existencialismo antropologico por: Miguel Angel Delgado Reyna

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ontologia y metafisica

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Existencialismo Antropológico

Pensar, lo pensado del habla, desde el vacio Miguel Ángel Delgado Reyna

09-011-0023

PROF. CESAR GORDILLO PECHANTROPOLOGIA FILOSOFICA

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MARTIN HEIDEGGER

1* ¿QUÉ ES EL HOMBRE?

El hombre es, en su ser mismo su propia temporalidad y no hay ninguna esencia o substancia visible, e invisible que se sustraiga al tiempo.

El hombre es estar “ahí-en-el-mundo”.

El hombre es angustia por encontrar su “ser-ahí” ante la Nada de su posible existencia.

El ser del hombre es ser tiempo y el tiempo implica Nada.

Ser hombre es “estar ahí”, existir como el propio autor del ser, “siendo-se”. Existir es “ser-se” o “pre-ser-se” en el horizonte del tiempo.

El hombre es un ser limitado (contingente) en su propia singularidad de ser “arrojado-en-el-mundo”, “con-los-otros”, condenado a un fin, que es su muerte y esta es la Nada.

El hombre es “estar-ahí” existiendo, en el vacio de la Nada.

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El hombre es temporalidad de ser, o no ser.

El hombre es nihilismo por ser temporalidad de estar arrojado en la existencia.

El hombre es libertad para la muerte.

El hombre es existencia autentica o inautentica.

El hombre existe evadiendo su propia condición temporal.

El hombre existe auténticamente asumiendo su ser “autos”, su ser propio y verdadero.

El hombre proviene de la Nada.

El hombre se dirige a la Nada.

El hombre se hace sobre la Nada.

El hombre es la Nada.

El ser del hombre es habla, para su construcción de ser.

El hombre es un ser “solipsista” (existo únicamente yo y todos los entes, con mis ideas particulares).

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El hombre es epojé o suspensión existencial, su mundo pierde sentido por asumir la autenticidad de lo que es en el tiempo.

El hombre es soledad y muerte en una existencia autentica.

El hombre es angustia por existir.

El hombre por ser nada, no se le presenta en el pensamiento, experiencia e imaginación.

El ser del hombre está oculto.

El hombre es razón humana por su constitución espacio–temporal.

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2* ¿QUÉ ES EL MUNDO?

El mundo y el hombre son una construcción metafísica del individuo de acuerdo a su era y a la interpretación que le dé a los entes.

La esencia del mundo y los entes, serán para el hombre lo que le diga la ciencia y su técnica mecanizada y artificial por el ego factico.

El mundo es una interpretación de investigación física-

matemática, espacio temporal, el hombre a consecuencia de esto será un paradigma relativo, dirigido hacia la paradoja. El mundo estará en el hombre y no el hombre en el mundo.

El mundo es una ilusión de acuerdo a la teoría triunfante por los argumentos egocéntricos que estén a la mano.

El mundo es dolor, por la inadaptación del hombre por ser hombre lejos de su casa.

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3 * ARGUMENTACION DEL PENSAMIENTO DEL AUTOR.

La iniciativa de investigar en el pensamiento de Martin Heidegger, proviene de la preocupación de pensar lo pensado del habla: hacer una reflexión intuitiva, en forma de angustia, desde la Nada, antes de hablar y decir una teoría antropológica de lo que es el hombre:

“El pensar lleva a cabo la relación del ser con la esencia del hombre. Este ofrecer consiste en que en el pensar el ser llega al lenguaje. El lenguaje es la casa del ser. En su morada habita el hombre”. (Heidegger, carta sobre el humanismo, alianza, pag.1).

Sin embargo es necesario hacer mención de que no se puede elaborar una teoría del hombre por la inminentes formas variadas de ser de los entes, no hay una ley universal que otorgue un protocolo al comportamiento de algún ente, como un animal, por ejemplo, mucho menos tendría que haberlo para el ente humano, porque el hombre será hombre si descubre su esencia de su dasein:

“El modo y manera en que el hombre es hombre, es decir, en que es el mismo; el tipo de esencia de su mismidad, que no es en absoluto igual al de su Yo, sino que se determina como tal a partir de la relación con el ser: la interpretación de la esencia del ser de lo ente: el proyecto de esencia de la verdad: el sentido según el cual el hombre es medida aquí y allá” (Heidegger, la época de la imagen del mundo, pág., 19)

El ser esta arrojado al mundo, pero no como una criatura, sino como una nada, esto le produce angustia que surge cuando el ser humano comprende su nihilidad ontológica, esta angustia solo se puede superarse si el ser humano vive su existencia de forma auténtica. Como los demás entes como las plantas, los mares, los animales, etc. ¿Qué tipo de existencia autentica tiene el ser humano según Heidegger?, el ser-ahí-existiendo (dasein): ser en el mundo, ser técnica, ser por hacerse, ser para la muerte.

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La duda metódica en los objetos como punto de partida, en la filosofía de Descartes, hace pensar que se brinca u olvida que siempre construimos pensamientos en base a otros pensamientos y no necesariamente se piensa en el ente mismo, además no se asegura evitar que el ente pensado sea producto de atribuciones de otras mentes, o de malas percepciones. La experiencia sensible del ego cogito no escucha al logos, solo se escucha la subjetividad del ego, la muerte del ego permitirá la liberación del vacío (epojé), y posibilitara ir en busca de la revelación del ser y su desocultamiento.

Que la mente actué según nos dice Heidegger, sin metafísica, sin método, sin prejuicios o influencias que empujen a la mente a inclinarse con una falsa evidencia, porque para pensar lo impensable habrá que tener la Nada en sí mismo, la mente en la Nada, darle muerte al “yo”, saltando al vacio de la “epojé”. Al respecto del “yo” histórico y el establecimiento del “yo” por la era, comenta Heidegger:

“La metafísica fundamenta una era, desde el momento en que, por medio de una determinada interpretación de lo ente y una determinada concepción de la verdad, le procura a ésta el fundamento de la forma de su esencia. Este fundamento domina por completo todos los fenómenos que caracterizan a dicha era.” (Heidegger, la época de la imagen del mundo, alianza, pág. 1).

Por lo tanto no debemos de dar por hecho lo que el cogito ergo sum (pienso, luego soy) da como real, ya que de alguna manera no solo está la duda en el objeto pensado, también está la libertad otorgado por el “yo”, y en consecuencia se obtiene un subjetivismo:

“Con la interpretación del hombre como subjectum, Descartes crea el presupuesto metafísico para la futura antropología, sea cual sea su orientación y tipo. En el advenimiento de la antropología, Descartes celebra su mayor triunfo. Con la antropología se inaugura el paso de la metafísica hacia el proceso del mero cese y eliminación de toda filosofía” (Heidegger, la época de la imagen del mundo, pág., 18).

Este libertinaje por el ego, ocasiona que no se escuche la razón del ser-ahí, se debe de morir el ego para salir de la nada absoluta, para

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ir en busca de una casa interior, en donde el ser habitara fuera de toda fundamentación metafísica, por las opiniones de los egos, fundamentados a través de los tiempos, y esclavizando al presente por el pasado:

“Este fundamento (metafísica) domina por completo todos los fenómenos que caracterizan a dicha era y viceversa, quien sepa meditar puede reconocer en estos fenómenos el fundamento metafísico”. (Heidegger, la época sobre la imagen del mundo, pag., 1).

Esta supuesta realidad por la técnica mecanizada de la metafísica cartesiana no desoculta realmente al ser, simplemente se hace el “yo” dueño de los entes y los domina por su ego factico:

“Es verdad que la visión del mundo requiere y usa la erudición filosófica, pero no precisa de ninguna filosofía, por en tanto que visión del mundo ha adoptado una interpretación y conformación propia de lo ente. Hay algo sin embargo, ni si quiera la antropología puede conseguir: superar a descartes o incluso revelarse contra él, porque ¿cómo puede la consecuencia atacar el fundamento sobre el que se alza? Descartes solo es superable a través de la superación de aquello que el mismo fundamento, a través de la superación de la metafísica moderna, lo que es lo mismo, de la metafísica occidental.” (Heidegger, la época de la imagen del mundo, pág., 18)

Y además sino aseguro mi temple de ánimo adecuado para pensar en el ente, no desocultare la esencia de la verdad del ente. Porque de alguna manera no son los objetos lo que nos perturban, sino lo que pensemos de ese objeto. La naturaleza por sí misma no proyecta su esencia para que el hombre como “cogito” comprenda y pueda entenderla por medio de los sentidos.

Al respecto Descartes asegura que la hipótesis del genio maligno describe cómo es que la misma naturaleza en su razón de ser, oculta y desoculta la verdad para el hombre de todo lo que percibe y piensa desde su ego cogito, yo existo. Por eso la evidencia de Dios (tener la verdadera conciencia de la esencia del ser del ente, que será en sí y por si) será la refutación de la hipótesis del genio maligno.

Para Descartes el ser del hombre es ser, un ser pensante, como ergo cogito. Pero no se puede entender al ser desde el hombre, ha

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de entenderse al hombre desde el ser; el pensamiento heideggeriano trata de asegurar que no haya un subjetivismo egocéntrico, sino que el pensamiento sea la esencia misma del ente pensado, hablado, etc., que el ente se compenetre, en el ser como mente o conciencia pensante, y no el hombre como dueño de las palabras, entes, mundo, etc., además, qué tampoco el ego domine el cumplimiento de sus satisfacciones, ya que el ego es el mal innecesario, para que pueda ser posible la revelación del ser:

“Ahora, todas estas posiciones fundamentales de la subjetividad, y dado que el hombre sigue estando determinado como yo y como tú, como nosotros y vosotros, es posible un tipo distinto de Yo y de egoísmo. El egoísmo subjetivo, para el que, por lo general sin que él lo sepa, el Yo, es determinado previamente como sujeto, puede venirse abajo por causa de la inclusión de todo lo relativo al yo dentro del nosotros con esto, la subjetividad no hace sino adquirir más poder”. (Heidegger, época de la imagen del mundo, pág., 23).

Es por eso que este trabajo no va dirigido a contestar una teoría de lo que es el hombre, sino reflexionar que primero habrá de hacerse el ser, para poder ser verdaderamente humano, para poder ser el hombre como ser pensado, un acaecimiento de “hacer-se”, que pueda pensar la esencia de su ser y de los entes que lo rodean, “estar-ahí-existiendo”, (dasein), “con-los-otros”, ser la libertad de salir al encuentro con el ser.

Por eso es necesario, saltar hacia el epojé (el vacio), hacia la Nada, y partir desde ahí, al encuentro con el ser. Por desgracia el mundo y el hombre son una construcción metafísica del individuo de acuerdo a su era y a la interpretación que le dé a los entes. La esencia del mundo y los entes, serán para el hombre lo que le diga la ciencia y su técnica mecanizada y artificial por el ego factico.

El mundo es una interpretación de investigación física-matemática, espacio temporal, el hombre a consecuencia de esto será un paradigma relativo, dirigido hacia la paradoja:

“la tarea metafísica de descartes paso a ser la siguiente: crearle el fundamento metafísico a la liberación del hombre a favor de una libertad de la

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autodeterminación con certeza de sí misma”. (Heidegger, la época de la imagen del mundo, pág., 21).

Descartes hace la duda para iniciar el método y la suspensión de la realidad en el vacío, a partir de las circunstancias de lo dado, en cambio en Heidegger se piensa, que no se puede sustraer del vacío el tiempo y metodizar la esencia del ser, tampoco no se puede suspenderse en el vacío y después regresar a ese vacío y construir el ser, por medio de un método. El ser cambia, se oculta, sufre su devenir por la inercia del tiempo y el movimiento. Como lo dice el propio Heráclito:

“no es posible descender dos veces al mismo rio, tocar dos veces una sustancia mortal en el mismo estado, sino que por el ímpetu y la velocidad de los cambios se dispersa y nuevamente se reúne, y viene y desaparece”. (frag. 91). “a quien desciende a los mismos ríos, le alcanzan continuamente nuevas y nuevas aguas”. (frag. 12).

Para esta cuestión de llegar al ser, Heidegger propone una indagación pre-ontológica, como única y primera evidencia: la intuición, la denominada “apofansis” o “apodeixis”, para que en cada momento, en que la angustia desde su nada pregunte por su ser, lo encuentre, y le quite el velo. Pero no necesariamente está ahí la evidencia, simplemente solo hay Nada, el ser que está ahí, está ausente, es por eso que para la ciencia le es imposible pensar en la Nada, no puede sustraer de la Nada, nada. Es inaccesible para el método, si no hay evidencia, no puede llegar a establecer lo “apodíctico” en el ser:

“La nada nunca es nada, de la misma manera que tampoco es algo en el sentido de un objeto; es el propio ser, a cuya verdad será devuelto el hombre una vez que se haya superado como sujeto, esto es, una vez que deje de re-presentar lo ente como objeto. Este espacio abierto entre dos elementos es el ser-ahí, entendiendo la palabra en el sentido del ámbito extático del desocultamiento y ocultamiento del ser”. (Heidegger, la época de la imagen del mundo, pág., 25).

Por eso Heidegger al preguntar por el ser, se pregunta también: por qué mejor no se pregunta por la nada, ya que de alguna manera el

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ser es la nada, simplemente porque el ser está ahí, ausente, para el hombre común, está oculto, está ahí, pero detrás de un velo.

La existencia para Heidegger es que el “ser-ahí” de los seres humanos es temporal, y la única posibilidad es la muerte. El “Ser” debe de ser primero, y después el “cogito”, el mundo y la vida, si quiere ser un saber último. El medio será el acaecimiento del ente al encuentro con su ser, que será el fin último.

Por eso la técnica será la fenomenología pre-ontológica, y la pluralidad ontológica, para saber de los seres que existen, en particular de cada hombre que “esta-ahí” (dasein). “Estar-ahí” es tener la organización del ente en su totalidad, provocada por la angustia, en busca de un temple de ánimo, desde la Nada. El ente es lo que existe, y el ser es la característica de la existencia. El nivel del ente determinara lo ontico de su forma material y corpórea. El nivel del ser determinara su ontología, será su forma de “hacer-se” y “ser”, la esencia de ser y comportarse en el tiempo. Algo así como lo cuantitativo del ente y por otra parte lo cualitativo del ser. Para Heidegger el ser del hombre es una existencia ontológica, y en cuanto a los demás entes tendrán una existencia ontica.

A diferencia de los demás seres, el hombre es el único que pregunta por su existencia, el hombre no es en sí y por si, sino que es para sí, el hombre no está hecho, está inconcluso, está para hacerse. Ya que el hombre es el pastor de su ser, deberá incrustarse en el ser temporal de su existencia, construir su casa, habitarla, mediante el habla, como un poeta que habita y resguarda su morada, ya que el lenguaje es dueño del hombre, y no es el hombre dueño de las palabras:

“El hombre se comporta como si fuera el forjador y dueño del lenguaje, cuando en realidad es éste el que es y ha sido siempre el señor del hombre” (Heidegger, construir habitar pensar, pág. 2).

4* PROBLEMATIZACION.

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De alguna forma este trabajo trata de enlazar la tesis existencialista de jean Paul Sartre, por tener en común uno de los principios de la filosofía existencialista, en el plano de lo humano:

“El hombre es, y es hombre por cuanto es el que ex-siste. Se encuentra fuera, en la apertura del ser, y, en cuanto tal, es el propio ser, que en cuanto arrojo, se ha arrojado ganando para sí la esencia del hombre en el cuidado”. (Heidegger, carta sobre el humanismo, pág., 22).

Pero la dificultad o problematización será ensamblar estas dos filosofías, de manera que el pensamiento heideggeriano, preceda al pensamiento Sartriano, así como la existencia precede a la esencia del ser. Con la intención de forjar un verdadero acaecimiento del ser en la nada, dirigida al actuar del ser del hombre, o en otras palabras, encaminar al hombre en su sendero, para comportarse y comprometerse en su proyecto, como humano, solicitado por la existencia de “estar ahí”, “con los otros”:

“Pero la superación (de la angustia) significa aquí cuestionamiento originario de la pregunta por el sentido, es decir, por el ámbito del proyecto por el ser de la verdad” (Heidegger, la época de la imagen del mundo, pág., 18).

” La existencia precede a la esencia, debe de ser vivida para ser verdaderamente sincera”. (Sartre, el existencialismo es un humanismo, pág., 58).

Es evidente que ambos filósofos coinciden que el ser del hombre es angustia por existir, angustia provocada por el arrojamiento del ser, hacia la nada de su mundo, en busca de elecciones y acciones que llenen su vacio, de no saber qué hacer de uno, para sí, y al mismo tiempo con los demás:

“elijo en la angustia. La angustia es constante. De hecho, la angustia es, para mí, la ausencia total de justificación al mismo tiempo que la responsabilidad con respecto a todos”. (Sartre, el existencialismo es un humanismo, pág., 57).

Un mundo que no le dice nada, en la elección de una “acción” del estimulo externo, ya que es el ser humano el único que pregunta

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por su existencia y todas sus respuestas de lo que piensa sobre su mundo, son teorías relativas, por su condición de ser un ser espacio-temporal. En el mundo es en donde estará arrojado el hombre, y esta inercia necesariamente pretende que el hombre esté en el mundo y no el mundo sobre el hombre, por que el hombre va hacia una trascendencia del arrojamiento, sobre los entes, en busca de un principio a la apertura del ser, y su desocultamiento.

El hombre será hombre si asume su existencialidad conforme a la imitación de la Unidad y constancia de su estar- ahí- con- los- otros, haciendo-se el ser en su proyecto existencial. No porque el hombre asuma una individualidad existencial no se preocupa por los otros individuos y entes, o quiera trasgredir la existencia de los demás dasein.

Ya que de alguna forma el individuo que asuma y practique una existencia autentica, se asegurará a sí mismo, y no perturbara la vida de los demás dasein. Y así, está en equilibrio y armonía con-los-otros. El dasein, asume una postura de conciencia comprometida con los demás dasein, dándole una objetividad al momento histórico, con respecto al proyecto existencial. Una existencia consciente de su finitud y relatividad, ya que finalmente, quien hace la pregunta por el ser, está abocado necesariamente por estar arrojado a la trascendencia.

En este sentido de la trascendencia Heidegger quiere ver al hombre en el plano espiritual, y no en el mundo material como algo necesario, pues el busca una verdadera intuición fuera de toda, materialidad, y aun mas, fuera de toda metafísica. Al respecto Martín Heidegger comenta:

“Al indicar que el ser-en-el-mundo es el rasgo fundamental de la humanitas del homo humanus no se está pretendiendo que el hombre sea únicamente un ser “mundano” entendido en sentido cristiano, es decir, apartado de dios e incluso

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desvinculado de la “trascendencia”. Con esta palabra se alude a eso que, para mayor claridad, debería llamarse lo trascendente.” (Heidegger, carta sobre el humanismo, pág., 22).

La trascendencia quiere ver lo iluminado del ser, en el pensamiento, para poder revelarse y desocultarse, en la oscuridad de la nada, sobre los pies de la divinidad, Heidegger quiere encontrar la revelación del ser y su acontecimiento “erignis” en la dimensión de la divinidad:

“con el propósito de indicar que el pensar que piensa a partir de la pregunta por la verdad del ser, pregunta más inicialmente que la metafísica. Solo a partir de la verdad del ser se puede pensar la esencia de lo sagrado. Solo a partir de la esencia de lo sagrado se puede pensar la esencia de la divinidad. Solo a la luz de la esencia de la divinidad puede ser pensado y dicho que debe nombrar la palabra =Dios=”. (Heidegger, carta sobre humanismo, pág., 23).

El hombre deberá ser trascendente a un vinculo con lo que es dios, por la razón de pensar la verdad del ser, dentro de la dimensión de lo sagrado y espiritual. Estar arrojado en él mismo, como esencia por hacerse:

“lo trascendente es lo ente suprasensible. Éste pasa por ser el ente supremo en el sentido de la causa primera de todo ente. Se piensa a dios como dicha causa primera. Pero en la expresión “ser-en-el-mundo”, “mundo” no significa de ningún modo lo ente terrenal a diferencia de lo celestial, ni tampoco lo ente mundano a diferencia de lo espiritual”. (Heidegger, carta sobre humanismo, pág., 22).

Hay una disyuntiva entre Heidegger y Sartre, al respecto de la idea de dios, pues en Heidegger se piensa que no es necesario un dogmatismo ateísta, ni tampoco un pensamiento de teísmo, para llegar a la verdad del ser:

“el pensar que remite a la verdad del ser en cuanto lo que hay que pensar no se ha decidido en absoluto por el teísmo. No puede ser teísta de la misma manera que no se puede ser ateo. Pero no en razón de una actitud indiferente, sino por tomar en consideración los limites que se le ofrece como lo que debe ser pensado, esto es, la verdad del ser”. (Heidegger, cata sobre humanismo, pág., 23).

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En cambio en Sartre se asume un existencialismo ateo, a él y erróneamente a Heidegger dentro de esta ideología de ateos:

“los existencialistas ateos, entre de los cuales hay que colocar a Heidegger, y también a los existencialistas franceses y a mí mismo. Lo que tienen en común es simplemente que consideran que la existencia precede a la esencia, o si se prefiere, que hay que partir de la subjetividad”. (Sartre, el existencialismo es un humanismo, pág., 18).

“Si Dios no existe, hay por lo menos un ser en el que la existencia precede la esencia, un ser que existe antes de poder ser definido por ningún concepto, y que este ser es el hombre o, como dice Heidegger, la realidad humana. El hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo, y después se define. El hombre, tal como lo concibe el existencialista, sino es definible, es por que empieza por no ser nada”. (Sartre, el existencialismo es un humanismo, pág. 20).

En toda esta cita de Sartre se acepta una similitud entre estos dos filósofos, pero en lo que no se coincide es en la aceptación de la existencia de dios. Pues cree Heidegger que el hombre puede estar en la dimensión de lo sagrado, siempre y cuando el hombre pregunte bien desde el mejor temple de ánimo por su ser. Ya que el mal de esta era impide una relación con dios porque no hay una verdadera noción de meditarse y además de cómo comenzar a preguntar sin metafísica y sin prejuicios insensatos, por eso Heidegger busca que el hombre sea una verdadera naturalidad de ser hombre como expresión de dios.

El hombre al nacer no sabe nada de si, por lo que tendrá que tener una adaptabilidad con los otros o demás entes, el hombre tendrá que ser para sí, estar-ahí, en la proyección con los demás entes. En una triple éxtasis, (ser proyecto proyectado de: 1)-physis, 2)-logos, 3)-tiempo) libertad proyectada hacia el encuentro del ser. (Ser-naturaleza-racional-de-su-tiempo).

Para que de alguna manera el hombre pueda ser consciente de algo de afuera de su ex-sistencia, por la experiencia con los demás entes y saber de su esencia de su estar-ahí, como lo piensa Heidegger o Sartre, se usa como herramienta existencialista la fenomenología, para envolver y capturar las apariencias a la conciencia, este proceso fenomenológico, es un proyecto hacia la revelación de lo que pasa, lo que acontece, para sí, para que se

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revele una conciencia que describe y que sabe, la esencia del ser. Pero antes de este proyectarse habrá que ser nada, sin ser conciencia que se sabe, sin escafandra, porque no deja la libre compenetración con el ser de los entes. Pero no precisamente una Nada absoluta, sino una nada contingente, por la necesaria continuidad objetiva del proyecto existencialista con los demás dasein, no se intenta matar a todo lo construido en la casa del ser, (quien es finalmente en donde se habita y resguarda de ser una existencia autentica.) sino para saber de los demás entes, y para que suceda, se tendrá que deshabitar quien pregunta por el ser, para habitar en la otra casa, la del ente por quien se pregunta, y saber su forma de ser, en su esencia. Para finalmente ser una conciencia que sabe, que sabe el ser del ente, lo que hay, lo que se presenta, lo que está ahí. También podemos asimilar esta situación con el concepto de erignis, (la verdad del ser, como acontecimiento transportador. Ya que el erignis, destruye el ser, y se hace el olvido del ser, para estar en el ente mismo, en su verdad de ser.

Existir necesariamente primero para forjar un destino o un plan que defina su esencia, con los otros. Ya que de alguna manera se necesita el “yo” cartesiano,(pero no un “yo” subjetivo de egocentrismo) como una manera de no estar desorientados y perderse en el vacio del proyecto existencial y así poder establecer una intersubjetividad con los otros dasein, por el compromiso de existir y a la par de estar ahí, actuando de manera homogénea y autentica, objetiva a la trascendencia histórica que corresponda con cada dasein.

La forma del ser del hombre no está condicionada a priori, sino que tiene que hacerse, vivirse, ya que el hombre al nacer esta inacabado, incompleto, por eso deberá de hacer-se, completar-se, en la medida del requerimiento de su angustia, en cada momento para salir del velo.

Por eso el cogito tendrá que morir constantemente por la necesidad de las circunstancias dadas, no todo momento es de la misma

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forma al pasado y el precedente, a consecuencia del tiempo y de la relatividad del momento dado. Por eso se necesita un nuevo “yo” y la nueva adaptación a las nuevas circunstancias dadas, un nuevo método intuitivo que represente e ilumine como llegar a la respuesta por la pregunta por el ser, o a la elección de un actuar.

A consecuencia de la existencia, se precede a la esencia, por la necesidad de una vida autentica, una verdadera meditación sobre la mejor elección fáctica y en la vida diaria. Mientas antes de que suceda todo esto, la angustia es la falta, ausencia, desequilibrio o bien, una necesidad de elegir bien en una vida autentica con los otros:

“la angustia es constante en el sentido de que mi elección original es una cosa constante. De hecho la angustia es, para mí, la ausencia total de justificación al mismo tiempo que la responsabilidad con respecto a todos”. (Sartre, el existencialismo es un humanismo, pág. 57).

La elección estará con el cuidarse dentro de la previa construcción de una casa, una casa desde donde hablara y actuara el ser, como habitante del mundo espacio–temporal de su realidad donde fue arrojado. El fin del ente será ser el ser, construyendo la casa por medio del lenguaje y palabra, para que el ser habite en ella, por la libertad de ser un dasein, al cuidado de vivir en paz, fuera de todo daño y amenaza.

¿Pero que hace a un hombre verdaderamente dueño de sí mismo como un verdadero dasein? .Ser un ser habitado, es la contemplación de su verdadera existencia, por ejemplo como el cumplir la labor de la razón del por qué vino al mundo. En palabras de Heráclito se dice al respecto:

“Escuchando a la razón, y no a mí, es sabio reconocer que lo uno es todas las cosas”. (frag. 50).

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Ya que el conocerse a si mismo involucra que conozco a todos, por la razón de que todos los dasein son uno, y uno son todos, o en otras palabras:

“y de todos lo uno, y de lo uno todos”. (Heráclito, frag. 10).

A mi consideración se llega al inicio de la construcción de la casa del ser del hombre, mediante la meditación, y así poder despertar como un iluminado, estar en vigilia, por las intuiciones sobre las acciones conscientes, como salir del mar del inconsciente y despertar en la superficie de la conciencia. Y en esa superficie actuar, hablar, en la intersubjetividad de los demás casas meditativas, empero, esto haría una sociedad más segura, dirigida a la trascendencia dialéctica. Una vez comenta Heráclito al respecto:

“todos los hombres restantes permanecen sin saber todo lo que hacen mientras se hallan despiertos, como se olvidan lo que hacen durmiendo”. (frag. 1).