Fin de la Historia y el último hombre - Francis Fukuyama

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    ndice

    IIgmdecinzientos11 I odo zlroducci l 111 ,lIte primeraUNA VIEJA PREGUNTA FORMULADA DE NUEVO 27l. Nuestro pesimismo . 292. La debilidad de los Estados fue\ tes (1) 42,\, La debilidad de los Estados fuertes (U) o co-miendo anans en la Luna . 551. La revolucin liberal mundial . 75

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    11513114015165187193

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    1 ,II te III A VEJEZ DE LA HUMANIDAD5. La idea de una I1istoria universal,6. El mecanismo del deseo.7. No hay brbaros a las puel-tasH. La acumulacin sin fin9. La victoria del video.10. En la tieITa de la educacin11. La respuesta a la vieja pregunta12. No hay democl acia sin demcl alas

    l arIe IIILA LUCHA POR EL RECONOCIMIENTO

    13. Al comienzo, el combate a muerte por el pres-tigio.14. El primer hombre15. Unas vacaciones en Bulgaria .16. La bestia de las mejillas sonrosadas17. Apogeo y ocaso del thymos .

    Francis Fukuyama. 1 1 12por la tr aducc in. P . I : li; ls , 1 1 1)hlitorial Planeta. S. A .. 1 1 1)Crcega. 273 -27 1. OXOOX I\arcdona (1 sl ai\a)Di seo colecc in y euhi er ta de lI an s ROl ll hergI lu st racin cuh ierta : dihuj o de l eonardo da Vinei.Windsm. Royal LibraryPrimera rei ll ll resin (Colombia): mayo 1992Planeta Colomhiana Edito rial S. A.

    Depsito legal: 1\,7.335-1992ISBN X4-320-5954-4ISBN 0-02-910975-2 edit or The Free I r css.Nueva York. edicin originalComposicin: Parras (Aster. 9.5/10.5)Edi cin espec ia l para : Feuador - Colomhi a y Vcncll Ie laImpreso por: Editorial Presencia Ltda.Impreso en ColombiaPrinted in Colombia

    Ttulo original: The end 01 Ilistmy and lhe last man

    COLECCtON DOCUMENTODireccin: Rafael Borrs Bet riuConse jo de Redacc in: Mari a Teresa Arh .C ri stina Pags . Marcc1 P lans y Carl os Pujo l

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    18. Seoro y servidumbre .19. El Estado universal y homofneoParte IVSALTANDO POR ENCIMA DE RODAS20. El ms fro de todos los monstruos fros.21. El origen thymtico del trabajo22. Imperios de l'Csentimiento, imperios de defe-rencia23. La irrcalidad del rcalismo24. El podcr de los sin poder25. Los intereses nacionalcs .26. Hacia una unin pacficaPartc VEL LTIMO IIOMBRE27. En el rcino de la libcl-tad28. Hombl-cs sin pecho .29. Libres y desiguales .30. Derechos perfectos y deberes imperfectos.31. Las inmensas guclTas del esprituBibliografandice OIlO/Ilstico y de materias

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    AGRADECIMIENTOS

    El Fin de la Historia nunca habra existido, ni como artculo J1i01110el presente l ibro, s in la invi tacin a dar' una conferencia1011este t tulo, durante el ao acadmico de 1988-1989, fonnuI.ula por los profesores Nathan Tarcov y Allan Bloom, del Cen11 .lohn M. Olin para la Investigacin de la Teora y la PrctiI '1 de la Democracia, de la Universidad de Chicago. Ambos han'iido amigos y maestros de los que he aprendido muchisimo a loLu'go de los aos, empezando con la filosofa poltica, pero sinlimitarse a ella. La conferencia se convirti en un articulo bien.Ilocido, debido en gran medida a los esfuerzos de Owen HaI ies, director de la revista The National lnterest y al tI abajo delleducido personal de la misma. Erwin Glikes, de la Free Press yAlldrew Franklin, de Hamish Hamilton. me incitaron de mododecisivo a pasar del artculo al libro, y me ayudaron a preparard original definitivo.

    El presente volumen se ha beneficiado enonnemente de lasnlnversaciones y lecturas de numerosos amigos y colegas. Espccial importancia entre dios tiene Abcam Shulsky, que enconI r destacadas aqu muchas de sus ideas y percepciones. Quisiera expresar especialmente mi agradecimiento a lrvmg Kris101,David Epstein, Alvin Bernstein , Henry Higuem, Yoshihisa\.OIllOri,yoshio Fukuyama y Gcorge Hohugren, lodos los cuales leyeron y comentaron el manuscrito. Adclns, quisiera dar'5 gracias a las numerosas personas --a algunas de las cualesl'0l10ZCOy a otras no- que comentaron algunt)s de los aspectos1h' la presente tesis cuando se present CIl diversos seminarios y,'olll cl-encias en Estados Unidos y en el extranjero.James Thomson, presidente de la RAND Corp01'alion, tuvola gentileza de proporcionarme un despacho mientras redactaha cste libro. Gary y Linda Armstrong encontraron tiempo,mientras escr iban sus propias disertaciones, par

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    sultaron, en cambio, ser adultos que saban diferenciar laverdad de la falsedad, lo bueno de lo malo, y que buscaban,como otros adultos en otras pocas de la humanidad, el reconocimiento de su carcter de adultos y de la consiguienteautonoma.

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    4. LA REVOLUCIN LIBERAL MUNDiAL

    Nos hal lamos en el umbral de una poca importante, de un tiempo de fermento, cuando el espritu da un salto adelante , t rasciende su formaanterior y adopta una forma nueva. Toda lamasa de representaciones anteriores, conceptosy vnculos que mantienen unido nuestro mundo,se disuelve y colapsa como una imagen en sueos. Se prepara una nueva fase del espritu.La filosofa, especialmente, ha de dar la bienvenida a SlI aparicin y reconocerla, mientrasotros , que impotentes se leoponen, se aferran alpasado. G W F HEGELConferencia del 18de set iembre de 1806)I

    Tanto en la izquierda comunista como en la derecha autoritaria ha habido llna bancarrota de ideas serias capaces deiostener la cohesin polt ica interna de los gobiernos fuerles, ya se basaran en partidos monolticos, ya en juntasIllil itares, ya en dictaduras personalistas. La ausencia de autoridad legitimada ha significado que cuando un gobiernoautori tario fracasa en ciertos aspectos de su pol tica, no tiene ningn principio ms alto al cual el rgimen pueda apelar. Alguien ha comparado la legitimidad a una especie dereserva en efectivo. Todos los gobiernos, democrticos y autoritarios, pasan por altibajos, pero slo los gobiernos legtimos disponen de esta reserva a la cual recurrir en tiemposde crisis.La debilidad de los gobiernos autoritarios de derechas estriba en su control incompleto de la sociedad civil . Llegadosal poder con un mandato de restaurar el orden o de imponerdisciplina econmica, pueden encontrarse con que no tienen mayor xito que sus predecesores democrticos en estimular un crecimiento econmico regular o en crear un sent imiento de orden social. Y a los que obtienen xito, les saleel tiro por la culata, pues las sociedades sobre las cuales seasentaron los rebasan al volverse mejor educadas, ms prs-

    1. okumente p. 352.

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    peras y ms de clase media. Al desvanecerse el recuerdo dela emergencia concreta que justific el gobierno fuerte, estassociedades se muestran cada vez menos dispuestas a tolerarel gobierno militar.Los gobiernos totalitarios de la izquierda trataron de evitar estos problemas subordinando toda la sociedad civil a sucontrol, incluyendo lo que se permita pensar a sus ciudadanos. Pero un sistema as, en su forma pura, no poda mantenerse solamente con un terror que amenazaba a sus propios dirigentes. Una vez se relaj este terror, se inici un largo proceso de degeneracin, durante el cual el Estado perdiel control de ciertos aspectos clave de la sociedad civil. Degran importancia fue la prdida de control del sistema decreencias. Y como la frmula socialista del crecimiento econmico era defectuosa, el Estado no pudo impedir quesus ciudadanos se dieran cuenta de este hecho y sacaran suspropias conclusiones.Adems, pocos sistemas totalitarios podran copiarse a smismos a travs de una o ms crisis de sucesin. En ausencia de reglas aceptadas de sucesin, siempre constitua unatentacin, para algn aspirante ambicioso al poder, el poneren duda todo el sistema apelando, en la lucha contra sus rivales, a efectuar reformas fundamentales. La carta de la reforma es un as poderoso porque el descontento con los sistemas estalinistas es poderoso en todas partes. As, Kruschevemple el antiestalinismo contra Beria y Malenkov, Gorbachov lo emple contra sus rivales de la era Brejnev, y ZhaoZiyang lo us contra el intransigente Li Peng. La cuestin desi los individuos o los grupos que luchan por el poder sonverdaderos demcratas no tiene importancia, en cierto sentido, puesto que el proceso de sucesin tiende a minar la credibilidad del viejo rgimen al revelar sus inevitables abusos.Se desencadenan nuevas fuerzas sociales y polticas, mssinceramente interesadas por las ideas liberales, y pronto escapan al control de quienes planearon las primeras y limitadas reformas.

    La debilidad de los Estados fuertes ha significado quemuchos regmenes autoritarios han dado paso a la democracia, mientras que los que eran Estados totalitarios se hanconvertido en autoritarios, si no en democracias. La UninSovitica ha devuelto el poder a las repblicas que la forman, y si bien China sigue siendo una dictadura, su rgimenha perdido el control de importantes partes de la sociedad.76

    Ninguno de los dos pases posee ya la coherencia ideolgicaque les proporcionara el marxismo-leninismo; los conservadores opuestos a las reformas soviticas podran colgar delas paredes lo mismo un icono que un retrato de Lenin.Quienes intentaron el golpe de agosto de 1991 se parecan alIna junta militar latinoamericana, con la polica y los militares en los papeles clave.

    Adems de la crisis del autoritarismo poltico, ha habidoen el terreno econmico una revolucin silenciosa pero nomenos importante. El hecho que a la vez era efecto y causade esta revolucin fue el fenomenal crecimiento econmicodel Sudeste asitico despus de la segunda guerra mundial.Este xito no se limit a pases que se modernizaron antes,como el Japn, sino que acab incluyendo a todos los pasesasiticos dispuestos a adoptar los principios del mercado y aintegrarse plenamente en el sistema econmico capitalistaglobal. Sus avances sugeran que los pases pobres, sin otrosr ecursos que su poblacin empeada en trabajar duro, podan aprovechar el carcter abierto del sistema econmicointernacional y crear cantidades inimaginadas de nueva riqueza, cerrando as rpidamente la distancia que los separaba de las potencias capitalistas, establecidas de Europa yAmrica del Norte.

    El milagro econmico del Sudeste asitico se observcuidadosamente en todo el mundo, y en ningn lugar msque en el bloque comunista. La crisis terminal comunistaempez, en cierto sentido, cuando los dirigentes comunistaschinos reconocieron que el Asia capitalista los dejaba atrs yv ron que la planificacin centralizada socialista haba condenado a China al atraso y la pobreza. Las reformas Iiberalizadoras chinas que siguieron a esta constatacin llevaron adoblar la produccin de cereales en cinco aos y proporcionaron una nueva demostracin del poder de los principiosde mercado. La leccin asitica se absorbi, ms tarde, porlos economistas soviticos, que conocan el terrible despilfaITO e ineficacia provocados en su pas por la planificacincentralizada. A los europeos del Este no les haca falta quese lo ensearan, pues comprendan mejor que otros comunistas que su fracaso en alcanzar los niveles de vida de loseuropeos occidentales se deba al sistema socialista que despus de la guerra les impuso la Unin Sovitica.Pero los estudiosos del milagro econmico del Sudesteasitico no se limitaban al bloque comunista. Tambin en el

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    pensamiento econmico de los latinoamericanos haba ocurrido una notable transformacin.2 En los aos cincuenta,cuando el economista argentino Ral Prebisch diriga la Comisin Econmica de la ONU para Amrica latina, estaba demoda atruibuir el subdesarrollo no slo de Amrica latina,sino en general del Tercer Mundo, al sistema capitalista global. Se argiia que los que desarrollaron primero Europa yAmrica del Norte haban, de hecho, estructurado la economa mundial en su favor y condenado a los que llegaron mstarde al desarrollo a posiciones de dependencia como proveedores de materias primas. A comienzos de los aos noventa, la manera de ver las cosas haba cambiado completamente: el presidente Carlos Salinas de Gortari en Mxico, elpresidente Carlos Menem en la Argentina y el presidenteFernando Collar de Mello en el Brasil trataron de llevar acabo, una vez llegaron al poder, programas de largo alcancede liberalizacin econmica, aceptando la necesidad de lacompetencia y la apertura del mercado a la economa mundial. Chile aplic principios econmicos liberales a comienzos de los aos ochenta, con Pinochet, con el resultado deque su economa era la ms sana del Cono Sur al salir de ladictadura, bajo la presidencia de Patricio Alwyn. Estos nuevos presidentes, elegidos democrticamente, partan de lapremisa de que el subdesarrollo no se deba a iniquidades inherentes al capitalismo, sino ms bien al grado insuficientede capitalismo que se haba practicado en el pasado en suspases. La privatizacin y el libre comercio se han convertidoen las nuevas consignas en lugar de la nacionalizacin y lasustitucin de importaciones. La ortodoxia marxista de losintelectuales latinoamericanos ha sido desafiada por escritores como Hernando de Soto, Mario Vargas Llosa y CarlosRangel, que han encontrado una creciente audiencia para susideas sobre una economa liberal orientada por el mercado.Al acercarse la humanidad al final del milenio, las crisisgemelas del autoritarismo y de la planificacin centralizadasocialista han dejado solo a un competidor como ideologade validez potencialmente universal: la democracia liberal,la doctrina de la libertad individual y de la soberana popular. Doscientos aos despus de haber animado las revoluciones norteamericana Yfrancesa, estos dos principios de li-

    2. James Bryce, Modern Democracies Nueva York, Macmillan,1931,pp. 53-54.

    hertad e igualdad han resultado no slo duraderos, sino capaces de resurgir. 3El liberalismo y la democracia, aunque estrechamente relacionados, son conceptos separados. El liberalismo polticopuede definirse como una regla jurdica que reconoce cierlos derechos o libertades individuales respecto al control guhernamental. Aunque puede haber una amplia variedad dedefiniciones de los derechos individuales, emplearemos lacontenida en la obra clsica de Lord Bryce sobre la democracia, que los limita a tres: los derechos civiles da exencin de control del ciudadano con respecto a su persona ypropiedad), los derechos religiosos

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    poltica. El derecho a participar en el poder poltico puedecQncebirse como uno ms de los derechos liberales -y, dehecho, el ms importante de ellos-, y es por esta razn queel liberalismo ha ido histricamente asociado de modo muyestrecho a la democracia.Aljuzgar qu pases son democrticos, emplearemos unadefinicin estrictamente formal de la democracia. Un pas esdemocrtico si sus habitantes gozan del derecho a elegir supropio gobierno mediante elecciones peridicas, en votacinsecreta y con multiplicidad de partidos,' por medio del sufragio adulto universal e iguaLEs cierto que la democraciaformal sola no siempre garantiza una participacin igual nitodos los derechos. Los procedimientos democrticos pueden manipularse por lites y no siempre reflejan con fidelidad la voluntad o el inters verdadero de las personas. Perosi nos apartamos de una definicin formal, abrimos la posibilidad de un abuso infinito del principio democrtico. En

    este siglo, los peores enemigos de la democracia han atacado la democracia formal en nombre de la democraciasustantiva. sta fue la justificacin usada por Lenin y losbolchevique s para cerrar la Asamblea Constituyente rusa yproclamar la dictadura del partido, que deba lograr una democracia sustantiva en nombre del pueblo. La democraciaformal, por otro lado, proporciona salvaguardas insti tucionales reales contra la dictadura y tiene muchas ms probabilidades de producir, al final. una democracia sustantiva.Por ms que el liberalismo y la democracia vayan habitualmente juntos, en teora pueden separarse. Es posible queun pas sea liberal sin ser particularmente democrtico,como Gran Bretaa en el siglo XVIU. Una amplia lista de derechos, incluyendo el derecho al voto, estaba bien protegidapara una estrecha clase social, pero negada a los dems. Estambin posible que un pas sea democrtico sin ser l iberal,es decir, sin proteger los derechos de los individuos y las mi-

    5. Las razones de esto seexpondrn en detalle en la parte n6. Ha habido presiones para una mayor democracia en varios pases de Oriente Medio, como Egipto y Jordania, despus de las revolucionesde la Europa del Este de 1989. Pero en esa parte del mundo el islam ha sido una barrera importante a una mayor democratizacin.Como lo demostraron las elecciones municipales de 1990 en Argelia, olas de Irn un decenio antes, una mayor democracia puede no conducir IIl1amayor liberalizacin porque lleva al poder a los fundamentalistashl{lIllicos,que aspiran a establecer alguna forma de teocracia islmica.lO

    l )()ras. Un buen ejemplo de esto es la contempornea Rephlica Islmica de Irn, que ha celebrado regularmente elecciones razonablemente libres, en trminos del Tercer Mundo,lo que hace al pas ms democrtico que en tiempos del sha,cro e~Irn islmico no es un pas liberal, pues no hay en lgarantas para la libertad de expresin, de reunin y, sobrelodo, de religin. Los derechos ms elementales de los ciuda(Ianos iranes no se hallan protegidos jurdicamente, situacinlodava peor para las minoras tnicas y religiosas de Irn.En sus manifestaciones econmicas, el liberalismo es elleconocimiento del derecho a la libre actividad econmica yal intercambio econmico basado en la propiedad privaday en el mercado. Dado que el trmino capitalismo ha adquirido tantas connotaciones peyorativas a lo largo de los;Ios, se ha puesto de moda recientemente hablar de eco1I0malibre de mercado. Los dos son trminos alternativosaceptables para el de liberalismo econmico. Es evidenteque hay muchas interpretaciones posibles de esta definicin1I\sbien amplia del liberalismo econmico, que abarca desde los Estados Unidos de Ronald Reagan y la Gran Bretaade Margaret Thatcher hasta las socialdemocracias de Escan(1 inavia y los regmenes relativamentc estatistas de Mxico yla India. Todos los Estados capitalistas contemporneos poseen importantes sectores pblicos, mientras que muchosEstados socialistas han permitido cierto grado de actividad('Conmica privada. Ha habido mucha discusin sobre elunto por encima del cual el sector pblico se convierte endemasiado voluminoso para permitir que un Estado sea todava calificado de liberal. Ms que tratar de establecer unporcentaje fi jo, es probablemente ms til observar qu ac1 itud adopta el Estado, en prin ipio respecto a la legitimidadde la propiedad y la empresa privadas. Los Estados que protcjan esos derechos econmicos deben considerarse liberales; los que se les oponen o se basan en otros principios (porejemplo, el de la justicia econmica) no son liberales.La presente crisis del autori tarismo no conduce necesariamente al surgimiento de regmenes de democracia liberal, i todas las democracias que han surgido se encuentran se.',uras.Los nuevos pases democrticos de Europa del Este se(' lIfrentan a angustiosas transformaciones de su economa,1II entras que las nuevas democracias latinoamericanas sehallan ante el obstculo de la terrible herencia de la mala adIIl inistracin econmica anterior. Muchos de los pases en

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    rpido desarrollo del Asia oriental, aunque econmicamenteliberales, no han aceptado el reto de la liberalizacin poltica. La revolucin liberal ha dejado ciertas zonas, comoOriente Medio 7 relativamente al margen. Es perfectamenteposible imaginar Estados como Per o Filipinas recayendoen algn tipo de dictadura, bajo el peso de los aplastantesproblemas que los agobian.Pero el hecho de que habr retrocesos y desilusiones enel proceso de democratizacin, o de que no todas las economas de mercado prosperarn, no debe impedimos percibirel modelo ms amplio que est surgiendo en la historiamundial. El nmero de alternativas que se ofrecen a los pases al determinar cmo se organizarn poltica y econmicamente ha ido isminuyen o a lo largo del tiempo. De losdiferentes regmenes que han aparecido en el curso de la historia, de las monarquas y aristocracias a las teocracias religiosas y a las dictaduras fascistas y comunistas de nuestrosiglo, la nica forma de gobierno que ha sobrevivido intactahasta el f inal del siglo xx ha sido la democracia l iberal.Lo que aparece como victorioso, en otras palabras, no estanto la prctica liberal, como la i e liberal. Es decir, paragran parte del mundo, no hay actualmente ninguna ideologa con pretensiones de universalidad que est en condiciones de desafiar a la democracia liberal, ni ningn principiouniversal de legitimidad que no sea el de la soberana delpueblo. La monarqua, en sus distintas formas, estaba yaplenamente derrotada a comienzos de este siglo. El fascismoy el comunismo, los principales rivales hasta ahora de la democracia liberal, se han desacreditado. Si la Unin Sovitica (o los Estados que la sucedan) no logran democratizarse,si Per o Filipinas retroceden a alguna forma de autoritarismo, la democracia, sin duda, habr cedido a un coronel o unburcrata que pretender hablar en nombre del pueblo ruso,peruano o filipino. Hasta los no demcratas debern hablarel lenguaje de la democracia con el fin de justificar su desviacin de la nica norma universal.Es cierto que el islam constituye una ideologa sistemtica y coherente, como el liberalismo o el comunismo, con supropio cdigo moral y su doctrina de justicia poltica y so-

    7. Incluso en los Estados africanos de partido nico, como Keniay Tanzania, ha habido presiones en favor del pluralismo y de elecciones,despus de los acontecimientos de la Europa del Este.

    , ial. La atraccin del islam es potencialmente universal, al diligirse a todos los hombres como tales y no slo como miemhros de un grupo tnico o nacional particular. y el islam hadefTotado, ciertamente, a la democracia en muchos puntosdel mundo islmico, amenazando gravemente la prctica lihlTal incluso en pases donde no ha conseguido directamente,,1 poder poltico. El final de la guerra fra en Europa fue sef ,llidoinmediatamente por un reto a Occidente por parte deIlaq, en el cual el islam puede considerarse un factor. 8Apesar de la fuerza mostrada por el islam en su actual relIacimiento, sin embargo, sigue siendo cierto que esta relil , inno ejerce en la prctica ningn atractivo fuera de las zolIasque eran ya cultural mente islmicas. Los das de las con

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    co, desde luego, pueden mejorarse muchas cosas: dar hogara los que carecen de l, garantizar oportunidades para lasminoras y las mujeres, mejorar la competitividad y crearnuevos puestos de trabajo. Podemos tambin imaginar mundos futuros que sean peores que el que conocemos, en loscuales reaparezcan la intolerancia religiosa, nacional o racial,o nos abrumen la guelTa y el colapso del medio ambiente.Pero no podemos imaginar un mundo que sea esencialmentedistinto del nuestro y al mismo tiempo mejor. Otras pocas,menos dadas a la reflexin, tambin se vieron a s mismascomo las mejores, pero llegamos a esta conclusin agotados,por decirlo as, por la busca de altemativas que pensamosque deban ser mejores que la democracia libera . 'oEl hecho de que sea as y la amplitud de la presente revolucin liberal mundial nos invitan a formular la siguientepregunta: somos simplemente testigos de un momento favorable en la fortuna de la democracia liberal, o bien haycierto modelo de desarrollo a largo plazo que eventualmente conducir a todos los pases hacia la democracia liberal?Es posible, en fin de cuentas, que la actual tendencia hacia la democracia liberal sea un fenmeno cclico. Basta conechar una mirada al final de los aos sesenta y comienzos delos setenta, cuando Estados Unidos pasaban por una crisis deconfianza en s mismos provocada por su intervencin en laguerra del Vietnam y por el escndalo de Watergate, Occidente en su conjunto se hallaba sumido en una crisis econmica como resultado del embargo del petrleo, la mayora delas democracias latinoamericanas fueron derrocadas por unaserie de golpes mili tares y los regmenes no democrticos oantidemocrticos parecan prosperar en todo el mundo, desde la Unin Sovitica, Cuba y Vietnam hasta Arabia Saud,Irn y Sudfrica. Qu razn, pues, tenemos para pensar quela situacin de los aos setenta no se repetir, o, cosa todava peor, que la de los aos treinta, con sus choques de violentas ideologas antidemocrticas, no reaparecer?

    10. La sugesin formulada en mi artculo original El finde la Historia de que no haba alternativas viables a la democracia liberal provoc respuestas indignadas que sealaban el fundamentalismo islmico,el nacionalismo, el fascismo y otras posibilidades. Sin embargo, ninguno de esos criticos cree que esas alternativas son superiores a la democracia l iberal , y en elcurso de lapolmica en tomo a aquel art culo nadie, que yo sepa, sugiri una forma alternativa de organizacin socialque creyera personalmente mejor.84

    No puede argtiirse, adems, que la actual crisis del auloritarismo es un azar, una rara convergencia de planetaspolticos que no se volver a presentar en los prximos cien;tilOS?Un estudio cuidadoso de las transiciones del autoritari,, ,mo a la democracia, en los aos setenta y ochenta, nosproporciona abundantes lecciones sobre la naturaleza accidental de esos acontecimientos. Cuanto ms se conoce unp;ts, tanto ms se da uno cuenta del torbellino de continI',encias exteriores que diferencian ese pas de sus vecinos yde las circunstancias, al parecer fortuitas, que lo condujeronhacia la democracia. Las cosas pudieron haber sucedido deIllodo muy diferente; el Partido Comunista portugus pudoh.lher salido victorioso en 1975, o la transicin espaola huhiera podido no tener por resultado la democracia si el reyIlIan Carlos no hubiese desempeado su hbil y moderadorpape . Las ideas liberales no tienen una fuerza independienle de los actores humanos que las ponen en juego, y si Andropov o Chemenko hubiesen vivido ms tiempo, o si elpropio Gorbachov tuviera una personalidad dist inta, el cur' . de los acontecimientos en ]a Unin Sovitica y la Europa. Id Este, de 1985 a ]991, habra sido muy distinto. Siguien.1, . la moda actual en las ciencias sociales, uno se siente tenI;tdo de decir que factores polticos imprevisibles, como lap(Tsonalidad de los dirigentes y ]a opinin pblica, dominan, ,1proceso de democratizacin y se encargan de que cada.aso sea nico, tanto en el proceso como en su resultado.Pero si miramos no slo los ltimos quince aos, sino do el mbito de la historia vemos que la democracia libeI;[empieza a ocupar un lugar especial. Si bien ha habido ciI()sen la fortuna mundial de ]a democracia, ha habido taml,ih1 una poderosa secular tendencia hacia ella. La tabla 1[Ilstra esta tendencia en e] tiempo. Indica que el crecimienlo de la democracia no ha sido continuo ni unidireccional;i\IlH~rica latina tena menos democracias en 1975 que en1(1')5, Y el mundo en su conjunto era menos democrtico( 11 1940 que en 1919. Perodos de resurgimiento democrti ,) se vieron interrumpidos por radicales retrocesos, comoIs que representaron el nazismo y el estal inismo. Por otroI.ulo, todos esos retrocesos tendieron a verse superados a la

    11. Varias dist inciones de este t ipo se hacen en Robert M. Fish 1, Rethinking State and Regime. Southem's Europe Transition to1 'llIocracy,World olitics 42 (abril de 1990), pp. 422-440.85

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    IIII.I'.SEsta tabla se basa, con a lgumL i modificaciones, en la de Michael Doyle, Kanl, Li1, II,cgacies, and Foreign AITairs,Philosophv and Pub lic A frairs , 12 (verano de 1983a).l 'l i . '0 ') -235.Doyle estima que para que un pas pueda considerarse una democracia ha

    ,1, h ll, r economa de mercado, gobierno representativo, 'soberana externa y derechos julldh 0< ; Seexcluyen los pases con poblacin inferior a un milln de personas,111 inclusin de algunos de estos Estados en una lista de democracias liberales pro1 tld,'llIl'nte ser discutida. Por ejemplo, Bulgatia, Colotnbia, El Salvador, Nicaragua,

    ',1< , PernoFilipinas, Singapur, Sri Lanka y Turqua se clasifican. en la lista de la Free1111111 II use, como parcialmente libres, ya porque se puso en duda la limpieza de re, l o 111 , elecciones, ya porque el Estado no protege los derechos humanos individuales. u Illlhdo tambin algunos retrocesos: Tailandia ha dejado de ser una democracia des1'' '' d,' 1990. Por otro lado, hay cierto nmero de Estados que no figuran en esta listai '1'11' iI hien se han convertido recientemente en democracias, o se han comprometido,t , ,khrar en un prximo futuro elecciones libres, Vase de la Freedom House, Preedom 1 ,//0 (enero-febrero de 1990) p. 13; Howard Wiarda, Toward a Framework for the Iolv ,,1 Political Change in the Iberian Latin Tradition. World Politics, 25 (enero de1'11 11. pp. 106-135.

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    . f ('lllina1I111 j I1llIlI',lIay1'111l',lIayM,',ico1 1 lllbia1 ,,',1;1 Rica11 11\' iaV III'/,lIela1'1'1 ti' Ilador1I S;dvadorNlt .u'agua1 , dllras1, llaica I lblica Dominicana1IIIlidad lpollIlIdla','ll.anka',llIi',apur1 , a del SurI,IILIIldiaIllipillasMllllriciot,,'lu'gal1I',hwanaNIIIllihia[' pi la Nueva Guinea1, ,11'11 110;1110

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    TABLA 1LAS DEMOCRACIAS LIBERALES EN EL MUNDO *

    Estados UnidosCanadSuizaGran BretaaFranciaBlgicaHolandaDinamarcaPiamonte- ItaliaEspaaPortugalSueciaNoruegaGreciaAustriaAlemania occidentalAlemania orientalPoloniaChecoslovaquiaHungraBulgariaRumaniaTurquaYugoslaviaLetoniaLituaniaEstoniaFinlandiaIrlandaAustraliaNueva ZelandaChile

    larga, lo que condujo, con el tiempo, a un impresionanteaumento del nmero de democracias en el mundo, El porcentaje de la poblacin mundial que vivebajo gobiernos democrticos aumentar espectacularmente si la Unin Sovitica o la China se democratizan, por completo o en parte,durante la prxima generacin, En realidad, el crecimientode la democracia liberal, con su compaero el liberalismoeconmico, ha constituido el fenmeno macropoltico msnotable de los ltimos cuatrocientos aos.

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    Es cierto que las democracias han sido relativamente raras en la historia humana, tan raras que antes de 1776 nohaba ni una sola en el mundo. (La democracia de la Atenasde Pericles no cuenta, pues no protega sistemticamente losderechos individuales.) 12Contando el nmero de aos quellevan de existencia, la produccin en fbricas, los automviles y las ciudades con varios millones de habitantes sonigualmente hechos raros, mientras que la esclavitud, la monarqua hereditaria Ylos matrimonios dinsticos han persistido durante enormes perodos. Lo importante, sin embargo,no es la frecuencia o duracin de un hecho, sino la tendencia; en el mundo desarrollado, no prevemos ni la desaparicin de los automviles y las ciudades ni la reaparicin de laesclavitud.Es con este teln de fondo que adquiere un sentido espe-cial el notable carcter mundial de la actual revolucin liberal. Pues constituye una prueba de que hay un proceso fundamental que dicta una tendencia comn a la evolucin detodas las sociedades humanas, es decir, algo as como unahistoria universal de la humanidad en marcha hacia la democracia liberal. Es innegable la existencia de cimas y simasen este desarrollo. Pero citar el fracaso de la democracia liberal en cualquier pas dado, o hasta en una regin enteradel mundo, como prueba de una debilidad general de la democracia, revela una asombrosa estrechez de miras. Los ciclos y las interrupciones no son, por s mismos, incompatibles con una historia orientada o direccional y universal , delmismo modo que la existencia de ciclos econmicos no niega la posibil idad del crecimiento econmico a largo plazo,Tan impresionante como el crecimiento del nmero dedemocracias es el hecho de que el gobierno democrtico harebasado su cabeza de puente original en la Europa occidental y en Amrica del Norte y ha realizado importantesavances en otras partes del mundo que no comparten las tradiciones polticas, religiosas y culturales de las zonas dondesurgi. Alguna vez se dijo que haba una tradicin ibricaautoritaria, patrimonial, catlica, estratificada, corporativay semifeudal hasta la mdula. Exigir a Espaa o a los pa-

    12. Por esto, la democr acia ateniense pudo ejecutar a su ciudadano ms famosO, Scrates, por haber ejercido, de hecho, su derecho deexpresin y corrompido con ello a la juventud.13. Los requisitos de Doyle para considerar que un pas goza ded l Jloeracia l ibera l son: 1 , independencia ; 2, haber du rado po r lo menosKK

    ~I S latinoamericanos el nivel de democracia liberal de laI .lIlOpaoccidental o Estados Unidos era ser culpable de etlIt1centrismo.14Sin embargo, estos niveles universales dederechos eran los que los pueblos de tradicin ibrica de lhan, y desde la mitad del decenio de los setenta Espaa y1 , IltUgal han llegado a la categora de democracias estables,111 idas fuertemente a una Europa en plena integracin eco1It1l1lica.Esos mismos niveles han tenido sentido para losPlleblos de Amrica latina, la Europa del Este, Asia y mu, I\()so tros lugares del mundo. El xito de la democracia enIIl la gran variedad de puntos y entre pueblos diferentes deIlI ra sugerir que los principios de libertad e igualdad en que,l hasa no son accidentes ni el resultado de prejuicios etnoll ntricos, sino que son, de hecho, descubrimientos sobre la1I;lturalezadel hombre en tanto que hombre, cuya verdad nodIsminuye sino que se hace ms evidente a medida que elplinto de vista se vuelve ms cosmopolita.La cuestin de si existe algo as como una historia universal de la humanidad, que toma en consideracin las exIlI riencias de todos los tiempos y todos los pueblos, no esIIna cuestin nueva, sino muy vieja, aunque los aconteciIlIientos recientes nos obligan a planteada de nuevo. Desde(,1 comienzo, las tentativas ms serias y sistemticas de es, ribir historias universales consideraron como eje de la hisIl Iria el desarrollo de la libertad. La historia no era una ciega concatenacin de acontecimientos, sino un conjunto consentido en el cual se desarrollaron y compitieron las ideashllmanas referentes a la naturaleza de un orden social y poItlico justo. Y si nos hallamos en un punto en que no podeIIIOSmaginar un mundo sustancialmente distinto del nues-Ill S aos, y 3, poblacin mayor de un milln de personas. He relajado, 1cri te rio de durac in en e l caso de varias de las nuevas democracias deh, Europa del Este cuya supervivencia durante por lo menos tr es aoslIll parece previsible, Adems, he suprimido Mxico, Senegal, Singapur,S, Lanka y Nigeria de la l ist a de Doy le , pues no sa ti sfacen los cri te riosd, laFreedom House para cal if icadas de naciones l ibres . Hay cierto n ro de Estados que no f iguran en esta li st a cali fi cados po r la FreedomIlouse como parc ia lmente l ib res que han celebrado e lecc iones conpluralidad de part idos en aos rec ientes , como Turqua, Yugos lavia,1l1l1garia,Colombia, Per, El Salvador, Nicaragua y Malaysia. Vase de1 Freedom House: Freedom al Isue (enero-febrero de 1990).14. Howard Wiarda: The Ethnocentrism of the Social Science,ic Impl icat ions for Research and Pol icy, Review of Polilics 43:(ahri l de 1981), pp. 163-197.

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    tro en el cual no hay ninguna manera evidente de que el fu-turo represente una mejora fundamental respecto al ordenpresente entonces hemos de tomar tambin en considera-cin la posibilidad de que la historia misma puede llegar asu finLa segunda parte del presente libro se ocupar de lacuestin de si a finales del siglo xx tiene sentido deshacer-nos de nuestro pesimismo adquirido y volvera considerar sies posible escribir una historia universal de la humanidad

    P RT IrLa vejez de la humanidad

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    ~~=,,~ ~~, ~ ~r lii Jl~ l' ~~,'ffi ,_ ,k,-i'_'- --H_;_tal, lograron llegar a este reino de la libertad, pues pocos tr:bajaban en realidad ms de cuatro horas diarias; peroresto de su tiempo raramente se empleaba en escribir po'mas o ejercer la crtica, pues esto poda llevarlos rpi,mente a la crcel; se empleaba haciendo cola, bebiendo.trazando planes para unas vacaciones en un hotelucho at,tado en una playa contaminada. Pero si el tiempo de trabjo necesario requerido para satisfacer las necesidades fscas era de cuatro horas como promedio para los trabaja,res de las sociedades socialistas, era del orden de una ohoras en las correspondientes sociedades capitalistas, y

    1. apital voL 3, Nueva York, International Publishers,p.820.194

    seis o siete hora's de trabajo excedente, que completabanla jornada de trabajo, no iban slo a los bolsillos de los capitalistas, sino que permitan a los obreros comprar autoIIIviles,lavadoras, tiendas de campaa y realizar viajes. Si('sto constitua un reino de libertad en un sentido que siglIificara algo, es otra cuestin, pero un obrero americano estaba mucho ms liberado del reino de la necesidad que sulunnlogo sovitico.Desde luego, las estadsticas sobre la productividad porobrero no tienen una relacin necesaria con la felicidad.('omo Marx explic, las necesidades fsicas aumentan con laproductividad, y habra que saber qu tipo de sociedad manIiene las necesidades en mejor equilibrio con la capacidadproductiva para saber qu sociedad produce obreros ms satisfechos. La irona es que las sociedades comunistas acabale111adquiriendo el horizonte siempre en expansin de laslIecesidades generadas por las sociedades de consumo occidentales sin adquirir a su vez los medios de satisfacerlas.'''.I'ichHonecker sola decir que el nivel de vida en la Rephlica Democrtica Alemana era mucho ms alto que enIlempos del kiser; la verdad es que era mucho ms alto1i C el de la mayora de las sociedades de la historia y satislada muchas veces las necesidades naturales del hombre.Pero esto tena poca importancia; los alemanes orientales seltIl11paraban no con los alemanes de los tiempos del kiser,~llOcon los alemanes occidentales, y encontraban que su soI k'dad fallaba.

    Si el hombrc es primordialmente un animal econmicoIlIotivado por sus deseos y por su razn, entonces el procesodialctico de la evolucin histrica debera ser razonablelIH'ntesimilar para las distintas sociedades y culturas humaIIIIS.sta fue la conelusin de la teora de la moderniza,lc'III,que tom del marxismo una concepcin esencialmenh' econmica de las fuerzas subyacentes en el cambiohistrico. La teora de la modernizacin parece mucho msI'I'l'suasiva en 1990 que hace quince o veinte aos, cuando111,' duramente atacada en los crculos acadmicos. Casi tollllSlos pases que han conseguido un alto nivel de desarrolle I econmico han acabado, de hecho, parecindose unos a111 ros, en lugar de diferenciarse. Aunque hay diversos camiIIIISque los pases pueden tomar para llegar al fin de la hisIIria, hay pocas versiones de la modernidad distintas de la,1 llIocrtica liberal capitalista que se nos aparezcan en fun-

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    cionamiento.2 Los pases que se modernizan, desde Espaay Portugal a la Unin Sovitica, China, Taiwan y Corea delSur han marchado todos en esa direccin.Pero como todas las teoras econmicas de la historia, la'teora de la modernizacin es, en cierta manera, poco satisfactoria. Funciona en la medida en que el hombre es unacriatura econmica, en la medida en que est motivado porlos imperativos del crecimiento econmico y la racionalidadindustrial. Su fuerza innegable deriva del hecho de que losseres humanos, particularmente tomados en conjunto, actan motivados de ese modo la mayor parte de su vida. PerOhay otros aspectos de la motivacin humana que no tienennada que ver con la economa y es en ellos que se origina:las discontinuidades de la historia -la mayora de las gue~rras, las sbitas erupciones de pasin religiosa, ideolgica dnacionalista que llevan a fenmenos como Hitler y Jome{.ni-o Una verdadera historia universal de la humanidad hde ser capaz de explicar no slo las tendencias evolutivamplias, sino tambin las inesperadas y discontinuas.De todo lo dicho debera quedar claro que no podemexplicar adecuadamente el fenmeno de la democraciatratamos de comprenderlo solamente en trminos econm:coso Una interpretacin econmica de la historia nos lle'hasta las puertas de la Tierra Prometida de la democraciaberal, pero no nos hace pasar el umbral. El proceso de mdernizacin econmica puede acarrear ciertos cambios SIciales en gran escala, como la transformacin de sociedadtribales y agrcolas en sociedades urbanas, educadas, de ese media, que en cierto modo crean las precondicionesteriales para la democracia. Pero este proceso no explicademocracia misma, pues si lo observamos con mayor p.fundidad, encontramos que casi nunca se escoge la decracia por razones econmicas. Las primeras revoluciodemocrticas, las de Estados Unidos y Francia, tuvierongar cuando apenas la revolucin industrial comenzabaInglaterra y antes de que ninguno de los dos pases sebiese modernizado econmicamente, tal como entemos hoy este trmino. La opcin en favor de los deree,humanos no pudo, por tanto, verse condicionada por el

    2. Lasdos excepciones son: el Estado autoritario asitico, orio:do hacia el mercado, al que volveremos en la parte IV, y el fundatalismo islmico. r196

    ceso de industrializacin. Los Padres Fundadores de EstadosUnidos se indignaron por las tentativas de la Corona britnica de fijar impuestos sin previa representacin en el Parlamento de quienes deberan pagarlos, pero su decisin dedeclarar la independencia y de luchar contra Gran Bretaa1'on el fin de establecer un nuevo orden democrtico puededifcilmente explicarse como una cuestin de eficiencia econmica. Entonces, c;omo en muchos otros momentos posteriores de la historia humana, exista la opcin de prosperidad sin libertad -

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    toria. Para esto ser mejor que no confiemos en Marx y tradicin de las ciencias sociales que surgieron de su visi6.de la historia basada en la economa, sino en Hegel, su pdecesor idealista, el primer filsofo que respondi al retde Kant de escribir una historia universal. Pues la compresin por Hegel del mecanismo que subyace en el proceshistrico es incomparablemente ms profunda que la deMarx o de cualquier socilogo contemporneo. Para Hege4el motor primario de la historia no es la ciencia natural mo.derna ni el horizonte, cada vez ms extenso, del deseo que 11da energa, sino un impulso totalmente no econmico, la ucha por el reconocimiento La historia universal de Heglcomplementa el mecanismo que acabamos de esbozar y TIda una comprensin ms amplia del hombre -el hombcomo hombre-, la cual nos permite comprender las dicontinuidades, las guerras y las sbitas erupciones de ia,cionalidad en la calma del desarrollo econmico, que hcaracterizado la historia humana.Regresar a Hegel es importante tambin porque nos pporciona un marco de referencia para comprendel- si puepreverse que contine indefinidamente el proceso histrihumano, o si hemos llegado, de hecho, al final de la historiComo punto de pariida de este anlisis, aceptemos la tes,hegeliano-marxiana de que la historia pasada ha avanza,dialcticamente o sea, a travs de un proceso de contradcin, dejando de lado, por el momento, la cuestin de sidialctica tiene una base ideal o material. Una forma det,minada de organizacin sociopoltica surge en algn lug,del mundo, que contiene una contradiccin interna que oel tiempo conduce a su propia decadencia y sustitucin puna forma diferente y ms eficaz. El problema del fin dehistoria puede plant~arse de la forma siguiente: hayalnas contradicciones en nuestro orden social democrtiliberal contemporneo que nos llevan a suponer que el pceso histrico continuar y producir un nuevo orden melevado? Podemos identificar una contradiccin si eneatramos una fuente de descontento social bastante radipara determinar la cada de las sociedades democrtico-Urales -el sistema, en el lenguaje de los aos sesenta-su conjunto. No basta con sealar problemas en las .,mocracias liberales contemporneas, ni siquiera si son gves, como los dficit presupuestarios, la inflacin, la delcuencia o las drogas. Un problema no se convierte en U198

    l ontradiccin a menos que sea tan grave que no slo noPlleda resolverse dentro del sistema, sino que corroa la legitimidad del propio sistema de modo que ste se hunda por\11propio peso. Por ejemplo, el constante empobrecimientodel proletariado en las sociedades capitalistas no era, paraMarx, un problema, sino una contradiccin, porque II1ducira a una situacin revolucionaria que derrocara la1 ~lructura entera de la sociedad capitalista y la sustituirapor otra. En cambio, podemos argumentar que la historia hallegado a su fin si la forma actual de organizacin social ypoltica es completamente satisfactoria para los seres huma1l0Sen sus caractersticas ms esenciales.Pero cmo sabremos si quedan contradicciones enIlllestro orden actual? Hay esencialmente dos maneras deIlfocar este problema. Por la primera observaremos el cur~odel desarrollo histrico con el fin de ver si hay en la historia un patrn, cuya existencia se pueda demostrar, que indique la superioridad de una forma dada de sociedad. DelIllismo modo que un economista moderno no trata de defiIlir la utilidad o el valor por s mismos de un producto,~illo que acepta la evaluacin del mercado expresada en elprecio, habra que aceptar la evaluacin del mercado de lahistoria del mundo. Podemos pensar en la historia humanalCllllOen un dilogo o una competicin entre diferentes rep.llIlenes o form,is de organizacin social. Las sociedades se-refutan unas a otras, en ese dilogo, triunfando de las deIll.so durando ms que las dems, a veces mediante la conqllista militar, en otros casos por la superioridad de su sis1I lIlaeconmico, en otros gracias a su mayor cohesin polIka interna. Si las sociedades humanas, alo largo de los_iglos,evolucionan hacia una sola forma de organizacin sol iopoItica o convergen en ella, como la democracia liberal,_1 110parece que haya alternativas viables a la democracia lil ll ral,y si las personas que viven en democracias liberales noI ~presan ningn descontento radical con sus vidas, podemos.h ( ir que el dilogo ha llegado a una conclusin final y defiIllt va El filsofo historicista se ver obligado a aceptar la

    \ . Desde un punto de vista historicista, no sepuede afirmar la su-1 '1 io dad de una forma de refutacin sobre otra; en particular, no1I1V hase alguna para afirmar que una sociedad que sobrevive gracias a- 1 illperior competitividad econmica es de algn modo ms legtima1111 IlIlaque sobrevive gracias a su podero militar.

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    superioridad y finalidad de la democracia liberal que ellamisma proclama. Die Weltgeschichte is das Weltgericht: lahistoria mundial es el rbitro final de lo que est bien.4Esto no significa que quienes adoptan este enfoque ha-yan de adorar el poder y el xito siguiendo el dicho de quela fuerza siempre tiene razn. No es necesario endosar acada tirano y a cada aspirante a constructor de imperio queaparece en el escenario de la historia mundial slo un instante, sino solamente a aquel rgimen o sistema que sobrevive a todo el proceso de la historia mundial. Esta permanencia implica la capacidad de resolver el problema de la satisfaccin humana, que ha estado presente en la historiadesde sus comienzos, as como la capacidad de sobrevivir yadaptarse al cambiante entorno de la humanidad.'Un enfoque historicista corno ste, por muy refinado quesea, adolece, sin embargo, de la dificultad de responder.esta pregunta: cmo sabemos que una aparente falta dcontradicciones en el aparentemente victorioso sistemasocial -en nuestro caso la democracia liberal- no es iluso.ria, y que el paso del tiempo no revelar nuevas contradic.ciones que requieran una nueva etapa de la evolucin histrica humana? Sin una concepcin subyacente de la natura,leza que postule una jerarqua de caractersticas humanalesenciales y no esenciales, sera imposible saber si una aprente paz social representa una verdadera satisfaccin de 1aspiraciones humanas ms bien que el resultado de un aprato policaco especialmente eficaz, o la mera calma qprecede a una tormenta revolucionaria. Hay que recordque Europa, antes de la Revolucin francesa, apareca a ojos de muchos observadores como un orden social eficiente y satisfactorio, como suceda con el Irn de los aos Stenta o los pases de la Europa del Este de los ochenta. o-memos otro ejemplo: muchas feministas contemporneatlrrnan que la historia ha sido hasta ahora la historia de 1,conflictos entre sociedades patriarcales, pero que las s'c1cdades matriarcales, ms consensuales, educativas e i'clinadas a la paz, constituyen una alternativa viable. No

    4, Son ideas, aparte de la comparacin de la historia mundial c,un dilogo, que expone Kojeveen Strauss (1963), pp. 178-179.5. Sobre este punto, vase Steven B. Smith, Hegel s Critique ofberalism: Rights in Context Chicago, University of Chicago Press, 198p.225.

    posible demostrar esto con hechos empricos, puesto que nohay ejemplos existentes de sociedades matriarcales: Y sin('l11bargono puede descartarse la posibilidad de su existen('ia futura si resultan correctos los puntos de vista feminislas sobre las posibilidades de liberacin del lado femeninode la personalidad humana. Y si fuera as, entonces, evidenI('mente, no hemos llegado al fin de la historia.Un enfoque alternativo para determinar si hemos llegado,d fin de la historia podra llamarse transhistrico, es decir, basado en el concepto de naturaleza. Juzgaramos, entonces, lo adecuado de las democracias liberales desde elplinto de vista de un concepto transhistrico del hombre. Nohllscaramos, simplemente, pruebas empricas de dcscontenlo popular en las sociedades del mundo real de, digamos,(;ran Bretaa o Estados Unidos, sino que apelaramos a unammprensin de la naturaleza humana, de esos atributospermanentes aunque no constantemcnte visiblcs, del homhrc como hombre y mediramos con csta medida lo adecuado de las dcmocracias contemporneas. Este cnfoquc nosIiherara de la tirana del presentc, o sea, dc las norrnas y cxpl'ctaciones establecidas por la misma sociedad que trataIIIOS de juzgar.7

    6. Se ha dicho que unas sociedades matriarcales eXlsllCHmantiI lIamenteen la regin medilerrnea, pel'Oque fueron aplasladas porlIlras patriarcales, en cierta era histrica. Vase, por ejemplo, MaijaI'1I11butas,Lallguage o( the Goddess Nueva York, I-Iarper and Row,l IH9.7. Tal planleamienlo, sin embargo, presenta problemas. Primero yIIlIletodo hay que determinar de dnde proviene la comprensin transhistrica del hombre. Si no se acepta como gua la revelacinreligiosa,, la premis debe basarse en una 1I otra forma de rel1exinfilosficaI't'I'sonal.Scrates lo hizo al observar a otros hombres y al entablar undialogo con ellos. Nosotros, que venimos despus de Scrates, podemoslIlablar un dilogo semejante eon los grandes pensadores del pasado,l l llegaron a la ms profunda comprensin de las posibilidades de la1IlIIIlI'alezaumana. O podemos indagar detenidamente en nuestra pro

    1'111 alma para entender' la verdadera fuente de las motivaciones humaIII1S,como hicieron Rousseau e incontables escritores y artistas. En'llanto a la esfera de las matemticas, y en menor grado de las ciencias1Il1lll1'ales,a reflexin personal puede proporcionar una aceptacin in11'IslIbjetivaacerca de la naturaleza de la verdad, a la manera de lasIdeasclaras y definidas de Descartes. A nadie le pasara por la cabe' iral mercado para encontrar la solucin a una difcil ecuacin dife'Iwial parcial; uno pedira ayuda a un matemtico, cuya solucin coIII 'lla encontrara la aprobacin de otros matemticos. Pero en el te1 '1' de las cosas humanas, no existen

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    El mero hecho de que la naturaleza humana no se hay~creado de una vez por todas, sino que se crea a s mismen el curso del tiempo histrico no nos ahorra la necedad de hablar de la naturaleza humana, sea como una e,tructura dentro de la cual ocurre la auto creacin de ca,hombre, sea como un punto final o telos hacia el cual pace moverse el desarrollo histrico humano, Por ejemplo,segn sugiere Kant, la razn no puede desarrollarse pleo,mente sino como el resultado de un largo y acumulativo prlceso social, esto no hace que la razn sea un aspecto menatural del hombre.En fin de cuentas, resulta imposible hablar de la hist,ria, y mucho menos de una historia universal sin refese a una medida permanente, transhistrica, o sea, sin ureferencia a la naturaleza. La historia no es algo dado,mero catlogo de todo cuanto sucedi en el pasado, sinoesfuerzo deliberado de abstraccin por el cual separamos lacontecimientos importantes de los que no lo son. Las ngeneral consenso sobre la naturaleza del hombre, ni tampoco sobrecuestiones de justicia, de satisfaccin humana o acerca del mejormen que se derive de ello. Unos individuos pueden creer que tiideas claras y definidas sobre esos temas, pero tambin lo creennticos y locos, y la distincin entre ellos no es siempre aparente, Elcho de que un filsofo haya persuadido de lo evidente de sus ideun crculo de admiradores puede probar que no se trata de un lun'pero no impide que el grupo se deje llevar por una especie de prejUaristocrtico, Vase Alexandre Kojcve, Tyranny and WisdomStrauss (1963), pp, 164-165.8. En una carta dirigida a Kojcve, c.I 22 de agosto de 1948,Strauss escribe que, incluso dentro del s istema hegeliano de Koitwe,fi losofa de la naturaleza es todava indispensable. Y pregunta: qu otro modo la unicidad del proceso histrico puede ... explicPara que sea necesariamente nico haee falta que haya slo unarra de duracin finita en un tiempo infinito .. . Adems, por questa tierra temporal, Finita, no estara expuesta a cataclismos (100000000 de aos), con totales o parciales repeticiones del prohistrico? Slo un concepto teleolgico de la naturaleza puede a:en eso, Citado en Leo Strauss, On Tyranny edicin revisada y amoda, comps. Victor Gourevitch y Michacl S. Roth, Nueva York,Press , 1991, p. 237. Vase tambin Knowing and Hislory Appropriaof Hegel in Twenlieth Cenlury France Ithaca, N. y Comen UnivlPress , 1988, pp. 126-127,9. Kant (1963), pp. 13-17. Kant describe la naturaleza comagente volitivo que queda aparte de los seres humanos; podemo~embargo, entender eso como una metfora para un aspecto de laraleza humana que existe potencialmente en toda la gente, pero q,1realiza solamente en el curso de su interaccin social e histrica. ,1202

    Illas en que se basa esta abstraccin son variables. Durantelas dos generaciones anteriores a la nuestra, por ejemplo, hahabido la tendencia a apartarse de la historia militar y diplomtica y acercarse a la historia social, la historia de lastllujeres y de las minoras, o la historia cotidiana. El hechode que los ricos y los poderosos hayan cedido el lugar, comoe lbjeto de la atencin histrica, a los de abajo en la escala soc'ial no implica que se abandonen las normas de seleccinhistrica, sino, simplemente, que cambian esas normas parac'lIcajar en una conciencia nueva, ms igualitaria. Pero ni elhistoriador diplomtico ni el historiador social pueden eludir la seleccin entre lo importante y]o sin importancia, y dellh la referencia a una medida o norma que existe en a]gulIaparte fuera de la historia (y, dicho sea de paso, fuera de111sfera de competencia de los historiadores profesionalesC'IItanto que historiadores). Esto es an ms cierto de unahisloria universal, que eleva el grado de abstraccin a un ni1'1'1odava ms alto que la historia corriente. El historiadordc' llna historia universal ha de estar dispuesto a descartar,IH'blos enteros y pocas complctas como esencialmente,n'histricos o no histricos, porque no influyen en la tra111,1entral de su historia.

    Parece, pues, inevitable pasar de discutir la historia a disIIIIir la naturaleza, si queremos analizar seriamente la cues11011el fin de la historia. No podemos hablar de las persI'c'l'Iivas a largo plazo de la democracia liberal -de su atrac111'0para quienes no la han vivido y de su capacidad de1 'l'Illanencia para quienes ya estn acostumbrados a vivir deIIcllerdo con sus normas- y ocuparnos solamente de lasIlllll 'bas empricas que nos ofrece el mundo contempor1'0, Hemos de plantear, en cambio, directa y explcitamenle', la cuestin de la naturaleza de las normas transhistricast'1I1 las cuales evaluamos la bondad o maldad de cualquier'l'willlcn o sistema social. Kojeve afirma que hemos llegado 1 de la historia porque la vida en el Estado universal yhlllllogneo es completamente satisfactoria para sus ciudada'Illllj ,El mundo democrtico liberal moderno, en otras palah, ~.est libre de contradicciones. Al evaluar esta afirma )11 110 hemos de dejar que nos desven objeciones que int pldan malla presuncin de Kojeve -por ejemplo, las deIIl1h'lll'Ssealen que este o aquel grupo social o individuo se,11'1Ill'claramente insatisfecho porque se le niega el acceso ala hlll'nas cosas de la sociedad debido a la pobreza, el ra-

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    cismo, etc.-. La cuestin es ms profunda, de primeprincipios, o sea, saber si las cosas buenas de nuestra Sciedad son realmente satisfactorias para el hombre cohombre o si hay en principio una forma ms alta de safaccin que algn otro tipo de rgimen u organizacin socpodra proporcionamos. Para comprender esta cuestipara comprender si en realidad nuestra poca es la vejezla humanidad , hemos de ir para atrs y mirar al hombnatural tal como exista antes del comienzo del procesotrico; en otras palabras, ver cmo era el primer homb

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    P RT IIILa lucha por el reconocimiento

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    _0_- 30. DERECHOS PERFECtOSY DEBERES IMPERFECTOS

    Si bien presentarse candidato a la presidencia o escalar elEverest puede atraer a ciertas naturalezas ambiciosas, hayotra extensa zona de la vida contempornea que proporciona una satisfaccin ms ordinaria del deseo de reconocimiento. Esta zona es la comunidad, o sea, la vida asociativapor debajo del nivel de la nacin.Tanto Tocqueville como Hegel pusieron de relieve la importancia de la vida asociativa como un foco del espritu pblico en el Estado moderno. En las extensas naciones-Estado modernas, la ciudadana se limita, para la gran masa dela gente, a votar por sus representantes cada cuatro o cincoaos. El gobierno es distante e impersonal, en un sistema enel cual la participacin directa en el proceso poltico se reduce a los candidatos en las elecciones y tal vez a su equipode campaa electoral y a los periodistas que hacen de la poltica su especialidad. Esto contrasta tajantemente con laspequeas repblicas de la antiguedad, que exigan la participacin activa de prcticamente todos los ciudadanos en lavida de la comunidad, desde la adopcin de decisiones polticas al servicio militar.

    En los tiempos modernos, la ciudadana se ejerce mejora travs de las llamadas instituciones mediadoras: partidos polticos, corporaciones, sindicatos obreros, asociaciones cvicas, organizaciones profesionales, iglesias, asociaciones de padres de alumnos, consejos de escuela, sociedades literarias y similares. Es en el seno de estas asociacionescvicas que la gente sale de s misma y de sus egostas preocupaciones privadas. Creemos que Tocqueville argumentque la vida asociativa en la sociedad civil era til porque serva como escuela para la poltica democrtica a un nivel msalto. Pero tambin crea que era algo bueno por s mismo, 8

    pues salvaba al hombre democrtico de ser simplementeburgus. Una asociacin privada, por pequea que sea, constituye una comunidad, y como tal sirve de ideal para un planms amplio por el cual trabajar y al cual sacrificar los propios deseos egostas. Aunque la vida asociativa americana noexige los grandes actos de virtud y sacrificio que Plutarco celebr, s que requiere pequeos actos diarios de sacrificioaccesibles a un nmero mucho mayor de personas. 1En una democracia moderna, la vida asociativa privadaes mucho ms s atisfactoria, de modo inmediato, que la meraciudadana. El reconocimiento por el Estado es necesariamente impersonal; la vida de la comunidad, en cambio, entraa un tipo de reconocimiento mucho ms individual, porparte de personas con las que se comparten intereses y a menudo valores, religin, origen tnico y cosas semejantes. Almiembro de una comunidad se le reconoce no slo por supersonalidad universal, sino por un cmulo de cualidadesparticulares que juntas forman su ser. Se puede sentir orgullo constante, da tras da, por ser miembro de un sindicatomilitante, de una comunidad de fieles, de una liga contra elalcoholismo, de una organizacin defensora de los derechosde la mujer o de una sociedad contra el cncer, pues cadaorganizacin de sas reconoce a sus miembros de modo personaJ.2

    Pero si una fuerte vida de comunidad es, como dice Tocqueville, la mejor garanta en la democracia de que sus ciudadanos no se convertirn en ltimos hombres, en las socie-1. TocquevilJe(1945), vol. 2, p. 131.2. Mientras TocquevilJees e ms famoso defensor de la vida asociativa en la sociedad moderna, el razonamiento de Hegel es ms o menos similar en favor de tales instrumentos de mediacin en La iloso-la del derecho Hege pensaba asimismo que el Estado moderno era demasiado extenso e impersonal para servir de fuente significativa deidentidad; deca que la sociedad tendra que organizarse en Stande-clases o estados- como e campesinado, la clase media y la burocracia: Las corporaciones que Hegel preconizaba no eran ni gremios medievales cerrados ni los instrumentos movilizadores de Estado fascista;eran ms bien asociaciones organizadas espontneamente por la socie

    dad civil , que servian como foco de la comunidad y la virtud. En esteaspecto el propio Hegel difiere bastante de la interpretacin que de lda Kojeve. El Estado universal y homogneo de Kojeveno deja lugar acuerpos mediadores como corporaciones o Stande; los adjetivos mismos que usa para describirlo sugieren una visin ms marxista de unasociedad donde, entre los individuos libres, iguales'y atomizados, y eEstado, no hay nada. Vase tambin Smith (1989), pp. 140-145.429

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    ciada familia americana suburbana de los aos cincuentaera de hecho la sede de cierta vida moral. Pues si los americanos no luchaban ni se sacrificaban y sufran penalidadespor su pas o por grandes causas internacionales a menudoaceptaban todo esto por sus hijos.Pero la familia no funciona realmente si se basa en principios liberales es decir si sus miembros la ven como veran una sociedad annima formada para su provecho y nocomo basada en lazos de deber y amor. Criar a los hijos ohacer que un matrimonio funcione durante una vida enterarequiere sacrificios personales que son irracionales si se miran en trminos de un clculo de costo-beneficio. Los verdaderos beneficios de una fuerte vida de familia frecuentemente no redundan en provecho de quienes soportan lasmayores obligaciones sino que se transmiten a las generaciones venideras. Muchos de los problemas de la familiaamericana contempornea -la alta tasa de divorcios lafalta de autoridad de los padres l a alienacin de los hijos etc.- surgen precisamente del hecho de que sus miembros la ven en trminos estrictamente liberales. O sea quecuando las obligaciones de la vida familiar superan lo que elcontratante previ trata de abrogar los trminos del contrato.A nivel de la asociacin ms amplia o sea el pas mismolos principios liberales pueden ser destructores de las formasms altas de patriotismo necesarias para la supervivencia dela comunidad. Es un defecto ampliamente reconocido de lateora liberal anglosajona el ignorar que los hombres nuncamorirn por un pas basado meramente en el principio de lapropia conservacin racional. La presuncin de que loshombres arriesgarn la vida para proteger su propiedad osus familias acaba fallando pues la propiedad existe segnla teora liberal nicamente para la autoconservacin y noal revs. Siempre es posible dejar el pas llevndose la familia y el dinero o eludir el reclutamiento. El hecho de que losciudadanos de los pases liberales no traten todos de eludirel servicio militar refleja el hecho de que estn motivadospor factores como el honor y el orgullo. Y el orgullo comosabemos era justamente la caracterstica que el poderosoLeviatn del Estado liberal deba domesticar.

    La posibilidad de una fuerte vida comunitaria tambinse ve atacada por las presiones del mercado capitalista. Losprincipios econmicos liberales no proporcionan ningnapoyo a las comunidades tradicionales; al contrario tienden

    ':~dades contemporneas se halla constantemente amenazada.y lo que amenaza la posibilidad de comunidades que tengansentido no es una fuerza externa a ellas sino los mismospr n p os de libertad e igualdad en los cuales se basan y queahora van convirtindose en universales.

    Segn la versin anglosajona de la teora liberal sobre lacual se fund Estados Unidos los hombres tienen en suscomunidades derechos perfectos pero no perfectos deberes.Sus deberes son imperfectos porque derivan de sus derechos; la comunidad existe solamente para proteger esos derechos. La obligacin moral es por tanto enteramente contractual. No se halla gar~ntizada por Dios o por el miedo porla propia vida exterior o por el orden natural del cosmossino por el inters propio del contratante en que los demscumplan el contrato.La posibilidad de comunidad se ve debilitada a largoplazo por el principio democrtico de igualdad. Si las comunidades ms fuertes se hallan unidas por ciertas leyesmorales que definen para sus miembros el bien y el mal lasmismas leyes morales definen tambin el interior y el exterior de la comunidad. Y si estas leyes morales han de teneralgn sentido los excluidos de la comunidad porque no estn dispuestos a aceptadas han de tener un valor o una posicin moral diferentes de los miembros de la comunidad.Pero las sociedades democrticas tienden constantemente a

    pasar de la mera tolerancia de todos los modos de vida alternativos a una afirmacin de su igualdad esencial. Resisten el moralismo que impugna el valor moral o la validez deciertas alternativas y por consiguiente se oponen a toda clase de exclusividad engendrada por comunidades fuertes ycohesivas.

    Es evidente que las comunidades que se mantienen unidas slo por un ilustrado inters propio tienen ciertas debilidades en comparacin con las que estn unidas por obligaciones absolutas. La familia constituye el nivel ms fundamental de la vida asociativa y en muchos aspectos el msimportante. Tocqueville no vea la familia como una suficiente barrera a la tendencia de las sociedades democrticasa la atomizacin social tal vez porque la consideraba unaextensin del individuo y la crea natural en todas las sociedades. Pero para muchos americanos la familia ahora yano extensa sino nuclear es virtualmente la nica forma devida asociativa Q de comunidad que conocen. La tan despre-4

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    a atomizar y a separar a la gente. Las exigencias de la educacin y de la movilidad laboral significan que las personas,en las sociedades modernas, viven cada vez menos en las comunidades donde se criaron o donde residieron sus familiasantes que ellas.3 Sus vidas y sus conexiones sociales son msinestables, porque el dinamismo de las economas capitalistas entraa constantes cambios en la localizacin y en la naturaleza de la produccin y, por consiguiente, del trabajo.En estas circunstancias, es cada vez ms difcil echar racesen comunidades o establecer lazos permanentes o duraderoscon vecinos o compaeros de trabajo. El sentido de identidad proporcionado por el regionalismo y el localismo disminuye y la gente se encuentra forzada a retirarse al mundomicroscpico de la familia, que lleva a cuestas de un lugar aotro, como si fuera muebles de jardn.En contraste con las sociedades liberales, es ms probable que las comunidades que comparten un mismo

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    31. LAS INMENSAS GUERRAS DEL EspRITU

    La decadencia de la vida comunitaria sugiere que en el futuro correremos el riesgo de convertimos en ltimos hombres, seguros y absortos en nosotros mismos, en busca decomodidades privadas y carente s de anhelos thymticospor objetivos ms altos. Pero existe tambin el peligroopuesto, o sea, que volvamos a ser primeros hombres enfrascados en combates sangrientos por un prestigio sin sentido, mas ahora con armas modernas. En realidad, los dosproblemas estn relacionados entre s, pues la ausencia deocasiones constructivas y habituales para manifestar la -galothymia puede conducir simplemente a su resurgimientoen una forma extrema y patolgica.Es razonable preguntarse si todos creern que la clase deluchas y los sacrificios posibles en una democracia liberalsatisfecha de s misma y prspera basta para sacar a la superficie lo que hay de ms elevado en el hombre. Acaso noexisten reservas de idealismo que no puedan agotarse -queni siquiera se tocan- si uno se convierte en un financierocomo Donald Trump, en un alpinista como Reinhold Meissner, en un poltico como George Bush? Aunque sea difcil,de muchas maneras, ser una de esas personas, y pese a todoel reconocimiento que reciben, sus vidas no son las ms arduas, y las causas que sirven no son las ms serias o las msjustas. Y mientras no lo sean, el horizonte de posibilidadeshumanas que definen no resultar satisfactorio, en ltimainstancia, para las naturalezas ms thymticas.Las pasiones y ambiciones despertadas por la guerra notienen, en particular, muchas probabilidades de hallar expresin en las democracias liberales. Abundarn las guerrasmetafricas -abogados de empresas especializados enopas que pensarn de s mismos que son tiburones, o vendedores de bonos que se imaginarn, como en la novela de

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    El caso de una comunidad en Inkster, Michigan, que intentaba rechazar e trfico de drogas, estableciendo un control de circulacin,ilustra hasta qu punto los derechos individuales y la cohesin de unacomunidad estn enfrentados. Basndose en la Cuarta Enmienda, laACLU (Unin Norteamericana para las Libertades Civiles) recus laconstitucionalidad de esta medida, y tuvieron que quitar el control, a laespera de que los tribunales se pronunciaran sobre e caso. El trfico dedrogas, que haba hecho inaguantable la vida de vecindario, se reanud. Citado en Amitai Etzioni, The New Rugged Communitarianism,Washington ost Outlook Section, 20 de enero de 1991,p. Bl.6. Pangle (1987), pp. 88-90.

    Las democracias liberales, en otras palabras, no son autosuficientes; la vida comunitaria de la que dependen ha deproceder, en ltima instancia, de una fuente distinta que elpropio liberalismo.6 Los hombres y mujere's que formaban lasociedad americana, en la poca de la fundacin de EstadosUnidos, no eran individuos aislados, racionales que calculaban su propio inters. Eran, en su mayora, miembros de comunidades religosas unidas por un cdigo moral comn y lacreencia en Dios. El liberalismo racional que a la postreadoptaron no era una proyeccin de esta cultura preexistente, sino que se manifestaba con cierta tensin respecto a ella.El propio inters bien entendido acab siendo, en EstadosUnidos, un principio fcilmente comprensibl~ que constituy un fundamento bajo pero slido para la virtud pblica, enmuchos casos un fundamento ms firme que el que era posible si se apelaba solamente a los valores religiosos o premodernos. Pero a largo plazo, esos principios liberales tuvieron un efecto corrosivo en los valores anteriores al liberalismo, necesarios para sostener comunidades fuertes, ypor consiguiente tambin lo tuvieron en la capacidad de unasociedad liberal de bastarse por s misma.

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