Fauna Iberica 13.La estacion biologica de Doñana.Blanco y Negro.08.07.1967

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Fauna ibérica / 13/ Por el Dr. Rodríguez de la Fuente LA ESTACIÓN BIOLÓGICA OE OONANA 3 PARAÍSO OE LAS AVES S I sobre un mapa físico del hemisfe- rio oí^cidsntai uniéramos la Esta- ción Biológica de Doñana, mediante lí- neas recias, con los diversos punios geográficos dtJnde anidan o invernan los centenares de miles de aves que pa- san una parte más o menos larga de su Vida en este paraíso de la marisma del Guadalquivir^ quedaríamos asombrados ante fa encrucijada orniíotógica que se ofrecerra a nuestros ojos Veríamos, como en un gigantesco aba- nico inclinado hacia el Este, los trazos que van desde la marisma hasta la alar- gada y brülanre diadema de lagunas nor- le-europeas donde nacen los patos y los gansos que pasan el invierno en Do- nana; cruzaríamos el Atlántico con lai Abierta al interés científico del mundo entero, la ENtación Bialó^ca de Dnñana. dcpcndlcnlc del Ckínsejo Superior de lnvcsli^ac¡f)ne^ CientíMcas y tn-aila hajD los auspkjn-^ áei World Wildírie Fuiíd. e.s eJ p^raií-o de la avifauna europea. * 'r -'. .'- F T K W ^ ^ ' T J T - * ' * ^ - ' " ' - ; ^ . ' ^ - ' ' - ' - ' ^ ' . ' . ' . T f .-L'- -I--V ESTACIÓN BIOLÓGICA DE DOÑANA CONSEJO SUPERiOR DE INVESTIGÜCIONES CIENTIFICiS WORtD WIIDIIFE FÜHD -'. ^^-¿•' - .';\M.; garcetas y eijpulgabueyes criados en el Coto, hasta tocar el litoral americano; nos inlernarfamos en Africün tras de las cigüeñuelas, avócelas y qarías purpú' reas; descenderíamos hacia el mar Aus- Ira! con los charranes; avanzaríamos en ijg 7ag sobre el Mediterráneo^ Siguiendo a la dispersión po^tnupciat tíe las gar- cillas. Y a estas líneas de largo alcance, se sumarían Otras más corlas, en apretado haz, que nos indicarían los desplaia- mientos regionales de los pato? reales y las fochas. Complelada esta curiosa rosa de fos vientos, mediante los datos arro- jados por la recuparaciún de anillas es- pañolas a [o largo y a lo ancho del mundo, al observar con detenimiento este fabuloso punto de irradiación vi- tal, comprenderíamos de pronto la Im- portancia ornitológfca, cultural y econó- mica de Is Estación Biológica de Doñana. Pero las grandes concentraciones de pájaros invernantes, pasajeros o nidifí- cantes que se refugian en este santuario natural del sur de la península Ibérica, las 1B3 especies de vertebrados que vi- ven en las dunas, jaguarrales y maris- mas de Doñana, nO deben este privilegio a un simpfe capricho de naturaleza. Han concurrido especiales y afortunadas circunstancias geOCfráírcaSn ecológicas e históricas para que fa fauna mediierrá- nea pueda disfrutar, en plena era atómi- ca, de un amplio paraje natural que con- serva celo&amenie sus condiciones pri- migenias. PRIVILEGIADA SITUACIÓN GEOGRÁFICA DE DOÑANA Si volvemos a nuestro mapa, varemos^ en primer lugar, que la dialribución de las aguas continentales en Europa, deter- mina ya una concentración invernal de las aves acuáticas nórdicas en las áreas mediterráneas Efectivamente, en todo el noríf del antiguo coniineniej millares de charcas, cristalinas y profundas, se mez- clan en abigarrado mosaico con las tie- rras planas de -la tundra, cubiertas de liqúenes y cortos pastos Una nutrida po- blación de gansos y de diversas especies de patos crían en estos inmensos y so- litarios parajes, aprovechando los inter- minables dfas de la primavera y el vera- no ártico En fa taiga y en fa Europa central, la- gunar menos dispersáis proporcionan adecuado habitat a las anátidas, entre los oscuros bosques de pinos y abelos. Todo este ejército de aves acuáticas se ve obligado a dejar los territorios na- tales a Ja llegada del otoño. Sus cuarteles de invierno se encuentran, princrpalmen- le, en la Europa mediterránea, donde las masas de agua, como obedeciendo a uní ley de concentración que avanzara de Norte a Sur, son menos numerosas, pero ampliar y superficiales, formando, ge- nerelmeníe, lagunas de tipo estepario, tanto si están ubicadas en el interior co- mo en albuferas o marismas inundadas. 'GTO&IÍAMAS APCMIVQ DE J* ESTACIÓN.

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ante fa encrucijada orniíotógica que se ofrecerra a nuestros ojos Veríamos, como en un gigantesco aba- nico inclinado hacia el Este, los trazos que van desde la marisma hasta la alar- gada y brülanre diadema de lagunas nor- le-europeas donde nacen los patos y los gansos que pasan el invierno en Do- nana; cruzaríamos el Atlántico con lai Fauna ibérica / 13/ .';\M.; cillas. 'GTO&IÍAMAS APCMIVQ DE J* ESTACIÓN. * 'r -'. .'- -'. ^^-¿•' -

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Fauna ibérica / 13/

Por el Dr. Rodríguez de la Fuente

LA ESTACIÓN BIOLÓGICA OE OONANA 3

P A R A Í S O OE LAS AVES

S I sobre un mapa físico del hemisfe­r io oí^cidsntai uniéramos la Esta­

c ión Biológica de Doñana, mediante l í ­neas recias, con los diversos pun ios geográficos dtJnde anidan o invernan los centenares de miles de aves que pa­san una par te más o menos larga de su Vida en este paraíso de la mar isma del Guadalquivir^ quedaríamos asombrados

ante fa encruc i jada orn i ío tóg ica que se ofrecerra a nuestros o jos

Ver íamos, como en un gigantesco aba­nico inc l inado hacia el Este, los trazos que van desde la mar isma hasta la alar­gada y brülanre diadema de lagunas nor-le-europeas donde nacen los patos y los gansos que pasan el inv ierno en Do-nana; cruzaríamos el A t lán t ico con la i

Abierta al interés científico del mundo entero, la ENtación Bialó^ca de Dnñana. dcpcndlcnlc del Ckínsejo Superior de lnvcsli^ac¡f)ne^ CientíMcas y tn-aila hajD los auspkjn-^ áei World Wildírie Fuiíd. e.s eJ p^raií-o de la avifauna europea.

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ESTACIÓN BIOLÓGICA DE DOÑANA

CONSEJO SUPERiOR DE

INVESTIGÜCIONES CIENTIFICiS WORtD WIIDI IFE FÜHD

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garcetas y eijpulgabueyes criados en el Coto, hasta tocar el l i tora l amer icano; nos in lernar famos en Africün tras de las cigüeñuelas, avócelas y qarías p u r p ú ' reas; descenderíamos hacia el mar Aus-Ira! con los charranes; avanzaríamos en i j g 7ag sobre el Mediterráneo^ Siguiendo a la dispersión po^tnupciat tíe las gar-cillas.

Y a estas líneas de largo alcance, se sumarían Otras más cor las , en apretado haz, que nos indicarían los desplaia-mientos regionales de los pato? reales y las fochas. Complelada esta curiosa rosa de fos v ientos, mediante los datos arro­jados por la recuparaciún de anillas es­pañolas a [o largo y a lo ancho del m u n d o , al observar con detenimiento este fabuloso punto de i r rad iac ión vi­ta l , comprender íamos de p ron to la Im­portancia orn i to lógfca, cu l tura l y econó­mica de Is Estación Biológica de Doñana.

Pero las grandes concentraciones de pájaros invernantes, pasajeros o nidi f í -cantes que se refugian en este santuar io natura l del sur de la península Ibér ica, las 1B3 especies de vertebrados que v i ­ven en las dunas, jaguarrales y maris­mas de Doñana, nO deben este pr iv i legio a un s impfe capr icho de \ñ naturaleza. Han concur r ido especiales y afortunadas circunstancias geOCfráírcaSn ecológicas e históricas para que fa fauna medi ier rá-nea pueda d is f ru ta r , en plena era a tómi ­ca, de un amp l io paraje natural que con­serva celo&amenie sus condiciones p r i ­migenias.

PRIVILEGIADA SITUACIÓN GEOGRÁFICA DE DOÑANA

Si volvemos a nuestro mapa, varemos^ en p r ime r lugar, que la d ia l r i buc ión de las aguas continentales en Europa, deter­mina ya una concentración invernal de las aves acuáticas nórdicas en las áreas mediterráneas Efect ivamente, en todo el no r í f del ant iguo coni inenie j mil lares de charcas, cr istal inas y profundas, se mez­clan en abigarrado mosaico con las tie­rras planas de -la tundra , cubiertas de liqúenes y cortos pastos Una nut r ida po­blación de gansos y de diversas especies de patos crían en estos inmensos y so­l i tar ios parajes, aprovechando los inter­minables dfas de la pr imavera y el vera­no á r t i co

En fa taiga y en fa Europa central , la­gunar menos dispersáis proporc ionan adecuado habitat a las anátidas, entre los oscuros bosques de pinos y abelos.

Todo este e jérc i to de aves acuáticas se ve obl igado a dejar los ter r i to r ios na­tales a Ja llegada del o toño. Sus cuarteles de inv ierno se encuent ran, pr incrpalmen-le, en la Europa medi terránea, donde las masas de agua, como obedeciendo a un í ley de concentración que avanzara de Nor te a Sur, son menos numerosas, pero ampl iar y superf iciales, fo rmando, ge-nerelmeníe, lagunas de t ipo estepario, tanto si están ubicadas en el in ter ior co­mo en albuferas o marismas inundadas.

'GTO&IÍAMAS APCMIVQ DE J * ESTACIÓN.

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Dos carat lcr is l ieos bíolopOs de b EsUciÚD Bfolóírica d^ Doóana. En la folo^iraría superior, el pinar que se mira en tas ajguaí. Abajo, el a lcomocal - ja^ar íaJ ; el árbol de la imapcn alberga una colonia nidificante de parcíllas co generosa y abigarrado número.

Esia agrupación invernal a cjue se ven obligadas las aves por rrnperalivos pu­ramente naturales, resulta máü acubada en nuestros días por la presión humana Lñ5 [ierras medirerráneas han sido rra bajadas por el hombre desde liempos Jn memoriales. Muchos lagos esUn ye dése cados; numerosas albuferas y marismas drenadas para lu aprovechamiento agrí cola; las principales estaciones de paso son objeto de una eKplotacJón cinegética. En consecuencia, han quedado muy po­cos cuartefes seguros de invernada en Europa meridional: los mds importantes están situados en e[ delta del Danubio, el delta del Ródano y ía marisma del Gua­dalquivir,

Pero este últ imo se beneficia todavía de su situación estratégica en las rutas de todas las aves que pasan desde Euro­pa al Aírica, a través deJ puente natural constituido por la península [Ibérica, A las poblaciones invernante^ o nidifican­tes de la marisma, se suman, por este motlvOn las que hacen escala más o me­nos larga, en sus periódicos desplaza­mientos migratorios.

UNA VISION CLARA DE LA FAMOSA RESERVA

El Coto de Doñana era ya célebre en­tre monteros y caladoras muchos años antes de que se descubriera su importan­cia ornilotóglca. Quizá por esta razón, el

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Las espátulas, curiosas ave>( nidificantes en la mar isma, abren sus amplías alas al sol de la primavera andaluza. Están tran­quilas y felices porque saben que no se escuchará un soLo disparo: Aq\ú hace ya muchos aEios que se colgaron las escopetas.

hombre de la calle tenga una idea un tanto confusa de la famosa reserva. Para unos, Doñana es un coto real y legenda-r io donde se matan jabalíes con lanza y se pueden ver linces, gamos y ciervos co­rr iendo en pleno día. o exóticos carne* líos recortados sobre las dunas; para otros, se trataría de un Inmenso almar­jal donde los ornitólogos, con el agua hasta las rodillas, ponen anillas a las aves y se entretienen retratando los nidos de las águilas imperíafes.

El concepto global, la relación que pueda exíí i i r entre los jabalTes antaño alanceados, los venados, los linces —ani-malea que prosperan entre secos malo-rrales— y las garcíllas blancas, Canias ve-ceí retratadas, los miliares de gansos sal-vafes y de patos —necesitados todos ellos del medio acuático—, os lo que no acierta a explicarse muy bien quien no haya visitado el Coto de Doñana.

Hay una ciencia, llamada ecología, que estudia, precisamente, las relaciones de los organismos vivos enrre sí y con el

medio que les rodea. Todo animal —que para vivir necesita comer y descansar, y para perpetuar su especie precisa re­producirse— actúa directa o indirecta­mente íobre los otros seres que compar­ten con él un terreno o bioiopo determi­nado, constituyendo to que se [tama una comunidad.

El famoso biólogo Charles Darwin ex­puso un ejemplo muy demostrativo de las insospechadas ¡nTeracciones ecológi­cas que pueden darse entre los distintos miembros de una comunidad, estudian­do una pradera en Inglaterra. Observó Darwin que el [rebol rojo era polinizado por las abejas; en otras palabras, estos insectos, al recoger el polen que precisan para fabricar la miel, lo transportan de unas flores a otras, posibilitando la fe­cundación cruzada de estas plantas. Por lo tanto, dependía de las abejas la exis­tencia continuada del trébol. Pero los ra-tones campestres destruían las colmenas para comerse la miel, actuando en detri­mento de la población apícola, con la consiguiente repercusión indirecta sobre el trébol ro jo. Los gatos domésticos da­ban caza a los ratones, lo quo, a su ve;, afectaba sucesivamente s estos roedores, a las abejas y al trébol de las praderas.

En resumen, la desaparición o el au­mento excesivo de una especie puede originar una verdadera reacción en ca­dena de insospechadas consecuencias para los demás organismos que com-parten ef mismo bioropo.

Si pretendemos tener una visión cla­ra y armónica de la Estación Biológica de Doñana. debemos estudiarla, prime­

ro, bajo el punto de vista ecológico, co­menzando por describir los distintos biotopos en que se asientan sus comu­nidades, naturalmente, a través de los matices muy generales que nos permi­te reflejar un artículo de divulgación.

Aguas abajo de Sevilla, a partir de Coria, et río Guadalquivir discurre len­tamente por una llanura arcillosa, se­parándose en numerosos brazos que luego vuelven a unirse, antes de des­embocar en el Atlántico, en Sanlúcar de Barrameda.

La vasta planicie arcilloso-límosa, compacta y salina, muy pobre en mate­ria orgánica, ocupa unas 140,000 hectá­reas, y se inunda cada invierno con las aguas de l s lluvias y las avenidas de al­gunos ríos. Este caudal sin salida al Gua­dalquivir, se mantiene durante meses en el terreno, formando una somera y am­plísima laguna esteparia: la marisma del Guadalquivir.

La marisma está separada del mar por una faja de tierra que se extiende a par­tir de ta desembocadura del río, 35 kiló­metros hacia el Noroeste. En este terre­no arenoco, de grandes dunaü, cubierto de pinares y jaguarzaíes. se encuentra eí Coto de Doñana. Ai Norte, la llanura se eleva suavemente hacia las tierras firmes pobladas de pinares y alcornocales, y di-dividldas en una serie de cotos de caza.

¿Qué situación ocupa la Estación Bio­lógica de Doñana en e^te inmenso y com­plejo paraje? Concretamente, abarca par­te del coto del mismo nombre y parte de la marisma, a caballo entre dos biotopos altamente diferenciados: el marismeño y

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Las ^rcQ];is bueyeras crian en Doñana en grandes colonias- Como se sabp> esta^ aves suelen marchar jimto at ganado vacunii. nutriéndose a cxp^nsiis; de sns parisitos y de los insectos que los anlmaJes ievanlan a su pa^o mientras se trasladan a pasión.

el macorrai seco mediterráneo, Y en este hecho radican sus ventajas eco\6gtcAs. Porque en el límite de dos habiíats, se da ]o que los biólogos llaman el «efecto de borda», que favorece grandemente la multipl icación y dEversificación de las es­pecies que habitan en ambos bioiopos-

Pero avancemos desde las playas ha­cia el interior de fa marisma, pasando por las dunas y pinares, y vayamos ob-wrvanda la fauna mSs característica de nada uno de estos parajes.

DUNAS, PINARES Y NIDOS DE ÁGUILAS

Treinta y ;Ínco l<ifómetros de playa, da arenü fina y l impia, van desde la

entre ellas calles y plazuelas nafurales. de suelo l impio y cubierto de vegeta­ción baja. Estas depresiones se llaman corrales. Y en ellas podrá sallar una liebre o aparecer un zorro que ha de­jado su refugio en el jaguarzal para ca-zar reptiles e insectos en e&ta zona de pobre vegetación. Si nos interesara la herpetología, entre los matojos que pueblan las arenas, podríamos recolec­tar sapos de diversas razas, culebras. salamanquesas y hasta alguna víbora, Pero de los ofidios se encarga el más acabado especialista del coto: el águila cufebrera. Patrulla, incansable, sobre es-IOS terrenos abiertos para nutr i r con ví­boras y culebras a su polluelo único< que espera unos kilómetros más adentro en

En la marisma ae nutren cientos de miles de aves acuáticas en sus distintos «UICTIOH' alimenticios. I ^ garza real pesca carpan díe^tramenle. lou ganaos He tragan los bulbos de la castañuela y las ánades reales filtran d limo con sus picos, para ingerir después las semillas depositadas en el fondo de las ancuas repartidas por Doñana.

desembocadura del Guadalquivir a la del río Tinto, Da espaldas ai Atlánti­co, avanzamos hacia las dunas. A nues­tro paso se levantará algún chorlitejo. cuyos huevoT¡, semejantes a guijarros, son invisibles sobre la arena. En este trecho la vida aún no presagia la for­midable riqueza que descubriremos unos hilórnetros más adentro, E^ muy posible que un zumbido nos haga vol­ver la cabeza; entonces veremos al hal­cón peregrino que cae como un bólido sobre el chorl i iejo que hemos espanta­do a nuestra marcha. Cría unos kiló­metros más arriba, en una de las torres que se levantaron en tiempos pasados para vigilar la costa,

A l llegar a tas dunas, descubriremos

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El águila; la más preciada joya de Doñana

su a l to n ido, en ta copa de un p ino , cer^ cfl de la to r re donde se esconde un or­n i tó logo que va l omando noia mlnucio-samento de las cos tumbres de la fa­m i l i a .

Desde la cOspíde de una duna avista­remos el p inar . Salpica con sus copas verdinegras toda una faja de ter reno

rel f l t ívamenls ondu lado hasta los l ímites de la l lanura cubier ta de jaguar ro y al­cornoques. En la zana l im í t ro fe , una f i la de lagunas marca el paso de uno a o t ro b io iopo . Nos asombrarán algunos pinos enterrador en la arena hasta al na-c im ien to de la copa. Pero si observára­mos con paciencia de b ió logo cada uno de los árboles que, por c ier to , fueron in t roduc idos en fa región solamente a par t i r del siglo X V I I I , podr íamos apun­tar en nuestra l ibreta de ñolas una se­r le de nidos de rapaces cuya densidad y var iedad no se da en ninguna otra par te de Europa.

El águila imper ia l , la más preciada joya alada da Doñana, ha a f ian iado la gran p la ta forma de ramas en que cría a sus dos polluelos, sobre un p ino rela­t i vamente separado de los demás. En el coto y en la mar i sma , sus o jos pardos lo ven lodo. Cada mañana, poco t iempo

después de sal i r el so l , le eteva en am­pl ios círculos y nadie podría Saber si va a lanzarse sobre una l iebre que ra­monea en los corrales de las dunas, so­bre un conejo recién sal ido de su refu­gio en el mator ra l o sobre la colonia de garzas, en el borde m i ^ m o de la maris­ma, para robar un poHuelo

Durante las horas de calor , macho y hembra sestean en la rama despejada de un pino p róx imo al n ido , sumidos en profunda beat i tud- Su silueta mono l í t i ­ca, animada lan solo por las manchas blanquísimas de los hombros y el escu­dete de la f rente, está en los l ibros de divulgaciCn y en los t ratador orn i to lóg i ­cos de med io mundo ; i us actividades, a lo largo de todo el día, recogidas por famosos biólogos, se guardan en los ar­chivos de muchos centros cientí f icos. Pero las preocupacione; de nuestras águilas no pasan más allá de la caza

14 mariama cambia con el flujo y el reflujo de sus aguas y el decurso de ja^ estaciones. Es una ifiran laguna durante

ín-?^v

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colidiana del COHEJO O eí ganso y la fü-ro j defensa de su terr i tor io, de uno, do^ o tres kilómeiros de diárnetro, contra la intrusión de las Otras ires parejas que se reparten el coto

Como una edición de bolsillo de esia gran ave caladora, rrtÁ^ clara de lonos, pero de sílu^ra muy acmefante y cos­tumbres también arborícolas, es el ¿güi­lo calzada, A pleno sol de mediodía, flo­ta como un copo de algodón en el cielo ardiente. V cijando cae, con la^ alas pa­gadas al cuerpo, sobre un pollo de pe»"-diz, no habría ojo capaz de descubrirla, porque sabe atacar con el sol de es­palda, aprovechando la íuerza deslum­bradora del astro, para sorprender a sus presas-

Más modestas rapaces, como los bú­leos, incansables cazadores de ratones, que deben competir con las lechuzas y buhos chicos, que actúan de noche, los

viemo y. en príitiavera. una pradera enorme. La or^Llo^a garza real vipla ücíLdo La ranias altas; de un alcornoque lA K^3,n |ícrsi>ectíva de pradería* que se exüendí en l omo hacia todos los horizontes.

Arriba, ei agüita imperíat, joya alada del coto de Doñan^. se dispone a posarse en el níilu eon una pre&a entre las ^arraí^, cobrada t^ ien temente . Bajo rsta?^ linea*, el zampullín afianza su nido IloUnle a los tallos del ballunco, por medio de firmes anclajea; realirados eon una lécnlca tan remóla como segura e mfaliblf.

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Las: tres biotopos má.^ característicos de Doñiina, con las comunidades animales que 1o>« ocupan. Las Tfneas que unen a tas ave^ rapaces cotí su<t pri^¡<3^, non dan una idea de Ja influencia que tienen^ t n lo^ dirercfitcs nhabitat.s», estu^; preüatores alados.

Hace años que se colgaron las escopetas

milanos realeo y grlseü, cuyo régimen ecféciico va desde la carpa moribunda ñ\ polluelo de garcilla, comparlen el pi­nar para construir sus nidos.

Las palomas torcaces, las lóríofas. las urracas y los cuervos, reíendrfan nues­tra atención con sus vuelos provocati­vos si no surgiera de pronto una hembra de jabalí con sus rayones, que busca raíces y piñones sin dar demasiada ¡m-poriancífl a nuestra presencia. Porque aquT hace ya «ños que se colgaron las

escopetas, y de este detaffe los animales se enteran muy pronto.

TRAS LAS LAGUNAS. EL JAGUARZAL-ALCORNOCAL ,

Pasadas fas lagunas, en las que podrá sumergirse sin provocar una sola onda un íampullín, nos enfrentamos con la llanura cubierta por un manto de pdli ' dos matorralei que nos cierran el paso. Son los tañías veces citados ¡aguarzos.

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NCÉ

ÁNSAR COMUhJ

AÑADE REAL

3QUE5

^"^*-^^- ^ ^ ¡ . i f j ^ x ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ i k

SUELO LIMOSO

(MARISMAS)

tar bástanle adeníradoi en la marisrna. Y no andarán lejos lo5 pequeños car-

niceros de Doñana: turones, comadrejas y el singular melón. Ene animal, que riene loda Fa grada, la acometividad y la dulzura de iRiki- i ik i- iaví», la mangosta de <ip]¡ng, ha encontrado en la eílación uno de sus refugios más sagrados, Aquí caza conejos, raías y diversas especies da ratones, sin despreciar los lagartos y culebras que han hecho famosas a las mangostas asiáticas.

El garó montes no nos ofrecerá más detalles de su presencia que las huellas impresas sobre la arena en su ronda nocturna de caza. Y desde la ventajosa plataforma que ofrece el nido viejo de un cuervo^ no eS nada dif icí l que nos contemple una glneta, arropada en su suave y anillada cela.

Esparcidos a lo largo y a lo ancho de la planicie, los copudos alcornoques, más lozanos y numerosos en ef borde de la rnarisma. ofrecen un aspecto sor­prendente. Son como gigantescos árbcn les da Noel de fos que en lugar de bolas de cristal y farolillos cuelgan, aparente-menta, recortadas siluetas de pájaros blancos o grises. Al examinarlos más de cerca, comprobaremos que se trata de centenares de garcülas, garzas reales^ marcinetas y espátulas, posados sobre sus nidos.

Tras dejar a nuestras espaldas fos ú l ­timos alcornoques, hubiéramos prose­guido confiadamente nuestra marcha so-bre una llanura inmensa cubierta de una tupida vegetación de aspscto herbáceo. Pero los halluncos, la paja castañuela y el almajo que forman esta densa cor-lina vegetal esconden todavía dos cuar­tas de agua que les dan vida. Y dan vida a las carpas, a las anguilas, a los anfi­bios y a los millares de aves palmípedas y zancudas que se nutren en esta inmen­sidad. Estamos ante fa marisma.

EL CJCLO ANUAL DE LA MARISMA INMOVÍL

LB F-nansma. aparentemente inmóvil y monótona, es c<?mQ un organismo ci­clópeo en perpetua gestación. Ef HnfO y el reflujo de sus aguas, el decurso» de las esraciones, pueden cambiar el aspec­to de su f a ; de tal manera que quien la haya contemplado en septiembre, resé-

• ' -•! I - - L U - a . ^ ^ - - , .

muy importantes para los ecólogos, que piensan que los primit ivos biolopos le* eos mediterráneos estarían constituidos principalmente por estos vegetales. En las depresiones del terreno. Jos jaguar-zos se mezclan con brezos y otros ar­bustos, formando marañas impenetra­bles, aprovechadas, en algunas zonas, por colonias de garcetas y otras aves zancudas para anidar.

Bajo estas sombreadas galerías ocul­ta et lince su progenie; los venados en­caman en las horas de calor y en las partes más abiertas descansan los ga­mos, que saldrán al atardecer para pas'

Las fochas nacen por miles todas Us primaverAS en la marisma de Doñana, Cuando dí'*(d.'ndpn \an iguas, se dispeiísan por la mitad meridional de la península-

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En primavera, la marisma vive y palpita

ca, agrieíada y ab jó i ica . no la reconoce­ría en p r imave ra , cuando í lorecen la castañuela y el bal lunco, cuando fas fo­chas dejan oí r su g r i t o agudo y los pa­tos realeo y canasreras la coronan con el arabesco da sus vuelos nupciales. En­tonces, la mar isma vive, palpi ta y le atrae a uno con fuerza i r res is t ib le en buíca del secreto de su capacidad ge-nésrca-

Pero antes rie m o n t a r sobre ef lomo del caballejo que nos llavará chapotean­do sabiamente hacia el hor izonte le jano, nos conviene conocer la orograf ía del ter reno que p isamos. Porque si aparen­temente su suefo es p lano, presenta ligeras depresiones y elevaciones muy impor tan tes para la ecología de las cr ia­turas que la pueblan y también para la segur idad de nuestra marcha.

Las partes elevadas, apenas un m e t r o sobre el nivel general de la pfaniciej se l laman vetas y en épocas de inunda­

ción SQn como i l l as , cubier tas de gra­míneas y cardos en las que !>e cobl fan todos los animales terrestres que pu lu ­lan en la mar i sma ; roedores, zorros, musié l idos y los pájaros que instalan sus nidos en seco, como los azulónos, canasteras, avócelas y otras zancudas. Los velones son Islas más ba¡as que des­aparecen cuando la inundación es gran­de y están generalmente cubiertas de unos matos grisáceos y ásperos l lamados a lma jos , capaces de retener el agua en sus hojas especializadas.

Por debajo del nivel medio de la ma­r isma, inundado unos seis meses al año, hay depresiones más o menos amplias y profundas que se l laman l u d o s . En ellos se conserva el agua diez meses y en su fondo no crece vegetación alguna.

Con las pr imeras lluvias del o toño lle­gan las avanzadillas de las aves e m i ' g ran les . Solamente los l u c i o s están llenos a rebosar, pero ofrecen escaso refugio y comida a las escuadras explo­radoras de cercetas, porrones y ánsares cfUB vienen hambr ien tos y delgados tras el largo vía¡e.

Con los aguaceros de nov iembre se va empapando el suelo sediento de la mar isma, que atesora semillas de ba-Huncos y caíitañuelas y nu t r i t i vos tu­bérculos que todavía las aves no pueden ar rancar . Pero crecen los ríos, las ma­dres se tornan turgentes y la mar isma se va l lenando da agua. Los picos incan­sables de los patos f i l t r an el l imo en busca de las semillas pisoteadas por las

vacas y caballos durante el estío. Loa gansos arrancan la castañuela para tra­gar sus bulbos, cayéndose rocosamenle de espalda a consecuencia del esfuerzo. Pero la dramát ica silueta del águila im­perial cabalgando en el cierzo les de^ vuelve la prudencia. Algunos de los ya obesos viajaros nórdicos dejarán su vida entre las garras del pá jaro heráldíco-

En pleno inv ierno el v iento amonto­na los restos de vegetación, l lamados ronces, en las riberas de las vetas, Sólo algunos mechones de castañuela y de hallunCQ se mant ienen en pie. Centena­res de miles de patos nórdicos y unos ocho mi l gansos se reparten la laguna esteparia. En febrero comienzan a ani­dar las pr imeras fochas, al amor de 'los montones de vegetación reseca. Los pa­los invernantes y los gansos retornan a las charcas natales de la tundra .

Con la llegada de la pr imavera el ver­de manto vegetal vuelve a cubr i r la su­per f ic ie de las aguas. Mil lares de fochas y de azulones anidan ya en toda la ma-r isma.

En jun io el agua comienza a desapa­recer, solamente los lucios br i l lan al sol como dispersos espsjos. En ello se amon­tonan los polluelos de fochas y de palos en tal concentración que, muchos veces. sobrevienen grandes mortandades or ig i ­nadas, quizá, por bo fu l i smo.

En las vetas se seca la hierba y fas colonias de aves l imícolas están en ple­na efervescencia. El cielo se cubre capr i ­chosamente con sus irregulares vuelos.

Las lincas que unen In Estación Biolú^jea de Doñana. con las úreíis de nidlFicación o invernada^ ile las aves que pasan uria liarte de su vida en la marisma, muest ran ]a importancia cicntiTica de esta formidable encrucijada omllolÚEÍca en el sur de España^

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Page 10: Fauna Iberica 13.La estacion biologica de Doñana.Blanco y Negro.08.07.1967

El trasiego de I B Í gar ias , garctlios y mar-lineres desde los árboles a la mar isma « jnceaanie.

Los parales más húmedos y protegi­dos de la mar isma, donde queda algo de agua, a la sombra de Ea vegetación, es­conden grandes conceníraciones de pa­los inermes e incapaci lado^ para el vuelo duran te la muda masiva de sus p lumas. Con l o i calores de j u l i o se eva­pora el agua de los ú l t imos lucios; las ratas, ios raíones y las l iebres invaden la mar isma. Las garzas nuevas y las ci­güeñas de paüo pescan con fac i l idad las carpas que se asfi j t jan en los someros y caldeados charcos.

Los mi lanos pat ru l lan incansables a mediana a l íu ra a la caza de eslas presas fáci les. Las fochas, capaces de volar , es­capan duran te la noche de la mar isma agonizantes Los patos re^agado^ y las garcIMas inicJan también su d ispers ión pos inupc ia l .

En agosto, la mar isma vuelve a esiar yerma e inmóv i l como una madre ago­lada por el esfuerzo de la cr ianza. Aho­ra, p isando la vegetación reseca y c ru -grente, nadie sospecharía que aquí se ha engendrado [a más fuer te bíomasa de Europa, En unos pocos meses, la energía solar ha s ido t rans formada por el rnmensD labora to r io da las aguas so­meras en toneladas de proteínas viv ien­tes. Mil lares de fochas, patos reales, l im i t ó l as , garzas, mar t ine tes , se repar t í ' rán por ampl ís imas regiones de la tie-r ra , mientras en el Nor te los palos y los gansos comienzan a sent i r ya la nostai -gia de la mar isma. Pero entonces el or-ganismo de la gran madre ya tendrá san-gre nueva.

De poco hubiera servido que la dis-t r i buc i ón de las aguas cont inentales eu-ropeas obl igara a las aves a concentrar-se en Doñana; que las pr iv i legiadas condiciones ecológicas de la región per­m i t i e ran v iv i r y reproduc i rse a 133 es­pecies de ver tebrados; que las rutas m i ­grator ias de gran par te de tas aves eu­ropeas hicieran escala en la mar isma. De nada hubieran servido todas estas afor tunadas condiciones natura les, si par t icu lar ís imas c i rcunstancias sociales e histór icas no hubieran defend ido este paraíso de la des t rucc ión humana .

Y al a m o r a la naturaleza, a la pasión cinegética de ios nobles prop ie tar ios del coto de Doñana v ino a sumarse hace tan sólo unos años la inqu ie tud cientí­f ica , la tenacidad invest igadora y el es­p í r i t u proteccionista de un hombre que es el alma de la Estación Biológica de Doñana y que abr ió este pr iv i leg iado r in­cón de España al interés b io lógico del mundo entero.

Poro la aventura de este hombre , la síntesis de los l rab3;os de su equipo de colaboradores, será lema pare el p róx i ­mo ar i iculOj porque el p rop io doc to r Valverde, d i rec tor de la Estación, nos conduc i ré personalmente por la maris­ma y nos hablará de sus realizaciones y proyectos.

Félix R. DE LA FUENTE

j^ETÍbü. el fumnrel hace sus posturas sahre un sucinto nido veeeUK t^asi ¡ti niveJ üe las aguas de La marisma- n^'bajn: c[ águila cuJubrvra encuentra abundante*! pre'^ sa^ entre la^ dunai de Doñana: estas avos. cada vez má:^ escasas en Europa, son de una gran utíliüaíl por ias grandüs cantidades de oíiclios venenosos que desLruvpo,

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