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1 EL TEXTO ESPAÑOL DEL ÚLTIMO DISCURSO RADIADO DE GOEBBELS: ¿UNA FALSIFICACIÓN? Santos Bernardo. Durante mucho tiempo ha circulado en los ambientes NS un texto que era presentado como traducción del último discurso radiado de Goebbels, el cual tuvo lugar el 19/IV/45 con motivo del cumpleaños del Führer. El texto traducido de este discurso llamaba poderosamente la atención por el hecho de que anunciara una serie de acontecimientos que de forma asombrosa se materializaron años más tarde. Goebbels, como si de un Nostradamus se tratara, vaticinaba el llamado milagro alemán, la paz en Europa y las guerras en el Tercer mundo, la división de Alemania y la nueva independencia de Austria, el fenómeno de la superpoblación y las tensiones raciales en los Estados Unidos, de ahí que yo me atreva a calificar al supuesto discurso de Goebbels como “el discurso de las 7 profecías”. Durante los años setenta dicho discurso era presentado en los ambientes NS de habla española como si se tratara de una especie de testamento político que no podía menos que ensalzar la figura de Goebbels como político clarividente. Por desgracia aún hoy pervive dicho texto como ejemplo de lucidez NS (en Junio de 1998, el número 4 de la publicación NR argentina “EL ATAQUE. Contr a el comunismo y el capital”, reproducía parte del mismo en su portada). Sin embargo, muchos elementos apuntan a que el texto español conocido es, en su mayor parte, falso.

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EL TEXTO ESPAÑOL DEL ÚLTIMO DISCURSO RADIADO

DE GOEBBELS: ¿UNA FALSIFICACIÓN?

Santos Bernardo.

Durante mucho tiempo ha circulado en los ambientes NS un texto que era

presentado como traducción del último discurso radiado de Goebbels, el cual tuvo

lugar el 19/IV/45 con motivo del cumpleaños del Führer. El texto traducido de este

discurso llamaba poderosamente la atención por el hecho de que anunciara una

serie de acontecimientos que de forma asombrosa se materializaron años más

tarde. Goebbels, como si de un Nostradamus se tratara, vaticinaba el llamado

milagro alemán, la paz en Europa y las guerras en el Tercer mundo, la división de

Alemania y la nueva independencia de Austria, el fenómeno de la superpoblación

y las tensiones raciales en los Estados Unidos, de ahí que yo me atreva a calificar

al supuesto discurso de Goebbels como “el discurso de las 7 profecías”. Durante

los años setenta dicho discurso era presentado en los ambientes NS de habla

española como si se tratara de una especie de testamento político que no podía

menos que ensalzar la figura de Goebbels como político clarividente. Por

desgracia aún hoy pervive dicho texto como ejemplo de lucidez NS (en Junio de

1998, el número 4 de la publicación NR argentina “EL ATAQUE. Contra el

comunismo y el capital”, reproducía parte del mismo en su portada). Sin embargo,

muchos elementos apuntan a que el texto español conocido es, en su mayor

parte, falso.

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Una vez consultada la recopilación en dos tomos de los principales discursos de

Goebbels, comentados por el historiador Dr. Helmut Heiber, colaborador del

Instituto de Historia Contemporánea de Munich, y editados en 1972 por la editorial

Droste de Düsseldorf, las diferencias con el texto español son demasiadas, y de

forma significativa, de las siete profecías, únicamente la relativa al llamado

“milagro alemán” –e incluso ésta, con notables variaciones- figura en el texto

alemán. Alguien puede aducir que el libro mencionado sea el que contenga el

discurso falso –cosas más raras se han visto-, pero lo considero bastante

improbable. Ni a la editorial ni al historiador les merece la pena jugarse su

prestigio comercial y profesional por un discurso de Goebbels; por otra parte, se

mencionan datos precisos de la fuente, en este caso, los archivos de la radio

alemana (Deutschhe Rundfunk-Archive [DRA]) y a los responsables de la misma

(los señores Dr. Scharlau y Zahn); en concreto, el número de archivo del

documento sonoro de la época es el DRA Nr. 52-12544, y especifica que el texto

fue reproducido, entre otros, por el Völkischer Beobachter del 20 de Abril de 1945.

Mientras no se demuestre lo contrario (y no hay elementos que apunten a que ello

vaya a suceder), debemos admitir que el discurso auténtico es el que aparece en

el citado libro alemán, por doloroso que sea reconocer el hecho deshonroso de

que desde el ambiente NS se haya puesto en boca de Goebbels determinadas

ocurrencias literario-políticas.

El origen involuntario de todo este lamentable fraude está en un disco con distintos

discursos de Goebbels comercializado en la década de los sesenta por el NS

inglés Colin Jordan, del que CEDADE –al igual que tal vez otras organizaciones-

extrajo material sonoro para una cinta de discursos. El disco inglés contenía -entre

otras alocuciones- fragmentos del discurso del 19/IV/45. Lógicamente estos

fragmentos figuran en el texto íntegro reproducido por el Dr. Heiber, constituyendo

aproximadamente un tercio del total del mismo, y esos mismos fragmentos, aún

cuando no en su totalidad, también se hallan presentes en el “discurso de las 7

profecías”, si bien, en mi opinión, traducidos de forma somera y no excesivamente

literaria, lo cual en absoluto pretende ser un reproche, pues evidentemente se

parte de la base de que cada trabajo se hace de forma honesta y en la medida de

las posibilidades de cada uno; pero lo que resulta inadmisible es que se añadan

trozos inventados cuyo único resultado es conducir a engaño y empañar el buen

nombre de una idea que todos tenemos la obligación de defender con las armas

de la verdad y del honor.

Pero lo que resulta más llamativo es el hecho de que en los mencionados

fragmentos sonoros no figura ninguna de las profecías impactantes, ni que decir

tiene que tampoco están presentes en el libro del Dr. Heiber. De todo ello cabe

deducir que el “discurso de las 7 profecías” es una traducción hecha sobre la base

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de los fragmentos reproducidos en el disco de Colin Jordan, aderezados con

añadidos que son fruto de la invención de una fuente desconocida; desconocida

porque, puesto en contacto con los antiguos responsables de CEDADE, nadie

recuerda con exactitud de dónde proviene la contaminación, máxime en una

época en que casi nadie dominaba el alemán y en la que era muy difícil hacerse

con fuentes originales, por lo que en muchas ocasiones la única guía era la buena

fe en la honradez de los camaradas.

Nadie duda que Goebbels fuese un político inteligente e intuitivo, pero los autores

de la falsificación quisieron añadirle además dotes de pitoniso. Mas nadie crea, tal

como cualquiera puede apreciar a continuación de su lectura, que el discurso

auténtico, aún desprovisto de profecías, desmerezca en cuanto a magnificencia al

que hasta ahora ha circulado en español. Todo lo contrario.

Resumiendo, estos son los datos:

1º) El 19/IV/45 Goebbels emite por medio de la radiodifusión alemana el que sería

su último discurso, el cual es reproducido, entre otros, por el Völskischer

Beobachter del 20/IV/45.

2º) En la década de los sesenta el NS inglés Colin Jordan edita un disco que

contiene fragmentos de dicho discurso.

3º) En la década de los setenta CEDADE hace uso del disco de Colin Jordan para

reproducirlo en un cassette de discursos de Goebbels.

4º) Junto con el cassette aparece una traducción al español cuya autoría ha

quedado en el olvido. Esa traducción recoge una parte de los fragmentos del

mencionado discurso (traducidos de una forma un tanto pobre) y otros que son

pura invención y que tienen un contenido principalmente profético, constituyendo

el aquí llamado “discurso de las siete profecías”.

5º) El “discurso de las siete profecías” es reproducido hasta hoy en diversas

publicaciones NS de habla hispana.

6º) La consulta de una de las obras que recoge los discursos de Goebbels, en

concreto la presentada por el Dr. Heiber y publicada en 1972 en Alemania por la

editorial Droste, indica que la traducción española que nos ha sido presentada

hasta la fecha constituye en buena medida un fraude.

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7º) Mi traducción íntegra del discurso de Goebbels, extraída del libro del Dr.

Heiber, permite por primera vez su difusión en español y posibilita la comparación

con la falsa traducción anterior.

Sin más preámbulos, contraste el lector ambos discursos y juzgue por sí mismo.

Santos Bernardo

EL FALSO DISCURSO DE GOEBBELS DEL 19 DE ABRIL DE

1945 (“DISCURSO DE LAS SIETE PROFECIAS”) (1)

Hombres y mujeres de mi pueblo alemán:

Es en un momento crítico del acontecer bélico en el cual otra vez –y uno quisiera

creer que por última vez- las fuerzas del odio y de la destrucción, provenientes del

Oeste, Este, Sudeste y Sur, irrumpen en nuestras fronteras para negociarlas y

para asestarle al Reich el golpe mortal, que me presento ante el pueblo alemán

como lo vengo haciendo siempre, desde 1933, todas las noches anteriores al 20

de Abril, para hablarles de nuestro Führer.

Hubo en el pasado momentos felices y desgraciados en los que esto ocurrió pero

nunca, hasta ahora, las cosas han estado, como hoy, tan sobre el filo de la navaja.

Nunca antes tuvo el pueblo alemán que defender su vida desnuda bajo la presión

de tan enormes peligros y, al mismo tiempo, asegurar en un último y violento

esfuerzo la defensa de las amenazadas estructuras del Reich.

Hace algunos días, una revista británica decía que el resultado seguro de la

política demencial practicada hasta ahora por las potencias aliadas sería el

alzamiento de todos los pueblos de Europa contra la plutocracia angloamericana y

que Hitler había sido el hombre que, cuando se abocó a la tarea de reestructurar

política y económicamente a Europa, había sido detenido precisamente por esa

misma plutocracia, aliada con el bolchevismo asiático.

Por un lado uno podría decir que es una lástima que los estadistas británicos no

presten mayor atención a algunos de sus periodistas (2). Pero por el otro lado, si

nuestro pueblo no hace suya esta misión, si no se compromete a realizarla como

si fuese un mandato divino, ya no tendrá derecho a continuar existiendo. Y con la

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pérdida de ese derecho perderá también hasta las posibilidades de existir en

absoluto.

Lo que hoy vivimos es el último acto de un tremendo y trágico drama que comenzó

el primero de Agosto de 1914.

El mundo entero se pregunta cómo el pueblo alemán ha podido soportar tanto.

Soportamos una guerra, soportamos la ignominia, la miseria, el hambre y la

desocupación; soportamos las vicisitudes de la más profunda y auténtica de las

revoluciones que jamás viera la humanidad, y ahora soportamos otra guerra

desatada precisamente por los oscuros intereses internacionales que estuvieron

más que dispuestos a traicionar a toda Europa.

Hoy, en el mundo entero, se habla de la lealtad como de una virtud alemana. Y

estamos orgullosos de ello. Nuestra lealtad y nuestro honor son ciertamente

nuestras más hermosas virtudes. ¿Cómo podría nuestro pueblo haber soportado

los horrores de esta guerra sin ellas, y cómo podría –sin ellas- resistir las últimas

vicisitudes que aún le restan?

Porque las penurias que todavía tenemos por delante serán seguramente las

últimas. La guerra se aproxima a su fin. La demencia que las potencias enemigas

desataron sobre la humanidad ya ha pasado su punto culminante en lo que a esta

guerra se refiere. Lo único que dejará detrás de sí, y en todo el mundo, será

solamente un indescriptible sentimiento de vergüenza y de asco. Y no puede ser

de otro modo. La artificialmente construida y corrompidamente mantenida

coalición entre plutocracia y bolchevismo terminará por romperse. Suceda lo que

suceda, Alemania renacerá en pocos años después de esta guerra. Y no será sólo

por nuestro propio esfuerzo. Alemania es tan imprescindible en Europa que hasta

nuestros propios actuales enemigos tendrán que impulsar su reconstrucción (3).

Nuestros campos y provincias destruidas serán repoblados con nuevas ciudades y

pueblos, a los cuales concurrirán los inventos más asombrosos de la técnica

alemana desarrollados bajo la necesidad impuesta por esta guerra insensata (4).

Toda Europa y el mundo entero participarán de los avances que le hemos dado a

la ciencia. Pero la pregunta decisiva es la de si en este mundo más nuevo y

brillante vivirán también personas más felices.

Si nosotros logramos nuestros objetivos, entonces el trabajo de la reconstrucción

social de la nación que comenzáramos en Alemania en 1933 y que abruptamente

se interrumpiera en 1939, volverá a ser retomado y continuado con renovadas

fuerzas. Volveremos a ser amigos de todos los pueblos de buena voluntad que

habitan en la tierra y junto con ellos haremos cicatrizar las serias heridas que

deforman el noble rostro de nuestro continente. Habrá trabajo a montones y de él,

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cual manantial profundo y generoso de la felicidad humana, surgirán bendiciones y

fuerza para todos.

Pero si nuestros enemigos imponen su voluntad, la humanidad naufragará en un

mar de sangre y lágrimas. Habrá guerras y más guerras que se sucederán

prácticamente sin interrupción. Sin duda serán más reducidas y más aisladas

geopolíticamente que esta guerra, porque ya nadie se atreverá a provocar tan

irresponsablemente una hecatombe semejante a la actual (5). Pero si bien podrán

ser guerras reducidas serán tanto más deshonrosas. El honor en el campo de

batalla será definitivamente suplantado por la fría y sistemática decisión de matar

y de destruir a cualquier precio. Toda nuestra cultura europea se hundirá en el

lodo de revoluciones y más revoluciones que terminarán destruyendo todos

nuestros valores más sagrados.

Los hombres se matarán por poseer las cosas más superfluas y banales. Las

plutocracias naufragarán en una desesperada carrera por dar cada vez más lujos

a la humanidad corrompida por la molicie y al final terminarán no pudiendo dar ni

de comer a una población cada vez más numerosa (6). Habrá otra vez hambre y

desocupados. Y vendrá el bolchevismo a ofrecer tentadoramente las mismas

soluciones falsas que se nos ofrecieron a nosotros durante ese monstruoso

monumento al fracaso y la ignominia que fuera la República de Noviembre.

Al final, en la terrible sucesión de guerras, revoluciones, muertes y hambre, se

terminará destruyendo totalmente hasta el último resto de un mundo que aún era

bello y digno de ser amado.

Y aquellos que querrán poner un remedio a este estado de cosas no tendrán otra

alternativa que volver la vista hacia lo que nosotros hicimos y hacia aquello por lo

cual seguiremos peleando hasta el amargo final. Aquellos que quieran mejorar

este mundo decadente y corrupto tendrán que comprender que plutocracia y

bolchevismo no son los dos últimos caminos transitables para redimir a la

humanidad de la miseria y del fracaso. Porque hay un tercer camino, que es el

nuestro, que es el único y mejor y que es aquél que Adolf Hitler nos señalara.

Vendrán hombres que aún sin mencionarnos, porque les estará prohibido o

porque temerán hacerlo, intentarán transitar por este camino nuestro (7). Y serán

combatidos y traicionados al igual que nosotros lo fuimos. Pero al final

venceremos porque lo bueno y lo verdadero siempre triunfa en este mundo.

La historia alemana no es rica en grandes estadistas. Pero cuando éstos han

surgido tuvieron algo que decir y ofrecer, no solamente a su pueblo, sino también

al mundo. ¿Qué habría aún de europeo en Europa si emperadores y reyes,

príncipes y militares alemanes no hubiesen mandado siempre sus ejércitos contra

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los también siempre renovados ataques desde el Este? Y la mayoría de las veces

tuvieron a sus espaldas un continente que, o bien no los comprendió, o bien hasta

los trabó en su honrosa tarea de salvar a Europa. ¿Por qué habría esto de ser

distinto en la actualidad?

En el actual estado de cosas es absolutamente preciso interpretar esta constante

histórica. Lenin dijo una vez que el camino de la revolución mundial roja pasaba

por Polonia y por el Reich.

Polonia está ya en poder del Kremlin, a pesar de todos los intentos

angloamericanos de acusarnos. Si Alemania la hubiera seguido, o si alguna vez la

siguiera, ¿qué sería de los restos de nuestro continente? Poner la pregunta

implica contestarla.

Alemania terminaría dividida (8). Austria terminaría librada a su propio destino (9).

Los Soviets extenderían su influencia hasta el Atlántico. Inglaterra tarde o

temprano perdería la totalidad de su imperio, recibiendo así su merecido castigo

por su traición a Europa, que encuentra su máxima expresión en su concubinato

con el bolchevismo. Hasta los Estados Unidos pronto pensarían distinto sobre este

estremecedor fenómeno mundial. Guerras raciales internas y una decadencia

indetenible que les ocasionaría la pérdida de su prestigio y poder mundiales,

terminarían por abrirles los ojos a ciertos dirigentes americanos que incluso

llegarán a pagar con sus vidas (10) el haber comprendido una realidad que hoy,

por tendenciosas razones, le es presentada a la opinión pública USA de un modo

totalmente descolorido y distorsionado.

Cuando hace algunos años Mr. Churchill habló de las probabilidades de esta

guerra, declaró que Inglaterra triunfaría, pero que lo que aún no sabía era el cómo.

Nosotros solamente podemos contestarle: el Führer triunfará, y lo hará en lo

esencial, porque no solamente sabe que triunfará, sino también cómo triunfará. El

Führer ha impregnado a la nación de su espíritu. La nación se orienta de acuerdo

a su voluntad. En la lucha por su existencia aprobará la prueba de su destino y

con ello terminará la serie de errores y omisiones alemanas que vienen

sucediéndose desde hace cuatro siglos. Por eso es para nosotros, los alemanes,

esta época tan grande y aún a pesar de la guerra tan plena de felicidad. Porque le

da a nuestro pueblo una oportunidad, y la aprovecharemos. ¡Un pueblo en armas,

conducido por una voluntad y férreamente determinado a cumplir con su deber!

¡Ese es el ejemplo a seguir! ¡Esa es la victoria!

Un hombre que llegó a hacer y a forjar algo semejante está muy por encima del

aplauso y de la adulación. Ante él la nación sólo puede unificarse en

agradecimiento. Y eso es lo que esta hora difícil queremos hacer. Queremos

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agradecer al destino, sin importarnos lo que aún nos depare, el que nos haya

concedido al Führer en un momento de los más amargos y tristes de nuestra

historia. Y sobre todo nosotros, sus viejos camaradas de todo el amplioReich

alemán y que ahora somos soldados en todos los frentes, queremos declarar que

estamos agradecidos al destino el que nos haya permitido conocerle cuando

éramos jóvenes y el que nos haya permitido acompañarle en su largo y difícil

camino. No hay uno solo entre nosotros que quisiera no haber participado en

estos años duros, eternamente plenos de lucha y de trabajo. ¿Quién de nosotros

no considera como su mayor satisfacción, y hasta como real contenido y objetivo

de su vida, el haber estado a su lado cuando ganó una revolución y el estar ahora

a su alrededor cuando está empeñado en ganar la gran guerra por el honor de

Alemania?

Hace tanto que peleamos a su lado que las promesas ya no tienen razón de ser.

Sólo queremos expresar que su destino será nuestro destino. Estaremos a su lado

y pelearemos a su lado mientras tengamos sólo un poco de aire en los pulmones.

Hasta las últimas consecuencias.

De este modo lo saludamos, la noche anterior a su cumpleaños. Mañana lo

honraremos en la fanática determinación de proseguir su trabajo. A pesar de la

guerra, sobre la nación se extenderá un brillo de fiesta. Es su día, y es nuestro día.

Nos trae otra vez la conciencia lo que era nuestra vida antes de él y lo que fue

después de su revolución. Y por eso deseamos, como lo hemos deseado siempre,

toda vez que en días como hoy nos dirigimos a la nación, que permanezca siendo

para nosotros lo que siempre fue y aún es: ¡nuestro Hitler!

Berlín, 19 de abril de 1945.

MI TRADUCCIÓN DEL DISCURSO DE GOEBBELS DEL 19 DE

ABRIL DE 1945, EXTRAÍDO DEL LIBRO DEL DR. HEIBER

(11)

[¡Mis compatriotas alemanes!

En un momento del desarrollo de la guerra, en el que –así desearía uno creer- una

vez más, tal vez la última, todos los poderes del odio y la destrucción del Oeste,

Este, Sudeste y Sur acometen contra nuestros frentes, a fin de romperlos y dar al

Reich el golpe de gracia, me presento ante el pueblo alemán, como siempre desde

1933, en la víspera del 20 de Abril, para hablarle del Führer. Hubo en el pasado

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momentos felices e infelices en los que esto sucedió. Sin embargo, nunca

anteriormente estuvieron las cosas sobre el filo de la navaja como hoy, nunca el

pueblo alemán tuvo que defender su simple existencia bajo peligros tan enormes,

ni el Reich tuvo que asegurar la protección de su amenazada estructura en un

último y vigoroso esfuerzo].

Tiempos como éstos se dan sólo muy esporádicamente en la historia. Se

presentan por tanto para la correspondiente generación viva y combativa, que ha

de soportarlos, carentes de comparación y ejemplo. Acontecimientos históricos de

semejante carácter y extensión palidecen en nuestro recuerdo bajo el pesar que

soportamos, bajo las preocupaciones que parecen ahogarnos, y bajo las

preguntas angustiosas sobre nuestros seres queridos y sobre el futuro de nuestro

valiente y duramente probado pueblo...

Este no es el momento para hablar en ocasión del cumpleaños del Führer con las

habituales palabras de antaño ni para ofrendarle con los tradicionales buenos

deseos. Hoy debe ser dicho más, y en especial por parte de alguien que ha

adquirido un título ante el Führer y ante el pueblo. Yo he permanecido durante

veinte años al lado del Führer, he participado en la ascensión de su (12)

Movimiento desde los más pequeños e insignificantes comienzos hasta la toma

del poder, y he contribuido a ello con mis mejores fuerzas. Compartiendo con el

Führer alegrías y penas, las de victorias históricas sin precedentes así como las

de reveses terribles que tanto abundan en los años de 1939 hasta hoy, he vivido

junto a él y permanezco ahora a su lado, cuando el destino coloca ante él y su

pueblo la última y más dura prueba, para después –de ello estoy seguro- tenderles

a ambos el laurel. Sólo puedo decir que la época, en toda su oscura y dolorosa

grandeza, ha encontrado en el Führer a su único representante digno. Si aún vive

hoy Alemania, si Europa y con ella el Occidente decente con su cultura y

civilización aún no se ha hundido completamente en el remolino del tenebroso

abismo que se abre ante nosotros, a él únicamente se lo han de agradecer.

Pues él será el hombre de este siglo que –ciertamente bajo dolores y pesares,

pero aun así seguro de sí mismo- se abre camino ascendente (13). Él es el único

que permaneció fiel a sí mismo, el que no vendió ni traicionó sus creencias y sus

ideales por coyunturas más baratas, el que siempre siguió firme su recto camino,

al encuentro de una meta que ciertamente hoy reside invisible tras las montañas

de escombros que nuestros enemigos llenos de odio erigieron de los florecientes

campos de nuestro continente antaño tan feliz y orgulloso, pero que reaparecerá

reluciente ante nuestros ardientes y doloridos ojos una vez que las hayamos

atravesado.

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Tiempos como los que hoy vivimos requieren de un Führer algo más que

conocimiento, sabiduría y energía; para su superación es necesaria una clase de

tenacidad y perseverancia, de valentía del corazón y del alma, que sólo rara vez

se da en la historia, pero que cuando se hace efectiva, conduce a los más

admirables resultados del ingenio humano. Burckhardt, en sus “Consideraciones

sobre la historia mundial” (14), escribió lo siguiente: “Los destinos de pueblos y

Estados, las direcciones de civilizaciones completas pueden depender de que un

hombre extraordinario sea capaz de soportar determinadas tensiones del alma y

esfuerzos de primera clase en determinados momentos. Todo añadido numérico

de cabezas y corazones ordinarios no puede reemplazar lo anterior”.

¿Quién querría negar que para nuestra época y para la venidera, durante muchas

generaciones, sólo el Führer tiene el derecho a ser llamado con esta palabra, y

que ella alude a su persona y a sus obras? ¿Qué le han opuesto en verdad los

hombres de Estado enemigos? Nada salvo la preponderancia del número, su

estúpida locura destructiva, una diabólica furia exterminadora tras la que ya

aguarda el caos de la disolución de la humanidad civilizada. ¿En qué se han

convertido sus tesis de felicidad proclamadas tan ruidosa y patéticamente? ¿En

qué se han convertido su Carta del Atlántico (15) y sus cuatro libertades (16)?

Sólo en hambre, miseria, pestilencia y masacre. Todo un continente profanado les

acusa. Ciudades y pueblos antaño florecientes de todos los países de Europa han

sido transformados en un paisaje de cráteres; centenares de miles, sí, millones de

indefensas mujeres y niños en el Norte, Este y Sudeste del continente gimen y

lloran bajo el látigo rabioso del bolchevismo.

La más brillante cultura que jamás haya dado la Tierra se hunde en ruinas, y no

deja más que un recuerdo de la grandeza de una época que estos poderes

satánicos destrozaran. Los pueblos serán sacudidos por las más duras crisis

económicas y sociales, que son precursoras de aún más terribles acontecimientos

venideros. Nuestros enemigos afirman que los soldados del Führer pasaron por

las tierras de Europa como conquistadores, pero allí donde fueron propagaron la

prosperidad y la dicha, la tranquilidad, el orden, la estabilidad, trabajo en

abundancia, y como resultado de ello, una vida digna. Nuestros enemigos afirman

que sus soldados van a las mismas tierras como libertadores, pero allí donde se

presentan les siguen la pobreza y la pesadumbre, el caos, la devastación y la

aniquilación, el desempleo, el hambre y las masacres; y lo que queda de la

pretendida libertad, ésta vendría a ser como un pordiosero que ni tan siquiera en

la parte más oscura de África se atrevería a calificarse de humano digno.

Aquí se alza un programa de reconstrucción claramente definido, que en nuestro

propio país y en todos aquellos de Europa donde encontró una oportunidad para

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ello, ha resultado útil, dichoso para los hombres y para los pueblos, positivo y

previsor, en contra de la palabrería nebulosa de la destrucción mundial judeo-

plutocrática-bolchevique. Aquí se alza un hombre, seguro de sí mismo, con una

firme y recta voluntad, en contra de la perversa coalición de hombres de Estado

hostiles, que sólo son los lacayos y órganos ejecutores de esta conspiración

mundial. Europa ya ha tenido una vez la opción de decidirse entre ambos. Se ha

decantado en favor de la anarquía latente, y hoy debe pagarlo con pena infinita.

No habrá mucho más tiempo para decidir una segunda vez sobre su futuro

destino. ¡Se trata pues de vida o muerte!

[Una revista británica (17) publicó unos días atrás, que el producto resultante de la

política demencial de las potencias enemigas será con seguridad una revolución

de los pueblos de Europa contra la plutocracia anglo-americana, y que Hitler es el

hombre que cuando se puso manos a la obra para construir la felicidad política y

económica de Europa, fue detenido precisamente por esa misma plutocracia en

alianza funesta con el bolchevismo asiático]. No tengo nada que añadir. Así es en

efecto, y ninguna tentativa de disimulo puede exculpar de este crimen a nuestros

enemigos plutocráticos.

El deber de defenderse contra una prepotente coalición de fuerzas de destrucción

mundial claramente satánicas, implica ciertamente pruebas y cargas de naturaleza

sobrehumana, pero ello tampoco es ningún deshonor, ¡al contrario! Tomar

valientemente a su cargo una lucha que es inevitable e ineludible, llevarla a cabo

en el nombre de una providencia divina, confiando en ella y en su bendición

siquiera tardía, mantenerla firme frente a su destino con la conciencia y las manos

limpias, soportar toda pena y toda prueba, pero sin dedicar jamás ni un sólo

pensamiento a ser infiel al cometido histórico ni en la hora más angustiosa de la

decisión última tornarse vacilante y arrojar la carga: ¡esto no es sólo viril, también

es, en el mejor sentido, alemán! [Si nuestro pueblo no hiciera suyo este cometido y

no abogara por él como si de un mandato divino se tratara, no merecería ninguna

existencia ulterior, y junto con el derecho a ella perdería también toda posibilidad.

Lo que hoy vivimos es el último acto de un drama tremendamente trágico, que

comenzó el 1 de Agosto de 1914 y que nosotros, los alemanes, interrumpimos el 9

de Noviembre de 1918 precisamente en el momento en que se hallaba próximo a

su conclusión. Este es el motivo por el que tuvo que ser renovado e iniciado de

nuevo el 1 de Septiembre de 1939. Lo que quisimos ahorrarnos en Noviembre de

1918, lo recuperamos hoy en volumen duplicado y triplicado. Ante ello no existe

vía de escape alguna –a no ser que el pueblo alemán se separe de una vida

humana y esté dispuesto a llevar una existencia por todo el porvenir de la que

deberían avergonzarse las tribus más primitivas de África.

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Mas si es viril y alemán, como Führer de un gran pueblo valeroso, soportar esta

lucha puesta por entero sólo sobre él, hacer frente a enemigos prepotentes y

amenazantes con la confianza puesta en la propia fuerza y seguridad así como en

la ayuda de Dios, combatir contra ellos en lugar de capitular ante ellos, entonces

del mismo modo es viril y alemán, como pueblo, seguir a semejante Führer de

forma incondicional y fiel, sin subterfugios ni limitaciones, sacudirse todo

sentimiento de debilidad y flaqueza, confiar en la buena estrella, que reside sobre

él y sobre todos nosotros, también y precisamente cuando está

momentáneamente oscurecida por negros nubarrones, no ser en la desgracia

cobarde, sino obstinado, no ofrecer en ningún caso a un malicioso mundo

contemplativo la visión de un carácter infame, enarbolar, en lugar de las banderas

blancas de la sumisión esperadas por el enemigo, el viejo estandarte de la cruz

gamada de una resistencia fanática y salvaje, renovar el juramento que tan a

menudo hemos jurado en los felices y seguros tiempos de paz, agradecer a Dios

una y otra vez que Él nos donara un auténtico Führer para esta época grande y

terrible, sentirse día y noche en lo más profundo del corazón unido a sus

preocupaciones y cargas, y ya sólo con ello mostrar al mundo enemigo que nos

pueden herir, pero no matar, golpear sangrientamente, pero no derribar,

atormentar, pero no humillar].

¿Existe algún alemán que no le apruebe? ¿Podría nuestro pueblo, tras seis años

de semejante lucha, rebajarse tanto que olvidara todo honor y todo deber y, en el

vértigo del momento, vendiera por un plato de lentejas su sagrado e inalienable

derecho a una grandiosa vida venidera? ¿Quién querría atreverse a afirmar esto?

¿Quién piensa tan despreciablemente de nosotros que cree, justamente ahora que

estamos en el último y decisivo asalto de la guerra, que traicionaríamos todos

nuestros ideales jurados, que arrojaríamos por la borda todas las esperanzas en

un futuro más hermoso para nuestro Reich y entregaríamos, en el desconcierto de

la desgracia que nos ha correspondido, nuestro propio ser, nuestra tierra, nuestro

pueblo y la vida de nuestros hijos y nietos?

[Se habla en el mundo de la lealtad como de una virtud alemana. ¿Cómo habría

podido soportar nuestro pueblo las pruebas de esta guerra] sin ella, [y cómo sin

ella habría de soportar las últimas por venir? ¡Pues éstas serán las últimas! La

guerra se aproxima a su fin. La locura que las potencias enemigas han llevado a la

humanidad ha atravesado ya su punto más alto. Ella deja atrás en el mundo

entero únicamente un sentimiento de vergüenza y asco. La perversa coalición

entre plutocracia y bolchevismo va a romperse]. La cabeza de la conspiración

enemiga ha sido destrozada por el destino (18). Fue ese mismo destino el que

permitió al Führer el 20 de Julio de 1944 permanecer en pie e ileso entre muertos,

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heridos graves y escombros, y con ello ultimar su obra, ciertamente bajo pesares y

cargas, pero aun así, tal como establece el sentido de la providencia.

Una vez más los ejércitos de las potencias enemigas se lanzan contra nuestros

frentes defensivos. Tras ellos babea como fustigador el judaísmo internacional,

que no desea ninguna paz hasta que haya alcanzado su meta satánica de

destrucción mundial. ¡Pero será en vano! Cuando Lucifer se encuentre ante las

puertas del poder sobre todos los pueblos, Dios, como tantas otras veces ya, le

arrojará nuevamente de vuelta al abismo del que ha salido. Un hombre de

auténtica y secular grandeza, de un ánimo sin par, de una constancia que eleva y

conmueve a los corazones, será su instrumento para ello. ¿Quién querría sostener

que este hombre se encuentra en el caudillaje del bolchevismo o de la

plutocracia? No, el pueblo alemán le ha dado a luz. Le ha elevado de la nada, le

ha elegido como Führer en elección libre; conoce sus obras de paz y ahora está

dispuesto a conducir y a ejecutar sus impuestas obras de guerra hasta un final

fructífero.

[Después de esta guerra, Alemania florecerá en pocos años como nunca

anteriormente. Sus destruidos paisajes y provincias serán reconstruidos con

nuevas y más bellas ciudades y pueblos, en las que habitarán hombres felices.

Toda Europa participará de este auge. Seremos de nuevo amigos de todos los

pueblos de buena voluntad, cicatrizaremos junto con ellos las graves heridas que

desfiguran el noble rostro de nuestro continente]. De los ricos campos de cereales

crecerá el pan de cada día, que apacigüe el hambre de millones que hoy padecen

desnutrición y sufrimiento. [Habrá trabajo en abundancia y de él brotará, cual del

más profundo manantial de la felicidad humana, prosperidad y fuerza para todos].

¡El caos será subyugado! No serán los infiernos quienes dominarán este

continente, sino el orden, la paz y el bienestar.

¡Esta fue siempre nuestra meta! Aún lo es también hoy. [Si las potencias

enemigas hicieran prevalecer su voluntad, la humanidad se hundiría en un mar de

sangre y lágrimas. Guerras se alternarían con guerras, revoluciones con

revoluciones, y en su terrible sucesión sería echado a perder hasta el último

vestigio que hubiera quedado de un mundo que fue y volverá a ser hermoso y

digno de ser amado.

Pero si nosotros hacemos prevalecer nuestras metas, entonces el trabajo de

construcción social de la nación, iniciado en Alemania en 1933 y tan abruptamente

interrumpido en 1939, será reanudado y continuado con reforzado vigor]. Otros

pueblos se nos unirán, no obligados por nosotros, sino por su propia y libre

voluntad, puesto que no hay otro camino derivado de la crisis mundial. ¿Quién

sino el Führer podría señalar la dirección hacia él? Su trabajo es un trabajo de

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orden. Sus enemigos sólo pueden oponerle un trabajo diabólico de anarquía y de

devastación de los hombres y de los pueblos.

[La historia alemana no es rica en grandes hombres de Estado. Pero cuando han

entrado en ella, la mayoría de las veces tuvieron algo que decir y que dar no sólo

a su pueblo, sino también al mundo. ¿Qué habría aún de europeo en Europa, si

los emperadores, reyes, príncipes y mariscales alemanes no hubiesen rechazado

constantemente con sus ejércitos los asimismo constantemente repetidos asaltos

procedentes del Este? La mayor parte de las veces llevaron sobre sus espaldas a

un continente desunido que, o bien no les entendió, o bien hasta les frenó en su

tarea de salvar a Europa. ¿Tendría ello que ser distinto hoy? En la actual fase de

los acontecimientos, en que la guerra está cerca o tal vez ya en medio de su

desenlace, se hace difícil una interpretación definitiva de esta enorme lucha de los

pueblos]. Pero hay una que hoy no puede ser negada ya por más tiempo: no

hubiera un Adolf Hitler, y Alemania fuera dirigida por un gobierno como el de

Finlandia, Bulgaria y Rumania, entonces hace mucho tiempo ya que se habría

convertido en un botín del bolchevismo. [Lenin dijo en una ocasión que el camino

hacia la revolución roja mundial pasa por Polonia y el Reich. Polonia está en poder

del Kremlin a pesar de todos los intentos angloamericanos por disimularlo. Si

Alemania la hubiera seguido, o alguna vez la siguiera, ¿qué sería del resto de

nuestro continente?

Plantear la pregunta implica contestarla. Los soviéticos probablemente se situarían

ya en la costa del Atlántico, Inglaterra recibiría tarde o temprano su merecido

castigo por su traición a Europa, que encontró en su concubinato con el

bolchevismo su expresión más desesperada, y por consiguiente también en los

Estados Unidos presumiblemente pronto se opinaría de otra forma acerca de un

horripilante fenómeno mundial, que hoy es descrito totalmente distorsionado y

desfigurado por la propaganda USA en razón de los precisos fines de una prensa]

judía.

[Si por tanto el mundo aún vive, no sólo el nuestro, sino también el restante, ¿a

quién otro sino al Führer ha de agradecérselo?] Hoy puede injuriarlo y denigrarlo, y

perseguirlo con su odio infame, ¡mas algún día tendrá que revisar este punto de

vista o arrepentirse amargamente! Él es el núcleo de la resistencia contra la

decadencia mundial. Él es el corazón más valeroso de Alemania y la más ferviente

voluntad de nuestro pueblo. Puedo permitirme hacer un juicio sobre ello, y éste ha

de ser dicho precisamente hoy: si la nación aún respira, si ante ella aún descansa

la posibilidad de la victoria, si aún hay una salida al peligro mortal de la mayor

gravedad, hemos de agradecérselo a él. Él es la constancia misma. Nunca le vi

estar vacilante o desanimado, débil o cansado. Él seguirá su camino hasta el final,

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y allí lo que le espera no es el hundimiento de su pueblo, sino un nuevo y feliz

comienzo hacia un auge sin par del germanismo.

¡Escuchad alemanes! Hoy millones de seres humanos de todos los países de la

Tierra miran ya a este hombre, todavía dudando y preguntándose si él conoce

alguna salida a la gran desgracia que le ha tocado al mundo. Él se la enseñará a

los pueblos, pero nosotros le miramos llenos de esperanza y en una creencia

profunda e imperturbable. Obstinados y combativos permanecemos junto a él:

soldado y civil, hombre, mujer y niño, un pueblo, resuelto hasta el último, puesto

que se trata de la vida y del honor. Él no ha de perder de vista a sus enemigos,

por lo que le prometemos que no necesita mirar tras de sí. No vacilaremos y no

nos ablandaremos, no le abandonaremos en hora alguna, ya sea ésta la más

vertiginosa y peligrosa. Estamos con él como él con nosotros: en fiel camaradería

germánica, tal como le hemos jurado y tal como queremos cumplir. No le

insistimos, puesto que él ya lo sabe y debe saberlo: ¡Führer, ordena; nosotros te

seguimos! Le sentimos en nosotros y entre nosotros. Que Dios le dé fuerza y

salud y le proteja de todo peligro. El resto queremos hacerlo nosotros.

Nuestra desgracia nos ha hecho maduros, pero no faltos de carácter. Alemania

todavía es la tierra de la lealtad. Ha de celebrar en el peligro su triunfo más bello.

La historia nunca podrá informar que en este período un pueblo perdió a su Führer

o un Führer a su pueblo. Esta es pues la victoria. Lo que tan a menudo en alegría

pidiéramos al Führer en esta tarde, hoy en la pena y en el peligro se ha convertido

para todos nosotros en un ruego muy profundo e íntimo: [¡Qué él siga siendo lo

que para nosotros es y siempre fue: nuestro Hitler!]. (19).

NOTAS:

(1)- Varios ejemplos de la reproducción de este falso discurso son los siguientes:

· ”Joseph Goebbels. Cuadernos de Formación Popular nº 3”, Ediciones Bausp;

Barcelona; Abril de 1978; pág. 15-20;

· Separata del ejemplar nº 108 de Verano de 1982 de la revista “CEDADE” titulada

“¿Por qué lucharon?”, pág. 12.

· Nº 4 de la publicación argentina “EL ATAQUE. Contra el comunismo y el capital”,

Junio de 1998, pág. 1.

(2)- Esta frase no aparece en la edición alemana (por tal me refiero a la incluida en

el mencionado tomo de discursos de Goebbels de la editorial Droste), y cabe

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pensar que el traductor/autor se la sacó de la manga para unir de forma coherente

dos trozos que en la grabación aparecen seguidos, pero que en la trascripción

comprobamos que no es así

(3)- Nos encontramos ante lo que podemos calificar de primera profecía de

Goebbels, la cual, al igual que las seis siguientes, no aparece en su edición

alemana.

Efectivamente, las necesidades de la guerra fría impusieron la necesidad a ambos

bandos de reconstruir y armar a las dos Alemanias. Es notable el hecho de que

Goebbels realmente vislumbrara la reconstrucción alemana, tal como podemos

comprobar escuchando el discurso, pero parece que eltraductor/autor, no

satisfecho con ello, pretende rematar la faena aclarando las causas de la misma.

(4)- Tampoco hay en la edición alemana referencia alguna a los inventos de la

técnica alemana. Todo apunta a que nos encontramos ante el deseo de apuntalar

la profecía anterior.

(5)- Segunda profecía. Ciertamente, tras la Segunda Guerra Mundial no ha habido

más conflictos bélicos en Europa (salvo el habido recientemente en la antigua

Yugoslavia), y en el mundo las guerras han tenido lugar en las antiguas colonias

(Corea, Vietnam, Congo, Irak...), guerras que no han destacado precisamente por

su sentido caballeresco.

(6)- Tercera profecía, que hace mención al problema de la superpoblación, el cual

era uno de los temas candentes de debate en la década de los setenta, momento

en que salió a la luz el texto que comento.

(7)- Cuarta profecía. Parece que Goebbels adivinó cuál sería la situación del

Nacional Socialismo tras la guerra. En la mayor parte del mundo occidental estaba

prohibido. Allí donde aún no lo estaba (caso de Argentina o España) era objeto del

ataque continuo de los medios de comunicación, por lo que en los grupos NS

había dos corrientes en pugna: los “históricos”, que se negaban a renunciar a sus

señas de identidad hitlerianas, y los “alternativos”, que aseguraban que mientras

se estuviese ligado al pasado no había posibilidad alguna de éxito, o dicho de otro

modo, que temían, tal como dice eltraductor/autor, mencionar a Hitler.

(8)- Quinta profecía, que mantendría su vigor hasta 1989.

(9)- Sexta profecía. En verdad tiene mérito profetizar que el país que viera nacer a

Hitler y que de forma tan entusiasta y masiva se uniera en 1938 a su hermano

alemán, escapase de la culpabilidad de la guerra adoptando para ello el papel de

víctima de Alemania y el status de nación independiente

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(10)- Séptima profecía. En la edición alemana no se encuentra mención alguna a

las guerras raciales internas (no olvidemos que la lucha contra la segregación

racial se inició en plena década de los sesenta, es decir, pocos años antes de la

aparición de este escrito); respecto a “los dirigentes americanos que incluso

llegarán a pagar con sus vidas”, tal vez el traductor/autor se esté refiriendo al

senador McCarthy o al político NS George Lincoln Rockwell

(11)- Goebbels Reden, 1939-1945. Presentación a cargo del Dr. Helmuth Heiber.

Droste Verlag GMBH; Dusseldorf; 1972; tomo II, pág. 447-455.

(12)- Al referirse al Movimiento, Goebbels usa dos adjetivos posesivos (seinen und

seiner Bewegung), enfatizando que el Movimiento pertenece tanto al pueblo como

al Führer.

(13)- Goebbels se está refiriendo al siglo, no al Führer

(14)- Jacob Burckhardt (1818-1897:( Weltgeschichtlichen Betrachtungen; Capítulo

V: Das Individuum und das Allgemeine (“El individuo y la colectividad”); Edición

completa, tomo 7, pág. 180; Stuttgart, 1929 (nota extraída del libro del Dr. Heiber;

op. cit., pág. 449).

(15)- .- Acordada el 12 de Agosto de 1941 como cierre de la Conferencia del

Atlántico llevada a cabo en los buques de guerra anclados ante Terranova: “Ocho

principios para el desarrollo del mundo tras el fin de la guerra” (nota extraída del

libro del Dr. Heiber; op. cit., pág. 449).

(16)- .- El programa de las Cuatro Libertades (libertad de expresión, de religión,

ante la necesidad y ante el temor) ya lo había desarrollado Roosevelt medio año

antes de la Conferencia del Atlántico en su mensaje al Congreso con motivo del

año nuevo (nota extraída del libro del Dr. Heiber; op. cit., pág. 449).

(17)- Se trata de la revista New Leader (nota extraída del libro del Dr. Heiber; op.

cit., pág. 450).

(18)- Goebbels se refiere a la muerte de Roosevelt, acontecida el 12 de Abril de

1945

(19)- Las partes del discurso comprendidas en [ ] son las que están incluidas en el

disco inglés de Colin Jordan que incluye este discurso, que a su vez fue

reproducido en cinta de cassette por CEDADE y que presumiblemente sirvió de

base para el aquí denominado “Discurso de las siete profecías