En Cuerpo y Alma

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Departamento de AntropologíaUniversidad de los Andes

Bogotá, 1999

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ISBN: 958 - 695 - 013 - 1

Diseño de la carátula: Juan Pablo Fajardo

Primera edición: febrero de 1999lODOejemplares

En cuerpo y alma: vis¡'ones del 'progreso y de,Ú felicidadZandra Pedraza Gómez

La experiencia directa no habíajuncio-nado: tenía que resignarme a la eru4i-ción. Así va el mundo: la cosa parerepróxima, inmediata, pero hay que dqrun rodeo largo para llegar a rozar/p,siquierajugazmente, con la yema de lo~dedos. Nada de lo que nos interesa ver'daderarnentenos es directamenteaccesi.ble. El cuerpo que suponemos de-sear es una superposición de proyec-ciones culturales inculcadaspor el siste-ma tortuoso que quiere justamenteimpedirnos su goce; nuestro platopr~.ferido, la única opción que nos deja l{nrepertorio rígido canonizado por lacostumbre, El pasado más 'remoto, 'lapuesta de sol que estamos viendo o ,laftaturaleza exacta de la punta de nues-tra lengua, sólo tienen algún sentido opor lo menos alguna descripción pl(lU-sible en algún capítulo o en algún vo-lumen de una interminable biblioteca.Atrincherarse en lo empírico no aumen-ta el conocimiento, sino la ignorancia,

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@ Zancira Peciraza, 1999@ Para esta edición Universidad de Los Andes, 1999

Preprensa e i¡úpresión: CORCAS Editores LTljIA.

Hecho en Colombia1II

Juan José Saer. 'El río sin orillas",

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INTRODUCCIÓN

(...) el principal objetivo de la teorización en la etl1ología noconsiste en registrar regularidadl's abstractas, sino en hacerposible la descripciól1 densa.

Clifford Geertz

La superioridad de la etnografía es la consecuencia desu imperfección constitutiva ... Ella trasciende en cuantoevoca lo que 110 puede representarse discursivamcnte demanera consciente y lo que nunca puede ser totalmenterepresentado.

Los textos de este estudio se ocupan de los ideales del cuerpo quehan definido la modernidad en Colombia y, con algunas variantes, enAmérica Latina. Su primera intención es avanzar en la comprensiónde los discursos y los ideales forjados para imaginar, construir e in-terpretar el cuerpo en el esfuerzo por gestar y vivir la modernidad. Alo largo de las dos últimas décadas se ha puesto en circulación unaprofusión de investigaciones sobre los más variados acercamientosal cuerpo, cuyo solo examen ya se revela ilusorio (ver Duden 1989,Frank 1991). En medio de este auge, reina un consenso mínimo entorno al aserto de que pensar el cuerpo impone latransdisciplinariedad (Kamper/Wulf 1982a; Lash 1990; 1991;O'Neille 1984; Turner 1994b). Aparte de la tradicional inquietud dela etnología, el cuerpo ha sido auscultado recientemente por la his-toria de las mentalidades, la antropología histórica, la sociología dela cultura y la crítica cultural: la apertura de fronteras a que incita ofre- 'ce un ámbito nuevo y cómodo para la especulación hermenéutica.

Si para la etnología y la filosofía el cuerpo ha sido motivo dereflexión permanente, los textos genealógicos de Foucault le dierona la historia, a la sociología y al conjunto de los estudios culturalesuna nueva perspectiva, especialmente al definirles un nuevo con-torno a las áreas de estudio, las fuentes y los puntos de vista queconsideran el cuerpo y dotarlos, para este propósito, de una visiónpolítica y cotidiana de la que antes carecían. Con ello, el cuerpo hapasado a ser uno de los ángulos desde los cuales explorar nuevasfacetas de las disciplinas humanas y reescribir la historia.

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Los temas,abordados ell este trabajo han sido discutidos por to-das las tendencias actuales de los est,udios culturales y para todo~los pedodos de los dos milenios que estamos por concluir, En Amé,-'rica Latina el interés por el cuerpo comienza a mostrar los primeros

, frutos en investigaciones sobre salud, etnicidad, violencia, erotis-mo, identidad y género, aunque no prosperan con la misma fecundi-

.. dad los trabajos que enfocan de modo directo el cuerpo. En la pre-sente etnografía me concentro con ánimo hermenéutico en los prin-cipales ideales del cuerpo moderno. Desde los diversos enfoquesque destaco, mi propósito es dilucidar cómo ha sido entendido eimaginado el cuerpo, qué alcances y necesidades se le han atribuido

. " y cómo se ha figurado la posibilidad de crearlo o transformarlo ycon él al ser humano, concretamente al ciudadano ya la burguesía.Estas preguntas revierten de manera recurrente en la formulaciónde una antropología de la modernidad, de un acercamiento históri-co-antropológico a la cultura de la experiencia moderna en Améri-ca Latina. .Me he concentrado en resaltar la elaboraCión discursiva de signi-

ficados fundados en el cuerpo, en comprender' las estructurassemánticas erigidas para imprimirle un sentido yen determinar laextensión de .estas lucubraciones. Siendo un fenómeno discursivocuya composición estratigráfica sólo puede ser evocada desde laantropología histórica, el cuerpo insinúa varias cuestiones: cómo seentiende el ser humano, qué sentido tiene su vida y cómo puedeconstruirla o modificarla a través del cuerpo. La historicidad de di-chos interrogantes se muestra aquí en los discursos acerca del cuer-po: el norte es la constitución de la modernidad, si se conviene enque el papel jugado por el cuerpo en este devenir, tal es mi parecer,está en el meollo de lo que constituye la modernidad. Guardadastodas las distancias respecto a los procesos epicéntricos y a pesar delos desequilibrios globales de la modernización, el individuo mo-derno es aquel que cuestiona su histoÍ"iay piensa, imagina y acome-te su propia constitución y transformación, y lo hace en buena parteen el cuerpo, con el cuerpo y mediante el cuerpo. En las particulari-dades de la construcción de esta experiencia subjetiva y de su idea-rio estriba uno de los méritos de nuestra globalidad descreída.

Úna antropología de la modernidad no puede pasar por alto loque afecta a uno de los principales motivos.de reconocimiento sub-jetivo y cultural, y a uno de los más prolíficos escenarios de crea-ción metafórica que ha dispuesto la imaginación moderna: el cuer-

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po no es concebible como hecho objetivo -allí únicamente habríalugar para vegetar-, sino, ante todo, como un campo de elaboracióndiscursiva que no cabe interpretar más que a la luz de los temores,los conocimientos, los intereses y la imaginación de cada época.En consideración a la vasta área que han demarcado los estudios

sobre el cuerpo y a la orientación transdisciplinaria que éste demim-da, urge precisar qué cuerpo está en discusión. Por fortuna, el espí-ntu etnográfico de la pesquisa me llevó a volcarme directamentesobre las fuentes sin una selección previa del cuerpo que pretendíadescifrar. El que encontré es el que cada época y, más exactamente,cada discurso ha querido ver: una imagen, un cúmulo de ellas y,para mayor precisión, varios discursos que jalonan nuestra propiacomprensión y experiencia corporal. , .•Tener y ser un cuerpo son las dos caras del fenómeno que condi-

ciona su elaboración cultural. Dos sencillas formulaciones deproveniencia antropológica se desprenden de este fenómeno bifronte:la construcción social del cuerpo guía la percepción de su condi-ción física; a la vez, esta percepción material del cuerpo -marcadaya por categorías sociales- pone de manifiesto una concepción par-ticular de la sociedad (Douglas 1970). Por otra parte, la certeza deser aprehendido que su entidad física le otorga al cuerpo se traduceen una impresión compuesta por el cuerpo físico y la multiplicidadde sus manifestaciones. En general, este aspecto del individuo setiene por inmodificable y consubstancial y revela, por este hecho, loque se supone es su ,;v.erdader.anaturaleza», el ser profundo, que secontrasta sin cesar con la percepción social del cuerpo. Tal «natura-lidad» dimana a su turno de la doble acción de investir e invertir deque es objeto el cuerpo (Bourdieu 1977): las constantes inversiones-prácticas-que se hacen en él le confieren a un tiempo una investi-dura que se le incorpora. Todo en el cuerpo ha sido cincelado y,paradójicamente, se lo juzga como la manifestación personal me-nos modificable. Por ello mismo, porque se lo experimenta comoexento de intención significante, se ve en el cuerpo la representa-ción por excelencia del ser recóndito, de la naturaleza del indivi-duo, Su percepción social obedece a significados compuestos portodos los órdenes discursivos que interactúan en el ámbito cultural.El período considerado en este estudio abarca desde las últimas

décadas del siglo XIX hasta los años ochenta del actual y concuerdacon la consolidación de la modernidad, tal como ésta se presentó enColorr,bia. El énfasis recae aquí, en concordancia con Berman

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'1"'"'fhil,,)":1.1 '';' (1988), en la formación de la subjetividad moderna, en «el intento r escenificación presupone la representación estética adecuada. No

que realizan hombres y mujeres modernos por convertirse a la vez f. se representa lo moderno mediante una burda adquisición de losen sujetos y objetos de la modernización, asumir el control del mundo ~~ componentes; ellos deben combinarse en pat.rones precisos, en la.smoderno y hacer de él su hogar». Perfeccionar dicha subjetividad y cantidades y momentos oportunos. El conocimiento de estas fónnu-al individuo capaz de vivir esta experiencia sería plasmar la moder- las efírneras y volátiles es una virtud del buen gusto. Si este princi-nidad, y es esta pretensión la que aclara la explosión del interés por ¡ pio no se cumple se cae en la ramplonería, la chabacanería, lael cuerpo. t mescolanza de propiedades falsamente atribuidas a lo moderno y

El país que se enrumba en el siglo XIX hacia lo moderno ve en i' desvirtuadas en el provincialismo: la incapacidad de leer e interpre-esta noción algo ajeno, una carencia: se sabe tradicional y aldeano; l tar apropiadamente el idioma de lo moderno.la capital es melancólica, conventual y santafereñamente señorial. ,. Y es debido a esta propensión estética que el cuerpo moderno seSe reconoce la necesidad de introducir cambios no solamente exter- l convierte en columna de la distinción social nacional. Todo malnos, en la infraestructura, sino en la mentalidad misma, en la forma ¡ intérprete de esta composición queda algo relegado de la comuni-de enfrentar la vida. Lo moderno es aquello capaz de alterar en al- , dad moderna, pues revela que su experiencia y su sensibilidad noguna medida el aspecto o el contenido de lo tradicional, es por lo ¡- armonizan del todo. Ello puede ocurrir en los diferentes órdenestanto irreductible a una definición y aprehenderlo es tarea de cada ! que el cuerpo está en condieiones de regular: el comportamiento, elmomento particular, Es el. enfrelltamiento de un matiz dotado de ! aspecto externo, los géneros, las edades, la figura, las percepcioneshistoria con una versión imaginada del 'mismo. Se piensa que lo I o el estilo de vida. La clave está siempre en efectuar las combina-moderno no es una creación local: radica, antes bien, en conquistar ¡ ciones de manera conveniente. El uso adecuado de lo moderno pro-un nuevo espacio, en una manera hasta ahora desconocida de hacer, l duce la vanguardia de la burguesía, un consenso acerca del uso y el

. decir o pensar algo, o en la combinación 'nueva de elementos ya ¡ régimen de sanción de la modernidad. Esta vanguardia no es com-existentes, para todo lo cual hay ejemplos en otros lugares. Puede ~ pacta, se presenta fraccionada y polífona, y en sus diversos discur-consistir asimismo en mostrar algo antes escondido, o decir lo que . sos 'matiza y regula la experiencia de la modernidad.no se decía, o pensarlo, o hacerlo. Lo moderno es nuevo, causa sor- 1 Desafortunadamente, este siglo de la luz iluminó al cuerpo desdepresa y cambia las formas de percepción social. ; el ángulo de sus carencias. El nuevo interés por el cuerpo también

En la periferia, lo moderno es utópico, es el deseo. Por la imposi- ; llamó la atención sobre la ciudad que surgió como un espacio sucio,bilidad de estar al día en esa experiencia avasalladora y porque lo ¡ maloliente, insalubre y oscuro. Las calles se volvieron demasiadomoderno se reproduce en proporción geométrica y viene de focos! estrechas y la presencia indiscriminada del pueblo y su regodeo endistintos, la modernidad consiste en vivir en pos de la experiencia f el centro de la ciudad comenzaron a resultar algo fastidiosos. Acasoirp.aginada, en la perpetua búsqueda de piezas que completen un i el paulatino clarear de la penumbra que trajo consigo la luz eléctri-rompecabezas en constante evolución: el cambio ininterrumpido que , ca haya ayuaado a despertar nuevas sensaciones y un desconocidose anhela, únicamente se puede pensar conjugando lo moderno. La : deseo por la luminosidad y el aire. En la ciudad se distinguió prime-

~~=~identidad.siempreincompleta, fraccionada, inalcanzada.ejnsuficien~~~_¡ _ ro)oclru;ode l.oº,SP!ro,J().1impio de lo sucio, lo sano de lo enfermo, __.. ; te que configura este anhelo nos hace subalternos, marginales e in- j lo bello de lo feo, y empezó a perfilarse la sensación'de recflazü' que, 'i' felices, al tiempo que nos incita a realizar el ideal esencial de la ¡ luego sería de repulsión hacia sus calles, sus locales, sus viviendas

modernidad: el progreso y la felicidad por medio de la autodetermi- I y, obviamente, sus habitantes, que la luz tornó más oscuros, sucios,nación y el perfeccionamiento ilimitado. ¡ borrachos y'enfermos. Unos años más tarde, tanta iluminación y la

Por 10 que hace al cuerpo, lo moderno tiene un itinerario y un ~ inspección cercana y minuciosa de la higiene demostraron que enlibreto. Una vez señalado el matiz moderno y el punto de choque realidad se trataba de degenerados. Al menos así lo proclamó encon lo existente, hace falta saber ejecutarlo, disponer de una fórmu- 1917 Miguel Jiménez López, inaugurando oficial mente la moder-la. Lo moderno adquiere en el cuerpo un tinte particular porque su , nidad, señalando la inminencia de la catástrofe, dándole carta de

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propone García CancJini, se 'colaron subrepticiamente a la sombrade los agentes de modernización. Su verdadera incursión tuyo lugargracias a los medios de comunicación. Sólo un año antes de decla-rarse públicamente la degeneración de la raza empezó a 'circularCromos, un magazín que apadrinó los más variados discursos sobre

, el cuerpo moderno., Con el nuevo siglo vino el reconocimiento del cuerpo corno uncomponente básico de la persona y sobre todo corno un requisitoindispensable del progreso: sería improbable la formación de losciudadanos y de la burguesía que las nuevas circunstancias torna~,ban necesarios, si no se le asignaba un papel activo al cueipo, unpapel en el que sus posibilidades de conocimiento y expresión y supropia sensibilidad fueran la base de la educación intelectual y mo" 'raL Aunque esta idea tenía antecedentes' en el éampo educativo,sólo entonces se la erigió en objetivo de diferentes discursos: lareforma educativa la defendía tanto como lo hacían la estética cor-poral'o la medicina. Otro sostén importante se encontró en la urba-nidad, el discurso sobre el cuerpo de mayor tradición en el país.Hasta qüe la voz de] cuerpo se instaló definitivamente en el conjun-

. to de las percepciones corrientes, de aquellas considenidas propiasde la persona y necesarias para llevar una vida aceptable, el discur- ,so de la urbanidad dominó la escena de la experiencia corporal., La configuración del' cuerpo socialmente legítimo y apto para el

progreso tiene múltiples facetas. Con la higiene a la cabeza se desa-rrolló una nueva sensibilidad ap"byadaen el deporte y la nutrición.La introducción de los hábitos adecuados para incorporar estos prin-'cipios recurrió a la educación: cuanto más temprana, más efectivosy legítimos los resultados. El hogar y la escuela se convirtieron enlos principales espacios para adecuar el cuerpo; la higiene, lapuericultura y la pedagogía, a su turno, en los' medios predilectospara propiciar la adquisición de hábitos y cimentar un proyecto mi-mético: «La aspiración al papel conductor de la sociedad, por partede la burguesía, se manifiesta en su cultura del gusto y la sensibili-dad, que no solamente ejemplifica el poder, sino que se conviertetambién en uno de sus factores constitutivos. Buen gusto y sensa-ciones nobles son las percepciones distintivas de una sociedad quese forma nuevamente sobre la base de su disposición de capital eco-nómico y simbólico» (GebauerlWulf 1992:427). En el itinerario de'

i'#.'", la burguesía y la IlUS.traci?n estas percepciones constituyen el fun-"'c~; damento de su antropologla. El proceso de mImesIs se onenta haCia:. ':St::'.:~ ~1 ~

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ciudadanía a la preocupación por el cuerpo como fuente de salud,conocimiento ymoral, e invirtiendo el orden ontológico: sin un cuerpolimpio y sano, sin sentidosdespieFtos y educados, sin una sensibili-, dad cultivada, se harían imposibles el verdadero avance intelectualy, aún más, el desarrollo moral requerido por el país.

¿Cómo alcanzar con cuerpos tan defectuosos el ansiado progre-'so,' pragmático como el estadounidense,' encantador como el fran-cés, eficiente como el illemán, cortés comoel inglés, sobrio y seño-rial como el castellano? Higiene, alimentación, deporte, educación,vestido y modales, amén de habilidad, ingenio, sensibilidad y técni-

, ca conjurarían la maldición del mestizaje colombiano. Clasificandolos majes y distribuyendo soluciones: así inició el siglo su reconoci-miento de la ciudad y de sus habitantes, distinguiéndolos, separán-dolos, proponiendo tratamientos adecuados para los analfabetas, losenfermos, las mujeres, Jos locos y los niños. '

La opción que escogió Colombia para ingresar en lamodernización fue un proceso que se inició en el siglo XIX a travésde la educación popular (Helg 1984) y de la adquisición deconocimientos técnicos, específicamente de la formación de

" ingenieros, proyecto del cual la Escuela de Minas representa elmomento más notable (Mayor Mora 1984, Safford 1976). Estepropósito, animado con, mucho ímpetu a lo largo de las primerasdécadas del siglo, agudizó el instinto mimético de la burguesía frentea sí misma y frente al cuerpo socia!' La apropiación de la modernidaddebía englobar tanto la subjetividad como la apariencia, yen amboscampos el cuerpo participaría activamente. '

En cuanto a la Ínodernización' técnica y económica, laflexibiJización de la estructura social condujo al aumento de la de-, manda interna, hasta el punto de permitir un desarrollo significativo, de la ec~nomía (Safford 1976). Ni la alternativa de latecnificación, ni las propuestas educativas contenían una idea crucial del proceso'modernizante, a saber, un proyecto emancipatorio democrático(Pécaut 1990). Sin embargo, no estaba del todo ausente. Si el Esta-do actuó como agente modernizador en algunos espacios (OctavioPaz ]979) ~a menudo sin conciencia del alcance de las prácticaspromovidas por los adelantos técnicos- al adjudicarle un papel cen-tral al mercado y promover la industrialización y la nrbanización,laeducación masiva, el conocimiento científico y la transformacióndel medio por su conducto (Brunner 1988), los proyectosmodernizan tes -aqnel1os que l1evan a la modernidad- tal como los

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'tÚ>": ."el interior para generar en la persona y representar en el cuerpo una "t. ,La antropología de la modernidad rehabilita el cuerpo, aterriza lanueva subjetividad. 1- " totalidad del ser humano, la hace asequible y moldeable. Al cu~rpoEl cuerpo moderno Se libera y adquiere una naturalidad espontá- .5' se le reconoce una influencia definitiva sobre la mente y el esplrlt~,

nea que reemplaza la trascende?cia del alma (Ba~drillard 1970). A.I, - a cuyas intimidades accede el conocimiento y para ,cuya formacJOntal fm deVIene centro de energla, superfIcIe pletonca de slgmfIca- ,:' se apresta al cuerpo. La modermdad del cuerpo no radica solamentedos y manantial de sensibilidades y goces (Ziehe 1989). El proyectó ::: en subyugarlo en beneficio de la razón; el uso de los saberes tam-de conducir el cuerpo hacia la modernidad COIlllenza abandonando bién supone una complejización social que le ha concedido ,u~. te-una antropología centrada en el fortalecimiento del alma, que tolera freno al regocijo. Bien sea que se lo vea normado y constremdo,las debilidades del cuerpo y se esfuerza por salvaguardarse de su .. como fetiche, embellecido o hedonista, el cuerpo moderno es ,antesnaturaleza y del conocimiento equívoco que genera. Ala conslde;a- ! que nada aquél que norman los discursos, que Jos s~beres somatlcosción del cuerpo como una bestIa Indomable cuyos Impulsos solo le permiten experimentar y que establece una relaclon particular conpueden resistir un alma virtuosa y una voluntad férrea, la ~oncep- ¡. la muerte y la naturaleza. ., ,ción moderna opone la neceSIdad y, en consecuenCIa, la poslblhdad ¡ Con todo y el ánimo etnográfico, la mformaclOn sobre l~ quede cultivarlo: el ~uerpo resulta ser una entidad educable, transf.or- r aquí reflexiono no ha sido recogida en un trabaja de campo cl~slco,mable y susceptIble de ser pues.ta al serVICIO mdlvldual y socIal. ! sino recabada en un conjunto de fuentes escntas que ofrec;en dlstln-Pero antes es neces~o conocerlo y actuar sobre su naturaleza P?r l' tas imágenes del cuerpo. Mi visión hermenéutIca apunto a lo quemedio de la educaCIón, de suerte que se a,rrnomce su convivencia , Geertz denomina una «descripción densa» (thlck descn~tLOn), escon el alma. . . . . . , decir, a componer estructuras slgmflcatlvas. A diferenCia de mu-, Allmclarse el slgl? se afIanza la Idea' de la ImperfecclOn del , chos trabajos sobre el cuerpo que exploran las ¡n,amfestaclOnes .ar-cuerpo de los col.omblanos. En el objetiVO de transformarlo para ¡ tísticas, los textos especializados y la Iconografla de ;as ClCnnas,gestar la modermdad no se Incluye, Slll embargo, el pnnClplO de l , las religiones o la filosofía, en este caso el corpus esta compuestola homogeneidad como una meta de ese proceso. El proyecto r por lbs discursos dirigidos al «ciudadano común». Muchos de ellos,que se acoge más rápidamente y en el que se tiene rn,ás confianza t expresan una concepción tri vial y popular del cuerpo y de la formaes el educatiVo y, por su IntermedIO, el de la aphcaclOnde saberes ; como la sociedad lo construye e interpreta. En este contexto es tn-especializados a modo de vehículos de transformación de; cuer- r vial lo que expresa aspectos del ideario común sobre la base de unpo. Esto en cuanto al pueblo, que debe prepararse para afrontar t consenso mínimo en torno a los significados que compartcn los lec-~osprimeros cambios que trae consigo la producción i?dustrial t tares y'las posibilidades que se les ofrecen para elaborar la realidadmClplente. El cuerpo del trabajad,0r d~be_r~u!1lr_.~n~I!llll1?Ae _ "0' (Nusser 1991, Schulte-Sasse!Werner 1977); es popular ,~quello querequisitos para f~bncar el progreso. .) " . 1 tiene gran difusión, independientemente de su ongen etmco o de

En lo que concierne a las clases medias y altas, se pone enfasls en t clase es decir, lo masivo (Martín-Barbero 1989). Con esto quedan ,.u~a:propuesta ,educativa. que.beneficie.el-desarr0n0-se~s~rial,el,c0n0- ~'~-'4"~------congirilClas las' di fitú l¡acles'sobre he-gemO.1iías-:"alta Cultu ra; folc h:l:es-, ;-----,CIIlllentoCIentífico, el control del cuerpo, el sentIdo practICO,la dehca- j" identidades culturales y culturas tradICIOnales, Sto que este hechod.ez~de las emociones y el buen gusto, mediante Unacompleja compo- f impida que a lo largo del trabajo se planteen, apreciaciones s~breslcJOnde elementos. La Idea que se crea de ~se cuerpo mOderI,J0es el ¡ algunos de estos aspectos, en,especIal ~n funclOn de gntpos y cldsesresultado de la seleCCiónde factores de las mas diversas provem,enclas, f' sociales. El corpus de este estudIO esta dIctado por el consu,mo ~~combinados localmente sobre el fondo de una tradlclOn hisparnca y i los discursos y dentro de ello no he contemplado su recepclOn mascatólica muy sólida todavía, y una estructura de clases y géneros lll- l allá de lo que las citas y las referencias cruzadas pcrnllten entrever.

, transigente que hará de las ~ociones de refi~amiento y buen gusto uno ¡ Aspiro solamente a .que el consumo de las fuentes -la lectura- lede los pIlares del orden SOCialde la modernIdad. : procure validez a su: uso etnográfiCO.

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cultura física, pedagogía:belleza y sensitividad. El primer capítulo:'que se ocupa dela urbanidad y se basa exclusivamente en manualesy cartillas, representa un mornento'anterior al ingreso pleno en la,modernidad y se refiere tanto al desvanecimiento de la sociedadseñorial como al desplazamiento del cuerpo hacia una noción mo-derna en un discurso tan tradicional como el de la civilidad. Los'motivos que aparecen reiterativamente en la prensa y en otras fuen-tes traslucen a mi juicio tres perspectivas, momentos sobresalientessi se quiere, de los discursos sobre el cuerpo. La urbanidad constitu- .ye un escenario de representación en el que el cuerpo roza la mo-. dernidad y vivió su auge en el siglo XIX y las primeras décadas delactual; los discursos sobre higiene, salud y cultura física dan cuentade la funcionalización del cuerpo y su adaptación a la moderniza.ción tecnológica con un desarrollo pleno a partir de la década de los. veinte. Por último, el cuerpo como fuente de hiperestesias fue.invo-cado por los discursos de la razón, la estética corporal y lasensitividad y es posiblemente, de todos los anteriores, la concep-ción que marca más notoriamente nuestra actualidad.

Berlín, sepiiembr/de 1996

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formnción .\'Obre la netualidad IInciOllid e ilJlel7lt.lciúnol, lemas de imeres general y coltmullls de opinión.En las primI'ITI~' d¡!cuelm" del si!jlo ¡ncll/fa lambién tina página «editorial>; en la que se disculí¿ma.~un[QSde pO/[lica, economía, educación y sail/d. Otras secciones regulares eran las de moda, bellezay deporles. as{ como /(,S literarias el! las que apareCÍan cuentos y poesfa. Su pre~'entac'iól1 y conte-nidu son asimila!;l.:.\" a El Cojo Ilustrado de Venezuela)' (1 Caras y Caretas de Argentina. Como sunombre lo indi('(I, un ¡iu!!"Iede esta p;,blicació/I es desde sus inicios la información visual. Por suprecio, el volumen de SI/S ediciones. el coll1cnido y el lenguaje, ha sido una rel'i.~ta de ampliacirculación y a.l"equible pam un clmplio sector de fu población.

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, ,Tampoco indagué la-recepción de los usos y p~ácticas aquí anah-

zados, bien-fuera en términos de clases o sexos, bien de ingreso o- lugar de vivienda. No obstante, mi interés exclusivo en los discur-, sos se explica por su calidad de exponentes de los ideales y no porsu realización práctica. Las fuentes consultadas ilustran por lo co-mún la visión de las clases,cultas, generalme!1te de miembro,s de la

,; cldse alta, que han sido' los más interesadosen consignar y poner enfuncionamiento los procesos de creación de la burguesía. POLtodas\Ostasconsideraciones, tomé como fuentes .importantes la revistaCromos', y varias cartillas para la' educación escolar y popular, asícomo aquellas editadas por las entidades del Estado con el fin de,propagar prácticas determinadas, y no los trabajos dé la etnología

.• .nacional; los textos de médicos, o pedagogos 'para un público am-plio, y no las revistas y los libros especializados. Seleccioné algo dela legislación sobre salud, educación y deportes porque ella se emi-te para afectar al grueso de la población nacional y a ello agregué

, algunos escritos -ensayos- que sirven de marco al pensamiento delas diferentes épocas y que, si no pueden calificarse de triviales,. tampoco pueden considerarse especializados: con una circulaciónrelativamente masiva, discuten más bien problemas específicos conLlU rigor mínimo que no llega a tener contornos científicos. A estosmateriales se suman algunos de los cuentos aparecidos en la mismarevista Cromos y obras de la literatura nacional.Tal vez el lector encontrará con sorpresa - esa fue mi experien-

cia- que la prensa «ligera;, trató tempranamente muchas de Ja:sin-quietudes sobre el cuerpo que se descubren en las expresiones cuI-tas y que por esta vía los discursos de la modernidad se populariza-ron más pronto de lo que solemos admitir. Me he dado a la tarea de, extraer de estas fuentes lo que a mi parecer podía entenderse comoun discurso sobre el cuerpo y definir los motivos que captaban lamayor atención. De esta labor resultó que algunos discursos con-centraban la casi totahdad de los motivos sobre el cuerpo: higiene,

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1 Este es un concepto utilizado por Brown pora rejen'rsr. cOllcre/amen/e (1 la segunda mitad del sigloXIX, cuando «Colombia asisli6 a lma proliferación de la (Ijee/ación clll/llral, /an divorciada de larealidad. que puede ser descrita como «lalradición l:en/if,~(1980:445). ¡\/IIlque Broll'n aludc eX(!/I¡ú"OJmcnte al cultivo de la literalura por parte de fas ¿fitú, /tal/o adecuado el r¿nnillo (1(1/"(1 descrihir ¥il1lerés dc lus mismas por un ordenamiento social an,'lr'illico y e.ftélÍr(¡lI1rn/e lJomwdo como el queimagina la urbanidad.

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La buena educación de los colombianos es proverbial o al menoslo fue hasta bien entrado el siglo XX, si hemos de creer a los visi-tantes y habitantes que no dejaron de afirmarlo, sin por ello perdersu sentido crítico frente a otros aspectos de la vida nacional. Esta«cultura» la componían el buen hablar, los buenos modales y la ilus-tración: «la manía de mostrar erudición aparece como una de lasmás notables características de nuestra gentc culta» (Gutiérrez1961: 15). Cuando Humboldt visitó la ciudad en 1801, «se encontróen las tertulias, en las conversaciones, en las simples visitas de cor-tesía, tan sutil ingenio, tanta ansiedad de conocimi.entos y de pro-fundidad, tanto cuidado por la buena expresión y tanta erudición,que le confirió a la ciudad el hiperbólico calificativo de AtenasAmericana» (Osario Lizarazo 1955:655). Si fue Humboldt u otrapersona quien dio este nombre a la ciudad, si ello sucedió entonceso hace cuatro siglos, lo cierto es que «una característica de la men-talidad bogotana desde sus comienzos y hasta el presente lo es elrespeto social que infunde la cultura; es dc creerse que el nombre de«Atenas» provenga de la supuesta posibilidad de escalar los rígidosestratos sociales de nuestra vida pública a través del dominio deelementos culturales» (Gutiérrez 1961:19), o de lo que se entiendepor ello, que es el apego a la forma. Sobre poetas, letrados ygramáticos en esta «Atenas suramericana» se ha discutido bastante;menos atención ha recibido otro elemento de este mito de la ilustra- .-.ció n local: la urbanidad. «En Colombia, ( ...) se habla bien, se arna

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2 Urbanidad es el ténnino más generalizado para referirse .a esta maleria; o/ros frecuentemente em-pleados SOIl civilidad, .l'Ociabilidad, cortesanía, buenas maneras, buen tono, policía, cortesía, educa."ció" social, buena educaci6/l, distinción social, buena crianz.a, buen comporramiento o don degentes. Etiqueta y protocolo son palabras que designan comportamientos más ritualizados que

. sólo se practican en ceremonias a las que asisten personas en calidad de represemalllcs de estados, gobier-nos o empresas. El lémlillO policía, de origen griego (polis) incorporado en las palabras inglesa yfr{lncesa -politeness, politesse-, prácticamente ha desaparecido del uso }¡i.lpallo,en el que se impusoel vocablo úrbanidad, de origen latillo (urbs), que remite igualmente a las caracterúticas de la vidaen la ciudtu! por opm'ición a las relaciones aco~'tumbradas en el campo,

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coro armonioso con que los hidalgos se sobreponían a las durascontingencias de la vida» (Romero 1976: 117). Los movimientosemancipatorios, las reformas y las revoluciones desacreditaron enmucho los rezagoshidalgos,'pero la burguesía criolla ilustrada ad-hirió a la ciudad como foco de civilización e ilustración, y en ellafloreció la nueva urbanidad burguesa, Esa urbanidad de la que sepreciaban los bogotanos republicanos y que distinguió la ciudadhasta mediados del siglo XX, se desprendió de la tradición cortesa-na y de la sociabilidad burguesa europeas para modelar y normal' elcuerpo en sus movimientos, expresión y figura. Los tratados deurbanidad2 representan las huellas de esta concepción moral y esté-tica designada por una diversidad de voces que se refieren al con-junto de reglas que forman y sancionan pormenorizadamente el des-. empeño corporal, el uso de la palabra y la conducta social.

La urbanidad sirvió en Colombia como en los demás países lati-noamericanos para medir el grado de civilización: sobre sus princi-pios se definió una jerarquía social nacional a la vez que un patrónpara juzgar el país en relació¡J con las naciones europeas. Al aco-gerse a un sistema que clasificaba el comportamiento en bárbaro yvulgar o civilizado y de buen tono, las sociedades latinoamericanasse nombraron a sí mismas con estos términos. Desde este punto devista, un proceso de civilización como el que describe Elias (1969)responde efectivamen1e"al que las élites y los autores de normas deurbanidad quisieron ver desarrollarse en un país que se les aparecíabárbaro y vulgar, Las élites se erigieron en abanderadas locales dela civilización; hacia afuera del subcontinente mantuvieron su ran-go menor. Sentirse y lucir como una ciudad culta fue un propósitoexplícito de la Bogotá republicana que quiso prolongar su tradiciónde AtenasSuramericana. Hacer ostentación de buenos modales sig-nificaba exponer en la forma de una tradición de costumbres refina-das un patrimonio que era equiparado con cultura (Ardila 1986),

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En 1882,Carnegie halló que las maneras bogotanas, de estilofrancés, le recordabaiJ las de sus abuelos. El.nuevo siglo no cambiónada estas maneras circunspectas de los bogotanos: «todo estabamedido, los gestos, los ademanes, el paso, la voz, la carcajada» (Mora1937), En su primera visita de 1912, Franck no juzgó tan positivoeste rasgo, consecuencia a su parecer del aislamiento de la más ais-lada de las capitales suramericanas y de la autocomplacencia resul-

", tante de ello, «in a race that lays more stress on the correctness of itsmanner than the weight of its mattef» (Franck 1917:33), Veinte añosmás tarde Franck hablaría de la importancia que tenía la eleganciaen la ciudad, observando, empero, que había desaparecido algo desu encanto de ciudad perdida en los Andes (Franck 1943).«Santa Fe de Bogotá es hoy una ciudad moderna y al mismo tiem-

po sei'íorial, de gran temple espiritual y de refinada cultura>': escri-bía Góngora (1932), un visitante espai'íol a quien parecieron selecto.el espíritu bogotano y humildes y sencillos sus habitantes, de buendecir y educación exquisita, especialmente las mujeres, La Bogotá¡'epublicana que Samper (I 990).recuerda como <<laverdadera Bo-gotá» se prolongó hasta los años 40: fue la de <<lasbuenas manerasy modos», a diferencia de la posterior, en la que se impusieron, in-cluso entre las mujeres, los malos modales y lo que en habla muybogotana se caLificade «guachocracia»: la ordinariez y la grosería,Este sentimiento de pérdida de un valor tradicional de la culturalocal lo compartía en 1969 el Ministro de Educación Nacional, que.guardaba la esperanza de que con lil práctica de las buenas maneras<<nuestravida social vuelva por los fueros de la cortesía y del buentono» (Ospina de NavalTo 1969:3),La ciudad letrada, caracterizada por Rama (1984) como

definitoria del barroco latinoamericano y que viene a ser un sinóni-mo de la manida Atenas Suramericana, vivió uno de sus períodosmás notables en las ciudades que Romero llamó «hidalgas», En sussalones «se encontraban los elegidos, se ejercitaban las delicadasartes dc la cortesía y la etiqueta, se coqueteaba y se hablaba de poe-sía; y además se bailaba y se cantaba, en un ambiente refinado yelegante» (Romero 1976:88), Y aunque Bogotá no alcanzó el boatode Lima o México, también los colonizadores y funcionarios, enparticular durante el virreinato, adoptaron los valores de1decoro y]a dignidad propios de la vida hidalga para sustentar con su ascensosocial la rigidez del sistema dual. En las capitales latinoamericanasse destacaron «el brillo cortesano, las actitudes señoriales y el de-

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y si sólo una mínima parte de la sociedad siguió a pie juntillas lasminuciosas disposiciones' de la civilidad acerca de las visitas, lasmaneras de mesa o las menudencias del saludo, sus principios bási-cos, en cambio, se difundieron de manera más generalizada: higie-ne, método, respeto al orden social, corrección en el vestir, uso deltiempo, noción de un comportamiento femenino y uno masculino,al igual que principios estéticos y morales a partir de los cualeselaborar normas de distinción social. Esta difusión se logró inclu-yendo la urbanidad en los programas escolares e imprimiendo demodo masivo y a lo largo de varias décadas cartillas y manuales deurbanidad.

B. Tratados, manuales y cartillas

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sus atribuciones, las formas y el sentido de la distinción, así c?molos límites y las sanciones. Su código configura el ámbito estetlcoatribuido idealmente a las élites y contiene las reglas para su enjUl-ciamiento. Los manuales latinoamericanos, en palticular, fueron es-critos para crear y fortalecer la burguesía. Sus autores hicier?n amenudo parte de ella y escribieron sus obras durante un perlociomarcado por el disefío de modelos e ideales para la consoilciaclón deuna identidad nacional forjada sobre lo que se consIderaba losfundamentos de la vida civilizada. En ello se asemejan a los textosmedioevales, pero incorporan además los principios de d,istinción yprogreso material característicos del orde~1SOCIalburgues. ,

La mayoría de los manuales se escnblO para qUIenes habnan deingresar en los círculos burgueses, ya fueran ~ifíos y ~óvenes, comoen el Manual de Urbanidad (1880) de Carreno, ya Jovenes adultos

. . que ascendían en la jerarquía social y buscaban el tono adecuado. Los textos ~e ~rbanidad codififan los.ideales del co~nportatnlen- L. para ser socialmente admisibles. A este grupo pertenece el Protoco-

to sob~e los pnnclplOs del respeto a las -es!ructuras s??lales: el trato ::-,' lo hispanoamericano (1917) de Ospma ..Otra vanante promueve laarmómco entre las personas y el CUIdado de la tradlclOn, y tIenen en, adopción de los códigos de comportamIento urbanos entre un am-común su carácter pedagógico. Puesto qu.e el género no es en abso- . plio sector de la población e impulsa la transformación hacia unaluto homogéneo, parece oportuno especlfiear las fuentes que han , sociedad armónica, amable y civilizada, por cristiana, corno lo haceservido de suste~to a esta disq~isición sobre la urbamdad, los auto- muy especialmente la Cultura Social (I92?) de Montañés, ~egún elres de tales escntos y los proPOSltOSpersegUIdos por ellos. modelo de la Civilidad de Erasmo y las Regles de la b'eJ1seance de

Los principales libros de cortesanía de la tradición europea han, La Salle. Los manuales de urbanidad, por tanto, más que registrar t

sido discutidos en detalle por Norbert Elias y, más tarde, por Jacques , las formas reales del trato social, proponen un comporta1lliento so-Revel; sólo los mencionaré en cu~nto se relacionen directan:ente~, cial ideal o, almenas, los márgenes dentro de los cuales la sociedadcon lo~ ~anuales presenta?os aqUl, en dopde me ocupo casI con .~ concibe su propia actuación. ... .exclUSIVIdad de textos escntos por hlspanoparlantes, ante todo .l'0r ':,. Entre los textos de urbanidad pueden dlstmgUlrse los que fuelOnautores colombianos. Los manuales espafíoles -poco menos que Ig- concebidos para nifíos y jóvenes -como el de Erasmo- de los destl-norados por Elias y Revel. surgieron de los textos del Cmquecento nadas a adultos -como El Cortesano o El Galateo-. Las obras co-y de la obra de Gracián, y marcaron tempranamente los conceptos ! lombianas de los dos últimos siglos conservan también esta di vi-latinoamericanos de hispanidad y sociabilidad. La paradoja que en- . sión. El texto completo del Manual de Urbanidad de .~arreño, por

L ~_~cierr.a.n)9~nual:s~~ b~en~~.n.la~e!as 'pr?vle~e ~:lhecho de.(ll:e ,'~ ~~ejemplo, aun cuando.expresa en. el subtítulo su mtenclOn de .s.er,:m~. - descnoen comportamIentos a~15U1ooS por observaoores y eouca-, libro para mños, no puede conslde~arse ~omo tal, pues se dlt Ige a. dores,-blen a las clases altas, bIen a qUIenes llevan una VIda excelsa,. , los adultos. Este hecho lo reconoclO Sin duda el autor mIsmo, pues

sin que las personas y clases así co?siderad~s admitan acogers~ ni, L realizó una segunda versión abreviada para el uso en las escuela;~.menos aún, recurnr a ellos. Es propIO de las elites no tratar en pubh-: Los textos pueden también catalogarse conforme a su mtenClOn.ca asuntos de tal índole: la educación de niños y jóvenes ocurre en AJcrunos son verdaderos tratados. que no sólo se ocupan de descri-la intimidad del hogar, se transmite oralmente y se luce en los salo- bi; pormenorizadamente maneras, vestidos, movimientos ynes con una naturalidad que hace pensar en cualIdades l1ln~- comportamientos, sino que contienen, sobre t?do, un~ elaboradatas (MenslOn-RI~~u 1992). De eH? se SIgue que los manuales t:;a- argumentación moral en tomo a la urbanidad. Sll proPOSItOes fOI-dllcen la percepclOn SOCIalque se tIene de las élltes: su desempeno. .

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mativo: transmitir una concepción dejas bnenas maneras qne ve enellas el espejo del almahuniana. Vistas as'í, dichas obras lo son deeducación -de "buena educación»-, entendiendo por ello un proce-so que engloba a la persona entera. Adiferencia de éstas, las quepodrian denominarse cartillas o manuales son un conjunto de ins-trucciones para comportarse adecuadamente en cada situación. Laintención es más bien superficial: no se apela a principios morales o"aunaJormación integl'al, sino a la necesidad o conveniencia de adop-tar oportunamente los usos sociales con una finalidad pragmática.Del primer tipo son elManual de Caneño, el Protocolo de Ospina yla Cultura Social de Montañés, mientras que se pueden incluir en elsegundo el Código de Etiquéta (1930) de Camposol, la Urbanidad

"para Niiias (1969) de Peláez e incluso el Don de Gentes (1958) deSofía Ospiria de Navan'o, los cuales invocan más la convenienciasocial que la sinceridad del alma. Los orígenes de estos códigos seentremezclan. Los primeros, fundados en las virtudes morales y laconducta cristiana, continúan la línea de Erasll10 y La Salle; lossegundos, de intenciones más prácticas, enarbolan los principios

"del honor, el decoro y ]a distinción de la vida social, pero aun así',,.comparten, en mayor o menor medida, postulados conducentes a la

introducción y consolidación de una ética y un código decomportamiento burgoés. "

Desde principios del siglo XVII se conoció en América el GalateoEspniiul, adaptación del Galateo de Giovanni della Casa realizada en"]582 por Gracián Dantisco, y de ]a que se hicieron numerosas edicio-

, nes (Morreale ]968). Domingo de Becena tradujo también la obra, demodo que circularon dos versiones españolas del Galateo. Ya Boscán

"había traducido JI libro del Cortegiano de Castiglioni, aparecido en"]528. Ambas obras influyeron notoriamente en la noción del ideal cor-tesano español del Renacimiento (Marreale 1959), cuyos fundamentosdejó consignados Alfonso El Sabio en Las siete partidas.

Típico del Renacimiento español fue su percepción del vulgo encontraposición al cOJiesano que hace a un lado los valores implica-dos cn el término civis, esto es, su cualidad de hombre citadino, deser que se desenvuelve políticamente, para dedicarse exclusivamentea su condici6n de caballero e hidalgo y afirmar así "la personalidadtotal del var6n, que no admite reservas ni ironias» (Morreale1958:241). La máxima de caballerosidad de ninguna manera secircunscribe a una categoría social, sino que se apoya y tiene surazón de ser en las cualidades morales (Eisenberg 1990): el caballe-

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ro español. es, un hombr~ de bien, gentiLy ,galán; ~ani¿terizan al .Galateo español la compostura y su actuar ajeno a la afectación(Morreale 1962), aunque ya en el banoco la simulación entraría aformar parte de las dotes de El Discreto. Al estilo de Maquiavelo yenfrentado a un mundo de desengaño; el hombre de la corte,se pre-ocupa por agradar para subyugar: la simulación y la apariencia co-bran una importancia singular (Jankélevitch 1958) para quien se.esfuerza por alcanzar la perfección en el trato social. El Renacimientofusiona, pues, el ideal cortesano y la ética humanista provenientesde la concepción del vir bonus de Cicerón y Quintiliano (Spang1979): tal es el aporte que hace Castiglione y de ahí su influencia enla literaturay la sociedadrenacentistas.Las cualidadesde estecomporta-miento son gracia,gentileza,gallardía,'desenvoltura,despejo,buen gusto

. y decoro] , pero también aliño, aseo y orden. Todas ellas se conservac

rían eri varias de las urbanidades escritas en Colombia.'Regles de la bienséance et de la civilité chretienne, publicado en

1667 y en su segunda versión en 1703, si bien no fue el primer texto'de su género,. sí representó un viraje en -la concepción de la corte-sanía, por cuanto advirtió la necesidad de aplicar la civilidad a la

. obediencia y a los deberes para con Dios, y sugirió exténder susprácticas a toda la población, preservando, no obstante, los criteriosde distinción social (Elias 1969; ReveI1986). Esta obra, de la quedos décadas más tarde se produjo una versión para niñas, se men-cionaba en Colombia todavía a principios de este siglo (Uribe 1919)para indicar que las viJ't¡jdescr~l'tianaserarl'1abase de la educaciónpopular. ' '

Una muestra temprana de la atención que le mereció el tema dela urbanidad a los pensadores nacionales la dio Rufino Cnervo, quienno solamente publicó su Catecismo de urbanidad en 1833, sino quehizo una segunda edición revisada del mismo veinte años después.Fuera de ser la primera urbanidad que he identificado para el perío-do republicano, fue la primera escrita para mujeres en esta época.Al respecto dice el propio Cuervo: "La educación de la niñas exigehoy, más que en ningún otro tiempo, nna atención especialísima.En el embate de los vicios y de los malos instintos que amagantomar el país a la barbarie, la providencia nos presenta, en nuestras

3 De los valures específicos de estos vocablos en los textos originales y en sus traducciones, se ocupaMorreale"en diferentes e.\'Crito~' relacionados en fa bibliograjía.-Aquí {os señalo porque, con algunasdive"rgenciaJ'de significado, vaJias de las urbanidade,f consultadas los emplearon a modo de ep(tetospara evaluar"el comportamiento' ético y social.

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.;, ,~{:.hcosta de Samper reallrma Ciuees indi.spensab\e marcar (hieren-

cias, porCiue no basta, como piensan algunos, \a compañia de perso-nas de buen gusto 'f modales amables 'f sencillos para adquirir \aurbanidad que caracteriza a ciertas mujeres cultas',

La cortesanía proviene y es el precioso fruto que se cosecha del conoci-miento de sí mismas; del respeto de los derechos de los demás; del senti-miento de los sacrificios que las relacion.es sociales imponen al amorpropio; es la necesidad. en fin, de la concordia y los afectos del corazón,Pero la urbanidad no es Si/lO el barniz, o más bien la parodia de la cortesa-nía, pues para que ésta tenga consistencia es preciso apoyarse en la sin-ceridad, la modestia, la amabilidad, quejamás patentice las ridiculeces ylos defectos de los demás, que nunca use de chanzas sino de manera queno se pueda herir el amor propio ajeno, que se conozca. que la cultura dela que se hace uso no encubre la vanidad, lafutileZL1 y una o!Jservadónsuperficial de las formas, sino que es efecto de una verdadera delicadeza,una real reserva y una innata bondad (Acosta de S. ¡880(39): 75),

Entreverando cultura, cristianismo y civilización, a la usanza deLa Salle, Acosta de Samper consigue erigir la cortesanía en verda-dera virtud que sirve de bastión inexpugnable a la superioridad so-ciaL Paralelamente, elabora el concepto que identifica cortesanía ycultura vigente hasta la actualidad, La cultura es

(",) la expresión completa de la civilización cristiana y el veslido queencubre una verdadera virtud y un profundo amor (11 bien. Una personaque carece de buena crianza es un ser que no ha cogido el fruto de lacivilización; puede ser tan instruida como guste, rica, espléndidamente.

,,'o ataviada, tener una posición elevadísima en fa jerarquía social. pero si,1&., no es cortés y no posee modales cultos, jamás se podrá decir que pertene-" ce a la buena sociedad", es preciso tener el pudor de las emociones, las1;;;, cuales, 110 porque se encubran serán menos sinceras (Acosta de S.~ 1880(39):75). 'i Fl' Pero ni estos textos ni otro ninguno de los publicados con postc-

,,,,~,,=--u~rioridad,tuvo,n(ha~te!)idQ.t~_ditusión. e influencia del ¡"!anual de,~¡ , urbanidad y buenas maneras de Carrefioc¡üe' se iitilizÓUd¡¡i¡¡nteClé7~-~. . ''.:: cadas en \o.do el continente, se sigue publicando y es tenido por

obra de referencia obligada. La versión completa del ManuaL deurbanidad .no ha sido tan difundida como el Compendio, el cualincluye el capítulo sobre los deberes morales del hombre y ha sidoeditado durante décadas como texto escolar. Dc modo similar a loocurrido en Italia con Galateo, el nombre mismo de Carreña bastapara calificar un comportamiento de adecuado o impropio: «según

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esposas y en nuestros hijos salvándose de la corrupción general,una esperanza, un medio de salud para el porvenir» (1853:3). Elinterés de Cuervo por la urbanidad abarca los elementos principalesque habrían de ampliarse en las décadas siguientes: la confianza enella como recurso civilizador y la entrega de sus secretos a las mu-jeres para garantizar la educación apropiada de Jos hijos en el senofamiliar. Así, las mujeres se convertirían en garantes de las buenascostumbres y se harían cargo de la pri vatización 'propia de la vidaburguesa (Zaidman 1991).

En 1880, Soledad Acosta de Samper publicó en su revista LaMujer una serie de notas de urbanidad destinadas especialmente alas señoritas. Tras advertir que se referiría someramente a cuestio-nes prácticas, es decir, materiales, señalaba que por

falta de urbanidad y de un porte fino y cortesano, podemos hacernos acrueles enemigos que se ceben en nuestra reputación y nos hagan infeli-ces. Así pues, es p,uiso que las niñas, desde 'que tienen uso de razón,aprendan que la vida no es sino una sede de lIacrificios más o menosgrandes, para cumplir los cuales necesitamos armarnos con una capa decortesanía que haga amable esa abnegación (A costa de S. 1880(39):74).

Otros aspectos sobresalen aquí: la enorme exposición en que sehalla la mujer y la escasez de conductas adecuadas entre la nacienteburguesía local. Siempre conminada por la vulgaridad, la élite pug-na por instaurar un orden que asegure las jerarquías y garantice susuperioridad. De no ser así, los nuevos grupos sociales podrían for-talecerse apoyándose en principios amenazadoramente democráti-cos que menoscabarían los cimientos tradicionales de la distinciónsocial y podrían deponer a la élite señorial o pervertir su estética.

'La consignación de estos consejos, que en realidad deberíanaprenderse en la privacidad del hogar, se justifica porque

en este país, en donde impera la democracia, frecuentemente se ignoranen el seno de lasfami/ias ciertos deberes de sociedad indispensables para

' mezclarse en ella <¿onluc.imiento.y granjearnos la, buena voluntad~i1elos-~~~¡jein"d:t:KquCen 'donde suelen'levantarse de las más ínfim(1s capas de la

sociedad familiasque habían permanecido oscuras, las.,que no teníanpor qué estar al corriente de hbuena compañía, aquí, repetimos, es másindispensable que en ninguna otra parte aprender las reglas de la urba-nidad: pero de una urbanidad fundada en los sentimientos de la dignidadhumana, nacida del buen corazón y del conocimiento de las leyes divi-nas, no cimentada solamente en ciertas reglas tontas y usos y costumbresque no tienen razón de ser (Acosta de S. 1880(39):74).

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Carreña ...» o «c'omo dice Carreña ...» tuvieron larga vida como fór-mulas de sanción. No es otro el código que debe transgredir la pro-tagonista de Jaulas, la novela de María Elvira Bonilla, para atrever-se a v.is.itarlos bailaderos de salsa «con una vitalidad casi de menti-ras, apetitosa, en la mezcolanza, con esa gente dizque ordinaria ymañé, pero qué gente, y acércate más que apretaditosestamos losdos, sin urbanidad de Carre.ño, retorciéndonos de sensaciones ...»(Bonilla 1984:87). •

El Protocolo hispanoamericano de la urbanidad y el buen tonofue publicado por Tubo Ospina hacia 1917 y se hicieron por lo me-nos tres tiradas del mismo. Se trata de una obra bastantepormenorizada en la que llama la atención el interés del autor porenriquecer la identidad hispanoamericana con los hábitos de lasociabilid'ld, especialmente la de quienes han mejorado su posiciónsocial merced al estudio universitario. Su valor radica en que fueescrita para que se la empleara en la Escuela de Minas, avanzadadel progreso y la modernización del país a finales del siglo anteriory comienzos del actual, donde se alentó la formación de «hombresvirtuosos» y de una clase empresarial moderna que condujera elpaís haciaelcapitaJismo dentro.de .los lineamientos de una morallaica: La obra tiene el explícito propósito de abrirle a una clase enascenso las puertas de un mundo social discriminatorio y rituali-zado en su comportamiento, como parte de un proyecto racional'deformación de una élite moderna, tal como lo fue la Escuela de Mi-nas bajo la dirección, entre otros, del propio Ospina.Cicl:tameflfe que el nuevo tipo social que la .Escuela Nacional de Minasbuscaba crear en Antioquia, era un individuo preparado, material y psi-cológicamente, para parlicipar en clubes como El Campes/re, donde lapráctica de los deportes se adelantaba con la clara finalidad raciOlial dealcanzar un mejor equilibrio psicofísico en/re la vida de trabajo y la ac-tividadfÍlera de él (Mayor 1984:227).

Estos textós -los más representativos- no agotan para nada elinventario de este género pedagógico. La producción puede consi-derarse prolífica, si se piensa que la palabra urbanidad evoca a me-nudo una faceta impositiva de la educación, uno de esos lastres casibana]es que mortificaron la infancia y la juventud, análogos alaprendizaje memorfstico o a la severa disc.iplina escolar, pero a losque no es raro reconocer a la postre un carácter formativo de lamoral y el respeto, y en cuya desaparición se ve una de .las causas.de la "pérdida de .losvalores morales».

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." En el curso del siglo aparecieron varios manuales -muchos deellos de uso escolar-, dado que la urbanidad ha sido varias vecesasignatura obligatoria del pénsum ..La mayoría de los que mencio-naré aquí fueron escritos por autores nacionales; los otros señalanmatices de la evolución del sentido y la forma de la urbanidad en latradición hispanoamericana.La Cultura social de José Santos Montañés, publicada en 1922,

que había visto en 1938 la quinta yen 1960 la octava edición, es laobra que más enfatiza li! formación católica de la juventud y repre-- senta elextremo opuesto de este abanico. Montañés, más cercano alas prácticas religiosas que a las sociales, es el autor más asentadoen la tradición hispánica, de la que rescata conceptos como el decontinente, registrado en Las Siete Partidas. En las cuestiones de la.moral católica se remite, con insistencia, a la Imitación de Cristo.Este manual, texto escolar durante muchos años, es el único que norevela vislumbres de una percepción moderna del cuerpo, sino quemantiene fiel a la noción cristiana medieval del cuerpo amenazanteque debe ser constantemente contenido por un alma fortalecida enlas prácticas espirituales cristianas.Los textos restantes son manuales y cartillas que no poseen argu-

mentaciones muy elaboradas sobre .losfundamentos de la sociabili-dad y se ciñen al registro de las normas que convienen en el tratosocial. Los hay tanto anclados en las virtudes cristianas como deintenciones puramente pragmáticas, y todos se dirigen a un públicoamplio, como el escolar, 6 a unQadulto interesado en actuar confor-me a las normas de la urbanidad. .Don 't. Lo que no debemos hacer ni decir en sociedad es una

traducción adaptada del inglés que desaconseja conductas socialmen-te inadecuadas. La modalidad más radical de este género es un pe-queño libro para uso escolar' publicado en 1926, cuyo enfoque esmás utilitarista y coincide en su estructura cón el tratado de Carreña.Su título es Urbanidad y cortesía y en él aparece por primera vez lacortesía separada de la etiqueta. A la última corresponde «el con-junto de reglas y ceremonias que se observa en ciertas reunionesoficiales y actos públicos solemnes, en que no caben la familiaridady la llaneza» (J 926:8). Queda así autorizada cierta relajación en eltrato cotidiano, al que no se le atribuye ningún significado particu-.Iarmás allá de la facilitación de las relaciones interpersonales., Los Hermanos Maristas editaron en 1928 la Cartilla de urbani-dad para niñas y, el año siguiente, la misma para niños. Ambas

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';;,Ü)6?»), cuanuo &eIe&ta'o\ec\6\a o\:i\l'E,atone(\auue \0. m'o.teúa. En una.' 'bleví.&ima'¡lIesentac\6n se anota que e1\i\:iro comprenue \0. leona ue \0.> urbanidad, pero que ésta, como \a 1:úgiene, requiere \0. loID1ación de, hábitos, por \0 que se aconseja incluir en \a clase actividades deescenificación que permitan aprender los comportamientos descrttos,La materia pasa a ser así una conducta que se adquiere escol.annente yse distancia del todo de la exclusividad que las buenas maneras corte-sanas tuvieran en su origen.

A pesar de la urgencia por representar lo que aparentemente no hayocasión de transmitir en la familia, el tema no ha caído en el olvido: laLey 115 de 1994 dispone que se reincorporen la urbanidad y el civismoal plan de estudios y el Proyecto de Ley 034 del mismo aí10se orienta aincluir contenidos que fonnen en los principios de la urbanidad con

-- mitas, a -educar' a-la:juventud'en las-naciones-éticas y restaurarlos -valo-~--res tradicionales (Acevedo 1986). La convocatoria a la restauración no 'es nueva. Incluso antes del enorme cambio que trajo consigo el 9 deabril de 1948, se hacían llamamientos a la conservación de los precep-tos, modales y reglas de la «buena educación». Este «elogio de la cultu-ra», que reconocía el cambio ocurrido en las costumbres de antaño,abrigaba una esperanza:

(oo.) la vieja, noble y agradable educación de Bogotá, bien puede conservar-se para provecho de todos, pues no hay razón ni explicación alguna, quepor correr en esas calles, automóviles y motocicletas (oo.) haya desapare-cido por completo la pulcritud del lenguaje, la atención dehida y el res-peto mutuo que, hasta hace algunos años dieron a esta ciudad fama deculta y educada (C-960:2,1935).

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~]I!¡"'< habían sido reeditadas por octava vez en 1949 y con un contenido"¡¡j:!' casi idéntico presentan cuadros contrastantes que ilustran el com-¡" , portamiento propio de niñas y niños bien y mal educados. Predomi-Vi', na la información visual, acompañada en cada cuadro de una sen-Ilj' tencia explicativa. En páginas intercaladas se instruye, a la manera' ¡t: de un catecismo, sobre los comportamientos sugeridos,i~' Estas cartillas no discuten la urbanidad, se dirigen al público es-lij\ colar y no examinan conductas sociales características de las clasesir. altas, sino que retratan y explican unas normas que incumben a to-~..dos. Sólo en pocos detalles se ocupan de la intimidad, concentrán-ir dos e más bien en las relaciones interpersonales y el comportamientoI'~' en espacios públicos. Se diría que estos textos condensan la esencia¡,¡']. del trato social, al igual que el Tratado de urbanidad (1928) de Inés11:;.", Rebeca Aguilar, en cuyas cuarenta páginas de versos se transmitenIr' , los mismos postulados de los textos visuales,

' j:¡~: ' ,El duque de Camposol escribió el Código de etiquetgY-,cij"l~nción --.' j~'~--~~soeial,qUemenCionoportocq(¡e'tieiÚ:~C1~~v.alor-cOiñparativo,en vista~'r, :del interés de autores como Cuervo, Ospimi, y Montañés por la tradi-

"J: 1:.,':," ' ción hispana. Se trat~,de un texto para adultos en :1 que la educación,~¡':; , moral se trae a colaclOn como la base del desempeno SOCIal.,I¡,:'" Sofía Ospina de Navarro, hija de Tulio Ospina y más conocidaI~~'i,i, por sus escritos y memorias, publicó en 1958 Don de gentes, dirigi-II;:!;:', ' do al público en general, al que ofrece «un manojo de simplesI¡[.\:: observaciones sobre la vida social, recogidas al azar en el campo de¡¡ii:;' l~ experiencia» (1969:41' Unos años más tarde reconoce que :<laí',,, ' catedra prefenda por mI padre fue la mesa del comedor famIlIar,rl;' que siempre presidió. Yen ella hizo cuanto pudo por enseñara sus111';, , ?i~os no sólo la mar:era de manejar correctamente los cubierto~} el¡!ji IdIOma, SInOla de trInchar con destreza un pollo asado, y tamblen la¡[, , de servir a Dios y embellecer el espíritu» (Ospina de N. 1964:53).'~,i¡!'"'':''' 'Esctitocuando «Carreña pasó de moda pero las normas siguen»", , _ .¡;' según lo anunciaba la revista Cromos en 1962, como todos los ulte- ,-'" .;'~,,' __C',Lo~ or?en~:e;:;:s~se;;;n;:;.o;;;r",I",a••le~s~~~~~~

~~L,,~~--~..~rioresFsus_cons€j()s-busGan-dar1e'un-sustento-difereUte-oel económi~- ''''F~----,.-, . 1 t t de urb'anidad un discurso más ot(', ca al privilegio de tener «don de gentes». Con por lo menos tres ;," Es común a caSI todos os ,ex,osd ser (le las normas de civilidad;! tiradas, la última de las cuales alcanzó los' sesenta mil ejemplares, ¡;~ menos explíclto acerca ~e la I~zon de rsonal y social, Hav un afán''. es sin duda un libro cuya sola existencia atestigua la perduración ,; y el papel que d:semp~nan en .~ ~I u~~:porta al individuo'el acata-:" del ideal urbano. ¡ evidente por senalar las ventaJ~~ q 1 o lVeniente -casi se diría, 10!' Por úl:~mo, la Urbanidad par~ ,:iñas de Ofel~a Peláez. H., escri:a r, miento de las normas de cortesIa Yed~(~,~os manuales consultadosj en atenclOn a los programas ofIcIales de ensenanza pnmarIa, VIO k necesarIO- que ello es para. la sOdCl1 'ís de un sigl'o: las normas

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, mismas no acusan, por cor¡siguiente, grandes variaciones, Es noto-,rio, por el contrario, el desplazamiento' de los principios aducidos. para acreditar las conductas, así como el de los órdenes que regula

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1.El fundamento moral y las virtudes. (' '"'

Pe los textos escritos en Europa pocos años después 'de iniciadala conquista del continente americano, son sobre todo los de Dantisco

, . y Gracián los que introducen aquello que la República consideraría, <datradición hispánica» y el sustento para la búsqueda de una iden-

tidad ,nacional. También fruto de la Contrarreforma, el texto deErasmo de Rotterdam -Civilitatae de morum puerilum- prolonga latradición grecolatina y medieval y, a causa de la gran acogida delautor en España, se suma a las obras que sirvieron de punto de par-tida para el desarrollo de una ética y el esbozo de los principios decivilidad en Colombia, A esta percepción, ya imbuida de moral cris-

,. tián~:, se añadió en el siglo XVIII la obra de kan Baptiste de la Sane-difundida por los Maristas~, quien vinculó la práctica de las buenasmaneras al decoro y la civilidad cristiana'.

Lo, sobresaliente de la cortesanía elaborada tras la Independenciaes su fundamentación en las virtudes, con lo cual se eliminó la posibi-lidad de que la sola observancia de las reglas «externas» de la socia-bilidad constituyera garantía de distinción. Es justamente esta consi-deración la que se fortaleció con la visión de La Salle de una civi-lidad ligada a los deberes religiosos: «( ...) la mayoría de los cristia-nos no ven en el decoro y la civilidad más que una cualidad pura-mente humana y mundana, y como no piensan en elevar su espíritumás alto, no la consideran una virtud que tiene relación con Dios,con el prójimo y con nosotros mismos. Esto demuestra muy bien elpoco Cristianismo que hay en el mundo» (citado en Eiias 1969:136).

Al dirigir su texto a las niñas, Cuervo quiso conjurar la inmorali-dad y la corruptibilidad que las guerras de independencia habíandejado en los ,hombres: «La buena educación da a las niñas unafuerza prodigiosa para resistir la seducción, para pensar en el porvenir

4 Los aporres (/ la civilidud del libelu de Erasmo y dellr'xto de La Salle han údo est!/diados por NorberlE/ios y jocq//es Revel. lA pmrluccirm de los eserilores e~pañole,\', COI! excepción de GraCidn, no fuetenid{) en cuell/(/ en 511,\' estudios, dedicados {/ la tradición centroellropen.

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y para ejercer una infl~;ncia benéfica en los destinos de la patria»(Cuervo 1853:4). Y lo hizo así porque vio en la urbanidad, más queuna práctica de actitudes y movimientos, «el ejercicio de las virtu-des sociales, prescritas por la moral, o por la costumbre» (Cuervo1853:6), cuyo piso era la moral cristiana. En él se entrelazan lastareas femeninas con el porvenir de la patria: el estímulo ala virtud,la estimación del honor y la formación de hábitos sociales."

Contemporáneo de la segunda edición de Cuervo es el Manualde urbanidad y buenas maneras de Carreña, basado en los deberesmorales del hombre para con Dios, la patria, los padres, los seme-jantes y consigo mismo. El reconocimiento a Dios «por la creación

, del universo, los beneficios recibidos y la 'gloria que reserva a lasvirtudes humanas» debía expresarse en todas las situaciones de la

, vida pública y privada, y penetrar en los rincones más íntimos de lapersona: «En los deberes para con Dios se encuentran refundidostodos los deberes sociales y todas las prescripciones de la moral; asíes que el hombre verdaderamente religioso es siempre el modelo detodas las virtudes, el padre más amoroso, el hijo más obediente, elesposo más fiel; el ciudadano más útil a su patria» (Carreña 1968:5)5.

Estajustificación se dirige a los ciudadanos y, entre ellos, a quie-nes comparten los, principios cristianos, especialmente la caridad,origen de todas las virtudes. Emanadas de los deberes morales, lasprescripciones de la urbanidad llevan «dulzura y tranquilidad» a lavida de quien las'pract¡c,!, tienden a la conservación del orden y la ',armonía, y comprenden. «el cQJ1junto de reglas que tenemos queobservar para comunicar dignidad, decoro y elegancia a nuestras'acciones y palabras, y para manifestar a los demás la benevolencia,atención y res'peto que les son debidos» (Carreña 1968:27). Nadade lo anterior sería posible para Carreña, empero, sin la salud delcuerpo, que es la base de la salud espiritual. Instrucción, cuidado dela salud y freno de las pasiones: porque el buen tono se inspira en la

'verdad, estos tres deberes compendian todas las obligaciones y vir-tudes que sirven a la gloria de Dios y a la felicidad humana.

, Algunos autores destacaron aún más el fundamento moral, tor-nando la urbanidad en una consecuencia lógica y necesaria de las

, virtudes cristianas. Montañés puntualizó que el cristianismo es la

j La edición de 1968 citada aquí, corre.fponde.a la versión del Compendio que el mismo Carreña.publicó para la enseñanza escolar. La edición príncipe es de 1854 y se publicó por entregas. Aquícontinuaré citando la edición de 196~~del todo coincidente con la e.dición de 1880 publicada enParís por Garnier.

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ten en un mérito esencial para alcanzar la «grata convivencia de lospueblos». Lo mismo pensó Acosta de Samper al afirmar que la vidaes una serie de sacrificios revestidos de cortesanía, que la abnega-ción hace amable. Peláez quiso, por su parte, combatir la hipocresíay hacer surgir el amor al prójimo, pues la urbanidad era para ellauna consecuencia lógica y forzosa de las enseñanzas evangélicas.

Esta fundamentación cristiana de la urbanidad delimita el terre-no de la civilización y circunscribe a él el progreso, al tiempo que sedistancia de la modernidad. En el espacio así definido plantea unaestética de la vida cotidiana que atenúe las dificultades y asegure alindividuo armonía en la comunicación, La calidad moral de la urba-nidad, a semejanza de lo sucedido en los primeros momentos conotros disc\!rsos que formulan un cuerpo moderno, es el elementocentral de la controversia. Pero a diferencia de otros discursos, elcortés quiere cimentarse del todo en el campo moral y concebir elcuerpo sólo como intérprete de las virtudes, como el vehículo quepermite la representación social de las mismas. •El reto para las nuevas é.lites consistió en renunciar, en pri.mer

lugar, a una justificación de orden material o social que habría care-cido de legitimidad en un momento en el que escaseaba tanto lo unocomo lo otro y en el que -aunque se hubiera dispuesto de riquezas ytítulos- no era ese el mejor argumento en el ambiente republicanorecién inaugurado. La proeza consistió en legitimar, sobre la baseamplia e igualitaria del cristianismo, el sistema de clasificacionesque supone la cortesanía a partir del carácter incontrovertible Yjus-to de las diferencias establecidas por el espíritu divillo y de los pri-vilegios sociales y materiales que, en recompensa por su vida vir-tuosa, se otorgan a las personas. La cultura señorial, al igual que lo

'~ ...._,,,,,,,,hizola nobleza francesa hasta el siglo XVII (Penot 1984; Revel, 1986), pretende que su apariencia revele su condición excelsa y,. según lo concibe El Cortesano, presume que las diferencias son~,.~--=evi.dentesF Así-y-todo,dicha pretensión-democrática_y,cristiana sólo~~~" la pudo sostener consecuentemente Montañés, cuyo discurso es en

este sentido análogo al de Erasmo. Los otros dos grandes tratadistas-Carreña y Ospina-, y algunos autores menores pero muy ilustrativosde la cortesanía señorial, Cuervo y Acosta de Samper, por ejemplo,encararon la necesidad de entretejer otros órdenes en el discursocortés, habida cuenta de su papel de fundadores o constructores deuna discursividad que buscaba legitimár una estructura social en laque también debían combinarse recursos adecuados para tratar y

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única civilización y, como Madied06, que el progreso moral sólopuede tener lugar en la civilización, Su texto se recomienda como«guía de educación sólida, moral y religiosa», y fuera del imprimá-tur del arzobispo de Bogotá incluye la presentación de un sacerdotejesuita: «Con muchos libritos semejantes a éste, tendríamos asegu-rada la cultura moral, intelectual Yo social de niños y jóvenes, que envano trata de encontrarse por los rumbos escabrosos de culturasnada más que mundanas, (,..) [la obra] apoya los principios y nor-mas cívicos, en las celestiales máximas de la religión cristiana»(Montañés 1960:5). La Cámara de Representantes aconsejó que seutilizara en todas las escuelas primarias este texto ,que

inspirado en las ideas eminentemente civilizadoras del cristianismo y.en. aspiraciones patrióticas (...) expone (...) todo aquello que debe penetrar

hondo en el alma de los individuos, verdades y sentimientos. y enseña lamanera de que se manifieste todo esto, sin ajectación y sin aparatos ridí-culos. para que el hombre sea lo q",~ debe s.er y se muestre can todo elatractivo de su naturaleza, en desplendor de Iq virtud. de la inteligenciay de la dignidad. en todos sus actos (Montañés 1969:7-8).

La de Montañés es una obra de «saneamiento social», opina el. Arzobispo, que puede «trocar en cristiano el' espíritu inculto». To-dos los prologuistas de Montañés ven en las prácticas cristianas elpresupuesto de los modales cultos, las buenas maneras y las cos-tumbres sanas, y relacionan estrechamente la formación moral conlas posibilidades de progreso del país. Idéntico fundamento se man-tiene en otros textos, sin que los autores ahonden en ello: las carti-llas de los Hermanos Maristas destacan más la obediencia y la prác-tica de las virtudes en cuanto son características de una buena edu-cación, sin calificarlas de cristianas; los Comprimidos de Ospina deNavarro recuerdan que la virtud de la urbanidad exige sacrificios y

L privaciones, y encarna principios morales cristianos que la convier-

6 Manuel Maria Madiedo represent6 la com"ente romdnric(J .del pensalnie11lQ cOllservadol':...del..sig/o..:..-c_--)(IXJMarquínez.-.1988i Como ninguno.otro;-liejendió la tesiS de qt¡;' etc}:ÚiiaflÜ'm~, no "la cultura

-cristiana, era el fundamento de la civilización, a su juicio s610 concebible y mensurable mediante eleriten.o único de la «expansión moral». Ese progreso moral que conduc'e a la civilización implica unavido.entregada al cumplimiento del deber y al CUIIOa la vinud Ya que fifera de7 cn'stianismo no existepara él más que el salvajismo, el evangelio es para Madiedo el camino hacia la virtud y todo elprograma moral de la vida humana en la civilización. En ella, el desarrollo significa cltriunfo sobrela materia y línicamente constituye progreso si contribuye a mejorar las condiciones sociales. Porotra parte, la posibilidtld de alcanzar la felicidad Se le dificulta al ser humano, fUlturalmen/e inclinadoal mal, quien /lna y Olra vez cae seducido en el tumulto de los goces ofrecidos por los vicios y sealeja de la virtud que da fuerza y poder y es una lucha pennanente contra el vicio.

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elaborar asuntos como la tradición y la identidad, la diferencia y la.forma de relacionarse los sexos o las jerarquías socialmente acepta-bles y los requisitos del ascenso social Este desafío echó por tierrabuena parte de las pretensiones igualitarias de una urbanidad cris-tiana, para dar mayor peso a la apariencia que enmascara la condi-ción burguesa y CJue,en el caso colombiano, redundó en la ostenta-ción de las virtudes cristianas de que Carreña, en analogía a La',Salle, es el modelo más acabado. Y es'justamente de la confronta-ción entre los ideales clásicos del vir bonus y los recursos miméticosde El Cortesano (Spang 1979) de donde surge la controversia entorno a la vinud de las apariencias (DhoCJuois1991).A pesar de la oposición ofrecida por la cultura señorial al avance

dela burguesía y su vulgaridad, se impuso la idea de que la urbani-dad era un aprendizaje en el que el individuo debía fungir de maes-tro de su propia persona (Camposol 1930) y, gracias al contactosocial, actual(,sobre sí mismo, en particular sobre las manifestacio-nes somáticas, para incidir en el carácter. Puesto que la urbanidadse puede aprender y enseñar, es competencia de la escuela -que ac-túa en Colombia a modo de agente civilizador- transformar al serhumano y hacer del código cortés un mecanismo confiable deinteracción social. La urbanidad se ajusta de ese modo a los crite-rios esenciales que Revel (I 986) resalta en la propuesta erasmiana.En la medida que las buenas maneras se exigen a todos por igual,como lo intenta la escuela, la naturaleza de la urbanidad es igualitaria, y su orientación democrática; en tanto requiere un aprendizaje, su-pone igualmente la transformación individual y no simplemente lapráctica de la simulación.

2. La distinción social

El tema de la urbanidad cabe muy bien en la tradición gramáticacolombiana y no en vano afirmaba el mismo Rufino José Cuervoque «es el bien hablar una de las más claras señales de la gente cultay bien nacida» (J 879). Deas (1993:39) ya advirtió que «algunas.observaciones (de Cuervo en las Apuntaciones) quedarían, tal vez,mejor ubicadas en un manual de urbanidad, «pues no pueden des-preciarse sin dar indicios de vulgaridad y descuidada atencióJ]».El bien hablar, como las buenas maneras -<<1abuena crianza»", mar- .ca a la gentc fina que lo «ha mamado en la leche y robustecido conel roce constante (Oo.) y sabe ser fiel a sus leyes aun en las circuns-

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tancias más' graves, y en éstas precisamente le es más forzosa suobservancia» (Cuervo 1879:292). Esta aseveración no dista nada de16que predica el don de gentes; tampoco sorprende que la conversa-ción y la ortografía se consid,eren piedras de toque de las buen¥maneras. A las dos las iguala el nexoconlas clases altas y el poder,un rasgó de distinción típico de lá tradición cortesana de la urbani-dad (Elias 1969). Tal nexo sirvió además en Colombia para cimen-tar el monopolio de las éJites, dando lugar'a lo que Pécaut (1990)denomina una paramodernidad. Propio de esta última sería su orga-nización alrededor de la creación ilusoria de civilización (Brown1980), pero también su índole discursiva y legitimadora de órdenesy sistemas de clasificación. .La idea de establecer a través de la lengua una conexióncon el pasa-

do español, como apunta Deas, es la que aspina presentara en su Pro-tocolo hispanoamericanO: la cortesanía castellana como lazo entre lospaíses hispanoamericanos, una hispanofilia que también para Uribe(1992) era el eje de la cultura tradicional colombiana.Y aunque aspina_admite que las normas de urbanidad y buen tono son iguales en todo elmundo -con lo cual quiere decirEuropa-, añadequela tradicióncastella-na imprime «carácter y porte caballeresco y señoril». Puesto que lasclasesbajas están «atrasadas en materia de cultura», es preciso fortale-cer la tradición hispánica para que llegue a quienes, por su cuna, nofueron educados en la civ:ilidad7•La urbanidad distingue las vif-tudes individuales, los sexos, las

cálidades de las clases sociales y las características nacionales. Elproyecto de aspina es reforzar la tradición hispanoamericana fren-te a la europea y la norteamericana, y a ese propósito se apoya enlos atributos más sobresalientes de la cultura española tanto comoen la tradición latina: Así; recuerda que en España y en la AméricaEspañola «se comió bien» antes que en Francia, aconseja evitar lasformas inglesas en la equitación y las fórmulas afrancesadas en lacorrespondencia, y preferir la sobriedad y dignidad castellanas. In-cluso en los negocios y el uso del teléfono debe rehuirse la llanezade las costumbres norteamericanas.

7 Recuérdese que Ospilla escribió su obra para la Escuela de Minas, cuya intención eraformo.r unllUevo tipo de hombre que «sin renegar de las. virtudes ancestrales hispánicas, luviera del anglosaj6nsu sentido del/rabajo y ~'Ucapacidad de rendimiento económico» (Mayor 1984:39). Estos ingenierosconJom!anan la élite teCllocrática que llevaría el país IUicia el capitalismo con honradez. ~'obriedad

~'Y método, pero también debíall estar preparado~' para comportarse correctamente en el tralO social.

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desocupada que refine la etiqueta. Esta sencillez, que vendría a serel rasgo local, distingue la urbanidad del refinamiento del buen tono,huye del estiramiento y el laconismo ingleses no menos que de lavulgar familiaridad del norteamericano y ayuda a estrechar los lazoshispanoamericanos, a suavizar las maneras para civilizar y contri-buir a la felicidad. Más adelante, el buen tono se complejizaría paraabarcar el protocolo diplomático y el glamour. Valga recordar quela cortesanía de la que nació esta formalización, sólo pretendió ensus inicios distinguir, mediante el comportamiento, al príncipe y alos miembros de la corte (Elias 1969).

Ospina reitera al conCluir su libro que «el motivo principal quenos indujo a escribir el presente tratado fue el de fijar las leyes de laurbanidad y el buen tono, para la América Española, sobre la casti-za tradición de nuestra raza» e insiste en su crítica al prurito decopiar 10 extranjero (Ospina 1917:221). La riqueza de la tradiciónhispana, vástago de la herencia latina, hace innecesario buscar fór-mulas entre galos, germanos y bretones salvajes. Su fin cs prcservar'la fisonomía de una «estirpe ilustre» que debe eludir el esnobismo yel extranjerismo. Mientras que Carreña presentó una urbanidad po-sitiva, basada en los ideales del cristiano que perfecciona sus cuali-dades y quiere lucirlas en la vida social, Ospina compuso un proto-colo de oposición y rechazo a la imagen de los compatriotas que ély otros latinoamericanos veían reflejada en la concepción europeadel buen tono. Su intención era aclarar y darle bt'illo a la tradiciónhispanoamericana, otorgarle una identidad libre de la temible vul-

.11,' garidad y del rastacuerism08 que indefectiblemente devaluaban lacivilización local. Desde este punto de vista, Ospina sigue la tradie

i" ción que Deas atribuye a los intelectuales conservadores que aba-r garon por la gramática y el cuidado de la lengua como el elemento: determinante de la tradición hispanoamericana' .

"~<"'"' ¡t~ '. __ 8 _El rastacllcro" delfrancé', rastaquollere, es per.~ona ineulla, adbteroda y jactanciosa. y as; se Cl/tijICO. ~~ ~ ~tamJjtén-al-v¡vidor y (ulvenedizo;.el-parvenu.~ El.vocablo designa-l(1~vida-pom[Josa de quien; _«siendo .Il!!...:.._=.

,~, pobre diablo>),presume de culro y, en ArgentilUJ, se refiere al individuo ostentoso de cuyos recllfSQJi se de.~colJoce'el origen (Francisco de SanlollUlría, DicclO;KlriO, General de Amcricanismos).r- 9 La amenaza que representaron la masa en ascenso y [a ru!garidad que elfa trafa COIlSiRO pom //1 -

'~. burguesía llaciellle, las élites tradicionales e incluso p(jm los /itcr%s de la cultura der~ocratilJlda(Rama /985), espoleó el afán esteticüta del modernismo)' la intención elilis!li de lu modemilación,mediante la im¡JOsicióll de la nonna urbana (Rama /984), una norma que en e.~t¡]uportunidnd signifi-ca también urbanidad )' que, al igual que lo gramática y la retón'ca, fue implantada como un meca-nismo de poder (Araújo 1989). El temor a la vulgaridad cOlltagiado a /" Iiterarurajinisecuhlr laimpulsó hacia la elaboración de/lenguaje (Montaldo 1994) y afectó igualmente a la bl4rgllcs(a. queencontró necesario resguardarse de esa vulgaridad tras la elaboraóóll de las buenas maneras.

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La distincjón es el argumento más socorrido en favor delacatamiento de la urbanidad; varían de autor en autor las razones delas diferencias. La buena cuna pierde terreno para dar paso a la con-veniencia, a lo que es propio de la vida social O,.comoreza el títulode Censor, a lo que «no debemos hacer ni decir en sociedad». Elacento recae, por lo demás, en la adquisición de los comportamientosadecuados, no en la transformación personal, en la conducta quebrota del alma y es reflejo de toda la persona. Así se desvirtúa lacivilidad señorial y se la trueca en urbanidad burguesa. Plegarse alas costumbres sociales significa ser parte de la sociedad, de unaélite mundana, civilizada, de corte europeo. La urbanidad «indica ladiferencia de modales que suele observarse entre el habitante cultoy bien educado de los grandes centros de población y el rústicopatán de aldeas y campos» (Urbanidad 1926:6) y sanciona las for-mas dignas, decorosas y elegantes de las relaciones interpersonales.La conveniencia no es moral ni religiosa: se apela en primera ins-tancia a las desventajas que acarrea"'suaus-en.ciaa las personas hon-radas, trabajadoras, sabias, adineradas y, con mayor razón, a lasmujeres: sus fallas ensombrecen el encanto de ser (do más bello yprestigioso que existe en la naturaleza humana>~(Urbanidad 1926:5)y provocan la decepción de no encontrar en ella el conjunto deperfecciones anheladas.

3. Tradición hispánica y progreso

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Ospina escribió para los estudiantes de la Escuela de Minas quehabían alcanzado «posiciones que requieren más cultura y Urbani-dad que la que correspondía al medio en que se criaron» (Ospina1917:viii), situación corriente en los países hispanoamericanos quepor su «estado evolutivo» y sus grandes recursos naturales se desa-

• ,'''''' o •. , rrollaban rápidamente en las primeras décadas del siglo. El autor. precisó que la urbanidad patentiza los buenos sentimientos innatos

y que las clases bajas están «atrasadísiIrlilS~~nmateriade.cultura,~~_~~debido a su pasado indio y negro». De allí que fuera imperioso edu-

carlas en los principios de la tradición criolla, es decir, civilizarlas;'Desde otra perspectiva, Ospina -como Cuervo- le atribuyó a la

urbanidad un elemento hispánico, ya que derivó el protocolo de lacortesanía castellana, caracterizada por ser franca y rigurosa en lasrelaciones domésticas pero también por combinar dicha severidadcon el savoir vivre francés -formalista y complicado-, que mitiga lasencillez de la vida colonial y la ausencia de una clase rentista

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4. El orden estético

La,búsqueda de identidad a través dé España se desvaneció conel paso del siglo XX. Solamente Montañés,recurrió de.nuevo a esteargumento, pues halló que tanto la cultura intelectual y física deRoma y Grecia, como la de las canes suntuosas de la España mora,eran dignas de admiración, no obstante la apariencia de una reli- .gión falsa y una moral insana. Por encima de ello, el sólido funda-

. mento del cristianismo,debía permitir la formación de «una juventud, gallarda, de yoluntad vigorosa y templada para el bien, inteligente,ilustrada, y, sobre todo, culta, cultísima en sus relaciones sociales,, con lo cual no sólo brilJan y se captan mutuo respeto individuos,familias y naciones, sino que con ello cumplen espontáneamente lavoluntad etema del Creador: el orden, armonía y belleza en la crea-ción» (Montañés 1922:19)..

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~jo tejido de las maneras, ya el vestido delata las calidades persona-les. La limpieza es condición que no admite excusa y, como siem-. pre, las mujeres deben esmerarse todavía más al respecto. La indu'mentaria' traduce postulados estéticos que constituyen los pilaresdel' buen tono: sencilJez, discreción y corrección son la clave del, atuendo indicado. Las mujeres han de evitar colores chillones ydisonantes, el recargo. Ciertos principios estéticos deben primar,inclusive sobre las variaciones de la moda:El terciopelo sólo sienta bLen a las mujeres de talla impon~nte;"las muyesbeltas deben usar trajes ligeros que hagan resaltar su talle; y las seño-ritas de menos de dieciocho años, las telas mds transparentes y vaporo-

. sas. Las damas muy gordas, no se vestirán de blanco o de colores claros,. que por una ley de óptica las harán aparecer más obesas; y que, por lamisma razón, convienen a las delgadas. Las morenas absténganse deltraje verde y el morado; y las muy rozagantes del rojo y el rosado. Porotra parte, evítense ciertas."combináciones de.colores disonantes, comorojacon verde, azul con amarillo,'etc. (Ospina 1917:23).

Dos peligros acechan a los hombres: lo femenino y afectado enun extremo, el esnobismo y rastacuerismo en el otro. Las joyas po-nen en duda la virilidad, en especial la de quienes tienen ocupacio-nes serias o bastante edad. Esa tendencia a abusar de las joyas, fla-. queza típica de los hispanoamericanos, puede llevar también al rasta-cuerismo, que es una infracción a la estética desde la perspectivaeuropea y consiste en\.darseaires cosmopolitas y de riqueza, al invi-tar, por ejemplo, u obsequiar. con ostentación a personas desco- .nacidas o al mostrar mucho dinero al pagar, pecando de fanfarronería.Las reglas del buen tono acusan de esnob-enferrrÍedad nativa deAmérica- al que padece del «prurito de imitar el estilo extranjerohasta en lo que tiene deridículo» (Ospina 1917:18). Cercano al es-nob, se encuentra la versión local del dandy, el filipichín -flor detodas las latitudes- que tiene <<latendencia de muchos jóvenes, yaunviejos verdes, a una extremada afectación de elegancia y exagera-ción de la moda» (Ospina 1917:18). 'El desafío estriba en hallar el difícil equilibrio entre laque los

europeos estiman de mal gusto entre los latinoamericanos' -que in-curren en esta falta de armonía porque hacen una lectura equivoca-da de los códigos europeos- y el calco exacto de estos códigos, quedesentona en otras latitudes. El ojo hispanoamericano enfoca y juz-ga ridícula la incapacidad para discriminar lo pertinente de lo exa-gerado, lo superficial o lo desentonado. En algún punto entre los

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La urbanidad sentó unos principios estéticos para conjurar inclu-sive ]a sospecha de grosería y vulgaridad. Ospina se ocupó minu-'ciosamente de tales infortunios; pues el buen tono, conforme dejódicho en la presentación de su tratado, además de contribuir a laidentidad hispanoamericana, debe combatir estos defectos. La vul-garidad consiste en desconocer las reglas de la sociabilidad, en ac-'tuar de manera grotesca y ridícula; cualquier omisión grave en estamateria se convierte ya en grosería. Si a ello sé suman la intención yla arrogancia, lafalta es más ominosa. Algunos comportamientosque merecen ser tildados de vulgares son: hablar de cosas indecentes,excederse en el uso de vinos y licores en reuniones, comer en lacalle, mascar tabaco y goma de mascar, gastar un gesto arrogante yaltivo, subir o bajar de dos en dos los peldaños de una escalera ygesticular con exageración. Igualmente censurable es la tinturaciónde la barba o el cabello y que las mujeres fumen o se maquillenhasta transformar la cara en una máscara. No terminan ahí, sin em-bargo, las posibilidades de la vulgaridad. Una falta de urbanidadpuede degenerar en tal, como sucede con el saludo: si con sólo to-car la mano de quien se saluda se incurre en descortesía, ofrecerúnicamente los dedos es aún peor, retener la mano o palmotear conla izquierda ya es vulgar. Levantar la mano del interlocutoracercándola a la cara, como para besarla, resulta afectado.La urbanidad es una cuerda floja que pende entre la vulgaridad y

el esnobismo. Es por eso que antes de pensar siquiera en el comple-

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. ,rk millones de Montellano ella tiene la marca imborrable de los solestropicales, de la intemperie, de la vie en plein air, de la existenciasalvaje de las montañas y de las pampas. ¿Con esos atavismos apren-derá alguna vez la utilidad de lo inútil?» (Marroquín 1907:187). Eincluso cuando la interpretación apasionada, plena de «vida, espíri-tu y fuego» que Dolores hace de Carmen. con su voz «mal educadatodavía, con acentos salvajes, con timbres ásperos» (Marroquín1907:234) logra subyugar a Roberto y lo anima a acercarse a ella.cuando <<lafrase ardiente, apasionada, estaba ahí. brotó en el pechode Roberto como una llamarada, subió por la garganta. le tembló enlos labios; (...) observó los enormes diamantes, los colorines, el an-dar estrepitoso, un gesto de triunfo vulgar (...) los visos canelos enla cabellera de azabache, esas manos anchas y cortas, las manosrapaces de Montellano (...) y la frase quedó muerta ...» (Marroquín1907:235). Esa noche, Dolores, con su «hermosura turbulenta»,vestía «a la moda rigurosa: llevaba un traje de terciopelo encamadoy en las orejas dos enormes diamantes», mientras que Inés, su rivaL«con la estatura erguida, el paso leve, los cabellos de seda, los ojossoñadores, la palidez de jazmín, y las manos (...) largas y finas, deun modelado perfecto, como joya de arte [lucía] (...) un traje depunto de Alen90n que la envolvía como una onda de espuma; nollevaba joyas, y en todo su atavío se notaba algo propio y personalque se apartaba del uniforme de la moda» (Marroquín 1907:219).

En los años veinte, todo lo que eil el vestuario pueda parecer«bonito» atenta contra la masculinidad y se traduce en afectaciónridícula: el manual de Censor prohibe los colores de fantasía, laspecheras bordadas y las joyas inútiles, así como beber en la mañanao abusar del alcohol, lo que resulta vulgar, deshonroso y nocivo. Enconsideración al olfato, desaprueba presentarse ante las señoras con

i el aliento impregnado de licor o la barba hedionda a tabaco. En la?" ".c.."~'adaptacióIFde"este"texto.;"se deplora.q ue-lareducida-pobJación~de.--- I. Bogotá no haya eliminado ciertas costumbres aldeanas como llevar

manto, «que tanta impresión produce en los europeos que por ca-sualidad nos visitan, y que hace aparecer como disfrazadas a lasseñoras que traen vestido a la europea» (Censor 192I:31). Tambiénen aras de la estética europea, el autor aconseja a las mujeres privar-se del exceso de joyas, que resulta vulgar, y del adorno desmesura-do en los trajes, con lo cual sólo dan muestras de un gusto «casisalvaje» y de <<ignoranciade los principios estéticos». Ln fcrneni,io

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dos 'có.digos se sitúa ~aestética local. No es ésta una preocupacióneXc1uslva de la urballldad. Pensadores como José María Samper ya?,abíanreflexionado y opinado sobre la edad a la que convenía a los

Jovenes hlspanoamencanos ponerse en contacto con la ci vilizacióneuropea, dada la amenaza que ésta significaba para ellos. A la sen-cillez republicana -característica de la cultura hispanoamericana, obogotana al menos,- se a'sociaba «el principio de que la respetabili-dad no corresponde sino al mérito». Samper censura a los jóveneshispanoamericanos convertidos en gaznápiros que olvidan el espa-ñol y se aproximan a todas las banalidades ansiando aristocratizarse,deslumbrados por Europa. Incapaces de comprender su propio va-lor en un mundo en el que pasan desapercibidos, se hacen pedantesurgidos de llamar la atención y desdecir de su patria:

(...) el pobre fatuo es una caricatura de parisiense, y cada uno de susgestos una triste y ridícula mueca. (...) Debe ser republicano, a fuer deciudadano de una república, y no es:,sino una especie de imperialistaabsurdo, que admira la grandezas del imperio francés sin dar razón deellas ni comprenderlas en ningún sentido: debe ser franco, sencillo y jo-vial, como somos casi todos en América, y no es sino unpetulante acica-lado y ceremonioso, debe ocuparse de lo que a su patria interesa, y no

'habla sino de París y Francia, y atosiga a todo el mundo con sufrancesismo imperturbable, ostentado sin son ni ton: debe un día casarsey fundar unafamitia para vivir digna y provechosamente; pero todas lasseñoritas le parecen ridículas, y en París ha aprendido a considerar elmatrimonio como una mera especulación que sólo arreglan los notarios(Samper 1883:286).

El rastacuerismo también ronda a los nuevos ricos, quienes de-ben hacerse a un gusto artístico al adquirir fortuna para prevenir susextravagancias e incongruencias. El buen gusto, como las buenasmaneras y el buen hablar, es una obligación de las clases altas; sucarencia descalifica a los que se precian de su poder o pretendenhacerlo solamente porque han hecho fortuna y.p_01:~llatienen ~~ce:~~.

= soa unmundo~cuyas fe'g!as-llesconoceiJ.,AsCrefr'á.iiíMarroquín «elalto mundo social de entonces [que] tenía un superior refinamientoen materia de arte y de maneras pulcras» (l907:xi) y cuya estéticaimpide que Dolores Montellano, uno de los personajes de su novelaPax, sea definitivamente amada y aceptada por Roberto: aunqueinteresado en ella y necesitado de recuperar una fortuna que ellaposee, él no puede pasar por alto que su «cabellera negra y magnífi-ca, muestra a plena lúz reflejos canelos de piel de mono. Con los

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5. Los' géneros. . . " - ~. .Uno de los planos discursivos más elaborados de la urbanidad esla definición de los atributos o deberes' de los sexos en consonancia,con los órdenes moral, social y estético, La cultura señorial distin-gue al detalle las formas y conductas de acuerdo con el sexo y esnuevamente el esfuerzo por vigorizar la función de la familia entanto base de la sociedad burguesa lo que permite una asignacióntan minuciosa de deberes y sanciones:

Con sus Notas de urbanidad, Cuervo defendía la idea de fundaren la vida familiar la organización burguesa republicana y hacerrecaer en la mujer, por 'ende, la 'responsabilidad de personificareinculcar los valores y principios de esta forma de vida, en particular ,el control de las emociones y actuaciones, Se apartaba así de latradición cortesana de Europa, en la que todas las obras de urbanicdad, a su juicio, «se contraen a los hombres». La naciente civiliza-ción, surgida de un largo período de guerras, habría barbarizado alhombre y lo habría concebido desprovisto de capacidad para actuar,con control y mesura. El tiempo transcurrido dejó la imagen dehombres que se habían tornado inmorales y corruptos, en tanto quela mujer había «ganado en moral y cultura» y poseía «una fuerzaprodigiosa para resistir la seducción, para pensar en el porvenir y.para ejercer una influencia benéfica en los destinos de la patria»

, (Cuervo 1853:4). Aunque el designio fundacionista de Cuervo erauniformar los usos sociales para restarle heterogeneidad a un país "

, heterogéneo' en todos sus aspectos, renunció a «toda"idea de'igual-'dad democrática», pues «carece de objeto práctico, y,no consultani los intereses de la sáciedad, ni los de la familia. La existencia de laescala social es un hecho necesario y tan conforme a la naturaleza,como la clasificación de los animales y de los vegetales en géneros,especies y familias» (Cuervo 1853:4). ', Como corolario de este axioma, la mujer que Cuervose figura es

, aseada, modesta y afable, sencilla en el vestir, pudorosa y ,decente,, tolerante e indulgente, Ospina emplea otro método: construye susgéneros por contraste, Carreña no atiende a la distinción de los

" sexos; comparte, sin embargo, la convicción de que una diferenciaesencial entre ellos impone deberes superiores a la mujer y la obli-

, ga a un cuidado mucho mayor:, (;,,J,[ellal encierra en su ser todo lo que hay de más bello o interesante en

la naturaleza humana, y ese"ncialmente di~puesta á la virtud, por su con-

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se destaca cubriéndose con.un sombrero; pues así se logran mediassombras que tienen un efecto encantador.Todavía bajo cl influjo de,la estética naturalista, recomienda a las mujeres que «no suplan lasgracias naturales con el empleo del colorete u otros afeites, El airepuro, el ejercicio, el baño diario matinal y una alimentación conve-

" 11 niente, darán a las m~jillas el color natural, que nunca pueden reem-""plazados anificiales» (Censor 1921:51), '

: "'La casa debe igualmente disponerla la mujer con sencillez, lim-pieza y buen gusto, En sus ocupaciones debe evitar leer sólo nove-las, que son el gran vicio femenino y, por consiguiente, reflejan'vúlgaridad, ElmanuaJ de Censor tarnbién encuentra motivos para, recordar a los niños que las buenas maneras no denotan afemina-,miento o afectación, advertencia que se repetiría frecuentemente enel futuro para vencer la rudeza de la' cultura popular masculina.

El amplio espectro de eventualidades englobado bajo el concep-to de vülgarídad «sobre todo se caracteriza por los vocablos em-pleados en la conversación,» Son palabras vulgares las que no pro-feriríamos dcla'Ole'de se~oras ~i personas dignas de miramiento, lasque tmen a la imaginación ideas bajas, La' persona vulgar empleauna voz demasiado estruendosa, enfática y de acento imperioso; sus,movimientos son descompuestos, libres y sin decoro; el vestido desa-liflado, roto, manchado y puesto descuidadamente como indicio devulgaridad e irreverencia con la sociedad; la mirada, carente demesun\ y respeto, revela has'ia los sentimientos más íntimos como elodio, la cólera, la burla, el desprecio, la amenaza y la envidia, «Lavida sería ui] tormento y el mundo un lugar de consúmte duelo el díaque se percljera la noción del respeto mutuo y predominara la Vul:garidad en nnestras relaciones sociales» (Montañés 1922: 112).

Tres décadas más adelante las preocupaciones estéticas ofrec

cen otro perfiL las mujeres deben evitar pintarse las uñas concolores extravagantes que traslucen vulgaridad y malgusto, ma-quillarse como artistas de teatro y peinarse 'como para asistir a

'una fiesta, En este momento se ha aceptado ya el uso de toda'clase de productos de belleza y cosméticos, pero se los clasificasegún su conveniencia para ocasiones determinadas, o se 'losdescalifica por ser de mal gusto y poner en entredicho la reputa-ción -femenina, Si contraviene estas normas estéticas, la mujerpuede Tllzar ]a figura de la prostituta,

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formación física y moral, y por la vida apacible que lleva, en su corazón, Ospina, siempre atento a los significados polivalentes, parecíaencuentran digna morada las más eminentes cualidades sociales, Pero la : ver tan amenazadas la feminidad y la masculuudad hlspanoame.naturaleza no le h~ c~ncedido est~ privilegio, sino en cambio de grandes .;. ,ricanas 'por la adopción de costumbres extranJeras modernas, quepr¡vacwnes y sacrificIOSy de gravlSlmos compromisos con la moral y con '! describió la apariencia convemente de hombres y mUJeres,Y, n.ola socIedad; y SI aparecen en ella con mayor brillo y realce las dotes de ! c.ontento con eso, pormenorizó también las fraganCias, los movl.buena educacIón, de la mIsma manera resaltan en sus actos, como la más " 't 1 s ademanes y el arreglo personal adecuados, destmadosleve mancha en el cr¡stal hasta los defectos más insignificantes que en el mlen OS, al:vez de elementos distintivos de la nacionalidad, Uull-h b d' 1 ',_ a servIr a a ' , ' ,om re pu /eran a guna vez pasar madvertldos (Carreno 1968:32), f ' no fueran de especias haría pa¡'ecer afenunados a' , '" . zar ragancIas que ,,'.

. La s~tuaclónpnvtleglada que la urbanidad le ratifica en cada uno los hombres, La barba debía cuidarse a dIana y usarse cOlta, SIO, de sus ordenes, hace a la mujer merecedora de todas las atenciones , eliminarla:pero también le impone grandes privaciones, sacrificios y coml1ro~ :' E d '1 ' sé supriman las barbas patriarcales que desciendenmIsas de alcance mo~aly socIal. En la misma ~edida q~e lascUjlli- :, h~st::1 ~:c~;o~,u:ngrasan el vestido; pero ~o podemos mellos de calificar

!::; dades resplandecen, SInpar e? ella, toda OIlllSlOny el mas InSlgl))fl. ' de snobismo,atentatorio contra el tipo clanca de nuestra raza, la ,:dop'cante ~e~ectomanCIllan su VIrtud,A ella se le exige el más estriCto' ción, so pretexto de aseo, de la costumbre de los ingl~ses de afe/tar,",e

1i, cump!lmrento de las ~ormas,'pues los yerros en que pudiera incufi:ir: totalmente la cara o recortarse los bigotes; lo cual estora hlC,npara aque:iJ" ,tendnan consecuencla~ SOCIalesdesastrosas. Todo el andamiaje . ",. 1I0s,.con sus caras impasibles, pero 1llS/<enaen rostros latinos. qu~ a,':.W moral en que se entreteje la cortesanía sefiorial, se inclina hacia '1ós quieren COIlello aspecto carnavalesco, tan chocante como el que ofrece

';h ' deberes y ?erechos femeninos, privatizando la socialización: y ría un japonés con patillas, Para tachar aquella costwnhre como mele.,!! ' resl?onsabllIzando a la familia -y con ella en primer término ah gante bastaría el que ella sea antmatural (Osp"1(/1917,4),

'~'1t, mUJer-de la formación y el dese;upeño de los 'ciudadanos, en suma, i. En su inquietud por la conducta de las señoritas, en 9uienes s:¡I, ~el d~,sarr~l~osocIal: la ,educaclOnfememna debe asegurar la socia-, agolpan las asechanzas que se ciern,en sobre la clvillzaclon, OSpllld¡ hzaclOn baslca de l?s hiJOSy el funcionamiento armónico de la fa- examina todo aquello que las compromete: sus 1l10vm:uentoshan de

1',' mIlia burguesa (Zal~man 1991), Paralelamente se aligera,la carga ser suaves y moderados; sus conceptos, voz y expreslOn ha? de tras-

.\ mora,ldel hombre, S!r:que por, ello la SOCiedaden su conjunto re- 1,ucir,benevolencia y dulzura, La fnvolidad" adVIerte,revela falta,de" nuncre a pnnclJ?lO~etl~~s quejuzga msustituibles, . inteligencia, del mismo modo que la excesI~a desellvoltur~ denun~¡i¡ Con esta .:edlstribuclOn de las cargas si~bólicas~ el,hombre pue- cia un espíritu desordenado y mala educaclOn, ~a expreslOn ~e lo~1" de desempen~se con mayor holgura en el ambito publico, que com- sentimientos por medIOde palabras, gestos y mlladas" debe VIgIla¡~I prende pnnclpal~ente lo político y lo económico, esferas que no se sin cesar, En resumen, la coquetería y e!jllrt" es deCIr,«la mcons-1:: alcanzan las sancIOnesurbanas, La gramática es el reino masculino _ , tancia y la facilidad en cOlTesponder al cortejo de los hombres>:, .,~11'1 y, a tr~vés suyo, el hombre accede al mundo político;'las mujeres, . \\ producen efectos negativos si se trata de cautIvar el afecto mascllll-)1 proscnta~ de ese mu~do que es «un~ de las formas primitivas de la ': no, , " , , . ' , , '

='i,~~-~_~I~.?cLe,~' ~~o. aflpn~º-a~El (háflco~en.19J5,~se_desenvuelven~,. ~~.~-~Otros.miemtJf0s"de, la.famlha"OsplOa se-pleocupal on_tamblen.~~--.-" " en el remo oe la retónca somática, El cuerpo del hombre guarda de.. aconsejar a las mujeres, Lo demuestra la carta que Manano OSPI"¡l. esta forma el valor simbólico que se le atribuye socialmente a sU Rodríguez dirigió en 1864, en la víspera del matnmonlO, a suhlJ<l1: masculir:idad, ahora aliviada del peso simbólico de la representa- María Josefa, En ella se detiene en el comp~rtan;lento que l,am,l~~:j clón social. ~I cuerpo de la mujer retiene la imagen de lo femeni- debe gum-darpara con su mando y su famJ11d~olltlCa, y en 1,1ma

rda! no, cuyos slmbolos, no ob~tante, se recar~an con las imágenes ra de ~onduclr el hogar para o,btener la fellclddd, E? padre recue al:del orden moral y de los pnnclplOs de dIstInCIón social, que tan-, a su hIJa que las VIrtudes cnstlanas son la base,de Id VIdaconyug _to enel cenit de la cultura señorial como en el de la burguesa lo l' <<lafelicidad depende, en pnmer lug?r, de lapractlca SlOceray~onsconvertirían en alegoría, ., tante de estas virtudes modestas, pudIera decirse obscuras, que nsto

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"ha de ser siempre complacido. Por su generosidad, la esposa está en" capacidad de renunciara' sus propios hábitos y gustos, y anteponer,

, siempre la voluntad dei cónyuge a la propia. El, «expuesto a come-ter frecuentemente faltas», necesita de la tolerancia femenina, pues-to que, mientras la j-nujerdispone de la ventaja que le proporcionanel dominio y la prudencia, el hombre enojado puede faltarle al res-peto y ofenderla. La mujer cnenta con la dulzura para cuidar el amor,del hombre, «en extremo intolerable» y cegado por «la más impla-

, cable de sus pasiones'»: los celos. Aunque también es verdad queella, gracias a su discreción, su lealtad y su honradez, nunca encen-derá esos celos ni suscitará la desconflanza de su marido, Capaz de

'reprimir los impulsos de la ira y el orgullo, de contener toda expre-sión ame una ofensa y «anular los efectos de ese impulso interiol»,la mujer sabrá canar y evadir cualquier ~isputa. ", ¡ , •

" La esposa debe' aparecer siempre agradable y bien vestida a losojos del hombre y en público. Soledad Acosta de Samper concedíatambién un gran valor al aspecto: para evitar parecer lo que no se esante los hombres y, sobre todo, para no despertar dudas sobre laposición social. La mujer tiene que saber que el vestido es el espejode los nobles sentimientos femeninos y que el desaseo denota baje-

, zade sentimientos. Igualmente debe guardar compostura y modera-.• ción al hablar, manifestar serena alegría, no intimar eon hombres ...

«Una señorita bien educada jamás levantará la mirada sobre esos,jóvenes, ni se dará por entendida de que existen: esta es la únicamanera de obviar un poco el inconveniente que resulta de nuestramoderna democracia, en que se ven mezcladas todas las jerarquíassociales, vistiendo igualmente los cultos e incultos, los soeces y losbien educados» (Acostade S, 1880(40):87).

De acuerdo con la cultura social de Acosta de Samper, las muje-r~s desean hacer la vida agradable a los demás, revistiendo la virtud

, y la geIÍtileza de una capa de cultura, cubriendo de cortesanía laserie de sacrificios que forman la vida. Personalmente, estecomportamiento debe vol verles amables la abnegación y lacircunspección, exteriorizadas por la mesura de las palabras, la pru-dencia de las expresiones y la naturalidad amable y complaciente

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que s"e'muestra sin falsedad. La jov'en malcri~d~,aIfu;, presumida,orgullosa y vanidosa es inadmisible y acusa rasgos propios de lagente soez. La dulzura y suavic;laddel pobre y humilde han de comple-tarse con j¡j sencillez y afabilIdad del que tiene fortuna y comódida-des. Todo esto surte en la mujer efectos inapreciables, porque laque es amable y graciosa «es mucho más digna de ser amada que labelleza de mayores atractivos físicos, y tarde o temprano la afabili-

. dad y la cultura sobrepujarán a la hermosura más espléndida». Pero,¡atenCión!, «si estas dos cualidades se unen; no hay duda que suinfluencia será todopoderosa. Desear el bien de los demás es el se-creto del éxito y la popularidad» (Acosta de S. 1880(40):87)10.

Soledad Acosta de Samper compuso su imagen de la feminidadllispanoamericana contrastándola con sus apreciaciones sobre mu-'jeres y naciones europeas. Al tiempo que retrataba en su revista los

"aspectos sancionados, quiso desarrollar un fundamento moral y unaestética que espontáneamente repudiaran tales imágenes: para lamujer en París no hay más ocupación que la de divertirse y no existeel hogar, pues «vive, respira y piensa solamente en su adorno, intro-duciendo así la desgracia en sus, familias» (Acosta de S.1880(40):88). La sociedad francesa de la época le resulta a Acosta

!;' pstento'sa, exageradameríte lujosa, descuidada en lo tocante al buengusto y la comodidad; y juzga lamentable que hayan desaparecidola elegancia, el buen tono y los modales cultos del «siglo de LuisXIV». .

~. -,, La nación alemana por lo .genera!,es poco pulida y muy vulgar en sus

efztreten.imientos; nodeja de chocar el ver a una señorita de buena so'cie~'::.dad, sentada en un café, rodeada de humo de pipa y cigarro, y tomándoseml!Y seria jarro tras jarro de cerveza COy!u~a pirámide de pan negro entajadas al lado ... Se conoce que los .alemanes son descendientes de losbárbaros del Norte; la cortesanía no entra allí con facilidad Sin embar-go se les puede perdonar muchas cosas en aúnciónaque lo hacen con

, ;¡encillez (Acosta de S. 1880(43):164).

También hay que ser condescendientes con los alemanes porque,pese a todo, así en la educación como en la literatura y las artes,Alemania ha superado a Francia e Inglaterra. Las inglesas de clase

En el caso de la mujcl; el sufrimiento y el desengaño que la acompañan a lo largo d~ toda su vida,«debe(n) enmascararse por el deber social de las buenas apariencias.' (...) Silencio, soledades y

~:'sepulcro' son (...) los .\'igll~sque Acosta de Samper añade a la figura consagrada de la heroínaromá!uica» (Guerra ./988:356). .

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al~ase empeñan e? brillar más que sus vecinas y rivales, yen cum-. l. . ..' . .~1Jr;<1asnJ1lnecesldades y artJflclOs» que les impone la sociedad' las " les bnnda en cualqUIer CIrcunstanCia,«aun contra sus propIas hge-e .case medJa son t~n 1Jbres que no dan cuenta a nadie de 'sus rezas e.imprudencias». El temperamento del caballero es jovial has-

actlvldades y muchas Hui.tanservilmente a la aristocracia o escriben ta ser simpático, sin llegar a ser «confianzudo». y vulgar; es rcser-novelas «con las, que afltgen a las librerías e indignan a los críti- vado pero no taciturno, habla con gracia, empleando un lenguajecos» P~r lo demas, vIven para servir a los hombres sin quejarse de selecto, escucha atentamente y hace observaclOnes oportunas. Lasu ttrar;.ta.En g,eneral, la escntora opina que el pueblo inglés tiene ex~resló,n es prudente y moderad,ay sus modales tan ,naturales queel caracter mas orgulloso y servil del mundo (Acosta de S. no,msmuan estudlOo premedltaclOn,en cuyo caso caena enla afecta-18,80(44):191).La mUjermglesa pasa su vida «procurando parecer clan. La segundad de que da prueba lo absuelve de encogImIento ymas nca y más noble de lo que es en realidad» (Acosta de S. timidez; por su .intención de no molestar, es puntual y_ordenado en1880(45):2]]). todo. QUIenes merecen el apelatIVOde caballero y senora se hacen~~osta de Sa~per concluye que, más allá de las consideraciones acreedores a consideraciones que no estarían nunca al alcance ni

estetlcas, el vestIdo da testimonio de las condiciones morales de la podrían ser ~surpadas por «aquellas personas que, practIcando laspersona, de la~mUjeres y, por encima de todo, de las señoritas. Es- reglas matenales de la Urbamdad, carecen de las vn'tudes en lastas deben v~stlr sIempre colores y modelos a tono con sus calida- ': cuales tienen su origen. Por cultos que parezcan, un bombre o unades: la sencIllez es la consigna, .pues el lujo eclipsa los encantos mujer, si son egoístas, falsos, av~ros, ~engativos, altaneros, ~e-juvemles. Una fa~taa tan elemental principio pone en entredicho su tulantes o VICIOSOS,nunca mereceran el tItulo de Caballero o Seno-recato y dlscrecIOn. Las señoritas han de sustraerse tanto a la frivo- ra: llevan meramente la máscara de tales» (Ospll1a J 917:3) .hdad como a la excesiva desenvoltura, signos ambos de un espíritu La señora, aparte de reunir todas las antcriores virtudes de losdesord:nado y de,mala educación. Nada en'el comportamiento de caballeros, tiene que di~tinguirse porque la socie~ad es más exigen-una senonta podra prestarse a la mala interpretación que surge del te con ella. Por sus «mas excelsas VIrtudes», sera «compaSIva, dul-contacto con los hombres. Por ello el vestido no debe inducir a pen- ce, discreta, modesta y sencilla; buena hija, buena esposa y buenasar q~e su portadora presume de bella y menos aún de que es inde- madre» (O~pma 1917:2). MIentras que las mfracclOnes fememnas ap~ndlente, como lo.h~ce cuando viste caprichosamente y anda con la cortes ama atentan ~ontra la m~ra]¡dad y el orden soctal, y agre-a~resmasculillOS:SI bIen esto en un principio le permite tratar a los den su belleza, es deCIr,la armoma, las mfracclOnes masculInas noJovenes con f~~lltaridad, a la larga es «detestable»: los hombres la arrojan dudas sobre la virilidad, sino sobre el carácter del bombre .. fest:jan y se dlVle~en con elIa;a cambio, le temen o la desprecian y La mUjerdebe guardarse de ser chIsmosa y fIsgona, al :gual que deja~as contemplanan la poslblltdad de unir su suerte a la de ella. La extenonzar emOCIOnesdesencajadas que la vuelven tea y contrase?onta debe esqUIvar la sanción social que arruinaría su reputa- natura; al hombre le amenazan la falta de método, el carácter ligero. clOn: se ~bsttene de salir sin compañía a la calle y de sostener y la incultura (Urbanidad 1926). A la mujer le corresponde la poll- -_

t conversacIOnes a solas con los hombres. cía e higiene de la casa; ella aporta ternura, él buen juicio (Camposol ..~~c -,-,",,__~I.:~~~di[eL~E~.iasen,~r~h2~resymujeresde buen tono se concre- .. . 1930), ..

.. ta~ fmalmente en el porte, que ()spiná-ca¡¡fica:decabaÚe~~s~o y ,~~~Los~ Hermanos~Ma-ristas~(l9-28, 1929) tambiéncodificaron----_

. senonl: «La apost~ra del Caballero, realzada por la corrección y genéricamente ciertas cualidades y_erroresinfantiles: Joque en .eLlas. senCIllezen.elvestldo, es desembarazada y elegante. El cuerpo rec- es labor, en ellos es trabaja; slla mna es orgullosa, é.Jes soberbIO; lato, sus movlm~entos acompasados y suaves; la fisonomía ni severa humildad es una c~alidad femenina y su análoga masculina se l~-m demaSIadoJOVIal.En todas sus acciones se observa la más com- ma modeStla; la nma debe guardar compostura en el.colegIO,elmnopleta naturalIdad» (Ospina 1917:1). Además del porte, al caballero debe t~mbién estar a2~nto;ellas son casquivanas, ellos no prestanlo caractenzan, moral e mtelectualmente, la benevolencia la defen- " atenclOn a las compamas; SIella camma de manera extravagante, essa de las damas en la conversación y la atención y prote~ción que por tiesa y presumida; entonces se ríe del prójimo, cs cruel y

comprometedora. Los niños maleducados se meten en los charcos,

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D."Laretórica de la civilidad

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1, Gramática corporal,j. ..

AseO'y co~t~ol del cuerpo v

'La urbanidad vigila dos facetas del cuerpo: su apariencia "y suconducta. La dualidad corporal se presenta sin ambages: en cuantoente sensorial y fisiológico, el cuerpo existe en tercera persona; entanto es la persona misma -su corporalidad-, el cuerpo es simbóli-co. El cuidado físico atalie a la inversión en el cuerpo; su conducta

- lo sitúa en el campo de la percepción social (Bourdieu 1977). Este'. último aspecto no consiste en practicar ciertos movimientos paraobtener un resultado específico, sino en la conjunción de movimien- 'tos, palabras y actitudes que evidencian la condición social y moralde una persona. Este cuerpo vive en comunión con elalma,repre-senta toda la identidad individual y traduce valores sociales: a la vezque refleja a la persona y su posición social, descubre la valoraciónque hace de ella la sociedad. Como lo formula Bourdieu, el cuerpo

" «funciona por lo tanto como un lenguaje por medio del cual uno es 'hablado (.,.) donde se revela 10 más oculto ylomas verdadero ala vez, pues es 10 menos controlado y controlable consciente-mente» y es asimismo u.n producto social «cuyas propiedadesson aprehendidas a través de categorías de percepción y de sis-temas de clasificación 'social que no son independientes de la .distribución entre las clases soérales de las diferentes propieda- ."

'. des» (Bourdieu 1977:51)., ". El creciente hincapié de la urbanidad en el aseo se explica por un

cambio en la percepción del mismo ocurrido en Occidente sobretodo durante el siglo XIX. Los sentidos iniciaron entonces un recono-.cimiento diferente del cuerpo y dieron paso a una nueva clasifi-cación de sus aprehensiones. La taxonomía de sabores, olores, vi-siones, palpaciones y sonidos, así como la verificación de sineste-sias (Schrader 1968; Starobinski 1983), modificaron las ideas de lapersona sobre sí misma, sobre los otros y, en definitiva, sobre la.presencia del cuerpo en la vida humana y las" condiciones de su-: eXistencia. Cuando Carreña afirma que el aseo es la base de la estima~-" eión social y contribuye a preservar la salud, ya el discLÍrso

.' :' salubrista se ha impuesto sobre el concepto católico y platónico.; que no veía en las percepciones, expresiones y cuidados corpo-

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asustan y escandalizan a la gente y a veces son desvergonzados. Lanilia acepta sumisa y con humildad;. el niño se contenta con 10que le'dan y nO'manifiesta 'su desagrado; ella no miente, él es cariñoso ybuen compa6ero. Para Peláez (1969) el carácter de las niñas es de-ticado y suave; y todavía aconseja -como lo hizo lahigiene hasta losalias treinta- eludir todo lo que sea peligroso o pueda causar dalia,por ejemplo, treparse a'losárboles,'fatigarse demasiado o brincardesordenadamente. .

A mediados de siglo, cLÍando ha quedado atrás la cultura seño-rial, Ospina de Navarro se dirige a sus lectores en la segunda perso-na del singular para señalar los cambios: ya no se espera que lamujer sea sumisa y se acepta que fume. A los hijos no pueden

. .imponérseles amores a nombre de las genealogías; se reconoce quela joven tiene derecho a conversar en privado con su novio. La vul-garidad sigue siendo, con todo, la frontera, aun cuando se ha con-centrado en el ámbito sexual: en las relaciones entre novios seacon-seja evitar el vulgar y peligroso «manoseo» y al hombre cultivar «el

. "pudor de tu novia, que será la garantía de tu esposa» (Ospina de N.',1958:26). El sexo, tema absolutamente vedado en textos anteriores,se presenta ahora como el terreno limítrofe que puede hacer peli-

, grar el bl,len tono. Este texto no alude al control de las pasiones,sino a la conveniencia de que no se desborden defectos como lavanidad, recomendación que Montañés estimaría insostenible por-que significaría renunciar a la lucha contra los pecados capitalesmediante el fortalecimiento de .las virtudes. A las mujeres, Ospina. de Navarro les recomienda no aprovechar <<lacalle para exhibirte yser admirada. No menees las caderas con vulgaridad, ni destaques

,. tus formas indiscretamente por medio de suéteres o trajes'exageradamente ceñidos» (Ospina de N. 1958:25). Los maridos nodeben llevar .«al club amigas indignas de mezclarse a (sic) las da-mas que 10 frccuentall».

La cortesanía señorial y la urbanidad burguesa se elaboran alre-dedor de una definición de géneros que acentúa. tajantemente eldesmesurado valor simbólico asignado a toda expresión femenina.La Sei'íora imaginada por la urbanidad es el símbolo más acabadode las virtudes humanas. La seliorita, a su vez, representante en po-tencia de tales atributos, camina expuesta sobre una cuerda flojapor l? que tambalea en forma de alegoría, como la vieron desfilar enjuegos florales, carnavales y, por fin, en reinados.

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ción. Un cuerpo de posibilidades inesperadas se descubrió dondeantes sólo se veía la morada de pasiones incontenibles. Se ro-busteció la comunicación que este nuevo cuerpo estaba en capa-cidad de establecer con el alma y se' incrementó así la impor-tancia de su educación para asegurar el desempeño moral. Elcuerpo inculto se hizo inconcebible; luego tendería a invertirsesu relación con el alma: el peso del cuerpo aumentó en la balan-za de la moral hasta, como sugiere Baudrillard (1970), querer, reemplazar la trascendencia del alma para instalarse con su mma-nencia totalll. Esta, que sería la fase intensiva de la modernidad delcuerpo, quedó consignada en la aparición de los saberes que lo abor-daron (Ktinig 1989), principalmente desde el siglo XIX 12 • Cuan-do dichos saberes arraigaron, también los sentidos aprehendie-ron el cuerpo bajo nuevos parámetros sensoriales'3 y la urbani-dad, que dejaba atrás la cortesanía señorial para convertirse enel código ético de la burguesía, se apropió de estas consideraciones,hizo suyas las recientes adquisiciones sensoriales y las incorporó asus reglas de conducta. El cuerpo cultivado con arreglo a este nue-vo régimen se tornó sensible a los olores desagradables, discriminóla limpieza de la suciedad a través del olfato y la vista e incluyóestos criterios de distinción en las normas urbanas, Otros hábitos delimpieza imperaron en las rutinas domésticas e individuales: el bañoaumentó su frecliencia, los vestidos debieron mudarse más a menu-do, la boca y los dientes limpiarse y cepillarse, ya no sólo conagua, y se requirieron productos adicionales para alcanzar el gradode pulcritud estipulado, También las habitaciones se airearon,'iluminaron y desempolvaron para que retrataran el alma de sushabitantes.

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11 Esta espontánea evidencia, esta condición incontrovertible del cuerpo moderno, ha sido poco atendidá -'l';<, ell los eswdios sobre la violencia. Excepción hecha de Uribe (1990), el objero de la violencia -el

,] .... cuerpo mismo- no ha sido cOl1sideraqo, con lo cual parece pasar desapercibida la intención de~: ~ agresión j' extermin/o que 'grd~ita soIJFeesia=¡;jm---zftten--cia=-c-o""/1ioral. . ~'.; ';.- 12 El asedio del cuerpo por parte de los saberes analíticos -medi<;ino, higiene, pedagogía, socioloxta,,j, l. psiquiatria- 'ocurrió en Colombia en las primeras décadas del siglo XX. Un hilo' de este proceso fue laj , discusión sobre Los problemas de la raza, cuyas conferencias se publicaron en 1920, en nombre de~;~, estas disciplinas recién con,ftítuidas (Pedrazo G. 1996b Y ver pp 127).~'1 13 ÚJ orientación del desarrollo de los sentidos ha sido documentada desde varias perspectivas. Mien-r~: tras que la evolución del olfato ha propendido o idealizar la desodorizaclvn y aromatización en IIn

diálogo constante con IO,fdesarrollos de la higiene (Carbín /982. Perro! 1984, Le GlIérer 1988,Vigarello 1985). los adelantos técnicos y la industrializaciól1 Trollsjomwmn la percepción de 10,1'

álimulalltes (Schivellmsch 1980)}' la del incrcmel1l{l de la w/loddad: el vérrigo inicial ohligó (/ajr.swT /(1 "isra al movimiento consTante y rápido cSchivelbusch 1977).'~.

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ra1es más que signos engañosos y un desvío del verdadero sentidode la existencia terrenal. Al adquirir voz y voto, el cuerpo reformó elsentido de la vida humana y la Iglesia terminó por perder la lucha encontra del sensualismo, que ella había asociado con el cuidado del

\~' cuerpo y, en particular, con el uso del agua y las conductas licen-!*, ciosas a las que ésta incitaba (Perrot 1984). Aun así, la Iglesia insis-:~',,! tió en de~calificar el exceso de limpieza y atención hacia el cuerpo,"i¡f, , censurándolo como una impureza del alma. Por otra parte, Locke y~IJ' la escu~la.inglesa, y Condillac y el sensualismo.' propiciaron una,t' ,nueva hIgIene del cuerpo e Instaron al reconocImIento de la Impor-

ir, tancia de los sentidos en la formación del alma y la inteligencia. Lair noción de limpieza, que involucra la vista y, especialmente, el olfatoli!" (Corbin 1982; Vigarello 1985), revolucionó la percepción de los 010-t~ '. ,

~! , res, comprendidos y analizados desde entonces con nueva agude-~,,; za. Los malos olores se registraron y se catalogaron de enemistosos:~!! perturbaban y amenazaban la integridad física. La visión de la su-

. W' ciedad derivó en afrenta a la integridad moral. Las personas y las,~V ciudades aumentaron la utilización del agua y se preocuparon porIji~j, retirar de la vista las inmundicias. Surgieron simultáneamente la aso-i[¡~" ciación del agua con el placer y, por esta vía; nuevas modalidades~~: de deleite corporal: limpieza, buenos olores y frescura; más tarde, el¡;t placer delmovimiento, de la belleza y de la percepción del cuerpo

1;,-,.; propio y el ajeno, la satisfacción del conocimiento personal a través/,-" del cuerpo. Al subrayarse el papel de los sentidos en la aprehensióntí< de la realidad y en el desarrollo de la persona, y su importancia en'la~ .

~j;; educación, s.e~mpezó a plantear .la necesidad de despejar. ~ossenti-'Ij": dos, de supnmlr todo lo que pudIera perturbar la percepclOn de <<lo~!~ verdadero»: olores, basura, oscuridad, todó aquello que se interpu-rrK,. siera a una cabal apreciación de los fenómenos.)!;~~-,.,.~Este proceso pasó por dos momeñtos definitivos que desplaza~'~"'-:l¡ , ron en el mundo occidental la noción del cuerpo habitado por los.~( , demonios de la pasión _que a5ech~~ill alm..a..El cueTRo.del¿ía ser~\- -"--'& domeñadi'rponafuerza rrusfiiildel espIritupara impedir que su albe-

drío venciera dicha fuerza. No puede pensarse de ninguna maneraque esta figuración ignorara el cuerpo; es claro, en cambio, que nolo concebía capaz de transformaciones, sino tan sólo de ser acalla-do. Un viraje decisivo tuvo lugar cuando, alejándose de la fatalidaddel cuerpo, se lo comenzó a conceptuar igualmente plagado de pa-siones, pero capaz de combatirlas y de modificarse con la educa-

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,.Carreña no estima indispensable el baño diario, le basta. que sea

frecuente, pero yaafirma'q'ue es deseable para estar debidamenteaseado y gozm'de buena salud. El aseo incluye la limpieza escmpulosade la boca, el cabello perfectamente ordenado en todo momento,así comOlos vestidos pulci'os y en buen estado, la habitación limpiay aireada, y las manos siempre aseadas y secas. Su civilidad tam-.bién instruye sobre lo a,squeroso, ayuda a definirlo y a propagarlosjuicios y sensaciones que le corresponden: es asqueroso tocarse lacabeza o el cuerpo, eructar, limpiarse la boca después de escupir y,por encima de todo, escupir. Es asqueroso el sudor, que debe secar-se, lo mismo que presentarse ante otros sin haberse limpiado variasveces al día los lagrimales y las comisuras de los labios, donde seacumula la saliva. Es repugnante acercarse demasiado a los demás;debe mantenerse una distancia tal que no se perciba el aliento. La. boca en general es repulsiva: nada que. haya tocado la boca puedesiquiera llegar a manos de otra persona porque es natural que todoello produzca desagrado. Toda secreción se repudia y debe ocul-tarse; son desaconsejab1es incluso las alusiones a cualquier cosa. . . ...que 1I1splreasco. . ..

También Ospina censura enfáticamente la boca:ha de limpiarseadiario la dentadura y evitarse el mal aliento, que la saliva alcancea un interlocutor, toser, estornudar, sonarse, desperezarse, bostezar,ensalivar los dedos y dejar ver la dentadura postiza. Cualquier otroindicio de las funciones fisiológicas y todo contacto entre las partesdel cuerpo han sido eliminados: rascarse -máxime si es contra losmuebles o paredes-, meterse los dedos en la nariz o las orejas, dar lamano sudorosa, tocarse el pelo, la barba o la cara. Las manos semantienen siempre limpias, no tocan ninguna zona del cuerpo y lacara no debe verse grasosa. «Nada hay (...) que comunique mayorgrado de belleza y elegancia a cuanto nos concierne -escribeCarreño-, que el aseo y la limpieza. Los hábitos del aseo revelanademás hábitos de orden, de exactitud y de método en los demásactos de la vida» (Carreña 1880:34). Al extenderse así las pro-piedades del aseo al orden, la mujer desordenada, por ejemplo,comunicaní su espíritu a toda la easa y condue.irá al desperdiciode tiempo y dinero, al empeño y la ruina (Carreña 1880:48). El. peligro salta a la vista.

Otros aspectos estrechamentc relacionados con las inversiones'corporales se derivan de la necesidad de cubrirlo: «No debemos, aparecer descubiertos ni ante los demás ni ante nuestra propia vis-

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• tal), aconseja Carreña. No son úiücamente las secreciones corpora-" . les -.lasque deben quedar fuera del alcance de los sentidos, el cuerpómismo ha de permanecer alejado y las personas procederán siempre

'. con «honesto recato». El control del cuerpo abarca los malos hábi-. tos, ami.fuera de la vida consciente: roncar, moverse bruscamentedurante el sueño, levantarse en la noche a satisfacer necesidades.corporales, adoptar dormido posiciones chocantes y contrarias a lahonestidad y el decoro, son todas costumbres que deben erradicarsepor medio de un adiestramiento somático apropiado, pues resultande una educación descuidada. "El Protocolo de Ospina también sitúa en primer plano el aseo y

lo relaCiona con el decoro, pues además de proporcionar salud ylozanía, el decoro libra de impresiones desagradables. Es indecoro-so provocar sensaciones desagradables en los semejantes afrentan-do sus sentidos con malos olores, visiones enojosas o aspectos des-cuidados. Pero Ospina, constantemente preocupado al respeGto, nose linJita a decir que el baño tiene que ser muy frecuente: siempre,estipula, «hemos de bañamos vestidos». Aunque no aclara cómohabría de realizarse semejante tarea, da la impreSión de temer unaconcentración excesiva de los sentidos en el cuerpo: si ya se.lo hade tocar, por lo menos quena se lo mire. El decoro es la cualidadque traza la frontera con lo que se percibe como inapropiado, espe-cialmente en relación directa con el cuerpo y es, como en la elocutio,la virtud primera del buen comportamiento.En los años veinte el.baño diario es ya parte constitutiva de la

urbanidad y Censor exalta sus efectos benéficos tanto para el aseocomo para la higiene: impide efluvios molestos y disminuye'la ex-posición a enfermedades. En este manual se muestra una granpreocupación por el aseo de la ropa interior y, desde luego, por cadauna de las partes del cuerpo, cuya limpieza no está permitido reali-zar en público. Objeto de severa censura es el uso de pomadas, aceitespara el pelo, coloretes, colores subidos y prendas extravagantes. Elaseo, Íntimamente vinculado al.respeto hacia los demás y hacia sínJismo, según lo prescriben la cultura social y la caridad, es erigido

,en virtud y en el mejor medio para conservar la salud. La respuesta. social al desaseo es la repulsión y, por consiguiente, la exclusión.Montañés advierte, sin embargo, que el esmero exagerado en el toca-dor es incompatible con la modestia cristiana, como lo es tambiénel uso de afeites en hombres y mujeres. Los hombres deben recurrircon parquedad a perfumes o aceites porque ello desagrada y los

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ra y colorido al rostro femenino. Hombres y mujeres deben usarpara el aseo del cabello productos apropiados y discretamente per-fumados, pero se desaprueban tanto el uso de cosméticos y fijado-res por parte del hombre (algo poco delicado), como los secretosdel tocador femenino -carmín, barras de humo, rimmel y cendrede roseo, que empobrecen la hermosura y el caudal moral de lasmujeres. El olfato, que el desenvolvimiento histórico ha converti-do en el sentido mimado de la higiene (Corbin 1982), se ha vuel-to más exigente y no le basta con reclamar la desaparición de losolores corporales: exige que el cuerpo huela bien. La vista, dota-da de una memoria compleja, asocia los colores y brillos de loscosméticos, al igual que los contrastes cromáticos, con el mundoindecente de los placeres sexuales.

El cuidado de los dientes sigue un camino propio: se destacan suimportancia para la digestión -tema que sería intocable para Carreña,a quien la sola mención de este proceso natural le parecería incon-veniente- y su aporte estético: la dentadura refuerza la belleza delgesto y la impresión de simpatía de la mujer. En el hombre, unadentadura blanca expresa carácter depurado e interés por ser unapersona grata.

En los años treinta, la higiene personal diaria es como sigue: traslevantarse, baño, abluciones y fricciones con agua de colonia, cui-dado del cabello, limpieza de las manos, limpieza de la boca y per-fumada. Durante el día, lavado frecuente de las manos y el rostro -particularmente al volver de la calle y antes de las comidas-, recom-posición del peinado y limpieza dental. Al acostarse, aseo del cuer-po, rostro, manos, dientes y nariz 14 • Las ventajas de este esmeroradican en que <dacompostura y el arreglo de nuestra persona al serprovechosa para el cuerpo, lo es también para el espíritu, puestoque nos proporciona el afecto y consideración de nuestros semejan- e .>

tes, y, con ello, los beneficios que de tales .circunstancias dimanan»(CamposoI1930:2$). El valor atribuido al aseo ha variado. Ya no se

. cuiera él cuerpo que nosha-da¡joDios,-lo-q(fe'constitllíaundcber~~moral, sino que se cumple una tarea que reporta beneficios. Urba-nidad y Cortesía, un texto que copia la estructura del de Carreña, haeliminado ya casi toda la introducción relativa a los deberes mor¡¡-les, conservando apenas el capítulo tercero dedicado a los «deberes

14 La regulan'dLuJ y el ,esmero que puede alcan;:ar el ritual de la higiellc c01l'£'mllos ha dejado millll+

ciosamcnIe plasm(ldos Vargas Uosa en los pasajes del Elogio de la ~'tadT1lstra qUf! describen losabluciones de don Rigoberto.

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El hombre quefatuo y neciocomo mujer se engalanay en peljumarse se afanasólo merece desprecio.

hace aparecer afeminados. El mismo peligro lo rima Aguilar parallamar laatención de los muchachos sobre el peligro que acecha suvirilidad: '

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$f" Muchas recomendaciones concernientes al aseo lo son en primer'11 . lugar de modales civilizados: las uñas se cortan con tijeras y no confr' los dientes, uno no se recuesta en los muebles ni se rasca contraii! " ellos o contra las paredes, por lo que todo ello entraña de comporta-j~~! miento animal o bárbaro. Lo mismo vale para el control de las fun-11( ciones del cuerpo. No debe permitirse la indecorosa salida de gases

¡1.' del estómago o los intestinos: <daspersonas delicadas disciplinan

~F'i su cuerpo y llegan casi a suprimir esas flatulencias que la gente ruda

~,;: y tosca, equivocándpse torpemente;- mira.'cpmo naturales y como~,i! saludables» (Urbanidad 1926:17). Todas' estas faltas son im-~;:: perdonables en la mujer: por «ser rebeldes a toda poesía y atraer el

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!~:,',",': de,sprec,iosobre quien las comete, pugnan radic;almente con el ideali.' de encanto y delicadeza que se personifica en la bella mitad del" ,género humano» (Urbanidad 1926:17).

:'f" Con Camposol el aseo adquiere un nuevo. cariz. Para él la educa-

lIt.!,,'.," ción persa,na! se inicia con la higiene del cuerpo: «La higiene diaria,'1', en la que el agua juega tan importante papel, ha de ser realizada. ,

',' más que con interés, con deleite, considerándola como un placer yL no como una obligación» (Camposol 1930:19). Por primera vez seIr insinúan en un texto de urbanidad el deleite de los sentidos y el; placer como argumentos en pro de la higiene. El autor apunta a la

[1 vigorización de~cuerpo mediante la higi~ne y la educación física.,:' Por razones esteticas -para no causar enoJOo vlOlencla-, por motI-¡ ,vos de sanidad -para evitar enfermedad~s que se transmit~n por con~ ',~~ H~

' '¡'~_,,_tªcto, y por deferencia-ala cortesía~pues"h6-debe-iiIspirarse reiJUg-.,,~nancia-, los seI?ej~ntes tienen autoridad para exigir la práctica de ",~

1" . - los preceptos hIgIemcos. ';"El discurso higienista se ha incorporado de lleno a la sociabili-¡ i

dad y el aseo ha devenido obligatorio. La higiene tiene ahora una ' .rpercepción más aguda para vislumbrar y complacer nuevos maticessensoriales. Así, el baño diario y matutino evita el olor agrio y da

' tonicidad a la piel; el agua fría y cristalina proporciona mayor tersu-

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pm;á con nosotros ¡¡'¡ismos». Por atraparte, el cuerpo ha ganadoinlluencia sobre el espíritu y parecen perder peso las connotacionesmorales. Estamos aquí frente a la urbanidad burguesa, la cual, en.aras de la distinción social, se aleja de las virtudes cristianas parafundarse en.la conveniencia social y el utilitarismo de la salud.Cuando las prácticas básicas de la higiene han sido asimiladas

por completo, la urbanidad tampoco se sJetiene en él aseo; ~eocupa,, por el contrario, del atractivo personal y de «los pequeños detallesque transforman» (Ospina de N. 1958) y, por último, le cede el pasoal glamour: el refinamiento absoluto, el hechizo y el encanto quetornan al cuerpo en una imagen, en «el único objeto, de deseo»,(Debray 1994). En este momento .la urbanidad abandona su. fundamentación en el aseo -de incumbencia, a la sazón, de la salud.y la medicina- y se apoya estrictamente en el valor del comporta-miento adecuado para la convivencia social (tacto, respeto, senci-llez, no ser cargante, no abusar, cumplir, respetar, ser honrado ycorrecto), orientándose a erradigar conductas que parecían habersegeneralizado y atentaban contra el decoro, la corrección y la estéti-ca: hacer del amor un pasatiempo, robarle el novio a la amiga, hacer,el,papel de bu~ca.novias, el «manoseo>~.La silueta, que' desempeñaya un papel protagónico, afecta al porte, por lo que Ospina de Na-varro aconseja: «si ya no eres joven y además tu peso sobrepasa eltérmino exigido por la estética, evita el cruzar una pierna sobre otra»(Ospina de N. 1958:6). Otros detalles del encanto personal con-sisten en no abusar del perfume pero usar desodorante, no llevarlentes oscuros sin necesidad y reemplazar cualquier diente quese ,haya perdido. ,. , . ,

El vestido y el adorno'

Las normas de conducta social hacen tres consideraciones esen-ciales sobre e.lvestido: una átañe al decoro, propiedad directamente.ligada a lo que la apariencia exterior reneja de la condición moral yque incluye el aseo y el aliño en el vestido, sin desprecio de lasmodas reinantes; la segunda toca a la corrección, que traduce la'armonía que debe guardar el vestido con la posición social de lapersona y con el medio en que se desenvuelve; la última concierne a10 estético, es decir, a la cóncordanciaentre los colores y el conjun-to de las piezas del traje. Estos tres aspectos, que son tres de lasvirtudes retóricas -deconlm, puritas y ornatus-, se entrelazan deforma tal que resulta difícil separarlos en el discurso. Carreña esti-

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Al despojarnos de nuestros vestidos del día para entrar en la cama, ha', . '. " . . ,"

gámosJo con honesto recato, y de manera que en ningún rilOmento~aparezcQ,!!os descubiertos, ni ante los demás ni ante nuestra propia vis.ta ... La moral, la decencia y la salud misniá nos'prescriberidormir conálgún vestido. Horrible es el espectáculo que presenta una persona que,por haber perdido en algún movimiento su cobertor, o por cualquiera'otro accidente ocurrido en' medi~ de la noche, aparece enteramente ('."descubierta (Carreña 1880:93).

, El «vestido de levantarse», recientemente introducido y queOspiria no sabe cómo más nombrar, no deja de parecerle señal deesnobismo, pero admite su uso en vista de su generálización, siem-prey cuando se restrinja rigurosamente a la intimidad doméstica, .pues es del todo in'decente dejarse ver con tal indumentaria o recibir.'visitasasí vestido. A la~ señoritas les está vedado circular ataviadascon traje de dormir: para il:del dormitorio al baño, se recomiendallevar «un abrigo largo, holgado y de tela gruesa y sólida», que oculte'con su caída cualquier atisbo del cuerpo.'. ¡. El 'vestido cumple asimismo la función de expresar la posición,....social de la persona y es obligación vestirse de acuerdo con eIla ycon las posibilidades económicas. Después detodo, observa Carreña"u'n objetivo de la urbanidad es comunicar dignidad, decoro y ele-gancia a las acciones y las palabras. TambiénOspina recuerda que,sin ser lujoso, el vestido'debe ajustarse a los recursos de cada quien,porque la avaricia también es-señal de vulgaridad, idea ésta que espropia de la corrección idiomática: «Sucede también a veces en el'lenguaje como con el vestido: no basta que un vocablo o giro sea de. buena estofa; requiérese además, que esté actualmente en uso, pues.és ridículo sacar inoportuna e innecesariamente a relucir antigua-ollas;ni lo es menos acoger alpurito cuantas extravagancias idea el ...

.'liviano capricho de la moda» (Cuervo,RJ. 1878:294)., "'. - Los manuales contienen una minuciosa descripción de los vesti-c"dosque corresponden a las distintas ocasiones: vestidosae casa, de.'calle,dé ceremonia, de etiqueta; de campo, de deporte, de luto, para~ '~f. .

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abstenerse de alardear de ella por inedia de su vestido, sin caer porello en la mezquindad. A mayor edacl se apagan los colores vistososy se reducen los adornos para permitir que armonicen los tintesopacos y oscuros con la falta de frescura de la tez y cle brillo de losojos, y para que las mujeres se vean «más jóvenes a medida quevayan perdiendo las pretensiones a agradar por sus encantos físi-cos». El vestido no es para Acosta de Samper únicamente un ele-mento deterqlÍnante de distinción, también es «el espejo de los sen-timientos nobles de la mujer; la exageración es prueba de que lasfacultades del alma están en desarmonía» (Acosta de S.1880(44): 185). La mujer, por tanto, con buen juicio y mucho senti-do común, se cuidará de seguir toclas las modas, pues algunas noson propias más que de actrices y mujeres de mala reputación.La elegancia es un don inasequible en el abigan'ado código del

vestido como elemento de distinción social. Siempre dictada por lasélites, siempre huidiza, siempre indefinible, representa la culmina-ción del buen gusto y hace explícita una capacidad de interpreta-ción de los conceptos estéticos del momento que poseen nada másalgunos elegidos. Sobre este difícil arte se expresó la revista Cro-mos desde sus primeros números: "Un detalle de mal gusto ocasio-na el fracaso del conjunto. No es la elección de lo más costoso loque decide en definitiva, como muchas han dado en creer: es lacoquetería, una armoniosa coquetería, compuesta por partes igua-les, de gracia y de buen gusto» (C-76:47,1916).

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las mujeres es definitivo el estado civil, ya que además de la posi-ción social, el vestido pone en juego el pudor. Pero hay algo todavíamás trascendental:

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(...)-nuestros vestidos no tienen por único objeto el cubrir el cuerpo deuna manera honesta y decente, sino también contribuir a hacer agrada-ble nuestra persona, por medio de una elegante exterioridad. Y como de .la manera de llevar el traje depende en mucha parte su lucimiento, puesen un cuerpo cuyos movimientos son toscos y desairados, las mejorestelas, las mejores formas y los más ricos adornos perderán todo su méri-to, es indispensable que procuremos adquirir en nuestra persona aqueldesembarazo, aquel despejo, aquel donaire que comunica gracia y ele-gancia aun al traje más serio y más sencillo (COI-re/jo1880:369).

El aspecto exterior de la persona -buenos modales, fino trato,¡:>orte,vestldo- realza su interior, de suerte que el esfuerzo por ves-tIrse en consonl,lncla con la posición social y económica o incluso

"".' algo mejor delloque permiten los medios; es válido también parai/, las pers0n,as humildes, ya que da testimonio de instintos delicados y,n' del empeno por,hacerse agradable. Urbanidad y Cortesía, definiti-~f#: vamente burgues, adVierte que el vestir apropiadamente entrañaI;jl.',' ventajas para la consecución de empleo y la remuneración' fallar en"~i este punto indic~ despreocu¡:>a~ión y menosprecio de las 'gentes, y;',.. en los ncos, suciedad y avancla. Las urbarudades escolares hacen ':.J¥ hincapié en este punto y subrayan que el aseo y la decencia de la iK1 ropa ~eben primar aun ~n medio de la pobreza. A pesar de su co- .¡ ,~J rreCClOn,el vestid? no pierde su índole diferenciadora, La sencillez!lI',~;~ . es lapnmer~ cualIdad del buen gustoy la piedra angular de la ele-J " El continente: conducta y movimielltofi'¡ gancla, consistente en segUIr tendenCias depuradas y vestIr con un ;. " .':U lúcido sentido estético (Camposol 1930). La elegancia y el bueni i La razón de ser de la civilidad es dotar de una forma peculIar:lIlit - , - -gusto sO,ncriterios estéticos que.lasélites definen continuamente y -: " comportan:ie~to, dado que cada a~to es un trasunto de la condlclon~ _ ~.i sln:~n para reform?lar la vulgandad y preservar la línea de demar-'¡. moral del mdIVIduo. La. perce[Jczo~ soctal del cuerpo es la figura-.~ . caClOn de su supenondad. '. -J' ción a la vez que el mediO para enjl1lclar una conducta Ideada con elilr - .m-Puestoque'en'er paísno-se'distifigUé~elafafuente eltfajecle u'na .. - --.¡'i ,'- "~p¡'o¡5ósiti:Jde modelar la'convivencia'sociabobrda.base'de'¡:>rinci.~- --'-1

".1' mUjer s?lteradel de una casada, la primeravestirá con naturalidad y. .:¡ ji. pios impuestos al individ.uo sin miramientos por su convemenpa1; modestia: la juventud y la gracia son sus encantos. «Una elegante ;'(" personal15.- Así, es injustifIcable prolongar las boras de descanso"l. ,senCillez es el colmo del buen gusto» (Acosta de S. 1880(44):185). '!' más allá de lo oecesario y menos SI ello obstaculIza las ocupacIOnes!, ,El vestido no de~e delatar las horas dedicadas al arreglo personal y' , . ajenas. La,buena conducta en casaprohíbe presentarse ante los de.-

el buen gusto eXige que el andar sea cómodo y que el vestido no, ' más sin haberse aseado, mal cubIerto o en trajes poco decentes.cause desorientación. La naturalidad debe ir secundada por la mo-]I --------- . . ..' .-

l' destla y la compostura; inclusive quien posee fortuna material deb . / /5 En este principio, que ignora la vollllltad yaceptación ,llutlvld~(¡/:s, .reslde. la.Ci1rl.m de In ~e~c~pclOll

I~ e ,J de la urballidad coma UIl cOlljunla de normas "pre.,,"as e '''I'ocr~as. 1al,dea,-le as,ut,za eOIl I"s':' movimientos ,wciaie,t de 1968 y se mantuvo hasta hace pOCO.I' anos (DhoquolJ 1991 J,

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Los,disgustos y el mal c'arácter no'disculpañ el mal hurnor ni,, eximen del deber de ser afable y cortés: si un enfado agobia el áni-., mo s'é16ocÍJltará cuidadosamente. El trato familiar ha de ser atento,

delicado y comedido, procurando que todas las'palabras y las accio-, nes eviten roces. La tolerancia y eltespeto son los grandes rectoresde la vida doméstica: ningún motivo autoriza a abnsar de las.

'. pertenencias o habitaciones ajenas, ni es excusable ningún tipo deproceder que pueda alterar la tranquilidad de los vecinos, . . .El traductor del texto de Censor impugna la extrávagáncia y el

provincialismo que halla en Bogotá, tal como lo hiciera con ellilipichín la crítica de lo~ letrados del siglo XIX, y déstaca laimportancia del continente, del control de los sentimientos y delbuen gusto, Ospina pasa revista 'a las maneras relacionadas con eluso del tabaco y' el 'teléfono, el trat9'a Jos. criados; los regalos, lastarjetas y los juegos, y otras situaciones de la vida en sociedad, comolos eventos religiosos y el proceder en viajes en tren; .barco, a caba-llo, en hoteles, teatros y durante una enfermedad, Es claro que tieneen mente un lector que desconoce normas que a Carreíio, por ejem-.plo, le resultan obvias y no le merecen atención, .

Montaíiés discllITióun texto que, al igual que el de LaSalle, se,dirige a todo el público, primordialmente a los jóvenes. 'En lugar de

. ,'entrar en los detalles de las reglas del buen tono social, se limita por.consiguiente a los preceptos de uso general, muestra su relacióncon la cultura social, a la manera de realzar las virtudes cristianas, yestudia los sentimientos, actitudes y pensamientos que deben ocu-par al cristiano y guiar su comportamiento. La Imitación de Cristo y'las máximas y consejos bíblicos son la referencia última de esta. cilltura social que quiere educar los sentimientos más que promover. la adquisición de buenos modales, Su discurso representa un plano'cliferenciable, casi excepcional, de las urbanidades cortesanas fun-dadas en virtudes cristianas -aunque ligadas a la posición social y,por ende, innatas-, como las de Carreña, Ospina o Acosta de Samper,lo mismo que de las urbanidades burguesas, como las cartillas esco-lares, que se fundamentan en el poder de la educación y en la prácti-

Aguilar (i928) advirtió a los jÓvenes al respecto:. -' - " . '.

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ca de los buenos modales, sin que éstos comprometan a toda, lapersona. Montaíiés pensaba que la cultura social era un reflejo delas virtudes cristianas y que la educ.ación era el camino para obtener- >

las. Quien tenga sentimientos cristianos puede transformarse, por-que «la verdadera cultur.ay civilización se encuentran en la religiónde Jesucristo». La cultura .social de Montañés se acerca por estecamino, más que ninguna otra, a la visión de La Salle: erigir la os- .tentación de las virtudes en condición del trato social y tomar lasdiferencias emanadas de tales virtudes por cualidades evidentes (Revel1986). Por otra parte, confía del todo en su apropiación a lo largodel proceso educativo. ,,'El deber del estudiante de Montañés es complacer a los padres y

'hacer fructificar los dones recibidos por bondad divina. En toda su' •. vida social tiene que practicar, a la par que las normas de cortesía,, las virtudes cristianas: caridad, modestia, humildad, prudencia, yoír antes que hablar, porque el ser humano se inclina naturalmenteal mal y peca: por las palabras. A semejanza de la Edad Media(Vigarello 1978), esta cultura social éoncÍbe un cuerpo supeditadoal alma. La educación que propone se.encamina a formar el continen~.te; o sea: el conjunto de las actitudes y los movimientos corporales,Se cultiva el continente para escapar de la' afectación que ahoga lossentimientos más nobles y manifestar siempre la cultura espirituaLEl cuerpo y el alma se educan para que el primero sea un verdaderoespejo de la última. Ninguna circunstancia autoriza posturas inconve-nientes que falten al respeto divirl'oy a la propia persona. Una mala ..,.actitud corporal sería necesariamente una reverberación de la maladisposición del alma y llevaría a la pérdida de una estima social quese fija, no en el exterior, sino en lo que éste revela. El continente es,en suma, la corporización del alma.Montañés opina, además, que las actitudes corporales «natura-

,les» inherentes al estado civil, el sexo y la edad favorecen la saluddel cuerpo y del alma, protegen de las malas inclinaciones y sonindicio de una conciencia delicada: la suavidad d¡: carácter, la ele-gancia natural, el cuerpo erguido sin afectación, el pecho salido, lacabeza levantada y los brazos naturalmente caídos, sin petulancia,son los signos mediante los cuales las personas virtuosas expresanla gravedad y el sentimiento del decoro personal, junto con la ale"grÍa más dulce y la dignidad más afectuosa. .En general, los atributos de la persona educada cuando está en la,

calle son la circunspección y el decoro: .

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..)'1¡-\; lu práctica de los usos 'j estilos de lu buenu socie(lad, ni por lu d"hura.~.'.\. de ntleslrO trato, sino por una noble y elegante exteriorid"d, por la,f nattlraUdad y el modesto despejo qtle aporezcun siempre en I1tlestrower-. '1 po, sea walfuere la actitud en que 110S encontremos (C", .•.eño ¡968: 100) .

Debe cuidarse la posición de pie y sentado, mantener la mayorquietud posible, no debe tocarse el propio cuerpo ni el ajeno, niexteriorizar necesidades físicas de ningún tipo, ni producir ruidos.La persona educada reprime también los gritos, saltos, arranques deira o demostraciones de alegría y todas las mani[estaciones causa-das por impresiones fuertes, propias solamente de gente vulgar ymal educada. Censor no olvida los ademanes y movimientos delcuerpo y recomienda controlarlos hasta en las horas del sueño, paraevitar, por ejemplo, dormir con la boca abierta, algo que debilita elcarácter y produce caries. El porte es un delicado equilibrio com-

. puesto de andar garboso, cuerpo erguido y firme sin tensión, y au-sencia de movimientos extravagantes. Las manos no deben llevarseen los bolsillos ni los pulgares en el chaleco, no se dcbe silbar ni reírruidosamente, tampoco permanecer con la boca abierta ni aparecersiempre sonriendo. El autor aboga por un meticuloso dominio delos movimientos que pueden delatar a la persona, como sucede cuan-

.•. do «el instinto de hacer ruido con manos o pies se convierte en\ reminiscencia del estado salvaje» (Censor 1921).

El texto de Ospina de Navarro aborda nuevos aspectos y situa.: ciones de la conducta: el salón de belleza, la piscina, la clínica, el" automóvil, el club, el reloj, la música, el cigarrillo y ciertas relacio.

II ~," •.¡ r nes que parecen haber cambIado sus normas, como las amorosas oi~ con las suegras. Es notoria aquí la desaparición de I.asanción moral,f: cuyo lugar lo toma la imposición casi absoluta de lo que podría,;':. llamarse una ética de la estética. La autora, por desgracia, no deli.-.Ir nea el proceder adecuado, no entra en los detalles. Como lo había

'j r hecho su padre, le consagra algunos párrafos al comport,uniento en1:f -'-- ~los' negocios~en~los que"aconseja corrección,"cumplimiento,~atel.l-~ .,.¡: . ción, honradez y deli.cadeza en asuntos Qe dinero, así como unaj': ..~.' actitud leal para con el medio. Sobresalen el valor de la presenta-, ción personal, la simpatía y el buen trato que debe darse a los em-'.¡. pleados, en todo lo cual prima el comportamiento señorial sobre el':. ciudadano: «No prefieras el fisco a tus empleados. Paga menos im-

puestos y sé más generoso con ellos» (Ospina de N. 1958:19).Desaparecida la i.deadel continente, esta urbanidad adv.ierte CI1

:'., contra de omisioncs a postulados elementales de .Iaconvivencia so-r~.'

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Uno de los objetos a que debemos consagrar mayor suma de atención yestudio, es el hacer agradable nuestra persona, no ya por el conocimiento

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Nu.estro paso no debe ser ordinariamente ni muy lenfo ni muy precipita-do ... Los movimientos del cuerpo deben ser naturales y propios de laedad, del sexo y de las demás circunstancias de cada persona. Gravedad.en el anciano, en el sacerdote, en el magistrado; suavidad y decoro en laseñora; modestia y gentileza en la señorita; moderación y gallardía en eljoven; afectación en nadie (Carreña 1968:59) .. .

En la cal1ese debe estar atento a los movimientos y ademanes, ya todas las reglas relativas a la superioridad e inferioridad de lostranseúntes que puedan cruzarse en el camino. Las buenas manerasrigen también en templos y centros de educación y cuando se eshuésped o viajero. Una cualidad de la persona culta es la gallardía,un don ingénito que, a diferencia del continente, no puede obtenerse.Quien carece de ella, acude a los movimientos aprendidos que sus-tituyen lo que no se lleva en la sangre, pero jamás podrá igualar, porr, ejemplo, el encanto de la mujer que nace culta y educada, con deli-

¡i: cadeza natural, tacto instintivo, elegancia y coquetería innatas.':;1 Las reglas de urbanidad impiden que la"persona actúe obedecien-~\ do espontáneamente sus sentimientos e impulsos o -lo que sería su .;." ideal- hacen que al interiorizarlas, la persona modele sus impulsos y

,¡:.,;. sentimientos. al punto de no poder traspasar ciertos límites, ~l me-",' nos no sm vlOlentar su naturaleza. Con ello se logra comunrcar al

~:i trato cierto grado de introspección que no equivale a coartar la ex-,r pansión del alma ni los actos afectuosos, sino a evitar la familiari-~',; dad sin reserva ni freno que relaja los resortes de la estimación y ell.l respeto. Estas normas deben, desde luego, llegar a convertirse a talF ' grado en una segunda naturaleza que la persona, lejos de sentir que¡'J la constriñen o le restan libertad o expresividad a sus acciones, sienta;, que esa es su forma genuina de comportamiento,

f:,¡ El código de la urbanidad no es, con todo, en ninguna de susil) ,~. modalidades, un método de enseñanza y resulta evidente que los;, aspectos básicos constituyen para la mayoría de los autores dones¡~ naturales inimitables. Si se carece deellos,noq!I.~da más.que~acu~~

,!J .~dirahprendizaje,pata ercual no se ofrece un método, sino valora-,1 ciones de las cualidades corteses:j'". "'

:J Aunque la gallardía del cuerpo y de los movimientos es un don natural, sufalta se suple procurando andar con el cuerpo recto, la cabeza levantada, sinmover los brazos. y conpasos cortos y acompasados: ni rápida ni lentamente ..El vestido lo más correcto y decellte que sea posible (Ospina 1917:36).

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,ción popular; de ahí que no se ocupen de situaciones propias de la .etiqueta sino de fijar las características de la buena conducta deniños y jóvenes. Introducen las formas y mecanismos de sanciónsocial, familiarizan a los alumnos con ellas y esbozan Josprincipalesórdenes y ámbitos que sirven a la distinción. Un buen comporta-miento infantil significa en lo esencial obediencia a los padres ysuperiores, y amor y respeto hacia ellos. En segundo término, laconducta correcta se resume en la máxima no hagas a otros lo queno quieras que fe hagan a ti; su fundamento son la tolerancia y lacortesía, el ser cariñosos y rehuir las malas compañías. Su propó-sito es hacer amables las relaCioneshumanas mediante la correcciónen,el trato y la afabilidad, pero también gracias a la actitud caritativay dulce para con el mal ajeno. La conducta corporal, porúltimo,.debe mostrarse en un porte circunspecto, lo cual quiere decir evitarsiempre la presu,nción:

. Preséntate noblemente.sin ademanes molestosno hagas visajes ni gestoscual si estuvieras demente.(Aguilar 1928).

Al inculcar buenos modales a los varones, se modifican las no-ciones popuIa~es sobre la exteriorización de la masculinidad, queestas formas suavizadaspQ.nenen peligro, pudiendo inducir fácilmen-te a conductas «equívocas». AguilaLpreviene a los muchachos so-bre la amenaza de asumir comportamiel1tbs femeniles, fatuos cipresuntuosos en aras de una falsa cortesía. Algunos autores acen-túan la formación del carácter juvenil, una tarea en que son priorita-rios el decoro, el cultivo de la inteligencia, la formación del espíri-tu, la recta aplicación de las facultades, el dominio de la voluntad yla disciplina de los instintos. El carácter en cuestión es un agregadode discreción y prudencia, cumplimiento de todas las obligaciones,moderación en la palabra, observancia de los deberes religiosos ypatrióticos, de las leyes y las instituciones, y práctica constante de.Ia:ciudadanía (CamposoI1930). Parte de esta formación es el culto

. ,a'la.verdad, el respeto y valor de la firma y la correspondencia.~:~~,,Peláez también exhorta al ahorro y la honradez, y previene contra"f;t,:P!I0desacierto femenino: la calumnia y el chisme.;1I~;A£Ladefinición de la conducta de cada sexo impregna la urbanidad1'!~~;~F()lar.Mientras que la obligación de amar, respetar y obedecer a

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cia] y en contra de comportamientos de.mal.gusto que tenían. quever, bien con el aspecto físico, bien con las relaciones entre lossexos: «No enamores a tus empleadas, ni intentes comprar su vir-tud con tu dinero» (Ospina de N. ]958:20). El manua]fue redacta-do en una época en que la población tenía mayor instrucción yrecomienda la lectura en general y la de la prensa en particular, así

.como.el estudio atemo de las novelas, antes proscritas a las muje-res. La poca lectura, afirma la autora, da a la persona un aire superfi-cial y denota falta de interés por su entorno; la conversación es unarte que ha pasado de moda, den'otado por pasatiempos superfi-ciales. Así pues, en menos de medio siglo la lectura de ficción dejóde ser una amenaza a la moral y ascendió a la categoría de actividad

.espiritual excelsa practicada por quienes no incurren en las veleida-des del cine, la radio o la televisión.

La popularización de la música y el baile ocurrida a partir de losaños cuarenta trajo consigo una nueva inquietud estética. Los pa-dres, se dice entonces, deben esmerarse en educar el oído de sushijos para que no sean atraídos por Jos vulgares ritmos arrabaleros.En cuanto al baile, se lamenta el ocaso de los.aires elegantes deantaiio, degenerados con la aparición de la música caliente, a cuyo

.' ritmo las mujeres ejecutan figuras acrobáticas, «menean las caderasy se rinden de dar volteretas, manejadas por compañeros irrespon-

..sables, amigos de la exhibicióJl» (Ospina de N. 1958:51). En vistade que se ha impuesto esta música y para abstenerse de movimien-tos tan ordinarios, los hombres no deben estrechar apasionadamen-

. te a sus parejas, en tanto que las mujeres no deben aceptar bailarcon quien les ha faltado al respeto, ni exagerar los movimientos, sopena de pecar de vulgares. Idéntica amenaza ronda en las piscinas:el baño en eUas se ha popularizado, pero puede desatar peligrosmorales si pasa de ser visto solamente como deporte para convertir-

. se en exhibicionismo. Los bañistas deben permanecer cubiertos fueradel agua, no usar trajes exageradamente ceñidos, ni estudiar concuriosidad sensual1as formas femeninas. Lo que intimida es, por unlado, la penetración de lo popular (Rama 1984) y, por otro, su ex-presIón corporal, que sugIere y expone sin ambages el cuerpo y lasei,ualidad. El buen tono exige, en tal caso, que se contenga la ma-nIfestación de la sensualidad espoleada, a fin de marcar tambiénuna distancia con respecto a \.0 popular y al cuerpo.

Los textos de urbanidad para la enseñanza escolar no fueron es-.critos por miembros de las élites, sino 110rpedagogos para la educa-

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Las maneras de mesa son, con el aseo y la conversación, la terce-ra~columna~@e~la~uFbanidad~A testiguan~la"educación",y~la"cultu(a~""'---"adquiridas «por cuanto son tantas y de naturaleza tan severa, y so-bre todo tan fáciles de quebrantarse» (Carreña 1880:82).,Nunca esbastante el cuidado en la mesa, prueba de la delicadeza, la modera-ción y la compostura distintivas del hombre verdaderamente fino.Ospina está de acuerdo en cuanto a que la mesa «es la piedra detoque de la persona educada» y que allí, más que en cualquier lugar,deben regir la discreción, corrección, jovialidad y delicadeza, espe-cialmente porque a su alrededor se reúnen la familia y los amigos, y

': 'icae.aU1:\OCeesu, com\lortamie\\to\>'.es 'ilte1:\ta,\\0 \\ace "'liCio\>,C\>\l\a-e.o\>a,no nace \lrej!,untaslndi\>cretas,\\0 eSCUlle.La nsa es \a el\.llre-slón más censurada en las 1:\i.ñas:ae.emás de evitar re\rse cuam10e"inoportuno, su risa debe ser dlscreta. Otros aSllectos que confor-man la feminidad son la amabilidad y la cortesía, la naturalidad enlos modales y la delicadeza en los movimientos: suavidad, finura,temura y posiciones decorosas, el andar garboso y el lucimiento delos mejores vestidos en las ocasiones especiales. Ospina de Navarropreviene a los escolares en contra de la lectura de revistas vulgaresy de las ilustraciones obscenas, y les sugiere acudir a Jospadres o alconsejero espiritual para resolver preguntas sobre asuntos sexuales.

La urbanidad esc'olar exacerba las paradojas del discurso de lasociabilidad: por una parte introduce masivamente sus postuladosfundamentales para constituirse en norma general de comportamien-to. Esta generalización busca el reconoCimiento colectivo de susórdenes, ámbitos y funciones. El individuo tiene que acertar a iden-tificar su posición en este engranaje y adoptar los comportamientospertinentes, con miras a la salvaguarda del ordenamiento social y alfuncionamiento armónico del mismo mediante la retórica que in,culcan los manuales. Pero, por otra, estos recursos subvierten elorden que proponen porque, sin considerarla ni estimularla, hacenposible que la movilidad ocurra respetando normas básicas. Al des-cubrir las reglas más importantes, el discurso urbano induce un as-censo que en realidad no está contemplado por él y que arrastraconsigo principios éticos y estéticos disonantes que dislocan su co-

. herencia discursiva ya la vez fuerzan redefiniciones más democrá-ticas y figuras más sutiles, ambiguas y discriminatorias.

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rie,' los padres recae sobre ambos.sexos, otros aspectos -conducta, acti- .li~ tud, continente, carácter e incluso el uso del tiempo- se constmyen,,';r . en términos de contrastes. Según los Hermanos Maristas, los niñosJi," deben ocuparse, tras el aseo y antes del desayuno, de sus tareas y'l~!> lecciones escolares; las niñas deben preparar las tareas o hacer. loll;; . que manden sus padres, buen comportanuento que se ejemplIfIca&i;' Conla ilustración de una niña ocupándose del aneglo de su hermana4"~, pequeña.~j; En la calle, los niños educados son corteses, ayudan a los desva-,~jj¡ lidos y no se entretienen innecesariamente; en el colegio, son respe-ffiQ. tuosos, conservan el pupitre limpio y ordenado -cosa que las niñas~;" hacen con mucho gusto-, son serviciales y mantienen la compostu-

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'f,I.".:, ra, l.os niños son ade~ás atentos; en la mesa,. so..n mesurados, ~yu-ml~ . dan y so.~condescendIentes; en !?SJuegos, CUIdana los herman~~os,/,; eVItannnas y obedecen. Los mnos rehuyen las malas compamas,~,; mientras que las niñas son discretas, pues divertirse de cualquier~t modo es «peligrosísimo para ellas». Cuañdo van de paseo, los niños~~¡, son serviciales, comedidos, saludan de acuerdo con el caso, sonI!'i:f~' obedientes, finos y atentos; en las visitas g\}ardan la compostura,~,k. demuestran sus habilidades, disimulan su desagrado, son atentos,ti obsequiosos y están dispuestos a complacer a los demás.¡~.;l Las cualidades_infantiles se ilustran con los comport~~. ientos~, adecuados: las mnas son generosas y dan lImosnas, los mnos son,~:r caritativos y buenos; ni unas ni otros tratan con despotismo a losfe! criados o son cmeles con los animales. Los niños deben estar siem-~¡!:j pre satisfechos y recibir humildemente correcciones y reprimendas,[i'¡ esa es <<lamayor hermosura infantil»; la laboriosidad y diligencia~!!I distinguen a quien se levanta temprano, no posterga sus deberes, esJ'! '.' "puntual y cumplidor, y cree que el ?e~P? v~le m~s que el dine~o,_

.• [1"',." •••••••' Hacer el bIen, no avergonzarse de los padres aunque sean de humll-ji: . . de condición, no rehuir la compañía de niños menos ricos y serIes 1:

~¡¡~~~útilaello.s.-yª 10s!U~~os.instm~dos,Jodo~eso~es4Jropio,deolas_niñas~ í¡~h,:' < humildes y modestas y de los niños modestos. .,':::" . La urbanidad femenina de Peláez le concede la mayor importan- ':i,.~II da a la conducta en casa: no causar daños y contribuir al aseo de las' A."r! habitaciones, respetar a los padres, ayudarles y no obstruir el traba- ,,1 "~::i. jo doméstico ni reír inoportunamente, comportarse adecuadamente 'j,:~I!I , en la vida social de la familia, en visitas y paseos, en la calle, el ,1:

1",. juego; y la escuela, tener un trato amable, ser corteses y obedientes., •.¡...'.....

, .. La niña debe despertar admiración por la educación que trasluce ::~:'" :-$,: ". '.

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sepása:] .losratos m,ás.agradabks de]a vida. Estos modalésprescri-ben una serie de 'movimientos altamente, codificados que se sancio-natl con base en .la corrección. Dybido justamente a que el acata-miento de tantospormel1ores no puede dejarse a] azar, el Manual'precisa qu.elos desaciertos cometidos en la mesa se originan en los'hábitos adquiridos por culpa del error de creer que en familia pue-

r 'deú relajarse las'maneras de mesa, cuando la verdad es que por ese,camino ,se llega a ' , " ,,' '

prescindir de una multitud de reglas que, estanddjui;dadas en los princi"pios inalterables de la delicadeza, la propiedad y el decoro, pertenecenindudablemente a'la etiqueta general y absóluta y hacen sacrificar a cadapaso la belleza" lá 'dignidad y la elegancia, a una comodiddd que noacierta nunca u' cOllcebir el que ha' llegado a acostumbrarse a proceder'en todas ocasionés conforme a los preceptos de la urbanidad (Carreño]880:330),

Las maneras de mesa, como el aseo, son logros perfeccionadosIras años de práctica y transformados en hábitos que se siguen sinf~ltatanlo en la vida íntima y familiar como en la social.

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C' Las costumbres domésticas, á júerza de la -di~ria y constante repeticiófl; de unos mis;'os actos, llegán a adquirir sobre el hombre un imperio de, todo punto irresistible, 'que le domina siempre, que se sobrepone al

conocimiento especu(ativo de sus deberes, que forma al fin en él una se-gunda voluntad y le somete a movimientos puramente maquinales; y así,cuando hemos cOl1lrafdo hábitos malos en la manera de manejarnos en

."-'* 7H~e:')tra'propiá"' m'ésa, es imposible que dejemos de deslucirnos en unamesa ext"t"uña, por grande que sea el cuidado que pongamos entonces en'aplicar unas reglas que no nos son-jamiliares, y que por el contrarioe"lamos acostumbrados a quebrantar diariamente (Carreña ]880:339).

, Lo crucial de las maneras de mesa estriba en buena medida en sunaturaleza de]atora. Es lo mismo que sucede con la conversación:quien no ha cultivado el buen hablar en casa, no puede hacer galade él en sociedad. En ello se diferencian substancialmente del con-

-"\tinente, que 1)0 nace del cultivo, sino que expone la esencia misma, i dd ser humano; pero, a semejanza suya, denuncian a la postre la'.!condición social. '.. . . . .

, Caneño y Ospina de~criben en sus tratados el modo de trincharaves, caza y jamón, y e] último agrega las difíciles formas de hacer-lo con todo tipo de animales comestibles, subrayando que la tareaco['npete al amo de casa o a algún varón de'la familia. Igualmenterecuerda que, en Hispanoamérica, es el señor de la casa quien presi-

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de la mesa, a la antigua usanza española y en contraste con Europa,donde lo hace la señora: El autor de Urbanidad y cortesía piensaque este tópico da la medida de la educación, aun cuando ya juzgapasado de moda que los caballeros trinchen las carnes en la mesa yprefiere dejarlo a cargo de los criados, quienes deben servirlastrinchadas y cortadas, eliminando así de la mesa el actocamÍvoro ybárbaro de desmembrar la presa. k la juiciosa descripción de losmovimientos inapropiados, dé los indicados y.del orden exacto enque deben efectuarse, se añade una pormenorizada sintaxis de lasposiciones; distancias y ritmos para que no «ejecutemos (...) otros'movimientos que aquellos que sean naturales y absolutamente im-prescindibles». Carreña tiene por naturales las posturas admitidasen la mesa. ,,- .",', '.

Reina en todos los libros un gran tabú sobre la boca y sus secrecio-nes. Nada que haya entrado en contacto con la boca puede ofrecersea otra persona: comida, cubiertos, servilleta, vasos, copas o pan.

, Los alimentos se ingieren sin producir ruidos ni poner en evidencia ... la boca. No se llevan a la boca huesos ni partículas de los mismos.

.•.Todo el acto de comer transcurre discr"ta y limpiamente sin que seademasiado notorio que se trata de la satisfacción de una necesidad: ..la boca no se abre demasiado, se toman bocados pequeños y sorbosmoderados, el cuchillo no se introduce en la boca y el tenedor y lacuchara nada más lo estrictamente necesario para que los alimentosno caigan. No deben quedar rastros en el mantel, las copas y losvasos, las manos y la' boca, e incluso el borde. de losplatos debe

. permanecer limpio. . ,Otro principio capital es la identidad de los alimentos: los líqui-

dos no 'deben mezclarse con sólidos, ni cada uno de ellos con otrosde'su mismo género. Así, no se bebe hasta no tragar, ni se mezclancomidas preparadas para ser servidas separadamente. Es tTlás,no se .sirve mayor cantidad de licor o agua de la que se beberá de un tragoy los alimentos no han de sobrepasar el límite del plato. Tampoco escorrecto demostrar ni presumir que los comensales tengan muchahambre: «Sirvamos siempre los platos con la delicadeza que es pro-pia de la sobriedad que en todos debemos suponer, y seamos en estotodavía más escrupulosos respecto de las señoras, para quienes se-ría un verdadero insulto el presentarles los manjares en cantidadesexcesivas (Carreña 1968:92).

l~;z Las urbanidades de uso escolar apenas mencionan las maneras'Tr~.de mesa; sólo recuerdan el aseo y la compostura que debe guardar- ."'"'C'.':~:~,

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~f , .,,/g se; sm detalla: ~us formas. La comida de niños . 'óv . .' '.' .ífi¡,:i tra en el dOInlmo del anetito la sed 1 y J. enes se concen- sexo y la riqueza matenal, no S1l1aSlgnarlc un caracter estctlco y'''t' tI" r, y os mOVImIentos Mont -,\,1'.1' oca e tema solo en lo que tiene ' . ,. anes. moral:;,} dif¡' - ,que ver con la vIda cotIdiana. A '. .,[tl erenClade Carreno y Ospma, no cree que .la conve ., 1 La estabilidad en los goces no solo les qUlra la fealdad anexa a codo¡lt. mesa sean determinantes en la vida socI'a1 E ' . /saclOn y a desorden sino que les comunica la belleza l' la respelllbilidad que Dios,~ . h b1 . n su opmlOn uno tIene . . . .. .'. I . lid¡ que a ar poco con prudencI'a y hum'ldad . l' ha fincado en el orden. Toda adqulSlclOn subaa y casua. VIOa e oren, es

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.. " l. para eVItar a condena a' . . . l' . I'.' traves de las palabras' comer au d inmoral, La esposa es respetable, laproslltuta es ",l. La nqueza al qwru a

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'¡ puede convertirse e' d 1 "t nLquepro uzca el placer natural, no regularmente por el trabajo, da honor; la que se adquiere repentinamente1 . n un e el e, a sensualIdad y la gloto ' . . . 1883 '101)

,1 . tán proscritas por la ra' 1 l" • ,nena es- por combInaCIOnes de suerte y azar, se reputa desholUosa (Caro ,. .~; '. zon y . a re IglOn, son contranas a la tempe- . . • ,', .

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'." rancia, nocivas a la salud e 1l1dlgnas del cristiano porque envile- '¡ Orden en la habItaclOn, los papeles, los dIversos objetos, las plen-o cen al ser humano. SI bien admite que en la mesa se 1 das orden en las horas de comer, acostarse y levantarse, en las de

1 b. . d conoce a a ' ,. .. 1 1 '. d l'b; . persona len e ucada y tr~ta las pautas básicas que deben aca- permanecer cn casa y reCIbir VISItas, en a ca ocaclOn e l. ros y!l\ tarse en la mesa, no se detiene en las minucias de los b t muebles, Su ausencm entorpece la hmpleza y el despeja de las hablta-I y la et t . anque es ". ,. 1f Ique a. , ., ciones y conduce al desahño y a un .vestIr ll1armOl1lCO,«porque os

1/. ' A medIados de SIglo se recomienQa interrumpir la dieta de reduc- . hábitos tienen en el hombre un caractcr de ul1ldad que lI1fluye enII clón de peso cuando se aSIsta a utla corriida y prescI'ndl'r de .1 f. todas sus operaCIOnes, y mal podemos pensar en el arreglo y com-

. 1". aman . t d • , os b d.~ . « eranuen os» e mal tono en la presentación dc los platos ta- .; postura de nuestra persona, cuando _nos hemos ya acostum ra o af,; les como los arr~glos superfluos ~Ospina de N. 1958). Que las ~a- f la negligencia y al desorden» (Carreno 1880:87). El orde~ abarca d~.:. neras de mesa tiendan a slmphf¡carse y hayan sufrido un relaja- cumpltmlento de todo tipO,de plazos, deber~s y responsabIlIdades,

. ri' mIento gen~ra~, n.o qU1er~deCIr que hayan perdido su capacidad de ,. pues la VIda es corta y «solo en la economla del tiempo podemostI esta~lecer dlstmclOnes .. smo que su acción se ha desplazado al refi- f encontrar los medIOS de que nos alcance para educarnos o Ilustrar-f.l namle~to ,~e la COCI?a, las consideraciones dietéticas y la .,;~, nos, y para cumplir con todos nuestros deberes religIOSOSy SOCIa-II escemf¡caclOn gastronomlca. :_: les» (Carreña 1968:46). Debe ejerCItarse en la cOlTespondencla, lasti; " cuentas, los compromisos de negocios y las deudas: solamente «elf,j 2, Método y uso del tiempo " . hábito de la fidelidad en el cumplimiento de nuestros deberes y cOI?-¡¡: ': promisos, nos evitará el hacernos gravosos y molestos ~ los demas,¡~ ' La conducta en la casa, l?s l~g~es. públicos y la vida en sociedad ',. y nos dará crédito, estimación y responsabIlidad» (Carreno ]968,89).Il tiene su s~stento e~ la concIencIa mdlvidual de los deberes morales ji '. El utilitarismo de Carreña se acerca en mucho al de Manano

"1 . por c~~o mterme~lO pueden ?rdenarse los actos de la vida social y : .. Ospina en relación, con los estudios, Como él, Carreña afirma que:¡ ,el espI~tu «pm:a dlsp0n,er l~s Ideas, los JUIcios y los razonamientos» ': , el orden debe dommar en los estudIOS pero que la persona no d~be

, l (Carreno 1880,85), El amblto de la VIda pnvada es el del comporta- : " recargarse con más que aquellos que puedan serie de provecho so[¡-''";_E~~mlento_d~ la_pers~na~para consIgo mIsma y en-sus-propias~habita- -- ,'"*,t- _ do .y. no fatiguen_el.entendlmlen.to. El, uso dlsclplll.lado iel tlemp.o _\ ClOnes, Solo .SI el mdlvI~uO se c.onduce adecuadamente allí, podrá 1; fue un e1cmento central del dlSPOSltlvo moral de la Escuela de MI-'1 hacerlo con exJto en la VIda fanuliar y social. Unicarnente'e1 orden :'''- nas, Allí se buscaba hacer «de-cada obrero un modelo de consagra-l e? todos los actos corporales es capaz de impedir la desorganiza- .!~, ción al trabajo, Se precisaba además que cl reloj mecánico del ingc-~ ~lOny la mmoralidad de las pa.siones. El método es el camino para ; r ni.ero o del empresario que guiaba el funcionamiento regulado yil ograrlO, de manera que el lJempo pueda aprovecharse y no se uniforme de las máquinas, marchara coordinadamente con el relOJ

~o eS,te a otras per~onas con una conducta caótica. El orden es moral interior del obrero, para que éste empleara su tiempo y susfa;~as una catego;'1a moral que da sentido a la vida, como seña- movimientos de la manera más económica» (Mayor 1984: 17). Con

por la mIsma epoca MIguel Antomo Caro, extendiéndolo al todo. el orden no debe llevarse al extremo de volver ll1soportable el

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La conversación

,piadosas y no en pensanrien;os'inútile~ yvano~. Enel tiempo de i~creohaJÍ de leerse textos recomendados por el director espiritual y no nove"las u otros libros que «no"se propongan algún fin moral, [los cuales]lejos de 'solazar nuestro espíritu Jo corrompen y extravían fascinándolo;'y alterando el orden y subordinación de las pasiones a la voluntad; y lavoluntad a la razón, nos preCJisponen al crimen, llevándonos a la ruina

"moral» (Montañés 1922:41). Ni el sentimentalismo escapa a la san-ción: es adverso a las fuerzas 'del espíritU, porque la «melancolía vienedel demonio» y la tristeza es impropia del cristiano, cuya lectura decabecera será la Imitación de Cristo. '. " ' ... ..

La gran ansiedad por un empleo intensivo y racional del tiempo,'ilustra un momento culminante de ]¡i civilización burguesa (Corbin1985): el obsesivo registro contable de lasactividades<destinadas allenar cada minuto del día y del consumo de energía expendida enforma de dinero, actividad sexual o sentimientos, exacerbó la nece-sidad de aplicar un método para transmutar el tiempo, por medio deuna administración adecuada, en oro. Legado también de otra tradi-

. ción, el prurito del orden, como observa Angel Rama, fue una de las, más notables herencias simbólicas de la Colonia y' elorigeii de la .

. ciudad barroca.-En ella se pnso un gran ahínco en ajustarse a los.. modelos ideales pro'puestos en el plano de los signos y en el «es-

fuerzo de ideologización» que debió hacer el poder para legitimarse.Este esfuerzo se concentró en el concepto de orden, un orden que «debequedar estatuido antes d~'que l\t cindad exista, para así impe~ir todofuturo desorden, lo que alude a la peculiar virtud de los signos de per-manecer inalterables en el tiempo y seguir rigiendo la cambiante vidade las cosas dentro de 11gidos encuadres» (Rama 1984:8).

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Así como el aseo es el soporte del continente, la conversación 10, es dela sociabilidad: <<nadahay que revele más claramente la edu-

cación de una persona que' su conversación» (Carreño 1968:69).Benevolencia, consideración, afabilidad y dulzura son propiedadesdel lenguaje culto, decente y respetuoso. Las palabras deben pronnn-ciarse clara y sonoramente, el tono de voz ha de ser natural y suave

. '.. '. y lafisonomía debeiraducir las impresiones dé las ideas. La. '~l:. gesticul"t"ión que acompaña la conversación debe ser inteligente y'1~'-'.' . . ~\~. . . '.

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trato. con las. personas por hacerlas completamente inflexibles e in-capaces de alterar sus costumbres' de acuerdo con las circunstancias,sobre todo si son graves. . '

El método es aún más decisivo en las mujeres, llamadas por eldestino a cumplir funciones singulares. La falta de método en,ellastiene consecuencias fatales para la familia, porque influye en el go-bielTio de lac,lsa, los 'asuntos 'domésticos, la inversión diaria deldinero, la cducación primera de los hijos y con ello, no sólo en la .suerte de éstos, sino, a la larga, en la de toda la sociedad. El desor-den de la mujer se contagia a toda la casa: el despilfarro de tiempoprovocará el de dinero y labrará la ruina de la familia. El mal ejem-plo se transmitirá necesariamente a los hijos en forma de «resabios

.,jnextinguibles». En la hijas, los «hábitos de desorden» de la madre,

.. perpetuarán «el germen del empobrecimiento y de la desgracia»(Carreño 1880:91). El orden en las habitaciones es tarea que corres-ponde a la mujer, sin que ello disculpe al hombre de conservarlo.Pero una mujer desaseada es una calamidad para quienes la rodean(Urbanidad 1926). '. " .. . -~. ,. .

Montañés sostiene que «el orden es fuente de felicidad y bienes-, . tar, para las naciones, prenda de progreso constante: de mutua segu-

, ridad y de garantías so'ciales» , El ordén que ha de imperar en losobjetos, las actividades y los gastos se inicia de manera metódica yconstante en el hogar y lo acompaña el aseo. La naturaleza castigalas transgresiones del orden físico y la sociedad las del orden moral. .El desorden intelectua(lleva al error, violenta el orden económico y

•provoca, ineludiblemente, la perdición del individuo y de las naciones.Madrugar es «condición indispeIÍsable para llevar una vida arre-

glada, para enriquecer, para instruirse y para conservar la salud»(Censor 1921 :40). Ni el suei'ío ni la permanencia en la cama deben

'prolongarse más allá de lo necesario (Urbanidad' J 926). Montañés. extrema la concepción sobre el buen uso del tiempo, trocándola'en ..'. responsabilidad ante Dios y la sociedad. Deben emplearse todos los. instantes del dJa, allfl fatigando el espíritu y el cuerpo, ya que el

tiempo es la [mica vida de las naciones y ellas forjan por sí mismasr' ,su «prosperidad;'grandeza o infortunio temporales». No sólo es. improcedente prolongar inÚtilmente el sueño, sino malgastar tiem-

po en el arreglo exagerado de la persona, en conversaciones frívo-las' o lecturas pecaminosas, o hacérselo perder a otras personas conpromesas engañosas,' antesalas indefinidas o relatos nimios: Si auno lo aqueja el insomnio, debe gastar el tiempo en meditaciones

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La correspondencia epistolar«La ligereza en escribir cartas ha causado y causa más daño a la

mujer, que todos los defectos juntos que pueda teneo> (Cuervo1853:31). Con esta advertencia se especifican el peligro que encar-na la correspondencia y los corresponsales de la joven: sus padres,parientes cercanos y amigas. La seii.orita sólo responderá una cartacon la autorización y bajo la direcci6n de sus padres y por ningúnmotivo mantendrá correspondenci,i secreta, indica Acosta de Samper,y agrega: «Es de suma vulgaridad y de falta de urbanidad el recibiry contestar cartas que llevan el vulgar apodo de cartas de amores».Toda la correspondencia de la señorita deberá poder ser leída pri-mero por su madre, pues tolerar que se dirijan secretamente a ellapeca contra la compostura y el gusto delicado. La mujer casada puededirigirse, además de a su esposo, a otras personas con quienes deba-([¡liar asllhtos~p'recisos-o~ktodaS"1as-mujeres-se,l es~recomien.da,abs"--tenerse del estilo ampuloso y del uso de superlativos y signos deadmiraci6n. Las cartas deben ser sencillas, claras y-sin afectación,pero sin descuidar ni el aliii.oni la ortografía; la letra debe imitar laspautas españolas: «A las personas presentes se les juzga por susmaneras,'y a las ausentes por sus cartas», dictamina Cuervo.Como el resto de la vida social, la correspondencia es un campo

minado para la mujer y aunque no se expresa nunca abicrtamente

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mos anteponer el cultivo de la inteligencia a otro cuidado que nosea el que por razones de higiene corresponde al cuerpo» (Camposol1930:53). El secreto de una buena conversación consiste en hablara cada cual de lo que le interesa y agrada, y, cuando se escucha, enexpresar, también con el rostro, interés por 10que se dice.

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Jf~~~"mesurada, libre de exageraciones ridículas, de movimientos apc,ar~i'

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sociedad, Carreña describe con prolijidad la conducta a seguir. Es-tipula el tipo de lenguaje y los temas permitidos y su finalidad: noresultar molestos, ir6nicos, vulgares, desagradables o irrespetuo-sos. En la conversaci6n como en el 'S'aludo.,'setienen en cuenta las 'tjerarquías sociales, se atiende a lo que se dic~, no se interrumpe a "Jos interlocutores, no se habJa en demasía, sé corresponde a las mi- ~radas del que habla y se evita <<lamás grave, ¡¡caso, de todas las ':rfaltas que pueden cometerse en sociedad, [a saber,] desmentir a una ~persona, por cuanto de este modo se hace una herida profunda a "su carácter moral; y no creamos que las palabras suaves que se :'empleen, puedan en manera alguna atenuar semejante injuria» ~(Carreña 1968:75). ~,La conversaci6n, el eje de la vida social, tiene lugar en las visi- "

tas, entre cuyos diversos prop6sitos sobresale el cultivo de la amis-;tad. Estas visitas se clasifican según la hora a la que deben efectuar- ,:se, c6mo se reciben y se hacen, cuáles son los movimientos conve- ,;nientes, los lugares que deben o no Ocuparse y la correspondencia

,,~I,' 'que deben guardar el continente, las palabras y las acciones con laspersonas visitadas. Cuervo, quien escribe exclusivamente para las "señoritas, recuersl'Lquesu conversaci6ncdebe,hacer brillar los'talen- ,'- ~ :)1 (~

~!--C--tos 'iijeños,- no los propios y que, en cualquier caso, deben expresar- ' h,se pura y castizamente, tocando los temas ligeramente; sin profun~ - ' .,jidizar, para no fatigar a los interlocutores. Como todos los autores, '1;enfatiza que una charla no debe derivar nunca en disputa y, ante \~todo, que una señorita no puecje consentir el uso en su presencia de,!;'palabras impropias, de doble 'Sentido o burlonas; la prudencia le JI',recomienda, por añadidura, no conversar con desconocidos y si fello sucediera, limitarse a generalidades. A Ospina le parece especial-

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•('mí! es la amenaza, pare¿e ser la posibilidad de que su"opinion o sussentimientos se hagan públiéos. La insistencia en limitar las cartas alas d¿'verdaden¡ amistad deja entre,'er la sospecha de que a la mujerla rondan el encubrimiento, el engaño y la hipocresía. Los niños, asemejanza de las señoritas, carecen de autonomía y tampoco man-tienen correspondencia sin permiso de padres o maestros, Monta-ñés los previene de escribir bajo influencia de cualquier «pasióndesordenada» y hacer primero un bOlTadorsi les falta práctica, como10 rec9mendaba también Acosta de Samper a las mujeres inexper-laS, Peláez pidc a las niñas abstenerse de escribir cartas que no sean'de sincera amistad, de lo contrario «se expondrían a decir lo que,más tarde sería enojoso para ellas» (PeJáez 1963:46).

Carreño aclara que la carta sustituye una visita, por lo que deberepresentar dignamente al corresponsal y mantener el estilo naturalde la conversación, evitando los errores gramaticales en que se in-curre al hablar y con mayor razón ios de ortografía, que dan idea demala educación. La cOlTespondencia respeta los rangos sociales ydiúingue con su estilo las carlas familiares de las de negocios y lasmercantiles. Por otra parte, la carta tiene 'una forma determinadapor la distribución de los renglones sobre el papel y cuya com-posición describe Carreña con detalle. Las cartas deben ir «ce-rradas y selladas con cierto gusto y delicadeza, a fin de que suforma exterior produzca siempre una impresión agradable a lavista» (Carreña 1968:99). Sus características son las mismas delvestido: la calidad del papel y los sobres se ajusta a los recursosde quien escribe; el tamaño, el color y la .calidad al propósito de

., la correspondencia y a la categoría del destinatario. Aparte de, ",estarlibres de enmendaduras, las cartas no sugieren la intención deeconomizar papel y, como las visitas, cumplen diferentespropósi-tos: las hay fam.iliares, amistosas y de negocios, existen las esque-las, .las esquelas de cumplimiento, las tarjetas postales y las carlas'de recomendación y de pésame. En cada caso rigen normas diferen-tes que Ospina trata con detenimiento. Análogamente a como seprocede en la mesa, en la correspondencia no'deben mezclarse asun-los de Qistinta índole. Una carta de negocios no debe remitir a asun-, tos personales ni incluir recados o saludos para terceros. Ospinadesaconseja las fórmulas de despedida afrancesadas y se declarapartidario de las sobrias' y dignas expresiones castellanas.

La preocupación por la COlTcspondenciasobrepasa el interés porlos componentes formales de la presentación epistolar: la carta

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deviene testigo; por eso la curia que demanda su elaboración. Sidurante la conversaCión se incurre en una falla, ésta acaso sóloquede presente en la memoria de los oyentes. La carta, en cambio,es un testimonio que perdura y, por tanto, expone y permite enjui-ciar a su remitente allende el tiempo y el espacio. Merece entoncestodos los cuidados: supervisión de la madre u otro allegado, elabo-ración de un bOlTador-que permita sopesar lo dicho antes de asen.tarlo-, corrección gramatical y ortográfica, atención a la distribu-ción en el papel y alaspecto del mismo.Salvo el amor, no se proscribe de modo explícito ningún tema

epistolar. La carta, como el diario, entreabre así una puerta a la'ela-boración íntima y subjetiva, pero,' a diferencia de aquél,brinda laposibilidad de hacer a otros partícipes de la experiencia. Ello, claro,tamizado por la revisión previa que el adulto haga de tal exposiciónde su vida privada, de la del niño o de la joven. Valga apuntar que aeIJa -como veremos más adelante- se le desaconseja el cultivo derelaciones íntimas, concretamente la amistad con mujeres, por fue-ra del seno familiar. ,

E. Ámbitos

El comportamiento urbano se ajusta a los espacios socialmentepercibidos y éstos se definen pl'lr las personas que los habitan, las,relaciones que se establecen en ellos y las variaciones a que debesometerse la conducta. En sentido estricto, el espacio íntimo y per-sonal es la habitación, a veces el despacho, y se distingue del priva-

, do y familiar, que es la casa. La esfera social varía de acuerdo conlas ocasiones: banquetes, bailes, saraos, tés, nacimientos, bautizos,matrimonios, entierros, visitas a enfermos, visitas campestres, visi- 'tas de digestión, de pésame, de vecindad, de sentimiento, de despe-dida, de negocios, de ceremonia, de felicitación, de ofrecimientos,de duelo, de amistad y de parte, paseos y carnavales. No es tanto ellugar cuanto la ocasión lo que determina la calidad de los asistentes, y el comportamiento pertinente: «Nuestro continente y todas nues-tras palabras y acciones, deben estar siempre en armonía con el gra-do de amistad que nos nna a las personas que visitamos, y adaptarseprudente y delicadamente a la naturaleza de la visita que hacemos»(CalTeño 1968:79).

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1. Intimo

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El ámbito privado (Béjar 1988), en el que se desenvuelven lasUbjetividad, la condición humana moderna y las propias capacida-des, y que es tan caro a la noción moderna de felicidad, es práctica-

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;~'¡1~'"El espacio úblico ' , "o;;k';, .', 1!I!!~:~6:'iI.\ ~\",c,\).~'¡'\)\:\)t\~"', '2,\).'o.\)'",<:''\\ú'o.",e \>t<:."'\~'o.'o.\~\).t\:o.'"

en los que s.e £erce Ci~~~s~~~~r~~~~~~~I,d~~t~~o~c~~~~~~:e~a¡~stti?o~ ~~"~~'ci~~ü6'\\e,,,',t\\) ",e\\) met\ú\):''iI. \>\)~C\\le\'0. \>et"'\)'\\'iI."'\)\1::\ ",e \:\)t\\:\-tras" restaurantes o cafés, donde la persona uede contar c;nte~,~,\~' ~~~c\)m\)\',e~",\)\:\'iI.\-'O.\).t\e~ \',\l\t\\\m\~'O.~-c.\\'o.\\~\)",e\\'0. em\>'iI.\>'O.~\)restncclOnes que cada establecimiento impon~ al público, bien~:~:"~1 }!¡!~e\::hCtbitus,~e \'0. C.?t\~\','il.t\\'iI."'0.\ \>~t\\\l C\\le,\\\l \>\leüe \)t?Ü\lc.\,,,,e\'iI.por lo~ ;spectaculos que ofrece, bIen por los precios o pQr la misma '!J'~ t::e¡,cmón. \ln:>l'il.~\l~\l\l\:)\\c.\l,e \nc.\m,\l et\ e\ o.\¡'\'iI.,\\\en\\ll\¡,\c.\l Cl,\le\eselecclOn deJos clIentes ..Hay lugares semicontrolados, como ofici- ~,. ' ,~¿.\:)nnuan ¡,u¡,'na\:)\t'O.c\\lnc¡,ca,cce ue \'0. ?\l¡,\\:)ú\(:\a~,,\e~uffietg\1:¡,eennas, ll1Sl1tuclOnes educativas tiendas templos barcos a . ' ¡:.....: '{!O.':' "<,el dOffilnlo íntimo el.\u"ar metarónco uonde se dmmen \a¡, cue¡,-h 1 "" vlOnes u . , ~iv' ' " . d l'ate es, que suponen mayores riesgos porque el público puede ':,. ,¡'" tiones de conciencia y de fe» (Béjar \988:234), Ese margen e 1-

bastante heterogéneo, aunque rigen ciertaspautas de comportamie;~ ,.,kí . bertad no ,existe; toda vez que, la intimidad y la amphtud que pro-que, es de esperar,.regulan la conducta. Por último, están los sitios:1 porclOnana el aposento tamblen son terreno deobh~aclOnes mora-completamente ablertos, donde se circula sin restricción, como la ':¡ o les concretas. La privacidad de que dIspone elll1dlVIduo se destmacalle, los parques, los vehículos de transporte público y algunas ofi- 'é": al «deber de instruirnos, de conservarnos y de moderar nuestrascinas públicas. pasi.ones» (Carreña 1968:23) y acumplJr a;,í las obligaCIOnes para

Estos lugares y sus circunstancias particulares prescriben dura- con Dios, los semejantes y la patna. No esta dlspomble para la sub-ciones, actitudes, vestidos, deberes, derechos y rituales diversos que o o jetividad; es, antes bien, un espacio de preparación para la Vida so-dependen a su turno ~e si se es invitado o anfitrión, mujer u hom- 1" cial, en el cual se ejercitan a solas el aseo yel CUidado personal,bre; casado o soltero, Joven o entrado en años, de la posición social:1: como conviene a la «gente culta» y ha SIdo mdlcado por lay de la ocupación de la persona. Carreña lo dice en la justificación '~ ie privatización sufrida por las prácticas de aseo personal (Corbm

, de su obra: la urbanidad «estima en mucho las categorías estableci- :1 ,¡, 1982). En las habitaclones privadas debe reinar perfecto orden.das por la.naturaleza, la sociedad y el mismo Dios» y, 'ateniéndose a J ~ Deben airearse siempre que no sea necesano mantenerlas cerradasellas, CodIfica las conductas entre s~periores ~ infe~ores, entre pre- ';;:. . y debe procu{arse «conservar siempre en [ellas] alguna cosa queceptores y alumnos, por ejemplo, senores y cnados, Jefes y subalter- ,~¡:' lisonjee el olfato, con tal que sus exhalaclOnes no sean nocivas a'lan?s, l?obres y ricos; p~ro tamb!én entre todas las disposicionesje- '~i:" salud» (Carreña 1968:41). En la privacidadhay que evitar la desnu-rarqUlcas: pa~res e hIJ?s: marIdo ~ mUjer, sacerdotes y segla~es, ,; . " dez y las posiciones «chocantes y contranas a la honestl,dad y elaboga?o~ y chentes, n:edlcos y pacIentes, jefes y usuanos de of1ci- '$ ~ decoro». La cama hay quc arreglarl~ tras airear la ha?ltaclOn. NI ennas pubhcas, comerCIantes y chentes, qUlenes prestan'y q.u}enes "( " el estudio, ni en los quehaceres hlgJeUICOS~ menos ~un en los asun-d~ma~dan serv~clOs, naclOnales y extranjeros. La codlf1caclOn le-,~ tos morales puede permitirse «la suspenslOn y, en ultimo extremo,rarqUlca garantIza que e.l trato no solamente respete las diferenCIas l:~) el rechazo de las normas y las obligaciones que regulan la esterasmo que las haga ostens~~les en las f?rmulas de salu~o,en el conti- ::t ' pública» (Béjar 1988:236), y que harían posible la intimidad propia

~- nente y en la conversaClOn. En la cusplde ~e la plram,lde socIal y '¡'.' de la modernidad. La urbanidad, que proyecta al Jndlvlduo haCia la -~,dlgn?s de todo respeto están los ho~bres VIrtuOSOSca.ldos en des- ir' vida social y lo expone a su sanción, se entiende -parafraseando agrac~a.' cuya suerte rec.1ama «actos bIen marcados de clvlhdad, que .l~: Revel (1986)- como una,negación de la vida privada que en su de-

-~~ maillf1esten que sus-vIrtudes suplen en -ellos-jas-deflclenclás -de' la--"="" ~'~~~' --~ - - --- ',--- ---- - ~ ,,- .L.~'71'"~'~"-~'-l~~.-~f'~-l ~~t 5 -'

f 1 . . ' '''',' curso ampho su alcance hasta auso] uel a mt1ll11Cau y, ma men e,ortuna: y que no os creemos por lo tanto mdlgnos de nuestra con- "1, " . , \.' admisible '

'slderaclón y nuestro respeto»(Carreña 1880'54)"'.,,- . -,. ~,-- --- ,.. ',. ' tamblen lo ocu to e III .. ,. ,.,'- , .. . J\' . El segundo motivo para no nombrar el amblto 1I1tllUOscna que su

',t,'" existencia resultase tan obvia que no requiriera mención, lo que,l,::, parece improbable inclusive en las n:ás recientes urban idades esco-'1;'; lares, basadas, no en un desarrollo etlco md;vldual, smo en pnncI-.,(('\ pios de obediencia tendentes a la adql1lSIClOnde un habltUs., Esta'/, . ausencia de una concepción moderna de la pnvacldad en el dlscur-,j, ",~ ,~t, (\~~}f 8,.

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so urbano corr.eparalela a la omisiól~ de la esfera política, que notiene cabida porque, como también oturriría con.e1'ámbito íntimo,su inclusión se traduciría inexorablemente en desavenencias y si-tuaciones poco felices, por definición excluidas de los fines' cordia-les de la sociabilidad. Su mención está proscrita hasta en la conver-saciún. Paradójicamente, las argumentaciones contemporáneas enfavor de la urbanidad haélOnhincapié en la posibilidad que ésta leofrece al individuo de proteger su libertad y su vida interior,.alige-

, rándolo del aislamiento y la soledad en que lo ha sumido la pérdida'de los usos urbanos (Dhoqouis 1991, Comte~SponviJle 1991,Grawert-May 1992). Esta tesis subraya el papel de «bisagras de ci-vilidad» (Stepban 1995) que cumplen las cualidades urbanas: libe-ran de la incertidumbre causada por el mal carácter y el individua-lismo en el mundo moderno, a la vez que garantizan la comunica-ción y la salvaguarda de la privacidad.

2. Familiar,

<' El priiner ámbito que realmente existe es el familiar. Si bien des-de la perspectiva de la 'cortesanía señorial no significa de formaalguna -yen particular en lo que concierne a la mujer-'una esferapara 1'1 expansión y el relajamiento individuales, sí posee las carac-terísticas que harán de la vida familiar el ideal de la vida burguesa.La familia merece la mayor atención y una presentación siemprecon'ecta. Al salir de su habitación la mujer está expuesta y siempredispuesta a atender a los demás. Adicionalmente,

nuestra dignidad exige que noS manejemos bz:en con nosotros mismos,que .'1() eSlemos"nw/ arreglados (l ninguna hora, ni en el interior de laalcoba ni en la cama n.lisma. Nuestro llestido debe ser siempre adecuadoa las circunstallcios, a nuestra posición y a la edad que tengamos. Hayque hacer una ley para nosotras mismas y obligarnos q estar arregladasclecelllémentt? a la hora en que pueden entrar visitas, pues es cosa delpeor gusLO posiJJle correr a vestirse CII el momento en que entrqn a visi.tamos (Acosta de S. ]880: ]84).La mujer desarreglada «inspira muy malas ideas a los que la mi-

ram>(Cuervo 1853:10). Unas décadas más tarde se autorizaría ahombres y mujeres a transitar por la casa con la ropa de levantarse,no así a las señoritas, cuya vida carecía por completo de intimidad.Lo primordial de la vida hogareña es no incurrir en descortesías,porque nada exime de la obligación de comportarse con suma co-

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rrección y afabilidad en' el hogar: «Las diferencias de caracteres,'tan corrientemente alegadas, son disculpas fútiles y' sin valor algu-no. El carácter se modifica por la edncación y una persona bieneducada no será jamás imperante, agresiva, denostadora, agria, des-pectiva y egoísta» (Camposol 1930:59). La vida familiar está mar-cada por la tolerancia y el respeto, sin excluir «en manera algunalos dulces placeres de una confianza bien entendida; pero tengamospresente que jamás nos será lícito usar con ellos [los padres] de unafamiliaridad tal, que profane los sagrados deberes que la naturalezay la moral nos imponen» (Carreño 1968:54), Se alude a una discre-ción consistente, primero, en abstenerse de utilizar muebles y obje:tos ajenos, y no irrespetar los aposentos de terceros; segundo, entratar de «no llamar la atención de nadie antes ni después de entre-.gamos a aquellos actos que, por más naturales e indispensables quesean, tienen o pueden tener en sí algo de repugnante» (Carreña1968:56) .La mujer, que no disfruta de otro campo de acción que el familiar

y el social, sólo puede actuar con relativa holgura en casa, máxime.si es una joven que en cualquier otro lugar está siempre en peligro.El ámbito social, algo más desahogado para las mujeres casadas, nolas libra, sin embargo, de estar sometidas a un rígido control social.La amistad no es un pretexto para la distensión femenina ni para laelaboración subjetiva: .

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La historia inmortaliza a mil mad~.,;sanimosas, a mil hijas obedientes y amil esposas heroicas; pero no se halla en ella un rasgo que celebre laamistad de dos mujeres, Los verdaderos amigos de una señorita, los másantiguos y más fieles, son sus padres, para quienes la vida es menos apre-ciable que la felicidad de su hija. Nunca debe darse el tÍ/ulo de amigas aaquellas confidentas, cuyas relaciones destruye a menudo la rivalidad ola envidia de que siempre son víctima las nÍllas candorosas y confiadas

. (Cuervo 1853:14) .

Circundada de amenazas a su reputación y su condición de futu-ra esposa, para la joven no hay sitio seguro fuera de la vida familiar.. El énfasis que se pone en que las normas de cortesía se aprendan

y cumplan en casa, se justifica porque «nuestros hábitos en socie-dad no serán otros que los que contraigamos en el seno de la vidadoméstica» (Carreña 1968:45). Incorporado el hábito cortés, la per- .sana se desempeña natural y apropiadamente en sociedad, el verda-dero escenario de la vida urbana, aquél en el cual, confrontada con

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Por lo demás, las jóvenes siempre deben hacer gala de una sere- _-. ~~~-na alegríaqueagrada'sin ~ser exageraaay jamás reciben regalos de~

ningún hombre, a menos que sea su prometido,y aun ello puede serembaraioso en caso de romperse el compromiso. La reputación fe-menina está incesantemente en vilo y hasta las expr~siones de lasjóvenes son objeto de estricta vigilancia: la frivolidad denuncia poca .inteligencia, la desenvoltura se interpreta como espíritu desordena-do y mala educación, la vanidad y la falsa modestia repugnan. Si la -joven responde fácilmente al cortejo masculino es coqueta, si es

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"".¡- ..:\..n:uellendiente,\e faltar.án al Ieslleto, 'j si nace a\\\Ide d.esus con\)-'~_Cimientos,es ridícula. La instlucóón femenina sirve de <ld\)r.ll\)'j": su fin es poder seguir las conversaciones ajenas. Si \lega a vestir.: 'lujosamente" la joven quebrantará el buen gusto; si habla a sojascon los hombres, «echa por tierra su reputación» (Ospina1917:14). Lo que queda a lajoven de los ailos veinte es el recatoy la discreción en el porte, los movimientos suaves Y modera-dos, los con~ptos, la expresión y la voz benévolos y dulces"Como una mujer soltera no puede responder de sí misma, tam-poco puede frecuentar sola los salones, sino con una compañíaque avale su condición moral.

El objetivo de la vida social seilorial es instaurar y mantener rela-ciones que hagan la vida agradable y, a través de esas relaciones,expresar los sentimientos y las cualidades del ser humano. El acen-to en las virtudes cristianas, la tradición, la distinción o cualquiercombinación de ellas, sirve de hilo conductor para la valoración delproceder cortés, «recordando que el justo medio es la verdaderaregla de conducta, y que la urbanidad no es sino el deseo de hacer lavida agradable a los demás; la virtud y la amabilidad, revestidascon una capa de cultura propia de la vida civilizada a que hemosalcanzado en este siglo» (Acosta de S. 1880(48):277), La urbani-dad burguesa ve en la vida social un ámbito donde obtener éxito, yel éxito, como apunta Ospina de Navarro, es afectivo y material ysólo se logra mediante una vida social armónica. Es una urbanidadque ha dejado de fundamentarse en el alma y en la manifestación desus virtudes por el continente y se ciile estrictamente a la conductaque expresa el cuerpo .

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.. ,~En el ámbito público el cuerpo adquiere mayor valor en cuanto \, portador de signifícados ürbanos~ ÁllCdc5en oaWlr el-porte, 'eheF.'-~t --~.-tido y la apariencia para posibilitarla correcta interpretación de las

{. condiciones morales y sociales de la persona. La única intimidad\ que se permite a la mujer es la religiosa y en el templo la circuns-~. pección es el principal rasgo femenino. A las señoritas las hacen$1 peligrar los hombres, sus palabras, sus miradas, la eventualidad de¡: que pueda siquiera insinuarse una relación entre un hombre y una'\ mujer, lo cual la comprometería sexualmente y destruiría su reputa-f . ." :J .3

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Sólo dos cosas no salen ilesas de un baile: el pudor del alma y los encajesdel vestido: si tú crees que puedes ser la excepción de esa regla, quenunca falla, anda a los bailes. ¿Qué significa ulla vuelta dada con un,hombre en un salón yen presencia de la sociedad? ¿Ni qué significan lasvueltas que da una mariposa en derredor de la llama? Que en muchas deellas se sale ilesa y en una de ellas se quema. (Vergara y Vergara1878:140). ."

;!.::~.,. -:~~,personas de diferentes condiciones y con situaciones en las que'.f1,

entran en juego los órdenes de la civilidad, pueden desplegarselos"~recursos retóricos y operan los criterios de sanción que se legitiman Hrectificando o ratificando las cualidades urbanas de los participantes.

3. Social

Dos elementos definen la vida social: el encuentro con personasque no comparten la propia casa y la conversación. Las ocasiones aque la conjunción de estas dos variables da lugar son muy diversase imponen secuencias, escenificaciones, atuendos, duraciones yconductas que se combinan prolíficamente. En dominarlas reside elarte de la retórica urbana y la filigrana de su casuística es el temacentral de tratados, manuales y cartillas.

Los eventos sociales son un terreno altamente peligroso para lasseñoritas y si concurren a ellos es"porque allí han de conocer alfuturo esposo que las conducirá de nuevo a fa vida familiar, que essu destino. En consecuencia, Acosta de Samper recomienda que enbailes, conciertos y banquetes primen siemp~e la compostura, lamodestia, la sencillez y el buen gusto, tanto en el vestido como enlos modales. Para que no se hable de ellas, las señoritas no debenpennitir que los caballeros se les acerquen demasiado, ni que leshablen al oído.

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elaboración simbólica que ideó O .;jf,.lJ !/fi, , ..' . . .miento J el l' cCldente en torno al comporta- .~ ';'letrados y funeionanos hIspanoamerIcanos, y la gramatlca y la reto-J detallada en1uaje~?rporal. En él se trata un comportamiento alta ,,~. ,,;:, rica fu~ron el marco oblig~do para el ejercicio de las letras en Bogo.s' ,[i d men e co lficado, una profusa gramática que atribuye't.. tá (Araújo 1989). El pensamiento conservador buscaba manten~r19m llca os y valoraClOnesmorales a toda expresión corporal a lo ,l¡j' un vI'neulo claro con la tradición hispánica, que fuera una VlSlonue e cue o . . , ~. '. . .q . rp. lleva, a sus mO~JmIentos, a 'su vida fisiológica y '£¡', histórica conjunta al tiempo que una garantía de comllIllcaClOn en el~natómlca. Mas adelante cobra Importancia también su interior: no .~ ,¡¥ mundo hispanohablante. ,Por ello luchó en contra de neologIsmos yasta con que parezc~, ~lcuerpo SIente de una manera diferente. ':~ 'lí" galicismos y de todo lo que pudIera contammar esa herenCia, talMIentras, qu~ en u.npnnclplO no se reparó en el dolor, el esfuerzo o ¡f~,-¡, como lo propuso Ospina. . '. ,.'la constnccIOn e~lfIda al cuerp? con tal que SIrVIera a las virtudes ~1" No es menos cierto, empero, que la conVlCCIOnde ql~e Id Ul~allJ-del. alma, la atencJ?n se desplazo para otorgarle nuevos valores sen- t¡* ' dad debe ser la norma que nja el funCIOnamIento mora] y estetlcoson~les a] convert~r los símbolos en sensaciones y estetizar de modo $~< de la vida social ha sido también un ideal del pensamiento hberal.creCIente las act!v.l?ades más cotidianas, estableciendo de continuo 1;,~ No sólo reaparece periódicamente la discusión sobre la neceSIdaduna nueva OposI~lon fr~nte a l~ práctica popular (Bourdieu 1979): .~~;~. de inculcar con mayor énfasis los principios de la socJabllldad, SJl10la lImpIeza no sI¥mfIco tan solo la pulcntud del alma, sino, ante :" '\ que recibe apoyo jurídico: en 1942, el gobIerno de E~ualdo Santostodo, una sensaCIOn de placer. DIsfrutarla trajo consigo el bienestar ti; 'f emitió el Decreto 894 por medio del cual se establecla la obllgato.que se refleja en un buen aspecto -saludable, alegre, satisfecho. y es ¡í~lié riedad, de la enseñanza de la urbal1ldad en todos Jos establecImlen.necesano para est~blecer las diferencias que se aspira a representar. i;~:l1. tos educativos, con miras a formar hábitos de cortesía y unos m~da:Como la gramabca, la urbamdad se compone de una serie de ,1~.c les que capacitaran para el trato correcto y permJtler~n conducll'Se

reglas para expresarse correctamente por medio del cuerpo; es, en ."~f, de acuerdo con los requisitos sociales. La producclOn de cartlllassuma, una gramática corporal; Pero más allá de las reglas, y de modo .'~1; escolares a lo largo del siglo es asimismo una prueba de la v~gen~laanálogo a la lengua -cuya retonca transforma la corrección en «bien ,í j) de esta herencia' la magnitud de su m£1ujo se perCIbe en la reco.d~cir»-, la retórica de la civilidad es una expresión virtuosa. Son las 'j¡ ," mendación que ~e da hoy en día a los homb;es de n~goclos queVIrtudes de la elocutio -decorum, puritas, perspicuitas y omatus- ;;::¡' viajan a Colombia, recordándoles que es el pms de ArnerIca Latmalas qU7 se hallan tr?s'puestas en la urbanidad para cumplir el mismo '.~.i' en el que los modales tienen la mayor ImportanCIa y el vestId? sIguec?~etJdo de la retonca: la persuasión. Son recursos retóricos de la [$¡ siendo' una vara que mide la prestancIa SOCIal: «En mngun otroCIVIlIdad,entre otros, discreción, gentileza, gracia, modestia, como .;h país de.Lationoamérica será el comportarse co~ectarnente tan Im-postura, o~den, gallardía, elegancia, cortesía, circunspección, hu- , .. portadte como en Colombia, donde usted hallara un comportam1Cn-IDlldad, metodo, g.al.antena, honestidad, liberalidad, aliño, despejo, to COI;téSy tradicional. También notará cierta reserva. No. mterpr~te

J ," bue~ gusto, aseo, jUlClO.Por cua.nto .su aparato formal y discursivo esta formalidad como distanCIamIento haCIa un extranjero ..Los ca.:"""-...•~ha SIdo deSCUIdadopor los eStudlOSOS,no contamos con un análisis lombianos son muy reservados entre ellos» (DevlI1e 1988.86).'r' de los valores históricos y actuales, ni del desarrollo de unos recur- ,'.. En dualquiera de sus modalidades la cortesanía señonal presupo-fn_ns,:s. qu~ ,se t~~s}ap~E.~I2J~sc2rtesaní~~ ~eñoriatesyeIJJ,ª~.\lrban\c!.a7~ ~;;:., ~_ '. ne unasemibilidadcieJerminada quetien.e bá~c~_~:!::~n~etres, pOSlJ;:-~"~!I des burguesas, Graclan, por ejemplo, reconoció veinticinco de ellos ' "'~ ' lidades para explayarse. Una afirma que el. sustrato de la urb~mdacl! -los realces- en El Discreto, pero la alteración de sus valores duran- ,) -f son la virtud, la verdad o la distinción; cuahdades mnatas, en ultlmo

te el barroco latinoamericano hasta configurar la sociabilidad seña. '~¡ análisis, que encuentran una vía de. expresión adecuada en las,nal y finalmente la urbamdad de la modernidad está por definirse. ;:;i normas de sociabilidad y que, por ser lOalJenables. hacen. de su ex-

Malcolm Deas (l99~). ha señalado varios elementos que expli-j: ponente una persona excelsa y merecedora de una POS1CIO~pr!vJlc.ca~ .elmterés de los pohtlcos y humal1lstas colombianos por la gra- ','.! giada en la sociedad. La segunda poslblhdad se brInda alos lectolesmatIca como mstrumento de dominio sobre las leyes y los misterios 2 de textos de civilidad: pueden aprender y reflllarse, e lllcluso llega-de la lengua. La corrección en el idioma es uno de los principios de .~' rán casi a la posición de «aquellas personas excelsas», pero nunca

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"'La formación del carácter que persigue la cortesanía tiene objetic

vos civilizadores, lo cual signifiCa alejarse tanto del salvajismo, delo que crece a merced de la naturaleza, como de la vulgaridad, para.

. adoptar ciertos rasgos estéticos, principalmente la circunspección yla dignidad, No basta tener costumbres suaves y «cultura del entendi-miento»; ello debe traslucirse en movimientos gallardos y delica-dos,porque son las buenas maneras las que demuestran la decen-cia, moderación y oportunidad de las acciones y las palabras, Dichobrevemente, el despejo de Gracián. La urbanidad está de ese modoen condiciones de discriminar del vulgo a las personas de buenasmaneras y allí descansa su poder de distinción: no se deben las mis-mas atenciones y miramientos a todas las personas indistintamente,«La urbanidad (...) obliga a dar preferencia a unas personas sobreotras, según es su edad, ,la dignidad de que gozan, el rango queocupan, la autoridad que ejercen y el carácter de que están investi-das» (Carreño 1968:30). ,

La cortesanía señorial concuerda con la aplicación de principioscristianos de renuncia y complacencia, y no contempla el placer; seconcibe como un apostolado de humildad y sacrificio, de control delas pasiones y las emociones, cuyo logro se patentiza en el principio

. de distinción. Este principio queda consignado como una conse-cuencia irreductible, debido a que la práctica verdadera de la civili-dad, aquella que nace del interior de la persona, sólo la realizanquienes poseen las virtudes' del alma y para quienes el ejercicio delas normas sociales no puede considerase propósito o sacrificio, sinoalgo que brota naturalmente de su bondad y humildad intrínsecas.

La cortesanía señorial y la urbanidad burguesa parten, bien seade las diferencias establecidas por Dios, bien de las que engendran .la educación y el interés de cada persona; no obstante, estos princi-pios se oponen, parcialmente al menos, a los fundamentos demo-cráticos de la ciudadanía, la cual no puede fomentar la urbanidadsin socavar sus bases. El ciudadano adquiere deberes y derechosque le otorga el Estado, independientes de su condición, educación,posición y, si se quiere, de su voluntad; derechos y deberes que noguardan relación alguna con lo oportuno de su comportamiento so-cial, sus maneras; su higiene, la corrección de su lenguaje o su aca-tamiento de las normas de sociabilidad, El ser social que concibe la

. urbanidad no es un hamo politicus," " Toda la insistencia del discurso urbano en la distinción sólo tiene:'sentido porque la particularidad de lo selecto ni es tan evidente' ni:':.\ ...•.-~~,.~

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Lendránla misma ,calidad porque siempre se impondrán las dif~re~-,cias sociales que no puede obviar ni siquiera la práctica estricta delas virt(ldes cristianas, Esta paradoja, consistente en dirigir los ma-,males a personas que no pertenecen al primer grupo -eUas no losnecesitan porque ~<sonde buena cuna»-, ha sido señalada en otroslugares (Revel 1986; lV!ension-Rigau 1991) Y no es más que apa-rente, pues el verdadero, fin es propagar las reglas de distinciónsocial, no necesariamente para que todos las practiquen sino para quelas reconozcan, legitimando así el sistema de distinciones. Para quie-nes se interesan por participar en este ordenamiento, se describen,además las minucias que lo componen, no la forma de apropiárse-las, La tercera opción es de tipo negativo: quienes actúan única-

, mente con bOenosmodales sin compartir los cimientos éticos de lasnormas están de antemano descalificados como legítimas personasurbanas, porque no disponen de la sensibilidad ni de la calidad moralpara ser consideradas corno tales,

Las normas de urbanidad son la manifestación de un ideal de. organización social basado en un acuerdo tácito sobre el aspectoque tiene y debe conservar la sociedad, sobre las relaciones entrelos individuos y sobre el modo como eUas deben desarroUarse, i,e.,los puntos de encuentro y la naturaleza de dichos encuentros. Enotros términos, se parte de un orden establecido y se intenta repro-ducirlo previniendo fricciones y alteraciones de cualquier clase o almenos moderando y estetizando, según sus directrices, los cambiosirrefrenables. La preocupación por la educación concierne a la for-ma de socializar dentro de esta dinámica, de transmitir las prácticasnecesarias para el reconocimiento de las diferencias y el desenvol-vimiynto armónico de la sociedad,

El principio que pone en marcha el discurso cortés es la distin-ción y su estetización, Los comportamientos que regula están ex-puestos, se leen, se interpretan y revelan la esencia de las personas.La urbanidad aspira a que esa esencia trascienda la intimidad espiri-tual, que esté a la vista y que con base en ella se organice la vidaen sociedad. Así se comprenden la abundancia y la riqueza semán-tica de sus signos, pues es mucho lo que debe distinguirse y recibir

.• la apreciación justa: género, edad, ocupación, clase, virtudes, ran-go, educación. Estas distinciones cristalizan en comportamientosdel cuerpo minuciosamente controlados para cumplir con el deber . C'~.

de resaltar amable y agradablemente las diferencias, .

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~:.¡¡"l. de Minas promovía la práctica de la moral sin religión, la con-

ciencia sin fe y el ascetismo mundano (Mayor 1984).El principio capital de la moderna urbanidad burguesa es no ha-

cerse molesto a los demás y crear sobre esa base unas relacionessociales amables. Su meta es desarrollar el sentido de los límites dela libertad individual y de los efectos de las propias acciones y com-portamientos sobre terceros para posibilitar la convivencia. No sereConoce un derecho adquirido por la posición que se ocupa, sinopor la práctica social. Sin embargo, no por ello puede pensarse quelos principios de distinción hayan desaparecido; muy por el contra-rio, esta distinción ya no está determinada de antemano: es cons-truida en lo que Bourdieu llama estilización de la vida y pasa en suelaboración por figuraciones estéticas muy fluidas y ambiguas queno son ajenas a las jerarquías de clase, pero tampoco están única-mente definidas por ellas, como sucede con la elegancia. el buengusto o la sensibilidad.La urbanidad propiamente dicha, transformada a través de la

modernidad, se ocupa en particular de la comunicación en la vidasocial y, más recientemente, de la práctica comunicativa en la vidaciudadana, descuidada del todo por la cortesanía señorial. En unprimer momento, esta comunicación se aplicó a evitar mortifica-ciones y disgustos, a desarrollar tolerancia hacia los demás siendoatentos, afables y complacientes, sacrificando los gustos y comodi-dades propios por los ajenos. Se ejercitaba el tacto fino y delicadopara apreciar todas las circunstancias, proceder a tono con lo quecada una exigía y llevar una vida agradable: no a partir del diálogo,sino de la complacencia y la deferencia.

Un propósito de comunicación surge de la urbanidad cuando sealCani'a el dominio de las pasiones, esto es, cuando se 11101deanpormedio de prácticas que dulcifiquen e1 carácter y fortalezcan la_continencia, la_mans~dl.llllbre,lapaciencia, la tolerancia y la bene-ficencia. Este principio de comuñiéac16ilieráen °el"¿Lir'so~d¡'no~años el objetivo y la justificación por excelencia de los bueno~ mo-dales. La cortesía burguesa, por su parte, no encubre su afán pordisfrazar el carácter y esconder los defectos, lo que es útil tantopara la edificación de relaciones sociales gratas como para la paula-tina extirpación de los propios defectos. Su idea no es estimular lahipocresía, sino preservar el pudor, pIJes no hay necesidad de os-tentar egoísmos, defectos, torpezas y groserías.

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tiene una posición especialmente sólida entre la burguesía. El as-~en~osoc~alasedia permanentemente y, aunque la tradición seño-nalmtento protegerse mediante una elaborada argumentación mo-ral, terminó por vencerla urbanidad burguesa afincada en el ejerci-

., cio de las formas corteses y en la confianza en que ese moldeamiento,1 somático incidiera en la creación de un ser humano civilizado. En

. ~, esta concepción, el cuerpo alcanza la primera cumbre de la moder-:1 !\'¡ nidad y Sedesliza hacia los primeros planos de su antropología.' ~11i . Así como a lo largo del primer siglo republicano la gramática

:¡. representó un capital para los letrados, el buen tono se convirtió en. ~I un mecanismo de ascenso para profesionales e industriales y para la. I~¡; naciente clase media que buscaba mejorar SLl situación social y de-~¡! bía ajustar su comportamiento, según su posición, a la organizaciónti y los valores legItImados por la urbamdad. Al paso que aumenta la

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I¡!I movilidad social y las normas corteses se generalizan, la élite refinai¡ conceptos como estilo, gusto y vulgilridad:p¡u:afiltrar a los advene- 1,~: dizos, asegurar su propia excelencia y reforzar el carácter excluyen- ~'~: te del discurso urbano. Se reconoce el ascenso social facilitado por ~.[Ir! la educación y se expresa la necesidad ~e que,las personas que as- J:ii:l clenden se adapten a'las normas de los CIrculas ~ los que lOgresan o;;¡~ con los que entran en contacto. S10ello no tendnan carta de presen- ;,¡!; . tación y tal vez nunca harían parte de la burguesía. José Luis Rome- jl.: ro (1989) acierta al afirmar que la urbanidad dicta las normas de ,1;i¡ convivencia en la sociedad burguesa, sin que esto signifique su uso ~::'1 prescriptivo. Contravenir est~s norr~as,. no avenirse a ellas, no e~- r'1 cluye del todo; por el contrano, una 10dIferencIamaSIva puede mas k~ bien debilitar la presentación coherente de las élites y poner parcial- ....l'1" mente en entredicho su capital simbólico, porque lo menoscaba,.~ f': desnudando la riqueza material como único valor.;,;:

¡ji,,,.-.. La proliferación de textos de urbanidad -que por encima de cual- } ;, quier otra consideración son textos de enseñanza- comprueba que 'c; '(~L-.-~susPJt:.ceptos no;sonjnna~?s:deben,apre~derse; refinarse e.~ncluir"'-~~:;! C~,. se en la educaclOnde los Jovenes y de qUIenes aspIran a poslcIOnes;,g1, . más altas en la jerarquía social y se ven forzados a asimilar una . ;".!:i1': estética y modificar en consonancia su comportamiento. Justamen-'~'.~ te al abrir la puerta a la movilidad, un texto como el de Ospina - J.)

ij escrito ad hoc- da paso a la forma pura, al proceso mediante el cual ~'.'I la práctica de las normas de urbanidad hace del individuo una per- ",',L sona de buen tono, y gracias al recurso mimético le ofrece, si no la ~

<~esencia»,sí el acceso a las clases superiores. No en vano la Escuela ':'1

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. Esta .cortesía moderna admite una dualidad que proviene de laaceptación del cuerpo y el alma, de necesidades y aspiraciones en.las que conviven tendencias contradictorias que luchan y que sólola razón puede discernir. La unidad del hombre es de composición; .afirma CamposoJ. De lo cual se desprende que el deber primordialde la persona es para consigo misma y que su autoestima es la medi-da de la estimación de los demás. No se trata de una hermandad

. cristiana que distribuye Jos mismos derechos y deberes, sino delgrado de aprecio y cultivo que cada persona pueda invertir en símisma, haciéndose así acreedora a una cantidad proporcional deafeoto, respeto y estimación. "A cada uno se le trata con arreglo aquién es, y desde el punto de vista moral y de la urbanidad, cadauno es lo que quiere y merecer,sen> (CamposoLI926:11). Otros.componentes de esta urbanidad son el amor a la verdad y la forma-ción de la personalidad, cspecialmente sobre la base de la compren-sión y el perdón, y la creación racional de una cultura personal concm'ácter duradero. Finalmente, "para obtener un éxito completo enla vida, tanto en el campo de los afectos como en el de los interesesmateriales, es necesario poseer aq'uello que ]Jamamos «don de gen~tes»» (Ospina de N. J 958:4), Yque no es otra cosa que el arte de seragradable en sociedad practicando las reglas de la urbanidad, la éti~ca y la cultura. "

Los manuales escritos para un público escolar se han abstenidode un disc\}rsomoral y apuntan a lo que estrictamente concierne a lavida en sociedad, no a la formación integral y fundamental de la,persona. Su objetivo es construir un lenguaje que facilite la comu-.nicación, .favorezca el diálogo como una fonna de educación parala democracia que impida las prácticas más obvias de exclusión. Es 'Jo que comúnmente se llama cortesía, de la que no se espera unaexpresión moral, sino el desarrollo de una cualidad formal, un me-,canismo para la vida en sociedad, una protección contra la agresión'y la violencia, un elemento de moderación en las relaciones. Estosdiscursos no están, pese a todo, exentos de un mínimo de cargaestética en lo referente a la presentación personal, el lenguaje, el

" saludo, la correspondencia, las maneras de mesa, el vestido y losmovimientos en general, sin llegar a la estilización jerarquizante delos tratados de urbanidad. Es claro que un contenido estético míni-mo se juzga parte de la comunicación social y del respeto mutuo.

La persuasión a que se orienta la retórica de la civilidad se rela-ciona con las cualidades morales de la persona: ellas la califican

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para ocupar un lugar determinado en la sociedad, recibir privilegiosy asumir el deber de una conducta apropiada. A la concepción se-ñorial, fuertemente arraigada en el pensamiento conservador delsi- .glo XIX, le interesó principalmente comunicar, a través del lenguajede la sociabilidad, el estado excelso del alma y dar simultáneamentea esta superioridad el trato adecuado mediante la exaltación' de lasdiferencias que ella subraya. Reformado tras la Independencia, estediscurso se distanció de la cortesanía hidalga, basada tradicional-mente en el decoro y la dignidad y en la posesión material y detítulos de nobleza. Si bien es cierto que conservó' estos últimosideales, propios del humanismo, se adaptó al pensamiento republi- .cano acudiendo a la doctrina cristiana, de la que tomó la tesis deque las virtudes son patrimonio de todo creyente, y se revistió así deun aire democrático que enseguida engranó con los principios jerár-quicos de una sociedad concebida por designio divino. .

En un segundo esfuerzo mimético provocado por el asedio delascenso social, la argumentación moral perdió intensidad para ce-derle el puesto al discurso cívico-comunicativo. En el ínterin se for-faleció la urbanidad burguesa -pragmática y utilitarista- queflexibilizó los requisitos para el ingreso en los grupos de élite allimitarlos a la práctica externa, puramerite corporal y exterior, delas normas de urbanidad y eliminó de paso cualquier sustrato éticoo material, condensando el discurso en la forma y el signo. Estavacuidad, denigrada por 'su-falsedad e inautenticidad y alabada porsus virtualidades comunicativas, .se percibe, de todos modos, como'la única alternativa actual para conjugar el respeto y la convivenciasocial con la libertad individual.

El respeto al olro es el supuesto esencial para pensar actualmenteuna urbanidad (Larroyo 1982). Por encima de los valores moralescristianos, de los órdenes sociales y estéticos, e incluso de los gené-ricos -que concentran fuertemente la atención contemporánea-, tan-to la tradición latinoamericana como la centroeuropea propugnanactualmente la reconstitución de principios urbanos básicos que através de la comunicación y el respeto mutuo sirvan de garantíasdemocráticas. Mientras que por un lado ,se nota la importancia' decontar con recursos que promuevan el reencuentro del diálogo y la.coexistencia amables, sin poner en peligro la libertad individual nila intimidad (Dhoqouis 1991, Stephan 1995, Comte-SponviHe 1991,Grawert-May 1991), y que aun así le pernaitan al individuo desem-peñar~ en un ámbito más vasto que el de su propia subjetividad,

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La antropología que subyace a esta propuesta se aparta de laconcepción republicana de la moral y la educación del cuerpo. En'tanto Simón Rodríguez juzgó factible cimentar la República en lascostumbres y consideró que la sociabilidad era el objeto principal dela instrucción, ahora se plantea que debe ser la razón la que guíe elcomportamiento del cuerpo. No se teme que el bombre trastruequeel orden de la naturaleza, ni que la civilización se contagie de cuali-dades salvajes, tampoco se invita a distinguir tradiciones culturaleso a organizar contenidos simbólicos; nada más se espera recuperarcon ayuda de la razón el dominio sobre un alma y un cuerpo desbo-cados .

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por el otro parece inminente la necesidad de desarrollar la indivi-dualidad para apaciguar la convivencia.Ospina de Navarro ya se había referido a mediados de siglo ala

amenaza que representaba el sectarismo político para las costum~bres urbanas, temor que no puede sorprender si se tiene en cuenta

: il.~, que este ámbito había sido completamente excluido de los interesesI flIf¡ de la urbanidad. El remedio que sugirió para conjurar ese peligro yt la pérdida de valores morales que acarreaba la relajación de los usos"t¡; corteses, era una participación más consciente en el acontecer na-t't;!. cional y la práctica de la urbanidad y el civismo. También en la¡il actual.idad se ha expresado la necesida~ de fomentar y reforzar la!¡' . urbanidad para encarar la descomposIclon SOCIaly robustecer valo-.~r res morales vitales para cualquier futuro deseable: <<lasinstitucio-.,J/ nes educativas deben incluir en, las ~reas y asignatu~as rel~cionadas. ~~¡" cOn CienCiaSSOCIales,mstrucclOn cIvlca, constltuclOn politlca y de-

I~ mocracia, educación ética en valo;;es humanos y contenidos que, '¡~I f~rmen en los principios de la urbanidad,! ei civi~mo»,. se lee en El. r¡\¡ Tiempo del 21 de marzo de 1995. En el Ill1smo articulo mforma este; ji, diario que «la norma [que se planea promulgar] también ordenaría aylli¡ los medios de comunicación a emitir (sic) «mensajes institucionales[¡Itl ' que promuevan y fomenten principios y prácticas de urbanidad y

, I~:J' civismo' de todos los residentes en el país, según la periodicidad que11' establezcan sus reglamentos»». Se trata de la Ley 115 (Ley General~ de Educación) y del Proyecto de Ley 037 de 1994, cuyo ponente1I declara esperar que su interés no se interprete como el deseo det componer un manual más de buenos modales, pues confía en que'1

1<<lareflexión, la crítica y el intercambio de ideas sean el fundamen-

'.: to del aprendizaje». Para lograrlo, invoca el conocimiento intelec-i tual y la capacidad de análisis.,1 -'~. Es!a propuesta se desvía endos asp~ctos centrales de lo,q~e cons- ..'. tltuyo hasta ahora la base de la urbamdad, a saber: la practica y la

.' ,. negación del conflicto. No se pretende aquí moldear el cuerpo, crear~.- J c~un .habitus,.sino actuar enconsonanciacon~la razón,. Así;'"eldiscur-. I so de la urbanidad aspira a convertirse en un medio 'para la promo-" ¡. ción de principios ciudadanos yde educación para la democraCia,. que no forme a la persona mediante un estricto programa desan-

ción moral y de doma del cuerpo y obre más bien como un mecanis-mo de control racional. Se espera también, no que el ciudadanorehúya el conflicto negando su individualidad, sino que se capacitepara respetar opiniones ajenas y entablar un diálogo que permita laconvivencia dentro de la diferencia.

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