Espiritualidad sacerdotal y eucaristía

7
EDITORIAL ESPIRITUALIDAD SACERDOTAL Y EUCARISTÍA Para quienes pertenecemos a una institución que tiene como cen- tro de su espiritualidad la Eucaristía y como carisma la formación de los futuros sacerdotes, siempre es motivo de alegría una encíclica como la que acaba de publicar el Papa 'Ecclesia de Eucharistia ', regalo con el que nos obsequió el cercano Jueves Santo. Y nos llaman la atención varias de las afirmaciones que muestran la intención que le guía. En el n. 6 nos dice: "Con la presente Carta encíclica, deseo suscitar este «asombro» eucarístico, en continuidad con la herencia jubilar que he querido dejar a la Iglesia con la Carta apostólica Novo millennio ineun- te y con su coronamiento mariano Rosarium Virginis Mariae." Suscitar ese asombro en una sociedad y un momento histórico que cree no tener capacidad para pensar en algo nuevo que pueda lla- marle la atención y eso exige pasar de la apariencia y "Contemplar el rostro de Cristo, y contemplarlo con María, es el «programa» que he indicado a la Iglesia en el alba del tercer milenio, invitándola a remar mar adentro en las aguas de la historia con el entusiasmo de la nueva evangelización." Un remar mar adentro que significa dejar a un lado las falsas seguridades que una sociedad que se deja llevar por la opi- nión publicada, que poco o nada valora lo que es verdadero y se deja SEMINARIOS AÑO 2003 168 167

Transcript of Espiritualidad sacerdotal y eucaristía

Page 1: Espiritualidad sacerdotal y eucaristía

EDITORIAL

ESPIRITUALIDAD SACERDOTAL Y EUCARISTÍA

Para quienes pertenecemos a una institución que tiene como cen­tro de su espiritualidad la Eucaristía y como carisma la formación de los futuros sacerdotes, siempre es motivo de alegría una encíclica como la que acaba de publicar el Papa 'Ecclesia de Eucharistia ', regalo con el que nos obsequió el cercano Jueves Santo. Y nos llaman la atención varias de las afirmaciones que muestran la intención que le guía. En el n. 6 nos dice: "Con la presente Carta encíclica, deseo suscitar este «asombro» eucarístico, en continuidad con la herencia jubilar que he querido dejar a la Iglesia con la Carta apostólica Novo millennio ineun­te y con su coronamiento mariano Rosarium Virginis Mariae."

Suscitar ese asombro en una sociedad y un momento histórico que cree no tener capacidad para pensar en algo nuevo que pueda lla­marle la atención y eso exige pasar de la apariencia y "Contemplar el rostro de Cristo, y contemplarlo con María, es el «programa» que he indicado a la Iglesia en el alba del tercer milenio, invitándola a remar mar adentro en las aguas de la historia con el entusiasmo de la nueva evangelización." Un remar mar adentro que significa dejar a un lado las falsas seguridades que una sociedad que se deja llevar por la opi­nión publicada, que poco o nada valora lo que es verdadero y se deja

SEMINARIOS AÑO 2003 nº 168

167

Page 2: Espiritualidad sacerdotal y eucaristía

168

Espiritualidad sacerdotal y eucaristía

manejar por intereses. Remar mar adentro es ponerse en las manos del que puede hacer que las aguas se calmen, pese a las olas que parecen amenazar la estabilidad de la barca de la vida. Es situarse en una espiritualidad de la confianza y de la donación. Esta nos lleva a salir de nosotros para descubrir que Cristo está a nuestro lado por eso, continúa la encíclica: "Contemplar a Cristo implica saber reconocerle dondequiera que Él se manifieste, en sus multiformes presencias, pero sobre todo en el Sacramento vivo de su cuerpo y de su sangre. La Iglesia vive del Cristo eucarístico, de Él se alimenta y por Él es ilumi­nada. La Eucaristía es misterio de fe y, al mismo tiempo, «misterio de luz». Cada vez que la Iglesia la celebra, los fieles pueden revivir de algún modo la experiencia de los dos discípulos de Emaús: «Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron» (Le 24, 31).

Esta contemplación de Cristo en y desde la Eucaristía nos lleva necesariamente a la Iglesia, a ver que ella es la depositaria de este gran regalo del Señor y que el ministerio ordenado es el servidor de la misma que la entrega al pueblo. Esto nos sitúa ante el misterio de fe que es la Eucaristía, siendo a la vez un misterio que ilumina el cami­no, como ocurrió con aquellos dos discípulos «con los ojos y el cora­zón en sombra» que le descubrieron al participar del pan partido de la eucaristía.

El rasgo inicial de la espiritualidad del sacerdote, dimanante de la Eucaristía, es la contemplación, y con ella la transmisión de esa luz a los hermanos a cuyo servicio ha sido puesto de parte de Dios. Si la Eucaristía está en el centro y nos lleva a la celebración (n. 8) que le confiere un carácter universal, está claro que la contemplación en el sacerdote no se circunscribe a una visión miope de lo cercano, sino que le abre a una percepción del hombre, con sus carencias y sus teso­ros, que, desde el más próximo, le conduce a sintonía con toda la humanidad, no sólo de los creyentes, también de aquellas personas caminantes en busca de la Verdad y la Vida que van descubriendo desde las parcelas de verdad y vida que les rodean.

Eucaristía don

Cita Juan Pablo JI los vv. 12 y 13 del salmo 16, al decir que "con el corazón aún más lleno de emoción y gratitud, como haciendo eco a la

SEMINARIOS AÑO 2003 nº 168

Page 3: Espiritualidad sacerdotal y eucaristía

Espiritualidad sacerdotal y eucaristía

palabra del Salmista: «¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre»" (Sal 116, 12-13). Y con estas palabras se hace consciente de que la Eucaristía es un don, don que de ninguna manera se puede pagar si no es haciéndo­se transmisor del mismo a los hermanos, enseñándoles a invocar el nombre del Señor y ofreciéndoles el don mismo que él nos hace. De esta realidad le viene al sacerdote el ser el hombre siempre dispuesto, quien no tiene reservas en su trabajo por los otros, quien muestra el camino, sabiendo que a veces es difícil ser coherente en la vida con lo que se predica, pero confiando en que el mismo Señor hará la obra en los her­manos y en él mismo para que la consecución del don de_finitivo no se haga esperar. Por eso, otro rasgo de la espiritualidad del sacerdote es su tensión de esperanza, su sentido de escucha, mirando siempre hacia adelante para llevar al pueblo por 'cañadas de futuro', para mostrar que el ministerio no es conservación de nada, porque quien sirve al Señor no tiene nada, si no es de,jarse tener por Él, sino que es ponerse a la cabeza para descubrir las señales que Él pone.

Nos ocurre a las personas de esta época que deseamos tener todos los puntos del itinerario bien marcados y previstos, por eso lo sorprendente nos frena en la marcha. El que va en el camino, siguien­do las huellas del Maestro, tiene que saber que no hay itinerarios mar­cados, porque el Señor quiere que, con Él, cada uno hagamos el nues­tro. Cierto que son convergentes y se encuentran en la fidelidad a la Iglesia en la escucha de la palabra y la puesta en acción de la misión de cada uno. Tiene que asumir que en cualquier momento, cuando pensabas que controlabas todo, el Señor puede pedirte otra cosa. Para aceptar esa realidad se precisa ser hombres desarraigados, con senti­do de peregrinación, en cierto sentido 'nómadas', dispuestos a levan­tar la tienda e ir allá donde te mande. El 'sal de tu tierra y de tu paren­tela' es una invitación que se nos hace continuamente; ocurre que nos­otros preferimos oír: quédate y cumple tu misión entre los que cono­ces, ¿para qué ir a lugares desconocidos, entre gentes extrañas, si también estos tienen necesidad de testigos del evangelio? Y, posible­mente, también esto nos lo dice a veces, pero quizás cuando estamos en actitud de levantar en cualquier momento la tienda, no cuando tenemos tendencia a hacer cimientos cada vez más hondos para que nadie nos arranque de entre los nuestros.

SEMINARIOS AÑO 2003 nº 168

169

Page 4: Espiritualidad sacerdotal y eucaristía

170

Espiritualidad sacerdotal y eucaristía

Eucaristía don y don para el camino, mal puede entenderlo quien no está dispuesto a situarse siempre en disposición de salir de 'su casa y de los lugares donde se siente seguro', para encontrar la única segu­ridad en el Señor que se hace comida y bebida. Si la Eucaristía 'edifi­ca la Iglesia (nn. 21-25), la onda sólo se amplía cuando la misión sale del mantenimiento de comunidades, de la atención exclusiva a los que ya están y se pone en movimiento para, también a los alejados, comu­nicarles la buena noticia, el don que Dios quiere ofrecer a todos. También a los que no creen, a los angustiados de la vida, a lo que no tienen más esperanza que la que brota de sus 'poderes'y 'cualidades' . Pensamos que es difícil, pero hemos de tener la sencillez de ponerlo en manos de Él, prestándole nuestras manos; dejando que ame a través de nuestro corazón, que llegue a todos, usando nuestros pies. Si la espiritualidad del sacerdote, es espiritualidad en medio de los hom­bres, sólo desde la confianza en la misión confiada se puede hacer rea­lidad como 'don', entre los hombres de este mundo. Si la Eucaristía es medio de edificación, por ser alimento del caminante, la mesa hay que ponerla para todos.

Sacerdote, distribuidor de la Eucaristía

El capítulo III es central en la encíclica, en lo que se refiere a la función del sacerdote en relación a la Eucaristía. Me gustaría fijarme en ese rasgo de la apostolicidad que tan ampliamente subraya y en el triple sentido en el que hay que entenderla: " .. .los apóstoles están en el fundamento de la Eucaristía ... porque fue confiada por Jesús a los Apóstoles y transmitido por ellos a sus sucesores hasta nosotros". También porque "se celebra en conformidad con la fe de los Apóstoles" Y también porque "los fieles participan de la Eucaristía en virtud de su sacerdocio real, pero es el sacerdote ordenado quien realiza como repre­sentante de Cristo el sacrificio eucarístico y los ofrece a Dios en nom­bre de todo el Pueblo" (nn. 27 y 28).

De lo primero se deduce un rasgo importante de la espirituali­dad: parte de un gesto de confianza del Señor, una confianza que se trasmite a lo largo de los siglos y que tiene como depositario al minis­tro ordenado: la misión hunde su raíz en la historia, en la misma his­toria del Señor y cada sacerdote la actualiza y hace viva en cada uno

SEMINARIOS AÑO 2003 nº l 68

Page 5: Espiritualidad sacerdotal y eucaristía

Espiritualidad sacerdotal y eucaristía

de los momento de esa historia: él sigue haciendo realidad esa histo­ria de amor que Dios ha querido tener con el hombre. Por eso su espi­ritualidad está marcada por el rasgo de la fidelidad. Y esta fidelidad exige otro carácter importante ser hombre no sólo de la Palabra, sino de la escucha. Sólo así puede celebrar en la fe de los Apóstoles. Ellos, primeros testigos de la Eucaristía, dan las claves de la celebración: es el sacerdote quien la realiza, él solo pronuncia la plegaria, 'asocián­dose a ella el pueblo por Zafe en un silencio contemplativo' (n. 28) Al 'cocinar la Eucaristía', se le exige que sea un hombre que trabaja por alimentar a los hermanos. No puede el sacerdote ser un hombre ocio­so, que esté sin saber qué hacer en todo el día. Se debe a una comuni­dad que ha de dar muestra de ser 'comunidad de creación' y ha de estar siempre 'trabajando por el pueblo' construyendo el ámbito para el banquete desde la participación en los trabajos 'en las penas y ale­grías de los hombres'.

Si, en nombre de Cristo 'in persona Christi', o sea, identificán­dose con él, celebra la eucaristía toda su vida es prolongación de ese sacrificio de amor y salvación que realiza y no puede sino vivir según el modo de Cristo. Por esta razón su espiritualidad tiene que tener como centro al mismo Cristo a quien no sólo representa, sino cuyas veces hace en el momento más primordial de la celebración de la fe, él, sin entender el misterio, se hace parte del misterio y por la fe revi­ve continuamente, en el mismo poder del Señor, el misterio de la muer­te y Resurrección del Hijo de Dios.

Sin querer en ningún momento caer en pietismos ni en actitudes mágicas ante la Eucaristía, nos llamaba la atención el sentimiento devoto de nuestros padres ante este misterio y su percepción de que el sacerdote recibía 'la dignidad' precisamente porque podía 'celebrar la Eucaristía' y, el repartir la comunión, era el momento significativo de compartir con los hermanos. Aquel que se había hecho pan para todos, por la mano del sacerdote llegaba hasta todos sus hijos. Ciertamente que las palabras, un cierto temor reverencial, su parte de sentido mis­térico no los entendemos hoy. Pero la actitud de contemplación, la con­ciencia de que era un regalo de Dios y de que el sacerdote era el dis­tribuidor y, por eso, acompañante en su camino espiritual, de la pre­paración y la exigencia que para muchos de nuestros mayores tenía el participar plenamente de la Eucaristía, les daban, sin dudas un senti-

SEMINARIOS AÑO 2003 nº 168

171

Page 6: Espiritualidad sacerdotal y eucaristía

172

Espiritualidad sacerdotal y eucaristía

do más cercano a la realidad de lo que nosotros pensamos. Hemos ganado en la consideración de banquete, de 'ese pan partido' que nos lleva a compartir todo lo demás; ese signo de unidad en una misma comunidad que camina compartiendo proyectos, ilusiones y tareas en la misión compartida de todos los que forman ese pueblo de hermanos en el que la única 'prerrogativa' es el servicio. Pero quizás debamos recuperar el 'asombro' ante algo que supera cualquier poder humano. La Eucaristía es don sin igual y el sacerdote el único distribuidor, no porque sea más que nadie, sino porque es el servidor de todos. "¿Enten­déis bien lo que he hecho? Vosotros me llamáis Maestro y Señor y lo soy. Pues si yo, siendo Maestro y Señor he hecho esto por vosotros; hacedlo también unos con otros" ( Jn 13) y el marco es el del cenáculo. Lugar donde ocurrió este milagro de amor que continúa.

Aprender de María, mujer Eucarística

No hay en toda la historia de los creyentes ninguna persona que, como María, haya acogido y mostrado al hijo desde la alegría más pro­funda. Nos dice el Papa: "La Eucaristía, en efecto, como el canto de María, es ante todo alabanza y acción de gracias. Cuando María exclama «mi alma engrandece al Señor, mi espíritu exulta en Dios, mi Salvador», lleva a Jesús en su seno. Alaba al Padre «por» Jesús, pero también lo alaba «en» Jesús y «con» Jesús. Esto es precisamente la verdadera «acti­tud eucarística»" (n. 58). Si Eucaristía es acción de gracias en nadie, como en ella está a flor de labios, porque está a flor de corazón, la acti­tud y la realidad de alabanza al Padre 'porque ha hecho grandes mara­villas', no es su vida sino una continua acción de gracias, contemplando al Hijo, acompañándolo en su misión, ofreciéndolo al Padre en el sepul­cro, rescatado antes en la Presentación para que cumpliese su misión entre los hermanos como el Primogénito de muchos.

Por ser María, Madre del Sacerdote, es madre y modelo de todos los que participan en el sacerdocio: del pueblo sacerdotal y de los ministros ordenados a favor de ese pueblo. Son, sin embargo esto últi­mos, los que han de desarrollar más hondamente esa espiritualidad de 'acción de gracias'. No cabe duda de que cada día, como ministros de la Eucaristía, debemos recitar en nuestra vida ese 'mi espíritu se ale­gre en Dios mi salvador', transmitiendo al pueblo el gozo de sentirse

SEMINARIOS AÑO 1003 nº 168

Page 7: Espiritualidad sacerdotal y eucaristía

Espiritualidad sacerdotal y eucaristía

amado por Dios mismo, de que le regale con el don de lafe y le acom­pañe en el caminar de cada día para hacer frente a las dificultades. Y, sobre todo, por formar parte de un pueblo de hermanos que, frente al individualismo despersonalizante que encierra en la parcela de un horizonte sin perspectiva, camina unido, teniendo un sentido ( direc­ción en la vida), camina hacia alguien, y un sentido (fundamento de la existencia), arraigado en alguien. Pese a los defectos y dificultades, la comunidad de creyentes construye una forma nueva de vivir; sentir y realizar las tareas de este mundo y, por eso, desde el ministro, el pue­blo sacerdotal, explota en un cántico de acción de gracias, como María que asume su tarea desde la conciencia de su pequeñez y la pro­clamación de que quien es grande es el Señor.

Estos rasgos de una espiritualidad de vida, a lo largo del camino, abiertos siempre al servicio, situados en una dinámica de celebración entorno a la mesa, de donde parte y a donde lleva todo el ministerio de evangelización. Recordar; para terminar las palabras del Papa, casi al final de la encíclica: "En el humilde signo del pan y el vino, transfor­mados en su cuerpo y en su sangre, Cristo carnina con nosotros como nuestra fuerza y nuestro viático y nos convierte en testigos de esperan­za para todos. Si ante este Misterio la razón experimenta sus propios límites, el corazón, iluminado por la gracia del Espíritu Santo, intuye bien cómo ha de comportarse, sumiéndose en la adoración y en un amor sin límites". ¡Qué de la Eucaristía brote esa nueva espiritualidad, que es la de hermanos en contemplación, sentido del camino, sencillez, cor­dialidad y luz, sobre todo luz "y de cómo lo habían reconocido al par­tir el pan"!

SEMINARIOS AÑO 2003 nº 168

173