Felipe II y el monasterio de San Lorenzo de El Escorial

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EL MONASTERIO DE SAN LORENZO DE EL ESCORIAL Breve Guía AITOR MERINO MARTÍNEZ Universidad Autónoma de Madrid

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EL MONASTERIO DE SAN LORENZO DE EL ESCORIAL

Breve Guía

AITOR MERINO MARTÍNEZ

Universidad Autónoma de Madrid

Esquema de la Visita

Esquema de la Visita

Elige Escorial por establecer la capital en Madrid, no en Granada como dice Vasari. San Lorenzo

por ser 1º mártir hispano y ser el día del triunfo en San Quintín.

Obra rápida, en 20 años, excepto mausoleo que se termina con Felipe IV. Restauración de la

fachada y la escalera de Juan de Herrera por Villanueva tras los Incendio con Carlos II.

Carlos III, con Villanueva, construye el resto de palacios para el resto de la familia real.

1. Sala de Batallas: Galerías Europeas (pasear, ver espectáculos, conexión zona pública-

privada, charlas y pasear), La Higueruela, Grutescos, San Quintín (única en la que

participa, gana el día de San Lorenzo).

2. Palacio: Monasterios Españoles tienen una habitación para el rey, aquí un palacio

entero, pero simple. Pintura flamenca, llena de detalles.

3. Habitación Felipe II: Cama con tapices de Amberes, ventana para ver altar y mausoleo.

4. Mausoleo: Cristo propuesto por Bernini, Puerta previa para descomposición de los

cuerpos. Sólo faltan Felipe V y Fernando VI.

5. Isabel II construye el Panteón de Infantes para los hijos y esposas no reinantes.

6. Salas Capitulares: Grutescos 4º Estilo Pompeyano, escenas alegóricas, Greco y su San

Mauricio (Para altar grande de la Basílica, desechado por uno de Cincinato), Tiziano y

Tintoretto, Bosco y Patinir, Cristo de Bernini.

7. Claustro: cerrado y con un sentido procesional, decorado con escenas de la vida de la

Virgen y Cristo.

8. Iglesia Vieja: San Lorenzo de Tiziano, propuesto para el altar mayor pero con errores

de medida y demasiado oscuro para que se viera. Las 2 siguientes versiones de Luca

Cambiaso y Zuccaro, pero finalmente se decantas por Tibaldi.

9. Escalera monumental de Villanueva con Carlos II y decorado por pinturas de Luca

Giordano representando La Gloria de la Casa de Austria: balcón con Carlos II, su mujer

y su suegra; observando cómo Felipe II y Carlos V se encuentran con la Santísima

Trinidad.

10. Salas del Claustro, espacios austeros con imágenes de gran religiosidad y claridad.

11. Sala de bóveda, se escucha de esquina a esquina.

12. Basílica: Luis Morales no apto, otros demasiado jóvenes, italianos no conocen

condiciones.

13. Navarrete, el Mudo, al que también encargan retablo -> muere a los 3 meses

quedando 19 pequeños y los grandes.

14. Coello, Urbina y Carvajal se encargan.

15. Retablo, de Juan de Toledo: Tiziano ya hemos dicho que no, así que Tibaldi y Zuccaro

se encargan. Esculturas de los Leoni con Carlos V y Felipe II, modelo en escayola de

Juan Pantoja de la Cruz.

16. Lucas Cambiaso el coro, muere del agotamiento. Hizo la Santa Úrsula y el sacrificio de

las jóvenes, pero demasiadas pocas vírgenes.

17. Cincinato el San Mauricio que no quiso de El Greco.

18. Zuccaro también pintó las puertas de los 2 enormes relicarios, corregidos por Juan

Gómez para quitar expresividad.

19. Biblioteca: sobre la entrada (tradición universitaria españolas) conecta el convento

con el colegio de teología. 7 Tramos -> 7 artes liberales presididas por filosofía y

Teología. Primera en colocar las librerías de Herrera contra la pared. Bóveda de Tibaldi

y cuadros de Pantoja de la Cruz.

Aitor Merino Martínez

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Felipe II y el monasterio de San Lorenzo de El Escorial:

Funciones, espacios y decoración.

Siendo aún Príncipe de España, Felipe II viajará por distintos países, donde podrá conocer y

entablar relación con los mejores artistas. Sus férreos principios religiosos, harán que gran

parte de su colección se tratara de pintura religiosa, de un marcado carácter piadoso, aunque

también poseerá obras de carácter profano, algunas de ellas de gran erotismo. Prueba de ello

sería la serie de Poesías encargada a Tiziano o varias obras mitológicas de Correggio.

Un monarca astuto, mantenedor de la fe católica, austero e introvertido, lo que marcará su

conducta de vida, primordialmente ascética, siendo usual su reclusión monástica en El Escorial.

No obstante, dichos rasgos también influirán en la selección de artistas y obras como veremos

a lo largo del presente trabajo.

Por un lado, poseerá un gusto por la pintura flamenca, que ya le venía de su bisabuela

materna, Isabel la Católica. Del mismo modo, la tía de su padre, Margarita de Austria, quien

llegará a ser poseedora del Matrimonio Arnolfini de Van Eyck. También la hermana de su

padre, María de Hungría, quien se hará por ejemplo con el Descendimiento de Van der

Weyden. Todo ello, pasará finalmente por herencia a Felipe II.

No obstante, también tendrá un interés por la compra de este estilo de obras, de ahí su

empeño (fallido) de comprar la Adoración del Cordero Místico. También sentirá un especial

aprecio por la pintura de Patinir y El Bosco, cuya obra, al ser considerada alegoría moral,

censura de los vicios humanos, será enviada al monasterio de El Escorial, cosa que no habría

sucedido de ser entendida como pintura profana, erótica o de puro entretenimiento.

También tendrá un especial aprecio por la pintura Veneciana, principalmente por Tiziano,

pasión claramente heredada de su padre. Por esta razón, continuará haciéndole encargos de

pintura religiosa y retratos, aunque no de pintura profana y mitológica, de ahí que la Venus,

Cupido y un organista fuera rápidamente regalada.

Su tía María de Hungría también sería una apasionada de la pintura Veneciana, aunque en su

caso incluyera cuadros de temática mitológica, como la serie de las Furias que le encargaría a

Tiziano, aunque con un sentido simbólico: fábulas en las que se castiga la rebelión, igual que

castigaría cualquier rebelión contra su hermano, Carlos V.

Como ya hemos comentado, Felipe II realizará principalmente encargos de pintura religiosa,

obras devotas de uso piadoso. Para los espaciosos monásticos de El Escorial, Felipe II escogería

los cuadros de mayor devoción que excitaran la piedad. Por el contrario, los lienzos con una

mayor teatralización y colorido, capaces de emocionar a los fieles, se destinaron a la basílica.

Al concluir el conjunto, Felipe II se recluirá en él, llevando una vida casi de religioso. Desde que

enviuda de su última mujer en el año 80, Ana de Austria, dejará de gustar de la pintura

profana, exigiendo incluso a la pintura religiosa el mayor decoro posible, principalmente en

aquellas destinadas al culto público. Así, por ejemplo, rechazará lienzos como el Martirio de

San Mauricio de El Greco, del que hablaremos posteriormente, pese a que esto restase

socialmente fama a su rigor artístico.

Aitor Merino Martínez

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Felipe II no residirá nunca en El Escorial permanentemente, será una residencial real igual que

El Alcázar o Aranjuez. No obstante, la obra escurialense tendrá una complejidad mayor, puesto

que poseerá tres palacios dentro de un mismo conjunto.

El nivel de complejidad será tal, que la habitación de Felipe II, igual que la de su padre en

Yuste, se dispondrá de tal manera que posibilite al monarca observar el altar de la basílica

desde la cama a través de varias ventanas. Así, siempre se encontrará cerca del tabernáculo,

pero también del panteón familiar y real situado bajo él, que será ya concluido en tiempos de

Felipe IV, convirtiéndose en la “casa eterna del rey de España”, como señala el profesor

Marías.

En época de Carlos II, el edificio sufrirá varios incendios que obligarán a realizar

reconstrucciones, aunque serán mayoritariamente acertadas.

Con la llegada de Felipe V, y por ende de los Borbones, se realizarán nuevas construcciones,

todas ellas con un nuevo aire, entre las que sobresaldría el Palacio de La Granja de San

Ildefonso, donde decidirá enterrarse el monarca, o el Palacio Real de Madrid.

No obstante, el marcado carácter ilustrado de Carlos III, volverá la vista hacia El Escorial,

recuperando la condición de Casa Real, pasando allí principalmente las jornadas de otoño. Será

con él cuando Villanueva afronte la difícil tarea de recomponer la fachada exterior y construir

la excepcional escalera interior, aunque su mayor labor se realizará extramuros, ya que deberá

ampliar el palacio mediante la construcción de la Casa de la reina y de Infantes, de Ministerios,

la Casita de Abajo, la de Arriba….

Posteriormente, el siglo XIX estará marcado por las Guerras Carlistas y las continuas

desamortizaciones, por lo que el conjunto arquitectónico no volverá a ser aquello que fue en

tiempos de Felipe II. No obstante, aun hoy en día se ha mantenido su utilización para la

celebración de eventos señalados, al igual que su función como museo abierto, aunque el

papel más importante que sigue vigente hoy en día es el de Panteón Real, que lo sigue

convirtiendo en Casa Real: “casa eterna del rey de España”, como ya dijimos previamente.

Para la elección de la localización, Felipe II escogió un espacio cerca de Madrid, que durante el

reinado de Felipe II se había convertido en la capital del Reino. Esta edificación, que debía girar

en torno al mausoleo, elemento principal como ya hemos comentado, se consagró a la figura

de San Lorenzo, primer mártir hispano. No obstante, hubo un motivo más importante para la

elección de este santo: el día de su triunfo en la Batalla de San Quintín, uno de sus triunfos

más relevantes, y el único en el que verdaderamente participaría, fue el día de la onomástica

de San Lorenzo.

Pese a la creencia popular, fue una obra realizada en un cortísimo espacio de tiempo, apenas

20 años, a excepción del Mausoleo, cuya conclusión se extendería hasta el reinado de Felipe

IV.

Uno de los edificios más claramente reconocibles es su biblioteca, fácilmente comparable con

la Capilla Sixtina, cuyo programa iconográfico sigue despertando muchas incógnitas. En primer

lugar, desconocemos quién dictó su programa iconográfico, más allá del propio monarca,

obviamente.

Aitor Merino Martínez

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La biblioteca de El Escorial será una de las grandes bibliotecas de la Europa del siglo XVI,

inserta en un conjunto palaciego, conventual y colegial, siendo no obstante una pieza clave en

el proyecto de Felipe II.

Como ya hemos comentado, es usualmente comparada con la Capilla Sixtina, aunque

realmente esta comparación afectaría principalmente a la distribución de su bóveda. Las

paredes del conjunto escurialense, al contrario que las del ejemplo Vaticano, están totalmente

descubiertas, puesto que es en ellas donde Herrera decidirá adosar las estanterías, dejando de

esta forma el espacio central limpio para que el programa decorativo de la bóveda sea visto

con mayor facilidad.

Está dividida en 3 secciones, siendo la primera la destinada a los libros Bíblicos, clásicos,

filosóficos e históricos. La segunda, recogería los libros de cosmografía y navegación,

intercalando entre sus baldas retratos de antecesores del rey. En último lugar, el archivo de

papeles secretos referentes al estado y la casa real.

Como ya hemos dicho, uno de los aspectos más destacables es su bóveda, compartimentada

en siete espacios dedicados a las siete artes liberales. En los extremos la Filosofía, junto al

colegio, y la Teología, junto al convento. En las enjutas, como en la Sixtina, ignudis, al igual que

en el capialzado, aunque en ese caso acompañados por puttis. Bajo los lunetos, 2

personalidades insignes de cada Arte, a ambos lados de la ventana, o en su defecto cartela. Por

último, bajo ellos, en la cornisa, una escena referente a dicha arte.

Una síntesis de temas religiosos y profanos, tradiciones de la antigüedad y humanistas

italianos, que no sólo veremos en el caso del Escorial, sino que también se repetirá en el

mundo italiano. Así, por ejemplo, en la biblioteca Marciana de Venecia, los temas profanos se

utilizarán como exaltación de la civilización humanística, con 21 tondis repletos de alegorías.

En el caso de San Juan, de Parma, se representarán imágenes geográficas antiguas, pero

también modernas; escenas bíblicas, pero también históricas; genealogías de Cristo, pero

también de papas y emperadores. Una síntesis de elementos iconográficos de toda índole,

localización y cronología.

Pero incluso en el Vaticano encontraremos semejanzas, puesto que allí se representarán

grandes bibliotecas de la historia, tanto hebreas como griegas, romanas y cristianas.

Podríamos decir, en síntesis, que para encontrar el verdadero sentido de la decoración de la

biblioteca, más allá de su organización espacial y el reconocimiento de lo que en ella se

representa, habrá que investigar igualmente lo representado en los centros italianos, ya que

no distará mucho del caso escurialense.

Filosofía Gramática Retórica Dialéctica Aritmética Música Geometría Astrología Teología

Colegio Convento

Aitor Merino Martínez

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Otro de los espacios más destacados es la conocida como Sala de las Batallas, un espacio

enorme excepcionalmente trabajado con pinturas murales de carácter histórico que simulan

ser un tapiz. Una obra casi hiperrealista, ya que el caso de la batalla de Higueruelas nos

permite conocer las prácticas militares utilizadas, pero también las armas producidas. La

bóveda, por el contrario, se decorará con unos simples grutescos que posteriormente

analizaremos.

Al igual que sucede con la biblioteca, Felipe II parece estar interesado en las construcciones

extranjeras, por lo que no resultaría complicado encontrar semejanzas entre su galería y las

que se encontrarían en Fontainebleau, Roma o el mundo inglés.

Scamozzi ya habla en sus escritos de lo popular que fueron las galerías cerradas, en

contraposición con las logias abiertas, tanto en el mundo Francés como en el Italiano,

señalando además que su principal uso sería el de pasear, demostrando esto una especial

preocupación de nuestros antepasados por la salud corporal. No obstante, no podríamos

hablar de rivalidad, sino de mera imitación, ya que la galería del Escorial será de tamaño

mucho menor al de otros ejemplos mencionables.

Pero no podríamos hablar de un mero espacio de paseo, ya que eso no explicaría la gran

inversión realizada para la construcción de dicho espacio y su correspondiente decoración.

Así, podríamos señalar, por ejemplo, su utilización como balconada para la contemplación de

espectáculos realizados en el patio exterior con el que conectaban sus ventanas.

La realización de comedias o sesiones de música, no bailes por su estrecho espacio. La

conexión que realizaban entre los espacios privados y los espacios públicos, siendo así un lugar

idóneo para la realización de recepciones o encuentros, y un sinfín de otras posibles utilidades.

El espacio solía no contener un gran número de mobiliario, para que toda la atención se

dirigiera a los techos y las paredes, decorados con tapices o pinturas murales, aunque también

las ventanas podrían tener su propio interés, ya que podían tratarse de cristales tintados.

Así, la galería también sería un lugar en el que deleitarse la vista, estimular la imaginación,

regalar el conocimiento a través de vistas de ciudades, emocionar mediante los actos heroicos

expuestos, o ensalzar las hazañas cometidas por el señor de la casa. De este modo, los

grutescos de la bóveda, además de generar un agradable juego cromático, trataban de

estimular la imaginación mediante la alusión que hacían a los antiguos motivos decorativos

romanos.

Pero no debemos olvidar las escenas representadas en los muros, puesto que serían las

encargadas de alimentar el espíritu de las visitas, intentando despertar su sentimiento

patriótico mediante la exposición de las grandes empresas militares llevadas a cabo por sus

ejércitos.

Aitor Merino Martínez

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Hemos dejado para el final uno de los elementos más esenciales de todo el conjunto, la

basílica, donde el empeño de Felipe II por el decoro se observa de una manera más clara. La

férrea defensa de la causa católica que encabezó el monarca puede verse en las más de siete

mil cuatrocientas reliquias que el templo llegó a custodiar, razón por la cual fueron necesarios

un gran número de altares, que en la actualidad ronda la cuarentena, que ya aparecían en el

diseño que realizó Herrera del templo.

Tras su edificación, llegó el momento de decorar esa gran cantidad de espacio, lo que

generaría una gran búsqueda de artistas a nivel nacional e internacional, siempre sumisos al

férreo sentido del decoro que poseía Felipe II.

Para los altares, se pensó en un primer momento en Luis de Morales, aunque su pintura,

creada para ser vista de cerca y con unas determinadas condiciones de luz, no se adaptaba a

las grandes dimensiones que requerían los cuadros y la oscuridad que sumía el templo. El

propio Felipe II, conocedor de esta causa, requirió que el artista seleccionado trabajara in situ

o conociendo excepcionalmente las características del templo, razón por la que artistas

italianos como Tiziano, Tintoretto o Veronese fueron descartados, ya que no verían de su

agrado el abandonar la vida urbana veneciana por la que se les podía dar en El Escorial.

Por esta razón, el artista seleccionado fue Juan Fernández Navarrete, el Mudo, al que se le

encargó la realización de treinta y dos lienzos que debía entregar en apenas 4 años, con unos

estrictos requisitos, como por ejemplo la prohibición de incluir gatos o perros, todo debía

conducir hacia la devoción del fiel, primando el rigor y la verdad por encima de la belleza.

No obstante, pese a este supuesto estricto control sobre las obras, la inclusión de un posible

autorretrato en la cabeza de San Lucas nos habla de las posibilidades que tuvo el artista para

tomarse pequeñas libertades.

Sus lienzos representaban parejas de santos, fácilmente identificables por sus atributos, y bien

adaptados a la monumentalidad de la basílica.

Por esta razón, cuando llevaba realizados siete de los lienzos, le fue encargada la realización

del retablo mayor, aunque lamentablemente, fallecería 3 meses después sin serle posible

acometer dicha empresa.

A su muerte, aún faltaban por hacer los 5 grandes lienzos de los altares comunes y 19 de los

pequeños, por lo que se comenzó la búsqueda de nuevos artistas que se encargaran de su

realización. Se pensaría en El Greco, quien había amasada gran fama en Toledo, al cual se le

concedieron todos los materiales que requirió, sin importar su precio. No obstante, el San

Mauricio que realizó, no terminó de contentar al monarca, ya fuera por estar la escena del

martirio relegada a un segundo plano o por ser una obra excesivamente intelectual que no

movía a la devoción. Por esta razón, pese a perder el monarca parte de su reputación, optó por

sustituir su lienzo por uno realizado por Cincinato.

Así se llegó al requerimiento realizado a tres desiguales artistas. En primer lugar Sánchez

Coello, el más homogéneo, quien ya contaba con reputación como retratista de corte. Sus

obras se destacaron por las minuciosas trencillas y bordados de sus túnicas, que dotaban a las

figuras de un brillo especial. Además, incluyó escenas complementarias en los fondos o en las

casullas de los santos/as, realizando además una auténtica composición en sus Santos Justo y

Pastor.

Aitor Merino Martínez

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Por otro lado, Luis de Carvajal, quien centró la atención por los juegos de luces y sombras, cuya

limitada producción y su mala contemplación en la basílica han producido una indiferencia

hacia su trabajo. Además, fue el encargado de la realización de los Santos Cosme y Damián,

que ya había dejado dibujados Mudo.

Por último, Diego de Urbina, con una dilatada trayectoria pero de limitadas dotes, aunque

logró que se le pagara casi lo mismo que a Navarrete. Sus posturas eran rígidas y muy poco

naturales, como si se trataran de esculturas, más esculpidas que pintadas. El hecho de que

ninguna de sus obras fuese retocada o sustituida nos habla de una aprobación por parte del

monarca hacia su trabajo, de gran rigurosidad.

Siguiendo con otro espacio decorativo del templo, nos encontraríamos con las enormes

bóvedas de la cubierta, que finalmente se le encargaron a Lucas Cambiaso, ya que su

participación en la realización de pinturas martiriales había sido desestimada por el conflicto

que dos de sus santos, San Miguel y Santa Úrsula, habían generado, ya que en el primero se

prestaba excesiva atención a los demonios, mientras que en el otro era demasiado reducido el

número de vírgenes.

Por esta razón, se le encargó la realización de la bóveda del coro, con la Gloria que Carlos V

había requerido que se situara junto a su tumba. El agotamiento por su trabajo le llevo a

perecer en el andamio durante su realización, aunque el resultado final ha generado gran

controversia por su composición rígida y monótona. Según su biógrafo, Soprani, Cambiaso

habría propuesto un diseño más complejo desechado por el rey por su falta de ordenación

jerárquica, la misma que hoy en día nos produce sensación de agotamiento ante la ya

mencionada monotonía.

Finalmente llegará al Escorial Pellegrino Tibaldi, quien introduciría una nueva concepción

artística, más influida por la obra de Miguel Ángel. Felipe II centró la atención del retablo en el

lienzo que representaría el martirio de San Lorenzo, que debía ocupar el espacio central del

retablo mayor. Para ello, fueron encargadas cuatro versiones.

La primera se le requirió a Tiziano, artista a quien había tenido en mente durante todo

momento, aunque su avanzada edad no permitió que le fuera encargado el proyecto total del

retablo. Su versión del martirio gustó al monarca, aunque debido a errores en las medidas y a

la oscuridad que colmaba la obra, fue finalmente desechada, ya que resultaba imposible su

contemplación por parte de los fieles.

La segunda versión fue realizada por Luca Cambiaso, pero sus figuras resultaban demasiado

pequeñas, al igual que la de Zuccaro, cuyas figuras tampoco se adaptaban a la

monumentalidad del templo. Finalmente se seleccionaría la versión de Tibaldi, en la que las

figuras parecían proyectarse hacia el espectador. El ambiente nocturno, que también estaba

en la obra primitiva de Tiziano, se superaba gracias a una insospechada claridad en sus

cuerpos, lo que hacía a la obra mucho más acorde al espacio.

Por esta razón se le encargaría la realización de varios lienzos para la basílica, al igual que la

decoración de la Biblioteca y el claustro, aunque también se toparía con muchos problemas,

puesto que el monarca revisaría meticulosamente su obra.

Aitor Merino Martínez

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Es esta la razón por la que, al llegar Federico Zuccaro al Escorial, fueron sustituidos lienzos del

retablo realizados por Tibaldi, siendo desde entonces un retablo realizado conjuntamente. Su

llegada fue muy sonada, pero a los tres años fue despedido por parte del monarca al no

responder a las expectativas que se habían generado.

Su principal empresa fue la realización de las pinturas de las puertas de los relicarios, aunque

finalmente serían retocadas, cuando no totalmente sustituidas, por un artista llamado Juan

Gómez. Por ejemplo, la actitud sorprendida de la Virgen, fue entendida como indecorosa por

parte del monarca, razón por la que fue sustituida por una más sumisa, igual que sucedería con

el San Gabriel que la acompaña.

Por último, como capítulo aparte, podríamos señalar la extraña relación entre Felipe II y la

escultura, apenas existente en El Escorial, aunque de excelente nivel en el caso de la expuesta

en la cabecera de la basílica.

Tradicionalmente se ha señalado el poco aprecio que el monarca tenía hacia la escultura, ya

que en el momento de su muerte se encontraba mayoritariamente almacena en los sótanos

del Alcázar, sin ser expuesta públicamente. Esto podría resolverse rápidamente, ya que en su

momento, la mayor parte de palacios estaban aún en proceso de construcción o restauración,

por lo que no había sitio en el que colocarse. Menos aún la escultura antigua, que no se

adaptaría al decoro de un monasterio como El Escorial, aunque sí a parques, fuentes y

jardines. Por esta razón, algunas de dichas esculturas se mostrarían tanto en la Casa de Campo

como en el jardín de la Isla de Aranjuez.

No obstante, si hubiese que señalar a algún artista como principal creador de los encargos

escultóricos de Felipe II, sería Leone Leoni y su hijo, Pompeo. Serían ellos quienes ya realizaran

de su padre, Carlos V, la mítica escultura de cuerpo entero en la que aparece venciendo a las

Furias, con una armadura desmontable que permitía hacer de la escultura una lectura de

carácter mitológico, siempre acomodada al decoro de su padre, quien podría preferir cubrir el

cuerpo con su coraza.

Así nos encontraríamos con los dos grupos escultóricos situados a ambos laterales del retablo,

donde se representa a Carlos V y Felipe II con sus respectivas familias. El propio monarca, al

comprender que no llegaría a ver finalizadas y colocadas dichas esculturas en su espacio,

requirió que se realizaran dos grupos en escayola, pintados y dorados, para analizar cómo se

adaptarían al espacio, lo que demuestra el gran interés que puso en estos conjuntos.

Unas representaciones no idealizadas, ya que Felipe II aparece consumido, con ojos hundidos y

ojeras. No obstante, sí se tratarían de unas esculturas intemporales, que mantendrían su efigie

mientras sus cuerpos, pocos metros más abajo, y casi junto a la cama en la que fallecería de

cáncer en 1598, se consumían.

Aitor Merino Martínez

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Un monarca eternamente discreto y modesto, que aborrecería el culto a su persona, lo que

podría explicar los pocos retratos escultóricos que poseemos de él. Resultaría imposible

encontrar en todo El Escorial una sola inscripción en la que presumiera de haber sido su

constructor, pese al cuidado y empeño que puso en que la obra que debía servir de mausoleo

a su padre, cuyo cuerpo había sido trasladado desde Yuste, familia y su propia persona

mantuviera eternamente el decoro y corrección que debía exigírsele.

Aitor Merino Martínez

Historia del arte

Universidad Autónoma de Madrid

Aitor Merino Martínez

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BIBLIOGRAFÍA

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