Escriben Pablo Feldman, Horacio Vargas, Sonia Tessa ... · SUPLEMENTO ANIVERSARIO DE Rosario I 12...

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SUPLEMENTO ANIVERSARIO DE Rosario I 12 LUNES 28 DE SEPTIEMBRE DE 2015 Escriben Pablo Feldman, Horacio Vargas, Sonia Tessa, Patricia Suárez y Patricio Pron R osario I 12 25 AÑOS Suplemento Aniversario 25 años Pasen y vean

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EscribenPablo Feldman, Horacio Vargas,

Sonia Tessa, Patricia Suárez y Patricio Pron

RosarioI12 25AÑOS

Suplemento Aniversario 25 años

Pasen y vean

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POR PABLO FELDMAN

No había celulares, ni Google,apenas algunas computadoras

con la novedad de internet. En laflamante redacción de RosarioI12sobresalían apenas dos máquinasde escribir, una Lexicon y una Let-tera, un revolucionario fax, una sa-la para revelado y copiado de fotos,una línea telefónica y un grupo dejóvenes entusiastas que no llegabanen ningún caso a los 30 años.

Eran los 90, pero recién, no loque serían después, o lo que sonahora, 25 años después. En la re-dacción –permítaseme la exagera-ción– las discusiones giraban en-torno de temas locales o provincia-les, y en esa primavera apenas flore-

cida la mejor manera que en-contramos de presentar el pe-riódico fue a través de un re-portaje al vértice de la pirámi-de del poder en Santa Fe: elgobernador Víctor Félix Revi-glio. El Chajá –así lo llamabansus compañeros– había sidoministro de Salud de su prede-cesor, José María Vernet, pri-mer gobernador de la vuelta a lademocracia, que había acomo-dado la interna con Nito Vanrellcomo vicegobernador.

Reviglio no tenía ni las lucesdel Tati Vernet ni la desfachatezde Vanrell, pero en “la chiquita”se movía con soltura y seguridad.A través de uno de sus colabora-dores, se tramitó la nota con elgobernador, quien habló como siel grabador de cassette que aúndaba vueltas por la redacción noestuviera delante suyo. No pidió“off de récord”, habló con térmi-nos que para la época eran impro-pios si se quiere, confiado de queel editor reemplazaría la palabrachorro por ladrón, boludo por in-epto y otros adjetivos que hoy nollamarían la atención.

Contestaba las preguntas y mira-

ba a sus colaboradores buscandoaprobación o complicidad. Tuteabaal cronista aunque éste lo tratabade “gobernador”, más allá de ha-berlo habilitado para el trato devos. Fumaba casi sin parar y su vozcascada camuflaba de matices deemoción a respuestas previsibles ysabidas. Sin embargo la monotoníase rompió cuando apareció el “casoVanrell”, su vice prófugo entonces,preso después.

“¿Qué me dice? ¿Que yo lo dejéescapar a Vanrell?”, vociferó. Sesacó el “cassette”. “Aquí se com-batió la corrupción”, siguió, al-zando la voz y más enojado toda-vía sentenció: “La corrupción nosólo existe en Santa Fe, está entodo el país”.

Teníamos tapa. La charla quellevaba más de media hora habíaentrado por fin en el terreno dePágina, hasta entonces inexplora-do por los dirigentes vernáculos ya la vez novedoso para periodis-tas inexpertos en la gráfica.

Pero faltaba todavía el títulode tapa. Nada de lo que habíadicho lo dejaba en “off side”.

Calificó de “autoritario” alVasco Usandizaga, cuestionó asus opositores, enumeró sus lo-gros, pero nada que se aproxi-mara a una autocrítica o quepudiera leerse como una gaffede su gestión.

Hasta que en un momento–probablemente dispuesto a cerrar

Teníamos tapa

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la nota– se encogió de hombros ycomo “confesión de parte” dijo:“Llamé a leales y capaces...”.

El tono provocó el “relevo depruebas”. Reviglio estaba recono-ciendo de algún modo que las co-sas fueron como fueron aun cuan-do actuó convencido de haber con-vocado a la gestión a funcionarioshonestos y trabajadores. La idea es-taba, faltaba el título...

Se revisaron las fotos sacadas ahímismo y ninguna decía nada. Másde una vez la foto “hace” el título,no era éste el caso. Otras, con la fo-to alcanza. También se puede po-ner una cita textual encomillada,pero acá no había caso.

Se recurrió al archivo en papeldel fotógrafo, centenares de fotosde los tres años de gestión que lle-vaba Reviglio apiladas en cajas ro-

ahí estaba el título, entre el “llamé”y los “leales y capaces”, y a la luz delos resultados de su gestión surgióel DIO EQUIVOCADO, que fueel título de tapa de la primera edi-ción de RosarioI12 el viernes 28 deseptiembre de 1990.

Cuando terminó el reportaje,Reviglio extendió su mano y despi-dió al cronista y al fotógrafo. El co-laborador que había facilitado lanota estaba algo incómodo. Seacercó a su jefe y le dijo algo al oí-do. Mientras el fotógrafo desarma-ba el trípode, Reviglio se alejó unospasos, le puso la mano en el hom-bro a su hombre de prensa y lan-zando una bocanada de humo ledijo: “Quedate tranquilo, estospendejos no van a ningún lado”.

✱ Director de RosarioI12.

Apareció un fotón del gobernador con un

cigarrillo en la mano izquierda, los ojos

cerrados como Troilo tocando el fuelle.

tuladas en las que venía el papelen blanco y se transformaron enel archivo. Y ahí, entre otras to-mas, rascándose la frente, hurgán-dose la nariz, mirando la nada,apagando un pucho, subiéndoseel pantalón, apareció un fotón delgobernador con un cigarrillo en lamano izquierda, los ojos cerradoscomo Troilo tocando el fuelle, y elteléfono apoyado en su oreja de-recha.

Se revisó la desgrabación. Y sí.Había dicho “llamé” no “convo-qué” o “designé”, sino “llamé”. Y

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POR HORACIO VARGAS

Esta podría ser la crónica de uncenicero. Mi mujer me dice

que fue un regalo de un familiartras volver de la Patagonia. No ten-go argumentos para rebatir su afir-mación tajante. Lo cierto es que elcenicero –de un color a río ma-rrón, tallado en madera de algarro-bo– me acompaña desde hace 25años en mi diario trajín. En los pri-meros años de corresponsal le colo-qué una etiqueta de PáginaI12,que obviamente, con el paso deltiempo, se fue degastando hastaperderse todo vestigio del talismán.Lucía bárbaro en una gran mesaantigua donde sólo tenía la compa-ñía de una Lexicon 80. Ha sobrevi-vido a mudanzas de redacciones, aolvidos y perdones. Y mientras es-cribo esto, está allí, esperando quelas cenizas del cigarrillo prendidoterminen volcadas en su interior,una y otra vez, como en todo estetiempo transcurrido.

◆ ◆ ◆

Roberto Fontanarrosa, como co-rrespondía, fue el primer columnistaestrella del diario. Lo convocó PabloFeldman para que escribiera una co-lumna, “Desde El Cairo”, luego lla-mada “La Mesa de los Galanes”,que rigurosamente mandaba escritaen máquina eléctrica, por fax, 48horas antes del cierre. Sus textos,breves, desopilantes, hablaban de lafauna que habitaba el bar, el viejo

bar. “Era un rincón apropiado parala mentira y una linda ejercitaciónen el delirio”, recordó el Negro so-bre esos textos que mucho tiempodespués se transformaron en peque-ños grandes cuentos.

“Lo cierto es que, de repente, unoadvierte que RosarioI12, crecido co-mo apéndice de PáginaI12, se hahecho un espacio propio y ha mo-dulado una voz personal dentro deun mercado rosarino poco habitua-do a compartir preferencias. Y haabierto otra puerta, para un grupode periodistas jóvenes que viene em-pujando fuerte y busca formas deexpresión no siempre convenciona-les”, escribió Fontanarrosa cuandocumplimos ocho años.

Y fue el Negro el que un día mellamó por teléfono para avisarmeque iba a ir al diario un chico departe de él. “Es bueno, fijate”, dijo.

◆ ◆ ◆

“Nunca había publicado nada enun diario y de verdad se me iba lavida en eso. Esperé a Vargas en lasalita de espera y para cuando lle-gó, ya me sentía en mi casa. Nopor él. Había cierta atmósfera delocal del PC en el lugar o del PI. Laespera por la publicación fue muycorta porque el primer viernes pos-terior a mi llegada estaba mi notapegada ahí. Tenía 20 años, era in-consciente y aunque fui feliz creoque por entonces no supe cuánto,”Gerardo Rozin

Recuerdo a Gary Vila Ortiz, exi-

liado de La Capital, errante, golpea-do. Aquí tuvo su espacio y su reen-cuentro con el periodismo gráfico.Escribió: “RosarioI12 es un refugiopara quienes solamente en este dia-rio encuentran esa transparente be-lleza que tiene la libertad en el usode la palabra”.

A Willy Lanfranco, otro gran pe-riodista con el que compartí, codo acodo, los largos días de edición, da-ba gusto escucharlo dar clases de pe-riodismo a los cronistas de turnoque no podían asimilar cómo “des-truía” sus notas.

Un viejo mail de Reynaldo Siete-

case: “Mis años en RosarioI12 for-man parte de mis recuerdos entra-ñables. Participar de su génesis fuede una intensidad maravillosa”.

◆ ◆ ◆

Leo, al azar, lo que escribí en es-tos años.

“Los primeros documentos se re-dactaban en inglés. El club estababajo la órbita de la empresa de Fe-rrocarril. Los altos empleados eranlos dirigentes. Sus asociados no po-dían ser otros que obreros y emplea-dos del FC Argentino.” Y ahora, el

amigo Perico Pérez está a cargo de larecuperación de la mítica sede fun-dacional de Central en el cruce Al-berdi.

Una entrevista al Patón Bauza,cuando era jugador de Central ysimpatizante del Partido SocialistaPopular: “Para mis compañeros deequipo soy un argentino medio quesabe de política por lo que lee en losdiarios”.

Otra, una declaración de Guiller-mo Estévez Boero: “A Carlos Marx,ante todo, hay que dejarlo tranqui-lo, fue un tipo muy capaz que nopuede ser usado por esquemáticos.Además, nadie lo entiende... Estode marxismo es como hablarle a unchico de escalar el Aconcagua cuan-do está jugando en la arena”.

El escritor Jorge Riestra dice:“No lo digo por vanidad, pero conSalón de billares fui el primer autorrosarino que rompió los límites dela ciudad”.

◆ ◆ ◆

Cuando RosarioI12 cumplió 10años, Ernesto Tiffenberg, director

de PáginaI12, escribió: “Creímosque había llegado el momento deque el crecimiento (de Página) seconcretara en ediciones locales enaquellas ciudades donde parecíanmás interesados en sumarse a la

aventura. Rosario, claro, y nadie sa-brá nunca si esto es un elogio o unacondena, fue la primera. RosarioI12nació así, de parto natural, y se lasarregló para sobrevivir con una ma-dre adolescente. Visto el resultado

El cenicero, la Lexicon el Negro y el lector

después de tanto tiempo, el métodono parece haber sido tan malo”.

◆ ◆ ◆

Se lo llama “Página 12 Rosario”,“suplemento regional”, “el Páginachico” (Carlos Reutemann dixit), eldiario que rompió la tradición, eldiario de los lectores que no “gritangol el lunes por La Capital” (comocanta Fito Páez)...

Es el diario de aquel lector de barque llama al mozo:

–¿Me podrá alcanzar algún diario?–Sí, pero lo están leyendo.–¿Me da el PáginaI12?–¡Señor! ¡Cómo voy a recortar esa

página de La Capital para que ustedla lea!

Somos también “el R12”, una sín-tesis lingüística y cálida de aquellosque nos leen todos los días y que re-mite a un auto, a un clásico de laclase media argentina de los 70. “Elmás querido del país”, decía el slo-gan publicitario. 25 años después,sin dudas, RosarioI12 ha recorridoun largo camino, sosteniendo, a dia-rio, la pasión por el periodismo.

Desde aquel viernes de septiembre

de 1990, primero una vez por sema-na, y poco tiempo después, a diario.

✱ Ingresó a PáginaI12 como co-rresponsal en 1987. Desde 1990 esjefe de Redacción de RosarioI12.Ha escrito cuatro libros: La trova ro-sarina y las biografías de Fito Páez,Carlos Reutemann y Roberto Fon-tanarrosa.

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POR PATRICIA SUAREZ

E ramos cuatro o cinco los queescribíamos. Después fuimos

más cuando apareció la revistaCiudad Gótica y había allí un parde apasionados como sólo se pue-de ser cuando uno recién empieza.Teníamos encima ya todos nues-tros defectos y muy pocas de nues-tras virtudes. Indefectiblementecomprábamos libros en libreríasde usados; por aquel entonces re-cién había abierto El pez voladory era un sitio de referencia. Mu-chas de las otras librerías ya no es-tán. La mayoría de nosotros perte-necía a la clase media rosarina, ysin embargo envidiábamos la ex-periencia diversa que el otro ha-bía tenido: uno, hijo de intelec-tuales; otro había vivido la dicta-dura en París; el Polaco ya eramúsico; yo trabajaba en una zapa-tería; los más mayorcitos ya eranegresados de Letras... Antes denosotros había una generaciónque admirábamos y despreciába-mos alternativamente: AngélicaGorodischer, Jorge Riestra, Alber-to Lagunas, Alma Maritano.

Por ese entonces Rosario bási-camente “era la ciudad de los poe-tas” y, aunque se contaban por de-cenas y la mayoría de las publica-ciones no tenían más circulaciónque la de los saquitos de azúcarcon un par de versos detrás, cadauno y todos los poetas de esa ge-neración rosarina creían que eran

la verdad revelada de la poesía la-tinoamericana. Mutuamente o ensoledad se investían de un respetohacia su propio arte que lindabaentre la soberbia, la megalomaníay el trastorno psiquiátrico. Noobstante, había uno a quien amá-bamos, que era indudable y era elNegro Fontanarrosa. Podíamos serfanáticos o solamente gustarnos,podíamos admirar a Boogie elAceitoso o a sus novelas, perosiempre anidaba en el más labe-ríntico lóbulo de nuestro cerebro:¿Cómo hace? ¿Cómo hace? Estapregunta nos torturaba porque

queríamos una respuesta y la ge-nialidad no tiene explicación.

Igual, lo más perturbador delasunto no era cuál era el canon delecturas ideal para convertirse enun escritor, sino cuál era el cami-no a seguir respecto de los prime-ros escritos. ¿Qué debíamos hacer?¿Cajonearlos hasta que fuéramostan famosos que nadie pudiera ob-jetar la calidad de los mismos? ¿Odebíamos correr el riesgo del ridí-culo y probar nuestras primeras ar-mas? ¿Y adónde, quién se animaríaa editarnos, a ofrecernos un míni-mo espacio para la ficción? Porqueese es el otro quid de la cuestión,queríamos publicar ficción, y noveíamos en la mira ningún NewYorker dispuesto a hacerlo. Eranlos años 90 y nosotros un grupetede rosarinos veinteañeros, perocreo que en Rosario esta dificultadse dio desde el principio, en todaslas generaciones que pasaron y enlas que sobrevendrán. (Hablo de–y seguro me olvido o confundo el

nombre de escritores de puro aba-tatada– Patricio Pron, AndrésAbramowski, Pablo Solomonoff,Beatriz Suárez, Beatriz Vignoli,Leonel Giacometto, Sonia Scara-belli, Mercedes Gómez, SergioGioacchini, Andrea Ocampo, Pa-blo Giordano...)

Y es muy, muy probable que ha-gan el caminito que hicimos no-sotros, que hice yo, y que hicierontantos escritores rosarinos que vi-nieron después de mí.

Fue así: junté valor y llevé doscuentos (los que yo considerabamis primeros dos cuentos y aundan vueltas por internet, “El gato”y “La criatura”) a la redacción delRosarioI12. Soy medio parientade Pablo Feldman (en realidad,técnicamente no somos parientes,pero fui criada como si lo fuera,por amistad de nuestros padres yabuelos, y tengo el relato –perdón,Pablo, por revelarlo– de que él,apenas un niño de 5 años, se apa-reció con un paquete en las manos

delante de mi cuna cuando yo erarecién nacida y dijo a mi madre:“Vengo a traerle un regalo a la ni-ña Patricia Suárez Cohen”) y es-peraba, veinte años después, queeste recuerdo hiciera que él miraramis textos con benevolencia.

Pero Pablo no estaba; estabaReynaldo Sietecase, que me con-fundió con otra chica, de senosmás grandes que yo, y me recibióamistosamente. Tomó las cincohojitas en sus manos y me dijo quelas leería, que le interesaba, y des-pués se las pasó a Horacio Vargas,quien detrás de escena, las leyó yle interesaron. Aunque es propiode Rosario (y supongo que de todaciudad de provincia) desoír lasnuevas voces locales, y en mi en-torno cotidiano nadie sabía que laPatricia Suárez que había firmadopor esas semanas un par de contra-tapas en el RosarioI12 era yo. ¡Yosí lo sabía y tocaba el cielo con lasmanos! Durante un par de sema-nas tuve la sensación de ser el es-critor que siempre había deseadoser, y no puedo menos que agrade-cer la generosidad de estos perio-distas, Sietecase, Vargas y Feld-man, que habidos esos días y mu-chas contratapas más, confiaronen mí y me ayudaron a tenerme fe.¡Salud a RosarioI12 y felices 25años! ¡Por muchos escritores másdebutando entre sus páginas!

✱ Nacida en Rosario, es escritora decuentos para chicos y grandes.Ytambién de teatro. Su libro Perdidaen el momento obtuvo el PremioClarín de Novela 2003. En 2007 reci-bió el Primer Premio Cosecha EÑEde la revista homónima por su relato“Anna Magnani”. En 2012 recibió,por “El Arbol de Limón”, el PremioRelatos Cortes de Cádiz, otorgadopor la Ciudad de Cádiz, España.

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Sobre algunas cosas que ya no existen y otras que existirán siempre

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POR SONIA TESSA

La primera vez que fui aRosarioI12 tenía un susto

increíble y 20 años recién cumpli-dos. Miedo, expectativas, ganas deaprender, todo se mezclaba. Si losaños transcurridos se contaran enmetidas de pata, podría decir quepasé un siglo en esta redacción.Entonces, ni se me ocurría queexistía una agenda de temas de lasmujeres y tampoco sabía muy biencómo manejar una noticia, cuáleseran las fuentes confiables y cuálesno. Estaba cruda, digamos. LeíaPáginaI12 desde 1987, completi-to. El lunes, me faltaba algo. Por-que entonces el diario no salía loslunes. Con cada metida de pata,con cada nota lograda, con cada

descubrimiento crecí en este dia-rio. No tengo ganas de decir queenvejecí porque siento que, si bienya no tengo 20 años, trabajo en undiario que sigue generando airefresco. Y más de una vez me enor-gullece aquello que para otros pue-de ser demérito: concentrarnos enlos temas que creemos más rele-vantes, desconfiar de las noticiasque sí o sí tienen que estar, paraseguir el pulso de una ciudad quesubyace. No somos el único medioque lo hace, por supuesto. Pero síreivindico la singularidad que te-nemos para hacerlo.

Pasaron unos años hasta queme interesé en esos temas quehoy ocupan cotidianamente laagenda del diario. No sabía nadade violencia machista pero, claro,había leído la cobertura dePáginaI12 sobre el juicio a Carlos

Monzón por el asesinato de Ali-cia Muñiz. Ahora le decimos fe-micidio. Ni siquiera sabía enton-ces cómo tratar periodísticamenteel aborto, pero sí que conocía encarne propia de qué se trataba laclandestinidad. En aquel año, eldel nacimiento de PáginaI12, ha-bía ido a la Plaza Montenegro arepudiar el indulto de Menem alos jerarcas de la dictadura (cívi-co-militar-eclesiástica, decimosahora). Ni me imaginaba que 20años después tendría el privilegiode contar los juicios por delitosde lesa humanidad modelo en elmundo, que se hacen en tribuna-les ordinarios, con todas las ga-rantías para la defensa de los acu-sados. Y escuchar a los sobrevi-vientes con un nudo en la gar-

ganta, y pensar cómo plasmarlopara que todos los días haya unahistoria que dé sentido a mante-ner esos juicios en las páginas deldiario. RosarioI12 permite dedi-car largas notas a la cobertura deesos procesos, en detrimento deotras notas que seguramente ocu-pan mucho más espacio en laagenda de otros medios.

Trabajar en RosarioI12 signifi-ca la posibilidad de escribir sobrelos temas que me convocan sintener que explicar por qué la vio-lencia machista no es un “temade pareja”, sino un grave proble-ma social. No desde ahora, queestá instalado en la agenda públi-ca, sino desde hace muchísimosaños. RosarioI12 construye supropia agenda, a partir de formar

parte de un proyecto editorial de-finido. El espacio siempre nos re-sulta escaso. Para los que hace-mos todos los días RosarioI12,siempre haría falta una páginamás, porque nos quedamos conlas ganas de contar algo más.

La redacción es un lugar apa-sionante donde nunca faltan losgritos, las peleas, los reclamos porprecariedades. Pero también laposibilidad de plantear con quépalabras queremos contar esa rea-lidad que tantas veces nos lasti-ma, otras nos conmueve y sobrela que queremos reflexionar. To-do eso es lo que tratamos de ha-cer día a día.

Es bueno estar en un lugar don-de no hubo que insistir para quela injusta muerte de Ana MaríaAcevedo en el Hospital Iturraspede Santa Fe, el 17 de mayo de2007, fuera tema de tapa. Sostuvi-mos ese tema durante meses, has-ta que el Estado asumió su respon-sabilidad por la muerte de la jo-ven de 20 años, que había llegadoal hospital con un cáncer de ma-xilar y a quien le negaron el dere-cho a la salud porque estaba em-barazada. Y aunque algunos jefes ycompañeros piden detalles, discu-ten, rebaten, RosarioI12 es un lu-gar donde podemos contar las vio-lencias que sufren las mujeres, y elsistema jerárquico que eso devela,lo que el feminismo conceptualizócomo sistema patriarcal.

Fue en estas páginas donde elfemicidio de Vanesa Celma se co-noció, y donde se sostiene la ne-cesidad de un juicio que revele laverdad sobre lo sucedido en la tar-de del 29 de junio de 2010, queterminó con la muerte de la jovende 27 años, cuatro meses después.

Un diario jugado, así sientoque llegamos a quienes nos leen.Jugado con las causas que consi-deramos justas, siempre con los lí-mites que nuestras páginas impo-nen. Con periodistas mujeres yvarones que les ponemos el cuer-po a esas convicciones. Que hace

mucho dejamos atrás el mito dela objetividad, pero sí confiamosen la rigurosidad. Que renegamosde ser voceros de quienes deten-tan la voz oficial.

Un cuarto de siglo después deaquella primera conversación conHoracio Vargas, pienso en la granfortuna que fue llegar una tardede diciembre de 1990 a la viejaoficina de calle Córdoba y afron-tar el miedo para ponerme aprueba. Como lo sigo estando.

✱ Secretaria de redacción deRosarioI12.

Un diario que siguegenerando aire fresco

Es bueno estar en un lugar donde no hubo

que insistir para que la injusta muerte

de Ana María Acevedo fuera tema de tapa.

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POR PATRICIO PRON *

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Una vez más, la situación esesta: la redacción del diario

es pequeña; por todas partes haypapel, no siempre en buen esta-do; los periodistas gritan ins-trucciones de una mesa a otra;en el aire hay algo difícil de de-finir pero inmediatamente reco-nocible para cualquiera que ha-ya estado alguna vez en una re-dacción, una cierta urgencia ytambién cierto hartazgo porqueesa urgencia se repite todos losdías. Quizás es martes, es mayoo junio y es el año 1992 o 1993y tal vez ese día haya decenas decosas que contar en un periódi-co, ninguna de ellas muy agra-dable de leer porque los tiemposno son buenos pero tampocomejorables. (Que es como sontodos los tiempos, siempre.)

Allí, entonces, en el diario,en otra tarde de urgencia, lapersona destinada a impedir laentrada de los desconocidos seha equivocado o ha perdido lacabeza y ha dejado entrar a unchico demasiado delgado, al-guien con un peinado que pare-ce un fallo tecnológico, unosdientes malos, ropa que le que-da demasiado grande, una car-peta bajo el brazo. El chico estáde pie en el centro de la redac-ción esperando que alguien re-pare en su presencia, aunque esevidente que nadie repara en lapresencia de nadie en una re-dacción que se precipita haciael cierre, y el chico piensa queposiblemente tenga que quedar-se allí durante horas, incluso dí-as, como ese personaje en elcuento de Franz Kafka queirrumpe en una casa y no tienerazones para quedarse pero tam-

poco tiene razones para irse y fi-nalmente se queda y un díamuere y alguien lo barre con elresto de la suciedad de la casa,casi sin darse cuenta.

Alguien levanta la cabeza y love, sin embargo: le preguntaquién es y a continuación lepregunta qué quiere. La segundapregunta es difícil de responderporque el chico quiere muchascosas, algunas incluso absoluta-mente imposibles de obtenerallí y entonces, como publicarlibros firmados por él, libros quese parezcan aunque sea un pocoa los libros que le gustan a él yencuentren a sus lectores de lasformas más o menos impredeci-bles que los libros dan con ellos.(El chico también quiere publi-car en la contratapa del diarioque lee y en el que escriben casitodos los escritores que le im-portan, pero eso no va a admi-tirlo nunca.) La primera pre-gunta tampoco es fácil, porqueel chico, que tiene quince o die-ciséis años por entonces, no sa-be todavía muy bien quién es, opiensa que es algo más que sunombre y su apellido (una suce-sión de potencialidades, por de-cirlo así: un “puede ser” o, en elmejor de los casos, un “va a ser”que de momento son sólo con-jeturas). Así que no dice nada,se queda completamente calla-

do y espera que alguien lo barracon la suciedad. Pero no se hacemuchas esperanzas porque enesa redacción parece que nadiebarre hace tiempo.

2¿Qué tiene para ofrecer el

chico? Un apellido célebre en-tre los periodistas de la ciudad,un montón de cuentos que haescrito en el último año y el de-seo de escribir más; sobre todo,la voluntad de continuar escri-biendo. Sus cuentos están lle-nos de expresiones raras y nomuy eficaces, y de metáforas ycomparaciones dignas de lásti-ma. Algunos ejemplos: “Elhombre se lo quedó mirando co-mo un hombre que se queda mi-rando algo”. “Aquel libro eracomo un libro cualquiera, peroera aquel libro y no otro”. Al-gún día va a ver esas expresio-nes en otros y va a sacudir la ca-beza con escepticismo, pero porentonces es todo lo que tiene ydebe pensar que es bueno, quees tan bueno que puede ser pu-blicado en cualquier sitio, porejemplo en la contratapa de undiario que, en realidad, publicaotro tipo de cosas, relatos y vi-ñetas vinculados con la ciudaden la que está el diario y con sujuventud, que va a los mismossitios donde va el chico, escribe

en una revista en la que trabajael chico, lee en los mismos ba-res donde lee el chico, even-tualmente comparte las mismasnovias, y sin embargo está sepa-rada del chico como por un vi-drio blindado, como si el chicoy sus amigos viviesen en mun-dos separados.

Por alguna razón y de algunaforma el chico sabe que esa es-cena de la que hablan los otrosautores va a ser barrida por elviento en algunos años; él mis-mo viene de una (el activismopolítico de la década de 1970)que en 1992 o 1993 casi ha de-saparecido y sólo va a hacer sureaparición diez años después yde forma casi milagrosa (aunquealguien afirme, y tenga razón,que no habrá sido magia): elchico ya está acostumbrado aque las cosas cambien y está dis-puesto a cambiar con ellas; so-bre todo, está dispuesto a no re-nunciar al derecho de ser otro,cada vez que lo desee y en todoslos sitios que quiera. Va a serotro una y otra vez a lo largo desu vida, pero eso el chico toda-vía no lo sabe; tampoco sabeque en los años siguientes se vaa ir de su país, va a escribir algu-nos libros, va a ganar algunospremios, va a comer hormigas ylangostas, va a conocer a algu-nos de los escritores que lee des-de joven (desde antes de ser jo-ven, para ser más precisos), va aperder casi por completo la me-moria.

3No va a olvidar una cosa que

le pasó, sin embargo. Auncuando se haya olvidado de to-do lo demás, va a recordar esatarde en que lleva sus primerosrelatos a una redacción y es re-

La generosidad de los extraños

Sebastián Vargas

cibido por alguien que pone suscuentos en una pila y lo despidesin prometerle nada. Cuando elchico se escabulla fuera (en elfuturo, el chico creerá recordarun ascensor antiguo y muy her-moso como el rasgo saliente deledificio que ocupa parcialmentela redacción), va a agradecer nohaber tenido que ser barrido,pero no va a saber que con esavisita habrá comenzado su vidade escritor y que lo habrá he-cho por la proverbial generosi-dad de los extraños, que se con-vertirán con el tiempo en susamigos y sus maestros; tampocopodrá imaginarse que veinticin-co años después, cuando echela vista atrás, el diario que élnunca habrá dejado de leer se-guirá allí y él estará haciendo lomismo que hacía por entonces,escribir. Si lo supiera en estemomento, el chico besaría yabrazaría a todos los de la re-dacción y les agradecería laoportunidad que le dieroncuando él tenía a su vez tan po-co para dar. Pero el chico toda-vía no lo sabe. Cuando sale a lacalle, sin embargo, cree imagi-nar (y no se equivoca) que elcielo se ha despejado y por unmomento todo le parece (porfin) posible y al alcance de lamano.

✱ Escritor argentino que comen-zó su carrera en RosarioI12. En2010 la prestigiosa revista ingle-sa Granta lo escogió como unode los veintidós mejores escrito-res jóvenes contemporáneos enespañol. Uno de sus últimos li-bros es El espíritu de mis padressigue subiendo en la lluvia(2011), que ha sido traducido alnoruego, francés, italiano, inglés,neerlandés, alemán y chino.