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Elena ArtazaAntología de textos retóricos españoles del siglo XVI

La presente Antología está constituida por una selección de textos retóricos áureos y por suespecial variedad de autores y textos resulta nueva y original en nuestra bibliografía de los

Siglos de Oro.Las dos partes del libro se corresponden con las etapas que en la formación de esta

disciplina debía recorrer cualquier estudiante del Quinientos: el entrenamiento en lospequeños ejercicios preparatorios y el manejo de las técnicas narrativas, argumentativas y

estilísticas requeridas por un discurso convencional.Pone por ello a nuestro alcance una muestra representativa de los textos que los autores

habían conocido y aplicado al pasar por las aulas de Alcalá, Salamanca, etc... y que dejaronuna huella innegable en la composición de sus obras.

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Antología de textos retóricosespañoles del siglo XVI

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Elena Artaza

Antología de textosretóricos españoles

del siglo XVI

1997Universidad de Deusto

Bilbao

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Serie Letras, vol. 30

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ISBN: 978-84-9830-840-2

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Indice

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

1. Progymnasmata

1. 1. Fábula (P.J. Núñez) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 271. 2. Narratiuncula (A. Lulio). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 321. 3. Chría (J. de Guzmán). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 341. 4. Sentencia (P.J. Núñez). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 381. 5. Refutatiuncula (A. de Torre) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 421. 6. Confirmatiuncula (A. de Torre). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 461. 7. Lugar común (P.J. Núñez) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 491. 8. Encomio (A. Lulio) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 541. 9. Comparatio (A. Lulio). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 581.10. Etopeya (P.J. Núñez) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 611.11. Descriptio (A. de Torre) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 631.12. Amplificatio (A. Lulio) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 681.13. Tesis (A. Lulio). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 751.14. Legislatio (P.J. Núñez) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79

2. Inventio

2. 1. Exordio (A. Nebrija) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 852. 2. Narración:

2.2.1. Narración histórica (J. L. Vives) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 882.2.2. Narración forense (A. Lulio) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 962.2.3. Narración epidíctica (A. García Matamoros) . . . . . . . . . . . 117

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2. 3. Argumentación:

2.3.1. La causa (F. Furió Ceriol) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1222.3.2. Los argumentos (C. Suárez). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131

2. 4. Epílogo (F. Sánchez de las Brozas). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145

3. Dispositio (F. Sánchez de las Brozas) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149

4. Elocutio

4. 1. Virtudes elocutivas (Fr. L. de Granada) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1514. 2. Los géneros elocutivos:

4.2.1. Los estilos ciceronianos (A. García Matamoros) . . . . . . . . 1774.2.2. Del ritmo y de los periodos (A. García Matamoros) . . . . . 1944.2.3. Los tipos de estilos hermogénicos (P. J. Núñez) . . . . . . . . 201

5. La Memoria (Fr. M. de Salinas) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 257

6. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 261

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Introducción

El principal objetivo de esta antología es poner al alcance del lec-tor un conjunto de textos retóricos que se editaron en la España delXVI. La mayor parte de ellos fueron escritos por catedráticos de Retó-rica de Alcalá, de Salamanca o de los estudios de Valencia y Barcelo-na, así como por profesores de prestigiosos colegios religiosos. Es desuponer, por tanto, que sirvieron como libros de texto en los planesdocentes de numerosas generaciones de estudiantes.

No creemos oportuno insistir en la utilidad del conocimiento deestos capítulos, y de sus complementarios en las obras respectivas,para cualquiera que desee introducirse en la literatura de esta centuria.Plumas mucho más autorizadas que la nuestra han consagrado grandesesfuerzos al estudio de las relaciones entre Retórica, Poética y Litera-tura, tanto en el ámbito de lo español como de lo europeo.1 Pero si es

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1 Son trabajos fundamentales en este campo las monumentales obras de FUMAROLI, M.:L’âge de l’eloquence. Rhétorique et «res literaria» de la Renaissance au seuil de l’époqueclassique, Droz, Ginebra, 1980; de MICHEL, A.: La parole et la Beauté-Rhétorique et esthéti-que dans la tradition occidentale, Les Belles Lettres, París, 1982; las recopilaciones de estu-dios editadas en 3 volúmenes por RABIL, A.: Renaissance Humanism: Foundations, Forms,and Legacy, University of Pennsylvania Press, Filadelfia, 1988, y por MURPHY, J.J.: Renais-sance Eloquence: Studies in the Theory and Practice of Renaissance Rhetoric, University ofCalifornia, Berkeley, 1983. Para sumergirse en las fuentes del pensamiento renacentista, véa-se la obra de KRISTELLER, P.O.: Renaissance Thought and its Sources, Columbia UniversityPress, Nueva York, 1979, y, aunque sitúa su análisis en una época posterior, para conocer lasimplicaciones entre las retóricas conceptistas es imprescindible el exhaustivo trabajo deBLANCO, Mercedes: Les Rhétoriques de la Pointe. Baltasar Gracián et le conceptisme en Eu-rope, Champion, París, 1992; lo mismo que para el estudio sobre el ritmo en las preceptivasfrancesas del XVI, el de MEERHOFF, K.: Rhétorique et poétique au XVI siècle en France, Brill,

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cierto que, como opinaba E. Asensio2, «los preceptistas… contamina-ron a Aristóteles, a Cicerón y Quintiliano o Hermógenes con doctrinasy prácticas actuales…» legando «a la historia un ovillo enmarañado»,esta antología pretende también contribuir a poner un poco de ordenen la madeja. Ahora bien, nuestro trabajo no es el primero que seadentra en ese bosque de filiaciones con los clásicos, y de parentescoscon los contemporáneos, nacionales y europeos, que constituye la Re-tórica del XVI. Otros3, que nos han precedido en la tarea, nos han pro-porcionado el mapa.

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Leyden, 1986. Para introducirse en la noción capital de imitatio en el Renacimiento consúlte-se la obra de GARCÍA GALIANO, A.: La imitación poética en el Renacimiento, Publicaciones dela Universidad de Deusto, Ed. Reichenberger, Kassel, 1992, y para la aplicación de los esque-mas retóricos a los textos literarios en general, véase el ya clásico estudio de KIBÉDI-VARGA,A.: Rhétorique et littérature, Droz, Ginebra, 1964; y el más reciente «Rhetorique et produc-tion de texte», en ANGENOT, M. et alii, eds., Théorie littéraire. Problèmes et perspectives,P.U.F., París, 1989, pp. 219-234; así como el capítulo dedicado a la Retórica como ciencia dela expresividad artística en GARCÍA BERRIO, A.: Teoría de la Literatura, Cátedra, Madrid,1989, pp. 140-174.

2 ASENSIO, E.: «Ramismo y crítica textual en el círculo de Fray Luis de León», Fray Luisde León, Academia Literaria Renacentista, Salamanca, 1981, vol. I, p. 66.

3 Cf. los trabajos ya clásicos de MENÉNDEZ Y PELAYO, M.: Historia de las ideas estéticasen España, C.S.I.C., Madrid, 1952, vol. II, cap. IX; de VILANOVA, A.: «Preceptistas de los si-glos XVI y XVII», en Historia General de las literaturas hispánicas, Edit. Vergara, Barcelona,1953, vol. III, pp. 567-692; la obra de KOHUT, K.: Las teorías literarias en España y Portugaldurante los siglos XV y XVI. Estado de la investigación y problemática, C.S.I.C., Madrid,1973; la obra de MARTÍ, A.: La preceptiva española en el Siglo de Oro, Gredos, Madrid,1972; el trabajo de RICO VERDÚ, José: La retórica española de los siglos XVI y XVII, C.S.I.C.,Madrid, 1973; el exhaustivo trabajo de GARCÍA BERRIO, Antonio: Formación de la teoría lite-raria moderna, Planeta, Madrid, 1977, vol. I; vol. II, Universidad de Murcia, Murcia, 1980; yel estudio pionero sobre las corrientes retóricas españolas de LÓPEZ-GRIGERA, Luisa: «Intro-ducción al estudio de la retórica en el siglo XVI en España», Nova tellus, n.º 2 (1984), pp. 93-111, publicado anteriormente en inglés en Dispositio, VIII: 22-23 (1983), pp. 1-17. La profe-sora López-Grigera ha recopilado recientemente varios de sus trabajos en una obra deconjunto: La Retórica en la España del Siglo de Oro, Publicaciones de la Universidad de Sa-lamanca, Salamanca, 1994. Este capítulo ocupa las pp. 49-60. ABBOT, Don:«La Retórica y elRenacimiento. An Overview of Spanish Theory», en MURPHY, J. (ed.), Renaissance Eloquen-ce: Studies in the Theory and Practice of Renaissance Rhetoric, University of California,Berkeley, 1983, pp. 95-104.

Para temas más específicos véase nuestro trabajo sobre la narración El ars narrandi en elsiglo XVI español, Universidad de Deusto, Bilbao, 1989; y para la preceptiva sobre la Memo-ria, el capítulo primero del reciente y excelente trabajo de Luis Merino Jerez sobre La Peda-gogía en la Retórica del Brocense, Universidad de Extremadura, Cáceres, 1992, así como larecopilación de trabajos sobre una época algo más tardía de RODRÍGUEZ DE LA FLOR, F.: Tea-tro de la memoria, Junta de Castilla y León, Salamanca, 1989, y su artículo «La imagen leída:Retórica, Arte de Memoria, y sistema de representación», Ephialte, Lecturas de Historia delArte, II (1990), pp. 102-115. La qualitas sonorum, o la valoración estilística que reciben los

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En estas páginas introductorias vamos a intentar una somera tipifica-ción de los rasgos que caracterizan los diferentes hilos que se anudan enla tela del discurso, tarea que, como veremos, presenta diferentes gradosde dificultad. Efectivamente, algunas etapas —como es el caso del exor-dio— ofrecen una gran uniformidad doctrinal, pues los autores, aunquemilitando en escuelas diferentes, repiten las mismas enseñanzas; y parael análisis de otras —como es el caso de la narración y de la memoria—contamos con algunos trabajos anteriores que han iluminado el pano-rama4; por lo tanto, nos ocuparemos principalmente del esclareci-miento de aspectos menos trabajados y por ello menos conocidos.

En la composición del libro hemos procedido según el orden deadquisición de conocimientos que seguía el estudiante renacentista.En primer lugar el alumno se entrenaba en los progymnasmata o ejer-cicios de retórica, muchos de los cuales se correspondían con algunasde las principales etapas del discurso y después pasaba al conocimien-to teórico y a la práctica de los discursos completos en sus distintasfases y en sus aspectos conceptual y elocutivo.

Es sabido que la España de la segunda mitad del XVI vivió un pe-riodo de avidez cultural por todo lo que sonase a bizantino, como loprueba la evolución retórica desde el ciceronianismo hacia esa co-rriente de algunos de sus mejores estudiosos5. El desarrollo de losprogymnasmata —manual docente típico de este periodo— no podía,por tanto, escapar a esta fiebre.

Los más difundidos de estos ejercicios, denominados praexercita-mina o exercitationes en latín, fueron compuestos entre los siglos I yIV por Teón, Hermógenes y Aftonio. La obra de éste último, junto conla de Hermógenes constituyó el corpus de textos retóricos más influ-yente en la educación de la antigua Bizancio6. Su difusión en la Euro-

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fonemas en los tratados de Poética renacentista, queda analizada rigurosamente en la obra deVEGA RAMOS, M.a José: El secreto artificio. Maronolatría y tradición pontoniana en la Poéti-ca del Renacimiento, C.S.I.C., Madrid, 1992.

4 Cf. nuestro trabajo sobre la narración, citado en la nota anterior, y el capítulo tambiénmencionado de Luis Merino Jerez sobre la Memoria.

5 Es el caso, por ejemplo, de A. G.ª Matamoros, profesor de Alcalá, y de P.J. Núñez, cate-drático de Retórica de Barcelona, Zaragoza y Valencia. Cf. el artículo citado de L. López-Grigera y nuestro libro sobre la técnica narrativa, p. 149.

6 Cf. HERMÓGENES Y AFTONIO, Teón: Ejercicios de Retórica, introducción, traducción ynotas de M.ª Dolores Reche Martínez, Gredos, Madrid, 1991, p. 17. Cf. MONFASANI, J.: Geor-ge of Trebizond. A Bibliography and a Study of his Rhetoric and Logic, E.J. Brill, Leyden,1976; KENNEDY, G.: A History of Rhetoric (v. III): Greek Rhetoric under Christian Emperors,Princeton University Press, Princeton, 1983.

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pa del XVI fue enorme, como lo prueban las numerosas ediciones reco-gidas en el catálogo de J. Murphy7.

Los textos que hemos elegido para la Antología pertenecen a ma-nuales escritos y publicados por profesores españoles de Retórica,como Alfonso de Torre (1569), A. Lulio (1572), P. J. Núñez (1578) yJuan de Guzmán (1586). No incluimos en la selección los Progymnas-mata de J. Pérez (Petreius), publicados en Alcalá en 1539, porque seapartan del esquema convencional seguido por los clásicos. La obra sereduce a un breve compendio de la técnica retórica elocutiva acompa-ñado de dos Declamationes de Séneca anotadas por el Petreio.

El número de ejercicios más común en estos textos escolares escatorce. De ellos, según explica A. de Torre8, cinco son deliberativos—fabula, chría, sententia, legislatio y thesis—; otros cinco judicia-les—confirmatio, confutatio, narratio, descriptio y lugar común—; ylos cuatro restantes demostrativos —laus, vituperatio, imitatio y com-paratio—. No es éste sin embargo el orden que establece el Turritanusporque, según afirma siguiendo a Quintiliano9, no conviene entrenarseen todos ellos al mismo tiempo, pues ofrecen muy distinto grado dedificultad. Hay cuatro que son más fáciles, y su didáctica correspondeprincipalmente al gramático: son la fábula, la sentencia, la chría y laetopeya (o imitatio); los demás son tarea docente del retórico, ya queresultan más difíciles.

Si nos fijamos en la semejanza de estos progymnasmata con lasetapas del discurso, la fábula es similar a algunos tipos de proemio,por lo que resulta útil para ejercitarse en ellos; la narratiuncula y ladescriptio se acomodan bien a la exposición del hecho y a las digre-siones descriptivas oportunas; la chría, la sentencia, la confirmación yla refutación son pequeñas muestras de ejercicios argumentativos, porlo que su práctica es conveniente en las demostraciones judiciales yen las consultas deliberativas; y, por último, tenemos el «lugar co-

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7 Cf. MURPHY, J.: Renaissance Rhetoric. A Short-Title Catalogue of Works on RhetoricalTheory from the Begining of Printing to A. D. 1700, Garland Publish, Nueva York, 1981. So-bre la difusión europea del texto de Aftonio, véase el artículo de MARGOLIN, J.C.: «La rhétori-que d’Aphtonius et son influence au XVIème siècle», en CHEVALIER, R. (ed.): Colloque sur laRhétorique, Les Belles Lettres, París, 1979, pp. 239-269; y en el campo de lo hispánico, laprofesora López-Grigera hace un breve e interesante repaso de las apariciones de estos ma-nuales de Ejercicios retóricos en su artículo «Notas sobre “Progymnasmata” en la España delsiglo XVI», Actas del symposio de Humanismo, Alcañiz, 1992 (en prensa).

8 DE TORRE, A.: Exercitationes Rhetoricae, Alcalá, 1569, p. 27.9 QUINTILIANO, Institutiones Oratoriae, II, 1.

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mún», que se ajusta a la estrategia de la peroratio final y que sirvepara cerrar el discurso.

Los preceptos que constituyen su ars presentan una gran uniformi-dad en los autores españoles, lo cual se explica fácilmente por lastambién escasas diferencias que apreciamos al leer los textos clási-cos10. Por esta razón nos parece inoportuno proceder aquí a un rastreopormenorizado de las relaciones observadas entre los manuales espa-ñoles y sus fuentes bizantinas.

La técnica completa del discurso retórico se presentaba normal-mente en los manuales siguiendo diferentes etapas elaborativas. Enprimer lugar la intellectio o determinación del status y del grado dedefendibilidad de la causa, a la cual seguía la invención, o búsquedade los «lugares» y «materiales» conceptuales —las res— que debíanemplearse; a continuación la disposición o conjunto de normas paraordenar del modo más estratégico estos hallazgos y lograr así la ma-yor utilitas de la causa. Más tarde la elocución se ocupaba del revesti-miento verbal más apropiado o decoroso para el asunto —quaestio—tratado; y por último la Memoria y la Pronuntiatio dictaban las reglasnemotécnicas para retener intelectualmente las nociones y expresarlascon tono y gestos adecuados.

El primero de estos officia oratoris solía incluir en la mayoría delos manuales las fases temporales del discurso —exordio, narración,argumentación, etc…— y ése ha sido precisamente el orden que he-mos seguido en esta antología al presentar los textos. Por ello, lanormativa que, según este esquema, ocupa el primer lugar es la delexordio. Como hemos apuntado anteriormente, las obras renacentis-tas presentan aquí pocas variaciones. Casi todos los autores se limi-tan a repetir las recetas aristotélicas y ciceronianas sobre la captatioattentionis, benevolentiae, et docilitatis. Únicamente P.J. Núñezadopta la doctrina hermogenista que establece cuatro géneros deexordio, pero sus contenidos son fácilmente asimilables a los pre-ceptos ciceronianos basados en las personas de los jueces, adversa-rios, oradores, etc…; por esta razón hemos seleccionado únicamenteel texto de A. de Nebrija, que es, a nuestro juicio, el mejor paradig-ma de la normativa tradicional.

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10 El lector podrá conocerlas por los resúmenes de los preceptos correspondientes a cadauno de los ejercicios en las obras bizantinas presentadas por M. D. Reche Martínez en la tra-ducción citada.

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Los capítulos sobre la narración que hemos reunido correspondena las páginas que consideramos más representativas de todas lasmodalidades de relato. Respecto a las fuentes de su inventio o disposi-tio, poco podemos añadir a lo que dijimos en nuestro trabajo sobre elars narrandi en el XVI; sin embargo, la traducción de textos doctrina-les sobre el estilo permite precisar su técnica elocutiva y hace posiblecompletar el panorama11.

El primer aspecto que llama nuestra atención es que las indicacio-nes expuestas por los autores latinos y sus seguidores renacentistas noresultan contradictorias, pero tampoco totalmente acordes al cotejarlos planos de la inventio y de la elocutio.

Veamos: si alguna característica resultaba dominante en la técnicanarrativa latina de la invención era la brevitas, i. e., las cosas había quedecirlas una sola vez y de forma concisa —bastaba decir el final, si sesobretendía el principio—, nunca debía insistirse en el modo de realizarel hecho si éste no añadía nada relevante al conocimiento del mismo,etc.12, lo cual no encaja bien con las doctrinas elocutivas ciceronianasque conoceremos al leer a Alfonso García Matamoros13. Para este pro-fesor de Alcalá, le conviene a la narración, lo mismo que a los exordios,principalmente si son epidícticos, el estilo medio o atemperado, que re-sulta asimismo el adecuado para la historia y las disquisiciones filosófi-cas. Pues bien, este genus dicendi se caracteriza ante todo por la concin-nitas —en griego parisosis—, esto es, por la abundancia y simetría demiembros largos y con ritmos amplios para decir las cosas; lo cual nosrecuerda el primer procedimiento que establecía Hermógenes en Períeuréseos para amplificar la proposición y construir así la narración.

Tampoco la doctrina del autor de Tarso nos parece más coherenteen sus planteamientos, ya que, si bien en su preceptiva sobre el estilo,expuesta en el Perí ideon, y que recogemos en la adaptación de P.J.Núñez14, recomienda que la Historia, la Poesía y el discurso panegíri-co —que, recordemos, todo él es narrativo— estén presididos por elPlacer y la Belleza15, el relato en general debe caracterizarse en cam-

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11 Véase, en los capítulos dedicados al estilo, el uso de los diferentes genera dicendi en lanarración.

12 Cf. ARTAZA, E.: op. cit., p. 248.13 Cf. infra: pp. 177 y ss.14 Cf. infra: pp. 201 a 256.15 Estos estilos requieren simetría, similicadencias y demás figuras propias del género

medio latino. Cf. infra: pp. 230 y 241.

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bio por la Claridad, la Sinceridad y la Rapidez16, géneros opuestos ala Abundancia —recomendada como método amplificatorio en Períeuréseos— y a la Belleza, aunque en la práctica oratoria se aconseja-ba atemperar unos estilos con otros. En definitiva, como veremos en-seguida al tratar de la elocución, también en Retórica podía aplicarseel principio de «todo está en todo». Esta desconexión entre la teoríaretórica ciceroniana y su praxis fue notada también por Antonio Lu-lio17, que se pregunta si Cicerón no escribiría guiado «más bien por lanaturaleza que por el arte», pues no dice una palabra de los preceptosque Lulio transmite, tomados de Hermógenes, pero sin embargo enca-jan perfectamente en la estructura de sus discursos. Dos décadas mástarde, P.J. Núñez admite, al parecer sin sorpresas, el hecho, ya que,como veremos, ejemplifica los estilos del autor bizantino con oratio-nes del rétor latino.

Para la argumentación hemos elegido dos capítulos, que corres-ponden a las plumas más representativas de las dos corrientes que du-rante el XVI se enfrentaron por la defensa o superación de la autoridadde Aristóteles. Se mantiene fiel a la linea aristotélica y ciceroniana eltexto del jesuita Cipriano Suárez, con el que se educaron numerosasgeneraciones de jóvenes hasta finales del XVIII, como se desprende delas numerosas menciones en los planes de estudio de la Ratio Studio-rum18 de la Compañía. La corriente innovadora queda representadapor F. Furió Ceriol, discípulo en París de A. Turnebo, de Omer Talony de Petrus Ramus, y que en la Península constituye, junto con el Bro-cense, el máximo exponente de la influencia ramista.19 El retórico de

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16 Este estilo rápido no debe confundirse con la brevitas latina. El pasaje de Quintilianosobre esta cualidad narrativa (IV, II, 41) explica bien la diferencia: no se trata de explicar elhecho detalladamente, usando incisos breves para dar impresión de celeridad —recurso prefe-rido de Hermógenes en el estilo veloz— sino de condensar y resumir el hecho en una fraseque contenga el final del mismo.

17 Cf. infra: pp. 107 y ss.18 Monumenta Historica Societatis Iesu. Monumenta paedagogica Societatis Iesu, edidit,

ex integro refecit novisque textibus auxit Ladislaus Lukács S. I., vols. 92, 107 y 108, Roma,1965-1974.

19 Sobre las doctrinas ramistas véanse, además del excelente y ya clásico estudio de ONG,W.: Ramus, Method and Decay of Dialogue, Octagon, Nueva York, 1979, la introducción deJ. Murphy a su traducción de la obra de RAMUS, Petrus: Arguments in Rhetoric against Quin-tilian, Northern Illinois University Press, Dekalb, Illinois, 1986, la obra de L. Merino Jerezanteriormente citada, y la excelente tesis, recientemente defendida en la Universidad de Mur-cia, de PRIOR GARCÍA, Juan José: La retórica del «docere». «Inventio y Dispositio» en la teo-ría lógico-retórica del Humanismo español del siglo XVI.

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Lovaina, en el texto que hemos seleccionado, no oculta su filiación y,en coherencia con ella, su rechazo a las estructuras retóricas here-dadas de Aristóteles y Quintiliano.

El punto principal de discrepancia doctrinal es la división grecola-tina del discurso en compartimentos estancos. Para Furió ésta no tienesentido, porque en todas las etapas hay «de todo», i.e. en el exordiohay informaciones y argumentos, lo mismo que los hay en la narra-ción, en ésta hay discursos de personajes y moción de afectos, y en to-dos los momentos de la oratio deben captarse la atención y la benevo-lencia del oyente.20

Otra cuestión que Furió rechaza abiertamente es la distinción entreconfirmación y refutación. Para él estas dos partes no son otra cosaque «efecto de los argumentos». Para entender esta afirmación hayque tener en cuenta que Ramus, su maestro, distingue claramente en-tre argumentos y silogismos; los primeros son proporcionados por lainvención y los segundos son hechos de disposición u orden dialécti-co21 de premisas. Resulta evidente para el preceptista de Lovaina quelas objeciones y soluciones se expanden sucesivamente por todo eldiscurso, aunque se hagan más patentes en la Probatio.

La tercera observación de Furió nos resulta más interesante que lasotras a los que trabajamos en la retórica como método de análisis litera-rio, pues en el texto que hemos seleccionado afirma y demuestra conabundantes ejemplos que la noción de causa es aplicable a todo tipo dediscurso oral o escrito, y que las historias, las tragedias, las comedias ylos poemas épicos son causas. Por ello opina que la triple división aris-totélica en géneros no puede mantenerse, si se toma como criterio «lamateria que debe tratar el orador»; la distinción sólo tiene sentido si seentiende como un triple modo de decir. Su afirmación resulta coherentecon la doctrina de Ramus que relega a la Dialéctica el argumento y elsilogismo tan abundantes en los textos literarios como en los filosóficosu oratorios, y sólo reserva a la Retórica el estilo y la pronunciación22.

Tampoco la abundante división que Quintiliano organiza en los tó-picos argumentativos es del gusto de Ramus, que la rechaza por con-

18

20 Cf. RAMUS, P.: op. cit., pp. 115 y 116.21 Cf. RAMUS, P.: op. cit., pp. 118, 122 y 123. Véase también el diferente tratamiento de

ambos temas en SÁNCHEZ DE LAS BROZAS, F.: Obras I. Escritos retóricos, introducción, tra-ducción y notas de E. Sánchez Salor y C. Chaparro Gómez, Diputación Provincial de Cáce-res, Cáceres, 1984.

22 RAMUS, P.: op. cit., p. 98.

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fusa, y es de suponer que no gozaría asimismo de la estima del retóri-co español, aunque éste no la menciona sino que se limita a apuntar,siguiendo al maestro,23 que los tópicos argumentativos son diez, peroque todos ellos se reducen al descenso del género a las especies o alascenso de éstas al genus, como lo hace Cicerón en varios de sus dis-cursos.

Para no excedernos en el número de páginas previstas no hemosdedicado demasiado espacio a las doctrinas de la etapa final de la in-vención —el epílogo—, ni tampoco a la dispositio. Creemos que esteúltimo aspecto lo merecería desde el punto de vista estrictamente retó-rico por ser una de las cuestiones doctrinales que, como la argumenta-ción, diferencian a ramistas y grecolatinos, pero nuestro propósito eneste manual es el conocimiento de la preceptiva para esclarecer elanálisis de los textos literarios y, desde esta óptica, otros aspectos re-tóricos nos han parecido más relevantes. Para cada uno de los capítu-los mencionados hemos elegido textos que pertenecen a las dos obrasretóricas de Francisco Sánchez de las Brozas. La teoría del epílogoprocede del Ars dicendi y la relativa a la Dispositio está tomada delOrganum dialecticum et rhetoricum de 1579. La razón de seleccionarestas páginas del profesor salmantino ha sido la novedad que puedenpresentar, debido a su conocida, y ya aludida, vinculación con los se-guidores de Ramus24. Como se desprende de la lectura del trabajo deLuis Merino, los retóricos españoles, incluso los más vinculados al ra-mismo, como lo fueron Furió Ceriol, Palmireno, Núñez y Sempere,aunque se impresionaron con la heterodoxa corriente francesa, no sedecidieron sin embargo a desprenderse totalmente del bagaje culturalque había supuesto su primera formación grecolatina y cada uno deellos lo demuestra en este tema de diferente manera: hemos visto queFurió Ceriol, tras distinguir entre dispositio dialectica y dispositiorhetorica identifica ésta última con el ordo latino, Palmireno y Sem-pere se limitan a comentar resumidamente el pensamiento latino, so-

19

23 Cf. RAMUS, P.: op. cit., pp. 120-123.24 Cf ASENSIO, E.: «Ramismo y crítica textual en el círculo de Fray Luis de León», en

Fray Luis de León, Academia Literaria Renancentista, Salamanca, 1981, vol. I, p. 55. Para laevolución de la dialéctica ramista véase, además de la obra de W. Ong, el libro de NellyBruyère, Méthode et dialectique dans l’oeuvre de la Ramée: Renaissance et âge classique,Vrin, París, 1984; y el tratamiento que hace del tema en la tercera parte de la obra citada LuisMerino Jerez, y J.J. Prior en el trabajo aludido anteriormente. Para la evolución de la doctrinay su emplazamiento en el conjunto de la obra retórica, consúltense las traducciones del Bro-cense citadas anteriormente.

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bre todo el ciceroniano, y P.J. Núñez sigue, como es habitual en su úl-tima obra, a Hermógenes.

Únicamente las obras retóricas del Brocense, el De arte dicendi(1556), el Ars dicendi 25 (1558, 1569 y 1573) y el Organum, de 1579,aunque presentan diferencias entre sí, siguen un planteamiento clara-mente ramista en las doctrinas sobre el Método. La edición de 1556no incluye doctrina sobre la methodus; las otras dos definen la Dispo-sitio como la colocación adecuada de los contenidos y ambas la dividenen Argumentación y Método, según dispongan uno o varios argumen-tos. La Argumentatio se reduce, por tanto, al estudio del silogismo,que, en este último tratado, adquiere mayor extensión que en el Arsdicendi. Las teorías sobre el Método, por el contrario, se mantienencasi idénticas a lo contenido en este manual, si exceptuamos la exclu-sión de un texto ciceroniano del De Oratore (II, 76, 307) que el Bro-cense introdujo posiblemente para alejar sospechas de heterodoxia, ycon el que podía fácilmente demostrar que las doctrinas que había ex-puesto no eran nuevas sino que las había sancionado como adecuadashacía muchos siglos la gran lumbrera retórica latina.

La sección más amplia de la Antología la hemos dedicado a lasteorías elocutivas y en ella hemos querido ofrecer los textos que con-sideramos más relevantes y útiles para entender las diferencias entrelas técnicas latinas y las bizantinas.

Siguiendo el orden acostumbrado en los manuales, el corpus detextos doctrinales comienza con el capítulo que Fr. Luis de Granadadedica a las Virtutes elocutionis y hemos transcrito la traducción quehizo en 1778 el obispo de Barcelona J. Climent. A este capítulo le si-guen las normas sobre la composición del periodo y los tipos deéste26, el catálogo de tropos y figuras retóricas que describe y ejempli-fica el dominico, y los preceptos que considera de mayor interés paraguardar el decoro. Las fuentes doctrinales de estos textos, como élmismo advierte, son las obras retóricas de Cicerón, la Retórica a He-renio y Quintiliano, y los preceptos se ilustran, como es costumbre

20

25 Todas las ediciones de la Retórica publicadas entre 1556 y 1573 se titularon De arte di-cendi. Sólo por razones prácticas se reserva este título para la editio princeps, y se denominaa las demás Ars dicendi. Cf. MERINO, L.: op. cit., p. 69, n. 108. Para las tres etapas relativas ala evolución de la doctrina del Método, consultar la misma obra, pp. 135-165.

26 Las doctrinas sobre el periodo volverán a aparecer en la preceptiva ciceroniana de losestilos de A. García Matamoros, pero la atención de este último autor no se centra tanto en lanaturaleza sintáctica y semántica del circuitus, sino en sus aspectos rítmicos y de adecuacióna los tres estilos latinos del decir.

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también en él, con pasajes bíblicos o de sermones de los Padres de laIglesia.

Mayor extensión, por su interés para el análisis literario, ocupanen esta selección antológica las doctrinas relativas a los estilos.

Como hemos apuntado anteriormente, la preceptiva hermogénicava abriéndose paso en los manuales de retórica a lo largo del XVI27,aunque sin llegar a desplazar totalmente a las teorías latino-ciceronia-nas. En este trabajo hemos querido ofrecer una muestra de unas yotras a través de los textos a nuestro juicio más representativos: el ci-ceroniano del De tribus dicendi generibus de Alfonso García Mata-moros, profesor de Alcalá, y el hermogenista de las Institutiones Rhe-toricae de Pedro Juan Núñez, catedrático de Valencia y Barcelona. Sibien las normativas expuestas en ellos aparecen como modelos retóri-cos distintos, creemos que es importante hacer notar dos cosas: en pri-mer lugar, que —como hemos apuntado al tratar de la narración— lasteorías hermogénicas explicadas por Núñez son ejemplificadas casi ensu totalidad con textos ciceronianos, lo cual habla en favor de que di-cha técnica puede servir de principio teórico a la praxis oratoria delgran modelo latino para la prosa.

Una segunda observación que resulta oportuna antes de pasar a lalectura de los capítulos correspondientes es la siguiente: como afirmaA. Sancho Royo, en su erudito estudio introductorio a la traducción dela obra de Hermógenes Sobre los tipos de estilo, esta preceptiva nosurge por generación espontánea, sino que «cuenta con una tradiciónanterior en la que merece destacarse a Dionisio de Halicarnaso y, enmenor medida, a Demetrio, a Longino…»28 y «a quien remonta, en úl-timo término, este sistema más o menos diversificado de categoríasestilísticas es a Aristóteles». Es sabido que el tema no les era ajeno alos autores latinos; por ello, en vez de hablar de dos doctrinas diferen-tes, como si pertenecieran a compartimentos estancos distintos, posi-blemente habría que hablar más bien de la gestación y perfecciona-miento de una única teoría elocutiva que, a lo largo de los siglos, sefue puliendo, enriqueciendo y, como afirma Wooten29, «literaturizan-

21

27 Cf. LÓPEZ-GRIGERA L., en el artículo citado, Dispositio, VIII: 22-23 (1983), p. 9. LaRetórica en la España del Siglo de Oro, pp. 49-60.

28 Cf. la introducción de SANCHO ROYO, A. a la traducción de Hermógenes, Sobre los ti-pos de estilo. Sobre el método del tipo Fuerza. Publicaciones de la Universidad de Sevilla,Sevilla, 1991, pp. 8 y 20.

29 Cf. el Apéndice II a la traducción de On Types of Style realizada por C.W. Wooten, TheUniversity of North Carolina Press, Chapel Hill, 1987, p. 140.

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do», debido a las escasas posibilidades del ejercicio oratorio en lavida civil. Resulta sobradamente conocido que la doctrina ciceronianade los tres estilos (Orator, 75-99) surge como respuesta del rétor lati-no a la controversia neo-aticista que surgió en Roma en los diez añosque siguen a la aparición del De Oratore (55 a. C.) y que defendía elestilo mesurado de Lysias como el mejor paradigma de imitación. Eltexto del Orator posiblemente haya que interpretarlo como una répli-ca. Cicerón advierte un ataque a su estilo abundante y responde con sutriple doctrina elocutiva y la defensa para la práctica oratoria de la há-bil mezcla de estilos y de Demóstenes como modelo óptimo. Pero,dentro de los textos retóricos latinos, creemos que es en la retórica deQuintiliano donde se observa claramente el embrión de la pluralidad yriqueza de la técnica hermogénica30.

En efecto, en los textos dedicados a la narración, el retórico espa-ñol defiende en líneas generales un relato breve y claro y advierte delos vicios estilísticos que pueden impedir este objetivo, pero deja esca-par advertencias sobre otras características que le vendrían bien a estaetapa narrativa, como por ejemplo que la credibilidad no se consiguesólo por la conducta intachable del orador, sino también por «el mismoestilo del discurso que debe ser serio y digno»31, afirmación que nosrecuerda la «idea» hermogénica del discurso «con Carácter», y que, se-gún el autor de Tarso (2, 321-322), es un género del decir que puedeemplearse en cualquier lugar de la oratio, lo mismo que la Solemnidado la Aspereza, y que resulta del uso combinado de la Modestia, de laSencillez, de la Sinceridad y, si es preciso, de la Indignación.

Otra «semilla» de la variedad estilística hermogénica es la alusiónal carácter improcedente del uso indiscriminado de la Grandeza oMagnificencia en todas las causas. Según Quintiliano (IV, II, 62) «noes tan propio de la narración hablar con magnificencia, cuanto hablarcon tono de compasión, de odiosidad, de gravedad, de seducción, decortesía; cualidades éstas que, aunque son laudables en su lugar res-pectivo», no están asignadas necesariamente a la narración. El textode las Instituciones Oratorias coincide aquí con las formas de la Ve-hemencia, de la Aspereza, de la Solemnidad y de la Seducción o ca-rácter Placentero del Perí ideon.

22

30 Cf. nuestro trabajo sobre «Las Institutiones Oratoriae como precedente de dos puntosdoctrinales hermogénicos: la diversidad de estilos y la dicotomía de métodos», Congreso so-bre Historia y Actualidad de la Retórica: Centenario de F. Quintiliano, Madrid, en prensa.

31 Cf. Quintiliano, op. cit., IV, II, 125.

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Pero donde más claras resultan las alusiones a la necesidad dematizar el estilo, sin encerrarse estrechamente en la triple división ci-ceroniana, es en el libro XII (10, 66-67). En él, el autor latino afirmaque, lo mismo que se habla de cuatro vientos procedentes de los cua-tro puntos cardinales, cuando en realidad existen muchos interme-dios, incluso con nombres diferentes, así también en la elocuenciahay muchas «especies» correctas y útiles, a las que vulgarmente sedenomina «género de estilo», y de las que el orador se puede servir,según las necesidades de la causa, o los distintos aspectos que éstapresente, pues no puede mantenerse un mismo estilo en las diferentesetapas del discurso. El orador —explica Quintiliano—, tendrá quehablar a veces «con gravedad, severidad, acritud, vehemencia, ener-gía, amargura o abundancia» —cualidades todas ellas que, si bien ca-racterizan el estilo sublime ciceroniano, también coinciden, casi to-talmente, con las especies hermogénicas de la megethos—. En otrasocasiones —añade— disertará «en tono afable, distendido, agudo, ode manera suave, dulce y placentera», y de nuevo advertimos aquí lamención de aspectos que configurarían el estilo medio latino, peroque recuerdan también la forma de la Belleza y las especies del En-canto y la Ingeniosidad de la «Idea» hermogénica, que Núñez deno-mina morata, y que hemos traducido, a tenor de sus indicaciones, pordiscurso «con Carácter». Por último, el rétor puede ser conciso y ele-gante o educado, dos virtudes del estilo humilde o ático, y que en eltexto griego tendrían como contrapartida la Sencillez, la Claridad yla Rapidez.

Estos textos de Institutiones Oratoriae, que abogan por varias es-pecies de estilo, nos parecen los más representativos del embrión doc-trinal que desde Aristóteles, y pasando por los tres géneros latinos,desembocó en las múltiples especies del texto de Hermógenes, y tam-bién de la asimilación más ajustada entre ellos.

Pero, aunque las pautas teóricas para conseguir un estilo están cla-ras, determinar en los textos literarios el uso concreto de uno de ellosen particular es problemático, sobre todo en pasajes extensos, porquetodos los preceptistas propugnan como estilo óptimo el que mezclaadecuadamente los demás. Cicerón en el Orator (74) afirma que no sepuede hablar de un estilo más que en términos generales y para hacerreferencia a aquél que predomina sobre los otros, y Hermógenes (216)declara repetidamente que, si Demóstenes consiguió ser orador mode-lo, lo hizo por su mezcla continuada de estilos. Ahora bien, como

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aclara Wooten32, también parece cierto que el autor latino al elaborarsu doctrina pensó en discursos completos, mientras que el griego, alconcretar más sus preceptos, parece aconsejar sobre la confección ver-bal de secciones más pequeñas o de pasajes más cortos, que lógica-mente aparecerían ensartados en la oratio según su función retórica.

No es nuestro propósito detenernos aquí en análisis comparativos delas distintas facetas que componen un estilo, pues ésta sería tarea parauna obra de conjunto sobre la evolución de las doctrinas elocutivas eneste periodo, obra que, lamentablemente, no poseemos todavía. No obs-tante, queremos apuntar algunas diferencias interesantes y que llaman laatención al comparar los textos, tanto los que sirven de fuente a los re-nacentistas como éstos mismos entre sí. En primer lugar, resulta notableen la obra hermogénica la importancia que tiene el contenido como ge-nerador de estilo. Cicerón había hablado de la adecuación de la elocutioa lo conceptual —de las verba a las res—, pero nunca estableció el usode determinados temas para hacer surgir un determinado efecto estilísti-co, aspecto que resulta capital, hasta el punto de ocupar el primer rasgo,en la obra griega. Otra nota diferencial —ahora entre Hermógenes yNúñez— la constituye en el texto renacentista la reducción a siete delos ocho aspectos componentes de cada «forma» en la obra del autor deTarso. El manual español dedica una atención preferencial a la compo-sición rítmica y une en uno solo los dos últimos ingredientes: la cláusu-la y el ritmo.33 Y por último merece la pena observar que Núñez, que nosiempre sigue el orden de Hermógenes en la exposición de las especiesde los genera dicendi, dedica un lugar preferente entre las formas deMagnificencia a la Abundancia, cuyo desarrollo triplica casi el númerode páginas dedicadas a las demás «Ideas».

Cierra la antología el apartado dedicado a la Memoria34, que hemos to-mado de la Retórica en lengua castellana de Fr. Miguel de Salinas (1541).

Es sabido que tanto su introducción en los manuales de Retóricacomo su tratamiento son cuestiones problemáticas sobre las que los re-tóricos discrepan. Según el repaso que hace Luis Merino35 en su obrasobre la Pedagogía del Brocense, los retóricos españoles se puedenagrupar en tres corrientes, según las soluciones aportadas en sus obras.

24

32 WOOTEN, C.W.: op. cit., p. 133.33 Cf. infra: nota 347.34 Para no excedernos en el número de páginas, y por considerarlo de menor utilidad en el

análisis literario, no incluimos el capítulo relativo a la Pronuntiatio.35 MERINO, L.: op. cit., pp. 55-56.

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Dejando a un lado el planteamiento totalmente tradicional de laCompendiosa coaptatio de Nebrija, que sigue a Quintiliano y la Retó-rica a Herenio, los retóricos españoles de la segunda mitad del XVI obien forman filas en torno al tratamiento humanista contemporáneoeuropeo, preconizado por Melanchton y Pierre de la Ramée, y exclu-yen la Memoria como parte específica de la Retórica —como es elcaso de Furió, de Núñez y de Segura—, o bien se mantienen en unaposición ambigua y ecléctica entre la postura tradicional heredada delos latinos, y sobre todo de la Retórica a Herenio, y la posición hu-manista europea. Algunos de éstos, como Palmireno, admiten la Me-moria en sus manuales y la tratan per locos et imagines, pero no laconsideran parte exclusiva de la Retórica; otros, como Lulio, Semperey Arias Montano, rechazan la memoria artificiosa y aceptan sólo lamemoria naturalis. Por último, los jesuitas Suárez y Bravo se mantie-nen fieles al esquema retórico tradicional subordinando la Memoria ala Retórica y tratando la artificiosa por «lugares e imágenes».

El jerónimo Fray Miguel de Salinas no aparece en el repaso deMerino, pero, dadas sus coordenadas para situar las posiciones doctri-nales de los preceptistas españoles, creemos que podría encuadrarseentre los eclécticos, ya que, si bien por un lado incluye la Memoria enlas tareas del orador, admite los dos tipos, menciona incluso los loci ylas imagines características de la artificiosa, y recomienda la lecturadel Phoenix de Pedro de Rávena. Por otro lado siguiendo a Erasmo ysu propia experiencia, advierte de los inconvenientes de poner un ex-cesivo «cuidado» en estos «lugares e imágenes», ya que éste puede«impedir mucho el juicio y embotar el ingenio», con lo cual se prestaun flaco servicio al desarrollo de la memoria natural.

Esta Antología, como toda obra humana, está tejida de atencionesy favores de diferentes personas amigas a quienes debemos reconoci-miento y gratitud; por ello no podemos cerrar su introducción sin agra-decer en primer lugar al profesor Francisco Rico la sugerencia de com-poner y publicar esta Antología, y sin mencionar la atención de LuisaLópez-Grigera, con quien comentamos la primera selección de textos.Queremos reconocer también el apoyo y la colaboración de dos profe-sores de Deusto: Juan Luis Cortina y Santiago Segura que con tantaamabilidad han atendido siempre nuestras consultas, dedicar un recuer-do agradecido a los profesores Ángel García Galiano y Luis Merinoque me brindaron sus opiniones y consejos y, por último, a Marta Ca-sanova y Juan Ángel Veintemillas que han revisado y mecanografiadolos últimos borradores.

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1

Progymnasmata

1.1. Fábula1

Puesto que el exordio, según el orden natural2, es la primera partedel discurso, y, también, para que se comprenda cuán semejante a éstees el ejercicio de la fábula, se procede de modo que ésta se trata en losProgymnasmata en primer lugar.

Es, por tanto, la fábula, a la cual M. Tulio llama apólogo, un discur-so ficticio que, por medio de una disposición verosímil, comporta ciertaapariencia de verdad (y se emplea) por razones de admonición. Las par-tes de la fábula son dos: la narracioncilla fingida y la admonición. Lanarracioncilla puede hacerse por discurso sencillo o por diálogo.

Por discurso simple3, como: «Habiéndose reunido las monas paradeliberar sobre la conveniencia de fundar ciudades siguiendo el ejem-

27

1 NÚÑEZ, O.J.: Institutionum rhetoricarum libri V, Imp. S. Cormellas, Barcelona, 1593, p. 6.2 Traducimos naturam por el orden natural. En las doctrinas retóricas se distinguían dos

tipos de disposición: orden natural y orden artificial, o de prudencia y de doctrina. No todoslos autores coinciden en las denominaciones, pero sí concuerdan en admitir que el discursopuede o bien seguir el orden exigido por la lógica en un discurso normal, i.e., un exordio paracaptar la atención y la benevolencia, una narración para informar, una argumentación paraprobar los juicios propios y refutar los contrarios, y una peroración para mover los afectos ysolicitar el voto; o bien cambiar este orden por otro acomodado a las circunstancias y al juicioprudente del orador. (Rhetorica ad Herennium, III, IX, 17).

3 La distinción entre forma breve y dialogada corresponde a la distinción hermogénica en-tre relatar brevemente o más ampliamente. Prisciani Progymnasmata, 1, «breviter disserere-latius disserere», cf. HALM, C.: Rhetores Latini Minores, Minerva, Fráncfort, 1964, p. 551.

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plo de los hombres, esta idea les pareció bien a todas, pero llegó unade mayor edad que las disuadió de lo que habían decidido.»

Por diálogo, como: «Habiéndose reunido una vez las monas, secuenta que la jefa de ellas habló así a las demás: “Véis qué tranquila yfeliz vida viven los hombres en las ciudades. ¡Venga!, fundemos porfin nosotras ciudades siguiendo su ejemplo para que podamos pasaruna vida dichosa”. Y habiendo aprobado calurosamente las demásesta decisión, y estando a punto de redactar, de común acuerdo, un de-creto sobre esta cuestión, se cuenta que una de ellas, ya mayor, hablóde esta manera: “¿Sois tan insensatas que queréis recogeros en casas ybajo techos? Mi opinión es otra muy diferente, no sea que, una vezmetidas bajo techos, seamos cazadas por los hombres.” Al oír el dis-curso de ésta, como las demás monas cambiaron de opinión, rápida-mente se disolvió la reunión.»

CÓMO DEBE SER LA NARRACIONCILLA EN LA FÁBULA: La narracion-cilla en la fábula, como conviene a toda narración, debe ser clara, bre-ve y verosímil, y además agradable4, que es lo más característico de lafábula. Se hará clara si se emplean palabras usuales5 y la comenzamospor caso recto6, pues lo que Aristóteles consideró que era lo máscorrecto era que las empezáramos por acusativo7; eso tiene más quever con la dignidad del orador, para que no parezca que tiene credibi-lidad con hechos increíbles.

28

4 El carácter agradable de la narración, según Cicerón (Partitiones Oratoriae, IX, 31), esaccesorio en toda narración judicial, pero, sin embargo, resulta esencial en el relato no civilque tenga además función educativa, puesto que deberá utilizar todos los recursos agradablesal alcance del orador para evitar el tedio. El orador latino recomienda para estos discursos elestilo medio y afirma, curiosamente, que este género de decir es el adecuado en las disputa-tiones filosóficas largas y eruditas. (Orator, XXVII, 95).

5 Las palabras usuales y apropiadas eran el principal recurso para conseguir la primeravirtud de estilo: la claridad (CICERÓN: Partitiones Oratoriae, V, 19, y ARISTÓTELES: Retórica,III, 2, 1404b).

6 El caso recto es el nominativo. Se introduce en este caso el nombre de la persona cuyaacción se relata. La distinción entre este caso y los demás —son cinco los modi proferendi otractandi—, es característica de la preceptiva sobre la narratiuncula. Cf. Prisciani Progym-nasmata, 2, Halm, R.L.M., p. 552.

7 La referencia a Aristóteles acerca del comienzo de la fábula con el nombre del protago-nista en caso acusativo como objeto directo de dicunt, etc., no aparece en el tratamiento de lafábula del autor griego, pero creemos que Núñez la toma de Teón, y éste de las observacionesaristotélicas sobre cómo preservar el talante ético del orador cuando cuenta cosas increíbles.ARISTÓTELES (Retórica, III, 17, 1418b, 5) recomienda poner lo increíble en boca de otros (Cf.TEÓN: Ejercicios de Retórica, Gredos, Madrid, 1991, p. 75).

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