetapas iniciais do Período Formativo.

De qualquer maneira, considerando-se a um se-dentarismo rudimentar e restrito como um prére-quisito embrionário do sedentarismo efetivo, entãoparece que esse começou em algum momento daSubtradição Jatuarana, na área-tipo Teotônio, em sí-tios-habitação junto das Cachoeiras Teotônio e San-to Antônio,sem,contudo,ultrapassá-lo e consolidar-se.Esse evento -sedentarismo rudimentar restrito- seconstituiria no estágio inicial da terceira etapa doPeríodo Formativo, última alcançada e não-trans-posta no Sudoeste da Amazônia Brasileira.

338 IX. El Formativo de Brasil

Com base em observações próprias sazonais,de1978-89,da biomassa de peixes,somente por co-leta e pesca rudimentar; da produção agrícola,efetiva e possível, em coivara de várzea e terrafirme, e entre-margens (ilha/praia/dique margi-nal); da antropocória e adensamento de pal-meiras para coleta. A pesca/caça/coleta preda-tória está reduzindo o pescado e tornou esporá-dica a ocorrência da tartaruga,pirarucu e peixe-boi, mas até o início desse século foram abun-dantíssimos (cronistas); sua ponderação,ao me-nos duplicaria a estimativa da biomassa aquáti-ca pré-histórica,na estiagem.A tartaruga aprisio-nada em lagos, seus ovos e pescado seco (cro-nistas), poderiam garantir um estoque sazonal,complementando a pesca no início das cheias,de áreas como a área-tipo Teotônio.

As áreas-tipo: água branca andina/biótopos jun-to/justo-juzante de cachoeiras,da Amazônia,es-tão restritas à Amazônia Ocidental

Espaço junto/juzante das cachoeiras de porte:áreas-tipo em água transparente (clara e/ou pre-ta) e/ou branca andina, sem o benefício dosbiótopos a justo-juzante de cachoeiras de porte;áreas-tipo em água transparente (clara e/ou pre-ta) com o benefício de biótopos junto/justo-ju-zante de cachoeiras de porte (sem o benefícioda água branca andina); áreas-tipo em águatransparente (clara e/ou preta, sem os benefí-cios da água branca andina e dos biótopos jun-to/justo-juzante de cachoeiras de porte). Asáreas-tipo do espaço junto/ montante das ca-choeiras seguem os mesmos critérios do espaçojunto/ juzante,considerando as particularidadesdos ecossistemas.

Um dos exemplos extremos: Cachoeira Darda-nelos, rio Aripuanã, Aripuanã/MT, com váriasquedas num salto encaixado de 120m de altura.

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INTRODUÇÃO

Em principio não é tarefa fácil discorrer sobreos padrões de assentamento adotados pelas anti-gas comunidades que ocuparam a costa brasileirana PréHistória. Primeiro, porque o termo “padrãode assentamento”pode ser conceituado engloban-do aspectos bastante diversos entre si; segundo,porque não fica claro, no título, o período de tem-po em que tal tema será abordado, e, terceiro, pornão ser muito comum sua discussão na bibliogra-fia disponível para a área.

Assim considerando, é necessário, preliminar-mente, se não conceituar, pelo menos definir oque será tratado no texto e como ele será construí-do.

Pode-se partir do princípio que o padrão de as-sentamento nada mais é do que uma criação dopesquisador ao verificar que um certo número decomunidades ao habitarem uma determinada re-gião, em um certo período de tempo, atuaram nomeio circundante de forma assemelhada. Outropadrão poderá ser identificado pelas mudançasque ocorrerem na mesma área ao longo do tempo,desde que as comunidades em questão alteremseus processos de intervenção ambiental. Um ou-tro poderá ainda ser reconhecido para a mesmaárea e para o mesmo tempo,a partir da verificaçãoque outro grupo de sociedades valeramse de pro-cessos diferenciados para desenvolverem seu mo-do de vida.Desta forma,será o comportamento deum grupo de unidades sociais em relação a natu-reza circundante que fornecerá os indicativos pa-ra que sejam identificadas como pertencentes aomesmo padrão, desde que existam entre elas maissemelhanças do que diferenças.Caso estas ultimas

predominem, elas indicariam a existência de ou-tros modelos de relacionamento e subsistência,portanto,de outros padrıes . Será a materializaçõodestes comportamentos nos restos preservados dacultura, que indicarão as formas de intervençãono meio e, portanto, do padrão de comunidade ede assentamento existentes no local e no tempoem estudo, entre as sociedades em causa.

A questão da cronologia abordada pelo textotambém é de fundamental importância, pois o ter-mo “antigo”é por demais inexato. Aquí,neste caso,entende-se a palavra como significando os primei-ros momentos da ocupação da costa e seu prolon-gamento até o advento da horticultura, de formaque o texto terá sua atenção centralizada no cha-mado Arcaico.

Este termo designa, no Brasil, não propriamenteum estágio cultural e sim um período de tempoque cobre as transformações ambientais do iníciodo Holoceno até cerca de 2.000 anos atrás, após“ótimo climático”. Como, de uma maneira geral, oestado atual dos conhecimentos permite a visuali-zação de uma certa constância nos aspectos cul-turais dos grupos humanos do período,ele,até cer-to ponto, pode também ser entendido como umaetapa cultural. Esta se caracterizaria pela expan-são das sociedades de coletores, pescadores e ca-çadores que se relacionaram às condições am-bientais.

Estas mesmas condições ambientais,em que pe-sem questões particulares e locais, apresentamuma certa homogeneidade. Assim,” a grosso mo-do”, o período tanto pode ser caracterizado comouma prolongada época de mudanças pontuais,dentro de uma direção determinada, quanto umaetapa,de no mínimo 7.000 anos,onde os inúmeros

340 IX. El Formativo de Brasil

ANTIGOS PADRÕES DE ASSENTAMENTO NA COSTA BRASILEIRA

Ondemar F. Dias Junior

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Fig. 1. Regiões geográficas e antigos padrões de assentamento na costa Brasileira.

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grupos humanos, apresentando particularidadespróprias, se desenvolveram segundo tendênciasgerais assemelhadas.

Deve-se destacar,ainda,que é neste período quese deram as grandes transformações nas relaçõesdo homem com o meio circundante, das quais re-sultaram fatos novos e de fundamental importân-cia, como a domesticação de plantas e animais,que propiciaram o advento de um novo período,denominado, mesmo no Brasil, de Formativo.

Em relação à elaboração do texto em si, foi ado-tada a perspectiva de se descrever sucintamente oprocesso de ocupação do litoral, através daquelasmanifestações (expressas nos sítios arqueológi-cos) melhor estudadas, enfatizandose mais as se-melhanças do que as diferenças particularizado-ras. … evidente, no entanto, que estas existem esão fundamentais para demonstrar a multiplicida-de de respostas que o ser humano é capaz de dara um mesmo problema. Só que, tendo em vista osobjetivos do texto, geral e amplo, as semelhançasservem melhor para traçar o quadro proposto.

Um espaço foi reservado para as discussõesemergentes nos últimos anos, concordem ou nãocom o modelo adotado,desde que contribuam pa-ra uma melhor definição daquela imagem.

O litoral. O meio e sua evolução

No Brasil entendese o termo “litoral” predomi-nantemente como referente à extensa faixa costei-ra,atingida,de forma direta,pelos eventos ou fenô-menos gerados no Atlântico. Não existem, no en-tanto,barreiras intransponíveis entre esta longa fai-xa e o território do interior. Sabemos hoje, de for-ma clara, por exemplo, que todo o regime de chu-vas que atingem até o alto curso do rio Amazonasé resultante das condições atmosféricas geradasalém da linha costeira (Sallati:1987). A divisãousual entre litoral e interior marca, portanto, maisum sentido de se procurar entender as questõesde continuidade e mudança ocorridas no proces-so de ocupação do território brasileiro pelo ho-mem préhistórico, do que qualquer linha divisóriaabsoluta no mesmo.

O início do período em pauta se deu, sobretudode acordo com os estudos de Ab´Saber (1977 e1983), em torno de 9.000 anos atrás. Findariam aías influências das glaciações , que caracterizaram

o período anterior --o Pleistoceno-- e teriam inícioas transformações térmicas que conduziram aoclima atual. Estas seriam basicamente quentes,com alternância de fases secas e úmidas nemsempre generalizadas, podendo variar no mesmoperíodo de tempo. Ao redor de ca.6.000 anos aP.aparentemente elas se estabilizaram naquilo quedenomina de “Altitermal” com o incremento máxi-mo em termos de temperatura e umidade. Estudosamplos, como aqueles dirigidos por Prance(1982), por exemplo, parecem indicar que, no ge-ral,houve uma gradual expansão da floresta, ligan-do o interior ao litoral, expansão esta que iria faci-litar a dispersão das espécies animais (e do ho-mem) o que viria generalizar a fauna brasileira,antes do isolamento provocado depois, pelos fato-res de recessão da mata, prevalecentes hoje.

No início do período,o nível do mar encontrava-se bem mais baixo do que o atual, embora maiselevado do que no auge das glaciações (quantochegou a baixar cerca de 100 metros,deixando ex-posta uma extensa planície costeira).Entre 8.000 e7.000 anos atrás teria ocorrido uma fase de eleva-ção, atingindo pela primeira vez, o nível atual(Hurt:1984).

Este movimento foi provavelmente constante,embora em um mesmo momento possam ser ob-servadas variações em trechos distintos da costa,mas parece ter havido uma tendência à sua retra-ção,com a inundação de inúmeras áreas até entãoemersas. Conseqüentemente, as evidências cultu-rais aí porventura existentes seriam destruidas pe-la ação das vagas e pelo assoreamento.

Ao redor de 6.000 anos atrás o nível do mar atin-giu seu ponto mais alto, ultrapassando em até 3metros o atual e inundando vasta área hoje entul-hada.

O fato que mais se destaca, no entanto, é o fenô-meno da argilização, que segundo o mesmo autor(Ab´Saber. 1989 op.cit:21), num horizonte situadoentre 6.000 e 5.000 anos aP. facilitou a comunica-ção entre pontos até então isolados e proporcio-nou a possibilidade de trânsito e contato biológi-co e cultural ao longo da costa.Também aparece-ram e se expandiram as planícies de marés, ospântanos salinos e os mangues. Em todo o litoral,portanto, alargaram-se os solos e os suportes parauma verdadeira “explosão de vida” vegetal e ani-mal.

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Por volta de 4.100 anos atrás o nível do mar teriapermanecido estável, retraindo-se a partir daí atécerca de um metro abaixo do atual. Supõem-setambém que, em virtude do assoreamento provo-cado principalmente pelo aumento das chuvas -em função das temperaturas mais elevadas emaior quantidade de vapor d´água na atmosfera -a ação das águas (pluviais e fluviais) contribuiusignificativamente para o continuo afastamentoda linha da costa.

Pode-se observar que um grupo de autores enfa-tiza a análise “ universalista”, considerando osgrandes movimentos de caráter geral como Hurt(op.cit.) e Fairbridge (1976), enquanto outros pro-curam determinar o “detalhamento regional”, co-mo Bittencourt et alii (1979) e Suguio et alii(1982). Todos, no entanto, contribuem para queatualmente se possa contar com um bom númerode trabalhos que permitem idéias razoavelmenteclaras sobre este tipo de fenômeno litorâneo.

Falta ainda, no entanto, um aprofundamentoquanto ao estudo do sistema como um todo, dosaspectos geomorfológicos aos climatológicos emesmo geográficos, como discutem, por exemplo,Drude de Lacerda et alii (1984).

O processo de ocupação humana

Hoje não se pode, senão hipoteticamente e so-bre evidências muito tênues,estabelecer os camin-hos pelos quais as mais antigas sociedades chega-ram ao litoral. Considerandose como válida a pro-posta de Ab´Saber (1984), a serra do mar deve terconstituído uma formidável barreira de vida paraaqueles grupos, pois se estendendo ao longo degrande parte do litoral, teria forçado os migrantesa contorna la, expandindo-se pela costa somenteapós o início do Holoceno e percorrendo o litoralna direção Sul Norte,provavelmente por caminhoshoje submersos.

Os sítios mais antigos se localizam em pontos si-tuados a mais de 40 km da atual linha da costa ese referem a sociedades coletoras de moluscos te-rrestres, datados entre 10.500 e 9.800 anos aP. (Co-llet: 1977). Os relativamente escassos artefatos ela-borados em concha, osso e lítico, incluem pontasde projéteis,o que poderia indicar a prática da ca-ça ou pesca (Collet: 1985:319).

O padrão de vida assumido predominantemen-

te pelas sociedades do Arcaico no litoral baseava-se na coleta de moluscos aquáticos cujos restosconformam elevações basicamente troncocôni-cas,com sucessivas ocupações de áreas horizonta-lizadas ou aplainadas no topo,o tipo de sítio deno-minado “sambaqui”. Esta economia teria sido for-çosamente complementada pela coleta vegetal eanimal e pela caça e pesca, sendo que é grande avariedade constitutiva dos sambaquis, malgrado atendência homogenizadora que os agrupa (pelomenos quanto às pesquisas) como sociedades domesmo tipo.

O sambaqui mais antigo até agora localizado nolitoral denomina se “Camboínhas”e foi datado em7.958 ± 224 anos aP. por Kneip et al (1981). Neleos artefatos predominantes foram elaborados emquartzo lascado,além de peças de seixos e blocos,complementados por pontas ósseas provavelmen-te destinadas à pesca.A caça e a coleta de vegetaisestavam insinuadas não somente pelos restos dire-tos como pela presença de artefatos destinados asua elaboração. As evidências permitem concluirque o grupo já se encontrava bem adaptado àscondições costeiras.

No milênio seguinte esta atividade generalizou-se por todos os ambientes costeiros, como baías eangras de águas quentes e calmas, ricas em hú-mus, aos mangues e aos estuários dos inúmerosrios engrossados pelo gradual e contínuo aumen-to das chuvas e pelo assoreamento produzido pe-la erosão química das encostas da Serra do Mar,que deixara de se constituir numa barreira para opovoamento da região costeira. Passagens teriamsido abertas pela existência de cobertura vegetalnas altitudes maiores.

Os grupos sambaquianos se multiplicaram eocuparam os mais variados locais, com uma con-centração maior no Sul do país,especialmente en-tre os Estados do Paraná e Santa Catarina, dimi-nuindo tanto em direção Sul quanto Norte. Amaior parte das datações giram ao redor do milê-nio compreendido entre 5.000 e 4.000 anos passa-dos, mas são também muito comuns em horizon-tes mais recentes.

Aparentemente estes sambaquis são maiores emais complexos do que aqueles situados mais aNorte, (na zona tropical) e deles são exclusivos oszoólitos, peças líticas polidas em forma de ani-mais, estudadas por Prous (1974). Neles predomi-

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nam os artefatos lascados, produzidos por técni-cas variadas e peças em osso, sendo raras aquelaselaboradas em concha, apesar de serem estas oselementos mais comuns dos sítios. Um bom estu-do das fontes alimentares dos sambaquis pode serencontrado em Garcia (1972), sendo que Schmitz(1984:31/s) inventariou as principais espécies demoluscos encontradas naqueles sítios.

Os sambaquis tropicais mais semelhantes aosdo sul se localizam do norte de São Paulo à baiade Vitória, no Espírito Santo merecendo estudosde Uchoa & Garcia (1979) e Kneip (1979), entreoutros. Mais ao Norte eles se tornam mais raros emenores. Possuem, no entanto, como elemento di-ferencial a cerâmica,associada até mesmo às maisantigas camadas, o caso, por exemplo, dos samba-quis localizados por Calderón (1964) na Bahia edaqueles situados no litoral do Salgado, no Pará,pesquisados por Simões (1981) com a cerâmicaaté agora mais antiga do país, da fase Mina. Muitoprovavelmente, se tratavam de grupos do interiorque vinham periodicamente ao litoral para coletarmoluscos.

No momento, os sambaquis, podem ser agrupa-dos em três expressões geográficas, às quais co-rrespondem algumas especificidades, tanto nasmanifestações culturais,quanto nas característicasfísicas de seus habitantes, conforme verse-á adian-te. Os sambaquis subtropicais, do Sul de São Pauloaos limites setentrionais do Rio Grande do Sul, for-mam a área “core” das sociedades com este pa-drão de assentamento geral. São os mais numero-sos,mais complexos e melhor estudados,onde sãoencontrados com exclusividade os zoólitos e ondea tecnologia lítica era mais desenvolvida. Sãopoucos os estudos que os coloque sob tradiçõesdiferenciadas e que enfatizem mudanças expres-sas na cultura ao longo dos milênios.Provavelmen-te a facilidade e abundância dos recursos disponí-veis não incentivou mudanças nas relações deprodução, subsistência e entre indivíduos compo-nentes dos grupos.

Uma segunda área, tropical,pode ser visualizadado Norte de São Paulo à baía de Vitória, com sítiosantigos, menores, menos complexos, mas apresen-tando muito maior diversidade entre sí onde se de-senvolveu uma indústria de quartzo típica. Umaterceira área se alonga entre a Bahia e o Pará, jápraticamente na região equatorial, onde os sítios

apresentam uma cerâmica antiga, de permeio aosrestos ocupacionais, mas onde também foram re-lativamente poucos os exemplares estudados. Alí,embora os sítios reflitam condições prevalecentesde atividades de coleta animal, é muito provávelque as comunidades que os originou praticassemalgum tipo de economia diferenciada no interior,coletando moluscos sazonal ou periodicamente,na costa marítima.

No momento mesmo em que a coleta de molus-cos se tornou o modo de vida predominante no li-toral, há cerca de 5.000 anos atrás, outros gruposhumanos -da Tradição Itaipu- começaram a se es-tabelecer alí. Eles estão melhor estudados no lito-ral central, mas tanto as suas origens, como as ro-tas do povoamento, seguem em discussão, assimcomo o reconhecimento da sua área de expansãocultural.A coleta de moluscos era ainda praticada,mas a ênfase, no entanto, recaí sobre a coleta dealimentos vegetais e na pesca, sobretudo lacustre,com raros exemplares marinhos. Complementa-vam sua dieta com caça diversificada e a coletade pequenos animais terrestres. Desenvolveram,pois, uma complexa rede de atividades de subsis-tência. Sua tecnologia de fabrico de artefatos osaproxima dos grupos sambaquianos,especialmen-te no que diz respeito à produção de artefatos líti-cos de quartzo lascado. Desenvolveram de formaprópria a produção de peças em valvas e carapa-ças de moluscos marinhos e terrestres, especial-mente na confecção de raspadores laterais de val-vas previamente alisadas, onde era aplicado ummicro-serrilhamento por lascamento (Carval-ho:1984). A hipótese de que desde a sua fixaçãona região já praticassem algum tipo de horticultu-ra é sugerida pela análise do acervo cultural e cer-tas peculiaridades nas arcadas dentárias, produzi-das pelo alto grau de consumo de alimentos ricosem carboidratos (Turner & Machado: 1983).

Os sítios da Tradição Itaipu tem a forma de mon-tículos alongados,constituídos por camadas de ar-gila e restos alimentares, húmus e artefatos cultu-rais. Neles são demarcadas as áreas de habitação,com a sobreposição de cabanas limitadas pormarcas de estacas.Verdadeiras estearias delimitan-do habitações maiores e, talvez, defensivas, alémde espaços demarcados para sepultamentos, pro-dução de peças,etc.Em relação aos sambaquis domesmo horizonte cronológico, eles apresentam

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um notável incremento na concentração da popu-lação, atestado pelo avultado número de sepulta-mentos de sítios já escavados. Estão datados a par-tir de 5.140± 180 aP. (sítio da Malhada) mas os re-gistros se concentram em especial no milênio se-guinte (Dias Junior:1976/7).

A extensão desta primeira manifestação da tra-dição Itaipu alcança o Espírito Santo (ao Norte)no sítio do Areal I (Perota:1974) e provavelmente osítio do Tenório, em São Paulo, no Sul.

A partir do segundo milênio antes de Cristo, seiniciaria uma diversificação nesta tradição, com aênfase recaindo sobre a pesca marítima e a conse-qüente localização de seus acampamentos sobredunas estáveis na periferia das praias atuais e pró-ximo à foz de lagunas. Esta prática adentraria oformativo, a partir do início da Era Corrente. Deno-minou-se de Fase Itaipu A ao momento mais anti-go de ocupação de Itaipu B os grupos de pescado-res mais recentes (Dias Junior, 1976).

Segundo os dados disponíveis, as comunidadesdevem ter sido numericamente significativas, pro-vavelmente organizadas em padrões de macro-bandos que utilizavam um ponto escolhido noambiente como elemento de referência e perma-nência. Dali deveriam explorar efetivamente os re-cursos de uma ampla área, pela ação de gruposcom grande autonomia de deslocamento.Nos mo-mentos mais intensos de ocupação,que devem es-tar situados nas proximidades do Altitermal, estesgrupos ou se diversificaram ou receberam aportesde novas comunidades, de tipo semelhante. Dequalquer forma,no entanto,a densidade demográ-fica parece ter aumentado e a economia se diver-sificado. Se esta diversificação resultou da pressãodemográfica interna, de algum tipo de crise am-biental em algum ponto do litoral ou do interior,sefoi resultante da combinação de diversos fatores,os dados ainda se mostram insuficientes para per-mitir uma solução aceita por todos. O importanteé que alguns dos traços principais normalmenteutilizados para conceituar o formativo, como a ce-râmica e a horticultura, já se faziam presentes nolitoral, desde meados do terceiro milênio antes deCristo, em pleno período Arcaico.

A cerâmica que se tornara difundida do Norte,com a Tradição Mina (Simões,op.cit.),se expandiupara o Sul, provavelmente pelo litoral no milênioseguinte, de forma que, entre os 5.000 e os 4.000

anos atrás toda a costa estava percorrida, explora-da e ocupada por macro bandos diversificados.

Características paleodemográficas: Em tra-balho recente, Uchoa & Alvim (1989) concluíramque a população do sambaqui de Piaçaquera(São Paulo), um pequeno sítio ocupado entre4.980 e 4.930 anos aP. teria sido de 48 indivíduos.Tal cálculo parece correto, considerando se as re-duzidas dimensões do sambaqui e o tempo restri-to de sua ocupação. Para a Fase Itaipu, CheuicheMachado (1985) elaborou um aprofundado estu-do paleodemográfico em relação a um dos seus sí-tios, no Estado do Rio de Janeiro, concluindo so-bre a idade e sexo dos indivíduos,vida média e ta-manho da população (cerca de 445 indivíduos).

Neves e Cocivolo (1989) estudando esqueletossambaquianos,concluíram a existência de unidadesbiológicas diferentes, a partir das microdiferencia-ções e da análise dos componentes craniofuncio-nais dessas populações.Mais de uma unidade foramidentificadas para os sambaquis do Sul e ainda umaoutra para os sambaquis do litoral Central.

Em seus aspectos genéricos, a “população sam-baquiana” era constituída por indivíduos de baixaestatura com claro dimorfismo sexual, sendo queos de sexo masculino tinham a média de 1.65 m.de altura e as mulheres cerca de 1.50 m.. Os crâ-nios eram altos, de mediana capacidade encefáli-ca, com faces estreitas, nariz afinado e fortes arca-das supra orbitárias (Alvim & Uchoa, 1976).

As populações vinculadas à Fase Itaipu A,segun-do Cheuiche Machado (1992) se enquadram nospadrões genéricos sambaquianos, apresentandocrânios arredondados (braquicranianos) ou me-dianamente arredondados (mesocranianos), comcalotas altas. As diferenciações em relação aossambaquianos foram notadas no tocante às carac-terísticas adquiridas ao longo da vida pelos indiví-duos. Estas se fazem mais aparentes em relação àsabrasões dentárias e desgastes específicos, asso-ciados a elevados percentuais de cáries, resultan-tes do alto consumo de carbohidratos, indicativosde uma prática horticultora (Turner & Machado:1983 e Cheuiche Machado:1984).

Práticas funerárias: Nos sambaquis os indiví-duos costumavam ser sepultados em áreas diver-sas, geralmente em covas rasas e posição fletida,

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com acompanhamento funerário ou não, orienta-ção variada, oferendas igualmente diversificadas,com ou sem corante vermelho. Em grande maio-ria, se tratavam de enterramentos primários,embo-ra dados recentes venham demonstrar variaçãomaior.

Também na Fase Itaipu A, os sepultamentoseram predominantemente primários, sob as maisvariadas e complicadas posições até mesmo emum único sítio. Eram muito comuns os sepulta-mentos em grupo, em áreas selecionadas e deter-minadas dos sítios, com variado acompanhamen-to funerário. O estaqueamento post mortem, mascom o corpo ainda recente e articulado, ou a fixa-ção à cova com a colocação de grandes pedras,seixos às vezes banhados de corante, são traçosdiagnósticos da mesma.

Síntese dos padrões de assentamento

Pelo que foi tratado até aqui, pode-se ver que oprocesso de ocupação do litoral se fez, pelo me-nos, por duas grandes modalidades adaptativas,expressas em padrões que podem ser diferencia-dos mesmo em suas linhas gerais. Detalhes parti-cularizadores podem sub-dividir estes dois “siste-mas”maiores em unidades menores,mas,ainda as-sim,de variável grandeza e que não se enquadramexatamente neste texto, por detalharem aspectosdo período Arcaico do Litoral. Aqui o discutimosfundamentalmente analisando aqueles traços queorganizariam o Formativo. O leitor interessado po-derá aprofundar as informações em Dias Junior(1976/7); Garcia (1972), Hurt (1984), Kern (1989)ou Kneip (1991), entre outros.

Um primeiro sistema, agrupando inúmeras so-ciedades de Tradições culturais próprias, se esten-de praticamente por todo o litoral, com pequenaszonas de interrupção. Estas sociedades centraliza-vam seu modo de vida e subsistência na explora-ção eficiente do ambiente costeiro, consumindoas espécies mais abundantes de moluscos queproliferavam em consonância com as condiçõesambientais favoráveis. Seus sítios, mesmo demons-trando variações locais, uniam-se no sentido deuma profunda relação íntima, com os habitats da-quelas espécies de animais das quais dependiam.Sempre estrategicamente posicionados, demons-tram o profundo conhecimento das potencialida-

des do meio, por parte daquelas sociedades queos construíram. Inseridos na natureza, não podemser compreendidos isolados dela.

Numa linha geográfica imediatamente mais in-teriorana, e mais recentemente, outra manifesta-ção de assentamento se fez sentir, especialmenteselecionando ambientes lagunares,a Tradição Itai-pu. Muito pouco especializados, estes coletores-pescadores-caçadores, que consumiam pratica-mente de tudo, se espalharam ao longo do litoral.De economia diversificada, seus sítios conservamainda, as marcas de assentamentos permanentes,num provável modelo de macro-bando com basecentral, com uma organização complexa nos es-quemas de produção (Dias Junior & Carval-ho:1990).As provas diretas, mantidas nos restos es-queletais, apontam para um altíssimo consumo dealimentos de origem vegetal, podendo-se concluir,inclusive,na prática de algum tipo de horticultura.Os esqueletos exumados indicam, também, umapopulação muito mais densa do que a dos samba-quis, considerando-se, de um lado, as perspectivasmédias de população estimada para os grupossambaquianos, como aquelas divulgadas por Al-vim & Uchoa (1976) e o número reduzido de es-queletos comumente exumados nos sambaquisem contraste com a significativa ocorrência de se-pultamentos no horizonte mais antigo da TradiçãoItaipu.

Dois outros sistemas permanecem ainda emaberto. De um lado, aqueles antigos grupos de co-letores de moluscos terrestres,restritos ainda a SãoPaulo; de outro aqueles extensos sítios em dunas eem ilhas,sobre assentamentos recentes,do tipo Fa-se Itaipu B, situados cronologicamente em plenoFormativo,mas conservando uma atividade econô-mica do Arcaico. A extensão e filiação destes gru-pos de pescadores marítimos seguem em discus-são.

No litoral, portanto, o Formativo se anuncia rela-tivamente cedo, se for considerada a questão dadomesticação de vegetais e o aparecimento da ce-râmica, ou muito tardiamente, se considerada apermanência dos antigos modos de vida, perpe-tuados nos sambaquis e nos sítios de pescadores.

De qualquer forma, no entanto, é no período an-terior que ele se enraiza e onde estabelece suasbases. Se falta, aqui, um fator revolucionário, paradelimitar sua eclosão, é porque as transformações

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se fizeram sem dramáticas alterações. Até mesmoa cerâmica, antiga nos sambaquis do Norte e segeneralizando em meados de 3.500 anos atrás,nãose constituiu em algo capaz de alterar significativa-mente os padrões até então dominantes.O sistemade vida tribal -Formativo- provavelmente seria do-minante somente a partir dos inícios da Era Cristã,pela popularização do uso da cerâmica e da gene-ralização das práticas horticultoras.

Problema em discussão

Seria impossível,em função dos limites do texto,elaborar uma análise completa de todas as novasposições e perspectivas que vem surgindo. Destaforma, optou-se por uma abordagem selecionada,sem que isto signifique juízo de valor ou de impor-tância. O fator considerado foi o de discutir algu-mas questões chaves do processo, a partir de pro-posições emergentes nos últimos três anos(1990/1992).

A questão dos sambaquis: Na Reunião Cientí-fica da Sociedade de Arqueologia Brasileira (SAB)na cidade do Rio de Janeiro em setembro de 1991,foi organizada uma Mesa Redonda para a discus-são sobre os “construtores de sambaquis”.Partindoda perspectiva de que tais sítios não seriam resul-tado da “atividade desordenada do grupo que osconstruiu”sugeriu-se que cada sítio deve ser “trata-do como um artefato construído pelos indivíduosque o ocuparam” com profundas relações espa-ciais, sendo que a própria área de ocupação, inter-na,caracterizaria diferenciação consciente no seuuso (Gaspar: 1991).

A questão da generalização em torno deste tipode sítio, há anos discutida, vem agora ganhandonovos contornos, especialmente pelo reconheci-mento da imensa complexidade e variedade demanifestações culturais que o nome “sambaqui”encobre.Embora não exista,ainda,uma clara linhadivisória aceita por todos, entre o que é sambaquiem confronto com outros sítios costeiros ondetambém ocorrem coleta de moluscos, divisões en-tre ambos vem sendo reiteradamente publicadasnos últimos anos. Kern (1989:108) considera:“Mui-tos sítios arqueológicos do litoral meridional doBrasil foram já impropriamente denominados de“sambaquis”; outros, apesar de portadores da mes-

ma cultura material, receberam denominações di-ferentes”. E, embora não fique claro no seu texto,os sítios Xangrilá e Itapeva, na costa Norte do RioGrande do Sul, não são denominados de samba-quis, sugerindo que o autor os identifique somen-te como sítios de “pescadores coletores litorâ-neos”, sem qualquer designativo particularizador.

Também Neves (1988) trabalhando com paleo-genética no litoral Sul, reaborda uma divisão ante-rior, proposta por Prous e Piazza (1977), que sepa-ram “sambaquis” de sítios acampamentos de cole-tores, e os denominam de “rasos” (termo tambémusado no Norte do país). Ele afirma que estes últi-mos “contemporâneos dos sambaquis, foram ocu-pados...por um grupo biologicamente distinto”(pag.136). Também discorda da perspectiva deque os “grupos sambaquianos constituam um úni-ca e homogênea população”. Defende as diferen-ciações entre os grupos “construtores dos samba-quis” mais meridionais em relação aos setentrio-nais e formula hipóteses para explicar este distan-ciamento biológico, tanto por “oscilações ou deri-va genética” dentro do próprio grupo, como pelosaportes de grupos diferenciados vindos de fora(op.cit.138). É conveniente ressaltar que o autorcentraliza seus estudos nas populações do Paranáe Santa Catarina (litoral Sul,subtropical,portanto).Posteriormente, como já foi tratado aqui, chegou àmesma conclusão ao estudar os remanescentesósseos dos sambaquis da costa Central (ou tropi-cal), (Neves & Cocilovo, 1987).

Um trabalho de Kneip et alii (1991) referente atrês sambaquis do litoral do Rio de Janeiro (costaCentral) aborda uma série de questões tambémimportantes. Primeiro, porque estuda três sítios damesma localidade (Saquarema) que se sucede-ram no tempo: Sambaqui da Beirada (entre 4.520e 3.800 aP.), sambaqui do Moa (entre 3.960 e 3.610aP.) e sambaqui da Pontinha (entre 2.270 e 1.790aP.). Segundo, porque embora no primeiro e no úl-timo predominam as evidências de uma econo-mia coletora de moluscos, no intermediário domi-nam os restos de atividade de pesca, portanto in-formando,no mínimo,sobre uma diversificação lo-cal.Terceiro, porque, no mais recente, pela primei-ra vez no litoral, foram localizados sepultamentoscremados num horizonte bastante recente.

Em síntese, pois, o que parece estar se firmando,direta ou indiretamente, é a ideia de que no perío-

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do final do Arcaico do litoral pelo menos duas or-dens de atividades e,no mínimo,dois grupos popu-lacionais haviam fixado ao longo da costa, comsuas perspectivas próprias de vida.

Tradição Itaipu: Vale uma consideração espe-cial a partir do momento em que esta perspectivaemergente já tem, pelo menos, 25 anos de discus-são na costa Central do país.O importante a ressal-tar é que recentemente trabalhos de importânciavem colocando à prova, tanto aspectos da sua ex-tensão e diversidade, quanto até mesmo questio-namentos sobre a sua existência como Tradiçãocultural peculiar.

Infelizmente estes textos vem aparecendo,aindaexclusivamente,em nível de teses de Doutoramen-to e dissertações de Mestrado. Desta forma, sua in-clusão aqui,não só implica no reconhecimento dasua importância, como se constitui em um passopara torna los mais conhecidos.

Uma tese de Doutoramento (Gaspar:1991) focali-zada especialmente nos aspectos da organizaçãode um grupo de pescadores, coletores e caçadoresda região em foco, não só estuda um caso, sob aperspectiva da arqueologia locacional, como criti-ca todas as demais estruturas teóricas já estabeleci-das. Sua própria visão, no entanto, totalmente cen-trada nos aspectos ambientais, restringe-se a umaperspectiva determinista,em que pese sua veemen-te afirmação contrária,especialmente por desconsi-derar as mudanças culturais,só reconhecidas quan-do singularidades e por seu total desprezo a histo-ria e ao fator tempo como um todo.

Dois outros trabalhos, em nível de dissertaçãode Mestrado,sem dúvida irão contribuir para apro-fundar a discussão. Um deles (Tenório de Oliveira,1991) trata da questão da coleta de vegetais no pe-ríodo, considerando-o fundamental para o acumu-lo de experiência para o advento da agricultura,trilhando o mesmo caminho proposto por Braid-wood (1960) mas sob novas perspectivas.Vale co-mo contribuição, sua crítica à teoria de que teriasido a crise pós Altitermal que conduziria aos no-vos processos de produção de alimentos. Emborasua hipótese básica seja altamente discutível, po-derá conduzir a avaliações proveitosas para a re-constituição do passado deste trecho do litoral.Outro trabalho, (Borges Franco:1992), discutindoprofundamente o tema da tecnologia e importân-

cia da pesca como atividade de subsistência, mui-to provavelmente também suscitará debates escla-recedores.

Foi, no entanto, a tese de Andrade Lima (1991)que levantou maior questionamentos em relaçãoàs origens e divisões da Tradição Itaipu.Aquela au-tora atribui à pressão demográfica, existente inter-namente nos grupos sambaquianos,mais do que aqualquer crise ambiental, o desenvolvimento dasatividades de pesca no final do Arcaico. Neste sen-tido, restringe a Tradição Itaipu à Fase B, como noinicio da sua identificação (Dias Junior:1969). Elaapoia seu ponto de vista em um tópico, discutidopor Dias Junior & Carvalho (1983/4 e 1990), deque a Fase A teria chegado já caracterizada ao li-toral, onde compartilharia o meio com os grupossambaquianos mais antigos.

O Arcaico e o desenvolvimento daqueles traçosque iriam caracterizar o período final da préhistó-ria do litoral brasileiro, estão hoje razoavelmentedelineados em suas linhas principais. As lacunas,ainda muito grandes, são incentivo à pesquisa. Odetalhamento do processo se faz necessário, emtodos os níveis, de forma que existe ainda umimenso campo de trabalho pela frente. Deverão,entretanto, passar ainda muitos anos, antes que sepossa concluir um modelo realmente sólido ecompleto, onde a finalidade não seja confundidacom o método.

Em relação ao tema principal deste texto, pare-ce que ficou claro que, apesar das inumeráveis va-riações locais, existem traços generalizadores quepermitem reconstituições amplas e compreensí-veis. O Formativo, ou período Horticultor, nãoaconteceu isolado de suas bases, como algo inva-sor, vindo totalmente de fora. Significativos ele-mentos constituintes do seu acervo diagnóstico,foram experimentados no litoral, concomitante-mente com o dia a dia das sociedades mais anti-gas e com padrões de vida mais típico do Arcaico.

Os padrões de assentamento, apresentam pecu-liaridades próprias, que permitem antever os tra-ços dominantes no período posterior. Até certoponto, por exemplo, a utilização de um ponto es-colhido no espaço, pelas populações do Arcaicodemonstra maior sedentariedade do que os ele-mentos perpetuados nas aldeias ceramistas poste-riores. Se nestas a produção de certos vegetais as-segurava a subsistência,não substituiu ela comple-

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tamente as atividades de caça e pesca anteriores.Por outro lado, embora ainda não se possa afirmarcom segurança, muito provavelmente, foram as ex-periências dos grupos de economia diversificada,tipo Itaipu A,que garantiram a existência daquelesvegetais consumidos no litoral na época da con-quista européia.

O panorama que se pode descortinar para o futu-ro parece ser amplo e generoso. Novos pesquisado-res, com sólida base teórico-metodológica come-çam a trabalhar duro, com entusiasmo e saudavelpretensões. Mesmo que aparentemente atuem sobperspectivas “antagônicas”, na verdade somentecomplementam os conhecimentos, desde que secompreenda que,do campo teórico,aos métodos eàs técnicas, é realmente muito difícil encontrarsehoje,posições realmente contrárias.O conhecimen-to se complementa, se justapõe e se integra.

A perspectiva emergente hoje, de que os pesqui-sadores não trabalham com partes por sí só isola-das, mesmo que assim as considerem, e sim con-juntos que caracterizam sistemas integrados, iracertamente colaborar na criação de novas e maiscompletas condições para que o objetivo de cons-truir uma pré-História brasileira coerente e possi-velmente próxima da realidade, seja alcançado.

A visão de conjunto, onde todos os componen-tes atuam em todos os níveis, entre sí, e onde o pa-pel do observador, até então estático e teorica-mente distante, passa a ser reconhecido na suareal dimensão criadora,constituem linhas de atua-ção geradoras de uma nova estrutura teórico-me-todológica que, sem dúvida, contribuirá enorme-mente para a clareza e maior amplitude e profun-didade deste instigante campo da criação intelec-tual do homem.

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EL FORMATIVODE VENEZUELA

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El inicio del denominado período Formativo en elnorte de Sudamérica alude al proceso de sedentari-zación de las sociedades prehispánicas.El mismo seinició entre 3.000 y 2.000 a.C.y sirvió de base para eldesarrollo de formas auto-generadas de producciónhortícola en diversas áreas de la región.

La conceptualización del Formativo que se mane-ja de manera general entre los arqueólogos, apuntahacia la definición de dos grandes regiones -Mesoa-mérica y los Andes Centrales- donde los procesos ci-vilizadores alcanzaron a generar formas estatales deorganización sociopolítica. Dichos procesos civiliza-dores, evidentemente, no tuvieron parangón encuanto a su materialidad en las otras regiones delcontinente, pero sus causas, creemos, están fuerte-mente enraizadas en las características que asumióel poblamiento original del continente y -en particu-lar- de Sur América.

La originalidad de las formas básicas sociales,eco-nómicas y culturales estuvo determinada inicial-mente por la presencia de condiciones naturalesque aceleraron o retardaron la concentración demasas importantes de población humana en espa-cios geográficos determinados y,posteriormente,porel tipo de relaciones asociales que se generó comorespuesta a la implantación de dichas masas de po-blación en asociaciones ecosistémicas de alta pro-ductividad, particularmente del tipo litoral marino-valles litorales-montaña o valles fluviales-montaña.Los diversos modos de vida cazadores especializa-dos o de recolecta y caza generalizada que se desa-rrollaron, fueron exitosos en la medida en que fue-ron capaces de generar una estrategia para la explo-tación orgánica de diferentes ecosistemas conver-gentes,organizados de manera bien altitudinal u ho-rizontal. Los modos de vida basados en la recolec-

ción marina pudieron garantizar las condiciones so-ciales necesarias para el establecimiento de unaexistencia sedentaria,en la medida en que los indivi-duos supieron organizar un sistema de explotaciónde variados ambientes y recursos naturales.A partirde esa base común, se fueron desgajando los dife-rentes tiempos históricos,los diversos modos de vidaque conformaron la realidad social prehispánica.

Hoy día podemos apreciar que la aparición delcultivo de plantas e incluso de la alfarería parecendarse de manera simultánea e independiente en di-ferentes regiones de Suramérica, apoyándose en lascondiciones materiales y en los modos de vida quecaracterizaban cada una de esas regiones. La diná-mica de dichos modos de vida comenzó a manifes-tar líneas divergentes de desarrollo histórico,cuandoaparecieron cambios cualitativos y cuantitativos enla vida social. En ciertos casos, esos cambios se pro-dujeron dentro de áreas geográficas relativamenterestringidas, donde era posible desarrollar procesosde producción que iban desde la caza, la pesca y larecolección marina, la caza terrestre y la domestica-ción de mamíferos gregarios, la recolección y el cul-tivo de plantas vegetativas y de cereales.Todo lo an-terior tuvo una importancia notable en el proceso desedentarización, estimulando intensos flujos pobla-cionales verticales y horizontales con ciclos de con-vivencia y de antagonismos,de integración y desinte-gración de las sociedades regionales.

En el norte de Suramérica, incluyendo la regiónamazónica, dichos procesos se manifestaron conmenor intensidad, debido al carácter disperso delproceso de poblamiento originario.La contradicciónhombre-hombre y los flujos de población tuvieronun alcance limitado, notándose su influencia en re-giones donde existen asociaciones orgánicas de

X. El Formativo de Venezuela

LAS BASES SOCIOHISTÓRICAS DE LAS SOCIEDADES SEDEN-TARIAS EN EL NORTE DE SURAMÉRICA:

EL CASO VENEZOLANO

Mario Sanoja e Iraida Vargas Arenas

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ecosistemas costa-valle-montaña o valle-montaña.Alatenuarse los antagonismos sociales entre las dife-rentes comunidades que integraban los modos de vi-da, la dinámica histórica del norte de Suramérica sedesfasó con respecto a la de los Andes Centrales. Apartir del primer milenio a.C.,hubo ciertamente rela-ciones culturales entre el norte de Suramérica y elárea andina central que indujeron ciertos cambiosformales en los modos de vida regionales sin alterarsu esencia ni sus tiempos históricos. En tal sentido,pensamos que el Formativo del norte de Suraméricafue un proceso de cambio sociohistórico autogene-rado, que adoptó elementos culturales derivadosprincipalmente del área andina central, creando lasformas sincréticas originales que definen objetiva-mente los diversos modos de vida regionales a partirde los comienzos de la era cristiana (Mapa 1).

El poblamiento inicial del norte de Suraméricay el Caribe: los modos de vida apropiadores:

Al discutir las primeras oleadas migratorias antesde 30.000 A.P . y las evidencias sobre industrias, noespecializadas, los cuales avalarían la presencia deaquellos primeros grupos humanos,queremos intro-ducir en el análisis la variable geohistórica y la eco-lógica y mostrar las transformaciones sociales y cul-turales que se producen en las bandas de recolecto-res cazadores generalizados cuando entran en la re-gión neotropical. En el presente caso, la separacióntemporal de las evidencias arqueológicas sobre elpoblamiento de América del Norte en períodos o es-tadios podría estar también demostrada para Sura-mérica. A partir de un cierto momento que podría-mos ubicar temporalmente entre 16.000 y 8.000 A.P.,las evidencias conocidas hasta el presente nos per-miten visualizar la coexistencia temporal y espacialde diferentes modos de vida apropiadores. Estos sefundamentan en una economía generalizada de ca-za,pesca y recolección,o de caza,recolección y pas-toreo que dan respuesta a la variedad de oportuni-dades que ofrece el medio tropical o sub-tropical delsub-continente. Ello se expresó, con el surgimientode modos de vida cazadores-recolectores generali-zados del interior, cazadores y pastoriles donde hayzonas de refugio de fauna pleistocénica o existen re-baños de animales gregarios tales como llamas,alpa-cas, guanacos, etc., o de modos de vida orientadosprincipalmente hacia la recolección,la pesca y la ca-

za marina donde existían condiciones naturales pa-ra su implantación.Según las condiciones particula-res, llegaron a compartir tradiciones técnicas comu-nes,sobre todo en lo relativo a la manufactura de ins-trumentos de piedra y en un grado menor de huesoy de concha marina.

Parecería evidente entonces, que podríamos ha-blar de un arqueolítico Suramericano (Lorenzol972) o una Formación Apropiadora (Vargas Arenas1990;Sanoja y Vargas Arenas 1991) compuesta por di-versos modos de vida recolectores-cazadores gene-ralizados que darían respuestas sociales,en términoshistóricos y regionales, a las condiciones objetivasque ofrecía el variado entorno continental. Muchasde esas antiguas poblaciones parecen haber desa-rrollado modos de vida donde predominaba la reco-lección y la pesca marina, carácter que se hizo másacentuado o visible con los episodios de subida delnivel del mar, que llegaron a su óptimo hacia 5000A.P. Estos modos de vida se gestaron de maneracomplementaria con otros modos de vida recolecto-res en las regiones selváticas, en las llanuras o lasmontañas del interior del continente. Es evidenteque las regiones litorales, tanto del Atlántico comodel Pacífico,ofrecían condiciones óptimas para la es-tabilización o la sedentarización de las bandas de re-colectores dentro de territorios más o menos defini-dos, lo cual influyó de manera decisiva en la reorde-nación de las relaciones sociales y los factores de laproducción apropiadora que condujeron a la do-mesticación de plantas. No debemos ver éstos, co-mo si se tratase de procesos alternativos a los que es-taban ocurriendo u ocurrieron en el interior del con-tinente,ya que como veremos más adelante, los dife-rentes modos de vida apropiadores representabanmás bien fases complementarias del mismo procesosociohistórico.

Analizando las evidencias arqueológicas de estaspoblaciones de recolectores-cazadores con indus-trias líticas generalizadas en Centro y Suramérica,ve-remos que existen muchas formas particulares encuanto a su expresión empírica,pero que respondena dos grandes tradiciones o líneas de desarrollo quese relacionan directamente con la naturaleza de suobjeto de trabajo: los recolectores/cazadores/pesca-dores del interior y los recolectores/cazadores/pes-cadores litorales. Dentro de ambas líneas o tradicio-nes existe una diversidad regional de modos de vidaque representan, o bien expresiones distintas de la

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actividad apropiadora,o fases transicionales que vande la apropiación generalizada hacia la producciónde alimentos. Este último ejemplo, que escapa a losobjetivos del presente trabajo, se manifiesta tambiénen los Andes Centrales y en el norte de Argentina,donde vemos poblaciones muy antiguas de cazado-res-recolectores del interior con puntas de proyectil,que son igualmente recolectores y procesadores dealimentos vegetales (González 1960).En otras pobla-ciones que practicaban la recolección marina y lacaza terrestre, marina y fluvial utilizando puntas deproyectil de piedra,hueso o madera,se inició un pro-ceso de transformación que culmina con el cultivode plantas, como es el caso de la costa del Perú y lacosta del Ecuador (Lumbreras 1983; Moseley 1975;Stothert 1976,1979,1985; Bate 1983), las serranías delnordeste de Colombia y en la costa norte de Vene-zuela (Correal 1990; Sanoja 1988, 1989; Sanoja y Var-gas Arenas 1991).

En el caso del norte de Suramérica las poblacio-nes recolectoras que habitaban tanto el litoral Pacífi-co como del Caribe y del Atlántico parecen repre-sentar el juego dialéctico entre tres grandes modosde vida genéricos: un Modo de Vida Recolector-Pes-cador Marino, un Modo de Vida Recolector-Cazadordel Interior y el Modo de Vida Recolector-Mixto don-de tiene gran importancia la explotación coordina-da de un variado conjunto de ecosistemas: marino,ripario,palustre,selvático,etc.Por otra parte,se obser-va la presencia de tres tradiciones técnicas ligadas ala fabricación de instrumentos líticos de produc-ción,una que hemos llamado de la piedra percutidao fracturada,la segunda que representa la utilizacióncasi sin modificaciones de los cantos rodados natu-rales y la tercera que se fundamenta en la técnica dela abrasión y posteriormente el pulido de la piedra.

La Tradición de la Piedra Percutida, se refiere a lafractura por expansión de un núcleo inicial, con elobjeto de obtener núcleos secundarios y lascas queson empleados directamente sin modificación pre-via o son sometidos a un proceso de desbastado,y aveces de lascado muy elemental,para manufacturarinstrumentos con funciones técnicas más o menosdefinidas. No obstante el carácter poco especializa-do de dichos instrumentos, un tipo aparentementemuy difundido es el de los núcleos piramidales,pre-sente tanto en la costa del Ecuador y en Tequenda-ma,Colombia,como en el nordeste de Venezuela.Lascuñas triangulares, observables en los sitios recolec-

tores del interior de Panamá, en Tequendama, Co-lombia y la costa nordeste de Venezuela, resaltandentro del conjunto de raspadores,hojas y otros ins-trumentos para rayar, rasgar, cortar, perforar etc., queson discernibles dentro del conjunto de artefactosque califican los procesos de trabajo apropiador ytransformador de aquellas comunidades recolecto-ras-cazadoras.

La segunda tradición técnica, se refiere a la reco-lección de piedras naturales,particularmente cantosrodados de forma esférica o rectangular plana, loscuales son utilizados como percutores o martillos,manos de moler o piedras de apoyo. Estos parecenindicar un nivel muy rudimentario de inversión detrabajo para la reproducción social, donde la apro-piación de los recursos naturales está mediada porun desarrollo muy bajo de las fuerzas productivas.

Una tercera tradición técnica que se desarrolla alinterior de los modos de vida recolectores-cazadoresdel norte de Suramérica,es la de la piedra abrasadao trabajada por abrasión para producir instrumentosde producción que tienen una forma y una funciónde carácter más definido.Tanto en Las Vegas (Ecua-dor), Casita de Piedra (Panamá), Sauzalito (Colom-bia), Guayana y Las Varas (Venezuela), el abrasadode la piedra existe desde períodos muy tempranos.En el noreste de Venezuela,parece haber estimuladohacia mediados del 3er. milenio a.C., el auge de for-mas técnicas de abrasión y piqueteado que culmina-rán posteriormente en el pulido de la piedra.

Las tradiciones técnicas mencionadas,no parecenrelacionarse individualmente y de manera exclusivacon un modo de vida determinado,ya que están pre-sentes en mayor o menor grado,en los modos de tra-bajo de todos ellos. Lo que sí es importante, es la re-lación cuantitativa que llegan a tener esas tres tradi-ciones dentro de los diversos modos de vida,ya queparece ser un indicador del desarrollo de las fuerzasproductivas en cada uno de ellos.Las tradiciones téc-nicas de la piedra percutida y de la piedra abrasadallegan a formar,al parecer,una combinación que pre-domina en el Modo de Vida Recolector-Mixto, debi-do quizás a que en él se presenta una mayor diversi-ficación de procesos productivos,una mayor diferen-ciación laboral. Por el contrario, la utilización domi-nante de las piedras naturales sin modificación in-tencional,o de la piedra percutida parecen estar aso-ciadas generalmente con expresiones culturales delos modos de vida recolectores marinos o de los re-

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colectores del interior, donde los modos de trabajoevidencian una relación directa apropiación-consu-mo sin inter mediaciones técnicas o sociales muycomplejas en ese proceso.

Las poblaciones originales de recolectores, caza-dores y pescadores que se habrían extendido sobrebuena parte del litoral Pacífico y Atlántico y las tie-rras interiores del norte de Suramérica,han sido tam-bién agrupadas por Bate (1983-II:211), del ConjuntoCultural III, relacionado con un instrumental líticopoco o nada especializado, multi funcional, adapta-ble para el aprovechamiento de los más variados re-cursos obtenidos a través de la recolección,la caza yla pesca.En muchos ejemplos sustituyeron en buenaparte la piedra por el hueso o la concha marina co-mo materia prima, pero siguieron utilizando las téc-nicas de la piedra percutida,el alisado y el pulido delas superficies de ciertos instrumentos de produc-ción. Dichas poblaciones explotaron diferentes eco-sistemas en variadas regiones: el litoral Atlántico deNicaragua,el litoral Pacífico y las tierras interiores dePanamá, las serranías andinas del noroeste de Sura-mérica, el litoral Pacífico del Ecuador, el litoral Cari-be colombiano, el litoral Caribe y el Atlántico de Ve-nezuela,el litoral de Guyana y Brasil y el Planalto bra-sileño.

Las comunidades apropiadoras del nordeste deVenezuela:

Una serie de fechados de C-14, las comparacionestipológicas y el análisis de los contextos arqueológi-cos,indican que los inicios del poblamiento recolec-tor-cazador-pescador de la región se ubicarían entre6.000 y 7.000 A.P., período que coincidiría aproxima-damente con el óptimo climático del Holoceno y elmáximo de la transgresión marina post-pleistocéni-ca.El Modo de Vida No.1 ha sido estudiado en los si-tios Ño Carlos en el Golfo de Paria,y Remigio,ubica-do a 200 Km al interior,en la cuenca del río San Juan,y el Modo de Vida No.2 en Guayana,Golfo de Paria yel Bajo, Golfo de Cariaco (Mapa 1).(Sanoja 1989a-b;Sanoja y Vargas Arenas 1991).

La subsistencia de esas comunidades tempranasdependía en buena parte de la explotación de los re-cursos del bosque de manglar,particularmente la os-trea de manglar (Ostrea frons) y moluscos como laMalongena melongena (Linné), la pesca marina y lacaza de mamíferos (posiblemente algún tipo de siré-

nido) y de rayas (Dayasatis sp).Manufacturaban ins-trumentos líticos de arenisca, cuarcita y ocasional-mente jaspe y serpentinita. Se empleó la técnica depercusión para producir lascas o fragmentos unifa-ciales que podían ser utilizados como raspadores ycuchillos.Ocasionalmente se encuentran instrumen-tos de piedra trabajados someramente mediante las-cado secundario y es posible decernir, incluso,ciertaregularidad en la técnica de fractura de los núcleosde piedra.Se encuentran también ¨choppers¨ o taja-dores,martillos y piedras de apoyo para la moliendade sólidos.

La presencia de huesos de mamíferos terrestres co-mo venados (Odocoyleus sp.), sólo en las capas másantiguas de los sitios Guayana y Remigio podría serindicador de un cambio drástico en los procesos deadquisición de alimentos,donde la dependencia delos recursos alimenticios terrestres habría sido susti-tuida por la explotación intensa de los recursos delmanglar.

Los sitios de habitación parecen haber sido para-deros estacionales o campamentos semi-permanen-tes.Los restos de estructuras de viviendas sugieren lautilización de paravientos simples que servían de co-bijo a los componentes de las bandas recolectorasnomádicas o seminomádicas.

El establecimiento de aldeas de carácter más esta-ble, asociadas con instrumentos agrícolas, se iniciaalrededor de 4.600 años antes de ahora (2600 a.C.)con el Modo de Vida 3 o Recolector Mixto,de lo cuales ejemplo el sitio Las Varas,localizado sobre una an-tigua terraza que bordeaba la Laguna de Campona(Sanoja y Vargas Arenas 1991).A partir de esta fecha,los antiguos instrumentos rústicos unifaciales co-menzaron a ser progresivamente reemplazados porhachas y azadas manufacturados mediante abrasióny piqueteado de cantos rodados de clorita esquisto yposiblemente gneis, manos cónicas de moler, platosde piedra y morteros para la molienda de sólidos,etc.Al mismo tiempo, se desarrolló una compleja in-dustria del hueso y la madera caracterizada por unagran variedad de puntas de flecha,de arpones y lan-zas, que sugieren una utilización regular del arco ylas flechas tanto para la caza y la pesca como para laguerra.

Aparte de la recolección de bivalvos y moluscosprovenientes del manglar o de fondos marinos depoca profundidad, diversas especies de cangrejos yla pesca marina o de laguna,la gente de Las Varas ca-

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zaban venados (Odocoyleus sp.y Mazama sp.),váqui-ros (Tayassu sp.), roedores, sirénidos, tiburones y po-siblemente manatíes.Utilizaban inicialmente ¨atarra-yas¨ o redes individuales para la pesca,pero hacia laparte final de la ocupación,posiblemente finales del2do milenio a.C.,ya están presentes pesas de red demayor tamaño, posiblemente asociadas con chin-chorros o trenes de pesca,que implicaban una orga-nización colectiva del trabajo y el conocimiento dela manufactura de textiles.

La aldea de Las Varas constituía, posiblemente,una ranchería de recolectores, pescadores y caza-dores cuyas viviendas tenían un techo de una solaagua, reminiscente, en cuanto a su técnica cons-tructiva, a los shabono Yanomami. Es posible quese trata de viviendas colectivas divididas en unida-des rectangulares de unos 16 m2. Cada una de di-chas unidades podría haber correspondido a unafamilia nuclear, calculándose que la población to-tal de la ranchería podría haber fluctuado entre 30o 50 habitantes (Sanoja 1989a:523-585; 1989b; Sa-noja y Vargas Arenas 1991). La presencia de repre-sentaciones fálicas o femeninas talladas en mi-caesquisto, sugiere un cambio super-estructuralmuy importante en relación a las poblaciones másantiguas, donde sólo hallamos pequeñas placasde micaesquisto en forma de pendientes aladoszoomorfos.

Hacia 4.200 a.P.(2.200 a.C.) se originó en la Penín-sula de Araya y la isla de Cubagua, la Tradición Ma-nicuare (Cruxent y Rouse 1961; Sanoja y Vargas Are-nas 1991), la cual se caracteriza por el nomadismomarino y la navegación de alta mar, la recoleccióny la pesca marina y posiblemente la explotación dela sal que abundaba naturalmente en la Penínsulade Araya (Mapa 1).La utilización de la piedra comomateria prima para la manufactura de instrumen-tos de producción, característica de las antiguaspoblaciones recolectoras del nordeste de Venezue-la, fue reemplazada por la utilización de la conchadel Strombus gigas. Hacia finales del segundo mi-lenio a.C. el contacto entre la gente de Manicuarecon la aldea de Las Varas generó un proceso de di-fusión de ambas poblaciones hacia el oeste de Ve-nezuela, de lo cual serían testimonio sitios comoPedro García,con una fecha de 600 a.C. (2.600 A.P.)y Michelena, en las orillas del Lago de Valencia(Mapa 1), posiblemente con una antigüedad simi-lar (Cruxent y Rouse 1961; Rouse y Cruxent 1963).

El poblamiento recolector-pescador de Guyanay Trinidad:

Instrumentos líticos de carácter unifacial, muy ru-dimentarios, que corresponden con los de la tradi-ción técnica de la piedra percutida del nordeste deVenezuela se encuentran en sitios de la Fase Alaka alsureste del Delta del Orinoco, sobre el litoral Atlánti-co de Guayana,indicando la presencia de bandas derecolectores-pescadores marinos (Evans y Meggers1960:27).

La isla de Trinidad, ubicada frente al delta del ríoOrinoco, fue también el asiento de antiguas pobla-ciones de recolectores,pescadores y cazadores rela-cionadas con el nordeste de Venezuela. Las eviden-cias arqueológicas del sitio Banwari Trace (Mapa 1)(Harris 1976;Veloz 1976-I:45-62, 1980:26, 1991:55-61),permiten establecer la existencia de una larga ocu-pación humana que va desde 8000 a 4000 A.P. Cam-bios cualitativos importantes en el modo de trabajode dichas comunidades recolectoras permiten infe-rir el paso de una condición de recolectores-pesca-dores-cazadores marinos y palustres a una fase másestable, caracterizada por la recolecta o cuidado deplantas comestibles y el procesamiento de materiasprimas vegetales.

Analizando comparativamente las secuenciastemporales de Banwari Trace y las del nordeste deVenezuela, encontraríamos que el período BanwariIII, sería relativamente contemporáneo con los quehemos llamado El Modo de Vida 1 y el Modo de Vida2. Los períodos II y I de Banwari Trace reflejan laspautas tecnológicas del Modo de Vida 3, o Recolec-tor Mixto de Las Varas. En general, podemos hablarde la existencia de un extenso poblamiento de reco-lectores, pescadores, cazadores marinos, terrestres ypalustres y finalmente recolectores y cultivadores deplantas muy homogéneo,que ocupaba todo el extre-mo nordeste de Suramérica (Mapa 1).

La población de recolectores generalizados delnordeste de Venezuela se irradió hacia las Peque-ñas y Grandes Antillas, generando posteriormenteotros modos de vida apropiadores cuyo modo detrabajo se fundamentaba en la recolección de bi-valvos y gastrópodos marinos, la pesca y la cazamarina y la caza de roedores terrestres, al mismotiempo que la recolección y el procesamiento deplantas vegetales comestibles locales como la Za-mia integrifolia.

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361X. El Formativo de Venezuela

Las fechas de C-14 indican que los primeros asen-tamientos de grupos recolectores aparecieron en laRepública Dominicana hacia 2.000 años a.C.,tiempoque corresponde con Banwari I en Trinidad,y con elsurgimiento de comunidades sedentarias en el nor-deste de Venezuela.Sitios como Hoyo del Toro,BateyNegro, y El Porvenir-Serralles, reflejan en la tradicióntécnica de sus instrumentos de producción influen-cias de la sociedad recolectora del nordeste de Sura-mérica, particularmente las manos de moler cóni-cas, las piedras de apoyo, la manufactura de hachas,raspadores,¨choppers¨,así como picos y recipientesen concha marina (Velóz 1976a, 1976b-I). En las co-munidades apropiadoras de las Grandes Antillas, elmodo de trabajo estaba calificado fundamentalmen-te por la recolecta de moluscos y la pesca marinacomplementadas con la recolecta de raíces y nue-ces de palma. Esta actitud conservadora parece de-berse particularmente al carácter restringido del nú-mero y calidad de recursos y medios naturales deproducción que presentaba la región insular, así co-mo al aislamiento de las comunidades entre sí y delas del continente,a la baja intensidad de las tensio-nes intra e inter-sociales que hubiesen podido moti-var el desarrollo de las relaciones sociales transfor-mando también la percepción social del objeto detrabajo.

Las poblaciones relacionadas con la Tradición Ma-nicuare del nordeste de Venezuela se proyectaronparticularmente hacia la isla de Cuba,observándoseen esta la presencia de instrumentos de producciónfabricados con la concha del Strombus gigas, talescomo gubias, picos y vasijas, que están acompaña-das por platos o metates de piedra y manos de mo-ler. Las gubias se encuentran presentes desde el pe-ríodo o cultura Guayabo Blanco (2.000 a.C.) persis-tiendo posteriormente en sitios como Cayo Redon-do. Rouse ha señalado también la presencia de gu-bias de concha en la península de la Florida desdeuna antigüedad estimada entre 5000 y 2000 a.C. (Ve-loz 1980:21-22;Tabío, Guarch y Domínguez 1974:237;Sanoja 1981b:43-44; Rouse 1951,1974:77).

Las primeras comunidades agro-alfareras deloriente de Venezuela:

A partir de finales del último milenio a.C., el nor-deste de Venezuela comenzó a ser ocupado y colo-nizado por poblaciones de agricultores ceramistas

provenientes del Medio y Bajo Orinoco. Las pobla-ciones originales de aquella región, fueron absorbi-das o desplazadas de su hábitat original por los nue-vos inmigrantes,viéndose obligadas a buscar refugioen las zonas selváticas y pantanosas del litoral Atlán-tico del Estado Sucre o en las islas del Delta del Ori-noco.

Entre comienzos de la era cristiana y 1300 de laera,parece haberse producido una transgresión ma-rina denominada Emergencia Paria (Fairbridge1976) que habría afectado el litoral Atlántico venezo-lano y en particular el Delta del Orinoco. Es posibleque los restos de las antiguas poblaciones recolecto-ras que habían sido desarraigadas de su hábitat ori-ginal en Paria y Cariaco permaneciesen asentadasen la vastedad de pequeños cayos e islas que ha-brían quedado emergidas en el actual Delta del Ori-noco, empleando su experiencia social de mileniospara desarrollar un modo de trabajo que les permi-tiese explotar con éxito la riqueza de recursos defauna y vegetación que existía en esos parajes,parti-cularmente los manglares y los bosques de palmá-ceas (Mauritia flexuosa).

Al producirse la regresión de las aguas del mar,po-siblemente hacia 1.300 de nuestra era (Sanoja1979:278),parte de las antiguas poblaciones descen-dientes de los antiguos recolectores permaneció vi-viendo aislada en las áreas más remotas del delta.Las que habitaban el Caño Mánamo y las regionesvecinas al Orinoco y Tucupita, entraron en contactocon los agricultores ceramistas de la Tradición Ba-rrancas (Sanoja y Vargas 1991),desarrollando una re-lación simbiótica con dichas poblaciones.

Es a partir de aquella fecha, cuando podríamos fi-jar el desarrollo de la actual etnia Guarao, Gente dela Canoa, cuyos orígenes históricos se relacionancon las antiguas poblaciones amerindias que entra-ron al continente Suramericano hace decenas demiles de años, hablantes de una lengua arcaica delos primeros pobladores de Sudamérica. Quizás poresa razón, la lengua guarao, descendientes de pue-blos muy antiguos,fue considerada por mucho tiem-po como independiente.

Las antiguas poblaciones recolectoras del nordes-te de Venezuela, hablantes de una lengua posible-mente antecesora del guarao moderno,comenzarona poblar también las Grandes Antillas hacia 2.000a.C. La evidencia lingüística indica que llegarontambién hasta la Península de la Florida,donde estu-

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362 X. El Formativo de Venezuela

vieron representadas por pueblos hablantes del gua-roide, de la Timucua, integrante también de la ramaPaezana de la Macrofamilia Paezana-Chibcha (Gran-berry 1989; Greenberg 1987:336; Sanoja y Vargas1991).

En los valles al norte de los Andes venezolanos,yaexistían entre 13.000 y 6000 a.C., bandas de cazado-res-recolectores que habitaban en las serranías y va-lles montañosos tanto del Estado Falcón como delEstado Lara.En este último parecen encontrarse tam-bién evidencia de una forma socioeconómica másligada a la recolección terrestre.

Hacia el nordeste de Lara,en las serranías del Esta-do Cojedes,la existencia de manos cónicas de molery morteros de piedra indica también la presencia degrupos recolectores-cazadores del interior. Aunqueno poseemos todavía un estudio detallado,no es des-cartable que se trate de grupos humanos que hubie-sen comenzado de manera muy temprana a practi-car el cultivo de plantas, lo cual explicaría la presen-cia del cultivo de maíz hacia 100 o 200 a.C.en los si-tios de habitación tempranos de la región asociadoscon alfarería con decoración polícroma y modeladaincisa muy avanzada, tal como la denominada Serieo Tradición Tocuyano.La existencia de comunidadesrelativamente sedentarias para el primer milenioa.C., sería una de las hipótesis más plausibles paraexplicar la presencia en el noroeste de Venezuela(para el tercer siglo de la era cristiana) de socieda-des agro-alfareras políticamente muy complejas, po-siblemente cacicazgos jerárquicos (Vargas 1990; Sa-noja y Vargas 1988) caracterizadas por la presenciade necrópolis, el trabajo de la concha marina y elhueso.Extensas redes de intercambio permitían a di-chas poblaciones obtener la materia prima en diver-sas regiones de la costa Caribe.

Las primeras comunidades agro-alfareras venezolanas:

Para el segundo milenio a.C.existían en el nordes-te de Venezuela aldeas sedentarias sin alfarería don-de se practicaba el cultivo de plantas dentro de unmarco general de caza, pesca y recolección marina(Sanoja 1990; Sanoja y Vargas 1991), en tanto queotros grupos habían comenzado a manufacturar unaalfarería de carácter muy rústico en el Alto Orinoco(Barse en este libro). Hacia comienzos del primermilenio a.C., ya vemos establecerse en el Bajo y Me-

dio Orinoco poblamientos agro-alfareros conocidoscomo Tradición Barrancas y Tradición Ronquín (Sa-noja, 1979, 1981; Sanoja y Vargas 1978, 1983) en cuyaalfarería están presentes rasgos estilísticos reminis-cente tanto del Formativo Temprano como del For-mativo Medio de los Andes Centrales.

En los valles al norte de los Andes venezolanos,en-contramos hacia 220 a.C. posibles comunidadesagro-alfareras, aunque no sabemos todavía cómo serelacionan con las poblaciones de Modo de Vida Ca-zador especializado que vivieron en dicha región,por lo menos,hasta 600 A.P.De la misma manera,tan-to en la costa Caribe como en los valles andinos dela cordillera oriental de Colombia, la aparición decomunidades sedentarias, el cultivo de plantas y lamanufactura de la alfarería parecen ser la conse-cuencia de procesos socio-históricos autogestados.Se amplifican hacia comienzos de la era cristianacon el desarrollo en el suroeste de Colombia de so-ciedades políticas complejas,matizadas por la cerca-nía relativa a las sociedades de los Andes centrales.En el presente caso,éstas se caracterizan en lo mate-rial por la construcción de centros ceremoniales degran magnitud y el desarrollo de un complejo arte la-pidario.

El desfase de los tiempos históricos entre el oestey este de Venezuela ha sido asociado por autores co-mo Rouse y Cruxent (1963),con la existencia de unadicotomía cultural causada por el cultivo del maízen la región occidental y el de la yuca en la parteoriental. En uno de nuestros trabajos (Sanoja 1981),tratamos de mostrar que se trataba de una dicotomíacausada por factores socio-históricos. Las poblacio-nes pre-hispánicas del occidente de Venezuela for-maron parte, desde comienzos de los últimos siglosantes de la era cristiana,de la vasta macro-región his-tórica del noroeste de Suramérica.Las del oriente deVenezuela comenzaron a formarse, desde 2000 a.C.,otra vasta macro-región histórica que se extendíadesde el nordeste de Venezuela hasta las GrandesAntillas y quizás también la península de la Florida,regiones históricas que siguen influyendo hoy día enla caracterización de Venezuela como país pertene-ciente tanto al área andina como a la caribeña.

CONCLUSIÓN

El desarrollo del sedentarismo y la posterior apari-ción del cultivo, elementos que conforman la base

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363X. El Formativo de Venezuela

de lo que se ha denominado el Formativo en el nor-te de Suramérica y el sur de Centroamérica, fue engran parte producto de un proceso autogestados cu-yas raíces se hunden en la antigüedad de la comuni-dad de recolectores-cazadores y pescadores que lle-garon a la región muchos milenios antes de la eracristiana.En tal sentido,el concepto de área culturalintermedia, originada como producto de la interac-ción entre Meso América y los Andes Centrales, es -en nuestra opinión- sólo parcialmente correcta.

A partir de comunidades muy simples,se fue gene-rando un proceso de mayor complejidad de las rela-ciones sociales así como de los procesos de trabajo,que culminó en muchos casos en comunidades se-dentarias que comenzaron a cuidar y reproducirplantas locales que podían ser utilizados como ali-mentos o materia prima para producir bienes de usocotidiano, conservando al mismo tiempo la caza, lapesca y la recolección.Esa fase de desarrollo históri-co, que podría ser ubicada entre 2600 y 1000 a.C.,coincide cronológicamente con procesos similaresen la región andina. El desfase en los tiempos histó-ricos de ambas regiones fue causado, principalmen-te,por la mayor concentración de la población y -enconsecuencia- la mayor intensidad de los antagonis-mos sociales que se produjo en el área andina, lacantidad y la calidad de recursos y medios naturalesde subsistencia que tenían a su disposición aquellaspoblaciones, y hacer más complejo el proceso deproducción, distribución y consumo de los alimen-tos,materias primas y bienes manufacturados.

En el norte de Sudamérica,por el contrario,predo-minó un tipo de poblamiento disperso con un bajonivel de antagonismos sociales (Vargas 1989). En al-gunas áreas existieron densos núcleos de población,

pero el carácter aislado de los mismos y la ausenciade recursos y medios naturales de subsistencia quehubiesen propiciado la aparición de una base eco-nómica agropecuaria,de una agricultura de alto ren-dimiento o de integración regional de formas pro-ductivas, frenaron el desarrollo de sociedades políti-camente complejas antes de la era cristiana.

Todo lo anterior representa una dramática revisiónde la historia pre-hispánica venezolana.Hasta el pre-sente, todas las explicaciones del proceso de pobla-ción y de desarrollo cultural, se habían apoyado ex-clusivamente en la existencia de flujos migratoriosprovenientes de las regiones periféricas. Si bien elloparece ser plausible en el caso de las tradiciones Ba-rrancas, Ronquín y Arauquín, en el oriente de Vene-zuela, es perfectamente evidente que el desarrollode las comunidades sedentarias asociadas con elcultivo de plantas se originó localmente hacia me-diados del 3er milenio a.C. Por otra parte, en el no-roeste de Venezuela, parece haberse dado un largoproceso de desarrollo cultural caracterizado inicial-mente por la presencia muy temprana de grupos ca-zadores y recolectores,y posteriormente con el posi-ble surgimiento de procesos locales de recolección,cuido o cultivo de plantas y finalmente la apariciónde comunidades sedentarias con alfarería modeladaincisa y polícroma y cultivo de la yuca y el maíz,des-de 600 a.C. Parece tratarse más bien de un inter-jue-go entre procesos locales de desarrollo que lleganen un caso hasta el sedentarismo y la domesticaciónde plantas y en el otro a la aparición de comunida-des agroalfareras con un alto grado de complejidadsocial,muy anteriores a las del norte de Colombia odel sur de la América Central.

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INTRODUCCIÓN

Tradicionalmente, la etapa Formativa en el valledel Orinoco,abajo de los rápidos de Atures,se ha ca-racterizado por la secuencia de cerámica “Saladoid-Barrancoid” para el Orinoco Bajo (Cruxent y Rouse1958) y, más recientemente, la secuencia de La Gru-ta-Ronquín-Ronquín Sombra para el Orinoco Medio(Rouse 1978, Roosevelt 1978, 1980). En recientes pu-blicaciones hechas por Rouse (1978) y Roosevelt(1978, 1980), la fase de La Gruta se considera quepuede fecharse en 2,000 a.C.,y que es el origen de lacerámica de las fases de Saladero, Barrancas y Ron-quín. Investigaciones arqueológicas llevadas a cabopor el autor en la vecindad de Los Ráudales de Atu-res, en el Alto Orinoco (río arriba de las menciona-das fases) dieron como resultado el establecimientode una secuencia local de fases Barrancoides quetiene importantes ramificaciones para una reorgani-zación y fechado de la secuencia propuesto porRoosevelt y Rouse para el Medio Orinoco.

Este trabajo evalúa la secuencia en el Alto Orino-co de fases de la Tradición Barrancas y demuestracomo esto implica una redefinición de las secuen-cias cerámicas del Bajo y Medio Orinoco. El énfasisde la discusión se enfoca en el establecimiento de lacontemporaneidad de la fase de la Isla Barrancas(recientemente definida para la región de PuertoAyacucho,Barse 1989) con Barrancas en el Bajo Ori-noco,y la continuidad a través del tiempo de las tresetapas sucesivas,Casa Vieja,Pozo Azul y Culebra quese desprendieron de ellas. Nuestra exposición estáprecedida de una breve discusión sobre las fases Ar-caica y cerámica temprana primitiva que datan deantes de la Tradición Barrancas en el valle del Orino-co, justo al norte de los Rápidos de Atures.

OCUPACIÓN PRE-BARRANCAS

La etapa Formativa del Orinoco está precedida poruna larga etapa de ocupación Arcaica,designada co-mo la Tradición Atures (Barse 1989, 1990 y 1995). Es-ta tradición empezó, aproximadamente, 9,000 añosA.P. y continuó hasta cerca de 4,000 años A.P. La pri-mera fase,llamada Atures I,se caracteriza por una co-lección de lascas de cuarzo cristalino con filos bienutilizados.Estas herramientas continuaron hasta la si-guiente fase de Atures II,la cual tiene además puntasde proyectil con colas.Estas ocupaciones en la etapaArcaica probablemente se originaron en la Sabanade Bogotá en donde se han documentado,en variosabrigos rocosos, fases conteniendo similares colec-ciones de lascas y raspadores,por ejemplo Nemocóny Sueva (Correal 1979). Sin duda, el crecimiento dela población, al inicio del período holoceno, resultóen la expansión humana hacia los llanos de Colom-bia y,eventualmente,al valle del Orinoco.

Excavaciones llevadas a cabo por el autor en 1991y 1992 revelaron un depósito de cerámica relativa-mente temprano en el valle del Orinoco que data deantes de la Tradición Barrancas. La colección de es-te sitio, llamado Pozo Azul Sur, consiste de un núme-ro de tiestos mal cocinados y con desgrasantes depelotas de arcilla. Estos tiestos fueron encontradosen un piso de vivienda próximo a un pequeño fo-gón.Con estos tiestos se encontraron varias lascas decuarzo cristalino semejantes a las encontradas en laetapa Arcaica. El carbón del fogón dio dos fechas,1100 a.C.y 770 a.C.,mientras que el nivel inmediata-mente debajo de éste, que contenía la misma loza,produjo una fecha de 1490 a.C.Este conjunto de ce-rámica y lascas fue designado el complejo Galipero.Debajo del último nivel fue localizado un piso de vi-

366 X. El Formativo de Venezuela

LA ETAPA FORMATIVAEN LA CUENCA DEL ORINOCO:

SISTEMÁTICAS DE TIEMPO-ESPACIO

William P. Barse

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367X. El Formativo de Venezuela

Figura 1. Mapa de la zona estudiada con los sitios arqueológicos

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vienda Arcaica representado por una conjunto delascas y un fogón. Carbón de este fogón dio una fe-cha de 5,000 a.C.

LA TRADICIÓN BARRANCAS EN LA REGIÓN DEPUERTO AYACUCHO

La Tradición Barrancas en la región de PuertoAyacucho en Venezuela consiste de cuatro fasessubsiguientes: 1) Isla Barrancas; 2) Casa Vieja; 3) Po-zo Azul; y 4) Culebra. Su relativa posición y fechadentro de la secuencia esta apoyada por la estrati-grafía, tipología comparativa, y fechas de Carbono14 (Barse 1989). Cada una de las fases estará eva-luada en las siguientes secciones (Fig.1 presenta unmapa de los sitios).

Fase de Isla Barrancas: La fase de Isla Barrancas esla primera en la secuencia local. Se le ha asignadouna fecha de entre 1,000 a 650 a.C. Sin embargo, almomento no se cuenta con fechas por C-14 para es-ta fase,su posición se basa en dos factores: 1) la rela-ción con el estilo Barrancas del Orinoco Bajo,para elcual se han establecido fechas de hasta el milenio a.C. final; y 2) su posición estratigráfica bajo una grue-sa capa de sedimento estéril en el sitio de Rabo deCochino, sobre el que se estima fue depositado du-rante el período seco reflejado en una discontinui-dad de fechas de C-14 entre 650 a.C.y 185 d.C.(Meg-gers 1987:26-27; Meggers y Danon 1988).

La cerámica de Isla Barrancas consiste de tiestosbien cocinados con desgrasante de arena y superfi-cies bien pulidas. Los colores son rojizos y divididosparejamente entre los matices 5YR y 2.5YR del siste-ma Munsell.En cuanto a las técnicas de decoracióny los motivos, estos comparte bien con cerámica dela fase Barrancas en el bajo Orinoco.La fase Barran-cas inicial en el bajo Orinoco esta caracterizada porlo siguiente: A) incisiones de líneas anchas, consis-tentes en motivos simples tales como líneas simples,dobles o triples talladas en los bordes, o curvilíneasformando varios motivos geométricos;B) en general,pintura roja en zonas con pocas muestras de pinturablanca o negra;C) las líneas incisas terminan en cru-ce y no en un punto; D) modelado-inciso con moti-vos zoomorfos.

La pintura roja es común en la cerámica de Isla Ba-rrancas, ya sea aplicada como cubierta o ubicadaentre líneas incisas. Este es un atributo importante

que refleja la posición temprana de la fase. Sanoja(1979:135) notó que su tipo de Barrancas Rojo esuno de los más importantes en la fase temprana desu secuencia en el bajo Orinoco.Los motivos incisosde Isla Barrancas, colocados sobre bordes en pesta-ña de vasijas abiertas o en la pared exterior de otrasvasijas,son simples, formando múltiples hileras de lí-neas paralelas, particularmente en el área superiordel borde (Fig. 2).También se utilizaron para formardiseños geométricos simples. Las líneas incisas enningún caso terminan en un punto.Todas las líneasincisas en la muestra terminan en formas cruzadas,espirales o simplemente se desvanecen. La mayoríade los ejemplos de motivos modelados-incisos en lacerámica de Isla Barrancas son botones simples oprotuberancias pegadas al borde y contorneadascon una línea incisa.Motivos zoomórficos están pre-sentes, pero en cantidades menores. Ninguno de lostiestos de la colección de Isla Barrancas exhibe losrasgos característicos del estilo Los Barrancos (Ba-rrancas Clásico de Sanoja), tales como líneas incisasterminando en puntas, superficies negra y bruñidas,y modelados antropomórfica en las paredes de lasvasijas.

La mayoría de las formas de los vasos definidas pa-ra la fase Isla Barrancas tienen contrapartidas en lafase Barrancas del Orinoco Bajo.Como por ejemplo,la forma más común en Isla Barrancas, una bola se-miesférica con borde en pestaña,es idéntica a la For-ma 4 de Sanoja,una de las formas importantes de sutemprana fase, Barrancas pre-Clásica (Sanoja1979:87).Otra forma de Isla Barrancas,una plato pan-do o fuente con borde en forma de T o en pestaña,es idéntica a la Forma 13 de Sanoja (1979:89), otraforma importante en la fase Barrancas pre-Clásica.Una vasija ovalada zoomórfica con borde hueco,una forma rara de Isla Barrancas, también es similaral estilo de Barrancas en el Orinoco Bajo. Cruxent yRouse (1959 Fig.191:1) ilustran una vasija semejantey notan la presencia de bordes huecos en el estiloLos Barrancas.Ellos también señalan que los bordeshuecos no existen en el subsiguiente estilo Los Ba-rrancos (fase Barrancas Clásica de Sanoja). Osgoody Howard (1943:102), quienes presentaron una des-cripción más detallada de las cerámicas del estiloLos Barrancos, específicamente expresan que losbordes huecos no eran parte de la colección.

Algunas de las vasijas de Isla Barrancas son impor-tantes dado que establecen,en la tradición local,una

X. El Formativo de Venezuela

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Figura 2. Fase Isla Barrancas. A-B bordes en pestaña; C-D bases anulares con incisiones en el interior; E base de una vasija con inscisiones.

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continuidad con fases en secuencia. De particularimportancia es el plato con un borde engrosado alinterior,una forma que aumenta en popularidad ha-cia la fase Culebra.El plato pando con borde en for-ma de T o en pestaña, es importante porque conti-núa al través de la secuencia. Los bordes engrosa-dos al exterior (bordes en forma de cuña) encon-trados en varias vasijas también existen durante to-da la secuencia Barrancoide de la región de PuertoAyacucho,aumentando en popularidad hacia la fa-se Culebra.

Fase Casa Vieja: La alfarería de la fase Casa Vieja re-presenta una evolución fuera de la fase Isla Barran-cas. Su definición se basa en una muestra de tiestosque fue obtenido de un sitio localizado aproximada-mente a 1.6 Km.al sur del sitio de Rabo de Cochino.Se encontró en un paleosuelo empezando a unos60-80 cm bajo la superficie.Su posición en la secuen-cia, posterior a Isla Barrancas, no está basada en su-perposición estratigráfica sino en datos pedológicosy cambios en el contenido de cerámica que indicanun movimiento estilístico hacia la cerámica de laposterior fase Culebra. La fecha estimada para la fa-se Casa Vieja es de 500 a.C.a 100 d.C.

Las características Barrancoides de la fase CasaVieja son evidentes en la alfarería designada CasaVieja Roja,una cerámica bien cocida,con desgrasan-te de arena y superficies bien pulidas, el uso de lí-neas de incisiones anchas, modelado-incisas, y conmenos incidencia de pintura roja (posiblemente unaproblema de la muestra). En la tecnología general senotan fácilmente similitudes en los tiestos de CasaVieja Roja y la cerámica de Isla Barrancas. Los colo-res casi iguales, la mayoría siendo una variedad contonos rojos, aunque hay mas colores en el matiz2.5YR que en el 5YR (Munsell).Todos los motivos de-corativos son simples, presentando líneas curvas enlas paredes exteriores de la vasija (Fig.3).Un tiesto deuna vasija carenada tiene motivos incisos en la su-perficie exterior, con una línea terminando sobre laquilla. Un motivo fácil de identificar es una espiralcolocada en una pestaña en el borde de un plato.Aligual que en las líneas incisas de Isla Barrancas,nin-guna de las líneas en la muestra de Casa Vieja termi-naba en punta.La muestra de tiestos modelado-inci-sos tenía motivos similares a las de Isla Barrancas,consistiendo de protuberancias colocadas en el bor-de exterior e incisas en el relieve.

Varias de las vasijas definidas para Casa Viejamuestran continuidad con Isla Barrancas.De parti-cular importancia es el plato pando con un bordeabultado internamente, una continuación de laetapa temprana. Las vasijas hemisféricas con bor-des engrosados también son continuación de pre-vias formas en la alfarería de Isla Barrancas.Vasijascon paredes carenadas y con bordes en pestañarepresentan formas que continúan desde la fase Is-la Barrancas.

Otras formas de vasijas de Casa Vieja muestransimilitudes con el estilo de Los Barrancos (o cerá-mica de la fase Barrancas Clásica de Sanoja).Vasi-jas con bocas poco restringidas y bordes engrosa-dos hacia el exterior tienen paralelas en formas deLos Barrancos (por ej.Forma 3 de Sanoja), las cua-les él considera como una de las formas más im-portantes en la fase Barrancas Clásica (Sanoja1979:281). Esta forma no existió en la muestra dealfarería de la fase de Isla Barrancas. Bordes simi-lares se ilustraron para el estilo Los Barrancos porCruxent y Rouse (1959 Fig. 192: 3b, 4 y 8b). Osgoody Howard (1943:102-103, Fig. 18-E) notaron que es-ta forma constituía 5.38% de la colección de bor-des del sitio de Los Barrancos. La presencia de es-tas dos formas en la colección Casa Vieja muestraun desarrollo paralelo al de Los Barrancos fuerade la fase anterior, Barrancas.

En el conjunto de la colección de cerámica deCasa Vieja Roja con desgrasante de arena, se en-contró una minoría de tiestos con desgrasante decenizas vegetales. Esto tipo se designó como CasaVieja Ceniza. Consiste de dos formas simples, unavasija ¨bol¨ abierta y una budare. Parecen que tu-vieron una función solo utilitaria.Tiestos semejan-tes se encuentran presentes en pocos porcentajesen la muestra de cerámica de la fase anterior IslaBarrancas, la cual era casi en su totalidad domina-da por tiestos de colores rojos y desgrasante dearena. Este conjunto doble, consistente de una al-farería mayor con desgrasante de arena y una alfa-rería menor con desgrasante de ceniza, continúahasta las posteriores fases de la Tradición Barran-cas. A pesar de que el conjunto doble se descono-ce para la fase Barrancas en el Orinoco Bajo, si ca-racteriza la colección Los Barrancos. Howard(1947:22-23) señaló que la mayoría de las budaresen la colección Los Barrancos eran de arcilla cre-tosa, con desgrasante de cauxí. También son co-

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Figura 3. Fase CasaVieja. A, borde engrosado con modelado inciso; B: bol con borde engrosado al exteriro; C, plato pando, borde engrosado con incisiones. Vista en plano y perfil.

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munes en las colecciones de Ronquín en el Orino-co Medio, en donde Howard (1943:45-46) las nom-bró grupo ¨Z¨. Vargas (1981:87-88),quien las asociócon vasijas similares a las de La Gruta, las llamó Gru-ta Ceniza y Gruta Carbón.

Fase Pozo Azul: Pozo Azul, la tercera fase en la se-cuencia Barrancoide,es un desarrollo de la fase CasaVieja.Esta fase se basa en las colecciones de cerámi-ca obtenidas de tres sitios localizados al norte dePuerto Ayacucho: Pozo Azul Norte, Pozo Azul Sur-2, yProvincial. Los sitios de Pozo Azul Norte y Pozo AzulSur-2 son yacimientos situados en terrazas ubicadassobre el caño Pozo Azul.El sitio Provincial,que tienefases pre-cerámicas (Barse 1990), está localizado enuna terrazo sobre un cauce antiguo del Orinoco. Po-zo Azul Norte,el sitio más grande de la fase, tiene unpaleosuelo con un basurero (midden) lleno de cerá-mica. Pozo Azul Sur-2 contiene un piso de viviendacon un fogón y pocos tiestos entre 45 a 50 cm deba-jo de la superficie.Otro piso de vivienda fue encontra-do en el sitio de Provincial casi 40 cm debajo de la su-perficie con moderada cantidad de cerámica.

La cerámica de la fase Pozo Azul muestra la mis-ma combinación de dos alfarerías como se en-cuentran en la fase de Casa Vieja. La alfarería ma-yor fue designada Pozo Azul Rojo, y la menor PozoAzul Ceniza. Pozo Azul Rojo consiste de tiestosdesgrasados con arena. Las superficies son bienpulidas y muestran cocción completa, los coloresestán dentro los matices 5YR y 7.5YR. Pozo AzulRojo continúa con características Barrancoides,tales como incisiones de líneas anchas (Fig. 4),motivos modelados-incisos,y zonas con pintura ro-ja. Además, se encuentran tiestos de esta alfareríaque tienen diseños pintados en blanco sobre rojo,característica Saladoide. Los tiestos de la alfareríamenor, Pozo Azul Ceniza, representan una conti-nuación de Casa Vieja Ceniza. El desgrasante esuna mezcla de ceniza vegetal y corteza carboniza-da. Los colores son más grisáceos y menos oxida-dos que los tiestos de Casa Vieja Ceniza.Aparte deun borde, a estos tiestos les falta decoración. Elborde notado tiene un grupo de líneas incisas queforman un motivo triangular, similar a los tiestosdesgrasados con ceniza encontrados en la fases

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Figura 4. Fase Pozo Azul. A, vasija “Bol” con boca poco restringida, borde engrosado al exterior. B, vasija “Bol” conborde directo, incisiones en el exterior. C, vasija pequeña con borde engrosado al exterior (tipo Casa Vieja Ceniza)

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de La Gruta, Ronquín, y Ronquín Sombra (Rouse1978, Rouse et al. 1976).

Pozo Azul Rojo presenta formas de vasijas simi-lares a las encontradas en Isla Barrancas y Casa Vie-ja. En particular, la con borde en pestaña, la con unborde engrosado al exterior,y el plato pando con unborde abultado al interior representan fuerte conti-nuidades con las fases anteriores. También se en-cuentran vasijas carenadas, botellas, y asas con ban-das y apéndices zoomórficos o plano en la muestrade Pozo Azul Rojo. Bordes en pestaña, la sección dela pared superior a la quilla de vasijas carenadas,y elfondo interior de vasijas con bases anulares son loscampos de decoración para las técnicas de incisión,pintura, y modelada-incisa. Pozo Azul Ceniza se ca-racteriza por vasijas semi-esféricas con bases planas,platos pandos,y budares.Todas las formas de esta al-farería son de tipos utilitarios.

En asociación con estas dos alfarerías en los sitiosde Pozo Azul Norte y Provincial hay tiestos de Cata-niapo Simple (Cataniapo Plain), una cerámica afue-ra la Tradición Barrancas. Estos tiestos forman la de-finición de la fase Cataniapo en el sitio Culebra,ubi-cado al sur de Puerto Ayacucho. En el sitio de Cule-bra,esta cerámica fue encontrada en un paleosuelodebajo la capa que contenía la alfarería de la faseCulebra, la última fase Barrancoide en la secuencialocal. La cerámica de Cataniapo Simple es desgra-sante con roca molida (cuarzo), tiene vasijas abier-tas en forma semi-esférica, vasijas carenadas y cam-paniformes. Los bordes son directos o evertidos unpoco,a veces engrosados al exterior.No existen otrasformas como budares,platos pandos,botellas,o vasi-jas con asas ascintadas. Cataniapo Simple es sin de-coración. Por las formas de vasijas y otras caracterís-ticas, Cataniapo Simple está interpretado como unaversión del estilo Saladero del Bajo Orinoco. La aso-ciación con la cerámica de la fase Pozo Azul posible-mente es el resultado de un sistema de intercambiode hermanas para establecer una alianza por mediode matrimonios entre grupos distintos.

Originalmente, la fase Pozo Azul fue colocada enel tercer siglo después de Cristo por medio de la aso-ciación de Cataniapo Simple,que fue fechado a 260d.C.en el sitio de Culebra.En este momento hay cua-tro fechas que van del 460 d.C.al 870 d.C.Una mues-tra de carbón del piso de vivienda en el Pozo AzulSur-2 tiene una fecha de 460 ± -100 d.C.Otras fechasfueron obtenidas del pozo de prueba-B en Pozo Azul

Norte, una de 430 ± 100 d. C. el otro de 720 ± 80 d. C.La última fecha es 870 ± 70 d.C.,obtenida del paleo-suelo en el pozo de prueba-A en Pozo Azul Norte.Es-ta última fecha es considerada un poco tardía parala fase.

En un nivel más general, la cerámica de la fase Po-zo Azul comparte características con lo de RonquínSombra en el Medio Orinoco.Esta fase,que tiene ca-racterísticas Barrancoides, originalmente fue fecha-da en 390 d. C. y 435 d. C. por Rouse, un poco mástemprano que la fase Ronquín, que originalmentefue fechada a 710 d.C.y 730 d.C.(Rouse et al.1976).Estas dos fechas para Ronquín Sombra son cerca delas más tempranas fechas obtenidas para Pozo Azul.Estos datos sugieren que Pozo Azul se puede fecharentre el tercer y quinto siglo después Cristo,una inter-pretación que corresponde a la presencia de Cata-niapo Simples en el paleosuelo conjuntamente conla alfarerías Pozo Azul Rojo y Ceniza.

Fase Culebra: La fase Culebra representa el puntofinal de la Tradición Barrancas en la región de Puer-to Ayacucho. Esta es seguida de la amplia fase Arau-quín,discusión que esta fuera del enfoque de este ar-tículo.Esta fase es una unidad bien definida en la se-cuencia local. Se encuentra estratificada sobre dosfases pre-cerámicas y la fase Cataniapo en el sitio deCulebra, cerca de la desembocadura del Río Cata-niapo.La fase cerámica denominada Cataniapo estalocalizado en un paleosuelo debajo la capa que tie-ne la fase Culebra.Esta fase,que tiene afinidades conel estilo Saladero en el bajo Orinoco, no es parte dela Tradición Barrancoide.La fase Culebra está fecha-da por medio de dos muestras de carbón, una de labase de su basurero a 500 d. C. (1450 ± 90 A.P., Beta-22640) y la segunda a 730 d. C. (1220 ± 70 A.P., Beta-22637).

La colección de cerámica de la fase Culebra con-siste de dos alfarerías.La principal es rojiza,con des-grasante de arena y superficies suaves y pulidas de-signada como Culebra Roja. La menor es llamadaCulebra Gris, una alfarería desgrasada con cauxí (oesponja) y una mezcla de ceniza.Estas dos alfareríasrepresentaron una continuación de la tradición decerámica de doble antiplástico, una compuesta dearena y la segunda de ceniza orgánica,que se vio pri-mero en su forma desarrollada en la fase Casa Vieja,y posiblemente en Isla Barrancas. La alfarería Cule-bra Roja exhibe una continuación en la tecnología

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básica de la cerámica desde sus fases anteriores enla Tradición Barrancas.Al igual que con la cerámicamás temprana que tiene desgrasante de arena;en lasfases de Isla Barrancas,Casa Vieja y Pozo Azul,los co-lores de los tiestos de Culebra Roja caen en dos ma-tices de la clasificación de Munsell,2.5YR y 5YR,conuna menoría en el último. También, Culebra Rojacontinúa con las técnicas de incisiones en líneas an-chas y modeladas limitadas,aunque la pintura roja yblanco sobre roja es notable por su ausencia (Fig.5).A lo largo de la trayectoria evolutiva entre la cerámi-ca de la fase Isla Barrancas hacia la fase Culebra,unadisminución notablemente ocurrió en la cantidadde decoración.

La alfarería Culebra Gris continúa con la tradiciónprimera observada en la cerámica Casa Vieja Cenizay Pozo Azul Ceniza.En la transición de Casa Vieja Ce-niza a Culebra Gris el desgrasante varió de caraipé acauxí. En la fase Culebra, como en las fases anterio-res, solo se encuentra en vasijas utilitarias.En su ma-yoría,aunque no todas, los budares pertenecientes ala fase son de la cerámica Culebra Gris.

Existen continuidades fuertes de varias formas devasijas de Culebra Roja de las fases anteriores en latradición local.La vasija semi-esférica con borde en-grosado,en forma de cuña,tiene sus antecedentes enlas fases Isla Barrancas,Casa Vieja,y Pozo Azul.El pla-to pando con un borde engrosado hacia el interiortambién comienza en la fase Isla Barrancas.Esta for-ma se elabora en cuatro distintas variedades en la fa-se Culebra.Otra forma,un plato pando con borde enforma de ¨T¨, también tiene su inicio en la fase IslaBarrancas. En un nivel más general,el borde grueso,en forma de cuña o triangular,común en un númerode vasijas de la fase Culebra, tiene su origen en la fa-se Isla Barrancas.Se encuentra en formas varias den-tro toda la secuencia local de la Tradición Barrancasen la región de Puerto Ayacucho.

A nivel regional,la cerámica Culebra Roja se corre-laciona con la cerámica de la fase Ronquín del Ori-noco Medio. Culebra Roja y Culebra Gris son afines,respectivamente,con los grupos ¨Y¨ y ¨Z¨ de Howard(1943:20) con su grupo ¨Y¨ la cerámica rojiza condesgrasante de arena y con el Grupo ¨Z¨, la alfareríacon desgrasante de cauxi y ceniza.Las fases Culebray Ronquín comparten similares marcas decorativas,tales como incisiones en líneas anchas y modeladoslimitados, aunque estas técnicas son mucho menosprevalecientes en las cerámicas Culebra. Varios de

los diseños encontrados en los tiestos Culebra Rojatienen paralelismos con los de Ronquín. En particu-lar,las incisiones cortas de pequeños arcos en el bor-de interior de platos pandos o en la cara exterior delborde en vasijas semi-esféricas son característicos delos motivos incisos en Ronquín, y se encuentran envasijas semejantes en forma y en los campos de de-coración.

El motivo Culebra Roja más popular, una línea in-cisa en la cresta plana de los bordes gruesos, estápresente, aunque es menos común, en la cerámicaRonquín.Además,su colocación perpendicular o le-vemente oblicua al borde en las vasijas Culebra Ro-ja no es tan común en las cerámicas Ronquín, aun-que si se presenta.Otras categorías de decoraciones,tales como punteados y modelados, aparecen en lacerámica Culebra Roja, aunque limitadamente encomparación a su incidencia en las de Ronquín.Lospunteados de Culebra Roja son llanos y de formaovalada como los de Ronquín aunque no tan comu-nes. Adornos de modelados triples encontrados enlas asas ascintadas (en forma de D) de vasijas semi-esféricas son similares en su concepción pero no endetalle a la cerámica de Ronquín.

Las vasijas de cerámica Culebra Roja compartenbien con formas de Ronquín.Las dos formas CulebraRoja más comunes son una vasija semi-esférica conborde grueso, y un plato pando con borde engrosa-do hacia el exterior.Las dos formas tienen afinidadescasi idénticas a la colección de cerámica Ronquín.Las vasijas semi-esféricas con bordes en forma de cu-ña son semejantes a las vasijas que Howard (1943:40-42) incluyó en su categoría de ”Bol 3”y a las Formas8 y 9 de Vargas (1976). Howard notó que los bordesde vasijas dentro de esta categoría son engrasados,ya sea abrupta o gradualmente hacia el exterior (cf.Howard 1943:25,Fig.6R y S).Varios de los bordes queVargas ilustró para las Formas 8 y 9 muestran groso-res semejantes. El plato pando de Culebra Roja esidéntico a los que Howard incluye en su categoría“Bol 1.”Las mismas variedades de platos reconocidasen la fase Culebra aparecen, también, en Ronquín.Platos de cerámica, tanto de Culebra Roja como deRonquín, comparten el mismo campo decorativo, lasuperficie interior y de cara arriba de bordes engro-sados.

Con respecto a los otros aspectos de la morfologíade vasijas,las bases planas de Culebra Roja y las asasascintadas en forma de D son comunes en la cerámi-

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Figura 5. Fase Culebra. A-B, vasija “Bol” semi-esférico con borde engrosado al exterior. Incisiones encima el borde y al exterior. C, plato pando con borde engrosado al interior con incisiones. Vista en plano y perfil.

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ca Ronquín y en las colecciones más tempranas de laTradición Barrancoide. Las bases anulares son raraspero existen en las cerámicas Culebra Roja, al igualque en las cerámicas Ronquín,aunque son comunesen las fases anteriores de la Tradición Barrancoidedel Orinoco,particularmente en la fase Pozo Azul.

Los tiestos de Culebra Gris no están decorados.Eneste aspecto varia, la cerámica Ronquín grupo Z, aligual que de la alfarería similar asociada con cerámi-ca de La Gruta. La cerámica desgrasada con cenizaen Ronquín y La Gruta, que es una alfarería minoríade estas dos colecciones, tiene una cantidad limita-da de incisiones de líneas delgadas y pequeñas de-coraciones de aplicación.Algunas vasijas de CulebraGris son similares a las cerámicas descritas para Ron-quín en el grupo Z. La forma más común, una vasijasemi-esférica,se encuentra en las Formas 8 y 9 de Var-gas (1981:245). Culebra Gris también incluye bote-llas,platos y budares, los cuales tienen formas afinescon la cerámica del grupo Z de Ronquín.

Las similitudes entre la cerámica de la fase Cule-bra (además de las semejanzas entre la fase anteriorPozo Azul y Ronquín Sombra) y las de Ronquín de-muestran que las tres pertenecen a la misma tradi-ción cultural.Las pequeñas diferencias entre ellas,ta-les como el menor grado de decoración y la falta depinturas en la cerámica Culebra,son probablementeel resultado de separaciones geográficas y la trayec-torias de desarrollo independiente. Sin embargo, aldemostrar una íntima relación entre la colección Cu-lebra Roja-Gris y sus cerámicas afines con las cerámi-cas Ronquín, se hace resaltar un problema en la his-toria de la cultura Orinocense.

SECUENCIA DE FECHAS DEL ORINOCO MEDIO

En su secuencia para el Orinoco medio,Rooseveltfechó Ronquín entre 1600 y 1100 a. C., poniéndoloentre La Gruta, la cual fechó entre 2100 y 1600 a.C.,yRonquín Sombra que data de 1100 hasta 800 a. C.(1980:195; Rouse 1976). En vista de los datos dispo-nibles para la región de Puerto Ayacucho reseñadosarriba, no existe ninguna base para aceptar estas fe-chas tempranas.

La Gruta es la fase más temprana en la secuenciadel Orinoco Medio según Roosevelt,aunque no exis-te evidencia estratigráfica para su colocación antesde Ronquín; esto se ha hecho en base a la acepta-ción, por Roosevelt, de los anteriores fechados con

radiocarbono del basurero de La Gruta y en la des-cripción estilística de las diferencias entre las dos co-lecciones.Hay problemas en la aceptación de las fe-chas tempranas obtenidas del sitio de La Gruta. Sedispone de por lo menos 10 fechas de C-14 de este si-tio, variando entre 6260 a. C. hasta 1225 d. C., al igualque una fecha moderna (cf. Rouse 1978:216).Todasestas fechas se obtuvieron del mismo estrato deaproximadamente 60 cm de grueso que estaba cu-bierto por un metro de depósitos de arena.Esta situa-ción estratigráfica esta bien ilustrada por los perfilesde Vargas del Pozo 1 y 3 de sus excavaciones en el si-tio de La Gruta (Vargas 1981:77).El Pozo 3 es de par-ticular interés porque es una extensión de una de lasexcavaciones de Roosevelt.

Roosevelt (1976,1980) sostuvo que las primeras fe-chas (fechas tempranas) fueron obtenidas de fogo-nes y pisos de vivienda dentro del estrato, mientrasque las subsiguientes (fechas tardías) son de otroscontextos en la capa. Sin embargo,Vargas obtuvo fe-chas tempranas y tardías de los mismos fogones y pi-sos dentro el estrato que Roosevelt había expuestoen sus excavaciones.Por ejemplo,dos fechas,bastan-te divergentes, una de 1370 a. C. (I-10,742) y otra de720 d. C. (I-10,747) fueron obtenidas de muestras decarbón colectadas de un fogón en el Pozo 3 (Sanojay Vargas 1983:234;Vargas 1981:409-410).

Hasta el momento,Roosevelt no ha publicado nin-guno de los datos sobre las excavaciones en el sitioLa Gruta, como lo ha hecho Vargas, que podría per-mitir una evaluación independiente de los contextossobre los que obtuvo sus muestras de C-14 y en losque se basa para justificar las fechas más tempranas.Dada la gran diversidad en las fechas de C-14, aundentro de los mismos contextos,no existe una razónclara para seleccionar las fechas tempranas sobre lasfechas tardías.

Las siguientes dos fases en la secuencia de Roose-velt (1978,1980),Ronquín y Ronquín Sombra,son ba-sadas en su subdivisión de la parte pre-Arauquín delbasurero en el sitio Ronquin en dos partes, una dis-tinción antes señalada por Cruxent y Rouse (1958).Estos autores sugieren que los niveles más profundosdel basurero Ronquín, por debajo del nivel 6 de Ho-ward,representaron una fase más temprana a la quele faltaron algunos de los atributos Barrancoides queaparecieron en los niveles 4 a 6 de la trinchera deHoward. Los rasgos Barrancoides a que se refierenson seis fragmentos de bases anular, tres del nivel 5 y

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tres del nivel 6,y cinco fragmentos de bordes en pes-taña de los niveles 4 a 6, en la excavación de Ho-ward.

Esta subdivisión de la parte pre-Arauquín del ba-surero Ronquín es solamente el resultado de unamuestra pequeña de cerámica en las capas másprofundas. Estos rasgos Barrancoides ocurren enlos niveles que tienen las cantidades mayor de ce-rámica, lo que corresponde a un estrato continuode carbón y ceniza que Howard (1943:17) descri-be en su perfil de la excavación. Sin duda, este esun paleosuelo sobre el que descansó la ocupa-ción Ronquín.No existe evidencia de distribución,por ejemplo, una curva bi-modal de categorías deartefactos por profundidad,para apoyar la concep-ción de que la parte pre-Arauquín del basureroRonquín pueda ser dividida en dos fases (Howard1943:47-52, y 54).

El ordenamiento cronológico de las cerámicasRonquín por Roosevelt se basa en un solo fechadoC-14 de 1020 a.C. (2970 ±85 A.P., I-8971) del sitio delos Merocurotes cerca de Ronquín.No se ha publi-cado datos sobre el contexto para la fecha, aun-que Roosevelt caracterizó el sitio como un levedepósito de tiestos en la ribera interior del Orino-co (Roosevelt 1980:224-225). Esto implica que esun sitio superficial o con poca profundidad,y si esasí, puede haber estado sujeto a significantes fac-tores contaminantes. Las fechas originales, consis-tentes y en orden estratigráfica que Rouse et al.(1976) reportaron primero para el sitio Ronquín yRonquín Sombra, no se toman en cuenta.

Las fechas de C-14 para las cerámicas Ronquínque obtuviera Rouse de contextos intactos en el si-tio Ronquín y Ronquín Sombra están todas dentrodel primer milenio d. C. Las dos fechas obtenidasdel estrato pre-Arauquín fueron 710 d. C. (1240 ±105 A.P., I-8542) y 730 d. C. (1220 ±80 A.P., I-8547). Laúltima fecha es idéntica a una de las del estrato dela fase Culebra mencionada antes. Estas fechasfueron de un pozo de prueba adyacente a la trin-chera de Howard, y estuvieron en orden estratigrá-fico (Rouse et al. 1976:120). Doscientos metros ríoabajo estaba la porción del sitio denominada Ron-quín Sombra, en donde se excavó otro pozo deprueba. Aquí se obtuvieron dos fechas, una a 390d. C. (1560 ±80 A.P., I-8545) y la segunda a 435 d. C.(1515 ±80 A.P., I-8544).Otra vez,éstas estaban en or-den estratigráfico, y se correlacionan bien con las

fechas de la fase Pozo Azul en la región de PuertoAyacucho (Rouse et al. 1976:120).

En la primera interpretación de las fechas, Rou-se et al. (1976) concluyeron que las cerámicasRonquín Sombra se correlacionaban con las deLos Barrancos del Orinoco Bajo, tanto estilísticacomo cronológicamente,ya que Los Barrancos ha-bía sido fechado previamente a 510 d. C. Variosfragmentos de la excavación Ronquín Sombra fue-ron interpretados como tiestos de comercio deLos Barrancos en el Orinoco Bajo.Respecto a la re-lación entre Ronquín y Ronquín Sombra, Rouse etal. ofrecen dos posibilidades: 1) Ronquín pos-datóLos Barrancos en el Orinoco Bajo; o 2) Ronquínpre-dató a la cerámica de Ronquín Sombra y LosBarrancos. Una interpretación más razonable, envista de la cercanía de las fechas de C-14 de losdos lugares,es que las cerámicas Ronquín Sombray Ronquín comprenden dos fases en secuencia,re-presentando ocupaciones repetidas del mismo si-tio con una duración de tres o cuatro siglos. En lasecuencia propuesta aquí, Ronquín Sombra tienecorrelación con la fase Pozo Azul, y Ronquín conla fase Culebra.

CONCLUSIÓN

La fases Pozo Azul y Culebra y las fechas obteni-das proporcionan claramente las bases con lasque se puede entender la secuencia del OrinocoMedio. Dada la información en el sitio Culebra, es-ta claro que las primeras fechas obtenidas porRouse et al. (1976) para las cerámicas Ronquínson correctas. Las dos fechas de C-14 para la faseCulebra,500 d.C.y 730 d.C., la última un duplicadode una de las fechas de Ronquín,no deja dudas deque son contemporáneas con la fase Ronquín. Enel mismo sentido, las fechas para la fase Pozo Azulapoyan la ubicación de Ronquín Sombra justa-mente anterior de Ronquín. Esto esta confirmadopor varias similitudes en la forma de vasijas y dise-ño de motivos compartidos por Ronquín Sombra -Pozo Azul y Ronquín - Culebra. Si la contempora-neidad de las colecciones de cerámica: 1) Ron-quín Sombra - Pozo Azul y 2) Ronquín - Culebra esaceptada, entonces la colocación temprana de lasecuencia La Gruta-Ronquín-Ronquín Sombrapostulada recientemente por Roosevelt y Rousetiene que ser revisada. El hacer esto pone en du-

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das su hipótesis de que las fases La Gruta-Ron-quín-Ronquín Sombra son ancestrales a las cerá-micas de Barrancas.

La aceptación de que las fases de Culebra y Ron-quín son contemporáneas y parte de la misma tradi-ción, se deduce que las dos tienen que haber diver-gido de una misma base ancestral en el valle del Ori-noco.Este es el caso en el Alto Orinoco,en donde lafase Isla Barrancas forma el comienzo de una tradi-ción local que termina con la fase Culebra. Por me-dio de la secuencia, se documentó una clara conti-nuidad en los siguientes elementos distintivos: 1) lapersistencia de una alfarería rojiza, con desgrasantede arena y superficies altamente pulidas; 2) el desa-rrollo y continuación de una alfarería minoritariacon desgrasante de ceniza;3) la continuidad generalen las técnicas decorativas,por ejemplo líneas de in-cisiones anchas, y modelado-incisas; y 4) continui-dad en varias formas de vasijas básicas. Se presentala hipótesis que una secuencia de desarrollo similartambién tuvo lugar a lo largo del Orinoco Medio yBajo, en donde secuencias locales se desarrollaronde un horizonte ancestral común designado Barran-cas,o una serie de fases relacionadas.

En este sentido la secuencia de fases que va desdeIsla Barrancas hasta Culebra en la región de Atureses cognado con Barrancas (Barrancas pre-Clásico) aLos Barrancos (Barrancas Clásico) continuo en elOrinoco Bajo.Aunque no documentado todavía des-de el Orinoco Medio,está claro que Ronquín y las fa-ses relacionadas, La Gruta y Ronquín Sombra, se de-sarrollaron de una temprana fase Barrancas.Aunqueno publicado, Kay Tarble ha encontrado material re-lacionado a la fase Barrancas en la región del RíoSuapure del Orinoco Medio (M. Sanoja, comunica-ción personal 1991). En un nivel general, estas fasesBarrancoide río abajo de los raudales Atures forman

una tradición regional que puede ser incorporadaen una esfera de interacción.Aunque las secuenciaslocales tienen rasgos distintivos, todos desarrollaronmás o menos a lo largo de trayectorias paralelas sinhaber perdido las características que poseen en co-mún.

El origen inmediato de las fases Barrancas y IslaBarrancas no está claro.Hasta la fecha,no tiene ante-cedentes locales en el Orinoco, llegando a la regióncompletamente desarrollada cerca de 1,000 a. C. Noexiste evidencia que sugiera que se desarrollo en elvalle del Orinoco.La existencia de una fase más tem-prana (el complejo Galipero en el sitio de Pozo AzulSur), fechada entre 1100 y 1500 a. C. y caracterizadapor cerámica no-decorada con desgrasante de bolasde arcilla, muestra que ya existían tempranas fasesde la etapa Formativa completamente distintas de laTradición Barrancas. Si estas poblaciones fueron in-corporadas a la Tradición Barrancas o expulsadas sedesconoce.

Agradecimientos:

El trabajo de campo de 1987 a 1988 fue realizadocomo parte de la beca de la National Science Foun-dation. Excavaciones posteriores en los sitios PozoAzul Norte, Pozo Azul Sur-2, y Provincial, en 1991 y1992, fueron realizadas con los fondos de investiga-ción (número 4479-91) de la National GeographicSociety.Agradezco a esas instituciones por el respal-do dado.Betty J.Meggers,Mario Sanoja,y Irving Rou-se sirvieron de consejeros en las diferentes etapas demi investigación por lo que les agradezco.Tambiénvan mis agradecimientos a Marcio Veloz Maggioloquien editó la versión en castellano de este trabajo yCarmenza Becerrra quien tradujo el mismo.

378 X. El Formativo de Venezuela

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XI

EL CONTEXTO ECOLÓGICO DEL FORMATIVO

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INTRODUCCIÓN

El concepto del Formativo fue introducido en laprehistoria peruana a fines de la década del 40(Lumbreras 1974:12-13) para designar el período du-rante el cual comenzó a gestarse el potencial inhe-rente en la adopción de la agricultura, que condujoal incremento de la complejidad cultural. Desde eseentonces, los arqueólogos han llegado a estar cadavez más preocupados en explicar por qué los seño-ríos y estados se desarrollaron en algunas regiones,tal como en los Andes Centrales,y no en otras,comoen la Amazonía. La ausencia de un consenso a pe-sar de décadas de esfuerzos,sugiere que quizás esta-mos equivocados en las preguntas que nos hemosestado haciendo (Meggers 1987).

La teoría antropológica permanece dominadapor una visión de la evolución del siglo 19,que la en-tiende como la creciente complejidad jerárquica, ypor una perspectiva antropocéntrica que atribuye elcambio cultural a las ambiciones y deseos humanos(Mayr 1982:51; Robarchek 1989; Blanton et al 1996).

Esto conduce a la búsqueda de “fuerzas primordia-les” en la forma de actividades que acrecientan elpoder y el prestigio de unos pocos indivíduos, a ex-pensas de la mayoría (Haas 1982). Las sociedadesque no exhiben estratificación social se consideranestancadas o atrasadas.

Desde la perspectiva de la moderna teoría de laevolución, no obstante, el factor fundamental es lasobrevivencia.

Diferentes clases de organización social son infe-riores o superiores en la medida que permitan a unapoblación mantener o incrementar su densidad sindegradar los recursos que la sostiene. Aplicando es-ta perspectiva al desarrollo cultural precolombino

en los Andes Centrales y la Amazonía,se observa quelos habitantes de ambas regiones consiguieron au-mentar la capacidad de carga a largo plazo de susrespectivos ambientes.

Las condiciones edáficas y climatológicas diferen-tes presentaron oportunidades y desafíos distintos alos grupos humanos. La necesidad de seguir estrate-gias especializadas tenía repercusiones tecnológi-cas,demográficas y sociales en ambas regiones.

AntecedentesSería difícil encontrar dos regiones más diferentes

en apariencia que la costa peruana y la cuenca ama-zónica. La primera se ubica entre las regiones mássecas del planeta y la segunda entre las más húme-das. La biota del desierto peruano es escasa, mien-tras que la Amazonía sostiene la mayor biodiversi-dad del mundo. Pero estas diferencias ocultan im-portantes similitudes. Ambas regiones experimentanuna mínima variación anual de temperatura comoconsecuencia de su localización tropical y su eleva-ción baja. Ambas poseen dos ambientes contíguosmuy diferentes. En el Perú, el desierto bordea aloceáno; en la Amazonía, los terrenos altos cubiertospor la selva bordean la llanura de inundación. Enambas regiones, la fauna acuática es diversa y abun-dante, mientras que los animales terrestres son pe-queños y relativamente raros. Los dos regímenesacuáticos están sujetos a declinaciones catastróficasde la productividad a intervalos impredecibles.

Antes del Período Formativo, las dos regiones tie-nen historias similares. Cazadores-recolectores pa-leoindios parece que se movilizaron simultáneamen-te hacia abajo por los Andes y a través de las tierrasbajas,alcanzando el Cono Sur aproximadamente ha-ce 12.000 años. Al asumir el paisaje su forma presen-

XI. El Contexto Ecológico del Formativo

EL CONTEXTO ECOLÓGICO DEL FORMATIVO

Betty J. Meggers

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te,algunos grupos comenzaron a manipular la densi-dad y productividad de las plantas,culminando consu domesticación. A este punto, las trayectorias evo-lutivas divergieron. Los asentamientos andinos se hi-cieron permanentes, la densidad de la poblacióncreció y la organización sociopolítica se transformóen jeráquica, mientras que en la Amazonía los asen-tamientos permanecieron pequeños y semiperma-nentes,la densidad de la población se estabilizó a unnivel comparativamente bajo y la organización so-cial continuó siendo igualitaria. Un análisis de lascaracterísticas ambientales de las dos regiones su-giere que estas trayectorias distintas reflejan diferen-tes posibilidades para aumentar la productividad derecursos de subsistencia dispersos y fluctuantes.

Características medioambientales

La AmazoníaLas tierras bajas amazónicas incluyen dos subre-

giones diferentes: (1) la “várzea”o llanura de inunda-

ción del río Amazonas y sus tributarios con aguablanca y (2) la “terra firme” o terreno no sujeto ainundación o inundada por ríos con agua clara o ne-gra. Estas regiones difieren en magnitud,estacionali-dad y potencialidad para la explotación humana in-tensiva.

La “várzea”ha sido descrita como una proyeccióndel suelo andino en las tierras bajas orientales. Lasaguas ricas en nutrientes de origen andino sostienenla fauna ictiológica más diversa del planeta, así co-mo anfibios, reptiles,mamíferos acuáticos y aves. Ladeposición anual de sedimentos renueva la fertili-dad del suelo. El ciclo anual es controlado por lascrecidas y bajadas del río. Al subir el agua, los lagosy canales se desbordan y los peces se dispersan enla selva inundada para alimentarse de las frutas caí-das y para reproducirse (Fig.1). Cuando el nivel em-pieza a bajar, los peces se concentran en las lagunasen proceso de desecamiento, donde los predadoresse hacen festín y los herbívoros sufren hambre. Milesde tortugas aparecen en las playas descubiertas; ma-

XI. El Contexto Ecológico del Formativo

Figura. 1. Várzea del bajo Amazonas durante la crecida normal.

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natíes y caimanes,así como peces y aves,son atrapa-dos fácilmente en gran número. En octubre-noviem-bre el agua empienza a subir y el ciclo se repite.

El ciclo anual normal se caracteriza por oscilacio-nes extremas en la disponibilidad de recursos co-mestibles para toda la fauna, incluído los humanos.El comportamiento errático del río agrega un pre-sión adicional. Como los tributarios meridionalesbajan cuando los del norte suben, la diferencia pro-medio entre los niveles altos y bajos en la boca delrío Negro es sólo de 10 metros. Las mediciones des-de 1902 a 1973 registraron 6 años en los cuales lacresta fue de 1.5 m o más por encima de lo normal y9 años en los que el mínimo fue 1.5 m o más debajode lo normal (Fig.2). Crestas prematuras ocurrieron5 veces y bajas máximas 9 veces. Como estas varia-ciones son producidas por fluctuaciones en la preci-pitación en las cabeceras de los tributarios andinos,no hay ningún preaviso local. Ni existe ningún pa-trón cíclico. Crestas excepcionalmente altas hanocurrido a intervalos entre 1 y 30 años (Soares 1977).

La terra firme se caracteriza por suelo pobre, tem-peratura cálida constante y humedad alta. Muchascaracterísticas de la vegetación favorecen la recaptu-ra y el almacenamiento de nutrientes, impiden la li-

xiviación y la erosión del suelo e inhiben la disemi-nación de patógenos. La recaptura de nutrientes esmaximizada por la rápida descomposición de dese-chos orgánicos (Fig. 3) y el intercalamiento de plan-tas con diferentes requerimientos. El reciclaje es taneficiente que los riachuelos que se originan en la te-rra firme son químicamente puros y libres de sedi-mento. La adaptación de la flora a la escasez de nu-trientes, tal como la reproducción vegetativa, el bajocontenido de nutrientes en el follaje y la distribucióndispersa de individuos de la misma especie, tieneconsecuencias en el tamaño pequeño y el compor-tamiento solitario de la mayoría de los herbívoros te-rrestres (Eden 1990:42-49; Meggers 1995a).

El ciclo anual está controlado por la estación llu-viosa, la cual exhibe considerable variación de unaño a otro. Cuando la lluvia empieza temprano,durademasiado, o cae durante la estación seca, muchosárboles no florecen o no fructifican, reduciendo la re-serva de alimentos para los animales. Los mamíferosevitan sufrir hambre manteniendo densidades sus-tentables durante los años flacos en lugar de la quees posible en años normales (Leigh et al 1982).

La “várzea”y la terra firme presentan desafíos dife-rentes a la explotación humana. En la “várzea”, los

Figura. 2. Variación máxima y mínima en el nivel del agua registrada en la boca del río Negro entre 1902 y 1973 (según Soares 1977).

máximodel niveldel agua

mínimodel niveldel agua

met

ros

1910

-

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problemas principales son: (1) minimizar el impac-to de la alternancia anual entre la abundancia de lasbajantes y la escasez de las aguas altas, y (2) com-pensar las menos frecuentes pero más devastadoraspérdidas resultantes de las variaciones en el ritmo,laescala y la duración de las inundaciones. En la terrafirme,el problema es maximizar la productividad delos recursos dispersos y fácilmente agotables dentrode las restricciones edáficas y climáticas.

La Costa PeruanaLa costa del Perú es también caracterizada por dos

subregiones distintas desde el punto de vista de laexplotación humana: (1) el océano y (2) el desiertoy los valles. Una combinación única de profundi-dad, temperatura y corriente del oceáno provee unmedio acuático rico en nutrientes que sostiene unacadena de subsistencia que va desde el planktonhasta los lobos y leones marinos. La densidad de pe-ces, especialmente la anchoveta,y la facilidad de su

captura permitió el desarrollo de comunidades se-dentarias preagrícolas suficientemente numerosaspara construir edificaciones monumentales.

Esta situación idílica es desbaratada a intervalosirregulares por la expansión hacia el sur de una con-tracorriente cálida conocida como El Niño,que cor-ta la cadena de alimentos en su base. Los pecesmueren,forzando a los mamíferos y aves que depen-den de ellos a emigrar o morir también de hambre.El impacto varía en intensidad y duración (Fig. 4).Durante 100 años,10 episodios fueron calificados co-mo “moderados”y otros 10 como “muy “fuertes”. Losepisodios duran 4-5 meses y ocurren a intervalos en-tre 2 a 12 años. Se estima que la productividad marafuera cae a un sexto de lo normal y su restauraciónpuede tomar más de un año.

Ni el ritmo ni la intensidad de los episodios de ElNiño son predecibles (Wilson 1981; Quinn et al1987).

XI. El Contexto Ecológico del Formativo

Figura. 3. Velocidad de descomposición de hojas muertas sobre el suelo durante la estaciónseca y la estación lluviosa. En la estación lluviosa después de 30 días el 50% de las hojas se

encuentran bastante destruidas (según Schubart y otros 1984 ).

estación seca

estación lluviosa

Días de permanencia sobre el suelo

%de

mat

eria

lrem

anen

te

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La costa adyacente está entre las regiones mássecas del planeta. El suelo es naturalemente fértil,siendo la principal deficiencia el agua. El desiertoimproductivo es cortado a intervalos por ríos quese originan en los Andes y cuyo flujo es controla-do por condiciones climatológicos en las cabece-ras (Fig.5).

La precipitación local es normalmente cero, pe-ro puede acompañar a los episodios de El Niño conconsecuencias que van desde la inundación y la ero-sión hasta el crecimiento temporal de vegetación yun aumento de las zonas cultivables (Dillon y Run-del 1990).

El océano y el desierto presentan diferentes desa-fíos para la explotación humana. En el océano, elproblema es minimizar el impacto de la declinacióndrástica y repentina en la productividad de la ancho-veta, que ocurre a intervalos irregulares, reduciendosustancialmente los recursos proteínicos por perío-dos de hasta un año. En la tierra, el problema es in-crementar la zona de cultivo y el rendimiento de lasplantas comestibles.

Restricciones en la subsistenciaDos clases de restricciones deben ser considera-

das en la evaluación de las opciones para incremen-tar los recursos de subsistencia. La primera es lacomposición de la dieta humana; la segunda es el

grado en que los factores limitantes pueden ser mo-dificados por prácticas culturales.

La variedad de dietas representadas entre los gru-pos humanos vivientes, implica gran diversidad enlas opciones para obtener los nutrientes esencialesen cantidades apropiadas. En cada situación parti-cular, no obstante, algunos ingredientes son másabundantes que otros. El tamaño de la poblaciónque puede ser sustentada depende del grado en quelos recursos menos abundantes pueden ser incre-mentados o remplazados.

Existen dos medios principales para contrarrestarel impacto de la disponibilidad fluctuante de los ali-mentos silvestres: (1) la domesticación y (2) el alma-cenamiento (Wilson 1981). En la costa peruana, ladomesticación del maíz, frijoles y calabaza proveyóuna dieta balanceada, reduciendo la dependenciaen proteínas proveídas por animales marinos (Bona-vía 1991:131). Más aún,la productividad agrícola po-día ser incrementada extendiéndose por irrigaciónel área baja de cultivo,efectuando la selección de va-riedades con mayor rendimiento y aumentando elnúmero de cosechas por año. Las pérdidas causadaspor fluctuaciones climáticas podían ser moderadaspor almacenamiento (Moore 1991).

Ninguna de estas opciones son factibles en laAmazonía. Los suelos más fértiles están en la“várzea”, donde el comportamiento errático del río

XI. El Contexto Ecológico del Formativo

Figura. 4. Ocurrencias de episodios “moderados” y “fuertes ” de El Niño entre 1890 y 1987 (según Quinn el al 1987).

NORMAL

MODERADO

MODERADO+

FUERTE

MUY FUERTE

RIG

URO

SID

AD

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no se puede controlar (Eden 1990:80-1, 124, 127). Elriesgo de perder la cosecha es de un año en cuatroen algunas partes de la región (Barrow 1985:127),mientras que una pérdida en cinco es el máximoque se puede tolerar (Parry 1978).

La escasez estacional no puede ser compensadamediante almacenamiento porque todo el ecosiste-ma está orientado a una rápida degradación de lamateria orgánica. La carne ahumada se pudre enunos pocos días (Good 1989:78) y el maíz seco so-brevive apenas unas pocas semanas (Barrow1985:115; Bergman 1980:109- 110).

La solución amazónicaLas poblaciones amazónicas actuales dependen

tanto o más de los recursos de “terra firme”,más dis-persos pero menos vulnerables que los de la “várzea”(Hoffman 1964; Frechione et al 1989; Eden 1990:80-1,124, 127; Denevan y Schwerin 1978:18; Santos1982:15). Los cultígenos primarios son tubérculos,

particularmente la mandioca, la cual tolera suelospobres y puede ser cosechada a lo largo del año,eli-minando la necesidad de su almacenamiento (Fig.6). La productividad de los cultígenos básicos esmaximizada sembrando numerosas variedades contolerancia diferente a la humedad,a la fertilidad delsuelo y a las pestes (Ribeiro 1990). La intercalaciónde especies con diferentes requerimientos retardala pérdida de nutrientes y el segamiento selectivo dehierbas durante la sucesión secundaria incrementala densidad de plantas silvestres útiles (Clement1990). Muchos frutos,nueces y tubérculos silvestresson comestibles y algunos de éstos son reservadospara períodos de extrema escasez (Price 1990).

Aunque la mandioca iguala al arroz y al plátanoen rendimiento calórico, es deficiente en proteínas.Por lo tanto,no elimina la necesidad de depender derecursos faunísticos silvestres. La interacción deplantas, animales e insectos es entendida por la po-blación indígena (Posey 1987) y el conocimiento de

XI. El Contexto Ecológico del Formativo

Figura 5. La costa norte del Perú mostrando el marcado contraste entre el desierto y losvalles irrigados. De Norte a Sur: Chicama, Pacas Mayo, Chiclayo, Lambayaque.

(Gemeni IX, June 1966).

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las características y comportamiento de los animalesterrestres es profundo. La explotación de las presasde caza y de los peces es programada para optimizarretornos (Behrens 1981; Chernela 1994). El compor-tamiento apropiado es guiado por los shamanes y reforzado por tabúes, mitos y rituales (Reichel-Dolma-toff 1990).

Varias prácticas ayudaron a inhibir la sobre-explo-tación. El abandono de la aldea una o más veces ca-da año para buscar alimentos en zonas distantes delterritorio del grupo alivia el impacto alrededor de laaldea y aumenta la duración de residencia. Un caza-dor no solamente tiene la obligación de repartir por-ciones de su presa entre la población de la aldea,pe-ro frecuentemente es prohibido de consumirlo élmismo. Al incrementarse la población,el tamaño decada porción disminuye, causando insatisfacción.Esta situación, junto con la declinación de los rendi-mientos en la vecinidad,el aumento en el peligro dehechicería y otros factores ecológicos y culturales

han puesto un techo bajo sobre el tamaño y lapermanencia de la aldea (Good 1987).

Aunque los conflictos y la venganza de sangre sontípicos, el objetivo nunca es la adquisición de terri-torio (Métraux 1949). Por el contrario, sanciones so-brenaturales poderosas estimulan la rápida retiradade los invasores. La estabilidad de los límites territo-riales asegura que la comunidad se beneficiaría decualquier esfuerzo de aumentar la productividad alargo plazo de los recursos de subsistencia.

Las comunidades autónomas están interrelaciona-das por amplias redes de trueque,caracterizadas porel intercambio de mercancías que envuelven mate-rias primas disponibles localmente (Bodley 1981;Chagnon 1968). El recipiente puede estar obligado aaceptar cualquier ítem que le sea ofrecido y la reci-procidad puede ser retrasada.Estas redes a menudoatraviesan comunidades cuyas relaciones son nor-malmente hostiles, exponiendo el negociante a unpeligro mortal (Colson 1985;Harner 1972:131). Estos

XI. El Contexto Ecológico del Formativo

Figura 6. Cultivando un típico claro de “roza y quema” en la “terra firme”. Los troncos se dejan descomponer, retornandonutrientes al suelo, los raigones pueden morir o regenerarse, contribuyendo a la recuperación de la selva.

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aspectos tienen poco sentido en el esquema de lateoría occidental de economía, pero son inteligiblessi la función de las redes es ampliar el área potencialpara el sustentamiento de sociedades autónomas,como un amortiguador contra el fracaso en la sub-sistencia local.

La población de la “várzea”del medio y bajo Ama-zonas fue eliminada poco después del contacto eu-ropeo y la evidencia arqueológica no apoya la exis-tencia de las comunidades sedentarias densas conorganización social jerárquica descritas por los cro-nistas del siglo 16 (Meggers 1995b:6). La idea de quegrupos prehistóricos de la “terra firme” trataban dereemplazar a los habitantes de la “várzea” tampocotiene confirmación. Al contrario, los primeros rápi-dos de cada tributario constituyeron una fronterapermanente entre las poblaciones de las dos regio-nes (Meggers 1990:200; Meggers et al 1988:288). Enlas selvas orientales de Colombia y Perú, grupos so-brevientes no confían en la productividad de la“várzea” y colocan todas sus chacras o chacras adi-cionales en la “terra firme”(Chibnik 1994; Eden y An-drade 1988:83).

Los Achuar del oriente del Ecuador,que estan divi-didos entre grupos ribereños e interfluviales,ejempli-fican adaptaciones a los potenciales y las limitacio-nes de la “várzea”y la “terra firme”llevados a cabo ha-ce por lo menos dos mil años. A pesar de la mayorvariedad y abundancia de los recursos faunísticos yla fertilidad superior del suelo, la densidad humanaribereña es solamente 0.44/km2 contra 0.08/km2 enla zona interfluvial (Descola 1989:90). Los pobladosribereños no son sensiblemente mayores ni más per-manentes. El cultígeno dominante en ambas regio-nes es la mandioca. Aún que el suelo fértil de la“várzea”favorece el cultivo intensivo,el maíz sirve so-lamente como alimentación de gallinas, y el maní ylos frijoles son “golosinas ocasionales” (Descola1989:248-9). De acuerdo con la mayor dispersión dela caza, los Achuar interfluviales tienen territoriosmás extensos. Su presa preferida son los primates,mientras que las aves grandes predominan entre losgrupos ribereños. La proporción de pécaries es igual(Descola 1989:334- 5). En la pesca, el rendimientoconseguido mediante el uso del barbasco equivalala riqueza de especies muy grandes en la zona ribe-reña (Descola 1989:374). En ambas regiones,el con-sumo medio per capita de calorías y proteínas sobre-pasa significativamente los valores recomendados

(Descola 1989:424). La evidencia que “los sistemasde explotación del medio empleados por los Achuardel uno y del otro habitat poseen una productividadaproximadamente igual” (ibid 440) explica porqué“grupos locales interfluviales [que] están asentadosa una decena de kilómetros solamente de porcionesinhabitadas del hábitat ribereño ... sin embargo nopiensan migrar”(Descola 1989:91).

La solución peruanaA diferencia de la Amazonía, donde la dicotomía

entre la “várzea” y la “terra firme” fue perpetuada enla adaptación cultural,la historia peruana se caracte-riza por la integración progresiva entre recursos ma-rinos y terrestres. En principio, la abundancia, facili-dad de captura y confiabilidad de la fauna del marsustentaron poblados sedentarios suficientementenumerosos para construir los monumentos más ma-sivos del hemisferio durante el tercer milenio a.C. Laproductividad agrícola de los valles podía aumentar-se por medio de la construcción de canales de riegocada vez más extensos y la selección de variedadesde maíz que permitiron tres cosechas anuales. El cli-ma seco minimizó el riesgo de pérdidas causadospor plagas, permitiendo plantaciones amplias de unsolo cultígeno. Los excedentes podían ser almacena-dos para futuro consumo o distribuidos a miembrosno-productores de la comunidad.

Como en la Amazonía,las subidas y bajadas de losríos dependen de las lluvias en la sierra, pero hayuna diferencia significativa. Mientras que los tributa-rios amazónicos desembocan en el río mayor, dimi-nuyendo el impacto sobre la “várzea” de fluctuacio-nes en sus cabeceras, los ríos de la costa pacífica si-guen cursos independientes hasta llegar al mar (Fig.5). Por lo tanto,aumentos y reducciones en la preci-pitación local en la sierra pueden afectar un solo va-lle costeño.En principio,la solución amazónica— demantener lazos individuales de parentesco y recipro-cidad entre las poblaciones de valles contiguos—podía haber sido suficiente para diminuir el impactonegativo de sequías o inundaciones.

La introducción de plantas domesticadas aumen-tó la capacidad de carga durante los períodos climá-ticos normales, con resultante crecimiento de la po-blación, pero también diminuyó las opciones paraenfrentar reducciones o pérdidas imprevistas.

Relaciones individuales entre habitantes de vallesvecinos no podian satisfacer las necesidades de po-

XI. El Contexto Ecológico del Formativo

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391

blaciones numerosas dependiendo en agricultura in-tensiva (Rindos 1984:278). Desde el punto de vistaecológico, la aparición de instituciones jerárquicas,como Chavín, representa un mecanismo inicial paraampliar las posibilidades de interdependencia entreregiones no contiguas. En este contexto, el surgi-miento contemporáneo de estratificación socialpuede reflejar la necesidad de asegurar una colabo-ración más permanente que la vida de los partici-pantes.

Como consequencia, abrió la puerta a la integra-ción política de valles contiguos bajo un gobiernocentral. A diferencia de los conflictos entre las comu-nidades amazónicos, las guerras entre sociedadesperuanas tenían el objetivo de aumentar el territorio,dominar a los habitantes y controlar los recursos dela región conquistada.

ConclusiónAl comienzo de este análisis, sugerí que hemos fa-

llado en encontrar una explicación satisfactoria pa-ra el orígen de los señoríos y estados por hacer pre-guntas equivocadas, basadas en la historia europea(cf.Morales Chocano 1993:431). Explicamos el surgi-miento de estratificatión social y la concentraciónde poder en términos de la ambición personal de al-gunos miembros de una sociedad (e.g.Blanton et al1996:2). Consideramos la arquitectura monumentalcomo prueba del poder despótico de “elites”. Quere-mos ubicar manifestaciones como Olmeca,Chavín yWari dentro de las categorías familiares:expansionespolíticas,difusiones religiosas,redes comerciales,etc.

Vemos a los conflictos y el trueque como instru-mentos para incrementar el poder y prestigio de al-gunos miembros de una sociedad. A lo que sin em-bargo deberíamos preguntar, ¿cómo la existencia deuna “elite” incrementa la ventaja competitiva de unasociedad?; ¿qué circunstancias hacen la distribuciónregulada central más ventajosa que la reciprocidad

entre parientes y socios de trueque?; ¿cuándo lacoexistencia de sociedades autónomas es más o me-nos adaptativa que su integración política? y ¿quéhace a la especialización en la manufactura de mer-cancías superior a la autosuficiencia local entre gru-pos con igual acceso a los recursos requeridos?(Meggers 1987). Desde la perspectiva ecológica,líde-res carismáticos,presión poblacional,guerras y otras“primeras fuerzas motores” son instrumentos, másque causas del cambio social.

Centralizando la atención en los aspectos adapta-tivos del comportamiento cultural nos obliga a reco-nocer que la organización jerárquica no es la únicaforma viable de integración socioeconómica (cf.Crumley 1987). Muchos de los mecanismos citadoscomo conducentes a la formación del estado en losAndes existen en la selva tropical, entre ellos eltrueque a gran distancia,la especialización en la ma-nufactura, los conflictos militares y los líderes caris-máticos. La falla en surgir configuraciones jerárqui-cas no se puede atribuir a la ausencia del potencialcultural. Más bien, parece reflejar la superioridadadaptativa de las formas no jerárquicas de integra-ción.

Tales consideraciones hacen importante el reco-nocer que,en lugar de un remplazo,la evolución cul-tural es una expansión de la evolución biológica. Siexiste una finalidad, ésta es la sobrevivencia. Con-ceptos como devolución y estancamiento no tienensentido biológico ni cultural. A no ser que abando-nemos las perspectivas antropomórficas y etnocén-tricas que han dominada hasta ahora nuestros es-fuerzos de entender la evolución cultural, continua-remos pasando por alto aspectos significativos delproceso.

Una revisión de los contextos ecológicos de lasmanifestaciones del Formativo es un buen lugar pa-ra empezar.

XI. El Contexto Ecológico del Formativo

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XII

RESOLUCIONES Y RECOMENDACIONES DEL SIMPOSIO

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CONSIDERANDO:

Que la distribución de las culturas precolombinas no coinciden con las fronteras nacionales y quese necesita incrementar la colaboración internacional en los diseños de proyectos de estudio, de-fensa y conservación del patrimonio arqueológico, así como su puesta en valor y divulgación.

Que los países de Sudamérica actualmente atraviesan por una crisis económica, por la cual las in-vestigaciones científicas han sido restringidas, mientras los sitios arqueológicos están desaparecien-do debido a la expansión urbana, agrícola, comercial y depredación, etc.

Que la formación profesional de los arqueólogos en las diversas universidades de Sudamérica, en-cuentran en su ejecución una serie de restricciones y limitaciones derivadas de la crisis económicay deficiencias en la política cultural que no está vinculada a las realidades históricas de cada país.

Que habiéndose intensificado el tráfico ilícito de bienes arqueológicos provenientes de los paísessudamericanos, que alcanzan niveles alarmantes en los mercados nacionales e internacionales.

Que debido a la desigualdad que existe en el acceso a los recursos económicos,científicos y tecno-lógicos de parte de los arqueólogos de los países desarrollados y de los arqueólogos sudamericanos.

Por las consideraciones arriba mencionadas,

ACUERDAN:

Recomendar a las instituciones e investigadores la realización de programas de investigación ar-queológicas multinacionales y que se cree un fondo de financiamiento especial para este fin, respe-tando la legislación de los países participantes. Asimismo, se recomienda la organización: de cole-gios o asociaciones de arqueólogos en los países que no los tienen,de reuniones periódicas para elintercambio de información, de exposiciones, etc.

Recomendar a todas las instituciones estatales y privadas dar el apoyo necesario al desarrollo de pro-yectos vinculados con la investigación sobre el patrimonio arqueológico.También, a los gobiernosde los países acreedores de la deuda externa sudamericana,a fin de que ellos faciliten los mecanis-mos de concesión de dicha deuda (cambio de la deuda externa a favor de la arqueología), así co-mo la ejecución de los programas arriba mencionados.

XII. Resoluciones y Recomendaciones del Simposio

LOS ARQUEÓLOGOS PARTICIPANTES EN EL SIMPOSIO INTERNACIONAL DE ARQUEOLOGÍA SUDAMERICANA:

UNA REVALUACIÓN DE LA ETAPA FORMATIVA; REUNIDOS EN LA CIUDAD DE CUENCA, ECUADOR.

ENTRE LOS DÍAS 13-17 DE ENERO, 1992

RECOMENDACIONES DE LA COMISIÓN “COLABORACIÓN INTERNACIONAL PARA EL DESARROLLO

E INTEGRACIÓN DE LAS CIENCIAS ARQUEOLÓGICAS EN SUDAMÉRICA”.

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Recomendar a las universidades e instituciones de investigación a fin de que éstas promuevan el in-tercambio de profesores y estudiantes con la finalidad de reforzar la formación profesional de las fu-turas generaciones.Y también, promover políticas culturales que jerarquicen a las actividades ar-queológicas para incrementar la identidad nacional.

Llamar la atención de los gobiernos y organismos competentes, sobre la necesidad de poner en vi-gencia los tratados y convenios internacionales que beneficien una mayor integración internacionalen lo relativo a la defensa y conservación del patrimonio cultural, así como el desarrollo de las in-vestigaciones dentro del contexto de convenios y tratados bilaterales.

Recomendar el fomento de programas orientados al intercambio de profesores, incremento de co-municación bibliográfica, fomento de seminarios, talleres de trabajo, cursos de extensión, divulga-ción y especialización referidos a técnicas y métodos de investigación, conservación, preservación,y puesta en valor del patrimonio arqueológico en cada país. Fomentar el patrocinio de más becasde universidades e instituciones de alto nivel de estudios arqueológicos en los países miembros dela OEA, de Europa y de Asia, para la mejor capacitación de los arqueólogos de países sudamerica-nos que lo requieran.

Nombrar una comisión de tres miembros (doctores Gonzalo Correal U., Ondemar Dias Jr. y Tom D.Dillehay) para coordinar el cumplimiento de los acuerdos aquí propuestos.

APROBADAS POR UNANIMIDADVer “Lista de Autores y Participantes“ en este libro. Cuenca, enero 17, 1992

XII. Resoluciones y Recomendaciones del Simposio

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l. Prioridades de investigación arqueológica:

Promover estudios arqueológicos en áreas sometidas al impacto del crecimiento tanto rural comourbano, proyectos hidroeléctricos, de deforestación, minería, etc.

Desarrollar proyectos interdisciplinarios que integren equipos nacionales e internacionales.

Contribuir a formar nuevos investigadores vía estudios de post-grado o especialización,o a través deseminarios y talleres. Es indispensable contar con especialistas en palinología, paleozoología, etno-botánica, etnografía y paleoecología, entre otras ramas.

Del mismo modo colaborar en la formación de personal especializado que constituya un nexo en-tre el científico y el público en general.

Crear y/o desarrollar laboratorios especializados que posibiliten la colaboración internacional y laintegración de los recursos regionales.

2. Tareas específicas:

Cubrir vacíos de información arqueológica en las regiones que carecen de ellas y enfatizar aquellasque ya cuentan con una base empírica inicial,desarrollando más áreas temáticas, tales como,el pro-ceso de tránsito de sociedades cazadoras-recolectoras a sociedades que desarrollaron nuevos mo-dos de vida.

Evaluar indicadores locales para definir procesos regionales formativos; estos análisis implican rom-per los límites políticos actuales de los países, lo que facilitaría una mejor comprensión de los pro-cesos sociales, económicos, culturales y las redes de interacción micro y macro regionales.

3. Publicación:

Propiciar el compromiso de una divulgación más adecuada y democrática de los resultados de traba-jos científicos en varios países en revistas especializadas de amplia circulación tales como: Latin Ame-rican Antiquity,Revista de Arqueología Americana,Gaceta Arqueológica Andina,Boletín del Museo de Orode Colombia,Boletín de la Sociedad Chilena de Arqueología,Chungara, etc., tanto en idioma castellanocomo en portugués e inglés; así como la divulgación en medios masivos de comunicación,como tele-

XII. Resoluciones y Recomendaciones del Simposio

CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES DE LA COMISIÓN“PRIORIDADES DE INVESTIGACIÓN”

RECOMENDACIÓN A CADA PAÍS SUDAMERICANO

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visión, radio,periódicos,museos,exposiciones,videos y otras acciones educativas.Solicitar a revistas científicas que cuenten con comités editoriales y cuerpos de evaluadores exter-nos,que incluyan en éstos a investigadores representativos de las comunidades arqueológicas de lospaíses americanos. Igualmente, se solicita que aquellas revistas que no cuenten con este tipo de co-mités, lo establezcan de cuerdo con los estándares internacionales.

Solicitar a “Latin American Antiquity” que en virtud del título de la revista y de las políticas editoria-les establecidas en su fundación, se consideren la publicación de artículos en portugués y francés.Al mismo tiempo, que contemplen una participación más activa de especialistas latinoamericanosen el proceso de revisión externa de los artículos.

4. Colaboración internacional:

Establecer como condición necesaria e imprescindible para los proyectos de investigación de carácter inter-nacional, la colaboración activa de profesionales locales como contrapartida nacional para propiciar el be-neficio mutuo y entrenamiento avanzado.

5. Patrimonio cultural:

Lograr la promulgación de leyes nacionales de protección del Patrimonio Cultural Arqueológico, aaquellos países que no tienen dichas leyes.

Diseñar los reglamentos necesarios para la ejecución u operación de esta ley (en los casos de paí-ses que ya la tienen),donde se definan las funciones ejecutivas que recaigan sobre las institucionesque cuenten con los especialistas entrenados.

El Reglamento debería reconocer como cuerpos consultores a colegios profesionales y centros aca-démicos de las ramas antropológicas de cada país.

Desarrollar también la vinculación con organismos nacionales e internacionales que promuevan ladefensa y la conservación del medio ambiente,para que incluyan en sus agendas la financiación deproyectos de rescate y conservación del patrimonio cultural arqueológico de cada nación.

Obtener el reconocimiento legal para que los equipos científicos que realicen proyectos de evalua-ción ambiental, incluyan también a arqueólogos profesionales que se desempeñen en el ámbito na-cional de los respectivos país.

AAPPRROOBBAADDAASS PPOORR UUNNAANNIIMMIIDDAADD por todos los arqueólogos presentes en el Simposio.

Cuenca, enero 17, 1992.

XII. Resoluciones y Recomendaciones del Simposio

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CONSIDERANDO:

Que el Proyecto de integración regional andino ha comenzado a formalizar sus acuerdos en el cam-po económico a partir del mes de enero de 1992.

Que los gobiernos de la región han manifestado públicamente la necesidad de formalizar,así como,un proyecto de integración cultural.

Que dicho proyecto debería tener como uno de sus objetivos fundamentales crear una concienciade la identidad cultural regional como a apoyo a la integración económica.

Que la Arqueología es una de las disciplinas de las Ciencias Sociales cuyos investigadores permitenvisualizar las expresiones culturales concretas donde se manifiestan y la herencia cultural, los bie-nes patrimoniales, ambientales que la integran.

Que dichos bienes se encuentran en peligro de total desaparición, debido tanto a la poca efectivi-dad de las legislaciones urgentes al respecto, como a la escasez de un recurso humano adecuadoformado.

Que es necesario en tal sentido, reforzar la formación académica y científica de los arqueólogos dela región,al mismo tiempo que promover programas de educación pública para el registro y la con-servación de los bienes patrimoniales, culturales y ambientales de la región.

RECOMENDAMOS:

Que los gobiernos de Colombia, Ecuador, y Venezuela modernicen y normalicen los criterios quesustentan sus legislaciones respectivas, para el registro, conservación y promoción del patrimonio arqueológico y ambiental.

Que en dichas legislaciones se contemple reglamentar la inclusión del costo de los programas derescate arqueológico en todos aquellos proyectos de construcción de infraestructura.

Que los gobiernos de la región desarrollen políticas educativas que promuevan en la población unnivel de conciencia sobre la conservación del patrimonio arqueológico y ambiental.

XII. Resoluciones y Recomendaciones del Simposio

LOS ARQUEÓLOGOS PARTICIPANTES EN EL SIMPOSIOINTERNACIONAL DE ARQUEOLOGÍA SUDAMERICANA,

REUNIDOS EN LA CIUDAD DE CUENCA, ECUADOR, ENTRE LOS DÍAS 13-17 DE ENERO, 1992

A LOS GOBIERNOS DE ECUADOR, COLOMBIA Y VENEZUELA

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Que dichas políticas consideren la creación de parques arqueológicos y redes de museos regiona-les ligados a los sistemas de educación formal, series de publicaciones, así como de los medios decomunicación de masas para este fin.

Que se promuevan a nivel regional, cursos de capacitación en arqueología, con el objeto de actua-lizar y consolidar la formación del personal profesional encargado de ejecutar dichas políticas.

Que dichos cursos de capacitación se canalicen a través de las universidades de la región y que per-mitan a los profesionales obtener créditos académicos por su participación en los mismos.

Constituir una comisión regional, que se encargue de la planificación, y lo conducente a la ejecu-ción de dichas políticas.

APROBADO POR UNANIMIDAD por todos los arqueólogos y demás asistentes al Simposio.

A petición y aprobación de todos los asistentes (representantes de: Argentina, Alemania,Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, España, Estados Unidos, Francia, Perú, Uruguay,Venezuela, etc., ver Capítulo I: “Lista de Autores y Participantes”), se hacen extensas estasresoluciones y recomendaciones a todos los gobiernos de los países Sudamericanos.

Cuenca, enero 17, 1999

XII. Resoluciones y Recomendaciones del Simposio

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RECOMENDACIÓN

Considerando la relevante importancia de la Escuela de Arqueología de Guayaquil-ESPOL, Ecuador, y delperfeccionamiento profesional de profesores y alumnos para los efectos de jerarquizar mejor su irradiaciónhumanística y científica, se recomienda:

Que los participantes de este Simposio Internacional de Arqueología Sudamericana, entren en con-tacto con el cuerpo docente para colaborar en términos de apoyar en todo lo que se estime más per-tinente, para los fines de optimizar sus actividades.

Que quede constancia que al debilitar su campo de acción se perturban sus labores de investiga-ción, enseñanza, conservación y difusión del patrimonio arqueológico local, nacional e interameri-cano, que prestigian a ESPOL dentro y fuera del Ecuador.

Que es de especial importancia agilitar el proceso tendiente a que los alumnos se titulen con inves-tigaciones originales apoyados por Comisiones de Tesis compuestas por profesores de la ESPOL yprofesores tutores invitados a través de una reglamentación ad hoc, además del apoyo de todas lasinstituciones nacionales e internacionales involucradas con patrimonio arqueológico.

Que esta recomendación sea destinada a la Dirección de la Escuela de Arqueología, como un ges-to de mutua colaboración y apoyo a sus planes de perfeccionamiento universitario.

Aprobadas por unanimidad por todos los asistentes al Simposio. Cuenca, Enero 17, 1992

ACLARACIÓN DE LA EDITORA: El borrador de la “recomendación“ de la Comisión para “La conserva-ción del sitio Ingapirca y áreas aledañas en la Provincia de Cañar, Ecuador“, fue igualmente aprobado porunanimidad; desgraciadamente los encargados de pasar a limpio no entregaron para su publicación,a pesarde los esfuerzos de varios colegas por rescatarla.

XII. Resoluciones y Recomendaciones del Simposio

LOS ARQUEÓLOGOS PARTICIPANTES EN EL SIMPOSIOINTERNACIONAL DE ARQUEOLOGÍA SUDAMERICANA,

UNA REVALUACIÓN DE LA ETAPA FORMATIVA. REUNIDOS EN LA CIUDAD DE CUENCA, ECUADOR,

ENTRE LOS DÍAS 13-17 DE ENERO, 1992

A LA ESCUELA POLITÉCNICA DEL LITORAL

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Los doctores Betty J. Meggers y Alberto Rex González, muestran la“Medalla del Bicentenario” del Smithsonian Institution que el Dr. Gon-

zález recibió en el Museo Nacional de Historia Natural, SmithsonianInstitution, Washington, D.C., Estados Unidos de Norte América, 1999.