ESPELEOARQUEOLOGÍA

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2013 ESPELOARQUEOLOGÍA Norman Fernández 1 ESPELEOARQUEOLOGÍA. Una aproximación al estudio de las cavidades con uso humano en el pasado. Norman Fernández Ruiz Palabras clave: cueva, abrigo, karst, sedimento, arte rupestre, Paleolítico, refugio, santuario, Espeleología, Geoarqueología. Resumen La Espeleoarqueología es una subdisciplina de la Arqueología que se encarga del estudio de restos culturales depositados en formaciones subterráneas naturales, y de las cavidades en sí, en todos sus aspectos, mediante técnicas y métodos propios de la Espeleología, Arqueología y Geografía física. En la Arqueología prehistórica es de suma importancia para la comprensión de los yacimientos, situados en su mayoría en cueva, sima o abrigo. Keywords: cave, rockshelter, karst, sediment, rock art, Paleolithic, covert, sanctuary, Speleology, Geoarchaeology. Abstract The Speleoarchaeology is a subdiscipline of Archeology that deals with the study of cultural remains deposited in natural underground formations, and cavities in themself, in all their aspects, by means of techniques and methods of Speleology, Archaeology and Physical Geography. In Prehistoric Archeology is of utmost importance for the understanding of deposits, located mostly in cave, chasm or rockshelter. 1. Las cuevas y la ciencia prehistórica Desde los comienzos de la investigación de la Prehistoria, las cuevas han jugado un papel esencial en el conocimiento de todos los aspectos relacionados con el hombre primitivo, debido a que conservan una gran variedad de datos relativos no solo a la actividad humana, sino también al clima

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Historia, técnicas y métodos de la arqueología en cuevas y simas

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2013 ESPELOARQUEOLOGÍA Norman Fernández

1

ESPELEOARQUEOLOGÍA. Una aproximación al estudio de las

cavidades con uso humano en el pasado.

Norman Fernández Ruiz

Palabras clave: cueva, abrigo, karst, sedimento, arte rupestre, Paleolítico, refugio,

santuario, Espeleología, Geoarqueología.

Resumen

La Espeleoarqueología es una subdisciplina de la Arqueología que se encarga del

estudio de restos culturales depositados en formaciones subterráneas naturales, y de las

cavidades en sí, en todos sus aspectos, mediante técnicas y métodos propios de la

Espeleología, Arqueología y Geografía física. En la Arqueología prehistórica es de

suma importancia para la comprensión de los yacimientos, situados en su mayoría en

cueva, sima o abrigo.

Keywords: cave, rockshelter, karst, sediment, rock art, Paleolithic, covert, sanctuary,

Speleology, Geoarchaeology.

Abstract

The Speleoarchaeology is a subdiscipline of Archeology that deals with the study of

cultural remains deposited in natural underground formations, and cavities in themself,

in all their aspects, by means of techniques and methods of Speleology, Archaeology

and Physical Geography. In Prehistoric Archeology is of utmost importance for the

understanding of deposits, located mostly in cave, chasm or rockshelter.

1. Las cuevas y la ciencia prehistórica

Desde los comienzos de la

investigación de la Prehistoria, las

cuevas han jugado un papel esencial en

el conocimiento de todos los aspectos

relacionados con el hombre primitivo,

debido a que conservan una gran

variedad de datos relativos no solo a la

actividad humana, sino también al clima

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o al entorno donde se encuentran

(Renfrew y Bahn, 1993).

Las cuevas y abrigos son lugares

especiales, por sus características

geomorfológicas, independientemente

de las propias de cada cavidad, pues en

ellas se han podido conservar vestigios

humanos gracias a la protección que la

cubierta rocosa ofrece a los niveles de

ocupación que en ellas se han podido

dar, ya sea por sedimentación o por

conservación directa, lo cual es mucho

menos habitual, pero de lo que tenemos

un gran ejemplo en el paleosuelo

conservado en una galería inferior de la

cueva de La Garma en Cantabria, donde

la entrada original quedó cegada

durante la última glaciación,

permitiendo así la preservación del

último nivel de ocupación humana, con

fauna consumida, restos líticos, hogares,

estructuras y arte (González Sainz et al,

2000), frente a la deposición de

sedimentos exteriores, de la entrada de

escorrentía o del paso del hombre a lo

largo de la historia.

Abrigos y vestíbulos de las cuevas

fueron utilizados por los humanos como

hábitats o refugios ocasionales, y por las

condiciones de estos lugares para

preservar los restos, han ayudado a

periodizar la Prehistoria (Maroto, 1992)

y causa de esto se ha tendido a lo largo

de la historiografía prehistórica a

otorgar un mayor valor a los

yacimientos en cavidades que a los

ubicados al aire libre, por ser más

numerosos y contener mayor

información, puesto que al aire libre se

hallan expuestos a la erosión climática y

antrópica y su conservación resulta

mucho más complicada. Pero en todas

partes no encontramos la roca idónea

para que existan oquedades habitables y

en estos lugares los grupos humanos

debieron de utilizar estructuras

artificiales de habitación hechas con

rocas, madera, pieles y grandes huesos.

Además, no todos los yacimientos en

cavidades presentan restos debidos a

una ocupación humana. En ocasiones se

han hallado restos antrópicos que han

llegado a la cueva arrastrados por el

agua, llevados allí por carnívoros, o

despeñados a través de antiguas simas

abiertas al exterior, conservándose bajo

sedimentos que posteriormente

penetraron en la cavidad o bajo costras

carbonatadas originadas por el efecto

del agua en la roca caliza, como el caso

del conocido como Hombre de

Altamura, descubierto en 1993 en una

cueva italiana llamada Grotta di

Lamalunga, donde los espeleólogos

hallaron los restos de un homínido que

había caído por una sima, posiblemente

un Homo Heidelbergensis datado en

unos 400000 años, según los resultados

presentados por el equipo del profesor

Pesce Delfino de la Universidad de

Bari, cubiertos totalmente por una capa

carbonatada con espeleotemas en casi

toda su superficie (Pesce Delfino,

2004). Otro célebre ejemplo de restos

arrastrados a una cueva

involuntariamente lo encontramos en

Taung, Sudáfrica, con los restos de un

niño Australopitecus Africanus hallados

en una cantera de extracción de caliza y

que al parecer fueron llevados a la

antigua cueva por un depredador.

No obstante, también podemos

encontrar restos humanos depositados

de manera intencional en oquedades

donde no se habitó, pero que sin duda se

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hallaban cerca de los lugares de

habitación, tal es el caso de los restos de

unos 30 individuos de Homo

Heidelbergensis, con una cronología de

500000 años, hallados en una sima de

13 metros de la Cueva Mayor de

Atapuerca, llamada Sima de los Huesos,

por la enorme cantidad de restos de

Ursus spelaeus y Ursus arctos hallados

en su interior, que cayeron

accidentalmente actuando la sima como

una trampa natural, y lo mismo se pensó

de los restos humanos, pero su elevado

número además de la aparición de un

bifaz de cuarcita, hacen pensar a los

científicos del proyecto Atapuerca que

los cadáveres fueron depositados allí

intencionalmente, en una especie de

ritual simbólico (Arsuaga et al, 1998).

Las cuevas de inhumación múltiple

características de las primeras etapas del

Calcolítico son otro ejemplo de cuevas

con función funeraria pero no

habitacional; en este caso las cavidades

presentan una morfología distinta a las

elegidas como hábitat, siendo

generalmente oscuras y careciendo

algunas de las cualidades requeridas

para ser habitadas: una óptima

orientación, visibilidad, amplitud,

comodidad, accesibilidad, control de

recursos o seguridad. Solían ser

cavidades, por lo general más pequeñas

y situadas relativamente cerca del lugar

donde se ubicaba el poblado. Uno de los

más notables ejemplos lo encontramos

en el yacimiento de Camino del Molino

en Caravaca de la Cruz, una cueva de

enterramiento del III milenio a.C.

utilizada sistemáticamente durante casi

400 años, en la que se han hallado cerca

de 1300 individuos. Se trataba de una

cueva natural de planta circular y

abovedada de unos 7 metros de

diámetro, a la cual le faltaba la cubierta,

arrancada a principios del siglo XX

durante tareas de aterrazamiento de la

zona (Lomba et al, 2009). El estudio de

la geomorfología de la cavidad ha

podido establecer su forma original, con

la entrada en la parte superior de la

bóveda, los procesos erosivos que

llevaron a los travertinos a adoptar esa

forma y las modificaciones que la

cavidad sufrió en paredes y suelo para

su regularización interna.

Desde el descubrimiento de los

primeros restos de homínido

clasificados como anteriores al humano

anatómicamente moderno, en la cueva

Feldhofer del valle de Neander en 1856,

(aunque en Engis, -Bélgica- y Forbe´s

Quary, -Gibraltar-, se habían

descubierto en 1829 y 1848,

respectivamente, restos similares que

por entonces estaban aún sin clasificar),

o el descubrimiento del arte parietal de

Altamira por Sautuola en 1876, hasta

los más recientes hallazgos de la gruta

Chauvet en 1994 o Pestera cu Oase en

2002, el estudio de la Prehistoria ha ido

inexorablemente unido al del mundo

subterráneo y los métodos han ido

evolucionando según lo hacía la

tecnología, pudiéndose acceder a

yacimientos de enorme importancia,

que sin el material y técnicas

espeleológicas adecuadas hubiesen sido

pasados por alto.

De ahí la importancia de las

investigaciones espeleoarqueológicas de

prospección y catalogación de

yacimientos; sin embargo no debemos

pensar que esta disciplina es

competencia exclusiva de la Prehistoria,

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pues aunque es en este periodo donde

las cavidades eran utilizadas con mayor

profusión, en épocas históricas también

fueron utilizadas las cuevas y abrigos.

De tal modo tenemos de época romana

ejemplos como la Cueva-Sima de La

Serreta, que además de contener arte

parietal y un hábitat de época neolítica,

conserva restos de época tardorromana

donde se ha hallado un pavimento y un

zócalo de arenisca que formaba parte de

una habitación construida con vistas al

cañón de los Almadenes en Cieza

(Salmerón, 1993), la cueva de La

Barquilla, la primera estudiada con

interés espeleológico de la Región de

Murcia o la del Calor de la Peña Rubia

(San Nicolás, 1985, López-Mondejar,

2009) en Caravaca y Cehegín

respectivamente, o también la Cueva

Negra de Fortuna, santuario romano que

conserva un tituli picti dedicado a las

ninfas del agua. De igual modo en

época medieval tenemos ejemplos como

las cuevas de ocupación andalusí de

Priego de Córdoba (Cano Montoro,

2008) o las cuevas de Los Cirrios o Las

Cubrizas, en Piélago, Cantabria

(Gutiérrez y Hierro, 2007). Asimismo,

las cuevas son lugares utilizados por los

pueblos prehispánicos de toda América,

y en algunos países, como México, la

Espeleoarqueología goza de gran

tradición, con el estudio de las grandes

cavernas y cenotes, los cuales forman

parte de la cosmogonía y mitología de

estas sociedades.

Los numerosos ejemplos de

ocupaciones en cuevas para las distintas

épocas, muchas de ellas con ocupación

ininterrumpida desde la Prehistoria al

Medievo, nos muestran un uso de las

cavidades que va más allá del refugio de

grupos de cazadores-recolectores, y para

épocas históricas es un punto que se

tiene algo olvidado, pero la cantidad de

cuevas que presentan restos desde

ibéricos a musulmanes hacen pensar

que a este tipo de yacimientos se les

debería dar una mayor importancia

dentro de los estudios clásicos y

medievales, ya sea desde un punto de

vista material o etnográfico.

2. Espeleología y Geoarqueología: El

estudio de la cueva.

Para el estudio de los diferentes

tipos de cavidades, ya sean cuevas,

simas, grutas o abrigos rocosos, la

Espeleología y la Geoarqueología nos

ofrecen los medios y técnicas necesarios

para obtener una comprensión completa

del yacimiento. Se debe estudiar la

cueva como un todo: entorno y clima,

situación, geología, morfología,

espeleogénesis, cartografía y topografía

subterránea, biología subterránea,

microclima, sedimentos, corrosión y

conservación, aparte de los vestigios

hallados durante las prospecciones o

excavaciones que necesitarán de un

estudio específico y pormenorizado de

la mano del resto de subdisciplinas que

forman la Arqueología Prehistórica.

Las cuevas suelen ser comunes en

zonas donde abundan las rocas

carbonatadas, las calizas y dolomías.

Las primeras son rocas originadas por

un proceso de sedimentación directa

que puede tener diversos orígenes, si

bien el más común es el denominado

precipitación bioquímica, donde el

carbonato cálcico se fija, normalmente,

en forma de aragonito, en las conchas o

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esqueletos de determinados organismos,

y a su muerte, estas conchas o

esqueletos se acumulan, originando un

sedimento carbonatado. El aragonito,

inestable en condiciones atmosféricas,

se va transformando en calcita, y la

disolución parcial y reprecipitación del

carbonato cementa la roca, dando origen

a las calizas. Otra forma de depósito es

la fijación del carbonato sobre

elementos extraños, como granos de

cuarzo, o pequeños fragmentos de

fósiles, dando origen a las calizas

oolíticas. También las algas fijan este

compuesto, dando origen a mallas de

algas o estromatolitos, que si se

fragmentan y ruedan originan las calizas

pisolíticas. Todas estas posibilidades

dan origen a los diversos tipos de

calizas (Roselló et al, 1998).

Junto con el carbonato cálcico se

suele producir el depósito de otros

componentes, ya sean detríticos medio-

finos (arena-limo), o finos (arcillas); el

primer caso es propio de medio

energéticos, caracterizados por la

sedimentación de fragmentos de fósiles,

o resedimentación de fragmentos de

calizas ya más o menos consolidadas,

así se originan las denominadas calizas

bioclásticas o de intraclastos. En el

segundo caso, se produce la floculación

de las arcillas conjuntamente con el

depósito de los carbonatos, ya que

ambos son propios del depósito en

aguas tranquilas, y se originan las

denominadas margas, margocalizas, y

calizas margosas, formadas por

proporciones variables de caliza y

arcilla.

Las calizas suelen presentar escasa

porosidad primaria, por lo que las

calizas sanas y no fracturadas suelen

tener escasa capacidad de

almacenamiento de fluidos. Sin

embargo, en determinadas condiciones

(a bajas presiones y temperaturas)

pueden responder a la deformación

tectónica fracturándose, lo que les

confiere una cierta porosidad

secundaria. Además, el carbonato

cálcico es soluble en agua, sobre todo

en aguas cálidas, en las que existe ácido

carbónico disuelto como consecuencia

de las reacciones de disolución del

dióxido de carbono en agua y la

disociación acuosa del ácido carbónico.

De tal modo, bajo la acción del agua, ya

sea superficial o subterránea, las

formaciones de calizas desarrollan los

denominados procesos kársticos, que

implican la formación de cuevas y

cavernas, de lapiaces, de poljés, de

dolinas o de barrancos, todos de

formación exokárstica, y de simas,

sumideros, sifones y foibas, de

formación endokárstica.

La formación de las estalactitas y

estalagmitas sucede cuando el agua,

cargada de gas y piedra caliza disuelta

en forma de bicarbonato cálcico, llega a

una cavidad más grande que las fisuras

por las que ha pasado y evaporándose

lentamente, las sales disueltas en el

agua llegan a cristalizarse, creando

formaciones de diverso tipo.

Por otra parte, las dolomías se

originan como consecuencia de

procesos postsedimentarios: las calizas,

formadas por los procesos antes

descritos, pueden ponerse en contacto

con aguas enriquecidas en magnesio, lo

que da origen al proceso llamado de

dolomitización. Al ser la dolomita más

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densa y de estructura cristalina más

compacta que la calcita, este proceso

implica un aumento del volumen de

huecos de la roca, es decir, de su

porosidad. Aunque son más resistentes a

la meteorización que las calizas, en su

aspecto son muy parecidas, por lo que a

veces es difícil de discernir entre ambas

sin realizar algunos ensayos, sin

embargo no son susceptibles a amplios

e intensos procesos de karstificación a

diferencia de las calizas (Roselló et al,

1998).

También podemos encontrar

procesos kársticos en yesos, pero es un

material que se meteoriza con mayor

facilidad que la caliza y es común que

las cavidades lleguen a colapsarse antes.

En Sorbas encontramos el sistema

kárstico en yesos más célebre de la

Península Ibérica; en la Región de

Murcia encontramos la cueva de la

Maraña o la sima del Espejuelo. Un

ejemplo de yacimiento en cueva

yesífera lo tenemos en Estremera,

Madrid, donde la cueva de Pedro

Fernández conserva vestigios de la

Edad del Bronce datados entre el 1600 y

el 1200 a.C., sin embargo no es común

hallar yacimientos en este tipo de

cavidades, aunque si podemos encontrar

yesos en las zonas inferiores de

despegue tectónico de las calizas o

dolomías, así como en la composición

de ciertos niveles sedimentarios de las

cavidades.

Asimismo, también se pueden formar

cavidades por efectos del vulcanismo.

Se denominan tubos volcánicos y están

formados por acción de la lava caliente

que se endurece en la superficie

mientras en el interior sigue corriendo el

flujo magmático. Canarias alberga casi

la totalidad de este tipo de cavidades de

nuestro país y entre las que conservan

restos antrópicos podría citar las cuevas

del Rincón, la cueva de Alain, la Cueva

Excavada, la cueva del Polvorín

(Dumpiérrez et al, 2006), o la cueva del

Ratón (Martín, 2006).

Uno de los factores principales

para el desarrollo del karst, junto a la

fisuración y la textura de la roca, lo

constituyen los caracteres climáticos, es

decir, el tipo, volumen, distribución y

concentración de las precipitaciones

(S.E.I.S. Murcia, 1972). También

conviene para la comprensión total del

contexto del yacimiento, el estudio de la

hidrología relacionada con el entorno y

la cueva o abrigo que estudiamos:

fuentes en activo o extintas, ramblas,

barrancos, sumideros, pozos naturales o

artificiales, arroyos, ríos, lagunas,

paleolagos y acuíferos.

En el Cuaternario los agentes

geomorfológicos fluviales son de gran

importancia, los ríos evolucionan a lo

largo del Pleistoceno en función de los

condicionantes estructurales y de

fluctuaciones climáticas. Generan

formas de planación características: las

terrazas fluviales, y gracias a la

geomorfología las terrazas fluviales

pueden utilizarse como elemento de

relación espacial y temporal entre

conjuntos arqueológicos, aunque

también crean los paisajes kársticos, con

sus valles, cañones, gargantas y las

diversas formaciones que con la

karstificación pueden crearse en estos

entornos. Las terrazas en los valles de

los principales ríos y las oquedades

formadas en cañones y ramblas

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permiten asociar conjuntos

arqueológicos a ambientes fluviales y

comparar los comportamientos de los

homínidos en unos mismos entornos.

Normalmente encontraremos las

cuevas con potencial arqueológico en

zonas de paso como valles, ramblas y

barrancos, que permitan el control de

recursos, en sobreelevaciones con

amplia visión y en altidudes cercanas al

mar, donde la pesca y el marisqueo

formaban parte de su dieta o a lugares

fluviales o lacustres donde la fauna se

acercaría a beber.

El estudio del entorno puede dar

respuestas a los problemas relacionados

con el contexto de los objetos hallados

en la actividad arqueológica. El

contexto se compone del mismo

entorno, del tiempo que ocupan, y de la

forma en que se han preservado un

conjunto de objetos. Estos factores

permiten interpretar los objetos

arqueológicos y sus asociaciones.

Tendremos en cuenta todos los estudios

geoarqueológicos interrelacionados; no

estudiaremos el contexto

geomorfológico, la estratigrafía, la

sedimentología, como ámbitos

separados (Maroto, 1992). Mediante un

análisis topográfico debemos

plantearnos las preguntas sobre cómo se

podía utilizar ese territorio y que

cambios habría sufrido el paisaje con el

paso del tiempo. Al mismo tiempo se

registrará la ubicación exacta de la

cueva, mediante coordenadas GPS, así

como su altitud. El primer indicador del

potencial arqueológico es el tipo de

cueva en cuestión y tendremos que

realizarnos preguntas sobre su

accesibilidad, si era conocida desde

antaño y por tanto transitada, y en ese

caso ¿Qué impacto habrá tenido el

transito humano a lo largo de la

Historia? ¿La entrada es la original?

¿Qué tipo de erosión ha provocado el

colapso de ciertas partes? ¿Han podido

llegar al interior materiales

arqueológicos por arrastre desde el

exterior o viceversa? ¿Cuáles son los

caminos naturales de los flujos de

escorrentía? Atendiendo a los bloques

desprendidos ¿Cuál será el orden en que

se desprendieron y cuál sería su

morfología original? ¿Presenta o

presentaba surgencias de agua

susceptible de ser consumida por los

antiguos moradores de la cueva? ¿Qué

procesos han originado la cavidad y en

qué momento? ¿Qué tipos de materiales

componen las diferentes partes de la

cueva?

La topografía de la cavidad es

fundamental. Se crearán modelos

geométricos que deben ser lo más fieles

posibles a la estructura y tamaño de las

cavidades y de su entorno. Para ello se

tienen que obtener una serie de datos

numéricos durante el proceso: distancia

entre los puntos, rumbo o dirección

(ángulo en horizontal), inclinación o

desnivel (ángulo en vertical) y anchura

y altura de los conductos. A estas

medidas habrá que añadir una serie de

croquis para crear el modelo en 3D.

Aparte de la anotación métrica, la

topografía nos señala el tipo de

dificultades y el material que

necesitamos para progresar por la

cavidad, además de una serie de datos

que sirven como base de estudios

geológicos o hidrológicos.

Toda representación llevará la

escala, el norte (geográfico o

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magnético) y la fecha de las

mediciones. Los instrumentos que

utilizaremos serán: cinta métrica o

distanciómetro laser; la brújula para

marcar el rumbo que siguen las galerías

de una cavidad respecto al norte

magnético; el clinómetro para medir los

ángulos verticales respecto a la

horizontal; termómetro, para medir la

temperatura en varios puntos de la

cueva, tanto para la estación invernal

como para la estival.

La representación de una

topografía se divide principalmente en

dos grupos: la altimetría, que es el

alzado y marca las distintas cotas de

altura de la cavidad, y la planimetría,

que es la planta y representa la

proyección en un plano horizontal. El

relieve del suelo de la cavidad se

representará con curvas de nivel.

Finalmente los datos tomados nos dan

la base para el cálculo, utilizando

herramientas informáticas como Visual

Topo o Topo Win.

Los carbonatos que han crecido

lentamente en el interior de las cuevas

constituyen importantes herramientas

para la reconstrucción paleoclimática y

la datación de las diferentes fases de la

cavidad. Las variaciones en las

características de los espeleotemas a lo

largo del tiempo pueden reflejar

cambios ambientales en el exterior de la

cueva. Son sensibles al cambio

climático, pero generalmente no a los

eventos de tipo meteorológico. Se

pueden datar radiométricamente, lo cual

permite ubicar la información

paleoclimática en un marco temporal

preciso. El método más utilizado

consiste en la obtención de la relación

230Th/234U, que se basa en que a partir

de la precipitación de la calcita, la

desintegración radiactiva del uranio

comienza a producir torio, cuya

proporción irá aumentando conforme

pase el tiempo. Las medidas de la

relación isotópica se realizan con tres

técnicas: espectrometría alfa,

espectrometría de masas de ionización

térmica y la espectrometría de masas

con fuente de plasma. Además la

resolución cronológica de los

espeleotemas puede ser anual, pues

pueden presentar internamente una

microestratigrafía que permite afinar

mucho en la datación de las series

climáticas (Martín et al, 2004). Otra de

las técnicas es la datación mediante la

técnica de los isótopos de oxígeno: el

corte transversal de una estalactita o

estalagmita presenta una serie de anillos

concéntricos de crecimiento y cada

anillo conserva la composición

isotópica del agua que lo formó y, por

tanto, de la temperatura atmosférica y

las precipitaciones medias del momento

en que fue depositado (Renfrew y Bahn,

1993).

Una vez que hemos estudiado el

continente, en el que deberemos incluir

el análisis espacial de la cavidad

respecto a los diferentes microespacios

y usos que se les ha podido dar,

deberemos poner los datos en relación

con el contenido, es decir, con los

sedimentos depositados, con los

materiales o con los elementos artísticos

en el caso de que los hubiera. El estudio

espeleoarqueológico no debe quedarse

solo en los aspectos estructurales y

contextuales, sino que tiene que analizar

de igual modo los componentes internos

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de la cavidad, que son básicamente los

depósitos sedimentarios.

Los sedimentos que constituyen los

suelos de las cuevas se componen de

materiales arrastrados a su interior por

el aire, el agua, los animales y el

hombre a través de la entrada o agujeros

del techo, además de los depósitos

originados por la misma erosión de la

cavidad. El secreto de cómo estos

depósitos llegó hasta allí se manifiesta

en la estratigrafía y en los componentes

individuales del conjunto: arcilla, limo,

arena, grava, cantos rodados, piedra

variable... El contenido de los estratos

puede indicar los cambios de

temperatura a lo largo del tiempo, por

ejemplo, las filtraciones de agua pueden

desprender y romper fragmentos de

formas redondeadas de los muros y del

suelo, un tipo de meteorización

asociado con climas cálidos y húmedos.

En condiciones frías el agua de las

grietas de la roca se hiela y al aumentar

su volumen presiona la superficie

rocosa que puede disgregarse en

fragmentos angulosos. Ambos tipos de

fragmentos se irán acumulando a la

entrada de cuevas y abrigos, y aunque

los terremotos o ciertos microbios

también pueden contribuir en la

meteorización, se suele aceptar que un

estudio del tamaño y forma de los

fragmentos puede proporcionar

información sobre las fluctuaciones

medioambientales (Renfrew y Bahn,

1993).

El primer paso en el análisis es la

toma de muestras de varias zonas de la

cueva en función de los microclimas y

la variación horizontal. Si se da el caso

se deben relacionar las secuencias con

las de otras cuevas cercanas.

Generalmente se observan y retiran

todos los bloques de más de 100 mm,

luego se pasa el resto por una serie de

tamices y se clasifican en bloques,

gránulos, grava y arena-limo-arcilla.

Cuantos más bloques y gránulos haya

en un nivel, más intenso sería el frío en

aquella época (Renfrew y Bahn, 1993).

La Geoarqueología también se

encarga de analizar la micromorfología

de los suelos y sedimentos, mediante

láminas delgadas de muestras

facilitando la comprensión del registro

sedimentario, ya que mantiene la

organización espacial de los

componentes sedimentarios minerales y

orgánicos (Vallverdú, 2002). Y por

supuesto, de los sedimentos podemos

obtener mucha más información a

través de los análisis polínicos,

arqueobotánicos, arqueozoológicos,

paleoantropológicos, cronotipológicos,

etc., los cuales son indispensables para

entender completamente la cueva en

todos sus aspectos.

La ubicación de las cuevas o

abrigos también influye en el sedimento

que contiene, en su tipología y la

potencia estratigráfica. Así por ejemplo,

una cueva que se encuentra en un cauce

de rambla puede inundarse en varios

momentos diferentes, con la deposición

de los limos que arrastra el agua. Un

ejemplo lo tenemos en Cueva Victoria,

Cartagena, en la cual las crecidas de la

rambla que pasa junto al cerro de San

Ginés ayudaron en la colmatación de la

cueva en momentos en los que se

encontraba abierta al exterior (Gibert et

al, 1990). También las que se

encuentran junto a cauces fluviales han

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sido inundadas en diversos momentos

como la Cueva Antón, en Mula, la cual

se encuentra en el mismo cauce del rio

Mula y donde podemos observar una

potencia estratigráfica de más de 2 m

(Martínez Sanchez, 1995) o las que se

encontraban junto a antiguas lagunas

como la Cueva Negra de Caravaca,

donde la forma de la deposición de los

sedimentos en el abrigo implica que un

pantano en el terraplén del río Quípar

estaba antiguamente al mismo nivel que

el abrigo, que fue invadido por el agua

de vez en cuando, quizás

estacionalmente, introduciendo

sedimento desde fuera (Walker et al,

2010).

Mención aparte merecen las cuevas

que se encuentran junto al mar. En

épocas de regresión marina debieron

dominar una extensa pradera litoral, tal

es el caso de las cuevas musterienses de

Gibraltar, pero con la crecida del nivel

actual del mar, tras el paso al Holoceno,

muchas de las cuevas han desaparecido

o han quedado parcialmente

sumergidas, como la cueva C6 de

Águilas, la cual tiene su entrada original

sumergida varios metros y colapsada

por derrumbes, pero a la que se puede

acceder a través de una entrada superior.

En su interior se han hallado fragmentos

cerámicos y un hacha pulimentada, así

como restos humanos adscritos a época

neolítica y hallados durante las

exploraciones espeleológicas de las

lagunas del piso inferior de la cavidad

(San Nicolás y Martínez, 1987).

En definitiva, cada cueva presenta

unas características y morfología que la

hacen única, y el trabajo no será igual

en cada una de ellas. En una cueva

profunda el trabajo se hará más

complicado por la oscuridad, la

humedad, el frío, la amenaza de estar

bajo tierra, la falta de comodidad si no

se puede estar completamente

erguido…La indumentaria y materiales

también deben cumplir una serie de

requisitos. En caso de ser cavidades

complejas como Tito Bustillo, Nerja o

Cosquer, el material debe ser

espeleológico especializado: monos,

buen calzado impermeable (según el

tipo de cavidad), casco, luz principal y

de emergencia, y a ser posible

prescindir del carburo, pues crea

contaminación y residuos, y su uso está

vedado actualmente en la mayoría de las

cuevas. Además si la cavidad lo exige

se deberá utilizar material de técnicas

verticales, como cuerdas estáticas,

arneses, mosquetones, escalas,

descendedores, cordinos, puño, croll,

bagas de seguridad, poleas, spits o

parabolts, y en los casos donde proceda,

neopreno, balsa, material de

speleobuceo, etc.

3. Cuevas-refugio y cuevas-santuario.

El uso de las cavidades a lo largo del

tiempo.

Nuestro género, el Homo, ha

utilizado las cuevas desde el comienzo.

Durante el Paleolítico inferior era más

común el hábitat al aire libre, pero

también se utilizaron las cuevas y

abrigos como refugio y hábitat

semipermanente como muestran los

ejemplos de las cuevas de Zhoukoudian

cerca de Pekín, con restos de Homo

Erectus; en Dmanisi, Georgia, con

restos de la misma especie; las cuevas

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2013 ESPELOARQUEOLOGÍA Norman Fernández

11

de l´Aragó y Vallonet, en el sur de

Francia; la Cueva Negra de Caravaca de

la Cruz, con restos de más de 650000

años pertenecientes al Homo

Heidelbergensis o en la célebre Sierra

de Atapuerca, donde los registros

arqueológicos muestran una ocupación

de sus cavidades desde hace más de un

millón de años, según los hallazgos

efectuados en Gran Dolina.

Con las oscilaciones climáticas que

dieron paso a periodos fríos parece

generalizarse el hábitat en cavidades,

coincidiendo con el nacimiento y auge

del Homo Neandertalensis, a comienzos

del Pleistoceno superior el cual utilizó

los abrigos y entradas de cuevas como

zonas de ocupación. Algunos ejemplos

los encontramos en cuevas como

Shanidar, en Irak; Vindija, Croacia;

Sima de las Palomas, Murcia; Boquete

de Zafarraya, Granada; o Gorham´s

Cave, en Gibraltar.

La llegada a Europa hace unos

40000 años del Hombre de Cromañón

supone un salto cualitativo en el uso de

las cavidades: mientras mantienen el

hábitat en abrigos y entradas de las

cuevas, además se introducen en las

oscuras galerías a decorar sus paredes y

bóvedas y a realizar rituales simbólicos

cuyo significado desconocemos. Hay

numerosos ejemplos plenamente

estudiados de los cuales podría nombrar

la cueva del Castillo, Cantabria; cueva

de Maltravieso, Extremadura; cueva de

La Pileta, Málaga; cueva de Los

Casares, Guadalajara; Papalló,

Valencia; o la cueva de Niaux, en el

pirineo francés.

Con los primeros pastores y

agricultores, durante el Neolítico,

Calcolítico y la Edad del Bronce, se

muestra un mayor conocimiento e

intensificación del uso del medio

subterráneo. En las entradas localizan

sus hábitats y rediles, mientras que

reservan las galerías del interior para

actividades simbólicas de carácter

sepulcral o ritual, en donde destacan las

manifestaciones artísticas, formando en

ocasiones auténticos santuarios. Como

ejemplos podríamos citar la Cova d

l´Or, Alicante; la cueva de Las

Ventanas, en Granada; Los Abrigos del

Pozo, en Murcia; la Torca l´Arroyu, en

Asturias; o la cueva Sagrada de Lorca.

A partir del Bronce Final y la Edad

del Hierro, se constata el abandono del

mundo de las cuevas y su cultura,

siendo probablemente este el momento

en el que empiezan a forjarse los

primeros mitos y leyendas. Los

hallazgos son excepcionales y

normalmente relacionados con

cavidades intensamente ocupadas en la

Prehistoria, como Ojo Guareña, en

donde se localizó el esqueleto de un

individuo de hace unos 2500 años.

De época íbera y romana tenemos

vestigios en varias cavidades, utilizadas

como lugares de culto y muy

puntualmente de habitación. Se ha

constatado un culto totémico hacia el

lobo en algunas cuevas-santuario íberas,

cuyas características de situación

geográfica y de morfología interior,

ubicación de materiales y paralelos

mediterráneos parecen vincular estas

cuevas con ritos de paso e iniciación. La

caverna, símbolo del útero materno

daba una significación especial a este

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2013 ESPELOARQUEOLOGÍA Norman Fernández

12

volver a nacer (González-Alcalde,

2006). Algunos ejemplos los tenemos

en la cueva Román, en Burgos; La

Serreta, Murcia; la cueva del Cerro del

Castillo de Yecla, también en la Región

de Murcia; o la Cova del Vall de

Serbes, Barcelona.

Finalmente con la cristiandad el

mundo subterráneo va a estar vinculado

con el fenómeno eremítico, siendo

frecuentes los abrigos o cuevas

semiartificiales donde los anacoretas se

retiraban en busca de la soledad y la

oración. Como ejemplos tenemos las

cuevas de la Hiedra y de Juan el Pobre,

en Murcia. También con la construcción

de ermitas e iglesias en lugares donde

hay cuevas con carácter sagrado

heredero de las antiguas creencias

paganas, como en el Cañon del Rio

Lobo, o en San Juan de la Peña.

En cuanto a los diferentes usos que

se le ha dado a las cavidades tenemos:

cuevas- hábitat, utilizadas durante un

largo periodo, normalmente reúnen unas

características concretas, como un

amplio vestíbulo iluminado con luz

natural, y suelen estar cercanas a una

corriente de agua; cuevas oteaderos,

ocupadas estacionalmente, a veces solo

una vez, y en otras a lo largo de varios

periodos. Suelen estar situadas con muy

buena vista a zonas donde abundaba la

caza; cuevas-santuario, que son aquellas

cuevas que eran lugares sagrados con

arte parietal o acumulaciones de arte

mueble; cuevas de enterramiento, en las

que se depositó el cadáver acompañado

de un ajuar funerario. Suelen ser

pequeñas cavidades de poco desarrollo

horizontal y en general son

inhumaciones en las que el cuerpo fue

cubierto por lajas de piedras.

Mención aparte merece el arte

paleolítico y postpaleolítico. El primero

aparece en el interior de cavidades

oscuras y en ocasiones bastante

profundas, aunque también se dan

muestras en el exterior, en forma de

grabados, aunque probablemente

también había pinturas, solo que no se

han conservado por estar a la

intemperie. Pero el arte que se

encuentra en la caverna es el que nos

interesa y queda dentro de los límites de

este trabajo. No pretendo analizar las

características del arte, su función o

significado, sino ponerlo en relación

con el espacio que ocupa, con su lienzo,

la roca de la cueva.

La exploración de las cuevas

susceptibles de ser habitadas debió ser

uno de los objetivos más importantes de

nuestros antepasados que vivieron

durante el Paleolítico. Para acceder al

interior debían tener métodos de

iluminación duraderos. Aparte de

antorchas, que tendrían una durabilidad

bastante limitada, se ha constatado que

utilizaban lámparas portátiles de grasa

animal, posiblemente obtenida del

tuétano, en la que insertaban una mecha

de fibras vegetales para ser prendida. Se

han hallado restos de este tipo de

lámparas en algunas de las cuevas con

arte parietal, hechas con piedras tratadas

para conseguir una concavidad, algunas

incluyendo mango y decoración incisa.

En ocasiones han utilizado una

estalagmita de extremo plano o cóncavo

como soporte fijo de la grasa, como en

la cueva de Nerja (Medina et al, 2010).

Tras la elaboración del pigmento (o

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2013 ESPELOARQUEOLOGÍA Norman Fernández

13

carbones), debían elegir el lugar idóneo

y preparar la roca. En la cueva de

Ardales tenemos otro ejemplo de

utilización de elementos de la cavidad:

un fragmento de estalagmita golpeado

para ser desprendido y utilizado como

soporte para los pigmentos del artista.

Pienso que no elegían los lugares al

azar o para ser vistos, al menos por los

no iniciados, o ciertas partes quedarían

vedadas, pues muchas pinturas se

encuentran en lugares recónditos y de

difícil acceso como chimeneas o

gateras. Quizás cada lugar se utilizase

con un propósito diferente, o

simplemente fuesen empleando los

lugares libres de pinturas, aunque la

superposición de grabados y pinturas en

muchas ocasiones hace pensar lo

contrario. La pintura (y grabados) ha de

relacionarse con la morfología de la

caverna. Cada espacio pudo servir a un

propósito concreto según la

interpretación personal de cada artista.

El arte paleolítico se muestra como

un arte del volumen, en el que los

relieves tienen un papel importante

primordial para la presentación de las

obras (Groenen, 2000). La superficie de

la roca y su relieve debe ir íntimamente

ligada a las pinturas o grabados que en

ella se encuentran. En ocasiones el

artista paleolítico utilizó espeleotemas

como soporte adaptando el dibujo a la

forma de la roca como un hombre-

bisonte en una estalactita de la cueva

Chauvet o el bisonte representado

verticalmente en una estalagmita del

Castillo. Otras veces utilizaron relieves

del techo y paredes como en algunos

bisontes de Altamira, las máscaras de la

“cola de caballo” también en Altamira o

un gran caballo de la cueva de Pech-

Merle (Clottes y Lewis-Williams,

2001). También se ha constatado la

presencia de huesos o lascas en fisuras

de techo y paredes de algunas cuevas,

con un significado incierto para

nosotros pero que incita a pensar en el

carácter sacro de la cueva, como

estructura poseedora de algún tipo de

poder telúrico para estos humanos.

Por otra parte, el arte

postpaleolítico, se da en otro tipo de

cavidades, salvo alguna excepción

como las cuevas de Peña Rubia de Las

Conchas o Las Palomas en Cehegín o la

Alicantina de Las Arañas, las pinturas

del postglaciar se encuentran en abrigos

rocosos, ya sea abrigos aislados como

La Fuente de Cañada de la Cruz,

Murcia, o en conjunto como los abrigos

del Pla de Petracos en Castell de

Castells, Alicante, siempre bien

iluminados y normalmente de caliza,

aunque también se dan en dolomías y

excepcionalmente en oquedades de

yeso. Suelen localizarse en cornisas de

las partes altas de sobrelevaciones,

como el Abrigo Riquelme de Jumilla o

en cavidades de ramblas y barrancos

como el conjunto de Los Grajos, Cieza.

La relación mágica de los humanos

con las cavidades ha ido cambiando con

el paso del tiempo. En las culturas

primitivas los elementos naturales a

menudo se identificaban con

determinados espíritus o divinidades.

Por ello, las cavernas, simas o

manantiales debían jugar un papel

esencial en el imaginario colectivo.

Durante decenas de miles de años

fueron lugares, a menudo en zonas

recónditas, con una simbología

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2013 ESPELOARQUEOLOGÍA Norman Fernández

14

compleja que hoy no podemos

comprender del todo.

Muchas cuevas con surgencias de

agua eran los lugares elegidos para

determinadas ofrendas votivas en

momentos de la Prehistoria y de la

Protohistoria. Para el Mundo Antiguo,

las cavidades formaban parte de la

mitología. Se las suponía morada de las

divinidades y lugar de entrada al Hades.

La sima donde surgían vapores y

profetizaba el oráculo en Delfos o la

cueva de la Puerta de Plutón de

Hierápolis, hallada en Pamukkale,

Turquía, y considerada por los romanos

como una de las puertas al inframundo,

son algunos de los más conocidos

ejemplos. Muchos seres mitológicos

buenos y malos se identifican como

moradores de las cuevas: brujas, hadas,

trolls, dragones u otros seres fantásticos,

además de ser lugares donde abundan

las leyendas de espectros como en la

cueva de Los Encantados de Cieza.

También son comunes las creencias

sobre la conexión entre unas cuevas y

otras o sus comunicaciones con iglesias,

castillos o ríos, así como las leyendas de

bandoleros como Jaime el Barbudo, que

da nombre a varias cuevas de las Sierras

de la Pila, El Baño y Crevillente

(Montes, 1990).

4. Presente y Futuro

La minería sobre antiguos rellenos

kársticos, el uso industrial,

especialmente en el siglo XIX, de

fosfatos procedentes de brechas con

restos fósiles, la explotación de guano

como fertilizante o el abastecimiento de

agua directamente obtenida de los

acuíferos kársticos, son algunos de los

ejemplos de nuestra moderna utilización

de los recursos relacionados con el

karst, sin olvidarnos del turismo que

algunas cavidades generan alrededor de

sus bellezas naturales o hallazgos

arqueológicos. No obstante, mirando el

lado positivo, gracias a las

explotaciones mineras hemos podido

conocer yacimientos que hasta el

momento habían permanecido ocultos

como los de la trinchera de Atapuerca o

Sima de las Palomas, aunque siempre

pagando el precio de la pérdida de parte

del registro arqueológico. Y la puesta en

valor de ciertas cuevas como reclamo

turístico permite la divulgación de los

estudios y un revulsivo para la

economía local y regional, siempre y

cuando se gestione adecuadamente. Una

de las líneas fundamentales en la

gestión sostenible de una cavidad

turística debe consistir en la definición

del número máximo de personas y el

tiempo de permanencia de las visitas, en

cada pasaje de la cavidad y en función

de una serie de parámetros críticos

relacionados con la estabilidad del

sistema agua, aire y roca. El tratamiento

y análisis de los registros ambientales

de una cavidad, microclimáticos

principalmente, debe ofrecer a los

gestores turísticos una herramienta para

adelantarse a la presencia de ciertos

impactos ambientales, cuya

manifestación es apreciable a simple

vista cuando ya adquieren un carácter

irreversible. Algunos ejemplos de

cuevas arqueológicas turísticas son Tito

Bustillo, Nerja, La Pileta o la Cueva de

las Calaveras. Explotadas

turísticamente o no, las cavidades con

cierto interés espeleológico o

arqueológico deben ser conservadas por

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2013 ESPELOARQUEOLOGÍA Norman Fernández

15

las comunidades autónomas y las

federaciones de Espeleología, con

cerramientos en caso de ser necesario,

con la limpieza, con el avance en el

estudio y con la preservación de los

microclimas, de los vestigios

arqueológicos y de los ecosistemas

subterráneos.

La labor de los espeleólogos se ha

hecho un hueco en la historia de la

arqueología prehistórica, creándose

incluso secciones de especialistas en

Espeleoarqueología en algunos clubs.

Tal es el caso del Grupo Edelweiss,

principales investigadores de cavernas

como la Cueva Mayor de Atapuerca o el

sistema kárstico de Ojo Guareña o el

Grupo Atalaya, descubridores de varias

cavidades con pinturas rupestres en la

zona kárstica y arqueológica de Los

Losares-Almadenes en Cieza.

La atracción por las cuevas

continúa hoy en la mente humana,

aunque adaptada a los aspectos

culturales y sociales de hoy en día, en

forma de deporte, ciencia, ocio o

cultura. Quizás los miles de años que

nuestros ancestros han utilizado las

cavidades, las infinitas búsquedas de un

refugio que debieron ocurrir o el

significado profundo espiritual que

representaban algunas cavernas, hayan

quedado grabados en nuestro

subconsciente y memoria colectiva, y

junto con la atracción por lo misterioso,

por lo desconocido y por lo oculto,

crean en nosotros esa curiosidad por las

cuevas y el mundo subterráneo, como si

perteneciéramos desde siempre a esos

lugares.

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