Exposición Carpeta de Grabados “Imagen-Utensilios: Index/Culinaria”

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EXPOSICIÓN CARPETA DE GRABADOS IMAGEN-UTENSILIOS: INDEX/CULINARIA FONDART REGIONAL Consejo Nacional de la Cultura y las Artes 2011

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Felipe Carrión Rojas

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EXPOSICIÓN CARPETA DE GRABADOS

IMAGEN-UTENSILIOS: INDEX/CULINARIA

FONDART REGIONALConsejo Nacional de la Cultura y las Artes

2011

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Felipe Carrión Rojas

2011

Casa de la Cultura Anselmo Cádiz, de la I. Municipalidad de el BosqueGalería de Arte Guillermo NúñezDesde el 30 de junio al 30 de julio.

Centro Cultural Espacio Matta de la I. Municipalidad de la Granja.Desde el 04 de agosto al 04 de septiembre.

Exposición Carpeta de Grabados “Imagen-Utensilios: Index/Culinaria”

Agradecimientos Especiales a:María Teresa Bobadilla

Nelly ParadaSonia Montecino

Jorge MoragaCarlos Lizama

Diseño y FotografíaEsteban Araya Arenas

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Index Culinaria

A lo largo de mi carrera como pintor y grabador, me he concentrado en investigar las diversas posibilidades que ofrece el grabado como lenguaje gráfico multiejemplar. Reconozco que este interés, se debe en gran parte a mi formación como artista visual, iniciada en la Escuela de Arte de la Universidad Católica de Chile, entre los años 1983 al 1987 y, en particular, por el privilegio de haber recibido la enseñanza de tres graba-dores chilenos emblemáticos: Jaime Cruz, Eduardo Vilches y Pedro Millar, todos inicialmente integrantes del “Taller 99”.

De estos tres grandes maestros surge la motivación de explorar el sistema de edición y circulación de car-petas individuales o colectivas de grabados originales y de temática común: Carpeta “Antropozoomitos”, editada en 1980 por Jaime Cruz; Carpeta “Fábrica” de Pedro Millar en 1983 y la Carpeta colectiva “Géne-sis” en 1985, por citar algunas.

Sin duda, el reconocer una personal fascinación a memorias de infancia de la cocina materna, me abrió el apetito por mirar en detalle los artefactos de la cocina tradicional chilena, únicos por su simplicidad y for-ma. En consecuencia, durante los últimos cinco años he desarrollado una investigación visual y recopilativa de imágenes en torno a una serie de utensilios propios de la cocina chilena que han permanecido ligados a la memoria local. Este orden de pensamiento orienta la analogía entre cocina y grabado, dibujos, fotogra-fías, visitas de cocinas in situ, y a la lectura de textos claves, como por ejemplo, “La olla deleitosa, cocinas mestizas de Chile” de la destacada antropóloga chilena Sonia Montecino.

La suma de estas experiencias me condujo a desarrollar el proyecto de exposición individual, titulada “EX-POSICIÓN CARPETA DE GRABADOS, IMAGEN-UTENSILIOS: INDEX/ CULINARIA”, cuyo sentido de graficar la imagen de un tostador, un mortero o un simple abrelatas, supone establecer desde el arte un Index, para valorar y reflexionar sobre el uso doméstico y simbólico de la imagen estampada; un acto recuperativo multiejemplar del objeto que desde el grabado es capaz de generar en el espectador señales dirigidas a contemplarlos en la perspectiva del tiempo y el espacio de la identidad nacional.

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“Mortero”Grabado38 x 50 cm

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“Olla de Greda”Grabado38 x 50 cm

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Memoria doméstica, materias subalternas.

Index/Culinaria de Felipe Carrión evoca, desde el regis-tro de un conjunto de utensilios de cocina, los ademanes femeninos que les han dado vida, que los han animado alguna vez, en la confabulación de la técnica y la receta. Escucho, al menos dos sonidos que se desprenden de es-tos artefactos menores: una estética de lo cotidiano popu-lar y un rescate de tiempos y materias laboriosas inscritas en nuestra memoria familiar y local.

Un primer murmullo audible es el que se relaciona con la estética de los utensilios recopilados: se trata de las herramientas usadas en la más artesanal y efímera de las artesanías: la de la cocina diaria, aquella que sin pretender convertirse en la sofisticación gourmet de moda, trabaja en la más antigua de las reproducciones, aquella relacio-nada con el día a día, con el consumo vital. Es la cocina incansable que hacen las mujeres en la semana y que, a veces, comparten los hombres en los días festivos. La olla de greda, los platos, las cucharas, el mortero, el abridor, el exprimidor, el tostador conforman una suerte de completo ajuar de cocina que nos prodiga, en su elemental materia, ciertos signos de ubicación social, ciertos guiños recono-cibles en las casas nuestras, ciertos olores. No son estos los artefactos de cocina del mundo de las élites, y están de pronto como suspendidos en el pasado, pero caracterizan algo que podríamos llamar “chileno” en su apropiación y uso. Por ejemplo, el tostador, memoria indispensable del pan que recalentamos o calentamos para que la mantequi-lla, la palta, el dulce de membrillo, el huevo revuelto con tomates, el queso, la mortadela, verifiquen lo indesmenti-ble de ese pan tostado de la once; esa once que tomamos con tecito de hoja pasado por el colador de té. La tosta-dora eléctrica no tiene nada que hacer en este universo porque la marraqueta, la hallulla, el pan batido o el pan francés tienen su alojamiento perfecto en el inefable tos-tador, siempre medio destartalado, medio quemado, que humea, y cuya plural funcionalidad permite que el arroz graneado, quede en su punto. Haríamos poco sin nuestro tostador.

La mano de las artífices de la cocina está impresa, sin duda, en cada uno de estos utensilios, en su desgaste, en su particular pátina. Felipe Carrión graba doblemente esas inscripciones, en la técnica que emplea para exhibirlas y recordarlas, y en las muescas mismas de los artefactos que hablan de su empleo y de la nostalgia que a veces portan1, como la tetera seguramente enlozada que recuerda las vie-jas conversaciones del mate, la pailita de huevos que algu-na vez se usó en el brasero, el golpeteo del mazo de moler, el movimiento diestro del uslero estirando las masas de las empanadas, el sonido de las zanahorias en el rallador, las cucharas de palo revolviendo una cazuela. Cada uno de estos utensilios contiene lo universal y lo particular al mismo tiempo, sobre todo aquellos que son parte de la se-rialización de una producción industrial como el multifa-cético abridor chileno: de latas y botellas -que, sobre todo, como sacacorchos es símbolo de la práctica ritual etílica y nacional que nos identifica- el exprimidor de plástico, la ruleta o “rulero”. Sin embargo, pese a ser paridas en se-rie estas laboriosas herramientas se tornan únicas, porque cada cocina -y cada cocinera- lo es, y porque el grabador las elige en la singularidad de su pertenencia y en la emo-cional belleza de su precariedad.

Se desliza ante nuestros ojos una cierta estética de la subalternidad, agazapada en el espacio de la cocina cuyo soporte no aparece ante nuestros sentidos, como analo-gía, quizás, de la posición devaluada e invisibilizada de quienes mayoritariamente lo ocupan: las mujeres y su es-pacio doméstico plagado de útiles que suponen saberes y haceres. Felipe Carrión entonces desplaza los objetos culinarios adheridos a ese espacio y los re-localiza en un sitio inquietante en el que flotan y hablan como mensajes de un género y una clase.

El otro sonido lo constituye la temporalidad de las ma-terias con que la cocina se estructura como tecnología y conocimiento. Index/Culinaria registra en una suerte de línea del tiempo la memoria precolombina de la piedra

1. Un trazo ya dado por el artista con su máquina cortadora de pelo (2000) y su trampa para ratones (1999).

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como elemento clave de las antiguas transformaciones de lo crudo en cocido. La piedra de moler saca a la escena de los grabados el indesmentible nexo con nuestros(as) antepasados(as) andinos y mapuches, ya sea en la zona central o en el sur estas piedras son el signo de las pri-meras técnicas del molido de granos, raíces, plantas. La molienda del maíz para preparar “humitas” tuvo en estas piedras su primer artefacto, la confección de la masa del maíz que luego será envuelto y cocido comenzó en ellas. Las mujeres fueron las que conocieron todos sus secre-tos: la huella de sus rodillas hincadas ha quedado presa y grabada para siempre en el tejido óseo que la arqueología delata en su propio index de osamentas y útiles. También la molienda de los granos secos para las diversas harinas que completaron la dieta precolonial tuvo en las piedras de moler su engranaje, kudi la llamaron los mapuches y a su mano, ñumkudi. El mortero de piedra, fundamental para el chancho en piedra, arranca su historia en el “trapi”, en el ají seco y molido en esa piedra cóncava al que se le agrega un poco de agua, principio de condimentación que nos legaron los viejos habitantes de Chile.

Piedra, greda, madera, metal y plástico van bordando un camino donde el tiempo de los artefactos de cocina se condensa y expande sus significados. Las ollas de gre-da de Pomaire y sus platos o lebrillos, son la memoria prístina de la historia colonial mestizamente conflictiva que atraviesa siglos para resignificarse continuamente. Es imposible separar ese continente del imaginario chileno que sabe donde se “cuecen las habas” y le gusta “desta-par ollas”, pero sobre todo donde los endémicos porotos y las cazuelas cruzadas tendrán el sabor de la perfecta, por lo antigua, cocción en la greda. Sabiduría alfarera -la tierra- y sabiduría culinaria -la socialización cultural- se entremezclan, así como la de la madera que se esculpe en cucharas que fueron de uso ritual antes de la llegada de los españoles y que hoy se lucen en los porta cucharones. Los tiempos de la república industriosa del siglo XX se instalan en los utensilios de metal, al mismo tiempo que la economía doméstica se enseña a las mujeres en los cole-gios con los signos de la modernidad culinaria: coladores, prensa puré, ralladores, pailas, hasta alcanzar a mediados del siglo el reino del plástico. El exprimidor es un resuello siempre audible de la máxima expresión de las renova-

ciones tecnológicas y de su posibilidad abierta a lo des-echable. Sin embargo, en las cocinas chilenas populares se descartará solamente cuando sus siluetas comiencen a derretirse por el accidental calor que las arruina o por el ennegrecimiento que delata su vejez.

Por este concepto de deshecho en última instancia, es que Felipe Carrión ha podido indexar los artefactos que graba y que ha recolectado entre mujeres entrañables. El Index que nos propone recorre una memoria temporal y espacial. Muchos de ellos son “herencias” como la piedra de moler que su bisabuela dona a su padre o el mortero de piedra de la casa de su madre. Las madres, las amigas, la esposa, dueñas de los objetos los ceden para que su impronta sea registrada como indicio de las pequeñas hazañas que hay en su posesión y en su uso. Comparecen a este tiempo de la fijación indicial los espacios en que residen, las comu-nas de Ñuñoa, Peñalolén, la Reina y por cierto las cocinas invisibles que los guardan.

Casi como la pilgua, que remonta a una “canasta muy rala, o más bien bolsón hecho de red de mallas grandes de “huiro de maqui” o “ñocha” que se usa para llevar le-gumbres o frutas”2, el Index/Culinaria de Felipe Carrión va archivando épocas, tramando una desclasificación que hace comparecer, comprimiéndolos en un mismo soporte (el grabado) los artefactos artesanales e indígenas de la cocina local y los serializados, como en un intento de con-junción casi nostálgica de épocas y técnicas.

Lo popular y lo femenino parecen aliarse en este regis-tro culinario, valorando sus prácticas, en un acto que los graba y dignifica. Felipe Carrión, sin ocultar la fragilidad y precariedad de los utensilios de cocina que elige, des-naturaliza su marca al construirlos como objetos densos en su devenir y bellos en su subalternidad. Menaje humil-demente poderoso en su capacidad de elaborar mundos, los artefactos del Index llaman a recorrer el archivo de la memoria sensorial y sus lenguajes ocultos.

Sonia Montecino Aguirre.

2. Diccionario etimológico, Rodolfo Len

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“Cuchara de Palo”Grabado38 x 50 cm

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“Uslero”Grabado38 x 50 cm

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“Colador”Grabado38 x 50 cm

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“Tostador”Grabado38 x 50 cm

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“Mazo de Madera”Grabado38 x 50 cm

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“Pilgua”Grabado38 x 50 cm

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“Tetera”Grabado38 x 50 cm

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“Abridor”Grabado38 x 50 cm

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Este proyecto cuenta con el financiamiento del Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes