Enf. Cardiovasculares y Nutricion

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Año de la Promoción de la Industria Responsable y del Compromiso Climático Universidad César Vallejo FACULTAD DE CIENCIAS MÉDICAS ESCUELA DE MEDICINA MÓDULO : NUTRICION CLINICA Y SOPORTE NUTRICIONAL DOCENTE : ANDREA QUIÑONES VASQUEZ ALUMNA : YARA IRENE LÓPEZ VERGARA

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“Año de la Promoción de la Industria Responsable y del Compromiso Climático”

Universidad César VallejoFACULTAD DE CIENCIAS MÉDICAS

ESCUELA DE MEDICINA

MÓDULO : NUTRICION CLINICA Y SOPORTE

NUTRICIONAL

DOCENTE : ANDREA QUIÑONES VASQUEZ

ALUMNA : YARA IRENE LÓPEZ VERGARA

CICLO : IX

TRUJILLO – PERÚ

2014

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INTRODUCCION

Las enfermedades cardiovasculares (ECV) constituyen un problema de salud pública en

muchos países en desarrollo.1,2 El incremento de las tasas de mortalidad y la prevalencia

de factores de riesgo (FR) observadas en América Latina, son los más importantes

indicadores de la magnitud de esta epidemia.1,2

Las ECV son la principal causa de mortalidad en el mundo industrializado, suponen una

gran morbilidad y consumo de recursos.

Las recomendaciones de estilos de vida saludables pueden a largo plazo llevar a eliminar

en la población las enfermedades cardiovasculares.2

Entre los FR, además de la inactividad física y el hábito de fumar, la dieta juega un rol

importante en el desarrollo de estas enfermedades.2

Para mantener la salud se necesita consumir nutrientes variados y otros compuestos,

como los fitoquímicos, que han demostrado un papel protector en diversas afecciones.

Para obtener una dieta variada se deben seleccionar diariamente diferentes alimentos:

cereales, viandas; vegetales y frutas (pueden disfrutarse en mayor cantidad); aves,

pescados, huevo, frijoles (en cantidades moderadas); aceites, azúcar y dulces (en

cantidades limitadas).3

Una dieta reducida en grasas, rica en pescados grasos y con un incremento en la relación

grasas poliinsaturadas/grasas saturadas disminuye la mortalidad por todas las causas, lo

que se atribuye a una disminución de muertes por enfermedad coronaria.

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DESARROLLO

Existen 3 factores importantes que producen ataques al corazón: hipercolesterolemia, hipertensión arterial y exceso de peso.

Hiperlipoproteinemias (HLP): La hipercolesterolemia es uno de los factores de riesgo más importantes en el desarrollo de la enfermedad coronaria y en la progresión de las lesiones ateroscleróticas.

Con la dietoterapia y las drogas hipolipemiantes se previene la progresión de la placa aterosclerótica, se induce la regresión y disminuye el riesgo de eventos coronarios agudos en pacientes con enfermedad coronaria preexistente o con enfermedad periférica.

Se considera a los triglicéridos (TG) como un factor de riesgo cardiovascular independiente a otros factores conocidos.

En pacientes con enfermedad coronaria establecida la disminución del LDL colesterol, reduce ampliamente el riesgo de infarto agudo del miocardio, muerte por enfermedades cardiovasculares y por todas las causas.

Hipertensión arterial: La dieta desempeña un papel importante en la regulación de la presión arterial. La dieta hiposódica puede disminuir la presión sanguínea y el incremento de ella con la edad.

Los alimentos que descienden la presión arterial son las frutas y los vegetales.

La reducción de la ingestión de sodio puede ayudar a los hipertensos con tratamiento a disminuir la dosis de sus medicamentos mientras mantiene un buen control de la presión sanguínea.

Existe una asociación entre las dietas de bajos niveles de calcio con incrementos de la prevalencia de hipertensión arterial. Es por ello beneficioso mantener niveles adecuados de calcio en la ingesta.

Obesidad: Las personas que presentan obesidad central poseen un alto riesgo y deben ser tratadas para perder peso a través de una dieta adecuada y el incremento de la actividad física.

El aumento de la grasa abdominal se asocia con el incremento de riesgo de padecer de diabetes tipo 2, hipertensión arterial, dislipidemias, coronariopatías, entre otras. Esta asociación se establece fundamentalmente con la grasa intraabdominal, la cual posee una respuesta fisiológica distinta de la situada subcutáneamente, que la hace más sensible a los estímulos lipolíticos, mecanismo por el cual se incrementan los ácidos grasos libres en la circulación portal, punto de partida para el inicio de procesos fisiopatológicos que pueden desencadenar los procesos metabólicos.

La circunferencia de la cintura es de gran ayuda clínica para conocer el grado de obesidad y monitorear la reducción del peso.

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El valor de 94 cm en el hombre y 88 en la mujer es un alto riesgo para la ECV.

El IMC es recomendable en el diagnóstico de obesidad, pues correlaciona, de manera significativa, el total de grasa corporal y permite no solo evaluar y comparar individuos, sino poblaciones o subgrupos de estos y de diferentes orígenes. Permite valorar los riesgos para la salud asociados con el sobrepeso y puede ser una guía útil para su tratamiento (tabla 1).

La morbilidad para un número de condiciones aumenta cuando el IMC es mayor de 25. La más alta morbilidad asociada con el sobrepeso y la obesidad ha sido observada en la hipertensión, la diabetes tipo 2 y ECV. El tratamiento de la obesidad disminuye el colesterol LDL, VLDL, triglicéridos y aumenta las HDL; también desciende la presión arterial y la glucemia.

Dietoterapia en las enfermedades cardiovasculares Ingesta energética total: Se ha demostrado que una disminución de 5 a 10 kg de peso reduce el colesterol y los triglicéridos en plasma, por lo que es de gran importancia indicar el tratamiento reductor de peso en personas con sobrepeso u obesidad que presenten dislipidemias.

El tratamiento hipoenergético se basa en una modificación de la dieta hasta un nivel asociado a una mejoría de la salud o a un menor riesgo de complicaciones para alcanzar un peso corporal deseable.13 Se deben considerar los antecedentes familiares, la composición corporal y la distribución de la grasa, además de las complicaciones asociadas.

Las necesidades de energía alimentaria en los adultos se calculan a partir del peso corporal y de la intensidad de la actividad física según diferentes factores múltiplos de la tasa metabólica basal (TMB).

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El cálculo de los requerimientos (tabla 2), debe realizarse de la manera siguiente:3

Al resultado del gasto energético en 24 h, según tabla anterior, se le resta de 500 -

1 000 kcal para lograr la pérdida de peso deseable.

La Sociedad Americana del Corazón recomienda las dietas siguientes (cuadro):

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Las dietas bajas en carbohidratos han sido utilizadas en el tratamiento de la obesidad y sus consecuencias metabólicas.

La moderada restricción en su ingesta (54 %) mejora la dislipidemia aterogénica reduciendo significativamente el LDL colesterol.1

Se debe analizar el perfil de lípidos sanguíneos a las 6 sem de iniciada la dieta. Si no se reduce el LDL colesterol a £ de 100 mg/ dl en el transcurso de 6-12 sem se debe indicar una mayor reducción de las grasas totales y saturadas.

Los ácidos grasos insaturados (AGI): poseen uno o más de un doble enlace, y de acuerdo al número de carbonos desde el carbono metilo u omega hasta el primer doble enlace se clasifican en omega 3, omega 6 y omega 9.

Ácidos grasos poliinsaturados (AGP): Los ácidos grasos omega 6 y omega 9 se denominan ácidos grasos esenciales porque el organismo no puede sintetizarlos. El ácido linoleico, es el más común de la familia omega 6. Se encuentra en los aceites de maíz, soya y algodón. Es el precursor del ácido araquidónico, con conocidas funciones sobre la respuesta inflamatoria y la coagulación.

Los ácidos grasos poliinsaturados omega 3 se encuentran en los vegetales de hojas verdes, aceite de semillas de linaza, soja, zapallo y nueces, especialmente en las carnes de pescados de aguas frías y profundas. Entre estos peces se encuentran: atún, caballa, sardina, salmón, trucha, gatuzo y trilla. Los mariscos también contienen omega 3 (mejillones, ostras, berberechos, etc.).

La ingestión de pescados grasos 3 veces por semana que son aproximadamente 300 mg al día de ácido eicosapentanoico: 20 átomos de carbono y 5 dobles enlaces, lleva a la reducción de la mortalidad por todas las causas y de la mortalidad cardíaca.

Minimizan el riesgo de padecer aterosclerosis y la formación de colesterol, disminuyen los triglicéridos y reducen la presión sanguínea. Su consumo reduce el daño isquémico consecutivo al ataque cardiaco. Estos ácidos grasos también pueden reducir los riesgos y síntomas de otros trastornos como la diabetes mellitus.

Cuando reemplazan en la dieta a los AGS son capaces de disminuir el colesterol total (CT), el LDL colesterol y los TG. El principal es el ácido linolénico, que es transformado en ácido eicosapentaenoico (EPA) y en ácido docosahexaenoico (DHA) en el organismo. Estos ácidos sustituyen al ácido araquidónico evitando la formación de tromboxano A2 y ejerciendo de esta forma un efecto vasodilatador e inhibidor de la agregación plaquetaria. En prevención secundaria se ha evidenciado una disminución de ECV con el uso de una dieta rica en ácido linolénico.

Los ácidos grasos monoinsaturados (AGMI) se encuentran en el aceite de oliva, en el aguacate y en el maní. Cuando sustituyen a las grasas saturadas en la dieta, son capaces de disminuir el LDL colesterol y los TG sin afectar el HDL colesterol.

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Las LDL enriquecidas en ácidos grasos monoinsaturados son menos propensas a la oxidación, lo que disminuye su aterogenicidad.

Los ácidos grasos trans se forman por hidrogenación de aceites ricos en AGP, ya sean naturales u obtenidos industrialmente por endurecimiento de las grasas. Están en todas las grasas animales, carnes, comidas rápidas, alimentos congelados, dulces, galletas, pasteles y margarinas vegetales.

Los ácidos grasos trans, incrementan el colesterol total, el LDL colesterol y al mismo tiempo elevan los valores de lipoproteína a (Lp(a)). El ácido elaidico, uno de los principales isómeros trans, producido durante la hidrogenación industrial de aceites comestibles afecta adversamente las lipoproteínas plasmáticas.

La ingestión de pescado y flavonoides disminuye la mortalidad coronaria y la ingestión de ácidos grasos trans la aumenta. Esto es de gran importancia para la comprensión de la etiología y la prevención de las enfermedades cardiovasculares.

Los ácidos grasos saturados (AGS) son el componente dietético que más aumenta el LDL colesterol. Su sustitución por ácidos monoinsaturados disminuye el LDL colesterol sin afectar los niveles de HDL colesterol.3,4 Alimentos ricos: carne de res, carnero, mantequilla, etc.

La sustitución de los AGS, por hidratos de carbono complejos disminuye el LDL colesterol, pero también la HDL, sin mejorar la relación LDL colesterol: HDL colesterol.3

La dieta baja en grasa, sobre todo las saturadas, y alta en fibra dietética se indica para disminuir el peso corporal en las personas obesas.

El colesterol dietario: Solo el 30 % del colesterol que se manifiesta en la sangre proviene de la alimentación, ya que el 70 % restante es producido por el propio organismo. El colesterol de la dieta eleva el colesterol sérico menos de lo que lo hacen las grasas saturadas. Posee un pequeño efecto elevador del LDL colesterol sérico y produce un incremento del riesgo de enfermedad cardiovascular.

La ingestión alta en colesterol y grasa saturada y la relación P:S (poliinsaturados: saturados) baja fueron relacionadas con el incremento del riesgo de ECV entre mujeres con DM Tipo 2. En las personas diabéticas el reemplazo de grasas saturadas por grasas monoinsaturadas puede ser más efectivo para disminuir el riesgo de ECV, que la sustitución por carbohidratos. Las carnes, leche, mantequilla, vísceras, galletas y los alimentos fritos aumentan el colesterol plasmático.

Hidratos de carbono: En pacientes obesos y en pacientes con TG elevados, los hidratos de carbono que deben indicarse son los complejos, como viandas y cereales, fundamentalmente los integrales.17 Los hidratos de carbono simples de rápida absorción (monosacáridos, disacáridos, y oligosacáridos) deberán restringirse.3

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Proteínas: Se ha encontrado que reemplazar carbohidratos de la dieta por proteínas reduce significativamente el colesterol y los TG además de aumentar el HDL colesterol. Las proteínas de origen vegetal poseen efectos beneficiosos sobre las ECV, no así las carnes de res, cerdo, y embutidos que son ricas en AGS, por lo que no son recomendables, porque aumentan más la mortalidad cardiovascular que las carnes blancas. La evidencia sugiere un beneficio potencial del reemplazo parcial de carbohidratos refinados por fuentes de proteína bajas en grasas saturadas como las vegetales.

Se ha demostrado que en mujeres la ingesta total de proteínas se correlaciona negativamente con la aparición de enfermedad coronaria sin interesar el tipo de proteína que se ingiera.

Existe asociación positiva para la hipertensión arterial con la ingestión de carnes rojas y procesadas, al contrario con la ingestión de granos enteros, frutas y nueces.

La ingestión de vegetales tiene efectos beneficiosos sobre la presión sanguínea mientras que la ingestión de carne lo inverso.

Fibra dietética: Son los componentes de la dieta de origen vegetal resistentes a las enzimas digestivas del hombre. Se pueden clasificar de acuerdo a su solubilidad en: fibra insoluble (celulosa, gran parte de las hemicelulosas y lignina) y fibra soluble (pectina, sustancias pécticas, gomas, mucílagos y algunas hemicelulosas).

Los alimentos fuentes de fibra soluble son casi todas las frutas, alguno vegetal, leguminoso y avena. En general, los componentes solubles producen mayores efectos hipocolesterolémicos y retardo en la absorción de la glucosa.

El aumento en el consumo de fibra es capaz de disminuir el LDL colesterol entre un 10 y un 15 %20 por varios mecanismos: por una parte la fibra dietética se une al colesterol de la alimentación impidiendo su absorción. También se une a las sales biliares evitando su reabsorción e induciendo un mayor catabolismo del colesterol.

La fibra soluble es degradada en compuestos menores que al absorberse inhiben la síntesis de colesterol.

El consumo incrementado de fibra dietética es muy recomendado para mantener el peso corporal saludable y es conocida la relación entre la ingestión de cereales integrales con los cambios del peso a largo plazo.

Antioxidantes y enfermedades cardiovasculares: Las evidencias científicas indican que el proceso oxidativo tiene una fuerte influencia en el desarrollo de la aterosclerosis. Los antioxidantes pueden ser protectores porque inhiben la oxidación de las lipoproteínas de baja densidad en el plasma.

Aparte de las funciones como cofactores enzimáticos que tienen las vitaminas, existe un grupo que ha sido clasificado como antioxidantes y que impiden la oxidación de los ácidos

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grasos poliinsaturados, las proteínas y el ácido nucleico, lo que evita que se produzcan daños celulares en el organismo y el desarrollo de enfermedades. La deficiencia de vitamina E (tocoferoles), C (ácido ascórbico) y carotenoides ha estado implicada en el desarrollo de enfermedades no transmisibles como son las cardiovasculares y el cáncer, las cuales constituyen las primeras causas de muerte en Cuba.14 Té (Camellia sinensis): El té verde no es fermentado y es la bebida más consumida en los países asiáticos. Contiene polifenoles del tipo flavonoides. Los flavonoides más abundantes del té verde son las catequinas y juega un rol importante en el tratamiento de los factores de riesgo de la ECV. El consumo del té verde disminuye el peso corporal por interferencia con el sistema simpático adrenal y la síntesis de ácidos grasos, disminuye la absorción y los niveles plasmáticos de colesterol, tiene una fuerte acción sobre la actividad de los radicales libres inhibiendo la oxidación de las LDL, reduce la expresión de la adhesión molecular, tiene actividad antitrombótica por inhibición de la agregación plaquetaria y disminuye la presión sistólica y diastólica.

El consumo habitual y moderado de vino, especialmente de vino tinto, puede producir efectos beneficiosos adicionales sobre la morbilidad y mortalidad cardiovascular. El vino tinto es rico en polifenoles, particularmente en quercitinas y resveratrol (efecto protector del vino).

Minerales y enfermedades cardiovasculares: Los requerimientos mínimos de sodio, cloruro y potasio en personas adultas sanas son: sodio (500 mg), cloruro (750 mg), y potasio (2 000 mg).

Sodio: Se debe disminuir su ingestión. Se recomienda que no sobrepase los 6 g/d/persona; esto equivale a una cucharadita de postre rasa de sal per capita para cocinar, distribuida en las comidas.

Los alimentos ricos en proteínas de alta calidad contienen más sodio que la mayoría de los alimentos. Ej.: carne, pescado, mariscos, etc. La cocción de estos puede reducir su contenido de sodio, desechando el líquido de cocción.

La mayoría de los vegetales y frutas frescas contienen cantidades insignificantes de sodio; pueden emplearse libremente.

Potasio: Se debe aumentar la ingestión de potasio. Alimentos ricos: Frutas (melón, toronja, naranja, limón, mandarina), vegetales (zanahoria, calabaza, quimbombó, espinaca, col, tomate, etc.), viandas (boniato, ñame, papa, plátano verde, etc.), hígado y carne.

Una dieta elevada en potasio favorece la protección contra la hipertensión y permite un mejor control de aquellos que la padecen.

Un exceso de potasio condiciona un aumento en la excreción de sodio. Los requerimientos mínimos para personas sanas del potasio son de 2 000 mg o 2g/d/persona.

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La alimentación habitual garantiza el suministro de potasio, superior a los requerimientos mínimos. No se recomienda la suplementación cuando se están tomando diuréticos que ahorran potasio.

Calcio: Se debe garantizar la ingestión adecuada de calcio. Alimentos ricos en calcio: Algas marinas (Hiziki, Wakame, kombu, Nori), semillas de sésamo, sardinas, soya, almendras, avellanas, frijol, perejil, col, nueces, semillas de girasol, acelga y nueces.

La recomendación de calcio se establece a un nivel de 800 mg/d/persona para adultos.

HIPERTENSION ARTERIAL

La prevención y tratamiento de la hipertensión arterial (Prevención y dieta en la hipertensión arterial, dietas hiposódicas, manejo nutricional de la hipertensión arterial) ha sido objeto de un gran debate e investigación, se reconoce la importancia de realizar intervenciones educativas con el objetivo de actuar a nivel preventivo con los niños y jóvenes.

Esto debido a que el aumento en los niveles de la presión arterial inicia durante las 2 primeras décadas de vida, aunque puede ser desde la vida intrauterina (1).

Para muchos individuos el manejo de la hipertensión arterial sólo se enfoca en la prescripción de diversos medicamentos, ya que no hay un enfoque claro de manejo nutricional o interdisciplinario de la patología.

Todo el tratamiento se limita al consumo de un medicamento y ante una evolución no satisfactoria, sólo se aumenta la dosis. Sin embargo, se sabe que la dieta afecta significativamente la enfermedad e influye en la severidad de las enfermedades cardiovasculares (2) donde, muchos factores dietéticos y del estilo de vida están implicados en el desarrollo de la hipertensión (3).

La Hipertensión arterial es el problema de salud pública más común y se asocia con enfermedades de tipo degenerativo como la insuficiencia cardiaca congestiva, insuficiencia renal crónica, enfermedad vascular periférica, entre otras. Según la Organización Mundial de la Salud la presión arterial alta, es responsable de una gran cantidad de muertes a nivel mundial (4).

Numerosas observaciones epidemiológicas han revelado que el nivel de la presión arterial es afectado por diversos factores del estilo de vida (5).

Por tanto, el papel de la dieta parece ser esencial en la prevención de la hipertensión; esto incluye pérdida de peso, restricción de sodio, dieta con un elevado consumo de vegetales y frutas conocida como dieta DASH (Dietary Approaches to Stop Hypertension), ingesta de alcohol restringida (dos tragos al día en hombres y un trago en mujeres, para aquellas personas que suelen tomar) y ejercicio aeróbico regular (30 minutos de actividad física durante la mayoría de los días por semana) (6). Se ha

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determinado que una reducción de 3 mmHg en la presión sistólica puede reducir la mortalidad por infarto en un 8 % y en un 5 % de la enfermedad cardiovascular (4,7,8).

A continuación se describen detalladamente los seis aspectos que se ha demostrado científicamente que reducen la presión arterial sanguínea.

Dieta DASH

La dieta DASH consiste en aumentar el consumo defrutas, vegetales y lácteos descremados, incluyendo granos enteros, pollo, pescado, semillas y reducirla ingesta de carnes rojas, grasas, y dulces conel fin de disminuir la presión arterial. Esto permite que la dieta sea rica en potasio, magnesio, calcio y fibra y reducida en grasa total, grasa saturada y colesterol. Sin embargo, los últimos estudios de recomendaciones nutricionales para la prevención y el tratamiento de la hipertensión han incluido patrones alimentarios saludables de acuerdo a la ingesta de alimentos, evitando la obesidad, alta ingesta de sal y de alcohol (5). La dieta DASH es considerada una de las más importantes soluciones no farmacológicas recomendadas para disminuir la hipertensión arterial de forma efectiva (9-13).

Los efectos de este tipo de alimentación también influyen en los lípidos sanguíneos, por tanto esta dieta también beneficia a personas que padecen de síndrome metabólico donde se presenta tanto la hipertensión como la dislipidemia (14).

Se cree que la dieta DASH puede disminuir la presión arterial por una acción diurética facilitando la excreción renal de sodio, además como es rica en antioxidantes tiene un efecto sobre la inflamación vascular y el estrés oxidativo, aumentando no sólo la capacidad de los antioxidantes sino mejorando también el balance entre los antioxidantes y el estrés oxidativo.

Un posible mecanismo que explica la reducción de la presión arterial con la dieta DASH es que induce a la relajación vascular y mejora la función endotelial gracias a las propiedades antioxidantes de los polifenoles.

Otra posibilidad es la reducción de la proteína Creactiva por parte de los fitoquímicos presentes en dieta DASH que disminuyen de este modo también el riesgo cardiovascular.

Ingesta de sodio.

El sodio es el nutriente más relacionado con la hipertensión arterial. Tanto el sodio como el cloruro son los cationes más importantes del espacio extracelular y participan manteniendo el gradiente electroquímico entre el espacio intra y extracelular. El almacenamiento de sodio en el cuerpo es limitado y su concentración es fundamental para el mantenimiento de la vida.

Varios estudios han demostrado como la reducción en la ingesta de sodio se relaciona con la prevención y el tratamiento de la hipertensión arterial.

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En uno de esos estudios se vio que reducir la ingesta de sodio de 140 a 60 mmol/día disminuyó significativamente (2,56 mmHg) la presión arterial sistólica en individuos con una dieta alta en potasio (5).

La reducción en la ingesta de sodio no sólo se limita a restringir el uso de sal de mesa (NaCl), sino también el consumo de alimentos fuente sodio como lo son los alimentos procesados. Es por esta razón que es de vital importancia que los individuos con hipertensión aprendan a leer las etiquetas nutricionales, para que de esta manera elijan aquellos alimentos que son bajos en sodio, por supuesto que esto requerirá educación nutricional a la población, de modo que se le oriente sobre importancia de revisar las etiquetas nutricionales las cuales son fuente de información valiosa para la selección de alimentos.

Una de las principales quejas de los pacientes al someterse a dietas hiposódicas en el cambio en el sabor de los alimentos, sin embargo, varios autores establecen que la preferencia por el sabor salado en las personas hipertensas va disminuyendo con el tiempo, al ingerir alimentos bajos en sodio y condimentar las preparaciones con especias naturales que les provean sabores distintos.

No todas las personas reaccionan al consumo de sodio con un aumento en la presión arterial, lo cual hace suponer que hay individuos con sensibilidad y otras que no. Las personas sensibles al sodio experimentan reducciones de 10 mmHg en la presión arterial cuando siguen dietas bajas en sal. Se sabe que aproximadamente de 30-50 % de los hipertensos son sensibles a la sal. El definir quién es sensible o no requiere de estudios dietéticos y bioquímicos, por lo que su aplicación no es factible para recomendar a la población general.

Las personas de etnia negra tienen presiones arteriales más altas y poseen mayor riesgo de complicaciones que las personas blancas. Sin embargo, su presión arterial disminuye más con reducción en la ingesta de sodio y aumento en la ingesta de potasio así como con la dieta DASH en comparación con las personas blancas (1), es decir, son una población sensible a la sal (la presión arterial responde a la ingesta de sodio), al igual que los adultos mayores.

Las dietas restringidas en sal son recomendadas para la prevención y tratamiento de la hipertensión arterial, pero algunos estudios han relacionado con deficiencia en el consumo de otros micronutrientes, sin embargo esto no ha sido comprobado.

En la hipertensión grado I sin presencia de complicaciones (presión sistólica de 140-159 mmHg o presión diastólica de 90-99 mmHg), los cambios dietarios pueden servir como el tratamiento inicial antes de empezar la terapia farmacológica. En los individuos con medicamentos, los cambios dietarios, especialmente la reducción en la ingesta de sal pueden disminuir la presión arterial y disminuir la ingesta de medicamentos. Una dieta baja en sodio (10 mEq) aumenta la respuesta beta adrenérgica vascular y de los linfocitos, con lo que se baja la presión arterial.

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Ingesta de Potasio

Las dietas altas en potasio tienen un efecto protector contra el desarrollo del daño vascular inducido por el sodio, por medio de la supresión de la producción de especies reactivas de oxígeno.

Los efectos benéficos del potasio en la presión arterial dependen en gran medida del consumo de sal, de modo que el individuo se verá beneficiado tanto por la reducción en el consumo de sal, como por el aumento en la ingesta de potasio. La recomendación dietaria de potasio es de 4,7 g/día (120 mmol/d) (1).

Pérdida de peso

Existe una relación directa entre el sobrepeso y la hipertensión, se ha estimado que el control de la obesidad puede eliminar el 48% de la hipertensión en individuos blancos.

En un estudio que analizó el efecto de la pérdida de peso en la presión arterial, se vio que una pérdida de peso de 5.1kg reduce la presión arterial sistólica en 4,44 mmHg y la presión diastólica en 3,57 mmHg (5).

La combinación de pérdida de peso e intervención dietética son aspectos importantes para el tratamiento de la hipertensión. Sin embargo, la pérdida de peso tiene resultados estadística y clínicamente significativos en la presión arterial.

Consumo de alcohol

Se ha visto que la reducción en el consumo de alcohol disminuye la presión arterial en aquellos individuos que toman este tipo de bebidas con frecuencia. En un estudio, se observó que una disminución moderada del consumo de alcohol (2 tragos por día en hombres y 1 trago por día en mujeres) en aquellas personas que tomaban, se redujo 3,3 mmHg la presión sistólica y 2,0 mmHg la presión diastólica tanto en individuos hipertensos como normotensos. (1)

Actividad física

Se recomienda 180 minutos de actividad física aeróbica moderada-intensa por semana (23), lo cual corresponde a 30 minutos de actividad física para la mayoría de los días de la semana y puede reducir la presión arterial de 4 a 9 mmHg.

Existen además otros factores que se han relacionado con efectos en la presión arterial y aún cuando los resultados son inciertos o limitados y han generado gran controversia, los describimos a continuación.

Suplementación de aceite de pescado

Algunos estudios pequeños y meta-análisis han documentado que las altas dosis de suplementos de aceite de pescado pueden reducir la presión arterial en individuos hipertensos. En personas normotensas, la reducción de la presión a partir de esta

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suplementación es pequeña o insignificativa. El efecto del aceite de pescado parece ser dosis dependiente, donde las reducciones en la presión arterial ocurren con altas dosis (3 g/día) del aceite. En personas hipertensas, la reducción de la presión sistólica fue, según los estudios, de 4,0 mmHg y la presión diastólica de 2,5 mmHg. Este tipo de aceites son ricos en ácidos grasos omegas 3 y omega 6, los cuales son precursores esenciales en la síntesis de eicosanoides, moléculas vasoactivas con propiedades vasoconstrictoras y vaso dilatadoras, por lo que su efecto en la presión arterial según los estudios se debe a esa síntesis de eicosanoides vasodilatadores. Efectos secundarios tales como eructos y sabor a pescado, son comunes en las personas con esta suplementación. En vista de la alta dosis requerida para disminuir la presión y los efectos secundarios, los suplementos de aceite de pescado no pueden ser rutinariamente recomendados como mecanismo para reducir la presión arterial.

Fibra

La información es insuficiente como para recomendar únicamente un aumento de la ingesta de fibra como mecanismo para disminuir la presión arterial. Aunque se debe recomendar a los pacientes hipertensos el aumento en la ingesta de alimentos fuente de fibra soluble como frijoles, avena y manzanas .

Calcio y magnesio

Existe evidencia que una elevada ingesta de calcio se asocia con disminución de la presión arterial y triglicéridos plasmáticos y que el calcio reduce la agregación plaquetaria en animales de laboratorio, interfiriendo con la absorción de grasa saturada. Sin embargo hacen faltan más estudios.

La evidencia científica que implica al magnesio como un determinante en la disminución de la presión arterial es inconsistente, se ha visto una asociación negativa entre el magnesio dietario y la presión arterial, sin embargo otros estudios no lo han podido comprobar. Se cree que la razón por la cual el magnesio contribuye a disminuir la presión arterial es mediante la modulación del tono vascular . Por tanto la información no es suficiente como para recomendar suplementos de calcio o de magnesio como medida para disminuir la presión arterial (1).

Carbohidratos

Los estudios que han examinado el efecto de la ingesta de carbohidratos en la presión arterial han sido inconsistentes. Se ha visto en estudios donde se aumenta la ingesta de carbohidratos reduciendo el aporte total de grasa, no se reduce la presión arterial.

Otros estudios han analizado el efecto del consumo de azúcar en la presión arterial. En algunos de ellos, el consumo de azúcar aumentó la presión arterial.

Se ha visto que la ingesta de glucosa oral induce a un aumento en la presión arterial secundario a la activación simpática.

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Ingesta de grasas

Se han hecho varios estudios, donde se ha focalizado en los efectos de la ingesta de grasa total en la presión arterial, hay bases biológicas que hipotéticamente indican que ciertos tipos de grasas (omega 3 y poliinsaturada) pueden reducir la presión arterial y que otras grasas (saturada) pueden aumentarla. Sin embargo los resultados son inconsistentes (1). Para la atención de los pacientes hipertensos la ingesta de grasa debe ser moderadamente baja. Los aceites de oliva, soya o canola pueden sustituir, en la preparación de alimentos, algunas grasas saturadas.

En un estudio se encontró que la suplementación de grasa poliinsaturada (ácido eicosapentaenoico y linoleico) por 12 semanas no redujo significativamente la presión arterial (5). Sin embargo, otro estudio encontró que en personas con hipertensión a las que se les dio pan con aceite enriquecido con ácido alinolénico obtuvieron una disminución significativa en la presión arterial, por lo que al no ser concluyentes las investigaciones no se puede aún utilizar estos alimentos como recomendaciones para el tratamiento de la hipertensión arterial .

Vitamina C

En un estudio se encontró que el ácido ascórbico se relacionó de manera inversamente proporcional con la presión sistólica y diastólica. El desbalance entre la producción de especie de oxígeno reactivo y los antioxidantes en adultos obesos puede contribuir a elevar la presión arterial, donde la dieta DASH puede mejorar ese desbalance en personas con hipertensión .

Consumo de café

El consumo de café ha sido por mucho tiempo una posible causa de hipertensión, pero la evidencia de varios estudios es inconsistente. En un estudio, se encontró que las personas que se abstienen de tomar café y las mujeres (solamente) con un elevado consumo de café (seis tazas al día) tienen menor riesgo de hipertensión que los que tienen un bajo consumo (0-3 tazas al día). La asociación entre el consumo elevado de café y la disminución de la presión arterial parece estar presente solo después de los 50 años de edad.

De varios estudios pequeños se sabe que el café y la cafeína tienen un efecto de aumento de la presión arterial. La explicación de esta situación es que la cafeína antagoniza a la adenosina endógena, resultando en vasoconstricción y elevando la resistencia vascular. Sin embargo, la pregunta es porqué la baja ingesta de café se asocia con un riesgo mayor de hipertensión, mientras que un alto consumo no. Una posible explicación es que el efecto del café en la presión arterial depende de hábitos de consumo, con presiones arteriales elevadas observadas en consumidores de café no habituados en comparación con los que si se encuentran habituados. Sin embargo, también se ha visto que la ingesta de café regular puede aumentar la presión arterial en algunas personas propensas a la hipertensión .

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Sin embargo, los diversos estudios son inconsistentes como para recomendar o no la ingesta de café.

INSUFICIENCIA CARDIACA

Aporte calórico e insuficiencia cardíaca En relación a la dietoterapia, es fundamental mencionar la condición del aporte calórico es decir, del valor calórico que tendrá el plan alimentario. Sabemos que un paciente con IC y sobrepeso aumenta el riesgo cardiovascular. Sobre todo, si el sobrepeso está localizado en la zona abdómino-visceral, en la zona central donde los factores de riesgo se potencian. Debemos hacer hincapié en la valoración de la retención hídrica, debiendo discernir entre la existencia del aumento de masa corporal real o la retención de líquidos. Salvadas estas observaciones, en términos generales, el primer objetivo será alcanzar un peso levemente menor al normal (evaluado por el índice de masa corporal).

De esta forma, tiene menos sobrecarga, por lo tanto, la exigencia circulatoria de nuestro paciente y todos los parámetros estarían más aliviados. Una dieta hipocalórica alivia el trabajo cardíaco: disminuye la frecuencia cardíaca, la tensión arterial y diminuye la intensidad de los procesos oxidativos.

No solamente hay que detenerse en el valor calórico, es fundamental la distribución horaria de la ingesta. Es muy importante tratar de realizar una distribución de seis comidas diarias; para evitar sobrecargas, por ejemplo: actualmente, el ritmo de vida nos lleva a que la ingesta más importante sea la cena, y el resto del día pasamos muchas horas sin ningún alimento, esto es contraproducente y favorece el riesgo y el sobrepeso, alterando el metabolismo. Entonces, aparte de determinar con precisión el valor calórico, la distribución de las comidas es otro pilar fundamental, sabiendo que la mayor frecuencia y el menor volumen en cada ingesta beneficiará el metabolismo.

Al referirnos a las calorías, en forma generalizada, debemos tener siempre en cuenta el peso, la talla y la actividad física de cada paciente. El valor calórico requerido para un individuo con IC sería, aproximadamente, entre 25 y 30 calorías por kilogramo de peso por día (25-30 Cal/kg/d), como pauta general, salvando siempre las distinciones de los casos particulares.

Concretamente, el aporte calórico tiene que ser levemente menor al normal y, al paciente que está con sobrepeso, llevarlo a un peso normal, o ligeramente menor del normal (Gráfico 1).

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Selección de nutrientes en la insuficiencia cardíaca

Los nutrientes que debemos que tratar de disminuir para mejorar la evolución de la IC, y en forma de “aporte no farmacológico” de la nutrición al tratamiento, son:

- Disminución del consumo de sodio.

- Disminución del consumo de grasas saturadas y colesterol.

- Disminución del consumo de harinas refinadas con aumento de fibras solubles y esteroles vegetales.

El sodio es, quizás, el mineral que más debemos restringir en todo cuadro evolutivo de IC. Cuando nos referimos al sodio, no nos referimos solamente al simple agregado de sal a las comidas.

El sodio se encuentra presente en innumerables alimentos, productos industrializados, edulcorantes, conservantes, aditivos, etc. Es importante saber que disminuir el consumo de sodio favorece mucho la evolución de la enfermedad, inclusive desde el punto de vista preventivo.

¿Cuánto de sodio?

Debemos saber que la restricción es variable. A veces, la restricción debe ser severa, y estamos hablando de muy pequeña cantidad de sodio en la dieta: 200 mg a 500 mg de sodio por día. Por ejemplo, para hacer una composición del lugar, el cloruro de sodio (la sal común de mesa) tiene en un gramo unos 500 mg de sodio. O sea que, prácticamente, en la restricción que es severa, la alimentación no debe utilizar sal común de mesa.

También, podemos referirnos a una restricción estricta, moderada o leve. Existen en el mercado, sales modificadas donde algunas no contienen sodio y otras tienen un porcentaje menor, con lo cual, muchas veces al paciente no le resulta difícil lograr una adherencia adecuada a la dieta / tratamiento, y puede progresivamente reducir la ingesta de sodio, solamente, mediante el cambio de la sal de mesa por una sal que contenga menor cantidad de sodio. También, es sumamente importante considerar que existen alimentos que poseen un rico aporte de sodio, la restricción abarcaría entonces a todo tipo de fiambre y embutidos, quesos duros, etc. con elevado contenido de sodio.

Una distinción especial merece el tema de las aguas, los líquidos.

Las aguas mineralizadas tienen un aporte de sodio considerable. Hay marcas comerciales que tienen hasta 220 mg de sodio cada 100 cm3. En el mercado hay aguas que hacen la distinción de “bajo contenido de sodio” y otras no; por lo cual se debe instruir al paciente que, en el caso de consumir agua mineralizada, siempre controle la información nutricional de la misma.

Es clave que el paciente tenga su proceso de autogestión, más allá de que sea controlado por un profesional especializado.

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Muchas veces en el consultorio, como educadores de la salud, podemos dar estas pautas y leerle la información nutricional donde, debe figurar siempre la cantidad de sodio que contiene cada alimento.

Es importante aclarar que con la disminución del consumo de sodio (inversamente), muchas veces hay que aumentar el consumo de potasio. Fundamentalmente encontramos potasio en frutas frescas y en frutas cítricas, en las bananas, y en las verduras de hoja.

Otra indicación específica en la dietoterapia de la IC es la disminución del consumo de grasas saturadas y colesterol. Aquí nos referimos a ¿cuáles son los malos de la película que tenemos que restringir?

Las grasas saturadas y colesterol están fundamentalmente en los alimentos de origen animal (los lácteos enteros y las grasas de carne vacuna, de cordero, de cerdo, de pollo) y en algunos alimentos de origen vegetal (sólo el coco y el cacao). En el caso de las grasas saturadas, podemos incluir sólo un 7% del valor calórico total

Con respecto al colesterol, la indicación debe ser menor a 200 mg/día dentro de la indicación general del plan alimentario.

Actualmente, tenemos que distinguir también, cuál es la teoría de las grasas “malas y buenas”. Encontramos, y sabemos, que los últimos adelantos indican que hay alimentos funcionales que reducen el colesterol con su aporte, como es el caso de los ácidos grasos poliinsaturados y monoinsaturados. En el caso de los ácidos grasos poliinsaturados, estos son esenciales y se dividen en dos grupos: a) los ácidos grasos omega 6 (linoleico y araquidónico) que se encuentra presentes en la mayoría de las semillas, granos y sus derivados, especialmente en los aceites vegetales, y b) los ácidos grasos omega 3 (alfa-linoleico, eicosapentanoico -EPA- y docosahexaenoico -DHA-), los últimos dos procedentes de pescados y mariscos. La indicación básica, no sólo para un paciente con enfermedad cardíaca, sino para la población general, es un consumo mínimo de dos veces por semana, fundamentalmente, de pescado de mar, sobre todo, por ejemplo, salmón, atún, congrio, que contienen un tenor graso dentro de un porcentaje controlado, pero son “ácidos grasos buenos”, que van a incidir directamente la reducción del colesterol.

También, se debe incluir en el consumo diario otros elementos como: frutas secas, semillas y soja. Un planteo muy común en dietoterapia es hablar de qué “no puedo comer”, y hoy podemos hablar de “qué alimentos podemos incluir”.

Para concluir, las grasas poliinsaturadas (pescado, semillas) y monoinsaturadas (aceites vegetales de oliva, aceite de granola, aceite de soja) favorecen la disminución del colesterol.

Otro punto muy importante es la disminución del consumo de las harinas refinadas, como por ejemplo, las harinas blancas y mas puntualmente, los productos de panificación;

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siendo una buena medida la incorporación o el reemplazo con alimentos ricos en fibras solubles y esteroles vegetales.

Como verán, las harinas blancas, las harinas refinadas, están asociadas directamente al aumento de triglicéridos, como factor de riesgo cardiovascular y con un alto índice de aterogenicidad, y aumento de la carga glucídica, es decir, van a favorecer la secreción de insulina por el impacto sobre la glucosa, y aumentarán de esta forma la cantidad de masa grasa en la zona abdómino-visceral.

Un parámetro muy importante es conocer la carga glucídica de los alimentos. Las harinas refinadas y los productos de panificación tienen una carga glucídica muy alta, por lo tanto es conveniente reducirla a través de la inclusión de fibras solubles.

¿Dónde están las fibras solubles?

Estas se encuentran en suplementos dietarios, como el salvado de avena, el salvado de trigo, semillas de lino, de sésamo, en las frutas, en las verduras. Estas fibras solubles son convenientes en la cantidad de entre 20 y 10 gramos dentro del plan alimentario, contribuyendo a optimizarlo.

Con respecto a los esteroles vegetales. Sabemos que del colesterol que ingresa a nuestro organismo, la mitad es absorbida en el intestino, y el resto se elimina por materia fecal. Cuando incluimos esteroles vegetales, los fitoesteroles, el 80% es eliminado, y sólo el 20% se absorbe. Fundamentalmente, los esteroles se encuentran en las semillas de lino, de soja. Sabemos hoy que las proteínas de la soja contribuyen muchísimo a impedir la absorción del colesterol. También es importante saber que hay alimentos funcionales por ejemplo jugos que tienen fitoesteroles, y que con el consumo de una taza diaria aporta la cantidad necesaria de 2 mg, necesarios para que el organismo pueda producir esta intercesión de eliminar el 80% y absorber sólo el 20%.

En la nueva pirámide nutricional (Gráfico 2), vamos a observar en la mayor parte de la base al consumo de frutas y verduras, antiguamente, en la base de la pirámide se encontraban los carbohidratos. Luego veremos, que en la pirámide nutricional actual se encuentran los hidratos de carbono (Grafico 2), por supuesto, lo recomendado son los carbohidratos complejos con fibras solubles. En dicha pirámide encontramos también las proteínas, siempre las de mejor valor biológico y menor tenor graso; los lácteos descremados, porque el aporte de calcio también es importante en el tratamiento

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de la IC; y podemos ver que las grasas seleccionadas, y los dulces, están en una pequeña cantidad. No debemos olvidar, que como indicación inseparable se encuentra la actividad física. Tan indisoluble es este vínculo que debemos incluirlo dentro de la indicación alimentaría, porque favorece la absorción de nutrientes, mejorando su biodisponibilidad. Cuando hay actividad física, el metabolismo mejora, se optimiza.

ATEROSCLEROSIS

La primera línea de tratamiento en el manejo de las dislipoproteinemias es la intervención nutricional y ésta debe mantenerse aunque el paciente requiera una intervención farmacológica posteriormente.

Para lograr que los pacientes realicen cambios en su dieta y la mantengan por largo tiempo, es importante que el paciente y su grupo familiar integran nuevos hábitos nutricionales en su estilo de vida. El papel del nutricionista es lograr instruir al paciente para que la ingesta diaria de ácidos grasos saturados, colesterol y azúcares simples se reduzca, y logre mantener el peso adecuado para su estatura.

La intervención nutricional ayudará a reducir las concentraciones de lípidos y lipoproteínas, a disminuir el riesgo de pancreatitis y a prevenir el desarrollo de la enfermedad coronaria.

OBJETIVOS DEL TRATAMIENTO

El primer objetivo del tratamiento es que el paciente y su familia incorporen gradual y permanentemente en su estilo de vida una nueva conducta alimentaria. También se pretende lograr reducciones significativas en los lípidos y lipoproteínas plasmáticas. Un tercer objetivo fundamental es controlar el desarrollo de ateroesclerosis coronaria y de otras complicaciones asociadas con las dislipoproteinemias.

CARACTERISTICAS DEL TRATAMIENTO

La atención y el consejo nutricional en este grupo de pacientes debe ser en lo posible un proceso individualizado y participativo queincluya al paciente en la toma de decisiones con respecto a las modificaciones alimentarias recomendadas (8).

El tratamiento de este tipo de pacientes debe ser un proceso integrado e interdisciplinario, en el cual un equipo de salud (nutricionista, médico, psicólogo, instructor físico) aborde el problema del paciente en una forma global, sobre todo por la posibilidad de que coexistan otros factores de riesgo cardiovascular, diferencias en los hábitos, costumbres y creencias con respecto a lo que es una nutrición adecuada. Para planificar y evaluar el tratamiento dietético se debe considerar la edad del paciente, su situación económica y social, la etiología de la dislipoproteinemia, la coexistencia de otros factores de riesgo (diabetes mellitus, hipertensión arterial, obesidad) y los hábitos y estilo de vida del paciente (sedentario, fumado, consumo de alcohol).

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INGESTA RECOMENDADA

Se ha recomendado que la inducción hacia un nuevo patrón de consumo en estos pacientes se haga en dos etapas, como se muestra en el cuadro 1.

Etapa 1.

Se propone al paciente una reducción de las fuentes de grasa saturada y colesterol (1-4). En algunos casos este cambio es radical en la dieta del paciente, por lo que se debe recomendar que las reducciones se hagan en forma gradual.

Etapa 2

Esta etapa propone reducir las cantidades de grasa al mínimo dentro de una dieta nutricionalmente adecuada y aceptable. Se recomienda pasar a esta etapa, especialmente en pacientes con hipertrigliceridemias severas (1-4).

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A continuación se presenta las características principales algunos nutrientes y las razones por las que deben reducirse.

1.- Calorías Totales.

El consumo excesivo de calorías, independientemente de la causa de la dislipoproteinemia, favorece el desarrollo de hipercolesterolemia o hipertrigliceridemia y una disminución de colesterol en las lipoproteínas de alta densidad (HDL) (4). Es necesario reducir el aporte energético para reducir el suministro de sustratos necesarios para la síntesis de triglicéridos a nivel hepático (1-4). Cuando el paciente es obeso deberá recomendarse una reducción de la ingesta calórica y un aumento del gasto energético

2.- Grasa Total

La grasa total debe reducirse al 30 por ciento. En Costa Rica, la población consume aproximadamente esa proprorción de grasa (9), por lo que se recomienda controlar la cantidad de los diferentes ácidos grasos y sus fuentes en la dieta, de tal forma que se pueda sustituir los ácidos grasos saturados por los mono y polinsaturados.

Por otra parte, la modificación que sufre el valor calórico total por la reducción de grasa, debe ser compensada con un aumento en los hidratos de carbono de la dieta, que deben ser preferiblemente complejos

3-Colesterol

El colesterol inhibe la síntesis de receptores de lipoproteínas de baja densidad (LDL) a nivel hepático (10). Al limitarse la ingesta de este esterol en la dieta, la síntesis de receptores de LDL aumenta y los niveles de esta lipoproteína disminuye en el plasma (10). El efecto hipercolesterolemiante del colesterol dietético no se observa en todos los individuos (11). Existen diferencias en la respuesta del colesterol plasmático ante la ingesta de colesterol. Es importante considerar que el colesterol dietético no es el único factor con potencial hipercolesterolemiante puesto que los ácidos grasos saturados en conjunto con el colesterol dietético elevan el colesterol plasmático (1). Dentro de este concepto, el potencial hipercolesterolemiante de un alimento puede estimarse mediante el índice colesterol/grasa saturada, que se obtiene con la siguiente fórmula (1).

(1.01 x gramos de grasa saturada) + (0.05 x mg de colesterol)

Entre mayor sea el índice del alimento, éste tendrá mayor potencial hipercolesterolemiante (1).

La cantidad y calidad de los hidratos de carbono consumidos tienen algún efecto sobre la concentración de lípidos, especialmente incrementando la concentración de triglicéridos y reduciendo lado colesterol HDL (5).

El consumo de sacarosa debe limitarse pues este componente modifica en forma importante el valor calórico total (8). Como se indicó previamente (Cuadro 1), se recomienda que la ingesta de hidratos de carbono corresponda a 55-60 por ciento del

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valor calórico total, cuyas fuentes deben ser preferentemente los hidratos de carbono complejos (1).

5-Proteínas

Generalmente el tratamiento de las dislopoproteinemias tiende a sustituir a las proteínas de origen animal por proteínas vegetales. El efecto hipocolesterolémico de las proteínas vegetales no ha sido confirmado; sin embargo, debe notarse que la sustitución animales (especialmente la carne de res o cerdo), produce reducciones en el consumo de grasa saturada y colesterol, lo que favorece la disminución del colesterol plasmático.

6-Fibra

Un consumo adecuado de fibra en la dieta problablemente proveerá al paciente de una mayor sensación de saciedad, por lo que reducirá el volumen consumido. Además aumentará el tiempo de vaciamiento gástrico, lo que podrá propiciar una absorción más lenta de nutrientes. Se debe incluir diariamente frutas y vegetales frescos en la dieta.

7-Alcohol

El consumo de alcohol puede producir hipertrigliceridemia (4); sin embargo, tam bién la concentración del colesterol HDL puede elevarse (4). Por lo general, dosis moderadas (30-60 ml de alcohol) no producen dislipoproteinemia (4).

En los pacientes con hipertrigliceridemia, el alcohol es un componente que debe reducirse hasta eliminarse, y en general nunca debe ser recomendado como medida terapeútica para elevar el colesterol HDL.

RECOMENDACIONES FINALES

Con el fin de llevar a la práctica las recomendaciones nutricionales antes señaladas, el nutricionista y los médicos deben establecer una serie de metas para lograr los objetivos propuestos. Es importante que no solamente se le recomiende al paciente que ponga en práctica los cambios descritos, sino que también sus familiares integren los nuevos hábitos alimentarios en su estilo de vida. Esto ayudará a que el paciente logre un adecuado apego a la dieta, y a su vez que sus familiares inicien también la prevención de la ateroesclerosis.

Para facilitar los cambios nutricionales propuestos, es conveniente conocer algunas características de las fuentes de grasa, colesterol y azúcares simples. El cuadro 2 muestra algunas recomendaciones prácticas que ayudan a lograr los objetivos del tratamiento nutricional de las dislopoproteinemias. Las modificaciones y adaptaciones al nuevo patrón dietético serán mejor aceptadas si la alimentación recomendada se ajusta en lo posible a los hábitos del paciente, y sobre todo si posee características organolépticas adecuadas.

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Si el paciente ha cumplido un tiempo prudencial para ver los efectos de la dieta que puede ser de 6 semanas hasta 6 meses, según el caso, y el perfil de lípidos y lipoproteínas permanece elevado, la terapia farmacológica será la siguiente indicación.

CUADRO 2

PREVENCIÓN

Es muy importante señalar que un gran porcentaje de las enfermedades cardiovasculares, ocurren en personas que presentan un ligero aumento de la presión arterial que no han sido diagnosticadas ni tratadas, por lo que la modificación de los estilos de vida puede incidir en la reducción de los factores de riesgo asociados a su etiología o complicaciones.1,2

Los aspectos más importantes a tener en cuenta son: control del peso corporal, disminuyendo la obesidad, incremento de la actividad física, disminuyendo el sedentarismo; eliminación o disminución a niveles no dañinos de alcohol, reducir la ingesta de sal, lograr una adecuada educación nutricional sobre una ingesta equilibrada de alimentos.

CONCLUSIONES

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La dieta saludable y necesaria para los pacientes con enfermedad cardiovascular debe ser baja en grasas saturadas, ácidos grasos trans y baja en colesterol. La meta es realizar un cambio permanente en los hábitos alimentarios acompañado con un aumento de la actividad física acorde al estado cardiovascular del paciente.

Para alcanzar estos objetivos la dieta debe ser rica en frutas y vegetales, pescado graso, pollo, carne magra, legumbres, cereales y granos integrales.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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