El Terremoto de Oxapampa

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EL TERREMOTO DE OXAPAMPA (24 de diciembre de 1937) Posted: 23 diciembre 2009 by pueblomartir in HISTORIA Etiquetas: Cesar Perez Arauco , Oxapampa , Pasco , Pueblo Martir , Terremoto en Pasco , tragedias de Pasco 7 “El terremoto que asoló Oxapampa y Chontabamba el 24 de diciembre de 1937, fue uno lo los más estremecedores que se produjo en el Perú. Silgado (1978) indica que además de los numerosos muertos y heridos que dejó en el fundo Victoria, se abrió una grieta gigantesca de donde emanó abundante agua con tal poder que arrasó con corpulentos árboles del entorno. Cerca del convento de Quillazú, emergió un volcán con fumarolas blancas como la nieve y, sus humos cubrieron Palmazú, Chilache, Chaupimonte, Ancahuachanán, Punchau, Chorobamba, Pavopampa, Yanachaga, Grapanazú, Santa Rosa, la Oriental, San Carlos y muchísimos lugares más. Alcanzó nueve grados en la escala de Mercali” Instituto Geofísico del Perú En la casa hacienda del fundo “El Oriental”, iluminada por potentes lamparines, la señora Emilia Tábori y sus hijas, Yolanda de dieciocho años y Olga de ocho, comentan animadamente con la abuela doña Rebeca de Tábori, lo ocurrido el año que termina. Las niñas acaban de llegar Lima para pasar sus vacaciones. Ansiosas aguardan la llegada del jefe

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EL TERREMOTO DE OXAPAMPA (24 de diciembre de 1937)

Posted: 23 diciembre 2009 by pueblomartir in HISTORIA Etiquetas: Cesar Perez Arauco, Oxapampa, Pasco, Pueblo Martir, Terremoto en Pasco, tragedias de Pasco 7

“El terremoto que asoló Oxapampa y Chontabamba el 24 de diciembre de 1937, fue uno lo los más estremecedores que se produjo en el Perú. Silgado (1978) indica que además de los numerosos muertos y heridos que dejó en el fundo Victoria, se abrió una grieta gigantesca de donde emanó abundante agua con tal poder que arrasó con corpulentos árboles del entorno. Cerca del convento de Quillazú, emergió un volcán con fumarolas blancas como la nieve y, sus humos cubrieron Palmazú, Chilache, Chaupimonte, Ancahuachanán, Punchau, Chorobamba, Pavopampa, Yanachaga, Grapanazú, Santa Rosa, la Oriental, San Carlos y muchísimos lugares más. Alcanzó nueve grados en la escala de Mercali” Instituto Geofísico del Perú

En la casa hacienda del fundo “El Oriental”, iluminada por potentes lamparines, la señora Emilia Tábori y sus hijas, Yolanda de dieciocho años y Olga de ocho, comentan animadamente con la abuela doña Rebeca de Tábori, lo ocurrido el año que termina. Las niñas acaban de llegar Lima para pasar sus vacaciones. Ansiosas aguardan la llegada del jefe de familia, don Guillermo Koch, alto empleado de las minas de Jumasha, que ha prometido estar con ellas para pasar Noche Buena y recibir la Navidad.- Ha sido un año tan largo en el que vuestro padre los ha extrañado mucho- dice doña Rebeca.- ¡Y nosotros a él y, a usted abuelita!- las niñas emocionadas, responden con presteza.- Sin embargo, todo será que las vea y, estoy segura que se va a emocionar. Durante todo el año no ha hablado de otra cosa. Además, tú, Yolanda, te has convertido en una bellísima y completa mujer; otro tanto digo de ti, Olguita; en Lima has pegado un estirón que casi alcanzas a tu madre.- ¡Así es abuelita…!

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- El que estén ustedes aquí será un hermoso regalo de Navidad para tu papá; estoy segura. Ya lo verán hijas mías.

Las risas y bromas menudearon en aquellos momentos de gran espera. Al llegar la medianoche se retiraron a sus alcobas a descansar. Al asegurar la puerta doña Elisa, quedó atónita a la puerta, con la lámpara en la mano y una interrogación en los ojos.— ¡¿Qué es lo que ocurre con estos animales?!… Todos están inquietos. ! Las gallinas no dejan de revolotear cuando debieran estar durmiendo y los caballos se encabritan como si quisieran escapar de una prisión… ¿Qué ocurrirá…?!

Nadie sospechaba la trágica respuesta que la naturaleza les daría aquella noche.

Doña Ubaldina de Ames, propietaria del hermoso fundo “Punchau”, había recibido aquella tarde la visita de Juan Ivancovich, hijo de un próspero comerciante austriaco del Cerro de Pasco, y de Juan Loechle, comerciante lugareño que había recibido a Ivancovich para recibir la Navidad en su fundo de Oxapampa.— Es muy grato para mí recibir la visita de los hijos mayores de mis mejores amigos. Sean bienvenidos en esta su casa – doña Ubaldina había sacado unas copas de ajenjo con las que brindaba por sus amigos ausentes.— Gracias, doña Ubaldina. Mi padre me ha informado de la entrañable amistad que los une y, me ha pedido que le haga presente sus recuerdos y sus saludos.— Bien, joven amigo, ahora que han decidido aposentarse en Oxapampa nuestra amistad seguirá siendo indestructible. Han hecho bien en decidirse a dejar el Cerro de Pasco que, por su altitud, es muy peligroso y por su frío, también…— Así es, señora…— Ya felizmente están muy animados, señora Ubaldina. La primera semana de enero estarán definitivamente con nosotros. Juan está yendo a conocer las propiedades que les venderá mi padre- intervino Loechle.— ¡Salud por esa gran noticia…!!!

Durante el resto de la noche conversaron animadamente sobre los negocios de sus familias y, ya rendidos de cansancio, se retiraron a descansar a sus habitaciones. Al día siguiente seguirían camino a Oxapampa.

Cuando todo se hallaba en aparente tranquilidad con tan sólo el lúgubre aullido de los perros y un sofocante calor que cada vez se acentuaba más, un horroroso y estremecedor estrépito, como si la tierra comenzara a hundirse definitivamente, despertó a los vecinos de los valles de Huancabamba y Oxapampa. Horrorizados abrieron los ojos y se incorporaron sobre sus cobijas. Un trepidante remezón hizo caer muebles y cuadros de las casas. Al ensordecedor rugido de la tierra, siguió su tétrico ronquido y el temblor inmisericorde, en medio de gritos espeluznantes de hombres, mujeres y niños, se mezclaba con el estrépito de las paredes cayendo y las maderas quebrándose estruendosamente. Era la una de la madrugada del 24 de diciembre de 1937.

En el fundo “La Oriental”, sacudidas por imparable bamboleo, las paredes de la casa hacienda se amontonaron como si se tratara de una castillo de naipes, apagando los estremecedores gritos de sus ocupantes. Un polvo picante y una oscuridad estremecedora

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hacían más terrible el sordo rugido de la tierra. En escasos segundos, entre un fragor espantoso, toda la familia Koch-Tábori, quedaba completamente sepultada.

En el edénico fundo “Punchau”, en cuanto las vibraciones del terremoto se habían iniciado, los jóvenes Ivancovich y Loechle, salieron despavoridos a ganar la calle y, cuando ya lo habían logrado, escucharon los estremecedores gritos de la señora Ubaldina, que aprisionada entre los maderos de la escalera les llamaba pidiendo auxilio sin poder moverse. Volvieron inmediatamente. A tientas, en una oscuridad cerrada y asfixiante, comenzaron a remover pisos y terrales; fatalmente el movimiento sísmico era tan continuo que, una pared que había quedado suelta sepultó a los jóvenes amigos en contados segundos. Doña Ubaldina trató de incorporarse, pero no pudo. Un enorme tijeral le había aprisionado la pierna derecha, cortando venas y rasgando gran extensión de tejido cutáneo que le originó una hemorragia espantosa.

La tierra seguía temblando con leves intermitencias echando por los suelos las construcciones de adobes y tapia de Palmazú, Chilache, Chaupimonte, Ancahuachanán, Punchau, Chorobamba, Pavopampa, Yanachaga, Grapanazú, Santa Rosa, la Oriental, San Carlos y muchísimos lugares más.

El pánico era aterrador. Los gritos se confundían con el pasmoso ruido subterráneo. En algunos lugares, la gleba se había cuarteado visiblemente y de sus hendiduras, abiertas y profundas, un cáustico gas sulfuroso ahogaba el ambiente en irritantes emanaciones.

En la hacienda Ancahuachanán -tétrica oscuridad- don Aníbal Cárdenas había realizado una heroica actividad de salvamento de familiares y vecinos no obstante tener una pierna seriamente lastimada. Cuando, agobiado, terminaba de sacar al ultimo herido, en medio de espectacular polvareda, se hundió conjuntamente con toda una fila de casas de la hacienda.

El pavoroso desastre de aquella madrugada, comenzaba en la avenida Progreso, a diez kilómetros de Oxapampa y, treinta kilómetros más allá, en Huancabamba, las casas estaban completamente destrozadas.

En Oxapampa, a poca distancia el convento de Quillazú que regentaban las Misioneras Franciscanas de la Divina Pastora, tenían su residencia los socios Fermín Rodés y Antonio Guardiz, dos maduros españoles que después de cimentar su fortuna en las minas el Cerro de Pasco, habían llegado a Oxapampa para dedicarse a la agricultura. La casona donde residían era amplia y sólida; no obstante, al iniciarse los remezones –que en esa parte de la ciudad fueron escalofriantes- se abrió un enorme cráter en el centro de la sala, como si se tratara de una mina profunda y, succionados por el vacío producido fueron a caer al centro del boquete envueltos en un polvo fino y punzante donde encontraron horrible muerte tras larga y dolorosa agonía.

Cerca de allí, la señora Marcelina Miche de Miranda, fue arrojada al piso con sus hijos, Saturno de doce, José de diez e Irene, de seis años. Una pared había caído sobre las escaleras al abrirse la tierra, aprisionándoles medio cuerpo. Imposibilitados de moverse, sufrieron la trituración de los miembros inferiores por el continuo bamboleo de toneladas de tierra sobre ellos. Sus gritos escalofriantes se confundieron con el sordo estrépito de la

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tierra herida y gimiente. Los relatos de los pocos sobrevivientes fueron verdaderamente conmovedores. Los diarios cerreños recogieron cada uno de ellos conmocionando al pueblo minero que, solidariamente brindó su más amplio apoyo.

La noche del 29 de diciembre, en el tren de pasajeros llegaba al Cerro de Pasco, el postillón de correos del valle de Huancabamba. Visiblemente conmovido con lágrimas rebasándole los ojos, Pablo Ayala, natural de Mallapampa, fue entrevistado por las autoridades y redactores del diario EL MINERO. Esto fue lo que declaró: “Señores, fue terriblemente espantoso lo que vimos el 24, a la una de la mañana. Aquella noche el calor se había sentido más fuerte que nunca. Como si el aire viniera del infierno, y aunque ustedes no me crean, desde el mediodía todos los animales se encabritaban furiosos e intranquilos, como si supieran lo que iba a acontecer. Al producirse el terremoto todos despertamos alarmados. La tierra temblaba como si se tratara de una inmensa zaranda y, de todas partes, el polvo de las casas se elevaba por los aires (bebe agua y se seca las lágrimas). Yo, pudiendo o no pudiendo, salvé a mi mujer y a mis hijos. Aquella noche, por todas partes se escuchaban los gritos de mujeres y de niños, y en ese momento también, un humo como de ají ardiente, se sentía en todas partes (bebe agua). Todos amanecimos aterrorizados y sin saber lo que estaba ocurriendo alrededor de nosotros… El sábado 25, día de Pascua, decidí salir de Huancabamba a pedir auxilio. No era posible que todos nos quedáramos sin hacer nada. Era necesario informar de lo que había ocurrido y conseguir, de esa manera, auxilio generoso para los que estaban sufriendo. Como si todo lo ocurrido fuera poco aconteció algo inesperado. Cuando yo estaba parado en el corredor de la hacienda, esperando las valijas urgentes para transportarlas, alcancé a ver con estupor, una gran cantidad de humo que no permitía respirar y hacía arder la garganta. Cuando por el aire el humo de disipó en algo, no pude creer lo que estaba viendo. ¡¡¡Un volcán, señores, un volcán!!!. No lo podía creer. ¡Era un volcán en plena erupción cerca del convento de Quillazú!. Hombres y mujeres, deshechos en lágrimas nos arrodillamos para pedir a Dios que aplaque sus iras. La gente estaba deshecha. Todos teníamos a nuestros parientes, amigos y vecinos, heridos o sepultados entre los escombros. Y, aunque ustedes no crean, los movimientos de tierra siguieron hasta el lunes, en que estuve en Huachón. (Bebe agua y limpia sus lágrimas). Yo soy el único hombre que ha podido salir de la montaña. Todos tienen miedo de que en el camino sean muertos por el terremoto. (Bebe una copa de pisco que le han alcanzado). He traído varias cartas de las haciendas “Chaucha” y “Chorobamba”, para los señores Maúrtua, Cárdenas, Rubio y Capdevila, que piden auxilio para sus familiares. (Bebe). El número de muertos es incalculable. La pestilencia de los cuerpos descompuestos ya es horrible. El aire es irrespirable. Nadie sabe de lo ocurrido en Oxapampa, porque se halla completamente aislada. ¡El volcán está echando humo y cenizas. Las cenizas son blancas, como nieve, como la nieve de aquí… El puente de Yanachaga esta por caerse. Se mantiene de milagro, pendiente de unos retazos de madera que en algún momento va a ceder. El río Huancabamba está socavando los cimientos de sus muros. ¡Este puente es el único que comunica Huancabamba con Oxapampa…! ¡Yo les pido por amor de Dios que vayan ayudar a los que han sufrido esta desgracia…!.. ¡ Por favor, señores!… ¡ Misericordia!. (Se echa a llorar abiertamente, con una conmovedora desesperación).

El 30 de diciembre de 1937, con la premura del caso, el Presidente de Rotary Club, doctor José G. Cobián, convoca a una sesión de emergencia. Por acuerdo general, atendiendo la urgencia del caso, reúnen de todos los hospitales y postas sanitarias, los medicamentos

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imprescindibles para atender la emergencia, dejando sólo lo indispensable. Se delega la responsabilidad de auxilio médico a dos jóvenes profesionales que están en la flor de su edad. El médico Alberto Guess, que acababa de llegar a la ciudad y es especialista en enfermedades tropicales y excelente cirujano. Va con él, el excelente enfermero, Pedro Santiváñez Castillo que, por sus méritos personales, se ha convertido en flamante jefe de enfermeros. Ellos deberán viajar de inmediato por la ruta de Tambo del Sol y Huachón. Estos esforzados y humanitarios servidores de la comunidad partían a las cinco de la madrugada del primero de enero. En Huachón les esperaban cinco hombres y 25 acémilas para el transporte del auxilio médico.

Cuando, tras sortear los peligros de abismos y farallones que circundan la arriesgada ruta, el médico y el enfermero, llegaron al cruento escenario del terremoto, sufrieron una horrorosa impresión a la sola vista del escenario dantesco. “El olor a muerte y tragedia inundaba toda la localidad – nos contaba don Pedro en un reportaje que le hicimos, años más tarde- Tuve que arengar al doctor Guess con palabras muy duras para que salga del shock que acababa de sufrir. Él era muy joven y se encontraba muy conmocionado”. Ya repuestos, emprendieron un trabajo verdaderamente agotador. Contando con algunos sobrevivientes que milagrosamente se encontraban indemnes y, con la ayuda de algunos sacerdotes franciscanos, emprendieron la dura tarea de rescate y transporte de víctimas al improvisado hospital que levantaron.

Primeramente, hicieron todo lo posible para salvarle la vida a doña Ubaldina Ames que acababa de ser rescatada de los escombros de su casa. Tenía las piernas prácticamente seccionadas, con una hinchazón cada vez más espectacular, debido a la gangrena que ya se habían apoderado de sus carnes. La profusa hemorragia la había debilitado tanto, que apenas pudo resistir la curación tras una inyección de morfina; luego de narrar lo acontecido en su casa, e implorando perdón a Dios por sus pecados, obtuvo la absolución de los sacerdotes y, cerró sus ojos para siempre.

Aquella mañana, con el rostro desencajado, los ojos abiertos en inmensa interrogante y las ropas destrozadas -como un espectro- llegaba al escenario de la tragedia, don Guillermo Koch. Había caminado cinco días y cinco noches, por abismos y cerros, por cañadas y llanos; había cruzado caudalosos y amenazantes ríos, empujado por una angustia mortal y una encendida esperanza en un rincón del corazón. Todo fue en vano. Cuando vio el montón de escombros donde antes se levantaba su casa, pálido en extremos de agonía, se arrodilló a llorar la impotencia de su desgracia. Con los ojos incrédulos vio lo que todos habían visto antes. Era imposible que alguien hubiera podido escapar con vida de aquel infierno. Entre paredes destrozadas, maderos quebrados y hierros retorcidos, yacía sepultada toda su familia: Su esposa, sus hijas, su suegra. Todo lo que tenía en la vida. Fue verdaderamente dramático el rescate de las víctimas. A partir de ese momento, el hombre se convirtió en un muerto en vida, un enajenado que ya actuaba mecánicamente.

Aquel mismo día, el comandante Jesús Villanueva de la Base Aérea de San Ramón, salió pilotando un avión de reconocimiento para observar el estado en el que habían quedado los caseríos del valle de Huancabamba. Vio que todo era escombros, sólo escombros. Buscó por todos los medios posibles, un lugar plano donde pudiera aterrizar, pero nada le ofrecía

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aquella perspectiva. Todo estaba deshecho, como tras un bombardeo. Tuvo que informar que nada quedaba en pie y no había un solo lugar donde la máquina pudiera posarse.

Muchos casos dramáticamente conmovedores se relataron después del trágico acontecimiento. Por ejemplo, cuando removieron las toneladas de tierra que cubrían una casa, un espectáculo desgarrador se ofreció a los ojos de los rescatadores. Una madre de 35 años, tenía cogidos de las manos a sus dos hijos, de 6 y 10 años, y prendido de sus faldas, su hijo mayor de doce años; y a pesar de que tenían los cuerpos destrozados, la muerte no los había separado; sólo una niña recién nacida, milagrosa e increíblemente, era la sobreviviente del cataclismo.

Alfredo Grey, vecino de Huancabamba, aseguraba que el terremoto tenía origen volcánico, pues horas antes del cataclismo, se habían oído fuertes ruidos, a manera de explosiones, que había alarmado a la población. Se hallaban comentando el extraño fenómeno cuando comenzó a llover lava hirviente y trozos de piedra como si fuerzas desconocidas las arrojaran sobre la ciudad que acababa de ser arrasada. En la quebrada de Chontabamba aseguraban haber encontrado un cráter. Muy cerca del Convento de Quillazú, tuvieron que cavar mucho para rescatar los desgarrados despojos de Fermín Radés y Antonio Guardiz, los españoles. Extrañamente, sus cuerpos habían sido succionados a una increíble profundidad en el centro de la casa que habitaban.

Juan Machiavelo, recaudador de Huancabamba, el más diligente de los auxiliares de los sanitarios, aseguraba que después del terremoto, 45 réplicas -las había contado todas- seguían samaqueando la tierra. Las gentes -temerosas de que el terremoto volviera a repetirse- tuvieron que dormir en carpas improvisadas.

Durante cinco días, y casi sin dormir ni alimentarse debidamente, con el solo deseo de atenuar los dolores, el médico y el enfermero, trabajaron tan denodadamente suturando heridas; entablillando y enyesando fracturas; haciendo transfusiones rápidas; vacunando contra tétanos y otras enfermedades que pudieran presentarse; inclusive, algunas operaciones quirúrgicas de emergencia, generalmente amputaciones. En esta ocasión dispusieron la inmediata sepultura de los cadáveres rescatados porque se encontraban en avanzado estado de descomposición. Al final, la lista de baja y heridos graves, fue la siguiente:

MUERTOS1. Emilia Tábori de Koch, de 40 años.2. Yolanda Koch Tábori, de 18 años3. Olga Koch Tábori, de 8 años4. Evarista Herrera, de 60 años.5. Domitila Casimiro, de 7 años.6. Marcelina Miche, de 35 años.7. Saturno Miranda, de 12 años.8. José Miranda de, 10 años9. Irene Miranda de, 6 años.10. Fermín Rodés , de 45 años11. Antonio Guardix, de 47 años

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12. Domitila Nano, de 16 años13. Julia Chávez , de 5 años14. Ubaldina Ames, de 45 años15. Juan Loechle, de 25 años16. Juan Ivancovich, de 24 años17. Luis Macury, de 9 años18. Victoria Villegas, de 36 años y en días de dar a luz

HERIDOS DE GRAVEDAD

1. Nícida Rowe2. Lastenia Beltrán3. César Mácury4. Hilda Mácury5. Cristina Vda. de Bottger.

CASAS COMPLETAMENTE DESTROZADAS

En el Valle de Chontabamba, 34 casasEn el Progreso, 23 casasEn Huancabamba, 28 casasEn San Daniel, 10 casasEn Oxapampa, 10 casas

El implacable derrumbe de los cerros había cubierto numerosos tramos de la Vía Sotil; igualmente el camino que conduce al valle de Pusagno. En la ruta a Huancabamba se notaban numerosas grietas y deslizamientos. El puente que unía a Oxapamapa con Chontabamba había desaparecido. Dos puentes que ligaban a dos sectores importantes entre Oxapampa y el Valle de Progreso también se habían perdido. Los puentes que unían a Chanchamayo y Carhuamayo, o sea Llamaquizú y Yanachaga, habían sufrido daños considerables en sus bases. En el fundo San Martín, se había volteado –como si alguien lo hubiera hecho con las manos- un depósito de aguardiente. En este mismo lugar, en el epicentro del terremoto, las papas que estaban florecidas dentro de la tierra, salieron despedidas hacia arriba como impulsadas por misteriosas y subterráneas catapultas. En el fundo victoria, en terreno llano, se abrió un enorme boquete del que manó un volumen considerable de agua que arrastró corpulentos árboles, aumentando el caudal del río Chorobamba. Los cerros boscosos de los ríos Chontabamba y Chorobamba, sufrieron enormes deslizamientos y derrumbes, que llegaron a abarcar una considerable extensión de más de diez leguas.

Desde el amanecer del 24 hasta el 5 de enero, se habían registrado en la zona, 600 temblores de regular intensidad.

Cuando comenzaron a llegar los médicos, enfermeras, policías, periodistas, familiares de Tarma, La Merced, Chanchamayo, La Oroya, Lima y otros lugares, el doctor Alberto Gues y el Enfermero Pedro Santiváñez, decidieron regresar al Cerro de Pasco. Hambrientos y casi sin dormir, habían cumplido una hermosa y heroica misión. Cuando salieron de

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Huancabamba, traían en sus retinas y en el alma, dantescos cuadros de conmovedoras escenas que les había tocado vivir. Allá quedaba en la memoria y en el corazón, una herida que no han olvidado.

24 de Mayo de 1940

Puede decirse que el del año 1940 fue un verano de condiciones muy especiales. En efecto, el Sol brilló desde el mes de noviembre de 1939, llegando con su calidez y con su brillo prácticamente hasta finales de mayo. Es así como, temprano en la mañana del día 24 de ese mes, nos dimos cita en el antiguo local del Club de Regatas "LIMA", para remar y aprovechar uno de los últimos días de esa temporada tan generosa.

Estábamos, José Manuel Pérez Gamio, Narciso Fernández, Andrés Landavere y el autor de esta nota, para salir en la yola "Bellido". Al llegar, más o menos puntuales, nos encontramos con Gilberto Orellana, el gran "Teodolito", ingeniero de mar y tierra, como él se calificaba, a quien comprometimos para que se hiciera del timón, cosa que aceptó gustoso, lo que no nos llamó la atención por su enorme entusiasmo para todo y su vitalidad desbordante.

Hicimos unas cuantas millas siguiendo las observaciones de José Manuel Pérez Gamio, que era un estudioso del remo en lo referente a su ejecución. Efectivamente, un estilista y hombre muy eficaz en cuanto al rendimiento, similar -guardando las distancias, pero sin disminuirse- con ese otro gran remero que fue Fernando Ferrand, el popular "Chancleta".

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Íbamos cambiando opiniones respecto a la mejor forma de atacar para dar una buena palada y otras tantas cosas que nos llevaría mucho tiempo anotar.

Concluida la faena de entrenamiento académico, regresamos al local del Club para la ducha de estilo, bajo los grandes tanques que eran nuestros depósitos de agua y de los cuales caía un chorro tan fuerte que había que recibirlo esquivando y poniendo distintas partes del cuerpo para soportar su impacto.

Al llegar al muelle, nos encontramos con otros socios amigos que habían venido para aprovechar, también, la mañana tan linda del verano que se despedía. Su intención había sido sacar otro bote y salir a remar, pero pudo más la reflexión de Alejandro Casanova quien con la inteligencia, fruto de la experiencia, les dijo que el Sol era un regalo que no debían desperdiciar, que tiempo había para remar y que ese Sol era sin duda uno de los últimos de la temporada.

Ni cortos ni perezosos oyeron del "viejo" el consejo y se pusieron ropa de baño, condición en la que los encontramos. La sabia recomendación de Alejandro, caló rápidamente en todos y cada uno de nosotros; así que, rápidamente, nos sumamos al grupo y le pedimos al eterno "Colorao" Muñoz nos habilitara nuestras ropas de baño.

Hicimos un corrillo al pie del mar, en la vieja plataforma de madera que daba al desembarcadero de las yolas, y nos echamos al Sol, iniciando una conversación, lo más amena, respecto a tan particular estación que habíamos disfrutado.

Comentarios sobre las regatas sociales, los bailes, las chicas y en fin mil anécdotas, que normalmente se daban en gente que vivíamos el compañerismo de un deporte que habíamos abrazado con tanto cariño y particular inclinación.

Éramos del grupo los siguientes asociados: Alejandro Casanova, José Pérez Gamio, Carlos Rodríguez Larraín, Andrés Landavere Jordán, Luis Brambilla, José de la Torre Ugarte, conocido como "Carcancha", Alejandro Rizo Patrón

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P., Narciso Fernández "el Turco", "Teodolito" Orellana, Ricardo Flores Ronceros y el que escribe.

En el Club se encontraban también en sus labores propias: don Luciano Montero, hábil maestro de la madera y quien proveyó, durante muchos años, las yolas de regatas que tanto triunfo le dieron al Club "Lima". El "Colorao" Juan Muñoz entrenador de remo, de box, de marathon y de cuanto otro deporte puede hacer un hombre en 18 horas al día. Y don Vicente Miyashiro, conductor del cafetín del Club y que venía de hacer compras para el recordado 24 de mayo de 1940.

Ricardo Flores había sacado un chingo de fabricación nacional y hacía unas cuantas "pirigayas" para impresionarnos, lo veíamos cometer todas las locuras que le eran propias, razón por la cual llevaba apropiadamente su apodo.

Es difícil señalar, hoy después de tantos años, 63 para ser exactos, quién de los que allí estábamos hizo el comentario respecto a que "le veía algo raro al mar".

En efecto, la "chupina" era distinta, un poco encrespada y las olas sin ser muy grandes reventaban contra la playa y el acantilado. Breves segundos después se sintió un fuerte remezón, se trataba de un temblor que, si mal no recuerdo, estuvo en el orden de 6,6 de la escala de Mercalli.

Con epicentro cerca del Callao, se sintió mucho más fuerte tanto allí, como en La Punta y Chorrillos. Las dos penínsulas que cierran la gran bahía de Lima Metropolitana, de modo que la onda sísmica acrecienta su impacto. Ello significó que los tres distritos tuvieran daños de mayor consideración.

Para nosotros, ubicados al nivel de la playa, adquirió realmente características dantescas: desde San Miguel y Magdalena el acantilado se precipitaba sobre la playa, dando la impresión de una gran catarata de tierra, de dimensiones mayores, que las del Niágara. En efecto kilómetros y kilómetros de tierra caían sin cesar hasta las playas generando nubes de polvo inconmensurables.

El malecón de Chorrillos había caído como un huaico arrasando gran parte del dormitorio del Club, la pequeña cancha de básquet, los camerinos y parte de las duchas; la conexión con la plataforma de cemento se entrampó de tierra. Para algunos fue una verdadera odisea encontrar qué ponernos encima pues los casilleros quedaron destruidos; otros, muy pocos, los encontraron enteros, y tuvieron que surtir de ropa a los más afectados. El autor de esta nota tuvo que habilitarse un disfraz de dominó del casillero de Eduardo Morales y, en esa facha, pude llegar a mi casa en Miraflores. Alejandro Rizo-Patrón, con quien subí a lo que quedaba del Malecón no dejaba de comentar el grado de destrucción que se había producido; en

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efecto, los baños de Chorrillos habían desaparecido, la bajada al funicular era un recuerdo y los daños en el Malecón, propiamente dicho, eran devastadores.

En la Plaza Matriz la Iglesia lucía con una de sus torres completamente destruida y la otra por caer; al atisbar de lejos el interior del templo, se veían los escombros; muchos solares de la Plaza Matriz fueron seriamente afectados. En general, Chorrillos como ciudad sufrió fuertemente la acción del sismo y desgraciadamente le dejó una marca que hoy, después de 63 años, lo ha dejado disminuido. El Callao y La Punta, además de los efectos del temblor, sufrieron un maretazo que originó, como es de suponer, gran destrucción en los locales de remo que allí existían.

El Club de Regatas "LIMA" también quedó bastante afectado. Sin embargo, la desgracia puso a prueba el cariño y el sentido de entrega de los asociados de aquella época. Inmediatamente y a pesar de la escasez de recursos, pues no éramos un Club rico, sino de clase media, - bien media, media- supimos empinarnos sobre las limitaciones e iniciar reparaciones de limpieza y reconstrucción. Dos figuras eminentes, vinculadas a nuestro Club, merecen

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nuestra gratitud, fueron ellos los que por razón de sus cargos hicieron posible lo que muchos daban ya por irreparable. Ellos fueron: don José Antonio de Lavalle, Presidente y don Julio Villalobos, uno de nuestros grandes Tesoreros.

A ellos se debe, y a quienes los rodeamos con gran entusiasmo, el milagro de "Lázaro levántate".

Mucha gente había sentenciado la muerte del remo vista la destrucción de los clubes chalacos y los daños del Regatas "Lima". Sin embargo, un grupo de los deportistas de aquella época no arrió banderas, y recordando todo lo que el Club había pasado en su historia, se propuso mantener el remo como deporte, e inició motivadoras regatas sociales, las que menudearon de acuerdo a lo que la situación consentía. Así nos sorprendió 1941, año en el que con el Club de Regatas "Unión" del Callao, una institución con la que siempre habíamos mantenido el mejor entendimiento y que igualmente hacía esfuerzos para superar los inconvenientes de la pérdida de su local, organizamos en la bahía de Chorrillos, unas regatas amistosas entre los dos clubes, con la participación de cuatro tripulaciones cada uno. El domingo 30 de marzo, 10 meses después de la tragedia, volvían a enfrentarse los tradicionales clubes rivales.

Al año siguiente, el 29 de marzo de 1942, los dos clubes organizamos una regata en la bahía de Ancón, coincidentes a las regatas veleros y de remo profesional que organizaba el Yacht Club de Ancón. Así, con el patrocinio de dicha asociación, se reanudaron oficialmente las regatas entre las dos instituciones remeras más importantes del país.

Llevar los botes, tanto los de cuatro remos como los ocho remos fue toda una odisea. En esa época no había muchos camiones trailers como los actuales, con gran capacidad de carga. Hubo que ingeniárselas, sobre todo para los botes de ocho remos, para los que se unieron dos camiones con

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una plataforma en la parte superior, en la que se colocaron las embarcaciones.

Como es natural suponer se produjeron algunos maltratos, sobre todo en las chumaceras, que fueron arregladas diligentemente al llegar por el Maestro Luciano Montero.

Las celebraciones eran propias de un calendario muy nutrido que tomaba, prácticamente, todo el día: regatas a vela, chalanas para profesionales de la pesca y jóvenes veraneantes de Ancón. La acogida que nos brindara el Yacht Club de Ancón, a través de su Presidente, Alfredo Benavides Canseco, fue de gran entusiasmo.

Se había comprometido la presencia del Presidente Prado, socio del Yacht Club de Ancón y socio vitalicio del Club Regatas "Lima".

El programa remero se inició a las 10 de la mañana con una regata de noveles, en botes de a cuatro, entre dos tripulaciones del Club "Lima" resultando vencedora la tripulada por Ricardo Malachowski, Jorge Maurier; Jorge Newton, Alfonso Duarte y al timón nuestro recordado ex presidente Guillermo de Vivanco.

En seguida, se desarrollaron las regatas entre los dos clubes, en yolas de cuatro y ocho remos y los equipos alinearon de la siguiente forma:

LIMA: Sk. Guillermo Salazar, Jorge Mulanovich, Augusto Torres, Alberto Álvarez Calderón, Tim. Augusto Pacusich.

UNIÓN: Sk. Eugenio Olivares, Manuel Carrillo, Britain Palliser, Tomás Wilson, Tim. Adolfo Junbluth.

Habiendo llegado en primer lugar el Club de Regatas "Lima" con un tiempo de 7’27". La segunda fue en bote de ocho remos y se alinearon de la siguiente manera:

LIMA: Sk. Guillermo Alva, Carlos del Solar, Federico Wakeham, Oscar Roca G., César Lynch C., Alfonso Rau, Antonio Raymond, Luis Brambilla, Tim. Guillermo Roose C.

UNIÓN: Sk. Alberto Musso W., Carlos Moyano, Luis Arata, Víctor Rospigliosi, Ariosto Schenone ,Luis Gardella, Alberto Junbluth, Carlos Duclós, Tim. Jorge Freyre R.

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Aquí también se impuso el "LIMA" con un tiempo de 6’18" 6/10. Al finalizar la jornada se llevó a cabo la ceremonia de premiación de los equipos del Club ganadores de las distintas competencias, ceremonia que estuvo encabezada por el propio Presidente Prado. Resurgía así el remo como deporte de competencia en nuestro país.

Hemos querido, con este recuerdo, destacar las acciones de una institución, que gracias al esfuerzo realizado por sus directivos y asociados, cumplieron todo aquello que consideraron necesario e indispensable para mantener el culto al deporte que practicábamos con tanto entusiasmo.

Hoy los pocos que quedamos, no podemos sino enorgullecernos de la labor que nos tocó llevar a cabo, en beneficio del deporte que le ha dado tantos lauros al Club "Lima".

Reporte del Instituto Geofísico del Perú

El 24 de mayo de 1940, cuando ya se sentía el cambio de estación en un día muy tranquilo y la población se encontraba haciendo sus labores cotidianas, ocurrió un fuerte sismo a las 11:35 de la mañana (16:35GMT) con epicentro localizado a 120Km. al NW de la Ciudad de Lima y tuvo una magnitud de 6.6mb con foco situado a una profundidad de 50Km. Este terremoto está asociado a la colisión de la placa de Nazca con la placa Sudamericana, y por su ubicación el sismo castigó duramente a las localidades Lima, Callao, Chorrillos, Barranco, Chancay, Huacho con intensidades de VII-VIII.MM Este terremoto dejó un balance de 179 muertos y más de 3500 heridos entre graves y leves. Los daños materiales fueron cuantiosos siendo más afectadas las construcciones de material de quincha y adobe. Por observaciones posteriores al terremoto, se encontró algunas localidades en ruinas por el desplomo total de casas y algunos templos por la baja calidad de su construcción. En recorridos hechos por algunas carreteras que unen las provincias próximas a Lima, se encontró derrumbes de rocas y tierra. Este terremoto sacudió casi todo el país debido a la gran cantidad de energía liberada, llegándose a sentir por el norte hasta el Puerto de Guayaquil (Ecuador) y por el sur hasta el Puerto de Arica (Chile).

Por su localización, profundidad e intensidad, este terremoto provocó un pequeño tsunami. El mar se retiró unos 150m. mar adentro frente a las playas de Lima y retornaron gradualmente a su nivel con olas de hasta 3m. de altura las mismas que lograron sobrepasar algunos muros de defensa localizados en La Punta-Callao, llegando a anegar completamente los muelles.

21 de Mayo de 1950

CRONICA DEL DESASTREPor: Patricia Marín

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21 de mayo de 1950. Era domingo. Los cusqueños adelantaron el almuerzo pues querían ir al estadio para ver jugar al Cienciano frente al Sport Boys del Callao. Los que se quedaron en casa estaban "tomando el sol" en patios y jardines. Miguel H. Milla, periodista de Radio Cusco y corresponsal de La Crónica de Lima, esperaba para ir a transmitir el partido, mientras se recuperaba de una noche bohemia al lado de su entrañable amigo Maraví.

Ricardo Castro Pinto, miembro de la Asociación Mutua del Señor de los Temblores, cruzaba el pabellón norte del mercado de Santa Clara, tras abandonar el local del Sindicato de Trabajadores del Ferrocarril de Santa Ana. A la una de la tarde, Macaria Monteagudo de Moreno dejó su casa en el portal de la Compañía para buscar al médico de la familia en la calle Loreto. Tenía una emergencia familiar.

Un espectáculo de pesadilla

Miles de damnificados durmieron en carpas instaladas en los jardines de la Plaza de Armas. Abajo, plegarias al Señor de los Temblores para que detenga las réplicas y la devastación.

"A la 1 y 30 de la tarde", recuerda Miguel H. Milla, "siento que el catre se mueve vertiginosamente; le digo a Maraví que se deje de tonterías, levanto la vista, lo veo con los ojos desorbitados. A la pared le salía una barriga inmensa. Me levanté y salí corriendo. Vivía en la calle Plateros, miré alrededor, la Plaza de Armas era una nube de polvo, la gente corría en todas direcciones y no sabían a dónde. Unos reían a carcajadas, otros lloraban, otros estaban arrodillados, era un espectáculo de pesadilla. Me puse los zapatos y fui a la Compañía de Teléfonos en la calle del Medio, a las chicas que atendían les chorreaban las lágrimas. Urgido, pido comunicación con La Crónica. Me dan la línea, y me contesta el fotógrafo Egoaguirre. Sin olvidar su sobrenombre le digo: ‘¡¡Lindos ojos’, terremoto en Cusco!!’, pero él me cuelga el teléfono. Quedé desesperado. Desde ese momento se interrumpió toda comunicación".

¡Aquí, Radio Cusco!Ricardo Castro Pinto, observaba cómo el mercado de Santa Clara se movía "como una jaula de ave"; sobreponiéndose llegó a la Catedral. Eran las dos de la tarde. Habían sacado al Señor de los Temblores. La procesión estaba en la Plaza de Armas, pero no había quién tocara las campanas, Ricardo, tomó valor, subió a la torre y las tocó. La gente se arremolinó en el atrio. Llanto y ruegos se mezclaban: "¡Ay Taytay, ama cachuncho temblor, uyari huahuayquicunata!", rogaban desesperados. No faltó un confianzudo que increpaba: "Negrito ¿por qué nos has hecho esto? Nos has botado de la casa, aquí estamos a tus pies. ¡Señor aplaca tu ira!".

Tras el sismo, Macaria Monteagudo corrió a su casa y la encontró derruida. Su esposo Luis Moreno Grajeda, su hija Alicia Moreno Montegudo, y a su sobrino Luis, sepultados. Su vida entera, enseres, joyas, obras de arte, habían desaparecido para siempre.

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En Lima, en la pensión de María Salas, un grupo de estudiantes cusqueños, entre ellos el futuro ingeniero Armando Gallegos, departían alegremente en la tarde dominical, escuchaban Radio América, que después se puso al servicio de los cusqueños que esperaban noticias de sus familiares.

A las dos y media de la tarde, Miguel H. Milla y Carlos Lizárraga decidieron salir al aire, pero no había luz: "Buscamos un generador, tuvimos que arrastrarlo desde la avenida El Sol hasta Sapphi. Prendimos la radio y comenzamos: ‘¡Auxilio, auxilio! Aquí, Radio Cusco, a quien nos conteste, terremoto en Cusco’. Pasó media hora, hasta que Radio Continental de Arequipa contestó. La gente se nos vino encima por los mensajes. De pronto, entra Radio Nacional del Perú y empezamos a salir al mundo".A las diez de la noche, el ministro de Salud pidió los nombres de muertos y heridos. "No los teníamos", dice Miguel H. Milla, "fui a buscarlos al Hospital Lorena. No había una relación. Bajé a la morgue, y por suerte alguien tuvo la idea de poner el nombre en papel despacho en el pecho de cada muerto; luego fui a la morgue del Cementerio de la Almudena y alumbrando con mi linterna la cara de cada difunto, terminé mi labor. Comencé a bajar, el puente de Belén estaba destruido, la calle Trinitarias llena de escombros. En ese instante sentí cómo los pelos de la nuca se me erizaban, y me entró pavor, no miedo, pavor, y comencé a correr. La ciudad estaba llena de velitas encendidas, la gente había ocupado la calle con sus carpas, no querían estar en sus casas. Por fin llegué a la radio para dar a conocer la lista de muertos y heridos. Eulogio Nishiyama, que trabajaba conmigo, me dijo: ‘Tengo las fotografías’. Cuando comenzó todo, había cogido con un brazo a su hijo y con el otro la cámara, y salió a la carrera tomando fotos en el momento en que sucedía el terremoto, las vistas eran espectaculares, al día siguiente las mandamos en el avión".

Teatro Municipal, en la Av. El Sol, también se desplomó; y uno de los tractores que terminó la labor destructora del terremoto.

Sepultaron de inmediato a los muertos y fumigaron los lugares contaminados para evitar epidemias. La Cámara de Comercio y la Asociación de Industriales apoyaron la construcción de barracas en la avenida Pardo; industriales como Ramón Marín y César De Lucchi Lomellini donaron dinero y frazadas.Llega OdríaEl terremoto fue de siete grados en la escala de Mercalli. Los daños no se podían cuantificar. El Presidente de la Junta Militar de Gobierno, Manual A. Odría, entonces candidato a la Presidencia, quedó impactado. Permaneció cuatro días en la ciudad devastada."Los más dañados fueron el convento de Santo Domingo, la Compañía de Jesús, la Universidad San Antonio Abad, el Convento de Santa Catalina y las iglesias de Belén y San Sebastián. Los barrios de Belén y Santiago fueron los más afectados; la mayor parte de los muertos fueron encontrados en Pelota Cancha (entre la calle Ayacucho y Matará). Según la Misión Kubler, los daños se calculaban en 33 millones de dólares (de la época), 3,000 casonas destruidas. Quedaron sin techo 40 mil cusqueños, 15 mil se instalaron en carpas en campos de deportes, calles y plazas", anota en su

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libro Paulo de Azevedo.La deuda pendiente.

El 29 de mayo, Odría ordenó disponer de un millón quinientos mil soles para la reconstrucción de la Universidad San Antonio Abad. La reconstrucción requería financiamiento y con ese fin se promulgó la ley 11551 que, entre otras disposiciones, le asignaba el 20% del impuesto al tabaco. La ley facilitó créditos para la reconstrucción. Los inmuebles debían tener títulos registrados antes de 1950. Muchas propiedades no cumplían este requisito. "El convento de Santa Catalina estaba en escombros", recuerda Arturo Moscoso Serrano. "La abadesa Sor Lucía de los Ángeles Vargas Díaz no podía afrontar la reconstrucción, no tenía títulos. Investigué en el archivo histórico, conseguí inscribir al monasterio, y se acogieron a la Ley de Reconstrucción. La Universidad tampoco estaba registrada, la necesidad hizo que me especializara en Derecho Registral; y mi intervención permitió reconstruir la mayoría de los predios de la Plaza de Armas. El terremoto puso orden y saneó las propiedades".Ávidos de modernidad muchos propietarios demolieron sus casonas solariegas, cambiaron el adobe por ladrillo y cemento. Otros, demolieron para buscar "tapados", que por cierto se encontraron. Hay quienes afirman que la mayor destrucción del Cusco antiguo no fue obra del terremoto, sino de la reconstrucción.

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Calle Arrayan y al fondo el Qoricancha

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Campamento de damnificados de la fabrica Huascar en el actual estadio universitario

9 de Diciembre de 1950

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