Francis Fukuyama - Fin de La Historia y Otros Escritos

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    FRANCIS FUKUYAMA

    EEllffiinnddeellaahhiissttoorriiaa

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    El fin de la historia?..............................................................................................................3

    I...........................................................................................................................................4II ......................................................................................................................................... 5III ........................................................................................................................................ 8

    IV......................................................................................................................................15V ....................................................................................................................................... 18Pensando sobre el fin de la historia diez aos despus ........................................................ 20Seguimos en el fin de la historia...........................................................................................23El ultimo hombre en una botella...........................................................................................26

    Porqu el fin de la historia estaba fundamentalmente equivocado ............................... 26El Gobierno Global y Las Revoluciones Paralelas...........................................................31Conclusiones.....................................................................................................................33

    Occidente puede resquebrajarse ........................................................................................... 34La globalizacin es an muy superficial .............................................................................. 37Francis Fukuyama: una presentacin ................................................................................... 42

    La tesis del fin de la historia.............................................................................................42La tesis de la confianza.....................................................................................................45De Fukuyama a Huntington o la legitimacin del etnocidio................................................47

    La Rand Corporation ........................................................................................................ 47Civilizacin Como Poder ................................................................................................. 49Extirpar La Diversidad ..................................................................................................... 51

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    FRANCIS FUKUYAMA1

    EEllffiinnddeellaahhiissttoorriiaa??2

    El ensayo de Fukuyama constituye un intento de explicacin del acontecer

    de los ltimos tiempos, partir de un anlisis de las tendencias en la esfera de la

    conciencia o de las ideas. El liberalismo econmico y poltico, la idea deOccidente, sostiene el autor, finalmente se ha impuesto en el mundo. Esto se

    evidencia en el colapso y agotamiento de ideologas alternativas. As, lo que

    hoy estaramos presenciando es el trmino de la evolucin ideolgica en s, y,por tanto, el fin de la historia en trminos hegelianos. Si bien la victoria del

    liberalismo por ahora slo se ha alcanzado en el mbito de la conciencia, su

    futura concrecin en el mundo material, afirma Fukuyama, ser ciertamenteinevitable.

    Al observar el flujo de los acontecimientos de la ltima dcada, difcilmente podemosevitar la sensacin de que algo muy fundamental ha sucedido en la historia del mundo. Elao pasado hubo una avalancha de artculos que celebraban el fin de la guerra fra y elhecho de que la paz pareca brotar en muchas regiones del mundo. Pero la mayora deestos anlisis carecen de un marco conceptual ms amplio que permita distinguir entre loesencial y lo contingente o accidental en la historia del mundo, y son predeciblementesuperficiales. Si Gorbachov fuese expulsado del Kremlin o un nuevoAyatollahproclamarael milenio desde una desolada capital del Medio Oriente, estos mismos comentaristas seprecipitaran a anunciar el comienzo de una nueva era de conflictos.

    Y, sin embargo, todas estas personas entrevn que otro proceso ms vasto est enmovimiento, un proceso que da coherencia y orden a los titulares de los diarios. El siglo

    veinte presenci cmo el mundo desarrollado descenda hasta un paroxismo de violenciaideolgica, cuando el liberalismo batallaba, primero, con los remanentes del absolutismo,luego, con el bolchevismo y el fascismo, y, finalmente, con un marxismo actualizado queamenazaba conducir al apocalipsis definitivo de la guerra nuclear. Pero el siglo quecomenz lleno de confianza en el triunfo que al final obtendra la democracia liberaloccidental parece, al concluir, volver en un crculo a su punto de origen: no a un fin de laideologa o a una convergencia entre capitalismo y socialismo, como se predijo antes, sinoa la impertrrita victoria del liberalismo econmico y poltico.

    El triunfo de Occidente, de la idea occidental, es evidente, en primer lugar, en el totalagotamiento de sistemticas alternativas viables al liberalismo occidental. En la dcadapasada ha habido cambios inequvocos en el clima intelectual de los dos pases comunistas

    ms grandes del mundo, y en ambos se han iniciado significativos movimientosreformistas. Pero este fenmeno se extiende ms all de la alta poltica, y puedeobservrsele tambin en la propagacin inevitable de la cultura de consumo occidental encontextos tan diversos como los mercados campesinos y los televisores en colores, ahoraomnipresentes en toda China; en los restaurantes cooperativos y las tiendas de vestuarioque se abrieron el ao pasado en Mosc; en la msica de Beethoven que se transmite defondo en las tiendas japonesas, y en la msica rock que se disfruta igual en Praga, Rangn yTehern.

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    Lo que podramos estar presenciando no slo es el fin de la guerra fra, o laculminacin de un perodo especfico de la historia de la posguerra, sino el fin de la historiacomo tal: esto es, el punto final de la evolucin ideolgica de la humanidad y launiversalizacin de la democracia liberal occidental como la forma final de gobiernohumano. Lo cual no significa que ya no habr acontecimientos que puedan llenar las

    pginas de los resmenes anuales de las relaciones internacionales en elForeign Affairs,porque el liberalismo ha triunfado fundamentalmente en la esfera de las ideas y de laconciencia, y su victoria todava es incompleta en el mundo real o material. Pero hayrazones importantes para creer que ste es el ideal que a la larga se impondr en elmundo material. Para entender por qu es esto as, debemos, primero, considerar algunosproblemas tericos relativos a la naturaleza del cambio histrico.

    ILa idea del fin de la historia no es original. Su ms grande difusor conocido fue Karl

    Marx, que pensaba que la direccin del desarrollo histrico contena una intencionalidaddeterminada por la interaccin de fuerzas materiales, y llegara a trmino slo cuando se

    alcanzase la utopa comunista que finalmente resolvera todas las anteriorescontradicciones. Pero el concepto de historia como proceso dialctico con un comienzo,una etapa intermedia y un final, lo tom prestado Marx de su gran predecesor alemn,George Wilhelm Friedrich Hegel.

    Para mejor o peor, gran parte del historicismo de Hegel se ha integrado a nuestrobagaje intelectual contemporneo. La idea de que la humanidad ha avanzado a travs deuna serie de etapas primitivas de conciencia en su trayecto hacia el presente, y que estasetapas correspondan a formas concretas de organizacin social, como las tribales,esclavistas, teocrticas, y, finalmente, las sociedades igualitarias democrticas, ha pasado aser inseparable de la mentalidad moderna del hombre. Hegel fue el primer filsofo queutiliz el lenguaje de la ciencia social moderna, en tanto crea que el hombre era producto

    de su entorno histrico y social concreto, y no, como anteriores tericos del derecho naturalhabran sostenido, un conjunto de atributos naturales ms o menos fijos. El dominio y latransformacin del entorno natural del hombre a travs de la aplicacin de la ciencia y latecnologa no fue un concepto originalmente marxista, sino hegeliano. A diferencia dehistoricistas posteriores, cuyo relativismo histrico degener en un relativismo a secas,Hegel pensaba, sin embargo, que la historia culminaba en un momento absoluto, en el quetriunfaba la forma definitiva, racional, de la sociedad y del Estado.

    La desgracia de Hegel es que hoy principalmente se le conozca como precursor deMarx, y la nuestra estriba en que pocos estamos familiarizados en forma directa con la obrade Hegel, y, con esta ya filtrada a travs de los lentes distorsionadores del marxismo. EnFrancia, sin embargo, se ha hecho un esfuerzo por rescatar a Hegel de sus intrpretes

    marxistas y resucitarlo como el filsofo que se dirige a nuestra poca con mayor propiedad.Entre estos modernos intrpretes franceses de Hegel, ciertamente el principal fue AlexandreKojve, brillante emigrado ruso que dirigi, en laEcole Practique des Hautes Eludes dePars en la dcada de los 30, una serie de seminarios que tuvieron gran influencia. 3

    Si bien

    era prcticamente desconocido en los Estados Unidos, Kojve tuvo un importante impactoen la vida intelectual del continente. Entre sus estudiantes hubo futuras luminarias comoJcan-Paul Sartre, en la izquierda, y Raymond Aron, en la derecha; el existencialismo deposguerra tom muchas de sus categoras bsicas de Hegel, a travs de Kojve.

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    Kojve procur resucitar el Hegel de la Phenomenology of Mind, el Hegel queproclam en 1806 que la historia haba llegado a su fin. Pues ya en aquel entonces Hegelvio en la derrota de la monarqua prusiana por Napolen en la batalla de Jena, el triunfo delos ideales de la Revolucin Francesa y la inminente universalizacin del Estado queincorporaba los principios de libertad e igualdad. Kojve, lejos de rechazar a Hegel a la luz

    de los turbulentos acontecimientos del siglo y medio siguiente, insisti en que en loesencial haba tenido razn.4La batalla de Jena marcaba el fin de la historia porque fue enese punto que la vanguardia de la humanidad (trmino muy familiar para los marxistas)llev a la prctica los principios de la Revolucin Francesa. Aunque quedaba mucho porhacer despus de 1806 abolir la esclavitud y el comercio de esclavos; extender el derechoa voto a los trabajadores, mujeres, negros y otras minoras raciales, etctera, losprincipios bsicos del Estado liberal democrtico ya no podran mejorarse. Las dos guerrasmundiales de este siglo y sus concomitantes revoluciones y levantamientos simplementeextendieron espacialmente esos principios, de modo que los diversos reductos de lacivilizacin humana fueron elevados al nivel de sus puestos de avanzada, y aquellassociedades en Europa y Norteamrica en la vanguardia de la civilizacin se vieron

    obligadas a aplicar su liberalismo de manera ms cabal.El Estado que emerge al final de la historia es liberal en la medida que reconoce yprotege, a travs de un sistema de leyes, el derecho universal del hombre a la libertad, ydemocrtico en tanto existe slo con el consentimiento de los gobernados. Para Kojve,este as llamado Estado homogneo universal tuvo encarnacin real en los pases de laEuropa Occidental de posguerra: precisamente en aquellos pases blandos, prsperos,satisfechos de s mismos, volcados hacia dentro y de voluntad dbil, cuyo proyecto msgrandioso no tuvo mayor heroicidad que la creacin del Mercado Comn 5. Pero esto era deesperar. Porque la historia humana y el conflicto que la caracterizaba se basaba en laexistencia de contradicciones: la bsqueda de reconocimiento mutuo del hombreprimitivo, la dialctica del amo y el esclavo, la transformacin y el dominio de lanaturaleza, la lucha por el reconocimiento universal de los derechos y la dicotoma entreproletario y capitalista. Pero en el Estado homogneo universal, todas las anteriorescontradicciones se resuelven y todas las necesidades humanas se satisfacen. No hay lucha oconflicto en torno a grandes asuntos, y, en consecuencia, no se precisa de generales niestadistas: lo que queda es principalmente actividad econmica. Y, efectivamente, la vidade Kojve fue consecuente con sus enseanzas. Estimando que ya no haba trabajo para losfilsofos, puesto que Hegel (correctamente entendido) haba alcanzado el conocimientoabsoluto, Kojve dej la docencia despus de la guerra y pas el resto de su vida trabajandocomo burcrata en la Comunidad Econmica Europea, hasta su muerte en 1968.

    A sus contemporneos de mediados de siglo, la proclamacin de Kojve sobre el fin dela historia debi parecerles el tpico solipsismo excntrico de un intelectual francs, hecha,como lo fue, inmediatamente despus de la segunda guerra mundial y en el momentocspide de la guerra fra. Para entender cmo Kojve pudo tener la audacia de afirmar quela historia haba terminado, debemos comprender primero el significado del idealismohegeliano.

    IIPara Hegel, las contradicciones que mueven la historia existen primero en la esfera de

    la conciencia humana, es decir, en el nivel de las ideas;6no se trata aqu de las propuestas

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    electorales triviales de los polticos americanos, sino de ideas en el sentido de ampliasvisiones unificadoras del mundo, que podran entenderse mejor bajo la rbrica de ideologa.En este sentido, la ideologa no se limita a las doctrinas polticas seculares y explcitas queasociamos habitualmente con el trmino, sino que tambin puede incluir a la religin, lacultura y el conjunto de valores morales subyacentes a cualquier sociedad.

    La visin que Hegel tena de la relacin entre el mundo ideal y el mundo real o materialera extremadamente compleja, comenzando por el hecho que, para l, la distincin entreambos era slo aparente.7No crea que el mundo real se ajustase o se le pudiese ajustar demanera sencilla a las preconcepciones ideolgicas de los profesores de filosofa, o que elmundo material no tuviese injerencia en el mundo ideal. De hecho Hegel, el profesor, fueremovido temporalmente del trabajo debido a un acontecimiento muy material, la batalla deJena. Pero aunque los escritos y el pensamiento de Hegel podan ser interrumpidos por unabala del mundo material, lo que mova la mano en el gatillo del revlver, a su vez, eran lasideas de libertad e igualdad que haba impulsado la Revolucin Francesa.

    Para Hegel toda conducta humana en el mundo material y, por tanto, toda historiahumana, est enraizada en un estado previo de conciencia; idea similar, por cierto, a la

    expresada por John Maynard Keynes cuando deca que las opiniones de los hombres denegocio generalmente derivaban de economistas difuntos y escritorzuelos acadmicos degeneraciones pasadas. Esta conciencia puede no ser explcita y su existencia noreconocerse, como ocurre con las doctrinas polticas modernas, sino adoptar, ms bien, laforma de la religin o de simples hbitos morales o culturales. Sin embargo, esta esfera dela conciencia a la larga necesariamente se hace manifiesta en el mundo material; en verdad,ella crea el mundo material a su propia imagen. La conciencia es causa y no efecto, y puededesarrollarse autnomamente del mundo material; por tanto, el verdadero subtexto quesubyace a la maraa aparente de acontecimientos es la historia de la ideologa.

    El idealismo de Hegel no ha sido bien tratado por los pensadores posteriores. Marxinvirti por completo las prioridades de lo real y lo ideal, relegando toda la esfera de laconciencia religin, arte, cultura y la filosofa misma a una superestructura queestaba determinada enteramente por el modo de produccin prevaleciente. Adems, otradesafortunada herencia del marxismo es nuestra tendencia a atrincherarnos en explicacionesmaterialistas o utilitarias de los fenmenos polticos o histricos, as como nuestrainclinacin a no creer en el poder autnomo de las ideas. Un ejemplo reciente de esto es elenorme xito de The Rise and Fall of Great Powers, de Paul Kennedy, que atribuye ladecadencia de las grandes potencias simplemente a una excesiva extensin econmica.Obviamente que ello es verdad en cierta medida: un imperio cuya economa escasamentesobrepasa el nivel de subsistencia no puede mantener sus arcas fiscales indefinidamente endficit. El que una sociedad industrial moderna, altamente productiva, decida gastar el 3 oel 7% de su PIB en defensa, en lugar de bienes de consumo, se debe exclusivamente a lasprioridades polticas de esa sociedad, las que a su vez se determinan en la esfera de laconciencia.

    El sesgo materialista del pensamiento moderno es caracterstico no slo de la gente deizquierda que puede simpatizar con el marxismo, sino tambin de muchos apasionadosantimarxistas. En efecto, en la derecha existe lo que se podra llamar la escuela Wall StreetJournal de materialismo determinista, que descarta la importancia de la ideologa y lacultura y ve al hombre esencialmente como un individuo racional y maximizador del lucro.Precisamente es esta clase de individuo y su prosecucin de incentivos materiales el que sepropone en los textos de economa como fundamento de la vida econmica en s8. Un

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    pequeo ejemplo ilustra el carcter problemtico de tales puntos de vista materialistas.Max Weber comienza su famoso libro The Protestant Ethic and the Spirit of

    Capitalism, destacando las diferencias en el desempeo econmico de las comunidadescatlicas y protestantes en toda Europa y Amrica, que se resume en el proverbio de que losprotestantes comen bien mientras los catlicos duermen bien. Weber observa que de acuer-

    do a cualquier teora econmica que postule que el hombre es un maximizador racional deutilidades, al elevarse la tarifa por trabajo entregado se debera incrementar laproductividad laboral. Sin embargo, en numerosas comunidades tradicionales decampesinos, en realidad, el alza de la tarifa por trabajo entregado produca el efectocontrario, es decir, disminua la productividad del trabajador: con una tarifa ms alta, uncampesino acostumbrado a ganar dos marcos y medio al da conclua que poda obtener lamisma cantidad trabajando menos, y as lo haca porque valoraba ms el ocio que su renta.La eleccin del ocio sobre el ingreso, o la vida militarista del hoplita espartano sobre lariqueza del comerciante ateniense, o aun la vida asctica del antiguo empresario capitalista,sobre aquella holgada del aristcrata tradicional, no puede realmente explicarse por eltrabajo impersonal de las fuerzas materiales, sino que procede eminentemente de la esfera

    de la conciencia, de lo que en trminos amplios hemos etiquetado aqu de ideologa. Y, enefecto, un tema central de la obra de Weber era probar que, contrariamente a lo que Marxhaba sostenido, el modo de produccin material, lejos de constituir la base, era en s unasuperestructura enraizada en la religin y la cultura, y que para entender el surgimientodel capitalismo moderno y el incentivo de la utilidad deba uno estudiar sus antecedentes enel mbito del espritu.

    Cuando se observa el mundo contemporneo, la pobreza de las teoras materialistas deldesarrollo econmico se hace del todo evidente. La escuela Wall Street Journal dematerialismo determinista suele llamar la atencin sobre el sorprendente xito econmicode Asia en las ltimas dcadas como prueba de la viabilidad de las economas de libremercado, implicando con ello que todas las sociedades experimentaran un desarrollo

    similar si slo dejaran que su poblacin persiguiera libremente sus intereses materiales. Porcierto, los mercados libres y los sistemas polticos estables son una precondicin necesariapara el crecimiento econmico capitalista. Pero tambin es cierto que la herencia cultural deesas sociedades del Lejano Oriente, la tica del trabajo, el ahorro y la familia; una herenciareligiosa que no restringe, como lo hace el Islam, ciertas formas de conducta econmica yotras cualidades morales profundamente arraigadas, son igualmente importantes en laexplicacin de su desempeo econmico.9

    Y, sin embargo, el peso intelectual del

    materialismo es tal que ni una sola teora contempornea respetable del desarrolloeconmico aborda seriamente la conciencia y la cultura como la matriz dentro de la cual seforma la conducta econmica.

    La incapacidad de entender que las races del comportamiento econmico seencuentran en el mbito de la conciencia y la cultura, conduce al error comn de atribuircausas materiales a fenmenos que son, esencialmente, de naturaleza ideal. Por ejemplo, losmovimientos reformistas, primero en China y ms recientemente en la Unin Sovitica, sesuelen interpretar en Occidente como el triunfo de lo material sobre lo ideal, esto es, sereconoce que los incentivos ideolgicos no podan reemplazar a los materiales comoestmulo para una economa moderna altamente productiva, y que si se deseaba prosperarhaba que apelar a formas menos nobles de inters personal. Pero los principales defectosde las economas socialistas eran evidentes hace treinta o cuarenta aos para quienquieraque las observase. Por qu razn estos pases vinieron a distanciarse de la planificacin

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    central slo en los aos 80? La respuesta debe buscarse en la conciencia de las lites y delos lderes que los gobernaban, que decidieron optar por la forma de vida protestan te deriqueza y riesgo, en vez de seguir el camino catlico de pobreza y seguridad. 10 Esecambio, de ningn modo era inevitable, atendidas las condiciones materiales quepresentaba cada uno de esos pases en la vspera de la reforma, sino ms bien se produjo

    como resultado de la victoria de una idea sobre otra

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    .

    Para Kojve, como para todos los buenos hegelianos, entender los procesossubyacentes de la historia supone comprender los desarrollos en la esfera de la conciencia olas ideas, ya que la conciencia recrear finalmente el mundo material a su propia imagen.Expresar que la historia terminaba en 1806 quera decir que la evolucin ideolgica de lahumanidad conclua en los ideales de las revoluciones francesa o norteamericana. Aunquedeterminados regmenes del mundo real no aplicaran cabalmente estos ideales, su verdadterica es absoluta y no puede ya mejorarse. De ah que a Kojve no le importaba que laconciencia de la generacin europea de posguerra no se hubiese unlversalizado; si eldesarrollo ideolgico en efecto haba llegado a su trmino, el Estado homogneo finalmentetriunfara en todo el mundo material.

    No tengo el espacio ni, francamente, los medios para defender en profundidad laperspectiva idealista radical de Hegel. Lo que interesa no es si el sistema hegeliano eracorrecto, sino si su perspectiva podra develar la naturaleza problemtica de muchasexplicaciones materialistas que a menudo damos por sentadas. Esto no significa negar elpapel de los factores materialistas como tales. Para un idealista literal, la sociedad humanapuede construirse en torno a cualquier conjunto de principios, sin importar su relacin conel mundo material. Y, de hecho, los hombres han demostrado ser capaces de soportar lasms extremas penurias materiales en nombre de ideales que existen slo en el reino delespritu, ya se trate de la divinidad de las vacas o de la naturaleza de la SantsimaTrinidad12.

    Pero aunque la percepcin misma del hombre respecto del mundo material est

    moldeada por la conciencia histrica que tenga de ste, el mundo material a su vez puedeafectar claramente la viabilidad de un determinado estado de conciencia. En especial, laespectacular profusin de economas liberales avanzadas y la infinitamente variada culturade consumo que ellas han hecho posible, parecen simultneamente fomentar y preservar elliberalismo en la esfera poltica. Quiero eludir el determinismo materialista que dice que laeconoma liberal inevitablemente produce polticas liberales, porque creo que tanto laeconoma como la poltica presuponen un previo estado autnomo de conciencia que lashace posibles. Pero ese estado de conciencia que permite el desarrollo del liberalismoparece estabilizarse de la manera en que se esperara al final de la historia si se asegura laabundancia de una moderna economa de libre mercado. Podramos resumir el contenidodel Estado homogneo universal como democracia liberal en la esfera poltica unida a unacceso fcil a las grabadoras de video y los equipos estreos en la econmica.

    IIIHemos realmente llegado al trmino de la historia? En otras palabras, hay

    contradicciones fundamentales en la vida humana que no pudiendo resolverse en elcontexto del liberalismo moderno encontraran solucin en una estructurapoliticoeconmica alternativa? Si aceptamos las premisas idealistas expresadas ms arriba,debemos buscar una respuesta a esta pregunta en la esfera de la ideologa y la conciencia.

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    Nuestra tarea no consiste en responder exhaustivamente las objeciones al liberalismo quepromueve cada insensato que circula por el mundo, sino slo las que estn encarnadas enfuerzas y movimientos polticos o sociales importantes y que son, por tanto, parte de lahistoria del mundo. Para nuestros propsitos importa muy poco cun extraas puedan serlas ideas que se les ocurran a los habitantes de Albania o Burkina Faso, pues estamos

    interesados en lo que podramos llamar en cierto sentido la comn herencia ideolgica de lahumanidad.En lo que ha transcurrido del siglo, el liberalismo ha tenido dos importantes desafos: el

    fascismo y el comunismo. El primero13, percibi la debilidad poltica, el materialismo, laanemia y la falta de sentido de comunidad de Occidente como contradiccionesfundamentales de las sociedades liberales, que slo podran resolverse con un Estado fuerteque forjara un nuevo pueblo sobre la base del exclusivismo nacional. El fascismo fuedestruido como ideologa viviente por la segunda guerra mundial. Esta, por cierto, fue unaderrota en un nivel muy material, pero signific tambin la derrota de la idea. Lo quedestruy el fascismo como idea no fue la repulsa moral universal hacia l, pues muchaspersonas estaban dispuestas a respaldar la idea en tanto pareca ser la ola del futuro, sino su

    falta de xito. Despus de la guerra, a la mayora de la gente le pareca que el fascismogermano, as como sus otras vanantes europeas y asiticas, estaban condenados a laautodestruccin. No haba razn material para que no hubiesen vuelto a brotar, en otroslugares, nuevos movimientos fascistas despus de la guerra, salvo por el hecho de que elultranacionalismo expansionista, con su promesa de un conflicto permanente queconducira a la desastrosa derrota militar, haba perdido por completo su atractivo. Lasruinas de la cancillera del Reich, al igual que las bombas atmicas arrojadas sobreHiroshima y Nagasaki, mataron esta ideologa tanto a nivel de la conciencia comomaterialmente, y todos los movimientos pro fascistas generados por los ejemplos alemanesy japons, como el movimiento peronista en Argentina o el ejrcito Nacional Indio deSubhas Chandra Bose, decayeron despus de la guerra.

    El desafo ideolgico montado por la otra gran alternativa al liberalismo, elcomunismo, fue mucho ms serio. Marx, hablando el lenguaje de Hegel, afirm que lasociedad liberal contena una contradiccin fundamental que no poda resolverse dentro desu contexto, la que haba entre el capital y el trabajo; y esta contradiccin ha constituidodesde entonces la principal acusacin contra el liberalismo. Pero, sin duda, el problema declase ha sido en realidad resuelto con xito en Occidente. Como Kojve (entre otros)sealara, el igualitarismo de la Norteamrica moderna representa el logro esencial de lasociedad sin clases vislumbrada por Marx. Esto no quiere decir que no haya ricos y pobresen los Estados Unidos, o que la brecha entre ellos no haya aumentado en los ltimos aos.Pero las causas bsicas de la desigualdad econmica no conciernen tanto a la estructuralegal y social subyacente a nuestra sociedad la cual contina siendo fundamentalmenteigualitaria y moderadamente redistributiva, como a las caractersticas culturales ysociales de los grupos que la conforman, que son, a su vez, el legado histrico de lascondiciones premodemas. As, la pobreza de los negros en Estados Unidos no es unproducto inherente del liberalismo, sino ms bien la herencia de la esclavitud y elracismo que perdur por mucho tiempo despus de la abolicin formal de la esclavitud.

    Como consecuencia del descenso del problema de clase, puede decirse con seguridadque el comunismo resulta menos atractivo hoy en el mundo occidental desarrollado que encualquier otro momento desde que finalizara la primera guerra mundial. Esto puedeapreciarse de variadas maneras: en la sostenida disminucin de la militancia y votacin

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    electoral de los partidos comunistas ms importantes de Europa, as como en sus programasmanifiestamente revisionistas; en el correspondiente xito electoral de los partidosconservadores desde Gran Bretaa y Alemania hasta los de Estados Unidos y el Japn, queson abiertamente antiestatistas y pro mercado; y en un clima intelectual donde los msavanzados ya no creen que la sociedad burguesa deba finalmente superarse. Locual no

    significa que las opiniones de los intelectuales progresistas en los pases occidentales nosean en extremo patolgicas en muchos aspectos. Pero quienes creen que el futuro serinevitablemente socialista suelen ser muy ancianos o bien estn al margen del discursopoltico real de sus sociedades.

    Podramos argumentar que la alternativa socialista nunca fue demasiado plausible en elmundo del Atlntico Norte, y que su base de sustentacin en las ltimas dcadas fueprincipalmente su xito fuera de esta regin. Pero son las grandes transformacionesideolgicas en el mundo no europeo, precisamente, las que le causan a uno mayor sorpresa.Por cieno, los cambios ms extraordinarios han ocurrido en Asia. Debido a la fortaleza yadaptabilidad de las culturas nativas de all, Asia pas a ser desde comienzos de siglocampo de batalla de una serie de ideologas importadas de Occidente. En Asia, el

    liberalismo era muy dbil en el perodo posterior a la primera guerra mundial; es fcil hoyolvidar cun sombro se vea el futuro poltico asitico hace slo diez o quince aos.Tambin se olvida con facilidad cun trascendentales parecan ser los resultados de lasluchas ideolgicas asiticas para el desarrollo poltico del mundo entero.

    La primera alternativa asitica al liberalismo que fuera derrotada definitivamente fue lafascista, representada por el Japn Imperial. El fascismo japons (como su versinalemana) fue derrotado por la fuerza de las armas americanas en la Guerra del Pacfico, y lademocracia liberal la impusieron en Japn unos Estados Unidos victoriosos. El capitalismooccidental y el liberalismo poltico, una vez trasplantados a Japn, fueron objeto de talesadaptaciones y transformaciones por parte de los japoneses que apenas son reconocibles14.Muchos norteamericanos se han dado cuenta ahora de que la organizacin industrial

    japonesa es muy diferente de la que prevalece en Estados Unidos o Europa, y U relacinque pueda existir entre las maniobras faccionales al interior del gobernante PartidoDemocrtico Liberal y la democracia es cuestionable. Pese a ello, el hecho mismo de quelos elementos esenciales del liberalismo poltico y econmico se hayan insertado con tantoxito en las peculiares tradiciones japonesas es garanta de su sobrevivencia en el largoplazo. Ms importante es la contribucin que ha hecho Japn, a su vez, a la historiamundial, al seguir los pasos de los Estados Unidos para crear una verdadera cultura deconsumo universal, que ha llegado a ser tanto un smbolo como la base de soporte delEstado homogneo universal. V.S. Naipaul, viajando por el Irn de Khomeini poco despusde la revolucin, tom nota de las seales omnipresentes de la publicidad de los productosSony, Hitachi y JVC, cuyo atractivo continuaba siendo virtualmente irresistible y era unments a las pretensiones del rgimen de restaurar un Estado basado en las reglas del Shariab. El deseo de acceder a la cultura de consumo, engendrada en gran medida porJapn, ha desempeado un papel crucial en la propagacin del liberalismo econmico atravs de Asia, y por tanto, del liberalismo poltico tambin.

    El xito econmico de los otros pases asiticos en reciente proceso de industrializacin(NICs) que han imitado el ejemplo de Japn, es hoy historia conocida. Lo importante desdeun punto de vista hegeliano es que el liberalismo poltico ha venido siguiendo alliberalismo econmico, de manera ms lenta de que lo que muchos esperaban, pero conaparente inevitabilidad. Aqu observamos, una vez ms, el triunfo del Estado homogneo

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    universal. Corea del Sur se ha transformado en una sociedad moderna y urbana, con unaclase media cada vez ms extensa y mejor educada que difcilmente podra mantenerseaislada de las grandes tendencias democrticas de su alrededor. En estas circunstancias, auna parte importante de la poblacin le pareci intolerable el gobierno de un rgimenmilitar anacrnico, mientras Japn, que en trminos econmicos apenas le llevaba una

    dcada de ventaja, tena instituciones parlamentarias desde hace ms de cuarenta aos.Incluso el anterior rgimen socialista de Birmania, que por tantas dcadas permaneci enfunesto aislamiento de las grandes tendencias dominantes en Asia, fue sacudido el aopasado por presiones tendientes a la liberacin del sistema econmico y poltico. Se diceque el descontento con el hombre fuerte, Ne Win, comenz cuando un alto funcionariobirmano tuvo que viajar a Singapur para recibir tratamiento mdico, y, al ver cun atrasadaestaba la Birmania socialista respecto de sus vecinos de la ANSEA (Asociacin deNaciones del Sudeste Asitico), estall en llanto.

    Pero la fuerza de la idea liberal parecera mucho menos impresionante si no hubiesecontagiado a la ms extensa y antigua cultura en Asia, China. La mera existencia de Chinacomunista creaba un polo alternativo de atraccin ideolgica, y como tal constitua una

    amenaza al liberalismo. Sin embargo, en los ltimos quince aos se ha desacreditado casipor completo el marxismo-leninismo como sistema econmico. Comenzando por el famosotercer plenario del Dcimo Comit Central, en 1978, el partido comunista chino emprendila descolectivizacin agrcola que afectara a los ochocientos millones de chinos que anvivan en el campo. El rol del Estado en el agro se redujo al de un recaudador de impuestos,mientras la produccin de bienes de consumo se incrementaba drsticamente con el objetode dar a probar a los campesinos el sabor del Estado homogneo universal y, con ello, unincentivo para trabajar. La reforma duplic la produccin china de cereales en slo cincoaos, y en el proceso le cre a Deng Xiao-ping una slida base poltica desde la cual estuvoen condiciones de extender la reforma a otros sectores de la economa. Las estadsticaseconmicas apenas dan cuenta del dinamismo, la iniciativa y la apertura evidentes en Chinadesde que se inici la reforma.

    De ningn modo podra decirse que China es ahora una democracia liberal. En laactualidad, no ms de un 20 por ciento de su economa es de mercado, y ms importantetodava, contina siendo gobernada por un partido comunista autodesignado, que no hadado seal de querer traspasar el poder. Deng no ha hecho las promesas de Gorbachovrespecto a la democratizacin del sistema poltico, y no existe equivalente chino de laglasnost.El liderazgo chino de hecho ha sido mucho ms cuidadoso al criticar a Mao y elmaosmo que Gorbachov respecto de Brezhnev y Stalin, y el rgimen sigue considerando,de palabra, al marxismo-leninismo como su base ideolgica. Pero cualquiera que estfamiliarizado con la mentalidad y la conducta de la nueva lite tecnocrtica que hoygobierna en China, sabe que el marxismo y los principios ideolgicos son prcticamenteirrelevantes como elementos de orientacin poltica, y que el consumismo burgus tiene porprimera vez desde la revolucin significado real en ese pas. Los diversos frenos en el andarde la reforma, las campaas en contra de la contaminacin espiritual y las medidasrepresivas contra la disidencia poltica se ven ms propiamente como ajustes tcticos en elproceso de conducir lo que constituye una transicin poltica sumamente difcil. Al eludir lacuestin de la reforma poltica, mientras coloca a la economa en nuevo pie, Deng halogrado evitar el quiebre de autoridad que ha acompaado a la perestroikade Gorbachov.Sin embargo, el peso de la idea liberal contina siendo muy fuerte a medida que el podereconmico se traspasa y la economa se abre ms al mundo exterior. En la actualidad hay

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    ms de veinte mil estudiantes chinos en los Estados Unidos y otros pases occidentales, casitodos ellos hijos de miembros de la lite china. Resulta difcil imaginar que cuando vuelvana casa para gobernar se contenten con que China sea el nico pas en Asia que no se veaafectado por la gran tendencia democratizadora. En Pekn, las manifestaciones estudiantilesque estallaron primero en diciembre de 1986, y que hace poco volvieron a ocurrir con

    motivo de la impactante muerte de Hu Yao, fueron slo el comienzo de lo queinevitablemente constituir una mayor presin para un cambio tambin dentro del sistemapoltico.

    Lo importante respecto de China, desde el punto de vista de la historia mundial, no esel estado actual de la reforma ni aun sus perspectivas futuras. La cuestin central es elhecho que la Repblica Popular China ya no puede servir de faro de las diversas fuerzasantiliberales del mundo, ya se trate de guerrilleros en alguna selva asitica o de estudiantesde clase media en Pars. El maosmo, ms que constituir el modelo para el Asia del futuro,se ha convertido en un anacronismo, y, en efecto, fueron los chinos continentales quienes sevieron afectados de manera decisiva por la influencia de la prosperidad y dinamismo de sushermanos de raza de ultramar: la irnica victoria final de Taiwn.

    Por importantes que hayan sido estos cambios en China, sin embargo, son los avancesen la Unin Sovitica la patria del proletariado mundial los que han puesto el ltimoclavo en el sarcfago de la alternativa marxista-leninista a la democracia liberal. Es precisoque se entienda con claridad que, en trminos de instituciones formales, no ha habidograndes cambios en los cuatro aos transcurridos desde que Gorbachov llegara al poder: losmercados libres y las cooperativas representan slo una pequea parte de la economasovitica, la cual permanece centralmente planificada; el sistema poltico sigue estandodominado por el partido comunista, que slo ha comenzado a democratizarse internamentey a compartir el poder con otros grupos; el rgimen contina afirmando que slo buscamodernizar el socialismo y que su base ideolgica no es otra que el marxismo-leninismo; y,por ltimo, Gorbachov encara una oposicin conservadora potencialmente poderosa que

    puede revertir muchos de los cambios que han tenido lugar hasta ahora. Ms an,difcilmente pueden albergarse demasiadas esperanzas en las posibilidades de xito de lasreformas propuestas por Gorbachov, ya sea en la esfera de la economa o en la poltica.Pero no me propongo aqu analizar los acontecimientos en el corto plazo ni hacerpredicciones cuyo objeto sea la formulacin de polticas, sino examinar las tendenciassubyacentes en la esfera de la ideologa y de la conciencia. Y en ese respecto, claro est queha habido una transformacin sorprendente.

    Los emigrados de la Unin Sovitica han estado denunciando, por lo menos ahora hastala ltima generacin, que prcticamente nadie en ese pas crea ya de verdad en elmarxismo-leninismo, y que en ninguna otra parte sera esto ms cierto que en la litesovitica, que continuaba recitando cnicamente slogans marxistas. Sin embargo, lacorrupcin y la decadencia del Estado sovitico de los ltimos aos de Brezhnev parecanimportar poco, ya que en tanto el Estado mismo se rehusase a cuestionar cualesquiera de losprincipios fundamentales subyacentes a la sociedad sovitica, el sistema poda funcionaradecuadamente por simple inercia, e incluso exhibir cierto dinamismo en el campo de laspolticas exterior y de defensa. El marxismo-leninismo era como un encantamiento mgicoque, aunque absurdo y desprovisto de significado, constitua la nica base comn sobre lacual la lite poda gobernar la sociedad.

    Lo que ha sucedido en los cuatro aos desde que Gorbachov asumiera el poder es unaembestida revolucionaria contra las instituciones y principios ms fundamentales del

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    stalinismo, y su reemplazo por otros principios que no llegan a ser equivalentes alliberalismoper se,pero cuyo nico hilo de conexin es el liberalismo. Esto se hace msevidente en la esfera econmica, donde los economistas reformistas que rodean aGorbachov se han vuelto cada vez ms radicales en su respaldo a los mercados libres, alpunto que a algunos, como Nikolai Shmelev, no les importa que se les compare en pblico

    con Milton Friedman. Hoy existe un virtual consenso dentro de la escuela de economistassoviticos actualmente dominante, en cuanto a que la planificacin central y el sistemadirigido de asignaciones son la causa originaria de la ineficiencia econmica, y que elsistema sovitico podr sanar algn da slo si permite que se adopten decisiones libres ydescentralizadas respecto de la inversin, el trabajo y los precios. Luego de un par de aosiniciales de confusin ideolgica, estos principios se han incorporado finalmente a laspolticas, con la promulgacin de nuevas leyes sobre autonoma empresarial, cooperativas,y por ltimo, en 1988, sobre modalidades de arrendamientos y predios agrcolas deexplotacin familiar. Hay, por cierto, numerosos errores fatales en la actual aplicacin de lareforma, especialmente en lo que respecta a la ausencia de una modificacin integral delsistema de precios. Pero el problema ya no es de orden conceptual: Corbachov y sus

    lugartenientes parecen comprender suficientemente bien la lgica econmica del mercado,pero al igual que los dirigentes de un pas del Tercer Mundo que enfrenta al FMI, temen alas consecuencias sociales derivadas del trmino de los subsidios a los productos deconsumo y otras formas de dependencia del sector pblico.

    En la esfera poltica, los cambios propuestos a la Constitucin sovitica, al sistemalegal y los reglamentos del partido no significan ni mucho menos el establecimiento de unEstado liberal. Gorbachov ha hablado de democratizacin principalmente en la esfera de losasuntos internos del partido, y ha dado pocas seales de querer poner fin al monopolio delpoder que detenta el partido comunista; de hecho, la reforma poltica busca legitimar y, portanto, fortalecer el mando del PCUS15.

    No obstante, los principios generales que subyacen

    en muchas de las reformas que el pueblo ha de ser verdaderamente responsable de sus

    propios asuntos; que los poderes polticos superiores deben responder a los inferiores y no ala inversa; que el imperio de la ley debe prevalecer sobre las acciones policacas arbitrarias,con separacin de poderes y un poder judicial independiente; que deben protegerselegalmente los derechos de propiedad, el debate abierto de los asuntos pblicos y ladisidencia pblica; que lossovietsse deben habilitar como un foro en el que todo el pueblopueda participar, y que ha de existir una cultura poltica ms tolerante y pluralistaprovienen de una fuente completamente ajena a la tradicin marxista-leninista de la URSS,aunque la formulacin de ellos sea incompleta y su implementacin muy pobre.

    Las reiteradas afirmaciones de Gorbachov en el sentido que slo est procurandorecuperar el significado original del leninismo son en s una suerte de doble lenguajeorwelliano. Gorbachov y sus aliados permanentemente han sostenido que la democracia alinterior del partido era de algn modo la esencia del leninismo, y que las diversas prcticasliberales de debate abierto, elecciones con voto secreto, e imperio de la ley, formaban todospane del legado leninista, y slo se corrompieron ms tarde con Stalin. Aunqueprcticamente cualquiera puede parecer bueno si se le compara con Stalin, trazar una lneatan drstica entre Lenin y su sucesor es cuestionable. La esencia del centralismodemocrtico de Lenin era el centralismo, no la democracia; esto es, la dictaduraabsolutamente rgida, monoltica y disciplinada de un partido comunista de vanguardiajerrquicamente organizado, que habla en nombre deldemos.Todos los virulentos ataquesde Lenin contra Karl Kautsky, Rosa Luxemburgo y varios otros mencheviques y rivales

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    social demcratas, para no mencionar su desprecio por la legalidad burguesa y suslibertades, se centraban en su profunda conviccin de que una revolucin dirigida por unaorganizacin gobernada democrticamente no poda tener xito.

    La afirmacin de Gorbachov de que busca retomar al verdadero Lenin es fcilmentecomprensible: habiendo promovido una denuncia exhaustiva del stalinismo y el

    brezhnevismo, sindicados como causa originaria del actual predicamento en que seencuentra la URSS, necesita de un punto de apoyo en la historia sovitica en el cual afincarla legitimidad de la continuacin del mando del PCUS. Pero los requerimientos tcticos deGorbachov no deben obnubilarnos el hecho que los principios democrticos ydescentralizadores que ha enunciado, tanto en la esfera poltica como en la econmica, sonaltamente subversivos de algunos de los preceptos ms fundamentales del marxismo y delleninismo. En realidad, si el grueso de las proposiciones de reforma econmica se llevarana efecto, es difcil pensar que la economa sovitica podra ser ms socialista que la de otrospases occidentales con enormes sectores pblicos.

    La Unin Sovitica de ningn modo podra ahora catalogarse de pas democrtico oliberal, y tampoco creo que laperestroikatenga muchas posibilidades de triunfar en forma

    tal que dicha etiqueta pueda ser concebible en un futuro cercano. Pero al trmino de lahistoria no es necesario que todos los pases se transformen en sociedades liberalesexitosas, slo basta que abandonen sus pretensiones ideolgicas de representar formasdiferentes y ms elevadas de sociedad humana. Y en este respecto creo que algo muyimportante ha sucedido en la Unin Sovitica en los ltimos aos: las crticas al sistemasovitico sancionadas por Gorbachov han sido tan vastas y devastadoras, que lasposibilidades de retroceder con facilidad al stalinismo o al brezhnevismo son muy escasas.Gorbachov finalmente ha permitido que la gente diga lo que privadamente habacomprendido desde haca muchos aos, es decir, que los mgicos encantamientos delmarxismo-leninismo eran un absurdo, que el socialismo sovitico no era superior en ningnaspecto al sistema occidental, sino que fue, en realidad, un fracaso monumental. Laoposicin conservadora en la URSS, conformada tanto por sencillos trabajadores que temenal desempleo y la inflacin, como por funcionarios del partido temerosos de perder sustrabajos y privilegios, se expresa con claridad, es franco y puede ser lo suficientementefuerte como para forzar la salida de Gorbachov en los prximos aos. Pero lo que ambosgrupos desean es tradicin, orden y autoridad: y no manifiestan un compromiso muyprofundo con elmarxismo-leninismo, salvo por el hecho de haber dedicado gran parte de supropia vida a l16.

    Para que en la Unin Sovitica se pueda restaurar la autoridad, despus

    de la demoledora obra de Gorbachov, se precisar de una nueva y vigorosa base ideolgica,que an no se vislumbra en el horizonte.

    Si aceptamos por el momento que ya no existen los desafos al liberalismo presentadospor el fascismo y el comunismo, quiere decir que ya no quedan otros competidoresideolgicos? O, dicho de manera diferente, existen otras contradicciones en las sociedadesliberales, ms all de la de clases, que no se puedan resolver? Se plantean dosposibilidades: la de religin y la del nacionalismo.

    El surgimiento en los ltimos aos del fundamentalismo religioso en las tradicionesCristiana, Juda y Musulmana ha sido extensamente descrito. Se tiende a pensar que elrenacimiento de la religin confirma, en cierto modo, una gran insatisfaccin con laimpersonalidad y vacuidad espiritual de las sociedades consumistas liberales. Sin embargo,aun cuando el vaco que hay en el fondo del liberalismo es, con toda seguridad, un defectode la ideologa para cuyo reconocimiento, en verdad, no se necesita de la perspectiva de

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    la religin,17no est del todo claro que esto pueda remediarse a travs de la poltica. Elpropio liberalismo moderno fue histricamente consecuencia de la debilidad de sociedadesde base religiosa, las que no pudiendo llegar a un acuerdo sobre la naturaleza de la buenavida, fueron incapaces de proveer siquiera las mnimas precondiciones de paz y estabilidad.En el mundo contemporneo, slo el Islam ha presentado un Estado teocrtico como

    alternativa poltica tanto al liberalismo como al comunismo. Pero la doctrina tiene pocoatractivo para quienes no son musulmanes, y resulta difcil imaginar que el movimientoadquiera alguna significacin universal. Otros impulsos religiosos menos organizados sehan satisfecho exitosamente dentro de la esfera de la vida personal que se permite en lassociedades liberales.

    La otra contradiccin mayor potencialmente insoluble en el liberalismo es la queplantean el nacionalismo y otras formas de conciencia racial y tnica. En realidad, esverdad que el nacionalismo ha sido la causa de un gran nmero de conflictos desde labatalla de Jena. En este siglo, dos guerras catastrficas fueron generadas, de un modo uotro, por el nacionalismo del mundo desarrollado, y si esas pasiones han enmudecido hastacierto punto en la Europa de la posguerra, ellas son an extremadamente poderosas en el

    Tercer Mundo. El nacionalismo ha sido histricamente una amenaza para el liberalismo enAlemania, y lo contina siendo en algunos lugares aislados de la Europa poshistrica,como Irlanda del Norte.

    Pero no est claro que el nacionalismo represente una contradiccin irreconciliable enel corazn del liberalismo. En primer lugar, el nacionalismo no es slo un fenmeno sinovarios que van desde la tibia nostalgia cultural a la altamente organizada y elaboradamentearticulada doctrina Nacional Socialista. Solamente los nacionalismos sistemticos de estaltima clase pueden calificarse de ideologa formal en el mismo nivel del liberalismo y elcomunismo. La gran mayora de los movimientos nacionalistas del mundo no tienen unaproposicin poltica ms all del anhelo negativo de independizarse de algn otro grupo opueblo, y no ofrecen nada que se asemeje a un programa detallado de organizacinsocioeconmica. Como tales, son compatibles con doctrinas e ideologas que s ofrecendichos programas. Y si bien ellos pueden constituir una fuente de conflicto para lassociedades liberales, este conflicto no surge tanto del liberalismo mismo como del hechoque el liberalismo en cuestin es incompleto. Por cierto, gran nmero de tensiones tnicasnacionalistas pueden explicarse en trminos de pueblos que se ven forzados a vivir ensistemas polticos no representativos, que ellos no han escogido.

    Puesto que es imposible descartar la aparicin sbita de nuevas ideologas ocontradicciones antes no reconocidas en las sociedades liberales, el mundo de hoy pareceentonces confirmar que el avance de los principios fundamentales de la organizacinpolitico-social no ha sido muy extraordinario desde 1806. Muchas de las guerras yrevoluciones que han tenido lugar desde esa fecha, se emprendieron en nombre deideologas que afirmaban ser ms avanzadas que el liberalismo, pero cuyas pretensionesfueron en definitiva desenmascaradas por la historia. Y, al tiempo, han contribuido apropagar el Estado homogneo universal al punto que ste podr tener un efectosignificativo en el carcter global de las relaciones internacionales.

    IVCules son las implicancias del fin de la historia para las relaciones internacionales?

    Claramente, la enorme mayora del Tercer Mundo permanece atrapada en la historia, y ser

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    rea de conflicto por muchos aos ms. Pero concentrmonos, por el momento, en losEstados ms grandes y desarrollados del mundo, quienes son, despus de todo, losresponsables de la mayor parte de la poltica mundial. No es probable, en un futuro pre-decible, que Rusia y China se unan a las naciones desarrolladas de Occidente en calidad desociedades liberales, pero supongamos por un instante que el marxismo-leninismo cesa de

    ser un factor que impulse las polticas exteriores de estos Estados, una perspectiva que sian no est presente, en los ltimos aos se ha convertido en real posibilidad. En unacoyuntura hipottica como sa: cun diferentes seran las caractersticas de un mundodesideologizado de las del mundo con el cual estamos familiarizados?

    La respuesta ms comn es la siguiente: no muy distintas. Porque muchos son losobservadores de las relaciones internacionales que creen que bajo la piel de la ideologa hayun ncleo duro de inters nacional de gran potencia que garantiza un nivel relativamentealto de competencia y de conflicto entre las naciones. En efecto, segn una escuela deteora de las relaciones internacionales, que goza de popularidad acadmica, el conflicto esinherente al sistema internacional como tal, y para comprender la factibilidad del conflictodebe examinarse la forma del sistema por ejemplo, si es bipolar o multipolar ms que

    el carcter especfico de las naciones y regmenes que lo constituyen. Esta escuela, enefecto, aplica una visin hobbesiana de la poltica a las relaciones internacionales ypresupone que la agresin y la inseguridad son caractersticas universales de las sociedadeshumanas, ms que el producto de circunstancias histricas especficas.

    Quienes comparten esa lnea de pensamiento consideran las relaciones existentes entrelos pases de la Europa del siglo XIX, en el sistema clsico de equilibrio de poderes, comomodelo de lo que sera un mundo contemporneo desideologizado. Charles Krauthammer,por ejemplo, explicaba poco tiempo atrs que si la URSS se viera despojada de la ideologamarxista-leninista como resultado de las reformas de Gorbachov, su conducta volvera a serla misma de la Rusia Imperial decimonnica18. Aunque estima que esto es ms alentadorque la amenaza de una Rusia comunista, deja entrever que todava habr un substancialgrado de competencia y de conflicto en el sistema internacional, tal como lo hubo, digamos,entre Rusia y Gran Bretaa o la Alemania guillermina en el siglo pasado. Este es, porcierto, un punto de vista conveniente para aquellos que desean admitir que algo importanteest cambiando en la Unin Sovitica, pero que no quieren aceptar la responsabilidad derecomendar la reorientacin radical de las polticas implcita en esa visin. Pero es estocierto?

    En realidad, la nocin de que la ideologa es una superestructura impuesta sobre unsubstrato constituido por los intereses permanentes de una gran potencia, es unaproposicin sumamente discutible. Porque la manera en que un Estado define su intersnacional no es universal, sino que se apoya en cierto tipo de base ideolgica, as comovimos que la conducta econmica est determinada por un estado previo de conciencia. Eneste siglo, los Estados han adoptado doctrinas claras y coherentes, con programas explcitosde poltica exterior que legitiman el expansionismo, a semejanza del marxismo-leninismo oel nacional socialismo. La conducta expansionista y competitiva de los Estados europeos enel siglo diecinueve descansaba sobre una base no menos idealista; nicamente que laideologa que la impulsaba era menos explcita que las doctrinas del siglo veinte. No sinrazn la mayora de las sociedades liberales europeas no eran liberales en cuanto creanen la legitimidad del imperialismo, esto es, en el derecho de una nacin a dominar a otrasnaciones sin tomar en cuenta los deseos de los dominados. Las justificaciones delimperialismo variaban de nacin en nacin, e iban desde la cruda creencia en la legitimidad

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    de la fuerza, especialmente cuando se la aplicaba a los no europeos, a la Responsabilidaddel Hombre Blanco y la Misin Evangelizadora de Europa, hasta el anhelo de dar a la gentede color acceso a la cultura de Rabelais y Molire. Pero cualesquiera fuesen las basesideolgicas especficas, todo pas desarrollado crea que las civilizaciones superioresdeban dominar a las inferiores, incluido, incidentalmente, el caso de los Estados Unidos

    respecto a Filipinas. En la ltima parte del siglo, esto produjo las ansias de una expansinterritorial pura, la que desempeara un papel nada pequeo en la generacin de la GranGuerra.

    El fruto del imperalismo radical y desfigurado del siglo diecinueve fue el fascismoalemn, una ideologa que justificaba el derecho de Alemania no slo a dominar a lospueblos no europeos, sino tambin a todos aquellos que no eran alemanes. Pero,retrospectivamente, Hitler al parecer represent un insano desvo en el curso general deldesarrollo europeo, y, desde su candente derrota, la legitimidad de cualquier clase deexpansin territorial ha quedado desacreditada por completo19. Luego de la segunda guerramundial, el nacionalismo europeo se ha visto despojado de sus garras y de toda relevanciareal en la poltica exterior, con el resultado de que el modelo decimonnico de conducta de

    las grandes potencias ha pasado a ser un severo anacronismo. La forma ms extrema denacionalismo que un pas europeo ha podido exhibir desde 1945 fue el gaullismo, cuyaasertividad ha sido ampliamente confinada a la esfera de la poltica y cultura perniciosas.La vida internacional en aquella parte del mundo donde se ha llegado al fin de la historia, secentra mucho ms en la economa que en la poltica o la estrategia.

    Los Estados occidentales desarrollados mantienen, por cierto, instituciones de defensa,y en el perodo de posguerra se han disputado arduamente su influencia para hacer frente alpeligro comunista mundial. Esta conducta ha sido alentada, sin embargo, por la amenazaexterna proveniente de Estados que poseen ideologas abiertamente expansionistas, y no sedara si no fuera por ello. Para que la teora neorrealista pueda considerarse seriamente,tendramos que creer que entre los pases miembros de la OECD se restablecera lanatural conducta competitiva si Rusia y China llegasen a desaparecer de la faz de laTierra. Esto es, Alemania Occidental y Francia se armaran una contra la otra como lohicieron en los aos 30; Australia y Nueva Zelandia enviaran asesores militares con elobjeto de bloquearse uno al otro sus respectivos avances en frica, y se fortificara lafrontera entre EE.UU. y Canad. Dicha perspectiva, por supuesto, es irrisoria: sin laideologa marxista-leninista tenemos muchas ms posibilidades de ver la CommonMarketization de la poltica mundial que la desintegracin de la CEE por unacompetitividad propia del siglo diecinueve. Efectivamente, como lo demuestra nuestraexperiencia cuando hemos tenido que abordar con los europeos materias tales como elterrorismo o Libia, ellos han ido mucho ms lejos que nosotros en el camino de negar lalegitimidad del uso de la fuerza en la poltica internacional, incluso en defensa propia.

    La suposicin automtica de que una Rusia despojada de su ideologa comunistaexpansionista retomara el camino en el que los zares la dejaron justo antes de laRevolucin Bolchevique, resulta, por tanto, muy curiosa. Da por supuesto que la evolucinde la conciencia humana ha quedado detenida en el intertanto, y que los soviticos, aunqueadopten ideas de moda en el campo de la economa, retornarn en materia de polticaexterior a concepciones que hace un siglo quedaron obsoletas en el resto de Europa. Esto,por cierto, no es lo que ocurri en China luego que se iniciara el proceso de reforma. Lacompetitividad y el expansionismo chinos han desaparecido virtualmente del escenariomundial. Pekn ya no patrocina insurgencias maostas ni intenta cultivar influencias en

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    lejanos pases africanos como lo haca en los aos sesenta. Esto no significa que la actualpoltica exterior no presente aspectos perturbadores, como la imprudente venta detecnologa de misiles balsticos al Medio Oriente; y la Repblica China continaexhibiendo la tradicional conducta de gran potencia al apadrinar el Khmer Rouge contraVietnam. Pero lo primero se explica por motivos econmicos, y lo ltimo es un vestigio de

    antiguas rivalidades de base ideolgica. La nueva China se asemeja mucho ms a la Franciade De Gaulle que a la Alemania de la primera guerra mundial.La verdadera interrogante del futuro, sin embargo, es el grado en que las lites

    soviticas han asimilado la conciencia del Estado homogneo universal que es la Europaposhitleriana. Por sus escritos, y por mis contactos personales con ella no me cabe dudaalguna que laintelligentsia liberal sovitica congregada en torno a Gorbachov ha llegado ala visin del fin de la historia en un lapso extraordinariamente corto, y esto se debe, en nopoca medida, a los contactos que sus miembros han tenido, desde la era Brezhnev, con lacivilizacin europea que les rodea. El Nuevo Pensamiento Poltico, la rbrica de susconcepciones, describe un mundo dominado por preocupaciones econmicas, en el que noexisten bases ideolgicas para un conflicto importante entre las naciones, y en el cual, por

    consiguiente, el uso de la fuerza militar va perdiendo legitimidad. Como sealara elMinistro de Relaciones Exteriores, Eduard Shevardnadze, a mediados de 1988:La lucha entre dos sistemas opuestos ha dejado de ser una tendencia determinante de la

    era actual. En la etapa moderna, la capacidad para acumular riqueza material a una tasaacelerada sobre la base de una ciencia de avanzada y de un alto nivel tcnico ytecnolgico y su justa distribucin, as como la restauracin y proteccin, mediante unesfuerzo conjunto, de los recursos necesarios para la supervivencia de la humanidad,adquieren decisiva importancia20.

    Sin embargo, la conciencia poshistrica que representa el nuevo pensamiento slo esuno de los futuros posibles de la Unin Sovitica. Ha existido siempre en la UninSovitica una fuerte corriente de chovinismo ruso, la que ha podido expresarse con mayor

    libertad desde el advenimiento de laglasnost. Es posible que por un tiempo se retorne almarxismo-leninismo tradicional, simplemente como una oportunidad de reagrupacin paraaquellos que quieren restaurar la autoridad que Gorbachov ha disipado. Pero como enPolonia, el marxismo-leninismo ha muerto como ideologa movilizadora: bajo sus banderasno puede lograrse que la gente trabaje ms, y sus adherentes han perdido la confianza en smismos. A diferencia de los propagandistas del marxismo-leninismo tradicional, sinembargo, los ultranacionalistas en la URSS creen apasionadamente en su causa eslavfla, ytiene uno la sensacin de que la alternativa fascista no es algo que all se haya desvanecidopor completo.

    La Unin Sovitica, por tanto, se encuentra en un punto de bifurcacin del camino:puede comenzar a andar por el que Europa occidental demarc hace cuarenta y cinco aos,un camino que ha seguido la mayor parte de Asia, o puede consumar su propia singularidady permanecer estancada en la historia. La decisin que adopte ser muy importante paranosotros, dados el tamao y el podero militar de la Unin Sovitica; porque esta potenciaseguir preocupndonos y disminuir nuestra conciencia de que ya hemos emergido al otrolado de la historia.

    VLa desaparicin del marxismo-leninismo, primero en China y luego en la Unin

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    Sovitica, significar su muerte como ideologa viviente de importancia histrica mundial.Porque si bien pueden haber algunos autnticos creyentes aislados en lugares comoManagua, Pyongyang, o en Cambridge, Massachusetts, el hecho de que no haya un soloEstado importante en el que tenga xito socava completamente sus pretensiones de estar enla vanguardia de la historia humana. Y la muerte de esta ideologa significa la creciente

    Common Marketizationde las relaciones internacionales, y la disminucin de la posibilidadde un conflicto en gran escala entre los Estados.Esto no significa, por motivo alguno, el fin del conflicto internacionalper se.Porque el

    mundo, en ese punto, estara dividido entre una parte que sera histrica y una parte quesera poshistrica. Incluso podran darse conflictos entre los Estados que todavapermanecen en la historia, y entre estos Estados y aquellos que se encuentran al final de lahistoria. Se mantendr tambin un nivel elevado y quizs creciente de violencia tnica ynacionalista puesto que estos impulsos an no se han agotado por completo en algunasregiones del mundo poshistrico. Palestinos y kurdos, sikhs y tamiles, catlicos irlandeses yvalones, armenios y azerbaijanes seguirn manteniendo sus reclamaciones pendientes. Estoimplica que el terrorismo y las guerras de liberacin nacional continuarn siendo un asunto

    importante en la agenda internacional. Pero un conflicto en gran escala tendra que incluir agrandes Estados an atrapados en la garra de la historia, y stos son los que parecen estarabandonando la escena.

    El fin de la historia ser un momento muy triste. La lucha por el reconocimiento, lavoluntad de arriesgar la propia vida por una meta puramente abstracta, la lucha ideolgica aescala mundial que exiga audacia, coraje, imaginacin e idealismo, ser reemplazada porel clculo econmico, la interminable resolucin de problemas tcnicos, la preocupacinpor el medio ambiente, y la satisfaccin de las sofisticadas demandas de los consumidores.En el perodo poshistrico no habr arte ni filosofa, slo la perpetua conservacin delmuseo de la historia humana. Lo que siento dentro de m, y que veo en otros alrededor mo,es una fuerte nostalgia de la poca en que exista la historia. Dicha nostalgia, en verdad, vaa seguir alentando por algn tiempo la competencia y el conflicto, aun en el mundoposhistrico. Aunque reconozco su inevitabilidad, tengo los sentimientos ms ambivalentespor la civilizacin que se ha creado en Europa a partir de 1945, con sus descendientes en elAtlntico Norte y en Asia. Tal vez esta misma perspectiva de siglos de aburrimiento al finalde la historia servir para que la historia nuevamente se ponga en marcha.

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    FRANCIS FUKUYAMA21

    PPeennssaannddoossoobbrreeeellffiinnddeellaa

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    Este verano se cumple el dcimo aniversario de la publicacin de mi artculo The end

    of history? en The National Interest, y con ese motivo se me ha pedido que escriba unaretrospectiva sobre mi hiptesis original. Desde que se public el artculo, mis crticos hanexigido con regularidad que reconsidere mi opinin de que la historia se ha terminado, conla esperanza de que me retracte. Para ellos, expondr mi balance final: nada de lo que hasucedido en la poltica o la economa mundiales en los ltimos diez aos contradice, en miopinin, la conclusin de que la democracia liberal y la economa de mercado son lasnicas alternativas viables para la sociedad actual.

    Las situaciones ms graves en ese periodo han sido la crisis econmica de Asia y el

    aparente estancamiento de la reforma en Rusia. Pero, a pesar de que estos sucesosconstituyen lecciones polticas muy interesantes, son, al fin y al cabo, corregibles mediantela poltica y no suponen un fracaso sistemtico del orden liberal que prevalece en el mundo.

    Por otra parte, el argumento que utilic para demostrar que la historia es direccional,progresiva y que culmina en el moderno Estado liberal, tiene un defecto fundamental, peroslo uno de los cientos de analistas que discutieron The end of history ha comprendido suverdadera debilidad: la historia no puede terminar, puesto que las ciencias de la naturalezaactuales no tienen fin, y estamos a punto de alcanzar nuevos logros cientficos que, enesencia, abolirn la humanidad como tal.

    Buena parte del debate inicial sobre The end of history fue una absurda cuestin desemntica, ya que muchos lectores no comprendieron que yo estaba haciendo referencia a

    la historia en su sentido hegeliano y marxista de evolucin progresiva de las institucionespolticas y econmicas humanas. Mi razonamiento era que la historia entendida de esaforma est dirigida por dos fuerzas bsicas: la evolucin de las ciencias naturales y latecnologa, que establece las bases para la modernizacin econmica, y la lucha por elreconocimiento, que, en ltima instancia, exige un sistema poltico que reconozca losderechos humanos universales. Al contrario que los marxistas, yo afirmaba que esteproceso de evolucin histrica no culminaba en el socialismo, sino en la democracia y en laeconoma de mercado.

    La tesis se ha atacado tan frecuente e implacablemente que a estas alturas es difcilimaginar que haya algn punto de vista desde el que no se haya criticado The end ofhistory. A comienzos de los noventa se hacan muchas conjeturas sobre las diversas

    alternativas de la poltica mundial; alternativas que, en opinin de muchos observadores,ms que acercarse, se alejaban de la democracia liberal. La preocupacin ms persistentehaca referencia al nacionalismo y al conflicto tnico, una perspectiva comprensible a lavista de los conflictos en la antigua Yugoslavia, Ruanda, Somalia y otros puntos negros.Aunque tambin se han considerado rivales posibles de la democracia liberal otrosregmenes polticos como la teocracia islmica, el autoritarismo blando asitico o incluso elneobolchevismo.

    Los acontecimientos de la segunda mitad de los noventa -con las agitaciones

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    financieras que dieron lugar a la crisis econmica asitica, el aparente estancamiento de lareforma democrtica en Rusia y la inestabilidad que repentinamente se ha manifestado en elsistema financiero mundial- han sido en muchos aspectos ms amenazadoras para lahiptesis del final de la historia que los primeros. Despus de todo, yo nunca plante quetodos los pases alcanzaran una democracia a corto plazo, slo que haba una lgica de

    evolucin en la historia humana que conducira a los pases ms avanzados hacia lademocracia y los mercados liberales. Por tanto, el hecho de que algunos pases como Serbiao Irn hayan quedado fuera de este proceso evolutivo no sirve como argumento en contra.La actual crisis de Kosovo, por trgica que sea, no es un acontecimiento histrico mundialque vaya a modelar para siempre las instituciones fundamentales. Por otra parte, si sedemostrara que la locomotora de la evolucin del cambio histrico se haba roto, habra quereplantearse la idea de que la historia es progresiva. Pero, a pesar de las penurias y losreveses sufridos por Mxico, Tailandia, Indonesia, Corea del Sur y Rusia, como resultadode su integracin en la economa mundial, no se est produciendo, como afirma GeorgeSoros, una crisis general del capitalismo.

    Hay al menos dos razones importantes para el progreso indefinido de la

    mundializacin. En primer lugar, no hay una alternativa de modelo de desarrollo viable queprometa mejores resultados, ni siquiera tras la crisis de 1997-1998. En particular, losacontecimientos de los diez ltimos aos han desacreditado an ms al principalcompetidor de la mundializacin, el denominado modelo de desarrollo asitico. La crisiseconmica que golpe Asia ha demostrado la vacuidad del autoritarismo blando asitico,porque pretenda basar su legitimidad en el avance econmico, y eso le hizo vulnerable enlos periodos de crisis.

    La segunda razn por la que no es probable que se invierta el sentido de lamundializacin est relacionada con la tecnologa. La mundializacin actual estrespaldada por la revolucin en la tecnologa de la informacin que ha llevado el telfono,el fax, la radio, la televisin y la Internet a los rincones ms remotos de la Tierra. Estos

    cambios dan autonoma a los individuos y son profundamente democratizadores en muchosniveles. Ningn pas puede hoy en da desconectarse de los medios de comunicacinmundiales o de las fuentes de comunicacin exteriores; las tendencias que se inician en unrincn del mundo se copian rpidamente a miles de kilmetros de distancia. Aquellos quecreyeron encontrar el principal punto flaco de la teora del final de la historia en losacontecimientos polticos y econmicos de los ltimos diez aos hacen lea de un rbolequivocado.

    El principal defecto de El final de la historia? se encuentra en el hecho de que laciencia puede no tener fin, pues rige el proceso histrico, y estamos en la cspide de unanueva explosin de innovaciones tecnolgicas en las ciencias de la vida y en labiotecnologa. El periodo transcurrido desde la Revolucin Francesa ha sido testigo dediferentes doctrinas que esperaban superar los lmites de la naturaleza humana mediante lacreacin de un nuevo tipo de ser humano, que no estuviera sometido a los prejuicios ylimitaciones del pasado.

    El rotundo fracaso de estos experimentos a finales del siglo XX nos mostr los lmitesdel constructivismo social y refrend un orden liberal y basado en el mercado, apoyado enverdades evidentes sobre la naturaleza y el Dios de la naturaleza. Pero a lo mejor lasherramientas de los constructivistas del siglo XX, desde las primeras socializaciones de lainfancia y el psicoanlisis hasta la agitprop y los campos de trabajo, son sencillamentedemasiado burdos como para alterar efectivamente el substrato natural de la conducta

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    humana.El carcter abierto de las actuales ciencias naturales indica que la biotecnologa nos

    aportar en las dos generaciones prximas las herramientas que nos van a permitir alcanzarlo que no consiguieron los ingenieros sociales del pasado. En ese punto, habremosconcluido definitivamente la historia humana porque habremos abolido los seres humanos

    como tales. Y entonces comenzar una nueva historia poshumana.

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    FRANCIS FUKUYAMA

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    Una serie de analistas han afirmado que la tragedia del 11 de septiembre demuestra queyo estaba absolutamente equivocado cuando dije, hace ms de una dcada, que habamosllegado al fin de la historia. El coro comenz casi inmediatamente, con George Will, queafirm que la historia haba vuelto de sus vacaciones, y Fareed Zakaria, que declar el findel fin de la historia.

    A primera vista resulta absurdo, e insultante para la memoria de aquellos que murieronel 11 de septiembre, declarar que este ataque sin precedentes no alcance el nivel de hechohistrico. Pero la forma en que yo utilic la palabra historia, o, mejor dicho, Historia, eradistinta: se refera al avance de la humanidad a lo largo de los siglos hacia la modernidad,caracterizada por instituciones como la democracia liberal y el capitalismo.

    Mi observacin, hecha en 1989, en la vspera de la cada del comunismo, era que esteproceso de evolucin pareca estar llevando a zonas cada vez ms amplias de la Tierrahacia la modernidad. Y que si mirbamos ms all de la democracia y los mercadosliberales, no haba nada hacia lo que podamos aspirar a avanzar; de ah el final de lahistoria. Aunque haba zonas retrgradas que se resistan a este proceso, era difcilencontrar un tipo de civilizacin alternativa que fuera viable en la que la gente quisiera deverdad vivir, tras haber quedado desacreditados el socialismo, la monarqua, el fascismo yotros tipos autoritarios de gobierno.

    Este punto de vista ha sido discutido por mucha gente, y quiz el ms coherente hayasido Samuel Huntington. l aleg que, ms que avanzar hacia un nico sistema global, elmundo permanecera enfangado en un choque de civilizaciones, donde seis o siete

    grandes grupos culturales coexistiran sin converger y constituiran las nuevas lneas defractura del conflicto global. Dado que el ataque perpetrado con xito contra el centro delcapitalismo mundial se debi evidentemente a extremistas islmicos contrarios a laexistencia misma de la civilizacin occidental, los observadores han estado colocando mihiptesis sobre el fin de la historia en una situacin de enorme inferioridad con respectoal choque' de Huntington.

    Yo creo que en el fondo sigo teniendo razn. La modernidad es un poderoso tren demercancas que no descarrilar por los acontecimientos recientes, por muy dolorosos y sinprecedentes que hayan sido. La democracia y los mercados libres seguirn expandindose alo largo del tiempo como los principios dominantes de la organizacin en gran parte delmundo. Pero merece la pena pensar en el autntico alcance del desafo actual.

    Siempre he credo que la modernidad tiene una base cultural. La democracia liberal y ellibre mercado no funcionan en todo tiempo y en todo lugar. Donde mejor funcionan es ensociedades con ciertos valores cuyos orgenes pueden no ser enteramente racionales. No escasualidad que la democracia liberal moderna surgiera primero en el Occidente cristiano,dado que la universalidad de los derechos democrticos se puede interpretar muchas vecescomo una forma secular de la universalidad cristiana.

    La cuestin principal planteada por Samuel Huntington es si las instituciones de lamodernidad, como la democracia liberal y el libre mercado, funcionarn slo en Occidente

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    o si su atractivo es lo suficientemente amplio como para permitirlas abrirse camino en lassociedades no occidentales. Yo creo que es as. La prueba est en los avances que hanexperimentado la democracia y el libre mercado en regiones como Asia oriental,Latinoamrica, la Europa ortodoxa, el sur de Asia e incluso frica. La prueba est tambinen los millones de inmigrantes del Tercer Mundo que todos los aos votan con sus pies por

    vivir en las sociedades occidentales y que acaban por asimilar los valores de Occidente. Elflujo de personas que se mueve en direccin contraria, y el nmero de los que quieren hacersaltar por los aires a Occidente hasta donde puedan, es, en comparacin, insignificante.

    Pero parece que hay algo en el Islam, o por lo menos en las versiones fundamentalistasdel Islam, que ha predominado en los ltimos aos, y que hace que las sociedadesmusulmanas sean especialmente resistentes a la modernidad. De todos los sistemasculturales contemporneos, el mundo islmico es el que tiene menos democracias (sloTurqua) y no incluye ningn pas que haya hecho la transicin del Tercer al Primer Mundoa la manera de Corea del Sur o Singapur.

    Hay muchos pueblos no occidentales que prefieren el componente econmico ytecnolgico de la modernidad y esperan conseguirlo sin tener que aceptar igualmente la

    poltica democrtica o los valores culturales de Occidente (por ejemplo, China y Singapur).Hay otros a los que les gusta tanto la versin poltica como la econmica de la modernidad,pero simplemente no dan con la forma de alcanzarlas (Rusia es un ejemplo). Para ellos, latransicin a la modernidad al estilo occidental puede ser larga y dolorosa. Pero no hayninguna barrera cultural insuperable que pueda evitar que finalmente lleguen all, y ellosconstituyen las cuatro quintas partes de la poblacin mundial.

    El Islam, en cambio, es el nico sistema cultural que parece producir con regularidadgente que, como Osama Bin Laden o los talibanes, rechaza la modernidad de pies a cabeza.Esto suscita la pregunta de hasta qu punto son representativas estas personas de la grancomunidad musulmana, y si su rechazo es de alguna forma inherente al Islam. Porque siaquellos que la rechazan son algo ms que marginales lunticos, entonces Huntington tiene

    razn y vamos hacia un conflicto prolongado que se hace peligroso en virtud de sucapacitacin tecnolgica.La respuesta que los polticos de Oriente y Occidente han venido dando desde el 11 de

    septiembre es que los que simpatizan con los terroristas son una 'pequea minora' demusulmanes, y que la inmensa mayora est sobrecogida por lo que ha sucedido. Esimportante para ellos decir esto para evitar que los musulmanes como grupo se conviertanen blancos del odio. El problema es que el odio y el disgusto por Estados Unidos y lo querepresenta estn mucho ms extendidos que todo eso.

    Est claro que el grupo de personas dispuestas a ir en misiones suicidas y a conspiraractivamente contra Estados Unidos es pequeo. Pero la simpata hacia ellas se pudomanifestar en un primer sentimiento de alegra maligna ante la visin de las torres que sedesmoronaban, un sentimiento inmediato de satisfaccin al ver que Estados Unidos tena loque se haba merecido, seguidos despus, y slo despus, por unas manifestaciones dedesaprobacin puramente formales. Si medimos por este rasero, la simpata por losterroristas es una caracterstica de mucho ms que una 'pequea minora' de musulmanes, yse extiende desde las clases medias de pases como Egipto hasta los que emigran aOccidente.

    Esta aversin y odio ms amplios parecen representar algo ms profundo que una meraoposicin a las polticas estadounidenses como el apoyo a Israel o el embargo contra Irak, eincluir un odio por la sociedad subyacente. Despus de todo, hay mucha gente en el mundo,

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    incluso muchos estadounidenses, que estn en desacuerdo con las polticas de EstadosUnidos, pero eso no les lanza a paroxismos de rabia y de violencia. Ni tampoco es cuestinnecesariamente de ignorancia sobre la calidad de vida en Occidente. El secuestrador suicidaMohamed Atta era un hombre culto de una familia bien de Egipto que haba vivido yestudiado en Alemania y Estados Unidos durante varios aos. Quiz, como han especulado

    muchos analistas, el odio nace de un resentimiento hacia el xito de Occidente y el fracasomusulmn.Pero, en lugar de psicoanalizar el mundo musulmn, tiene mucho ms sentido

    preguntarse si el Islam radical constituye una alternativa seria a la democracia liberaloccidental para los propios musulmanes. (No hace falta decir que, a diferencia delcomunismo, el Islam radical no tiene prcticamente ningn atractivo en el mundocontemporneo, excepto para aquellos que son culturalmente islmicos).

    Para los propios musulmanes, el Islam poltico ha resultado ser mucho ms atractivo enabstracto que en la realidad. Tras 23 aos de gobiernos religiosos fundamentalistas, lamayora de los iranes, y en especial casi todos los menores de 30 aos, querran vivir enuna sociedad mucho ms liberal. Los afganos que han vivido bajo el rgimen talibn

    sienten ms o menos lo mismo. Todo el odio contra Estados Unidos cosechado a golpe detambor no se traduce en un programa poltico viable que pueda ser seguido por lassociedades musulmanas en los aos venideros.

    Seguimos estando en el fin de la historia porque slo hay un sistema de Estado quecontinuar dominando la poltica mundial, el del Occidente liberal y democrtico. Esto nosupone un mundo libre de conflictos, ni la desaparicin de la cultura como rasgo distintivode las sociedades. (En mi artculo original seal que el mundo poshistrico seguirapresenciando actos terroristas y guerras de liberacin nacional).

    Pero la lucha que afrontamos no es el choque de varias culturas distintas y equivalentesluchando entre s como las grandes potencias de la Europa del XIX. El choque se componede una serie de acciones de retaguardia provenientes de sociedades cuya existencia

    tradicional s est amenazada por la modernizacin. La fuerza de esta reaccin refleja laseriedad de la amenaza. Pero el tiempo y los recursos estn del lado de la modernidad, y noveo hoy en Estados Unidos ninguna falta de voluntad de prevalecer.

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    FRANCIS FUKUYAMA

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    Porqu el fin de la historia estaba fundamentalmenteequivocado

    Si reorientamos nuestra perspectiva desde la poltica y la economa contemporneashacia temas ms filosficos, veremos que existen desarrollos que se perciben a simple vistasobre el final del siglo XX y que podran acabar definitivamente con la historia humana,pero no de la manera que yo sugera en El fin de la Historia y el ltimo hombre. All yoargumentaba que la direccionalidad y el carcter progresivo de la historia humana habasido impulsado por el despliegue de la moderna ciencia natural. La energa del vapor, losferrocarriles y la produccin maqunica crearon la Era Industrial e hicieron posible laaparicin del estado centralizado, burocrtico y racional de Max Weber, del cual la UninSovitica ha sido un ejemplo extremo. Por otra parte, el pasaje de una sociedad industrial auna postindustrial estableci un conjunto muy diferente de condiciones econmicas, en elcual las manufacturas dan lugar a los servicios, los requisitos educativos se elevansustancialmente, la inteligencia relega la produccin material a un segundo plano, latecnologa y la innovacin tecnolgica lo penetran todo, y la complejidad de la vidaeconmica aumenta en forma exponencial.

    El socialismo, al menos en la forma de planificacin centralizada que se practic en lospases ex comunistas, no puede sobrevivir bajo las condiciones postindustriales. Lasrazones fueron delineadas hace cincuenta aos en un artculo ya clsico de Friedrich vonHayek25. En una economa moderna, la mayor parte de la informacin que se genera es decarcter local y requiere al mismo tiempo del manejo de conocimientos tecnolgicos cadavez ms avanzados. Es el obrero que trabaja en la planta fabril atornillando el panel de lapuerta de un auto quien sabe cundo ste tiene una falla, y no el gerente que permanecesentado en las oficinas centrales de la corporacin; del mismo modo, es el director con unttulo en ingeniera, antes que el jefe del partido, quien comprende los requerimientos parala construccin de la fbrica.

    Los sistemas econmicos que canalizan los procesos de toma de decisiones a travs deagencias centralizadas se sobrecargan a s mismos con obligaciones que son catastrficoscuellos de botella. El aumento de la complejidad econmica y tcnica, y la clase deconocimiento local y tctico que se requiere para manejar esta complejidad, impone casiinevitablemente un alto grado de descentralizacin en el proceso de toma de decisioneseconmicas, el cual significa una confianza mayor en los mercados.

    El cambio desde estructuras de autoridad centralizadas, jerrquicas y burocrticas haciaotras ms participativas en las que el poder y la autoridad se hallan ms ampliamentedistribuidos, ha caracterizado no slo ala poltica sino tambin a las firmas privadas en laeconoma. Del mismo modo que la sobrecentralizacin de la toma de decisiones enAlemania del Este o en la ex Unin Sovitica ahog la innovacin, tambin lasobrecentralizacin y la sobreburocratizacin de las grandes compaas como IBM yAT&T da seriamente su capacidad para competir contra empresas ms pequeas y

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    flexibles.En lo que a esto se refiere, la revolucin de la informacin en marcha ha tenido un gran

    impacto en la poltica global y adelant la llegada del fin de la Historia. Mientras que lasprincipales tecnologas de finales del siglo XIX y principios del XX -desde laspetroqumicas hasta los automviles y desde la energa nuclear hasta las armas- alentaron

    las escalas jerrquicas y la centralizacin, las tecnologas de finales del siglo XX parecenalentar la flexibilizacin y la descentralizacin. La llegada de informacin barata yomnipresente ha tenido un profundo efecto democratizador; es mucho ms difcil para lasestructuras jerrquicas de varios tipos, desde los gobiernos a los sindicatos pasando por lascorporaciones, usar su control sobre la informacin para manipular a aquellos sobre quienesejercen su autoridad. No se trata