Tendencias actuales en estudios retóricos

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Tendencias actualesen Estudios Retóricos

María Alejandra Vitale y María Cecilia Schamun

(compiladoras)

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Tendencias actuales en Estudios RetóricosMaría Alejandra Vitale y María Cecilia Schamun (compiladoras)

Diseño de tapa: Erica MedinaDiagramación: Andrea López Osornio

Editorial de la Universidad Nacional de La Plata (Edulp)Calle 47 Nº 380 / La Plata B1900AJP / Buenos Aires, Argentina+54 221 427 3992 / 427 [email protected]

Edulp integra la Red de Editoriales Universitarias Nacionales (REUN)

Primera edición, 2012ISBN N.º 978-950-34-0872-8Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723© 2012 - EdulpImpreso en Argentina

Vitale, María Alejandra Tendencias actuales en Estudios Retóricos / María Alejandra Vitale y María Cecilia Schamun;compilado por María Alejandra Vitale y María Cecilia Schamun. - 1a ed. - La Plata: UniversidadNacional de La Plata, 2012. 270 p.; 21x15 cm.

ISBN 978-950-34-0872-8

1. Retórica. 2. Análisis del Discurso. 3. Crítica Literaria. I. Schamun, María Cecilia II. Vitale,María Alejandra, comp. III. Schamun, María Cecilia, comp. IV. Título

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Índice

Prólogo................................................................................... 9

PARTE 1. ANTIGUA Y NUEVA RETÓRICA

Un ensayo acerca de la diabolé en la Retóricade Aristóteles, Graciela Marta Chichi...................................... 17Canon, historia literaria e ideología: el Libro Xde la Institutio Oratoria de Quintiliano, Josefina Nagore.......... 43Lenguaje en movimiento y belleza: claridady metáfora en Quintiliano, Andrés Covarrubias Correa........... 59Problemas de comprensión de cuestiones retóricasen la universidad, Roberto Bein ............................................. 77

PARTE 2. RETÓRICA Y DISCURSIVIDAD POLÍTICA

Contribuciones del género epistolar al ejercicio de lapalabra pública en México, Mariana Ozuna Castañeda............ 89Discurso político y análisis sociológico-lingüísticodel discurso: la representación de las personas pobres yde las situaciones de pobreza, Irene Vasilachis de Gialdino.... 103De los mecanismos argumentativos en un ejemplode debate parlamentario, Hernán A. Biscayart.......................... 135Argumentación y «diálogo de sordos» en el conflictode «el campo», Roberto Marafioti.............................................. 155

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PARTE 3. RETÓRICA, LITERATURA Y CRÍTICA

Macedonio. Retórica y política de los discursosparadójicos, Ana Camblong.................................................... 171Leonardo Castellani: polémica y mezclade estilos, Diego Bentivegna................................................... 183Figuras, ontología y cosmovisión: retóricay representación de mundo en la poesía vanguardistade Jorge Luis Borges, Víctor Gustavo Zonana........................ 197

PARTE 4. RETÓRICA Y CRÍTICA (INTER)CULTURAL

Con-versiones: de la metáfora al orden metafórico,Silvia Noemí Barei................................................................... 213Retóricas fronterizas y diseños de sitios web,Barry Thatcher......................................................................... 229

Los autores............................................................................ 265

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Prólogo

El libro reúne conferencias expuestas en diversos paneles orga-nizados durante el I Coloquio Nacional de Retórica «Retórica y Po-lítica» y las I Jornadas Latinoamericanas de Investigación en Estu-dios Retóricos, desarrollados entre el 17 y el 19 de marzo de 2010en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.1 Es-tos encuentros científicos representaron un hito en el campo acadé-mico de Argentina y Latinoamérica, dado que sirvieron como mar-co para la creación de la Asociación Argentina de Retórica (AAR),primera institución de este tipo en América Latina, y la AsociaciónLatinoamericana de Retórica (ALR).

Es sabido que desde hace largo tiempo asistimos a un renacer dela Retórica que, por un lado, se vincula con condiciones sociohistó-ricas que signaron el derrumbe de sistemas ideológicos monolíticosy propiciaron la creación de una coyuntura favorable para abrir pasoal debate público o profundizarlo. Por otra parte, la Retórica preten-

1 Las conferencias dictadas por Nora Múgica y Fernando Ramírez Vidal fueronreformuladas como artículos, que se publicaron en el primer número de la revistaRétor, de la Asociación Argentina de Retórica: www.revistaretor.org

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de constituir un campo autónomo del saber con un espacio propioen las universidades, lo que, entre otras acciones político-académi-cas, lleva a promover la constitución de posgrados que favorezcanla formación y el perfeccionamiento en la Retórica y sus diversasramas, especialmente en Argentina y en otros países de AméricaLatina, en los que dichos posgrados aún no existen o son escasos.En esta dirección, la Retórica se perfila como un campo interdisci-plinario al tiempo que la caracteriza, frecuentemente, la (re)lecturade una tradición discursiva recuperada y reformulada desde los es-tudios de la antigüedad grecorromana. La expresión «Estudios Re-tóricos», si bien puede y suele ser usada como equivalente del tér-mino Retórica, da cuenta, además, de que el saber retórico no selimita a esta tradición clásica y trasciende sus fronteras, aunque ellono sea algo necesario. A su vez, otros campos del conocimiento,particularmente la Semiótica y el Análisis del Discurso, abrevan enla tradición retórica para enriquecerse y transformarse a sí mismos.Estas (inter)relaciones que la Retórica entabla con otras disciplinasy las que al mismo tiempo ligan a estas con la Retórica no estánexentas de tensiones ni de hibridaciones, que deberían ser analiza-das como indicios de relaciones de alianza o de contradicción encampos culturales específicos.

Las conferencias publicadas aquí expresan estas tensiones ehibridaciones en el complejo entramado de los Estudios Retóricos.La diversidad de temas y de perspectivas de los textos incluidosexponen la riqueza del campo y permiten delinear cuestiones que leson inherentes, tales como la reflexión sobre la argumentación y suslímites, la polémica, los géneros, la dispositio y los estilos, la ade-cuación del discurso al auditorio, la construcción del ethos y su efi-cacia, los tropos y figuras, su relación con modelos de mundo osistemas ideológicos, y el poder performativo del lenguaje, cuyaponderación nos remonta hasta Gorgias.

En relación con esas temáticas y perspectivas, el libro está es-tructurado en cuatro partes. La primera parte, «Antigua y NuevaRetórica», presenta cuatro artículos, tres de los cuales se ocupan de

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estudiar aspectos particulares de las enseñanzas retóricas de dosautores referenciales e insoslayables de la antigüedad grecorromana:Aristóteles y Quintiliano. El cuarto trabajo, desde la perspectiva dela Nueva Retórica, indaga sobre las dificultades de comprensiónque manifiesta una muestra significativa de alumnos universitariosrespecto de conceptos y prácticas retóricos. Así, Graciela MartaChichi analiza el tratamiento que Aristóteles dio al recurso denomi-nado en griego diabolé, que traduce como sospecha, y se refiere asu valor y originalidad, aduciendo que el recurso –que el filósofomenciona entre las emociones– abre una instancia dialogada del tipode una confrontación, a determinada altura del proceso de persua-sión, que plantea cuestiones irrelevantes para el caso en disputa yhace que el auditorio se forme una opinión negativa de la parte con-traria. Para ello, describe minuciosamente los pasajes pertinentes deRetórica y expone los resultados de su revisión de Retórica a Ale-jandro y de las observaciones de quienes registraron la presenciadel recurso en las figuras de la oratoria griega. Por otra parte, JosefinaNagore estudia los parágrafos 46 a 131 del Libro X de InstitutioOratoria de Quintiliano (con especial atención a los parágrafos 85 a131, dedicados a la literatura latina), donde el rétor, en el marco dela relación entre Retórica y Crítica literaria, configura su versióndel pasado literario grecorromano –que se concreta en un canon deautores consagrados–, organizada a partir de la ideología dominan-te de la época y legitimada e institucionalizada por la autoridad delpropio Quintiliano y por su difusión en las escuelas y su vínculocon la práctica oratoria. También Andrés Covarrubias Correa abor-da el estudio de Institutio Oratoria, pero se interesa por considerarel alcance y las proyecciones del logro de los ideales de claridad ybelleza del lenguaje a partir del uso de tropos y figuras, y en parti-cular de la metáfora y la alegoría (libros VIII y IX). Se refiere, en-tonces, a que dichas propiedades no sólo favorecen la eficacia retó-rica, ya que permiten que el buen orador mueva a la audiencia pormedio de la apelación a las emociones –lo que se consigue en granmedida en virtud del embellecimiento que la metáfora y la alegoría

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confieren al lenguaje–, sino también habilitan a la Retórica ainstaurarse como ciencia del hablar bien. Roberto Bein, en cambio,sobre la base de las consideraciones de la Nueva Retórica dePerelman y Olbrechts-Tyteca, especialmente respecto de cuestionescomo la diferencia entre convencer y persuadir y el concepto deauditorio, analiza un corpus de cincuenta exámenes parciales de laasignatura Lingüística Interdisciplinaria de la Facultad de Filosofíay Letras de la Universidad de Buenos Aires, que cuenta con pregun-tas sobre Retórica Clásica y Nueva Retórica. Observa que las prin-cipales dificultades de comprensión que presentan las respuestas delos alumnos, focalizadas en particular en las problemáticas de lacontribución de la razón y la emoción en los discursos y la concep-ción del auditorio como construcción del orador, podrían explicar-se, en unos casos, por la situación institucional de examen y, enotros, por la complejidad de algunas nociones teóricas aún no re-sueltas por la Nueva Retórica.

La segunda parte, «Retórica y Discursividad política», reúne tra-bajos que enfocan la Retórica en discursos que, producidos en dife-rentes coyunturas sociohistóricas y bajo formatos genéricos diversos,tienen como protagonista la política. De esta manera, Mariana OzunaCastañeda caracteriza el género epistolar y estudia el papel que jugóen la construcción del espacio público y de la ciudadanía en México,durante el siglo XIX, en relación con los procesos de emancipaciónpolítica. Irene Vasilachis de Gialdino, a la vez que aporta precisionessobre la metodología cualitativa que constituyen un insumo para losEstudios Retóricos, aborda, en los primeros mensajes presidencialesante la Asamblea Legislativa pronunciados por los últimos cuatro pre-sidentes argentinos, los modelos interpretativos de la realidad socialy su vínculo con la representación de las personas pobres; para ello,se detiene, entre otros aspectos, en las estrategias argumentativas másrelevantes. Hernán Biscayart, por su parte, a través del análisis de undebate parlamentario desarrollado en 2002 en Argentina, ilustra losesquemas de la argumentación parlamentaria y su naturaleza genéri-ca híbrida. Roberto Marafioti, por último, caracteriza aspectos de la

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retórica política de Argentina con la expresión «diálogo de sordos»,tomada de Marc Angenot, a través del análisis, por un lado, de lacobertura de un canal de cable (TN) del conflicto desatado en 2008entre el gobierno presidido por Cristina Fernández de Kirchner y elsector agropecuario y, por el otro, de la construcción del ethos presi-dencial durante ese conflicto.

La tercera parte, «Retórica, Literatura y Crítica», agrupa los tra-bajos que focalizan el discurso literario y su crítica. Ana Camblongcomenta la retórica de Macedonio Fernández y, a partir de jugar conla dispositio, hace suya una forma de escritura que se rebela contralo establecido, y en este sentido dice y hace performativamente unaforma de crítica que apuesta a nuevos modos de pensar. En el casode Diego Bentivegna, se aproxima a un texto de crítica literaria deLeonardo Castellani, figura clave de la derecha nacionalistaantisemita argentina, para ejercer a su vez una crítica que buscadistanciarse de la analogía directa entre las decisiones políticas deun autor y la política de sus textos. Gustavo Zonana, en cambio,ilumina en los primeros libros de Jorge Luis Borges la alianza entrela antimetábole y la metáfora para diseñar una ciudad que, desdeuna cosmovisión «nominalista», sólo cobra cierto grado de entidadgracias a la escritura poética.

La última parte del libro se denomina «Retórica y Crítica(inter)cultural» e incluye trabajos que piensan la Retórica en su re-lación con la cultura. Silvia Barei indaga en la metáfora y acuña lanoción de orden metafórico para dar cuenta de un orden cognitivo eideológico que se manifiesta bajo la forma de cadena o de constela-ción. Barry Thatcher, por último, en el marco de la conexión entreretórica, cultura y nuevas tecnologías, analiza de modo contrastivoel diseño de los sitios web de universidades públicas de México,Estados Unidos e India para concluir que –salvo retóricas híbridasfronterizas– la constante interacción promovida a través de Internetno estaría cambiando los valores locales.

Confiamos en que el panorama de tendencias actuales en losEstudios Retóricos contribuya a la revitalización actual de este ám-

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bito y estimule el diálogo y el debate entre sus propias diversidades,con la convicción de que la deliberación y el trabajo en equipo ha-cen surgir las ideas más fructíferas y los mejores resultados.

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PARTE 1

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Un ensayo acerca de la diaboléen la Retórica de Aristóteles1

Graciela Marta Chichi

Estudiosos de los documentos que atestiguarían la práctica ora-toria del siglo V antes de nuestra era defienden que en particularesos textos, cuando exhiben «la retórica del prejuicio en contra deloponente» (diabolé), son más estilizados y fecundos a la hora dedecir qué y cómo despertar hostilidad sobre el adversario, que loque leeríamos al respecto en los tratados clásicos de retórica delsiglo IV. Mi trabajo se ocupa del recurso que en griego se llamódiabolé y que Aristóteles presenta con más detalle en el Libro III de

1 Es una versión con notas y menos ceñida que el trabajo con el que participé delpanel de Retórica Antigua, en la primera sesión vespertina del 17 de marzo de2010, como invitada a las I Jornadas Latinoamericanas de Investigación en Estu-dios Retóricos, abiertas durante el I Coloquio Nacional en Estudios Retóricos en elaula magna de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Retomoel planteo de un escrito en colaboración editado a fines de 2009, y pretendo aportardesde este ángulo al actual proyecto de investigación que dirijo, «Entre la Filoso-fía y la Literatura», acreditado en la UNLP (11H548/ 2010-2011) en el ProgramaNacional de Incentivos. Con ese título radiqué el primero (11H376/ 2004-2006) ycon él una línea en la universidad que mantengo de modo complementario a misartículos sobre el argumento ad hominem y las cuestiones de relevancia que desa-rrollo en sucesivos planes como investigadora del Conicet.

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su Retórica. En tren de procurar puntualizar lo propio del tratamientoaristotélico y de pronunciarme tentativamente acerca de su valor yde su originalidad, entran también los pasajes pertinentes de la Re-tórica a Alejandro –cuya edición inglesa vierte y equipara la nocióngriega de diabolé como prejuicio–, a propósito de revisar las obser-vaciones de quienes rastrearon su presencia en las figuras de la ora-toria griega. Como punto de partida, reviso la cuestión en los prime-ros estudios sobre la retórica antigua que aparecieron a comienzodel siglo XX hasta los años cuarenta, y que parecen haber desestima-do los trabajos más recientes al respecto. La temática pertenece aaquello que los enfoques tradicionales de la historia de la retóricaclásica presentan de la etapa sofística de la retórica, en referencia aquienes se pronunciaron sobre los efectos de las apelacionesemotivas.

I

El recurso llamado en griego diabolé se cuenta entre los mate-riales de la enseñanza más antigua y difundida sobre la persuasión,entre los que se atribuyen a las figuras de la retórica clásica. Preci-samente, esa instrucción proponía dividir el discurso en un númeroacotado de partes distinguibles entre sí, de modo tal de poder ligar acada una recetas acerca de cómo animar ciertas emociones en losoyentes en determinada etapa (Solmsen, 1938: 390-391). El primertestimonio aristotélico sobre la voz diabolé no pierde de vista esosviejos materiales de enseñanza, cuando leemos en el curso de laprimera página de Retórica lo siguiente:2

2 Sigo el texto griego que editó Kassel (1976) y translitero las expresiones griegasque mencione, con la expectativa de llegar a quienes no accedan al original. Lastraducciones (tanto como las paráfrasis de los pasajes) me pertenecen; de lo con-trario, indicaré la edición.

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Pero justamente entonces (nûn mèn oûn oi) losque redactaron artes de los discursos se han esfor-zado por una pequeña parte suya, porque las prue-bas (písteis) son lo único conforme al arte, mien-tras que las otras [partes] son accesorias; y aque-llos, por un lado, (oi dè perì mèn) nada dijeronacerca de los entimemas, que es el cuerpo de lapersuasión, y, por el otro (perì dè tôn), trataron lamayoría de las veces cuestiones ajenas al asunto:en efecto, sospecha (diabolé), compasión, cóleray estados semejantes del alma no se ocupan delasunto –ou perí toû prágmatos– sino que atien-den al juez. (Ret. I, 1, 1354a12-18)

En caso de que la expresión griega correspondiente en mi versióna lo que traduje por «estados del alma» haya sido una glosa (en lalínea 1354a17), y que leemos hoy día en la mayoría de las edicionesen carácter de colofón del breve recuento que se inicia con la diabolé,el pronunciamiento aristotélico no habría alcanzado a las emocionesen general sino a algunas, en determinado respecto comparables, oque fuesen del tipo de aquellas que menciona otra vez (en Ret. III,19, 1419b25-27) en contexto semejante. Y si no hubiera habidopronunciamiento general acerca de las emociones en tanto«cuestiones dirigidas al juez», de las cuales el pasaje advierte sobresu irrelevancia, porque son «de las cosas que están fuera del asunto»(Ret. 1354ª15-16), que antes tildó de accesorias, habría quedadodebilitada la duda acerca de la coherencia de la tesis aristotélicarespecto de las emociones. El texto hablaría en todo caso de algunasemociones y de la diabolé, por el hecho de que esos materiales fueranequiparables de algún modo. Entonces, si el pasaje describe lo queesa enseñanza ofreció y lo que no ofreció según el planteo aristotélico,es también plausible que la expresión sôma tês písteos (Ret. 1354ª15)–que traduje «cuerpo de la persuasión», como habitualmente ocurre–,haya podido entenderse en el sentido de cuerpo de la prueba, dado

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que la expresión griega pístis es, como se sabe, el nombre tradicionalde esa (tercera o segunda) parte del discurso de acuerdo a la respectivadivisión que los primeros manuales habían enseñado a mantener.Aristóteles estaría indicando, en suma, que esa única parte es loimportante a la hora de convencer, aquello que es conforme al arte,lo cual ya se identificaba bajo el nombre de entimema. Señalo porfin que, cuando se advierte sobre la práctica usual de los remedios(Ret. III, 14, 1415b4), reaparece la metáfora. La perspectiva de lorelevante no escapa al capítulo sistemático que refiere cómo sedispone un discurso: un comienzo mínimo necesario, que por esoasuma lo fundamental en materia de estilo, es «aquél que presentalos puntos capitales de la prueba, a fin de que el cuerpo tenga cabeza»(Ret. III, 14, 1415b7-8). Justamente, la expresión que caracteriza loirrelevante desde el comienzo del texto y de nuevo en ese pasaje (deRet. III, 14) corresponde a la fórmula técnica habitual de lostribunales atenienses, que atestigua Lisias (Marx, 1900: 115; Kassel,1972: 4; Chichi, 2007: 3-6), sobre lo cual volveré inmediatamente.

Estudios pioneros de la retórica antigua ya habían apuntado alblanco de la crítica de Aristóteles en esa famosa primera página. Sinir muy lejos, la referencia platónica del Fedro (267c7-d) documentala habilidad de Trasímaco de Calcedonia con las tres materias iden-tificadas en la cita anterior (Navarre, 1900: 156-157, 166, nota 2;Solmsen, 1938: 391-392; De Voegelin, 1943: 23).3 Y, por fin, unafigura del círculo de Isócrates de nombre Teodectes enseñaba a pro-ferir epílogos que movían a la compasión y a la cólera. Las mencio-nes aristotélicas de ambas emociones parecen guardar la misma cer-canía y su orden de origen, tanto en la línea que cité antes comoentre las recomendaciones sobre las partes del discurso, que ocupanlos últimos capítulos del escrito que conocemos (Solmsen, 1932:

3 Hoy día vuelve a pensarse que Trasímaco es el aludido en Ret. 1354ª16-18 (Rapp,2002, vol. I: 45; Dow, 2007: 391-4). En el Fedro (266b-c), Trasímaco «y otros»representan la retórica como arte de los discursos (lógoi) y de ser sabios al hablar,mientras que Sócrates se dice amante de las divisiones y reuniones, a fin de reivin-dicar la dialéctica como arte de hablar y pensar.

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199; 1938: 391-392). Precisamente, a propósito del epílogo, se lee:«cuando están claras tanto las cualidades como las magnitudes, hayque provocar en el oyente determinadas emociones, que son: la com-pasión, el sobrecogimiento, la cólera, el odio, la envidia, la emula-ción y la riña», cuyos lugares se habían presentado anteriormente(Ret. III, 19, 1419b25-28). Quien escribió en inglés para colegasque por entonces pudieron haber entendido que la retórica consistíaen jugar con las emociones del auditorio fue contundente en su ape-go a la tesis de Barwick (Hermes, 1922). Reconociendo ya por en-tonces a quien había llamado la atención sobre la conexión de laspartes del discurso con las apelaciones emotivas en ese sistema pri-mitivo de retórica, Solmsen llamó la atención de sus colegas sobrelos dos modos (o métodos) antiguos acerca del «arte de animar lasemociones en el auditorio» (1938: 390-392). En sus palabras,Aristóteles no pensaba que las pasiones –o emociones, diríamos hoydía, tal como se entiende el griego páthe– estuviesen conectadascon partes específicas del discurso, como tampoco insinuaba la uti-lidad de apelar a ellas a determinada altura del discurso. Por lo de-más, el discurso no es algo que tenga partes, sino que es un conjun-to, que resulta pistós y efectivo debido a la combinación de trespísteis –llamadas apódexis, êthos del que habla y páthe (cfr. I, 2,1356a1)– que Aristóteles reconoce (Solmsen, 1938: 393, 394).

Aristóteles difiere de la práctica de los retóricoscontemporáneos o antiguos por (a) sacar la teoríade las páthe del sistema de tà mére lógou y esta-blecerlas como uno de los temas primarios del sis-tema de retórica, y por (b) darles un tratamientocuidadoso y analítico... (Solmsen, 1938: 394)

La diabolé figura entre las modalidades habituales de prólogos,que Aristóteles toma por «remedios» y que constata en el uso co-mún (Ret. III, 14, 1415a25). Lo corriente por entonces era precisa-mente atender primero al orador, otras veces al oyente, en otro caso

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tocar o ir directamente al asunto (prâgma) y por fin atender al con-trario (Ret. III, 14, 1415a25-27). Sin más pausa, añade: «Y acercadel mismo (perí autoû) y del adversario» (toû antidokoû) están cuan-tas cosas tienen que ver con la diabolé, tanto para disolverla comopara provocarla, mientras que es posible proceder en ambas situa-ciones pero no de modo «semejante» (1415a27-28, con referenciahasta la línea 34) (Marx, 1968: 112-113). La advertencia (y crítica)del autor de nuestro texto al modo habitual de construir un prólogoconsiste en destacar que, en tres de las referencias apuntadas, elorador se dirige a alguien descalificado como destinatario –pròsfaûlon gàr akroatén, dice el griego–, en la medida en que este noescucha (ni es capaz de atender) lo que importa –en griego se leeseguido kaì tà éxo toû prágmatos akoúonta– (Ret. III, 14, 1415b5-6) (Marx, 1900: 115).

Ahora bien, el estudio de Marx, que apenas se recuerda hoy día,llegó a reunir y cotejar documentos antiguos relacionados con mi-ras a identificar los cuatro modos que se leen en Ret. III, 14 (1415ª25-27) (1900: 113-115). La perspectiva del contrario que figura en lapresentación de los remedios coincidiría con la perspectiva del ad-versario, expresada en «acerca de (uno) mismo y el adversario» dela oración siguiente, donde se manifiesta que los recursos que sur-gen del mismo orador y del adversario sirven para armar y desarmarla diabolé (Ret. III, 14, 1415a27). Entre los latinos, Cicerón (DeInventione I, 16, 22) y el escrito de la Rhetorica ad Herenio (I, 4, 8)distinguieron los puntos de partida del ab nostra, ab adversariorum,ab iudicum (auditorum) persona y a causa (o, alternativamente, abrebus ipsis). Dionisio de Halicarnaso (del primer siglo antes de nues-tra era) atestiguaba que Isócrates mantuvo el diabállein bajo la cate-goría del adversario, y la acción de elogiar en la del orador. En co-nexión con la sospecha y el elogio, Marx señala entonces la coinci-dencia con la línea del capítulo 16 (Ret. III, 1417b15) que algunasediciones atetizan. Allí se admite que la narración de hechos pasa-dos es central en la oratoria política (que delibera sobre lo futuro),sea que su recuerdo quiera construir una sospecha, sea que con ello

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alguien quiera expresar un elogio (1417b13-15). Dado que Ret. III,14 no desarrolla los modos relacionados con el oyente y los quecorrespondan al asunto, Marx entiende que ambas perspectivas ha-bían sido las previamente consideradas: al comienzo de la Retóricaya se contempla al oyente y al juez, y también consta la referencia alo ajeno al asunto (y lo que es «accesorio») y a la escasa contribu-ción de los escritos precedentes (1900: 113-114). El modo que partedel orador (a saber: «el que habla», o «del mismo») consiste enmostrarse honesto (tó dokeîn epieikés tòn légonta eînai), tal comoIsócrates, que también refería el recurso de llamar la atención delauditorio (1900: 115-116). Adelanté que la expresión éxo toûprágmatos (que señala lo irrelevante) correspondía a la fórmula pro-cesal del Areópago ateniense. El comentario anónimo también con-tiene la comparación del prólogo (o proemio) con la cabeza de unhombre.4

Los resultados directos del cotejo de Marx destacan, en suma, elenfoque doble que tiene la diabolé: cuando figura a la par de lacompasión y la cólera, al comienzo del escrito, integra una lista derecursos familiares en la enseñanza que examina; todos ellos po-drían siempre identificarse desde la perspectiva del/ los oyente/s. Eljuez identifica la figura colegiada de los tribunales populares que,como se sabe, corporizan el auditorio al que está dirigido el discur-so y en definitiva a quienes se pretende influir y convencer. En talcaso: «no se debe torcer al juez moviéndolo a la ira, al odio o a lacompasión, porque sería semejante a que alguien torciera la regla dela que va a servirse» (Ret. 1354a24-26). De nuevo se admite de esaenseñanza: «definió en qué consiste un prólogo, qué debe tener lanarración y cada una de las otras partes, y que no se ocuparon deninguna otra cosa más que de hacer que el oyente se encuentre dealgún modo» (tòn kritèn poión tina poiésosin) (Ret. I, 1, 1354a17-20).

4 La lectura de Marx postuló que un redactor interfirió de hecho en el hilo del textoque conocemos, y a la altura del Libro III llegó a defender la influencia y la crítica–del autor de la Retórica– a la tradición isocrática.

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En Ret. III, 14, en cambio, la diabolé identifica directamente uno delos cuatro modos habituales de abrir un discurso: en particular, aquelque se dirige a la figura del adversario de quien haya tomado lapalabra. Ahora bien, ese adversario es el interlocutor del discurso, yno las figuras del primer enfoque. A la hora de pensar en cuestionesrelacionadas con la factura del texto, quedaría bien documentado, ami entender, que Aristóteles reubicó y redefinió ejes de análisis alinterior de la propia reflexión, a partir de fórmulas y referenciasfamiliares o en curso en su época. La categoría de prâgma entre loscuatro modos de construir prólogos (Ret. III, 14, 1415a25-27) ha-bría pasado a nombrar lo relevante en su proyecto, cuya via regia sevaldría de entimemas o argumentos. Su autor se hizo cargo de unhecho compartido: «(pues estamos convencidos de algo sobre todo,cuando creemos haber probado la cuestión)» (Ret. I, 1, 1355a5-6).Aristóteles no planteó asociar las emociones a determinada parte oetapa del discurso, sino que ellas serían fuentes genuinas de persua-sión, cada vez que el orador fuese capaz de precisar causas de lasemociones ligadas a aspectos de la cuestión de la que se habla.5

5 El primero de los trabajos de Dow (2007) considera autores de los años setenta enadelante, a excepción del conocido comentario de Cope (de la nota 13) entre susreferentes (nota 1). Sobre la cuestión tan discutida acerca de cuál habría sido laapreciación aristotélica respecto del papel de las emociones en ese contexto, Dowabogaría por la idea de que la alusión de Ret. I, 1 (en la primera cita de mi trabajo)no comprometería la coherencia del planteo aristotélico respecto de las pruebasemocionales y/o de las premisas emocionales (2007: 387), posición que desarrollaen su tesis doctoral (Dow, 2008). Precisamente, los especialistas son Barnes yFortenbaugh (Dow, 2008: 137 y nota 136), y, por su lado, Grimaldi (2007: 385nota 5), entre quienes a fines de siglo XX sientan posición por el rehabilitado temade las emociones. De un modo o de otro, juega en ellos la idea de que lasinconsistencias hablarían en contra de la unidad del tratado aristotélico, por lo cualcabría pensar en explicaciones en términos de redactores o de distintos períodos enel escrito que conocemos, lo cual encerró la hipótesis evolutivista en la Retóricaque F. Solmsen postula a fines de los años veinte. A juicio de Dow –y puedo sóloresumir–, Aristóteles estaba recordando y criticando la instrucción de Trasímaco(2007: 391-394), toda vez que sus recetas sobre cómo acusar, sobre cómo apelar ala piedad o a la cólera, pretendían ganar el favor de sus oyentes, en lugar de aten-der a los hechos actuales del caso sobre el que tocase debatir (2007: 390, 398). Pordiabolé debería entenderse la actividad de calumniar o de acusar maliciosamente a

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Asimismo, el uso de la voz prâgma en el tratado de Retórica exhibeuna categoría ubicua, que excede la noción actual de relevancia tó-pica o temática, en la medida en que la perspectiva de lo pertinenteatraviesa el tratamiento aristotélico sobre el modo de decir o léxis(Chichi, 2007 y 2008). El escrito reconoce dos capítulos sistemáti-cos: uno que ofrece los materiales de la diánoia (de los libros pri-mero y segundo), que abastecen qué decir (esto es, los distintos ti-pos de pruebas y cómo reaccionar en cada caso); y otro que procuralos de la léxis, en el libro tercero, que enseñan a decir el discurso talcomo es preciso a fin de que se muestre convincente, «de tal condi-ción», dice el texto (Ret. III, 1, 1403b13-17, y II, 26, 1403a34-b2).

II

En lo que sigue sostengo, en síntesis, que la diabolé nombra unrecurso que (a) abre una instancia dialogada del tipo de una con-frontación, (b) a determinada altura del proceso de persuasión. Jus-tamente, la perspectiva del adversario es una de las señales textua-les del rasgo (a), y así se refiere el eventual interlocutor en el tercerlibro, al que apunta el blanco de la diabolé. La idea misma de unadversario asociada a una de esas presentaciones admite de suyoque eventuales papeles de defensa o de ataque característicos de undiálogo del tipo del enfrentamiento o de la polémica, que generaríala diabolé, identificarían las correspondientes ocasiones de uso entorno a movidas posibles acerca de cuándo disipar o, contrariamen-te, cuándo levantar sospechas sobre alguien, que en la situación jue-

alguien, antes que la idea de levantar «prejuicio» (2007: 388 y nota 13). La refe-rencia del pasaje de la Ret.I, 1 a la piedad y a la cólera también pretendía asociarantiguas técnicas para despertar emociones («rhetorical technical for the arousalof emotions», 2007: 390). Y el uso antiguo de la diabolé al comienzo del discurso,esto es, en los proemios, tanto como al final –en las conclusiones– se desentendíade cualquier compromiso de querer atender a los hechos del caso (Dow, 2007: 388,398). Cerrando, ahora sí, Dow (2008) discute la cuestión de la posición aristotélicasobre las emociones en general, midiéndose con trabajos tardíos de W. Fortenbaugh.

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ga la parte contraria o el papel de un rival en el encuentro en algunode los tres contextos de práctica oratoria que Aristóteles reconoce.Me refiero a los tres géneros de la práctica asociados a los respecti-vos instrumentos o recursos de su tratamiento. Respecto del rasgo(b), como mostré en la sección anterior, o bien habría que pensarque hay usos de la diabolé que valen al comienzo y al final deldiscurso respectivamente (1415a30-35), habiendo supuesto que suautor hubiese querido aquí distanciarse de la costumbre de manejarla sospecha en los exordios exclusivamente (14, 1415b17-25), talcomo enseñó Trasímaco (Navarre, 1900: 156-7 y 166),6 o bien, sino hubiese sido este el caso, deberíamos pensar que las considera-ciones (del capítulo 14 de Retórica) siguen describiendo enfoquesajenos al propio enfoque aristotélico, tal como propuso la lecturadel redactor (Marx, 1900: 112-115).

Debido a que la diabolé figura entre los remedios habituales alos prólogos (Ret. III, 14, 1415a26-39), nuestro autor sostuvo a esaaltura que quien se hubiese servido de ellos en tres casos precisosno habría querido más que desviar la atención del asunto que fueseobjeto de prueba, en cuyo caso habría tenido presente y queridoinfluir sobre un auditorio que no pudiera seguir lo relevante.Aristóteles habla de phaûlos, atendiendo a cierto uso técnico, hastadonde pude documentar, antes que a alguna categoría sociohistórica.Hasta donde sigo el punto, se trataría de una categoría moral quepor eso descalifica a quien obra mal.7 Podría traerse a colación el

6 Aristóteles reconoce el uso de la diabolé en el proemio y en los epílogos (Dow,2007: 388).7 «El phaûlos es la configuración de sí que realiza la acción incorrecta; se lo definepor su elección contraria a la moral: katà proaíresis légontai (Tópicos V, 5, 126a36),antes que por la mera capacidad. Prueba de esto es que, si se pretendiera definir alsofista, al calumniador (diábolos) o al ladrón por su capacidad (dýnamin), podríareplicarse que la divinidad y el honrado podrían hacer cosas phaulá, dice Aristótelesen Tópicos (V, 5, 126a30-b3) [...] Por eso dice que el phaûlos está en el êthos(Ética a Nicómaco 1121, entre otros pasajes). De ellos trata en particular la come-dia según la definición de Poética 2. Lo contrario es la conducta noble (spoudaîos,epieikés). Cfr. Bonitz (1961: 813)» (Chichi y Schamun, 2009: 517-518, nota 11).

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lugar dialéctico que cito en nota, e intentar expresar aquí que lasacciones tipifican y son indicios del carácter correspondiente: la di-ferencia zanja distancias a la hora de hablar de ladrones, calumniado-res y quien pretende pasar por alguien que sabe, en ocasión de dialo-gar con otros al menos, por un lado, y dioses y hombres honestos, porel otro. En suma, todos por igual pueden actuar en uno u otro sentido,de modo tal que «la capacidad no será el género de ninguna cosareprobable» (Tópicos, 126b1-2) –o no todo lo posible es reprobable–.Ahora bien, actuar conforme a una elección que consume lo bueno endeterminada ocasión en situación de actuar marcaría la diferencia entreunos y otros, porque lo elegible y bueno no es el género de lo posible–o no todo de lo que se puede/es posible es elegible o bueno–. Contodo, volviendo a situaciones propias de la disciplina en cuestión,cabe también pensar que el oyente o auditorio malo vendría a corporizaraquella actitud hostil de quienes pudiesen oponer resistencia a quienhabla; pienso en la conducta típica de un auditorio que integra unafacción cualquiera donde haya campos enfrentados –coloreada nega-tivamente ahora–. Frente a ese auditorio comprometido ya con unode los dos interlocutores del enfrentamiento oratorio, la propia re-flexión aristotélica sobre la materia tendría que ofrecer(nos) salidas orecursos, tomando en serio tal vez el punto de vista de la persuasiónpertinente que deja a salvo, por así decir, la referencia al prâgma delconjunto de los remedios en Ret. III, 14. Quien se plante a hablar anteellos podría, no obstante, obtener algo fructífero en alguna instanciade la mera confrontación con quienes así suelen conducirse en el pro-ceso de persuasión. Supuesta la calidad cooperativa del auditorio, encambio, nuestro escrito admite que sería suficiente presentar en vistade qué se habla y entrar directamente a la prueba que es el «cuerpo depersuasión». Es más, si aquello (o lo que se defiende) fuese conocido,ni siquiera se necesitaría mayor aviso o antesala (Ret. III, 14, 1415a22-24). Por ahora, dejo en suspenso la tarea de fortalecer un eventualplanteo en torno a cómo entender una aproximación dialéctica o dia-logada en textos de la retórica aristotélica, que es lo que intento de-fender a propósito de los usos de la diabolé.

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En sección aparte, una fórmula de título: «acerca de diabolé»(15, 1416a15) abre una lista de expedientes. Los «lugares de ladiabolé» ofrecerían tópoi de carácter no argumentativo, porque ellosno pondrían en juego premisas, de los cuales se pueda inferirdeterminada conclusión (Rapp, 2002: 298).8 Un conjuntorepresentativo de lugares en el resto de la obra, desde Aristóteles sinduda, cumpliría, en cambio, la función argumentativa.9 A esta alturasólo puedo hacer una breve alusión respecto del carácter central dela diferencia entre unos y otros lugares, aun cuando no puedaprofundizar la lectura de Rapp sobre los lugares de la diabolé enRet. III, 15 en particular. Hasta donde sigo el debate de los lugaresaristotélicos y el de su recepción actual, subrayo al menos que fueOtto Bird (1969), un estudioso de la lógica medieval, el primero enesclarecer la lógica de los consequentiae y el hecho de que los lugares

8 Una versión ágil, dentro de la aridez del tema de los lugares aristotélicos, a cargode Rapp sobre la cuestión en la Retórica está en uno de los suplementos a suartículo de 2002 en The Stanford Encyclopedia of Philosophy, cuyo sitio consignoentre mis referencias.9 El proceso de dar con una argumentación, tanto en la retórica como en la dialéctica,tiene lugar en la mente de quien argumenta como un movimiento hacia atrás:aquel que va desde la tesis a defender a la búsqueda de los datos que correspondan,tal como es típico en otras situaciones, también cuando se delibera antes de decidir.Me interesa marcar entonces que tanto el orador como el dialéctico saben deantemano aquello que intentarán defender, de modo tal que por esa situación ellostienen que preguntarse luego cómo y con qué datos apoyar la posición elegida, queharía las veces de la conclusión en el proceso concreto de la discusión. El éxito oeficacia en el proceso de realizar su métier en determinada situación –su êrgon, engriego– depende, entre otros factores ajenos a su arte, de no haber soslayado cómoresponder a eventuales objeciones. Ahora bien, el hecho de no haberlo logrado consu interlocutor no hace mella en la valoración profesional que nos merezca, porquecuestiones concretas de éxito o eficacia no deberían confundirse con las cuestionesde método: el fin, dice Aristóteles en ambos campos, es distinto al cumplimientode la acción en cuestión en términos profesionales, porque lo profesional no sevaloraría en términos de eficacia o éxito. La última versión del escrito de Rappsobre la retórica aristotélica concede el punto que quiero destacar en esta nota (cfr.2010, secciones 6.3 y 7.4). Añado por fin que se debe a los trabajos de Ernst Kapp(1932 y 1940) el haber esclarecido lo típico del enfrentamiento dialéctico, conmiras a salvar la fundación griega de la lógica de objeciones psicologistas.

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cumplen típicamente el papel de la inferencia o el de una garantíaen determinado esquema representativo. De este modo, los lectoresnorteamericanos conocieron a través del escrito de Bird la famosatesis de Stephen Toulmin y supieron del aporte, que no había sidobien recibido o había sido directamente ignorado entre los másestrechos colegas ingleses de entonces (Toulmin, 1986: 56).Volviendo al punto, entonces, la función lógica del tipo de lugares(argumentativos) es la que despeja un movimiento selectivo, queapunta hacia atrás, por así decir, por el cual, debido a la inferenciaque expresa el lugar, en tanto enunciado general que puede o noadmitir excepciones, quedan unidos ciertos datos apropiados con latesis que hará las veces de conclusión del argumento, tanto en retóricacomo en dialéctica. Respecto de los lugares de la diabolé del LibroIII de la Retórica en particular, Rapp además sostiene que el materialaristotélico reunido no le serviría a alguien que pretendiese liberarsede una situación incómoda por una sospecha injustificada, sino quesólo ayudaría a quien hubiese querido diseminarla (2002: 967).

Ahora bien, es claro que los lugares de la diabolé aportan alpapel de la reacción, de la defensa, y que algunas salidas buscan enparticular enfrentar («hapantân») la situación de sospecha.10 Se nom-bra primero un modo general de resolver la opinión que pese sobrealguien (1),11 y seguidamente figuran distintas reacciones que bus-can desmentir puntual y sucesivamente aspectos pertinentes de la

10 De acuerdo a las indicaciones del margen derecho de la edición de Kassel, noson catorce los lugares de la diabolé de Ret. III, 15, como dije (Chichi y Schamun,2009: 518). Coincido con Rapp (2002: 967) en que serían doce.11 Entre los lugares del Libro II, 23, se habla del modo de resolver mediante elhecho de decir lo extraño («parádoxon»), que dio lugar a que se interpretara injus-tamente las circunstancias de la acción o se tuviera una opinión de alguien (el 23).El primer lugar de la lista de Ret. III, 15 habla de la diabolé como suposiciónmanipulable («hypólepsis dyscherés»), que no necesariamente es verbal. En aten-ción a la nota de Racionero (ad locum), planteé que pudiera fundarse en los gestoso acciones del sospechado aquello que nos induzca a formar una opinión. Los usosde la voz griega en cuestión describen la suposición que no encierra verdad, sino lacreencia que está sujeta a error, y que la mayoría no comparte (Chichi y Schamun,2009: 519).

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prueba en determinado contexto de oratoria (2), hasta el punto deaconsejar aceptar el cargo mostrando atenuantes, aduciendo algoajeno a la decisión humana (3). El libro de Navarre reconoció enesta tercera etapa momentos de la prueba asociados a la doctrina dela stásis (1900: 262-3, 269) que se atribuye a Hermágoras de Temnos(a mediados del siglo II a.C.), cuyas recepciones griegas y romanastardías llegarían a hablar luego de la operación de la inventio, talcomo se documenta hoy día (Braet, 1987: 79-80).12 Entre los restan-tes lugares de la diabolé están, por cierto, aquellos cuatro que de-vuelven al otro la misma sospecha recibida (4-7), el que recuerdaque ya hubo juicio (8), el que genera una acusación (9), hasta lasituación de considerar indicios en terceros (10). Y entre lo propiodel arte figura, por fin, el consejo de dar vuelta las valoraciones (11)y cambiarles su significado (12). Pospongo la tarea de ofrecer lasdescripciones particulares que corresponden en cada caso.

Llegados a este punto, señalo que una sección de la Retórica, defactura presuntamente independiente, precisa por fin que hombres yprágmata son, ambos por igual, blancos de la diabolé, cuya solu-ción consiste siempre y en resumidas cuentas en decir lo que pareceextraño (parádoxon) (Ret. II, 23, 1400a23-29). Un comentador lati-no antiguo lo denomina lugar para desatar (en griego, lýsin) la causade la sospecha; mientras que su glosa, que ya opone res a personae,entiende que lo extraño sería resultado de haber interpretado accio-nes o circunstancias. Aristóteles, por su lado, menciona el caso depensar mal de una madre que hubiese caído accidentalmente enci-ma de su hijo, tras haber querido abrazarlo. El otro ejemplo, que leera familiar por una tragedia de Teodectes, dice que Odiseo explica

12 Navarre había relacionado con Hermágoras los lugares segundo y tercero deRet. III, 15, y en cuanto a antecedentes reconoció por entonces textos de Lisias,Antifonte, Demóstenes, que reflejarían el procedimiento de las cortes ateniensesdesde Dracón (265-271 antes de nuestra era). Por su lado, la versión de Quintilianode la doctrina del status de Hermágoras, que Braet transcribe sobre los cuatromodos del defensor (1987: 82-83; 1996: 354), tiene estrechos paralelos con elsegundo lugar aristotélico.

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por qué Ayax parece más valiente que él, aunque no lo fuese real-mente. La salida en tales casos es que el involucrado hable o diga loque sucede o cómo es la situación, a fin de desmentir (o disolver) loque terceros de hecho crean o puedan creer en determinada circuns-tancia, como respectivamente ilustran ambos ejemplos aristotélicos.

La Retórica a Alejandro, por su parte, aporta algo equiparable alas referencias del lugar de Ret. II, 23 recién aludido, con la salve-dad de que el escrito que ahora traigo a colación ofrece una clasifi-cación más complicada de la cuestión. En efecto, el tratamiento dela diabolé (RA, cap. 29, 1437b33-1438a2) distingue primero la pers-pectiva del hombre que así refiere al orador, y que despliega exáme-nes subsiguientes, a saber: establecer (i) si la diabolé pertenece alpasado o es actual –y en tal caso, (ii) si la sospecha recae en elorador por el hecho de ser joven o de ser viejo– o si no, observar(iii) de qué naturaleza es el cargo (si fuera una cuestión de carácterpolítico o no, entre otras consideraciones al respecto), seguidos poreventuales reacciones que en cada caso puedan anular la duda. Lasegunda perspectiva corresponde a la del prâgma, bajo lo cual en-tiende el objeto de los dos géneros de oratoria involucrados. Losusos de la voz griega prâgma refieren lo que se defiende, lo que seaconseja o aquello de lo que se disuade: en suma, las medidas quetienen que ver con materias políticas (por caso, aconsejar una pazvergonzosa), o aquellas que involucran a terceros, asuntos de la co-munidad (determinada medida sobre los festivales, entre otros ejem-plos). Junto a esas dos perspectivas, presentes en el texto aristotélico(de Ret. II, 23 y en los primeros lugares de Ret. III, 15), la Retóricaa Alejandro ofrece también la tercera perspectiva del lógos. Esta seabre, por su parte, conforme a despejar tres análisis, a saber: (i) si sumateria es amplia, (ii) si es no convincente y (iii) si corresponde aun hecho pasado. En la sección dedicada a materias propias de unproceso legal (en el cap. 36), la diabolé tiene que ver con imputaracciones realizadas por la fuerza, por ejemplo la sospecha de robo,entre otros. En la perspectiva del hombre (el orador), se trata de versi la acción compromete a extraños o a amigos, y a cuestiones

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reprobables o no, entre otros. La Retórica a Alejandro ofrece, ensuma, una variedad de ángulos sobre las causas de la sospecha pre-sentes en situaciones del género político y del judicial.

Ahora bien, entre las voces más influyentes en el ámbito de losestudios clásicos de habla inglesa, Carey defiende que la diabolédescubre la eficacia del dominio sobre los efectos emocionales deldiscurso, y en ese punto la reflexión retórica del siglo IV quedó reza-gada a la vista de la riqueza que atestiguan los oradores, tanto encuestiones de fondo como de método (2004: 1, 8 y 12).13 Con todo,su estudio reconoce lineamientos expresos de la teoría correspon-diente, aun cuando quedara por dirimir la mutua relación entre elescrito aristotélico y la Retórica a Alejandro.14 Carey concede as-pectos de la noción de relevancia cuando revisa en detalle finas ar-gumentaciones de los textos de los oradores y cuando repara en la

13 «The contexts for Greek oratory are explicitly or implicitly triangular; twospeakers (sometimes more) or groups are competing for the favorable judgment ofan audience. It had been recognized long before Aristotle that audience good willwas vital for the task of persuasion. But in a competitive context this almostinevitably has a negative counterpart, the creation of an emotional distance betweenthe audience and one’s opponent» (Carey, 2004: 1 y la 12 enfáticamente). Su pri-mer artículo, de alcance temático más general, rastreó los contextos de uso de ladiabolé en la oratoria deliberativo-política de Tucídides (1994: 34), sin dejar demostrar que el contexto antagónico por antonomasia fuese el de los contrincantesen la corte (1994: 29). Por entonces Carey ya defendía la ubicuidad del recurso entres oradores centrales del canon clásico: el amplio espectro de las acusacionespersonales, a diferencia de la esquematización y la rigidez de los dos planteosteóricos del siglo cuarto, sin dejar de conceder que la técnica del prejuicio encontra del oponente trae a colación materiales irrelevantes al punto en cuestión(1994: 31). Los estudios de Gastaldi (2003 y 2004) sobre el uso de diabolé entextos de tragedia siguen este trabajo de Carey. En la última nota a pie de la sec-ción I me ocupé de los antecedentes y del tratamiento de Dow (2007 y 2008).14 Los límites del escrito están entre los años 341 y 300 antes de nuestra era; mien-tras que las fechas del texto aristotélico, salvando sus etapas de redacción, podríanestar entre los años 360 y 341 debido a los acontecimientos que nombra. Con todo,Braet admite la presencia de una misma tradición que pudiese haber influido ensendos escritos y de modo independiente (1996: notas 2 y 3). La Retórica a Ale-jandro pudo haber sido entonces el más antiguo de los dos y el heredero de laantigua tradición sofística (Braet, 1996: nota 4).

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línea de quienes investigaron la máxima de «mantener el punto dela cuestión» en la historia de los testimonios sobre el proceso griegoantiguo (2004: 5).15 Por su parte, los lugares aristotélicos de la diabolé(Ret. III, 15) recorren instancias de procedimientos de la prueba deun cargo legal en el contexto correspondiente. En este sentido, lainicial advertencia de Navarre parece estar en consonancia con si-tuaciones que describen los textos de Retórica a Alejandro (tal comoindiqué en una nota anterior). También están las salidas que hoypodrían calificarse de ad hominem, consistentes, tal como adelanté,en devolver la sospecha a la persona que primero la levantó, con elpropósito de desconfiar y desacreditar la palabra del otro. La recep-ción anglosajona rescata textos del manual de retórica de RichardWhately (1787-1863) que apoyan la tesis (concedida en el campodel debate contemporáneo sobre la argumentación) de que es el usodel discurso el que se cataloga o califica como legítimo o ilegítimoen el sentido de falaz o tramposo, y no el discurso en abstracto.

En segundo lugar, los estudios de Carey plantean descubrir larelación entre la diabolé y la eúnoia. El escrito de la Retórica aAlejandro muestra en qué medida la diabolé apela a los efectosextradiscursivos de la persuasión, ligados al auditorio y a aspectosnegativos –emocionales– que este tuviera sobre los interlocutoresdel discurso, tal como admite el último artículo (Carey, 2004: 1 y8). Cuando se ocupa de cómo se disponen los discursos públicos ylos legales, y en particular de los fines del prooímion en esos con-textos (RA, cap. 29), se admite que el orador debe asegurarse quelos oyentes se encuentren en buena disposición para escucharlo(eumeneía). Entre las situaciones contrarias u obstáculos a esa bue-na disposición, el texto reconoce la situación de un auditorio quealbergue sospechas acerca de la persona del orador, la de que repro-base los hechos o medidas por las que el orador podría abogar, y porfin el caso de que se desestimase el propio discurso (lógos). Cuando

15 Carey aduce que el uso de la diabolé gana espacio ante la falta de noción deevidencia legal y la frecuencia del argumento de probabilidades.

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Aristóteles, por su parte, enumera los turnos de quienes mantienenuna rivalidad, prevalece la idea de que habría que contestar a lasobjeciones y luego contraargumentar teniendo presente la posicióndel interlocutor. «En efecto, como el alma no admite al hombre sos-pechoso, del mismo modo tampoco su discurso, sobre todo si elcontrario ha tenido buena aceptación» (Ret. III, 17, 1418b13-17).Por su parte, la eúnoia que Aristóteles tuvo presente (en Ret. II, 1,1378a6-20) parece un atributo del orador, pero también del discursoque pueda armarse técnicamente a tal efecto. Su idea sería que eldiscurso de alguien es creíble o confiable para quienes lo escuchansi y sólo si quien les habla no sólo es capaz de reconocer sino tam-bién de decir lo que fuese mejor para su auditorio, asumiendo conello que llegó a deliberar sobre lo óptimo desde la perspectiva dequien escucha ese discurso. En estas circunstancias, se admite quela opinión formulada por el orador sería creíble e influyente en eseauditorio (Ret. II, 1378a16-17).

III

Queda destacar un tercer rasgo (c). Un comentador latino adujoque la diabolé no sería una emoción, sin embargo, importa ponerlaen la emoción.16 La palabra que separa, que siembra discordia o quedivide, sabe de componentes emotivos. Aristóteles menciona ladiabolé entre las emociones que hoy se llaman «negativas», sobretodo en círculos de la ética contemporánea que rehabilitan su exa-men.17 La Retórica ya concede que la calumnia se alimenta del odio

16 Así traduzco: «‘Diabolé non est páthos, sed pertinet ad iudem ponendum enpáthei’, Moretus 1602, 192" (Rapp, 2002: 44). La observación de Moretus ayudaa entender la idea de Dow, según la cual sería crucial desligar la acusación de lasemociones, a fin de poder equipararlas a todas solamente en sus respectivos efec-tos irrelevantes (2007: 388-390).17 Tanto el tratamiento neoaristotélico como el feminista reivindican y avanzan enel estudio de las emociones en la línea cognitivista. El enfoque de género en eldebate de la ética actual legitima emociones «prohibidas», a saber: el enojo, la

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y de la envidia que despierte su víctima en terceros, por lo cualquien agudizara la sospecha hasta ese punto sacaría provecho de esaconexión. Entre los lugares que exhiben quiénes pueden ser blancode un acto injusto, se dice que los calumniados –entiendo ahora– seconducen como si fueran objeto de odio o de envidia, dado que,como temen a los jueces, no habrían de tomar la iniciativa de defen-derse, porque tampoco lograrían convencerlos (Ret. I, 12, 1372b35-1373a1).18 La palabra que sospecha de otro, en el sentido fuerte delevantar una calumnia, cae en la órbita de lo injusto. Precisamente, losexpedientes retóricos que ofrecen salidas a la calumnia serían de dudo-sa eficacia: el calumniado contaría con la expectativa de que terceros ledesean efectivamente males (Ret. II, 4, 382a8) o muerte (a15). En casode que despertara en ellos envidia, sabría que disputa con ellos por ellogro de bienes valiosos para todos. La envidia –sostiene Aristóteles–consiste en sentir pesar por el éxito del semejante (Ret. II, 9, 1386b19-20); y ese éxito consiste en haber alcanzado los bienes que importanen la vida buena (Ret. II, 10, 1387b36-1388a6). Precisamente poresto se compite con quienes fueran cercanos y la envidia plantea riva-lidad (1388a12-16). Ahora bien, aunque el calumniado pudiera escla-recer que se trató de algo inmerecido, el éxito de su defensa depende-

rabia, la amargura, entre otras, cuyo análisis despeja situaciones inequitativas ocontextos de sometimiento de sus víctimas, interesantes para el análisis teórico delas cuestiones de filosofía moral. En este sentido, el papel esclarecedor de lasemociones negativas dejaría en un segundo plano la elección de estudiar las emo-ciones (positivas) típicas del análisis neoaristotelista reconocido en los estudios deMartha Craven-Nussbaum (Salles, 2002: 55). En la línea de la lógica informal,Brinton (1988) reconoció las emociones airadas («angry emotions»), a saber: có-lera, resentimiento, indignación, envidia, en relación con la idea de hablar de «ar-gumentos patéticos», cuya razonabilidad el autor examina y reivindica.18 Cito al respecto un famoso comentario: «And those that have already been thesubjects of hostile charges, suspicion, calumny (all included in diabállein ‘to setone man at variance with, or against, another’), and such as are especially exposedor liable to it (easily calumniated, &c.); for such as these have neither the will (toprosecute) from fear of the judges (who are prejudiced against them), nor are theyable to persuade (the judges, for the same reason, if they brought this case beforea court of law): and to this class belong all that are hated and envied» (E. M. Cope,1877, Comment ad Ret. I, 12, 1372b35-1373a1).

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ría también de que el auditorio pudiese poner distancia de esas emo-ciones, tanto como de tener en claro sus propias causas hasta el puntode ver que lo proferido por el otro no concierne con la cuestión.19

También se habla de los efectos de la acusación. La diabolé pro-voca enemistad, tal como la ira y el insulto (epereasmenós) (Ret. II, 4,1382a2). La calumnia pertenece a quien dice lo malo del otro(kakológous), que alimenta el enojo. Aristóteles diferencia en estepunto la actitud del hombre bueno, que sólo sabe de lo bueno de losotros y de sí mismo. Por encima de ambos hay casos de virtud moralsuperior: el magnánimo que estaría por encima de cualquier elogio oreproche no porque desee evitar la ofensa (Ret. II, 4, 1381b7-9).20

Respecto del planteo aristotélico de las emociones, cabe decir que,entre los primeros estudiosos en lengua inglesa, Fortenbaugh admitióque la persuasión a través de los oyentes no habría estado confinadaal proemio y al epílogo, porque las emociones pueden ser excitadas ycalmadas por argumentación razonada. Cuando un orador demuestraque el peligro es inminente, él está provocando miedo en el auditorioy su razonamiento hace que este concluya que el peligro es inminentey piense cómo permanecer a salvo. El miedo los hace deliberar (Ret.II, 1383a6-7). Por lo tanto, «no serían víctimas de alguna fuerza irra-cional que los hiciera actuar como lo hacen» (1970: 62). Lo centraldel análisis (aristotélico) de las emociones esgrime la tesis de que haycognición en la respuesta emocional, y por eso el tratamientoaristotélico vino a mostrar la conexión con la razón. Hasta entonces,esas apelaciones no habían sido más que encantamientos que envuel-ven a los oyentes (Fedro, 276c7-d1) o que actúan como drogas sobreellos, tal como pensaron Trasímaco y Gorgias (1970: 63).21

19 Rapp (2002: 45) discrimina dos situaciones: una, cuando el auditorio odia aldifamado (Ret. I, 1, 1354a7), y otra, cuando la víctima y los oyentes odian aldifamador (que sería la perspectiva de II, 4, 1382).20 Cope señala la referencia a Teeteto 173d y a EN IV, 9, 1125a8.21 Dow rechaza la posición de Fortenbaugh (2002), según la cual las emociones yel placer y la pena que les siguen son causados por los pensamientos que ellasimplican, en la medida en que sus definiciones recogen el contenido relevante dela cuestión del miedo, del odio, etcétera (Dow, 2008: 260 y siguientes). Del

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IV

Cuando Aristóteles se jacta de haber sentado las bases acerca delargumentar sobre cualquier cuestión en el contexto de un diálogobien pautado (Ref. Sof. 34, 183b1-2), traza dos parámetros en fun-ción de los cuales el propio autor pondera lo que acaba de ofrecer yaquello que quedaría por hacer. A esas primeras lecciones, que es-peran de sus oyentes el ánimo adecuado para recibir los aportes ylas inevitables lagunas de su empresa (Ref. Sof. 34, 184b5-7), se lascomparó con una enseñanza que sólo había acumulado ejemplos yreglas de modo casual y sin criterio a la hora de servirse de ellos(183b35-184a8; Chichi, 1994). En relación al parámetro externo,en cambio, Aristóteles reconoce que los frutos en materia de retóri-ca son fehacientes y superiores (183b25-26, 184b1-5): sería positi-vo el resultado de haber acumulado y aumentado materiales graciasa la dedicación de sucesivas figuras (183b25-34). A ellos se atribu-yó luego el proceder de una casuística que a lo sumo había acu-mulado preceptos y modelos (Navarre, 1900: 156-157, 312-13;Kennedy, 1959). En el propio contexto de la reflexión retórica, encambio, los antecesores habrían llegado a proveer materias acce-sorias, que Aristóteles atribuye a quienes enseñaron a dividir eldiscurso en partes y a asociar a ellas apelaciones emotivas(Fortenbaugh, 1970: 63-4). Se reconoce todavía que esas figuras a

ilustrativo estudio de Fortenbaugh resalto su defensa acerca del componentecognitivo necesario en las emociones aristotélicas, por lo cual las emociones noserían impulsos ciegos: «When a man responds emotionally, he is not the victim ofsome automatic reflex. On the contrary, he is acting according to his judgment.When a man become angry, he takes revenge because he thinks himself insulted.He is prepared to explain and justify his action by reference to an insult» (1970:61). La definición trae además la causa (1970: 54-58). Aristóteles piensa que sabercómo se despiertan las emociones, ante quiénes y cuándo surgen, instruye cómodespertarlas. «In comparison with the tricks of former rhetoricians, this method ofarousing emotions has a striking advantage: The orator who wants to arouseemotions must not even speak outside the subject; it is sufficient to detect aspectsof a given subject that are causally connected with the intended emotion» (Rapp,2010, sección 5.b. Destaco en cursiva lo que interesa).

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lo sumo revelaron conocimiento de la psicología de la persuasión(Lloyd, 2010: 1, 9).

La presentación aristotélica del tipo de acusación (más o me-nos fuerte) que he revisado expuso, en suma, uno de los medioscorrientes para ganar el favor interesado (positivo o negativo) dequienes podrían hacer las veces de jueces. El proyecto de Aristótelesdescarta semejantes apelaciones porque cuestiones irrelevantes conel caso en disputa colaboran con el objetivo de lograr que el audi-torio se forme una opinión negativa de la parte contraria supuestaen un encuentro de las características de un litigio. El proyecto deexplicar y describir la persuasión mediante recursos que atiendanal discurso pertinente demanda de los destinatarios de esas leccio-nes el compromiso de saber y de ser capaz de identificar lo ajenoal tema a fin de desactivarlo y, por fin, detenerse a atender –o arefutar, cuando cabe– las razones que se ofrecen en relación con elcaso.

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Canon, historia literaria e ideología:el Libro X de la Institutio Oratoria

de Quintiliano

Josefina Nagore

El siglo I de nuestra era se destacó por el desarrollo de la críticaliteraria y de la retórica, dos actividades vinculadas entre sí, peroteóricamente diferenciadas. Al respecto opina L. Pernot: «Theintellectual resemblance and the precise contact points betweenAristotle’s Poetics and Rhetoric reveal the bridges existing betweenrhetoric and poetics, and more broadly between rhetoric and literarycriticism» (2005: 135-136). En ese siglo, los representantes de lacrítica literaria son Dionisio de Halicarnaso –fines del siglo I a.C.–,Séneca el Joven, Pseudo-Longino, Plutarco, Plinio el Joven y Táci-to. El tópico central del Dialogus de Oratoribus, como se sabe, es lacontraposición entre dos posturas frente a las modificaciones quesufrió la oratoria a lo largo de ese siglo: unos elogian sus transfor-maciones, otros las detractan y consideran que la nueva situaciónpolítica es la responsable de la decadencia de la oratoria. Este tópi-co fue reelaborado sin cesar desde fines de la república hasta quedesapareció luego del siglo I. Entre las múltiples opiniones sobre eltópico y su significado, considero oportuno presentar la del mismoPernot sobre este punto: «The debate on this topic reflected the

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intellectual shock at the newness of the imperial regime. Once thatwas past, rhetoric evolved and prospered in a new setting with whichcontemporaries were comfortable» (Ibid.: 134).

Precisamente a finales del siglo I, probablemente entre el 93 y el96, Quintiliano, en poco más de dos años, escribió la Institutio Orato-ria,1 tratado pedagógico de retórica, obra en la que entran en contactola retórica y la crítica literaria, en especial en el Libro X, donde en losparágrafos 46 a 131 del capítulo 1 aparece una enumeración y carac-terización de aquellos a quienes él considera los mejores poetas, his-toriadores, oradores y filósofos de Grecia y de Roma. Se trata, pues,de un canon y un compendio de la historia literaria griega y romanaque es única en la Antigüedad (Schwindt, 2000: 155).

Esta obra logró su legitimación e institucionalización por la au-toridad del propio Quintiliano y mediante su difusión en las escue-las y su relación con la práctica oratoria. Siguió vigente –en formaparcial– durante el Medioevo; el texto completo, descubierto porPoggio Bracciolini en 1416, fue reeditado innumerables veces des-pués de la edición princeps de 1470, tanto en su versión originalcomo en traducciones a diversos idiomas.

Institutio Oratoria: el canon y su vigencia

Corresponde, pues, preguntarse acerca del motivo de su vigenciay su supervivencia. Más allá de los probables cuestionamientosepistemológicos que puede suscitar el uso de ciertas categorías teóri-cas actuales, considero que algunos conceptos vertidos por RaymondWilliams en Marxismo y literatura (2009: passim) contribuyen a lacomprensión del proceso que desemboca en un canon y una historialiteraria. Este filósofo reacciona contra el concepto de tradición «comoun segmento histórico relativamente inerte de una estructura social»

1 Quintiliano (I.O., Carta a Trifón, 1).

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(Ibid.: 158), y, mientras desarrolla los conceptos de hegemonía y decualidad dinámica de la tradición, que siempre es selectiva, afirma:

dentro de una hegemonía particular, y como uno desus procesos decisivos, esta selección es presenta-da y habitualmente admitida con éxito como «latradición», como «el pasado significativo». Lo quedebe decirse de toda tradición [...] es que constitu-ye un aspecto de la organización social y culturalcontemporánea del interés de la dominación de unaclase específica. Es una versión del pasado que sepretende conectar con el presente y ratificarlo. Enla práctica, lo que la tradición ofrece es un sentidode continuidad predispuesta. (Ibid.: 159)

Williams considera también que toda «tradición viviente» ofre-ce una ratificación cultural e histórica de un orden contemporáneo,indica direcciones para el futuro y «se halla siempre ligada, aunquea menudo de un modo complejo y oculto, a los explícitos límites ypresiones contemporáneos» (Ibid.: 161).

Esa «tradición viviente» es poderosa debido a quese halla sumamente capacitada para producir co-nexiones activas y selectivas, dejando a un ladolas que no desea bajo la idea de que están «fuerade moda» o resultan «nostálgicas» y atacando alas que no puede incorporar considerándolas «sinprecedentes» o «extranjeras». (Ibid.: 160)

Esa versión del pasado literario valioso en la que se han borradolas huellas de la selección realizada se «naturaliza», se ofrece comoalgo natural, como algo que no puede ser presentado de otra manera.

Por otra parte, conocemos la función que desempeñan en unasociedad los críticos literarios y las instituciones educativas con res-

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pecto a la imposición de normas estéticas, que se expresan tambiéna través del canon. Schwindt (2000: 168) añade que el canon impli-ca un considerable poder sobre la literatura y que a él deben some-terse los oradores y autores jóvenes. Recordamos que ya hubo enépocas anteriores a Quintiliano en Roma otros críticos o poetas queeran críticos que impulsaron desplazamientos y cambios de direc-ción en la literatura latina.

Sin duda, la posición de Quintiliano en la sociedad romana delsiglo I y su vinculación con el poder imperial es más que adecuadapara proponer una recuperación significativa del pasado. Vivió susúltimos cuarenta años bajo la dinastía de los Flavios y recibió deellos notables distinciones: es probable que, cuando en el 69 llegóal poder Vespasiano, quien comprendía la necesidad de proteger ydesarrollar los aspectos culturales de la comunidad, el emperador lehaya dado a Quintiliano un subsidio (Suetonio, Vesp. 18; Tácito,D.O. 9.5), como al poeta Saleyo Basso, o bien que simplementehaya concedido a profesores de retórica, entre los que se contabanuestro rétor, exenciones de orden fiscal (Marrou,1960: 401); otrostextos, de San Jerónimo y de Casiodoro, dudosos y motivo de con-troversias, aseguran que bajo aquel emperador Quintiliano fue elprimero en abrir una escuela pública de retórica y recibir un salariodel fisco. Más tarde, Domiciano lo designó preceptor de sus dossobrinos nietos, propuestos como herederos del trono imperial, yQuintiliano recibió de él ornamentos consulares. Además, se habíadestacado como orador y profesor de retórica, actividades en lasque logró gran prestigio; Plinio el Joven, Tácito y quizás Juvenal ySuetonio fueron sus alumnos.

Institutio Oratoria: la construcción del canon

El canon se encuentra dentro de la sección dedicada a la elocutio, queabarca los libros VIII a XI.1, concretamente, en los parágrafos 46 a 131del capítulo 1 del Libro X, el cual se ocupa del legere, scribere, dicere.

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En el comienzo de ese capítulo, Quintiliano explica qué lugar tie-ne la lectura de textos en la formación del orador, qué relación seestablece entre lectura y escritura, cómo se logra la vim dicendi («fuerzadel discurso»), la copia verborum («riqueza de vocabulario»): cuál esel valor formador de la lectura en la educación del orador.

Si bien solamente nos ocuparemos de los poetas recomendadospor Quintiliano, destaco que él aconseja tanto la lectura de poetas comola de historiadores, oradores y filósofos, muchas veces respaldado enun criterio de autoridad. Ahora bien, corresponde recordar queQuintiliano diferencia claramente la oratoria de lo que para nosotros esla literariedad: el orador no debe poner en práctica ni la libertas verborum(«libertad en las palabras») ni la licentia figurarum («permisividad enlas figuras») propias de la poesía, y caracteriza a esta como «genusostentationi comparatum, et, praeter id quod solam petit uoluptatemeamque [etiam] fingendo non falsa modo sed etiam quaedam incredibiliasectatur» (X 1.28) («género preparado para mostrar y, más allá de esto,aspira únicamente al placer y lo logra mediante ficciones no sólo falsas,sino también increíbles»).2 También considera la historiografía proximapoetis («próxima a los poetas») en la medida en que recurre a verbisremotioribus («palabras poco comunes») y liberioribus figuris («figu-ras bastante libres») (X 1.31), es decir que ya reconoce las característi-cas literarias de la historiografía.

Con estas afirmaciones iniciales parecería, pues, que al canonque va a trazar sólo se incorporarán aquellos autores útiles para elorador. Sin embargo, como ha señalado Citroni (2006: 2-7), encon-tramos en él varios autores sobre los que el mismo Quintiliano ob-serva que no son adecuados para el orador. De esto se infiere que elobjetivo de Quintiliano va más allá de lo expresamente dicho y queconsiste en presentar un canon y una especie de historia de la litera-tura, la historiografía, la oratoria y la filosofía griega y romana, ela-boradas de manera paralela, constituida por aquellos géneros y au-

2 Las citas del texto de Quintiliano corresponden a la edición de Winterbottom(1970: t. II).

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tores que él considera representativos de ambas culturas, y que hanlogrado un carácter identitario.

Quintiliano asegura que se referirá únicamente a autores que yahan muerto y añade:

Paucos (sunt enim eminentissimi) excerpere in ani-mo est: facile est autem studiosis qui sint his simillimiiudicare, ne quisquam queratur omissos forte aliquos<quos> ipse ualde probet; fateor enim plurislegendos esse quam qui nominabuntur. (X 1.45)[Tengo la intención de elegir a unos pocos (puesson eminentes); por otra parte, es fácil para losque estudian juzgar quiénes son muy parecidos alos que elijo, para que ninguno se queje de quefueron omitidos aquellos a los que él aprueba; enefecto, reconozco que hay que leer a más autoresque los que son nombrados.]

Como dice Schwindt (200: 157-158), se trata de un largo preámbuloque da testimonio del malestar de quien establece el canon; desde elcomienzo se imponen «silencios» en la construcción de la historialiteraria; es evidente que Quintiliano tiene conciencia de la fragilidadde esa tradición. Acotamos que en el parágrafo 105, al cerrar el canonde historiadores romanos, afirma: Sunt et alii scriptores boni, sed nosgenera degustamus, non bibliotecas excutimus (X.1.104) («Hay tambiénotros escritores buenos, pero nosotros elegimos dentro de cada género,no revisamos las bibliotecas»).

El canon griego (X 46-84)

Está dividido en cuatro partes. Decrecientes en extensión, en ellasQuintiliano agrupa primero a los poetas, después a los historiado-res, más tarde a los oradores y por fin a los filósofos. Es probable

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que para elaborar este canon haya tomado muchos elementos dellibro segundo del tratado Perì Miméseos (Sobre la imitación), delrétor e historiador Dionisio de Halicarnaso, que vivió en Roma en-tre los años 30 y 2 a.C., o bien que ambos hayan partido de unafuente común, hoy perdida. De ese libro segundo sobrevive sólo unepítome y algunos fragmentos, por lo cual sólo podemos indicarreferencias generales a la relación entre ellos.

En el ítem de los poetas, el epítome de Dionisio se refiere prime-ro a poetas épicos y didácticos: Homero, el más elogiado, y luegoHesíodo, Antímaco y Paniasis. Por su parte, Quintiliano enumera ycaracteriza a los mismos poetas que Dionisio, reiterando un elogiosumo a Homero y menor a los otros, pero introduce una innovación:añade a poetas del período helenístico, cultores del hexámetro y dediversos géneros literarios: Apolonio de Rodas, Arato y Teócrito.

Con respecto a esta ampliación del canon griego, Citroni obser-va certeramente: «Quintiliano includes in his survey those poetswho, regardless of their usefulness for the training of orators [...],enjoyed the greatest prestige in Rome, seeing that they had beentaken as models by great Latin poets» (2006: 7). En efecto, estostres autores incorporados al canon griego por Quintiliano generaronen la literatura latina o bien mutaciones genéricas –por ejemplo, lainclusión de una relación amorosa como elemento central en unpoema épico: Eneida– o bien el surgimiento de géneros nuevos –lasBucólicas de Virgilio–; además, Astronomica de Manilio tiene pun-tos de contacto con Phaenomena de Arato, obra que fue traducidaparcialmente por Varrón de Átax y Cicerón.

El siguiente párrafo –una especie de preterición– es especial-mente revelador en este aspecto:

Audire uideor undique congerentis nominaplurimorum poetarum. Quid? Herculis acta non benePisandros? Quid? Nicandrum frustra secuti Maceratque Vergilius? Quid? Euphorionem transibimus?Quem nisi probasset Vergilius idem, numquam certe

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conditorum Chalcidico uersu carminum fecisset inBucolicis mentionem. Quid? Horatius frustraTyrtaeum Homero subiungit? (X 1.56)[Me parece oír desde todas partes a los que men-cionan nombres de muchísimos poetas. ¿Qué?¿Pisandro no elogió bien las acciones de Hércules?¿Qué? ¿Macro y Virgilio siguieron en vano aNicandro? ¿Qué? ¿Dejaremos de lado a Euforión?Si el mismo Virgilio no lo hubiera aprobado, sinduda nunca habría mencionado en las Bucólicas lospoemas escritos en verso calcídico. ¿Qué? ¿Horaciounió en vano el nombre de Tirteo al de Homero?]

Aquí Quintiliano, luego de afirmar indirectamente que quizásdebería mencionar más autores griegos, desarrolla varias preguntasretóricas –equivalentes a aserciones enfáticas– en las que destaca lavinculación de otros poetas griegos que no ha nombrado con auto-res latinos que los imitaron: Nicandro con Virgilio, Euforión con elVirgilio de Bucólicas; y al final hay una alusión a los versos 401-403del Ars Poetica de Horacio, en los que este nombra a Tirteo despuésde Homero.

Otra innovación de Quintiliano es que incluye a dos grupos depoetas que tampoco figuran en el epítome de Dionisio y que reite-ran la vinculación de la literatura griega y la latina: los elegíacosCalímaco y Filetas, imitados por los elegíacos latinos (par. 58), y elyambógrafo Arquíloco (par. 59), punto de partida de los Epodos deHoracio.

Luego retoma el texto de Dionisio: presenta a los mismos poetaslíricos que el griego, pero en diferente orden, quizá respondiendo aun criterio cronológico: Píndaro, el más elogiado, Estesícoro, Alceoy Simónides de Ceos; en ninguno de los dos constan los otroscinco poetas líricos del canon alejandrino. La referencia a Alceopresenta aspectos significativos: Quintiliano lo presenta como elpoeta del «áureo plectro», retomando una expresión de Horacio

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(Carm. 2.13.26-27, y Ars 401-403), y observa que al perseguir a lostiranos contribuyó a la moral, habla de sus cualidades literarias y desu semejanza a los oradores; después dice: «pero también escribiócosas triviales y descendió a los amores, pese a que tenía aptitudpara temas más elevados»3. Es decir que desvaloriza la poesía amo-rosa de Alceo y tampoco menciona –siguiendo a Dionisio– ni a Safoni a Anacreonte entre los líricos griegos; ya en el Libro 1 de la I.O.(I, 8.6) Quintiliano había afirmado que la lectura de la elegía eróticadebe ser evitada por los jóvenes.

El epítome de Dionisio pasa a referirse después a la poesíadramática; primero, a la tragedia: caracteriza a Esquilo y estableceuna comparación detallada entre Sófocles y Eurípides; después serefiere a los comediógrafos en general, alabándolos, pero mencionasólo a Menandro. En cambio, Quintiliano se refiere primero a laantiqua comoedia (1.65) de modo muy elogioso: subraya el encantode su lengua, la libertad de palabra,4 su censura del vicio; consideraque, salvo Homero, es el género más semejante a la oratoria y elmás conveniente a la formación de oradores (1.65); y nombra a susautores. Remite luego a la tragedia (1.66-68): caracteriza a Esquiloy desarrolla la comparación entre Sófocles y Eurípides. Presentapor fin a Menandro como admirador y seguidor de Eurípides, aunqueen un género diferente, y lo considera sumamente útil para el orador.Citroni (2006: 10) destaca primero la ubicación en el canon deHomero, el primero, y Menandro, el último, y después el hecho deque ambos están separados de todos los demás y el de que son losúnicos que constituyen un modelo para todo lo que necesita un orador.

En resumen, las inclusiones de poetas helenísticos que ejecutaQuintiliano en el canon propuesto por Dionisio deben de vincularsecon su deseo de señalar que hubo entre los griegos otros poetas

3 Alcaeus in parte operis aureo plectro merito donatur, qua tyrannos insectatus multumetiam moribus confert, in eloquendo quoque breuis et magnificus et diligens etplerumque oratori similis, sed et lusit et in amores descendit, maioribus tamen aptior(1.63).4 Cf. Hor., S., 1.4.1-5, versos que pueden ser la fuente de Quintiliano en este aspecto.

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valiosos que Dionisio no tuvo en cuenta y que a partir de esos poe-tas los latinos forjaron nuevos géneros literarios o modificaron loscódigos de otros. Así destaca la vinculación intertextual entre am-bas literaturas. Puede llamar la atención el hecho de que elogie am-pliamente la comedia antigua, de índole eminentemente política ydemocrática, pero la mayor parte de su alabanza es de carácter for-mal: grandis, («intensa»), elegans («refinada»), venusta («encanta-dora»), ad oratores faciendos aptior («bastante adecuada para for-mar oradores») (I.O. 1. 65).

El canon latino (X 86-131)

Como el griego, está dividido en cuatro partes, decrecientes enextensión, en las que agrupa a poetas, historiadores, oradores y filó-sofos. Se inicia así:

Idem nobis per Romanos quoque auctores ordoducendus est. Itaque ut apud illos Homerus, sic apudnos Vergilius auspicatissimum dederit exordium,omnium eius generis poetarum Graecorumnostrorumque haud dubie proximus. (X 1.85)[Debemos disponer el mismo ordenamiento entrelos romanos. Así pues, como entre ellos Homero,entre nosotros Virgilio habrá dado el comienzo másauspicioso, ya que él es sin duda el más próximo aHomero de todos los poetas épicos griegos yromanos.]

Presenta un canon latino paralelo al griego,5 con la misma es-tructura y ordenamiento de los géneros, características resaltadaspor el paralelismo y la técnica contrastiva. Lo inicia con la única

5 Obsérvese el hipérbaton Idem ... ordo («el mismo ... ordenamiento»).

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figura latina que puede compararse con Homero: Virgilio, el máspróximo a aquel; incluso Quintiliano dice que vale más: curae etdiligentiae vel ideo in hoc plus est, quod ei fuit magis laborandum(X 1.86) («en este hay más preocupación y cuidado por esto: por-que debió esforzarse más»).

Luego menciona y perfila con rapidez a varios poetas épicos ydidácticos, desde Ennio hasta Saleyo Basso (pars. 87 a 90), a losque considera bastante alejados de Virgilio en méritos. En la carac-terización, muy escueta, de todos ellos aparece primero un rasgopositivo y luego alguna forma de desvalorización que mitiga el elo-gio anterior, rasgo claramente paradójico; además, la mayoría deesos poetas no son adecuados para la formación del orador. Sólonos detenemos en los que se refieren a obras supérstites:

Nam Macer et Lucretius legendi quidem, sed nonut phrasin, id est corpus eloquentiae, faciant, ele-gantes in sua quisque materia, sed alter humilis,alter difficilis... (X 1.87)[En efecto, Macro y Lucrecio deben ser leídos porcierto, pero no para formar el estilo, es decir, el objetode la elocuencia; ambos son atractivos en su temática,pero el primero es humilde, el segundo, difícil...]Ennium sicut sacros uetustate lucos adoremus, inquibus grandia et antiqua robora iam non tantamhabent speciem quantam religionem [...] Lasciuusquidem in herois quoque Ouidius et nimium amatoringenii sui, laudandus tamen partibus. (X 1.88)[Adoremos a Ennio por su antigüedad como a losbosques sagrados en los que los robles enormes yantiguos no poseen ya tanto atractivo como valorreligioso [...] Ovidio, bastante lascivo inclusive enlos versos heroicos y demasiado complacido consu talento, debe ser elogiado sin embargo en partesde su obra.]

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Lucanus ardens et concitatus et sententiisclarissimus et, ut dicam quod sentio, magisoratoribus quam poetis imitandus. (X 1.89)[Lucano, ardiente y apasionado, famosísimo porsus máximas y, para decir lo que siento, debe sermás imitado por los oradores que por los poetas.]

En seguida Quintiliano dedica varios parágrafos (91-92) al elogiode Domiciano como creador de un poema épico que nunca fue encon-trado y del que se sospecha que nunca existió. Se trata de un asuntomuy debatido por la crítica, que presenta interpretaciones dispares:algunos opinan que el texto es una adulación obligada al emperador,la expresión de un elogio «políticamente correcto»; otros, que es iró-nico, como Penwill (2000: 60-83), quien postula que allí Quintilianoha empleado la figura llamada emphasis, vinculada con el encubri-miento y la dissimulatio: el hablante dice una cosa, pero quiere sig-nificar otra, y se emplea en momentos en que no se puede decir laverdad. Otro crítico, Roche (2009: 367-385),6 acuerda con Penwill enuna lectura de carácter irónico y hasta satírico, y se refiere a los casti-gos que sufrieron muchos intelectuales por enfrentarse a Domiciano.La factura del texto, su índole hiperbólica, la acumulación de interro-gaciones retóricas en gradación ascendente y de comparativos inten-sivos favorece su interpretación irónica. Comienza así:

Hos nominamus quia Germanicum Augustum abinstitutis studiis deflexit cura terrarum, parumquedis uisum est esse eum maximum poetarum. (1.91)[Nombramos a estos porque a Germánico Augusto7

lo apartó de las ocupaciones retóricas el cuidadodel mundo y porque a los dioses les pareciódemasiado poco que él fuera el mayor de los poetas.]

6 Acerca de los delatores, cf. Winterbottom (1964: 90-97).7 Domiciano.

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De modo que en este ítem de los poetas que escribieron enhexámetros sólo quedan en pie los mejores –tal como en el canongriego Homero y Menandro–, enfrentados y asimilados: Virgilio,cuya obra era entendida en aquel momento en términos de adhesiónabsoluta a Octavio Augusto, y Domiciano.

Siguiendo el orden del canon griego, Quintiliano se ocupa rápi-damente de la elegía (1.93) y caracteriza sólo con adjetivos a loscuatro poetas elegíacos; a Ovidio lo vuelve a calificar como lascivior(«bastante lascivo»). Dedica más espacio y más cuidado a la carac-terización de un género que considera de origen romano: la sátira enverso, a cuyo iniciador, Lucilio, valora; pondera a Horacio como elmejor escritor de sátiras y ensalza a Persio; también se refiere a M.Terencio Varrón, que escribió sátiras menipeas. Con respecto a losyambos, observa que no se cultivaron en forma independiente, sinocombinados con otros versos; menciona a Catulo y a Horacio, quientambién es considerado el único poeta lírico digno de ser leído.

Pasa luego a la poesía dramática; primero se refiere a la tragediay presenta, omitiendo a Ennio, a los que él considera sus primerosautores: Pacuvio y Accio; y hasta excusa sus defectos como propiosde su época; elogia mucho Thyestes de Vario y hasta la Medea deOvidio. Pero desaprueba la comedia latina, que es apenas una som-bra de la griega: In comoedia maxime claudicamos (X, 1.99) («Clau-dicamos sobre todo en la comedia»): reprueba la lengua de Plauto,aunque elogia la de Terencio. Se refiere luego a Afranio, escritor decomedias togadas, y añade: utinam non inquinasset argumentapuerorum foedis amoribus, mores suos fassus («Ojalá no hubieraensuciado sus comedias con amores infames, confesando sus pro-pias costumbres»).

Corresponde señalar la técnica contrastiva empleada porQuintiliano a lo largo del canon latino: Elegia quoque Graecosprouocamus (X, 1.93) («También en la elegía desafiamos a los grie-gos»); Iambus non sane a Romanis celebratus est (X, 1.96) («Elyambo no fue muy frecuentado por los romanos»); Iam Vari Thyestescuilibet Graecarum comparari potest (X, 1.98) («Ya el Thyestes de

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Vario puede ser comparado con cualquiera de las tragedias grie-gas»); In comoedia maxime claudicamus (X, 1.99).

Conclusiones

Los objetivos centrales de Quintiliano son, por una parte, de-mostrar que la literatura latina se había desarrollado de tal formaque se acercaba a la altura de la griega, que tiene carácter modélico,y, por otra, oponer a esta un panorama romano de calidad semejan-te. Por eso el canon latino se traza siguiendo los lineamientos y ladisposición del griego, de ahí la técnica contrastiva y los paralelis-mos. Quintiliano corrobora que los poetas latinos conocían amplia-mente la literatura griega y la habían incorporado «imitándola».8

Pero el modelo sigue siendo la literatura griega.Quintiliano posee una visión unilateral y atemporal de la litera-

tura, ya que en general no percibe las relaciones existentes entre eltexto literario y la situación extraverbal (Bajtín), ni tampoco lasmutaciones que se presentan en los géneros literarios a lo largo desu desarrollo. Los diversos géneros de la poesía están caracteriza-dos sólo formalmente, según el tipo de verso empleado. Hay pocasreferencias al contenido habitual en ellos, al horizonte de expectati-vas que cada uno engendra. En algunas ocasiones, el canon pareceun catálogo de nombres, provistos a lo sumo de algún adjetivodiferenciador.

La formación del canon estaría ligada, pues, a la afirmación quehace Schwindt: «La historia literaria se constituye como tal me-diante la comprobación de la transmisión del nómos» (2000: 164).Así se explica la posición privilegiada en ambos cánones de Homeroy Virgilio, así se explican algunas características que hemos señala-do: a) deja de lado los géneros literarios de menor prestigio, como

8 Imitatio es la palabra que se usa en la Antigüedad para lo que hoy llamamosactividad intertextual. Cf. Quintiliano, I.O. 10.2.

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el mimo, el epigrama, la novela, la fábula, que fueron cultivados enel siglo I, exclusión por demás significativa (Citroni, 2006: 4); b)determinados lineamientos éticos que surgen en la exposición: des-dén por los géneros o autores que desarrollan una temática amoro-sa, elogio de la comedia antigua griega «porque persigue a los vi-cios», y de Alceo porque «ataca a los tiranos», censura de Afraniopor incluir la temática homosexual en sus comedias; c) la exclusiónde Séneca del canon y la crítica despiadada que ejecuta contra sufigura (X 1.125-131).

Evidentemente el canon construido por Quintiliano está estre-chamente ligado a la ideología dominante a fines del siglo I. Corres-ponde acotar que, para Williams (2009: 101), la ideología está vin-culada con la dimensión de la experiencia social en la que se produ-cen los significados y los valores de una comunidad. Quintiliano,desde su lugar oficial, ha seleccionado los materiales literarios quedeberán ser leídos y valorados para lograr la inclusión de algunosciudadanos en la esfera política, en los puestos de gobierno, en loslugares meritorios de la sociedad.

Bibliografía

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Lenguaje en movimiento y belleza:claridad y metáfora en Quintiliano*

Andrés Covarrubias Correa

Definición estoica de retórica: el arte de hablar bieny el hombre bueno

En lo fundamental me referiré a los libros VIII y IX de la InstitutioOratoria de Quintiliano, textos donde se hace presente todo el valory la eficacia de la metáfora y la alegoría como altas expresiones dela belleza del lenguaje. Pero para mostrar con claridad la importan-cia de ambas, sobre todo desde un punto de vista cognoscitivo, de-bemos también poner en relación estos aspectos con un horizontemás amplio de la obra del Orador de Calahorra, incluyendo su defi-nición, tomada de Catón y Cicerón, del orator como vir bonus dicendiperitus, pues el hombre bueno es el sujeto que busca ser formadopor la ciencia del buen decir (bene dicendi scientia), concepción dela retórica que hunde sus raíces en la tradición estoica, la que desta-ca la importancia de decir siempre lo adecuado como una parte fun-damental del ideal del hombre sabio.

* Este texto forma parte del proyecto de investigación FONDECYT N.º 1095208.

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A este respecto, la posición de Quintiliano es clara en su InstitutioOratoria II, 15:1

(33) Pero nosotros, que hemos empezado a for-mar al orador perfecto [perfectum oratorem], quesobre todo queremos que sea un hombre bueno[virum bonum], volvamos a los que piensan me-jor [melius sentiunt] acerca de esta ocupación.Algunos juzgaron que la retórica es civilidad[civilitatem], arte de gobernar el Estado, Cicerónla llama parte de la ciencia del Estado (y ciencia[scientia] política es lo mismo que sabiduría[sapientia]), algunos lo mismo que filosofía[philosophiam], entre los que se encuentraIsócrates. (34) A esta esencia de la retórica le con-vendrá muy especialmente la definición (a saber;de Cleantes): la retórica es la ciencia de hablarbien [rhetoricen esse bene dicendi scientiam]. Puestal definición incluye de una vez todas las virtu-des [virtutes] del discurso y en consecuencia tam-bién los fundamentos morales [mores] del orador,ya que no puede hablar bien sino el hombre bue-no [cum bene dicere non possit nisi bonus]. Bue-na es asimismo aquella definición de Crisipo, de-rivada de Cleantes: la ciencia de hablar rectamen-te [scientia recte dicendi].

Quintiliano, en definitiva, se queda con la definición bene dicendiscientia, como la que mejor delimita lo que es propio del ars (Inst.Orat. II, 15, 38). Sin embargo, es posible percibir una diferenciacentral respecto a los intereses estoicos, en el sentido de que a

1 Las traducciones del latín le pertenecen al autor en todos los casos, a menos quese indique lo contrario.

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Quintiliano le importa sobremanera el mejor modo de educar al jo-ven romano, para hacerlo excelente y extremadamente sagaz en losasuntos públicos, más que un filósofo o sabio en el sentido estoicodel término. En esta tarea, el papel principal le corresponde a laretórica como ars formativa, en una tan importante medida, quetodas las demás disciplinas, incluyendo la filosofía, le están subor-dinadas. En esto es posible establecer una importante diferencia conla posición estoica, en el sentido de que para estos, respecto al cono-cimiento, la dialéctica y la retórica se diferencian como una manoempuñada y luego extendida, según la sugerente imagen ofrecidapor Zenón (Cicerón, De finibus II, 17), y no en una relación desubordinación de los conocimientos filosóficos respecto a losretóricos. En efecto, para Quintiliano hay dos géneros de discurso,uno continuado, el retórico, el otro conciso, llamado dialéctico, res-pecto a los cuales Zenón evidenció su íntima conexión, al mostrar aeste como un puño cerrado y al primero como una mano abierta.Pero el Orador de Calahorra agrega que la primera, es decir, la retó-rica, tiene más belleza y mayor claridad (quae speciosior atqueapertior tanto est) (Inst. Orat. II, 20, 7).

En este mismo sentido debemos entender las palabras deQuintiliano en Institutio Oratoria XII, 2, 6 y 7:

Por lo cual esta exhortación mía no tiene por ob-jeto evidenciar que sea mi deseo mostrar que elorador debe ser filósofo, ya que ninguna otra for-ma de vida se ha alejado más de las obligacionesde la vida cotidiana y de toda la incumbencia delorador [...] Pero el orador que yo formo quieroque sea un sabio romano [Romanum], que mues-tre ser verdaderamente un hombre de auténticosentir ciudadano, no en discusiones esotéricas, sinoen las experiencias de la vida real y en sus obras[sed rerum experimentis atque operibus verecivilem virum exhibeat].

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Ahora bien, Quintiliano considera que, sin embargo, las aspi-raciones a la sabiduría de las cosas de la vida fueron en un tiempoabandonadas por los oradores y el Foro, y, por tanto, estuvieronprimero en los Pórticos estoicos, en los gimnasios y más tarde enlos círculos cerrados de las escuelas filosóficas, de manera queestos asuntos, tan importantes para formar al buen orador, han deser buscados en aquellos en quienes los guardaron, y «quiere estodecir que se debe estudiar profundamente a los autores que propo-nen enseñanzas sobre la virtud, para que la vida del orador estéunida con el saber de las cosas divinas y humanas» (Inst. Orat.XII, 2, 8). Los oradores, en este sentido, deben recuperar la heren-cia que les pertenecía, uniendo sabiduría y elocuencia, y evitandoasí que este saber prosiga en manos de un nombre tan altanerocomo lo es el de «filosofía», puesto que, según el Orador deCalahorra, algunos de sus representantes se han acercado más alvicio que a la virtud.

Quintiliano separa la filosofía, al modo clasificatorio estoico,en filosofía de la naturaleza (física, para los de la Stoa), ética ylógica. Respecto a esta última, el Orador de Calahorra afirma quees asunto del orador conocer las significaciones propias de laspalabras, aclarar las dudosas, hacer un juicio sobre sus falsas in-terpretaciones y demostrar por medio de conclusiones y refutacio-nes, aunque ha de considerar todo esto no de un modo tan concisoy detallista como se hace en las discusiones filosóficas. La razónde ello es que el orador no sólo debe enseñar, sino también movery deleitar a sus oyentes, para lo cual se necesita vehemencia, fuer-za y belleza del discurso (Inst. Orat. XII, 2, 10-11), a diferencia delos estoicos, a quienes faltó la plenitud y brillantez de la elocuen-cia, aunque se destacaron por su sutileza al momento de probar(Ibid.: 25). En relación con la Ética, es claro que su conocimientoy práctica forma parte de la tarea del orador (Ibid.: 15), junto contener a la mano conocimientos adecuados de la filosofía de la na-turaleza.

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El filósofo debería aspirar a ser un hombre bueno (bono viro),al igual que el orador (Inst. Orat. II, 21, 12).2 De manera que,estando la filosofía y la retórica vinculadas por naturaleza, y alestar ellas unidas por su campo propio de acción, los sabios y loselocuentes deberían llegar a ser lo mismo. Sin embargo, después seescindió este común empeño, y por negligencia llegaron a pareceractividades diferentes. En efecto, los que practicaban la oratoriabuscaron las ganancias materiales, haciendo costumbre para ellos elmal empleo de los bienes de la elocuencia. Finalmente, por estasrazones, se separaron de ellos los que dieron en llamarse pretencio-samente (pues lo reclaman solo para sí mismos) aspirantes de lasabiduría, despreciando ese trabajo del bien decir, para dedicarse aintentar educar el corazón de los hombres y establecer leyes ade-cuadas para dirigir la vida (Inst. Orat. I, Proem. 13-14).

Así, pues, es posible afirmar que Quintiliano asume la defini-ción de raíz estoica, pero para implementar su propio proyecto res-pecto a lo que la retórica debe ser,3 bajo una concepción que tomadistancia en relación con los filósofos de su tiempo, frente a muchos

2 Quintiliano, en Inst. Orat. II, 21, 12-13, afirma: «Y respecto a los que dicen sertarea propia de la filosofía el tratar sobre lo bueno, lo útil y lo justo, no hay nadacontrario; porque cuando dicen filósofo, esto quieren que sea entendido como hom-bre bueno. Pues, ¿por qué me voy a extrañar de que trate de esta misma materia elorador, a quien no separo del hombre bueno? [quem a bono viro non separo] (13)[...] los filósofos han ocupado esta parcela abandonada por los oradores, la quehabía sido siempre propia de la retórica, de modo que son ellos los que tienen quever con la materia nuestra. Por último, como la materia de la dialéctica es disputarsobre temas a ellos sujetos, y el método de la dialéctica es un discurso conciso[oratio concisa], ¿por qué no va a ser vista la misma materia como propia tambiéndel discurso continuo [perpetuae]?».3 Williams (2009: cap. 9, 398) afirma: «From the very beginning of Institutio, hestressed that the orator must be a good man, Cato’s and Cicero’s vir bonus dicendiperitus. But good in what sense? Quintilian’s definition of rhetoric as bene dicendiscientiam –the science of speaking well- is drawn directly from Stoic rhetoric andits focus on scientia recte dicendi –knowledge of correct speaking. We thereforemight be tempted to conclude that Quintilian’s «good man» is a philosopher simi-lar to the Stoics «wise man» who has attained true knowledge (katalepsis). Butthis conclusion would not be entirely accurate».

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de los cuales el poder imperial, a cuyo servicio trabajó Quintiliano,era hostil. En este sentido, el vir bonus dicendi peritus propugnadopor el Orador de Calahorra implica alinear la educación retórica,sobre todo, con una ética y moralidad civiles, y que, por lo tanto,secundariamente tome en cuenta los conocimientos filosóficos, almenos en una medida mucho menor que la que propusiera su men-tor Cicerón, en el siglo I a.C. (Covarrubias, 2003: cap. III, 91-99).4

Por tanto, es posible afirmar que Quintiliano estructura su teoríaretórica en base a la convicción, con fundamento en el estoicismo,de que es imprescindible armonizar sabiduría y virtud con la elo-cuencia, en una dirección que lo pone en una posición decidida-mente contraria a la sofística, línea de pensamiento que había ad-quirido un fuerte poder en la cultura romana de su tiempo (Colish,1985: 327).

Asimismo, es posible sostener que el concepto de razón que adop-ta Quintiliano es más semejante al del estoicismo que al que fueaportado por la tradición platónica o aristotélica. Esto puede serdicho en virtud de que el concepto estoico de lógos implica la unifi-cación bajo una noción de «causa» que deja de lado las considera-ciones universales, para ocuparse de la clasificación de las cosasmediante los conceptos, en vistas a una adecuada descripción de loreal, esto es, de lo que se despliega ante los ojos. En esto consiste laconcepción de aquello que debe ser dicho de un modo adecuado(lektón), pues, en este sentido, sólo los lektá pueden ser verdaderoso falsos, y reconocerlos es, en definitiva, lo propio del sabio (Sellars,2006: 140).5 Asimismo, toda acción ha de ser expresión de nuestranaturaleza (katà phýsin) para que pueda ser llamada una «acciónapropiada» (kathêkon) en sentido estricto.6

4 Para otros aspectos de interés, cf. Covarrubias (2007: 141-147).5 Cf. para este importante punto, Long (1986: 135 ss.). Para el sentido concreto delconocimiento por parte del estoicismo y las características atribuibles del sabioestoico, cf. especialmente pp. 130 y 147.6 Para la relación de kathêkon (apropiado, razonable, ventajoso) con oikeîon,eúlogon, symphéron, cf. Brennan (2003: 268).

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En la línea desarrollada también por el estoicismo, Quintilianoconcibe la retórica como una virtud (Inst. Orat. II, 20) y a la vezcomo una ciencia y un arte, entendiendo esta última como la capaci-dad de llevar a cabo algo con método, es decir, con orden, en lalínea de la definición propuesta por Cleantes (Arnim, 1903: 790).

Sin embargo, y a pesar de los puntos de aproximación antesmencionados, una diferencia fundamental con el estoicismo es que,pese a estar Quintiliano de acuerdo con que es necesario expresar loapropiado con claridad y sin aridez de estilo, sin embargo lo másrelevante, en definitiva, ha de ser mover a la audiencia por medio dela apelación a las emociones, y esto se da en gran medida en virtuddel embellecimiento colorido del lenguaje, donde la metáfora cum-ple su más relevante papel. Esto, asimismo, implica que el oradorpueda mentir en ciertas ocasiones para lograr un fin que estima con-veniente.7 Cuando Quintiliano analiza las críticas que pretendensostener que la retórica no es arte, «porque tanto dice falsedadescomo excita las pasiones», establece:

Ni lo uno ni lo otro es algo vergonzoso, cuandoparte de un fundamento bueno [ex bona ratione],y por eso tampoco es un vicio. Pues también algu-na vez está permitido al sabio decir una mentira[mendacium dicere], y necesariamente tendrá quemover pasiones el orador, si no hay otro medio depoder conducir al juez a la equidad; pues se sien-

7 Para un estudio más detallado en torno al papel central de las emociones enQuintiliano, aspecto en el que el Orador de Calahorra reconocía explícitamente sureal aporte a la tradición retórica, y el problema de la aceptación, en ciertos casos,de la mentira, donde lo que importa es que la intención sea honrosa, cf. Covarrubias(2009: 289-303). Leemos en Institutio Oratoria XII, 1, 38: «Y en primer lugar,deben admitir todos conmigo lo que admiten hasta los más rígidos de los estoicos:que un hombre honrado se verá alguna vez en situación de decir una mentira, yalguna que otra vez precisamente en casos de menor importancia, como cuando alos niños que están enfermos, con algún fin de utilidad para ellos, les inventamosmuchas cosas y les prometemos otras muchas que no vamos a cumplir».

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tan a juzgar hombres ignorantes, y para este mis-mo fin tienen que ser frecuentemente engañados,para que no cometan errores. Porque si a mí medieran sabios por jueces, asambleas de sabios lasdel pueblo y todo el Senado, ningún poder tendríala envidia, ninguno la influencia, ninguno la opi-nión preconcebida ni los falsos testigos: muy re-ducido espacio tendría la elocuencia y casi podríaconsistir en servir sólo de deleite [exiguuseloquentiae locus et prope in sola delectationeponatur]. (Inst. Orat. II, 17, 27-28)

Respecto a la opinión que Quintiliano tiene de los filósofos grie-gos, admira como pensador principal a Platón, también a Jenofonte,Aristóteles y Teofrasto, y agrega:

Menos atención prestaron a la elocuencia los an-tiguos filósofos estoicos, pero por una parte ex-hortaron persuasivamente a la moralidad y, porotra, ejercieron muchísima fuerza en la técnicasilogística y en la de la demostración, en las quehabían ofrecido su doctrina, pero fueron más pro-fundos en sus pensamientos que magníficos en laexpresión de su discurso, cosa que ciertamente nopretendieron. (Inst. Orat. X, 1, 84)

Es en este contexto en el que es oportuno considerar los alcancesy proyecciones de la metáfora y la alegoría en Quintiliano, puestoque estas están en íntima relación con el embellecimiento coloridodel lenguaje, lo que permite al buen orador, por su impacto, movermás firmemente los afectos (adfectus) y emociones del auditor, as-pecto en el que el Orador de Calahorra pone principal atención eincluso apunta a este elemento como aquello en lo que propiamenteha hecho verdaderas innovaciones dentro del arte retórico, y, según

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sus propias palabras, ha logrado hacerse de un cierto renombre deser poseedor de talento literario (Inst. Orat. VI, 2, 36).

El hombre bueno en búsqueda de la claridaddel sentido y su capacidad de mover los afectosdel auditorio: tropos y figuras

El libro octavo de la Institutio Oratoria está dedicado a los tropos,y el noveno, a las figuras. El tropo se caracteriza por ser un modo dehablar que se traslada de su significación natural y originaria a otrosignificado, para servir de embellecimiento al discurso, cuidandoen todo momento su efectividad persuasiva frente al auditor. La fi-gura, por su parte, es una configuración (conformatio) del lenguajeque se aparta del habla común. Respecto a los tropos, analizaremossu forma más efectiva, fundante y bella, a saber, la metáfora, y suexpresión extendida en la figura de la alegoría, en cuanto esta últi-ma es una metáfora continuada, en una frase o más. Por su parte, laironía, que tiene como genus propio a la alegoría, es una inversiónde las palabras respecto a lo que se quiere decir.

Nuestro interés presente se relaciona, en lo fundamental, con laimportancia capital que asigna Quintiliano a la claridad (perspicuitas)como virtud retórica central de la expresión, y con la concepcióndel lenguaje adecuado como un movimiento y transformación, pormedio de la claridad, hacia el grado máximo de belleza. Esto bajo laconvicción de que las palabras que dan a entender más de lo queellas dicen se han de poner bajo la categoría de la claridad, abando-nando el camino errado de quienes «seducidos por el fantasma de labrillantez, dan mil vueltas parafraseando todo con opulenta locuaci-dad» (Inst. Orat. VIII, 2, 17), en virtud del equivocado consejo «pon-lo oscuro» (skótison).

Estos aspectos serán analizados tomando algunos ejemplos ex-traídos de la consideración que hace el Orador de Calahorra de lasfiguras, tanto las de pensamiento (diánoia) como las relativas a la

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palabra (léxis), siempre bajo la convicción de que las palabras hande estar adheridas al sentido y lo siguen como la sombra al cuerpo,ya que, en definitiva, se inventaron por amor a los pensamientos(Inst. Orat. VIII, Proem., 30).

En su Institutio Oratoria, Quintiliano defiende, respecto a lasfiguras y tropos, el ideal de la claridad y la belleza, ya que estasúltimas características favorecen de una manera adecuada la efica-cia retórica, pues reflejan aquello que es más próximo a la naturale-za, permitiendo así la coronación de la retórica como ciencia dehablar bien (rhetoricen bene dicendi scientiam) (Inst. Orat. VIII,Proem., 6). El principio interpretativo, a mi juicio, radica en aquelloque el Orador de Calahorra explicita en Inst. Orat. VIII, Proem., 23:

porque las mejores expresiones no están traídasde lejos, y se parecen a cosas sencillas y que sederivan de la misma realidad. Ya que aquellas ex-presiones que delatan esfuerzo y hasta quierenaparecer como invenciones y productos del arte,ni aceptación consiguen; y pierden su credibili-dad por motivo de esto, porque oscurecen el sen-tido [quod sensus obumbrant] y lo ahogan[strangulant] como quedan los sembrados en me-dio de exuberante hierba.

Esta naturalidad del lenguaje es corroborada, a mi entender, enla comparación que realiza Quintiliano entre las palabras y su ordeny las pircas construidas con piedras de distinta forma, pues cadapalabra debe ponerse en el lugar en que conviene, ya que no pode-mos recortar las rocas ni pulirlas para que se unan más, sino que hayque tomarlas como ellas son y se les da a elegir su propio puesto(Inst. Orat. VIII, 6, 63).

Quintiliano, pues, privilegia la claridad del sentido, la naturali-dad y la belleza del lenguaje por sobre todas las cosas. Tanto es asíque, refiriéndose al uso trasladado (translatio) –a saber, la metáfo-

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ra–, que constituye el más grande de los adornos del discurso y queacomoda palabras a cosas que no les pertenecen, indica que, a fin decuentas, la propiedad de una expresión no está referida a la denomi-nación, sino a la fuerza del significado (sed ad vim significandirefertur), y en esto consiste el punto capital de su valoración y no asu sonido al oído (Inst. Orat. VIII, 2, 6). Esta es la razón por la cualQuintiliano critica tan duramente a los oradores que rebuscadamenteintentan ocultar el sentido bajo la consigna «tanto mejor, ni siquierayo lo entendí» (Inst. Orat. VIII, 2, 17). En efecto, aludiendo a esteaspecto, dice el Orador de Calahorra: «Estas expresiones se tienencomo geniales, vigorosas y elocuentes por su falta de claridad, y seha extendido ya a muchos esa persuasión de que cabalmente tienenpor expresión llena de elegancia y exquisitez la que necesita de in-terpretación» (Inst. Orat. VIII, 2, 21). Sin embargo, ha de asumirsela claridad, en definitiva, como la virtud principal de la expresión(Ibid.: 22).

La metáfora: el más frecuente y bello (pulcherrimus)de los tropos

Los tropos (motus) o mutaciones representan «el trueque artísti-co [mutatio], cum virtute, del significado propio de una palabra o deuna expresión a otro significado» (Inst. Orat. VIII, 6, 1). En estesentido, los tropos pueden ser tales en razón del significado (metá-fora, sinécdoque, metonimia, antonomasia, onomatopeya ycatacresis) o por motivo de la expresión, es decir, en virtud del ador-no de esta (epíteto, alegoría, enigma, ironía, perífrasis, hipérbaton ehipérbole). Además, es preciso hacer notar que unos se utilizan enlas palabras propias y otros en las trasladadas, influyendo la muta-ción no sólo en la forma de las palabras, sino también en su sentido,incluso en la conexión de las palabras (Inst. Orat. VIII, 6, 2). Estoimplica el hecho de que no es correcto entender por tropos aquellosgiros en que una palabra simplemente es sustituida por otra.

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La traslatio en griego se dice metaphorá. Esta es dada a noso-tros, según Quintiliano, por la naturaleza, de tal modo que inclusolas personas incultas la usan sin saberlo, por ser agradable y res-plandeciente y porque refulge con luz propia (clara proprio tamenlumine eluceat) (Inst. Orat. VIII, 6, 5), aunque se dé a veces el casode que el discurso en el que aparece sea, a su vez, también brillante.

Entre sus características principales está el hecho de que no pue-de ser vulgar ni baja, ni de efecto desagradable. Asimismo, y espe-cialmente, ella aumenta la plenitud de la expresión,

por trueque o préstamo del significado, que unacosa no tiene o le falta, y, lo que es aún más difí-cil, presta al lenguaje el beneficio de que ningunacosa parezca carecer de nombre. Por consiguien-te, se traslada un nombre o un verbo del lugar don-de ocupa su significación propia a otro en el cualo falta el propio nombre o el nombre trasladado esmejor que el propio. (Ibid.: 6)

Esto tiene un cierto carácter de obligatoriedad, ya porque la ex-presión es más significativa o debido a que es más bella.

Pero, considerada en su totalidad, la metáfora es una compara-ción (comparatio) más breve (brevior), y mientras la semejanza(similitudo) propiamente tal contiene una comparación con la cosaque queremos expresar, la metáfora se dice «en lugar» de la cosamisma (Ibid.: 9).

Quintiliano distingue cuatro tipos de metáfora, según se dé unasustitución de una cosa animada por otra animada, como cuando sedice «con gran fuerza hizo el auriga dar vuelta al caballo» (Inst.Orat. VIII, 6, 9); o se trate de una sustitución de una cosa inanimadapor otra inanimada, como cuando decimos «suelta a la flota las rien-das» (Inst. Orat. VIII, 6, 10); o una sustitución de una cosa inanima-da por otra animada, como en «¿Cayó el antemural [i.e. Aquiles] delos argivos por fuerza de la espada, o del destino?» (Inst. Orat. VIII,

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6, 11); o, en cuarto lugar, cuando se sustituye una cosa animada poruna inanimada, como en Virgilio, «Y armar la espada con veneno»,porque, explica Quintiliano, tanto «armar con veneno» como «ar-mar la espada» son metáforas, lo que la hace doblemente eficaz(Inst. Orat. VIII, 6, 11). Esta clasificación puede abarcar otros esce-narios, por ejemplo, el juego que puede darse entre lo racional y loirracional.

De entre los tipos de metáfora, la más grande es aquella que entemeraria traslación se alza a las alturas y de ahí nace una «maravi-llosa sublimidad», y es cuando damos a las cosas que carecen desentimientos un cierto modo de actuar y de vida, como ocurre en elverso virgiliano que arma de veneno la espada.

Sin embargo, con la utilización de la metáfora debemos sercuidadosos, pues su uso moderado y oportuno da claridad y es-plendor al discurso, pero su concurso frecuente lo oscurece y llenaa los auditores de hastío (Ibid.: 14). No debe ser ni demasiadoelevada ni demasiado baja, ni disparatada. La condición, en fin, esque, cuando comparece en un lugar que corresponde a otra pala-bra, la metáfora debe tener mayor fuerza expresiva que la palabraque ella misma quiere desplazar (Ibid.: 17). Siempre, pues, debedar cumplimiento a aquello para lo cual se inventó, a saber: «paraproducir las más de las veces un efecto en los sentimientos, y paracaracterizar las cosas y acercarlas a los ojos [ac sub oculossubiciendis reperta est]» (Ibid.: 19).8

8 Pujante (2003: 215-216) afirma: «En cuanto a la oportunidad de la creación demetáforas, nos dice Quintiliano que nunca debe forzarse si no viene a cuento, yque de hacer una metáfora nunca debe estar mal confeccionada (metáfora débil), yen ningún caso debe aparecer como un despropósito, pues resulta totalmente con-traproducente y risible. Su uso excesivo cansa y se convierte en vicio, sobre todosi se repiten metáforas de un mismo tipo. Tres son los fines por los que se creanmetáforas, según el rétor de Calahorra: 1) para mover los espíritus; 2) para darrelieve a las cosas, para caracterizarlas mejor; 3) para que lo que decimos se hagaevidente ante nuestros ojos; hacer imagen de la palabra».

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La metáfora en el contexto de las figurasde pensamiento: la alegoría

Una figura, a diferencia de los tropos, puede formarse tantocon palabras en su propio significado como colocadas por orden(Inst. Orat. IX, 1, 4). Sin embargo, la expresión se puedetransformar en una figura, tanto con palabras utilizadas en sentidopropio como metafórico (Ibid.: 9). Ahora bien, un primer sentidode «figura» es el que abarca toda la formación del lenguaje, y esteno es el que nos interesa aquí. El segundo sentido sí es relevantepara nuestro análisis:

Pero si se han de llamar así ciertas actitudes[habitus] externas y, por decirlo así, gestos [gestus]de la expresión, será preciso que definitivamentese entienda en este contexto por figura aquello querepresenta una mutación de la forma de expresiónsencilla y espontánea en el marco de la poética yla retórica. Pues así será realmente verdad que hay,por una parte, un modo de decir aschemástistos, osea, que carece de figuras, y que en los defectosde la expresión no está entre los más pequeños, ypor otra parte el eschemastisméno, es decir, el dis-curso formulado con figuras. (Ibid.: 13)

Así, pues, Quintiliano define: «Valga como figura, por tanto, laforma de expresión que renueva el modo de decir con un arte cons-ciente» (Ibid.: 14). Ars consciente que, como la esgrima, utiliza es-trategias de engaño para llegar más hondamente al corazón de losjueces (Ibid.: 19-21).

Quintiliano cita literalmente el libro tercero de Sobre el orador(III, 52, 201 ss.) de Cicerón para caracterizar la importancia capitalde las figuras:

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En el discurso continuado –escribe Cicerón– unavez que hemos conseguido el perfilado primor desu unión y de sus ritmos, es algo fundamental queel discurso entero se haga visible, por decirlo así,por las luces [luminibus] de los pensamientos y delas palabras y que tales luces aparezcan con fre-cuencia. (27) Porque tanto el acto de detenerse enun objeto como también su exposición luminosacausan impresión grandísima, y en cierto modo laviva exposición de las cosas, como si estuvieranocurriendo delante de nuestros ojos; un efecto, ensuma, que tiene muchísima eficacia en la descrip-ción de un hecho y para esclarecimiento de lo quese está exponiendo, como asimismo para su realce,a fin de que aquello a lo cual estamos aumentandosu importancia sea, al parecer de los que escucharen,de tanta envergadura cuanta pudiere lograr el dis-curso... (Inst. Orat. IX, 1, 26-27)

En este contexto, Heinrich Lausberg (1967: II, 895-896) afirmaque la alegoría es al pensamiento –que es una subdivisión principalde las figuras, junto a las de palabra– lo que la metáfora es a lapalabra aislada, y, en este sentido, guarda con el pensamiento unarelación de comparación. Así, pues, la alegoría es una metáfora con-tinuada en una frase entera (y a veces más), y bajo ella se incluye,con frecuencia, la ironía como genus propio.

La allegoría (inversio) también tiene la capacidad de poner antenuestros ojos una cosa en las palabras y otra en su sentido. Tambiéna veces el sentido contrario (en este caso están la eironeía y la ilusioo mofa: género de alegoría en el que se muestran cosas contrarias,Inst. Orat. VIII, 6, 54). La alegoría, como hemos dicho, se hacecomúnmente por medio de una serie no interrumpida de metáforas(Ibid.: 44). Destaca, en este sentido, la alegoría mixta, pues en estaforma la belleza de la expresión es resultado de las imágenes de la

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palabra tomadas prestadas, y la comprensión inteligible de las de-nominaciones propias (Ibid.: 48).

Asumiendo lo anterior, Quintiliano explicita cuál es la forma máshermosa de hablar, y esta es, en definitiva, aquella en la que se en-cuentra mezclado «el canto de los tres recursos de la expresión: dela semejanza, de la alegoría y de la metáfora» (Ibid.: 49). Sin em-bargo, al suponer el hecho de que la novedad y la variedad en ellenguaje tienen su encanto, se ha buscado esto exageradamente,perdiendo la mesura y arruinando, finalmente, toda esta belleza yeficacia (Ibid.: 51). De modo que una alegoría que termina resultan-do menos diáfana se convierte en aenigma. Para Quintiliano estorepresenta un vicio, bajo la condición de que hablar con claridad es,como hemos indicado, una virtud principal del lenguaje (Ibid.: 52).

Conclusión

Asumiendo todo lo anterior, podemos decir que Quintiliano poneel énfasis en la capacidad del lenguaje, en gran medida mediante eluso adecuado de la metáfora y la alegoría, para mover nuestros afec-tos y, en virtud de esta complicidad con ellos, también hacer paten-tes las cosas ante nuestros ojos, lo que a mi entender aporta un ele-mento cognoscitivo a la tarea propia de la oratoria. Esto se consiguepor medio de la selección de la expresión más bella y clara, inclusoincidiendo en aquellas cosas que carecen de nombre, con lo quecomienzan a existir por el discurso, y que por medio de la palabrarenovadora traemos a la luz. En esto consiste, pues, la vocaciónfilosófica del lenguaje, ya vuelto a su lugar originario segúnQuintiliano, que no es otro que la retórica concebida como ciencia,virtud y arte del bien hablar, la que exige oradores que manifiestenun extremo grado de adhesión a las buenas costumbres romanas.Quintiliano es explícito al sostener que, aunque hubiese alguien quetuviera condiciones técnicas pero que no fuese bueno, no lo deseapor ningún motivo como discípulo de retórica.

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Para desarrollar su teoría oratoria, Quintiliano se ha apropiadode la definición estoica de esta virtud humana que permite la per-suasión, pero se distancia del estoicismo en dos vertientes funda-mentales, a saber: la primera, al asumir el papel central que cum-plen las pasiones en el proceso persuasivo; la segunda, en su esfuer-zo por devolver al caudal de la retórica todos aquellos conocimien-tos que, en parte, la filosofía resguardó como un préstamo, en buenamedida por causa del descuido y mal uso, en no pocas ocasiones porvanidad o codicia, que de tales hallazgos hicieron los oradores delpasado. Por tanto, restituir a la retórica su auténtica función signifi-ca, para el Orador de Calahorra, poner al servicio de la oratoriatodos los saberes, entre ellos la filosofía, que comienza, por lo mis-mo, a tener un papel auxiliar en el cumplimiento de los objetivosque ha de trazarse el vir bonus con el fin de servir de la mejor mane-ra a Roma.

A mi juicio, en una época donde la filosofía, especialmente la decuño sofístico, cae en extrema sospecha en virtud de las restriccio-nes que le impone el poder imperial absolutista del siglo I d.C.,Quintiliano, profesor oficial de retórica por mandato del emperadorDomiciano, intenta llevar a la práctica una fórmula que permita res-catar dicho saber, pero, sin duda, restándole poder. En este sentido,la retórica se vuelca principalmente al ámbito judicial, y, por suparte, la filosofía se restringe a aportar ciertos elementos que permi-tan una mejor persuasión en un contexto eminentemente práctico ytécnico que, bajo muchos aspectos, le es ajeno. Por lo anterior, elOrador de Calahorra pone un fuerte énfasis en la necesidad de per-feccionar las herramientas oratorias que permiten una mejor per-suasión, sobre todo en el terreno de los adfectus, aspecto en el quela dialéctica, por servirse de argumentaciones complejas, tiene unadeuda. Asimismo, los avances de esta disciplina filosófica han deser integrados al bagaje del orator, en tanto este último debe mane-jar del mejor modo las técnicas que permiten el más efectivo y bellouso del lenguaje, donde la metáfora, según Quintiliano, ejerce sureinado sin contrapesos.

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Problemas de comprensión de cuestionesretóricas en la universidad

Roberto Bein

En este trabajo me referiré a las respuestas que dan nuestros alum-nos de Lingüística Interdisciplinaria –una asignatura dirigida porElvira Arnoux de la carrera de Letras de la Facultad de Filosofía yLetras de la Universidad de Buenos Aires (UBA)– a preguntas so-bre retórica que les formulamos en exámenes parciales. Entre lostemas de la asignatura solemos incluir una unidad sobre argumenta-ción y retórica, en la que tratamos las retóricas antigua y nueva, enaspectos como los géneros retóricos, inventio, elocutio y dispositio,las pruebas, los lugares comunes, las figuras, logos, ethos y pathos,la distinción entre convencer y persuadir, los problemas de verdad yverosimilitud, la construcción del auditorio y algunas cuestionesespeciales, como el discurso polémico y el uso de la ironía. Es decirque no enseñamos a argumentar, sino a reflexionar sobre las condi-ciones y características de la argumentación desde la perspectivaretórica.

He revisado las respuestas de unos cincuenta parciales de dife-rentes años; analizaré sus características y errores más representati-vos de manera cualitativa más que cuantitativa, porque, como en los

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exámenes los alumnos pueden consultar los textos y fichas persona-les, pero no los apuntes de teóricos, hay varios casos que no reflejanproblemas de comprensión, sino simplemente falta de elaboracióny de distanciamiento del texto fuente.

La situación de examen

Una de las preguntas que hemos tomado con variaciones repeti-das veces es «¿por qué la ironía por contraverdad es redundante conrespecto al contexto?». Esta pregunta remite a un artículo de LaurentPerrin (1993), en el que este distingue entre ironía por contraverdade ironía por exageración.1 En la ironía por contraverdad, el efectoirónico se produce únicamente si el locutor contradice una opinióncomún, es decir, conforme a la definición de Sperber y Wilson (1978)de contexto, contradice un conjunto de informaciones mutuamentemanifiestas: no basta con que esas informaciones las tengan tanto ellocutor como los alocutarios, sino que todos los participantes delacto comunicativo deben saber que los demás las poseen. Si intentoser irónico diciendo que «La música fortalece cuerpo y alma; poreso, Mozart fue tan longevo» y tanto mis interlocutores como yosabemos que Mozart murió a los 35 años de edad y sé que misinterlocutores lo saben pero mis interlocutores creen que yo no losé, simplemente me creerán desinformado, no irónico. Ahora bien:casi todos los alumnos que eligieron esa pregunta (por ejemplo, docede los catorce que la eligieron en 2009) no explicitaron claramenteel caso en que el locutor debe añadir información contextual –comopodría ser la indicación de que Mozart vivió de 1756 a 1791– paraque los alocutarios perciban la ironía. En algunos casos dijeron quela información debe ser mutuamente manifiesta, pero en los ejem-

1 Ejemplo de ironía por contraverdad: digo «Pablo sí que es un buen tipo» anteinterlocutores que saben que considero a Juan una deshonra para la especie huma-na; ejemplo de ironía por exageración: «Los bancos en la Argentina están en lamás espantosa miseria: este año ganaron sólo 28 mil millones de pesos».

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plos presentaron evidencias que no necesitaban un añadido de in-formación, como la de decir «qué lindo día» cuando llueve; uno deellos narró que «esta mañana en la oficina un colega dijo ‘menosmal que terminó la psicosis de la gripe porcina’» (el parcial se tomóen plena época de terror al contagio); otro señaló que «no hay nece-sidad de adicionar datos para contextualizar al interlocutor, y poreso se dice que es redundante: porque no aporta información nue-va», con lo cual mostró que confundía el conocimiento del contextocon la redundancia de la expresión irónica respecto de ese contexto.

Otra pregunta que solemos evaluar con variaciones es «¿en quéconsiste la diferencia entre convencer y persuadir a un auditoriosegún la Nueva Retórica?». Lo primero que me llamó la atenciónfue que casi la mitad de las respuestas incluía la distinción que ChaïmPerelman y Lucie Olbrechts-Tyteca trazan en Tratado de la Argu-mentación (1989) no sólo entre el auditorio universal y el particu-lar, sino también la de la argumentación ante un único oyente (pp.78-85) y la deliberación con uno mismo (pp. 85-91), pese a que enclase habíamos dado únicamente la primera distinción, precisamen-te para mostrar que la Nueva Retórica no basa la diferenciaciónentre convencer y persuadir en lo racional y lo emocional, respecti-vamente, sino que «nos proponemos llamar persuasiva la argumen-tación que solo pretende servir para un auditorio particular, y nomi-nar convincente la que se supone que obtiene la adhesión de todoente de razón (1989: 69).

Teniendo en cuenta que nuestros alumnos ya han aprobado elCiclo Básico Común de la UBA y, entre otras, las asignaturas Teoríay Análisis Literario, Gramática y Lingüística, de manera que no sue-len presentar problemas mayores de comprensión del material, delas consignas ni de redacción, la conjetura que esbozaré para expli-car las características de ambas respuestas es que se deben en granmedida a la situación de examen: en los exámenes formulamospseudopreguntas, pues no queremos conocer las respuestas sinoaveriguar si los alumnos las saben, y, al tratarse de una materia degrado y no de un coloquio entre especialistas, tendemos a pedir un

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saber reproductivo o la aplicación de conocimientos teóricos a ca-sos concretos más que a la creación y defensa de puntos de vistapropios. Por eso mismo, los alumnos contestan no sólo lo que en-tendieron, sino también lo que suponen que la cátedra consideracorrecto: se adecuan al auditorio. Si la retórica clásica pretendíaenseñar, conmover y deleitar, la primera de esas metas aparece aquíinvertida: en los exámenes, el orador no es dueño de un mayor saberque pretende transmitir al auditorio, sino de uno menor que tieneque validar ante quien aparece como depositario de ese saber. Debepersuadir a un auditorio muy particular de que conoce y comparteese saber para moverlo a la acción de ponerle una buena nota. Peroel alumno también sabe que ese auditorio está compuesto, por locomún, de una sola persona, y que aun en caso de que su parcial lolea más de un docente, todos ellos cumplen la función de una sola:la del evaluador, que, dadas sus características, no es percibido porel alumno como representante de un auditorio universal al que sepueda convencer con la sola racionalidad. Como lo destaca el pro-pio Tratado de la Argumentación (p. 84), muchas veces el oyenteúnico es portador de un auditorio particular, no de uno universal.Además, el alumno tiene en realidad dos auditorios, puesto que, alreleer el examen antes de entregarlo, como se lo recomendamos, sedesdobla en productor y receptor de su propio discurso. La confor-mación de esos dos auditorios –el evaluador y el propio alumno– eslo que me lleva a suponer que por eso aparecen con tanta fuerza nosólo el auditorio particular, sino también la mención de la argumen-tación ante un único oyente y la deliberación con uno mismo.

Este mismo papel en la interacción alumno-docente podríaexplicar la omisión o comprensión difusa del caso en que el oradordebe aportar información contextual para que la ironía se produzca.Si la institución didáctica construye el supuesto de que es el docentequien posee el saber, todo el saber, podría no resultar siquierapensable que haga falta suministrarle información adicional paraque comprenda que las antífrasis utilizadas como ejemplos sonirónicas.

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La construcción del auditorio

Analizaré ahora las respuestas a la segunda pregunta –la relativaa la diferencia entre comprender y persuadir– en relación con aque-llo que los alumnos dicen respecto del auditorio. Del corpus de res-puestas se puede inferir que los alumnos comprenden generalmentebien la manera en que Perelman postula la diferencia entre com-prensión y persuasión. Cito a una alumna:

El auditorio universal es el que realmente pone aprueba la posibilidad de convicción, puesto queimpone al orador la necesidad de lograr un dis-curso que contemple la heterogeneidad de los com-ponentes del auditorio. Para ello la argumentacióndebe contemplar razones que tengan valor abso-luto independiente de toda temporalidad. (I. G.,2009)

A veces actúan como locutores que se distancian de la responsa-bilidad del papel de enunciador mediante el uso del pretérito imper-fecto, como diciendo «esta es la respuesta que debo dar, no la queme convence»: «El discurso utilizado para convencer comprendíarazonamientos construidos por el orador [...] en tanto que el discur-so persuasivo estaba compuesto por datos que se reunían para darconfianza» (M. A.).

En otros casos, en cambio, dan ejemplos vinculados con la reali-dad inmediata, como en un parcial tomado en el momento de laderogación de la Resolución N.º 125 sobre las retenciones a la ex-portación de granos en 2008:

se considera auditorio universal propiamente di-cho a aquel conformado por la humanidad toda,donde es posible que una argumentación científi-ca también logre ser convincente si fuera declara-

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da «universal». En cuanto a la persuasión, se pro-duce en ámbitos y con auditorios de un interlocu-tor o bien los auditorios de élite a los que no siem-pre se considera asimilables al universal, comopodría ser el constituido por los dueños de los cam-pos del interior del país. (M. D.)

(Algunas veces, esa realidad que nos parece inmediata no lo espara el alumno. Así, uno de ellos contesta:

creemos que ejemplificar la persuasión de un au-ditorio es más fácil: cuando Néstor Kirchner ar-gumenta que si el PJ no tiene la mayoría parla-mentaria, la Argentina corre serio riesgo de «vol-ver» a la crisis de 2001, no pretende convencer atodo ente de razón. En primer lugar, Kirchner,como orador, supone que su auditorio conoce loque pasó en Argentina en diciembre de 2001, loque sin duda reduce considerablemente al posibleauditorio. (G. G.)

La respuesta del alumno, que en 2001 tenía unos quince años,me hizo reparar en que la bancarrota del Estado y la conmociónsocial de 2001 son, para millones de votantes, un lejano recuerdoadolescente.)

Son, en cambio, muchos menos los alumnos que plasman ladiferenciación más compleja que el Tratado de la Argumentacióntraza entre su posición, que difumina el límite entre comprensión ypersuasión a partir de la dificultad de determinar qué auditorio sepuede considerar normativo intemporalmente, y la concepción deKant, quien admite para la convicción únicamente la prueba lógica«porque la argumentación no apremiante está, a su juicio, excluidade la filosofía» (p. 68), y formula «el criterio de distinción entre lapersuasión y la convicción en la oposición subjetivo-objetivo» (Ibid.).

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Así lo muestra la siguiente respuesta, que recorta lo dicho en elTratado de la Argumentación como si este sostuviera la posiciónkantiana:

La diferencia entre persuadir y convencer se arti-cula, para la nueva retórica, sobre la base de la opo-sición entre un discurso que se vincula con la filo-sofía y persigue lo absoluto y la verdad a través dela objetividad y la razón y otro discurso que se vin-cula con la retórica y tiene como fin lograr la ac-ción concreta y generar para ello una determinadaopinión a través de lo subjetivo. (M. B.)

Pero la omisión más significativa en la mayoría de los exámeneses la concepción perelmaniana del auditorio como construcción delorador. Podríamos relacionar también esta omisión con la situaciónde examen universitario, es decir, con la interacción alumno-docen-te en que el alumno-orador no puede seleccionar su auditorio, sinoúnicamente hacer esfuerzos por adaptarse a él mediante el conoci-miento del pathos de los evaluadores que le ha dado el cursado dematerias anteriores, y construyendo su ethos con la presentacióngráfica –subrayados, notas al pie–, con el uso de un registro formaldel lenguaje, con referencias a veces no del todo pertinentes peroque demuestran que ha leído toda la bibliografía y también con citas«cultas» como la siguiente (no muy bien escogida porque reafirmala diferencia entre persuadir y convencer que Perelman procurarelativizar):

Finalmente, y para matizar el «mundo eidético»al que parece llegar la literatura filosófica, dare-mos como ejemplo una paráfrasis de Borges, endonde puede observarse que, con la sola razón,no basta para actuar; esto mismo es lo que señalaPerelman: «Los argumentos de Hume no admiten

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la menor réplica, pero no infunden la menor con-vicción». (M. G.)

Sin embargo, la ausencia de la mención de la construcción delauditorio por parte del orador, así como otros problemas conceptua-les –reformulaciones que convierten el texto del Tratado de la Ar-gumentación en afirmaciones rotundas («no importa si un científicoestá seguro de la validez de su tesis sino de si su estrategia contem-pla las opiniones de su auditorio»)–, no pueden ser atribuidos úni-camente a la situación de examen ni a la juventud de los alumnos. Ami juicio, intervienen aquí algunos problemas que continúan discu-tiéndose en la actualidad porque no fueron del todo resueltos por lanueva retórica de Chaïm Perelman o cuya formulación puede resul-tar ambigua. Entre ellos, la construcción del auditorio: como lo des-taca también Ruth Amossy (2002: 160) citando a Catherine Kerbrat-Orecchioni, según Perelman «no se habla a un destinatario real, sinoa lo que se cree saber sobre él»2; es esta la construcción del audito-rio por parte del orador en el discurso mismo, pero como el Tratadode la Argumentación también da ejemplos de selección del audito-rio por parte del orador e incluso de división de un único oyente enauditorios distintos (pp. 58-59), podría parecer que esa construc-ción del auditorio obedece a una decisión previa a la composicióndel discurso. Al mismo tiempo, señala también Amossy, Perelmanestá lejos de concederle a la oposición entre intercambio real y vir-tual la importancia decisiva que le confiere el estudio de lasinteracciones verbales, que distingue netamente lo interaccional,lugar de un verdadero intercambio entre partes, y lo dialógico, endonde el otro no es un participante activo. En la misma línea deobjeciones, Bertrand Buffon (2004: 47) señala que, a pesar de quePerelman apelara en lo político a la participación de cada uno ypropusiera borrar la distinción clásica entre retórica y dialéctica,

2 La traducción del texto de Amossy en su totalidad fue realizada por VerónicaZáccari para los alumnos de la cátedra de Lingüística Interdisciplinaria, Facultadde Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires (Argentina).

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concibió la Nueva Retórica esencialmente sobreel esquema disimétrico del orador que se dirige aun auditorio. Presupone así que la tesis está yatrazada y que se trata sólo de hacerla creer [...]Este esquema corresponde a una situación políti-ca en la que se tienen no ciudadanos que buscanconjuntamente la mejor decisión, sino represen-tantes que monopolizan la palabra y se dirigenunilateralmente a los electores para persuadirlosde la excelencia de la medida que defienden. Estaconcepción borra la construcción misma de la de-cisión propuesta.3

Nuestros alumnos, que conocen los artículos de Amossy y deBuffon, se encuentran entonces con la complejidad de tener querelacionar la convicción y la persuasión, por una parte, con laconstrucción del auditorio mediante la adecuación del discurso a lascaracterísticas de los oyentes seleccionados, y con ello tener en cuentasu voz de manera dialógica, y, por la otra, con la voluntad de ganaradhesión a los argumentos prefijados del orador, hecho que puedenrelacionar con la clase magistral universitaria. No desestimo, porsupuesto, el hecho de que el poco tiempo y la tensión que crea unexamen presencial restringe la posibilidad de plasmar esacomplejidad.

A modo de conclusión

En estas breves reflexiones he intentado analizar algunas de lascaracterísticas problemáticas que presentan las respuestas de alum-

3 El texto de Buffon fue traducido por Nicolás Bermúdez para los alumnos de lacátedra Lingüística Interdisciplinaria de la Facultad de Filosofía y Letras, Univer-sidad de Buenos Aires (Argentina).

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nos universitarios sobre cuestiones retóricas: la omisión de la repo-sición del contexto en la ironía por contraverdad, la mención delauditorio de oyente único y la deliberación con uno mismo, la faltade precisión en la distinción entre la posición de Perelman y la deKant en cuanto a la distinción entre persuadir y convencer y la omi-sión del concepto del auditorio como construcción del orador. Hecifrado su origen, en algunos casos, en la situación institucional deexamen y, en otros, en la complejidad de algunas cuestiones teóri-cas no del todo resueltas por la Nueva Retórica. Con ello he queridocontribuir a razonar sobre algunas dificultades que encierra enseñara argumentar sobre lo opinable.

Bibliografía

Amossy, R. (2002). «Nouvelle rhétorique et linguistique dudiscours». En: Koren, R. y R. Amossy. Après Perelman. Quellespolitiques pour les nouvelles rhétoriques? L’argumentation dansles sciences du langage. París: L’Harmattan.

Buffon, B. (2004). «Perelman et la relégitimation du politique». En:Meyer, M. (coord.). Perelman. Le renouveau de la rhétorique(pp. 39–50). París: Presses Universitaires de France.

Perelman, Ch. y L. Olbrechts-Tyteca (1989). Tratado de la argu-mentación. La Nueva Retórica. Madrid: Gredos.

Perrin, L. (1993). «Opinion et lieu commun dans l’ironie». En :Plantin, Ch. (ed.). Lieux communs, topoi, stéréotypes, clichés.Lyon: Editions Kimé.

Sperber, D. y D. Wilson (1978). «Les ironies comme mentions».Poétique, 36, 399-412.

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PARTE 2

| RETÓRICA Y DISCURSIVIDAD POLÍTICA |

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Contribuciones del género epistolar alejercicio de la palabra pública en México

Mariana Ozuna Castañeda

Actualmente no se duda del papel que tuvo la cultura impresa enlos procesos de emancipación política de los pueblos americanosdurante el siglo XIX; en relación con ello, me interesa en este brevetrabajo esbozar la manera en que algunas prácticas de escritura retó-rica como la epistolografía participaron en la construcción de lacultura política entre el grupo letrado.

La carta o epístola articula lo privado en lo público, la experien-cia individual en la dimensión de la comunidad. Esto cobra relevan-cia si atendemos a la idea de ciudadano del sistema republicano,sistema que algunos proponían como forma de gobierno en Méxi-co. Para erigir una república son necesarios los ciudadanos: «El ciu-dadano, antes que otra cosa, es un individuo» (Escalante, 1992: 37),y el concierto de ciudadanos es la base de la sociedad republicana.En este marco se elaboran las siguientes reflexiones.

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Del ars dictaminis a la moderna escritura de cartas

La carta o epístola –herencia de la Antigüedad– aparece desde laEdad Media como ars dictaminis y articula dos dimensiones de lavida de los individuos: la pública y la privada. La dimensión públicase refiere a la comunicación de los sujetos con las instituciones, cor-poraciones o autoridades, o entre instituciones, corporaciones o auto-ridades;1 la circulación de manuales para escribir cartas deja ver loimportante que resultaba la escritura de este tipo de documentos quetestimonian las redes sociales y las relaciones entre los diferentes gru-pos. Mientras en la dimensión privada la llamada carta familiar evi-denciaba las relaciones interpersonales basadas en el parentesco o laamistad, esta implicaba que los corresponsales compartían intereses,valores o creencias. Durante el humanismo, la carta familiar adquirióademás valor literario (Lafaye, 2005); con la imprenta de por mediose publicaron colecciones de cartas de sujetos contemporáneos quereflejaban uno de los rasgos que definirían la modernidad: la nove-dad. Estas colecciones de cartas resultaron un éxito editorial –un casonotable es el de Pietro Aretino (1492-1556)–,2 pues apelaban al «aquí»

1 James P. Murphy asevera que la complejidad de la sociedad feudal reflejada en elincremento de relaciones sociales y legales puede advertirse claramente en laformulaica de la escritura; las fórmulas de salutación en las cartas establecen eltipo de relación entre remitente y destinatario (de un superior a un inferior, de uninferior a un superior); además, los temas fueron también reducidos a modelos:cartas de consolación, cartas de petición, cartas de «la misma multiplicidad derangos y órdenes de la sociedad feudal emergente» que «condujo a un incrementodel número de relaciones sociales y legales, que llegaron a reflejarse de una u otramanera en los escritos. Una solución pronta al problema de escribir acerca de talessituaciones recurrentes fue bosquejar una formula, esto es, forma normalizada quese pudiera copiar según las circunstancias» (Murphy, 1986: 207).2 El 29 de diciembre de 1537 aparece el volumen inicial de las cartas de PietroAretino, publicadas por Francesco Marcolini en Venecia. De enero de 1538 a febrerode 1539 se reimprimirá diez veces. Aretino publicará cuatro volúmenes. A diferenciade Petrarca y de Erasmo, no se paraba «cuidar» la edición, sino que, a decir deGuillén, mientras las escribía las enviaba para ser publicadas, así «Suscorresponsales se encontraban ante la inminencia constante de ver sus nombres yasuntos en letras de molde. Entre la tentación de la fama y el peligro de la difamación,

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y «ahora» de los receptores, sumergiéndolos en el conocimiento desu presente a partir de la escritura subjetiva. El auge editorial no fuesólo para las colecciones de cartas, sino también para los manuales.Ya para los siglos XVIII y XIX, escribir y leer cartas pasó a formar partede las habilidades que debía tener la mayoría de los individuos(common man) pertenecientes a la sociedad moderna (Mitchell, 2007).3

Enumeremos las características retóricas de la carta según apa-recen consignadas desde la Antigüedad hasta la modernidad:

- La epístola es definida desde la Antigüedad como una «conver-sación entre ausentes» (Trueba, 2000: 16), por lo que posee unvínculo estrecho con la oralidad.

- Esta relación con la oralidad afecta su estilo, que debe emular lasencillez y llaneza de la conversación; conforme se va estable-ciendo el género de carta familiar, se insiste en que esta debe seramena y su temática variada como la conversación misma.

- Su relación con la conversación obliga a la carta a ser breve yquedar a la espera de la respuesta; es, pues, condición de la epís-tola inducir a la escritura.

observaban cómo la publicación ininterrumpida de esta correspondencia conse-guía para su autor cuotas extraordinarias de poder» (Guillén, 1998: 219). Los vo-lúmenes de cartas de Aretino fueron un éxito editorial y ejemplo para otros auto-res, como Claudio Tolomei (1547), Pietro Bembo (1548), Bernardo Tasso (1549),Annibal Caro (1572, 1576).3 Así lo asienta Don J. Antonio D. y Begas en su Nuevo estilo y formulario deescribir cartas misivas, y responder a ellas en todos géneros de correspondencia.Reformado según el estilo moderno, y añadido en esta última edición. En la «Ad-vertencia al lector» se lee: «La necesidad de comunicarse los miembros de estasociedad, es ejecutiva: a unos en cumplimiento de los preceptos que exige la urba-nidad y política con sus iguales: a otros en cumplimiento y pererogación [sic] conquien necesitan o pueden necesitar: a otros por razón de sus negocios y comercio;y en fin a todos obligan sus preceptos por no vivir juntos, aunque todos compon-gan una sociedad; no pudiendo ser esta comunicación social por otro medio quepor cartas, esquelas o papeles. Con este motivo o mediante esta necesidad, se hanimpreso en todos tiempos distintos formularios (por régimen de aquellas personasque no están prácticas en el ejercicio de la secretaría, por razón de su ejercicio,ocupación o empleo) conforme el estilo del tiempo en que se han escrito».

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- Otra característica, ya insinuada antes, es la narración en presen-te, promoviendo la ilusión de simultaneidad en la lectura y sal-vando el tiempo diferido entre la escritura del texto y su recep-ción, como si el remitente se «pusiera ante los ojos» con la lectu-ra de la carta.4

- Quien escribe prefigura a su receptor en la carta misma.5

- La epístola se enuncia desde un «yo», quien, al mismo tiempoque se ocupa de narrar, se presenta a sí mismo, dando forma a unethos particular según sea el caso.

La epístola es descrita en los manuales como un discurso queconsta de cinco partes: la ineludible salutatio; el exordio, donde sevaloraba la relación entre el remitente y el destinatario; la narra-ción; la finalidad (petición, condolencia, recomendación, participa-ción, etcétera); la conclusión (Murphy, 1986: 221), siguiendo enesto la tradicional partición del discurso en cuatro o seis segmentos.

La carta en la esfera pública

Con la emergencia de la cultura impresa en el siglo XVI, la cultu-ra escrita, restringida hasta entonces, se expande. Hay que advertirque durante el siglo XVIII las élites letradas en las sociedades moder-

4 A decir del mismo J. Antonio D. y Begas, en la «Advertencia» de su Nuevo estilo...ya referida, en las cartas «se representan al vivo los objetos de las personas que lasescriben y las leen, pues les parece que mutuamente se hablan. Por ellas se explicanlos conceptos del ánimo, mediante la distancia en que se hallan el uno del otro, y porcuyo medio oportuno franquea la comunicación en todos los asuntos». Cabe advertiraquí que la escritura se concibe como supletoria de los objetos.5 Por ejemplo, en la «Epístola a la posteridad» (1351) de Petrarca, donde se constru-ye un receptor curioso, interesado en saber de Petrarca, como lo estaba él de saber deCicerón: «Quizá hayas oído algo acerca de mí, aunque es poco probable que mipobre insignificante nombre haya llegado lejos en el espacio y el tiempo. Aún así, talvez quisieras la oportunidad de saber qué tipo de hombre fui o cuál fue el destino demis obras, especialmente de aquellas cuya reputación hubiera persistido, o cuyonombre hayas vagamente escuchado» (Petrarca, 1966: 5). La traducción es mía.

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nas habían desarrollado una serie de prácticas sociales sofisticadas,algunas englobadas en el refinamiento de las normas de urbanidad–los modales–, que diferenciaban a los sujetos dentro de la mismasociedad letrada. Era imperativo no sólo saber leer, sino compartirlas lecturas, no sólo saber escribir, sino hacerse de un estilo –recor-demos la frase de Buffon: «el estilo es el hombre»–, no sólo saberhablar, sino saber conversar, haciendo de la oralidad una plataformaen que se desplegara la inteligencia, la oportunidad, la informaciónde actualidad con ánimo de deleitar y hacerse útil. La buena conver-sación se dejaba escuchar tanto en las tertulias como en los cafés ysalones. Nada más normal que el hecho de que la carta fuera unaprolongación de estas prácticas sociales letradas y adquiriera unasuerte de autoridad estilística en lo que a decoro social se refiere,sin olvidar que igualmente los secretarios o manuales deepistolografía tuvieron su importancia para las formas de sociabili-dad moderna (Chartier, 1994).

La instrumentación de las reformas borbónicas en la Américaespañola durante el siglo XVIII significó la conciencia de sí de losgrupos hegemónicos frente a la Corona (Lynch, 2004: 9-43). Estosgrupos estaban constituidos por sujetos letrados. La conciencia desí implicó que los grupos se reconocieran en tanto comunidad, estoes, que compartían intereses y propósitos comunes, generando laemergencia de una esfera pública. Esta situación impuso que losletrados echaran mano del repertorio de géneros conocidos para darcauce y forma a sus propósitos frente a las medidas coloniales, y esque la elección y práctica de un género en una circunstancia precisamodifica lo mismo al género que a los individuos y a la situación enque se hallaban:

En los casos donde el género es elegido en lugarde asignarse se hace explícito el papel que juegala situación en la construcción del género: las per-sonas identifican la situación para elegir un géne-ro apropiado. Sin embargo, una vez que el género

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es elegido, éste actúa recíprocamente para dar for-ma a la situación. (Devitt, 2004: 26)6

En el caso particular de la carta, considero que fue seleccionadadel repertorio porque ya funcionaba en la sociabilidad modernaexitosamente como articuladora de la voz singular y privada delindividuo en la dimensión de la esfera privada de los salones, caféso tertulias. Su paso a la esfera pública, que es donde se discute elbien común, permitió a los sujetos comunicarse con otros sin me-noscabo de su diferencia, con la ventaja de reunir en torno suyo aotros que se reconocerían en los propósitos y valores que ellos pro-pugnaban.

Durante los años que siguieron a 1799 (año en que FranciscoMiranda publicó la Carta dirigida a los españoles americanos, es-crita por Juan Pablo Viscardo y Guzmán en 1792), los americanostomarán la palabra en el espacio público, ya sea con periódicos ofolletos que circularán en muchos casos clandestinamente.7 A dife-rencia de los periódicos, los folletos han gozado de menor atenciónpor parte de los estudiosos, ya sean historiadores o literatos (Giron,2005). Un folletinista es un particular que toma la pluma para ponera consideración de otros sus ideas sobre los asuntos públicos, esdecir, para opinar. El folleto, a decir de Nicole Giron, «fue un ins-trumento ideal para expresar las opiniones particulares; en muchoscasos, aunque no participara del tono panfletario, contenía argu-mentos defensivos, desarrollados por su autor frente a algúncuestionamiento» (2005: 383-384); y ya que «el folleto vino a serun instrumento editorial de extrema flexibilidad que podía respon-der a una amplia gama de necesidades de comunicación en razón de

6 Devitt (2004: 26) sostiene: «where the genre is chosen rather than assigned makeexplicit the role of situation in constructing genre: people identify the situation inorder to choose an appropriate genre. Once the genre is chosen, however, the genrereciprocally acts to shape the situation». La traducción al español es mía.7 La circulación del manuscrito es indiscutible, sin embargo precisa de otro marcoteórico para su análisis.

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su bajo costo» (2005: 379-380), muchos sujetos letrados se decidi-rán a intervenir de esta manera en la discusión de los asuntos de suinterés. Así, el género editorial refuerza el gesto individualista y eltono subjetivo del género epistolar: la carta es la escritura de un«yo» lanzada al espacio público; el folleto, por su parte, es una mer-cancía editorial breve, barata, efímera, libre del compromiso de laperiodicidad, carece de editor, redactor o colaborador, es el resulta-do –en la mayoría de los casos que he analizado– de la decisión deun solo sujeto, su autor; en este sentido, la carta hecha folleto es lamanera en que ese «yo» proclama doblemente su individualidad enel espacio público.

En estas páginas me interesa sobre todo la carta que representa-ba por sus características retóricas la forma ideal de intervención deesos individuos, quienes, al actuar discursivamente, daban forma aesa comunidad en el espacio público, al tiempo que lo forjaban. Sinembargo, la carta en forma de folleto sirvió también a la propagan-da contra Napoleón,8 contra la insurgencia de Miguel Hidalgo. Ra-món Casaus y Torres publicó El Anti-Hidalgo, subtitulado Cartasde un Doctor Mexicano al Br. D. Miguel Hidalgo Costilla, ex-curade Dolores, ex-sacerdote de Cristo, ex-cristiano, ex-americano, ex-

8 Algunos ejemplos de cartas ficticias fueron hallados en la Colección Lafragua delFondo Reservado de la Biblioteca Nacional de México. Llaman la atención las quese suponen escritas por la familia de Napoleón y por él mismo, dado que son textosque exaltan el patriotismo español: Anónimo, Carta sobre las maldades cometidaspor los franceses en Cuenca, Valencia, en la Imprenta de D. Benito Monfort, 1808;Dupont, Carta de Dupont al Duque de Róbigo, General en Gefe de los exércitosFranceses en España, interceptada por un Andaluz, hombre de verdad y concien-cia [s.l., s.i. 1808]; Leticia, Carta de la madre del emperador Napoleón I, dirigidaa su hijo desde Roma e interceptada, traducida del italiano [s.l., s.i. 1808, 4 pp.];Josef Bonaparte, Carta de Josef Bonaparte, rey que pensaba ser de España, a suhermano Napoleón, interceptada en Logroño, por un colector de basura. Logroño13 de octubre de 1808, impreso en Málaga y por su original en la Oficina de lacalle de Santo Domingo, año de 1809 [4 pp.]; Contestación que Napoleón I, intru-so emperador de franceses, hace á la carta que su madre Leticia le dirigió desdeRoma. Interceptada por el Americano F.M.D. d. C. Con licencia, impreso en casade Arizpe, año de 1809 [8 pp.].

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hombre y Generalísimo capataz de salteadores y asesinos, con su-perior permiso en la imprenta de Mariano de Zúñiga y Ontiveros en1810. El Anti-Hidalgo se conforma de dieciséis cartas cuya publi-cación iba siguiendo la gesta bélica del cura de Dolores, de septiem-bre de 1810 a enero de 1811. La forma de carta encubre el vituperio,a Hidalgo se le insulta sin esperar respuesta, al tiempo que el autorse construye un ethos moralmente superior. Las epístolas de frayServando Teresa de Mier, publicadas en Londres y dirigidas en prin-cipio a Blanco White, colaboran como la carta de Viscador y Guzmána discutir públicamente la independencia de las naciones america-nas, donde el destinatario no es únicamente Blanco White sino to-dos aquellos cuyos intereses estén fijos en la emancipación de lascolonias españolas en América. Claro que se deben considerar comoapelados primeramente a los habitantes de los virreinatos, pero nohay que olvidar los intereses comerciales de al menos los ingleses yfranceses (Ozuna Castañeda, en prensa, b).

Otras epístolas en folleto atraen nuestra atención en esta oca-sión, porque hallamos en ellas la opinión de individuos abriéndosepaso para alzar la voz respecto de asuntos que consideran de suincumbencia. Tal es el caso de un sujeto que firma «Qualquiera» yque en un folleto titulado Carta al diarista en defensa del coman-dante y oficiales del batallon primero americano. Señor diaristadon José Ruiz Costa, publicado en 1812, opina:

Muy señor mio, amigo, dueño y señor de toda miestimacion y respeto. Despues de saludar á U. conla mas atenta consideracion, me tomo la libertadde emprender un rato de conversacion con U. sino lo ha por enojo. Pues señor, es el caso, que yo,como la mayor parte de los habitantes de esta Ca-pital, me quedé tamañito al leer el estrepitoso par-te, narracion ó cuento que U. tubo la bondad deembocarnos en su diario num. 2575 del lunes 19del corriente [...]

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Pero aqui entre nosotros, ¿há tenido U. razon? ¿hahecho bien en publicar el lanze? ¿Há cumplido U.con el reglamento de la libertad de imprenta? Va-mos sin sofocarnos á exâminar la cosa por partes.Empieza U. diciendo que recivió un papel relati-vo al Comandante del batallon Americano y re-clama la responsabilidad al autor. Muy bueno. Enseguida refiere U. el lance con los oficiales, ocu-rrido el dia 17. Muy malo. Con que si no acudenestos no se acuerda U. de pedir responsabilidad, ynos emboca el discurso santísimamente? No hayduda; porque U. no resolló con la tal responsabili-dad hasta el dia 19. El 17 fue el ataque brusco,segun U. lo pinta; luego el folleto estaba en poderde U. lo menos cinco dias antes que nos lo insi-nuara. Pue[s] bien: ó el escrito era bueno, ó eramalo; esto es, ó podia imprimirse, ó pecaba con-tra el justísimo reglamento. Si lo primero, no im-portaba la fianza del autor: si lo segundo ha sidoU. muy omiso en no entregrarlo al gobierno in-mediatamente [...]De todo esto resulta, que el lance es absolutamen-te inverosímil, lleno de accidentes pueriles y ridí-culos, opuesto al carácter militar, increíble y con-tradictorio. Qualquiera que reflexîone un momentosobre la narracion de U. se convencerá luego deesto mismo [...]Pero supongamos por un momento que todo fuecomo U. lo dice. Nunca puede pasar de un lanceparticular y privado, efecto de la precipitacion dedos oficiales poco reflexîvos. ¿Y qué le importaal público que dos particulares por causas que ellosse saben, se rompan las cabezas, se insulten ó seengañen? ¿Se ha erigido al público en juez de con-

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tiendas privadas? Y aunque esto fuera, ¿bastariacon oir á U.? ¿Se ha establecido la libertad de im-prenta para contar chismes y reyertas particula-res? [...]¿Y por donde se ha figurado U. que es el deposi-tario de la opinion pública y de los secretosagenos? ¿Está U. en su juicio? [...] ¿Sabe U. porventura lo que es opinion pública, y lo que es serperiodista? Pues mire U.: opinion pública es elmodo de pensar de la mayor parte de los indivi-duos de la sociedad sobre una materia que influyao pueda influir sobre la sociedad misma. Por con-siguiente no puede estar depositada en ningunmiembro particular, sino que exîste siempre en latotalidad de ellos. Ni el gobierno mismo puedeser ni llamarse depositario de la opinion pública[...]Fuera de este negocio queda muy de U. Su apa-sionado amigo y servidor Q. B. S. M. Qualquiera.(Qualquiera, 1812)

Esta carta en folleto articula su experiencia y opinión privada enla dimensión pública; lo particular en lo general; al individuo en locomunitario: la opinión de Qualquiera se refiere a la libertad de laimprenta, a la censura, al derecho de expresión, a la opinión públicamisma; en ese marco mayor, las ideas de Qualquiera importan. Y esque ya durante el siglo XVIII la conversación era

una actividad de grupo que debía favorecer el pro-greso de la razón, ofreciendo un método de inves-tigación abierto y atento a los mejores argumen-tos, y pensado para asegurar concretamente la co-hesión social y para reforzar el interés por el bienpúblico. (Craveri, 2004: 426)

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En este sentido, hay que notar el método de contraste con elque el autor del folleto demuestra en el tercer párrafo que el diaristacae en contradicciones, y, a partir del quinto, que la experiencianarrada por el diarista es puesta bajo el pensamiento crítico del«deber ser». Las opiniones de Qualquiera se inscriben en el am-plio horizonte del «interés por el bien público» y desde ahí preten-den convencer a los lectores. Así le indica al diarista: «se ha que-dado U. en ayunas del fin con que se ha concedido la libertad deimprenta que es algo mas grande y noble de lo que U. se ha imagi-nado». Eso «más grande y noble» es el deber ser que beneficia atodos.

Consideramos que la tertulia dieciochesca, enfocada en el ejer-cicio de la razón y en el juicio crítico de la realidad, era el espaciode «una asamblea libre a puerta cerrada» (Craveri, 2004: 426).Por extensión, escribir una carta dirigida a otro o a muchos otrosconcebidos como «iguales» y publicarla en el interés común su-pone en quien escribe las nociones de espacio, esfera y opiniónpúblicos, en contraposición a espacio privado y razón privada. Talindividuo, además, está consciente de su relación con el bien co-mún desde la esfera pública, donde sabe que sus palabras adquie-ren el estatuto de «acciones sociales». Tales acciones prefiguranen México y en el resto de Nuestra América al ciudadano:

a partir del momento en que ya no es el grupo sinoel individuo el que se concibe como ser real, lajerarquía desaparece, y con ella la atribución in-mediata de la autoridad como a un agente del go-bierno [...] El espacio público es ocupado, ya nopor estamentos ni corporaciones, sino por indivi-duos o por fórmulas de representación de los inte-reses de los individuos. (Escalante, 1992: 38)

Como habíamos mencionado en el principio, dentro del modelocívico:

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El ciudadano, antes que otra cosa, es un indivi-duo, y como individuo es la realidad básica de lavida social. Frente a él, las instituciones, las for-mas de organización todas no son sino «residuos»,que pueden ser explicados por los intereses y ac-ciones individuales. (Escalante, 1992: 37-38)

Desde este horizonte, la carta familiar, con su estilo llano, suenunciación desde un «yo» con voluntad de pensarse en lo comu-nitario, su flexibilidad temática, su presentismo, así como su ca-rácter apelativo y de suspenso, coadyuvó a articular el mundo in-terior del individuo y sus intereses en el espacio público –adondeiban a parar periódicos, folletos, hojas volantes, manuscritos–; poresta articulación, lo público se modeló como una gran asambleavirtual donde asistían estos individuos agitando sus opiniones enel discurso. En esta asamblea virtual se llevaba a cabo de facto unejercicio de ciudadanía que aguardaba realizarse por la vía delderecho.

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Discurso político y análisis sociológico-lingüísticodel discurso: la representación de las personas

pobres y de las situaciones de pobreza

Irene Vasilachis de Gialdino

Pregunta de investigación y corpus

Esta investigación,1 realizada desde una perspectivainterdisciplinaria en la que se conjugan la sociología y la lingüísti-ca, tuvo por objetivo responder a la siguiente pregunta: ¿qué carac-terísticas asume la representación de las personas pobres y de lassituaciones de pobreza en el discurso de los presidentes argentinosque ejercen su mandato a partir de 1983? Este interrogante se vin-cula con otros: ¿cómo las personas pobres son categorizadas y cali-ficadas?, ¿cuál es la vinculación entre los recursos lingüísticos em-pleados para nombrarlas y el modelo de sociedad y de relacionessociales subyacente en los textos?, ¿cuáles son las particularidadesrepresentacionales en las que los diversos textos se asemejan y sediferencian?

1 La presente indagación fue posible en virtud del financiamiento acordado por elConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet-Argentina)y por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica.

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El corpus2 estuvo formado, en especial, por siete primeros mensa-jes presidenciales desplegados ante la Asamblea Legislativa, a saber:- El de Raúl R. Alfonsín, del 10 de diciembre de 1983 (Texto 1).- El de Carlos S. Menem, del 1º de mayo de 1990 (Texto 2).- El de Fernando de la Rúa, del 1º de marzo de 2000 (Texto 3).- El de Eduardo A. Duhalde, del 1° de marzo de 2002 (Texto 4).- El de Néstor C. Kirchner, del 25 de mayo de 2003 (Texto 5).- El de Cristina Fernández de Kirchner, del 1° de marzo de 2008

(Texto 6).- El discurso pronunciado en el acto de asunción del mando en el

Congreso por Cristina Fernández de Kirchner, el 10 de diciem-bre de 2007 (Texto 7).Los textos que los presidentes pronuncian ante la Asamblea Le-

gislativa tienen, en particular, una gran repercusión en los medios,contribuyendo con la creación y reproducción de representacionessociales. La prensa gráfica los transcribe en todo o en parte, y lasafirmaciones, evaluaciones, advertencias, promesas, proclamas, pre-dicciones de los mandatarios son rápidamente transmitidas y ulte-riormente aceptadas, cuestionadas, reformuladas, refutadas por quie-nes tienen acceso al discurso, incorporándose así a los patrones ymodelos de interpretación presentes en el horizonte compartido delmundo de la vida (Habermas, 1990: 87).

Metodología y estrategias metodológicas: los modelosinterpretativos y el análisis sociológico-lingüístico deldiscurso

Este estudio se ubica en el paradigma interpretativo cuyo su-puesto básico es "la necesidad de comprender el sentido de la ac-

2 La referencia a las emisiones de los siete textos del corpus se realizará señalandoa la derecha de la letra «T» mayúscula el número de texto citado y a la derecha dela letra «e» minúscula el número de emisión correspondiente a ese texto. Así, porejemplo, la cita (T3e10), corresponde a la emisión 10 del Texto 3.

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ción social en el contexto del mundo de la vida y desde la perspec-tiva de los participantes" (Vasilachis de Gialdino, 1992: 43).

El proceso de investigación ha sido inductivo y la metodología,cualitativa (Vasilachis de Gialdino, 1992, 2006a). Entre los rasgosmás salientes de la investigación cualitativa, se encuentran: el inte-rés por el significado y la interpretación; el énfasis en la importan-cia del contexto y de los procesos; la estrategia inductiva y herme-néutica (Maxwell, 2004: 36); la relevancia atribuida a los relatos, alas experiencias internas, vitales (Whittemore et al., 2001: 524;Morse, 2005: 859) en un determinado contexto histórico y social(Haverkamp y Young, 2007: 276), tratando de comprender el com-portamiento humano en toda su complejidad (Fine, 2007: 460); y elalcance asignado al estudio del lenguaje de los actores, a sus prácti-cas (Silverman, 2000: 89), a sus diferentes conocimientos, a susdistintos puntos de vista (Flick, 1998: 6).

Los investigadores cualitativos han preferido, pues, describir eiluminar el significativo mundo social de acuerdo con las disposi-ciones del paradigma interpretativo, centrándose en la comprensión,en el significado de la palabra y de la acción, en el sentido que seexpresa en el lenguaje (Silverman, 1994; Mason, 1996: 4).

Esta indagación, de la que expongo los primeros resultados, hasido realizada de acuerdo con los supuestos del que denomino aná-lisis sociológico-lingüístico del discurso (ASLD), que ya he em-pleado en otros estudios (Vasilachis de Gialdino, 1997, 2007a,2007b). El interés de mi propuesta interdisciplinaria radica en exa-minar lingüísticamente los recursos y estrategias empleados en lostextos orales o escritos para imponer, sostener, justificar, proponerun determinado modelo interpretativo de la realidad social.

Los modelos interpretativos de la realidad social, por lo general,no figuran en el texto de manera explícita, sino que se traducen en elempleo de distintos recursos lingüísticos y de variadas estrategiasargumentativas, utilizados para representar esa realidad, a sus acto-res, sus relaciones, sus procesos. Tales modelos suponen: algunaforma de ser de la sociedad y de la organización social, uno o varios

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modos de diferenciación y/o jerarquización entre sus miembros, untipo de relaciones sociales predominante y, en consecuencia, unamayor o menor posibilidad de los actores sociales de contribuir conla construcción y transformación de la sociedad (Vasilachis deGialdino, 2003: 266-267). En gran parte, esos modelos interpretativosestán fundados cognitivamente en los distintos paradigmasepistemológicos (Vasilachis de Gialdino, 1992).

Los modelos interpretativos presupuestos por los hablantes sonlos que proporcionan los contextos de significado. Luego, las mis-mas palabras pueden adquirir diferentes contenidos semánticos se-gún el modelo interpretativo presupuesto por quienes las emplean.Así, por ejemplo, el significado de la palabra "crisis" es construidoen los diferentes textos del corpus asumiendo un determinado con-tenido: el que haga posible exhibir la acción presente, con miras alfuturo, que predican de sí mismos los presidentes como una conse-cuencia forzosa del pasado, y, a la vez, como el trayecto ineludiblepara la construcción del futuro.

La detección de los modelos interpretativos subyacentes en larepresentación discursiva de la realidad social no puede realizarsesin un conocimiento de las teorías vigentes en las ciencias sociales.La mayor parte de estas teorías fue creada en relación con contextosque difieren social, histórica, cultural y/o económicamente de aque-llos a los que esas teorías son aplicadas. La reproducción irreflexiva,acrítica, de los modelos interpretativos fundados en esas teorías le-gitimadas coadyuva a la aceptación de las formas vigentes de ser yde conocer a las sociedades y, al mismo tiempo, obstaculiza e impi-de la creación de nuevas y renovadas formas en las que esas socie-dades podrían conocerse, construirse, transformarse. Afirma Lyotard(1991: 29) que, simplificando al extremo, la representación metódi-ca que se ha hecho de la sociedad contemporánea se ha dividido, enprincipio, en dos modelos: la sociedad forma un todo funcional y lasociedad está dividida en dos. Este corte metódico que establecedos grandes tipos de discursos sobre la sociedad -el del funcionalismoy el del marxismo- proviene del siglo XIX.

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El análisis sociológico-lingüístico del discurso buscará, por ende,precisar a qué modelo responde la representación de la sociedad enel discurso político, y qué vinculación tiene esa representación conla de las personas pobres.

De esta manera, el intento radicará, entonces, en: analizar lostextos en sus formas lingüísticas, y determinar para qué se las selec-ciona en relación con el tipo de sociedad que se promueve. Las re-presentaciones acerca de la sociedad, de sus relaciones, de la legiti-midad de estas, de las identidades individuales y colectivas, de lamayor o menor posibilidad de las personas de desarrollarseautónomamente, entre otras, son construidas textualmente a partirde la adhesión a los postulados de los modelos interpretativos, estoes, de las teorías en las que estos se sustentan.

Entiendo las representaciones sociales como

construcciones simbólicas individuales y/o colec-tivas a las que los sujetos apelan, o las que crean,para interpretar el mundo, para reflexionar sobresu propia situación y la de los demás, y para deter-minar el alcance y la posibilidad de su acción his-tórica. (Vasilachis de Gialdino, 1997, 2003: 218)

Estas representaciones median entre los actores sociales y la rea-lidad, y se le ofrecen como recursos para: poder interpretarla, con-juntamente con su propia experiencia, referirse a ella discursivamentey orientar el sentido de su acción social.

Contexto conceptual

Al tratarse de una investigación cualitativa, su diseño fue flexi-ble (Maxwell, 1996: 3; Marshall y Rossman, 1999: 54, 56) y noestructurado, interactivo y no lineal. En ese diseño se interconectanlos distintos componentes, esto es: el propósito, el contexto concep-

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tual, las preguntas de investigación, los métodos y la validez(Maxwell, 1996). El carácter inductivo del proceso de investiga-ción cualitativa determina la emergencia de cuestiones, interrogantesy procedimientos (Creswell, 1998: 18; Creswell, 2009: 4), y la ne-cesidad de recurrir a nuevos datos y fuentes, de revisar las interpre-taciones, de construir conceptos, entre otros, todo lo cual impideapelar a un diseño concebido como un plan preestablecido de se-cuencias o pasos sucesivos, y definidos cognitiva y temporalmente.Por tanto, no se comenzó el análisis de los textos presuponiendo lapresencia de determinados recursos lingüísticos seleccionados pre-viamente con base en una determinada teoría que se pretendía veri-ficar, sino que se realizó el camino inverso: los textos fueron exami-nados intentado establecer, primero, cuáles eran las estrategiasdiscursivas y los recursos predominantes para, después, acudir a lascontribuciones teóricas y conceptuales que podían dar cuenta deellos, y vincular más tarde esas estrategias y recursos con los mode-los interpretativos presupuestos por los hablantes.

Cuando, como en esta indagación, se aplican metodologías cua-litativas y el procedimiento, como ya expresara, es inductivo(Creswell, 1998: 24), la verificación de teoría es sustituida por lacreación de teoría (Vasilachis de Gialdino, 1992: 61; 2006a: 33;Flick, 1998: 2). En consonancia con ese trayecto inductivo, la lite-ratura no se ha de tratar como una autoridad que debe ser acatada,sino como una útil pero falible fuente de ideas que permite vislum-brar formas alternativas de enmarcar las cuestiones (Maxwell, 1996:26, 27) que atañen a la investigación.

En este sentido, mencionaré los principales aportes conceptua-les y teóricos a los que apelé, una vez analizados los textos presen-tes en el corpus, teniendo a la vista la pregunta de investigación, yconsiderando reflexivamente el alcance de esos aportes para acce-der a las peculiaridades halladas en los textos examinados en el con-texto de esta investigación, que se interesa por la relación entre eldiscurso y el poder y en la que se considera el lenguaje como unapráctica social con capacidad para producir la realidad (Fowler,1985:

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62; 1996: 40; Fairclough y Wodak, 1997: 258; Van Dijk, 1993).Esos aportes fueron: la teoría de la argumentación (Perelman yOlbrechts-Tyteca,1989; Perelman, 1979), la teoría de los actos dehabla (Austin, 1982; Searle, 1986; Habermas, 1990), el análisis dela categorización (Sacks, 1992; Jayyusi, 1984; Eglin, 2002; Leudar,Marsland y Nekvapil, 2004; Housley y Fitzgerald, 2002, 2009), elanálisis de la conceptualización narrativa (Shenhav, 2004, 2006) ylos estudios acerca de la metáfora, en general (Lakoff y Jhonson,1995; Blasko, 1999; Giora, 1999; Glucksberg y McGlone,1999), yen el discurso político, en particular (Lakoff, 1995; Chilton ySchäffner,1997, 2002; Wodak y De Cillia, 2007).

Investigaciones previas y en curso que tienen por objetivo pro-fundizar el estudio de las características que asumen las situacio-nes sociales de extrema pobreza en la Ciudad de Buenos Aires, yen las que comparo dos grupos: el de las personas que residen enla calle y el de las personas y familias que tienen viviendas preca-rias o un acceso temporal a la vivienda, y que están en riesgo deperder su alojamiento, me han llevado a construir, a partir de losdatos, una definición relacional de las situaciones de pobreza y aconcluir que las personas pobres son aquellas que se ven someti-das a un entramado de relaciones de privación de múltiples bie-nes materiales, simbólicos, espirituales y de trascendencia, im-prescindibles para el desarrollo autónomo de su identidad esen-cial y existencial.

Esta definición relacional pretende: evitar la llamada"invisibilidad" de las personas pobres (Brighenti, 2007: 329;Bohman, 2007: 271), superar la deshistorialización y ladespolitización propia de la noción de "exclusión" (Bourdieu yWacquant, 1999: 49-50), romper con el estigma espacial por el quese desacredita a las personas atrapadas en determinados barrios(Wacquant, 2007: 68; 2008: 116-117) y, a nivel de las representa-ciones sociales, sustraerse al empleo de la metáfora espacial, ligadatanto a las teorías de la exclusión como de la underclass y de lamarginalidad (Fassin,1996a: 68; 1996b: 263).

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De modo tal, las personas pobres no han de ser observadas, sim-ple y estáticamente, como compartiendo los rasgos de una determi-nada situación, sino indagando acerca de cómo han sido llevadas aella como consecuencia de las acciones y/u omisiones de diferentespersonas y/o grupos (Vasilachis de Gialdino, 2003: 91-92). Entreesas acciones, las prácticas discursivas y las representaciones creadasa partir de ellas se constituyen en otras formas mediante las cuales semanifiesta y opera la violencia (Vasilachis de Gialdino, 2007b).

A continuación, señalaré las estrategias argumentativas más re-levantes empleadas por los distintos presidentes y las formas en lasque representan a las personas pobres y las situaciones de pobreza,en vinculación con los modelos interpretativos presupuestos en losdistintos textos.

El discurso del presidente Raúl R. Alfonsín(10/12/1983 - 8/7/1989)

Concibiendo el texto como una unidad semántica (Halliday yHassan, 1976: 2), es dable considerar al término "democracia"3

(T1e13, 22, 62) como uno de los nudos de la red semántica subya-centes en el discurso de Alfonsín. Ese nudo constituye una señal,una marca que orienta el sentido de la interpretación, y, junto conotros, se ubica en el núcleo de los modelos interpretativos de larealidad que emplean los hablantes (Vasilachis de Gialdino, 1997:300).

El mandatario se ubica en «la línea divisoria» entre el pasado yel presente, entre otros, con el empleo del adverbio «hoy», como en«hoy ha terminado la inmoralidad pública» (T1e4), o en «hoyasumimos el gobierno de la Nación cuando está sumida en la crisisquizás más grave de su historia» (T1e334). La construcción textual

3 En los textos citados del corpus, emplearé la cursiva para señalar los nudos de lared semántica y los modelos interpretativos con los que esos nudos están vinculados.

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del pasado asume en todos los textos analizados una singularpreeminencia, y es a través de ella que los presidentes se posicionan(Davies y Harre, 1990) y legitiman en el presente y a la vez proyectanargumentativamente el futuro. Alfonsín habla, pues, de «reanimar»las potencialidades de la sociedad, durante tanto tiempo «sofocadas»,o declara que la Argentina «democrática» «da hoy sus primerospasos» (T1e90). Aquí, como en gran parte de los discursosestudiados, la entidad política aparece como un niño y los hablantescomo sus padres (Wodak y Cillia, 2007: 350).

Las comparaciones por oposición (Perelman y Olbrechts-Tyteca,1989: 376) constituyen, como en otros textos del corpus, laestrategia argumentativa más destacada del texto de Alfonsín.Entre ellas se encuentran: inmoralidad/decencia (T1e4),totalitarismo/democracia (T1e8); violencia/legitimidad (T1e15);violencia/sufragio (T1e17); violencia (del «guerrillerismo» y del«golpismo»)/ley (T1e18); fuerza/razón (T1e42); sospecha yrepresión/participación activa (T1e115); mentira/verdad (T1e 57).El segundo término de estas oposiciones viene a construir la imagenpositiva del hablante, respecto de la que busca aprobación, y queincorpora y ejemplifica los valores oficialmente acreditados de lasociedad (Brown y Levinson, 1978: 66-67; Goffman, 1959: 47-48).Esa imagen aparece ligada al futuro y en contraposición a la de los«otros», a los que el antagonismo invoca (Leudar et al., 2004: 245).A esos «otros», prácticamente no nombrados pero sí calificados y alos que refiere en el primer término de la oposición, se les atribuyela responsabilidad respecto del totalitarismo del pasado, y de ellosel hablante se va diferenciando paso a paso en el texto, mostrándosecomo un demócrata (Van Dijk, 2006: 377).

Las emisiones de Alfonsín adquieren un sentido más precisocuando explicita el modelo interpretativo subyacente en su texto,en el que se acude a una concepción sistémica de la sociedad y,por tanto, en ella las clases coexisten y las trasformaciones sonprogresivas:

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La democracia aspira a la coexistencia de lasdiversas clases y sectores sociales, de las diversasideologías y de diferentes concepciones de la vida.Es pluralista, lo que presupone la aceptación de unsistema que deja cierto espacio a cada uno de losfactores y hace posible así la renovación de losgobiernos, la renovación de los partidos y latransformación progresiva de la sociedad. (T1e22)

El presidente llama a un «diálogo» en el que participarían lospartidos políticos, las asociaciones intermedias y los ciudadanos, afin de «permitir que los sistemas de fuerzas que anidan en la sociedadargentina se articulen en una convivencia pacífica y creadora»(T1e44-46). La paz, entonces, no es la consecuencia de la acciónhistórica de personas y grupos, sino de la articulación de «sistemasde fuerzas» presentes en la sociedad y que se constituyen en sufuerza motora.

En el contexto de la oposición democracia/totalitarismo (T1e8),sostiene que el sufragio es el que, limitando a los sectores privilegia-dos, «tiende a lograr una mayor justicia distributiva» (T1e24) y «haceposible la resolución pacífica de las controversias en la sociedad»(T1e25). Por el contrario, el totalitarismo lleva, entre otros, a lamiseria (T1e25).

Alfonsín alude a la «desposesión y al abandono del pueblo»(T1e87), y asegura dar prioridad a los «sectores de menores recursos»proporcionándoles, a la vez, «techo y trabajo» (T1e101, 168).Categoriza (Sacks, 1992) y califica a esos sectores como: los «másdesprotegidos» (T1e160), «más necesitados», «más desamparados»,«más carenciados» de la población (T1e162, 164-5). Califica como«marginados» y «castigados por la crisis nacional» a los «sectores»que carecen de medicamentos (T1e107) y a las familias privadas dealimentos (T1e125). Además, califica como «abandonada» a laminoridad en situación de «extrema pobreza» (T1e113), y como«desnutridos y enfermos» a los niños en igual situación (T1e164).

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El discurso del presidente Carlos S. Menem(8/7/1989 - 8/7/1995 - 10/12/1999)

Los términos "nuevo", "nueva" y "cambio" constituyen los nu-dos de la red semántica del texto de Menem, aunque el último tér-mino se complementa con otros que contribuyen en el proceso dediseñar y completar su significado. Estos términos son, entre otros,"revolución", "transformación", "reestructuración", "construcción","resurrección".

Mediante la oposición enfermo/sano en relación con el pasado/presente, y recurriendo a la metáfora de la personificación (Semino,2002: 114), Menem alude a la Argentina como "país moribundo"(T2e69) o "en un proceso terminal" (T2e168), o como un "país en-fermo" que "no se sana con antiguos remedios" (T2e70). La oposi-ción enfermo/sano le sirve para adjudicarse a sí mismo un rol fun-damental en el proceso de restablecimiento tanto de la salud delpaís como de los anteriores padecimientos y de las "heridas doloro-sas" (T2e22) que lo afectan.

El texto de Menem contiene otras oposiciones con cuyos términospositivos construye su imagen, y perfila el modelo de sociedad, deEstado y de economía que propone, orientando al auditorio hacia laaceptación de dicho modelo. Por ejemplo, respecto del Estado postu-la "un Estado popular y no populista. Nacional y no chauvinista"(T2e215), "libre y no anarquista" (T2e215). Más adelante, opone la"Nación" a los "nacionalismos" (T2e226), "la integración" a "la ex-clusión" (T2e237) y "el protagonismo" al "aislamiento" (T2e238).

A través de figuras retóricas como, por ejemplo, el "abismo de lahiperinflación" (T2148), el "abismo de la hiperfrustración nacio-nal" (T2e149), la "hiperpobreza de gran parte de nuestra gente"(T2e150), el "hiperatraso económico y cultural" (T2e151), el presi-dente describe el "estado de cosas" que es necesario "remover"(T2e147), siendo él mismo quien se ocupará de "destrabar la vidanacional" (T2e98), de "poner al descubierto sus más lacerantes lla-gas" (T2e100).

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En virtud de este procedimiento, la imagen que el presidenteconstruye de sí aparece unida a su protagonismo en el proceso decambio, al que presenta como la decisión resultado de un dilematrascendental: «como mandatario de la ciudadanía» (T2e61) «o metransformaba en un simple testigo de la crisis o me decidía a encararuna transformación en serio» (T2e62), «o gerenciaba nuestrapobreza o ponía en marcha un cambio de raíz» (T2e63). Estasoposiciones tienen distintas funciones retóricas: sus segundostérminos justifican las decisiones del hablante y lo calificanpositivamente, ya que afirma haber elegido la opción más «dura»,«compleja» y «dolorosa» (T2e65), y sus primeros términos refierena los «otros» responsables de la situación descripta, los que sonrepresentados como distintos del hablante y calificados con losatributos contrapuestos a aquellos que afirma poseer.

Propone lo que denomina «un nuevo sistema político, económicoy social», «transformador» y «revolucionario» (T2e73), un «nuevomodelo» que se asienta en «leyes fundacionales» como las deReforma del Estado y de Emergencia Económica (T2e111). Precisadespués en estos términos las características de ese «nuevo modelo»:«aspiramos a construir un capitalismo humanizado. Decente.Eficiente. Competitivo. Un capitalismo de verdad» (T2e114-122).Declarando escapar de los «caprichos ideologizados de cualquiersigno», el presidente propone la «economía popular de mercado»(T2e207), para lo cual repudia la idea de un «Estado totalitario»(T2e209) y proyecta construir uno que no permanezca indiferenteante las «escandalosas desigualdades sociales» (T2e210) y que sea«garante del bien común, de la armonía social, del crecimientoeconómico y del equilibrio en la distribución de la riqueza»(T2e211). Todo lo cual es posible, para él, en un contexto de diálogoy participación (T2e320).

Mediante el empleo de las metáforas de la máquina y del cuerpoen movimiento, afianza su perspectiva sistémica y organicista: «Launidad nacional es un motor dinámico, el músculo que nos movilizapara recuperar la grandeza perdida y olvidada de la Nación» (T2e54).

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Esas mismas perspectivas, unidas a la evolucionista y a lafuncionalista, se advierten en la siguiente expresión: «Un país nuncapuede estarse quieto (T2e316). Si no avanza, retrocede (T2e317).Si no evoluciona, envejece (T2e318.). Si no se desarrolla, muere»(T2e319).

Los valores comunes (Perel-man y Olbrechts-Tyteca, 1989: 133)que intervienen como base en la argumentación de Menem no difierensignificativamente de los del resto de los presidentes, apelando todosellos, salvo Fernández de Kirchner, a la «justicia social». ComoAlfonsín (T1e287) y Duhalde (T4e62), Menem (T2e325) invoca losderechos humanos, al igual que Kirchner (T5e42,91), quien compartecon Duhalde (T4e46,62) la apelación a la paz social y la dignidad ycon Alfonsín la exhortación a proteger esa misma dignidad (T1e76).

Menem categoriza a las personas pobres como «los máshumildes», «los más desposeídos», «los que tienen hambre a secas»(T2e29, 85), «la población más necesitada y castigada» (T2e294),«los que están sumergidos» (T2e313), mencionando también a losque «están olvidados en el subsuelo de la patria» (T2e80) y a la«niñez desamparada» (T2e294). Alude, como Alfonsín (T1e165), alos «sectores más carenciados de la sociedad» (T2e341) y a los«marginados sociales» (T2e381).

El discurso del presidente Fernando de la Rúa(10/12/1999 - 20/12/2001)

El presidente de la Rúa inicia su discurso en primera persona, ycon una negación por medio de la cual comienza a delinear la cons-trucción de su imagen al definir su identidad por oposición. Decla-ra, entonces: "No he venido aquí a hacer un discurso de palabrassino de actitud, estratégico y de voluntad política" (T3e2). Esa mis-ma voluntad se reitera más adelante (T3e35), y a ella se le sumanotros atributos necesarios para "la transformación del Estado argen-tino" (T3e18), tales como el "coraje" -cualidad que también se adju-

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dican Alfonsín (T1e28), Menem (T2e242), Duhalde (T4e175) yKirchner (T5e18)-, la "decisión política" (T3e39) y la falta de "acti-tudes soberbias" (T3e67). Los términos "crecer" y "crecimiento"están entre los nudos de la red semántica del texto de de la Rúa, talcomo se advierte en la siguiente expresión: "la estrategia de estegobierno es clara. Es crecer" (T3e30).

Al igual que Alfonsín (T1e163) y Duhalde (T4e28), de la Rúaapunta a la "gravedad de la situación" (T3e3) con la que se encontróal asumir su cargo, y es a partir de esa emisión que comienza con lasoposiciones pasado/presente/futuro, reservando para estos últimoslas evaluaciones positivas, las que se extienden a su propia imagen,con lo que, simultáneamente (Windisch, 2008: 88), construye unaimagen positiva de sí y otra negativa de sus predecesores. De modotal, contrapone "el estancamiento" y "la recesión" al "desarrollo so-cial" y "al crecimiento sostenido" (T3e3-4), "el déficit" al "progre-so" y "crecimiento" (T3e27). Esos antagonismos son empleados,también, para enfrentar el Estado que no garantiza "el cumplimien-to de los derechos y las obligaciones de todos" con el Estado queprotege (T3e46), y para definir el Estado "honesto y eficiente"(T3e52) que postula por oposición al Estado respecto del que inten-ta "una segunda transformación": "Hoy, en cambio, tenemos unEstado inútil, endeudado y sin recursos; quiero transformarlo en unEstado rico, eficaz, activo en sus políticas, cercano a la gente y ca-paz de pararse al frente del desarrollo de la Argentina" (T3e53).

De la Rúa asevera implementar una "nueva política del diálogo"(T3e56) y, para fundarla, opone el "entendimiento, la comprensióny el respeto recíproco" al "enfrentamiento" como claves del "siste-ma democrático" (T3e55). Contrasta, además, la "cooperación" conla "confrontación" (T3e84), y plantea la posibilidad de alcanzar el"consenso" (T3e85).

El modelo interpretativo subyacente en todo el texto estáexplicitado, con sus nudos de la red semántica, cuando justifica laeficacia de la reforma laboral que promueve para resolver los pro-blemas del empleo. Allí expresa:

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La solución de fondo sólo vendrá si logramostransformar el Estado que no sirve en un Estadocapaz de promover una economía competitiva quenos permita aprovechar nuestras oportunidades.Si somos capaces de competir, tendremos garan-tizado el crecimiento sostenido de nuestra econo-mía. Esta es la única y verdadera solución de fon-do al desempleo; no hay otra. Tenemos que cre-cer. Y ésta -vuelvo a repetir- es la estrategia eco-nómica y política de mi gobierno. (T3e65)

A este mismo objetivo debe, para De la Rúa, servir la justicia,"porque aporta previsibilidad, certeza a las relaciones, mejora lacompetitividad y alienta las inversiones" (T3e69). Para él, una "eco-nomía competitiva", como la que procura, "necesita un marco deseguridad jurídica" (T3e72).

El mandatario, al igual que Menem (T2e29, 85), categoriza a laspersonas pobres como "los más humildes" (T3e74). En el marco dela relación causal entre el "deterioro del empleo" y la "exclusiónsocial y la vulnerabilidad" (T3e14), propone un "plan integral deataque a la pobreza" (T3e15).

El discurso del presidente Eduardo A. Duhalde(1/1/2003 - 25/5/2003)

Entre los nudos de la red semántica del texto de Duhalde se en-cuentra la palabra "crisis", a la que califica, por un lado, como "derepresentatividad" (T4e6), de "confianza" (T4e40), o como una "cri-sis" a la que hay que dar "batalla" (T4e82) y que no es "sólo econó-mica, política o social, sino fundamentalmente espiritual" (T4e173).Por otro lado, refiriere a varias "crisis" "superpuestas" (T4e96). "Estacrisis que nos tiene paralizados", sostiene, puede ser "la gran opor-tunidad para el cambio, para volver a creer en nosotros mismos y

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cortar el ciclo de la decadencia" (T4e123). Los términos "cambio","nueva/o" vienen luego a constituirse también en nudos de la redsemántica, en particular en aquello que concierne a las propuestasdel presidente para superar la "crisis".

Duhalde proyecta reconstruir el "capital social" del país (T4e65)para "terminar con una etapa sombría en materia social y para recu-perar la fe en un futuro con justicia" (T4e67). Acude a la metáforade la personificación de la nación y a la oposición implícita "muer-te"/"vida" para describir el pasado y proyectar promisoriamente elfuturo: "No es lo mismo el sufrimiento de la agonía, que el doloresperanzado del parto de una nueva nación" (T4e68).

El presidente califica como "modelo perverso" al que se acabade "dejar atrás", y destaca entre sus consecuencias: la destrucción,la desarticulación del "aparato productivo" (T4e87, 91); la desapa-rición no sólo de empresas, sino de ramas enteras de la industria; eldesempleo, que "alcanzó niveles nunca registrados" en el país(T4e91); el endeudamiento, la pobreza y la "injusta distribución dela riqueza" (T4e93).

Duhalde construye su imagen mediante el delineamiento de un"nuevo rumbo" (T4e85) para el futuro, tal como lo he señalado res-pecto de los textos ya examinados. Dentro de ese futuro se ubican lasacciones, consecuencia de los compromisos que asume, como, entreotros: "llevar adelante una política de Estado en materia de justicia"(T4e42) y "garantizar la paz". Para él, "en una sociedad enferma deinjusticia" (T4e47) "hay una sola garantía para la paz: la justicia so-cial" (T4e56). Esa justicia social es, para el hablante, históricamente,uno de "nuestros máximos y más entrañables valores" (T4e55).

Como el conjunto de los presidentes, Duhalde se posiciona enun presente desde el que describe y califica el pasado y avizora,cuando no prescribe, el futuro. Las oposiciones le sirven para con-traponer positivamente el futuro al pasado, y las metáforas, paraubicarlo a él en un sitio preferencial respecto del diseño y realiza-ción de ese futuro. De forma tal, define su gobierno como "de tran-sición" (T4e167), y le da a esa transición el significado de "viraje

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histórico frente al quiebre total de un modelo fracasado" (T4e169),de "bisagra entre una Argentina humillada y una nueva que intentaduramente ponerse de pie" (T4e170). Declara, seguidamente, sucompromiso de "enfrentar la tormenta y conducir a la Argentinahasta aguas tranquilas, donde pueda desplegar sus velas y navegarcon normalidad" (T4e172). La nación es representada ya sea comouna persona débil que ha encontrado quien la "sostenga", o como unbarco a la deriva que pareciera haber entregado su timón a un Odiseopara poder arribar, por fin, a las ansiadas playas de Ítaca.

Duhalde expresa su compromiso "de abrir un nuevo ciclo"(T4e168) y, en una emisión en la que la primera persona está refor-zada por la reiteración del posesivo "mi", alude a los rasgos mássalientes de su identidad en relación con la capacidad y la voluntadde cumplir sus promesas: "De mi parte, estoy dispuesto a dar todo:mi empeño, mi fuerza, mi experiencia, mi coraje, mi fe, y el com-promiso de mi acción y mi palabra" (T4e175). Convoca al "renaci-miento de la Argentina" (T4e142) y, para justificar la propuesta ymotivar la adhesión a ella, evoca a una oposición implícita entreliberación y dependencia: "O peleamos todos por este proyecto denación soberana, o nos resignamos a ser -en el mejor de los casos-una factoría próspera" (T4e143).

El mandatario pretende no sólo "superar la grave coyuntura",sino, además, "sentar las primeras bases de un verdadero desarrollohumano sustentable, con inclusión y equidad" (T4e63, 84, 104). Lasuperación de las distintas crisis requiere, para él, un "profundo cam-bio cultural" que haga posible el "nuevo modelo económico"(T4e125), para después "rescatar la mejor tradición productiva dela Argentina, que consiste en convertir la cultura del trabajo en mo-tor del desarrollo" (T4e126).

Al igual que de la Rúa (T3e14), establece la relación causal entrela "desocupación" y la "exclusión" (T4e49-51), y asevera que, "enuna sociedad enferma de injusticia" (T4e47) y con una "justiciaineficiente", son "los más pobres y desamparados" los más perjudi-cados (T4e44).

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Se propone, como de la Rúa (T3e15) y Kirchner (T5e94), lu-char "contra la pobreza" que "está destruyendo millones de hoga-res" (T4e29). Apelando a la "justicia social" (T4e56), en la quecalifica como "sociedad en quiebra", categoriza metafóricamentea las personas pobres como "acreedores preferenciales" (T4e57).Fija prioridades en procura de evitar que "los costos de las crisisno vuelvan a recaer sobre los sectores más vulnerables" (T4e70),y propone "programas sociales para atender a los más desampara-dos" (T4e72).

El discurso del presidente Néstor C. Kirchner(25/5/2003 - 10/12/07)

Desde las primeras emisiones de su discurso, Kirchner plantea laoposición entre el pasado y el presente y el futuro, asociando esteúltimo con el cambio y con su propia capacidad para conducirlo.Fundamenta su idoneidad en que sabe a dónde va y a dónde noquiere ir (T5e3), y en que está legitimado para actuar, debido a queson las "ciudadanas y ciudadanos" (T5e4) quienes, "en ejercicio dela soberanía popular, se decidieron por el avance decidido hacia lonuevo, dar vuelta una página de la historia". Para él, "cambio es elnombre del futuro" (T5e8). Las palabras "cambio" y "nuevo/a" cons-tituyen los nudos de la red semántica de su texto, y se reiteran a lolargo de todo su discurso. No obstante, el contenido semántico deesos términos debe ponerse, como en el conjunto de los textos delcorpus, en relación con los modelos interpretativos del hablante."Nuestro pasado está pleno de fracasos, dolor, enfrentamientos, ener-gías mal gastadas en luchas estériles", asegura, "en estas condicio-nes [...] para poder tener futuro y no repetir nuestro pasado, necesi-tamos enfrentar con plenitud el desafío del cambio" (T5e6, 7). Deesta manera, después de revisar críticamente las dos décadas ante-riores que, para él, terminaron en el incremento "del desprestigio dela política y el derrumbe del país" (T5e13), manifiesta que "en este

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nuevo milenio, superando el pasado, el éxito de las políticas deberámedirse bajo otros parámetros en orden a nuevos paradigmas"(T5e14). La siguiente emisión sintetiza su postura: "Deben encarar-se los cambios con decisión y coraje, avanzando sin pausas, perosin depositar la confianza en jugadas mágicas o salvadoras, ni engenialidades aisladas" (T5E18). En este, como en el resto de lostextos analizados, la presencia de términos modales deónticos como"deben", en relación con la forma de producir los "cambios", le sir-ve al presidente, a nivel argumentativo, para medir el grado de se-guridad de la afirmación (Lo Cascio, 1991: 153). Dada la necesidadque ese verbo impone, esa seguridad es elevada y, por tanto, la solu-ción elegida aparece como la única alternativa posible (Toulmin,1983: 18-20).

Dentro de la "nueva lógica" que Kirchner propone, en la que laacción reemplaza al discurso (T5e17), convoca a "inventar el futu-ro" sustituyendo la "oposición" por la "cooperación" (T5e2), en tér-minos similares a los empleados por De la Rúa (T3e84). En emisio-nes sucesivas opone el "cambio" al "inmovilismo" (T5e20), y con-cluyendo su discurso se identifica como parte de la "nueva genera-ción de argentinos" que "llama al conjunto social para sumar, nopara dividir. Para avanzar y no para retroceder" (T5e102). Ensegui-da se ubica como "parte de una generación diezmada" y se presentacomo "creyendo" en "valores y convicciones" que no "piensa" aban-donar (T5e104). Por fin, invoca la "ayuda de Dios" para "iniciar unnuevo tiempo, que nos encuentre codo a codo en la lucha por lograrel progreso y la inclusión social, poniéndole una bisagra a la histo-ria" (T5e106). Coincide con Duhalde en la forma en que presenta supropuesta y en la función que le cabe en ella. Este último presiden-te, como fue señalado, también declara abrir un "nuevo ciclo"(T4e168), definiendo como "una bisagra" (T4e170) su gobierno detransición.

Convoca a todos los ciudadanos a compartir "el amplio espaciocomún de un proyecto nacional" (T5e21) e, inmediatamente, mani-fiesta su "idea de reconstruir un capitalismo nacional" que posibili-

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te "reinstalar la movilidad social ascendente" (T5e22). Esta pers-pectiva coincide con la expresada el 2 de septiembre de 2003 en elacto conmemorativo del día de la industria. Allí el presidente invitaa iniciar "un nuevo ciclo virtuoso construyendo un capitalismo enserio".

Para Kirchner, los "sectores más vulnerables de la sociedad" quedeben ser protegidos por el Estado no son, como para los presiden-tes cuyos textos he examinado, las personas pobres, sino "los traba-jadores, los jubilados, los pensionados, los usuarios y los consumi-dores" (T5e27). Proyecta profundizar la contención social de las"familias en riesgo" y la asistencia a "quienes se encuentran debajode la línea de pobreza" (T5e35). Categoriza, y a la vez califica, a laspersonas pobres como las "que menos tienen" (T5e55) o como "lossectores de menos ingresos" (T5e60), mencionando a los"desprotegidos" (T5e63), al igual que Alfonsín (T1e160). Conside-ra, a la vez, la "pobreza económica" y la "pobreza cívica", "moral",cultural (T5e28). En términos similares, Menem apunta a la "pobre-za material" y a la "miseria moral" (T2e379).

Kirchner instala un conjunto de relaciones causales como nece-sarias: la de la educación con la "inclusión" (T5e37); la del pago dela "deuda" con el "hambre y la exclusión" (T5e82, 85); la del creci-miento de la pobreza con el aumento de la "conflictividad social"(T5e82); la del "incremento de los delitos" con el "crecimiento de laexclusión, la marginalidad" (T5e46). Un modelo alternativo a esteúltimo, que presupone la relación necesaria entre delincuencia yexclusión, sería el que cuestione ese vínculo, no demostrado, peroque afecta la dignidad de las personas pobres y lleva a constreñir sulibertad. Los modelos alternativos son los que vienen a estrechar elsuelo común de las convicciones compartidas, a plantear el disenso(Habermas, 1990: 88), y, en este caso, aquellos que acudirían a cues-tionar el predominio del modelo de la seguridad por sobre el de ladignidad vigente en el texto, y en las concepciones de actores, gru-pos e instituciones sociales que privilegian el fortalecimiento delcontrol en desmedro de la justicia.

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El discurso de la presidenta Cristina Fernándezde Kirchner (10/12/07 - continúa)

La construcción del pasado que realiza Fernández de Kirchnerdifiere de la de los presidentes anteriores. Su mandato no se muestracomo una propuesta de ruptura respecto del pasado, sino que se esta-blece un corte en la progresión temporal. La fecha clave en esa pro-gresión no es aquella en la que asume el cargo, el 10 de diciembre de2007, sino aquella otra en la que lo asumió su esposo: el 25 de mayode 2003. Se percibe así un pasado reciente, el que abarca el lapso queva entre la asunción del mandato presidencial por su esposo y el ini-cio de su propio mandato, y un pasado distante que llega hasta elmencionado 25 de mayo de 2003. La presidenta marca la continuidadrespecto del pasado reciente mediante la identificación con las "con-vicciones" de Kirchner (T7e3). Emplea el nosotros inclusivo tantopara referir al "proceso que hemos iniciado el 25 de mayo de 2003"(T7e12) como para aludir a los que considera logros en "las cosas quehemos hecho en estos cuatro años y medio" (T7e11, 18, 38), exigien-do asimismo "el necesario reconocimiento a los logros obtenidos"(T7e27). En el Mensaje ante la Asamblea Legislativa, pronunciadotres meses después, esos logros conjuntos se ligan a "cinco años inin-terrumpidos de crecimiento económico" (T6e5, 24), al "modelo deacumulación", al "superávit" fiscal y comercial (T6e6), a la"competitividad" adquirida (T6e21), al intento de resolución de pro-blemas sociales como los vinculados al desempleo, a la pobreza(T6e10), a la vivienda (T6e30) y a la educación (T6e50). Los "lo-gros" son, pues, los resultados de las acciones positivas predicadasrespecto de la presidenta y de Kirchner, y por medio de los cuales sereúnen el pasado reciente y el presente.

Con los términos "frustración", "fracaso" y "no poder" (T7e7), lapresidenta caracteriza negativamente el pasado distante. Fue Kirchnerquien, por contraposición, "pudo" revertir esos sentimientos que em-bargaban a los argentinos y "torcer un destino que parecía incierto"(T7e17).

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El antagonismo pasado distante/pasado reciente y presente estádado por los términos "crisis", "recesión" (T6e4, 15)/"crecimiento"(T6e5, 6, 24), "acumulación" (T6e6), "competitividad" (T6e21). Losúltimos tres términos, unidos al pasado reciente, al presente y al futu-ro, se constituyen además en los nudos de la red semántica del textode Fernández de Kirchner, quien se define como presidenta "de lamodernidad", rememora sus antecedentes parlamentarios (T7e13, 12),identificándose con el auditorio, y subraya su "aporte a la construc-ción del sistema democrático" (T7e23). Se autocategoriza, junto conKirchner, como miembro "de una generación que creyó en ideales yen convicciones y que ni aun ante el fracaso y la muerte perdimos lasilusiones y las fuerzas para cambiar el mundo" (T7e50). Toma comoejemplo para su acción futura el de Eva Perón y el de las Madres dePlaza de Mayo (T7e53).

Alude, también negativamente, al pasado distante a través de lamención de "la política del ajuste permanente que caracterizó la déca-da de los noventa" (T7e13); "la presión permanente sobre el Parla-mento de los organismos multilaterales" (T7e14) en esos mismos añosy, "en los años ochenta", "las leyes de Obediencia Debida y PuntoFinal", "también, arrancadas a este mismo Parlamento" (T7e15). Vol-viendo a oponer la imagen de Kirchner a la de los presidentes anterio-res a él, afirma que "volvió a resituar la política como el instrumentoválido para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y para torcerun destino que parecía incierto, que parecía casi maldito por momen-tos" (T7e17). De esta forma, según la presidenta, es a partir del man-dato de su esposo, y no del propio (como en los anteriores discursospresidenciales), que se produce una ruptura con el pasado y se modi-fica el destino "incierto" de los argentinos.

Fernández de Kirchner propone "un modelo económico de acu-mulación con matriz diversificada e inclusión social", y lo ubica en elque denominé pasado reciente, esto es, en el proceso "iniciado el 25de mayo de 2003" (T7e12, 18; T6e6). En su narrativa, construye elfuturo basándose en sus asunciones acerca del pasado reciente y elpresente (Shenhav, 2004: 82). Esos tres tiempos están signados, de

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este modo, por la persistencia del modelo de acumulación, tal comolo expresa, señalando que esa continuidad económica puede ponerseen riesgo a causa del cambio político:

Se trata entonces de poder sentar las bases de acu-mulación para que luego las elecciones democráti-cas que marca la Constitución no signifiquen quecada cuatro años los argentinos cambiamos de mo-delo económico y en una política pendular termi-namos frustrando todo. (T7e34)

Las metáforas empleadas en la caracterización del modelo pro-puesto, tales como "sinergia" (T7e31) y "fuerza motriz" (T7e30),coadyuvan a representarlo como en un constante movimiento que seretroalimenta y que apunta a un objetivo primordial: mejorar la vidade los argentinos.

Ese modelo de acumulación, "modelo de crecimiento" (T6e9) o"modelo de acumulación y crecimiento" (T6e15), calificado como de"profunda racionalidad e inteligencia" (T6e22), se presenta aunado al"acuerdo de los argentinos en torno al modelo de país" (T6e10), acuer-do que "tiene participación de los distintos sectores" (T6e13). Conambos, con el modelo y el acuerdo, en palabras de la presidenta, elParlamento "tiene un gran compromiso" (T6e91). La reiteración deltérmino "acumulación" tiene como contrapartida la ausencia del vo-cablo "distribución" en el modelo interpretativo de la sociedad sub-yacente en el texto.

La presidenta alude metafóricamente a la lucha "sin tregua" que ellay su esposo entablaron contra la "desocupación, la indigencia y la po-breza" (T7e11, T6e8), y a la propuesta de ambos de llegar "a la pobrezade un dígito" (T6e10), expresando que "mientras haya un pobre, nadiepodrá estar conforme" (T6e11), "siempre va a faltar la victoria definiti-va" (T7e11). Califica a las personas pobres como de "altísimo riesgosocial" (T6e74) y las ubica en "los sectores más vulnerables" (T7e37),sectores a los que denomina "núcleos duros de la pobreza" (T6e72).

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Vincula las situaciones de pobreza con las "brechas de equidad en lasociedad" (T7e37), proponiéndose "mejorar la movilidad social as-cendente que ha sido precisamente la que ha caracterizado a este país"(T7e39). Liga causalmente la equidad con la seguridad, manifestandoque "no solamente la multilateralidad, sino la equidad serán las quepermitirán vivir en un mundo más seguro" (T7e49).

Entre los valores comunes a los que Fernández de Kirchner apela,la "seguridad" constituye una significativa referencia en su texto. Jus-tamente, al tratar sobre ella vuelve, como en otras emisiones (T6e74),a explicitar su perspectiva sistémica, tal como se exhibe en la siguien-te expresión: "Yo creo en la necesidad de volver a una sociedad depremios y castigos, donde los que delinquen y los que se equivocansean castigados y no sean luego a través del artilugio de las leyes o devaya a saber qué, lograr libertades, creo que es imprescindible parareconstruir la confianza en el sistema" (T6e88), "el sistema no tienelagunas, se basta a sí mismo" (T6e84). La perspectiva sistémica pre-supone la analogía del funcionamiento de la sociedad con el de losorganismos vivos. La sociedad como sistema persiste gracias a la ten-dencia espontánea de sus componentes a mantener el funcionamientodel todo como una unidad. La desviación, como perturbación del equi-librio del proceso interactivo, constituye una violación a las normasinstitucionalizadas, y, como tal, requiere del control social para ase-gurar los procesos de integración: a mayor capacidad disgregadora delos conflictos, mayor será la necesidad funcional de su control (Parsons,1966: 260, 176). Esta perspectiva se apoya, entre otros, en los si-guientes presupuestos a) el de la legalidad, el de la normatividad pos-tuladas respecto de la naturaleza, y, por ende, b) los de la pretendidaunicausalidad e irreversibilidad asignada a los procesos sociales.

Reflexiones finales

En los textos analizados, las comparaciones por oposición(Perelman y Olbrechts-Tyteca, 1989: 376) constituyen la estrategia

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argumentativa más relevante. El pasado, en términos léxica y/osemánticamente negativos, se contrapone al presente y al futuro,ambos en términos positivos. Esa representación positiva se trans-fiere a la imagen del hablante, la que incorpora y ejemplifica losvalores oficialmente acreditados de la sociedad (Goffman, 1959:47-48), con el consiguiente deseo de que esa imagen sea apreciaday aprobada (Brown y Levinson, 1978: 66-67). Apelando a este re-curso, los mandatarios ubican las situaciones de pobreza como par-te del que representan como contexto catástrofe (Vasilachis deGialdino, 1997: 47), con el que afirman haberse encontrado al asu-mir su cargo (T1e25, T2e294, T4e28-29, T5e11, T6e8) y al cual,recurriendo a las promesas (Austin, 1982: 53, 205; Searle, 1986:69), se muestran en condiciones de superar en el futuro.

La necesidad de los presidentes de posicionarse entre el pasadoy el futuro y de autorrepresentarse como la única puerta legítima yposible de acceso a este futuro me condujo a conceptualizar comoemisión bisagra a aquella que contiene la expresión mediante lacual los hablantes se sitúan temporal, política y socialmente, mar-cando el carácter imprescindible de su presencia, de su acción y delsentido de esta. De este modo, mediante su narrativa construyen lahistoria, al mismo tiempo que definen y legitiman su protagonismoen ella, erigiendo el presente a la luz del pasado (Shenhav, 2006:246). Un momento de su biografía personal se constituye así enfundamental para la transformación de la historia nacional. La re-presentación del contexto social, económico y político construidaen los distintos discursos varía por tanto dramáticamente de uno aotro en términos del lenguaje usado, de los conceptos, temas y jui-cios morales vertidos, y de la posición de los sujetos manifestada enla narración (Davies y Harre, 1990: 2-3).

Los mandatarios presuponen un modelo interpretativosistémico (T1e22; T5e22; T7e39), armónico (T1e25; T2e211;T3e85), evolucionista (T2e318; T4e126; T5e8), naturalista(T3e14; T4e49-51; T5e46, T7e49) de la sociedad, a la vez quepromueven un modelo económico capitalista (T2e114-122;

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T5e22), competitivo (T3e65; T6e21), productivo (T4e126), deacumulación (T6e6).

Mientras a las personas pobres se las identifica "con" y "por" lasparticularidades de la situación a la que han sido arrojadas, promo-viendo la tergiversación ontológica de su común dignidad, la socie-dad es representada metafórica y espacialmente (Fassin, 1996a: 68;Fassin, 1996b: 263): dentro/fuera (teoría de la exclusión: T3e14,T4e49, T5e11,82, T6e74, T7e37), arriba/abajo (teoría de launderclass: T2e80, 313, T4e48, T5e35), centro/periferia (teoría dela marginalidad: T1e107, T2e381). Este tipo de representación: ubi-ca a las personas pobres fuera del centro vital en el que se toman lasdecisiones en la sociedad; impide observar el carácter complejo yrelacional de las situaciones de pobreza, imprescindible para deter-minar a los responsables de esas situaciones, a quienes las han pro-ducido, las promueven y/o las conservan, beneficiándose con susubsistencia; y, en consecuencia, tiende más a reproducir que a su-perar la desigualdad (Koller y Davidson, 2008).

Tal representación se complementa y perfecciona con lacategorización y calificación realizadas de las personas pobres,las que exhiben los procesos "des" que padecen: "desposesión","desamparo" (T1, 87, 333), "los más desposeídos" (T2e29), "losmás desamparados" (T4e44, 72); los "desprotegidos" (T5e63),sin marcar, al mismo tiempo, los procesos "re" que encaran ypromueven, esto es, de resistencia, de reivindicación, deredescubrimiento de habilidades, de restablecimiento de víncu-los sociales, de redefinición de la propia identidad frente a lasrepresentaciones creadas en torno de ellas (Vasilachis de Gialdino,2003: 95; 2006b). A través de la apelación a los procesos "des"para describir, interpretar y/o explicar las situaciones de pobrezay definir, categorizar, calificar a las personas pobres, se recurreargumentativamente al paradigma de la negación para marcaraquello de lo que carecen, produciendo una imagen negativa deellas. Si la mención de los procesos "des" no se realiza acompa-ñada de la de los procesos "re", se limita, se recorta, se tergiver-

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sa la identidad de las personas pobres, se las discrimina. Estaacción, que también es de privación de identidad, al igual quelas que resultan de subordinarlas a procesos ineludibles y de atri-buirles roles pasivos, viene a fortalecer el entramado de las rela-ciones de privación al que las personas pobres están sometidas.Los procesos discriminatorios se consolidan, precisamente, a tra-vés de la esencialización de las características existenciales y dela negación del principio de igualdad esencial, de la común dig-nidad; y, en esos procesos, tanto las categorías descriptivas sur-gidas de teorías que dan prioridad a algunos aspecto de la reali-dad por sobre otros (Berard, 2005), como los nombres que pro-porcionan formas de conocer y de ser y construyen y reificanlazos y divisiones sociales (Charmaz, 2006: 396), cumplen, con-juntamente con las tipologías, las clasificaciones y los estereoti-pos, una función de significativa relevancia en cuanto a, por unlado, organizar la percepción y, por el otro, condicionar la eva-luación y el reconocimiento de la posibilidad de transformar lasociedad mediante la acción tanto individual como colectiva.

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De los mecanismos argumentativos enun ejemplo de debate parlamentario

Hernán A. Biscayart

El discurso parlamentario como subtipo del discursoargumentativo

Para Perelman y Olbrechts-Tyteca, en su ya clásico Traité del’argumentation, la teoría de la argumentación tiene como objeto«el estudio de las técnicas discursivas que permiten provocar o in-crementar la adhesión de los espíritus a las tesis presentadas para suasentimiento» (1970: 5).1 Jean-Baptiste Grize, por su parte, destacaque la argumentación es «un procedimiento dirigido a intervenirsobre la opinión, la actitud e incluso el comportamiento de alguien»(1990: 40). En este sentido, el discurso resulta un medio imprescin-dible para lograr esa persuasión. A su vez, Van Eemeren et al. serefieren al componente interactivo que determina toda situaciónargumentativa:

1 La traducción es mía.

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La argumentación es una actividad verbal y socialcuya meta es reforzar o debilitar la aceptabilidadde un punto de vista controvertido ante un oyenteo lector, emitiendo una constelación de proposi-ciones destinadas a justificar [o a refutar] ese puntode vista ante un juez racional. (1996: 5)

Desde estas premisas generales abordaremos un ejemplo deinteracción argumentativa que tiene lugar en el espacio político: eldebate parlamentario, cuyas líneas generales iremos caracterizandoen el transcurso de nuestro análisis.

El marco teórico desde el que se puede analizar el discurso par-lamentario es variado, pero un buen acercamiento al tema desde laperspectiva de la argumentación y la pragmática es el libro Parla-mentos. Teoría de la argumentación y debate parlamentario (2007)cuyo editor, Roberto Marafioti, reseña esta vertiente teórica en suartículo «Discurso parlamentario: entre la política y la argumenta-ción». A él nos referiremos en distintos momentos de este trabajo.

En otro de los artículos que conforman el referido volumen, MaríaElena Bitonte y Zelma Dumm observan que

El análisis del discurso parlamentario no es unasunto simple por varias razones: 1) por la com-plejidad de su propia dinámica interaccional; 2)por el tipo de circuito comunicacional al que estáexpuesto (condiciones de producción, circulacióny consumo), y 3) por la dificultad de precisar suscaracterísticas específicas, teniendo en cuenta lavariedad de géneros discursivos emparentados(diálogo, negociación, controversia, debate, etcé-tera). (Marafioti, 2007: 174)

Por lo expuesto, tomaremos el corpus que se analizará a conti-nuación desde la perspectiva del debate, sin perjuicio de que algu-

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nos de sus tramos puedan corresponder a otras tipologías del discur-so parlamentario.

Los antecedentes del debate

En marzo de 2002 tuvo lugar en la Cámara de Diputados de laNación el debate referido a un proyecto de modificación de la alí-cuota del Impuesto al Valor Agregado a una serie de productos deorigen agropecuario. En dichas circunstancias, como se recordará,Argentina estaba atravesando una severa crisis política y económi-ca, una de cuyas manifestaciones fue la gran devaluación que sufrióel peso tras el abandono del régimen de convertibilidad y la declara-ción de cesación de pagos de la abultada deuda externa.

La devaluación contribuyó a mejorar la competitividad externadel país al favorecer los procesos de sustitución de importaciones ypotenciar las exportaciones, en especial las del sector agropecuario.Esto, a su vez, permitió revertir el ostensible desequilibrio fiscalque había llevado a la mencionada situación de cesación de pagos.

Ante este nuevo cuadro, lo que se discute en este debate es enqué medida se compatibiliza la necesidad del Estado de hallar for-mas de financiamiento genuinas con la pretensión de los sectoresobjetivamente favorecidos por la nueva situación. Esta polémica sereactualizará años después en un contexto diferente, pero la situa-ción que se presentaba en 2002 permite ver que ciertos argumentosplanteados por diputados con trayectoria previa como dirigentes delas entidades tradicionales del sector agropecuario se han manteni-do constantes. A esta posición debe sumarse la de otros representan-tes de provincias cuya producción agropecuaria es una de sus prin-cipales fuentes de recursos.

Este debate se inscribe en la caracterización del período bajoanálisis que propone Marafioti (2007: 94), quien habla de una «pér-dida de protagonismo específico» del Poder Legislativo, que lo con-vertiría en un «apéndice funcional» del Poder Ejecutivo. También

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se refiere al «desdibujamiento de la identidad político-discursiva»de los protagonistas parlamentarios, lo cual ha llevado a la frag-mentación de los bloques partidarios.

El proyecto presentado por el Poder Ejecutivo planteaba unamodificación en la ley que rige el Impuesto al Valor Agregado –unode los que genera mayor recaudación fiscal en el país, si bien en unaépoca de fuerte crisis económica y caída en el nivel de consumo suparticipación había disminuido al 34 por ciento el año anterior (Sainz:2004)–. La Ley N.º 23.349, en su artículo 28, faculta al Poder Eje-cutivo a «reducir con carácter general las alícuotas establecidas enlos párrafos anteriores y para establecer alícuotas diferenciales in-feriores en hasta un cincuenta por ciento (50 por ciento) de la tasageneral». Posteriormente se añadió un párrafo que establece cuálesson los productos incluidos en esa excepción.

La modificación propuesta para el artículo 28, entre otros bene-ficios para el sector agropecuario, rezaba:

Incorpórase al inciso a) del cuarto párrafo delartículo 28, el siguiente punto: ‘5. Granos –cerealesy oleaginosos– y legumbres secas –porotos, arvejasy lentejas–’ (el proyecto finalmente aprobadoexcluye al arroz) y [...] Sustitúyese el inciso b) delcuarto párrafo del artículo 28 por el siguiente: ‘b)Las siguientes obras, locaciones y prestaciones deservicios vinculadas con la obtención de bienescomprendidos en los puntos 1, 3 y 5 del inciso a):1. Labores culturales (preparación, roturación, etc.,del suelo). 2. Siembra y/o plantación. 3. Aplicaciónde agroquímicos y/o fertilizantes. 4. Cosecha’.

La versión que pasó al texto legal consistió en un cambio en elpunto 3, que quedó redactado como «Aplicaciones deagroquímicos», agregándose como punto 4 «Fertilizantes, su apli-cación» y pasando el anterior punto 4 como 5. En consecuencia,

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los productos mencionados pagarían una tasa de IVA equivalenteal 10,5 por ciento de su valor.

La naturaleza de la ley que se discute es, por lo tanto, presupues-taria y, en el caso particular de la Cámara de Diputados, la Comi-sión de Presupuesto tiene un carácter estratégico. Según observaMarafioti, «el pasaje y la aprobación de un proyecto por esa comi-sión garantiza, en la mayoría de los casos, su tratamiento favorableen el recinto» (2007: 97).

El desarrollo del debate

En el debate del proyecto del Poder Ejecutivo, el miembro infor-mante del bloque justicialista, el diputado Jorge Matzkin, al presen-tarlo en el recinto señaló, entre otras cuestiones:2

Quiero recordar a los señores diputados que losproductos de exportación no llevan impuesto [...]Anualmente los exportadores solicitan al gobier-no la devolución, en concepto de impuestos con-tenidos en la producción de granos y oleaginosas,de aproximadamente 800 millones de pesos. Deacuerdo con el artículo 43 de la Ley del impuestoal valor agregado, el Estado está obligado a de-volver ese impuesto. El problema es que no tene-mos la certeza de que se haya recaudado antes.Más aún, es muy posible que en muchos casos esarecaudación no se haya producido.

Cabe destacar que el proyecto de ley no buscaba modificar eseartículo 43. El diputado Matzkin denuncia los mecanismos de eva-

2 Las intervenciones reseñadas corresponden a la sesión del 13 de marzo de 2002(www.diputados.gov.ar).

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sión que se darían en la cadena de comercialización al aludir a lafigura del «valijero»:

Así se conoce en el medio al que compra al pro-ductor los granos, con una valija de efectivo –ob-viamente en negro, sin pagar impuestos–, lo trans-porta y luego blanquea la operación vendiendo laproducción al exportador a través de una sociedadfantasma, o mediante testaferros con domiciliosfalsos. Al vender la producción que compró en ne-gro, sin pagar el IVA, a un exportador de buena feal cual sí le cobra el IVA, realiza un negocio muyjugoso, pues se queda con el 21 por ciento del im-puesto al valor agregado que nunca será deposita-do en las arcas del Estado. A su vez, el exportadorirá luego a reclamar al Estado la devolución de unimpuesto que en realidad no fue recaudado.

El objetivo del proyecto no sería, entonces, combatir la evasión, sinoreducir su margen, con lo cual se la desalentaría, sin que eso afecte larentabilidad del productor. Así lo sigue presentando el diputado Matzkin:

A efectos de no perjudicar al productoragropecuario, estamos prácticamente completan-do el ciclo para que los insumos también estén enlínea con el impuesto que se va a pagar o cobrar.Si va a tener insumos al 10,5 por ciento y sus pro-ductos se venden al mismo porcentaje, sus saldosestarán más o menos relacionados y no habría aquídesfases significativos.

También podría verse como el reconocimiento de que el Estadono puede garantizar la disminución de la evasión y procura por lotanto desincentivarla.

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Matzkin admite, en cambio, que el Estado se encuentra imposi-bilitado de reintegrar a los productores un impuesto a cuya devolu-ción tendrían derecho, incluyendo en este concepto al Estado nacio-nal y a las provincias, ya que el IVA es un impuesto recaudado porla nación y distribuido parcialmente a las provincias.

El diputado de la Unión Cívica Radical por la provincia de Jujuy,Miguel Ángel Giubergia, reconoce los motivos expuestos porMatzkin, pero señala:

creemos que el crédito fiscal sí puede ser com-pensado con otros tributos que deben hacer efec-tivo nuestros productores. Además, de sancionarseesta norma tal cual se propone, se estaría dejandode lado la inversión, que es lo que en las actualescircunstancias necesita la República Argentina.

Giubergia introduce un nuevo elemento de análisis al poner comoobjetivo de la legislación no solamente paliar las consecuencias dela evasión, sino favorecer la inversión que sería necesaria para salirde la fuerte recesión económica que afectaba al país en aquel mo-mento. El diputado Rafael Martínez Raymonda, del Bloque Fede-ral, integrado principalmente por legisladores de centroderecha delinterior del país, especialmente de las provincias de mayor produc-ción agropecuaria, agrega:

El interés fiscal debe ser compatibilizado con eldel productor agropecuario legítimo y el interésgeneral del país en mantener el ritmo creciente dela productividad de este sector. Estamos enorgu-llecidos de dicho crecimiento; en menos de diezaños la Argentina prácticamente ha duplicado suproducción agropecuaria, ha extendido sus fron-teras, ha mejorado la calidad de los productos, hadisminuido los costos. Se ha puesto al campo con

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precios realmente bajos en el mercado internacio-nal, y se la ha pagado con deudas, con quebrantosy con remates e hipotecas.

Martínez Raymonda –diputado por Santa Fe– esgrime el argu-mento de que la rentabilidad del sector no sería posible debido aque, si bien el productor percibe más pesos por su mercadería debi-do al aumento generado por la devaluación del peso, los insumosimportados también son más caros:

Con los costos de los insumos que hay que pagaren dólares –por ahora a un cambio de 2,50 pesos–y una devolución de IVA de sólo 80 pesos, hay quepensar mucho si se va a poder seguir usando la mis-ma cantidad de fertilizantes porque la actividaddejará de ser rentable. Y cuando perdamos este ele-mento, que fue el ingrediente fundamental parareactivar y crear esta explosiva producciónagropecuaria donde ya estamos pasando los 65 mi-llones de toneladas,3 la vamos a poner en peligro sidejamos que para los insumos en dólares se sigamanteniendo el 21 por ciento anterior mientras elrecupero –por esta disposición que se proyecta enla presente iniciativa– es de apenas el 10,5 por cientoen pesos de una suma mucho menor.

3 Las últimas estadísticas de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca dispo-nibles revelan que en la campaña 2006-2007 la producción de soja alcanzó los 47millones de toneladas (http://www.minagri.gob.ar). En la campaña 2001-2002 ha-bía sido de 30 millones. La producción total de granos ascendió a 96 millones detoneladas en la campaña 2007-2008 y cayó abruptamente al año siguiente, porfactores climáticos a los que deberían sumarse las consecuencias del enfrenta-miento entre la dirigencia sectorial y el Gobierno de la Nación. Sin embargo, laproducción prevista para el período 2009-2010, solamente para la soja, alcanzaríalos 52 millones de toneladas (http://mx.reuters.com/article/topNews/idARN0214740620100302).

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En apoyo de sus afirmaciones aporta algunos datos: «Por más quela devaluación ha mejorado el valor de los precios en pesos de lamercadería agropecuaria a exportar, no ha llegado a ser equivalente ala verdadera aplicación de la tasa de exportación». En consecuencia,propone que entre los productos sujetos a una modificación de la alí-cuota del IVA se agreguen insumos tales como los costos de fumiga-ción, lo que no afectará, según su opinión, el objetivo de mitigar losefectos de la evasión y servirá, a su juicio, para «mejorar la ecuaciónfiscal del productor, no del exportador, que es el que si a veces hacíalo que señaló el señor diputado Matzkin, se quedaba no sólo con laplata del gobierno sino con la del productor».4

El legislador Guillermo Alchourón –expresidente de la Socie-dad Rural Argentina y diputado del partido formado por el exministrode Economía Domingo Cavallo– va más allá que MartínezRaymonda y plantea una defensa explícita de su sector, tratando dedesmitificar –con relativa fortuna– el estereotipo del productoragropecuario como un hombre de riqueza económica:

En nuestra opinión es fundamental auspiciar yalentar a nuestros productores, que no son losexportadores sino los miles y miles de pequeños ymedianos productores, y también los grandes.Porque no debemos pensar que un productoragropecuario es un creso; habrá alguno que está

4 Martínez Raymonda, a fines de 2009, formuló, junto con el ex presidente de laJunta Nacional de Granos Alberto Ferrari Etcheberry, una denuncia ante los presi-dentes de ambas Cámaras del Congreso por la falta de funcionamiento de la comi-sión bicameral prevista en la Ley N.º 26.397 (2008), que habría permitido la eva-sión de 1.700 millones de dólares por parte de los exportadores de granos: «MartínezRaymonda y Etcheberry recordaron que el objetivo que se le fijó a la comisión fueinvestigar las irregularidades detectadas con las presentaciones anticipadas de ex-portaciones de granos sin que se haya acreditado la tenencia o adquisición previade la mercadería. Con esa jugada, los exportadores eludieron el pago de las mayo-res retenciones a las exportaciones agrícolas que el Gobierno había dispuesto afines de 2007» (http://www.clarin.com/diario/2009/12/20/elpais/p-02104660.htm).

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en buena posición, pero la inmensa mayoría sonpequeños y medianos productores que todos losdías hacen sus números, los que evidentementedeben mejorar porque de lo contrario no podre-mos competir como corresponde en los mercadosinternacionales.

Alchourón introduce argumentos que pueden considerarse unaconstante en la defensa de los intereses del sector al que representa,aunque no estén en juego inicialmente en el debate: la desigualdadentre las políticas del Estado argentino hacia los exportadores dematerias primas agropecuarias y el incentivo que en otros paísesreciben los mismos productores:

Actualmente, los mercados internacionales estánplagados de todo tipo de subsidios; nos cuestaentrar en ellos porque entre las políticas de reten-ciones y estos tratamientos arbitrarios estamosalentando la posición del mercado internacionalque sostiene que si los argentinos nada hacemospara mejorar nuestras condiciones de rentabilidadno podemos pedir que otros países disminuyan lossubsidios y el proteccionismo.

Este tópico ha sido puesto a menudo como ejemplo del«intervencionismo estatal» sobre la economía, que en realidad esta-ría dado en ambos supuestos: el de las retenciones y el de los subsi-dios. Las cifras que la producción argentina alcanzó en los añosposteriores desmienten en la práctica la gravedad del panorama pre-sentado por Alchourón.

Pero no cabría atribuir las opiniones de los dos diputados cuyaintervención se reseñó anteriormente a su orientación política de-clarada, ya que el diputado socialista Eduardo García, que represen-ta a la provincia de Córdoba, coincide en líneas generales con la

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postura de Alchourón: que en el punto b del artículo 28 de la ley seincluyan los siguientes insumos: preparación y roturación del sue-lo, siembra o plantación, aplicación de agroquímicos y fertilizantes,y cosecha. Lo que finalmente se vota, como se ha señalado, difieredel proyecto oficial en que ya no se coloca una posible disyunciónentre la aplicación de agroquímicos y fertilizantes, sino que se losune mediante una cópula.

Lo que se está enfocando desde la perspectiva sectorial –el inte-rés del productor– vuelve a su origen cuando el diputado radicalHéctor Romero denuncia la ineficiente política fiscal como causade lo expuesto por Matzkin:

La existencia del valijero tiene su razón de ser enque nosotros no apuntamos a una reforma estruc-tural del sistema que permita la contención de to-dos los agentes del proceso económico. Porque sihay valijero, hay productor, y si hay un productores porque este está en negro, es decir, no lo blan-queamos adecuadamente. Y no lo blanqueamosadecuadamente porque los impuestos son lo sufi-cientemente altos como para impedir el ingreso.En consecuencia, en lugar de crear aportantes alsistema, estamos creando evasores con cada unode estos parches.

Romero agrega otra visión al planteo del diputado Alchourón,que expresa el pensamiento del sector ruralista:

Todos estos instrumentos, al igual que las retencio-nes –que son un instrumento, lo mismo que todasesas otras medidas– no deben tomarse como un finen sí mismo sino como lo que son: un instrumentopara una política económica. Nosotros presentamosun proyecto en contra de las retenciones pero así

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como está planteado. Es decir, no estamos en con-tra de que quien más gane tenga más carga, porqueeso hace a la equidad de la imposición.5

El diputado Romero, que representa a la provincia del Chaco,expone las dificultades de los productores y el cambio en la estruc-tura de cultivos: en la provincia se sembraban 600.000 hectáreas dealgodón, que han sido casi totalmente sustituidas por 550.000 hec-táreas de soja, «de cuya producción más del 80 por ciento se destinaa exportación». Agrega:

Desde hace cinco años, los productores del Chacotienen los problemas que aquí se describieron y ca-recen de toda rentabilidad. A raíz de la salida de laconvertibilidad están con la cuchara en la mano es-perando la sopa que lloverá, pero no olviden que lasliquidaciones que realizan los productores no son aldólar libre, porque los granos se están liquidando a1,75 ó 1,80 pesos y el dólar libre está mucho másarriba. Por lo tanto, hay una suerte de engaño en esto,porque ahora vamos a cambiarles la cuchara con laque esperan tomar esa sopa por un tenedor.

La diputada Alicia Castro, integrante de una escisión de la banca-da del FREPASO, parte de la coalición que subió al poder en 1999 ylo dejó dos años después, le responde a Alchourón en términos queretomará el pensamiento del Poder Ejecutivo varios años después:

5 El diputado Romero anticipa de alguna manera la posición de los legisladoresque se opusieron a la aplicación de las retenciones móviles a la exportación de sojadurante los debates de 2008. Recuérdese que se pretendió entonces aplicar estasretenciones por vía de una resolución ministerial, pero la presión de los sectoresque se consideraban perjudicados llevó a su tratamiento en el Congreso, con eldesempate del vicepresidente de la nación en la Cámara de Senadores que impidióla aprobación del proyecto que buscaba dar categoría de ley a esta norma emanadadel Ministerio de Economía.

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El señor diputado Alchourón habló elocuentementede los pequeños y medianos productores, pero enlugar de lo que él propone nosotros propiciamosun tratamiento diferenciado para los pequeños ypara los grandes productores. Mediante la modifi-cación de la ley se obliga a pagar el IVA el mes quese facturó en lugar de hacerlo en el momento decobrar el dinero producido por la venta. Esta medi-da puede ser positiva cuando se trata de empresasgrandes, pero acarrea graves problemas a las pe-queñas unidades económicas y de producción.

La diputada Castro introduce un nuevo elemento al debate cuan-do recuerda el funcionamiento del IAPI (Instituto Argentino para laPromoción del Intercambio) durante el gobierno justicialista de 1946-1955, que compraba la producción a los agricultores, y sugiere laconveniencia de su recreación, que hasta el momento no fue anun-ciada por las resistencias que seguramente generaría. Denuncia lue-go las presiones de «un par de multinacionales» que se resisten aliquidar 2.000 millones de dólares producto de las exportaciones,en un momento de alta volatilidad de capitales, y agrega que «por lovisto, están haciendo un lobby más fuerte que el de los ciudadanos alos que se intenta alejar de las decisiones del Parlamento». En unapolémica posterior con otro representante de los intereses ruralistas,el diputado Castellani (integrante del bloque de la Unión del CentroDemocrático por la provincia de Santa Fe), le solicita «con todahumildad y respeto», que

exprese cuáles serían los fundamentos por los cua-les la Argentina sería –quizá– el único país delmundo donde las mayores ganancias, las gananciasextraordinarias que van a recibir los exportadorescomo consecuencia de la devaluación, no deberíantener obvias retenciones cuyo fin sea el de equili-

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brar los efectos distorsivos de la devaluación en lossectores de ingresos fijos. En lugar de hablar conconsignas debemos explicar cuál es el fundamentode la derecha para eximir a quienes tienen ganan-cias extraordinarias de los impuestos más obviosque se pagan en los países centrales.

Castellani le responde que todos los sectores se han empobreci-do con la devaluación y utiliza un argumento que también sonaráfamiliar varios años después: «Esa costumbre de encontrar siempreresponsables en un momento en que la riqueza debe ser generada enel país, y cuestionar muchas veces la rentabilidad, justamente haceque los empleos y la generación de riquezas sean cada vez meno-res». También apela a un razonamiento frecuente en los sectoresconservadores del país:

Los exportadores ganarán en este país como enotros países del mundo; seguramente, no se ras-garán las vestiduras por venir a nuestra Argentina[...] En mi opinión, desde hace cincuenta años enel Estado gastamos más de lo que producimos, ylas consecuencias son las que ahora vemos [...]En los últimos diez años el campo multiplicó laproducción y generó divisas, que son tan necesa-rias para el país [...] Muchas veces cuestionamoslas formas de producir y después tenemos que sa-lir a pedir que nos presten divisas cuando real-mente el campo las genera.6

6 En el contrapunto entre ambos diputados puede leerse un ejemplo de las posicio-nes irreductibles que se manifestarán años después al discutirse, a mediados de2008, las «retenciones móviles» a la exportación de soja. Para Castellani no esválido hablar de «ganancias extraordinarias», prefiriendo volcar su crítica a los«gastos extraordinarios» del Estado como causa de una presión impositiva que«espantaría» a los inversores que tuvieran interés en colocar su capital en el país e

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El diputado justicialista por la provincia de Salta, EnriqueTanoni, denuncia, en la línea de su colega Matzkin, que la defrau-dación al fisco en un solo año equivale a «diez presupuestos com-pletos de la provincia de Salta» y a la totalidad del presupuesto delCongreso de la Nación, además de ser equivalente a «la educaciónde 250.000 criaturas y del sistema de salud». Finaliza diciendo:

Vamos a enseñar a la gente de Ingresos Públicoscómo son seis, siete o diez grupos económicoslos que comercializan la totalidad de la produc-ción argentina, que es nuestra única salvación –yen esto coincido con lo que dicen muchos legis-ladores–, y así podremos encontrar la punta delos quinientos mil valijeros que nos han robadoparte de la Nación.

Antes de proceder a la votación, Matzkin, diputado por la pro-vincia de La Pampa, un territorio cuya principal actividad es laagropecuaria, señala que «podría realizar un discurso en defensadel sector de no menor calidad de los que hemos escuchado eneste debate. Podría desgarrarme las vestiduras en defensa del sec-tor agropecuario, pero soy diputado de la Nación Argentina y node un sector». A continuación afirma: «En este momento es tanbuena la rentabilidad del sector agropecuario que no va a haberuna maceta en la que no se siembre. No se recuerda en qué épocala rentabilidad del sector fue tan alta como en la actualidad».

impediría la «generación de divisas». Castro caracteriza como «consignas de laderecha» (calificativo frecuente en los debates de 2008) este planteo de Castellaniy propone explícitamente el retorno a medidas de gobierno puestas en práctica porel primer peronismo, que ante la debilidad política del gobierno de transición noson viables.

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Las funciones del debate parlamentario

Como puede observarse, la diversidad de mecanismosargumentativos expuestos en el debate excede las posibilidades dehacer aquí un análisis minucioso –baste citar el uso de figuras re-tóricas como la hipérbole en la intervención precedente de Matzkin,la metáfora de la cuchara y la sopa del discurso de Romero, o lacomparación entre el monto de la evasión anual y el del presu-puesto de una provincia que expone Tanoni–, pero no pueden de-jar de destacarse ciertas funciones típicas del debate parlamenta-rio: a) la figura del miembro informante (Matzkin), que expone sucondición de diputado de la nación, antes que representante secto-rial e incluso por encima de los potenciales intereses de su electo-rado, focalizada en el logos y en el ethos; b) el otro diputadooficialista, Tanoni, que reclama del Estado mayor eficiencia en sufunción recaudadora; c) los diputados que representan los intere-ses de su sector, parte importante del electorado de sus provincias,generalmente de partidos de centroderecha (Alchourón, Castellani,Martínez Raymonda, con matices en este último caso), en cuyosdiscursos predomina un logos que contradice parte de los argu-mentos de los diputados oficialistas y un pathos en el que apare-cen los perjuicios que sufriría su sector; d) diputados de provin-cias agropecuarias, identificados con el radicalismo o el socialis-mo (García, Romero, Giubergia) y sensibles al reclamo de los pro-ductores; e) diputados que cuestionan los ejes de la discusión, es-pecialmente el logos propuesto por el oficialismo y los gruposanteriores (Alicia Castro).

A través de la síntesis del debate y de la interpretación de losroles de los distintos diputados, podemos considerar la hipótesisde Marafioti por la cual el discurso parlamentario sería «un campohíbrido» dentro del discurso político o, en otras palabras, unsubgénero, ya que también remite al discurso jurídico. Por ello,«los legisladores se amparan en la técnica jurídica para formularsus propuestas» (2007: 103).

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El esquema de la argumentación parlamentaria, según Marafioti,incluye un proponente, un oponente y un tercero.7 Matzkin se ubicaclaramente en el rol del proponente; los diputados agrupados en lospunto c) y d) del antepenúltimo párrafo precedente, en la función deoponente, y por diferentes razones, Tanoni y Castro perteneceríanal grupo de los terceros, dadas sus críticas al papel del Estado en larecaudación impositiva, si bien Tanoni, por pertenecer al bloqueoficialista, da su voto afirmativo al proyecto. Sin embargo, Marafiotiobserva que los roles son intercambiables, ya que se trata de «posi-ciones actanciales» (2007: 105). Por ello propone a continuación,siguiendo a Cecilia Quintrileo (2006), una clasificación de estasfunciones, entre las cuales podríamos destacar las de los «legislado-res de representación», que son «los que optan por entregarse a unarelación especial con su distrito o circunscripción». Los diputadosidentificados con el subgrupo d) pertenecerían a esta categoría. Pero,si tomamos en cuenta a los del subgrupo c), su relación con el distri-to o circunscripción es más compleja. No solamente defienden lasfuentes de recursos de sus provincias, sino que objetivamente sesitúan en la defensa de intereses económicos particulares, lo cual esevidente en el caso de Alchourón, que llega a la banca de diputadoluego de haber presidido la entidad más tradicional del sectoragropecuario.

Otra de las funciones destacadas por Quintrileo es la del «legis-lador del Ejecutivo», claramente representada en el debate porMatzkin, y la del «legislador de partido», rol que le corresponderíaa la diputada Castro, que «emplea su posición para hacer política enel ámbito partidario». Su caso es especial, ya que integra un bloque

7 En el mismo volumen coordinado por Marafioti puede leerse un trabajo de la espe-cialista rumana Cornelia Ilie titulado «Rasgos histriónicos y agonísticos del discursoparlamentario». Ilie también propone una tipología de funciones de los legisladores,donde incluye a los «testigos circunstanciales» (2007: 147), que son los que no to-man parte en un determinado debate, pero su clasificación, que sigue a Clark (1996),se refiere en realidad a los roles en la conversación. Por razones lógicas nos concen-tramos en los diputados que tienen un papel activo en la discusión.

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que originariamente pertenecía a la coalición gobernante hasta di-ciembre de 2001, pero estaba en el momento del debate en búsque-da de organizar un nuevo espacio político. El diputado Tanoni re-presentaría en el debate la función de «legislador de fiscalización»,pues en el debate reclama la eficiencia del Estado en la recaudaciónde impuestos.

Conclusiones

El resultado de la votación muestra que ha prevalecido la volun-tad del Poder Ejecutivo, necesitado de apoyo político para superarla crisis institucional todavía reciente, y la evolución posterior delos reclamos del sector agropecuario ha dejado sin considerar losefectos de la evasión impositiva de la que se beneficia el sectorexportador, que paradójicamente perjudica tanto a los productorescomo al Gobierno. A la vez, el debate pone de manifiesto el papelcentral en la economía argentina de la producción agropecuaria,expresado también en un poder político que va más allá de la mag-nitud de la representación parlamentaria de los partidos que se iden-tifican con sus intereses.

Por otro lado, en función del desarrollo posterior del conflictoentre las necesidades de financiamiento del Estado y la resistenciade los productores a una mayor presión impositiva, cobra relevan-cia la posición de los legisladores –generalmente de partidos oposi-tores– que se ponen al frente de las demandas de los pequeños pro-ductores de sus provincias, coincidiendo al menos parcialmente conlos que representan intereses más poderosos.

Bibliografía

Clark, H. (1996). Using Language. Cambridge: CambridgeUniversity Press.

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Grize, J.-B. (1990). Logique et langage. París-Gap: Ophyrs.Marafioti, R. (ed.) (2007). Parlamentos. Teoría de la argumenta-

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Quintrileo, C. (2006). «La argumentación parlamentaria en tantocampo especializado de argumentación». En: Praxis, 9. Santia-go de Chile: Universidad Diego Portales.

Sainz, A. (2004). «El IVA argentino, entre los más altos». En: LaNación, 8 de septiembre.

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Argumentación y «diálogo de sordos»en el conflicto de «el campo»

Roberto Marafioti

El presente trabajo apunta a identificar algunos aspectos de laactual retórica política en Argentina. Tanto la referida al empleo quede ella hacen los medios, en particular la televisión, como a lasherramientas usadas en un determinado momento de la historiapolítica de este país, que aparece marcada no sólo por el conflictocon «el campo», sino también por el grado de enfrentamiento que seha desencadenado a partir de la propuesta de Ley de Medios y suposterior sanción. Este último momento es el que parece haberdesatado una mayor violencia simbólica por parte de los actoresinvolucrados. Sin embargo, los dispositivos empleados por elmonopolio controlado por el grupo Clarín son de una sofisticaciónmayor que los empleados hasta ahora por el oficialismo.

Otros dos aspectos son de interés para este trabajo. Uno es laconstrucción de un mito político fugaz, pasajero pero contundente:el construido por Alfredo de Angelis. El otro es la caracterizacióndel discurso político de la presidenta Cristina Fernández de Kirchnercomo un discurso que posee una alta densidad oratoria, pero unabaja efectividad comunicacional. Proponemos como hipótesis la

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dificultad que ha tenido desde el inicio de su gestión para construirun ethos de credibilidad y de identificación (Charaudeau, 2005) quele posibilitara afirmarse en su propio discurso político. El efectoque genera a partir de su insistente y múltiple producción es débil eineficaz.

De la argumentación al «diálogo de sordos»

Los manuales de retórica insisten en que el objetivo de sus estu-dios tiene que ver con la persuasión, pero en la actualidad, en elámbito público y político, sucede que la mayoría de las veces no sealcanza esa finalidad y más bien lo que se comprueba es el fracasode quienes participan en los debates tendientes a modificar las con-vicciones de las partes involucradas.

Lo que termina importando es la forma como los discursos y susentramados retóricos se van entretejiendo. Se asiste permanente-mente a la frustración de la comunicación entre los diferentes per-sonajes que discuten y lo que importa es la imposición de determi-nados conglomerados discursivos que conllevan una visión única einapelable de la realidad.

En los últimos años, la retórica televisiva hizo un empleo vigo-roso de estrategias para dar formato a una opinión que, lejos depermitir la expresión de las diferentes voces que circulan en el espa-cio público, promueve recursos para el fortalecimiento de posicio-nes solidarias con los medios en cuestión.

El conflicto con «el campo» que se inició en Argentina en marzode 2008 sirvió para librar una auténtica batalla por la hegemoníadiscursiva y dio inicio a una voluntad de cuestionamiento y descali-ficación de la gestión de gobierno de la actual presidenta.

Tanto desde el sector oficial como desde el heterogéneo conglo-merado conocido como «el campo», se diseñaron estilos que permi-tían reconocerse en un presente inmediato, pero que también hacíanreferencia a la historia sectorial.

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El problema central no es sólo el reconocimiento de las diferen-cias de opiniones en juego, sino la consolidación de posturas que noapuntan al intercambio comunicativo entre los protagonistas sinoque refuerzan las actitudes que ya han sido seleccionadas antes deemitir un juicio determinado. Por ello, lejos de pensar en términosde argumentación, es más provechoso estudiar estas situaciones comoauténticos «diálogos de sordos» (Angenot, 2008). Ello lleva a iden-tificar los obstáculos argumentativos que hacen que no sólo se con-sidere el contenido de las partes, sino más bien los mecanismosretóricos empleados para fortalecer una posición u otra.

La historia de un conflicto

Después de la crisis de 2001, en Argentina se produjo una con-moción que incluyó el cuestionamiento no sólo de los paradigmasconceptuales que habían prevalecido en el decenio de los noventa,sino también del estilo discursivo con el que se nombraba la reali-dad y se pretendía transformarla.

Los impuestos a las exportaciones fueron introducidos en el año2002 por el presidente Eduardo Duhalde para hacer frente al mayordescalabro financiero del país, que provocó la caída del gobierno afines de 2001 en medio de sangrientas revueltas.

La economía se recobró a un promedio de cerca del nueve porciento durante cinco años aproximadamente, en los que NéstorKirchner gobernó el país. Cuando Cristina Fernández de Kirchnerreemplazó a su esposo el 10 de diciembre de 2007 como presidenta,heredó una posición favorable. El ciclo de una recuperación econó-mica y los altos índices de popularidad parecían destinados a conti-nuar las políticas que posibilitaron a la Argentina sacarse de encimalas deudas. Menos de ocho meses después, la presidenta estaba sen-tada en un turbulento sillón presidencial, en lo que parecía conver-tirse en otra larga e inestable segunda presidencia de la historia ar-gentina. La mayor parte de los desequilibrios se iniciaron con el

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conflicto entre el sector agrícola y el gobierno, y a partir de enton-ces se fueron sumando nuevos problemas para llegar a una situa-ción de tensión sostenida. Es al mismo tiempo destacable el hechode que el gobierno se mostró, a pesar del traspié electoral de 2009,firme en cuanto a su vocación de imponer su agenda política, desa-rrollando los lineamientos que se fijó con independencia de las per-turbaciones a las que debió enfrentarse.

En respuesta a las subas de impuestos a la soja y otros productosagrícolas, el 11 de marzo de 2008, uno de los grupos económicosmás poderosos de Argentina, conocido como «el campo», y las en-tidades que comprende tomaron las calles bloqueando el comerciointernacional y nacional en las protestas más importantes que serealizaron en contra del gobierno desde la crisis financiera de 2001.

Manifestaciones a favor del gobierno y del sector agropecuariose produjeron como una forma de avalar las dos posturas opuestas.De un lado, los estancieros y sus aliados, pidiendo la rebaja drásticade los impuestos de exportación a la soja, y de otro lado, el gobier-no, incrementando los impuestos.

Desde el inicio hasta su finalización, el conflicto puede ser vistocomo una batalla por el control de la construcción del sentido. Cadasector combatió para ganar espacio en la producción discursiva entodas las áreas. La escena pública se convirtió en una cruzada se-miótica por la apropiación de la producción, la circulación y el con-sumo de la significación.

El período fue rico en términos de proliferación de signoslingüísticos y no lingüísticos, comprendiendo la definición de dife-rentes áreas de gran valor. La apuesta excedía en mucho a una meramodificación de la estructura impositiva.

A partir del estudio de los discursos de los protagonistas, se abrela posibilidad de analizar las estrategias y las secuenciasargumentativas que fueron empleadas, reiteradas y modificadas.

El conflicto por la hegemonía política y discursiva es un fenó-meno que se replica en otros gobiernos latinoamericanos, y en to-dos los casos se emplean herramientas, estilos y dispositivos dife-

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rentes. Pero siempre se trata de revisar los mecanismos que consoli-den identidades y legitimidades específicas. Desde este punto devista, la construcción de imaginarios sociodiscursivos permite laidentificación de sujetos históricos diferenciados al tiempo que poneen evidencia también las limitaciones de los mismos.

El giro argumentativo

Me referiré al «giro argumentativo», sintagma que en teoría po-lítica representa una crítica importante a la tradicional concepciónde la práctica política, dado que:

Muestra que la incertidumbre y la contingenciacaracterizan al discurso político, y que la prácticapolítica es argumentativa y retórica más que cien-tífica. La perspectiva de esta recuperación de laretórica es limitada a raíz de la clásica divisiónentre lógica y retórica. Estos dos ámbitos tambiénpermanecen separados en las teorías contemporá-neas acerca de la retórica, previniéndonos de in-corporaciones retóricas dentro de la teoría políti-ca. Sin embargo, Michel Meyer muestra que ladivisión entre lógica y retórica se refiere a la su-presión de la interrogación en la filosofía. Por re-cuperación de la interrogación como un principioracional, establece la retórica como fundadora dela interrogación y, en consecuencia, brinda unanueva perspectiva. (Turnbull, 2005: 39-58)1

El giro argumentativo en teoría política se aparta del modeloracional de práctica política al centrarse en el lenguaje, la interpre-

1 La traducción es propia.

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tación epistemológica y la razón posible más que la lógica formal.Mientras los teóricos políticos sólo recientemente comenzaron a pres-tar atención a la argumentación y la retórica, los especialistas enretórica ciertamente lo advirtieron a partir de Harold Lasswell,uno de los fundadores del campo de las «ciencias políticas».Lasswell estaba interesado en la persuasión y la propaganda y enlos efectos retóricos de la comunicación masiva en la práctica polí-tica. Pensaba que la retórica era importante para los antiguos filóso-fos griegos y creía que el descrédito dirigido hacia ella desde lacondena de Platón a los sofistas representaba una obstrucción a lainvestigación propiamente dicha. A pesar de esta atención al len-guaje y la argumentación, el giro argumentativo en los estudios po-líticos no llegó hasta mucho tiempo después. Incluso hoy no noshemos dado cuenta de las implicaciones reales de la retórica y laargumentación en cuanto al estudio de la política y de las políticas.

El giro argumentativo se relaciona con el interés académicoacerca del estudio del discurso. Los teóricos políticos han estudia-do el papel del lenguaje en el discurso político, rechazando la ideasegún la cual el significado está ligado sólo a la verdad ontológica.El discurso político está enmarcado en el lenguaje ordinario, quees capaz de una considerable flexibilidad de significados. Tomadiferentes significados en distintos contextos y para diferentesaudiencias. Porque el conocimiento, en particular el conocimientopolítico, está ligado al lenguaje ordinario, es un proceso social ypor lo tanto argumentativo. Las decisiones no establecen el signi-ficado de la política que permanece sujeta a debate, y consecuen-temente el proceso político es menos la resolución de un problemaideal como el propuesto por Lasswell y más una batalla para crearsignificados a través del proceso político en diferentes situacio-nes. Los actores políticos intentan persuadir a los otros para com-partir los significados que le atribuyen a los hechos. Emplean ar-gumentos para atraer a los otros a sus posiciones y se justificancon respecto al interés público. La doble misión de persuasión yjustificación, por tanto, constituye la base del giro argumentativo.

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El problema es que no siempre los actores involucrados están encondiciones de escucharse ni de hacerse entender. Surgen enton-ces los desafíos mayores que tienen que ver con la búsqueda deherramientas capaces de dar cuenta de realidades de alta compleji-dad en la que los instrumentos teóricos tradicionales se muestranpoco efectivos para explicar la multiplicidad de problemas quepresentan.

El empleo de la argumentación se origina en que no se respon-de de una forma preprogramada a los hechos y se puede cambiarnuestro pensamiento acerca del significado de algo, repensar losvalores y hacer variar el grado en que se apoya a alguien o algunapolítica. Para esto sirve el estudio de la argumentación. Los acto-res políticos usualmente emplean la retórica para asegurarse elconsentimiento de los públicos respecto de sus propios puntos devista o su cooperación.

Es en este sentido que pensamos que los discursos pronuncia-dos por Cristina Fernández durante el conflicto tuvieron el proble-ma de, aun con un contenido sólido, ser poco persuasivos para susaudiencias. Tuvieron densidad conceptual pero se mostraron pocoeficaces comunicativamente para sumar voluntades que no se iden-tificaban con su propio sector político de origen. De allí la impor-tancia de ubicar los recursos retóricos que permiten ampliar la basede sustentación de una fuerza política.

Si entendemos la racionalidad como contingente, indetermina-da, incierta, la problematicidad define las cualidades del discursocontemporáneo en varios campos. La problematicidad es el domi-nio de la retórica. En general, la retórica aparece en los tiempos decrisis, cuando los sistemas estables de valores se quiebran y unnuevo sistema coexiste con el viejo.

Entenderemos con Erik C. W. Krabbe (1996) por «dialéctica»la práctica y teoría de las conversaciones; por «retórica», la prác-tica y teoría de los discursos. Las conversaciones, pues, constitu-yen instancias de la práctica de la dialéctica, mientras que los dis-cursos forman la instancia de la práctica de la retórica.

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Aristóteles señala la utilidad de la retórica (Retórica I, 1355a20-1355b5). Puede emplearse:

1. Para defender las decisiones propias (se puede estar en lo co-rrecto, pero de todas maneras se necesita convencer a los otros,de otra forma se le echará a uno la culpa).

2. Para convencer a aquellos que no pueden seguir los argumentoscientíficos.

3. Para ser capaz de discutir a favor y en contra de una misma posi-ción; no para hacer una y otra cosa, sino para:

a. tener una visión realista de una cuestión yb. no dejarse engañar por las falacias.

I. A. Richards (1936) definió la retórica como los estudios de lascausas y los remedios de los desacuerdos. Este punto de vista seráútil para mostrar por qué los discursos de Cristina tuvieron tantaslimitaciones para volverse convincentes acerca de la justicia de lapropuesta hecha sobre la suba de los impuestos.

La retórica visual televisiva en el conflictoy la construcción de un mito fugaz

Luego de la sanción de la Ley de Medios y en el contexto ya node una batalla por la hegemonía discursiva sino de una guerra de-clarada entre el monopolio mediático y el gobierno, es habitual re-conocer el empleo retórico que el canal de cable TN (Todo Noti-cias) realiza de su pantalla. Pero, en un comienzo, los mecanismosde orientación argumentativa visual no se habían definido. Es conel desarrollo del conflicto y con el alineamiento de los distintos con-tendientes que este produce que se comienzan a ver dos dispositi-vos para la orientación de la opinión. Uno tiene que ver con el em-pleo de recursos visuales dentro de la pantalla para dirigir la posi-

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ción del espectador. La partición de la pantalla en dos, tres o cuatropartes organiza de modo simultáneo la jerarquización de las voces.

En el discurso en Parque Norte de la presidenta, el canal dividióla pantalla mostrando la actitud de los espectadores en las rutas yenfatizando el desagrado que se iba produciendo.

La sobreimpresión de los textos se manejó de manera tambiénorientativa e inició el empleo de un recurso que en la actualidad esusado ya para enfatizar una opinión, ya para descalificarla o para in-tervenir con una diferente de la que está expresando el entrevistado.

El otro mecanismo empleado es la construcción de un mito querepresente a los sectores más afectados por las medidas adoptadas.En este punto es importante ubicar la construcción mítica de Alfredode Angelis, ya que es una figura que surge con el conflicto y espromovida tanto desde el sector político al que él representa, comodesde la instancia mediática como forma de enfatizar un tipo encondiciones de representar el universo gauchesco/campestre que seponía en juego.

Se fortalecen los elementos básicos para afirmar una posición.Tanto desde los recursos lingüísticos como desde los mecanismosgestuales se reafirma la perspectiva gauchesca. La escenificaciónes cuidada y preparada para que se vaya armando un mito políticoque, si bien no está destinado a permanecer en el tiempo, sí dacuenta de la voluntad mediática de asociarse en la instalación deuna imagen que represente el conflicto, pero que, al mismo tiem-po, enfrente a otro personaje público con más tradición política.En este sentido, De Angelis se puede oponer a Luis D’Elía; aun-que este está en condiciones más apropiadas para defender lasposturas oficiales, es inmediatamente impugnado por los mismosmotivos que el otro es ensalzado. El «queremos decirle a la Seño-ra Presidenta que minga nos van a poner de rodillas» nunca escuestionado por el tono, mientras que sí lo es en el caso de D’Elía,que siempre es ubicado como un representante de los piqueterosviolentos urbanos. Sus apelaciones pueden ser evaluadas de lamisma forma que las de De Angelis, pero los medios se encargan

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de cargar la balanza de un lado para favorecer el mito rural que seconstruye.

El campo aparece como el territorio del trabajo, la tranquilidad yel equilibrio que ha sido alterado por la vocación voraz del gobier-no. La reactualización de los mecanismos propios de la literaturagauchesca en su versión lugoniana se ponen en todo su esplendor.

Las imágenes de De Angelis como representante del sector mástrabajador, honesto e inocente del campo se multiplican. Los me-dios enfatizan su carácter de apolítico. Aparece incluso dando en-trevistas subido a un tractor, con una bandera argentina de fondo yel sol que ilumina la escenografía.

El canal de noticias TN diseñó una combinación de imágenesque hizo escuela y creó hábitos cinéticos durante todo el conflicto,inaugurando un manual de estilo de una buena porción de la televi-sión argentina.

Mito político y manipulación mediática aparecen destinados a in-terpelar sentimientos, incluso vivencias y recuerdos de la vida campes-tre. El campo es el lugar del trabajo febril. Desde el amanecer al ano-checer, el hombre de campo dedica su vida a las labores agropecuarias.El mito, en este caso, es producto de la imaginación, pero no comocreación de un mundo fantástico, sino más en el sentido romántico, esdecir, como enriquecimiento de la experiencia a través de la expresión.El romanticismo no sólo reivindicaba la imaginación y su potencial decreatividad, sino que, por medio de esta, los sentimientos, las creenciasy las emociones adquirían expresión en formas plenas de resonanciasemotivas. Es decir que la imaginación invocada es creativa e inventiva,pero también respuesta o, mejor dicho, expresión de experiencias vita-les. En este sentido, el empleo de recursos retóricos que pusieron enjuego el tono angustiado e hiperbólico del personaje sirvió para diseñarun protagonista que abandonaba el territorio local para proyectarse anivel nacional, merced a la operación montada desde la televisión.

Otro rasgo que es propio del mito político es que permite señalar yconstruir un enemigo y, al mismo tiempo, se señala su capacidad parafundar una comunidad de acción. Desde esta posición, más próxima a

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Durkheim, el mito es un fundador de solidaridad social, de creenciascompartidas. En este punto, otra vez De Angelis resulta funcional a lamaquinaria de ficción que construyen la televisión y, en particular,los noticiosos. Lo que más se destaca son los ingredientes cualitativosde su personalidad, su autenticidad, su gestualidad y su visualidad. Elcontenido no importa, porque son los medios los que lo orientanargumentativamente. Es destacable también, en este caso, el trabajooperado para socavar cualquier tipo de trabajo persuasivo realizado.El ejemplo del líder piquetero funciona como una contracara de DeAngelis. Uno es un líder urbano y el otro es un líder rural. Uno tieneuna trayectoria política y el otro no la posee. Uno es crítico de lospolíticos en general y el otro hace política desde hace años. Uno pro-pone una referencia histórica y el otro tiene la referencia histórica quele otorga un poroto de soja. Uno cumplió un ciclo cuando promovióuna manifestación al Congreso de la Nación para presionar a los le-gisladores y terminó forcejeando con la policía. En ese momento, semanifestó con mayor claridad la debilidad de un mito fugaz y la esca-sa perdurabilidad que se le podía otorgar al construido mediático.

El ethos en los discursos de Cristina

El ethos se refiere a la confiabilidad y la credibilidad del escritor odel hablante. El ethos es a menudo transmitido a través del tono y elestilo del mensaje y a través de la forma en la que el escritor o elhablante se refieren a puntos de vista diversos. Puede ser tambiénafectado por la reputación del autor o del orador, ya que existe inde-pendientemente del mensaje, su capacidad en este campo, su actua-ción previa o su integridad. El impacto del ethos es a menudo llamadoargumento de la referencia ética y de la apelación a la credibilidad.

A lo largo del conflicto, la presidenta tuvo una fuerte presenciamediática, a través de convocatorias populares destinadas a expli-car la estructura impositiva de los productos agrícolas. Pero ella,como su esposo, no estaba acostumbrada a brindar conferencias de

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prensa, a tener un contacto fluido con los periodistas, y desconfiabade las entrevistas por radio o televisión. En el fin del conflicto diosu primera conferencia de prensa y estaba muy claro que era capazde responder a cualquier pregunta realizada de manera fluida, auncuando se pudiera estar en desacuerdo con ella. En ese momento elestilo de la pareja resultó extraño, y pareció que apostaba más aganar el combate a partir de la apelación a la historia de la fuerzapolítica de origen que a la difusión de los fundamentos que la lleva-ron a adoptar la medida de incrementar las retenciones.

Cristina Fernández convocó a enormes manifestaciones popula-res. En cada una de ellas desplegó el uso de una feroz retórica, pero,al mismo tiempo, el ethos que construyó se basaba en su historiapolítica y en las reminiscencias de los enfrentamientos del pasado.La última manifestación fue resuelta con la intervención de su ma-rido, que actuó como presidente del Partido Justicialista y que pre-sidió el debate como orador principal, acompañado de los goberna-dores y legisladores.

La presidenta, en la primera manifestación, argumentó que nadiepodría hacer que cambiara su decisión, pero luego, en otra manifesta-ción, se dirigió a sus «votantes», después a los «compañeros», luegoa los «ciudadanos», más adelante recordó que en el comienzo de sumandato había dicho que todo sería más difícil para ella porque erauna mujer y que para las mujeres todo en esta sociedad es más dificul-toso. De este modo, en un período muy breve de tiempo, empleódistintos argumentos para consolidar su punto de vista.

Al mismo tiempo, en algunas manifestaciones mencionó al «pue-blo», en otras habló a los «ciudadanos» y en algunos casos apuntó aaquellos que están siempre en contra de los intereses populares.

Conclusión

Desde el comienzo de su presidencia estaba claro que CristinaFernández disponía de una larga y sólida carrera en el ámbito polí-

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tico. Fue diputada y senadora y tuvo una elocuencia pomposa enambas cámaras. Era reconocida por sus discursos épicos, pero, almismo tiempo, durante el mandato de su marido, se acordó que noaparecería frecuentemente para no ensombrecerlo.

En algunos momentos dijo que una mujer política no debe em-plear el apellido de su marido para ser reconocida. Pero, al mismotiempo, usó el del suyo y actuaron como una pareja dedicada y des-tinada a hacer política. No es el caso de otras mujeres, como la pre-sidenta de Chile, Michelle Bachelet, Hillary Clinton como Secreta-ría de Estado de Estados Unidos o Angela Merkel como primer mi-nistro de Alemania, que ocupan solas la escena política de sus res-pectivos países.

Desde que Cristina fue electa presidenta, su marido siguió ha-ciendo política: viajó a Colombia para tratar de supervisar la libera-ción de los rehenes retenidos por las FARC, se convirtió en presi-dente del Partido Justicialista, entre otras actividades. De este modo,los problemas que tuvieron que enfrentar no fueron solamentegestados por la oposición, sino que también hubo errores desde elpunto de vista del diseño de una estrategia retórica política destina-da a sumar voluntades.

Sin embargo, como se señaló más arriba, a pesar de la derrotaelectoral sufrida en 2009, el oficialismo se ha mostrado con unacapacidad de reacción mucho más sólida que el resto de las fuer-zas políticas de la oposición. Ello ha llevado a que la confronta-ción se dirima entre los medios masivos, convertidos en herra-mientas de cuestionamiento a las medidas adoptadas por el go-bierno, y el oficialismo, que se mantiene con sus políticas queapuntan a desarticular el aparato estatal y jurídico construido du-rante los noventa. Merece destacarse que esta conducta se repiteen varios países en los que se han encarado procesos de cambioque tienen distintas connotaciones pero los mismos protagonis-tas. El caso de Estados Unidos y Venezuela, por citar sólo dosque no están precisamente en la misma sintonía, replican unaconducta similar por parte de una oposición que se encarama,

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sobre todo, en el espacio que brindan los medios, en particular latelevisión.

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PARTE 3

| RETÓRICA, LITERATURA Y CRÍTICA |

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Macedonio. Retórica y políticade los discursos paradójicos

Ana Camblong

Preliminar

Para hablar en un coloquio de «retórica y política», no podremosevitar ese vocabulario clasificatorio de la antigua prosapia retórica,consagrado por siglos y siglos de uso; tampoco podremos eludir elvicio etimológico que evoca memorias lingüísticas ancestrales, y, ala vez, ¿cómo privarnos de interpretaciones políticas que hurgan lasdinámicas del poder tramado en instituciones, cuerpos y ajetreossocioculturales? Si esto es así, entonces, a tales condiciones me aven-go. En este sentido, seleccionamos la dispositio, categoría que dis-tribuye la composición del discurso. Por ejemplo, aquí mismo esta-mos en la «preliminar», cuya etimología indica una ubicación pre-limen, es decir, «ante el umbral». Todavía no entramos y, sin embar-go, ya estamos en el centro del planteo, porque nuestra modestaintención en este trabajo consiste en mantenernos entrando todo eltiempo con miras a remedar el universo macedoniano y compartircon ustedes la experiencia cierta de que siempre nos quedamos afue-ra, a punto de entrar y a la vez saliendo estupefactos por haber vivi-

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do semejante aventura textual. El mismo Macedonio nos enseñó losrituales paradójicos de la permanencia constante en los umbralesmetafísicos, místicos y humorísticos, por tanto, los invito a pasar dela preliminar al...

Proemio

El vocablo «proemio», tomado del griego prooimon –«preám-bulo»–, deriva de oimos – «camino» o «marcha»– y de eimi –«yovoy»–; efectivamente, estamos en camino y allá vamos.

En este arranque recordamos que la extensa, dispersa y frag-mentaria obra de Macedonio Fernández se sustenta en una prácticavitalicia que consiste en pensar-escribiendo. El ejercicio del pensa-miento-escribiendo se desentiende de las búsquedas de estilo y delpulido de las formas, no obstante deviene en una escritura singular,en un ductus discursivo de características inconfundibles. Su retóri-ca se gesta en una relación íntimamente diferente con el lenguaje engeneral y con la lengua materna en particular. Dice Macedonio: «Nopuedo dejar de ser todo lo que soy en todo lo que escribo [...] nopuedo dejar de ser risueño, doloroso y metafísico a cada página»(1974: 20). Confesión y advertencia de una escritura que aprieta ensu propia materialidad dolorida y socarrona la saga de un destinofatalmente criollo-sudamericano. La inscripción situada de su enun-ciación enclava sus dichos en una territorialidad localizada con lasimplicaciones éticas y políticas que esto supone. Macedonio, así,con su nombre de pila vecinal y entrañable, asume «hasta las últi-mas consecuencias» –nunca la frase hecha dijo tanto– la «Idilio-Tragedia» de habitar con otros las condiciones de existencia en loque podría denominarse «estancia argentina». Decimos «estancia»en tanto lugar de ficción en el que se desarrolla la fábula de su nove-la; pero también «estancia» en tanto emblema argentino propio delas dinastías patricias terratenientes; «estancia» en tanto escenariopoderoso de dimensión política para nuestra historia nacional; «es-

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tancia» en tanto concepto filosófico que remite a la existencia y a laestadía aquí con otros con los que se comparte amores y pesares, unmodo de hablar y de reír. «Estancia argentina»: morada trágica, pa-radójica, plena de queja y humor, de pasión y melancolía, de unestar y transcurrir «toda una vida» –como dice el fraseo popular– enestos espacios abiertos y laterales, en estos «arrabales últimos», comodijera Borges, su discípulo. «Estancia» donde, según piensa-escribeMacedonio, el Amor alcanza una dimensión metafísica de alto vue-lo en los vínculos de Amistad, Pareja y Maternidad. «Estancia» dondese afronta la tragedia de la crueldad y la muerte con una potenciainventiva capaz de imaginar un mundo excéntrico, conceptual y utó-pico cuya originalidad rebelde disloca y se burla de los fundamen-tos más consolidados de la cultura racionalista, moderna y colonial.Dado que nos pusimos en marcha y hallamos su enunciación habi-tando la estancia criolla, desde la misma tranquera del proemio avis-tamos un horizonte de prólogos que se nos viene encima, así quepasemos rápido del proemio al prólogo.

Prólogo

La tarea filológica en este caso resulta obvia: pro = «antes», logos= «discurso», un vocablo cuya morfología guarda las claves princi-pales del proyecto artístico, metafísico y político de Don Macedonio.La retórica del prólogo infinito –su novela tiene más de setenta pró-logos– se hace presente en todo el corpus de su escritura como unaalegoría esfumada que alude a la entereza humana trabajando desdesu pequeñez con vigorosa imaginación en un constante estar empe-zando su falible saber, sus microscópicos logros incompletos queno resultan más que nuevos inicios. El eterno instante, el comienzoperpetuo, hacen de la contingencia un monumento en la obra delpensador criollo. Por otra parte, su archivo de textos inacabados,vueltos a empezar, repetidos y redactados de otro modo, constitu-yen conatos teóricos y críticos que dramatizan lo que Macedonio

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denominó la condición «tantálica» de nuestras existencias en estaslatitudes en medio de riquezas naturales edénicas y, sin embargo,precarias, olvidadas y excluidas.

La retórica tantálica concentra su recurso en el «tienta y niega»,mostrando diversas partes que son el todo; la retórica tantálica con-vida y escamotea, esquiva tomarlo, evita poseerlo y vuelve a empe-zar, a exhibir y a ofrecer. Este artilugio metafísico y estético nos atañetambién en lo político si ponderamos nuestros procesos históricoscíclicos, inconexos, inconclusos e incongruentes. Nuestra fabulaciónnacional nominada «historia oficial» responde a una dinámica tantálicaen la que se habla de riquezas naturales y socioculturales que se sabendisponibles, pero que se nos niegan, que se ofrecen y se retiran. Asítambién memoramos iniciativas políticas que ponen en vilo la espe-ranza, que abren procesos de ilusiones expectantes pero que final-mente diluyen sus ofrecimientos en impotencias reiteradas. Los pró-logos tantálicos refuerzan su dimensión política con el despliegue deestrategias retóricas que responden a dos configuraciones privilegia-das: la «promesa» y el «secreto».

Prometer y no cumplir, dilatar indefinidamente la concreción delo prometido, parodian y convergen literalmente con los procedi-mientos típicos de los discursos y las prácticas políticas. En tantoque los dispositivos del «secreto» operan con el poder, el saber y lainformación, refieren a los secretos de Estado, a las manipulacionesmediáticas, institucionales y de los aparatos de inteligencia. El se-creto y los planes clandestinos se corporizan en la trama desopilantede su narrativa, que metaforiza cofradías conspirativas, la «mesachica» de los grupos y «los amigos del poder». Pero no sólo haysecretos de Estado, también hay secretos del arte y secretos de fami-lia, en este trenzado biopolítico. Macedonio guarda en su novela losenigmas autobiográficos que le imponen el pudor y el decoro de suclase patricia, al tiempo que recubre con una alegoría manifiesta latremenda hegemonía presidencial de la historia oficial argentina.En pocas palabras: en el mismo movimiento que exhibe un secretode Estado, solapa un cifrado autobiográfico.

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Pero tengamos en cuenta que las estrategias macedonianas noestán constreñidas a la escritura, sino que involucran todas las prác-ticas y experiencias de su propia vida. Su producción discursiva(tanto oral como escrita) no es más que otro componente del coti-diano devenir de sus desempeños públicos, privados e íntimosinvolucrados en una única figura de su condición humana. Veamosen qué consiste esta actuación. Por tanto, los invito a pasar del Pró-logo al Prefacio... y seguimos en el umbral.

Prefacio

Literalmente, pre-facio: «antes de hacer» o «antes de pasar a laacción», nos insta a escudriñar cuáles son las convicciones que sos-tienen el universo paradójico de experiencias y actuaciones inven-tado por Macedonio. Por un lado, el Viejo genial nos anima a creer,a tener fe en el Amor (siempre con mayúscula) como experienciagenuina de la Pasión: «De ella tomo mis dogmas, amigo joven: bus-ca la soledad de dos, la Altruística, y no te extravíen de tu fe en laPasión, las solemnidades de la ciencia, el arte, la moral, la política,los negocios, el progreso, la especie» (1990: 232). Creer en el ami-go, en la/el amante y en el cobijo materno constituye tanto en supropia vida como en sus textos el logro humano más excelso. Laafección amorosa anuda lo familiar, lo público, lo privado, lo artís-tico y lo metafísico. Ahora bien, con el mismo énfasis, su sabiduríapercibe el paradójico riesgo de nuestras creencias libradas a la ba-nalidad de las presiones mundanas:

Creer menos. Hay que crear un fanatismo del nocreer; el pueblo ya lo tiene en una desconfianzatotal de políticos, burócratas, periodistas, universi-tarios, catedráticos, oradores eclesiásticos. (Los jó-venes burgueses o ricos o estudiantes, gente libresca,son más fácilmente crédulos). (1987: 202)

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Su interpretación desprejuiciada de las redes de poder admiteque los letrados son más crédulos y propensos a seguir modas queel mismo pueblo sarcástico y desconfiado, posición que le trajoincómodas situaciones con sus círculos de amigos y que lo mantu-vo resueltamente alejado de lo que denominaba «Muerte Acadé-mica». Para tales destinatarios escribió el «Evangelio del No creer»y se lanzó a la prédica del retaceo de creencias a la política, a laciencia, al progreso, a la burocracia, a los protocolos sociales, lle-vando en ristre su consigna: «no acatar, ni seguir». Cabe aclararque esta resistencia pertinaz contra las coerciones civilizadas noalienta prácticas violentas. Por el contrario, su desobediencia em-pacada y mordaz se mantiene en un perfil austero, casi privado,pero sin concesiones. El desacato macedoniano bosqueja el perfildel auténtico «retobado» de nuestra tradición criolla.

Para evaluar con buen tino su gesto de «renegado» barrial yuniversal a la vez, habrá que evitar interpretaciones vanguardistasde revueltas públicas y provocaciones subversivas. El escándalomacedoniano no hace ruido ni agrede, se cumple en el largo pla-zo, horada cimientos y barrena premisas de antigua data. Susactuaciones reticentes, tímidas al extremo del retiro silencioso,abominan de la grosería y los estrépitos panfletarios. Sus discur-sos inteligentes, implacables, irónicos, plagados de chistes con-ceptuales, se enuncian acompañados de un trato cortés, afable,intensamente delicado y caballeresco. Borges lo califica con acier-to: «Don Quijote, sonriente y meditabundo», mientras Gómez dela Serna lo llama el «Quevedo criollo». Destaco entonces, poruna parte, la impronta criolla amalgamada con una alquimiaarcaizante de tinte barroco-conceptista y, por otra, propongo unaretórica política que incluye su desempeño cotidiano, sus ocu-rrencias extravagantes, su conversación legendaria, su lucidezpoderosa haciendo mundo en la conformación de una aura inte-gral de autor que involucra su silueta corporal evanescente, sudiscurso humorístico, su instalación móvil y estable en la estan-cia del paisaje sudamericano.

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Precisamente, en «La Estancia» de su novela póstuma no sólo seguardan testimonios y documentos fehacientes sobre sus teorías es-téticas, sus propuestas narrativas, sus reflexiones metafísicas y suinterpretación política de la historia nacional, sino también se cus-todia el arcano de su relación amorosa con Consuelo Bosch. Esteamor maduro y tardío, secreto y a la vez sabido por integrantes desu círculo íntimo, se mantuvo completamente inadvertido para lavoracidad pública y la crítica literaria dedicada a su obra. El pactotácito y explícito resultó inexpugnable como La carta robada dePoe: todo estaba dicho, todo estaba puesto sobre la mesa y, sin em-bargo, el enigma permaneció invisible e ignorado. Los textos de la«Novela de la Eterna», concebidos a lo largo de treinta años, res-guardan con amoroso pudor el relato autobiográfico y romántico deesta historia pasional que aconteció en su vida hacia fines de la dé-cada del veinte y hasta su muerte en 1952. Mis investigacionesgenéticas en su archivo encuentran un orden del misterioso amor enel magistral desorden de sus escrituras abandonadas e inéditas. Siesto es así, entonces los invito a pasar del Prefacio al Exordio. Yseguimos entrando y continuamos atravesando otro umbral.

Exordio

Sin renunciar a nuestra adicción etimológica, volvemos a teneren cuenta que el vocablo «exordio» anuncia que estamos ex-ordior,esto es, «desde el comienzo», pero ¿por qué no esta otra alternativaque postula ex-ordine, «desde un orden»?, significaciones que nosautorizan a pensar que algún orden se podrá lucubrar en esto queintentamos comentar desde el inicio en el umbral. En efecto, el or-den del secreto en los documentos desclasificados introduce un giroinsospechado en la lectura crítica. Los manuscritos de la novela noacuden a eufemismos cuando invocan en directo el nombre de lamusa amada, «A Consuelo Eterna», y reiteran este envío en múlti-ples pasajes del texto y anotaciones en cuadernos donde utiliza la

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inicial «C» para referirse a ella. Pero lo más curioso y a la vez emble-mático es que la propia Consuelo fue la encargada de realizar en 1929la primera copia a mano de la novela, organizada, claramente legible,datada, con correcciones del autor, que se mantuvo abrochada y bienconservada en su archivo. Este documento secreto resulta clave en elcifrado autobiográfico y en la historia de la novela: 1) desmiente elmito exagerado de la despreocupación de Macedonio por sus textosescritos; es cierto que perdió mucho en sus mudanzas, pero no esmenos veraz que guardó con cuidado otros tantos documentos que semantuvieron intactos desde principios de siglo, y este no es más queuno de ellos; 2) este manuscrito muestra a la pareja constituida, traba-jando juntos, y atestigua la injerencia y participación activa de Con-suelo, quien no fue una mera copista, sino que su conversación y sutalento sofisticado forman parte de la producción y desarrollo de losavatares novelescos (habría que indicar que la presencia omnímodade Consuelo en la vida de Macedonio expande sus huellas en la co-rrespondencia, en los cuadernos, en las dedicatorias de libros, etcéte-ra); 3) este prototexto testimonia que la estructura de la novela estuvoconfigurada desde el comienzo del proyecto, cosa que muchos críti-cos consideraban decisión posterior de sus editores.

Ahora bien, ¿qué implicaciones tiene este dato biográfico ignora-do por la crítica? Mencionaremos algunas interpretaciones posiblesdentro de un espectro proficuo en alternativas. En primer término,retomamos las maniobras de la retórica tantálica articulada con lagestualidad caballeresca antes indicada, con el fin de completar elaspecto práctico de la vida diaria. En efecto, el pensar-escribiendodiseña y respira una continuidad semiótica en el despliegue de artifi-cios que resguardan el enigma de su vida privada inserta en la carna-dura del mundo ficcional novelesco. Esta continuidad retórica permi-te catar cómo el autor teórico que fustigó con denuedo la mímesis y laverosimilitud de la narración realista paradójicamente incrusta suscriptogramas más queridos y las escenas más íntimas de su cotidianoen la gran fábula ficticia de sus proyectos novelescos. Tanto en la«última novela mala» –novelón sentimental– como en la «primera

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novela buena» –belarte original–, el material autobiográfico despa-rrama sus episodios difuminados en detalles artesanales y chisporroteosconceptuales del humor haciendo su trabajo de ilógica, de levedad ydisloque. Sumergir la propia vida en la bruma fantástica del humor,de la ficción novelesca y la diletancia anacrónica barroca y románticagesta la hidalguía de un personaje enamorado con funciones de Presi-dente que lucubra maniobras políticas quijotescas1 siempre fracasa-das y reiniciadas con agudas alusiones a la historia nacional.

En segundo lugar, ratificamos nuestra comprensión de la enterafigura de un pensador que, como todo filósofo que se precie, hacede su pensamiento una existencia singular e intensamente arraigadaen arcaicas tradiciones; por esta vía se bosqueja el cotejo con lafigura de Heráclito, oscuro y melancólico. La continuidad paradóji-ca de su vivir-pensando no tiene los mismos fines ni los mismosprocedimientos de Sócrates (recordemos que Scalabrini Ortiz lo lla-mó «el Sócrates del Río de la Plata» y Borges insistía en esta com-paración aduciendo su legado oral); tengamos en cuenta que su con-versación no hace de la dialéctica un culto, por el contrario, la refutay ridiculiza, tampoco pretende «dar a luz» verdades, sino quedeambula sin metas arriesgando todo en perpetuo devenir abismal,arrojada al «afán de disparatar» que desatiende coherencias racio-nales y desbarata hegemonías de la lógica aristotélica.

Habitar la estancia paradójica significa embarcarse en torbelli-nos contradictorios de dificultosa comprensión tanto para sus con-temporáneos como para los que más tarde intentarán crear una me-moria congruente de su obra. Traigo a colación una entrevista pe-riodística de enero de 1930 en la que Macedonio da una versión desí mismo en estos términos: «Desde entonces vivo solo conmigo yel pensamiento –un pensamiento mal mandado y desobediente– meha quedado como único vicio de mi desamparo»2. Este es el perfil

1 Para un estudio sistemático de este tema, cf. Attala (2009).2 La entrevista, realizada por César Porcio, fue publicada en La Nación el 26 deenero de 1930, p. 39.

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público que contornea su propio discurso en continuidad con suvida práctica a la vera de Consuelo, con sus hijos y sus amigos:simultaneidad contradictoria de una existencia apasionada que di-seña un refugio de aporías para protegerse de los insoportables fas-tidios de la realidad. La Pasión de Macedonio encarna sus deseos ysu placer, tanto en el pensar cuanto en amar a sus amigos, a su fami-lia y a su amante. No es cierto que la tragedia de su viudez lo hayadejado definitivamente postrado en una existencia despojada depasiones amorosas. Sucede que fue genialmente consciente del ar-mado de su aura pública en continuidad con su vida recóndita reser-vada a unos pocos.

En tercer término, rescatamos aquel amor-joven y vibrante haciasu esposa Elena, protagonista de una lírica metafísica y de una me-tafísica lírica, para ensamblarlo con el amor-maduro a Consuelo,cuya intensidad profunda conlleva las heridas trágicas del recuerdoy una sabiduría alentadora de renovados bríos creativos, a fin deinterpretar la contundencia con la que el universo femenino se ins-taló en la vida intelectual, filosófica y afectiva de Macedonio. Endicha constelación femenina también fulgura la memoria deslum-brante de su madre –matrona ejemplar, inmensa e inolvidable–, altiempo que titilan con simpático candor sus enamoramientos relám-pagos y encantados hacia amigas, empleadas y cocineras. El enig-ma femenino lo atrae, lo envuelve y lo deslumbra. Su asedio perpe-tuo al universo femenino se constituye en sustento dinámico de bús-quedas metafísicas, de enredos retóricos y de experimentos sensi-bles acicateados por la pregunta base: «¿Cómo será ser mujer?».

En el plano político, el género femenino juega un papel auxiliary subalterno, mientras participa en discusiones y elaboración de pla-nes en igualdad de condiciones. La simetría que propicia en las rela-ciones de género nos remite a un texto muy temprano, como lo es sutesis doctoral «De las personas» (1897), en la que reclama al Códi-go Civil de Vélez Sarsfield la negación del estatuto de sujeto jurídi-co a las mujeres. Sin embargo, su pensamiento teórico y político seresuelve en un universo masculino de intelectuales, artistas y esta-

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distas que deciden el destino del resto con impronta elitista de gru-pos selectos casi aristocráticos. La complicidad masculina ejerce elpoder de facto mientras alienta intensas experiencias románticas queponderan la valía del intelecto, la creatividad y la sensibilidad delos universos femeninos.

Epílogo introductorio

Finalmente arribamos al epílogo, donde se supone que se sale yse cierra el tratamiento de un tópico o de un relato. Pero en el casode Macedonio todo se revierte, por tanto les anuncio que no llega-mos a entrar al fondo de la cuestión, ni crean que están saliendo dela extrañeza que provoca su pensar-escribiendo. Apenas estamos enel umbral del asombro y de las operaciones interpretantes de políti-ca tantálica que nos mantiene «saludando en el atrio» como noviosenamorados o como funcionarios políticos cumpliendo fórmulasprotocolares.

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Leonardo Castellani:polémica y mezcla de estilos

Diego Bentivegna

Nuestro punto de partida será breve: un escrito de ocho páginasrecogido en la edición de la Nueva crítica literaria de LeonardoCastellani, de 1976, sin mención al pie ni del lugar original de pu-blicación ni de fecha, y que exhibe un título enigmático, seriado:«Sobre poesía española (III): el bluff literario».

Nos concentraremos en este escrito menor de Leonardo Castellaniporque consideramos que en él se exacerban algunos de los recur-sos retóricos que son recurrentes a lo largo de su producción crítica,sobre todo en los escritos que adoptan posiciones especialmenteextremas desde el punto de vista ideológico y discursivo. El escritofunciona, en efecto, como una invectiva, en algunos puntos violen-ta, que exhibe de manera exacerbada los recursos retóricos, o, me-jor, el «arsenal» retórico, propio del discurso panfletario, que hasido estudiado en detalle por Marc Angenot (1982).

Para el teórico belga, recordemos, la parole pamphletaire se de-fine por una relación específica con una verdad que, más que pre-existir al discurso, se constituye en él. Es, al mismo tiempo, un dis-curso con vocación de ruptura, un discurso síntoma de una erupción

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ideológica, que supone una posición enunciativa exotópica. Impli-ca, además, una vocación martirológica para el enunciador (unavocación por la inmolación), algo eminentemente patético, con ten-dencia a la exacerbación y al escándalo, pero también, leída desdeuna reflexión política en torno a ciertos conceptos teológicos, comola idea misma de mártir lo sugiere, de exhibición.

El mártir, como recuerda el teólogo alemán Erik Peterson (ErikMaria Peterson es uno de los pseudónimos que adopta Castellani),1

se muestra como cuerpo sufriente arrebatado por la «pretensión depublicidad» (Offentlichkeitsanspruch), se expone a una mirada pú-blica: se identifica con el Cristo expuesto.

Desde un punto de vista formal, pues, la retórica panfletaria–extrema y maximalista, como subraya Angenot– es determinantepara dar cuenta del carácter combativo con el que Castellani pien-sa sus propias intervenciones críticas y en el que el texto que aquíconsidero se inscribe. A través de lo panfletario, en efecto, se rea-liza desde el punto de vista del discurso la guerra total, los rasgosque determinan su imaginación agónica, que se configura comoapocalíptica.

Pensar la lectura

El texto de Castellani describe la situación misma de la que sur-ge: presenta una situación peculiar de lectura, despliega una repre-sentación de la lectura crítica, como si la crítica necesitara no sóloinscribirse como un yo en el texto que enuncia, sino también exhi-bir su condición. Hacerlo, en un punto, palpable:

Inmovilizado por el más sabroso lumbago, mi malasuerte me dejó alcanzar con la mano solamente el

1 Remitimos al escrito de Peterson «Testigos de la verdad» (1937), incluido enPeterson (1962). Cf. además el útil prólogo de Gabino Uríbarri (1999) al volumende Peterson sobre el monoteísmo como problema político.

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libro de Jiménez, y no ninguna novela policial deRex Stout, mi actual favorito, que se me han aca-bado todas; y yo arrojo a los dioses mi queja. Asíque tuve que leerlo todo, notas inclusive; y comoquedan dos hojas en blanco al final, las rematécon una nota mía, un cotejo entre MiguelHernández, el poeta nacido en la muy romana ciu-dad de Oriolum (o sea Orihuela) y muerto enBurgos a los 32 años; y J-R. Jiménez, el casi cen-tenario Premio Nobel. (Castellani, 1976: 531)

La crítica delimita así un campo de tensiones, postulado ya des-de la frase de inicio del párrafo articulado en torno al oxímoron(«sabroso lumbago»), una de las dos figura, junto con laantimétabole, con las que Antoine Compagnon caracteriza, a partirdel análisis de la prosa extrema del conde de De Maistre, el edificioretórico de los «antimodernos» (Compagnon, 2007). En Castellani,que podría ser pensado por cierto desde las categorías propuestaspor Compagnon, la crítica se posiciona como una palabra conflicti-va, entre el estar retenido en la cama, obligando al lector a asumiruna incómoda posición pasiva, tensionada entre la lectura como«consumo cultural» –la lectura de géneros (el policial, la cienciaficción, incluso el fantasy) a los que Castellani dedica algunos desus escritos más felices–2 y la lectura aparentemente «alta», renuen-te a la clasificación genérica, «espiritualizada», del volumen de poesíade Jiménez. De esta manera, desde la posición crítica que Castellaniexplicita, no se pueden pensar los textos sino en la medida en queestos entran en relaciones de conflicto, de colisión, de guerra. Eneste ethos bélico radica la dimensión política de la crítica deCastellani. Es una crítica política en un sentido cercano al de lo

2 Cf., por ejemplo, el artículo «Literatura de pesadilla», incluido en Castellani(1976), o «La desesperación pagana», originariamente publicado en Criterio en1941 y recogido en Castellani (1984).

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político schmittiano3: lo es en tanto se instala en un campo de ten-siones, en la medida en que reconoce un enemigo discursivo y esta-blece con él relaciones específicas de hostilidad.

Asimismo, se afirma que no se puede pensar una obra poética,en este caso la de Jiménez, sin pensar en los mecanismos de lecturaque esa poesía misma instaura y en el público lector –la mujer conciertas inclinaciones culturales a la que esa poesía se adecua–. Lacrítica de Castellani no relega esas lecturas (no niega las huellas deesas lecturas, con todas las marcas de alteridad, incluso gráficas,que ellas implican), sino que las evidencia en el texto crítico mis-mo, las pone en colisión.

La lectora «mujer», cuyas huellas lee Castellani, reproduce losrasgos de una femineidad estereotipada:

Las notas de la señorita, que no sé por qué pareceha de ser o haber sido una «filoletra» –o sea estu-diante de la Facultad de Filosofía y Letras– no sonde consecuencia, pues se reducen a muchos sig-nos de admiración y a los adjetivos: «¡inefable!»,«¡admirable!», «¡delicado!», «¡profundo!» y otrostales. (Castellani, 1976)

Es una lectura, la femenina, cooptada por los efectos que produ-ce el mecanismo enunciativo del texto poético: una lectura empáticaque reproduce lo que el mecanismo poético de alguna manera pre-vé. El gesto de Castellani, en este sentido, reproduce el carácterunívoco del tipo de lectura que, críticamente, impugna: son lecturasque no muestran fisuras, que no se hacen violencia a sí mismas, queno pueden ir más allá de subjetividades estereotipadas.

3 Me refiero, por supuesto, al comienzo de Concepto de lo político: «La distinciónpropiamente política es la distinción entre amigo y enemigo. Ella da a los actos ya los motivos humanos sentido político; a ella se refieren en último término todaslas acciones y motivos políticos y ella, en fin, hace posible una definición concep-tual, una diferencia específica, un criterio» (Schmitt, 2006: 30).

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Lo que se hace hablar en la lectura son dos tipos, el femenino yel masculino, que sólo pueden identificarse con la poesía de Jiménezo rechazarla en bloque, justamente por considerarla una poesía dé-bil y, en última instancia, una poesía «afeminada», que se expresaen las supuestas notas al margen del lector-macho que Castellanicita en toda una gama de recursos panfletarios que ha estudiadoAngenot y que llega incluso al uso de términos vulgares. «¡Estemarica afectado que habla con Goethe y con Dante, que al fin eranhombres!». A través de la voz representada, el texto de Castellanipasa el límite del discurso: se hace intolerable.

Retórica de la crispación

Si la voz femenina se reduce al puro subjetivema, si sus enuncia-dos exclamativos no llegan a articularse en enunciado medianamentereflexivo, si se encierra en el ámbito de la exclamación pura, puraexpresión de una subjetividad femenina estereotipada, la voz mas-culina que Castellani injerta en su texto, más que razonar, lucha:despliega los más variados recursos panfletarios, en especial los re-cursos de la agresión: el calembour, por ejemplo (así, el título «Gra-na triste» se transforma, en la nota de Moya, en «Gansada triste»,«¿Baladas? ¡Balidos!»), la imitación satírica («Ay, no la toques más/que así es la rosa/ Y así es mi gran poema: cualquier cosa»), la inju-ria («Este marica afectado»), hasta la acumulación de invectivas(«Es un poeta menor, elegíaco, preciosista, muy pedante, engreído,afectado y alfeñicado; sin nada adentro»). A ello se suman recursospanfletarios del propio Castellani, como el uso de comillas («El ‘li-bro’ que tiene 8 piecitas»), ironías («poemazo») y el uso generosode término subjetivos.

La poesía de Miguel Hernández, en la que se detiene la parte«positiva» de la crítica de Castellani, es tan moderna como la«edulcorada» poesía de Jiménez. A su vez, algunos de los autoresque Castellani sentía más cercanos, como Claudel o Chesterton, como

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Gozzano o Belloc, y, sobre todo, como Charles Baudelaire, consi-derado por Castellani como punto de inflexión de la lírica, articulana su modo modalidades específicas de eso que llamamos literaturamoderna. Sin embargo, la operación que pone en juego Castellanien este breve escrito es más compleja, cercana a la lectura que pro-pone de Oscar Wilde en Cristo y los Fariseos: la reivindicación dela poesía de un autor, Miguel Hernández, estereotipado como elpoeta campesino, una suerte de Giotto de la poesía hispánica con-temporánea, el impulsivo alumno de la escuela jesuita de campaña,el poeta miliciano, muerto en la cárcel de la España franquista, ele-gido para incomodar a los lectores identificados con lo que pode-mos entender como una opción conservadora.

En el momento de evaluar la producción de Miguel Hernández,la tópica en la que abreva Castellani es, otra vez, el campo de loorgánico y de lo sexual. En referencia a este último punto, la poesíade Hernández, que se construye a partir del padecimiento de uncuerpo enfermizo, subalimentado, que terminará consumido por unatisis potenciada por la cárcel, es, en cambio, una poesía «robusta»,son «elegías viriles que parecen odas pindáricas» y en las que fun-cionan, como en las de Vallejo o en la del italiano crepuscular, el«decadente» Guido Gozzano –que Castellani nombra también comocontrapeso, podemos pensar, moderno del modernismo vacuo deJiménez–, un elemento clave para pensar la especificidad escanda-losa del cristianismo: un elemento resurreccional.

Digamos la palabra definitiva: es la cristiana es-peranza de la resurrección de la carne, nunca ex-presada explícitamente, la que hincha de calladagrandeza la breve e inmadura obra del joven con-denado Miguel Hernández, el español. Que niganó el premio Nobel, ni tuvo éxito inmediato,ni vivió para verlo. Pero hizo algo en su brevevida. ¿Algo? Y aun algo... Qualcosetta.(Castellani, 1976: 533)

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Es probable que Castellani escriba estas líneas luego de leeralgunos de los textos más potentes de Hernández, como la «ElegíaPrimera, a Ramón Sijé» o los poemas escritos en prisión por sucondición de derrotado en la Guerra Civil Española. Lo que se entonaen esa poesía, con tonos más elegíacos que proféticos, es algoeminentemente del orden esjatológico, de retorno, de reconstrucción,teológico-política, de la carne: se enuncia una política que no essólo política de un ser-ahí que se asume como un ser para la muerte,sino también una política esjatológica proyectada hacia el futuroque confía en la existencia de un lugar comunitario de restitución.

El pasaje de Jiménez a Hernández es el pasaje kierkegaardiano dela vida estética a la vida religiosa, es el pasaje de lo escatológico (lademocacacria liberal, el presidente «cagón», el poeta «sodomita») alo esjatológico, de una concepción de poesía como percepción de unmomento que huye (fugit tempus), la concepción esjatológica queJacob Taubes define de manera certera en un escrito dedicado a CarlSchmitt como pensador apocalíptico: pese a los posicionamientospolíticos diferenciados del jurista del Reich y del teólogo judío ligadoa los grupos de izquierda extraparlamentaria, «los dos –afirma Taubes–tenemos en común la experiencia del tiempo y de la historia comoplazo, como plazo perentorio. Y ésta es en su origen una experienciacristiana de la historia» (Taubes 2007: 169).

Frente a la esterilidad afectada de Jiménez, aquello que la poesíade Miguel Hernández convoca es una forma colectiva, eminente-mente política, de lo generativo. En tal sentido, el aspecto queCastellani rescata en la poesía de Hernández es especialmente in-quietante para pensar algunas de las formas actuales de lo político.Para pensar, por ejemplo, formas de aparición de lo comunitario.Pienso en el retorno de la metáfora resurreccional en discursos pro-fundamente críticos del orden político, económico y cultural con-temporáneo. Uno de los casos más notables de esta reactualizacióndel discurso esjatolójico resurreccional lo hallamos en algunos tex-tos que provienen del área de la autonomía política italiana. Porejemplo, en su escrito sobre Job, redactado durante los años de pri-

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sión a comienzos de los ochenta, Toni Negri, acusado de «cattivomaestro» y de mentor ideológico de las Brigadas Rojas, lee la resu-rrección en términos claramente políticos, en un movimiento análo-go al de la crítica de la piedad farisaica que obsesionaba a Castellani.4

Se diseña, en estas diferentes posturas escatológicas, una formaresurreccional, en donde radicaría la potencia teológico-política deesa poesía, que, en el ámbito de la poesía hispanoamericana, volve-mos a encontrar en el Vallejo de Poemas Humanos, en el CánticoCósmico de Ernesto Cardenal, o en Inri de Raúl Zurita. No se tratade seguir a Hernández en sus tomas de posición política concretasen los años de la República Española –Castellani era partidario,aunque no entusiasta, del bando nacional–, sino de leer en esa poe-sía misma y en una existencia poética capaz de ponerse en riesgo,en la palabra peligrosa, el aspecto político de la literatura.

Mezcla de estilos

En un breve texto que plantea problemas críticos cercanos al escritoque estamos abordando, la carta a Tomás de Lara sobre el Cántico deJorge Guillén (recogido en Castellani, 1945), Castellani habla de unapoesía que opera por «transfiguración», una poesía que, a diferencia dela poesía pura de Guillén (una poesía que «aspira a la inmaterialidad»,una poesía viciada de «angelismo»). La «transfiguración» de Jesús enel Monte Tabor, narrada en los evangelios sinópticos, es uno de lospuntos de configuración más fuertes de la teología de las iglesias orien-tales, como lo recuerda Massimo Cacciari a través de la lectura de losgrandes teóricos rusos del siglo XX de la iconografía (en especial, de

4 «Durante siglos y siglos, la pretendida piedad trató de borrar de la experienciareligiosa la materia natural y física, la carne: cuando no logró imponer esta aterra-dora amnesia, afirmó la carne como mortificación, como sacrificio. El libro de Jobfue aplanado sobre esta sucia analogía, cuando en realidad en él el Mesías es elsigno de la resurrección de la carne, del mismo modo que, en el comunismo, elMesías es el signo de la resurrección del trabajo» (Negri, 2003: 133).

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Pavel Florensky, fusilado en las prisiones de Stalin en 1937, el mismoaño en que Hernández viaja a la Unión Soviética como parte de unadelegación de intelectuales enviada allí por el gobierno de la Repúbli-ca). Supone un ejercicio de exhibición que afecta lo luminoso y la vi-sión. Por la transfiguración, que preanuncia la resurrección (Sáenz, 1991:2003), Jesús se manifiesta como Cristo: deja ver un rostro resplande-ciente –una luz que altera la percepción de los tres apóstoles que loacompañan–, asume una «rostridad», como la denominan Deleuze yGuattari en el capítulo «Año cero-rostridad» de Mil mesetas (Deleuze yGuattari, 1988), en el fondo de la cual existe algo del orden de la alteridad:un rostro que es de Jesús, sí, pero que también es el rostro de Otro.

En la concepción de Castellani, la transfiguración de la carne seopone a su elisión: al «angelismo» puramente estético, y en este as-pecto se conecta con la encarnación del Verbo. El arte cristiano no escreación ex nihilo, no es tampoco negación de la carne: es, en cambio,trabajo poético sobre ella, transfiguración que constituye acto poéticoen tanto afirmación de la materia en estado de transformación, delcarácter corporal del acto estético. Evidencia, además, aquello que seha estado poniendo en juego desde el momento de la encarnación: el«descenso» de lo divino a la carne. La encarnación es un aconteci-miento, teológico e histórico, que, como ha insistido Erich Auerbach,tiene consecuencias imprevisibles en el ámbito de la retórica y, enconsecuencia, de lo que en la herencia cristiana entendemos comoliteratura y, en términos generales, arte. Más cerca de nosotros, Jean-Luc Nancy entiende la especificidad de la pintura cristina –y, en ge-neral, del arte cristiano– a partir de la idea misma de encarnación: setrata de la mostración del cuerpo, del «Hoc est corpus» que se pro-nuncia en el momento de la eucaristía y que supone la exhibición dela hostia hecha carne. No es un acontecimiento del orden de lorepresentable, sino de la presentación: la hostia no representa nadafuera de sí, no es otra cosa distinta de sí misma, sino que es el lugardonde se pone en acto una presentación.

En varios momentos de su obra crítica, Erich Auerbach se detie-ne en lo que puede considerarse una anomalía cristiana en el siste-

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ma de estilos heredado de la tradición retórica pagana: la teología,que «encierra los misterios más sublimes y recónditos para el enten-dimiento común, como los de la Trinidad o la Redención, se sirvede un género de lenguaje sólo admitido para los medios de realismobajo». La humildad cristiana se realiza estilísticamente y trastoca elorden de los discursos.

En efecto, en la antigüedad pagana, los estilos alto o sublime ybajo o humilde están separados. Ya en la Retórica aristotélica po-demos encontrar una aproximación a esta separación de los esti-los, que Cicerón y Quintiliano pensarán en términos de unatripartición estilística. Se habla, así, de un estilo «elevado» o «su-blime», cuyo fin es conmover (movere), de un estilo medio cuyofin es deleitar (delectare) y de un estilo bajo o «humilde» cuyo fines enseñar (docere), de acuerdo con los temas que el orador trata.La anomalía, el escándalo cristiano, es formulado de manera claraunos siglos más tarde por San Agustín en De doctrina christiana,destinada a la formación de los oradores sagrados y que, a travésde la mediación del humanismo, se convierte en una de las másimportantes fuentes para la formación de la cultura europea mo-derna (Fumaroli, 1980: 70).

Para Agustín no hay temas que, en sí mismos, requieran de unestilo determinado, sino que el orador sagrado debe elegir en la es-cala estilística teniendo en cuenta la naturaleza de su auditorio, conlo que se admite la posibilidad de tratar temas altos, como los temasteológicos, en un estilo humilde.

La anomalía cristiana consiste justamente en su mezcla estilísti-ca, apta para la predicación a los humildes, judíos y gentiles, queestá prevista, según Auerbach, en el fenómeno constitutivo del cris-tianismo: la encarnación del Verbo en el hombre y la pasión de Cris-to (Auerbach, 1950: 276). Como la resurrección rompe con el ordenlógico del tiempo de la vida y de la muerte, la mezcla de estilosconstituye una ruptura del orden del discurso: «escándalo para losjudíos y locura para los gentiles», como dice la frase de San Pabloen la carta a los Corintios que tanto Castellani como Pasolini retoman.

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La encarnación cristiana implica una forma de minorización dela lengua: el griego de los Evangelios es un griego «malo» –Nietszchelo recuerda–, cargado de formas impuras. El griego de Pablo, afir-ma Jacob Taubes retomando un diálogo con uno de sus maestros,es, en cierto sentido, equivalente al yddish. Es la tradición del «po-bre de Asís», Giotto y Dante (el punto de partida de Auerbach, en unartículo de 1941,5 es el verso 56 del canto II del Infierno: ecominciommi a dir soave e piana), a la que Auerbach vuelve enMímesis y en la que Castellani se detiene en uno de sus escritosjuveniles, en el que se refiere a la lengua toscana en formación deDante, que «conserva aún rastros de la briosa concisión y los gran-des recursos sintácticos de su madre, la lengua latina», mezclada«con modismos de la filosofía escolástica, con voces griegas y he-breas, con fórmulas de la liturgia sagrada, con palabras provenzales»(Castellani, 1945: 273-4). Es la apropiación crítica en clave de Danteplurilingüístico que llevan adelante, desde la crítica, Erich Auerbach,Gianfranco Contini, Pier Paolo Pasolini, desde la que se lee unalínea alternativa a la del «monolingüísimo» poético (el hermetismo,Ungaretti, Montale) del siglo XX italiano6 y que encuentra un puntode articulación especialmente influyente en el discurso católico enla poética y retórica del barroco, en cuya formación los jesuitas ocu-paron un lugar determinante.7

5 «Sacrae scripturare sermo humilis», incluido en Auerbach (1998:5).6 En palabras de Pasolini, uno de los herederos del siglo XX –a través, por cierto, dela mediación teórica de la filología de Gianfranco Contini y de la comparatísticade Auerbach– del «plurilingüismo» dantesco, lo que hace Dante no es «descubrirla lengua», sino «las lenguas»: el plural de las lenguas, la zona en la que seentrecruzan los registros en su variedad y en su diferencia, en su corporalidad, ensu espesor material (Pasolini, 2000: 194-5).7 En este punto, Marc Fumaroli registra como rasgos de la retórica jesuítica barro-ca –de la que en gran parte heredamos, enfatiza R. Barthes en Sade, Fourier, Loyola,la idea moderna de literatura– algunos elementos que me parecen importantes parapensar las intervenciones de Castellani, como la variedad de estilos. Fumaroli re-cuerda la capacidad de mutación del discurso jesuita, moldeado por imitatiomultiplex y por la varietas ingeniorum. Cada orador dispone de una gran amplitudpara determinar su propio estilo en función de su propia naturaleza, pero tambiénen función de las características del receptor.

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Es esta línea de «mezcla estilística» la que está presente en losescritos de Castellani, que se ponen en serie de esta manera conuna tradición que se percibe como propiamente católica. Sin em-bargo, los elementos extremos que caracterizan el estilo deCastellani van más allá de esta sensibilidad por la pluralidad esti-lística cuya legitimidad radica en que se mueve en el marco de laelocuencia. Y es que la tradición agustiniana de los estilos seinterrelaciona en Castellani (que reconoce en este punto la influen-cia de los escritos de Quevedo y de la gauchesca criolla) con mo-dalidades más populares y mordaces, que admiten el «mal gusto»y la referencia escatológica y que, en este sentido, se mueven porfuera de los límites de la elocuencia como «buen decir». Nos refe-rimos a la «pluralidad de estilos y de tonos» que Mijail Bajtín(1986: 144 y ss.) ha estudiado en función de la tradición de lasátira menipea y del universo carnavalesco, algunos de cuyos ele-mentos constitutivos, según Bajtín, se presentan de manera evi-dente a lo largo de la producción de Castellani: presencia del «ele-mento risa», creación en la narrativa de momentos excepcionales,«naturalismo de los bajos sumamente grosero y extremo»,experimentalismo psicológico, presencia de oxímoros y de mar-cados contrastes, elementos de utopía social, uso de géneros inter-calados (como cartas o diarios), etcétera.

Transfigurar la lengua implica, pues, hacer evidentes sus ele-mentos de alteridad. Es ver la lengua en la medida en que se en-cuentra habitada por Otro.

Conclusiones

En síntesis, el texto de Castellani permite pensar, en la operaciónmisma de mezcla de estilos y niveles que pone en juego, el lugar deuna crítica entendida no como producto de la elocuencia, sino comoun ejercicio polifónico de transfiguración de los estilo, atento a lavariedad de voces y de lectos, que no conviven en un plano ideal de

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igualdad y neutralidad, sino que entran en relaciones explícitas decontradicción y disputa. Permite pensar, al mismo tiempo, una críti-ca que se distancia de la maquinaria despolitizadora (que Castellanive operar, por ejemplo, en la crítica borgeana a Lugones) y que, sinembargo, no cae en la analogía directa entre las decisiones políticasdel autor y la política del texto. La crítica no opera ni por rechazopuritano de los autores y menos por canonización, no es una seriede apologías y rechazos, sino una rearticulación de las interrogacio-nes que los textos mismos plantean.

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Figuras, ontología y cosmovisión: retóricay representación de mundo en la poesía

vanguardista de Jorge Luis Borges

Víctor Gustavo Zonana

En un estudio remarcable sobre la hipálage, su caracterizacióndesde la semántica interpretativa y su funcionamiento y efectos enla poesía de Borges, François Rastier apunta consideraciones deinterés sobre las figuras, sus relaciones con modelos de mundo ylos potenciales efectos estéticos que generan. Rastier llama la aten-ción sobre el hecho de que, si bien «el tropo no contiene en símismo una ontología determinada», sin embargo «puede ser pri-vilegiado por una determinada ontología como medio de expre-sión» (Rastier, 2005: 289). Desde esta perspectiva, la hipálage,que dentro del sintagma nominal puede definirse como «unaalotopía entre el sustantivo y el epíteto o el complemento del sus-tantivo», «afecta semas socialmente normados» y por ello «gene-ra una ruptura en la doxa que lleva a mantener varios recorridosinterpretativos en forma simultánea» (Rastier, 2005: 292). La fi-gura suscita un efecto paradójico que depende de asociar una in-compatibilidad semántica con una compatibilidad sintáctica(Rastier, 2005: 203). Estas relaciones entre sintaxis y semántica–generadoras de una suerte de escándalo gramatical– suscitan un

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efecto crítico sobre un modelo de mundo: si lo propio, de acuerdocon una ontología fundada en las categorías aristotélicas, se ex-presa mediante adjetivos epítetos –por ejemplo, «la nieve es blan-ca», «la noche es oscura»–, la hipálage subvierte esta relación na-tural (Rastier, 2005: 295). Por ello posee un efecto crítico, ya quepostula una contradicción insalvable «para cualquier interpreta-ción que desee salvaguardar la identidad del ser respecto de símismo y la univocidad de la clasificación ontológica» (Rastier,2005: 295). Para Rastier, la frecuencia en el uso de hipálages en lapoesía de Borges, en conjunción con otras articulaciones retóricas(las enumeraciones, por ejemplo), pondría en escena «una metafí-sica sin ontología» (Rastier, 2005: 309). A partir del análisis de laobra borgiana, Rastier postula a la hipálage como la antimetáfora:mientras esta une el plano de la realidad a otro superior, «la hipálagemezcla esos planos y derrumba el sistema del mundo», es decir, laimagen que una doxa nos ofrece de él (Rastier, 2005: 310).

Esta rápida (y posiblemente injusta) síntesis de las considera-ciones de Rastier permite ahondar en la relación entre figuras, on-tología y efectos estéticos. Considero este trabajo como una meraapostilla a su estudio. Para ello, propongo partir del cotejo de lasconsideraciones teóricas de Borges en torno a la metáfora y a laadjetivación insólita en la década del veinte y relacionarlas con supráctica artística en Fervor de Buenos Aires (1923). Entiendo queesta operación mostrará que, contrariamente a lo que postulaRastier, en los primeros libros de Borges, la hipálage no es laantimetáfora. Por el contrario, esta figura se alía a la metáfora parael diseño de una ciudad de Buenos Aires que no responde ni a unrealismo empírico, ni necesariamente a uno trascendente. Antesbien, metáfora e hipálage constituyen medios de expresión indis-pensables –en consonancia con una concepción «nominalista» demundo (Rest, 2009)– a través de los cuales el sujeto paseante dise-ña una ciudad ajena de sustancia, a la que sólo la escritura poéticapuede dar cierto grado de entidad.

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Algunos postulados de la poética borgianaen la década del veinte

Para comprender la complementariedad entre metáfora e hipálageen la poesía juvenil de Borges, es necesario recuperar ciertos princi-pios de su poética, en particular los referidos a su concepción dellenguaje y de la metáfora. Cabe destacar al respecto que ningún otroescritor en Argentina dedicó tanto empeño a pensar el problema dela metaforicidad del lenguaje. Borges reflexiona sobre este asuntoen artículos específicos sobre la figura, en reseñas de obras líricascontemporáneas, en comentarios incidentales de notas críticas y entextos metapoéticos o metaficcionales a lo largo de toda su trayec-toria literaria. Y si bien elude una exposición sistemática, la fre-cuencia del abordaje del tema, la profundidad de sus observacionesy la coherencia de sus reflexiones con la práctica artística suscitanen el lector contemporáneo al menos una apariencia de sistema (Rest,2009: 60). Conviene rescatar el horizonte desde el cual se efectúanlas consideraciones borgianas en torno al tropo.

Por una parte, tal como ha sido señalado por numerosos críticos(Echavarría: 1983; Báez: 2001; Rimoldi: 2005; Rest: 2009), es po-sible reconocer el influjo de la filosofía de Fritz Mauthner y de susconsideraciones en torno al lenguaje como juego eficaz, pero «exentode cualquier aptitud para representar» y conocer adecuadamente larealidad (Rest, 2009: 87). Esta imperfección del lenguaje deriva delhecho de que reduce la complejidad y riqueza del mundo (Rest,2009: 87; Rimoldi, 2005: 41-42). Sólo proporciona un conocimien-to parcial y abstracto (Rest, 2009: 65). Tal como afirma Borges ensu «Examen de metáforas», el mundo fenoménico es un conglome-rado de percepciones y, frente a él, el lenguaje sólo constituye «unordenamiento eficaz de esa enigmática abundancia del mundo»(Borges, 1993b: 71). Las clases de palabras son formas de recortar-lo artificiales, prácticas, y de ellas se deriva esa parcialidad y esacondición abstracta:

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Para una consideración pensativa, nuestro lenguaje[...] no es más que la realización de uno de tantosarreglamientos posibles. Solo para el dualista sonvalederas su traza gramatical y sus distinciones.Ya para el idealista la antítesis entre la realidaddel sustantivo y lo adjetivo de las cualidades nocorrobora una esencial urgencia de su visión delser... (Borges, 1993b: 72)

La particular inadecuación entre lenguaje y mundo representablelleva a la creación de metáforas, especialmente en el espacio de laexpresión artística, aunque también sea posible hallar metáforas «maldesasidas de la corporeidad» en el lenguaje abstracto de la metafísi-ca (Ibid.). De allí que la metáfora aparezca como algo inevitable yno esencialmente poético.

Por otra parte, la reflexión sobre la metáfora –pero también so-bre la adjetivación insólita– surge al calor del debate de las poéticasvanguardistas. En este contexto, metáfora e hipálage constituyeninstrumentos de impugnación de un universo simbólico heredado(Zonana, 1994; 2001) y son herramientas para la renovación de unaforma consuetudinaria de ver el mundo. La metáfora, en especial,permite a los poetas que asumen una nueva sensibilidad enarbolar,frente a la visión mimética del arte como espejo, la «estética activade los prismas», en función de la cual cada poeta ofrece una visión«desnuda de las cosas [...] fragante, como si ante sus ojos fuesesurgiendo auroralmente el mundo» (Borges, 1997a: 86). De allí queel tropo asuma una función crítica que se resuelve de diverso modosegún el poeta: en un plano superior, posiblemente metafísico, enobras como Días como flechas (1926) de Leopoldo Marechal. Porel contrario, en obras como Veinte poemas para ser leídos en eltranvía (1922) o Calcomanías (1925) de Oliverio Girondo, la reno-vación en la percepción del mundo que produce la metáfora se re-suelve en un plano inmanente; a la vez, la instauración de la sexua-lidad como filtro alotópico en ambos libros impugna la sublimidad

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de objetos culturales prototípicos, supuestamente intocables por su«aura», como por ejemplo la ciudad de Venecia.

Tanto en los poetas mencionados como en Borges, el poema seconstruye, en virtud de los poderes renovadores de la figura, como«una serie de metáforas» dotadas de «sugestividad personal» yque «sintetiza una visión de algún fragmento de la vida» (Borges,1997b: 110).

Pero esta sucesión, al no ser la metáfora intrínsecamente poéti-ca, deberá estar dotada de intensidad, es decir, deberá expresar unaintensa certitud de vivir (Borges, 1993b: 49; las itálicas son mías).Como señala al respecto en el prólogo de Fervor de Buenos Aires,Borges espera que en sus metáforas sea más notorio «lo eficaz» quelo «insólito» (Borges, 1923).

Con respecto a la predicación metafórica, conviene subrayar unúltimo aspecto: el gusto por ciertas metáforas que tienden a «sutili-zar lo concreto», cuya ascendencia encuentra Borges en la poesíade Julio Herrera y Reissig y que considera «artimaña de insensualesy meditabundos» (Borges, 1993b: 77).

En cuanto a la valoración poética del adjetivo y, en particular, desu forma inusual, las consideraciones de Borges encuentran un sus-tento ejemplar en la poesía de Quevedo y, en lo que se refiere a lasdirecciones estéticas contemporáneas, en la lírica expresionista ale-mana. Al examinar históricamente el uso de los adjetivos en poesía,Borges reconoce ciertas tendencias. Por una parte, en la poesíahomérica o en la española de Fray Luis de León, el epíteto aparececomo una forma de descanso o énfasis, en la medida en que noaporta ninguna información nueva y en que resalta aspectos previsi-bles, inherentes, del sustantivo al que califica. Por el contrario,Quevedo introduce asociaciones inéditas en su uso magistral deladjetivo. Asociaciones que, incluso, constituyen aciertos metafóricos,como los sintagmas: «ojos hambrientos de sueño», «humilde sole-dad», «dignidad meretriz» o «sangrienta luna» (Borges, 1993a: 52-53). Por su parte, los poetas expresionistas alemanes ponen toda suatención «en las eficiencias del detalle: en la inusual certeza del

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adjetivo, (y) en el brusco envión de los verbos», aspecto que resultade una «comprensión de los instantes y de las palabras, que soninstantes duraderos del pensamiento» (Borges, 1993b: 156). El usoestratégico de adjetivos o epítetos entonces tiende a «no dejarlosharaganear», y a considerar la eficacia estética de la «congruencia oincongruencia lógica que hay entre ellos y el nombre calificado», esdecir, valorar «la variación que le imponen» al nombre (Borges,1993a: 56).

Metáfora e hipálage en Fervor de Buenos Aires

Si se analizan las funciones de la metáfora y la hipálage en Fer-vor de Buenos Aires, se advierte que desempeñan un papel funda-mental en la configuración imaginaria de una ciudad casi irreal. Unaciudad que, como postula en el poema «Amanecer», padece la tre-menda conjetura de Berkeley y Schopenhauer, en la que «están aje-nas de sustancias las cosas», apenas sostenida por perceptores anó-nimos y noctámbulos en la noche universal. Una comparación deesta forma de la ciudad –o, más precisamente, del barrio de Palermo–con la presente en Misas herejes (1908) o La canción del barrio(1913), de su admirado Evaristo Carriego, resalta aún más la condi-ción abstracta de la Buenos Aires de Fervor de Buenos Aires: enCarriego desborda la vida social, los personajes típicos, los espa-cios de la cantina o la vereda, el chisme. Por el contrario, en Fervorde Buenos Aires, como señala Cristina Grau, casi no hay gente: sóloantepasados evocados en el hogar o en el cementerio y una amadapor lo general ausente. La ciudad está hecha de paisajes y de objetos(Grau, 1995: 25-30). Por otra parte, en su recorrido de poeta flâneur,Borges programáticamente elude los espacios populosos y los mo-mentos del día de mayor actividad. Privilegia así visiones en que elatardecer o el amanecer desdibujan los contornos de los objetos, oespacios en que el perímetro urbano se difumina en el vasto hori-zonte de la pampa (Barrenechea, 1984: 78).

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Pero, a su vez, esa ciudad solitaria –que es, como señala en el prólo-go, su casa, los barrios amigables, las calles y retiros en los que experi-mentó el amor– presenta al menos dos rasgos distintivos: en primerlugar, se trata de un paisaje dinamizado por una mirada que declara «elasombro de las calles endiosadas por la esperanza y el recuerdo» (Borges,1923); en segundo lugar, ese paisaje adquiere la espesura ontológica deun anhelo, de una imagen mental o de un poema. La expresión de talescaracterísticas depende básicamente del uso de metáforas que tienden asutilizar lo concreto, de verbos que personifican entidades inanimadasy de la hipálage que, por lo general, consolida esa visión dinámica de loreal al atribuir a las cosas una propiedad humana.

Así, la metamorfosis de la metrópolis tentacular en ciudad leve,ideal, se manifiesta en sintagmas metafóricos que implican unainteriorización del espacio y su transformación en perceptos, ideas,recuerdos o afectos de una conciencia que observa y siente:

Las calles de Buenos Airesya son la entraña de mi alma(«Las calles». Borges, 1923)

Todo –honesta medianía de las casas austerastravesuras de columnitas y aldabas,tal vez una esperanza de niña en los balcones–se me adentró en el corazón anhelantecon limpidez de lágrima.(«Calle desconocida». Borges, 1923)

La ciudad está en mí como un poemaque aún no he logrado detener en palabras.(«Vanilocuencia». Borges, 1923)

El arrabal es el reflejode la fatiga del viandante.(«Arrabal». Borges, 1923)

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Esta traslación de lo fenoménico a lo psicológico responde a esavoluntad del poeta flâneur de resistirse a la modernidad, al cambio,y rescatar así el espacio paradisíaco pero inexistente de su infancia.Ahora bien, el poeta es consciente de la vanidad de este gesto y porello juzga impotente su pretensión al afirmar:

¿Para qué esta porfíade clavar con dolor un claro versode pie como una lanza sobre el tiemposi mi calle, mi casa,desdeñosas de plácemes verbalesme gritarán su novedad mañana?(«Vanilocuencia». Borges, 1923)

Esta última cita nos permite considerar otro de los aspectos men-cionados, asociado al uso de las figuras y su relación con lacosmovisión borgiana en este volumen. De acuerdo con el ejemplode los poetas expresionistas (Videla de Rivero, 1990; Running, 1981;García, 2002), Borges apela a la inusual certeza del adjetivo y albrusco envión de los verbos para representar el dinamismo de losseres que hacen la ciudad, al personificarlos y atribuirles acciones yafecciones propias del ser humano. En la secuencia, los enunciadoscalle/casa desdeñosas, calle/casa que «gritarán su novedad»,instauran una ruptura de las isotopías presentes en el poema –entérminos de Rastier– o proyectan las propiedades del dominio con-ceptual de lo humano sobre la representación de los espacios ciuda-danos –en términos de la Lingüística Cognitiva. En las páginas dellibro se advierte una recurrencia casi manierista en este uso no hara-gán del adjetivo (y de los verbos) que dinamiza los componentesdel escenario urbano: en las calles céntricas, las luminarias exhiben«colores impetuosos/ [que] escalan las atónitas fachadas» («Ciu-dad». Borges, 1923; las itálicas son mías); después del aguacero,«un olor a inquieta tierra mojada/ alentó los jardines» («Barrio re-conquistado». Borges, 1923; las itálicas son mías); «en una sala

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taciturnamente rendida, se escucha con escándalo el nombre deRosas» («Rosas». Borges, 1923; las itálicas son mías). Estos ejem-plos podrían multiplicarse. En todos ellos, el encanto poético derivade esa conjunción de «incompatibilidad semántica» y «compatibili-dad sintáctica»; asimismo, se observa esa «ruptura en la doxa quelleva a mantener varios recorridos interpretativos en forma simultá-nea», y que llama la atención del lector al hacer del adjetivo epítetono un descanso, sino una sorpresa. El lector percibe la sala en tantoespacio del hogar, pero reconoce, a mi entender, el filtro mediadordel poeta que difracta su cansancio y su condición taciturna sobredicho espacio.

En ocasiones, la metáfora despliega y «justifica» la ruptura isotópica.Por ejemplo, en la siguiente secuencia del poema «Arrabal»:

Mis pasos claudicaroncuando iban a pisar el horizontey estuve entre las casasmiedosas y humilladasjuiciosas cual ovejas en manada,encarceladas en manzanasdiferentes e igualescomo si fueran todas ellasrecuerdos superpuestos, barajadosde una sola manzana.(Borges, 1923; las itálicas son mías)

En esta secuencia, la comparación «cual ovejas en manada» aportaen el acto de enunciación poética las formas semánticas singulares(Rastier, 2003: 48) que hacen posible la interpretación de esas «ca-sas miedosas y humilladas». Pero, además, la secuencia es intere-sante porque plantea, en un segundo momento, otra reconfiguraciónmetafórica a partir de la instauración de una nueva alotopía: así, acasas/como ovejas, le sigue casas/como recuerdos superpuestos. Estaconcatenación de metáforas referidas a una misma entidad es un

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indicador de que ese mundo representado carece de la estabilidadontológica a la que aspiraría una estética realista o una filosofíaempirista. Carece incluso de la estabilidad del arquetipo metafísico.Por el contrario, la multiplicación de metáforas aspira a resaltar, porsugerencia, el conglomerado de percepciones que suscita esa enig-mática abundancia del mundo.

La metáfora en ocasiones puede subrayar la condición del adje-tivo en condición de hipálage, tal como se advierte, a mi juicio, enla siguiente secuencia del poema «Benares»:

El sol salvajesemejante a la decisiva zarpa de un tigredesgarra la oscuridad macizade templos, muladares, cárceles, patios(Borges, 1923; las itálicas son mías)

La categoría de «salvaje» puede predicarse de un paisaje o de unterreno. La incompatibilidad semántica no presenta el mismo gradode saliencia perceptiva que en el caso de «casas miedosas». Pero elpoeta desea resaltar que el salvajismo aludido es el del animal. Nue-vamente, la metáfora «semejante a la decisiva zarpa de un tigre/desgarra...» genera las formas semánticas singulares que coadyuvanen la articulación retórica del pasaje y a su puesta en primer plano.

Consideraciones finales

La reconstrucción del horizonte teórico en los ensayos borgeanosde la década del veinte nos permite advertir una cosmovisión«nominalista» que asume la riqueza del mundo y la incapacidad dellenguaje para representarlo. Borges manifiesta, además, su descon-fianza con respecto a que las clases de palabras puedan correspon-der a las categorías en función de las cuales se intentan delimitar lasentidades que componen lo real. En el contexto de esta concepción,

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la metáfora es a la vez una fatalidad del lenguaje y una herramientapara la renovación de un modelo del mundo heredado por las distin-tas formas de los discursos sociales del arte, la ciencia o la filosofía.Una función análoga desempeñaría el adjetivo inusual, cuyo usoelude el descanso y aspira a despertar la atención del lector median-te el aporte de información nueva –con respecto al sustantivo quemodifica– y a la producción eficaz de un efecto poético que mani-fieste una intensidad de vida.

El análisis de los poemas de Fervor de Buenos Aires se ha orien-tado a reconstruir la forma artística en que estos postulados se plas-man. Metáfora e hipálage operan de manera complementaria. Am-bas tienen, si se quiere, una función crítica, en el sentido en queaspiran a renovar un imaginario heredado acerca de la ciudad. Esdecir, a derrumbar «un sistema de mundo» tal como este puede serconcebido por el lector contemporáneo. Ahora bien, cabría pensarque en Fervor de Buenos Aires la metáfora aspira a un plano supe-rior o postula una Buenos Aires ideal, que posee la firmeza del uni-verso platónico de las ideas. De hecho la crítica ha visto en los tresprimeros libros poéticos de Borges un camino que va hacia la fun-dación mitológica de la ciudad (Marini-Palmieri, 1996; Olea Fran-co, 1993).

En el caso de Fervor de Buenos Aires, creo que esta tentativa es,al menos, ambivalente. La presencia incuestionable de alegoríasreligiosas –por ejemplo en «Llaneza»– y de comparaciones que ape-lan al imaginario bíblico (cielos como ángeles o atardeceres comoJuicio Final) podrían indicar un recorrido interpretativo conducentea la resolución de toda ambigüedad en un plano de realidad supe-rior, metafísico. Sin embargo, poemas como «Vanilocuencia» o«Amanecer» exhiben la dificultad de un proyecto de esa índole y, ala vez, resaltan la fragilidad ontológica de una urbe a la que sólosalvan los taciturnos. Asimismo, la multiplicación de metáforas pre-dicadas de un mismo objeto exhibe cierto arraigo en un planofenoménico en el que las formas de lo real acontecen según un dina-mismo inherente, constante, inesencial, si se quiere.

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Por último, tal como espero se haya advertido en los ejemplos,en Fervor de Buenos Aires, metáfora e hipálage se complementanen su condición novedosa para resaltar el dinamismo característicode todos los componentes «inanimados» de la ciudad.

En función de estas consideraciones, entiendo que el ejemplo deBorges y el de otros fenómenos de vanguardia apenas aludidos eneste trabajo ponen de manifiesto otro aspecto del problema. Desde mipunto de vista, no siempre la metáfora se resuelve en un plano supe-rior, metafísico. Tampoco es siempre utilizada para unir los dos rei-nos del Ser. Esta consideración del tropo omite el hecho de que lafigura no renuncia necesariamente a su radical inadecuación. De allísu potencial semántico, de allí la tensión que establece, en últimainstancia, su capacidad para resaltar ciertos aspectos y, paralelamente,omitir otros. Lo que la metáfora omite, oculta, deja en el trasfondo, esjustamente el aspecto que explica su precariedad y la necesidad derenovar, de tanto en tanto, el arsenal de metáforas vivas de una cultu-ra. Para finalizar, creo oportuno rescatar una consideración de PaulRicoeur, quien reivindica este aspecto de la predicación metafórica.Lo que la metáfora propone es también un «equívoco categorial»(Ricoeur, 1977: 297). Un equívoco que no carece de potencial críticoy que, en algunas ocasiones, puede ser instaurador de otro mundo.

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PARTE 4

| RETÓRICA Y CRÍTICA (INTER)CULTURAL |

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Con-versiones: de la metáforaal orden metafórico

Silvia Noemí Barei

Toda metamorfosis es obra de la metáforaJULIO REQUENA

Punto de partida teórico

El interés por la metáfora en las últimas décadas ha sido extraor-dinario. Podría compilarse un grueso volumen sólo citando a quie-nes se han ocupado de pensar la metáfora.

Mientras que la literatura, el arte, la filosofía han recurrido tradi-cionalmente a la metáfora como fuente de la constitución estética,este nuevo interés por ella apunta a remarcar el modo en que cons-truimos el conocimiento y el mundo. Nombres prominentes de cam-pos disciplinares diversos –Lakoff y Johnson, Gibbs, Ricoeur,Caseaux, Derrida, Paul de Man, Kovecses, Goodman, Lotman, et-cétera– son suficientes para justificar lo que acabo de afirmar.

Lo que es innegable es que la metáfora –desde los presocráticosen adelante– ha sido destacada como el tropo más prominente den-tro del campo de la retórica.

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Pero, ¿es que hay un campo nuevo para el desarrollo de la retó-rica? Para la filosofía, el análisis del discurso, la teoría literaria, lasemiótica, los estudios de retórica ofrecen y constituyen un lengua-je de interpretación cultural del que no es posible prescindir en lasinvestigaciones humanísticas. En el discurso políglota einterdisciplinario de estos campos del saber, tal como se concibenen la actualidad, la retórica exige una recuperación lejos detrivialidades y de simplificaciones.

En un sentido tradicional, se entiende la retórica como el «Con-junto de técnicas que permiten describir y reconstruir la producciónde discursos y de textos; implica una preferencia por la concepcióncomunicativa de la palabra» (Kibédi Varga, 1993: 252).

Esta definición es restrictiva al pensar sólo en la dimensióncomunicativa del lenguaje: además de comunicar, el lenguaje nom-bra el mundo y en este nombrar lo instituye, porque lo que el sujetocomunica vive en el circuito de las mediaciones entre ideología ysubjetividad.

El renacimiento de la retórica en las últimas décadas del siglopasado conlleva dos cuestiones importantes:

Se ha producido una expansión de los estudios de retórica aotros campos disciplinares, de los que nos interesa señalar aquíla poética y la semiótica de la cultura. En estos camposdisciplinares se entiende actualmente que tanto los textos comola cultura están constituidos por «una matriz trópica profunda»(Grupo m, 1977: 48).Dentro de esta expansión, ha concitado atención particular lametáfora, no sólo como un tropo central para la creación poéti-ca, sino como un modo de cognición que, en sus formas de trans-posición, desplazamientos y conversiones, posibilita a los suje-tos la experiencia del mundo.

En un trabajo que publicamos en el año 2006 con el equipode investigación que dirijo, decíamos que «el orden de la cultu-

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ra se corresponde con el orden de sus metáforas» (Barei y Pérez,2006: 33).1

Hablamos desde entonces de una expansión de la retórica, enuna vinculación necesaria con la poética y la semiótica de la cultu-ra, colocando la retórica más allá de la conceptualización tradicio-nal. Para nosotros, una pregunta importante es: ¿cuál es el papel dela retórica, y particularmente de la metáfora, para pensar los textosde la cultura?

Al decir de Rancière, la metáfora «revela los negativos» de unacultura al romper «el encadenamiento de las costumbres y las creen-cias» (2009: 210). Hallo que esta es una buena metáfora para hablarde la metáfora, lo cual demuestra certeramente que la constituciónde nuestro lenguaje, y, por lo tanto, la constitución cognitiva e ideo-lógica de la cultura, es de matriz metafórica.

Sin embargo, históricamente no ha sido este el punto de partida–hablo de Gorgias y luego Aristóteles– para pensar la metáfora.Aunque solemos recurrir a la Retórica, es sin embargo en la Poéticaaristotélica, obra parcialmente recuperada, en donde hay que buscaruna definición de metáfora: «Transposición del nombre de una cosaa otra, transposición que se hace del género a la especie, de la espe-cie al género, de la especie a la especie, o siguiendo una relación deanalogía» (Aristóteles, 1963: 82).

Otra definición que se ha seguido como clásica es la deQuintiliano: «La metáfora traslada una voz de su significado propioa otro donde, o falta el propio, o el traslado tiene más fuerza» (1949:379).

El acento está puesto en la idea de «traslación», o sea, de movi-miento, que por otra parte ya está en la definición de Aristótelescomo «transposición», aunque este hace hincapié también en la «ana-

1 GER: Grupo de Estudios de Retórica. Radicado en la Facultad de Lenguas de laUniversidad Nacional de Córdoba. Directora: Dra. Silvia N. Barei. Codirectora:Dra. Elena del Carmen Pérez. Sus integrantes pertenecen a las Facultades de Len-guas, Filosofía, Derecho y Matemáticas de la Universidad Nacional de Córdoba.

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logía». «La traslación –dice Quintiliano más adelante– se inventópara mover las más veces los ánimos y caracterizar las cosas y po-nerlas delante de los ojos» (1949: 381). Otra vez una metáfora paradefinir la metáfora, o, como bien señala Raúl Dorra: «para hablar dela figura es inevitable seguir construyendo figuras» (2002: 26).

En estas definiciones se lee claramente que a la retórica clásicale interesaba la metáfora por su capacidad movilizante, básicamen-te performativa, como estrategia del orador para sensibilizar los áni-mos de los oyentes.

En una definición también clásica pero más actual, en su Ma-nual de Retórica Literaria, Heinrich Lausberg habla de la metáforacomo una translatio que diseña zonas o direcciones «de transferen-cias» (1967: 63).

También encontramos acá la idea de «movimiento», pero notanto como «movilizante» de los sujetos, sino como propiedad deldiscurso. Y cuando hablamos de movimiento en el discurso, esta-mos señalando pasajes, transiciones e interferencias. En suma: con-versiones. Versiones-otras que se producen justamente en el mo-vimiento.

Más recientemente, los estudios cognitivos han observado otracaracterística de la metáfora en relación con la constitución de lasubjetividad. Lakoff y Johnson, en los ochenta, aportan al estudiode la metáfora el giro cognitivo, definiéndola de la siguiente manera:

La metáfora no es solamente una cuestión de len-guaje, es decir, de palabras meramente. Sostene-mos que, por el contrario, los procesos del pensa-miento humano son en gran medida metafóricos[...] Las metáforas como expresiones lingüísticasson posibles, porque son metáforas en el sistemaconceptual de una persona. (1998: 42)

Nos parece más osado aún el pensamiento de Iuri Lotman quehabla de una «conciencia metafórica» (1996: 128), asimilando los

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modos de funcionamiento de la mente creativa y de las culturas alas operatorias de la metáfora. Señala:

El tropo no es un ornamento perteneciente exclu-sivamente a la esfera de la expresión [...] es unafigura que nace en el punto de empalme de doslenguajes, y desde este punto de vista, esisoestructural respecto al mecanismo de la con-ciencia creadora como tal [también] un mecanis-mo que introduce en la estructura semiótica de lacultura el grado de indefinición que esta últimanecesita [...] el retorismo es uno de los universa-les de la cultura humana. (1996: 129)

Las dos últimas definiciones tienen varios aspectos en común,el primero de los cuales es notable: desplaza la metáfora fuera delos estudios clásicos de retórica y análisis del discurso y la ubicaen un sistema de relaciones que vincula cognición-cultura-tro-pismo.

Hay que señalar, entonces, varias cuestiones importantes queimplican relaciones de analogía y el aporte más significativo de es-tas teorías para el estudio de la metáfora:

La conciencia del hombre y los dispositivos de las culturas sonheterogéneos: trabajan con dos sistemas codificados que son dosmodos de construir los modelos de mundo y de procesar la infor-mación: los sistemas discretos y los continuos. Los primerosconstituyen «cadenas lineales»; los segundos, organizan su sen-tido tendiendo redes a lo largo del texto: «un contenido semánticoextendido por todo el espacio» (Lotman, 1996: 135).El mecanismo de los tropos, particularmente la metáfora, consti-tuye formas de conciencia que no son sólo individuales, sinoque permiten describir el funcionamiento de porciones enterasde cultura. Por ejemplo, el barroco o el movimiento surrealista ola Argentina de 2001.

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La metáfora pertenece al dominio del pensamiento analógico y,por lo tanto, está «orgánicamente ligada a la conciencia creado-ra» (tanto en el dominio de la ciencia como en el arte).La estructura retórica no se deriva de las leyes del lenguaje, sinoque crea sus propias leyes. Constituye una «reinterpretación» delos sistemas modelizantes primarios, una «colisión de signos» y,por lo tanto, una renovación estructural.El contexto cultural determina los «límites de la comprensión» delretorismo de los textos (normas predecibles y normas nuevas).

Este «giro» del discurso retórico a la cultura nos ha permitidopensar que el ámbito del estudio de la metáfora debe inscribirse enun campo ampliado: este que nosotros llamamos en nuestro trabajoretórica de la cultura, deudor obviamente de la semiótica de la cul-tura lotmaniana. Y nos ha permitido pensar que no pueden estudiar-se las metáforas de manera aislada porque, en cualquier dominio dela cultura, se manifiestan en textos de distinta índole formando ha-ces de sentidos. Es por ello que hablamos ya no de metáfora, sino de«orden metafórico» (Barei y Pérez, 2006), un orden que producedos figuras diferentes: la de la cadena y la de la constelación.

La cadena y la constelación

Vamos a tomar unos ejemplos muy simples y conocidos, pero nopor ello irrelevantes.

Encuentro en un recorrido rapidísimo por unos diarios del mesde enero de 2010 estas metáforas, es decir, estas traslaciones desentidos:

«La ruta de los fondos...», «Una vez más a contramano del mun-do...», «los mejores opositores frenaron en seco...», «Jugando a laruleta rusa» (La Voz del Interior, Córdoba, 10/01/2010).

«Gerentes y subgerentes no se sabía de qué lado jugarían...»,«Se habilitaría en EEUU el reclamo de los fondos buitre», «Dosis

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de cordura para no tensar aún más la cuerda», «Quien se dedicó acebar más la bomba fue Sergio Cobos...» (Clarín, 11/01/2010).

«la batalla sigue en la Justicia...», «la Presidenta comparó a losfondos de inversión con las ratas del Riachuelo», «este es el sainetede alguien queriendo atornillarse en una silla del Banco Central»,«El Fondo del Bicentenario es una herramienta para desendeudar elpaís» (La Nación, 14/01/2010).

«El conflicto surrealista ha hecho saltar las alarmas del temor»(El Mundo, Madrid, 10/01/2010); «El estado de derecho es un en-gorro» (El País, Madrid, 11/01/2010).

Ahora bien, en estos ejemplos vemos que las metáforas se refie-ren todas a un mismo dato del mundo que necesita explicarse: elgobierno nacional pretendió pagar deudas con el dinero del BancoCentral. Para decirlo metafóricamente, con «los fondos» del BancoCentral.

En los ejemplos citados, hay al menos tres metáforas de base: lapolítica es un camino («la ruta», «contramano», «frenar en seco»),la política es un juego («ruleta rusa», «de qué lado jugarían»), lapolítica es desorden («sainete», «surrealista», «engorro») y hastapeligro.

Sin embargo, la metáfora dominante y que subsume a todas es laidea de que la política es un juego de guerra. El título más significa-tivo y que resume todas las metáforas que he citado es este: «Lamejor batalla que debe librar este Bicentenario», una columna deNatalio Botana en Clarín, curiosamente, una semana anterior a losejemplos que he mencionado (3 de enero de 2010).2

La idea de la política como una «guerra», tan estudiada ya desdeLakoff (2002), parece primar en el espectro metafórico del perio-dismo argentino. Para un análisis más detallado –que no podemos

2 Nelly Rueda, integrante del GER, estudia específicamente estas metáforas delperiodismo argentino en su proyecto de tesis doctoral titulado «Las metáforas po-líticas en los artículos de opinión», Doctorado en Ciencias del Lenguaje, Facultadde Lenguas, Universidad Nacional Córdoba.

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realizar en esta breve exposición–, estas metáforas no se entiendensi no se contextualiza la «batalla» que vienen sosteniendo algunosgrupos fuertes de poder del ámbito empresarial periodístico (grupoClarín, La Nación, etcétera) con el Poder Ejecutivo nacional.

Es interesante ver que los textos periodísticos donde predomi-nan estas metáforas se acompañan con ilustraciones que son tam-bién metafóricas, lo cual deja claro que todo lenguaje metafórico,tal como señala Lotman, tiene un componente fuertemente icónico.

Podríamos decir que acá hay dos lenguajes que se refuerzanmutuamente mediante «implicaciones metafóricas comunes» (Lakoffy Johnson, 1998: 137).

En La Nación y La Voz del Interior encontramos imágenes don-de los buitres y el león aluden a la «batalla» de distintos miembrosdel PEN (la presidenta, el ministro de Economía) contra un «otro»que se presenta como la amenaza o como el enemigo que exige,dirían Lakoff y Johnson, «plantearse objetivos, reorganizar priori-dades, establecer una nueva cadena de mandos, trazar una nuevaestrategia, reunir una formación, ordenar las fuerzas, imponer san-ciones [...] etc.» (1998: 138).

Digamos provisoriamente que estas metáforas constituyen unaespecie de cadena cuya diferencia morfosintáctica apoya la consti-tución y el refuerzo de un mismo sentido que se empeña en tratar deconstruir la realidad de un solo modo.

Tomamos ahora otro ejemplo, más complejo, donde el procesode con-versión reside en la transmutación de elementos que conec-tan el discurso con nuevas formas culturales frente a las cuales ex-presa un cambio concreto: un proceso de devenir nunca completo ofinalizado que se abre en constelación.

«Hoy trabajé a lo negro» o «Hizo cosa de negros» o «Me paganen negro» (discurso de la vida cotidiana).

«El cielo de Talleres se puso negro» (Discurso Periodístico. Dia-rio La Voz del Interior).

«Noche negra en Jesús María» (Discurso Periodístico. DiarioDía a Día).

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«Los negros [...] vivían y ayudaban a vivir...», «Y por un mágicoinstante, los negros olvidaban el Carnaval que los rodeaba, y desga-rrados, retornaban al continente del que fueron arrancados...», «de-jaba de ser Kumbá, para ser Yemojá, la madre marina de tantos huér-fanos a los que consolaba con sus movimientos de cuna demorada»,«los barrios negros abrían sus venas para que su música y su sangrepasearan por la ciudad» (Discurso Literario. Ana Gloria Moya. Cie-lo de tambores).

«En sus asientos las negras comenzaron a saltar y a dar gritostullidos, se les encrestaban los pelos mota y las prolongaciones delas trenzas...», «La energía alegre de los negros era contagiosa, puesa medida que el micro se acercaba a la bailanta toda la gente que loveía pasar cantaba la marchita y aplaudía», «Inconmovible, súpersubido al caballo, el negro azabache de más de dos metros de altura,el Elvis negro como lo había calificado la prensa, cantaba y hacíasuspirar a miles de corazoncitos quinceañeros...» (Discurso Litera-rio. Washington Cucurto. Cosa de negros).

«España legalizaría las corridas de negros. Olé. En el gobiernosocialista español apuestan a que los africanos se adapten a la vidaibérica pues creen que les gusta la guasa, la chonga y el pitorreo.»(Discurso humorístico. Revista Barcelona).

Es conocido que en nuestra cultura –y de hecho muchos estudiosdemuestran que en varias–, el color negro se asocia con lo negativo,con lo bajo corporal, con el caos, la muerte y el duelo. Es una cues-tión de cognición social –cómo construye nuestro lenguaje las opo-siciones blanco/negro, alto/bajo, bueno/malo, etcétera–, pero en ellasse lee también una ideología.

Y la ideología habla, aunque en apariencia es lo que se escurreen la red del lenguaje. Los significados convencionales se hacen almenos contradictorios.

Detrás de la expresión «Hoy trabajé a lo negro» o «hace trabajosen negro» hay un presupuesto inexpresable: la esclavitud. O, comodicen Lakoff y Johnson, «hay algo oculto por la metáfora» (1998:47). En el lenguaje se extrapolan marcas inconfesables de nuestra

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conciencia y se extrapola también la contradicción entre una expre-sión cristalizada y su verdadero significante flotante.3

Los detalles más importantes no están en el YO, sino en el OTRO, ylo que debiera estar en primer plano (estoy cansada, trabajé mucho,no cobro el salario que corresponde, etcétera) se retira al fondo y seacentúa la relación negativa.

La puesta en metáfora, aquello que pone de relieve el discurso,aunque pierda nitidez desde una cierta irreflexibilidad del sujetoque enuncia, focaliza lo que es un fuera de foco, un desplazamientoretórico: la memoria del lenguaje que señala al mismo tiempo unaconjunción: trabajo: cansancio, mal pago; y una identidad pospues-ta: trabajo: esclavitud.

Podríamos hablar de una propiedad diaspórica de la metáforaque remite siempre a otro implícito en sus desplazamientos y con-versiones.

Las otras metáforas –las que hemos citado de la prensa y la lite-ratura– componen un arco diferente. Si bien el periodismo sigueusando la metáfora para dar cuenta de un revés de un partido defútbol o de una muerte en un festival veraniego –y acá el significa-do está cristalizado–, en el caso de la obra de Ana Gloria Moya o deWashington Cucurto, la literatura invierte la significación y la con-vierte en un rasgo positivo, aunque en el segundo este rasgo provie-ne de una fuerte inversión paródica de la cultura burguesa y la cono-cida metáfora peyorativa «es cosa de negros». La descripción de lospersonajes negros se realiza según una metaforización positiva querealza valores fundamentales de una cultura y produce unareevaluación: solidaridad, alegría, compasión, ayuda al prójimo,valor, heroicidad, amor a la patria, vitalidad, sexualidad plena y ale-gre, desparpajo, etcétera.

Efectivamente, las metáforas del arte, imaginativas y creadoras,proponen una comprensión diferente de un mundo que se ha

3 Entendemos «significante flotante» en el sentido en que lo define Laclau (2005: 237):«Arsenal de herramientas retóricas que pueden tener usos ideológicos diversos».

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esquematizado. Como la metáfora, el OTRO se ha desplazado a otrolugar de la cultura.

En el caso de la revista Barcelona y su casi intolerable discursobizarro, «España legalizaría las corridas de negros», el humorremarca ideológicamente la metáfora y denuncia aquello que efec-tivamente está ocurriendo con los inmigrantes ilegales africanos:perseguidos, «corridos», tratados como animales en España porsu raza y su condición social, y aun por aquellos que, siendo «pro-gresistas» –el gobierno del PSOE–, se suponen no discriminadores:lo que se denuncia es la trama compleja de prácticas de desigual-dad y diferencia.

Podemos ver conversiones, per-versiones, in-versiones y sub-versiones de la metáfora de lo negro y, por lo tanto, untrastrocamiento ideológico que apunta a afectar las manerasestereotipadas de ver al Otro sujeto cultural.

Por ello, hemos ampliado la noción de metáfora a la de «ordenmetafórico».

Si uno las observa funcionando de manera conjunta –y tomamosla idea de «funcionamiento» de los antiguos griegos, es decir: pala-bra en acción–, encuentra que constituyen un amplio prisma queapunta a reforzar una misma idea sosteniendo una lógica diferencialy una retórica que no forman parte de lo arbitrario ni de lo casual.

Los dos conjuntos de ejemplos que hemos citado constituyen,según nuestra perspectiva, dos órdenes retóricos: uno hace eje enuna metáfora que se repite, aun en su lógica discursiva diferen-cial: «la política es una batalla/la guerra». El segundo amplía elorden metafórico y despliega una constelación interesante: «lonegro es lo malo»/»lo negro es bueno»; «lo negro es inexpresa-ble»/«lo negro es constitutivo de nuestra cultura»; «lo negro sevalora»/»se discrimina».

Las variables morfosintácticas y semánticas muestran formas derepetición inestables y a la vez de creación que establecen sutileslíneas de fuerza entre ellas, una organización material y simbólicaque indica una razón social. Se manifiestan en estos ejemplos los

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grados diferentes del trabajo metafórico, desde el «máximo deocasionalidad» –como le llama Lausberg– a las formas de repeti-ción más convencionales en que las metáforas se hacen«habitualidad» (1967: 66).

El orden metafórico, que es un orden cognitivo e ideológico, semanifiesta, según lo entendemos nosotros, al menos en estas dosposibilidades:

Como una metáfora de base, fuerte (podríamos llamarla), que sedesplaza en el campo cultural y uno la encuentra reelaborada endistintos textos, sin que sea exacta en su formulación perosemánticamente apunta al mismo orden de cosas: por ejemplo,las metáforas que aluden a la política como guerra y que tienenun elemento en común que las hace reconocibles. Hemos usadola noción de «cadena» para establecer el modo de funcionamien-to de este tipo de orden metafórico.Como una metáfora que se multiplica en constelación y que apun-ta a desclausurar los sentidos únicos. Esto sucede cuando la metá-fora circula por diferentes espacios del campo cultural, atraviesamuchos de sus lenguajes y entra también al terreno del arte. Susvariables acarrean su pasado y su presente, están conectadas conotras, contienen y pueden ser contenidas en otras, pueden afectary ser afectadas por la historia. En este segundo tipo, usamos lanoción de «constelación» para referirnos a otra organización in-terna del orden metafórico. Como señala Ana Camblong, «las fluc-tuaciones del sentido se aposentan en palabras-clave que se desli-zan en constelaciones heterogéneas» (2003: 274).

Estos haces de metáforas que se ordenan y se desordenan, serepiten y se metamorfosean, constituyen un sistema de formas diná-micas más que un sistema de imágenes únicas, una intensidad queva más allá de sí misma.

En el campo restringido de la comunicación cotidiana o de la co-municación mediática, están señalando lugares sociales donde tam-bién se producen subjetividades, afectos, intensidades, denuncias.

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En el campo complejo del arte, se multiplican en los textos através de diferentes significados que dejan ver la emergencia de lainnovación y la invención.

En sus dos potencialidades, la de reforzar el orden social o la dedesclausurarlo, apuntando a su lectura crítica, el orden metafóricopermite dar cuenta de la manera en que el lenguaje constituye tam-bién una función política: acciones y discursos actuando conjunta-mente. Acciones en el sentido de «liberación de procesos», discur-sos que determinan lo que se construye como real en un espaciodinámico de movilidad y transformación.

Cualesquiera que sean los órdenes metafóricos que observemospara pensar nuestro mundo, ya sea que pensemos cadenas o conste-laciones, estos nos permitirán determinar los mecanismos mediantelos cuales se establece un nexo estrecho entre construcción de sub-jetividades y poder, violencia estructural y violencia simbólica, for-mas de sometimiento y resistencia cultural.

Subjetividad y poder emergen claramente de las metáforas quetrabajamos en «cadena». Violencia estructural/violencia simbóli-ca y sometimiento/resistencia cultural emergen de manera más com-pleja de la constelación de lo negro con que ejemplificamos bre-vemente.

Estas categorías teóricas que señalo en pares y que puedentrabajarse de manera cruzada entre ellas son actualmente nuestroobjeto de preocupación en el Grupo de Estudios de Retórica(GER).

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Retóricas fronterizas y diseños de sitios web

Barry Thatcher

Parece evidente que los países y culturas del mundo son cadavez más interdependientes, debido en gran medida a la economíamundial, la política, el medio ambiente y la inmigración. Además,el desarrollo y uso de la web en todo el mundo han aumentado elcontacto intercultural en muchas maneras y entornos, tales como enla investigación académica, la industria de exportación, las organi-zaciones no gubernamentales y muchos otros. Este aumento de con-tacto intercultural debería estar influyendo en los patrones retóricosy culturales a nivel local, nacional e internacional, pero los investi-gadores simplemente no saben cómo y qué está sucediendo comoresultado del contacto intercultural a través de la web.

Según se establece en una larga base de investigación, la asimi-lación cultural y el cambio debido a las tecnologías de la comunica-ción no son una cuestión fácil de investigar (Grossberg, 1992; Kaufery Carley, 1993; Bolter y Grusin, 1999). Es decir, el constante con-tacto intercultural no quiere decir que las culturas en contacto sim-plemente asimilan o integran las influencias de otras culturas en sucomportamiento diario. Como Stuart Hall (1976) argumentó hace

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mucho tiempo, las culturas adoptan, resisten, cambian y reformanlos patrones retóricos y culturales sobre la base de una variedad defactores sociales, económicos, personales y estéticos. Además, lasculturas locales a menudo no sólo rechazan la asimilación, sino quese dedican a reforzar sus propios valores frente al constante contac-to con otras culturas. Sin embargo, ¿están cambiando estas reglasde la formación social debido al constante contacto a través de laweb? En otras palabras, ¿cómo influye la web en la formación dedistintos patrones de cultura y retórica nacional, regional y local? Y¿sigue esta formación el mismo modelo de los otros medios de co-municación como la televisión y el cine (Grossberg, 1992)? Porotra parte, si la web está influyendo en el cambio cultural, ¿qué tipode cambios está ocurriendo y por qué?

Estas preguntas son fundamentales para los investigadores quetrabajan en la retórica intercultural y la tecnología, porque los avan-ces rápidos de la tecnología y sus correspondientes comunicacionesrequieren capacidad intercultural para mantener la comunicacióneficaz y ética, y mucha de esta comunicación está mediada por laweb e Internet en todo el mundo. Estas preguntas sobre la web y lacultura, sin embargo, son amplias, y los investigadores sólo recien-temente han empezado a investigarlas. Por lo tanto, este artículobusca establecer una base para explorar la web y la cultura median-te el examen de diseños de sitios web en universidades públicas deMéxico, Estados Unidos e India, y sitúa este estudio en uno de ma-yor alcance que comprende veintiocho universidades. La hipótesises la siguiente: si la web está influyendo en la formación de patro-nes culturales en el nivel local y regional, esta influencia se reflejarátambién en los diseños de los sitios web. Es decir, los diseños desitios web locales deben reflejar una mezcla de su cultura local yglobal. Sin embargo, si los patrones culturales en los sitios localesde la web solamente demuestran patrones locales, tal vez la web y laglobalización no están influyendo tanto como se supone.

Este artículo expone primero la teoría de la cultura y la retóricaen contextos interculturales. Después, describe el enfoque teórico

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en el diseño de web y su conexión con los valores culturales y tradi-ciones retóricas. En tercer lugar, se describen los métodos de losinvestigadores que examinaron los diseños de sitios web en nueveculturas. Por último, se estudian los resultados de la comparaciónde diseños de sitios web con las actividades culturales locales ytradiciones retóricas y se integran estas descripciones con investi-gaciones previas de sitios web en veintiocho universidades públicasde todo el mundo (Thatcher et al., 2007).

La retórica y la comunicación intercultural

«Cultura» es una palabra omnipresente, tanto en el mundo aca-démico como en la sociedad contemporánea. A menudo parece quela cultura es el mejor ejemplo de la influencia de los negocios globalesy el entretenimiento. Por ejemplo, McDonald’s o Coca-Cola ¿son elmejor ejemplo de la cultura estadounidense, o las muchas películasy series de televisión que son tan populares en todo el mundo? ¿Oson «la cultura» los artefactos y las pinturas exhibidas en los mu-seos? La respuesta obvia a estas preguntas es sí, pero la cuestiónmás importante sería ¿qué definición de cultura es más relevantepara la retórica y la investigación en comunicación intercultural encontextos profesionales tales como los sitios web? La respuesta sim-ple es la definición de cultura que está claramente ligada a la retóri-ca y los patrones de comunicación en contextos profesionales, quepueden ser comparados a través de grupos de personas.

La conexión entre la cultura y la retórica es común en la mayoríade los estudios culturales contemporáneos, como se ejemplifica enel estructuralismo, el nuevo historicismo, el posestructuralismo, lasteorías críticas y la comunicación intercultural, y en muchas teoríasantropológicas. Sin embargo, para mostrar claramente cómo la cul-tura y la retórica trabajan en conjunto, este artículo se basará en unode los fundadores de los estudios culturales y la retórica en EstadosUnidos, James Berlin. Estudioso de la retórica que se basa en el

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neomarxismo, los estudios culturales contemporáneos y elposestructuralismo, Berlin (1987) muestra cuán profundamente estánarraigados los patrones culturales, sociales, históricos, políticos y eco-nómicos en la definición de una retórica y sus correspondientes expec-tativas de comunicación. La primera parte de la conexión entre culturay retórica es la definición o la concepción que desarrolla una culturasobre lo que es el ser humano o la subjetividad. Esta concepción del serhumano, a su vez, construye o refuerza los patrones cognitivos o epis-temología, y estos patrones cognitivos, a su vez, construyen un com-portamiento social apropiado (ideología). Estas tres categorías (la sub-jetividad, la epistemología y la ideología) corresponden a distintos pa-trones retóricos. Y, por último, los patrones retóricos, de forma simultá-nea, refuerzan o vuelven a crear las últimas tres categorías. La siguientetabla muestra este proceso y su relación:

Tabla 1. Modelo de la cultura y la retórica

Sujetividad

• Definiciónde un serhumano.• Percepciónde unomismo enrelación conlos demás.• Evaluacióndel valor deun serhumano.

Epistemo-logía

• El objetivoapropiadopara elmundo.• Cómodividir yclasificar losfenómenostales comocausa yefecto.• Lógicapersuasiva.

Ideología

• Valoraciónde distintocomporta-mientosocial.• Valor deestructurasespecíficasde la vidasocial.

Patronesretóricos

• Los patronesque, lógicamente,vinculan a laspersonas con elpensamiento y elcomportamientosocial.• Los patronesque parecennaturalesy reflejan a unomismo, supensamiento ysu comporta-miento social.

MODELO DE LA CULTURA Y LA RETÓRICA

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Por ejemplo, la definición del ser humano como esencialmentelibre e independiente de los demás valora una epistemología objeti-va, la cual corresponde a una ideología competitiva e individualista.Y esta subjetividad, epistemología e ideología corresponden a lospatrones de comunicación que son directos, abiertamenteargumentativos, personales, analíticos y objetivos. En cambio, lasculturas que ven el ser humano como inextricablemente conectadoe interdependiente tienden a valorizar una epistemología particular,contextual o más basada en las relaciones y estructuras sociales y,como consecuencia, sus comportamientos sociales reflejan su senti-do colectivo de los patrones de uno mismo y de pensar.

Este modelo es especialmente eficaz para la retórica interculturalporque muestra cómo sistemas de valores tácitos o inconscientesestán relacionados con los patrones explícitos de comportamientosocial y la comunicación. Esto es lo que muchos estudiosos handenominado como la teoría del iceberg: sólo el 10% de un icebergaparece por encima del agua, con el restante 90% por debajo de lasuperficie. Del mismo modo, los patrones de comunicación suelenser la única manifestación tangible de las concepciones profunda-mente arraigadas de epistemología o subjetividad.

Otro punto de vista que combina el modelo retórico de Berlincon la teoría intercultural es el modelo de la cebolla, como se expli-ca por primera vez en Trompenaars (1994). Como se muestra en laFigura 1, el centro de la teoría retórica intercultural es la definicióndel sujeto o subjetividad.

La segunda capa en movimiento hacia el exterior es laepistemología, la tercera capa es la ideología, y la cuarta capa es laretórica. Es importante tener en cuenta que sólo las dos capas externasson empíricamente observables, mientras que las otras dos capasinternas están implícitas. Además, siguiendo el modelo de Berlin,cada una de las estructuras de las capas internas estructura o refuerzalas capas externas, mientras que las capas externas reestructurancontinuamente las capas internas en un proceso mutuamenteconstructivo. En otras palabras, la misma lógica aparece en las cuatro

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Figura 1. Teoría de la retórica intercultural

capas, pero se manifiesta de manera diferente. En resumen, podemosobservar los comportamientos sociales o los patrones retóricos y, deestos, inferir las epistemologías y las definiciones de la subjetividad.

Por lo tanto, un patrón de comunicación no es simplemente unatransferencia de información, sino una extensión del ser humano, suepistemología e ideología, por lo que apartarse de estos conceptossignifica negar estas raíces de la cultura y retórica. Por eso, unamala comunicación puede tener un eco discordante en la esenciamisma de los valores culturales de los destinatarios.

Conexión de los valores interculturales a los sitios web

Luego de haber establecido la conexión entre la retórica y lacultura, debemos abordar el tema de las relaciones entre la tecnolo-gía y la cultura. El debate académico sobre las relaciones de los

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patrones culturales y las tecnologías de la comunicación ha sidolargo y fructífero. Platón inicialmente sostuvo que la escritura –lamás nueva tecnología de comunicación– dañaría al ser humano, supoder cognitivo y su retórica, en comparación con la oralidad(Phaedrus, 1956). Según Platón, la escritura deterioraría la memo-ria, causaría estragos en las construcciones lógicas y crearía unarealidad artificial. En consecuencia, argumenta Platón, las culturasque se basaran en la escritura serían inferiores mental, social y lógi-camente. Más tarde, Ong (1987) traza la evolución de las socieda-des de la oralidad a la escritura, argumentando que el desarrollo dela escritura cambió radicalmente los patrones culturales y retóricos.Las sociedades sin escritura radican sus patrones culturales yretóricos en el medio oral: la repetición para aumentar la memoria ytransferencia; una lógica basada sobre los patrones narrativos; y lapersuasión basada en la «presencia», la cual es un desarrollo dellenguaje concreto sensorial que evoca el contexto, las relacionespersonales y eventos. Ong (1987) mantiene que, con el desarrollode la alfabetización y la escritura, estos patrones culturales cambia-ron: en lugar de la repetición, la concisión; los mecanismos de orga-nización de análisis en lugar de la narrativa; persuasión basada en lalógica formal, más que en la presencia. Identifica esta transforma-ción de la escritura que suplantó a la oralidad como quizás el cam-bio cultural más importante de la historia.

En la década de 1960, McLuhan (1962) ofrece parecidas teoríasdeterministas de los medios de comunicación como la televisión yla radio, es decir, el medio es el mensaje –la estructura física delmedio impone los patrones culturales y retóricos en sus audiencias–.Hacia mediados de 1980 y en la década de los noventa, muchosestudiosos comenzaron a descontar la simplicidad de estas teoríasdeterministas, argumentando a favor de patrones mutuamente cons-titutivos. Estas relaciones se basan en el grado de coincidencia ydiferencia entre los patrones socioculturales, los patrones que elmedio de comunicación reforzaba y las condiciones sociohistóricasespecíficas en que los medios están asociados. Por ejemplo, Martín-

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Barbero (1993), un estudioso colombiano de comunicación masiva,y Grossberg (1992), un estadounidense, sostienen que los mediosde comunicación tales como las películas, la televisión y la prensaescrita favorecen o refuerzan ciertos patrones culturales y retóricos,pero el efecto de esta influencia es muy variable. Estos estudiososargumentan que necesitamos explorar las formas en que las culturaslocales integran, resisten e incluso rechazan los patrones culturalesasociados tanto con el contenido como con la forma de los mediosde comunicación. Kaufer y Carley (1993) postulan teorías igual-mente constitutivas de las relaciones entre los patrones culturalesde la escritura y la oralidad, e investigan las formaciones socialesno determinadas –pero reforzadas– por los medios escritos de co-municación. Es raro que un medio suplante a otro, como alegó ori-ginalmente Ong; comúnmente la retórica de un medio se ajusta mása los patrones y la retórica de una cultura distinta y se aleja más deotras culturas. Kaufer y Carley (1993) no se extienden en esta com-paración para las investigaciones culturales, pero la conexión esobvia. Algunas culturas se sienten más a gusto con algunos mediosde comunicación que con otros porque los patrones reforzados porestos se corresponden bien con sus patrones culturales en general(véase, por ejemplo, Thatcher, 2005).

En conclusión, cada tradición cultural y retórica se corresponde-rá a diseños diferentes de la web, basados en los conceptos de ajustey reciprocidad. Entender cómo la web mundial encaja tradicionesretóricas de todo el mundo es necesario para comprender las varia-bles que subyacen a tradiciones interculturales y retóricas.

Las variables para el análisis intercultural de sitioswebs

Esta sección plantea las variables en una forma que sigue elmodelo de comunicación intercultural, empezando con la subjetivi-dad, la epistemología, la ideología y la retórica.

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Subjetividad: yo/otros

Todas las culturas comparten el umbral de yo/otro o cómo unasola persona se relaciona con los demás. En esencia, este valorevalúa los niveles de dependencia o independencia entre las per-sonas. Para algunas culturas, el modelo más probable para el «yo»en relación con el grupo es individualista, mientras que en otras escolectivo. El individualismo se forma cuando las personas se con-sideran y definen principalmente independientes de los demás, venel mundo a través de sí mismos y negocian la vida basada en lasidentidades individuales y sus propios esfuerzos. La mayoría delos investigadores interculturales están de acuerdo en que el indi-vidualismo es el enfoque predominante en Estados Unidos, Aus-tralia, Sudáfrica y otros países europeos-protestantes occidentales(Hofstede, 2004; Hamden-Turner y Trompenaars, 2000; Stewart yBennett, 1991).

Los patrones de comunicación del individualismo incluyen unenfoque en el «yo» en lugar del grupo; el individuo como unidad deanálisis en vez del grupo; una bifurcación fuerte entre lo objetivo ylo subjetivo; estrategias de comunicación personal que resuelvenlos conflictos basados en la singularidad del individuo en lugar desu contexto político o social (Stewart y Bennett, 1991); y un énfasisen los logros personales, la autocreación y el diseño de plantillas ymodos de expresión muy fáciles para los lectores de poca experien-cia con la escritura (Connor y Hinds, 1991).

Por otra parte, el colectivismo predomina cuando las personasse ven a sí mismas y se definen como altamente dependientes delos demás, y negocian la vida basada en grupos familiares o socia-les. La mayoría de los investigadores interculturales argumentanque el colectivismo es la solución más probable en muchos paísesen Centroamérica, México y el norte de América del Sur, Asia yOriente Medio (Hofstede, 2004; Hampden-Turner y Trompenaars,2000; Stewart y Bennett, 1991). Algunos investigadores han dis-tinguido entre dos tipos de colectivismo: América Latina por lo

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general exhibe una orientación colectiva vertical, mientras que lospaíses de Asia suelen reflejar una colectividad más horizontal.

Los patrones de comunicación colectiva dan énfasis a las re-laciones interpersonales, la jerarquía social, las identidades degrupo y el espacio personal íntimo. Los patrones de comunica-ción colectiva no tienen una fuerte relación entre la bifurcaciónde lo objetivo y lo subjetivo porque se resuelven los desacuerdossociales sobre la base de su contexto social, una combinacióneficaz de la política social y lo personal. En otras palabras, enlugar de recurrir a la singularidad del individuo para resolver losconflictos interpersonales, la comunicación colectiva suele de-cir algo como «no nos llevamos bien porque venimos de diferen-tes mundos políticos y sociales». En lugar de simplificar, loscomunicadores tienden a complicar su dependencia interpersonalcomo una forma de expresar el propósito de la comunicación ysu participación, lo que crea en el diseño del documento patro-nes amigables de escritor.

Epistemología: normas/reglas

Todas las culturas establecen normas o reglas, pero sus enfoquesy aplicaciones son muy variados. Los dos enfoques más comunesson los universales y los particulares. En las culturas universalistas,el enfoque es el de establecer reglas que definen lo que es bueno ycorrecto, independientemente de la posición social del individuo.El ideal es una «igualdad de condiciones y oportunidades». Muchasde estas culturas tienen una tradición jurídica de derecho común, ylas leyes se basan en la prioridad y deben tener una aplicación igualde un caso a todo el mundo. No es sorprendente que «empresasfamiliares» sean posibles, pero no es la norma, porque en las cultu-ras universalistas una empresa familiar no puede tratar a sus em-pleados familiares de acuerdo con los protocolos universalistas. Lospatrones universales de comunicación incluyen estrategias de equi-

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dad, justicia, igualdad, paralelismo y fuerte uso de plantillas. Ade-más, en las culturas universalistas, dirigirse a una persona sobre labase de su grupo étnico se define como hacer un estereotipo, porqueestos antecedentes no pertenecen a la igualdad de trato. Por ejem-plo, en Estados Unidos es ilegal pedir ciertos tipos de informaciónen una entrevista de trabajo, como el origen étnico, la condiciónsocial, la edad o el género.

En las culturas particularistas, el enfoque es aplicar las normas ydecisiones en función de las relaciones y el contexto. En lugar deigualdad de oportunidad, el campo de juego particularista es abier-tamente estructurado, y, por lo tanto, existe un conjunto de reglaspara cada relación social. Además, «las empresas familiares» sonmuchas veces preferidas, ya que las reglas para tratar a los demásson establecidas por los roles familiares. Los patrones de comunica-ción particularista suelen ser la unicidad en el diseño de documen-tos, énfasis del contexto y las relaciones particulares, circunstanciasexcepcionales, el prestigio social y las relaciones de poder. De acuer-do con algunos investigadores, el universalismo es el enfoque enmuchos países de Europa occidental, Estados Unidos, Canadá ySudáfrica, mientras que las culturas de América Latina, las árabes ylas asiáticas tienen enfoques particulares (Hofstede, 2004; Hamden-Turner y Trompenaars, 2000).

Comportamiento social: público/privado y el grado departicipación

La tercera variable es el grado de participación en las diferen-tes esferas de la vida, generalmente implicando una división entrelo público y privado. Los investigadores han definido los dos en-foques como difuso y específico. Las culturas difusas son gene-ralmente culturas colectivas, por tanto, en ellas se comparten lasamistades en diferentes entornos como el trabajo, la diversión, lareligión, etcétera. Además, la jerarquía social se transfiere a todos

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los entornos. En otras palabras, el jefe en el trabajo también puedeser el jefe en la cancha de tenis, en la escuela, y así sucesivamente.En la universidad, un profesor es para el estudiante no sólo unaautoridad en la clase, sino en todos los aspectos de la vida. Elprofesor es un mentor holístico. Además, se necesita mucho tiem-po para hacerse amigos en culturas difusas, porque al formarse laamistad existe la expectativa de que ella se moverá a diferentesáreas, tales como el trabajo o las actividades recreativas.

Como consecuencia, las culturas difusas tienen altos nivelesde desconfianza entre las personas de diferentes grupos sociales ofamilias, lo que hace que el trabajo en equipo o la colaboración enel entorno público estén llenos de conflictos. Por eso, algunos in-vestigadores han argumentado que la democracia es muy difícilde desarrollar en culturas más difusas y particulares tales como enMéxico y en otros países de América Latina (Thatcher, 2005).

Por otro lado, las culturas específicas se basan en la facilidad yla confianza, por lo cual las personas de distintos grupos puedentrabajar o formar grupos por un solo motivo. También, se hacenamistades normalmente en un contexto específico como la univer-sidad y el trabajo y estas amistades no cruzan esas fronteras, comode la universidad al trabajo. Por ejemplo, el profesor universitarioes sólo una autoridad en su área de formación; fuera de ese tema,él o ella es alguien como cualquier otra persona. Los estudiantesuniversitarios, por ejemplo, a menudo pueden hacer rápidamenteamigos en el salón de clases con el fin de facilitar el aprendizajeeficaz y proyectos en grupo, pero fuera o más allá del aula, estasrelaciones rara vez se prolongan. Las culturas específicas tienenmucha más confianza en espacios públicos donde las leyes prote-gen sus interacciones con otras personas y pueden trabajar de for-ma rápida o hacer amigos con gente de todo tipo en cualquierámbito. En las culturas específicas, las jerarquías que están en sulugar como en los negocios o la educación, por ejemplo, no setransfieren tan fácilmente al contexto educativo o viceversa. Porlo tanto, hay una transición más fácil a los foros democráticos o

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más igualitarios. Así que la orientación específica favorece la co-laboración pública más que la orientación difusa, y no es sorpren-dente que la democracia haya sido relativamente fácil de estable-cer en culturas específicas.

Como muchos investigadores han argumentado, el enfoque es-pecífico es más probable en Estados Unidos, Canadá y EuropaOccidental, mientras que el enfoque difuso predomina en Asia,América Latina y los países árabes (Hofstede, 2004; Hampden-Turner y Trompenaars, 2000; Stewart y Bennett, 1991).

Comportamiento social: ser y hacer

La cuarta variable es la formación del estatus social: uno se hacecon hechos (hacer), el otro con características conectadas a la jerar-quía social (ser). Las culturas orientadas a obtener el estatus con elser dan mucho énfasis a su grupo social, raza, sexo, edad, etnia ylenguaje. Estas variables proporcionan al comunicador el poder pararealizar trabajos difíciles en las estructuras sociales. Quienes se ubi-can en esta orientación dicen: «yo soy grande o importante por misantecedentes», y gracias a estos pueden rendir mucho. Los patronescorrespondientes de comunicación son señales evidentes de estatussocial y de poder.

En las culturas orientadas al hacer, no importa de dónde al-guien viene, de qué familia es, su edad, idioma, etcétera, siemprey cuando pueda alcanzar sus metas. Esta orientación al logro dice:«yo he logrado muchas cosas; por lo tanto, soy grande e importan-te». Los patrones correspondientes de comunicación dan énfasis ala autorrealización a pesar de la familia o el entorno social. Lamayoría de los investigadores interculturales concuerdan en queel hacer es el método de obtener estatus más probable en EstadosUnidos, Canadá, Australia y Reino Unido, mientras que el ser esel método más probable en los países ex comunistas de Asia, Méxi-co, Centro América y los países del norte de sur América (Hofstede,

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2004; Hampden-Turner y Trompenaars, 2000; Stewart y Bennett,1991).

Patrones comunicativos y desigualdad

La última variable se refiere al manejo de la desigualdad en lacomunicación interpersonal o lo que Hofstede (2004) llama «powerdistance» (distancia jerárquica). La distancia jerárquica mide lacapacidad de dos personas con diferente poder y autoridad parainfluir el uno en el otro. La baja distancia jerárquica utiliza estra-tegias comunicativas que disminuyen los signos de jerarquía for-mal que podrían poner a la vista las desigualdades sociales. Setrata de esconder las diferencias sociales y jerárquicas para podermejorar la comunicación. La baja distancia jerárquica manifiestadesdén por la supervisión estrecha; los superiores no tienen miedode mostrar que no saben las respuestas y los subordinados no tie-nen miedo de mostrar su desacuerdo con sus superiores. La bajadistancia jerárquica se correlaciona fuertemente con el individua-lismo, el universalismo y la orientación específica.

En la alta distancia jerárquica es evidente una comunicación deuna vía, desde arriba hacia abajo. Los subordinados tienen miedode mostrar abiertamente su desacuerdo y los superiores tienen mie-do de mostrar a sus subordinados que no saben las respuestas. Tam-bién se destacan y mantienen cuidadosamente las jerarquías so-ciales, siguiendo muy de cerca los patrones de comunicación for-mal que encarnan estas diferencias sociales. La alta distancia je-rárquica se correlaciona fuertemente con –y refuerza– lo colecti-vo, particular y difuso. Hofstede mantiene que es más probablever alta distancia jerárquica en México, partes de Asia y la regiónandina de América del Sur, mientras la baja distancia jerárquica esmás común en el oeste europeo, Israel, Australia, Canadá y Esta-dos Unidos.

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Diseño del estudio

Los métodos de investigación se pueden describir mejor comoun análisis retórico de los sitios web mediante un muestreocualitativo (Flicke, 2002) y métodos empíricos interculturales(Thatcher, 2001). En el estudio original, nueve estudiantes deposgrado de un curso de retórica intercultural en New Mexico StateUniversity seleccionaron la cultura de un país para analizarla, conel requisito de que cada investigador fuera nativo de esa cultura oposeyera un conocimiento importante de ella y su idioma. Luego,los investigadores seleccionaron sitios web de la universidadpública de esa cultura, con New Mexico State University comopunto de referencia. Se utilizaron los siguientes criterios paraseleccionar las universidades:

Ser una universidad pública y con un perfil importante, pero noreconocida a nivel nacional en un área determinada.Tener una población de entre 10.000 y 30.000 estudiantes.Ofrecer títulos de grado y de posgrado en humanidades, ingenie-ría, ciencias sociales y agricultura.El sitio web debería contar con un desarrollo comparable.

Para China, América del Sur, Estados Unidos, Canadá y Méxi-co, los investigadores desarrollaron una lista de las universidadespúblicas siguiendo estos criterios, y entonces seleccionaron tresuniversidades al azar para su análisis. En los casos de Israel, Nepale Irlanda, no hubo suficientes universidades para que fueran se-leccionadas aleatoriamente con eficacia, por lo que los investiga-dores eligieron las que más se adecuaban a esos criterios. La si-guiente Tabla 2 muestra los investigadores y los sitios web:

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Investigador ypaís de origen

Edgar Barrantes- Costa Rica

Amy Dalzell- EE.UU.

Qiumin Dong- China

Christopher Ford- EE.UU.

Sipai Klein- Israel

Rachel Gallagher- EE.UU.

MarohangLimbu - Nepal

Lisa Ramírez- Belize

Natalia Urbina- EE.UU.

Culturao nación

AméricaLatina

Canadá

China

Irlanda

Israel

EE.UU.

Nepal

México

Argentina

Universidades

- Universidad de Costa Rica- Universidad Nacional de Colombia- Universidad de Chile

- University of Calgary (Alberta)- University of Ottawa (Ontario)- Concordia University (Quebec)

- Hebei University- Zhengzhou University- Hunan University

- University College, Dublin- National University of Ireland, Galway- National University of Ireland, Cork

- Hebrew University of Jerusalem- Tel-Aviv University- Ben Gurion University of the Negev

- New Mexico State University- Texas Tech University- Washington State University.

- Kathmandu University- Tribhuvan University- Mahendra Sanskrit University

- Benemérita Universidad de Puebla- Universidad Autónoma de Campeche- Universidad Autónoma de San LuisPotosí.

- Universidad Nacional del Cuyo- Universidad Nacional de La Plata- Universidad Nacional del Litoral

Tabla 2: Investigadores y sitios web seleccionados

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Para el estudio de la frontera de Estados Unidos y México, yoseleccioné cuatro universidades que cumplen con los mismos cri-terios: New Mexico State University (NMSU) en Las Cruces,Nuevo México, Visva-Bharati University en el estado occidentalde Bengali, India, y dos universidades mexicanas (la Universi-dad Autónoma de Ciudad Juárez [UACJ], en el norteño estadode Chihuahua, al otro lado de la frontera de El Paso, Texas, y laUniversidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca [UABJO], enel sur de México).

Como se ha señalado en Thatcher (2001), para ser válida, lainvestigación empírica intercultural debe establecer un enfoquecomparativo y neutral tanto para el análisis de datos como parasu recopilación. El equipo de investigación decidió que cincovariables interculturales proveyeran este enfoque. En la selec-ción de cada universidad a ser analizada, los investigadores tam-bién utilizaron asignación al azar o el muestreo de la lógica des-crita por Flicke (2002) para desarrollar resultados tangeneralizables como sea posible.

Para el análisis de datos, el equipo de investigación comparólos sitios web de sus universidades sobre la base de las caracte-rísticas de cada variable de comunicación intercultural. Las uni-dades de análisis de los sitios web que fueron comparados segúnlas características de su comunicación incluyen: diseño de pan-talla, enlaces, estilo del lenguaje, contenido de la página web,gráficos, ilustraciones, navegación, uso del flash y los compo-nentes de audio, color, fotografías, mapas, íconos, entre otroscomponentes de la web. Para desarrollar los resultados, el equi-po de investigación iba y venía entre una codificación inductiva–abierta– y una codificación deductiva –teórica– (Flick, 2002:176-195). La ida y vuelta entre la codificación abierta y la codi-ficación teórica garantiza la validez en el análisis de los datos yla construcción de los resultados.

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Resultados: diseños de sitios web a través de las culturas

En general, los diseños de los sitios web de todas las universida-des estrechamente corresponden a los patrones culturales y retóricosque se planteaban antes en las investigaciones interculturales. Eneste articulo, me enfocaré en los sitios webs de Estados Unidos yMéxico. Para comenzar esta discusión de los resultados de la inves-tigación, se muestran las páginas principales o de inicio de las cua-tro universidades, empezando con la de NMSU:

Figura 2. Página de inicio de New Mexico State University

Figura 3. Página de inicio de la Universidad Visva-Bharati

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Figura 4. Página de Inicio de la Universidad Autónomade Ciudad Juárez

Figura 5. Página de inicio de la Universidad AutónomaBenito Juárez de Oaxaca

Con la muestra de estas páginas, podemos hacer la comparaciónintercultural de los sitios, usando las cinco variables ya explicadas.

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Subjetividad: valores individuales-colectivos a travésde sitios web

Los valores individuales-colectivos se observan fácilmente en loscuatro sitios web. Por ejemplo, el sitio web de NMSU muestra fuertestendencias individuales. En primer lugar, casi todas las fotografíasson de una persona, o, si hay más, la mayoría de las fotos destaca unapor sobre el resto del grupo borroso en el fondo. La foto de la páginade inicio de NMSU ejemplifica el valor individual porque muestra ala estudiante solitaria y con un gran espacio entre ella y los demás.Además de las fotos, la navegación de la página web se centra en elindividuo. La página principal de NMSU está diseñada alrededor dela facilidad con la que una persona –un estudiante, docente o perso-nal– puede acceder rápida y fácilmente a la información pertinentepara ella. Por ejemplo, el diseño de la página web de Recursos y Ser-vicios para Estudiantes Actuales (http://currentstudents.nmsu.edu/)se basa en las necesidades individuales de los alumnos, y destaca lasopciones que tienen los estudiantes para su educación.

Al igual que las fotos y el diseño general, el lenguaje es casi exclu-sivamente individual. La mayoría de los puntos utiliza un singular«usted» o «yo» y hace hincapié en lo que los individuos, en lugar delos grupos de personas, tienen o pueden cumplir en NMSU. Como seexplicó antes (Thatcher et al., 2007), todos los sitios web de EstadosUnidos y Canadá mostraron el mismo nivel de individualismo.

La página web de la universidad Visva-Bharati tiene algunos ele-mentos de individualismo, pero su colectivismo domina en las re-presentaciones visuales, el diseño general y el lenguaje. Primero, elúnico paso de la página principal a las otras es a través de la imagendel fundador, Tagore, o por medio del ícono de la esvástica, refor-zando aún más la ruta colectiva de acceso para todos. Además, Visva-Bharati tiene muy pocas fotografías, en comparación con los otrossitios. Y cuando hay fotos de personas, sólo los líderes y los edifi-cios son fotografiados. La pequeña fotografía en la página principalmuestra una persona sola en un laboratorio y dos personas en un

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salón de clases, pero todas las demás son de personas en grupo, y elpropósito y la jerarquía del grupo son notables. La siguiente páginaes un ejemplo de esta orientación colectiva:

Figura 6. Página de recursos y servicios para estudiantes actuales de NMSU

Figura 7. Camino de la vida en Visva-Bharati

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Además de la fotografía del grupo, el idioma muestra una fuerteorientación colectiva y de grupo que está en constante conciliación conel rico contexto de la celebración conjunta. Como se describió antes(Thatcher et al., 2007), las universidades de países con predominio devalores colectivos tenían los mismos patrones en sus sitios web.

Los dos sitios web de universidades mexicanas muestran impor-tantes diferencias interculturales en México, relativas al valor indi-vidual o colectivo. El sitio web de la UACJ rara vez muestra imáge-nes de los individuos, pero la mayoría de las fotografías son de gru-pos pequeños, como en el encabezamiento; sin embargo, la mayorparte de su lenguaje tiene un enfoque individualista, que hace hin-capié en lo que el estudiante puede realizar allí. Por ejemplo, lasiguiente es la página principal del Instituto de Arquitectura, Dise-ño y Arte. Se centra en la excelencia de la universidad como uncomponente clave del crecimiento de cada uno:

Figura 8. Página de inicio del Instituto de Arquitectura,Diseño y Arte de la UACJ

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La primera frase de esta página dice:

Su ingreso a la Universidad Autónoma de CiudadJuárez es, por sí mismo, un gran logro que fueganado por cada uno de ustedes debido a sus co-nocimientos y habilidades demostradas durante elexamen de admisión, por lo que, a nombre de di-rectivos y profesores, les extendemos una felici-tación y reconocimiento por formar parte del Ins-tituto de Arquitectura, Diseño y Arte.

Esta frase demuestra que el desarrollo del individuo se basa enlos esfuerzos individuales, sin conexión con las relaciones sociales;pero, al mismo tiempo, muestra signos de colectivismo porque lapersona forma parte del gran grupo.

En contraste, la UABJO es fuertemente colectiva, al igual queVisva-Bharati. El sitio web sólo muestra imágenes de grupos depersonas, y también incluye imágenes muy tradicionales del funda-dor, el escudo de armas de la universidad y fechas importantes. Es-tas diferencias en los sitios web mexicanos podrían demostrar queexisten diferencias intraculturales en México. Ciudad Juárez estátan cerca de Estados Unidos y tiene costumbres fuertes de industriainternacional y trabajo que no es extraño que haya una mezcla devalores colectivos e individuales, mientras que la UABJO está en elinterior de México y no tiene tantas conexiones con la industriainternacional.

Epistemología: universal-particular

Los sitios web de NMSU y la universidad Visva-Bharati demues-tran muy claramente las diferencias en los valores de lo particular yde lo universal. En el sitio de NMSU, casi todas las fotos de gruposde personas presentan una variedad de edad, etnia, género y talla, lo

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que demuestra la igualdad de condiciones para todos. Por otra parte,en sus políticas, NMSU expresa su meta de no tener discriminaciónde ningún tipo. Todos los estudiantes, profesores y empleados pue-den tener éxito sin importar la edad, religión, sexo, etcétera. Una delas características más universales es el uso de plantillas –cada páginaen la web sigue un patrón autorizado–; el deseo de mantener las plan-tillas es tan fuerte que hay una página donde se explica cómo seguirlas reglas para todas las páginas web (Figura 9).

Figura 9. Requisitos de plantillas

Se llama «The new visual identity program» o «El nuevo pro-grama de identidad» y, como resultado, todas las páginas del sitioweb del autor NMSU tienen un sentido muy parecido; hay pocaoriginalidad. Además de las plantillas y la no discriminación, el si-tio web de NMSU ha sido diseñado para una audiencia universal:un bajo nivel de lectura y poco conocimiento asumido de Las Cru-ces y el mundo académico en general. Además, hay muchas listasde la información en paralelo, lo que refuerza aún más la uniformi-dad y la legibilidad. En otras palabras, casi cualquier persona puede

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leer y navegar a través de la página web de NMSU. En el estudio delas veintiocho universidades (Thatcher et al., 2007), todas las deEstados Unidos y Canadá mostraban las mismas características delvalor universal.

En cambio, el sitio web de Visva-Bharati es muy singular. Todaslas páginas principales contienen un diseño completamente diferen-te. Por ejemplo, el «patrimonio» de la página se ve completamentediferente de la página principal.

Figura 10. Página del patrimonio de Visva-Bharati

La siguiente página de información general también tiene unaorganización completamente diferente, incluyendo el color y la ico-nografía:

Figura 11. Información general de Visva-Bharati

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Además, las pocas fotos son sólo de personas de India y mayormen-te de hombres de edad mediana: no hay políticas de no discriminación.Por otra parte, el lenguaje de Visva-Bharati asume una audiencia parti-cular, una que conoce el lenguaje académico de India y otras filosofíasenfocadas al aprendizaje. Sólo unas pocas personas realmente puedennavegar este sitio. En el estudio de las veintiocho universidades(Thatcher et al., 2007), todas las universidades de América Latina yAsia mostraban las mismas características del valor particular.

Los sitios web de la UACJ y la UABJO mostraron valores mixtos.Tanto la UACJ como la UABJO manifestaron patrones de plantillas enla mayoría de sus páginas. Sin embargo, los sitios diferían en las expec-tativas de la audiencia o público. El público de la UACJ es más univer-sal y constantemente la información mostrada en las listas hace hinca-pié en la homogeneidad y la igualdad. Además, tiene una sección en laweb importante llamada «Transparencia», que se dedica a hacer todoslos procesos y operaciones transparentes a fin de combatir los proble-mas de corrupción del particularismo (y tratando de cumplir con lanueva ley mexicana de transparencia). En contraste, el sitio web de laUABJO tiene un público menos universal. Por ejemplo, la siguientepágina de la rectoría muestra un lenguaje muy formalmente educado:

Figura 12. Página del presidente de la UABJO

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En efecto, la primera frase dice: «día a día, la humanidad cons-truye su legado. Nuestras actividades cotidianas van ocupando sulugar en la historia, la cual será encargada de juzgarnos por las deci-siones que tomamos y las acciones emprendidas».

Comportamiento social: específicos-difusos

Los sitios web de NMSU y de la universidad Visva-Bharatiejemplifican perfectamente las diferencias culturales entre valo-res específicos y difusos. En la página principal de NMSU, seis delos diez enlaces principales son de índole específico, porque divi-den a los seres humanos de acuerdo con sus actividades y roles,como estudiantes actuales, estudiantes futuros, padres y familia-res, profesores y personal, ex alumnos y visitantes. Esta divisiónde los seres humanos en sus respectivos contextos de actividad esun ejemplo perfecto de la orientación específica. Por otro lado, lapágina principal de Visva-Bharati sólo tiene dos enlaces: la ima-gen del fundador y un ícono. Después, en el directorio, la arqui-tectura de los enlaces no se basa en los diferentes roles de los sereshumanos, sino en categorías como el campus, académicos, institu-tos y centros.

Además, el diseño de las páginas de NMSU y Visva-Bharatidifiere en su enfoque sobre el ser humano. Casi todas las imáge-nes del sitio de NMSU son de personas que toman la mayor partedel espacio de la foto, con relativamente mucho menos fondo, loque representa una visión más específica de la humanidad. Porejemplo, en la página de los estudiantes, que se muestra anterior-mente en la Figura 6, todas las imágenes son de personas y, enocho de las diez, estas dominan el espacio de la foto. En dos fotos,la gente y el contexto son casi iguales. Además, en casi todas lasfotos las personas tienen una sonrisa grande, lo que demuestra lafacilidad, confianza y apertura en este espacio público, un fuerterasgo del valor específico. Lo que es muy interesante es que, en el

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estudio de las veintiocho universidades, todos los sitios de Esta-dos Unidos y Canadá seguían este mismo patrón de especificidad,demostrando una homogeneidad increíble.

Visva-Bharati manifiesta muy fuertemente los valores difusosen sus fotos. Cuando hay imágenes de personas, gran parte delespacio de la foto está dedicado al contexto con poco espacio dadoal ser humano. Además, en el sitio web de Visva-Bharati hay mu-chas más fotos del contexto, tales como edificios, instalaciones ynaturaleza. Por otra parte, las fotos de la gente rara vez muestranla apertura y confianza de la sonrisa, sino que hay más gestos ymiradas reservadas. Casi todas las subsecciones tomadas de lapágina principal muestran un edificio, la naturaleza u otra entidadno humana. En el estudio, la mayoría de las universidades enAmérica Latina y Asia también mostraron rasgos de valor difuso.

Los sitios web de la UACJ y la UABJO expresan valores mix-tos. Mayormente, ambos sitios muestran un diseño web difuso. Enla página principal de la UACJ, la mayoría de los enlaces son deíndole difusa. Sólo una de las cuatro grandes secciones divide«usuarios» en categorías tales como estudiantes, ex alumnos, maes-tros y personal; las otras tres categorías son las divisiones másholísticas, como institutos, estructura de la universidad y servi-cios. Además, al igual que su página web, las fotografías de perso-nas en la UACJ tienen una mezcla casi igual de personas y contex-to. Así, las personas son vistas en su contexto más que en NMSU.El sitio de la UABJO es más parecido a Visva-Bharati porque tie-ne menos enlaces en su página de inicio en comparación con la deNMSU y la de la UACJ, y ninguno de los enlaces especifica apersonas o entornos de actividad humana. Todos los enlaces sonentidades o instituciones. Las imágenes de la UABJO son exclusi-vamente de los edificios o el rector y muy pocas son imágenes depersonas.

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Comportamiento: hacer y ser

Para esta variable, los sitios de NMSU y Visva-Bharatiejemplifican las diferentes orientaciones. El sitio web de NMSUdemuestra fuertemente la orientación al logro o al hacer. En primerlugar, la mayoría de las imágenes exhiben a personas haciendo algo.Por ejemplo, la página principal de NMSU a menudo retrata a losinvestigadores o estudiantes en la acción, como muestra la siguientepágina:

Figura 13. Página de inicio de NMSU

Las tres imágenes en esta página son de gente haciendo algo: elinvestigador en el laboratorio, el profesor asociado a crear sonrisasy a la defensa de los derechos. Además, cuatro de las cinco noticiasy eventos pone de relieve los logros de los miembros de la facultad.El resumen del año destaca sólo los logros o eventos en los queparticiparon personalidades. Asimismo, la página «Acerca deNMSU» está enteramente dedicada a los logros, estadísticas y otrosdatos concretos que enfatizan una fuerte orientación al hacer. En elestudio de las veintiocho universidades (Thatcher et al., 2007), to-das las de Estados Unidos y Canadá mostraban las mismas caracte-rísticas del valor del hacer.

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El sitio web Visva-Bharati demuestra algún tipo de acción, espe-cialmente en la página de inicio, pero la mayor parte se centra en lascualidades deseadas y se destaca la orientación hacia el ser. La Fi-gura 7 muestra que Visva-Bharati se centra en el desarrollo de «unaforma de vida» para todos los de la universidad. De esta manera, nose autoactualiza el ser humano a través del hacer, sino a través delser, y este proceso se manifiesta en las celebraciones alegres y en lacomunión social. Otra cualidad muy importante para Visva-Bharaties su celebración de grandes figuras. La página de «Hechos y Ci-fras» demuestra que la universidad es importante debido a sus gran-des fundadores, los consejos y los institutos y porque así fue decla-rado por un acto del Parlamento:

Figura 14. Hechos y Cifras de Visva-Bharati

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Esta universidad es grande porque sus fundadores y actuales di-rigentes son de estatus muy importante. En realidad, es muy difícilencontrar cifras concretas sobre la inscripción, tipo y número decarreras de grado o incluso ex alumnos famosos. Además, casi to-das sus fotos muestran la grandeza de los edificios e instalaciones,con el argumento de que la universidad es importante porque susinstalaciones son excelentes, no porque los estudiantes y los profe-sores hayan obtenido muchos logros. En esta línea, la página «Acercade» se divide en cinco categorías con casi toda la información querelata la historia y el contexto de la universidad para mostrar sugrandeza. Todo esto es la grandeza a través del ser. En el estudio delas veintiocho universidades (Thatcher et al., 2007), las universida-des de América Latina y Asia generalmente mostraban las mismascaracterísticas del valor del ser.

Los sitios web de la UACJ y la UABJO muestran valores mix-tos, lo que ocurre más en la UACJ, más cercana a NMSU. La UACJdemuestra una fuerte orientación al logro, ya que la mayoría de susfotos son de la gente en acción. Y muchos de los enlaces de la pági-na principal son las actividades y eventos. Sin embargo, también esdifícil o imposible encontrar listas de inscripción, número de gra-duados, logros de profesores reconocidos y alumnos y premios ob-tenidos por la universidad. La UABJO se parece más a Visva-Bharatiporque demuestra su grandeza por su presidente, el liderazgo y lasinstalaciones. Además, la página «Acerca de la UABJO» consta decinco componentes, ninguno de los cuales hace hincapié en los lo-gros (ver Figura 15).

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Al igual que Visva-Bharati, esta universidad es grande debido asu rica historia, su escudo de armas, su himno y su lema.

Patrones de retórica: desigualdad y poder

Los sitios web de NMSU, Visva-Bharati, la UACJ y la UABJOse corresponden estrechamente con la distancia jerárquica. Prime-ro, el sitio de NMSU muestra principalmente una baja distancia je-rárquica porque la mayor parte del lenguaje –y en particular el len-guaje dirigido a estudiantes– trata de reducir la desigualdad entrelos estudiantes y las autoridades. La página de «Futuros estudian-tes» es un ejemplo de este enfoque de distancia jerárquica baja:

Figura 15. Página acerca de la UABJO

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Figura 16. Página para futuros estudiantes

Siguiendo muy de cerca los patrones de baja distancia jerárqui-ca, esta página da importancia a la relación igualitaria entre los es-tudiantes y la universidad, sobre todo con su lenguaje y los colores,y también muestra que los estudiantes están a cargo de sus propiasvidas y lo que hacen en el campus. Las funciones integradas debúsqueda de por dónde empezar y cómo solicitar información dis-minuyen la distancia entre los estudiantes y la universidad. Ademásde esta página, las fotos de los estudiantes rara vez muestran unprofesor o administrador único en toda su gloria. En cambio, lamayoría de los profesores son presentados en un nivel de igualdadcon los estudiantes, a quienes les enseñan qué hacer, pero no quédecir ni les dan órdenes. En muchas de las fotos es difícil decidirquién es el profesor y quién es el estudiante. En el estudio de lasveintiocho universidades (Thatcher et al., 2007), todos los sitios deEstados Unidos y Canadá seguían este mismo patrón de baja distan-cia jerárquica, demostrando una fuerte homogeneidad.

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La distancia jerárquica en el sitio de Visva-Bharati es algo dife-rente. El símbolo de la primera autoridad es la imagen grande delfundador, destacada y centrada en la página principal. Además deeste símbolo, todos los usuarios de la web tienen que entrar en lapágina a través de un enlace en esta imagen o ícono, lo que obliga atodos a ir por el mismo camino. Asimismo, en las fotos de grupos,casi siempre es fácil distinguir quién tiene la autoridad: los profeso-res. Sin embargo, a pesar de estos símbolos de alta distancia jerár-quica, hay también símbolos de baja distancia. Esta universidaddestaca la unidad y la armonía como uno de sus principales objeti-vos. Lo que es muy interesante es que, en el estudio de las veintio-cho universidades, todos los sitios de América Latina seguían estemismo patrón de alta distancia jerárquica.

Los sitios web de la UACJ y la UABJO muestran índices fuertesde alta distancia jerárquica. Primero, ambos tienen muy al relieve laadministración y estructura de las autoridades de las universidades.Y estos enlaces están bien desarrollados y muestran específicamentelas estructuras de poder. Además, la mayoría de los cuadros de pro-fesores o líderes muestran al líder en ropa formal y en el centro,claramente a cargo de lo que está pasando. No hay duda acerca de laautoridad. En este caso, la UACJ no se parece al sitio web de NMSU,tal vez resaltando un valor que no se cambia tan fácilmente.

Conclusión

Este estudio sitúa la conexión entre los sitios web y las culturasnacionales, interculturales y fronterizas. En primer lugar, hay unahomogeneidad increíble en el diseño de las webs de Estados Unidosy Canadá: todos siguen al pie de la letra los valores culturales que lagran base de la investigación les atribuía. Igualmente, los sitios deAsia, América Latina y otras partes del mundo reflejan los valoresculturales de sus naciones. Así que, parece, la constante interacciónpromovida por la comunicación a través de la web e Internet no está

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cambiando los valores locales. La única excepción es la Universi-dad Autónoma de Ciudad Juárez, la cual demuestra patrones híbridos(unos de Estados Unidos y otros de México).

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Los autores

Silvia Barei es doctora en Literaturas Modernas (Universidad Nacio-nal de Córdoba) y profesora de Teoría Literaria y Estética en la Facul-tad de Lenguas de la Universidad Nacional de Córdoba, donde sedesempeña actualmente como Decana. Es presidente honoraria de laAsociación Argentina de Retórica y directora del Grupo de Estudiosde Retórica. Entre otros libros, ha publicado Borges y la crítica litera-ria (1999) y es coautora de Texto/Memoria/Cultura. El pensamientode Iuri Lotman (2002) y Género, texto y discurso (2010).

Roberto Bein es profesor en Letras (Universidad de Buenos Aires)y licenciado en Filología Hispánica (Universidad de Barcelona).También cursó estudios de Interpretariado en la Universitat Autó-noma de Barcelona. Actualmente se desempeña como profesor enla Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires,en las cátedras de Lingüística interdisciplinaria y Sociología del Len-guaje. Ha compilado en colaboración Prácticas y representacionesdel lenguaje (1999), Políticas lingüísticas, norma e identidad: estu-dios de casos y problemas teóricos en torno al castellano, el galle-go, el portugués y lenguas minoritarias (2001) y La regulación po-lítica de la diversidad lingüística (2010).

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Diego Bentivegna es doctor en Letras (Universidad de Buenos Ai-res), profesor en la cátedra Literatura del siglo XX en la Facultad deFilosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires e investigadordel Conicet. En la actualidad, se desempeña como vocal titular de laAsociación Argentina de Retórica. Ha traducido, seleccionado y ano-tado el epistolario de Pier Paolo Pasolini en Pasiones heréticas. Co-rrespondencia 1940-1975 (2005) y es autor de Castellani crítico.Ensayo sobre la guerra discursiva y la palabra transformada (2010).

Hernán A. Biscayart es profesor y licenciado en Letras (Universi-dad de Buenos Aires) y profesor en la cátedra de Semiología del Ci-clo Básico Común y en Teoría y Análisis Literario de la Facultad deFilosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Se desempeñadesde 2010 como tesorero de la Asociación Argentina de Retórica yrepresentante del Consejo de la Asociación Latinoamericana de Re-tórica. Entre sus publicaciones, se encuentran los siguientes artículos:«El pedido de informes en el ámbito legislativo: las estrategiasdiscursivas de funcionarios y legisladores» (2008), «Ariel de Rodó:la máscara espiritualista del discurso positivista en el nuevo siglo»(2009) y «Volver al futuro. Los efectos jurídicos y políticos de lasanción, derogación y nulidad de las leyes de Obediencia Debida yPunto Final en la Argentina» (coautor, 2010). Participa actualmenteen los proyectos UBACYT «Argumentación y política: la construc-ción de antagonismos en el discurso político (2004-2010)» y «Pensarla literatura. Nuevas perspectivas estéticas y políticas», dirigidos porRoberto Marafioti y Nora Domínguez, respectivamente.

Ana Camblong es doctora en Letras (Universidad de Buenos Ai-res) y profesora de Semiótica I y II en la Facultad de Humanidadesy Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Misiones, dondedirige la Maestría en Semiótica Discursiva. Entre otros libros, esautora de Macedonio. Retórica y política de los discursos paradóji-co (2003) y Ensayos macedonianos (2006). Actualmente se desem-peña como presidenta de la Sociedad Argentina de Semiótica.

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Graciela Marta Chichi es doctora en Filosofía (Universidad deBuenos Aires), con estudios de doctorado realizados en la Ruprecht-Karls Universität-Heildelberg (Alemania) y ex becaria del DeutscherAkademischer Austauschdienst (DAAD). Es profesora en las cáte-dras de Filosofía Antigua y del Seminario de Textos Filosóficos enGriego de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educaciónde la Universidad Nacional de La Plata, e investigadora adjunta delConicet. Desde el año 2010 se desempeña como vicepresidente dela Asociación Argentina de Retórica. Entre otras publicaciones, esautora de los capítulos «El tratamiento de la relevancia en textospróximos a los orígenes de la lógica» (en Filosofía e Historia de laCiencia en el Cono Sur, II, 2008) y «El papel de la emoción en elargumento: la refutación por la vergüenza en el Gorgias de Platón»(en Ensayos sobre la tradición retórica, Colección Bitácora de Re-tórica 24, 2009).

Andrés Covarrubias Correa es magíster en Filosofía (PontificiaUniversidad Católica de Chile) y doctor en Filosofía (Universidadde Granada). Es profesor en la Facultad de Filosofía de la PontificiaUniversidad Católica de Chile, e investigador de la Comisión Na-cional de Investigación Científica y Tecnológica (Conicyt, Chile).La línea de investigación de sus publicaciones se centra en los cam-pos de la Filosofía Antigua y Medieval, la Retórica y la Ética. Entreotras publicaciones, es autor de Introducción a la retórica clásica.Una teoría de la argumentación práctica (2003).

Roberto Marafioti es magíster en Ciencias Sociales (Facultad La-tinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO) y profesor en elCiclo Básico Común de la Universidad de Buenos Aires y la Uni-versidad Nacional de Lomas de Zamora. Ha dirigido el ProyectoUBACyT «Argumentación y política: La construcción de antago-nismos en el discurso político (2004-2010)» en la Universidad deBuenos Aires. Es miembro del Comité Directivo de la AsociaciónArgentina de Semiótica, desde 2006, y miembro de la International

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Society for the Study of Argumentation, desde 2005. Entre suspublicaciones se encuentran Los patrones de la argumentación.La argumentación en los clásicos y en el siglo XX (2003), De lasfalacias (coeditor, 2009) y Teoría de la Argumentación: 50 añosdespués de Perelman y Toulmin (coordinador con C. SantibáñezYáñez, 2010).

Josefina Nagore es doctora en Letras (Universidad de Buenos Ai-res) y profesora en la cátedra Lengua y Cultura Latinas III en laFacultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.Codirige la Maestría en Estudios Clásicos de la Universidad deBuenos Aires. Es directora de Proyectos de Investigación (UBACyT).Entre otras publicaciones, es editora de Estrategias intertextualesen la narrativa latina: el Satyricon de Petronio (2003) y autora deSatiricón. Petronio. Una introducción crítica (2005).

Mariana Ozuna Castañeda es doctora en Letras (UniversidadNacional Autónoma de México, UNAM). Se desempeña como pro-fesora de Literatura Mexicana del siglo XIX en la Facultad de Filo-sofía y Letras de la UNAM y dicta asimismo la materia Iniciación ala investigación. Es miembro fundador e integrante del Consejo dela Asociación Latinoamericana de Retórica. Entre otras publicacio-nes ha editado en colaboración Amigos, enemigos y comentaristasde José Joaquín Fernández de Lizardi (2006).

María Cecilia Schamun es profesora y licenciada en Letras (Uni-versidad Nacional de La Plata). Es profesora en la cátedra Técnicasde Expresión en Castellano y en el Área de Griego de la UNLP. Esinvestigadora del Centro de Estudios Helénicos y del Instituto deInvestigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales de la mencio-nada universidad. Se desempeña desde 2010 como Secretaria de laAsociación Argentina de Retórica (AAR) y como Representante delConsejo de la Asociación Latinoamericana de Retórica (ALR). Esmiembro del Consejo Editor del Comité Editorial de la revista Rétor

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de la AAR. Participa desde 1994 en proyectos del Programa Nacio-nal de Incentivos en la Universidad Nacional de La Plata. Sus in-vestigaciones se orientan al estudio de la Sofística, la Retórica Grie-ga Clásica y las tragedias Eurípides. Entre sus publicaciones se en-cuentran los artículos «El uso de la acusación retórica (diabolé) enel discurso agonal de Electra de Eurípides» (en coautoría, 2009),«El discurso agonal en Alcestes de Eurípides, vv. 614-738» (2010)y «Los paralogismos en el discurso agonal de Andrómaca deEurípides, vv. 577-746» (2012).

Barry Thatcher es Ph.D. en Rhetoric and ProfessionalCommunication (ESL Minor, Purdue University). Profesor deIntercultural Rhetoric e Intercultural Writing en New Mexico StateUniversity (Estados Unidos). Dirige la revista Journal of Rhetoric,Professional Communication, and Globalization y es socio corres-ponsal fundador de la Asociación Latinoamericana de Retórica. En-tre otras publicaciones, ha coeditado Teaching intercultural rhetoricand technical communication: Theories, curriculum, pedagogies,and practices (2010).

Irene Vasilachis de Gialdino es doctora en Derecho (UniversidadNacional de Córdoba y Universidad de Buenos Aires), socióloga(Universidad de Buenos Aires) y especialista en análisis del discur-so. Es investigadora del Conicet y docente de posgrado en universi-dades argentinas y del exterior. Es autora de La construcción derepresentaciones sociales: el discurso político y prensa escrita (1997)y Pobres, pobreza, identidad y representaciones sociales (2003).Ha coordinado Estrategias de investigación cualitativa (2006).

María Alejandra Vitale es Doctora en Lingüística (Universidad deBuenos Aires). Es profesora en el Ciclo Básico Común y la Facul-tad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Es investi-gadora del Instituto de Lingüística de esa misma universidad. Se haespecializado en Retórica y Análisis del discurso político. Se des-

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empeña actualmente como Presidente de la Asociación Argentinade Retórica (AAR) y Secretaria de la Asociación Latinoamericanade Retórica (ALR). Dirige la revista electrónica Rétor, de la AAR.Ha dictado seminarios de posgrado en diversas universidades ar-gentinas y ha sido profesora visitante en universidades de Brasil,México y Estados Unidos. Ha codirigido proyectos UBACyT diri-gidos por la Dra. Elvira Arnoux e integra en calidad de investigado-ra extranjera el proyecto «La retórica en América Latina: Tradicióne innovación», UNAM, México, dirigido por el Dr. Gerardo RamírezVidal. Es autora de El estudio de los signos. Peirce y Saussure (2002).Entre sus últimos artículos pueden mencionarse «La noción de ethos.De la Antigua Retórica al Análisis del Discurso» (2011) y «Memo-ria discursiva y argumentación: los discursos golpistas en Uruguayy en Argentina» (2011).

Víctor Gustavo Zonana es doctor en Letras (Universidad Nacio-nal de Cuyo) y profesor en la cátedra Literatura Argentina II en laFacultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo.Es investigador del Conicet y Director de Gestión de la Maestría enLiteratura Argentina Contemporánea de la Universidad Nacional deCuyo. Entre sus publicaciones se hallan Metáfora y simbolizaciónen Altazor (1994), «Herrera metaforista (Una lectura desde JorgeLuis Borges)» (en Julio Herrera y Reissig. L’homme et l’oeuvre. Elhombre y su obra, 2001) y «Mundo nuevo: metáfora y representa-ción literaria en las vanguardias argentinas del 20» (en Itinerarios.Revista de Literatura y Artes, 4, 2003).

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Esta edición de 300 ejemplares seterminó de imprimir en Estudiocentro,

Bolívar, Buenos Aires, Argentina,en el mes de diciembre de 2012.

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