Eugenio garzasada

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En 1892 nació Eugenio Garza Sada, primer hijo de Don Isaac y sobrino de Don Francisco. El ejemplo de estos dos hombres perseverantes, enérgicos y disciplinados, y el ambiente de un hogar de familia acomodada, pero de costumbres sencillas y ordenadas, contribuyeron a modelar su carácter a la vez práctico e idealista, infundiéndole amor al trabajo y una fe inquebrantable en el futuro de Monterrey y en el de México. En 1895 nació Roberto, su hermano menor, quien con el tiempo se convertía en su compañero inseparable en las lides empresariales. Cursó Eugenio su educación primaria, secundaria y preparatoria en un colegio marista de su ciudad natal y en el Colegio de San Juan, en el vecino Saltillo. Terminada la preparatoria, fue enviado a Boston en compañía de su hermano Roberto, para que estudiaran en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, donde Eugenio se graduó como ingeniero civil y Roberto como ingeniero químico. México era sacudido por el torbellino revolucionario. Y don Isaac consideró prudente que sus hijos, una vez titulados de ingenieros, permanecieran en los Estados Unidos hasta que en nuestro país se reanudara el orden constitucional. En 1918 los hermanos Garza Sada regresaron a Monterrey, incorporándose de inmediato a la Cervecería, cuyo desarrollo había sido realmente espectacular. Incentivar a sus trabajadores por medio de buenos salarios y prestaciones fue norma fundamental de Isaac Garza y Francisco Sada. Más que subordinados, los obreros y los empleados eran considerados colaboradores, seres humanos provistos de dignidad y de importancia dentro de la estructura productiva. Así, durante la recesión de 1901 y 1902, la cervecería elevó los salarios y aumentó las prestaciones a su base laboral; y en 1906, a pesar de la crisis financiera internacional que se sufría, estableció una guardería y una escuela para los hijos de los trabajadores, promoviendo además el establecimiento de una organización mutualista.

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En 1892 nació Eugenio Garza Sada, primer hijo de Don Isaac y sobrino de Don

Francisco.

El ejemplo de estos dos hombres perseverantes, enérgicos y disciplinados, y el

ambiente de un hogar de familia acomodada, pero de costumbres sencillas y

ordenadas, contribuyeron a modelar su carácter a la vez práctico e

idealista, infundiéndole amor al trabajo y una fe inquebrantable en el futuro de

Monterrey y en el de México.

En 1895 nació Roberto, su hermano menor, quien con el tiempo se convertía en su

compañero inseparable en las lides empresariales. Cursó Eugenio su educación

primaria, secundaria y preparatoria en un colegio marista de su ciudad natal y en

el Colegio de San Juan, en el vecino Saltillo.

Terminada la preparatoria, fue enviado a Boston en compañía de su hermano

Roberto, para que estudiaran en el Instituto Tecnológico de Massachusetts,

donde Eugenio se graduó como ingeniero civil y Roberto como ingeniero

químico. México era sacudido por el torbellino revolucionario. Y don Isaac

consideró prudente que sus hijos, una vez titulados de ingenieros, permanecieran

en los Estados Unidos hasta que en nuestro país se reanudara el orden

constitucional.

En 1918 los hermanos Garza Sada regresaron a Monterrey, incorporándose de

inmediato a la Cervecería, cuyo desarrollo había sido realmente espectacular.

Incentivar a sus trabajadores por medio de buenos salarios y prestaciones fue

norma fundamental de Isaac Garza y Francisco Sada. Más que subordinados, los

obreros y los empleados eran considerados colaboradores, seres humanos

provistos de dignidad y de importancia dentro de la estructura productiva.

Así, durante la recesión de 1901 y 1902, la cervecería elevó los salarios y aumentó

las prestaciones a su base laboral; y en 1906, a pesar de la crisis financiera

internacional que se sufría, estableció una guardería y una escuela para los hijos

de los trabajadores, promoviendo además el establecimiento de una

organización mutualista.

Llama poderosamente el hecho de que en 1907, cuando la jornada de

trabajo era de doce horas, los propietarios de la Cervecería, por

determinación propia, la redujeron a nueve horas. Al mismo

tiempo, procuraron capacitar a los obreros, convirtiéndolos en operarios

altamente calificados, con acceso a mejores salarios.

Es evidente que Don Isaac Garza no menospreciaba el valor que tienen los

estudios. Prueba de ello es que mandó a sus hijos a cursar sendas carreras de

ingeniería en Boston. Pero es también manifiesto que tomaba muy en cuenta

la experiencia invaluable que proporciona el diario trabajo. Fue sin duda por

eso que colocó a los muchachos en puestos de segunda línea, para que en

ellos aprendieran y se foguearan.

Eugenio fue nombrado agente de ventas, y Roberto figuró como ayudante

del superintendente.

Entre los objetivos de la mencionada sociedad Cuauhtémoc estaba la

dotación de despensa en beneficio de la economía familiar de los

trabajadores. Asimismo, servicio de médico y medicinas, escuela para los

hijos, descuento en compra de ropa y calzado, fomento de los deportes,

facilidad para obtener vivienda y otras medidas encaminadas al bienestar de

los obreros y empleados de la empresa.

Eugenio Garza Sada -al igual que su hermano Roberto- se entregó en cuerpo

y alma al trabajo, adentrándose en la estructura de los negocios familiares y

aportando sus esfuerzos e ideas a la expansión de la empresa.

Tras fallecer su padres y por decisión familiar, Eugenio, el hijo mayor, quedó

como director general de la empresa. Una de la primeras disposiciones de

Eugenio Garza Sada, ya como el líder del Grupo Monterrey, fue que éste

empezara a producir sus propias materias primas y a procesar los

desperdicios y alimentos para ganado bovino y aves de granja, por medio

de la empresa que se creó para ese fin: Malta, Sociedad Anónima, que al

mismo tiempo que proporciona la malta necesaria para la fabricación de

la cerveza, genera alimentos balanceados para finalidades agrícolas y

ganaderas.

La entrada de los Estados Unidos a la segunda Guerra Mundial trajo con

sigo el racionamiento de la lámina que el Grupo Monterrey importaba del

gran país vecino. Esta lámina era imprescindible para la fabricación de las

corcholatas y los laminados.

Los hermanos Garza Sada respondieron al desafío con una valerosa

decisión: la fundación de una empresa más: Hojalata y Lámina, Sociedad

Anónima, que luego de vencer increíbles dificultades, inició sus

operaciones en 1943. Cabe referir que en vista de la imposibilidad de

equipar la factoría con maquinaria nueva, cuya importación estaba

prohibida a causa de la guerra, técnicos regiomontanos se lanzaron a

buscar por diversos países del mundo partes usadas de maquinaria: un

molino abandonado, un horno viejo, un motor desvalijado, alguna prensa

ruinosa, accesorios oxidados, etcétera. Una vez que reunieron el material,

se dieron a limpiarlo, repararlo y armarlo, realizando la proeza de que

Hojalata y Lámina iniciará su producción en el año citado.

Sin duda la mayor satisfacción de Eugenio Garza Sada fue la fundación,

en el año de 1943, del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de

Monterrey, cuya finalidad es la formación de profesionales altamente

calificados en los niveles técnico y administrativo. La preparación que allí

se imparte es de calidad tan elevada, que no a pocos de sus egresados se

les llegan a hacer hasta cinco ofertas de trabajo, ya que el empresario

confía en la excelencia de dicha enseñanza.

I. Reconocer el mérito en los demás.Por la parte que hayan tomado en el éxito de la empresa y señalarlo de manera espontánea, pronta y

pública. Usurpar ese crédito, atribuirse a sí mismo méritos que corresponden a quienes trabajan a las

órdenes propias, sería un acto innoble, segaría una fuente de afecto e incapacitaría para comportarse

como corresponde a un ejecutivo.

II. Controlar el temperamentoDebe tenerse capacidad para dirimir pacífica y razonablemente cualquier

problema o situación, por irritantes que sean las provocaciones que haya que

tolerar. Quien sea incapaz de dominar sus propios impulsos y expresiones, no

puede actuar como director de una empresa. El verdadero ejecutivo abdica el

derecho a la ira.

III. Nunca hacer burlaDe nadie ni de nada. Evitar las bromas hirientes o de doble sentido. Tener en cuenta

que la herida que asesta un sarcasmo, nunca cicatriza.

IV. Ser cortésNo protocolario, pero sí atento a que los demás encuentren

gratos los momentos de la propia compañía.

V. Ser toleranteDe las faltas que puedan encontrarse en la raza, color,

modales, educación o idiosincrasia de los demás.

VI. Ser puntualQuien no puede guardar sus citas, muy pronto se constituirá en

un estorbo.

VII. Si uno es vanidoso, hay que ocultarlo

Como el secreto más íntimo. Un ejecutivo no puede exhibir arrogancia ni

autocomplacencia. Cuántas veces los fracasos de hombres bien conocidos

confirman el adagio de "el orgullo antecede a la caída". Cuando uno empiece a

decir que otros empleados son torpes, o que los clientes son mezquinos o necios,

habrá empezado a meterse en embrollos.

VIII. No alterar la verdadLo que uno afirme, debe hacerlo reflexionando; y lo que prometa, debe

cumplirlo. Las verdades a medias pueden ocultar errores, pero por poco tiempo.

La mentira opera como un búmerang.

IX. Dejar que los demás se explayenEspecialmente los colaboradores, hasta que lleguen al verdadero fondo del problema, aunque tenga que

escuchárseles con paciencia durante una hora. Haría uno un pobre papel como director, si dominara una

conversación en vez de limitarse a encauzarla.

X. Expresarse concisamenteCon claridad y completamente, sobre todo al dar instrucciones. Nunca estorba un buen diccionario a mano.

XI. Depurar el vocabularioEliminar las interjecciones. Las voces vulgares y los giros familiares debilitan la

expresión y crean malentendidos. Para demoler verbalmente a sus enemigos, los

grandes parlamentarios nunca emplearon una sola expresión vulgar.

XII. Asegurarse de disfrutar el trabajoEs muy legítimo tener pasatiempos predilectos e intereses en otras cosas, pero si

se estima como un sacrificio venir los sábados o quedarse en la oficina más allá

del horario en caso preciso, entonces lo que se necesita es un descanso y otra

compañía en donde trabajar.

XIII. Reconocer el enorme valor del trabajador manual

Cuya productividad hace posible la posición directiva y afirma el futuro de ambos.

XIV. Pensar en el interés del negocio más que en el propio

Es buena táctica. La fidelidad a la empresa promueve el propio beneficio.

XV. Análisis por encima de la inspiración o de la intuición

Este debe ser el antecedente para actuar.

VI. La dedicación al trabajoBeneficia al individuo, a la empresa y a la sociedad entera. En esto se asemeja a

un sacerdocio.

XVII. Ser modestoSi no se comprende que nada tienen que ver con el valor de la persona -el

tamaño del automóvil o de la casa, o el número de amigos y de los clubes

a que se pertenece, o el precio del abrigo de pieles de la esposa y el

rótulo de la puerta del despacho- y si estas cosas significan para uno más

que la tarea bien y calladamente cumplida y los conocimientos y el

refinamiento espiritual para adquirirlos, entonces se precisa un cambio de

actitud o de trabajo.